LIBRARY OF PRiNCfcíGN
AUG 8 200 :
THEOLOGICAL SEMINARY
BS 299 1944
Bible.
Sagrada Biblia
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Sagrada Biblia
VERSIÓN DIRECTA DE LAS LEN¬
GUAS ORIGINALES, HEBREA
Y GRIEGA, AL CASTELLANO
BIBLIOTECA
AUTORES CRISTIANOS
BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIÓN
DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
LA COMISIÓN DE DICHA PONTIFICIA
UNIVERSIDAD ENCARGADA DE LA
INMEDIATA RELACIÓN CON LA B. A. C.,
ESTÁ INTEGRADA EN EL AÑO 1944
POR LOS SEÑORES SIGUIENTES:
PRESIDENTE?
Excmo. y Rvdmo. Sr. Dr. Fr. Francisco Barbado
Viejo, O. P., Obispo de Salamanca y Gran Canciller de
la Pontificia Universidad.
VICEPRESIDENTE: limo. Sr. Dr. D. Lorenzo MlGUÉLEZ
Domínguez, Rector Magnífico.
VOCALES: Sr. Decano de la Facultad de Sagradas Escritu¬
ras , M. R. P. Alberto Colunga, O. P.; Sr. Decano de la
Facultad de Teología , M. 1 . Sr. Dr. Gregorio Alastruey;
Sr. Decano de la Facultad de Derecho, M. 1 . Sr. Dr. Loren- i
zo Pérez Mier; Sr. Decano de la Facidtad de la Historia ,
R. P. Dr. Ricardo García Villoslada, S. I.
I
SECRETARIO: M. 1 . Sr. Dr. Lorenzo Turrado, Profesor.
ASESORES TÉCNICOS AGREGADOS: Rvdo. Sr. D. AnGEL
Herrera Oria, Presbítero; limo. Sr. D. Luis Ortiz Mu¬
ñoz, Catedrático y Director-General de Enseñanza Superior
y Media.
LA EDITORIAL CATÓLICA, S. A. - Apartado 466
MADRID. MCMXLIV
Sagrada Biblia
VERSIÓN DIRECTA DE
LAS LENGUAS ORIGINALES
POR
ELOÍNO NÁCAR FUSTER
CANÓNIGO LECTORAL DE LA S. I. C.
DE SALAMANCA
V EL MUY RVDO. P.
ALBERTO COLUNGA, O. P.
PROFESOR DE SAGRADA ESCRITURA
EN EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN
Y EN LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD
DE SALAMANCA
PRÓLOGO DEL
EXCMO. Y R V D M O . S K . D .
GAETANO CICOGNANI
NUNCIO DE SU SANTIDAD EN ESPAÑA
LIBRARY OF PRiNCETON
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H 1
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I ANOS
NIHIL OBSTAT:
Fr. E. Cuervo, O. P.
Bac. S. Theol.
Fr. V. Berecibar, O. P.
S. Theol . Lect.
Salmanticae, 12 Martii 1944.
IMPRIMATUR:
Fr. Josephus Cuervo, O. P.
Prior Provincialis.
Salmanticae, 12 Martii 1944.
NIHIL OBSTAT:
Dr. L. Turrado.
Censor.
Salmanticae, 26 Februarii 1944,
IMPRIMATUR*
Fr. Franciscus, O. P.
Kpisc. Salmont.
Salmanticae, 7 Martii 194-1.
Aldus. S. A. de artes GrApicas.—Castelló. 112—Madrid.
ÍNDICE
Págs.
e
Prólogo del Excmo. y Rvdmo. Sr. Nuncio de S. S. en España. xiii
Encíclica «Divino Afflante Spiritu» de S. S. Pío XII. . . . xxxm
Prólogo de los traductores . lxi
Consejos de San Agustín a los lectores de la Sagrada Es¬
critura ... .: . . lxv
Introducción general. lxix
Introducción especial a los libros históricos.lxxxiii
Nota acerca de los grabados . xci
Fe de erratas . xcm
Introducción al Pentateuco . 1
Génesis. 7
Exodo. 59
Levítico. 104
Números.133
Deuteronomio .. 174
Introducción a Josué .213
Josué.214
Introducción a los Jueces .241
Jueces.242
Rut. 267
Introducción a los libros de Samuel .273
Samuel I.274
Samuel II.305
Introducción a los libros de los Reyes .331
Reyes I. 332
Reyes II. 361
Introducción a los libros de las Crónicas o Paralipómenos .391
Crónicas I.392
Crónicas II.419
Introducción a los libros de Esdras y Nehernías . 453
Esdras.454
Nehemías.465
VIII
ÍNDICE
Págs.
Introducción al libro de Tobías . 481
Tobías. 482
Introducción al libro de Judit . 493
Judit.494
Introducción al libro de Ester . 511
Ester.512
Introducción al libro 1 de los Macabeos . 525
Macabeos I.526
Introducción al libro JI de los Macabros . 557
Macabeos II. ... % .557
Introducción a los libros jiroféticos . 581
Introducción al profeta Isaías . 589
Isaías.591
Introducción al profeta Jeremías . 037
Jeremías.038
Introducción a las lamentaciones de Jeremías . 090
Lamentaciones.090
Introducción al libro de Baruc . 095
Barnc.095
Introducción al profeta Ezequiel . 702
Ezcqiiicl.702
Introducción al profeta Daniel .. 751
Daniel. 753
Introducción al libro de Oseas . 775
Oseas.775
Introducción al libro de Amos . 782
Amos.782
Introducción al libro de Miqueus . 787
Miqucas.78/
Introducción al libro de Xahntn .791
Xahum.791
Introducción al libro de Habucnc .793
llabacuc. 793
Introducción al libro de Sofuñías . 795
Sofonías.795
Introducción al libro de Joel . 797
Joel. 7y *
Introducción al libro de Joñas .SOI
..SOI
ÍNDICE ix
Págs.
Introducción al libro de Abdías . 803
Abdías . 804
Introducción al libro de Ageo . 804
Ageo . 805
Introducción al libro de Zacarías . 806
Zacarías . 806
Introducción al libro de Maluquios . 814
Malaquías .8 1 o
Introducción general a los libros sapienciales . 810
Introducción al libro de Job . 821
Job . 822
Introducción al libro de los Salmos . 853
Salmos . 860
Introducción a los Proverbios . . *.'.. 935
Proverbios . 936
Introducción al Eclesiastés . 963
Eclesiastés . 964
Introducción al Cantar de los Cantares . 979
Cantar de los Cantares .979
Introducción al libro de la Sabiduría . 987
Sabiduría de Salomón . 988
Introducción al Eclesiástico . 1005
Eclesiástico . 1006
Introducción general al Nuevo Testamento . 1053
Introducción general a los Evangelios . 1063
Introducción al Evangelio de San Mateo . 1065
Evangelio de San Mateo . 1066
Introducción al Evangelio de San Marcos . 1109
San Marcos . lili
Introducción al Evangelio de San Lucas . 1137
San Lucas . 1139
Introducción al Evangelio de San Juan . 1181
San Juan. .. 1184
Introducción a los Hechos de Apóstoles . 1219
Hechos de Apóstoles . 1221
Introducción general a las Epístolas de San Pablo . 1255
Introducción a las Epístolas a los Tesalonicenses . 1258
I a los Tesalonicenses . 1259
II a los Tesalonicenses . 1263
Indica
\
Pigs.
Introducción a la I a los Corintios .1265
I a los Corintios.12G5
Introducción a la II a los Corintios .1279
II a los Corintios. 1279
Introducción a la Epístola a los Gálatas .1288
A los Gálatas.1290
Introducción a la Epístola a los Romanos .1295
A los Romanos.1297
Introducción a la Epístola a los Filipcnses .1313
A los Filipenses.1313
Introducción a las Epístolas de la Cautividad .1317
Introducción a la Epístola a los Ejesios .1318
A los Efesios.1319
Introducción a la Epístola a los Colosenses .1324
A los Colosenses.1325
Introducción a la Epístola aFilemón .1329
A Filemón. . 1329
Introducción a las Epístolas pastorales .1330
Introducción a la Epístola I a Timoteo .1330
I a Timoteo. 1331
Introducción a la Epístola II a Timoteo .1335
II a Timoteo.1336
Introducción a la Epístola a Tito .1339
A Tito.1339
Introducción a la Epístola a los Hebreos .1341
A los Hebreos.1343
Introducción a la Epístola de Santiago .1357
Epístola de Santiago.1357
Introducción a la Epístola de San Pedro .1361
I de San Pedro.1362
II de San Pedro.1366
Introducción a las Epístolas de San Juan .1369
I de San Juan.1370
II de San Juan.1374
III de San Juan.1375
Introducción a la Epístola d > San Judas .1375
Epístola de San Judas.1376
Introducción al Apocalipsis .1379
Apocalipsis.1383
PRÓLOGO
PRÓLOGO
Por ei. Excmo. y Rvdmo. Sr.
Dr. d. gaetano cicognani,
Arzobispo de Ancira,
Nuncio de Su Santidad en España.
L A primera versión completa de la Biblia, hecha de las)
lenguas originales, hebrea y griega, al castellano por au¬
tores católicos, con la que la Editorial Católica inicia,
bajo los auspicios y la alta dirección de la Pontificia Univer¬
sidad de Salamanca, su Biblioteca de Autores Cristianos^
no hubiese podido ser publicada en circunstancia más pro¬
picia ni presentada con cartas credenciales más augustas y
autorizadas que la Encíclica Divino Afflcinte Spirilu, de
Su Santidad Pío XII.
El mundo católico, y de manera especial los que en la
Iglesia ejercen el magisterio o se dedican al apostolado, re¬
cuerdan con íntimo júbilo y con ánimo agradecido el L ani¬
versario de la Providentissimus de León XIII, el cual,
enfrentándose de lleno con errores y corrientes que pare¬
cían triunfar y que daban a los pusilánimes y tímidos
la sensación de acabar con la Iglesia, proclamó el origen
divino de las Sagradas Escrituras en toda su integridad,
sin titubeos ni compromisos. «La solicitud de Nuestro cargo
apostólico—declara desde las primeras líneas del inmortal
documento—Nos anima y en cierto modo Nos impulsa, no
solamente a querer que esté abierta con toda seguridad y
amplitud, para la utilidad del pueblo cristiano, esta pre¬
ciosa fuente de la revelación católica, sino también a no
tolerar que sea enturbiada en alguna de sus partes, ya
por aquellos a-quienes mueve una audacia impía y que
XIV
PRÓLOGO
atacan abiertamente a la Sagrada Escritura, ya por los
que suscitan a cada paso innovaciones engañosas e im¬
prudentes.» '
El gran Pontífice, que en su largo y fecundo pontificado
no dejó de tratar con suprema visión ninguna de las cues¬
tiones vitales que afectan a la Iglesia misma y al interés
de los pueblos y de las naciones, que habló magistralmente
del origen del Poder civil y de la constitución de los Es¬
tados, de la verdadera y falsa libertad y de las obliga¬
ciones de los ciudadanos, del matrimonio y de la familia,
de los errores funestos del socialismo y del comunismo,
proclamando en el magno problema social y económico
los grandes principios de la Rerun Novarum, el gran
propulsor de los estudios filosóficos según las doctrinas y
el método de Santo Tomás de Aquino, no podía menos de
fomentar y recomendar y dirigir, en conformidad con las
exigencias de los tiempos, el nobilísimo estudio de las Sa¬
gradas Escrituras.
A la exaltación de la Biblia considerada como fuente
única de la Revelación y árbitro supremo de la verdad
divina a través de una interpretación puramente personal,
a esa exaltación enarbolada en el tiempo de la Reforma
como bandera y señal contra la Iglesia, se suceden en fuer¬
za del mismo principio del libre examen, las desviaciones
del espíritu humano, que empieza por despojar a las Sa¬
gradas Escrituras de su aureola más preciada, de su ca¬
rácter de libros divinos, inspirados por el mismo Dios, y
en pos de sus cavilacionés, altanero e infatuado por los
progresos obtenidos en las ciencias físicas y en las disci¬
plinas históricas, frente a las dificultades que surgen, acaba
por desvirtuarlo todo y por negarlo todo, arrebatando a
los Sagrados Libros basta la fe y la autoridad humana,
que concede fácilmente a otros escritos de la antigüedad,
y dejándolos reducidos a un conjunto de mitos y leyendas.
«Miran a los Sagrados Libros—decía León XIII—no como
el relato fiel de acontecimientos reales, sino como fábulas
ineptas y falsas historias. A sus ojos no han existido pro¬
fecías, sino predicciones forjadas después de haber ocurrido
los acontecimientos, o bien presentimientos producidos por
causas naturales; para ellos no existen milagros verdade¬
ramente dignos de este nombre, manifestaciones de la om¬
nipotencia divina, sino hechos asombrosos que no tras¬
pasan en modo alguno los límites de las fuerzas de la Natu-
PRÓLOGO
xv
raleza, o más bien ilusiones y mitos; y que, en una palabra,
los Evangelios y los escritos de los Apóstoles no han sido
escritos por los autores a quienes se atribuyen.»
Y para sostener todo ese cúmulo de negaciones y mons¬
truosidades, se somete el texto a constante tortura, en
nombre de una crítica interna asentada sobre prejuicios
racionalistas, se mutilan a capricho partes integrantes de
los Libros Sagrados hasta dejarlos reducidos a un cuerpo
sin alma, mejor diríamos, a un esqueleto sin carne y sin
nervios^ del que vanamente podríamos esperar palabras
de vida.
Ni faltaron desprecios y sarcasmos scurriles ioci y toda
una propaganda baja y vulgar, si bien en los ambientes
intelectuales y de mediana cultura el tono era de mentida
serenidad y de aparato científico atrayente y seductor,
tan seductor, que causó a veces el desconcierto entre los
mismos escritores católicos, produciendo en unos vacila¬
ciones; en otros, afán de componenda a base de sacrificar
y restringir el concepto y el alcance de la inspiración di¬
vina y de la revelación, y empujando a algunos a aven¬
turar hipótesis híbridas y aún a declararse ineptos y vencidos.
A pesar, sin embargo, del ropaje vistoso con que se
presentaba, toda esta inmensa construcción adolecía de
un defecto fundamental, radicado precisamente en el prin¬
cipio erigido contra la Iglesia: el libre examen. Los siste¬
mas se sucedían sin cesar, diferentes y aun contrarios los
unos de los otros, presentándose cada nueva teoría como
definitiva para resolver el problema de la Biblia, pero ce¬
diendo el paso a los pocos años, si no a los pocos meses,
a una nueva explicación, destinada también a caer muy
pronto en el descrédito y en el olvido. Frente a este vér¬
tigo de doctrinas y de contradicciones levanta su voz
augusta el Papa León XIII para infundir nueva vida a
todo aquel cúmulo de ruinas, para poner nuevamente
sobre los Libros Santos la aureola de su carácter divino,
invitando a colaborar en esta obra de defensa y de res¬
tauración del auténtico sentido cristiano acerca de las
Sagradas Escrituras, a los cultivadores de las ciencias teo¬
lógicas y a los dedicados al ministerio pastoral, y trazando
a este respecto todo un plan y programa de trabajo y de
estudio «de tal modo que a esa ciencia nueva, a esa falsa
ciencia, se oponga la doctrina antigua y verdadera que la
Iglesia ha recibido de Cristo por medio de los Apóstoles».
XV I
PROLOGO
La Enciclica fué acogida con gran entusiasmo y aplauso,
aun por todo un sector protestante, fué estudiada y comen¬
tada en las Universidades y Academias, divulgada y expli¬
cada en libros y revistas. No faltaron, es verdad, como
no podian faltar, voces de crítica, y se volvió a lanzar al
rostro de la Iglesia el ya viejo dicterio de «oscurantista»;
pero, pese a esas voces discordantes, cuando a la distancia
de cincuenta años contemplamos la ubérrima cosecha pro¬
ducida en el campo de los estudios bíblicos por la Encí¬
clica Providenlissimusy no podemos menos de unirnos
a los entusiasmos con que fué saludada su publicación
y de comprobar con íntimo regocijo que lds esperanzas
concebidas por el Pontífice y compartidas por el mundo
catclico son hoy una consoladora realidad.
Esto mismo es lo que comprueba y pone de relieve el
Sucesor de León XIII en la Cátedra de la Verdad, Pío XI1,
en su reciente Encíclica Divino Afflanlc Spirilu ; en la
cual, después de señalar cuál fuera el fin principal
de la Providcntissimus , el de exponer la doctrina de
la verdad contenida en los Sagrados Libros y a vindi¬
carlos de las impugnaciones, con el alma henchida de gozo
hace desfilar ante nosotros las instituciones y normas que
durante estos cincuenta años, por el impulso y vigilante
celo de los Sumos Pontífices, fueron creadas para el pro¬
greso del estudio de la biblia: la Escuela bíblica de Jeru-
salén, la Comisión biblica, la creación de grados acadé¬
micos y programa de estudios bíblicos, el Instituto bíblico
de Roma, la revisión de la Vulgata, la difusión en el pueblo
de los Libros Sagrados.
De estas instituciones la Escuela Bíblica de Jerusalén
nació a la vida por obra personal de León XI11, y su pen¬
samiento generador parece que estuvo inspirado en el
ejemplo y en la práctica del gran San Jerónimo. Conocido
es su axioma de que «desconocer las Sagradas Escrituras
es desconocer a Cristo», como conocido es también su cri¬
terio de que para penetrar más lúcidamente en el sentido
y valor de los Sagrados 1 ibros, contribuye en gran manera,
juntamente con el estudio de las lenguas en que fueron
escritos, la visión directa de los lugares en que se desarro¬
llaron los hechos que prepararon y consumaron la Re¬
dención. « Sanclam Scripíuram — dice escribiendo a Dom-
nfone — lucidius iníucbitur , qui Iudacam oculis contcmplaius
est el anliquarum urbiiun memorias locorumquc vcl eadem
PRÓLOGO
XVI í
vocabula vel mutata cognovcrit. Unde et nobis curae fuit , cum
eruditissimis Hebracorum hurte laborera subiré , ut circumi -
remus provirteiam quam urtiversae Christi Ecclesiae sonante.
Por eso el gran Doctor, que pasó toda su vida dedicado
a estos estudios, se estableció definitivamente en belén,
dando de mano a todas las grandezas de Roma, cuyos
tesoros le parecían pequeños al lado del que encerraba
la-pequeña ciudad, cuna de Jesús: « llabeat Roma quod
angustior Urbe Romana possidet Beihlehem!»; y sus discí-
pulas predilectas, las nobilísimas Paula y Eustoquio, de¬
seando que la queridísima amiga Marcela las imitara fijando
como ellas su residencia en Palestina, describen en una
carta, escrita bajo el dictado del Maestro, el encanto espi¬
ritual de la vida en Tierra Santa, donde cada lugar re¬
cuerda un hecho de la Sagrada Escritura, cada nombre
suscita una visión y despierta un afán de perfección, donde
se puede orar en el mismo pesebre in quo infantulus vagiit,
llorar en el mismo sepulcro en que lloraron las santas mu¬
jeres, aspirar y sentirse elevados voto et animo hacia el
cielo en el Monte de los Olivos y donde hasta la gente más
humilde recuerda el ambiente en que se desenvolvió la
vida de Cristo. Hasta sus cánticos comunes, dicen, son
bíblicos y regocijantes: «Quocumque te verteris , arator stivam
tenens , Alleluia decantat; sudans messor psalmis se avocat,
et curva aitondens vitem falce vinitor , aliquid Davidicum
canil.» («A dondequiera que fueres, el arador con la mano
en la esteva canta el Alleluia, el segador sudoroso se dis¬
trae con salmos; el viñador, mientras poda la' vid con el
corvo cuchillo, entona algún cántico de David.») No sé si
estos cuadros, de un dulce sabor virgiliano, se ofrecen hoy
al viajero que visita Palestina: tales y tantas han sido
las vicisitudes de aquella tierra a lo largo de los siglos,
tales y tantas sus destrucciones materiales y sus convul¬
siones políticas, que no creo empeño fácil, ni imaginarse
ante la realidad presente el cuadro que nos describen San
Jerónimo y sus discípulas, ni dar una reconstrucción exacta
de lo que fué la 1 ierra y la Ciudad Santa: sin embargo,
aun en el estado actual, el conocimiento de aquellos lugares
y las investigaciones, racionales y metódicas, de sus ruinas
venerandas, siguen siendo instrumento eficacísimo para la
inteligencia de las Sagradas Escrituras y para la contem¬
plación del drama humano-divino de la Redención.
Y al hablar de este tema, prologando una versión de
ii
XVIII
PRÓLOGO
la Biblia nacida en tierra española, a la sombra augusta
de la Universidad salmantina, me complazco en recordar
aquí ciertos lazos, no por tenues menos gratos, que existen
entre la Escuela bíblica y aquella Universidad.
La Escuela L iblica de Jerusalén fué fundada en un con¬
vento de dominicos, que lleva el mismo nombre del cele¬
bérrimo convento de Salamanca, San Esteban, y que fué
construido por un español, por el Maestro General de la
Orden, Padre Larroca, con la intención primera de que
sirviera de noviciado, siendo luego ofrecido por el mismo
a Su Santidad León XIII, apenas supo que el Augusto
Pontífice deseaba fundar en Jerusalén una Escuela de
Estudios Bíblicos. Es verdad que el convento y la escuela
pasaron a pertenecer a la Provincia Dominicana francesa,
pero esta circunstancia no rompió, antes reforzó, aquellos
lazos al ser encargado de la dirección de aquel centro de
altos estudios el P. José M. Lagrange, el cual había hecho
su noviciado y sus estudios teológicos en el convento de
San Esteban, de Salamanca. En época aciaga para las
congregaciones religiosas en Francia, el P. Lagrange tuvo
que dejar su patria y vino a Salamanca, donde, además
de experimentar la generosa hospitalidad española, de la
que conservó siempre un agradecido recuerdo, pudo cono¬
cer directamente y empaparse en la doctrina de los gran¬
des teólogos y escrituristas españoles, que sin duda tem¬
plaron y forjaron su espíritu para que, frente a las difi¬
cultades, se mantuviera, como supo mantenerse, recio en
la fe y ardiente en el deseo de Dios. Lo que la Escuela
Bíblica de Jerusalén ha contribuido al desenvolvimiento
y a la dignificación de los estudios de la Sagrada Escritura,
lo demuestran palmariamente los sabios volúmenes que ha
publicado, las excavaciones practicadas y la difusión en las
esferas intelectuales de los éxitos alcanzados.
Con el fin, sin embargo, de que estos estudios, que tan¬
tas dificultades encierran y tantos peligros ofrecen, no se
apartaran del recto camino, fué instituida la Comisión Bí¬
blica, ese alto Consejo de varones preclaros «que tuvieran
por encomendado a sí el cargo de procurar y lograr por
todos los medios que los divinos oráculos hallen entre los
nuestros en general aquella más exquisita exposición que
los tiempos reclaman y se conserven incólumes no sólo
de todo hálito de errores, sino también de toda temeridad
de opiniones».
PRÓLOGO
XIX
Instituida por el mismo León XIII, la Comisión Bíblica
fué sucesivamente confirmada por los Sumos Pontífices y
de manera especial por Pío XII, el cual, en la Encíclica
que comentamos, le tributa un homenaje de estimación
y de complacencia. Los que siguen el creciente progreso
de los estudios bíblicos y se afanan con santa pasión por
penetrar cada día mejor el genuino sentido de los Libros
Sagrados, conocen la labor vigilante y delicada de la Co¬
misión, su voz orientadora y tranquilizadora. Bastaría re¬
cordar a este propósito su actuación tan eficaz en los agi¬
tados tiempos del Modernismo, fuego fatuo que se creyó
I iba a encender fatalmente una lucha difícil y duradera;
y la carta dirigida en agosto de 1941 a los Arzobispos y
Obispos de Italia para poner coto a tendencias de sabor
iluminista. Mientras el Modernismo, en nombre de la
Ciencia y del pretendido progreso humano, había inten¬
tado repetir los errores que León XIII tan enérgicamente
anatematizara en su Carta, recientemente un alma des¬
viada se pronunciaba contra todo estudio científico y eru¬
dito de las Sagradas Escrituras, contra el estudio de las
lenguas orientales y.de las ciencias auxiliares, contra los
esfuerzos de la crítica textual y la compulsa de códices y
manuscritos antiguos, abogando por el uso exclusivo de
la Vulgata, menospreciando la cuidadosa investigación del
sentido literal y defendiendo una exégesis y una herme¬
néutica a base únicamente de sencilla lectura y de piadosa
meditación. El episodio quedó muy pronto truncado por
la vigilante intervención de la Comisión Bíblica y a él hace
clara alusión Pío XII en su reciente Encíclica.
La creación de esas dos grandes instituciones, la Es¬
cuela de Jerusalén y la Comisión Bíblica, respondían a
fines específicos de la mayor importancia; pero ya la mente
previsora de León XIII, en su deseo de hacer todavía más
en orden a la restauración de los estudios bíblicos y a la
eficacia salvadora de la verdad revelada, había acariciado
la idea de fundar en el corazón mismo del mundo cristiano,
en Roma, un ateneo donde se formara toda una pléyade
de sabios sacerdotes, profunda y cuidadosamente prepa¬
rados, que encendidos en un santo ardor llevaran por
todos los ámbitos del mundo y a todos los campos del
apostolado sacerdotal, al Seminario, a la cátedra, al púl-
pito, al libro y a la revista, la luz de una auténtica ciencia
escriturística y la hicieran servir eficazmente a los grandes
XX
PRÓLOGO
fines que San Pablo señalara a las Ságradas Escrituras
ad docendum . ad arguendum , ad corripiendum , ad enidien -
diim in iustitia .
Esa idea de León XIII halló un munífico realizador en
el Pontífice Pío X, que instituyó primero los grados aca¬
démicos en Sagrada Escritura, trazó después un completo
plan de estudios bíblicos para los seminarios y erigió, final¬
mente, el Instituto Bíblico de Roma, que, confiado a la
ínclita Compañía de Jesús, puesto bajo la especial pro¬
tección del Sagrado Corazón de Jesús, cuya hermosa esta¬
tua domina el salón principal del Instituto, y organizado
sabiamente por un hombre de eminente sabiduría y de
gran fe, el ilustre P. Leopoldo Fonk, ha sido y es la forja
donde se forman y de donde salen para el mundo entero
los maestros de la Sagrada Escritura.
Juntamente con estas obras de alta formación y de
dirección, se inician por el impulso vigoroso del mismo
Papa Pío X y se prosiguen con la decidida protección de
Pío XI, los pacientes trabajos de la revisión de la Vulgata
en el Monasterio de San Jerónimo de Roma, al cual va
gloriosamente unido el nombre del Cardenal Adriano Gas-
quet y en el cual continúan esta meritoria labor los Padres
benedictinos con su proverbial e infatigable laboriosidad;
y para que toda esta empresa cultural y al mismo tiempo
apostólica no quedara encerrada en las escuelas y en los
monasterios, surge la Sociedad de San Jerónimo para la
difusión de los Evangelios, se multiplican los Congresos
y las Semanas Bíblicas, se publican libros y revistas, y yo
me complazco en destacar aquí la contribución no pequeña
que España ha prestado a ese florecimiento de los estu- >
dios bíblicos, contribución que, si se vio pasajeramente
truncada por el vendaval de la guerra civil, ha vuelto a
renacer con mayor pujanza y con renovados bríos, apenas
pasada la tempestad y serenado el ambiente nacional.
* * *
Pero la Encíclica Divino Afflantc Spiritu, antepues¬
ta como pórtico insuperable a esta versión de la Sagra¬
da T iblia, no es solamente un recuerdo y una evo¬
cación de la Providcntissimus y de los frutos por ella
producidos, ya que tiene una segunda parte, mucho
más importante, la parte doctrinal, en la cual el Santo
PRÓLOGO xxi
Padre, siguiendo la trayectoria de sus antecesores, cons¬
ciente del depósito sagrado que le fué confiado el día en
que el Espíritu Santo le escogió para regir la Iglesia de
Dios, con la autoridad de su palabra, con la amplia com¬
prensión de su inteligencia y a pesar de las hondas preocu¬
paciones que agobian su corazón y de las solicitudes pater¬
nales que de El reclaman los sufrimientos de los pueblos,
nos traza y nos señala los caminos y los métodos, que las
condiciones actuales exigen, para que el estudio y la lec¬
tura de las Sagradas Escrituras sean cada día más fecundos
en frutos de santificación y de conquista de las inteligen¬
cias y de los corazones de los hombres.
Las nuevas e importantes excavaciones realizadas en
el suelo palestinense, el hallazgo de nuevos y valiosos docu¬
mentos escritos, el conocimiento cada día más amplio de
las lenguas orientales «invita en cierta manera y amonesta
a los intérpretes de los Sagrados Libros a aprovecharse
con denuedo de tanta abundancia de luz para examinar
con más profundidad los Divinos Oráculos, ilustrarlos con
más claridad y proponerlos con mayor lucidez».
Y hablando de los progresos modernos en el conoci¬
miento de las lenguas orientales, y en particular de aque¬
llas en que fueron originariamente escritos los Libros Sa¬
grados, ve en ello el Santo Padre una nueva ayuda, a la
par que un poderoso estímulo, para que los intérpretes
católicos traten de acercarse lo más posible a la fuente
original de la verdad revelada, calificando de ligereza y
de desidia el descuido en aprender aquellas lenguas; y aún
la crítica textual, con su paciente rebusca y cotejo de códi¬
ces y manuscritos, es plenamente justificada, loada y esti¬
mulada por Su Santidad, como medio necesario para «que
se restituya a su ser el sagrado texto lo más perfectamente
posible», y todo ello «por la reverencia debida a la divina
palabra» y «por la misma piedad por la que debemos estar
sumamente agradecidos a aquel Dios providentísimo, que
desde, el Trono de su Majestad nos envió estos libros a
manera de cartas paternales, como a propios hijos».
Por otra parte, como la mayoría de los fieles no pueden
llegar por sí mismos a esas fuentes de la Revelación en
su texto latino y menos aún en los textos originales, el
wSanto Padre, al hablar de la declaración de la autentici¬
dad hecha por el Concilio Tridentino a favor de la Vulgata,
dice expresamente: «Y ni aun siquiera prohíbe el decreto
XXII
PRÓLOGO
del Concilio Tridentino que, para uso y provecho de los
fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina
palabra, se hagan versiones en lenguas vulgares, y eso aún
tomándolas de los textos originales, como ya en muchas
regiones vemos que loablemente se ha hecho, aprobándolo
la autoridad de la Iglesia.»
Eso que alaba y aprueba la Iglesia es justamente lo
que han pretendido hacer los preclaros y beneméritos tra¬
ductores de esta primera versión de la Biblia en lengua
castellana sobre los textos originales, y eso es lo que la
Editorial Católica entiende brindar a España y a los
países del mundo hispanoamericano con la publicación del
Libro de los Libros en este primer volumen de su Biblio¬
teca de Autores Cristianos. En su empresa les ha guia¬
do el amoroso afán de poner al alcance de los fieles de
habla castellana el riquísimo tesoro de las Sagradas Escri¬
turas, mediante una traducción lo más fiel y exacta posi¬
ble del texto original, aprovechándose para ello de todos
los adelantos realizados en la ciencia escriturística y en
el conocimiento de las lenguas orientales durante los últi¬
mos años, y dejándose guiar en la interpretación de los
pasajes más oscuros y difíciles por el Magisterio de la
Iglesia y por la luz y sabiduría de los Santos Padres y de
los grandes teólogos y escrituristas.
* * *
Al lograr los traductores su alto empeño, han realizado
una triple obra: de cultura, de piedad y de apostolado.
Esta versión completa de la Sagrada Biblia al caste¬
llano constituye ante todo una auténtica obra de cultura,
que viene a enriquecer el ya espléndido acervo de saber
escriturístico cosechado por España desde los primeros
siglos de la Era Cristiana y desarrollado en los siglos pos¬
teriores con asombrosa fecundidad. Desde los tiempos en
que el Papa Dámaso, el santo y culto Pontífice español,
se complacía en fijar en exámetros trozos del Antiguo y
del Nuevo Testamento y encargaba a San Jerónimo una
revisión general de los Libros Sagrados, sosteniéndole y
protegiéndole en sus dificultades y luchas; y el presbítero
Desiderio, nacido, según todas las probabilidades en la
ciudad de Barcelona, rogaba al mismo San Jerónimo que
emprendiera la versión de los Libros Sagrados, vjel noble
PRÓLOGO
XXU1
español Licinio enviaba amanuenses para que bajo la
dirección del mismo Santo copiaran la Biblia, y el enci¬
clopédico Arzobispo de Sevilla, San Isidoro, considerado
como el heredero más fiel del pensamiento y de la obra
del gran Dálmata, salvaba en sus libros el rico tesoro de
la antigua cultura cristiana, y pasando luego a través de
un sinnúmero de códices bíblicos esparcidos en catedrales
y monasterios, en aulas regias y en casas señoriales, hasta
la gran Biblia Complutense y los excelsos exegetas que
florecieron en el Siglo de Oro y que aun causan asombro
por su portentosa erudición y por su fino sentido cxegético,
España representa el supremo anhelo de conocer, de penetrar
y de defender los Sagrados Libros.
Considerando Menéndez y Pelayo este florecimiento
tantas veces secular de la ciencia bíblica en España, escri¬
bía con harta razón en una famosa carta incluida en La
Ciencia Española: «El nombre sólo de Arias Montano basta
para llenar un siglo... Pero España posee, además, una
larga serie de cultivadores ilustres de las ciencias bíblicas,
serie que empieza con los colaboradores de la Poliglota
Complutense y con aquel Diego López de Estúñiga que
tan malos días y tan malas noches hizo pasar a Erasmo,
y termina, bien entrado el siglo xvu, con Pedro de Va¬
lencia y Fray Andrés de León.» «No hay libro de la Escri¬
tura—afirma el gran pensador santanderino—sobre el cual
no poseamos algún comentario de un español, célebre en
las escuelas católicas»; y en confirmación de su aserto hace
una larga enumeración de los más preclaros comentaristas.
Los dos siglos que siguieron fueron de tono menos ele¬
vado y los estudios bíblicos en España participaron de la
general decadencia, si bien no dejaron de brillar algunos
esfuerzos, tan meritorios como aislados, ni faltaron muy
aceptables traducciones de la Vulgata, como las dos tan
conocidas y tantas veces impresas, en las que continuaron
alimentándose Jas almas deseosas de conocer la palabra
de Dios; pero cuando el vendaval del Modernismo, que
apenas salpicó la recia fe española, se desató para manchar
y debilitar la verdad cristiana, vuelven en España a cobrar
lozanía y vigor los estudios eclesiásticos, aparecen revistas
de cultura religiosa, cuyos nombres y cuyos méritos están
en el pensamiento de todos, y en el mismo terreno de la
ciencia escriturística sale a luz la revista Estudios Bíblicos ,
se publica la Biblia de Montserrat, se reeditan con profu-
XXIV
PRÓLOGO
sión y con muy útil aparato de notas e introducciones las
conocidas versiones castellanas, en particular las del Nuevo
Testamento, se constituye la A. F. E. B. E. para el fomento
de los estudios bíblicos, se publican muy estimables ma¬
nuales, y tras la dolorosa pausa impuesta por la guerra civil
reflorecen con nuevo brío todas aquellas actividades y
apuntan otras nuevas de singular importancia, entre las
que merecen destacarse la fundación del Instituto «Arias
Montano» del Consejo Superior de Investigaciones Cien¬
tíficas, la celebración de Semanas bíblicas organizadas con
mucho acierto y desarrolladas con gran provecho, nuevas
traducciones de los Salmos, de los Evangelios y de las
Epístolas de San Pablo, la reciente publicación de una
edición crítica del Nuevo Testamento en griego y en latín,
y finalmente esta versión del texto original de toda la
Biblia, que no dudo ha de marcar un hito luminoso en la
historia de la ciencia bíblica española.
Sería presunción y desconocimiento de las dificultades
que ofrece siempre una versión de las Sagradas Escrituras
el que los traductores pensaran haberlas superado plena¬
mente y consideraran su obra como acabada y perfecta.
Ellos saben que no han de faltarles ni observaciones ni
diversidad de criterios; pero de antemano piden indulgen¬
cia por los yerros en que hayan podido incurrir, y la
esperan confiadamente en razón de lo difícil del empeño
que asumieron y de la buena voluntad que en lograrlo
han puesto.
Hablando precisamente el Santo Padre de las dificul¬
tades que en este género de trabajos existen, «nadie se
admire—dice—que no se hayan todavía resuelto y ven¬
cido, sino que aún hoy haya graves problemas que preocu¬
pan los ánimos de los exegetas católicos». Y después de
exhortar a los intérpretes católicos a que, movidos de un
amor eficaz y decidido de su ciencia y sinceramente devo¬
tos a la Santa Madre Iglesia, se esfuercen por hallar una
explicación sólida a aquellas dificultades, añade: «Y por
lo que hace a los conatos de esos estrenuos operarios de la
Viña del Señor, recuerden los demás hijos de la Iglesia que
no sólo se han de juzgar con equidad y justicia, sino tam¬
bién con suma caridad..., y estar alejados de aquel espíritu
poco prudente con el que se juzga que todo lo nuevo, por
el mismo hecho de serlo, debe ser impugnado o tenerse por
sospechoso.» Santas palabras que salen de un corazón solí-
PRÓLOGO
xxv
cito y paternal y de una inteligencia comprensiva, deseosa
de hacer llegar a los espíritus apasionados por la busca
de la verdad una palabra de afectuosa concordia y de
santa emulación. La historia de las versiones de la Sagra¬
da Escritura y de los problemas que a ésta atañen, no está
libre de fuertes divergencias y de acres polémicas, excu¬
sables tan sólo porque la pasión por la verdad puede en¬
cender a veces en demasía nuestros espíritus, pero siempre
se deben tener presentes los paternales consejos de Pío XII,
y en último término acudir al remedio supremo, en el que
San Jerónimo buscaba la luz y la concordia en sus tra¬
bajos y en medio de sus graves polémicas: la oración.
«Ruégote ahora, carísimo Desiderio, que ya que me hiciste
emprender tamaña empresa y empezar mi labor desde el
Génesis, me ayudes con tus oraciones, a fin de que pueda
trasladar al latín los Santos Libros con el mismo espíritu
con que fueron escritos.»
* * *
Obra de cultura, es además esta versión de la Piblia
una obra eminente de piedad. En el pasaje de San Pablo
arriba citado, en el que expone las utilidades que la Sa¬
grada Escritura ofrece, a saber: «para enseñar, convencer,
corregir y educar en la justicia», añade el Apóstol esta
finalidad suprema: «a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto y esté preparado para toda obra buena», ut per-
fcdus sit homo Dei , ad omne opus bonuin instructus.
Demasiado poco representaría esta versión, si fuera
considerada únicamente como obra de cultura, aunque
nobilísima; demasiado poco, ya que estas Cartas paternales
dadas por Dios a la humanidad tienen por fin rehabilitar
al hombre, redimirle, elevarlo hasta las alturas del cono¬
cimiento de los misterios de Dios y a la participación de
la vida divina, sostenerlo en las luchas del espíritu, santi¬
ficarlo en todo momento, encauzarlo por los caminos que
conducen a las celestes moradas. Y eso mismo es lo que
los autores de esta versión han pretendido ofrecer a los
fieles.
San Juan Crisóstomo, que supo * revestir sus inmensos
conocimientos bíblicos con una elocuencia portentosa, se
quejaba amargamente de que los fieles de su vastísima dió¬
cesis no conocieran bastante ni leyeran los Sagrados Li-
XXVI
PRÓLOGO
bros, quedando por ello privados de uno de los más pode¬
rosos medios de santificación. El hubiese querido que exis¬
tiese en cada casa cristiana una Biblia y que sus fieles
supiesen de memoria al menos algunos salmos o algunos
trozos escogidos del Santo Evangelio, pero comprueba dolo-
rosamente—y su lamento pudiéramos repetirlo en nuestros
días—que sus fieles saben muy bien los nombres y el his¬
torial de los caballos y de los jinetes que toman parte en
las carreras, pero no saben siquiera cuántas son las Epís¬
tolas de San Pablo y desconocen casi por completo el
Libro que encierra la fuente de la vida.
Unos alegan como excusa de su descuido y negligencia
que están muy ocupados con los negocios o con los queha¬
ceres de la casa, otros que no tienen dinero; pero es un
absurdo—dice el Santo—pretextar indigencia o exceso de
trabajo, cuando de la lectura de los Libros Sagrados se
saca tanta utilidad. Quomodo non absurdum fucrit ... ubi
tanta dcccrpcnda est utilitas, occupationcs ci inopiam defiere!
Junto a los que no compran el Libro Santo están los
que lo tienen, pero sólo como adorno de la casa, no como
alimento del espíritu. Muy bien describe a los tales el
santo Arzobispo y elocuentísimo orador: «¿Quién de vos¬
otros, pregunto, toma en su casa un libro y examina sus
sentencias, o escudriña las Escrituras? Nadie, ciertamente:
sino que encontraremos en la mayoría de las casas dados
y tabas, pero libros nunca o muy raras veces. Y el mismo
reproche merecen los que los tienen, pero los conservan
atados o colocados en los armarios, y ponen todo su inte¬
rés en la suavidad de las membranas o en la elegancia de
los caracteres, menospreciando, en cambio, su lectura.
Porque no los adquieren para ningún fin útil, sino sola¬
mente para hacer presuntuosa ostentación de su opulen¬
cia: ¡tan fuerte es el vano fausto de la gloria! A nadie oigo
que ambicione el comprender los Libros, sino más bien
jactarse de que posee libros escritos con letras de oro.
Y yo pregunto: ¿qué provecho puede haber en esto?» Et
quid, quaeso , hiñe lueri provenit?
Me haría interminable si quisiera citar todos los pasa¬
jes en que San Jerónimo excita a sus discípulos y discí¬
pulos a la lectura de da Biblia, pero no quiero dejar de
consignar algunos, ya que el eco de sus encendidas pala¬
bras puede animar también hoy a las almas, sedientas
de Dios y de la perfección cristiana, a frecuentar esta pro-
PRÓLOGO
XXV11
vechosa lectura. Para el gran Doctor la palabra divina
contenida en la Sagrada Biblia no sólo es alimento, sino
también fuerza del espíritu, arma segura contra todo lo
que abate y deprime, contra todo lo que puede rebajar
el alma y el cuerpo. Desde el Cenáculo del Aventino, donde
un grupo de selectísimas matronas cultivaba la vida de
perfección, se hace el gran propagandista de la lectura y
meditación de la Biblia e inculca su estudio a las vírgenes
para que sepan conservarse puras e intactas de las salpi¬
caduras del mundo, a los religiosos para que sepan ele¬
varse a las cumbres de la perfección, a las viudas para que
sepan llevar con dignidad su viudez, y a las madres, como
en su carta a Leta, para que con la Biblia en la mano
sepan formar desde los primeros años el corazón de sus
hijos. «Léela con frecuencia y aprende lo más posible de
ella—escribía a la virgen Eustoquio—; que el sueño te
sorprenda con el libro en la mano y que al inclinarse tu
cabeza la reciba la página santa»; y a la virgen Demetría-
des: «Ama las Santas Escrituras y te amará a ti la Sabiduría;
ámala y te guardará; hónrala y te abrazará. Estos adere¬
zos cuelguen de tu pecho y de tus oídos.» Y en idénticos
términos se expresa, escribiendo al monje Rústico, al Pres¬
bítero Nepociano, al santo Obispo de Ñola y a todos aque¬
llos a los que favorecía con sus consejos y exhorta¬
ciones.
San Agustín escribe sobre el particular un pequeño
pero admirable tratado: De doctrina cristiana , que puede
considerarse como una introducción al estudio y a la inter¬
pretación de las Sagradas Escrituras, y en él se esfuerza
por convencer a los hombres de que el estudio que versa
acerca de la Sabiduría divina, ómnibus rebus est antepo-
nendus , se ha de anteponer a todas las demás cosas e inte¬
reses. «Leed las Escrituras—decía en otra ocasión con gran
vehemencia a sus ermitaños el santo Obispo de Hipona—,
leedlas para que no seáis ciegos y guías de ciegos. Leed las
Santas Escrituras, porque en ellas encontraréis todo lo que
debéis practicar y todo lo que debéis evitar. Leedla, porque
es más dulce que la miel y más nutritiva que cualquier
otro alimento.»
Me he limitado a citar testimonios de estos tres insig¬
nes Santos Padres, porque a ellos de manera singular los
señala León XIII como maestros en el estudio e interpre¬
tación de las Sagradas Escrituras, pero análogos testi-
xxvm
PRÓLOGO
monios y recomendaciones podrían espigase a millares de
la riquísima literatura patrística.
Mas para que el estudio y la lectura de la Biblia pro¬
duzcan aquellos frutos de santificación, que quiere Dios
y busca la Iglesia, no basta cualquiera disposición del
espíritu, sino que es necesaria aquella que tan acertada¬
mente indicaba el Papa i enedicto XV en su Encícli¬
ca Spiritiis Paraclitus ; es decir, que hay que acercar¬
se a estas fuentes sagradas de la verdad divina pia
mente , firma fide , humili animo el volúntate proficiendi ,
con mente piadosa, con fe firme, con ánimo humilde y con
voluntad de aprovechar. Así lo exige el carácter divino
de las Escrituras, así lo demandan el respeto y la sumisión
con que nuestra pequeñez humana ha de acercarse a Dios.
Y como este depósito sagrado ha sido confiado por Dios
a la Iglesia, a la que ha hecho intérprete infalible de sus
oráculos, es también necesario que nuestro estudio y nues¬
tra lectura vayan iluminados y dirigidos por la luz que
brota del magisterio infalible de la Santa Madre Iglesia.
Altísimo ejemplo de esta sumisión al magisterio de la
Iglesia nos lian dejado aquellos tres grandes Doctores,
cuyas palabras recogíamos hace poco. Conocedores pro¬
fundos de la Biblia y propagandistas fervorosos de su lec¬
tura y meditación, coinciden todos en afirmar la absoluta
necesidad de atenerse a las enseñanzas y normas de la
Mater noslru commnnis , Ecclesia , cuya solidez de cimien¬
tos y seguridad en las direcciones ponderaba el Crisóstomo
frente al caos de las herejías que pululaban en Oriente.
En una gran cuestión acerca de la Trinidad, el gran
Dálmata escribía al Papa Dámaso: «Por esto he creído
que debía consultar a la Cátedra de Pedro y a la fe ala¬
bada por labios apostólicos, pidiendo recibir el alimento
de mi alma de allí mismo de donde antes recibiera la ves¬
tidura... Yo que a nadie sigo como a primero sino a Cristo,
me uno en comunión de espíritu con Vuestra Beatitud,
es decir, con la Cátedra de Pedro»; y en otra de sus cartas
declara: «Yo entretanto clamo: si alguno está unido a la
Cátedra de Pedro, ése es de los míos.» Cada vez que se
presentaban cuestiones acerca del Canon de los Libros
Sagrados, él, que tanto había estudiado y que tan autori¬
zado estaba para exponer una opinión propia, sólo admite
una regla definitiva: Sed haec non recipit Ecclesia l)ci %
pero esto no lo admite la Iglesia de Dios.
PRÓLOGO
XXIX
Celebérrimo es también el en cierto modo paradójico
axioma de San Agustín: Ego vero Evangelio non crecieran,
nisi me Calholicae Ecclesiae conmoverel auclorilas, yo no
creería en el Evangelio, si no me moviese a ello la autori¬
dad de la Iglesia Católica.
Es verdad que la Iglesia limitó un tiempo y aun prohibió
la lectura de la í iblia en lengua vulgar a los fieles; pero
ésa fué una medida provisional, plenamente justificada
por la malicia de los tiempos. En una época de apasionadas
discusiones religiosas, en la que el principio del libre exa¬
men y de la interpretación personal y subjetiva de las
páginas sagradas hacía brotar, aun entre los medios más
plebeyos e indoctos, intérpretes más o menos visionarios
y exaltados, la prudente medida de la Iglesia evitó en los
países católicos la frondosa exuberancia de divergencias
doctrinales, que hizo del Protestantismo un abigarrado
conjunto de sectas, a las que apenas queda más que un
disipado y movedizo fondo común de cristianismo.
Esta versión de la h iblia que estamos prologando no
está hecha con un fin de lucha y de combate, ni tampoco
de vana curiosidad o de estériles discusiones, sino con el
santo propósito de que los fieles puedan acercar sus labios
a la fuente purísima de la sabiduría divina y saciar en ella
su sed de Dios, de paz y de verdad.
* * *
Constituye, finalmente, esta versión una obra de apos¬
tolado. Al final de su Encíclica, el Papa Pío XII exhorta
con acento apasionado al clero para que difunda las rique¬
zas de los Libros Sagrados y para que sepa hacerlo «con
tanta elocuencia, con tanta distinción y claridad, que los
fieles no sólo se muevan y se inflamen a poner en buen
orden sus vidas, sino que conciban también en sus ánimos
suma veneración a la Sagrada Escritura». De una manera
especial el Santo Padre insiste en recomendar a los Pre¬
lados «que favorezcan y presten su auxilio a todas aquellas
/ pías asociaciones que tengan por fin editar y difundir
entre los fieles ejemplares impresos de las Sagradas Escri¬
turas, principalmente de los Evangelios, y procurar con
todo empeño que en las familias cristianas se tenga, orde¬
nada y santamente, cotidiana lectura de ellas; recomien¬
den eficazmente la Sagrada Escritura, traducida en la
XXA
PRÓLOGO
actualidad a las lenguas vulgares con aprobación de la
autoridad de la Iglesia, ya de palabra, ya con el uso prác¬
tico, cuando lo permitan las leyes de la Liturgia».
La atención tan preferente que en la Encíclica Divi¬
no A [fiante Spiritu ha dedicado Su Santidad a los
simples fieles, no sólo en lo tocante a la lectura y medita¬
ción de las Sagradas Escrituras, sino también en lo que
atañe a esa forma de apostolado, que es su propaganda
y difusión por medio de adecuadas ediciones y traduccio¬
nes, y la novedad muy significativa de que la tradicional
dedicatoria de la Encíclica vaya dirigida no solamente,
como de costumbre, «a los Patriarcas, Primados, Arzobis¬
pos, Obispos y demás Ordinarios en comunión con la Santa
Sede Apostólica», sino también «a todo el Clero y fieles
del Orbe Católico» deben servir a todos los católicos de
motivos de gratitud y de legítima satisfacción, y al mismo
tiempo de poderoso estímulo para secundar con fervoroso
entusiasmo los deseos del Santo Padre y prestar a esta
alta empresa su más decidida colaboración.
Así lo ha entendido la Editorial Católica al encabe¬
zar su Biblioteca de Autores Cristianos con esta ver¬
sión de la Biblia, y santamente puede gloriarse de haberse
colocado con ella en la vanguardia de la colaboración pe¬
dida por el Papa, ofreciendo a los millones de fieles que
en España y en Hispanoamérica hablan y rezan en español
este medio tan poderoso de conocimiento de la palabra
divina y de santificación de sus almas.
Ponderábamos al comienzo de este prólogo la oportu¬
nidad con que salía a luz esta versión castellana del texto
original de las Sagradas Escrituras, en el L aniversario
de la Providcntissimus y a raíz de la Encíclica Divino
A [fiante Spiritu; pero no quiero dejar de recordar aquí
otra razón de oportunidad, la misma que el Santo Padre
ha querido recoger al final de su Encíclica, a saber, la
terrible y dolorosa crisis por la que atraviesa en estos
momentos la humanidad.
En medio de este caos de opiniones encontradas y de
intereses antagónicos, en medio de tantas ruinas materia¬
les y espirituales, de tantos dolores de los cuerpos y de
tantas amarguras de las almas, la luz sólo puede venir del
Unico que tiene palabras de Vida eterna, Cristo Jesús,
a quien nos dan a conocer las páginas sagradas; la paz
verdadera sólo puede esperarse del amor de Dios y del
PRÓLOGO
XXX
prójimo, en los que, en frase de San Agustín, está la ple¬
nitud de las Escrituras. Bien venida sea esta versión de la
Biblia, si con ella contribuyen sus autores y editores a
que este mundo estremecido de dolor conozca más a Cristo
y aprenda a practicar mejor la ley suprema del amor de
Dios y del prójimo.
A España y a todo el mundo hispánico ofrece la Edi¬
torial Católica esta nueva traducción de la Biblia; se
la ofrece con el mismo afecto y con el mismo celo evange-
lizador con que los primeros misioneros españoles llevaron
al Continente americano la luz y la caridad de Cristo, se
la ofrece con el cariño de hermanos que hablan una misma
lengua y tienen una misma cultura y comulgan en la misma
fe y en la misma liturgia, se la ofrece segura de que la aco¬
gerán con entusiasmo cordial, para que, correspondiendo a
los deseos e invitaciones del Santo Padre, sea todo este
gran mundo hispanoamericano uno de los agentes más efi¬
caces de la auténtica paz de Cristo en los espíritus y en
los corazones.
Y al presentársela parece que florecen en los labios de
autores y editores aquellas palabras con que hace trece
siglos el Abad Floro ofrecía al gran Isidoro de Sevilla un
trabajo semejante: la revisión del texto del Salterio, que
había llevado a cabo por encargo suyo: «Por tus ruegos
comencé con mano escrupulosa y con gran sudor de fatiga
a buscar las primitivas lecturas de los Libros Divinos;
y ahora, devuelta su belleza al pensamiento hebraico y
renovada y hermoseada la frase griega, podremos, levan¬
tando nuestras voces hasta más allá de las estrellas, cantar
los himnos sagrados con el mismo acento de los ángeles.»
Sed tomen hebraica rursus ratione polita
ac simul Argolica denuo pida manu ,
mellifluas codi apargens trans sidera voces
concrepat Angélico carmina sacra sono .
Sean mis últimas palabras a los que se disponen a
recorrer con ánimo piadoso las páginas de esta versión
de los Libros Santos, aquellas mismas que un día pro¬
nunciara San Gregorio Magno: Disce cor Dei in verbis Dei ,
ut ardeniius ad adema suspires. «Aprende a conocer el
corazón de Dios en las palabras de Dios, para que con
más ardor aspires a las cosas eternas.»
CARTA ENCICLICA
DE NUESTRO SANTÍSIMO SEÑOR
PIO
POR LA DIVINA PROVIDENCIA
PAPA XII
A LOS VENERABLES HERMANOS
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS
Y OTROS ORDINARIOS
EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA
Y ASIMISMO A TODO EL CLERO
Y FIELES DE CRISTO DEL ORBE CATÓLICO
SOBRE EL PROMOVER OPORTUNAMENTE
LOS ESTUDIOS DE LA SAGRADA BIBLIA
(30 septiembre 1943)
III
A LOS VENERABLES HERMANOS
PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS
Y OTROS ORDINARIOS
EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA APOSTÓLICA SEDE
Y ASIMISMO A TODO EL CLERO Y FIELES DE CRISTO
DEL ORBE CATÓLICO
PÍO PP. XII
VENERABLES HERMANOS, AMADOS HIJOS
SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA
INTRODUCCION
Ocasión de la Encíclica «Providentissimus Deus ».
Modo de celebrar su cincuentenario.
Por inspiración del divino Espíritu escribieron los Sagrados
Escritores aquellos libros, que Dios, conforme a su paterna cari¬
dad con el género humano, quiso liberalmente dar «para enseñar,
para convencer, para corregir, para dirigir en la justicia, a fin
de que el hombre de Dios sea perfecto y esté apercibido para toda
obra buena» l . No es, pues, de admirar que la Santa Iglesia, tra¬
tándose de este tesoro dado del cielo, que ella posee como pre¬
ciosísima fuente y divina norma de la doctrina sobre la fe y las
costumbres, así como lo recibió incontaminado de manos de los
Apóstoles, así lo haya custodiado con todo esmero, defendido
de toda falsa y perversa interpretación y empleado solícita-
1 II Tim. III, 16 s.
XXxvi
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
mente en el ministerio de comunicar a las almas la salud sobre¬
natural, como lo atestiguan a toda luz casi innumerables docu¬
mentos de todas las edades. Por lo que hace a los tiempos mo¬
dernos, cuando de un modo especial corrían peligro las divinas
Letras en cuanto a su origen y recta exposición de ellas, la Iglesia
tomó a su cuenta el defenderlas y protegerlas todavía con mayor
diligencia y empeño. De ahí que ya el Sacrosanto Sínodo Triden-
tino pronunció con decreto solemne que «deben ser tenidos por
sagrados y canónicos los libros enteros con todas sus partes, tal
como se han solido leer en la Iglesia católica y se hallan en la
antigua edición vulgata latina» 2 . Y en nuestro tiempo el Con¬
cilio Vaticano, a fin de reprobar las falsas doctrinas acerca de
la inspiración, declaró que estos mismos libros se han de tener
por sagrados y canónicos «no ya porque compuestos con la sola
industria humana hayan sido después aprobados con su autori¬
dad, ni solamente porque contengan la revelación sin error, sino
porque escritos con la inspiración del Espíritu Santo tienen a
Dios por autor, y como tales fueron entregados a la misma Igle¬
sia» 3 . Más adelante, cuando contra esta solemne definición de
la doctrina católica, en la que a los libros «enteros con todas sus
partes» se atribuye esta divina autoridad inmune de todo error,
algunos escritores católicos osaron coartar la verdad de la Sa¬
grada Escritura tan sólo a las cosas de fe y costumbres, y en
cambio lo demás que perteneciera al orden físico o histórico
reputarlo como «dicho de paso» y en ninguna manera —como ellos
pretendían —enlazado con la fe, nuestro Antecesor de inmortal
memoria León XIII en su Carta Encíclica Providentissimus Deus ,
dada el 18 de noviembre del año 1893, reprobó justísimamente
aquellos errores, y afianzó con preceptos y normas sapientísimas
los estudios de los Divinos Libros.
Y toda vez que es conveniente conmemorar el término del
año cincuentenario desde que fueron publicadas aquellas Letras
Encíclicas que se tienen como la ley principal de los estudios
bíblicos, Nos, según la solicitud que desde el principio del Sumo
Pontificado manifestamos respecto de las disciplinas sagradas 4 ,
juzgamos que había de ser oportunísimo, confirmar e inculcar
por una parte lo que nuestro Antecesor sabiamente estableció
y sus sucesores añadieron para afianzar y perfeccionar la obra,
y decretar por otra lo que al presente parecen exigir las circuns¬
tancias, para más y más incitar a todos los hijos de la Iglesia,
que se dedican a estos estudios, a una empresa tan necesaria y
tan loable.
1 Sessio IV, decr. 1; Ench. Bibl. n. 45.
* Sessio III, Cap. 2; Ench. Bibl . n. 62.
4 Sermo ad alumnos Scminariorum... in Urbe (die 24 Iunii 1939); Acta
Ap . Seáis XXXI (1939), p. 245-251.
XXXVII
I
PARTE HISTORICA
SOLICITUD DE LEON XIII V SUS SUCESORES
POR LOS ESTUDIOS BIBLICOS
§ 1.—La obra de León XIII.
Doctrina de la inerrancia o exclusión de lodo error.
El primero y sumo empeño de León XIII fue el exponer la
doctrina de la verdad contenida en los Sagrados Volúmenes y
vindicarlos de las impugnaciones. Así fué que con graves pala¬
bras declaró que no hay absolutamente ningún error, cuando el
hagiógrafo, hablando de cosas físicas, «se atuvo (en el lenguaje)
a las apariencias de los sentidos», como dice el Angélico 5 , ex¬
presándose «o con cierta manera de traslación, o como se esti¬
laba aquellos tiempos en el lenguaje común y aun hoy se usa en
muchas cosas de la vida cotidiana, aun entre los mismos hombres
más doctos». Añadiendo que ellos «los escritores sagrados, o por
mejor decir —son palabras de San Agustín 6 —el Espíritu de Dios
que por ellos hablaba, no quiso enseñar a los hombres estas cosas
— a saber, la íntima constitución de las cosas visibles —que de
nada servían para su salvación» 7 ; lo cual «útilmente ha de apli¬
carse a las disciplinas allegadas, principalmente a la historia»,
es a saber, refutando «de modo análogo las falacias de los adver¬
sarios» y defendiendo «de sus impugnaciones la fidelidad histórica
de la Sagrada Escritura» 8 . Y que no se ha de imputar el error
al Escritor Sagrado, si «en la transcripción de los códices se les
escapó algo menos exacto a los copistas», o si «queda oscilante
el sentido genuino de algún pasaje». Por último, que no es lícito
en modo alguno «o el restringir la inspiración de la Sagrada Es¬
critura a algunas partes tan sólo, o el conceder que erró el mismo
8 Cf. I.», q. 70, art. 1 ad 3.
« De Gen. ad litt. 2, 9, 20; PL. XXXIV, col. 270 s.; GSEL. XXVIII
(Sectio III, pars 2), p. 46.
7 Leonis XIII, Acta XIII, p. 355; Ench. Bibl. n. 106.
8 Cf. Benedictus XV, Ene. Spiritus Paraclitus, Acta Ap. Seáis XII
(1920), p. 396; Ench . Bibl. n. 471.
XXXVlil
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO Xli
sagrado escritor», siendo así que la divina inspiración «por si
misma no sólo excluye todo error, sino que lo excluye y rechaza
con la misma necesidad absoluta con la que es necesario que Dios,
Verdad Suma, no sea en modo alguno autor de ningún error.
Esta es la antigua y constante fe de la Iglesia» 9 .
Ahora bien: esta doctrina, que con tanta gravedad expuso
nuestro Predecesor León XIII, también Nos la proponemos con
Nuestra autoridad y la inculcamos a fin de que todos la retengan
religiosamente. Y decretamos que con no menor solicitud se obe¬
dezca también el día de hoy a los consejos y estímulos que él
sapientísimamente añadió conforme al tiempo. Pues como sur¬
gieran nuevas y no leves dificultades y cuestiones, ya por los
prejuicios del racionalismo que por doquiera perniciosamente
cundía, ya sobre todo por las excavaciones y descubrimientos
de monumentos antiquísimos, llevados a cabo por doquiera en
las regiones orientales, el mismo Predecesor nuestro, impulsado
por la solicitud del oficio apostólico, a fin que esta tan preclara
fuente de la revelación católica no sólo estuviera abierta con más
seguridad y abundancia para utilidad de la grey del Señor, sino
también para no permitir que en manera alguna fuese conta¬
minada, ardientemente deseó «que fuesen cada vez más los que
sólidamente tomaran a su cargo y mantuviesen constantemente
el patrocinio de las Divinas Letras; y que aquéllos principalmente,
a los que la divina gracia llamó al sagrado orden, emplearan cada
día, como es justísimo, mayor diligencia e industria en leerlas,
meditarlas y exponerlas» l0 .
Impulso dado a los estudios bíblicos:
La Escuela Bíblica de .Jerusalén , la Comisión Bíblica.
Por lo cual el mismo Pontífice, así como ya hacía tiempo había
alabado y aprobado la Escuela de Estudios Bíblicos fundada en
San Esteban de Jerusalén, gracias a la solicitud del Maestro Ge¬
neral de la Sagrada Orden de Predicadores, Escuela de la que,
como él mismo dijo, «el conocimiento de la Biblia recibió no leve
incremento y los espera mayores» ll ; así el último año de su vida
añadió todavía una nueva razón, para que estos estudios, tan
encarecidamente recomendados por las Letras Encíclicas Pro-
uideniissimus Dcus , cada día se perfeccionasen más y con la mayor
seguridad se adelantasen. En efecto: con las Letras Apostólicas
Vigilantiae, dadas el 30 del mes de octubre del año 1902, esta¬
bleció un Consejo, o como se dice, Comisión, de graves varones.
* Leoxis XIII, Acta XIII, p. 357 sq.; Ench . Bibl. n. 109 sq.
10 (’f. Leonis XIII, Acta XIII, p. 328; Ench. Bibl. n. 07 sq.
11 Litt. Apost. Hierosolymac in coenobio r d. el. 17 Sept. 1892; Lko-
xis XIII, Acta XII, pp. 239-241, v. p. 240.
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XH
xxxtx
«que tuvieran por encomendado a sí el cargo de procurar y lograr
por todos los medios, que los divinos oráculos hallen entre los
nuestros en general aquella más exquisita exposición que los
tiempos reclaman, y se conserven incólumes no sólo de todo hálito
de errores, sino también de toda temeridad de opiniones» 12 ; el
cual Consejo también Nos, siguiendo el ejemplo de nuestros ante¬
cesores lo confirmamos y aumentamos de hecho, valiéndonos,
como muchas veces antes, de su ministerio, para encaminar los
intérpretes de los Sagrados Libros a aquellas sanas leyes de la
exégesis católica, que enseñaron los Santos Padres y los Doc¬
tores de la Iglesia y los mismos Sumos Pontífices 13 .
§
2
— La obra de los sucesores de León XIII.
Pío X: creación de grados académicos; pauta de estudios bíblicos;
el Instituto Bíblico .
Y aquí no parece ajeno del asunto recordar con gratitud las
cosas principales y más útiles para el mismo fin que sucesiva¬
mente hicieron nuestros Antecesores, y que podríamos llamar
complemento o fruto de la feliz empresa Leoniana. Y en primer
lugar Pío X, queriendo «proporcionar un medio fijo de preparar
un buen número de maestros, que, recomendables por su grave¬
dad y pureza de doctrina, interpreten en las escuelas católicas
los Divinos Libros», ...instituyó «los grados académicos de licen¬
ciado y doctor en Sagrada Escritura... que habrían de ser con¬
feridos por la Comisión Bíblica» 14 ; luego dió una ley «sobre la
norma de los estudios de Sagrada Escritura que se ha de guardar
en los Seminarios de Clérigos», con el designio de que los alum¬
nos seminaristas «no sólo penetrasen y conociesen la fuerza, modo
y doctrina de la Biblia, sino que pudiesen además ejercitarse-en
el ministerio de la divina palabra con competencia y-probidad,
y defender... de las impugnaciones los libros escritos bajo la ins¬
piración divina» 15 ; finalmente, «para que en la Ciudad de Roma
se tuviera un centro de estudios más elevados relativos a los
Sagrados Libros, que promoviese del modo más eficaz posible
12 Cf. Leonis XIII, Acta XXIT, p. 232 ss.; Ench . Bibl. n. 130-141;
v. nn. 130, 132.
13 Pontificiae Commissionis de Re bíblica Litterae ad Excmos. PP.
DD. Archiepiscopos et Episcopos Italiae d. d. 20 Aug. 1941; Acta Ap. Se¬
áis XXXIII (1941), pp. 465-472.
14 Litt. Apost. Scripturae Sanctae d. d. 23 Febr. 1904; Pii X, Acta I,
pp. 176-179; Ench. Bibl, nn. 142-150; v. nn. 143-144.
15 Cf. Litt. Apost. Quoniam in re bíblica d. d. 27 Mart. 1906; Pii X,
Acta Til, pp. 72-76; Ench. Bibl. nn. 155-173, v. n. 155,
XL
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
la doctrina bíblica y los estudios a ella anejos, según el sentido
de la Iglesia, católica», fundó el Pontificio Instituto Bíblico, que
encomendó a la ínclita Compañía de Jesús y quiso estuviera «pro¬
visto de las más elevadas cátedras y todo recurso de erudición
bíblica», y prescribió sus leyes y disciplina, declarando que en
este particular «ponía en ejecución el saludable y provechoso
propósito» de León XIII 1 *.
Pío XI: prescripción de grados académicos;
el Monasterio de San Jerónimo para la revisión de la Vulgata.
Todo esto, finalmente, lo colmó nuestro próximo Predecesor»
de feliz recordación, Pío XI, al decretar entre otras cosas, que
ninguno «fuese profesor de la asignatura de Sagradas Letras en
los Seminarios, sin haber legítimamente obtenido, después de
terminado el curso peculiar de la misma disciplina, los grados
académicos en la Comisión Bíblica o en el Instituto Bíblico».
Y estos grados quiso que tuvieran los mismos efectos que los
grados legítimamente otorgados en la Sagrada Teología o en el
derecho canónico; y asimismo estableció, que a nadie se conce¬
diese «beneficio en el que canónicamente se incluyera la carga de
explicar al pueblo la Sagrada Escritura, si, además de otras con¬
diciones, el sujeto no hubiese obtenido o la licencia o la láurea
en Escritura». Y exhortando a la vez juntamente tanto a los Su¬
periores mayores de las Órdenes regulares, como a los Obispos
del orbe católico, a enviar a las aulas del Instituto Bíblico, para
obtener allí los grados académicos, los más aptos de sus alumnos,
confirmó tales exhortaciones con su propio ejemplo, señalando
de su liberalidad para este mismo fin rentas anuales 17 .
El mismo Pontífice, después que con el favor y aprobación
de Pío X, de feliz memoria, el año 1907 «se encomendó a los mon¬
jes Benedictinos el cargo de investigar y preparar los estudios en
que haya de basarse la edición de la Versión Latina de las Es¬
crituras, que recibió el nombre de Vulgata» 18 , queriendo afianzar
con mayor firmeza y seguridad esta misma «trabajosa y ardua
empresa», que exige largo tiempo y subidos gastos, cuya gran¬
dísima utilidad habían evidenciado los egregios volúmenes ya
dados a la pública luz, levantó desde sus cimientos el monas-
18 LItt. Apost. Vinca electa d. d. 7 Malí 1909; Acta Ap. Seáis I (1909),
pp. 447-449; Ench. Bibl. nn. 293-306, v. nn. 296 et 294.
17 Cf. Motu proprio Bibliorum ecientiam d. d. 27 Aprilis 1924; Acta Ap.
Seáis XVI (1924), pp. 180-182.
18 Epistula ad Revmurn. D. Aidanum Gasquet d. d. 3 Dec. 1907;
Pil X, Acta TV, pp. 117-119; Ench. Bibl . n. 285 s,
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
XL1
terio Urbano de San Jerónimo, que exclusivamente se dedicase
a esta obra, y lo enriqueció abundantísimamente con biblioteca
y todos los demás recursos de investigación 19 .
§ 3. —Solicitud de los Sumos Pontífices por el uso
Y DIFUSIÓN DE LA SAGRADA ESCRITURA.
Ni parece que aquí debe pasarse en silencio, con cuánto ahinco
los mismos Predecesores Nuestros, con diferentes ocasiones, reco¬
mendaron ora el estudio, ora la predicación, ora, en fin, la pía lec¬
tura y meditación de las Sagradas Escrituas. Porque Pío X, res¬
pecto de la Sociedad de San Jerónimo, que trata de persuadir
a los fieles de Cristo la costumbre, en verdad loable, de leer y
meditar los santos Evangelios y hacerla más accesible según sus
fuerzas, la aprobó de todo corazón y la exhortó a que animo¬
samente insistiera en su propósito, declarando «que esta obra
es la más útil y que mejor responde al tiempo», toda vez que con¬
tribuye no poco «a extirpar la idea de que la Iglesia se resiste a
la lectura de las Sagradas Escrituras en lengua vulgar, o pone
para ello impedimento» 20 . Por su parte, Benedicto XV, al cum¬
plirse el ciclo del décimoquinto siglo, desde que dejó la vida
mortal el Doctor Máximo en exponer las Sagradas Letras, des¬
pués de haber esmeradísimamente inculcado, ya los preceptos y
ejemplos del mismo Doctor, ya los principios y normas dadas por
León XIII y por Sí mismo, y recomendado otras cosas oportuní¬
simas en estas materias y que nunca se deben olvidar, exhortó
«a todos los hijos de la Iglesia, principalmente a los clérigos, a
juntar la reverencia de la Sagrada Biblia con la piadosa lectura
y asidua meditación de la misma»; y advirtió que «en estas pá¬
ginas se ha de buscar el alimento con que se sustente hasta llegar
a la perfección la vida del espíritu» y que «la principal utilidad de
la Escritura pertenece al ejercicio santo y fructuoso de la divina
palabra»; y el mismo de nuevo alabó la obra de la Sociedad lla¬
mada del nombre del mismo San Jerónimo, gracias a la cual se
divulgan en grandísima extensión los Evangelios y los Hechos
de los Apóstoles, «de suerte que ya no haya'ninguna familia cris¬
tiana que carezca de ellos, y todos se acostumbren a su lectura
y meditación cotidiana» 21 .
19 Const. Apost. Inter praecipuas d. d. 15 Iun. 1933; Acta Ap. Se¬
áis XXVI (1934), pp. 85-87.
20 Epist. ad Emum. Card. Cassetta Qui piam d. d. 21 Ian. 1907; Pn X,
Acta IV, pp. 23-25.
21 Litt. encycl. Spiritus Paraclitus d. d. 15 Sept. 1920; Acta Ap. Se¬
áis XII (1920), pp. 385-422; Ench . Bibl. nn. 457-508; v. nn. 457, 495, 491, 497.
xioi
ENCÍCLICA DE S. S. FÍO XII
§ 4*“Frutos de esta acción múltiple.
Y a la verdad es cosa justa y grata el confesar que no sólo
con estas instituciones, preceptos y estímulos de nuestros Ante-
cesores, sino también con las obras y trabajos arrostrados por
todos aquellos que diligentemente los secundaron, ya en estu¬
diar, investigar y escribir, ya en enseñar y predicar, como tam¬
bién en traducir y propagar los Sagrados Libros, ha adelantado
no poco entre los católicos la ciencia y uso de las Sagradas Escri¬
turas. Porque son ya muchísimos los cultivadores de la Escritura
Santa, que salieron ya y cada día salen de las aulas en las que
se enseñan las más elevadas disciplinas en materia teológica y
bíblica, y principalmente de Nuestro Pontificio Instituto Bíblico,
los cuales, animados de ardiente afición a los Sagrados Volú¬
menes, imbuyen en este mismo espíritu el clero adolescente, y
constantemente le comunican la doctrina que ellos bebieron. No
pocos de ellos lian promovido y promueven todavía con sus es¬
critos los estudios bíblicos, o bien editando los sagrados textos
redactados conforme a las normas del arte crítica, y explicándolos,
ilustrándolos, traduciéndolos para su pía lección y meditación,
o bien, por fin, cultivando y adquiriendo las disciplinas profanas
útiles para la explanación de la Escritura. Así, pues, por estas
y otras empresas que cada día se propagan y cobran fuerza, como,
por ejemplo, las asociaciones en pro de la Biblia, los congresos,
las Semanas de asambleas, las bibliotecas, las sociedades para
meditar el Evangelio, concebimos la esperanza, nada dudosa, de
que en adelante crezcan doquiera más y más para bien de las
almas la reverencia, el uso y el conocimiento de las Sagradas Letras,
con tal que con firmeza, valentía y confianza retengan todos la
regla de los estudios bíblicos prescrita por León XIII, explicada
por sus Sucesores con más claridad y perfección, y por Nos con¬
firmada y fomentada — que es en realidad la única segura y con¬
firmada por la experiencia — , sin dejarse arredrar en modo alguno
por aquellas dificultades, que, como en las cosas humanas suele
acontecer, nunca le faltarán tampoco a esta obra preclara.
II
PARTE DOCTRINAL
LOS ESTUDIOS BIBLICOS UE MUSTIO) TIEMPO
Estado actual de los estudios bíblicos.
No hay quien no pueda fácilmente echar de ver que las con¬
diciones de los estudios bíblicos y de los que para los mismos son
útiles han cambiado mucho en estos cincuenta años. Porque, pa-
encíclica de s. s. PÍO XII
XU1I
sando por alto otras cosas, cuando Nuestro Predecesor publicó
su Letra Encíclica Providentissimus Deas , apenas se había comen¬
zado a explorar en Palestina uno u otro lugar de excavaciones
relacionadas con estos asuntos. Ahora, en cambio, las investiga¬
ciones de este género no sólo se han aumentado muchísimo en
cuanto al número, sino que además, cultivadas con más severo
método y arte por el mismo ejercicio, nos enseñan muchas más
cosas y con más certeza. Y en efecto, cuánta luz brote de estas
investigaciones para entender mejor y con más plenitud los Sa¬
grados Libros, lo saben todos los peritos, lo saben cuantos se
consagran a estos estudios. Crece todavía la importancia de estas
exploraciones por los documentos escritos hallados de vez en
cuando, que contribuyen mucho al conocimiento de las lenguas,
letras, sucesos, costumbres y cultos más antiguos. Ni es de menor
momento el hallazgo y la búsqueda, tan frecuente en esta edad
nuestra, de papiros, que han tenido tanto valor para el conoci¬
miento de las letras e instituciones públicas y privadas, principal¬
mente del tiempo de Nuestro Salvador. Se han hallado además
y editado con sagacidad vetustos códices de los Sagrados Libros;
se ha investigado con más extensión y plenitud la exégesis de
los Padres de la Iglesia; finalmente, se ilustra con innumerables
ejemplos el modo de hablar, narrar y escribir de los antiguos.
Todo esto, que, no sin especial consejo de la providencia de Dios,
ha conseguido esta nuestra época, invita en cierta manera y amo¬
nesta a los intérpretes de las Sagradas Letras a aprovecharse
con denuedo de tanta abundancia de luz para examinar con más
profundidad los Divinos Oráculos, ilustrarlos con más claridad y
proponerlos con mayor lucidez. Y si, con sumo consuelo en el
alma, vemos que los mismos intérpretes estrenuamente han obe¬
decido ya y siguen obedeciendo a esta invitación, ciertamente
no es éste el último ni el menor fruto de las Letras Encíclicas
Providentissimus Deus , con las que Nuestro Predecesor León XIII,
como presagiando en su ánimo esta nueva floración de los estu¬
dios bíblicos, por una parte invitó al trabajo a los exegetas cató¬
licos, y por otra les señaló sabiamente cuál era el modo y método
de trabajar. Pero también Nos con estas Letras Encíclicas que¬
remos conseguir que esta labor no solamente persevere con cons¬
tancia, sino que cada día se perfeccione y resulte más fecunda,
puesta sobre todo Nuestra mira en mostrar a todos lo que resta
por hacer, y con qué espíritu debe hoy el exegeta católico em¬
prender tan grande y excelso cargo, y en dar nuevo acicate y
nuevo ánimo a los operarios que trabajan constantemente en la
viña del Señor.
XLIV
ENCÍCLICA DE S. S. PlO XII
§ 1. — Recurso a los textos originales.
Estudio de las lenguas bíblicas .
Ya los Padres de la Iglesia, y en primer término San Agustín,
al intérprete católico que emprendiese la tarea de entender y
exponer las Sagradas Escrituras le recomendaban encarecida¬
mente el estudio de las lenguas antiguas y el volver a los textos
primitivos 22 . Con todo llevaba consigo la condición de aquellos
tiempos, que conocieran pocos la lengua hebrea, y éstos imper¬
fectamente. Por otra parte, en la Edad Media, cuando la Teo¬
logía Escolástica florecía más que nunca, aun el conocimiento
de la lengua griega desde mucho tiempo antes se había dismi¬
nuido de tal manera entre los occidentales, que hasta los mismos
supremos Doctores de aquellos tiempos, al explicar los Divinos
Libros, solamente se apoyaban en la versión latina, llamada Vul-
gata. Por el contrario, en estos nuestros tiempos no solamente
la lengua griega, que desde el renacimiento de las letras huma¬
nas en cierto sentido ha sido resucitada a nueva vida, es ya fami¬
liar a casi todos los cultivadores de la antigüedad, sino que aun
el conocimiento de la lengua hebrea y de otras lenguas orientales
se ha propagado grandemente entre los hombres doctos. Es tanta,
además, ahora la abundancia de medios para aprender estas len¬
guas, que el intérprete de la Biblia que, descuidándolas, se cierre
la puerta para los textos originales, no puede en modo alguno
evitar la nota de ligereza y desidia. Porque al exegeta pertenece
el andar como a caza, con sumo cuidado y veneración, aun de
las cosas más mínimas, que, bajo la inspiración del Divino Espí¬
ritu, brotaron de la pluma del hagiógrafo, a fin de penetrar su
mente con más profundidad y plenitud. Procure, por lo tanto,
con diligencia adquirir cada día mayor pericia en las lenguas
bíblicas y aun en las demás orientales, y corrobore su interpre¬
tación con todos aquellos recursos que provienen de toda clase
de filología. Lo cual, en verdad, lo procuró conseguir solícitamente
San Jerónimo, según los conocimientos de su época; y asimismo
no pocos de los grandes intérpretes de los siglos xvi y xvn, aun¬
que entonces el conocimiento de las lenguas fuese mucho menor
que el de hoy, lo intentaron con infatigable esfuerzo y no me¬
diocre fruto. De la misma manera conviene que se explique aquel
mismo texto original, que escrito por el sagrado autor tiene mayor
autoridad y mayor peso, que cualquiera versión, por buena que
sea, ya antigua, ya moderna; lo cual puede sin duda hacerse con
mayor facilidad y provecho, si, respecto del mismo texto, se junta
al mismo tiempo con el conocimiento de las lenguas una sólida
pericia en el manejo de la crítica.
,a Cf. ex gr. S. Hieron., Praef. in IV Evang. ad Damusum . PL. XXIX,
col. 526-527; S. August., De doctr. christ. II, 16; PL. XXXIV, col. 42-43.
XLV
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
Importancia de la crítica textual.
Cuánta importancia se haya de atribuir a esta crítica, atina¬
damente lo advirtió San Agustín, cuando entre los preceptos
que deben inculcarse al que estudia los Sagrados Libros puso
por primero de todos el cuidado de poseer un texto exacto. «En
enmendar los Códices —así el clarísimo Doctor de la Iglesia —
debe ante todo estar alerta la vigilancia de aquellos que desean
conocer las Escrituras Divinas, para que los no enmendados cedan
su puesto a los enmendados» 23 . Ahora bien, hoy este arte, que
lleva el nombre de crítica textual y que se emplea con gran loa
y fruto en la edición de los escritos profanos, con justísimo dere¬
cho se ejercita también, por la reverencia debida a la divina pala¬
bra, en lo,s Libros Sagrados. Porque por su mismo fin logra que
| se restituya a su ser el sagrado texto lo más perfectamente posi¬
ble, se purifique de las depravaciones introducidas en él por la
deficiencia de los amanuenses, y se libre, cuanto se pueda, de
las inversiones de palabras, repeticiones y otras faltas de la misma
especie, que suelen furtivamente introducirse en los libros trans¬
mitidos de uno en otro por muchos siglos. Y apenas es necesario
advertir que esta crítica, que desde hace algunos decenios no
pocos han empleado absolutamente a su capricho, y no pocas
veces de tal manera, que pudiera decirse haberla los mismos usado
para introducir en el sagrado texto sus opiniones prejuzgadas,
hoy ha llegado a adquirir tal estabilidad y seguridad de leyes,
que se ha convertido en un insigne instrumento para editar con
más pureza y esmero la divina palabra, y fácilmente puede des¬
cubrirse cualquier abuso. Ni es preciso recordar aquí —ya que
es cosa notoria y clara a todos los cultivadores de la Sagrada
Escritura —en cuánta estima ha tenido la Iglesia ya desde los
primeros siglos hasta nuestros días estos estudios del arte crítica.
Así es que hoy, después que la disciplina de este arte ha llegado
a tanta perfección, es un oficio honorífico, aunque no siempre
fácil, el procurar por todos los medios que cuanto antes por parte
de los católicos se preparen oportunamente ediciones tanto de
los Sagrados Libros, como de las versiones antiguas, hechas con¬
forme a estas normas, que junten, es a saber, con una reverencia
suma del sagrado texto la escrupulosa observancia de todas las
leyes críticas. Y ténganlo todos por bien sabido, que este largo
trabajo no solamente es necesario para penetrar bien los escritos
dados por divina inspiración, sino que además es reclamado por
la misma piedad, por la que debemos estar sumamente agradecidos
a aquel Dios providentísimo, que desde el trono de su majestad
nos envió estos libros a manera de cartas paternales, como a pro¬
pios hijos.
M De doctr. christ. II, 21; PL. XXXIV, col. 46.
XLVI
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
Sentido del decreto Tridentino sobre el uso de la Vulgata.
Versiones en lenguas vulgares .
Ni piense nadie que este uso de los textos primitivos, con¬
forme a la razón de la crítica, sea en modo alguno contrario a
aquellas prescripciones que sabiamente estableció el Concilio Tri¬
dentino acerca de la Vulgata Latina 24 . Documentalmente consta
que a los Presidentes del Concilio se dió el encargo de rogar al
Sumo Pontífice a nombre del mismo Santo Sínodo —como, en
efecto, lo hicieron — , mandase corregir primero la edición latina,
y luego, en cuanto se pudiese, la griega y la hebrea, con el desig¬
nio de divulgarla al fin para utilidad de la Santa Iglesia de Dios 25 .
Y si bien, a la verdad, a este deseo no pudo entonces por las difi¬
cultades de los tiempos y otros impedimentos responderse plena¬
mente, confiamos que al presente, aunadas las fuerzas de los doc¬
tores católicos, se pueda satisfacer con más perfección y amplitud.
Mas por lo que hace a la voluntad del Sínodo Tridentino de que
la Vulgata fuese la versión latina «que todos usasen como autén¬
ticas, esto en verdad, como todos lo saben, solamente se refiere
a la Iglesia latina y al uso público de la misma Escritura, y no
disminuye sin género de duda en modo alguno la autoridad y
valor de los textos originales. Porque no se trataba de los textos
originales en aquella ocasión, sino de las versiones latinas que
en aquella época corrían de una parte a otra, entre las cuales el
mismo Concilio con justo motivo decretó que debía ser preferida
la que «había sido aprobada en la misma Iglesia con el largo uso
de tantos siglos». Así, pues, esta privilegiada autoridad o, como
dicen, autenticidad de la Vulgata no fue establecida por el Con¬
cilio principalmente por razones críticas, sino más bien por su
legítimo uso en las Iglesias durante el decurso de tantos siglos;
con el cual uso ciertamente se demuestra que la misma está en
absoluto inmune de todo error en materia de fe y costumbres;
de modo que, conforme al testimonio y confirmación de la misma
Iglesia, se puede presentar con seguridad y sin peligro de errar
en las disputas, lecciones y predicaciones; y por tanto este género
de autenticidad no se llama con nombre primario crítica, sino
más bien jurídica. Por lo cual esta autoridad de la Vulgata en
cosas doctrinales de ninguna manera prohibe —antes por el con¬
trario, hoy más bien exige —que esta misma doctrina se compruebe
y confirme por los textos primitivos, y que también sean a cada
momento invocados como auxiliares estos mismos textos, por los
cuales dondequiera y cada día más se patentice y exponga el recto
sentido de las Sagradas Letras. Y ni aun siquiera prohibe el de-
* 4 Decr. de editione et usu Sacrorinn Librorum; Gonc. Trid. cd. Soe.
dfiprrp*; I V n Q1 c
*» Ib., t. X, p. 27*1; cf. t. V, pp. 29, 59, «5; t. X, p. 446 sg.
ENCICLICA DE S. 3. PÍO XII
XLVII
creto ti el Concilio Tridentino que, para uso y provecho de los fie¬
les de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina palabra,
se hagan versiones en las lenguas vulgares, y eso aun tomándolas
de los textos originales, como ya en muchas regiones vemos que
loablemente se ha hecho, aprobándolo la autoridad de la Iglesia.
§ 2.—De r a interpretación.
Importancia e investigación del sentido literal .
Armado egregiamente con el conocimiento de las lenguas
antiguas y con los recursos del arte crítica, emprenda el exegeta
católico aquel oficio, que es el supremo entre todos los que se
le imponen: a saber, el hallar y exponer el sentido genuino de
los Sagrados Libros. Para el desempeño de esta obra tengan ante
los ojos los intérpretes que, como la cosa principal de todas, han
de procurar el distinguir bien y determinar cuál es el sentido de
las palabras bíblicas llamado literal. Sea este sentido literal de
las palabras el que ellos averigüen con toda diligencia, por medio
del conocimiento de las lenguas, valiéndose del contexto y de
la comparación con pasajes semejantes; a todo lo cual suele tam¬
bién apelarse en favor de la interpretación de los escritos pro¬
fanos, para que aparezca en toda su luz la mente del autor. Sólo
que los exegetas de las Sagradas Letras, acordándose que aquí
se trata de la palabra divinamente inspirada, cuya custodia e
interpretación fué por el mismo Dios encomendada a la Iglesia,
no menos diligentemente tengan cuenta de las exposiciones y
declaraciones del magisterio de la Iglesia, y asimismo de la expli¬
cación dada por los Santos Padres, como también de la «analogía
de la fe», como sapientísimamente lo advirtió León XIII en las
Letras Encíclicas Providentissimus Deus 26 . Traten también con
singular empeño de no exponer únicamente —cosa que con dolor
vemos se hace en algunos comentarios —las cosas que atañen a
la historia, arqueología, filología y otras disciplinas por el estilo;
sino que, sin dejar de aportar oportunamente aquéllas, en cuanto
puedan contribuir a la exégesis, muestren principalmente cuál
es la doctrina teológica de cada uno de los libros o textos respecto
de la fe y costumbres, de suerte que esta exposición de los mismos,
no solamente ayude a los doctores teólogos para proponer y con¬
firmar los dogmas de la fe, sino que sea también útil a los sacer¬
dotes para explicar ante el pueblo la doctrina cristiana, y final¬
mente sirva a todos los fieles para llevar una vida santa y digna
de un hombre cristiano.
26 Leonis XIII, Acta XIII, pp. 345-346; Ench. Bibl. n. 94-96.
XLVIII
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
Recto uso del sentido espiritual.
Una vez que hubieren dado tal interpretación, teológica ante
todo, como hemos dicho, eficazmente obligarán a callar a los
que, aseverando que en los comentarios bíblicos apenas hallan
nada que eleve la mente a Dios, nutra el alma, promueva la vida
interior, repiten que es preciso acudir a cierta interpretación espi¬
ritual, que ellos llaman mística. Cuán poco acertado sea este su
modo de ver, lo enseña la misma experiencia de muchos, que,
considerando y meditando una y otra vez la palabra de Dios,
perfeccionaron sus almas, y se sintieron movidos de vehemente
amor a Dios; como también lo muestran a las claras la perpetua
educación de la Iglesia y las amonestaciones de los mayores Doc¬
tores. Y no es que se excluya de la Sagrada Escritura todo sen¬
tido espiritual. Porque las cosas dichas o hechas en el Viejo Tes¬
tamento, de tal manera fueron sapientísimamente ordenadas y
dispuestas por Dios, que las pasadas significaran anticipadamente
las que en el nuevo pacto de gracia habían de verificarse. Por
lo cual el intérprete, así como debe hallar y exponer el sentido
literal de las palabras, que el hagiógrafo pretendiera y expresara,
así también el espiritual, mientras conste legítimamente que fué
dado por Dios. Ya que solamente Dios pudo conocer y revelar¬
nos este sentido espiritual. Ahora bien, este sentido en los Santos
Evangelios nos lo indica y enseña el mismo divino Salvador; lo
profesan también los Apóstoles, de palabra y por escrito, imi¬
tando el ejemplo del Maestro; lo demuestra la doctrina tradi¬
cional perpetua de la Iglesia; lo declara por último el uso antiquí¬
simo de la liturgia, dondequiera que pueda rectamente aplicarse
aquel conocido enunciado: La ley de orar es la le^ de creer. Así,
pues, este sentido espiritual, intentado y ordenado por el mismo
Dios, descúbranlo y propónganlo los exegetas católicos con aque¬
lla diligencia que la dignidad de la palabra divina reclama; mas
tengan religiosa cautela en no proponer como sentido genuino
de la Sagrada Escritura otros sentidos traslaticios. Porque aun
cuando, principalmente en el desempeño del oficio de predicador,
puede ser útil para ilustrar y recomendar las cosas de la fe cierto
uso más amplio del Sagrado Texto según la significación tras¬
laticia de las palabras, siempre que se haga con moderación y
sobriedad, nunca, sin embargo, debe olvidarse que este uso de
las palabras de la Sagrada Escritura le es como externo y aña¬
dido, y que sobre todo hoy no carece de peligro, cuando los fieles,
aquellos especialmente que están instruidos en los conocimientos
tanto sagrados como profanos, buscan qué es lo que Dios en las
Sagradas Letras nos da a entender, y no más bien qué es lo que
el facundo orador o escritor, expone, empleando con cierta des¬
treza las palabras de la Biblia. Ni tampoco aquella «palabra de
Dios viva y eficaz y más penetrante que espadas de dos filos, y
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
XLIX
que llega hasta la división del alma y del espíritu, y de las co¬
yunturas y medulas, discernidora de los pensamientos y conceptos
del corazón» 27 , necesita de afeites o de acomodación humana, para
mover y sacudir los ánimos; porque las mismas Sagradas Páginas,
redactadas bajo la inspiración divina, tienen por sí mismas abun¬
dante sentido genuino; enriquecidas por divina virtud, tienen
fuerza propia; adornadas con soberana hermosura, brillan por sí
mismas y resplandecen, con tal que sean por el intérprete tan ín¬
tegra y cuidadosamente explicadas, que se saquen a luz todos
los tesoros de sabiduría y prudencia en ellas ocultos.
Cómo se debe fomentar el estudio de los Santos Padres
y de los grandes intérpretes .
En este desempeño podrá el exegeta católico egregiamente
ayudarse del industrioso estudio de aquellas obras, con las que
los Santos Padres, los Doctores de la Iglesia e ilustres intérpretes
de los pasados tiempos expusieron las Sagradas Letras. Porque
ellos, aun cuando a veces estaban menos pertrechados de eru¬
dición profana y conocimiento de lenguas que los intérpretes de
nuestra edad, sin embargo, en conformidad con el oficio que Dios
les dió en la Iglesia, culminan por cierta suave perspicacia de
las cosas celestes y admirable agudeza de entendimiento, con
las que íntimamente penetran las profundidades de la divina
palabra, y ponen en evidencia todo cuanto puede conducir a la
ilustración de la doctrina de Cristo y santidad de la vida. De doler
es, en verdad, que tan preciosos tesoros de la antigüedad cristiana
sean demasiado poco conocidos a no pocos de los escritores de
nuestros tiempos, y que tampoco los cultivadores de la historia
de la exégesis hayan todavía llevado a término todo aquello que,
para investigar con perfección y estimar en su punto cosa de
tanta importancia, parece necesario. Ojalá surjan muchos, que,
examinando con diligencia los autores y obras de la interpreta¬
ción católica de las Escrituras, y agotando, por decirlo así, las
casi inmensas riquezas que aquellos acumularon, contribuyan efi¬
cazmente a que por un lado aparezca más claro cada día cuán
hondamente penetraron ellos e ilustraron la divina doctrina de
los Sagrados Libros, y por otro también los intérpretes actuales
tomen ejemplo de ello y saquen oportunos argumentos. Pues así,
por fin, se llegará a lograr la feliz y fecunda unión de la doctrina
y espiritual suavidad de los antiguos en el decir con la mayor
erudición y arte de los modernos, para producir, sin duda, nuevos
frutos en el campo de las divinas Letras, nunca bastantemente
cultivado, nunca exhausto.
* 7 Hebr. IV, 12.
I,
ENCÍCLICA DE S. S. I ÍO XII
§ 3* —Puntos a los que especialmente deben atender
LOS INTÉRPRETES DE NUESTRO TIEMPO*
*
Condición actual de la exégesis .
Es además muy justo esperar que también nuestros tiempos
puedan contribuir en algo a la interpretación más profunda y
exacta de las Sagradas Letras. Puesto que no pocas cosas, sobre
todo entre las concernientes a la historia, o apenas o no suficien¬
temente fueron explicadas por los expositores de los pasados siglos,
toda vez que les faltaban casi todas las noticias necesarias para
ilustrarlas mejor. Cuán difíciles fuesen y casi inaccesibles algunas
cuestiones para los mismos Padres, bien se echa de ver, por omi¬
tir otras cosas, en aquellos esfuerzos, que muchos de ellos repi¬
tieron, para interpretar los primeros capítulos del Génesis; y asi¬
mismo por los repetidos tanteos de San Jerónimo para traducir
los Salmos de tal manera que se descubriese con claridad su sen¬
tido literal, o expresado en las palabras mismas. Hay, por fin,
otros libros o sagrados textos cuyas dificultades ha descubierto
precisamente la época moderna, desde que por el conocimiento
más profundo de la antigüedad han nacido nuevos problemas,
que hacen penetrar con más exactitud en el asunto. Van, pues,
fuera de la realidad algunos que, no penetrando bien las condi¬
ciones de la ciencia bíblica, dicen sin más que al exegeta cató¬
lico de nuestros días no le queda nada que añadir a lo que ya pro¬
dujo la antigüedad cristiana; cuando, por el contrario, estos nues¬
tros tiempos han planteado tantos problemas, que exigen nueva
investigación y nuevo examen, y estimulan no poco el estudio
activo del intérprete moderno.
Se ha de tener en cuenta la índole del escritor sagrado .
Porque nuestra edad, así como acumula nuevas cuestiones
y nuevas dificultades, así también, por el favor de Dios, suminis¬
tra nuevos recursos y subsidios de exégesis. Entre éstos parece
digno de peculiar mención que los teólogos católicos, siguiendo
la doctrina de los Santos Padres y principalmente del Angélico
y Común Doctor, lian explorado y propuesto la naturaleza y los
efectos de la inspiración bíblica mejor y más perfectamente que
como solía hacerse los siglos pretéritos. Porque partiendo del
principio de que el escritor sagrado al componer el libro es órgano
o instrumento del Espíritu Santo, con la circunstancia de ser
vivo y dotado de razón, rectamente observan que él, bajo el influjo
de la divina moción, de tal numera usa de sus facultades y fuerzas,
que fácilmente puedan todos colegir del libro nacido de su acción
da índole propia de cada uno y por decirlo así sus singulares carac-
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XJI
LI
teres y trazos» 28 . Así, pues, el intérprete con todo esmero, y sin
descuidar ninguna luz que hayan aportado las investigaciones
modernas, esfuércese por averiguar cuál fué la propia índole y
condición de vida del escritor sagrado, en qué edad floreció, qué
fuentes utilizó, ya escritas, ya orales, y qué formas de decir em¬
pleó. Porque a nadie se oculta que la norma principal de inter¬
pretación es aquella en virtud de la cual se averigua con preci¬
sión y se define qué es lo que el escritor pretendió decir, como
egregiamente lo advierte San Atanasio: «Aquí, como conviene
hacerlo en todos los demás pasajes de la divina Escritura, se ha
de observar, con qué ocasión habló el Apóstol; se ha de atender
con cuidado y fidelidad cuál es la persona, cuál el asunto que le
movió a escribir, no sea que uno, ignorándolo, o entendiendo
algo ajeno a ello, vaya descarriado del verdadero sentido» 29 .
Importancia del género literario, especialmente en la historia.
Por otra parte, cuál sea el sentido literal, no es muchas veces
tan claro en las palabras y escritos de los antiguos orientales
como en los escritores de nuestra edad. Porque no es con solas las
leyes de la gramática o filología, ni con solo el contexto del dis¬
curso con lo que se determina qué es lo que ellos quisieron sig¬
nificar con las palabras; es absolutamente necesario que el intér¬
prete se traslade mentalmente a aquellos remotos siglos del Oriente,
para que, ayudado convenientemente con los recursos de la his¬
toria, arquelogía, etnología y de otras disciplinas, discierna y
vea con distinción qué géneros literarios, como dicen, quisieron
emplear y de hecho emplearon los escritores de aquella edad ve¬
tusta. Porque los antiguos orientales no empleaban siempre las
mismas formas y las mismas maneras de decir que nosotros hoy,
sino más bien aquellas que estaban recibidas en el uso corriente
de los hombres de sus tiempos y países. Cuáles fuesen éstas, no
lo puede el exegeta como establecer de antemano, sino con la escru¬
pulosa indagación de la antigua literatura del Oriente. Ahora
bien, esta investigación, llevada a cabo en estos últimos dece¬
nios con mayor cuidado y diligencia que antes, ha manifestado
con más claridad qué formas de decir se usaron en aquellos anti¬
guos tiempos, ora en la descripción poética de las cosas, ora en
el establecimiento de las normas y leyes de la vida, ora, por fin,
en la narración de los hechos y .acontecimientos. Esta misma
investigación ha probado ya lúcidamente que el pueblo israelítico
se aventajó singularmente entre las demás antiguas naciones
orientales en escribir bien la historia, tanto por la antigüedad
Cf. Benedictus XV, Ene. Spiritus Paraclitus; Acta Ap. Seáis XII
(1920), p. 390; Ench. Bibl . n. 461.
29 Contra Arlanos I. 54; PG. XXVI, col. 123.
ENCÍCLICA DE S. S. PIO XII
OI
como por la fiel relación de los hechos, lo cual en verdad se con¬
cluye también por el carisma de la divina inspiración y por el
peculiar fin de la historia bíblica, que pertenece a la religión. No
por eso se debe admirar nadie que tenga recta inteligencia de la
inspiración, de que también entre los Sagrados Escritores, como
entre los otros de la antigüedad, se hallen ciertas artes de expo¬
ner y narrar; ciertos idiotismos, sobre todo propios de las lenguas
semíticas; las que se llaman aproximaciones, y ciertos modos de
hablar hiperbólicos; más aún, a veces hasta paradojas para impri¬
mir las cosas en la mente con más firmeza. Porque ninguna de
aquellas maneras de hablar, de que entre los antiguos, particu¬
larmente entre los orientales, solía servirse el humano lenguaje
para expresar sus ideas, es ajena de los Libros Sagrados, con esta
condición, empero, que el género de decir empleado en ninguna
manera repugne a la santidad y verdad de Dios, según que, con¬
forme a su sagacidad, lo advirtió ya el mismo Doctor Angélico
por estas palabras: «En la Escritura las cosas divinas se nos dan
al modo que suelen usar los hombres» 30 . Porque así como el Verbo
substancial de Dios se hizo semejante a los hombres en todas las
cosas «excepto el pecado» 31 , así también las palabras de Dios,
expresadas en lenguas humanas, se hicieron semejantes en todo
al humano lenguaje, excepto el error; lo cual en verdad lo en¬
salzó ya con sumas alabanzas San Juan Crisóstomo, como una
sincatábasis o «condescendencia» de Dios próvido, y afirmó una
y varias veces que se halla en los Sagrados Libros 32 .
Por esta razón, el exegeta católico, a fin de satisfacer a las
necesidades actuales de la ciencia bíblica, al exponer la Sagrada
Escritura y mostrarla y probarla inmune de todo error, válgase
también prudentemente de este medio, indagando qué es lo que
la forma de decir o el género literario empleado por el hagiógrafo
contribuye para la verdadera y genuina interpretación; y se per¬
suada que esta parte de su oficio no puede descuidarse sin gran
detrimento de la exégesis católica. Puesto que no raras veces
— para no tocar sino este punto—cuando algunos reprochándolo
cacarean que los Sagrados Autores se descarriaron de la fide¬
lidad histórica, o contaron las cosas con menos exactitud, se ave¬
rigua que no se trata de otra cosa sino de aquellas maneras co¬
rrientes y originales de decir y narrar propias de los antiguos,
que a cada momento se empleaban mutuamente en el comercio
humano, y que en realidad se usaban en virtud de una costumbre
lícita y común. Exige, pues, una justa equidad del ánimo, que,
cuando se encuentran estas cosas en el divino oráculo, el cual,
como destinado a hombres, se expresa con palabras humanas,
80 Comment ad Hebr. cap. I, lectio 4.
31 Hebr. IV, 15.
32 Cf. v. gr. In Gen. 1,4 (PG. Lili, col. 34-35); In Gen. II, 21 (ib.
col. 121); In Gen. 111,8 (ib., col. 135); llom. 15 in loan., ad I, 18 (PG. LIX,
col. 97 sq.).
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
Lili
no se las arguya de error, no de otra manera que cuando se em¬
plean en el uso cotidiano de la vida. Así es que, conocidas y exac¬
tamente apreciadas las maneras y artes de hablar y escribir en
los antiguos, podrán resolverse muchas dificultades, que se obje¬
tan contra la verdad y fidelidad histórica de las Divinas Letras;
ni será menos a propósito este estudio para conocer más plena¬
mente y con mayor luz la mente del Sagrado Autor.
Se han de promover los estudios de las antigüedades bíblicas .
Así, pues, nuestros cultivadores de estudios bíblicos pongan
también su atención en esto con la debida diligencia, y no omi¬
tan nada de nuevo que hubieren aportado, sea la arqueología,
sea la historia antigua, o el conocimiento de las antiguas letras,
y cuanto sea apto para mejor conocer la mente de los escritores
vetustos y su manera, forma y arte de razonar, narrar y escribir.
Y en esta cuestión aun los varones católicos del estado seglar
tengan en cuenta que no sólo contribuyen a la utilidad de la
doctrina profana, sino que son también beneméritos de la causa
cristiana, si se entregan, como es razón, con toda constancia y
empeño a la exploración e investigación de la antigüedad, y ayu¬
dan conforme a sus fuerzas a resolver las cuestiones de este género,
hasta ahora menos claras y transparentes. Porque todo conoci¬
miento humano, aun no sagrado, así como tiene su como nativa
dignidad y excelencia—por ser una cierta participación finita de
la infinita ciencia de Dios — , así recibe una nueva y más alta dig¬
nidad y como consagración, cuando se emplea para ilustrar con
más clara lumbre las mismas cosas divinas.
§ 4.—Modo de tratar las cuestiones más difíciles.
Dificultades felizmente resueltas con los estudios modernos.
Por la exploración tan adelantada, que arriba dijimos, de las
antigüedades orientales, por la investigación más esmerada del
mismo texto primitivo, y asimismo por el más amplio y diligente
conocimiento, ya de las lenguas bíblicas, ya de todas las que per¬
tenecen al Oriente, con el auxilio de Dios felizmente ha aconte¬
cido que no pocas de aquellas cuestiones, que en la época de
Nuestro Predecesor de inmortal recordación León XIII susci¬
taron contra la autenticidad, antigüedad, integridad y fidelidad
histórica de los Libros Sagrados los críticos ajenos a la Iglesia o
también hostiles a ella, hoy se hayan eliminado y resuelto. Puesto
que los exegetas católicos, valiéndose justamente de las mismas
armas de ciencia, de que nuestros adversarios no raras veces abu¬
saban, han presentado por una parte aquellas interpretaciones
LIV
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
que están en conformidad con la doctrina católica y la genuina
sentencia heredada de nuestros mayores, y por otra parecen ha¬
berse al mismo tiempo capacitado para resolver las dificultades,
que o las nuevas exploraciones y nuevos inventos trajeren o la
antigüedad hubiere dejado a nuestra época para su resolución.
De aquí ha resultado, que la confianza en la autoridad y verdad
histórica de la Biblia, debilitada en algunos un tanto por tantas
impugnaciones, hoy entre los católicos se haya restituido a su
entereza; más aún, no faltan escritores no católicos, que, em¬
prendiendo investigaciones con sobriedad y equidad, han llegado
al punto de abandonar los prejuicios de los modernos y volver,
a lo menos acá y allá, a las sentencias más antiguas. El cual cambio
de situación se debe en gran parte a aquel trabajo infatigable
con que los expositores católicos de las Sagradas Letras, sin de¬
jarse arredrar en modo alguno de las dificultades y obstáculos
de todas clases, con todas sus fuerzas se empeñaron en usar debi¬
damente de los medios que la investigación actual de los eruditos
proporcionaba para resolver las nuevas cuestiones, ora en el campo
de la arqueología, ora en el de la historia y filología.
Dificultades todavía no resueltas o insolubles .
Nadie, con todo eso, se admire que no se hayan todavía re¬
suelto y vencido todas las dificultades, sino que aun hoy haya
graves problemas que preocupan no poco los ánimos de los exe-
getas católicos. Y en este caso no hay que decaer de ánimo, ni
se debe olvidar que en las disciplinas humanas no acontece de
otra manera que en la naturaleza: a saber, que los comienzos
van creciendo poco a poco y que no pueden recogerse los frutos
sino después de muchos trabajos. Así ha sucedido, que algunas
disputas que en los tiempos anteriores se tenían sin solución y
en suspenso, por fin en nuestra edad con el progreso de los estu¬
dios se han resuelto felizmente. Por lo cual tenemos esperanza
que aun aquellas que ahora parezcan sumamente enmarañadas
y arduas, lleguen por fin con el constante esfuerzo a quedar pa¬
tentes en plena luz. Y si la deseada solución se retarda por largo
tiempo, y el éxito feliz no nos sonríe a nosotros, sino que acaso se
relega a que lo alcancen los venideros, nadie por eso se incomode,
siendo, como es, justo que también a nosotros nos toque lo que
los Padres, y especialmente San Agustín ** 3 , avisaron en su tiem¬
po: a saber, que Dios con todo intento sembró de dificultades
los vSagrados Libros, que él mismo inspiró, para que no sólo nos
excitáramos con más intensidad a revolverlos y escudriñarlos, sino
33 Cf. S. Aug., Epist . 149 ad Paulinum, n. 31 (PL. XXXIII, col. 641);
Dr dircrais qnaralionibua, q. 53, n. 2 (ib. XL, rol. 30); Enarr. in Ps. 110,
n. 12 (ib. XXXVII, col. 1907).
ENCICLICA DE 3. S. TÍO XII
LV
también, experimentando saludablemente los límites de nuestro
ingenio, nos ejercitáramos en la debida humildad. No es, pues,
nada de admirar si de una u otra cuestión no se ha de tener
jamás respuesta completamente satisfactoria, siendo así que a
veces se trata de cosas oscuras y demasiado lejanamente remo¬
tas* de nuestros tiempos y de nuestra experiencia, y pudiendo
también la exégesis, como las demás disciplinas más graves, tener
sus secretos, que, inaccesibles a nuestros entendimientos, no puedan
descubrirse con ningún esfuerzo.
Se han de buscar las soluciones positivas.
Con todo, en tal condición de cosas, el intérprete católico, mo¬
vido por un amor eficaz y esforzado de su ciencia, y sinceramente
devoto a la Santa Madre Iglesia, por nada debe cejar en su empeño
de emprender una y otra vez las cuestiones difíciles no desenma¬
rañadas todavía, no solamente para refutar lo que opongan los
adversarios, sino para esforzarse en hallar una explicación sólida,
que de una parte concuerde fielmente con la doctrina de la Iglesia,
y nominalmente con lo por ella enseñado acerca de la inmunidad
de todo error en la Sagrada Escritura, y de otra satisfaga tam¬
bién debidamente a las conclusiones ciertas de las disciplinas
profanas. Y por lo que hace a los conatos de estos estrenuos opera¬
rios de la viña del Señor, recuerden todos los demás hijos de la
Iglesia, que no sólo se han de juzgar con equidad y justicia, sino
también con suma caridad; los cuales, a la verdad, deben estar
alejados de aquel espíritu poco prudente, con el que se juzga que
todo lo nuevo, por lo mismo de serlo, debe ser impugnado, o te¬
nerse por sospechoso. Porque tengan en primer término ante los
ojos, que en las normas y leyes dadas por la Iglesia se trata de
la doctrina de fe y costumbres; y que entre las muchas cosas que
en los Sagrados Libros, legales, históricos, sapienciales y profé-
ticos se proponen son solamente pocas aquellas cuyo sentido haya
sido declarado por la autoridad de la Iglesia, ni son muchas aque¬
llas de las que haya unánime consentimiento de los Padres. Que¬
dan, pues, muchas, y ellas muy graves, en cuyo examen y expo¬
sición se puede y debe libremente ejercitar la agudeza y el inge¬
nio de los intérpretes católicos, a fin de que cada uno, conforme
a sus fuerzas, contribuya a la utilidad de todos, al adelanto cada
día mayor de la doctrina sagrada y a la defensa y honor de la
Iglesia. Esta verdadera libertad de los hijos de Dios, que retenga
fielmente la doctrina de la Iglesia, y como don de Dios reciba con
gratitud y emplee todo cuanto aportare la ciencia profana, levan¬
tada y sustentada, eso sí, por el empeño de todos, es condición
y fuente de todo fruto sincero y de todo sólido adelanto en la cien¬
cia católica, como preclaramente lo amonesta nuestro Antecesor,
de feliz recordación, León XIII, cuando dice: «Si no es con el con-
LVI
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
sentimiento de los ánimos y colocados en firme los principios, no
será posible esperar de los esfuerzos aislados de muchos grandes
frutos en esta ciencia» 8 *.
§ — Eso de la Sagrada Escritura en la instrucción de
LOS FIELES.
Varias maneras de emplear la Sagrada Escritura en el ministerio
sagrado.
Quien considerare aquellos enormes trabajos, que la exégesis
católica se ha echado sobre sí por casi dos mil años, para que la
palabra de Dios concedida a los hombres por las Sagradas Letras
se entienda cada día con más profundidad y perfección y sea más
ardientemente amada, fácilmente se persuadirá que a los fieles
de Cristo, y sobre todo a los sacerdotes, incumbe la grave obli¬
gación de servirse abundante y santamente de este tesoro, acu¬
mulado durante tantos siglos por los más excelsos ingenios. Porque
los Sagrados Libros no se los dió Dios a los hombres para satisfa¬
cer su curiosidad o para suministrarles materia de estudio e inves¬
tigación, sino, como lo advierte el Apóstol, para que estos divinos
oráculos nos pudieran «instruir para la salud por la fe que es en
Cristo Jesús» y «a fin de que el hombre de Dios fuese perfecto
y estuviese apercibido para toda obra buena». 35 Los sacerdotes,
pues, a quienes está encomendado el cuidado de la eterna sal¬
vación de los fieles, después de haber indagado ellos con diligente
estudio las Sagradas Páginas, y habérselas hecho suyas con la
oración y meditación, expongan cuidadosamente estas soberanas
riquezas de la divina palabra en sermones, homilías y exhorta¬
ciones; confirmen asimismo la doctrina cristiana con sentencias
tomadas de los Sagrados Libros, ilústrenla con preclaros ejem¬
plos de la historia sagrada, y nominalmente del Evangelio de
Cristo nuestro Señor, y todo esto —evitando con cuidado y dili¬
gencia aquellas acomodaciones propias del capricho individual y
sacadas de cosas muy ajenas al caso, lo cual no es uso, sino abuso
de la divina palabra—expónganlo con tanta elocuencia, con tanta
distinción y claridad, que los fieles no sólo se muevan y se infla¬
men a poner en buen orden su vida, sino que conciban también
en sus ánimos suma veneración a la Sagrada Escritura. Por lo demás,
esta veneración procúrenla aumentar más y más cada día los
sagrados Prelados en los fieles encomedados a ellos, dando auge
a todas aquellas empresas, con las que varones llenos de espíritu
apostólico se esfuerzan loablemente en excitar y fomentar entre
34 Litt. Apost. Vigilantiae; Leonis XIII, Acia XXII, p. 237; Ench.
Bibl . n. 136.
36 Cf. II Tim. III, 15, 17.
encíclica de s. s. PÍO XII
LVII
los católicos el conocimiento y amor de los Sagrados Libros. Favo¬
rezcan, pues, y presten su auxilio a todas aquellas pías asocia¬
ciones que tengan por fin editar y difundir entre los fieles ejem¬
plares impresos de las Sagradas Escrituras, principalmente de los
Evangelios, y procurar con todo empeño que en las familias cris¬
tianas se tenga ordenada y santamente cotidiana lectura de ellas;
recomienden eficazmente la Sagrada Escritura, traducida en la
actualidad a las lenguas vulgares con aprobación de la autoridad
de la Iglesia, ya de palabra, ya con el uso práctico, cuando lo per¬
miten las leyes de la liturgia, y o tengan ellos o procuren que las
tengan otros sagrados oradores de gran pericia, disertaciones o
lecciones de asuntos bíblicos. Y por lo que atañe a las revistas,
que periódicamente se editan en varias partes del mundo con
tanta loa y tanto fruto, ya para tratar y exponer cuestiones según
la norma científica, ya para acomodar los frutos de estas inves¬
tigaciones o al ministerio sagrado o a la utilidad de los fieles,
todos los sagrados ministros les presten su ayuda según sus fuer¬
zas, y divúlguenlos oportunamente entre los varios grupos y clases
de su grey. Y los mismos sacerdotes en general estén persuadidos
de que todas estas cosas y todas las demás por el estilo que el
celo apostólico y el sincero amor de la divina palabra inventare,
a propósito para este designio, han de serles un eficaz auxiliar
en el cuidado de las almas.
Formación bíblica en los Seminarios .
Pero a nadie se le esconde que todo esto no pueden los sacer¬
dotes llevarlo a cabo en regla, si primero ellos mismos, mientras
permanecieron en los Seminarios, no bebieron este activo y perenne
amor de la Sagrada Escritura. Por lo cual los sagrados Prelados,
sobre quienes carga el paternal cuidado de sus Seminarios, vigilen
con diligencia para que también en este punto nada se omita,
que pueda ayudar a la consecución de este fin. Y los maestros
de Sagrada Escritura de tal manera lleven a cabo en los Semi¬
narios la enseñanza bíblica, que armen a los jóvenes que han de
formarse para el sacerdocio y para el ministerio de la divina pala¬
bra con aquel conocimiento de las divinas Letras y los imbuyan
en aquel amor hacia ellas, sin los cuales no se pueden obtener
abundantes frutos de apostolado. Por lo cual la exposición exe-
gética atienda principalmente a la parte teológica, evitando las
disputas inútiles y omitiendo aquellas cosas que nutren más la
curiosidad que la verdadera doctrina y piedad sólida; propongan
el sentido llamado literal y sobre todo el teológico con tanta soli¬
dez, explíquenlo con tal competencia e incúlquenlo con tal ardor,
que en cierto modo sus alumnos experimenten lo que los discí¬
pulos de Jesucristo que iban a Emaús, los cuales, después de oídas
las palabras del Maestro, exclamaron: «¿No es cierto que nuestro
LVIII
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
corazón se abrasaba dentro de nosotros, mientras nos descubría
las Escrituras¿» 36 . De este modo las divinas Letras sean para
los futuros sacerdotes de la Iglesia por un lado fuente pura y pe¬
renne de la vida espiritual de cada uno, y por otro alimento y
fuerza del sagrado cargo de predicar que han de tomar a su cuenta.
Y a la verdad, si esto llegaren a conseguir los profesores de esta
gravísima asignatura en los Seminarios, persuádanse con alegría
que han contribuido en sumo grado a la salud de las almas, al
adelanto de la causa católica, al honor y gloria de Dios, y que
han llevado a término una obra la más íntimamente unida con
el ministerio apostólico.
Oportunidad de la palabra de Dios en este tiempo de guerra:
consuelo para los atribulados , camino de justicia para todos.
Estas cosas que hemos dicho, Venerables Hermanos y amados
hijos, si bien en todas las épocas son necesarias, urgen sin duda
mucho más en nuestros luctuosos tiempos, mientras los pueblos
y las naciones casi todas se sumergen en un piélago de calami¬
dades, mientras la gigantesca guerra acumula ruinas sobre ruinas
y muertes sobre muertes, y mientras, excitados mutuamente los
odios acerbísimos de los pueblos, vemos con sumo dolor que en
no pocos se extingue no sólo el sentido de la cristiana benignidad
y caridad, sino aun el de la misma humanidad. Ahora bien: a
estas mortíferas heridas del comercio humano ¿quién otro puede
poner remedio, sino aquél, a quien el Príncipe de los Apóstoles,
lleno de amor y de confianza, invoca con estas frases: «Señor,
¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna»¿ 3 \ Es, pues,
necesario reducir a todos y con todas las fuerzas a este misericor¬
diosísimo Redentor nuestro; porque Él es el divino consolador
de todos los afligidos; Él es quien a todos —sea que presidan con
pública autoridad, sea que estén sujetos con el deber de obedien¬
cia y sumisión —enseña la probidad digna de este nombre, la
justicia integral y la caridad generosa; Él es, finalmente, y sólo
Él, quien puede ser firme fundamento y sostén de la paz y de
la tranquilidad. «Porque nadie puede poner otro fundamento,
fuera del puesto, que es Cristo Jesús» 38 . Y a este Cristo, autor de
la salud, tanto más plenamente le conocerán los hombres, tanto
más intensamente le amarán, tanto más fielmente le imitarán,
cuanto con más afición se sientan movidos al conocimiento y
meditación de las Sagradas Letras, especialmente del Nuevo Tes¬
tamento. Porque, como dijo el Estridonés: «El ignorar las Escri¬
turas es ignorar a Cristo» 39 , y «si algo hay que en esta vida inte-
88 Luc. XXIV, 32.
37 Ioan. VI, 69.
38 1 Cor. III, 11.
39 S. Hieronymus, Jn Iaaiam , prologue; PL. XXIV, col. 1?.
Encíclica de s. s. pío xii
LIX
rese al hombre sabio, y le persuada a permanecer con igualdad
de ánimo entre los aprietos y torbellinos del mundo, creo que
más que nada es la meditación y ciencia de las Escrituras» 40 .
Porque de aquí sacarán los que se ven fatigados y oprimidos con
adversidades y ruinas verdadero consuelo y divina virtud para
padecer, para aguantar; aquí, en los Santos Evangelios, se pre¬
senta a todos Cristo, sumo y perfecto ejemplar de justicia, cari¬
dad y misericordia; y al género humano desgarrado y trepidante
le están abiertas las fuentes de aquella divina gracia, postergada
la cual y dejada a un lado, no podrán los pueblos ni los directores
de los pueblos iniciar, ni establecer ninguna tranquilidad de situa¬
ción ni concordia de los ánimos; allí finalmente aprenderán todos
a Cristo, «que es cabeza de todo principado y potestad» 4X y «que
fué hecho para nosotros por Dios sabiduría y justicia y santifi¬
cación y redención» 4a .
CONCLUSION
Exhortación a los cultivadores de los estudios bíblicos.
Expuestas, pues, y recomendadas aquellas cosas que tocan a
la adaptación de los estudios de las Sagradas Escrituras a las
necesidades de hoy, resta ya, Venerables Hermanos y amados
hijos, que a todos y cada uno de aquellos cultivadores de la Biblia,
que son devotos hijos de la Iglesia y obedecen fielmente a su
doctrina y normas, no sólo les felicitemos con ánimo paternal
por haber sido elegidos y llamados a cargo tan excelso, sino que
también les demos nuevo aliento, para que continúen en cumplir
con fuerzas cada día renovadas, con todo empeño, y con todo
cuidado la obra felizmente comenzada. Excelso cargo, decimos:
¿qué hay, en efecto, más sublime que escudriñar, explicar, pro¬
poner a los fieles, defender contra los infieles la misma palabra
de Dios, dada a los hombres por inspiración del Espíritu Santo?
Se apacienta y nutre con este alimento espiritual el mismo espí¬
ritu del intérprete «para recuerdo de la fe, para consuelo de la
esperanza, para exhortación de la caridad» 43 . «Vivir entre estas
ocupaciones, meditar estas cosas, no conocer, no buscar nada
más, ¿no os parece que es un goce anticipado en la tierra del reino
celeste?» 44 . Apaciéntense también con este mismo manjar las
40 Id., In EpheaioSy prologus; PL . XXVI, col. 439.
41 Col. II, 10.
48 I Cor. 1, 30.
43 Cf. S. Acó. Contra Faustum XIII 18; PL. XLII, col. 294; CSEL.
XXV, p. 400.
44 S. Hieron., Ep. 53, 10; PL. XXII, col. 549; CSEL. LIV, p. 463 .
LX
ENCÍCLICA DE S. S. PÍO XII
almas de los fieles, para sacar de él conocimiento y amor de Dios
y el propio aprovechamiento y felicidad de sus almas. Entréguense,
pues, de todo corazón a este negocio los expositores de la divina
palabra. «Oren, para entender» 45 ; trabajen para penetrar cada
día con más profundidad en los secretos de las Sagradas Páginas;
enseñen y prediquen, para abrir también a otros los tesoros de
la palabra de Dios. Lo que en los siglos pretéritos llevaron a cabo
con gran fruto aquellos preclaros intérpretes de la Sagrada Es¬
critura, emúlenlo también según sus fuerzas los intérpretes del
día, de tal manera, que, como en los pasados tiempos, asi también
al presente tenga la Iglesia eximios Doctores en exponer las Di¬
vinas Letras; y los fieles de Cristo, gracias al trabajo y esfuerzo
de ellos, perciban toda la luz, fuerza persuasiva y alegría de las
Sagradas Escrituras. Y en este empleo, arduo en verdad y grave,
tengan también ellos «por consuelo los Santos Libros» 46 y acuér¬
dense de la retribución que les espera: toda vez que aquellos «que
hubieren sido sabios brillarán como la luz del firmamento; y los
que enseñan a muchos la justicia, como estrellas por toda la eter¬
nidad» 47 .
Entretanto, mientras a todos los hijos de la Iglesia, y nomi¬
nalmente a los profesores de la ciencia biblica, al clero adolescente
y a los sagrados oradores ardientemente les deseamos que, me¬
ditando continuamente los oráculos de Dios, gusten cuán bueno
y suave es el espíritu del Señor 48 ; a vosotros todos y a cada uno
en particular, Venerables Hermanos y amados hijos, como prenda
de los dones celestes y testimonio de Nuestra paterna benevo¬
lencia, os impartimos de todo corazón en el Señor la Bendición
Apostólica.
Dado en Roma, en San Pedro, el día XXX del mes de sep¬
tiembre, en la festividad de San Jerónimo, Doctor Máximo en
exponer las Sagradas Escrituras, el año MDCCCCXXXXIII, quinto
de Nuestro Pontificado.
PIO PP. XII
45 S. Aug., De doctr . chriat. III, 56; PL. XXXIV, col. 89.
48 I Mach. XII, 9.
47 Dan. XII, 3.
48 Cf. Sap. XII, 1.
PROLOGO
D E
LOS
TRADUCTORE S
N O es nada fácil el oficio de traductor , si el que traduce no ha de hacer
verdadero el proverbio italiano: *Traduttore y traditore*.
La dificultad es mucho mayor cuando lo que se ha de traducir es la
Sagrada Escritura , cuyos textos originales fueron escritos en hebreo o en griego
bíblico f y la traducción ha de hacerse a una lengua de tan distinta índole como
respecto de aquéllas es la castellana.
Si la primera cualidad de una versión ha de ser la fidelidad, mucho más
necesaria será ésta al traducir la Sagrada Escritura y por ser obra divinamente
inspirada f palabra de Dios y pues de no .dar la versión fielmente el sentido de
de los originaleSy ofrecería el traductor , como palabra de Dios f lo que realmente
sería palabra humana. Por eso, al hacer esta versión y nos hemos propuesto
que sea en primer término enteramente fiel. Aun siendo firmísimo el propósitOy
son a veces insuperables las dificultades que a su realización se oponen f por
no haber siempre exacta correspondencia entre las palabras de las lenguas
originales y las de nuestra lengua. No creemos , sin e?nbargo t que la fidelidad
obligue al traductor a seguir servilmente la letra del originaly reproduciéndola
exactamente con palabras castellanas. Esto f más que una traducción , sería una
tra8cripción f y en la mayor parte de los casos t un verdadero galimatías inin¬
teligible y enteramente insoportable. De traducciones así podríamos aducir
numerosos ejemplos; pero atendiendo a la brevedady nos limitamos a consignar
el hecho.
También a las palabras del texto ha de atender el traductor; pero más
que a ellas ha de atender , y principalmente , al sentido de las construcciones ,
para darlo con escrupulosa fidelidad en la lengua a que traduce. Esto es impo¬
sible de conseguir y si no ha de tener el traductor cierta libertad; pero es al mismo
tiempo causa de que el traductor navegue siempre entre dos escollos a cual más
peligroso: El excesivo servilismo a la letra y la excesiva libertad en la inter¬
pretación. En evitar el uno y el otro hemos puesto gran empeño; mas segura¬
mente habremos dado no pocas veces en alguno de los dos.
Las lenguas originales empleadas en la Biblia tienen } como todas las
lenguaSy sus modismoSy hebraísmos principalmente , y los tiene también la
lengua castellana. Los de aquéllas se corresponden a veces exactamente con los
de ésta y o han pasado a ella por el influjo que sobre nuestra lengua ha ejercido
la literatura bíblica. Cuando así es, no hay dificultad en la traducción. Pero
son muchos los casos en que el hebraísmo es intraducible } o solamente con muchos
rodeos podría traducirse de manera que lo entendiese el lector castellano. En
estos ca 808 t o hemos dado en la versión el sentido del mismOy o Lo hemos aclarado
en breve nota exegética. x
En la trascripción de nombres propios f personales o geográficos y hemos
seguido el camino que siguió nuestra lengua al apropiárselos , acomodándolos
L-X.il
PRÓLOGO DE LOS TRADUCTORES
a su índole. Así, hemos trascrito siempre por nuestra j el Iod inicial, excepto
en el.nombre Yave, por parecemos intolerable a oídos castellanos la palabra
que de hacerlo resultaría. No trascribimos las semivocales, creyéndolas sufi¬
cientemente representadas por nuestras vocales. Hemos, sin embargo, excep¬
tuado el He, sobre todo en principio de palabra, por tener en nuestra ortografía
su correspondiente , la h. Hemos prescindido de la diversa pronunciación , dura
o suave, de ciertas consonantes hebreas, excepto en los casos en que esa pro¬
nunciación tiene correspondencia en los sonidos consonantes de nuestra lengua.
Todas las sibilantes, en que tan rica es la lengua hebrea, las trascribimos por
nuestra s, fuera del Zain, que corresponde a nuestra Z o a nuestra c suave.
Hemos prescindido de la duplicación o alargamiento de las consonantes f
tan frecuente en hebreo, fuera de los casos en que, por darse dos nombres distin¬
tos, uno con la duplicación y otro sin ella, el suprimirla podía ser causa de
confusión.
Tampoco trascribimos el Ayin más que por su vocal, ya que esta conso¬
nante, ni tiene correspondiente gráfico en nuestro alfabeto, ni es para nosotros
pronunciable.
La trascripción de los nombres propios griegos no ofrece ya tanta dificultad,
por la mayor afinidad de ambas lenguas. Al trascribirlos, hemos seguido
también el proceso que al apropiárselos siguió nuestra lengua, acomodándonos
a las normas corrientes en la derivación de tantas palabras griegas como han
entrado a formar parte de nuestro léxico.
Además de la fidelidad, ha de tener toda buena traducción la claridad,
pues de nada serviría todo si la traducción fuera ininteligible. Hemos puesto
nuestro e?npeño todo en procurarla, hasta el punto de sacrificar a veces en aras
de ella otras deseables cualidades. Hay, sin embargo, casos en que la claridad
es imposible, si la versión ha de ser fiel, por ser oscuro el texto mismo; y en
estos casos hemos preferido dar el texto con su propia oscuridad, antes que
exponernos a falsearlo con nuestra interpretación. En casos tales hemos pro¬
curado aclararlo en breve nota exegética. Afortunadamente esos casos no son
muchos.
No está todo conseguido si se logra una versión fiel y clara. Es preciso que
la versión esté verdaderamente en lengua castellana, en frase castellana, con
períodos castellanos, conforme a la sintaxis de nuestra lengua. Mas al procurar
esto se corre el peligro de quitar a la obra su color semítico o griego. Es. pues,
necesario armonizar lo uno con lo otro, dar a la versión color castellano sin que
pierda su color hebreo o griego, y esto sí que es arduo y difícil. Por conseguirlo
hemos hecho cuanto nos ha sido posible; mas no se nos oculta que muchas veces
no lo hemos alcanzado.
Hemos, pues, pretendido, al hacer esta versión directa de los textos origi¬
nales de la Sagrada Escritura, dar al lector una versión castellana lo más
fiel, clara y limpia que nosotros hemos podido y sabido hacer. Lo difícil del
empeño en sí, y la buena voluntad que en lograrlo hetnos puesto, muevan al
lector, no a disimular, mas sí a perdonar los yerros que hayamos cometido.
Sabido es que, tanto el texto hebreo masorctico, cuanto la versión alejandrina,
y aun el mismo texto griego del Nuevo Testamento, no han llegado hasta nos¬
otros enteramente puros, y que a veces sus lecciones no son las originales de
los hagiógrafos. Por eso, a la interpretación ha de preceder la critica de los
textos. Al hacerla, hemos procurado seguir siempre con la mayor escrupulosidad
las normas de la más sana crítica, rechazando sólo las lecciones evidentemente
erróneas, por no dar sentido o dar un sentido contradictorio del contexto. Si a
veces, para la reconstrucción del texto, hemos tenido que recurrir a la conjetura,
hemos procurado reducirla a lo menos posible. Dar razón de esta crítica textual,
más que de una versión, es propio del comentario, y por eso tan sólo algunas
PRÓLOGO DE LOS TRADUCTORES
L>*I1I
veces damos razón de ella en breve nota crítica. Cuando en el texto masorético
hemos creído ver omisiones, las hemos suplido. Cuando en él hemos creído ver
traslocaciones, el orden del texto y el que a nuestro parecer tuvo antes, van
suficientemente indicados por la numeración de los versos.
La versión va precedida de una breve introducción general a todos los libros
de la Sagrada Escritura. Hemos procurado que, dentro de la brevedad, sea
lo más completa posible, dando al lector lo más necesario para entrar prepa¬
rado en la lectura de los libros.
Las introducciones especiales son generalmente introducciones a grupos
de libros; mas hemos creído conveniente hacer preceder también cada libro
de una introducción especial. En todas ellas hemos procurado ser breves, pero
completos en cuanto a lo más necesario.
Por lo que hace al orden de los libros, hemos seguido el tradicional, aunque
introduciendo en él una ligera modificación. En cada grupo de libros van éstos
en el orden acostumbrado; mas nos ha parecido conveniente invertir en algo
el de los grupos, poniendo los profcticos a continuación de los históricos y dejando
los sapienciales para el fin, ya que los proféticos son principalmente la expli¬
cación o inculcación de la Ley , que principalmente contienen los históricos,
y los sapienciales son como la corona, la flor diríamos 7nás bien, de la Ley
y de la profecía. Cuanto al Nuevo Testamento, en la sucesión de los grupos de
las epístolas paulinas hemos seguido el orden cronológico.
CONSEJOS DE SAN AGUSTIN A LOS LECTORES
DE LA SAGRADA ESCRITURA
«Cuantos temen a Dios y por la piedad son mansos, buscan en todos
estos libros la voluntad de Dios.
Como ya hemos dicho, lo primero en este empeño y trabajo ha de ser
conocer estos libros, leyéndolos, aunque no todavía para entenderlos;
más bien, o para aprenderlos de memoria, o por lo menos para que no le
sean enteramente desconocidos.
Después se ha de investigar ya más solícita y cuidadosamente lo que
en ellos claramente se dice, ya sean reglas de vida, ya reglas de fe; y en esto,
tanto más podrá hallar cada uno, cuanto mayor capacidad de entender
tenga, pues en esto que claramente se dice en las Escrituras está cuanto
pertenece a la fe y a las costumbres de vida; es decir, a la esperanza y a la
caridad, de que tratamos en el libro anterior.
Luego, una vez ya adquirida cierta familiaridad con el lenguaje mismo
de las Divinas Escrituras, proeédase a explicar y discutir lo que de oscuro
hay en ellas, tomando ejemplos de locuciones claras, para ilustrar por
ellas las locuciones más oscuras, y por las sentencias ciertas resolver las
dudas de las dudosas. En esto servirá de mucho la memoria; pero si ésta
falta, no se la darán a nadie estas reglas.»
De Doctrina Christiana } I. II, c. 9.
v
INTRODUCCIONES
INTRODUCCION GENERAL A LOS LIBROS
DE LA SAGRADA ESCRITURA
I
LA REVELACION PROFETICA
1. Las Sagradas Escrituras, inestimable
don de Dios.
Las sagradas Escrituras son un inestimable don de Dios, que el hombre
no podrá nunca suficientemente agradecerle. Elevado al orden sobrenatural,
a la participación de la misma naturaleza divina, y caído de él por el pecado
de nuestros primeros padres, plugo a Dios en su infinita misericordia.redi¬
mirle, elevándole de nuevo a una altura sobrenatural, mayor todavía
que aquella de que cayó. Estos sus amorosos designios sobre él, ha ido Dios
descubriéndoselos al hombre gradualmente, revelándoselos , dándole así
a conocer los inefables misterios de la vida divina, de su amorosa providen¬
cia, especialmente en cuanto a la redención, en los cuales participaría el
hombre, por su incorporación como miembro al cuerpo místico de la Iglesia,
cuya cabeza es el Unigénito del Padre, hecho carne, que con su sangre pre¬
ciosa había de redimir a la caída humanidad de la servidumbre del pecado.
“* Principal contenido de las Sagradas;
Escrituras. La revelación.
Esta revelación, hecha de una manera gradual y progresiva, es el prin¬
cipal contenido de las Sagradas Escrituras, pues aunque en ellas se con¬
tengan otras muchas cosas, accesibles a la humana inteligencia, que reveló
Dios al hombre para que con mayor facilidad y certeza pudiera conocerlas
sin* mezcla de error, todas ellas se subordinan al fin principal de las Sagra¬
das Escrituras: Dar a conocer al hombre los inescrutables amorosos desig¬
nios de Dios sobre él.
3. IYo son las Sagradas Escrituras la
fuente única de la revelación.
No son solamente las Divinas Escrituras las que contienen este sagrado
depósito. Se contiene, además, en la tradición viviente de la Iglesia de
Cristo, que es la fiel depositaría del divino tesoro y el intérprete autorizado
de los sagrados libros.
LX.X
INTRODUCCIÓN GENERAL
Sólo la Iglesia puede indicarnos con infalible certeza cuáles son los
libros que, escritos bajo la Inspiración del Espíritu Santo, contienen el
sagrado depósito. Cualquier otro criterio será del todo insuficiente y sólo
podrá servir para confirmar la verdad de la doctrina de la Iglesia, pues
siendo la inspiración un hecho sobrenatural, sólo una autoridad de orden
sobrenatural'e infalible podrá suficientemente certificarnos de él.
4. Las Sagradas Escrituras son obra de
Dios y del hombre.
Todos y sólo los libros canónicos, es decir, los que ha incluido la Iglesia
en su canon de las Sagradas Escrituras, han sido escritos bajo la inspira¬
ción del Espíritu Santo, y son, por tanto, obra divina. Tienen a Dios por
autor principal, aunque sean también al mismo tiempo obra humana,
cada uno del autor que, inspirado, lo escribió. Este doble carácter de los
libros santos, totalmente obra de Dios, totalmente obra del hombre, es
fundamental y capitalísimo para el conocimiento e interpretación de las
Divinas Escrituras, y, de no tenerlo en cuenta, tropezará el lector de estos
libros con innumerables e insolubles dificultades.
El autor humano es órgano, instrumento del Espíritu Santo, pero instru¬
mento vivo y racional, que bajo la acción de Dios desarrolla su actividad y
usa de sus facultades de tal manera que en el libro por él escrito queda como
grabada su personalidad, que fácilmente podrá de él deducir el lector. Es,
pues, necesario, al interpretar, penetrar en ello cuanto sea posible, sin pres¬
cindir de nada que pueda contribuir a darnos a eonocer al autor en todos
sus rasgos personales característicos y en el desarrollo de su actividad, su
índole, su carácter, su formación espiritual, sus condiciones de vida, el
tiempo en que vivió, las fuentes que utilizó, ya orales, ya escritas; las formas
de decir o géneros literarios que empleó. En cuanto posible sea, nos hemos
de hacer otro él. (Véase la Encíclica Divino afjlante Spiritu.)
5.— La profreía.
Sacra doctrina llama muy bien Santo Tomás a la Sagrada Escritura, y
por consiguiente, a la Teología, que de ella toma sus principios, ordenándo¬
los sistemáticamente y desarrollándolos, y considerando cuanto trata
bajo la razón formal de la divinidad, sub ratione Deitati8 f pues es Dios
mismo, o algo a El ordenado como a principio o como a fin; y siempre visto a
la luz de la divina revelación y en cuanto por ella cognoscible. Esta luz
es el lumen propheticutn y pues no ha querido Dios revelarse inmediatamente
a todos y cada uno de los hombres, sino a algunos solamente que, como
intermediarios entre Dios y el resto de los humanos, recibiesen de él las
divinas enseñanzas, y en su nombre y con su divina autoridad las transmi¬
tiesen a los demás.
(i. Los profetas.
Por esto han sido llamados profetas o intérpretes de Dios, y en su nombre
y con su divina autoridad transmiten las verdades sobrenaturales que
sobrenaturalmcnte les dió Dios a conocer. Por haber sido hecha de este
INTRODUCCIÓN GENERAL
LXX1
modo, se llama también la divina revelación doctrina profética, principal¬
mente la del Antiguo Testamento, pues la del Nuevo nos ha sido Hecha
directa e inmediatamente por el mismo Verbo de Dios encarnado, aunque a
los que no pudimos oírla de sus divinos labios, nos haya sido trasmitida
por sus apóstoles y discípulos en los libros que divinamente inspirados es¬
cribieron algunos de ellos y en las divinas tradiciones que, de ellos recibidas,
conserva fielmente la Iglesia, fundada sobre ellos como cimiento por Cristo
Nuestro Señor.
7.- Objeto de la profecía.
El objeto de estas divinas comunicaciones se extiende, según Santo
Tomás, a todas aquellas cosas que pueden ser conocidas por vía sobrenatural:
Los misterios de la vida divina, de su providencia, especialmente de la
redención; las leyes de las buenas costumbres, por las que el hombre se
encamina a Dios; sucesos futuros, etc. Es, pues, el objeto de la profecía
el mismo que el de la fe, que define San Pablo: Sperandarum substantia
rerum , la firme certidumbre de las cosas que esperamos, indicando asi que
la fe nos muestra aquí, tras el velo del misterio, lo que con su visión nos
hará bienaventurados. Las otras cosas que no sean la verdad divina, en
tanto pertenecen a la fe, en cuanto tienen relación con Dios y nos declaran
algo de su naturaleza. Los mismos misterios de la humanidad de Jesucristo
y de su Iglesia sólo caen dentro del objeto de la fe en cuanto que por ellos
nos encaminamos a Dios: ln quantum per haec ordinamur ad Deum .
B. — Los grados de la profecía.
Dentro del amplísimo objeto de la ciencia que comunica Dios a sus
profetas, cabe distinguir varios grados en la ilustración de la mente del
profeta y el conocimiento por él así adquirido. Es el primero aquella ilus¬
tración divina, en virtud de la cual conoce el profeta las verdades sobre¬
naturales, los misterios divinos que se ofrecen a su mente, en forma clara,
inteligible y sin los velos de imágenes sensibles, y juzga de ellos. El segundo
i es la ilustración en que las cosas divinas se presentan a la mente del profeta
revestidas de imágenes sensibles. El tercero, finalmente, es la ilustración
por la cual el profeta juzga, con una verdad y certeza que excede las
fuerzas del humano entendimiento natural de cosas cuyo conocimiento ad¬
quiere por medios naturales. Es propio este último grado de profecía
de aquellos escritores sagrados que tratan de cosas cuyo conocimiento
es asequible a la razón, verbi gratia , de materias históricas. En esta
misma categoría pueden incluirse los que tratan de cosas aun sobrenatura¬
les, cuyo conocimiento han adquirido por la vía ordinaria del estudio o de
la fe, por ser enseñanzas de profetas anteriores.
B. — El conocimiento proíctico de Jos
liagiógrafos.
Este último grado de profecía es el más común a los autores sagrados,
aunque en mqqhos de los libros santos se contengan partes, de mayor o
menor extensión, en que se exponen revelaciones por ellos Tecibidas en el
LKKir
INTRODUCCIÓN GENERAL
modo correspondiente al primero o al segundo grado de la profecía. Con
viene, pues, determinar con alguna mayor precisión qué significa ese cono¬
cimiento profético y qué es lo que añade al adquirido por vía natural y or¬
dinaria. Santo Tomás dice que esa luz profética se les concedía para conocer
las cosas y juzgar de ellas secundum veritatem divinam , secundum certitudinem
veritatis divinae; con divina verdad, con la certeza de la divina verdad. La
Fe, como la Teología, contempla todas las cosas .bajo una razón formal
divina y sobrenatural. De un modo semejante, los hagiógrafos conocen las
cosas y juzgan de ellas a la luz de los altos principios divinos, y conocen
y juzgan con aquella claridad, verdad y certeza que dimana de la que de
esos principios divinos tienen. Esos principios son como su filosofía de la
historia, basada, no en la especulación, sino en el conocimiento sobrena¬
tural de los atributos divinos: Del poder, de la justicia, de la misericordia,
de la bondad, de la veracidad de Dios, que todas las cosas las ordena a la
manifestación de su Verbo y a la salud de los predestinados. Tal es, por ejem¬
plo, la filosofía divina en que se inspira Moisés al narrar el origen de las
cosas, la historia de la humanidad primitiva, la de los patriarcas, la de
Israel. Tal la de Josué, al describirnos el cumplimiento de las divinas pro¬
mesas en la distribución de la tierra prometida, etc. Esa misma es la que,
camino de Emaús, exponía el Salvador a sus dos discípulos, mostrándoles
por los profetas, a partir de Moisés, cómo era preciso que Cristo muriese
y por la muerte entrase en su gloria. La misma era la que exponía el santo
Protomártir en su discurso ante el Sanedrín, que tantas dificultades en¬
cierra para los exegetas demasiado esclavos de la letra. El Espíritu Santo,
que es quien inspira a los santos, es siempre el mismo, y siempre les mues¬
tra las cosas a la luz de Dios y les hace en todas buscar a Dios.
Este aspecto del conocimiento de las cosas contenidas en la Sagrada Es¬
critura es común a los Profetas y Hagiógrafos o Escritores Sagrados por ilu¬
minación divina, y a los simples fieles por fe y teología, pues constituye el
objeto formal quod , o ratio formalis quae attingitur en todo conocimiento sobre¬
natural, que versa acerca de Dios y sus m'sterios o acerca de las criaturas en
orden a Dios.
Mas en el conocimiento profético y hagiográfico hay otro aspecto, que les
es propio y singular y constituye como su objeto formal quo, y es la luz divi¬
na (lumen propheticum) con el que juzgan con infalible certeza divina de la
verdad de las cosas que enseñan de palabra o por escrito, aunque se trate de
aquellas verdades cuyo conocimiento hayan adquirido por modo ordinario de
la razón o del magisterio de tradición o del estudio de anteriores libros
sagrados.
Esta luz sobrenatural, junto con la moción divina para escribir, constitu¬
ye la inspiración de los libros sagrados, en virtud de la cual éstos son, al
mismo tiempo, obra de Dios—autor principal—y de los Hagiógrafos—instru¬
mentos racionales—: toda de Dios, y toda de los autores sagrados,
10. — El procireso de la revelación
profética.
Esta revelación profética de las verdades divinas se ajusta a una ley
que importa mucho conocer. Es la ley del progreso, que expone admira¬
blemente Santo Tomás, extendiéndola a todas las verdades, tanto a las
especulativas cuanto a las prácticas. La doctrina de la fe va desarrollándose
a la manera como se desarrollan las verdades de una ciencia, procediendo de
los principios a las conclusiones. La razón de este progreso no está en Dios,
INTRODUCCIÓN GENERAL
LXXlll
que desde el primer momento podía revelarlo todo, sino en el hombre,
que no era materia dispuesta para recibir de una vez todo cuanto Dios que¬
ría comunicarle. -Aun los mismos profetas, órganos del magisterio divino,
aunque más ilustrados que el pueblo a quien se dirigían, no siempre vieron
cuanto en sus conceptos y en las palabras con que los expresaban iba im¬
plícito. También para ellos había un progreso correspondiente al del pueblo,
pues siendo el fin de la profecía el bien y la utilidad espiritual del pueblo,
tanto a cada uno de ellos se les comunicaba en términos claros o en imáge¬
nes y símbolos, cuanto en cada tiempo convenía enseñar al pueblo. As
llevó Dios a plena ejecución su plan, comenzando la revelación desde los
orígenes mismos de la humanidad. Jesucristo, que es el fin y la consumación
de la antigua alianza, puso el sello a la divina revelación, por sí o*por sus
apóstoles y discípulos, y entregó a su Iglesia ese divino tesoro de la reve¬
lación, dándole al mismo tiempo su Espíritu, y asegurándola con la promesa
de su asistencia hasta el fin de los siglos. Con ella y por ella repite la Iglesia
día tras día al mundo las mismas divinas enseñanzas en forma acomodada
a las necesidades de cada época, para que nadie se vea privado del don
de Dios.
II
LA INSPIRACION Y LA VERACIDAD DE LAS
SAGRADAS ESCRITURAS
11.—La Sajjradn Escritura es vera» con
verdad divina.
Es doctrina de la Iglesia que cuanto se contiene en las Sagradas Es¬
crituras ha sido inspirado por Dios, y es, por consiguiente, infaliblemente
verdadero en el sentido en que el autor inspirado intentó decirlo, sin que
en esto haya que distinguir entre cosas tocantes o no tocantes a la fe y
a las costumbres. Así dice León XIII que no puede tolerarse la conducta
de los que en la solución de las dificultades no vacilan en conceder que la
inspiración se extiende sólo a las cosas de fe y costumbres, y dicen que
cuando se trata de la verdad de las sentencias de la Escritura, no se ha
de atender tanto a lo que dice Dios cuanto a la razón por que lo dice.
Todos los libros que la Iglesia recibe y propone como canónicos y sagrados
han sido en todas sus partes escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo;
y está la divina inspiración tan lejos de admitir error alguno, y tanto por
su misma naturaleza lo excluye, cuanto es imposible que Dios, suma verdad,
esté sujeto a error. Tal es la antig'ua fe de la Iglesia, definida solemnemente
por los Concilios de Florencia y Trento, confirmada por fin y más solem¬
nemente expuesta por el Concilio Vaticano. (Encíclica Providentissimva
Deua.)
12.—La verdad en las cosas de fe
y costumbres.
No se limita esta veracidad a las cosas de fe y costumbres, aunque sean
éstas el objeto propio y per se de la Sagrada Escritura, al cual se ordena
todo lo demás que en ella se dice; pero en éstas ha de tenerse en cuenta prin-
LXXIV
INTRODUCCIÓN GENERAL
cipalmente lo que en el número 10 se dijo acerca del progreso de la reve¬
lación, sin lo cual no sería posible establecer la concordia entre el Antiguo
y el Nuevo Testamento.
r í3. -La verdad en las cosas naturales.
Los libros sagrados hablan con frecuencia de las cosas creadas, y en
ellas nos muestran la grandeza del poder, de la soberanía, de la providencia
y de la gloria de Dios; pero como la misión de los autores inspirados no era
enseñar las ciencias humanas, que tratan de la íntima naturaleza de las
cosas y de los fenómenos naturales, y acerca de ellas no recibían por lo gene¬
ral revelación alguna, nos las describen, o en lenguaje metafórico, o según el
corrientemente usado en su época, como sucede todavía en muchos puntos
aun entre los más sabios. El lenguaje vulgar describe las cosas tal cual las
perciben los sentidos; y así también el escritor sagrado , advierte Santo Tomás,
expresa las apariencias sensibles , o aquello que Dios mismo, hablando a los
hombres, expresa de humano modo, para acomodarse a la humana capa¬
cidad. (Encíclica Providentissimus Deus.)
M La verdad en las cosas históricas.
Es historia una gran parte de los libros sagrados. Contiene e'sta, en pri¬
mer término, la narración de hechos que forman parte del tesoro revela¬
do, como, por ejemplo, el pecado de nuestros primeros padres, el nacimiento
de Cristo, su muerte y su resurreción, etc. Otros hay que, si no cada uno de
por sí, pero sí en su conjunto, constituyen el objeto de algún dogma, por ser
como la expresión de una ley de la sobrenatural intervención de Dios en
la economía de la salud. Tales son las profecías y los milagros. Estas cosas
vienen a ser la realización del artículo de la fe credo in Spiritiun Sanctum ,
qui loentus est per prophetas; pero la mayor parte de la historia sagrada la
forman sucesos naturales, que muestran la providencia de Dios sobre Israel
o sobre el mundo todo, ordenada a la realización de sus designios de salud
por Jesucristo. En la narración de estos hechos, los autores sagrados, como
inspirados, son del todo infalibles, como lo son en las cosas de fe y costum¬
bres, ya que escriben la historia sagrada inspirados por el Espíritu Santo,
autor principal de la Sagrada Escritura, que ni puede engañarse ni enga¬
ñarnos. Esta es la doctrina de la Iglesia, que hemos de retener firmemente
y siempre al interpretar la Escritura.
Para resolver las dificultades históricas que se presenten, liemos de exa¬
minar con toda atención y rigor científico el texto sagrado y los documentos
profanos, no dando por cierto como sentido de la Sagrada Escritura lo que
realmente no lo es, ni dando por dato histórico cierto lo que en verdad no
dice el monumento o documento.
En esto es preciso tener muy en cuenta las enseñanzas de la Encíclica
Divino affiante Spiritu. No es tan fácil muchas veces conocer lo. que en
sus escritos intentan decir los antiguos orientales como lo es en nuestros
escritores contemporáneos, ni puede esto conocerse sólo por la gramática
o sólo por el contexto. Para entender lo que ellos quisieron significar con
sus palabras, le es necesario al intérprete trasladarse mentalmente a aquellos
remotos siglos del Oriente y ayudarse de todos los recursos de la Historia,
INTRODUCCIÓN GENERAL
LX XV
de la Arqueología y de otras disciplinas, para ver con la posible claridad y
distinción qué géneros literarios quisieron emplear y emplearon aquellos
vetustos escritores, pues no fueron siempre las de las antiguos orientales
las mismas formas de decir que hoy nosotros usamos, sino otras recibidas
y corrientemente usadas en sus tiempos y países. Cuáles fueran éstas no
puede establecerlo el exegeta de antemano, sino que ha de deducirlo de
la escrupulosa investigación de la antigua literatura del Oriente, que, hecha
en los últimos decenios con mayor cuidado y diligencia, nos ha dado a cono¬
cer con más claridad las formas de decir en aquellos antiguos tiempos usa¬
das, ora en la poesía, ora en la legislación y en las normas de la vida, ora, por
fin, en la narración de hechos y acontecimientos.
III
SENTIDOS DE LA ESCRITURA Y REGLAS HERMENEITICAS
ti
15.—El sentido literal.
Es el sentido literal el pensamiento que las palabras de la Escritura
expresan según la intención de quien las dice. No importa que las palabras
estén tomadas en su significación propia o en una acepción metafórica;
el sentido que según la intención del autor expresan es siempre literal, lite¬
ral propio o literal metafórico. En la religión se dan también cosas o accio¬
nes que se ordenan a expresar ideas y sentimientos del que las ejecuta.
Tales ideas y sentimientos- son, por consiguiente, sentido literal de las
mismas. Pero la Sagrada Escritura es toda obra de dos autores: el autor
humano y el Espíritu Santo, que le ilustra y le mueve a escribir. Como
advierte Santo Tomás, la mente del autor sagrado es instrumento imper¬
fecto del Espíritu Santo inspirante, y, por tanto, aun los verdaderos pro¬
fetas no siempre alcanzan todo cuanto en las visiones que vieron o en las
palabras que oyeron quiso el Espíritu Santo encerrar. Dios no comunica
siempre a cada uno de los profetas toda la luz que por medio de ellos quiere
derramar sobre el mundo, y cada uno de ellos viene a representar una fase
en el progreso del magisterio divino, sin tener a veces por eso pleno cono¬
cimiento de cuanto oscura e implícitamente se halla en sus profecías con¬
tenido.
De aquí que en las Sagradas Escrituras puedan distinguirse dos
sentidos literales: uno, el propiamente literal histórico; el otro, más espi¬
ritual, que, por tener en el Evangelio su pleno desarrollo, puede llamarse
evangélico. El primero depende de las circunstancias históricas del escri¬
tor sagrado y de las de los destinatarios inmediatos de su obra. Tal, por
ejemplo, el sentido histórico de la Ley, es el que ésta tenía para los israelitas
que la practicaban y para quienes era norma de vida.
El segundo viene a ser el mismo literal histórico visto a la luz de reve¬
laciones posteriores, principalmente de la revelación evangélica. Es, por
tanto, más amplio, más perfecto, pues el Espíritu Santo, que destinaba las
Sagradas Escrituras, aun las del Antiguo Testamento, para alimento espi¬
ritual de la Iglesia de Cristo, no coartaba el sentido de la letra a la mente
del escritor sagrado, ni a la necesidad transitoria del pueblo de Israel, al
cual iban inmediatamente destinados los libros. Y así vemos que en los
LXXV1
INTRODUCCIÓN GENERAL
Salmos y en otros libros que a diario usa la Iglesia, hallan los fieles sublimes
enseñanzas religiosas y la expresión de los más exquisitos sentimientos
de piedad, como si para los cristianos directamente hubieran sido escritos,
pues, como dice Santo Tomás, «el Espíritu Santo fecundó la Sagrada Es¬
critura con verdad más abundante que la que los hombres pueden com¬
prender» (II, Sent, 12, 1, 2 ad 7).
18. — Reglas para la investigación del sentido
literal histórico y del evangélico.
Las reglas hermenéuticas que en la investigación del sentido histórico
se deben seguir están condensadas en estas palabras de Eutimio: «Los que
leen las Sagradas Escrituras deben inquirir la intención del que habla, las
disposiciones del que oye, atender a los lugares y a los tiempos, observar
los modismos, y no tomar de igual modo todas las cosas, si quieren alcanzar
el sentido y no quedarse en la superficie de la letra.» En cuanto al espiritual
o evangélico, más perfecto que el histórico, pues la tendencia a la espiritua¬
lidad y a la perfección es la norma de la acción divina sobre el hombre, son
dos las reglas que en su investigación han de observarse. Es la primera la
unidad lógica que liga todas las verdades reveladas, haciendo de ellas un
perfecto organismo. La segunda es el progreso de la revelación, la tendencia
al desenvolvimiento lógico de esas verdades, partiendo de los más elemen¬
tales principios para llegar a las más elevadas cumbres. Atendiendo a esta
tendencia ascensional, y apoyados en el sentido histórico de los lugares
que sobre cada punto de la doctrina revelada forman como una cadena, po¬
dremos ver implícitas en textos oscuros de los primeros libros verdades
que más claramente se contienen en libros posteriores, hasta llegan al Nuevo
Testamento, conforme al antiguo axioma: Vetus Testamentum in Novo patet ,
Novum in Velere latet.
17.—El sentido típico.
La tradición judía y la cristiana reconocen que hay en la Escritura
además del sentido literal, un sentido en que no son las palabras, sino
las cosas o personas por ellas expresadas, las que inmediatamente signi¬
fican. «El autor principal de la Escritura, dice Santo Tomás, es Dios, en
cuyo poder está emplear, para significar las ideas, no sólo palabras, sino
también cosas. Y siendo común a todas las ciencias expresar las ideas con
palabras, la ciencia de la Sagrada Escritura tiene esto de propio: Que
en ella también significan algo las cosas mismas, expresadas por las pala¬
bras. Esa primera significación, por la que las palabras expresan las cosas,
pertenece al sentido literal o histórico; aquella otra, en virtud de la cual
las cosas mismas contenidas en las palabras representan y expresan a su
vez otras cosas, se llama sentido típico, que supone el literal, y en él se
apoya.» La razón objetiva de este sentido la expone Santo Tomás como
sigue: «Dios, autor del orden sobrenatural y ordenador de los hechos
históricos, va disponiendo suavemente el curso de los sucesos, de suerte
que todo se dirija a la glorificación de su Verbo y a la realización de su
obra de salud.» La semilla de la verdad va disponiendo las almas a recibir
la revelación del gran misterio; las instituciones y observancias de la ley
fomentan la piedad y el fervor religioso, que recibirán de Cristo su última
perfección; las personas, los acontecimientos ele |a vida familiar o nació-
INTRODUCCIÓN GENERAL
LXWII
nal, que contribuyen a preparar la obra mesiánica, sirven por el mismo
caso para anunciar desde lejos al gran Rey de las naciones, y para ir,
aunque confusamente, dibujando el plan de su obra portentosa. Los pro¬
fetas señalan repetidas veces la liberación de la servidumbre egipcia
como señal y prenda cierta de otra liberación más insigne; la de la cautivi¬
dad babilónica o de la salud mesiánica. La bondad divina, mostrada
por algún hecho especial, era motivo para excitar la confianza de los fieles
en recibir otros más excelentes favores de Dios y prepararlos para ellos.
Así se cumple que la vida en la antigua Ley es en todo una preparación de
Ja vida cristiana, y la Ley misma, la primera etapa, la figura, el vaticinio
del Evangelio. Debe, sin embargo, advertirse que este sentido, por la mis¬
ma imprecisión de los signos que lo expresan, aunque apto para fomentar
la piedad, no sirve para probar los dogmas de la fe, sino cuando ae su
existencia en un determinado lugar de la Escritura, nos conste por la
autoridad de un autor inspirado, la de la Iglesia o la unánime interpreta¬
ción de los Padres. En estos casos tendrá el texto Ja autoridad de los intér¬
pretes.
10_La Tradición y la Escritura.
Además de estas normas hermenéuticas, derivadas de la naturaleza
divina de las Escrituras, se impone a los católicos la autoridad de la Tra¬
dición, representada por el magisterio de la Iglesia y las enseñanzas de
los Santos Padres. Podría parecer que esto es un elemento extraño a
la Escritura, y que, como dicen los heterodoxos, impide y coarta el estudio
científico de la misma. ¿Cómo justificar esta intrusión? No hay tal intru¬
sión. La verdad divina, que es el objeto de la Sagrada Escritura, fue de¬
positada primero en la mente de los profetas, órganos de Dios, para la
revelación de sus misterios. Los profetas, antes que nadie, recibieron la
vida que de esa revelación brota, y laboraron luego por infundirla en el
corazón del pueblo elegido, antes de que la escribieran en sus perga¬
minos. No otra fué también la obra de Cristo y de sus apóstoles y discí¬
pulos. De manera que la verdad revelada, alma y vida de la Iglesia, antes
que en los libros, fué escrita en la inteligencia y en el corazón de la misma.
Allí reside vivificada por el Espíritu Santo,-libre de las mutaciones de los
tiempos y de la fluctuación de las humanas opiniones; no expuesta a los
descuidos de los amanuenses, ni a la ignorancia de los trascriptores y tra¬
ductores, ni a la malicia de los herejes, manifiesta a los sencillos, oculta a
los soberbios y segura de los tiranos. El Espíritu Santo, que la depositó en
la Iglesia, es el que da a ésta la inteligencia de la misma, y, por la inteli¬
gencia, la vida. Por eso el sentir de la Iglesia católica, la doctrina de los
Padres y Doctores, que son sus portavoces y testigos, la voz del mismo
pueblo fiel, unido a sus pastores y formando con ellos el cuerpo social de
la Iglesia, son el criterio supremo, según el cual se han juzgado siempre las
controversias acerca de los puntos doctrinales, así teóricos como prác¬
ticos; y así decretó el Concilio Tridentino que en la exposición de la Sa¬
grada Escritura, en las cosas de fe y costumbres, a nadie es lícito apartarse
del sentir de los Padres y de la Iglesia.
S. S. Pío XII, en su Encíclica «Divino afilante Spiritu», dice: «Es preciso
que los intérpretes no se contenten con exponer lo que toca a la historia,
a la arqueología, a la filología y otras disciplinas semejantes, como por des¬
gracia sucede en ciertos comentarios, sino que usando de éstos en cuanto
pueda contribuir a la exégesis, -se esfuercen principalmente por exponer
Lxxvm
INTRODUCCIÓN GENERAL
la doctrina teológica tocarte a la fe y las costumbres de cada libro o cada
texto, para que esta exposición suya pueda servir a los teólogos para pro¬
poner y confirmar los dogmas, y sirva también a los sacerdotes para ensenar
al pueblo fiel la doctrina cristiana, y contribuir a que los fieles todos vivan
una vida santa y digna de un cristiano.!
IV
EL CAIVOX DE LOS SAGRADOS LIBROS
IÍJ. — Criterio de eanoníeidad.
Llámase canon a toda regla de la fe o de la disciplina eclesiástica.
De aquí procede la denominación de canónico * que se da a los libros sa¬
grados como tales, pues son regla de nuestra fe y de la vida cristiana,
y, además, porque han sido incluidos en otra regla más alta y universal,
que es la tradición viva de la Iglesia. De esta regla decía San Agustín
que no creería en la Escritura si no le dijera la Iglesia que había que creer
en ella. En ln tradición de la Iglesia se contiene la doctrina, no sólo acerca
de la naturaleza de los libros santos, sino de cuáles son estos. El medio
por el cual se nos transmite esto último es principalmente la lectura pública
de estos libros cu la liturgia eclesiástica. Por eso los más antiguos docu¬
mentos oficiales que poseemos sobre el canon de los libros sagrados re¬
gulaban la lectura pública cu la Iglesia. En ella, sobre todo, se apoyaron
los Concilios de Florencia y de Trento para definir y declarar de fe el
siguiente;
-0. Canon de los Libros Sagrados.
«Son los que a continuación se enumeran: Del Antiguo Testamento:
cinco de Moisés, a saber: El Génesis, El Exodo, El Levftico, Los Núme¬
ros y El Dcuteronomio; Josué, Jueces, Rut, cuatro de los Reves, dos de
los Pnralipómcnos; Esdras, el primero, y el segundo, que se llama Nclic-
mfas; Tobías, Jmlit, E.sler, Job; el Salterio davídico, que comprende 150 sal¬
mos; Proverbios, Eclcsiaslés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Ecle¬
siástico, Isaías; Jeremías con Haruc, Kzcqujel, Daniel; doce profetas me¬
nores, a saber; Oseas, Jocl, Amós, Abdías, Jonás, Miqucas, Kalium, Ha-
bacuc, Sofonías, Agco, Zacarías y Malaqufns; y dos de los Maeabcos, pri¬
mero y segundo. Del Nuevo Testamento: cuatro Evangelios: de San Mateo,
de San Marcos, de San Lucas y de San Juan; Jlechos de Apóstoles,
escritos por el evangelista San Lucas; catorce Epístolas de San Pablo Após¬
tol: a los Romanos, dos a los Corintios, a los Cálalas, a los Efcsios, a los
Filipcnscs, a los Coloscuscs, dos a los Tcsalonieeiises, dos a Timoteo, a
Tilo, a Eilemón y a los Hebreos; dos de San Pedro Apóstol, tres de San
Juan Apóstol, una de Santiago Apóstol, una de San Judas Apóstol y el
Apocalipsis de San Juan Apóstol.*
A esla lista anadió el Concilio Tridcntino el siguiente canon: «Si alguno
no recibiere por canónicos y sagrados estos libros, íntegros, con todas sus
portes, como en la Iglesia católica acostumbraron a leerse y se contienen
en la antigua edición Vulgalá latina, sea anatema,!
INTRODUCCIÓN GENERAL
LXXIX
Estos libros suelen distinguirse en protocanónicos y deuteroeanónieos,
según que desde luego y sin vacilaciones fueron reconocidos como canó¬
nicos, o fueron objeto durante algún tiempo de dudas y discusiones. Los
deuteroeanónieos del Antiguo Testamento son: Tobías, Judit, los dos de
los Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría y Barue, con algunos fragmentos de
Ester y Daniel. Los del Nuevo Testamento son: Epístola a los Hebreos,
II de San Pedro, II y III de San Juan, la de Santiago, la de San Judas
y el Apocalipsis de San Juan.
y '
TEXTOS Y VERSIONES
21. — Lenguas en que fueron escritos los
originales de la Sagrada Escritura.
Acerca de un libro, sobre todo si es antiguo, importa mucho conocer
dos cosas: La lengua en que fué escrito y la fidelidad con que su texto repro¬
duce el original del autor. Esto impone a los estudiosos de la Sagrada Es¬
critura larga y penosa labor. Los libros santos fueron escritos en la lengua
hablada por aquellos a quienes inmediatamente se destinaron. Así, la ma¬
yoría de los libros del Antiguo Testamento fueron escritos en hebreo. Al¬
gunos de ellos tienen trozos en arameo, lengua afín y muy semejante al he¬
breo, y que hablaron vulgarmente los judíos desde los tiempos de la cauti¬
vidad babilónica. Finalmente, hay también algunos escritos en griego,
lengua hablada por los judíos después de la dispersión, sobre todo en
Egipto; y otros que, originalmente escritos en hebreo o en arameo, sólo
se han conservado en una versión griega. De los libros del Nuevo Testa¬
mento sólo el Evangelio según San Mateo fué originalmente escrito en
arameo, como inmediatamente destinado a los judíos convertidos de Je-
rusalén; pero sólo en la versión griega se ha conservado, y en griego fueron
originalmente escritos todos los otros libros. Esta doctrina va resumida
en el siguiente cuadro sinóptico.
/ Daniel: Hebreo, con fragmentos árameos, y griegos
I deuteroeanónieos.
Esdras: Hebreo, con inserción de documentos
árameos.
Ester: Hebreo, con fragmentos griegos deuteroea-
nónicos.
I Eclesiástico y Libro 1 de los Macabeos: Hebreo,
Antiguo Testamento. ' pero conservados en griego.
j Tobías y Judit: Hebreo o arameo, conservados en
griego.
Barue, fragmentos deuteroeanónieos de Daniel y
Ester: Hebreo, conservados en griego.
Sabiduría y Libro II de los Macabeos: Griego.
Todos ios demás: Hebreo y conservados en he-
i breo.
¡ Evangelio según San Mateo: Arameo, conservado
en griego.
Todos los otros: Griego.
LXXX
INTRODUCCIÓN GENERAL
22.—Versiones antiguas.
Los judíos de la dispersión primero, y luego los cristianos, que no en¬
tendían la lengua original de los libros sagrados, hubieron de procurarse ver¬
siones de ellos en su lengua vulgar, para poder leerlos en las sinagogas
y en las iglesias. A los judíos de Alejandría se debe la primera y más anti¬
gua versión de la Biblia hebrea, hecha por varios autores, entre los si¬
glos ni y i antes de Cristo. Es la versión llamada de los LXX, que los
Apóstoles autorizaron con su uso y entregaron a las iglesias por ellos
fundadas. De esta versión griega, por desconocer el hebreo, hicieron des¬
pués versiones los latinos, los eoptos y otros, mientras que ios sirios, cuya
lengua es afín del hebreo, hicieron directamente de esta lengua la versión
a la suya.
23. — Orígenes de la Vulgata latina.
A San Jerónimo, llamado por la Iglesia Doctor mazimua in ir.terprdandis
6acri8 scripturis , se debe un triple trabajo sobre ellas. Primeramente eorri-
gió la versión latina del Salterio, según la edición griega corriente. Después
corrigió el mismo Salterio y otros libros del Antiguo Testamento, según
la edición hexaplar de Orígenes. Por último, tradujo directamente del he¬
breo todos los libros del canon judío, y del arameo, los libros de Tobías y
Judit. Algunos de estos trabajos no pasaron al uso público de las iglesias
y sólo se conservaron en poder de los eruditos. Los demás fueron siendo
poco a poco adoptados por las iglesias, aunque mezclados con lecciones de
la primitiva versión latina y reteniendo otras de ésta que San Jerónimo
con sus correcciones había excluido. De estos elementos vino a formarse el
texto de la actual Vulgata, que el Concilio de Trento, apoyándose, no en
un examen crítico de la versión, sino en el uso tradicional de la Iglesia,
declaró auténtica, mandando que nadie, bajo ningún pretexto, osara recha¬
zarla en los actos públicos del magisterio ordinario de la Iglesia, como
lecciones, predicaciones, etc. El cuadro trazado a continuación como resu¬
men indica los elementos de que consta la Vulgata, cuya corrección, des¬
pués de la verificada por Sixto V y Clemente VIII, está actualmente enco¬
mendada a la Orden Benedictina.
a) Libros protocanónieos: Traducidos del hebreo
por San Jerónimo, excepto el
b) Salterio: Corregido por San Jerónimo según el
texto hexaplar.
c) Tobías y Judit: Traducidos por San Jerónimo
del texto arameo.
d) Baruc y los Macabcos: De la versión latina pri-
I mitiva.
Antiguo Testamento. / e) Fragmentos deuterocanónieos de Daniel: Tra¬
ducidos por San Jerónimo del texto griego de
Tcodoción.
/) Fragmentos deuterocanónieos de Ester: Tra¬
ducidos por San Jerónimo del texto griego
de los LXX.
g) Sabiduría y Eclesiástico: De la antigua latina,
ligeramente corregidos por San Jerónimo se-
1 gún el texto griego.
INTRODUCCION GENERAL
LX XXI
Nuevo
Testamento.
a) Evangelios: Corregidos ciertamente por San Je¬
rónimo según el texto griego.
b) Los demás libros: Corregidos probablemente por
San Jerónimo según el texto griego.
24.—Autenticidad do la Vulgutn.
Respecto de la autenticidad de la Vulgata, más que decir nada por nuestra
cuenta, preferimos reproducir lo que respecto de ella dice S. S. Pío XII en
su Encíclica «Divino afilante Spíritu».
Nadie piense que el uso de los textos primitivos, hecho según las normas
de la crítica, se opone en modo alguno a lo que sabiamente decretó ei Con¬
cilio Tridentino acerca de la Vulgata latina, pues como lo atestigua la His¬
toria, los Padres del Concilio, lejos de oponerse al uso de los textos primi¬
tivos, expresamente rogaron al Pontífice que «en favor de las ovejas de
Cristo encomendadas a Su Santidad», procurase también que, además de
la edición de la Vulgata latina, «tuviese la Santa Iglesia de Dios un ejem¬
plar griego y uno hebreo, lo más corréelos posible», deseo al que, si por lo
difícil de los tiempos y por otros impedimentos no se pudo responder ple¬
namente, al presente, como esperamos, unidos los esfuerzos de todos los
católicos doctos, podrá satisfacerse más perfecta y plenamente. Que el
Concilio mandara que la Vulgata latina fuese la versión latina «que todos
tuviesen por auténtica», sólo, como todos ven, afecta a la Iglesia latina y
al uso público en ella de la Escritura, y sin duda no disminuye en nada la
autoridad y la fuerza de los textos primitivos. Pues ni se trataba entonces
de textos primitivos, sino de las versiones latinas entonces divulgadas, entre
las cuales muy justamente mandó el Concilio preferir aquella que «por el
prolongado uso de tantos siglos ha sido aprobada en la Iglesia misma». Por
tanto, esta superior autoridad de la Vulgata o, como suele decirse, auten¬
ticidad, no la fundó el Concilio en razones principalmente críticas, sino más
bien en el legítimo uso de la Iglesia por el decurso de tantos siglos, que
demuestra que está inmune de todo error en las cosas de fe y costumbres,
de modo que puede ser aducida, con el testimonio y la confirmación de la
misma Iglesia, seguramente y sin temor alguno de errar, y por tanto esta
autenticidad no se dice principalmente crítica, sino más bien jurídica. Por
lo cual esta autoridad de la Vulgata en las cosas doctrinales lio prohíbe—sino
más bien hoy casi exige—que esa misma doctrina se compruebe y confirme
también por los textos primitivos y que a esos mismos textos se acuda, para
que cada vez más se aclare y explane la significación de las Sagradas Letras.
Ni se prohíbe tampoco por el decreto del Concilio Tridentino, que para
el uso y bien de los fieles de Cristo y para más fácil inteligencia de la divina
palabra, se hagan versiones en las lenguas vulgares, y se hagan también
éstas de los mismos textos primitivos, como ya, con la aprobación de la auto¬
ridad de la Iglesia, sabemos que en muchas regiones se ha hecho.
25.—Versiones espaüolas.
I
Las múltiples versiones españolas, ya totales, ya parciales, de los libros
sagrados son, unas, del texto latino de la Vulgata; otras, de los textos origi¬
nales. Las primeras contienen todos los libros, como hechas por autores ca¬
tólicos; las segundas, como hechas por judíos o protestantes, sólo contienen
vi
ucxxii
INTRODUCCIÓN GENERAL
los libros protocanónicos del Antiguo Testamento, es decir, aquellos cuyo
texto hebreo ha llegado hasta nosotros, las de judíos, o los protocanónicos
de uno y otro Testamento, las de protestantes.
1. ° En su Crónica General , Alfonso X, el Sabio , incluyó la traducción
de casi toda la Escritura, hecha del latín: Biblia alfonsina.
2. ° En los siglos xiv y xv, los judíos hicieron hasta seis versiones de la
Biblia, la principal de las cuales, la única impresa, es la llamada Biblia de
Alba , editada en Madrid. Imprenta Artística, 1920.
3. ° En el 1553, los judíos españoles residentes en Italia publicaron la*
Biblia traducida «palabra por palabra» en dos ediciones, la una dedicada
a los judíos y la otra dedicada a los católicos. Del lugar de su impresión
lleva el nombre de Biblia de Genova.
r 4 0 En Basilea (1567-1569), Casiodoro de Reina, protestante, publicó
una versión de toda la Biblia que es conocida por Biblia del Oso. Esta misma,
corregida luego por Cipriano de Valera, fue impresa en Amsterdam (1602).
Es la que acredita y difunde por España la Sociedad Bíblica inglesa.
5.° Modificada la legislación eclesiástica, que desde el siglo xvi prohi¬
bía la lectura, y por consiguiente, la impresión de los libros santos en len¬
gua vulgar, publicó el P. Felipe Scio, escolapio, la traducción española
hecha del latín. (Valencia, 1791-1793.)
6.° Don Félix Torres Amat, canónigo entonces de Barcelona, dió a luz
otra nueva versión de la Vulgata latina, hoy muy difundida, en Madrid
(1823-1825). Parece que en la preparación de su trabajo el Sr. Torres Amat
utilizó una traducción del P. José Miguel Petisco, S. J.
Fuera de estas versiones generales, ya del Antiguo Testamento hebreo,
ya de la Biblia toda, abundan las traducciones y ediciones de libros par¬
ticulares o de grupos de libros de uno u otro Testamento.
No hay, pues, traducción alguna castellana total, hecha directamente
de los textos originales. Las totales son versiones de la Vulgata. Las hechas
sobre los textos originales no comprenden los libros deuterocanónicos,
que ni judíos ni protestantes admiten.
Al dar a la pública luz esta nueva versión castellana directa y completa
de las Sagradas Escrituras, llenamos un vacío de tiempo ha sentido en
nuestra España, y al encomendarla a la benevolencia de ios lectores, les
pedimos y rogamos instantemente que la reciban y juzguen con la ecua¬
nimidad y suma caridad que a todos los lujos de la Iglesia recomienda Su
Santidad Pío XII en su reciente Encíclica para con los conatos de los va¬
lientes operarios de la viña del Señor en las cosas bíblicas, huyendo de ese
poco prudente prurito de impugnar o al menos de tener por sospechoso
todo lo nuevo, pues sólo en un ambiente de mutua confianza y caridad podrán
dar frutos los aunados esfuerzos, que manteniendo incólumes los principios
dogmáticos y la doctrina de la Iglesia, aporten cada uno lo que pueda para
el bien de todos, para provecho cada día creciente de la doctrina sagrada y
defensa y honor de la Santa Iglesia. La verdadera libertad de los hijos de
Dios, fomentada y sustentada por todos, es condición y fuente de todo fruto
Verdadero y de todo progreso de la ciencia católica, como ya egregiamente
lo expuso Su Santidad León XIII, diciendo: «Sin la común conspiración y
la seguridad en los principios, no podrán esperarse para estos estudios gran¬
des provechos de los esfuerzos aunados de muchos.»
INTRODUCCION ESPECIAL A LOS LIBROS
HISTORICOS
1. — La Historia Sagrada.
Se llama Historia Sagrada a la historia del pueblo de Israel, escogido
por Dios para preparar la obra de la salud mesiániea. El concepto de esta
historia depende del que de la misma salud se tenga. Para los racionalistas,
esta salud no implica nada sobrenatural, y así, la historia de Israel no se
distingue sustancialmente de la historia de los otros pueblos. Según ellos,
Israel, por una selección lenta y natural, fue elevándose de su estado pri¬
mitivo de ignorancia y barbarie hasta la perfección moral y religiosa de
que nos da testimonio la Biblia.
Mas para quien cree en los destinos sobrenaturales del hombre y en la
intervención sobrenatural y extraordinaria de Dios en la historia del
humano linaje, la Historia Sagrada es la historia de esta sobrenatural
intervención de Dios por medio de sus enviados, los profetas y legisladores
de Israel. Desde los comienzos de la humanidad depositó Dios en el cora¬
zón del hombre una aspiración y una esperanza: La aspiración a participar
de la vida divina y la esperanza de poder algún día alcanzar el término
de esa aspiración, no obstante los impedimentos que a ello puedan opo¬
nerse. Esta aspiración y esta esperanza van tomando forma cada vez
más clara en el corazón humano, hasta llegar a Jesucristo, que las lleva a
feliz término. Este desarrollo no se realiza sin enconada lucha, por opo¬
nerse a él las mismas fuerzas humanas. Pues bien, la Historia Sagrada
es la historia de esa intervención divina, de sus luchas con las fuerzas ad¬
versas y de sus progresos hasta llegar a la cumbre de la perfección en
Jesucristo. San Agustín nos ofrece esta historia como la historia de dos
ciudades opuestas; la Ciudad de Dios, que vive del amor del sumo Bien y
lucha por él, y la ciudad del mundo, que vivé del amor de sí misma y com¬
bate por hacerle triunfar.
2.—Las leyes de la Historia sagrada.
La primera ley que rige el desarrollo de esta historia es la del progreso
de la revelación profética, de que antes hemos hablado en la «Introducción
general». San Cirilo de Alejandría compara la obra de Dios a la de uh
pintor, que al ejecutar un cuadro comienza por el dibujo, y va luego, poco
a poco, dándole el colorido, hasta dejarlo acabado. La segunda ley es la
de la adaptación. El progreso de la revelación es ya una adaptación a la
capacidad del hombre, como bellamente lo declara San Juan Crisóstomo.
LXXX1V
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
Pero hay, además, otra adaptación a las condiciones intelectuales, morales
y religiosas del hombre, en virtud de la cual va Dios elevando constante¬
mente las ideas, los sentimientos, las instituciones, los ritos y ceremonias,
para cada vez mejor expresar la verdad revelada y ennoblecer los senti¬
mientos que de ella brotan. Más lejos lleva todavía Dios esta adaptación,
llegando hasta condescender temporalmente con ciertas flaquezas huma¬
nas, esperando a que la fuerza de su gracia venga a hacerlas desaparecer.
De aquí que las verdades de orden moral y religioso, como destinadas por
su naturaleza a informar y regir la vida humana, comiencen por tomar
cuerpo en la misma organización social, en las leyes e instituciones civi¬
les, en las costumbres domesticas y en los ritos y ceremonias religiosas,
ya antes conocidos y practicados por Israel, y vaya purificándolos y ele¬
vándolos en virtud de un nuevo principio de vida sobrenatural, elevando
mediante ellas la vida misma del hombre. Esto explica la gran semejanza
entre la vida de Israel y la de los otros pueblos, especialmente si son de
su misma raza o han vivido en estrecha relación con él. De ahí las coinciden¬
cias de Israel con esos pueblos en cuanto al nacionalismo, la venganza per¬
sonal, la poligamia, el divorcio y otras cosas tocantes a la religión y a la
moral, que va Dios por sus profetas poco a poco restringiendo, hasta que
del todo quedan corregidas con la promulgación del Evangelio.
Por esta incorporación de la revelación divina a la vida del pueblo se
explican también las influencias que han ejercido en el desarrollo de la
Historia Sagrada los sucesos históricos, como guerras, invasiones extranje¬
ras, deportaciones, cambios de dinastía, etc.
Estas sencillas, pero fundamentales consideraciones, nos dan la solu¬
ción de las dificultades y argumentos que oponen los racionalistas, y en que
apoyan éstos su teoría de la absoluta semejanza entre la Historia Sagrada
y la historia de los otros pueblos, por las analogías externas que entre una
otra se ofrecen.
3.—Clasificación de los libros históricos.
Del concepto que de la Historia Sagrada hemos expuesto se desprende
que los documentos primarios de la misma son los escritos de los pro¬
fetas, por los que se comuniea la divina revelación, y los textos legislati¬
vos en’ los que esa revelación toma cuerpo para obrar sobre la vida del
pueblo. Pero no es de estos libros de los que ahora tratamos, sino de aque¬
llos que formalmente narran la vida del pueblo, sus vicisitudes, sus gue¬
rras, deportaciones, caídas y resurgimientos religiosos, en los que, como
importantes actores de la historia, intervienen los ministros de la revelación.
Estos libros son, en el Antiguo Testamento, los siguientes: El Génesis y,
en parte, los otros cuatro libros del Pentateuco; Josué, los Jueces, Rut,
los dos de Samuel, los dos de los Reyes, los dos de las Crónicas, común¬
mente llamados Paralipómenos, Esdras y Xehemías, Judit, Tobías, Ester,
y finalmente los dos de los Maeabeos. De ellos, la mayor parte contienen
la historia general de Israel; otros se limitan a episodios personales impor¬
tantes en la vida del pueblo; por ejemplo, Judit y Ester; otros son biogra¬
fías particulares, pero siempre relacionadas con la vida del pueblo; por
ejemplo, Rut y Tobías. Los que contienen la vida general del pueblo for¬
man dos series, aunque con algunos vacíos. En el Pentateuco, El Génesis,
que es como la prehistoria de Israel, v el Deuteronoinio, que es un resumen
de la historia y de la ley, forman dos obras literariamente distintas de los
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS.
LXXXV
otros tres libros, en que se nos cuentan la liberación de la servidumbre
egipcia, la legislación dada a Israel y las peregrinaciones por el desierto.
Entre El Génesis y El Exodo hay un vacío de varios siglos, correspondien¬
tes. a la estancia de Israel en el país de los Faraones. Josué, que cuenta la
conquista y la distribución de la tierra de Canaán entre las tribus, empalma
literaria e históricamente con el Deuteronomio. Los Jueces son literaria¬
mente obra distinta, pero su historia enlaza con la que le precede y la que
le sigue; abarca el espacio de varios siglos que median entre Josué y Samuel.
Los dos que en hebreo llevan el nombre de este último, y que en los LXX y
en la Vulgata son los dos primeros de los Reyes, forman literariamente
una sola obra, que narra los orígenes y la consolidación de la monarquía,
precedida de la judicatura de Samuel, que es el órgano de Dios para la in¬
troducción de este cambio de gobierno en Israel. Con esta obra enlazan
históricamente los dos libros de los Reyes, que en los LXX y en la Vulgata
son el III y el IV de los Reyes y forman literariamente una obra indepen¬
diente en que se narra la historia de la monarquía davídica en tres períodos:
primero, el reinado de Salomón (I Reg., 1-11); luego, la historia paralela de
los dos reinos, hasta la destrucción de Samaría en 721 (I. Reg. 12, II Reg., 17);
y por fin, la historia de Judá hasta la cautividad en 587 (II Reg., 18-25).
Los libros siguientes a éstos forman una segunda serie paralela a la
primera. Los Paralipómenos o Crónicas resumen en forma de genealogías
toda la historia que media entre Adán y Samuel, y prosiguen luego en la
forma histórica ordinaria la historia de la monarquía de Jerusalén, en
sus relaciones con el Santuario, hasta la destrucción de la ciudad santa.
Literaria e históricamente, entroncan con el libro de Esdras, que narra los
esfuerzos para la restauración de Jerusalén, después de la vuelta de la cau¬
tividad. Nehemías completa la historia de este período; pero ni literaria
ni históricamente enlaza con las dos obras precedentes. Los dos de los
Macabeos son dos libros independientes y, en parte, paralelos entre sí.
Por vía de introducción, comienza el primero contando la historia de Ale¬
jandro Magno y de sus sucesores hasta Antíoco IV, que con su tiranía
originó la sublevación de los judíos, objeto principal de la obra. Cuenta las
hazañas de los tres hijos de Matatías: Judas, Jonatás y Simón, durante un
espacio de cuarenta años (175-136). El libro segundo toma el hilo de la
historia desde Seleuco IV, predecesor de Antíoco IV, y termina en 161,
con la victoria de Judas sobre Nicanor. Entre Esdras-Nehemías y los
de los Macabeos queda sin llenar un espacio bastante largo de tiempo.
En cuanto a las historias episódicas particulares, no cabe duda de que
la de Rut pertenece a la época de los Jueces; pero acerca de la de Judit, dis¬
cuten mucho los críticos si pertenece a la época anterior o a la posterior a
la cautividad. La de Ester no cabe dudar que es de la época de los persas.
Tobías cuenta sucesos acaecidos bajo la dominación asiria.
En el Nuevo Testamento son históricos los cuatro Evangelios y los
Hechos de Apóstoles. Ninguno de los Evangelios es la perfecta v completa
biografía de Cristo Nuestro Señor, pues aunque todos ellos tengan por
objeto la narración de los sucesos de su vida, sus milagros y sus predica¬
ciones, hay, como advierte San Juan al fin del suyo, otras muchas cosas
que hizo Jesús, y que si todas se consignaran por escrito, ni el mundo todo
podría contener tantos libros. Cada uno de los evangelistas consignó de los
hechos y de las predicaciones del Salvador, aquellos que más hacían al
fin doctrinal que cada uno se propuso. Los tres primeros tienen entre sí
gran semejanza en el material histórico que eligieron y aun en el orden que
siguieron en su narración. Por eso se llaman sinópticos, pues los tres nos
dan una común visión de la vida de Jesús, en su mayor parte durante su
LXXXVl
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
ministerio evangélico en la Galilea. El cuarto, el de San Juan, se distingue
notablemente de los otros tres, y el material histórico, principalmente ser¬
mones del Salvador, lo toma de su ministerio evangélico en la Judea. El
no ser los cuatro Evangelios biografías propiamente dichas de Jesús, no
obsta para que contengan y de ellos se deduzca, una historia bastante com¬
pleta, lo completa que quiso Dios que la tuviéramos, de la vida y del mi¬
nisterio evangélico del Salvador, pues nos describen su origen, su ministe¬
rio, sus dichos, su pasión y muerte, su gloriosa resurrección y su ascensión
a Jos cielos.
Los Hechos de Apóstoles son la narración de algunos acontecimientos
de capital importancia acaecidos en la Iglesia primitiva desde la Ascensión
del Señor hasta la cautividad de San Pablo en Roma, como son: La solemne
fundación de la Iglesia, la primera persecución contra ella desencadenada
por los judíos, la vocación de los gentiles, la conversión de Pablo, el Con¬
cilio de Jerusalén y algunos de los principales hechos de la actividad apos¬
tólica de Pedro y de Pablo.
-Concepción pragmática de la historia.
Por lo que hace al método con que han sido escritos los libros históricos,
es preciso distinguir entre la concepción de la historia y su ejecución
literaria. La concepción de la historia es en los autores sagrados pragmá¬
tica, es decir, de tesis doctrinal, y su pragmatismo se funda en Iqs principios
religiosos enseñados por los profetas y expuestos en muy varias formas en los
libros de la Escritura. Estos principios son distintos en los distintos autores;
pero todos se derivan de la especial providencia que Dios había prometido a
Israel. En la primera parte del Génesis es manifiesto el propósito de narrar
algunos sucesos en que se manifiestan los divinos atributos, principalmente
aquellos que tienen más estrecha relación con el orden moral, y el de tejer las
humanas genealogías, hasta llegar a Abraham, en quien y en cuya descenden¬
cia se concretan las divinas promesas. Los restantes libros del Pentateuco y el
de Josué demuestran cómo cumplió Dios la promesa hecha a Israel de to¬
marle por pueblo suyo, sacándole de la servidumbre egipcia, haciéndo con él
una alianza y dándole la tierra prometida. El pragmatismo de los Jueces
se halla claramente formulado en la segunda introducción (2, 6-29).
Cuando Israel, olvidado de su vocación y de su pacto con Dios, se deja
seducir por el culto idolátrico de los Cananeos, el Señor le manda enemigos
que le castiguen, y el castigo le reduce a penitencia. Convertido, le envía
Dios un juez, que le libra de sus enemigos. El pragmatismo de Samuel
tiende a demostrar cuáles son los deberes de la monarquía teocrática de
Israel, cuyos Reyes no deben obrar como señores absolutos, a semejanza de
los de los otros pueblos, sino mostrarse dóciles a la ley divina y a la direc¬
ción de los profetas. David es el modelo de los Reyes de Israel. Sobre este
mismo concepto está calcado el plan de los libros de los Reyes y de las Cró¬
nicas. En general, puede decirse que los historiadores sagrados van siempre
guiados por un fin ddetrinal, inspirado en la ley y en los profetas. No sin
razón incluyeron los judíos sus escritos en la sección de profetas. De aquí
procede que para establecer su pragmatismo, su filosofía de la historia, no
necesitan hacer una completa exposición de los hechos, de los que poder
deducir científicamente sus conclusiones. Los hechos más bien que
material para una argumentación inductiva, son como ejemplos en los
que se realizan los principios conocidos por la revelación; y así la narra¬
ción no necesita ser completa, ni en la exposición general de los hechos ni
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
LXXXVII
en la detallada descripción de los mismos. Ya hemos indicado que hay lar¬
gos lapsos de tiempo sobre los que nada nos dicen los historiadores, y
añadiremos que no pocas veces la narración está lejos de ser suficiente¬
mente detallada y completa para darnos cabal conocimiento de los hechos.
o.—Ejecución literaria de la historia.
Dos métodos se muestran claramente en el modo que los historiadores
siguieron en la composición de sus obras: el de redacción personal y el de
compilación o trascripción de documentos. Judit, Tobías y I de los Maca-
beos nos ofrecen un ejemplo del primer modo. El segundo aparece clara¬
mente en los Reyes, las Crónicas, Esdras-Neliemías y II de los Macabeos.
Según la opinión de algunos exegetas, esto último sucede también en los
restantes libros del Antiguo Testamento, desde El Génesis hasta los de
Samuel.
Acerca de este segundo método hay que advertir que la trascripción y
compilación de documentos se hace alguna vez sin ninguna indicación de
las fuentes, y aunque de ordinario se redactan adaptándolos al cuadro his¬
tórico que el autor sagrado se ha propuesto, alguna que otra vez se trascri¬
be tal y como se hallan en sus fuentes: pero con esto gana la historia, si no
en claridad, en autoridad humana, toda vez que se nos dan mejor a conocer
las fuentes en que la Historia se apoya; y éstas, cuanto son más antiguas que
el escritor que en ellas bebe y más cercanas a los hechos mismos, tanto
mayor crédito merecen ante el tribunal de la razón histórica.
0. — Relaciones entre la Historia Sagrada
y la proiana.
Debemos recordar el concepto que de la Historia Sagrada hemos ex¬
puesto, según el cual es la historia de la verdad y de la gracia divinas, en¬
carnadas en el pueblo de Israel, cuya vida tienden a elevar, a divinizar,
según la expresión de los místicos. Por esta incorporación a. la vida de
Israel, la Historia Sagrada viene a ponerse en contacto con la profana y a
recibir sus influencias.
Primeramente hay que considerar en la historia de los pueblos gentiles
sus instituciones políticas, sociales, domésticas, etc., para compararlas
con las del pueblo hebreo. Asimismo se ha de atender a la vida moral y
religiosa, a la manera de concebir la divinidad y sus relaciones con el
hombre, a las ceremonias y ritos del culto, etc. Aun prescindiendo de lo
que en esto pudiera haber que se remontase a la tradición primitiva, se ha
de tener en cuenta que son con frecuencia manifestaciones de la razón
natural, que son un destello del Verbo divino y que algunas son buenas y
tienden a la perfección de la vida humana, aunque en ellas, como en todo
quepan no pocos errores. Participando Israel de la cultura antigua, y re¬
cibiendo las influencias de otros pueblos, en muchas cosas más adelanta¬
dos que él, es natural que tales influencias hayan alcanzado a sus costum¬
bres y a la manera de expresarlas. De aquí proceden las grandes seme¬
janzas que en muchos puntos existen entre el pueblo de Israel y los otros
pueblos con quienes vivió en contacto. Pero al lado de estas semejanzas
hay una sustancial diferencia y una manifiesta superioridad en la verdad
sobrenatural que anima la vida del pueblo hebreo. Hay en la religión de
Israel un soplo de vida que tiende a elevar las almas a las altas regiones de
LXXXVIH
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
lo divino. Y de aquí procede el término que una y otra cultura han tenido.
Murió la gentílica con los pueblos que la crearon, a no ser en aquellos ele¬
mentos que fueron asimilados por la religión bíblica, mientras que ésta
va cada día progresando y contribuyendo ai progreso espiritual del inundo.
En el primer aspecto de esta exposición, cuanto contribuya a ilustrar la
historia de la antigua cultura servirá para ilustrar la historia bíblica.
En segundo lugar, hemos de considerar los grandes sucesos históricos
de influencia universal que más resonancia han tenido en la historia del
pueblo hebreo, tales como emigraciones, invasiones, guerras, nacimientos
y caídas de imperios, etc. Fueron éstos en gran número, porque la Pales¬
tina ha sido el lugar de encuentro de las antiguas civilizaciones y de los
antiguos imperios. Por eso, cuantos documentos contribuyan a ilustrar la
historia de Egipto, de Asiria, de Caldea, del imperio de Alejandro Magno y
de sus sucesores, pueden contribuir a ilustrar la Historia Sagrada, que tan¬
tas veces los menciona o los supone conocidos de los lectores. Al contrario,
son muy raros los casos en que los documentos de la histria profana hacen
mención del pueblo de Israel o de cosas tocantes a él; y cuando esto ocurre,
hablan de él sólo como objetivo de alguna de sus campañas; pero la vida
religiosa de Israel, lo que constituye su privilegiada grandeza, fué total¬
mente desconocido de los escribas egipcios, asirios y babilónicos. Sola¬
mente los griegos, curiosos investigadores de las cosas extranjeras, se dieron
cuenta de este hecho, y el juicio que de él formaron concuerda con el que
más tarde se hicieron del Evangelio. (I. Cor. 1. 22 sig.)
7»—Principales documentos históricos.
Entre los principales documentos que contribuyen a ilustrar la Historia
Sagrada indicaremos los siguientes:
1. ° El relato caldeo de la Creación, siquiera sea por el manifiesto con¬
traste con la narración del Génesis.
2. ° El del Diluvio, bastante más interesante que el de la Creación, y
cuyas semejanzas con el relato bíblico, fuera de lo que atañe a la noción
de Dios, son innegables.
3. ° La inscripción de Meneftá, único documento egipcio en que se
menciona a Israel, y que si en su estilo fuera más preciso, podría servir
para fijar mejor la época del éxodo.
4. ° Para el estudio de la Ley contribuye el monumental código de
Hammurabí, juntamente con otros muchos documentos jurídicos y reli¬
giosos que nos ofrece la literatura cuneiforme.
5. ° La correspondencia diplomática de El-Amarna nos da una idea
muy cumplida del estado político de la Palestina en la época de la inva¬
sión de los hebreos, conducidos por Josué. Xo hay hasta hoy modo de ilus¬
trar el período de los Jueces ni los comienzos de la monarquía.
6. ° Sesak nos dejó grabados en los muros de lvarnak los nombres de
las ciudades de la Palestina por él conquistadas en la expedición de que
nos da cuenta el libro segundo de las Crónicas (12-3).
7. ° Mesa, rey de Moab, celebra en su inscripción las victorias alcan¬
zadas sobre Israel, de que hace mención el libro segundo de los lleves
(4. 3 sig.).
8. ° Muy ricos en noticias son los archivos asirios, en los que hallamos
minuciosos relatos de las campañas de Salniauasar, Teglalfalasar IV,
Sargón, Senaquerib, Asaradón y Asurbauipal.
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
LXXXJX
9. ° Otro tanto sucede con las crónicas de Babilonia, que ilustran la
historia de los imperios mesopotámicos hasta la conquista de Babilonia
por Ciro.
10. A la época de la restauración de Jerusalén pertenecen los papiros
de Elefantina, que esclarecen notablemente la historia de Esdras y Nehe*
mías.
11. Para la época posterior tenemos los historiadores clásicos, prin-
palmente Flavio Josefo, que para trazar la historia de los últimos días de
su patria dispuso, sin duda, de más abundante documentación que los
extraños y presta una gran contribución a la Historia Sagrada.
8. — La cronología bíblica.
La historia describe los hechos, condicionados por el espacio y el tiempo;
por eso se dice que la geografía y la cronología son los dos ojos de la historia.
Para muchos es casi un axioma que en la Escritura no hay cronología, y la ver¬
dad es que las incertidumbres en la cronología bíblica son muchas, aunque no
las mismas en todos los libros. La cronología precedente a la época de Abraham
se halla en las dos genealogías de los diez patriarcas anteriores y posteriores
al diluvio. Adicionados los años que corren entre el nacimiento de cada uno
de estos patriarcas y el de su primogénito o sucesor, nos dan la duración de
cada uno de estos períodos. Pero la inseguridad de las cifras y la incertidum¬
bre acerca de la naturaleza de estos números y de estas genealogías hace
aquí verdadera la anterior afirmación de que no hay cronología bíblica. El
historiador caldeo Beroso nos presenta también para los tiempos antedilu¬
vianos una serie de diez Reyes, que reinaron en Caldea; pero la oscuridad de
la cronología bíblica no se disipa con este también oscuro documento. Los
datos generales de la historia de Caldea, de Egipto, de Elam, y sobre todo los
de la Prehistoria, parecen demostrar que estas genealogías bíblicas son muy
incompletas.
Ha sido bastante común aceptar la coincidencia de la época de Abraham
con la de Hammurabi; pero nuevos documentos han obligado a mudar de
sentencia. Los más recientes descubrimientos cuneiformes colocan el comienzo
del reinado de Hammurabi por el año 1870 ó el 1790. No hay, pues, hasta
ahora punto fijo de la cronología profana que pueda en este período servirnos
de apoyo para la cronología bíblica del mismo. Todos convienen en que la in¬
migración de Israel en Egipto se verificó durante la dominación de los reyes
Hiksos; pero habiendo durado ésta varios siglos, y siendo muy oscura su his¬
toria, en esa misma o mayor oscuridad quedamos respecto del tiempo de la
inmigración. El tiempo del éxodo tampoco puede con seguridad determinarse.
Las opiniones de los egiptólogos se dividen, optando unos por el reinado de
Amenofis II, en la postrera mitad del siglo xv a. C., y otros por el de Meneftá,
dos siglos más tarde, hacia el año 1230 a. C. La sentencia común hace recaer
en el año 1000 a. C., el reinado de David. La duración del período de los Jueces
queda sin determinar. Son bien conocidas las palabras de San Jerónimo sobre
la oscura cronología de los libros de los Reyes. Sin embargo, a la nueva luz
de los documentos asirios la cronología bíblica adquiere algunos puntos fijos
en este período. Así la campaña siro-efraimita, que tan importante lugar ocupa
en los vaticinios de Isaías, ocurrió por los años 734-732 a. C.; la destrucción de
Samaría por Sargón, el año 722 a. G. Para el último período de la vida de Judá
no hallamos ya tantos datos en los documentos asirios. La destrucción de
xc
INTRODUCCIÓN. LIBROS HISTÓRICOS
Nínive ocurrió en el G12 a. C.; en 586 la de Jerusalén, y en 539 la conquista
de Babilonia por Ciro. Con ésta termina oficialmente la cautividad. La crono¬
logía de la restauración, aunque más fija, tiene todavía sus dificultades, y
los doctos disputan sobre el orden que en la historia tienen las legaciones de
Esdras y Nehemías. En los libros de los Macabeos el cómputo de los años es
más preciso, pues ambos libros parten de la misma fecha, la de la batalla de
Gaza, comienzo de la era seléucida, que principia el primero de octubre del
año 312, antes de Cristo. Pero el libro primero comienza a contar a partir de
la pascua del dicho año, mientras que el segundo cuenta desde el otoño del
mismo, originándose así una diferencia de seis meses en el cómputo del uno y
el del otro.
NOTA DE LOS GRABADOS
Los grabados escogidos para ilustrar esta edición de la Sagrada Biblia
de la Biblioteca «le Autores Cristianos, son obra de famosos maestros
flamencos del siglo xvi, y han sido fotografiados expresamente de los guar¬
dados en ! a Sección de Bellas Artes de la Biblioteca Nacional.
GRABADOS A PLANA ENTERA
ANTIGUO TESTAMENTO.— Acompañan a cada uno de sus libros,
a excepción del libro de la Sabiduría y del Cantar de loa Cantares , grabados
que pertenecen a la obra Thesaurus sacrarum historiarum Veteris Testamenti f
clegantissimis imaginibus expressum , que de la editorial de Gerard de Iode
salió en 1585, y son debidos al buril de J. Sadeler, J. H. Wierix, Harmen
Müller y A. Collaert, según dibujos de Martin Vos, Martin Hcemskcrck
y Aclriaen de Wcerdt.
Para el libro de los Salmos se ha elegido especialmente una lámina de la
Historia de Saúl y David titulada Patientiae Davidis Rcgis t dibujada por Vos
y grabada y editada por Sadeler en 158G.
De los mismos dibujantes y editor, es el precioso grabado que ilustra el
Cantar de los Cantares y y que está en colección aparte en nuestra sección.
NUEVO TESTAMENTO. — Durero ilustra casi todo el Nuevo Testa¬
mento, en su doble manifestación de grabador en madera y cobre.
Evangelios de San Mateo y San Marcos. —«El Nacimiento de Cristo» y «Cristo
se despide de su madre» son las láminas 10 y 17 de la serie en madera Vida de
la Virgen f que posee la Biblioteca Nacional.
Evangelios de San Lucas y San Juan .—«El descendimiento» y la «Resu¬
rrección» pertenecen a la Pequeña Pasión , serie grabada en cobre.
También de Durero es la ilustración del Apocalipsis (madera) y el San
Pablo de las Cartas (cobre).
Los «Hechos de los Apóstoles» son dibujados por M. de Vos y editados
por la Viuda de Gerard de Iode.
CABECERAS DE LIBRO
Las del Antiguo Testamento están tomadas de la obra Historiarum Veteris
Testamenti (Lyón, 1543), bella y rara edición grabada por Holbcin en madera.
Las del Nuevo, de una Biblia Sacra ad Hebraicam veritatem ..., editada
por los herederos de Jacobo Giunta en Lyón, 1549.
COLOFONES
Los colofones, dibujados por Martin de Vos y editados por Ph. Galle,
están grabados con extraordinaria delicadeza por Wierix, Callacrt, Passe y
otros maestros del siglo xvi.
Elena Páez
Bibliotecaria de la Sección de Estampas
de la Biblioteca Nacional.
FE DE ERRATAS
No señalamos los errores que se han deslizado en la transcripción de algunos nombres personales
y geográficos, ni las erratas tipográficas, relativamente pocas, que con facilidad salvará el buen sentido
de los lectores . Consignamos tan sólo las que podrían ocasionar alteración o confusión en el sentido del
texto.
Página
Columna
Linea
Dice
Léase
21
1
34
acaneos
can ancos
21
1
50
el de desierto
el desierto
32
2
2
dos
los
48
2
21
espinas
espigas
77
2
33
lo
le
83
2
46
violada
violeta
85
1
2
de ella
en ella
91
1
41
santuario Yave
santuario de Yave
IOI
1
II
cortina
cortina con veinte columnas
y sus veinte
IOI
2
21
los
las
144
1
19
fíenos
llenos
156
1
13
vuestra familia
vuestras familias
157
2
35
revista
reviste
206
1
38
los
les
206
2
31
grana
grama
209
1
1
a
la
209
1
44
óe
de
214
8
realizada
realizadas
214
9
hacérselas
hacérsela
224
2
41
todo
todos
229
I
32
Betsabe
Berseba
231
2
36
Siclaj
Siceleg
231
2
37
Jaseruso
Josersua
233
2
22
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de
246
I
1
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Jaroset
246
I
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Jaroset
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consagré a
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421
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679
1
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Jerusalén
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I
9
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él
683
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refugiaros
refugiaos
683
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26
vida
viña
683
I
44
fronda
flauta
687
2
23
Sersá
Serás
Págin;
688
689
697
713
761
765
780
788
792
798
1221.
1224
FE DE ERRATAS
Columna
Línea
2
23
1
38
2
46
1
38
1
51
2
54
2
28
1
58
1
53
2
21
1
44
2
54
Dice
Sebaot
que es
tor-ado
predicando
un cielo
ungir al
nombre
ejecutar
tomo
huido la
sido asi cumplimentado
hombre
Léase
Yave Sebaot
—era
tor-nado
prediciendo
un sido
ungir el
hombre
ejecutarla
retorno
huido de la
ha dado asi cumplimiento
nombre
ANTIGUO TESTAMENTO
INTRODUCCION ESPECIAL AL PENTATEUCO
1.—Plan <lel Pentateuco.
L OS cinco 'primeros libros ,
que los judíos pusieron
siempre a la cabeza de
su canon, recibieron conjun¬
tamente el nombre de Tora
o Ley, y cada uno de ellos
se denominaba con las pa¬
labras por que comenzaba,
fuera del cuarto, Los Nú¬
meros, que llamaron Barnid-
bar, «En el desierto ». Los
judíos alejandrinos,que leían
los libros sagrados en la ver¬
sión griega alejandrina, die¬
ron al conjunto de los cinco
libros el nombre de Penta¬
teuco, y a cada uno de ellos
un título que expresaba su
contenido: Génesis, Exodo,
Levitico, Números y Dcute-
ronomio. San Jerónimo, en
su versión Vulgata, conservó
ambos nombres: asi el pri¬
mero: Génesis, hebraice Be-
resit, etc .
El Pentateuco tiene por
fin narrar los orígenes del pueblo de Israel ay su constitución como pueblo
de Dios.» Esto, que es también ste argumento, da su unidad general a toda
la obra, que el autor desarrolló del modo siguiente: El Génesis es como la pre¬
historia de Israel . Tiene su unidad literaria, constituida por la serie
de diez genealogías, que comienzan por la del cielo y la tierra y terminan
con la de Jacob. Las cinco primeras pertenecen a la historia general: las otras
cinco, que comienzan con Tare, padre de Abraham, se refieren a los patriarcas del
pueblo elegido. En esta serie de generaciones nos traza el autor sagrado el
camino por el que, las divinas promesas de un Redentor se transmiten de Adán
i
PENTATEUCO
a Abraham y de éste al pueblo de Israel, que las conservará y preparará su cum_
plimicnto. Tal es el pensamiento de San Agustín: propositum quippe scrip
toris illius fuit, per quem Spiritus Sanctus id agebat per sueeessionem <er-
tarum gcnerationum ex uno homine propagatarum, pervenire ad Abraham et
deinde ex ejus semine ad populum Dei, in quo distincto a eoeteris gcntibus
pracfigurarentur» Los misterios del reino de Dios y de Cristo. (De Civ.
Dei. XV, 8.) Al mismo tiempo que teje la historia de estas diez generaciones,
va el autor inspirado intercalando algunas leyes fundamentales de Israel, como
la de no comer sangre (Gen. 9, sig.), y la de la circuncisión , como señal de la
alianza con Dios (Gen. 17). Termina el Génesis con el establecimiento de
Jacob en Egipto, donde, según la promesa de Dios a Abraham y a Jacob, se
multiplicaría su descendencia, adquiriendo el suficiente desarrollo para consti¬
tuir un pueblo capaz de recibir la ley.
Los tres libros que siguen forman un todo } y contienen la historia de la
opresión y la liberación de Egipto y la de la peregrinación por el desierto, con
todas sus peripecias. Ocupa en ellos un lugar preeminente la permanencia en
el Sinaí. En el curso de esta historia va el autor intercalando la promulgación
de las leyes que formarán el Código mosaico. En el conjunto de esta obra po¬
demos distinguir cuatro grupos de leyes y como si dijéramos cuatro Códigos
especiales. Es el primero el Código de la Alianza, que tiene por introducción la
primera teofanía del Sinaí con la promulgación del Decálogo (Exod. 19, 20),
seguido de una serie de disposiciones legales, religiosas, civiles y penales, pro¬
mulgadas por Moisés, como base del pacto allí mismo establecido entre Dios
y el pueblo (20-23). El segundo Código, que podemos llamar levítico o sa¬
cerdotal, comienza con la segunda teofanía (Exod. 24, 1, 9), y la permanencia
de Moisés en el monte por espacio de cuarenta días, durante los cuales le comu¬
nica Dios toda la organización del culto. Viene luego la ejecución de ese plan,
hasta la erección del ta be r mí etilo, con la cual termina el Exodo (25-40); y por
fin , las disposiciones del Levítico sobre los sacrificios y la consagración de los sa¬
cerdotes, que constituyen la primera parte de este libro (1-16). La segunda (17-27)
forma el llamado Código de santidad, que contiene diversos preceptos ordena¬
dos a conservar la santidad interiór y exterior del pueblo elegido, conforme
a la santidad de su Dios, repitiéndose muchas veces la fórmula: «Sed santos,
como yo, el Señor vuestro Dios, soy santo.*
Los Números, que abarcan un período de treinta y siete años, es el libro que
presenta menos unidad. Recibe el nombre este libro de los empadronamientos del
pueblo, con que comienza (1-4), y siguen luego algunas leyes, la peregrinación por
el desierto con algunos de sus episodios, la mayor parte de ellos desagradables, que
muestran la dura cerviz de aquel pueblo y justifican plenamente el reproche que
les dirigió San Esteban: ^Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo » (5-26).
El Deuteronomio es una obra aparte, una recopilación histórica y legal de
todo lo sucedido desde la salida de Egipto hasta aquel momento en la llanura
de Moab, y está hecha por Moisés en tres discursos, en que recuerda al pue¬
blo los beneficios recibidos de Dios y los exhorta a la observancia de su ley.
El primer discurso (1-4) es una recopilación de la historia, y termina con la
alianza del Sinaí. El segundo comienza con la repetición del Decálogo, sigue
con apremiantes exhortaciones a la observancia de la ley (5-11), y tennina
con la explicación de las leyes contenidas en los Códigos de la alianza y de la
santidad, que se refieren al pueblo, dejando las del Código levítico, que se refie¬
ren a los sacerdotes (12-26). El tercer discurso contiene las sancionccs divinas
de la ley y la renovación del pacto en la llanura de Moab (27-30). Los últi¬
mos capítulos vienen a ser corno ?/n apéndice de la obra, y contienen el gran
cántico de Moisés y la bendición de las doce tribus, terminando con la muerte
del profeta , a la vista de la tierra prometida (31 34).
PENTATEUCO
3
2.—L;i autenticidad de la revelación
mosaica.
Repetidamente hemos dicho que la Historia Sagrada es la historia de la
divina revelación, comunicada al pueblo por el ministerio de los profetas.
Esto profesamos cuando decimos: Credo in Spiritum Sanctum qui locutus
est per prophetas. Moisés es el primero entre los profetas, pues como dice
Santo Tomás, habló a todo el pueblo en nombre de Dios y como promulgador
de la ley, mientras que todos los otros inculcaron la observancia de la misma,
según estas palabras de Malaquias (4, 4): «Acordaos de la ley de Moisés, mi
siervo» (11.* II.* q. 174, a. 4). Antes, pues, de tratar de la autenticidad literaria
del Pentateuco, conviene tratar de la autenticidad de la revelación en él con¬
tenida , como cosa que está íntimamente ligada con la fe y que ha de servir
de base para determinar luego la autenticidad literaria del Pentateuco.
El Pentateuco mismo y el libro de Josué nos ofrecen testimonios de haber Moisés
recibido revelaciones de Dios; y son tantos estos testimonios, que para reproducirlos
todos habríamos de citar una buena parte de estos libros. También abundan
testimonios semejantes eri los otros libros del Antiguo y del Nuevo Testa¬
mento. En el primero de los Reyes exhorta David a Salomón a guardar la
Ley del Señor, andar por sus caminos y guardar sus preceptos, ceremonias y
testimonios, como están escritos en la Ley de Moisés (2 , 3). En el segundo
de lo8 Reyes se alaba la piedad y el celo de Ezcquías, por haberse adherido a
la Ley del ¿Señor, no haberse apartado de sus caminos y haber cumplido los
mandatos que dió Dios a Moisés (18, 6). Nehemías confiesa a Dios su pecado
y el de sus padres, por haber olvidado los preceptos, las ceremonias y los jui¬
cios que dió a Moisés, su siervo (1, 7). En este mismo libro los representantes
del pueblo recuerdan los favores de Dios, que descendió y habló con ellos
desde el cielo y les dió sus juicios rectos, una ley de verdad y ceremonias y
preceptos buenos, por medio de Moisés, su siervo (9, 1; conf. 10, 28). El Ecle¬
siástico termina el elogio de Moisés diciendo: «Y dió Dios por su mano sus
preceptos, una ley de vida y de inteligencia, para enseñar a Jacob sus esta¬
tutos y a Israel sus testimonios y sus juicios » (46, 6). El joven mártir de la
ley habla así a sus verdugos: «No obedezco las órdenes del Rey, sino las pre¬
ceptos de la ley, que nos ha sido dada por Moisés » (II. Mac. 7, 30).
Esta tradición del Antiguo Testamento la confirman testimonios del
Nuevo. El Señor pone en boca de Abraliam estas palabras, dirigidas al rico
Epulón: «Tienen a Moisés y a los Profetas... Si a Moisés y a los Profetas no
oyen, tampoco oirán a un muerto que resucite » (Luc. 16, 29 sig.). El mismo
Salvador, camino de Emaús, les va explicando a los discípulos los vaticinios
que a El se referían, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profe¬
tas (Luc. 24, 24). De estas explicaciones parece hacerse eco el Santo Proto-
mártir, al citar ante el Sanedrín, como dicho por Moisés, el pasaje del Dente -
ronomio 18, 15. Asimismo San Pedro, ante la asamblea de los fieles, declara que
ni ellos ni sus padres pudieron guardar la Ley de Moisés (Act. 15, 10). San
Pablo, en la cárcel de Roma disputaba con los judíos, probándoles por la
Ley de Moisés y por los Profetas que Jesús era el Mesías (Act. 28, 23). De
la misma suerte habla el Apóstol en sus Epístolas, como puede verse en
Rom. 5, 1; II. Cor. 3, 13 sigs.; Heb. 3, 2 sigs., 9, 19. Estos testimonios prueban
ser histórica y dogmáticamente cierto que Moisés es el legislador inspirado
de Israel y que su ley se halla contenida en el Pentateuco, único Código co¬
nocido por el pueblo elegido. Esto ha de entenderse de la sustancia de la ley
y de la revelación mosaica, puesto que mucho de la una y de la otra lo habría
I
PENTATEUCO
recibido ya Israel de sus patriarcas } y algo más pudieron añadir luego los
profetas posteriores, prometidos por Dios en la misma ley } como sucesores de
Moisés y perfeccionadores de su obra.
íí. — La autenticidad mosaica del
Pentateuco.
Después de esta cuestión de la autenticidad de la revelación mosaica f que
interesa primordialmente a nuestra fe, síguese otra acerca de la autenticidad
del testimonio histórico de esa revelación, que debe provenir de Moisés, y
hallarse contenido en documentos que tendrán tanto más valor histórico
cuanto más cerca estén de la persona del profeta legislador.
Fuera de alguna pequeña parte, como el capítulo último del Deuterono¬
mio, y algunas otras que se consideraron como glosas o adiciones por algunos
intérpretes, la total autenticidad mosaica del Pentateuco fue indiscutida en
la antigüedad. Es principalmente al fin del siglo xviii cuando la critica racio¬
nalista comienza a impugnarla y acaba por negarla del todo. Del examen in¬
terno del libro se deduce que son muchas las partes que indudablemente fue¬
ron escritas por Moisés, precisamente lo principal de los Códigos legislativos,
a más de otros pasajes de menor importancia. Igualmente hay otros que prue¬
ban haber tenido Moisés tanta parte en el resto de la obra, que puede con
verdad decirse el autor responsable de todo su contenido. Así en Exod. 24, 4,
después de exponer Moisés las leyes por que quería Dios que Israel se gober¬
nase en adelante, se dice que Moisés escribió todo aquello y a la mañana si¬
guiente lo leyó al pueblo, que protestó estar dispuesto a observarlo. Se trata
del Código de la alianza, llamado así porque conforme a él se estableció el
pacto del Sinaí entre Dios c Israel. Palabras semejantes se leen también en
el Deuteronomio (31, 9): «Escribió Moisés esta ley y la entregó a los sacerdotes
levíticos y a todos los ancianos de Israel» t palabras qite parece deben refe¬
rirse al resumen de la ley, que es el Deuteronomio, aunque no faltan intér¬
pretes que las extienden a todo el Pentateuco. Fuera de estas dos importan¬
tes porciones, se dice en el libro haber sido escritas por Moisés la historia
sobre los Amalccitas (Exod. 17, 4) y las etapas del paso de Israel por el de¬
sierto (Núm. 33, 1).
La trama general del libro y su redacción prueba en muchos casos que
procede de la época mosaica. El término a que todas sus páginas conver¬
gen, es la liberación de la servidumbre de Egipto y la entrada en la tierra
de Canán. El gran conocimiento que de las cosas de Egipto y su civiliza¬
ción muestra el autor prtieba que éste ha vivido en él y en él se ha educado.
Otras cosas no se explica que puedan haber sido escritas sino por quien ha
vivido la vida del desierto y al tiempo en que la Palestina no había sido aún
ocupada por Israel.
A estos argumentos intrhisecos se añaden otros extrínsecos, deducidos
de los testimonios de otros libros de la Escritura, que atestiguan que es
Moisés el autor del Pentateuco. Recuérdense los testimonios antes aduci¬
dos para probar la autenticidad de la revelación mosaica. Además, en el
libro de Josué se mencionan varios preceptos de la ley escritos por Moisés
(1,7 sigs.; 13, 6). Raruc, haciendo a Dios confesión de sus pecados y de los
beneficios que de él había recibido Israel, cuenta entre ellos el haber mandado
a Moisés escribir la ley para los hijos de Israel (2, 27). El divino Salvador,
echando en cara a los judíos su incredulidad, les anuncia que Moisés será su acu¬
sador, diciendolcs: «De mí escribió él, y si de verdad creyerais en sus escritos,
creeríais también en mí.» (Jn. 5, 45 sigs.) Finalmente el Apóstol, escribiendo
PENTATEUCO
a los Romanos, cita la ley escrita por Moisés (10, 5). Todos convienen en que
los judíos, al tiempo de Cristo Nuestro Señor, tenían por cierto de toda certe¬
za que Moisés había escrito el Pentateuco. Esta convicción se refleja en el
Nuevo Testamento, por ejemplo, en Mat. 8, 4; 19, 7 sigs.; Marc. 7, 10; 12, 26;
Luc. 20, 28; Jn. 1, 46; Act. 3, 22; 14, 21.
— l,a hipótesis doeumentaria.
La crítica independiente, que para nada tiene en cuenta el testimonio
de la Escritura y de la Tradición, ateniéndose sólo a los argumentos internos,
de negación en negación ha venido a rechazar totalmente la autenticidad del
Pentateuco, y lo que para la fe importa más, la autenticidad de la misión profé-
tica y legislativa de su autor. Son sus argumentos: El carácter de composición
que dentro de su unidad general tiene el Pentateuco; la diversidad de estilo
y de lenguaje que se nota en sus distintas partes; la repetición de algunos episo¬
dios históricos y de varias prescripciones legales, etc. Según la crítica, estos
hechos arguyen, o diversidad de autores, o diversidad de tiempos en que fue¬
ron dadas las leyes, acomodadas a las varias condiciones de vida del pueblo.
Así, el Pentateuco, o por mejor decir el Hexateuco, incluyendo también el
libro de Josué, seria una compilación, en la cual pueden distinguirse cuatro
principales documentos: El Yavista, que comienza en Gen., 2, 4; y com¬
prende toda la historia junto con la legislación del Sinaí, y podría haber sido
redactado en los comienzos de la monarquía; el Elohista, que empieza en la
época de Abraham y corre paralelo al precedente, narrando la historia y la'legis¬
lación sinaítica, y sería un tanto posterior al Yavista; el Deuteronómico, que com¬
prende todo el libro del Deuteronomio y se continúa luego en el de Josué,
escrito a fines de la monarquía; y finalmente, el Código Sacerdotal, que es el
que da el plan general al Pentateuco y abarca, por tanto, toda la obra, desde
el primer capítulo del Génesis hasta el fin del libro de Josué, incluyendo toda
la legislación levítica y sacerdotal, redactado en la época de la cautividad.
Posterior a estos cuatro documentos sería la composición del Pentateuco, que
pudiera haber sido obra de Esdras, a quien atribuye una antigua tradición
judía la restitución de los libros sagrados, perdidos en la universal ruina de la
nación.
Bien se ve cuán mermada queda crp estas opiniones la autenticidad de
la obra mosaica, si es que algo queda de ella, y cuán poco crédito histórico se
da a los relatos del Pentateuco.
5. — Otros datos del problema.
Además de los testimonios que atrás dejamos indicados, tomados de la
Escritura, y además de los hechos alegados por la crítica independiente, que
proceden del examen interno de la Sagrada Escritura, conviene señalar un
tercer grupo de datos con que hay que contar para la posible resolución
del problema. Se debe advertir, ante todo, que la ley mosaica no es como la
ley evangélica, una ley que pudiéramos decir de principios (II. //. a q. 106), des¬
tinada a regir a los pueblos todos hasta el fin de los siglos. Es más bien una ley
de circunstancias, que ha de regir la vida moral, religiosa, litúrgica, social,
política, etc., del pueblo hebreo con preceptos muy concretos y circunstan¬
ciales, amoldados a las condiciones de Israel.
El pueblo al que fué dada la ley es un pueblo medio nómada, medio seden¬
tario, medio patriarcal, medio político, y es muy natural que la ley se adaptase
ü
PENTATEUCO
a estas circunstancias, y que en el transcurso del tiempo, al modificarse la si¬
tuación social y religiosa del pueblo, recibiría la ley algunas explicaciones y
adaptaciones , hechas por los profetas y los sacerdotes, que se introdujeron en el
texto sagrado.
A la luz de todos estos datos , podrá el discreto lector formarse idea clara
del siguiente decreto de la Comisión Pontifica Bíblica de 27 de junio de 1906.
6. — El decreto de la Comisión Pontifica
Bíblica.
Acerca de las teorías anteriormente expuestas y del problema qu.e pretenden re¬
solver , ha dado la Comisión P. Bíblica un decreto cuyo compendio es: I. Los argu¬
mentos acumulados por la crítica para negar la autenticidad mosaica del Penta¬
teuco, comparados con los testimonios de uno y otro Testamentos, con el asentimiento
del pueblo judio y con la tradición de la Iglesia y las pruebas que del texto
mismo del libro se deducen, no son de tal peso que autoricen para afirmar que
tales libros no tienen a Moisés por autor, sino que han sido compuestos de
fuentes en su máxima parte posteriores a Moisés. II, La autenticidad ?nosaica
del Pentateuco no exige que Moisés haya escrito todas y cada una de sus par¬
tes. Se puede permitir la hipótesis de que Moisés encomendara a diversos
amanuenses la ejecución de la obra, que él con divina inspiración había pla¬
neado, confirmándola , después de la ejecución, con su autoridad. III. Puede
también concederse, sin perjuicio de la autenticidad del Pentateuco, que Moi¬
sés haya hecho uso, en la composición de su obra, de documentos escritos
o tradiciones orales, sea transcribiéndolos a la letra, sea resumiéndolos o am¬
pliándolos según viera convenir a su plan, todo bajo la divina itispiración .
IV. Salvo la autenticidad y la sustancial integridad del Pentateuco, puede
admitirse que en tan largo espacio de siglos se hayan introducido en él algunas
modificaciones, tales como adiciones posteriores a la muerte de Moisés , glo¬
sas explicativas del texto, correcciones de palabras anticuadas y lecciones in¬
correctas debidas al descuido de los amanuenses, y de las cuales puede juz¬
garse conforme a las reglas de la crítica.
GÉNESIS
GENESIS
La creación del universo
1 1 Al principio creó Dios los cielos
1 y la tierra (1) 2 * La tierra estaba
confusa y vacía, y las tinieblas cu¬
brían la haz del abismo, pero el espí¬
ritu de Dios estaba incubando (2)
sobre la superficie de las aguas.
3 Dijo Dios: «Sea la luz»’; y hubo
luz. 4 * Y vió Dios ser buena la luz, y
la separó de las tinieblas; 6 y a la
luz llamó día, y a las tinieblas noche,
y hubo tarde y mañana, día primero.
6 Dijo luego Dios: «Haya firma¬
mento en medio de las aguas, que
separe unas de otras.» 7 E hizo Dios
el firmamento, separando aguas .de
aguas, las que estaban debajo del
firmamento, de las que estaban sobre
el firmamento. Y así fué. 8 Llamó
Dios al firmamento cielo, y hubo
tarde y mañana, segundo día.
9 Dijo luego: «Júntense en un lugar
(1) La creación es el dogma fundamental
de la religión, opuesto a todas las falsas reli¬
giones y a todas las falsas filosofías.
(2) La palabra hebrea significa propia¬
mente el aletear del ave sobre los huevos, al
incubar. Con esta imagen se expresa la acción
del espíritu de Dios sobre el caos. t
las aguas de debajo de los cielos, y
aparezca lo seco.» Así se hizo; 10 y a
lo seco llamó Dios tierra, y a la reunión
de las aguas mares. Y vió Dios ser
bueno.
11 Dijo luego: «Produzca la tierra
brotes de hierba verde con semilla, y
árboles frutales cada uno con su fruto,
según su especie y con su simiente,
sobre la tierra.» 12 Y produjo la tierra
brotes de hierba verde, cada uno con
sii semilla, y árboles de fruto con su
semilla cada uno. Vió Dios ser bueno;
13 y hubo tarde y mañana, día tercero.
14 Dijo luego Dios: «Haya en el
firmamento de los cielos lumbreras
para separar el día de la noche, y
servir de señales a estaciones, días y
años; 15 y luzcan en el firmamento
de los cielos, para alumbrar la tie¬
rra.» Y así fué. 16 Hizo' Dios los dos
grandes luminares, el mayor para pre¬
sidir al día, y el menor para presidir
a la noche, y las estrellas; 17 y los
puso en el firmamento de los cielos
para alumbrar la tierra 18 y presidir
al día y a la noche, y separar la luz
de las tinieblas. Y vió Dios ser bueno,
19 y hubo tarde y mañana, día cuarto.
20 Dijo luego Dios: «Llénense las
GÉNESIS, 2
!<)
aguas de animales, y vuelen sobre la
tierra aves debajo del firmamento de
los cielos.» 21 E hizo Dios los grandes
monstruos del agua y todos los ani¬
males que bullen en ella, según su
especie, y todas las aves aladas, según
su especie. Y vió Dios ser bueno,
22 y los bendijo, diciendo: «Creced y
multiplicaos y henchid las aguas del
mar, y multipliqúense sobre la tierra
las aves.» 23 Y hubo tarde y mañana,
día quinto.
24 Dijo luego Dios: «Brote la tierra
seres animados según su especie, bes¬
tias, reptiles y vivientes de toda es¬
pecie.» Y así fue. 25 Hizo Dios todos
los vivientes de la tierra según su
especie, las bestias, según su especie,
V todos los reptiles de la tierra, según
su especie. Y vió Dios sel* bueno.
26 Díjose entonces Dios: «Hagamos
al hombre a nuestra imagen y a nues¬
tra semejanza, para que domine sobre
los peces del mar, sobre las aves del
ciclo, sobre las bestias, y sobre toda
la tierra y cuantos animales se mue¬
ven sobre ella.» 27 E hizo Dios al
hombre a imagen suya, a imagen de
Dios lo hizo, y los hizo macho y
hembra; 28 y los bendijo Dios, dicién-
doles: «Creced y multiplicaos, y hen¬
chid la tierra; sometedla y dominad
sobre los peces del mar, sobre las aves
del cielo, y sobre todo cuanto vive
y se mueve sobre la tierra.» 29 Dijo
también Dios: «Ahí os doy cuantas
hierbas de semilla hay .sobre la haz
de la tierra toda, y cuantos árboles
producen fruto de simiente, para que
todos os sirvan de alimento. 30 Tam¬
bién a todos los animales de la tierra,
y a todas las aves del ciclo, y a todos
los vivientes que sobre la tierra están
y se mueven, les doy para comida
cuanto de verde hierba la tierra pro¬
duce.» Y así fué.
31 Y vió Dios ser bueno cuanto había
hecho, y hubo tarde y mañana, día
sexto.
1 Así fueron acabados los cielos
— V la tierra y todo su cortejo. (i) 2 Y
rematada toda la obra que había he¬
cho, descansó Dios el séptimo día de
cuanto hiciera; 3 y bendijo al día sépti¬
mo y lo santificó, porque en él descan¬
só Dios de cuanto había hecho y obrado.
4 Este es el origen de los cielos y
la tierra cuando fueron creados (1).
(i) En este primer relato ha de distinguirse
entre el fondo y la forma literaria. El fondo
El Paraíso.
Al tiempo de hacer Yave Dios la
tierra y los cielos, 6 no había aún
arbusto alguno en el campo, ni ger¬
minaba la tierra hierbas, por no haber
todavía llovido Yave Dios sobre la
tierra, ni haber todavía hombre que
la labrase, 6 ni rueda que subiese el
agua con que regarla; 7 formó Yave
Dios al hombre del polvo de la tierra,
y le inspiró en el rostro aliento de
vida, y fué así el hombre ser animado.
8 Plantó luego Yave Dios un jardín
en Edén, al oriente, y allí puso al
hombre a quien formara. 9 Hizo Yave
Dios brotar en él de la tierra toda
clase de árboles hermosos a la vista
y sabrosos al paladar, y en el medio
del jardín el árbol de la vida y el
árbol de la ciencia del bien y del mal.
10 Salía de Edén un río que regaba el
jardín V de allí se partía en cuatro
brazos. 11 El primero se llama Pisón,
y es el que rodea toda la tierra de
Evila, donde abunda el oro, 12 un
oro muy fino y a más también be¬
del io y ágata; 13 el segundo se llama
Guijón, y es el que rodea toda la
tierra de Cus; 14 el tercero se llama
Gidequcl, y corre al oriente de Asia;
el cuarto es el Pcrat (1). 15 Tomó,
pues, Yave Dios al hombre, y le
llevó al jardín de Edén para que lo
cultivase y guardase, 16 y le dió este
mandato: «De todos los árboles del
paraíso puedes comer, 17 pero del
árbol de la ciencia del bien y del
mal no comas, porque el día que de
él comieres, ciertamente morirás.»
18 Y se dijo Yave Dios: «No es bueno
que el hombre esté solo, voy a ha-
contiene las principales verdades de la religión;
la creación del universo, en el tiempo, por la
omnipotencia y la sabiduría de Dios; la forma¬
ción de los astros para servicio del hombre, no
para ser por él adorados; el origen divino de
toda fecundidad, también por error divinizada
en las religiones paganas; la formación del
hombre, a imagen y semejanza de Dios. Esta
semejanza, según la Escritura y los Padres,
está en el dominio y señorío vicario del hombre
sobre toda la creación, y radicalmente se funda
en la naturaleza racional del hombre. La forma
literaria es una especie de parábola, en que la
obra de Dios, a tenor del precepto sabático,
se presenta cual modelo de la obra del hombre.
La obra de Dios se divide, no según la natura¬
leza de las cosas, sino según éstas aparecen a
los sentidos y conforme al lenguaje de la época.
(I. G. n. 13 y 15 )
(1) Los dos ríos primeros no se sabe cuales
son; el tercero es probablemente el Tigris;
el cuarto, el Eufrates.
GÉNESIS. 3
I I
cerle una ayuda semejante a él»;
19 pues había Yave Dios traído ante
Adán todos cuantos animales del
campo y cuantas aves del cielo hizo
de la tierra, para que viese cómo los
llamaría, y fuese el nombre de todos
los vivientes el que él les diera; 20 y
había dado Adán nombre a todas las
bestias y a todas las aves del cielo
y a todos los animales del campo;
pero entre todos ellos no había para
Adán ayuda semejante a él. 21 Hizo
pues Yave Dios caer sobre Adán un
profundo sopor; y dormido, tomó una
de sus costillas, cerrando en su lugar
la carne, 22 y de la costilla que de
Adán tomara formó Yave Dios a la
mujer, y se la presentó a Adán.
23 Adán exclamó:
«Esto sí que es ya hueso de mi
hueso y carne de mi carne.
Esto se llamará varona, porque
del varón ha sido tomada.
24 Por esto dejará el hombre a su
padre y a su madre
Y se adherirá a su mujer
Y vendrán a ser los dos una sola
carne.»
Tentación, caída y primera pro¬
mesa de redención.
I 25 Estaban ambos desnudos, Adán
y su mujer, sin avergonzarse de ello.
3 1 Pero la serpiente, el más astuto
de cuantos animales del campo
hiciera Yave Dios, dijo a la mujer:
«¿Conque os ha mandado Dios que
no comáis de los árboles todos del
paraíso?» 2 Y respondió la mujer a
la serpiente: «Del fruto de los árbo-
• les del paraíso comemos, 3 pero del
fruto del que está en medio del pa¬
raíso nos ha dicho Dios: «no comáis
de él, ni lo toquéis siquiera, no va¬
yáis a morir.» 4 * Y dijo la serpiente
a la mujer: «No, no moriréis; 6 7 es
que sabe Dios que el día que de él
comáis, se os abrirán los ojos, y se¬
réis como Dios, conocedores del bien
y del mal.» 6 Vió, pues, la mujer
que el árbol era bueno para comerse,
hermoso a la vista y deseable para
alcanzar la sabiduría, y cogió de él
fruto, y comió, y dió de él a su ma¬
rido, que también con ella comió.
7 Abriéronse los ojos de ambos, y
viendo que estaban desnudos, cosie¬
ron unas hojas de higuera y se hi¬
cieron unos cinturones. 8 * Oyeron a
Yave Dios, que andaba por el jardín
al fresco del día, y se escondieron
de Yave Dios Adán y su mujer, en
medio de la arboleda del jardín.
9 Pero llamó Yave Dios a Adán, di¬
ciendo: «Adán, ¿dónde estás?» 10 Y
éste contestó: «Te he oído en el
* jardín, y temeroso porque estaba des¬
nudo, me escondí.» 11 «¿Y quién, le
dijo, te ha hecho saber que estabas
desnudo? Es que has comido del árbol
de que te prohibí comer?» 12 Y dijo
Adán: «La mujer que me diste por com¬
pañera me dió de él y comí.» 13 Dijo,
pues, Yave Dios a la mujer: «¿Por qué
has hecho eso?», y contestó la mujer:
; «La serpiente me engañó y comí.» 14
Dijo luego Yave Dios a la serpiente:
«Por haber hecho esto,
Maldita serás entre todas las bestias
Y entre todos los animales del
campo.
Te arrastrarás sobre tu pecho
Y comerás el polvo todo el tiempo
de tu vida.
15 Pongo perpetua enemistad entre
ti y la mujer
Y entre tu linaje (1) y el suyo;
Este te aplastará la cabeza,
Y tú le morderás a él el calcañal » (2).
i 16 A la mujer le dijo:
1 «Multiplicaré los trabajos de tus
preñeces;
parirás con dolor los hijos,
y buscarás con ardor a tu marido,
que te dominará.»
17 A Adán le dijo: «Por haber es¬
cuchado a tu mujer, comiendo del
árbol de que te prohibí comer, di-
I ciéndote: no comas de él:
Por ti será maldita la tierra;
con trabajo comerás de ella todo
i el tiempo de tu vida;
18 te dará espinas y abrojos,
y comerás de las hierbas del campo.
i-
(1) Nuestra palabra «linaje» no corresponde
exactamente a la palabra hebrea aquí empleada,
pues aquélla significa no sólo posteridad, que
es lo que significa la palabra hebrea, sino tam¬
bién ascendencia; la hemos preferido, sin em-
: bargo, por ser de género masculino, y convenir
mucho en este lugar hacer resaltar la contra¬
posición que, de no distinguir entre los dos
géneros, queda oscurecida.
(2) La palabra hebrea es la misma para
la acción del linaje de la mujer contra la ser¬
piente y para la de la serpiente contra el linaje
de la mujer. En ambos casos debería traducirse
del mismo modo. Sin embargo, como la pala¬
bra hebrea significa acechar o herir, prefiriendo
esta úlrima significación, la matizamos de aplas¬
tar o de morder, según las circunstancias de la
acción en el uno y el otro caso.
12
GÉNESIS, 4
19 Con el sudor de tu rostro come¬
rás el pan, hasta que vuelvas a la
tierra, pues de ella has sido formado;
ya que polvo eres, y al polvo vol¬
verás» (1).
20 Adán llamó Eva a su mujer,
por ser la madre de todos los vi¬
vientes. 21 Hízoles Yave Dios a Adán
y a su mujer túnicas de pieles, y los
vistió.
22 Díjose Yave Dios: «He ahí a
Adán hecho como uno de nosotros,
conocedor del bien y del mal; que no
vaya ahora a tender su mano al
árbol de la vida, y comicndo.de él,
viva para siempre. 23 Y le arrojó
Yave Dios del jardín de Edcn, a
labrar la tierra de que había sido
tomado. 24 Expulsó a Adán, y puso
delante del jardín de Edén un que¬
rubín, que blandía flameante espa¬
da (2), para guardar el camino del
árbol de la vida (3).
Caín y Abel.
I 1 2 Conoció Adán a su mujer, que
" concibió y parió a Caín, diciendo:
«He alcanzado de Yave un varón.»
2 Volvió a parir, y tuvo a Abel, su
hermano. Fué Abel pastor y Caín la¬
brador; 3 y al cabo de tiempo hizo
Caín ofrenda a Yave de los frutos
de la tierra, 4 * y se la hizo también
Abel de los primogénitos de su ga¬
nado, de lo mejor de ellos; y agra-
(1) En estas palabras de Dios a la mujer
y al hombre resalta la diversa misión del uno
y de la otra en la familia. La del hombre, ser
jefe de ella y su mantenedor; la de la mujer,
los afanes de la maternidad.
(2) En todo este relato, como en el de’ a
creación, hay que distinguir entre el fondo y
la forma literaria. Esta es poética; y si absurdo
sería tomar en sentido propio todas las palabras,
definir del todo los límites entre la imagen y
la realidad serla temerario. La C. P. Bíblica,
en decreto de 30 de junio de 1908, después
de condenar los sistemas que niegan todo valor
histórico a estos relatos, señala algunos puntos
que en éste han de ser tenidos por históricos:
haber sido formada la mujer del cuerpo del
primer hombre; la unidad específica del género
humano; la felicidad original de los primeros
padres en el estado de justicia, integridad e
inmortalidad; el precepto dado por Dios al
hombre para probar su obediencia; el primer
pecado cometido por el hombre, a instigación
del diablo en figura de serpiente; la pérdida,
por parte del hombre, del privilegio de la ius-
ticia original, y la promesa de un futuro redentor.
(3) Son imágenes que expresan que no le
queda al hombre esperanza alguna de reco¬
brar la inmortalidad.
| dóse Yave de Abel y su ofrenda,
6 pero no de Caín y la suya Se
enfureció Caín y andaba cabizbajo;
6 y Yave le dijo: «¿Por qué estás
enfurecido, y por qué andas cabiz¬
bajo? 7 ¿No es verdad que si obraras
bien andarías erguido, mientras que
si no obras bien, estará el pecado a
la puerta? Cesa, que él siente apego
a ti, y tú le dominarás a él.» 8 Dijo
Caín a Abel, su hermano: «Vamos al j
campo.» Y cuando estuvieron en el
campo, se alzó Caín contra Abel, su
hermano, y le mató. 9 Preguntó Yave
a Caín: «¿Dónde está Abel, tu her¬
mano?» Contestóle: «No sé. ¿Soy yo
acaso el guarda de mi hermano?» I
10 «¿Qué has hecho?—le dijo Yave—.
La voz de la sangre de tu hermano
está clamando a mí desde la tierra.
11 Ahora, pues, maldito serás de la
tierra, que abrió su boca para reci¬
bir de mano tuya la sangre de tu
hermano. 12 Cuando la labres, te ne¬
gará sus frutos, y andarás por ella
fugitivo y errante» (1). 13 Dijo Caín
a Yave: «Insoportablemente grande
es mi castigo. 14 Ahora me arrojas 1
de la tierra cultivada; oculto a tu
rostro, habré de andar fugitivo y
errante por la tierra, y cualquiera
que me encuentre me matará.» 13 Pero
Yave le dijo: «No será así. Si alguien
matare a Caín, sería éste siete veces 1
vengado.» Puso, pues, Yave a Caín
una señal, para que nadie que le
encontrase le matara. 16 Caín, ale- J
jándose de la presencia del Señor,
habitó la región de Nod, al oriente 1
de Edén.
La descendencia de Gaín.
17 Conoció Caín a su mujer, que
concibió y parió a Enoc. Púsose a !
| edificar una ciudad, a la que dió el I
nombre de Enoc, su hijo. 18 A Enoc 1
le nació Irad, e Irad engendró a |
Maviael; Maviacl a Matusael y Al a- I
tusael a Lamcc. 19 Lamec tomó dos 1
mujeres, una de nombre Ada, otra
de nombre Sela. 20 Ada parió a Jabel,
que fué el padre de los que habitan I
tiendas y pastorean. 21 El nombre
de su hermano fué Juba!, el padre de
(1) Está maravillosamente expresado el
remordimiento del homicida, que, perseguido
siempre por la imagen de su víctima y el temor
de la venganza, huye, buscando lugar donde
ocultarse.
cuantos tocan la cítara y el órgano.
22 También Sela tuvo un hijo, Tu-
balcain, forjador de instrumentos
cortantes de bronce V de hierro.
Hija de Tubalcaín fué Noema. 23 Dijo, ¡
pues, Lamec a sus mujeres Ada y
Sela:
Oíd mi voz, mujeres de Lamec,
Dad oídos a mis palabras.
Yo mataré a cualquier hombre
que me hiera,
Al joven que me hiciere un car¬
denal.
24 Si Caín sería vengado siete veces,
Lamec lo será setenta veces siete (1).
Set y su deseen den cía.
25 Conoció de nuevo Adán a su
mujer, que parió un hijo, a quien
puso por nombre Set, diciendo: «Hame
dado Yave otro descendiente por
Abel, a quien mató Caín.» 26 Tam¬
bién a Set le nació un hijo, al que
llamó Enós; entonces comenzó a lla¬
marse con el nombre de Yave (2).
• 1 2 Este es el libro de las genera^
'' ciones de Adán. Cuando creó Dios
al hombre le hizo a imagen de Dios.
2 Hízolos macho y hembra, y los
bendijo, y les dió, al crearlos, el
nombre de Adán. 3 Tenía Adán ciento
treinta años cuando engendró un
hijo a su imagen y semejanza, y le
llamó Set. 4 Fueron los días de
Adán, después de engendrar a Set,
ochocientos años, y engendró hijos
e hijas. 6 Fueron todos los días de
la vida de Adán novecientos treinta
años, y murió. 6 Era Set de ciento
cinco años, cuando engendró a Enós;
7 vivió, después de engendrar a
Enós, ochocientos siete años, y en¬
gendró hijos e hijas; 8 fueron los días
todos de su vida novecientos doce
años, y murió. 9 Era Enós de noventa
años, cuando engendró a Cainán;
(1) En esta genealogía se pone de relieve
la tendencia de los descendientes de Caín al
cultivo de la civilización materia¿ con todos los
vicios que ésta suele llevar consigo. La poesía
de Lamec, el primer polígamo, es la explosión
feroz de un alma ensoberbecida poi la invención
de las armas de bronce y hierro.
(2) La interpretación es dudosa. Algunos
interpretan que entonces comenzó a invocarse
el, nombre de Yave, es decir, que comenzó a
dársele culto público; nos parece preferible
la interpretación de que entonces la descenden¬
cia elegida comenzó a llamarse la descendencia
de los hijos de Dios.
10 vivió, después de engendrar a
Cainán, ochocientos quince años, y
engendró hijos e hijas. 11 Fueron
todos los días de la vida, de Enós
novecientos cinco años, y murió.
12 Era Cainán de setenta años cuando
engendró a Malaleel; 13 vivió, después
de engendrar a Malaleel, ochocientos
cuarenta años, y engendró hijos e
hijas. 14 Fueron todos los días de su
vida novecientos diez años, y murió.
15 Era Malaleel de sesenta y cinco
años cuando engendró a Jared. 16 Vi¬
vió, después de engendrar a Jared,
ochocientos treinta años, y engendró
hijos e hijas. 17 Fueron todos los
días de su vida novecientos sesenta
y dos años, y murió. 18 Era Jared de
ciento sesenta y dos años, cuando
engendró a Enoc. 19 Vivió, después
de engendrar a Enoc, ochocientos
años, y engendró hijos e hijas. 20 Fue¬
ron todos los días de su vida nove-,
cientos sesenta y dos años, y murió.
21 Era Enoc de sesenta y cinco años
cuando engendró a Matusalén. 22 An¬
duvo Enoc en la presencia de Dios,
después de engendrar a Matusalén,
trescientos años, y engendró hijos e
hijas. 23 Fueron todos los días de la
vida de Enoc trescientos sesenta y
cinco años, 24 y anduvo constante¬
mente en la presencia de Dios, y des¬
apareció (1), pues se lo llevó Dios.
24 Era Matusalén de ciento ochenta
y siete años, cuando engendró a
Lamec. 26 Vivió, después de engen¬
drar a Lamec, setecientos ochenta y
dos años, y engendró hijos e hijas.
27 Fueron todos los días de Matusalén
novecientos sesenta y nueve años, y
murió. 28 Era Lamec de ciento ochen¬
ta y dos años, cuando engendró un
hijo, 29 al que puso por nombre Noé,
diciendo: «Este nos consolará de
nuestros quebrantos y del trabajo de
nuestras manos por la tierra que
maldijo Yave.» 30 Vivió Lamec, des¬
pués de engendrar a Noé, quinien¬
tos noventa y cinco años, y engendró
hijos e hijas. 31 Fueron todos los
días de Lamec setecientos setenta y
siete años, y murió. 32 Era Noé de
quinientos años, y había engendrado
a Sem, Cam y Jafet (2).
(1) Esta desaparición de Enoc es para nos¬
otros un misterio. Aunque otras veces alude a
ella la Escritura, no levanta el velo. Las fanta¬
sías de los apócrifos no merecen crédito alguno.
(2) En esta genealogía, al contrario de la
de los cainitas, se pone de relieve la piedad de
los setitas para con Dios, y se indica cuidadosa-
GÉNESIS, 6, 7
1 1
F1 diluvio.
A 1 Cuando comenzaron a multi-
u plicarse los hombres sobre la
tierra, y tuvieron hijos, 2 viendo los
hijos de Dios que las hijas de los
hombres eran hermosas, tomaron de
entre ellas por mujeres las que bien
quisieron. 3 Y dijo Yave: «No per¬
manecerá por siempre mi espíritu en
el hombre, porque no es más que car¬
ne. Ciento veinte años serán sus días.»
4 Había entonces gigantes en la
tierra, y también después, cuando los
hijos de Dios se unieron con las hijas
de los hombres, les engendraron los
héroes, que muy de antiguo son
hombres famosos (1).
5 Viendo Yave cuánto había cre¬
cido la maldad del hombre sobre la
tierra, y cómo todos sus pensamien¬
tos y deseos sólo y siempre tendían
al mal, 6 se arrepintió de haber hecho
al hombre en la tierra, doliéndose
grandemente en su corazón, 7 y dijo:
«Voy a exterminar al hombre que
hice de sobre la haz de la tierra; al
hombre, a los animales, a los reptiles
y hasta a las aves del cielo, pues me
pesa de haberlos hecho.» 8 Pero Noé
halló gracia a los ojos de Yave.
9 Estas son'las generaciones de Noé:
Noé era varón justo y perfecto entre
sus contemporáneos, y siempre an¬
duvo con Dios. 10 Había engendrado
tres hijos, Sem, Cam y Jafet. 11 La
tierra estaba corrompida ante Dios,
y llena toda de iniquidad. 12 Viendo,
pues, Dios que todo en la tierra era
corrupción, pues toda carne había
corrompido su camino, 13 dijo a Noé:
«Veo venir el fin de todos, pues la
tierra está llena toda de sus iniqui¬
dades, y voy a exterminarlos a ellos
con la tierra.» 14 Hazte un arca de
maderas resinosas, divídela en com¬
partimentos, y la calafateas con pez
por dentro y por fuera. 15 Hazla así:
mente el tiempo en que fue engendrado el
patriarca, que entra después en la genealogía
del Mesías. Cuanto a la longevidad y a la cro¬
nología que de estas genealogías se deduce,
véase Intr. Gral. n.° 8.
(t) La interpretación del lugar es difícil;
parece lo más probable que se traía de las unio¬
nes conyugales de los descendientes de la raza
elegida, los hijos de Dios, con las mujeres de
la raza de Caín, las hijas de los hombres; unio¬
nes que aun a aquéllos llevaron la más profunda
corrupción. De los gigantes se hace después
mención en la Escritura (Num. 13. 33) y, aun¬
que con nombres distintos, también en otros
ugares.
trescientos codos de largo, cincuenta
de ancho y treinta de alto: 16 harás
en ella un tragaluz, y a un codo
sobre éste acabarás el arca por arri¬
ba; la puerta la haces a un costado;
harás en ella un primero, un segundo
y un tercer piso, 17 pues voy a arrojar
sobre la tierra un diluvio de aguas
que exterminará cuanto bajo el cielo
tiene hálito de vida. 18 Pero contigo
haré yo mi alianza; y entrarás en
el arca tú y tus hijos, tu mujer y
las mujeres de tus hijos, contigo.
19 De todos los animales meterás en
el arca parejas para que vivan con¬
tigo, 20 de las aves, de las bestias y
de toda especie de animales, macho
y hembra. 21 Recoge alimentos de
toda clase, para que os sirvan de
comida.» 22 Hizo, pues, Noé en todo
como Dios se lo mandó. Después
dijo Yave a Noé:
** 1 «Entra en el arca tú y toda tu
* casa, pues sólo tú has sido hallado
justo en esta generación. 2 De todos
los animales puros toma dos setenas,
machos y hembras, y de los impuros
dos parejas, machos y hembras.
3 También de las aves" puras dos
setenas, machos y hembras, para que
se salve su prole sobre la haz de la
tierra toda, 4 porque dentro de siete
días voy a hacer llover sobre la tierra
cuarenta días y cuarenta noches, y
exterminaré de sobre ella cuanto hice
y vive. 6 Hizo Noé cuanto Dios le
| mandara. 6 Era Noé de seiscientos
anos cuando las aguas del diluvio
I inundaron la tierra. 7 Y ante el dilu¬
vio entró en el arca Noé con sus hijos,
, su mujer y las mujeres de sus hijos
‘ y los animales limpios e inmundos;
de las aves y cuanto vive sobre la
tierra 9 entraron con Noé en el arca
parejas, machos y hembras, según se
lo había ordenado Dios. 10 Tasados
los siete días, las aguas del diluvio
cubrieron la tierra. 11 A los seiscien¬
tos años de la vida de Noé, el se¬
gundo mes, el día diecisiete de él,
se rompieron todas las fuentes del
abismo, se abrieron las cataratas del
cielo, 12 y estuvo lloviendo sobre la
tierra durante cuarenta días y cua¬
renta noches. 13 Aquel mismo día
entraron en el arca Noé y sus hijos,
Sem, Cam y Jafet, su mujer y las
mujeres de sus tres hijos, 14 y los
animales todos según su especie,
todas las bestias, según su especie;
1 todo reptil que se arrastra por la
GENESIS, 8, 9
15
tierra, según su especie; toda ave,
según su especie; todo pájaro, toda
especie de volátil. 15 Entraron con
Noé en el arca, de dos en dos, de
toda carne que tiene hálito de vida.
18 De toda carne entraron macho y
hembra, como se lo había mandado
Dios, y tras él cerró Ya ve. 17 Dilu¬
vió durante cuarenta días sobre la
tierra. Crecieron las aguas y levan¬
taron el arca, que se alzó sobre la
tierra. 18 Siguieron creciendo, cre¬
ciendo las aguas sobre la tierra, y el
arca flotaba sobre la superficie de
las aguas. 19 Tanto crecieron las aguas,
que cubrieron los altos montes de
debajo del cielo. 20 Quince codos sü-
bieron las aguas por encima de ellos.
21 Perecieron cuantos animales se
mueven en la tierra, aves, ganados,
bestias y todos los reptiles que se
arrastran por la tierra, todos los
hombres, 22 y todo cuanto vive sobre
la tierra seca. 23 Fueron destruidos
todos los vivientes sobre la superfi¬
cie de la tierra, desde el hombre a
la bestia, y los reptiles y las aves del
cielo, quedando sólo Noé y los que
con él estaban en el arca. 24 Ciento
cincuenta días estuvieron las aguas
altas sobre la tierra.
^ 1 Acordóse Dios de Noé y de
cuantos con él estaban en el
arca, y mandó sobre la tierra un
viento, y menguaron las aguas. 2 Ce¬
rráronse las fuentes del abismo y las
cataratas del cielo. Cesó de llover,
3 y las aguas iban menguando, men¬
guando. Comenzaron a bajar a los
lados del arca al cabo de ciento cin¬
cuenta días, 4 * pues el arca se había
asentado sobre los montes de Ararat
el día veintisiete del séptimo mes.
6 Siguieron menguando las aguas has¬
ta el mes décimo, y el día primero d<
este mes aparecieron las cumbres d«
los montes. 6 Pasados cuarenta día
más, abrió Noé la ventana, que había
hecho en el arca, 7 * y soltó un cuervo,
que volando iba y venía, mientras
se secaban las aguas sobre la tierra.
8 Siete días después, para ver si se
habían secado ya las aguas, soltó una
paloma, 9 que como no hallase donde
posar el pie, se volvió al arca. 10 Es¬
peró otros siete días, y soltó otra vez
la paloma, 11 que volvió a la tarde,
trayendo en el pico una ramita verde
de olivo. Conoció por esto Noé que
las aguas no cubrían ya la tierra,
12 pero todavía esperó otros siete
días, y volvió a soltar la paloma,
que ya no volvió más a él. 13 El
año seiscientos uno, en el primer mes,
el día primero de él, estaba secán¬
dose la superficie de la tierra, y
abriendo Noé el techo del arca miró,
y vió que se secaba la superficie de
la tierra. 14 El día veintisiete del
segundo mes estaba ya seca la tie¬
rra (1). 15 Habló, pues, Dios a Noé
y le dijo: 16 «Sal del arca tú y tu
mujer, tus hijos y las mujeres de tus
hijos contigo. 17 Saca también todos
los animales de toda especie, aves,
bestias y demás vivientes; llenad la
tierra, creced, y multiplicaos sobre
ella.» 18 Salió, pues, Noé, con sus
hijos, su mujer y las mujeres de sus
lijos, 19 y salieron también todos los
mímales, reptiles y aves según sus
especies. 20 Alzó Noé un altar a Yave,
y tomando de todos los animales
puros y de todas las aves puras,
ofreció sobre el altar un holocausto.
21 Y aspiró Yave el suave olor, y se
dijo en su corazón: «No volveré ya
más a maldecir a la tierra por el
hombre, pues los deseos del corazón
humano, desde la adolescencia tien¬
den al mal; no volveré ya a extermi¬
nar cuanto vivo hice sobre la tierra.
22 Mientras dure la tierra, habrá se¬
mentera y cosecha, frío y calor, ve¬
rano é invierno, día y noche.»
Alianza de Dios con ÍVoc.
9 1 Bendijo Yave a Noé y a sus
hijos, diciéndoles: «Creced y multi¬
plicaos, y llenad la tierra; 2 que os
teman, y de vosotros se espanten todos
los animales de la tierra y todas las
aves del cielo, todo cuanto sobre la
tierra se mueve y todos los peces del
mar: todos los pongo en vuestra
mano. 3 Cuantos animales viven y se
mueven os servirán de comida; todo
os lo entrego, así como las hierbas
y legumbres. 4 Solamente os absten¬
dréis de comer carne con su sangre
5 porque ciertamente yo demandaré
(i) El relato, en su sentido obvio, parece dar
un diluvio universal con que castiga Dios la
universal corrupción de toda carne, y del cual
se salva sólo el que en su generación era justo
ante Dios. Si en verdad el autor sagrado intenta
describir el diluvio del todo universal, con
universalidad geográfica, zoológica y antropoló¬
gica, es muy dudoso y discutido. La mención
que de él se hace varias veces en el A. y en el
Ñ. Testamento no parece exigir una estricta y
absoluta universalidad.
1G
GÉNESIS, 10
vuestra sangre de mano de cualquier
viviente, como la demandaré de
mano del hombre, extraño o deudo.
6 El que derramare la sangre del
hombre, por mano de hombre será
derramada la suya; porque el hom¬
bre ha sido hecho a imagen de
Dios (1). 7 Vosotros, pues, creced
y multiplicaos y henchid la tierra
y dominadla.» 8 Dijo también Yave
a Noé y a sus hijos con él: 9 «Ved,
yo voy a establecer mi alianza con
vosotros y con vuestra descendencia
después de vosotros; 10 y con todo
ser viviente que está con vosotros,
aves, bestias, y animales, todos los
salidos con vosotros del arca. 11 Hago
con vosotros pacto de no volver a
exterminar a todo viviente por las
aguas de un diluvio, y de que no
habrá ya inás un diluvio que des¬
truya la tierra.» 12 Y añadió Dios:
«Ved aquí la señal del pacto que
establezco entre mí y vosotros, y
cuantos vivientes están con vosotros,
por generaciones sempiternas: 13 pon¬
dré mi arco (2) en las nubes, para
señal de mi pacto con la tierra, 14 y
cuando cubriere yo de nubes la
tierra, aparecerá el arco, 15 y me
acordaré de mi pacto con vosotros y
con todos los vivientes de la tierra,
y no volverán más las aguas del dilu¬
vio a destruirla. 16 Estará el arco
en las nubes, y yo lo veré, para acor¬
darme de mi pacto eterno entre
Dios y toda alma viviente y toda
carne que hay sobre la tierra.» 17 «Esta
es—dijo Dios a Noé—la señal del
pacto que establezco entre mí y
toda carne que está sobre la tierra.»
Los hijos de IVoé.
18 Fueron los hijos de Noé salidos
del arca, Scm, Cam y Jafct; Caín era
padre de Callón. 19 Estos tres eran
los hijos de Noé, y de ellos se pobló
toda la tierra. 20 Noé, agricultor,
comenzó a labrar, y plantó una
(1) Repite Dios a Noé la bendición dada
a Adán (Gen. i. 28), y repite igualmente el
mandato de respetar la vida del hombre, por
ser éste imagen y semejanza de Dios.
(2) El arco iris se nos da como señal del
pacto entre Dios y Noé, y más que servir para
traer a Dios el recuerdo del pacto, como en
frase antropomórfica nos dice la Escritura,
servirá para tranquilizar al hombre, con la
seguridad de que no habrá un nuevo diluvio,
seguridad que tendrá precisamente al llover,
que es cuando el arco se forma.
viña. 21 Bebió de su vino, y se em¬
briagó, y se desnudó en medio de su
tienda. 22 Vio Cam, el padre de Canán,
la desnudez de su padre, y fué a
decírselo a sus hermanos, que esta¬
ban fuera; 23 y tomando Sem y Jafet
el manto, se lo pusieron sobre los
hombros, y yendo de espaldas, vuelto
el rostro, cubrieron, sin verla, la
desnudez de su padre. 24 Despierto
de su embriaguez, supo lo que
con él había hecho el más pequeño
de sus hijos, 25 y dijo:
«Maldito Canán,
Siervo de los siervos de sus her¬
manos será.
26 Bendito Yave, Dios de Sem,
Y sea Canán siervo suyo.
27 Dilate Dios a Jafet,
Y habite éste en las tiendas de
Sem, y sea Canán su siervo (1).
28 Vivió Noé después del diluvio
trescientos cincuenta años, 29 siendo
todos los dias de su vida novecientos
cincuenta años, y murió.
I.os pueblos descendientes de ¡Voé.
10 1 Estas son las generaciones de
Noé (2): Sem, Cam y Jafet.
Naciéronles hijos a éstos después del
diluvio. 2 Hijos de Jafet fueron
Comer, Magog, Madai, Javán, Tubal,
Mosoc y Tiras; 3 hijos de Comer:
Asquenaz, Rifat y Togorma; 4 * hijos
de Javán: Elisa, y Tarsis, Quitim y
Rodanim; 6 de éstos se poblaron
las islas de las gentes en sus tierras,
según sus lenguas, familias y nacio¬
nes. fl Hijos de Cam fueron: Cus,
Misraim, Put y Canán. 7 Hijos de
Cus: Saba, Evila, Sabta, Rama y
Sableca. Hijos de Rama: Soba y
Dadán. 8 Cus engendró a Ncmrod,
que fué quien comenzó a dominar
sobre la tierra, 9 pues era un robusto
(1) La bendición de Sem es indudable y
directamente mesiánica; la de Jafet lo es indi¬
rectamente. La maldición recae no sobre Cam,
sino sobre Canán, su hijo; la razón de esto
podría ser que fuera Canán el autor del desacato
a que parece referirse el hagiógrafo al decir:
«Despierto Noé, supo lo que con él habla hecho
el más pequeño de sus hijos», que ciertamente
no era Cam, el segundo de los tres.
(2) La tabla etnográfica del Génesis está
en forma de árbol genealógico; en ella los nom¬
bres, más que personas, representan frecuente¬
mente naciones, tribus o ciudades, abarcando
el mundo conocido de los hebreos, desde el
mar Caspio hasta España, límite occidental
de las colonias fenicias.
18
GÉNESIS, 11
cazador ante Yave, y de ahí se dijo:
«Como Nemrod, robusto cazador ante
Yave.» 10 Fué el comienzo de su
reino Babel, Ereq, Acád y Calne,
en tierra de Senaar. 11 De esta tierra
salió para Asur, y edificó Nínive,
Rejobothir, Calaj 12 y Resen, entre
Nínive y Calaj; ésta era la ciudad
más grande. 13 Misraim engendró a
los Ludim, los Anamim, los Leabim,
los Naftujim, 14 los Petrusim y los
Caslujim, de los cuales salieron los
Pilistim y los Caftorim. 15 Canán
engendró a Sidón, su primogénito,
y a Jet, 16 el Jebuseo, el Amorreo,
el Guergueseo, 17 el Jeveo, el Ara-
queo, el Sineo, 18 el Arvadeo, el
Semareo y Jamateo, de los que des¬
cendieron después las familias del
Cananeo. 19 Los límites del Cananeo
eran desde Sidón, viniendo hacia
Gerara, hasta Gáza, y viniendo hacia
Sodoma, Gomorra, Adama y Seboim,
hasta Lesa. 20 Estos son los hijos
de Cam, según sus familias, lenguas,
regiones y naciones. 21 También le
nacieron hijos a Sem, padre de todos
los Beneeber y hermano mayor de
Jafet. 2 . 2 Son hijos de Sem: Elam,
Asur, Arfaesad, Lud, Aram y Cai-
nán (1). 23 Hijos de Aram: Uz, Jul,
Gueter y Mas 24 Arfaesad engendró
a Salaj, y Salaj a Heber. 25 A Heber
le nacieron dos hijos, el uno se llamó
Paleg, porque en su tiempo se dividió
la tierra; su hermano se llamó Joetán;
26 Joetán engendró a Almodad,
Salar, Jasarmavet, Jaraj, 27 Ado-
ram, CJzal, Dicla, 28 Obad, Abimael,
Jeba, 29 Ofir, Evila y Jobab. Todos
éstos son hijos de Joetán, 30 y habi¬
taron desde Mesa, según se va a
Sefar, el monte oriental. 31 Estos
son los hijos de Sem, según sus fami¬
lias, lenguas, regiones y naciones.
32 Estas las familias de los hijos de
Noé, según sus generaciones y nacio¬
nes. De estos se dividieron los pue¬
blos en la tierra después del diluvio.
La confusión de las lenguas.
1 1 (i) * 1 Era la tierra toda de una sola
1 * lengua y de unas mismas palabras.
2 En su marcha desde oriente halla¬
ron una llanura en la tierra de Senaar
(i) Añadimos a la genealogía el nombre
de Cainán por hallarse en los LXX y haberlo
incluido San Lucas en la de Cristo (Luc. 3. 36.)
La genealogía, aunque incompleta, es el docu-
y se establecieron allí. 8 Dijéronse
unos a otros: «Vamos a hacer ladri¬
llos, y a cocerlos al fuego»; y se sir¬
vieron de los ladrillos como de pie¬
dra, y el betún les sirvió de cemento;
4 y dijeron: «Vamos a edificarnos
una ciudad y una torre, cuya cús¬
pide toque a los cielos y nos haga
famosos, por si tenemos que divi¬
dirnos por la haz de la tierra.» 5 Y
bajó Yave a ver la ciudad y la torre
que estaban haciendo los hijos de
los hombres, 6 y se dijo: «He aquí
un pueblo uno. y tienen todos una
lengua sola. Se han propuesto esto,
y nada les impedirá llevarlo al cabo.
7 Bajemos, pues, y confundamos
su lengua, de modo que no se entien¬
dan unos a otros.» 8 Y los dispersó
de allí Yave por toda la haz de la
tierra, y así cesaron de edificar la
ciudad. 9 Por eso se llamó Babel,
porque allí confundió Yave la lengua
de la tierra toda, y de allí los dis¬
persó por la haz de toda la tierra (1).
Genealogía de Abrnirt.
10 Estas son las generaciones de
Sem: Era Sem de cicp años, cuando
engendró a Arfaesad, dos años des¬
pués del diluvio; 11 vivió Sem después
de engendrar a Arfaesad quinientos
años, y engendró hijos e hijas. 12 Vi¬
vió Arfaesad cincuenta años, y en¬
gendró a Sale; 13 vivió después de
engendrar a Sale trescientos años,
y engendró hijos e hijas. 14 Vivió
Sale treinta años, y engendró a He¬
ber; 16 vivió después de engendrar
a Heber cuatrocientos tres años, y
engendró hijos e hijas. 16 Vivió Heber
treinta y cuatro años, y engendró
a Paleg; 17 vivió después de engen¬
drar a Paleg cuatrocientos treinta
años, y engendró hijos e hijas.
18 Vivió Paleg treinta años, y engen¬
dró a Reu; 19 vivió después de en¬
gendrar a Reu doscientos nueve
años, y engendró hijos e hijas. 20 Vi¬
vió Reu treinta y dos años, y engen¬
dró a Sarug; 21 vivió después de
mentó etnográfico más importante que nos ha
transmitido la antigüedad, pues por él conoce¬
mos el lugar que ocupaba el pueblo de las
promesas en medio de las naciones.
(1) El relato nos presenta a los hombres
ensoberbecidos por su fuerza y su unidad,
basada en la unidad de lengua. Los castiga
Dios, confundiendo su lengua y obligándolos
asi a dispersarse.
GÉNESIS, 12
19
engendrar a Sarug doscientos siete
años, y engendró hijos e hijas. 22 Vi¬
vió Sarug treinta años, y engendró
a Najor; 23 vivió después de engen¬
drar a Najor doscientos años, y
engendró hijos e hijas. 24 Vivió Najor
veintinueve, años, y engendró a Ta-
rej; 25 vivió después de engendrar
a Tarej ciento diecinueve años, y
engendró hijos e hijas. 26 Vivió
Tarej setenta años, y engendró a
Abram, a Najor y a Aram (1).
Emigración de Abram a la Pa¬
lestina.
27 Estas son las generaciones de
Tarej: Tarej engendró a Abram,
Najor y Arán. Arán engendró a Lot,
28 y murió antes de Tarej, su padre,
en la tierra de su nacimiento, en
Ur Casdim. 29 Y tomaron Abram y
Najor mujer cada uno; el nombre
de la de Abram, Sarai, y el de la de
Najor, Melca, hija de Arán, el padre
de Melca y de Jesca. 30 Era Sarai
estéril y no tenía hijos. 31 Tomó, pues,
Tarej a Abram su hijo, a Lot, el
hijo de Arán, hijo de su hijo y a
Sarai su nuera, la mujer de su hijo
Abram, y los sacó de Ur Casdim,
para dirigirse a la tierra de Canán,
y llegados a Jarán, se quedaron allí.
32 Siendo Tarej de doscientos cinco
años, murió en Jarán.
i 9 1 2 * Había dicho Ya ve a Abram:
1 ~ «Salte de tu tierra,
De tu parentela
De la casa de tu padre,
Para la tierra que yo te indicaré;
2 Yo te haré un gran pueblo,
Te bendeciré y engrandeceré tu
nombre
Que será bendición
3 Y bendeciré a los que te bendigan.
Y maldeciré a los que te maldigan.
Y te bendecirán todas las familias
de la tierra» (2). 4 * Emprendió
Abram el camino, conforme le había
dicho Yave, llevando consigo a Lot.
Al salir de Jarán, era Abram de
setenta y cinco años. 6 Tomó, pues,
Abram a Sarai, su mujer, y a Lot,
su sobrino y toda su hacienda y la
familia y ganados que en Jarán
habían adquirido. Salieron, para diri¬
girse a la tierra de Canán, y llegaron
a ella. 6 Penetró en ella Abram hasta
el lugar de Siquein, hasta el encinar
de Moré. Entonces estaban los cana-
neos en aquella tierra. 7 Y se le
apareció Yave a Abram, y le dijo:
«A tu descendencia daré yo esta
tierra.» Alzó allí un altar a Yave,
que se le había aparecido, 8 * y sa¬
liendo hacia el monte que está frente
a Betel, asentó allí sus tiendas,
teniendo a Betel a occidente y a Hai
al oriente, y alzó un altar a Yave,
e invocó el nombre de Yave.
Bajada de Abram a Egipto.
9 Alzó Abram sus tiendas para ir al
Negueb; 10 pero hubo un hambre en
aquella tierra, y bajó a Egipto para
peregrinar allí, por haber en aquella
tierra gran escasez. 11 Cuando estaba
ya próximo a entrar en Egipto, dijo
a Sarai su mujer: «Mira que sé que
eres mujer hermosa, 12 y cuando
te vean los egipcios, dirán: «es su
mujer», y me matarán a mí y a ti
te dejarán la vida: 13 di pues, te lo
ruego, que eres mi hermana, (1) para
que así me traten bien por ti. y por
amor de ti salve yo mi vida.» 14 Cuan¬
do, pues, hubo entrado Abram en
Egipto, vieron los egipcios que su
mujer era muy hermosa; 15 y vién¬
dola los jefes del Faraón, se la ala¬
baron mucho, y la mujer fué llamada
al palacio del Faraón. 18 A Abram
le trataron muy bien por amor de
ella, y tuvo ovejas, ganados y asnos,
siervos y siervas, asnos y camellos.
(1) Abram es el término de la genealogía
patriarcal, que comprende además todo el
Cap. 5 del Gén. En cuanto al modo de la genea¬
logía, su sentido mesiánico y su valor crono¬
lógico, V. la nota a Gén. 5. 31.
(2) Las palabras de Dios a Abram contie¬
nen un mandato y una promesa, uno y otra
dados en Ur Casdim (Act. 7. 2). La promesa se
repite, en términos casi idénticos, tres veces
al mismo Abram y después a Isac y a Jacob.
Promete Dios a Abram darle la tierra de Canán,
a él y a su descendencia; esto, si bien aquí está
sólo indicado, se halla luego terminantemente
en las promesas siguientes (13. 14 sgs.): mul¬
tiplicar su descendencia, hasta hacerla una gran
nación; engrandecerle y darle por fuente de
bendición; bendecir a los que le bendigan
maldecir a los que le maldigan y ser objeto de
bendición para todas las naciones de la tierra.
La razón de todas estas bendiciones es el Mesíasj
que de Abram descenderá.
(1) Según Gen. 20,12, Abraham y Sara eran
hermanos de padre, lo que no era en muchos
pueblos antiguos impedimento del matrimonio.
En Israel mismo, a pesar de la Ley (Lev. 18,
9, 11; Deut. 27, 22), tal vez no se consideraban
tales matrimonios como ilícitos, a juzgar por las
palabras de Tamar a su hermano Ammón (II
Sam. 13, 13).
M ESO POTAM1A
EN EL
GÉNESIS
GÉNESIS, 13, 14
21
17 Pero Yave afligió con grandes
plagas al Faraón y a su casa, por
Sarai, la mujer de Abram; 18 y
llamando el Faraón a Abram, le
dijo: «¿Por qué me has hecho esto?
¿Por qué no me hiciste saber que
era tu mujer? 19 ¿Por qué dijiste: es
mi hermana, dando lugar a que la
tomase yo por mujer? Ahora, pues,
ahí tienes a tu mujer, tómala y vete.»
20 Y dió el Faraón órdenes acerca
de él a sus hombres, y éstos le con¬
dujeron a él y a 'su mujer con todo
cuanto era suyo.
I 1 Subió, pues, de Egipto Abram
1 f> con su mujer, toda su hacienda,
y con Lot hacia el Negueb. 2 Era
Abram muy rico en ganados y en
plata y oro, 3 y se volvió desde el
Negueb hacia Betel, 4 hasta el lugar
donde estuvo antes acampado entre
Betel y Hai, el lugar del altar que
allí alzara al principio, e invocó allí
el nombre ,de Yave.
Separación de Abram y Lot.
5 También Lot, que acompañaba
a Abram, tenía rebaños, ganados y
tiendas, 6 y no podían habitar juntos
en aquella tierra, por ser muy gran¬
des sus haciendas para poder habi¬
tar juntamente. 7 Hubo contiendas
entre los pastores del ganado de
Abram y los del ganado de Lot.
Habitaban entonces aquella tierra
acuérneos y fereceos. 8 Dijo, pues,
Abram a Lot: «Que no haya contien¬
das entre los dos, ni entre mis pas¬
tores y los tuyos, pues somos her¬
manos. 9 ¿No tienes ante ti toda la
región? Sepárate, pues, de mí, te
lo ruego; si tú a la izquierda, yo a la
derecha; si tú a la derecha, yo a la
izquierda.» 10 Alzando Lot sus ojos,
vió toda la olla (1) del Jordán,
enteramente regada, antes de que
destruyera Yave a Sodoma y Gomo-
rra, que era como un jardín de Yave,
y a partir de Segor se parecía al
Egipto. 11 Eligió, pues, Lot la olla
del Jordán, y se dirigió al oriente
separándose el uno del otro. 12 Abram
siguió en la tierra de Canán, y Lot
habitó en las ciudades de la olla del
(i) Una depresión rodeada de montes,
como es la región del Jordán, se llama frecuente¬
mente olla; por eso traducimos así, pues tal
es el aspecto que presenta, vista desde Betel,
desde donde la contemplan Abram y Lot.
Jordán, teniendo su morada en So-
doma. 13 Eran los habitantes de
Sodoma malos y pecadores ante Yave
en muy alto grado. 14 Dijo Yave a
Abram, después que Lot se hubo
separado de él: «Alza tus ojos, y
desde el lugar donde estás, mira al
norte y al mediodía, a oriente y a
occidente. 16 Pues toda la tierra
que ves te la daré yo a ti y a tu des¬
cendencia para siempre. 16 Haré tu
descendencia como el polvo de la
tierra; si hay quien pueda contar
¡ el polvo de la tierra, ése será quien
pueda contar tu descendencia. 17 An¬
da, y camina por esta tierra a lo
largo y a lo ancho, que a ti te la daré
toda.» 18 Alzó, pues, Abram sus
tiendas, y se fué a habitar en el
encinar de Mambre, cerca de Hebrón,
y alzó allí un altar a Yave.
Liberación cíe Lot.
II 1 Sucedió en tiempo de Amrafel,
1 ~ rey de Senaar, que Arioc, rey
de Elasar, Codorlaomor, rey de Elam,
| y Tadal, rey de Goim, 2 hicieron
guerra a Bara, rey de Sodoma; a
! Bersa, rey de Gomorra; a Senab, rey
de Adama; a Semebar, rey de Se-
boim, y al rey de Bala, que es Segor.
1 3 Estos se concentraron en el valle
de Sidim, que es el mar de sal.
4 Por doce años habían estado some¬
tidos a Codorlaomor, pero el año
trece se rebelaron. 5 El catorce vino
Codorlaomor y los reyes con él coa¬
ligados, y derrotaron a los Kefaim
en Astarot Carnaim, y a los Zurim
i en Sam, a los Emim en. Save Caria-
taim 6 y a los jórreos en los montes
de Seir hasta el Paran, que está
junto al desierto; 7 y volviéndose,
vinieron a la fuente de Mispat, que
es Cades, y talaron todos los campos
de los amalecitas, y los de los amo*
írreos que habitaban en Jasason Ta¬
tuar. 8 Saliéronles al encuentro el
rey de Sodoma, el de Gomorra, el de
Adama, el de Seboim y el de Bala,
que es Segor, y presentaron batalla
en el valle de Sidim 9 contra Codor¬
laomor, rey de Elam; Tadal, rey de
Goim; Amrafel, rey de Senaar, y
Arioc, rey de Elasar; cuatro reyes
contra cinco. 10 Había en el valle de
Sidim muchos pozos de betún. Los
reyes de Sodoma y Gomorra se die¬
ron a la fuga, y cayeron allí muchos,
y los que se salvaron huyeron al
monte. 11 Saquearon todas las ha-
PÉNESIS, 15
23
deudas de Sodoma y Gomorra y
todas sus provisiones, y se retiraron.
12 Llevábanse también con toda su
hacienda a Lot, el hijo del hermano
de Abram, que habitaba en Sodoma,
13 y fue uno de los fugitivos a decír¬
selo a Abram, el hebreo, que habi¬
taba en el encinar de Mambre, amo¬
rreo, hermano de Escol y de Aner,
que habían hecho alianza con Abram;
14 y como supo Abram que había
sido hecho cautivo su hermano, re¬
unió los capaces de entre sus domés¬
ticos, trescientos dieciocho, y per¬
siguió a los aprehensores hasta Dan,
15 y dividiendo su tropa cayó sobre
ellos por la noche, él y sus siervos y
los derrotaron; persiguiéndolos hasta
Joba, que está a la izquierda de
Damasco, 16 y recobró todo el botín
y a Lot, su hermano, con toda su
hacienda, y mujeres y pueblo. 17 Des¬
pués que volvió de derrotar a Codor-
laomor y a los reyes que con él
estaban, salióle al encuentro el rey
de Sodoma en el valle de Save, que
es el valle del rey; 18 y Melquisedec,
rey de Salem, sacando pan y vino,
pues era sacerdote del Dios Altí¬
simo, 19 bendijo a Abram, dicien¬
do (1):
«Bendito Abram del Dios Altísimo,
dueño de cielos y tierra
20 Y bendito el Dios Altísimo, que
ha puesto a tus enemigos en tus
manos.» Y le dió Abram diezmo de
todo. 21 Dijo el rey de Sodoma a
Abram; «Dame las personas, la ha¬
cienda tómala para ti»; 22 pero Abram
dijo al ‘rey de Sodoma; «Alzo mi mano
a Yave, el Dios Altísimo, dueño de
cielos y tierra, 23 si desde un hilo
hasta una correa de zapato, tomare
yo nada de cuanto es tuyo, para que
no digas: yo enriquecí a Abram;
24 salvo lo que han comido los mozos
y la parte de los que me han acom¬
pañado, Aner, Escol y Mambre. Estos
cogerán sus partes.»
Alianza de Yave con Abram.
d ST 1 1 Después de estos sucesos
■ habló Yave a Abram en visión,
diciéndole; «No temas, Abram, yo
soy tu escudo, tu recompensa será
(i) Melquisedec es rey y sacerdote, y como
tal, tipo del Mesías. Salm. no (Vulg. 109), v, 4.
Como sacerdote bendice a Abram y recibe
de él las décimas, en que ve San Pablo señalado
el sacerdocio levítico. (Hbr. 5. 7 sgs.)
muy grande.» 2 * * * Contestóle Abram:
«Señor, Yave: ¿qué me vas a dar?
Yo me iré sin hijos, y será heredero
de mi casa ese damasceno Eliezer.
3 No me has dado descendencia, y
será mi criado quien me herede.»
4 Pero en seguida le respondió Yave:
«No te heredará ése, sino al contrario,
uno salido de tus entrañas, ése te
heredará.» 6 Y sacándole fuera le
dijo: «Mira al cielo, y cuenta, si
puedes, las estrellas; así de numerosa
será tu descendencia.» 6 Y creyó
Abram a Yave, y le fué reputado
por justicia (1). 7 Díjole después
Yave: «Yo soy Yave, que te saqué
de Ur Casdim, para darte esta tierra
en posesión.» 8 Preguntóle Abram:
«Señor, Yave, ¿en qué conoceré que
he de poseerla?» 9 Y le dijo Yave:
«Elígeme una vaca de tres años, una
cabra de tres años también, y un
carnero igualmente de tres años, y
una tórtola y una paloma.» 10 Tomó
Abram todo esto, y partió los ani¬
males por la mitad; pero no las aves,
y puso de cada uno una parte frente
a la otra. 11 Bajaban las aves sobre
las carnes muertas, y Abram las
espantaba. 12 Cuando estaba ya el
sol para ponerse, cayó un sopor
sobre Abram, y fué presa de gran
terror, y le envolvió densa tiniebla.
13 Y dijo a Abram: «Has de saber que
tu descendencia peregrinará en una
tierra no suya, y estará en servidum¬
bre, y los afligirán por cuatrocientos
años; 14 pero yo juzgaré al pueblo
que los esclavizará, y saldrán de allí
después con mucha hacienda; 16 pero
tú irás a reunirte en paz con tus
padres, y serás sepultado en buena
ancianidad. 16 A la cuarta genera¬
ción volverán acá, pues todavía no
se han consumado las iniquidades
de los amorreos.» 17 Puesto ya el sol,
y en densísimas tinieblas, apareció
una hornilla humeando y un fuego
! llameante, que pasó entre las mita¬
des de las víctimas (2). 18 En
(1) La fe de Abram en la divina promesa,
contra toda humana esperanza, fué un acto
de justicia gratísimo al Señor. San Pablo la
considera como expresión de la justificación por
la fe. Santiago, como ejemplo de la sinceridad
de la fe, que se muestra en las obras, como en
Abram, dispuesto a sacrificar a su hijo único
por obedecer a Dios.
(2) El paso por entre las partes de las víc¬
timas es la forma ritual de consagrar un pacto
entre hombres, poniendo a Dios por testigo.
(Jer. 34. 18, 19.) Aquí el mismo Dios pasa
entre las víctimas, simbolizado por el fuego]
24
GEN'ESIS, 16, 17
aquel día hizo Yave pacto con Abram,
diciéndole: «A tu descendencia he
dado esta tierra desde el río de Egipto
hasta el gran río, el Eufrates (1),
19 al Quineo, al Quineceo, al Cadmo-
neo, 20 al Jebeo, al Ferezeo, a los
Refaim, 21 al Amorreo, al Cananeo,
al Guergueseo y al Jebuseo.»
IVaelinicnlo do Ismael
1 /* 1 Sarai, la mujer de Abram, no
1 tenía hijos. Pero tenía una es¬
clava egipcia, de nombre Agar, 2 y
dijo a Abram: «Mira, Yave me ha
impedido* concebir; entra, pues, a
mi esclava, a ver si por ella puedo
tener hijos» (2). Escuchó Abram
a Sarai. 3 Tomó, pues, Sarai, la mujer
de Abram, a Agar, su esclava egip¬
cia, al cabo de diez años de habitar
Abram en la tierra de Canán, y se
la dió por mujer a su marido, Abram.
4 Entró éste a Agar, que concibió,
y viendo que había concebido, mi¬
raba con desprecio a su señora.
5 Dijo, pues, Sarai a Abram: «Mi
afrenta sobre ti cae; yo puse mi es¬
clava en tu seno, y ella, viendo que
ha concebido, me desprecia. Juzgue
Yave entre tú y yo.» 6 Y Abram dijo
a Sarai: «Mira, en tus manos está tu
esclava, haz con ella como bien te
parezca.» Corrigióla Sarai, y ella
huyó de su presencia; 7 la encontró
el ángel de Yave junto a la fuente
que hay en el desierto, camino de
Sur, 8 y le dijo: «Agar, esclava de
Sarai, ¿de dónde vienes y a dónde
vas?», y le respondió ella: «Voy hu¬
yendo de Sarai, mi señora.» 9 «Vuelve
a tu señora—le dijo el ángel de Yave—
y humíllate bajo su mano»; 10 y aña¬
dió: «Yo multiplicaré tu descendencia,
Que por lo numerosa no podrá
contarse.
11 Mira, has concebido y parirás
un hijo,
Y le llamarás Ismael,
(1) Los limites naturales de la Palestina
son: el Líbano y ante-Libano, al norte; al sur,
el de desierto, al oeste, el Mediterráneo, y al este
el Jordán. Este último parece ser el rio aquí
señalado. Si aquí y en otros lugares se dice el
rio grande, y a veces el Eufrates, esto parece
ser una glosa interpretativa, fundada en la,
universalidad del reino mesianico, según pro¬
fecías subsiguientes.
(2) Ajústase aquí Abram al código de
Hammurabl, que parece regular la vida con¬
yugal de Abram e Isac. Según él, la mujer estéril *
podía dar a su marido una esclava por mujer,
perdiendo asi éste el derecho a repudiarla. '
Porque ha escuchado Yave tu
aflicción. 12 Será un onagro de hom¬
bre;
Su mano contra todos, y las manos
de todos contra él.
Y habitará frente a todos sus her¬
manos.» 13 Dió Agar a Yave, que la
había hablado, el nombre de Atba-
El-Roi; pues se dijo: «¿No he visto
también aquí al que me ve?» 14 Por
eso llamó al pozo el pozo del viviente
vidente. Es el que está entre Cades
y Berad. 15 Parió Agar a Abram un
hijo, y le dió Abram el nombre de
Ismael. 16 Tenía Abram ochenta y
seis años cuando Agar le parió a
Ismael.
Renovación de la alianza. 1.a cir¬
cuncisión.
1 7 1 Cuando ero Abram de noventa
1 L y seis años, se le apareció Yave,
y le dijo: «Yo soy El-Sadai (1); anda
en mi presencia, y sé perfecto. 2 Yo
haré contigo mi alianza, y te multi¬
plicaré muy grandemente.» 3 Cayó
Abram rostro a tierra, y siguió dicién¬
dole Yave: 4 * «Cuanto a mí, he aquí
mi pacto contigo: serás padre de una
muchedumbre de pueblos, 6 y ya
no te llamarás Abram, sino Abraham,
porque yo te haré padre de una mu¬
chedumbre de pueblos. 6 Te acre¬
centaré mucho, mucho y te haré
pueblos, y saldrán de ti reyes; 7 yo es¬
tablezco contigo, y con tu descenden¬
cia después de ti por sus generaciones,
mi pacto eterno de ser tu Dios y el
de tu descendencia, después de ti,
8 y de darte a ti, y a tu descendencia,
después de ti, la tierra de tus pere¬
grinaciones, toda la tierra de Canán,
en eterna posesión. 9 Tú, de tu parte,
guarda mi pacto, tú y tu descenden¬
cia, después de ti, por sus genera¬
ciones. 10 Esto es lo que has de ob¬
servar tú y tu descendencia después
de ti: 11 circuncidad todo varón (2).
Circuncidaréis la carne de vuestro
(1) El nombre parece significar Dios Omn ■
potente, quizá Dios de la fecundidad. Con él
se manifestó Dios a los patriarcas. (Exod. 3. 6.)
(2) Aunque la circuncisión era observada
en otros pueblos, se da aquí como señal de la
alianza entre Dios y su pueblo. Por eso el que
la omite queda excluido de él. Los profetas
hablan de la circuncisión del corazón y de los
oídos, significando la obediencia y la docilidad
a la divina ley. Este rito es, según la tradición,
tipo del bautismo, por el cual somos incorpo¬
rados a la Iglesia, el pueblo de Dios.
GÉNESIS, 18
25
prepucio, y ésa será la señal del pacto
entre mí y vosotros. 12 Dentro de los
ocho días de nacido, todo varón
será circuncidado en vuestras gene¬
raciones; los siervos, ya los nacidos
en casa, ya los comprados, serán
circuncidados, aunque no sean de
vuestra estirpe. 13 Todos, todos,
criados en casa o comprados, se cir¬
cuncidarán, y llevaréis en vuestra
carne la señal de mi pacto por siem¬
pre; 14 y el incircunciso que no cir¬
cuncidare la carne de su prepucio,
será borrado de su pueblo; rompió
mi pacto.» 15 Dijo también Yave a
Abraham: «Sarai, tu mujer, no se
llamará ya Sarai, sino Sara, 16 pues
la bendeciré, y te daré de ella un
hijo, a quien bendeciré, y engendrará
pueblos, y saldrán de él reyes de
pueblos.» 17 Cayó Abraham sobre su
rostro, y se reía, diciéndose en su
corazón: «¿Conque a un centenario
le va a nacer un hijo, y Sara, ya nona¬
genaria, va a parir ?d 18 Y dijo a
Yave: «Ojalá que viva a tus ojos
Ismael.» 19 Pero le respondió Yave:
«De cierto que Sara, tu mujer, te
parirá un hijo, a quien llamarás
Isac, con quien estableceré yo mi
pacto sempiterno, y con su descen¬
dencia después de él. 20 También
te he escuchado en cuanto a Ismael
Yo le bendeciré y le acrecentaré,
y multiplicaré muy grandemente.
Doce jefes engendrará, y le haré
un gran pueblo; 21 pero mi pacto lo
estableceré con Isac, el que te parirá
Sara el año que viene por este tiempo.»
22 Y como acabó de hablarle, des¬
apareció Yave. 23 Tomó, pues, Abraham
a Ismael, su hijo, y a todos los sier¬
vos, los nacidos en casa y los com¬
prados, todos los varones de su casa,
y circuncidó la carne de su prepucio
aquel mismo día, como se lo había
mandado Yave. 24 Era Abraham de
noventa y nueve años cuando cir¬
cuncidó la carne de su prepucio,
26 e Ismael de trece años cuando fué
circuncidado. 26 En el mismo día
fueron circuncidados Abraham e Is¬
mael, su hijo, 27 y todos los varones de
su casa, los nacidos en ella y los extraños
comprados se circuncidaron con él.
la hora del calor, 2 y alzando los
ojos, vió parados cerca de él a tres
varones. En cuanto los vió, salióles
al encuentro desde la puerta de la
tienda, y se postró en tierra, 3 di-
ciéndoles: «Señor mío; si he hallado
gracia a tus ojos, te ruego que no
pases de largo junto a tu siervo;
4 haré traer un poco de agua para
lavar vuestros pies, y descansaréis
debajo del árbol, 5 y traeré un bo¬
cado de pan y os confortaréis; des¬
pués seguiréis, pues no en vano ha¬
béis llegado hasta vuestro siervo.»
Ellos contestaron: «Haz como has
dicho». 6 Y se apresuró Abraham a
llegarse a la tienda, donde estaba
Sara, y le dijo: «date prisa; amasa
tres seas (1) de flor de harina, y
cuece en el rescoldo unos panes».
7 Corrió al ganado, y cogió un ternero
muy tierno y muy gordo, y se lo
dió a un mozo que se apresuró a
prepararlo; 8 y tomando leche cua¬
jada y leche recién ordeñada y el
ternero ya dispuesto, se lo puso todo
delante, y él se quedó junto a ellos
debajo del árbol, mientras comían.
9 Dijéronle: «¿Dónde está Sara, tu
mujer?» «En la tienda está», con¬
testó él; 10 y dijo uno de ellos: «A
otro año por este tiempo volveré sin
falta, si Dios quiere, y ya tendrá
un hijo Sara, tu mujer.» Sara oía
desde la puerta de la tienda, que
estaba a espaldas del que hablaba.
11 Eran ya Abraham y Sara ancianos,
muy entrados en años, y hab a ce¬
sado ya a Sara la menstruación.
12 Rióse, pues, Sara dentro, diciendo:
«¿Cuando estoy ya consumida, voy
a remocear, siendo ya también viejo
mi señor?» 13 Y dijo Yave a Abraham:
«¿Por qué se lia reído Sara, dicién¬
dose: de veras voy a parir, siendo
tan vieja? 14 ¿Hay algo imposible
para Yhve? A otro año por este
tiempo volveré, si Dios quiere, y
Sara tendrá ya un hijo.» 16 Temerosa
Sara, negó haberse reído, diciendo:
«No me he reído», pero él le dijo:
«Sí, te has reído.» 16 Levantáronse
los tres varones, y se dirigieron hacia
Sodoma, y Abraham iba con ellos
para despedirlos. 17 Yave dijo: «¿Voy
La aparición en el encinar de
Alambre.
18 1 Apareciósele Yave .un día en
el encinar de Mambre. Estaba
sentado a la puerta de la tienda a
(i) Es medida de capacidad para sólidos.
Probablemente equivalía a unos 13 litros. Tanta
cantidad de harina para obsequiar a tres hués¬
pedes, se explica por el hecho de que entre los
nómadas es común que del banquete participe
luego toda la casa del anfitrión»
26
GÉNESIS, 19
a encubrir yo a Abraam lo que voy
a hacer, 18 habiendo él de ser, como
será, un pueblo grande y fuerte, y
habiendo de bendecirle todos los pue¬
blos de la tierra? 19 Pues bien sé que
mandará a sus hijos, y a su casa
después de él, que guarden los ca¬
minos de Yave, y hagan justicia y
juicio, para que cumpla Yave a
Abraham cuanto le ha dicho.» 20 Y pro¬
siguió Yave: «El clamor de Sodoma
y Gomorra ha crecido mucho, y su
pecado se ha agravado en extremo;
21 voy a bajar, a ver si sus obras han
llegado a ser como el clamor que ha
venido hasta mí, y si no, lo sabré.»
22 Y partiéndose de allí dos de
los varones, se encaminaron a So¬
doma; Abraham siguió estando con
Yave.
Inlercesión por Sodoma.
23 Acercósele, pues, y le dijo: «¿Pero
vas a exterminar juntamente al justo
con el malvado? 24 Si hubiera cin¬
cuenta justos en la ciudad, ¿los ex¬
terminarías acaso, y no perdonarías
al lugar por los cincuenta justos?
25 Lejos de ti obrar así, matar al
justo con el malvado, y que sea el
justo como el malvadof lejos eso de
ti; el juez de la tierra toda ¿no va a
hacer justicia?» 26 Y le dijo Yave:
«Si hallare en Sodoma cincuenta
justos, perdonaría por ellos a todo
el lugar.» 27 Prosiguió Abraham, y
dijo: «Mira, te ruego, ya que he co¬
menzado a hablar a mi Señor, aun¬
que soy polvo y ceniza: 28 Si de los
cincuenta justos faltaran cinco, ¿des¬
truirías por los cinco a toda la ciu¬
dad?» Y le contestó: «No la destrui¬
ría, si hallase allí cuarenta y cinco
justos.» 29 Insistió Abraham todavía
y dijo: «¿Y si se hallasen allí cua¬
renta?» Contestóle: «También por los
cuarenta lo haría.» 30 Volvió a in¬
sistir Abraham: «No te incomodes,
Señor, si hablo todavía. ¿Y si se ha¬
llasen allí treinta justos?» Repuso:
«Tampoco lo haría, si se hallasen
treinta.» 31 Volvió a insistir: «Señor,
ya que comencé: ¿Y si se hallasen
allí veinte justos?» Y contestó: «No
la destruiría por los veinte.» 32 To¬
davía Abraham: «Perdona, Señor, sólo
una vez más: ¿Y si se hallasen allí
diez?» Y le contestó: «Por los diez
no la destruiría.» 33 Fuésc Yave des¬
pués de haber hahlado así a Abraham.
y éste se volvió a su lugar (1).
Corrupción de Sodoma.
1Q 1 Llegaron a Sodoma los dos
J ángeles ya de tarde, y Lot es¬
taba sentado a la puerta de la ciudad.
Al verlos, se levantó Lot, y les salió
al encuentro, e inclinó su rostro a
tierra, 2 * * * * diciendo: «.Mirad, señores; os
ruego que vengáis a la casa de vues¬
tro siervo, para pernoctar en ella,
y lavaros los pies. Cuando os levan¬
téis por la mañana, seguiréis vues¬
tro camino.» Y le contestaron: «No,
pasaremos la noche en la plaza.»
3 Instólos mucho, y se fueron con él
a su casa, donde les preparó de comer,
y coció panes ácimos, y comieron.
4 Antes que fueran a acostarse, los
hombres de la ciudad, los habitan¬
tes de Sodoma, rodearon la casa,
mozos y viejos, todos sin excepción.
6 Llamaron a Lot, y le dijeron:
«¿Dónde están los hombres que han
venido a tu casa esta noche? Sáca¬
noslos, para que los conozcamos.»
6 Salió Lot a la puerta, y cerrándola
tras sí, 7 les dijo: «Por favor, her¬
manos míos, no hagáis semejante
maldad. 8 * Mirad, dos hijas tengo (2) que
no han conocido varón, os las sacaré,
para que hagáis con ellas como bien
os parezca; pero a esos hombres no
les hagáis nada, pues para eso se
han acogido a la sombra de mi techo.»
9 Ellos le respondieron: «Quítate allá.
Quien ha venido como peregrino, ¿va
a querer gobernarnos ahora? Te tra¬
taremos a ti peor todavía que a
ellos.» Forcejeaban con Lot violen¬
tamente, y estaban ya para romper
la puerta, cuando, 10 sacando los
hombres su mano, metieron a Lot
dentro de la casa, y cerraron la
puerta. 11 A los que estaban a la
(x) En este admirable diálogo se pone
de relieve la familiaridad con que trata Dios a
Abraham, la influencia que a éste da sobre sí,
y la estima grande en que tiene Dios a los justos,
por los cuales, aun escasos en número, está
dispuesto a librar de la destrucción a muchos
pecadores.
(2) Las palabras de Lot ponen ante todo de
relieve el horror que le causa ver holladas de
aquel modo las leyes de la hospitalidad. La
propuesta que él hace al pueblo no debía horro¬
rizarle menos. San Agustín ve en esto una
grande perturbación de ánimo, que no le per¬
mite hacerse cargo de lo que dice. Véase tam¬
bién Juec. 19, 22-24.
GÉNESIS, 20
27
puerta de la casa los hirieron de ce¬
guera, desde el menor hasta el mayor,
y no pudieron ya dar con la puerta.
ia Dijeron los dos hombres a Lot:
«¿Tienes aquí alguno, yerno, hijo o
hija? Todo cuanto tengas en esta
c udad, sácalo de aquí, 13 porque
vamos a destruir este lugar, pues es
grande su clamor en la presencia de
Yave, y éste nos ha mandado para
destruirla.» 14 Salió, pues, Lot para
hablar a sus yernos, los que habían
de tomar por mujeres a sus hijas,
y les dijo: «Levantaos, y salid de
este lugar, porque va a destruir Yave
la ciudad»; y les pareció a sus yernos
que se burlaba.
Destrucción de Sodoina y
Gouiorra.
15 En cuanto salió la aurora, die¬
ron prisa los ángeles a Lot, diciéndole:
«Levántate, coge a tu mujer y a las
dos hijas que tienes, no sea que pe¬
rezcas tú también por las iniquida¬
des de la ciudad.» 16 Y como se re¬
tardase, cogiéronlos de la mano los
hombres, a él, a su mujer y a sus dos
hijas, pues quería Yave salvarle, y
sacándolos, los pusieron fuera de la
ciudad. 17 Una vez fuera, le dijeron:
«Salva la vida. No mires atrás, y
no te detengas en parte alguna del
contorno, sálvate en el monte, si no
quieres perecer.» 18 Díjoles Lot: «No,
por favor, señores: 19 vuestro siervo
ha hallado gracia a vuestros ojos, pues
me habéis hecho el gran beneficio
de salvarme la vida, pero yo no podré
salvarme en el monte sin riesgo de
que me alcance la destrucción y pe¬
rezca. 20 Mirad, ahí cerca está esa
ciudad en que podré refugiarme; es
bien pequeña, permitid que me salve
en ella; ¿no es bien pequeña?», así
viviría.» 21 Y le dijeron: «Mira, te
concedo también la gracia de no des¬
truir esa ciudad de que hablas. 22 Pero
apresúrate a refugiarte en ella, pues
no puedo hacer nada, mientras en
ella no hayas entrado tú.» Por eso
se dió a aquella ciudad el nombre de
Segor. 23 Salía el sol sobre la tierra,
cuando entraba Lot en Segor, 24 e
hizo Yave llover sobre Sodoma y
Gomorra azufre y fuego de Yave,
desde el cielo. 25 Destruyó estas ciu¬
dades y todo el contorno, y cuantos
hombres había en ellas y hasta las
plantas de la tierra. 26 La mujer de
i Lot miró atrás, y se convirtió en un
bloque de sal.
27 Levantóse Abraham de mañana,
¡ y fué al lugar donde había estado
con Yave, 28 y mirando hacia Sodoma
y Gomorra y toda la olla, vió que
1 salía de la tierra una humareda, como
humareda de horno. 29 Cuando des¬
truyó Yave las ciudades de la olla,
se acordó de Abraham, y salvó a Lot
de la destrucción al destruir las ciu :
dades donde habitaba Lot.
La descendencia de Lot.
30 Subió Lot desde Segor, y habitó
en el monte con 'sus dos hijas, porque
temía habitar en Segor, y moró en
una caverna con sus dos hijas. 31 Y
dijo la mayor a la menor: «Nuestro
padre es ya viejo, y no hay aquí
hombres que entren a nosotras, como
en todas partes sucede. 32 Vamos a
I embriagar a nuestro padre, y a acos¬
tarnos con él, a ver si tenemos de él
descendencia » 33 Embriagaron, pues,
a su padre aquella misma noche, y
se acostó con él la mayor, sin que
él la sintiera, ni al acostarse ella ni
al levantarse. 34 Aj día siguiente dijo
i la mayor a la menor: «Ayer me acos¬
té yo con mi padre: embriaguémosle
también esta noche, y te acuestas tú
con él. para ver si tenemos descen¬
dencia de nuestro padre.» 35 Embria¬
garon, pues, también aquella noche a
su padre, y se acostó con él la menor,
sin que ni al acostarse ella, ni al
1 levantarse, la sintiera. 36 Y concibie¬
ron de su padre las dos hijas de Lot.
37 Parió la mayor un hijo, a quien
llamó Moab, que es el padre del Moab
de hoy. 38 También la menor parió
un hijo, a quien llamó Ben Ammi,
que es el padre de los Bene Ammón
de hoy.
Abraham en Gerara. Abimelee.
»>A 1 * Partióse de allí Abraham para
] a tierra del Negueb, y habitó
entre Cades y Sur, y fué a Gerara.
2 Abraham decía de Sara, su mujer:
«Es mi hermana» (1). Abimelee, rey de
Gerara, mandó tomar a Sara; 3 pero
(i) Según los relatos que preceden, Sara
sería muy anciana, siendo por eso extraño que
el rey de Gerara pusiera en ella los ojos. San
Aeustín propone a esta dificultad la única so¬
lución posible: que los episodios de que consta
la historia del Patriarca no están ordenados
cronológicamente.
28
GENESIS, 21
vino Dios a Abimelec en sueños du -1
rante la noche, y le dijo: «Mira que ¡
vas a morir, por la mujer que has
tomado, pues tiene marido.» 4 Abi¬
melec, que no se había acercado a
ella, respondió: «Señor, ¿matarías
así aún al inocente? 6 ¿No me ha dicho
él: es mi hermana? Con pureza de
corazón y con manos inocentes hice
yo esto.» 6 Y le dijo Dios en el sueño:
«Bien sé yo que lo has hecho con pu¬
reza de corazón; por eso te he im¬
pedido que pecaras contra mí, y no
he consentido que la tocaras. 7 Ahora,
pues, devuelve la mujer al marido,
pues él, que es profeta, rogará por
ti, y vivirás; pero si 'no la devuelves,
sabe que ciertamente morirás tú con
todos los tuyos.» 8 Por la mañana
llamó Abimelec a sus servidores, y
les contó todo esto, y ellos fueron
presa de gran terror. 9 Llamó después
a Abraham, y le dijo: «¿Qué es lo
que nos has "hecho? ¿En qué te he
faltado yo, para que trajeras sobre
mí y sobre mi reino tan gran pecado?
Lo que has hecho con nosotros nb
debe hacerse.» 10 Y dijo Abimelec a
Abraham: «¿Qué es lo que has visto,
para que eso hicieras?» 11 Y le res¬
pondió Abraham: «Es que me dije:
De seguro que no hay temor de Dios
en este lugar, y me van a matar por
causa de mi mujer. 12 Aunque es
también en verdad mi hermana, hija
de mi padre, pero no de mi madre,
y la tomé por mujer; 13 y desde que
me hizo Dios errar fuera de la casa
de mi padre, la dije: Has de hacerme
la merced de decir en todos los lu¬
gares a donde lleguemos, que eres
mi hermana.» 14 Tonto, pues, Abi¬
melec rebaños y ganados, siervos y
siervas, y se los dió a Abraham, y le
devolvió a Sara, su mujer, 15 y le
dijo: «Tienes la tierra a tu disposi¬
ción, mora donde bien te parezca.»
16 Y a Sara le dijo: «Mira, a tu her¬
mano le he dado mil monedas de
plata; sírvante de velo para los ojos
a ti y a cuantos contigo están, y todo
así estará arreglado.» 17 Rogó Abraham
por Abimelec, y curó Dios a Abime-
Icc, a su mujer, a sus siervos, y en¬
gendraron, 18 pues había Ya ve ce¬
rrado enteramente todo útero en la
casa de Abimelec por lo de Sara, la
mujer de Abraham (1).
(i) En todos estos episodios, el autor sa¬
grado mira a pon«»r de relieve la especial pro¬
videncia de Dios sobre el Patriarca.
IVaviinicnto de lsac\
*21 1 Visitó, pues, Ya ve a Sara,
como le dijera, e hizo con ella
lo que le prometió; 2 y concibió Sara,
y dió a Abraham un hijo en su ancia¬
nidad, al tiempo que le había dicho
Dios. 3 Y dió Abraham el nombre de
Isac a su hijo, el que le nació de
Sara. 4 Circuncidó Abraham a Isac,
su hijo, dentro de los ocho días, como
se lo había mandado Dios. 6 Era
Abraham de cien años de edad cuando
le nació Isac, su hijo. 6 Y dijo Sara:
«Me ha hecho reír Dios, y cuantos
lo sepan reirán conmigo.» 7 Y aña¬
dió: «¿Quién había de decir a Abraham:
amamantará hijos Sara? Pues yo le
he dado un hijo en su ancianidad.»
8 Creció el niño, y le destetaron, y
dió Abraham un gran banquete el día
del destete de Isac. 9 Vio Sara ju¬
gando al hijo de Agar, la egipcia,
el que le parió a Abraham; 10 y dijo a
Abraham: «Echa a esa esclava y a
su hijo, pues el hijo de una esclava
no ha de heredar con mi hijo, con
Isac.» 11 Muy duro se le hacía esto
a Abraham, por causa de su hijo;
12 pero le dijo Yave: «No te dé pena
por el niño y la esclava: haz lo que
te dice Sara," porque es por Isac por
quien será llamada tu descendencia.
13 También al hijo de la esclava le
haré un pueblo, por ser descendencia
tuya» (1). 14 Se levantó, pues,
Abraham de mañana; y cogiendo pan
y un odre de agua, se lo dió a Agar,
poniéndoselo a la espalda, v con ello
al niño, y la despidió. Ella se fué,
y erraba por el desierto de Berscba.
15 Se acabó el agua del odre, y ella
echó al niño bajo unos arbustos, 16 y
fué a sentarse frente a él a la dis¬
tancia de un tiro de arco, diciéndose:
«No quiero ver morir al niño»; y se
sentó enfrente del niño, que lloraba
en voz alta. 17 Oyó Dios al niño, y
el ángel de Dios llamó a Agar desde
los cielos, diciendo: «¿Qué tienes,
Agar? No temas, que ha escuchado
Yave la voz del niño que ahí está.
18 Levántate, toma al niño y cógele
de la mano, pues he de hacerle un
gran pueblo.» 19 Y abrió Dios los
(i) La ley de Hammurabí excluye de la
nerencia al hijo de la esclava. La expulsión
obedece a la necesidad de conservar la paz
doméstica, siempre perturbada por la poli¬
gamia. En este caso se debe más Ipien al plan
divino de hacer a Isac el descendiente heredero
de las promesas mesiánicas. (Rom. g. 6 sigs.)
GÉNESIS, : Z'¿
29
ojos de Agar, haciéndola ver un pozo, I
a donde fué y llenó el odre de agua, I
•dando de beber al niño. 20 Fué Dios
con el niño, que creció y habitó en
el desierto, y de mayor fué arquero.
21 Habitó en el desierto de Farán y
su madre tomó para él mujer de la
tierra de Egipto.
Alianza «le Abraliam con Abimelec.
22 Sucedió por entonces que Abi-
melec y Picol, jefe de su ejército,
dijo a Abraham: «Dios está contigo
en todo cuanto haces: 23 Júrame, pues,
ahora por Dios, que no me has de
engañar, ni a mí, ni a mis descen¬
dientes, y que como te favorecí yo
a ti, así harás tú conmigo y con la
tierra por donde andas.» 24 Y dijo
Abraliam: «Yo te lo juro.» 25 Pero
reconvino Abraham a Abimelec por
causa de un pozo de aguas, de que
se habían apoderado los siervos de
Abimelec, 26 y contestó Abimelec:
«No sé quién haya hecho eso, tú tam¬
poco me has dicho nada de ello, y
nada he sabido hasta ahora.» 27 Tomó,
pues, Abraham ovejas y bueyes y se
los dió a Abimelec, e hicieron entre
ambos alianza. 28 Apartó Abraam
siete corderas del rebaño, 29 y le
preguntó Abimelec: «¿Para qué son
esas siete corderas que has aparta¬
do?» 30 Abraham le contestó: «Para
que las recibas de mi mano, y me
sirvan de prueba de que yo lie abierto
este pozo.» 31 Por eso se llamó aquel
lugar Berseba, 32 porque allí juraron
ambos, e hicieron alianza, en Berseba.
Y se levantó Abimelec y Picol, jefe
de su ejército, y se volvieron a la
tierra de los filisteos. 33 Abraham
plantó en Berseba un tamarindo, e
invocó allí el nombre de Yave, el
Dios eterno, 34 y anduvo mucho
tiempo Abraham por tierra de filisteos.
El sacrificio de Isac.
99 1 Después de todo esto, quiso
probar Dios a Abraham, y lla¬
mándole, dijo: «Abraham.» Y éste con¬
testó: «Heme aquí.» 2 «Anda, coge a
tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto
amas, a Isac, y ve a la tierra de
Moria, y ofrécemelo allí en holo¬
causto, sobre uno de los montes que
yo te indicaré.» 3 * Se levantó, pues,
Abraham de mañana, aparejó su asno,
y tomando consigo dos mozos y a
Isac, su hijo, partió la leña para el
holocausto, y se puso en camino para
el lugar que le había dicho Dios.
4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos,
y vió de lejos el lugar. 5 Dijo a sus
dos mozos: «Quedaos aquí con el
asno; yo y el niño iremos hasta allí,
y después de haber adorado, volve¬
remos a vosotros.» 6 Y tomando
Abraham Ja leña para el holocausto,
se la cargó a Isac, su hijo; tomó él
en su mano el fuego y el cuchillo, y
siguieron ambos juntos. 7 Y dijo
Isac a Abraham, su padre: «Padre
mío.» «¿Qué quieres, hijo mío?», le
contestó. Y él dijo: «Aquí llevamos el
fuego y la leña, pero la res para el
holocausto, ¿dónde está?» 8 Y Abraham
le contestó: «Dios se proveerá de res
para el holocausto)?; y siguieron jun¬
tos los dos. 9 Llegados al lugar que
le dijo Dios, alzó alíí Abraham el altar,
y dispuso sobre él la leña, ató a su
hijo y le puso sobre el altar, encima
de la leña. 10 Tendió luego su brazo,
y cogió el cuchillo para degollar a
su hijo. 11 Pero le gritó desde los
cielos el ángel de Yave, diciéndole:
«Abraham, Abraham.» Y éste contes¬
tó: «Heme aquí.» 12 «No extiendas tu
brazo sobre el niño—le dijo—y no le
hagas nada, porque ahora he visto
que en verdad temes a Dios, pues
por mí no perdonaste a tu hijo, a tu
unigénito.» 13 Alzó Abraham los ojos,
y vió tras sí un carnero enredado por
los cuernos en la espesura, y cogió
el carnero y lo ofreció en holocausto
en vez de su hijo (1). 14 Llamó
Abraham al lugar aquel: Yave ve; por
lo que todavía se dice: «en el monte
de Yave ve». 15 Llamó el ángel de
Yave a Abraam por segunda vez
desde los cielos, 18 y le dijo: «Por
mí mismo juro, palabra de Yave,
que por haber hecho cosa tal, de no
perdonar a tu hijo, a tu unigénito,
17 te bendeciré largamente, y multi¬
plicaré grandemente tu descendencia
como las estrellas del cielo y como
las arenas de las orillas del mar, y
se adueñará tu descendencia de las
puertas de sus enemigos, 18 y la ben¬
decirán todos los pueblos de la tie-
(i) La prueba de la fe y obediencia de
Abraham es realmente suprema. Se le manda
sacrificar a su hijo único, tan pedido, tan de¬
seado y al fin conseguido, en quien habían de
tener realización las promesas mesiánicas. Isac,
aceptando resignado el sacrificio, es figura de
la sumisión de Cristo a la voluntad del Padre
30
GÉNESIS, 23, 24
rra, por haberme tú obedecido.»!
19 Volvióse Abraham a los mozos, y '
levantándose, fueron todos juntos, a
Berseba, y habitó Abraham en Ber-
seba.
20 Después de todo esto recibió
Abraham noticia, diciéndole: «También
Melca ha dado hijos a Najor, tu her¬
mano; 21 Hus es el primogénito, Buz
su hermano, y Camuel, padre de
Aram, 22 Cased, Azaud, Peídas, Gued-
laf y Batuel. 23 Batuel fué el padre
de Rebeca. Estos son los ocho hijos
que dió Melca a Najor, hermano de
Abraham. 24 También su concubina,
de nombre Raumi, le parió a Tebaj,
Gajam, Tajas y Maaca.
Muerte de Sara.
1 Fueron los días de vida de
Sara ciento veintisiete años.
2 Murió en Quiriat Arbe, que es
Hebrón, en la tierra de Canán. Vino
Abraham a llorar a Sara y hacer duelo
por ella, 3 y cuando se levantó de
junto a su muerta, habló así a los
hijos de Get: 4 «Soy entre vosotros
peregrino y huésped: Dadme en pro¬
piedad una sepultura, donde pueda
sepultar a mi muerta, apartándola
de mi vista.» 6 Los. hijos de Get
contestaron a Abralíain: 6 «Oyenos,
Señor, por favor: Tú eres entre nos¬
otros un príncipe de Dios; sepulta a la
muerta en el mejor de nuestros se¬
pulcros; ninguno de nosotros te negará
su sepultro para que en él sepultes
a tu muerta.» 7 Alzóse Abraham, e
inclinándose profundamente ante el
pueblo de aquella tierra, los hijos de
Get, 8 les dijo: «Si de veros queréis
que pueda yo apartar a mi muerta de
mi vista, sepultándola, escuchadme,
y rogad por mí a Efrón, el hijo de
Seor, 8 que por su justo precio me
ceda para sepultura, en propiedad, en
presencia vuestra, su caverna de
Macpela, que está al término de su
campo.» 10 Efrón estaba sentado entre
los hijos de Get, y respondió Efrón.
el geteo, a Abraham en presencia de
los hijos de Get y de cuantos entra¬
ban por las puertas de la ciudad:
11 «No, señor mío, óyeme: yo te doy
el campo y la caverna que se halla
a su extremo: te la doy ante los
hijos de mi pueblo; sepulta a tu
muerta.» 12 Abraham volvió a pros¬
ternarse ante la gente de aquella
tierra, 13 y habló así a Efrón, oyén¬
dolo todos: «Ciertamente, si tú te
dignas escucharme, yo te daré el
precio del campo. Recíbelo tú y se¬
pultaré en él a mi muerta.» 14 Y res¬
pondió Efrón a Abraham diciéndole:
15 «Señor mío, óyeme: ¿Qué es para
mí ni para ti una tierra de cuatro¬
cientos sidos de plata? Sepulta a tu
muerta.» 16 Oyó Abraham a Efrón y
pesóle la plata que éste había dicho,
ante los hijos de Get, cuatrocientos
sidos de plata corriente en el mer¬
cado. 17 Vino, pues, a ser propiedad
de Abraham ante los hijos de Get y
de cuantos entraban por la puerta
de la ciudad, 18 el campo de Efrón
en Macpela, frente a Mambre, con la
caverna que hay en él, y todos los
árboles del campo y sus contornos.
19 Después de esto sepultó Abraham
a Sara, su mujer, en la caverna del
campo de Macpela, frente a Mambre,
que es Hebrón, en tierra de Canán.
29 El campo, con la caverna que hay
en él, vino a ser sepultura de propie¬
dad de Abraham, recibida de los hijos
de Get.
Casamiento de Isae.
I 1 Era Abraham ya viejo, muy
--*x entrado en años, y Ya ve le
había bendecido en todo. 2 Dijo, pues,
Abraham al más antiguo de los sier¬
vos de su casa, el que administraba
cuanto tenía: «Pon, te ruego, tu mano
bajo mi muslo, 3 y júrame por Yave,
Dios de los cielos y de la tierra, que
no tomarás mujer para mi hijo de
entre las hijas de los cananeos, en
medio de los cuales habito, 4 sino
que irás a mi tierra, a mi parentela,
a buscar mujer para mi hijo Isac.»
6 Y le dijo el siervo: «Y si la mujer
no quiere venir conmigo a esta tierra,
¿habré de llevar allí a tu hijo, a la
tierra de donde saliste?» 6 Díjole
Abraham: «Guárdate muy bien de
llevar allá a mi hijo: 7 Yave, Dios de
los cielos, que me sacó de la casa de
mi padre y de la tierra de mi naci¬
miento, que me ha hablado, y me
juró, diciendo: a tu descendencia daré
yo esta tierra, enviará - a su ángel
ante ti y traerás de allí mujer para
mi hijo. 8 Si la mujer no quisiere
venir contigo, quedarás libre de este
juramento, pero de ninguna manera
volverás allá a mi hijo.» 9 Puso, pues,
el siervo su mano bajo el muslo de
Abraham, su señor, y le juró.
GÉNESIS, 24
31
10 Cogió el siervo diez de los carne- |
líos de su señor, y se puso en camino,
llevando consigo de cuanto bueno
tenía su señor, y se dirigió a Arán
Naharaim, a la ciudad de Najor.
11 Hizo que los camellos doblaran sus
rodillas fuera de la ciudad, junto a
un pozo de aguas, ya de tarde, a la
hora de salir las que van a coger
agua, 12 y dijo (1): «Yave, Dios de
mi amo Abraham, haz que me salga
ahora buen encuentro, y muéstrate
benigno con mi señor Abraham: 13 Voy
a ponerme junto al pozo de aguas,
mientras las mujeres de la ciudad
vienen a buscar agua: 14 la joven a
quien yo dijere: inclina tu cántaro,
te ruego, para que yo beba; y ella me
respondiere: bebe tú y daré también
de beber a tus camellos, sea la que
destinas a tu siervo Isac, y conozca
yo así que te muestras propicio a mi
señor.» 16 Y sucedió, que antes de que
él acabara de hablar, salía con el
cántaro al hombro Rebeca, hija de
Batuel, hijo de Melca, la mujer de
Najor, hermano de Abraham. 16 La
joven era muy hermosa, y virgen,
que no había conocido varón. Bajó
al pozo, llenó su cántaro, y volvió
a subir. 17 Salióle al encuentro el
siervo, y le dijo: «Dame, por favor,
a beber un poco de agua de tu cán¬
taro.» 18 «Bebe, señor mío», le con¬
testó ella; y bajando el cántaro lo
cogió con sus manos, y le dió de
beber. 19 Cuando hubo él bebido, le
dijo: «También para tus camellos
voy a sacar agua, hasta que hayan
bebido lo que quieran.» 20 Y se apre¬
suró a vaciar el cántaro en el abre¬
vadero, y corrió de nuevo al pozo a
sacar más, hasta que hubo sacado
para todos los camellos. 21 El siervo
la contemplaba en silencio, y se pre¬
guntaba si habría prosperado Yave
su camino, o no, 22 Cuando hubieron
acabado de beber los camellos, tomó
el siervo un arillo de oro de medio
sido de peso y dos brazaletes de diez
sidos, también de oro, y dándoselos,
23 le preguntó: «¿De quién eres hija
tú? Dime, por favor, si no habría
lugar en casa de tu padre para pasar
allí la noche.» 24 Ella le contestó:
«Soy hija de Batuel, el hijo que Melca
dió a Najor.» 25 Y añadió: «Hay en
nuestra casa paja y heno en abun-
(i) No es infrecuente en el A. T. esta
manera de explorar la voluntad de Dios para
conocerla.
dancia y lugar para pernoctar.» 28 Pos¬
tróse entonces el hombre y adoró a
Yave, 27 diciendo: «Bendito sea Yave,
Dios de mi señor Abraham, que no ha
dejado de hacer gracia y mostrarse
fiel a mi señor, y a mí me ha condu¬
cido derecho a la casa de los herma¬
nos de mi señor.» 28 Corrió la joven
a contar en casa de su madre lo que
había pasado. 29 Tenía Rebeca un
hermano, de nombre Labán, que se
apresuró a ir al pozo en busca del
hombre. 30 Había visto el arillo y
los brazaletes en la mano de su her¬
mana, y la había oído decir: «Así
me ha hablado * el hombre.» Vino,
pues, a él, que seguía con sus came¬
llos junto a la fuente, 31 y le dijo:
«Ven, bendito de Yave, por qué
estás ahí fuera? Ya he preparado
yo la casa y lugar para los camellos.»
32 Fué, pues, el hombre a casa. Labán
desaparejó los camellos, dió a éstos
paja y heno, y agua al hombre y a los
que le acompañaban, para lavarse los
pies, 33 y después le sirvió de comer;
pero el hombre dijo: «No comeré
mientras no diga lo que tengo que
decir.» Respondióle: «Di.» 34 Este
dijo: «Yo soy siervo de Abraham.
35 Yave ha bendecido largamente a
mi señor, y le ha engrandecido, dán¬
dole rebaños y ganados, plata y oro,
siervos y siervas, camellos y asnos.
36 Parióle Sara, la mujer de mi señor,
un hijo en su ancianidad, y a él le
ha dado todos sus bienes. 37 Mi señor
me ha hecho jurar, diciendo: No to¬
marás para mi hijo mujer de entre
las hijas de los cananeos, de la tierra
en que habito; 38 sino que irás a la
casa de mi padre, a mi parentela, y
de allí traerás mujer para mi hijo.
39 Yo dije a mi señor: Quizá no quiera
venir conmigo la mujer; 40 y él me
contestó: Yave, ante quien yo ando,
mandará contigo su ángel, y hará
que tu camino tenga buen éxito, y
tomarás mujer para mi hijo, de mi
parentela y de la casa de mi padre.
41 Quedarás desligado del juramento,
si fueres a mi parentela y no te la
dieren; libre quedarás entonces. 42 Lle¬
gué hoy a la fuente, y dije: Yave,
Dios de mi señor Abraham, te ruego
que si en verdad quieres prosperar
el camino que traigo, 43 hagas que
mientras yo me quedo junto a la
fuente, la joven que salga a buscar
agua y a quien diga yo: Dame de
beber, te ruego, un poco de agua de
tu cántaro 44 y me diga ella: Bebe,
32
GÉNESIS, 25
y sacaré también para tus camellos,
sea la mujer que Yave ha destinado
para mujer del hijo de mi señor.
45 No había yo acabado de decir
esto en mi corazón, cuando salía Re¬
beca con su cántaro al hombro, bajó
a la fuente y sacó agua. Yo le dije:
dame de beber, te lo ruego. 46 Bajó
ella en seguida el cántaro de sobre
su hombro, y dijo: bebe, y daré tam¬
bién de beber a tus camellos. 47 Yo
le pregunté: ¿De quién eres hija? Ella
me respondió: Soy hija de Batuel,
el hijo de Najor, que le dió Melca.
Entonces puse yo el arillo en su nariz
y los brazaletes en sus manos, 48 y
me incliné postrándome ante Yave,
y bendije a Yave,-Dios de mi señor
Abraham, que me había traído por
camino derecho, para tomar a la hija
de su hermano para mujer de su hijo.
49 Ahora, si queréis hacer gracia y
fidelidad a mi señor, decídmelo; si no,
decídmelo también, y me dirigiré a la
derecha o a la izquierda.» 60 Labán
y Batuel contestaron, diciendo: «De
Yave viene esto, nosotros no podemos
decirte ni bien ni mal. 61 Ahí tienes
a Rebeca, tómala y vete, y sea la
mujer del hijo de tu señor, como lo
lia dicho Yave.» 62 Cuando el siervo
de Abraham hubo oído estas palabras,
se postró en tierra ante Yave; 63 y
sacando objetos de plata, objetos de
oro y vestidos, se los dió a Rebeca,
e hizo también presentes a su her¬
mano y a su madre. 64 Pusiéronse
luego a comer y a beber, él y los que
con él venían, y pasaron la noche.
A la mañana, cuando se levantaron,
dijo el siervo: «Dejad que me vaya a
mi señor.» 55 El hermano y la madre
de Rebeca dijeron: «Que esté la joven
con nosotros todavía algunos días,
unos diez, y después partirá.» 66 El
les contestó: «No retraséis mi vuelta,
ya que Yave lia hecho feliz el éxito
de mi viaje; dejadme partir, para
que vuelva a mi señor.» 87 Dijéronle,
pues: «Llamemos a la joven, y pre¬
guntémosle lo que ella quiere.» 68 Lla¬
maron a Rebeca, y le preguntaron:
«¿Quieres partir luego con este hom¬
bre?» Y ella respondió: «Partiré.»
59 Dejaron, pues, ir a Rebeca, su
hermana, y a su nodriza con el siervo
de Abrabam y sus hombres, 60 y ben¬
decían a Rebeca diciendo;
«Hermana nuestra eres;
Que crezcas en millares de millares,
Y se adueñe tu descendencia
De las puertas de sus enemigos.»
61 Montaron, pues, Rebeca, sus don¬
cellas y su nodriza en dos camellos,
y se fueron tras el hombre, y éste
con Rebeca se partió.
62 Volvía un día Isac del pozo Jai
Roí, pues habitaba entonces en el
Negueb, 63 y había salido por la tarde
al campo para lamentarse, y alzando
los ojos vió venir camellos. 64 Tam¬
bién Rebeca alzó sus ojos, y viendo
a Isac, se apeó del camello, 65 y pre¬
guntó al siervo: «¿Quién es aquel
hombre que viene por el campo a
nuestro encuentro?» El siervo le res¬
pondió: «Es mi señor.» Ella cogió el
velo y se cubrió. 66 El siervo contó a
Isac cuanto había ocurrido, 67 e Isac
condujo a Rebeca a la tienda de Sara,
su madre, la tomó por mujer y la
amó, consolándose de la muerte de
su madre.
Muerte de Abraham.
•) T 1 Volvió Abraham a tomar mu-
jer, de nombre Quetura, 2 que •
le parió a Zamrán, Jocsán, Madán,
Madián, Jesboc y Sué. 3 Jocsán en¬
gendró a Saba y Dadán. Hijos de
Dadán son los Asurim, los Latusim
y los Laumim. 4 Los hijos de Madián
fueron Efa, Efer, Janoc, Abida y
Elda. Estos son todos los hijos de
Quetura. 6 Abraham dió todos sus
bienes a Isac. 6 A los hijos de las
concubinas les hizo donaciones, pero
viviendo él todavía, los separó de su
hijo Isac, hacia oriente, a la tierra de
oriente. 7 Los días de la vida de
Abraham fueron ciento setenta y cinco
años. 8 Expiró, y murió Abraham en
senectud buena, anciano y lleno de
días, y fué a reunirse con su pueblo.
9 Isac e Ismael, sus hijos, le sepulta¬
ron en la caverna de Macpela, en el
campo de Efrón, hijo de Seor, el
geteo, frente a Mambre. 10 Es el
campo que compró Abraam a los
hijos de Get. Allí fué sepultado con
Sara, su mujer.
11 Después de la muerte de Abraam^
Dios bendijo a Isac, su hijo, y habito
Isac junto al pozo de Jai Roi.
Deseendeneia de Ismael.
12 Estas son las generaciones de
Ismael, hijo de Abraham y de Agar,
la egipcia, esclava de Sara. 13 He aquí
los nombres de los hijos de Ismael,
según sus nombres y sus generaciones.
GÉNESIS, 26
El primogénito de Ismael fue Neba-
yot; después Quedar, Adbel, Maba-
sam, 14 Masema, Duina, Masa, 16 Adad,
Tema, Jctur, Nafir y Quedma. 16 Estos
son los hijos de Ismael, estos sus
nombres, según sus pagos y campa¬
mentos; estos fueron los doce jefes
de sus tribus. 17 Los años de la vida
de Ismael fueron ciento treinta y
siete. Después expiró y murió, yendo
a reunirse con su pueblo. 18 Sus hijos
habitaron desde Evila hasta Sur, que
está frente al Egipto, según se va a
Sur, frente a todos sus hermanos.
Jacob y Esaú.
19 Estas son las generaciones de
Isac, hijo de Abraham. Abraham en¬
gendró a Isac. 20 Era Isac de cua¬
renta años cuando tomó por mujer
a Rebeca, hija de Batucl, arameo/de
Padan Aram y hermana de Labán,
arameo. 21 Rogó Isac a Yave por su
mujer, que era estéril, y fué oído por
Yave, y concibió Rebeca, su mujer.
22 Chocábanse en su seno los niños,
y dijo: «Para esto, ¿a qué concebir?»
Y fué a consultar a Yave, 23 que le
dijo:
«Dos pueblos llevas en tu seno,
Dos pueblos que al salir de tus
entrañas se separarán.
Una nación prevalecerá sobre la
otra nación,
Y el mayor servirá al menor.»
24 Llegó el tiempo del parto, y
salieron de su seno dos gemelos.
26 Salió el primero uno rojo, todo él
como un manto peludo, y se le llamó
Esaú. 26 Después salió su hermano
agarrando con la mano el talón de
Esaú, y se le llamó Jacob. Era Isac
de sesenta años cuando los engendró.
27 Crecieron los niños, y fué Esaú
diestro cazador y hombre agreste,
mientras que era Jacob hombre apa¬
cible y amante de la tienda. 28 Isac,
porque le gustaba la caza, prefería a
Esaú, y Rebeca prefería a Jacob.
29 Hizo un día Jacob un guiso, y
llegó Esaú del campo, muy fatigado,
30 y dijo Esaú a Jacob: «Por favor,
dame a comer ese guiso rojo, que
estoy desfallecido.» Por esto se le
dió a Esaú el nombre de Edom.
31 Contestóle Jacob: «Véndeme ahora
mismo tu primogenitura.» 32 Respon¬
dió Esaú: «Estoy que me muero;
¿qué me importa la primogenitura?»
83 «Júramelo ahora mismo», le dijo
Jacob; y juró Esaú, vendiendo a
Jacob su primogenitura. 34 Dióle en¬
tonces Jacob pan y el guiso de len¬
tejas; y una vez que comió y bebió,
se levantó Esaú y se fué, no dándose¬
le nada de la primogenitura.
Isac cu Gerar. Alianza con Ahi-
’ mclec. Casamiento de Esaú.
1 Hubo en aquella tierra un
¿H) hambre, distinta de la primera
que hubo en tiempo de Abraham; y
fué Isac a Gerar, a Abimelec, rey de
los filisteos, 2 pues se le apareció
Yave, y le dijo: «No bajes a Egipto.
3 Sigue habitando en esta tierra, donde
yo te diga; peregrina por ella, que yo
estaré contigo, y te bendeciré, pues
a ti y a tu descendencia daré todas
estas tierras, cumpliendo el jura¬
mento que hice a Abraham, tu padre,
4 y multiplicaré tu descendencia
como las estrellas del cielo, y le daré
todas estas tierras, y la bendecirán
todos los pueblos de la tierra, 6 por
haberme obedecido Abraham, y haber
guardado mi mandato, mis precep¬
tos, mis ordenaciones y mis leyes.»
6 Habitó, pues, Isac en Gerar. 7 Pre¬
guntábanle los hombres del lugar por
su mujer, y él decía: (1) «Es mi her¬
mana.» Pues temía decir que era su
mujer, no fuera que le mataran los
hombres del lugar por Rebeca, que
era muy iuj*mosa. 8 Como se prolon¬
gase su estancia en Gerar, mirando
Abimelec, rey de los filisteos, por la
ventana, vió que estaba Isac jugando
con Rebeca, su mujer. 9 Llamó Abi¬
melec a Isac, y le dijo: «De cierto
que es tu mujer. ¿Por qué, pues, dices:
es mi hermana?» Y le contestó Isac:
«Es que me dije, no váya yo a morir
por causa suya.» 10 Respondióle Abi¬
melec: «¿Cómo nos has hecho eso?
Hubiera podido alguno tomar a tu
mujer, y hubieras arrojado sobre nos¬
otros un delito.» 11 Dió, pues, Abime¬
lec una orden a todo el pueblo, di¬
ciendo: «El que toque a este hombre
o a su mujer, morirá.» 12 Sembró
Isac en aquella tierra, y cogió aquel
(i) Por tercera vez vemos repetirse la histo¬
ria. Dios vela con cuidado sobre los patriarcas. En
este caso no nos ofrece el texto la solución que
en los de Sara. Cabe, sin embargo, pensar que
Isac dijera de Rebeca que era su hermana, apo¬
yándose en la significación amplia que la pala¬
bra hermano tiene en las lenguas semíticas. En
efecto, Rebeca era prima carnal de Isac.
3
34
GÉNESIS, 27
año ciento por uno, pues le bendijo
Yave. 13 Engrandecióse y filé cre¬
ciendo, creciendo cada vez más, hasta
hacerse muy poderoso. 14 Tenía mu¬
chos rebaños y ganados y mucha
servidumbre, y los filisteos llegaron
a envidiarle. 15 Todos los pozos abier¬
tos por los siervos de su padre Abraham
los cegaron los filisteos, llenándolos
de tierra. 16 Dijo Abimelec a Isac:
«Vete de aquí, porque has llegado a
ser mucho más poderoso que nos¬
otros.» 17 Fuése Isac, y acampó en
el valle de Gerar, y habitó allí.
18 Volvió a abrir los pozos abiertos
en tiempo de Abraham, su padre, y
cegados por los filisteos después de
la muerte de Abraham, dándoles los
mismos nombres que les había dado
su padre. 19 Cavaron los siervos de
Isac en el valle, y alumbraron una
fuente de aguas vivas; 20 pero los
pastores de Gerar riñeron con los
de Isac, diciendo: «Estas aguas son
nuestras.» Y llamó al pozo Ezec,
porque había habido riña por él.
21 Excavaron sus siervos otro pozo,
por el cual hubo también un alter¬
cado, y lo llamó Sitúa. 22 Yéndose
más lejos, excavó otro pozo, por el
cual no hubo ya querellas, y le llamó
Rejobot, diciendo: «Ahora ya nos ha
dado Yave holgura, y prosperaremos
en esta tierra.» 23 Subió después a
Bersabe, 24 y se le apareció Yave
aquella noche, y le dijo: «Yo soy el
Dios de Abraham, tu padre; nada
temas, que yo estoy contigo: Yo te
bendeciré, y multiplicare tu descen¬
dencia, por Abraham, mi siervo.»
25 Alzó allí un altar, e invocó el nom¬
bre de Yave: plantó allí su campa¬
mento, y abrieron también allí sus
siervos un pozo. 28 Vinieron a él,
desde Gerar, Abimelec, Ajurot, amigo
suyo, y Picol, jefe de su ejército;
27 c Isac les dijo: «¿Para qué habéis
venido a mí vosotros, que me odiáis,
y me habéis arrojado de entre vos¬
otros?» 28 Ellos dijeron: «Porque he¬
mos visto claramente que está Yave
contigo, y nos hemos dicho: Haya
cu medio de nosotros un juramento
entre ti y nosotros, y queremos hacer
alianza contigo: 29 de no hacernos tú
mal, como no te hemos tocado nos¬
otros, haciéndote sólo bien, y deján¬
dote partir en paz. Tú eres ahora el
bendito de Yave.» 30 Isac les preparó
un banquete, y comieron y bebieron.
31 A la mañana siguiente se levanta¬
ron, y se juraron unos a otros, y los
despidió Isac, yéndose ellos en paz.
32 Aquel mismo día vinieron los
siervos de Isac a informarle acerca
del pozo que estaban haciendo, y le
dijeron: «Hemos hallado agua», 33 e
Isac llamó al pozo Seba, por eso se
llamó la ciudad Berseba hasta el día
de hoy. 34 Era Esaú de cuarenta años,
V tomó por mujeres a Judit, hija de
Beeri, geteo, y a Basemat, hija de
Elón, geteo, 35 que fueron para Isac
y Rebeca una amarga pesadumbre.
Suplanta Jacob a Esaú en la
bendición paterna.
1 Cuando envejeció Isac, se de-
¿á í bilitaron sus ojos, y no veía.
Llamó, pues, a Esaú, su hijo mayor
y le dijo: «Hijo mío.» Este contestó:
«Heme aquí.» 2 «Mira—le dijo—, yo
ya soy viejo, y no sé cuál será el día
de mi muerte. 3 Toma, pues, tus ar¬
mas, la aljaba y el arco, y sal al
campo a cazar algo, 4 y me haces un
guiso como sabes que a mí me gusta,
y me lo traes, para que lo coma y
después te bendiga antes de morir.»
6 Rebeca estaba oyendo lo que Isac
decía a Esaú, su hijo. Esaú salió al
campo a cazar algo para traerlo; 6 y
Rebeca dijo a Jacob, su hijo: «Mira,
he oído a tu padre hablar a Esaú,
tu hermano, y decirle: 7 Tráemc caza
y prepáramela, para que la coma y
te bendiga delante de Yave antes de
mi muerte. 8 Ahora, pues, hijo mío,
obedéceme, y haz lo que yo te mando.
9 Anda, vete al rebaño, y tráemc dos
cabritos gordos y tiernos, para que
yo haga con ellos a tu padre un guiso
como a él le gusta, 10 y se lo lleves
a tu padre, y lo coma y te bendiga
antes de su muerte.» 11 Contestó
Jacob a Rebeca, su madre: «Mira
que Esaú, mi hermano, es hombre
velludo y yo soy lampiño, 12 y si
me toca mi padre, apareceré ante él
como un mentiroso, y traeré sobre
mí una maldición, en vez de la ben¬
dición.» 13 Díjóle su madre: «Sobre
mí tu maldición, hijo mío, pero obe¬
déceme, anda y tráemclo.» 14 Fué,
pues, él, lo cogió y lo trajo a su
madre, que hizo el guiso como a su
padre le gustaba. 15 Cogió Rebeca
vestidos de Esaú, su hijo mayor, los
mejores que tenía en casa, y se los
vistió a Jacob, su hijo menor; 18 y
con las pieles de los cabritos le cu¬
brió las manos y lo desnudo del
GÉNESIS, 27
35
cuello; puso el guiso y pan que había
hecho en manos de Jacob, su hijo,
18 y éste lo llevó a su padre, y le dijo:
«Padre mío.» «Heme aquí, hijo mío»,
contestó Isac. «¿Quién eres, hijo mío?»;
19 y le contestó Jacob* «Yo soy Esaú,
tu hijo primogénito. He hecho como
me dijiste. Levántate, pues, te ruego,
Vuélvete, y come de mi caza, para
que me bendigas.» 20 Y dijo Isac a
su hijo: «¿Cómo tan pronto hallaste,
hijo mío?»; y le respondió: «Porque
hizo Yave que se me pusiera delan¬
te.» 21 Dijo Isac a Jacob: «Anda,
acércate para que yo te palpe, hijo
mío, a ver si eres o no mi lujo Esaú.»
22 Acercóse Jacob a Isac, su padre,
que le palpó y dijo: «La voz es la
voz de Jacob, pero las manos son
las manos de Esaú»; 23 y no le cono¬
ció, porque estaban sus mano* vellu¬
das como las de Esaú, su hermano,
y se dispuso a bendecirle. 24 Todavía
le preguntó: «¿De verdad eres tú mi
hijo Esaú?»; y él contestó: «Yo soy.»
25 Díjole, pues: «Acércame la caza
para que yo coma de ella, hijo mío,
y te bendiga.» Acercósela Jacob y
comió, y le trajo también vino, y
bebió 26 Díjole después Isac: «Acér¬
cate y bésame hijo mío.» 27 Acercóse
él y le besó; y en cuanto olió !a fra¬
gancia de sus vestidos, le bendijo,
diciendo:
«Oh, es el olor de mi hijo
Como el olor de un campo
Al que ha bendecido Yave.
28 Dete Dios el rocío del cielo y
la grosura de la tierra,
Y abundancia de trigo y mosto.
29 Sírvante pueblos,
Y prostérnense ante ti naciones;
Sé el señor de tus hermanos,
Y póstrense ante ti los hijos de
tu madre.
Maldito quien te maldiga,
Y bendito quien te bendiga.»
‘ 30 En cuanto acabó Isac de bende¬
cir a Jacob, no bien había salido éste
de la presencia de Isac, su padre,
Esaú, su hermano, que venía del
campo 31 y había hecho su guiso y
se lo traía a su padre, dijo a su
padre: «Levántese mi padre y coma
de la caza de su hijo, para que me
bendiga.» 32 Díjole Isac, su padre:
«¿Pues quién eres tú?» Contestóle:
«Yo soy tu hijo primogénito, Esaú.»
33 Pasmóse Isac con pasmo muy
grande, y repuso: «¿Y quién es en¬
tonces el que me ha traído la caza
y he comido de todo ello antes que
tú vinieras, y le he bendecido, y ben¬
dito está?» 34 Al oír Esaú las pala¬
bras de su padre, rompió a gritar y
a llorar amargamente, y le dijo:
«Bendíceme también a mí, padre
mío.» Isac le contestó: «Tu hermano
ha venido con engaño, y se ha llevado
la bendición.» 36 Díjole Esaú: «¿No
efc su nombre Jacob? Dos veces me
ha suplantado: me quitó la primo-
genitura, y ahora me ha quitado mi
bendición», y añadió: «¿No tienes ya
bendición para mí?» 37 Respondió Isac
y dijo a Esaú: «Mira, le he hecho
señor tuyo, y todos sus hermanos se
los he dado por siervos; le he atri¬
buido el trigo y el mosto. A ti, pues,
¿qué voy a hacerte, hijo mío?» 38 Y
dijo Esaú a su padre: «¿No tienes
más que una bendición, padre mío?
Bendíceme también a mí, padre mío»;
y lloró en voz alta. 39 Respondió Isac
diciéndole:
«Mira, fuera de la grosura de la
tierra será tu morada,
Y fuera del rocío que baja de los
cielos.
40 Vivirás de tu espada, y servirás
a tu hermano;
Y cuando te revuelvas romperás su
yugo de sobre tu cuello.»
41 Concibió Esaú contra su herma¬
no Jacob un odio profundo, por lo de
la bendición que le había dado su
padre, y se dijo en su corazón: «Cerca
están los días del duelo por mi padre;
después mataré a Jacob, mi her¬
mano.» 42 Supo Rebeca lo que había
dicho Esaú, su hijo mayor; y mandó
llamar a Jacob, su hijo menor, y le
dijo: «Mira, que tu hermano Esaú
quiere matarte. 13 Anda, pues, obe¬
déceme, hijo mío, y huye a Jaran,
a Labán mi hermano. 44 y estáte
algún tiempo con él, hasta que la
cólera de tu hermano se aparte de
ti, 45 se aplaque su ira y se haya
olvidado de lo que le lias hecho; yo
mandaré allí a buscarte. ¿Habría de
verme yo privada de vosotros dos en
un solo día?» (1).
40 Rebeca dijo a Isac: «Me pesa
la vid? a causa de las hijas de Get;
si Jacob turna mujer de entre las
(i) En este relato se pone de manifiesto la
lucha entre las preferencias paternas y maternas
respecto de los dos hijos; pero al mismo tiempo,
y sobre todo, la providencia de Dios, que sin
atender a la primogenítura de ia carne, elige
a quien elige, para que en él se realicen las pro¬
mesas mesiánicas. (Mal. i. 2. sig. y Rom. 9. 6.
sigs.)
3ü
GÉNESIS, 28, 29
hijas de Get, como éstas de esta deciré donde quiera que vayas, y vol-
-- veré a traerte a esta tierra, y no te
abandonaré hasta cumplir lo que te
digo.»
tierra, ¿para qué quiero vivir?»
Huida de Jacob a Mesopotamia.
28 1 Llamó, pues, Isac a Jacob y
íe bendijo, y le mandó: «No
tomes mujer de entre las hijas de
Canán. 2 Anda, y vete a Padan Arán,
a casa de Batuel, el padre de tu
madre, y toma allí mujer de entre
las hijas de Labán, hermano de tu
madre; 3 el Dios omnipotente te ben¬
decirá, te hará crecer y te multipli¬
cará, y te hará muchedumbre de
pueblos, 4 y te dará la bendición de
Abraham a ti y a tu descendencia con¬
tigo, para, que poseas la tierra de
tus peregrinaciones, que dió Dios a
Abraham.» 6 Despidió, pues, Isac a
Jacob, que se fué a Padan Arán, a
Labán, hijo de Batuel, arameo, her¬
mano de Rebeca, madre de Jacob
y Esaú. 8 Viendo Esaú que Isac había
bendecido a Jacob, y que al bende¬
cirte, le habla mandado irse a l J adan
Arán para tomar mujer de allí, di-
ciéndole: no tomes mujer de entre
las hijas de Canán; 7 y que obede¬
ciendo a su padre y a su madre, se
había ido Jacob a Padan Arán, 8 co¬
noció Esaú que disgustaban a Isac,
su padre, las hijas de Canán; 9 y se
fué a Ismael, y sobre las que ya
tenia, tomó por mujer a MajalaL hija
de Ismael, hijo de Abraham y her¬
mano de Nabaiot.
10 Salió, pues, Jacob de Berseba,
para dirigirse a Jarán. 11 Llegó a
un lugar donde se dispuso a pasar
la noche, pues el sol se ponía ya,
y tomando una de las piedras que en
16 Despertó Jacob de su sueño, y
se dijo: «Ciertamente está Yave en
este lugar, y yo no lo sabía»; 17 y ate¬
morizado añadió: «¡Qué terrible es
este lugarl No es sino la casa de Dios
y la puerta de ?os cielos.» 18 Levan¬
tóse Jacob por la mañana, y tomando
la piedra que había tenido de cabecera,
la alzó, como memoria, y vertió óleo
sobre ella. 19 Llamó a este lugar Betel,
aunque la ciudad se llamaba al prin¬
cipio Luza. 20 E hizo Jacob un voto
diciendo: «Si Yave está conmigo, y
me protege en mi viaje, y me da
pan que comer y vestidos que ves¬
tirme, 21 y retorno en paz a la casa
de mi padre, Yave será mi Dios;
22 esta piedra que he alzado como me¬
moria será casa de Dios, y de todo
cuanto a mí me dieres te daré el
diezmo.»
Jacob en casa de Labán.
20 1 Volvió a emprender Jacob su
marcha, y llegó a la tierra de los
hijos de Oriente. 2 Vió en el campo un
pozo, junto al cual descansaban tres re¬
baños, pues era el pozo en que se abre¬
vaban los ganados. 3 Reuníanse allí,
se quitaba una gran piedra que le
cubría, y se daba de beber al ganado,
volviendo a poner en su lugar la
piedra que cubría la boca del pozo.
4 Jacob preguntó a los pastores:
«¿De dónde sois, hermanos?» «De
Jarán somos», le respondieron ellos.
6 «¿Conocéis a Labán hijo de Najor?»
j vviwuuuv vinu ^ v*i . “(jVouovcio o uaumi lUju uw ¿íajui i
el lugar habla, la puso de cabecera uLe conocemos», contestaron. 6 «¿Y
y se acostó.
VíhIóu de la escala.
12 Tuvo un sueño, y veía una escala
que, apoyándose sobre la Berra, to¬
caba con la cabeza en los cielos, y
que por ella subían y bajaban los
ángeles de Dios. 13 Sobre ella estaba
Yave, que le dijo: «Yo soy Yave, el
Dios de Abrahain, tu padre, y el Dios
de Isac; la tierra sobre la cual estás
acostado te la daré a ti y a tu des¬
cendencia. 14 Será ésta como el polvo
de la tierra, y te ensancharás a occi¬
dente y a oriente, a norte y medio¬
día, y a tí y a tu descendencia os
está bien?» siguió preguntando Jacob.
«Si, bien está, mira, ahí viene Raquel,
su hija, con su rebaño.» 7 El les
dijo: «Todavía es muy de día, no es
tiempo de recoger el ganado. ¿Poi¬
qué no abreváis los rebaños y os
volvéis a que pasten?» 8 Ellos le
respondieron: «No podemos hacerlo
hasta que se reúnan todos los reba¬
ños y se quite la piedra de la boca
del pozo, y entonces damos de beber
al rebaño.» 9 Todavía estaba Jacob
hablando con ellos cuando llegó Ra¬
quel con el rebaño de su padre, pues
ella era la pastora. 10 Y en cuanlo
vló Jacob a Raquel, bija de Labán,
hermano de su madre y el rebaño de
bendecirán todas las naciones de la kLabán, hermano de su inadre
tierra. 15 Yo estoy contigo, y te ben- 1 acercó, removió la piedra de sobre
GÉNESIS, 30
37
a boca del pozo, y abrevó el rebaño
de Labán, hermano de su madre.
11 Besó Jacob a Raquel, y alzó la voz
llorando. 12 Hizo saber a Raquel que
era hermano de su padre, e hijo de
Rebeca, y ella corrió a contárselo a
su padre. 13 En cuanto oyó Labán
lo que de Jacob, hijo de su’hermana,
le decía, corrió a su encuentro, le
abrazó, le besó, y le llevó a su casa.
Contó Jacob a Labán lo que ocurría,
14 y éste le dijo: aSí, eres hueso y
carne mía.* Y moró Jacob con Labán
un mes entero. 16 Pasado éste, le dijo
Labán: «Acaso porque eres mi her¬
mano, ¿vas a servirme de balde?
Dime cuál ha de ser tu salario.»
Lia y Raquel.
16 Tenía Labán dos hijas; una,
la mayor, de nombre Lia; otra, la
menor, «de nombre Raquel. 17 Lia
era tierna de ojos, pero Raquel era
muy esbelta y hermosa. 1S Amaba Ja¬
cob a Raquel, y dijo a Labán: «Te
serviré siete años por Raquel, tu
hija menor.» 19 Y contestó Labán:
«Mejor es que te la dé a ti que dár¬
sela a un extraño. Quédate conmigo.»
20 Y sirvió Jacob por Raquel siete
años, que le parecieron sólo unos
días, por el amor que le tenía. 21 Ja¬
cob dijo a Labán: «Dame a mi mujer,
pues se ha cumplido el tiempo, y
entraré a ella.» 22 Reunió Labán a
todos los hombres del lugar, y dió
un convite; 23 y por la noche, to¬
mando a Lia, su hija, se la llevó a
Jacob, que entró a ella. 24 Dió
Labán a Lia, su hija, su sierva Silfa,
para que fuera sierva de ella. 25 Lle¬
gada la mañana, vió Jacob que era
Lia, y dijo a Labán: «¿Por qué me
has hecho esto? ¿No te he servido
por Raquel? ¿Por qué me has en¬
gañado?» 26 Labán le respondió: «No
es en nuestro lugar costumbre dar
la menor antes que la mayor. 27 Acaba
esta semana, y te daré también
después la otra por el servicio que
me prestes de otros siete años.»
28 Hízolo así Jacob, y cumplida la
semana, dióle Labán a Raquel, su
hija, por mujer, y con ella a Bala,
su sierva, para sierva de ella. 30 Entró
también a Raquel Jacob, y la amó
más que a Lia, y sirvió por ella otros
siete años. 31 Viendo Yave que Lia
era odiada, abrió su matriz, mientras
que Raquel era estéril.
Los hijos de Jacob.
32 Concibió Lia y parió un hijo,
al que llamó Rubén, diciendo: «Yave
ha mirado mi aflicción, y ahora mi
marido me amará.» 33 Concibió de
nuevo y parió un hijo, diciendo:
«Yave ha visto que yo era odiada,
y me ha dado este más»; y le llamó
Simeón. 34 Concibió otra vez, y parió
un hijo, y dijo: «Ahora mi marido
se apegará a mí, pues le he parido
tres hijos»; y por eso le llamó Leví.
35 Concibió nuevamente, y parió un
hijo, diciendo: «Ahora sí que he de
alabar a Yave»; y por eso le llamó
Judá. Y cesó de tener hijos.
30 i 1 Raquel, viendo que no daba
hijos a Jacob, estaba celosa de
su hermana, y dijo a Jacob: «Dame
hijos o me muero.» 2 Airóse Jacob
contra Raquel, y le dijo: «¿Por ven¬
tura soy yo Dios, que te ha hecho
estéril?» 3 Ella le dijo: «Ahí tienes a
mi sierva Bala; entra a ella, que para
sobre mis rodillas, y tenga yo prole
por ella.» 4 Dióle, pues, su sierva
F or mujer, y Jacob entró a ella.
Concibió Bala, y parió a Jacob un
hijo, 6 y dijo Raquel: «Dios me ha
hecho justicia, me ha oído y me ha
dado un hijo»; por eso le llamó Dan.
7 Concibió otra vez Bala, sierva de
Raquel, y parió un segundo hijo a
Jacob, 8 diciendo Raquel: «Lucha de
Dios he luchado con mi hermana, y la
he vencido», por eso le llamó Neftalí.
9 Viendo Lia que había dejado de
tener hijos, tomó a Zelfa, su esclava,
y se la dió por mujer a Jacob. 10 Zelfa,
esclava de Lia, parió a Jacob un
hijo, y Lia dijo: 11 «[Qué buena for¬
tuna!»; y le llamó Gad. i2 Parió Zelfa,
esclava de Lia, un segundo hijo a
Jacob; 13 y dijo Lia: «Por dicha mía,
pues los hijos me han hecho fe¬
liz»; y le llamó Aser. 14 Salió Rubén
al tiempo de la siega del trigo, y
halló en el campo unas mandrágo-
ras, y se las trajo a Lia, su madre,
y dijo Raquel a Lia: «Dame, por
favor, de las mandrágoras de tu
hijo.» 15 Lia 'le contestó: «¿Te parece
todavía poco haberme quitado el
marido, que quieres también qui¬
tarme las mandrágoras de ini hijo?»
Y le dijo Raquel: «Mira; que duerma
esta noche contigo, a cambio de las
mandrágoras de tu hijo.» 16 Vino
Jacob del campo por la tarde, y le
salió Lia al encuentro, y le dijo:
GÉNESIS. 31
38
«Entra a mí, pues te he comprado
por unas mandrágoras de. mi hijo.»
Y durmió con ella Jacob aquella
noche, y oyó Ya ve a Lia, que con¬
cibió, y parió a Jacob el quinto hijo.
18 Y dijo Lía: «Dios me ha pagado
mi salario por haber dado mi sierva
a mi marido»; y le llamó Isacar.
19 Concibió de nuevo Lia, y parió a
Jacob un sexto hijo, 20 y dijo: «Dios
me ha hecho un buen don; ahora mi
marido morará conmigo, pues le he
dado seis hijos»; y le llamó Za¬
bulón.
21 Después parió una hija, a la
que llamó Dina.
22 Acordóse Dios'de Raquel, la oyó,
y la hizo fecunda. 23 Concibió, pues,
y parió un hijo, y dijo: «Dios ha
quitado mi afrenta»; 24 y le llamó
José, pues dijo: «Que me añada
Ya ve otro hijo.»
Prosperidad de Jacob en casa
de Labán.
25 Cuando Raquel parió a José, dijo
Jacob a Labán: «Déjame irme a mi
lugar, a mi tierra. 26 Dame mis mu¬
jeres y mis hijos, por los que te he
servido, y me iré, pues bien sabes
tú qué buen servicio te he hecho.»
27 Respondióle Labán: «Mira, por
favor, si he hallado gracia a tus ojos,
yo sé por agüero que por causa iuya
me ha bendecido Yave. 28 Fíjame tu
salario, y yo te lo daré.» 29 Contestóle
Jacob: «Tú bien sabes cómo te he
servido, y lo que conmigo ha venido
a ser tu ganado. 30 Bien poco era lo
que antes tenías, pero se ha aumen¬
tado grandemente, y Yave te ha
bendecido a mi paso. Ahora, pues,
habré de hacer también yo por mi
casa.» 31 Labán le dijo: «Dime qué es
lo que he de darte.» «No has de darme
nada—le contestó Jacob—, sino hacer
lo que voy a decirte, y volveré a
apacentar tu ganado y a guardarlo.
32 Yo pasaré hoy por entre todos tus
rebaños, y separaré toda res manchada
o negra entre los corderos, y toda res
manchada entre las cabras. Eso será
mi salario. 33 Mi probidad responderá
así por mi mañana, cuando vengas
a reconocer mi salario; todo cuanto
no sea manchado entre las cabras,
y negro entre los corderos, será en
mí un robo.» 34 Y respondió Labán:
«Bien, sea como dices». 36 Pero aquel
mismo día separó Labán todos los
machos cabríos manchados, todas las
cabras manchadas, y cuantas tenían
algo de blanco, y entre los corderos
todos los negros y manchados, y se
los entregó a sus hijos, 36 haciéndo¬
los llevar a tres días de camino de
donde estaba Jacob. Jacob siguió
apacentando el resto del ganado de
Labán. 37 Cogió Jacob varas verdes
de estoraque, de almendro y de plá¬
tano, y haciendo en ellas unbs cortes,
las descortezaba, dejando lo blanco
de las varas al descubierto. 38 Puso
después las varas, así descortezadas,
en los canales de los abrevaderos a
donde venía el ganado a beber; 39 y
las que se apareaban a la vista de las
varas, parían crías rayadas y man¬
chadas. 40 Jacob separó el ganado,
poniendo delante cuanto de negro y
manchado había en los rebaños de
Labán, y puso su grey aparte, sin
dejar que se mezclara con la de Labán.
41 Era cuando las reses vigorosas
entraban en calor, cuando ponía
Jacob las varas a su vista en los
abrevaderos, para que se apareasen
ante las varas, 42 pero ante las débiles
no las ponía, y así las crías débiles
eran las de Labán y las fuertes las
de Jacob. 43 Vino a ser Jacob rico
en extremo, dueño de numerosos
rebaños, de siervos y siervas, de
camellos y asnos.
Vuelta de Jacob a la tierra de
Canán.
31 Oyó Jacob a los hijos de
Labán decir: «Ha cogido Jacob
todo lo de nuestro padre, y con lo
nuestro ha hecho toda esa riqueza.»
2 Vió que la cara de Labán no era
para él lo que había sido antes, 3 y
Yave le dijo: «Vuélvete a la tierra
de tu padre y a tu parentela, que yo
estaré contigo.» 4 Mandó a llamar,
pues, Jacob a Raquel y a Lia, para
que fueran al campo a donde estaba
con su ganado, y les dijo: «Veo que
el semblante de vuestro padre no es
para mí ya el que antes era, y el
Dios de mi padre lia estado conmigo.
6 Bien sabéis vosotros que yo he
servido a vuestro padre con todas
mis fuerzas, 7 V que vuestro padre
se lia burlado de mí, mudando diez
veces mi salario; pero Dios no le lia
permitido perjudicarme. 8 Cuando él
decía: tu salario serán las reses man¬
chadas, todas las ovejas parían cor¬
deros manchados; y si decía: las
reses rayadas serán tu salario, todas
GÉNESIS, 31
las ovejas parían corderos rayados.
9 Es, pues, Dios el que ha cogido lo
de vuestro padre y me lo ha dado a
mí. 10 Cuando las ovejas entran en
calor vi yo en sueños que los carne¬
ros que cubrían a las ovejas eran
rayados y manchados, 11 y mi ángel
me dijo en el sueño: «Jacob»; yo le
respondí: «Heme aquí.» 12 Y él dijo:
«Alza tus ojos y mira: todos los car¬
neros que cubren a las ovejas son
rayados y manchados, porque yo he
visto todo lo que te ha hecho Labán.
13 Yo soy el Dios de Betel, donde
ungiste tú un monumento, y me
hiciste el voto. Levántate, pues, sal
de esta tierra, y torna a la tierra de
tu parentela.»
14 Raquel y Lia respondieron:
«¿Tenemos acaso nosotras parte o
herencia en la casa de nuestro padre?»
15 ¿No nos ha tratado como extra¬
ñas, vendiéndonos y comiéndose nues¬
tro dinero? 16 Y además, cuanto Dios
le ha quitado a él, nuestro es y de
nuestros hijos. Haz, pues, ya lo que
Dios te ha mandado.» 17 Levantóse
Jacob, e hizo montar a sus mujeres
y a sus hijos sobre los camellos; y
llevando consigo todos sus ganados
y todo cuanto en Padan Arán había
adquirido, 18 se encaminó hacia Isac,
su padre, a tierra de Canán. 19 Labán
había ido al esquileo de sus ovejas
y Raquel robó los terafim (1) de
su padre. 20 Jacob engañó a Labán,
arameo, y no le dió cuenta de su
huida. 21 Huyó con todo cuanto tenía,
y ya en camino atravesó el río y se
dirigió al monte de Galad.
22 Al tercer día dijéronle a Labán
que Jacob había huido; 23 y tomando
consigo a sus parientes, le persiguió
durante siete días, hasta darle alcance
en el monte de Galad. 24 Vino Dios
en sueño durante la noche a Labán,
arameo, 25 y le dijo: «Guárdate de
decir a Jacob nada, ni en bien ni en
mal.» Cuando alcanzó Labán a Jacob,
había éste fijado sus tiendas en el
monte, y Labán fijó la suya y la de
sus parientes en el monte de Galad.
26 Dijo, pues, Labán a Jacob: «¿Qué
es lo que has hecho? ¡Escaparte de
mí, llevándote mis hijas como si fue¬
sen cautivas de guerra! 27 ¿Por qué
(i) Parecen ser algo semejante a los dioses
penates de los romanos. (I. Sam. 19. 13, 16;
Os. 3. 4; Ezeq. 21. 29; Zac. 10. 2.) El modo
como Raquel los oculta en 1 a albarda, sentándose
encima, parece darnos el desprecio del autor sa¬
grado hacia ellos.
has huido secretamente, engañán¬
dome, en vez de advertirme, y te
hubiera despedido yo jubilosamente
con cantos, tímpanos y cítaras? 28 ¡Sin
dejarme siquiera abrazar a mis hijos
y a mis liijasl Has obrado insensata¬
mente. 29 Mi mano es lo suficiente¬
mente fuerte para haceros mal, pero
el Dios de nuestro padre me ha ha¬
blado la pasada noche, diciéndome:
«Guárdate de decir a Jacob cosa
alguna, ni en bien ni en mal. 30 Y
si es que te vas, porque anhelas irte
a la casa de tu padre, ¿por qué me
has robada mis dioses?»
31 Jacob respondió a Labán, di¬
ciendo: «Es que temía, pensando que
quizá me quitarías tus hijas. 32 Cuanto
a lo de los dioses, aquel a quien se
los encuentres, que muera. En pre¬
sencia de nuestros hermanos busca
cuanto sea tuyo, y tómalo.» Jacob
no sabía que era Raquel la que los
había robado.
33 Labán penetró en la tienda de
Jacob, en la de Lia y en la de las dos
siervas, y no halló nada. Después
de salir de la tienda de Lia, entró
en la de Raquel; 34 pero Raquel había
cogido los terafim y los había escon¬
dido en la albarda del camello, sen¬
tándose ella encima. Labán rebuscó
por toda la tienda, pero no halló
nada. 35 Raquel le dijo: «No se irrite
mi señor porque no pueda levantarme
ante él, pues me hallo con lo que co¬
múnmente tienen las mujeres.» Así
fué como, después de buscar y rebus¬
car, no pudo hallar los terafim .
36 Jacob montó en cólera, y repro¬
chó a Labán, diciéndole: «¿Qué crimen
es el mío? ¿Cuál es mi pecado, para
que así me persigas? 37 Después de
buscar y rebuscar en todas mis cosas,
¿qué has hallado tuyo? Preséntalo
aquí ante mis hermanos y los tuyos,
y que juzguen ellos entre los dos.
38 He pasado en tu casa veinte años;
tus ovejas y tus cabras no abortaron,
y yo no me he comido los corderos
de tus rebaños. 39 Lo destrozado
no te lo llevaba, la pérdida iba a
cuenta mía. Me reclamabas lo que
me robaban de día y lo que me roba¬
ban de noche. 40 He vivido devorado
por el calor del día y por el frío de
la noche, y huía de mis ojos el sueño.
41 He llevado en tu casa veinte años;
catorce te he servido por tus dos
hijas, seis por tus ganados, y me
has ' mudado diez veces el salario.
42 Si no hubiera sido por el Dios
10
GÉNESIS. 32
de mi padre, el Dios de Abraham, y
por el temor de Isac, ahora me hubie¬
ras dejado ir de vacío. Dios ha visto
mi aflicción y el trabajo de mis manos,
y ha juzgado la pasada noche.»
43 Respondió Labán, y dijo a Jacob:
«Las hijas, hijas mías son; los hijos,
son hijos míos,* el ganado es mío
también, y cuanto ves, mío es; a
estas mis hijas y a los hijos que ellas
han parido, ¿qué les haría yo hoy?
44 Ven, pues, hagamos alianza yo y
tú, y que haya testigo entre tú y yo.»
45 Tomó, pues, Jacob una piedra, y la
alzó en monumento, 46 y dijo a sus
hermanos que cogieran piedras y las
reunieran en un montón, y comieron
sobre él. 47 Y le llamó Labán Jegar
Saaduta, mientras que le llamó Jacob
Galad. 48 Y dijo Labán: «Este montón
es hoy testigo entre tú y yo.» Por
eso se le llamó Galad, 49 y también
Mispa, por haber dicho Labán: «Que
vele Yave entre los dos cuando nos
hayamos separado uno de otro. 60 Si
tú maltratas a mis hijas, o tomas otras
mujeres además de ellas, no habrá
hombre que pueda argüirte; pero
mira que Dios es testigo entre tú
y yo.» 61 Y añadió Labán: «He aquí
el monumento, y he aquí el testigo
que he alzado entre tú y yo. 62 Este
montón es testigo de que yo no lo
pasaré yendo contra ti, ni tú lo
pasarás para hacerme daño. 63 El
Dios de Abraham, el Dios de Najor,
juzgue entre nosotros.» Juró, pues,
Jacob por el temor de Isac su padre,
54 ofreció un sacrificio en el monte,
c invitó a sus hermanos a comer.
Comieron y pasaron la noche en el
monte, y a la mañana siguiente 66 se
levantó Labán, besó a sus hijas y a
sus hijos y los bendijo. Después se
marchó para volverse a su lugar.
Temores de Juro!» ni encuentro
con Ksaii.
QO 1 Jacob prosiguió su camino,
y i c salieron al encuentro ánge¬
les de Dios. 2 Al verlos, dijo Jacob:
«Este es el campo de Dios»; y por
eso llamó a aquel lugar Majanaim.
3 Envió Jacob ante sí mensajeros a
Esaú, su hermano, a tierras de Seir,
en los campos de Edóm, mandándo¬
les: 4 «Así habéis de decir a mi señor
Esaú: He aquí lo que dice Jacob,
tu siervo: He estado con Labán como
peregrino hasta hoy; 6 tengo bueyes
y asnos, ovejas, siervos y siervos,
y quiero hacerlo saber a mi señor,
para hallar gracia a sus ojos.» 6 Los
mensajeros volvieron, diciendo a Ja¬
cob: «Hemos ido a ver a tu hermano
Esaú, y él viene a tu encuentro con
cuatrocientos hombres.» 7 Jacob se
atemorizó grandemente, y se angus¬
tió: dividió en dos partes a los que
le acompañaban, a los rebaños, los
ganados y los camellos, diciéndose:
8 «Si encuentra Esaú una parte, y la
destroza, quizá podrá salvarse' la
otra»; 9 y dijo: «Dios de mi padre
Abraham, Dios de mi padre Isac, Yave.
que me dijiste: vuelve a tu tierra,
al lugar de tu nacimiento, que yo
te favoreceré. 10 Muy poco soy para
todas las gracias que a tu siervo has
hecho, y toda la fidelidad que con
él has tenido, pues pasé este río
Jordán, llevando sólo mi cayado,
y vuelvo ahora con dos escuadras.
11 Líbrame, te ruego, de la mano de
mi hermano, de la mano de Esaú,
pues le temo, no sea que venga a
matarme a mí, y juntamente a ma¬
dres e hijos. 12 Tú me has dicho:
Yo te favoreceré grandemente, y haré
tu descendencia como las arenas del
mar, que por numerosas no pueden
contarse.»
13 Pasó allí Jacob aquella noche,
y de cuanto tenía tomó para hacer
presentes a Esaú, su hermano: dos¬
cientas cabras y veinte machos; 14 dos¬
cientas ovejas y veinte carneros;
15 treinta camellas criando, con sus
crías; cuarenta vacas y diez toros:
veinte asnas y diez asnos; 16 y po¬
niendo en manos de sus siervos cada
uno de los rebaños separadamente,
les dijo: «Id delante de mí, dejando
|Un espacio entre cada rebaño.» 17 Al
primero le dió esta orden: «Si te
'encuentra Esaú, mi hermano, y te
pregunta: ¿De quién eres, a dónde
vas y de quién es eso que llevas?,
18 le responderás: De tu siervo Jacob:
es un presente que envía a mi señor,
a Esaú, y él viene también detrás
de nosotros.» 19 La misma orden dió
jal segundo y al tercero y a todos
cuantos llevaban el ganado, dicién-
doles: «Así habéis de hablar a Esaú,
cuando le encontréis: 20 Le diréis:
Mira, tu siervo, Jacob viene detrás
de nosotros.» Pues se decía: Le apla¬
caré con los presentes que van de¬
lante y luego le veré; quizá me acoja
bien. 91 Los presentes pasaron de¬
lante de él, y el se auedó allí aquella
noche en Majanc; 2 * ytlevantándose
GÉNESIS, 33
41
todavía de noche, y tomando a sus
dos mujeres, a sus dos siervas y a
sus once hijos, les hizo pasar el
vado de Jaboc. 23 Pasó también
después cuanto tenía.
La lucha con el ¿ngd.
24 Quedóse Jacob solo, y hasta
salir la aurora estuvo luchando con
él un hombre, el cual, 26 viendo
que no podía con el, le dió un golpe
en la articulación del muslo, y se
relajó la articulación del muslo de
Jacob, luchando con él. 26 El hom¬
bre dijo a Jacob: «Déjame ya que
me vaya, que sale la aurora.» Pero
Jacob respondió: «No te dejaré ir,
si no me bendices.» 27 El le preguntó:!
«¿Cuál es tu nombre?» «Jacob», con-|
testó éste. 28 Y él le dijo; «No te
llamarás ya en adelante Jacob, sino
Israel, pues has luchado con Dios y
con hombres y los has vencido.»
29 Rogóle Jacob: «Dame, por favor,
a conocer tu nombre»; pero el le
contestó: «¿Para qué preguntas por
mi nombre?»; y se despidió. 30 Jacob
llamó a aquel lugar Panuel, pues
dijo: «He visto a Dios cara a cara,
y se ha salvado mi vida.» 31 .Salía
el sol, cuando pasó de Panuel, e iba
cojeando del muslo. 32 Por eso los
hijos de Israel no comen, todavía
hoy, el tendón femoral, que hay en
la articulación del muslo, por haber
sido herido en él Jacob.
Reconciliación con Esnú.
33 1 Alzó Jacob los ojos, y vía
venir hacia él a Esaú con cua¬
trocientos hombres. Había repartido
sus hijos entre Lia, Raquel y las
dos siervas, (i) 2 poniendo en cabeza
a estas dos con sus hijos; después
a Lia con los suyos, y en último lugar
a Raquel con José. 3 El se puso
delante de todos, y se postró en
tierra siete veces antes de llegar
cerca de su hermano. 4 * Esaú corrió
a su encuentro, le abrazó, cayó sobre
su cuello y le besó. Ambos lloraban.
6 Luego, alzando los ojos, vió Esaú
a las mujeres y a los niños, y pre¬
guntó: «¿Quiénes son éstos que traes
contigo?» Jacob le contestó: «Son
los hijos que Dios ha dado a tu
siervo.» 6 * Aproximáronse las sier¬
vas con sus hijos, y se postraron.
7 Aproximóse también Lia con los
suyos, y se postraron. Luego sel
acercaron José y Raquel, y se pos¬
traron. 8 Esaú le preguntó: «¿Qué
pretendes con todos esos rebaños
que he ido encontrando?» «Hallar
gracia a los ojos de mi señor». 9 Con¬
testóle Esaú: «Tengo mucho, hermano
mío, sea lo tuyo para ti.» 10 * «No, te
ruego—respondió Jacob—si es que
he hallado gracia a tus ojos, acepta
de mi mano el presente, ya que he
visto tu faz como si viera la de Dios,
y me has acogido favorablemente.
11 Acepta, pues, el presente que te
hago, pues Dios me ha favorecido
y tengo de todo.» Tanto le instó, que
aceptó Esaú. 12 Este le dijo: «Pon¬
gámonos en marcha; yo iré delante
de ti.» 13 Jacob le respondió: «Bien
ve mi señor que hay niños tiernos,
y que llevo ovejas y vacas que están
criando, y si un día se les hiciera
marchar apresuradamente, todo el
ganado moriría. 14 Pase, pues, mi
señor delante de su siervo, y yo
seguiré lentamente al paso de los
rebaños que llevo delante y al paso
de los niños, hasta llegar a Seir, a
mi señor.» 15 * Dijo Esaú: «Dejaré,
pues, detrás de mí una parte de la
gente que llevo.» Pero Jacob res¬
pondió: «¿Y para qué eso, si he ha¬
llado gracia a los ojos de mi señor?»
16 Volvióse, pues, a Seir Esaú aquel
mismo día. 17 Jacob partió para Socot,
y se hizo allí una casa, e hizo aprisccs
para sus ganados, por eso se llamó
Socot aquel lugar. 18 Llegó Jacob
en paz a la ciudad de Siquem, en
tierra de Canán, de vuelta de Padan
Arán, y acampó frente a la ciudad.
19 Compró a los hijos de Jamor,
padre de Siquem, el trozo de tierra
donde había asentado sus tiendas
por cien quesitas (lj 20 y alzó allí
un altar, y le llamo «El Elohe Is¬
rael ».
(i) Era un determinado peso de plata,
cuya equivalencia no conocemos. En cuanto a
los valores monetarios que aparecen citados en
las Sagradas Escrituras, algunos son de equi¬
valencia dudosa. Así, el sido, más bien que una
moneda real, es una moneda ideal, un deter¬
minado peso de plata y oro, pero de conjunto.
Los nombres de los pesos que hallamos en la
Escritura son: el siclo, la quesita, la mina , el
talento , el beqa y el guerah. El valor de la quesita
nos es enteramente desconocido. La mina y el
talento son múltiplos del sido; el beqa y el
guerah son divisores de él. La mina equivalía
a cien sidos, y el talento, antes de la cautividad,
a treinta minas, es decir, tres mil sidos. El
beqa era la mitad del siclo, y el guerah la vigé¬
sima parte del siclo. La equivalencia de estos
42
GÉNESIS. 34
Dina y los siqucmitas.
34 1 Salió Dina, la hija que había
parido Lia a Jacob, para ver a las
hijas de aquella tierra; 2 y viéndola
Siquem, hijo de Jamor, jeveo, la
cogió, se acostó con ella y la violó.
3 De tal modo se prendó de Dina ;
la hija de Jacob, que la amó y la
habló tiernamente. 4 Y dijo Siquem
a Jamor, su padre: «Tómame esa
pesos en nuestro sistema es muy problemática;
el sido, según las diversas opiniones, vendría
a oscilar entre grs. 14,2 y 13,5; esto, antes de
la cautividad. En el N. T. hallamos mencio*
• nada la libra romana, de peso variable segur
las diversas regiones, y dividida en doce onzas
Al peso se computaba el valor de la plata y ei
oro, sin que hasta después de la cautividad
hallemos mención de moneda alguna propiamente
dicha; las que después de la cautividad hallamos
mencionadas son; el dórico , moneda persa de
un peso de grs. 8,42, y el iracma fenicio, de
un peso de grs. 3,55, cuyo cuadruplo es el
tetradracma o estatera , que venía a equivaler
al sido. En el N. T. hallamos mencionados:
el dracma griego, de peso variable, según las
diversas épocas y regiones, con sus múltiplos
el didracma y el tetradracma o estatera; la mina,
equivalente a cien dracmas, y el talento, equi¬
valente a sesenta minas, o sean seis mil dracmas.
De monedas romanas hallamos el áureo, de
grs. 7,80 de oro, y el denario, de grs. 3,90 de
plata; y de monedas de bronce, el <25, que era
la décima parte del denario; el doble as o di-
pondio; el cuadrante, la cuarta parte del as,
y el lepton o minutum , la octava parte del as.
La cuestión de los pesos y medidas en uso
entre los hebreos tiene todavía muchos pumos
oscuros, sobre todo por lo que hace a las me¬
didas de capacidad. Los nombres de medidas
de capacidad que hallamos mencionadas en la
Escritura son, para sólidos, el efa, el sea y el
omer ; para líquidos, el bat, el hin, el qab y el
log. Como es natural, hay cierta corresponden¬
cia entre 'as de los sólidos y las de los líquidos.
La medida mayor cuyo nombre hallamos en la
Escritura es el jomer o cor , que no hay que
confundir con el omer. Era el jomer un múl¬
tiplo del bat, equivalente a diez bats. La mitad
del jomer era el letec; por tanto, cinco bats.
La unidad para sólidos era el bat, de igual
capacidad que el efa. La sistematización de
estas medidas es en parte ternaria, en parte
cuaternaria, en parte decimal. Asi el bat es la
décima parte del jomer; el hin la sexta parte
del bat, el qab la tercera parte del hin, y el
log la cuarta parte del qab. Igualmente, el efa,
de la misma capacidad que el bat, es la décima
parte del jomer; el sea la tercera parte del efa,
y el omer la décima parte del efa. La exacta
equivalencia de estas medidas en nuestro sis¬
tema es bastante incierta. Lo más probable
parece ser que el bat = efa, equivalía a lits. o
kls. 21,250, y que por tanto equivalían, el
hin a lits. 3,^41; el qab a lits. 1,180, y el log
a lits. 0,295-
A su vez el sea equivalía a lits. 7.083, y el
omer a lits. 2,125.
joven por mujer.» 5 Supo Jacob que
Dina, su hija, había sido violada,
pero como sus hijos estaban en el
campo con el ganado, se calló Jacob
hasta su vuelta.
6 Jamor, padre de Siquem, salió
para hablar a Jacob. 7 Cuando de
vuelta del campo lo oyeron los hijos
de Jacob, se llenaron de ira y de
furor por el ultraje hecho a Israel,
acostándose con la hija de Jacob,
cosa que no debía hacerse. 8 Jamor
les habló, diciendo: «Siquem, mi hijo,
está prendado de vuestra hija; dád¬
sela, os ruego, por mujer; 9 haced
alianza con nosotros; dadnos vues¬
tras hijas, y tomad las nuestras para
vosotros y habitad con nosotros.
10 La tierra estará a vuestra dispo¬
sición, para que habitéis en ella, la
recorráis y tengáis propiedades en
ella.» 11 Siquem, por su parte, dijo
al padre y a los hermanos de Dina:
«Halle yo gracia a vuestros ojos, y
os daré* * lo que me pidáis. 12 Acre¬
centad mucho la dote y las dádivas.
Cuanto me digáis os lo daré, pero
dadme a la joven por mujer.» 13 Los
hijos de Jacob respondieron a Siquem
y a su padre dolosamente, por el
estupro de Dina, su hermana, y les
dijeron: 14 «Xo podemos hacer eso
de dar nuestra hermana a un incir¬
cunciso, porque eso sería para nos¬
otros una afrenta. 15 Sólo podríamos
venir en ello con esta condición:
que seáis como nosotros, y se cir¬
cunciden todos vuestros varones.
16 Entonces os daremos nuestras
hijas y tomaríamos las vuestras, y
habitaríamos juntos y seríamos un
solo pueblo; 17 pero si no consentís
en circuncidaros, cogeremos nuestra
hija y nos iremos.» 18 Estas palabras
agradaron a Jamor y a Siquem, lujo
ide Jamor. 19 El joven 110 dió largas
a la cosa, por lo enamorado que
estaba de la hija de Jacob, y por
ser el más respetado de la casa de
su padre. 20 Fueron, pues, Jamor y
Siquem, su hijo, a las puertas de la
eiudad, y hablaron a los hombres
ie su ciudad, diciendo: 21 «Estos
[íombres son gente de paz en medio
le nosotros; que se establezcan en
2sta tierra y la recorran; la tierra es
\ ambas manos espaciosa para ellos.
.Tomaremos por mujeres a sus hijas,
les daremos a ellos las nuestras;
!2 pero sólo consienten en habitar
'on nosotros y ser con nosotros un
meblo solo, si se circuncida entre
GÉNESIS, 3fi
■i:í
nosotros todo varón, como lo están
ellos. 23 Sus ganados, sus bienes y
todas sus bestias, ¿no serán así nues¬
tros? Sólo falta que accedamos a su
petición, y habitarán con nosotros.»
24 Escucharon a Jamor y a Siquem
cuantos salían por las puertas de la
ciudad, y todo varón fue circunci¬
dado. 25 Al tercer día, cuando estaban
con los dolores, dos de los hijos de
Jacob, Simeón y Le vi, hermanos de
Dina, penetraron sin peligro en la
ciudad, la espada en la mano, y
mataron a todos los varones. 26 Pa¬
saron a filo de espada a Jamor y a
Siquem, su hijo; y sacando a Dina
de la casa de Siquem, salieron. 27 Los
hijos de Jacob se arrojaron sobre los
muertos, y saquearon la ciudad, por
haber sido deshonrada su hermana.
28 Lleváronse sus ovejas, sus bueyes,
sus asnos, cuanto había en la ciudad
y cuanto había en los campos. 29 To¬
dos sus bienes, todos sus niños, todas
sus mujeres, los cautivaron y se los
llevaron, y robaron cuanto había
en las casas.
30 Dijo Jacob a Simeón y a Leví:
«Habéis perturbado mi vida, hacién¬
dome odioso a los habitantes de esta
tierra, a los cananeos y fereceos. Yo
tengo poca gente. Ellos se reunirán
contra mí y me matarán, destruyén¬
dome a mí y a mi casa.» 31 Ellos le,
respondieron: «¿Y había de ser tra-;
tada nuestra hermana como una pros¬
tituta?»
Jacob en Betel.
Ofr 1 Dijo Dios a Jacob: «Anda,
dO sube a Betel, para habitar allí
y alza allí un altar al Dios que se
te apareció cuando huías de Esaú, tu
hermano.» (i) 2 Jacob dijo a su familia,
y a cuantos estaban con él: «Arrojad
todos los dioses extraños que haya
entre vosotros" purificaos y mudaos
de ropas, 3 * pues vamos a subir a Betel,
y a alzar allí un altar al Dios que
me oyó el día de mi angustia, y que
me acompañó en el viaje que hice.» :
4 Entregaron, pues, todos los dioses (
extraños que pudieron haber a mano,!
y los pendientes de sus orejas a Jacob,)
que los enterró bajo la encina que
hay en Siquem. 5 * Partieron, y se
extendió el terror de Dios por las
ciudades del contorno, y no los per¬
siguieron.
6 Llegó Jacob, y cuantos con él
iban, a Luz, en la tierra de Canán,
que es Betel. 7 * * Alzó allí un altar y
llamó a este lugar El Betel, porque
allí se le apareció Dios, cuando huía
de su hermano.
8 Murió Dcbora, la nodriza de Re¬
beca, y fué enterrada por debajo de
Betel, bajo una encina que se llamó
la encina del llanto.
9 Aparecióse de nuevo Dios a Jacob,
de vuelta de Padan Arán, y le ben¬
dijo, 10 diciendo: «Tu nombre es
Jacob, pero no serás llamado ya Jacob:
tu nombre será Israel»; y le llamó
Israel. 11 Y le dijo: «Yo soy el Dios
omnipotente: sé prolífico y multiplí¬
cate. De ti saldrá un pueblo, un
conjunto de pueblos, y de tus lomos
saldrán reyes. 12 * La tierra que di a
Abraham y a Isac, yo te la daré a ti,
y a tu descendencia después de ti.»
13 Y ascendió Dios del lugar donde
le había hablado, 14 en el que levantó
Jacob un monumento de piedras, y
en él hizo una libación y derramó óleo
sobre él, 15 dando el nombre de Betel
al lugar donde Dios le había hablado.
Muerte de Raquel y de Isac.
16 Partiéronse de Betel, y cuando
estaban todavía a un quibrat (1) de
(i) Era una medida longitudinal, de equi¬
valencia desconocida. Las medidas longitudi¬
nales en uso entre los hebreos derivan sus nom¬
bres de los de ciertas partes del cuerpo, lo
mismo que las de tantos otros pueblos. Las que
hallamos mencionadas en la Escritura son:
el amma = codo; el zeret = palmo; el tefa
= coto, y el esba = dedo. En el codo se distin¬
guían el vulgar y el sagrado o real. Este último
parece ser el codo de Egipto, oue según los
monumentos egipcios equivalía a mms. 325;
mientras que el vulgar parece que era el codo
de Asiria, y equivalía a mms. 495. El palmo
era la mitad del codo; el coto la tercera parte
del palmo, y el dedo la cuarta parte del coto.
A más de estas medidas, hallamos mencionadas
en el A. T. el gomed, de equivalencia desco¬
nocida, y, sobre todo en Ezeq., la caña, que
más que una medida real y corriente, era un
instrumento para medir, algo parecido, claro
que no en la materia, a las cintas empleadas
entre nosotros, y tenía seis codos y un palmo,
es decir ms. 3,237. En el N. T. se mencionan
el camino de sábado, unos 2.000 codos; el
estadio, medida griega, equivalente a 600 pier,
o sean 400 codos, unos 185 metros; la braza
= Vulg. passus, medida marina, equivalente,
aproximadamente, a ms. 1,85.
De medidas de superficie no hallamos en
la Escritura mencionadas más que el semed
— Vulg. yugerum, yugada, que no es una me¬
dida exacta, sino solamente aproximada: el
espacio de tierra de labpr que puede arar en
un día una yunta.
14
GÉNESIS. 36
distancia de Efrata, parió Raquel,
teniendo un parto muy difícil. 17 En¬
tre las dificultades del parto, la dijo
la partera: «No temas, que también
éste es hijo.» 18 Y al dar el alma,
pues estaba ya moribunda, le llamó
Benoni, pero su padre le llamó Ben¬
jamín. 19 Murió Raquel, y fué sepul¬
tada en el camino de Efrata, que es
Belén, 20 y alzó Jacob sobre la tumba
de Raquel un monumento, que toda¬
vía subsiste.
21 Partióse Jacob y plantó sus
tiendas más allá de Migdal Eder.
22 Durante su estancia en esta región
vino Rubén, y se acostó con Bala,
la concubina de su padre, y lo supo
Jacob. Los hijos de Jacob eran doce.
23 Hijos de Lia: Rubén, el primogé¬
nito de Jacob, Simeón, Leví, Judá,
Isacar y Zabulón. 24 Hijos de Ra¬
quel: José y Benjamín. 26 Hijos de
Bala, la sierva de Raquel: Dan y
Neftalí. 26 Hijos de Zelfa, la sierva
de Lia: Gad y Aser. Estos son los
hijos que le nacieron a Jacob en
Padan Arán.
27 Fué Jacob a donde estaba Isac,
su padre, a Alambre, a la ciudad de
Arbe, que es Hebrón, donde habi¬
taron Abraham e lsac. 28 Fueron los
días de Isae ciento ochenta años 29 y
murió y se reunió con su pueblo,
anciano y lleno de días. Esaú y Jacob,
sus hijos, le sepultaron.
Descendencia de Esaú.
1 Estas son las generaciones de
OO Esaú, que es Edom. 2 Esaú
tomó sus mujeres de entre las hijas
de Canán a Ada, hija de Elón, geteo;
a Olibaina, hija de Ana, hija de Se-
beón, jeveo. 3 Además a Basemat,
hija de Ismael, hermana de Neba-
yot. 4 Ada le parió a Elifaz; Basemat
a Rauel, 6 y Olibama a Jeus, Jalón
y Corea. Estos son los hijos que
ie nacieron a Esaú en tierra de Canán.
6 Esaú tomó a sus mujeres, sus hijos
y sus hijas y todas las gentes de su
casa, sus ganados y todas sus bestias
y todos los bienes que había adqui¬
rido en la tierra de Canán, y se fué
a una tierra lejos de Jacob, su her¬
mano; 7 pues siendo muchos los bienes
de uno y otro, no podían habitar jun¬
tos, y la tierra en que se movían no
les bastaba a causa de sus muchos
ganados. 8 Establecióse Esaú en el
monte de Seir. Esaú es Edom.
9 He aquí los nombres de los hijos
de Esaú, padre de Edom, en el
monte Seir: 10 Elifaz, hijo de Ada,
mujer de Esaú; Rajel, hijo de Base¬
mat, mujer de Esaú. 11 Los hijos de
Elifaz fueron: Teman, Ornar, Sefo,
Gatam y Quenez. 12 Tamna fué con¬
cubina de Elifaz, hijo de Esaú, y
le parió a Amalee. Estos son los hijos
de Ada, mujer de Esaú. 13 Los hijos
de Rauel: Najat, Zaraj, Samma y
Meza. 14 Estos son los hijos de Base¬
mat, mujer de Esaú. Los hijos de
Olibama, hija de Ana, hija de Jebeón,
mujer de Esaú, fueron: Jebus, Jelón
y Coré.
15 He aquí los jefes de tribu de los
hijos de Esaú: Hijos de Elifaz, pri¬
mogénito de Esaú el jefe Teman, el
jefe Ornar, el jefe Befo, el jefe Quenez,
16 el jefe Coreaj, el jefe Gatam, el
jefe Amalee. Estos son los jefes de
Elifaz en la tierra de Edom; son los
hijos de Ada. 17 Hijos de Rauel, hijo
de Esaú: el jefe Najat, el jefe Zaraj,
el jefe Samma y el jefe Meza. 18 Hijos
de Olibama, mujer de Esaú: el jefe
Jeus, el jefe Jelón, y el jefe Coré.
Estos son los jefes de Olibama, hija
de Ana y mujer de Esaú. 19 Estos
son los hijos de Esaú, éstos sus jefes;
es Edom. 20 Los hijos de Seir, el jorreo
que habitaba la región: Lotán, Sobal,
Sebeón, Ana, 21 Disón, Eser y Disán.
Estos son los jefes de los jórreos,
hijos de Seir, en la tierra de Edom.
22 Los hijos de Lotán fueron: Jori
y Hernán: y Tamna era hermana de
Lotán. 23 Los hijos de Sobal: Alván,
Manajat, Ebal, Sefó y Onam. 24 Los
hijos de Sebeón: Aya y Ana. Este
Ana es el que halló en el desierto
los manantiales de agua caliente,
mientras apacentaba el ganado de
Sebeón, su padre. 26 Los hijos de
Ana: Disón y Olibama, hija de Ana.
26 Los hijos de Disón: Jemdam, Ese-
bán, Jetram y Carain. 27 Los hijos
de Eser: Balam, Zaavam y Acam.
28 Los hijos de Disán: Hus y Aram.
29 He aquí los jefes de los jórreos:
el jefe Lotán, el jefe Sobal, el jefe
Sebeón, 30 el jefe Ana, el jefe Disón,
el jefe Eser, el jefe Disán. Estos son
los jefes de los jórreos, cada uno de
sus jefes en la tierra de Edom.
31 He aquí los reyes que han reina¬
do en tierra de Edom antes que reina¬
ra un rey sobre los hijos de Israel:
32 Bela, hijo de Beor, reinó en Edom
y el nombre de su capital era Denaba.
33 Murió Bela y le sucedió Jobab, hijo
de Zara, de Bosra. 34 Murió Jobab
GÉNESIS. 37.
tr>
y le sucedió Jusam, de la tierra de
Temani. 36 Murió Jusam y le suce¬
dió Adad, hijo de Badad, que derro¬
tó a Madián en los campos de Moab;
el nombre de su ciudad era Avit
36 Murió Adad y le sucedió Semla,
de Masreca. 37 Murió Semla y le
sucedió Saúl de Rejabot, junto al
río. 38 Murió Saúl y le sucedió Baal-
janain, hijo de Acbor. 39 Murió Baal-
jamán, hijo de Acbor y le sucedió
Hadar; el nombre de su capital era
Pau V el de su mujer Metabel, hija
de Matrad, hija de Mezaab. 40 Estos
son los nombres de los jefes de Esaú,
según sus tribus y sus territorios.
El jefe de Tainma, el jefe de Alva,
el jefe de Jetet, 41 el jefe de Olibama,
el jefe de Eta, el jefe de Finón,
42 el jefe de Quenez, el jefe de Temán,
el jefe de Mabsar, 43 el jefe de Magdiel,
el jefe de Iram. Estos son los jefes
de Edom, según sus moradas en la
tierra que ocupan. Es Esaú padre
de Edom.
José.
ty— 1 Habitó Jacob en la tierra por
ó L donde peregrinó su padre, en la
tierra de Canán.
2 Estas son las generaciones de
Jacob;
Cuando tenía José diecisiete años,
siendo todavía un niño, iba con sus
hermanos, los hijos de Bala y de
Zelfa, mujeres de su padre, a apa¬
centar el ganado, e hizo llegar José
a su padre la pésima fama de aqué¬
llos. 3 Israel amaba a José más que
a todos sus otros hijos, por ser el
hijo de su ancianidad, y le hizo una
túnica de muchos colores. 4 Viendo
sus hermanos que su padre le amaba
más que a todos, llegaron a odiarle,
y no podían hablarle amistosamente.
5 Tuvo también José un sueño, que
contó a sus hermanos, y que acre¬
centó más todavía el odio de éMos
contra él. 8 Díjoles: «Oíd, si queréis,
este sueño que he tenido. 7 Estába¬
mos nosotros en el campo, haciendo
gavillas, y vi que se levantaba mi
gavilla, y se tenía en pie, y las vues¬
tras la rodeaban, y se inclinaban ante
la mía, adorándola.» 8 Y sus herma¬
nos le dijeron: *¿Es que vas a reinar
sobre nosotros, y vas a dominarnos?»
Estos sueños y las palabras de José
fueron causa de que le odiaran toda¬
vía más. 9 Tuvo José otro sueño, que
contó también a sus hermanos, di¬
ciendo: «Mirad, he tenido otro sueño
más, y he visto que el sol, la luna y
once estrellas me adoraban.» 10 Contó
el sueño a su padre y a sus hermanos,
y aquél le increpó, diciéndole: «¿Qué
sueño es ése que has soñado? ¿Acaso
vamos a postrarnps en tierra ante ti,
yo, tu madre y tus hermanos?» 11 Sus
hermanos le envidiaban, pero a su
padre le daba esto que pensar.
12 Fueron sus hermanos a apacentar
el ganado de su padre en Siquem;
13 y dijo Israel a José: «Tus herma¬
nos están apacentando en Siquem.
Ven que te mande a ellos.» El le
respondió: «Heme aquí.» 14 «Pues vete
a ver si están bien tus hermanos y
el ganado, y vuelve a decírmelo.» Y le
envió desde el valle de Hebrón y se
dirigió José a Siquem. 15 Encontróle
un hombre errando por el campo, y
le preguntó: «¿Qué buscas?», 16 y él fe
contestó: «A mis hermanos busco.
Haz el favor de decirme dónde están
apacentando.» 17 Contestóle el hombre:
«Se han ido de aquí, pues oí decir:
Vámonos a Dotain.» Fué José en
busca de sus hermanos, y los halló
en Dotain. 18 Viéronle ellos desde
lejos, antes de que a ellos se aproxi¬
mara, y le acechaban para matarle.
19 Dijéronse unos a otros: «Mirad,
ahí viene el de los sueños; 20 vamos
a matarle y le arrojaremos a uno de
estos pozos, y diremos que le ha
devorado una fiera; así veremos de
qué le sirven sus sueños.» 21 Rubén,
que esto oía, quería librarle de sus
manos y les dijo: «Matarle, no; 22 no
vertáis sangre; arrojadle a ese pozo
que hay en el desierto, y no pongáis
la mano sobre él.» Quería librarle de
sus manos, para devolvérselo a su
padre. 23 Cuando llegó José hasta sus
hermanos, despojáronle de su túnica,
la túnica de varios colores que lle¬
vaba, 24 y cogiéndole, le arrojaron al
pozo, un pozo vacío que no tenía
agua.
José, vendido por sus hermanos.
25 Sentáronse a comer, y alzando
los ojos, vieron venir una caravana
de ismaelitas, que venía de Galad,
cuyos camellos iban cargados de esto¬
raque, tragacanto* y láudano, que lle¬
vaban a Egipto; 26 y dijo Judá a sus
hermanos: «¿Qué sacaremos de matar
a nuestro hermano y ocultar su
sangre? 27 Vamos a venderlo a esos
ismaelitas, y no pongamos en él núes-
46
GÉNESIS, 38
tra mano, pues es hermano nuestro
V carne nuestra.» Asintieron sus her¬
manos; 28 y cuando pasaban los mer¬
caderes madianitas sacaron a José,
subiéndole del pozo, y por veinte
monedas de plata se lo vendieron a
los ismaelitas, que le llevaron a
Egipto. 29 Volvió Rubén al pozo, pero
no estaba en él José, y rasgó sus ves¬
tiduras; 30 y volviéndose a sus her¬
manos, dijoT «El niño no parece, ¿a
dónde iré yo ahora?» 31 Tomaron la
túnica de José, y matando un macho
cabrío, empaparon en la sangre la
túnica; 32 y cogiendo la túnica de
varios colores, se la llevaron a su
padre, diciendo; «Esto hemos encon¬
trado, mira a ver si es o no la túnica
de tu hijo.» 33 Reconocióla él y dijo:
«La túnica de mi hijo es; una fiera
le ha devorado, ha despedazado ente¬
ramente a José.» 34 Rasgó Jacob sus
vestiduras, vistióse de saco, e hizo
duelo por su hijo durante mucho
tiempo. 35 Venían todos sus hijos y
sus hijas a consolarle, pero él recha¬
zaba todo consuelo, diciendo; «En
duelo bajaré al sepulcro con mi hijo.»
Y su padre le lloraba. 36 Los madia¬
nitas le vendieron en Egipto a Puti-
far, ministro del Faraón, jefe de la
guardia.
Judá y Turnar.
o q 1 Sucedió por entonces que bajó
¿O Judá, apartándose de sus her¬
manos, y llegó hasta un adulamita,
de nombre Jira. 2 Vio allí a una
cananea, llamada Sue, y la tomó,
y entró a ella, 3 que concibió, y parió
un hijo, al que llamó Er. 4 Concibió
de nuevo y parió un hijo, a quien
llamó Onán; 5 * Volvió a concebir y
parió un hijo, a quien llamó Sela;
cuando le parió ^estaba en Quizib.
6 Tomó Jucíá para Her, su primogé¬
nito, una mujer llamada Tamar.
7 Her, primogénito de Judá, fué malo
a los ojos de Yave, y Yave le hizo
morir. 8 Entonces dijo Judá a Onán:
«Entra a la mujer de tu hermano, y
tómala, como cuñado que eres, para
suscitar prole a tu hermano» (1).
9 Pero Onán, sabiendo que la prole
no sería suya, cuando entraba a la
(i) La ley del levirato, ya vigente entre los
hebreos antes de la promulgaión de la ley mosai¬
ca, como por este lug 3 r se ve. está consignada en
Deut, 25. 5. sigs. Del nombre de Onán procede
el de onanismo, vicio detestable y detestado por
Dios.
mujer de su hermano, se derramaba
en tierra, para no dar prole a su
hermano. 10 Era malo a los ojos de
Yave lo que hacía Onán, y le mató
también a él. 11 Dijo entonces Judá
a Tamar, su nuera: «Quédate como
viuda en casa de tu padre, hasta que
sea grande mi hijo Sela.» Pues se
decía: «No vaya a morir también
éste como sus hermanos.» Fuese,
pues, Tamar, y habitaba en casa de
su padre. 12 Pasó mucho tiempo, y
murió la hija de Sue, mujer de Judá.
Pasado el duelo por ella, subió Judá
con su amigo Jiras, el adulamita,
al esquileo de su ganado a Tamna.
13 Hiciéronselo saber a Tamar, di-
ciéndole: «Mira, tu suegro ha ido a
Tamna al esquileo de su ganado.»
14 Despojóse ella de sus vestidos de
viuda, se cubrió con un velo, y cu¬
bierta se sentó a la entrada de Enaim,
en el camino de Tamna, pues veía
que Sela era ya mayor y no le había
sido dada por mujer? 15 Judá, al verla,
la tomó por una meretriz, pues tenía
tapada la cara. 16 Dirigióse a don¬
de estaba, y le dijo: «Déjame en¬
trar a ti», pues no conoció que era
su nuera. Ella le respondió: «¿Qué
me vas a dar por entrara ini?», 17 y
él contestó: «Te mandaré un cabrito
del rebaño.» Ella .le dijo: «Si me das
una prenda hasta que lo mandes...»
18 «¿Qué prenda quieres que te dé?»,
le dijo él. Ella contestó: «Tu sello,
el cordón de que cuelga, y el báculo
que llevas en la mano.» El se los
dió, y entró a ella, que concibió de
él. 19 Luego se levantó, se fué, y
quitándose el velo, volvió a vestirse
sus ropas de viuda. 20 Mandó Judá
el cabrito por medio de su amigo el
adulainita, para que retirase la prenda
de manos de la- mujer, pero éste no
la halló, 21 y preguntó a las gentes
del lugar, diciendo: «¿Dónde está la
meretriz que se sienta en Enaim a
la vera del camino?» Y ellos le res¬
pondieron: «No ha habido ahí nunca
ninguna meretriz.» 22 Volvió, pues,
a Judá, y le dijo: «No la he hallado,
y las gentes del lugar inc han dicho
que no ha habido allí ninguna mere¬
triz.» 23 Y dijo Judá: «Que se quede
con ello, no vaya a burlarse de nos¬
otros; yo ya he mandado el cabrito,
y tú no la has hallado.» 24 Al cabo
de unos tres meses, hicieron saber a
Judá el asunto, diciéndole: «Tamar,
tu nuera, se ha prostituido, y de sus
prostituciones está encinta.» Y Judá
GÉNESIS, 30, 40
47
contestó: «Sacadla y quemadla.»
25 Cuando se la llevaban, mandó ella
a decir a su suegro: «Del hombre
cuyas son estas cosas estoy yo en¬
cinta. Mira a ver de quién son ese
anillo, ese cordón y ese báculo.»
26 Los reconoció Judá, y dijo: «Mejor
que yo es ella, pues no se la he dado
a Sela, mi hijo.» Pero no volvió a
conocerla más. 27 Cuando llegó el
tiempo del parto, tenía en el seno
dos gemelos. 28 Al darlos a luz, sacó
uno de ellos una mano, y la partera
la cogió, y ató a ella un hilo rojo,
diciendo: • «Este ha sido el primero
en salir», 29 pero él retiró la mano
y salió su hermano. «¡Vaya rotura
que has hechol», dijo ella, y le llamó
Pares (1); 30 luego salió su hermano,
que tenía el hilo atado a la mano, y
le llamó Zaraj.
José en Egipto.
39 \ Entretanto a José, que había
sido llevado a Egipto y com¬
pradlo a los ismaelitas por Putifar,
ministro del Faraón y jefe de la guar¬
dia egipcia, 2 le protegió Yave, que
hizo prosperar todas sus cosas. Es¬
taba en la casa de su señor, el egipcio,
3 que vió que Yave estaba con él, y
que todo cuanto hacía, Yave lo pros¬
peraba por su mano. 4 Halló, pues,
José gracia a los ojos de su señor, y
le servía a él. 5 Hízole mayordomo
de su casa, y puso en su mano todo
cuanto tenía. Bendijo Yave por José
a la casa del egipcio, y derramó
Yave su bendición sobre todo cuanto
tenía en casa y en el campo, 6 y él
lo dejó todo en mano de José, y no
se cuidaba de nada, a no ser de lo
que comía. Era José de hermosa pre¬
sencia y bello rostro.
Castidad de José.
7 Sucedió después de todo esto, que
la mujer de su señor puso en él sus
ojos, y le dijo: «Acuéstate conmigo.»
8 Rehusó él, diciendo a la mujer de
su señor: «Cuando mi señor no me
pide cuentas de nada de la casa, y
ha puesto en mi inano cuanto tiene,
9 y no hay en esta casa nadie supe¬
rior a mí, sin haberse reservado él
nada fuera de ti, por ser su mujer,
(i) Fares, fruto de una unión incestuosa,
es, sin embargo, uno de los anillos de la genea¬
logía de Cristo. Mat. i. 3.
¿voy a hacer yo una cosa tan mala
y a "pecar contra Dios?» 10 Y como
hablase ella a José un día y otro día,
y no la escuchase él, negándose a
acostarse con ella y a estar con ella:
11 un día que entró José en la casa,
para cumplir con su cargo, y no había
nadie en ella, 12 le cogió por el manto,
diciendo: «Acuéstate conmigo.» Pero
él, dejando en su mano el manto,
huyó y se salió de la casa. 13 Viendo
ella que había dejado el manto en
sus manos, y se había ido huyendo,
14 se puso a gritar, llamando a las
gentes de su casa, y les dijo con
grandes voces: «Mirad, nos ha traído
á ese hebreo para que se burle de
nosotros; ha entrado a mí para acos¬
tarse conmigo, 15 y cuando vió que
yo alzaba mi voz, para llamar, ha
dejado su manto junto a mí y ha
huido fuera de la casa.» 16 Dejó ella
el manto de José cerca de sí, hasta
que vino su señor a casa, 17 y le
habló así: «Ese siervo hebreo que
nos has traído, ha entrado a mí para
burlarse de mí, 18 y cuando vió que
alzaba mi voz y llamaba, dejó junto
a mí su manto y huyó fuera.» 19 Al
oír su señor lo que le decía su mujer,
esto y esto es lo que me ha hecho
tu siervo, montó en cólera, 20 y co¬
giendo a José, le metió en la cárcel
donde encerraba a los presos del rey,
y Allí en la cárcel quedó José.
José en ln cárcel.
21 Pero estaba Yave con José, y
extendió sobre él su favor, haciéndole
grato a los ojos del jefe de la cárcel,
22 que puso en su mano a todos los
allí presos; y cuanto allí se hacía,
era él quien lo hacía. 23 De nada
se cuidaba por sí el jefe de la cárcel,
porque estaba Yave con José, y
cuanto hacía éste, Dios lo prosperaba.
40 1 Sucedió después, que habien¬
do faltado contra su señor, el
rey de Egipto, el eopero y el repos¬
tero del rey, 2 se encolerizó el Faraón
contra sus dos ministros, el jefe de
los eoperos y el jefe de los reposteros,
3 y los encarceló en la casa del jefe
de la guardia, en la cárcel donde
estaba preso José. 4 Púsolos el jefe
de la guardia bajo la custodia de
¡José, y éste les servía el tiempo que
estuvieron en la cárcel. 6 El jefe de
los eoperos y el jefe de los reposteros
'del rey de Egipto, que estaban presos
•18
GÉNESIS, 41
en la cárcel, tuvieron ambos un sueño
en la misma noche, cada uno el suyo,
y cada sueño de diversa significa¬
ción. 6 Cuando José vino a ellos por
la mañana, los vio que estaban tristes,
7 y preguntó a los dos ministros, que
con él estaban presos en la casa de
su señor, diciéndoles: «¿Por qué te¬
néis hoy mala cara?» 8 Ellos le con¬
testaron: «Hemos tenido un sueño,
y no hay quien lo interprete.» Díjoles
José: «¿No es de Dios la interpreta¬
ción de los sueños? Contádmelo, si
queréis.» 8 El jefe de los coperos
contó a José su sueño, diciendole:
«En mi sueño tenía ante mí una vid
10 con tres sarmientos, que estaban
como echando brotes, subían y flo¬
recían y maduraban sus racimo^.
11 Tenía en mis manos la copa del
Faraón, y cogiendo los racimos, los
exprimí en la copa del Faraón, y puse
ésta en sus manos.» 12 José le dijo:
«Esta es la interpretación del sueño:
Los tres sarmientos son tres días.
13 Dentro de tres días el Faraón exal¬
tará tu cabeza y te restablecerá en
tu cargo, y pondrás la copa del Fa¬
raón en sus manos, como antes lo
hacías, cuando eras copcro. 14 A ver
si te acuerdas de mí, cuando te vaya
bien, y me haces la gracia de recor¬
darme al Faraón, para que me saque
de esta casa, 15 pues he sido furtiva¬
mente sacado de la tierra de los he¬
breos, y aun aquí nada lie hecho para
que me metieran en prisión.» 16 Vien¬
do el jefe de los reposteros cuán favo¬
rablemente había interpretado el sue¬
ño, dijo a José: «Pues he aquí el mío:
Llevaba sobre mi cabeza canas¬
tillos de pan blanco. 17 Eli e¡ canastillo
de encima había toda clase de pastas
de las que hacen para el Faraón los
reposteros, y las aves se las comían
del canastilla que llevaba sobre mi
cabeza.» 18 Contestó José, diciendo:
«Esta es la interpretación: Los tres
canastillos son tres días. 19 Dentro
de tres días te quitará el Faraón la
cabeza y te colgará de un árbol, y
comerán las aves tus carnes.» 20 Al
día tercero, que era el del natalicio
del Faraón, dió éste un banquete a
todos sus servidores, y alzó en medio
de ellos la cabeza del jefe de los
coperos y la del jefe de los reposteros,
21 restableciendo al jefe de los cope-
ros en su cargo de poner la copa en
manos del Faraón, 22 y colgando al
jefe de los reposteros, como les había
interpretado José. 23 Pero el jefe de
los coperos no se acordó más de José
sino que se olvidó de él.
Interpreta José I09 sueños del
Faraón.
1 Al cabo de dos años, soñó el
Faraón que estando a orillas
del río, 2 vió subir de él siete vacas
hermosas y muy gordas, que se pu¬
sieron a pacer la verdura de la tierra;
pero he aquí que después subieron
del río 3 otras siete vacas feas y muy
flacas, y se pusieron junto a las siete
que estaban a la orilla del río, 4 y las
siete vacas feas y flacas se comieron
a las siete hermosas y gordas; y el
Faraón se despertó. 5 Volvió a dor¬
mirse, y por segunda vez soñó que
veía siete espigas, que salían de una
sola caña de trigo muy granadas y
hermosas, 6 pero detrás de ellas bro¬
taron siete espinas flacas y quemadas
por el viento solano, 7 y las siete
espigas flacas y quemadas devoraron
a las siete espigas hermosas y gra¬
nadas, y se despertó el Faraón. Este
fué el sueño. 8 A la mañana, estaba
perturbado su espíritu y mandó lla¬
mar a todos los adivinos y a todos
los sabios de Egipto; les contó su
sueño, pero no hubo quien lo inter¬
pretara. 9 Entonces habló al Faraón
el jefe de los coperos diciendo: «Ahora
me acuerdo de mi falta. 10 Estaba el
Faraón irritado contra sus siervos, y
nos había hecho encerrar en la casa
del jefe de la guardia a mí y al
jefe de los reposteros. 11 Tuvimos
ambos un sueño en la misma noche,
yo y él, cada uno el suyo y de dis¬
tinta interpretación. 12 Estaba allí
con nosotros un joven hebreo, siervo
del jefe de la guardia, y le contamos
nuestros sueños, y él nos dió la in¬
terpretación; a cada uno le interpretó
el suyo, 13 y como lo interpretó él,
así nos sucedió: yo fui restablecido
en mí cargo, él fué colgado.» 14 Mandó,
pues, el Faraón llamar a José, y apre¬
suradamente le sacaron de la prisión.
Se cortó el pelo, se mudó de ropas,
y se fué a ver al Faraón. 15 Este le
dijo: «He tenido un sueño, y no
hay quien lo interprete, y lie oído
decir de ti que cu cuanto oyes un
sueño lo interpretas.» 16 José res¬
pondió al Faraón: «Xo yo, Dios será
el que dé una respuesta favorable al
Faraón.» 17 Habló, pues, el Faraón
a José: «Este es mi sueño: estaba
yo en la ribera del río, 18 y vi subir
GÉNESIS, 41
49
del río siete vacas gordas y hermo-l
sas, que se pusieron a pacer en la
verdura de la orilla, 19 y he aquí
que detrás de ellas suben otras siete
vacas inalas, feas y flacas, como no
las he visto de malas en toda la tierra
de Egipto, 20 y las vacas malas y feas
se comieron a las primeras siete vacas
gordas, 21 que entraron en su vientre
sin que se conociera que habían en¬
trado, pues el aspecto de aquéllas
era tan malo como al principio. Y me
desperté. 22 Vi también en sueños
que salían de una misma caña siete
espigas granadas y hermosas, 23 y
que salían después de ellas siete espi¬
gas malas, secas y quemadas del
viento solano, 24 y las siete espigas
secas devoraron a las siete hermosas.
Se lo he contado a los adivinos, y
no ha habido quien me lo explique.»
25 José dijo al Faraón: «El sueño
del Faraón es uno solo. Dios ha dado
a conocer al Faraón lo que va a su-¡
ceder. 26 Las siete vacas hermosas
son siete años, y las siete espigas her¬
mosas siete años; el sueño es uno
solo. 27 Las siete vacas flacas y malas
que subían detrás de las otras son
otros siete años, y las siete espigas
secas y quemadas del viento solano
son siete años de hambre. 28 Es lo
que he dicho al Faraón, que Dios
le ha hecho ver lo que va a hacer.
29 Vendrán siete años de gran abun¬
dancia en toda la tierra de Egipto,
30 y detrás de ellos vendrán siete años
de hambre, que harán se olvide toda
la abundancia en la tierra de Egipto,
y el hambre consumirá la tierra.
31 No se conocerá la abundancia en
la tierra a causa de la escasez, porque
ésta será muy grande. 32 Cuanto a la
repetición del sueño al Faraón por
dos veces, es que el suceso está fir
memente decretado por Dios, y que
Dios se apresurará a hacerlo. 33 Aho¬
ra, pues, busque el Faraón un hom¬
bre inteligente y sabio, y póngale al
frente de la tierra de Egipto. 34 Nom¬
bre el Faraón intendentes, que visi¬
ten la tierra y recojan el quinto de
la cosecha de la tierra de Egipto
en los años de la abundancia; 36 reúnan
el producto de los años buenos que
van a venir, y hagan acopio de trigo
a disposición del Faraón, 36 para man-|
lenimiento de las ciudades, y lo con¬
serven para que sirvan a la "tierra de
reserva, para los siete años de ham¬
bre que vendrán sobre la tierra de
Egipto, y no perezca de hambre la
tierra.» 37 Parecieron muy bien estas
palabras al Faraón y a toda su corte,
38 y el Faraón dijo a sus cortesanos:
«¿Podríamos por ventura encontrar
un hombre como éste, lleno del espí¬
ritu de Dios?» 39 Y dijo a José: «Toda
vez que Dios te ha dado a conocer
estas cosas, no hay persona tan inte¬
ligente y sabia como tú.
José, virrey de todo el Egipto.
40 Tú serás quien gobierne mi
casa, y todo mi pueblo te obedecerá;
sólo por el trono seré mayor que tú»;
41 y añadió: «Mira, te pongo sobre
toda la tierra de Egipto.» 42 Quitóse
el Faraón el anillo de su mano, y
lo puso en la mano de José; hizo
que le vistieran blancas vestiduras
de lino, y puso en su cuello un collar
de oro,
mandó
que montado
sobre el segundo de sus carros, se
gritara ante él abrek , y así fué puesto
al frente de toda la tierra de Egipto.
44 Díjole también el Faraón: «Yo
soy e) Faraón, y sin ti no alzará
nadie mano ni pie en toda la tierra
de Egipto.» 46 Llamó el Faraón a
José con el nombre de Znfnat Paneaj
y le dió por mujer a Asenet, hija de
Putifar, sacerdote de On. Salió José
por toda la tierra de Egipto. 46 Tenía
treinta años cuando se presentó ante
el Faraón, rey de Egipto, y le dejó
para recorrer toda la tierra de Egipto.
47 La tierra produjo a montones
durante los siete años de abundancia,
48 y José recogió el producto de los
siete años que de ella hubo en Egipto,
y lo almacenó en las ciudades, depo¬
sitando en cada una de ellas los pro¬
ductos de los campos que las rodea-
baii, 49 llegando a reunir tanto trigo
como las arenas del mar; en tan
gran cantidad, que hubo que dejar
ya de contar, porque no podía con¬
tarse.
Hijos de José.
60 Antes que llegara el tiempo de
la escasez, naciéronle a José dos
hijos, que le parió Asenet. hija de
Putifar, sacerdote de On. 31 Dió al
primero el nombre de Manasés, por¬
que dijo: «Dios me ha hecho olvidar
todas mis penas y toda la casa de
mi padre»; 62 V al segundo le llamó
Efráim, diciendo: «Dios me ha dado
fruto en la tierra de mi aflicción.»
4
50
GÉNESIS, 42
Medidas de fl f d ) * orno durante la
escasez.
58 Acabáronse los siete años de
abundancia que hubo en Egipto, 54 y
comenzaron los siete años de escasez,
como lo había anunciado José; y
hubo hambre en todas las tierras,
mientras había pan en toda la tierra
de Egipto; 65 y clamaba el pueblo
al Faraón por pan, y el Faraón decía
a todos los egipcios: «Id a José y
haced lo que él diga.» 56 Cuando el
hambre se extendió por toda la
superficie de aquella tierra, abrió
José los graneros, y lo que en ellos
había, se lo vendía a los egipcios,
pues crecía el hambre en la tierra de
Egipto. 57 De todas las tierras venían
a Egipto a comprar a José, pues el
hambre era grande en toda la tierra.
Bajan n Fffipto los hemiarios de
en busca de maiilcniinicnlu>.
42 1 Viendo Jacob que había trigo
— en Egipto, dijo a sus hijos:
«¿Qué estáis mirándoos unos a otros?
2 He oído decir que en Egipto hay
trigo. Bajad, pues, allá para comprár¬
noslo, y vivamos y no muramos.»
8 Bajaron, pues, diez de los hermanos
de José a Egipto a comprar pan;
4 a Benjamín, el hermano de José,
no le mandó Jacob con sus herma¬
nos, por temor de que le sucediera
alguna desgracia. 5 Llegaron los hijos
de Israel con otros que venían tam¬
bién a comprar trigo, pues había
hambre en toda la tierra de Canán.
6 Como era José el jefe de la tierra y
el que vendía el trigo a cuantos ve¬
nían a comprarlo, los hermanos de
José entraron, y se postraron ante él,
rostro a tierra. 7 Al verlos, José los
reconoció, pero disimuló y les habló
con dureza, diciéndoles: «¿De dónde
venís?»; y ellos respondieron: «De
la tierra de Canán, para comprar
mantenimientos.» 8 Conoció José a
sus hermanos, pero ellos no le cono¬
cieron a él.
9 Se acordó José de los sueños que
les había contado, y les dijo: «Vos¬
otros sois unos espías que habéis
venido a reconocer las partes no
fortificadas de la tierra.» 10 Ellos le
dijeron: «No, señor mío, tus siervos
han venido a comprar mantenimien¬
tos; 11 todos nosotros somos hijos
del mismo padre; somos gente buena;
no son tus siervos unos espías.»
12 El repuso: «No, sois unos espías
que habéis venido a ver lo indefenso
de la tierra.» 13 Ellos dijeron: «Somos
tus siervos doce hermanos, todos
del mismo padre en la tierra de Ca¬
nán; el más pequeño se quedó con
nuestro padre, y el otro no vive ya.»
14 Insistió José: «Es lo que os he
dicho; sois unos espías. 15 Voy a pro¬
baros. Por la vida del Faraón, que
no saldréis de aquí, mientras no
venga vuestro hermano menor. 16 Man¬
dad a uno de vosotros a buscar a
vuestro hermano, y los demás que¬
daréis aquí presos. Así probaré si lo
que decís es verdad, y si no, por la
vida del Faraón, que sois unos es¬
pías.» 17 Y los hizo meter todos jun¬
tos en prisión por espacio de tres
días. 38 Al tercero les dijo José:
«Haced esto y viviréis, pues yo temo
a Dios. 19 Si en verdad sois gente
buena, que se quede uno de los her¬
manos preso en la cárcel donde estáis,
y los otros id a llevar el Irigo, para
remediar el hambre de vuestras casas.
20 y me traéis a vuestro hermano
menor, para probar la verdad de
vuestras palabras, y no moriréis.»
21 Ellos se dijeron unos a otros: «Cier¬
tamente somos nosotros reos de culpa
contra nuestro hermano, a quien
vimos con angustia de su alma pe¬
dirnos compasión, y no le escucha¬
mos. Por eso ha venido sobre nosotros
esta desventura.» 22 Rubén les dijo:
«¿No os advertí yo, diciéndoos: no
pequéis contra el niño, y no me escu-
chásteis? Ved cómo ahora se nos
demanda su sangre.» 23 Ellos no
sabían que José los entendía, pues él
les había hablado por medio de intér¬
prete. 24 Alejóse José llorando, y
cuando volvió, les habló, y eligió a
Simeón entre ellos, V le hizo atar
ante los ojos de los otros. 25 Mandó
José que llenaran de trigo sus sacos,
que pusieran en el de cada uno su
dinero, y les diesen provisiones para
id camino, y así se hizo. 26 Ellos car¬
garon el trigo sobre^ los asnos, y se
partieron de allí. 27 Abrió uno de
ellos el saco para dar pienso a su asno
en el lugar donde pernoctaron, y vió
que su dinero estaba en la boca del
íaco, 28 y dijo a sus hermanos: «Me
lian devuelto mi dinero, aquí está
m mi saco.» Quedáronse estupefac-
los, y unos a otros se decían, tem¬
blando: «¿Qué será esto que ha hecho
Dios con nosotros?»
29 Llegaron a Jacob, su padre, a
GÉNESIS. 43
51
la tierra" de Canán, y le contaron
cuanto les había sucedido, diciendo:
30 «El hombre que es el señor de
aquella tierra, nos habló duramente y
nos tomó por espías de la tierra.
3 * Nosotros le dijimos que éramos
gente buena: no somos espías. 33 Era¬
mos doce hermanos, hijos todos del
mismo padre; uno ha desaparecido,
el más pequeño está con niiestro
padre en la tierra de Canán. 33 Y nos
dijo el. hombre, señor de la tierra:
«Ved cómo sabré que sois gente buena:
dejad aquí a uno de vosotros, tomad
con que atender a la necesidad de
vuestras casas, y partid, 34 y traedme
a vuestro hermano pequeño; así sabré
que no sois unos espías, sino gente
buena. Entonces os devolveré vues¬
tro hermano, y podréis recorrer la
tierra.» 35 Cuando vaciaron los sacos,
cada uno encontró el paquete de su
dinero en la boca de su saco. Y al
ver los paquetes de dinero, ellos y su
padre se llenaron de temor. 36 Jacob,
su padre, les dijo: «¿Me váis a dejar
sin hijos? José desapareció, Simeón
desapareció, ¿y os váis a llevar a
Benjamín? Todo esto ha venido sobre
mí.» 37 Rubén dijo a su padre; «Haz
morir a mis dos hijos, si yo no te
devuelvo a Benjamín. Entrégamelo,
y yo te le devolveré.» 38 El le con¬
testó: «No bajará mi hijo con vosotros.
Su hermano murió, y no queda más
que él. Si en el viaje que vais a hacer
le ocurre una desgracia, haréis des¬
cender en dolor mis canas al sepulcro.»
4 0 1 Pero el hambre era ya muy
40 grande en la tierra, 2 y cuándo
acabaron de comer las provisiones
que habían traído de Egipto, les dijo
su padre: «Volved a comprarnos algo
que comer.» 3 Pero Judá le contestó:
«Aquel hombre nos dijo terminan¬
temente: no me veréis, si no traéis
con vosotros a vuestro hermano me¬
nor. 4 Si mandas con nosotros a nues¬
tro hermano, bajaremos y te com¬
praremos provisiones, 5 pero si no,
no bajaremos, pues el hombre aquél
nos dijo: no veréis mi rostro, a no
ser que venga con vosotros vuestro
hermano.» 6 Y dijo Israel: «¿Por qué
me habéis hecho ese mal, de dar a
conocer a aquel hombre que teníais
otro hermano?» 7 Y le contestaron:
«Aquel hombre nos preguntó insis¬
tentemente sobre nosotros y sobre
nuestra familia, y nos dijo: «¿Vive
todavía vuestro padre? ¿Tenéis algún
otro hermano? Y nosotros contes¬
tamos según las preguntas: ¿Sabía¬
mos acaso nosotros que nos iba a
decir: traed a vuestro hermano?»
8 Y Judá dijo a Israel, su padre:
«Deja ir al niño conmigo, para que
podamos ponernos en camino, y po¬
damos vivir y no muramos nosotros,
tú y nuestros pequeños. 9 Yo te res¬
pondo de él, tú le reclamarás de mi
mano, y si no te lo vuelvo a traer
y te lo pongo delante, seré reo ante
ti por siempre. 10 Si no nos hubiéra¬
mos retrasado tanto estaríamos ya
dos veces de vuelta.» 11 Israel, su pa¬
dre, les dijo: «Si es así, haced esto: to¬
mad de los mejores productos de esta
tierra en vuestro equipaje, y bajád¬
selos al hombre aquél como presente:
un poco de tragacanto, un poco de
miel, astrágalo, láudano, alfónsigos
y almendras. 12 Coged dinero de
nuevo, y el que hallásteis en la boca
de vuestros sacos, devolvedlo, pues
quizá ha sido un .error. 13 Tomad
a vuestro hermano, e id, y volved a
ver a aquel hombre. 14 Que el Dios
omnipotente os haga hallar gracia
ante ese hombre, para que deje
volver a vuestro hermano y a Ben¬
jamín. Cuanto a mí, si he de verme
privado de mis hijos, sea,» 15 Toma¬
ron ellos el presente y el dinero doble
y a Benjamín; y bajaron a' Egipto,
y se presentaron ante José. 16 Ape¬
nas vió José con ellos a Benjamín,
dijo a su mayordomo: «Haz entrar en
casa a esas gentes, y mata mucho
y prepáralo, pues esas gentes come¬
rán conmigo a mediodía.» 17 El ma¬
yordomo hizo lo que le ordenó José,
e introdujo a aquellas gentes en casa.
18 Mientras los llevaban a casa de
José, llenos de temor, se decían:
«Es por lo del dinero que volvió en
nuestros sacos por lo que nos traen
aquí, para asaltarnos, caer sobre nos¬
otros, y hacernos esclavos con nues¬
tros asnos.» 19 Acercándose al mayor¬
domo, le dijeron: 20 «Perdone, mi
señor. Nosotros vinimos ya una vez
a comprar víveres. 21 Al llegar al lugar
donde a Wi vuelta pasamos la noche,
abrimos los sacos y vimos que el
dinero de cada uno de nosotros estaba
justo a la boca de nuestros sacos.
22 Lo hemos vuelto a traer con nos¬
otros, y traemos al mismo tiempo
otra cantidad, para comprar pro¬
visiones. Nosotros no sabemos quién
puso nuestro dinero en los sacos.»
23 «Que la paz sea con' vosotros—-les
52
GÉNESIS. 4 A
dijo el mayordomo—; no temáis.
Ha sido vuestro Dios, el Dios de
vuestro padre, el que os puso ese
tesoro en los sacos. Yo recibí vues¬
tro dinero.» 24 Hizo traer con ellos
a Simeón, y después de hacerlos en¬
trar en la casa, les dió agua para que
se lavaran los pies, y dió también
pienso a los asnos. 25 Ellos prepara¬
ron su presente, esperando que vi¬
niera José a mediodía, pues habían
sido advertidos de que comerían allí.
26 Vino José a casa, y le presentaron
el regalo que habían traído eon ellos,
postrándose ante él, rostro a tierra.
27 El les preguntó si estaban buenos,
y les dijo: «Vuestro anciano padre,
de quien me hablásteis, ¿está bien,
vive todavía?» 28 Ellos le contesta¬
ron: «Tu siervo, nuestro padre, está
bien, vive todavía», y se inclinaron
profundamente. 29 José alzó los ojos,
V vió a Benjamín, su hermano, hijo
de su madre, y dijo: «¿Es éste vues¬
tro hermano pequeño, de quien me
habéis hablado?», y añadió: «Que
Dios te bendiga, hijo mío.» 30 Apre¬
suróse José a buscar dónde llorar,
pues se conmovieron sus entrañas a
la vista de su hermano, y se entró
en su cámara, y allí lloró. 31 Salió
después de haberse lavado la cara,
y haciendo esfuerzos por contenerse,
dijo: «Servid la comida.» 32 Sirvieron
a José aparte, aparte a sus hermanos,
y aparte también a los egipcios que
comían con él, pues los egipcios no
pueden comer eon los hebreos, por
ser esto para ellos una cosa abomi¬
nable. 33 Pusieron a los hermanos de
José frente a él: el primogénito,
según su primogenitura, y el más
joven según su edad, y se miraban
atónitos unos a otros. 84 Cuando les
pusieron delante las porciones, la de
Benjamín era cinco veces mayor que la
de todos los otros. Y bebieron y estu¬
vieron muy alegres en eompañía suya.
m m 1 José dió orden a su mavor-
44 domo de llenar cuanto pudiera
de víveres los sacos de aquellas gen¬
tes, y de poner el dinero década uno
en la boca de su saeo. 2 «Pon también
mi copa—le dijo—. la copa de plata,
en la boca del saco del más joven,
juntamente eon el dinero.» El ma¬
yordomo hizo lo que le había man¬
dado José. 3 Despuntaba el alba,
euando despidieron a los hebreos con
sus asnos. * Habían salido de la
eiudad, pero no estaban lejos, cuando
José dijo a su mayordomo: «Leván¬
tate, y sal en persecución de esas
gentes, y cuando los alcances, diles:
«¿Por qué habéis devuelto mal por
bien? 6 Es donde bebe mi señor, y de
la que se sirve para adivinar. Habéis
obrado muy mal.» 6 Cuando los
alcanzó les dijo estas mismas pala¬
bras. 7 Ellos Je contestaron: «¿Por
qué nos habla así mi señor? Lejos
de tus siervos hacer semejante cosa.
8 Te hemos vuelto a traer desde la
tierra de Canán el dinero que halla¬
mos a la boca de nuestros sacos;
¿cómo íbamos a robar de la easa
de tu señor plata ni oro? 9 Aquel de
tus siervos en euyo poder sea ha¬
llada la copa, muera, y seamos tam¬
bién nosotros esclavos de tu señor.»
10 El les dijo: «Bien está, que sea
como decís. Aquel a quien se le
encuentre la copa será mi esclavo,
y vosotros quedaréis en libertad.»
1 1 Bajó cada uno a tierra su saco a
toda prisa, y lo abrió. 12 El mayor¬
domo los reconoció, comenzando por
el del mayor y acabando por el del
más joven, y se halló la eopa en el
saeo de Benjamín. 13 Rasgaron ellos
sus vestiduras, cargaron de nuevo
los asnos, y volvieron a la ciudad.
14 Judá llegó con sus hermanos a la
casa de José, que estaba allí todavía,
V postráronse rostro a tierra. 15 José
les dijo: «¿Qué es lo que habéis hecho?
¿No sabíais que un hombre como
vo había de adivinarlo?» 18 Judá
respondió: «¿Qué vamos a decir a
mi señor? ¿Cómo hablar, cómo justi¬
ficarnos? Dios Jia hallado la iniqui¬
dad de tus siervos, y somos esclavos
tuyos, tanto nosotros cuanto aquel
en cuyo poder se ha hallado la copa.»
17 «Lejos de mí hacer eso—dijo José—:
aquel a quien se le ha encontrado la
copa será mi esclavo, vosotros subi¬
réis en paz a vuestro padre.» 18 Acer¬
cóse entonces Judá, y le dijo: «Por
favor, señor mío; que pueda decir
tu siervo unas palabras en tu oído,
sin que contra tu siervo se encienda
tu cólera, pues eres eomo otro Faraón.
19 Mi señor ha preguntado a tus sier¬
vos: ¿Tenéis padre todavía, y tenéis
algún otro hermano? 20 Y nosotros
le hemos contestado: Tenemos mi
padre anciano, y tenemos otro her¬
mano, hijo de su ancianidad. Tenía
éste un hermano, que murió, y ha
quedado sólo él de su madre, y su
padre le ama mucho. 21 Tu dijiste
a tus siervos: Traédmelo, que yo
GÉNESIS, 45
53
pueda verle. 22 Nosotros te dijimos:
Mira, señor, no puede el niño dejar
a su padre; si le deja se morirá.
23 Pero tú dijiste a tus siervos: Si
no baja con vosotros vuestro her¬
mano menor, no veréis más mi rostro.
24 Cuando subimos a tu servidor,
mi padre, le dimos cuenta de las
palabras de mi señor; 26 y cuando
mi padre nos dijo: volved a bajar
para comprar algunos víveres, 26 le
contestamos: No podemos bajar, a
no ser que vaya con nosotros nues¬
tro hermano pequeño, pues no pode¬
mos presentarnos a ese hombre si
nuestro hermano no nos acompaña.
27 Tu siervo, nuestro padre, nos dijo:
Bien sabéis que mi mujer me dió
dos hijos; 28 el uno salió de casa'y
seguramente fué devorado, pues no
le he visto más; 29 si me arrancáis
también a éste, y le ocurre una des¬
gracia, haréis bajar mis canas en dolor
al sepulcro. 30 Ahora, cuando yo
vuelva a tu siervo, mi padre, si no
va con nosotros el joven, de cuya
vida está pendiente la suya, 31 en
cuanto vea que no está, morirá, y
tus siervos habrán hecho bajar en
dolor al sepulcro las canas de tu
siervo, nuestro padre. 32 Tu siervo
ha salido responsable del joven al
tomarlo a mi padre, y ha dicho:
Si yo no te lo traigo otra vez, seré
reo contra ti para siempre. 33 Permí¬
teme, pues, que te ruegue que quede
tu siervo por esclavo de mi señor,
en vez del joven, y que éste vuelva
con sus hermanos. 34 ¿Cómo voy a
poder yo subir a mi padre, si no llevo
al niño conmigo? No, que no vea
yo la aflicción en que caerá mi
padre.»
José Be da a conocer a sus her¬
manos.
1 Entonces José, viendo que
no podía contenerse más ante
todos los que allí estaban, gritó:
«Haced salir a todos.» Y no quedó
nadie con él, cuando se dió a cono¬
cer a sus hermanos. 2 Lloraba José
tan fuertemente, que le oyeron los
egipcios, y le oyó toda la casa del
Faraón. 3 «Yo soy José—les dijo—:
¿Vive todavía mi padre?» Pero sus
hermanos no pudieron contestarle,
pues se llenaron de terror ante él.
4 El les dijo: «Acercaos a mí.» Acer¬
cáronse ellos, y les dijo: «Yo soy José,
vuestro hermano, a quien vendis¬
teis para que fuese traído a Egipto.
6 Pero no os aflijáis, y no os pese
haberme vendido para aquí, pues
para vuestra vida me ha traído Dios
aquí antes de vosotros. 6 Van dos
años de hambre en esta tierra, y
durante otros cinco no habrá arada
ni cosecha. 7 Dios me ha enviado
delante de vosotros para dejaros un
resto sobre la tierra, y haceros vivir
para una gran salvación. 8 No sois,
pues, vosotros los que me habéis
traído aquí; es Dios quien me trajo,
y me ha hecho padre del Faraón y
señor de toda su casa, y me ha puesto
al frente de toda la tierra de Egipto.
9 Apresuraos, y subid a mi padre, y de¬
cidle: «Así dice tu hijo José: Me ha
hecho Dios señor de todo el Egipto;
baja, pues, a mí sin tardar, 10 y habi¬
tarás en la tierra de Gosen, y esta¬
rás cerca de mí, tú, tus hijos y los
hijos de tus hijos con tus rebaños,
tus ganados y todo cuanto tienes;
11 allí te mantendré yo, pues quedan
todavía otros cinco años de hambre,
y asi no perecerás tú, tu casa y todo
cuanto tienes. 12 Con vuestros mismos
ojos veis, y ve mi hermano Benjamín
con los suyos, que soy yo mismo el
que os habla. 13 Contad a mi padre
cuánta es mi gloria en Egipto y
todo cuanto habéis visto, y apresu¬
raos a bajar aquí a mi padre.» 14 Y
se echó sobre el cuello de Benjamín,
su hermano, y lloró; y lloraba tam¬
bién Benjamín sobre el suyo. 15 Besó
también a todos sus hermanos, llo¬
rando mientras los abrazaba, y des¬
pués sus hermanos estuvieron ha
blando con él. 16 Corrió por la casa
del Faraón la voz de que habían
venido los hermanos de José, y se
complacieron de ello el Faraón y sus
cortesanos. 17 Y dijo el Faraón a
José: «Di a tus hermanos: Haced
esto: cargad vuestros asnos, id a la
tierra de Canán, 18 tomad a vuestro
padre y vuestras familias, y venid a
mí. Yo os daré lo mejor de la tierra
de Egipto, y comeréis lo mejor de la
tierra. 19 Mándalos que lleven de
Egipto carros para sus hijos y sus
mujeres, traigan con ellos a tu padre,
y vengan; 20 que no les pese de tener
que dejar algunas de sus cosas, pues
suyo será lo mejor de la tierra de
Egipto.» 21 Hicieron así los hijos de
Israel, y les dió José carros, según la
orden del Faraón, y provisiones para
I el camino. 22 Dióles también a todos
54
GÉNESIS, 46
vestidos para mudarse, y a Benja¬
mín trescientas monedas de plata y
eineo vestidos. 23 Mandó también a
su padre asnos cargados con lo mejor
de Egipto, y diez asnos cargados
de trigo, de pan y de víveres para
su padre para el camino. 24 Des¬
pués despidió a sus hermanos que
partían, dieiéndoles: «No vayáis a
reñir en el camino.» 25 Subieron, pues,
de Egipto, y llegaron a la tierra de
Canán, a Jaeob, su padre, 26 y le
dijeron: «Vive todavía José, y es
el jefe de toda la tierra de Egipto.»
Pero él no se eonmovió, pues no los
ereía. 27 Dijéronle cuanto les había
mandado José y les había dicho;
y al ver los carros que le mandaba
José para trasladarle, se reanimó
Jacob, 28 y dijo: «Basta, mi hijo
vive todavía; iré, y le veré antes de
morir.»
Jacob y bus hijos en Egipto.
4 s 1 Partióse Israel eon todo euanto
40 tenía, y al llegar a Berseba
ofreció sacrificios al Dios de su padre
lsac. (i) 2 * Dios habló a Israel en una
visión nocturna, díciéndole: «Jaeob,
Jacob», y él contestó: «Heme aquí»,
3 y le dijo: «Yo soy el Dios fuerte,
el Dios de tu padre: no temas bajar
a Egipto, pues yo te haré allí un
gran pueblo. 4 * Yo bajaré eontigo a
Egipto y te haré volver a subir.
6 José te cerrará los ojos.» Levantóse
Jacob y dejó a Berseba, y los hijos
de Israel pusieron a Jacob, su padre,
y a sus mujeres e hijos, en los carros
que había mandado el Faraón para
transportarlos. 6 Lleváronse también
sus ganados y los bienes que habían
adquirido en la tierra de Canán, y
Jaeob se eneaminó a Egipto eon toda
su familia. 7 Llevó eon él a Egipto
a sus hijos y a los hijos de sus hijos,
a sus hijas y a los hijos de sus hijas;
toda su familia entró con él en
Egipto. 8 He aquí los nombres de
los hijos de Israel que llegaron a
Egipto: Jacob y sus hijos (1): el
primogénito de Jaeob, Rubén. 9 Hijos
de Rubén: Janoe, Falú, Jesrón y
Canni. 10 Hijos de Simeón: Jamuei,
(i) Enuméranse sin distinción todos los
hijos de Jacob; y sin distinción, en cuanto a la
condición de la madre, entrarán luego a parti¬
cipar en la herencia paterna, siguiéndose en
esto no el derecho caldeo, sino el derecho del
desierto .
Jamik, Ohad, Jaquin y Sojar, v Saúl,
hijo de la Cananea. 11 Hijos de Leví:
Gersón, Caat y Merari. 12 Hijos de
Judá: Iber, Onán, Sela, Fares y Zaraj;
pero Iber y Onán habían muerto
en la tierra de Canán. Hijos de Fares
fueron: Jesrom y Jamul. 13 Hijos
de Isaear: Tola, Fuá, Job y Semrón.
14 Hijos de Zabulón: Sared, Elóir y
Jajleel. 15 Estos son los hijos que
Lia parió a Jacob en Padan Aran,
eon su hija Dina. Sus hijos e hijas
eran en total treinta y tres personas.
16 Hijos de Gad:~Sefión, Jagui,
Semi, Esebón, Heri, Arodi y Areli.
17 Hijos de Aser: Gimna, Jesua,
Jesui y Beria; y Saraj, su hermana.
Hijos de Beria eran Jeber y Melquiel.
18 Estos son los hijos de Zelfa, la
eselava que había dado Labán a
Lia, su hija, y los parió a Jaeob.
Dieciséis personas.
19 Hijos de Raquel, la mujer de
Jaeob: José y Benjamín. 20 Nacieron
a José, en Egipto, de Asenet, hija
de Putifar, sacerdote de On, Mana-
sés y Efraim. 21 Hijos de Benjamín:
Bel a, Bajor, Asbel, Gera, Namán,
Eji, Ros, Mafim, Jufim y Ared.
22 Estos son los hijos de Raquel, que
le nacieron a Jacob: en total eatorce
personas.
23 Hijos de Dan: Justm. 24 Hijos de
Neftalí, Jajsiel y Guni, Jeser y Sa¬
lem. 25 Estos son los hijos de Bala,
que dió Labán a Raquel, su hija, y
le nacieron a Jaeob. En todo, siete
-personas. 26 El total de las pesonas
que vinieron con Jaeob a Egipto,
procedentes de él, sin eontar las
mujeres de sus hijos, era de setenta
y seis. 27 Los hijos de José nacidos
en Egipto eran dos. El total de las
personas de la familia de Jacob
que vinieron a Egipto fue de setenta.
28 Jacob había mandado delante
de él a Judá, para que se presentase
a José, y se informase aeerea de
Gosen; y ¡legado a la tierra de Gosen,
29 hizo José preparar su carro, y
subiendo en él se fué a Gosen al
encuentro de Israel, su padre. En
euanto le vió, se eelió a su cuello,
y lloró largo tiempo sobre su cuello.
30 Israel dijo a José: «Ya puedo
morir, pues he visto tu rostro y vives
todavía.» 31 José dijo a sus hermanos
y a la familia de Jacob: «Voy a
subir a dar noticia al Faraón: han
venido mis hermanos y toda la easa
de mi padre, que estaban en la tierra
de Canán. 32 Son pastores, y tienen
GÉNESIS, 47
55
rebaños de ovejas y bueyes que con
todo lo suyo han traído consigo.
33 Cuando el Faraón os llame y os
pregunte: ¿cuál es vuestra ocupación?,
34 le diréis, tus siervos somos gana¬
deros desde nuestra infancia hasta
ahora, nosotros y nuestros* padres;
para que habitéis en la tierra de Cosen,
porque los egipcios abominan de todos
los pastores.»
47 1 Fué José a anunciar al Faraón:
«Mi padre y mis hermanos, con
sus rebaños, sus ganados y cuanto tie¬
nen, han venido de la tierra de Canán,
y están en la tierra de Gosen.» 2 Ha¬
biendo llevado consigo a cinco de
sus hermanos, se los presentó al
Faraón; 3 y el Faraón les preguntó:
«¿Cuál es vuestra ocupación?» Ellos
respondieron: «Nosotros, tus siervos,
somos ganaderos desde nuestra infan¬
cia hasta ahora, y lo mismo fueron
nuestros padres.» 4 Dijéronle tam¬
bién: «Hemos venido para peregri¬
nar por esta tierra, pues no tenemos
pasto para nuestros rebaños, por ser
grande el hambre en la tierra de
Canán. Permite, pues, que habiten
tus siervos en la tierra de Gosen.»
5 El Faraón dijo a José: «Tu padre
y tus hermanos han venido; 6 tienes
a tu disposición toda la tierra de
Egipto; establece a tu padre y a tus
hermanos en lo mejor de la tierra;
que habiten en la tierra de Gosen;
y si sabes que hay entre ellos hombres
capaces, hazlos jefes de los ganados
que tengo.» 7 José hizo venir a su
padre y le presentó al Faraón. Jacob
saludó al Faraón, 8 y éste le preguntó:
«¿Cuántos años tienes?» 9 Y Jacob
contestó: «Ciento treinta son los
años de mi peregrinación. Corta y
mala lia sido mi vida, y no llega al
tiempo de la peregrinación de mis
padres.» 10 Jacob saludó de nuevo al
Faraón, y se retiró de su presencia.
11 José estableció a su padre y a
sus hermanos, asignándoles una pro¬
piedad en la tierra de Egipto, en
la mejor parte de la tierra, en el dis¬
trito de Rameses, como lo había
mandado el Faraón, 12 y proveyó
de pan a su padre y a sus hermanos y
a toda la casa de su padre, según
el número de las familias.
13 Ya no había pan en toda aquella
tierra, pues el hambre era muy
grande, y el Egipto y la tierra de
Canán estaban exhaustos por el
hambre. 14 José llegó a recoger a
cambio de trigo todo cuanto dinero
había en la tierra de Egipto y en la
tierra de Canán, e hizo entrar el di¬
nero en la casa del Faraón. 15 Cuando
se acabó el dinero en la tierra de
Egipto y en la tierra de Canán, venían
todos los egipcios a José, dieiéndole:
«Danos pan. ¿Vamos a morir en tu
presencia? Mira que nos falta dinero.»
16 José les dijo: «Puesto que os falta
dinero, traedme vuestros ganados, y
os daré pan a cambio de ellos.» 17 Tra¬
jeron sus ganados, y José les dió pan
a cambio de caballos, rebaños de ove¬
jas y bueyes, y de asnos. Aquel año
los proveyó de trigo a cambio de
todos sus ganados. 18 Pasado éste,
vinieron al siguiente, y le dijeron:
«No se le oculta a nuestro señor que
se nos ha acabado el dinero, y que le
hemos dado nuestros ganados; ni a
nuestro señor se le oculta que no nos
queda más que nuestro cuerpo y
nuestras tierras. 19 ¿Vamos a perecer
ante ti nosotros y nuestras tierras?
Cómpranos y compra nuestras tie¬
rras por pan; seremos nosotros y
nuestras tierras esclavos del Faraón;
y danos para sembrar, para que po¬
damos vivir, y no muramos y no se
queden yermas nuestras tierras.»
20 José adquirió para el Faraón todas
las tierras de Egipto, pues los egip¬
cios, obligados por el hambre, ven¬
dieron cada uno su campo, y la tierra
vino a ser propiedad del Faraón, 21 y
sometió a la servidumbre del Faraón
tierras y pueblos, desde el uno al
otro extremo de la tierra de Egipto.
22 Sólo dejó de comprar las tierras a
los sacerdotes, porque éstos recibían
del Faraón una porción, y no tuvie¬
ron que vender sus tierras. 23 Y dijo
José al pueblo: «Hoy os he comprado
para el Faraón, a vosotros y a vues¬
tras tierras. Ahi tenéis para sem¬
brar; sembrad vuestras tierras. 24 AI
tiempo de la recolección daréis el
quinto al Faraón, y las otras cuatro
partes serán para vosotros, para senl-
brar y para manteneros vosotros, los
de vuestra casa y vuestras familias.»
25 Ellos le dijeron: «Nos das la vida.
Que hallemos gracia a los ojos de
nuestro señor, y seremos siervos del
Faraón.» 26 Dió José una ley, que to¬
davía hoy subsiste, por la cual perte¬
nece al Faraón el quinto del producto
de las tierras de Egipto. Sólo las tierras
de los sacerdotes no son del Faraón.
27 Habitó Israel en la tierra de
Egipto, en la región de Gosen, y
á(>
GÉNESIS, 48, 49
adquirieron allí posesiones, creciendo
y multiplicándose grandemente. 28 Vi¬
vió Jacob en la tierra de Egipto die¬
cisiete años, siendo todos los días de
su vida ciento cuarenta y siete años.
29 Cuando los días de Israel se acer¬
caban a su fin, llamó a su hijo José
y le dijo: «Si he hallado gracia a tus
ojos, pon, te lo ruego, la mano bajo
mi muslo, y ten conmigo favor y
fidelidad. No me sepultes en Egipto.
30 Cuando me duerma con mis padres,
sácame de Egipto y sepúltame en sus
sepulturas.» José le respondió: «Haré
lo que me dices.» 31 «Júramelo», dijo
Jacob. José se lo juró, e Israel se
postró sobre la cabecera del lecho.
Bendice Jacob a los hijos de José.
48 1 Después de todo esto, vinieJ
ron a decir a José: «Mira que tu
padre está enfermo»; y cogió José
consigo a sus dos hijos, Manasés y
Efraím, 2 Anunciáronlo a Jacob, di-
ciéndole: «Mira que tu hijo José viene
a verte»; y haciendo un esfuerzo, se
sentó en el lecho. 3 Después dijo ai
José: «El Dios omnipotente se me
apareció en Luz, tierra de Canán,'
y me bendijo diciendo: 4 * «Yo te acre-l
centaré y te multiplicaré, y te haréj
un conjunto de pueblos, y daré esta
tierra a tu descendencia después de
ti, para que por siempre la posea.
5 Los dos hijos, que antes de mi ve¬
nida a ti a la tierra de Egipto te na¬
cieron en ella, serán hijos míos.
Efraím y Manasés serán hijos míos
como lo'son Rubén y Simeón; 6 pero
los que tú has engendrado después
de ellos serán tuyos, y bajo el nom¬
bre de sus hermanos serán llamados
a la herencia. 7 A mí, cuando volvía
de Padan Arán se me murió Raquel
en el camino en la tierra de Canán,
a distancia de un quibrai de EfrataJ
V allí la sepulté en el camino del
Efrata, que es Belén.»
8 Vió Israel a los hijos de José, y
preguntó: «¿Quiénes son éstos?* 8 José)
respondió a su padre; «Son mis hijosJ
los que me ha dado Dios aquí.»
«Hazlos que se acerquen, te ruego,!
para que yo los bendiga.» 10 Los ojos'
de Israel se habían oscurecido por la
edad, y no podía ya ver. José hizo
que se acercaran a él, y él los besó
y los abrazó, 11 diciendo a José: «Yo
no creí ver ya más tu rostro, y he
aquí que Dios me ha dejado verte a
ti y también til prole.» 12 José los
sacó de entre las rodillas de su padre
y postrándose ante él en tierra, 13 los
cogió, a Efraím a su derecha y a la
izquierda de Israel, y a Manasés a
su izquierda, y a la derecha de Israel,
y los hizo acercarse. 14 Israel extendió
su mano derecha y la puso sobre la
cabeza de Efraím, que era el menor,
y su izquierda sobre la cabeza de
Manasés. De intento lo hizo, pues
Manasés era el primogénito. 16 Ben¬
dijo a José, diciendo: «Que el Dios
en cuya presencia anduvieron mis
padres, Abraham e Isac, el Dios que
me ha sustentado desde que existo
hasta hoy, 18 que el ángel que me ha
librado de todo mal, bendiga a estos
niños. Que se llamen con mi nombre
y con el nombre de mi padre Abraham
e Isac, y se multipliquen grandemente
en medio de la tierra » 17 José, al
ver que su padre ponía su mano
derecha sobre la cabeza de Efraím,
se disgustó; y tomando la mano de
su padre de sobre la cabeza de Efraím,
para ponerla sobre la de Manasés,
18 le dijo: «No es así, padre mío, pues
el primogénito es éste; pon la mano
derecha sobre su cabeza.» 18 Pero su
padre rehusó, diciendo: «Lo sé, nijo
mío, lo sé; también él será un pueblo,
también él será grande; pero su her¬
mano menor será más grande que él,
y su descendencia vendrá a ser más
muchedumbre de pueblos.» 20 Los
bendijo, pues, Israel aquel día, di¬
ciendo: «Por ti bendecirán a Israel,
diciendo: hágate Dios como a Efraím
y Manasés.» Y puso a Efraím antes
de Manasés.
21 Israel dijo a José: «Yo voy a
morir, pero Dios estará con vosotros,
y os reconducirá a la tierra de nues¬
tros padres. 22 Te doy a ti, a más
de lo de tus hermanos, una parte que
yo tomé a los amorreos con mi espa¬
da y mi arco.»
Bendice Jacob a *us hijo* y uniere.
49 1 Jacob llamó a sus hijos, y
les dijo (1): «Reunios, que os voy
a anunciar lo que os sucederá a lo
último de los días.
(i) Las bendiciones de Jacob, más que a
las personas de sus hijos, miran a las tribus de
ellos descendientes. Tienen algún paralelo en
las bendiciones de Moisés. (Deut. 33.) El texto
ha sufrido mucho y es de muy dudosa y difícil
interpretación. Aun teniendo que recurrir a
veces a la conjetura para su restitución, damos
lo que más probable nos parece.
_ GÉNESIS, 49
2 Reunios y escuchad, hijos de
Jacob,
Escuchad a Israel, vuestro padre.
3 Rubén, tú eres mi primogénito,
Mi fuerza y el fruto de mi primer
vigor,
Cumbre de dignidad y cumbre de
fuerza.
4 Herviste como el agua. No ten¬
drás la primacía, porque subiste al
lecho de tu padre.
Cometiste entonces una profana¬
ción: Subió a mi lecho.
6 Simeón y Leví son hienas. Ins¬
trumentos de violencia son sus es¬
padas.
6 No entre mi alma en sus desig¬
nios, y no se una a ellos mi apro¬
bación,
Porque en su furor degollaron hom¬
bres y caprichosamente desjarretaron
toros.
7 Maldita sü cólera, por violenta,
Maldito por cruel, su furor.
Yo los dividiré en Jacob y los dis¬
persaré en Israel.
8 Tú eres en verdad Judá; te ala¬
barán tus hermanos,
Y tu mano pesará sobre la cerviz
de tus enemigos.
Postraránse ante ti los hijos de
tu padre.
9 Cachorro de león, Judá, de la
presa subes, hijo mío;
Posando, te agachas como león,
como leona.
¿Quien le hostigará para que se
levante?
10 No faltará de Judá el cetro,
Ni de entre sus pies el báculo,
Hasta que venga aquél cuyo es.
Y a él darán obediencia los pueblos.
11 Atará a la vid su pollino,
A la vid generosa el hijo de la
, asna;
Lavará en vino sus vestidos,
Y en la sangre de las uvas su ropa.
12 Brillan por el vino sus ojos,
Y de la leche blanquean sus dien¬
tes.
13 Zabulón habitará la costa del
mar,
La costa de las naves,
Y tendrá su flanco junto a Sidón.
14 Isacar es un robusto asno,
Que descansa en sus establos.
16 Vió que su lugar de reposo era
bueno,
Y que era deleitosa la tierra,
Y prestó sus lomos a la carga,
Y hubo de servir como tributario.
16 Dan juzgará a su pueblo,
Como tribu de Israel.
17 Es Dan como serpiente en el ca¬
mino,
Como víbora en el sendero ;
Que mordiendo los talones al ca¬
ballo,
Hace caer hacia atrás al caballero.
18 Tu salvación espero, |oh Yavel
19 Cad: Salteadores le asaltan,
Y él les pica los talones.
20 Aser: Su pan es suculento,
Hará las delicias de los reyes.
21 Neftalí es un terebinto, que echa
muchas ramas,
Ramas altas y espléndidas.
22 José es un novillo hacia la fuente,
A la fuente se encamina,
23 Los arqueros le hostigan,
Los tiradores de saetas le atacan,
24 Pero la cuerda de su arco se
rompe,
Y su poderoso brazo se encoge,
Por el poderío del fuerte de Jacob,
Por el nombre del pastor de Is¬
rael.
25 En el Dios de tu padre hallarás
tu socorro,
En El-Sadai, que te bendecirá
Con bendiciones del cielo arriba,
Bendiciones del abismo abajo,
Bendiciones del seno y de la ma¬
triz;
26 Las bendiciones de tu padre y
de tu madre,
Sobrepasan a las bendiciones de
mis progenitores.
Suben por encima de los eternos
collados.
Que caigan sobre la cabeza de
José,
Sobre la frente del príncipe de sus
hermanos,
27 Benjamín es lobo rapaz,
Que a la mañana devora la presa,
Y a la tarde reparte los despo¬
jos.»
28 Todas éstas son las tribus de
Israel, doce, y esto es lo que les
habló su padre, bendiciéndolos a cada
uno con una bendición. 29 Después les
mandó: «Yo voy a reunirme con mi
pueblo; sepultadme con mis padres
en la caverna que está en el campo
de Efrón, el geteo, 30 en la caverna
del campo de Macpela, frente a Ham¬
bre, que es la caverna que compró
Abraham a Efrón, el geteo, con su
campo, para tener sepultura de su
propiedad. 31 Allí están sepultados
Abraham y Sara, su mujer, Isac y
Rebeca, su mujer, y allí sepulté yo
a Lia. 32 El campo y la caverna que
58
GÉNESIS, 50
en él hay fueron comprados a los
hijos de Get.» 33 Y cuando acabó
Jacob de dar estas órdenes a sus
hijos, jxmtó sus pies en el lecho, y
expiró, yendo a reunirse con su
pueblo.
Sepultura de Jacob.
1 Cayó José sobre el rostro de
• su padre, y lloró sobre él y le
besó. 2 Mandó José a los médicos
que tenía a su servicio embalsamar
a su padre, y los médicos embalsa¬
maron a Israel, 3 empleando en ello
cuarenta días., ya que éste es el
tiempo que se emplea para embal¬
samar. Los egipcios hicieron duelo
por él durante sesenta días.
4 Pasados los días del duelo, habló
José a las gentes de la casa del
Faraón, diciéndoles: «Si he hallado
gracia a vuestros ojos, haced llegar
esto, os lo ruego, a oídos del Faraón:
5 Mi padre me hizo jurar, diciendo:
«Voy a morir; sepúltame en la sepul¬
tura que yo he hecho para mí en la
tierra de Canán. Que me permita,
pues, subir a sepultar a mi padre,
y volveré.» 6 Y le contestó el Faraón:
'«Sube y sepulta a tu padre, según tu
juramento.» 7 Subió, pues, José a
sepultar a su padre; y subieron con
él todos los servidores del Faraón,
los ancianos de su casa y los ancianos
de Egipto, 8 toda la casa de José,
sus hermanos, y la casa de su padre,
no dejando cii la tierra de Gosen
más que a los niños, las ovejas y los
bueyes. 9 José llevaba también con¬
sigo carros y caballeros, así que el
cortejo era muy grande. 10 Llegados
a la era de Atod, que está al otro
lado del Jordán, hicieron allí muy
grande llanto, e hizo José un duelo
de siete días por su padre. 11 Los
moradores de la tierra, los cananeos,
al ver este duelo en la era de Atod,
se dijeron: «Gran duelo éste de los
egipcios»; por eso se dió el nombre
de Abel Misraim a este lugar, que
está al lado de allá del Jordán. 12 Los
hijos de Jacob hicieron con su padre lo
que el había mandado, 13 llevándole n
la tierra de Canán, y sepultándole en
la caverna del campo de Maepela, que
había comprado Abraham con el cam¬
po de Efrón, el gcteo, para tener sepul¬
tura de su propiedad, frente a Mambre.
14 Después de haber sepultado a
su padre, José se volvió a Egipto
con sus hermanos y cuantos habían
subido con él para sepultar a su
padre.
15 Cuando los hermanos de José
\ieron que había muerto su padre,
se dijeron: «¿Si nos guardará rencor
José, y nos devolverá todo el mal que
le hemos hecho?» 16 Y dijeron a José:
«Tu padre, antes de morir, nos mandó
que te dijéramos: 17 Perdona el cri¬
men de tus hermanos y su pecado,
pues ciertamente te han hecho mucho
mal; pero, por favor, te ruego, per¬
dona ya el crimen de los servidores
del Dios de tu padre.» José lloró al
oírlos. 18 Sus hermanos vinieron a
prosternarse ante él, v le dijeron:
«Somos tus siervos.» 19 El les dijo:
«No temáis. ¿Estoy yo acaso en el
lugar de Dios? 20 Vosotros creíais
hacerme mal, pero Dios ha hecho de
él un bien, cumpliendo lo que hoy
sucede, de poder conservar la vida
de un pueblo numeroso. 21 No temáis,
pues; yo seguiré manteniéndoos a
vosotros y a vuestros niños.» Así los
consoló, hablándoles al corazón. 22 Ha¬
bitó José en Egipto, él y la casa de
su padre. 23 Vivió ciento diez años,
y vió a los hijos de Efraím hasta la
tercera generación; también recibió
sobre sus rodillas, al nacer, hijos de
Maquir, hijo de Manasés.
Muerte de José.
24 José dijo a sus hermanos: «Voy
a morir, pero Dios ciertamente os
visitará y os hará subir de esta tierra,
a la tierra que juró a Abraham, Isac
y Jacob.» 28 Hizo jurar José a los
hijos de Israel, diciéndoles: «Cierta¬
mente os visitará Dios, y entonces
llevad de aquí mis huesos.» 26 Murió
José cu Egipto r los ciento diez años,
y fue embalsamado y puesto en un
ataúd de Egipto.
ÉXODO
EXODO
Dura servidumbre de Israel en
Egipto.
| 1 Estos son, pues, los nombres
I de los hijos de Israel, que vinie¬
ron a Egipto con Jacob, cada uno
con su casa. 2 Rubén, Simeón, Leví
y Judá; 3 Isacar, Zabulón y Benja¬
mín; 4 Dan y Neftalí; Gad y Aser.
5 Eran todas las almas salidas del
muslo de Jacob, setenta y dos. José
estaba en Egipto. 6 Murió José, y
murieron sus hermanos y toda aquella
generación. 7 Los hijos de Israel
habían crecido y se habían multi¬
plicado, llegando a ser muchos en
número y muy poderosos, y llenaban
aquella tierra. 8 Alzóse en Egipta un
rey nuevo, que no sabía de José, y
dijo a su pueblo: 9 «Los hijos de Is¬
rael forman un pueblo más numeroso
y más poderoso que nosotros. 10 Te¬
nemos que obrar astutamente con él,
para impedir que siga creciendo y
que, si sobreviene una guerra, se
una contra nosotros a nuestros ene¬
migos y logre salir de esta tierra.»
II Pusieron, pues, sobre ellos capata¬
ces, para que los oprimiesen con one* 1
rosos trabajos en la edificación de
Pitom y Rameses, ciudades almace¬
nes del Faraón. 12 Pero cuanto más
se les oprimía, tanto más crecían y
se multiplicaban, y llegaron a detes¬
tar mucho a los hijos de Israel.
13 Sometieron los egipcios a los hijos
de Israel a cruel servidumbre, 14 ha¬
ciéndoles amarga la vida con rudos
trabajos de mortero, de ladrillos y
del campo, obligándolos cruelmente
a hacer cuanto les exigían. 15 Ordenó
el rey de Egipto a las parteras de
los hebreos, de las cuales una se
llamaba Sifra y la otra Fuá, dicién-
doles: 16 «Cuando asistáis al parto
a las hebreas, y al lavar la criatura
veáis que es niño, le matáis; si es
niña, que viva.» 17 Pero las parteras
eran temerosas de Dios y no hacían
lo que les había mandado el rey do
Egipto, sino que dejaban con vida a
los niños. 18 El rey de Egipto las
mandó llamar y les dijo: «¿Por qué
habéis hecho eso de dejar con vida
a los niños?» 19 Y le dijeron las par¬
teras al Faraón: «Es que no son las
hebreas como las mujeres egipcias.
Son más robustas, y antes que llegue
62
ÉXODO, 2, 3
la partera ya han parido.» 20 Y favo¬
reció Dios a las parteras, y el pueblo
seguía creciendo y multiplicándose.
21 Por haber temido a Dios las par¬
teras, prosperó él sus casas. 22 Mandó,
pues, el Faraón a todo su pueblo
que fueran arrojados al río cuantos
niños nacieran a los hebreos, preser¬
vando sólo a las niñas.
Nacimiento de Moisés.
O 1 Habiendo tomado un hombre
de la casa de Leví una mujer de
su'linaje, 2 concibió ésta y parió un
hijo, y viéndole muy hermoso, le
tuvo oculto durante tres meses. 3 No
pudiendo tenerle ya escondido más
tiempo, cogió una eestilla de papiro,
la calafateó eon betún y pez, y po¬
niendo en ella al niño, la dejó entre
las plantas de papiro de la ribera del
río. 4 La hermana del niño estaba
a poca distancia, para ver lo que
pasaba. 5 Bajó la hija del Faraón
a bañarse en el río, y sus doncellas
se pusieron a pasear por la ribera.
Vi ó la eestilla entre las plantas de
papiro, y mandó a una de sus don¬
cellas que la trajera. 6 Al abrirla, vió
al niño que lloraba, y compadecida
del niño dijo: «Es un hijo de los
hebreos.» 7 La hermana del niño dijo
entonces a la hija del Faraón: «¿Quie¬
res que vaya a buscarte entre las
mujeres de los hebreos una nodriza,
para que críe al niño?» 8 «Ve», le
dijo la bija del Faraón, y la joven
fué a llamar a la madre del niño.
9 La hija del Faraón le dijo: «Toma
este niño, críamelo, y yo te daré
tu merced.» La mujer tomó al niño
y le crió. 10 Cuando fué grandecito,
se lo llevó a la hija del Faraón y
fué para ella como uno de sus hijos.
Dióle el nombre de Moisés; pues se
dijo: «De las aguas le saqué.»
11 Cuando ya fué grande Moisés,
salía a ver a sus hermanos, siendo
testigo de la opresión en que estaban;
y un día vió cómo un egipcio mal¬
trataba a uno de sus hermanos, a un
hebreo; 12 miró a uno y otro lado,
y no viendo a nadie, mató al egipcio
y le enterró en la arena. 13 Salió
también al día siguiente, y vió a
dos hebreos riñendo, y dijo al agre¬
sor: «¿Por qué maltratas a tn próji¬
mo?, 14 y éste le respondió: «¿Y quién
te ha puesto a ti como jefe y juez
entre nosotros? ¿Es que quieres ma¬
tarme, como mataste al egipcio?»
Moisés se atemorizó, y se dijo: «Es
que la cosa se sabe.»
Iluida de Moisés a Madián.
15 El Faraón supo lo que había pa¬
sado, y buscaba a Moisés para darle
muerte; pero éste huyó del Faraón
y se refugió en la tierra de Madián.
16 Estando sentado junto a un pozo
siete hijas que tenía el "sacerdote de
Madián vinieron a sacar agua y llenar
los canales, para abrevar el ganado
de su padre. 17 Llegaron unos pas¬
tores y Jas echaron de allí, pero
Moisés se levantó, salió en defensa
de las jóvenes, y abrevó su ganado.
18 De vuelta ellas a la casa de Ragueh
su padre, les preguntó éste: «¿Cómo
venís hoy tan pronto?» 19 Ellas res¬
pondieron: «Es que un egipcio nos
ha librado de la mano de los pas¬
tores, y aun él mismo se puso a sacal¬
agua y abrevó nuestro ganado.»
20 Dijo él a sus hijas: «¿Y dónde esté?
¿Por qué habéis dejado allí a esc
hombre? Id a llamarle, para que
coma algo.» 21 Moisés accedió a que¬
darse en casa de aquel hombre, que
le dió por mujer a su hija Séfora.
22 Séfora parió un hijo a quien llamo
él Gersam; pues dijo: «Extranjero
soy en tierra extranjera.»
23 Pasado mucho tiempo, murió el
rey de Egipto, y los hijos de Israel
seguían gimiendo bajo dura servi¬
dumbre, y clamaron. Sus gritos, arran¬
cados por la servidumbre, subieron
hasta Dios. 24 lMos oyó sus gemidos,
y se acordó de su alianza eon Abraham,
Isae y Jacob. 25 Miró Dios a los
hijos de Israel, y atendió.
La visión de la zarza que ardía
t»iii eoiibuiiiirjsc.
3 1 Apacentaba Moisés el ganado
de Jetro, su suegro, sacerdote de
Madián. Llevólo más allá del de¬
sierto; y llegado al monte de Dios,
Horeb, 2 se le apareció el ángel de
Yave en llama de fuego, de en medio
de una zarza. Veía Mo.sés que la
zarza ardía y no se consumía, 3 y se
dijo: «Voy a ver qué gran visión es
ésta, y por qué no se consume la
zarza.» 4 Vió Yave que se acercaba
para mirar, y 6 Dios le llamó de
en medio de la zarza: «jMoisésl» El
ÉXODO, 4
03
respondió: «Heme aquí.» Dios le dijo:
«No te acerques. Quita las sandalias
de tus pies, que el lugar en que estás
es tierra santa»; 6 y añadió: «Yo soy
el Dios de Abraham, el Dios de Isac,
el Dios de Jacob.» Moisés se cubrió
el rostro, pues temía mirar a Dios.
7 Ya ve le dijo: «He oído los gritos
que le arranca su opresión, y conozco
sus dolores. 8 He bajado para librarle
de las manos de los egipcios y subirle
de esa tierra a una tierra fértil y
espaciosa, una tierra que mana leche
y miel, la tierra que habitan cananeos,
geteos, amorreos, fereccos, jeveos y
jebuseos. 9 El clamor de los hijos de
Israel ha llegado ya hasta mí, y he
visto la opresión que sobre ellos hacen
pesar los egipcios. 10 Ve, pues; yo te en¬
vío al Faraón, para que saques a mi
pueblo, a los hijos de Israel, de Egipto.»
11 Moisés dijo a Dios: «¿Y quién
soy yo para ir al Faraón y sacar de
Egipto a los hijos de Israel?» 12 Dios
le dijo: «Yo estaré contigo; y para
señal de que soy yo quien te envía,
cuando hayas sacado de Egipto al
pueblo, sacrificaréis a Dios sobre esté
mismo monte.» 13 Mo'sés dijo a
Dios: «Pero, si voy a los hijos de
Israel y les digo: ef Dios de vuestros
padres me envía a vosotros, y me
preguntan cuál es su nombre, ¿qué
voy a responderles?» 14 Y Dios dijo
a Moisés: «Yo soy el que soy. Así
responderás a los hijos de Israel: El
que es, Yave, me manda a vosotros.»
15 Y prosiguió: «Esto dirás a los hijos
de Israel: Yave, Dios de vuestros
padres, el Dios de Abraham, de Isac
y de Jacob, me manda a vosotros.
Este es para siempre mi nombre;
éste mi nombre, de generación en
generación. 16 Ve, reúne a los ancia¬
nos de Israel, y diles: Yave. Dios de
vuestros padres, el Dios de Abraham,
de Isac y de Jacob, se me ha apa¬
recido y me ha encomendado que os
diga: Os he visitado, y he visto lo
que hacéis en Egipto, 17 y he dicho:
Yo os sacaré de la opresión de los
egipcios, y os subiré a la tierra de
los cananeos, de los geteos, de los
amorreos, de los fereceos. de los
jeveós y de los jebuseos,' a una tierra
que mana leche y miel. 18 Ellos te
escucharán, y tú, con los ancianos
de Israel, irás al rey de Egipto, y
le diréis: Yave, Dios de los hebreos,
nos llama. Deja, pues, que vayamos
camino de tres días por el desierto,
para sacrificar a Yave, nuestro Dios.
19 Bien sé yo que el rey de Egipto no
os permitirá ir, sino en mano pode¬
rosa. 20 Pero yo tenderé la mía, y
castigaré a Egipto con toda suerte
de prodigios, que obraré en medio
de ellos; y después os dejará salir.
21 Yo haré que halle el pueblo gracia
a los ojos de los egipcios; y cuando
salgáis, no saldréis con las manos
vacías, 22 sino que cada mujer pedirá
a su vecina y a la que vive en su casa
objetos de plata, objetos de oro y
vestidos, que pondréis vosotros a
vuestros hijos y a vuestras hijas, y
os llevaréis los despojos de Egipto.»
I 1 Moisés respondió: «No me van
4 a creer, no me van a escuchar;
me dirán que no se me ha aparecido
Yave.» 2 Yave le dijo: «¿Qué es lo
que tienes en la mano?» El respon¬
dió: «Un cayado.» 3 «Tíralo a tierra»,
le dijo Yave. El lo tiró, y el cayado
se convirtió en serpiente, y Moisés
corrió de ella. 4 Yave dijo a Moisés:
Extiende la mano, y cógela por la
cola.» Moisés tendió la mano y la
cogió, y la serpiente volvió a ser
cayado en su mano. 5 «Para que crean
que se te ha aparecido Yave, el
Dios de sus padres, el Dios de Abraham,
Isac y de Jacob.»
6 Díjole además Yave: «Mete tu
mano en tn seno.» Metióla él, y
cuando la sacó estaba cubierta de
lepra, como la nieve. 7 Yave le dijo:
«Vuelve a meterla.» El volvió a me¬
terla, y cuando después la sacó
estaba la mano como toda su carne.
8 «Si no te creen a la primera señal,
te creerán a la segunda; 9 y si ni aun
a esta segunda creyeran, coges agua
del río, y la derramas en el suelo,
y el agua que cojas se volverá en el
suelo sangre.» 10 Moisés dijo a Yave:
«Pero, Señor, yo no. soy hombre de
palabra fácil, y esto no es ya de ayer
ni de anteayer, y aun ahora, que
te estoy hablando, se me traba la len¬
gua.» 11 Yave le respondió: «Y ¿quién
ha dado al hombre la boca, y quién
hace al sordo y _al mudo, al que ve
y al ciego? ¿No soy por ventura yo,
Yave? 12 Ve, pues, yo estaré en tu
boca y te enseñaré lo que has de
decir.» 13 Moisés Replicó: «jAh, Señor!,
manda tu mensaje, te lo pido, por
mano del que debas enviar.» 14 En¬
cendióse entonces en cólera Yave
contra Moisés, y le dijo: «¿No tienes
a tu hermano Arón, el levita? El es
de fácil palabra. Al encuentro te
ÉXODO. S
sale, y al verte se alegrará su corazón, lo que Yave le había dicho, al enco-
16 Háblale a él, y pon en su boca ¡mendarle la misión, y todos los pro
las palabras, y yo estaré en tu boca Idigios que le había mandado hacer,
y en la suya, y os mostraré lo que 29 Prosiguieron Moisés y Arón su
habéis de hacer. 16 El hablará por camino; y llegados, reunieron a los
ti al pueblo y te servirá de boca, y tú ancianos de Israel. 80 Arón refirió todo
le servirás a él de Dios. 17 El cayado ¡lo que Dios había dicho a Moisés,
que tienes en la mano, llévalo, y con y éste hizo los prodigios a los ojos
él harás las señales.» del pueblo. 81 El pueblo creyó, y al
ver que Yave había visitado a los
hijos de Israel y había atendido a
V.. clin <ir Moisós .. Egipto. su atlicción - postrándose, le adoraron.
18 Fuese Moisés, y de vuelta a casa
de su suegro, le dijo: «Hazme el
favor de dejarme partir, a ver a mis
hermanos de Egipto, si viven toda¬
vía.» .Tetro dijo a Moisés: «Vete en
paz.» 19 En tierra de Madián dijo
Yave a Moisés: «Ve, retorna a
Egipto, pues han muerto ya los que
buscaban tu vida.» 20 Tomó, pues,
Moisés a su mujer y a su hijo, y
montándolos sobre un asno, volvió
a Egipto, llevando en sus manos el
cayado de Dios. 21 Yave le dijo: «Al
partir para volver a Egipto, ten cuenta
de hacer delante del Faraón los pro¬
digios que yo he puesto en tu mano.
Yo endureceré su corazón (1), y
no dejará salir al pueblo; 22 pero tíi
le dirás: Así habla Yave: Israel es
mi hijo, mi primogénito. 23 Yo te
mando que dejes a mi hijo ir a ser¬
virme, y si te niegas a dejarle ir,
yo mataré a tu hijo, a tu primogé¬
nito.» 24 Por el camino, en un lugar
donde pasaba la noche, salióle Yave
al encuentro, y quería matarle; 25 pero
Sófora, cogiendo en seguida un cuchi¬
llo de piedra, circuncidó a su hijo,
y arrojó el prepucio a sus pies, di¬
ciendo: «Eres para mí esposo de
sangre», 26 y le dejó, diciendo lo de
esposo de sangre por la circuncisión
de su hijo.
27 Yave dijo a Arón: «Ve al de¬
sierto, al encuentro de Moisés.» Par¬
tió Arón, y encontrándose con su her¬
mano en el monte de Dios, le besó.
28 Moisés dió a conocer a Arón todo
(i) En la lucha tenaz entablada entre
Moisés y el Faraón, defendiendo éste los inte¬
reses políticos de su pueblo contra la orden
dada a Moisés por un Dios que él desconocía,
muéstrase el Faraón cada vez más recalci¬
trante, más endurecido de corazón; y este
endurecimiento, previsto por Dios y ordenado
por El para hacer muestra de su poder y de su
especial providencia para con Israel, es lo que
expresa la Escritura con la frase «endureció Dios
el corazón del Faraón* y otras semejantes.
Moisés y Arón dolante del Faraón.
5 1 Presentáronse Moisés y Arón
al Faraón, y le dijeron: «He aquí
lo que dice Yave, Dios de Israel:
deja ir a mi pueblo para que me
ofrezca sacrificios en el desierto.»
2 Pero el Faraón respondió: «¿Y
quién es Yave, para que yo le obe¬
dezca, dejando ir a Israel? No co-
jnozco a Yave, y no dejaré ir a Israel.»
3 Ellos le dijeron: «El Dios de los
hebreos nos llama. Deja, pues, que
vayamos al desierto, tres jornadas
tdc camino, y ofrezcamos sacrificios
a Yave, para que no venga sobre
nosotros peste ni espada.» 4 Pero el
rey de Egipto les dijo: «¿Por qué
vosotros, Moisés V Arón, distraéis
al pueblo de sus trahajos? Idos al
trabajo que os hayan impuesto.» 6 Y
se dijo: «Ese pueblo es ya más nume¬
roso que el de la región; ¿qué será
si se le deja holgar, relevándole de
sus trabajos forzados?»
I.» servidumbre de Israel se agra¬
va cada vez infis.
6 Aquel mismo día dió el Faraón a
los capataces de pueblo y a los escri¬
bas la orden 7 de no facilitar como
hasta entonces al pueblo la paja
para hacer los ladrillos, sino que
fueran ellos a buscarla y recogerla.
8 «Pero exigidles la misma cantidad
de ladrillos que antes, sin quitar
ni uno, 9 pues huelgan, y por eso
gritan: «Tenemos que ir a sacrificar
a nuestro Dios. Cargadlos de tra¬
bajo, que estén ocupados, y no den
oídos a embustes.» 10 Fueron, pues,
los capataces y los escribas, y dije¬
ron al pueblo:' «Oíd lo que dice el
Faraón: «No os daré en adelante la
paja; 11 id vosotros mismos a cogerla
donde podáis, pero no se os dismi-
ÉXODO, 6
65
nuirá nada de la larca impuesta.»
12 El pueblo se dispersó por toda la
tierra de Egipto, en busca de cañas
secas de cereales con que hacer la
paja. 33 Los capataces los apremia¬
ban: «Acabad la tarea impuesta para
cada día, como cuando se os daba la
paja.» 14 Fueron castigados los escri¬
bas de los hijos de Tsrael, que los
exactores habían puesto sobre ellos,
diciéndoles éstos: «¿Por qué ni ante¬
ayer, ni ayer, ni hoy, habéis com¬
pletado la tarea de ladrillos como
antes?» 15 Fueron a quejarse al Faraón,
diciendo: «¿Cómo haces así con tus
siervos? 16 A tus siervos no se les
da la paja y se nos dice: haced
los mismos ladrillos; y azotan a tus
siervos, siendo el pueblo el que falta.»
17 El Faraón respondió: «Es que hol¬
gáis, holgáis, y por eso decís: «Que¬
remos ir a sacrificar a Yave. 18 Id,
pues, a trabajar; no se os dará la
paja, y habéis de hacer la misma
cantidad de ladrillos.» 19 Los escribas
de los hijos de Israel viéronse angus¬
tiados por decírseles que no se les
disminuiría en nada la cantidad de
ladrillos, y que habían de hacer cada
día la misma tarea. 20 Encontráronse
con Moisés y Arón, que estaban
esperando a que saliesen de la casa
del Faraón, 21 y les dijeron: «Que
vea Yave y juzgue, pues vosotros
habéis sido causa de que el Faraón
no nos pueda ver, y halléis puesLo la es¬
pada en sus manos para que nos mate.»
Promesa de liberación.
22 Entonces Moisés se volvió a
Yave, diciendo: «Señor, ¿por qué
has castigado a este pueblo? ¿Para
qué me lias enviado? 23 Desde que
fui al Faraón para hablarle en tu
nombre, maltrata al pueblo, y tú
no haces nada por librar a tu pueblo.»
/i 1 Yave dijo a Moisés: «Pronto
^ verás lo que yo voy a hacer al
Faraón. En mano fuerte los dejará
ir, en mano fuerte los echará él mismo
de su tierra.» 3 Dios habló a Moisés
y le dijo: «Yo soy 7 Yave. Yo me mostré
a Abraham, a Isac y a Jacob como
El-Sadai, pero no les di a conocer
mi nombre de Yave. 4 No sólo hice
con ellos mi alianza de darles la
tierra de Canán, la tierra de sus pere¬
grinaciones, donde hahitaron como
extranjeros, 5 sino que ahora he
escuchado los gemidos de los hijos
de Israel, que tienen los egipcios
en servidumbre, y me he acordado
de mi alianza. 6 Di, por tanto, a los
hijos de Israel: «Yo soy Yave, y r o os
libertaré de los trabajos forzados de
los egipcios, os libraré de su servi¬
dumbre, y os salvaré a brazo ten¬
dido y por grandes juicios. 7 Yo os
haré mi pueblo, y seré vuestro Dios,
y sabréis que yo soy Yave, vuestro
Dios, que os librará dé la servidum¬
bre egipcia, 8 y r os introducirá en la
tierra que juré dar a Abiaham, a Isac
y a Jacob, y os la daré en posesión.
Yo, Yave.» 9 Así habló Moisés a
los hijos de Tsrael, pero ellos no le
escucharon, por lo angustioso de su
dura servidumbre.
10 Habló Yave a Moisés, y le dijo:
11 «Ve a hablar a Faraón, rey de
Egipto, para que deje salir a los
hijos de Israel fuera de su tierra.»
12 Moisés le respondió: «Los hijos de
Israel no me escuchan; ¿cómo va a
escucharme el Faraón a mí, que soy
de labio incircunciso?» 13 Yave habló
a Moisés y a Arón, y 7 les dió órdenes
para los hijos de Israel y para el
Faraón, rey de Egipto, con el fin
de sacar de Egipto a los hijos de Israel.
Genealogía de Moisés y Arón.
14 Estas son las cahezas de sus
linajes: Hijos de Rubén, primogé¬
nito de Israel: Janoc, Falu, Jesrón
y Carmi; estos son los linajes de Rubén.
15 Hijos de Simeón: Jamuel, Jasmin
Oad, Jaguin, Sojar y Saúl, hijo de la
cananca: estos son los linajes de Simeón.
16 He aquí los nombres de los hijos
de Leví, con sus linajes: Gersón, Caat
y Merari. Los años de vida de Leví
fueron ciento treinta y siete años.
17 Hijos de Gersón, Lobni y 7 Semei,
con sus generaciones. 18 Hijos de
Caat: Amran, Jishar, Hehrón y Oriel.
Los años de Caat fueron ciento treinta
y tres años. 19 Hijos de Merari: Majli
y Musí. Estos son los linajes de los
ievitas, según sus familias.
20 Amram tomó por mujer a Joza-
hed, que le parió a Arón y Moisés.
Los años de vida de Amram fueron
ciento treinta y siete años. 21 Hijos
de Jishar: Core, Nefcg y Zicri. 22 Hi¬
jos de Oziel: Misael, Elisafán y 7 Pctri.
23 Arón tomó por mujer a Elisabet,
hija de Aminadab, hermana de Naj-
són, la cual parió a Nadab, Abiu,
Eleazar e ltamar.
24 Hijos de Core: Aser, Elcana y
5
G<;
ÉXODO, 7
Abiasat. Estas son las familias de
los coreitas.
25 Eleazar, hijo de Arón, tomó por
mujer a una hija de Futiel, que
parió a Fines. Estos son los jefes de
los linajes de los levitas, según sus
familias.
26 Estos son el Arón y el Moisés
a quienes dijo Yave: «Sacad de Egipto
a los hijos de Israel, según sus escua¬
dras./» 27 Estos son los que hablaron
al Faraón, rey de Egipto, para sacar
de Egipto a los hijos de Israel. Estos
son Moisés y Arón.
Moisés y los magos de Egipto.
28 Cuando habló Yave a Moisés
en tierra de Egipto, 29 dijo Dios a
Moisés: «Yo soy Yave: di al Faraón,
rey de Egipto,* cnanto yo te diga:
80 Y Moisés dijo a Yave: «Yo soy
de labios incircuncisos. ¿Cómo va a
escucharme el Faraón?»
n 1 Dijo Yave a Moisés: «Mira, te
4 he puesto como Dios para el Fa¬
raón, y Arón, tu hermano, será tu
profeta. Tú le dirás a él lo que yo
te diga a ti, y Arón, tu hermano,
será tu profeta. 2 * * * * * Tú dirás lo que yo
te diga a ti, y Arón, tu hermano,
se lo dirá al Faraón, para que deje
salir de Egipto a los hijos de Israel.
3 Yo endureceré el corazón del Fa¬
raón, y multiplicaré mis señales y
mis prodigios en la tierra de Egipto.
4 El Faraón no os escuchará, y yo
pondré mi mano sobre Egipto, y
sacaré de la tierra de Egipto a mis
ejércitos, a mi pueblo, a los hijos de
Israel, por grandes juicios. Los egip¬
cios sabrán que yo soy Yave, cuando
tienda yo mi mano sobre Egipto, y
saque de en medio de ellos a los
hijos de Israel.» * Moisés v Arón
hicieron lo que Yave les mandaba;
tal cual se lo mandó, así lo hicieron.
7 Tenía Moisés ochenta años, y
Arón ochenta y tres, cuando hablaron
al Faraón. 8 Yave dijo a Moisés y
Arón: 9 «Cuando el Faraón os diga:
Haced un prodigio, le dices a Arón:
Coge tu cayado, y échalo delante
del Faraón, y se convertirá en ser¬
piente.» 10 Moisés y Arón fueron al
Faraón e hicieron lo que Yave les
había mandado. Arón arrojó su ca¬
yado delante del Faraón y de sus
cortesanos, y el cavado se convirtió
en serpiente. 11 Hizo llamar también
el Faraón a sus sabios y encantado¬
res, los magos de Egipto, 12 y tam¬
bién ellos echaron cada uno su báculo,
que se convirtieron (l) en serpientes.
Pero el de Arón devoró a todos los
otros. 13 El corazón del Faraón se
endureció, y no escuchó a Moisés y
Arón, como" se lo había dicho Yave.
Primera plaga
14 Yave dijo a Moisés: «El corazón
del Faraón se ha endurecido y rehúsa
dejar salir al pueblo. 16 Ye a verle
mañana por la mañana. Saldrá para
ir a la orilla de las aguas; tú te estás
esperándole a la orilla de las aguas,
tomas en tu mano el cayado que se
convirtió en serpiente, 16 y le dices:
«Yave, Dios de los hebreos, me manda
a decirte: Deja ir a mi pueblo para
que me sirva en el desierto. Hasta
ahora no me has escuchado. 17 Pues
he aquí lo que dice Yave: Para que
sepas que yo soy Yave, voy a gol¬
pear con el cayado que tengo en la
mano las aguas del río, y se con¬
vertirán en sangre. 18 Los peces que
hay en el río morirán, el río se infec¬
tará, y los egipcios repugnarán beber
el agua del río» (2).
19 Yave dijo a Moisés: «Dile a tu
hermano Arón: Toma el cayado, y
tiende tu mano sobre las aguas de
Egipto, sobre sus ríos, sobre sus
canales, sobre sus estanques, y sobre
todas sus reuniones de aguas. Todas
se convertirán en sangre, y habrá
sangre en todo Egipto, lo mismo en
los vasos de madera que en los vasos
de piedra.» 20 Moisés y Arón hicie¬
ron lo que Yave les había mandado,
V Arón, levantando el cayado, golpeó
ias aguas del río a la vista del Faraón
V de todos sus servidores, y toda el
agua del río se volvió sangre. 21 Los
peces que había en el río murieron,
el río se infiecionó, los egipcios no
podían beber el agua, y hubo en vez
de ella sangre en toda la tierra de
Egipto. 22 Pero los magos de Egipto
hicieron otro tanto con sus eneanta-
(1) Esto de hacer los sabios y encantadores
egipcios cosas semejantes a las hechas milagro¬
samente por Moisés parece debe tomarse como
efectos de prestiJigitación, en que los egip¬
cios ya de anriguo y aun ahora son famosos.
(2) Las plagas, si exceptuamos la última,
la muerte de todos los primogénitos, responden
a las calamidades que Egipto padece muy de
ordinario. Lo milagroso de ellas es el modo
de producirlas Moisés y ^su extraordinaria
gravedad.
ÉXODO, 8
ü7
mientos, y el corazón del Faraón se
endureció, y no escuchó a Moisés y
Arón, como había dicho Yave. 23 El
Faraón se volvió, y entró en su pala¬
cio sin hacer caso. 24 Los egipcios
cavaron en las orillas del río, para
buscar agua potable, pues no podían
beber las del río.
Segunda plaga.
25 Pasaron siete días desde que
Yave había herido el río; 1 y
Yave dijo a Moisés: «Ve a ver al
Faraón, y dile: Deja salir a mi pueblo,
para que me sirva. 2 Si rehúsas dejarle
ir, voy a castigar con ranas a toda
tu tierra. 3 En el río bullirán ranas,
subirán, y penetrarán en tu casa,
en tu dormitorio y en tu lecho, en
las casas de todos tus servidores y
de todo tu pueblo, en los hornos y en
las artesas; 4 subirán las ranas'sobre
ti, sobre tus servidores y sobre todo
tu pueblo.»
5 Yave dijo a Moisés: «Dile a
Arón: extiende tu mano con el cayado
sobre los estanques, y haz subir ranas
sobre toda la tierra de Egipto.»
6 Arón extendió su mano sobre las
aguas de Egipto, y subieron las ranas,
y cubrieron toda la tierra de Egipto.
7 Pero los magos hicieron otro tanto
con sus encantamientos, haciendo
subir ranas sobre la tierra de Egipto.
8 El Faraón llamó a Moisés y
Arón: «Pedid a Yave que aleje de mí
y de mi pueblo las ranas, y dejaré
ir al pueblo a sacrificar a Yave.»
9 Moisés dijo al Faraón: «Dime cuándo
he de rogar por ti, por tus servidores
y por todo tu pueblo, para que aleje
Yave las ranas de ti y de tus casas,
y no queden más que en el río.»
10 «Mañana», respondió él. Moisés
le dijo: «Así será; y para que sepas
que no hay como Yave, nuestro Dios,
11 las ranas se alejarán de ti y de tus
casas, de tus servidores y de tu pue¬
blo. y no quedarán más que en el
río.» Salieron Moisés y Arón de la
casa del Faraón, y Moisés ro”ó a
Yave sobre lo que ele las ranas había
prometido al Faraón. 13 Hizo Yave
como le pedía Moisés, y murieron
las ranas en las casas, en los atrios y
en los campos. 14 Reuniéronlas en
montones, y se infestó la tierra.
1R Pero el Faraón, viendo que se le
daba respiro, endureció su corazón
y no escuchó a Moisés y Arón, como
Yave había dicho.
Tercera plaga.
18 Yave dijo a Moisés: r «Dile a
Arón: «Extiende tu cayado, y golpea
el polvo de la tierra, que se conver¬
tirá en mosquitos en toda la tierra
de Egipto.» 17 Hiciéronlo así: Arón
extendió su mano con el cayado y
golpeó el polvo de la tierra, y vinie¬
ron mosquitos sobre hombres y ani¬
males. l odo el polvo de la tierra se
convirtió en mosquitos en toda la
tierra de Egipto. 18 Los magos qui¬
sieron hacer otro tanto con sus encan¬
tamientos, pero no pudieron. Había
mosquitos sobre hombres y anima¬
les, 19 y los magos dijeron al Faraón:
«El dedo de Dios está aquí.» Pero
el Faraón se endureció, y como había
dicho Yave, no escuchó.
Cuarta plaga.
20 Yave dijo a Moisés: «Levántate
temprano, y preséntate al Faraón,
al tiempo que sale él para ir a la
ribera, y dile: «Así habla Y"ave: Deja
ir a mi pueblo, a que me sirva. 21 Si
no dejas ir a mi pueblo, voy a mandar
tábanos contra ti, contra tus servi¬
dores y contra tu pueblo, contra tus
casas, y se llenarán de ellos las casas
de los egipcios y la tierra que éstos
habitan; 22 pero distinguiré en ese
día el país de Cosen donde habita
mi pueblo, y allí no habrá tábanos,
para que sepas que yo soy Y r ave en
medio de la tierra. 23 Haré distin¬
ción entre mi pueblo y el tuyo.
Mañana será esta señal.» 24 Hizolo
así Y T ave, y vino una muchedumbre
de tábanos sobre la casa del Faraón
y las de sus servidores y sobre toda la
tierra de Egipto, y se corrompió
la tierra por los tábanos. 25 Llamó
el Faraón a Moisés y Alón,-y dijo:
«Id y sacrificad a vuestro Dios en
esta tierra.» 26 Pero Moisés respon¬
dió: «No puede ser así, pues para los
egipcios es abominación el sacrificio
que nosotros ofrecemos, y si a su
vista lo ofreciéramos, nos apedrea¬
rían. 27 Tenemos que ir por el desierto
tres días de camino, para sacrificar
a Yave, nuestro Dios, como él nos
diga.» 28 El Faraón contestó: «Yo os
dejaré que vayáis a sacrificar a Yave,
vuestro Dios, en el desierto; pero
no os vayáis más lejos y rogad por
mí.» 29 Moisés respondió: «En sa¬
liendo de tu casa, yo rogaré por t.
éxodo, y
t>8
a Yave, y mañana se alejarán los
tábanos del Faraón, de sus servi¬
dores y de su pueblo; pero que el
Faraón no nos engañe más, y per¬
mita al pueblo ir a sacrificar a Yave.»
30 Salió Moisés de casa del Faraón,
y rogó a Yave, 31 y Yave hizo.lo que
le pedía Moisés, y los tábanos se
alejaron del Faraón, de sus servido¬
res y del pueblo, sin quedar ni uno.
32 Pero el Faraón endureció su cora¬
zón también esta vez, y no dejó
salir al pueblo.
Quinta placja.
9 1 Yave dijo a Moisés: «Ve al
Faraón, y dile: «Así habla Yave,
Dios de los hebreos: deja ir a mi
pueblo a que me sirva. 2 Si rehúsas
dejarlos ir y todavía le retienes,
3 caerá la mano de Yave sobre los
ganados que están en tus campos;
sobre los caballos, sobre los asnos,
sobre los camellos, sobre los bueyes
y sobre las ovejas, una peste muy
mortífera. 4 Yave hará distinción
entre los ganados de Israel y los
ganados de los egipcios, y nada
perecerá de lo perteneciente a los
hijos de Israel.» 5 Yave fijó el mo¬
mento, diciendo: «Mañana hará esto
Yave en esta tierra » Hízolo así Yave
al día siguiente. Pereció todo el ga¬
nado de los egipcios, y no murió
un solo animal de los ganados de
los hijos de Israel. 7 El Faraón se
informó, y ni un animal de los ga¬
nados de los hijos de Israel había
muerto. Pero el corazón del Faraón
se endureció, y no dejó ir al pueblo.
Sexta plupa.
8 Yave dijo a Moisés y Arón:
«Coged un puñado de ceniza de un
horno, y que la tire Moisés hacia el
cielo, a la vista del Faraón, 9 para
que se convierta en un polvo fino
sobre toda la tierra de Egipto, y pro¬
duzca én toda la tierra de Egipto a
hombres y animales pústulas erup¬
tivas y tumores.» 10 Cogieron la
ecniza de un horno, y se presentaron
al Faraón. Moisés la tiró hacia el
ciclo, y se produjeron en hombres y
animaíes pústulas y tumores. 11 Los
magos no pudieron continuar en pre¬
sencia de Moisés, porque les salieron
tumores como a todos los egipcios.
12 Y Yave endureció el corazón del
Faraón, que no escuchó a Moisés y
Arón, como Yave se lo había dicho
a Moisés.
Séptima plana.
13 Dijo Yave a Moisés: «Leván¬
tate temprano, preséntate al Faraón,
y dile: «Así habla Yave, Dios de los
hebreos: Deja ir a mi pueblo a que
me sacrifique, 14 porque esta vez
voy a desencadenar todas mis plagas
contra ti, contra tus servidores y
contra tu pueblo, para que sepas que
no hay como yo en toda la tierra.
15 Si yo hubiera tendido mi mano
y te hubiera herido con la peste,
tú y tu pueblo habríais desaparecido
de la tierra; 16 pero te he dejado con
vida, para que por ti brille mi poder,
y mi nombre sea celebrado en toda
la tierra. 17 Te opones todavía como
un muro entre mí y mi pueblo para
no dejarle ir; 18 pues sabe que mañana
a esta hora yo haré llover una grani¬
zada tan fuerte, como no la hubo
jamás en Egipto, desde el día en que
se fundó hasta hoy. 19 Retira, pues,
tus ganados y cuanto tienes en el
campo; cuantos hombres y animales
haya en el campo, V si no se retiran
serán heridos por el granizo y mo¬
rirán.» 20 Aquellos de los servidores
del Faraón que temieron la palabra
de Ya Ve, mandaron retirar a su
casa siervos y ganados; 21 pero los
que no atendieron la palabra de
Yave, dejaron a sus siervos y a sus
ganados en el campo.
22 Yave dijo a Moisés: «Tiende tu
mano, para que caiga el granizo en
toda la tierra de Egipto sobre hom¬
bres y animales y sobre todas las
verduras del campo.» 23 Moisés ten¬
dió su cayado hacia el cielo, y Yave
mandó truenos y granizo, y el fuego
se precipitó sobre la tierra. 24 Yave
hizo llover granizo sobre la tierra
de Egipto, y mezclado con el gra¬
nizo cayó fuego; y tan fuerte era el
granizo, que no lo hubo semejante
en toda la tierra de Egipto, desde
que comenzó a ser un pueblo. 25 El
granizo hirió en toda la tierra de
Egipto cuanto había en los campos,
hombres y animales. Machacó tam
bien todas las hierbas del campo, \
ÉXODO, 10
ÜV»
destrozó todos los árboles del campo.
26 Sólo en la tierra de Cosen, donde
habitaban los hijos de Israel, no
cayó granizo. 27 El Faraón mandó
llamar a Moisés y Arón, y les dijo:
«Esta vez he pecado. Yave es justo,
y yo y mi pueblo, impíos. 28 Rogad
a Yave para que cesen los truenos de
Dios y el granizo, y os dejaré ir, y
no quedaréis más aquí.» 29 Moisés
dijo: «Cuando haya salido de la ciu¬
dad, alzaré mis manos a Yave, y
cesarán los truenos, y dejará de
granizar, para que sepas que de Yave
es la tierra, 30 aunque sé que ni tú
ni tus servidores teméis, todavía a
Yave, Dios.» 31 El lino y la cebada
habían sido destrozados, pues la
cebada estaba todavía en espiga y
el lino en flor, 32 pero el trigo y
la escanda no, por ser tardíos. 33 Moi¬
sés dejó al Faraón, y salió de la
ciudad; alzó sus manos a Yave, y
cesaron los truenos y el granizo, y
dejó de llover sobre la tierra. 34 Vien¬
do el Faraón que habían cesado la
lluvia, el granizo y los truenos, acre¬
centó su pecado, 35 y endureció su
corazón hasta el extremo, y no dejó
salir a los hijos de Israel, como le
mandaba Yave por boca de Moisés.
Octava plaga.
1ñ 1 Yave dijo a Moisés: «Ve al
Faraón, porque yo he agravado
su corazón y el de sus servidores, para
obrar en medio de todos las señales
que vas a ver, 2 para que cuentes a
tus hijos y a los hijos de tus hijos
cuán grandes cosas hice yo entre los
egipcios, y qué prodigios obré en
medio de ellos, y sepan que yo soy
Yave.» 3 Moisés y Arón fueron al
Faraón, y le dijeron: «Así habla Yave,
Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo
no querrás someterte a mí? Deja ir
a mi pueblo para que me sacrifique.
4 Si te resistes y no quieres dejarle,
mañana traeré sobre todo tu terri¬
torio la langosta, 5 que cubrirá toda
la tierra, sin que se vea nada de
ella: y devorará todo el resto sal¬
vado del granizo, royendo todos los
árboles que crecen en vuestros cam¬
pos. 6 Y llenarán tus casas y las
casas de tus servidores y de todos
los egipcios. Tanta como no la vieron
ni tus padres, ni tus abuelos, desde
que comenzaron a ser sobre la tierra
hasta hoy.» Moisés se retiró y salió
de la casa del Faraón.
7 Dijeron al Faraón sus servidores:
«¿Hasta cuándo vamos a padecer
este escándalo? Deja a esa gente que
vaya a sacrificar a Yave, su Dios.
¿Todavía no ves que va a perecer
Egipto?» 8 E hicieron venir a Moisés
y Arón ante el Faraón, que les dijo:
«Id y sacrificad a Yave, vuestro
Dios. ¿Quiénes sois los que habéis
de ir?» 9 Dijo Moisés: «Hemos de ir
todos, con nuestros niños y nuestros
ancianos, con nuestros hijos y nues¬
tras hijas, con nuestras ovejas y
nuestros bueyes, porque es la fiesta
de Yave.» 10 El Faraón les contestó:
«Así sea Yave con vosotros, como
os dejaré yo ir a vosotros y vuestros
hijos. Tened cuidado, pues se ve
que obráis con malicia. 11 No, no,
id los hombres solos, y sacrificad a
Yave, pues eso fué lo que pedisteis.»
Y en seguida fueron arrojados de la
presencia del Faraón.
12 Fero Yave dijo a Moisés: «Tiende
tu mano a la tierra de Egipto, para
que venga sobre ella la langosta:
que suba a Egipto y devore todo
lo que dejó el granizo.» 13 Moisés
tendió su cavado sobre la tierra
de Egipto, y Yave hizo soplar sobre
la tierra el viento solano durante
todo el día y toda la noche. A la
mañana el viento solano había traído
la langosta. 14 Subieron por toda la
tierra de Egipto, y se posaron sobre
todo el territorio de Egipto en tan
gran cantidad, como ni la hubo
ni la habrá nunca. 15 Cubrieron toda
la superficie de la tierra, y oscu¬
recieron la tierra. Devoraron todas
las hierbas de la tierra, todos los
frutos de los árboles, todo cuanto
había dejado el granizo; y no quedó
nada de verde, ni en los árboles, ni
de las hierbas de los campos, en
toda la tierra de Egipto. 16 El Fa¬
raón llamó en seguida a Moisés y
Arón, y dijo: «He pecado contra
Yave, vuestro Dios, y contra vosotros.
17 Perdonadme por esta vez, y rogad
a Yave, vuestro Dios, que aleje de
mí esta muerte.» 18 Salió Moisés de
la presencia del Faraón, y rogó a
Yave, 19 y éste hizo dar vuelta al
viento, que sopló muy fuertemente del
ocaso, y arrastrando la langosta, la pre¬
cipitó en el Mar Rojo. No auedó ni una
en todo el territorio de Egipto. 20 Pero
Yave endureció el corazón del Faraón
y éste no dejó salir a los hijos de Israel.
70
ÉXODO, 11, 12
Novena plaga.
21 Dijo Yave a Moisés: «Alza tu
mano al cielo, y haya tinieblas sobre
la tierra de Egipto,* tan densas, que
se palpen. 22 Alzó Moisés al cielo
su mano, y hubo densísimas tinieblas
en todo Egipto durante tres días.
23 Durante ellos no se veían unos a
otros, y nadie se movía del sitio
donde estaba; pero los hijos de Tsrael
tenían luz en la región que habitaban.
24 El Faraón llamó a Moisés y
Arón, y dijo: «Id, sacrificad a Yave,
pero que queden aquí vuestras ove¬
jas y vuestros bueyes; aun a los niños
podéis llevaros con vosotros.» 26 Moi¬
sés respondió: «Tienes que poner
en nuestras manos de qué hacer
sacrificios y holocaustos a Yave, nues¬
tro Dios. 28 Nuestros ganados han
de venir también con nosotros; no
ba de quedar ni una uña; porque de
ellos hemos de tomar lo que ofrezca¬
mos a Yave, nuestro Dios, y ni
nosotros siquiera sabemos, hasta que
lleguemos allá, las victimas que a
Yave habremos de ofrecer.» 27 Yave
endureció el corazón del Faraón, y el
Faraón no quiso dejarlos ir. 28 Dijo
a Moisés: «Sal de aquí, y guárdate
de volver a parecer en mi presencia,
porque el día que parezcas delante
de mi, morirás.» 29 «Tú lo has dicho
—respondió Moisés—no volveré a
oarecer delante de ti.»
Anuncio de la décima y última
plaga.
| 'I 4 Y añadió: «He aquí lo que
1 1 dice Yave: En medio do la noche
pasaré por la tierra de Egipto, 5 y
morirá todo primogénito de la tierra
de Egipto, desde el primogénito del
Faraón, que se sienta sobre sil trono,
hasta el primogénito de la esclava,
que está detrás de la muela, y todos
los primogénitos del ganado. 6 En¬
tonces se alzará en toda la tierra de
Egipto gran griterío, como ni lo
hubo ni lo habrá. 7 Pero entre los
hijos de Israel, en hombres y en
animales, ni siquiera ladrará un perro,
para que sepáis la diferencia que hace
Yave entre Egipto e Israel. 8 Todos
cuantos servidores tuyos están aquí,
irán entonces a decirme, proster¬
nándose ante mí: Sal tú, y tu pueblo
que te obedece. Después de eso yo
saldré.» Y muy encolerizado se retiró
de la presencia del Faraón,
1 Yave dijo a Moisés: «Sólo una
plaga más voy a hacer venir so¬
bre el Faraón y sobre Egipto, y
después de ella, no sólo os dejará
ir, sino que os echará de aquí.
2 Di, pues, al pueblo que cada hom¬
bre pida a su vecino y cada mujer
a su vecina, objetos de plata y oro.»
8 Yave hizo que hallase gracia el pue¬
blo a los ojos de los egipcios, y aun el
mismo Moisés era muy estimado y
respetado por los servidores del Fa¬
raón y por el pueblo.
9 Yave había dicho a Moisés: «El
Taraón no os escuchará, para que se
multipliquen mis prodigios en la
tierra de Egipto.» 10 Moisés y Arón
habían obrado todos estos prodigios
ante el Faraón, pero Yave endureció
el corazón del Faraón, y no quería
dejar salir de su tierra a los hijos
de Israel.
Institución de la pascua.
1 1 Yave dijo a Moisés y Arón
1 eu tierra de Egipto: 2 «Este mes
será para vosotros el comienzo del
año, el mes primero del año (1).
8 Hablad a toda la asamblea de Is¬
rael, y decidles: El día diez de este
mes tome cada uno según las casas
paternas una res menor por cada casa.
4 Si la casa fuere menor de lo nece¬
sario para la res, tome a sil vecino, al
de la casa cercana, según el número
de personas, computándolo para la
res según lo que cada cual puede co¬
mer. 6 La res será sin defecto, macho,
primal, cordero o cabrito # 6 Lo reser¬
varéis hasta el día catorce de este
mes y todo Israel lo inmolará cutre
dos luces. 7 Tomarán de su sangre,
y untarán los postes y el dintel
de la casa donde se coma. 8 Comerán
la carne esa misma noche, la come¬
rán asada al fuego, con panes ácimos
y lechugas silvestres. 9 No comerán
nada de él crudo, ni cocido al agua;
todo asado al fuego, cabeza, patas
y entrañas. 10 No dejaréis nada para
el día siguiente; si algo quedare, lo
quemaréis. 11 Lo habéis de comer así:
ceñidos los lomos, calzados los pies,
y el báculo en la mano, y comiendo
de prisa, pues es el paso de Yave.
12 Esa noche pasaré yo por la tierra
(i) El comienzo y el fin del año varían
mucho, según las diversas regiones y épocas.
En la Escritura comienza con la primavera,
el mes de Nisán, o con el otoño, el mes de Tisri.
ÉXODO. 12
de Egipto y matare a todos los pri¬
mogénitos de la tierra de Egipto,
desde los hombres hasta los animales,
y castigaré a todos los dioses de
Egipto. Yo, Yave. 13 La sangre
servirá de señal en las casas donde
estéis, pues yo veré la sangre y pasaré
de largo, y no habrá para vosotros
plaga mortal, cuando yo hiera la
tierra de Egipto. 14 Este día será
para vosotros memorable, y lo cele¬
braréis solemnemente en honor de
Yave, de generación en generación;
será una fiesta a perpetuidad.
t6 Por siete días comeréis panes
ácimos; desde el primer día no habrá
ya levadura en vuestras casas, y
quien del primero al séptimo día
comiere pan con levadura, será bo¬
rrado de Israel. 16 El día primero
tendréis asamblea santa, y lo mismo
el día séptimo. No haréis en ellos
obra alguna, fuera de lo que perte¬
nece a la comida, 17 y guardaréis los
ácimos, porque fué en ese día mismo
cuando yo saqué vuestros ejércitos
de la tierra de Egipto. Guardaréis
ese día de generación en generación,
como institución perpetua. 18 El pri¬
mer mes, desde el día catorce del mes,
comeréis pan sin levadura hasta el
día veintiuno. 19 Por siete días no
habrá levadura en vuestras casas,
y quien coma pan fermentado, será
borrado de la congregación de Israel,
sea extranjero o indígena. 20 No co¬
meréis pan fermentado; en todas
vuestras moradas se comerán panes
ácimos.»
21 Convocó Moisés a todos los
ancianos de Israel, y les dijo: «Tomad
del rebaño para vuestras familias,
e inmolad la Pascua, 22 y tomando un
manojo de hisopo lo mojáis en la
sangre del cordero, untáis con ella
el dintel y los dos postes, y que nadie
salga fuera de la puerta de su casa
hasta mañana, 23 pues pasará Yave
por Egipto, para castigarle, y viendo
la sangre en el dintel y en los dos
postes, pasará de largo por vues¬
tras puertas y no permitirá a nin¬
gún exterminador entrar en vues¬
tras casas para herir. 24 Guardaréis
este rito, como rito perpetuo para vos¬
otros y para vuestros hijos; 25 y
cuando hayáis entrado en la tierra
que Yave os dará, según su promesa,
guardaréis este rito. 26 Cuando os
pregunten vuestros hijos: ¿Qué sig¬
nifica para vosotros este rito!. 27 les
responderéis: Es el sacrificio de la
Pascua de Yave, que pasó de largo
por las casas de los hijos de Israel
en Egipto, cuando hirió a Egipto,
salvando nuestras casas.» El pueblo
se prosternó y adoró. 28 Los hijos de
Tsrael fueron e hicieron lo que Yave
había mandado a Moisés y Arón.
Muerte de todos los primogénitos
de Egipto.
29 En medio de la noche mató
Yave a todos los primogénitos de la
tierra de Egipto, desde el primogénito
del Faraón, que se sienta sobre su
trono, hasta el primogénito del preso
en la cárcel, y a todos los primo¬
génitos de los animales. 30 El Fa¬
raón se levantó de noche, él, todos
sus servidores y todos los egipcios,
y resonó en Egipto un gran clamor,
pues no había casa donde no hubiera
un muerto. 31 "Aquella noche llamó
el Faraón a Moisés y Arón, y les
dijo: «Id, salid de en medio de nos¬
otros, vosotros y loa hijos de Israel,
e id a sacrificar a Yave, como habéis
dicho. 32 Llevad vuestras ovejas y
vuestros bueyes, como habéis pedido;
idos, y dejadme.»
I.a salida del pueblo.
33 Los egipcios apremiaban a los
hebreos, teniendo prisa de que salie¬
ran de su tierra, pues decían: «Mo¬
riremos todos.» 34 Cogió, pues, el
pueblo la masa, antes de que fer¬
mentara, atando sus ropas a las
artesas, v se las echó al hombro.
35 Los hijos de Israel habían hecho
lo que les dijera Moisés, y habían
pedido a los egipcios objetos de plata
y oro y vestidos. 38 Yave hizo que
hallaran gracia a los ojos de los egip¬
cios, que accedieron a su petición,
y se llevaron aquéllos los despojos
de Egipto (1).
37 Partieron los hijos de Tsrael de
Rameses para Sorot en número de
unos seiscientos mil infantes, (2) sin
contar los niños. 38 Subía, además,
(1) Dios, como dueño supremo de todo y
juez inapelable, da estos despojos a su pueblo
para compensarlo de la dura servidumbre a
que le habían reducido los egipcios durante
muchos años.
(2) Estas cifras, asi como las correlativas
que vienen después, parecen excesivas a muchos
intérpretes, aun católicos. Sabido es que del
texto sagrado lo que generalmente peor se ha
conservado son los números.
12
ÉXODO, 13
ron ellos una gran muchedumbre de
toda suerte de gentes, y muchas ove¬
jas y bueyes y muy gran número
de animales. 39 Cocieron baio la co¬
niza la masa que habían sacado de
Egipto, e hicieron panes ácimos, pues
la masa no había podido fermentar,
por la mucha prisa que para que salie¬
ran les daban, ni pudieron preparar
nada para comer.
40 La estancia de los hijos de Israel
en Egipto duró cuatrocientos treinta
años. 41 En aquel mismo día salieron
de la tierra de Egipto todos los ejér¬
citos de Israel. Aquella noche en que
salvó Yave a Israel y le sacó de la
tierra de Egipto, 42 será noche de
vigilias a Yave, y con vigilias a Yave
le celebrarán todos los hijos de Israel
por todas sus generaciones.
Ley de la pascua.
43 Dijo Yave a Moisés y Arón:
«Esta es la ley de la Pascua. Xo la
comerá ningún extranjero. 44 Al siervo
comprado a precio de plata, le cir¬
cuncidarás y la comerá; 45 pero el
adventicio y el mercenario no la co¬
merán. 46 Se comerá en una sola casa,
y no sacaréis fuera de ella nada de
sus carnes, ni quebrantaréis ninguno
de sus huesos, 47 Toda la asamblea
de Israel comerá la Pascua. 48 Si
alguno de los extranjeros que habite
contigo quisiera hacer la Pascua de
Yave, deberá circuncidarse todo va¬
rón en su casa, V entonces podrá cele¬
brarla» como si fuera indígena, pero
ningún incircunciso podrá celebrarla.
49 La misma ley será para el indí¬
gena V para el extranjero que habita
con vosotros.»»
50 Todos los hijos de Israel hicie¬
ron lo que Yave había mandado a
Moisés y Arón. 51 Aquel mismo día
sacó Yave de la tierra de Egipto a
los hijos de Israel por escuadras.
Ley sobre los primogénitos.
13 1 Habló Yavca Moisés y le dijo:
2 Conságrame todo primogénito.
Todos los primogénitos de entre los
hijos de Israel, tanto de los hombres,
cuanto de los anímales, míos son.»
8 Moisés dijo al pueblo: «Acordaos
siempre del día en que salisteis de
Egipto, de la casa de la servidumbre,
pues ha sido la poderosa mano de
Yave la que os ha sacado. Xo se
comerá pan fermentado. 4 Salís hoy
en el mes de Abib. 5 Cuando te intro¬
duzca Yave en la tierra de los cana-
neos, de los geteos, de los amorreos,
de los jeveos y de los jebuseos, que
a tus padres juró darte, tierra que
mana leche y miel, guardarás ese rito
en este mismo 'mes. 6 Durante siete
días comerás pan ácimo, y el día
séptimo será fiesta de Yave. 7 Se
comerá pan ácimo durante siete días,
y no se verá pan fermentado ni leva¬
dura en todo su territorio. 8 Dirás en¬
tonces a tus hijos: Esto es en memo¬
ria de lo que por mi hizo Yave al
salir de Egipto. 9 Esto será para ti
como una señal en tu mano, como un
recuerdo a tus ojos, para que tengas
en tu boca la ley de Yave, porque
con su poderosa ínano ha sacado
Yave de Egipto. 10 Observarás esto
al tiempo fijado, de año en año.
11 Cuando te haya introducido Yave
en la tierra de los cananeos, como
lo juró a tus padres, y te la haya dado,
12 consagrarás a Yave todo cuanto
abre la vulva; y de todo primer
parto de los animales que tengas, el
macho lo consagrarás a Yave, 13 el
del asno lo redimirás por cordero, y
1 si no le redimes le romperás la nuca.
También redimirás a todo primo¬
génito humano de entre tus hijos.
14 Y cuando tu hijo te pregunte ma¬
ñana, ¿qué significa esto?, le dirás:
con sn poderosa mano nos sacó Yave
de Egipto, de la casa de la servi¬
dumbre. 15 Como el Faraón se obsti¬
naba en no dejarnos salir, Yave mató
a todos los primogénitos de la tierra
de Egipto, desde los primogénitos
de los hombres hasta los primogé¬
nitos de los animales; por eso yo
sacrifico a Yave todo primogénito
de los animales, y redimo todo pri¬
mogénito de mis lujos. 16 Esto será
como una señal en tu mano, como
un recuerdo a tus ojos, porque fue
con su poderosa mano cómo nos sacó
Yave de Egipto.
Paso de Israel por en medio del
Mar flojo.
17 Cuando el Faraón dejó salir al
pueblo, no le condujo Yave por el
camino de la tierra de los filisteos,
aunque más corto, pues se dijo: «Xo se
arrepienta el pueblo si se ve atacado,
y se vuelva a Eg'pto.» 18 Hizóle Yave
i rodear por c! camino del desierto,
hacia el Mar Mojo. Los hijos de Israel
' subían en buen orden desde Egipto.
71
ÉXODO, 14
18 Moisés había cogido los huesos de
José, pues había hecho jurar José
a los hijos de Israel que cuando Yave
los visitara, se llevarían consigo su
huesos, lejos de allí,
20 Partiendo de Socot, acampa¬
ron en Etam, al extremo dol desierto,
21 Iba Yave delante de ellos, de día
en columna de nube, para guiarlos en
su camino, y de noche en columna de
fuego, para alumbrarlos, y pudiesen
así marchar de día o de noche. 22 La
columna de nube no se apartaba del
pueblo de día, ni de noche la de fuego.
14 1 Yave dijo a Moisés: 2 «Habla
a los hijos de Israel; que cam¬
bien de rumbo y vayan a acampar
en Piajirot, entre Migdol y el mar,
frente a Beelscfón; allí acamparéis,
cerca del mar. (i) * 3 El Faraón se dirá
respecto de los hijos de Israel: «Andan
errantes por la tierra; el desierto les
cierra el camino.»» 4 Yo endureceré el
corazón del Faraón y él os perseguirá,
y haré brillar mi gloria ante el Faraón
y ante todo su ejército, y sabrán
los egipcios que yo soy Yave.*» Hi¬
cieron así los hijos de Tsrael.
6 Anunciaron ai rey de Egipto que
había huido el pueblo, y el corazón
del Faraón y el de sus servidores se
trocaron en orden al pueblo, y dijeron:
«¿Qué es lo que hemos hecho, de¬
jando salir a Israel, y privándonos de
sus servicios?•» 8 El Faraón hizo pre¬
parar su carro y llevó consigo a su
pueblo. 7 Tomó seiscientos carros
escogidos y todos los aurigas de
Egipto y jefes para el mando de
todos. 8 Yave endureció el corazón
del Faraón, rey de Egipto, y el Fa¬
raón persiguió a los hijos de Israel;
pero éstos habían salido por muy
alta mano.
9 Los egipcios llegaron en su per
sedición al lugar donde acampaban
aquéllos cerca del mar. Todos los
caballos de los carros del Faraón,
sus caballeros y su ejército, los alcan¬
zaron en Piajirot, frente a Pectseíón.
10 El Faraón se acercaba; los hijos
de Israel, alzando los ojos vieron a
los egipcios marchar contra ellos, y
llenos de terror clamaron a Yave,
11 y dijeron a Moisés: «¿Es que no
había sepulcros en Egipto, y nos
has traído al desierto a morir? ¿Qué
es lo que nos has hecho al sacarnos
de Egipto? 12 ¿No te decíamos nos¬
otros en Egipto: deja que sirvamos
a los egipeios, que mejor es para
nosotros servir en Egipto que morir
en el desierto?» 13 Moisés respondió
al pueblo: «No temáis, estad tran¬
quilos, y veréis la victoria que en
este día os dará Yave, pues los egip¬
cios que hoy veis no volveréis a
verlos jamás. 14 Yave combatirá por
vosotros; vosotros estaos tranquilos. *
15 Yave dijo a Moisés: «¿Por qué
me gritáis? Di a los hijos de Israel
que se pongan en marcha. 16 Tú,
alza tu cayado, y tiende el brazo sobre
el mar, y divídelo, para que los
hijos de Israel pasen por en medio,
en seco. 17 Yo endureceré el corazón
de los egipcios, para que entren tam¬
bién detrás de ellos, y haré brillar
mi gloria sobre el Faraón y sobre todo
su ejército; sus carros y sus caba¬
lleros harán resplandecer mi gloria,
18 y los egipcios sabrán que yo soy
Yave, cuando el Faraón, sus carros
y sus caballeros, hagan resplandecer
mi gloria.» 19 El ángel de Yave, que
marchaba delante de las huestes de
Israel, se puso detrás de ellas, 25 entre
las de los egipcios y las de Israel, y la
nube se hizo tenebrosa y luminosa
toda la noche, y las dos huestes lio
se acercaron una a otra durante toda
la noche. 21 Moisés tendió su mano
sobre el mar, c hizo soplar Yave
sobre el mar toda la noche un forti-
simo viento solano, que le secó, y
se dividieron las aguas (1). 22 Los
hijos de Israel entraron en medio
del mar, a pie enjuto, formando para
ellos las aguas una muralla a dere¬
cha c izquierda. 23 Los egipcios se
pusieron a perseguirlos, y todos los
caballos del Faraón, sus carros y
sus caballeros, entraron en el mar cu
seguimiento suyo. 24 A la vigilia
matutina, miró "Yave desde la nube
de fuego y humo a la hueste egipcia
y la perturbó. 25 Hizo que las ruedas
de los carros se enredasen unas con
otras, de modo que sólo muy peno¬
samente avanzaban. Los egipcios di¬
jeron entonces: «Huyamos ante Israel,
que Yave combate por él contra
los egipcios.» 26 Pero Yave dijo a
Moisés: «Tiende tu mano sobre el
mar, y las aguas se reunirán sobre
los egipcios, sus carros y sus caba¬
lleros.» 27 Moisés tendió sil mano
sobre el mar, y al despuntar el día
(i) Estas palabras parecen indicar que
el hecho fué prodigioso al menos en el modo
de prodjcirse y en el efecto extraordinario,
como las plagas.
ÉXODO. 15
75
el mar recobró su estado ordinario,
y los egipcios en fuga dieron en él,
y arrojó Yave a los egipcios en medio
del mar. 28 Las aguas, al reunirse,
cubrieron carros, caballeros y torio
el ejército del Faraón, que habían
entrado en el mar en seguimiento de
Israel, V no escapó uno solo. 29 Pero
los hijos de Israel pasaron a pie enjuto
por en medio del mar, formando para
ellos las aguas una muralla a derecha
e izquierda. 30 Aquel día libró Yave
a Israel de los egipcios, cuyos cadá¬
veres vi ó Israel en las playas del
mar. 31 Israel vió la mano potente
que mostró Yave para con Egipto,
y el pueblo temió a Yave, y creyó
en Yave y en Moisés, su siervo.
Canto triunfal do Moisés.
1 Entonces cantaron Moisés y
los hijos de Israel a Yave este
canto, diciendo:
«Cantemos a Yave, porque se ha
mostrado sobre modo glorioso.
El arrojó al mar al caballo y al
caballero.
2 Yave es mi fortaleza, a Yave
cantaré.
El me ha salvado.
El es mi Dios, yo le alabaré; es el
Dios de mis padies, yo le exaltaré.
3 Yave es un fuerte guerrero. Yave
es su nombre.
4 El precipitó en el mar los carros
del Faraón y su ejército.
La flor de sus capitanes se la tragó
el Mar Rojo.
6 Cubriéronlos los abismos, y ca¬
yeron en el fondo como una piedra.
6 Tu diestra, joh Yave!, destrozó
al enemigo.
7 En la plenitud de tu poderío
derribas a tus adversarios
Das rienda suelta a tu furor y los
devora como paja,
8 Al soplo de tu ira amontonáronse
las aguas, se pararon las corrientes
olas, cuajáronse los abismos en el
fondo del mar.
9 Díjose enemigo: «Los perse¬
guiré, los alcanzaré, me repartiré sus
despojos, hartaré mi alma.
Desenvainaré la espada y los redu¬
cirá a la servidumbre mi mano.»
10 Sopló tu soplo y los cubrió el
mar, se hundieron como plomo en
lo profundo de las aguas.
11 ¿Quién como . tú, joh Yave!,
entre los dioses? ¿Quién como tú
magnífico en santidad, terrible en
maravillosas hazañas, obrador de
prodigios?
12 Tendiste tu diestra, y se los
tragó la tierra.
13 En tu misericordia, tú acaudillas
al pueblo que redimiste.
Y por tu poderío lo conduces a tu
santa morada
14 Supiéronlo los pueblos y tem¬
blaron.
El terror se apoderó de los filisteos.
16 Los príncipes de Edom se estre¬
mecieron, se apoderó la angustia de
los fuertes de Moab.
Todos los habitantes de Canán
perdieron su valor.
16 Caerá sobre ellos el espanto y
la angustia.
Por la fuerza de tu brazo se que¬
darán inmóviles como una piedra.
Hasta que tu pueblo, joh Yave!,
pase, hasta que pase el pueblo que
redimiste.
17 Tú le conducirás y le estable¬
cerás sobre el monte de tu heredad,
AI lugar de que has hecho tn mo¬
rada, [oh Yave!
AI santuario, joh Señor!, que fun¬
daron tus manos.
18 Yave reinará por siempre jamás.
19 Entraron en el mar los caballos
del Faraón, sus carros y sus caba¬
lleros,
Y echó Yave sobre ellos las aguas
del mar.
Alas los hijos de Israel pasaron por
en medio del mar a pie enjuto.»
20 María, la profetisa, hermana de
Arón, tomó en sus manos un tímpano,
y todas las mujeres seguían en pos
de ella con tímpanos y en coros; y'
21 María respondía a los hijos de
Israel:
«Cantad a Yave, que ha hecho res
plaudecer su gloria,
Precipitando en el mar al caballo
y al caballero.»
Las aguas de Mam.
22 Mandó Moisés que los hijos de
Israel se partieran del Alar Rojo.
Avanzaron hacia el desierto de Hur y
marcharon por él tres días, sin hallar
agua. 23 Llegaron a Alara, pero no
podían beber el agua de Alara, por
ser amarga. 24 El pueblo murmuraba
contra Aloisés, diciendo: «¿Qué va¬
mos a beber?» 25 Aloisés clamó a
Yave, que le indicó una madera
que él echó en el agua, y ésta se
7(5
ÉXODO, 16
volvió dulce. Allí dió al pueblo leyes
y estatutos, y 1c puso a prueba.
26 Les diio: «Si escuchas a Yave,
tu Dios, si obras lo que es recto a
sus ojos, si das oido a sus mandatos
y guardas todas sus leves, no traeré
sobre ti ninguna de las plagas con
que he afligido a Egipto, porque
yo soy Yave, tu sanador.»
27 Llegaron a Elim, donde había
doce fuentes y setenta palmeras, y
acamparon allí cerca de las aguas.
Las codornices y el maná.
1 1 Partieron de Elim, y toda la
v congregación de los hijos de
Israel llegó al desierto de Zin, que
está entre Elim y el Sinaí, el día
quince del segundo mes después de
su salida de Egipto. 2 Todo Israel
se puso a murmurar contra Moisés
y Arón. 3 Los hijos de Israel decían:
«¿Por qué no hemos muerto de mano
de Yave en Egipto, cuando nos sen¬
tábamos junto a las ollas de carne
y nos hartábamos de pan? Hemos
sido traídos a este desierto para
matar de hambre a toda esta muche¬
dumbre. »
4 Yave dijo a Moisés: «Voy a hace¬
ros llover comida de lo alto de los
ciclos. El pueblo saldrá a recoger
cada día la porción necesaria, para
ponerle yo a prueba, viendo si mar¬
cha o no según mi ley. 5 El día sexto
preparen para llevar el doble de .lo
que recogen cada día.»
6 Moisés y Arón dijeron a todos
los hijos de Israel: «Esta tarde sa¬
bréis que es Yave quien os ha sacado
de Egipto, 7 y a la mañana veréis
la gloria de Yave, pues ha oído vues¬
tras murmuraciones, que van contra
Yave; porque nosotros, ¿qué somos,
para que murmuréis contra nosotros?»
8 Moisés dijo: «Esta tarde os dará
a comer Yave carnes, y mañana pan
a saciedad, pues ha oído vuestras
murmuraciones contra él; pues ¿nos¬
otros, qué? No van contra nosotros
vuestras murmuraciones, sino contra
Yave »
9 Moisés dijo a Arón: «Di a toda
la congregación de Israel que se acer¬
que a Yave, pues ha oído Yave sus
murmuraciones.» 10 Mientras hablaba
Arón a toda la asamblea de los hijos
de Israel, volviéronse éstos de cara
al desierto y apareció la gloria de
Yave en la nube. 11 Yave dijo a
Moisés: 12 «He oído las murmura¬
ciones de los hijos de Israel. Diles:
Entre dos luces comeréis carne y
mañana os hartaréis de pan, y sa¬
bréis que yo soy Yave, vuestro Dios.»
13 A la tarde vieron subir codornices
que cubrieron el campo, y a la ma¬
ñana había en todo él una capa de
rocío. 14 Cuando el rocío se evaporó,
vieron sobre la superficie del desierto
una cosa menuda, como granos, pa¬
recida a la escarcha. 15 Los hijos de
Israel, al verla, se preguntaban unos
a otros: «¿Manhu?», pues no sabían
lo qué era. 16 Moysés les dijo: «Ese
es el pan que os da Yave, para ali¬
mento. Mirad que Yave ha mandado
que cada uno de vosotros recoja la
cantidad que necesita para alimen¬
tarse, un gomer por cabeza, según
el número de personas; cada uno
recogerá para cuantos tenga en su
tienda.»
17 Los hijos de Israel no obede¬
cieron, y recogieron unos más, otros
menos. 18 Pero al medir luego con
el gomer , hallaron que el que había
recogido de más no tenía nada de
más, y el que había recogido de
menos no tenía nada de menos, sino
que tenía cada uno lo que para su
alimento necesitaba.
19 Moisés dijo: «Que nadie deje
nada para mañana.» 20 No obede¬
cieron a Moisés, y muchos dejaron
algo para el día siguiente; pero se
llenó de gusanos y se pudrió. Irritóse
Moisés contra ellos. 21 Todas las
mañanas recogían el maná, cada uno
según su consumo, y cuando el sol
dejaba sentir sus ardores, el resto se
liquidaba.
22 El día sexto recogieron doble
cantidad de alimento, dos gomer por
cabeza. Todos los principales del
pueblo vinieron a decírselo a Moisés,
23 que les contestó: «Eso es lo que ha
mandado Yave. Mañana es sábado,
día de descanso consagrado a Yave.
Moled lo que hayáis de moler, y
coced lo que hayáis de cocer, y lo
que sobre guardadlo para mañana.»
24 Guardáronlo para el día siguiente,
y no se pudrió, ni se agusanó. 29 Moi¬
sés dijo: «Comed eso hoy, que es
sábado, y hoy no lo habrá en el campo.
26 Recogeréis seis días; el séptimo,
sábado, no lo hallaréis.» 27 Al séptimo
día salieron algunos del pueblo a re¬
coger, pero no lo había. 28 Y Yave
dijo a Moisés: «¿Hasta cuándo rehusa¬
réis guardar mis mandatos y mis
ÉXODO, 17, 18
77
leyes? 29 Mirad que Ya ve os ha dado
el sábado, y por eso el día sexto os
da pan para dos días. Que se quede
cada lino en su puesto, y no salga
de él el día séptimo.» 30 El pueblo
descansó el día séptimo.
31 La casa de Israel dio a este ali¬
mento el nombre de maná. Era pare¬
cido a la semilla del cilantro, blanco,
y tenía un sabor como de torta de
harina de trigo amasada con miel.
32 Moisés dijo: «Yave ha ordenado
que se llene un gomer de maná para
conservarlo, y puedan ver vuestros
descendientes el pan con que yo os
he alimentado en el desierto, cuando
os saqué de la tierra de Egipto.»
33 Dijo, pues, Moisés a Arón: «Coge
un vaso, pon en él un gomer de maná
lleno, y deposítalo ante Yave, que
se conserve para vuestros descen¬
dientes.» 34 Arón lo depositó ante el
Testimonio, para que se conservase,
como se lo había mandado Yave a
Moisés.
63 Comieron los hijos de Israel el
maná durante cuarenta años, hasta
que llegaron a la tierra habitada. Lo
comieron hasta llegar a los confines
de la tierra de Canán. 36 El gomer
es la décima parte del e*a.
Brota el afjna de la roca
de llurcb.
i H 1 Marchóse la congregación de
* * los hijos de Israel det desierto
de Sin, según las etapas que Yave
les ordenaba, y acamparon en Ra-
fidim, donde no halló el pueblo agua
que beber. 2 Entonces el pueblo se
querelló contra Moisés, diciendo:
«Danos agua que beber.» Moisés íes
respondió: «¿Por qu¿ os querelláis
contra mí? ¿Por qué tentáis a Yave?»
3 Pero el pueblo, sediento, murmuraba
contra Moisés y decía: «¿Por qué nos
hiciste salir de Egipto, para matar¬
nos de sed a nosotros, a nuestros hijos
y a nuestros ganados?» 4 Moisés
clamó a Yave, diciendo: «¿Qué voy
a hacer con este pueblo? Poco más
y me apedrean.» 6 Yave dijo a Moi¬
sés: «Vete delante del pueblo, y toma
contigo a ancianos de Israel; lleva
en tu mano el cayado con que heriste
el río, V vé, 6 * que yo estaré ante ti
en la roca aue nav en Iloreb. Hiere la
roca, y saldrá’de ella agua, para que
beba el pueblo.» Hízolo así Moisés
en presencia de los ancianos de Israel,
7 y dió a este lugar el nombre de
Masa y Meriba, por la querella de
los hijos de Israel, y porque habían
tentado a Yave, diciendo: «¿Está
Yave en medio de nosotros o no?»
Victoria contra Amalee.
R Amalee vino a Rafidim a atacar
a los hijos de Israel, 9 * y Moisés dijo
a Josué: «Elígenos hombres, y ataca
mañana a Amalee. Yo estaré sobre
el vértice de la colina con el cayado
de Dios en la mano.» u Josué hizo
lo que le había mandado Moisés,
y atacó a Amalee. Arón y Jur su¬
bieron al vértice de la colina. 11 * Mien¬
tras Moisés tenía alzada la mano,
llevaba Israel la ventaja, y cuando
la bajaba, prevalecía Amalee. Moisés
estaba cansado y sus manos le pe¬
saban; tomando,' pues, una piedra,
la pusieron debajo de él para que se
sentara, y al mismo tiempo Arón
V Jur sostenían sus manos, uno de
ün lado, otro del otro, y así no se
le cansaron las manos hasta la puesta
del sol, 13 * y Jo&ué derrotó a Amalee
al filo de la espada.
14 Yave dijo a Moisés: «Pon eso
por escrito para recuerdo, y di a
Josué que yo borraré a Amalee de
debajo del cielo.» 15 Moisés alzó nn
altar, y lo dió el nombre de Yave
Nesi, 16 diciendo: «Pues que se alzó
mi mano contia quien me tentó, estará
Yave en guerra de generación en ge¬
neración. »
Viene Jotro con In mujer y los
hijos» de Moisés».
i Q Jctro, sacerdote de Madián,
1 ° suegro de Moisés, supo lo que
había hecho Dios en favor de MoLés
V de Israel, su pueblo, que había
sacado Yave de Egipto. i 2 3 Tomó
Jetro, suegro de Moisés, a Sétora,
mujer de Moisés, a quien éste había
hecho volverse y a los dos hijos de
Sétora, de los cuales uno se llamaba
Ocrsón, porque Moisés había dicho:
«Soy un extranjero en tierra extran¬
jera», 4 y el otro Eliezcr, porque había
dicho: «El Dios de mi padre me ha
socorrido y me ha librado de la es¬
pada del Faraón.» 5 Jetro, suegro de
Moisés, con los hijos y la mujer de
Moisés, vino a éste al desierto, don¬
de estaba acampado, al monte de
78
ÉXODO, 19
Dios. (i) * * * * * * 8 Mandó a decir a Moisés: «Yo,
tu suegro Jetro, voy a ti con tu mujer,
y con ella sus dos hijos.» 7 Moisés
salió al encuentro de su suegro, y
después de haberse prosternado, le
besó. Después de preguntarse uno a
otro por la salud, entraron en la
tienda de Moisés. 8 Moisés contó a
su suegro todo cnanto había hecho
Yave al Faraón y a los egipcios en
favor de Israel, y todas las contrarie¬
dades que en el camino habían tenido,
y cómo Yave le había librado de eilas.
8 Jetro se felicitó de todo el bien que
Y r ave había hecho a Israel librándole
de la mano de los egipcios: 10 «Ben¬
dito sea Yave—dijo— que os ha
librado de la mano de los egipcios
y de la del Faraón, y que ha librado
al pueblo de la mano de los egipcios.
11 Ahora sé bien que Yave es más
grande que todos los dioses, pues se
ha mostrado grande cuando los egip¬
cios oprimían a Israel.» 12 Jetro,
suegro de Moisés ofreció a Dios nn
hulncüuslo y sacrificios. Arón y todos
los ancianos de Israel comieron con
él ante Dios.
Consejo de Jetro a Moisés.
13 Al día siguiente sentóse Moisés
para juzgar al puebm, y el pueblo
estuvo dotante de él desde la mañana
hasta la tarde. 11 Fl suegro de Moi¬
sés, viendo lo que el pueblo hacía,
dijo: «¿Cómo haces eso con el pue¬
blo? ¿Por qué t? sientas tú sólo a
juzgar, y todo el mundo está delante
de ti desde la mañana hasta la tarde?»
* 5 Moisés respondió a sn suegro:
«Es que el pueblo viene a mí para
consultar a Dios. 18 Cuando tienen
alguna querella, vienen a mi, y yo
pronuncio entre ellos, haciéndoles
saber los mandatos de Dios v sus le¬
ves.» 17 El suegro de Moisés rlijo a
éste: *IjO que haces no está oien.
Te consumos neciamente y consumes
al pueblo que tiene que estar delanlc
de ti. 18 Ese trabajo es superior a tus
fuerzas, y no puedes llevarlo tú solo.
lv Oyeme, yo vov a darte un consejo,
y que Dios sea Yonligo. Sé tú el re¬
presen! ante del pueblo ante Dios, y
lleva ante él los asuntos. 20 Ensé¬
ñales el camino que han de seguir
y lo que deben haecr. 21 Pero escoge
de entre todo el pueblo a hombres
capaces y temerosos de Dios, íntegros,
enemigos de la avaricia, y consti¬
tuyelos sobre el pueblo como jefes
de millar, de centena, de cincuentena
y de decena. 22 Oue juzguen ellos
al pueblo en todo tiempo y te lleven
a ti los asuntos de mayor importan¬
cia, decidiendo ellos mismos en los
menores. Aligera tn carga, y que te
ayuden ellos a soportarla. 23 Si esto
haces, tú podrás sostenerte, y el
pueblo podrá atender en paz a lo
suyo.» 24 Siguió Moisés el consejo
de su suegro, e hizo lo que le había
dicho. 26 Eligió de cutre todo el
pueblo a hombres capaces, que puso
sobre el pueblo como jefes de millar,
de centena, de cincuentena y de
deeena. 26 Ellos juzgaban al pueblo
en todo tiempo, y llevaban a Moisés
los asuntos graves, resolviendo por
sí todos los pequeños. 27 Despidió
Moisés a su suegro, y Jetro se volvió
a sn tierra.
Alianza de Dios ron el pueblo
en el Sinaí.
1 El día primero del tercer mes
después de ia salida de Egipto,
llegaron los hijos de Israel al de¬
sierto del Smaí. 2 Partieron de Rafi-
dim, y llegados al desierto del Sinaí,
acamparon en el desierto. Israel
acampó frente a la montaña. 3 Subió
Moisés a Dios, y Yave le llamó desde
lo alto de la montaña, diciendo:
«Habla así a la casa de Jacob, di
esto a los hijos de Israel*. 4 «Vosotros
habéis visto lo que yo lie hecho a
Eeipto, y cómo os he llevado sobre
alas de águila, y os he traído a mí.
6 Ahora, si oís mi voz y guardáis mi
alianza, vosotros seréis mi pueblo
entre todos los pueblos; porque mía
es toda la 1 ierra, 6 pero vosotros seréis
para mí un reino de sacerdotes y
lina nación santa» (1). Estas son
las palabras que has de decir a los
lujos de Israel.»
7 Moisés vino, y llamó a los an¬
cianos de Israel, y les expuso todas
estas palabras, como Yave so lo
había mandado. 8 FJ pueblo todo
entero respondió: «Nosotros haremos
(i) Este concepto del sacerdocio y de la
sintidad del pueblo esti estrechamente ligado
con el de ser Israel el pueblo primogénito de
Dios. (4. 23 ) Según el derecho primitivo, el
sacerdocio estaba vmcuUdo a la primogenitura,
y por tanto Israel, el primogénito de los pueblos,
es el pueblo sacerdote que, por consiguiente,
ha de ser santo.
ÉXODO, 20
79
todo cuanto ha dicho Yave.» Moisés
fué a transmitir a Yavc las palabras
del pueblo, 9 y Yavc dijo a Moi¬
sés M): «Yo vendré a ti en una
densa nube, para que vea el pueblo
que yo hablo contigo, y tenga siem¬
pre fe en ti.» Una vez que Moisés
htfbo transmitido a Yavc las palabras
del pueblo, 10 Yave le dijo: «Ye al
pueblo, y santifícalos hoy y mañana.
Que laven sus vestidos, 11 y estén pres¬
tos para el día tercero, porque al
tercer día bajará Yave a la vista de
todo el pueblo, sobre la montaña del
Sinaí. 12 Tú marcarás ul pueblo un
límite en torno, diciendo: Guardaos
de subir vosotros a la montaña V de
tocar el límite, porque quien tocare
la montaña, morirá. 13 No pondrá
nadie la mano sobre él, sino que será
lapidado o asaeteado. Hombre o bes¬
tia, no ha de quedar con vida. Cuando
se toque la trompeta, entonces subi¬
rán a la montaña. •> 14 Bajá Moisés
de la montaña a donde estaba el
pnehlo, y le santificó, y ellos lavaron
sus vestidos. 15 Después "dijo al pueblo:
«Aprestaos durante tres días, y nadie
toque mujer.» 18 Al tercer día hubo
truenos y relámpagos, y una densa
nube sobre la montaña, y un muy
fuerte sonido de trompetas, y el
pueblo temblaba en el campamento.
17 Moisés hizo salir de él al pueblo
para ir al encuentro de P»os, y se
quedaron al pie de la montaña. 18 Todo
el Sinaí humeaba, pues había descen¬
dido Yave en medio de fuego, y
subía el humo, como el humo de un
horno, y toda lá montaña retemhlaba
inertemente. 19 El sonido de la trom¬
peta se hacía cada vez más fuerte.
Moisés hablaba, y Yavc le respondía
con una voz. 20 Desceudió Yave sobre
13 montaña del Sinaí, sobre la cumbre
de la montaña, v llamó a Moisés a
la cumbre, y Moisés subió a ella.
21 Yave dijo *a Moisés: «Baja, y pro¬
híbe terminantemente al pueblo que
traspase el termino marcado, para
acercarse a Yave y ver. no vayan a
perecer muchos de ellos. 22 Que aun
los sacerdotes, que son los que se
acercan a Yave, se santifiquen, no
los hiera Yave.» 23 Moisés dijo a
Ya*ve: «El pueblo no podrá subir a
(i) En esta teofanía, como en las siguientes,
preséntase Dios al pueblo en forma de nube,
figura que Israel no puede reproducir, queriendo
Dios con esto confirmar el segundo mandamiento
del Decálogo, como se nos explica en Deuf. 4. 19.
la mortaña del Sinaí. pues lo has
prohibido terminantemente, diciendo
que señalara un límite en torno a la
montaña y )a santificara.» 24 Yave
le respondió* «Ve, baja, y subes luego
con Arón; pero que los sacerdotes y
el pueblo no traspasen los términos,
para acercarse a Yave, no los hiera.»
25 Moisés bajó y se lo dijo al
pueblo.
El Decálogo.
20 l l Y habló Dios todo esto, di-
Fcien do:
2 «Yo soy Yavc, tu Dios, que te
ha sacado "de la tierra do Egipto,
de la casa de la servidumbre. 3 Tú
no tendrás otro dios que a mí. 1 * * * No
te harás imágenes talladas, ni figu¬
ración alguna de lo que hay en lo
alto en los ciclos, ni de lo que hay
abajo sobre la tierra, ni de lo que
hay en las aguas debajo de la tierra.
5 No te postrarás ante ellas, y no las
servirás, porque yo soy Yave, tu
Dios, un Dios celoso, que castiga en
los hijos las iniquidades de los padres,
hasta la tercera y cuarta generación
de los que me odian, 8 y hago miseri¬
cordia hasta mil generaciones de los
que me aman y guardan mis man¬
damientos.
7 No tomarás en falso el nombre
de Yavc, tu Dios, porque no dejará
Yave sin castigo al que tome en falso
su nomhre.
8 Acuérdate del día del sábado para
santificarlo. 9 Seis días trabajarás y
harás tus obras, 10 pero el séptimo
día es día de descanso, consagrado
a Yavc, tu Dios, y no harás en él
trabajo alguno, ni tú, ni tu hija, ni
tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado,
ni el extranjero que esté dentro de
-tus puertas; 11 pues en seis días hizo
Yave los cielos y la tierra, el mar y
cuanto en ellos se contiene, y el sép¬
timo descansó; por oso bendijo Yave
el día Hel sábado y lo santificó.
12 Honra a tu padre y a tu madre,
para que vivas largos años en Ja
tierra que Yavc, tu Dios, te da.
13 No matarás.
14 No adulterarás.
lñ No robarás.
18 No testificarás contra tu prójimo
falso testimonio.
17 No desearás el bien de tu próji¬
mo, ni la mujer de tu prójimo, ni su
siervo, ni su sierva, ni su buey, ni
80
ÉXODO, 21
su asno, ni nada de cuanto le per¬
tenece.» (1).
18 Todo el pueblo oía los truenos
y el sonido de la trompeta, y veía
las llamas y la montaña humeante;
y atemorizados, llenos de pavor, se
estaban lejos.
19 Dijeron a Moisés: «Háblanos tú,
y te escucharemos; pero que no nos
hable Dios, no muramos.» 20 Res¬
pondió Moisés: «No temáis, que para
probaros ha venido Dios, para que
tengáis siempre ante vuestros ojos
su temor y no pequéis.» 21 El pueblo
se estuvo" a distancia, pero Moisés
se acercó ala nube donde estaba Dios.
22 Í2) Yave dijo a Moisés: «Habla
así a los hijos de Israel: Vosotros
mismos habéis visto como os he ha¬
blado yo desde el cielo. 23 No os
hagáis "conmigo dioses de plata, ni
os hagáis dioses de oro. 24 Me alzarás
un altar de tierra sobre el cual me
ofrecerás tus holocaustos, tus hostias
pacíficas, tus ovejas y tus bueyes.
En todos los lugares donde yo, haga
memorable mi nombre, vendré a ti
y te bendeciré. 2ft Si me alzas altai
de piedras, no lo harás de piedra*
labradas, porque al levantar tu cincel
contra la piedra la profanas. 26 No
subirás por gradas a mi altar, para
que no se descubra tu desnudez.
Leyes respecto de la vida y la
libertad,
OI 1 He aquí las leves que les darás:
^ J 2 Si compras un siervo hebreo,
te servirá por seis años; al séptimo
(1) Este decálogo, que contiene los funda
memos de la ley mosaica, no tiene paralele
alguno en las religiones gentílicas ni en la filo¬
sofía antigua. Fuera del que aquí es el quinto,
todos sus preceptos tienen forma negativa,
de prohibición. Tampoco se le ha de considerai
como idéntico al decálogo cristiano. Es a él
lo que la ley es al Evangelio. Sus preceptos
pueden dividirse en tres grupos. El primero,
que contiene los cuatro primeros preceptos,
se refiere a Dios, excluyendo toda idolatría,
las imágenes de Dios en el culto, el perjurio,
pues el juramento llama, invoca a Dios par
testigo, y el trabajo en el sábado, que es la pro¬
fanación del día por él santificado. El quinto
precepto prescribe la honra a los padres, y es
el único a que expresamente se une una pro¬
mesa, El tercer grupo se refiere al bien del pró¬
jimo, condenando el homicidio, el adulterio,
el robo, la calumnia, y la codicia de los bienes
del prójimo, incluyendo en éstos a la mujer.
(2) El conjunto de leyes comprendido
entre 20. 22-23. 33* se llama comunmente
Código de la alianza»
saldrá libre, sin pagar nada. 1 2 3 Si entró
solo, solo saldrá; si teniendo mujer,
saldrá con él su mujer. 4 Pero si el
amo le dió mujer, y ella le dio a él
hijos o hijas, la mujer y los hijos
serán del amo, y él saldrá solo 6 Si
el siervo dijere: Yo quiero a mi amo,
a mi mujer y a mis hijos, no quiero
salir libre; 6 entonces el amo le lle¬
vará ante los jueces, y acercándose
a la puerta de la •"asa o a la jamba
de ella, le perforará la oreja con un
punzón, y el siervo lo será suyo de
por vida.
7 Si vendiere un hombre a su hija,
por sierva, no saldrá ésta como los
otros siervos. 8 Si ella desplace a su
amo, al que estaba destinada, éste
permitirá que sea redimida; pero no
podrá venderla a extraños, después
de haberla despreciado. 9 Si la des¬
tinaba a su hijo, la tratará como se
trata a los hijos; 10 y si para éste
tomare otra mujer, proveerá a l a
sierva de alimento, vestido y lecho .
11 y sí de estas tres cosas no la pro-’
voyere, podrá ella salirse sin pagar
nada, sin rescate.
12 Él que hiera mortalmente a otro,
será castigado con la muerte; 13 pero
si no pretendía él herirle, y sólo por¬
que Dios se lo puso ante la mano le
hirió, yo le señalaré un lugar donde
podrá refugiarse. 14 Si de propósito
mata un hombre a su prójimo tra'do-
ramente, de mi altar mismo le arran¬
carás para darle muerte. 15 El que
hiera a su padre o a su madre, será
muerto. 16 El que robe un hombre,
bájalo vendido o téngalo en su poder,
será muerto. 17 El que maldijere a
su padre o a su madre, será muerto.
18 Si riñen dos hombres, y uno
hiere al otro con piedra o con el
puño, sin causarle la muerte, pero
de modo que éste tuviese que hacer
cama: 19 si el herido se levanta, y
puede salir fuera apoyado en su
bastón, el que le hirió será quito
pagándole lo no trabajado y lo gas¬
tado en la cura.
20 Si 11110 hiere con palo a su siervo
o a su sierva, de modo que muriere
a su mano, se le exigirá responsabi¬
lidad; 21 pero si sobreviviere un día
o dos, no, pues hacienda suya Cra.
22 Si en riña de hon bres golpeare
uno a una mujer encinta, y el niño na¬
ciere sin más daño, será multado en
la (..ntidael que el marido de^ la mujer
pida y decidan los jueces; 23 pero si
resultare algún daño, entonces dará
ÉXODO, 22
81
vida por vida, 24 ojo por ojo, diente
por diente, mano por mano, pie por
pie, 26 quemadura por quemadura,
herida por herida, cardenal por car¬
denal.
26 Si uno diere a su siervo o a su
sierva un golpe en un ojo, y se lo
hiciere perder, habrá de ponerle en
libertad en compensación del ojo.
27 Y si le hiciere caer al siervo o a
la sierva un diente, le dará libertad
en ‘compensación de su diente.
28 Si un buey acornea a un hombre
o a una mujer, y se sigue la muerte,
el buey será lapidado, no se comerá
su carne, y el dueño será quito.
29 Pero si ya de mucho antes el buey
acorneaba, y requerido el dueño, no
lo tuvo encerrado, el buey será lapi¬
dado, si mata a un hombre o a una
mujer, pero el dueño será también
reo de muerte. 30 Si en vez de la
muerte le pidieran al dueño un pre¬
cio como rescate de la vida, pagará
lo que se le imponga. 31 Si el buey
hiere a un niño o a una niña, se
aplicará esta misma ley; 32 pero si
el herido fuese un siervo o una sierva,
pagará el dueño treinta sidos de
plata al dueño del esclavo o de la
esclava, y el buey será lapidado.
33 Si uno abre una cisterna, o cava
una, y no la cubre, y cayere en ella
un buey o un asno, 34 pagará el
dueño de la cisterna en dinero el
precio al dueño de la bestia, pero lo
muerto será para él.
36 Si el buey de uno acornea a un
buey de otro, y éste muere, se ven¬
derá el buey vivo, partiéndose el
precio, y se repartirán igualmente el
buey muerto. 36 Pero si se sabe que
el buey acorneaba ya de mucho tiem¬
po atrás, y su dueño no lo tuvo ence¬
rrado, dará éste buey por buey, y
el buey muerto será para él.
Leyes relativas a la propiedad.
íyey 1 Si uno roba un buey o una
' oveja, y lo mata o la vende, res¬
tituirá cinco bueyes por uno y cuatro
ovejas por oveja*. 2 Si el ladrón fuere
sorprendido forzando de noche, y
fuese herido y muriese, no será el que
le hiere reo de sangre; 3 pero si hu¬
biese ya salido el sol, responderá cíe
la sangre. 4 El ladrón restituirá; y
si no tiene con qué, será vendido por
b» que robó; y si lo que robó, buey.,
asno u oveja", se encuentra todavía
vivo en sus manos, restituirá ei doble.
6 Si uno daña un campo o una viña,
dejando pastar su ganado en el campo
o en la v'ña de otro, restituirá por
lo mejor del campo o lo mejor de
la viña.
6 Si propagándose un fuego por los
espinos, quema mieses recogidas o
en pie, o un campo, el que encendió
el fuego pagará el daño. 7 Si uno
da a otro en depósito dinero o uten¬
silios, y fueren éstos robados de la
casa del otro, el ladrón, si es hallado,
restituirá el doble. 8 Si no parece el
ladrón, el dueño de la casa se pre¬
sentará ante Dios, jurando no haber
puesto su mano sobre lo ajeno. 9 Toda
acusación de fraude, sea de buey, de
asno, de oveja, de vestido, de cual¬
quier cosa desaparecida, de que se
diga, «esto esn, decídase por jura¬
mento ante Dios. El que fuere con¬
denado restituirá el doble.
10 Si uno entrega en depósito a su
prójimo, asno, buey, oveja o cual¬
quier otra bestia, y lo depositado
muere, o se estropea, o es cogido
por los enemigos, sin que nadie lo
haya visto, 11 se interpondrá entre
ambas partes el juramento de Yave,
de no haber puesto el depositario
mano sobre el bien de su prójimo.
El dueño aceptará el juramento, y
el depositario no será obligado a
restituir; 12 pero si la bestia le fué
robada, restituirá al dueño. 13 Ri la
bestia fuere despedazada, preséntese
lo destrozado, y no tendrá que res¬
tituir.
14 Si uno pide a otro prestada una
bestia, y ésta se estropea o muere,
no estando presente el dueño, el
prestatario será obligado a restituir;
15 pero si estaba presente el dueño,
no tendrá que restituir e) prestata¬
rio. Si el préstamo fué por precio,
reciba el dueño lo estipulado.
16 Si uno seduce a una virgen no
desposada, y tiene con ella comercio
carnal, pagará su dote y la tomará
por mujer. 17 Si el padre rehúsa
dársela, el seductor pagará la dote
que se acostumbra dar por las vír¬
genes.
18 No dejarás con vida a los hechi¬
ceros.
19 El reo de bestialidad será muerto.
20 Los que ofrezcan sacrificios a
dioses extraños serán exterminados.
21 No maltratarás al extranjero ni
i le oprimirás, pues extranjeros fuisteis
| vosotros en la tierra de Egipto.
6
82
ÉXODO, 23
22 No dañarás a la viuda ni al
huérfano. 23 Si eso haces, ellos cla¬
marán a mí, y yo oiré sus clamores:
24 se encenderá mi cólera y os des¬
truiré por la espada, y vuestras mu¬
jeres serán viudas, y vuestros hijos,
huérfanos.
26 Si prestas dinero a uno de mi
pueblo, a un pobre que habita en
medio de vosotros, no te portarás
con él como acreedor, y no le exigirás
usura.
26 Si tomas en prenda el manto de
tu prójimo, se lo devolverás antes
de la puesta del sol, 27 porque con
eso se cubre él, con eso viste su carne,
y ¿con qué va a dormir? Clamará a iní,
y yo le oiré, porque soy misericordioso.
28 No desacreditarás a los jueces,
ni denigrarás a los príncipes de tu
pueblo.
29 No dilatarás ofrecerme las pri¬
micias de tus cosechas y de tu lagar.
IVle darás el primogénito de tus hijos.
30 Así harás con el primogénito de
tus vacas y tus ovejas; quedará
siete días con su madre, y al octavo
me lo darás.
31 Sed para mí santos. No comeréis
la carne despedazada en el campo,
se la echaréis a los perros.
23 1 No esparzas rumores falsos.
No te unas con los impíos para
testificar en falso. 2 No te dejes arras¬
trar a ello por otros.
En las causas no respondas porque
así respondan otros; 3 ni aun en las
de los pobres mentirás por compa¬
sión de ellos.
4 Si encuentras el buey o el asno
de tu enemigo perdidos, llévaselos.
5 Si encuentras el asno de tu enemigo
caído bajo la carga, no pases de
largo, ayúdale a levantarlo.
6 No tuerzas el derecho del pobre
en sus causas. Aléjate de toda men¬
tira, y no hagas morir al inocente
y al justo, porque yo no absolveré
al culpable. 8 No recibas regalos,
que ciegan a los prudentes y tuercen
la justicia.
9 No hagáis daño al extranjero;
ya sabéis lo que es un extranjero,
pues extranjeros fuisteis vosotros en
la tierra de Egipto.
Diversas leyes ceremoniales.
10 Sembrarás tu tierra seis años y
recogerás sus colchas; 11 al séptimo
la dejarás descansar, que coman los
pobres de tu pueblo, y lo que quede
lo coman las bestias del campo. Eso
harás también con las viñas y los
olivares.
12 Seis días trabajarás, y descan¬
sarás al séptimo, para que descansen
también tu buey y tu asno, y se
recobre el hijo de tu esclava y el
extranjero.
13 Guardad cuanto os he mandado.
No te acuerdes del nombre de dioses
extraños, ni se oiga de tus labios.
14 Tres veces cada año (1) cele¬
braréis fiesta solemne. 16 Guarda la
fiesta de los ácimos, comiendo ácimo
siete días, como os he mandado, en
el mes de Abib; pues en esc mes
saliste de Egipto. No te presenta;
rás ante mí con las manos vacías
16 También la solemnidad del co¬
mienzo de la recolección, de las pri¬
micias de tu trabajo, de cuanto
hayas sembrado en tus campos.
17 También la solemnidad del fin
del año y de la recolección, cuando
habrás recogido del campo todos sus
frutos. 18 Tres veces en el año com¬
parecerá todo varón ante Yavc, tu
Dios.
No acompañarás de pan fermentado
la sangre de tu víctima, ni dejarás
la carne de ésta para el día siguiente.
19 Llevarás a la casa de Yavc,
tu Dios, las primicias de los frutos
de tu suelo.
No cocerás el cabrito en la leche
de su madre.
20 Yo mandaré a un ángel ante ti,
para que te defienda en el camino
y te haga llegar al lugar que te he
dispuesto. 21 Acátale, y escucha su
voz, no le resistas, porque no per¬
donará vuestras rebeliones y porque
lleva mi nombre. 22 Pero si le escu¬
chas, y haces cuanto él te diga,
yo seré el enemigo de tus enemigos,
y afligiré a los que te aflijan, 23 pues
mi ángel marchará delante de ti y
te conducirá a la tierra de los amo-
neos, de los goteos, de los fcrcceos
de los cananeos, de los jeveos y de
los jebuseos, que yo exterminaré.
(i) Estas fiestas tienen un doble carácter;
son fiestas agrícolas, y en este aspecto, si no
todas, alguna se halla entre los pueblos gentiles.
Para Israel, el principal aspecto es el histórico.
\a pascua, conmemoración de la salida de Egip¬
to; la fiesta de los tabernáculos, memoria de la
estancia en el desrerio; la de Pentecostés, si no
lo fué desde el principio, quedó después como
conmemoración de la promulgación de la ley.
ÉXODO, 24, 25
83
24 No adores sus dioses ni los sirvas;
no imites sus costumbres, y derriba
y destruye sus cipos. 26 Servirás a
Yave, tu Dios, y él bendecirá tu
pan y tu agua, y alejará de en medio
de vosotros las enfermedades, 26 y
no habrá en vuestra tierra mujer
que se quede sin hijos, ni sea estéril,
y vivirás largos años. 27 Mi terror
íe precederá, y perturbaré a todos
los. pueblos a que llegues, y todos
tus enemigos volverán ante ti las
espaldas, 28 y mandaré ante ti tába¬
nos, que pondrán en fuga a jeveos,
cananeos y geteos delante de ti.
29 No los arrojaré en un solo año,
no quede la tierra desierta, y se
multipliquen contra ti las fieras.
30 Poco a poco los haré desaparecer
ante ti hasta que crezcas y poseas la
tierra. 31 Te doy por confines desde
el Mar Rojo hasta el Mar de Pales¬
tina y desde el desierto hasta el río.
Pondré en tus manos a los habitan¬
tes de esa tierra, y los arrojarás
de ante ti. 32 No pactarás con ellos
ni con sus dioses; 33 no sea que habi¬
tando en tu tierra, te hagan pecar
contra mí y sirvas a sus dioses, que
sería tu ruina.»
Moisés, con I09 ancianos, sube
al Sinaí.
¿v 4 1 Dijo también a Moisés: «Sube
a Yave tú, Arón, Nadab y
Abiú, con setenta de los ancianos
de Israel, y adoraréis desde lejos.
2 Sólo Moisés se acercará a Yave,
pero ellos no se acercarán, ni subi¬
rá con ellos el pueblo.» 3 Vino, pues,
Moisés, y trasmitió al pueblo todas
las palabras de Yave y sus leyes,
y el pueblo a una voz respondió:
«Todo cuanto ha dicho Yave, lo
cumpliremos.» 4 Escribió Moisés to¬
das las palabras de Yave. Levantóse
de mañana, y alzó al pie de la mon¬
taña un altar y doce piedras, por
las doce tribus de Israel; 6 y mandó a
algunos jóvenes, hijos de Israel, y
ofrecieron a Yave holocaustos, inmo¬
laron toros, víctimas pacíficas a Yave.
6 Tomó Moisés la mitad de la san¬
gre, poniéndola en vasijas, y la otra
mitad la derramó sobre el altar.
7 Tomando después el Libro de la
Alianza, se lo leyó al pueblo, que
respondió: «Todo cuanto dice Yave,
lo cumpliremos, obedeceremos.» 8 To¬
mó él la sangre y aspergió al pueblo,
diciendo: «Esta es la sangre de la
alianza que hace con vosotros Yave:
sobre todas estas palabras.» 9 Subió
Moisés con Arón, Nadab y Abiú y
setenta ancianos de Israel, 10 y vieron
al Dios de Israel. Bajo sus pies había
como un pavimento de baldosas de
zafiro, brillantes como el mismo cielo.
11 No tendió su mano contra los que
de lejos le vieron. Comieron y be¬
bieron.
Sube Moisés solo a la cumbre
del Sinaí.
12 Dijo Yave a Moisés: «Sube a mí
al monte y estáte allí. Te daré
unas tablas de piedra, escritas en
ellas las leyes y mandamientos que
te he dado, para que se las enseñes.»
13 Cuando iba á subir Moisés a la
montaña con Josué, su ministro
14 dijo a los ancianos: «Esperadnos
aquí hasta que volvamos. Quedan
con vosotros Arón y Jur; si alguna
cosa grave hay, llevadla a ellos.»
15 Subió Moisés a la montaña, y
la nube la cubrió. 16 La gloria de Yave
estaba sobre el monte Sinaí y la
nube la cubrió durante seis días.
Al séptimo llamó Yave a Moisés de
en medio de la nube. 17 La gloria de
Yave parecía a los hijos de Israel
como un fuego devorador sobre la
cumbre de la montaña. 18 Moisés
penetró dentro de la nube, y subió
a la montaña, quedando allí cuarenta
’ías y cuarenta noches.
Mandato de construir el Taber¬
náculo.
op 1 Yave habló a Moisés, di-
j£o ciendo: 2 «Di a los hijos de
Israel que me traigan ofrendas; vos¬
otros las recibiréis para mí, de cual¬
quiera que de buen corazón las ofrez¬
ca. 3 He aquí las ofrendas que reci¬
biréis de ellos: oro, plata y bronce;
4 púrpura violada y púrpura escar¬
lata, carmesí; lino fino y pelo de
cabra; 6 pieles de carnero teñidas de
rojo y teñidas de violeta; madera de
acacia; 6 aceite para las lámparas,
aromas para el óleo de unción, y
para los incensarios; 7 piedras de
ónice y otras piedras de engaste
para el efod y el pectoral. 8 Que me
hagan un santuario, y habitaré en
medio de ellos. 9 Os ajustaréis a
84
ÉXODO, 25
cuanto voy a mostrarte como modelo
del santuario y de sus utensilios (1).
151 arca, el propiciatorio, los
querubines.
10 Se hará un arca de madera de
acacia, dos codos y medio de larga,
codo y medio de ancha y codo y
medio de alta.
11 La cubrirás de *oro puro, por
dentro y por iuera, y en torno de
17 Harás un propiciatorio de oro
puro, de dos codos y medio de largo
y un codo y medio de ancho. 18 Harás
dos querubines de oro, de oro macizo,
a los dos extremos del propiciatorio,
19 uno al uno, otro al otro lado de él.
Los dos querubines estarán a los
dos extremos. 20 Estarán cubriendo
cada uno con sus dos alas desde arriba
el propiciatorio, de cara el uno al
otro, mirando al propiciatorio. 21 P.on-
drás el propiciatorio sobre el arca'
ella pondrás una moldura de oro.
12 Fundirás para ella cuatro anillos
de oro, que pondrás en los cuatro
ángulos, dos de un lado y dos de
otro. 13 Harás unas barras de madera
de acacia, y las cubrirás de oro,
14 y las pasarás por los anillos de los
lados del arca para que pueda lle¬
varse. 1S Las barras quedarán siempre
en los anillos y no se sacarán.
16 En el arca pondrás el testimonio
que yo te daré.
(i) Fue, pues, construido el tabernáculo
y sus utensilios con los despojos de Egipto,
(i2. 34.) Minas de cobre para el bronce las
había en la península del Sinal, muy conocidas
y explotadas por los egipcios.
encerrando en ella el testimonio que
yo te daré. 22 Allí me encontrarás,
y de sobre el propiciatorio, de en
medio de los dos querubines, te
comunicaré yo todo cuanto para los
hijos de Israel te mandare (1).
La mesa.
23 Harás de madera de acacia una
mesa de dos codos de largo, un
codo de ancho y codo y medio de
(1) Estas palabras expresan un hecho
fundamentalísimo en la religión mosaica, la
habitación de Dios en medio de su pueblo,
hecha sensible en el tabernáculo y después en
ÉXODO, 26
8 .”)
alto; 24 la revestirás de oro puro, y
harás de ella una moldura de oro
todo en derredor. 25 Harás también
un reborde de un codo de alto en
torno, enguirnaldado de oro. 26 Le
harás también cuatro anillos de oro,
que pondrás en los cuatro ángulos,
cada uno a su pie 27 y por debajo
de la moldura de oro, para meter
por ellos las barras, para llevar la
mesa. 28 Las barras para llevar la
mesa las harás también de madera
de acacia y las cubrirás de oro.
29 Harás también sus platos, sus
navetas, sus copas, sus tazas para
las libaciones, 30 y tendrás sobre
esa mesa perpetuamente ante mí los
panes de la proposición.
solo cuerpo, y todo de oro puro, ma¬
cizo. 87 Harás para él siete lámparas,
que pondrás sobre el candelabro,
para que luzcan de frente. 38 Las
despabiladeras y la cazoleta donde se
apaguen los pábilos cortados, serán
El candelabro de oro.
31 Harás un candelero de oro puro,
todo lo harás de oro puro, de oro
macizo, con su base, su tallo, sus
cálices, sus globos y sus lirios sa¬
liendo de él. 32 Seis brazos saldrán
de sus lados, tres del uno y tres del
otro. 33 Tres cálices, a modo de flores
de almendro; tendrá el primer brazo,
con sus globos y lirios; tres cálices,
a modo de flores de almendro, con
sus globos y lirios, el segundo; y
lo mismo todos los seis brazos que
salen del tallo. 34 El tallo llevará
cuatro cálices, a modo de flores de
almendro, con sus globos y lirios:
de cada dos brazos saldrá una flor,
una sobre los dos inferiores, otra
sobre los dos siguientes, y otra sobre
los dos superiores. 36 Todo hará un
el templo, que la gloria de Dios llena, al inau¬
gurarse. Esta es la principal gloria de Israel
ante las naciones, ser el pueblo de Dios y ser
Dios el Dios de este pueblo. (Deut. 4. 7.)
de oro puro, 39 Un talento de oro
puro se empleará para hacer el can¬
delabro con todos sus utensilios.
40 Mira, y hazlo conforme al modelo
que en la montaña se te ha mostrado.
La morada o habitáculo.
1 La morada la harás de diez
cortinas; de hilo torzal de lino
fino, teñido de púrpura violeta, púr¬
pura escarlata y carmesí, entretejido
y representando querubines en tejido
plumario. 2 Cada cortina tendrá
veintiocho codos de largo y cuatro
codos de ancho; todas las cortinas
tendrán las mismas dimensiones. 3 Las
unirás de cinco en cinco, 4 y pondrás
lazos de púrpura violeta en el borde
de la cortina que termina el primer
conjunto y lo mismo en el extremo
del segundo. 5 Cincuenta lazos en el
borde del primero y cincuenta en el
borde del segundo, correspondién¬
dose los lazos los unos a los otros.
ÉXODO, 26
87
Pondrás cincuenta anillas en uno
de los conjuntos de cortinas y cin¬
cuenta en el otro, contrapuestas
entre sí. 6 Harás cincuenta garfios
de oro, y unirás con ellos una cortina
a la otra, para que hagan una sola
morada. 7 Harás también once tapi¬
ces de pelo de cabra para el taber¬
náculo, que cubrirá la morada. 8 Cada
tapiz tendrá treinta codos de largo
y cuatro de ancho. 9 Los unirás en
dos grupos, uno de cinco y el otro
sobre ésta, de pieles teñidas de color
violeta. 16 Harás también para la
morada tablones de madera de aca¬
cia, que pondrás de pie, 16 y tendrán
cada uno diez codos de largo y codo
y medio de ancho. 17 En cada uno
habrá dos espigas paralelas entre sí.
18 De estos tablones, veinte estarán
en el lado del austro, hacia el medio¬
día. 19 Harás cuarenta basas de plata
para debajo de los veinte tablones,
dos basas para debajo de cada tablón,
de seis, de modo que el sexto tapiz
del segundo se doble sobre el frente
del tabernáculo.. 10 Harás cincuenta
anillos de bronce, para el borde de
uno de los conjuntos, para que pueda
unirse al otro, y cincuenta para ej
borde del otro, para que pueda unirse
al primero. 11 Harás también cin¬
cuenta garfios de bronce, para unir
anillos con anillos, de modo que todo
haga un solo tabernáculo. 12 Lo
que sobresale de los tapices del uno
que hay más, la mitad del tapiz
sobrante, penderá sobre la parte pos¬
terior de la morada; y la otra mitad,
13 un codo de un lado, un codo del
otro, que es lo que sobra de lo largo
del tabernáculo, se extenderá sobre
los lados de lo morada, a uno y a
otro, para cubrirlos.
14 Harás también para el taber¬
náculo una cubierta de pieles de
carnero, teñidas de escarlata, y otra
para las dos espigas. 20 En el otro
lado de la morada, que mira al aquilón,
liarás otros veinte tablones 21 y cua¬
renta basas de plata, dos basas para
debajo de cada tablón. 22 Al lado
que mira al occidente pondrás seis
tablones, 23 y otros dos en cada
uno de los ángulos posteriores de
la morada, 24 unidos ambos desde
abajo hasta arriba, de modo que
cada dos vengan a hacer un tablón
angular. 26 Son, pues, entre todos
ocho tablones con sus dieciseis basas
de plata. 26 Harás también barras
traveseras de madera de acacia,
cinco para los tablones de un lado,
27 cinco para los del otro, y cincp
para los tablones de la morada del
lado que cierra el fondo hacia el
occidente. 28 La barra travesera de
en medio, que pasará por el medio
de los tablones, se extenderá a todo
lo largo de cada pared, desde el uno
88
ÉXODO, 26
al otro extremo. 29 Los tablones los
recubrirás de oro, y harás de oro
los anillos en que han de entrar
las barras traveseras, y éstas las
-r
■
recubrirás también de oro. 30 Toda
la morada la harás conforme al
modelo que en la montaña te ha
sido mostrado.
El velo de separación en
la morada.
31 Haz también un velo de lino
torzal, de púrpura violeta, púrpura
escarlata y carmesí, entretejido en
tejido plumario, figurando queru¬
bines. 32 Le colgarás de cuatro colum¬
nas de madera de acacia recubier¬
tas de oro, provistas de corchetes
de oro, y sus cuatro basas de plata.
33 Colgarás el velo de los corchetes,
y allí, detrás del velo, pondrás el ¡
arca del testimonio. 34 El velo ser¬
virá para separar el lugar santo del
lugar santísimo. 36 Pondrás sobre
el arca del testimonio el propicia¬
torio, en el lugar santísimo. La mesa
la pondrás delante del velo; y frente
a la mesa, el candelabro. Éste, del
lado meridional de la morada; la
mesa, del lado del norte.
La cortina para la entrada del
habitáculo.
36 Harás también para la entrada
del habitáculo un velo de lino torzal,
ÉXODO, 27 <xíi
púrpura violeta, púrpura escarlata y
carmesí, entretejido en tejido plu¬
mario. 37 Para este velo harás cincoi
columnas de madera de acacia, recu¬
biertas de oro y con corchetes dej
oro, y fundirás para ellas cinco basas
de bronce.
para el altar barras de madera de
acacia, y las recubrirás de bronce.
7 Pasarán por sus anillos, y estarán
a ambos lados del altar cuando haya
de transportarse. 8 Lo harás hueco,
en tableros, como en la montaña te
ha sido mostrado.
El altar de los holocaustos.
27 1 Harás un altar de madera
de acacia de cinco codos de
largo y cinco de ancho, cuadrado, y
tres codos de alto. 2 A cada uno de
sus cuatro ángulos pondrás un cuerno;
saldrán del altar, y los revestirás
de bronce. 3 Harás para el altar un
vaso para recoger las cenizas, paleta,
aspersorio, tenazas e incensario; todos
estos utensilios serán de bronce.
4 Harás para él una rejilla de bronce
en forma de malla, y a los cuatro
ángulos de la rejilla pondrás cuatro
anillos de bronce. 5 La colocarás
debajo de la corona del altar, a la
mitad de la altura de éste. 6 Harás
El atrio.
9 Harás para la morada un atrio.
Del lado del mediodía tendrá el atrio
cortinas de lino torzal, en una exten¬
sión de cien codos a lo largo del lado,
10 y veinte columnas con sus basas
de bronce. Los corchetes de las co¬
lumnas y sus anillos serán de plata.
11 Lo mismo en el lado del norte,
tendrá cortinas en un largo de cien
codos, y veinte columnas con sus
veinte basas de bronce. Los corchetes
de las columnas y sus anillos seián
de plata. 12 Del lado del occidente
tendrá cortinas a lo largo de cincuenta
codos, y diez columnas con sus diez
basas. 13 Del lado de oriente, tendrá
90
ÉXODO, 28
también cincuenta codos 14 y en él
habrá cortinas, a lo largo de quince
codos desde un extremo 15 y quince
desde el otro, con tres columnas y
tres basas en una parte, y tres co¬
lumnas y- tres basas en la otra.
16 Para la entrada del atrio habrá
un velo de veinte codos, de lino
torzal en púrpura violeta, púrpura
escarlata y carmesí, entretejido en
tejido plumario, que colgará de cuatro
columnas con sus cuatro basas. 17 To¬
das las columnas que cierran el atrio
tendrán corchetes de plata y basas
de bronce. 18 Será el atrio de cien
codos de largo, cincuenta de ancho
de ambos lados y cinco de alto, de
lino torzal y basas de bronce.
19 Todos los utensilios para el ser¬
vicio de la morada, todos sus clavos
y todos los clavos del atrio serán de
bronce. 20 Manda a los hijos ele Israel
que traigan aceite de olivas macha¬
cadas, para alimentar continuamente
la lámpara. 21 En el tabernáculo de
la reunión, del lado de acá del velo
tendido delante del testimonio, Arón
y sus hijos las prepararán, para que
ardan de la noche a la mañana en
presencia de Yave. Es ley perpetua
para los hijos de Israel, de generación
en generación.
Las vestiduras sacerdotales.
1 Y tú haz que se acerque Arón,
tu hermano, con sus hijos, de en
medio de los hijos de Israel, para que
sean mis sacerdotes: Arón y Nadab,
Abiú, Eleazar e Itamar, hijos de
Arón.
2 Harás a Arón, tu hermano, ves¬
tiduras sagradas, para gloria y orna¬
mento. 3 Te servirás para ello de los
hombres diestros que ha llenado el
espíritu de sabiduría, y ellos harán
las vestiduras de Arón, para consa¬
grarle, para que ejerza mi sacerdocio.
4 He aquí lo que han de hacer: un
pectoral, un efod, una sobretúnicn,
una túnica a cuadros, una tiara y un
ceñidor. 6 Se emplearán para ellas
oro y telas tejidas en jacinto, púr¬
pura y carmesí, y lino fino.
El efod.
6 El efod lo harán de oro, e hilo
torzal de lino, púrpura violeta, púr¬
pura escarlata y carmesí, artística¬
mente entretejidos. 7 Tendrá dos
hombreras para unirse la una con
la otra banda, dos por extremo, y
así se unirán. 8 El cinturón que lle¬
vará para ceñírselo será del mismo
tejido que él, de lino torzal, oro,
púrpura violeta, púrpura escarlata
y carmesí. 9 Toma dos piedras de
ónice, y graba en ellas los nombres
de los hijos de Israel, 10 seis de ellos
en una y seis en la otra, por H orden
de su generación. 11 La.> tallarás
como se tallan las piedras preciosas,
y grabarás los nombres de los hijos
de Israel, como se graban los sellos;
y las engarzarás en oro, 12 y las pon¬
drás en los hombros del efod, una
en cada uno, para memoria de los
hijos de Israel; y así llevará Arón
sus nombres sobre los hombros ante
Yave, para memoria. 13 Harás tam¬
bién engarces de oro 14 y dos cade¬
nillas de oro puro, a modo de cordón,
y las fijarás en los engarces.
El pectoral.
15 Harás un pectoral de juicio, del
misino tejido del efod, de hilo torzal
de lino, oro, púrpura violeta, púr¬
pura escarlata y carmesí. 16 Será
cuadrado y doble, de un palmo de
largo y uno de ancho. 17 Le guarne¬
cerás de pedrería en cuatro filas.
En la primera fila pondrás una
sardónica, un topacio y una esme¬
ralda; 18 en la segunda un rubí, un
zafiro y un diamante; 19 en la ter¬
cera un ópalo, un ágata y una ama¬
tista; 20 y en la cuarta un crisólito,
un ónice y un jaspe. 21 Todas estas
piedras irán engarzadas en oro, cu¬
briendo el pectoral, doce en número
según el número de los hijos de Is¬
rael; como se graban los sellos, así
se grabará en cada una el nombre de
cada una de las doce tribus. 22 Harás
para el pectoral cadenillas de oro
Í rnro, retorcidas a modo de cordón,
3 y dos anillos de oro, que pondrás
a dos de los extremos del pectoral;
24 pasarán los dos cordones de oro
por los dos anillos fijados en los extre¬
mos del pectoral; 26 y fijarás dos extre¬
midades de los cordones a los engarces
del pectoral y las otras dos extremi¬
dades las unes a los engarces de la
parte anterior de las dos piedras de
los hombros del efod. 26 Harás otros
dos anillos de oro, que pondrás a los
dos extremos inferiores del pectoral,
ÉXODO, 29
91
en el borde interior que se aplica el
efod, 27 y dos anillos de oro, que pon¬
drás en la parte superior de las hom¬
breras del efod, por delante, cerca
de la unión, y por encima del cin¬
turón del efod. 28 Se unirá el pectoral
por sus anillos a los anillos del efod
con una cinta de jacinto, para que
quede el pectoral por encima del
cinturón del efod, sin poder separarse
de él. 29 Así, cuando entre Arón
en el santuario, llevará sobre su
corazón los nombres de los hijos
de Israel en el pectoral de juicio,
en memoria perpetua ante Ya ve.
30 Pondrás también en el pectoral
de juicio los urim y los tummím ,
para que estén sobre el corazón de
Alón cuando se presente ante Ya ve,
y lleve así constantemente sobre su
corazón ante Yave el juicio de los
hijos de Israel.
La sobretúnica.
31 La tela de la sobretiinica del
efod la harás toda enteriza de jacinto.
32 Tendrá en medio una abertura
para la cabeza, y esta abertura 1
tendrá todo en torno un refuerzo,
tejido como el que llevan las orlas
de los vestidos para que no se rompan.
33 En la parte inferior pondrás gra¬
nadas de jacinto, de púrpura y de¡
carmesí, alternando con campani-j
lias de oro, todo en derredor, 34 una
campanilla de oro y una granada
sobre la orla de' la vestidura, todo
en torno. 35 Arón se revestirá de
ella para su ministerio, para que se
haga oír el sonido de las campa¬
nillas cuando entre y salga del san¬
tuario Yave, y no muera.
La diadema.
36 Harás una lámina de oro puro,
y grabarás en ella como se graban
los sellos: «Santidad a Yave.» 37 La
sujetarás con una cinta de jacinto
a la tiara por delante. 38 Estará
sobre la frente de Arón, y Arón
llevará las faltas cometidas en todo
lo santo que consagren los hijos de
Israel en toda suerte de santas ofren¬
das; estará constantemente sobre la
frente de Arón ante Yave, para que
hallen gracia ante él.
La túnica, ia tiara y los calzones.
39 La túnica la harás de lino, y
una tiara también de lino y un cin¬
turón de varios colores.
40 Para los hijos de Arón harás
túnicas, cinturones y tiaras, para
gloria y ornamento. 41 De estas ves¬
tiduras revestirás a Arón, tu hermano,
y a sus hijos. Los ungirás, les llenarás
las manos y los santificarás, para que
me sirvan de sacerdotes. 42 Hazles
calzones de lino para cubrir su des¬
nudez, que lleguen desde la cintura
hasta los muslos. 43 Los llevarán Arón
y sus hijos cuando entren en el ta¬
bernáculo de la reunión, y cuando
se acerquen al altar para servir en
el santuario; así no incurrirán en
falta y no morirán. Es ley perpetua
ésta para Arón y para sus descen¬
dientes después de él.
La consagración de los sacerdotes.
29 4 He aquí lo que has de hacer
~' para consagrarlos sacerdotes a
mi servicio. Tomarás de entre el ga¬
nado un novillo y dos carneros, todos
sin mácula; 2 panes ácimos, tortas
ácimas, amasadas con aceite, y fri¬
suelos ácimos untados de aceite, todo
ello hecho de flor de harina de trigo;
3 y lo pondrás todo en un cestillo,
y lo presentarás así, al tiempo de la
presentación del novillo y de los dos
carneros. 4 Haz a Arón y a sus hijos
avanzar a la entrada del tabernáculo
de la reunión, y lávalos con agua.
5 Después, tomando las vestiduras,
viste a Aróft la túnica, la sobretúníca,
el efod y el pectoral, y cíñele el efod
con el cinturón. 6 Pon sobre su cabeza
la tiara, V en la tiara la lámina de
la santidad. 7 Toma el óleo de uncio¬
nes, derrámalo sobre su cabeza, y
le ungirás. 8 Haz que se acerquen sus
hijos, y les revistes las túnicas, 9 los
ciñes con los cinturones y les pones
las tiaras. A ellos les corresponderá
el sacerdocio por ley perpetua. Tú
instituirás a Arón y a sus hijos.
10 Trae luego el novillo ante el ta¬
bernáculo de la reunión, y Arón y
sus hijos pondrán sus manos sobre
la cabeza del novillo. 11 Degüella el
novillo ante Yave, a la entrada del
tabernáculo de la reunión; 12 toma
la sangre del novillo, y con tu dedo
unta de ella los cuernos del altar,
v la derramas al píe del altar. 13 Coge
92
ÉXODO, 29
todo el sebo que cubre las entrañas,
la redecilla del hígado y los dos ri¬
ñones con el sebo que los envuelve,
y lo quemas todo en el altar. 14 La
carne del novillo, la piel y los excre¬
mentos, los quemarás fuera del cam¬
pamento. Este es el sacrificio por el
pecado.
15 Tomarás luego uno de los car¬
neros, y Arón y sus hijos pondrán sus
manos sobre la cabeza de aquél;
16 degüella el carnero, y riega con su
sangre el altar todo en derredor.
17 Descuartiza el carnero, y lavando
las entrañas y las piernas, las pones
sobre los otros trozos y la cabeza,
18 y lo quemarás todo sobre el altar.
Es el holocausto a Yave, de suave olor,
el sacrificio a Yave por el fuego.
19 Toma luego el otro carnero, y
Arón y sus hijos le pondrán sus
manos sobre la cabeza. 20 Degüella
el carnero, y tomando su sangre, unta
de ella el lóbulo de la oreja derecha
de Arón y el lóbulo de la oreja dere¬
cha de sus hijos, el pulgar de sus
manos derechas y el pulgar de sus
pies derechos, y regarás de sangre el
altar todo en derredor. 21 Coge de
la sangre que habrá sobre el altar
y el óleo de unciones, y asperge a
Arón y sus vestiduras, y a sus hijos
y sus vestiduras, y así será consagrado
él y sus vestiduras, sus hijos y sus
vestiduras. 22 Coge el sebo del car¬
nero, la cola, el sebo que cubre las
entrañas, la redecilla del hígado, los
dos riñones con el sebo que los en¬
vuelve y la pierna derecha, pues este
carnero es carnero de inauguración.
23 También del ccstillo de ácimos
puesto ante Yave, toma un pan, una
torta y un frisuelo, 24 y pon todo
esto en las palmas de las manos de
Arón y de sus hijos, y haz que las
agiten como ofrenda agitada ante
Yave. 25 Luego los cogerás de sus
manos, y los quemarás en el altar
encima del holocausto, en suave olor
ante Yave, para ofrecérselo. 26 To¬
marás el medio pecho del carnero de
inauguración, que sería de Arón, y
lo agitarás como ofrenda agitada
ante Yave; esa será tu parte. 27 San¬
tificarás el otro medio pecho de agi¬
tación y el brazuelo de elevación, que
han sido agitados y elevados del
carnero de inauguración, lo que cede
en favor de Arón y de sus hijos, y
esa será la parte de Arón y de sus
hijos. 28 Esa será la parte de Arón
y sus hijos por ley perpetua que guar¬
darán los hijos de Israel, pues es
ofrenda de elevación, y en los sacri¬
ficios eucarísticos de" los hijos de
Israel, la ofrenda de elevación es
de Yave.
29 Las vestiduras sagradas que
usará Arón, serán después de él las
de sus hijos; con ellas serán ungidos,
y con ellas se les llenarán las manos.
30 Siete días las llevará el que de sus
hijos sea sacerdote en lugar suyo,
y entre en el tabernáculo de la reunión
para ministrar en el santuario.
31 Tomarás la carne del carnero de
inauguración, y la harás cocer en
lugar santo. 33 Arón y sus hijos co¬
merán a la entrada del tabernáculo
de la reunión la carne del carnero y
los ácimos del ccstillo. 33 Comerán
lo que ha servido para su expiación,
para llenarles las manos y consa¬
grarlos. No comerá de ello ningún
extraño, porque son cosas santas.
34 Si algo queda de las carnes de la
consagración o de los panes para el
día siguiente, lo quemarás y no se
comerá, porque es cosa santa.
35 Cumplirás respecto de Arón y
de sus hijos todo cuanto te he man¬
dado. 36 Durante siete días los con¬
sagrarás, y cada día ofrecerás el no¬
villo en sacrificio por el pecado sobre
el altar, para expiación, y le ungirás
y le santificarás. 37 Durante siete
días expiarás el altar y lo santifi¬
carás, y el altar será santísimo, y
cuanto a él toque será santo.
El holocausto perpetuo.
38 He aquí lo que sobre el altar
ofrecerás: dos corderos primales cada
día perpetuamente, 39 uno por la
mañana, el otro entre dos luces;
40 con el primero ofrecerás un décimo
de harina de flor, amasado con un
cuarto de hin de aceite de oliva ma¬
chacada y una libación de un cuarto
de hin de vino.
41 El segundo cordero lo ofrecerás
entre dos luces, con una ofrenda y
una libación iguales a las de la ma¬
ñana, en olor de suavidad; 42 es sacri¬
ficio por el fuego a Yave, holocausto
perpetuo en vuestras generaciones, a
la entrada del tabernáculo de la
reunión, ante Yave, allí donde yo
me haré presente para hablarte. 43 Allí
me liaré yo presente a los hijos de
Israel, y será consagrado por mi glo¬
ria. 44 Yo consagraré el tabernáculo
CXODO, 30
93
de la reunión y el altar, y consagraré
a Arón y a sus hijos para que sean
sacerdotes a mi servicio. 46 Habitaré
en medio de los hijos de Israel, y
seré su Dios. 46 Ellos conocerán que
yo soy su Dios, que los he sacado
de la tierra de Egipto para habitar
entre ellos, yo, Yave, su Dios.
El altar de los perfumes.
30 1 Harás también un altar para
quemar en él el incienso. Lo
harás de madera de acacia, 2 de un
codo de largo, un codo de ancho,
cuadrado, y de dos codos de alto.
Sus cuernos harán un cuerpo con él.
3 Lo revestirás de oro puro por arriba,
por los lados todo en torno y los
cuernos, y harás todo en derredor
una moldura de oro. 4 Harás para él
dos anillos de oro para dos de sus
lados, que pondrás debajo de la
moldura a ambos lados, para las
barras con que pueda transportarse.
5 Las barras serán de madera de
acacia, y las revestirás de oro. 6 Co¬
locarás el altar delante del velo que
oculta el arca del testimonio y el
propiciatorio que está sobre el tes¬
timonio, al 1 í donde yo me he de
encontrar contigo. 7 Arón quemará
en él el incienso; lo quemará todas
las mañanas, al preparar las lámpa¬
ras, 8 y entre dos luces, cuando las
ponga en el candelabro. Así se que-
| mará el incienso ante Yave perpe-
j tuamente entre vuestros descendien¬
tes. 9 No ofreceréis sobre el altar
ningún perfume profano; ni holocaus¬
tos, ni ofrendas, ni derramaréis sobre
él ninguna libación. 10 Arón hará la
expiación sobre los cuernos del altar,
una vez por año, con la sangre de la
víctima expiatoria; y la expiación la
hará una vez por año, de generación
en generación. Este altar es santísimo
de Yave.
El rescate de la vida.
11 Yave habló a Moisés diciendo:
12 «Cuando enumeres a los hijos de Is¬
rael para hacer el censo, cada uno
ofrecerá a Yave un rescate por su
vida, para que no sean heridos de
plaga alguna al ser empadronados.
13 Lo que dará cada uno que ha de
comprender el censo será medio sido,
del peso del sido del santuario, que
es de veinte güeras , medio sido será
el don a Yave. 14 Todo hombre com¬
prendido en el censo, de veinte años
para arriba, hará ese don a Yave;
16 ni el rico dará más, ni el pobre
menos del medio sido, para pagar el
don a Yave, como rescate de vues¬
tras vidas. 16 Tú recibirás de los hijos
de Israel este rescate, y lo aplicarás
al servicio del tabernáculo de la
reunión; será para los hijos de Israel
memoria ante Yave en expiación de
sus vidas.»
La pila de bronce.
17 Yave habló a Moisés, diciendo:
«Haz un pilón de bronce con su base
de bronce, para las abluciones. Lo
pondrás entre el tabernáculo de la
reunión y el altar, y pondrás agua
en él, 19 de la que tomarán Arón y
sus hijos para lavarse las manos y
los pies. 20 Con este agua se lavarán,
para que no mueran, cuando entren
en el tabernáculo de la reunión,
cuando se acerquen al altar para el
ministerio y para quemar un sacrifi
94
ÉXODO, 31
cío a Yave. 21 Se lavarán píes y
manos y así no morirán. Esta será
ley perpetua para ellos, para Arón
y su descendencia de generación en
generación.»
El óleo de unción.y el timiama.
22 Yave habló a Moisés, diciendo:
23 «Toma .aromas; quinientos sidos
de mirra de primera; la mitad, es
decir, doscientos cincuenta sidos,
de cinamomo aromático, y doscientos
cincuenta sidos de caña aromática;
24 quinientos sidos de casia, según el
peso del sido del santuario, y un hin
de aceite de oliva. 25 Con esto harás
un aceite para la unción sagrada, y un
perfume compuesto con arreglo al
arte de la perfumería, que será el
óleo para la unción sagrada. 26 Con
él ungirás el tabernáculo de la reunión,
el arca del testimonio, 27 la mesa,
con todos sus utensilios, el candelero,
con sus utensilios, el altar del incien¬
so, 28 el altar de los holocaustos,
con sus utensilios, y el pilón con su
base. 29 Así los consagrarás, y serán
santísimos; cuanto los tocare será
santo. 30 Con él ungirás a Arón y
a sus hijos, y los consagrarás para mi
servicio como sacerdotes. 31 Hablarás
así a los hijos de Jsrael; ese será el
óleo de la unción sagrada para mí,
de generación en generación. 32 No
se derramará sobre cuerpo de hom¬
bre alguno, ni haréis parecido a él
de la misma composición; será cosa
sagrada, y como cosa sagrada lo mi¬
raréis. 33 Cualquiera que haga otro
semejante, o de él diere a un profano,
será borrado de en medio de mi
pueblo.»
34 Yave dijo a Moisés: «Toma aro¬
mas, cstacte, uña aromática, gálbano
e incienso purísimo. Aromas e in¬
cienso entrarán por cantidades igua¬
les, 35 y harás con ellos el timiama,
compuesto según el arte de perfume¬
ría, salado, puro, santo. 38 Lo pulve¬
rizarás, y lo pondrás delante del
testimonio cu el tabernáculo de la
reunión, donde me he de encontrar
yo contigo. Será para vosotros cosa
santísima el perfume que hagas, 37 y
nadie hará para sí otro de la misma
composición; lo mirarás como cosa
sagrada, perteneciente a Yave. 38 Cual¬
quiera que haga otro semejante para
aspirar su aroma, será borrado de
en medio de su pueblo.»
Los artífices destinados a la obra.
31 1 Yave habló a Moisés, dieiende .
2 «Sabrás que yo llamo por su
nombre a Bezalel, hijo de Uri, hijo
de Jur, de la tribu de Judá. 3 Le he
llenado del espíritu de Dios, de sa¬
biduría, de entendimiento y de saber,
para toda clase de obras, para toda
suerte de manufacturas, 4 para pro¬
yectar, para labrar el oro, la plata
y el bronce, 5 para tallar piedras y
engastarlas, para tallar la madera y
ejecutar trabajos de toda suerte. 6 Le
asocio Odolias, hijo de Ajisamec, de
la tribu de Dan. He puesto la sabidu¬
ría en el corazón de todos los hom¬
bres hábiles, para que ejecuten todo
lo que te he mandado hacer: 7 el ta¬
bernáculo de la reunión, el arca del
testimonio, el propiciatorio de enci¬
ma, y todos los muebles del taber¬
náculo; 8 la mesa, con sus utensilios,
el candelabro de oro, con sus uten¬
silios, el altar de lus perfumes, 9 el
altar de los holocaustos, con sus uten¬
silios, la pila con su base, 10 las ves¬
tiduras sagradas para Arón y sus
hijos, para ejercer los ministerios
sacerdotales; 11 el óleo de unción y
el timiama aromático para el santua¬
rio. Cuanto yo te he mandado hacer,
ellos lo harán.»
Renovación de la ley ácl sábado.
12 Yave habló a Moisés diciendo:
13 «Habla a los hijos de Israel y diles:
No dejéis de guardar mis sábados,
porque el sábado es entre mí y vos¬
otros una señal para todas vuestras
generaciones, para que sepáis que
soy yo, Yave, el que os santifico.
14 Guardaréis el sábado, porque es
cosa santa. El que lo profane será
castigado con la muerte; el que en él
trabaje será borrado de en medio
de su pueblo. 15 Se trabajará seis días,
pero el día séptimo será día de des¬
canso completo) dedicado a Yave. El
que trabaje en sábado, será castigado
con la muerte. 16 Los hijos de Israel
guardarán el sábado y lo celebrarán
por sus generaciones, ellos y sus des¬
cendientes como alianza perpetua;
17 será entre mí y ellos una señal
perpetua, pues en seis días hizo Yave
ios cielos y la tierra, y el séptimo din
cesó en su obra y descansó.»
ÉXODO, 32
U5
El becerro de oro.
18 Cuando hubo acabado Yave de
hablar a Moisés en la montaña del
Sinaí, le dio las dos tablas del testi¬
monio, tablas de piedra, escritas por
el dedo de Dios.
1 El pueblo, viendo que Moisés
áJ* tardaba en bajar de la mon¬
taña, se reunió en tomo de Arón y
le dijo: «Anda, haznos un dios que
vaya delante de nosotros. Porque ese
Moisés, ese hombre que nos ha sa¬
cado de Egipto, no sabemos qué ha
sido de él.» 2 Arón les dijo: «Coged
los anillos de oro que tengan en sus
orejas vuestras mujeres, vuestros hijos
y vuestras hijas, y traédmelos.» 3 To¬
dos se quitaron los anillos de oro que
llevaban en las orejas y se los traje¬
ron a Arón. 4 El los recibió de sus
manos, hizo un molde y en él un
becerro fundido, y ellos dijeron: «Is¬
rael, ahí tienes a tu Dios, el que te
ha sacado de la tierra de Egipto.»
6 Al ver'esto Arón, alzó un altar ante
la imagen y clamó: «Mañana habrá
fiesta en honor de Yave.» 6 Al día
siguiente levantándose de mañana,
ofrecieron holocaustos y sacrificios
eucarísticos, y el pueblo se sentó
luego a comer y beber, y se levan¬
taron después para danzar.
7 Yave dijo entonces a "Moisés:
«Ve, baja, que tu pueblo, el que tú
has sacado de la tierra de Egipto,
ha prevaricado. 8 Bien pronto se han
desviado del camino que les prescribí.
Se han hecho un becerro de metal
y se han prosternado ante él, di¬
ciendo: Israel, ahí tienes a tu dios,
el que te ha sacado de la tierra de
Egipto.» Yave dijo a Moisés: «Ya
veo que este pueblo es un pueblo de
cerviz dura. 10 Déjame, pues, que se
desfogue contra ellos mi cólera, y los
consuma. Yo te haré a ti una gran
nación.» 11 Moisés imploró a Yave,
su Dios, y le dijo: «¿Por qué joh
Yavel vas a desfogar tu cólera contra
tu pueblo, que sacaste de la tierra
de Egipto con gran poder y brazo
fuerte? 12 ¿Por qué habrán de poder
decir los egipcios: para mal suyo los
sacó de la tierra de Egipto, para ha¬
cerlos perecer en las montañas, y
para exterminarlos de sobre la tierra?
Apaga tu cólera, y perdona la ini¬
quidad de tu pueblo. 13 Acuérdate
de Abraham, Isac y Jacob, tus siervos,
a los cuales jurando por tu nombre,
dijiste: yo multiplicaré vuestra des¬
cendencia como las estrellas del cielo,
y toda la tierra de que os he hablado
se la daré a vuestros descendientes
en eterna posesión.» 14 Y se arre¬
pintió Yave del mal que había dicho
haría a su pueblo.
16 Volvióse Moisés y bajó de la mon¬
taña, llevando en sus manos las dos ta¬
blas del testimonio, que estaban escri¬
tas de ambos lados, poruña y otra cara.
16 Eran obra de Dios, lo mismo que
la escritura grabada sobre las tablas.
17 Josué oyó el ruido que el pueblo
hacía lanzando gritos, y dijo a Moi¬
sés: «En el campamento resuena ruido
de batalla.» 18 Moisés respondió:
«No son gritos de victoria, ni gritos
de derrota, oigo la voz de los que
cantan.» 19 Cuando estuvo cerca del
campamento, vió el becerro y las
danzas; y encendido en cólera, tiró
las tablas, y las rompió al pie de la
montaña. 20 Cogió el becerro que
habían hecho, y lo quemó, desmenu¬
zándolo hasta reducirlo a polvo, que
mezcló con agua, haciéndosela beber
a los hijos de Israel.
21 Moisés dijo -a Arón: «¿Qué te
ha hecho este pueblo, para que tú
hayas echado sobre él tan gran pe¬
cado?» 22 Arón respondió: «Que no
se encienda la cólera de mi señor.
Tú mismo sabes cuán inclinado al
mal es este pueblo. 23 Me dijeron:
haznos un dios, que marche delante
de nosotros, porque ese Moisés, ese
hombre que nos sacó de la tierra de
Egipto, no sabemos qué ha sido de él.
24 Yo les dije: Que los que tienen oro se
despojen de él, y me lo dieron, lo eché
al fuego, y de él salló ese becerro.»
26 Moisés, viendo que el pueblo
estaba desarmado, pues lo había des¬
armado Arón para dejarle a merced
de quien le atacase, 26 se puso a la
entrada del campamento, y gritó:
«jA mí los de Yave!», y todos los
hijos de Leví se reunieron en torno
de él. 27 El les dijo: «Así habla Yave,
Dios de Israel: cíñase cada uno su
espada sobre su muslo, pasad y re¬
pasad el campamento de la una a
la otra puerta, y mate cada uno a
su hermano, a su amigo, a su deudo.»
28 Hicieron los hijos de Leví lo que
les mandaba Moisés, y perecieron
aquel día unos tres mil del pueblo.
29 Moisés les dijo: «Hoy os habéis
consagrado a Yave, haciéndole cada
uno oblación del hijo y del hermano;
por ello recibiréis hoy bendición.»
ÉXODO, 33, 34
í)<>
Intercesión de Moisés por el
pueblo.
30 Al día siguiente dijo Moisés al
pueblo: «Habéis cometido un gran
pecado. Yo ahora voy a subir a Yave,
a ver si os alcanzo el perdón.» 31 Vol¬
vióse Moisés a Yave, y le dijo:
«¡Oh, este pueblo ha cometido un
gran pecado! Se han hecho un dios
de oro. 32 Pero perdónales su pecado,
o bórrame de tu libro, del que tú
tienes escrito.» 33 Yave dijo a Moisés:
«A él, que ha pecado contra mí, es
al que borraré de mi libro. 34 Ve
ahora, y conduce al pueblo a donde
yo te he dicho. Mi ángel marchará
delante de ti, pero cuando llegue el
día de mi visitación, yo los castigaré
por su pecado.» 35 Así castigó Yave
al pueblo, por haberse hecho el be¬
cerro de oro, que les hizo Arón.
Orden de partida.
1 Habló Yave a Moisés, y le
dijo: «Anda, sube ya de aquí,
tú y el pueblo que has sacado de
Egipto, y ve hacia la tierra que con
juramento prometí yo a Abraham, a
Isac y a Jacob, diciendo: a tu des¬
cendencia se la daré. 2 Yo mandaré
delante de ti un ángel, que arrojará
al cananeo, al amorreo, al geteo, al
fereceo, al jeveo, y al jebuseo. 3 Sube
a la tierra que mana leche y miel,
pues yo no subiré en medio de ti,
porque eres un pueblo de dura cer¬
viz, no sea que te destruya en el
camino.» 4 Al oír estas duras pala¬
bras, el pueblo se puso a llorar
y nadie se vistió sus galas. 6 Entonces
dijo Yave a Moisés: «Di a los hijos
de Israel: sois un pueblo de dura
cerviz, si yo subiera con vosotros os
aniquilaría. Depon, pues, tus galas,
V ya sabré yo lo que he de hacer.»
6 Los hijos de Israel se despojaron
de sus galas, a partir del monte
Horeb.
7 Moisés cogió su tienda y la puso
fuera del campamento, a alguna dis¬
tancia; le dio el nombre de tienda de
reunión, y todo el que buscaba a Yave
iba a la tienda de reunión, que estaba
fuera del campamento. 8 Cuando salía
Moisés para ir a la tienda, se levan¬
taba el pueblo todo, estándose todos
a la puerta de sus tiendas, y seguían
con sus ojos a Moisés, hasta que él
entraba en la suya. 9 Una vez que en¬
traba en ella Moisés, bajaba la co
lumna de nube, y se paraba a la
entrada de la tienda, y Yave hablaba
con Moisés. 10 Todo el pueblo, al ver
la columna de nube parada ante la
entrada de la tienda, se alzaba, y
se prosternaba a la entrada de sus
tiendas. 11 Yave hablaba a Moisés
cara a cara, como habla un hombre
a su amigo. Luego volvía Moisés al
campamento, pero su ministro, el
joven Josué, hijo de Nun, no se
apartaba de la tienda.
12 Moisés dijo a Yave: «Tú me
dices: haz subir a este pueblo, pero
no me das a conocer a quién man¬
darás conmigo, a pesar de que me
has dicho: te conozco por tu nombre
y has hallado gracia a mis ojos. 13 Si,
pues, en verdad he hallado gracia a
tus ojos, dame a conocer el camino,
para que yo, conociéndolo, vea que
he hallado gracia a tus ojos. Consi¬
dera que este pueblo es tu pueblo.»
14 Yave le respondió: «Iré yo mismo
contigo y te descansaré.» 45 Moisés
añadió: «Si no vienes tú delante, no
nos saques de este lugar, 16 pues
¿en qué vamos a conocer yo y tu
pueblo que hemos hallado gracia a
tus ojos, sino en que marches con
nosotros, y nos gloriemos yo y tu
pueblo entre todos los pueblos que
habitan sobre la tierra?» 17 Dijo Yave
a Moisés: «También a eso que me
pides accedo, pues has hallado gracia
a mis ojos, y te conozco por tu nom¬
bre. Yo mismo iré delante de ti y
te guiaré.» 18 Moisés le dijo: «Mués¬
trame tu gloria», 19 y Yave respondió:
«Yo haré pasar ante ti todo mi bien,
y pronunciaré ante ti mi nombre,
Yave, pues yo hago gracia al que
hago gracia, y tengo misericordia de
quien tengo misericordia; pero mi
faz no podrás verla, porque no puede
verla el hombre y vivir.» 20 Y añadió:
«Ahí en ese lugar te pondrás conmigo
sobre la roca. 21 Cuando pase mi
gloria, yo te meteré en el hueco de
la roca,' 22 y te cubriré con mi mano
mientras paso, 23 luego retiraré mi
mano, y me verás las espaldas, pero
mi faz no la verás.»
.Moisés sube <lc nuevo a la cima
del binai.
QI 1 Yave dijo a Moisés: «Haz
^ * dos tablas de piedra como las
primeras y escribe en ellas lo que
EXODO, 34
1)7
tenían las primeras que rompiste,
2 y está pronto para mañana subir
temprano y presentarte a mí en la
cumbre de la montaña. (i) * 3 Que no suba
nadie contigo, ni aparezca nadie en
ninguna parte de la montaña, ni
oveja, ni buey paste junto a la mon¬
taña.» 4 Moisés talló dos piedras
como las dos primeras, y levantándose
muy temprano, subió a la montaña
del Sinaí, como se lo había mandado
Yave, llevando en sus manos las dos
tablas de piedra.
6 Yave descendió en la nube, y
poniéndose allí con él, pronunció el
nombre de Yave, 6 y pasando delante
de él exclamó: «¡Yave, Yavel, Dios
misericordioso y clemente, tardo a
la ira, rico en misericordia y fiel,
7 que conserva su gracia para mil
generaciones, y perdona la iniquidad,
la rebelión y el pecado, pero no los
deja impunes, y castiga la iniquidad
de los padres en los hijos hasta la
tercera y cuarta generación!» 8 Moi¬
sés se echó en seguida en tierra y
se prosternó, 9 diciendo: «Señor, si
he hallado gracia a tus ojos, dígnate,
Señor, marchar en medio de nos¬
otros, porque este pueblo es de dura
cerviz; perdona nuestras iniquidades
y nuestros pecados, y tómanos por
heredad tuya.» 10 Yave respondió:
«Mira, voy a pactar alianza. Yo haré
ante todo tu pueblo prodigios, cuales
no se han hecho jamás en ninguna
tierra, ni en ninguna nación, para
que el pueblo que te rodea vea la
obra de Yave, porque he de hacer
contigo cosas terribles. 11 Atiende
bien a lo que te mando hoy: Yo arro¬
jaré de ante ti al amorreo, al cana-
neo, al geteo, al fereceo, al jeveo y
al jebuseo. 12 Guárdate de pactar
con los habitantes de la tierra contra
la cual vas, pues sería para vosotros
la ruina. 13 Derribad sus altares,
romped sus cipos, y destrozad sus
aseras (1). 14 No adores otro Dios
que yo, porque Yave se llama celoso,
es un Dios celoso. 15 No pactes con los
habitantes de esa tierra, no sea que
al prostituirse ellos ante sus dioses,
ofreciéndoles sacrificios, te inviten, y
comas de sus sacrificios, 16 y tomes
a sus hijas para tus hijos, y sus hijas,
al prostituirse ante sus dioses, arras¬
(i) Grupo de troncos de árboles, con el
arranque de algunas ramas, que simbolizaba
un bosque, símbolo a su vez de Astarté, diosa
de la fecundidad.
tren a tus hijos a prostituirse también
ellos ante sus dioses.
17 No te harás dioses de metal
fundido.
18 Guardarás la fiesta de los áci¬
mos, durante siete días comerás pan
ácimo, como te lo he mandado en
el tiempo señalado, en el mes de
Abib, pues en ese mes saliste de
Egipto. 19 Todo masculino que abre
la vulva es mío: De todos los animales,
de bueyes, de ovejas, será mío.
20 El primogénito del asno lo redi¬
mirás con una oveja, y si no lo redi¬
mes a precio, lo matarás. Redimirás
al primogénito de tus hijos, y no
te presentarás ante mí con las manos
vacías.
21 Seis días trabajarás, el séptimo
descansarás; no ararás ni recolec¬
tarás.
22 Celebrarás la fiesta de las sema¬
nas, de las primicias de la reco¬
lección del trigo, y la solemnidad de
la recolección de la mies al fin del
año.
23 Tres veces al año se prosterna¬
rán ante el Señor, Yave, Dios de
Israel, todos los varones; 24 pues yo
arrojaré de ante ti las gentes y
dilataré tus fronteras, y nadie insi¬
diará tu tierra mientras subas para
presentarte ante Yave, tu Dios, tres
veces al año.
25 No asociarás a pan fermentado
la sangre de la víctima, y el sacri¬
ficio de la fiesta de la Pascua no lo
guardarás durante la noche hasta
el siguiente día.
26 Llevarás a la casa de Yave, tu
Dios, las primicias de los frutos de
tu suelo.
No cocerás un cabrito en la leche
de su madre.»
27 Yave dijo a Moisés: «Escribe
tú estas palabras, según las cuales
hago alianza contigo y con Israel.»
28 Estuvo Moisés allí cuarenta
días y cuarenta noches, sin comer y
sin beber, y escribió en las tablas
los diez mandamientos de la ley.
29 Cuando bajó Moisés de la montaña
del Sinaí, traía en sus manos las
dos tablas del testimonio, y no sabía
que su faz se había hecho radiante,
desde que había estado hablando con
Yave. 30 Arón y todos los hijos
de Israel, al ver cómo resplandecía
la faz de Moisés, tuvieron miedo
de acercarse a él. 31 Llamólos Moisés;
y Arón y los jefes de la asamblea
volvieron y se acercaron, y él les
7
98
ÉXODO, 35
habló. 32 Acercáronse luego todos
los hijos de Israel, y él les comunicó
todo lo que le había mandado Yave
en la montaña del Sinaí. 33 Cuando
Moisés hubo acabado de hablar, se
puso un velo sobre el rostro. 34 Al
entrar Moisés ante Yave para ha¬
blar con él, se quitaba el velo hasta
que salía; después salía para decir
a los hijos de Israel lo que se le había
mandado. 35 Los hijos de Israel
veían la radiante faz de Moisés, y
Moisés volvía después a cubrir su
rostro con el velo, hasta que entraba
de nuevo a hablar con Yave.
Ofrendas para la construcción
del tabernáculo.
1 Convocó Moisés la asamblea
de todo Israel, y les dijo: «He
aquí lo que Yave ha mandado hacer:
2 Seis días trabajaréis, pero el sép¬
timo será para vosotros santo, día
de descanso, consagrado a Yave.
El que en ese día haga un trabajo
cualquiera, será castigado con la
muerte. 8 El sábado no encenderéis
la lumbre en ninguna de vuestras
inoradas.» 4 Moisés habló a toda la
asamblea de los hijos de Israel, y
les dijo: «He aquí lo que ha mandado
Yave: 5 Tomad de vuestros bienes,
para hacer ofrenda a Yave. Ofrezcan
todos voluntariamente una ofrenda
de oro, plata, bronce, 6 jacinto, púr¬
pura, carmesí, lino, pelo de cabra,
7 pieles de carnero teñidas de rojo
y jacinto, madera de. acacia, 8 aceite
para el candelabro, aromas para el
óleo de unción y para el timiama,
9 piedras de ónice y piedras de en¬
gaste para el efod y el pectoral.
10 Cuantos de vosotros sean hábiles,
vengan para ejecutar todo lo que
Yave lia mandado; 11 el habitáculo
con su tabernáculo, su cubierta, sus
anillos, sus tablones, sus travesanos,
sus columnas y sus basas; 12 el arca
y sus barras; el propiciatorio y el
velo de separación, 13 la mesa con
sus barras y todos sus utensilios, y
los panes de la proposición; 14 el can¬
delabro con sus utensilios, sus lám¬
paras y el aceite para el candelabro;
15 el altar del timiama y sus barras;
el óleo de unción y el timiama aro¬
mático; la cortina de la puerta de
entrada al habitáculo; 16 el altar de
los holocaustos, su rejilla de bronce,
sus barras y todos sus utensilios;
la pila y su base; 17 las cortinas del
atrio, sus columnas, sus basas y la
cortina para la puerta del atrio;
18 los clavos del habitáculo y del
atrio y sus cuerdas; 19 las vestiduras
sagradas para el servicio en el san¬
tuario, las vestiduras sagradas para
el sacerdote Arón, y las vestiduras
de sus hijos para los ministerios sa¬
cerdotales. »
20 Una vez que la asamblea de
Israel salió de la presencia de Moisés,
vinieron todos los de corazón gene¬
roso, 21 y todos aquellos a quienes
impulsaba su ánimo a ofrecer dones
a Yave para la obra del tabernáculo
del testimonio y todo cuanto para
el culto y las vestiduras sagradas era
necesario. 22 Vinieron hombres y mu¬
jeres, y todos los de ánimo dispuesto
ofrecieron pendientes, arillos, anillos,
cadenas, brazaletes y toda suerte
de objetos de oro, presentando cada
uno la ofrenda de oro que dedicaha
a Yave. 23 Cuantos tenían jacinto,
púrpura, carmesí, lino, pelo de cabra
y pieles de carnero teñidas de rojo
y de jacinto, las trajeron. 24 Los que
tenían plata o bronce se lo trajeron
a Yave. Lo mismo hicieron los que
tenían madera de acacia para los
objetos destinados al culto. 26 Todas
las mujeres que tenían habilidad para
ello, hilaron con sus manos lino, y
trajeron su labor, el jacinto, la púr¬
pura, el carmesí y el lino. 28 Todas
las mujeres hien dispuestas y que
tenían habilidad para ello hilaron
pelo de cabra. 27 Los principales del
pueblo trajeron piedras de ónice y
piedras de engaste para el efod y el
pectoral; 28 aromas y aceite para el
candelabro, para el óleo de unción
y para el timiama. 29 Todos los hijos
de Israel, hombres V mujeres de co¬
razón bien dispuesto para contribuir
a la obra que Yave había mandado
hacer a Moisés, trajeron a Yave
ofrendas voluntarias.
30 Moisés dijo a los hijos de Israel:
«Sabed que Yave ha elegido a Bcsa-
lel, hijo de Uri, hijo de Jur, de la
tribu de Judá. 31 El le ha llenado
del espíritu de Dios, de sabiduría,
de entendimiento y de saber para
toda suerte de obras, 83 para pro¬
yectar, para trabajar el oro, la plata
y el bronce, 33 para grabar piedras y
engastarlas, para tallar la madera
y hacer toda clase de obras de arte.
34 El ha puesto en su corazón el don
de enseñanza, así como en el de
ÉXODO. 36
99
Oliab, hijo de Ajisamec, de la tribu
de Dan. 36 El les ha llenado de inte¬
ligencia, para ejecutar toda obra de
escultura de arte, para tejer en diver¬
sos dibujos el jacinto, la púrpura, el
carmesí y el lino, para ejecutar toda
suerte de trabajos y para proyectar
combinaciones.
q/- 1 Besalel, Oliab y todos los
Ou hombres hábiles, en cuyo co¬
razón había puesto Yave inteligencia,
y se sentían impulsados en su corazón
para trabajar en esta obra, hicieron
lo destinado al servicio del santuario
como Dios se lo había mandado a
Moisés. 2 Llamó Moisés a Besalel y
Oliab y a todos los hombres hábiles
en quienes había puesto Yave enten¬
dimiento y corazón dispuesto- a po¬
nerse a la obra para realizarla, 3 y
ellos tomaron de Moisés los dones
que los hijos de Israel habían traído
para ejecutar las obras destinadas
al servicio del santuario, y cada
mañana seguía el pueblo trayendo a
Moisés sus voluntarias ofrendas.
4 Pero un día los que hacían las obras
para el santuario dejaron el trabajo
5 y vinieron a decir a Moisés: «El
pueblo trae bastante más de lo que
se necesita para hacer lo que el Señor
ha mandado»; 6 y Moisés hizo publi¬
car en el campamento que ninguno,
hombre ni mujer, trajera ya más
dones para el santuario, y se impidió
al pueblo traer más. 7 Lo reunido
bastaba y sobraba para todo lo que
había de hacerse.
Construcción de todo lo mandado.
8 Los hombres hábiles, de los que
trabajaban en la obra, hicieron el
habitáculo de diez cortinas de hilo
torzal, de lino jacinto, púrpura y
carmesí, con querubines, en un artís¬
tico tejido. 9 El largo de cada cor¬
tina era de veintiocho codos, y el
ancho de cuatro, todas de las mis¬
mas medidas. 10 Uniéronse cinco de
estas cortinas en un conjunto y cinco
en otro. 11 Se pusieron los lazos de
jacinto al borde de la cortina que
terminaba el primer conjunto, y lo
mismo se hizo al borde de la última
cortina del segundo. 12 Cincuenta
lazos para la primera cortina y otros
cincuenta para el borde de la última
del segundo conjunto, correspon¬
diéndose los lazos unos con otros.
13 Se hicieron cincuenta garfios de
oro con los que se unían unas o.
otras las cortinas, de modo que c!
habitáculo hiciera un solo todo. 14 Se
hicieron los tapices de pelo de cabra,
para servir de tabernáculo sobre el
habitáculo; 16 cada uno de treinta
codos de largo y cuatro de ancho;
todos de la misma medida. Se unie¬
ron estos tapices, cinco en una parte
y seis en otra. 17 Se pusieron cincuenta
lazos en el borde de la cortina que
terminaba una parte y cincuenta
en el borde de la que terminaba la
otra, 18 y cincuenta garfios de bronce
para unir las cortinas, de modo que
formase un solo todo. 19 Se hizo para
el tabernáculo una cubierta de pieles
de carnero teñidas de rojo, y encima
otra de pieles de carnero teñidas de
jacinto.
20 Hiciéronse los tablones para el
habitáculo; eran de madera de acacia,
para ponerse de pie; 21 cada uno de
diez codos de largo y codo y medio
de ancho. 22 Cada tablón tenía dos
espigas, cerca una de otra, y así
se hicieron todos los tablones del
habitáculo. 23 Se hicieron veinte
tablones para el habitáculo para el
costado del mediodía, a la derecha.
24 Se pusieron las cuarenta basas de
plata debajo de las veinte planchas,
dos para cada una, para sus dos es¬
pigas. 26 Para el segundo costado, el
del norte, se hicieron otros veinte
tablones 26 con sus cuarenta basas
de plata, dos para debajo de cada
uno. 27 Se hicieron seis tablones para
el fondo del habitáculo, al lado de
occidente, 28 y dos para los ángulos
del habitáculo en el fondo; 29 eran
dobles desde la basa hasta arriba,
junto al primer anillo; así se hicieron
estas planchas para los dos ángulos.
30 Había, pues, ocho tablones con
dieciséis basas, dos bajo cada tablón.
31 Se hicieron cinco travesados de
madera de acacia para los tablones
de un costado del habitáculo, 32 cinco
para el otro costado y cinco para los
del fondo, del lado de occidente.
33 El travesado de en medio se exten¬
día a todo lo largo de los tablones del
uno al otro extremo. 34 Se revistieron
de oro Jas tablas, y se hicieron de
oro los anillos por donde pasaban
las barras traveseras, y se revistieron
éstas de oro. 36 Se hizo el velo de
jacinto, púrpura, carmesí c hilo de
lino torzal, con querubines trazados
en un artístico tejido. 36 Se hicieron
100
ÉXODO, 37, 38
para él cuatro columnas de madera
de acacia revestida de oro, con gar¬
fios de oro, y se fundieron para ellas
cuatro basas de plata.
37 Se hizo para la entrada del taber¬
náculo un velo de jaciuto, púr¬
pura, earmesí e hilo torzal, en tejido
de vario dibujo. 38 Se hicieron para
este velo cinco columnas con sus
garfios, revistiendo de oro los capi¬
teles y los anillos, siendo de bronce
las cinco basas.
>y-r 1 Besalel hizo el arca de madera
•I ^ de acacia, de dos codos y medio
de largo y uno y medio de ancho
y uno y medio de alto. 2 La revistió
de oro puro por dentro y por fuera
e hizo en ella una moldura todo
en derredor. 3 Fundió para ella cuatro
anillos de oro, poniéndolos a sus
cuatro pies, dos a un lado y dos al
otro. 4 Hizo las barras de acacia,
y las revistió de oro, 5 y pasó las
barras por los anillos de los lados
para poder llevarla. 6 Hizo el pro¬
piciatorio de oro puro, de dos codos
y medio de largo y codo y medio de
ancho; 7 y los dos querubines de
oro, de oro macizo, haciendo un
cuerpo con los dos extremos del pro¬
piciatorio; 8 los dos querubines salían
del propiciatorio mismo en sus dos
extremos; 9 tenían las alas desplega¬
das hacia lo alto y eubrían con ellas
el propiciatorio, de cara el uno al
otro y con el rostro vuelto hacia el
propiciatorio. 10 Hizo la mesa de
madera de acacia, de dos codos y
medio de largo, un codo de ancho y
codo y medio de alto. 11 La revistió
de oro puro, e hizo la moldura todo
en derredor. 12 Hizo el reborde de oro
de un codo de alto, y en él una mol¬
dura de oro todo en derredor. 13 Fun¬
dió para la mesa cuatro anillos de
oro, y los puso a los cuatro pies de
ella. 14 Los anillos estaban cerca del
reborde, y servían para recibir las
barras con que transportarla. 15 Hizo
las barras de acacia y las revistió
de oro; servían para llevar la mesa.
10 Hizo todos los utensilios de la
mesa, sus platos, sus cazoletas, sus
copas y sus tazas para las libaciones,
todo de oro puro.
17 Hizo de oro puro el candelabro,
con su pie y su tallo era de oro ba¬
tido; sus cálices, sus globos, y sus
lirios hacían cuerpo con él. 18 De
su tallo salían seis brazos, tres de
un lado y tres de otro. 19 Tenia en
f el primer brazo tres cálices' de flor
de almendro, figurando un botón
| que se abre, y otros tres de la misma
forma en el segundo brazo, y lo
mismo en todos los seis brazos que
salían del candelabro. 20 En el tallo
del candelabro había otros euatro
cálices de flor de almendro figu¬
rando un botón que se abre, 21 el
primero en el arranque de los dos
primeros brazos, el segundo en el de
los dos siguientes, y otro en el arranque
de los dos últimos. 22 Los brazos v
sus cálices hacían todos un cuerpo
1 con el candelabro, y todo él era una
! sola masa de 'oro macizo. 23 Hizo
1 siete lámparas con sus despabila¬
deras y su plato, de oro puro todo.
24 Se empleó para hacer el cande¬
labro y sus utensilios un talento de
oro puro. 25 Hizo el altar del timiama,
de madera de acacia, de un codo de
largo, un codo de ancho, cuadrado,
y dos codos de alto; sus cuernos ha¬
cían con él un solo cuerpo; 26 le re¬
vistió de oro puro por encima, por
I los lados, todo en derredor, y los
cuernos, y le adornó con una mol¬
dura de oro puro todo en derredor.
27 Por debajo de la moldura colocó
| los anillos de oro a los dos ángulos,
dos en cada lado para recibir las
barras que servían para transportarlo.
28 vHizo las barras de madera de aca¬
cia y las revistió de oro. 29 Hizo
también el óleo de unción y el ti¬
miama, según las reglas del arte
de la perfumería.
»>p 1 Hizo el altar de los holocaus¬
to tos, de madera de acacia, de cin¬
co codos de largo, cinco de ancho
cuadrado y tres codos de alto.
2 A los cuatro ángulos hizo los cuer¬
nos formando con él un solo cuerpo,
y lo revistió de bronce. 3 Hizo todos
sus utensilios, los vasos para la ce-
, niza, las palas, las bandejas, los tene¬
dores y los braseros. Todos estos
utensilios eran de bronce. 4 Hizo para
el altar una rejilla de bronce, a modo
de malla, y la colocó debajo de la
cornisa del altar, hacia la mitad de
él, por debajo. 5 Fundió cuatro
anillos para las cuatro puntas de
la rejilla de bronce, para recibir
las barras. 6 Hizo las barras de madera
de acacia, y las revistió de bronce,
7 y pasó las barras por los anillos a
los dos lados del altar, para trans
portarlo. Le hizo hueco, en tableros.
8 Hizo la pila de bronce, con su has».
EXODO. 39
101
de bronce, con los espejos de las
mujeres que velaban a la entrada
del tabernáculo de la reunión.
9 Hizo el atrio. Las cortinas del
atrio para el lado del mediodía, a la
derecha, eran de lino torzal y de cien
codos de largo. 10 Había veinte co¬
lumnas con sus veinte basas de bronce.
Los garfios de las columnas y sns
anillos eran de plata. 11 Del lado del
norte había cien codos de cortina
basas de bronce. Los garfios de las I
columnas y los anillos eran de plata.
12 Del lado de occidente había cin- '
cuenta codos de cortina y diez colum¬
nas con sus diez basas. 13 En el lado
de delante, al oriente, había cin¬
cuenta codos; 14 quince codos de
cortina de una parte y tres columnas
con sus basas 16 y quince codos de
cortina de la otra, con tres columnas
y tres basas; una parte a un lado de
la entrada del atrio, la otra al otro.
16 Todas las cortinas que cerraban
el atrio eran de hilo de torzal de lino;
17 las basas de las columnas, de bronce;
los garfios y los anillos, de plata; ¡
y los capiteles estaban revestidos de
plata. 18 La cortina de la entrada
del atrio estaba tejida en vario di¬
bujo, en hilo torzal, jacinto, púr¬
pura y carmesí; era de veinte codos
de largo y cinco de alto en lo ancho,
según la medida de las otras cortinas
del atrio. 19 Sus Cuatro columnas y
sus cuatro basas, de bronce; los gar¬
fios y los anillos, de plata, y los capi¬
teles, revestidos de plata. 20 Todos los
clavos para el habitáculo y el recinto
del atrio eran de bronce.
21 He aquí el cómputo de lo em¬
pleado para el habitáculo; el habi¬
táculo del testimonio, hecho por los
levitas, de orden de Moisés y bajo
la dirección de Itamar, hijo del sa¬
cerdote Arón. 22 Besalel, hijo de Uri,
hijo de Jur, de la tribu d Judá, hizo
cuanto Ya ve había mandado a Moi¬
sés, 23 teniendo por ayudante a Oliab,
hijo de Ajisamec, de la tribu de Dan,
hábil escultor, dibujante, para tejido
en vario dibujo en jacinto, púrpura,
y carmesí, de lino torzal. 24 El total
del oro empleado en la obra del san¬
tuario, producto de las ofrendas,
veintinueve talentos con setecientos
treinta sidos, según el peso del sido
del santuario. 26 La plata de los de la
asamblea que fueron incluidos en
el censo se elevó a cien talentos y
mil setecientos setenta y cinco sidos,
según el peso del sido del santuario.
26 Era un beca por cabeza, medio
sido, según el sido del santuario,
para cada hombre comprendido en
el censo, de veinte años para arriba,
o sea de seiscientos tres mil qui¬
nientos cincuenta. 27 Los cien talen¬
tos de plata se emplearon para fundir
las basas del santuario, las del velo;
cien basas, un talento por basa.
28 Con los mil setecientos setenta y
cinco sidos se hicieron los garfios
para las columnas, y se revistieron
los capiteles. 29 El bronce ofrendado
subió a setenta talentos y dos mil
cuatrocientos sidos. 30 De él se hi¬
cieron las basas de la entrada del
tabernáculo de la reunión, el altar
de bronce con su rejilla, y todos
sus utensilios, 31 las basas del re¬
cinto del atrio y los de la puerta,
y todas las otras piezas de bronce
del habitáculo y del recinto del
atrio.
OQ 1 Con el jacinto, la púrpura y
^ ’ el carmesí se hicieron las vesti¬
duras sagradas para el ministerio
del santuario; las vestiduras sagra¬
das de Arón, como lo había manda¬
do Yave: 2 el efod, de oro, hilo tor¬
zal de lino, jacinto, púrpura y car¬
mesí, en obra plumaria. 3 Laminó el
oro, y cortó las láminas en hilos
para entretejerlos con el jacinto,
la púrpura y el carmesí, en obra
plumaria; 4 las dos hombreras que
unían una a otra las dos bandas por
dos extremos; 6 la faja del efod que
éste lleva unida y es del mismo tejido,
oro, jacinto, púrpura y carmesí.
6 Talló dos piedras de ónice, encerra¬
das en dos cápsulas de oro, para el
engaste, y con los nombres de los
hijos de Israel grabados según el
arte de los grabadores de sellos,
7 y los puso a los hombros del efod,
para memoria de los hijos de Israel,
como a Moisés se lo mandó Yave.
8 Se hizo el pectoral, artísticamente
trabajado, del mismo tejido del efod,
oro, jacinto, púrpura y carmesí, en
hilo torzal de lino. 9 Era cuadrado
y doble, de un palmo de largo y
uno de ancho, doble. 10 Se le guarne¬
ció de cuatro filas de piedras; en
la primera fila una sardónice, un
topacio y una esmeralda; 11 en la
segunda un rubí, un zafiro y un dia¬
mante; 12 en la tercera un ópalo, un
ágata y una amatista; 13 y en la
cuarta un crisólito, una ónice y un
jaspe. 14 Las piedras estaban engas-
102
ÉXODO, 40
tadas en cápsulas de oro y corres¬
pondían a los nombres de los hijos
de Israel, las doce según,sus nombres,
grabados en ellas como se graban los
sellos, un nombre en cada una. 15 Se
hicieron para el pectoral cadenillas
de oro torcidas en forma de cordones;
16 dos cápsulas de oro y dos anillos
de oro, y se pusieron los anillos a
los extremos superiores del pectoral.
17 Se pasaron los dos cordones de
oro por los dos anillos de los extremos
del pectoral a las dos cápsulas colo¬
cadas delante de las hombreras del
efod. 16 Se fijaron estos dos cordones
a las dos cápsulas puestas en las
hombreras del efod. 19 Se hicieron
otros dos anillos de oro, que se pu¬
sieron a los extremos inferiores del
pectoral, en el borde inferior al efod
por de fuera, 20 cerca de la unión,
por encima de la cintura del efod,
21 y fijaron el pectoral, uniéndole
por sus anillos a los anillos del efod
con una cinta de jacinto, para que
se sostuviese el pectoral sobre la
cintura del efod, sin separarse de él,
como Yave se lo había mandado a
Moisés.
22 Se hizo la sobretúnica del efod,
toda de una pieza, tejida en jacinto.
23 Tenía en medio una abertura seme¬
jante a la de una cota y con un re¬
borde todo en torno para que no
se rasgase. 24 Se pusieron en la orla
inferior granadas de jacinto, de púr¬
pura y carmesí, en hilo de lino torzal,
25 y se hicieron las campanillas de oro
puro, poniéndolas entre las grana¬
das, en el borde inferior de la ves¬
tidura, todo en derredor, 26 una cam¬
panilla y una granada, una campani¬
lla y una granda, en el borde de la
vestidura todo en derredor, para el
ministerio, como se lo había man¬
dado Yave a Moisés.
27 Se hicieron las túnicas de lino
tejidas para Arón y sus hijos; 26 las
tiaras de lino para el ministerio; los
calzones de hilo torzal de lino; 29 el
cinturón de torzal de lino, jacinto,
púrpura y carmesí en tejido plumario,
como se lo había mandado Yave a
Moisés.
30 Hicieron de oro puro la lámina,
diadema sagrada y grabaron en ella,
como se graban los sellos, «Santi¬
dad a Yave», 31 y se la ató con una
cinta de jacinto a la tiara, arriba, como
se lo había inandado Yave a Moisés.
32 Así se acabó toda la obra del
habitáculo y del tabernáculo de la
reunión, y los hijos de Israel hicieron
todo lo que Yave había mandado a
Moisés.
Presentación de toda la obra a
MoUés.
33 Presentaron a Moisés el habi¬
táculo, el tabernáculo y todos los
objetos que hacían parte de ellos,
los garfios, las tablas, los travesados,
las columnas y las basas, 34 la cubierta
de pieles de carnero teñidas de rojo,
la cubierta de pieles teñidas de ja¬
cinto, y el velo de separación; 34 el
arca del testimonio con sus barras
y el propiciatorio; 36 la mesa con
todos sus utensilios, y los panes de
la proposición; 37 el candelabro de
oro puro con sus lámparas: las lám¬
paras que se habían de poner en él;
todos sus utensilios y el aceite para
las lámparas; 38 el altar de oro, el
óleo de unción y el timiama; el velo
para la entrada del tabernáculo; el 39
altar de bronce, sus barras y todos
sus utensilios; la pila con su base,
40 las cortinas del atrio, sus columnas,
sus basas; la cortina de la entrada
del atrio, sus cuerdas y sus clavos
y todos los utensilios para el servicio
del habitáculo, para el tabernáculo
de la reunión; 41 las vestiduras sagra¬
das para el servicio del santuario,
las del sacerdote Arón y las de sus
hijos para las funciones sacerdotales.
42 Los hijos de Israel habían hecho to¬
das sus obras conforme a lo que Yave
había mandado a Moisés. 43 Moisés lo
examinó todo, viendo lo que habían
hecho, y todo lo habían hecho como
Yave se lo había mandado, y Moisés
los bendijo.
Alza Moisés el tabernáculo.
40 1 ^ avc l lab ló a Moisés, dieien-
do: 2 «El día primero del mes
prepararás el habitáculo y el taber¬
náculo de la reunión, 3 y pondrás en
él el arca del testimonio y la cubri¬
rás con el velo; 4 llevarás la mesa y
dispondrás lo que en ella se ha de
proponer; llevarás el candelabro, y
colocarás en él las lámparas; 6 pon¬
drás el altar de oro para el timiama
delante del arca del testimonio, y
colocarás el velo a la entrada del
habitáculo del tabernáculo de la
reunión. ® Pondrás el altar de los
holocaustos delante de la entrada
ÉXODO, 40
103
d.cl tabernáculo de la reunión. (i) * * * * * 7 Pon¬
drás la pila entre el tabernáculo de
la reunión y el altar, y echarás agua
en ella; 8 alzarás el atrio en torno,
v pondrás la cortina a la entrada del
atrio. 9 Tomarás óleo de unción, un¬
girás el habitáculo y cuanto en él se
contiene; lo consagrarás con todos
sus utensilios y será santo; 10 ungi¬
rás el altar de Los holocaustos y todos
sus utensilios; consagrarás el altar
y será santísimo; 11 ungirás la pila
con su base, y la consagrarás 12 Harás
avanzar a Arón y a sus hijos cerca
de la entrada del tabernáculo, y los
lavarás con el agua; 13 y luego reves¬
tirás a Arón de sus vestiduras sagra¬
das, y le ungirás, y le consagrarás,
y será sacerdote a mi servicio; 14 harás
acercar a sus hijos, y después de re¬
vestirlos de sus túnicas, 15 los ungirás
como ungiste al padre, y serán sacer¬
dotes a mi servicio. Esta unción los
ungirá sacerdotes perpetuamente entre
sus descendientes.«
16 Moisés hizo todo lo que le or¬
denó Yave; como se lo ordenó, así
lo hizo.
17 El día primero del año segundo
fué alzado el tabernáculo; 18 Moisés
lo alzó, puso los tablones, las barras,
los travesanos, y alzó las columnas;
19 extendió el tabernáculo sobre el
habitáculo, y puso por encima la
cubierta del tabernáculo como se lo
había mandado Yave a Moisés.
20 Tomó el testimonio y lo puso dentro
del arca, y puso las barras del arca,
y encima de ella el propiciatorio.
21 Llevó el arca al habitáculo, y ha¬
biendo colocado el velo de separa¬
ción, ocultó el arca del testimonio,
como Yave se lo había mandado a
Moisés.
22 Puso la mesa en el tabernáculo
de la reunión, al lado norte del habi¬
táculo por delante del velo, 23 y dis¬
puso en ella los panes, como Yave
se lo había mandado a Moisés. 24 Puso
el candelabro en el tabernáculo de
la reunión, frente por frente de la
mesa, al lado meridional del habi¬
táculo, 26 y colocó en él las lámparas,
como Yave se lo había mandado a
Moisés. 26 Puso el altar de oro en e
tabernáculo de la reunión, delante
del velo, 27 y quemó sobre él el
titiama, como Yave se lo había man¬
dado a Moisés. 28 Puso la cortina a
la entrada del habitáculo. 29 Colocó
el altar de los holocaustos a la en¬
trada del habitáculo, y ofreció el ho¬
locausto y la oblación, como Yave
se lo había mandado a Moisés. 30 Puso
la pila entre el tabernáculo de la
reunión y el* altar, y echó agua en
ella para las abluciones; 31 Moisés,
Arón y sus hijos se lavaron en ella
manos y pies. 32 Siempre que entra¬
ban en el tabernáculo de la reu¬
nión y se acercaban al altar, se la¬
vaban, como Yave se lo había man¬
dado a Moisés. 33 Alzó el atrio en
torno del habitáculo y del altar, y
puso la cortina a la entrada del atrio.
Así acabó Moisés su obra.
La gloría de Dios llena
el tabernáculo.
34 Entonces la nube cubrió el ta¬
bernáculo de la reunión, y la gloria
de Yave llenó el habitáculo. 35 Moi¬
sés no podía ya entrar en el taber¬
náculo de la reunión, porque estaba
encima la nube, y la gloria de Yave
llenaba el habitáculo {1).
38 Todo el tiempo que los- hijos de
Israel hicieron sus marchas, se ponían
en movimiento cuando se alzaba la
nube sobre el tabernáculo, 37 y si la
nube no se alzaba, no marchaban,
hasta el día en que se alzaba. 38 Pues
la nube de Yave se posaba durante
el día sobre el habitáculo, y durante
la noche la nube se hacía ígnea a la
vista de todos los hijos de Israel,
todo el tiempo que duraron sus
marchas.
(i) La gloria de Dios en forma de nube
llena el tabernáculo, como llenará luego el
templo. Es como la toma de posesión de éstos
por Dios y una forma sensible de su habitación
en medio del pueblo. Así Israel, a quien se le
prohibe toda representación sensible de la
divinidad, tiene algo sensible en que apoyar
su fe.
L E V I T I C O
Leyes acerca de los holocaustos.
I 1 Llamó Yave a Moisés y le habló
desde el tabernáculo de la reunión,
diciendo: 2 «HabIa a los luios de Is¬
rael, y diles: Quien de vosotros ofre¬
ciere a Yave una ofrenda de reses (1)
ofrecerá ganado mayor o ganado
menor. 3 Si su ofrenda es de holo¬
causto de ganado mayor, será de un
macho inmaculado; lo traerá a la
puerta del tabernáculo del testimo¬
(i) El sacrificio es la oblación hecha a
Dios de un ser vivo, matándole, y en esto se
diferencia de la minja , que es la oblación de
frutos de la tierra. Hay cuatro especies de sacri¬
ficio: el holocausto, en que toda la víctima se
consume por el fuego, en honor de Dios; el
sacrificio expiatorio del pecado, y el sacrificio
expiatorio del delito, en los cuales una parte
de la víctima cede en favor del sacerdote,
y por eso se dice que los sacerdotes comen los
pecados del pueblo; el sacrificio pacífico o
eucarístico, en que participa también el oferente,
en banquete sagrado de comunión. La distin¬
ción entre el pecado y el delito parece estar en
la voluntariedad. El primero se comete sin
advertencia contra algo santo; el segundo con
advertencia, y es, además de contraí a santidad,
contra la justicia.
nio, para ser grato a Yave; 4 pondrá
su mano sobre la cabeza de la víc¬
tima, y será acepta ésta para expia¬
ción suya, 4 * e inmolará la res ante
Yave. Los sacerdotes, hijos de Arón,
llevarán la sangre y la derramarán
en torno del altar que está a la en¬
trada del tabernáculo de la reunión.
6 Desollarán la víctima y la descuar¬
tizarán. 7 * * * Los hijos del sacerdote
Arón pondrán fuego en el altar y
dispondrán la leña sobre el fuego,
8 y ordenarán sobre ella los trozos
con la cabeza y lo pegado al hígado,
9 las entrañas y las patas, lavadas
antes en agua, y todo lo quemará
el sacerdote sobre el altar. Es holo¬
causto y suave olor a Yave.
10 Si la ofrenda es de ganado menor,
holocausto de oveja o cabra, ofrecerá
un macho inmaculado, 11 y lo inmo¬
lará al lado del altar que mira al
norte, ante Yave; y los sacerdotes,
hilos de Arón, derramarán la sangre
en torno del altar 12 Lo descuartizarán
en torno del altar. 12 Lo descuartiza¬
rán, y con la cabeza y el sebo lo dis¬
pondrá el sacerdote sobre la leña
encendida del altar. 13 Las entrañas
106
LEVÍTICO, 2, 3
y las patas se lavarán con agua, y
todo lo quemará el sacerdote sobre
el altar. Es holocausto y olor suave
a Yave.
14 Si la ofrenda a Yave fuere un
holocausto de aves, ofrecerá tórtolas
o pichones. 16 El sacerdote llevará la
víctima al altar, y quitándole la ca¬
beza, la quemará en el altar; la sangre
la dejará correr sobre un lado del
altar; 16 los intestinos con sus excre¬
mentos los tirará junto al altar, al
lado de oriente, en el lugar donde se
echa la ceniza. 17 Le romperá las
alas, sin separarlas del todo, y el
sacerdote la quemará sobre la leña
encendida en el altar. Es holocausto
y suave olor a Yave.
Leyes acerca de las oblaciones.
O 1 Quien ofrezca a Yave una obla¬
ción de ofrenda incruenta, su obla¬
ción será de flor de harina, sobre la
cual habrá derramado aceite y pon¬
drá incienso. Es minja . ° La llevará
al sacerdote de los hijos de Arón,
quien, tomando un puñado de la
harina con aceite y todo el incienso,
lo quemará sobre el altar, como com¬
bustión en memoria, en olor suave
a Yave. 3 Lo que resta de la oblación,
será para Arón v sus hijos, santísimo
de las combustiones a Yave.
4 Si ofrecieres oblación de cosas
cocidas al horno, será de pastas de
flor de harina, sin levadura, amasa¬
das con aceite, o untadas con aceite,
sin levadura. 6 Si la oblación fuere de
frisuelos fritos en sartén, será de flor
de harina amasada con aceite, sin
levadura; 6 la partirás en trozos y
echarás aceite encima, es minja. 7 Si
la oblación fuere de cosa cocida en
la parrilla, será de flor de harina
amasada con aceite. 8 Llevarás la
minja , hecha de estas cosas a Yave,
y la entregarás al sacerdote, quien
la presentará ante el altar, y al ofre¬
cerla, 9 tomará de la minja la me¬
moria y la quemará sobre el altar
en olor de suavidad a Yave. 10 El
resto será de Arón y sus hijos, santí¬
simo de las oblaciones a Yave.
11 Yoda oblación que ofrezcáis a
Yave ha de ser sin levadura, pues
nada fermentado^ ni que contenga
miel, se ha de quemar en el sacrificio
de holocausto a Yave. 13 Podréis, sí,
presentarlo como ofrenda de pri¬
micias, pero no se pondrá sobre el
altar como ofrenda de suave olor.
13 A toda oblación que presentes le
pondrás sal; no dejarás que a tu
ofrenda le falte la sal de la alianza
de Yave; en todas tus ofrendas ofre¬
cerás sal.
14 Sí hicieres a Yave una oblación
de primicias, la harás de espigas
tostadas al fuego y hechas una pasta.
Así ofrecerás la minja de tus primi¬
cias, 15 y derramarás aceite sobre
ella, y pondrás encima incienso. Es
minja . 16 De ella quemará el sacer¬
dote la memoria, una parte de la
pasta con aceite y todo el incienso
combustión de Yave.
Leyes acerca de los sacrificios
cucurísticos.
Q 1 Quien ofreciere un sacrificio pa-
^ cífico, si lo que ofrece es de ganado
mayor, macho o hembra, 9 sin de¬
fecto lo ofrecerá a Yave. Pondrá la
mano sobre la cabeza de la víctima
y la degollará a la entrada del taber¬
náculo de la reunión; y los sacerdotes,
hijos de Arón, derramarán la sangre
en torno del altar. 3 De este sacrificio
pacífico ofrecerá a Yave en combus¬
tión el sebo que envuelve las entra¬
ñas y cuanto hay sobre ellas, 4 los
dos riñones, con el sebo que los re¬
cubre y el que hay entre los riñones
y los lomos, y el que hay en el hígado
sobre los riñones, 6 y lo quemarán
los hijos de Arón en el altar, encima
del holocausto puesto sobre la leña
encendida. Es combustión de suave
olor a Yave.
6 Si lo que ofrece es ganado menor,
macho o hembra, en sacrificio pací¬
fico a Yave, lo ofrecerá inmaculado.
7 Si es cordero, lo presentará ante
Yave, 8 pondrá su mano sobre la
cabeza de la víctima, y la degollará
ante el tabernáculo de la reunión.
Los sacerdotes, hijos de Arón, derra¬
marán la sangre en torno del altar.
9 De este sacrificio pacífico ofrecerán
a Yave en combustión la cola toda
entera, que se cortará desde la ra¬
badilla, el sebo que envuelve las
entrañas y cuanto hay sobre ellas,
10 los dos riñones, el sebo que los
recubre y el que hay entre ellos y
los Ionios, y la redecilla del hígado
sobre los riñones. 11 El sacerdote lo
quemará sobre el altar. Es manjar
de combustión a Yave.
12 Si lo que ofreciere a Yave es
LEVÍTICO, 4
107
una cabra, la presentará a Yave,
13 pondrá su mano sobre la cabeza de
la víctima y la degollará a la entrada
del tabernáculo de la reunión, y los
hijos de Arón derramarán la sangre
en torno del altar. 14 De la, víctima
se tomará, para ofrecer oblación de
combustión a Yave, el sebo que cu¬
bre las entrañas y cuanto hay sobre
ellas, 14 los dos riñones, con el sebo
que los recubre y el que hay entre
ellos y los lomos, y la redecilla del
hígado sobre los riñones. 16 El sacer¬
dote lo quemará sobre el altar, man¬
jar de combustión de suave olor a
Yave. Todo sebo a Yave. 17 Esta es
una ley perpetua para vuestros des¬
cendientes, donde quiera que habitéis.
Vosotros no comeréis ni sangre ni
sebo.»
Leyes acerca de los sacrificios
expiatorios por el pecado*
A 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
2 «Habla a los hijos de Israel, y
diles: Si pecare alguno por ignoran¬
cia, haciendo algo contra cualquiera
de los mandatos prohibitivos de Yave:
? Si es el sacerdote ungido el que
peca, haciendo así culpable al pueblo,
ofrecerá a Yave por su pecado un
novillo sin defecto en sacrificio expia¬
torio. 4 Llevará el novillo a la entrada
del tabernáculo de la reunión ante
Yave, y después de poner la mano
sobre su cabeza, lo degollará ante
Yave. 5 El sacerdote ungido tomará
la sangre del novillo, y la llevará al
tabernáculo de la reunión; 6 y mo¬
jando un dedo en la sangre, hará siete
aspersiones ante Yave hacia el velo
del santuario: 7 untará de ella los
cuernos del altar del timiama, y de¬
rramará todo el resto de la sangre
del novillo en torno del altar de los
holocaustos, que está a la entrada
del tabernáculo de la reunión. 8 Co¬
gerá luego el sebo del novillo sacri¬
ficado por el pecado, el sebo que cubre
las entrañas y cuanto hay sobre
ellas, 9 los dos riñones con el sebo
que los cubre y el que hay entre ellos
y los lomos, y la redecilla del hígado
sobre los riñones, 10 como se coge en
el novillo del sacrificio pacífico, y lo
quemará en el altar de los holocaustos.
11 La piel del novillo, sus carnes, la
cabeza, las piernas, las entrañas y
los excrementos, 12 lo llevará todo
mera del campamento a un lugar
puro, donde se tiran las cenizas, y lo
quemará sobre leña. Se quemará en
el lugar donde se tiran las cenizas.
13 Si fuere la asamblea toda del
pueblo la que por ignorancia pecare
sin darse cuenta, haciendo algo que
los mandatos de Yave prohiben, in¬
curriendo así en culpa; 14 al darse
cuenta la asamblea del pecado come¬
tido, ofrecerá en sacrificio expiatorio
un novillo, que se llevará a la en¬
trada del tabernáculo de la reunión.
15 Los ancianos de la asamblea pon¬
drán sus manos sobre la cabeza del
novillo ante Yave; 16 el sacerdote
ungido llevará la sangre del novillo
al tabernáculo de la reunión, 17 y
mojando su dedo en la sangre, asper¬
gerá siete veces ante Yave hacia el
velo; 18 untará de sangre los cuernos
del altar, que está ante Yave en el
tabernáculo de la reunión, y la de¬
rramará al pie del altar de los holo¬
caustos, que está a la entrada del
tabernáculo de la reunión. 19 Luego
cogerá todo el sebo del novillo y lo
quemará en el altar, 20 haciendo con
este novillo como con el novillo an¬
terior. Así los expiará el sacerdote y
les será perdonado. 21 Llevará el no¬
villo fuera del campamento, y lo
quemará como el anterior. Este es el
sacrificio por el pecado de la asam¬
blea de los hijos de Israel.
22 Si el que pecó es un príncipe del
pueblo, haciendo por ignorancia algo
de lo que. los mandamientos de Yave,
su Dios, prohiben, incurriendo así en
culpa; 23 al darse cuenta del pecado
cometido, llevará como ofrenda un
macho cabrío sin defecto; 24 pondrá
su mano sobre la cabeza, y lo dego¬
llará en el lugar donde se degüellan
los holocaustos a Yave; es sacrificio
por el pecado; 25 el sacerdote mojará
su dedo en la sangre de la víctima
y untará de ella los cuernos del altar
de los holocaustos, y la derramará;
la derramará al pie del altar. 26 des¬
pués quemará todo el sebo en el altar,
como se quema en los sacrificios pa¬
cíficos. Así le expiará el sacerdote
de su pecado, y le será perdonado.
27 Si el que por ignorancia pecó
es uno del pueblo, haciendo algo que
Yave ha prohibido hacer, e incu¬
rriendo así en culpa; 28 al caer en
la cuenta de su pecado, llevará en
ofrenda una cabra sin defecto, hem¬
bra, por el pecado cometido; 29 pondrá
su mano sobre la cabeza de la vícti¬
ma por el pecado, y la degollará en
108
LEVÍTICO, 5
el lugar donde se ofrecen los holo¬
caustos. 30 El sacerdote mojará su
dedo en la sangre de la víctima, un¬
tará de ella los cuernos del altar de
los holocaustos, y la derramará al
pie del altar. 31 "Después, tomando
todo el sebo, como en el sacrificio
pacífico, lo quemará en el altar en
suave olor a Ya ve. Así le expiará el
sacerdote, y le será perdonado.
32 Si lo que ofrece en sacrificio por
el pecado es cordero, llevará una
cordera sin defecto, 33 pondrá su
mano sobre la cabeza de la víctima
por el pecado, y la degollará en sa¬
crificio de expiación en el lugar don¬
de se ofrecen los holocaustos. 34 El
sacerdote mojará su dedo en la san¬
gre de la víctima, y untará de ella
los cuernos del altar de los holocaus¬
tos, y derramará la sangre al pie del
altar. 36 Después, tomando el sebo,
como en el sacrificio pacífico, lo que¬
mará en el altar sobre las combus¬
tiones de Yave. Así le expiará el
sacerdote por el pecado cometido, y
le será perdonado.
Z 1 Si uno pecare oyendo a otro
imprecar, y siendo testigo de lo
que arranca la imprecación, porque
lo vió, o de otro modo lo conoció,
y sin embargo no lo denunció, con¬
trayendo así reato; 2 o si tocare sin
darse cuenta algo impuro, sea el ca¬
dáver impuro de una bestia, sea el
cadáver impuro de un reptil; hacién¬
dose impuro él mismo y contrayendo
reato; 3 o tocare sin darse cuenta
cualquier impureza humana, dándose
cuenta de ello después, contrayendo
así reato; 4 o vanamente jurare de
ligero hacer algo, de mal o de bien,
de lo que uno suele jurar vanamente,
sin darse cuenta, y cae después en
ella. 6 El que de uno de estos modos
incurre en reato, por el reato de uno
de estos modos contraído confesará
su pecado, ® y ofrecerá a Yave por
su pecado una hembra de ganado
menor, oveja o cabra, y el sacerdote
le expiará de su pecado. 7 Si no pu¬
diese ofrecer una res, ofrecerá a Yave
dos tórtolas o dos pichones, uno por
el pecado y otro en holocausto, 8 y
los llevará al sacerdote, que ofrecerá
primero el que es por el pecado, qui¬
tándole la cabeza sin separarla del
todo, 9 y haciendo con la sangre la
aspersión de un lado del altar, de¬
jando que el resto fluya al pie del
altar; es sacrificio por el pecado;
10 después el otro lo ofrecerá en ho
locausto, según suele hacerse, y as
hará el sacerdote la expiación del
pecado cometido, y le será perdonado.
11 Si tampoco pudiera ofrecer dos tór¬
tolas o dos pichones, llevará en ofren¬
da por‘su pecado un décimo de efa
de flor de harina, como sacrificio por
su pecado; no pondrá en ella ni aceite
ni incienso, porque es sacrificio por
el pecado; 12 lo llevará al sacerdote,
quien, tomando un puñado para me¬
moria, lo quemará en el altar, sobre
las combustiones de Yave; así es el
sacrificio por el pecado. 13 Así le ex¬
piará el sacerdote por el pecado come¬
tido en una de aquellas tres cosas, y
le será perdonado. El resto será para
el sacerdote, como en la oblación.»
Leyes acerca del sacrificio expia¬
torio por el delito.
14 Yave habló a Moisés diciendo:
16 «Si uno por ignorancia prevarica¬
se, pecando contra las cosas santas
que son de Yave, ofrecerá por el de¬
lito un carnero sin defecto, tomado
del ganado, estimado por lo menos
en dos sidos, según el peso del sido
del santuario, 16 y restituirá el daño
causado, con el recargo de un quinto,
entregándolo al sacerdote, quien hará
por él la expiación del reato, y le
será perdonado.
17 Si uno pecare por ignorancia,
haciendo sin darse cuenta algo de lo
prohibido por Yave, contrayendo rea¬
to, y llevando sobre sí la iniquidad,
18 traerá al sacerdote un carnero sin
defecto del ganado, según la cuantía
del pecado. El sacerdote le expiará
por el pecado cometido por ignoran¬
cia, y le será perdonado. 19 Este es
sacrificio por el delito, pues se hizo
reo de delito contra Yave.»
20 Habló Yave a Moisés diciendo:
21 «El que con desprecio de Yave pe¬
care, negando a uno de su pueblo un
depósito, una prenda puesta en sus
manos, que injustamente se apropió,
o con violencia le quitase algo, 22 o se
apropiase algo perdido que encontró,
y más si perjurase en cualquiera de
estas cosas en que los hombres suelen
perjudicar, 23 pecando, y contrayen¬
do reato, restituirá íntegramente a
su dueño lo robado, defraudado, con-
fíadole en depósito, o encontrado y
negado, 24 o aquello sobre que fal¬
samente juró, con el recargo de un
quinto del valor, el día de su sacrifi-
LEVÍTICO, 6. 7
100
ció por el delito; 26 y ofrecerá a Yave
en sacrificio por el delito un carnero
sin defecto de la grey, y lo llevara
al sacerdote según su estimación;
26 el sacerdote liará por él la expia¬
ción ante Yavc, y le será perdonado
el delito de que se hizo reo.»
Leyes acerca de los holocaustos,
oblaciones y sacrificios de diversa
especie.
^ 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
^ «Manda a Arón y a sus hijós, y,
diles: 2 Esta es la ley del holocausto:
El holocausto arderá sobre el hogar
del altar de la noche a la mañana,
V el fuego del altar se tendrá siempre
encendido. 3 El sacerdote, revestido
de la túnica de lino, y puestos sobre
su carne los calzones de lino, quitará
la ceniza que deje el fuego que con¬
sumió el holocausto, y la pondrá al
lado del altar; 4 luego, quitándose
esas vestiduras, y poniéndose otras,
llevará la ceniza fuera del campa¬
mento a un lugar puro. 5 El fuego
arderá siempre en el altar, sin que se
apague: el sacerdote lo alimentará
con leña todas las mañanas, pondrá
sobre ella el holocausto, y quemará
allí el sebo de los sacrificios pacíficos.
6 Es fuego perenne que ha de arder
en el altar sin apagarse.»
7 Esta es la ley de la minjci : «Los
hijos de Arón la presentarán a Yave
ante el altar. 8 El sacerdote tomará
un puñado de flor de harina con su
aceite y todo el incienso puesto sobre
la ofrenda, y lo quemará en el altar,
en olor de suavidad, como memoria
a Yave. 9 Lo que resta de la ofrenda
10 comerán Arón y sus hijos. Lo co¬
merán sin levadura, en lugar santo,
en el atrio del tabernáculo de la
reunión. 10 No se cocerá con leva¬
dura. Es la parte que yo les destino
de mis ofrendas de combustión: cosa
santísima, como el sacrificio por el
pecado, y el sacrificio por el delito.
11 Lo comerán los varones, hijos de
Arón. Es ley perpetua para vuestros
descendientes sobre las ofrendas he¬
chas a Yave por el fuego. Quienquiera
que la toque, se santificará.»
12 Yave habló a Moisés, diciendo:
13 «He aquí la ofrenda que han de
hacer los hijos de Arón el día de su
unción: un décimo de efa de flor de
harina, como oblación perpetua, la
mitad por la mañana, la mitad por
la tarde, 14 se freirá en la sartén,
amasada con aceite, y la ofrecerá ca
líente en suave olor a Yave. 15 Tam¬
bién el sacerdote ungido de su linaje
ofrecerá esto como oblación. Es ley
perpetua ante Yave; toda se quemará.
16 Toda oblación de sacerdote se
quemará toda, no se comerá.» ,
17 Yave habló a Moisés diciendo:
18 «Di a Arón y a sus hijos: Esta
es la ley de la hostia por el pecado:
Se inmolará donde se inmola ante
Yave el holocausto. Es cosa santí¬
sima. 19 El sacerdote que la ofrece
la comerá en lugar santo, en el atrio del
tabernáculo de la reunión. 20 Quien
quiera que tocare la carne, se santi¬
ficará. Si la sangre mojare alguna ves¬
tidura, será lavada en lugar santo.
21 La vasija en que se cueza, si es de
barro se romperá, si es de bronce se
fregará y lavará en el agua. ?? La
comerán los varones de los sacer¬
dotes, es cosa santísima. 23 Pero no
se comerá ninguna víctima expiato¬
ria cuya sangre se haya de llevar al
tabernáculo de la reunión para hacer
la expiación del santuario; ésa no se
comerá, será quemada.»
*7 1 Esta es la ley del sacrificio por
* el delito. Es cosa santísima. 2 La
víctima del sacrificio por el delito
será degollada en el lugar donde se
degüella el holocausto. La sangre se
derramará en torno del altar. 3 Se
ofrecerá todo el sebo: la cola, el sebo
que recubre las entrañas, 4 los dos
riñones, con el sebo que los cubre y
el que hay entre los riñones y los
lomos, y la redecilla del hígado sobre
los riñones. 5 El sacerdote lo quemará
en el altar. Es combustión de Yave,
víctima por el delito. 6 Comerán la
carne los varones de entre los sacer¬
dotes, en lugar santo: es cosa santí¬
sima. 7 Como el sacrificio por el pe¬
cado, así se hará el sacrificio por el
delito. La ley para uno y otro es la
misma. La víctima será del sacerdote
que la ofrezca. 8 Del sacerdote que
ofrezca un holocausto será la piel
de la víctima que ha ofrecido. 9 Toda
minja , amasada con aceite o seca,
será de los hijos de Arón. 10 Se dis¬
tribuirá entre ellos por partes iguales.
11 He aquí la ley del sacrificio pací¬
fico que se ofrece a Yave: 12 Si se ofre¬
ce en acción de gracias, con la víctima
eucarística ofrecerán panes ácimos
amasados con aceite," tortas ácimas
untadas de aceite; frisuelos de flor
de harina^amasada con aceite. 13 Tam-
110
LEVÍTICO, 8
bien se podrán ofrecer con la víctima
del sacrificio pacífico ofrecido en ac¬
ción de gracias panes fermentados.
14 De cada una de estas ofrendas se
presentará por elevación una pieza,
reservada a Yave, que será del sacer¬
dote que haya hecho la aspersión
de la sangre de la víctima pacífica.
15 La carne de la víctima del sacri¬
ficio pacífico eucarístico se comerá
el día mismo en que se ofrece, sin
dejar nada para el día siguiente.
16 Si la víctima se ofrece en cumpli¬
miento de un voto, o como ofrenda
voluntaria, se comerá el día en que
se ofrece, 17 y lo que reste se comerá
el día siguiente; pero si algo queda
para el tercer día, se quemará. 18 Si
alguno comiere carne del sacrificio
pacífico el día tercero, el sacrificio
no será aceptable, no se le compu¬
tará al que lo ofreció, sino que será
abominación, y el que así comió
contraerá reato. 19 La carne que haya
tocado una cosa impura no se come¬
rá, se quemará. 20 La carne podrá
comerla quien quiera que esté puro;
pero el que, estando impuro, comie¬
re la carne de la víctima pacífica
ofrecida a Yave, será borrado de
su pueblo, 21 y todo aquel que tocare
inmundicia de hombre, de animal,
o cualquiera otra abominación in¬
munda, y comiere de esta carne, será
borrado de su pueblo.
22 Yave habló a Moisés diciendo:
«Habla a los hijos de Israel y diles:
23 No comeréis sebo de buey, de ove¬
ja, ni de cabra.
24 Del sebo de un animal muerto
o destrozado por una alimaña, po¬
dréis serviros para cualquier uso,
pero de ninguna manera lo comeréis,
25 pues quienquiera que comiere sebo
de animales de los que se ofrecen a
Yave en holocausto, será borrado de
su pueblo.
26 No comeréis sangre, ni de ave,
ni de bestia, en ninguno de los luga¬
res en que habitéis. 27 El que co¬
miere sangre de cualquier especie,
será borrado de su pueblo.»
28 Yave habló a Moisés diciendo:
29 «Habla a los hijos de Israel y diles:
El que ofreciere a Yave, Dios, una
víctima pacífica, 80 traerá él mismo
a Yave el don de su hostia pacífica,
tomará con sus manos el sebo de
la víctima y el pecho, balanceando
éste ante Yave; 31 el sacerdote que¬
mará el sebo en el altar, y el pecho
será para Arón y sus hijos. 82 Daréis
tfirbién al sacerdote el brazuelo de¬
recho, como ofrenda reservada de
vuestras hostias pacíficas. 33 El bra¬
zuelo será del sacerdote que ofrezca
la sangre y el sebo, 84 pues yo me he
reservado de las víctimas pacíficas
de los hijos de Israel el pecho de ba¬
lanceo, y la espalda de separación
de las hostias pacíficas de los hijos
de Israel, y se los he dado a Arón
y a sus hijos, como ley perpetua
para los hijos de Israel.
35 Esa es la parte de Arón y de sus
hijos en las combustiones a Yave,
desde el día en que fueron promovi¬
dos a ejercer ante mí el sacerdocio;
36 por eso ha mandado Yave a los
hijos de Israel dársela desde el día
de su unción, y será ley perpetua
de generación en"generación.
37 Tal es la ley del holocausto y
la de la minja , del sacrificio por el
pecado y por el delito, del sacrificio
de consagración y del sacrificio pací¬
fico, 38 que dió Yave a Moisés en
el monte Sinaí, el día en que mandó
a los hijos de Israel que ofrecieran
sus oblaciones a Yave en el desierto
del Sinaí.®
Consagración de Arón y sus hijos.
8 1 Habló Yave a Moisés diciendo:
2 «Toma a Arón, y con él a sus
hijos, las vestiduras, el óleo de un¬
ción, el novillo para el sacrificio por
el pecado, los dos carneros y el oes¬
tillo de panes ácimos, 3 y convoca
toda la asamblea a la entrada del
tabernáculo de la reunión.»
4 Hizo Moisés lo que le mandaba
Yave y, reunida la asamblea a la
entrada del tabernáculo de la reunión,
6 les dijo Moisés: «He aquí lo que
Yave ha mandado hacer.»
e Después hizo que se acercaran
Arón y sus hijos y los lavó con agua.
7 Vistió a Arón la tónica, se la ciñó,
le vistió la sobrevesle y el efod, que
le ciñó con el cinturón del efod,
atándoselo; 8 le puso el pectoral
con loswrtm y los tumnnm; 9 cubrió
su cabeza con la tiara, poniendo en
la parte anterior de ella la diadema
de oro, la diadema de la santidad,
como le había mandado Yave; 10 y
tomando luego el óleo de la unción,
ungió el tabernáculo y cuanto en él
había, y los consagró. 11 Aspergió
siete veces el altar, y le ungió con
todos sus utensilios, como también
LEVÍTICO, 9
111
la pila y su base, y los consagró.
12 Derramó el óleo de la unción
sobre la cabeza de Arón, y le ungió,
consagrándole. 13 Hizo luego que se
acercaran los hijos de Arón, y les
vistió sus túnicas, los ciñó, y les
puso sus tiaras, como se lo había
mandado Yavc. 14 Hizo traer el no¬
villo para el sacrificio por el pecado,
y Arón y sus hijos pusieron sus
manos sobre el novillo del sacrificio
por el pecado. 16 Moisés le degolló;
y tomando su sangre, untó con su
dedo los cuernos del altar todo en
torno, y lo purificó, derramando la
sangre al pie del altar, y lo consagró
para hacer sobre él el sacrificio ex¬
piatorio. 16 Tomó todo el sebo que
recubre las entrañas, la redecilla del
hígado y los dos riñones con su sebo,
y lo quemó todo en el altar. 17 El
novillo, su piel, sus carnes y sus ex¬
crementos se quemaron fuera del
campamento, como se lo había man¬
dado Yave a Moisés.
J8 Hizo que acercaran el carnero
del holocausto, y Arón y sus hijos
le pusieron sus manos sobre la ca¬
beza. 19 Moisés lo degolló, y derramó
su sangre en torno del altar. 20 Lo
dividió en trozos, y Moisés quemó la
cabeza y los trozos y el sebo. 21 Se
lavaron en agua las entrañas y las
patas, y Moisés quemó todo el car¬
nero en el altar; era holocausto de
suave olor, como se lo había man¬
dado Yave a Moisés.
22 Hizo que acercasen el otro car¬
nero, el de la inauguración, y Arón
y sus hijos le pusieron la mano sobre
la cabeza. 23 Moisés lo degolló, tomó
su sangre y untó de ella el lóbulo
de la oreja derecha de Arón, el pul¬
gar de su mano derecha y el de su
pie derecho. 24 Hizo acercar a los.
hijos de Arón, y untó de la sangre
el lóbulo de su oreja derecha, el pul¬
gar de su mano derecha y el de su
pie derecho, derramando luego la
sangre en torno del altar. 2& Tomó
después el sebo, la cola, todo el sebo
que encubre las entrañas, la redecilla
del hígado, los dos riñones con su
sebo, y el brazuelo derecho. 26 Tomó
del cestillo de los ácimos, puesto
ante Yave, un pan ácimo, una torta
ácima amasada con aceite, y un fri¬
suelo, y los puso sobre el sebo y so¬
bre el brazuelo derecho; 27 y después
de haber puesto todo esto en las
manos de Arón y sus hijos, lo balan¬
cearon como ofrenda a Yave. 28 Moi¬
sés lo tomó de sus manos y lo quemó
en el altar encima del holocausto,
pues era el sacrificio de inauguración
de suave olor, combustión a Yave.
29 Moisés tomó luego el pecho del
carnero de inauguración y lo balan¬
ceó ante Yave; ésta fué la porción
de Moisés, como se lo había man¬
dado Yave.
30 Tomó Moisés el óleo de unción
y sangre de la que había en el altar,
aspergió a Arón y sus vestiduras y
a los hijos de Arón y sus vestiduras,
consagrando a Arón y sus vestiduras
y a los hijos de Arón y sus vesti¬
duras.
31 Moisés dijo a Arón ya sus
hijos: «Coced la carne a la entrada
del tabernáculo de la reunión; es
allí donde habéis de comerla con el
pan que hay en el cestillo de la inau¬
guración, como yo lo he mandado,
diciendo: Arón y sus hijos lo come¬
rán. 32 Lo que reste de la carne y
del pan, lo quemaréis. 33 Durante
siete días no saldréis de la entrada
del tabernáculo de la reunión, hasta
que se cumplan los días de vuestra
inauguración, pues vuestra inaugu¬
ración durará siete días, 34 como se
ha hecho hoy para expiaros. Os que¬
daréis los siete días, día y noche,
35 a la entrada del tabernáculo de
la reunión, y guardaréis lo que ha
mandado Yave, para no morir, por¬
que esto es lo que él me ha man¬
dado.» 36 Arón y sus hijos hicieron
todo lo que Yave les mandó por
Moisés.
Primeros sacrificios ofrecidos por
Arón y sus hijos.
Q 1 El día octavo Moisés llamó a
Arón, a sus hijos y a los ancianos
de Israel, 2 y dijo a Arón: «Toma
un novillo para el sacrificio por el
pecado, y un carnero para el holo¬
causto, ambos sin defecto, y ofré¬
celos ante Yave. 3 Hablarás a los
hijos de Israel diciendo: Tomad un
macho cabrío para el sacrificio de
expiación, un becerro y un cordero
primales, para el holocausto, ambos
sin defecto; 4 un buey y un carnero
para el sacrificio pacífico, para in¬
molarlos ante Yave; y una ofrenda
amasada con aceite; porque hoy se
os dará a ver Yave.»
5 Trajeron ante el tabernáculo de
la reunión cuanto había mandado
112
LEVÍTICO. 10
Moisés, y toda la asamblea se acer¬
có, poniéndose ante Yave. 6 Moisés
dijo: «Esto es lo que ha mandado
Yave; hacedlo y se os mostrará la
gloria de Yave.» 7 Dijo, pues, a Arón:
«Acércate al altar, ofrece tu sacrifi¬
cio por el pecado y tu holocausto,
y haz la expiación para ti y para el
pueblo; presenta también la ofrenda
del pueblo, y haz la expiación para
él, como lo ha mandado Yave.»
8 Arón se acercó al altar y degolló
el novillo, víctima del sacrificio del
pecado ofrecido por él. 9 Los hijos
de Arón le presentaron la sangre; y
mojando él su dedo, untó de ella los
cuernos del altar y la derramó al
pie del altar. 10 Quemó en el altar
el sebo, los riñones y la redecilla del
hígado de la víctima por el pecado,
como Yave se lo había mandado a
Moisés; 11 pero la carne y la piel
las quemó fuera del campamento.
12 Degolló el holocausto, y sus hijos
le presentaron la sangre, que él de¬
rramó en torno del altar. 13 Le pre¬
sentaron el holocausto descuartizado,
con la cabeza, y él los quemó en el
altar. 14 Lavó las entrañas y las patas,
y las quemó encima del holocausto.
16 Luego presentó la ofrenda del
pueblo. Tomó el macho cabrío por
el pecado, ofrecido por el pueblo; y
degollándolo, ofreció la expiación
como la víctima primera. 16 Ofreció
el holocausto y lo sacrificó según su
rito. 17 Presentó la ofrenda, y to¬
mando un puñado, lo quemó encima
del holocausto de la mañana. 18 De¬
golló el toro y el carnero del sacri¬
ficio pacífico por el pueblo. Los hijos
de Arón le presentaron la sangre,
que él derramó en torno del altar;
19 y el sebo del toro y del carnero,
la cola, el sebo que recubre las entra¬
ñas, los riñones y la redecilla del hí¬
gado, 20 las partes grasas las puso
sobre los pechos. Arón quemó los
sebos en el altar, 21 después balanceó
los pechos ante Yave, y el brazuelo
derecho en ofrenda balanceada, como
lo había mandado Moisés.
22 Arón, alzando su mano hacia el
pueblo le bendijo, y bajó después
de haber ofrecido el sacrificio por el
pecado, el holocausto y el sacrificio
pacífico. 23 Moisés y Arón entraron
en el tabernáculo de la reunión; y
cuando salieron bendijeron al pueblo,
y la gloria de Yave se apareció a
todo el pueblo, 24 y fuego mandado
por Yave consumió en el altar el
holocausto y los sebos. A su vista
el pueblo todo lanzó gritos de júbilo
y se postraron rostro a tierra.
IVadiih y Abiií, consumidos por
el fuccjo.
A A 1 Los hijos de Arón, Nadab y
*"" Abiú, tomaron cada uno un
incensario, y poniendo fuego en ellos
y echando incienso, presentaron ante
Yave un fuego extraño; cosa que no
les había sido ordenada. 2 Entonces
salió de ante Yave un fuego que los
abrasó, y murieron ante Yave. 3 Dijo
Moisés a Arón: aEsto es lo que de¬
claró Yave al decir: Yo seré santifi¬
cado en aquellos que se me acercan
y glorificado ante el pueblo todo.»
Arón calló.
4 Moisés llamó a Misael y Elisa-
fán, hijos de Oziel, tío de Arón, y
les dijo: «Venid, y llevad a vuestros
hermanos lejos del santuario, fuera
del campamento.» 5 Ellos se acer¬
caron, y los llevaron con sus túnicas
fuera del campamento, como se lo
había mandado Moisés.
6 Moisés dijo a Arón, a Eleazar y
a Itamar: «No desnudéis vuestras
cabezas, ni rasguéis vuestras vesti¬
duras, no sea que muráis. Que vues¬
tros hermanos, toda la casa de Israel,
lloren el incendio que ha encendido
Yave. 7 Vosotros no salgáis del ta¬
bernáculo de la reunión, no sea que
muráis, porque lleváis sobre vosotros
el óleo de la unción de Yave.» Ellos
hicieron lo que Moisés les mandaba.
8 Yave habló a Arón, diciendo:
9 «No beberás vino ni bebida alguna
inebriativa, tú, ni tus hijos, cuando
entréis en el tabernáculo de la reunión,
para que no muráis. Es ley perpetua
entre tus descendientes, 10 para que
sepáis discernir entre lo santo y lo
profano, lo puro y lo impuro, 11 y
enseñar a los hijos de Israel todas
las leyes, que por medio de Moisés
les ha dado Yave.»
12 Moisés dijo a Arón, a Eleazar
y a itamar, los dos hijos que le que¬
daban a Arón: «Tomad la ofrenda
que resta de los sacrificios hechos a
Yave, y comedla sin levadura cerca
del altar, pues es cosa santísima.
13 La comeréis en lugar santo. Es tu
derecho y el derecho de tus hijos
sobre las ofrendas hechas a Yave,
como me ha sido ordenado. 14 Come-
1 réis en lugar puro, tú y tus hijos y
LEVlTICO, 11
1 13
tus hijas, el pecho balanceado y el
brazuelo reservado, porque esos tro¬
zos se te dan como derecho tuyo y
de tus hijos sobre los sacrificios pa¬
cíficos de los hijos de Israel. 15 Bra¬
zuelo de separación, y pecho de ba¬
lanceo, que con el sebo destinado al
fuego se presentan a Yave para hacer
la ofrenda; a ti, pues, y a tus hijos
os pertenecen por ley perpetua, como
lo ha mandado Yave.» 16 Moisés
preguntó por el macho cabrío que
había sido sacrificado por el pecado,
y se encontró con que había sido
quemado; y airado contra Eleazar e
ltamar, los hijos que de Arón que¬
daban, les dijo: 17 «¿Por qué no ha¬
béis comido la víctima por el pecado
en el lugar santo? Es cosa santísima,
y Yave os lo ha dado para que lle¬
véis vosotros la iniquidad de la asam¬
blea, y os hagáis por ella expiación
ante Yave; 18 y más no habiendo sido
llevada la sangre dentro del santua¬
rio, debíais haber comido la carne
en lugar santo, como lo he mandado.»
19 Arón dijo a Moisés: «Hoy se
lian ofrecido ante Yave la vícti¬
ma por el pecado y el holocausto,
y me ha pasado esto. ¿Podía comer
hoy la víctima por el pecado? ¿Ha¬
bría sido esto grato a Yave?» 20 Oyólo
Moisés, y se dió por satisfecho.
Ley acerca de los animales puros
e impuros.
H 1 Yave habló a Moisés y Arón,
4 1 diciendo: 2 «Hablad a los hijos
de Israel, y decidles: «He aquí los ani¬
males que comeréis de entre las bes¬
tias de la tierra. 3 Todo animal de
casco partido y pezuña hendida y que
rumie, lo comeréis; 4 pero no come¬
réis los que sólo rumian, o sólo tienen
partida la pezuña. El camello que
rumia, pero no tiene partida la pe¬
zuña, será inmundo para vosotros;
5 el conejo que rumia y no parte la
pezuña es inmundo; 6 la liebre que
rumia y no parte la pezuña es in¬
munda; 7 el cerdo que divide la pe¬
zuña y no rumia es inmundo para
vosotros. 8 No comeréis su carne, ni
tocaréis sus cadáveres; serán inmun¬
dos para vosotros.
9 He aquí los animales que entre
los acuáticos comeréis: Todo cuanto
tiene aletas y escamas, tanto en el
mar como en los ríos, lo comeréis;
10 pero abominaréis de cuanto no
tiene aletas y escamas en el mar y
en los ríos, de entre los animales que
se mueven en el agua y de entre
todos los vivientes que en ella hay.
11 Serán para vosotros abominación,
no comeréis sus carnes, y tendréis
como abominación sus cadáveres.
12 Todo cuanto en las aguas no tiene
aletas y escamas, lo tendréis por
abominación. 13 He aquí entre las
aves las que tendréis por abominación,
y no las comeréis por ser cosa abomi¬
nable: 14 el águila, el quebrantahue¬
sos y el halieto; el milano y el buitre
según sus especies; 15 toda clase de
cuervos; 16 el avestruz, la lechuza,
el loro, la gaviota y el gavilán de
toda clase; 17 el buho, el mergo, el
ibis; 18 el cisne, el pelícano, el cala¬
món; 19 la garza, la cigüeña en todas
sus especies; la abubilla y el mur¬
ciélago. 20 Todo volátil que anda
sobre cuatro patas lo tendréis por
abominación; 21 pero entre los in¬
sectos alados que marchan sobre cua¬
tro patas, comeréis aquellos que tie¬
nen más largas las de atrás, para
saltar sobre la tierra. 22 He aquí de
entre éstos los que comeréis: toda
especie de brugo, toda especie de ata¬
lo tendréis por inmundo, y comién¬
dolos os haréis inmundos. 24 Quien
tocare uno de sus cadáveres se conta¬
minará y será inmundo hasta la tarde;
25 y si tocare algo de esto muerto,
lavará sus vestiduras y será inmundo
hasta la puesta del sol. 26 Todo ani¬
mal que tenga pezuña, pero no par¬
tida, ni rumie, será para vosotros
inmundo, y quien tocare su cadáver
será inmundo. 27 Los que andan sobre
la planta de los pies serán para vos¬
otros inmundos, y quien tocare su
cadáver será inmundo hasta la tarde,
28 y quien transportare su cadáver,
lavará sus vestiduras y será inmundo
hasta la tarde. 29 También estos ani¬
males serán para vosotros inmundos,
de entre los que andan por la tierra:
la comadreja, el ratón y el cocodrilo,
en todas sus especies; 30 el musgaño,
el camaleón, la salamandra, el lagarto
y el topo; 31 estos son los para vos¬
otros inmundos entre los reptiles;
quien tocare su cadáver será inmundo
hasta la tarde. 32 Todo objeto sobre
el que cayere uno de estos cadáveres,
será manchado; y los utensilios de
madera, vestidos, pieles, sacos, todo
objeto de uso, será puesto en agua
8
114
LEVÍTICO, 12, 13
y será inmundo hasta la tarde: 33 toda
vasija de barro donde algo de esto
caiga quedará manchada, y la rom¬
peréis; 34 todo alimento preparado con
agua quedará manchado, y lo mismo
toda bebida, cualquiera que sea el
vaso que la contenga; 35 Todo aque¬
llo sobre lo cual caiga algo de estos
cadáveres quedará manchado y por
manchado lo tendréis. 38 Las fuentes
y las cisternas, donde hay cantidad
de agua, quedarán puras, mas quien
tocare el cadáver, será impuro. 37 Si
alguno de estos cuerpos muertos ca¬
yere sobre una simiente que ha de
sembrarse, la simiente quedará pura;
38 pero si se le hubiera echado agua
encima, y cae alguno de estos cuerpos
muertos, la tendréis por manchada.
39 Si muere uno de los animales
cuya carne podéis comer, quien to¬
care el cadáver lavará sus vestidos
y quedará impuro hasta la tarde.
40 Será para vosotros abominación
todo reptil que repta sobre la tierra;
no comeréis su carne. 41 No comeréis
ningún animal que repta sobre la
tierra, sea de los que se arrastran
sobre su vientre, 42 sea de los que
marchan sobre cuatro o sobre muchas
patas; los tendréis por abominación.
43 No os hagáis abominables por los
reptiles que reptan, ni os hagáis im¬
puros por ellos; seréis manchados
por ellos. 44 Porque yo soy Yave,
vuestro Dios, vosotros os santifica¬
réis y seréis santos, porque yo soy
santo, y no os mancharéis con nin¬
guno de los reptiles que reptan sobre
la tierra. 46 Pues yo soy Yavc, que
os ha sacado de la tierra de Egipto,
para ser vuestro Dios. Vosotros seréis
santos, porque santo soy yo.
46 Esta es la ley referente a los
cuadrúpedos, las aves, todos los seres
vivientes que se mueven en las aguas
y todos los que reptan sobre la tierra,
47 para que distingáis entre lo puro
y lo impuro, entre lo que puede y
¡o que no puede comerse.»
Lo purificación de la recién parida.
'i 1 Yave habló a Moisés dicien-
1 do: 2 «Habla a los hijos de Is¬
rael y diles: Cuando dé a luz una
mujer y tenga un hijo, será impura
durante siete días; será impura como
en el tiempo de su menstruación. 3 El
octavo día será circuncidado el hijo,
4 pero ella quedará todavía en casa
durante los treinta y tres días de la
sangre de su purificación; no tocará
nada santo, ni irá al santuario hasta
que se cumplan los días de su puri¬
ficación. 6 Si da a luz hija, será
impura durante dos semanas, como
el tiempo de su menstruación, y se
quedará en casa durante los sesenta
y seis días de la sangre de su puri¬
ficación. 8 Cuando se cumplan los
días de su purificación, según que
haya tenido hijo o hija, presentará
aníe el sacerdote, a la entrada del
tabernáculo de la reunión, un cor¬
dero primal en holocausto y un pichón
o una tórtola en sacrificio por el
pecado. 7 El sacerdote los ofrecerá
ante Yave, y hará por ella la expia¬
ción, y será pura del flujo de su
sangre. Esta es la ley para la mujer
que da a luz hijo o hija. 8 Si no
puede ofrecer un cordero, tomará
dos tórtolas o dos pichones, uno para
el holocausto y otro para el sacrificio
por el pecado; el sacerdote hará por
ella la expiación, y será pura.»
Ley neerea de la lepra.
1 Q 1 Yave habló a Moisés y Arón,
* diciendo: 3 «Cuando tenga uno
en su carne alguna mancha escamosa,
o un conjunto de ellas, o una mancha
blanca brillante, y se presente así
en la piel de su carne la plaga de la
lepra, será llevado a Arón, sacerdote,
o a uno de sus hijos, sacerdotes. 3 El
sacerdote examinará la plaga de la
piel de la carne; y si viere que los
pelos se han vuelto blancos y que la
parte afectada está más hundida que
el resto de la piel, es plaga de lepra;
y el sacerdote que le haya examinado
le declarará impuro. 4 Si tiene sobre
la piel de su carne una mancha blanca
que no aparece más hundida que el
resto de la piel, y el pelo no se ha
vuelto blanco, el sacerdote le recluirá
durante siete días. 6 El día séptimo
le examinará; y si el mal no parece
haber cundido ni haberse extendido
sobre la piel, le recluirá por segunda
vez otros siete días, 6 y al séptimo
día le examinará nuevamente; si la
parte enferma se ha puesto menos
brillante y la mancha no se ha ex¬
tendido sobre la piel, el sacerdote le
declarará puro; es sarna. El enfermo
lavará sus vestiduras v- será puro.
7 Tero si, después de haber sido exa¬
minado por el sacerdote y declarado
puro, la mancha se extcndicre, será
llevado a él nuevamente para que le
LEVÍTICO, 13
115
vea; 8 y si la mancha brillante ha
crecido en la piel, le declarará in¬
mundo, que es lepra. 9 Si uno tuviere
la plaga de la lepra, será llevado al
sacerdote, 10 que le examinará; y si
viere éste en la piel la escama blanca,
y se ha vuelto el color de los pelos,
y en la mancha escamosa se nota la
carne viva, 11 será juzgada lepra in¬
veterada en la piel de su carne, y el
sacerdote le declarará impuro; no le
recluirá, pues es impuro. 12 Pero si
la lepra se ha extendido hasta llegar
a cubrir toda la piel del enfermo
desde la cabeza hasta los pies, en
cuanto a la vista del sacerdote apa¬
rece, le examinará; 13 y si, en efecto,
cubre todo su cuerpo, declarará puro
al enfermo, pues se ha puesto todo
blanco, será puro. 14 Si en el así afec¬
tado aparece la carne viva, será im¬
puro, 15 y el sacerdote, al ver la
carne viva, le declarará impuro, pues
la carne viva es impura, es lepra.
16 Si la carne viva se pone otra vez
blanca, se presentará el enfermo al
sacerdote, 17 que le examinará; y si
la llaga se ha puesto en verdad blanca,
el sacerdote le declarará puro; es puro.
18 Cuando uno tenga en su cuerpo,
sobre su piel, una úlcera cicatrizada,
19 y apareciere en ella una escamosi-
dad blanca o rojiza, se presentará
al sacerdote, 20 quien le examinará.
Si la mancha está más hundida que
el resto de la piel y el pelo se ha
vuelto blanco, le declarará impuro,
es lepra, que se ha presentado en la
úlcera cicatrizada. 21 Si el eolor de
los pelos no se ha vuelto, y la esca-
mosidad rojiza no está más hundida
que el resto, le recluirá por siete días;
22 y si se ha extendido, le declarará
impuro; es lepra; 23 pero si está como
estaba, sin extenderse la mancha, es
la cicatriz de la úlcera, y el sacerdote
le declarará puro.
24 Si uno tiene en su cuerpo, en
la piel, una quemadura producida por
el fuego, y sobre la señal de la que¬
madura aparece una mancha blanca,
o de un blanco rojizo, 25 el sacerdote
le examinará. Si el pelo se ha vuelto
blanco en la mancha, y ésta aparece
más hundida que el resto de la piel,
es lepra que ha brotado en la quema¬
dura; el sacerdote le declarará im¬
puro. 26 Pero si el sacerdote ve que
el pelo de la mancha no se ha vuelto
blanco, y que ésta no aparece más
hundida que el resto de la piel, y
fuere de un color suboscuro, le re¬
cluirá durante siete días, y después,
27 al séptimo, le examinará. Si la
mancha se ha extendido sobre la
piel, el sacerdote le declarará im¬
puro; es lepra. 28 Si está como estaba,
sin extenderse sobre la piel, y es de
color suboscuro, es la quemadura,
y le declarará puro, pues es la cica¬
triz de la quemadura.
29 Si un hombre o una mujer tu¬
viere una llaga en la cabeza o en la '
barba, 30 el sacerdote la examinará.
Si está más hundida que el resto
de la piel, y el pelo se ha vuelto
rojizo y más delgado, el sacerdote
lo deelarará impuro, es netec, lepra
de la cabeza o de la barba. 31 Pero
si la llaga no se ha extendido, ni está
más hundida que el resto de la piel,
y el pelo no está rojizo, recluirá al
afectado por siete días, 32 y al sépti¬
mo examinará la llaga. Si ésta no
se ha extendido y el pelo no ha mu¬
dado el eolor, ni está la llaga más
hundida que la piel, 33 le hará que
se afeite, fuera de la parte afectada,
y le recluirá por otros siete días,
34 y al séptimo examinará la llaga;
si no se ha extendido ni está más
hundida que la piel, le declarará puro;
el hombre lavará sus vestiduras y
será puro. 35 Pero si, después de de¬
clarado puro, la Paga se extendiere
sobre la piel, 36 le examinará el
sacerdote; y si en efecto se ha exten¬
dido, no hay va que mirar si el pelo
ha mudado de color; es impuro.
37 Mas si la llaga no se ha extendido
y el pelo está negro, la llaga está
curada, es puro, y puro le declarará
el sacerdote.
38 Si cualquier hombre o mujer
tiene en su piel manchas blancas,
39 el sacerdote le examinará. Si las
manchas son de un color suboscuro,
es bahaq que le ha salido en la piel;
es puro.
40 Si a uno se le caen los pelos de
la cabeza y se queda calvo, es cal¬
vicie de atrás; es puro. 41 Si los pelos
se le caen a los lados de la cara, es
ealvicie anterior; es puro. 42 Pero si
en la ealva, posterior o anterior, apa¬
reciere llaga de color blanco rojizo,
es lepra que ha salido en el occipucio
o en el sincipucio. 43 El sacerdote
le examinará, y si la llaga escamosa
es de un blanco rojizo, como el de
la lepra en la piel de la carne, 44 es
leproso; es impuro, e impuro le decla¬
rará el sacerdote, pues es leproso de
la eabeza.
LEVÍTICO, 14
110
45 El leproso, manchado de lepra,
llevará rasgadas sus vestiduras, des¬
nuda la cabeza, y cubrirá su rostro,
e irá clamando: «¡Inmundo, inmundo!»
46 Todo el tiempo que le dure la lepra
será inmundo. Es impuro y habitará
solo; fuera del campamento tendrá
su morada.
47 Si apareciere mancha de lepra
en un vestido, sea de lana, sea de
lino; 48 o en hilo de trama o de ur¬
dimbre; o en una piel, o un objeto
cualquiera de cuero; 49 si la mancha
es de color verdoso o rojizo, es plaga
de lepra. 50 Se le enseñará al sacer¬
dote, quien después de examinar la
mancha, encerrará el objeto por siete
días. 51 El séptimo examinará de
nuevo la mancha; si ésta se ha ex¬
tendido sobre el vestido, el hilo de
trama o de urdimbre, la piel o el
objeto de cuero, es plaga de lepra
tenaz; la cosa es impura. 52 Se que¬
mará el vestido, el hilo de trama o
de urdimbre, la piel o el objeto de
cuero en que se halla la mancha,
pues es lepra tenaz; el objeto será
quemado al fuego. 53 Pero si ve que
la mancha del vestido, la urdimbre,
la trama, o el objeto de cuero no se
ha extendido, 54 mandará lavar aque¬
llo en que apareció la lepra y lo
encerrará por otros siete días. 55 Si
después de lavada, ve que la man¬
cha no ha mudado de aspecto, aun¬
que no haya cundido, es inmundo,
y se quemará porque está infectado
en el reverso o en el anverso. 56 Pero
si el sacerdote ve que después del
lavado la parte manchada ha mu¬
dado el color, la arrancará del ves¬
tido o del cuero, de la urdimbre o
de la trama; 67 y si después de esto
se viera que en el vestido o en la
urdimbre o en la trama o en el ob¬
jeto de cuero cunde todavía la man¬
cha, se quemarán. 58 Pero si después
del lavado, en la urdimbre o la traína
o el objeto de cuero la mancha ha
desaparecido, se lavará otra vez, y
será puro. 59 Tal es la ley de la
lepra del vestido, de lana o lino, de
la urdimbre o de la trama y de todo
objeto de cuero, para declararlos
mundos o inmundos.
Ley ncerca de la purificación del
leproso.
H 1 Yave habló a Moisés, dicien¬
do: 2 «Esta será la ley del le¬
proso para el día de su purificación:
Será conducido al sacerdote, 3 que
saldrá a su encuentro fuera del cam¬
pamento y le examinará. Si la plaga
de la lepra ha desaparecido del le¬
proso, 4 mandará tomar para el que
ha de purificar dos .avecillas vivas,
puras, madera de cedro, un hilo de
púrpura e hisopo; 5 degollará una de
las aves encima de una vasija llena de
agua viva; 6 y tomando el ave viva,
el cedro, el hilo de púrpura y el
hisopo, los mojará, lo mismo que el
ave viva, en la sangre del ave de¬
gollada sobre el agua viva; 7 asper¬
gerá siete veces al que ha de ser
purificado de la lepra, y le declarará
puro, dando suelta en el campo al
ave viva. 8 Luego, el que ha de ser
purificado lavará sus vestidos, raerá
todo su pelo y se bañará en agua, y
será puro. Podrá ya entrar en el
campamento, pero quedará por siete
días fuera* de su tienda.
9 El día séptimo raerá todo su
pelo, sus cabellos, su barba, sus cejas,
todo su pelo, lavará sus vestidos, y
bañará su cuerpo en agua, y será
limpio. 10 El día octavo tomará dos
corderos sin defecto y una oveja
primal sin defecto y tres décimos de
cfa de flor de harina, amasada con
aceite, y un log de aceite. 11 El sacer¬
dote que haga la purificación presen¬
tará ante Yave al hombre que lia de
purificarse, con todas esas cosas, a
la entrada del tabernáculo de la
reunión. 12 Tomará uno de los dos
corderos, para ofrecerle en sacrificio
expiatorio y el log de aceite, y lo
agitará ante Yave; 13 luego degollará
el cordero donde se inmola la vícti¬
ma expiatoria V el holocausto, en
lugar santo, porque la víctima del
sacrificio expiatorio, como la del sa¬
crificio por el pecado, es para el sacer¬
dote, es cosa santísima. 14 El sacer¬
dote, tomando la sangre del sacrifi¬
cio expiatorio, untará de ella el ló¬
bulo de la oreja derecha del que se
purifica y el pulgar de la mano de¬
recha y del pie derecho. 15 Tomará
el log de aceite, y echando de él en
la palma de su mano izquierda,
16 meterá el índice de su mano dere¬
cha en el aceite que tiene en la palma
de su mano izquierda, y hará con él
por siete veces aspersión ante Yave.
17 Después, del aceite que le queda
en la palma untará el lóbulo de la
oreja derecha del que se purifica y
el pulgar de la mano derecha y del
► ie derecho, encima de la sangre de
LEVÍTICO. 14
117
1 -
l a víctima; 18 el resto del aceite que
le queda en la palma lo echará sobre
a cabeza del que se purifica, cum¬
pliendo así la expiación por él ante
Ya ve. 19 Luego el sacerdote ofrecerá
el sacrificio por el pecado, haciendo
la expiación del que se purifica de
su mancha; 20 y después de inmolar
el holocausto, lo ofrecerá en el altar
con la oblación, y así hará por él la
expiación y será puro.
21 Si fuere pobre y no pudiere pro¬
curarse las víctimas ordinarias, to¬
mará sólo un cordero, que se ofre¬
cerá en sacrificio expiatorio, en ofren¬
da de expiación. Llevará una décima
de flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda, y un log de aceite;
22 también dos tórtolas o dos picho¬
nes, según sus facultades, uno como
víctima expiatoria, el otro para el
holocausto. 23 Lo presentará el día
octavo al sacerdote para su purifi¬
cación, a la entrada del tabernáculo
de la reunión, ante Yave. 24 El sacer¬
dote tomará el cordero de la expia¬
ción y el log de aceite y los agitará
ante Yave; 25 y después de haber
inmolado el cordero del sacrificio de
expiación, tomará de su sangre y la
pondrá en el lóbulo de la oreja dere¬
cha del que se purifica y sobre el
dedo pulgar de la mano derecha y
del pie derecho. 26 Echará luego aceite
en la palma de su mano izquierda,
27 y con el dedo índice de su mano
derecha hará siete veces aspersión
ante Yave; 28 untará del aceite que
tiene en la mano el lóbulo de la oreja
derecha del que se purifica y el pulgar
de la mano derecha y del pie dere¬
cho en el lugar donde puso la sangre
de la víctima expiatoria. 29 Lo que
le quede en la mano lo echará sobre
la cabeza del "que se purifica, para
hacer por él la expiación ante Yave.
30 Después ofrecerá una de las tór¬
tolas o uno de los pichones que haya
podido procurarse, 31 el uno en sacri¬
ficio por el pecado, el otro en holo¬
causto, con la ofrenda; y así el sacer¬
dote hará la expiación, ante Yave,
del que se purifica. 32 Esta es la ley
de la purificación del que tiene plaga
de lepra y no puede presentar las
víctimas ordinarias.»
33 Yave habló a Moisés y Arón,
diciendo: 34 «Cuando hayáis en¬
trado en la tierra de Canán que yo
voy a daros en posesión, y mandare
yo la plaga de lepra a alguna casa de
la tierra que poseeréis, 35 el dueño
de la casa irá a ponerlo en conoci¬
miento del sacerdote, diciéndole: Noto
que hay en mi casa una mancha.
3 6 El sacerdote mandará desocupar
la casa antes de ir a examinar la
mancha, para que no se contamine
cuanto hay en ella. Desocupada, irá
el sacerdote a examinarla. 37 Exa¬
minará la mancha, y si en las pare¬
des de la casa hallare cavidades ver¬
dosas o rojizas como hundidas en la
pared, 38 saldrá a la puerta de la
casa, y la hará cerrar por siete días.
39 Al séptimo día volverá el sacer¬
dote; y si ve que la mancha ha cun¬
dido en las paredes de la casa, 40 man¬
dará quitar las piedras manchadas y
arrojarlas fuera de la ciudad, en un
lugar impuro; 41 hará raspar la casa
toda en lo interior, arrojándose en
un lugar impuro el polvo que se ras¬
pe. 42 Se tomarán otras piedras y se
pondrán en el lugar de las quitadas,
y se revocará de nuevo. 43 Si la
mancha reapareciere nuevamente en
la casa después de haber quitado las
piedras y de haberla raspado y revo¬
cado de nuevo, 44 volverá el sacer¬
dote a examinarla. Si la mancha hu¬
biere cundido en la casa, es lepra
corrosiva de la casa: es impura. 45 Se
demolerá, y las piedras, la madera y
todo el mortero se llevarán fuera de
la ciudad a un lugar impuro. 46 Quien
entrare en la casa durante el tiempo
que se ha tenido cerrada, será im¬
puro hasta la tarde. 47 Quien hubiere
dormido en ella lavará sus vestidos,
y quien en ella hubiere comido lavará
sus vestidos.
48 Pero si el sacerdote, al volver
a la casa, ve que la mancha no ha
cundido en ella después que la casa
ha sido revocada de nuevo, decla¬
rará pura la casa, pues el mal se ha
curado. 49 Entonces tomará para ex¬
piar la casa dos avecillas, madera de
cedro, lana escarlata e hisopo: 60 de¬
gollará una de las aves sobre una
vasija de barro con agua viva, 51 y
tomando luego la madera de cedro,
el hisopo y la lana escarlata con la
otra ave, lo mojará todo en la sangre
del ave degollada sobre el agua viva,
y aspergerá la casa siete veces. 52 Pu¬
rificará la casa con la sangie del
ave, el agtia viva, el ave viva, la
madera de cedro, el hisopo y la lana
escarlata 43 y dará suelta al ave viva
fuera de la ciudad, en el campo.»
54 Tal es la ley de toda clase de
mancha de lepra, o de netzc y 55 y
LEVÍTICO, 15, 16
1 18
de la lepra de los vestidos y de las
casas, 66 de las manchas brillantes,
de las escamosas y de las manchas,
67 para declarar lo mundo y lo in¬
mundo. Esta es la ley de la lepra.
Inmundicia del hombre y de la
mujer.
1 ^ 1 Ya ve habló a Moisés y Arón,
diciendo: 2 «Hablad a los hijos
de Israel y decidles: Cualquier hombre
que padezca flujo seminal en su carne,
será inmundo. 3 Esta es la ley de su
inmundicia en el flujo, ya sea por
destilar su carne el flujo, ya por
retenerlo, es inmundo. 4 Él lecho en
que se acueste, el asiento en que se
siente, será inmundo. 5 Quien tocare
su lecho, lavará sus vestidos, se ba¬
ñará en agua, y será impuro hasta la
tarde. 6 Quien se sentare sobre un
objeto sobre el que se sentó el que
padece el flujo, lavará sus vestidos,
se bañará en agua, y será impuro
hasta la tarde. 7 Quien tocare la
carne del enfermo, lavará sus vesti¬
dos, se bañará en agua, y será im¬
puro hasta la tarde. 8 Si el enfermo
escupe sobre un hombre puro, éste
lavará sus vestidos, se bañará en
agua, y será impuro basta la tarde.
9 El carro en que viaje el enfermo
será inmundo. 10 Quien tocare algo
que haya estado debajo del enfermo
será impuro hasta la larde, V quien
10 trasportare, lavará sus vestidos,
se bañará en agua, y será impuro
hasta la tarde. 11 Todo aquel a quien
el enfermo tocare sin haberse antes
lavado las manos en agua, lavará
sus vestidos, se bañará en agua, y será
impuro basta la tarde. 12 Toda vasija
de barro que tocare se romperá, y
la de madera se lavará en agua.
í3 Cuando esté curado de su flujo,
contará siete días para su purifica¬
ción: lavará sus vestidos, bañará su
cuerpo en agua viva, y será puro.
14 Al octavo día, tomando dos tór¬
tolas o dos pichones, se presentará
ante Yavc, a la entrada del taber¬
náculo de la reunión, y se los dará
al sacerdote, 16 que los ofrecerá, uno
en sacrificio expiatorio, el otro en
holocausto, y hará por él la expia¬
ción ante Yo ve, por su flujo.
16 El hombre que efundiere su
semen, lavará con agua todo su cuer¬
po, 17 y toda ropa o piel en que se
efunda será lavada con agua, y s^á
inmunda hasta la tarde. 18 La mujer
con quien se acostare con emisión del
semen, se lavará como él, y como
él será inmunda hasta la tarde.
19 La mujer que tiene su flujo, flujo
de sangre en su carne, estará siete
días en su impureza. Quien la tocare
será impuro hasta la tarde. 20 Aque¬
llo sobre que durmiere o se sentare
durante su impureza, será impuro,
21 y quien tocare su lecho, lavará
sus vestidos, se bañará en agua y
será impuro hasta la tarde. 22 Si algo
hubiere sobre el lecho o sobre el asien¬
to, quien lo tocare será impuro hasta
la tarde. 23 Lo que hubiere sobre su
lecho o sobre su asiento, quien lo
tocare será impuro hasta la tarde.
24 Pero si uno se acostare con ella,
será sobre él su impureza, y será
inmundo por siete días, y el lecho en
que durmiere será inmundo.
25 La mujer que tuviere flujo de
sangre por más tiempo del acostum¬
brado, prolongándose éste más allá
de los días de su impureza, será im¬
pura todo el tiempo que dure el flujo,
como en el tiempo del menstruo.
26 El lecho en el cual durante él duer¬
ma y todo objeto sobre el que se
siente, será impuro, como en el
tiempo del menstruo, 27 y quien los
toque será impuro y lavará sus ves¬
tidos, se bañará en agua, y será
impuro hasta la tarde. 28 Cuando cu¬
rare de su flujo, contará siete días,
después de los cuales será pura. 29 Al
octavo día tomará dos tórtolas o dos
pichones, y los llevará al sacerdote
a la entrada del tabernáculo de la
reunión. 30 El sacerdote los ofrecerá,
uno en sacrificio expiatorio y el otro
en holocausto, y hará por ella la ex¬
piación ante Ya ve de la inmundicia
de su flujo.
81 Enseñad a los hijos de Tsrael
a purificarse de sus inmundicias, no
sea que por ellas mueran, por man¬
char el tabernáculo que está en medio
de ellos.
82 Esta es la ley del que padece
flujo y efunde el semen, naciéndose
inmundo, 33 y de la mujer en su flujo
menstrual; de cuantos padecen flujo,
hombres o mujeres, y del hombre
que se acuesta con una mujer impura.»
Ley aceren ele la fiesta anual de
la expiación.
1 1 Después de la muerte de los
dos hijos de Arón, heridos al
acercarse ante Ya ve, 2 dijo Ya ve a
LEVÍTICO, 16
} 19
Moisés: «Di a tu hermano Arón, que
no entre nunca en el santuario |ior
detrás del velo que está delante del
propiciatorio de sobre el arca, no sea
que muera, pues yo me muestro en
la nube sobre el propiciatorio (1).
3 He aquí el rito según el cual en¬
trará Arón en el santuario: Tomará
un novillo para el sacrificio por el
pecado y ün carnero para el holocaus¬
to. 4 Se revestirá de la túnica santa
de lino, y se pondrá sobre sus carnes
el calzón de lino; se ceñirá un cintu¬
rón de lino y cubrirá su cabeza con
la tiara de lino, vistiéndoselos des¬
pués de haberse lavado en el agua.
5 Recibirá de la asamblea de los hijos
de Israel dos machos cabríos, para el
sacrificio por el pecado, y un carnero
para el holocausto; 8 Arón ofrecerá
su novillo por el pecado, y hará la
expiación por sí y por su casa. 7 To¬
mará después los dos machos cabríos,
y presentándolos ante Yavc a la
entrada del tabernáculo de la reunión,
8 echará sobre ellos las suertes, una
la de a Ya ve, otra la de a Azazel.
9 Arón liará acercar el macho cabrío
sobre que recayó la suerte de a
Yave, y le ofrecerá en sacrificio por
el pecado; 10 el macho cabrío sobre
el que recayó la suerte de a Azazel,
le presentará vivo ante Yave f para
hacer la expiación y soltarle después
a Azazel. 11 Arón ofrecerá el novillo
del sacrificio por el pecado, haciendo
la expiación por si y por su casa.
Después de degollar su novillo por
el pecado, 12 tomará del altar un in¬
censario lleno de brasas encendidas,
de ante Yave, y dos puñados de ti¬
miama pulverizado, y lo llevará todo
detrás de la cortina; 13 echará el
timiama en el fuego ante Yave, para
que la nube de incienso cubra el pro¬
piciatorio que está sobre el testimo¬
nio, y no muera. 14 Tomando luego
la sangre del novillo, aspergerá con
su dedo el frente del propiciatorio,
haciendo con el dedo siete aspersio¬
nes. 15 Degollará el macho cabrío
expiatorio del pueblo; y llevando su
sangre detrás del velo, hará como
con la sangre del novillo, aspergién¬
dola sobre el propiciatorio y delante
de él, 18 y así purificará el santuario
de las impurezas de los hijos de
Israel y de todas las trasgresiones
(i) Es el comienzo del llamado código
sacerdotal, que tiene como introducción todo
lo referente a la construcción del tabernáculo.
con que hayan pecado. Lo mismo
hará con el tabernáculo de la reunión,
que está entre ellos, en medio de sus
impurezas. 17 Que no haya nadie en
el tabernáculo de la reunión, desde
que él entre para hacer la expiación
del santuario hasta que salga, hecha
la expiación por sí y por su casa y
por toda la asamblea de Israel.
18 Después irá al altar que está ante
Yave y hará la expiación de él, y
tomando sangre del novillo y sangre
del macho cabrío, untará de ellas
los cuernos del altar todo en torno;
19 hará con su dedo siete veces la
aspersión de sangre, y le santificará
y le purificará de las impurezas de
los hijos de Israel.
20 Hecha la expiación del santua¬
rio, del tabernáculo de la reunión y
del altar, presentará el macho cabrío
vivo; 21 y poniendo sus dos manos
sobre la cabeza del macho cabrío
vivo, confesará sobre él todas las
culpas, todas las iniquidades de los
hijos de Israel y todas sus trasgre¬
siones con que han pecado, y los
echará sobre la cabeza del macho
cabrío, y lo mandará al desierto por
medio de un hombre designado para
ello. 22 El macho cabrío llevará sobre
sí todas las iniquidades de ellos a
tierra inhabitada, y el que lo lleve
lo dejará en el desierto. 23 Después
Arón entrará en el tabernáculo de
la reunión y se desnudará de las ves¬
tiduras de lino, que se vistió para
entrar en el santuario; 24 y quitadas,
se lavará su cuerpo con agua en
lugar santo, y se pondrá sus vesti¬
duras. Saldrá luego, ofrecerá su holo¬
causto y el del pueblo, hará la ex¬
piación por sí y por el pueblo, 25 y
quemará en el altar el sebo del sacri¬
ficio por el pecado. 26 El que habrá
ido a soltar el macho cabrío a Azazel,
lavará sus vestidos y bañará en agua
su cuerpo, después de lo cual podrá
entrar en el campamento. 27 Serán
llevados fuera del campamento el
novillo y el macho cabrío inmolados
por el pecado, cuya sangre se intro¬
dujo en el santuario para hacer la
expiación, y se consumirán por el
fuego sus pieles, sus carnes y sus
excrementos. 28 El que los queme
lavará luego sus vestidos, bañará en
agua su cuerpo y después podrá entrar
en el campamento.
29 Esta será para todos ley perpe¬
tua; el séptimo mes, el día diez del
mes, mortificaréis vuestras personas
LEVlTICO. 1?. 1»
120
y no haréis trabajo alguno, ni el
indígena ni el extranjero que habita
en medio de vosotros; 30 porque en
ese día se hará la expiación por vos¬
otros, para que os purifiquéis y seáis
purificados ante Yave de todos vues¬
tros pecados. 31 Será para vosotros
día de descanso, sábado, y mortifi¬
caréis vuestras personas. Es ley per¬
petua.
32 La expiación la hará el sacer¬
dote que haya sido ungido y haya
sido iniciado para ejercer las funcio¬
nes sacerdotales en lugar de su padre.
Se revestirá de las vestiduras de lino,
las vestiduras sagradas, 33 y hará la
expiación del santuario de la santi¬
dad, del tabernáculo de la reunión
y del altar, la de los sacerdotes y la
de todo el pueblo de la asamblea.
34 Será para vosotros ley perpetua, y
se hará la expiación una vez por
año para los hijos de Israel por sus
pecados» (1).
Hízose lo que Yave había man¬
dado a Moisés.
Lev a ocrea del Injjur del sacrificio.
1 ^ 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
1 k 2 «Habla a Arón y a sus hijos
y a todos los hijos de Israel, y diles:
He aquí lo que ha maiidado Yave:
3 A todo hombre de la casa de
Israel que en el campamento o fuera
del campamento degüelle un buey,
una oveja o una cabra, 4 * * * * sin haberla
llevado a la entrada del tabernáculo
de la reunión, para presentarla en
ofrenda a Yave ante el santuario, le
será imputada la sangre; ha derra¬
mado sangre, y será borrado de en
medio de su pueblo.
b Por eso deben los hijos de Israel,
en vez de inmolar sus victimas en el
campo, traerlas al sacerdote ante
Yave a la entrada del tabernáculo
de la reunión, y ofrecerlas a Yave
en sacrificio pacífico; 9 el sacerdote
derramará la sangre en el altar de
Yave a la entrada del tabernáculo
de la reunión, y quemará el sebo en
(i) La alianza entre Dios y su pueblo
podfa perturbarse por los pecados voluntarios
o involuntarios del pueblo y de los sacerdotes.
Esta es la razón de la fiesta de la expiación,
restablecer la alianza borrando los pecados. El
rito con que se celebraba se expone minucio¬
samente en este capitulo. San Pablo (Hebr. 9. 15
sigs.) la considera como tipo del sacrificio re-,
dentor de Cristo.
olor de suavidad a Yave. 7 Así no
ofrecerán sus sacrificios a los sátiros,
con los cuales se prostituyen. Esta
será para ellos ley perpetua, de ge¬
neración en generación.
8 Diles, pues: Todo hombre de la
casa de Israel o de los extranjeros
que habitan en medio de ellos que
ofrezca un holocausto o un sacrificio,
9 y no llevare la víctima a la entrada
del tabernáculo de reunión, para ser
sacrificado a Yave, será borrado de
en medio del pueblo.
Prohibición de comer simare, ani¬
mal moríecino y desbarrado.
10 Todo hombre de la casa de
Israel, o de los extranjeros que habi¬
tan en medio de ellos, que coma san¬
gre de un animal cualquiera, yo me
volveré contra el que come sangre,
y le borraré de en medio de su pueblo,
11 porque la vida de la carne es la
sangre, y yo os la he mandado poner
sobre el altar para expiación de vues¬
tras almas, y la sangre expía, por
ser vida. 12 Por eso he mandado a
los hijos de Israel: Nadie de entre
vosotros ni de los extranjeros que
habiten en medio de vosotros, come¬
rá sangre.
13 Todo hombre de entre los hijos
de Israel, o de los extranjeros que
habitan en medio de ellos, que cazare
un animal o un ave puros, verterá
la sangre y la cubrirá de tierra;
14 porque la vida de toda carne es
la sangre. Por eso he mandado yo
a los hijos de Israel: no comeréis la
sangre de carne alguna, porque la
vida de toda carue es la sangre;
quien la comiere será borrado.
15 Todo indígena o extranjero que
comiere carne inortieiua o desgarrada,
lavará sus vestidos, se bañará en
agua, y será impuro hasta la tarde;
después será puro. 16 Gi 110 lava sus
vestidos y su cuerpo, contraerá reato.»
I ilíones ilícitas \ pecados contra
natura.
| }{ 1 Yave habló a Moisés, dicien-
10 do: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: 3 Yo soy Yave, vues¬
tro Dios. No liaréis lo que se hace
en la tierra de Egipto donde habéis
morado, ni haréis lo que se lince en
la tierra de Cauán, a donde yo os
LE VÍ TICO, 19
121
llevo; no seguiréis sus leyes. 4 Prac¬
ticaréis mis mandamientos y cum¬
pliréis mis leyes; las seguiréis. Yo,
Yavc, vuestro Dios.
6 Guardaréis mis leyes y mis man¬
damientos; el que los cumpliere vi¬
virá por ellos. Yo, Yave.
6 Ninguno de vosotros se acercará
a una consanguínea suya para des¬
cubrir su desnudez. Yo, Yave.
7 No descubrirás la desnudez de
tu padre, ni la de tu madre; es tu
madre; no descubrirás su desnudez.
8 No descubrirás la desnudez de
la mujer de tu padre; es la desnudez
de tu padre.
9 No descubrirás la desnudez de
tu hermana, hija de tu padre o hija
de tu madre; nacida en la casa o
nacida tuera de ella, no descubrirás
su desnudez.
10 No descubrirás la desnudez de
la hija de tu hijo o de la hija de tu
hija, porque es tu propia desnudez.
11 No descubrirás la desnudez de
la hija de mujer de tu padre, nacida
de tu padre; es tu hermana.
12 No descubrirás la desnudez de
la hermana de tu padre; es la carne
de tu padre.
13 No descubrirás la desnudez de
la hermana de tu madre; es la carne
de tu madre.
14 No descubrirás la desnudez del
hermano de tu padre, acercándote
a su mujer; es tu t'a.
15 No descubrirás la desnudez de
tu nuera; es la mujer de tu hijo; no
descubrirás su desnudez.
16 No descubrirás la desnudez de
la mujer de tu hermano; es la des¬
nudez de tu hermano.
17 No descubrirás la desnudez de
una mujer y la de su hija, ni tomarás
a la hija de su hijo, ni a la hija de
su hija para descubrir su desnudez;
son parientes; es un crimen.
18 No tomarás a la hermana de
tu mujer para hacer de ella una rival
suya, descubriendo su desnudez con
la de tu mujer en vida de ésta.
19 No te acercarás a una mujer
durante el tiempo de su impureza,
para descubrir su desnudez.
20 No tendrás comercio con la
mujer de tu prójimo, manchándote
con ella.
21 No darás hijo tuyo para ser
pasado en honor de Moloc; no pro¬
fanarás el nombre de* tu Dios. Yo,
Yave.
22 No te ayuntarás con hombre
como con mujer; es una abominación.
23 No te ayuntarás con bestia, man¬
chándote con ella.
La mujer no se pondrá ante una
bestia, prostituyéndose ante ella; es
una perversidad.
24 No os manchéis con ninguna de
estas cosas, pues con ellas se han
manchado los pueblos que yo voy a
arrojar de delante de vosotros. 25 Han
manchado la tierra, yo castigaré sus
maldades, y la tierra vomitará a sus
habitantes/ 26 Pero vosotros guardad
mis leyes y mis mandamientos, y
no cometáis ninguna de esas abomi¬
naciones, ni indígena ni extranjero
de los que habitan en medio de
vosotros. 27 Porque todas esas abo¬
minaciones son las que han come¬
tido los hombres de esa tierra que
la habitaron antes de vosotros, y la
tierra se ha manchado. 28 Que no
os vomite la tierra por haberla man¬
chado, como vomitó a los pueblos
que antes de vosotros la habitaron;
29 porque cualquiera que cometa una
de esas abominaciones, será borrado
de en medio de su pueblo 30 Guardad
mis mandamientos, no practicando
ninguna de esas prácticas abomina¬
bles que se practicaban antes de vos¬
otros, y no os manchéis con ellas.
Yo, Yave, vuestro Dios.»
Diversas leyes religiosas, cere¬
moniales y morales.
1 Q 1 Yave habló a Moisés, di-
1 7 ciendo: 2 «Habla a toda la
asamblea de Israel y diles:
3 Sed santos, porque santo soy yo,
Yave, vuestro Dios (1).
(i) Comienza aquí el llamado código da
santidad, que termina en el c. 26, con una larga
y apremiante exhortación. Es una miscelánea
legal, en la cual se repiten no pocas leyes antes
dadas, pero que entran en él en un nuevo
aspecto: el de la santidad. Por ser santo Dios,
ha de ser santo el pueblo, en medio del cual
habita el Santo, que es quien a él le santifica.
Santo viene a ser puro, limpio, sin mancha, sin
defecto; y es, entre los atributos de Dios en lá
Escritura, el que más íntimamente ligado esta
a la religión. «Tres veces santo» proclaman á
Dios los serafines. (Is. 6.) Pero esta santidad
se nos presenta como algo terrible y mortal
para quien a ella se acerca no estando en con¬
sonancia con ella. (Is. 6. 5.) Y por eso lo impuro
ha de santificarse antes, mediante una consa¬
gración; así, por ejemplo, se consagran el san¬
tuario, el altar, la víctima, lós sacerdotes, el
pueblo, el tiempo, etc., que se santifican me¬
diante una especial consagración a Dios. Hay
122
LEVÍTICO, 19
Tema cada uno a su padre y a
su madre y guardad mis sábados.
Yo, Ya ve, vuestro Dios.
4 No vayáis tras los ídolos, y no
os hagáis dioses fundidos. Yo, Yave,
vuestro Dios.
6 Cuando ofrezcáis a Yave un
sacrificio pacifico, ofrecedlo de ma¬
nera que sea aceptable. 6 La víctima
será comida el día de su inmolación
o al día siguiente; lo que quedare
para el día tercero será quemado por
el fuego. 7 Si alguno comiere de ello
al tercer dia, es una abominación;
el sacrificio no será aceptable. 8 El
que lo haga contraerá reato, porque
profana lo consagrado a Yave, y
será borrado de en medio de su pueblo.
9 Cuando bagáis la recolección de
vuestra tierra, no segarás basta el
límite extremo de tu campo, ni reco¬
gerás las espigas caídas, 10 ni harás
el rebusco de tus viñas y olivares,
ni recogerás la fruta caída de los
frutales; lo dejarás para el pobre y el
extranjero. Yo, Yave, tu Dios.
11 No hurlaréis, ni os haréis en¬
gaño y mentira unos a otros.
12 No jures por mi nombre min¬
tiendo; es profanar el nombre de tu
Dios. Yo, Yave.
13 No oprimas a tu prójimo ni le
despojes No quede en tu mano
hasta el siguiente día el salario del
jornalero.
14 No profieras maldición contra el
sordo, ni pongas ante el ciego tro¬
piezos para hacerle caer; has de temer
a tu Dios. Yo, Yave.
cosas por naturaleza impuras, por ejemplo, un
cadáver, la mujer parida, etc.; los animales
inmundos, como el cerdo, etc. Estas cosas
comunican su impureza a quien las toca, a
modo de contagio, y para verse libre de esta
inmundicia se exige una purificación. Hay
una tercera clase de cosas, que pudiéramos
decir neutras, no son por sí ni puras ni impuras,
pero son capaces de una especial consagración
y sinticación, por ejemplo, el hombre, la
oveja, etc. Pueden, sin embargo, resultar
impuras en ciertos momentos, en que por
manera especial se manifiesta la santidad de
Dios, por ejemplo cuando Dios bajó al monte
Sinai, el que ha de ofrecer el incienso en el
tabernáculo, etc. Aun las cosas santificadas
pueden adolecer a veces de este defecto; por
ejemplo, el sumo sacerdote ha de expiarse para
entrar en el santísimo, etc. Es algo parecido
a lo que es para nosotros la santidad del óleo
santo, del cáliz, de las imágenes bendecidas,
de las iglesias consagradas, etc.; aunque este
concepto de santidad, por decirlo así, dema¬
siado material, es más propio del A. T. que
del N.
15 No hagas injusticia en tus jui¬
cios, ni favoreciendo al pobre, ni
complaciendo al poderoso; juzga a
tu prójimo según justicia.
18 No vayas sembrando entre el
pueblo la difamación; no depongas
contra la sangre de tu prójimo. Yo.
Y r ave.
17 No odies en tu corazón a tu her¬
mano, pero repréndele para no car¬
garte tú por él con un pecado.
18 No te vengues, y no guardes
rencor contra los hijos de tu pueblo.
Amarás a tu prójimo como a ti mis¬
mo Í1). Yo, Yave.
19 Guardad mis mandamientos.
No aparearás bestias de diversa
especie, ni sembrarás en tu campo
simiente de dos especies, ni llevarás
vestido tejido de dos especies do
hilo.
20 Si alguno yaciere con mujer
esclava desposada*a otro, no rescatada
ni puesta en libertad, castigúeseles,
no con la muerte, pues ella no era
libre. 21 Ofrecerá por su pecado el
hombre ante Yave, a la entrada del
tabernáculo de la reunión, un car¬
nero en sacrificio de expiación; 22 el
sacerdote hará por él la expiación
ante Yave, con el carnero de) sacri¬
ficio expiatorio por el pecado come¬
tido, y le será perdonado.
23 Cuando hubiéreis entrado en
la tierra, y plantéis árboles frutales
de cualquier especie, sus frutos los
miraréis, como incircuncisos; durante
tres años serán para vosotros incir¬
cuncisos y no los comeréis. 24 Al
cuarto año, todos sus frutos serán
consagrados a Yave. 25 Al quinto
año comeréis ya sus frutos, y el
árbol aumentará vuestras utilidades.
Yo, Yave, vuestro Dios.
26 No comeréis carne con sangre,
ni practicaréis la adivinación ni la
magia. 27 No os raparéis en redondo
la cabeza, ni raeréis los lados de
vuestra barba. 28 No os haréis inci¬
siones en vuestra carne por un muerto,
ni imprimiréis en ella figura alguna.
Yo, Yave.
29 No profanes a tu hija, prostitu¬
yéndola, que no se entregue la tierra
a la prostitución y se llene de crí¬
menes.
(i) El amor al prójimo como a si mismo
no se limita aquí al amor de los connacionales:
se extiende al extranjero que habita en medio
de ellos. Es un precedente del precepto evan¬
gélico, pero dista mucho de él, pues en éste
el amor se extiende aun a los mismos enemigos.
LEVlTICO, 20
123
30 Observad mis sábados y reve¬
renciad mi santuario. Yo, Yave.
31 No acudáis a los que evocan a
los muertos, ni a los adivinos, ni los
consultéis, para no mancharos con
su trato. Yo, Yave, vuestro Dios.
32 Alzate ante una cabeza blanca v
honra la persona del anciano. Teme
a tu Dios. Yo, Yave.
33 Si viene un extranjero para habi¬
tar en vuestra tierra, no le opri¬
máis; 34 tratad al extranjero que
habita en medio de vosotros como
al indígena de entre vosotros; ámale
como a ti mismo, porque extranjeros
fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.
Yo, Yave, vuestro Dios.
35 No hagáis injusticia, ni en los
juicios, ni en las medidas de longi¬
tud, ni en los pesos, ni en las medidas
de capacidad. 33 Tened balanzas jus¬
tas, pesos justos, un e/a justo y un
hin justo. Yo, Yave, vuestro Dios,
que os he sacado de la tierra de
Egipto.
37 Guardad todas mis leyes y man¬
damientos y practicadlos. Yo, Yave.»
Algunas leyes penales.
O A 1 Yave habló a Moisés, dicien-
do: (i) 2 «Di a los hijos de Israel:
Quienquiera que de entre los hijos
de Israel, o de los extranjeros que
habitan en Israel, ofrezca a Moloc
un hijo suyo, será castigado con la
muerte; el pueblo le lapidará. 3 Yo
me volveré contra ese hombre y le
exterminaré de en medio de sil pue¬
blo, por haber entregado a Moloc
a uno de sus hijos, manchando mi
santuario y profanando mi santo
nombre. 4 * Si el pueblo cerrase los
ojos cuanto a este hombre que ofre¬
ció a Moloc a uno de sus hijos, y no
le diera muerte, 6 yo me volveré
contra él y contra su parentela, y le
exterminaré de en medio de su pue¬
blo y a cuantos como él se prosti¬
tuyan ante Moloc (1).
6 Si alguno acudiere a los que evo¬
can a los muertos, y a los que adivir
nan, prostituyéndose ante ellos, yo
(i) El sacrificio de niños por el fuego a
Moloc, dios fenicio, era entre los cananeos
frecuentísimo, y esta abominación la siguieron
muchas veces los hebreos. Si en este lugar
se trata de^verdaderos sacrificios por el fuego,
o de una mera ceremonia de consagración del
niño a Moloc pasándolo por el fuego, es dis¬
cutido entre los intérpretes.
ine volveré contra él y le exterminaré
de en medio de su pueblo.
7 Santificaos y sed santos, porque
yo soy Yave, vuestro Dios. a Guar¬
dad mis leyes y practicadlas. Yo,
Yave, que os santifica.
9 Quien maldigo a su padre o a su
madre, sea castigado con la muerte;
caiga su sangre sobre él.
10 Si adultera un hombre con mujer
casada, si comete adulterio con lo
mujer de su prójimo, hombre y
mujer adúlteros serán castigados con
la muerte.
11 Si uno se acuesta con mpjcr de
su padre, descubriendo así la des¬
nudez de su padre, los dos serán
castigados con la muerte; caiga sobre
ellos su sangre.
12 Si uno se acuesta con su nuera,
ambos serán castigados con la muerte;
han cometido un crimen vergonzoso;
caiga su sangre sobre ellos.
13 Si uno se acuesta con otro como
se hace con mujer, ambos hacen
cosa abominable y serán castigados
con la muerte. Caiga sobre ellos su
sangre.
14 Si uno toma por mujeres la
hija y la madre, es un crimen abo¬
minable; serán quemados él y ellas,
para que no se dé entre vosotros
crimen semejante.
15 El que tenga comercio con una
bestia será castigado con la muerte,
y la bestia la mataréis.
18 Si una mujer se acerca a una
hestia, prostituyéndose ante ella, ma¬
tarás a la mujer y a la bestia; ambas
serán muertas; caiga sobre ellas su
sangre.
17 Si uno toma a su hermana, hija
de su padre o de su madre, viendo
él la desnudez de ella y ella la des¬
nudez de él, es un crimen, y los dos
serán borrados de su pueblo a la
vista de los hijos de su pueblo; él
ha descubierto la desnudez de su
hermana; lleve sobre sí su iniquidad.
18 Si uno se acuesta con mujer
mientras tiene ésta el flujo menstrual,
y descubre su desnudez, su flujo,
y ella descubre el flujo de su sangre,
serán ambos borrados de en medio
de su pueblo.
19 No descubras la desnudez de la
hermana de tu madre, ni la de la
hermana de tu padre, porque es
descubrir tu propia carne. Llevarán
sobre sí su iniquidad.
20 Si uno se acuesta con su tía.
descubre la desnudez de su tío. Lleva-
124
LEVÍTICO, 21, 22
rán sobre sí sil iniquidad; no tendrán
hijos.
21 Si uno toma mujer de su her¬
mano, es una inmundicia. Descubrió
la desnudez de su hermano. No ten¬
drán hijos.
22 Guardad todas mis leyes y todos
mis mandamientos y ponedlos por
obra, para que no os vomite la tierra
a donde os llevo. 23 No imitéis las
costumbres de las gentes que yo
voy a arrojar de delante de vosotros;
ellos hacían estas maldades, y yo los
aborrecí. 24 Yo os he dicho; vosotros
poseeréis esa tierra, yo os la daré
en posesión, es una tierra que mana
leche y miel. Yo, Yave, vuestro Dios,
que os ha separado de las gentes.
25 Distinguid entre animales puros
e impuros, entre aves puras e impu¬
ras, y no os hagáis abominables por
los animales, por las aves, ni por
cuanto repta sobre la tierra, que yo
os he enseñado a tener por impuro.
26 Sed santos para mí, porque yo,
Yave, soy santo, y os he separado
de las gentes para que seáis míos.
27 Todo hombre o mujer que evoque
a los muertos y se dé a la adivina¬
ción, será muerto, lapidado; caiga
sobre ellos su sangre.»
Leves acerva de la pnrc/a ritual
de los sacerdotes.
4 1 Yave dijo a Moisés: «Habla
— 1 a los sacerdotes hijos de Arón,
y diles (1); 2 Que ninguno se con¬
tamine por un muerto de los de su
pueblo, a no ser por un próximo
consanguíneo, por su madre, por su
padre, por su hijo, por sn hija, por
sil hermano; 3 por su hermana virgen,
que viva con él y no se hubiera
casado, por ésa puede contaminarse;
4 pero no por sus otros parientes,
profanándose. 5 No se raerán la ca¬
beza ni los lados de la barba, ni se
harán incisiones en la carne 6 . Serán
santos para su Dios, y no profanarán
su nombre, pues son ellos los que
ofrecen las combustiones de Yave,
pan de su Dios, y han de ser santos.
(i) Un cadáver es algo impuro, su contacto
contamina, y el que por necesidad tiene que
tocarlo, ha de purificarse. A los sacerdotes se
les prohíbe tocar cadáver que no sea de un
próximo consanguíneo, y al sumo sacerdote
se le prohíbe tocar aun al del padre y la madre.
La santidad del sacerdote ha de ser mayor que
la de los demás.
7 No tomarán mujer prostituida, ni
desposada, ni mujer repudiada por
su marido, porque el sacerdote está
consagrado a su Dios. 3 Por santo
le tendrás, pues él ofrece el pan de
tu Dios, y será santo para ti, porque
santo soy yo, Yave, que los santi¬
fico. 9 Si la hija de un sacerdote se
profana prostituyéndose, profana a
su padre, y será quemada en el fuego.
10 El sumo sacerdote de entre sus
hermanos, sobre cuya cabeza se de¬
rramó ei óleo de unción, a quien se
le llenó la mano para vestirse las
vestiduras sagradas, no desnudará
su cabeza, ni rasgará sus vestidos,
11 ni se acercará a ningún muerto,
ni se contaminará, ni por su padre,
ni por su madre.
12 No se saldrá del santuario, ni
profanará el santuario de su Dios,
pues ha sido consagrado con el óleo
de la unción de su' Dios. Yo, Yave.
13 Tomará virgen por mujer, 14 no
viuda, ni repudiada, ni desflorada,
ni prostituida. Tomará una virgen
de las de su pueblo, 15 y no deshon¬
rará su descendencia en medio de
su pueblo, porque soy yo, Yave,
quien le santifico.»
16 Yave habló a ^Moisés, diciendo:
17 «Habla a Arón, y dile: Ninguno de
tu estirpe según sus generaciones,
que tenga una deformidad corporal,
se acercará a ofrecer el pan de tu
Dios. 18 Ningún deforme se acercará;
ni ciego, ni cojo, ni mutilado, ni
monstruoso, 19 ni quebrado de pie o
de mano, 20 ni jorobado, ni enano, ni
bisojo, ni sarnoso, ni tiñoso, ni her¬
nioso. 21 Ninguno de la estirpe de
Arón que tenga una deformidad cor¬
poral, se acercará para ofrecer las
combustiones de Yave; es defectuoso,
no se acercará a ofrecer el pan de
su Dios; 22 podrá comer el pan de su
Dios, lo santísimo y lo santo, J 3 mas
no entrar detrás del velo, ni acercarse
al altar, porque tiene defecto, y no
debe contaminar mi santuario. Yo,-
Yave, que los santifico.» 24 Y así
habló Moisés a Arón y a sus hijos
y a todos los hijos de Israel.
I.o*» que |>nc<lcii comer las cosas
sanias.
*)*) 1 Habló Yave a Moisés, di-
~~ ciendo: 2 «Habla a Arón y n
sus hijos, para que respeten las cosas
santas que me consagran los hijos de
LEVintO, 23
125
Israel, y no profanen mi sanio nombre.
Yo, Ya ve.
3 Diles: Cualquiera de vuestra es¬
tirpe en vuestras generaciones que
tenga sobre sí alguna impureza, guár¬
dese de acercarse a las cosas santas
t^ue los hijos de Israel ofrecen a Yave;
si lo hiciere, será retirado de mi pre¬
sencia. Yo, Yave. 4 El que de la
estirpe de Arón tuviere lepra o flujo,
no comerá de las cosas santas, hasta
no quedar puro. 5 Lo mismo el
que haya tocado a un inmundo
manchado por el contacto de un ca¬
dáver, o que haya derramado el semen,
o que haya tocado un reptil que le
impurificó, o que esté impurificado
por haber tocado a un impuro, que le
transmitió su impureza, cualquiera
que ésta sea. 6 Quien tocare algo de
eso será impuro hasta la tarde y no
comerá cosa santa; se bañará en agua,
7 y después de la puesta del sol será
puro y podrá comer cosas santas,
pues son su comida. 8 No comerá de
animal mortecino ni desgarrado, man¬
chándose con ello. Yo, Yave. 9 Que
guarden todos mis mandamientos, no
sea que por algo de esto incurran en
pecado y mueran por haber profa¬
nado las cosas santas. Yo, Yave, que
los santifico. 10 Ningún extraño co¬
merá las cosas santas; ni el que habite
en la casa del sacerdote, ni el merce¬
nario, las comerán; pero el esclavo
comprado a precio por el sacerdote,
y el nacido en su casa, podrán comer,
pues son su alimento. 12 La hija de
un sacerdote casada con un extraño
no podrá comer de las cosas santas;
13 pero si enviudare, o fuese repu¬
diada, sin tener hijos, y vuelve a la
casa de su padre, como estaba en
ella en su juventud, podrá comer
de lo que come su padre; mas ningún
extraño comerá. 14 Quien por inad¬
vertencia comiere una cosa santa,
restituirá al sacerdote con un quinto
de más.
15 No profanen los sacerdotes las
cosas santas de los hijos de Israel,
lo reservado a Yave, 16 y se carguen
la fealdad del delito cuando coman
las cosas santas. Yo, Yave, que los
santifico. »
Las víctimas para los sacrificios
han de ser sin defecto.
17 Yave habló a Moisés, diciendo:
«Habla a Arón y a sus hijos y a todos
los hijos de Israel, y diles: Quien¬
quiera de la casa de Israel o de los
extranjeros que presente su ofrenda,
sea en cumplimiento de su voto,
sea como ofrenda voluntaria, si lo
que ofrece a Yave es holocausto,
19 para que sea aceptable, la víctima
ha de ser sin defecto, de entre los
bueyes, las ovejas o las cabras. 20 No
ofreceréis nada defectuoso, pues no
sería aceptable. 21 Cuando uno ofrezca
a Yave ganado mayor o ganado
menor en sacrificio pacífico, sea para
cumplir un voto, sea como ofrenda
voluntaria, la víctima para ser acep¬
table ha de ser perfecta, sin defecto.
22 Un animal ciego, estropeado o
mutilado, ulcerado, sarnoso o tiñoso,
no se lo ofreceréis a Yave, ni que¬
maréis nada de él en el altar a Yave.
Podrás inmolar como oferta volun¬
taria un buey o una oveja que tenga
un miembro demasiado largo o de¬
masiado corto, pero esa víctima no
¡ sería aceptable para el cumplimiento
de un voto. 24 No ofreceréis a Yave
un animal que tenga los testículos
aplastados, hundidos, cortados o
arrancados; no lo ofreceréis a \ r ave;
eso no lo haréis nunca en vuestra
tierra. 25 Ni de la mano de un extran¬
jero recibiréis tales víctimas, para
ofrecerlas como alimento de vuestro
Dios, pues están corrompidas y man¬
chadas y no os serían aceptables.»
26 Yave dijo a Moisés: 27 «Al nacer
un becerro, un cordero o un cabrito,
quedarán siete días a la ubre de la
madre; a partir del día octavo, serán
( ya en adelante agradables para ser
ofrecidos a Yave en sacrificio por
el fuego; 28 sea buey o cordero, no
inmoléis en el mismo día el animal
| y su cría. 29 Cuando ofrezcáis a Yave
un sacrificio de acción de gracias,
lo ofreceréis de manera que sea acep¬
table; 30 la víctima será comida el
día mismo, sin dejar nada para el
día siguiente. Yo, Yave.
31 Guardad mis mandamientos, y
ponedlos por, obra; yo, Yave. 32 No
! profanéis mi- santo nombre; sea yo
santificado en medio de los hijos de
Israel. Yo, Yave, que os santifico
33 y os he sacado de la tierra de Egipto,
para ser vuestro Dios. Yo, Yave.»
Las solemnidades. El sábado.
¿jo 1 Yave habló a Moisés, di-
J-O ciendo: 2 «Habla a los hijos de
Israel, y diles: Estas son las solem¬
nidades, asambleas santas, que con-
126
LEVÍTICO, 23
vocaréis: 3 Seis dias trabajaréis, pero
el séptimo, que es sábado, es santo,
día de descanso y de santa asamblea.
No haréis en él trabajo alguno. Es
el descanso consagrado a Yave, don-
uiera que habitéis.
Estas son las fiestas de Yave, las
asambleas santas que convocaréis a
su tiempo:
La pascua.
5 El mes primero, el dia catorce
del mes, entre dos luces, es la pascua
de Yave. 6 El quince del mes es la
fiesta de los ácimos de Yave. Du¬
rante siete días comeréis pan sin
levadura. 7 El primer día convoca¬
réis asamblea santa y no haréis ningún
trabajo servil. 8 Ofreceréis a Yave
por siete días consecutivos sacrificios
por el fuego. El séptimo día convo¬
caréis asamblea santa y no haréis
en él ningún trabajo servil.»
Las primicias.
9 Yave habló a Moisés, diciendo:
10 «Habla a los hijos de Israel, y
diles: Cuando hayáis entrado en la
tierra que yo os daré y hagáis en
ella la recolección, llevaréis al sacer¬
dote un manojo de espigas, primi¬
cias de vuestra recolección; 11 y él
agitará el manojo ante Yave, para
que os sea propicio, 12 y sacrifica¬
réis en holocausto a Yave un cor¬
dero primal sin defecto; 13 acompa¬
ñaréis la oblación de dos décimas
de flor de harina, como ofrenda de
combustión de olor suave a Yave; la
libación será de vino, un cuarto de
hin. No comeréis ni pan, ni trigo
tostado, ni espigas frescas de lo
nuevo, hasta el día en que llevéis
la ofrenda de vuestro Dios. Es ley
perpetua para vuestros descendien¬
tes, dondequiera que habitéis.
Pentecostés.
15 A partir del día siguiente al
sábado, del día en que traigáis el
manojo de espigas para ser agitado,
contaréis siete semanas completas.
16 Contados así cincuenta días hasta
el día siguiente al sábado de la
séptima semana, ofreceréis a Yave I
una nueva oblación. 17 Llevaréis de '
vuestra casa, para agitarlos, dos panes
hechos con dos décimas de flor de
harina y cocidos con levadura. Son
las primicias de Yave. 18 Con estos
panes ofreceréis en holocausto a Yave
siete corderos, acompañando la ofren¬
da y la libación, en sacrificio de com¬
bustión de suave olor a Yave. 19 In¬
molaréis también un macho cabrio
en sacrificio por el pecado, y dos
corderos primales en sacrificio pací¬
fico. 20 El sacerdote agitará los cor¬
deros, con los panes de las primicias,
en ofrenda de agitación ante Yave:
y los panes, lo mismo que los dos
corderos consagrados a Yave, serán
para el sacerdote. 21 Ese mismo día
convocaréis asamblea santa, y no
haréis en él ningún trabajo servil.
Es ley perpetua para vuestros des¬
cendientes, dondequiera que habitéis.
22 Cuando hagáis la recolección en
vuestra tierra, no segareis hasta el
límite extremo del campo, ni recoge¬
rás lo que queda para espigar; lo de¬
jarás para el pobre y el extranjero.
Yo, Yave, vuestro Dios.»
Fin de año.
23 Yave habló a Moisés, diriendo:
24 «Habla a los hijos de Israel, y diles:
Al séptimo mes, el día primero del
mes tendréis fiesta solemne., anun¬
ciada a son de trompeta, asamblea
sania. 25 No haréis en él ningún
trabajo servil, y ofreceréis a Yave
sacrificios de combustión.»
La expiación.
26 Yave habló asi a Moisés: 27 «El
día décimo del séptimo mes es el
día de la expiación; tendréis asam¬
blea santa, os mortificaréis, y ofre¬
ceréis a Yave sacrificios de combus¬
tión. 28 No liaréis en ese día ningún
trabajo serví 1 , porque es día de expia¬
ción y se ha de hacer la expiación
por vosotros ante Yave, vuestro Dios.
29 Todo el que en ese día no se afli¬
giere, será borrado de en medio de
su pueblo; 30 y todo el que en ese
día haga un trabajo cualquiera, yo
le extei minaré de en medio de su
pueblo. 81 No liaréis trabajo alguno.
Es ley perpetua para vuestros des¬
cendientes, dondequiera que habi¬
téis. 32 Será para vosotros sábado,
día de reposo aosolulo, y os afligi¬
réis; el noveno día del mes, desde la
LEVÍTICO, 24
127
tarde hasta la tarde siguiente, guar¬
daréis vuestro sábado.»
Fiesta d^ los tabernáculos.
33 Yave habló a Moisés, diciendo:
34 «Habla a los hijos de Israel y diies:
El día quince de este séptimo me.s
es la fiesta de los tabernáculos, du¬
rante siete días, en honor de Yave.
38 El día primero asamblea santa; no
liaréis en él ningún trabajo servil.
36 Durante siete días ofreceréis a
Yave sacrificios de combustión. El
día octavo, asamblea santa, y ofre¬
ceréis a Yave sacrificios de com¬
bustión. Es asamblea santa; no haréis
en él ningún trabajo servil.
37 • Estas son las fiestas de Yave
que convocaréis, para tener en ellas
la asamblea sania y ofrecer a Yave
sacrificios de combustión, holocaus¬
tos y oblaciones, víctimas y libacio¬
nes, cada día lo que corresponda,
38 además de los sábados de Yave,
de vuestros dones, de vuestros votos
y de todas las ofrendas voluntarias
que presentéis a Yave.
39 El día quince del séptimo mes,
cuando hayáis, recogido los frutos de
la tierra, celebraréis la fiesta de Yave
durante siete días. El primer día
será de descanso completo, e igual¬
mente el octavo. 40 El primer día
tomaréis gajos de frutales hermosos,
ramos de palmera, ramas de árboles
frondosos, de sauces de ribera, y os
regocijaréis ante Yave, vuestro Dios,
durante siete días. 41 Celebraréis esta
fiesta durante siete días cada año.
Es ley perpetua para vuestros des¬
cendientes, y la celebraréis el sép¬
timo mes. 43 Moraréis los siete días
en cabañas; todo indígena de Israel
morará en cabañas, 43 para que sepan
sus descendientes que yo hice habi¬
tar en cabañas a los hijos de Israel
cuando los saqué ae la tierra de
Egipto. Yo, Yave, vuestro Dios.»
44 Moisés promulgó las fiestas de-
Yave a los hijos de Israel.
Fas lámparas del santuario.
OJ, 1 Yave habló a Moisés, di-
~ * ciendo: 2 «Manda a los hijos de
Israel que te traigan para el cande¬
labro aceite puro de olivas macha¬
cadas, para alimentar continuamente
las lámparas. 3 Por defuera del velo
que está delante del testimonio, en
el tabernáculo de la reunión, Arón las
preparará, para que ardan continua¬
mente, de la tarde a la mañana, en
presencia de Yave. Es ley perpetua
para vuestros descendientes. 4 Dis¬
pondrá siempre las lámparas en el
candelabro de oro puro.
Fos panes de la propiciación.
6 Tomarás flor de harina, \ cocerás
doce panes de dos décimas cada
uno; 6 y los colocarás, en dos rimeros
de seis cada uno, sobre la mesa de
oro, delante de Yave. 7 Pondrás
incienso puro sobre cada rimero, que
sea para el pan perfume de combustión
a Yave. 8 Cada sábado, de continuo,
lo dispondrás así ante Yave, de parte
de los hijos de 'Israel, en perpetua
alianza. 9 Serán para Aróñ y sus
hijos, que los comerán en lugar santo,
porque es para ellos cosa santísima,
entre las ofrendas de combustión
hechas a Yave. Es ley perpetua.
Castigo de un blasfemo
10 El hijo de una mujer israelita,
Dero de padre egipcio, que habitaba
entre los hijos de Israel, riñó en el
campo con el hijo de una mujer
israelita y de padre israelita; 11 y
profirió el Nombre y le maldijo. Su
madre se llamaba Salumit, hija de
Dabri, de la tribu de Dan. 12 Le encar¬
celaron hasta que Moisés pronun¬
ciase de parte de Yave lo que había
de hacerse; 13 y Yave habló a Moisés,
diciendo: 14 «Haz sacar del campa¬
mento al blasfemo; que cuantos le
han oído ié pongan su mano sobre la
cabeza, y que toda la asamblea le
lapide. 15 Y hablarás a los hijos de
Israel, diciendo: Quienquiera que mal¬
dijere a su Dios llevará sobre sí su
iniquidad; 18 y quien blasfemare el
nombre de Yave será castigado con
la muerte; toda la asamblea le lapi¬
dará. Extranjero o indígena, quien
blasfemare el sagrado nombre, morirá.
Penas contra los homicidas.
17 Quien hiera a otro mortalmente,
morirá. 18 Quien hiera mortalmente a
una bestia, restituiré bestia por bes-
fi a. 19 Al que maltrata a suí prójimo
128
NUMEROS, 25
se le hará como él ha hecho; 20 frac¬
tura por fractura, ojo por ojo, diente
por diente: se le hará la misma herida
que él haya hecho a su prójimo.
21 Quien matare una bestia, págnela;
pero quien matare a un hombre,
será muerto. 22 Una sola ley tendréis
para el extranjero, igual que para el
indígena, porque yo soy Yave, vues¬
tro Dios.» 23 Moisés se lo comunicó
a los hijos de Israel; y conducido el
blasfemo fuera del campamento, lo
lapidaron, haciendo lo que Yave había
mandado a Moisés.
í-'l año sabático.
*) " x (1) Yave habló a Moisés en el
— monte Sinaí, diciendo: * 2 * «Habla
a los hijos de Israel y diles: Cuando
hubiereis entrado en" la tierra que
Yave os da, descansará la tierra, será
un descanso en honor de Yave.
3 Seis años sembrarás tu campo, y
seis años vendimiarás tu viña y reco¬
gerás sus productos; 4 pero el séptimo
año será un sábado de completo des¬
canso para la tierra, sábado en honor
de Yave. Ni sembrarás en él tu campo,
ni podarás tu viña, 5 * ni recogerás
lo que de si dieren; ni el trigo que
dé tu campo, ni las uvas que dé tu |
viña las vendimiarás; será para la
tierra año de descanso. 8 Lo que la
tierra diere de sí os servirá de comida I
a ti, a tu siervo y a tu sierva, a tu
jornalero y al extranjero que habita
contigo, 7 a tus bestias y a los ani- i
males de tu tierra; todo su producto
os servirá de alimento.
El «ño jubilar.
8 (2) Contarás siete semanas de
años, siete veces siete años, viniendo
a ser el tiempo de las siete semanas
de cuarenta y nueve años. 9 El día
décimo del séptimo mes harás que
resuene el sonido de la trompeta,
el sonido de la expiación; haréis
resonar el sonido de la trompeta por
<i) La razón del año sabático es, si no
única, principalmente, religiosa. Como en el
sábado descansan aun los animales, así descan¬
sará el año sabático la tierra.
(2) El año jubilar, que viene a ser la última
extensión de la ley sabática, es además una ins¬
titución de gran valor social, pues impide la
acumulación de la tierra en pocas manos y
mantiene la primitiva distribución.
toda vuestra tierra, 10 y santifica
réis el año cincuenta, y pregonaréis
la libertad por toda la tierra para
todos los habitantes de ella. Será
para vosotros jubileo, y cada uno
de vosotros recobrará su posesión,
que volverá a su familia. 11 El año
cincuenta será para vosotros jubileo;
no sembraréis, ni recogeréis lo que
de sí diere la tierra, ni vendimiaréis
la viña no podada; 12 porque es el
jubileo, que será sagrado para vos¬
otros. Comeréis el fruto que de sí
dieren los campos. 13 En este año
jubilar volverá cada uro a su pose¬
sión. 14 Si vendéis a vuestro prójimo
o le compráis alguna cosa, que nadie
perjudique a su hermano. 15 Compra¬
rás a tu prójimo conforme al número
de años transcurridos después del
jubileo; y conforme al número de
años de cosecha te venderá él a ti.
18 Cuantos rrás años queden, tanto
más aumentarás el precio; cuantos
menos queden, tanto más le tajarás,
porque es el número de las cosechas
lo que se vende. 17 Que nadie de
vosotros perjudique a su hermano;
teme a tu Dios, porque yo soy Yave,
vuestro Dios. 18 Cumplid mis leyes
y poned por obra mis mandamientos,
guardadlos v viviréis seguros en la
tierra. 19 La tierra dará sus frutos,
comeréis a saciedad y habitaréis en
ella en seguridad. 20 Si preguntáis*
¿Qué comeremos el año séptimo,
pues que no sembramos ni cosecha¬
mos nuestros frutos? 21 Yo os man¬
daré mi bendición el año sexto, y él
producirá frutos para tres años.
22 Sembraréis el año octavo, y come¬
réis de la cosecha añeja; hasta la
cosecha del año venidero comeréis
frutos añejos.
1.1 recente de bis propiedades \
los siervos.
23 Las tierras no se venderán a per¬
petuidad, porque la tierra es mía,
V vosotros sois en lo mío peregrinos
y extranjeros. 24 En toda la tierra
de vuestra posesión daréis derecho a
redimir la tierra. 28 Si tu hermano
empobreciere y vendiere algo de su
propiedad, vendrá el que tenga de¬
recho, su pariente más próximo, y
rescatará lo vendido por su hermano.
28 Si no tuviere rescatador, que bus¬
que él con qué hacer el rescate;
27 entonces descontará los años desde
/
LEVÍTICO 26,
120
fa venía, y pagará al comprador lo
que reste, volviendo a su propiedad.
28 Si no llalla de qué pagar el resto,
lo vendido quedará en poder del
comprador, hasta el año del jubileo;
y entonces será libre, y el vende¬
dor tornará a entrar en su pro¬
piedad.
29 Si vendiere uno una casa en
ciudad amurallada, tendrá derecho
al rescate durante un año, a partir
de la venta; su derecho al rescate
durará un año entero. 30 Si la casa
situada en una ciudad amurallada no
es rescatada dentro del año completo,
será por siempre del que la compró
V de sus descendientes; no quedará
íihre el año del jubileo. 31 Las casas
de los pueblos no amurallados serán
tenidas como feudo de tierra, podrán
ser rescatadas, y serán liberadas el
año del jubileo. 32 Por lo que hace
a las ciudades de los levitas, las casas
que en ellas tengan los levitas serán
perpetuamente reseatables. 33 Cuando
la casa de un levita no fuere resca¬
tada, la casa vendida en ciudad de
las que les han sido dadas, quedará
liberada en el jubileo, porque las
casas de los levitas en sus ciudades
son su posesión en medio de los hijos
de Israel. 34 Los campos situados en
derredor de las ciudades de los levi¬
tas no podrán venderse, pues son
su posesión a perpetuidad.
35 Si empobreciere tu hermano y
te tendiere su mano, acógele, y viva
contigo como extranjero y peregrino;
36 no le darás tu dinero a usura, ni
de tus bienes a ganancia. Teme a tu
Dios y viva contigo tu hermano.
37 No le prestes tu dinero a usura,
ni tus víveres a ganancia. 38 Yo,
Yave vuestro Dios, que os saqué
de la tierra de Egipto, para daros
la tierra de Canán, para ser vuestro
Dios.
39 Si empobreciere tu hermano
cerca de ti y se te vende, no le trates
como siervo; 40 sea para ti como
criado o jornalero; te servirá hasta
el año del jubileo. 41 Saldrá de tu
casa él y sus hijos con él, y volverá
a su familia, entrando de nuevo en
la propiedad de sus padres. 42 Porque
son siervos míos que saqué yo de
la tierra de Egipto, y no han de ser
vendidos como esclavos. 43 No le
dominarás duramente, sino que teme¬
rás a Yave, tu Dios. 44 Los esclavos
o esclavas que tengas, tómalos de
las gentes que están en derredor
vuestro; de ellos compraréis siervos
y siervas. 46 También podréis com¬
prar de entre los hijos de los extran¬
jeros que viven con vosotros y de
entre los que de su linaje han nacido
en medio de vosotros, y serán pro¬
piedad vuestra. 40 Se los dejaréis en
herencia a vuestros hijos después de
vosotros, como posesión hereditaria,
sirviéndoos de ellos siempre; pero
de vuestros hermanos, los hijos de
Israel, ninguno de vosotros será para
su hermano un amo duro. 47 Si el
extranjero o peregrino que vive entre
vosotros se enriqueciere, y un her¬
mano tuyo cerca de él empobreciere,
y se vendiere al extranjero que vive
contigo o a uno de su linaje, 48 tendrá
derecho a su rescate después de ha¬
berse vendido; cualquiera de sus her¬
manos podrá redimirle; 49 su tío,
o el hijo de su tío o un pariente pró¬
ximo podrá redimirle, o si él ganare
con qué, él mismo se redimirá. 60 Con¬
tará al que le compró los años desde
su venta al año del jubileo, y el
precio de venta se computaiá según
el número de años, valorando sus
jornadas de trabajo como las de un
jornalero. 61 Si quedan todavía mu¬
chos años, pagará su rescate conforme
al número de esos años, pagará el
precio en que se vendió; 62 si quedan
pocos años hasta el del jubileo, hará
la cuenta, y conforme al número de
esos años pagará su rescate. 63 Le
tratará como a un ajustado por año,
y no consentirás que a tus ojos le
trate su amo con dureza 64 Si no es
rescatado por sus parientes, quedará
libre el año del juhileo. él y sus hijos
consigo. 66 Porque son míos los hijos
de Israel, son siervos míos, que saqué
yo de la tierra de Egipto. Yo, Yave,
vuestro Dios.
El culto del verdadero Dios.
26 1 No hagáis ídolos, ni os alcéis
esculturas ni cipos sagrados,
ni pongáis en vuestra tierra piedras
esculpidas, para prosternaros ante
ellos, porque soy yo, Yave, vuestro
Dios. 2 Guardad mis sábados y reve¬
renciad mi santuario. Yo, Yave.
Promesas a los fieles.
3 Si cumplís mis leyes, si guardáis
mis mandamientos y los ponéis por
9
130
LEVÍTICO, 26
obra, 4 yo mandaré las lluvias a su
tiempo, la tierra dará sus frutos, y
los árboles de los campos darán sus
frutos. 6 La trilla se prolongará entre
vosotros hasta la vendimia, y la ven¬
dimia hasta la sementera, y comeréis
vuestro pan a saciedad, y habitaréis
en seguridad en vuestra tierra. 6 Daré
paz a la tierra, nadie turbará vuestro
sueño, y dormiréis sin que nadie os
espante. Haré desaparecer de vuestra
tierra los animales dañinos, y no
pasará por vuestro país la espada.
7 Perseguiréis a vuestros enemigos,
que caerán ante vosotros al filo de
la espada. 6 Cinco de vosotros per¬
seguirán a ciento, ciento de vosotros
perseguirán a diez mil, y vuestros
enemigos caerán ante vosotros al
filo de la espada. 9 Yo volveré a
vosotros mi rostro, y os liaré crecer
y multiplicaros, y afirmaré mi alianza
con vosotros. 19 Comeréis lo añejo,
añejo, y habréis de sacar fuera lo
añejo para encerrar lo nuevo. 11 Es¬
tableceré mi morada entre vosotros
y no os abominará mi alma. 12 Mar¬
charé en medio de vosotros v seré
vuestro Dios, y vosotros seréis mi
pueblo. 13 Yo, Yave, vuestro Dios,
que os saqué de la tierra de Egipto,
para que no fueseis esclavos en ella,
rompí las coyundas de vuestro yugo
y hago que podáis andar erguida la
cabeza.
Amenazas contra los Infieles.
14 Pero si no me escucháis y no
ponéis en obra mis mandamientos,
si desdeñáis mis leyes 16 y menos¬
preciáis mis mandamientos y no los
ponéis todos por obra, v rompéis
mi alianza, 16 ved lo que también yo
haré con vosotros: 17 echaré sobre
vosotros el espanto, la consunción
y la calentura, que debilitan los
ojos y destrozan el alma; sembra¬
réis en vano vuestra simiente, pues
serán los enemigos los que la comerán;
me volveré airado contra vosotros y
seréis derrotados por vuestros ene¬
migos; os dominarán los que os abo¬
rrecen, y huiréis sin que os persiga
nadie.
18 Si después de esto no me obe¬
decéis todavía, echaré sobre vos¬
otros plagas siete veces mayores por
vuestros pecados; 19 quebrantaré la
fuerza de vuestro orgullo; haré como
de hierro vuestro ciclo y como de
bronce vuestra tierra. 20 Serán vanas
vuestras fatigas, pues no os dará
la tierra sus productos, ni los árboles
de ella sus frutos. 21 Y si todavía me
ós oponéis y no queréis obedecerme,
os castigaré otras siete veces más
por vuestros pecados; 22 lanzaré con¬
tra vosotros fieras, que devoren a
vuestros hijos, destrocen vuestro ga¬
nado y os reduzcan a escaso número,
de modo que queden desiertos vues¬
tros caminos.
23 Si con tales castigos no os con¬
vertís a mí y seguís marchando con¬
tra mí, 24 yo a mi vez marcharé contra
vosotros y os rechazaré, y os heriré
también yo siete veces más por
vuestros pecados; 25 esgrimiré contra
vosotros la espada vengadora de mi
alianza; os refugiaréis en vuestras
ciudades, y yo mandaré en medio
de vosotros la peste, y os entregaré
en manos de vuestros enemigos,
26 quebrantando todo vuestro sostén
de pan; diez mujeres bastarán para
cocer el pan en un solo horno y os
lo darán tasado; comeréis y no os
hartaréis.
27 Si todavía no me obedecéis v
seguís oponiéndoos a mí, 28 yo me
opondré a vosotros con furor y os
castigaré siete veces más por vues¬
tros pecados: 29 Comeréis las carnes
de vuestros hijos; comeréis las car¬
nes de vuestras hijas; 30 destruiré
vuestros altares; abatiré vuestras este¬
las consagradas al sol; amontonaré
vuestros cadáveres sobre los cadá¬
veres de vuestros execrables ídolos,
y mi alma os abominará. 31 Conver¬
tiré vuestras ciudades en desiertos,
saquearé vuestros santuarios y no
aspiraré ya más el suave olor de
vuestros perfumes. 32 Devastaré la
tierra, y vuestros enemigos, que se¬
rán los que la habiten, se quedarán
pasmados de ello; 33 V a vosotros
os dispersaré yo entre las gentes y os
perseguiré con la espada desenvai¬
nada en pos de vosotros; vuestra
tierra será devastada, y vuestras
ciudades quedarán desiertas.
34 Entonces disfrutará la tierra de
sus sábados, durante todo el tiempo
que durare su soledad y estéis vos¬
otros en la tierra de vuestros ene¬
migos. Entonces descansará la tierra
y gozará de sus sábados. 35 Todo el
tiempo que quedará devastada, ten¬
drá el descanso que no tuvo en vues¬
tros sábados, cuando erais vosotros
los que la habitabais. 36 A los que
LEVÍTICO, 27
131
de vosotros sobrevivan yo les infun¬
diré espanto tal en sus eorazo es,
cu la tierra de sus enemigos, que el
moverse de una hoja los sobresal¬
tará y los hará huir como se huye
de la espada, y caerán sin que nadie
los persiga; 37 y tropezarán los unos
con los otros, como si huyeran de¬
lante de la espada, aunque nadie los
persiga; y no podréis resistir ante
vuestros enemigos; 38 y pereceréis
entre las gentes, y la tierra de vues¬
tros enemigos os devorará. 39 Los
que sobrevivan serán consumidos por
sus iniquidades en la tierra enemiga,
y consumidos por las iniquidades de
sus padres, que sobre sí llevan.
40 Confesarán sus iniquidades y las
de sus padres por las prevaricaciones
con que contra mí prevaricaron, 41 y
que por habérseme ellos opuesto a
mí me opuse yo a ellos, y los eché
a tierra de enemigos. Humillarán su
corazón incircunciso y reconocerán
sus iniquidades; 42 y yo entonces me
acordaré de mi alianza con Jacob,
de mi alianza con Isac, de mi alianza
con Abraliam, y me acordaré de su
tierra. 43 Ellos tendrán que abando¬
nar la tierra, que gozará de sus sá¬
bados, yerma, lejos de ellos. Serán
sometidos al castigo de sus iniqui¬
dades, por haber menospreciado mis
mandamientos y haber aborrecido mis
leyes. 44 Pero aun con todo esto,
cuando estén en tierra enemiga, yo
no los rechazaré, ni abominaré de
ellos hasta consumirlos del todo, ni
romperé mi alianza con ellos, porque
yo soy Yave, su Dios. 45 Me acor¬
daré de ellos, de la alianza antigua,
cuando los saqué de la tierra de Egip¬
to a los ojos de las gentes, para ser
su Dios. Yo, Yave.»
46 Estos son los mandamientos,
estatutos y leyes que Yave estableció
entre sí y los hijos de Israel, en el
monte Sinaí, por medio de Moisés.
Votos y décimas.
07 1 Yave habló a Moisés, di-
4 cien do: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: Si uno hace voto a
Yave, se estimarán para Yave las
personas, como las estimas tú: 3 Un
hombre de veinte a sesenta años
lo estimarás en cincuenta sidos de
plata, según el peso del sido del san¬
tuario. 4 Una mujer la estimarás en
treinta sidos. 5 De los cinco a los
veinte años, estimarás un mozo en
veinte sidos, y una moza en diez.
6 De un mes a cinco años, estimarás en
cinco sidos un niño y en tres sidos
una niña. 7 De sesenta años para
arriba, estimarás en quince sidos un
hombre y en diez una mujer. 8 Si
el que hizo el voto es demasiado
pobre para pagar el valor de tu esti¬
mación, será presentado al sacerdote,
que fijará el precio según los recursos
del hombre aquel.
9 Si el voto es de animales de los
que se ofrecen a Yave, cuanto así
se ofrece en don a Yave, será cosa
santa. 10 No será mudado, no se
pondrá uno malo en vez de uno
bueno, ni uno bueno en vez de uno
malo; si se permutare un animal por
otro, ambos serán cosa santa. 11 Si
es de animal impuro, de los que no
pueden ofrecerse a Yave, se le pre¬
sentará al sacerdote, 12 que lo esti¬
mará según sea bueno o malo, y se
estará a la estimación del sacerdote.
13 Si se le quiere rescatar, se añadirá
un quinto a su valor.
14 Si uno santifica su casa, con¬
sagrándola a Yave, el sacerdote hará
la estimación de ella, S2gún que sea
buena o mala, y se estará a la esti¬
mación del sacerdote. 15 Si se la qui¬
siere rescatar, se añadirá un quinto
al precio de tu estimación, y será
suya.
16 Si uno santifica parte de la tierra
de su propiedad, tu estimación será
conforme a su sembradura, a razón
de cincuenta sidos por cada gomer
de cebada de sembradura. 17 Si la
santifica antes del año del jubileo,
habrá de atenerse a tu estimación;
18 pero si es después del jubileo
cuando santifica su campo, el sacer¬
dote la estimará según el número de
años que quedan hasta el jubileo,
haciendo la rebaja de tu estimación.
19 Si el que santificó el campo quiere
rescatarlo, añadirá un quinto al pre¬
cio de tu estimación, y el campo
quedará suyo. 20 Si no lo rescata, o lo
vende a uno de otra familia, el campo
no podrá ser rescatado más; 21 y
cuando al jubileo quede libre, será
consagrado a Yave, como campo de
voto, y pasará a ser propiedad del
sacerdote.
22 Si uno consagra a Yave un campo
comprado por él, que no es parte de
su heredad, 23 el sacerdote calculará
el valor según tu estimación y los
años que falten para el jubileo, y el
132
LEVÍTICO, 27
hombre pagará aquel mismo día lo
fijado, como cosa consagrada a Yave.
24 El año del jubileo el campo vol¬
verá a quien lo había vendido, y de
cuya heredad era parte. 25 Toda esti¬
mación se hará según el sido del
santuario, que es de veinte güera*.
26 Nadie, sin embargo, podrá con¬
sagrar el primogénito de su ganado,
que como primogénito pertenece a
Yave; buey u oveja, de Yave es.
27 Si se tratare de animal impuro,
será redimido conforme a tu estima¬
ción, añadiendo sobre ella un quinto,
y si no lo redimieren será vendido
conforme a tu estimación. 28 Nada
de aquello que se consagre a Yave
con anatema, sea hombre o animal
o campo de su propiedad, podrá ser
vendido ni rescatado; cuanto se con¬
sagra a Yave con anatema es cosa
santísima. 28 Nada consagrado con
anatema podrá ser rescatado, habrá
de ser muerto. 30 Toda décima de la
tierra, tanto de las semillas de la
tierra como de frutos de los árboles,
es de Yave. es cosa consagrada a Yave.
31 Si alguno quisiera rescatar parte
de su décima, habrá de añadir el
quinto. 32 Las décimas del ganado
mayor o menor, de todo cuanto
pasa bajo el cayado, son de Yave.
33 No se mirará" si es bueno o si es
malo, ni se trocará; y si se trocare,
el animal y su trueque serán ambos
cosa santa, y no podrán ser resca¬
tados»
34 Estos son los mandamientos
que dió Yave a Moisés para los hijos
de Israel, en el monte Sinaí.
NÚMEROS
muertas 'hrJjtvn j?repe¡\,uit ¿flle Qu/m Un, te Acmini nmetru cnf* prxtt .
NUMEROS
Censo de las tribus.
I 1 2 El día primero del segundo mes,
del segundo año después de la
salida de Egipto, habló Yave a
Moisés en el desierto del Sinaí, en el
tabernáculo de la reunión, diciendo:
2 «Haz un censo general de toda la
asamblea de los hijos de Israel, por
familias y por linajes, describiendo
por cabezas (1) los nombres de todos
los varones 3 de veinte años para
arriba, de todos los aptos para el ser¬
vicio de las armas (2) en Israel. Tú
y Arón haréis el censo, según sus
escuadras. 4 Tendréis con vosotros
para asistiros un hombre por cada
tribu, jefe de un linaje.
5 He aquí los nombres de los que os
han de asistir:
De Rubén, Elisur, hijo de Sedeur.
6 De Simeón, Selamiel, hijo de Zuri-.
(1) Esta organización familiar es la que
todavía subsiste entre los nómadas del desierto al
oriente del Jordán, y conforme a ella se hace el
recuento de la población.
(2) El servicio militar era en Israel uni¬
versal, sin excepción, obligatorio e ilimitado,
desde los veinte años para arriba.
sadai. 7 De Judá, Nasón, hijo de
Aminadab. 8 De Isacar, Natanacl,
hijo de Suar. 9 De Zabulón, Eliab,
hijo de Jelón. 10 De los hijos de José:
De Efraim, Elisama, hijo de Amiud.
De Manasés, Gamaliel, hijo de Peda-
sur. 11 De Benjamín, Abidán, hijo
de Gedcón. 12 De Dan, Ajiczer, hijo
de Amisadai. 13 De Aser, Feguiel,
hijo de Ocrán. 14 De Gad, Eliasab,
hijo de Deuel. 15 De Neftalí, Ajira,
hijo de Enán.
16 Estos serán los nombrados de la
asamblea; son príncipes de sus tribus,
jefes de los millares de Israel.»
17 Moisés y Arón tomaron a estos
varones designados por sus nombres,
18 y convocaron la asamblea toda
para el día primero del segundo mes,
y se hizo el censo por familias y lina¬
jes, registrándose por cabezas los
nombres de los de veinte años para
arriba. 19 Como se lo había mandado
Yave a Moisés, así se hizo el censo
en el desierto del Sinaí.
20 Hijos de Rubén, primogénito
de Israel, sus descendientes por fami¬
lias y linajes, contando por cabezas
los nombres de todos los varones de
NÚMEROS, 2
130
veinte años para arriba, todos los
hombres aptos para servirse de las
armas: 21 fueron contados de la tribu
de Rubén, cuarenta y seis mil qui¬
nientos.
22 Hijos de Simeón: sus descendien¬
tes por familias y linajes, contando
los nombres de todos los hombres
de veinte años para arriba, aptos
para servirse de las armas, 23 fueron
contados de la tribu de Simeón cin¬
cuenta y nueve mil trescientos.
24 Hijos de Gad, sus descendientes
por familias y linajes, contando los
nombres de todos de veinte años
para arriba, aptos para servirse de
las armas, 25 fueron contados de la
tribu de Gad cuarenta y cinco mil
seiscientos cincuenta.
26 Hijos de Judá sus descendientes
por familias y linajes, contando los
nombres de todos los de veinte años
para arriba, aptos para servirse de
las armas, 27 fueron contados de la
tribu de Judá setenta y cuatro mil
seiscientos.
28 Hijos de Isacar, sus descen¬
dientes por familias y linajes, con¬
tando los nombres de todos los varo¬
nes de veinte años para arriba, aptos
para servirse de las armas, 29 fueron
contados de la tribu de 1 sacar cin¬
cuenta y cuatro mil cuatrocientos.
30 Hijos de Zabulón, sus descen¬
dientes por familias y linajes, con¬
tando los nombres de todos los varo¬
nes de veinte años para arriba, aptos
para servirse de las armas, 31 fueron
contados de la tribu de Zabulón
cincuenta y siete mil cuatrocientos.
32 Hijos de José: de los hijos de
Efraím, por sus familias y linajes,
contando los nombres de todos los
varones de veinte años para arriba,
aptos paro servirse de las armas,
33 fueron contados de la tribu de
Efraim cuarenta mil quinientos.
34 Hijos de Manasés, por sus fami¬
lias y linajes, contando los nombres
de todos los varones de veinte años
para arriba, aptos para servirse de
las armas, 36 se contaron de la tribu
de Manasés treinta y dos mil dos¬
cientos.
36 Hijos de Benjamín, por sus fami¬
lias y linajes, contando todos los
varones de veinte años para arriba,
aptos para servirse de las armas,
37 se contaron de la tribu de Benjamín
treinta y cinco mil cuatrocientos.
88 Hijos de Dan, por familias y lina- |
jes, contando todos los varones de
veinte años para arriba, aptos para
servirse de las armas, 39 se contaron
de la tribu de Dan sesenta y dos mil
setecientos.
40 Hijos de Aser, por sus familias
y linajes, contando todos los varo¬
nes de veinte años para arriba, aptos
para servirse de las armas, 41 se
contaron de la tribu de Aser cuarenta
y un mil quinientos.
42 Hijos de Neftalí, por sus fami¬
lias y linajes, contando todos los
varones de veinte años para arriba,
aptos para servirse de las armas,
43 se contaron de la tribu de Neftalí
cincuenta y tres mil cuatrocientos.
44 Estos fueron todos los contados
de los hijos de Israel, por sus linajes,
los que contaron Moisés y Arón con
los doce príncipes de Israel, uno por
cada tribu; 45 siendo todos los con¬
tados de los hijos de Israel, según sus
linajes, de veinte años para arriba,
aptos para hacer la guerra en Israel,
48 seiscientos tres mil quinientos cin¬
cuenta (603.550).
47 Los levitas no fueron contados
entre éstos según la tribu, 48 porque
había hablado Yave a Moisés, di¬
ciendo: 49 «Sólo dejarás de contar
la tribu de Leví; no los contarás entre
los hijos de Israel, 50 sino que pondrás
a los levitas en el tabernáculo del
testimonio, sobre todos sus utensi¬
lios y sobre todo cuanto le pertenece.
Ellos llevarán el tabernáculo y todos
sus utensilios, y servirán en él y
sentarán sus tiendas en derredor del
tabernáculo. 61 Y cuando el taber¬
náculo hubiere de trasladarse, los levi¬
tas lo desarmarán; y cuando hubiere
de pararse ellos lo armarán, y el extra¬
ño que se acercare, morirá. 62 Los hijos
de Israel sentarán sus tiendas cada
uno en su cuartel, bajo la propia en¬
seña, por orden de escuadras; 83 pero
los levitas sentarán las suyas alre¬
dedor del tabernáculo del testimo¬
nio, para que la congregación de los
hijos de Israel no incurra en ira;
los levitas tendrán la guarda del taber¬
náculo del testimonio. 64 Hicieron los
hijos de Israel todo cuanto mandó
Yave a Moisés; así lo hicieron.
Orden del campamento.
2 1 Habló Yave a Moisés, diciendo:
~ 2 «Que acampen los hijos de Is¬
rael cada uno junto a su enseña, bajo
las enseñas de sus linajes, frente ai
NÚMEROS, 3
137
tabernáculo de reunión y en torno
de él íl).
3. Delante, al oriente, acampará
Judá, con su enseña y sus escuadras.
De los hijos de Judá es jefe Nasón,
hijo de Aminadab; 4 * su cuerpo de
ejército, según el censo, es de setenta
V cuatro mil seiscientos hombres.
5 A sus lados acampará la tribu de
Isacar; el jefe de los hijos de Isa¬
car es Natanael, hijo de Suar, 6 y
su cuerpo de ejército es, según el
censo, de cincuenta y cuatro mil
cuatrocientos hombres. 7 Después la
tribu de Zabulón; el jefe de los hijos
de Zabulón es Eliab, hijo de Jelón,
8 y su cuerpo de ejército es, según
el censo, de cincuenta y siete mil
cuatrocientos hombres. 9 El total para
el campo de Judá es, según el censo,
de tirito ochenta y seis mil cuatro¬
cientos hombres, por sus escuadras.
Serán los primeros que se pongan en
marcha.
10 Al mediodía la enseña del campo
de Rubén, con sus escuadras. El jefe
de los hijos de Rubén es Elisur, hijo
de Sedeur, 11 y su cuerpo de ejército,
según el censo, es de cuarenta y seis
mil quinientos hombres. 12 A sus
lados acampará la tribu de Simeón;
el jefe de los hijos de Simeón es
Salamiel, hijo de Zurisadai, 13 y su
cuerpo de ejército es, según el censo,
de cincuenta y nueve mil trescientos
hombres. 14 La tribu de Gad; el
jete de los hijos de Gad es Eliasab,
hijo de Deuel, 15 y su cuerpo de ejér¬
cito es, según el censo, de cuarenta
y cinco mil seiscientos cincuenta hom¬
bres. 16 El total del campo de Rubén
es, según el censo, de ciento cincuenta
y un mil cuatrocientos cincuenta hom¬
bres. Se pondrán en marcha los se¬
gundos.
17 Después avanzará el tabernáculo
de reunión, yendo el campo de los
levitas en medio de los otros. Segui¬
rán en la marcha el orden de su
campamento, cada uno según su
puesto y su enseña.
18 A occidente, la enseña de Efraím;
el jefe de los hijos de Efraím es
Elisama, hijo de Amiud, 19 y su
cuerpo de ejército es, según el censo,
(i) La organización del pueblo es militar,
bajo la conducta de Dios, que es el jefe supremo,
y tiene su tienda en medio del campamento y
dirige los movimientos por medio de la nube.
(9 15. sigs.) Los levitas, que acampaban inme¬
diatamente en torno del santuario, son la
guardia de honor y de servido.
de cuarenta mil quinientos hombres.
20 A sus lados acampará la tribu de
Manasés; el jefe de la tribu de Mana-
sés es Gamaliel, hijo de Pedasur,
21 y su cuerpo de ejército es, según
el censo, de treinta y dos mil dos¬
cientos hombres. 22 La tribu de Ren-
jamín; el jefe de los hijos de Benja¬
mín es Abidán, hijo de Gedeón, 23 y
su cuerpo de ejército es, según el
censo, de treinta y cinco mil cuatro¬
cientos hombres. 24 El total del campo
de Efraím es, según el censo, de
ciento ocho mil cien hombres; se
pondrán en marcha los terceros.
25 Al norte, la enseña del campo de
Dan, con sus tropas. El jefe de los
hijos de Dan es Ajiezer, hijo de Ami-
sadai, 28 y su cuerpo de ejército es,
según el censo, de sesenta y dos mil
setecientos hombres. 27 A sus lados
acampará la tribu de Aser; el jefe
de los hijos de Aser es Feguiel, hijo
de Ocrán, 28 y su cuerpo de ejército
es, según el censo, de cuarenta y un
mil quinientos hombres. 29 La tribu
de Neftalí; el jefe de los hijos de
Neftalí es Ajira, hijo de Enán, 30 y su
cuerpo de ejército es, según el censo,
de cincuenta y tres mil cuatrocientos
hombres. 31 El total del campo de
Dan es, según el censo, de ciento
cincuenta y siete mil seiscientos hom¬
bres. Se pondrán en marcha los últi¬
mos, según sus enseñas. 32 Estos fue¬
ron los hijos de Israel inscritos en el
censo, según sus linajes. El total de
todos los hombres inscritos, reparti¬
dos en varios campos, según sus cuer¬
pos de ejército, fué de seiscientos
tres mil quinientos cincuenta hom¬
bres. 33 Los levitas no fueron com
prendidos en el censo con los hijos de
Israel, según la orden que Yave
había dado a Moisés. 34 Los hijos de
Israel hicieron todo lo que a Moisés
había mandado Yave. Así acampaban,
según sus enseñas, y así se ponían en
marcha cada uno, según su familia
y su linaje.
IYúmcro y oficio de los levitas.
3 1 * He aquí la descendencia de
Arón y Moisés, al tiempo en que
Yave habló a Moisés en la montaña
del Sinaí.
2 He aquí los nombres de los hijos
de Arón: Nadab, el primogénito, Abiú,
Eleazar e Itamar. 3 Estos son los
nombres de los hijos de Arón, sacer-
138
NÚMEROS, 3
dotes ungidos y consagrados para
ejercer el sacerdocio. 4 Nadab y Abiú
murieron al llevar ante Yave un
fuego extraño, en el desierto del
Sinaí, y no dejaron hijos. Eleazar e
Itamar ejercieron el sacerdocio con
Arón, su padre.
6 Yave habló a Moisés, diciendo:
6 «Llama a la tribu de Leví, que se
acerque a Arón, el sacerdote, y se
ponga a su servicio. 7 Ellos se encar¬
garán de todo cuanto sea necesario
para él y para toda la asamblea ante
el tabernáculo de reunión, haciendo
asi el servicio del tabernáculo. 8 Ten¬
drán a su cargo todos los utensilios
del tabernáculo de reunión y cuanto
necesiten los hijos de Israel en el
servicio del tabernáculo. 9 Darás los
levitas a Arón y a sus hijos, se los
darás enteramente de entre los hijos
de Israel. 10 A Arón y a sus hijos les
encomendarás las funciones de su
sacerdocio; el extraño que se acer¬
care al santuario será castigado con
la muerte.
11 Yave habló a Moisés, diciendo:
12 «Yo he tomado de en medio de
Israel a los levitas en lugar de todo
primogénito, que abre la vulva de su
madre, entre los hijos de Israel, y
los levitas serán míos, 13 porque mío
es todo primogénito; el día en que
yo maté a todos los primogénitos
en la tierra de Egipto, me consagré
a mí todos los primogénitos de Israel,
tanto de hombres como de animales;
son míos. Yo, Yave.»
14 Y habló Yave a Moisés en el
desierto del Sinaí, diciendo: 15 «Enu¬
mera a los hijos de Leví* según sus
linajes y familias. 16 Haz el censo de
todos los varones de un mes para
arriba.» Y Moisés hizo el censo,
según la orden de Yave, como éste
se lo había mandado. 17 Estos fueron
los hijos de Leví, por sus nombres:
Gersón, Caat y Merari. 18 Nombres
de los hijos de Gersón por sus fami¬
lias: Lebni y Semei. 19 Hijos de Caat:
Amrain, Jesuar, Hebrón y Oziel.
Hijos de Merari: por familias: Mojli
y Musí Estas son las familias de
Leví, según sus linajes. 21 De Gersón
proceden la familia de Libní y la
de Semei; éstos son los linajes de
Gersón. 22 Los enumerados de ellos,
en el censo de todos los varones de
un rnes para arriba, fueron siete mil
quinientos. 23 Los linajes de Gersón
sentarán sus tiendas a espaldas del
tabernáculo, a occidente. 24 El jefe
del linaje de los gersonitas es Eliasaf,
hijo de Lael. 25 Cuanto al tabernáculo
de reunión, los hijos de Gersón tenían
a su cargo la tienda, y sus cubiertas,
el velo de la entrada de la tienda, la
cortina de la entrada del atrio 26 y
Jas de éste en torno del tabernáculo
y del altar y las cuerdas para todo
su servicio.
27 De Caat proceden los linajes de
los amramitas y los azielitas; éstos
son los linajes de Caat. 28 El censo
de todos los varones de un mes para
arriba dió ocho mil seiscientos, ads¬
critos al servicio del santuario. 29 Los
linajes de los hijos de Caat acampa¬
ban al mediodía del tabernáculo.
30 El jefe de los linajes de las fami¬
lias de Caat era Elisafán, hijo de
Oziel. 31 Estaban a su cargo el arca,
la mesa, el candelabro, los altares y
los utensilios sagrados de su servicio
y el velo con todo lo que pertenecía
a su servicio. 32 El jefe supremo de los
levitas era Eleazar, hijo del sacer¬
dote Arón, a quien correspondía la
superintendencia de todos los ads¬
critos al servicio del santuario.
33 De Merari proceden los linajes
de los mojlitas y los musitas. Estos
son los linajes de Merari. 34 Los enu¬
merados de ellos, conforme al censo
de todos los varones de un mes para
arriba, fueron seis mil doscientos.
38 El jefe de los linajes de Merari
era Suriel, hijo de Abijad; acampaban
al lado norte del tabernáculo. 36 Al
cargo de los hijos de Merari estaban
los tablones del habitáculo con sus
barras, 37 sus columnas y sus basas
y todo su servicio, y las columnas del
atrio con sus basas, sus clavos y
sus cuerdas.
38 Delante del tabernáculo de re¬
unión, a levante, acampaban Moisés,
Arón y sus hijos, que velaban al
cuidado del santuario para los hijos
de Israel; todo extraño que se acer¬
caba era castigado con la muerte.
39 Los levitas que Moisés y Arón
enumeraron de orden de Yave fueron,
contando de todos los linajes los
varones de un mes para arriba,
ventidós mil.
Rescate de los primogénitos
de Israel.
40 Yave dijo a Moisés: «Haz el
censo de todos los primogénitos de
entre los hijos de Israel de un mes
I
NÚMEROS. 1
130
para arriba, contándolos por sus nom¬
bres. 41 Tomarás para mí a los levi¬
tas, en lugar de todos los primogé¬
nitos de los hijos de Israel, y el ganado
de los levitas, en lugar de los primo¬
génitos del ganado de los hijos de
Israel. Yo, Ya ve.»
42 Moisés hizo el censo de todos los
primogénitos de los hijos de Israel,
según la orden que Yave le había
dado. 43 Todos los primogénitos, con¬
tados por sus nombres, de un mes
para arriba, fueron veintidós mil
doscientos setenta y tres.
44 Yave habló a Mosiés, diciendo:
43 «Toma a los levitas en lugar de los
primogénitos de lo- hijos de Israel y el
ganado de los levitas en lugar de los
primogénitos de sus ganados. Los levi¬
tas son míos. Yo, Yave.»
46 Para el rescate de los doscientos
setenta y tres primogénitos de los
hijos de Israel, que sobrepasan el
número de los levitas, 47 toma cinco
sidos por cabeza, según el sido del
santuario, que es de veinte güeras.
48 Ese dinero se lo entregarás a Arón
y a sus hijos, como rescate de los que
sobrepasan el número de los levitas.»
49 Moisés tomó el dinero de los pri¬
mogénitos de los hijos de Israel,
50 mil trescientos sesenta y cinco
sidos, según el sido del santuario.
31 Moisés entregó a Arón y a sus
hijos el dinero del rescate, según la
orden de Yave, según lo que Yave
había dicho a Moisés.
Obligaciones de los levitas.
4 1 Yave habló a Moisés y Arón,
diciendo: 2 «Haz el censo de los
hijos de Caat de entre los hijos de
Leví, según sus familias y linajes,
3 desde los treinta años para arriba
hasta los cincuenta, todos los que han
de prestar servicio o cumplir alguna
función en el tabernáculo de reunión.
4 Estos serán los servicios de los
hijos de Caat en el tabernáculo de
reunión: consistirán en lo tocante
a las cosas santísimas. 6 Cuando
hubiere de levantarse el campamento,
vendrán Arón y sus hijos a bajar el
velo, y cubrirán con él el arca del
testimonio; 6 pondrán encima una
cubierta de pieles curtidas y tende¬
rán por encima de toda ella un paño
de jacinto, y colocarán las barras
del arca. 7 Tenderán sobre la mesa
de los panes de la proposición una
tela jacinto y pondrán encima de
ella los platos, los cálices. las cazo¬
letas y los vasos de las libaciones;
el pan perpetuo irá sobre ella; 8 ten¬
derán encima una tela carmesí, con
que la envolverán, y una cubierta
de pieles curtidas, y pondrán las
barras de la mesa. 9 Tomarán una
tela jacinto, con la que cubrirán
el candelabro con sus lamparas, sus
despabiladeras, sus platos para los
pábilos cortados y todos los utensi¬
lios para el aceite que se emplean
en su servicio 10 y con todos sus uten¬
silios; los cubrirán de pieles curtidas
y lo pondrán sobre unas angarillas.
11 Tenderán un paño jacinto sobre
el altar de oro, y después de cubrirlo
con pieles curtidas, le pondrán las
barras. 12 Tomarán todos los uten¬
silios para el servicio del santuario,
y metiéndolos en una tela jacinto,
los cubrirán con pieles curtidas y
los colocarán sobre unas angarillas.
13 Quitarán del altar las cenizas, y
tenderán sobre él un paño de púrpura
escarlata; 14 pondrán encima de él
todos los utensilios de su servicio,
los braseros, los tenedores, las paletas
y las bandejas, todos los utensilios
del altar, y lo cubrirán con pieles
curtidas y le pondrán las barras.
13 Cuando Arón y sus hijos hayan
acabado de cubrir el santuario y
sus utensilios todos y se levante el
campamento, vendrán los hijos de
Caat para llevarlos, pero sin tocar
las cosas santas, no sea que mueran.
He aquí lo que del tabernáculo de
la reunión trasportarán los hijos
de Caat. 16 Eleazar, hijo de Arón, el
sacerdote, tendrá bajo su vigilancia
el aceite del candelabro, el timiama,
la oblación perpetua y el óleo de
unción, así como todo el tabernáculo
y cuanto él contiene, el santuario
con todos sus utensilios.»
17 Yave habló a Moisés y Arón,
diciendo: 13 «Tened cuidado de que
los hijos del linaje de Caat no sean
extirpados de en medio de los levitas,
19 y haced de modo que tengan segura
la vida y no mueran si se acercan
a las cosas santísimas; sean Arón y
sus hijos los que entren para encargar
a cada uno su servicio y su cargo;
20 pero ellos que no entren para ver
un solo instante las cosas santas, no
sea que mueran.»
21 Yave habló a Moisés, diciendo:
22 «Haz también el censo de los hijos
de Gersón según sus familias y lina-
140
NÚMEROS, 6
jes, 23 haciendo el censo de los de
treinta años para arriba hasta los
cincuenta, de todos los que han de
prestar sus servicios y cumplir alguna
función en el tabernáculo de la re*
unión. 24 He aquí los servicios de los
linajes de Gersón, lo que habrán de
hacer y lo que habrán de llevar.
26 Llevarán las cortinas del habitáculo
y tienda de la reunión; su cubierta
y la cubierta de pieles curtidas con
que se cubren, 26 las cortinas del
atrio y la de la puerta de entrada
del atrio, todo lo que rodea la tienda
y el altar, sus cuerdas y todos los
utensilios de su servicio, y harán
cuanto con ellos se ha de hacer.
27 A las órdenes de Arón y sus hijos
estará el servicio de los gersonitas
en todo cuanto éstos han de hacer y
llevar; vosotros asignaréis a cada uno
determinadamente lo que hayan de
trasportar. 28 Este es el servicio
de los linajes de Gersón en el taber¬
náculo de reunión, y su vigilancia
estará a cargo de Itamar, hijo del
sacerdote Arón.
29 Haz el censo de los hijos de ite¬
ran según sus familias y linajes,
30 contándolos desde los treinta años
para arriba hasta los cincuenta, todos
los adscritos al servicio y para cum¬
plir sus funciones en el tabernáculo
de la reunión. 31 He aquí lo que ha¬
brán de trasportar, según sus ser¬
vicios, en el tabernáculo de la reunión;
los tablones del habitáculo, sus tra¬
veseros, sus columnas y sus basas,
32 y las columnas, del atrio en derre¬
dor, con sus nasas, sus estacas y sus
cuerdas y todos los utensilios de sus
basas, y les indicaréis determinada¬
mente los utensilios que han de tras¬
portar. 33 Este es el oficio del linaje
de los hijos de Merari, conforme a
su servicio en el tabernáculo de la
reunión, bajo la vigilancia de Itamar,
hijo del sacerdote Arón.»
Censo de los levitas.
34 Moisés y Arón y los príncipes
de la asamblea hicieron el censo de
los hijos de Caat por linajes y fami¬
lias, 35 de cuantos eran de treinta
años para arriba hasta los cin"lienta;
30 y los enumerados según sus fami¬
lias y sus linajes fueron dos mi! sete¬
cientos cincuenta; 37 éstos fueron los
enumerados del linaje de los caataitas,
todos los que hacían el servicio en
el tabernáculo de la reunión, que
Moisés y Arón enumeraron de orden
de Yave dada a Moisés. 38 Hízose
el censo de los hijos de Gersón, por
familias y linajes, 39 desde los treinta
años para arriba hasta los cincuenta,
de cuantos hacían servicio en el
tabernáculo de reunión, 40 y fueron
enumerados por familias y linajes
dos mil seiscientos treinta. 41 Estos
son los enumerados de los linajes
de Gersón todos los que hacían ser¬
vicio en el tabernáculo de reunión
que Moisés y Arón enumeraron de
orden de YaVc. 42 Hízose el censo
de las familias de los hijos de Merari
por familias y linajes 43 desde los
treinta años para arriba hasta los
cincuenta, de cuantos prestaban ser¬
vicio en el tabernáculo de la reunión,
44 y fueron enumerados por familias
tres mil doscientos. 46 Estos son los
enumerados de las familias de Me¬
rari, que Moisés y Arón enumeraron
según la orden de Yave dada a
Moisés. Todos los que fueron enu¬
merados en el censo que Moisés y
Arón y los príncipes de Israel hicie-
ron de los levitas, por familias y lina¬
jes, 47 desde los treinta años para
arriba hasta los cincuenta, 48 todos
los que prestaban servicio de minis¬
terio o de trasporte en el taber¬
náculo de la reunión, vinieron a ser
ocho mil quinientos ochenta. 49 Según
la orden dada por Yave a Moisés,
fueron designados cada uno para su
propio ministerio y su propio cargo,
y los designados fueron aquellos que
Yave había mandado.
Leyes varias.
1 Habló \ r ave a Moisés, diciendo:
^ 2 «Manda a los hijos de Israel que
hagan salir del campamento a todo
leproso, a todo el que padece flujo,
y a todo inmundo por un cadáver.
2 Hombres o mujeres todos los haréis
salir del campamento para que no
contaminen el campamento en que
habitan.» Así lo hicieron los hijos
de Israel, haciéndolos salir del cam¬
pamento; 4 como lo ordenó Moisés,
así lo hicieron los hijos de Israel.
6 Habló Yave a Moisés, diciendo:
6 «Di a lo« hijos de Israel: Si uno,
hombre o mujer, comete uno de esos
pecados que perjudican al prójimo,
prevaricando contra Yave y hacién¬
dose culpable, 7 confesará sn pecado
NÚMEROS, 6
14 1
y restituirá enteramente el daño,
añadiendo un quinto; restituirá a
aquel a quien perjudicó, 8 y si no
hubiere ya nadie a quien pertenezca
la restitución, la hará a Yave, y
será entregada al sacerdote, además
del carnero expiatorio con que se
hará la expiación del culpable. 9 Toda
ofrenda de elevación de cosas con¬
sagradas por los hijos de Israel que
éstos presentan al sacerdote, de éste
es; 10 cuanto cada uno consagre, de él
es; lo que se presenta al sacerdote,
de éste es.»
Ley sobre los celos.
11 Habló Yave a Moisés, diciendo:
12 «Habla a los hijos de Israel y diles:
Si la mujer de uno fornicare y le
fuese infiel, 13 durmiendo con otro
en concúbito de semen, sin que lo
haya podido ver el marido ni haya
testigos, por no haber sido hallada
en el hecho; 14 y se apoderase del
marido el espíritu de los celos y
tuviese celos de ella, háyase ella
manchado en realidad o no se haya
manchado, 15 la llevará al sacerdote,
y ofrecerá por ella una oblación de la
décima parte de una efa de harina
de cebada, sin derramar aceite sobre
ella ni poner encima incienso, porque
es minja de celos, minja de memoria
para traer el pecado a la memoria.
16 El sacerdote hará que se acerque
y se esté ante Yave; 17 tomará del
agua santa en una vasija de barro,
y cogiendo un poco de la tierra del
suelo del tabernáculo, la echará en
el agua. 18 Luego el sacerdote, ha¬
ciendo estar a la mujer ante Yave,
le descubrirá la cabeza y le pondrá
en las manos la minja de memoria,
la minja de los celos, teniendo él
en la mano el agua amarga de la
maldición (t), 19 y la conjurará,
diciendo: Si no ha dormido contigo
ninguno, y si no te has descarriado,
contaminándote y siendo infiel a tu
marido, indemne seas del agua amarga
de la maldición; 20 pero si te desca¬
rriaste, y fornicaste infiel a tu marido,
contaminándote y durmiendo con
otro; 21 el sacerdote la conjurará con
(i) Sin negar/ ni mucho menos, el carácter
sobrenatural que este rito pudiera tener, todo
este ceremonial parece que había de influir
grandemente en la mujer culpable, para moverla
a declararse tal.
el juramento de execración, diciendo:
hágate Yave maldición y execración
en medio de tu pueblo, púdranse
tus muslos e hínchese tu vientre,
22 éntre este agua de maldición en
tus entrañas, para hacer que tu
vientre se hinche y se pudran tus
muslos. La mujer contestará: Amén,
amén. 23 El sacerdote escribirá estas
maldiciones en una hoja, y las diluirá
en el agua amarga, 24 y hará beber
a la mujer el agua amarga de la mal¬
dición. 25 Luego tomará de la mano
de la mujer la minja de los celos y
la agitará ante Yave, y la llevará
al altar; 26 y tomando un puñado
de memoria, lo quemará en el altar,
haciendo después beber el agua a la
mujer. 27 Darále a beber el agua;
y si se hubiere contaminado, siendo
infiel a su marido, el agua de mal¬
dición entrará en ella Con su amargura,
se le hinchará el vientre, se le pudrirán
los muslos, y será maldición en medio
de su pueblo. 28 Si, por lo contrario,
no se contaminó y es pura, quedará
ilesa y será fecunda.»
29 Esta es la ley de los celos, para
cuando una mujer haya sido infiel
a su marido y se haya contaminado,
30 o que el espíritu de los celos se
haya apoderado de su marido y
tenga celos de ella; presentará a su
mujer ante Yave, y el sacerdote
hará con ella cuanto en esta ley se
prescribe. 31 Así el marido quedará
libre de culpa, y la mujer llevará
sobre sí su pecado.»
Ley del nazarcato.
fk 1 * Habló Yave a Moisés, diciendo:
2 «Habla a los hijos de Israel, y
diles: Si uno, hombre o mujer, hiciere
voto de consagración, consagrándose
a Yave (1), 3 se abstendrá de vino
y de toda bebida embriagante; no
beberá vinagre de vino ni bebida
embriagante; no comerá uvas, ni fres-
(i) Esta consagración personal, singularí¬
sima, da al consagrado una especial santidad
que le exige abstenerse de todo contacto de
cosa impura, aun del cadáver de los mismos
padres, y la obligación de abstenerse de todo
fruto de la vid, cualquiera que sea. Al ter¬
minar, tiene que despojarse de todo el pelo
de su cuerpo, que por considerarse santificado,
había de ser quemado en el altar, pues al volver
a su estado ordinario había de despojarse de
cuanto de santo o consagrado podía despo¬
jarse su persona.
142
NÚMEROS, 7
cas ni secas; (i) * * 4 durante todo el tiempo
de su nazareato no comerá fruto
alguno de la vid; desde la piel hasta
los granos de la uva. 5 Durante todo
el tiempo de su voto de nazareo no
pasará la navaja por su cabeza; hasta
que se cumpla el tiempo por que se
consagró a Yave, será santo y dejará
libremente crecer su cabellera. 6 Du¬
rante todo el tiempo de su consagra¬
ción a Yave no se acercará a cadáver
alguno; 7 no se contaminará ni por
su padre ni por su madre, ni por su
hermano, ni por su hermana, si mu¬
rieren; porque lleva sobre su cabeza
la consagración a su Dios. 8 Todo el
tiempo de su nazareato está consa¬
grado a Yave. 9 Si ante él muriere
alguno repentinamente, manchándose
así su cabeza consagrada, se raerá la
cabeza en el día de su purificación;
se la raerá el ‘séptimo día, 10 y al
octavó presentará al sacerdote dos
tórtolas o dos pichones a la entrada
del tabernáculo de la reunión. 11 El
sacerdote ofrecerá uno en sacrificio
por el pecado y el otro en holocausto,
haciendo por él la expiación de su
pecado por el muerto. 12 Este día el
nazareo consagrará otra vez su ca¬
beza, la consagrará de nuevo a Yave
por el tiempo de su nazareato, y ofre¬
cerá un cordero primal en sacrificio
de expiación; el tiempo precedente
quedará anulado, por haberse con¬
taminado su nazareato.
13 Esta es la ley del nazareo; El
día en que se cumpla el tiempo de su
nazareato, se presentará a la entrada
del tabernáculo de la reunión, para
hacer su ofrenda a Yave: 14 un cor¬
dero primal, sin defecto, para el holo¬
causto; una oveja, sin defecto, para el
sacrificio por el pecado; un carnero,
sin defecto, para el sacrificio pacífico,
15 y un cestillo de panes ácimos, de
tortas de flor de harina amasada
con aceite, para la ofrenda y la liba¬
ción. 16 El sacerdote los presentará a
Yave, y ofrecerá su sacrificio por el
pecado y su holocausto. 17 Después
presentará a Yave el carnero de su
sacrificio pacífico con el cestillo de
panes ácimos, y hará la oblación y
la libación. 18 El nazareo raerá a
la entrada del tabernáculo de la re¬
unión su cabeza consagrada, y to¬
mando los cabellos de su cabeza
consagrada, los echará al fuego que
arde bajo el sacrificio pacífico. 19 Lue¬
go el sacerdote tomará la espalda
ya cocida del carnero, un pan ácimo
del cestillo y una torta ácima, y se
los pondrá en las manos al nazareo,
después que se haya raído la cabeza
consagrada; 20 y el sacerdote lo agi¬
tará ante Yave. Es la cosa santa del
sacerdote, además del pecho agitado
y del brazuelo reservado. Después
ya podrá el nazareo beber vino.»
21 Esta es la ley del nazareo que
hace voto, y de su ofrenda a Yave
por su nazareato, fuera de aquello
que sus posibilidades le consientan
añadir. Hará de conformidad con su
voto, según la ley del nazareato.»
La bendición litúrgica.
22 Yave habló a Mosés, diciendo:
23 «Habla a Arón y a sus hijos,
diciendo: De este modo habréis de
bendecir a los hijos de Israel; diréis:
24 Que Yave te bendiga y te guarde.
25 Que haga resplandecer Yave su
faz sobre ti y te otorgue su gracia.
26 Que Yave vuelva a ti su rostro
y te dé la paz.
27 Así invocarán mi nombre sobre
los hijos de Israel, y yo los ben¬
deciré.» (1).
Las ofrendas de los jefes de tribu.
7 1 El día en que acabó Moisés de
alzar el tabernáculo y de ungirlo
y consagrarlo con todos sus utensi¬
lios, el altar con todos sus utensi¬
lios, ungiéndolos y consagrándolos,
2 los príncipes de Israel, jefes de
sus linajes, presentaron sus ofren¬
das; eran los príncipes que habían
presidido el censo. 3 Llevaron sus
ofrendas ante Yave: seis carros cu¬
biertos y doce bueyes, un carro por
cada dos, y un buey por cada uno
de los príncipes, y los presentaron
ante el tabernáculo.
4 Yave habló, a Moisés, diciendo:
5 «Recibe de ellos eso, y que se des¬
tine al servicio del tabernáculo de
la reunión; se los darás a los hijos
de Leví, a cada uno según las nece¬
sidades de su servicio.»
6 Moisés, tomando los carros y
los bueyes, se los entregó a los levitas;
(i) Esta bendición, que atrae sobre el
bendecido bienes puramente espirituales, está
en plena oposición con las bendiciones de las
religiones gentílicas, que se limitan a la ad¬
precación de bienes materiales.
NÚMEROS, 7
143
7 dió dos carros y cuatro bueyes a
los hijos de Gcrsón, como lo pedía
su servicio; 8 cuatro carros y ocho
bueyes a los hijos de Merari, con¬
forme a su servicio, bajo la vigilan¬
cia de ltamar, hijo de Arón, el sacer¬
dote; 9 pero no dió ninguno a los
hijos de Caat, porque el servicio
suyo de las cosas santas habían de
hacerlo llevándolas sobre sus hom¬
bros. 10 Los príncipes hicieron su
ofrenda para la dedicación del altar
cuando fué ungido, presentando su
ofrenda ante el altar. 11 Yave dijo a
Moisés: «Que presenten los prínci¬
pes su ofrenda uno a uno, para la de¬
dicación del altar.» 12 Aquel día, el
primero, presentó su ofrenda Nasón,
hijo de Aminadab, de la tribu de
Judá, 13 ofreciendo un plato de plata
de ciento treinta sitios de peso y un
jarro de plata de setenta sidos, según
el peso del sido del santuario, ambos
llenos de flor de harina amasada con
aceite, para las ofrendas; 14 un fras-
quito de oro de diez sidos, lleno de
perfumes; 15 un novillo, un carnero
y un cordero primal, para el holo¬
causto; 16 un macho cabrío, para el
sacrificio expiatorio; 17 y para el
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué la
ofrenda de Nasón, hijo de Aminadab.
18 El segundo día hizo su ofrenda
Natanael, hijo de Suar, príncipe de
Isacar. 19 Ofreció un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro de
plata de setenta sidos, al peso del
sido del santuario, llenos ambos de
flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 20 un frasquito de
oto de diez sidos, lleno de perfumes;
21 un novillo, un carnero y un cor¬
dero primal, para el holocausto; 22 un
macho cabrío para el sacrificio expia¬
torio; 23 y para el sacrificio pacífico,
dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri-
.males. Esta fué la ofrenda de Nata¬
nael, hijo de Suar.
24 El tercer día el príncipe de los
hijos de Zabulón, Eliab, hijo de
Jelón, 29 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos, un jarro
de plata de setenta sidos, al peso del
sido del santuario, llenos ambos de
flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 26 un frasquito de
oro de diez sidos, lleno de perfumes;
27 un novillo, un carnero, un cordero
primal, para el holocausto; 28 un
macho cabrío, para el sacrificio ex¬
piatorio; 29 y para el sacrificio pa¬
cífico, dos bueyes, cinco carneros,
cinco machos cabríos y cinco cor¬
deros primales. Esta fué la ofrenda
de Eliab, hijo de Jelón.
30 El cuarto día el príncipe de los
hijos de Rubén, Elisur, hijo de Se-
deur, 31 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro
de plata de setenta sidos, al peso
del sido del santuario, ambos llenos
de flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 32 un frasquito de
oro de diez sidos, lleno de perfumes;
33 un novillo, un carnero, un cordero
primal, para el holocausto; 34 un
macho cabrío, para el sacrificio ex¬
piatorio; 35 y para el sacrificio pací¬
fico, dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri¬
males. Esta fué la ofrenda de Elisur,
hijo de Sedeur.
36 El quinto día el príncipe de los
hijos de Simeón, Salamiel, hijo de
Surisadai, 37 ofreció: un plato de
plata de ciento treinta sidos; un
jarro de plata de setenta sidos, al
peso del sido del santuario, ambos
llenos de flor de harina amasada
con aceite, para la ofrenda; 38 un
frasquito de oro de diez sidos, lleno
de perfumes; 39 un novillo, un car¬
nero y un cordero primal, para el
holocausto; 40 un macho cabrío, para
el sacrificio expiatorio; 41 y para el
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué
la ofrenda de Salamiel, hijo de Suri¬
sadai.
42 El sexto día el príncipe de los
hijos de Gad, Eliasaf,. hijo de Deuel,
43 ofreció un plato de plata de ciento
treinta sidos; un jarro de plata de
setenta sidos, al peso del sido del
santuario; ambos llenos de flor de
harina amasada con aceite, para la
ofrenda; 44 un frasquito de oro de
diez sidos, lleno de perfumes; 45 un
novillo, un carnero, un cordero pri¬
mal, para el holocausto; 46 un macho
cabrío, para el sacrificio expiatorio;
47 y para el sacrificio pacifico, dos
bueyes, cinco carneros, cinco machos
cabríos y cinco corderos primales.
Esta fué la ofrenda de Eliasaf, hijo
de Deuel.
48 El séptimo día el príncipe de
los hijos de Efraím, Elisama, hijo
de Amiud, 49 ofreció: un plato de
plata de ciento treinta sidos; un
144
NÚMEROS, 7
jarro de plata de setenta sidos, la
peso del sido dd santuario, ambos
llenos de flor de harina amasada
con aceite, para la ofrenda; 50 un
frasquito de oro de diez sidos, lleno
de perfumes; 51 un novillo, un car¬
nero y un cordero primal, para el
holocausto; 52 un macho cabrio, para
el sacrificio expiatorio; 53 y para el
sacrificio pacifico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué la
ofrenda de Elisama, hijo de Amiud.
54 El octavo día el príncipe de los
hijos de Manasés, Gamaliel, hijo de
Pedasur, 55 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos, un jarro de
plata de setenta sidos al peso del
sido del santuario, ambos fíenos de
flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 56 un frasquito de
oro de diez sicJos, lleno de perfumes;
67 un novillo, un carnero y un cor¬
dero primal, para el holocausto; 68 un
macho cabrío, para el sacrificio expia¬
torio; 59 y para el sacrificio pacífico,
dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri¬
males. Esta fué la ofrenda de Gama¬
liel, hijo de Pedasur.
60 El noveno día el príncipe de los
hijos de Benjamín, Abidán, hijo de
Gedeón, 61 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro de
plata de setenta sidos, al peso del
sido del santuario; ambos llenos de
flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 62 un frasquito de
oro de diez sidos, lleno de perfumes;
63 un novillo, un carnero y un cor¬
dero primal, para el holocausto; 64 un
macho cabrío, para el sacrificio expia¬
torio; 65 y para el sacrificio pacífico,
dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri¬
males. Esta fué la ofrenda de Abidán,
hijo de Gedeón.
66 El décimo día el príncipe de
los hijos de Dan, Ajieser, hijo de
Amisadán, 67 ofreció: un plato de
plata de ciento treinta sidos; un
jarro de plata de setenta sidos, al
peso del sido del santuario, ambos
llenos de flor de harina amasada con
aceite, para la ofrenda; 68 un fras¬
quito de oro de diez sidos, lleno de
perfumes; 69 un novillo, un carnero
y un cordero primal, para el holo¬
causto; 70 un macho cabrío, para el
sacrificio expiatorio, 71 y para el
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué la
ofrenda de Ajieser, hijo de Ami¬
sadán.
72 El undécimo día el príncipe de
los hijos de Aser, Feguiel, hijo de
Ocrán, 73 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro
de plata de setenta sidos, ambos
llenos de flor de harina amasada
con aceite, para la ofrenda; 74 un
frasquito de oro de diez sidos, lleno
de perfumes; 75 un novillo, un car¬
nero y un cordero primal, para el
holocausto; 76 un macho cabrío, para
el sacrificio expiatorio, 77 y para el
sacrificio pacífico, dos bueyes, cinco
carneros, cinco machos cabríos y
cinco corderos primales. Esta fué la
ofrenda de Feguiel, hijo de Ocrán.
78 El duodécimo día el príncipe
de los hijos de Neftalí, Ajira, hijo
de Enón, 79 ofreció: un plato de plata
de ciento treinta sidos; un jarro
de plata de setenta sidos, al peso
del sido del santuario; ambos llenos
de flor de harina amasada con aceite,
para la ofrenda; 80 un frasquito de
oro de diez sidos, lleno de perfumes;
81 un novillo, un carnero y un cor¬
dero primal, para el holocausto; 82 un
macho cabrío, para el sacrificio expia¬
torio; 83 y para el sacrificio pacífico,
dos bueyes, cinco carneros, cinco
machos cabríos y cinco corderos pri¬
males. Esta fué "la ofrenda de Ajira,
hijo de Enán.
84 Estos fueron los dones de los
príncipes de Israel para la dedica¬
ción del altar el día en que se ungió;
doce platos de plata, doce jarros
de plata, doce frasquitos de oro;
85 cada plato de ciento treinta sidos
de peso; cada jarro de setenta sidos;
total de la plata de estos utensilios,
dos mil cuatrocientos sidos, al peso
del sido del santuario; 86 doce fras¬
quitos de oro llenos de perfume, de
diez sidos cada uno, al sido del san¬
tuario; total del oro de los frasquitos,
ciento veinte sidos. 87 Total de los
animales para el holocausto: doce
novillos, doce carneros y doce cor¬
deros primales, con sus ofrendas, y
doce machos cabríos para el sacri¬
ficio expiatorio. 88 Total de los ani-
males para el sacrificio pacífico: vein¬
ticuatro bueyes, sesenta carneros, se¬
senta machos cabríos y sesenta cor¬
deros primales. Estos fueron los dones
ofrecidos para la dedicación del altar
cuando se ungió.
89 Cuando Moisés entraba en el
NÚMEROS, 8, 9
145
tabernáculo de la reunión para hablar
con Vave, oía la voz que le hablaba
desde encima del propiciatorio puesto
sobre el arca del testimonio, entre los
dos querubines; así le hablaba (1).
El candelabro.
8 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
2 «Habla a los hijos de Arón, y di-
les: Cuando pongas las lámparas del
candelabro, ponías de modo que las
siete lámparas del candelabro alum¬
bren hacia adelante.» 3 Así lo hizo
Arón, y puso las lámparas en la
parte anterior del candelabro, como
Yave se lo había mandado a Moisés.
4 El candelabro era de oro macizo;
su pie, sus flores, todo de oro macizo;
lo había hecho Moisés conforme al
modelo que le había mostrado Yave.
Consagración de los levitas.
5 Habló Yave a Moisés, diciendo:
6 «Toma a los levitas de en medio de
los hijos de Israel y purifícalos. 7 He
aquí lo que harás para purificarlos:
Haz sobre ellos una aspersión con
agua expiatoria; que pasen la navaja
por todo su cuerpo, laven sus ves¬
tidos y se purifiquen. 8 Que tomen
un novillo, con su ofrenda de flor
de harina amasada con aceite; y
toma tú otro para el sacrificio por
el pecado. 9 Haz que se acerquen
los levitas al tabernáculo, y convoca
a toda la asamblea de los hijos de
Israel. 10 Una vez que hayas hecho
a los levitas acercarse ante Yave,
los hijos de Israel pondrán sus manos
sobre ellos, 11 y Arón ofrecerá los
levitas en ofrenda agitada ante Yave
de parte de los hijos de Israel, para
que sirvan a Yave. 12 Los levitas
pondrán sus manos sobre la cabeza
de los novillos, y tú los ofrecerás,
uno en sacrificio por el pecado, el
otro en holocausto a Yave, para
hacer la expiación de los levitas.
13 Harás que los levitas estén en pie
ante Arón y sus hijos, y los ofrece¬
rás en ofrenda agitada a Yave. 14 Así
los separarás de en medio de los hijos
de Israel, y los levitas serán míos,
(i) El arca con el testimonio (las tablas
de la ley) es el símbolo material de la presencia
de Dios en medio de Israel, y por eso habla
Dios desde ella a su profeta.
16 y vendrán luego a servir en el taber¬
náculo de la reunión. Así los purifi¬
carás, y los ofrecerás en ofrenda agi¬
tada, 16 porque son donados a mí
enteramente de en medio de los hijos
de Israel, y yo los he tomado para
mí en lugar de todos los primogé¬
nitos que abren la vulva de su madre,
de los primogénitos de entre los
hijos de Israel; 17 pues todo primo¬
génito de los hijos de Israel es mío;
lo mismo los de los hombres que los
de los animales; el día en que herí
a todos los primogénitos de la tierra
de Egipto me los consagré, 18 y he
tomado a los levitas en lugar de
todos los primogénitos de los hijos
de Israel, 19 y se los he dado entera¬
mente a Arón y a sus hijos de en
medio de los hijos de Israel, para que
hagan el servicio de los hijos de
Israel en el tabernáculo de la reunión,
y para que hagan la expiación de
los hijos de Israel, para que los hijos
de Israel no sean castigados con plaga,
acercándose al santuario.»
20 Moisés, Arón y toda la asamblea
de los hijos de Israel hicieron con los
levitas cuanto Yave había mandado
a Moisés; eso hicieron con ellos los
hijos de Israel. 21 Los levitas se puri¬
ficaron, lavaron sus vestidos, Arón los
ofreció en ofrenda agitada ante Yave;
hizo la expiación para purificarlos,
22 y luego vinieron los levitas a pres¬
tar sus servicios en el tabernáculo
de la reunión a las órdenes de Arón
y sus hijos. Como Yave se lo había
mandado a Moisés respecto de los
levitas, así se hizo con ellos.
23 Yave habló a Moisés, diciendo:
24 «Esto es lo que toca a los levitas:
desde los veinticinco años arriba, los
levitas estarán al servicio del taber¬
náculo de la reunión para cumplir
en él sus funciones. 25 A los cincuenta,
saldrán del servicio y no cumplirán
sus funciones; 26 ayudarán a sus her¬
manos en el tabernáculo de la reunión,
en la guarda de él, pero no prestarán
más servicio. Así has de hacer con
los levitas, en cuanto a sus fun¬
ciones.»
La Pascua en el Sinaí.
Q 1 Yave habló a Moisés en el
desierto del Sinaí, el primer mes
del año segundo después de la salida
de la tierra de Egipto. Dijo: 2 «Que
celebren los hijos de Israel la pascua
146
NÚMEROS, 10
a su tiempo. 3 El día catorce de este
mes, entre dos luces, a su tiempo, la
celebraréis conforme a todas las leyes
y todos los ritos que a ella se refieren.»
4 Moisés habló a los hijos de Israel
para que celebraran la pascua; 8 y
la celebraron el día catorce del pri¬
mer mes, entre dos luces, en el de¬
sierto del Sinaí. Conforme a todo
cuanto había mandado Yave a Moi¬
sés, así hicieron los hijos de Israel.
6 Había dos hombres que estaban
impuros por un cadáver, y no pu¬
dieron celebrar la pascua en ese
día. Presentándose aquel mismo día
ante Moisés y Arón, les dijeron:
7 «Estamos impuros por un cadáver;
¿por qué habremos de vernos pri¬
vados de presentar nuestra ofrenda
a Yave, a su tiempo, con los demás
hijos de Israel?» 8 Y Moisés les res¬
pondió: «Esperad que sepa yo lo
que cuanto a vosotros dispone Yave.»
9 Yave habló a Moisés, diciendo:
10 «Habla a los hijos de Israel y
diles: Si alguno de vosotros o de
vuestros descendientes está impuro
por un cadáver, o está en viaje lejos,
celebrará la pascua de Yave. 11 En el
segundo mes, el día catorce de él,
entre dos luces la celebrará. La
comerán con pan ácimo y lechugas
amargas; 12 no dejarán de ella nada
para el día siguiente, ni quebranta¬
rán ninguno de sus huesos; la cele¬
brarán conforme a todos sus ritos.
13 Si alguno, estando limpio y no
estando de viaje, dejare de cele¬
brarla, ése será borrado de su pueblo;
por no haber ofrecido a su tiempo
su ofrenda a Yave, llevará sobre sí
su culpa. 14 Si el extranjero que
habita entre vosotros celebra la pas¬
cua, guardará todas las leyes y ritos
que a ella se refieren. La ley será la
misma para vosotros, la misma para
el extranjero que para el natural.»
1.a nube.
18 El día en que fué alzado el
tabernáculo, la nube cubrió el taber¬
náculo, y desde la tarde hasta la
mañana hubo sobre el tabernáculo
como un fuego. 16 Así sucedía cons¬
tantemente; de día lo cubría la nube,
y de noche la nube parecía de fuego.
17 Cuando la nube se alzaba del taber¬
náculo, partían los hijos de Israel;
y en el lugar en que se paraba la
nube, allí acampaban los hijos de
Israel. 18 A la orden de Yave partían
los hijos de Israel, y a la orden de
Yave sentaban su campo; cuanto
tiempo estaba la nube sobre el taber¬
náculo, estábanse quietos. 19 Cuando
la nube se detenía muchos días sobre
el tabernáculo, guardaban los hijos
de Israel la orden de Yave y no se
movían; 20 y cuando la nube estaba
pocos días sobre el tabernáculo, a la
orden de Yave posaban, y a la orden
de Yave partían. 21 Cuando la nube
se detenía desde la tarde a la mañana,
y a la mañana se levantaba, partían;
y si se levantaba a la noche, enton¬
ces partían. 22 Fuesen dos días, un
mes o un año, mientras la nube se
detenía sobre el tabernáculo, están¬
dose sobre él, los hijos de Israel
i seguían acampados y no se movían;
cuando ella se alzaba, se movían
! ellos. 23 A la orden de Yave acam¬
paban, y a la orden de Yave partían,
guardando el mandato de Yave, como
Yave se lo había dicho a Moisés.
Las trompeta'* «le plata.
10 1 Yave habló a Moisés, diciendo:
2 «Hazte dos trompetas de plata
batida a martillo, que te sirvan para
convocar la congregación, y para
hacer mover el campamento. 3 Cuan¬
do se toquen las dos, acudirá a ti
toda la asamblea a la puerta del ta¬
bernáculo de la reunión; 4 cuando se
toque una sola, se congregarán a ti
los príncipes jefes de los millares de
Israel. 6 A un toque .estrepitoso, mo¬
verán su campamento los acampados
al oriente. 6 A un segundo toque de
la misma clase, moverán su campa¬
mento los acampados al mediodía;
V a un tercero los acampados a occi¬
dente: estos toques son para ponerse
en movimiento.
7 También para reunir la congre¬
gación las tocaréis, pero no con ese
toque. 8 Los hijos de Arón, los sacer¬
dotes, serán los que toquen las trom¬
petas, y éstas serán para vosotros de
uso obligatorio, por siempre en vues¬
tras generaciones. 9 Cuando en vuestra
tierra saliereis a la guerra contra el
enemigo que os atacare, tocaréis alar¬
ma con las trompetas, y servirán de
recuerdo ante Yave, vuestro Dios,
para que os salve de vuestros enemi¬
gos. 10 También en vuestros días de
alegría, en vuestras solemnidades y
en las fiestas del comienzo de mes,
NÚMEROS, 11
147
tocaréis las trompetas; y en vuestros,
holocaustos y vuestros sacrificios pa¬
cíficos, serán para vosotros un re¬
cuerdo cerca de vuestro Dios. Yo,
Ya ve.»
Partida del Sinaí.
11 En el año segundo, el segundo
mes, a veinte del mes, se alzó la nube
de sobre el tabernáculo del testimo¬
nio, 12 y los hijos de Israel marcharon
por etapas, del desierto del Sinaí, al
desierto de Farán, donde la nube se
paró, 13 moviéndose por primera vez
a la orden de Yave por Moisés. 14 La
primera en moverse fué la enseña del
campo de los hijos de Judá, con sus
escuadras. Jefe de las escuadras de
aquéllos era Nasón, hijo de Amina-
dab. 16 Jefe de las escuadras de la
tribu de los hijos de Isacar, Nata-
nael, hijo de Suar; 16 y, jefe de las
escuadras de la tribu de los hijos
de Zabulón, Eliab, hijo de Jelón.
17 Desmontado que fué el tabernácu¬
lo, pusiéronse luego en marcha los
hijos de Gersón y los hijos de Merari
llevando el tabernáculo.
18 Luego se puso en marcha la en¬
seña del campo de Rubén, por sus
escuadras. 19 El jefe de sus escuadras
era Elisur, hijo de Sedeur; el jefe de
las escuadras de la tribu de los
hijos de Simeón, Selamiel, hijo de
Zurisadai; 20 y el jefe de las escua¬
dras de la tribu de los hijos de Gad,
Eliasaf, hijo de Deuel. 21 Comenza¬
ron luego a marchar los hijos de
Caat, llevando el santuario; y en
tanto que ellos llegaban, se disponía
el tabernáculo. 22 Después se puso
en marcha la enseña del campo de
los hijos de Efraím, por sus escuadras;
jefe de sus escuadras era Elisama, hijo
de Amiud; 23 jefe de las escuadras
de la tribu de Manasés, Gamaliel,
hijo de Pedasur; 24 jefe de las escua¬
dras de la tribu de los hijos de Ben¬
jamín, Abidán, hijo de Gedeón.
25 Después se puso en marcha la
enseña del campo de los hijos de
Dan, por sus escuadras, a retaguar¬
dia de los otros campos; jefe de las
escuadras de los hijos de Dan era
Ajiezer, hijo de Amisadai; 26 jefe de
las escuadras de la tribu de los hijos
de Aser, Feguiel, hijo de Ocrán;
27 jefe de las escuadras de la tribu
de los hijos de Neftalí, Ajira, hijo
de Enán. 28 Los hijos de Israel se
pusieron en marcha, con sus escua¬
dras, por este orden.
28 Moisés dijo entonces a Jobab,
hijo de Ragüel, madianita, su suegro:
«Nosotros nos vamos para el lugar
que Yave nos ha dicho: «Yo os lo
daré»; ven con nosotros y te favo¬
receremos; porque Yave ha prome¬
tido favorecer a Israel.» 30 El res¬
pondió: «No, me iré a mi tierra y a
mi parentela.» 31 Moisés insistió: «No
nos dejes, pues tú conoces bien los
lugares donde habremos de acampar
y podrás servirnos de guía (1); 32 si
vienes, nosotros te daremos parte de
lo que nos dé Yave.»
33 Así se marcharon del monte de
Yave, e hicieron tres días de camino;
y el arca de la alianza de Yave fué
con ellos tres días de camino, bus¬
cando donde acampar. 34 La nube
de Yave los acompañaba de día
desde que levantaron el campamento.
36 Cuando movían el arca, decía
Moisés:
«Levántate Yave; dispérsense tus
enemigos
Y huyan ante ti los que te abo¬
rrecen. »
36 Y cuando el arca se posaba,
decía:
«Pósate, oh Yave, entre las mi¬
ríadas de Israel.»
Descontento del pueblo.
*4 1 Aconteció que el pueblo a
1 I oídos de Yave se quejó, y al
oírlo Yave ardió en ira, y encendió
contra ellos un fuego que abrasó una
de las alas del campamento. 2 Clamó
entonces el pueblo a Moisés, y Moisés
oró a Yave, y el fuego se apagó; 3 y
llamaron a aquel lugar Tabera, por¬
que allí se había encendido contra
ellos el fuego de Yave.
4 El vulgo adventicio (2) que en
medio de ellos habitaba tenía tantas
ganas de comer carne, que aun los
(1) A pesar de lo dicho en 9. 15, de que
el campamento se movía a la señal de la nube,
este lugar nos indica que no quería Dios se
prescindiese del orden natural.
(2) Este vulgo adventicio que acompaña
a los hijos de Israel, y de que se hace mención
en varios lugares, estaría compuesto de asiá¬
ticos de diversas procedencias, sujetos a ser¬
vidumbre, como los hebreos. Aprovechó la
propicia ocasión que se le presentaba de escapar.
Su presencia entre los israelitas podría servir
de explicación a no pocos de los episodios del
paso por el desierto.
148
NÚMEROS, 11
hijos de Israel se pusieron a llorar
y decir: «iQuién nos diera carne que
comerl 5 ¡Cómo nos acordamos de
tanto pescado como de balde comía¬
mos en Egipto, de los cohombros,
de los melones, de los puerros, de
las cebollas, de los ajos! 6 Ahora está
en seco nuestro apetito, y no vemos
sino el maná.»
7 El maná era parecido a la semi¬
lla del culantro y tenía un color como
de bedelio. 8 Esparcíase el pueblo
para recogerlo, y lo molían en mo¬
linos o lo majaban en morteros, y
cociéndolo en una caldera, hacían de
él tortas, que tenían un sabor como
de pasta amasada con aceite. 9 Cuan¬
do de noche caía el rocío sobre el
campo, caía también el maná.
10 Oyó Moisés las lamentaciones
del pueblo, que por familias se reunía
a las puertas de sus tiendas, encen¬
diendo el ardor de la ira de Ya ve;
y desagradó a Moisés, 11 que dijo
a Yave: «¿ror qué tan mal tratas a
tu siervo? ¿ror qué no ha hallado
gracia a tus ojos, y has echado sobre
mí la carga de todo este pueblo?
12 ¿Lo he concebido yo ni lo he en¬
gendrado, para que me digas, llévalo
en tu regazo, como lleva la nodriza
al niño a quien da de mamar, a la
tierra que juraste dar a sus padres?
13 ¿Dónde tengo yo carne para ali¬
mentar a todo este pueblo? ¿Por
qué ine llora a mí, clamando: danos
carne que comer? 14 Yo no puedo
soportar solo a este pueblo. Me pesa
demasiado. 16 Si así has de hacer
conmigo, dame la muerte, te lo
ruego; y si es que he hallado gracia
a tus ojos, que no me vea ya más
así afligido.» 18 Entonces dijo Yave
a Moisés: «Elígeme a setenta varones
de los hijos de Israel, de los que
tú sabes que son ancianos del pueblo
y de sus principales, y tráelos a la
puerta del tabernáculo; que esperen
allí contigo. 17 Yo descenderé, y con¬
tigo hablaré allí, y tomaré deí espí¬
ritu que hay en ti y lo pondré sobre
ellos, para que te ayuden a llevar
la carga del pueblo y no la lleves til
solo. 18 Y di al pueblo: Santificaos
para mañana, V comeréis carne, ya
que habéis llorado a Yave diciendo:
iQuién nos diera carne que comerl
¡Mejor ciertamente estábamos en
Egipto! Ya os dará Yave carne que
comer. 19 No comeréis un día, ni dos,
ni cinco, ni diez, ni veinte; 20 la co¬
meréis todo un mes, hasta que se os
salga por la boca y os produzca náu¬
seas, por haber menospreciado a Yave,
que está en medio de vosotros, y
haber llorado diciendo: ¿Por qué he¬
mos salido de Egipto?» 21 Moisés le
dijo: «Seiscientos mil infantes cuenta
el pueblo en medio del cual estoy,
y me dices: yo les daré carne, y la
comerán todo un mes. 22 ¿Bastará
para ello degollar todas las ovejas y
todos los bueyes? ¿Se juntarán todos
los peces del mar para darles abasto?»
23 Yave replicó a Moisés: «¿Acaso se
ha acortado el brazo de Yave? Ya
verás si es o no es como te he dicho.»
24 Salió Moisés y transmitió al pue¬
blo lo que había dicho Yave; y eligió
los setenta varones de entre los an¬
cianos de Israel V los puso en derre¬
dor del tabernáculo. 25 Descendió
Yave en la nube y habló a Moisés;
tomó del espíritu que residía en él
y lo puso sobre los setenta ancianos;
y cuando sobre ellos se posó el espí¬
ritu, pusiéronse a profetizar, y no
cesaban. 26 Habíanse quedado en el
campamento dos de ellos, uno lla¬
mado Eldad y otro llamado Medad;
y también sobre ellos se posó el espí¬
ritu; eran de los nombrados, pero no
se presentaron ante el tabernáculo,
y se pusieron a profetizar en el cam¬
pamento. 27 Corrió un mozo a avisar
a Moisés, diciendo: «Eldad v Medad
están profetizando en el campamen¬
to.» 29 Josué, hijo de Nun, ministro
de Moisés desde su juventud, dijo:
«Mi señor, Moisés, impídeselo»; 29 y
Moisés le respondió: «¿Tienes celos
por mí? |Ojalá que todo el pueblo de
Yave profetizara y pusiese Yave sobre
ellos su espíritu!» 30 Volvióse Moisés
al campamento, y con él los ancianos
de Israel. 31 Vino nn viento de Yave,
trayendo desde el mar codornices,
que dejó sobre el campamento, hasta
la altura de dos codos sobre la tierra.
32 El pueblo estuvo todo el día, toda
la noche y todo el día siguiente, reco¬
giendo codornices; el que menos re¬
cogió diez montones, y las pusieron
a secar en los alrededores del cam¬
pamento. 33 Aún tenían la carne entre
sus dientes, antes de que hubiesen
podido acabar de comerlas; encen¬
dióse en el pueblo el furor de \ r ave,
y Yave hirió al pueblo con una
plaga; 84 siendo llamado aquel lugar
Quibrat-Ha-Tava, porque allí auedó
sepultado el pueblo glotón. De
Quibrat-Ha-Tava partieron para Ja-
ser ot y acamparon allí.
NÚMEROS, 12, 13
14!)
Castigo de Marín, la hermana
de Moisés.
i O 1 * María y Arón murmuraban de
1 ^ Moisés por la mujer etíope que
éste había tomado, pues había to¬
mado Moisés por mujer una etíope.
2 Decían: «¿Acaso sólo con Moisés
habla Yave? ¿No nos ha hablado
también a nosotros?» Oyó esto Yave.
3 Moisés era hombre mansísimo, más
que cuantos hubiese sobre la haz
de la tierra. 4 Y dijo a Moisés, a
Arón y a María: «Id los tres al taber¬
náculo de la reunión.» 6 Una vez allí,
descendió Yave en la columna de
nube, y poniéndose a la entrada del
tabernáculo, llamó a Arón y a María.
Salieron ambos, 6 y él les dijo: «Oíd
mis palabras: Si uno de vosotros pro¬
fetizara, yo me revelaría a él en
visión y le hablaría en sueños. 7 No
así a mi siervo Moisés, que es en
toda mi casa el hombre de confianza.
8 Cara a cara hablo con él, y a las
claras, no por figuras; y él contem¬
pla el semblante de Yave. ¿Cómo,
pues, os habéis atrevido a difamar a
mi siervo Moisés?» 9 Y encendido
en furor contra ellos, fuése Yave.
10 Apenas se había retirado del ta¬
bernáculo la nube, apareció María
cubierta de lepra, como de nieve;
y miró Arón a María y la vió toda
cubierta de lepra. 11 Dijo entonces
Arón a Moisés: «¡Oh mi señor, no
eches sobre nosotros el peso de nues¬
tro pecadol Neciamente hemos obra¬
do, hemos pecado. 12 Que no quede
como el abortivo, que sale del vientre
de su madre ya medio consumido.»
13 Clamó entonces Moisés a Yave,
diciendo: «Ruégate, oh Dios, que la
sanes.» 14 Respondió Yave: «Si su
padre la hubiera escupido en el rostro,
¿no quedaría por siete días llena de
vergüenza? Que sea echada fuera del
campamento por siete días, y des¬
pués volverá.» 16 Fué, pues, María
echada fuera del campamento, y el
pueblo no se movió hasta que no
hubo tornado.
1 ^ 1 Partióse después de Jaserot
y acampó en el desierto de
Farán.
Los exploradores.
2 Yave habló a Moisés, diciendo:
«Manda a algunos hombres a explorar
la tierra de Canán que voy a daros:
8 manda a uno por cada tribu, y que
sean todos de los principales de entre
ellas.» 4 Mandólos Moisés desde el
desierto de Farán, según el mandato
de Yave, todos de los jefes de los
hijos de Israel. 5 Sus nombres son:
de la tribu de Rubén, Samua, hijo
de Zecur; 6 de la tribu de Simeón,
Safat, hijo de Juri; 7 de la tribu de
Judá, Caleb, hijo de Jefone; 8 de
la tribu de Isacar, Jigal, hijo de
José; 9 de la tribu de Efraím, Osea,
hijo de Nun; 10 de la tribu de Ben¬
jamín, Falti, hijo de Rafu; 11 de la
tribu de Zabulón, Gadicl, hijo de
Sodi^ 12 de la tribu de Manasés, Gadi,
hijo de Susi; 13 de la tribu de Dan,
Amiel, hijo de Guemalí; 14 de la tribu
de Aser, Setur, hijo de Miguel;
15 de la tribu de Neftalí, Najbi, hijo
de Vapsi; 16 de la tribu de Gad,
Güel, hijo de Maqui. 17 Estos son los
nombres de los mandados por Moi¬
sés para explorar la tierra.
A Osea, hijo de Nun, le dió Moisés
el nombre de Josué. 18 Mandólos,
pues, Moisés a explorar la tierra de
Canán, diciéndoles: «Subid de aquí
al Negucb; después subid a los mon¬
tes 19 y observad la tierra cómo es, qué
gente la habita, si fuerte o floja, si
poca o mucha; 20 qué tal es la tierra
habitada, si buena o mala; cuáles
son sus ciudades, si abiertas o amu¬
ralladas; 21 cuál su terreno; si fértil
o pobre, si con árboles o sin ellos.
Haceos fuertes y traed algunos frutos
de esa tierra.» Era esto al tiempo
de las primeras uvas. 22 Subieron ellos
y reconocieron la tierra desde el de¬
sierto de Sin hasta Rejob, camino
de Emat. 23 Subieron al Negueb y
llegaron a Hebrón, donde estaban
Ajimar, Sesai y Tolmai, hijos de
Enac. Hebrón fué fundada siete años
antes que Tanis en Egipto. 24 Llegaron
hasta el valle de Escol (1), cortaron
un sarmiento con racimos de uvas,
que trajeron dos en un palo, y gra¬
nadas e higos. 26 Llamaron a aquel
lugar Najal-Escol, por el sarmiento
de vid que allí hallaron los hijos de
Israel. 26 Volvieron de explorar la
tierra al cabo de cuarenta días; 27 y
llegados, se presentaron a Moisés y
Arón y a toda la asamblea de los
hijos de Israel en el desierto de Farán,
en Cades; 28 e hicieron relación a
ellos y a toda la asamblea, mostrando
(i) Está ai Norte de Hebrón y se dan ail*
todavía las mejores uvas de mesa de la Palestina *
150
NÚMEROS, 14
los frutos de la tierra, y contaron así:
«Hemos llegado a la tierra a donde
nos mandasteis; en verdad mana leche
y miel; ved sus frutos. 29 Pero la
gente que la habita es fuerte, y sus
ciudades son muy grandes y están
amuralladas; hemos visto también allí
a los hijos de Enac. 30 Los amaleci-
tas habitan la región del Negueb;
los geteos, jebuseos y ainorreos, la
parte montuosa; los cananeos, las
costas del mar y a lo largo del Jor¬
dán.» 31 Caleb, imponiendo silencio al
pueblo que murmuraba contra Moi¬
sés, clamó: «;Subamos, subamos lue¬
go. La conquistaremos, seremos más
fuertes que ellos!» 32 Pero loS que
habían subido con él, dijeron: «No
debemos subir contra aquella gente;
es más fuerte que nosotros.» 33 Y des¬
acreditaban entre los hijos de Israel
la tierra que habían explorado, di¬
ciendo: «Es una tierra que se traga
a sus habitantes, y todos cuantos de
ella hemos visto eran de gran talla.
34 Hasta gigantes hemos visto allí;
hijos de Enac, raza de gigantes, ante
los cuales nos pareció a nosotros que
éramos como langostas; y así les
parecíamos nosotros a ellos.»
Sedición.
^ I 1 Entonces toda la muchedum-
1 tc bre rompió a gritar, y eí pueblo
se pasó toda la noche llorando; 2 y
todos los hijos de Israel murmura¬
ban contra Moisés y Arón, y todos
decían: «|Ah, si hubiéramos muerto
en la tierra de Egipto, o muriéramos
siquiera en este desiertol 3 ¿Por qué
quiere llevarnos Ya ve a esa tierra a
perecer a la espada, V que sean nues¬
tras mujeres y nuestros hijos presa
de otros? ¿No sería mejor que nos
volviéramos a Egipto?» 4 Y unos a
otros se decían: «Elijamos un jefe
y volvámonos a Egipto.»
5 Entonces Moisés y Arón cayeron
sobre sus rostros ante toda la asam¬
blea de los hijos de Israel. 6 Josué,
hijo de Xun, y Caleb, hijo de Jefonc,
que eran de los que habían explorado
la tierra, rasgaron sus vestiduras; 7 y
hablaron a toda la asamblea de los
hijos de Israel, diciendo: «La tierra
por la que hemos pasado en recono¬
cimiento es sobremanera buena. 8 Si
agradamos a Yave, él nos hará entrar
en esa tierra y nos la dará. Es una
tierra que mana leche y miel. 9 No os
rebeléis contra Yave, y no tengáis
miedo de la gente de esa tierra, que
nos los comeremos como pan. Ellos
se han quedado sin amparo, y Yave
está con nosotros.» 10 Toda la asam¬
blea de Israel quería lapidarlos, pero
la gloria de Yave se mostró en el
tabernáculo de la reunión a todos
los hijos de Israel, 11 y Yave dijo a
Moisés: «¿Hasta cuándo me ha de
ultrajar este pueblo? ¿Hasta cuándo
no me ha de creer, después de todos
los prodigios que en medio de ellos
he hecho.» 12 Voy a herirle de mor¬
tandad y a hacer de ti una gran na¬
ción más grande y más fuerte que
ellos.» 13 Pero Moisés respondió a
Yave: «Y lo sabrán los egipcios, de
cuyo poder sacaste a este pueblo,
14 y se lo dirán a los habitantes de
esa tierra. Todos ellos saben que tú,
joh Yave!, habitas en medio de este
pueblo, que te dejas ver la cara, que
se posa sobre ellos tu nube, que vas
delante de ellos, de día en columna
de nube y de noche en columna de
fuego. 15 Si, pues, destruyes a este
pueblo, como si fuera un solo hombre,
los pueblos a los que ha llegado tu
fama dirán: 16 Por no haber podido
llevar a ese pueblo a la tierra que le
había prometido, los ha destruido
Yave en el desierto. 17 Haz, pues,
mi Señor, que resplandezca la forta¬
leza de Yave como tú mismo dijiste:
18 Yave, tardo a la ira y grande en
misericordia, que perdona la iniqui¬
dad y la rebeldía, aunque no la
deja impune, y visita la iniquidad
de los padres en los hijos hasta la
tercera y la cuarta generación. 19 Per¬
dona, pues, la iniquidad de este pueblo
según tu gran misericordia, como des¬
de Egipto hasta aquí le has perdo¬
nado.» 20 Dijole entonces Yave: «Los
perdono, según me lo pides, 21 mas
por mi vida y por mi gloria que
hinche la tierra toda, 22 que todos
aquellos que han visto mi gloria y
todos los prodigios que yo he obrado
en Egipto y en el desierto, y todavía
me han tentado diez y diez veces,
desoyéndome, 23 no verán la tierra
que a sus padres juré dar. No, nin¬
guno de los que así me han ultra¬
jado la verá. 24 Sólo a mi siervo
Caleb, que con espíritu del todo dife¬
rente me siguió enteramente, le haré
yo entrar en esa tierra donde ha es¬
tado ya, y su descendencia la tendrá
en posesión, 25 aunque amalccitas y
cananeos habiten en sus valles. Ma-
NÚMEROS, 15
151
ñaña mismo volveos y partid del de¬
sierto, camino del Mar Rojo.»
Castigo.
26 Yave habló a Moisés y Arón,
diciendo: 27 «¿Hasta cuándo voy a
estar oyendo lo que contra mí mur¬
mura esta turba depravada, las quejas
contra mí de los hijos de Israel?
28 Dilcs, pues: Por mi vida, palabra
de Yave, que lo que a mis oídos ha¬
béis susurrado, eso haré yo con vos¬
otros; 29 en este desierto yacerán
vuestros cuerpos. De todos vosotros,
los que en vuestro censo fuisteis con¬
tados de veinte años arriba, que
habéis murmurado contra mí, 30 nin¬
guno entrará en la tierra que con
juramento os prometí por habita¬
ción. Sólo Caleb, hijo de Jefone, y
Josué, hijo de Nun. 31 Pero a vuestros
hijos, los que dijisteis que serían
presa ajena, a ésos los introduciré
yo; y ellos disfrutarán la tierra que
vosotros habéis desdeñado. 32 Cuanto
a vosotros, en este desjerto yacerán
vuestros cuerpos. 33 Vuestros hijos
errarán por el desierto cuarenta años,
llevando sobre sí vuestras rebeldías,
hasta que vuestros cuerpos se con¬
suman en el desierto. 34 Tantos como
fueron los días de la exploración de
la tierra, cuarenta, tantos serán los
años que llevaréis sobre vosotros vues¬
tras rebeldías; cuarenta años, año por
día; y experimentaréis así mi aversión
por vosotros. 35 Yo, Yave, yo lo he
dicho. Eso haré con esta perversa
muchedumbre que se ha confabula¬
do contra mí. En este desierto se
consumirán; en él morirán.»
36 Todos aquellos a quienes mandó
Moisés a explorar la tierra, y de
vuelta concitaron a la muchedumbre
a murmurar contra él, desacreditando
la tierra, 37 todos cuantos habían
hablado mal de ella, murieron de
mala muerte ante Yave. 38 Sólo Caleb,
hijo de Jefone, y Josué, hijo de
Nun, quedaron con vida, de todos
aquellos hombres que fueron a ex¬
plorar la tierra.
Derrota.
39 Moisés refirió todo esto a los
hijos de Israel, y el pueblo quedó
desolado. 40 Subieron por la ma¬
ñana a la cumbre de un monte, di¬
ciendo: «Vamos a subir a la tierra
de que nos habló Yave; porque
hemos pecado.» 41 Díjoles entonces
Moisés: «¿Por qué queréis contrave¬
nir a la orden de Yave? Eso no puede
saliros bien. 42 No subáis, porque no
va Yave en medio de vosotros, y
seréis derrotados por el enemigo.
43 Los amalecitas y los cananeos están
del lado de allá, frente a vosotros,
y caeréis bajo su espada; porque ha¬
biendo vuelto vosotros las espaldas
a Yave, él no estará con vosotros.»
44 Ellos temerariamente se obstina¬
ron en subir a la cumbre del monte,
pero el arca de la alianza de Yave
y Moisés no se movieron de en medio
del campamento. 44 Bajaron los ama¬
lecitas y los cananeos del monte y
los derrotaron, poniéndolos en fuga
y persiguiéndolos hasta Jorma.
Algunas leyes relativas a los
sacrificios.
'I ft 1 Yave habló a Moisés di-
J ^ ciendo: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: «Cuando hayáis en¬
trado en la tierra de vuestra habi¬
tación, que yo voy a daros, 3 y ha¬
gáis a Yave ofrenda de combustión,
holocausto o sacrificio para cumplir
un voto, o de vuestra libre voluntad
o en una de vuestras solemnidades,
presentando a Yave suave olor en
bueyes u ovejas, 4 quien haga la
ofrenda a Yave le presentará una
ofrenda de flor de harina, un déci¬
mo de efa amasada con un cuarto
de hin de aceite, que añadirá al ho¬
locausto o al sacrificio, 5 y un cuarto
de hin de vino para la libación, por
cada cordero. 6 Si es por carnero,
añadirá por cada uno la ofrenda de
dos décimas de efa de flor de ha¬
rina amasada con un tercio de hin
de aceite; 7 y presentará un tercio
de hin de vino para la libación, per¬
fume grato a Yave. 9 Si fuere de
buey el holocausto, ya en cumpli¬
miento de voto, ya de sacrificio pací¬
fico a Yave, presentará a más de él
a Yave, como ofrenda, tres décimas
de efa de flor de harina amasada con
medio hin de aceite, 10 y medio
de vino para la libación, combustión
de olor agradable a Yave. 11 Así
hará por cada buey, carnero, cor¬
dero o cabrito. 12 Cualquiera que sea
el número de las víctimas que ofrez¬
cáis, eso haréis por cada una. 13 Así
152
NÜMEROS, 15
lo harán todos los naturales, al ofre¬
cer víctimas de combustión en olor
grato a Yave. 14 Y si en vuestras
generaciones, un extranjero que ha¬
bite en medio de vosotros o esté entre
vosotros, ofreciere ofrenda de com¬
bustión, de suave olor a Yave, lo
hará como lo hagáis vosotros. 15 Una
misma ley regirá ante Yave para
vosotros, los de la congregación, y
para el extranjero que con vosotros
mora. 16 Una misma ley, un mismo
derecho tendréis vosotros y el pere¬
grino» (1).
17 Habló Yave a Moisés, diciendo:
18 «Habla a los hijos de Israel y
diles: «Cuando hubiéreis entrado en
la tierra a la cual os llevo, 19 cuando
comáis el pan de esa tierra, ofrece¬
réis de él ofrenda a Yave. 20 Como
primicia de vuestra masa, ofreceréis
un pan, del mismo modo que ofre¬
céis las primicias de vuestra era.
21 De las primicias de vuestras masas
ofreceréis ofrenda a Yave en vues¬
tras generaciones. 22 Si por inadver¬
tencia (2) faltareis, no poniendo
por obra todos estos mandamientos
que Yave os ha dado por Moisés,
23 todo lo que Yave os ha mandado
por Moisés, desde el día en que para
vosotros lo dispuso para todas vues¬
tras generaciones en adelante, 24 en¬
tonces la inadvertencia cometida por
la congregación será expiada por la
ofrenda de ella toda, de un novillo
en holocausto de suave olor a Yave,
con la oblación y la libación de rito,
y un macho cabrío por el pecado.
25 El sacerdote que haga la expiación,
la hará por toda la congregación
de los hijos de Israel, y les será per¬
donado, porque fué por ignorancia
y han presentado a Yave su ofrenda
de combustión y la víctima expia¬
toria por su inadvertencia ante Yave.
26 Y le será perdonado a toda la
congregación de los hijos de Israel
y al extranjero que en medio de
ellos habita, porque del pueblo todo
fué la inadvertencia. 27 Si el que por
inadvertencia pecó fuese uno solo,
(l) Por la circuncisión, el extranjero se
incorpora a Israel. Esto, como también el ser
admitido el extranjero a ofrecer sacrificios
(Ntim. 14. 15), rompe el cerco de religión nacio¬
nal y hace a la religión de Israel universal en
poiencia.
(a) Esto de que aun el pecado cometido
por inadvertencia impurifique, pone de relieve
el altísimo concepto que de la santidad divina
quería Dios que tuviese el pueblo.
ofrecerá un cabrito primal por el
pecado, 28 y el sacerdote hará la
expiación ante Yave por el que pecó
por inadvertencia, para expiarle, y
le será perdonado. 29 Para el indígena
de los hijos de Israel y para el extran¬
jero que habita en medio de vos¬
otros tendréis la misma ley, cuanto
al pecado cometido por inadverten¬
cia. 30 Pero cualquiera que sea,
indígena o extranjero, el que con
altiva mano obrare, ultrajando a
Yave, 31 ése será enteramente borrado
de en medio de su pueblo; por haber
menospreciado la palabra de Yave
y haber traspasado su mandato, será
exterminado y llevará sobre sí su
iniquidad.
Castigo de un violador del sábado
32 Sucedió, cuando estaban los
hijos de Israel en el desierto, que
encontraron a un hombre recogiendo
leña en sábado; 33 y los que le encon¬
traron le denunciaron a Moisés y
Arón y a toda la asamblea; 31 y le
encarcelaron, porque no había sido
todavía declarado lo que se había
de hacer con él. 36 Yave dijo a Moisés:
«Sin remisión muera ese hombre.
Que lo lapide el pueblo todo fuera
del campamento.» 36 Y fué llevado
fuera del campamento y fué lapi¬
dado, como se lo mandó Yave a
Moisés (1).
37 Yave habló a Moisés, diciendo:
38 «Habla a los hijos de Israel, y
diles que se pongan flecos en los
bordes de sus mantos, y aten los
flecos de cada borde con un cordón
de color de jacinto, 39 para que les
sirva, cuando lo vean, para acor¬
darse de todos los mandamientos de
Yave; para que los pongan por obra,
sin irse detrás de los deseos de su
corazón y de sus ojos, a los que se
prostituyen; 40 porque así, acor¬
dándoos de mis preceptos y ponién¬
dolos por obra, seréis santos a vuestro
Dios. 41 Yo, Yave, vuestro Dios,
que os ha sacado de la tierra de
Egipto, para ser vuestro Dios. Yo,
Yave, vuestro Dios.»
(1) La violación del sábado, día consa¬
grado a Dios, era un sacrilegio; y el sacrilegio,
no sólo en la religión de Israel, sino en las reli¬
giones gentílicas, era generalmente castigado
con la muerte.
NÚMEROS, 16
153
La sedición do Coré y su castigo.
1 f\ (1) 1 Coré, hijo de Tsar, hijo de
Caat, hijo de Leví; Datán y Abi-
rón, hijos de Eliab; y On, hijo de Felet,
de los descendientes de Rubén, 2 se
alzaron y se pusieron enfrente de
Moisés, arrastrando tras sí a dos¬
cientos cincuenta varones de los hijos
de Israel, todos de los principales
de la asamblea, de los del consejo,
hombres distinguidos. 3 * * Se conjura¬
ron contra Moisés y Arón y dijeron
a éstos: «Básteos ser uno de tantos,
pues santos son todos los de la asam¬
blea, y en medio de todos está Yave.
¿Con qué derecho os levantáis vos¬
otros sobre la asamblea de Yave?»
4 Apenas oyó esto Moisés, se echó
rostro a tierra. 6 Después habló a
Coré y a toda su facción, diciendo:
«Mañana dará Yave a conocer quién
es el suyo y quién es el santo que
quiere cerca de sí; y al elegido, él
a sí lo acercará: 6 Haced esto: Tomad
vuestros incensarios, Coré y toda su
facción; 7 poned mañana fuego en
ellos, y sobre el fuego el incienso
ante Yave; aquel a quien elija Yave,
ése será el santo. Esto os bastará,
hijos de Leví.» 8 Y volviéndose
después a Coré, añadió: 9 «Oídme,
hijos de Leví: ¿Os parece todavía
poco el haberos Yave, Dios de Israel,
segregado de la congregación de
Israel, acercándoos a sí, para que le
sirváis en el tabernáculo de Yave,
y estéis delante de la comunidad
como ministros suyos? 10 Porque él
os ha allegado de ese modo a ti y
a todos tus hermanos, hijos de Leví,
¿ambicionáis también ahora el sacer¬
docio? 11 Tú y tus partidarios habéis
conspirado contra Yave. ¿Qué es
Arón, para que contra él vayan
vuestras murmuraciones?» 12 Moisés
mandó llamar a Datán y Abirón,
hijos de Eliab; pero ellos respondie¬
ron: «No queremos ir; 13 ¿todavía
te parece poco habernos sacado de
una tierra que mana leche y miel,
para traernos a morir en un desierto,
que también quieres hacerte nuestro
emperador y como emperador tira¬
nizarnos? 14 No es a una tierra que
mana leche y miel a donde nos has
(i) En esta sedición intervienen dos fac¬
ciones, que se unen en la rebelión. La de Core,
levita, y sus seguidores, levitas, que aspiran
al sacerdocio, y la facción de Datán y Abirón,
rubenitas, que aspiran a la supremacía política
traído; ni un trozo de tierra nos has
dado en posesión, ni una viña. ¿Crees
que están ciegos todos estos hombres?
No, no vamos.» 16 Moisés, muy eno¬
jado, dijo a Yave: «No atiendas a su
oblación. Ni un asno siquiera he
tomado yo de ellos; a nadie he per¬
judicado.» 16 Y luego dijo a Coré:
«Tú y tus partidarios, presentaos
mañana ante Yave; tú y ellos y Arón.
17 Tomad cada uno un incensario
y poned en él el incienso, y llegaos
a Yave cada uno con su incensario,
doscientos cincuenta incensarios, tú
también y Arón, con su incensario
cada uno.» 18 Tomaron, pues, cada
uno su incensario, pusieron en ellos
el fuego y echaron sobre él el incienso,
y se presentaron a la entrada del
tabernáculo del testimonio con Moi¬
sés y Arón. 19 Coré había llevado tras
sí a toda la muchedumbre, a la
entrada del tabernáculo de la reunión,
y la gloria de Yave se mostró a toda
la muchedumbre. 20 Yave dijo a
Moisés y Arón: 21 «Apartaos de esa
turba, que voy a destruirla en se¬
guida.» 22 Ellos, postrándose rostro
a tierra, dijeron: «lOh Dios, Dios
del espíritu de toda carne! ¿No es
uno el que ha pecado? ¿Por qué
airarte contra toda la congregación?»
23 Yave habló entonces a Moisés, di¬
ciendo: 24 «Habla a la congregación y
di: Apartaos de en derredor del taber¬
náculo, de donde está Coré.» 25 Le¬
vantóse Moisés y se fue a donde
estaban Datán y Abirón, yendo tras
él los ancianos, 26 y habló a la con¬
gregación, diciendo: «Apartaos luego
de las tiendas de estos impíos, no
toquéis nada suyo, para que no pe¬
rezcáis por sus pecados.» 27 Apartóse
la muchedumbre de en derredor de
las tiendas de Datán y Abirón, y
salieron éstos a la puerta de sus tien¬
das, y se quedaron allí en pie con
sus mujeres, sus hijos y sus peque¬
ños. 28 Dijo entonces Moisés: «Ahora
vais a saber que es Yave quien me
ha enviado, para hacer cuanto he
hecho, y que no lo hice de mi propio
impulso. 29 Si éstos mueren de muerte
natural, como mueren los hombres,
no ha sido Yave el que me ha enviado;
30 pero si haciendo Yave algo insó¬
lito, abre la tierra su boca y se los
traga con todo cuanto es suyo, y
bajan vivos al abismo, conoceréis
que estos hombres han irritado a
Yave.» 31 Apenas acabó de decir
estas palabras, rompióse el suelo
54
NÚMEROS, 17
debajo de ellos, 32 abrió la tierra su
boca y se los tragó, 33 a ellos, sus
casas y todos los partidarios de
Coré, con todo lo suyo. Vivos se
precipitaron en el abismo, y los cu¬
brió la tierra, siendo exterminados
de en medio de la asamblea. 34 Todo
Israel que allí en torno se hallaba,
al oír sus gritos, huyó por miedo de
que los tragase también a ellos la
tierra. 35 También los doscientos
cincuenta hombres que ofrecían el
incienso fueron abrasados por un
fuego de Ya ve. 36 Después Ya ve habló
a Moisés, diciendo: 37 «Manda a
Eleazar, hijo de Arón, sacerdote,
que saque del incendio los incen¬
sarios, apartando el fuego, porque
están santificados. 38 Los incensa¬
rios de esos que contra sus vidas
pecaron, hazlos laminar y reviste
con las láminas el altar, pues se
ofreció con ellos a Ya ve quedando
santificados, y servirán de recuerdo
para los hijos de Tsrael.» 39 Tomó
Eleazar los incensarios de bronce
con que habían ofrecido los abrasa¬
dos, y los mandó laminar para reves¬
tir el altar, 40 para memoria de los
hijos de Israel, de que ningún extraño
a la estirpe de Arón se acerque a
ofrecer el timiama ante Yavc, para
no incurrir en la muerte de Coré
y de sus secuaces, como lo había
mandado Yave por Moisés.
Otro tumulto.
41 Al día siguiente la muchedumbre
de los hijos de Israel murmuraba
contra Moisés y Arón, diciendo:
«Vosotros habéis exterminado al pue¬
blo de Yave.» 42 Y mientras la mu¬
chedumbre se reunía contra Moisés
y Arón, éstos se dirigieron al taber¬
náculo de la reunión: y he aquí que
le cubrió la nube y apareció la gloria
de Yave. 43 Moisés y Arón se acer¬
caron al tabernáculo de la reunión,
44 y Yave habló a Moisés, diciendo:
46 Quitaos de en medio de esa turba,
que voy luego a destruirla.» Ellos se
postraron rostro a tierra, y Moisés
dijo a Arón: 46 «Coge el incensario,
pon en él fuego del altar y el incienso,
y corre a esa muchedumbre y expíala,
porque se ha encendido la ira de
Yave y ha comenzado ya la mortan¬
dad.» 47 Tomó Arón el incensario,
como se lo mandara Moisés, y corrió
a la muchedumbre: ya había comen¬
zado la plaga a hacer estragos en
el pueblo; pero él tomó el incienso
e hizo expiación por el pueblo, 48 y
se quedó entre muertos y vivos hasta
que cesó la mortandad. 49 Habían
perecido en aquella mortandad ca¬
torce mil setecientos, sin contar los
que murieron por lo de Coré. 60 Des¬
pués, cuando hubo cesado la mortan¬
dad, se volvió Arón a la entrada del
tabernáculo de la reunión, donde
estaba Moisés.
La vara de Arón.
-1 H 1 Habló Yave a Moisés, di-
1 6 ciéndole: 2 «Habla a los hijos
de Tsrael y haz que te entreguen una
vara por cada uno de los príncipes
de casa patriarcal, una por cada
una de las doce casas patriarcales,
y escribe en cada una el nombre de
una de ellas. El nombre de Arón lo
escribirás en la vara de Leví, pues
cada vara ha de llevar el nombre del
cabeza de cada casa patriarcal. 4 Pon-
las todas en el tabernáculo, delante
del testimonio, desde el cual yo hablo.
6 Florecerá la vara de aquel a quien
elija yo, a ver si hago cesar de una
vez las quejas y murmuraciones de
los hijos de Israel contra vosotros.»
6 Habló Moisés a los hijos de Israel,
y todos sus jefes le entregaron las
varas, una por cada casa patriarcal,
doce varas; a ellas se unió la vara de
Arón, 7 y Moisés las puso todas ante
Yave en el tabernáculo de la reunión.
8 Al día siguiente vino Moisés al
tabernáculo; y la vara de Arón, la
de la casa de Leví, había echado
brotes, yemas, flores y almendras.
9 Sacó Moisés las varas a los hijos
de Tsrael, y tomó cada uno su
vara.
10 Yave dijo a Moisés: «Vuelve
la vara de Arón al testimonio, y
guárdese en él, para que sirva de
memoria a los hijos rebeldes, y que
cesen así sus quejidos contra mí y
no mueran.» 11 Hízolo así Moisés;
como Yave se lo había mandado,
así lo hizo.
12 Los hijos de Israel hablaron a
Moisés, diciendo: «Está visto, muer¬
tos somos, perdidos, perdidos todos;
13 cuantos pretenden acercarse al
tabernáculo de Yave, perecen. ¿En
verdad, habremos de perecer to¬
dos T»
NÚMEROS. 18
155
Deberes y derechos de los levitas.
1 Sí 1 Dijo Yavc a Arón: «Tú y tus
1 hijos, y la casa de tu padre
contigo, llevaréis sobre vosotros la
iniquidad del santuario; tú y tus
hijos contigo, la de vuestro sacer¬
docio. 2 Acerca a ti tus hermanos, la
tribu de Leví, la tribu de tu padre;
admítelos contigo al servicio del san¬
tuario como adjuntos, para que te
sirvan cuando tú y tus hijos estéis
en el tabernáculo de la reunión. 3 Es¬
tarán a tu servicio y al de todo el
tabernáculo; pero no han de acer¬
carse, ni a los utensilios del santua¬
rio, ni al altar, para no morir ellos
y vosotros. 4 Los tendrás como ad¬
juntos, y tendrán a su cuidado el
tabernáculo de la reunión, para hacer
todo el servicio. Ningún extraño se
acercará a vosotros. 5 Tendréis el
cuidado del santuario y del altar,
para que no se deslogue ya más la
ira contra los hijos de Israel. 6 Yo
he tomado de entre los hijos de Israel
a los levitas, vuestros hermanos, y os
los he dado a vosotros, don de Yavc,
para hacer el servicio del tabernáculo
del testimonio. 7 Pero tú y tus hijos
ejerceréis vuestro sacerdocio en cuanto
concierne al altar y del velo adentro;
sois vosotros los que habéis de hacer
este servicio. Yo os he dado en puro
don vuestro sacerdocio, y el extraño
que pretenda acercarse, morirá.»
8 Dijo también Yave a Arón: «Te
encomiendo también la guarda de las
ofrendas a mí, y os doy todas las
cosas santas de los hijos de Israel,
por razón de la unción, a ti y a tus
hijos por ley perpetua. 9 He aquí
lo que de las cosas santísimas te co¬
rresponderá, de las combustiones. To¬
das sus ofrendas, toda oblación, todo
sacrificio por el pecado y todo sacri¬
ficio expiatorio que me ofrezcan,
todo esto, como cosas santísimas,
serán para ti y para tus hijos. 10 Las
comeréis en lugar santísimo, las co¬
merán todos los varones, y serán
cosas santas para vosotros. 11 Tam¬
bién será tuyo esto otro: lo que de
sus dones se reserva, de toda ofrenda
agitada de los hijos de Israel; os lo
doy a ti y a tus hijos y a tus hijos
contigo, por estatuto perpetuo; todo
el que sea puro de tu casa, lo comerá.
12 Todo lo mejor del aceite, del
mosto y del trigo, 13 las primicias de
su tierra, que han de traer a Yave,
tuyos son; todos los que de tu casa
estén limpios, comerán de ellos
14 Todo cuanto en Israel sea consa
grado al anatema, le pertenecerá
15 Todo primogénito de toda carne,
así de los hombres como de los ani¬
males que han de ofrecer a Yave,
será tuyo. 16 Harás rescatar los pri¬
mogénitos de los hombres y los pri¬
mogénitos de los animales impuros.
Harás que sean rescatados cuando
tengan un mes, y según tu estima¬
ción, en cinco sidos de plata, al si¬
do del santuario, que es de veinte
güeras; 17 pero no aceptarás rescate
por el primogénito de una vaca, de
una oveja, ni de una cabra; serán
cosas santas; derramarás su sangre
en torno del altar, quemarás su sebo
en sacrificio de combustión de olor
grato a Yave, 18 y su carne será para
ti, como lo es el pecho que se agita
y el brazuelo derecho. 19 Todo cuanto
de las cosas santas se reserva, lo
que reservan los hijos de Israel para
Yave, a ti te lo doy, a ti, a tus hijos
y a tus hijas contigo, en estatuto
perpetuo; es pacto de sal perpetuo,
ante Yave, contigo y con toda tu
descendencia.»
20 Dijo también Yave a Arón; «Tú
no tendrás tu parte de la heredad
en su tierra, y no habrá parte para
ti en medio de ellos; soy yo tu parte
y tu heredad en medio de los hijos
de Israel. 21 Yo doy como heredad
a los hijos de Leví todas las décimas,
por el servicio que prestan, por el
servicio del tabernáculo de la re¬
unión. 22 Los hijos de Israel no lian
de acercarse ya más al tabernáculo
de la reunión, no lleven sobre sí su
pecado y mueran. 23 Serán los levitas
los que harán el servicio del taber¬
náculo de la reunión, y ellos los que
sobre sí llevarán su iniquidad. Por
ley perpetua entre vuestros descen¬
dientes, no tendrán heredad en medio
de los hijos de Israel, 24 pues yo. les
doy por heredad las décimas que los
hijos de Israel han de entregar a
Yave; por eso les digo: no tendréis
heredad en medio de Israel.»
25 Habló Yave a Moisés, diciendo;
26 «Habla a los levitas y diles: Cuando
recibáis de los hijos de Israel las
décimas de sus bienes, que yo os
doy por heredad vuestra, presen¬
taréis a Yave en ofrenda una décima
de la décima, 27 y esta ofrenda os
será contada como si fuese el trigo
de la era o el mosto del lagar. 28 Así
ofreceréis también vosotros a Yave
156
NÚMEROS, 19, 20
una ofrenda de todas las décimas que
recibáis de los hijos de Israel, y esta
ofrenda reservada a Ya ve se la daréis
al sacerdote Arón. 29 De todos los
dones que recibáis, reservaréis la
ofrenda a Yave, de todo lo mejor,
la porción santa que de ello habéis
de consagrarle. 30 Les dirás: Una vez
reservado lo mejor, la décima será
para los levitas, como fruto de la
tierra o fruto del lagar; 31 la come¬
réis en cualquier lugar, vosotros y
vuestra familia, porque es vuestro
salario por el servicio que prestáis
en el tabernáculo de la reunión.
32 Una vez ofrecido lo mejor en ofren¬
da, no incurrís ya en culpa ni profa¬
náis las cosas santas de los hijos de
Israel, y no moriréis.»
El agua lustral.
1 Q 1 Habló Yave a Moisés y Arón,
1 diciéndoles: «He aquí la orde¬
nación de ley que prescribe Yave:
Di a los hijos de Israel que te traigan
una vaca roja perfecta, sin defecto,
y que no haya todavía llevado el
yugo sobre sí; 3 se la entregaréis a
Eleazar, sacerdote, y el la sacará
fuera del campamento, la hará dego¬
llar en su presencia, 4 y tomando
de su sangre con su dedo, aspergerá
con ella hacia el frente del taber¬
náculo de la reunión siete veces.
6 Hará quemar la vaca en su pre¬
sencia, quemando la piel, la carne
y la sangre y los excrementos. 6 To¬
mará luego el sacerdote madera de
cedro, hisopo y púrpura, y lo echará
en medio del fuego en que arde la
vaca. 7 El sacerdote lavará luego sus
vestidos y su cuerpo con agua, y
entrará después en el campamento;
será inmundo el sacerdote hasta la
tarde. 8 Lo mismo el que la quemó,
lavará con agua sus vestiduras y su
cuerpo, y será inmundo hasta la
tarde. 9 Un hombre limpio recogerá
las cenizas; las recogerá y las llevará
fuera del campamento a un lugar
limpio, y las guardarán los hijos de
Israel para el agua expiatoria. Es
una expiación.
10 El que recogió las cenizas de
la vaca, lavará sus vestidos y será
inmundo hasta la tarde. Será ésta
para los hijos de Israel, y para el
extranjero que habita entre ellos, ley
perpetua. 11 El que tocare un muerto,
cualquier cadáver humano, se hace
impuro por siete días, 12 y se puri¬
ficará con este agua al tercer día
y al séptimo será puro; no quedará
limpio hasta el día séptimo. 12 Quien
tocare un muerto, el cadáver de un
muerto, y no se purificare, contamina
el tabernáculo de Yave, y será bo¬
rrado de Israel porque no se purificó
con el agua lustral; será inmundo,
quedando sobre él su inmundicia.
14 Esta es la ley: Cuando muriere
alguno en una tienda, todo el que
entre en la tienda y cuanto en ella
hay, será inmundo por siete días;
15 toda vasija que no tenga tapadera
será inmunda; 16 y cualquiera que en
campo abierto tocare un muerto de
espada o un muerto cualquiera, o
huesos humanos, o un sepulcro, será
inmundo por siete días. 17 Para
quien esté inmundo, tomarán de la
ceniza de la vaca quemada en sacri¬
ficio expiatorio, y echarán sobre ella
un vaso de agua viva; 18 uno que esté
limpio tomará hisopo, y mojándolo
en el agua aspergerá la tienda y todos
los muebles y todas las personas que
en ella hubiere, o al que hubiere
tocado huesos humanos, o al matado,
o al muerto, o al sepulcro. 19 El lim¬
pio aspergerá al inmundo al tercero
y al séptimo día; y purificado el
impuro al séptimo día, lavará sus
vestidos y a la tarde será puro.
20 El inmundo que no se purificare
será borrado de la congregación, por
haber contaminado el santuario de
Yave; no habiendo sido rociado con
el agua lustral, es inmundo. 21 Será
ley perpetua; y el que haga asper¬
sión al otro con el agua lustral,
lavará sus vestidos, y quien tocare
el agua lustral será inmundo hasta
la tarde. 22 Todo lo que tocare el
inmundo será inmundo, y quien algo
de ello tocare, será inmundo hasta
la tarde.
Las aguas de Alcriba.
1 Llegaron los hijos de Israel,
-U toda la congregación, al de¬
sierto de Sin, el primer mes, y acampó
el pueblo en Cades (1). Allí murió
María y allí fué sepultada. 2 No había
allí agua para la muchedumbre, y
(i i Cades se halla en los limites entre el
desierto y la tierra habitada de la Palestina;
todavía subsiste y con el mismo nombre. La
estancia del pueblo allí fué muy larga.
NÚMEROS, 21
157
ésta se amotinó contra Moisés y
Arón. 3 El pueblo se quejaba contra
Moisés, y decía: «lOjalá hubiéramos
perecido cuando perecieron nuestros
hermanos ante Yave! 4 ¿Por qué has
traído al pueblo de Yave a este de¬
sierto a morir, nosotros y nuestros
ganados? 5 ¿Por qué nos sacaste de
la tierra de Egipto, para traernos
a un lugar tan horrible como éste,
que ni puede sembrarse, ni tiene
viñas, ni higueras, ni granados, y
donde ni agua siquiera hay para
poder beber?» 6 Moisés y Arón se
apartaron de la muchedumbre, a la
entrada del tabernáculo de la reunión,
y postráronse rostro a tierra. Apa¬
reció la gloria de Yave, 7 y Yave
habló a Moisés, diciendo: 8 «Coge
el cayado y reúne a la muchedumbre,
tú y Arón, tu hermano, y en su pre¬
sencia hablad a la roca y ésta dará
sus aguas; de la roca sacarás agua
para dar de beber a la muchedumbre
y a sus ganados.» 9 Moisés tomó de
delante de Yave el cayado, como se
lo había él mandado; 10 y juntando
Moisés y Arón a la muchedumbre
delante de la roca, les dijo: «¡Oíd,
rebeldes! ¿Podremos nosotros hacer
brotar agua de esta roca?» 11 Alzó
Moisés su brazo e hirió con el cayado
la roca por dos veces, y brotaron de
ella aguas en abundancia, y bebió
la muchedumbre y sus ganados.
13 Yave dijo entonces a Moisés y
Arón: «Porque no habéis creído en
mí, santificándome a los ojos de los
hijos de Israel, no introduciréis vos¬
otros a este pueblo en la tierra que
yo les he dado.» 13 Estas son las aguas
de Meriba, donde los hijos de Israel
se querellaron contra Y r ave, que les
dio una prueba de su santidad.
Edom se niega a dar paso libre
a Israel.
14 Mandó Moisés embajadores desde
Cades al rey de Edom, para que le
dijesen: «Israel, tu hermano, te dice:
Tú sabes todas las peripecias que nos
han ocurrido: 16 cómo nuestros padres
bajaron a Egipto, y hemos estado
en Egipto largo tiempo, y cómo nos
maltrataron los egipcios a nosotros
y a nuestros padres; 16 cómo clama¬
mos a Yave, y oyó éste nuestra
voz, y mandó a su ángel que nos
sacó de Egipto; y que estamos aquí
en Cades, ciudad situada al extremo
de tus fronteras. 17 Te rogamos, pues,
que nos des paso libre por tu terri¬
torio. No atravesaremos tus sembra¬
dos ni tus viñas, ni beberemos el
agua de tus pozos; iremos por el
camino real, sin apartarnos, ni a
derecha ni a izquierda, hasta que
salgamos de tu territorio.» 18 Edom
respondió: «No pasarás, o me opon¬
dré con las armas contra ti.» 19 Dijé-
ronle entonces los hijos de Israel:
«Iremos por el camino trillado, y si
de tus aguas bebo, yo y mis ganados,
te daremos el precio de ellas; es cosa
de nada; sólo con mis pies tocaré tu
tierra.» 20 Pero Edom respondió: «No
pasarás.» Y salió Edom contra él
con mucha gente fuertemente ar¬
mada. 21 No dió Edom paso por su
territorio, e Israel se alejó de él.
Muerte de Arón.
22 Alzando de Cades el campamento,
llegó Israel con toda la muchedum¬
bre al monte Or. 23 Yave habló a
Moisés y Arón en el monte Or, que
está en los confines de la tierra de
Edom, diciendo: 24 «Arón va a reunir¬
se con su pueblo, pues no ha de
entrar en la tierra que yo he dado
a los hijos de Israel, por haber sido
rebelde a mi mandato en las aguas
de Meriba. 25 Toma a Arón, y a su
hijo Eleazar, y sube con ellos al
monte Or; y allí 26 que se des¬
nude Arón de sus vestiduras, y re¬
vista de ellas a Eleazar, su hijo,
porque allí se reunirá Arón con los
suyos; allí morirá.» 27 Hizo Moisés
lo que mandaba Y r ave, y a la vista
de toda la muchedumbre subieron al
monte Or. 26 Moisés hizo que se
desnudara Arón de sus vestiduras y
revistió de ellas a Eleazar, su hijo;
y allí murió Arón en la cumbre del
monte. Moisés y Eleazar bajaron del
monte; 29 y viendo la muchedumbre
que Arón había muerto, hicieron due¬
lo por él todas las familias de Israel,
por treinta días.
Victoria contra el rey de Arad.
1 El cananeo, el rey de Arad,
¿Y que habitaba en el Negueb, al
oír que venía Israel por el camino
de Atarim, los atacó y cogió prisio¬
neros. 2 Hizo entonces Israel voto a
Y T ave, diciendo: «Si entregas a este
158
NÚMEROS, 21
pueblos en mis manos, yo destruiré
sus ciudades.» (i) * 3 * Oyó Yave la voz
de Israel, y le entregó el cananeo, a
quien dió al anatema, destruyéndo¬
los a ellos y a sus ciudades, por lo
cual fue llamado aquel lugar Jorma.
La serpiente de bronce.
4 Partiéronse del monte Or en di¬
rección al Mar Rojo (1), rodeando
la tierra de Edom; y el pueblo, im¬
paciente, 5 murmuraba por el camino
contra Dios y contra Moisés, dicien¬
do: «¿Por qué nos habéis sacado de
Egipto a morir en este desierto? No
hay pan ni agua, y estamos ya can¬
sados de un tan ligero manjar como
éste.» 6 Mandó entonces Yave contra
el pueblo serpientes venenosas que
los mordían, y murió mucha gente
de Israel. 7 El pueblo fue entonces
a Moisés, y le dijo: «Hemos pecado,
murmurando contra Yave y contra
ti; pide a Yave que aleje de nosotros
las serpientes.» Moisés intercedió por
el pueblo, 8 y Yave dijo a Moisés:
«Hazte una serpiente de hronce y
ponía sobre un asta; y cuantos mor¬
didos la miren, sanarán.» 9 Hizo,
pues, Moisés una serpiente de bron¬
ce, y la puso sobre un asta; y cuando
alguno era mordido por una serpiente,
miraba a la serpiente de bronce y se
curaba.
Victoria contra los amorreos.
10 Partiéronse los hijos de Israel
y acamparon en Obot; 11 y partidos
de Obot, acamparon junto a las fuen¬
tes de Abarim, en el desierto que hay
enfrente a Moah, al oriente. 12 Par¬
tidos de allí, acamparon junto al
torrente Zared; 13 y partidos de allí,
acamparon a la otra orilla del Arnón,
en el desierto, fuera del territorio
de los amorreos, pues el Arnón es
confín de Moab, entre Moab y los
amorreos. 14 Por eso se decía en el
libro «Guerras de Yave»:
(i) Desde Cades, marchando hacia Oriente,
el pueblo hubiera podido ir directamente a la
tierra prometida por camino bien corto, atra¬
vesando el territorio de Edom. La negativa
de éste a darles paso, les obligó a seguir ro¬
deando la frontera occidental de Edom, hasta
llegar a Asiongaber, en la costa del Mar Rojo,
para continuar luego por su frontera oriental,
hasta llegar a los límites de los amorreos.
«Contra Vaheb en Sufa,
Contra las estrechuras del Arnón,
15 Las estrechuras de su curso,
Que se extiende hacia la región
de Ar,
Y se apoya en los confines de
Moab.»
16 De allí vinieron a Beer; es el
pozo a que se refería Yave, cuando
dijo a Moisés: «Reúne al pueblo y
yo le daré agua.» 17 Entonces cantó
Israel este canto:
«¡Sube, pozo: cantadle!
18 Los príncipes del pueblo le exca¬
varon
Con sus cayados, con sus báculos.»
Del desierto fueron a Matana, 19 de
Matana a Najaliel, de Najaliel a
Bamot, 20 de Bamot al valle que
hay en los llanos de Moab, dominado
por el monte Fasga, que mira al
desierto. 21 Israel mandó embajadores
a Seón, rey de los amorreos, que le
dijeran: 22 «Déjanos pasar por tu
territorio; no iremos ni por los cam¬
pos ni por las viñas, ni beberemos el
agua de tus pozos; iremos por el ca¬
mino real, hasta salir de tus fronte¬
ras.» 23 Seón se negó a dejar pasar a
Israel por su territorio; y reuniendo
a toda su gente, salió al encuentro
de Israel en el desierto, y le dió la
batalla en Jasa. 24 Israel le derrotó
al filo de la espada, y se apoderó de
su tierra, desde el Arnón hasta el
Jaboc, junto a la frontera de los
hijos de Ammón, pues Jazcr era fron¬
tera de los amonitas. 25 Conquistó
Israel todas estas ciudades, y habitó
en las ciudades de los amorreos, en
Hesebón y todas las ciudades que
de ella dependen, 26 pues Hesebón
era la residencia de Seón, rey de los
amorreos, que había hecho antes la
guerra al rey de Moab y se había
apoderado de toda su tierra hasta el
Arnón. 27 Por eso cantaban los tro¬
vadores:
«Id a Hesebón, edificad y construid
la ciudad de Seón;
28 Fuego ha salido de Hesebón,
llama de la ciudad de Seón;
Que devoró las ciudades de Moab
y consumió las alturas del Arnón.
29 |Ay de ti, Moab! Has perecido,
pueblo de Camos,
Fueron dados a la fuga sus hijos,
y sus hijas por cautivas.
30 Pero al rey de los amorreos,
Seón, le han arrebatado el noval
desde Hesebón hasta Dibón.
Y sus mujeres, humilladas hasta
NÚMEROS, 22
159
tener que encender el fuego en Ha¬
daba.»
31 Así habitó Israel en la tierra de
los amorreos.
32 Mandó Moisés a reconocer a
Jazer, y se apoderaron de las ciuda¬
des que de ella dependían, expul¬
sando de ellas a los amorreos que
allí habitaban; 33 y volviéndose, su¬
bieron camino de Basán, saliéndoles
al encuentro Og, rey de Basán, con
todo su pueblo, para dar la batalla
en Edrai. 34 Yave dijo a Moisés:
«Ño le temas, que a tus manos te lo
entrego a él, a su pueblo, y toda su
tierra, y harás con él lo que hiciste
de Seón, rey de los amorreos, que
habitaba en Hesebón.» 35 Y le derro¬
taron a él, a su hijo y a toda su
gente, hasta no dejar ni uno, y se
apoderaron de su tierra.
Balam. »
¿yty 1 Partieron los hijos de Israel
— y acamparon en los llanos de
Moab, al otro lado del Jordán, frente
a Jericó. 2 Balac, hijo de Sefor, supo
cuanto había hecho Israel a los amo¬
rreos; 3 y Moab temió grandemente,
al aparecer aquel pueblo tan nume¬
roso, y se amedrentó ante los hijos
de Israel. 4 Moab dijo a los ancianos
de Madián: «Este pueblo va a devo¬
rar nuestros contornos, como devora
un buey la hierba del campo » Era
entonces rey de Moab, Balac, hijo
de Sefor. 6 Mandó, pues, mensajeros
a Balam, hijo de Beor, a Petur, que
está junto al río, en tierra de los hijos
de Ammón, para que le llamasen,
diciéndule: «Mira, ha salido de Egipto
un pueblo que cubre la superficie de
la tierra, y está ya cerca de mí.
6 Ven, pues, y maldíceme a este
pueblo, pues es más fuerte que yo,
a ver si así podemos hacer que le
derrotemos, pues sé que es bendito
aquel a quien tú bendices, y maldito
aquel a quien maldices tú.» 7 Fueron,
pues, ancianos de Moab, y ancianos
de Madián, llevando en sus manos
el precio del conjuro; y llegados a
Balam, le transmitieron las palabras
de Balac. 8 El Ies dijo: «Pasad aquí
esta noche y yo os responderé, según
lo que me diga Yave.» Quedáronse
los príncipes de Moab con Balam;
9 Dios vino en la noche a Balam y
le dijo: «¿Quiénes son ésos que están
contigo?» 10 Balam respondió a Dios:
«Balac, hijo de Sefor, rey de Moab:
los ha mandado a mí para decirme,
11 El pueblo salido de Egipto está ya
aquí y cubre toda la superficie de
la tierra; ven, pues, luego a malde¬
círmelo, a ver si puedo derrotarle
y rechazarle.» 12 Pero Dios dijo a
Balam: «No vayas con ellos; no mal¬
digas a ese pueblo, porque bendito es.»
13 Balam, levantándose de mañana,
dijo a los príncipes de Balac: «Idos
a vuestra tierra, porque Yave se
niega a dejarme ir con vosotros.»
14 Oído esto, los príncipes de Moab
se levantaron; y tornados a Balac,
le dijeron: «Balam se ha negado a
venir con nosotros.» 16 Pero Balac
mandó de nuevo a otros príncipes,
más en número y más respetables que
los primeros, 16 que llegados a Balam,
le dijeron: «He aquí lo que te dice
Balac, hijo de Sefor: No te niegues
a venir a verme, 17 que yo te col¬
maré de bienes, y haré todo lo que
tú me digas.» 18 Balam respondió
a los siervos de Balac: «Aunque me
diese Balac su casa llena de plata y
de oro, no podría yo traspasar las
órdenes de Yave, mi Dios, ni en poco
ni en mucho; 19 pero podéis quedaros
aquí también esta noche, para saber
lo que vuelve a decirme Yave.»
20 Durante la noche vino Dios a
Balam, y le dijo: «Ya que ésos han
venido otra vez a llamarte, levántate,
y vete con ellos, pero no hagas más
que lo que yo te diga.» 21 Levantóse
Balam de mañana, aparejó su asna
y se fué con los príncipes de Moab.
22 Pero Dios estaba indignado de que
fuese, y el ángel de Yave se puso
delante de él en el camino, para ce¬
rrarle el paso. Iba Balam montado
en su asna y llevaba consigo a dos
de sus criados. 23 El asna, al ver al
ángel de Yave parado en el camino
con la espada desenvainada en la
mano, se salió del camino y echó por
el campo, y Balam se puso a fusti¬
garla para retraerla al camino. 24 En¬
tonces el ángel se puso en una estre¬
chura entre las viñas, entre pared
de un lado y pared de otro; 25 y al
verle el asna, echóse contra una de
las paredes, cogiendo entre ella y la
pared el pie de Balam. Este se puso
de nuevo a fustigarla. 26 El ángel
volvió a ponerse en una angostura,
de donde ni a derecha ni a izquierda
podía desviarse; 27 y al verle el asna,
se echó debajo de Balam, quien enfu¬
recido la fustigó más. 28 Abrió enton-
160
NÚMEROS, 23
ces Yave la boca del asna, que dijo
a Balam: «¿Qué te he hecho yo, para
que por tres veces me hayas fusti¬
gado?» 29 Y Balam respondió: «¿Por
qué te burlas de mí? Si tuviera a mano
una espada ahora mismo te mataría.»
30 Y el asna dijo a Balam: «¿No soy
yo tu asna? Tú me has montado
desde que yo soy tuya hasta hoy.
¿Te he hecho yo nunca cosa seme¬
jante?» Y él le respondió: «No.»
31 Entonces abrió Yave los ojos a
Balam y éste vió al ángel de Yave,
que estaba en el camino con la espada
desenvainada en la mano. Balam se
postró, echándose sobre el rostro,
3 2 y el ángel de Yave le dijo: «¿Por
qué por tres veces has fustigado a tu
asna? Es que he salido yo para ce¬
rrarte el camino, porque es malo ante
mí el que llevas. 33 El asna me ha
visto y ha querido apartarse luego
de delante de mí las tres veces; si
ella no me hubiera esquivado, te
hubiera matado a ti, dejándola a
ella viva.» 34 Entonces Balam dijo
al ángel de Yave: «He pecado, no
sabía que tú me cerrabas el camino;
si te parece mal, ahora mismo me
volveré.» 35 El ángel de Yave res¬
pondió a Balam: «Ve con esos hom¬
bres, pero di solamente lo que te
diga yo.» Siguió, pues, Balam con
los príncipes de Balac. 36 Este, en
sabiendo que venía Balam, le Salió al
encuentro hasta Tr Moab, que está
en la frontera del Arnón, en lo últi¬
mo de la frontera. 37 Balac dijo a
Balam: «He mandado a llamarte.
¿Por qué no viniste? ¿No estoy acaso
yo en situación de tratarte con la
debida honra?» 38 Balam respondió a
Balac: «Aquí me tienes ya, pero,
¿podré yo decir lo que quisieres?
La palabra que Dios ponga en mi
boca, esa será la que te diga » 39 Siguió
Balam con Balac, y llegaron a Cariat
Jusot. 40 Balac inmoló bueyes y ove¬
jas, mandándoselas a Balam y a los
príncipes que le acompañaban.
Balam bendice n Israel.
41 A la mañana siguiente, tomó
Balac a Balam y le hizo subir a
Bamot Baal, desde donde se veía
un ala del pueblo.
23 1 Balam dijo a Balac: «Alzame '
aquí siete altares y tenme pron¬
tos siete novillos y siete carneros.»
2 Balac hizo lo que Balam le había
dicho, e inmolaron un novillo y un
carnero en cada uno de los altares.
3 Después dijo Balam a Balac: «Tú,
quédate ahí junto a tu holocausto,
mientras me alejo yo, a ver si me sale
Yave al encuentro; V lo que me dé
a conocer, eso te diré.» Y se alejó
hacia un monte desnudo. 4 Salió
Dios al encuentro de Balam y éste
le dijo: «He dispuesto siete altares
y he ofrecido en cada uno de ellos
un novillo y un carnero.» 5 Y Yave
puso en boca de Balam su palabra
y añadió después: «Tórnate a Balac
y dile esto.» 6 Vuelto a él, le vió
parado ante su holocausto, junto con
los príncipes de Moab; 7 y comen¬
zando su parábola, dijo:
«Del Aram me ha traído Balac,
rey de Moab,
De los montes del oriente;
Ven a maldecirme a Jacob,
Ven a execrar a Israel.
8 ¿Cómo voy a maldecir yo al que
no ha maldecido Dios?
¿Cómo voy a execrar yo al que
Yave no ha execrado?
9 Desde la cima de las rocas le veo,
Desde lo alto de los montes le
contemplo.
He ahí un pueblo que tiene aparte
su morada
Y que lio se cuenta entre las gentes.
10 ¿Quién es capaz de contar el
polvo de Jacob?
¿Quién es capaz de enumerar un
cuarto de Israel?
Muera yo la muerte del justo,
Y sea mi fin semejante al suyo.»
11 Balac dijo a Balam: «¿Qué es
lo que conmigo has hecho? Te he lla¬
mado para maldecir a mis enemigos,
y no has hecho otra cosa que ben¬
decirlos?» 12 El respondió: «¿No he
de tener yo el cuidado de proferir lo
que en mis labios pone Yave?»
13 Balac le dijo: «Ven conmigo a otro
sitio, desde donde puedas contem¬
plarle, y maldícemelo desde allí.»
14 Llevóle al campo de Zofim, en la
cumbre del monte Fasga; y después
de alzar siete altares e inmolar en
cada uno un novillo y un carnero,
15 dijo Balam a Balac: aEstatc ahí
junto a tu holocausto, mientras voy
yo allí a consultar a Dios.» 16 Salió
Yave al encuentro de Balam y puso
en su boca la palabra, y le dijo:
«Vuelve a Balac y dile esto.» 17 Vol¬
vióse él y vió que estaba Balac junto
a su holocausto, y con él los prín-
1 cipes de Moab; y Balac le preguntó
NÚMEROS, 24
161
«¿Qué es lo que ha dicho Yave?»
18 Y tomando Balam su parábola,
dijo:
«Levántate, Balac, y oye;
Dame oídos, hijo de Scfor:
19 No es Dios un hombre, para que
mienta,
Ni hijo de hombre, para arrepen¬
tirse.
¿Lo ha dicho él y no lo hará?
¿Lo ha prometido y no lo man¬
tendrá?
20 De bendecir he recibido yo orden;
Bendición ha dado él, yo no puedo
revocarla.
21 No se ve iniquidad en Jacob,
No hay en Israel perversidad;
Yave, su Dios, está con él,
Rey aclamado es en medio de él.
22 ^ El Dios que de Egipto le ha
sacado
Es para él la fuerza del unicornio.
23 No hay en Jacob hechicería,
Ni hay adivinación en Israel.
A su tiempo se le dirá a Jacob
Y a Israel lo que Dios va a cum¬
plirle.
24 He ahí un pueblo que se alza
como leona,
Y que se yergue como león,
No se acostará sin haber devorado
su presa,
Sin haber bebido la sangre de sus
víctimas.»
25 Y Balac dijo a Balam: «No le
maldigas, pero al menos no le ben¬
digas.» 26 Balam, respondiendo, dijo
a Balac: «¿No te dije ya que yo no
puedo hacer sino cuanto me diga
Yave?» 27 Entonces dijo Balac a
Balam: «Ven, que te lleve a otro
sitio, a ver si quiere Dios de una vez
que desde allí le maldigas.» 28 Y llevó
a Balam a la cima del Fogor, que
mira al desierto. 29 Balam dijo a
Balac: «Alzame los siete altares aquí
y disponme los siete novillos y los
siete carneros.» 30 Hízolo así Balac,
como Balam le decía, y ofreció un
novillo y un carnero en cada uno de
los altares.
Vaticinio de Balam.
sy A 1 Había visto Balam que Yave
^ * se complacía en bendecir a Is¬
rael, y por eso no fué como las otras
veces en busca del presagio; sino que
se volvió de cara al desierto, 2 y al¬
zando los ojos vi ó a Israel acampado,
tribu por tribu. Vino sobre él el espí¬
ritu de Yave, 3 y tomando su pará¬
bola, dijo:
«Oráculo de Balam, hijo de Beor;
Oráculo del hombre que tuvo los
ojos cerrados,
4 Oráculo de quien oye palabra
de Dios,
Del que ve visiones del Omnipo¬
tente,
De quien, al caer, se le abrieron los
ojos.
5 iQué bellas son tus tiendas, oh
Jacobl
iQué bellos tus tabernáculos, Israelí
6 Se extienden como un extenso
valle;
Como un jardín a lo largo de un río;
Como áloe plantado por Yave;
Como cedro que está junto a las
aguas.
7 Desbórdanse de sus cubos las
aguas;
Sus ramas crecen como en aguas
abundantes.
Alzase rugiente su rey,
Exaltarásc su reino.
8 El Dios que de Egipto le ha sa¬
cado
Es para él como la fuerza del
unicornio.
Devorará a las naciones enemigas;
Triturará sus huesos:
Las traspasará con sus saetas.
9 Se agacha, se posa como un león,
Como una leona. ¿Quién le.conci¬
tará?
El que te bendiga será bende¬
cido;
El que te maldiga maldito será.»
10 Encendido en ira Balac contra
Balam y palmoteando, le dijo: «Te
lie llamado para maldecir a mis ene¬
migos, y tú los has colmado de ben¬
diciones, ya por tres veces. Está muy
bien: 11 ahora huye pronto a tu tierra;
yo pensaba honrarte grandemente,
pero Yave te ha privado de conse¬
guirlo.» 12 Respondióle Balam: «¿.No
dije ya a tus mensajeros: 13 Aunque
me diera Balac su casa llena de plata
y oro, no podré yo. contravenir a la
orden de Dios, haciendo por mí mismo
cosa alguna, ni buena ni mala, contra
sus órdenes, y solamente lo que Yave
me diga eso le diré? 14 Ahora, pues,
que voy a irn.ie a mi pueblo, ven que
te diga lo que este pueblo ha de hacer
al tuyo al fin de los tiempos. 15 Y
volviendo a tomar su parábola, dijo:
«Oráculo de Balam, hijo de Beor;
Oráculo del hombre de los ojos
I cerrados;
NÚMEROS, 25, 26
162
16 Oráculo del que oye palabras de
Dios,
Del que conoce los consejos del
Altísimo,
Del que ve visiones del Omni¬
potente,
De quien al caer, se le abrieron los
ojos.
17 La veo, pero no ahora;
La contemplo, pero no de cerca.
Alzase de Jacob una estrella,
.Surge de Israel un cetro (1),
Que quebrantará las dos sienes de
Moab,
Y socavará a los hijos del tumulto.
18 Edom será su posesión;
Seir presa será de sus enemigos;
Israel acrecentará su poder;
19 De Jacob saldrá el dominador
Que devastará de las ciudades las
reliquias.»
20 Y mirando a Amatec, prosiguió:
«La primera de las naciones es
Amalee,
Pero su fin será eterna ruina.»
21 Luego, mirando a los quenitas,
prosiguió su discurso:
«Por fuerte que sea tu morada,
Aunque pongas en las rocas tu
nido,
22 El quenita será devastado,
Hasta que Asur le lleve cautivo.»
23 Y volviendo a tomar la palabra,
prosiguió:
«¿Quien vivirá cuando Dios lo
ponga por obra?
24 Vendrán naves de los Quitim,
Que oprimirán a Asur y oprimirán
a Heber;
También éste será dado a la ruina.»
25 Partióse después Balain y se
volvió a su tierra, y también Balac
se fué por su camino.
Corrupción idolátrica cu Baal
l'oqor.
"t 1 Estuvo Israel estacionado en
vSctim, y el pueblo se prostituyó
por el trato con las hijas de Moab.
2 Invitábanle éstas a las fiestas de
sus dioses, y el pueblo comía y se
prosternaba ante sus dioses. 3 Israel
se fué tras Baal Fogor, y la ira de
Yavc.se encendió contra Israel. 4 Dijo
Yave a Moisés: «Reúne a todos los
(i) En la estrella y el cetro está indudable¬
mente simbolizado el futuro Mesías, siendo,
por tanto, este vaticinio de Balam estrictamente
mesiánico.
príncipes del pueblo, y cuelga a ésos
del patíbulo ante Yave, cara al sol,
para que se aparte su ira de Israel.»
3 Dijo, pues, Moisés a los jueces de
Israel: «Matad a cualquiera de los
vuestros que haya servido a Baal
Fogor.» 6 En esto llegó uno de los
hijos de Israel, e introdujo en medio
de sus hermanos a una madianita,
a los ojos mismos de Moisés y en
presencia de toda la comunidad de
los hijos de Israel, mientras éstos
lloraban a la entrada del tabernáculo
de la reunión. 7 Viéndolo Fines, hijo
de Eleazar, hijo de Arón, sacerdote,
se alzó de en medio de la asamblea;
y cogiendo una lanza, 8 se fué tras
1 el hijo de Israel, hasta la parte pos¬
terior de su tienda, y los alanceó a
I los dos, al hombre y a la mujer, en
sus vientres, y cesó el azote de entre
los hijos de Israel. 9 En aquella plaga
murieron veinticuatro mil.
10 Habló Yave a Moisés diciéndole:
11 «Fines, hijo de Eleazar, hijo de
Arón, sacerdote, ha apartado mi furor
de los hijos de Israel, por el celo con
que ha celado mi honor; por eso no
he consumido yo en el furor de mi
celo a los hijos de Israel. 12 Por tanto,
le dirás que yo hago con él una alianza
de paz, alianza de un sacerdocio
eterno, 13 para él y para su descen¬
dencia, por haber sido celador de su
Dios y haber hecho la expiación por
los hijos de Israel.» 14 El israelita
que fué muerto juntamente con la
madianita se llamaba Zamri, hijo de
Salú, y era jefe de una de las fami¬
lias de la tribu de Simeón. 15 La ma-
diauita se llamaba Cozbi, hija de Sur,
jefe de tribu de una de las casas pa¬
triarcales de Madián.
16 Yave habló a Moisés, diciéndole:
«Tratad a ios madianitas como ene¬
migos y destruidlos; porque como
enemigos os han tratado ellos, 18 sedu¬
ciéndoos con sus malas artes, por me¬
dio de Fogor, por medio de Cozbi,
hija del príncipe de Madián, su her¬
mana, que murió cuando la plaga
por lo de Fogor.»
¡\uevo censo (1).
•)/ 1 Después de esta plaga, habló
— Yave a Moisés y a Eleazar, hijo
de Arón, sacerdote, dicléndoles: 2 «Ha-
(i) El resultado de este nuevo censo, que
comprende la generación siguiente a la que salió
NÚMEROS, 26
163
ced el censo de los hijos de Israel 1
por sus casas patriarcales y sus lina¬
jes, de veinte años arriba, de los há¬
biles para el servicio de las armas.
8 Moisés y Eleazar, sacerdote, habla¬
ron a los del pueblo en los llanos de
Moab, cerca del Jordán, frente a Je-
ric.ó, diciéndoles: 4 «Haced el censo
de los de veinte años para arriba,
como Yave se lo manda a Moisés.»
Los hijos de Israel salidos de la
tierra de Egipto eran: 6 Rubén, pri¬
mogénito de Israel: Hijos de Rubén:
De Enoc, la familia de los enoquitas;
de Falú, la familia de los faluítas;
6 de Esrón, la familia de los esronitas;
de Carmí, la familia de los carmitas.
7 Estas son las familias de los rube-
nitas, y fueron contados cuarenta y
tres mil setecientos treinta.
8 Hijos de Falu, Eliab; 9 hijos de
Eliab: Namuel, Datán y Abirón; el
Datán y el Abirón, miembros del con¬
sejo, que se rebelaron contra Moisés
y Arón con la facción de Coré, rebe¬
lándose contra Yave, 19 cuando abrió
la tierra sus fauces y se los tragó con
Coré, muriendo los de la facción, y
devorando el fuego a doscientos cin¬
cuenta hombres, para servir de es¬
carmiento. 11 Pero los hijos de Coré
no perecieron.
12 Hijos de Simeón, por sus fami¬
lias: de Namuel, la familia de los na-
muelitas; de Jamín, la familia de los
jaminitas; de Jaquín, la familia de
los jaquinitas; 13 de Zare, la familia
de los zareítas: de Saúl, la familia
de los saulitas. 14 Estas son las fa¬
milias de los simeonitas. Fueron con¬
tados veintidós mil doscientos.
15 Hijos de Gad, por sus familias:
de Safón, la familia de los safonitas;
de Jagui, la familia de los jaguitas;
de Suni, la familia de los sunitas;
16 de Ozni, la familia de los oznitas;
de Eri, la familia de los eritas; 17
de Arod, la familia de los aroditas;
de Ariel, la familia de los arielitas.
18 Estas son las familias de los hijos
de Gad. Fueron contados cuarenta
mil quinientos.
19 Hijos de Judá: Er y Onán, que
murieron en la tierra de Canán.
20 Hijos de Judá, por sus familias:
de Sela, la familia de los selitas;
de Egipto, muestra cómo el pueblo, a pesar de
tantas muertes como produjeron los varios
castigos que sufrió, continuaba siendo tan
numeroso como antes, pues los muertos per¬
tenecían a la generación anterior.
21 de Fares, la familia de los faresitas
de Zare, la familia de los zareítas.
Hijos de Fares: de Esrón, la familia
de los esronitas; de Jamul, la familia
de los jamulitas. 22 Estas son las fa¬
milias de Judá. Fueron contados se¬
tenta y seis mil quinientos.
23 Hijos de Isacar, por sus familias:
de Tola, la familia de los tolitas; de
Fuá, la familia de los fuitas; 24 de
Jasub, la familia de los jasubitas:
de Semram, la familia de los semrani-
tas. 25 Estas son las familias de Isa¬
car. Se contaron setenta y cuatro
mil trescientos.
26 Hijos de Zabulón, por sus fa¬
milias: de Sared, la familia de los
sareditas; de Elón, la familia de los
elonitas; de Jajlel, la familia de los
jajlelitas. 27 Estas son las familias
de Zabulón. Se contaron sesenta mil
quinientos.
28 Hijos de José, por sus familias,
de Manasés y de Efraím: 29 Hijos de
Manasés: de Maquir, la familia de
los maquiritas. Maquir engendró a
Galad; de Galad, la familia de los
galaditas. Estos son los hijos de
Galad: de Jeser, la familia de los
jeseritas; de Jelec, la familia de los
jelequitas; 31 de Asriel, la familia de
los asriclitas; de Siquem, la familia
de los siquenitas; 32 de Semida, la
familia de los semiditas; de Jefer,
la familia de los jeferitas. 33 Salfad,
hijo de Jefer, no tuvo hijos varones,
sino solamente hijas, y los nombres
de las hijas de Salfad son: Majla,
Noa, Jagla, Melca y Tersa. 34 Esas
son las familias de Manasés. Se con-'
taron cincuenta y dos mil setecientos.
35 Hijos de Efraím, por sus familias;
De Sutalaj, la familia de los sutal-
jitas; de Bequer, la familia de los
bequeritas; de Tajan, la familia de
los tajani f as. 36 Hijos de Sutalaj:
de Erón, la familia de los eronitas.
37 Estas son las familias de Efraím.
Se contaron treinta y dos mil qui¬
nientos. Estos son los hijos de José,
por sus familias.
38 Hijos de Benjamín, por sus fami¬
lias: de Bela, la familia de los belaitas;
de Asbel, la familia de los asbelitas;
de Ajiram, la familia de los ajira-
mitas; 39 de Sufam, la familia de los
sufamitas; de Jufam, la familia de
los jufamitas. 40 Hijos de Bela fueron
Arde y Noamán; de Arde, la familia
de los arditas; de Noamán, la familia
de los noamitas. 41 Estos son los
hijos de Benjamín, por sus familias.
NÚMEROS, 27
Se contaron cuarenta y cinco mil ¡
seiscientos.
42 Hijos de Dan, por sus familias;
de Sujam, la familia de los sujami-
tas. Estas son las familias de Dan, ¡
por sus familias. 43 Se contaron de
la familia de Sujam sesenta y cuatro
mil cuatrocientos.
44 Hijos de Aser, por sus familias:
De Jemna, la familia de los jemnaítas;
de Jesuí, la familia de los jesuítas;
de Brie, la familia de los brieítas.
45 Hijos de Brie: de Jeber, la fami¬
lia de los jeberitas; de Malquiel, la
familia de los malquielitas. 46 La
hija de Aser se llamaba Saraj. 47 Estas
son las familias de los hijos de Aser.
Se contaron cincuenta y cuatro mil
cuatrocientos.
48 Hijos de Neftalí, por sus fami¬
lias: De Jajseel, la familia de los
jajseclitas; de Guni, la familia de los
gunitas; 49 de Jeser, la familia dé
los jeseritas; de Selem, la familia
de los selemitas. 60 Estas son las
familias de Neftalí, por sus familias.
Se contaron cuarenta y cinco mil
cuatrocientos.
61 Los hijos de Israel incluidos en
el censo fueron: seiscientos un mil
setecientos treinta hombres.
32 Habló Yave a Moisés, dicién-
dolc: 63 A estos repartirás la tierra
en heredad, según el número de sus
nombres. 64 A los más numerosos les
darás una parte mayor, a los menos
numerosos una parte más pequeña.
A cada uno le será atribuida la here¬
dad según el número de sus contados
cu el censo. 66 La distribución de la
tierra se hará, sin embargo, por suer¬
tes. Recibirá cada una la tierra según
los nombres de las familias patriar¬
cales. 66 Por suertes se distribuirá
la tierra entre el mayor y el menor.»
67 Este es el censo de los levitas
por sus familias: De Gersón, la fami¬
lia de los gersonitas; de Caat, la
familia de los caatitas; de Merari,
la familia de los mcraritas. 58 Estas
son las familias de Leví: la familia
de los libnititas, la familia de los
liebronitas, la familia de los majlitas,
la familia de los amusitas, la familia
de los coreítas. Caat engendró a
Amrom, 69 y la mujer de Ainroni
se llamaba Joquebcd, hija de Leví,
que le nació a Leví en Egipto, 60 y
le parió a Amram, Aron y Moi¬
sés, y María, hermana de éstos. De
Arón nacieron Xadab y Abiú, Elea-
zar e Itamar. 61 Nadab y Abiú mu¬
rieron cuando ofrecían ante Yave el
fuego profano. 62 Hecho el censo de
todos los varones de un mes arriba,
se contaron veinte mil. No se con¬
taron entre los otros hijos de Israel,
porque no había de asignárseles here¬
dad alguna en medio de los hijos
de Israel.
63 Este es el censo que lucieron
Moisés y Eleazar, sacerdote, en los
llanos de Moab, junto al Jordán,
frente a Jericó. 64 Entre éstos no
había ninguno de los enumerados en
el censo que habían hecho en el
desierto del Sinaí, 65 pues les había
dicho Yave que morirían en el de¬
sierto; no quedó ni uno, excepto
Caleb, hijo de Jefone, y Josué, hijo
de Nun.
Ley de las herencias.
1 Acercáronse las hijas de Sal-
^ 6 fad, hijo de Jefer, hijo de
Galad, hijo de Maquir, hijo de Mana-
sés, de las familias de Manases, el
hijo de José, que se llamaban Majla,
Noa, Jagla, Melca y Tersa; 2 y pre¬
sentándose a Moisés ante Eleazar,
sacerdote, V ante todos los prínci¬
pes de la asamblea, a la entrada del
tabernáculo de la reunión, dijeron:
3 «Nuestro padre ha muerto en el
desierto, y no era de la tropa de los
que se confabularon contra Yave,
de la tropa de Coré; pero ha muerto
por su pecado y no ha dejado hijos.
4 ¿Por qué va a ser el nombre de
nuestro padre borrado de en medio
de su familia, por no haber dejado
hijos? Danos una heredad entre los
hermanos de nuestro padre.»
6 Moisés llevó la cosa ante Yave,
6 y Yave dijo a Moisés: 7 «Las hijas
de Salfad piden una cosa justa.
Dales en heredad una propiedad entre
í los hermanos de su padre, y que pase
a ellas la heredad de su padre.
8 Habla a los hijos de Israel, y diles:
Si uno muere sin dejar hijos, haréis
pasar su heredad a su hija; 9 y si
no hay tampoco hija, pasará a sus
hermanos la heredad. 10 Si no hay
hermanos, daréis la heredad a los
hermanos de su padre; 11 y si no hay
hermanos de su padre, pasaréis la
heredad al más próximo pariente de
la familia; de éste será. Esta será
para los hijos de Israel regla de dere¬
cho, como se lo ha ordenado Yave a
i Moisés.»
NÚMEROS, 28
IÜf)
Elección de Josué.
12 Dijo Yave a Moisés: «Sube a
este monte ele Abarim, para ver la
tierra que voy a dar a los hijos de
Israel, 13 pues también tú te reunirás
con tu pueblo, como Arón, tu hermano
se ha reunido, 14 por haber sido rebel¬
des á mi mandato en el desierto de
Sin, al rebelarse la muchedumbre,
en vez de santificar ante ellos mi
nombre, con ocasión de las aguas de
Meriba, en Cades, en el desierto
de Sin.»
15 Moisés habló a Yave, diciendo:
16 «Que Yave, el Dios de los espíri¬
tus de toda carne, constituya sobre la
asamblea un hombre, 17 que los con¬
duzca y acaudille, para que la mu¬
chedumbre de Yave no sea como re¬
baño de ovejas sin pastor.» 18 Yave
dijo a Moisés: «Toma a Josué, hijo
de Nun, hombre sobre quien reside
el espíritu, y pon tu mano sobre él.
19 Ponlc ante Elcazar, sacerdote, y
ante toda la asamblea, y le instala¬
rás ante sus ojos. 20 Trasmítele una
parte de tu autoridad, para que la
asamblea de los hijos de Israel le j
obedezca. 21 Que se presente al sacer¬
dote Eleazar, que consultará por él
el juicio de los XJrim ante Yave; y
según este juicio, Josué saldrá y
entrará, él y todos los hijos de Israel
y toda la asamblea» (1).
22 Hizo Moisés lo que le ordenó
Yave; y tomando a Josué, le llevó
ante Eleazar y ante toda la asamblea;
23 y poniendo sobre él sus manos, le
instituyó, como se lo había dicho
Yave a Moisés.
Fiestas y sacrificios.
OQ 1 * Yave habló a Moisés, di-
riendo: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: Cuidad de presentarme
a sus tiempos mi ofrenda, mi ali¬
mento, por los sacrificios de combus¬
tión de olor suave para mí. 3 Diles:
He aquí el sacrificio de combustión
que ofreceréis a Yave. Cada día dos
corderos primales, sin defecto, como
holocausto. 4 * Ofrecerás uno de los
(i) Josué sucede a Moisés, pen> sólo en
una parte de la autoridad de éste, enteramente
extraordinaria. Dios sigue siendo el jefe supremo
de Israel; pero su lugarteniente, Josué, tiene ya
que recurrir al sacerdote para conocer por los
urim y tummim la voluntad de Dios. Ya no le
habla éste cara a cara, como a Moisés
corderos a la mañana y el otro entre
dos luces, 6 y por oblación un décimo
de (fu de flor de harina, amasada con
un cuarto de hin de aceite de olivas
machacadas. 6 Es el holocausto per¬
petuo que se ofrecía en el monte Sinaí,
de olor suave, sacrificio de combus¬
tión a Yave. 7 La libación será de
un cuarto de hin por cada cordero,
y la libación de vino para Yave la
harás en lugar santo. 8 El segundo
cordero lo ofrecerás entre dos luces;
y harás su libación como para el de
la mañana; es sacrificio de combustión
de suave olor a Yave.
9 El día del sábado, dos corderos
primales sin defecto, y como obla¬
ción, dos décimas de flor de harina
amasada con aceite, y su libación.
10 Este es el holocausto del sábado,
para cada sábado, a más del holo¬
causto perpetuo y su libación.
11 Al comienzo de vuestros meses
ofreceréis como holocausto a Yave
dos novillos, un carnero y siete cor¬
deros primales, sin defecto; 12 y
como oblación, por cada novillo tres
décimas de flor de harina amasada
con aceite; por el carnero, dos déci¬
mas de flor de harina amasada con
aceite; 13 y por cada uno de los cor¬
deros, una décima de flor de harina
amasada con aceite. Es holocausto
de agradable olor, sacrificio de com¬
bustión a Yave. 14 Las libaciones serán
de un medio hin de vino, para un
novillo; de un tercio de hin , para un
carnero, y de un cuarto de hin, para
un cordero. Este es el holocausto
del comienzo de mes, para cada uno
de los meses del año.
15 Se ofrecerá a Yave un macho
cabrío en sacrificio por el pecado,
a más del holocausto perpetuo y su
oblación. 16 El mes primero, a los
catorce días del mes, será la pascua
de Yave. 17 El día quince de ese
mes será día de fiesta. Se comerá
durante siete días pan ácimo. 18 El
primero habrá asamblea santa, y
no haréis ningún trabajo servil.
19 Ofreceréis en sacrificio de combus¬
tión un holocausto a Yave, de dos
novillos, un carnero y siete corderos
primales, sin defecto; 20 y como
oblación, flor de harina amasada con
aceite, tres décimas por novillo, dos
por carnero, 21 y una por cada uno
de Ips siete corderos.
22 Ofreceréis también un macho
cabrío en sacrificio por el pecado,
para expiaros; 23 y lo ofreceréis a más
NUMEROS. 29
del holocausto de la mañana, el holo¬
causto perpetuo. 24 Ofreceréis estos
sacrificios cada día durante siete días;
es el alimento consumido por el
fuego, de olor agradable a Ya ve; y
los ofreceréis sin perjuicio del holo¬
causto perpetuo y de su libación. 25 El
séptimo día tendréis asamblea santa,
y no haréis en él trabajo servil
alguno.
26 El día de las primicias presen¬
taréis a Yave una oblación de lo
nuevo; y en vuestra fiesta de las
semanas tendréis asamblea santa y
no haréis trabajo servil alguno. 27 Ofre¬
ceréis, como holocausto de olor suave
a Yave, dos novillos, un carnero y
siete corderos primales; 28 y como
oblación, flor de harina amasada con
aceite; tres décimas por cada no¬
villo, dos por el carnero 29 y una por
cada uno de los siete corderos.
30 Ofreceréis un macho cabrío para
expiaros. 31 Esto, sin perjuicio del
holocausto perpetuo y de la obla¬
ción, eligiendo las víctimas sin de¬
fecto, y añadiendo las libaciones ordi¬
narias.
Las fiestas de otoño.
29 1 E1 séptimo mes, el día primero
** del mes, tendréis asamblea santa
y no haréis en él trabajo servil al¬
guno. Será para vosotros el día del
sonar de las trompetas. 2 Ofreceréis,
como holocausto de suave olor a
Yave, un novillo, un carnero y siete
corderos primales, sin defecto; 3 y
como oblación, flor de harina ama¬
sada con aceite, tres décimas por
el novillo, dos por eí carnero 4 y una
por cada uno de los siete cor¬
deros.
5 Ofreceréis un macho cabrío en
sacrificio por el pecado, para expía- <
ros. 6 Lo ofreceréis a más del bolo- j
causto del mes y de su oblación, y
del holocausto perpetuo y su obla¬
ción, y de sus libaciones, según lo
prescrito. Son sacrificios de com¬
bustión, de olor grato a Yave.
7 El día diez de ese mismo mes ten¬
dréis asamblea santa, y afligiréis
vuestras almas, y no haréis en él
trabajo alguno. 8 Ofreceréis, en holo¬
causto de olor grato a Yave, un
novillo, un carnero y siete corderos
primales, sin defecto; 9 y como obla¬
ción, flor de harina amasada con
aceite, tres décimas por el novillo,
dos por el carnero 10 y una por cada
uno de los siete corderos. 11 Ofrece¬
réis un macho cabrío en sacrificio
por el pecado, a más del sacrificio
expiatorio, del holocausto perpetuo
y de sus oblaciones y libaciones.
12 El día quince del séptimo mes
tendréis asamblea santa y no haréis
en él trabajo servil alguno; y cele¬
braréis la fiesta en honor de Yave
durante siete días, 13 ofreciendo en
holocausto, sacrificio de combustión
de olor grato a Yave, trece novillos,
dos carneros y catorce corderos pri¬
males, sin defecto; 14 y como obla¬
ción, flor de harina amasada con
aceite; tres décimas por cada uno
de los catorce novillos, dos por cada
uno de los dos carneros, 15 y una por
cada uno de los catorce corderos.
16 Ofreceréis un macho cabrío en
sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo y de su oblación
y sus libaciones. 17 El segundo día
ofreceréis doce novillos, dos carneros
y catorce corderos primales, sin de¬
fecto; 18 con la oblación y las liba¬
ciones por los novillos, los carneros
y los corderos, según su número, y
según la regla, 19 y un macho cabrío
por el pecado, a más del holocausto
perpetuo, su oblación y sus liba¬
ciones.
20 El día tercero ofreceréis once
novillos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 21 con
su oblación y sus libaciones por los
novillos, los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla; 22 y un macho cabrío para el
sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo, su oblación y
sus libaciones.
23 El cuarto día ofreceréis diez no¬
villos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 24 con
sus oblaciones y libaciones por los
novillos, los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla. 25 Ofreceréis un macho cabrío
en sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo, de su oblación
y de su libación.
26 El quinto día ofreceréis nueve
novillos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 27 con
sus oblaciones y libaciones por los
novillos, los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla. 28 Ofreceréis un macho cabrío
en sacrificio por el pecado, a más
NÚMEROS, 30. 31
167
del holocausto perpetuo y de su
oblación y libación.
29 El sexto día ofreceréis ocho no¬
villos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 30 con
sus oblaciones y libaciones, por. los
novillos, los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla. 31 Ofreceréis un macho cabrío
en sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo y de su obla¬
ción y su libac ón.
32 El séptimo día ofreceréis siete
novillos, dos carneros y catorce cor¬
deros primales, sin defecto, 33 con
sus oblaciones y libaciones por los
novillos los carneros y los corderos,
según su número y conforme a la
regla. 34 Ofreceréis el macho cabrío
en sacrificio por el pecado, a más del
holocausto perpetuo, de su oblación
y de su libación.
35 El día octavo tendréis asamblea
solemne y no haréis en él trabajo
servil alguno. 36 Ofreceréis en holo¬
causto, sacrificio de combustión de
olor grato a Yave, un toro, un car¬
nero y siete corderos primales, sin
defecto 37 con sus oblaciones y sus
libaciones por el toro, el carnero y
los corderos, según su número y
conforme a la regla. 33 Ofreceréis
un macho cabrío en sacrificio por el
pecado, a más del holocausto per¬
petuo y de su oblación y su libación.
39 Estos son los sacrificios que en
vuestras fiestas ofreceréis a Yave,
independientemente de vuestros vo¬
tos y de vuestras ofrendas volunta¬
rias, holocaustos, oblaciones y sacri¬
ficios pacíficos.»
Ley acerca de los votos.
1 Moisés habló a los jefes de
las tribus de Israel, diciendo:
2 «He aquí lo que manda Yave: 3 Si
uno hace un voto a Yave, o un jura¬
mento por el cual se obliga a sí
mismo, no faltará a su palabra;
cuanto salió de su boca, hágalo.
4 Si una mujer núbil en la casa
de su padre hace un voto a Yave
y se obliga a alguna privación; 5 y
su padre, al conocer el voto o la
obligación contraída, nada dice, todo
voto que haya hecho y toda obli¬
gación que haya contraído serán vá¬
lidos; 6 pero si al tener conocimiento
de ello el padre lo desaprueba, todos
los votos que haya hecho y todas las
, obligaciones que haya contraído serán
nulos, y Yave la perdonará, por ha¬
berlo desaprobado su padre.
7 Si cuando se casa está ligada por
algún voto o por palabra salida
de sus labios; 8 si al saberlo su ma¬
rido se calla el día en que lo ha sa¬
bido, sus votos son válidos, así como
las obligaciones que haya contraído
tendrán valor. 9 Pero si al saberlo
su marido lo desaprueba, anula el
voto que hizo y la palabra que salió
de sus labios, con la cual se obligó,
y Yave la perdonará.
10 El voto de una viuda o de una
repudiada, y la obligación que con-
trayere, son válidos.
11 Si, ya en la casa de su marido,
una mujer hace un voto o se obliga
a algo con juramento, 12 y su marido
, al saberlo nada dice y no desaprueba,
todos sus votos serán válidos, así
como las obligaciones que contraiga;
13 pero si su marido, al saberlo, lo
anula, todo cuanto salió de sus labios,
votos y obligaciones, quedan sin
valor; los anuló su marido, y Yave
la perdonará. 14 Todo voto y todo
juramento por el cual se obligara a
mortificar su persona, puede el ma¬
rido ratificarlo o anularlo. 15 Pero
si el marido un día y otro guarda
silencio, ratifica todos los votos que
ella haya hecho y todas las obliga¬
ciones que haya contraído; los rati¬
fica por haber callado al tener cono¬
cimiento de ello. 16 Si en lo sucesivo
los anula, llevará sobre sí su ini¬
quidad.» 17 Esta es la ley que Yave
dió a Moisés para entre marido y
mujer, y para entre padre e hija,
mientras ésta es núbil en la casa de
su padre.
Guerra contra los inadianitas.
O I 1 Yave habló a Moisés, di-
* ciendo: 2 «Venga a los hijos de
Israel de los madianitas, y después
te reunirás con tu pueblo.»
3 Moisés habló a los hijos de Is¬
rael, diciendo: «Armad de entre vos¬
otros hombres para la guerra, que
marchen contra Madián para ejecu¬
tar en ellos la venganza de Yave;
4 mil hombres por cada una de las
tribus de Israel.»
6 Hízose, pues, entre las tribus de
Israel la leva de mil hombres por
tribu, doce mil hombres armados
en guerra. Moisés los mandó al
NÜMEROS. 31
1 h<S
combate, mil hombres por tribu, y
con ellos mandó a la lucha a Fines,
el hijo de Eleazar, el sacerdote, que ¡
llevaba consigo los ornamentos sa¬
grados y las trompetas para tocarlas.
7 Avanzaron contra Madián, con¬
forme a la orden que Ya ve había
dado a Moisés y mataron a todos
los varones. 8 A más de los que habían
caído mataron a los reyes de Madián
Evi, Requem, Sur, Jur y Reba,
cinco reyes de Madián; y mataron
también al filo de la espada a Ralam,
hijo de Bcor; 9 tomaron todas sus
mujeres y sus niños, sus ganados y
toda su posesión; 10 y quemaron
todas sus ciudades y aldeas y tien¬
das; 11 y cogiendo la presa, cuanto
habían tomado en hombres y ani¬
males, 12 llevaron a Moisés y Eleazar,
sacerdote, y a toda la muchedumbre
de Israel, los prisioneros, los despo¬
jos y el botín, al campamento en
los líanos de Moab, junto al Jordán,
frente a Jericó. 13 Moisés, Eleazar
y todos los príncipes déla asamblea
salieron a su encuentro fuera del
campamento; 14 y airado Moisés
contra los jefes de* las centenas que
venían del combate, 15 les dijo: «¿Por
qué habéis dejado la vida a las mu¬
jeres? 16 Fueron ellas las que por
consejo de Balam arrastraron a los
hijos de Israel a ser infieles a Yave
en lo de Fogor. 17 Matad de los niños
a todo varón, y de las mujeres a
cuantas han conocido lecho de varón;
18 las que no han conocido lecho de
varón, reserváoslas; 19 y vosotros
acampad fuera del campamento du¬
rante siete dias; quien hubiere ma¬
tado a un hombre o tocado a un
muerto, purifiqúese al tercero* y al
séptimo día, vosotros y vuestros pri¬
sioneros. 20 Purificad también todos
los vestidos, todo objeto de cuero o
hecho de pelq de cabra, y todo uten¬
silio de madera.»
21 Eleazar, el sacerdote, dijo a los
hombres de guerra que habían ido
al combate: «He aquí lo que manda
la ley de Yave dada a Moisés:
22 el oro, la plata, el bronce, el hierro,
el estaño y el plomo, 23 todo lo que
ppede resistir el fuego, pasadlo por
el fuego, y será puro, después de ser,
además, purificado por el agua lus-
tral; lo que no resiste el fuego, lo
liaréis pasar por el agua; 24 lavaréis
vuestros vestidos el día séptimo y
seréis puros, y ya podréis luego
entrar en el campamento.’»
Distribución del botín.
25 Habló Yave a Moisés, diciendo:
26 «Tú y Eleazar, sacerdote, y todos
los cabezas de familia de la comu¬
nidad, haced el cómputo de todo lo
cogido, tanto en hombres como en
animales, 27 y distribuye el botín
entre los combatientes que han ido
a la guerra y el resto de la comunidad.
28 De lo de los combatientes que han
ido a la guerra tomarás como tri¬
buto a Yave (1), uno por cada qui¬
nientos, tanto en hombres como en
bueyes, asnos y ovejas; 29 lo tomarás
de su mitad, y lo entregarás a Elea¬
zar, sacerdote, como tributo a Yave.
30 De la mitad de los hijos de Israel
tomarás el uno por cincuenta, tanto
en hombres como en bueyes, asnos,
ovejas y animales de toda clase, y se
lo darás a los levitas que velan al
servicio del tabernáculo de Yave.»
31 Moisés y Eleazar, sacerdote, hi¬
cieron lo que Yave había mandado
a Moisés; 32 y resultó que del botín
cogido por las tropas combatien¬
tes quedaban seiscientas setenta y
cinco mil ovejas, 33 setenta y dos mil
cabezas de ganado bovino 34 y se¬
senta y un mil asnos; 35 y de mujeres
que no habían compartido lecho de
varón, treinta y dos mil almas.
36 La mitad correspondiente a los
que habían ido a la guerra fué: de
ovejas, trescientas treinta y siete
mil quinientas, 37 y el tributo a
Yave, de seiscientas setenta y cinco;
38 de bueyes, treinta y seis mil, y el
tributo a Yave, setenta v dos; 39 de
asnos, treinta mil quinientos, y el
tributo a Yave, de sesenta y cinco;
40 de personas, dieciséis mil, y el
tributo a Yave, treinta.y dos almas.
41 Moisés dió a Eleazar, sacerdo¬
te, el tributo reservado a Yave,
como éste lo había mandado a
Moisés.
42 La mitad correspondiente a los
hijos de Israel, que Moisés había
separado de la de los combatientes,
43 la mitad que tocaba a la comuni¬
dad, fué de treinta y siete mil qui¬
nientas ovejas, 44 treinta y seis mil
bueyes, 45 treinta mil asnos 46 y
dieciséis mil personas. 47 De esta
mitad correspondiente a los hijos de
(i) Participa Yave en la distribución del
botín, como jefe supremo del pueblo, que es
quien les da la victoria, y esta parte suya es la
que da él a los sacerdotes y levitas.
NUMEROS, 32 16í>
Israel, tomó Moisés el vino por cin¬
cuenta en hombres y animales, y se
lo dió a los levitas que velan al ser¬
vicio del tabernáculo de Yave, como
éste se lo había mandado a Moisés.
48 Entonces los jefes de la expedición,
cabos de los millares y cabos de las
centenas, se presentaron a Moisés
49 y le dijeron: «Tus siervos han
hecho la lista de los hombres de
guerra que han estado a nuestras
órdenes, y no falta ni uno. 60 Trae¬
mos, pues, como ofrenda a Yave,
los objetos de oro que cada uno ha
cogido; brazaletes, cadenas, anillos,
pendientes y collares, para hacer
la expiación por nosotros ante Yave.»
61 Moisés y Eleazar, sacerdote, reci¬
bieron de ellos el oro, todos objetos
artísticamente trabajados. 52 Todo
el oro que presentaron a Yave, de
parte de los cabos de los millares y
de los cabos de las centenas, fué de
dieciseis mil setecientos cincuenta si¬
dos. 63 Los hombres de tropa tuvie¬
ron todos sus botín para cada uno.
54 Mo sés y Eleazar, sacerdote, to¬
mando el oro de los cabos de millares
y de los cabos de centenas, lo llevaron
al tabernáculo de la reunión, como
memoria de'los hijos de Israel ante
Yave.
División de la Transjordanla*
oí) 1 Eran muy numerosos los re*
OJ* baños de los hijos de Rubén
y los de los hijos de Gad; extraordi¬
nariamente numerosos; 2 y viendo
que la tierra de Jazev y la de Galad
sería una tierra muy a propósito para
apacentarlos, vinieron a Moisés y a
Eleazar y a los príncipes de la asam¬
blea, y Tes dijeron: 3 «Atarot, Dibón,
Jazer, Nemra, Hcscbón, Eleale, Sa-
bán, Ncbo y Neón; 4 esa tierra que
Yave ha herido ante la congregación
de Israel es tierra muy a propósito
para los ganados, y vuestros siervos
los tienen. 6 Si, pues—dijeron—, tus
siervos han hallado gracia a tus ojos,
dése a tus siervos en heredad esta
tierra y no nos hagas pasar el Jordán.»
6 Moisés respondió a los hijos de
Gad y a los hijos de Rubén: «¿Van
a ir a la guerra vuestros hermanos,
y vais a quedaros vosotros aquí?
7 Por qué queréis desanimar a los
hijos de Israel, para que no pasen
a la tierra que les da Yave? 8 Así
hicieron ya vuestros padres, cuando
yo los mandé de Cades Barne a ex¬
plorar la tierra. 9 Subieron hasta el
valle de Escol, vieron la tierra, y
acobardaron a los hijos de Israel,
para que no se atreviesen a ir a la
tierra que les da Yave; 10 y la có¬
lera de Yave se encendió aquel día,
y juró, diciendo: 11 «Esos que han
subido de Egipto, de los veinte años
para arriba, no verán .la tierra que
con juramento prometí yo a Abraham,
Isac y Jacob, porque no han seguido
fielmente mis caminos, 12 fuera de
Caleb, hijo de Jefone, el quenecita,
y Josué, hijo de Nun, que fielmente
han seguido los caminos de Yave.
13 Encendióse contra Israel la cólera
de Yave, y le ha hecho ir y venir
por el desierto durante cuarenta años,
hasta extinguirse toda la generación
que había obrado mal ante Yave.
14 Y ahora vosotros sucedéis a vues¬
tros padres/ prole de pecadores, para
encender más todavía la cólera de
Yave contra Israel? 15 Porque si os
negáis a seguirle, él seguirá dejando
a Israel en el desierto, y seréis la
causa de la ruina de todo el
pueblo.»
16 Ellos, acercándose a Moisés, le
dijeron: «Nosotros edificaremos aquí
apriscos para nuestros ganados y
-ciudades para nuestros niños; 17 pero
armados, iremos sin demora delante
de los hijos de Israel, hasta que los
hayamos introducido en el lugar que
ellos han de ocupar; nuestros hijos
quedarán en ciudades fortificadas a
causa de los habitantes de esta tierra;
18 pero nosotros no volveremos a
nuestras casas hasta que los hijos de
Israel hayan tomado cada uno pose¬
sión de su heredad, 19 pucs.no que¬
remos tener heredad para nosotros
al otro lado del Jordán, ni más allá,
porque tendríamos ya nuestra here¬
dad de este lado del Jordán, al orien¬
te.» 20 Moisés les dijo: «Si eso hacéis,
si armados para combatir ante Yave,
21 todos vuestros hombres de guerra
pasan el Jordán ante Yave, hasta
que hayan arrojado de ante sí a sus
enemigos, 22 y no os volvéis a vuestras
casas hasta que la tierra quede some¬
tida a Yave, entonces inculpables se¬
réis ante Yave y ante Israel, V esta
tierra será vuestra posesión ante
Yave. 23 Pero si no hacéis lo que pro¬
metéis, pecaréis ante Yave, y estad
ciertos de que vuestro pecado os al¬
canzará. 24 Edificad, pues/ ciudades
170
NÚMEROS, 33
para vuestros hijos y apriscos para
vuestros ganados, y cumplid la pa¬
labra que ha salido de vuestra boca.»
25 Los hijos de Gad y los hijos de
Rubén dijeron a Moisés: «Tus sier¬
vos harán cuanto mi señor les mande;
26 nuestros hijos y nuestras mujeres,
nuestros rebaños y nuestros ganados,
quedarán en las ciudades de Galad;
27 y tus siervos, todos nuestros hom¬
bres, armados para el combate, ire¬
mos a la guerra ante Yave, como mi
señor lo ha dicho.» 28 Entonces dió
Moisés órdenes acerca de ellos a
Eleazar, sacerdote, a Josué, hijo de
Nun, y a los jefes de familia de las
tribus de Israel, 29 diciendo: «Si los
hijos de Gad y los hijos de Rubén
pasan con vosotros el Jordán con
todos sus hombres armados, para
combatir ante Yave, una vez con¬
quistada la tierra les daréis por here¬
dad la tierra conquistada de Galad;
30 pero si no pasan con vosotros ar¬
mados, se establecerán en medio de
vosotros en la tierra de Canán.»
31 Los hijos de Gad y los hijos de
Rubén respondieron: «Haremos lo que
Yave ha dicho a sus siervos. 32 Pa¬
saremos armados ante Yave a la
tierra de Canán, y la posesión de
nuestra heredad quedará del lado acá
del Jordán.»
33 Moisés dió a los hijos de Gad, ¡
a los de Rubén y a la media tribu de
Manases, hijo de José, el reino de
Seón, rey de los amorreos, y el reino
de Og, rey de Basán; la tierra con sus
ciudades y el territorio en torno de
las ciudades. 34 Los hijos de Gad
edificaron Dibón, Atarot, Aroer,
85 Atarot-Sofan, Jazer, Jegboa, 36 Bct-
nimra, y Betoron, ciudades fuertes,
e hicieron apriscos para sus ganados.
37 Los hijos de Rubén edificaron Hc-
sebón, Eleale, Cariataim, 38 Nabo y
Balmeón, cuyos nombres fueron mu¬
dados, y Scbama, y dieron nuevos
nombres a las ciudades que edifi-l
caban.
39 Los hijos de Maquir, hijo de
Manasés, marcharon contra Galad, y
conquistándola, arrojaron a los amo¬
rreos que allí estaban. 40 Moisés dió
Galad a Maquir, hijo de Manasés,
que se estableció allí. 41 Jair, hijo de
Manasés, marchó también y se apo¬
deró de sus burgos, que llamó Javo^
Jair. 42 También marchó Nobaj y
se apoderó de Canat y de las ciudades
de ella dependientes, llamándola de
su nombre, Nobaj.
Las etapas del camino desde Egip¬
to al Jordán.
QQ 1 He aquí las estaciones de los
hijos de Israel, cuando salie¬
ron según sus escuadras de la tierra
de Egipto, conducidos por Moisés
y Arón. 2 Moisés describió su salida
según sus estaciones a voluntad de
Yave, y son éstas las estaciones de
su salida: 3 Partieron de Rameses
el primer mes, el día quince del
primer mes. Al día siguiente a la
pascua, los hijos de Israel salieron
con mano alzada, a la vista de todos
los egipcios. 4 Los egipcios estaban
sepultando a sus primogénitos, que
había herido Yave entre ellos, ha¬
ciendo así justicia contra sus dioses.
6 Partieron, pues, los hijos de Israel
dé Rameses y acamparon en Sucot.
6 Partidos de Sucot, acamparon en
Etam, que está en el extremo del
desierto. 7 Partidos de Etam, volvie¬
ron hacia Piajirot, que está frente a
Balsefón, y acamparon frente a Mig-
dol. 8 Partidos de Piajirot, pasaron
por en medio del mar hacia el de¬
sierto, e hicieron tres días de camino
en el desierto de Etam, y acamparon
en Mara. 9 Partidos de Mara, llega¬
ron a Elim, donde había doce fuentes
y setenta palmeras, y acamparon allí.
10 Partidos de Elim, acamparon junto
al Mar Rojo. 11 Partidos del Mar
Rojo, acamparon en el desierto de
Sin. 12 Partidos del desierto de Sin,
acamparon en Dafca. 13 Partidos de
Dafca, acamparon en Alus. 14 Par¬
tidos de Alus, acamparon en Rafi-
dim, donde no había agua para que
bebiera el pueblo. 15 Partidos de Ra-
fidim, acamparon en el desierto del
Sinaí. 16 Partidos del desierto del
Sinaí, acamparon en Quibrotatava.
17 Partidos de Quibrotatava, acam¬
paron en Jascrot. 18 Partidos de Ja-
scrot, acamparon en Retina. 19 Par¬
tidos de Retma, acamparon en Rcmón
Pares. 20 Partidos de Rcmón Pares,
acamparon en Lcbua. 21 Partidos de
Lcbna, acamparon en Resa. 22 Par¬
tidos de Rosa, acamparon en Quelata.
23 Partidos de Quelata, acamparon
en el monte Sefcr. 24 Partidos del
monte Sefcr, acamparon en Jarada.
25 Partidos de Jarada, acamparon en
Maquclot. 28 Partidos de Maquclot,
acamparon en Tajat. 27 Partidos de
Tajat, acamparon en Taraj. 28 Par¬
tidos de Taraj, acamparon en Mitca.
29 Partidos de Mitca, acamparon en
NÚMEROS, 34
171
Jasmona. 80 Partidos de Jasmona,
acamparon en Moserot. 81 Partidos
de Moserot, acamparon en Bene Jacán.
33 Partidos de Bene Jacán, acampa¬
ron en Jor Agadgad. 33 Partidos de
Jor Agadgad, acamparon en Jatbata.
34 Partidos de Jatbata, acamparon
en Ebrona. 35 Partidos de Ebrona,
acamparon en Asiongaber. 36 Partidos
de Asiongaber, acamparon en el de¬
sierto de Sin, que es Cades. 37 Par¬
tidos de Cades, acamparon en el
monte Or, al extremo de la tierra de
Edom. 38 Arón, sacerdote, subió al
monte Or por orden de Ya ve, y murió
allí el año cuadragésimo después de
la salida de la tierra de Egipto, el
quinto mes, el primero del mes.
3 ^ Tenía Arón ciento veintitrés años
cuando murió en la cima del monte
Or. 40 Fué entonces cuando el cana-
neo, rey de Arad, que habitaba el
Negueb, en la tierra de Canán, tuvo
conocimiento de la llegada de los
hijos de Israel. 41 Partidos del monte
Or, acamparon en Salmona. 42 Par¬
tidos de Salmona, acamparon en
Punón. 43 Partidos de Punón, acam¬
paron en Obot. 44 Partidos de Obot,
acamparon en Jabarín en los confines
de Moab. 45 Partidos de Jabarín,
acamparon en Dibon Gad. 46 Partidos
de Dibon Gad, acamparon en Elmon
Deblataim. 47 Partidos de Elmon
Deblataim, acamparon en los montes
de Abarim, frente a Nebo. 48 Parti¬
dos de los montes de Abarim, acam¬
paron en los llanos de Moab, junto
al Jordán, frente a Jericó; 49 acam¬
paron a lo largo del Jordán, desde
Bet Jesinot hasta Abelsetim, en los
llanos de Moab.
Distribución de la tierra pro¬
metida.
60 En los llanos de Moab habló
Yave a Moisés, diciendo: 51 «Di a
los hijos de Israel: Cuando hubiereis
pasado el Jordán para la tierra de
Canán, 62 arrojad de delante de vos¬
otros a todos los habitantes de la
tierra, 63 y destruid todas sus escul¬
turas y todas sus imágenes fundidas,
y devastad todos sus excelsos. 64 To¬
mad posesión de la tierra y habitadla,
pues para que la poseáis os la doy.
Distribuidla por suerte entre las fa¬
milias. A las más numerosas les daréis
mayor heredad, y una más pequeña
heredad a las menos numerosa^ La
, que en suerte le tocare a cada una,
esa será su heredad, y la recibiréis
í en posesión según vuestras tribus pa¬
triarcales. 66 ¡ái no arrojáis de de¬
lante ,de vosotros a los habitantes de
la tierra, los que de ellos dejéis en
medio de vosotros serán como espi¬
nas en vuestros ojos y aguijón en
vuestros flancos, y os hostilizarán en
¡ la tierra que vais a habitar, 66 y yo
mismo os trataré a vosotros como
había resuelto tratarlos a ellos.»
Las fronteras.
OI 1 Yave habló a Moisés, dicien-
^ * do: 2 «Habla a los hijos de
Israel y diles: Cuando hayáis entrado
en la tierra de Canán, lie aquí el terri-
i torio que será vuestra parte: la tierra
de Canán según sus fronteras: 3 Del
lado meridional, irá por el desierto de
Sin a lo largo de Edom, y vuestra
frontera meridional arrancará del ex¬
tremo del mar de sal, a oriente; 4 se
inclinará al sur, por la subida de
: Aerobim, pasará por Sin, llegando
1 hasta el mediodía de Cades Barne,
y continuará por Jatsar Adar, pa¬
sando por Asemón, 6 y desde Asemón
irá hasta el torrente de Egipto, para
morir en el mar. 6 Por frontera occi¬
dental tendréis el Mar grande, que
por este lado os servirá de confín.
7 El confín septentrional será éste:
A partir del Mar grande, le trazaréis
por el monte Or; 8 del monte Or le
llevaréis hasta la entrada de Jamat,
llegando a Jedada, 9 y continuará por
Zeírón, para terminar en Hatsar Enón:
éste será vuestro confín septentrional.
10 La frontera oriental la llevaréis
desde Jasar Enán a Sefama; 11 bajará
de Sefama a Rebla, al este de Ain,
descendiendo de aquí al oriente hasta
el Mar de Queneret, 12 y llegando
hasta el Jordán, seguirá a lo largo de
éste, para morir en el Mar de sal.
Esta será vuestra tierra y las fron¬
teras que la rodearán.»
13 Moisés dió esta orden a los hijos
de Israel: «Esta es la tierra que por
suertes habéis de distribuir y que
Yave ha ordenado dar a las nueve
i y media tribus; 14 porque la tribu de
los hijos de Rubén y la de los hijos
de Gad han recibido ya su heredad
I según sus familias, y la media tribu
; de Manasés ha recibido también la
suya. 15 Estas tribus y la media
I tienen ya su heredad al lado de allá
172
NÚMEROS, 35
del Jordán, frente a Jericó, al oriente.»
18 Habló Yave a Moisés, diciendo:
17 «He aquí los nombres de los que
han de hacer la distribución de la
tierra entre vosotros: Eleazar, sacer¬
dote, y Josué, hijo de Nun. 18 Toma¬
réis también un príncipe de cada
tribu para distribuiros la tierra. 19 He
aquí los hombres de éstos: Por la
tribu de Judá, Calcb, hijo de Jefone;
20 por la tribu de los hijos de Simeón,
Samuel, hijo de Amiud; 21 por la tribu
de Benjamín, Elidad, hijo de Caselón;
22 por la tribu de los hijos de Dan,
el príncipe Boqui, hijo de Jogli; 23 por
la tribu de los hijos de Manases, el
príncipe Janiel, hijo de Efod; 24 por
la tribu de los hijos de Efraím, el
príncipe Camuel, hijo de Seítán;
25 por la tribu de los hijos de Za¬
bulón, el príncipe Elisafán, hijo de
Parmac; 26 por la tribu de los hijos
de Isacar, el príncipe Paltiel, hijo
de Ozán; 27 por la tribu de los hijos
de Aser, el príncipe Ajiud, hijo de
Salomí; 28 por la tribu de los hijos
de Neftalí, el príncipe Pedael, hijo de
Amiud. 29 Estos son aquellos a quie¬
nes manda Yave distribuir la tierra
de Canán entre los hijos de Israel.
Las ciudades lcvíticas,
O rz 1 Habló Yave a Moisés en los
llanos de Moab, junto al Jordán,
frente a Jericó, diciendo: 2 «Manda
a los hijos de Israel que de la heredad
de su posesión, cedan a los levitas
ciudades, en las que puedan habitar.
Dadles también lugares de pastos en
los contornos de esas ciudades. 3 Que
tengan ciudades en que habitar y
pastos para sus animales, para sus
ganados y para todas sus bestias.
4 Los lugares de pastos en torno de
las ciudades que daréis a los levitas,
serán: a partir de los muros de la
ciudad, para afuera, de mil codos en
torno; 5 y la extensión de fuera de
la ciudad, dos mil codos a la parte
de oriente, dos mil codos a la parte
del mediodía, dos mil codos a la
parle de occidente y dos mil codos a
la parte del norte, quedando en medio
la ciudad. Estos serán los lugares de
pastos de sus ciudades. 6 De las ciu¬
dades mismas que daréis a los levitas,
seis serán las ciudades de refugio,
donde pueda refugiarse el homicida;
y las otras, cuarenta y dos en número;
7 en total, cuarenta y ocho ciudades
con sus lugares de pasto. En cuanto
a las ciudades que de los hijos de
Israel habéis de dar a los levitas,
8 tomaréis más de los que tengan más,
y menos de los que tengan menos.
Cada uno cederá para los levitas sus
ciudades en proporción de la heredad
que haya recibido.»
Ciudades de refugio.
9 Yave habló a Moisés, diciendo:
10 «Habla a los hijos de Israel y diles:
Cuando hayáis pasado el Jordán, en
la tierra de Canán, 11 elegiréis ciuda¬
des que sean para vosotros ciudades
de refugio, donde pueda refugiarse el
homicida que hubiere muerto a algu¬
no sin querer. 12 Estas ciudades os
servirán de asilo contra el vengador
de la sangre, para que no sea muerto
el homicida antes de comparecer en
juicio ante la asamblea. 13 Las ciu¬
dades a esto destinadas serán seis,
que serán para vosotros ciudades de
refugio. 14 Destinaréis tres del lado
de allá del Jordán, y tres en la tierra
de Canán, para ciudades de refugio,
15 para los hijos de Israel, para el
extranjero y para el que habita en
medio de vosotros, para que quien
haya matado a alguno sin querer,
pueda refugiarse en ellas. 16 Si le
hirió con instrumento de hierro y
se sigue la muerte, es homicida, y el
matador será muerto; 17 lo mismo si
le hirió con piedra en la mano, capaz
de causar la muerte, y ésta se sigue;
es homicida y será castigado con la
muerte; 18 lo mismo si le hirió mane¬
jando un instrumento de madera,
capaz de producir la muerte y ésta
, se sigue; es homicida y será muerto.
l 19 El vengador de la sangre matará
por sí mismo al homicida, cuando le
I encuentre, le matará. 20 Si por odio
le derribó o le arrojó de propósito
j encima alguna cosa y se sigue la
I muerte, 21 o si por odio le golpea con
las manos y se sigue la muerte, el
que hirió será castigado con la muer¬
te: es homicida. El vengador de la
sangre le matará cuando le encuentre.
22 Mas si, al contrario, por azar, sin
odio, le derriba o le arroja encima
alguna cosa sin querer, 23 o sin verle
le tira encima una piedra que puede
causar la muerte, y la muerte se
sigue, sin que fuera su enemigo, ni
buscase su mal, 24 juzgará la asam¬
blea enlre el que hirió y entre el
NÚMEROS, 36
173
vengador de la sangre, según las
leyes. 26 La asamblea librará al ho¬
micida del vengador de la sangre, le
volverá a la ciudad de asilo donde
se refugió, y allí morará hasta la
muerte del sumo sacerdote ungido
con el óleo sagrado. 26 Si el homicida
sale del territorio de la ciudad de
asilo en que se refugió, 27 y el venga¬
dor de la sangre le encuentra fuera
del territorio de su ciudad de refu¬
gio, y le mata, no será responsable
de su muerte; 28 porque el homicida
debe morar en su ciudad de refugio
hasta la muerte del sumo sacerdote,
y muerto ya el sumo sacerdote, podrá
retornar á la tierra donde está su
posesión.
29 Estas disposiciones serán normas
de derecho, y para todas vuestras
generaciones, en todas vuestras habi¬
taciones. 30 En todo caso de homi¬
cidio, a deposición de testigos se qui¬
tará la vida al homicida; un testigo
sólo no basta para deponer contra
uno y condenarle a muerte. 31 No
aceptaréis rescate por la vida del ho¬
micida que deba ser condenado a
muerte: ha de ser muerto. 32 Tampoco
aceptaréis rescate para dejar salir al
refugiado de su ciudad de asilo y habi¬
tar en su tierra antes de la muerte
del sumo pontífice. 33 No dejéis que
se contamine la tierra en que habitéis;
porque la sangre contamina la tierra
y no puede la tierra purificarse de la
sangre en ella vertidá, sino con la
sangre de quien la derramó. 34 No
profanéis la tierra que habitéis, donde
habitaré yo también, porque yo soy
Yave, que habita en medio de los
hijos de Israel.»
La heredad de las mujeres.
0/1 1 Presentáronse ante Moisés y
ante los príncipes jefes de las
casas de los hijos de Israel, los jefes
de las casas de los hijos de Galad,
hijo de Maquir, hijo de Manasés, de
entre las familias de José, 2 y habla¬
ron diciendo: «Yave ha mandado a
mi señor dar por suertes la tierra de
heredad a los hijos de Israel; mi
i señor ha recibido también orden de
dar la heredad de Salfad, nuestro
hermano, a sus hijas. 3 Si ellas se
casan con uno de otra tribu de los
hijos de Israel, su heredad se sus¬
traerá a la heredad de nuestros pa¬
dres, yendo a aumentar la heredad
i de la tribu a que ellos pertenezcan,
I y disminuirá lo que nos haya tocado
1 en suerte. 4 Y aun cuando llegase el
jubileo para los hijos de Israel, la
heredad quedaría añadida a la de la
tribu a que pertenezcan y sustraída
de la de la tribu de nuestros padres.»
5 Moisés, por mandato de Yave,
dió esta orden a los hijos de Israel:
«La tribu de los hijos de José dice
bien. He aquí lo que respecto de las
hijas de Salfad 6 manda Yave: Po¬
drán casarse con quien quieran, siem¬
pre que sea dentro de una de las
familias de la tribu de sus padres.
7 La heredad de los hijos de Israel
no pasará de tribu a tribu, porque los
hijos de Israel han de quedar ligados
cada uno a la heredad de la tribu de
sus padres. 8 Toda hija que posea
una heredad en alguna de las tribus
de los hijos de Israel, tomará por
marido un hombre de una de las
familias de la tribu de su padre,
para que los hijos de Israel conser¬
ven cada uno la heredad de sus pa¬
dres. 9 Ninguna heredad pasará de
, una tribu a otra tribu, sino que cada
I una de las tribus de Israel estará
ligada a su heredad.»
10 Como se lo ordenó Yave a Moi¬
sés, así lo hicieron las hijas de Salfad,
11 Majla, Tersa, Jegla, Melca y Noa,
hijas de Salfad, se casaron con hijos
de sus tíos. 12 Se casaron en las fa-
• mili as de los hijos de Manasés, hijo
! de José, y su heredad quedó en la
tribu de la familia de su padre.
13 Estas son las órdenes y las leyes
que dió Yave, por Moisés, a los hijos
de Israel en los llanos de Moab, junto
al Jordán, frente a Jerieó.
DEUTERONOMIO
DISCURSO PRIMF.RO
Proemio.
1 1 Estas son las palabras que diri-
1 gió Moisés a todo Israel, al otro¡
lado del* Jordán, en el desierto, en
el Araba, que está frente a Suf, en¬
tre Faran, Tofel, Labán, Jasero y
Dirab 2 a diez jornadas de camino
del Horeb a Cadesbarne, por el ca¬
mino de los montes de Seir.
3 El año cuarenta, el undécimo
mes, el día primero del mes, había
hablado Moisés a los hijos de Israel
de todo aquello que Yave le man¬
dara hacer respecto de ellos, 4 después
de haber sido derrotados Seón, rey
de los amorreos, que habitaba en
Hesebón, y Og, rey de Basán, que
habitaba en Astarot y Edrai.
5 Al lado de allá del Jordán, en
tierra de Moab, púsose Moisés a in¬
culcarles esta ley, y dijo:
Mirada retrospectiva. La elección
de los jueces.
(Exod. 18, 13-26.)
6 Yave, nuestro Dios, nos habló
en Horeb, diciendo: «Ya habéis mo¬
rado bastante tiempo en este monte;
7 Ea, levantad el campamento: id
a las montañas de los amorreos y
de todos sus otros habitantes; ál
Araba, a la Montaña, a la Sefela,
al Negueb, a las costas del mar, a
la tierra de los cananeos y al Líbano
hasta el gran río, el Eufrates. 8 Yo os
entrego esa tierra; id y tomad pose¬
sión de la tierra que a vuestros padres
juró Yave darles, a ellos y a su des¬
cendencia después de ellos.»
9 Entonces os hablé asi: «Yo no
puedo por mí solo soportaros. 10 Yave,
vuestro Dios, os ha multiplicado hasta
el punto de ser hoy tan numerosos
como las estrellas del cielo. 11 Que
Yave, Dios de vuestros padres, os
17G
DEUTERONOMIO, 1
multiplique mil veces más y os ben¬
diga, como él os lo ha prometido.
12 Pero, ¿cómo soportar yo, por mí
solo, vuestra carga, vuestro peso y
vuestras lites? 13 Elegid de vuestras
tribus hombres sabios, inteligentes,
probados, para que yo los constituya
sobre vosotros. 14 Y vosotros me res¬
pondisteis: Está hien lo que nos
mandas hacer. 15 Entonces tomé yo
a cincuenta de los principales de
vuestras tribus, hombres sabios y
probados, y los constituí vuestros
cabos, jefes de millar, de centena, de
cincuentena y de decena, y magis¬
trados en vuestras tribus. 16 Al mis¬
mo tiempo di a vuestros jefes este
mandato: aOíd a vuestros hermanos,
juzgad según justicia las diferencias
que pueda haber o entre ellos o con
peregrinos. 17 No atenderéis en vues¬
tros juicios a la apariencia de las
personas; oíd a los pequeños, como a
los grandes, sin temor a nadie, por¬
que de Dios es el juicio; y si alguna
causa halláis demasiado difícil, lle¬
vádmela a mí para que yo la co¬
nozca. 18 Entonces os mandé cuanto
en esto habíais de hacer.
En Cadesbarne. (Núin. 13.)
19 Partidos de Horeb, atravesamos
todo el vasto y horrible desierto
que habéis visto, en dirección a las
montañas de los amorreos, como nos
lo había mandado Ya ve, nuestro
Dios, y llegamos a Cadesbarne. 20 En¬
tonces os dije: Habéis llegado ya a
las montañas de los amorreos, que
Ya ve vuestro Dios va a daros.
21 Mira; Yavc, tu Dios, te da en
posesión esa tierra; sube y apodé¬
rate de ella, conforme a la promesa
que te ha hecho Yavc, Dios de tus
padres. No temas, no te acobardes.
22 Pero os presentasteis a mí todos,
para decirme: Mandemos por de¬
lante hombres que nos exploren la
tierra y nos informen acerca del
camino por donde debemos subir y
de las ciudades a donde liemos de
llegar. 23 Parecióme bien la pro¬
puesta, y tomé de entre vosotros
doce, uno por cada tribu. 24 Partieron,
y después de atravesar la parte mon¬
tuosa, llegaron al valle de Escol y
le exploraron. 25 Cogieron frutos de
los de la tierra para traérnoslos; y
nos dijeron en su relato: Es una buena
ierra la que nos da Ya ve, nuestro
Dios. 26 Sin embargo, vosotros os
negasteis a subir y fuisteis rebeldes
a las órdenes de Ya ve, vuestro Dios.
27 Murmurasteis en vuestras tiendas,
diciendo: Nos odia Ya ve y por eso
nos ha sacado de Egipto, para entre¬
garnos en manos de los amorreos y
destruirnos. 28 ¿A dónde vamos a
subir? Nuestros hermanos nos han
acobardado, al decirnos: Es una gente
más numerosa y de mayor estatura
que nosotros; son grandes sus ciu¬
dades, y las murallas de éstas se
alzan hasta el cielo, y hasta gigantes
hemos visto allí, los hijos de Enac.
29 Yo os dije: No os acobardéis, no
les tengáis miedo; 30 Yave, vuestro
Dios, que marcha delante de vos¬
otros, combatirá él mismo por vos¬
otros, según cuanto por vosotros a
vuestros mismos ojos hizo en Egipto
31 y en el desierto, por donde has
visto cómo te ha llevado Yave, tu
Dios, como lleva un hombre a su
hijo, por todo el camino que habéis
recorrido, hasta llegar a este lugar.
82 Con todo, vosotros ni por esto
confiasteis en Yavc, vuestro Dios,
33 que delante de vosotros marchaba
por el camino, buscándoos los luga¬
res de acampamento, en fuego du¬
rante la noche, para mostraros el
camino que había.s de seguir, y
en nube durante el día. 34 Yave oyó
el rumor de vuestras palabras, y
montando en cólera juró, diciendo:
35 Ninguno de los hombres de esta
perversa generación llegará a la buena
tierra que yo juré dar a vuestros
padres, 36 excepto Caleb, hijo de
Jefone; éste la verá, y yo le daré
a él y a sus hijos la tierra que él ha
pisado, porque ha seguido fielmente
a Yavc.
37 Yavc se irritó también contra
mí por vosotros, y dijo: Tampoco
tú entrarás en ella. 38 Josué, hijo de
Nun, tu lugarteniente, entrará; for¬
talécele, porque él ha de poner a
Israel en posesión de esa tierra.
89 Y vuestros niños, de quienes habéis
dicho que serían presa del enemigo;
’ vuestros hijos, que no distinguen
hoy todavía entre el bien y el mal,
serán los que entren, a ellos se la
daré y ellos la poseerán. 40 Vosotros
volveos y partid por el desierto,
camino del Mar Rojo.
41 Vosotros respondisteis, dicién-
dome: Hemos pecado contra Yave;
queremos subir y combatir como
Yavc, nuestro Dios, ha mandado
DEUTERONOMIO, 2
177
Y ci riéndoos vuestras armas, os dis¬
pusisteis inconsideradamente a subir
a la montaña. 42 Ya ve me dijo:
Diles: No subáis y no combatáis,
porque yo no iré en medio de vosotros;
no os hagáis derrotar por vuestros
enemigos. 43 Yo os lo dije; pero vos¬
otros no me escuchasteis, os resistis¬
teis a las órdenes de Yave; y fuisteis
tan presuntuosos, que os empe¬
ñasteis en subir a la montaña. 44 En¬
tonces los amorreos que habitan en
esas montañas salieron eontra vos¬
otros, y os persiguieron como per¬
siguen las abejas; os derrotaron en
Seir hasta Jorma. 45 Vinisteis y llo¬
rasteis ante Yave; pero Yave no
escuchó vuestra voz, no os dió oídos.
46 Así estuvisteis tanto tiempo en
Cades, todo el tiempo que allí habéis
morado.
A través del desierto
(Núm. 20, 14-21, 20.)
2 1 Mudando de dirección, partimos
por el desierto, camino del Mar
Rojo, como Yave me lo había orde¬
nado; y anduvimos largo tiempo,
dando vueltas en torno a las mon¬
tañas de Seir. 2 Yave me dijo: 3 Harto
tiempo habéis estado rodeando estas
montañas; volved a tomar la direc¬
ción norte. 4 Da esta orden al pueblo:
Vais a pasar por la frontera de vues¬
tros hermanos, los hijos de Esaú,
que habitan en Seir. Ellos os temerán;
pero guardaos bien 5 de tener querellas
eon ellos, porque yo no os daré
nada de su tierra, ni siquiera lo que
puede pisar la planta de un pie.
Yo he dado a Esaú las montañas
de Seir en posesión. 6 Compraréis de
ellos a precio de plata los alimentos
que comáis y aun el agua que bebáis;
7 porque Y r ave, tu Dios, te ha ben¬
decido en todo el trabajo de tus manos
y te há provisto en tu viaje por este
vasto desierto, y ya desde cuarenta
años ha está contigo Yave, sin que
nada te haya faltado. 8 Pasamos, pues,
flanqueando a nuestros hermanos,
que habitan en Seir, camino del Araba
a Elat y a Asiongaber, y dando
vuelta, avanzamos por el camino del
desierto de Moab!
9 Entonces me dijo Y T ave: No hos¬
tiguéis a los moabitas y no trabéis
lucha con ellos, pues no he de darte
nada de su tierra en posesión; he
dado a los hijos de Lot el Ar en pose¬
sión. 10 Antes habitaron allí los #
emitas, pueblo grande, numeroso, de*
alta talla, como los enaquitas; 11 tam¬
bién ellos, como los enaquitas, pasa¬
ban por refaítas, pero los moabitas
les daban el nombre de Emim. 12 Por
lo contrario, en Seir habitaron antes
los joritas; pero los hijos de Esaú los
desposeyeron, y exterminándolos, se
establecieron en su tierra, como lo
hace Israel en la tierra de su pose¬
sión, que le da Yave.
13 Ahora, pues, levantaos y atra¬
vesad el Zared. Y atravesamos el
torrente Zared. 14 El tiempo que
duraron nuestras marehas desde Ca-
desbarne al torrente Zared fué de
treinta v ocho años, hasta que hubo
desaparecido toda la generación de
hombres de guerra de en medio del
campamento, como Yave se lo ha¬
bía jurado. 15 La mano de Yave pesó
sobre ellos en el campamento, hasta
hacerlos desaparecer a todos.
16 Cuando la muerte hubo hecho
desaparecer de en medio del pueblo a
todos aquellos hombres de guerra,
17 me habló Yave, diciendo: 18 Hoy
vas a pasar la frontera de Moab, el
Ar, y vas a acercarle a los hijos de
Ammón, pero sin pasar sus confines.
18 No los ataques y no les hagas la
guerra, porque yo no he de darte
en posesión nada de la tierra de los
hijos de Ammón. Se la he dado en
posesión a los hijos de Lot. 20 Tam¬
bién era tenida esta tierra por tierra
de refaim; habitaron antes allí los
refaim, que los amonitas llamaban
zomzomin, 21 pueblo grande, nume¬
roso, de alta talla, como los enaquim.
Yave los destruyó ante los amonitas,
que los expulsaron y se establecie¬
ron en su tierra. 22 Lo mismo hizo
Yave por los hijos de Esaú, que habi¬
taban en Seir, destruyendo ante ellos
a los jórreos; los expulsaron y se
establecieron en su lugar hasta el
día de hoy.
23 Los geteos, que habitaban en
chozas hasta Gora, fueron destrui¬
dos por los caftorim, que salidos de
Caftor, se establecieron en su lugar.
24 Levantaos, jpasad el torrente del
Arnón; yo entrego en tus manos a
Seón, rey de Hesebón, amorreo, eon
su tierra; comienza la conquista;
hazle la guerra. 24 Aquel día comenzó
a extenderse el terror y el miedo a ti,
entre los pueblos que hay bajo el
cielo; al oír hablar de ti temblarán
y se dolerán.
178
DEUTERONOMIO, 3
Victoria sobre Seón y Oy, y con¬
quista de sus territorios.
(Núm. 21, 21-35).
26 Entonces, desde el desierto de
Cademot mandé embajadores a Seón,
rey de Hesebón, que le dijeran en
términos amistosos: 27 Déjame atra¬
vesar tu territorio, seguiré siempre el
camino, sin apartarme ni a la dere¬
cha ni a la izquierda; 28 me venderás
por dinero los víveres que coma, y
por dinero me darás el agua que beba; ,
déjame sólo atravesar a pie, 29 como
lo han hecho ya los hijos de Esaú,
que habitan en Seir, y los moabi-
tas, que habitan en el Ar, hasta que,
a través del Jordán, llegue a la tierra
que Yave, nuestro Dios, nos da.
30 Pero Seón, rey de Hesebón, no
quiso dejarnos pasar por su terri¬
torio, porque Yave, tu Dios, hizo
inflexible su espíritu y endureció
su corazón, para entregarle en tus
manos, como hoy lo está. 31 Yave
me dijo: Comienzo ya por entre¬
garte a Seón y su tierra. Emprende
la conquista, para apoderarte de ella.
32 Salió Seón a nuestro encuentro
con toda su gente, para darnos la
batalla en Jasa. 33 Yave, nuestro
Dios, nos lo entregó, y le derrotamos
a él, a su hijo y a todo su pueblo. *
31 Tomamos todas sus ciudades y
dimos al anatema todos sus lugares |
de habitación, con las mujeres y los
niños, sin dejar con vida uno sólo.
35 Sólo tomamos para nosotros los
ganados y los despojos de las ciuda¬
des que habíamos conquistado. 36 Des¬
de Aroer, que está al borde del valle
del Arnón, y desde las ciudades
que están en el valle, hasta Galad,
no hubo ciudad suficientemente fuerte
para poder resistirnos; Yave, nues¬
tro Dios, nos las entregó todas.
37 Pero no te acercaste a la tierra de
los hijos de Ammón, ni a ningún lugar
de la orilla derecha del torrente
de Jaboc, ni a las ciudades de la
montaña, ni a ninguno de los luga- |
res de que Yave, nuestro Dios, te
había prohibido apoderarte.
Q 1 Volviéndonos, subimos por el ¡
camino de Basán; y Og, rey de
Basán, nos salió al encuentro con
toda su gente, para darnos la ba- i
talla en Edrai. 2 Yave me dijo:
No le temas, le he entregado en
tus manos, a él, a todo su pueblo
y su territorio; trátalo como tra-
I taste a Seón, rey de los amorreos,
i que habitaba en Hesebón. 3 Y Yave,
nuestro Dios, entregó también en
nuestras manos a Og, rey de Basán,
con todo su pueblo, y los derrota¬
mos hasta destruirlos, 4 devastando
todas sus ciudades, sin quedar lugar
de habitación que nos escapara; sesen¬
ta ciudades, toda la región de Argob,
el reino de Og, en Basán. 6 Todas
estas ciudades, que estaban amura¬
lladas con muy altas murallas, con
puertas y cerrojos, sin contar las
ciudades abiertas, que eran en gran
número, 6 las dimos al anatema,
como habíamos hecho con Seón, rey
de Hesebón, dando al anatema ciu¬
dades, hombres, mujeres y niños,
7 pero conservamos para nosotros
todo el ganado y el botín de las ciu¬
dades.
8 Tomamos, pues, entonces a los
dos reyes de los amorreos toda la
tierra del lado de allá del Jordán,
desde el torrente del Arnón hasta
el monte Hermón. 9 Los sidonios al
Hcrmón le llaman Sarión, y los amo¬
rreos Sanir. 10 Todas las ciudades
del llano, todo Galad y todo Basán,
hasta Sclja y Edrai, capitales del
reino de Og, en Basán, 11 pues Og,
rey de Basán, era el solo que de la
raza de los refaim quedaba; su lecho,
lecho de hierro, se ve en Rabat de
los hijos de Ammón, largo de nueve
codos y de cuatro codos ancho,
codos humanos.
Distribución de lo conquistado.
(Núm. 32.)
12 Tomamos posesión de la tierra
que di a los rubenitas y a los gadi-
tas, a partir de Aroer, en el valle
del Arnón, así como la mitad de la
montaña de Galad con sus ciudades.
13 Di a la mitad de la tribu de Ma-
nasés el resto de Galad y toda la parte
de Basán que pertenecía al reino de
Og: toda la región de Argob, todo
el Basán, lo que hoy se llama tierra
de refaim. 14 Jair, hijo de Manasés,
obtuvo toda la región de Argob
hasta la frontera de los gesuritas y
de los macacitas, y dió su nombre a
los burgos de Basán llamados hasta
hoy Jovot-Jair. 16 A Maquir le di
Galad; 18 a los rubenitas y a los gadi-
tas les di una parte de Galad y hasta
el torrente Arnón, sirviendo de límite
el medio del valle, y hasta el torrente
de 'Jaboc, frontera de los hijos de
DEUTER0N0M10, 4
i 79
Ammón, 17 como también el Araba,
con el Jordán por límite, desde Que-
nerct hasta el mar del Araba, el
mar de sal, al pie de las faldas del
Pasga, a oriente.
18 Entonces os di yo esta orden:
Yavc, vuestro Dios, os ha dado esa
tierra para que sea posesión vuestra;
y vosotros todos, hombres robustos,
marcharéis delante de vuestros her¬
manos, los hijos de Israel; 19 sólo
vuestras mujeres, vuestros nihos y
vuestros ganados—yo sé que tenéis
muchos ganados—se quedarán en las
ciudades que os he dado, 20 hasta
que Yavc conceda quieta morada a
vuestros hermanos, como a vosotros,
y tomen también ellos posesión de
la tierra que Yave, vuestro Dios,
les da, al otro lado del Jordán. Vol¬
veréis entonces cada uno a la here¬
dad que os he dado.
21 Entonces di también órdenes a
Josué, diciendo: Con tus ojos has
visto todo lo que Yave, vuestro Dios,
ha hecho con esos dos reyes; así hará
Yave también a todos los reinos
contra los cuales vas a marchar.
22 No los temas, que Yave, vuestro
Dios, es quien combate por vosotros
Moisés, privado de entrar en la
tierra prometida.
(Núm. 27, 12 sgs.)
23 Entonces pedí yo a Yave mise¬
ricordia, diciendo: 24 [Señor, Yavel
Tú has comenzado a mostrar a tu
siervo tu grandeza y tu potente
brazo; pues ¿qué Dios hay, ni en
los cielos ni en la tierra, que pueda
hacer las obras que tú haces y tan
poderosas hazañas? 25 Déjame, te
pido, atravesar, para que pueda ver
la excelente tierra del lado de allá
del Jordán, esas hermosas monta¬
ñas del Líbano. 26 Pero Yave, como
fuera de sí por causa vuestra, no
me escuchó; antes bien me dijo:
Basta, no vuelvas a hablarme de
eso; 27 .sube a la cima del monte
Pasga y dirige tus ojos hacia el occi¬
dente, el septentrión, el mediodía y
el oriente, y contémplala con tus
ojos, pues no has de pasar este
Jordán. 28 Manda a Josué, infúndele
valor y fortaleza, pues él es quien
lo pasará a la cabeza de este pueblo
y le pondrá en posesión de la tierra,
que tú no puedes más que ver.
29 Nos quedamos, pues, en el valle,
frente a Bet Fogor.
Exhortación a la observancia «le
la ley.
4 1 Ahora, pues, Israel, guarda las
leyes y mandamientos que yo
te inculco, y ponías por obra, para
que vivas, y entréis y os posesionéis
de la tierra que os da Yave, Dios de
vuestros padres. (i) 2 No añadáis nada
a lo que yo os prescribo, ni nada qui¬
téis, sino guardad los mandamientos
de Yave que yo os prescribo. 3 Con
vuestros ojos habéis visto lo que hizo
Yave por lo de Baal Fogor. A cuantos
se fueron tras Baal Fogor, los exter¬
minó Yave, vuestro Dios, de en
medio de vosotros. 4 Por lo contrario,
vosotros, los que fuisteis fieles a
Yave, vuestro Dios, estáis todavía
vivos todos. 5 Mirad: Yo os he ense¬
ñado leyes y mandamientos, como
Yave, mi Dios, me los ha enseñado
a mí, para que los pongáis por obra
en la tierra en que vais a entrar,
para poseerla. 6 Guardadlos y poned¬
los por obra, pues en ellos está
vuestra sabiduría (1) y vuestro
entendimiento a los ojos de los pue¬
blos, que al conocer todas esas leyes,
se dirán: Sabia e inteligente es, en
verdad, esta gran nación. 7 Porque
¿cuál es en verdad la gran nación
que tenga dioses que a ella se acer¬
quen, como Yave, nuestro Dios se
acerca a nosotros, siempre que le
invocamos? 8 ¿Y cuál la gran nación
que tenga leyes y mandamientos jus¬
tos, como toda esta ley que yo os
propongo hoy? 9 Cuida, pues, con
gran cuidado, no olvidarte de cuanto
con tus ojos has visto, y no dejarlo
escapar de tu corazón por todos los
días de tu vida; antes bien, enséña¬
selo a tus hijos y a los hijos de tus
hijos. 10 Acuérdate del día en que
estuviste ante Yave, tu Dios, en
Horeb, cuando Yave me dijo: Con¬
voca al pueblo a asamblea, para que
yo le haga oír mis palabras, y sepan
temerme todos los días de su vida
sobre la tierra, y se lo enseñen a sus
hijos. 11 Vosotros os acercasteis, que¬
dándoos en las faldas del monte,
mientras éste ardía en fuego, cuyas
(i) Israel, pueblo pequeño e insignifi¬
cante, comparado con otros muchos desde el
punto de vista de la cultura material, es, sin
embargo, en el aspecto cultural religioso, la
nación más grande de toda la antigüedad; y su
patrimonio cultural religioso, perfeccionado
por el cristianismo, ha venido a ser el de todo
el mundo civilizado.
180
DEUTERONOMIO, 4
llamas se elevaban hasta el corazón
del cielo; tiniebla, nube y oscuri¬
dad. 12 Entonces os habló Yave de
en medio del fuego y oisteis bien sus
palabras, pero no visteis figura al¬
guna; era sólo una voz. 13 Os pro¬
mulgó su alianza y os mandó guar- !
darla; los diez mandamientos, que
escribió sobre las tablas de piedra.
14 Y a mí me mandó entonces Yave
que os enseñase leyes y mandatos,
que habíasis de guardar en la tierra
a que vais a pasar para poseerla.
15 Puesto que el día en que os habló
Yave de en medio del fuego, en
Horeb, no visteis figura alguna,
16 guardaos bien de corromperos,
haciéndoos imagen alguna tallada,
ni de hombre ni de mujer, 17 ni de
animal ninguno de cuantos viven
sobre la tierra, ni de ave que vuela
en el cielo, 18 ni de animal que repta
sobre la tierra, ni de cuantos peces
viven en el agua debajo de la tierra;
19 ni alzando tus ojos al cielo, al sol,
a la luna, a las estrellas, a todo el
ejército de los cielos, te engañes,
adorándolos y dándoles culto; por¬
que es Yave, tu Dios, quien se los
ha dado a todos los pueblos de bajo
los cielos. 20 Pero a vosotros os tomó
Yave y os sacó del horno del hierro
del Egipto, para que fuerais el pueblo
de su heredad, como lo sois hoy.
21 Yave se irritó contra mí por
causa vuestra, y juró que yo no
pasaría el Jordán y no entraría en
la buena tierra que Yave, tu Dios,
te da en heredad. 22 Voy a morir
en esta tierra, sin pasar el Jordán;
vosotros lo pasaréis y poseeréis esa
buena tierra. 23 Guardaos, pues, de
olvidaros de la alianza que Yave,
vuestro Dios, ha hecho con vosotros,
y guárdate de hacerte imagen escul¬
pida de cuanto Yave, tu Dios, te
ha prohibido, 24 porque Yave, tu
Dios, es fuego abrasador, es un Dios
celoso.
Conminaciones.
25 Cuando tengáis hijos, e hijos de
vuestros hijos, y ya de mucho tiempo
habitéis en esa lierra; si corrompién¬
doos os hacéis ídolos de cualquiera
clase, haciendo el mal a los ojos de
Yave, vuestro Dios, y provocando su
indignación — 28 yo invoco hoy como
testigos a los cielos y a la tierra-—;
de cierto despareceréis de la tierra
de que, pasado el Jordán, vais a pose¬
sionaros; no se prolongarán en ella
vuestros días; seréis enteramente des¬
truidos. 27 Yave os dispersará entre
las gentes, y sólo cjuedaréis de vos¬
otros un corto número, en medio
de las naciones a que Yave os arro¬
jará. 28 Allí serviréis a sus dioses,
obra de las manos de los hombres,
de madera y de piedra, que ni ven,
ni oyen, ni comen, ni huelen. 29 Allí
buscaréis a Yave, vuestro Dios; y le
hallarás si con todo tu corazón y
con toda tu alma le buscas en medio
de tus angustias. 30 Cuando todo
esto haya venido sobre ti, en los
últimos tiempos, te convertirás a
Yave, tu Dios, y le oirás; 31 porque
Yave, tu Dios, es Dios misericordioso.
No te rechazará ni te destruirá del
todo, ni se olvidará de la alianza
que a tus padres juró. 32 Pregunta
a los días que te han precedido, desde
aquel en que Dios creó al hombre
sobre la tierra, y desde el uno al
otro cabo de los cielos, si se ha visto
jamás cosa tan grande ni se ha oído
nada semejante. 33 ¿Qué pueblo ha
oído la voz de su Dios hablándole
en medio de fuego, como la has oído
tú, quedando con vida? 34 Jamás
probó un dios a venir a tomar para
sí un pueblo de en medio de pueblos,
a fuerza de pruebas, de señales y
prodigios, de lucha, mano fuerte v
brazo extendido, de tremendas ha¬
zañas, como las que hizo por vos¬
otros en Egipto Yave, vuestro Dios,
viéndolas tú con tus misinos ojos.
35 A ti se te hicieron ver, para que
Conocieras que Yave es, en verdad,
Dios, y que no hay otro Dios más
que él. 36 Desde el cielo te habló, para
enseñarte, y sobre la tierra te ha
hecho ver su gran fuego, y de en
medio del fuego lias oído sus pala¬
bras. 37 Porque amó a tus padres,
eligió después de ellos a su descen¬
dencia; y con su asistencia, con su
gran poder, te sacó de Egipto, 38 arrojó
de ante ti a pueblos más numerosos
y más fuertes que tú, para darte
entrada en su tierra, y dártela en
heredad, como hoy lo ves. 39 lleco-
noce, pues, hoy, y revuelve en tu
corazón que Yave sí que es Dios,
arriba, allá en los cielos, y abajo,
aquí sobre la tierra, y que no lmy
otro sino él. 40 Guarda sus leyes y
sus mandamientos, que hoy yo te
prescribo, para que seas feliz, tú y
tus hijos después de ti, y permanezcas
. DEUTERONOMIO, 5
181
largos años en lo futuro en la tierra
que te da Yave, tu Dios.
Ciudades de refugio al lado de
allá del Jordán
(19, 1 -10; Número 35, 9-15.)
41 Entonces Moisés eligió tres ciu¬
dades de la región al oriente del
Jordán, 42 que sirviesen de refugio
al homicida, que hubiese matado
involuntariamente a su prójimo, sin
ser de antes enemigo suyo; para que,
refugiándose en una de ellas, tuviera
salva la vida: 43 Bosor en el desierto,
en la altiplanicie, para los rubenitas;
Ramot en el Galad, para los gaditas;
y Golán en el Basán, para los mana-
seítas.
SEGUNDO DISCURSO
Proemio.
44 Esta es la ley que Moisés puso
ante los ojos de los hijos de Israel.
45 Estos son, los estatutos, leyes y
mandamientos, que Moisés había
dado a los hijos de Israel, a su salida
del Egipto, 46 al otro lado del Jordán,
en el valle que hay frente a Bet
Fogor, en la tierra de Seón, rey de
los amorreos, que habitaba en Hese-
bón y había sido derrotado por Moisés
y los hijos de Israel, a su salida de
Egipto. 47 Se apoderaron de su tierra
y de la de Og, rey de Basán, dos de
los reyes de los amorreos que habi¬
taban al otro lado del Jordán, al
oriente, 48 desde Aroer a orillas del I
torrente del Anión, 49 con todo el
Araba del otro lado del Jordán, al
oriente, hasta el mar del Araba,
al pie. del Pasga.
5 1 Convocado todo Israel, Moisés
les dijo:
El Decálogo
(Exod. 20.)
Oye, Israel, las leyes y los manda¬
mientos que hoy voy a hacer reso¬
nar en tus oídos; apréndetelos y pon
mucho cuidado en guardarlos!
2 Yave, nuestro Dios, hizo con
vosotros una alianza en Horeb. 3 No
hizo Yave esta alianza con nuestros
padres, la hizo con nosotros, que hov
vivimos todavía todos. 4 Yave nos
habló cara a cara, sobre la mon¬
taña, en medio de fuego. 6 Yo estaba
entonces entre Yave y vosotros, para
traeros sus palabras, pues vosotros
teníais miedo del fuego y no subisteis
a la cumbre de la montaña. El dijo:
6 «Yo soy Yave, tu Dios, que te he
sacado de la tierra de Egipto, de
la casa de la servidumbre.
7 No tendrás más Dios que a mí.
8 No te harás imagen de escultura,
ni figura alguna de cuanto hay arri¬
ba, en los cielos, ni abajo, sobre la
tierra, ni de cuanto hay en las aguas,
más abajo de la tierra. 9 No las ado¬
rarás ni las darás culto, porque Yo,
Yave, tu Dios, soy un Dios celoso,
que castigo la iniquidad de los padres
en los hijos, hasta la tercera y la
cuarta generación, para los que me
! aborrecen, 10 y hago misericordia
por mil generaciones, para los que me
' aman y guardan mis mandamientos.
11 No tomarás el nombre de Yave,
tu Dios, en falso, porque Yave no
dejará impune al que tome en falso
su nombre.
12 Guarda el sábado, para santifi¬
carlo como te lo ha mandado Yave,
tu Dios. 13 Seis días trabajarás y
harás tus obras, 14 pero el séptimo
es sábado a Yave, tu Dios. No harás
en él trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo,
ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva,
ni tu buey, ni tu asno, ni ninguna de
tus bestias, ni el peregrino que está
dentro de tus puertas; para que tu
siervo y tu sierva descansen, como
descansas tú. 15 Acuérdate de que
siervo fuiste en la tierra de Egipto,
y de que Yave, tu Dios, te sacó de
allí con mano fuerte y brazo ten¬
dido; y por eso Yave, tu Dios, te
manda guardar el sábado.
16 Honra a tu padre y a tu madre,
como Yave, tu Dios, te lo ha man¬
dado, para que vivas largos años y
seas feliz en la tierra que Yave, tu
Dios, te da.
17 No matarás.
18 No adulterarás.
19 No robarás.
20 No darás falso testimonio contra
tu prójimo.
21 No desearás a la mujer de tu
prójimo, ni desearás su casa, ni su
1 campo, ni su siervo, ni su sierva, ni
. su buey, ni su asno, ni nada de
cuanto a tu prójimo pertenece.»
22 Estas son las palabras que Yave
dirigió a toda vuestra comunidad
desde la montaña, en medio de fuego,
182
DEUTERONOMIO, 6
de nube y de tinieblas, con fuerte
voz, y no añadió más. Las escribió
sobre dos tablas de piedra, que él
me di ó.
23 Cuando oísteis su voz de en
medio de las tinieblas estando la
montaña toda en fuego, os acercas¬
teis luego a mí todos los jefes de
tribus y todos los ancianos, 24 y me
dijisteis: Yave, nuestro Dios, nos ha
hecho ver su gloria y su grandeza,
y oír su voz de en medio del fuego;
hoy hemos visto a Dios hablar al
hombre, y quedar éste con vida (1).
25 ¿Por que, pues, ya morir devora¬
dos por ese gran fuego, si seguimos
oyendo la voz de Yave, nuestro Dios?
26 Porque, de toda carne, ¿quién
como nosotros ha oído la voz del
Dios vivo, hablando de en medio del
fuego, y ha quedado con vida?
27 Acércate tú y oye lo que te diga
Yave, nuestro Dios, y transmítenos
a nosotros cuanto Yave, nuestro Dios,
te diga, y nosotros lo oiremos y lo
haremos.
28 Yave escuchó vuestras palabras,
cuando me hablabais, y me dijo:
«He oído las palabras que el pueblo
te ha dirigido; está bien lo que dicen.
29 [Oh, si tuvieran siempre esc mismo
corazón y siempre me temieran y
guardaran mis mandamientos, para
ser por siempre felices, ellos y sus
hijos, 30 Ve y diles: Volveos a vues¬
tras tiendas. 31 Pero tú quédate aquí
conmigo, y yo te diré todas las leyes,
mandamientos y preceptos que tú
les has de enseñar, para que las
pongan por obra en la tierra que yo
les voy a dar en posesión. 32 Poned,
pues, mucho cuidado en hacer cuanto
Yave, vuestro Dios, os manda; no
declinéis ni a la derecha ni a la iz¬
quierda; 33 seguid en todo los cami¬
nos que Yave, vuestro Dios, os pres¬
cribe, para que viváis y seáis dicho¬
sos y duréis largos años en la tierra
que vais a poseer.»
El amor de Dios y la observancia
de la ley.
1 Esta es la ley — los mandamien-
tos, los preceptos — que Yave,
vuestro Dios, me mandó que os cnsc-
(i) En la Escritura se dice frecuentemente
de quien tiene un? teofanía, que no puede
el hombre soportar la visión de Dios sin morir.
Esto expresa la persuasión de que es tan grande
la majestad de Dios, que quien llegue a verla
queda herido de muerte.
ñase, para que la cumplas en la
tierra en que vas a entrar y a poseer;
2 para que temas a Yave, tu Dios,
tú y tus hijos y los hijos de tus !
hijos, y guardando todos los días de
tu vida todas sus leyes y todos sus
mandamientos que yo te inculco,
vivas largos años. (i) * 3 * Escúchalos, Is¬
rael, y ten sumo cuidado en ponerlos
por obra, para que seas dichoso y os
multipliquéis grandemente, según lo
que ha dicho Yave, el Dios de tus
padres, de darte la tierra que mana
leche y miel.
4 Oye, Israel: Yave, nuestro Dios, j
es el solo Yave. 5 Amarás a Yave, tu I
Dios, con todo tu corazón, con toda 1
tu alma, con todo tu poder (1), 6 y
llevarás muy dentro del corazón todos I
estos mandamientos que yo hoy te I
doy. 7 Incúlcaselos a tus hijos; y I
cuando estés en tu casa, cuando vía- 1
jes, cuando te acuestes, cuando te I
levantes, habla siempre de ellos.
8 Atatelos a tus manos, para que te I
sirvan de señal; púntelos en la frente, j
entre tus ojos; 9 escríbelos en los I
postes de tu casa y en tus puertas. I
10 Cuando Yave, tu Dios, te intro¬
duzca en la tierra que a tus padres, |
Abraham, Isac y Jacob, juró darte, "
ciudades grandes y hermosas que tú
no has edificado, 11 casas llenas de
toda suerte de bienes, que tú no has I
llenado, cisternas que tú no has ex¬
cavado, viñas y olivares que tú no
has plantado; cuando comas y te
hartes, 12 guárdate de olvidarte de \
Yave, que te sacó de la tierra de I
Egipto, de la casa de la servidumbre, i
13 Teme a Yave, tu Dios, sírvele a él I
y jura por su nombre. 14 No te vayas j
tras otros dioses, de los dioses de j
los pueblos que te rodean; 15 porque 1
Yave, tu Dios, que está en medio de
ti, es un Dios celoso, y la cólera de I
Yave, tu Dios, se encendería contra 1
ti y te exterminaría de sobre la
tierra.
16 No tentéis a Yave, vuestro Dios, I
como le tentasteis en Masa. 17 Guar¬
dad con gran cuidado los manda- |
micntos de Yave, vuestro Dios, y t
las leyes que él os da. 18 Haz lo que I
es recto y bueno a los ojos de Yave, I
para que seas dichoso 19 y entres, I
(i) Este mandamiento es la síntesis per- t
fecta de toda la religión del A. T. El Evangelio |
no ha hecho más que revelarnos nuevos motivos ,
para amar a Dios, sin mudar la forma del prc- 1
cepto.
DEUTERONOMIO, 7
183
para poseerla, en la buena tierra que I
Ya ve eon juramento prometió a tus
padres, cuando ante ti arroje a todos
tus enemigos, como él lo ha dicho.
20 Cuando un día te pregunte tu
hijo, diciendo: ¿Qué son estos manda¬
mientos, estas leyes y preceptos que
Yave, nuestro Dios, os ha prescrito?,
21 tú responderás a tu hijo: Nosotros
éramos en Egipto esclavos del Fa¬
raón, y Yave nos sacó de allí con su
potente mano. 22 Yave hizo a nues¬
tros ojos grandes milagros y prodi¬
gios terribles contra Egipto, contra
el Faraón y contra toda su easa; 23 y
nos sacó de allí, para conducirnos a
la tierra que con juramento había
prometido a nuestros padres. 24 Yave
nos ha mandado poner por obra
todas sus leyes, y temer a Yave,
nuestro Dios, para que seamos dicho¬
sos siempre, y él nos conserve la vida,
como hasta ahora ha hecho; 25 y es
para nosotros la justicia guardar sus
mandamientos y ponerlos por obra
ante Yave, nuestro Dios, como él
nos lo ha mandado.
Conducta que habrán de seguir
con los canancos y su culto.
7 1 Cuando Yave, tu Dios, te intro-
4 duzea en la tierra que vas a po¬
seer, y arroje delante de ti a muchos
pueblos, a geteos, guergueseos, amo-
rreos, canancos, fereeeos, jeveos y
jebuseos, siete naciones más nume¬
rosas y más poderosas que tú; 2 y
Yave, tu Dios, te las entregue, y tú
las derrotes, las darás al anatema,
no harás pactos eon ellas, ni les darás
gracia (1). 3 No contraigas matri¬
monios con ellas, no des tus hijas a
sus hijos, ni tomes sus hijas para tus
hijos, 4 porque ellas desviarían a tus
hijos de en pos de mí, y los arras¬
trarían a servir a otros dioses, y la
ira de Yave se encendería contra vos¬
otros y os destruiría prontamente.
6 Así, por lo contrario, habéis de hacer
eon ellos: derribaréis sus altares, rom¬
peréis sus cipos, abatiréis sus .aseras,
(i) La destrucción de estos pueblos, que
a primera vista puede parecer inhumana, se
justifica principalmente en dos aspectos, fun¬
dados ambos en la crueldad e inmoralidad de
las religiones de estos pueblos. Por ello los
castiga Dios y toma por instrumento a Israel
para destruirlos. El contacto de ellos con Israel
era, además, peligrosísimo, como lo demuestra
la Historia.
y daréis al fuego sus imágenes talla¬
das: 6 porque eres un pueblo santo a
Yave, tu Dios. •
Yave, tu Dios, te ha elegido para
ser el pueblo de su porción, entre
todos los pueblos que hay sobre la
haz de la tierra. 7 Si Yave se ha liga¬
do eon vosotros, y os ha elegido, no
es por ser vosotros los más en número
entre todos los pueblos, pues sois el
más pequeño de todos. 8 Porque
Yave os amó, y porque ha querido
cumplir el juramento que hizo a vues¬
tros padres, os ha sacado de Egipto
Yave eon mano poderosa, redimién¬
doos de la easa de la servidumbre,
de la mano del Faraón, rey de Egip¬
to. 9 Has de saber, pues, que Yave,
tu Dios, es el Dios fiel, que guarda
la alianza y la misericordia hasta mil
generaciones, a los que le aman y
guardan sus mandamientos; 10 pero
retribuye en cara al que le aborrece,
destruyéndole; no tarda en darle en
cara su merecido. 11 Guarda, pues,
tú sus mandamientos, las leyes y
estatutos que te prescribe hoy, po¬
niéndolos por obra.
12 Si escucháis sus mandatos y los
guardáis y los ponéis por obra, en
retorno Yave, tu Dios, te guardará
su alianza y la misericordia que a
tus padres juró. 13 Te amará, te ben¬
decirá y te multiplicará; bendecirá
el fruto de tus entrañas y el fruto
de tu suelo; tu trigo, tu mosto, tu
aceite, las crías de tus vacas y las
crías de tus ovejas, en la tierra que
a tus padres juró darte. 14 Serás ben¬
dito sobre todos los pueblos, no habrá
estériles en ti ni en tus ganados;
15 Yave alejará de ti las enfermeda¬
des, no mandará sobre ti ninguna de
las plagas malignas de Egipto, que
tú conoces, y afligirá con ellas a ios
que te odien. 16 Devorarás a todos
los pueblos que Yave, tu Dios, va a
entregarte; tus ojos no los perdona¬
rán y no servirás a sus dioses, porque
eso sería para ti la ruina. 17 Y si se
te ocurriere decir: ¿Cómo voy a poder
expulsar a esas naciones, que son más
numerosas que yo? 18 No las temas,
acuérdate de lo que Yave, tu Dios,
hizo eon el Faraón y con todo el
Egipto, 19 las grandes pruebas que
vieron tus ojos, los portentos y pro¬
digios, la mano fuerte y el brazo ten¬
dido, eon que Yave, tu Dios, te sacó;
así hará también Yave, tu Dios, eon
todos los pueblos que tú temes.
I 20 Aun tábanos mandaría Yave, tu
184
DEUTERONOMIO, 8, 9
Dios, contra ellos, hasta hacer pere¬
cer a los sobrevivientes o a los que
se escondiesen. 21 No los temas, por¬
que en medio de ti está Ya ve, tu
Dios, el Dios grande y terrible.
22 Yave, tu Dios, expulsará a esas na¬
ciones poco a poco, no puedes exter¬
minarlas en un día, no fuera que las
fieras salvajes se multiplicaran contra
ti. 23 Yave, tu Dios, te los entregará
y los conturbará con gran conturba¬
ción, hasta que desaparezcan; entre¬
gará en tus manos sus reyes, y harás
desaparecer sus nombres de debajo
de los cielos; nadie podrá resistirte
hasta que los hayas destruido. 25 Con¬
sumirás por el fuego las imágenes es¬
culpidas de sus dioses; no codicies
la plata ni el oro que haya sobre
ellas, apropiándotelo, y cayendo en
una trampa, porque es abominación
de Yave, tu Dios, 26 y no has de in¬
troducir en tu casa abominación, para
no hacerte como ello es, anatema.
Detéstala y abomínalo como abomi¬
nación, por ser cosa dada al ana¬
tema (1).
Agradecimiento a Dios por los
beneficios recibidos.
8 1 Tened gran cuidado de poner
por obra los mandamientos que
os prescribo hoy para que viváis y
os multipliquéis, y entréis, para po¬
seerla, en la tierra que Yave juró dar
a vuestros padres. 2 Acuérdate de
todo el camino que Yave, tu D ; os,
te ha hecho hacer estos cuarenta años
por el desierto, para castigarte y pro¬
barte, para conocer los sentimientos
de tu corazón, y saber si guardas o
no sus mandamientos. 3 El te afligió,
te hizo pasar hambre, y te alimentó
con el maná, que no conocieron tus
padres, para que aprendieras que no
sólo de pan vive el hombre, sino de
cuanto procede de la boca de Yave.
4 Tus vestidos no se envejecieron sobre
ti, ni se hincharon tus pies durante
esos cuarenta años, para que reco¬
nocieras en tu corazón que Yave, tu
Dios, te instruye, como instruye un
hombre a su hijo, 6 y guardaras los
mandamientos de Yave, tu Dios,
(i) Los premios y castigos con que se
sanciona la ley son, por lo general, materiales.
Fn primer lugar, porque el suje o de ellos es
principalmente el pueblo, y además por la
imperfección religiosa y moral de éste, incapaz
de estimar los bienes morales, puramente
espirituales. (S. Th. I. II* q. gg. a. 6.)
marchando por sus caminos y te¬
miéndole,
7 Ahora, Yave, tu Dios, va a intro¬
ducirte en una buena tierra, tierra
de torrentes, de fuentes, de aguas
profundas, que brotan en los valles
y en los montes; 8 tierra de trigo, de
cebada, de viñas, de higueras, de
ganados; tierra de olivos, de aceite y
de miel; 9 tierra donde comerás tu
pan en abundancia y no carecerás de
nada; tierra cuyas piedras son hie- I
rro, y de cuyas montañas sale el
bronce. 10 Comerás y te hartarás;
bendice, pues, a Yave por la buena
tierra que te ha dado. 11 Guárdate
bien de olvidarte de Yave, tu Dios,
dejando de observar sus mandamien¬
tos, sus leyes y sus preceptos, que
hoy te prescribo yo; 12 no sea que
cuando comas y te hartes, cuando
edifiques y habites hermosas casas,
13 y veas multiplicarse tus bueyes y
tus ovejas y acrecentarse tu plata, 1
tu oro y todos tus bienes, 14 te cnso- I
herbezcas en tu corazón y te olvides
de Yave, tu Dios, que te sacó de la
tierra de Egipto, de la casa de la
servidumbre, 15 y te ha conducido a
través de vasto y horrible desierto,
de serpientes de fuego y escorpiones,
tierra árida y sin aguas; que hizo
brotar para ti agua de la roca peder- 1
nalina, 16 y te ha dado a comer en
el desierto el maná, que tus padres 1
no conocieron, castigándote y pro¬
bándote para a la postre hacerte (
bien, 17 no dijeras: Mi fuerza, v el
poder de mi mano me ha dado esta 1
riqueza. 18 Acuérdate, pues, de Yave, <
tu Dios, que es quien te da poder
para adquirirla, cumpliendo como i
hoy la alianza que a tus padres juró.
19 Si olvidándote de Yave, te llega- I
ras a ir tras otros dioses, y les sir- I
vieras y te prosternaras ante ellos,
yo doy testimonio hoy contra vos¬
otros, de que con toda certeza pere- ,
ccréis; 20 como las naciones que Yave 1
hace perecer ante vosotros, así vos- I
otros pereceréis, por no haber escu¬
chado la voz de Yave, vuestro Dios. I
9 1 ¡Escucha, Israelí Estáis hoy
para pasar el Jordán y marchar ¡
a la conquista de naciones más nu¬
merosas y más poderosas que tú; 1
de grandes ciudades, cuyas murallas
¡ se levantan hasta el ciclo; 2 de un
pueblo numeroso y de elevada esta-
1 tura, los hijos de los Eiiaquim que
ya conoces, y de quienes has oído
DEUTERONOMIO, 9
185
hablar: ¿quién podrá resistir contra
los hijos ele Enac? 3 Has de saber
desde hoy que Yave, tu Dios, irá
él misino delante de ti, como fuego
devorador, que él los destruirá, los
humillará ante ti, y tú los arrojarás
y los destruirás pronto, como te lo
ha dicho Yave. 4 No digas luego
en tu corazón, cuando Yave, tu Dios
los arroje de ante ti: Por mi justicia
me ha puesto Yave en posesión de
esta tierra. Por la iniquidad de esos
pueblos, Yave los arrojará de ante
de ti. 5 No, no por tu justicia ni
por la rectitud de tu corazón vas
a entrar en posesión de esa tierra;
por la maldad de esas naciones las
expulsa Yave delante de ti; para
cumplir la palabra que con juramento
dió a tus padres, Abraham, Isac, y
Jacob. 6 Entiende que no por tu
justicia te da Yave la posesión esa
buena tierra, que eres pueblo de dura
cerviz.
Las infidelidades de Israel*
7 ¡Acuérdate! No olvides cuánto
has irritado a Yave, tu Dios, en el
desierto; desde el día en que salisteis
de la tierra de Egipto hasta que
habéis llegado a este lugar, habéis
sido rebeldes a Yave. 8 Ya en Horeb
provocasteis la ira de Yave, y Yave
se irritó contra vosotros hasta que¬
rer destruiros. 9 Cuando subí yo a
la cumbre de la montaña, para reci¬
bir las tablas de la alianza que Yave
hacía con vosotros, y estuve allí
cuarenta días eon euarenta noches
sin comer pan ni beber agua, 10 y
me dió Yave las dos tablas de piedra
escritas por el dedo de Dios, que
contenían todas las palabras que él
os había dicho en la montaña, en
medio de fuego, el día de la congre¬
gación; 11 al cabo de los cuarenta
días y las cuarenta noehes me dió
Yave las dos tablas de piedra, las
tablas de la alianza, 12 y me dijo
entonees: «Anda, baja presto de aquí,
porque tu pueblo, el que has sacado
de Egipto, se lia corrompido; pronto
se ha apartado del camino que yo
le mande, y se han hecho una imagen
fundida.» 13 Y me dijo Yave: «Ya
veo que este pueblo es un pueblo
de cerviz dura; 14 déjame que le des¬
truya y que borre su nombre de bajo
los eielos y te haré a ti una nación
más poderosa y más numerosa que
ese pueblo.» 15 Yo me volví y bajé de
la montaña, que estaba toda en fue¬
go, trayendo en mis manos las dos
tablas de la alianza; 16 miré y vi que
habíais pecado contra Yave, vues¬
tro Dios; os habíais hecho un becerro
fundido, apartándoos bien pronto del
camino que Yave os había prescrito;
17 cogí entonces las dos tablas y eon
mis manos las tiré, rompiéndolas ante
vuestros ojos. 18 Luego me postré en
la presencia de Yave, como la pri¬
mera vez, durante cuarenta días y
euarenta noches, sin comer pan y
sin beber agua, por todos los pecados
que vosotros habíais cometido, ha¬
ciendo lo malo a los ojos de Yave,
irritándole. 19 Yo estaba espantado
de ver la cólera y el furor con que
Yave estaba enojado contra vosotros,
hasta querer destruiros; pero todavía
esta vez me escuchó Yave. 20 Estaba
Yave también fuertemente irritado
contra Arón, hasta el punto de querer
hacerle perecer, y yo intercedí en¬
tonees también por Arón; 21 y cogí
vuestro pecado, el que os habíais
hecho, el becerro, y lo arrojé al fue¬
go, y desmenuzándolo bien hasta re¬
ducirlo a polvo, eché el polvo en el
agua del torrente que baja de la
montaña.
22 En Tabera, en Masa, y en Quibrot
Hatava, excitasteis también la có¬
lera de Yave; 23 y cuando Yave os
hizo subir de Cades Barne, diciendo:
«Subid y tomad posesión de la tierra
que os doy», fuisteis rebeldes a las
órdenes de Yave, vuestro Dios, no
tuvisteis confianza en él y no obe¬
decisteis su voz. 24 Habéis sido re¬
beldes a Yave, desde el día en que él
comenzó a poner en vosotros sus ojos.
25 Yo me postré ante Yave aque¬
llos cuarenta días y cuarenta noches
que estuve postrado, porque Yave
hablaba de destruiros, 26 y le roguc,
diciendo: ¡Señor, Yave, no destruyas
a tu pueblo, a tu heredad, redimida
por tu grandeza, sacándolo de Egipto
eon tu mano poderosal 27 Acuérdate
de tus siervos Abraham, Isac y Jacob;
no mires a la dureza de este pueblo,
a su perversidad, a su pecado; 28 que
no puedan decir los de la tierra de
que nos has sacado: Por no poder
Yave hacerlos entrar en la tierra que
les había prometido, y porque los
odiaba, los ha sacado fuera, para ha¬
cerlos morir en el desierto. 29 Son tu
heredad, que con tu gran poder y
y brazo tendido has sacado fuera.
18G
DEUTER0N0M10, 10, 11
* rk 1 Entonces me dijo Yave: «Hazte
lv/ dos tablas de piedra como las
primeras, y sube a mí a la montaña;
haz también un arca de madera; 2 yo
escribiré sobre esas tablas las pala¬
bras que estaban escritas sobre las
primeras que tú rompiste, y las guar¬
darás en el arca.» 3 Hice, pues, un
arca de madera de acacia; y habiendo
cortado dos tablas de piedra como
las primeras, subí con ellas a la mon¬
taña. 4 El escribió sobre estas tablas
lo que estaba escrito en las primeras,
los diez mandamientos que Yave os
había dicho en la montaña de en
medio del fuego, el día de la congre¬
gación, y me las dio. 6 Yo me volví,
y bajando de la montaña, puse las
tablas en el arca que había hecho, y
allí han quedado, como- Yave me lo
mandó.
6 Los hijos de Israel partieron de
Berot Bene Jacan para Mosera. Allí
murió Arón y allí fué enterrado.
Eleazar, su hijo, fué sacerdote en
su lugar. 7 De allí partieron para
Gadgad, y de Gadgad para Jetebata,
región rica en aguas. 8 En ese tiem¬
po separó Yave la tribu de Lcví,
para llevar el arca de la alianza de
Yave, para que estuvieran en su pre¬
sencia y le sirvieran y bendijeran su
nombre, como hasta hoy. 9 Por eso
Leví no tiene parte ni heredad entre
sus hermanos, porque es Yave su
heredad, como Yave te lo ha dicho.
10 Yo me estuve en la montaña
como anteriormente, cuarenta días y
cuarenta noches; y Yave me escuchó
esta vez también, y no quiso ya
destruiros. 11 Me dijo Yave: Leván¬
tate y ve a ponerte a la cabeza del
pueblo, para que entren y se pose¬
sionen de la tierra que a sus padres
juré darles.
Exhortación a la observancia.
Promesas y amenazas.
12 Ahora, pues, Israel, ¿qué es lo
que de ti exige Yave, tu Dios, sino
que temas a Yave, tu Dios, siguiendo
por todos sus caminos, amando y
sirviendo a Yave, tu Dios, con todo
tu corazón, con toda tu alma, J 3 y
guardando los mandamientos de Yave
y sus leyes, que hoy te prescribo yo,
para que seas dichoso? 14 Mira: De
Yave, tu Dios, son los cielos de los
cielos, la tierra y todo cuanto en
ella se contiene. 15 Y sólo con tus
padres se ligó amándolos, y a su des¬
cendencia después de ellos, a vos¬
otros, os ha elegido de entre todos
los pueblos, como hoy.
16 Circuncidad, pues, vuestros cora¬
zones, y no endurezcáis más vuestra'
cerviz; 17 porque Yave, vuestro Dios,
es el Dios de los dioses, el Señor de
los señores, el Dios grande, fuerte y
terrible, que no hace acepción de
personas ni recibe regalos, 18 hace
justicia al huérfano y a la viuda,
19 ama al peregrino y le alimenta y
le viste. Amad también vosotros al
peregrino, porque peregrinos fuisteis
en la tierra de Egipto. 20 Teme a
Yave, tu Dios, sírvele, apégate a el
y jura por su nombre. 21 El es tu
gloria, él es tu Dios, que por ti ha
hecho cosas grandes y terribles, que
con tus mismos ojos has visto. 22 Tus
padres bajaron a Egipto en número 1
de setenta personas, y ahora Yave, I
tu Dios, ha hecho de ti una muche- I
dumbre, como las estrellas del cielo.
n 1 Ama, pues, a tu Dios, y cum¬
ple lo que de ti demanda, sus «
leyes, sus preceptos, sus mandamien- ]
tos por siempre. 2 Reconoced hoy, |
pues no hablo ahora a vuestros hijos, 3
que no saben y no vieron, la ense- |
fianza de Yave, vuestro Dios; su |
grandeza, su mano fuerte y su brazo
tendido; 3 los prodigios y portentos
que en medio de Egipto obró contra
el Faraón, rey de Egipto, y contra j
toda su tierra; 4 lo que hizo con el I
ejército egipcio, con sus caballos y J
sus carros, arrojando sobre ellos las 1
aguas del .Alar Rojo, cuando os per¬
seguían, y destruyéndolos hasta hoy;
5 lo que por vosotros ha hecho en el r
desierto, hasta que habéis llegado
a este lugar; 6 lo que hizo con Datáu
y Abirón, hijos de Eliab, hijo de
Rubén, cuando abriendo la tierra su
boca se los tragó con sus casas, sus
tiendas y todos sus secuaces, en
medio de todo Israel. 7 Porque con
vuestros ojos habéis visto todos los
grandes prodigios que ha hecho Yave.
8 Guardad, pues, todos sus manda¬
mientos que hoy os prescribo yo, para
que seáis fuertes, y entréis y os adue¬
ñéis de la tierra a que vais a pasar,
para tomar posesión de ella, 9 y para
que se dilaten vuestros días sobre la
tierra que Yave juró dar a vuestros
padres, a ellos y a su descendencia,
la tierra que mana leche y miel. j
10 Porque la tierra en que vais a
| entrar para poseerla, no es como la
DEUTERONOMIO, 12
187
tierra de Egipto, de donde habéis
salido, donde echabas tu simiente,
y la regabas con tu pie, como se riega
una huerta. 11 La tierra en que vais
a entrar para poseerla es una tierra
de montes y valles, que riega la lluvia
del cielo; 12 es una tierra de que
cuida Yave, tu Dios, y sobre la cual
tiene siempre puestos sus ojos, desde
el comienzo del año hasta el fin.
13 Si vosotros obedecéis los man¬
datos que yo os prescribo, amando
a Yave, vuestro Dios, y sirviéndole
con todo vuestro corazón y con toda
vuestra alma 14 yo daré a vuestra
tierra la lluvia a su tiempo, la tem¬
prana y la tardía; y tú cosecharás
tu trigo, tu mosto y tu aceite; 15 yo
daré también hierba en tus campos
para tus ganados, y de ellos comerás
y te saciarás. 16 Pero cuidad mucho
de que no se deje seducir vuestro
corazón, y desviándoos, sirváis a
otros dioses, y os prosternéis ante
ellos; 17 porque la cólera de Yave
se encendería contra vosotros y ce¬
rraría el cielo, y no habría más lluvia,
y la tierra no daría más sus frutos,
y desapareceríais presto de la buena
tierra que Yave os da. 18 Poned,
pues, en vuestro corazón y en vues¬
tra alma las palabras que yo os digo;
atadlas por recuerdo a vuestras ma¬
nos y ponedlas como frontal entre
vuestros ojos. 19 Enseñádselas a vues¬
tros hijos, habladles de ellas; ya
cuando estés en tu casa, ya cuando !
vayas de viaje, al acostarte y al
levantarte. 20 Escríbelas en los postes
de tu casa y en tus puertas, 21 para
que vuestros días y los días de vues¬
tros hijos, sobre la tierra que a
vuestros padres Yave juró darles, 1 * * *
sean tan numerosos como los días
de los cielos sobre la tierra. 22 Por¬
que, si cuidadosamente guardáis estos
mandamientos que yo os prescribo,
amando a vuestro Dios, marchando
siempre por sus sendas y apegán-1
doos a él, 23 Yave arrojará de ante
vosotros a todos los pueblos, más
numerosos y más poderosos que vos¬
otros; 24 cuanto pise la planta de
vuestros pies vuestro será, y vues¬
tras fronteras se extenderán desde
el desierto al Líbano, desde el río,
el Eufrates, hasta el mar occiden¬
tal; todo será dominio vuestro. 25 Na¬
die podrá resistir ante vosotros; Yave,
vuestro Dios, esparcirá ante vos¬
otros, como os lo ha dicho, el miedo
y el terror sobre toda tierra donde
pongáis vuestro pie. 26 Ved; yo os
pongo hoy delante bendición y mal¬
dición; 27 la bendición, si cumplís
los mandamientos de Yave, vuestro
Dios, que yo os prescribo hoy; 28 la
maldición, si no cumplís los manda¬
mientos de Yave, vuestro Dios, y
apartándoos del camino que yo os
prescribo hoy, os vais tras otros
dioses, que no habéis conocido. 29 Y
cuando Yave, tu Dios, te haya hecho
entrar en la tierra de que vas a tomar
posesión, pronunciarás la bendición
sobre el monte Garizim, y la maldi¬
ción sobre el monte Ebal, 30 esas
montañas del otro lado del Jordán,
detrás del camino de occidente en
la tierra de los cananeos, que habitan
en el Araba, frente a Galgal, junto
al encinar de Moré. 31 Porque vais
a pasar el Jordán y a posesionaros
de la tierra que Yave, vuestro Dios,
os da, y la poseeréis y habitaréis
en ella. 32 Tened, pues, gran cuidado
en cumplir todos los mandamientos
que hoy os propongo.
LEYES ACERCA DEL CULTO
El santuario único.
1 O 1 He aquí, pues, las leyes y
1 ~ preceptos que cuidaréis de po¬
ner por obra en la tierra que Yave,
Dios de vuestros padres, os da en
posesión, todo el tiempo que viváis
sobre la tierra.
2 Destruiréis enteramente todos los
lugares donde las gentes que vais a
desposeer han dado culto a sus dioses,
sobre los altos montes, sobre los
collados y bajo todo árbol frondoso;
3 abatiréis sus altares, romperéis sus
cipos, destruiréis sus aseras (1),
quemaréis sus imágenes talladas y
sus dioses, y haréis desaparecer de la
memoria sus nombres.
4 No haréis así cuanto a Yave,
vuestro Dios, 6 sino que le buscaréis
(i) En este lugar tenemos una sucinta
descripción de los santuarios cananeos. Situa¬
dos. por lo general, en lugares altos, collados,
colinas, y estaban al descubierto. Distingue
Moisés en ellos el altar, los ídolos, el mase-
ba = cipos, y el asera. Este último era un gru¬
po de troncos, con el arranque. de algunas
ramas, que reunidos venían a simbolizar un
bosque, símbolo a su vez de Astarté, la diosa
de la fecundidad.
188
DEUTERONOMIO, 12
en el lugar que él elija entre todas
las tribus, para poner en él su santo
nombre y hacer en él su morada,
allá iréis; 6 allí 1c presentaréis vues¬
tros holocaustos y sacrificios, vues¬
tras décimas y la ofrenda alzada de
vuestras manos, vuestros votos y
vuestras oblaciones voluntarias, y los
primogénitos de vuestras vacas y I
ovejas. 7 Allí comeréis delante de
Yave, vuestro Dios, y os regocija¬
réis vosotros y vuestras familias,
gozando de los bienes que vuestras
manos adquieran, y con que Yave,
tu Dios, te bendiga. 8 No haréis
cada uno como bien le parezca, como
10 hacemos nosotros aquí ahora,
9 porque no habéis llegado todavía
al descanso y a la heredad que Yave,
tu Dios, te da. 10 Mas pasaréis el
Jordán, y habitaréis en la tierra que
Yave, vuestro Dios, os dará en here¬
dad; y entonces os dará reposo contra
todos vuestros enemigos que os ro¬
dean, y habitaréis en seguridad.
11 Entonces, en el lugar que Yave,
vuestro Dios, elija, para que en él
more su santo nombre, allá llevaréis
todo lo que yo os mando, vuestros
holocaustos, vuestros sacrificios, vues¬
tras décimas, las ofrendas' elevadas
de vuestras manos y las escogidas
ofrendas de vuestros votos a Yave.
12 Allí os regocijaréis en la presencia
de Yave, vuestro Dios, vosotros y
vuestros hijos, vuestros siervos y
vuestras siervas, y el levita que esté
dentro de vuestras puertas, ya que
éste no ha recibido parte y heredad
con vosotros. 13 Guárdate de ofrecer
holocaustos en cualquier lugar a que
llegues; 14 los ofrecerás en el lugar
que Yave haya elegido en una de
tus tribus; allí harás todo lo que yo
te mando (1).
16 Pero cuando quieras, podrás
matar y comer la carne en todas tus
ciudades, conforme a la bendición
que Yave, tu Dios, te haya otor¬
gado. Podrán comerla lo mismo el
impuro que el puro, como se hace
con la gacela y el ciervo. 16 Mas no
comeréis sangre, la derramaréis sobre
la tierra, con\o el agua.
17 No podrás comer en cualquiera
de tus ciudades las décimas de tu
trigo, de tu mosto y de tu aceite,
(i) Es nota característica del Deuterono-
mio la insistencia en señalar como centro
religioso el lugar elegido por Dios de entre
las tribus de Israel.
ni los primogénitos de tus vacas y
tus ovejas, ni nada de cuanto ofrez¬
cas en cumplimiento de un voto,
ni tus ofrendas voluntarias, ni las
oblaciones de elevación. 18 Delante
de Yave, tu Dios, en el lugar que
Yave, tu Dios, elija, las comerás,
tú, tu hijo y tu hija, tu siervo y tu
sierva, y el levita que more en tus
ciudades; allí te regocijarás ante Yave,
tu Dios ; disfrutando de los bienes que
adquiera tu mano. 19 Guárdate de
desamparar al levita en todo el tiempo
que vivas sobre tu tierra. 20 Cuando
Yave, tu Dios, haya extendido tus
fronteras, como te lo ha prometido,
y digas: Quiero comer carne, porque
sienta deseo de ella tu alma, podrás
comerla cuantas veces quieras. 21 Si
el lugar que Yave, tu Dios, elija,
para poner en él su nombre, está
lejano, podrás matar tu ganado ma¬
yor y menor, que Yave te dé, según
lo que te he prescrito, v comerlo
en tu ciudad, a tu deseo, 22 Lo come¬
rás como se come la gacela y el
ciervo; el puro y el impuro podrán
comerlo uno y otro; 23 pero atente
siempre a la prohibición de comer
sangre; es la vida, y no debes comer
la vida de la carne; 24 no la comerás,
la derramarás sobre la tierra como
el agua; 25 no la comerás, para que
seas dichoso, tú y tus hijos después
de ti, haciendo lo que es recto a
los ojos de Yave. 26 Pero las ofren¬
das sagradas que se te imponen, y
las que tú hagas en cumplimiento
de un voto, ésas tómalas, y ve al
lugar que Yave elija; 27 y allí ofre¬
cerás tus holocaustos, carne y san¬
gre, en el altar de Yave, tu Dios;
en los sgcrificios, la sangre será derra¬
mada en el altar de Yave, tu Dios,
y la carne la comerás tú. 28 Escucha
y guarda todo esto que yo te mando,
para que seas dichoso tú, y tus hijos
después de ti, por siempre, haciendo
lo que es recto a los ojos de Yave,
tu Dios.
Contra los rilos gentílicos.
29 Cuando Yave, tu Dios, haya
exterminado a los pueblos que de
delante de ti va a arrojar, y ya los
hayas destruido, y habites en la
tierra, 30 guárdate de imitarlos, ca¬
yendo en una trampa, después de
haber desaparecido de delante de ti,
y de indagar acerca de sus dioses,
DEUTERONOMIO, 13, 14
189
diciendo: ¿Cómo acostumbraban esas
gentes servir a sus dioses? Voy a
hacer también yo como ellos hacían. ■
31 No obres asi con Yave, tu Dios;
porque cuanto hay de aborrecible
y abominable a Yavc, lo hacían ellos
para sus dioses; hasta quemar *en el
iuego a sus hijos, en honor suyo.
32 Todo lo que yo te mando, guár¬
dalo diligentemente, sin añadir ni
quitar nada.
Prevenciones contra la apostasía*
1 Q 1 Si se alzare en medio de ti
* un profeta o un soñador, que
te anuncia una señal o un prodigio,
2 aunque se cumpliere la señal o el
prodigio de que te habló, diciendo:
Vamos tras de otros dioses—dioses
que tú no conoces—y sirvámosles;
3 no escuches las palabras de ese
profeta o ese soñador, porque te
prueba Yave, tu Dios, para saber
si amáis a Yave, vuestro Dios, con
todo vuestro corazón y toda vuestra
alma. 4 Tras de Yave, vuestro Dios,
habéis de ir; a él habéis de temer,
guardar sus mandamientos, obede¬
cer su voz, servirle y allegaros a él.
5 Y ese profeta o soñador será conde¬
nado a muerte (1), por haber acon¬
sejado la rebelión contra Yave, vues¬
tro Dios, que os sacó de Egipto y
os libró de la casa de la servidumbre,
para apartaros del camino por donde
Yave, tu Dios, te ha mandado ir.
Así liarás desaparecer la maldad de
en medio de ti.
6 Si tu hermano, hijo de tu madre,
o tu hijo o tu hija, o la mujer que
descansa en tu regazo, o tu amigo,
aunque le quieras como a tu propia
alma, te incitare en secreto, diciendo:
Vamos a servir a otros dioses—dioses
que no conocisteis ni tú ni tus padres,
7 de entre los dioses de los pueblos
que os rodean, cercanos o lejanos,
del uno al otro cabo de la tierra—,
8 no asientas ni le escuches, ni tenga
tu ojo piedad de él, ni le tengas
compasión ni le encubras; 9 denún-
(i) Cómo la existencia misma del pueblo
pendía de la observancia de su religión, todo
delito grave contra ésta era, al mismo tiempo,
un atentado contra aquélla. Por eso se castigan
tan rigurosamente los delitos contra la religión.
En el mismo cap., v. 13, se expone cómo ha
de ser castigada la ciudad en que tal delito se
cometa.
cíale irremisiblemente, y sea tu mano
la primera que contra él se alce para
matarle, siguiendo después las de
todo el pueblo; 10 le lapidaréis hasta
que muera, por haber buscado apar¬
tarte de Yave, tu Dios, que te sacó
de Egipto, de la casa de la servi¬
dumbre. 11 Así todo Israel lo sabrá
y temerá de hacer más una semejante
maldad en medio de ti.
12 Si de una de las ciudades que
Yave, tu Dios, te ha dado por morada,
oyeres decir: 13 gentes malvadas, sali¬
das de en medio de ti, andan sedu¬
ciendo a los habitantes de la ciudad,
diciendo: Vamos a servir a otros
dioses; 14 inquirirás, examinarás y
preguntarás cuidadosamente; si el
rumor es verdadero y cierto el hecho,
si se ha cometido en medio de ti tal
abominación, 15 entonces, dando al
anatema esa ciudad, con todo cuanto
hay en ella y sus ganados, no dejes
de pasarla a filo de espada; 16 y
reuniendo todo su botín en medio
de la plaza’ quemarás completamente
la ciudad con su botín, para Yave, tu
Dios; sea para siempre un montón
de ruinas y no vuelva a ser edifi¬
cada. 17 Que no se te pegue a las
manos nada de cuanto fue dado al
anatema, para que se vuelva Yave
del furor de su ira, y te haga gracia
y misericordia, y te multiplique, como
a tus padres se lo juró, 18 si guardas
todos sus mandamientos que yo hoy
te prescribo, haciendo lo que es recto
a los ojos de Yave, tu Dios.
Animales puros y animales
impuros.
(Lev. 11, 2-23.)
|1 1 Vosotros sois hijos de Yave,
vuestro Dios. No os hagáis in¬
cisiones, ni os decalvéis entre los
ojos, por un muerto. 2 * Porque tú
eres un pueblo consagrado a Yave,
tu Dios, y te ha elegido Yave para
que seas su pueblo singular, de entre
todos los pueblos que hay sobré la
haz de la tierra.
3 No comas abominación alguna.
4 He aquí los animales que comeréis:
el buey, la oveja y la cabra; 5 el
ciervo, la gacela y el corzo; la cabra
montés, el antílope, el búfalo, la
gamuza; 6 * * todo animal que tenga la
pezuña dividida y el pie hendido y
DEUTERONOMIO, 15
U1U
rumie; 7 pero no comeréis los que
solamente rumian, ni los que sola¬
mente tienen la pezuña dividida y
el pie hendido; el camello, la liebre,
el conejo, que rumian, pero no tienen
la pezuña dividida, son inmundos
para vosotros; 8 el puerco, que tiene
la pezuña hendida, pero no rumia,
es inmundo para vosotros. No come¬
réis sus carnes ni tocaréis sus cadá¬
veres.
9 De los animales que viven en el
agua, comeréis los que tienen ale¬
tas y escamas; 10 pero cuantos no
tienen aletas y escamas, no los come¬
réis, son para vosotros inmundos.
11 Comeréis toda ave pura. 12 He aquí
las que no comeréis; el águila, el
quebrantahuesos, el buitre, 13 el mi¬
lano y toda suerte de halcones;
14 toda suerte de cuervos; 15 el aves¬
truz, el mochuelo, la lechuza; 16 el
ibis, el buho y el pelícano; 17 la cer¬
ceta, el mergo, la cigüeña; 18 la
garza de todas clases, la abubilla
y el murciélago. 19 Tendréis también
por inmundo todo insecto alado, no
lo comeréis,. 20 Comeréis los volátiles
puros. 21 No comeréis morticino de
ningún animal; podrás dárselo a comer
al peregrino que reside en tus ciu¬
dades o vendérselo al extranjero;
vosotros sois un pueblo consagrado
a Yavc, tu Dios. No cocerás el ca¬
brito en la leche de su madre.
Décimas.
(Exod. 22, 20; Lev. 27, 30-33.)
22 Diezmarás todo producto de tus
sementeras, de lo que dé tu campo
cada año; 23 y comerás delante de
Yavc, tu Dios, en el lugar que él
elija, para hacer habitar en él su
nombre, la décima de tu trigo, de
tu mosto y de tu aceite, y los pri¬
mogénitos de tus vacas y ovejas,
para que aprendas a temer siempre
a Yave, tu Dios; 24 pero si el camino
fuere largo para poder llevarlos allá,
por estar tú demasiado lejos del
lugar que elija Yave para hacer habi¬
tar en él su nombre, cuando Yave te
bendecirá, 26 lo venderás; y tomando
el dinero en tus manos, irás con él
al lugar que Yavc, tu Dios, elija.
26 Allí comprarás con el dinero lo
que desees, bueyes, ovejas, vino u
otro licor fermentado, lo que quie¬
ras; y comerás allí, delante de Yave,
y te regocijarás, tú y tu casa. 27 No
dejarás de lado al levita que mora
en tu ciudad, porque él no tiene
parte ni heredad contigo.
28 Al fin de cada tercer año, sepa¬
rarás Todas las décimas de los pro¬
ductos de aquel año y las depositarás
en tu ciudad; 29 allá vendrá el levita,
que no tiene parte ni heredad con¬
tigo y el peregrino, el huérfano y la
viuda que habita en tus ciudades
y comerán y se saciarán, para que
Yave, tu Dios, te bendiga en todas
las obras de tus manos (1).
El año de la remisión.
1 £) 1 Al fin de cada séptimo año,
harás la remisión. 2 * He aquí
cómo se ha de hacer la remisión:
Todo acreedor que haya prestado,
condonará al deudor lo prestado; no
lo exigirá ya más a su prójimo, una
vez publicada la remisión de Yave;
3 podrás exigirlo del extranjero, pero
no de tu hermano, al que harás la
remisión, 4 para que no baya entre
ti pobres; porque Yave te bendecirá
seguramente en la tiérra que Yave,
tu Dios, te ha dado en heredad,
para que la poseas, 5 siempre que
oigas la voz de Yave, tu Dios, po¬
niendo por obra cuidadosamente todos
sus mandatos, que yo hoy te pres¬
cribo. 6 Porque Yavc, tu Dios, te
bendecirá, como él te lo ha dicho,
y prestarás a muchos pueblos, y no
tendrás que tomar prestado de nadie;
dominarás a muchas naciones y ellas
no te dominarán a ti.
Los pobres y los esclavos.
7 Si hubiere en medio de ti un
necesitado de entre tus hermanos,
en tus ciudades, en la tierra que
Yave, tu Dios, te da, no endurecerás
tu corazón ni cerrarás tu inano a tu
hermano pobre, 8 sino que le abri¬
rás tu mano y le prestarás con que
poder satisfacer sus necesidades, según
lo que necesite. 8 Guárdate de que
(i) Es de notar, como característica del
Deuteronomio, el gran cuidado del legislador
por el pobre, incluyendo entre éstos al levita,
al huérfano, a la viuda y al peregrino.
DEUTERONOMIO, 16
191
se alce en tu corazón este bajo pen¬
samiento: Está ya cercano el año
de la remisión; y de mirar con malos
ojos a tu hermano pobre y no darle
nada, no sea que el clame a Yave
contra ti y te cargues con un pecado.
10 Debes darle, sin que al darle se
entristezca tu corazón; porque por
ello Yavc, tu Dios, te bendecirá en
todos tus trabajos y en todas tus
empresas. 11 Nunca dejará de haber
pobres en la tierra, por eso te doy
este mandamiento: abrirás tu mano
a tu hermano, al necesitado y al
pobre de tu tierra.
12 Si uno de tus hermanos, un
hebreo o una hebrea, se te vende,
te servirá seis años, pero al séptimo
le despedirás libre de tu casa; 13 y
al despedirle libre de tu casa, no le
mandarás vado, 14 sino que le darás
algo de tus ovejas, de tu era y de tu
lagar, haciéndole partícipe de los
bienes con que Yave, tu Dios, te
bendice a ti. 16 Acuérdate de que
esclavo fuiste en la tierra de Egipto,
y de que Yave, tu Dios, te libertó;
por eso te doy yo este mandato.
16 Y si tu esclavo te dice: No quiero
salir de tu casa, porque te amo a ti
y a tu casa, y se halla bien contigo,
17 entonces, tomando un punzón,
le agujerearás la oreja junto a la
puerta, y será esclavo tuyo para
siempre; lo mismo harás con tu
sierva. 18 Que no te pese darle por
libre, porque sirviéndote seis años,
te ha valido el doble del salario de
un jornalero, y Yave, tu Dios, te
bendecirá en cuanto hagas.
Los primogénitos.
(Exod. 13, 11-16; Núm. 13, 14-19.)
19 Consagrarás a Yave, tu Dios,
todos los pi imogénitos, todo primo¬
génito macho de tus vacas y ovejas;
no harás trabajar al primogénito
de tu vaca, ni esquilarás al primo¬
génito de tus ovejas, 20 sino que lo
comerás cada año, tú y tu familia,
delante de Yave, tu Dios, en el lugar
que el elija. 21 Pero si es defectuoso,
si ciego o cojo o con otro defecto,
no se lo ofrecerás en sacrificio a
Yave, tn Dios. 22 Lo comerás en
tus ciudades, como se come la gacela
o el ciervo; 23 pero no comerás la
sangre, la derramarás sobre la tierra
como el agua.
LAS TOES SOLEMNIDADES
ANUALES
(Exod. 12; 23, 14-16; 34, 18-23;
Lev. 23; Núm. 28 sig.)
La pascua.
-i 4 1 Guarda el mes de Abib, ce-
lebrando la pascua de Yave,
tu Dios; porque precisamente en el
mes de Abib te sacó Yave, tu Dios,
de Egipto, de noche. 2 Inmolarás la
pascua a Yave, tu Dios, de las crías
de las ovejas y de las vacas, en el
lugar que Yave, tu Dios, haya ele¬
gido para poner en él su nombre;
3 no comerás con ella pan fermentado,
sino que por siete días comerás pan
ácimo, el pan de la aflicción, porque
de prisa saliste de Egipto; para
que así te acuerdes toda tu vida del
día en que saliste de Egipto. 4 No
se verá levadura esos siete días en
toda la extensión de tu territorio,
y nada de la víctima que a la tarde
inmolares quedará para la noche
hasta la mañana siguiente. 5 No
sacrificarás la pascua en cualquiera
de las ciudades que te dará Yave,
tu Dios; 6 sólo en el lugar que Yave,
tu Dios, elija, para hacer habitar
en él su nombre, sacrificarás la pas¬
cua, a la tarde, al ponerse el sol, al
tiempo de tu salida de Egipto. 7 La
asarás y la comerás en el lugar que
Yave, tu Dios, elija, y de allí te vol¬
verás a la mañana siguiente, para irte
a tus tiendas. 8 Durante seis días come¬
rás pan ácimo, y el día séptimo será
la solemnidad de Yave, tu Dios,
y no harás en el trabajo alguno.
Pentecostés.
9 Contarás siete semanas; desde
el día en que comienza a meterse
la hoz en el trigo, comenzarás a contar
las siete semanas; 10 y celebrarás la
fiesta de las semanas en honor de
Yave, tu Dios, con ofrendas volun¬
tarias, que harás conforme Yave,
tu Dios, te haya bendecido. 11 Te
regocijarás en la presencia de Yave,
tu Dios, en el lugar que elija para
hacer habitar en él su nombre, tú y
tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sierva,
el levita que mora en tus ciudades,
así como el peregrino, el huérfano
y la viuda que habitan en medio
192
DEUTERONOMIO, 17
de ti. 12 Acuérdate de que siervo
fuiste en Egipto, y cuida de poner
en obra estos mandamientos.
La fiesta de los t-abernáculos.
13 Celebrarás la fiesta do los taber¬
náculos durante siete días, una vez
recogido el producto de tu era y de
tu lagar; 14 te regocijarás en esta
fiesta tú, tu hijo, tu bija, tu siervo
y tu sierva, así eomo el levita, el
peregrino, el huérfano y la viuda
que habitan en tu ciudad. 15 Cele¬
brarás la fiesta en honor de Yavc,
tu Dios, en el lugar que haya elegido,
para que Yave, tu Dios, te bendiga
en todas tus cosechas y en todo
trabajo de tus manos, y te darás
todo a la alegría.
16 Tres veces al año, todo varón
de entre vosotros se presentará de¬
lante *de Yave, vuestro Dios, en el
lugar que él haya elegido; en la
festividad de los ácimos, en la de las
semanas y en la de los tabernáculos;
y no se presentará ante Yave con las
manos vacías. 17 Cada cual hará sus
ofrendas, conforme a las bendiciones
que Yave, tu Dios, le haya otorgado.
La administración de justicia.
18 Te constituirás jueces y escri¬
bas, en todas las ciudades que Yave,
tu Dios, te dará, según tus tribus,
que juzguen al pueblo justamente.
19 No tuerzas el derecho, no hagas
acepción de personas, no recibas rega¬
los, porque los regalos ciegan los
ojos de los sabios y corrompen las
palabras de los justos. 20 Sigue estric¬
tamente la justicia, para que vivas
y poseas la tierra que te da Yave,
tu Dios.
Depresión de la apostadla.
21 No plantarás arboleda alguna
junto al altar que elevarás a Yave,
tu Dios; 22 ni alzarás cipos, que eso
lo detesta Yave, tu Dios.
'J Y 1 * * No sacrificarás a Yave, tu
Dios, buey ni oveja que tengan
defecto, porque es abominación ante
Yave, til Dios.
2 Si en medio de ti, en alguna de
las ciudades que Yave, tu Dios, te
da, hubiere hombre o mujer que hi¬
ciere lo que es malo a los ojos de
Yave, tu Dios, traspasando su alianza,
3 yéndose tras otros dioses para ser¬
virles > r postrarse ante ellos, ante el
sol o la luna o cualquier astro del
ejército de los cielos (1), cosa que
yo no he mandado; 4 cuando la cosa
llegue a ti, harás una escrupulosa
investigación: si el rumor es verda¬
dero y el hecho cierto, si se cometió
tal abominación en Israel, 5 llevarás
a tus puertas al hombre o mujer
que tal maldad ha cometido y los
lapidarás, hasta que mueran.
6 Sólo sobre palabra de dos o tres
testigos se condenará a muerte al
que haya de ser condenado; no será
condenado a muerte sobre la pala¬
bra de un solo testigo. 7 Las manos de
los testigos se alzarán las primeras
contra él, para hacerle morir, y
después seguirán las del pueblo. Has
de extirpar el mal de en medio de ti.
Diversas cnlcgorias de jueces.
8 Si una causa te resultare difícil
de resolver, entre sangre y sangre,
entre contestación y contestación,
entre herida V herida, objeto de liti¬
gio en tus puertas, te levantarás y
subirás al lugar que Yave, tu Dios,
haya elegido, 9 y te irás a los sacer¬
dotes hijos de Le vi, al juez entonces
en funciones, y le consultarás; él
te dirá la sentencia que haya de
darse, conforme a derecho. 10 Obra¬
rás según la sentencia que te hayan
dado en el lugar que Yave, ha ele¬
gido, y pondrás cuidado en ajus¬
tarte a lo que ellos te hayan ense¬
ñado. 11 Obrarás conforme a la ley
que ellos te enseñen y a la senten¬
cia que te hayan dado, sin apartarte
ni a la derecha ni a la izquierda,
de lo que te hayan dado a conocer.
12 El que, dejándose llevar de la
soberbia, no escuchare al sacerdote,
que está allí para servir a Yave,
tu Dios, o no escuchare al juez,
será condenado a muerte. 13 Así extir¬
parás el mal de en medio de Israel,
y tu pueblo, al saberlo, temerá, y no
se dejará llevar de la soberbia.
(i) El cubo de los astros no era propio
de las religiones cananeas. Lo era más bien
de las caldeas, cuyo influjo se dejó también
sentir en Palestina.
193
DEUTERONOMIO, 18
El rey.
14 Cuando hayas entrado en la
tierra que Yave, tu Dios, te da, y
te hayas posesionado de ella y esta¬
blecido en ella til morada; si te dices:
Voy a poner sobre mí un rey, como
lo tienen todas las naciones, que me
rodean; 15 pondrás sobre ti el rey
que Yave, tu Dios, elija; uno de tus
hermanos tomarás para hacerle rey
sobre ti; no podrás darte por rey un
extranjero, que no sea tu hermano;
16 pero que no tenga gran número
de caballos, ni pretenda volver al
pueblo a Egipto; porque Yave, tu
Dios, ha dicho: no volváis nunca
jamás allá por ese camino. 17 Que no
tenga mujeres en gran número, para
que no se desvíe; ni grandes cantida¬
des de plata y oro. 18 En cuanto se
siente en el trono de su realeza, escri¬
birá para sí en un libro una copia de
esta ley, en presencia de los sacer¬
dotes levitas. 19 Lo tendrá consigo
y lo leerá todos los días de su vida,
para que aprenda a temer a Yave,
su Dios, y a guardar todas las pala¬
bras de esta ley y todos estos man¬
datos, y los ponga por obra, 20 para
que no se alce su corazón sobre el
de sus hermanos, y no se aparte ni
a la derecha ni a la izquierda, y así
prolongue los días de su reinado, él
y sus hijos, en medio de Israel.
Los sacerdote*.
J g 1 * Los sacerdotes levitas, toda
la tribu de Leví, no tendrán
parte y heredad con Israel; se man¬
tendrán de los sacrificios de combus¬
tión a Yave y de la heredad de éste.
2 No tendrán heredad en medio de
sus hermanos; Yave es su heredad,
como él se lo ha dicho. 3 Estos serán
los derechos de los sacerdotes sobre
el pueblo, sobre aquellos que ofrez¬
can en sacrificio un buey o una oveja:
se dará al sacerdote el brazuelo, las
mandíbulas y el cuajar. 4 También
le darás las primicias de tu trigo,
de tu mosto y de tu aceite, y las
primicias del esquileo de tus ovejas;
6 porque a él ha elegido Yave, tu
Dios, de entre todas las tribus, para
estar ante él y ministrar en nombre
de Yave, él y sus hijos por siempre.
8 Si un levita sale de alguna de tus
ciudades de todo Israel, donde pere¬
grinó, para venir con todo el deseo
de su alma al lugar que Yave elija,
7 ministrará en nombre de Yave, su
Dios, como todos sus hermanos, los
levitas, que allí estén delante de
Yave, 8 y comerá una porción igual
a la de los otros, excluyendo a los
sacerdotes de la iniquidad y a los
magos.
Los profetas.
9 Cuando hayas entrado en la tie¬
rra que Yave, tu Dios, te da, no
imites las abominaciones de esas na¬
ciones, 10 y no haya en medio de
ti quien haga pasar por el fuego a
su hijo o a su hija, ni quien se dé
a la adivinación ni a la magia, ni
a hechicerías 11 y encantamientos;
ni quien consulte a encantadores, ni
a espíritus, ni a adivinos, ni pregunte
a los muertos. 12 Es abominación
ante Yave cualquiera que esto hace,
y precisamente por tales abomina¬
ciones arroja Yave, tu Dios, de de¬
lante de ti a esas gentes. 13 Sé puro
ante Yave, tu Dios. 14 Esas gentes
que vas a desposeer consultan a he¬
chiceros y adivinos, pero a ti nada
de eso te permite Yave, tu Dios.
15 Yave, tu Dios, te suscitará de en
medio de ti, de entre tus hermanos,
un profeta como yo; a él le oirás,
1 10 precisamente como a Yave, tu
Dios, pediste en el Horeb, el día
de la congregación, diciendo: Que
no oiga yo la voz de Yave, mi Dios,
y no vea este gran fuego, para no
morir. 17 Entonces me dijo Yave:
Dicen bien, hablando así. 18 Yo les
suscitaré de en medio de sus her¬
manos un profeta, como tú, pondré
en su boca mis palabras, y él les co¬
municará todo cuanto yo le mande.
19 A quien no escuchare las palabras
que él dirá en mi nombre, yo le pe¬
diré cuenta. 20 Pero el profeta que
ose decir en nombre mío lo que yo
no le haya mandado decir, o hable
en nombre de otros dioses, ha de
morir. 21 Y si te dices en tu corazón:
¿cómo voy a conocer yo la palabra
que no ha dicho Yave? 22 Cuando un
profeta te hable en nombre de Yave,
si lo que dijo no se cumple, no se
realiza, es cosa que no ha dicho
Yave; en su presunción habló el pro¬
feta, no le temas (1).
(i) Se refiere aquí el legislador, no a un
profeta particular y determinado, sino a una
verdadera institución, como es la de la ju-
13
194
DEUTER0N0M10, 19, 20
Ciudades de refugio.
1 Q 1 Cuando Yave, tu Dios, haya
V- exterminado las naciones cuya
tierra te da, y las hayas desposeído
y habites en sus ciudades y en sus
casas, 2 te separarás tres ciudades de
en medio de la tierra que Yave, tu
Dios, te da en posesión; 3 allanarás
los caminos y dividirás en tres re¬
giones el territorio que Yave, tu
Dios, te da en heredad, para que
todo homicida pueda refugiarse en
esas ciudades. 4 He aquí el caso en
que el homicida que allí se refugie
tendrá salva la vida: Si mató a su
prójimo sin querer, sin que antes
fuera enemigo suyo, ni ayer ni ante¬
ayer. 5 Así, si uno va a cortar leña
en el bosque con otro, y mientras
maneja con fuerza el hacha para
derribar el árbol, salta del mango el
hierro y da a su prójimo y le mata,
ése huirá a una de las ciudades y
tendrá salva la vida. 6 Si no, el ven¬
gador de la sangre perseguiría en su
furor al homicida, y si el camino
era demasiado largo, le alcanzaría y
le heriría de muerte; y sin embargo,
esc hombre no merecía la muerte,
pues que ni de ayer ni de anteayer
tenía odio. 7 Por eso te doy este
mandato; Separa tres ciudades; 8 y
si Yave, tu Dios, ensancha tus fron¬
teras, como a tus padres se lo ha
jurado, y te da toda la tierra que
a tus padres juró darte, 9 siempre
que guardes y pongas por obra todos
los mandamientos que yo te pres¬
cribo hoy, amando a Yave, tu Dios,
y siguiendo todos sus caminos, aña¬
dirás a esas tres, otras tres ciudades,
10 para que no sea derramada sangre
inocente en medio de la tierra que
Yave, tu Dios, te da por heredad, y
no caiga sangre sobre ti. 11 Pero si
uno que odiaba a su prójimo le ace¬
chare, se echare sobre él y le hiere
mortalmentc y huye a una de esas
ciudades, 12 los ancianos de la ciudad
le mandarán prender y le entregarán
en manos del vengador de la sangre,
para que muera. 13 No tendréis pic-
dicatura, la del sacerdocio y la de la realeza.
Comprende a todos los profetas que en el trans¬
curso del tiempo mandará Dios a su pueblo;
pero no se excluye, antes por modo cspecialf-
simo se incluye, al profeta por antonomasia,
el Mesías. Uno de los fines de esta institución
es apartar al pueblo de acudir a hechiceros y
adivinos, como acostumbraban los cananeos,
y en general los gentiles.
dad de él, quitarás de Israel sangre
inocente y prosperarás.
14 No moverás los términos de tu
prójimo de donde los pusieron los
antepasados en la heredad de tu
propiedad, en la tierra que Yave,
tu Dios, va a darte en posesión.
La prueba testifical.
15 Un solo testigo no vale contra
uno en cualquier delito o en cual- I
quier pecado, cualquiera que sea el I
pecado. En la palabra de dos o tres I
testigos se apoyará siempre la cosa. I
16 Si surgiere contra uno un testigo <
malo, acusándole de un delito, 17 los I
dos interesados en la causa se prc- "
sentarán ante Yave, ante el saccr- ]
dote 18 y los jueces en funciones en ¿
ese tiempo, quienes, si después de I
una escrupulosa investigación, ave¬
riguasen que el testigo, mintiendo,
había dado falso testimonio contra su I
hermano, 19 le castigarán haciéndole
a él lo que él pretendía se hiciese I
con su hermano; así quitarás el mal I
de en medio de Israel. 20 Los otros, I
al saberlo, temerán y no cometerán I
esa mala acción en medio de ti; 21 no 1
tendrá tu ojo piedad: vida por vida, I
ojo por ojo, diente por diente, mano I
por mano, pie por pie
La guerra.
»)A 1 Cuando hagas la guerra a tus I
enemigos, al ver los caballos y I
los carros de un pueblo más pode- I
roso que tú, no los temerás; porque j
Yave, tu Dios, que te sacó de Egipto, I
está contigo. 2 Cuando se vaya a I
dar la batalla, avanzará el sacerdote I
y hablará al pueblo, 3 y le dirá: I
jOyc, Israel! Hoy vais a dar la bata- I
lia a vuestros enemigos; que no des- I
fallezca vuestro corazón; no temáis, I
no os asustéis ni os aterréis ante I
ellos; 4 porque Yave, vuestro Dios, ]
marcha con vosotros, para combatir
con vosotros contra vuestros enemi- I
gos, y él os salvará. 6 Luego hablarán I
al pueblo los escribas, diciendo: ¿Quién
ha construido una casa nueva y no
la ha estrenado? Que se vaya y vuel- 1
va a su casa, no muera en "la batalló I
y sea otro el que la estrene. 6 ¿Quién
ha plantado una viña y no la ha
vendimiado todavía? Que se vaya y
vuelva a su casa, no sea que muera
DEUTERONOMIO, 21
n>:>
en la batalla y la vendimie otro.
7 ¿Quién se ha desposado con una
mujer y todavía no la ha tomado?
Que se vaya y vuelva a su casa, no
sea que muera en la batalla y la tome
otro. 8 Los escribas seguirán hablando
al pueblo y le dirán: ¿Quien tiene
miedo y siente desfallecer su cora¬
zón? Que se vaya y vuelva a su casa,
para que no desfallezca como el suyo
el corazón de sus hermanos (1).
9 Cuando los escribas hayan acabado
de hablar al pueblo, los jefes de las.
tropas pasarán lista del pueblo por
cabezas.
10 Cuando te acercares a una ciu¬
dad para atacarla, le brindarás la
paz. 11 Si la acepta y te abre, la
gente de ella será hecha tributaria
y te servirá. 12 Si en vez de hacer
paces contigo quiere la guerra, la
sitiarás; 13 y cuando Yave, tu Dios, la
pusiere en tus manes, pasarás a
todos los varones al filo de la espada;
14 pero las mujeres, los niños y los
ganados y cuanto haya en la ciudad,
todo su botín, lo tomarás para ti
y podrás comer los despojos de tus
enemigos, que Yave, tu Dios, te da.
19 Así harás con todas las ciudades
situadas lejos de ti, que no sean de
las ciudades de estas gentes (2).
16 Pero en las ciudades de las gentes
que Yave, tu Dios, te da por here¬
dad, no dejarás con vida a nada de
cuanto respira; 17 darás al anatema
esos pueblos, a los jéteos, amorreos,
canancos, fereceos, jcveos y jebu-
scos, como Yave, tu Dios, te lo lia
mandado, 18 para que no aprendáis
a imitar las abominaciones a que
esas gentes se entregan para con sus
dioses, y no pequéis contra Yave,
vuestro Dios.
19 Si para apoderarte de una ciu¬
dad enemiga tienes que hacer un
largo asedio, no destruyas la arbole¬
da, metiendo en ella el hacha; come
sus frutos y no los tales, que no es
un hombre el árbol del campo, para
que pueda reforzar la defensa contra
ti. 20 Los árboles que veas que no
(r) Aunque la ley del servicio militar era
universal, pénense aquí estas excepciones, para
el momento mismo en que se va a dar la batalla,
y parecen tender todas a’retirar de en medio
de las tropas a los que pudieran ser causa de
desmoralización y cobardía.
(2) Esta era entonces la ley común de la
guerra; como el servicio de las armas en todos
aquellos pueblos era universal, todos los varo¬
nes en edad de empuñarlas eran combatientes.
son de fruto podrás destruirlos y de¬
rribarlos, para hacer ingenios con que
combatir a la ciudad en guerra con¬
tigo, hasta que caiga.
Expiación del homicidio cometido
por mano desconocida,
A 1 2 Si en la tierra que Yave, tu
Dios, te da en posesión, fuere
encontrado un hombre muerto en el
campo, sin que se sepa quien lo mató,
2 tus ancianos y los jueces irán a
medir las distancias del lugar donde
esté el cadáver, hasta las ciudades
del contorno. 3 Los ancianos de la
ciudad más cercana al lugar del ca¬
dáver tomarán una becerra que no
haya trabajado, que no haya llevado
sobre sí el yugo, 4 y la llevarán a
un valle inculto, que nunca haya
sido arado ni sembrado; y allí, en
el valle, la degollarán. 5 Entonces
vendrán los sacerdotes, hijos de Lcví,
porque a ellos los eligió Yave, tu
Dios, para que le sirvan, y para ben¬
decir el nombre de Yave, y por su
palabra ha de decidirse toda contes¬
tación y toda percusión. 6 Vendrán
todos los ancianos de la ciudad que
esté más cerca del muerto, y lavarán
sus manos sobre la becerra degollada
en el valle, 7 y responderán diciendo:
«No han derramado nuestras manos
esta sangre, ni lo han visto nuestros
ojos; 8 expía a tu pueblo Israel a
quien redimiste, oh Yave, y no im¬
putes la sangre inocente a tu pueblo
Israel.» Y la sangre les será per¬
donada. 9 Así quitarás de en medio
de ti la sangre inocente, y harás lo que
es recto a los ojos de Yave (1).
Las mujeres apresadas en la
11 erra.
10 Cuando hagas la guerra a los
pueblos enemigos, y Yave, tu Dios,
te los dé en tus manos y hagas cau¬
tivos; 11 si entre ellos vieres a una
mujer hermosa y la deseas, la toma¬
rás por mujer; 12 la entrarás en tu
casa, y ella se raerá la cabeza y se
(1) Tan grave delito se considera el homi¬
cidio, que, cuando no puede ser descubierto
el autor, cuantos por estar cerca del lugar en
que se cometió pudieran creerse complicados,
manda la ley que se purguen de la responsa¬
bilidad, mediante el juramento dado por sus
representantes.
196
DEUTERONOMIO, 22
cortará las uñas, 13 y quitándose los
vestidos de su cautividad quedará en
tu casa; llorará a su padre y a su
madre por tiempo de un mes (1);
después entrarás a ella y serás su
marido y ella será tu mujer. 14 Si
después te desagradare, le darás la
libertad y no la venderás por dinero
ni la maltratarás, pues tú la humi¬
llaste.
Derechos del primogénito.
15 Cuando un hombre tenga dos
mujeres, la una amada, la otra abo¬
rrecida, si la amada y la aborrecida
le dieran hijos y el primogénito fuere
de la aborrecida, 16 el día en que dis¬
tribuya sus bienes entre sus hijos
no podrá dar a los hijos de la amada
el derecho de la primogenitura con
preferencia al de la aborrecida, si
éste es el primogénito; 17 mas habrá
de reconocer por primogénito al hijo
de la aborrecida, dándole de sus bie¬
nes dos tantos, porque es el primogé¬
nito de su robustez, y suyo es el
derecho de la primogenitura.
in hijo rebelde.
18 Cuando uno tenga un hijo indó¬
cil y rebelde, que no obedece la voz
de su padre ni la de su madre, y
aun castigándole no los obedece, 19 lo
cogerán su padre y su madre y lo
llevarán a los ancianos de su ciudad;
y a la puerta de ella, 20 dirán a los
ancianos de la ciudad: «Este hijo
nuestro es indócil y rebelde y no
obedece nuestra voz; es un desenfre¬
nado y un borracho»; 21 y le lapida¬
rán todos los hombres de la ciudad.
Así quitarás el mal de en medio de
ti, y todo Israel, al saberlo, temerá.
ahorcado es maldición de Dios, y no
has de manchar la tierra que Yave,
tu Dios, te da en heredad (1).
Las cosas perdidas.
(Exod. 23, 4-9.)
1 Si encuentras perdidos el buey
— — o la oveja de tu hermano, no te
retires, llévaselos a tu hermano. 2 Si
tu hermano habita lejos de ti y no
le conoces, recoge al animal en tu
casa y tenlo contigo hasta que tu
hermano venga a buscarlo, y devuél¬
veselo. 3 Lo mismo harás con su asno,
con su manto y con todo cuanto
perdido encontrares. 4 Si ves el asno
de tu hermano o su buey caído en el
camino, no te desentiendas, ayúdale
a levantarlo.
Prohibición de ciertos usos.
6 No llevará la mujer vestidos de 1
hombre, ni el hombre vestidos de
mujer, porque el que tal hace es
abominación a Yave, tu Dios.
6 Si en tu camino encuentras un
nido de pájaros, en un árbol o en
tierra, con pollos o con huevos y 1
la madre sobre ellos, no cojas la
madre con los pollos; 7 deja libre a
la madre, y no cojas más que los I
pollos, para que seas dichoso y vivas
largos años.
8 Cuando construyas una casa nue¬
va, pondrás un pretil en derredor de
tu terrado; no eches sangre sobre tu
casa, si alguien se cayera de él.
Mescolanzas prohibidas.
(Lev. 19, 19.)
El cadáver del ajusticiado.
22 Cuando uno que cometió un de¬
lito digno de la muerte, sea muerto
colgado de un madero, 23 su cadáver
no quedará en él la noche, no dejarás
de enterrarle el día mismo, porque el ]
(i) Esta cautiva de guerra pasa de su
nación a una nación nueva, cosa en cierto modo
equivalente a la muerte. para su nación, y por
eso ha de despojarse de cuanto recuerda su
nación propia.
9 No siembres en tu viña simientes
de dos clases, porque todo sería de¬
clarado cosa santa, lo sembrado y el
producto de la viña.
10 No ares con buey y asno unci¬
dos juntos.
11 No lleves vestido tejido de lana
y de lino juntamente.
12 Te luirás borlas en las cuatro
puntas del vestido con que te cubras.
(i) Un cadáver, ya por sí, es un foco de
impureza. Lo es mucho más el dei ajusticiado,
por razón de su crimen.
197
DEUTERONOMIO, 23
Delitos de los cónyuges y sus
penas.
13 Si un hombre, después de haber
tomado mujer y haber entrado a
ella, la aborreciere 14 y la imputare
falsamente delitos y la difamase, di¬
ciendo: «He tomado a ésta por mujer,
y cuando a ella entré no la hallé
virgen»; 15 el padre y la madre de
ella tomarán las pruebas de su vir¬
ginidad y las presentarán a los an¬
cianos de la ciudad en las puertas.
16 El padre de la joven dirá: «Yo he
dado por mujer mi hija a este hom¬
bre, y él, habiéndola aborrecido, le
imputa cosas deshonrosas, 17 dicien¬
do: no la he hallado virgen. Ahí están
las pruebas de la virginidad de mi
hija», y desplegarán la sábana ante
los ancianos de la ciudad. 18 Estos
cogerán al hombre y le castigarán;
19 le impondrán una multa de cien
sidos de plata, que entregarán al
padre de la joven, por haber espar¬
cido la difamación de una virgen de
Israel; tendrá que tomarla por mujer,
y nunca en la vida podrá repudiarla.
20 Pero si la acusación fuera verdad
habiéndose hallado no ser virgen la
joven, 21 la llevará a la entrada de
la casa de su padre, y las gentes de
la dudad la lapidarán hasta matarla,
por haber cometido una infamia en
Israel, prostituyéndose en la casa
paterna; así quitarás el mal de en
medio de ti.
22 Si un hombre fuere cogido ya¬
ciendo con una mujer casada, serán
muertos los dos, el hombre que yació
con la mujer, y la mujer. Así quita¬
rás el mal de en medio de Israel.
23 Si una joven virgen se desposa a
un hombre y encontrándola en tanto
otro en la ciudad, yace con ella,
24 los llevaréis a los dos a las puertas
de la ciudad y los lapidaréis hasta
matarlos; a la joven, por no haber
gritado en la ciudad; al hombre, por
haber deshonrado a la mujer de su
prójimo. 25 Pero si fué en el campo
donde el hombre encontró a la joven
desposada, y haciéndola violencia
yació con ella, será sólo el hombre
el que muera. 26 A ella nada le harás;
no hay en ella reato de muerte, por¬
que es como si un hombre se arroja
s >bre otro y le mata, el caso es
igual. 27 Cogida en el campo, la
joven gritó, pero no había nadie que
la socorriese. 28 Si un hombre en¬
cuentra a una joven virgen, no des¬
posada, la coge y yace con ella y
fueren sorprendidos, 29 el hombre
que yació con ella dará al padre de
la joven cincuenta sidos de plata, y
ella será su mujer, por haberla él
deshonrado, y no podrá repudiarla
en su vida.
30 Nadie tomará mujer de su padre,
ni levantará la cubierta del lecho
paterno.
Inclusión y exclusión de la comu¬
nidad de Israel.
ayo 1 No será admitido en la asam-
blea de Yave aquel cuyos órga¬
nos genitales hayan sido aplastados
o amputados.
2 El fruto de una unión ilícita no
será admitido en la samblea de Yave;
ni aun a la décima generación entrará.
3 Amonitas y moabitas no serán
admitidos, ni aun a la décima gene¬
ración; no entrarán jamás, 4 porque
no vinieron a vuestro encuentro con
el pan y el agua al camino, cuando
salisteis de Egipto, y porque trajeron
contra ti a Balam, hijo de Beor, de
Petur, de Aram Naharaim, para que
te maldijera; 5 aunque Yave, tu Dios,
no quiso oír a Balam y mudó su mal¬
dición en bendición, porque Yave,
tu Dios, te ama. 6 No buscarás su
amistad ni cuidarás de su bienestar,
jamás en los días de tu vida. 7 No
detestes al edomita, porque es her¬
mano tuyo; no detestes al egipcio,
porque peregrino fuiste en su tierra:
8 sus hijos, a la tercera generación,
podrán ser admitidos en la asamblea
de Yave.
Limpieza en los campamentos.
9 Cuando salgas en guerra contra
tus enemigos, guárdate de toda cosa
mala. 10 Si hubiere alguno impuro
por accidente nocturno, sálgase fuera
del campamento 11 y no entre hasta
que, al caer de la tarde, se bañe en
agua. A la puesta del sol podrá entrar
en el campamento.
12 Tendrás fuera del campamento
un lugar donde agacharte, para hacer
tus necesidades, 13 llevando a más
de las armas un palo, con el que
harás un hoyo para agacharte; y
después de haberte agachado taparás
tus excrementos; 14 porque Yave, tu
Dios, anda en medio de tu campa-
lux DEUTERONOMIO. 24
mentó para protegerte y entregar en
tu poder a tus enemigos, y tu cam¬
pamento debe ser santo, para que
Ya ve no vea en ti nada de indecente
y no aparte de ti sus ojos.
Humanidad.
15 No entregarás a su amo un es¬
clavo huido, que se haya refugiado
en tu casa. 16 Tenlc contigo en medio
de tu tierra, en el lugar que él elija,
en una de tus ciudades, donde bien
le viniere, sin causarle molestias (1).
17 Que no haya prostituta de entre
las hijas de Israel, ni prostituto de
entre los hijos de Israel. 18 No lleves
a la casa de Yave ni la merced de
una ramera ni el precio de un perro,
para cumplir un voto, que lo uno y
lo otro es abominación para Yave,
tu Dios.
19 No exijas de tus hermanos inte¬
rés alguno, ni por dinero ni por ví¬
veres, ni por nada de lo que con usura
se presta. 20 Puedes exigírselo al ex¬
tranjero, pero no a tu licrinan o, para
que Yave, tu Dios, te bendiga cu
todas tus empresas, en la tierra en
(jue vas a entrar para poseerla.
21 Cuando hicieres un voto a Yave,
tu Dios, no retardes el cumplirlo;
pues Yave, tu Dios, de cierto te pe¬
dirá cuenta de ello y cargarías con
un pecado. 22 Si no haces voto, no
cometes pecado; 23 pero la palabra
salida de tus labios, la mantendrás
y la cumplirás conforme al voto libre¬
mente hecho a Yave, tu Dios, que
tu boca pronunció.
24 Si entras cu la viña de tu pró¬
jimo, podrás comer uvas hasta saciar
tu apetito, pero no guardarlas en re¬
cipiente alguno tuyo.
25 Si entras en la mies de tu pró¬
jimo, podrás coger unas espigas con
la mano, pero no meter la hoz en la
mies de tu prójimo.
El repudio.
*}A 1 Si un hombre toma una mujer,
y es su marido, y ésta luego no
le agrada, porque lia notado en ella
algo de torpe, le escribirá el libélo
(i) En contraposición con el derecho de
otros pueblos, entre cüos el romano, se manda
respetar la libertad de quien huyendo de su
amo la recobró.
de repudio, y poniéndoselo en la
mano, la mandará a su casa. 2 * * * * Una
vez que de la casa de él salió, podrá
ella ser mujer de otro hombre (1). i
3 Si también el segundo marido la ’
aborrece, y le escribe el libelo de re¬
pudio, y poniéndoselo en la mano, la
manda a su casa, o si el segundo ma¬
rido que la tomó por mujer muere, j
4 no podrá el primer marido volver
a tomarla por mujer, después de ha¬
berse ella manchado, porque esto
es una abominación para Yave, y 1
no has de llevar el pecado a la tierra
que Yave, tu Dios, te da en heredad.
5 Cuando un hombre sea recién 1
casado, no irá a la guerra ni se le
ocupará en cosa alguna: quede libre I
en su casa durante un año, para con¬
tentar a la mujer que tomó.
Equidad, humanidad y mode¬
ración.
6 No tomarás en prenda las dos
piedras de una muela, ni la piedra '
de encima de ella, porque es tomar I
la vida en prenda.
7 Si se descubriere que alguno se¬
cuestró a sn hermano de entre los I
hijos de Israel para liaeerle esclavo, I
o que le vendió, el ladrón será con¬
denado a muerte. Quitarás el mal
de* en medio de ti.
8 Ten cuidado con la plaga de la
lepra, guardando escrupulosamente y
cumpliendo cuanto te digan los saeer- j
dotes levitas; todo cuanto yo les *
he prescrito, lo pondréis escrúpulo- I
sámente por obra. 9 Acuérdate de 1
lo que con María hizo Yave, tu Dios, 1
durante el camino, a la salida de
Egipto.
10 Si prestas algo a tu prójimo, no
entrarás en su casa para tomar
prenda; 11 esperarás fuera de ella
a que el deudor te saque fuera la
prenda.
12 Si éste es pobre, no te acostarás I
sobre la prenda, 13 se la devolverás I
al ponerse el sol, para que él se acueste I
sobre su vestido y te bendiga, y esto
será para ti justicia ante Yave, tu
Dios.
(i) La ley tiende a impedir la separación
de los cónyuges; por eso prescribe que se entre¬
gue a la mujer el repudio por escrño, no sólo
para que tenga ésta una prueba de su libertad,
sino para dar lugar a que intervenga el escriba,
que pueda procurar la reconciliación.
DEUTERONOMIO, 25, 26
19 <
14 No oprimas al mercenario pobre
c indigente, sea uno de tus hermanos,
sea uno de los peregrinos que moran
en tu tierra, en tus ciudades. 15 Dale
cada día su salario, sin dejar pasar
sobre esta deuda la puesta del sol,
porque es pobre y lo necesita. De
otro modo clamaría a Yavc contra
ti V tú cargarías cQn un pecado.
16 No morirán los padres por la
culpa de los hijos, ni los hijos por
la culpa de los padres; cada uno sea
condenado a muerte por pecado
suyo (1).
17 No liagás injusticia al peregrino
ni al huérfano, ni tomes en prenda
las ropas de la viuda. 18 Acuérdate
de que esclavo fuiste en Egipto,
y de que Yavc, tu Dios, te libró;
por eso te mando hacer así.
19 Cuando en tu campo siegues tu
mies, si olvidas alguna gavilla, no
vuelvas a buscarla; déjala para el
peregrino, el huérfano y la viuda,
para que te bendiga Yavc, tu Dios,
en todo trabajo de tus manos. j
20 Cuando sacudas tus olivos, no
hagas tras de ti rebusco en sus ramas;
déjalos para el peregrino, el huér¬
fano y la viuda. 21 Cuando vendimies
tu viña, no hagas en ella rebusco;
déjalo para el peregrino, el huérfano
y la viuda. 22 Acuérdate de que
esclavo fuiste en Egipto, y por eso
te mando hacer así.
1 Si cuando entre algunos hu-
hiere pleito, y llegado el juicio,
absolviendo los jueces al justo y
condenando al reo, 2 fuere el delin¬
cuente condenado a la pena de azotes, 1
el juez le hará echarse en tierra y
le hará azotar conforme a su delito,
llevando cuenta de los azotes, 3 pero
no le hará dar más de cuarenta, no
sea que pasando mucho de este nú¬
mero, quede tu hermano afrentado
ante ti.
4 No pongas bozal al buey que
trilla.
Ley del levirato..
5 Cuando dos hermanos habitan
uno junto al otro, y uno de los dos
muere sin dejar hijos, la mujer del
muerto no se casará fuera con un
extraño; su cuñado irá a ella y la
tomará por mujer, 8 y el primogé¬
nito que de ella tenga se alzará en
el nombre del hermano muerto, para
que su nombre no desaparezca de
Israel. 7 Si el hermano se negase a
tomar por mujer a su cuñada, subirá
ésta a la puerta, a los ancianos, y
les dirá: «Mi cuñado se niega a sus¬
citar en Israel el nombre de su her¬
mano; no quiere cumplir su obli¬
gación de cuñado, tomándome por
mujer.» 8 Los ancianos de la ciudad
le liarán venir y le hablarán. Si
persiste en la negativa, y dice: «No
me agrada tomarla por mujer»; 9 su
cuñada se acercará a él en presencia
de los ancianos, le quitará del pie
un zapato y le escupirá en la cara,
diciendo: «Esto se hace con el hom¬
bre que no sostiene la casa de su
hermano.» 10 Y su casa será llamada
en Israel la casa del descalzado.
Honestidad.
11 Si mientras riñen dos hombres
uno con otro, la mujer del uno, inter¬
viniendo para librar a su marido de
las manos del que le golpea, cogiere
a éste por las partes vergonzosas,
12 le cortarás las manos sin piedad.
13 No tendrás en tu bolso pesa
grande y pesa chica.
14 No tendrás en tu casa dos efas,
uno grande y otro chico. 15 Tendrás
pesas cabales y justas, y efas cabales
y justos, para que se alarguen tus
días sobre la tierra que Ya ve, tu
Dios, te da. 16 Porque es abomina¬
ción para Yavc, tn Dios, quien eso
hace, cometiendo una iniquidad.
17 Acuérdate de lo que te hizo
Amalee en el camino, a la salida de
Egipto; 18 cómo sin temor de Dios
te asaltó en el camino, y cayó sobre
los rezagados que venían detrás de
ti, cuando ibas tú cansado y fati¬
gado. 19 Cuando Yavc, tu Dios, te
dé el reposo, librándote de todos tus
enemigos en derredor, en la tierra
que él te da en heredad, para que
la poseas, extinguirás la memoria
de Amalee de debajo del cielo; no
lo olvides.
Primicias y décimas.
(i) Esta ley, enteramente justa, se opone
a la entonces muy general, de hacer pagar a
justos por pecadores, y que aun hoy es ley de
los que se dejan dominar por la pasión y la
barbarie.
(14, 22-29; Núm. 18.)
O/L 1 Cuando hubieres entrado en
la tierra que Yavc, tu Dios, te
dá por heredad, y tomares posesión
2U0
DEUTERONOMIO, 27
de ella y te establecieres, 2 tomarás
una parte de las primicias de todos
los productos de tu suelo, que coseches
en la tierra que Yuve, tu Dios, te da,
y poniéndola en una cesta, irás al
lugar que Yave, tu Dios, haya ele¬
gido para establecer en él su nombre.
2 Te presentarás al sacerdote enton¬
ces en funciones, y le dirás: «Yo
reconozco hoy ante Yave, tu Dios
que he entrado en la tierra que
Yave juró a nuestros padres darnos.»
4 El sacerdote recibirá de tu mano la
cesta y la pondrá delante del altar
de Yave, tu Dios; 6 y tomando de
nuevo la palabra, dirás: «Un arameo
errante fuá mi padre, y bajó al Egipto
en corto número para peregrinar
allí, y creció hasta hacerse gran
muchedumbre, de mucha y robusta
gente. 6 Afligiéronnos los egipcios y
nos persiguieron, imponiéndonos rudí¬
simas cargas, 7 y clamamos a Yave,
Dios de nuestros padres, que nos oyó
y miró nuestra humillación, nuestro
trabajo y nuestra angustia, 8 y nos
sacó de Egipto con mano poderosa
y brazo tendido, en medio de gran
pavor, prodigios y portentos, 9 y
nos introdujo en este lugar, dándonos
una tierra que mana leche y miel.
10 Por eso ofrezco ahora las primicias
de la tierra que Yave me ha dado»;
y las dejarás ante Yave, tu Dios;
y adorado Yave, tu Dios, 11 te rego¬
cijarás con los bienes que Yave, tu
Dios, te ha dado a ti y a tu casa,
tú y el levita y el peregrino que mora
en medio de ti. 12 Cuando hubieres
acabado de separar la décima de los
frutos de tus campos, el año ter¬
cero, año de doble décima, darás de
ella al levita, al peregrino, al huér¬
fano y a la viuda, para que coman
y se sacien en tu ciudad, 13 y dirás
ante Yave, tu Dios: «He tomado
de mi casa lo santo, y se lo he dado
al levita, al peregrino, al huérfano
y a la viuda, conforme a lo que me
has mandado; no he traspasado tus
mandatos ni los he olvidado; 14 no
he comido nada de ello impíamente;
no he consuinidonada inmundamente,
no lo he dado a los muertos; he obe¬
decido la voz de Yave, mi Dios, y
en todo he hecho lo que tú ine has
mandado; 15 mira desde tu santa
morada, desde los cielos, y bendice
a tu pueblo, Israel, y la tierra que
nos lias dado, como juraste a nues¬
tros padres, la tierra que mana leche
y miel.»
16 Hoy Yave, tu Dios, te manda
que pongas por obra estos preceptos,
y mandatos, que los guardes y prac¬
tiques con todo tu corazón y toda
tu alma. 17 Hoy has hecho que Yave
te diga que él será tu Dios; y has
prometido seguir sus caminos, guar¬
dar sus leyes, sus mandamientos, sus
preceptos, y obedecer su voz. 18 Yave
te ha dicho hoy que serás para él
un pueblo singular, como ya te lo
había dicho antes, guardando todos
sus mandamientos; y dándote el Altí¬
simo, sobre todas las naciones que
él ha hecho, la superioridad en gloria,
en fama y en esplendor, para que
vengas a ser un pueblo santo para
Yave, tu Dios, como El te lo ha
dicho.
TKKCEH
Solemne promulgación de la ley.
cyH 1 Moisés, con todos los anda-
L nos de Israel, dió al pueblo
esta orden: «Guardad todo el manda¬
miento que yo os prescribo hoy,
2 Cuando hayáis pasado el Jordán,
a la tierra que Yave, tu Dios, te
da, levantarás grandes piedras, que
revocarás de cal, 3 y escribirás en
ellas todas las palabras de esta le}*,
apenas hayas pasado para llegar a
la tierra (pie Yave, tu Dios, te da,
tierra que mana leche y miel, como
Yave, tu Dios, se lo prometió a tus
padres. 4 Cuando paséis el Jordán
alzaréis esas piedras, como yo te lo
mando hoy, sobre el monte Ebal,
y las revocarás con cal. 6 Alzarás
allí un altar a Yave, un altar de pie¬
dras a las que no haya tocado el
hierro; alzarás con piedras brutas el
altar a Yave, tu Dios, y ofrecerás sobre
él holocaustos a Yave, tu Dios; 7 le
ofrecerás sacrificios pacíficos, y allí
comerás y te regocijarás ante Yave,
tu Dios; 8 escribirás sobre esas pie¬
dras todas las palabras de esta ley,
con caracteres bien claros.
9 Moisés y los sacerdotes levitas
hablaron a todo Israel, diciendo:
Guarda silencio, Israel, y escucha:
Hoy eres el pueblo de Yave, tu Dios.
10 Obedece, pues, la voz de Yave,
tu Dios, y pon por obra sus manda¬
mientos y sus leyes, que yo hoy
te prescribo.
DEUTERONOMIO. 28
20
Maldiciones.
11 El mismo día dió Moisés al
pueblo esta orden: 12 Cuando hayáis
pasado el Jordán, Simeón, Leví, Judá,
Isacar, José y Benjamín, se estarán
sobre el monte Garizín, para la ben¬
dición del pueblo; 13 los otros, Rubén,
Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí,
sobre el monte Ebal, para la maldi¬
ción. 14 Los levitas alzarán la voz,
y en voz alta dirán a todos los hom¬
bres de Israel: 15 ¡Maldito quien
haga escultura o imagen fundida,
abominación a Yave, obra de artí¬
fice, y la ponga en lugar oculto! Y
todo el pueblo responderá: Amén.
16 Maldito quien deshonre a su
padre y a su madre; y todo el pueblo
responderá: Amén.
17 Maldito quien reduzca los tér¬
minos de su prójimo; y todo el pueblo
responderá: Amén.
18 Maldito quien lleve al ciego fuera
de su camino; y todo el pueblo res¬
ponderá: Amén.
19 Maldito quien haga entuerto al
peregrino, al huérfano y a la viuda;
y todo el pueblo responderá: Amén.
20 Maldito quien yace con la mujer
de su padre, para alzar la cubierta
del lecho de su padre; y todo el pue¬
blo responderá: Amén.
21 Maldito quien tuviere parte con
una bestia cualquiera; y todo el
pueblo responderá: Amén.
22 Maldito quien yace con su her¬
mana, hija de su padre o de su madre;
y todo el pueblo responderá: Amén.
23 Maldito quien yace con su suegra;
y todo el pueblo responderá: Amén.
24 Maldito quien ocultamente hiera
a su prójimo; y todo el pueblo res¬
ponderá: Amén.
25 Maldito quien reciba dones para
herir de muerte una vida, sangre ino¬
cente; y todo el pueblo responderá:
Amén.
26 Maldito quien no mantenga las
palabras de esta ley, cumpliéndolas;
y todo el pueblo responderá: Amén.
Sanciones de la ley. Bendiciones
y maldiciones.
(Lev. 26.)
OO 1 Si de verdad escuchas la voz
de Yave, tu Dios, guardando
diligentemente todos sus manda¬
mientos, que hoy te prescribo, Yave,
tu Dios, te pondrá en alto sobre todos
los pueblos de la tierra, y vendrán
sobre ti 2 y te alcanzarán todas estas
bendiciones, por haber escuchado la
voz de Yave, tu Dios.
3 Serás bendito en la ciudad y
bendito en el campo.
4 Será bendito el fruto de tu vien¬
tre y el de tus bestias, las crías de
tus vacas y las de tu grey.
6 Bendita será tu panera y ben¬
dita tu artesa.
6 Bendito serás en tu entrar y
bendito en tu salir.
7 Pondrá Yave a tus enemigos,
los que contra ti se alcen, en derrota
delante de ti; vendrán contra ti por
un camino, y por siete caminos huirán
delante de ti.
8 Yave mandará la bendición para
que te acompañe en tus graneros y
en todo trabajo de tus manos. Te
bendecirá en la tierra, que Yave, tu
Dios, te da.
9 Yave te confirmará por pueblo
santo suyo, como te lo ha jurado,
si guardas los mandamientos de Yave,
tu Dios, y andas por sus caminos;
10 y verán todos los pueblos de la
tierra que está sobre ti el nombre de
Yave, y te temerán.
11 Yave te colmará de dones y
bendecirá el fruto de tus entrañas,
el fruto de tus ganados, el fruto de
tu suelo, en la tierra que a tus padres
juró darte.
12 Yave te abrirá sus tesoros, el
cielo, para dar a tu tierra la lluvia
a su tiempo, bendiciendo todo el
trabajo de tus manos. Prestarás a
muchas gentes, y de ninguna tomarás
prestado. 13 Pondráte Yave a la
cabeza, no a la cola; estarás siempre
en alto y nunca debajo, si obedeces
los mandamientos de Yave, tu Dios,
que yo te prescribo hoy, y los guar¬
das y los pones por obra, 14 sin apar¬
tarte ni a la derecha ni a la izquierda
de todos los mandamientos que yo
te prescribo hoy, no yéndote tras
otros dioses para servirles.
15 Pero si no obedeces la voz de
Yave, tu Dios, guardando todos sus
mandamientos y todas sus leyes que
yo te prescribo hoy, he aquí las mal¬
diciones que vendrán sobre ti, y te
alcanzarán:
16 Maldito serás en la ciudad y
maldito en el campo.
17 Maldita tu panera y maldita tu
artesa.
18 Maldito será el fruto de tus en-
DEUTERONOMIO, 28
2 02
trafias, el fruto de tu suelo y las crías
de tus vacas y de tus ovejas.
19 Maldito en tu entrar y en tu
salir.
20 Y Ya ve mandará contra ti la
maldición, la turbación y la amenaza,
en todo cuanto emprendas, hasta
que seas destruido y perezcas bien
pronto, por la perversidad de tus
obras, con que te apartarás de mí.
21 Ya ve hará que se te pegue la
mortandad, hasta consumirte sobre
la tierra en que vas a entrar para
poseerla. 22 Ya ve te herirá de tisis,
de fiebre, de inflamación, de ardor,
de sequia, de quemadura y de podre¬
dumbre, que te perseguirán hasta
destruirte. 23 Tu cielo, sobre tu cabeza,
será de bronce, y el suelo, bajo tus
pies, de hierro. 24 Yavc mandará
sobre tu tierra, en vez de lluvia,
polvo y arena, que bajarán del cielo
sobre ti, hasta que perezcas.
25 Yavc liará que seas derrotado
por tus enemigos; marcharás contra
ellos por un camino y huirás por
siete delante de ellos, y serás vejado
en todos los reinos de la tierra.
28 Tu cuerpo será pasto de todas las
aves del cielo y de todas las bestias
de la tierra, sin que haya nadie
que las espante.
27 Yave te herirá con las úlceras
de Egipto, con almorranas, con sarna,
con tiña, de que no curarás. 28 Yave
te herirá de locura, de ceguera y de
delirio; 29 en pleno día andarás pal¬
pando, como palpa el ciego en tinie¬
blas. No tendrá éxito ninguno de tus
proyectos, y te verás siempre opri¬
mido y despojado, sin que nadie te
socorra. 30 Tomarás una mujer y
otro la gozará; construirás una casa
y no la habitarás tú; plantarás una
viña y no la vendimiarás tú. 31 Tu
buey será degollado a tus ojos y
no lo comerás tú; tu asno te lo qui¬
tarán y no te lo devolverán; tus ovejas
las tomarán tus enemigos y nadie
te socorrerá; 32 tus hijos y tus hijas
serán presa de otro pueblo, tus ojos
lo verán y los buscarán todo el día,
pero tu mano no tendrá fuerza para
traértelos.
33 El fruto de tu suelo y el producto
de tu trabajo se lo comerá un pueblo
que no conoces; serás siempre opri¬
mido y aplastado.
84 Te volverás loco a la vista de lo
que con tus ojos verás.
35 Yave te herirá en tus rodillas
y en tus piernas de úlcera maligna,
que no curará, y te cubrirá de ellas I
desde la planta de los pies hasta la 1
coronilla de la cabeza.
38 Yave te hará ir a ti y a tu rey,
al que sobre ti pongas, a pueblo
que no has conocido ni tú ni tus
padres, y allí servirás a otros dioses,
a leños y a piedras, 37 y serás objeto
de pasmo, de fábula y de burla, 1
en todos los pueblos a que Yave te I
llevará.
38 Echarás en tu campo mucha si- I
miente y cosecharás poco, porque se I
lo comerá la langosta. 39 Plantarás I
viñas y las labrarás, pero no beberás I
su vino ni vendimiarás nada, porque 1
se lo comerá el gusano. 40 Tendrás I
en todo tu término olivos, pero no I
te ungirás eon su aceite, porque la
aceituna se caerá.
41 Engendrarás hijos e hijas, pero
no serán para ti, porque serán lleva- I
dos cautivos.
42 Todos tus árboles y todos los I
frutos de tu suelo los roerá la lan¬
gosta.
43 El extranjero que habita en
medio de ti subirá por encima de ti
cada vez más alto, y tú bajarás
cada vez más bajo; 44 te prestará él,
pero tú no le prestarás; el vendrá a
ser cabeza, y tú cola.
45 Vendrán sobre ti todas estas i
maldiciones y te perseguirán y te
alcanzarán, hasta que del todo pe- ¡
rezeas, por no haber obedecido la
voz de Yavc, tu Dios, guardando las I
leyes y los mandamientos que él
te prescribía, 46 y serán prodigio y
portento en ti y en tu descendencia, I
para siempre.
47 Por no haber servido a Yave ¡
alegre y de buen corazón, en abun¬
dancia de bienes, 48 habrás de servir I
en hambre, en sed, en desnudez y
en la indigencia de todo, a los enemi¬
gos que Yave mandará contra ti; I
él pondrá sobre tu cuello un yugo
de hierro, hasta que te destruya.
49 Yave hará venir contra ti desde
lejos, desde el cabo de la tierra, una
nación que vuela como el águila,
cuya lengua no conoces, 60 gente de
feroz aspecto, que no tiene mira-1
mientos eon el anciano ni perdona
al niño, 61 que devorará las crías
de tus ganados y el fruto de tu suelo,
hasta que seas exterminado; no te
dejará ni trigo, ni mosto, ni aceite,
ni las crías de tus vacas y de tus
ovejas, hasta hacerte perecer. 62 Pon¬
drá sitio a todas tus ciudades, hasta
DEUTERONOMIO, 29
203
que caigan en tierra las altas y fuer¬
tes murallas en que habrás puesto
tu confianza, te asediará en todas tus
ciudades, en toda la tierra que Ya ve,
tu Dios, te habrá dado. 53 Comerás
el fruto de tus entrañas, la carne de
tus hijos y tus hijas, que Yave, tu
! Dios, te habrá dado: tanta será la an¬
gustia y el hambre a que te reducirá
tu enemigo. 54 El hombre de entre
vosotros más delicado y más hecho
I al lujo, mirará con malos ojos a su
hermano, a la mujer que en su seno
reposa, y a los hijos que todavía le
queden," 55 para no tener que dar
ninguno de ellos de la carne de sus
• hijos, que él se comerá, por no que¬
darle otra cosa que comer en el
cerco y bn la angustia a que te redu¬
cirá tu enemigo en todas tus ciuda¬
des. 66 La mujer de en medio de ti
más delicada, la más hecha al lujo,
demasiado blanda y delicada para
probar a poner sobre el suelo la
planta de su pie, mirará con malos
ojos al marido que en su seno reposa,
I a su hijo y a su hija, 67 a las secun¬
dinas que salen de entre sus pies y
al hijo que acabará de dar a luz;
porque faltos de todo, llegaréis hasta
comer todo eso en secreto, tanta será
la angustia y el hambre a que te
reducirá el enemigo dentro de tus
ciudades.
68 Si no cuidas de poner por obra
todas las palabras de esta ley, escri¬
tas en este libro, temiendo este glo¬
rioso y terrible nombre, el de Yave,
tu Dios, 59 hará Yave portentosos
tus azotes y los azotes de tu descen¬
dencia; azotes grandes y continuos,
enfermedades graves y obstinadas;
60 arrojará sobre ti todas las plagas
de Egipto, ante las cuales te aterro¬
rizaste, y se pegarán a ti. 61 Vendrán
sobre ti toda otra clase de enferme¬
dades y azotes, no escritos en el
libro de esta ley. 62 Yave te los echará
encima, hasta que seas exterminado;
quedaréis pocos, cuando erais como
las estrellas del cielo en muchedum¬
bre, por no haber escuchado la voz
de Yave, tu Dios. 63 Así como se
gozaba Yave en vosotros haciéndoos
beneficios y multiplicándoos, así se
gozará sobre vosotros, arruinándoos
y destruyéndoos. Así seréis exter¬
minados de la tieira en que vais a
entrar para posesionaros de ella, 64 y
te dispersará Yave por entre todos
los pueblos, del uno al otro cabo de
la tierra; y allí servirás a otros dioses,
que ni tú ni tus padres conocisteis,
leño y piedra. 65 Tampoco en medio
de estos pueblos tendrás tranquili¬
dad ni hallarás punto donde posar
tranquilamente la planta de tus pies;
por lo contrario, te dará Yave un
corazón pávido, unos ojos decaídos
V un alma angustiada, 66 y tendrás
día y noche la vida pendiente como
de un hilo ante ti; día y noche esta¬
rás temeroso y no tendrás seguridad;
67 a la mañana dirás: ¡Oh, si fuese
de nochel Y a la noche dirás: iOh,si
fuese de día!; por el miedo que se
apoderará de tu corazón y por lo
que tus ojos verán. 68 Acabará Yave
por haceros volver en naves a Egipto,
por el camino de que te había dicho:
no volverás más por él; allí seréis
vendidos a vuestros enemigos como
esclavos, y no habrá quien os compre.
CUARTO DISCURSO
Recapitulación.
90 1 Estas son las palabras de la
alianza que mandó Yave a
Moisés hacer con los hijos de Israel
en la tierra de Moab, además de la
alianza que con ellos hizo en Horeb.
2 Convocó Moisés a los hijos de
Israel y les dijo: «Habéis visto todo
cuanto a vuestros ojos hizo Yave
en la tierra de Egipto al Faraón,
a todos sus servidores y a toda su
tierra; 3 los grandes portentos que
tus ojos vieron, los milagros y los
prodigios grandes. 4 Pero Yave no
os ha dado todavía hasta hoy un
corazón que entienda, ojos que vean,
y oído que escuche. 5 Por cuarenta
años os ha conducido a través del
desierto; vuestros vestidos no se han
envejecido sobre vosotros; tu zapato
no se ha envejecido en tu pie; 6 no
habéis comido pan ni habéis bebido
vino ni licor, para que sepáis que
soy yo, Yave, vuestro Dios; 7 y al
llegar a esta región, Seón, rey de
Hesebón, y Og, rey de Basán, salie¬
ron contra ti en guerra, pero los
derrotamos 8 y nos apoderamos de
su tierra, dándosela en posesión a
los rubenitas y gaditas y a media
tribu de la de Manasés. 9 Por eso
debéis guardar todas las palabras de
esta alianza, para asegurar el feliz
éxito de cuanto emprendáis.»
204
DEUTERONOMIO, 30
Amenazas contra los Infieles.
10 Hoy estáis todos ante Yave;
vuestros jefes, vuestros jueces, vues¬
tros ancianos, vuestros oficiales, todos
los varones de Israel; 11 y vuestros
hijos y vuestras mujeres y todos los
peregrinos que se hallan dentro de
tu campamento, desde tu leñador
hasta tu aguador, 12 para que llagas
con Yave, tu Dios, tu alianza y tu
juramento, de hacerte él su pueblo
y de tenerle tú a él por tu Dios,
como se lo prometió y juró por ti a
Abraham, Jsae y Jacob. 13 Pero no
sólo eon vosotros, hago yo esta
alianza y este juramento, 14 sino con
todos los que estáis hoy con nosotros
ante Yave, nuestro Dios, y los que
no están hoy aquí con nosotros.
15 Sabéis eómo hemos morado en la
tierra de Egipto, y eómo hemos pa¬
sado por entre los pueblos por que
habéis pasado; 16 habéis visto sus
abominaciones y sus ídolos, leño y
piedra, plata y oro, que hay entre
ellos. 18 No haya, pues, entre vos¬
otros hombre ni mujer, familia ni
tribu, que se aparte hoy de Yave,
nuestro Dios, para ir a servir a los
dioses de esos pueblos; no haya entre
vosotros raíz que produzca veneno
ni ajenjo; 19 nadie al oír las palabras
de este juramento se bendiga en su
corazón, diciéndose: paz tendré, aun¬
que persista en el propósito de mi
corazón; de modo que se una la sed
a la gana de beber. 20 Yave no per¬
donará a ése, sino que se encen¬
derán contra él la cólera y el celo de
Yave, se echarán sobre él todas las
maldiciones escritas en este libro, 21 y
Yave borrará su nombre de debajo
de los cielos. 22 Yave le elegirá para
entregarle a la desventura, de entre
todas las tribus de Israel, conforme
a las maldiciones de esta alianza, es¬
critas en el libro de esta ley. 23 has
generaciones venideras, los hijos que
después de vosotros nacerán, y los
extranjeros que de lejanas tierras
vengan, a la vista de las plagas y
de las calamidades eon que habrá
castigado Yave a esta tierra—azufre
y sal, quemada toda la tierra, sin
sembrarse, ni germinar, sin que nazca
en ella la hierba, como la catástrofe
de Sodoina y Comorra, de Adama y
Scboim, que destruyó Yave en su
furor—, 24 dirán todos: ¿Cómo es que
así ha dejado Yave a esta tierra?
¿Qué ira y qué furor tan grande ha
sido éste? 25 Y les contestarán: Es
por haber roto el pacto de Yave, el
Dios de sus padres, que con ellos hizo
cuando los sacó de Egipto, 26 se fue¬
ron a servir a dioses extraños y los
sirvieron, dioses que no conocían y
a los que nadie los había atribuido,
27 y se encendió el furor de Yave
contra esta tierra, y echó sobre ella
todas las maldiciones que están es¬
critas en este libro, 28 y los arrancó
Yave de esta tierra, con cólera, eon
furor, con gran indignación, y los
arrojó a otras tierras, como están
hoy. 29 Las cosas ocultas sólo son
para Yave, pero las reveladas son
para nosotros y para nuestros hijos
por siempre, para que se cumplan
todas las palabras de esta ley.
Promesas de redención.
O A 1 Cuando te sobrevengan todas
estas cosas, y traigas a la me¬
moria la bendición y la maldición
que hoy te propongo, y en medio de
las gentes a las que te arrojará Yave,
tu Dios, 2 te conviertas a Yave, tu
Dios, y obedezcas su voz, conforme a
todo lo que yo te mando hoy, tú y
tus hijos, eon todo tu corazón v toda
tu alma, 3 también Yave, tu Dios,
reducirá a tus cautivos, tendrá mise¬
ricordia de ti (1), y te reunirá de
nuevo de en medio de todos los pue¬
blos entre los cuales te dispersó.
4 Aunque se hallasen tus hijos dis¬
persos en el último cabo de los cie¬
los, de allí los reunirá Yave, tu Dios,
y de allí irá a tomarlos. 5 Yave, tu
Dios, volverá a traerte a la tierra
que poseyeron tus padres, y volverás
a poseerla, y él te bendecirá y te
multiplicará más que a ellos. 6 Cir¬
cuncidará Yave, tu Dios, tu corazón
y el corazón de tus descendientes,
para que ames a Yave, tu Dios, con
todo tu corazón y con toda tu alma,
y vivas. 7 Por lo contrario, Yave, tu
Dios, arrojará todas estas maldicio¬
nes sobre tus enemigos, sobre los que
te odiaron y te persiguieron, 8 y tú
obedecerás la voz de Yave, tu Dios,
(i) Por muchos y graves que sean los
castigos con que por sus pecados aflija Dios al
pueblo, siempre acaba por prevalecer la mise¬
ricordia y por cumplirse las divinas promesas
en el resto de los salvados. Este concepto, que
desarrollan después tanto los profetas, está
íntimamente ligado con el plan de la redención
por el Mesías.
DEUTERONOMIO, 31
205
cumpliendo todos sus mandamientos
que iioy te propongo. 9 Te hará abun¬
dar Yave en toda obra de tus manos,
cu el fruto de tu vientre, en el fruto
de tus ganados, en el fruto de tu
tierra, y te bendecirá, porque volverá
a complacerse Yave en hacerte bien,
eomo se complacía en hacérselo a tus
padres, 10 si obedeciendo a la voz
de Yave, tu Dios, guardas todos sus
preceptos y mandatos, lo que está
escrito en esta ley, y te conviertes
a Yave, tu Dios, con todo tu corazón
y con toda tu alma. 11 En verdad
esta ley que hoy te impongo no es
muy difícil para ti ni es cosa que
esté lejos de ti. 12 No está en los
cielos para que puedas decir: ¿Quién
puede subir por nosotros a los ciclos,
para cogerla y dárnosla a conocer,
y que así la cumplamos? 13 No está
al otro lado de los mares, para que
puedas decir: ¿Quién pasará por nos¬
otros al otro lado de los mares, para
cogerla y dárnosla a conocer y que
así la eumplamos? 14 La tienes en¬
teramente cerca de ti, la tienes en
tu boea, en tu mente, para poder
cumplirla. 15 Mira; hoy pongo ante ti
la vida con el bien, la muerte con el
mal. 16 Haciendo lo que hoy te man¬
do, amar a Yave, tu Dios, seguir sus
eaminos y guardar sus mandamientos,
decretos y preceptos, vivirás y te
multiplicarás, y Yave, tu Dios, te
bendecirá en la tierra en que vas a
entrar para poseerla. 17 Pero si se
aparta tu corazón, y no escuchas, sino
que te dejas arrastrar a la adoración
y el servicio de otros dioses, 18 hoy
te anuncio que irás a tu segura ruina
y que no durarás largo tiempo sobre
la tierra a euya eonquista vas pa¬
sando el Jordán. 19 Yo invoco hoy
por testigos a los eielos y a la tierra,
de que os he propuesto la vida y la
muerte, la bendición y la maldición.
Escoge la vida para que vivas, tú y
tu descendencia, 20 amando a Yave,
tu Dios, obedeciendo su voz y adhi¬
riéndote a él, porque en eso está tu
vida y tu perduración en habitar la
tierra que Yave juró a tus padres,
Abraham, Isac y Jacob, que les daría.
i no puedo ya entrar ni salir; además
1 me ha dicho Yave: Tú no pasarás el
Jordán. 3 Yave, tu Dios, pasará de¬
lante de ti y destruirá delante de ti
a todas esas gentes, y tú las here¬
darás. Josué pasará delante de ti,
como te lo ha dicho Yave, 4 y hará
Yave con ellos como hizo con Seón
y Og, reyes de los amorreos, y con
su tierra, destruyéndolos; y os las
entregará Yave, y haréis con ellos
conforme a todo cuanto yo os he
mandado; 6 esforzaos, pues, tened
ánimo y no temáis ante ellos, ni les
tengáis miedo, que Yave, tu Dios,
va contigo, y no te dejará ni te
desamparará.
7 Llamó, pues, Moisés a Josué, y
| le dijo ante todo Israel: Esfuérzate
y ten ánimo, porque tú has de entrar
eon este pueblo en la tierra que a
1 sus padres juró Yave darles, y tú
los pondrás en posesión de ella; 6 y
Yave marchará delante de ti, estará
contigo y no te dejará ni te aban¬
donará; por esto no has de temer ni
acobardarte.
Lectura periódica de la ley.
9 Escrita esta ley, cntregósela Moi¬
sés a los sacerdotes hijos de Leví,
que llevan el arca de la alianza de
Yave, y a todos los ancianos de Is¬
rael, 10 mandándoles: Al fin de eada
septenio, al llegar el año de la remi¬
sión, en la fiesta de los tabernáculos,
11 cuando vendrá todo Israel a pre¬
sentarse ante Yave, tu Dios, en el
lugar que él elija, leerás esta ley ante
todo Israel, a sus oídos. 12 Reunirás
al pueblo, hombres, mujeres y niños,
y a todos los peregrinos que se hallen
en tus ciudades, para que la oigan
y aprendan a temer a Yave, vuestro
Dios, y estén siempre atentos a
cumplir todas las palabras de esta
ley. 13 Especialmente vuestros hijos,
que nada saben de ella, habrán de
oírla, para aprender a temer a Yave,
vuestro Dios, todo el tiempo que
viváis sobre la tierra a la cual os
dirigís, pasando el Jordán, para apo¬
deraros de ella.
Ultimas disposiciones. Elección r
de Josué. La futura apostasía de Israel,
precedente del canto.
Q'l 1 Anduvo Moisés esparciendo
1 por todo Israel estas palabras: 14 Entonces dijo Yave a Moisés:
3 Yo ya tengo ciento veinte años, I «Mira que ya se aeerca para ti el día
206
DEUTERONOMIO, 32
de tu muerte: llama, pues, a Josué,
y esperad a la entrada del taber¬
náculo de la reunión, que le dé yo
mis órdenes.» Fueron, pues, Moisés
y Josué, y esperaron a la entrada del
tabernáculo de la reunión. 15 Apare¬
cióse Yave en el tabernáculo, en la
columna de nube, poniéndose la co¬
lumna de nube a la entrada del
tabernáculo; 16 y dijo Yave a Moisés:
«He aquí que vas ya a dormirte con
tus padres, y este pueblo se levan¬
tará y se prostituirá ante dioses aje¬
nos, ios de la tierra a donde va, en
medio de ellos, y ine dejará y rom¬
perá mi pacto, el que eon él he hecho;
17 y se encenderá entonces mi furor
contra él, y yo los abandonaré y es¬
conderé de ellos mi rostro, y los devo¬
rarán y vendrán sobre ellos muchos
males y aflicciones; y entonces se
dirán: ¿No es por no estar ya mi
Dios en medio de mí, por lo que sobre
mí han venido todos estos males y
aflicciones? 18 Y yo entonces ocul¬
taré mi rostro de" ellos, por tanto
mal como hicieron, yéndose tras otros
dioses. 19 Escribid, pues, este cántico;
enseñádselo a los hijos de Israel,
ponédselo en su boca, para que este
cántico me sirva de testimonio contra
los hijos de Israel; 20 porque cuando
yo los haga entrar en la tierra que
con juramento prometí a sus padres,
tierra que mana leche y miel; cuando
hayan comido y se hayan hartado
y engrasado, se volverán a otros
dioses y los servirán, y a mí me des¬
preciarán y romperán mi alianza.
21 Y cuando venga sobre ellos una
muchedumbre de males y aflicciones,
este cántico dará testimonio contra
ellos, porque no se dará al olvido en
la boca de sus descendientes. Porque
yo conozco su índole, y veo lo que
hoy hace, aun antes de haberle intro¬
ducido en la tierra que le juré.»
22 Escribió, pues, íMoisés este cán¬
tico aquel día, y se lo enseñó a los
hijos de Israel.
23 A Josué, hijo de Nun, le mandó
y dijo: «Esfuérzate y ten ánimo, que
tú introducirás a los hijos de Israel
en la tierra que les he jurado, y yo
seré contigo.»
24 Y acabado que hubo Moisés de
escribir en un libro las palabras de
esta ley, hasta terminarla, 25 mandó
a los levitas (pie llevaban el arca de la
alianza de Yave, diciendo: 26 «Tomad
este libro de la ley y ponedlo en
el arca de la alianza de \ r ave, vuestro
Dios, que esté allí como testimonio
contra ti; 27 porque yo conozco tu
rebeldía y tu dura cerviz; aun vivien¬
do yo hoy eon vosotros, sois rebel¬
des a Y r aVe; jeuánto más después que
yo muera! 28 Congregad a todos los
ancianos de vuestras tribus y a vues¬
tros prefectos, que quiero proferir,
oyéndolo ellos, estas palabras, invo¬
cando como testigos contra ellos a
los cielos y a la tierra; 29 pues sé bien
que después de mi muerte os perver¬
tiréis del todo y os apartaréis del ca¬
mino que os he mandado, y que en
tiempos venideros os alcanzará la
desventura, por haber hecho lo que
es malo a los ojos de Y T ave, irritándole
con las obras de vuestras manos.»
30 Moisés pronunció a oídos de
la asamblea de Israel las palabras
de este cántico, hasta el fin.
Cántico de Moisés.
Oí) 1 Escuchad, cielos,, y hablaré.
Oiga la tierra las palabras de
mi boca,
2 Caiga a gotas como la lluvia mi
doctrina.
Destile como el rodo mi discurso,
Como la llovizna sobre la yerba,
Como las gotas de la lluvia sobre
la grana;
3 Porque voy a celebrar el nombre
de Yave.
¡Magnificad a nuestro Diosl
4 (Oh Dios defensorl Su obra es
perfecta;
Todos sus caminos son justísimos;
Es fidelísimo y no hay en él ini¬
quidad;
Es justo, es recto.
5 Indignamente se portaron con él,
no-hijos suyos, hijastros,
Generación malvada y perversa,
6 ¿Así pagas a Y r ave,
Pueblo loco, necio?
¿No es él el padre que te crió,
El que por sí mismo te hizo y te
formó?
7 Trae a la memoria los tiempos
pasados;
Atiende a los años de todas y cada
una de las generaciones;
Pregunta a tu padre, que él te en¬
señe;
A tus ancianos, que te digan ellos.
8 Cuando distribuyó el /Vilísimo su
heredad entre las gentes,
Destinó tierras a los pueblos,
Al número de los hijos de Israel;
DEUTERONOMIO, 32
207
9 Pero de cierto Jacob es su pue¬
blo, la parte propia de Yave;
La suerte de su heredad es Israel.
10 Le halló en tierra de desierto,
En región inculta, hórrida, abra¬
sada;
Y le rodeó, le enseñó,
Y le guardó como a la niña de sus
ojos;
11 Como el águila, que incita a sus
polluclos a voiar
Y revolotea sobre ellos,
Y extiende sus alas, y los coge,
Y los lleva sobre sus plumas.
12 Sólo Yave le guiaba;
No estaba con él ningún dios ajeno.
13 Le subió a las alturas de la
tierra,
Le nutrió de los frutos de los
campos,
Le di ó a chupar miel de las rocas
Y aceite de durísimo sílice.
14 La nata de la leche de vacas y
de ovejas,
Con la gordura de los corderos, de
los carneros,
Criados en Basán; y la de los ma¬
chos cabríos,
Con la flor de trigo;
Y bebió la sangre de las uvas, la
espumosa bebida.
Comió Jacob y se hartó,
15 Y engordó el Jesurún (1), y
tiró coces,
Engordaste, te cebaste, te hin¬
chaste,
Y volvió las espaldas a Dios, su
Hacedor,
Y despreció al Dios tutelar de su
salvación,
16 Provocándole con dioses ajenos
Irritáronle con abominaciones;
17 Inmolaron a demonios, a no-
dioses,
A dioses que no habían conocido,
Nuevos, de a poco advenedizos,
A los que no sirvieron sus padres.
18 Del Dios tutelar que te crió, te
olvidaste,
Diste al olvido a Dios, a tu Hacedor.
19 Violo Yave y te rechazó,
Provocado a ira por sus hijos y
sus hijas.
' 20 Y dijo: «Esconderé de ellos mi
rostro,
Veré cuál será su fin,
Porque es una generación perversa,
Hijos sin fidelidad alguna,
21 Ellos me han provocado con
no-dioses,
(i) El predilecto, el niño mimado.
Me han irritado con vanidades,
Yo los provocaré a ellos con no-
pueblo,
Y los irritaré con gente insensata.
22 Ya se ha encendido el fuego de
mi ira,
Y arderá hasta lo profundo del in¬
fierno,
Y devorará la tierra con sus frutos,
Y abrasará los fundamentos de los
montes.
23 Amontonaré sobre ellos males
y más males,
Lanzaré contra ellos todas mis
saetas,
24 Los consumirá el hambre, la
ardiente fiebre,
La nauseabunda pestilencia.
Mandaré contra ellos los dientes de
las fieras,
Y el veneno de los reptiles que se
arrastran por el polvo.
25 A los que fuera estén los matará
la espada,
Y dentro, en sus estancias, el es¬
panto,
Lo mismo a mancebos que a don¬
cellas,
Lo mismo al que mama que al
encanecido.
26 Ya hubiera yo dicho: Voy a ex¬
terminarlos del todo,
Voy a borrar de entre los hombres
su memoria,
27 Si no hubiera sido por la arro¬
gancia de los enemigos,
Porque se envanecerían sus per¬
seguidores,
Y dirían: Ha vencido nuestra mano,
No es Yave quien ha hecho todo
esto.
28 Es gente sin consejo,
No tienen conocimiento,
29 Si fueran prudentes, comprende¬
rían esto,
Y atenderían a lo que les espe¬
ra.
30 ¿Cómo puede uno solo perseguir
a mil,
Y dos poner en fuga a diez mil,
31 Si no porque su Dios tutelar los
haya vendido,
Y Yave los haya entregado?
Porque no es como nuestro de¬
fensor el defensor suyo,
Sean jueces nuestros mismos ene¬
migos.
32 De cierto su vid es de la vid de
Sodoma,
De los campos de Gomorra sus sar-
¡ mientos,
Sus uvas son uvas ponzoñosas,
DEUTERONOMIO, 33
2U3
Sus racimos son racimos amarguí¬
simos,
33 Veneno de dragones es su vino,
Veneno mortal de áspides.
34 Todo lo tengo yo guardado,
Encerrado en mis archivos,
36 Para el día de la venganza y la
retribución.
Para el tiempo en que resbalarán
sus pies,
Y se acercará el día de su perdición.
Y ya lo que les espera se aproxima.
36 De cierto hará Yave justicia a
su pueblo,
Y tendrá misericordia de sus siervos,
Cuando verá que desaparece ya
toda fuerza,
Y que no hay ya ni esclavo, ni
libre.
37 Y dirá entonces: «¿Dónde están
ahora sus dioses,
Los dioses en quienes ellos con¬
fiaban?
38 Los que comían las grasas de
sus víctimas,
Y bebían el vino de sus libaciones?
Que se levanten ahora y os socorran,
Que os defiendan ellos.
39 Ved, pues, que soy yo, yo sólo,
Y que no hay Dios alguno más
que yo.
Yo doy la vida, yo doy la muerte,
Yo hiero, y yo sano,
Sin que haya nadie que pueda
librar a nadie de mi mano.
40 Ciertamente yo alzo al ciclo mi
mano,
Y juro por mi eterna vida:
41 Cuando yo afile el rayo de mi
espada,
Y tome en mis manos el juicio,
Yo retribuiré con mi venganza a
mis enemigos,
Y daré su merecido a los que me
aborrecen.
42 Emborracharé de sangre mis
saetas,
Y mi espada se hartará de carne,
De la sangre de los muertos y de
los cautivos,
De las cabezas de los jefes del :
enemigo.
43 Regocijaos, pueblos, por su pue¬
blo,
Porque ha sido vengada la sangre
de sus siervos,
Le ha vengado de sus enemigos,
Y liará la expiación de la tierra
de su pueblo.
- \ ino Moisés c hizo oír al pueblo
♦odas las palabras de este canto. Con
e¡ estaba Josué, hijo de Nun. 46 Cuan¬
do hubo acabado de dirigir al pueblo
estas palabras, 46 añadió: «Meted en
vuestro corazón todas las palabras
que hoy os he pronunciado y enseñád¬
selas a vuestros hijos, para que es¬
crupulosamente pongan por obra to¬
das las palabras de esta ley. 47 Por¬
que no es cosa indiferente para vos¬
otros; es vuestra vida, y cumplién¬
dolo prolongaréis vuestros días sobre
la tierra que vais a poseer, pasando
el Jordán.
El último día de la vida de Moisés.
48 Aquel mismo día habló Yave a
Moisés, diciendo: 49 «Sube a este
monte de los Abarim—el monte
Nebo, en tierra de Moab, frente a
Jericó—y mira desde ahí la tierra de
Canán, que voy a dar en posesión
a los hijos de Israel; 60 y muere en
ese monte a que vas a subir, y reúnete
con tu pueblo, como murió Arón,
tu hermano, en el monte Or, y se
reunió allí a los suyos; 61 porque
pecasteis contra mí en medio de los
hijos de Israel, en las aguas de
Meriba, en Cades, en el desierto de
Sin, no santificando mi nombre en
medio de los hijos de Israel. 62 Tú
verás ante ti la tierra, pero no en¬
trarás en esa tierra que doy yo a los
hijos de Israel.»
Bendiciones de Moisés.
OO 1 He aquí las bendiciones (1)
con que antes de morir bendijo
Moisés a los hijos de Israel. 2 Dijo:
«Yave, saliendo del Sin ai,
Vino a Seir en favor nuestro.
Resplandeció en la montaña de
Farán,
Y llegó a las aguas de Meriba en
Cades.
Fuego en su diestra...
...para ellos.
3 Ha hecho gracia a su pueblo,
bendijo a todos sus santos,
Que reanudando su marcha a pie,
prosiguieron por en medio del de¬
sierto.
4 Dió .Moisés su, tora a su heredad
de la casa de Jacob.
6 Hízose él rey de su Jcsurún en
(i) Son paralelas a las de Jacob; su texto
nos ha llegado tan deformado, que es de muy
difícil interpretación.
DEUTERONOMIO, 34
209
a reconciliación de los jefes del pue¬
blo, de todas las tribus de Israel.
6 Viva Rubén, y no se extinga, aun¬
que sean pocos sus varones.
7 Esto para Judá, dijo:
Oye, ioh Yavcl, la voz de Judá, y
tráclc a su pueblo.
Por el luchó su mano, sea su fuerza
contra sus enemigos.
8 A Leví le dijo:
Tus tummim y urifn al varón favo¬
recido a quien probaste en Masa,
En cuyo favor diste sentencia en
las aguas de Meriba,
9 El que dijo a su padre y a su
mndre: No os conozco; y a sus her¬
manos no consideró, y desconoció a
sus hijos.
Por haber guardado tus palabras,
por haber observado tu pacto.
10 Ellos enseñarán tus juicios a
Jacob y tu ley a Israel,
Y pondrán a tus narices el timiama
y el holocausto en tu altar.
Bendice, 'oh Yavel, a Leví, y ;
acepta las obras de sus manos.
Hiere el dorso de los que contra
él se alcen y de los que le odien, que
no se levanten.
12 A Benjamín le dijo:
Amado de Ya ve, reposará siempre
en seguridad.
Es el Altísimo su protección y
morará en los desfiladeros de sus
montes.
13 A José le dijo:
Bendita de Yave sea su tierra,
de lo mejor del cielo, arriba; abajo,
de las aguas del abismo;
14 De lo mejor de los frutos que
madura el sol, de los frutos selectos
de los meses,
16 De lo mejor de los viejos montes,
óe lo mejor de los de lo antiguos
collados,
16 De los dones exquisitos de la
tierra., de su abundancia, gracioso
don del que se apareció en la zarza.
Desciendan sobre la cabeza de José,
sobre la frente del príncipe de sus
hermanos,
17 La primogenitura, el poder, la
majestad; sean sus cuernos, los cuer¬
nos del búfalo,
Con que postre a las gentes, a los ,
términos todos de la tierra.
Son las miríadas de Efraím, son
las miríadas de Manasés.
18 A Zabulón le dijo:
Gózate, Zabulón, en tus negocios,
y tú, Isacar, en tus tiendas;
19 Exterminen a las gentes y por
ellas susciten su nombre e inmolen
víctimas de justicia,
Por la abundancia de los mares
que ellos chupan, por los escondidos
tesoros de las costas.
20 ¿ Gad le dijo:
Bendito sea el que ensancha a Gad,
como un león se sienta, y desgarra
el brazo con parte do la cabeza.
21 Miró primero por sí, allí en se¬
creto dividiste la tribu, y se fué a
los jefes del pueblo.
22 A Dan le dijo:
Dan es un cachorro de león, que
salta de Basán.
23 A Neftalí le dijo:
Colmad de favores a Neftalí, lle¬
nadle de las bendiciones de Yave,
posea el mar y el mediodía.
24 A Ascr íc dijo:
Bendito en hijos Aser, sea grato
a sus hermanos; en el aceite meterá
sus pies.
25 De hierro y bronce serán sus ce¬
rraduras; dure mientras vivas tu
prosperidad.
26 No hay para Jesurún otro Dios,
el que en auxilio suyo marcha sobre
los ciclos, y en su majestad sobre las
nubes.
27 Su morada son los eternos taber¬
náculos, debajo de él lo que desde
siglos sembró.
Expulsa delante de ti al enemigo,
y dice: lExtermina!
Te adularán los enemigos, pero tú
les pisarás el cuello.
28 Habite Israel en seguridad, more
aparte la fuente de Jacob;
En la tierra del trigo y del mosto,
cuyos cielos difunden el rocío.
29 Venturoso tú, Israel, ¿quién se¬
mejante a ti, pueblo salvado por Yave?
El es tu escudo de defensa, él es
la espada de tu gloria:»
Muerte de Moisés.
1 Subió Moisés desde los llanos
de Moab al monte Nebo, a la
cima del Pasga, que está frente a Jeri-
có; y Yave le mostró la tierra toda,
desde el torrente de Egipto hasta
Dan, 2 todo Neftalí, la tierra de Efraím
con Manases, toda la tierra de Judá,
hasta el mar occidental; 3 el Negueb
y todo el campo de Jcricó, la ciudad
de las palmas, hasta Segor; 4 y le
dijo Yave: «Ahí tienes la tierra que
juré dar a Abraham, Isac y Jacob,
diciendo: A tu descendencia se la
14
21U
DEUTERONOMXO, 34
daré; te la hago ver con tus ojos,
pero no entrarás en ella.» Moisés,
el siervo de Dios, 1 * * * * 6 murió allí en la !
tierra de Moab, conforme a la volun¬
tad de Yave (1). 6 El le enterró
en el valle, en la tierra de Moab, ¡
frente a Bet Fogor, y nadie hasta .
hoy conoce el sepulcro 7 Tenía, I
cuando murió, ciento veinte años, ¡
y ni se habían debilitado sus ojos,
ni se había mustiado su vigor 8 * * Los
hijos de Israel lloraron ? Moisés en
los llanos de Moab, durante treinta
días, cumpliéndose los días de llanto
por el duelo de Moisés.
9 Josué, hijo de Nun, estaba lleno
del espíritu de sabiduría, pues había
(i) La triste muerte de Moisés, a la
vista de la tierra de Canán, sin poner en ella
el pie, y sobre todo su sepultura por el mismo
Yave, es uno de los misterios históricos que nos
ha dejado el A. T., parecido a la desaparición
de Enoc y al rapto de Elias en el carro de fuego.
San Judas (9. sigs.) nos habla de un altercado
entre San Miguel y Satanás, por el cuerpo de
Moisés, que lejos de explicar el misterio, lo
acrecienta.
puesto Moisés sus manos sobre él.
Los hijos de Israel le obedecieron,
como Yave se lo había mandado a
Moisés.
10 Xo ha vuelto a surgir en Israel
profeta semejante a Moisés, a quien
cara a cara eonoeiese Yave, 11 ni en
cuanto a las maravillas y portentos
que Yave le mandó hacer en la tierra
de Egipto contra el Faraón y contra
todos sus servidores y todo su terri¬
torio, 12 ni en cuanto a su mano
poderosa y a tantos terribles pro¬
digios como hizo a los ojos de todo
Israel (1).
(1) Santo Tomás (II. II. q. 174. a. 4 -)
concluye que Moisés fue el más eximio de los
profetas, en cuanto al oficio profético en general,
aunque en alguna de las cosas que és e com¬
prende haya habido algún otro profeta superior
a él, por ejemplo, David, en cuanto al cono¬
cimiento de los misterios mesiánicos. Funda
su conclusión en cuatro razones: En la superio¬
ridad de la visión intelectual de Dios; en la
familiaridad del trato con Dios; en ser el pri¬
mero y universal legislador, y en haber sido
obrador de numerosos y portentosos prodigios.
JOSUÉ
INTRODUCCION AL LIBRO DE JOSUE
pL libro de Josué recibe su nombre de este capitán, que en el Pentateuco
E se nos presenta como ayudante de Moisés (Ex. 24, 13) y su lugarteniente
en las empresas guerreras (Ex. 17, 9). Por eso luego le sucede, con la misión
de llevar a cabo la conquista de la tierra prometida. (Núm. 20, 12.)
Canán estaba dividido en infinidad de reinos, independientes unos de
otros y muy de ordinario enemigos y en guerra. Así nos los presentan las cartas
de Tell-el-Amarna en los siglos xv-xiv, cuando el Egipto ejercía en Canán
poderosa influencia (Intr. Ls. hists.); y esta situación no había mudado cuando
Josué los acometió. La conquista de las primeras ciudades cananeas (Jericó y
Hai) les hizo comprender la necesidad de unirse para resistir al invasor. Los
gabaonitas no quisieron entrar en esta coalición defensiva y fueron atacados
por los demás. Esta fui la ocasión de la primera victoria de Josué en Gabaón,
en la que la coalición de los reyes de Mediodía quedó deshecha y entregado cada
príncipe a sus propias fuerzas (10, 8-43). Otra batalla, junto a las aguas del
Merón, acabó con la coalición de los del Norte, y con esto se allanó el camino
para la ocupación de la, tierra (11, 1-15).
Josué la dividió toda en diez partes, excluidas las tribus que habían sido
heredadas en la Transjordania. Cada tribu hubo de ocupar su porción por
sus propios esfuerzos. No fueron iguales los hechos por las diversas tribus
para conseguirlo, ni iguales tampoco las dificultades que todas hallaron (17, 16)
(18, 3). Por esto, la división de Israel quedó al cabo de algún tiempo tan irre¬
gular.
Dios había prometido a Josué que estaría con él y que autorizaría ante el
pueblo su persona con grandes prodigios . No puede dudarse que el Señor cum-
214
JOSUE, 1
pliría su palabra. Tres son los hechos prodigiosos que se consignan en el libro:
El paso del Jordán, la toma de Jtricó y la victoria de Gabaón. En los tres el
texto, sea por su deficiente conservación, sea por su oscuridad, no nos ofrece elemen¬
tos suficientes para hacernos una idea exacta de los milagros. Aun los interpretes
católicos, que no rehuyen el milagro, dan de ellos explicaciones muy diversas.
La conquista de Canán, desde el punto de vista bíblico, está plenamente
justificada por los juicios de Dios a favor de Israel (Ex. 23, 27; 33, 2; Deut. 0,4).
Desde el punto de vista humano, la conquista no se diferencia de las realizada,
per tantos pueblos que, careciendo de patria, buscan un territorio donde hacérselas
apoyándose en su propia fuerza.
Ignoramos cuándo el libro haya sido escrito y por quién; lo que sí podemos
comprobar es que su autor dispuso de documentos anteriores a la conquista
de Jerusalcn por David (Jos. 15, 63) y de Guezer por el Faraón, suegro de
Salomón (Jos. 16, 10; I Rey. 9, 17).
JOSUE
La orden de partida.
I 1 Después de la muerte de Moisés,
siervo de Yavc, habló Yave a
Josué, hijo de Nun, ministro de
Moisés, diciendo: 2 «Moisés, mi siervo,
ha muerto. Alzate ya, pues, y pasa
ese Jordán, tú y tu pueblo, a la
tierra que yo doy a los hijos de Israel.
3 Cuantos lugares pise la planta de
vuestros pies, os los doy, eomo pro¬
metí a Moisés. 4 Desde el desierto,
desde ese Líbano, hasta el río grande,
el Eufrates, toda la tierra de los
goteos, y hasta el mar grande, a
oceidente, será vuestro territorio.
6 Nadie podrá resistir ante ti, por
todos los dias de tu vida; yo seré
contigo, como fuí con Moisés; no te
dejaré ni te abandonaré. 6 Esfuér¬
zate y ten ánimo, porque tú has de
introducir a este pueblo a posesio¬
narse de la tierra que a sus padres
juré darle. 7 Esfuérzate, pues, y ten
gran valor para cumplir cuidadosa¬
mente cuanto Moisés, mi siervo, te
ha prescrito. No te apartes ni a la
derecha, ni a la izquierda, para que
triunfes en todas tus empresas. 8 Que
esc libro de la ley no se aparte nunca
de tu boca, tenlc presente día y noche,
para procurar hacer cuanto en él
está escrito, y así prosperarás en
todos tus caminos y tendrás buen
suceso. 9 ¿No te mando yo? Esfuér¬
zate, pues, y ten valor; nada te asuste,
i nada temas, porque Yave, tu Dios,
irá contigo a dondequiera que tú
vayas.»
10 Dió, pues, Josué a los oficiales
del pueblo esta orden: «Recorred el
campamento y dad esta orden al
pueblo: 11 Preparaos y proveeos,
porque dentro de tres días pasaréis
esc Jordán, para ir a ocupar la tierra
que Yave, vuestro Dios, os da en
posesión.»
A los rubenitas y gaditas y a la
media tribu de Manasés, les dijo:
13 «Acordaos de lo que os mandó
Moisés, siervo de Yave, diciéndoos:
Yave, vuestro Dios, os ha concedido
el reposo, dándoos esta tierra. Vues¬
tras mujeres, vuestros niños y vues¬
tros ganados, quedarán en la tierra
que Moisés os dió; y vosotros, ar¬
mados, iréis delante de vuestros her¬
manos, todos vuestros hombres fuer¬
tes y valientes, y los auxiliaréis,
16 hasta que Yave haya dado a vues¬
tros hermanos el reposo, como a vos¬
otros, tomando también ellos pose¬
sión de la tierra que Yave, vuestro
Dios, les da. Después volveréis a
la tierra que os pertenece y que Moi¬
sés, siervo de Yave, os dió, al lado
1 de allá del Jordán, a oriente.»
16 Ellos respondieron a Josué di¬
ciendo: «Cuanto nos mandas lo ha¬
remos, y a donde quiera que nos
envíes, iremos. 17 Como en todo obe-
! decimos a Moisés, así te obedeceré-
JOSUÉ, 2, 3
215
inos a ti. Que quiera Yave estar con¬
tigo, como con Moisés estuvo. 18 Quien
rebelándose contra tus órdenes te
desobedezca, morirá. Esfuérzate y ten
valor.»
Espías a Jericó. Ftaliab.
9 1 Josué, hijo de Nun, mandó en
~ secreto dos espías desde Setim,
diciéndoles: «Id a explotar la tierra.»
Puestos en camino, llegaron a Jericó,
a casa de una cortesana de nombre
Raliab (1) y pararon allí. 2 Al
rey de Jericó le dieron noticia, di¬
ciendo: «Hombres de entre los hijos
de Israel han llegado aquí durante la
noche, para explorar la tierra.» 3 * El
rey mandó decir a Rahab: «Saca a
esos hombres que han venido a ti
y han entrado en tu casa, porque
han venido para explorar la tierra.»
4 Cogió ella a los dos hombres y los
escondió en el terrado, y dijo: «Cierto
que han venido hombres a mí, pero
yo no sabía de dónde eran, 5 y cuando
esta tarde se iban a cerrar las puer¬
tas han salido y no sé a dónde han
ido; daos prisa a perseguirlos y de
seguro los encontraréis.» 6 Pero ella
los había subido al terrado y los
había escondido debajo de tascos
de lino, que para ello dispuso en el
terrado. 7 Aquellos hombres fueron
en su persecución por el camino que
va a los vados del Jordán, y una vez
que salieron, se cerraron las puertas.
8 Antes de que los espías se acos¬
tasen, subió Rahab al terrado y les
dijo: 9 «Yo sé que Yave os ha entre¬
gado esta tierra; el terror de vuestro
nombre se ha apoderado de nos¬
otros, 10 pues hemos sabido cómo
Yave, a vuestra salida de Egipto,
secó las aguas del Mar Rojo, y cómo
habéis tratado a los dos reyes de los
amorreos del lado de allá del Jordán,
Seón y Og, que disteis al anatema.
11 Al saberlo, nuestro corazón ha des¬
mayado, y todos se han acobardado
ante vosotros; porque Yave, vuestro
Dios, es Dios arriba en los cielos y
abajo sobre la tierra. 12 Ahora, pues, os
pido que me juréis por Yave que,
(i) Probablemente la razón de ir los
espías a la casa de Rahab fue que entonces, por
lo general, las cortesanas eran las mesoneras.
La episrola a los Hebreos (11.31.) pondera la
fe de Rahab en los destinos de Israel, y que por
eso fué incorporada a este pueblo y mereció fi¬
gurar en la genealogía del Salvador. (Mat. 1, 4.)
como yo he tenido misericordia de
vosotros, la tendréis vosotros también
de la casa de mi padre 13 y dejaréis
la vida a mi padre, a mí madre, a
mis hermanos y a todos los suyos,
y que nos libraréis de la muerte.»
14 Los hombres la dijeron: «Te jura¬
mos por nuestra vida que, si no nos
denuncias, cuando Yave nos entregue
esta tierra tendremos contigo mise¬
ricordia y fidelidad.»
15 Ella los bajó con una cuerda por
la ventana, pues su casa estaba ado¬
sada a la muralla. Antes les dijo:
16 «Idos al monte, no sea que los
que os persiguen den con vosotros;
estad allí escondidos durante tres
días, hasta que aquéllos estén de
vuelta, y luego id vuestro camino.»
17 Los hombres le dijeron: «Mira
cómo habrás de hacer, para que
cumplamos el juramento que te he¬
mos hecho: 18 Cuando entremos en
esta tierra, ata este cordón de hilo
de púrpura a la ventana por la cual
nos has descolgado, y reúne contigo
en tu casa a tu padre, a tu madre,
a tus hermanos y a toda la casa de
tu padre. 19 Si alguno sale fuera de
la puerta de tu casa, su sangre será
sobre su cabeza y nosotros seremos
inocentes; pero si alguien pone la
mano sobre ninguno de los que con¬
tigo estén en tu casa, su sangre sea
sobre nuestra cabeza. 20 Si nos de¬
nuncias, seremos libres del juramento
que nos has pedido.» 21 Ella respondió
«Sea como decís.» Luego los despidió.
22 Los espías se fueron al monte y
se estuvieron escondidos allí tres días.
Los que los perseguían los estuvieron
buscando por el camino, sin hallarlos.
23 Los dos espías, bajando del monte,
repasaron el Jordán, se fueron a
Josué, hijo de Nun, y le contaron
todo lo sucedido, 24 diciendo: «Cierto
es que Yave ha entregado en nues¬
tras manos toda esa tierra, pues los
habitantes de ella están acobardados
de nosotros.»
Paso del Jordán.
3 1 Josué, levantándose bien de
mañana, partió de Setim, él y
todos los hijos de Israel; y llegados
al Jordán, hicieron allí alto, antes
de pasar. 2 Al cabo de tres días, los
oficiales recorrieron el campamento
3 y dieron al pueblo esta orden:
«Cuando veáis el arca de la alianza
216
JOSUÉ, 4
de Yave, vuestro Dios, llevada por los
sacerdotes, hijos de Leví, partiréis
de este lugar donde estáis acampados
y os pondréis en marcha tras ella,
4 pero dejando entre vosotros y ella
una distancia de unos mil codos,
sin acercaros a ella, para que podáis
ver el camino que habéis de seguir,
pues no habéis pasado nunca por él.»
5 Y Josué dijo al pueblo: «Santifi¬
caos, porque mañana Yave hará pro¬
digios en medio de vosotros.» 6 Des¬
pués habló Josué a los sacerdotes,
diciendo: «Llevad el arca de la alianza,
e id delante del pueblo.» Ellos lleva¬
ron el arca de la alianza, adelan¬
tándose al pueblo.
7 Yave dijo a Josué: «Hoy voy a
comenzar a engrandecerte a los ojos
de todo Israel, para que sepan que
yo estoy contigo, como estuve con
Moisés. 8 Tú da esta orden a los
sacerdotes que llevan el arca de la
alianza: Cuando lleguéis al borde de
las aguas del Jordán, os paráis en el
Jordán.» 9 Josué dijo a los hijos de
Israel: «Acercaos, y oíd las palabras
de Yave, vuestro Dios.» 10 Y dijo
Josué* «En esto vais a conocer que
el Dios vivo está en medio de vosotros,
y que no dejará de arrojar delante
de vosotros a los camíneos,Jos gcteos,
los fereceos, los gucrgneseos, los amo-
rreos y los jebuseos. 11 El arca de la
alianza del dueño de toda la tierra
va a entrar delante de vosotros en el
Jordán. 12 Tomad doce hombres de I
entre las tribus de Israel, uno por
cada tribu; 13 y cuando los sacerdotes
que llevan el arca de la alianza del
dueño de toda la tierra pongan la
planta de sus pies en las aguas del
Jordán, las aguas del Jordán se par -1
tirán, y las que bajan de arriba se
pararán en montón.»
14 Cuando hubo salido el pueblo
de sus tiendas para pasar el Jordán,
precedido por los sacerdotes que lle¬
vaban el arca de la alianza, 16 en el
momento en que los que llevaban el
arca llegaron al Jordán, -y los pies
de los sacerdotes que llevaban el
arca se mojaron en la orilla de las
aguas—pues el Jordán se desborda
por todas sus orillas durante el tiempo
de la siega— 16 las aguas que bajaban
de arriba se pararon, se amontonaron
a mucha distancia, cerca de la ciudad
de Adam, que está junto a Sartán;
y las que bajaban hacia el mar del
Araba, el mar de sal, quedaron ente¬
ramente partidas de las otras, y el
pueblo pasó frente a Jericó. 17 Los
sacerdotes que llevaban el arca de
la alianza de Yave se estuvieron en
seco a pie firme, mientras todo Israel
pasaba en seco, hasta que todo el
pueblo hubo acabado de pasar el
Jordán.
Monumento conmemorativo del
paso del Jordán.
4 1 Cuando toda la gente hubo aea-
* bado de pasar el Jordán, Yave
dijo a Josué: 2 «Tomad de entre el
pueblo doce hombres, uno por cada
tribu, 3 y dadles esta orden: De ahí,
del lecho del Jordán, donde los sacer¬
dotes lian estado a pie firme, coged
doce piedras, traedlas y depositadlas
en el lugar donde acampéis esta
noche.» 4 Josué llamó doce hombres,
que eligió entre los hijos de Israel,
uno por tribu, 6 y les dijo: «Id al
medio del Jordán, ante el arca de
Yave, vuestro Dios, y echaos al
hombro una piedra cada uno, según
el número de las tribus de los hijos
de Israel, para que sea señal en medio
de vosotros. 6 Cuando un día os
pregunten vuestros hijos: ¿Qué sig¬
nifican para vosotros estas piedras?,
7 les responderéis: Las aguas del
Jordán se partieron ante el arca de
la alianza de Yave; cuando ella pasó
el Jordán, las aguas del río se divi¬
dieron; y esas piedras serán para
siempre jamás un memorial para
los hijos de Israel.»
8 Los hijos de Israel cumplieron la
orden de Josué. Cogieron del medio
del Jordán doce piedras, como se lo
mandó Yave a Josué, según el nú¬
mero de las tribus de los hijos de
Israel, y llevándolas consigo al lugar
donde pasaron la noche, las deposi¬
taron allí.
9 Josué alzó doce piedras en el lecho
del Jordán, en el lugar donde habían
estado a pie firme los sacerdotes que
llevaban el arca de la alianza, y allí
han estado hasta hoy.
10 Los sacerdotes que llevaban el
arca se estuvieron a pie quieto en
medio del Jordán, hasta que se hizo
todo cuanto Yave había mandado
a Josué decir al pueblo, conforme a
todo cuanto Moisés había ordenado
a Josué, y el pueblo se apresuró a
pasar. 11 Cuando el pueblo hubo
acabado de pasar, el arca de Yave y
los sacerdotes se pusieron al frente
JOSUÉ, 5, 6
217
del pueblo. 12 Los hijos de Rubén,
los de Cad y la media tribu de Mana-
sés, armados, iban en vanguardia
delante de los hijos de Israel, como
se lo había mandado Moisés. 13 Unos
cuarenta mil hombres de ellos, arma¬
dos en guerra, pasaron ante Yave a
los llanos de Jericó. 14 Aquel día
engrandeció Yave a Josué, a los ojos
de todo Israel, y éstos le respetaron,
como habían respetado a Moisés,
todos los días de su vida.
15 Yave habló a Josué, diciendo:
16 «Manda a los sacerdotes que llevan
el arca del testimonio, que salgan del
Jordán»; 17 y Josué dió a los sacer¬
dotes esta orden: «Salid del Jordán»;
18 y en cuanto los sacerdotes que
llevaban el arca de la alianza de Yave
salieron del medio del Jordán y asen¬
taron la planta de su pie' en la tierra
seca, las aguas del río volvieron a su
lugar y se desbordaron, como antes
estaban, por todas las orillas.
19 El pueblo salió del Jordán el
día diez del mes primero, y acampó
en Gálgala, al límite oriental de Jericó.
20 Josué alzó en Gálgala las doce
piedras que habían cogido del Jordán,
21 y dijo a los hijos de Israel: «Cuando
un día os pregunten vuestros hijos:
¿Qué significan esas piedras?; 22 ins¬
truid a vuestros hijos, diciendo: Israel
pasó este Jordán a pie enjuto; 23 por- ¡
que Yave, vuestro Dios, secó delante
de vosotros las aguas del Jordán,
como lo había hecho Yave, vuestro
Dios, con las aguas del Mar Rojo,
que secó delante de nosotros, hasta
que hubimos pasado, 24 para que
todos los pueblos de la tierra sepan
que es poderosa la mano de Yave
y vosotros conservéis siempre el temor
de Yave, vuestro Dios.
• 1 Cuando todos los reyes de los
amorreos, a occidente del Jordán,
y todos los reyes <le los cananeos de
cerca del mar, supieron que Yave
había secado las aguas del Jordán
hasta que ellos pasaron, desmayó su
corazón y perdieron todo su valor
ante los hijos de Israel.
Circuncisión.
2 Entonces dijo Yave a Josué:
«Hazte con cuchillos de piedra y
vuelve a circuncidar a los hijos de
Israel.» 3 Hízose Josué con cuchillos
de piedra y circuncidó a los hijos
de Israel en el monte Aralot. 4 He
aquí por qué los circuncidó Josué:
Todos los salidos de Egipto, los varo¬
nes, todos los hombres de guerra,
habían muerto en el desierto, du¬
rante el camino, después de la salida
de Egipto. ñ El pueblo que salió
estaba circuncidado; pero los nacidos
en el desierto durante el camino
después de la salida de Egipto, no
habían sido circuncidados; 6 pues los
hijos de Israel anduvieron durante
cuarenta años por el desierto, hasta
que perecieron todos los hombres de
guerra salidos de Egipto, por no
haber escuchado la voz de Yave.
Yave les había jurado que no les
dejaría ver la tierra que con jura¬
mento había prometido a sus padres
darles, la tierra que mana leche y miel.
7 Los hijos de aquéllos les sucedieron
en su lugar; y éstos son los que cir¬
cuncidó Josué, porque estaban sin
circuncidar, pues no habían sido cir¬
cuncidados durante el camino. 8 Cuan¬
do todos se circuncidaron, quedáronse
en el campamento hasta curarse; 9 y
Yave dijo a Josué: «Hoy he quitado
de sobre vosotros el oprobio de Egipto.
Y aquel lugar fué llamado Gálgala,
hasta hoy (1).
La pascua.
10 Los hijos de Israel acamparon
en Gálgala; y allí, el día catorce del
mes, celebraron la pascua, a la tarde,
en los llanos de Jericó. 11 Comieron
de los frutos de la tierra desde el día
después de la pascua, panes ácimos
y trigo tostado ya aquel mismo día;
12 V al día siguiente de comer de los
frutos de la tierra no tuvieron ya el
maná, y comieron ya aquel año de
los frutos de la tierra de Canán.
Aparición a Josué.
13 Estando Josué cerca de Jericó,
alzó los ojos, y vió que estaba un
hombre delante de él en pie, con la
espada desnuda en la mano; y Josué
se fué hacia él y le dijo: «¿Eres de
los nuestros o de los enemigos?» Y él
(i) No deja de ser sorprendente que
cuando con tanta instancia se dió a Abraham
(Gen. 17. 14) el mandato de circuncidar a
toda su casa, pasaron los israelitas tanto tiempo
sin circuncidar a sus hijos; por eso el autor
sagrado se siente obligado a darla explicación de
este hecho.
218
JOSUÉ, 6
le respondió: 14 «No, soy un príncipe
del ejército de Yave, que vengo
ahora.» Entonces Josué se prosternó
rostro a tierra, y adorando, dijo:
«¿Qué es lo que manda mi señor a
su siervo?» 15 El príncipe del ejército
de Yave dijo a Josué; «Descalza tus
pies, pues el lugar que pisas es santo.»
Hízolo así Josué.
Toma de Jerieó.
/L 1 * * Estaba Jerieó cerrada; y cerrada
^ permanecía, por miedo a los hijos
de Israel; y nadie salía ni entraba
en ella (1).'
2 Yave dijo a Josué: «Mira, he
puesto en tus manos a Jerieó, a su
rey y a todos sus hombres de guerra.
3 Marchad vosotros, todos los hom¬
bres de guerra, en torno a la ciudad,
dando una vuelta en derredor suyo.
Así liareis por seis días. 4 * Siete sacer¬
dotes llevarán delante del arca siete
trompetas resonantes. Al séptimo
día daréis siete vueltas en derredor
de la ciudad, yendo los sacerdotes
tocando sus trompetas. 6 * * Cuando ellos
toquen repetidamente el cuerno po¬
tente, y oigáis el sonar de las trom¬
petas, todo el pueblo se pondrá a
gritar fuertemente, y las murallas
de la ciudad se derrumbarán. En¬
tonces subirá el pueblo, cada uno
enfrente de sí.»
6 Josué, hijo de Nun, llamó a los
sacerdotes y les dijo: «Llevad el
arca de la alianza, y que siete sacer¬
dotes vayan con siete trompetas reso¬
nantes delante del arca de Yave.»
7 Dijo también al pueblo: «Marchad
y dad también una vuelta a la ciudad,
yendo los armados delante del arca
de Yave.»
8 Así que Josué hubo hablado al
pueblo, los siete sacerdotes con las
siete trompetas resonantes iban to¬
cando las trompetas delante de Yave.
9 Los hombres de guerra iban delante
de los sacerdotes que tocaban las
trompetas, y la retaguardia detrás
del arca. Durante la marcha se toca¬
ban las trompetas. 10 Josué había
(i) El ¿mplazamiento y la forma de la
primitiva ciudad cananea son hoy suficiente¬
mente conocidos, por las excavaciones que
allí se han hecho desde el año 1907. El relato
de la caída de la ciudad presenta notables dife¬
rencias en los textos hebreo y griego. En cuanto
a lo milagroso del derrumbamiento de las
murallas, véase Intr. Gral.
dado al pueblo esta orden: No gritéis,
ni hagáis oír vuestra voz, ni salga de
vuestra boca una palabra, hasta el
día en que yo os diga: Gritad. En¬
tonces gritaréis.» 11 El area de Yave
dió una vuelta en derredor de la
ciudad, una vuelta sola, y se vol¬
vieron al campamento, donde pasa¬
ron la noche.
12 Al día siguiente se levantó Josué
y los sacerdotes llevaron el arca de
Yave. 13 Los siete sacerdotes que
llevaban las siete trompetas reso¬
nantes delante del arca de Yave se
pusieron en mareha tocando las
trompetas. Los hombres de guerra
iban delante de ellos, y detrás la
retaguardia seguía al arca de Yave;
y durante la marcha iban tocando
las trompetas.
14 Dieron el segundo día la vuelta
en derredor de la ciudad y se volvie¬
ron al campamento; esto mismo hi¬
cieron por seis días.
15 Al día séptimo se levantaron
con el alba, y dieron del mismo modo
siete vueltas en derredor de la ciudad;
aquel día dieron siete vueltas. 16 A la
séptima, mientras los sacerdotes to¬
caban las trompetas, Josué dijo al
pueblo: «Gritad, porque Yave os en¬
trega la ciudad. 17 La ciudad será
dada a Yave en anatema, con todo
cuanto en ella hay. Sólo Rahab, la
cortesana, vivirá, ella y cuantos eon
ella estén en su casa, por haber es¬
condido a los exploradores que ha¬
bíamos mandado. 18 Guardaos bien
de lo dado al anatema, no sea que
tomando algo de lo que así habéis
consagrado, hagáis anatema el cam¬
pamento de Israel y traigáis sobre él
la confusión. 19 Toda la plata, todo
el oro y todos los objetos de bronce
y de hierro, serán consagrados a
Yave y entrarán en su tesoro.»
20 Los sacerdotes tocaban las trom¬
petas; y cuando el pueblo, oído el
sonido de las trompetas, se puso a
gritar clamorosamente, las murallas
de la ciudad se derrumbaron; y caria
uno subió a la ciudad frente de si.
21 Apoderándose de la ciudad, dieron
al anatema todo cuanto en ella había,
hombres y mujeres, niños y viejos,
y los bueyes, ovejas y asnos, al filo
de la espada. 22 Pero Josué dijo a
los exploradores: «Entrad en la casa
de Rahab, la cortesana, y sacad a
esa mujer con todos los suyos, como
se lo habéis jurado.» 23 Los jóvenes,
los espías, entraron y sacaron a los
JOSUÉ, 7
219
de la familia y los pusieron en lugar se¬
guro, fuera del campamento de Israel.
24 Los hijos de Israel quemaron la
ciudad con todo cuanto en ella había,
salvo la plata y el oro y todos los
objetos de bronee y de hierro, que pu¬
sieron en el tesoro de la casa de Yave.
25 Josué dejó la vida a Rahab,
la cortesana, y a la casa de su padre;
y ella habitó en medio de Israel, hasta
hoy, por haber ocultado a los envia¬
dos por Josué a explorar a Jerieó.
26 Entonces juró Josué, diciendo:
«Maldito de Yave quien se ponga a
reedificar esta eiudad de Jerieó ; Al
precio de la vida de su primogénito
ponga los cimientos, al precio de la de
su hijo menorj>onga las puertas» (1).
27 Yave fue con Josué, y su fama
se extendió por toda la tierra.
Pecado de Acán.
Y 1 * Los hijos de Israel cometieron
una prevaricación en lo del ana¬
tema. Acán, hijo de Jarmi, hijo de
Zabdi, hijo de Zaré, de la tribu de
Judá, se apropió objetos de los dados
al anatema, y la cólera de Yave se
encendió contra los hijos de Israel.
Desastre en Hal.
2 Josué mandó desde Jerieó hom¬
bres liaeia Hai, que está cerca de
Bet Aven, al oriente de Betel, y les
dijo: «Id a explorar la tierra.» Lle¬
garon y reconocieron Hai. 3 De vuelta
a Josué, le dijeron: «No se necesita
que el pueblo todo se ponga en mar¬
cha contra esa eiudad. Dos o tres
mil hombres que suban bastarán para
tomar Hai, pues sus habitantes son
poeos en número; no es preciso que
todo el pueblo se fatigue.» 4 Pusié¬
ronse, pues, en marcha unos tres
mil hombres, que emprendieron la
fuga ante los hombres de Hai. 5 Las
gentes de Hai les mataron unos treinta
y seis hombres y los persiguieron
desde las puertas hasta Sebarim, ba¬
tí) La conminación de Josué viene a
significar que. si se reedificara Jerieó. habría
de ser esto considerado, no como reedifica¬
ción, sino más bien como fundación, la que,
por tanto, había de ir acompañada de ks cere¬
monias con que acompañaban las cananeos,
la fundación de una ciudad, es decir, el sacri¬
ficio de niños. Que se cumplió la conminación
siglos después, consta de I. Reg. 16. 34.
tiéndolos en la bajada. El corazón
del pueblo desmayó y perdió todo
valor.
El castigo de Acán.
6 Josué rasgó sus vestiduras, y se
postró rostro en tierra ante el arca
de Yave, hasta por la tarde, él y
los ancianos de Israel, y echaron
polvo sobre sus cabezas. 7 Josué dijo:
«¡Oh Señor, Yave, ¿por qué has hecho
pasar el Jordán a este pueblo, para
entregarnos en manos de los amo-
rreos, que nos destruyan? ¿Por qué
no hemos sabido quedarnos al otro
lado del Jordán? 8 Por favor, Yave,
¿qué voy a poder decir yo, después
de haber vuelto Israel las espaldas
ante los enemigos? 9 Lo sabrán los
cananeos y todos los habitantes de
esta tierra, y nos envolverán y harán
desaparecer de la tierra nuestro
nombre. ¿Y qué harás tú por la
gloria de tu nombre?»
10 Yave dijo a Josué: «Levántate;
¿por qué te eehas sobre tu rostro?
11 Israel ha pecado y ha llegado a
traspasar mi alianza, la que yo le
he mandado guardar, hasta tomar
cosas de las dadas al anatema, robar¬
las, mentir y guardarlas entre sus
enseres. 12 Por eso los hijos de Israel
no han podido resistir ante sus ene¬
migos y les dieron las espaldas, por¬
que son anatema. Ya no estaré yo
en adelante en medio de ellos, si no
quitáis de en medio de vosotros el
anatema. 13 Levántate, santifica al
pueblo, y diles: Santificaos para ma¬
ñana, porque así diee Yave, Dios de
Israel: Hay en medio de ti, oh Israel,
un anatema; y no podrás resistir
ante el enemigo mientras no hayas
quitado el anatema de en medio de
vosotros. 14 Os acercaréis mañana
por tribus; y la tribu que Yave se¬
ñale, se acereará por familias; y la
familia que señale Yave, se aeereavá
por easas; y la casa señalada por
Yave, se aeercará por cabezas. 15 El
que fuere cogido en el anatema, será
consumido por el fuego, él y todo
lo suyo, por haber traspasado la
alianza de Yave y haber cometido
en Israel una maldad» (1).
16 Al siguiente día, de mañana,
(1) Es quizá uno de los puntos en que
más se muestra la intervención de los copistas,
tendiendo a agravar el castigo del sacrilegio
220
JOSUÉ, 8
Josué hizo que se acercara Israel por
tribus, y fué señalada la tribu de
Judá. 17 Hizo acercarse a las familias
de Judá, y fué señalada la familia
de Zare. Hizo acercarse a la familia
de Zarc, por casas, y fué señalada la
casa de Zabdi. 18 HÍzo acercarse a la
casa de Zabdi, por cabezas, y fué seña¬
lado Acán, hijo de Jarmi, hijo de Zabdi,
hijo de Zare, de la tribu de Judá.
19 Josué dijo a Acán: «Hijo mío,
anda, da gloria a Yave, Dios de
Israel, y ríndele honor. Confiésame
ló que has hecho, no me lo ocultes.»
20 Acán respondió a Josué, diciendo:
«Es cierto, soy yo el que ha pecado
contra Yave, Dios de Israel. He aquí
lo que he hecho: 21 Vi entre los des¬
pojos un hermoso manto de Senaar,
doscientos sidos de plata y una barra
de oro de cincuenta sidos de peso;
y cod'doso los cogí, y los enterré
en medio de mi tienda, poniendo de¬
bajo el dinero.» 22 Josué mandó en¬
tonces comisionados que fueron co¬
rriendo a la tienda y vieron los
objetos enterrados en la tienda de
Acán, y debajo el dinero. 23 Tomá¬
ronlos de en medio de la tienda y se
los llevaron a Josué ya todos los hijos
de Israel, y los depositaron ante Yave.
24 Josué, y todo Israel con él, co¬
gieron a Acán, hijo de Zare, el di¬
nero, el manto y la barra de oro;
a los hijos y las hijas de Acán, sus
bueyes, sus asnos, sus Ovejas, su
tienda y todo cuanto le pertenecía;
y subieron al valle de Acor: 25 Josué
dijo: «¿Por qué nos has puesto en
perturbación? Pertúrbete a ti hoy
Yave.» Y todo Israel le lapidó. Des¬
pués de lapidado, fué quemado en el
fuego, 26 y echado sobre Acán un gran
montón de piedras, que todavía hoy
subsiste. Por eso se llamó a aquel lugar
valle de Acor, hasta el día de hoy.
Toma de Ilai.
Sí 1 Yave dijo a Josué: «No temas
ni te acobardes. Toma contigo a
todos los hombres de guerra, leván¬
tate, y sube contra Hai. Mira, pongo
en tus manos al rey de Hai, a su
pueblo, su ciudad y su territorio.
con glosas que lo hacen extensivo a ta familia
y ala hacienda del sacrilego. El texto de los LXX.
que está más libre de estas intervenciones,
reduce el castigo a la lapidación del culpable,
conforme al precepto de la ley. (Deut. 24. 16).
2 Trata a Hai como trataste a Jericó;
pero el botín y el ganado, tomadlo
para vosotros. Pon una emboscada
detrás de la ciudad.» 3 Josué se dis¬
puso a subir con todos los hombres
de guerra contra Hai. Escogió treinta
mil, todos ellos hombres valerosos, y
los hizo partir de noche, dándoles esta
orden: 4 «Estad sobre aviso; poneos en
emboscada detrás de la ciudad, sin
alejaros mucho, y estad todos pron¬
tos. 6 Yo, con la gente que llevo
conmigo, nos acercaremos a la ciu¬
dad, y cuando salgan a nuestro en¬
cuentro como la primera vez, huire¬
mos ante ellos. 6 Ellos saldrán en
persecución nuestra: y cuando los
hayamos atraído lejos de la ciudad,
porque se dirán: Huyen delante de
nosotros, como la primera vez; 7 en¬
tonces, saliendo vosotros de la em¬
boscada, os apoderáis de la ciudad.
Yave, vuestro Dios, la entregará en
vuestras manos. 8 Cuando la hayáis
tomado, la incendiaréis. Haced según
lo que ha dicho Yave. Ved, ésas son
mis órdenes.» 9 Josué los hizo partir;
y ellos fueron a ponerse en embos¬
cada entre Betel y Hai,-al occidente
de Hai. Josué pasó la noche en medio
del pueblo.
10 Levantóse Josué bien de mañana;
y después de revistar al pueblo, avan¬
zó a la cabeza de él, él y los ancia¬
nos de Israel, contra Hai. 11 Todos
los hombres de guerra que estaban
con él subieron y se acercaron; llega¬
dos trente a Hai, se detuvieron al
norte de la ciudad, teniendo el valle
entre ellos y Hai. 12 Tomó Josué unos
cinco mil hombres, y los puso en
emboscada a occidente. 13 Luego que
todo el pueblo hubo tomado posicio¬
nes al norte de la ciudad, y la embos¬
cada al occidente de ella, avanzó Josué
durante la noche al medio del valle.
14 Cuando el rey de Hai vi ó esto,
las gentes de la ciudad se levantaron
de prisa, bien de mañana, para com¬
batir a los hijos de Israel, sin saber
que detrás de la ciudad había una
emboscada contra ella. 16 Josué y
todo Israel, fingiéndose derrotados
por ellos, huyeron por el camino del
desierto; 18 se reunió toda la gente
que había en la ciudad, para perse¬
guirlos con gran griterío, y persiguie¬
ron a Josué, que los alejó así de la
ciudad. 17 No hubo ni uno de Hai
y de Betel que 110 saliera tras de
¡ Israel y le persiguiera, dejando abierta
I la ciudad.
JOSUÉ, 9
221
18 Yave dijo a Josué: «Tiende hacia
Hai la lanza que llevas en la mano,
porque voy a poner en tu poder la
ciudad » Josué tendió hacia la ciudad
la lanza que tenía en la mano; 19 y
las gentes de la emboscada se levan¬
taron prestamente del lugar donde
estaban, y corriendo, entraron en la i
ciudad, se apoderaron de ella, y le !
pusieron fuego. 20 Cuando los de Hai
miraron atrás y vieron el humo que ¡
de la ciudad subía al cielo, ya no
pudieron ponerse en salvo por ningún
lado; pues el pueblo que huía camino
del desierto se volvió contra los que
le perseguían. 21 Josué' y todo Israel,
viendo que la ciudad había sido to¬
mada por los emboscados, y cómo
subía el humo de la ciudad, se vol¬
vieron y derrotaron a los de Hai;
22 los otros salieron de la ciudad a
su encuentro; los de Hai se vieron
envueltos por los de Israel, de un
lado por unos, del otro por otros;
y los de Israel los batieron, sin dejar
ni un superviviente ni un fugitivo:
23 cogieron vivo al rey de Hai y se
lo llevaron a Josué.
24 Cuando Israel hubo acabado de
exterminar en el campo a todos los
habitantes de Hai, camino del de¬
sierto, por donde los había perse¬
guido, y todos hasta el último hubie¬
ron sido pasados a filo de espada,
todo Israel se volvió a la ciudad y
la pasaron a filo de espada.
25 El número de muertos aquel día
fué de doce mil, hombres y mujeres,
todas las gentes de Hai. 26 Josué
no retiró la mano que tenía tendida
con la lanza, hasta que no hubo dado
el anatema a todos los habitantes
de Hai. 27 Los de Israel sólo reser¬
varon para ellos el ganado y el botín
de esta ciudad, como Yave se lo
había mandado a Josué. 28 Josué
quemó a Hai, convirtiéndola en un
montón de ruinas, que todavía hoy
subsiste. 29 Hizo colgar de un árbol
al rey de Hai y le dejó allí hasta la
tarde; a la puesta del sol dio orden
de coger el cadáver y arrojarlo a la
puerta de la ciudad, echando sobre
él un gran montón de piedras, que
todavía subsiste hoy.
Confirmación de la alianza.
80 Entonces Josué edificó un altar
a Yave sobre el monte Ebal, 31 según
la orden que Moisés, siervo de Dios.
había dado a los hijos de Israel,
como está escrito en el libro de la
ley de Moisés; un altar de piedras
en bruto, a las cuales no había to¬
cado el hierro. Ofrecieron en el ho¬
locaustos a Yave y sacrificios euea-
rísticos. 32 Allí, sobre las piedras,
escribió Josué una repetición de la
ley que Moisés había escrito delante
de los hijos de Israel. 33 Todo Israel,
sus ancianos, sus oficiales y sus jue¬
ces, estaban a los dos lados del arca,
ante los sacerdotes hijos de Leví, que
llevaban el arca de la alianza de Yave;
y los peregrinos e indígenas, lo mismo
que los hijos de Israel, una mitad del
lado del monte Garizin, otra mitad
del lado del monte Ebal, según la
orden que Moisés, siervo de Dios,
había dado antes, para comenzar a
bendecir al pueblo de Israel. 34 Leyó
después Josué todas las palabras de
la ley, la bendición y la maldición,
conforme a todo lo que está escrito
en el libro de la ley. 36 Ni una pala¬
bra de cuanto había prescrito Moi¬
sés se omitió en la lectura que hizo
Josué, en presencia de toda la asam¬
blea de los hijos de Israel, de mujeres
y niños, y de los peregrinos que iban
en medio de Israel.
Estratagema de los gahaonitas.
j Q 1 Cuando supieron estos sucesos
7 todos los reyes del lado acá del
Jordán, los de la montaña y los del
llano y los de las costas del mar
grande, frente al Líbano, los geteos,
los amorreos, los eananeos, los fere-
eeos, los jeveos y los jebuseos, se
unieron todos para combatir a Josué
y a Israel, de común acuerdo.
3 Los habitantes de Gabaón, al
saber cómo había tratado Josué a
Jerieó y a Hai, 4 recurrieron a la
astucia y se pusieron en camino, lle¬
vando provisiones para el viaje. To¬
maron sacos viejos sobre sus asnos,
cueros viejos de vino, rotos y remen¬
dados; 5 zapatos viejos y recosidos
para sus pies, y se pusieron vestidos
viejos; todo el pan que traían para
el camino estaba duro y hecho migas.
6 Llegaron a Josué, al campamento
de Gálgala; y le dijeron a él y a los
de Israel: «Venimos de muy lejanas
tierras, para hacer alianza eon vos¬
otros; hagámosla, pues.» 7 Y los de
Israel respondieron a aquellos jeveos:
I «Quizá vosotros habitáis en medio
2>2
JOSUÉ, 10
nuestro; ¿cómo vamos a poder hacer
alianza con vosotros?» 8 Ellos res¬
pondieron a Josué: «Somos siervos
tuyos.» Y Josué les dijo: «¿Quiénes
sois y de dónde venís?» 9 Respon¬
dieron ellos: «Tus siervos vienen de
muy lejanas tierras, por la fama de
Yave, tu Dios, pues hemos oído ha¬
blar de cuanto hizo en Egipto 10 y de
lo que ha hecho a los reyes de los
amorreos de la otra parte del Jordán,
Seón, rey de Hescbón, y Og, rey de
Basán, que habitaba en Astarot. 14 Por
eso nuestros ancianos y todos los
habitantes de nuestra tierra nos han
dicho: «Tomad con vosotros provi¬
siones para el camino, e id a su
encuentro y decidles: Somos siervos
vuestros, haced alianza con nosotros.
12 Aquí tienes nuestro pan; estaba
caliente cuando lo cogimos en nues¬
tras casas para el camino, el día en
que partimos para venir a vosotros;
y ahora, como véis, está seco y en
migajas; 13 estos odres de vino eran
nuevos cuando los llenamos: y ya
los veis, rolos; nuestros vestidos v
nuestros zapatos se han hecho viejos
por lo largo del camino.» 14 Los de
Israel tomaron de sus provisiones, y
sin consultar a Yave, 15 Josué les
otorgó la paz y concertó con ellos
que les dejaría la vida, y también
los príncipes de la asamblea les ju¬
raron.
16 Tres días después de concertada
la alianza, supieron que eran veci¬
nos suyos v que habitaban en medio
de ellos. 17 Los hijos de Israel par¬
tieron y llegaron a sus ciudades al
tercer día. Eran sus ciudades Gabaón,
Catira, Beriot, y Cariatiarim. 18 No
los destruyeron, por el juramento
que los príncipes de la asamblea les
habían hecho por el nombre de Yave,
Dios de Israel; pero toda la asamblea
niurmuraha contra los príncipes. ly Los
príncipes todos dijeron a la asamblea:
«Nosotros les hemos jurado por el
nombre de Yave, Dios de Israel;
no podemos, pues, tocarlos; 20 pero
he aquí cómo los trataremos: les de¬
jaremos la vida, por no traer sobre
nosotros la cólera de Yave, por el
juramento que los hemos hecho: 21 v
añadieron los príncipes: «Que vivan,
pues, pero que sirvan de leñadores
y aguadores para toda la congrega¬
ción»; y se hizo como los príncipes
dijeron.
22 Josué hizo llamar a los gabaoni-
tas, y les habló así: «¿Por qué nos
habéis engañado, diciendo: estamos
muy alejados de vosotros, cuando
habitáis en medio de nosotros? 23 Aho¬
ra, pues, malditos sois, y no dejaréis
nunca de ser esclavos," para cortar
la leña y sacar el agua para la casa
de mi Dios.»
24 Ellos respondieron a Josué, di¬
ciendo: «Es que supimos la orden que
Yave, tu Dios, había dado a Moisés,
su siervo, de que toda la tierra se os
entregara, y de que todos sus habi¬
tantes fueran exterminados delante
de vosotros. Al aproximaros, tuvimos
gran miedo por nuestras vidas, y
por eso hemos hecho esto. 24 Esta¬
mos en tus manos, trátanos como
te parezca bueno y justo tratarnos.»
26 Josué hizo de ellos lo que había
dicho, y los libró de la mano de los
hijos de Israel, para que no los ma¬
tasen. 27 Josué los destinó desde en¬
tonces a cortar la leña y a sacar el
agua para la asamblea" y para el
altar de Yave, en el lugar que Yave
eligiese, lo que hacen todavía hoy.
Coalición de lo* reyes» del .Me¬
diodía y batalla de Gahuón
10 1 Al saber Adonisedec, rey de
Jcrusalén, que Josué se había
apoderado de Hai y que la había
dado al anal ciña—como había hecho
con Jcricó y su rey, así hizo con
Hai y su rey—y que los habitantes de
Gabnón habían hecho paces con los
de Israel y moraban entre ellos,
2 temieron mucho, porque Cabaón
era una gran ciudad, como una de
las ciudades reales, más grande toda¬
vía que Hai, y sus hombres eran va¬
lientes. 3 Adonisedec, rey de Jcru¬
salén, mandó a decir a Oliam, rey de
Hcbrón, a Faram, rey de Jerimot,
a Jafia 9 rey de Lnquis, y a Dabir,
rey de Eglón: 4 «Subid a mí y pres¬
tadme vuestra ayuda, para com¬
batir a Gabaón, que ha hecho paces
con Josué y con los hijos de Israel.»
6 Cinco reyes de los amorreos, el rey
de Jerusafen, el rey de Hcbrón, el
rey de Jerimot, el rey de Luquis
y el rey de Eglón, se juntaron y
subieron con todos sus ejércitos, y
acamparon cerca de Gabaón, ase¬
diándola. 6 Los de Gabaón manda¬
ron a decir a Josué, al campamento
de Gálgala: «No rechaces acudir a
tus siervos; sube prestamente a nos¬
otros y socórrenos, porque se han
JOSUÉ, 10
223
coligado contra nosotros todos los
reyes de los amorraos que habitan
en la montaña.» Josué subió de Gál-
gala, él y todos los hombres de guerra
con el, todos los valientes guerreros.
8 Yave había dicho a Josué: «No los
temas, porque te los entregaré en tus
manos y ninguno de ellos podrá re¬
sistir ante ti.» (i) * * * * * * * 9 Josué se echó sobre
ellos de improviso; había hecho la
marcha desde Gálgala, andando toda
la noche. 10 Yave arrojó en medio de
ellos la turbación ante Israel, e Israel
les dio una gran derrota cerca de
Gabaón; y. persiguiéndolos por el ca¬
mino que va a Betorón, los batió
hasta Azeca y Maceda. 11 Cuando
iban huyendo delante de los hijos
de Israel en la bajada de Betorón,
Yave hizo caer sobre ellos grandes
piedras hasta Azcca, y murieron mu¬
chos, siendo más los muertos por las
piedras de granizo que los muertos
por la espada de los hijos de Israel.
12 Aquel día, el día en que Yave
entregó a los amorreos en las manos
de los hijos de Israel, habló Josué a
Yave; y a la vista de Israel, dijo:
«;Sol, detente sobre Gabaón;
Y tú, luna, sobre el valle de Ayalón;
13 Y el sol se detuvo, y se paró la
luna,
Hasta que la gente se hubo ven¬
gado de sus enemigos.»
¿No está esto escrito en el libro
de Jaser? (1). El sol se detuvo
en medio del cielo, y no se apresuró
a ponerse, casi un día entero. 14 No
hubo, ni antes, ni después, día como
aquel en que obedeció Yave a la voz
de un hombre, porque Yave combatía
por los hijos de Israel. 15 Josué, con
todos los hijos de Israel, se tornó al
campamento, a Gálgala.
16 Los cinco reyes huyeron y se
refugiaron en la caverna "de Maceda.
17 Se lo comunicaron a Josué, di¬
ciendo: «Han sido hallados los cinco
reyes, escondidos en la caverna de
Maceda.» 18 Josué dijo: «Rodad gran¬
des piedras a la boca de la caverna,
y poned a unos cuantos hombres que
(i) Otros traducen *in libro justorum»,
o en singular, el libro del justo. Nos parece
meior transcribirlo como nombre propio per¬
sonal. No vuelve a mencionarse tal .libro en la
Escritura más que en II. Sam. i. 18, y quizá,
más que un libro, fué una colección de cantos
bélicos. Desde luego, las dos citas prueban
que se trata de una composición poética. Por
lo breve de la cita, es mucho más difícil todavía
determinar el sentido de las palabras citadas.
la guarden, 19 pero vosotros no os
paréis: perseguid al enemigo y pi¬
cadle la retaguardia; no los dejéis
entrar en sus ciudades, porque Yave,
vuestro Dios, los ha entregado en
vuestras manos.»
20 Cuando Josué y los hijos de Israel
los hubieron enteramente derrotado
y batido, hasta exterminarlos, y se
refugiaron en las ciudades fuertes los
que pudieron escapar, 21 se vino todo
el pueblo tranquilamente al campa¬
mento, a Josué en Maceda, sin que
hubiera quien moviese la lengua con¬
tra los hijos de Israel.
22 Josué dijo: «Abrid la boca de la
caverna, sacad a los ciuco reyes, y
traédmelos.» 23 Lo hicieron asi, lle¬
vando a los cinco reyes, que sacaron
de la caverna: el rey de Jerusalén,
el rey de Hebrón, el rey de Jerimot,
el rey de Laquis y el rey de Eglón.
24 Una vez delante de Josué, llamó
éste a todos los hombres de Israel y
dijo a los jefes de los hombres de
guerra que le habían acompañado:
«Acercaos y poned vuestro pie sobre
sus cuellos.» Ellos se acercaron y pu¬
sieron su pie sobre sus cuellos, 25 y
Josué dijo: «No temáis y no os aco¬
bardéis, sed firmes y valientes, pues
así tratará Yave a todos vuestros
enemigos, contra los cuales comba¬
tís.» 26 Después Josué hizo darles
muerte y los mandó colgar de cinco
árboles, y allí estuvieron colgados
hasta la tarde. 27 Al ponerse del sol
los hizo bajar de los árboles y echar¬
los en la caverna donde se habían
escondido, y pusieron a la boca de
la caverna grandes piedras, que to¬
davía se ven hoy allí.
Conquista de los territorios del
mediodía.
28 Aquel mismo día se apoderó
Josué de Maceda y la destruyó con
todos los vivientes que en ella había
y su rey, pasándola a filo de espada.
Dió al anatema la ciudad y a todos
los vivientes que en ella había, sin
dejar uno solo, y trató a su rey
como había tratado al de Jericó.
29 Pasó Josué con todo Israel de
Maceda a Lebna y la atacó. 30 Yave
la entregó también a las manos de
Israel, con su rey, y la pasó a filo
de espada a ella y a cuantos en ella
había, sin dejar escapar uno, y a
su rey le trató como había tratado
al de Jericó.
224
JOSUÉ, 11
81 Pasó luego Josué, y con él todo
Israel, de Lebna a Laquis y la atacó,
acampando ante ella. 32 Yave entregó
a Laquis en las manos de Israel, que
la tomó al segundo día, y la pasó a
filo de espada con todos los vivientes
que en ella había, como había hecho
en Lebna. 33 Entonces Oram, rey
de Gazer, subió para socorrer a La¬
quis; pero Josué le derrotó a él y a
su pueblo, sin dejar escapar a nadie.
34 Josué, y con él todo Israel,
pasó de Laquis a Eglón; pusieron su
campo junto a la ciudad y la ataca¬
ron. 35 Aquel mismo dia la tomaron
y pasaron a filo de espada a todos los
vivientes que había en ella, y la die¬
ron al anatema, como habían hecho
con Laquis.
36 Josué, con todo Israel, subió de
Eglón a Hebrón y atacaron la ciudad;
37 tomada, la pasaron a filo de espada
a ella y a su rey, a todas las ciudades
de ella dependientes, y a todos los
vivientes que con ellos se hallaban,
sin dejar a nadie, como lo había
hecho Josué en Eglón, y la dió al
anatema con todos los vivientes que
en' ella había.
38 Josué, y todo Israel con él, se
volvió contra Dabir y la atacó.
39 Tomada, con su rey y todas las
ciudades de ella dependientes, las
pasaron a filo de espada, y dieron al
anatema a todos los vivientes que
allí había, sin dejar escapar a nadie.
Josué trató a Dabir y a su rey como
habla tratado a Hebrón, y como había
tratado a Lebna y a su rey.
40 Josué batió toda la tierra, la
montaña, el mediodía, los llanos y
las pendientes, con todos sus reyes,
sin dejar escapar a nadie y dando
al anatema a todo viviente, como lo
había mandudo Yave, Dios de Israel.
41 Batiólos Josué, desde Cadesbarne
hasta Gaza, y todo el territorio de
Gosen hasta Gabaón. 42 Cogió Josué
a todos sus reyes y toda su tierra en
una sola expedición, porque Yave,
Dios de Israel, combatió por Israel.
43 Después Josué, y todo Israel con
él, tornó al campamento, a Gálgala.
Coalición de los reyes del IVorte.
feu derrota y conquista de sus
territorios.
4 A 1 Al tener noticia de estos suce-
* * sos Jabín, rey de Jasor, mandó
una embajada a Jobab, rey de Madón,
- al rey de Seberón, al rey de Acsaf
2 y a los reyes que estaban al norte
de la montaña y en el Araba, al sur
de Queneret, en la llanura, y en las
alturas de Dor, al occidente, 3 y a
los cananeos de oriente y de occidente,
a los amorreos, a los geteos, a los
fereceos, a los jebuseos de la montaña,
y a los je veos del pie del Hcrmón,
en el territorio de Masfa.
4 Salieron con ellos todos sus ejér¬
citos, gente innumerable, como las
arenas que hay a orillas del mar,
con una gran muchedumbre de caba- i
líos y carros. 5 Reuniéronse todos y
vinieron a acampar concentrados
junto a las aguas de Merom, para
combatir a Israel. 6 Yave dijo a
Josué: «No los temas, porque mañana,
a esta misma hora, yo te los daré
traspasados delante de Israel; des- I
jarretarás sus caballos y quemarás sus
carros.» 7 Josué y todos sus hombres
de guerra se echaron sobre ellos de
improviso, cerca de las aguas de
¡ Merom, y se precipitaron contra ellos. I
8 Yave los dió enteramente en manos
de Israel, que los batió y los persi¬
guió hasta Sidón, la grande, hasta
las aguas de Masrefot y hasta el
valle de Masfa, a oriente. Los batió,
sin dejar escapar uno solo. 9 Josué
los trató como Yabe se lo había
dicho; desjarretó sus caballos y dió
al fuego sus carros. 10 Entonces se
j volvió Josué y tomó y pasó a su rey
al filo de la espada. Asor era antes
la capital de todos estos reñios.
11 Pasaron a filo de espada a todos los
vivientes que en ella se hallaban,
dándolos todo al anatema; nada quedó
de cuanto vivía, y Asor fué dada a las
llamas. 12 Josué tomó todas las ciu¬
dades de estos reyes, y cogió a todos i
sus reyes y los pasó a filo de espada,
dándolos al anatema, como se lo
había mandado Moisés, siervo de
Yave. 13 Israel no quemó ninguna
de las ciudades de la montaña, fuera
de Asor, que incendió Josué. 14 Todo
I el botín de estas ciudades, sus gana-
i dos, los cogieron los hijos de Israel
para ellos; pero pasaron a filo de
espada a todos los hombres, hasta
exterminarlos, sin dejar uno. 16 Lo
que había mandado Yave a Moisés,
| su siervo, lo ejecutó Josué, sin quitar
palabra de cuanto Yave había man¬
dado a Moisés.
16 Así se apoderó Josué de todo este
territorio de la montaña, de todo el I
mediodía, de todo el distrito de Go-
JOSUÉ, 12, 13
225
sen, de la tierra baja, de la montaña
de Israel y de sus llanos, 17 desde la
montaña desnuda que se. alza hacia
Seir, hasta Baal Oad en el valle del
Líbano, al pie del monte Hermón.
Cogió a todos sus reyes y les dió
muerte. 18 La guerra que hizo Josué
contra todos estos reves duró largo
tiempo; 19 no hubo ciudad que hiciese
paces con los hijos de Israel, fuera
de los je veos que habitaban en Ga-
baón; todas las tomaron por la fuerza
de las armas; 20 porque era designio
de Yave que estos pueblos endure¬
ciesen su corazón, en hacer la guerra
a Israel, para que Israel los diese
al anatema, sin tener para ellos mise¬
ricordia v los destruyera, como Yave
se lo había mandado a Moisés.
21 En este tiempo se puso Josué
en marcha y exterminó a los enaquim
de la montaña de Hebrón, de Dabir
y de Anab, de toda la montaña de
Judá y de toda la montaña de Israel.
22 No quedó un enaquim en todo el
territorio de los hijos de Israel: sólo
quedaron en Gaza, en Oet y en Azoto.
23 Se apoderó Josué de todo el
territorio, conforme a todo lo que
Yave había dicho a Moisés, y se lo
dió en heredad a Israel por partes,
según sus tribus, y la tierra des¬
cansó de la guerra.
Los reyes vencidos.
"|9 1 -^ e ac l n f 1° s reyes de la tierra
*** que batió Israel, apoderán¬
dose de -sus territorios, al otro lado
del Jordán, a oriente, desde el torrente
del Arnón, hasta el monte Hermón,
y todo el Araba, a oriente: 2 Seón,
rey de los amorreos, residente en
Hesebón; su dominio se extendía
desde Aroer, a orillas del torrente del
Arnón, y desde el medio de este
valle, sobre la mitad de Galad, hasta
el torrente de Jaboc, en la frontera
de los hijos de Ammón; 3 sobre el
Araba hasta el mar de Queneret, a
oriente, y sobre el mar del Araba,
el mar de sal, a oriente, hacia Bet-
jerimot, y del lado del mediodía, al
pie de las pendientes deí Pasga. 4 El
territorio de Og, rey de Basán, de
los restos de los refaim, residente en
Astarot y en Edrai. 6 Su dominio se
extendía sobre la montaña de Her¬
món, sobre Saleja, sobre todo Basán,
hasta la frontera de Gesur y de Macat
y hasta la mitad de Galad, territorio
de Seón, rey de Hesebón. 8 Moisés,
siervo de Dios, y los hijos de Israel
los batieron; y Moisés, siervo de Yave,
dió sus territorios en heredad a los
rubenitas y gaditas y a media tribu
de Manasés.
7 Reyes de la tierra que batió
Josué v los hijos de Israel, de este
lado del Jordán, a occidente, desde
Baal Gad, en el valle del Líbano,
hasta la montaña desnuda que se alza
hacia Seir, cuyos territorios dió Josué
en heredad a las tribus de Israel,
según sus familias, 8 en la montaña,
en la tierra baja, en las pendientes,
en el desierto, en el Negueb; de los
geteos. de los amorreos, de los cana-
neos, de los fereceos, de los ieveos
y de los jebuseos; 9 el rey de Jericó,
el rey de Hai, cerca de Betel. 10 el
rey de Jerusalén; el rey de Hebrón;
11 el rey de Jerimot; el rey de Laquis;
12 el rey de Eglón; el rev de Gazer;
13 el rev de Dabir; el rey de Gueder;
14 el rey de Jorma; el rev de Arad;
15 él rey de Lebna; el rey de Odulam;
16 el rev de Moreda; el rev de Betel;
17 el rey de Tafua; el rey de Ofer;
18 el rev de Afeq; el rey de Lasaron;
19 el rey de Madón; el rev de Asor;
20 el rey de Semerón; el rey de Acsaf;
21 el rey de Tanac; el rey de Mageddo;
22 el rey de Cades: el rey de Jacneam,
en el Carmelo; 23 el rey de Dor, en
las alturas de Dor; el rev de Goím, en
Galgal; 24 el rey de Tersa. En todo
treinta y un reyes.
Distribución de la tierra.
1 Q 1 Josué era ya viejo, entrado
-*■ ^ en años, y Yave le dijo: «Eres
ya viejo, de edad avanzada, y queda
todavía mucha tierra por conquis¬
tar. 2 Mira lo que queda: todos los
distritos de los . filisteos y todo el
territorio de Gesur; 3 desde el Si ja,
que corre al oriente de Egipto, hasta
la frontera de Acarón, hacia el
norte, que se reputa como de los ca¬
ñoneos; los cinco príncipes de los
f lísteos, el de Gaza, el de Azot, el de
As calón, el de Get y el de Acarón;
los jcveos al mediodía; 4 toda la
tierra de los cananeos, y Mara que es
de los sidonios, hasta Afee, hasta la
frontera de los amorreos; 5 la tierra
de los gelitas y todo el Líbano a
oriente, desde Baal Gad, al pie del
monte Hermón, hasta la entrada
de Hamot; 8 todos los habitantes de
15
226
JOSUÉ, 14
la montaña, desde el Líbano hasta
las aguas de Mazrefot; todos los si-
donios. Yo los arrojaré delante de
los hijos de Israel. Pero distribuye
por suertes esta tierra en heredad a
los hijos de Israel, como yo lo he
mandado.
7 Ahora, pues, distribuye esta tierra
entre las nueve tribus y la media
de Manases.» 8 Con la otra mitad,
los rubenitas y gaditas recibieron
ya su heredad, que les dió Moisés
al otro lado del Jordán, a oriente,
como se la distribuyó Moisés,
siervo de Ya ve: 9 desde Aroer, a
orillas del torrente del Arnón, y desde
la ciudad que está en medio del valle,
toda la llanura de Madaba, hasta
Dibón; 10 todas las ciudades de Seón,
rey de los am'orreos, que reinaba en
Hesebón, hasta la frontera de los
hijos de Ammón; 11 Calad, el terri¬
torio de Cesur y de Maeat, toda la
montaña de Hermón y todo el Basán,
hasta Saleja; 12 todo el reino de Og,
en Basán, que reinaba en Astarot,
y en Edrai, y eran los últimos restos
de los refaim. Moisés batió a estos
reyes y los desposeyó; 13 pero los
hijos de Israel no desposeyeron a
los gesuritas y a los macatitas, y
Cesur y Maeat habitan en medio de
ellos hasta hoy. 14 La tribu de Leví
fué la sola a que Moisés no dió
heredad, porque las combustiones de
Yave, Dios de Israel, son su heredad,
como él se lo dijo.
Rubén.
15 Moisés había dado a los hijos
de la tribu de Rubén una parte
según sus familias. 16 Tuvieron por
territorio, a partir de Aroer, a ori¬
llas del torrente del Arnón y de la
ciudad situada en medio del valle,
toda la llanura cerca de Madaba.
17 Hcsebón y todas las ciudades del
llano, Dibón, Bamot Baal, Bet Baal,
Maón, 18 Jas, Quedamot, Mefat , 19 Ca-
riataiin, Sabama, Sarat Asar, en el
monte del valle, 20 Bet Fogor, las pen¬
dientes del Pasga, Bet Jesimot, 21 to¬
das las ciudades del llano y todo el rei¬
no de Scón, rey de los amorreos, que
reinaba en Hesebón; Moisés le derrotó
a él y a los príncipes de Madián,
Evi, Rcquem, Sur. Jur y Rebe, tri¬
butarios de Seón, que habitaban la
tierra. 22 El adivino Balam, hijo de
Beor, fué también del número de
los que los hijos de Israel pasaron a
filo de espada. 23 Así el territorio de
los hijos de Rubén llegaba hasta el
Jordán y sus riberas. Esta fué la
heredad, las ciudades y sus pueblos,
de los hijos de Rubén y sus fami¬
lias.
Gad.
24 Moisés dió a la tribu de Gad,
a los hijos de Gad, una parte según
sus familias. 25 Su territorio compren¬
día: Jaser, todas las ciudades de
Calad, la mitad de la tierra de los
hijos de Ammón hasta Aroer, que
está enfrente de Raba, 26 desde Hese¬
bón hasta Rabot, Masfe y Betonim,
y desde Majanaim hasta la frontera
de Debir; 27 yen el valle Bet Aram,
Bet Nemra, Socot y Saíán, partes
del reino de Seón, rey de Hesebón,
el Jordán y sus riberas hasta el cabo
del mar de Quencret, del otro lado
del Jordán, a oriente.
28 Esta fué la heredad, ciudades con
sus pueblos, de los hijos de Cad,
según sus familias.
Media tribu de Manasés.
29 Moisés dió a media tribu de
Manasés, a los lujos de Manasés,
una parte según sus familias. 30 Tu¬
vieron por territorio, a partir de
Majanaim, todo Basán, todo el reino
de Og, rey de Basán, y todos los
burgos de Jair en Basán, sesenta
ciudades; 31 la mitad de Calad,
Astarot y Edrai, ciudades del reino
de Og en Basán, fueron dadas a
Maquir, hijo de Manasés, a la mitad
de los hijos de Maquir, según sus
familias.
32 Estas son las partes que distri¬
buyó Moisés, cuando estaba en los
llanos de Moab, del otro lado del
Jordán, frente a Jcricó, a oriente.
33 Pero Moisés no dió parte a la
tribu de Leví: Yave, Dios de Israel,
es su parte, como él se lo ha dicho.
Ilebrón, para Caleb.
H 1 He aquí lo que los hijos de
1 * Israel recibieron en heredad en
la tierra de Canán; lo que les distri¬
buyeron Eleazar, sacerdote, Josué,
hijo de Nuil, y los jefes de familia de
las tribus de los hijos de Israel. * Fué
HAr
228
JOSUÉ, 15
la suerte la que asignó su heredad,
como Yave se lo había mandado
a Moisés, a las nueve tribus y a la
media tribu de Manasés. 3 Pues Moi¬
sés había ya dado su heredad a dos
tribus y a media de la de Manasés,
al otro lado del Jordán. No dió nada
de la heredad a los levitas en medio
de ellos. 4 Los hijos de José formaban
dos tribus, Manasés y Efrafm, y no se
dió a los levitas parte en el territorio,
fuera de las ciudades de su habitación
y los campos de pastos para sus gana¬
dos y rebaños. 6 Los hijos de Israel
cumplieron lo que Yave había manda¬
do a Moisés y distribuyeron la tierra.
6 Algunos de los hijos de Judá
se acercaron a Josué, en Caígala; y
Caleb, hijo de Jefone, el quineceo,
le dijo: «Ya sabes lo que a Moisés,
siervo de Dios, dijo Yave respecto
de mí y de ti. 7 Cuarenta años tenía
yo, cuando Moisés, siervo de Y'ave,
me mandó de Cades Barne para ex¬
plorar la tierra, y yo le hice relación,
según la sinceridad de mi corazón.
8 Mientras que mis hermanos, los
que conmigo habían subido, desco¬
razonaron al pueblo, yo seguí ente¬
ramente a Yave, mi Dios. 9 Aquel
día hizo Moisés este juramento; la
tierra que han pisado tus pies será
tu heredad y la de tus hijos perpe¬
tuamente, porque tú has seguido ente¬
ramente a Y'ave. 10 Ahora, pues, Y’ave
me ha conservado la vida, como lo
prometió, durante los cuarenta y
cinco años transcurridos desde que
Yave dirigió a Moisés esta palabra,
mientras caminaba Israel por el de¬
sierto, y tengo ahora ochenta y cinco
años; 11 pero ya ves que estoy robusto
hoy, como lo estaba ai tiempo en que
Moisés me mandó; mi fuerza es ahora
la misma de entonces para luchar,
para salir y para entrar . 12 Dame, pues,
este monte, de que habló Y'ave aquel
día, pues allí están los enaquim, y
tienen ciudades grandes y fuertes;
quizá quiera Yave estar conmigo y
logre arrojarlos, según la palabra
de Yave.» 13 Josué bendijo a Caleb,
hijo de Jefone, y le dió Hebrón en
heredad. 14 Por eso Hebrón perte¬
nece en heredad a Caleb, hijo de
Jefone, el quenecco, hasta el día de
hoy, porque siguió enteramente a
Y'ave, Dios de Israel. 15 Hebrón se
llamó antes Cariat Arbe.
Arbe fué el hombre más grande
entre los enaquim.
La tierra descansó de la guerra.
Judá.
A r 1 La parte que en suerte tocó
a la tribu de los hijos de Judá,
según sus familias, se extendía desde
la frontera de Edóm, en el desierto
de Sin, a mediodía, hasta el confín
meridional. 2 Su frontera meridional
partía desde la extremidad del mar
de sal, de la parte de este mar que
se vuelve hacia el sur, 3 y se prolon¬
gaba al mediodía de la subida de
Acrabiin, pasaba a Sin, y subía al
mediodía de Cades Barne; pasaba a
Esron, subía hacia Adar, y se volvía
a Caca; 4 pasaba luego a Asmón
y continuaba hasta el torrente de
Egipto, para morir en el mar. Esta
os será la frontera meridional. 6 La
frontera oriental fué ci mar de sal,
hasta la desembocadura del Jordán.
La frontera septentrional partía de
la parte del mar de sal donde des¬
emboca en el Jordán, 6 subía hacia
Bet Agía, pasaba al norte de Bet
Araba, subía hasta la peña de Boén,
hijo de Kubéu; 7 seguía subiendo
a Deberá, a partir del valle, a Ajor,
y volvía hacia el norte del lado de
Gúlgala, que está frente al monte
de Adomnn, al sur del torrente;
pasaba a En Scmes y llegaba a
En Kogel; 8 de allí subía por el
valle de Bcn Hinón, viniendo del
mediodía hasta tocar el límite de
Jebus, que es Jerusalén; y subía
luego por la cima del monte que está
frente al valle de Hiuóu, a occidente,
y al extremo del valle de Kcfann,
al norte. 9 Desde la cima del monte se
inclinaba hacia los manantiales de
agua de Ncftoa, seguía hacia las
ciudades de la moutaiia de Efrón,
y se volvía en dirección a Bala, que
es Caratiarim. 10 De Bala se volvía
la frontera a occidente, hacia el
monte ÍSeir; pasaba por la vertiente
septentrional del monte Jarim, que
es Quesalón; bajaba a Betsamcs y
pasaba por Tilinta; 11 continuaba al
norte por la vertiente de Acarón y
se dirigía hacia Secrona; pasaba por
el monte de Bala y llegaba a Jcbncl,
para morir en el mar. 12 La frontera
occidental era el mar grande; éste
era el límite. Estas fueron las fron¬
teras de los hijos de Judá, según sus
familias.
13 Se había dado a Caleb, hijo de
Jefone, una parte en medio de los
hijos de Israel, como Yave se lo había
mandado a Josué; Cariat Arbe, del
JOSUÉ, 16
22!»
padre de Enac, que es Hcbrón.
44 Caleb arrojó de allí a los tres hijos
de Enac; Sesai, Ajiinan y Tolmai,
descendientes de Enac. 15 De allí
subió contra los habitantes de Dabir,
que se llamaba antes Cariat Sefer.
16 Calcb dijo: «Al que bata y tome
Cariat Sefer, le daré por mujer mi
hija Acsa.» 17 La tomó Otoniel,
hijo de Quenaz, hermano de Caleb y
éste le dió su hija Acsa por mujer.
18 Cuando iba ella a la casa de Oto-
niel, incitóla éste a que pidiera a su
padre un campo; inclinóse ella sobre
su asno, y Caleb le dijo: «¿Qué
tienes?» 19 Ella le respondió: «Hazme
un don; pues que me has heredado en
tierra de secano, dame también tierra
de regadío.» El le dió el Gulot supe¬
rior y el inferior.
20 Esta fué la heredad de la tribu
de los hijos de Judá, según sus fami¬
lias. 21 Las ciudades situadas al
extremo de los hijos de Judá, hacia
la frontera de Edom, en el Negueb,
son: Cabscl, Edel, Jagur, 22 Quina,
Dimona, Adada, 23 Cades, Asor y
Jetnan; 24 Zif, Telcm, Balot, 25 Asor
el nuevo y Cariot Esrom, que es
Asor; 26 Aman, Sama, Molada, 27 Aser-
gada, Asemon, Bct Felet, 28 Asar-
sual, Betsabe y Baciotia; 29 Bala,
Jim, Esem, 30 Eltolad, Quesil, Jorma,
31 Siceleg, Madmana, Sansana, 32 Le-
baot, Scljiin, Ain y Reinon; en todo,
veintinueve ciudades con sus pueblos.
33 En el Sefela: Estaol, Sarea,
Asena, 34 Zanoe, Ain Ganim, Tafua,
Enaim, 36 Jerimot, Adulam, Socó,
Azcca, 36 Saraim, Aditaim, Gcdcra y
Gederotaim; catorce ciudades con sus
pueblos.
37 Sanan, Adasa, Migdal Gad,
38 Delean, Masefa, Jaetel, 39 Laquis,
Bascat, Eglón, 40 Cabón, Lejma,
Cetlis, 41 Guiderot, Bet Dagóu, Na-
hama y Maceda; dieciséis ciudades
con sus pueblos. 42 Lebana, Eter, Asán
43 Jefta, Esna, Ncsib. 44 Queila,
Ajzob, Maresa; nueve ciudades con
sus pueblos. 45 Acarón, con las ciu¬
dades de ella dependientes y sus
pueblos.
48 A partir de Acarón, del lado de
occidente, todas las ciudades cer¬
canas a Azoto, con sus pueblos;
47 Azoto, las ciudades dependientes
de ella y sus pueblos; Gaza, las ciuda¬
des de su dependencia y sus pueblos,
hasta el torrente de Egipto y el mar
grande, que es la frontera.
48 En la montaña, Samir, Jeter,
Socot, 49 Dana, Cariat Sena, que es
Dabir, 50 Anab, Istemo, Ahirn, 31 Go-
sem, Deion y Gilo; once ciudades
con sus pueblos. 62 Arab, Duma,
Esan, 63 Janim, Bct Tafua, Afcca,
64 Janta, Cariat Arbc, que es Hebrón
y Sión; nueve ciudades con sus pue¬
blos. 65 Maón, Carmel, Zif, Juta,
66 Jezrael, Jocdam, Zanoe, 57 Acain,
Gueba, Zamna; diez ciudades con
sus pueblos. 68 Jaljul, Besur, Guedor,
69 Marat, Bet Anot y Eltecón; seis
ciudades con sus pueblos. 60 Cariat
Baal, que es Jearim y Areba; dos
ciudades con sus pueblos. 61 En el
desierto, Bet Araba, Medin, Secaca,
62 Nebsan, Hir Armelaj y Engaddi;
seis ciudades con sus pueblos.
63 Los hijos de Judá no pudieron
expulsar a los jebuseos; habitan en
Jerusalén con los hijos de Judá,
hasta hoy.
José (Eíraini y Manases).
i /I 1 La parte que tocó en suerte
* a los hijos de José comenzaba
en el lado de oriente, en el Jordán de
Jericó, en las aguas de Jericó; es el
desierto, que por la montaña sube
de Jericó a Betel; 2 la frontera seguía
de Betel a Luz y pasaba a lo largo
del territorio de los Arqueos, a As-
torot; 3 bajaba a occidente hacia la
frontera de los jefletitas hasta la de
Betoron de abajo y basta Gazer, para
morir en el mar. 4 Esta es la heredad
que recibieron los hijos de José,
Manasés y Efraím.
Efraím.
6 He aquí la frontera de los hijos
de Efraím, según sus familias. El
límite de su heredad era, a oriente,
Atarot Adar hasta Betoron de arriba;
6 se dirigía al lado de occidente hacia
Macnetat, al norte; volvía luego a
oriente hacia Tanat Selo y pasaba por
delante de ella, al oriente, hasta Ja-
noe; 7 de Janoe bajaba a Atorot y Na-
rata, tocaba en Jericó, y llegaba
hasta el Jordán; 8 de Tafua iba a
occidente al torrente de Cana, para
morir en el mar. Esta era la heredad
de los hijos de Efraím, según sus
familias. 9 Los hijos de Efraím tuvie¬
ron también ciudades separadas en
medio de la heredad de los hijos de
Manases. 10 No expulsaron a los
eananeos que habitaban en Gazer
23U
JOSUÉ, 17, 18
y los eananeos han habitado hasta
hoy en medio de Efraím, pero some¬
tidos a tributo.
Manase*.
n 1 La tribu de Manasés tuvo
este territorio, pues era el pri¬
mogénito de José. Maquir, primogé¬
nito de Manasés, y padre de Galad,
había reeibido Galad y Basán, pues
era hombre de guerra. 2 También
fué atribuida una parte a los otros
hijos de Manasés, según sus familias;
a los hijos de Abiezer, a los hijos de
Elee, a los hijos de Esricl, a los hijos
de Sequein, a los hijos de Jefa y
a los hijos de Semida; estos eran los
hijos varones de Manasés, hijo de
José, según sus familias. 3 Salfad,
hijo de Jefer, hijo de Galad, hijo
de Maquir, hijo de Manasés, no tuvo
hijos, sino hijas, cuyos nombres son:
Majla, Noa, Jegla, Melca y Tersa;
4 presentáronse a Elcazar, sacerdote,
delante de Josué, hijo de Nun, y de¬
lante de los príneipes, y dijeron:
«Yave mandó a Moisés que nos diera
heredad er. medio de nuestros her¬
manos.» Se les dió, pues, según el
mandato de Yavc, heredad en medio
de los hijos de su padre. 5 Toearon
a Manasés diez suertes, además del
territorio de Galad y de Basán, que
está al otro lado del Jordán, 6 pues
las hijas de Manasés tuvieron su
heredad entre los hijos; la tierra de
Galad fué para los otros hijos de Ma¬
nasés. 7 La frontera de Manasés par¬
tía de Ascr hacia Majnefat, (pie está
frente a Siqucm, c iba después a
dereeha hacia los habitantes de Ta-
fua; 8 el territorio de Tafua tocó a
Manases; pero Tafua, en la frontera
de Manasés, fué para los hijos de
Efraím; 9 bajaba la frontera del to¬
rrente de Cana, hasta el medio del
torrente. Las ciudades de este terri¬
torio que tocaron a Efraím estaban
en medio de las ciudades de Manasés.
la frontera de Manasés pasaba al
norte del torrente y terminaba en el
mar; 10 el territorio al mediodía era
de Efraím y el del norte de Manasés,
y su término era el mar; haeia el
norte tocaban con Ascr, haeia orien¬
te con Isacar. 11 Manases tuvo en
los territorios de Isaear y de Aser:
Bctsán y las ciudades que de ella
dependen, Jeblam y las ciudades de
su dependencia: los habitantes de
Dor y las ciudades de su dependen¬
cia; los habitantes de Tenac y las
ciudades de su dependencia, y los
habitantes de Mageddo y las eiuda- 1
des de su dependencia: éste es el
distrito de las tres colinas.
12 Los hijos de Manasés no pu¬
dieron expulsar a los habitantes de
estas ciudades; 13 sometieron a los
eananeos a tributo, pero no los ex¬
pulsaron.
14 Los hijos de José hablaron a
Josué, diciendo: «¿Cómo nos has dado
en heredad una sola suerte y una
|sola parte, a nosotros que somos un
pueblo numeroso, al que Yave ha
bendecido hasta ahora?» 15 Josué les
dijo: «Puesto que eres un pueblo
numeroso, sube al monte y rotura
una parte en la tierra de los fereecos
y los refaim, ya que la montaña de
Efraím te viene demasiado estrecha.»
16 Los hijos de José dijeron: «La
montaña no nos basta, y todos los
eananeos que habitan en el valle
disponen de carros de hierro, lo
mismo que los de Betsán y las ciu¬
dades de su dependencia, y los que
habitan el valle de Jczruel.» 17 Josué
respondió a la casa de José, a Efraím
y Manasés: «Eres un pueblo nume- j
roso, tu fuerza es mucha: no puedes
tener una sola suerte, 18 pero la
montaña será tuya; tú roturarás el
bosque y sus términos te pertene¬
cerán; expulsarás a los eananeos por
carros de hierro que tengan y por
fuertes que sean.»
El tabernáculo en Silo.
| O 1 Se reunió en Silo toda la asam-
* ^ blea de los hijos de Israel y al¬
zaron allí el tabernáculo de la reunión.
El territorio estaba sometido. 2 Que¬
daban siete tribus, de entre los hijos
de Israel, que todavía no habían
reeibido su heredad. 3 Josué dijo a
los hijos de Israel: «¿Hasta cuándo
vais a ser negligentes en apoderaros
de la tierra que Yave, Dios de vues¬
tros padres, os ha dado? 4 Elegid tres
hombres por cada tribu, y yo los
enviaré para que vayan a recorrer
la tierra y hagan de ella una des¬
cripción, con vistas a la distribución
que hay que hacer, y me la traigan.
8 La dividiréis en siete partes; Judá
quedará dentro de sus fronteras, al
mediodía, y la casa de José dentro
de las suyas, al norte. 8 Describid,
JOSUÉ, 19
pues, la tierra en siete partes, traed¬
me la descripción, y yo liaré el sor¬
teo de ellas para vosotros, aquí ante
Yavc, nuestro Dios; 7 pues para los
levitas 110 ha de haber parte en medio
de vosotros, por ser el sacerdocio de
Ya ve su heredad; Gad, Rubén y
media tribu de Manases lian recibido
ya su heredad al otro lado del Jor¬
dán, a oriente, la que les dió Moisés,
siervo de Ya ve.»
8 Levantáronse los hombres y se
pusieron en camino; y al partirse
para hacer la descripción de la tierra,
les dió Josué sus órdenes, diciendo:
«Id, recorred la tierra, describidla y
volved a mí, y yo os haré el sorteo
aquí, ante Yavc, en Silo.» 9 Partie¬
ron, pues, recorrieron la tierra, la
describieron en un libro según sus
ciudades, dividiéndola en siete partes,
y volvieron a Josué, al campo de Silo.
10 Josué les hizo el sorteo en Silo,
en presencia de Yavc, y distribuyó
allí la tierra entre los hijos de Israel,
según sus familias.
Benjamín,
11 La parte de la tribu de Benja¬
mín fué sacada a suerte según sus
familias, y el territorio que les tocó
en suerte tenía sus fronteras entre
los hijos de Jndá y los hijos de José.
12 Del lado del norte partía su fron¬
tera del Jordán, subía al norte sobre
la vertiente de Jericó, se elevaba
por la montaña a occidente, y ter¬
minaba en el desierto de Bet Aven;
13 de allí iba a Luz, al mediodía,
que es Betel; luego bajaba a Atarot
Adar, por la montaña que hay al
mediodía de Bctorón de abajo.
14 Del lado de occidente, se prolon¬
gaba la frontera volviendo hacia el
mediodía, desde la montaña situada
frente a Bctorón, al sur, y terminaba
en Cariat Baal, que es Cariat Jearim,
ciudad de los hijos de Judá; esto
por el lado de occidente. 15 Por el
lado del mediodía, partía del extre¬
mo de Cariat Jearim hasta la fuente
de aguas de Neftoa; 16 bajaba al
extremo de la montaña que está
frente al valle de Ben Hinón, y al
norte del valle de Refaim, y bajaba
luego por el valle de Hinón hacia el
límite meridional de los jebuseos,
hasta la fuente de Rogel; 17 vol¬
víase al norte y pasaba luego por
En Semes, seguía por Guelitot, que
está frente a la subida de Adomim,
y bajaba a la peña de Boen, hijo de
Rubén; 18 pasaba por la vertiente
septentrional, frente al Araba, ba¬
jaba del Araba, 19 y seguía por la
vertiente septentrional de Bet Agía,
para morir en el extremo norte del
mar de sal, hacia la desembocadura
del Jordán, al mediodía. 20 Esta era
la frontera meridional. El Jordán
era el limite de la frontera oriental.
Esta fué la heredad de los hijos
de Benjamín con todas sus fronteras,
según sus familias.
21 Las ciudades de la tribu de Ben¬
jamín, según sus familias, eran: Je-
rieó, Bet Agía, Emec Casis, 22 Bet
Araba, Samoraim, Betel, 23 Avim
Afara, Ofera, 24 Quefar Emona, Ofru
y Gueba; doce ciudades con sus pue¬
blos. 25 Gabaón, Rama Berot, 26 Mesfe,
Cafara, Amosas, 27 Requem, Jarfel,
Tarda, 28 Sela, Elef, Jebus, que es
Jerusaíén, Gabat y Cariat; catorce
ciudades con sus pueblos. Esta fué
la heredad de los hijos de Benjamín,
según sus familias.
Simeón.
| q 1 La suerte atribuyó la segun-
l * da parte a Simeón, a la tribu
de los hijos de Simeón, según sus fa¬
milias; tuvieron su heredad en medio
de la heredad de los hijos de Judá. 2 Su
heredad fué: Beersabe, Sabe, Molada,
3 Aser Sual, Bala, Asem, 4 Eltolad,
Betul, Jarma, 5 Siclaj, Bet Marca-
bot, Jaserusa, 6 Bet Lebaot, y Sa-
rujen; trece ciudades con sus pueblos;
7 Ain, Remolí, Afar y Asar, cuatro
ciudades con sus pueblos, 8 así como
todos los burgos de los alrededores
de estas ciudades, hasta Baalat Beer,
que es la Ramat del sur. Esta fué
la heredad de la tribu de los hijos
de Simeón, según sus familias. 9 La
heredad de los hijos de Simeón se
tomó de la parte de los hijos de
Judá, por ser la heredad de los hijos
de Judá demasiado grande para ellos,
y fué en medio de su territorio donde
los hijos de Simeón recibieron su
heredad.
Zabulón.
10 La tercera parte tocó en suerte
a los hijos de Zabulón, según sus fa¬
milias; la frontera de su heredad se
JOSUÉ, 19
2S2
extendía hasta Sarid; 11 subía al occi¬
dente hacia Merala y tocaba en De-
baset, y luego al torrente, ante Jac-
nam. 12 De Sarid se volvía a oriente,
al sol levante, hasta los confines de
Queselet Tabor; se prolongaba hacia
Daberet y subía a Jafia; 13 de allí
pasaba a oriente, a Guita Jefcr y
Tacasin, y se dirigía a Remon, que
confina con Noa; 14 volvía del lado
norte hacia Anaton, y terminaba en
el valle de Jeftacl; 15 Catet, Nalal,
Semcron, Jedala y Betlejem; doce
ciudades con sus pueblos. 16 Esta
fue la heredad de los hijos de Zabu¬
lón, según sus familias; las ciudades
y los pueblos.
(sacar.
17 La cuarta parte tocó en suerte a
Isacar, a los hijos de Isacar, según
sus familias. 18 Su territorio era:
Jezrael, Hacsulot, Semen, 19 Jafa-
raim, Sión, Anajerat, 20 Rabot, Qucs-
yon, Abes, 21 Ramet, En Ganim,
En Jadda y Bet Fases. 22 La frontera
tocaba en el Tabor, en Sejesima y
en Betsames, y se extendia hasta
el Jordán, dieciséis ciudades con sus
pueblos. 23 Esta fué la heredad de la
tribu de los hijos de lsacar, según
sus familias; las ciudades y los pueblos
Ascr.
21 La quinta parte tocó en suerte
a la tribu de los hijos de Ascr, según
sus familias. 25 Su territorio fué Jcl-
eat, Jali, Bcten, Acsaf, 26 Elmelce,
Amad y Mesa; la frontera tocaba a
occidente al Carmelo V a Sijor Le-
banat; 27 después se tornaba a oriente
hacia Bet Dagón, tocaba a la de
Zabulón y al valle de Jcftael, al
norte de Bet Emec, y de Nejiel, y
se prolongaba hacia Cabul, a la iz¬
quierda, 28 y hacia Abrón, Rejob
Jamón y Cana, hasta Sidón, la grande;
29 se dirigía luego hacia Rama, hasta
la ciudad fuerte de Tiro, y hacia Josa,
para morir en el mar, cerca del dis¬
trito de Acziba; 30 además Ama,
Afee, y Rejob; veintidós ciudades
con sus pueblos. 31 Esta fué la here¬
dad de la tribu de los hijos de Aser,
según sus familias: sus ciudades y sus
pueblos.
Neftalí.
32 La sexta parte tocó en suerte a
los hijos de Neftalí, según sus fami¬
lias. 33 Su frontera iba desde Jelef,
a partir del encinar oue hay en
Senanim; hacia Adami; Negueb y
Jabnel hasta Lecum, y terminaba
en el Jordán; 34 volvía hacia occidente,
a Azonot Tabor, y de allí seguía a
Jucoca; tocaba a la de Zabulón, al
mediodía, a la de Aser, a occidente,
y a la de Judá, cerca del Jordán, a
oriente. 35 Las ciudades fuertes eran:
Asedim, Ser, Jamat, Recat, Quene-
ret, Edema, 36 Arama, Jasor, 37 Que¬
des, Edrai, En Jasor, 38 Jeron, Mag-
dalet, Joren, Bet Anat y Bet Sames;
diecinueve ciudades y sus pueblos.
39 Esta fué la heredad de la tribu de
los hijos de Neftalí, según sus fami¬
lias; sus ciudades y sus pueblos.
Dan.
40 La séptima parte tocó en suerte
a la tribu de los hijos de Dan, según
sus familias. 41 El territorio de su
heredad comprendía Sarna, Estaol, Ir
Seinjs, 42 Selebin, Ayalon, Jétela,
43 Elon, Temna, Acron, 44 Eltcquc,
Guibeton, Balat, 45 Jud, Bene Barac,
Gat Renom, 46 Mejareon y Racón,
con el territorio frente a Joppe.
47 El territorio de los hijos de Dan
se extendió más allá de sus límites,
pues los hijos de Dan subieron a
combatir contra Lcsem, se apode¬
raron de ella y la pasaron a filo de
espada; posesionáronse de ella, se
establecieron allí, y la llamaron Dan,
del nombre de su padre. 48 Esta fué
la heredad de la tribu de los hijos
de Dan, según sus familias; sus ciu¬
dades y sus pueblos.
49 Terminada la distribución de la
tierra, según sus límites, los hijos de
Israel dieron a Josué, hijo de Nun,
una heredad en medio de ellos. 50 Por
mandato de Yave, le dieron la ciudad
que él pidió, Tamnat Sara, en la
montaña de Efraím. Josué reedificó
la ciudad y habitó allí. 61 Estas fue¬
ron las heredades que Elcazar, sacer¬
dote, Josué, hijo de Nun, y los jefes
de familias de las tribus de los
hijos de Israel, distribuyeron por
suerte en Silo, en presencia de Yave,
a la entrada del tabernáculo de la
reunión, terminando la distribución
de la tierra.
JOSUÉ, 20, 21
233
Las ciudades de refugio.
oa 1 Ya ve habló a Josué diciendo:
2 «Habla a los hijos de Israel, y
di: Designad, como os lo mandó Moi¬
sés, las ciudades de asilo, 3 donde pue¬
da refugiarse el homicida que haya ma¬
tado a alguno sin querer, sin saberlo,
y le sirvan de refugio eontra el ven¬
gador de la sangre (1). 4 El homi¬
cida huirá a una de estas ciudades,
se detendrá a la puerta de la ciudad,
y expondrá su caso a los ancianos de
ella; éstos le reeibirán entre ellos en
la ciudad, y le darán habitación donde
more con ellos-. 6 Si el vengador de
la sangre le persigue, no le entre¬
garán en sus manos, porque sin querer
mató a su prójimo, a quien de antes
no odiaba. 6 El homicida quedará en
la ciudad, hasta que comparezca ante
la asamblea para ser juzgado, y hasta
la muerte del sumo sacerdote que
entonces lo sea. Luego se volverá y
entrará en su ciudad y en su casa,
en la ciudad de donde huyó.
7 Consagraron, pues, a Cades en
I Galilea, en la montaña de Neftalí;
a Siquem, en la montaña de Efraím,
y a Cariat Arbe, que es Hebrón,
en la montaña de Judá. 8 Del otro
lado del Jordán, a oriente de Jericó,
designaron Bosor, en el desierto, en
la llanura, ciudad de la tribu de
Rubén; Ramot, en Galad, de la tribu
de Gad; y Golán, en Basán, de la
tribu de Manases. 9 Estas fueron las
ciudades señaladas a todos los hijos
de Israel y a los peregrinos que habi¬
tan en medio de ellos, para que
cualquiera que matase a alguno im¬
pensadamente pudiera refugiarse en
ellas, y no muriera a manos del ven¬
gador de la sangre antes de compa¬
recer ante la asamblea.
Las ciudades Icvíticas.
1 Los jefes de familia de los
levitas se acercaron a Eleazar,
sacerdote, a Josué, hijo de Nun, y
a los jefes de familia de las tribus
de los hijos de Israel, 2 y les habla¬
(i) Como la ejecución del castigo, en
los delitos de sangre, la atribuye la ley al más
próximo pariente de la víctima, el vengador de
ía sangre (Ntim. 35.), para impedir en los casos
de homicidio involuntario que prevaleciera la
pasión sobre la justicia, se constituyen las
ciudades de refugio, en las cuales el tribunal
competente juzgará el caso.
ron en Silo, en tierra de Canán, di'
ciendo: «Yave mandó a Moisés que
nos diese ciudades donde habitar,
con sus campos para nuestros gana¬
dos.» 3 Los hijos de Israel dieron a
los levitas, de sus heredades, según
el mandato de Yave, estas ciudades,
con sus campos.
4 Salió la suerte para la familia
de los caatitas; y los hijos del sacer¬
dote Arón, de entre los levitas, ob¬
tuvieron por suerte trece ciudades de
la tribu de Judá, de la de Simeón
y de la de Benjamín; 5 Los otros
hijos de Caat obtuvieron por suerte
diez ciudades de las familias de la
tribu de Efraím, de la tribu de Dan
y de la media tribu de Manases.
6 Los hijos de Gersón obtuvieron por
suerte trece ciudades, de las familias
de la tribu de Isacar, de la tribu
( e Aser, de la tribu de Neftalí y de
la media tribu de Manasés, en Basan.
7 Los hijos de Merari, según sus fa¬
milias, obtuvieron doce ciudades de
la tribu de Rubén, de la tribu de
Gad y de la tribu de Zabulón. 8 Los
hijos de Israel dieron por suerte a
los hijos de Leví esas ciudades y sus
contornos, como Yave se lo había
mandado a Moisés.
9 Dieron de la tribu de los hijos de
Judá y de la tribu de los hijos de
Simeón estas ciudades; 10 pues la
suerte de los hijos de Arón, de la
familia de Caat, de los hijos de Leví,
fué la primera. 11 Diéronles, pues, en
la montaña de Judá la ciudad de
Arbe, padre de Enac, que es Hebrón,
eon sus contornos; 13 pero los campos
de esta ciudad y las ciudades de ella
dependientes se las dieron a Caleb,
hijo de Jefone, en heredad. 13 Dieron
a los hijos del sacerdote Arón la
ciudad de refugio para los homicidas,
Hebrón y su contorno; así eomo
Lebna y su contorno; 14 Jeter y su
contorno; Estemo y su eontorno;
15 Jelón y su contorno; Dabir y su con¬
torno; Asin, 16 Juta, Betsames eon sus
contornos; nueve ciudades de estas
dos tribus.
17 De la tribu de Benjamín, Ga-
baón y su contorno; Gueba y su con¬
torno, 18 Anatot y Almón y sus con¬
tornos; cuatro ciudades.
19 En todo, las ciudades de los
sacerdotes, hijos de Arón, trece ciu¬
dades y sus contornos; 20 pero a las
familias de los hijos de Caat hijos
de Leví, a los otros hijos de Caat,
les señaló la suerte ciudades de la
JOSUÉ, 22
234
tribu de Efraím. 11 Se les dió la ciu¬
dad de refugio para los homicidas,
Siquem y su contorno, en la mon¬
taña de Efraím, y Gazer, 22 Quisaim
y Betorón, con sus contornos; cuatro
ciudades. 23 De la tribu de Dan, El-
teco, Guibeton, 24 Ayalon y Gat
Remon, con sus contornos; cuatro
ciudades. 25 De la media tribu de
Manasés, Tanac y Jiblenm con sus
contornos; dos ciudades. 26 En todo,
diez ciudadés con sus contornos para
las familias de los otros hijos de
Caat. 27 Se dió a los hijos de Gersón,
de entre las familias de los hijos de
Leví, de la media tribu de Manasés,
la ciudad de refugio para los liomi-
cidas, Golán, en Basán, y su con¬
torno; como también Belestcra y su
contorno; dos ciudades. 28 De la
tribu de Isacar, Quisyon, Daberet,
29 Jaramut y En Ganim y sus con¬
tornos; cuatro ciudades. 30 De la
tribu de Aser, Masal, Abdón, 31 Jelcat
y Rcjob, con sus contornos; cuatro
ciudades. 32 De la tribu de Neftalí,
la ciudad de refugio para los homi¬
cidas, Cades, en Galilea, con su con¬
torno, como también Jamot, Dor y
Cartan, con sus contornos; tres ciu¬
dades. 33 En todo, las ciudades de
los gersonitas, según sus familias,
trece ciudades y sus contornos.
34 A las familias de los hijos de
Mcrari, al resto de los hijos de Levi,
en la tribu de Zabulón, Jocncam,
Carta, 36 Damna y Nalol, con sus
contornos; cuatro ciudades; 38 de la
tribu de Rubén, Besor, Jasa, 37 Que-
demot y Mefat, con sus contornos;
cuatro ciudades; 38 y de la tribu de
Gad, la ciudad de refugio para los
homicidas, Ramot en Galad, y su
contorno; así como Majanaim, 39 Je-
sebón y Jazer, con su contorno; cua¬
tro ciudades. 40 En todo, las ciudades
señaladas por la suerte a los hijos de
Merari, según sus familias, al resto
de las familias de los hijos de Leví,
doce ciudades.
41 Todas las ciudades de los hijos
de Leví, en medio de las posesiones
de los hijos de Israel: cuarenta y
ocho ciudades y sus contornos. 42 Cada
una de estas ciudades tenía en torno
suyo un campo, y así para todas las
ciudades.
43 Yave dió a Tsrael toda la tierra
que a sus padres había jurado darles,
se posesionaron de ella y se esta¬
rcieron allí. 44 Yave les concedió
el descanso en torno suyo, como se
lo había jurado a sus padres; ningu¬
no de sus enemigos pudo resistir, y
Yave los entregó a todos en sus manos.
45 De todas las palabras buenas que
Yave había dicho a la casa de Israel,
ni una quedó sin efecto, todas se
cumplieron.
Vuelta de las tribus orientales a
su territorio.
OO 1 Entonces llamó Josué a los
rubenitas, a los gaditas y a la
media tribu de Manasés, y les dijo:
2 «Habéis guardado todo lo que os
mandó Moisés, siervo de Yave; ha¬
béis obedecido a mi voz en todo
cuanto os he mandado. 3 No habéis
abandonado a vuestros hermanos du¬
rante este largo espacio de tiempo,
hasta hoy, y habéis observado fiel¬
mente el mandato de Yave, vuestro
Dios. 4 Ahora, pues, que Yave, vues¬
tro Dios, ha concedido a vuestros
hermanos el descanso, como se lo
había prometido, volveos, y tornad
a vuestras tiendas en la tierra que
os pertenece, que Moisés, siervo de
Yave, os dió al otro lado del Jordán.
6 Pero tened gran cuidado de poner
por obra los mandamientos y las
leyes que Moisés, siervo de Dios, os
ha prescrito, amando a Yave, vues¬
tro Dios, marchando por todos sus
caminos, apegándoos a él y sirvién¬
dole con todo vuestro corazón y con
toda vuestra alma.» 8 Josué los ben¬
dijo y los despidió, y ellos se fueron
a sus tiendas.
7 Moisés había dado a una mitad
de la tribu de Manasés un territorio
en Basán, y Josué dió a la otra mitad
un territorio en medio de sus her¬
manos del lado de acá del Jordán,
a occidente. Al mandarlos a sus
tiendas, Josué los bendijo, 8 dicién-
doles: «Volvéis a vuestras tiendas
con grandes riquezas, rebaños muy
numerosos y mucha plata, oro, bronce
y hierro y Vestidos; partid con vues¬
tros hermanos los despojos de vues¬
tros enemigos.»
9 Los hijos de Rubén, los hijos de
Gad y la media tribu de Manasés,
dejando en Silo a los hijos de Israel,
en la tierra de Canán, se volvieron,
para ir a la tierra de Galad, que era
la propiedad que habían recibido,
como Yave se lo mandó a Moisés.
10 Cuando llegaron a las regiones del
JOSUÉ, 22
235
Jordán que pertenecen a la tierra de
Canán, Jos hijos de Rubén, los hijos
de Gad y la media tribu de Manasés
edificaron allí un altar en la ribera
del Jordán, un altar muy grande (1).
11 Los hijos de Israel lo supieron,
cuando se les dijo: «Mirad que los
hijos de Rubén, los hijos de Gad y
la media tribu de Manasés han edi¬
ficado un altar delante de la tierra
de Canán, en los distritos del Jordán,
del lado de los hijos de Israel.»
12 Cuando los hijos de Israel lo su¬
pieron, se reunió en Silo toda la
asamblea de los hijos de Israel, para
subir conlra ellos y hacerles la guerra.
13 Los hijos de Israel mandaron a
los hijos de Rubén, a los hijos de
Gad y a la media tribu de Manasés,
en tierra de Galad, a Fines, hijo
del sacerdote Eleazar, 14 y con él
a diez príncipes, un príncipe de casa
por cada una de las tribus de Israel,
todos jefes de casa patriarcal en
medio de los millares de Israel.
18 Llegados a los hijos de Rubén, a
los hijos de Gad y a la media tribu
de Manasés, en tierra de Galad, les
hablaron diciendo: 16 «Asi habla toda
la asamblea de Yave: ¿Qué infide¬
lidad es la que habéis cometido
contra el Dios de Israel, apartán¬
doos asi de Yave y edificándoos un
altar, volviéndoos contra Yave? 17 ¿No
nos basta la maldad deFogor, de que
no nos hemos purificado todavía hasta
hoy, a pesar de la plaga que afligió
a la asamblea de Yave, 18 para que
os apartéis hoy vosotros de Yave?
Si hoy os volvéis vosotros contra
Yave, mañana se volverá la ira de
Yave contra toda la asamblea de
Israel. 19 Si miráis como malo el terri¬
torio que es vuestra propiedad, pasad
a la tierra que es propiedad de Yave,
donde Yave ha establecido su mora¬
da, y estableceos en medio de nos.-
otros, pero no os volváis contra Yave
y contra nosotros, edificándoos un
altar distinto del altar de Yave,
nuestro Dios. 20 Aean, hijo de Zare,
cometió una infidelidad cuanto a
(i) Está en el lugar, bien claro, el fin
con que los habitantes de la Trasjordania
alzaron este altar. Es para que sirva de monu¬
mento, que recuerde siempre la comunidad
nacional y religiosa con los que habitan en
Canán. Al mismo tiempo aparece en el lugar
que la Trasjordania no forma propiamente
parte de la tierra prometida y santificada por
la presencia de Dios, y que el limite de ésta es
el natural de la Palestina, el Jordán.
las cosas dadas al anatema, y la
cólera de Yave vino sobre toda la
asamblea de Israel, y no fué él sólo
el que pereció por su crimen.»
21 Los hijos de Rubén, los hijos de
Gad y la media tribu de Manasés
respondieron así a los jefes de los
millares de Israel: 22 «El Todopo¬
deroso Dios, Yave, sabe; el Todo¬
poderoso Dios, Yave, sabe, y sabrá
toda la asamblea de los hijos de
Israel: Si ha sido por rebelión y por
infidelidad contra Yave, que no nos
salve. 23 Si hemos edificado un altar
para apartarnos de Yave, para ofre¬
cer allí holocaustos y oblaciones y
hacer sacrificios eucarísticos, que Yave
nos pida cuenta de ello. 24 Más bien
hemos ob.ado por temor de que
llegara algún día en que vuestros
hijos nos dijeran: «¿Qué hay de común
entre vosotros y Yave, el Dios de
Israel? 25 Yave ha puesto el Jordán
como frontera entre vosotros y nos¬
otros, hijos de Rubén y de Gad; no
tenéis parte alguna con Yave.» De
ese modo vuestros hijos serían causa
de que nuestros hijos no temieran
ya a Yave. 26 Y nos dijimos: Pongá¬
monos a edificar un altar, no para
ofrecer holocaustos y sacrificios, 27 sino
para que sea testimonio entre nos¬
otros y vosotros, y nuestros deseen
dientes después de nosotros, de que
servimos a Yave en su pr seneia,
con nuestros holocaustos, nuestros
sacrificios y nuestras víctimas pací¬
ficas, para que vuestros hijos no
digan un día a los nuestros: No tenéis
parte con Yave. 28 Nos djimos: Si
algún día llegaran a decirnos eso a
nosotros o a nuestros descendientes,
les responderíamos: Mirad la forma
del altar que nuestros padres edifica¬
ron, no con el fin de que sirviera para
holocaustos y sacrificios, sino para ser
testimonio entre nosotros y vosotros.
29 Lejos de nosotros querer rebelarnos
contra Yave y apartarnos hoy de él,
alzando un altar para holocaustos,
oblaciones y sacrificios, distinto del
altar de Yave, nuestro Dios, que está
ante su tabernáculo.» 30 El sacerdote
Fines y los príncipes de la asamblea,
jefes de los millares de los hijos de
Israel, que le acompañaban, al oír
las palabras de los hijos de Rubén,
de los hijos de Gad y de la media tribu
de Manasés, se dieron por satisfechos;
31 y Fines, hijo del sacerdote Eleazar,
dijo a los hijos de Rubén, a los hijos
de Gad y a la media tribu de los
236
JOSUÉ, 23, 24
hijos de Manasés*. «Reconocemos ahora
que está Yave en medio de nosotros,
puesto que no habéis cometido contra
Yave esa infidelidad, librando así
de la mano de Yave a los hijos de
Israel.»
32 Fines, hijo del sacerdote Elea-
zar, y los príncipes dejaron a los
hijos de Rubén y a los hijos de Gad
y a la media tribu de Manasés, y se
volvieron de la tierra de Calad, a
la tierra de Canán, a los hijos de
Israel, a los cuales hicieron relación.
33 La cosa agradó a los hijos de Israel;
bendijeron a Dios y no hablaron más
de subir armados contra ellos, para
devastar la tierra que habitaban los
hijos de Rubén y los hijos de Oad.
34 Los hijos de Rubén y los hijos
de Gad llamaron al altar Ed, porque
es testimonio para nosotros de que
Yave es Dios.
Exhortación de Josué al pueblo.
0 9 1 Había pasado largo tiempo
desde que Yave diera a los hijos
de Israel el descanso, librándolos en
derredor de todos sus enemigos; y
Josué era ya viejo, de edad avan¬
zada. 2 Convocó entonces Josué a
todo Israel, a sus ancianos, sus jefes,
sus jueces y sus oficiales, y les dijo;
«Yo soy ya viejo, de edad avanzada.
8 Vosotros habéis visto todo cuanto
Yave, vuestro Dios, ha hecho con ¡
todas las naciones que teníais ante
vosotros; porque es Yave, vuestro
Dios, el que por vosotros ha comba¬
tido. Ved: Yo os he distribuido por
suerte en heredad para vuestras tri¬
bus esas naciones que han quedado,
y todas aquellas que yo exterminé,
desde el Jordán hasta el mar grande,
a occidente, 6 Yave, vuestro Dios, las
rechazará y las expulsará ante vos¬
otros, y os dará en posesión su terri¬
torio, como Yave, vuestro Dios, os
lo ha dicho. e Esforzaos, pues, en
guardar y poner por obra todo lo
que está escrito en el libro de la ley
de Moisés, sin apartaros ni a la dere¬
cha ni a la izquierda. 7 No os mezcléis
con esas naciones que han quedado
en medio de vosotros, no invoquéis
el nombre de sus dioses ni juréis
por ellos ni les sirváis ni os proster¬
néis ante ellos, 8 sino adherios a Yave,
vuestro Dios, como hasta ahora lo
habéis hecho. 9 Yave ha arrojado
de delante de vosotros naciones gran¬
des y poderosas, y ninguna ha po¬
dido resistiros hasta hoy. 10 Uno solo
de vosotros perseguía a mil, porque
Yave, vuestro Dios, combatía por
vosotros, como os lo había dicho.
11 Tened gran cuidado de vosotros
mismos, amando a Yave, vucstroDios;
12 porque si os apartáis de él y os
ligáis con los restos de esas naciones,
que han quedado entre vosotros; si
contraéis matrimonios con ellas, mez¬
clándoos con ellas y mezclándose
ellas con vosotros, 13 sabed bien que
Yave, vuestro Dios, no seguirá arro¬
jándolas delante de vosotros, sino
que serán para vosotros un lazo y
una trampa, aguijón en vuestros
costados y espinas en vuestros ojos,
hasta que desaparezcáis de sobre
esta excelente tierra que os ha dado
Yave, vuestro Dios.
14 Yo estoy ya para irme por el
camino de todos. Reconoced con todo
vuestro corazón y toda vuestra alma
que tod s las buenas promesas que
Yave, vuestro Dios, os ha hecho,
se han cumplido; ninguna ha que¬
dado sin efecto, ninguna ha caído.
15 Lo mismo, pues, que todas las
buenas palabras que Yave, vuestro
Dios, os ha dado se han cumplido,
lo mismo también cumplirá Yave
contra vosotros sus palabras de ame¬
naza, hasta que os haga desaparecer
de sobre esta excelente tierra que
Yave, vuestro Dios, os ha dado;
16 si traspasáis la alianza de Yave,
vuestro Dios, la que él os ha prescrito,
y os vais a servir a otros dioses y os
prosternáis ante ellos, la cólera de
Yave se encenderá contra vosotros,
y desapareceréis bien pronto de sobre
la tierra buena que él os ha dado.»
Despedida de Josué.
1 Josué reunió en Siquem a
todas las tribus de Israel y
convocó a los ancianos, a los jefes,
a los jueces y a los oficiales. Todos se
presentaron ante Dios, 2 y Josué
dijo a todo el pueblo: «He aquí lo
que dice Yave, Dios de Israel: Vues¬
tros padres, Tarcj, padre de Abraham
y de Najor, habitaron al principio
al otro lado del río, y servían a otros
dioses. 3 Yo tomé a Abraham del lado
allá del río, y le conduje a través
de toda la tierra de Canán, y mul¬
tipliqué su posteridad dándole Isac.
4 A lsac le di Jacob y Esaú, y yo di
JOSUÉ, 24
237
a Esaú en posesión la montaña de
Seir, y Jacob y sus hijos bajaron a
Egipto. 6 Después envié a Moisés
y Arón, y herí a Egipto con mi mano,
como en medio de él lo hice, y os
saqué de allí. 6 Saqué de Egipto a
vuestros padres, y llegasteis al mar.
Los egipcios persiguieron a vuestros
padres eon earros y caballos hasta
el Mar Rojo. 7 Clamaron ellos a Yave,
y Yave puso tinieblas entre vosotros
y los egipcios y redujo sobre éstos las
aguas del mar, que los cubrió. Vues¬
tros ojos han visto lo que yo hice
en Egipto V habéis estado largo tiem¬
po en el desierto. 8 Yo os traje a la
tierra de los amorreos, que habi¬
taban del otro lado del Jordán, y
ellos combatieron contra vosotros. Yo
os los entregué en vuestras manos y
os posesionasteis de su tierra, y yo
los destruí delante de vosotros. 9 Balac,
hijo de Sefor, rey de Moab, se alzó
para luchar contra Israel, e hizo'
llamar a Balam, hijo de Beor, para
que os maldijera. 10 Pero yo no quise
dar oídos a Balam, y él os bendijo
y yo os libré de las manos de Balac.
11 Pasasteis el Jordán y llegasteis a
Je icó. Las gentes de Jericó comba¬
tieron contra vosotros, los amorreos,
los fereceos, los rananeos, los geteos,
los guergueseos, los jeveos y los jebu-
seos, y vo os los puse en vuestras
manos. 12 Mandé delante de vosotros
tábanos, que los echaron de delante
de vosotros, a los dos reyes de los
amorreos. No ha sido vuestro arco
ni vuestra espada. 13 Yo os he dado
una tierra que no habíais cultivado,
ciudades que no habéis edificado, y
en ellas habitáis, y coméis el fruto
de viñas y olivares que no habéis
plantado.
14 Temed a Yave y servidle con
integridad y en verdad, quitad los
dioses a quienes sirvieron vuestros
padres al otro lado del río y en Egipto,
y servid a Yave. 16 Y si no os parece
bien servirle, elegid hoy a quién
queréis servir, sean los dioses a quie¬
nes sirvieron vuestros padres al lado
allá del río y en Egipto, sean los
dioses de los amorreos, cuya tierra
habéis ocupado. En cuanto a mí y
a mi casa toca, nosotros serviremos
a Yave.»
16 El pueblo respondió, diciendo:
«Lejos de nosotros querer apartarnos
de Yave, para servir a otros dioses,
17 porque Yave es nuestro Dios, el
que a nosotros y a nuestros padres
nos sacó de la tierra de Egipto, de
la casa de la servidumbre; el que ha
hecho a nuestros ojos tan grandes
prodigios; el que nos ha guardado
durante todo el largo caminó que
hemos recorrido, y entre todos los
pueblos por en medio de los cuales
hemos pasado. 18 Yave ha arrojado
delante de nosotros a todos los pue¬
blos, a los amorreos, que habitaban
en esta tierra. También nosotros ser¬
viremos a Yave, nuestro Dios.»
19 Josué dijo al pueblo: «Vosotros
no podéis servir a Yave, que es un
Dios santo, un Dios celoso; él no
perdonará vuestras transgresiones y
vuestros pecados; 20 si os apartáis
de Yave. y servís a dioses extraños,
él se volverá, y después de haberos
hecho el bien, os hará el mal y os
consumirá.»
21 El pueblo respondió: «No, no,
queremos servir a Yave.» 12 Y Josué
dijo al pueblo: «Testigos sois hoy
contra vosotros mismos, de que ha¬
béis elegido a Yave, para servirle»;
y ellos respondieron: «Testigos.»
23 «Quitad, pues, los dioses ajenos que
hay en*re vosotros, y volved vues¬
tros corazones a Yave, Dios de Israel.»
24 Y el pueblo dijo a Josué: «Servi¬
remos a Yave, nuestro Dios, y obe¬
deceremos su voz.»
25 Josué concluyó aquel día una
alianza con el pueblo y le dió en
Siquem leyes y mandatos: 26 y escri¬
bió estas palabras en el libro de la
ley de Dios, y tomando una gran
piedra, la alzó allí, debajo de la
encina que hay en el lugar consa¬
grado a Yave. 27 Dijo a todo el pue¬
blo: «Esta piedra servirá de testi¬
monio contra vosotros, pues ella ha
oído todas las palabras que Yave os
ha dicho, y será testimonio contra
vosotros, para que no neguéis a
vuestro Dios.» 28 y Josué mandó al
pueblo que se fuese cada uno a su
heredad.
Muerte de Josué.
29 Después de esto, Josué, hijo de
Nun. siervo de Yave, murió a la
edad de ciento diez años. 30 Filé se¬
pultado en la tierra de su posesión,
en Tamnat Saré, en la montaña de
Efraím, al norte del monte Gas.
31 Israel sirvió a Yave durante toda
la vida de Josué y durante toda la
238
JOSUÉ, 24
vida de los ancianos que le sobre¬
vivieron y conocían cuanto había
hecho Yave en favor de Jsmel
32 Los huesos de José, que los hijos
de Israel habían traído de Egipto,
fueron enterrados en Siquem, en el
trozo de tierra que Jacob había com¬
prado por cien quesita* a los hijos de
Jemor, padre de Siquem, y fueron
propiedad de los hijos de José.
33 Eleazar, hijo de Arón, murió,
y fué sepultado en Gueba, ciudad de
riñes, su hijo, a quien le había sido
dada, en la montaña de Efraím.
JUECES
INTRODUCCION AL LIBRO DE LOS JUECES
Y AL DE RUT
T OS jueces son personajes que Dios , en momentos difíciles , suscitó para
librar a las tribus de Israel de sus opresores. Obtenida la victoria y la liber¬
tad , con el prestigio que esto les daba , quedaban reconocidos como gobernantes y
que ejercían su poder principalmente juzgando al pueblo , de donde les vino el
nombre de Jueces.
Las tribus , aunque conscientes de su unidad étnica y religiosa , no formaban
por esta época una unidad políticamente organizada. Cada tribu vivía por sí ,
luchando con los cañarnos por adueñarse del territorio , o en paz con ellos , re¬
signada en la estrechez de los límites que desde el principio había logrado. Esto
había traído otro mal más grave } que el Legislador había puesto ya empeño
en evitar: El trato intimo con los camíneos , las alianzas matrimoniales y, con
esto y la contaminación con los idólatras e inmorales cultos cananeos.
Este libro es continuación del de Josué , aunque no está enlazado literaria¬
mente con él. Tiene dos prólogos. El primero , histórico (1, 1-2. 5) y nos pinta
la situación política y religiosa del pueblo , reproduciendo a veces a la letra
textos dé Josué. El segundo (2 y 6-3. 6.) nos presenta las normas de la Pro¬
videncia divina con Israel y el plan del libro. Israel prevarica y dándose al culto
de los dioses cananeos y y Dios le castiga con invasiones; esto le induce a peni-
tencia y y movido por ello y Dios le enría un libertador. Sigue luego la historia
de los Juece8 y de los que unos y los mayores, tienen su historia más o menos
desarrollada , y de los otros. los menores, no se hace más que una breve mención.
Dos apéndices históricos (17-18 y 19-2) nos refieren sucesos de la misma
época y pero que están fuera del plan general del libro.
16
242
JUECES, 1
Quién sea el autor , se desconoce en absoluto; ni aun de la época de su com¬
posición sabemos cosa cierta. Pero sí que los documentos empleados eran anti¬
guos, anteriores, a lo menos algunos, a la conquista de Jerusalén por David
(1. 21; 19. 1.011).
La cronología resulta oscura. Todos coinciden en que no se pueden sumar
los años de gobierno de los Jueccs y los de las invasiones. Por excesiva, la suma
no se ajustaría a la realidad histórica. Alguien la reduce, suponiendo la coexis¬
tencia de icarios Jueces; pero como no sabemos cuáles sean, quedaríamos sin
cronología alguna. Más razonable parece suponer que no entran en ésta los años
de invasión, como de poder ilegítimo, y que esos años van incluidos en los de
los Jucees, según el uso corriente en la antigüedad. En la cronología oficial
de España no figura José Bonaparte. El rey legítimo de España era Fer¬
nando Vil.
Otra particularidad de la cronología del libro es la naturaleza de las cifras,
casi todas de una generación, de cuarenta años, su duplo, ochenta, o los sub¬
múltiplos , veinte, diez, etc. Como la Naturaleza no procede con esta regularidad,
hay que suponer aquí algún artificio. El autor , no disponiendo de datos preci¬
sos, ordenó de este modo los que poseía. Eso mismo veremos en el libro siguiente.
Al libro de los Jueces suele ir unido el de Rut. Es un bello idilio, cuya fina¬
lidad parece ser darnos la genealogía de David , en la que aparece como abuela
de éste una moabita, que por esto figurará después en la genealogía del Salva¬
dor. Mateo 1, 5.
JUECES
Nuevas conquistas.
I 1 Después de muerlo Josué, con¬
sultaron los lujos de Israel a
Yave. diciendo: «¿Quién de nosotros
subirá antes contra el cananeo y le
combatirá?" 2 Y respondió Yavc:
«Judá subirá, pues he dado la tierra
en sus manos.» 3 4 * Y dijo Judá a Si¬
meón, su hermano: «Sube connvgo a
la parte que me ha tocado, a hacer
la guerra al cananeo, y también iré
luego yo contigo a la que te ha tocado
a ti.» Y fué con él Simeón.
4 Subió, pues, Judá, v puso Yave
en sus manos al cananeo y al fcreceo,
derrotaron en Bezec a diez mil
ombres. 6 Habiendo encontrado en
Bezee a Adoni Bezec, le atacaron y
derrotaron a los cananeos y fereceos.
6 Huyó Adoni Bezec y ellos le persi¬
guieron, y cogiéndole, le amputaron
los pulgares de las manos y de los
pies. 7 Y dijo Adoni Bezec: «Setenta
reyes con los pulgares de manos y
pies amputados, migajeaban debajo
de mi mesa. Me dovuelve Dios lo
que yo les hice a ellos»; y le llevaron
a Jerusalén y allí murió. 8 Atacaron
los hijos de Judá a Jerusalén: y
habiéndola tomado, pasaron a los
habitantes a filo de espada y pegaron
fuego a la ciudad. 9 * Bajaron luego
los hijos de Judá, para combatir a
los canaueos que habitaban en el
monte, en el Kcgucb y en e! Sefela.
10 .Marchó contra los cananeos que
habitaban en Hebrón, antes llamado
Cariat Arbe, y batió a Sesai, Jimón
y Tolmai. 11 De allí marchó contra
los habitantes de Dabir, que se llamó
antes Cariat Scfer. 12 Caleb dijo:
«Al que ataque y tome a Cariat Scfer,
le daré por mujer mi hija Acsa.®
13 «OIoniel, hijo de Quenez, el herma¬
no menor de Caleb, se apoderó de ella,
y Caleb le dió su hija Acsa por mujer.
14 Cuando era llevada a la casa de
Otoniel, él la excitó a que pidiera
a su padre un campo. Inclinóse ella,
según iba montada, sobre el asno,
y Caleb le preguntó: «¿Qué tienes?»
15 Ella dijo: «Hazme una gracia.
Ya que raa has dado tierra de se-
JUECES, 2
243
cano, dame también regadíos.» Y le
dió Caleb el Gulot superior y el Gulot
inferior.
18 Los hijos de Jeser, el Quineo,
suegro de Moisés, subieron de la
ciudad de Tamarim, con los hijos de
Judá, al desierto que está al medio¬
día de Judá, según se baja a Arad,
y vinieron a habitar con el pueblo.
17 Marchó después Judá con Si¬
meón y batieron a los cananeos que
habitaban en Sefat, la destruyeron
totalmente, y se llamó la ciudad
Jornia. 19 Apoderóse también Judá
de Gaza y de su territorio, de Asca-
lón y Acarón con los suyos. 19 Fué
Yave con Judá y se apoderó Judá de
la parte montañosa, pero no pudo
expulsar a los habitantes del llano,
que tenían carros de hierro. 20 Atri¬
buyóse Hebróu a Caleb, como lo
había dicho Moisés, y aquél arrojó
de allí a los tres hijos de Enac.
23 Los hijos de Benjamín no expul¬
saron a los jebuseos que habitaban
en Jerusalén, y los jebuseos han
habitado hasta el día de hoy con los
hijos de Benjamín.
22 También la casa de José subió
contra Betel, y Yave estuvo con
ellos. 23 La casa de José hizo una explo¬
ración cerca de Betel, que antes se
llamó Luz, 24 V los centinelas cogie¬
ron a un hombre que salía de la
ciudad, y le dijeron: «Enséñanos por
dónde se entra en la ciudad y te
liaremos gracia.» 25 El les enseñó
por dónde podrían entrar en la ciudad,
y ellos la pasaron a filo de espada,
pero dejaron en libertad a aquel
hombre y a toda su familia. 26 Este
hombre se fué a tierra de geteos y
edificó allí una ciudad, a la que dió
el nombre de Luz, y así se llama
todavía hoy.
Cananeos no expulsados.
27 Manasés no expulsó a los habi¬
tantes de Betsán y de las ciudades
de ella dependientes, ni a los de Tanac,
Dor, Jeblam, Mageddo y las ciudades
dependientes de ellas, y los cananeos
se arriesgaron a permanecer en esta
tierra. 28 Cuando Israel fué suficien¬
temente fuerte los hicieron tributa¬
rios, pero no los arrojaron.
29 Efraím no expulsó a los cananeos
que habitaban Gazer, y los cana-
neos siguieron habitando en medio
de Efraím.
80 Zabulón no expulsó a los habi¬
tantes de Quetrom ni a los de Nalol,
y los cananeos siguieron habitando
en medio de Zabulón, pero fueron
hechos tributarios.
31 Aser no expulsó a los habitantes
de Acó ni a los de Sidón, ni a Jos de
Ajelab, de Aczib, de Jelba. de Afee
y de Rojob: 32 y los hijos de Aser
habitan en la tierra en medio de los
cananeos, porque no los expulsaron.
33 Neftalí no expulsó a los habi¬
tantes de Bet Sames ni a los de Bet
Anot, y habitó en medio de los cana-
neos, habitantes de aquella tierra;
pero los habitantes de Bet Sames
y de Bet Anot fueron sometidos a
tributo. 34 Los amorreos rechazaron
a los hijos de Dan hacia los montes
y no los dejaban bajar al llano;
35 arriesgáronse los amorreos a que¬
darse en el Har Jeres, en Ayalón
y en Selebim pero la mano de la
casa de José pesó mucho sobre ellos
y fueron sometidos a tributo. 36 El
territorio de los amorreos se extendía
desde la subida de Acrabim y desde
Sela para arriba.
Infidelidad del pueblo.
O 1 Subió el ángel de Yave de Galgal
~ a Boquim. y dijo: «Yo os he
hecho subir de Egipto y os he traído
a la tierra que juré a vuestros padres,
y he dicho: No romperé mi pacto
eterno eon vosotros, 2 si vosotros
no pactáis con los habitantes de esta
tierra; habéis de destruir sus altares.
Pero vosotros no me habéis obede¬
cido: ¿por qué habéis obrado así?
3 Pues yo también me he dicho: No
los arrojaré de ante vosotros, y los
tendréis por enemigos, y sus dioses
serón para vosotros un lazo.» 4 Cuando
el ángel de Yave hubo dicho estas
palabras a todos los hijos de Israel,
lloraron todos a voces. 6 Llamaron
a este lugar Boquim, y ofrecieron
allí sacrificios a Yave.
Los jueces.
6 Cuando Josué despidió al pueblo
y se fueron los hijos de Israel cada
uno a su heredad, para posesionarse
de la tierra, 7 el pueblo sirvió a Yave
durante tuda la vida de Josué y la
de los ancianos que le sobrevivieron
y habían visto toda la grande obra
244
JUECES, 3
que Yave había hecho en favor de
Israel. 8 Josué, hijo de Nun, siervo
de Yave, murió a la edad de ciento
diez años 9 y fué sepultado en el terri¬
torio de sn heredad, en Taninat
Jefer, en los montes de Efraím, al
norte del monte Gas. 10 Toda aquella
generación fué a reunirse con sus
padres, y surgió una nueva genera¬
ción, que no conocía a Yave ni la
obra que éste había hecho en favor
de Israel.
11 Los hijos de Israel hicieron el
mal a los ojos de Yave y sirvieron
a los baales. 12 Se apartaron de Yave,
el Dios de sus padres, que los había
sacado de Egipto, y se fueron tras
otros dioses, de entre los dioses de
los pueblos que los rodeaban, y se
postraron ante ellos, irritando a Yave.
13 Apartándose de Yave, sirvieron a
Baal y Astarte. 14 Encendióse en
cólera Yave contra Israel, y los en¬
tregó en manos de salteadores, que
los asaltaban y los* vendían a los
enemigos del contorno, y llegaron a
no poder ya resistir a sus enemigos.
15 En cualquier salida que hacían
pesaba sobre ellos para mal la mano
de Yave, como él se lo había dicho,
como se lo había jurado, y se vieron
en muy gran aprieto.
16 Yave suscitó jueces, que los
libraron de los salteadores; 17 pero
desobedeciendo también a los jueces
se prostituyeron, yéndose detrás de
dioses extraños; y los adoraron, apar¬
tándose bien pronto del camino que
habían seguido sus padres, obede¬
ciendo los preceptos de Yave; no
hicieron ellos así. 18 Cuando Yave les
suscitaba un juez, estaba con él
y los libraba de la opresión de sus
enemigos durante la vida del juez,
porque se compadecía Yave de sus
gemidos, a causa de los que los opri¬
mían y los vejaban. 19 En muriendo
el juez, volvían a corromperse, más
todavía que sus padres, yéndose tras
de los dioses extraños para ser¬
virlos y adorarlos, sin dejar de come¬
ter sus crímenes, y persistían en sus
caminos H).
20 Encendióse la cólera de Yave
contra Israel, y dijo: «Pues que
este pueblo ha roto el pacto que yo
había establecido con sus padres y
no me obedece, 21 tampoco volveré
(i) Esta constante alternativa de pecado
y castigo, conversión y misericordia, es el tema
fundamental de este libro. (V. not. Deut. 28.)
yo a arrojar de ante ellos a ninguno
de los pueblos que dejara Josué al
morir, 22 para por ellos poner a Israel
a prueba, si procuraría o no seguir
los caminos de Yave, como los pro¬
curaron sus padres.» 23 Y Yave dejó
en paz, sin apresurarse a expulsarlos,
a aquellos pueblos que no había
entregado en manos de Josué.
3 1 He aquí los pueblos que dejó
Yave, para probar por ellos a
Israel, a cuantos no conocieron las
guerras de Canán; 2 sólo para probar
a las generaciones de los hijos de
Israel, acostumbrando a la guerra a
los que no la habían hecho antes:
3 Cinco príncipes de los filisteos;
todos los eananeos; los sidonios, y
los jeveos que habitaban el monte
Líbano, desde el monte Baal Hor¬
món hasta la entrada de Hamat.
4 Estos pueblos habían de servir
para por ellos probar a Israel, y
saber si obedecería los mandatos que
Yave había dado a sus padres por
medio de Moisés. 6 Los hijos de
Israel habitaban en medio de los
eananeos, de los geteos, de los amo-
rreos, de los fereceos, de los jeveos
y de los jebuseos 6 Tomaron por
mujeres a las hijas de éstos y dieron
a los hijos de ellos las hijas propias
y sirvieron a sus dioses.
Otoniel, Ao<l, Samgar.
7 Hicieron el mal los hijos de Israel
a los ojos de Yave, y olvidándose
de Yave, su Dios, sirvieron a Baal y
Astarte. 8 Encendióse la cólera de
Yave contra Israel y los entregó a
manos de Cusán Rasataim, rey de
Edom, y los hijos de Israel sirvieron
a Cusán Rasataim ocho años. 9 Cla¬
maron a Yave los hijos de Israel; y
suscitó Yave a los lujos de Israel un
libertador, que los libertó; Otoniel,
lujo de Quenez, el hermano menor
de Caleb. 10 Vino sobre él el espíritu
de Yave, y juzgó a Israel y salió a
hacer la guerra. Puso Yave en sus
manos a Cusán Rasataim, rey de
Edom, y pesó su mano sobre Cusán
Rasataim; 11 y estuvo en paz la
tierra durante cuarenta años, y murió
Otoniel, hijo de Quenez.
12 Volvieron otra vez a hacer mal
los hijos de Israel a los ojos de Yave,
y Yave hizo fuerte a Eglóu, rey de
Moab, contra los hijos de Israel,
porque hacían el mal a los ojos de
JUECES, 4
245
Ya ve. 13 Eglón se unió con los hijos
de Ainmón y con Amalee; y marchó
contra Israel, le derrotó y conquistó
la ciudad de Tamarin; 14 y sirvieron
los hijos de Israel a Eglón, rey de
Moab, dieciocho años. 15 Clamaron los
hijos de Israel a Yave, y Ya ve les
suscitó un libertador: Aod, hijo de
Gera, benjamínita, zurdo. Los hijos
de Israel enviaron por medio de él
un presente a Eglón, rey de Moab.
16 Habíase hecho Aod un puñal de
dos filos, de un palmo de largo, que
se ciñó bajo sus vestidos, sobre el
muslo derecho. 17 Presentó los dones
a Eglón, rey de Moab, que era un
hombre muy gordo; 18 y hecha la
presentación, despidió a los que ha¬
bían traído el presente. 19 Venía él de
Ha Pesilim, cerca de Gálgala, y le
dijo: «Tengo que decirte, ¡oh rey!,
una cosa en secreto.» El dijo: «Salid»;
y se salieron todos los que estaban
con él. 20 Estaba tomando el fresco
en el cenador alto, que era sólo para
él, y le dijo: «Tengo que comuni¬
carte una palabra de parte de Dios,
joh reyl» Eglón se levantó de su silla;
21 y entonces Aod, cogiendo con su
mano izquierda el puñal que sobre
el muslo derecho llevaba, se lo clavó
en el vientre, 22 entrándole también
el puño tras la hoja y cerrándose la
gordura en derredor de la hoja, pues
no sacó del vientre el puñal. 23 Salió
Aod al pórtico, cerrando tras si las
puertas del cenador y echando el
cerrojo. 21 Una vez que hubo salido,
vinieron los servidores; y viendo que
las puertas del cenador tenían echado
el cerrojo, se dijeron: «Seguramente
está haciendo alguna necesidad en
el cubículo de verano.» 25 Esperaron
mucho tiempo, hasta darles vergüenza,
y como las puertas del cenáculo alto
no se abrían, cogieron la llave y
abrieron, viendo que su amo yacía
en tierra, muerto. 26 Mientras esta¬
ban ellos perplejos, huyó velozmente
Aod, pasó de Ha Pesilim y^se puso
en salvo en Seirat. 27 En cuanto llegó,
hizo tocar las trompetas en el monte
de Efraím. Los hijos de Israel baja¬
ron con él de la tnontaña, y él se
puso al frente de ellos 28 y les dijo:
«Seguidme, que Yave ha entregado
en vuestras manos a vuestros ene¬
migos, los moabitas.» Bajaron tras él
se apoderaron de los vados del
ordán, frente a Moab, sin dejar
pasar a nadie. 29 Derrotaron entonces
a Moab. De unos diez mil hombres, I
todos robustos y valientes, no escapó
uno sólo. 30 Aquel día quedó Moab
humillado bajo la mano de Israel;
y la tierra quedó en paz durante
ochenta años, mientras vivió Aod.
31 Después de Aod, Samgar, hijo
de Anat, derrotó a seiscientos filis¬
teos con una aijada de bueyes, liber¬
tando también él a Israel.
Débora.
1 1 Volvieron los hijos de Israel a
** hacer mal a los ojos de Yave,
2 y los entregó Yave en mano de
Jabín, rey de Canán, que reinaba en
Asor y tenía por jefe de su ejército
a Sisara, que residía en Jaroset Goím.
3 Clamaron los hijos de Israel a Yave,
pues tenían aquéllos novecientos ca¬
rros de hierro, y desde hacía veinte
años oprimían duramente a los hijos
dé Israel. 4 Juzgaba en aquel tiempo
a Israel Débora, profetisa, mujer de
Lapidot. 5 Sentábase para juzgar
debajo de la palmera de Débora,
entre Rama y Betel, en el monte
de Efraím; y los hijos de Israel
iban a ella a pedir justicia. 6 Mandó
a llamar Débora a Barac, hijo de
Abinoem, de Cades, da Neftalí, y le
dijo: «¿No te ha mandado Yave, Dios
de Israel: Ve a ocupar el monte
Tabor y 'lleva contigo diez mil hom¬
bres, de los hijos de Neftalí y de los
de Zabulón? 7 Yo te traeré allí, al
torrente de Cjson, a Sisara, jefe del
ejército de Jabín, y a sus carros y
sus tropas, y los pondré en tus ma¬
nos.» 8 Di jola Barac: «Si vienes tú
conmigo, iré; si no vienes tú, no iré.»
9 Ella le contestó: «Iré, sí, iré con¬
tigo; pero ya no será gloria tuya la
expedición que vas a emprender,
porque a mano de una mujer entre¬
gará Yave a Sisara.» Levantóse Dé¬
bora y se fué con Barac a Cades.
10 Convocó Barac a Zabulón y Nef¬
talí a Cades, y subió con diez mil
hombres, subiendo también con él
Débora.
11 Jeber, quineo, se había separado
de los otros quineos, hijos de Jobab,
suegro de Moisés, y había plantado
sus tiendas en el encinar de Sesím,
cerca de Cades.
12 Hicieron saber a Sisara que Barac,
hijo de Abinoem, subía al monte
Tabor; 13 y Sisara reunió todos sus
carros, novecientos carros de hierro,
y todo el ejército de que disponía,
246
JUECES, 5
y salió de Jereset Goím al torrente
de Cison. 14 Dijo entonces Débora
a Barac: «Anda, que hoy es el día
en que Yavc entrega a Sisara en
tus manos. ¿No va él delante de ti?»
15 Bajó Barac del monte Tabor con los
diez mil hombres que llevaba, y puso
Yave en fuga a Sisara, a todos sus
carros y a todo su ejército, a filo
de espada ante Barac. Sisara se bajó
de su carro y huyó a pie. 16 Barac
persiguió con su infantería a los
carros y al ejército hasta Joresct
Goím, y todo el ejército de Sisara
cayó a filo de espada, sin que quedara
ni un solo hombre. 17 Sisara huyó a
pie a la tienda de Jael, la mujer de
Jcber, el quineo, pues había paz
entre Jabin, rey de Jasor, y la casa
de Jcber, quineo. 18 Salió Jael al
encuentro de Sisara, y le dijo: «Entra,
señor mío, entra en mi casa y no
temasJ» Entró el en la tienda, y ella
le tapó con una alfombra. Díjola él:
«Dame, por favor, un poco de agua,
que tengo sed.» Y sacando ella el
odre de la leche, le dió de beber y
volvió a cubrirle. 20 Díjola él: «Estáte
a la puerta de la tienda, y si viene
alguno preguntando si hay aquí algún
hombre, dile que no.» 21 Cogió Jael,
mujer de Jcber, un clavo de los de
fijar la tienda; y tomando en su
mano un martillo, se acercó a él
calladamente y le clavó en la sien
el clavo, que penetró en la tierra;
y él, profundamente dormido, des¬
falleció y murió. 22 Llegó entonces
Barac, que iba persiguiendo a Sisara.
Jael salió a su encuentro y le dijo:
«Ven, que te enseñe al hombre a
quien vienes buscando.» Entró y
halló a Sisara en tierra, muerto, cla¬
vado el clavo en la sien. 23 Aquel día
humilló Yave a Jabín, rey de Canán,
ante los hijos de Israel, 24 y la mano
de los hijos de Israel pesó cada vez
más sobre Jabín, rey de Canán,
hasta que le destruyeron.
Cántico triunfal do Débora.
£ 1 Aquel día cantaron Débora y
^ Barac, hijo de Abinoem, este
canto:
2 «Los príncipes de Israel al frente,
Ofrecióse el pueblo al peligro.
Bendecid a Yave.
8 Oíd, reyes, dadme oído, príncipes.
Yo, yo cantaré a Yave.
Yo cantaré a Yave, Dios de Israel.
4 Cuando tú, ioh Yavel, sallas de
Seir,
Cuando subías desde los campos
de Edom,
Tembló ante ti la tierra,
Destilaron los cielos,
Y las nubes se deshicieron en agua.
5 Derritiéronse los montes a la
presencia de Yave,
Este, el Sinaí, a la presencia de
Yave, Dios de Israel.
6 En los días de Samgar, hijo de
Anat, en los días de Jael,
Estaban desiertos los caminos;
Los que antes andaban por caminos
tr.liados,
Ibansc por senderos desviados;
7 Desiertos estaban los lugares
indefensos,
Desiertos en Israel,
Hasta que me levanté yo,
Hasta que me levanté yo, madre en
Israel.
8 Elegidos dioses nuevos, estaba a
las puertas la guerra;
Y no se veía ni un escudo ni una
lanza.
Entre los cuarenta mil de Israel.
9 Se va mi corazón tras los príncipes
de Israel.
Los que del pueblo os ofrecisteis
al peligro,
Bendecid a Yave.
10 Los que montáis blancas asnas,
Los que os sentáis sobre tapices.
Los que ya vais por los caminos,
cantad.
El que fué lugar de rapiña,
Es ya lugar de regocijo.
11 Cantad en él las justicias de Yave,
Las justicias que ha hecho Yave,
A los lugares indefensos de Israel.
Entonces pudo ya el pueblo de
Yave bajar a sus puertas.
12 Despierta, despierta, Débora,
Despierta, despierta, entona un
canto.
Levántate, Barac,
Apresa a los que te aprisionaban,
hijo de Abinoem.
13 Entonces vencieron los pequeños
a los grandes;
Prevaleció el pueblo de Yave contra
los fuertes.
14 Los de Efraím los exterminaron
en el valle.
Detrás de ti (Débora) iba Benjamín
con tu ejército.
De Maquir bajaron los jefes, de
Zabulón los capitanes;
15 Los príncipes de Isacar están
con Débora.
JUECES, 6
247
Isacar y Barac se precipitaron
con los infantes eri el valle.
En Rubén hay división,
Hay en el corazón grandes pro¬
pósitos.
6 ¿Por qué te quedaste en tus
apriscos,
Oyendo las flautas de tus pastores?
En Rubén hay división,
Hay en su corazón grandes pro¬
pósitos.
17 Gad descansaba al otro lado del
Jordán.
Y Dan; ¿por qué se quedó junto
a sus naves?
Aser, a orillas del mar, descansaba
en sus puertos;
18 Pero Zabullón es un pueblo que
ofrece su vida a la muerte.
Lo mismo es también Neftalí, desde
lo alto de sus campos.
19 Vinieron los reyes, combatieron;
Lucharon entonces los reyes de
Canán,
En Tanac, junto a las aguas de
Mageddo.
No cogieron plata por botín.
20 Desde los cielos combatieron las
estrellas;
Desde sus órbitas combatieron las
estrellas,
Contra Sisara.
21 El torrente de Cisón los arrastró,
El viejo torrente de Cisón.
Pisa firme, alma míal
22 Entonces resonaron los cascos de
los caballos,
En la veloz huida de los guerreros.
Mal decid a Meroz, dijo el ángel
de Ya ve,
23 Maldecid, maldecid a sus habi¬
tantes,
Porque no cooperaron a la vic¬
toria de Ya ve,
A la ayuda de Yave a sus valientes.
24 Bendita entre las mujeres Jael,
Mujer de Jaber, el quineo;
Bendita entre las mujeres de su
tienda.
25 La pidió agua, y ella le dió leche;
En el vaso de honor le sirvió leche;
26 Cogió el clavo con la izquierda,
Con la derecha el pesado martillo,
Y golpeó a Sisara,
Rompióle la cabeza,
Le atravesó la sien.
27 El se retorció, cayó, yació,
A sus pies se retorció,
Cayó donde se retorció,
Allí mismo quedó exánime.
28 Mira por la ventana la madre
de Sisara,
Por entre las celosías y grita:
¿Por qué tardan en venir sus carros?
¿Por qué tardan en oírse los pasos
de sus cuadrigas?
29 Las más avisadas de sus mujeres
le contestan,
Y ella se repite las mismas palabras:
30 Seguramente están repartién¬
dose los despojos,
Una joven, dos jóvenes para cada
uno, presa:
Un vestido de varios colores para
Sisara, presa;
Un vestido, dos vestidos de colores
para mis hombros.
31 Perezcan así todos tus enemigos,
¡oh Yavel
Y sean, los que te aman, como el sol
cuando nace con toda su fuerza.»
La tierra estuvo en paz durante
cuarenta años.
Gedcón.
6 1 Los hijos de Israel hicieron mal
a los ojos de Yave, y Yave los
entregó en manos de Madián, durante
siete años. 2 La mano de Madián
pesó fuertemente sobre Israel. Por
m¡edo a Madián se hicieron los hijos
de Israel los antros que hay en los
montes, las cavernas y las alturas
fortificadas. 3 Cuando Israel había
sembrado, subía Madián con Amalee
y con los Bene Quedem y marchaban
contra ellos; 4 acampaban en medio
de Israel y devastaban los campos
hasta cerca de Gaza, no dejando
subsistencia alguna en Israel, ni ove¬
jas, ni bueyes, ni asnos, 6 pues subían
con sus ganados y sus tiendas, como
una nube de langostas. Ellos y sus
camellos eran innumerables, y venían
a la tierra para devastarla. 6 Israel
vino a ser muy débil, a causa de
Madián, y los hijos de Israel clamaron
a Yave. 7 Cuando los hijos de Israel
clamaron a Yave contra Madián,
8 Yave les envió un profeta, que les
dijo: «Así habla Yave, Dios de Israel:
Yo os hice subir de Egipto y os saqué
de la servidumbre. 9 Yo os libré de
la mano de los egipcios y de la mano
de todos vuestros opresores; yo los
arrojé ante vosotros, y os di su tierra.
10 Entonces os dije: «Yo soy Yave,
vuestro Dios; no temáis a los dioses
de los amorreos, en cuya tierra habi¬
táis. Pero vosotros no habéis escu¬
chado mi voz.» 11 Vino el ángel de
Yave y se sentó bajo el terebinto de
248
JUECES, 6
Ofra, que era propiedad de Joas,
abiaserita, cuando Gedcón, su hijo,
estaba batiendo el trigo en el lagar
para esconderlo de Madián. 12 Apa-
reeiósele el ángel de Yave y le dijo:
«Yave contigo, valiente héroe.» 13 Ge¬
dcón le dijo: «Por favor, mi señor, si
Yave está con nosotros, ¿por qué
nos sucede todo esto? Dónde están
todos los prodigios que nos contaron
nuestros padres, diciendo: Yave nos
hizo subir de Egipto? Y ahora Yave
nos ha abandonado, y nos ha puesto
en las manos de Madián.» 14 Yave se
volvió a él y le dijo: «Ve, y con esa
fuerza que tú tienes, libra a Israel
de las manos de Madián; ¿no soy
yo quien te envía?» 15 Gedcón le dijo:
«De gracia, Señor, ¿con qué voy a
libertar yo a Israel? Mi familia es
la más débil de las de Manasés, y
yo soy el más pequeño de la casa de
mi padre.» 16 Yave le dijo: «Yo
estaré contigo y derrotarás a Madián,
como si fuera un solo hombre.»
17 Gedcón le dijo: «Si he hallado
gracia a tus ojos, dame una señal
de que eres tú quien me habla, 18 y
no te vayas de aquí hasta que vuelva
yo ron una ofrenda y te la presente.»
Yave le dijo: «Aquí me estaré hasta
que tú vuelvas.» 19 Entróse Gedcón y
preparó un cabrito, y con un eja
de harina hizo panes ácimos; y po¬
niendo la carne en un ceslillo y el
caldo en una olla, los llevó debajo
del terebinto y se los presentó. 20 El
ángel de Dios le dijo: «Coge la carne
y los ácimos, ponlos encima de aquella
piedra y vierte sobre ellos el caldo.»
Hízolo así Gedcón; y el ángel de Yave,
21 alzando el báculo que en la mano
tenía, tocó con la punta la carne y
los panes. Surgió en seguida fuego
de la piedra, que consumió la carne y
los panes, y el ángel de Yave des¬
apareció de su vista. 22 Viendo Ge¬
dcón que era el ángel de Yave, dijo:
«¡Ay, Señor, Yavel ¿Entonces he
visto cara a cara al ángel de Yave?»
23 Díjole Yave: «La paz sea contigo,
no temas, no morirás.» 21 Gedcón
alzó allí un altar, y le llamó Yave
Salom, que todavía existe en Ofra
de Abiezer. 25 Aquella misma noche
le (lijo Yave a Gedcón: «Coge el
toro de tu padre, el segundo toro,
de siete años; derriba el altar de Baal
que tiene tu padre, y corta el ase¬
ra que hay cerca, 26 y construye
con la leña un altar a Yave, tu Dios,
en lo alto de este fuerte; y tomando
el toro segundo, lo ofreees en holo¬
causto sobre la leña que cortarás.
27 Tomó, pues, Gedeón diez hombres
de entre sus criados, e hizo como le
había mandado Yave; pero como no
se atreviese a hacerlo de día, por
temor de la casa de su padre y de
las gentes de la ciudad, lo hizo de
noche. 28 Cuando, al levantarse a la
mañana siguiente, las gentes de la
ciudad vieron que el altar de Baal
había sido destruido, cortado el ase¬
ra que había cerca, y el toro se¬
gundo ofrecido en holocausto sobre
el altar construido, 29 se preguntaban
unos a otros: «¿Quién ha hecho esto?»
Inquirieron, buscaron, y alguien dijo:
«Gedcón, el hijo de Joás, ha hecho
esto.» Entonces dijeron a Joás las
gentes de la ciudad: 30 «Saca a tu
hijo para que muera, pues ha derri¬
bado el altar de Baal y ha cortado
el asera que estaba cerca.» 31 Joás
respondió a todos los que estaban
contra él: «¿Os toca a vosotros defen¬
der a Baal? ¿Sois vosotros los que
le habéis de salvar a él? Quien tome
partido por Baal, será muerto hoy
mismo. Si Baal es dios, que se de¬
fienda a sí mismo, ya que le han derri¬
bado su altar.» 32 Aquel día dieron
a Gedeón el nombre de Jerobaal,
diciendo: «Que sea Baal quien se
vengue de él, pues que ha derribado
su altar.»
33 Todo Madián, Amalee y los
Bencquedem, se juntaron, y pasando
el Jordán, vinieron a acampar en
el valle de Jezrael. 34 El espíritu
de Yave revistió a Gedeón, que tocó
la trompeta, y los abieserilas le
siguieron. 36 Envió mensajeros a todo
Manases, que se reunió tambiéu para
seguirle. Mandólos también a Ascr,
a Zabulón y a Neftalí, que subieron
a su encuentro.
36 Dijo Gedeón a Dios: «Si en ver¬
dad quieres salvar a Israel por mí
mano, como me has dicho, 37 voy a
poner un vellón de lana al sereno;
si sólo el vellón se cubre de rocío,
quedando todo el suelo seco, conoceré
que libertarás a Israel por mí mano,
como me lo has dicho.» Así sucedió.
38 A la mañana siguiente levantóse
muy temprano, y exprimiendo el
vellón, sacó de él el rocío, una cazuela
llena de agua. 39 Gedeón dijo a Dios:
«Qué no se encienda tu cólera contra
mí, sí hablo todavía otra vez; qui¬
siera hacer otra prueba con el vellón;
que sea el vellón el que se quede seco,
JUECES, 7
249
y caiga el rocío sobre todo el suelo.»
40 Así lo hizo Dios aquella noche:
sólo el vellón quedó seco, y todo el
suelo estaba cubierto de rocío.
Victoria contra los madianitas.
H 1 A la mañana siguiente, Jerobaal,
* que es Gedeón, fue a acampar
con toda la gente que estaba con el,
por encima de la fuente de Jarod.
El campamento de Madián estaba
debajo del de Gedeón, al norte de
las colinas de More, en el valle.
2 Y dijo Va ve a Gedeón: «Es dema¬
siada la gente que tienes contigo,
para que yo entregue cu sus manos a
Madián y se glorie Israel contra mí,
diciendo: Ha sido mi mano la que
me ha librado. 3 Haz llegar esto a
oídos de la gente: el que tema y
tenga miedo, que se vuelva y se
retire.» Veintidós mil hombres se
volvieron, y quedaron sólo diez mil.
4 Yave dijo a Gedeón: «Todavía es
demasiada la gente. Hazlos bajar al
agua y allí te los seleccionaré; y
aquel de quien yo te diga: Ese irá
contigo, vaya; y todos aquellos de
quienes te diga: Esos no irán con¬
tigo, que no vayan.» 6 Hizo bajar al
agua Gedeón a la gente, y dijo Yave
a Gedeón: «Todos los que en su mano
laman el agua con la lengua, como la
lamen los perros, pontos aparte de los
que para beber doblen su rodilla.»
6 Trescientos fueron los que al beber
lamieron el agua en su mano, lleván¬
dola a la boca; todos los demás se arro¬
dillaron para beber. 7 Y dijo Yave a
Gedeón: «Con esos trescientos hom¬
bres que han lamido el agua, os
libertaré y entregaré a Madián en
tus manos. Todos los demás, que
se vayan cada uno a su casa.» 8 Se
proveyeron de víveres ' y cogieron
las trompetas, y a todos los otros
israelitas los mandó a cada uno a
su tienda, quedándose con los tres¬
cientos hombres. El campamento
de Madiáu estaba abajo, en el
valle.
9 Aquella noche le dijo Yave:
«Levántate y baja al campamento,
porque te los entrego en tus manos.
10 Y si temes atacar, baja con Fara,
tu escudero, al campamento, 11 y
escucha lo que dicen, y se fortale¬
cerán tus manos y atacarás el cam¬
pamento.» Bajó con Fara, su escu¬
dero, hasta el extremo del campa¬
mento, donde estaban los hombres
de armas. 12 Madián, Amelec y los
Bcnc Qucdem se habían extendido
por el valle, numerosos como lan¬
gostas, y sus camellos eran innume¬
rables, como las arenas del mar.
13 Cuando llegó Gedeón, estaba un
hombre contando a su compañero
un sueño, diciéndole: «He tenido un
sueño. Rodaba por el campamento
de Madián un pan de cebada, que
llegó hasta una tienda y chocó contra
ella, la. derribó y la hizo rodar por
tierra, y la tienda quedó por tierra.»
14 El compañero le dijo: «Eso no es
sino la espada de Gedeón, hijo de
Joós, de Jezrael. Dios ha puesto en
sus manos a Madián y a todo el
campamento.» 15 Como Gedeón oyó
el sueño y la explicación, se pros¬
ternó; y volviéndose al campamento
de Israel, les dijo: «A-riba, que Yave
ha entregado en nuestras manos el
campamento de Madián.» 17 Dividió
en tres escuadras los trescientos hom¬
bres, y les entregó a todos trom¬
petas, cántaros vacíos, y en los cán¬
taros, teas encendidas, 18 dieiéndolcs:
«Miradme a mí y haced como me veáis
hacer. En cuanto llegue yo a los
límites del campamento, hacéis lo que
yo haga. Cuando toque yo la trom¬
peta y la toquen los que van con¬
migo, la tocaréis también vosotros
en derredor de todo el campamento,
y gritaréis: «jPor Yave y por Ge¬
deón! »
19 Gedeón y el centenar de hombres
que le acompañaban llegaron a los
límites del campamento al comienzo
de la segunda vigilia, en cuanto aca¬
baban de relevarse los centinelas, y
tocaron las trompetas y rompieron
los cántaros que llevaban en la mano.
20 Los tres cuerpos tocaron las trom¬
petas, rompieron los cántaros; y co¬
giendo las teas con la mano izquierda
y las trompetas con la derecha para
tocarlas, gritaban: «¡Espada por Yave
y por Gedeónl» 21 Quedáronse cada
uno en su puesto en derredor del
campamento, y todo el campamento
se puso a correr, a gritar y a huir.
22 Mientras los trescientos hombres
tocaban las trompetas, hizo Yave
que volviesen todos su espada los
unos contra los otros en todo el
campamento, y huyó el campamento
hasta Bet Seta, hacia Sedcrata, hasta
los límites del Abel Mejula, junto a
Tabat. 23 Reuniéronse los hombres
25U
JUECES, 8
de Israel, de Neftalí, de Aser y de
todo Manasés, y persiguieron a los
de Madián. 24 Gedeón mandó mensa¬
jeros por todo el monte de Efraím,
para decirles: «Bajad al encuentro
de Madián y tomad, antes que lle¬
guen, los vados hasta Betbera y los
del Jordán.» Reuniéronse todos los
hombres de Efraím y tomaron los
vados hasta Betbera y los del Jor¬
dán. 25 Se apoderaron de dos prínci¬
pes de Madián, Oreb y Zebe, y die¬
ron muerte a Oreb en la roca de
Oreb, y a Zebe en el lugar de Zebe.
Persiguieron a Madián y llevaron a
Gedeón las cabezas de Oreb y Zebe,
del otro lado del Jordán.
8 1 Dijéronle los hombres de Efraím:
«¿Cómo has hecho con nosotros
eso de no llamarnos cuando ibas a
combatir contra Madián?*», y se quere¬
llaron violentamente contra él. 2 El
les dijo: «¿Qué es lo que he hecho
yo, para lo vuestro? No ha sido mejor
el rebusco de Efraím que la vendi¬
mia de Abiezer? 3 En vuestras manos
ha puesto Dios a los príncipes de
Madián, Oreb y Zebe. ¿Qué he po¬
dido yo hacer comparable a lo vues¬
tro?» Calmóse su cólera contra él,
cuando así les habló. 4 Llegó Gedeón
al Jordán, lo pasó con los trescientos
hombres que llevaba, cansados de
la persecución, 6 y dijo a las gentes
de Socot: «Dad, os ruego, unos panes
a la gente que me sigue, que están
cansados y van en persecución de
Zebe y Sal mana, reyes de Madián.»
6 Respondiéronle los jefes de Socot:
«¿Acaso tienes ya en tus manos el
puño de Zebe y Sal mana, para que
demos pan a tu tropa 7 »> 7 V Gedeón
les dijo: «Sí! Cuando Yave haya pues¬
to en mis manos a Zebe y Sal mana,
yo desgarraré vuestras carnes con
espinas del desierto y cardos.»
8 Desde allí subió a Fanuel, e hizo
a las gentes de Fanuel la misma pe¬
tición, recibiendo la misma respuesta
de los hijos de Socot. 9 Y dijo también
a las gentes de Fanuel: «Cuando vuel¬
va vencedor, arrasaré esta fortaleza.»
10 Zebe y Salmana estaban en Carcor
con su ejército, unos quince mil
hombres, los que habían quedado de
todo el ejército de los Bene Quedein,
pues habían perecido ciento veinte
mil hombres de armas. 11 Gedeón
subió por el camino de los que moran
en tiendas, al oriente de Xobal y
de Jegboa, y atacó el campamento,
que se creía a seguro. 11 Zebe y
Salmana huyeron. El los persiguió
y se apoderó de los dos reyes de
Madián, Zebe y Salmana, y derrotó
a todo su ejército. 13 Volvióse Gedeón,
hijo de Joás, de la batalla, por la
subida de Jares; 14 y habiendo cogido
a un joven de los de Socot, le inte¬
rrogó y éste le dió por escrito los
nombres de los jefes y ancianos de
Socot, setenta y siete hombres. 15 En¬
tonces vino Gedeón a las gentes de
Socot y dijo: «Ved aquí a Zebe y
Salmana, con los que me zaheristeis
diciendo: ¿Acaso tienes ya en tu poder
el puño de Zebe y Salmana, para que
demos de comer a tus tropas fatiga¬
das?» 16 Cogió, pues, a los ancianos
de la ciudad, y con espinas del de¬
sierto y cardos castigó a los de Socot.
17 Arrasó la fortaleza de Fanuel y
mató a los hombres de la ciudad.
18 Dijo a Zebe y Salmana: «¿Cómo
eran los hombres que matasteis en
el Tabor?» Ellos respondieron: «Eran
como tú. Cada uno de ellos parecía
un hijo de rey.» 19 El les dijo: «Eran
hermanos míos, hijos de mi madre.
20 Vive Yave, que no os mataría si
no les hubierais dado muerte.» 21 Y
dijo a Jeter, su primogénito: «Anda,
mátalos.» El joven no desenvainó la
espada, por tener miedo, pues era
todavía muy niño; y Zebe y Salmana
dijeron: «Levántate y mátanos tú,
pues como es el hombre, es la fuerza.»
Levantóse Gedeón y los mató, y cogió
las lunetas que llevaban al cuello
sus camellos.
22 Las gentes de Israel dijeron a
Gedeón: «Reina sobre nosotros, tú,
tu hijo y los hijos de tu hijo, pues
nos has libertado de las manos de
Madián.» 23 Respondióles Gedeón:
«No reinaré yo sobre vosotros, ni
reinará tampoco mi hijo. Yave será
vuestro rey», 24 y añadió: «Voy a
pediros una cosa. Dadme cada uno
de su botín los arillos de nariz que
habéis cogido.» Los enemigos, como
ismaelitas, llevaban arillos de oro en
la nariz. 25 Ellos respondieron: «Con
mucho gusto te los daremos»; v ex¬
tendiendo un manto, fueron echando
en él cada uno los arillos del botín.
26 Y fué el peso de los arillos de oro
que había pedido Gedeón, de tres
mil setecientos sidos de oro, sin
contar las lunetas y los pendientes,
ni los vestidos de púrpura que lle¬
vaban los reyes de Madián, ni los
eollares que al cuello llevaban sus
JUECES, 9
•251
camellos. 27 Con este oro hizo Gedeón
un Efod (1) que puso en su ciudad,
en Eira. Todo Israel iba a prostituirse
ante este Efod, que fué un lazo para
Gedeón y para su casa. 28 Madián
quedó humillado ante los hijos de
Israel y no volvió a levantar la ca¬
beza, quedando la tierra en paz du¬
rante cuarenta años, los días de
Gedeón.
29 Jerobaal, hijo de Joás, se volvió
a su casa; 30 y tuvo Gedeón setenta
hijos, todos nacidos de él, pues fue¬
ron muchas sus mujeres. 31 Una con¬
cubina (2) que tenía en Siquem le
parió también un hijo, al que puso
por nombre Abimelec. 32 Murió Ge¬
deón, hijo de Joás, en buena ancia¬
nidad, y fué sepultado en la sepul¬
tura de Joás, su padre, en Efra de
Abiezer.
33 Muerto Gedeón, los hijos de Israel
se prostituyeron de nuevo ante los
baales y tomaron por su dios a Baal
Berit, 34 y no se acordaron más de
Yave, su Dios, que los había librado
de los enemigos que los rodeaban.
36 No se mostraron agradecidos a la
casa de Jerobaal, Gedeón, según el
mucho bien que éste había hecho por
Israel.
Abimelee.
9 1 Abimelec, hijo de Jerobaal, se
fué a Siquem, y habló a los her¬
manos de su madre y a toda la fa¬
milia de la casa del padre de su
madre, diciéndoles: (i) 2 «Hablad al oído
a todos los varones de Siquem: ¿Qué
es tnejor para vosotros: que os do¬
minen setenta hombres, todos hijos
de Jerobaal, o que os domine uno
solo? Acordaos de que yo soy hueso
vuestro y carne vuestra.» 3 Habiendo
hablado de él los hermanos de su
madre a todos los habitantes de
la ciudad, conforme a aquellas pala¬
bras, se inclinó su corazón hacia Abi¬
melec, pues se dijeron: «Este es her¬
mano nuestro»; 4 * * * y le dieron setenta
(1) Indudablemente el efod, en este caso,
no es la vestidura sacerdotal que lleva este nom¬
bre. Es probabillsimamente un Idolo, en rela¬
ción con los ttrafim, destinados a la adivina¬
ción. Lo que era, no podemos determinarlo
exactamente.
( 2 ) Parece ser el caso, todavía frecuente
entre los nómadas del desierto de Moab, de
una mujer que no habita en la casa del marido,
sino que, por razones particulares, sigue habi¬
tando en su propia casa.
sidos de plata de la casa de Baal
Berit, con los que asoldó a hombres
vagos y pervertidos que le siguieron.
5 Bajó con ellos a la casa de su padre,
a Efra, y mató ‘a sus hermanos, los
hijos de Jerobaal, setenta hombres,
a todos sobre una misma piedra.
Sólo se salvó Jotán, el hijo menor
de Jerobaal, que pudo esconderse.
6 Reuniéronse entonces todos los ha¬
bitantes de Siquem y todos los de
Bet Meló, y viniendo, proclamaron
rey (1) a Abimelec, junto al tere¬
binto de Misab, que está en Siquem.
Apólogo de Jotan.
7 Súpolo Jotán, y fué a ponerse
en la cresta del monte Garizim; y
alzando su voz, les dijo a gritos desde
allí: «Oídme, habitantes de Siquem,
así os oiga Dios a vosotros. 8 Pusié¬
ronse en camino los árboles para
ungir un rey que reinase sobre ellos,
y dijeron al olivo: Reina sobre nos¬
otros. 9 Contestóles el olivo: ¿Voy yo
a renunciar a mi aceite, que es mi
gloria ante Dios y ante los hombres,
para ir a mecerme sobre los árboles?
10 Dijeron, pues los árboles a la hi¬
guera: Ven tú, y reina sobre nosotros.
11 Y les respondió la higuera: ¿Voy
a renunciar yo a mis dulces y ricos
frutos, para ir a mecerme sobre los
árboles? 12 Dijeron, pues, los árboles
a la vid: Ven tu, y reina sobre nos¬
otros: 13 Y les contestó la vid: ¿Voy
yo a renunciar a mi mosto, alegría
de Dios y de los hombres, para ir a
mecerme sobre los árboles? 14 Y di¬
jeron todos los árboles a la zarza es¬
pinosa: Ven tú, y. reina sobre nos¬
otros. 15 Y dijo la zarza espinosa a
los árboles: Si en verdad queréis un¬
girme por rey vuestro, venid y poneos
a mi sombra, y si no, que salga fuego
de la zarza espinosa y devore a los
cedros del Líbano.
16 Ahora bien, si al elegir rey a
Abimelec habéis obrado bien y justa¬
mente; si os habéis portado con Je¬
robaal y su casa como ella merecía
— 17 pues mi padre combatió por vos-
(i) El deseo de Israel de darse un rey,
que obtiene satisfacción en tiempo de Samuel,
comienza ya a manifestarse después de la vic¬
toria de Gedeón 8. 22, con el ofrecimiento
que. hacen a éste de que se proclame rey, pero
más todavía en la proclamación efectiva de
Abimelec por les siquemitas.
252
JUECES, 9
otros, y exponiendo su vida, os libró
del poder de Madián—; 18 levantán¬
doos hoy contra la casa de mi padre
y matando a sus hijos, setenta sobre
una misma piedra, 'y haciendo rey
de las gentes de Síquem a Abimclec,
hijo de una esclava suya, porque es
hermano vuestro; 19 si habéis obrado
leal y justamente hoy con Jerobaal
y su casa, que haga Abimclec vuestra
felicidad y que hagáis vosotros la
suya. 20 Tero si no, que salga de
Abimclec un fuego que devore a los
habitantes de Síquem y de Bet Milo,
y salga de Siquem y de Bet Milo un
fuego que devore a Abimclec.»
Desastroso fin de Abimclec.
21 Retiróse Jotán y emprendió la
huida, yéndose a Bora, donde habi¬
tó, por" miedo de Abimclec, su her¬
mano.
22 Tres años dominó Abimclec sobre
Israel. 23 Mandó Dios un mal espí¬
ritu entre Abimclec y los habitantes
de Siquem, e hicieron traición los
habitantes de Siquem a Abimclec,
24 para que el asesinato de los setenta
hijos de Jerobaal y la sangre de ellos
cayese sobre Abimclec, su hermano,
que los había matado, y sobre los
habitantes de Siquem, que le habían
prestado ayuda, para matar a sus
hermanos.
25 Pusieron los habitantes de Si¬
quem en lo alto de los montes ase¬
chanzas, que despojaban a cuantos
pasaban cerca de ellos por los cami¬
nos, y llegó esto a conocimiento de
Abimclec.
28 Vino a Siquem Gaal, hijo de
Obed, con sus hermanos. Los de
Siquem pusieron en él su confianza;
27 y salieron al campo, vendimiaron
sus viñas, pisaron e hicieron gran
fiesta; y entrando en la casa de su
dios, comieron y bebieron, maldi¬
ciendo a Abimclec. «¿Quién es Abi-
melec, y quien es Siquem— 28 dijo
Gaal, hijo de Obed—para que le sir¬
vamos? ¿No sirvieron el hijo de Je¬
robaal y Zebul, su gobernador, a los
hombres de Jemor, padre de Siquem?
¿Por qué, entonces, vamos a servirles
a ellos nosotros? 29 iQuién me diera
este pueblo en mis manos] Yo expul¬
saría a Abimclec. Le diría: Refuerza
tu ejército y sal.» 30 Llegaron a oídos
de Zebul, gobernador de la ciudad.
las palabras de Gaal, hijo de Obed;
y montando en cólera, 31 mandó secre¬
tamente mensajeros a Abimclec, para
decirle: «Mira que ha venido Gaal,
hijo de Obed, a Siquem con sus her¬
manos, y está sublevando la ciudad.
32 Sal, pues, de noche tú y la gente
que tienes contigo, y ponte en el
campo en emboscada. 33 Por la maña¬
na, al salir del sol levántate, y cae so¬
bre la ciudad; y cuando Gaal y los que
le siguen salgan contra ti, haz contra
ellos lo que puedas.» 34 Levantóse
Abimclec y toda la gente que con él
tenía, de noche, y se pusieron en
emboscada cerca de Siquem, dividi¬
dos en cuatro cuerpos. 36 Salió Gaal,
hijo de Obed, a la puerta de la ciu¬
dad; y se alzó Abimclec y el cuerpo
que con él estaba de la emboscada.
36 Vió Gaal a la gente, y dijo a Zebul:
«Mira cómo baja gente de las cumbres
de los montes » Y le dijo Zebul:
«Son las sombras de los montes, que
se te hacen hombres.» 37 Volvió a
mirar Gaal, y dijo: «Es gente que
baja de Tabor Arez, y otro cuerpo
que viene por el camino de Elon
Neooneiiim.» 38 Díjole entonces Zebul:
«¿Dónde está ahora tu boca, con que
dijiste: Quién es Abimclec, para que
le sirvamos? ¿No es ésa la gente para
ti despreciable? Sal, pues, a darle
la batalla.» 39 Salió Gaal, y a la vista
de los habitantes de Siquem combatió
contra Abimclec, que le puso en fuga.
40 Gaal huyó de él, y cayeron muchos
hasta la puerta de la ciudad. 41 Abi-
melcc se quedó en Haruma, mientras
que Zebul impidió a Gaal y los suyos
permanecer en la ciudad. 42 Al dia
siguiente salió el pueblo al campo,
y lo supo Abimclec, 43 que cogiendo
su' gente, la liabia dividido en tres
cuerpos, los había puesto en el campo
en emboscada, y cuando vió que el
pueblo salía de la ciudad, se levantó,
arremetió contra ellos, 44 y avan¬
zando Abimclec con el cuerpo que le
seguía, se puso a la puerta de la
ciudad, mientras que los otros dos
cuerpos se extendían por el campo y
destrozaban a cuantos en él habla.
45 Abimclec combatió a la ciudad
durante todo aquel día y se apoderó
de ella, dando muerte a cuantos allí
había, la destruyó y la sembró de sal.
46 Los que estaban en la fortaleza
de Siquem se fueron a la torre de la
casa de El Berit. 47 Supo Abimclec
que se habían reunido todos los habi¬
tantes de la fortaleza de Siquem;
JUECES, 10, 11
253
48 y subió al monte Selmón eon toda
la gente que llevaba; y tomando en
su mano un hacha, cortó una rama
de un árbol y se la puso al hombro,
mandando a su gente que hiciera
prestamente lo que le veía hacer a él.
49 Cortó, pues, también toda la gente
cada uno su rama; y siguiendo a Abi-
melec, las pusieron contra la forta¬
leza. y prendiéndolas fuego, la in¬
cendiaron, muriendo allí todos los
habitantes de la fortaleza de Siquem,
unos mil entre hombres y mujeres.
60 Fué luego Abimelee a Tehcs, que
sitió y tomó. 61 Pero había en Tebes,
en medio de la ciudad, una fuerte
torre, 'en la que se refugiaron todos
los habitantes de la ciudad, hombres
y mujeres, y cerrando tras sí, se su¬
bieron a lo alto de la torre. 62 Abi-
melec llegó a la torre, la atacó y se
aproximó para pegar fuego a la
puerta; 53 y entonces una mujer le
lanzó contra la cabeza un pedazo
de rueda de molino y le rompió el
cráneo. 64 Llamó él en seguida a su
escudero y le dijo: «Saca tu espada
y mátame, para que no pueda de¬
cirse que me mató una mujer.» El
joven le traspasó, y murió Abimelee.
65 Viendo los hijos de Israel que había
muerto Abimelee, fuéronse cada uno
a su casa. 66 Así hizo caer Dios sobre
la cabeza de Abunelee el mal que
había hecho a su padre, asesinando
a sus setenta hermanos; 67 y sobre
las gentes de Siquem todo el mal que
habían hecho, cumpliéndose en ellos
la maldición de Jotáii, hijo de Je-
robaal.
Tola.
i A 1 Después de Abimelee, surgió
para librara Israel Tola, hijo de
Fuá, hijo de Dodo, hombre de Isacar.
Habitó en Samir, en los montes de
Efraím. 2 Juzgó a Israel durante
veintitrés anos y murió, siendo se¬
pultado en Samir.
Ja ir.
3 Después de él surgió Jair, de
Galad, que juzgó a Israel por veinti¬
dós años. 4 Tuvo treinta hijos, que
montaban treinta asnos y eran due¬
ños de treinta ciudades, llamadas
todavía Javot Jair, en la tierra de
Galad. 6 Murió Jair y fué sepultado
en Camón.
Jefté.
6 Volvieron los hijos de Israel a
hacer mal a los ojos de Ya ve, y sir¬
vieron a los baalcs y Astartes, a los
dioses de Sidón, a los de Moab, a
los de los hijos de Ammón, a los de
los filisteos, y se apartaron de Yave,
no sirviéndole más. 7 Encendióse la
ira de Yave eontra Israel y los en¬
tregó en manos de los filisteos y en
manos de los hijos de Ammón, 8 que
los oprimieron, y afligieron con gran
violencia a los hijos de Israel, durante
dieciocho años. 9 Los hijos (le Ammón
oprimieron a todos los hijos de Israel
que habitaban al otro lado del Jor¬
dán, en la tierra de los amorreos,
en Galad, y hasta pasaron el Jordán
para combatir a Judá, a Benjamín
y la casa de Efraím, viéndose Israel
muy apretado.
10 Clamaron a Yave los hijos de
Israel, diciendo: «Heiños pecado con¬
tra ti, porque hemos dejado a nues¬
tro Dios y hemos servido a los baalcs.»
11 Yave dijo a los hijos de Israel:
«¿No os liberté yo de los egipcios, de
los amorreos, de los hijos de Ammón,
de los filisteos? 12 Y cuando os opri¬
mían los de Sidón, Amalee y Madián,
y clamasteis a mí, ¿no os libré yo
de sus manos? 13 Pero vosotros me
habéis dejado a mí para servir a
dioses extraños. Por eso no os libraré
ya más. 14 Id e invocad a los dioses
que os habéis dado; que os libren
ellos ai tiempo de vuestra angustia.»
15 Los hijos de Israel dijeron a Yave:
«Hemos peeado, castíganos como quie¬
ras, pero líbranos ahora.» 16 Quitaron
de en medio de ellos los dioses extraños
y sirvieron a Yave, pero su alma no
podía soportar la aflicción de Israel.
17 Reuniéronse los hijos de Ammón
y acamparon en Galad; y se reunie¬
ron también los hijos de Israel, acam¬
pando en Masfa. 18 El pueblo, los
jefes de Israel, se dijeron unos a
otros: «¿Quién será el que comen¬
zará a combatir a los hijos de Ammón?
Que sea él quien mande a todos los
habitantes de Galad.»
11 1 Era Jefté, el galadita, un fuer-
11 te guerrero, hijo de una me¬
retriz, y tuvo por padre a Galad.
2 La mujer de Galad dió a éste otros
hijos, que euando fueron grandes
arrojaron de casa a Jefté, diciendo:
«No vas tú a heredar en la casa de
nuestro padre, pues eres hijo de otra
254
JUECES, XI
mujer.» 3 Jefté huyó de sus herma¬
nos y habitó en tierra de Tob. Unié¬
ronse con él gentes perdidas, que
salían con él. 4 Al cabo de días, hi¬
cieron guerra los hijos de Ammón
contra Israel; 6 y fueron entonces los
ancianos de Galad a la tierra de Tob,
en busca de Jefté, 6 y le dijeron:
«Ven, serás nuestro jefe en la guerra
contra los hijos de Ammón.» 7 Res¬
pondió Jefté a los ancianos de Galad,
diciéndoles: «¿No sois vosotros los
que me aborrecéis y me arrojasteis
de la casa de mi padre? ¿A qué venís
a mí ahora, cuando os veis en aprie¬
to?» 8 Los ancianos de Galad res¬
pondieron: «Por eso venimos a ti
ahora, para que vengas a combatir
con nosotros a los hijos de Ammón
y seas nuestro jefe, el de todos los
habitantes de Galad.» 9 Contestóles
Jefté: «Si me lleváis con vosotros a
combatir contra los hijos de Ammón,
en el easo de que Ya ve me los entre¬
gue, seré vuestro jefe.» 10 Dijéronle
los ancianos de Galad: «Sea Yave
testigo entre nosotros, si no hiciére¬
mos lo que dices.» 11 Partió Jefté
con los ancianos de Galad y le hicie¬
ron su jefe y caudillo, y repitió Jefté
sus palabras en presencia de Yave,
en Masía.
12 Mandó Jefté mensajeros al rey
de los hijos de Ammón, que le dije¬
ran: «¿Qué hay entre tú y yo, para
que hayas venido contra mí a com¬
batir la tierra?» 13 El rey de los hijos
de Ammón respondió a los mensa¬
jeros de Jefté: «Cuando subió Israel
de Egipto, se apoderó de mi tierra,
desde el Arnón hasta Jaboc y hasta
el Jordán. Devuélvemela, pues, ahora
pacíficamente.» 14 Jefté mandó nue¬
vos mensajeros al rey de los hijos de
Ammón, 15 que le dijeran: «He aquí
lo que dice Jefté: Israel no se apo¬
deró de la tierra de Moal>, ni de la
tierra de los hijos de Ammón. 16 Cuan¬
do Israel subió de Egipto, marchó
por el desierto hasta el Mar Rojo
y llegó a Cades. 17 Entonces envió
Israel mensajeros al rey de Edom,
para que le dijeran: Te ruego que me
dejes pasar por tu tierra; pero el
rey de Edom no se lo consintió;
también se los envió al rey de Moab,
que i ehusó; e Israel se quedó en Cades.
18 Después, marchando por el de¬
sierto, rodeó la tierra de Edom y
la tierra de Moab, y llegó al oriente
de la tierra de Moab y acampó del
lado de allá del Arnón, sin entrar
en tierra de Moab, pues el Arnón
era el límite de Moab. 19 Israel envió
mensajeros a Seón, rey de los amo-
rreos, rey de Hcsebón, para decirle:
Te ruego que nos dejes pasar por tu
tierra, hasta nuestro lugar. 20 Pero
Seón no se fió de Israel dejándole
pasar por su tierra, y reuniendo a
toda su gente, acampó en Jasa y
luchó contra Israel. 21 Yave, Dios de
Israel, puso a Seón con todo su
pueblo en las manos de Israel, que
los derrotó y se apoderó de la tierra
de los amor re os, que habitaban en
aquella región. 22 Se apoderó de toda
la tierra de los amorreos, desde el
Arnón hasta Jaboc y desde el desierto
hasta el Jordán. 23 Ahora, pues, que
Yave, Dios de Israel, desposeyó a los
amorreos ante su pueblo, Israel, ¿pre¬
tendes tú apoderarte de su tierra y
seríamos despojados de cuanto Yave,
nuestro Dios, nos dió en posesión?
24 ¿Eso que Cainos, tu Dios, te ha
dado en posesión, no lo posees tú?
¿Y no vamos a poseer nosotros lo
que Yave, nuestro Dios, nos ha dado
en posesión? 25 ¿Querrás tú ser mejor
que Balae, hijo de Sefor, rey de
Moab? ¿Acaso ha disputado éste a
Israel su tierra? ¿Le ha hecho acaso
la guerra? 26 Hace trescientos años
que habita Israel en Hcsebón y en
Aroer y en las ciudades que de ellas
dependen, lo mismo que en todas las
que están a orillas del Arnón. ¿Por
qué no las habéis tomado durante
todo ese tiempo? 27 Yo no te he hecho
mal alguno; pero tú obras mal con¬
migo, haciéndome la guerra. Que
Yave, el Juez, juzgue hoy entre los
hijos de Israel y los hijos de Ammón.»
28 El rey de los hijos de Ammón
desoyó lo que Jefté le mandó a decir.
29 El espíritu de Yave fué sobre
Jefté ( 1) y pasando por Galad y
Manasés, llegó hasta Masía de Galad,
y de Masfa de Galad marchó contra
los hijos de Ammón. 30 Jefté hizo
voto a Yave, diciendo: «Si pones en
mis manos a los hijos de Ammón,
31 el que a mi vuelta, cuando venga
yo en paz de vencerlos, salga de las
puertas de mi casa a mi encuentro,
será de Yave y se lo ofreceré en ho¬
locausto.» 32 Avanzó Jefté contra los
hijos de Ammón y se los dió Yave
en sus manos, batiéndolos desde Aroer
hasta según se va a Menit, veinte
(i) Esta frase no significa sino que Dios
le movió a realizar la hazaña referida.
JUECES, 12, 13
255
ciudades, y hasta Abel Queramim.
Fué una gran derrota, y los hijos de
Animen quedaron humillados ante los
lujos de Israel.
La hija de Jefté.
34 Al volver Jefté a Masía, salió
a recibirle su hija con tímpanos y
danzas. Era su hija única, no tenía
más hijos ni hijas. 35 Al verla rasgó
él sus vestiduras y d ; jo: «|Ah, hija
mía, me has abatido del todo, y tú
misma te has abatido al mismo
tiempo! He abierto mi boca a Yave
y no puedo volverme atrás.» 36 Ella
le dijo: «Padre mío, si has abierto
tu boca a Yave, haz conmigo lo que
de tu boca salió, pues te ha vengado
Yave de tus enemigos, los hijos de
Amrnón.» 37 Y añadió: «Hazme esta
gracia: Déjame que por dos meses
vaya eon mis compañeras por los
montes, llorando mi virginidad.»
38 «Ve», le contestó él, y ella se fué
por los montes eon sus compañeras,
y lloró por dos meses su virginidad.
39 Pasados los dos meses, volvió a su
casa, y él cumplió en ella el voto que
había hecho (1). No había cono-
cido varón. 40 De ahí viene la cos¬
tumbre en Israel, de que al terminar
el año, se reúnan todos los años las
hijas de Israel para llorar a la hija
de Jefté, galadita, por cuatro días.
Guerra civil entre efraimitas y
cjaladilas.
19 1 Los hijos de Efraim se reunie-
1 ** ron, y pasando a Safón, dijeron
a Jefté: «¿Por qué fuiste a combatir
a los hijos de Amrnón, sin habernos
llamado a combatir contigo» Vamos
a pegar fuego a tu casa.» 2 Jefté les
respondió: «Estaba yo y estaba mi
pueblo en gran contienda con los
hijos de Amrnón. Entonces os llamé
yo, pero no me habéis librado vos¬
otros de sus manos. 3 Viendo que no
me librabais vosotros, puse mi vida
en mis manos, marché contra los
(i) Son muchos los intérpretes que expli¬
can este sacrificio como simbólico, no real.
Sin embargo, toda la descripción que del voto
y de su cumplimiento se hace parece convencer
de que Jepté realmente sacrificó su hija a Yave.
De aquí no se deduce que el acto fuera legi¬
timo; fué contra la ley. Ni parece esto de
extrañar, dado el ambiente religioso-moral que
Israel respiraba y de que muchas veces se dejó
inficionar.
hijos de Amrnón, y Yave me los
entregó. ¿Por qué, pues, venís hoy
a hacerme la guerra?» 4 * Reunió Jefté
a todas las gentes de Calad y libró
batalla contra Efraim. 6 Los hombres
de Calad derrotaron a los de Efraim,
que decían de ellos: «Vosotros, gala-
ditas, sois huidos de Efraim; ni sois
de Efraim, ni de Manasés.» Los gala-
ditas se apoderaron de los vados del
Jordán del lado de Efraim; y cuando
llegaba alguno de los fugitivos de
Efraim, diciendo: «Dejadme pasar»,
le preguntaban: «¿Eres efraimita?»
Respondía: «No»; 6 * entonces ellos le
decían: «A ver, di: schibbolct », y el
decía sibbolet , pues no podían pro¬
nunciar así. Los hombres de Galad
le cogían y le degollaban junto a los
vados del Jordán. Murieron entonces
cuarenta y dos mil hombres de
Efraim.
7 Juzgó a Israel Jefté, galadita,
durante seis años, y murió, siendo
sepultado en una de las ciudades de
Galad.
Ahesán.
8 Después de él fué juez en Israel
Abesán, de Belén. 9 Tuvo treinta
hijos y treinta hijas. Casó a éstas
con gente de fuera, y trajo de fuera
mujeres para sus hijos. 10 Juzgó a
Israel siete años, murió, y fué sepul¬
tado en Belén. .
Elón.
11 Después de él juzgó a Israel
Elón, de Zabulón, durante diez años;
12 murió Elón, de Zabulón, y fué se¬
pultado en Ayalón, en tierra de
Zabulón.
Abdón.
13 Después de él juzgó a Israel
Abdón, hijo de Faratón. 14 Tuvo
cuarenta hijos y treinta nietos, que
montaban sobre setenta asnos. Juzgó
a Israel durante ocho años, 15 murió,
y fué sepultado en Faratón, en eí
monte de Efraim, en tierra de Salim.
Sansón. Su nacimiento.
13 1 Volvieron los hijos de Israel
a hacer el mal a los ojos de
Yave, y Yave los dió en manos de
los filisteos durante cuarenta años.
256
JUECES, 14
2 Habla un hombre de Sara, de la
familia de Dan, de nombre Manué.
Su mujer era estéril y no le había
dado hijos. (i) * 3 El ángel de Yave se
apareeió a la mujer y le dijo: «Eres
estéril y sin hijos, pero vas a con¬
cebir y parirás un hijo. 4 * * Mira, pues,
que no bebas vino ni licor alguno
inebriante, ni comas nada inmundo,
6 pues vas a concebir y a parir un
hijo, a euya cabeza no ha de toear
la navaja," porque será nazareo de
Dios el niño, desde el vientre de su
madre, y será el que primero librará
a Israel de la mano de los filisteos.»
6 Fué la mujer y dijo a su marido:
«Ha venido a mí un hombre de Dios.
Tenía el aspeeto de un ángel de Dios,
muy temible. No le pregunté de dónde
era y él no me dió a conocer su nom
bre, 7 pero me dijo: Vas a eoneebir
y a parir un hijo. No bebas, pues,
vino ni otro licor inebriante, y no
eomas nada inmundo, porque el niño
será nazareo de Dios, desde el vientre
de su madre hasta el día de su
muerte.» 8 Entonces Manué oró a
Yave, diciendo: «De graeia, Señor:
que el hombre de Dios que enviaste
venga otra vez a nosotros, para que
nos enseñe lo que hemos de hacer
eon el niño que ha de nacer.» 9 Oyó
Dios la oración de Manué y volvió
el ángel de Dios a la mujer de Manué.
euando estaba ésta sentada en el
campo y no estaba eon ella su ma¬
rido. 10 Corrió ella en seguida a anun¬
ciárselo a su marido, dieiéndole: «El
hombre que vino a mí el otro día
aeaba de aparecérseme.» 11 Levan¬
tóse Manué, y siguiendo a su mujer
fué hacia el hombre y le dijo: «¿Eres
tú el que has hablado a esta mujer?»
El respondió: «Yo .soy.» 12 Repuso
Manué: «Cuando tu palabra se cum¬
pla, ¿qué hay que guardar y qué
habremos de hacerle? * 13 El ángel de
Yave dijo a Manué: «La mujer, que
se abstenga de cuanto le he dicho:
14 que no tome nada de cuanto pro¬
cede de la vid, no beba vino ni otro
licor inebratívo, y no coma nada in¬
mundo: euanto la mandé, ha de ob¬
servarlo.» 15 Manué dijo al ángel de
Yave: «Te ruego que permitas que
te retengamos, mientras te traemos
preparado un eabrito.» 16 El ángel
de Yave dijo a Manué: «Aunque me
retengas, no comería tus manjares;
pero si quieres preparar un holocaus¬
to, ofréceselo a Yave.» Manué, que
no sabía que era el ángel de Yave.
17 le dijo: «¿Cuál es tu nombre, para
que te honremos euando tu palabra
se eumpla?» 18 El ángel de Yave le
respondió: «¿Para qué me preguntas
mí nombre, que es admirable?» 19 Ma¬
nué tomó el cabrito y la oblaeión,
para ofrecerlo a Yave en holocausto
sobre la roea, y sueedió un prodigio
a la vista de " Manué y su mujer.
20 Cuando subía la llama de sobre el
altar hacia el cielo, el ángel de Yave
se puso sobre la llama del altar. Al
verlo Manué y su mujer, eayeron
rostro a tierra 21 y ya no vieron más
al ángel de Yave. Entendió entonces
Manué que era el ángel de Yave, 22 y
dijo a su mujer: «Vamos a morir,
porque hemos visto a Dios.» 23 La
mujer le contestó* «Si Yave quisiera
hacernos morir, no habría recibido
de nuestras manos el holocausto y
la oblación, ni nos hubiera hecho ver
todo esto, ni oír hoy todas estas
eosas.»
24 Parió la mujer un hijo y le dió
el nombre de Sansón M). Creeió el
niño, y Yave le bendijo, 25 y eomenzó
a mostrarse en él el espíritu de Yave,
en Majane Dan, entre Sara y Estaol.
Boda de Sansón con una filistca.
1 i 1 Bajó Sansón a Tamna, y vi ó
allí una mujer de entre las
hijas de los filisteos; 2 y cuando volvió
a subir, dijo a su padre y a su madre:
«He visto en Tamna una mujer de
entre las hijas de los filisteos; id a
tomármela por mujer.» 3 Dijéronle
su padre y su madre: «¿Aeaso no
hay mujeres entre las hijas de tus
hermanos y en mi pueblo, para que
vayas tú a" tomar mujer de los filis¬
teos, ineireuneisos?» Repuso Sansón
y dijo a su padre: «Tómame ésa,
pues me gusta.» 4 Su padre y su
madre no sabían que aquello venía
de Yave, que buseaba una oeasión de
parte de los filisteos, que eran los
(i) Sansón es entre los jueces un caso
enteramente singular. No es el héroe que acau¬
dilla al pueblo y le lleva a la victoria. Es él
solo quien realiza sus hazañas contra los filis¬
teos, que oprimían a los israelitas del mediodía.
Su fuerza extraordinaria estaba ligada a su
consagración como nazareo, cuyo signo prin¬
cipal es el no tocar la navaja a la cabeza del
consagrado, y la conservación, por tanto, de
su cabellera. Cuando perdió ésta perdió su
fuerza. Y la causa de la pérdida fué el amor de
las mujere*-.
JUECES, 15
257
que entonces oprimían a Israel. 6 Bajó
Sansón a Tamna, cuando al llegar a
los olivares de Tamna le salió al en¬
cuentro un joven león, rugiendo.
6 Apoderóse de Sansón el espíritu de
Ya ve; y sin tener nada a mano, des¬
trozó el león como se destroza un
cabrito. No dijo nada a su padre ni
a su madre de lo que había hecho.
7 Bajó y habló a la mujer que le había
gustado. 8 Tiempo después, bajando
para desposarse con ella, se desvió
para ver el cadáver del león, y vió
que había un enjambre de abejas
con miel en la osamenta del león.
9 Cogióla en sus manos y siguió an¬
dando y comiendo; y cuando llegó
a su padre y a su madre, les dió de
ella, sin decirles que la había cogido
de .la osamenta del león, y ellos la
comieron. 10 Bajó, pues, el padre de
Sansón a casa de la mujer, y Sansón
dió allí un banquete, según la cos¬
tumbre de los mozos. 11 En cuanto
le vieron, invitaron a treinta mozos
para acompañarle. 12 Sansón les dijo:
«Quisiera que me permitierais pro¬
poneros un enigma. Si dentro de los
siete días del convite me lo desci¬
fráis acertadamente, yo tendré que
daros treinta camisas y treinta túni¬
cas; 13 pero si no podéis descifrármelo,
seréis vosotros los que habréis de
darme a mí treinta camisas y treinta
túnicas.» Ellos le dijeron: «Propon
tu enigma, que lo oigamos.» 14 El
I Ies dijo: «í)el que come salió lo que
se come, y del fuerte la dulzura.»
Tres días pasaron, sin que pudieran
descifrar el enigma. 15 Llegó el día
séptimo. A la mujer de Sansón le
habían dicho ellos: «Persuade a tu
marido a que te dé la solución del
enigma; si no, te quemaremos a ti
y la casa de tu padre. ¿Nos habéis
invitado para robarnos?» 16 Ella llo¬
raba y le decía: «Me aborreces, has
propuesto un enigma a los hijos de
mi pueblo y no quieres explicármelo
a mí.» El la respondió: «No se lo he
explicado ni a mi padre ni a mi
madre, ¿y voy a explicártelo a ti?»
' 17 Así le" había estado llorando du¬
rante los siete días del convite; pero
I el séptimo día, tanto le importunó,
que él le dió la explicación, y ella se
la comunicó a los hijos de su pueblo.
18 Los de la ciudad dijeron a Sansón
el día séptimo, antes de la puesta
del sol:
«¿Qué más dulce que la miel?
¿Qué más fuerte que el león?»
19 El les contestó:
«Si no hubierais arado con mi no¬
villa,
No hubierais descifrado mi enigma.»
20 Apoderóse de él el espíritu de
Yavc; y bajando a Ascalón, mató allí
a treinta hombres, los despojó y dió
las túnicas a los que habían desci¬
frado el enigma. Muy enfurecido, se
subió a casa de sus padres. 21 La
mujer de Sansón fué entregada auuo
de los mozos que le habían servido de
compañeros.
1 1 Al cabo de días, al tiempo de
la siega, fué Sansón a visitar
a su mujer, llevando un cabrito, y
dijo: «Quiero entrar a mi mujer en
su cámara.» 2 Pero el padre le negó
la entrada, diciendo: «Yo creí que la
habías aborrecido enteramente, y se
la he entregado a tu compañero. Su
hermana menor es más hermosa to¬
davía que ella. Tómala por mujer
en lugar suyo.» 3 Sansón le dijo:
«Ahora, ya sin culpa de mi parte
contra los filisteos, podré hacerles
daño.»
Hazañas de Sansón.
4 Se fué, y cogiendo trescientas
zorras y teas, ató a las zorras dos
a dos, cola con cola, y puso entre
ambas colas una tea. 5 Encendió luego
las teas, y soltó a las zorras en las
mieses de los filisteos, abrasando los
montones de gavillas, los trigos toda-"
vía en pie, y hasta los olivares. 6 Los
filisteos se preguntaban: «¿Quién ha
hecho esto?» Y se les dijo: «Ha sido
Sansón, el yerno de Tamnat, porque
éste le ha quitado su mujer y se la
ha dado a un compañero suyo.» Los
filisteos subieron y la quemaron a
ella y a su padre. 7 Sansón les dijo:
«¿Eso habéis hecho? Pues yo no pa¬
raré hasta vengarme de vosotros.»
8 Y los tundió ancas y muslos, ha¬
ciendo en ellos gran destrozo, y se
bajó luego a la caverna del roquedo
de Etam. 9 Subieron entonces los
filisteos y acamparon en Judá, ex¬
tendiéndose por Lcji. 10 Los de Judá
les preguntaron: «¿Por qué habéis
subido contra nosotros?» Ellos res¬
pondieron: «Hemos venido a atar a
Sansón, para tratarle como él nos
ha tratado a nosotros.» 11 Bajaron,
pues, tres mil hombres de Judá a
la caverna del roquedo de Etam, y
dijeron a Sansón: «¿No sabes que los
17
JUECES, 16
filisteos nos dominan? ¿Por qué nos
has hecho eso?» El les respondió:
«He hecho con ellos como ellos han
hecho conmigo.» 12 Ellos repusieron:
«Hemos bajado para atarte v entre¬
arle atado en manos de los filisteos.»
ansón respondió: «Jurad que no
vais a matarme.» 13 Ellos le dijeron
«Xo, solamente a atarte, para entre¬
garte a los filisteos, pero no te ma¬
taremos.» Y atándole con dos cuer¬
das nuevas, le hicieron subir del ro¬
quedo. 14 Llegados a Leji, los filis¬
teos les salieron al encuentro, lan¬
zando gritos de jubilo. Apoderóse en¬
tonces de él el espíritu de Yave, y
las cuerdas que a los brazos tenía
fueron como hilos de lino quemados
por el fuego; las ligaduras cayeron
de sus manos, 15 y viendo cerca una
quijada de asno fresca, la cogió y
derrotó con ella a mil hombres.
16 Dijo Sansón:
«Con una quijada de asno los he
puesto rojos del todo;
Con una quijada de asno he derro¬
tado a mil hombres». 17 Y dicho esto,
tiró la quijada y llamó a aquel lugar
Ramat Leji. 18 Devorado por la sed,
clamó a Yave, diciendo: «Eres tú el
que por la mano de tu siervo has
hecho esta gran liberación; ¿voy a
caer ahora, muerto de sed, en la
mano de los incircuncisos?» 19 Y abrió
Yave el mortero que hay en Leji,
y brotó de él agua. Bebió, se recobró
y vivió, y la llamó por eso la fuente
de En Hacore, que es la que hay to¬
davía en Leji. 20 Sansón juzgó a
Israel en tiempo de los filisteos, du¬
rante veinte años.
\ f 1 Eué Sansón a Gaza, donde
IO había una meretriz, a la cual
entró. 2 Se les dijo a las gentes de
Gaza: «Ha venido aquí Sansón.» Y le
cercaron, y estuvieron toda la noche
en acecho cerca de la puerta de la
ciudad. Se estuvieron tranquilo^ du¬
rante la noche, diciéndose: «Al alba
le mataremos.» 3 Sansón estuvo acos¬
tado hasta medianoche. A media¬
noche se levantó, y cogiendo las dos
hojas de la puerta de la ciudad con
las jambas y el cerrojo, se las echó
al hombro y las llevó a la cima del
monte que mira hacia Hebrón.
Dalila.
4 Después amó a una mujer del
valle de Sorec, de nombre Dalila.
5 Los príncipes de los filisteos subie¬
ron a ella y la dijeron: «Sedúcele,
para saber en que está su gran
fuerza y cómo podríamos apoderar¬
nos de él, para atarle y castigarle.
Si lo haces, te daremos cada uno mil
cien sidos de plata.» Dijo, pues,
6 Dalila a Sansón: «Dime, te ruego,
en qué está tu gran fuerza, y con qué
habrías de ser atado para sujetarte.»
7 Sansón respondió: «Si me atasen
con siete cuerdas húmedas, que no
se hubieran secado todavía, me que¬
daría sin fuerzas y sería como otro
hombre cualquiera.» 8 Subiéronle los
príncipes de los filisteos las siete cuer¬
das húmedas, sin secar todavía, y
ella le ató con ellas. 9 Como tenía
en su cuarto gentes en acecho, le
gritó: «|Sansón, los filisteos sobre ti!»
El rompió las cuerdas como se rompe
un cordón de estopa cuando se le
pega fuego, y quedó desconocido el
secreto de su fuerza.
10 Dalila dijo a Sansón: «Te has
burlado de mí y me has engañado.
Dime, pues, ahora con qué hay que
atarte.» 11 El le dijo: «Si me atan
con cuerdas nuevas que no hayan sido
empleadas para ningún otro uso, me
quedaré sin fuerzas y seré como otro
hombre cualquiera.» 12 Dalila cogió
cuerdas nuevas y le ató con ellas.
Después le gritó: «¡Sansón, los filis¬
teos sobre ti!», pues tenía en el cuarto
gentes en acecho. El rompió como un
hilo las cuerdas que tenía en los bra¬
zos. 13 Dalila dijo a Sansón: «Hasta
ahora te has burlado de mí y no me
has dicho más que mentiras. Dime
de una vez con qué hay que atarte.»
El le dijo: «Si entretejes con un lizo
las siete trenzas de mi cabeza y las
fijas con una clavija de tejedor, me
quedaré sin fuerzas y seré como otro
hombre cualquiera.» 14 Entretejió Da-
lila con un lizo las siete trenzas, las
fijó con la clavija de tejedor y le
gritó: «¡Sansón, los filisteos sobre ti!»
Y despertando de su sueño, arrancó
la clavija y el tretejido.
15 Ella le dijo: «¿Cómo puedes decir
que me quieres, cuando tu corazón
no está conmigo? Por tres veces te
has burlado de mí y no me has des¬
cubierto en qué está tu gran fuerza.»
16 Y le importunaba incesantemente,
siempre insistiendo en su demanda,
hasta llegar a producirle un tedio de
muerte. 17 Y le abrió de par en par
su corazón, diciendo: «Nunca ha to¬
cado la navaja mi cabeza, pues soy
JUECES, 17
25
nazareo de Dios, desde el vientre de
mi madre. Si me rapasen, perdería
mi fuerza, me quedaría débil, y sería
como todos los otros hombres.» 18 Da-
lila vió que en verdad le había abierto
de par en par su corazón; y mandó
a llamar a los príncipes de los filis¬
teos, dicicndoles: «Subid, que esta
vez ya me ha abierto de par en par
su corazón.» Subieron, llevando el
dinero en sus manos. 19 Le durmió
ella sobre sus rodillas, y llamando
al hombre, hizo que rapara las siete
trenzas de la cabellera de Sansón y
comenzó a mortificarle. Había per¬
dido su fuerza, 20 y ella le dijo en¬
tonces: «¡Sansón, los filisteos sobre
til» El se despertó, diciendo: «Saldré
como tantas otras veces y me sacu¬
diré», pues no sabía que Yave se
había apartado de él.
Prisión de Sansón.
21 Cogiéronle los filisteos, le saca¬
ron los ojos, y llevándole a Gaza, le
encadenaron "con doble cadena de
bronce, y en la cárcel le pusieron a
hacer dar vueltas a la muela. 22 Entre¬
tanto, volvieron a crecerle los pelos
de la cabeza, después de haber sido
rapada. 23 Los príncipes de los
filisteos se congregaron para ofrecer
un gran sacrificio a Dagón, su dios;
y para regocijarse, decían: «Nuestro
dios ha puesto en nuestras manos a
Sansón, nuestro enemigo.» 24 El pue¬
blo, al verle, alababa a su dios, di¬
ciendo: «Nuestro dios ha puesto en
nuestras manos a nuestro enemigo,
al que asolaba nuestra tierra, y mató
a tanta gente.» 25 Cuando su corazón
se alegró, dijeron: «Que traigan a
Sansón para que nos divierta.» 26 San¬
són fué sacado de la cárcel y tuvo que
bailar ante ellos. Habíanle puesto
entre las columnas, y Sansón dijo al
mozo que le hacía de lazarillo: «Dé¬
jame tocar las columnas que sostienen
la casa, para apoyarme.»
Su última venganza.
27 Estaba la casa llena de hombres
y mujeres. Allí estaban los príncipes
de los filisteos, y había entre todos
más de tres mil personas, hombres
y mujeres viendo bailar a Sansón.
28 Entonces invocó Sansón a Yave,
diciendo: «¡Señor, Yave, acuérdate de
mí, devuélveme la fuerza sólo por esta
vez, para que ahora me vengue de
los filisteos por mis dos ojos.» 29 San¬
són se agarró a las dos columnas cen¬
trales, que sostenían la casa; y ha¬
ciendo fuerza sobre ellas, sobre la
una con la mano derecha, sobre la
otra con la mano izquierda, 30 dijo:
«¡Muera yo con los filisteos!» Tan
fuertemente sacudió las columnas,
que la casa se hundió sobre los prín¬
cipes de los filisteos y sobre todo el
pueblo que allí estaba, siendo los
muertos que hizo al morir más que
los que había hecho en vida. 31 Sus
hermanos y toda la casa de su padre
bajaron y se lo llevaron, y le sepul¬
taron entre Sata y Estaol, en la se¬
pultura de Manué, su padre. Juzgó
a Israel durante veinte años.
Culto sacrilego.
17 1 Había un hombre de los mon¬
tes de Efraím, Mica de nombre.
2 Dijo éste a su madre: «Los mil cien
sidos de plata que habías puesto
aparte, por los que te lamentabas a
veces, aun oyéndote yo, yo los tengo,
yo te los quité.» 3 Díjole su madre:
«Bendito de Yave seas, hijo mío.»
Devolvió, pues, los mil cien sidos
de plata a su madre, que dijo: «Quiero
consagrar a Yave este dinero y que
de mi mano pase a mi hijo, para que
se haga una imagen tallada y chapea¬
da. Ahí, pues, te lo entrego.»
4 Habiendo, pues, devuelto él a
su madre el dinero, tomó su madre
doscientos sidos y se los dió a un
orífice, y este hizo una imagen ta¬
llada y chapeada, que quedó en la
casa de Mica; 5 y así un hombre
como Mica vino a tener una casa de
Dios. Hízose también un efod y unos
terajim , y llenó la mano de uno de
sus Hijos para que hiciera de sacer¬
dote. 6 No había entonces rey en Is¬
rael, y hacía cada uno lo que bien
le parecía.
7 Un joven de Belén de Judá, de
nombre Jonatán, levita, que habi¬
taba allí, 8 saliendo de la ciudad de
Belén de Judá, se puso a recorrer la
tierra para buscar dónde vivir; y pa¬
sando por los montes de Efraím,
llegó en su camino a la casa de Mica.
9 Preguntóle Mica: «¿De dónde vie¬
nes?», y el levita le contestó: «Soy
de Belén de Judá, y ando a ver si
encuentro dónde vivir.» 10 Díjole
JUECES, 18
2<¡«>
Mica: «Quédate conmigo y me ser¬
virás de padre y de sacerdote. Te
daré diez sidos de plata al año, vesti¬
dos y comida», e instó al levita.
11 Consintió éste en quedarse con Mica,
para quien fué el joven como otro
hijo. 12 Llenó, pues, Mica la mano
del levita, y el joven hizo con él de
sacerdote, quedándose en casa de
Mica. 13 Dijo Mica: «Ahora sí que de
cierto me favorecerá Yave, pues ten¬
go por sacerdote a un levita.»
Conquista de Lais.
1 Q 1 No habia por aquel entonces
f rey en Israel, y la tribu de Dan
andaba buscando dónde establecerse,
pues no le había tocado hasta en¬
tonces heredad en medio de las otras
tribus de Israel. 2 Mandaron, pues,
los hijos de Dan de entre los suyos
a cinco exploradores, hombres fuer¬
tes; los mandaron de Sara y de Es-
taol, para que recorriesen la tierra
y la explorasen, diciéndoles: «Id a
reconocer la tierra.» Llegaron los
cinco hombres por los montes de
Efraím, hasta la casa de Mica, y
pasaron allí la noche. 3 Estando cerca
de la casa de Mica, conocieron por
la voz al joven levita; y acercándose
a él, le preguntaron: «¿Quién te ha
traído a ti aquí? ¿Qué haces aquí, y
qué tienes aquí?» 4 El les contestó:
«Mica ha hecho por mí esto y lo otro,
y me he ajustado con él y le sirvo
de sacerdote.» 6 Ellos le dijeron:
«Entonces, consulta a Dios, para que
sepamos si prosperará el viaje que
hemos emprendido.» 6 Y les dijo el
sacerdote: «Id tranquilos, está ante
Yave el camino que seguís.» 7 Reem¬
prendieron su camino los cinco hom¬
bres y llegaron a Lais. Vieron que la
gente de ella vivía en seguridad, a
modo de los sidonios, pacífica y tran¬
quilamente, sin que nadie dañase a
nadie, y que eran ricos y estaban
alejados de los sidonios y no tenían
relación con nadie. 8 Volviéronse, pues,
a sus hermanos, a Sara y a Estaol,
que les preguntaron: «¿Qué traéis?»
Ellos contestaron: 9 «Subamos luego
contra ellos. Hemos visto la tierra
y es muy buena. ¿Os estáis callados?
No dilatéis la ida, para apoderarnos
de esa tierra. 10 Daréis con un pueblo
que vive seguro. La tierra es amplia
y Dios la ha puesto en vuestras ma¬
nos. Es una tierra que produce de
todo.» 11 Salieron, pues, de Sara y
de Estaol seiscientos hombres de las
familias de Dan, armados en guerra;
12 y subiendo, acamparon en Caratia-
rim, de Judá, por lo cual se llamó
hasta hoy este lugar Majane Dan, al
occidente de Caratiarim. 13 Pasaron
de allí a los montes de Efraím y lle¬
garon hasta la casa de Mica. 14 Los
cinco hombres que habían ido a ex¬
plorar la tierra de Lais dijeron a sus
hermanos: «¿Sabéis que en esta casa
hay un efod, terajim y una imagen
tallada y chapeada? Ved vosotros
lo que se ha de hacer.» 16 Pasaron
adelante; y entrando en la casa del
joven levita, la casa de Mica, le pre¬
guntaron por su salud. 16 Los seis¬
cientos hombres de los hijos de Dan,
armados en guerra, se quedaron a la
entrada de la puerta. 17 Subieron los
cinco exploradores y entraron para
apoderarse del efod, de los terajim
y de la imagen chapeada, mientras
estaba el sacerdote a la entrada de
la puerta con los seiscientos hombres
armados en guerra. 18 Después que,
entrando en la casa de Mica, se apo¬
deraron del efod, de los terajim y de
la imagen tallada y chapeada, les
dijo el sacerdote: «¿Qué hacéis?»
19 Ellos le dijeron: «Cállate, ponte la
mano a la boca, vente con nosotros,
y serás nuestro padre y nuestro sacer¬
dote. ¿Qué te es mejor, ser sacerdote
de la casa de un solo hombre o serlo
de una tribu y de las familias de
Israel?» 20 Alegrósele al sacerdote el
corazón; y cogiendo el efod, los tera¬
jim y la imagen tallada, se fué con
aquella gente. 21 Pusiéronse en marcha
de nuevo, llevando por delante a los
niños, a los animales y las cosas de
precio; 22 y estaban ya lejos de la
casa de Mica, cuando éste y los
hombres que habitaban las casas ve¬
cinas de la de Mica se reunieron para
salir en persecución de los hijos de
Dan. 23 Gritaron a los hijos de Dan;
y éstos, volviendo la cara dijeron a
Mica: «¿Qué te ocurre, para que nos
vengas dando voces?» 24 El contestó:
«Mis dioses, los que vo he hecho, me
los habéis quitado junto con el sacer¬
dote y os marcháis. ¿Qué me queda
entonces? Y todavía me preguntáis
qué me ocurre?» 26 Dijéronle los
hijos de Dan: «No nos hagas oír
más tu voz, si no quieres que hom¬
bres irritados se arrojen sobre vos¬
otros y pierdas tu vida y la de los
de tu casa.» 26 Prosiguieron los hijos
JUECES. 19
de Dan su camino; y Mica, viendo
que eran más fuertes que él, se volvió
y tornó a su casa. 27 Lleváronse, pues,
lo que había hecho Mica y al sacer¬
dote que tenía; y marcharon contra
Lais, contra el pueblo tranquilo y
confiado, y los pasaron a filo de es¬
pada y prendieron fuego a la ciudad.
28 No hubo quien la librara, por lo
lejos que estaba Sidón y por no tener
relación con nadie. Estaba en el valle
que se extiende hacia Bet Rejobot.
Los hijos de Dan reedificaron la ciu¬
dad y habitaron en ella, 29 y la llama¬
ron Dan, del nombre de su padre,
hijo de Israel, pero antes se llamaba
Lais.
Culto siicríleyo e ilegítimo en Dan.
30 Los hijos de Dan se erigieron la
imagen tallada de Mica; y Jonatán,
hijo de Gersón, hijo de Moisés, él
y sus hijos, fueron sacerdotes de la
tribu de Dan, hasta el tiempo de la
cautividad del arca 31 Permaneció
entre ellos la imagen tallada de Mica,
que él se había hecho, todo el tiempo
que estuvo en Silo la casa de Dios (1).
Crimen de lo» de Gtieba de
Uenjamín*
| Q 1 2 Sucedió por aquel tiempo,
■ ' cuando no había rey en Israel,
que un levita, que peregrinaba en el
límite septentrional de los montes
de Efraím, tomó por mujer a una
concubina de Belén de Judá (2).
2 Fuélc infiel la concubina y le dejó,
para irse a la casa de su padre, a
Belén de Judá, donde se estuvo por
espacio de cuatro meses. 3 Su marido,
llevando consigo un mozo y dos asnos,
se encaminó a donde ella estaba,
(1) El objeto de este pasaje parece ser
damos el origen histórico del santuario que,
contra la ley, erigieron los danitas en la ciudad
de Lais, en el cual puso después Jeroboam uno
de los becerros que alzó; la gran prevaricación
con que Jeroboam hizo prevaricar a Israel.
(I. Reg. 12. 28.)
(2) Los episodios que a continuación se
relatan muestran cuánto había cundido en
Israel la corrupción; hasta llegar a ser Gueba
una nueva Sodoma. Este crimen lo castiga
la ley con la muerte. El haber aprobado toda la
tribu a la ciudad criminal, agrava todavía el
pecado (Rom. i. 32), y explica lo cruento de
la represión, que llega casi al total exterminio
de Benjamín.
2(51
para hablarla al corazón y reducirla.
Hízole entrar ella en la casa de su
padre, 4 que al verle, salió muy con¬
tento a recibirle. Instóle su suegro,
el padre de la joven, y se quedó allí
por tres días, comiendo, bebiendo y
pasando la noche allí. 5 Al cuarto
día se levantó de mañana y se dis¬
puso a marchar; pero el padre de la
joven dijo a su yerno: «Toma antes
un bocado de pan, para refocilarte, y
luego partirás.» 6 Sentáronse ambos
y comieron y bebieron; y el padre
de la joven dijo al marido: «Anda,
quédate hoy a pasar aquí la noche
alegremente.» 7 Levantóse el marido
para marcharse, pero le instó aún
su suegro, y se quedó a pasar la
noche allí. 8 Levantóse de mañana
el día quinto, para emprender la
marcha; y le dijo el padre de la joven:
«Anda, toma un refrigerio y diferid
la marcha hasta el caer del día»;
y se pusieron a comer juntos. 9 Le¬
vantóse el marido para marcharse él,
la concubina y el mozo; pero el suegro,
el padre de la joven, le dijo: «Mira,
comienza ya a caer la tarde; anda,
pasad la noche aquí, que el día se
acaba ya; pasa aquí la noche, que
se te alegre el corazón, y mañana os
levantáis bien temprano, para vol¬
veros a tu casa.» 10 El marido rehusó
pasar allí la noche, se levantó y partió.
Llegó frente a Jebús, que es Jeru-
salén, con el par de asnos y la con¬
cubina. 11 Cuando estaban cerca de
Jebús, el día había ya bajado mucho,
y dijo el mozo a su amo: «Será mejor
que nos desviemos hacia la ciudad de
los jebuseos, para pasar allí la noche.»
12 El amo le respondió: «No, no torce¬
remos hacia una ciudad extraña, en
la que no hay hijos de Israel; 13 lle¬
guemos a Gueba»; y añadió: «Anda,
vamos a acercarnos a uno de esos
dos lugares, y pasaremos la noche
en Gueba o en Rama.» 14 Prosiguie¬
ron la marcha, y al ponerse el sol
llegaron cerca de Gueba, que es de
Benjamín. 16 Tomaron, pues, hacia
allá, para pasar la noche en Gueba.
Entraron y se sentaron en la plaza
de la ciudad; y no hubo quien los ad¬
mitiera en su casa, para pasar en ella
la noche. 18 Llegó en esto un anciano,
que venía de trabajar en el campo; era
un hombre de los montes de Efraím,
que se hallaba en Gueba; los habitantes
del lugar eran benjaminitas. 17 Cuando,
al levantar los ojos, vió al viajero en
la plaza de la ciudad, le dijo: «¿A
262
JUECES, 20
dónde vas y de dónde vienes?» 18 El
le contestó: «Vamos de Belén de Judá
al límite septentrional de los montes
de Efraím, de donde soy yo. Había
ido a Belén de Judá y voy a mi casa,
pero nadie me admite en su casa.
19 Sin embargo, tenemos paja y fo¬
rraje para los asnos, y también pan
y vino para mí, para tu sierva y para
el mozo que acompaña a tus siervos;
no necesitamos nada.» 20 El anciano
le dijo: «Sea contigo la paz; de cnanto
te es necesario te proveeré yo; no
te quedes en la plaza.» 21 Hízolos
entrar en su casa y dió forraje a los
asnos. Laváronse los pies los viajeros,
y después comieron y bebieron.
22 Mientras estaban refocilándose, los
hombres de la ciudad, gente perversa,
aporrearon fuertemente la puerta,
diciendo al anciano, dueño de la
casa: «Sácanos al hombre que ha
entrado en tn casa, para que le
conozcamos.» 23 El dueño de la casa
salió a ellos y les dijo: «No, hermanos
míos, no hagáis tal maldad, os lo
pido: pues que este hombre ha entrado
en mi casa, no cometáis semejante
crimen. 24 Aquí están mi hija, que
es virgen, y la concubina de él: yo
os las sacaré fuera, para que abuséis
de ellas y hagáis con ellas como bien
os parezca; pero a este hombre no
le hagáis semejante infamia.» 25 Aque¬
llos hombres no quisieron escucharle;
y entonces el levita cogió a su con¬
cubina y la sacó fuera.» La cono¬
cieron y estuvieron abusando de ella
toda la noche, hasta la mañana,
dejándola al romper la aurora. 26 Al
venir la mañana, cayó la mujer a la
entrada de la casa donde estaba su
señor, y allí quedó hasta que filé
de día. 27 Su marido se levantó de
mañana y abrió la puerta de la casa,
para salir y continuar su camino;
y vió que la mujer, su concubina,
estaba tendida a la entrada de la
casa, con las manos en el umbral.
28 El le dijo: «Levántate y vámonos»;
pero nadie respondió. Púsola enton¬
ces el marido sobre su asno, y partió
para su lugar. 29 Llegado a su casa,
cogió un cuchillo y la concubina,
y la partió miembro por miembro,
en doce trozos, que mandó por toda
la tierra de Israel. 30 A su vista,
dijeron todos: «Jamás ha sucedido
cosa parecida, ni se ha visto tal,
desde que los hijos de Israel subieron
de Egipto, hasta hoy: miradlo bien,
deliberad v resolved.»
OA 1 Salieron, pues, los hijos de
Israel, desde Dan hasta Ber-
seba y la región de Calad, y se reunie¬
ron como un solo hombre en Masía,
delante de Yave.
Guerra de Israel contra Benjamín.
2 Los jefes de todo el pueblo y
todas las tribus de Israel estuvieron
presentes en la asamblea del pueblo
de Dios; cuatrocientos mil hombres de
a pie, armados. 3 Supieron los de
Benjamín que los hijos de Israel
habían subido a Masía. Los hijos de
Israel dijeron: «Sepamos cómo se ha
cometido el crimen.» 4 Tomó enton¬
ces la palabra el levita, marido de
la mujer que había sido muerta, y
dijo: «Yo había entrado en Cneba
de Benjamín con mi concubina, para
pasar allí la noche. 5 Los habitantes
de Gueba se levantaron contra mí
y rodearon de noche la casa donde
estaba, con intención de matarme.
Hicieron fuerza a mi concubina, que
murió. 6 La cogí y la corté en trozos,
que mandé por todo el territorio de
la heredad de Israel, porque han
cometido un crimen infame en Israel.
7 Todos estáis aquí, hijos de Israel:
deliberad y decidid aquí misinos
8 Y poniéndose el pueblo todo en
pie, como un solo hombre, dijeroiu
«No vuelva nadie a sus tiendas ni
se vaya nadie a su casa. 9 Lo que hay
que hacer con Gueba, es ir contra
ella a la,suerte. 10 Tómense de tedas
las tribus de Israel diez hombres
por cada ciento, ciento de cada inil
y mil de cada diez mil, que vayan en
busca de víveres para la gente; y
cuando estén de vuelta, que sea
tratada Gueba de Benjamín, con¬
forme con toda la infamia que ha
cometido en Israel.» 11 Quedáronse,
pues, reunidos en torno a la ciudad
todos los hijos de Israel, unidos como
un solo hombre. 12 Habían enviado
las tribus de Israel mensajeros a
todas las familias de Benjamín, que
les dijeran: «¿Qué crimen es éste
que se ha cometido entre vosotros?
13 Entregad luego a los perversos
de Gueba para que les demos muerte,
r extirpemos el mal de en medio de
srael»; pero los benjaminitas no
accedieron a la demanda de sus her¬
manos, los hijos de Israel; 14 y saliendo
de sus ciudades, se reunieron en
Gueba para combatir contra los hijos
JUECES, 20
203
de Israel. 16 Los hijos de Benjamín,
que salidos de sus ciudades se reunie¬
ron entonces en Gucba, fueron vein¬
tiséis mil hombres de guerra, sin
contar los habitantes de Gueba. 10 Ha¬
bía, de entre éstos, setecientos hom¬
bres escogidos, zurdos, todos capaces
de lanzar con la honda una piedra
contra un cabello, sin errar el blanco.
17 El número de los hijos de Israel
reunidos, no contando a los de Ben¬
jamín, fué de cuatrocientos mil; todos
hombres de'guerra.
18 Levantáronse, pues, los hijos de
Israel y subieron a Betel, y consultan¬
do a Dios, preguntaron: «¿Quién subirá
primero a combatir a los hijos de
Benjamín?» Respondió Yave: «Judá
subirá el primero.» 19 Pusiéronse en
marcha de mañana los hijos de Israel,
y acamparon contra Gueba. 20 Avan¬
zaron los hijos de Israel, para com¬
batir a los de Benjamín, y se pusieron
en orden de batalla contra ellos, de¬
lante de Gueba. 21 Salieron los hijos
de Benjamín de Gueba, y echaron
por tierra en aquel día a veintidós mil
hombres de Israel. 22 Los hombres de
Israel luciéronse fuertes y presen¬
taron nuevamente batalla en el mismo
lugar donde se pusieron el primer
día; 23 habían subido antes a llorar
ante Yave, hasta la tarde, y habían
consultado, diciendo: «¿Marchamos
todavía a combatir a Benjamín, nues¬
tro hermano?»; y Yave había res¬
pondido: «Marchad contra él.» 24 Acer¬
cáronse, pues, los hijos de Israel a los
hijos de Benjamín el segundo día;
25 y salieron a su encuentro de Gueba
los hijos de Benjamín, y echaron
por tierra esta vez a dieciocho mil
hombres de los hijos de Israel, todos
hombres de guerra. 26 Subió todo
el pueblo, todos los hijos de Israel, a
Betel; y allí lloraron ante Yave, ayu¬
naron aquel día hasta la tarde, y ofre¬
cieron holocaustos y hostias pacíficas
ante Yave. Luego consultaron a Yave.
Derrota y casi total extinción de
los benjaminitas.
27 Por entonces estaba en Silo el
arca de la alianza de Dios; 28 y Fines,
hijo de Eleazar, hijo de Arón, servía
ante ella. Preguntaron pues: «¿Mar¬
charé todavía otra vez para combatir
a los hijos de Benjamín, mi hermano,
o debo desistir?» Yave respondió:
«Marcha, que mañana lo pondré en
tu mano.» 29 Israel puso en torno a
Gueba una emboscada; 30 y al tercer
día subieron los hijos de Israel contra
los hijos de Benjamín, y se ordenaron
en batalla ante Gueba, como las
otras veces. 31 Los hijos de Benjamín
salieron al encuentro del pueblo,
dejándose arrastrar lejos de la ciudad.
Comenzaron a herir y matar gente
en el campo, como las otras veces,
en los dos caminos, de los cuales el
uno sube a Betel y el otro a Gabata,
unos treinta hombres de Israel. 32 Los
hijos de Benjamín se decían: «Derro¬
tados ante nosotros como antes.»
Y los hijos de Israel dijeron: «Huya¬
mos y atraigámoslos sobre estos cami¬
nos, lejos de la ciudad; y abando¬
nando todos sus posiciones, se pusie¬
ron en orden de batalla en Baal
Tamar. 33 Los emboscados de Israel,
al occidente de Gueba, se echaron
fuera de su puesto; 34 y llegaron
contra Gaba diez mil hombres esco¬
gidos de todo Israel. El combate fué
duro, pues los hijos de Benjamín
no se dieron cuenta del gran desastre
que les amenazaba. 36 Yave batió
a Benjamín ante Israel, y los hijos
de Israel mataron aquel día veinti¬
cinco mil cien hombres de Benjamín,
hombres de guerra. 30 Viéronse derro¬
tados los hijos de Benjamín, y se
dieron cuenta de que Israel había
cedido terreno ante ellos porque con¬
fiaba en la emboscada que había
puesto contra Gueba. 37 Los embos¬
cados se echaron rápidamente sobre
la ciudad, y avanzando contra ella,
la pasaron a filo de espada. 38 Los
hijos de Israel habían convenido con
los de la emboscada en una señal,
diciendo: «Haced subir de la ciudad
una gran nube de humo.» 39 Al verla,
los hijos de Israel simularon la fuga.
Los de Benjamín habían ya matado
unos treinta hombres y se decían:
«Helos ahí batidos ante nosotros,
como en la primera batalla.» 40 Cuan¬
do la nube de humo comenzó a al¬
zarse como una columna sobre la
ciudad, volvieron los ojos atrás y
vieron que toda la ciudad subía
en fuego hacia el cielo. 41 Diéronles
entonces la cara los hijos de Israel;
y .los de Benjamín, aterrados ante
el desastre que se les venía encima,
42 volvieron las espaldas ante los
hijos de Israel y emprendieron la
huida, camino del desierto; pero la
batalla los apretaba y los que venían
de la ciudad los exterminaron. 43 Cer¬
caron a Benjamín, le persiguieron
JUECES, 21
sin descanso, le aplastaron, hasta el
oriente de Gueba. 44 Dieciocho mil
hombres cayeron de Benjamín, todos
gente valiente. 45 De entre los que
huían hacia el desierto, hacia la
roca de Remón, mataron los de Israel
por las subidas cinco mil, y siguieron
persiguiéndolos hasta Guidom y ma¬
taron otros dos mil. 46 El número
total de los de Benjamín que pere¬
cieron aquel día fue de veinticinco
mil hombres de guerra, todos valien¬
tes. 47 Seiscientos hombres, de los
que emprendieron la huida hacia el
desierto y pudieron llegar a la roca
de Remón, permanecieron allí du¬
rante cuatro meses. 48 Los hijos de
Israel se volvieron sobre Benjamín
y pasaron a filo de espada las ciuda¬
des, hombres y ganados y todo cuanto
hallaron, e incendiaron cuantas ciu¬
dades encontraron.
1 Los hombres de Israel habían
~ I jurado en Masía, diciendo: «Nin¬
guno de nosotros dará por mujer su
hija a uno de Benjamín.» 2 Vino el
pueblo a Betel y estuvo allí ante
Dios toda la tarde. Alzando su voz,
lamentábase grandemente, diciendo:
3 «¿Por qué, joh Yave, Dios de Is¬
raelí, ha sucedido que en Israel
venga hoy a faltar una tribu?» 4 Al
día siguiente, levantándose de ma¬
ñana, alzaron allí un altar, ofrecieron
holocaustos y hostias pacíficas, 5 y
se preguntaron: «¿Quién de entre las
tribus de Israel no ha subido a la
asamblea de Yave?» Porque habían
jurado solemnemente contra quien
no subiera ante Yave a Masía, di¬
ciendo: «Será castigado con la muerte.»
6 Los hijos de Israel se compadecían
de Benjamín y se decían: «Hoy ha
sido amputada de Israel una tribu.
7 ¿Qué haremos por ellos, para pro¬
curar mujeres a los que quedan?
Porque hemos jurado por Yave no
darles por mujeres nuestras hijas.»
8 Dijcronse, pues: «¿Hay alguno entre
las tribus de Israel que no haya
subido ante Yave a Masía?» Y nin¬
guno de Jabes Calad había venido
al campo, a la asamblea. 9 Hicieron
un recuento del pueblo, y no se halló
ninguno de Jabes Galad. 10 Entonces
envió contra ellos la asamblea doce
mil hombres de los más valientes,
con esta orden: «Id, y pasad a filo
de espada a los habitantes de Jabes
Galad, con sus mujeres v niños.
11 Pero habéis de hacer así: Anatema¬
tizad a todo hombre y a toda mujer
que haya conocido varón.» 12 Halla¬
ron entre los habitantes de Jabes
Galad cuatrocientas jóvenes vírgenes,
que no habían conocido varón com¬
partiendo su lecho, y las llevaron al
campo de Silo en la tierra de Canán.
13 Mandó entonces toda la asamblea
mensajeros que hablaran a los hijos
de Benjamín, que estaba en la roca
de Remón, y les ofrecieran la paz.
14 Volvieron los de Benjamín enton¬
ces, y se les dieron por mujeres las
que habían sobrevivido de las mu¬
jeres de Jabes Galad, pero no hubo
bastantes. 15 El pueblo se compadecía
de Benjamín, porque había abierto
Yave una brecha en las tribus de
Israel; 16 y los ancianos de la asam¬
blea se preguntaron: «¿Cómo hare¬
mos para procurar mujeres a los de
Benjamín, puesto que sus mujeres
han sido muertas? 17 Y decían:
«Quede en Benjamín la heredad de
los que han escapado, para que no
desaparezca una de las tribus de
Israel; 18 pero nosotros no podemos
darles por mujeres nuestras hijas,
porque los hijos de Israel han jurado
diciendo: Maldito quien dé a los de
Benjamín su hija por mujer. 19 Y
dijeron: «Cerca está la fiesta de Yave,
que de año en año se celebra en Silo»
—ciudad situada al norte de Betel,
al oriente del camino que de Betel
sube a Siquem, y al mediodía de
Lebona—. 20 Y dieron a los de Ben¬
jamín esta orden: p 1 «Id, y poneos
en emboscada en las viñas. Estad
atentos; y cuando veáis salir a las
hijas de Silo, para danzar en coro,
salís vosotros de las viñas y os lleváis
cada uno a una de ellas para mujer,
y os volvéis a la tierra de Benjamín.
22 Si los padres o los hermanos vienen
a reclamárnoslas, les diremos: Dejad¬
nos en paz, pues con las de Jabes
Galad tomadas en guerra no ha
habido una para cada uno, y no
habéis sido vosotros los que se las
habéis dado, que, sólo entonces se¬
ríais culpables.» 23 Hicieron así los
hijos de Benjamín, y cogieron de
entre las que danzaban una cada
uno, llevándoselas y volviéndose a
su heredad. Reedificaron las ciudades
y habitaron en ellas.
Fuéronse entonces los hijos de
Israel cada uno a su tribu, a su fami¬
lia, volviendo todos a su heredad.
Ño había entonces rey en Israel, y
hacía cada uno lo que bien le parecía.
RUT
RUT
I 1 Al tiempo en que gobernaban
los jueces, hubo hambre en la
tierra; y salió de Belén un hombre
con su mujer y dos hijos, para pere¬
grinar por los campos de Moab:
2 Llamábase el hombre Elimelcc,
la mujer Noemí, y los dos hijos,
Majalon el uno y Quelyón el otro;
efrateos, de Belén de Judá. Llegaron
a los campos de Moab y se estuvieron
allí. 3 Murió Elimelec, marido de
Noemí, y se quedó la mujer con los
dos hijos, 4 que habían tomado mu¬
jeres moabitas, una de nombre Oria,
y la otra Rut. Permanecieron allí
por unos diez años 5 y murieron
ambos, Majalón y Quelyón, quedán¬
dose la mujer sin hijos y sin marido.
l*itMlari filial (le Rut.
6 Levantóse la mujer con sus dos
nueras para dejar los campos de
Moab, pues había oído decir en los
campos de Moab que había mirado
Yave a su pueblo, dándole pan. 7 Salió
con las dos nueras del lugar donde
estaba y emprendió el camino para
volver a la tierra de Judá. 8 Y dijo
Noemí á sus dos nueras: «Andad,
volveos cada una a la casa de vuestra
madre, y que os haga Yave gracia,
como la habéis hecho vosotras con
los muertos y conmigo. 9 Que os dé
Yave hallar paz cada una en la casa
de su marido.» Y las besó. Alzando
la voz pusiéronse a llorar, 10 y le
decían: «No, nos iremos contigo a
tu pueblo.» 11 Noemí les dijo: «Vol¬
veos, hijas mías; ¿para qué habéis
de venir conmigo? ¿Tengo por ven¬
tura todavía en mi seno hijos, que
puedan ser maridos vuestros? 12 Vol¬
veos, hijas mías, andad. Soy ya
demasiado vieja para volver a ca¬
sarme. Y aunque me quedara todavía
esperanza, y esta misma noche estu¬
viera casada y tuviera hijos, ¿ibais a
esperar vosotras hasta que fueran
grandes? 13 Ibais por eso a dejar
de volveros a casar? No, hijas mías,
mi pena es más grande que la vues¬
tra, porque pesa sobre mí la mano
de Yave.» 14 Y alzando la voz, se
pusieron otra vez a llorar. Después
RUT, 2
268
Orfa besó a su suegra, pero Rut
se abrazó a ella. 15 Noemí le dijo:
«Mira, tu euñada se ha vuelto a su
pueblo y a su Dios; vuélvete tú
como ella.» 16 Rut le respondió:
«No insistas en que te deje y me vaya
lejos de ti; donde vayas tú, iré yo;
donde mores tú, moraré yo; tu pueblo
será mi pueblo y tu Dios será mi
Dios; 17 donde mueras tú, allí moriré
y seré sepultada yo. Que Ya ve me
eastigue con dureza si algo, fuera de
la muerte, me separa de ti.» 18 Viendo
que Rut estaba decidida a seguirla,
cesó Noemí en sus instancias. 19 Jun¬
tas hicieron el camino hasta llegar
a Belén; y cuando entraron, toda la
ciudad se conmovió al verlas, y las
mujeres se decían: «¿Es ésta Noemí?»
20 Y ella les contestaba: «No me lla¬
méis más Noemí; llamadme Mara,
porque el Omnipotente me ha llenado
de amargura. 21 Salí con las manos
llenas, y Ya ve me ha hecho volver
con las manos vacías. ¿For qué, pues,
habríais de llamarme más Noemí,
una vez que Yave da testimonio
contra mí y me ha afligido el Omni¬
potente?»
22 Así se volvió Noemí con Rut,
la moabita, su nuera, y vino de los
campos de Moab, llegando de los
campos de Moab a Belén cuando
comenzaba la siega, de las cebadas.
Casamiento <lo Rut con Boz.
y jjcnealojjía de David.
*) 1 Tenía Noemí un pariente, por
“ parte de su marido Elimelec,
hombre poderoso, de nombre Boz.
2 Dijo Rut a Noemí: «Si quieres, iré
a espigar al campo donde me acojan
benévolamente»; y Noemí le dijo:
«Ve, hija mía.» 3 Fué, pues, Rut, y
se puso a espigar en un campo detrás
de los segadores. Dióse precisamente
el caso de que el campo era de Boz,
el pariente de Noemí; 4 y he aquí
que vino éste de Belén, para visitar
a los segadores, a quiepes dijo: «Yave
sea con vosotros», contestándole ellos:
«Yave te bendiga.» 6 Y preguntó
Boz al criado suyo que estaba al
frente de los segadores: «¿De quién
es esa joven?»; 6 y él le contestó:
«Es una joven moabitá, que se ha
venido con Noemí, de los campos de
Moab. 7 Me dijo: Déjame espigar
detrás de los segadores. Desde la
mañana hasta ahora está aquí, y
bien poco que ha descansado en la
cabaña.» 8 Dijo Boz a Rut: «¿Oyes,
hija mía? No vayas a otros campos a
espigar ni te apartes de aquí. 9 Unete
a mis criadas y vete con ellas al
campo donde se siege. Ya diré a mis
criados que nadie te toque; y si
tienes sed, te vas al hato y bebes de
lo que beban los eriados.» 10 Postróse
Rut, rostro a tierra, y dijo: «¿De
dónde a mí, haber hallado gracia a
tus ojos y serte conocida yo, una
mujer extraña?» 11 El le contestó:
«Sé lo que has hecho por tu suegra,
después de muerto su marido, y
que has dejado a tus parientes y la
tierra en que naciste, para venir
con ella a un pueblo para ti desco¬
nocido.
12 Que Yave te pague lo que has
hecho y recibas plena recompensa de
Yave, Dios de Israel, a qukn te has
confiado* y bajo cuyas alas te has
refugiado.» 13 Ella le dijo: «Que
halle yo gracia a tus ojos, mi señor,
que me has consolado y has hablado
al corazón de tu sierva, aunque no
soy yo ni como una de tus siervas.»
14 A la hora de comer, dijo Boz a
Rut: «Acércate acá, come, y moja
tu pan en el vinagre.» Ella se sentó
al lado de los segadores, y él le dio
una porción de trigo tostado, de que
comió ella hasta saciarse, y le sobró;
y guardando lo que le habia sobrado,
13 se levantó para seguir espigando;
Boz mandó a sus criados, dieién-
doles: «Dejadla espigar también entre
los haces, sin reñirla, 16 y sacad vos¬
otros mismos algunas espigas de las
gavillas y tiradlas, para que ella las
recoja, sin decirle nada.» 17 Estuvo
espigando Rut en el campo hasta por
la tarde; y después de batir lo que ha¬
bía espigado, había como un efa de
cebada. 18 Cogiólo y se volvió a la
ciudad, y mostró a su suegra lo que
había espigado. Sacó también lo que
había guardado, lo que después de
comer le sobrara, v se lo dió. 19 Su
suegra le dijo: «¿Dónde has espigado
hoy y dónde has trabajado? Bendito
sea el que se ha interesado por ti.»
Rut dió a conocer a su suegra donde
había trabajado, diciendo: «El nom¬
bre del hombre en cuyo campo he
trabajado es Boz»; 20 y dijo Noemí
a su nuera: «Bendito él de Yave,
que la gracia que hizo a los vivos
se la ha hecho también a los muertos»;
y añadió Noemí: «Es pariente cer-
RUT, 3, 4
cano nuestro ese hombre, es de los
que tienen sobre nosotros el derecho
del levirato»; 21 Rut añadió: «Tam¬
bién me ha dicho: «Sigue con mis
gentes, hasta que se sieguen todas
mis cosechas.» 22 Y Noemí dijo a
Rut, su nuera: «Mejor es, hija mía,
que vayas con sus criados, no te
vayan a tratar mal en otro campo.»
23 Siguió, pues, Rut espigando con
los criados de Boz, hasta el fin de la
siega de las cebadas y de los trigos,
y habitando con su suegra.
Q 1 Dijo Noemí, la suegra de Rut,
° a ésta: «Hija mía, voy a procu¬
rarte una posición, para que seas
feliz. 2 Boz, con cuyos criados has
estado, es pariente nuestro, y esta
noche va a hacer en su era la limpia
de la cebada. 3 Lávate, úngete, vís¬
tete y baja a la era. Procura que
no te vea hasta que no haya acabado
de comer y beber; 4 y cuando vaya
a acostarse, mira bien dónde se
acuesta; y entra después, y levantando
la cubierta de sus pies, te acuestas a
ellos. El mismo te dirá qué es lo que
has de hacer.» 6 Ella la respondió:
«Haré cuanto tú me mandes.»
6 Bajó, pues, a la era, e hizo todo
cuanto la había mandado su sue¬
gra. 7 Boz comió y bebió y se alegró
su corazón. Fué a acostarse al ex¬
tremo de la hacina, y Rut se acercó
calladamente, descubrió sus pies y
se acostó. A medianoche, tuvo el
hombre un sobresalto; e incorporán¬
dose, vió que a sus pies estaba acos¬
tada una mujer, 9 y preguntó: «¿Quién
eres tú?» Ella respondió: «Soy Rut,
tu sierva; extiende tu manto sobre
tu sierva, pues tienes sobre ella el
derecho del levirato.» 10 El dijo;
«Bendita de Ya ve seas, hija mía; tu
proceder ha sido a lo último mejor
todavía que al principio, pues no has
buscado ningún joven, pobre o rico.
11 No temas, hija mía, yo haré por
ti cuanto me digas, pues sabe muy
bien todo el pueblo que habita dentro
de las puertas de mi ciudad, que eres
una mujer virtuosa. 12 Yo tengo
en verdad el derecho del levirato,
pero hay otro que es pariente más
próximo que yo. 13 Pasa ahí la noche,
y mañana, si él quiere hacer uso
de su derecho, que lo haga, y si no
quiere hacerlo, yo lo haré, vive
Yave. Acuéstate hasta la mañana.»
14 Quedóse ella acostada a sus pies
hasta la mañana, levantándose antes
209
de que los hombres puedan recono¬
cerse unos a otros. El mandó: «Que
no se sepa que esta mujer ha venido
a la era.» 15 Y añadió: «Coge el manto
que te cubre y sostenlo.» Sostúvolo
ella, y le echó él seis medidas de
cebada, que le cargó, y ella entró en
la ciudad. 16 Cuando llegó Rut a casa
de su suegra, le preguntó ésta: «¿Qué
has hecho, hija mía?» Ella le contó
lo que el hombre había hecho por
ella, 17 y añadió: «Me hadado, además,
estas seis medidas de cebada, dicién-
dome: «No vuelvas a casa de tu
suegra con las manos vacías.» 18 Noemí
le dijo: «Estate tranquila, hija mía,
hasta ver cómo acaba la cosa, pues
ese hombre no descansará hasta ter¬
minar hoy mismo este asunto.»
4 1 Boz subió a la puerta de la
ciudad y se sentó allí. Vió pasar
al pariente mencionado y le dijo:
«Detente y siéntate aquí, fulano.»
Detúvose el hombre y se sentó.
2 Llamó Boz a diez de los ancianos de
la ciudad y dijo: «Sentaos aquí.»
Una vez sentados, 3 dijo al pariente
próximo: «Noemí, que ha vuelto de
la tierra de Moab, vende la porción
de campo que fué de nuestro her¬
mano Elimelec. 4 He querido darte
cuenta de ello, para decirte: Cóm¬
prala si quieres, en presencia de
los ancianos de la ciudad que están
aquí sentados. Si quieres usar de
tu derecho de levirato, usa; y si no
quieres, manifiéstamelo, para que yo
lo sepa, pues no liay nadie que antes
que tú tenga ese derecho; después
de ti vengo yo.» El respondió: «La
compraré.» 5 Boz le dij'o: «Al comprar
a Noemí el campo, tendrás que reci¬
bir a Rut, la moabita, por mujer,
como mujer del difunto, para hacer
vivir el nombre del difunto en su
heredad.» 6 El otro respondió: «Así
no puedo comprarlo, por temor de
perjudicar a mis herederos. Cóm¬
pralo tú, pues yo no puedo hacerlo.»
7 Había en Israel la costumbre, en
caso de compra o de cambio, para
convalidar el contrato, de quitarse
el uno un zapato y dárselo al otro.
Esto servía de prueba en Israel.
8 El pariente próximo había dicho a
Boz: «Cómpralo tú por tu cuenta.»
Y se quitó el zapato. 9 Boz dijo a los
ancianos y a todos los presentes:
«Testigos sois hoy de que yo compro
a Noemí cuanto perteneció a Eli¬
melec, a Quelyón y a Majalón, 10 y
270
RUT, 4
que tomo al mismo tiempo por mujer
a Rut, la moabita, mujer de Majalón,
para que no se borre de entre sus
hermanos y de la puerta de la ciudad
el nombre del difunto. Testigos sois
de ello.» 11 Respondió todo el pueblo
que estaba en la puerta, y los an¬
cianos: «Somos testigos. Haga Yave
que la mujer que entra en tu casa
sea como Lia y Raquel, que edifi¬
caron la casa de Israel. Que por ella
seas poderoso en Efrata y tengas
renombre en Belén. 12 Que sea tu
casa como la casa de Fares, el que
Tamar dió a Judá, por la descen¬
dencia que de esa joven te dé
Yave.»
13 Tomó Boz a Rut y la recibió
por mujer; y entró a ella y Yave
la concedió concebir y parir un hijo.
14 Las mujeres decían a Noemí:
«Bendito Yave, que no ha consen¬
tido que te faltase hoy un redentor.
Que su nombre sea celebrado en
Israel. 15 Que sea el consuelo de tu
alma y el sostén de tu vejez; pues te
lo ha dado tu nuera, que tanto te
quiere, y es para ti mejor que siete
hijos.» 16 Noemí tomó al niño, se
lo puso al seno y fué su madrina.
17 Las vecinas le dieron nombre,
al decir: «A Noemí le ha nacido un
hijo», y le llamaron Obed. Este fué
padre de Isaí, padre de David. 18 He
aquí la posteridad de Fares: Fares
engendró a Esrom; 19 Esrom engendró
a Aram; Aram engendró a Aminadab;
20 Aminadab engendró a Nasón;
Nasón engendró a Salmón; 21 Salmón
engendró a Boz; B<>z engendró a
Obed; 22 Obed engendró a lsaí; e
lsaí engendró a David.
SAMUEL
Dum jnr:: ujir>i i x T)aviJ man fm¡r mm Jaque¡llum >.rnn cjrandia fe
INTRODUCCION A LOS LIBROS DE SAMUEL
L OS libros que en la Vulgata, como en la versión griega de los LXX, llevan
el nombre de 1-11 de los Reyes o de los Reinos, se denominan en hebreo Sa¬
muel y forman un solo libro, sin enlace literario con los precedentes. Ha sido
luego dividido en dos, conforme a la división de las versiones latina y griega.
Es su argumento uno de los periodos más importantes de la historia hebrea y
aquel en que salió Israel de su estado de disgregación política para constituir
una verdadera nación organizada. Se divide en tres partes, según los perso¬
najes que en ellas dominan: Samuel (I Sam . I-X1I1), Saúl (X1V-XXX1)
y David (II Sam. I-XX11). Al fin tenemos también dos capítulos de apén¬
dices (XXX11 y XXIV).
Cuando nació Samuel, ejercía la suprema autoridad en Israel Helí, Sumo
sacerdote. Por este tiempo comenzaron los filisteos a apretar al pueblo, subiendo
del llano a la montaña de Judá, Samuel, a título de profeta, sucede a Helí . Su
autoridad es religiosa y judicial; pero, llegado el caso, hace también la guerra
contra los invasores. La persistencia de éstos en el ataque induce al pueblo a
desear un rey que con mano fuerte los defienda . La petición del pueblo de tener
un rey, «como las demás naciones*, es mirada por Dios y su profeta como una
protesta contra la organización teocrática que hasta entonces había tenido; pero
al fin Dios les otorga el rey, que será su vicario y el salvador de Israel. Saúl,
a pesar de sus proezas contra los ¡ilisteos, es rechazado, por su falta de docilidad
a las órdenes del profeta, que en nombre de Dios conserva la dirección espiritual
del reino y del rey . Le sucede David, varón según el corazón de Dios, que es
considerado como el más grande rey de Israel. En premio a su piedad , le pro-
18
274
SAMUEL I, 1
mete Dios la perpetuidad de su dinastía , promesa que implica la promesa me-
siánica.
Del autor y de la época de la composición del libro no tenemos noticia cierta .
Pero sin duda que el autor dispuso de documentos antiguos y muy próximos
a los sucesos. La historia no está completa , pues no se cuenta de cada perso¬
naje más que algunos episodios de su vida. También la cronología es deficiente ,
bastando para darse cuenta de ello considerar que , según ésta , Heli juzgó a
Israel cuarenta años (I Sam. 4. 18); David reinó cuarenta años (II Sa?n. 5. 4.).
Y nos faltan los años de Samuel y Saúl. (Cfr. Intr. Is. Arist.)
SAMUEL I
Ana.
| 1 Había en Ramataiin Sofim, en
los montes (te Efraím, un hombre
llamado Eleana, hijo de Jeroam,
hijo de Eliú, hijo de Toú, hijo de Sur,
efrateo. 2 Tenía dos mujeres, de
nombre una Ana y otra Penena.
Penena tenía hijos, pero Ana era
estéril. 3 Subía de su ciudad este
hombre de año en año, para adorar a
Yare Scbaot, y ofrecerle sacrificios
en Silo. Estaban allí los dos hijos de
Helí, Ofni y Fines, sacerdotes de
Yare. 4 El día en que ofrecía Elcana
su sacrificio, daba a Penena, su mujer
su porción y la de sus hijos e hijas.
6 A Ana le daba solamente una por¬
ción; pues aunque amaba mucho a
Ana, Yavc había cerrado su útero.
6 Irritábala su rival y la exasperaba,
por haberla Yavc hecha estéril. 7 Así
hacía cada año cuando subían a la
casa de Ya ve, y siempre la morti¬
ficaba del mismo modo. Ana lloraba
y no comía. 8 Elcana, su marido,
le decía: «Ana, ¿por qué lloras y no
comes? ¿Por qué está triste tu cora¬
zón? No soy yo para ti mejor que
diez hijos?»
El voto tic Ano.
8 Un año, después que hubieron
comido y bebido en Silo, se levantó
Ana. Helí, el sacerdote, estaba sen¬
tado en una silla ante la puerta del
tabernáculo de Yave. 10 Ella, amar¬
gada el alma, oraba a Yave, llorando
muchas lágrimas, 11 e hizo un voto
diciendo: «jOh Yave Sebaotl, si te
dignas reparar en la angustia de tu
esclava, y te acuerdas de mí y no
te olvidas de tu esclava, y das a tu
esclava hijo varón, yo lo consagraré
Yave por todos los "días de su vida,
v no tocará la navaja a su cabeza.»
12 Mientras así oraba reiteradamente
a Yave, Helí la estaba mirando la
cara. 13 Ana hablaba para sí, movien¬
do los labios, pero sin que se oyera
su voz, y Heli la tomó por ebria
14 y le dijo: «¿Hasta cuándo te va a
durar la embriaguez?; anda a que
se te pase el vino.» 15 Ana contestó:
«No, mi señor, soy una mujer que
tiene el corazón afligido. No he bebi¬
do vino ni otro ningún licor inebrian¬
te; es que estaba derramando mi
alma ante Yave. 16 No tomes a tu
sierva por una mujer cualquiera.
Lo grande de mi dolor y mi aflieión,
exponía yo de ese modo.» 17 Díjole
entonces Heli: «Vete en paz, y que
el Dios de Israel te otorgue lo que
tanto le has pedido.» 18 Ella le dijo:
«Que halle gracia a tus ojos tu sierva.»
Fuése y comió, y no hizo ya la cara
de antes. 19 Levantáronse de mañana,
y después de postrarse ante Yave se
marcharon, volviendo a su casa, a
Rama.
IVaoiiniento de Samuel.
Eleana conoció a Ana, su mujer,
y Yave se acordó de ella. 20 Al volver
del tiempo, había concebido y parido
Ana un hijo, al que puso por"nombre
Samuel, porque a Dios se lo había
pedido; 21 y subió Eleana con toda
sil casa a sacrificar a Yave el saeri-
SAMUEL I, 2
275
ficio anual' y cumplir sus votos. 22 Ana
no subió, sino que dijo a su marido:
«Cuando el niño se haya destetado
yo le llevaré, para presentárselo a
Yave y para que se quede ya allí
para siempre.» 23 Elcana, su marido,
le dijo: «Haz lo que mejor te parezca.
Quédate hasta que le destetes; en
verdad que Yave ha cumplido su
promesa.» Quedóse la mujer en casa,
amamantando a su hijo hasta que
le destetó. 24 Destetado, le subió
consigo, llevando un toro de tres
años, un efa de harina y un ánfora
de vino, y le condujo a la casa de
Yave en Silo. El niño era todavía
pequeñito. 25 Inmolaron el toro, y
llevaron el niño a Helí. 26 Ana le dijo:
«Oyeme por tu vida, mi señor: Yo
soy aquella mujer que estuve aquí
cerca de ti, orando a Yave. 27 Este
niño le pedía yo, y Yave me ha con¬
cedido lo que pedí; 28 también ahora
quiero yo dárselo a Yave, por todos
los días de su vida, para que sea siem¬
pre donado a Yave.» Y adoraron allí
a Yave.
Cántico de Ana.
2 1 Oró Ana diciendo:
«Mi alma salta de júbilo en Yave;
Yave ha levantado mi frente
Y ha abierto mi boca contra mis
enemigos,
Porque esperé de él la salud.
2 No hay santo como Yave,
No hay fuerte como nuestro Dios.
3 Dejaos de hablar altaneramente;
No salgan de vuestra boca arro¬
gancias,
Que Yave es Dios sapientísimo,
Y no se ocultan a su vista las mal¬
dades.
4 Rompióse el arco de los pode¬
rosos,
Ciñéronse los débiles la fuerza,
5 Los hartos pusiéronse a servir
por la comida,
Y se holgaron los hambrientos.
Parió la estéril siete hijos,
Y se marchitó la que muchos tenía,
6 Que Yave da la muerte y da la
vida,
Hace bajar al sepulcro y subir de él.
A uno empobrece o enriquece,
7 Humilla y exalta,
8 Levanta del polvo al pobre,
De la basura saca al indigente,
Para hacer que se siente entre los
príncipes,
Y darle parte en un trono de gloria;
Pues suyos son los fundamentos
de la tierra,
Y él sobre ellos puso el orbe.
0 El atiende a los pasos de los pia¬
dosos,
Y los malvados callarán entre ti¬
nieblas,
No vence el hombre por su fuerza.
10 Aterrados serán los enemigos de
Yave;
Desde los cielos tronará contra ellos.
Yave juzga los confines de la tierra.
Robustecerá a su rey,
Y erguirá la frente de su ungido.»
Los hí]os de Helí.
11 Volvióse Elcana a Ramata, a
su casa, y el niño quedó sirviendo
en el ministerio de Yave, en presencia
de Helí, sacerdote.
12 Los hijos de Helí eran hombres
perversos, que desconocían a Yave
y las obligaciones de los sacerdotes
para con el pueblo. 13 Cuando alguno
ofrecía sacrificios, venía un criado
del sacerdote, mientras se estaba
cociendo la carne, con un tenedor
en la mano; 14 lo metía en la caldera,
caldero, olla o puchero, y cuanto
sacaba con el tenedor era para el
sacerdote. 15 Así hacían con cuantos
de Israel venían allí a Silo. Aun
antes de que se quemara el sebo,
venía el criado del sacerdote y decía
al que sacrificaba: «Dame la carne
para asársela al sacerdote; no reci¬
birá -de ti carne cocida, sino cruda.»
16 Y si el hombre le decía: «Espera
a que se queme el sebo, como siempre,
y luego cogerás lo que tú quieras»;
le respondía el criado: «No, tienes
que dármela ahora mismo, y si no,
la cojo yo por fuerza.» 17 Muy grande
era el pecado de aquellos jóvenes ante
Yave, pues hacían odioso a los hom¬
bres el ofrecer ante Yave. 18 Samuel
ministraba ante Yave, vestido de
un efod de lino. 19 Hacíale su madre
un mantito y se lo traía de año en
año, cuando subía con su marido a
ofrecer el sacrificio anual. 20 Helí
bendijo a Elcana y a su mujer, di¬
ciendo: «Que te dé Yave hijos de
esta mujer por el que le pediste.»
1 Volviéronse ellos a su casa; 21 y
Yave visitó a Ana, que concibió
y parió tres hijos y dos hijas.
El joven Samuel iba creciendo en
i la presencia de Yave. 22 Helí era
276
SAMUEL I, 3
ya muy viejo, y supo lo que sus hijos
hacían a todo Israel, y eómo dormían
con las mujeres que velaban a la
puerta del tabernáculo de la con¬
gregación ( 1 ); 23 y les dijo: «¿Por
qué hacéis cosas tales y tan malas
como las que de vosotros he oído
a todo este pueblo? 24 No, hijos míos,
que no es bueno lo que de vosotros
oigo. Estáis haciendo que el pueblo
de Va ve se aparte de él. 26 Si un
hombre ofende a otro hombre, está
de por medio Dios, que puede apla¬
car al ofendido; pero si el hombre
ofende a Yave, ¿de quién puede
esperar la intervención?» No hicie¬
ron caso de lo que les decía su padre,
pues quería Yave matarlos. 26 Entre
tanto el niño Samuel iba creciendo,
y se hacía grato, tanto a Yave como
a los hombres.
Predicción de la ruina de la casa
de llcli.
27 Vino a Helí un hombre de Dios
y le dijo: Así habla Yave: «¿No me
revelé yo claramente a la casa de tu
padre, cuando eran esclavos en Egipto,
en la casa del Faraón? 28 Yo me le
elegí de entre todas las tribus de
Israel para sacerdote, para que su¬
biese al altar a qutmar el incienso
y para que llevase ante mí el efod.
Yo di a la casa de tu padre todas las
combustiones de los hijos de Israel.
29 ¿Por qué, pues, acoceáis mis víc¬
timas, las que yo mandé se ofreciesen
en mi casa, y tienes en más a tus
hijos que a mí, engordándoos de lo
mejor de tedas las oblaciones de
Israel, mi pueblo? 30 Por eso, he aquí
lo que dice Yave, Dios de Israel:
Yo había dicho y repetido a tu casa
y a la casa de tu padre que minis¬
traríais ante mí por siempre; pero
ahora dice Yave: Lejos de mí eso,
porque yo honro a los que me honran
y desprecio a los que me desprecian.
31 Tiempo vendrá en que yo amputaré
tu brazo y el brazo de la casa de tu
padre, de modo que ya no haya nunca
ancianos en tu casa 32 y siempre veas
ante ti un rival. Aun en las prospe¬
ridades de Israel, no habrá nunca
ancianos en tu casa. 33 No haré des¬
aparecer de mi altar a todos tus des¬
(i) Cuál fuera la función que a la pueita
del tabernáculo ejercían estas mujeres (Véase
Exod. 38. 8) no podemos determinarlo.
cendientes, de modo que se consu¬
man tus ojos y desfallezca tu alma;
pero todos los de tu casa morirán
en edad viril; 34 te servirá de señal
lo que sucederá a tus hijos Ofni y
Fines; ambos morirán en el mismo
día. 35 Yo me suscitaré un sacerdote
fiel, que obrará según mi corazón
y según mi alma; le edificaré una
casa estable, y él andará siempre en
presencia de mí ungido; 36 y cuantos
de tu casa queden vendrán a proster¬
narse ante él, pidiéndole una moneda
de plata y un pedazo de pan; y le
dirán: Haz el favor de colocarme en
alguna de tus funciones sacerdotales,
para que tenga un pedazo de pan que
comer.»
Primera vi>íón de Samuel.
Q 1 El joven Samuel ministraba a
^ Yave en presencia de Helí. Era
por entonces rara la palabra de Yave,
y no era frecuente la visión. 2 Un día,
estando acostado en su lugar Helí,
cuyos ojos se habían oscurecido y no
podían ver, cuando todavía 110 se
había apagado la lámpara de Dios
en el santuario, 3 Samuel, que dormía
en el santuario de Yave, donde estaba
el arca de Dios, 4 oyó la voz de Yave
que le llamaba: «iSamuell»; él con¬
testó: «Heme aquí»; 6 y corrió a Helí,
y le dijo: «Aquí estoy; me has lla¬
mado 1» Helí contestó: «No te he
llamado, vuelve a acostarte.» Y fué
a acostarse. 6 Yave llamó otra vez a
Samuel; y éste se levantó, y vendo
a donde estaba Helí, le dijo: «Hime
aquí, pues me has llamado.» Helí
repuso: «No te he llamado, hijo mío:
vuélvete y acuéstate.» 7 Samuel no
conocía todavía a Yave, pues todavía
no se le había revelado la palabra
de Yave. 8 Yave volvió a llamar a
Samuel, por tercera vez; y éste se
levantó y fué a Helí, y le dijo: «Heme
aquí, pues que me has llamado.»
9 Comprendió entonces Helí que era
Yave quien llamaba al joven, y le
dijo: «Anda, acuéstate, y si vuelven
a llamarte, di: «Habla, Yave, que
tu siervo escucha.» Samuel se fué y
se acostó en su lugar. 10 Yin o Yave,
se paró y llamó como las otras veces:
«¡Samuel, Samuel!» Samuel contestó:
«Habla, Yave, que tu siervo escucha»;
11 y dijo Yave a Samuel: «Yov a
hacer en Israel una cosa, que a cuan¬
tos la oigan les retiñirán ¡ nibos oídos.
SAMUEL I, 4
277
12 Entonces cumpliré cuanto a Helí le
he dicho, todo lo que de su casa le
he dicho; comenzaré y acabaré. 13 Yo
le lie dicho que iba a castigar a su
casa para siempre, por el crimen que
sabía cometían sus hijos, de hacer
odiosos los sacrificios, y que él no
corrigió. 14 Por eso he jurado a la
casa de Helí que su crimen no será
expiado, ni con sacrificios ni con obla¬
ciones.» 15 Samuel siguió acostado
hasta la mañana, y después abrió
las puertas de la casa de Yave. No
se atrevía a contar a Helí su visión;
16 pero éste llamó a Samuel, diciendo:
«Samuel, hijo mío»; y éste contestó:
«Heme aquí.» 17 Helí le preguntó:
«¿Qué es lo que te ha dicho Yave?
Te ruego que no me ocultes nada.
Que Yave te castigue si me ocultas
algo de cuanto te ha dicho .» 18 Samuel
se lo contó todo, sin ocultarle nada;
y Helí dijo: «El es Yave, haga lo
que parezca bien a sus ojos.»
19 Samuel llegó a ser grande, y Yave
estaba con él y no dejó que cayera
por tierra nada de cuanto él decía.
20 Todo Israel, desde Dan hasta
Berseba, reconoció que era Samuel
un verdadero profeta de Yave. 21 Yave
siguió apareciéndosele en Silo. Helí
estaba ya muy viejo, y los hijos de
éste seguían por el mismo camino,
pésimo ante Yave.
Derrota de Israel, cautiverio del
nrea y muerte de Helí y sus hijos.
A 1 Sucedió por entonces que íos
' filisteos se reunieron para hacer
la guerra a Israel. Samuel dirigía su
palabra a todo Israel: Israel salió al
encuentro de los filisteos para com¬
batir. Acamparon cerca de Eben
Ezcr, y los filisteos estaban acampa¬
dos en Afee. 2 Habiendo presentado
batalla los filisteos contra Israel, se
empeñó el combate, e Israel fué derro¬
tado por los filisteos, que mataron
en el combate, en el campo, unos
cuatro mil hombres. 3 El pueblo se
recogió en el campamento, y los
ancianos se preguntaron: «¿Por qué
nos ha derrotado Yave hoy ante los
filisteos? Vamos a traer de Silo el
arca de la alianza de Yave, para
que esté entre nosotros y nos salve
de Ja mano de nuestros enemigos.»
4 Mandaron a Silo, y se trajo de allí
el arca de la alianza de Yave Se-
baot ( 1 ), que se sienta sobre los
querubines, y con ella fueron los
los dos hijos de Helí, Ofni y Fines.
5 Cuando el arca de la alianza de
Yave entró en el campamento, todo
Israel lanzó tan grandes gritos de
júbilo, que hacían retemblar la tierra.
6 Oyeron los filisteos el vocerío, y
dijeron: «¿Qué vocerío es éste tan
grande que se oye hoy en el campa¬
mento de los hebreos?» Y supieron
que había sido traída al campamento
el arca de Yave. 7 Atemorizáronse
los filisteos, y decían: «Ha venido
Dios al campamento. ]Desgraciados
de nosotros 1 Cosa tal no había suce¬
dido hasta ahora. 8 ¡Desgraciados de
nosotros! ¿Quién nos librará de la
mano de esos dioses poderosos? Son
ésos los que castigaron a Egipto con
toda suerte de plagas y con pcstel
9 Esforzaos y sed hombres, filisteos,
no tengamos que servirles nosotros a
ellos, como os sirven ellos a vosotros.»
10 Combatieron, pues, los filisteos,
y fué derrotado Israel, huyendo cada
uno a sus tiendas. Fué una gran
derrota, en la que cayeron de Israel
treinta mil peones, 11 y fué cogida
el arca de Dios, y murieron los dos
hijos de Helí, Ofni y Fines. 12 Un
hombre de Benjamín, de los huidos
del campo de batalla, vino corriendo
a Silo aquel mismo día, con los ves¬
tidos desgarrados y la cabeza cu¬
bierta de polvo. 13 Cuando llegó,
estaba Helí sentado en una silla,
a la vera del camino, cerca de la
puerta, esperando, pues su corazón
temblaba por el arca de Dios. Entró
el hombre en la ciudad para infor¬
marla; y toda ella fué un grito. 14 Al
oírlo Helí, preguntó: «¿Qué ruido,
qué tumulto es ése?» Entonces vino el
hombre para darle la noticia. 15 Helí
tenía noventa y ocho años, sus ojos
se habían quedado rígidos, y no veía.
16 El hombre dijo a Helí: «Vengo del
campo de batalla, de donde he huido
hoy.» Helí le preguntó: «¿Y qué ha
pasado, hijo mío?» 17 El le contestó:
«Israel ha huido ante los filisteos;
ha habido muchos muertos del pueblo;
también tus dos hijos, Ofni y Fines,
han sido muertos, y el arca de Dios
ha sido tomada.» 18 Apenas hubo
(i) El arca es el símbolo de la presencia
de Dios y de su hibitación en medio del pueblo.
La derrota sufrida por el ejército de Israel
mueve a éste a llevar al campamento el arca
de Yave, jefe supremo de los ejércitos de Israel.
278
SAMUEL I, 5, 6
mentado el arca de Dios, cayó Helí
de su silla hacia atrás, junto a la
puerta, y se desnucó y murió, pues
era ya muy anciano y estaba muy
pesado. Había juzgado a Israel du¬
rante cuarenta años. 19 Su nuera, la
mujer de Fines, estaba encinta, ya
para dar a luz. Al saber la noticia
de la toma del arca de Dios, de la
muerte de su suegro y de su marido,
se doblegó y parió, pues le sobrevi¬
nieron los dolores del parto. 20 Como
se veía morir, las mujeres que estaban
junto a ella le decían: «Animo, que
lias parido un hijo»; pero ella ni
respondía ni atendía. 21 Llamó al
hijo, Icabod, 22 diciendo: «Ha pasado
de Israel la gloria,» por haber sido
tomada el arca de Dios y por la
muerte de su suegro y de su marido.
Ella dijo: «Ha pasado la gloria de
Israel, porque ha sido tomada el
arca de Dios.»
El aren, cu tierra de los filisteos.
5 1 Cogieron, pues, los filisteos el
arca (t) de Dios y la llevaron de
Eben Ezer a Azoto, (i) 2 y la metieron
en el templo de Dagón y la pusieron
junto a Dagón (2). 3 Al día siguien¬
te, levantándose de mañana, vieron
los filisteos a Dagón tendido en tierra
y con la cara contra ella, delante del
arca de Yavc. Le cogieron, y le vol¬
vieron a poner en su sitio; 4 pero al
otro día, cuando se levantaron, en¬
contraron a Dagón tendido en tierra
boca abajo, y cortadas la cabeza
y las manos, que yacían en el um¬
bral, sin quedar de Dagón más que
el tronco. 6 Por esto los sacerdotes
de Dagón, y cuantos entran en el
templo de Dagón en Azoto, no pisan
todavía el umbral del templo de
Dagón. 6 La mano de Ya ve pesó
grandemente sobre los de Azoto, y
los desoló e hirió con tumores a Azoto
y su territorio. 7 Viendo los de Azoto
lo que pasaba, dijeron: «Que no
quede entre nosotros el arca del Dios
de Israel, porque su mano pesa mucho
sobre nosotros y sobre Dagón, nucs-
(i) La presencia del arca no produjo los
efecios que de ella esperaba Israel. Dios quiere
castigar al pueblo por sus pecados; sin embargo,
aun en la cautividad del arca, muestra Dios su
poderío en medio de los filisteos.
(2) Idolo cuyo cuerpo era de hombre de
la cintura para arriba, y de pez de la cultura
para abajo.
tro dios»; 8 y convocando a todos
los príncipes de los filisteos para que
vinieran, se preguntaron: «¿Qué ha¬
remos con el arca del Dios de Israel?»
Ellos contestaron: «Que lleven el arca
del Dios de Israel a Get.» 9 La lleva¬
ron, y la mano de Yavc se dejó sentir
sobre la ciudad, y hubo en ella gran
espanto, pues hirió a las gentes de
la ciudad, pequeños y grandes, ha¬
ciendo que les salieran tumores. 10 En¬
tonces mandaron el arca de Dios a
Acarón. Pero en cuanto entró el arca
de Dios en Acarón, los acaronitas
se pusieron a gritar: «Han traído aquí
el arca del Dios de Israel, para que
nos mate a todos, a nosotros y a
nuestro pueblo»; 11 y convocaron a
todos los príncipes de los filisteos,
que dijeron: «Devolved el arca del
Dios de Israel; que vuelva a su sitio,
para que no nos mate a nosotros y a
nuestro pueblo»; pues había en toda
la ciudad un terror mortal, y la mano
de Dios pesaba sobre ella muy fuer¬
temente. 12 Los que no morían eran
heridos de tumores, y los desespera¬
dos gritos de la ciudad subían hasta
el cielo.
Devolución del arca a Israel.
6 1 Siete meses estuvo el arca de
Yavc en la tierra de los filisteos.
2 Congregaron éstos a sacerdotes y
adivinos, y les preguntaron: «¿Qué
hemos de hacer con el arca de Yavc?
Decidnos cómo hemos de devolverla
a su sitio.» 3 Ellos respondieron: «Si
volvéis el arca del Dios de Israel,
no la mandéis de vacío, y no dejéis
de hacerle una ofrenda de desagravio;
si os curáis, sabréis que era su mano
la que pesaba sobre vosotros sin al¬
zarse.» 4 Preguntaron los filisteos:
«¿Y qué desagravio hemos de ha¬
cerle?» Respondieron: «Cinco tumores
de oro y cinco ratas de oro, según el
número de los príncipes de los filis
tcos, pues una misma es la plaga
que a vosotros y a vuestros prínci¬
pes aflige. 6 Haced, pues, una ima¬
gen de vuestros tumores y de las
ratas que asuelan la tierra, y honrad
al Dios de Israel; quizá deje así
de hacer sentir su mano sobre vos¬
otros, sobre vuestros dioses y sobre
vuestra tierra. 6 ¿Para qué endurecer
vuestro corazón, como endurecieron
¡el suyo Egipto y el Faraón? ¿No tu-
I vieron que dejar salir a los hijos de
SAMUEL I, 7
27*.)
Israel, después que los hubo casti¬
gado? 7 Haced, pues, un carro nuevo,
tomad dos vacas que estén criando
y no hayan sido nunca puestas al
yugo; uncid las vacas al carro, y
dejad los terneros lejos de ellas, en
el establo. 8 Coged luego el arca, la
ponéis sobre el carro, y junto a ella,
en un cofre, los objetos que haréis
como ofrenda de desagravio, y la
devolvéis; que ella se vaya. 9 Seguidla
con los ojos: si sube por el camino
de su tierra hacia Bet Sames, será
que Yavc nos ha infligido tanto mal;
si no, sabremos que no ha sido su
mano la que nos ha herido, y que
esto ha sucedido por casualidad.»
10 Hiciéronlo así; y tomando dos
vacas que estaban criando, las un¬
cieron al carro y dejaron los terne¬
ros en el establo. 11 Pusieron sobre
el carro el arca de Yave y el cofre,
con las ratas de oro y la figura de
sus tumores. 12 Las vacas tomaron
el camino de Bet Sames y siguieron
siempre por él; e iban andando y
mugiendo, sin declinar ni a la dere¬
cha ni a la izquierda. Los príncipes
de los filisteos fueron tras ella, hasta
llegar al territorio de Bet Sames.
13 Las gentes de Bet Sames estaban
segando el trigo en el valle; y alzando
los ojos, vieron el arca con gran ale¬
gría. 14 El carro llegó al campo de
Josué, betsamita, y se paró en él.
Había allí una gran piedra, y partie¬
ron las maderas del carro y ofrecie¬
ron las vacas a Yave en holocausto.
15 Los levitas, bajando del carro el
arca de Yave y el cofre que estaba
junto a ella, los pusieron sobre la
gran piedra. Las gentes de Bet Sames
ofrecieron aquel día holocaustos y
sacrificios a Yave. 16 Los cinco prín¬
cipes de los filisteos, después de ver
esto, se volvieron a Acarón aquel
mismo día.
17 Estos son los tumores de oro
que los filisteos donaron a Yave,
como ofrenda de desagravio: uno por
Azoto, uno por Gaza, uno por As-
calón, uno por Get y uno por Acarón.
18 También las ratas de oro eran
según el número de las ciudades de
los cinco príncipes, tanto de las for¬
tificadas como de las no amuralladas
Testigo la gran piedra, que todavía
hoy queda en el campo de Josué,
betsamita, sobre la cual se depuso
el arca de Yave.
19 Los hijos de Jeconías no se ale¬
graron con las gentes de Bet Sames
al ver el arca de Yave, e hirió éste
de entre ellos a setenta hombres.
El pueblo hizo gran duelo, por ha¬
berlos herido Yave con tan* gran
plaga; 20 y las gentes de Bet Sames
se decíanf «¿Quién puede estar de¬
lante de Yave, este Dios santo? ¿Y a
dónde habrá de ir, al alejarse de
nosotros?» 21 Mandaron mensajeros
a los habitantes de Cariatiarim, para
que les dijeran: «Los filisteos han de¬
vuelto el arca de Yave: bajad para
subirla con vosotros.»
7 1 Las gentes de Cariatiarim (1)
L vinieron y subieron el arca, depo¬
sitándola en la casa de Abinadad, que
está sobre una colina; y consagraron
a Eliezer, su hijo, para que custodiase
el arca de Yave.
Derrota de los filisteos en Masía.
2 Mucho tiempo pasó, veinte años,
desde que el arca fué depositada en
Cariatiarim, y toda la casa de Israel
gemía. 3 Dijo, pues, Samuel: «Si de
todo corazón os convertís a Yave,
quitad de en medio de vosotros los
dioses extraños y los astartes; ende¬
rezad vuestro corazón a Yave y ser¬
vidle sólo a él, y él os librará de las
manos de los filisteos.» 4 Los hijos
de Israel quitaron todos los Baalcs
y Astartes, y sirvieron sólo a Yave.
6 Samuel les dijo: «Congregad a
todo Israel en Masía, y yo rogaré
a Yave por vosotros.» 6 Reuniéronse
en Masía, y sacando agua, la derra¬
maron ante Yave; y ayunaron aquel
día, y clamaban: «Hemos pecado
contra Yave.» 7 Samuel juzgaba a
los hijos de Israel en Masía. Ha¬
biendo sabido los filisteos que los
hijos de Israel se habían congregado
en Masía, subieron sus príncipes con¬
tra Israel. Tuvieron miedo de los filis¬
teos los hijos de Israel, 8 y dijeron a
Samuel: «No ceses de clamar por nos¬
otros a Yave, nuestro Dios, para que
nos libre de la mano de los filisteos.»
9 Samuel tomó un cordero de leche
y lo ofreció entero en holocausto a
Yave, y clamó a Yave por Israel, y
Yave le escuchó. 10 Mientras Samuel
ofrecía el holocausto, se acercaron los
(i) Restituida el arca, es llevada a Caria¬
tiarim, no a Silo, que no aparece ya más como
lugar del santuario, probablemente por haber
sido destruido por los filisteos. (Jer. 7. 12, 14;
26. 6. 9.)
SAMUEL 1, 8, 9
280
filisteos para atacar a Israel; pero
Yave hizo tronar muy fuertemente
aquel día sobre los filisteos y los puso
en derrota, siendo batidos por los
hijos de Israel. 11 Los hombres de
Israel, saliendo de Masfa, persiguie¬
ron en derrota a los filisteos hasta
más abajo de Bet Horón. 12 Samuel
cogió una piedra y la puso entre Masfa
y Jesana; la llamó Eben Ezer, diciendo:
«Hasta aquí nos. socorrió Yave.»
13 Así humillados, no volvieron los
filisteos más contra la tierra de Israel;
y pesó la mano de Yave sobre ellos
durante toda la vida de Samuel.
14 Las ciudades que los filisteos habían
tomado a Israel volvieron a poder de
éste, desde Acarón hasta Get. Israel
arrancó de las manos de los filisteos
su territorio, y hubo también paz
entre Israel y los amorreos.
Petición de rey.
16 Samuel juzgó a Israel todo el
tiempo de su vida. 16 Cada año hacía
un recorrido por Betel, Gálgala y
Masfa, y allí, en todos estos luga¬
res, juzgaba a Israel. 17 Volvíase
luego a Rama, donde estaba su casa,
y allí juzgaba a Israel. Alzó allí un
altar a Yave.
O 1 Cuando envejeció Samuel, puso
para juzgar a Israel a sus dos
hijos; 2 el primogénito, de nombre
Joel, y el segundo, de nombre Abia,
y juzgaban en Berseba. 3 Pero los
hijos de Samuel no siguieron los ca¬
minos de éste, sino que se apartaban
de ellos por avaricia, recibiendo pre¬
sentes y juzgando injustamente. 4 * Re¬
uniéronse todos los ancianos de Israel,
y vinieron a Samuel en Rama, 6 y
le dijeron: «Tú eres ya viejo y tus
hijos no siguen tus caminos; danos
un rey, para que nos juzgue, como
todos íos pueblos.» 6 Desagradó a
Samuel (1) que le dijeran: «Danos
(i) Hasta ahora el gobierno de Israel
ha sido puramente teocrático. Sólo Dios gober¬
naba m su pueblo, y de cuando en cuando
suscitaba legados suyos a quienes encomendaba
funciones de gobierno. Por eso la petición del
pueblo supone el deseo de mudar la forma de
gobierno y, por tanto. Dios manda al pro¬
feta que acceda a la petición, porque el
cambio en sí se había hecho casi necesario, para
que Israel, polínicamente organizado de un
modo permanente, pudiera rechazar los per¬
sistentes ataques de sus enemigos, principal¬
mente los filisteos. (Os. 8 . 3 sigs.; 13- 10 , ix.)
un rey para que nos juzgue», y oro
ante Yave; 7 pero Yave dijo a Sa¬
muel: «Oye la voz del pueblo en
cuanto te pide, pues no es a ti a
quien rechazan, sino a mí, para que
no reine sobre ellos. 8 Como han
hecho conmigo, desde que los saqué
de Egipto hasta ahora, dejándome
para irse a servir a otros dioses, así
hacen ahora contigo. 9 Escúchalos,
pues; pero da testimonio contra ellos
y dales a conocer cómo los tratará
el rey que reinará sobre ellos.» 10 Sa¬
muel transmitió al pueblo que le
pedía rey todo lo que le había dicho
Yave, 11 y les dijo: «Ved cómo os
tratará el rey que reinará sobre vos¬
otros: Cogerá a vuestros hijos y los
pondrá sobre sus carros y entre sus
¡ aurigas, y los hará correr delante su
carro. 12 De ellos hará jefes de mil,
de ciento y de cincuenta; los hará
labrar sus campos, recolectar sus mie-
ses, fabricar sus armas de guerra y
el atelaje de sus carros. 13 Tomará
a vuestras hijas para perfumeras, co¬
cineras y panaderas. 14 Tomará vues¬
tros mejores campos, viñas y oliva¬
res, y se los dará a sus servidores.
15 Diezmará vuestras cosechas y vues¬
tros vinos, para sus eunucos y servi¬
dores. 18 Cogerá vuestros siervos y
vuestras siervas, vuestros mejores
bueyes y asnos, para emplearlos en
sus obras. 17 Diezmará vuestros re¬
baños y vosotros mismos seréis es¬
clavos suyos. 18 Entonces clamaréis
a Yave, pero Yave no os oirá.» 19 El
pueblo desoyó a Samuel, y dijeron:
«Xo, no, que haya sobre nosotros un
rey, 20 y así seremos como todos los
pueblos: nos juzgará nuestro rey, y
saldrá al frente de nosotros para com¬
batir nuestros combates.» 21 Samuel,
después de oír las palabras del pue¬
blo, se las repitió a Yave; 22 y Yave
le dijo: «Escúchalos y pon sobre ellos
un rey.» Entonces dijo Samuel al
pueblo: «Váyase cada uno a su ciu¬
dad.»
Saúl.
9 1 Había en Benjamín un hombre,
llamado Quis, hijo de Abicl, hijo
de Seror, hijo de Bocorat, hijo de
Afia, de Gucba de Benjamín. Era
hombre valiente; 2 y tenía un hijo
de nombre Saúl, robusto y alto. Xo
había hijo de Israel más alto que él,
y a todos les sacaba la cabeza. 3 Ex¬
traviáronse las asnas de Quis, padre
SAMUEL I, 10
L>81
de Saúl; y dijo Quis a Saúl: «Lleva
contigo un mozo y vete en busca de
las asnas.» (i) * * 4 Recorrió los montes de
Efraím y atravesó la tierra de Salisa,
sin hallarlas. Recorrieron también la
región de Saliin, y tampoco estaban
allí; volvieron a tierra de Benjamín,
y tampoco las hallaron. 6 Cuando lle¬
garon a la región de Suf, dijo Saúl
al mozo que le acompañaba: «Vamos
a volvernos, no sea que mi padre,
más que por las asnas, esté ya in¬
tranquilo por nosotros.» 6 El mozo le
dijo: «Mira, en esta ciudad hay un
hombre de Dios muy famoso. Cuanto
él dice seguramente sucede. 7 Vamos,
pues, allá, que quizá él nos diga eí
camino que hemos de seguir.» 7 Saúl
dijo al mozo: «Vamos allá, pero ¿qué
vamos a llevarle? Ya no hay provi¬
siones en las alforjas, y nosotros no
tenemos nada que podamos ofrecerle
como presente.» 8 El mozo le dijo:
«Mira, he encontrado un cuarto de
sielo de plata; se lo daré al hombre
de Dios, y él nos indicará nuestro
camino.» 9 En otro tiempo, en Israel,
los que iban a consultar a Dios se
decían unos a otros: «Venid, vamos
a consultar al vidente»; pues al que
llaman hoy profeta le llamaban antes
vidente. 10 Saúl dijo al mozo: «Has
tenido buena idea, vamos»; y se diri¬
gieron a la ciudad, donde estaba el
hombre de Dios. 11 Cuando subían el
repecho que conduce a la ciudad, en¬
contraron a unas jóvenes que habían
salido a coger agua, y les pregunta¬
ron: «¿Está aquí el vidente?» 12 Ellas
les respondieron, dieiendo: «Sí, aquí
está; mira allí delante; pero ve pronto,
porque ha venido hoy a la ciudad
por tener el pueblo un sacrificio en
la altura. 13 En cuanto entréis en la
ciudad id a verle, antes que suba a
la altura para la comida, pues el
pueblo no comerá antes que llegue
él, que es quien ha de bendecir el
saerifieio, y después comerán los in¬
vitados. Subid, pues, ahora mismo
y le hallaréis.» 14 Ellos subieron a la
ciudad. Cuando entraban en ella en¬
contraron a Samuel, que salía para
subir a la altura. 16 Un día antes de
la llegada de Saúl, había hecho Yave
una revelación a Samuel, dieiéndole:
16 «Mañana, a esta hora, yo te man¬
daré a un hombre de Benjamín, y tú
le ungirás por jefe de mi pueblo, de
Israel, y él librará a mi pueblo de
la mano de los filisteos, pues he visto
la humillación de mi pueblo y han
llegado hasta mí sus clamores.»
17 Luego que Samuel vió a Saúl, le
dijo Yave: «Este es el hombre de
quien te hablé ayer. Este reinará sobre
mi pueblo.» 18 Saúl se acercó a Sa¬
muel dentro de la puerta, y le dijo:
«¿Harías el favor de indiearme dónde
está la casa del vidente?» 19 Samuel
le contestó: «Soy yo el vidente; sube
delante de mí a la altura y comeréis
hoy conmigo. Mañana te despediré
y te diré cuanto tienes en tu corazón.
20 Por las asnas que hace tres días
perdiste, no te inquietes, han sido
halladas. ¿De quién va a ser euanto
de precioso hay en Israel? ¿No va a
ser tuyo y de toda la casa de tu padri ?»
21 Saúl respondió: «¿Pues no soy yo
benjaminita? ¿No soy yo de la mí¬
nima tribu de Israel, de Benjamín,
y no es mi familia la menor de las
familias de Benjamín? ¿Por qué me
dices eso?» 22 Samuel, tomando a
Saúl y a su mozo, los introdujo en el
comedor y les dió el primer lugar, a
la cabeza de los invitados, que eran
unos treinta hombres. 23 Samuel dijo
al cocinero: «Dame la porción que te
mandé pusieras aparte.» 24 El coci¬
nero cogió un brazuelo y el rabo y
lo puso ante Saúl. «Es la porción que
se te reservaba», dijo a éste Samuel:
«Ponlo delante de ti y come, pues
la hice guardar cuando eonvoqué al
pueblo, para el momento oportuno.»
Comió Saúl con Samuel aquel día.
25 Bajaron de la altura a la ciudad,
y Samuel estuvo hablando con Saúl
en la terraza, y luego se acostaron.
26 Al dia siguiente, a la aurora, llamó
Samuel a Saúl a la terraza, y le
dijo: «Levántate y te despediré.» Le¬
vantóse Saúl y salieron ambos juntos.
27 Cuando hubieron bajado al extre¬
mo de la eiudad, dijo Samuel a Saúl:
«Dile al mozo que pase delante de
nosotros.» Tomó el mozo la delantera,
y dijo Samuel: «Detente ahora, que
te dé a eonoeer lo que dice Yave.»
Unción de Saúl.
1 A 1 Cogió Samuel una redoma de
1U óleo, la vertió sobre la cabeza
de Saúl, y le besó diciendo: «Yave
te unge (l)por príncipe de su here-
(i) La unción es una consagración. Ade¬
más, en Israel la unción del rey vino a tener una
significación equivalente a lo que nosotros
decimos coronación. Es signo del especia]
282
SAMUEL I, 10
dad. Tú reinarás sobre el pueblo de
Yavc y le salvarás de la mano de los
enemigos que le rodean. Esto te será
señal de que Ya ve te ha ungido como
jefe de su heredad: (i) 2 * * Cuando hoy
me dejes, encontrarás dos hombres
cerca del sepulcro de Raquel, en tierra
de Benjamín, al mediodía, que te
dirán: Las asnas que has ido a bus¬
car han parecido, y tu padre no piensa
ya en ellas, sino en vosotros, y dice:
¿Cómo haré yo para saber de mi hijo?
3 Siguiendo tu camino, llegarás a
la encina de la lamentación de Dé-
bora, y te encontrarás con tres hom¬
bres subiendo a Dios a Betel, y lle¬
vando uno tres cabritos, el otro tres,
panes, y el otro una bota de vino;
4 después de preguntarte por tu salud,
te darán dos de los panes, que tú
tomarás de su mano; 5 luego llegarás
a Cucha Elohim, donde hay una guar¬
nición de filisteos; y al entrar en la
ciudad te encontrarás con un grupo
de profetas, bajando del excelso,
precedidos de salterios, tímpanos,
flautas y arpas, y profetizando. 6 El
espíritu de Yave se apoderará de
tí, y profetizarás con ellos y te
transformarás en otro hombre. 7 Cuan¬
do todas estas señales se hayan
cumplido en ti, haz lo que te
venga a mano, pues Dios estará con¬
tigo. 8 Baja antes que yo a Gálgalg,
a donde iré a reunirme contigo,
para ofrecer holocaustos y sacri¬
ficios eucarísticos. Espera siete días,
hasta que yo vaya y te diga lo que
has de hacer.»
9 En cuanto volvió Saúl las espal¬
das para apartarse de Samuel, se
sintió otro, y todas las señales aque¬
llas le sucedieron el mismo día.
10 Cuando llegaron a Gueba encon¬
tráronse con un tropel de profetas,
y le arrebató el espíritu de Dios y se
puso a profetizar en medio de ellos.
11 Cuantos de antes le conocían se
preguntaban: «¿Qué le ha pasado al
hijo de Quis? jSaúl entre los profe-
tasl» 12 Uno de los presentes con¬
testó: «¿Y quién es el padre de esos
otros?» Por eso ha quedado en pro¬
verbio: «¿También Saúl entre los pro¬
fetas?» 13 Cuando hubo acabado de
profetizar, subió a Gueba. 14 Un tío
de Saúl preguntó a éste: «¿A dónde
carácter que en Israel tenía la realeza. No es el
rey un poder meramente políuco, como en las
demás naciones, sino el ministro de Dios,
que vicariamente rige su pueblo.
habéis ido?» Saúl respondió: «A bus¬
car las asnas, pero no las hemos
visto por ninguna parte y fuimos
a casa de Samuel.» 15 El tío le
dijo: «Cuéntame lo que te ha dicho
Samuel»; 16 .y Saúl respondió: «Nos
dió a saber que las asnas habían
parecido»; pero en cuanto a lo del rei¬
no, nada le dijo de lo que le había ha¬
blado Samuel.
Elección de Saúl a la suerte.
17 Samuel convocó al pueblo ante
Yave en Masía, 18 y dijo a los hijos
de Israel: «Así habla Yave, Dios de
Israel: Yo os saque de Egipto; yo
os he librado de la mano de los
egipcios y de la de cuantos reyes os
oprimieron; 19 y vosotros hoy recha¬
záis a vuestro Dios, que os ha libra¬
do de vuestros males y de vuestras
aflicciones, y le decís: ¡No, pon sobre
nosotros un rcyl Presentaos ahora
ante Yave, por tribus y por fami¬
lias» (1). 20 Samuel hizo que Se acer¬
casen todas las tribus de Israel, y
fue sacada la tribu de Benjamín.
21 Hizo que se acercara la tribu de
• Benjamín, por familias, y fué elegida
la familia de Metri; e hizo acercar a
la familia de Metri, por varones, y
fué elegido Saúl, hijo de Quis. Bus¬
cáronle,. pero no le hallaron. 22 Pre¬
guntaron entonces de nuevo a Yave:
«¿Ha venido?» Y Yave respondió:
«Está escondido entre los bagajes.»
23 Corrieron a sacarle de allí, y cuan¬
do estuvo en medio del pueblo so¬
bresalía de entre todos, de los hom¬
bros arriba. 24 Samuel dijo al pueblo:
«No hay entre todos otro como él.»
Y el pueblo se puso a gritar «¡Viva
el rcyl». 25 Entonces expuso San uel
al pueblo el derecho real y lo esen-
bió en un libro, que depositó ante
Yave; 26 y despidió Samuel al pueblo
todo, cada uno a su casa.
También Saúl se fué a su casa, a
Gueba, acompañado de una tropa
de hombres robustos, cuyos corazo¬
nes había tocado Dios. 27 Sin embar¬
go, algunos perversos decían: «¿Este
va a salvarnos?» Y despreciándole,
no le hicieron presentes.
(i) Saúl, que había sido ungido en pri¬
vado, es ahora públicamente elegido a la suerte,
que es un medio de que se manifieste la volun¬
tad de Dios. (Prov. 16. 33.)
SAMUEL I, 11, 12
283
Derrota de los amonitas y libe¬
ración de Jal)cs (¿alad.
A i 1 Pasó cosa de un mes, y subió
* * Najas, amonita, y sitió a Ja-
bes Calad. Los habitantes de Jabes
dijeron a Najas: «Pacta con nosotros
y te serviremos.» 2 Pero Najas, amo¬
nita, les respondió: «Pactaré, a con¬
dición de sacaros a cada uno de
vosotros el ojo derecho y hacer de
esto oprobio para todo Israel.» 3 Di-
jéronle los ancianos de Jabes: «Danos
tregua de siete días, para mandar
mensajeros por todo Israel; si no
viene nadie a socorrernos, nos ren¬
diremos a ti.» 4 Vinieron mensajeros
a Cucha, de Saúl, y contaron al pue¬
blo esto, y el pueblo todo alzó la voz
y lloró. 5 Venía entonces Saúl del
campo tras de sus bueyes, y pregun¬
tó: «¿Qué tiene el pueblo para llorar
así?» Contáronle lo que decían los
de Jabes. 6 En cuanto lo oyó, le
arrebató el espíritu de Yave y se
encendió en cólera. 7 Cogió un par
de bueyes, los cortó en pedazos y r
mandó éstos por todo el territorio
de Israel, por medio de mensajeros
que dijeran: «Asi serán tratados los
bueyes de cuantos no se pongan en
marcha tras Saúl y Samuel.» El terror
de Yave cayó sobre el pueblo, que se
puso en marcha como un solo hombre.
8 Saúl los revistó en Bezcc; y los hijos
de Israel eran trescientos mil; los de
Judá, treinta mil. 9 Dijo a los men-
sajeios que habían venido de Jabes:
«Decid a los hombres de Jabes Calad:
Mañana, a medio día, seréis socorri¬
dos.» Los mensajeros llevaron la no¬
ticia a los hombres de Jabes, que se
llenaron de alegría, 10 y dijeron a los
amonitas: «Mañana nos rendiremos
a vosotros, para que con nosotros
hagáis lo que bien os parezca.» 11 Al
día siguiente, dividió Saúl el pueblo
en tres cuerpos; y a la vigilia matu¬
tina penetraron en el campamento
de los amonitas y los estuvieron ba¬
tiendo hasta la hora de más calor.
Los que escaparon se dispersaron de
tal modo, que no quedaron dos hom¬
bres juntos.
12 El pueblo decía a Samuel: «¿Quié¬
nes son los que decían: Saúl va a
reinar sobre vosotros? Entréganos
esas gentes para que les demos muer¬
te.» 13 Pero Saúl dijo: «Nadie será
muerto hoy, pues hoy ha salvado
Yave a Israel.» 14 Y dijo Samuel al
pueblo: «Venid y vayamos a Gál-
gala, para renovar allí el reino . » 16 Todo
el pueblo fué a Gálgala, y restablecie¬
ron a Saúl rey ante Yave en Gálgala
y ofrecieron sacrificios eucarísticos,
dando Saúl y todo el pueblo mues¬
tras de gran regocijo.
Samuel resigna la judicatura.
19 1 Dijo Samuel a todo Israel:
* «Ya veis que os he oído en
cuanto me habéis dicho, y que he
puesto sobre vosotros un rey. 2 Ahora,
pues, tenéis ya rey que marche a vues¬
tra cabeza. Yo ya soy viejo y he en¬
canecido, y mis hijos ahí los tenéis
entre vosotros, como unos de tantos.
He estado al frente de vosotros, desde
mi juventud hasta hoy. 3 Aquí me
tenéis. Dad testimonio de mí ante
Yave y ante su ungido. ¿He quitado
a nadie un buey? ¿He quitado a nadie
un asno? ¿He oprimido a nadie? ¿He
perjudicado a nadie? ¿He aceptado
de nadie presentes que no me dejaran
ver lo que él hacía? Os lo restituiré.»
4 Ellos respondieron: «No nos has
perjudicado, no nos has oprimido,
de nadie has aceptado nada.» 5 El
les dijo: «Testigo Yave contra vos¬
otros, y lo es también hoy su ungido,
de que nada habéis hallado en mis
manos.» El pueblo respondió: «Tes¬
tigo.» 6 Samuel añadió: «Yave, que
hizo a Moisés y Arón y sacó a vues¬
tros padres de Egipto, es testigo.
7 Ahora, pues, poneos delante de
Yave, que quiero juzgaros ante Yave
por los beneficios que os ha hecho
a vosotros y a vuestros padres.
8 Cuando Jacob con sus hijos entró
en Egipto y los humillaron los egip¬
cios, y vuestros padres clamaron a
Yave, Yave les mandó a Moisés y
Arón, que los sacaron de Egipto, y
los establecieron en este lugar. 9 Pero
se olvidaron de Yave, su Dios, y éste
los entregó en manos *de Sisara, jefe
del ejército de Jasor, en manos de
los filisteos, en manos del rey de Moab,
que les hicieron la guerra. i0 Clama¬
ron a Yave, diciendo: «Hemos peca¬
do, porque hemos abandonado a Yave
y hemos servido a los Baales y los
Astartes. Líbranos ahora y nosotros
te serviremos. 11 Mandóles Yave a
Jerobaal, Bedan, Jefté y Samuel, y
os libró de manos de los enemigos
1 que teníais en torno vuestro, y habéis
habitado vuestras casas en seguridad.
1 12 Y ahora, cuando habéis visto que
281
SAMUEL i. 13
Najas, rey de los hijos de Ammón, se
ponía en" marcha contra vosotros,
me habéis dicho: No, que reine un
rey sobre nosotros; cuando Yave,
vuestro Dios, era vuestro rey. 13 Ahí
tenéis, pues, el rey que habéis que¬
rido y habéis pedido; Yave le ha
puesto por rey vuestro. 14 Si teméis
a Yave, si le servís y obedecéis, si
no sois rebeldes a los mandatos de
Yave, viviréis vosotros y vuestro
rey, que reinará sobre vosotros.
15 Pero si no obedecéis a Yave, si
sois rebeldes a sus mandatos, tendréis
contra vosotros la mano de Yave,
como contra ellos la tuvieron vues¬
tros padres. 16 Quedaos todavía, para
que veáis el prodigio que va a obrar
Yave a vuestros ojos. 17 ¿No estamos
en el tierppo de la siega de los trigos?
Pues yo voy a invocar a Yave, y
Yave tronará y lloverá, y veréis así
cuán grande es a los ojos de Yave el
mal que habéis hecho pidiendo un rey.»
18 Invocó Samuel a Yave, y aquel
mismo día dio Yave truenos y lluvia,
y todo el pueblo tuvo gran temor
de Yave y de Samuel; 19 y dijeron
a éste: «Ruega por tus siervos a Yave,
tu Dios, para que no muramos, pues
a todos nuestros peeados hemos aña¬
dido el de pedirnos un rey.» 20 Samuel
les dijo: «No temáis; habéis hecho
todo ese mal, pero no ceséis de seguir
a Yave y servirle con todo vuestro
corazón. 21 No os apartéis de él,
porque será ir tras vanidades que
no os darían provecho ni ayuda
alguna, porque de nada sirven. 22 Ya¬
ve, por la gloria de su nombre, no
abandonará a su pueblo, ya que ha
querido haceros el pueblo suyo. 23 Le¬
jos también de mí pecar contra Yave,
dejando de rogar por vosotros; yo os
mostraré el camino bueno y derecho.
24 Temed sólo a Yave, servidle
fielmente y con todo vuestro cora¬
zón, pues ya habéis visto los prodi¬
gios que ha hecho en medio de vos¬
otros. 25 Pero si perseveráis en el
mal, pereceréis vosotros y vuestro
rey.»
IVueva invasión de los filisteos.
t o 1 Era Saúl de . (1) años
cuando comenzó a reinar, y
había ya reinado dos años sobre
(i) Ni el texio ni las versiones antiguas
nos dan el número, que parece haber desapa¬
recido.
Israel. 2 * Saúl eligió para sí tres mil
hombres de Israel. Dos mil estaban
con él en Mijmas y sobre el monte
de Betel, y mil con Jonatán, en Gueba
de Benjamín. El resto del pueblo
lo mandó cada uno a su tienda.
3 Jonatán batió a la guarnición de
filisteos que había en Gueba; y al
saberlo dijeron los filisteos: «Se han
rebelado los hebreos.» Saúl hizo que
tocasen la trompeta por toda la
tierra; 4 * y todo Israel supo la no¬
ticia: «Saúl ha batido a la guarni¬
ción de los filisteos»; e Israel se hizo
odioso a los filisteos, y fué convo¬
cado el pueblo por Saúl a Mijmas.
5 Reuniéronse los filisteos para com¬
batir contra Israel; mil carros y
seis mil caballeros, y de pueblo un
número comparable a las arenas del
mar. Vinieron a acampar en Mijmas,
al oriente de Bct Horon. 8 Los hom¬
bres de Israel- se vieron en gran
aprieto, pues estaban casi cercados,
y se ocultaron en las cavernas, en
la maleza y en las peñas, en las torres
y en las cisternas; 7 y los de más
lejos pasaron el Jordán y se inter¬
naron en tierra de Gad y de Calad.
Pecado de Saúl.
Saúl estaba todavía en Gálgala,
y la gente que estaba con él se dis¬
persaba. 6 Esperó siete días, según
el término que había fijado Samuel;
pero Samuel no venía, y la gente se
dispersaba cada vez más. 9 Entonces
dijo Saúl: «Traedme el holocausto
y las hostias pacíficas»; y ofreció el
holocausto (1). 10 Apenas ofrecido
el holocausto, vino Samuel y Saúl
salió a su encuentro para saludarle.
11 Samuel le dijo: «¿Qué has hecho?»
Saúl respondió: «Viendo que la gente
se dispersaba, que tú no venías en
el término fijado y que los filisteos
acampaban en Mijmas, 12 me dije:
Los filisteos van a venir a atacarme
a Gálgala y yo no lie implorado a
Yave. Entonces, obligado por la ne¬
cesidad, he ofrecido el holocausto.»
13 Samuel dijo a Saúl: «Has obrado
neciamente y has desobedecido el
mandato de Yave, tu Dios. Estaba
(i) Esia intromisión de Saúl, así como la
desobediencia en el cumplimiento de la orden
de Dios, de dar al anatema todo lo de Amalee,
son muestras de la indocilidad de Saúl, indoci¬
lidad que se da como causa de su reprobación
y del cambio de dinaslía.
SAMUEL 1, 14
285
Yave para afirmar tu reino sobre
Israel, para siempre; 14 pero ahora
ya tu reino no persistirá. Ha bus¬
cado Yave un hombre según su
corazón, para que sea jefe de su
pueblo, porque tú no has cumplido
lo que Dios te había mandado.»
15 Levantóse Samuel, y de Gálgala
subió a Gueba de Benjamín. Saúl
revistó su tropa, y quedaban con
él seiscientos hombres. 16 Saúl, Jona¬
tán, su hijo, y la gente que con ellos
quedaba, se apostaron en Gueba de
Benjamín, mientras los filisteos acam¬
paban en Mijmas. 17 Salieron del
campamento de los filisteos tres tro¬
pas en algara, para saquear la tierra.
Una tomó el camino de Ofra, hacia
la tierra de Saúl; 18 otra el de Bet
Horón, y la tercera el de Gueba,
que domina el valle de Seboim, hacia
el desierto. 19 No había en toda la
tierra de Israel herrero alguno, pues
los filisteos se habían dicho: «Que
no puedan los hebreos forjar espadas
ni lanzas.» 20 Todo Israel tenía que
bajar a tierra de los filisteos, para
aguzar cada uno su reja, su segur,
su azadón o su pico. 21 No se disponía
más que de la lima, para sacar el
filo a toda clase de segures, tridentes
y hoces, y para aguzar las aijadas.
22 Llegado el día del combate, no
había en mano del pueblo todo que
estaba con Saúl y Samuel espada ni
lanza, más que las de Saúl y las de
Jonatán, su hijo. 23 Los filisteos
habían salido para guarnecer el paso
de Mijmas.
Hazaña «le .Tonnfiín y derrota de
los filisteos.
* \ 1 Un día Jonatán dijo a su
1** escudero: «Anda, vamos a pasar
al puesto de los filisteos que está
allí del otro lado.» Nada había dicho
a su padre. 2 Saúl estaba apostado al
extremo de Gueba, bajo el granado
de Magrón, y tenía con él unos seis¬
cientos hombres. 3 Ajías, hijo de
Ajijot, hermano de Icabod, hijo de
Fines, hijo de Helí, era sacerdote
de Yave en Silo, y llevaba el efod.
Tampoco la gente sabía nada de a
dónde había ido Jonatán. 4 Entre los
pasos por donde Jonatán tentaba
llegar al puesto de los filisteos había
un diente de roca de un lado y otro
del otro, el uno de nombre Boses y el
otro Sene. 6 Uno de ellos se alza
al norte enfrente de Mijmas, y el
otro al mediodía, enfrente de Gueba.
6 Jonatán dijo a su escudero: «Anda,
vamos a pasar al puesto de los incir¬
cuncisos; puede ser que Yave nos
ayude, pues nada le impide salvar
con muchos o con pocos.» 7 Su escu¬
dero le respondió: «Haz lo que quieras.
Donde tu vayas, pronto estoy a
seguirte.» 8 Jonatán le dijo: «Vamos
a pasar hacia ésos y a dejarnos ver
de ellos. 9 Si nos dicen: «Esperad a
que vayamos», nosotros nos queda¬
remos donde estemos y no subiremos
a ellos; 10 pero si nos dicen: «Subid
acá», subiremos, porque Yave nos los
ha entregado en nuestras manos.
Esa será para nosotros la señal.»
11 Hiciéronse ver ambos del puesto
de los filisteos, y éstos dijeron: «Mirad,
los hebreos salen de los agujeros
donde se habían metido»; 12 y diri¬
giéndose a Jonatán y a su escudero,
dijeron: «Subid a nosotros y os ense¬
ñaremos una cosa.» Jonatán dijo al
escudero: «Sube detrás de mí, que
Yave los ha puesto en nuestras ma¬
nos.» 13 Y sirviéndose de manos y
pies, subió Jonatán, seguido de su
escudero. Los filisteos, unos caían
delante de Jonatán, y otros detrás
de él, los mataba el escudero. 14 Esta
primera matanza que hizo Jonatán
fué de unos veinte hombres; en un
espacio como de la mitad de una
yugada. 15 Trascendió el espanto al
campamento, al llano y a todos los
puestos de los filisteos, y aun las
tres columnas de saqueadores fueron
presa del terror. Temblaba la tierra.
Fué un espanto de Dios. 16 Los cen¬
tinelas de Saúl, que estaban en Gueba
de Benjamín, vieron cómo la mu¬
chedumbre se dispersaba y corría de
un lado para otro. 17 Saúl dijo a la
gente que tenía con él: «Pasad re¬
vista y ved quién falta de entre
nosotros.» Pasáronla, y se halló que
faltaban Jonatán y su escudero.
18 Dijo entonces Saúl a Ajías: «Trae
el efod»; pues había llevado el efod
y lo tenía allí aquel día ante Israel.
19 Mientras Saúl hablaba con el sacer¬
dote, iba extendiéndose y creciendo
el tumulto en el campamento de los
filisteos; y Saúl dijo al sacerdote:
«Retira tu mano.» 20 Saúl y cuantos
con él estaban se reunieron y avan¬
zaron hasta el lugar de la lucha, y
vieron que los filisteos habían vuelto
sus armas unos contra otros y la
confusión era grandísima. 21 Los he
266
SAMUEL I, 14
breos que de antes estaban con los
filisteos y habían subido con ellos
al campamento, se pusieron también
del lado de los de Israel, que estaban
con Saúl y Jonatán. 22 Los que de
Israel se ~ habían ocultado en los
montes de Efraíin, al tener noticia
de la huida de los filisteos se pusie¬
ron igualmente a perseguirlos. 23 Así
libró Yave aquel día a Israel. El
combate siguió hasta Bet Horón.
24 Vinieron a ser los que se reunieron
con Saúl unos diez mil hombres, y se
extendió la lucha por todos los mon¬
tes de Efraím.
Temerario juramento de Saúl.
Saúl cometió aquel día una gran
imprudencia, pues conjuró al pueblo,
diciendo: «Maldito el hombre que
coma nada hasta la tarde, mientras
no me haya vengado de mis ene¬
migos.» Y nadie probó bocado. 25 El
pueblo estaba extenuado por la fati¬
ga; 26 y llegó a un bosque donde había
mucha miel en el suelo. A pesar de
ver la miel corriendo por el suelo,
nadie la tomó para llevársela a la
boca, por temor del juramento hecho.
27 Pero Jonatán, que nada sabía
del juramento que su padre había
hecho hacer al pueblo, metió la punta
del bastón que llevaba en la mano
en un panal de miel, y se la llevó a
la boca con la mano, y le brillaron
los ojos. 29 Uno del pueblo le advirtió:
«Tu padre ha hecho jurar al pueblo,
diciendo: «Maldito el hombre que
coma hoy.» 29 Jonatán respondió:
«Mi padre ha hecho hoy mucho mal
al pueblo. ¿Xo veis cómo han bri¬
llado mis ojos sólo con haber pro¬
bado un poco de miel? 30 Si el pueblo
hubiera comido hoy del botín cogido
a los enemigos, icuánto mayor habría
sido la derrota de los filisteos!»
31 Batieron aquel día a los filisteos
desde Mijmas hasta Ayalón. El pue¬
blo, desfallecido, 32 cuando volvió
sobre el botín, cogió ovejas, bueyes
y terneros; y matándolos en el suelo,
comió la carne con su sangre. 33 Dijé-
ronlc a Saúl que el pueblo había
pecado contra Yave, comiendo la
carne con su sangre; y dijo: «Habéis
prevaricado. Traedme luego una pie¬
dra grande», 34 y añadió: «Id por
todo el pueblo y decidle que inc traiga
cada uno su buey o su oveja, y que
la degüelle aquí. Después comeréis,
y no pecaréis contra Yave comiendo
la carne con sangre.» Llevó cada cual
de la mano durante la noche su buey,
y le degolló sobre la piedra. 35 Saúl
alzó un altar a Yave. Fué el primer
altar que alzó Saúl.
38 Saúl dijo: «Vamos a salir a per¬
seguir a los filisteos durante la noche,
a destrozarlos hasta que luzca el día,
sin dejar uno solo con vida.» Y le
dijeron: «Haz cuanto bien te parezca»
Y él dijo al sacerdote: «Acércate»;
37 y consultó a Dios: «¿He de bajar
en persecución del enemigo? ¿Los en¬
tregarás en manos de Israel?» Pero
Yave no dió aquel día respuesta.
38 Saúl dijo: «Acercaos aquí todos los
jefes de tribus del pueblo, y buscad,
a ver por quién haya sido cometido
el pecado; 39 pues por vida de Yave,
el salvador de Israel, que si hubiera
sido por Jonatán, mi hijo, sin remi¬
sión morirá.» Nadie del pueblo osó
responderle. 40 Dijo, pues, a todo
Israel: «Poneos todos vosotros de un
lado, y yo y mi hijo nos pondremos
del otro.» El pueblo contestó: «Haz
como bien te parezca.» 41 Saúl dijo:
«Yave, Dios de Israel, ¿cómo es que
no respondes hoy a tu siervo? Si en
mí o en Jonatán, mi hijo, está este
pecado, Yave, Dios de Israel, da
xtrim; y si está la iniquidad en el
pueblo, da ivmhn. Y fueron señala¬
dos por la suerte Jonatán y Saúl y
librado el pueblo. 42 Saúl dijo: «Echad
ahora la suerte entre mí y Jonatán,
mi hijo»; y fué señalado Jonatán.
43 Saúl dijo a Jonatán: «Dime qué
has hecho.» Y Jonatán respondió:
«He gustado un poco de miel con
la punta del bastón que llevaba en
la mano, ¿y por eso voy a morir?»
44 Saúl dijo: «Que me castigue Dios
con todo rigor si no mucres, Jonatán.»
46 El pueblo dijo entonces a Saúl:
«¿Va a morir Jonatán, el que ha
hecho en Israel esta gran liberación?
]Jamás! Vive Yave, no caerá a tierra
un solo cabello de su cabeza, pues
hoy ha obrado con Dios.» Así salvó
el pueblo a Jonatán y no murió.
48 Saúl desistió de salir en persecu¬
ción de los filisteos, y éstos llegaron
a su tierra. 47 Mientras Saúl reinó
sobre Israel, hizo la guerra a todos
los enemigos de en torno; a Moab,
a los hijos de Ammán, a Aram Bet
Bcjob, al rey de Soba y a los filis¬
teos, venciendo en todas partes a
donde se volvía. 48 Llegó a ser muy
fuerte: derrotó a Amalee V libró a
SAMUEL I, 15
287
Israel de las manos de cuantos antes
le saqueaban.
49 Los hijos de Saúl fueron Jonatán,
Jesui y Mclquisua; sus dos hijas se
llamaron: Merob la mayor y Michol
la menor. 60 La mujer de Saúl se
llamaba Ajinoam, hija de Ajimas.
El nombre del jefe de su ejército era
Abner, hijo de Ner, lío de Saúl.
51 Quis, padre de Saúl, y Ner, padre
de Abner, eran hijos de Abiel.
62 La guerra contra los filisteos
filé encarnizada, durante toda la vida
de Saúl: y en cuanto veía Saúl un
hombre robusto y valiente, le ponía
a su servicio.
Desobediencia de Saúl al mandato
de Yave.
-i ir 1 Samuel dijo a Saúl: «A mí
* ^ me envió Yave para que te
ungiera rey de su pueblo, de Israel.
Escucha, pues, ahora lo que te dice
Yave: 2 * Así habla Yave Sebaot:
Tengo presente lo que hizo Amalee
contra Israel, cuando le cerró el
camino a su salida de Egipto: Ve,
pues, ahora, y castiga a Amalee;
3 y da al anatema cuanto es suyo (1).
No perdones; mata a hombres, muje¬
res y niños, aun los de pedio; bueyes
y ovejas, camellos y asnos.» 4 Dio,
pues, Saúl la orden al pueblo y lo
congregó en Telaim. Contó doscien¬
tos mil infantes y diez mil hombres
de Judá. 5 Avanzó Saúl hasta las
ciudades de Amalee y puso una em¬
boscada en el torrente; 6 y dijo a
los quincos: «Id, retiraos, salid de
en medio de Amalee, no sea que. os
veáis envueltos con él; pues vosotros
tratasteis con benevolencia a los hijos
de Israel cuando subían de Egipto.»
Retiráronse, pues, de Amalee, los
quíneos. 7 * Saúl batió a Amalee,
desde Evila hasta Sur, frente a Egipto.
8 Cogió vivo a Agag, rey de Amalee,
y dió al anatema a todo el pueblo,
pasándolo a filo de espada. 9 * Pero
Saúl y el pueblo dejaron con vida
(i) Entre Amalee, pueblo nómada, siempre
dispuesto a echarse sobre un pueblo sedentario
como ya era Israel, y este último, no podía
menos de haber perpetua guerra. Ya a la salida
de Egipto se echó traidoramente Amalee sobre
la retaguardia de Israel y apresó y mató a los
rezagados por la fatiga; y después constante¬
mente se registran incursiones de los amale-
citas contra Israel. (Exod. 17 8 sigs. Deut. 26.
17 sigs. I. Sam. 30.)
a Agag y las mejores ovejas y los
mejores bueyes, los más gordos y
cebados, no dándolos al anatema y
destruyendo solamente lo malo y
sin valor.
Saúl, rechazado por Dios.
10 Yave dirigió a Samuel su pala¬
bra, diciendo: 11 «Estoy arrepentido
de haber hecho rey a Saúl, pues se
aparta de mí y no hace lo que le
digo.» Samuel se entristeció y estuvo
clamando a Yave toda la noche;
12 y levantándose de mañana, para
ir al encuentro de Saúl, supo que
había ido al Carmelo, donde se había
alzado un monumento, y de vuelta,
pasando más allá, había bajado a
Gálgala. 13 Dirigióse, pues a donde
estaba Saúl, y le dijo Saúl: «Bendito
seas de Yave. He cumplido la orden
de Yave.» 14 Samuel le contestó:
«¿Qué es entonces ese balar de ovejas
que llega a mis oídos, y ese mugir
de bueyes que oigo?» 15 Saúl res¬
pondió: «Los han traído de Amalee,
pues el pueblo ha reservado las me¬
jores ovejas y los mejores bueyes,
para los sacrificios de Yave, tu Dios;
el resto ha sido dado al anatema.»
16 Samuel dijo entonces a Saúl:
«Basta; voy a darte a conocer lo que
Yave me ha dicho esta noche.»
Saúl le dijo: «Habla.» 17 Samuel dijo:
«¿No es verdad que, hallándote tú
pequeño a tus propios ojos, has
venido a ser el jefe de las tribus de
Israel y te ha ungido Yave rey sobre
Israel? 18 Yave te dió una misión,
diciéndote: Ve y da al anatema a
esos pecadores de Amalee, y combá¬
telos hasta exterminarlos. 19 ¿Por
qué no has obedecido al mandato
de Yave, y te has echado sobre el
botín, haciendo mal a los ojos de
Yave?» 20 Saúl contestó a Samuel:
«Yo he obedecido el mandato de
Yave, y he seguido el camino que
me ordenó Yave, y he traído a Agag,
rey de Amalee. 21 El pueblo ha tomado
del botín esas ovejas y esos bueyes,
como primicias de lo dado al anatema,
para sacrificarlos a Yave, su Dios,
en Gálgala.» 22 Pero Samuel repuso:
«¿No quiere mejor Yave la obedíen-
¡ cia a sus mandatos, que no los holo-
1 caustos y las víctimas? Mejor es la
obediencia que las víctimas. Y mejor
I escuchar que ofrecer el sebo de los
carneros. 03 Tan pecado es la rebelión
288
SAMUEL I, 16
como la superstición, y la resistencia
como la idolatría. Pues que tú has
rechazado el mandato de Yave, él
te rechaza también a ti como rey.»
24 Dijo entonces Saúl a Samuel:
«He pecado, traspasando el mandato
de Yave y tus palabras; temí al
pueblo y le escuché. Perdona, pues,
te ruego, mi pecado, 25 y vuélvete
conmigo para adorar a Yave.» 26 Sa¬
muel le contestó: «No me volveré
contigo, porque tú rechazaste el man¬
dato de Yave, y Yave te rechaza a
ti para que no reines en Israel.»
27 Volvióse Samuel para irse, pero
Saúl le cogió por la orla del manto,
que se rompió; 28 y le dijo Samuel:
«Hoy ha roto Yave de sobre ti el
reinó, para entregárselo a otro mejor
que tú; 29 y el Esplendor de Israel
no se doblegará, no se arrepentirá,
pues no es un hombre para que se
arrepienta.» 30 Saúl dijo: «He pecado;
pero hónrame ahora, te lo ruego,
en presencia de los ancianos de mi
pueblo y en presencia de Israel, y ven
conmigo a adorar a Yave, tu Dios.»
31 Volvióse Samuel y siguió a Saúl,
y éste adoró a Yave. 32 Samuel dijo:
«Traedme a Agag, rey de Amalee»;
y Agag se acercó a él con rostro com¬
placiente, diciendo: «Seguramente se
apartó la amarga muerte.» 33 Samuel
repuso: «Así como a tantas madres
privó tu espada de hijos, así será
entre las mujeres tu madre privada
de su hijo.» Y destrozó a Agag ante
Yave, en Gálgala. 34 Partióse Samuel
para Rama, y Saúl subió a su casa de
Gueba de Saúl. 35 No volvió Samuel
a ver a Saúl hasta el día de su muerte.
Unción de David.
| Como se lamentase Samuel de
* ^ que se hubiera Yave arrepentido
de haber hecho a Saúl rey de Israel, 1
dijo Yave a Samuel: «¿Hasta cuándo
vas a estar tú llorando sobre Saúl, a
quien he rechazado yo para que no
reine más sobre Israel? Llena tu
cuerno de óleo, y ve; te envío a casa
de Isaí de Belén, pues he elegido
entre sus hijos al rey que yo quiero.»
2 «¿Cómo voy a ir?—contestó Sa¬
muel—; lo sabrá Saúl y me matará.»
Yave le dijo: «Lleva contigo una
ternera, y dirás: He venido para
ofrecer a Yave un sacrificio. 3 Invi¬
tarás al sacrificio a Isaí, y ya te
indicaré yo luego lo que has de hacer,
ungiendo al que yo te señale.» 4 Hizo
Samuel lo que le mandaba Yave,
y llegó a Belén. Los ancianos acu¬
dieron inquietos a él y le dijeron:
«¿Tu llegada es para bien?» 5 El
contestó: «Sí, he venido para ofrecer
un sacrificio a Yave. Santificaos y
venid conmigo al sacrificio.» Santi¬
ficó a Isaí y a sus hijos y los invitó
al sacrificio. 6 Cuando se presentaron
ante él, al ver a Eliab, se dijo Samuel:
«Seguramente se halla ante Yave su
ungido.» 7 Pero Yave dijo a Samuel:
«No tengas en cuenta su figura y
su gran talla, que yo le he descar¬
tado. No ve Dios como el hombre;
el hombre ve la figura, pero Yave
mira el corazón.» 8 Isaí llamó a Abi-
nadab y le hizo pasar ante Samuel.
Samuel dijo: «Tampoco es éste el
que ha elegido Yave.» 9 Hizo Isaí
pasar a Sama, y Samuel dijo: «Tam¬
poco éste es el que ha elegido Yave.»
10 Isaí hizo pasar ante Samuel a sus
siete hijos, y Samuel le dijo: «A
ninguno de éstos ha elegido Yave.»
11 Preguntó entonces Samuel: «¿Son
éstos todos tus hijos?» Y él le res¬
pondió: «Queda el más pequeño, que
está apacentando las ovejas.» Samuel
le dijo: «Manda a buscarle, pues no
nos sentaremos a comer mientras
no venga él.» 12 Isaí mandó a bus¬
carle. Era rubio, de hermosos ojos
y muy bella presencia. Yave dijo a
Samuel: «Levántate y úngele, pues
ése es.» 13 Samuel, tomando el cuerno
de óleo, le ungió a la vista de sus
hermanos: y desde aquel momento
en lo sucesivo, vino sobre David el
espíritu de Yave. Samuel se levantó
y se volvió a Rama.
David, al servicio de Saúl.
14 El espíritu de Yave se retiró de
Saúl, y le turbaba un mal espíritu,
mandado de Yave. 15 Y dijeron a
Saúl sus servidores: «Te ves turbado
por un nial espíritu de Dios; 16 per¬
mite, señor, que tus siervos te digan
que se busque a un diestro tañedor
de arpa, que cuando se apodere de y
el mal espíritu de Dios, la toque ti
halles alivio.» 17 Saúl les dijo: «Bus¬
cadme, pues, un buen músico, y
traédmelo.» 18 Tomando uno de los
servidores la palabra, dijo: «Yo he
visto a un hijo de Isaí, de Belén,
que sabe tocar el arpa. Es hombre
fuerte y valiente, hombre de guerra
SAMUEL I. 17
289
y discreto en el hablar, y está Yave
con él.» 19 Saúl envió mensajeros a
casa de Isaí, para decirle: «Mándame
a David, tu hijo, el que está con las
ovejas.» 20 Isaí tomó un omer de
pan, un odre de vino y un cabrito,
y se lo mandó a Saúl por David, su
hijo. 21 Llegado a casa de Saúl,
David se presentó a él. Saúl le cogió
cariño y le hizo escudero suyo. 22 Saúl
dijo a Isaí: «Que se quede, te ruego,
conmigo David, a mi servicio, pues
ha hallado gracia a mis ojos.» 23 Cuan¬
do el mal espíritu de Dios se apode¬
raba de Saúl, David cogía el arpa,
la tocaba, y Saúl se calmaba y se
ponía mejor, y el espíritu malo se
alejaba de él.
El ((¡ríanle Goliat.
1 ^ 1 Los filisteos, juntando sus
1 * tropas para hacer la guerra, se
reunieron en Soco, que pertenece a
Judá. Acamparon entre Soco y Azeca,
en Efes Domim. 2 Reuniéronse tam¬
bién Saúl y los hombres de Israel, y
vinieron al valle del Terebinto, y
pusiéronse allí en orden de batalla
contra los filisteos. 3 Estaban éstos
acampados en un monte y los de
Israel en un monte opuesto, mediando
entre ellos el valle, que los separaba.
4 Salió al medio, de las filas de los
filisteos, un hombre llamado Goliat,
de Get, que tenía de talla seis codos
y un palmo. 3 Cubría su cabeza un
casco de bronce y llevaba una coraza
escamada, de bronce también, de
cinco mil sidos de peso.^ 6 A los pies
llevaba botas de bronce, y a las espal¬
das un escudo, también de bronce.
7 El asta de su lanza era como el
enjillió de un telar, y la punta de la
lanza, de hierro, pesaba seiscientos
sidos. Delante de él iba su escudero.
8 Goliat se paró, y dirigiéndose a las
tropas de Israel, ordenadas en bata¬
lla, les gritó: «¿Para qué os habéis
puesto en orden de batalla? ¿No
soy yo un filisteo y vosotros siervos
de Saúl? Elegid un hombre que
baje a pelear conmigo. 9 Si en la
lucha me vence, que me mate y os
quedaremos sujetos; pero si soy yo
el que le venzo y le mato a él, seréis
vosotros los que nos quedaréis suje¬
tos y nos serviréis.» 10 El filisteo
añadió: «Yo arrojo hoy este reto al
ejército de Israel. Dadme un hombre
y lucharemos.» Al oír las palabras
del filisteo, 11 Saúl y todo Israel se
asombraron y se llenaron de miedo.
Mata David al cjlcjante
12 David era hijo de un efrateo,
de Belén de Judá, que tenía ocho
hijos, llamado Isaí, y era al tiempo
de Saúl uno de los hombres más
ancianos. 13 Los tres hijos mayores
de Isaí habían salido para la guerra,
y se llamaban el mayor Eliab, el
segundo Abinadab, y Samma el ter¬
cero. 14 David era el menor; y cuando
las tropas marcharon tras de Saúl,
15 David iba y venía y apacentaba
las ovejas de su padre en Belén. 16 El
filisteo salía de .su campo mañana y
tarde, y estuvo haciendo así por cua¬
renta días. 17 Isaí dijo a David, su
hijo: «Toma ese rfa de trigo tostado
y esos diez panes, y corre al campa¬
mento donde están tus hermanos;
18 lleva también esos diez requesones,
para el jefe de su millar. Visitas a tus
hermanos para ver cómo están, y
les preguntas si quieren algo.» 19 Saúl,
ellos y todos los hombres de Israel,
estaban en el valle del Terebinto,
en campaña contra los filisteos.
20 David se levantó de madrugada;
y dejando las ovejas al cuidado de
un pastor, se fué, cargado de lo que
le mandara Isaí. 21 Llegó al campa¬
mento cuando el ejército salía a
ordenarse en batalla, lanzando sus
gritos de guerra. 22 Israelitas y filis¬
teos se ordenaban en batalla, ejér¬
cito contra ejército. David dejó los
objetos que traía, en mano de un
guardia del bagaje, y corrió hacia las
filas del ejército. En cuanto llegó,
preguntó a sus hermanos cómo esta¬
ban: 23 pero mientras hablaba con
ellos, el filisteo de Get, Goliat, de
nombre el filisteo , salió de las filas
de los filisteos y se puso a decir
lo de los otros días, oyéndolo David.
24 En viendo a aquél, todos los hom¬
bres de Israel se retiraron ante él,
temblando de miedo. 25 Decíanse
unos a otros: «¿Veis a ese hombre que
avanza? Viene a desafiar a Israel.
Al que le mate le colmará el rey de
riquezas, le dará su hija por mujer
y eximirá de tributos la casa de su
padre.»
26 David preguntó a los que tenía
cerca: «¿Qué darán al que mate a ese
filisteo y arranque a Israel la afrenta?
¿Quién es ese filisteo, ese incircun-
19
290
SAMUEL I, 17
ciso, para insultar así al ejército
del Dios vivo?» 27 La gente le repitió
las mismas palabras, diciendo: «Esto
es lo que harán al que le mate.»
28 Eliab, su hermano, que había
oído hablar a aquellos hombres, se
encendió en cólera contra David, y
le dijo: «¿Para qué has bajado y
a quién has dejado tu pequeño reba¬
ño en el desierto? Conozco tu orgullo
y la malicia de tu corazón. Para ver
la batalla has bajado tú.» 29 David
le contestó: «¿Qué he hecho? Sen¬
cillamente hablar una palabra.» 30 Y
apartándose de él se dirigió a otro,
haciéndole la misma pregunta, y
recibió la misma respuesta.
31 Los que habían oído las pala¬
bras de David se las repitieron a
Saúl, que le mandó venir. 32 David
dijo a Saúl: «Que no desfallezca el
corazón de mi señor, por el filisteo
ése. Tu siervo irá a luchar contra él.»
33 Saúl le dijo: «Tú no puedes ir a
batirte con ese filisteo; eres todavía
un niño, y él es hombre de guerra
desde su juventud.» 34 David dijo
a Saúl: «Cuando tu siervo apacen¬
taba las ovejas de su padre, y venía
un Icón o un oso, y se llevaba una
oveja del rebaño, 35 yo le perseguía,
le golpeaba y le arraneaba de la boca
la oveja; y si se volvía contra mí,
le agarraba por la mandíbula, le
hería y le mataba. 38 Tu siervo ha
matado leones y osos; y esc filisteo,
ese incircunciso, será como uno de
ellos, pues ha insultado al ejército
del Dios vivo.» 37 Y añadió: «Yave,
que me libró del león y del oso, me
librará también de la mano de esc
filisteo.» Saúl entonces le dijo: «Ve,
y que Yave sea contigo.»
38 Saúl hizo que vistieran a David
sus ropas, púsole sobre la cabeza un
cáseo de bronce y le cubrió de una
coraza. 39 Después David se ciñó la
espada de Saúl sobre sus ropas y
probó de andar, pues nunca había
ensayado la armadura; y dijo a Saúl:
«No puedo andar con estas armas,
no estoy acostumbrado»; y deshacién¬
dose de ellas, 40 cogió su cayado,
eligió en el torrente cinco ehinarros
bien lisos y los metió en su zurrón
de pastor; y con la honda en la mano
avanzó hacia el filisteo. 41 El filisteo,
se acercó poco a poco a David, pre¬
cedido de su escudero. 42 Miró, vió
a David, y le despreció por muy
joven, de blondo y bello rostro.
43 Díjolc, pues: «¿Crees que soy yo un
perro, para venir contra mí con un
cayado?» «No—contestó David—, eres
todavía peor que un perro.» 44 Mal-
díjolc el filisteo por sus dioses, y
añadió: «Ven, que dé tus carnes a
las aves del cielo y a las bestias del
campo.» 45 David respondió al filis¬
teo: «Tú vienes contra mí con espa¬
da y lanza y venablo, pero yo voy
coníra ti en el nombre de" Yave
Sebaot, Dios de los ejércitos de Israel,
a los que has insultado. 48 Hoy te
entregará Yave en mis manos;" yo
te heriré, te cortaré la cabeza y daré
tu cadáver y los del ejército de los
filisteos, a las aves del cielo y a los
animales de la tierra; y sabrá así
toda la tierra que Israel tiene un
Dios, 47 y sabrán todos éstos que
no por la espada ni por la lanza salva
Yave, porque él es el Señor de la
guerra, y os entregará en nuestras
manos.» 48 El filisteo se levantó, se
puso en marcha y avanzó hacia Da¬
vid. David echó a correr a lo largo del
frente del ejército, para ir al encuen¬
tro del filisteo; 49 metió la mano en
su zurrón, sacó de él un ehinarro y
lo lanzó con la honda. El ehinarro se
clavó en la frente del filisteo, y éste
cayó de bruces a tierra. 50 Así David,
con una honda y una piedra, venció
al filisteo y le hirió de muerte. 51 Co¬
rrió, parándose ante el filisteo; y
no teniendo espada a la mano, cogió
la de él, sacándola de la vaina, le
mató y 1c cortó la cabeza. Viendo los
filisteos muerto a su campeón, pusié¬
ronse en fuga, fi2 y los hombres de
Israel, levantándose, y lanzando los
gritos de guerra, persiguieron a los
filisteos, hasta la entrada de Get,
y hasta las puertas de Acarón y ca¬
yeron filisteos en el camino de Saraim
hasta Get y Acarón (1).
63 A la vuelta de la persecución de
los filisteos, los hombres de Israel
saquearon su campamento. 54 David
cogió la cabeza y las armas del filis¬
teo, y tiempo después llevó a Jeru-
salén la cabeza, y las armas las puso
en el tabernáculo. 55 Cuando Saúl
había visto a David avanzar contra
(i) No podemos menos de reconocer que
en este relato del episodio David Goliat hay
ciertas divergencias en el texto, que no pueden
explicarse más que suponiendo que en él se
han contraído diversos documentos. Quizá
esta divergencia, no fácilmente explicable,
movió a los copistas de ciertos códices griegos
a suprimir los Vs. 17. 55 a 18. 6. (V. Int. Hist. y
la esp. a Sam.)
SAMUEL I, 18
291
el filisteo, dijo a Abner, el jefe de su
ejército: «¿De quién es hijo ese joven,
Abner?» Abner respondió: 66 «Por
tu vida que no lo sé, oh rey.» Y el
rey le dijo: «Infórmate, pues, a ver
de quién es hijo.» 67 De vuelta David
de la muerte uel filisteo, Abner le
cogió, y le llevó ante Saúl, teniendo
todavía en la mano la cabeza del
filisteo. 68 Saúl le preguntó: «¿De
quién eres hijo, mozo?» Y David le
contestó: «Soy hijo de tu siervo Isaí,
de Belén.»
Amistad más que fraternal entre
David y Jonatán.
| O 1 * Cuando hubo acabado David
1 ° de hablar con Saúl, el alma de
Jonatán se apegó a la de David, y
le amó Jonatán como a sí mismo (1).
2 Aquel día tomó Saúl a David, y no
le dejó que se fuera a la casa de su
padre. 3 Jonatán hizo pacto con
David, pues le amaba como a su
alma, 4 y quitándose el manto que
llevaba, se lo puso a David, así como
sus arreos militares, su espada, su
arco y su cinturón. 6 David salía
a combatir donde le mandaba Saúl,
y siempre procedía con acierto. Saúl
le puso al mando de hombres de
guerra, y toda la gente estaba con¬
tenta con él, aun los servidores de
Saúl.
Encn&iya cíe Saúl contra David.
6 Cuando hicieron su entrada, des¬
pués de haber muerto David al filis¬
teo, salían las mujeres de todas las
ciudades de Jsrael, cantando y dan¬
zando delante del rey Saúl con tím¬
panos y triángulos alegremente, 7 y
alternando, cantaban las mujeres en
coro:
«Saúl mató sus mil,
Y David sus diez mil.»
8 Saúl se irritó mucho, y esto le
desagradó, pues decía: «Dan diez mil
a David, y a mí mil: nada le falta,
si no es el reino.» 9 Desde entonces
miraba Saúl a David con malos ojos.
10 Al otro día se apoderó de Saúl
el mal espíritu, y desvariaba en su
casa. David tocaba el arpa, como
(i) El mutuo afecto de David y Jonatán
es un verdadero modelo de amistad más que
fraternal.
otras veces. Tenía Saúl en la mano
su lanza, 11 y blandiéndola, la lanzó
contra David, diciendo: «Voy a cla¬
var a David en la pared.» Pero David
esquivó el golpe por dos veces. 12 Co¬
menzó Saúl a temer a David, pues
veía que estaba Yave con éste, míen
tras que de él se había apartado.
13 Alejóle de sí, haciéndole jefe de
millar, y David entraba y salía, a
la vista de todo el pueblo; 14 en todas
sus empresas se mostró acertado.
16 Vió, pues, Saúl que era muv pre¬
cavido, y le temía. 16 Todo Israel y
todo Judá amaba a David, que a su
vista entraba y salía. 17 Dijo Saúl
a David: «Mira, te daré por mujer a
mí hija mayor, Merob; pero has de
mostrarte valiente y hacer la guerra
de Yave»; pues se decía: «No quiero
poner mis manos sobre él, que le
maten las de los filisteos.»
18 David respondió a Saúl: «¿Quién
soy yo, y qué es mi vida, qué la casa
de mí padre, para que sea yo yerno
del rey?» 19 Pero cuando llegó el
tiempo en que Merob, la hija mayor
de Saúl, había de ser entregada a
David, se la dió por mujer a Hadriel,
de Mejola. 20 Mi col, la otra hija de
Saúl, amaba a David; lo supo Saúl,
y esto le agradó, 21 pues se decía:.
«Se la daré para que le sirva de lazo,
y le haga caer en las manos de los
filisteos.» Dijo, pues, Saúl a David:
«Por segunda vez voy a darte oca¬
sión de ser yerno mío.» 22 Al mismo
tiempo dió orden a sus servidores,
diciéndoles: «Hablad a David a es¬
condidas de mí, y decidle: El rey te
estima, y todos sus servidores te que¬
remos; haz por ser yerno del rey.»
23 Dijéronle a David esto los servi¬
dores, y respondió David: «¿Os pa¬
rece cosa fácil eso de ser yerno del
rey? Yo soy hombre de poco, y de
poca hacienda.» 24 Fuéronle a contar
a Saúl sus servidores lo que decía
David, 26 y él les dijo: «Habladle
así: No necesita el rey dote, sólo
quiere cien prepucios de filisteos, para
vengarse.» Así pensaba Saúl que cae¬
ría David en manos de los filisteos.
26 Cuando los servidores dijeron a
David las palabras que había dicho
Saúl, le agradó a aquél la condición
puesta para ser yerno del rey; 27 y a
los pocos días salió con los que esta¬
ban a su mando, y mató a doscientos
filisteos, trayéndose sus prepucios,
y entregó al rey el número completo
para ser su yerno. 28 Dióle, pues, Saúl
292
SAMUEL I, 19
por mujer su hija Micol. Saúl vió cla¬
ramente que Yave estaba con David,
y que todo Israel le amaba. 28 Te¬
míale Saúl más y más cada vez, y
fué toda su vida enemigo de David.
30 Los príncipes de los filisteos hacían
incursiones; pero cada vez que salían,
David, por su habilidad, alcanzaba
mejor suceso que todos los otros ser¬
vidores de Saúl, y su nombre llegó
a ser muy celebrado.
Intervención de Jonatán en favor
de David.
1 C) 1 Propuso Saúl a Jonatán y
a todos sus servidores matar a
David; y Jonatán, hijo de Saúl, que
amaba mucho a David, 2 se lo comu¬
nicó a éste, diciéndole: «Saúl, mi
padre, busca matarte. Ponte, pues,
en guardia; mañana, por favor, no
te dejes ver y escóndele. 3 Yo saldré
con mi padre al campo, a donde tú
estés, hablaré de ti a mi padre, veré
qué picusa y te lo comunicaré.» 4 * Jo¬
natán habló a su padre en favor de
David, diciéndole: «No peque el rey
contra su siervo David, pues él no
ha pecado contra ti. Por lo contrario,
cuanto hace es para bien tuyo; 6 ha
expuesto su vida, ha derrotado al
filisteo, y Yave ha obrado por él
una gran liberación en todo Israel.
Tú lo has visto, y te has alegrado.
¿Por qué, puc&, vas a hacerte reo de
sangre inocente, haciendo morir a
David, sin culpa suya?-» 6 Saúl escu¬
chó a Jonatán, y juró: «¡Vive Yave!
No morirá David.» 7 Jonatán llamó a
David y le transmitió estas palabras;
le llevó~lucgo a Saúl, y se quedó David
a su servicio, como estaba antes.
David Imye dt* Saúl,
8 Comenzó de nuevo la guerra, y
David marchó contra los filisteos y
les dió la batalla, infiriéndoles una
gran derrota y poniéndolos en fuga.
9 El espíritu malo de Yave se apo¬
deró de Saúl; y esttindo éste sentado
en su casa con la lanza en la mano,
mientras tocaba David el arpa, 10 qui¬
so Saúl clavar a David en la pared,
pero esquivó éste el golpe, y la lanza
quedó clavada en el muro. Huyó
David; 11 aquella roche Saúl mandó
gente a la casa de David para pren¬
derle, y matarle a la mañana; pero
Micol, mujer de David, le informó
de ello, diciéndole: «Si no te escapas
esta misma noche, mañana mismo
te matarán*, 12 y le descolgó por la
ventana.
David huyó, poniéndose en salvo.
13 Mico! cogió luego los terafim y los
metió en el lecho, puso una piel de
cabra en el lugar de la cabeza, y echó
sobre ella una cubierta. 14 Cuando
Saúl mandó gente para prender a
David, ella les dijo: «Está malo.»
16 Saúl volvió a mandarlos, para que
viesen a David, y les dijo: «Traédmelo
en su lecho, para que lo haga matar.»
16 Volvieron ellos, pero hallaron en
el lecho los terafim y la piel de cabra
en el sitio de la cabeza. 17 Saúl dijo
a Micol: «¿Por qué me has enga¬
ñado así, y has dejado escapar a mi
enemigo, para que se ponga en salvo?»
Micol respondió a Saúl: «Me dijo:
Déjame ir o te mato.»
18 Así huyó David y se salvó.
Fuése a casa de Samuel, en Rama, y
le contó cuanto 1c había hecho Saúl.
Después se fué con Samuel a habitar
en Nayot, en Rama.
Otra vez Saúl entre los profetas.
18 Dijéronle a Saúl: «Mira, David
está en Nayot, en Rama.» 20 Saúl
mandó gente para prenderle, y vien¬
do a la tropa de profetas profetizando,
con Samuel a la cabeza, se apoderó
de ellos el espíritu de Yave, y pu¬
siéronse ellos también a profetizar.
21 Dieron a conocer esto a Saúl, y
éste mandó nueva gente, y también
éstos se pusieron a profetizar. Por
tercera vez envió otros, pero también
éstos profetizaron. 22 Entonces fue
Saúl en persona a Rama, y al llegar
a la gran cisterna que hay en Soco,
preguntó: «¿Dónde están Samuel y
David?» Y le respondieron: «Están
en Nayot de Rama.» 23 Dirigióse allá,
a Nayot de Rama. El espíritu de Dios
se apoderó de él; e iba profetizando,
hasta que llegó a Nayot de Rama;
24 y quitándose sus vestiduras, pro¬
fetizó él también ante Samuel, y se
estuvo desnudo por tierra todo aquel
día y toda la noche. De ahí el pro¬
verbio: «¿También Saúl entre los
profetas?» (1).
(i) En estas ? turbas de profetas parece
que debe distinguirse eiUre fondo y formas exte¬
riores. El primero era indudablemente religioso,
deducido de la misma religión mosaica, pues
eran hombres dedicados de una manera espe¬
cial al culto de Yave, por el canto de sus ala¬
banzas. Las formas exteriores, el acompaña-
SAMUEL I, 20
2í>3
Alianza entre David y Jonatán.
OQ 1 David, huyó de Nayot de
Rama, y fué a ver a Jonatán,
y le dijo: «¿Qué lie hecho yo? ¿Qué
crimen he cometido contra tu padre,
. para que de muerte me persiga?»
2 Jonatán le dijo: «No, no será así,
no morirás. ¿Había de celarme a mí
eso mi padre? No hace mi padre cosa
alguna, ni grande ni pequeña, sin
dármela a conocer. ¿Por qué había
de ocultarme ésta? No hay nada de
eso.» 3 Y juró nuevamente a David.
Pero éste dijo: «Sabe muy bien tu
padre que me quieres, y se habrá
dicho: Que no lo sepa Jonatán, no
vaya a darle pena; pero por Dios y
por tu vida, que no hay más que
un paso entre mí y la muerte.» 4 Jo¬
natán dijo a David: «Di qué quieres
que haga, que yo liaré cuanto me
pidas.» 6 David le respondió: «Ma¬
ñana es el novilunio, y yo debería
sentarme junto el rey en el convite.
6 Ale iré, y me ocultaré en el campo,
hasta la tarde del tercero día. 6 Si
tu padre advierte mi ausencia, le
dices: David me rogó que le per¬
mitiera ir de una escapada a Belén,
su ciudad, porque se celebra el sacri¬
ficio anual de toda la familia.» 7 Si
■ contesta: «Bien está», será que a tu
siervo no le amenaza mal ninguno,
pero si se enfurece, sabrás que tiene
resuelta mi pérdida. Hazme, pues,
ese favor, ya que hemos hecho entre
los dos alianza por el nombre de
Yave. Si algún crimen hay en mí,
quítame tú mismo la vida. ¿Para qué
llevarme a tu padre?»
Jonatán le dijo: «Lejos de ti ese
pensamiento; pero si llego a saber
que verdaderamente mi padre tiene
resuelta tu perdición, te lo daré a
conocer, te lo juro.» Preguntó David
a Jonatán: «¿Y quién me va a infor¬
mar de la cosa, y de si tu padre decide
algo contra mí?» Jonatán le contestó:
«Ven, vamos al campo.» Jonatán dijo
allí a David: «Por Yave, Dios de
Israel, te juro que yo sondearé a mi
padre mañana o pasado mañana. Si
la cosa va bien para David, y no
mando quien te informe, que casti-
miento de músicas estrepitosas, el danzar y
bailar prolongados, etc., parecen tomadas de
los falsos profetas de las religjones cananeas.
No todo en ellos era divino, y no debemos
dejarnos engañar por la denominación de pro¬
feta, ya que la significación de este nombre
en la Escritura es múltiple.
guc Yave a Jonatán con todo rigor.
Si mi padre trata de hacerte mal, te
informaré también, para que te vayas
en paz, y que te asista Yave, como
asistió antes a mi padre. Si todavía
vivo entonces, usa conmigo de la
bondad de Yave; y si he muerto, no
dejes de usarla jamás con mi casa;
y cuando Yave haya arrancado de la
tierra a todos los enemigos de David,
persista la alianza de Jonatán con
la casa de David, y vengue Yave a
David de todos sus enemigos.»
Jonatán adjuró, una vez más a
David, por el grande amor que le
tenía, pues le amaba como a su pro¬
pia vida. 18 Dijo Jonatán: «Mañana
es el novilunio; se notará que está
vacío tu asiento; 19 al tercer día se
notará más; vienes y te escondes en
el mismo lugar donde te esconderás
mañana, junto a la piedra luto. 20 Yo
lanzaré tres flechas hacia allá, como
si tirara al blanco, y mandaré al
mozo que vaya a buscarlas. 21 Si le
digo: «Mira, las flechas están más
acá de ti, cógelas; entonces vienes,
que es señal de que las cosas van
bien para ti, y no hay nada que
temer, vive Yave. 22 Pero si le digo:
Alira, las flechas están más allá de
ti, entonces vete, porque es que
Yave quiere que te vayas. 23 Eli
cuanto a lo que uno a otro nos lie¬
mos prometido, Yave es testigo entre
los dos.»
24 David se escondió en el campo.
Llegado el novilunio, el rey asistió
a la comida del festín. 24 Sentóse en
su sitio, como de costumbre, en la
silla cercana a la pared. Jonatán se
sentó enfrente, y Abner al lado de
Saúl, pero la silla de David estaba
vacía. 26 Saúl nada dijo aquel día,
pensando que algo le habría pasado,
y que se habría contaminado: «Se¬
guramente es eso, que no estará puro»,
se dijo. 27 Al siguiente día, segundo
del novilunio, la silla de David estaba
también vacía, y Saúl preguntó a
Jonatán: «¿Cómo el hijo de Isaí no
ha venido a comer ni ayer ni hoy?»
28 Jonatán contestó a Saúl: «David
me pidió poder ir con premura a
Belén. Ale dijo: Te ruego que me des
permiso para ir, pues tenemos ma¬
ñana en la ciudad un sacrificio de
familia, y mi hermano me ha con¬
vocado. Si, pues, he hallado gracia
a tus ojos, permíteme que vaya de
una escapada, a ver a mis hermanos.
Esta es la causa de que no haya ve-
294
SAMUEL í, 21
nido a sentarse a la mesa del rey.»
30 Entonces se encendió en cólera
Saúl contra Jonatán y le increpó:
«iHijo perverso y contumazl ¿No sé
yo bien que tú prefieres al hijo de
Isai, para vergüenza tuya y ver¬
güenza de la desnudez de tu ínadre?
31 Pues mientras el hijo de Isaí viva
sobre la tierra, no habrá seguridad
ni para ti ni para tu reino. Manda,
pues, a prenderle, y tráemele, porque
hijo es de la muerte.» 32 Jonatán res¬
pondió a Saúl, su padre, diciéndole:
«¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha he¬
cho?» 33 Saúl blandió contra él su
lanza, para -herirle. Comprendió Jo¬
natán que su padre estaba entera¬
mente resuelto a hacer morir a David.
34 Levantóse, pues, de la mesa muy
enojado, y no asistió a la comida del
segundo día del novilunio, por estar
muy apenado por David y haberle
ofendido su padre. •
35 Al siguiente día por la mañana,
salió Jonatán al campo, como había
convenido con David, acompañado
de un mozo, 86 a quien dijo: «Corre
a cogerme las flechas que tiro.» Corrió
el mozo, y Jonatán entretanto dis¬
paró otra flecha, de modo que pasase
más allá de él. 37 Cuando el mozo
llegaba al lugar donde estaba la fle¬
cha que Jonatán había tirado, este
le gritó: «La flecha está más allá de
ti>, 38 y siguió diciendo, como si al
mozo se dirigiera: «Pronto, date prisa,
no te detengas.» El mozo de Jonatán
recogió \a flecha, y se vino a donde
estaba su señor. 39 Nada sabía el
mozo. Sólo Jonatán y David lo en¬
tendían. 40 Jonatán dió sus armas al ,
mozo que le acompañaba, y le dijo:
«Anda, llévalas a la ciudad.» 41 Ido
el mozo, se alzó David de junto a
la piedra, y echóse cara a tierra por
tres veces. Después ambos se abra¬
zaron y lloraron, derramando David
muchas lágrimas. 42 Jonatán dijo a
David: «Vele en paz, ya que uno a
otro nos hemos jurado, en nombre
de Ya ve, que él estará entre tú y yo
y entre mi descendencia y la tuya,
para siempre.» 43 David se levantó
y se fué; y Jonatán se volvió a la
dudad.
David en Aol>.
^ f 1 Llegó David a Nob, donde
“ estaba Ajimclec, sacerdote, que
Ir salió asustado al encuentro, y le
dijo: « ¿Cómo vienes tú solo, sin que
nadie te acompañe?» 2 David le res¬
pondió: «Me ha dado el rey una orden,
y me ha dicho: Que nadie sepa nada
del asunto por que te he enviado, ni
de la orden que te he dado. A los
mozos les he dicho que se reúnan en
tal lugar. 3 NI ira, pues, lo que tienes
a mano, y dame cinco panes, o lo
que encuentres.» 4 El sacerdote res¬
pondió a David: «No tengo a mano
pan del ordinario; pero hay pan santo,
siempre que tus mozos se hayan abs¬
tenido de trato con mujeres.» 5 David
le contestó: «Eso sí, nos hemos abs¬
tenido ayer y anteayer, desde que
salimos. Los vasos de los mozos,
están puros, y como el camino que
llevamos es desviado, es seguro que
hoy están puros sus vasos.» 6 Diólc
entonces el sacerdote pan del santo,
por no tener más que panes de los
de la proposición, de los que habían
sido retirados de la presencia de
Yave, para reemplazarlos por otros
recientes.
7 Estaba allí aquel día uno de los
servidores de Saúl retenido en el
santuario, y de nombre Doeg, cdo-
mita, jefe de los cursores de Saúl.
8 Preguntó David a Ajimclec: «¿Tie¬
nes a mano una lanza o una espada?,
pues no he traído mis armas, porque
urgía la orden del rey.» 9 El sacer¬
dote respondió: «Ahí está la espada
de Goliat, el filisteo, que tú mataste
en el valle del Terebinto. Allí la
tienes envuelta en un paño, detrás
del cfod; si ésa quieres, cógela, pues
otra no hay.» David le dijo: «Ninguna
mejor, dámela.»
David en <íel.
10 Levantóse, pues, David, y hu¬
yendo de Saúl, se encaminó aquel
mismo día a Aquis, rey de Gct.
11 Los servidores de Aquis dijeron
a éste: «Allí está David, rey de la
tierra; aquel de quien cantaban:
Mató Saúl sus mil, pero David sus
diez mil.» 12 David comprendió lo
que aquellas palabras encerraban, y
temiendo mucho de Aquis, rey de
Gct, 13 fingió haber perdido la razón,
y hacía entre ellos el loco; hacía que
tocaba el tambor en las puertas y
dejaba caer la saliva sobre su barba.
14 Aquis dijo a sus servidores: «¿No
veis que esc hombre está loco? ¿Para
qué me lo habéis traído? 15 ¿Me faltan
a mí locos, y me traéis a ése para que
SAMUEL I, 22, 23
vea sus locuras? ¿Voy a tenerlo yo
en mi casa?»
*)*) 1 Partióse de allí David, y huyó
** a la caverna de Odolam. Al
saberlo sus hermanos y toda la casa
de su padre bajaron a él, 2 y todos
los perseguidos, los endeudados y des¬
contentos, se le unieron (1), llegan¬
do así a mandar a unos cuatrocientos
hombres. 3 De allí fu ése David a
Masía, en tierra de Moab, y dijo al
rey de Moab: «Te ruego que acojas
entre vosotros a mi padre y a mi
madre, hasta que yo sepa lo que de
mí hará Dios.» 4 Y trajo a su padre
y a su madre al rey de Moab, y allí
con él habitaron, mientras estuvo
David en la fortaleza. 5 El profeta
Gad dijo a David: «No sigas en la
fortaleza, ve y vuelve a tierra de
Judá.» Volvióse David, y se refugió
en el bosque de Jaret.
Da Saúl muerte de los sacerdotes
de Nob.
6 Supo Saúl que David y los suyos
habían sido vistos, y estando en
Gucba, bajo el Tamarindo, en la al¬
tura, con la lanza en la mano, y
rodeado de todos sus servidores, 7 les
dijo Saúl: «Escuchad, benjaminitas:
¿Va a daros también a vosotros el
hijo de Isaí campos y viñas, y va
a haceros a todos jefes de mil y jefes
de ciento, 8 para que así todos os
hayáis conjurado contra mí, y no
haya nadie que ine informe de que
mi hijo se ha ligado con el hijo de
Isaí, y nadie de vosotros se duela
de mí y me advierta que mi hijo
ha sublevado contra mí a un servi¬
dor mío, para que me tienda ase¬
chanzas, como está haciendo?» 9 Doeg,
el edomita, que estaba entre los ser¬
vidores de Saúl, respondió: «Yo he
visto al hijo de Isaí en Nob, con Aji-
melcc, hijo de Ajitob. 10 Ajimelec
consultó por él a Yave, y le dió ví¬
veres y la espada de Goliat, el filisteo.»
11 El rey hizo llamar a Ajimelec,
sacerdote, hijo de Ajitob y a toda la
casa de su padre, los sacerdotes que
había en Nob, y todos vinieron al
rey, 12 que dijo: «¿Oyes, hijo de
Ajitob?», y éste contestó: «Aquí me
(i) Hay entre los seguidores de David
gentes perdidas, como lo eran también los de
Jefté (Juec. ii. 3), fenómeno muy común
en la historia de las revueltas políticas.
tienes, mi señor.» 13 Y añadió Saúl:
«¿Por qué os habéis ligado contra mí,
tú y el hijo de Isaí? Tú le has dado
pan y una espada, y consultaste por
él a Yave, para que él se sublevara
contra mí, y me tendiera emboscadas,
como lo está haciendo.» 14 Ajimelec
respondió al rey: «¿Quién de entre
todos tus servidores, como David,
de una probada fidelidad, yerno del
rey, admitido a sus consejos y tan
honrado por toda tu casa? 15 ¿Es
acaso ese día el primero en que he
consultado yo a Yave por él? Lejos
de mí semejante cosa. No me haga el
rey cargos, que pesarían sobre toda
la casa de mi padre, pues tu siervo
no sabe nada de todo eso, ni poco
ni mucho.» 16 El rey le dijo: «Vas
a morir, Ajimelec, tú y toda la casa
de tu padre>>; 17 y mandó a los guar¬
dias que tenía cerca: «Volveos y dad
muerte a los sacerdotes de Yave,
pues han dado mano a David, y sa¬
biendo bien que huía, no me infor¬
maron de ello.»
Los guardias del rey no quisieron
poner su mano sobre los sacerdotes
de Yave; 18 y entonces dijo el rey a
Doeg, edomita: «Vuélvete y mata a
los sacerdotes.» Y Doeg, edomita,
se volvió, y él mató aquel día a los
sacerdotes: ochenta y cinco hombres
de los que vestían efod de lino.
19 Saúl pasó también a cuchillo a
Nob, ciudad sacerdotal; hombres y
mujeres, niños, hasta los de pecho,
bueyes, asnos y ovejas; todos fueron
pasados a cuchillo. 20 Un hijo de
Ajimelec, hijo de Ajitob, pudo es¬
capar. Llamábase Abiatar; fué a re¬
fugiarse a David, 21 y le dió la noti¬
cia de que Saúl había matado a los
sacerdotes de Yave. 22 David dijo a
Abiatar: «Ya pensé yo aquel día que
Doeg, edomita, que estaba en Nob,
no dejaría de informar a Saúl. Soy
yo la causa de la muerte de toda la
casa de tu padre. 23 Quédate conmi¬
go y nada temas, que quien a ti te
persigue es quien me persigue a mí,
y aquí estarás bien guardado.»
Libra David a Queila.
23 1 Vinieron a decirle a David
que los filisteos estaban ata¬
cando a Queila, y habían saqueado
las eras; 2 y David consultó a Yave,
preguntando: «¿Iré a batir a los
filisteos?» Y Yave respondió; «Ve,
296
SAMUEL L 24
batirás a los filisteos y liberarás á
Queila.» 3 Pero la gente de David
le dijo: «Aquí en Judá tenemos que
guardarnos; ¿qué será sí vamos a
Queila contra las tropas de los filis¬
teos?» 4 Consultó David otra vez
a Yave, y Yave le respondió: «Alzate
y baja a Queila, pues te he dado los
filisteos en tus manos.» 6 Fué, pues,
David a Queila con su gente, y
atacó a los filisteos, los puso en fuga
apoderándose de su ganado, y ha¬
ciéndolos experimentar una gran de¬
rrota, liberando así a los habitantes
de Queila. 6 Abiatar, hijo de Ajime-
lec, que se había acogido a David,
bajó con él a Queila, llevando con¬
sigo el efod.
Saúl, cu persecución de David.
7 Cuando Saúl supo que David
había ido a Queila, se dijo: «Dios me
lo entrega, pues ha ido a encerrarse
en una ciudad que tiene puertas y
cerrojos.» 8 Saúl reunió al pueblo
para la guerra, para bajar a Queila
y sitiar en ella a David y a los suyos;
* pero David supo el mal designio
que contra él tramaba Saúl, y dijo
al sacerdote Abiatar: «Trae el efod»;
10 y luego preguntó: «Yave, Dios de
Israel; tu siervo sabe que Saúl se
dispone a venir a Queila, para des¬
truir la ciudad por causa mía. 11 ¿Será
sitiada la ciudad? ¿Bajará contra ella
Saúl, como a tu siervo le han dicho?
Yave, Dios de Israel, dígnate des¬
cubrírselo a tu siervo.» Y Yave res¬
pondió; «Bajará.» 12 Volvió a pre¬
guntar David: «Los habitantes de
Queila, ¿me entregarán a mí y a los
míos en manos de Saúl?» Y Yave res¬
pondió: «Te entregarán.» 13 Entonces
se levantó David con su gente, unos
seiscientos hombres; y saliendo de
Queila, iban y venían a la ventura.
Informado de que David había salido
de Queila, suspendió Saúl su marcha.
14 David andaba por el desierto,
acogiéndose a los lugares fuertes,
y se estableció en la montaña del
desierto de Zif. 15 Saúl no dejaba de
perseguirle constantemente, pero Dios
no le puso en sus manos. Mientras
andaba David por el desierto, temió,
por saber que Saúl se había puesto
en campaña para quitarle la vida;
V estando en el desierto de Zif, en
Jaresa, 16 fué en su busca Jonatán.
hijo de Saúl, a Jaresa, y le animo
diciéndole: «Nada temas, pues la
mano de Saúl, mi padre, no te alcan¬
zará. Tú reinarás sobre Israel, y yo
seré tu segundo. Saúl, mi padre, "lo
sabe muy bien.» Renovaron ambos
su pacto ante Yave, y quedándose
David en Jaresa, Jonatán se volvió
a casa.
Los de Zif habían ido a Gueba
a decir a Saúl: «David está escon¬
dido entre nosotros en los lugares
fuertes, en Jaresa, en la colina de
Ajila, que está al mediodía del de¬
sierto. Baja, pues, joh reyl, como estás
deseándolo, que ponerle en tus manos
es cosa nuestra.» Saúl les dijo: «Ben¬
dígaos Yave, por haberos dolido de
mi suerte. Pero id, os ruego, y obser¬
vad mejor todavía por dónde anda,
inquirid y ved cuáles son sus an¬
danzas y quién le ha visto; porque,
según me han dicho, es muy astuto.
Examinad y reconoced todos los es¬
condrijos donde se oculta, y volved
luego a mí con informes exactos; y
entonces iré con vosotros, y si allí
está, yo le descubriré entre todas las
familias de Judá.» Fuéronse, pues,
otra vez a Zif, precediendo a Saúl;
pero David con los suyos se había
retirado al desierto de Maón, al me¬
diodía, al desierto.
Saúl salió con su gente en busca
de David; y habiéndolo sabido éste,
bajó de la colina, quedándose en el
desierto de Maón. 26 Informado de.
ello Saúl, fué en persecución de David
al desierto de Maón. Marchaba él por
un lado de la colina, y David y sus
gentes por el opuesto lado. Mientras
se apresuraba David, para escapar
de Saúl, y éste y sus gentes perse¬
guían a David y los suyos para apo¬
derarse de ellos, 27 vino un mensa¬
jero a decir al rey: «Apresúrate, pues
los filisteos han invadido la tierra»;
28 y Saúl hubo de desistir de perseguir
a David, para salir al encuentro de
los filisteos. Por eso se llama todavía
hoy aquel lugar Scla Hammajlecot.
Ihivid, cu la caverna de lCnrjtnli.
Itcspcta la vida de Saúl, lenién-
dola cu su mano.
1 Subió David, y se estableció
en los lugares fuertes de Kngadi.
; 2 De vuelta Saúl de perseguir a los
filisteos, supo que David estaba en
el desierto de Engadi, 3 y tomando
Saúl tres mil hombres escogidos de
SAMUEL I, 25
297
entre todo Israel, iba en busca de.
David y los suyos por el roquedo de
Jealim: (i) * * 4 y llegado a unos rediles que
había junto al camino, entró en una
caverna que allí había, para hacer
una necesidad. David y sus gentes
estaban en el fondo de la caverna,
5 y los hombres de David decían a
éste: «Ahí tienes el día que Ya ve
te anunció, dieiéndote que entregaría
a tu enemigo en tus manos; trátale
como bien te parezca.» David se
levantó, y acercándose calladamente,
cortó la "orla del manto de Saúl.
6 Luego le latía fuerte el corazón,
por haber cortado la orla del manto
de Saúl; 7 y dijo a sus hombres:
Líbreme Ya ve de hacer cosa tal
contra mi señor, el ungido de Yave;
poner mi mano sobre el que es
ungido de Yave» (1).
8 Reprimió David con sus palabras
a los suyos, y no dejó que se echasen
sobre Saúl. Levantóse luego Saúl para
proseguir su camino; 9 y entonces
se levantó también David, y saliendo
de la caverna, se puso a gritarle:
«¡Oh rey, mi señor!» Saúl miró atrás,
y David se echó rostro a tierra, pros¬
ternándose; 10 y dijo luego a Saúl:
«¿Por qué escuchas lo que te dicen
algunos, de que yo pretendo tu mal?
11 Hoy ven tus ojos cómo Yave te
ha puesto en mis manos en la caverna.
Decíanme que te matara, pero yo
le he preservado, dieiéndome: «No
pondré yo mi mano sobre mi señor,
que es el ungido de Yave. 12 ¡Mira,
padre mío, miral En mi mano tengo
la orla de tu manto. Yo la he cor¬
tado con mi mano, y cuando no te
he matado, reconoce y comprende
que no hay en mí ni maldad ni rebel¬
día, y que no he pecado contra ti.
Tú, por el contrario, andas a la caza
de mi vida, para quitármela. 13 Que
juzgue Yave entre tú y yo, y sea
Yave el que me vengue, que yo no
pondré mi mano sobre el ungido de
Yave.. 14 De los malos, la malicia,
dice el proverbio, pero yo no pondré
nunca mi mano sobre ti. 15 ¿Y contra
quien se ha puesto en marcha el
rey de Israel? ¿A quién persigues?
V un perro muerto, a una pulga.
16 Juzgue y pronuncie Yave entre tú
(i) David dió siempre muestra de su
espíritu religioso, en el respeto a la unción
sagrada, que hada que poner la mano sobre el
rey fuese no sólo un homicidio, sino un ver¬
dadero sacrilegio.
y yo. Que él vea, que el tome mi
causa, y que su sentencia me libre
de tus manos.»
17 Cuando hubo acabado de hablar
David, dijo Saúl: «¿Eres tú, hijo mío,
David?» Y alzando la voz se puso
a llorar, y dijo: 18 «Mejor eres tú
que yo, pues tú me has hecho bien
y yo te pago con mal. 19 Tú has
probado hoy que obras benévola¬
mente conmigo/ pues que Yave me
lia puesto en tus manos y tú no me
has matado. 20 ¿Quién es el que se
encuentra con su enemigo y le deja
seguir en paz su camino? Que Yave
te pague lo que conmigo has hecho
hoy. 21 Bien sé ya que tú reinarás,
y que la realeza de Israel se afirmará
en tus manos. 22 Júrame, pues, por
Y r ave, que nó destruirás a mi des¬
cendencia después de mí, y que no
borrarás mi nombre de la casa de mi
padre.» 23 David se lo juró a Saúl,
y éste se volvió a su casa, y David
y sus hombres subieron a un lugar
fuerte.
Muerte de Samuel.
1 En tanto murió Samuel, y
- J • todo Israel se reuiró para llo¬
rarle, y fué sepultado en su ciudad,
en Rama. David bajó al desierto de
Farán. 2 Había en Maón un hombre
muy rico, cuyos bienes estaban en
el Carmel; tenía tres mil ovejas
y mil cabras, y estaba en el Carmel
para el esquileo de sus ovejas. 3 Lla¬
mábase el hombre Nabal, y su mujer
Abigail; era una mujer de mucho
entendimiento y muy hermosa, mien¬
tras que él era un hombre duro y
malo; era del linaje de Calcb. 4 Supo
David en el desierto que Nabal
estaba de esquileo, 5 y le mandó diez
mozos, a los que dijo*: «Subid al Car¬
mel e id en busca de Nabal; y después
de saludarle de mi parte, 6 le habláis
de esta manera: «Vivas muchos años;
la paz sea contigo, con tu casa, v
con cuanto tienes. 7 He sabido que
estás de esquileo. Pues bien, tus
pastores han estado tiempo con nos¬
otros; nunca les hemos hecho ningún
mal, ni les ha faltado nada del gana¬
do mientras han estado en el desierto.
8 Pregúntales a ellos y te lo dirán.
Que hallen, pues, gracia a tus ojos
estos mozos, ya que llegamos en un
día de júbilo. Da, pues, a tus sier¬
vos y a tu hijo David lo que halles
a mano.»
298
SAMUEL 1, 25
9 Cuando llegaron los hombres de
David, y en nombre de éste repi¬
tieron todas sus palabras, se queda¬
ron esperando; 10 pero Nabal les res¬
pondió: «¿Quién es David, y quién
el hijo de Isaí? Son hoy muchos los
siervos que andan huidos de su señor.
12 ¿Voy a tomar yo mi comida y mi
bebida y el ganado que he matado
para mis esquiladores, para dárselo
a gente que no sé de dónde es?»
13 Los servidores de David, dando
media vuelta, tomaron el camino y
se tornaron; y una vez llegados,
repitieron a David lo que Nabal
les había dicho. Entonces David
dijo: «Cíñase cada uno su espada.»
Ciñéronsela, y se ciñó también David
la suya, y salió con unos cuatro¬
cientos hombres, dejando doscientos
custodiando el bagaje. 14 Uno de los
criados de Nabal fué a decirle a Abi-
gail: «David ha mandado del de¬
sierto unos mensajeros a saludar a
nuestro amo, que los ha tratado^
duramente. 15 Siempre esas gentes*
se mostraron buenas con nosotros,
y nunca nos molestaron, ni nada
nos faltó de nuestros rebaños cuando
estábamos en el campo. 16 Antes
nos servían de defensa de noche y
de día todo el tiempo que estuvimos
con ellos guardando el ganado. 17 Mira
tú lo que has de hacer, porque la
pérdida de nuestro amo y de su casa
es segura, y es tan malo, que no se
le puede liablar.»
18 En seguida Abigail cogió dos¬
cientos panes, dos odres de vino,
cinco carneros ya compuestos, cinco
medidas de trigo tostado, cien atados
de uvas pasas y doscientas masas de
higos secos; y haciéndolo cargar todo
sobre asnos, 19 dijo a sus criados:
«Pasad vosotros delante, que yo os
sigo.» Nada dijo a su marido; 20 y
cuando montada en su asno bajaba
por lo cubierto del monte, se encon¬
tró con David y su gente, que bajaban
frente a ella. 21 David se había
dicho: «Muy en vano he guardado
yo todo cuanto ese hombre tiene
en el desierto, y he hecho que nada
de lo suyo le faltara; me ha pagado
mal por bien. 22 Que castigue Dios
a su siervo David, si de aquí al alba
queda con vida un solo hombre en
todo lo de Nabal.» 23 En cuanto
Abigail se dió cuenta de la presencia
de David, bajóse del asno; y echán¬
dose ante David rostro á tierra,
24 se. prosternó a sus pies, y le dijo:
«Caiga sobre mí, mi señor, la falta.
Deja que te hable tu esclava y es¬
cucha sus palabras. 25 No haga cuenta
mi señor de ese malvado de Nabal,
porque es lo que su nombre signi¬
fica, un necio, y está loco. Yo, mi
señor, no vi a los que mi señor envió.
26 Y ahora, mi señor, como vive
Yave y vivas tú, que te ha preser¬
vado Yave de derramar sangre y
tomar por tu mano la venganza,
ojalá que todos tus enemigos y cuan¬
tos te persiguen sean como Nabal.
27 Allí tienes este presente, que tu
sierva trae a mi señor; que se reparta
entfe la gente que sigue a mi señor.
28 Perdona, te ruego, la falta de tu
sierva, pues de cierto Yave hará a
mi señor casa estable, ya que mi
señor combate los combates de Yave,
y no vendrá sobre ti el mal en todo
el tiempo de tu vida. 29 Si alguno se
levanta para perseguirte y buscar
tu vida, la vida de ini señor estará
atada en el ramillete de los vivos
ante Yave, tu Dios, y la de tus ene¬
migos será volteada dentro de lo cavo
de la honda. 30 Cuando Yave haga a
mi señor todo el bien que le ha pro¬
metido y le haga jefe de Israel,
31 no sentirá mi señor el remordi¬
miento de haber derramado sangre
inocente y de haberse vengado por
su mano. Cuando, pues, Yave favo¬
rezca a mi señor, acuérdate de tu
esclava.»
32 David dijo a Abigail: «jBendito
Yave, Dios de Israel, que te ha man¬
dado hoya nuestro encuentrol 33 ¡Ben¬
dita tu sabiduría, y bendita tú que
me has impedido hoy derramar san¬
gre y vengarme por mi mano! 34 De
otro modo, ¡vive Yave, Dios de Israel,
que no me dejó hacer el malí, si tú
no te hubieras apresurado a venir
a mi encuentro, que de aquí al alba
no le hubiera quedado a Nabal hom¬
bre vivo. 35 David recibió de la mano
de Abigail lo que ella había traído, y
le dijo: «Sube en paz a tu casa; te he
oído y he acogido tu petición.»
36 Volvióse Abigail a casa de Nabal.
Hallábase éste sentado a un gran
banquete, como de rey, y estaba
enteramente ebrio. Nada le dijo ella,
ni poco ni mucho, hasta ser de día;
87 pero a la mañana, cuando ya había
digerido el vino, le contó su mujer
lo que había pasado, y el corazón
se le quedó como muerto, como una
piedra. 88 Unos diez días después
Yave hirió a Nabal y minió éste.
SAMUEL I, 26
290
David toma a Abirjail por mujer.
39 Cuando supo David la muerte
de Nabal, se dijo: «¡Bendito Yave,
que ha defendido mi causa contra el
ultraje que me liizo Nabal, e impi¬
dió a su siervo hacer el mal! Yave ha
hecho que la maldad de Nabal reca¬
yera sobre su cabeza.» Después mandó
mensajeros a Abigail, para propo¬
nerla que quería tomarla por mujer.
40 Llegados a casa de Abigail, en el
Carmel, los mensajeros la hablaron
de esta manera: «David nos envía
a ti para decirte que quiere tomarte
por mujer.» 41 Ella se levantó, y
postrándose rostro a tierra, dijo:
«Que tu sierva sea una esclava para
lavar los pies a los servidores de mi
señor.» 42 Levantóse luego Abigail, y
montando sobre su asno, acompañada
de cinco de sus mozas, siguió a los
mensajeros de David, y fue su mujer.
43 David tomó también por mujer
a Ajinoam, de Jezrael. Una y otra
fueron mujeres de David. 44 Saúl
había dado su hija Micol, mujer de
David, a Paltí, de Galim, hijo
de Lais.
Respeta otra vez David la vida
de Saúl teniéndola en sus manos.
O/C 1 Vinieron los de Zif a Saúl a
Gueba, y le dijeron que David
estaba en la colina de Jaquila, al
mediodía del desierto; 2 y levan¬
tándose, bajó al desierto, llevando
consigo tres mil hombres escogidos
de Israel, al desierto de Zif, en busca
de David. 3 Acampó sobre la colina
de Jaquila, frente al desierto, junto
al camino. David andaba por el
desierto. Sabiendo David que había
venido Saúl al desierto en busca
suya, 4 mandó espías que le infor¬
maran de si había llegado a Nacón.
5 Levantóse y fué al campo donde
acampaba Saúl, y exploró el lugar
donde dormía con Abner, hijo de
Ner, jefe de su ejército. Dormía
Saúl en su tienda, en derredor de la
cual acampaba la gente. 8 Dirigién¬
dose, pues, a Ajimelec, geteo, y a
Abisai,- hijo de Sarvia, hermano de
Joab, les dijo: «¿Quién baja conmigo
al campo de Saúl?» Abisai contestó:
«Yo bajaré contigo.»
7 Llegaron David y Abisai, y en¬
contraron a Saúl durmiendo en su
tienda, con la lanza clavada en tierra,
junto a la cabecera. Abner y la gente
dormían en torno de la tienda. 8 Abi¬
sai dijo a David: «Dios ha entregado
hoy en tus manos a tu enemigo.
Déjame que ahora mismo le atra¬
viese con mi lanza, y de un golpe
le clave en la tierra, no tendré que
repetir.» 9 Pero David le dijo: «No
le mates. Quien pusiere su mano
sobre el ungido de Yave, ¿quedaría
impune?»; 10 y añadió: «Tan cierto
como vive Yave, que si no le hiere
él y le llega su día y muere, o muere
en la guerra, 11 Yave me libre de
poner la mano sobre su ungido.»
Coge la lanza y el jarro que está
junto a la cabecera, y vámonos.»
12 Llevóse David la lanza y el jarro
que estaban junto a la cabecera de
Saúl, y se fueron. Nadie los vió,
ni se dió nadie cuenta de nada;
nadie se despertó, todos dormían,
pues había hecho caer Yave sobre
ellos un profundo sopor.
13 David pasó al otro lado y se
puso lejos, sobre la cumbre de una
colina, separándoles largo trecho, 14 y
gritó a la gente y a Abner, hijo
de Ner: «¡ Abner] ¿No contestas?»
Abner respondió: «¿Quién eres tú,
que así me llamas?» 15 David dijo
a Abner: «¿No eres tú un valiente?
¿Quién como tú en Israel? ¿Cómo
no guardas a tu rey y señor? 16 Al¬
guien ha venido a matar al rey, tu
señor. Eso no está bien. Como vive
Yave, que mereces la muerte, por
no guardar a tu señor, el ungido
de Yave. Busca la lanza y el jarro
que tenía el rey junto a su cabecera.»
17 Saúl conoció la voz de David,
y dijo: »¿Eres tu, hijo mío, David?»
David contestó: «Yo soy, ¡oh rey
mi señorl» 18 Y añadió: «¿Por qué
persigue el rey a su siervo? 19 Si es
Yave quien te excita contra mí,
dale a oler el sacrificio; pero si son
hombres, malditos sean de Yave,
pues me echan ahora de mi puesto
en la heredad de Yave, diciendo:
«Vete a servir a dioses ajenos.»
20 Que caiga mi sangre sobre la tierra
delante de Yave; ya que el rey se
ha puesto a perseguirme como se
persigue por los montes a una perdiz.»
21 Saúl dijo: «He pecado. Vuelve,
David, hijo mío, que yo no te haré
ya mal, puesto que mi vida ha sido
hoy preciosa a tus ojos. He obrado
como un insensato y he faltado
mucho.» 22 David respondió: «Aquí
tienes tu lanza, rey. Que venga un
SAMUEL I, 27, 28
mozo a buscarla; 23 Yave dará a
cada uno según su justicia y su fide¬
lidad. Hoy te ha puesto en mis ma-
nos, y yo no he querido alzar mi
mano contra el ungido de Yave.
24 Como ha sido hoy preciosa tu
vida a mis ojos, así lo sea la mía a
los ojos de Yave, y me libre él de
toda angustia.» 25 Saúl dijo a David:
«¡Bendito seas, hijo mío, David! Afor¬
tunado serás cr todas tus empresas.»
David prosiguió su camino y Saúl
se volvió a su casa.
David, al servicio de los filisteos.
27 1 David se dijo: «Un día u otro
" voy a perecer a manos de Saúl;
lo mejor será que luego me refugie
en la tierra de los filisteos, para que
desista Saúl de buscarme en la de
Israel, así escaparé de sus manos.»
2 Levantóse, pues, y pasó con los
seiscientos hombres que le seguían
a la tierra de Aquis, bijo de Maoc,
en Get. 8 Quedóse con sus gentes en
Gct, cada uno con su familia. David
con sus dos mujeres, Ajinoam de
Jczracl y Agibail de Carmel, mujer
de Nabal. 4 * Sabiendo Saúl que David
había huido a Gct, no volvió a per¬
seguirle. 6 David dijo a Aquis: «Si
he hallado gracia a tus ojos, que me
designen en una de las ciudades del
campo un lugar donde habitar: ¿Para
qué ha de habitar tu siervo en la
ciudad real? 8 Entonces le designó
Aquis Sicelcg, y por eso Sicelcg per¬
tenece basta hoy a los reves de Judá.
7 El tiempo que pasó David entre los
filisteos fué de un año y cuatro meses.
8 David y sus gentes subían y hacían
excursiones contra los de Gesur, con¬
tra los de Gucrz y contra los amale-
citas, pues todos éstos habitaban la
región, desde Telaim, según se va a
Sur, basta el Egipto. 9 David aso'aba
estas tierras, sin dejar vivos hombre
ni mujer, apoderándose de ovejas,
bueyes, asnos, camellos y vestidos,
y se volvía a Aquis. 10 Este le pre¬
guntaba: «¿A quién habéis atacado
hoy?» David contestaba: «Al medio¬
día de Jndá, al mediodía de Jcrameel,
al mediodía de los quíneos.» 11 David
no dejaba con vida hombre ni mujer
trayéndolos a Get, por temor de que
informasen contra ellos, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho David.»
Así procedió todo el tiempo que estuvo
en la tierra de los filisteos. 12 Aquis
se fiaba de David y se decía: «Se
está haciendo odioso a su pueblo,
y será para siempre mi servidor.»
IVueva invasión de los filisteos.
1 Por aquel tiempo reunieron
w 9 los filisteos sus tropas en un
solo ejército, para ir contra Israel.
Aquis dijo entonces a David: «Sabrás
que has de venir conmigo a la cam¬
paña, tú y tus hombres.» 2 * David
le contestó: «Ya verás lo que hace
tu .siervo.» Aquis añadió: «Yo te
confiaré la guardia de mi persona
para siempre.»
Va Saúl a consultar a la pitonisa
de Endor.
3 Había muerto Samuel. Todo Israel
le había llorado, y había sido sepul¬
tado en Rama, su ciudad. Saúl había
hecho desaparecer de aquella tierra
a todos los evocadores de los muertos,
y adivinos. 4 Los filisteos, reunién¬
dose, vinieron a acampar en Sunam;
y Saúl, reuniendo a todo Israel,
acampó en Gclboe. 6 A la vista del
campamento de los filisteos, Saúl
tembló, y se le agitó el corazón.
6 Consultó a Yave, pero Yave no le
respondía, ni por sueños, ni por los
urim , ni por profetas; 7 y dijo a sus
servidores: «Buscadme una pitoni¬
sa (1), para que vaya a consul¬
tarla.» Sus servidores le dijeron: «En
Endor hay una pitonisa»; 8 y Saúl,
disfrazándose, fué allá, acompañado
de dos hombres. Llegados de noche
a la casa de la mujer, Saúl le dijo:
«Prcdimc lo por venir, evocando a
un muerto, el que que yo te diga.»
9 Ella contestó: «Bien sabrás lo que
lia hecho Saúl, que ha borrado de
esta tierra a todos los evocadores y
adivinos. ¿Me tiendes un lazo para
hacerme morir?» 10 Saúl le juró por
Yave, diciendo: «Como vive Yave,
que por esto no te lia de venir ningún
mal.» 11 Díjole la mujer: «¿A quién
he de evocar?» Y Saúl contostó:
«Evócame a Samuel.»
12 A la vista de Samuel, la mujer
lanzó un grito, y dijo a Saúl: 13 «¿Por
qué me has engañado? Tú eres Saúl.»
El rey le dijo: «No temas. ¿Qué es
(i) Saúl, viendo que por ningún medio
licito le contestaba Dios, recurre al reprobado
por la ley, la evocación de los muertos. La evo¬
cación de Samuel es diversamente concebida
por los Padres e intérpretes, sin que podamos
dar como cierta ninguna de las interpretaciones.
SAMUEL I, 29, 30
o que ves?» La mujer dijo a Saúl:
«Veo un dios que se alza de la tierra.»
14 «¿Y cuál es su figura?—preguntó
Saúl—. Ella respondió: «Es un an¬
ciano que sube envuelto en su manto.»
Comprendió Saúl que era Samuel y
se prosternó rostro a tierra. 15 Samuel
dijo a Saúl: «¿Por qué has turbado
mi reposo, evocándome?» Saúl res¬
pondió: «Estoy en gran aprieto. Los
filisteos me hacen la guerra, y Yave
se ha retirado de mí. No me ha res¬
pondido, ni por profetas ni por sue¬
ños. Te he evocado, para que me
digas qué he de hacer.» 16 Samuel dijo:
«¿Cómo me consultas tú, siendo así
que Yave se ha retirado de ti y se
ha hecho enemigo tuyo? 17 Yave
hace lo que te había predicho por
mi boca: arranca el reino de tus manos,
para dárselo a otro, a David. 18 Por¬
que no obedeciste a Yave y no tra¬
taste a Amalee según el ardor de su
cólera, por eso hace ahora Yave
eso contigo. 19 El entregará a Israel,
juntamente contigo, a manos de los
filisteos. Mañana tú y tus hijos esta¬
réis conmigo, y Yave entregará el
campamento de Israel a los filis¬
teos. »
20 Cayó luego Saúl por tierra,
cuan largo era, pues las palabras de
Samuel le llenaron de espanto, y
faltáronle las fuerzas, pues no había
tomado nada ni en el día ni en la
noche. 21 La mujer se acercó a Saúl,
y viendo su gran turbación, le dijo:
«Tu sierva no ha hecho más que
obedecerte, exponiendo su vida. 22 Es¬
cucha, pues, tú también a tu sierva,
y permite que te ofrezca un trozo
de pan, para que tengas fuerzas para
proseguir tu camino.» 23 E1 contestó:
«No comeré nada.» Sus servidores,
uniéndose a la mujer, insistieron,
y él se rindió a sus instancias. Le¬
vantóse de tierra y se sentó sobre
el diván. 24 Tenía en casa la mujer
un ternero gordo; matóle luego, y
tomando harina, coció unos ácimos
25 y lo presentó a Saúl y a sus ser¬
vidores, quienes, después de comer,
se levantaron y partieron aquella
misma noche.
David, despedido del ejército de
los filisteos.
29 1 Reunieron los filisteos todas
sus tropas en Afee, e Israel
acampaba cerca de la fuente de
Jezrael. 2 Mientras avanzaban los
301
príncipes de los filisteos a la cabeza
de sus centenas y sus millares, David
y los suyos marchaban a retaguardia
con Aquis; 3 y los jefes de los filisteos
preguntaron: «¿Qué hacen aquí los
hebreos?» Aquis les dijo: «¿No veis
que es David, siervo de Saúl, rey de
Israel, que está conmigo hace días
y años, sin que haya hallado yo
la menor cosa que reprocharle, desde
que se pasó a nosotros hasta ahora?»
4 Pero los jefes de los filisteos se en¬
furecieron contra Aquis, y le dijeron:
«Despide a ese hombre, y que se
vuelva al lugar que le has designado;
que no venga a la batalla, no se re¬
vuelva contra nosotros durante el
combate. ¿Cómo podría él volver a
la gracia de su amo, mejor que ofre¬
ciéndole cabezas de nuestros hom¬
bres? 6 ¿No es ese David del que
cantaban danzando: Saúl mató sus
mil, pero David sus diez mil?»
6 Aquis llamó a David, y le dijo:
«Como vive Yave, que tú eres hombre
leal, y que yo veo con buenos ojos
toda tu conducta en esta expedición,
sin haber visto en ti nada malo, desde
que llegaste a mí hasta hoy; pero a
los príncipes no les agradas. 7 Vuél¬
vete, pues, y torna en paz, para no
desagradar a los príncipes.» 8 David
respondió: «¿Pero qué te he hecho
yo, y qué has hallado tú en tu siervo,
desde que estoy junto a ti hasta hoy,
para que no marche yo a combatir
a los enemigos de mi señor, el rey?»
9 Aquis respondió a David: «Yo sé
bien que tú has sido bueno conmigo,
como un ángel de Dios; pero los jefes
de los filisteos dicen: Que no suba
con nosotros a la batalla. 10 Así que,
levántate de mañana tú y los siervos
de tu señor, que han venido contigo;
levántate bien de mañana, y partid
en cuanto sea de día.» 11 David y
sus gentes se levantaron bien tem¬
prano, y partieron de vuelta a la
tierra de los filisteos, y los filisteos
subieron a Jezrael.
Saqueo c incendio de Siceleq por
los amalecitas.
30 1 Cuando al tercer día llegó
David con sus hombres a Sice-
leg, los amalecitas habían irrumpido
en el Negueb y en Sicéleg, y la
habían tomado e incendiado. 2 Habían
apresado a las mujeres que allí es¬
taban y a pequeños y grandes, pero
302
SAMUEL I, 31
sin matar a nadie, y llevándoselos,
se habían puesto en camino. 3 Cuando
llegaron David y sus gentes a la
ciudad y vieron que había sido que¬
mada, y que sus mujeres, hijos e hijas
habían sido llevados cautivos, 4 al¬
zaron la voz v lloraron hasta más no
poder. 6 Habían sido llevadas las
dos mujeres do David, Ajinoam, de
Jeerael, y Abigail, de Carmel, mujer
de Nabal.
6 David se vio muy angustiado,
pues la gente hablaba de lapidarle,
ya que todos estaban muy amar¬
gados, cada uno por sus hijos y sus
hijas. Pero David se confortó en
Yavc, su Dios. 7 Dijo, pues, al sacer¬
dote Abiatar, hijo de Ajimclec: «Apli¬
ca el efod.» Aplicó Abiatar el efod,
8 y David consultó a Ya ve, diciendo:
«¿He de perseguir a esa banda? ¿La
alcanzaré?» Ya ve respondió: «Per¬
síguela, porque de cierto la alcanza¬
rás y recobrarás.» 9 Púsose David en
marcha, con los seiscientos hombres
que le seguían. Cuando llegaron al
torrente de Besor, doscientos queda¬
ron sin pasar más allá, rezagados por
la fatiga. 10 David continuó la per¬
secución con cuatrocientos hombres.
11 Encontraron en el campo a un egip¬
cio, que llevaron a David; 12 diéronle
pan que comiera y agua que bebiera,
y un trozo de torta de higos secos y
un racimo de pasas. Una vez que con
el alimento se recobró, pues había
estado tres días y tres noches sin
comer ni beber, 13 le preguntó David:
«¿De quién y de dónde eres tú?»
El respondió: «Soy un esclavo egip¬
cio, al servicio de un amalccita, y
hace tres días inc abandonó ini amo,
porque enfermé. 14 Habíamos hecho
una incursión en el Negueb de Qucret,
en Judá, y en el Negueb de Caleb, y
hemos incendiado Siccleg.» 16 David
le preguntó: «¿Quieres guiarme hacia
donde está la banda?» El le respondió:
«Júrame por Dios, que no me mata¬
rás ni me entregarás a mi amo, y te
guiaré a donde está la banda.» 16 Guió¬
los, y vieron que estaban los amale-
citas esparcidos por todo el campo,
comiendo, bebiendo y bailando, pues
era muy grande el botín que habían
cogido en la tierra de los filisteos y
en la de Judá. 17 David los batió
desde la aurora hasta la tarde, y no
escapó ninguno de ellos, fuera de
cuatrocientos mozos, que huyeron
montados en camellos. 48 David re¬
cobró cuanto los amalccitas se lle¬
vaban, y rescató a sus dos mujeres.
19 No faltó nadie, ni chico ni grande,
ni niño, ni niña, ni nada del botín
y de cuanto se habían llevado. David
lo recobró todo; 20 y cogiendo el ga¬
nado mayor y menor, se pusieron
en marcha delante de él, diciendo:
«Este es el botín de David.»
' 21 Llegó David a los doscientos
hombres que, fatigados, no habían
podido seguirle y se quedaron junto
al torrente de Besor. Salieron éstos
al encuentro de David y de los que
venían con él, y David se acercó a
ellos y los saludó amistosamente.
22 Pero lo peor de cuanto de malo
había en la tropa de David, se puso
a decir: «Pues que no han venido
con nosotros, no les daremos parte
del botín que hemos cogido; que coja
cada uno su mujer y sus hijos y se
los lleve.» 23 Pero David dijo: «No,
hermanos míos, no hagáis eso con
lo que nos ha dado Ya ve: porque él
nos ha guardado y ha puesto en nues¬
tras manos la banda que vino contra
nosotros. 24 Eso, ni oírse siquiera.
La parte debe ser la misma para el
que combate y para el que custodia
el bagaje. Todos partirán por igual.»
25 Y así se hizo aquel día y en lo su¬
cesivo, quedando esto como ley y
norma, que todavía se observa.
26 De vuelta a Siccleg, David mandó
parte del botín a los ancianos de Judá,
sus amigos, diciendo: «Ahí va para
vosotros un presente, del botín de
los enemigos de Yave.» 27 Mandó a
los de Betel, a los de Ramot del
Negueb, a los de Jetcr, 28 a los de
Arocr, a los de Sefamot, a los de
Estamo, 29 a los de Recaí, a los délas
ciudades de Jcramecl, a los de las
ciudades de Quenc, 30 a los de Jornia,
a los de Borasán, a los de Atar,
31 a los de Hcbrón, y a los de to¬
dos los lugares por donde David y
sus gentes habían estado.
Derrota y muerte de Saúl.
1 1 Libraron batalla los filisteos,
f y los hijos de Israel se pusieron
en fuga ante los filisteos, y cayeron
muchos en los montes de Oelboe.
2 Los filisteos se pusieron a perseguir
a Saúl y a sus hijos, y mataron a
Jonatán, a Abinadab y a Melquisua,
hijos de Saúl. 3 El peso de la batalla
cargó principalmente sobre Saúl. Ha¬
biéndole descubierto los arqueros, y
SAMUEL I, 31
303
viéndose muy apretado por ellos,
4 dijo a su escudero: «Saca tu espada
y traspásame, no me hieran esos
incircuncisos y me afrenten.» El escu¬
dero no obedeció por el gran temor
que tenía; y cogiendo Saúl su propia
espada, se echó sobre la punta de
ella. 6 El escudero, viéndole muerto,
se arrojó igualmente sobre la suya,
y murió con él. 6 Así murieron aquel
día juntos Saúl y sus tres hijos y su
escudero. 7 Los de Israel, que estaban
del lado acá del llano, y del lado acá
del Jordán, viendo huir a los hijos
de Israel y sabiendo que Saúl y sus
hijos habían muerto, abandonaron
sus ciudades, para emprender tam¬
bién la fuga, y viniendo los filisteos,
las ocuparon.
8 Al día siguiente vinieron los fi¬
listeos para despojar a los muertos,
y hallaron a Saúl y a sus tres hijos,
que yacían sobre los montes de Gel-
boe. 9 Cortaron la cabeza de Saúl
y se apoderaron de sus armas, e hi¬
cieron publicar esta buena noticia
por toda la tierra de los filisteos, en
los templos de sus ídolos y entre el
pueblo. 10 Las armas de Saúl las
depositaron en el templo de Astarte,
y su cabeza la colgaron de las murallas
de Betsán.
11 Los habitantes de Jabes Galad,
habiendo sabido lo que los filisteos
habían hecho con Saúl, 12 reunieron
a los más valientes; y después de
marchar durante toda la noche, lle¬
garon hasta Betsán; y cogiendo de
sus murallas el cadáver de Saúl y
los de sus hijos, se volvieron con ellos
a Jabes, donde los quemaron. 13 Co¬
gieron sus huesos y los sepultaron
bajo el taray de Jabes, y ayunaron
siete días.
pugna ftufirm ck arbr rt pende: jlltus Icah ct je va ka$,
SAMUEL II
Comunican a David la noticia de
la muerte de Saúl.
| 1 Después de la muerte de Saúl,
cuando hacia dos días que David,
victorioso de los amalecitas, estaba
en Siceleg, 2 llegó el tercer día al
campamento un hombre, que venía
del campo de Saúl, desgarrados los
vestidos y cubierta la cabeza de polvo.
Cuando estuvo cerca de David, se
echó en tierra, prosternándose, 3 y
David le preguntó: «¿De dónde vie¬
nes?» El respondió: «Vengo huido del
campamento de Israel.» 4 * David pre¬
guntó: «¿Qué ha sucedido? Cuénta-
melo.» El respondió: «El pueblo huyó
de la batalla, y gran número de
hombres han caído y han perecido.
Saúl mismo y Jonatán, su hijo, han
sido muertos.» 6 David dijo al joven
que le daba estas noticias: «¿Y cómo
sabes tú que han muerto Saúl y su
hijo Jonatán?» 6 El joven que le
daba las noticias respondió: «Yo me
hallaba por casualidad en el monte
Gelboe, y vi a Saúl, apoyado sobre
su lanza, mientras se acercaban a él
carros y caballeros, que estaban ya
para alcanzarle; 7 y volviéndose, me
vió y me llamó. Yo respondí: «Aquí
me tienes.» 8 Me dijo: «¿Quién eres
tú?» Yo le respondí; Soy un amale-
cita.» 9 Y él me dijo: «Acércate a mí
y mátame, porque me siento presa
de un espasmo, mientras todavía
tengo en mí toda la vida.» 10 Yo me
acerqué a él y le maté, pues sabía
muy bien que no sobrevida a su
derrota; y cogiendo la diadema que
llevaba en la cabeza y el brazalete
que tenía en su brazo, se los he traído
aquí a mi señor» (1).
11 David, cogiendo sus vestiduras,
las rasgó, y también todos los hom¬
bres que con él estaban. 12 Hicieron
duelo, llorando y ayunando hasta la
I tarde, por Saúl, por su hijo Jonatán
i y por el pueblo de Yave y la casa de
Israel, que habían caído bajo la espada.
(i) En su relato, el amaJecita se atribuye
falsamente la muerte de Saúl a petición de éste,
creyendo que así se congraciaría con David,
y éste le recompensaría. Por lo contrario, su
falsa confesión es causa de su catligo.
20
306
SAMUEL II, 2
13 David dijo al joven que le había
traído las noticias: «¿De dónde eres
tú?» El respondió: «Soy hijo de un
extranjero, de un amalecita.» 14 Y
David le dijo: «¿Y cómo te atreviste
a tender tu mano para dar muerte al
ungido de Yave?» 15 Y llamando a
uno de los suyos, le dijo: «Echate so¬
bre él y mátale.» El hombre hirió al
amalecita, que murió. 16 David dijo:
«Caiga tu sangre sobre tu cabeza!
Tu misma boca ha atestiguado contra
ti al decir: Yo he dado la muerte al
ungido de Yave.»
Elegía de David por Saúl y Jo-
natán.
17 David cantó una elegía por Saúl
y Jonatán, su hijo, 18 y mandó que
se la enseñasen a los hijos de Judá.
Es el canto del arco, y está escrito
en el libro de Jaser (1):
19 «Tu gloria, Israel, ha perecido
en tus montes;
¿Cómo cayeron los héroes?
20 No lo propaléis en Get;
No lo publiquéis por las calles de
Ascalón,
Que no se regocijen las hijas de
los filisteos,
Y no salten de júbilo las hijas de
los incircuncisos.
21 ¡Montes de Gelboe! No caiga
sobre vosotros ni rocío ni lluvia,
Ni seáis campos de primicias,
Porque allí fue abatido el escudo
de los héroes,
El escudo de Saúl, como si no fuera
el ungido con el óleo.
22 De la sangre de los muertos, de
la grasa de los valientes,
El arco de Jonatás no se hartaba
nunca,
La espada de Saúl no se blandía
en vano.
23 Saúl y Jonatán, amados y queri¬
dos, inseparables en vida,
Tampoco se separaron en la muerte.
Más ágiles que las águilas,
Más fuertes que los Icones.
24 Hijas de Israel, llorad por Saúl,
Que os vestía de lino fino,
Y adornaba de oro vuestros ves¬
tidos.
(i) La nobleza de seniimientos de David,
tamas veces mosteada en su proceder para con
Saúl, se manifiesta en esie car.io elegiaco, en
que David se lamenta no sólo de la muerte de
Jonatán, su entrañable amigo, sino de la de
Saúl, su encarnizado perseguidor.
26 ¿Cómo han caído los héroes en
medio de la batalla?
¿Cómo fué traspasado Jonatán en
las alturas?
26 Angustiado estoy por ti, ¡oh
Jonatán, hermano mío!
Me eras carísimo,
Y tu amor era para mí dulcísimo,
Más que el amor de las mujeres.
27 ¿Cómo han caído los héroes?
¿Cómo han caído los fuertes gue¬
rreros?»
David, rey de Judá.
*) 1 Después de esto, consultó David
— a Yave, diciendo: «¿He de subir
a alguna de las ciudades de Judá?»
Y Yave respondió: «Sube.» Preguntó
David: «¿A cuál de ellas subiré.»
Y Yave respondió: «A Hebrón.»
2 Subió, pues, allá David, con sus
dos mujeres, Ajinoam de Jezrael y
Abigail de Carmel, mujer de Nabal.
3 Hizo también que subieran los que
estaban con él, cada uno con su fa¬
milia, y habitaron en la ciudad de
Hebrón. 4 Vinieron los hombres de
Judá, y ungieron allí a David, rey
de la casa de Judá. Supo David que
las gentes de Jabcs Calad habían
dado sepultura a Saúl; 5 y David envió
mensajeros a los hombres de Jabes
Galad, que les dijeran: «Benditos
seáis de Yave por la misericordia que
habéis hecho con vuestro señor Saúl,
dándole sepultura. 6 Que haga Yave
con vosotros misericordia y verdad.
Yo también os pagaré con favores
lo que habéis hecho. 7 Fortaleced
vuestras manos y tened valor, pues
que, muerto Saúl, los hombres de
Judá me han ungido por rey suyo.*
Oposición tic la osisu dcSaul.
8 Pero Abner, hijo de Ner, jefe del
ejército de Saúl, tomó a Jsboset, hijo
de Saúl; y llevándole a Majanaim,
9 le alzó por rey de Galad, de Aser, de
Jezrael, de Efraím, de Benjamín y
de todo Israel.
10 Cuarenta años tenía Isbosct, hijo
de Saúl, cuando comenzó a reinar en
1 Israel y reinó dos años.
11 El tiempo que David reinó en
I Hebrón, sobre la casa de Judá, fué
de siete años y seis meses.
SAMUEL II, 3
307
Ls» batalla «le Gabaón.
12 Abner, hijo de Ner, y los segui¬
dores de Isboset, salieron de Maja-
naim para Gabaón.
13 Joab, hijo de Sarvia, y los se¬
guidores de David se pusieron en
marcha. Encontráronse cerca del es¬
tanque de Gabaón y acamparon los
unos de un lado del estanque y los
otros del otro. 14 Abner dijo a Joab:
«Salgan unos cuantos jóvenes y com¬
batan a nuestra vista.» Joab res¬
pondió: «Que salgan.» 15 Y salieron,
avanzando en igual número, doce de
Benjamín, por Isboset, hijo de Saúl,
y doce de los seguidores de David;
46 y cogiendo cada uno a su adver¬
sario por la cabeza, le hundió la es¬
pada en el costado, y cayeron todos
a una, llamándose por eso aquel lugar
Elcatusurim, que está en Gabaón.
17 Hubo aquel día muy recia batalla,
y Abner y los hombres de Israel fue¬
ron vencidos por los seguidores de
David. 18 Estaban allí los tres hijos
de Sarvia: Joab, Abisai y Azael.
Azael era ligero de pies, como un
corzo de los campos, 19 y persiguió
a Abner, sin apartarse de él, ni a
la derecha ni a la izquierda. 20 Abner
miró detrás de sí, y le dijo: «¿Eres
tú, Azael?» El respondió: «Yo soy.»
21 Y Abner le dijo: «Apártate o a la
derecha o a la izquierda, coge a uno
de esos mozos, y toma sus despojos.»
Pero Azael no quiso apartarse de él,
22 y Abner dijo entonces a Azael:
«Apártate de mí o te derribo en tie¬
rra, ¿y cómo podría yo levantar mis
ojos delante de Joab, tu hermano?»
23 Pero Azael rehusó retirarse, y Abner
le hirió entonces con el regatón de
la lanza en el abdomen, saliéndole la
lanza por detrás, y allí cayó y murió.
Todos, al llegar al lugar donde había
caído Azael, se detenían. 24 Joab y
Abisai persiguieron a Abner, llegando
al ponerte del sol a la colina de Amma,
que está frente a Guiaj, del lado del
desierto de Gabaón.
25 Los hijos de Benjamín- se reunie¬
ron detrás de Abner en apretado haz,
y se apostaron en lo alto de la colina;
26 y Abner llamando a Joab, le dijo
a voces: «¿Hasta cuándo no dejará
de devorar la espada? ¿No sabes que
al fin viene la desesperación? ¿A
cuándo esperas, para decir a los tuyos
que dejen de perseguir a sus her¬
manos?» 27 Y Joab respondió: «Por
Dios vivo, qne si no hubieras hablado
tú, el pueblo no habría dejado de
perseguir a sus hermanos hasta ma¬
ñana.» 28 Y Joab hizo sonar la trom¬
peta, y el pueblo se detuvo, y no per¬
siguieron ya a Israel, cesando el com¬
bate. 29 Abner y sus gentes, después
de marchar toda la noche por el Ara¬
ba, pasaron el Jordán, cruzaron todo
el Bitrón, y llegaron a Majanaim.
30 Joab, cesando en la persecución
de Abner, reunió a todo el pueblo.
Faltaban de los seguidores de David
diecinueve hombres y Azael. 31 Los
seguidores de David habían herido
de muerte a trescientos sesenta hom¬
bres de los de Benjamín, de los de
Abner. Llevaron a Azael y le sepul¬
taron en el sepulcro de su padre en
Belén. 32 Joab y sus hombres marcha¬
ron toda la noche, y llegaron a He-
brón al despuntar el día.
Guerra civil entre la casa de David
y la de Saúl.
1 Fué larga la guerra entre la
casa de David y la casa de Saúl,
pero David iba fortaleciéndose cada
vez más, y la casa de Saúl cada vez
más debilitándose.
2 En Hebrón naciéronle hijos a
David: su primogénito fué Amnón,
hijo de Ajinoam de Jezrael; 3 el se¬
gundo Jeleab, de Abigail, del Carmel,
mujer de Nabal; el tercero Absalón,
hijo de Maca, hija de Tolmai, rey
de Gesur; 4 el cuarto Adonías, hijo de
Agit; el quinto Safatía, hijo de Abi-
tal; 6 el sexto Jetram, de Egla, mujer
de David. Estos son los hijos que na¬
cieron a David en Hebrón.
6 Durante la guerra entre la casa
de Saúl y la casa de David, era Abner
el que se hacía fuerte por la casa de
Saúl. 7 Había tenido Saúl una concu-
cubina, de nombre Resfa, hija de
Aya; e Isboset dijo a Abner: «Por qué
has entrado a la concubina de mi pa¬
dre?» Abner, muy irritado por lo que
le decía Isboset, respondió: «¿Soy yo
acaso hoy una cabeza de perro? Has¬
ta hoy he favorecido yo a la casa de
Saúl, tu padre, y a sus hermanos y
amigos, y no te he puesto en las manos
de David; ¿y tú me recriminas hoy
por causa de esa mujer? 9 Así haga
Dios a Abner, y así le añada, si no hago
yo con David, conforme a lo que le
ha jurado Yave, que quitaría el reino
a la casa de Saúl, y confirmaría el
trono de David, sobre Israel y sobre
Judá, desde Dan hastalBerseba.»
308
SAMUEL II, 4
11 No pudo Isboset responder a
Abner palabra, porque le temía. 12 En¬
vió, pues, Abner mensajeros de su
parte a David, diciéndole: «¿Ct'iya es
la tierra?», y para que le dijeran: «Haz
alianza conmigo y mi mano te ayudará
a traer a ti a todo Israel.»
13 David respondió: «Está bien,
yo haré alianza contigo, pero te pido
una cosa: Que no vengas a verme,
sin traer contigo a Micol, la hija de
Saúl, cuando vengas a verme.» 14 Des¬
pués de esto mandó David mensaje¬
ros a Isboset, hijo de Saúl, que le di¬
jeran: «Devuélveme mi mujer, Mi-
col, que adquirí a costa de cien pre¬
pucios de filisteos.» 15 Mandó Isboset
a quitársela a su marido Paltiel, hijo
de Laín, y 16 el marido se fué tras ella
siguiéndola y llorando hasta Baju-
rim. Abner le dijo: «Anda y vuélvete»,
y él entonces se volvió. 17 Habló Abner
a los ancianos de Israel, diciendo: «No
es de ayer vuestro deseo de que David
reinase sobre vosotros: 18 cumplidlo,
pues, ahora, pues que Yave ha hablado
a David, diciendo: Por mano de mi
siervo David libraré yo a mi pueblo
Israel, de la mano de los filisteos y
de la mano de todos sus enemigos.»
19 Habló también Abner a los hijos
de Benjamín, y fué luego a Hebrón, a
comunicar a David la disposición en
que estaba Israel y toda la casa de
Benjamín. 20 Vino, pues, Abner a
David, a Hebrón, con veinte hombres,
y David dió un banquete a Abner y a
a los que con él habían venido. 21 Y
Abner dijo a David: «Voy a levan¬
tarme, y partiré para reunir a todo
Israel, y traerle a mi señor el rey. Ellos
harán alianza contigo, y tú reinarás
como deseas.» David despidió luego
a Abner, y éste se íué en paz.
22 Vinieron los seguidores de Da¬
vid y Joab, de vuelta de expedi¬
ción, trayendo consigo gran botín.
No estaba ya Abner con David en
Hebrón; ya le había despedido Da¬
vid y ya se había ido él en paz; 23 pero
al llegar Joab con el ejército que man¬
daba, dieron aviso a Joab, diciendo:
«Abner, hijo de Ner, lia venido a es¬
tar con el rey, y éste le ha despedido,
V él se ha ido eti paz». 24 Vino enton¬
ces Joab al rev, y le dijo: «iCómo has
hecho esto? Ha venido a estar con¬
tigo Abner. ¿por que, pues, le has de¬
jado irse en paz? 25 No sabes tú que
Abner, hijo de Ner, ha venido a en¬
gañarte y a espiarte en tus entradas y
salidas y sorprender tus planes?»
26 Y en saliendo de estar con David,
mandó Joab algunos tras Abner,
que le trajeron desde la cisterna de Sira,
sin que David supiera nada. 27 Cuando
Abner estuvo de vuelta en Hebrón,
Joab, llevándole aparte dentro de la
puerta, como para hablarle en se-
secrcto, le hirió en el \ientre y le
mató, en venganza de la sangre de
Azael, su hermano. 28 Al saberlo Da¬
vid, dijo: «Inocente soy yo para siem¬
pre, yo y mi reino delante de Yave,
de la sangre de Abner, hijo de Ner;
29 caiga su sangre sobre la cabeza de
Joab, y sobre toda la casa de su pa¬
dre. Haya siempre en la casa de Joab
quien padezca de flujo, leproso, quien
ande con báculo, quien muera a cu¬
chillo, quien carezca de pan.»
30 Joab y Abisai, su hermano, ma¬
taron a Ábner, porque éste había
muerto a Azael, hermano de los dos,
en la batalla de Gabaón.
31 David dijo a Joab y a todo el pue¬
blo que con él estaba: «Rasgad vues¬
tras vestiduras, ceñios de saco, y
haced duelo por Abner.» 32 Sepulta¬
ron a Abner en Hebrón. El rey iba
detrás del féretro: y lloró en alta voz
sobre la tumba de Abner, y todo el
pueblo lloró con él. 33 El rey cantó
una elegía por Abner, y dijo: «¿Ha
muerto acaso Abner la muerte del
criminal?
34 No estaban atadas tus manos,
Ni encadenados tus pies.
Caíste como cae el inocente,
A manos de malvados.»
Todo el pueblo siguió llorando a
Abner, 86 y se acercaron a David para
hacerle tomar algún alimento antes
de que acabase el día; pero David
juró: «Hágame esto Yave, y esto me
añada, si cómo nada antes de la pues¬
ta del sol.» 36 Todo el pueblo lo supo,
viendo con agrado lo que hacía el rey;
37 y comprendió aquel día, que no
había sido obra del rey la muerte de
Abner, hijo de Ner. El rey dijo a sus
servidores: «¿No veis que ha caido hoy
en Israel un gran capitán y un gran
hombre? 3 9 Por lo que a mí hace, yo soy
todavía débil, aunque ungido, y esos
hombres, los hijos de Sarvia, son más
poderosos que yo. Que Yave pague al
que^ha hecho el mal, según su malicia. ■
Muerte de Islioset.
¿1’ 1 Cuando supo Isboset que Abner
había muerto en Hebrón, se le
cayeron los brazos, y todo Israel
SAMUEL II, 5
:H)9
quedó consternado. 2 Estaban con
el liijo de Saúl dos jefes de bandidos
uno de nombre Baña y otro de nom¬
bre Reeab, hijos de Remón, de Berot,
de los hijos de Benjamín, pues Bcrot
se cuenta también como parte de
Benjamín. 3 Estos berotítas habían
huido a Guitaim, y habían habitado
allí hasta entonces. 4 Un hijo de
Jonatán, hijo de Saúl, tenía cinco
años; y al llegar de Jezrael la noti¬
cia de la muerte de Saúl y Jonatón,
le cogió la nodriza para huir con él,
y en la precipitación de la fuga
le dejó caer, y quedó eojo; se 11a-
maha Mifisboset. 5 Los hijos de
Remón, de Berot, Reeab y Baña,
vinieron durante las horas del calor
6 y entraron en la casa de Tsboset,
que estaba durmiendo la siesta; la
portera, limpiando trigo, se había dor¬
mido; y Reeab y Baña 7 llegaron sin
ser vistos hasta la alcoba donde Isbo-
set dormía, e hiriéndole, le mataron,
y cortándole la cabeza, huyeron por el
camino del desierto toda la noche.
8 Trajeron a David, a Hebrón,
la cabeza de Isboset, y dijeron al
rey: «Ahí tienes la cabeza de Isbo¬
set, hijo de Saúl, tu enemigo, que te
perseguía; Ya ve ha vengado hoy a
mi señor, el rev, de Saúl y de su
descendencia.» * Pero David, res¬
pondiendo a Reeah y Baña, su her¬
mano, hijos de Remón de Berot, les
dijo: «Vive Ya ve, que me salvó de
toda angustia; 10 que si al que me
anunció, diciendo: «Ha muerto Saúl,
creyendo anunciarme cosa grata para
mí,‘ le cogí, y le maté en Sieeleg,
cuando parecía que era digno de
albricias por la noticia, 11 (i) ¿cuanto
más ahora, que unos malvados han
quitado la vida a un hombre ino¬
cente, en su casa, en su lecho, no
habré de demandar su sangre de
vuestras manos, exterminándoos de
sobre la tierra?» 12 Dió, pues, orden
David a sus gentes, de matarlos;
y cortándoles manos y pies, los col¬
garon junto a la piscina de Hebrón.
La cabeza de Isboset, la cogieron y
la sepultaron en el sepulcro de Abner,
en Hebrón.
lteina David sobre todo Israel.
1 Vinieron a David, a Hebrón,
todas las tribus de Israel, y ha¬
blaron, diciendo: «Hueso tuvo y
carne tuya somos; 2 ya antes, cuando
reinaba Saúl sobre nosotros, tú saca- 1
bas a Israel y entrahas con él. Ade¬
más Yave te ha dicho: Apacienta a
mi puehlo, y sé el jefe de Israel.»
3 Vinieron, pues, todos los ancianos
de Israel a David, a Hehrón; y David
hizo eon ellos alianza en Hehrón
ante Yave, y ungieron a David rey
de Israel. 4 Treinta años tenía David
cuando comenzó a reinar, y reinó
cuarenta años. 5 Reinó en Hebrón,
sobre Judá, siete años y seis meses,
y treinta y tres años en Jerusalén,
sobre todo Israel y Judá.
8 El rey se dirigió con su gente a
Jerusalén, contra los jehuseos que
la habitahan, que dijeron a David:
«No entrarás tú aquí: ciegos y cojos
bastarán para impedírtelo.» Con lo
que querían decir: «Jamás entrará
David aquí.» 7 Pero David se apoderó
de la fortaleza de Sión, que es la
ciudad de David; 8 pues había dicho:
«¿Quién, batiendo al jebuseo, llegará
a aleanzar por el túnel a los ciegos
y coios. aborrecidos del alma de Da¬
vid?» Por eso quedó en proverbio: «No
volverán a casa los ciegos y los cojos.»
0 David estableció su residencia
en la fortaleza, y la llamó la ciudad
de David (1), y edificó en derre¬
dor, desde el terraplén para adentro.
10 David iba creciendo en poder
cada vez más, y Yave Scbaot estaha
eon él. 11 Hirán, rey de Tiro, envió a
David una embajada y maderas de
cedro, carpinteros y canteros, que
edificaron la casa de David.
12 Conoció David que Yave le había
confirmado rey de Israel, V que
realzaba su reino por amor de Israel,
su pueblo. 13 Tomó David más con¬
cubinas y mujeres, de Jerusalén,
después de venir de Hehrón, y le
nacieron hijos e hijas. 14 He aquí
los nombres de los que le nacieron
en Jerusalén: Samua, Sobab, Natán,
Salomón, 15 Jebar, Elima, Nefeg,
16 Jafia, Elisama, Elijoda y Elifelet.
17 Cuando los filisteos supieron
que David hahía sido ungido rey de
Israel, subieron todos en busca suya,
V David, que lo supo, bajó a su en¬
cuentro. 18 Los filisteos hicieron una
incursión en el valle de Refaim,
19 y David consultó a Yave, diciendo:
«¿Subiré contra los filisteos? ¿Los
(i) Jerusalén viene a ser el centro político
de Israel, como será también poco después
el centro religioso, con el traslado del arca.
David mostró en la elección su buen ojo, pues
nunca después perdió Jerusalén su preponde¬
rancia en Israel.
310
SAMUEL II, 6, 7
entregarás en mis manos?» Y Ya ve
dijo a David: «Sube, pues de cierto
los entregaré en tus manos.» 20 Vino,
pues, David, a Baal Parasim, donde
los derrotó, y dijo: «Yave ha roto
a mis enemigos como rompen las
aguas.» Por eso se dio a aquel lugar
el nombre de Baal Parasim. 21 Deja¬
ron allí sus ídolos, que David y su
gente se llevaron. 22 Volvieron los
filisteos a subir, y a invadir el valle
de Refaim. 23 Consultó David a
Yave: «¿Subiré contra los filisteos?
¿Los entregarás en mis manos?»
Y él le respondió: «No subas a su
encuentro, rodea por detrás de ellos
V atácalos por la espalda, desde el
lado de las balsameras. 24 Cuando
entre las balsameras oigas ruido de
pasos, ataca fuertemente, porque es
Yave que marcha delante de ti,
para' derrotar al ejército de los filis¬
teos.» 25 David hizo lo que Yave
le mandaba, y batió a los filisteos
desde Oabaón hasta Quezer.
Traslado del arca a Jerusalcn.
1 Volvió a reunir David a los
u selectos de Israel, treinta mil
hombres; 1 2 3 y acompañado de todo
el pueblo congregado tras él, se puso
en marcha desde Baale Judá, para
subir el arca de Dios, sobre la cual
se invoca el nombre de Yave Se-
baot, sentado sobre los querubines.
3 Pusieron sobre un carro nuevo el
arca de Dios, y la sacaron de la casa
de Abinadab, que está sobre la
colina. 4 * Oza y Ajio, hijos de Abina¬
dab, guiaban el carro nuevo; iba
Oza al lado del arca, y Ajio iba de¬
lante; 6 David y toda la casa de Israel
iban danzando delante de Yave con
todas sus fuerzas, con arpas, sal¬
terios, adufes, flautas y címbalos.
6 Cuando llegaron a la era de Nacón,
tendió 'Oza la mano hacia el arca
de Dios, y la cogió, porque los bueyes
daban sacudidas. 7 Encendióse de
pronto contra Oza la cólera de Yave,
y cayó allí muerto, junto al arca de
Dios. 8 9 Entristecióse David de que hu¬
biese herido Yave a Oza,y íué llama¬
do aquel lugar Pere Oza, hasta hoy
9 Atemorizóse entonces David de
Yave, y dijo: «¿Cómo voy a llevar a
mí el arca de Yave?» 10 * Y desistió
ya de llevar a sí el arca de Yave,
a la ciudad de David, y la hizo
llevar a casa de Obededón, de Get.
11 Tres meses estuvo el arca de Yave
en casa de Obededón, y Yave le
bendijo a él y a toda su casa. 12 * Dijé-
ronle a David: «Yave ha bendecido
a la casa de Obededón y a cuanto
tiene con él, por causa del arca de
Dios»; y poniéndose David en ca¬
mino, subió el arca de Dios, de la
casa de Obededón a la ciudad de
David, con un jubiloso cortejo.
13 Como los que llevaban el arca de
Yave hubieron andado seis pasos,
se sacrificaron un buey y un becerro
cebado. 14 David danzaba con toda
su fuerza delante de Yave, y vestía
un efod de lino. 15 Así subieron David
y toda la casa de Israel, entre gritos
de júbilo y el sonar de las trompetas.
16 Cuando el arca de Yave llegó
a la ciudad de David, Micol, hija de
Saúl, miró por la ventana; y al ver
al rey David, saltando y danzando
delante de Yave, le menospreció en
su corazón. 17 Una vez que el arca
de Yave fué introducida y puesta
en su lugar, en medio del tabernáculo
que David había alzado para ella,
David ofreció a Yave holocaustos
y sacrificios eucarísticos. 18 Acabado
que hubo de ofrecer los holocaustos
y los sacrificios eucarísticos, bendijo
al pueblo en nombre de Yave Sebaot.
19 Repartió a todo el pueblo, a toda
la muchedumbre de Israel, hombres
y mujeres, a cada uno una torta, un
pedazo de carne y uu racimo de uvas,
y el pueblo se fué cada uno a su casa.
20 Cuando se volvió David a la
suya para bendecirla, Micol, la hija
de* Saúl, le salió al encuentro, di¬
ciendo: «¡Qué gloria hoy para el
rey de Israel, haberse desnudado a
los ojos de las siervas de sus siervos,
como se desnuda un juglarl» 21 David
respondió a Micol; «Delante de Yave,
que con preferencia a tu padre y a
toda su casa me eligió para hacerme
jefe de su pueblo, de Israel, he
danzado yo. 22 Y aún más vil que
esto quiero parecer todavía, y reca¬
larme más a tus ojos, y seré así
honrado a los ojos de las siervas de
que tú has hablado.» 23 Y ya Micol,
hija de Saúl, no tuvo más hijos hasta
el día de su muerte.
Promesa del trono eterno.
1 Cuando el rey se hubo estableci-
h do en su casa y le hubo dado Yave
el descanso, librándole de todos sus
SAMUEL II, 8
311
enemigos en derredor, 2 dijo a Natán,
profeta: «Ya ves; yo habito en casas
de cedro, y el arca de Yave está en
lina tienda.» 3 Natán respondió al
rey: «Anda, haz-lo que tienes en tu
corazón, pues que Yave está con¬
tigo.» 4 Pero aquella misma noche
tuvo Natán palabra de Yave: «Anda
6 y ve a decir a David, mi siervo:
Así habla Yave: ¿Vas a edificarme
tú una casa, para que yo habite en
ella? Mira, yo no he habitado en
casa desde el día en que saqué de
Egipto a los hijos de Israel, hasta
hoy, sino que he andado en una
tienda, en un tabernáculo. Y en
todo el tiempo en que anduve con
los hijos de Israel, ¿he dicho yo pala¬
bra a ninguno de los jefes de Israel,
a quienes mandé que apacentaran
mi pueblo de Israel, de hacerme una
casa de cedro? 8 Di, pues, a David,
mi siervo: Así habla Yave Sebaot:
Yo te tomé de la majada, de detrás
de las ovejas, para que fueses prín¬
cipe de mi pueblo, de Israel. 9 He
estado contigo por dondequiera que
lias ido; he exterminado delante de
ti a todos tus enemigos, y te estoy
haciendo un nombre grande, como
el de los grandes de la tierra, 10 esta¬
bleciendo a mi pueblo Israel y plan¬
tándolo en su lugar, para que habite
en él y no sea ya perturbado, y los
hijos de la iniquidad no le aflijan
como antes, 11 desde el día en que
constituí jueces sobre mi pueblo,
Israel, y dándote descanso de todos
tus enemigos. Hácete, pues, saber
Yave, que él te edificará casa a ti;
12 y que cuando se cumplieren tus
días y te duermas con tus padres,
suscitaré a tu linaje, después de ti,
el que saldrá de tus entrañas, y afir¬
maré su reino. 13 El edificará casa
a mi nombre, y yo estableceré su
trono por siempre." 14 Yo le seré a
él padre, y él me será a mí hijo.
Si obrare él mal, yo le castigaré
con varas de hombres y con azotes
de hijos de hombres; 15 pero no
apartaré de él mi misericordia, como
la aparté de Saúl, arrojándole de
delante de ti. 16 Permanente será
tu casa para siempre ante mi rostro,
y tu trono estable por la eterni¬
dad» (1).
17 Conforme a todas estas pala¬
(i) Es la promesa de la perpetuidad de la
dinastía davidica, que tendrá su más perfecta
realización en el Mesías, hijo de David.
bras y a toda esta visión, habló
Natán a David; 18 y entrándose el
rey David, puesto delante de Yave,
dijo: «Señor, Yave, ¿quién soy yo,
y qué es mi casa, para que hasta
tal punto me hayas traído? 19 Y aun
esto ha sido poco a tus ojos, Señor,
Yave, y has hablado acerca de la
casa de tu siervo para lo por venir,
aventajándome sobre los otros hom¬
bres, ¡Señor, Yavel 20 ¿Qué más
podrá decirte David? Tú, ¡oh Señor,
Yavel, conoces a tu siervo. 21 Todas
estas grandezas las haces según tu
palabra y según tu corazón, y se las
has dado a conocer a tu siervo.
22 iQué grande eres, Señor, Yave!
No hay nadie que se te asemeje, ni
hay Dios fuera de ti, como lo hemos
oído con nuestros oídos. 23 ¿Y hay
sobre la tierra pueblo, como tu pue¬
blo Israel, que haya rescatado Dios
para hacerle el pueblo suyo, dándole
su nombre y haciendo por él tan
terribles y portentosas maravillas
como en favor de tu pueblo hiciste,
redimiéndole de Egipto, de las gentes
y de sus dioses? 24 Has confirmado
a tu pueblo Israel, por pueblo tuyo,
para que sea tu pueblo para siempre
jamás, y seas tú su Dios. 25 Mantén,
pues, siempre, Señor, Yave, la pala¬
bra que has dicho de tu siervo y
de su casa, y obra según tu palabra,
26 y sea glorificado por siempre tu
nombre; y dígase: Yave Sebaot es
el Dios de Israel. Sea firme ante ti
la casa de tu siervo David, 27 pues
que tú mismo, Yave Sebaot, Dios
de Israel, te has revelado a tu siervo,
diciendo: Yo te edificaré a ti casa.
28 Por eso se atreve tu siervo a diri¬
girte esta plegaria: ¡Oh Señor, Yavel
Tú eres Dios, y tus palabras son
verdaderas, y has prometido a tu
siervo hacerle esta gracia. 29 Tenlo,
pues, a bien, y bendice la casa de
tu siervo, para que subsista siempre
delante de ti; porque tú, Señor, Yave,
has hablado, y con tu bendición
será por siempre bendita la casa de
tu siervo.»
Guerras y triunfos de David.
II 1 Después de esto batió David
L a los filisteos y los humilló, arre¬
batando de las manos de los filisteos
Get y las ciudades de su dependen¬
cia. 2 Batió también a los moabitas,
y haciéndolos postrarse en tierra,
312
SAMUEL II, 9, 10
ios midió, echando sobre ellos las cuer¬
das; y dos de las medidas las condenó
a muerte, y a la otra le dejó la vida.
Los moabitas quedaron sometidos a
David y le pagaron tributo.
3 Batió a Hadadezer, hijo de Rojob,
rey de Soba, cuando iba camino
para restablecer su dominio hasta
el Eufrates. 4 Tomóle David mil
setecientos caballeros y veinte mil
infantes; desjarretó a todos los caba¬
llos de los carros de guerra, no de¬
jando más que cien tiros de carros.
5 Habiendo venido en socorro de
Hadadezer, rey de Soba, los sirios
de Damasco, batió David a veinte
mil de ellos; 6 puso guarniciones
en la Siria de Damasco, y se le some¬
tieron los sirios, haciéndose tributarios.
Yave dió a David la victoria por
dondequiera que fué.
7 Tomó David los escudos de oro
que llevaban los de Hadadezer, y
los trajo a Jcrusalén. 8 Tomó tam¬
bién gran cantidad de bronce en
Belaj y Bcrotai, ciudades de Hada¬
dezer.
9 Cuando Toú, rey de Amat, supo
que David había derrotado a todas
las fuerzas de Hadadezer, 10 mandó
a Jodorán, su hijo, al rey David,
para saludarle y felicitarle por haber
atacado y vencido a Hadadezer, pues
Toú estaba constantemente en guerra
con Hadadezer. Jodorán trajo vasos
de oro, vasos de plata y vasos de
bronce; 11 y el rey David los consa¬
gró también a Ya ve, como había
hecho con la plata y el oro de las
gentes que habla sometido, 12 de
Siria, de Moab, de los hijos de Ammán,
de los filisteos, de Amalee, y el botín
que había tomado a Hadadezer, hijo
de Rojob, rey de Soba.
13 David adquirió gran fama, y de
vuelta de la victoria de Siria, com¬
batió en el valle de la sal, derrotando
a dieciocho mil cdomitas. 14 Puso
guarniciones en Edom, y todo Edoin
le quedó sometido. Yavc le daba
la victoria por dondequiera que iba.
15 Reinó David sobre todo Israel,
haciendo derecho y justicia a todo
su pueblo. 10 Joab hijo de Sarvia,
era el jefe del ejército; Josafat, hijo
de Ajilud, era cronista; 17 Sadoc,
hijo de Ajimelcc, hijo de Ajitob,
y Abiatar, fueron sacerdotes; y Saraia
secretario. 18 Banaias, hijo de Joiada,
era el jefe de los cerdeos y los felc-
teos, y los hijos de David eran los
áulicos.
Mifiboset, el litio de Jonatán.
O 1 David preguntó: «¿Queda toda-
- vía alguno de la casa de Jonatán,
a quien pueda favorecer por amor a
Jonatán?» 2 Había un servidor de
la casa de Saúl, de nombre Siba;
hiciéronle, pues, venir a David, y
el rey le dijo: «¿Eres tú Siba?» El
respondió: «Tu siervo.» 3 El rey le
preguntó: «¿No queda ninguno de
la casa de Saúl, a quien pueda hacer
yo misericordia de Dios?» Siba res¬
pondió al r¿y: «Queda todavía un
hijo de Jonatán, que está lisiado de
ambos pies.» 4 «¿Dónde está?», pre¬
guntó el rey; y Siba respondió: «Está
en casa de Maquir, hijo de Amiel,
en Lodabar.»
5 El rey David mandó a buscarle
a la casa de Maquir, hijo de Amiel,
a Lodabar; 6 y llegado a David
Mifibosct, hijo de Jonatán, se echó
sobre su rostro, prosternándose, y
David le dijo: «Mifiboset.» El le
respondió: «Aquí tienes a tu siervo.»
7 David le dijo: «Nada temas, porque
quiero favorecerte por amor de Jona¬
tán, tu padre. Te devolveré todas las
tierras de Saúl, tu padre, y comerás
siempre a mi mesa.» 8 El se pros¬
ternó y dijo: «¿Qué es tu siervo, para
que pongas tu vista en un perro
muerto como yo?» 9 El rey llamó a
Siba, servidor de Saúl, y le dijo:
«Todo cuanto pertenece a Saúl, toda
su casa, se lo doy al hijo de tu amo.
10 Tú cultivarás para él las tierras,
tú, tus hijos y tus siervos, y le traerás
la cosecha, para que la casa de tu.
amo tenga de qué vivir, y Mifiboset,
tu amo, comerá siempre a mi mesa.»
Siba tenía quince hijos y veinte sier¬
vos; 11 y dijo al rey: «Todo se hará
como el rey, mi señor, se lo manda
a su siervo.» Mifiboset comió a la
mesa de David, como uno de lus
hijos del rey. 12 Mifiboset tenía un
hijo pequeño, que se llamaba Mica,
V todos los que vivían en la casa
de Siba eran siervos de Mifiboset;
13 pero éste moraba en Jertisalén,
porque comía siempre a la mesa del
rey; y era cojo de ambos pies.
¿■■ierra contra los amonitas y los
sirios, sus alindo^.
1 n 1 Después de esto murió el rey
' de los hijos de Ammón, y le
sucedió Janóu, su hijo. 8 Dnvid dijo:
SAMUEL II, 11
313
«Voy a mostrar benevolencia a Janón,
hijo de Najas, como sil padre me la
mostró a mí.» Y envió David emba¬
jadores para darle el pésame por la
muerte de su padre. Cuando los em¬
bajadores de David llegaron a la
tierra de los hijos de Ammón, 3 dije¬
ron los príncipes de los hijos de
Ammón a su Señor: «¿Crees tú que
para honrar a tu padre ha mandado
David consoladores? ¿No los ha man¬
dado más bien para explorar la
ciudad, con el fin de destruirla?»
4 Entonces Janón, cogiendo a los
embajadores de David, rapóles la
mitad de la barba, y íes cortó los
vestidos hasta la mitad de las nalgas,
y los despachó. 5 En cuanto lo supo
David, mandó quienes les salieran
al encuentro, porque aquéllos estaban
en gran confusión, y les dijeran:
«Quedaos en Jericó, hasta que os
vuelva a crecer la barba, y entonces
volveréis.»
6 Viendo los hijos de Ammón
que se habían hecho odiosos a David,
concertaron tomar a sueldo a veinte
mil infantes de los sirios de Bet
Rojob y de Soba, mil de los de Maca,
y doce mil de los de Tob. 7 Súpolo
David, y mandó salir contra ellos
a Joab y a todo el ejército, gente
aguerrida. 8 Salieron los hijos de
Ammón, y se ordenaron en batalla
a la entrada de la puerta; los sirios
de Soba y de Rojob, así como las
gentes de Tob y de Maca, estaban
aparte en el campo. 9 Al ver Joab
que tenía un frente de batalla delante
de sí y otro detrás, escogió entre lo
mejor de su ejército un cuerpo que
oponer a los sirios, 10 y puso el resto
del pueblo a las órdenes de Abisai,
su hermano, para hacer cara a los
hijos de Ammón, 11 y dijo: «Si ves
que los sirios me superan, vienes en
mi ayuda, y si los hijos de Ammón
te superan a ti, yo iré a socorrerte.
12 Esfuérzate, y luchemos valiente¬
mente por nuestro pueblo V por las
ciudades de nuestro Dios, y que haga
Yave lo que mejor le parezca.»
13 Avanzó Joab con su hueste,
para atacar a los sirios, pero éstos
se pusieron en fuga ante él; 14 y los
hijos de Ammón, viendo que huían
los sirios, huyeron también ellos ante
Abisai, entrándose en la ciudad. Joab
se volvió de contra los hijos de
Ammón, y retornó a Jerusalén;
15 pero los sirios, viéndose vencidos
por Israel, reconcentraron sus fuer¬
zas; 16 y Hadadezer hizo venir a los
sirios que estaban al otro lado del
río, que vinieron a Jelam, mandados
por Sobac, jefe del ejército de Hada¬
dezer. 17 Súpolo David, y reuniendo
a todo Israel, pasó el Jordán y vino
a Jelam. Los sirios presentaron ba¬
talla a David, y se trabó el combate,
18 pero huyeron delante de Israel,
y David les mató los caballos de
setecientos carros, mil caballeros y
cuarenta mil hombres de a pie. Mató
también al jefe del ejército, Sobac,
que quedó muerto allí. 19 Todos los
reyes vasallos de Hadadezer, vién¬
dose vencidos por Israel, hicieron la
paz con Israel y se le sometieron, y
los sirios no osaron ya socorrer a los
hijos de Ammón. ,
Adulterio y homicidio de David.
11 1 Al año siguiente, al tiempo
L 1 en que los reyes suelen ponerse
en campaña, mandó David a Joab
con todos sus servidores y todo Israel,
a talar la tierra de los hijos de Ammón,
y pusieron sitio a Raba, pero David
se quedó en Jerusalén.
2 Una tarde, levantóse del lecho
y se puso a pasear en la terraza de
la casa real; y vió desde allí a una
mujer, que estaba bañándose y era
muy bella. 3 Hizo preguntar David
quién era aquella mujer, y le dijeron:
«Es Betsabé, hija de Eliam, la mujer
de Urías, el geteo.» 4 David envió
gentes en busca suya, vino ella a
su casa, y él durmió con ella. Puri¬
ficada de su inmundicia, volvióse a
su casa. 5 Quedó encinta, y lo hizo
saber a David, mandando a decirle:
«Estoy encinta.» 6 Entonces David
expidió a Joab esta orden: «Mán¬
dame a Urías, el geteo.» Y Joab
mandó Urías a David. 7 Presentóse
Urías a David, y el rey le pidió
nuevas de Joab, del ejército y de las
operaciones militares; 8 y después
dijo a Urías: «Baja a tu casa y lávate
los pies.» Salió Urías de la casa
del rey, y detrás de él un obsequio
del rey; 9 pero Urías se acostó a la
puerta del palacio real con los demás
servidores de su señor, y no bajó a
su casa.
10 Dijéronle a David: «Urías no
ha bajado a su casa.» Y David le
dijo: «¿Después de haber estado fuera,
cómo no has bajado a tu casa?»
11 Urías respondió a David: «El arca,
314
SAMUEL II, 12
Israel y Judá habitan en tiendas;
mi señor, Joab, y los servidores de
mi señor acampan al raso, ¿e iba
yo a entrar en mi casa, para comer
y beber y dormir con mi mujer?
Por tu vida y por la vida de tu alma,
que no haré yo cosa semejante.»
12 David dijo a Urías: «Quédate aquí
todavía hoy, y mañana te despa¬
charé.» Quedóse, pues Urías en Jcru-
salén aquel día; 13 y al siguiente
David le convidó a comer con él,
y Urías se embriagó, y salió ya tarde
a acostarse con los servidores.
A la mañana siguiente escribió
David a Joab una carta, y se la
mandó por manos de Urías" 15 En
esta carta había escrito: «Poned a
Urías en el punto donde más dura
sea la lucha, y cuando arrecie el
combate, retiraos y dejadle solo, para
que caiga muerto.» 16 Joab, que ase¬
diaba la ciudad, puso a Urías en el
sitio donde sabía que estaban los
más valerosos de los defensores.
17 Los de la ciudad hicieron una salida
contra Joab, y cayeron muchos del
pueblo, de los servidores de David,
y entre ellos cayó muerto Urías, el
geteo. 18 Joab mandó uno que infor¬
mara a David de lo sucedido en el
combate, 19 y le dió esta orden:
«Cuando hayas acabado de conlar
al rey lo sucedido en el combate,
20 si se enciende su cólera, y dice:
«¿Por qué os habéis acercado a la
ciudad, para trabar combate? ¿No
sabíais que los sitiados habían de
arrojar sus tiros contra vosotros?
21 ¿Quién mató a Abimelce, hijo de
Jcrobaal? ¿No fué una mujer, que
lanzó sobre él un pedazo de rueda
de molino, de cuya herida murió en
Tebes? ¿Por qué, pues, os accrcás-
teis a la muralla?» Le dirás: «Tu
siervo Urías ha muerto también.»
22 Partió el mensajero, y a su lle¬
gada contó a David todo lo que
Joab le había ordenado 23 diciendo
a David: «Aquellas gentes, en más
número que nosotros, hicieron una
salida, pero los rechazamos hasta la
la puerta. 24 Sus arqueros tiraban
contra tus servidores desde lo alio
de la muralla, y muchos de los ser¬
vidores del rey fueron muertos: entre
ellos tu siervo Urías, el geteo, quedó
muerto también.» 25 David dijo al
mensajero: «He aquí lo que dirás a
Joab: No te apures demasiado por
este asunto, porque la espada devora
unas veces a uno, otras veces a otro.
Refuerza el ataque contra la ciudad,
y destruyela.» Y alentóle así.
26 La mujer de Urías supo la muerte
de su marido, y le lloró. 27 Pasado el
duelo, mandó David a buscarla y
la introdujo en su casa, y la tomó
por mujer, y ella le dió un hijo.
Reproches de Natán a David.
1 9 1 Lo que había hecho David
1 — fué desagradable a los ojos de
Ya ve; y Yave le envió a Natán, para
decirle: «Juzga este caso: Había en
una ciudad dos hombres, el uno rico
y el otro pobre. 2 El rico tenía mu¬
chas ovejas y muchas vacas, 3 y el
pobre no tenía más que una "sola
ovcjuela, que él había comprado y
criado, que con él y con sus hijos
había crecido juntamente, comiendo
de su pan y bebiendo de su vaso y
durmiendo en su seno, y era para él
como una hija. 4 Llegó un viajero
a casa del rico; y éste, no queriendo
tocar a sus ovejas ni a sus bueyes,
para dar de eomer al viajero que a
su casa llegó, tomó la orejuela del
pobre, y se la aderezó al huésped.»
3 Encendido David fuertemente en
cólera contra aquel hombre, dijo a
Natán: «¡Vive Yave, que el que tal
hizo es digno de la muerte, 6 y que
ha de pagar la oveja con siete tantos
encima, por haber hecho tal cosa,
obrando sin piedadl» 7 Natán dijo
entonces a David: «jTú eres ese
liombrel He aquí lo que dice Yave,
Dios de Israel: 8 Yo te ungí rey de
Israel, y te libré de las manos de
Saúl; yo te he dado la casa de tu
señor, y he puesto en tu seno las
mujeres de tu señor, y te he dado la
casa de Israel y de Judá; y por si
esto fuera poco, te añadiría todavía
otras cosas mucho mayores. 9 ¿Cómo,
pues, menospreciando la palabra de
Yave, has hecho lo que es malo a
sus ojos? Has herido a espada a
Urías, geteo; tomaste por mujer a su
mujer, y a él le mataste con la es¬
pada de los hijos de Ammón. 10 Por
eso, no se apartará ya jamás de tu
casa la espada, por haberme menos¬
preciado, tomando por mujer a la
mujer de Urías, geteo. 11 Así dice
Yave: Yo haré surgir el mal contra
ti, de tu misma casa, y tomaré ante
tus mismos ojos tus mujeres, y se
las daré a otro, que yacerá con ellas
a la cara misma de este sol; 12 porque
SAMUEL II, 13
315
tú has obrado ocultamente, pero yo
haré esto a la presencia de todo
Israel y a la cara del sol.»
13 David dijo a Natán: «He pecado
contra Yave.» Y Natán dijo a David:
«Yave te ha perdonado tu pecado.
No morirás; 14 mas por haber hecho
con esto que menospreciasen a Yave
sus enemigos, el hijo que te ha na¬
cido, morirá.» 15 Y Natán se fue a
su casa. Hirió Yave al niño que
había dado a luz la mujer de Urías,
enfermando gravemente. 16 Entonces
rogó David a Dios por el niño, y
ayunó y se recogió, pasando las no¬
ches acostado en tierra. 17 Los an¬
cianos de su casa fueron a él, para
hacer que se levantase de la tierra,
mas él no quiso y ni comía con ellos.
18 Al sétimo día murió el niño, y
los servidores no se atrevían a darle
la noticia de su muerte, pues se de¬
cían: «Si cuando aún vivía el niño,
le hablábamos y no quería oír nues¬
tra voz, ¿cuánto más no lo hará cuan¬
do le digamos que el niño ha muerto?»
19 Mas David, al ver que sus servi¬
dores cuchicheaban entre sí, com¬
prendió que el niño había muerto,
y preguntó a sus servidores: «¿Ha
muerto el niño?» Y ellos le respon¬
dieron: «Ha muerto.»
20 Levantóse entonces de tierra
David; se bañó, se ungió, se mudó
sus ropas, y entrando en la casa de
Yave, oró. Cuando hubo vuelto a
casa, pidió que le trajeran de comer,
y comió. 21 Dijéronle sus servidores:
«¿Qué es lo que haces? Cuando el niño
aún vivía, ayunabas por él y llora¬
bas, y ahora" que ha muerto te has
levantado y has comido.» 22 Y él
respondió: «Cuando aún vivía el niño,
ayunaba y lloraba, diciendo: ¡Quién
sabe si Yave se apiadará de mí y
hará que el niño vival 23 Ahora que
ha muerto, ¿para qué he de ayunar?
¿Podré ya volverle la vida? Yo iré
a él, pero él no vendrá ya más a mí.»
24 Consoló David a Betsabé, su
mujer; y entrando a ella, durmió
con ella, y ella le dió un hijo, a
quien llamó Salomón, 25 al que amó
Yave, que envió a Natán, profeta,
el cual le dió el nombre de Jedidya,
por causa de Yave.
26 Joab que asediaba Haba, de los
hijos de Ammón, se apoderó de la
ciudadela, 27 y mandó mensajeros a
David, para decirle: «He atacado a
Raba y ya me he apoderado de la
ciudadela; 28 reúne, pues, al pueblo
todo, y ven a acampar contra la
ciudad, para que no sea yo quien
por mí mismo la tome, y se me atri¬
buya a mí la victoria.» 29 David
reunió al pueblo, y marchando contra
Haba, la atacó y se apoderó de ella.
30 Quitó de sobre su cabeza la corona
de su rey, que pesaba un talento de
oro y estaba guarnecida de piedras
preciosas, y fuá puesta en la cabeza
de David, que tomó de la ciudad muy
gran botín. 31 A los habitantes los
sacó de la ciudad, y los puso a las
sierras, a los trillos herrados, a las
hachas, a los molinos y a los hornos
de ladrillos. Eso mismo hizo con todas
las ciudades de los hijos de Ammón.
Después se tornó David a Jcrusalén
con todo el pueblo.
Incesto ile Amnón.
| JJ 1 Después de esto, sucedió que
teniendo Absalón una herma¬
na, que era muy bella y se llamaba
Tamar, se prendó de ella Amnón,hijo
de David. 2 Amnón andaba por ella
atormentado, hasta enfermar por
Tamar, su hermana; pues siendo ella
virgen, le parecía a Ampón difícil
obtener nada de ella. 3 Tenía Amnón
un amigo, de nombre Jonadab, hijo
de Simea, hermano de David, que
era muy astuto, 4 y que le dijo:
«Hijo del rey, ¿cómo y por qué de
día en día vas enflaqueciendo? ¿No
me lo descubrirás a mí?» Y Amnón
le dijo: «Es que estoy enamorado de
Tamar, la hermana de Absalón, mi
hermano.» 5 Jonadab le dijo: «Métete
en cama y hazte el enfermo, y cuando
tu padre venga a verte, dile: Ruégote
que venga mi hermana Tamar, para
darme de comer, y preparando de¬
lante de mí algún manjar, lo coma
yo de su mano.»
6 Amnón se metió en cama, fin¬
giéndose enfermo. Vino el rey a verle,
y Amnón le dijo: «Te ruego que
Tamar mi hermana venga a hacerme
delante de mí un par de hojuelas,
y las coma yo de su mano.» 7 David
mandó a decir a Tamar a sus habita¬
ciones: «Vete á las habitaciones de
tu hermano Amnón, a prepararle algo
de comer.» 8 Fué Tamar a las habi¬
taciones de Amnón, que estaba en
la cama; y tomando la harina, la
amasó, hizo las hojuelas delante de
él; 9 y tomando la sartén, las frió
y se las presentó, pero él no quiso
316
SAMUEL II, 13
comerlas, y dijo: «Que- salgan todos
de aquí», y todos se salieron. 10 En¬
tonces dijo Amnón a Tamar: «Trae
las hojuelas a la alcoba, para que yo
las coma allí de tu mano», y tomando
Tamar las hojuelas que había prepa¬
rado, se las llevó a su hermano a la
alcoba. 11 Cuando se las puso delante
para que las comiese, él, cogiéndola,
le dijo: «Ven, hermana mía, acuéstate
conmigo.» 12 Ella le dijo: «No, her¬
mano mío, no me hagas fuerza, mira
que no se hace eso en Israel. No
hagas tal infamia, 13 porque ¿adónde
iría yo con mi deshonra? V tú serías
uno de los perversos de Israel. Mira,
habla al rey, que seguramente no
rehusará darme a ti» (1). 14 Pero él
no quiso darle oídos; y como era más
fuerte que ella, la violentó y se echó
con ella.
15 Aborrecióla luego Amnón, con
tan gran aborrecimiento, que el odio
que le tomó fué todavía mayor que
el amor con que la había amado; y
le dijo: «Levántate y vete.» 16 Ella
le respondió: «Al mal que ine has
hecho no añadas ahora el mayor to¬
davía de echarme.» 17 Pero él no
quiso oírla, y llamando al mozo que
le servía, le dijo: «Echame a ésta fuera
de aquí, y cierra la puerta.» 18 Estaba
ella vestida con una amplia túnica,
traje que llevaban las hijas del rey
vírgenes. El criado la echó fuera, y
cerró tras ella la puerta. 19 Tamar
echó ceniza sobre su cabeza, rasgó la
amplia túnica que vestía, y puestas
sobre la cabeza las manos, se fué gri¬
tando. 20 Su hermano Absalón le
dijo: «¿De modo que tu hermano
Amnón ha estado contigo? Pues calla
por ahora, herma a; es tu hermano;
no des demasiada mportancia a la
cosa»; y Tamar se quedó desconsolada
en la casa de Absalón, su hermano.
21 Cuando el rey supo todo esto, eno¬
jóse grandemente, pero no quiso cas¬
tigar a Amnón, porque le amaba
como a primogénito. 22 Absalón no
dijo a Amnón nada, ni de bueno ni
de malo, pero le odió por la violación
de su hermana Tamar.
23 Al cabo de dos años tenía Ab-
salón el esquileo en Háljasor, que está
cerca de Efraím, y quiso convidar
(i) Nada nos autoriza a suponer que esta
esperanza de Tainas se hubiera realizado, per¬
mitiendo Dav*i un matrimonio entre hermanos,
reprobado por ia ley, aunque autorizado por
el ejemplo de Abraítam.
Absalón a todos los hijos del rey.
24 Vino Absalón al rey y le dijo:
«Tu siervo tiene ahora el esquileo,
te ruego que venga el rey y sus sier¬
vos a ia casa de tu siervo.» 25 El rey
respondió a Absalón: «No, hijo mío,
no iremos todos para lio serte gra- I
vosos.» Y aunque le porfió, no quiso
ir, y le bendijo. 26 Entonces le dijo
Absalón: «Al menos, permite que
venga Amnón, mi hermano.» a¿Y para
qué ha de ir?», le dijo el rey; 27 mas
como le importunase Absalón, dejó
ir con él a Amnón y a todos los hijos
del rey.
Absalón había preparado un gran
banquete, como banquete de rey,
28 y había dado orden a sus criados,
diciendo: «Estad atentos, y cuando
el corazón de Alimón se haya alegrado
con el vino, y os diga yo: Herid a
Amnón; matadle, y no temáis, que i
yo os lo mando. Esforzaos, pues, y
tened valor.» 29 Los criados de Ab¬
salón h.cieron con Amnón lo que Ab¬
salón les había mandado; y luego
todos los hijos del rey se levantaron,
montaron eu sus muios, y huyeron.
30 Cuando todavía no estaban de
vuelta, llegó a oídos de David el
rumor de que Absalóu había matado 1
a todos los hijos del rey, sin que
ninguno quedara; 31 y levantándose
David, rasgó sus vestiduras y se
echó en tierra, y todos sus servidores
rasgaron delante de él sus vestiduras.
32 Jonadab, hijo de Siinea, hermano
de David, habló y dijo: «No crea mi
señor que han muerto todos los jó¬
venes hijos del rey; es Amnón solo
el que lia muerto, porque era cosa
que estaba eu los labios de Absalóu,
desde que Amnón forzó a Tamar, su
hermana. 33 No crea, pues, mi señor
el rey, ese rumor que dice: «Han
muerto todos los hijos del rey», por¬
que es sólo Amnón el muerto.» 24 Ab¬
salón huyó.
El j oven que hacía de centinela,
alzando los ojos, vi ó venir gran tropel I
de gentes por el camino de Jorouaim,
del lado de ia montaña, y lo anunció.
33 Entonces dijo Jonadab al rey:
«Ya vienen los hijos del rey, es lo
que tu siervo ha dicho» 36 y apenas
acabó de hablar, llegaron los hijos
del rey, y alzando la voz, lloraron.
También el rey y sus servidores llo¬
raron con grandes lamentos.
37 Absalón fuese huido a Talinai,
hijo de Amiud, rey de (lesur, y David
lloraba todos los días la ausencia de
SAMUEL II, 14
317
su hijo. 88 Estuvo allí Absalón, des¬
pués que huyó a Gesur, tres años;
89 y el rey David se consumía por ver
a Absalón, pues de Amnón, el muerto,
ya se había consolado.
Vuelta de Absalón.
1 i 1 Conociendo Joab, hijo de
1 “ Sarvia, que el corazón del rey
estaba por Absalón, 2 mandó a Tecua,
y trajo de allí una mujer ladina, y
le dijo: «Mira, enlútate, vístete las
i ropas de duelo, no te unjas con óleo,
antes preséntate como mujer que de
tiempo atrás lleva luto por un muer-
I to; 3 y entrando al rey, háblale de
esta manera; y puso Joab en boca
de la mujer lo que había de decir.
4 Entró, pues, la mujer de Tecua al
rey; y postrándose en tierra, le hizo
reverencia y dijo: «¡Oh rey, sálvamel»
5 El rey le dijo: «¿Qué tienes?», y
I ella respondió: «Soy una mujer viuda,
murió mi marido, 6 y tenía tu sierva
dos hijos. Riñeron los dos en el
campo, donde no había quien los
separase, y el uno, hiriendo al otro,
le mató; 7 y he aquí que toda la
parentela, alzándose contra tu sierva,
dice: Entréganos al que mató a su
hermano, para que le demos muerte,
por la vida de su hermano, a quien
mató él; y quieren matar al heredero,
apagando así el ascua que me ha
quedado, y no dejando a mi marido
ni nombre ni sobreviviente sobre la
tierra.» 8 El rey dijo a la mujer:
«jVete a tu casa, que ya daré yo
órdenes sobre eso tuyo.» 9 Entonces
dijo la mujer de Tecua al rey: «Rey
mi señor, yo querría que la respon¬
sabilidad recayera sobre mí y sobre
I la casa de mi padre, no sobre el rey
y sobre su trono.» 10 El rey entonces,
respondió: «Si alguno sigue inquie¬
tándote, tráelo a mí, que no te in¬
quietará más.» 11 Ella entonces dijo:
«Ruégote, oh rey, que interpongas
el nombre de Yave, tu Dios, y no
dejes que el vengador de la sangre
aumente la ruina matando a mi hijo.»
Y él respondió: «Vive Yave, que no
caerá en tierra ni un cabello de la
cabeza de tu hijo » 12 La mujer aña¬
dió: «Permite, oh rey, a tu sierva que
I diga una palabra a mi señor.» El
rey dijo: «Habla.» 13 Y la mujer en¬
tonces dijo: «¿Por qué, pues, piensas
tú de otro modo contra el pueblo de
Dios? Pues con el juicio que el rey
ha pronunciado, se hace como reo,
por no hacer el rey que vuelva su
fugitivo. 14 Porque todos morimos y
somos como agua que se derrama
en la tierra, que no puede volver a
recogerse. Deja Dios la vida, y es
que quiere que el fugitivo no quede
arrojado de su presencia. 15 Si he
venido yo a decir esto al rey, mi
señor, es porque el pueblo me dió
miedo, y me dije: «Voy a hablar al
rey, a ver si hace lo que su sierva le
diga. 16 Seguramente el rey escuchará
a su sierva y la librará de la mano
del que quiere raerme a mí, junta¬
mente con mi hijo, de la heredad de
Dios. 17 Tn sierva ha dicho: Que me
tranquilice la palabra de mi señor
el rey, ya que es el rey, mi señor,
como el ángel de Dios, para discer¬
nir entre lo bueno y lo malo. Y ahora,
que Yave tu Dios, sea contigo.»
18 El rey entonces dijo a la mujer:
«Mira, no me ocultes nada de lo que
voy a preguntarte.» Y la mujer res¬
pondió: «Hable el rey, mi señor.»
19 El rey le dijo: «¿No" anda en todo
esto la mano de Joab?»; y la mujer
respondió: «Por tu vida, oh rey mi
señor, que no se aparta lo que el rey
mi señor dice, ni a la derecha ni a
la izquierda. 20 Joab, tu siervo, me
ha mandado, y ha puesto en la boca
de tu sierva todas estas palabras.
Joab, tu siervo, ha hecho esto para
ver de mudar el aspecto de las cosas.
Pero mi señor es sabio, con la sabi¬
duría de un ángel de Dios, para co¬
nocer cuanto pasa en la tierra.»
21 Entonces el rey dijo a Joab:
«Voy a hacer según tu palabra: Ve,
pues, y haz que vuelva el joven Ab¬
salón.» 22 Joab se echó rostro a tierra
y se prosternó, y bendiciendo al rey,
dijo: «Ahora comprendo que tu sier¬
vo lia hallado gracia a tus ojos, oh
rey, mi señor, pues ha hecho el rey
lo que su siervo le ha dicho.» 23 Le¬
vantóse luego Joab y se fué a Gesur,
y trajo consigo a Absalón a Jeru
salén. 24 Pero el rey dijo: «Que se
vaya a su casa y no se me presente»,
y íuése Absalón a su casa sin ver
al rey.
25 No había en todo Israel hombre
tan hermoso como Absalón; desde la
planta de los pies hasta la cabeza,
no había en él defecto; 26 y cuando
se cortaba el pelo, cosa que hacía al
fin de cada año, porque le molestaba
y por eso se lo cortaba, pesaba el
cabello de su cabeza doscientos sidos,
318
SAMUEL II, 15
peso real. 27 Naciéronle a Absalón
tres hijos y una hija de nombre |
Tamar, que era hermosísima. 28 Por
dos años estuvo Absalón en Jerusa¬
lén, sin poder ver al rey.
29 JVJandó Absalón por Joab, para
que éste fuera por él al rey, pero
Joab se negó a ir, y aunque por se¬
gunda vez le llamó, no quiso ir.
30 Entonces dijo a sus siervos: «Ya
sabéis que el campo de Joab está
junto al mío, y que tiene allí su ce¬
bada; id y prendedle fuego.» Y los
siervos de Absalón pegaron fuego a
las tierras de Joab. Vinieron enton¬
ces los siervos de Joab, rasgadas las
vestiduras, y le dijeron: «Los siervos
de Absalón"han pegado fuego a tu
campo.» 31 Levantóse Joab y vino a
casa de Absalón, y le dijo: «¿Por
qué lian pegado fuego tus siervos a
mis tierras?» 32 Y Absalón le respon¬
dió: «Dos veces te he mandado a
llamar, para que vinieses, y fueses
por mí al rey a decirle: ¿Para qué he
venido de Gesur? Mejor me hubiera
sido estarme allí. Que pueda yo ver
a mi padre, y si soy culpable, máteme.»
33 Fué, pues, Joab al rey, y le dijo
esto, y el rey llamó a Absalón, que
inclinó a tierra su rostro ante el rey,
y el rev besó a Absalón.
itehclión de Absalón*
Fticjn de David.
1 1 Después de esto se hizo Ab-
' salón con carros y caballos, y
cincuenta hombres iban delante de
él. 2 Levantábase Absalón bien de
mañana, y poniéndose junto a la
puerta, a cualquiera que tenía un
pleito y venía a juicio ante el rey,
le llamaba Absalón y le decía: «¿De
dónde eres?» Y él le contestaba:
«Tu siervo es de tal o cual de las
tribus de Israel.» 3 Entonces Absalón
le decía: «Mira, tu causa es buena y
justa, pero no tendrás quien por el
rey te oiga. 4 * iQuién me pusiera a
mí por juez de la tierra, para que
viniesen a mí cuantos tienen algún
pleito o algún negocio, y yo les haría
justicial» 3 Y cuando alguno quería
postrarse ante él, él le tendía la ma¬
no, le cogía y le besaba; 6 7 y así ro¬
baba el corazón de los de Israel.
7 Al cabo de cuatro años dijo Ab¬
salón al rey: «Te ruego que me per¬
mitas ir a Hebrón, a cumplir un voto
que he hecho a Yave; 8 porque cuan¬
do tu siervo estaba en Gesur, en
Siria, prometí: «Si Yave me vuelve
a Jerusalén, sacrificaré a Yave.» 9 El
rev le dijo: «Ve en paz»; y él se le¬
vantó y se fué a Hebrón. 10 Absalón
mandó mensajeros por todas las tri¬
bus de Israel, diciendo: Guando
oigáis sonar la trompeta, gritad: «Ab¬
salón reina en Hebrón.» 11 Fueron
con Absalón a Hebrón doscientos
hombres invitados, con corazón sen¬
cillo, que nada sabían. 12 También
mandó a llamar Absalón a Ajitofel,
gilomta, del consejo de David, a su
ciudad de Giló.
Mientras hacía sus sacrificios, la
conjuración iba creciendo, y llegó a
ser grande, pues iban aumentando los
secuaces de Absalón. 13 Vinieron a
avisar a David, diciendo: «Todo Is¬
rael se va tras Absalón.» 14 Enton¬
ces David dijo a todos sus servidores,
que estaban con él en Jerusalén:
«Levantaos, y huyamos, porque no
podríamos escapar delante de Absa¬
lón. Daos prisa a salir, no sea que nos
sorprenda él y eche sobre nosotros
el mal, y pase la ciudad a filo de
espada.» 15 Los servidores le dijeron:
«Tus siervos están dispuestos a hacer
euanto mande el rey nuestro señor.»
16 Partióse, pues, el rey a pie, se¬
guido de toda su tamilia, dejando
diez concubinas al cuidado de la
casa. 17 El rey salió con toda su gente,
a pie, y se detuvieron en un lugar
alejado." 18 Todos sus servidores iban
a sus lados; los ceretcos, los feleteos
v los geteos, en número de seiscientos,
que desde Get le habían seguido, mar¬
chaban a pie delante del rey. 19 El
rev dijo a Itai, el geteo: «¿Por qué
has de venir tú también con nosotros?
Vuélvete y quédate con el rey. pues
tú eres un extranjero y estás fuera
de tu tierra, sm domicilio. 20 Ayer
llegaste, ¿y voy a hacerte hoy errar
con nosotros, cuando ni >o mismo
• sé siquiera a dónde voy? Vuélvete,
y lleva contigo a tus hermanos, y
sea contigo la gracia y la verdad.»
21 Pero Itai respondió al rey, di¬
ciendo: «Vive Dios, y vive mi señor
el rey, que donde mi señor esté, vivo
o muerto, allí estará tu siervo.» 22 En¬
tonces dijo David a Itai: «Ven y
pasa», y pasó Jtaí, geteo, con toda
su gente y su familia.
23 Todos" iban llorando en alta voz,
y pasaron el torrente de Cedrón el
rey y todo el pueblo, camino del
desierto. 24 Iba también Sadoc, y
SAMUEL II. 16
31 í)
con él todos los levitas, que lleva¬
ban el arca de la alianza de Dios.
Detuviéronse con el arca de la alian¬
za de Dios, mientras subía Abiatar,
y hasta que toda la gente se hubo
salido de la ciudad. 25 Entonces dijo
el rey a Sadoc: «Vuelve el arca de
Dios a la ciudad. Si hallo gracia a
los ojos de Yavc, él me volverá a
traer, y me hará volver a ver el arca
y el tabernáculo. 26 Pero si él dice:
No me complazco en ti, aquí* me
tiene; haga él conmigo lo que bien
le parezca.» 27 Y siguió diciendo a
Sadoc: «Tú, vuélvete en paz a la
ciudad, con Ajimas, tu hijo, y con
Jonatán, hiio de Abiatar. Vayan
vuestros dos hijos con vosotros. 28 Yo
esperaré en las llanuras del desierto,
hasta que me llegue de vosotros algún
aviso. 29 Volviéronse entonces Sadoc
y Abiatar a Jcrusalén, llevando el
arca de Dios, y se quedaron allí.
30 Subía David la pendiente del
monte de los olivos; y subía llorando,
cubierta la cabeza y descalzos los
pies. También cuantos le seguían cu¬
briéronse todos la cabeza, y subían
llorando. 31 Dieron aviso a David de
que Ajitofel estaba entre los conju-
I rados, y dijo David: .«Confunde, oh
Yave, el consejo de Ajitofel.» 32 Cuan¬
do llegó David a la cumbre, donde
se adora a Yave, llegó ante él Cusai,
el araquita, rasgadas las vestiduras
y cubierta de polvo la cabeza. 33 y le
dijo David: «Si vienes conmigo, me
serbas una carga; 34 si, por lo contra¬
rio, te vuelves a la ciudad y dices a
Absalón: —jOh rey, siervo tuyo soy,
como he servido a tu padre, así te ser¬
viré a til, podrás confundir el consejo
de Ajitofel en favor mío— , 35 tendrás
contigo a los sacerdotes Sadoc y Abia¬
tar, y podrás comunicarme cuanto
sepas de la casa del rey. 36 Y como
tendrán consigo a sus dos hijos, Aü-
mas, hijo de Sadoc, y Jonatán, hijo
de Abiatar, por ellos podréis infor¬
marme de lo que sepáis.» 37 Cusai,
amigo de David, se tornó a la eiu-
¡ dad, cuando Absalón hacía su en¬
trada en ella.
Fidelidad de ?iba, el siervo de
Miíiboset.
1 Cuando David hubo traspues-
to la cumbre, Siba, el siervo de
Mifiboset, vino a él con dos asnos
aparejados y cargados de doscientos
panes, cien colgajos de uvas pasas
y un pellejo de vino; 2 y dijo el rey
a Siba: «¿Qué es esto?» Y Siba res¬
pondió: «Los asnos son para la fa¬
milia del rev, para que monte en
ellos; los panes v las tortas de higos
y las pasas, para que coman; y el
vino, para que beban los que desfa¬
llezcan en el desierto.» 3 El rey le
preguntó: «¿Con quién está el hijo
de tu amo?»; y Siba respondió: «Se
ha quedado en Jerusalén, diciendo:
Hoy me devolverá la casa de Israel
el reino de mi padre.» 4 Y el rey dijo
a Siba: «Tuyo será cuanto fué de
Mifiboset.» Siba respondió: «Que halle
yo gracia a los ojos del rey. mi
Señor.»
!?einci ultraja a David.
5 Cuando llegó el rey a Bajurim,
salióle al encuentro un hombre de
los de la casa de Saúl, de nombre
Semei, hijo de Gera, que se adelantó
profiriendo maldiciones 6 y tirando
piedras a David y a los servidores
de David, aunque iban los hombres
de guerra a la derecha y a la izquierda
del rey. 7 Semei decía, maldiciendo:
«jVete, vete, hombre sanguinario y
malvadol 8 Yave hace recaer sobre
tu cabeza toda la sangre de la casa
de Saúl, cuyo reino has usurpado,
y ha entregado tu reino en manos
de. Absalón, tu hijo. Te ha dado lo
que tú mereces, porque eres un hom¬
bre sanguinario.» 9 Entonces Abisai,
hijo de Sarvia, dijo al rey: «¿Cómo
se atreve ese maldito perro muerto
a maldecir al rey? Déjame, te ruego,
que vaya a cortarle la cabeza»; 10 pero
el rey le respondió: «¿Qué vamos a
hacerle yo y vosotros, hijos de Sar¬
via? Déjale que maldiga, que si Yave
le ha dicho: Maldice a David, ¿quién
va a decirle: por qué lo haces?»
11 David dijo a Abisai y a todos
sus seguidores: «Ya veis que mi hijo,
salido de mis entrañas, busca mi
vida; con mucha más razón ese hijo
de Benjamín. Dejadle maldecir, pues
se lo ha mandado Yave. 12 Quizá
Yave mirará mi aflicción y me pagará
con favores las maldiciones de hoy.»
13 * Y David y sus gentes prosiguieron
su camino, mientras iba Semei por
el lado del monte, detrás de David,
sin dejar de maldecirle y tirarle
piedras y tierra. 14 El rey y los que
con él iban llegaron extenuados, y
descansaron allí.
320
SAMUEL II, 17
16 Cuando Absalón, llevando con
él a Ajitofel, entró en Jernsalén con
todo el pueblo, los hombres de Israel,
16 Cusai, el arquita, amigo de David,
vino a su encuentro, diciendo: «¡Viva
el rey, viva el rey!» 17 Absalón dijo
a Cusai: «¿Es ése el pago que das
a tu amigo?» ¿Por qué no te has ido
con tu amigo?» 18 Cusai dijo a Ab¬
salón: «No, vo soy de aquel a quien
Yave y todo su pueblo, todos los
hombres de Israel, han elegido, y
con ése quiero estar. 19 Por lo demás,
¿a quién voy a servir? ¿No es a un
hijo suyo? Como serví a tu padre,
así te serviré a ti.»
20 Absalón dijo a Ajitofel: «Tened
consejo, para ver lo que conviene
hacer»; 21 y Ajitofel dijo a Absalón:
«Entra a las concubinas que tu padre
ha dejado al cuidado de la casa, y
así sabrá todo Israel que has roto
del todo con tu padre, y se fortale¬
cerán las manos de cuantos te siguen.
22 Levantóse, pues, para Absalón
una tienda en la terraza, y entró
a las concubinas de su padre a los
ojos de todo Israel. 23 Consejo que
daba Ajitofel, era mirado como si
fuera palabra de Yavc; tal era la
confianza que el consejo de Ajito¬
fel inspiraba, lo mismo a David que
a Absalón.
I\l consejo de Ajitofel, frustrado
por C.usal.
1 n 1 Ajitofel dijo a Absalón: «Voy
4 a elegir doce mil hombres, para
salir esta noche en persecución de
David, 1 2 y cargaré sobre él cuando
esté cansado y flaco de fuerzas; le
atemorizaré, y cuantos le siguen hui¬
rán, y heriré al rey sólo, 3 4 5 y haré
que vengan a ti todos sus partida¬
rios, el pueblo todo, como viene la
novia a su novio.
4 Agradó este consejo a Absalón
y a todos los ancianos de Israel;
5 pero Absalón dijo: «Llamad a Cusai
y sepamos su parecer.» 6 7 Vino Cusai
a Absalón, y Absalón le dijo: «Esto
ha dicho Ajitofel. ¿Hemos de hacer
lo que él dice? Si no, habla tú.»
7 Y Cusai respondió a Absalón: «Por
esta vez, el consejo de Ajitofel no
es bueno. 8 Tú sabes bien que tu
padre y sus gentes son unos valien¬
tes, y exasperarlos sería como si
en el campo a una osa le arrebataran
su cría. Tu padre es hombre de gue¬
rra, y seguramente no pasará la
noche entre los suyos. 9 De cierto
que estará escondido en alguna ca¬
verna o en otro lugar, y si a los co¬
mienzos cayeran algunos de los tuyos,
los que lo oyeran seguramente dirían:
Han sido derrotados los secuaces de
Absalón; 10 y entonces, aun el va¬
liente, cuyo corazón sea como el
corazón de un león, desmayaría, por¬
que todo Israel sabe que' tu padre
es un valiente, y que son valientes
también los que con él están. 11 * Acon-
séjote, pues, que reúnas a todo Israel,
desde Dan hasta Berseba, en mu¬
chedumbre como las arenas que están
en la orilla del mar, y que tú en
persona vayas a darle la batalla.
12 Entonces le atacaremos donde¬
quiera que esté; y daremos sobre él
como rocío que cae sobre la tierra,
y no dejaremos ni uno de cuantos
con él están. 13 Y si se acogiere a
ciudad, todos los de Israel llevarán
allá cuerdas, y la arrastraremos al
arroyo, hasta no quedar de ella
piedra sobre piedra.»
14 Entonces Absalón y todos los
de Israel dijeron: «El consejo de
Cusai, arquita, es mejor que el de
Ajitofel»; porque había dispuesto Yave
frustrar el acertado consejo de Aji¬
tofel, para traer Yave el mal sobre
Absalón. 15 Dijo luego Cusai a Sadoc
y Abiatar, sacerdotes: «Esto y esto
ha aconsejado Ajitofel a Absalón y
a los ancianos de Israel, y esto y esto
aconsejé yo: 16 Enviad, pues, inme¬
diatamente a dar aviso a David,
diciendo: «No te quedes esta noche
en el campo del desierto; pasa en se¬
guida, para que no sea destruido el
rev con todos los que le siguen.»
17 Jonatán y Ajimas estaban junto
a la fuente de Bogel, porque no
podían dejarse ver, viniendo a la
ciudad; y allá fué una sierva para
darles aviso, v ellos lo hicieran luego
llegar al rey David. 18 Viólos, sin
embargo, un mozo, que dió cuenta
de ello a Absalón; pero ellos se apre¬
suraron y llegaron a la casa de un
hombre de Bajnrim, que tenía un
pozo en el patio, y en él se metieron.
19 Tomó la mujer una manta y
cubrió con ella la boca del pozo,
poniendo sobre ella el grano trillado,
y así nadie pudo percatarse de la
cosa. 20 Llegaron los seguidores de
Absalón a la casa de la mujer, y le
preguntaron: «¿Dónde están Ajimas
y Jonatán?» Y la mujer respondió:
SAMUEL II, 18
32 1
«Ya han pasado el vado.» Y aunque
los buscaron, no los hallaron, y se
volvieron a Jerusalén. 21 Cuando se
hubieron ido, salieron del pozo, y
fuéronse luego a dar el aviso a David,
diciéndole: «Pasad luego el vado,
porque Ajitofel ha dado este con¬
sejo contra vosotros.» 22 Levantóse
entonces David con todo el pueblo
que con él estaba, y pasaron el
Jordán. 23 Ajitofel, viendo que no se
había seguido su consejo, aparejó su
asno, levantóse, se fue a su casa
de la ciudad, y después de tomar
disposiciones acerca de su casa, se
ahorcó; y muerto, fue sepultado en
el sepulcro de su padre.
Ahsalón, derrotado y muerto.
24 Llegó David a Majanaim, y
Absalón pasó el Jordán con toda la
gente de Israel. 26 Absalón hizo jefe
de su ejército a Amasa, en vez de
Joab. Era Amasa hijo de un varón
de Israel, llamado Jitrai, que había
entrado a Abigail, hija de Nasa,
hermana de Sarvia, madre de Joab.
26 Asentó su campo Israel con Absa¬
lón en tierra de Calad; 27 y en cuanto
llegó David a Majanaim, 28 Sobi,
hijo de Najas, de Raba, de los hijos
de Ammón, y Maquir, hijo de Amiel,
de Lobedan con Barzilai, galadita,
de Rogelim, trajeron a David y a
la gente que con él estaba, camas,
calderas y vasijas de barro, trigo,
cebada y harina, grano tostado, habas,
lentejas 29 y miel, terneros y vacas;
y ofrecieron todo esto a David y a
los que con él estaban, pues se dije¬
ron: «Seguramente están hambrien¬
tos, fatigados y sedientos en el
desierto.»
18 1 David revistó sus tropas, y
puso al frente de ellas jefes de
millares y de centenas; 2 una tercera
parte a las órdenes de Joab, una
tercera a las de Abisai, hijo de Sarvia,
hermano de Joab, y la otra tercera
a las de Itai, el geteo. El rey dijo
a su gente: «Yo saldré con vosotros.»
3 Pero la gente respondió: «No, no
salgas tú, porque si somos vencidos,
no importaría mucho, aunque sucum¬
biéramos la mitad de nosotros. Pero
tú, tú eres para nosotros como diez
mil, y es mejor que puedas salir de
la ciudad a socorrernos. 4 El rey res¬
pondió: «Haré como os parece.» Estú¬
vose el rey cerca de la puerta, mien¬
tras por grupos de mil y de ciento
salía la gente, 6 y dió esta orden a
Joab, a Abisai y a Itai: «Preservad
por amor mío la vida del joven
Absalón», y todo el pueblo oyó esta
orden que dió David a todos los jefes.
6 Salió, pues, la gente al campo
contra Israel, y trabóse la batalla
en los bosques de Majanaim. 7 Allí
sucumbió el pueblo de Israel ante
los seguidores de David, y se hizo
una gran matanza, de veinte mil
hombres. 8 Dispersóse la gente por
toda aquella tierra, y fueron más
los que devoró el bosque que los que
aquel día hirió la espada. 9 Al encon¬
trarse Absalón con las gentes de
David, iba montado en un mulo; y
al pasar en el mulo debajo de una
encina muy grande y copuda, se
enredó su cabellera en el ramaje de
la encina, quedando colgado entre
el cielo y la tierra, mientras el mulo
en que iba montado escapaba. 10 Vió
esto uno, y le dijo a Joab: «He visto
a Absalón pendiente de una encina.»
11 Joab le dijo: «¿Y por qué no le
echaste a tierra, y yo te hubiera
regalado diez sidos de plata y un
talabarte?» 12 Pero aquel hombre le
dijo: «Aunque me pesaras mil de
plata, no pondría yo la mano sobre
el hijo del rey, pues bien oímos todos
que a ti, a Abisai y a Etai os dijo el
rey: Guardadme a Absalón. 13 Ade¬
más, haría yo traición a mi vida,
pues al rey nada se le esconde, y tú
mismo testificarías contra mí.» 14 Joab
dijo entonces: «No será así, yo mismo
le atravesaré delante de ti»; y co¬
giendo tres dardos en sus manos,
se los clavó en el corazón a Absalón,
que todavía vivía, pendiente de la
encina. 15 Cercáronle luego diez mo¬
zos, escuderos de Joab, que hirieron
a Absalón, acabándole.
16 Entonces tocó Joab la trompeta,
y el pueblo cesó en la persecución
de Israel, porque Joab din esta orden;
17 y cogiendo a Absalón, echáronle
en un gran hoyo en el bosque y le
cubrieron con un gran montón de
piedras, e Israel huyó cada uno a su
casa. 18 Habíase alzado Absalón en
vida un monumento en el valle del
rey, diciendo: «Para que se conserve
la memoria de mi nombre, pues que
no tengo hijos»; y dió al monumento
su nombre, y así se llama hoy todavía
el lugar de Absalón.
19 Ajimas, hijo de Sadoc, dijo:
21
SAMUEL II, 19
322
«Déjame correr al rey, para darle
la noticia de que Yave le ha hecho
justicia de las manos de sus enemi¬
gos.» 20 Joab le dijo: «Ho le llevarás
tú hoy la noticia; ya se la llevarás
otra vez, pero no lo hagas hoy, pues
que ha muerto el hijo del rey.» 21 Y
Joab dijo a un eusita: «Ve y anuncia
al rey lo que has visto.» El eusita
se prosternó ante Joab y corrió.
22 Ajimas, hijo de Sadoc, dijo a pesar
de todo a Joab: «Ocurra lo que ocurra,
déjame que carra tras el eusita.»
Y Joab le dijo: «¿Por qué te empeñas
en correr a él, hijo mío? Este men¬
saje no te aprovecharía.» 23 «Ocurra
lo que ocurra, yo voy», repuso Ajimas,
y Joab le respondió: «Ve.» Ajimas
corrió por el camino del llano, y se
adelantó al eusita.
24 Estaba David sentado entre las
dos puertas. 25 El centinela que estaba
en la torre sobre la puerta alzó los
ojos, y miró, y vió al hombre que
corría solo hacia la ciudad, y gritó
para advertir al rey. El rey dijo:
«Si viene solo, es que trac buenas
noticias.» En tanto el hombre siguió
acercándose a la ciudad, 26 y el
centinela descubrió al otro que corría
también y gritó del lado de la puerta:
«Otro que corre solo.» El rey dijo:
«Es que también trae buenas noti¬
cias.» 27 El centinela dijo: «Por el
modo de correr, el primero me parece
Ajimas, el hijo de Sadoc.» Y el rey
dijo: «Es hombre de bien, segura¬
mente trae buenas noticias.»
28 Ajimas, gritando, dijo al rey:
«¡Victoria!» Prosternóse luego ante
el rey, rostro a tierra, y dijo: «Don-
dito Yave, tu Dios, que lia entregado
a los que alzaban su mano contra
mi señor, el rey.» 29 El rey preguntó:
«Y el joven Absalón, ¿está bien?»
Ajimas respondió: «Yo vi un gran
alboroto cuando Joab envió al rey
a su siervo y a mí, tu siervo, pero
no pude saber lo que pasaba.» 30 Y el
rey le dijo: «Pasa y ponte allí.»
Pasó él, y se paró. 31 Llegó luego el
eusita, y dijo: «ltccibe, oh rey, mi
señor, la nueva de que Yave ha
defendido hoy tu causa, contra todos
los que se alzaron contra ti.» 32 Y el
rey preguntó al eusita: «Y el joven
Absalón, ¿está bien?» Y el eusita
respondió: «Que lo que es de ese
mozo sea de los enemigos de mi señor,
el rey, y de todos cuantos para mal
se alcen contra ti.» 33 Turbóse enton¬
ces el rey; y subiendo a la estancia
que había sobre la puerta, lloraba y
decía: «jAbsalón, hijo mío! ¡Hijo mío!
¡Hijo mío, Absalónl ¡Quién me diera
que fuera yo el muerto en vez de til
¡Absalón, hijo mío, hijo mío!»
V) 1 Dijeron a Joab: «El rev llora
a su hijo y se lamenta.» 2 La
victoria se trocó aquel día en luto
para todo el pueblo, porque todos
supieron que el rey estaba afligido
por la muerte de su hijo; 3 y la gente
entró en la ciudad calladamente, como
entra avergonzado el ejército que
huye de la batalla. 4 El rey, cubierto
el rostro, gemía: «¡Absalón, hijo mío!
¡Hijo mío, Absalónl [Hijo mío!»
6 Entró Joab en casa del rey, y 1c
dijo: «Hoy has llenado de confusión
a todos tus siervos, que han salvado
tu vida y la vida de tus hijos y tus
hijas, la de tus mujeres y tus concu¬
binas. 6 Amas a los que te aborrecen
y aborreces a los que te aman, pues
has demostrado hoy que nada te
importan tus príncipes y tus siervos
y que si viviera Absalón, aunque
todos nosotros hubiéramos muerto,
estarías contento. 7 Levántate, pues,
y sal fuera, y habla con el corazón a
ios que te siguen; pues de lo con¬
trario, por Yave juro que si no sales,
ni uno quedará esta noche contigo;
y te habrá de pesar de esto, más que
de cuantos males han venido sobre
ti, desde tu mocedad hasta ahora."
8 Levantóse el rey, se sentó a la
puerta, y todo el pueblo se enteró
de que el rey estaba sentado a la
puerta, y todos vinieron ante el rey.
Los de Israel habían huido cada uno
a su casa.
Vuelta de David a Jerusalén.
9 Todo el pueblo, en todas las tribus
de Israel, se acusaba diciendo: «El
rey nos íia librado de la mano de
'!nuestros enemigos; nos ha salvado
del poder de los filisteos, y ahora
ha tenido que huir de la tierra por
miedo a Absalón; 10 y Absalón, a
quien habíamos nosotros ungido, ha
muerto en la batalla. ¿Por qué, pues,
no tratáis de hacer volver al rey?»
11 El rey David mandó quien dijera
la Sadoc y Abiatar, sacerdotes: «Ha¬
blad a los ancianos de Judá, y dccid-
lles: ¿Vais a ser vosotros los últimos
en volver al rey a su casa? Pues lo
.que por todo Israel se decía había
llegado a la casa del rey». 12 «Vosotros
SAMUEL II, 19
323
sois mis hermanos, sois hueso mío
y carne mía. ¿Por qué, pues, habréis
de ser los últimos en volver al rey
a su casa? 13 Decid asmismo a Amasa:
¿No eres tú también hueso mío y car¬
ne mía? Esto me haga Dios, y esto me
añada, si lio te hago jefe de mi ejér¬
cito para siempre, en lugar de Joab.»
14 David inclinó el corazón de
todos los de Judá, para que como un
solo hombre mandasen a decir al
rey: «Vuelve con todos tus servi¬
dores.» 15 Volvióse, pues, el rev; y
llegado al Jordán, vino Judá a Galgal,
a recibir a! rey y acompañarle en el
paso del Jordán. 16 Semei, hijo de
Gcra, hijo de Benjamín, que era
de Bajurim, apresuróse a venir con
los hombres de Judá a recibir al rey
David, 17 trayendo consigo mil hom¬
bres. Asimismo Siba, siervo de la casa
de Saúl, con sus quince hijos y sus
veinte siervos, que pasaron el Jordán
delante del rey. 18 Pasaron a la fami¬
lia del rey. Semei, hijo de Gera, se
echó a los pies del rey en el momento
en que el rey iba a pasar el Jordán,
19 y le dijo: «Que mi señor no me
impute la iniquidad, y olvide las
ofensas de su siervo el día en que mi
señor salió de Jcrusalén: jOh reyl,
no atiendas a ellas,. 20 pues tu siervo
reconoce que ha pecado, y hoy vengo
el primero de toda la casa de José
delante del rey, mi señor.»
21 Abisai, lujo de Sarvia, tomó la
palabra, y dijo: «¿Pero no va a
morir Semei por haber maldecido al
ungido de Yave?» 22 Mas David res¬
pondió: «¿Qué os hace a vosotros
conmigo, hijos de Sarvia? ¿Por qué
habéis de oponeros hoy a mí? ¿Hoy
va a morir nadie en Israel? ¿No soy
yo hoy rey de Israel?» 23 Y dijo
a Semei: «No morirás»; y se lo juró
el rey. 24 También bajó a recibir
al rey Mifiboset, hijo de Saúl; no se
había lavado los pies, ni se había
afeitado, ni .había lavado sus ves¬
tidos desde el día en que el rey
salió de Jerusalén hasta el día en
que llegó la paz. 26 Vino de Jerusalén
a recibir al rey, y éste le dijo: «Mifi¬
boset, ¿por qué no viniste conmigo?»
26 Y él respondió: «Mi señor y rey,
mi siervo me engañó, porque tu
servidor se había dicho: aparejaré
el asno y montaré en él, para ir
con el rey—pues que ta siervo está
cojo— 27 y él ha calumniado a tu
siervo ante mi señor, el rey, pero mi
señor, el rey, que es como un ángel
de Dios, hará lo que bien le parezca;
28 pues todos los de la casa de mi
padre no podían esperar de mi señor,
el rey, otra cosa que la muerte;
y sin embargo, tú has puesto a tu
siervo entre los que comen a tu mesa.
¿Qué derecho tengo yo a pedir nada
al rey?» 29 El rey le dijo: «Para
qué tantas palabras? Ya lo he dicho.
Tú y Siba os repartiréis las tierras.»
30 Y Mifiboset dijo al rey: «Que
las coja todas, ya que mi señor el
rey ha vuelto a entrar en paz en
su casa.»
31 Barzilai, el gal adita, bajó de
Rogeliin para acompañar al rey .en el
paso del río. 32 Barzilai era muy
viejo, tenía ya ochenta años, y había
proporcionado alimentos al rey du¬
rante su estancia en Majanaim, pues
era hombre muy rico. 33 El rey le
dijo: «Vente conmigo, y yo te man¬
tendré en Jerusalén.» 34 Pero- Barzi¬
lai respondió al rey: «¿Cuántos años
voy a vivir yo, para ir con el rey
a Jerusalén? 35 Tengo ya ochenta
años. ¿Puedo ya distinguir entre lo
bueno y lo malo? ¿Puede tu siervo
saborear lo que come y lo que bebe?
¿Puedo ya oír la voz de cantores y
cantoras? ¿Y por qué tu siervo ha
de ser una carga para mi señor el
rey? 36 Tu siervo acompañará hasta
un poco más allá del Jordán al rey.
¿Y por qué el rey me ha de conceder
esta recompensa? 37 Permite, te lo
ruego, que tu siervo se vuelva, y
muera yo en mi ciudad, cerca del
sepulcro de mi padre y de mi madre.
38 Pero ahí tienes a tu siervo Quiinam,
que vaya él con el rey mi señor, y
haz por él lo que quieras.» El rey
le dijo: «Que venga conmigo Quimam,
y yo haré por él cuanto tú.quieras,
y todo cuanto tú me pidas, yo te lo
concederé.»
39 Cuando todo el pueblo hubo pa¬
sado el Jordán, lo pasó también el
rey, y el rey abrazó a Barzilai y le
bendijo, y Barzilai se volvió a su
casa. 40 Dirigióse luego el rey a Gál-
gala, acompañado de Quimam, y de
todo el pueblo de Judá y la mitad de
Israel, que escoltaban al rey. 41 Pero
he aquí que todos los hombres de
Israel se llegaron al rey y le dijeron:
«¿Por qué nuestros hermanos, los
hombres de Judá, te han secuestrado,
y lian pasado por el Jordán al rey
y su casa? ¿No son pueblo de David
todas sus gentes? 42 Los hombres de
Judá respondieron a los de Israel:
324
SAMUEL II, 20
«Es que el rey nos toca a nosotros
más de cerca; ¿por qué os ha de
enojar eso? ¿Hemos vivido nosotros
a costa del rey? ¿Hemos recibido algo
de él?» 43 Los hombres de Israel
respondieron a los de Judá: «Nos¬
otros tenemos en el rey diez partes,
y aún nos pertenece David más que
a vosotros. ¿Por qué nos habéis hecho
esta ofensa? ¿No hemos sido nosotros
los primeros en proponer el restable¬
cimiento del rey?» Y la contestación
de los de Judá fué todavía más
fuerte que la de los de Israel.
Revuelta de Seba.
90 1 Había allí un hombre per-
^ verso, llamado Seba, hijo de Be-
cri, benjaminita, que se puso a tocar la
trompeta, diciendo: «No tenemos nos¬
otros nada que ver con David, ni
con el hijo de Isai. ¡Israel, a tus
tiendas 1 ¡Cada uno a su casal» 2 * * * Y
se fueron de con David todos los
hombres de Israel, siguiendo a Seba,
hijo de Becri. Pero los de Judá se
adhirieron a su rey, desde el Jordán
hasta Jerusalén (l).
3 Cuando llegó David a Jerusalén,
cogió a las diez concubinas que
había dejado al cuidado de su casa ;
y las puso bajo guardia. Proveyó
a su mantenimiento, pero no volvió
a entrar a ellas, y encerradas estu¬
vieron hasta el día de su muerte,
viviendo como viudas.
4 El rey dijo a Amasa: «Convócame
para dentro de tres días a los hom¬
bres de Judá, y hállate tú también
aquí presente.» 6 Fue, pues, Amasa a
reunir a Judá, pero se detuvo más
del tiempo señalado; 6 y David dijo
a Abisai: «Seba, hijo de Becri, va a
hacernos ahora más mal que Absa¬
lón. Toma, pues, a los siervos de tu
señor, y ve tras él, no sea que se
acoja a las ciudades fuertes y se
escape de nuestra vista.» 7 Mar¬
charon con Abisai las gentes de Joab,
los cerdeos y péleteos, y todos los
valientes, y saliendo de Jerusalén,
fueron tras Seba, hijo de Becri.
8 Cuando llegaron a la gran piedra
(i) Esta revuelta de Seba, así como las pre¬
cedentes disensiones y rivalidades entre Israel
y Judá, y la tendencia de EfrJm a la supremacía
política, que aparece ya por primera vez en
Juec. 8 . i. sig., i?, i sigs., explican perfectamente
la definitiva separación de los reinos. I. Rey. 12 .
que hay en Gabaón, les salió al
encuentro Amasa.
Iba Joab vestido de una túnica,
y sobre ella llevaba ceñida a sus lomos
una espada en su vaina, y según
avanzó, se cayó de ella la " espada.
9 Joab dijo a Amasa: «¿Estás bien,
hermano?»; y con la mano derecha
tomó a Amasa de la barba, como
para besarle. 10 Amasa no hizo aten¬
ción a la espada que tenía Joab en
la mano, y éste le hirió con ella en el
vientre, echándole a tierra las entra¬
ñas, sin repetir el golpe. Amasa murió.
Después Joab y Abisai, su hermano,
fueron en seguimiento de Seba, hijo
de Becri. 11 Uno de los servidores de
Joab se quedó junto a Amasa, y
decía: «Los de Joab, los de David,
que sigan tras Joab.» 12 Amasa,
bañado en sangre, yacía en el ca¬
mino. Viendo aquel hombre que todos
se paraban, apartó a Amasa del ca¬
mino, lo llevó al campo y echó sobre
él una cubierta, porque vió que cuan- <
tos venían se paraban junto a él.
13 Una vez apartado del camino,
iban ya todos tras Joab, en segui- I
miento de Seba, hijo de Becri.
14 Pasó por todas las tribus de
Israel, hasta llegar a Abel Bet Maca, I
y los hombres escogidos que le seguían
se reunieron. 15 Encerraron a Seba en
Abel Bet Maca, y alzaron contra la I
ciudad un baluarte, que llegaba a la
explanada de la muralla. 16 Dió en¬
tonces voces desde la ciudad una I
avisada mujer: «¡Oíd, oídl Os pido I
que digáis a Joab que se llegue aquí, 1
para que yo le hable. 17 Y una vez (
que se acercó, le dijo ella: «¿Eres tú
Joab?» Y el respondió: «Yo soy.» I
Ella siguió: «Pues oye las palabras
de tu sierva.» Y él respondió: «Oigo.» I
18 Entonces volvió ella a hablar, 1
diciendo: «En otros tiempos bahía |
costumbre ele decir: «Quien pregun¬
tare, pregunte en Abel», y las quere¬
llas se arreglaban. 19 Yo soy una ciudad
pacífica y fiel a Israel, y tú procuras I
destruir "una ciudad que es madre de
Israel. ¿Por qué has de destruir la
heredad ele Yave?» 20 Joab respondió:
«Lejos de mí querer destruirla y arrui* I
liarla. 21 No es eso; es que un hombre
de la montaña de Efraím, Seba,
hijo de Becri, ha alzado su mano
contra el rey David; entregadle a
él sólo, y yo me alejaré de la ciudad.»
La mujer dijo a Joab: «Se te echará
su cabeza por encima de la muralla.»
22 La mujer se (¡¡rigió a todo el pue-
SAMUEL II, 21
325
blo con mucha sabiduría, y cortando
la cabeza de Seba, hijo de Becri,
se la echaron a Joab. Joab hizo sonar
la trompeta, y lejos ya de la ciudad,
las gentes se dispersaron, cada uno
a su casa, y Joab volvió a Jerusalén,
al rey.
23 Joab mandaba todo el ejercito
de Israel; Banaias, hijo de Joiada
era el jefe de los cereteos y feleteos;
24 Adoram, el inspector de los tri¬
butos; Josafat, hijo de Ajilud, cro¬
nista; 25 Si va, escriba; Sadoc y
Abiatar, sacerdotes, e Ira, el jaireíta
consejero áulico de David.
Los (jubaonitas y la casa de Saúl.
91 1 Hubo en tiempo de David
** un hambre que duró tres años
continuos; y David consultó a Yave,
que le respondió: «Es por la casa
de Saúl y por la sangre que hay
sobre ella, por haber hecho perecer
a los gabaonitas» (1). 2 El rey llamó
a los gabaonitas y les dijo: «Los
gabaonitas no eran de los hijos de
Israel; eran un resto de los amo-
rreos, con el cual estaban los hijos
de Israel ligados con juramento; y
sin embargo, Saúl había procurado
extinguirlos, por celo de los hijos
de Israel y de Judá.» 3 * Dijo, pues,
David a los gabaonitas: «¿Qué que¬
réis que os haga para expiaros, y
que bendigáis a la heredad de Yave?»
4 Los gabaonitas le dijeron: «Nuestra
querella con Saúl y su casa no es
cuestión de plata ni oro, ni preten- .
demos que muera nadie en Israel.»
Y él preguntó: «Decid, pues, lo que
queréis, para que yo lo haga.» 5 Ellos
respondieron al rey: «Aquel hombre
nos destruyó y quería exterminarnos,
haciéndonos desaparecer de toda la
tierra de Israel; 6 * * que se nos entreguen
siete de sus hijos, para que nosotros
los colguemos ante Yave en Gabaón,
en el monte de Yave.» El rey dijo:
«Los entregaré.»
(i) Esta cruenta persecución de Saúl contra
los gabaonitas era un quebrantamiento oficial
del juramento oficialmente hecho a los de Ga¬
baón por las autoridades del pueblo, aunque
hubiera sido arrancado con engaño (Jos 9). El
derramamiento de sangre inocente exigía el
castigo cruento de! culpable, y la e’ecución
se dejaba al vengador de la sangre, que en este
caso eran los gabaonitas; que ahora tal prin¬
cipio prevaleciera sobre el precepto de no hacer
pagar a los hijos la culpa de los padres, quizá
se debió a la extraordinaria gravedad de la
culpa de Saúl.
7 No entregó el rey a Mifibosct
hijo de Jonatán, hijo de Saúl, por el
juramento de Yave que habían hecno
entre sí David y Jonatán, hijo de
Saúl. 9 Y tomó el rey a los dos hijos
que Resfa, hija de Aya, había dado a
Saúl, Armoni y Mifiboset, y a los
cinco hijos que Merob, hija de Saúl,
había dado a Adriel, hijo de Barzilai,
de Mejola, 9 y se los entregó a los
gabaonitas, que los colgaron, en el
monte ante Yave. Todos siete mu¬
rieron juntos en los primeros días de
la cosecha, al comienzo de la siega
de las cebadas. 10 * Resfa, hija de Aia,
tomando un saco, se lo tend ; ó sobre
la tierra, y estuvo desde el comienzo
de la cosecha hasta que sobre ellos
cayeron del cielo las aguas de la
lluvia, espantando durante el día a
las aves del ciclo y durante la noche
a las bestias del campo.
11 Dieron noticia a David de lo
que había hecho Resfa, hija de Aia,
concubina de Saúl; 12 y fué David
a recoger los huesos de Saúl y los
de Jonatán, su hijo, a la ciudad de
Jabes, en Galad, cuyos habitantes
los habían cogido de los muros de
Betsán, donde los habían colgado los
filisteos después de derrotar a Saúl
en Gelboc. 13 Llevó de allí los huesos
de Saúl y los de Jonatán, su hijo,
y recogió también los de los que
habían sido colgados; 14 y fueron
enterrados con los huesos de Saúl
y de su hijo Jonatán en tierra de
Benjamín, en Sela, en el sepulcro
de Quis, padre de Saúl, cumpliéndose
las órdenes del rey. Después de esto
se apiadó Yave de la tierra.
Hazañas de alqunos valientes de
David.
15 ‘ Hubo todavía guerra entre los
filisteos e Israel, y bajó David con
los suyos para combatir a los filis¬
teos. En el combate, David, muy
cansado, 16 estaba para ser muerto
por Josbi Benob, uno de los hijos de
Rafa, que tenía una lanza que pe¬
saba trescientos sidos de bronce y
ceñía una espada nueva. 17 Abisai,
hijo de Sarvia, vino en socorro de
David, hirió al filisteo y le mató.
Entonces las gentes de David le con¬
juraron, diciendo: «No salgas ya más
con nosotros al combate, para que
no extingas la lámpara de Israel.»
18 Hubo después de esto en Gob
326
SAMUEL II, 22
una batalla con los filisteos, y enton¬
ces Sobacai, jusatita, mató a Saf,
uno de los hijos de Rafa.
19 Hubo otra segunda batalla en
Gob con los filisteos, y Eljanan, hijo
de Jari, betlemita, mató a Lajmi,
hermano de Goliat, que tenía una
lanza cuya asta era como un en julio
de tejedor.
20 Hubo también una batalla
en Get, en que se halló un hombre de
gran talla, que tenía seis dedos en
cada mano y en cada pie, veinti¬
cuatro en todo, descendiente también
de Rafa. 21 Insultó a Israel, y Jona-
tán, hijo de Sima, hermano de David,
le mató. 22 Estos cuatro hombres
eran de los hijos de Rafa, de Get,
y todos perecieron a manos de David
y de sus servidores.
Cántico de David en ^elón de
cjracius.
1 David dirigió a Yave las pa-
— — labras de este cántico, cuando
le hubo librado Yave de la mano
de todos sus enemigos y de la mano
de Saúl. 2 Dijo:
«Yave es mi roca, mi fortaleza, mi
refugio,
3 Mi Dios, la roca en que íue amparo,
Mi escudo, el cuerno de mi salva¬
ción, mi inaccesible asilo,
Mi salvador de la violencia.
4 Yo invoco, alabándole, a Yave,
Y quedo a salvo de mis enemigos.
5 Ya ine rodeaban con estrépito
las olas de la muerte,
Ya me aterrorizaban los torrentes
del Averno,
6 Ya me aprisionaban las ataduras
del sepulcro,
Ya me habían cogido los lazos de
la muerte,
7 Y en mi angustia invocaba a
Yave,
Imploraba el auxilio de nú Dios.
El me oyó mi voz desde sus pa¬
lacios,
Mi clamor a él llegó a sus oídos.
8 Conmovióse, y tembló la tierra,
Vacilaron los fundamentos de los
montes,
Y se estremecieron, porque se airó
contra ellos.
9 Subía de sus narices el humo de
su ira,
Y de su boca fuego abrasador,
Carbones encendidos por él.
10 Y abajo los cielos, v descendió , 1
Negra oscuridad tenía bajo sus
pies,
11 Subió sobre los querubines y
voló,
Voló sobre las alas del viento.
12 Puso en derredor suyo tinieblas
por velo,
Se cubrió con calígine acuosa y
densas nubes.
13 Ante su resplandor se deshicie¬
ron sus nubes,
En granizo y centellas de fuego.
14 Tronó Yave desde los cielos,
El Altísimo hizo resonar su voz,
15 Lanzó sus saetas y los desbarató,
Fulminó sus muchos rayos y los
consternó.
16 Y aparecieron arroyos de aguas,
Y quedaron al descubierto los fun¬
damentos del orbe,
Ante la increpadora ira de Yave,
Al resoplido del huracán de su furor.
17 Extendió su mano desde lo alto,
y me cogió,
Me sacó de la muchedumbre de
las aguas,
18 Me arrancó de mi feroz enemigo,
De los que me aborrecían y eran
más fuertes que yo.
19 Querían asaltarme en día fatal
para mí.
Pero fué Yave mi fortaleza,
20 Y me puso en seguro,
Salvándome, porque se agradó de mí.
21 Remunerábame Yave conforme a
mi justicia,
Según la pureza de mis manos me
pagaba,
22 Pues yo había seguido los ca¬
minos de Yave,
Y no me había impíamente apar¬
tado de mi Dios.
23 Tenía ante mis ojos todos sus
mandatos,
Y no rehuía sus leyes,
24 Sino que fui íntegro eon él,
Y me guardé de la iniquidad.
25 Y me retribuyó Yave conforme
a mi justicia,
Y según la limpieza de mis manos
ante sus ojos.
26 Con el piadoso muéstrase piadoso,
Integro con el íntegro,
27 Muéstrase limpio con el limpio,
Y sagaz con el perverso astuto.
28 Tú salvas al humilde,
Pero humillas al soberbio.
29 Tú haces lucir mi lámpara, oh
Yave,
Mi Dios ilumina mis tinieblas.
30 Ciertamente fiado en ti, soy
capaz de romper ejércitos.
SAMUEL II. 23
327
Fiado en mi Dios, asalto murallas.
31 Es perfecto el camino de Dios,
La palabra de Yave es acrisolada.
Es el escudo de cuantos a él se
acogen.
32 ¿Qué Dios hay fuera de Yave?
¿Qué Dios hay fuera de nuestro
Dios?
33 El Dios fuerte, que me ciñó de
fortaleza,
Y prosperó mis caminos,
34 Que me dió pies Como los de los
ciervos,
Y me puso sobre las alturas,
35 Que adiestró mis manos para la
lucha,
Y mis brazos para tender el arco
de bronce.
36 Me entregaste tu escudo salvador,
Tu diestra me fortalecía,
Y tu solicitud me engrandecía,
37 Me hacías correr a largos pasos,
Sin que se cansaran mis pies.
38 Perseguía a mis enemigos, y los
alcanzaba,
Y no me volvía sin haberlos des¬
baratado.
39 Los machacaba, sin que pudie¬
ran levantarse,
Caían bajo mis pies.
40 Me ceñiste de fortaleza para la
guerra,
Sometiste a los que se alzaban con¬
tra mí,
41 Obligaste a mis enemigos a darme
las espaldas,
Y reducías al silencio a los que me
odiaban.
42 Vociferaban, pero no había quien
les socorriese,
A Yave, pero él no los oía.
43 Y los dispersaba como el polvo
lo dispersa el viento,
Y como al'lodo de las plazas los
pulverizaba.
44 Me libraste de las sediciones del
pueblo,
Me pusiste por cabeza de gentes.
Pueblos que no conocía me servían,
45 Obedecíanme con diligente oído.
Los extraños me halagaban,
46 Los extraños palidecían,
Y salían de sus refugios.
50 Por eso te daré gracias, oh Yave,
entre las gentes,
Y cantaré salmos en tu honor.
47 jViva Yave, y bendito sea su
nombre!
Ensalzado sea el Dios, mi salvador.
48 El es el fuerte, que me otorga
la venganza,
El que me somete los pueblos,
49 El que me libra de mis enemigos.
El que me hace superar a los que se
alzan contra mí,
El que me libra del hombre violento,
51 El que da grandes victorias a su
rey,
El que hace misericordia a su un¬
gido, David,
Y a su descendencia por la eter¬
nidad.»
Ultimas palabras de David.
1 Estas son las últimas palabras
de David:
«Oráculo de David, hijo de Isai,
Oráculo del hombre puesto en lo
alto,
Del ungido del Dios de Jacob,
Del dulce cantor de Israel.
2 El espíritu de Yave habla por mí,
Y su palabra está en mis labios.
3 Ha hablado el Dios de Israel.
La roca de Israel me ha dicho;
Un justo dominador de los hombres,
Dominador en el temor de Dios,
4 Como la luz de la mañana cuando
se levanta el sol,
En una mañana sin nubes.
A sus rayos, después de la lluvia,
Yérguese la hierba de la tierra.
5 ¿No es así mi casa para con D'os?
Porque él ha hecho conmigo una
eterna alianza,
En todo ordenada, y que será cum¬
plida.
El hará germinar toda mi salud y
todo su buen deseo,
6 Mientras que los impíos serán
todos como espinas detestadas,
Que nadie toca con sus manos.
7 El que las coge se arma de un
hierro o de un asta de lanza,
Y son luego arrojadas al fuego.»
Los valientes de David.
8 He aquí los nombres de los héroes
de David:
Jesbal, jacamonita, era el prime¬
ro de los tres; éste desnudó su es¬
pada contra trescientos hombres, y
los derrotó de un solo ímpetu.
9 Después de éste, Eleazar, hijo de
Dodo, ajojita; era uno de los tres más
valientes que estaban con David en
Las Damim, cuando los filisteos pre¬
sentaron allí batalla, y huyendo los
de Israel, 10 se quedó él a pie firme,
blandiendo su espada, hasta que se
328
SAMUEL II, 24
le cansó la mano y se le quedó pega¬
da a ella la espada, consiguiendo aquel
día una gran victoria, pues el pueblo
se tornó a donde estaba Eleazar, pero
sólo tuvo que recoger los despojos.
11 Después de él, Sama, hijo de Age,
jaradita. Habíanse concentrado los
filisteos en un solo cuerpo, en un
lugar donde había un trozo de terre¬
no sembrado de lentejas, y el pueblo
iba huyendo ante los filisteos; 12 Sama
se puso en medio del campo aquél,
le defendió y derrotó a los filisteos,
obrando Yave por él una gran vic¬
toria.
13 Estos tres, los más valientes de
los treinta, habían antes bajado al
tiempo de la cosecha a reunirse con
Dav ; d, en la caverna de Odolam,
mientras acampaba una tropa de
filisteos en el valle de Refaim. 14 Es¬
taba entonces David en la fortaleza,
y los filisteos tenían guarnición en
Belén. 16 Se le antojó a David decir:
«¡Quién me diera poder beber agua
de la cisterna que está a la puerta de
Belén!» 16 Y luego los tres valientes,
atravesando el campamento de los
filisteos, cogieron agua de la cisterna
de Belén y se la llevaron a David;
pero David no la bebió, e hizo con
ella una libación a Yave diciendo:
17 «¡Lejos de mí, oh Yave, hacer
tal cosa! ¿No sería beber la sangre
de estos hombres, que con peligro
de su vida han ido a buscarla?» Y se
negó a bebería. Esto hicieron los tres
valientes. 18 Abisai, hermano de Joab,
hijo de Sarvia, era el jefe de los
treinta. Blandiendo su lanza contra
trescientos hombres, los derrotó, y
adquirió gran renombre entre los
treinta. 19 Era el más considerado
entre los treinta y jefe de ellos, pero
lio igualaba a los tres.
20 Banaias, hijo de Joyada, hombre
valiente y hazañoso, de Cabsel. Este
mató a los dos Ariel, de Moab, y
bajando a una cisterna en un día
de nieve, mató en ella a un león.
21 También mató a un egipcio de
gran talla, que blandía una lanza;
acometiéndole con un palo, le arrancó
de las manos la lanza, y con su pro¬
pia lanza le mató. 22 Esto hizo Ba-
naias, hijo de Joyada, de fama entre
los treinta 23 y glorioso entre ellos,
pero que no llegaba tampoco a los
tres. Hízole David jefe de su guardia.
24 Azacl, hermano de Joab, era de
los treinta; también Eljanán, hijo de
J)odo, de Belén; 28 Sama, de Jarod;
Elica, de Jarod; 26 Jeles, de Bet Palti;
Ira, hijo de Iques, de Tecua; 27 Abie-
ser, de Anatot; Mebonai, jusatíta;
28 Selmón, ajojita; Marai, de Netofat;
29 Jeleb, hijo de Baña, de Netofat;
Itai, hijo de Ribai, de Gueba de
los hijos de Benjamín; 30 Banaia, de
Paratón; Edi, de los valles de Gas;
31 Abi Albón, del Araba; Azmavet,
de Barjum; 22 Elyajba, de Salabona;
Jasén, de Guni; Jonatán; 33 Sama,
arorita; Ajiam,’ hijo de Sarar, faro-
rita; 34 Elifelet, hijo de Ajasbai,
macatita; Eliam, hijo de Ajitofel,
de Gilon; 35 Jesra , de Carmel; Para,
de Arba; 36 Jigal, hijo de Natán, de
Soba de Gad; 37 Selec, amonita; Na-
jarai, de Betot, escudero de Joab,
hijo de Sarvia; Ira, jetrita; Gareb,
jetrita; 39 Urías, geteo. En todo,
treinta y siete.
Censo del pueblo. Peste.
94 1 Volvió a encenderse el furor
* de Yave contra Israel, impul¬
sando a David a que hiciera el censo
de Israel y de Judá. 2 Dijo, pues,
David a Joab, jefe de su ejército:
«Recorre todas las tribus de Israel,
desde Dan hasta Berseba, y haz el
censo del pueblo, para saber su
número.» 3 Joab dijo al rey: «Aumente
Yave, tu Dios, el pueblo, cien veces
otro tanto como son, y véalo mi
señor el rey. Mas ¿para qué quiere
esto mi señor el rey?» 4 Pero prevale¬
ció la orden del rey sobre Joab
y sobre los jefes del ejército; y salió
Joab con los jefes del ejército de la
presencia del rey, para hacer el
censo del pueblo de Israel; 5 y pasado
el Jordán, comenzaron por Aroer,
la ciudad que está en medio del valle,
y por Gad hasta Jazer. 6 Y fueron a
Galad, y a la tierra de los geteos
hasta Cades, y luego desde Dan hasta
Sidón la grande; 7 fueron a la ciudad
fuerte de Tiro y a todas las ciudades
de los geteos y cananeos, y por fin
al Ncgueb de Judá, a Berseba.
8 Cuando hubieron así recorrido toda
la tierra, volvieron a Jerusalén, al
cabo de nueve meses y veinte días;
9 y Joab remitió al rey el rollo del
censo del pueblo. Había en Israel
ochocientos mil hombres de guerra
que esgrimían la espada, y quinientos
mil en Judá.
10 David sintió latir su corazón
cuando hubo hecho el censo del pueblo,
SAMUEL II, 24
329
y dijo a Yave: «He pecado grave¬
mente al hacer esto. Ahora, ;oh Yave!,
perdona, te ruego, la iniquidad de
tu siervo, pues he obrado como un
insensato.»
11 Al día siguiente, cuando se levan¬
tó David, había llegado a Gad, pro¬
feta, el vidente de David, palabra
de Yave, diciendo: 12 «Ve a decir a
David: Así habla Yave: Te doy a
elegir entre tres cosas la que he de
hacer yo, a tu elección.» 13 Vino Gad
a David y se lo comunicó, diciendo:
«¿Que quieres: Siete años de hambre
sobre la tierra, tres años de derro¬
tas ante los enemigos que te persi¬
guen, o tres días de peste en toda la
tierra? Keflexiona, pues, y ve lo
que he de responder al que me
envía» (1).
14 David respondió a Gad: «Estoy
en una cruel angustia. Caigamos en
las manos de Yave, cuya misericor¬
dia es grande; pero que no caiga yo
en las manos de los hombres.» 15 Y
Yave mandó sobre Israel la peste,
desde la mañana de aquel día hasta
el tiempo fijado. Murieron, desde
Dan a Bcrseba, setenta mil hombres
I del pueblo. 16 El ángel de Yave tendía
ya su mano sobre Jerusalén para
destruirla, pero se arrepintió Yave
del mal, y dijo al ángel que hacía
(i) Que la confección de un censo, ya por
dos veces hecha antes (Num. i; 26) inculpa¬
blemente, sea ahora culpa que recae sobre el
, pueblo y es castigada con la peste, es para
nosotros un misterio. Quizá quiso Dios castigar
así un acto de vanagloria de David.
perecer al pueblo: «Basta, retira ya
tu mano.»
El ángel de Yave estaba cerca de
la era de Areuna, el jebusco. 17 A la
vista del ángel, que hería al pueblo,
dijo Dav’d a Yave: «Yo he pecado,
pero éstos, las ovejas, ¿qué han hecho?
Caiga tu mano sobre mí y sobre la
casa de mi padre.» 18 Aquel día vino
Gad a David, y le dijo: «Sube, y alza
a Yave un altar en la era de Areuna,
el jebuseo.» 19 Subió David conforme
a la orden de Gad, como se lo había
mandado a éste Yave. 20 Arcuna, al
mirar, vió al rey y a sus servidores
que se dirigían hacia él; y saliendo,
se prosternó delante del rey, rostro
a tierra, 21 diciendo: «¿Cómo mi señor,
el rey, viene a su siervo?» David res¬
pondió: «Vengo a comprarte esta era
y alzar en ella un altar a Yave, para
que se retire la plaga de sobre su
pueblo.» 22 Areuna dijo a David: «Tó¬
mela mi señor, y ofrezca cuantos sacri¬
ficios le plazca. Ahí están los bueyes
para el holocausto: los trillos y los yu¬
gos darán la leña; 23 todo eso, ¡oh reyl,
se lo regala Areuna al rey. Que Yave,
tu Dios, te sea favorable.» 24 Pero el
rey respondió a Areuna: «No, quiero
comprártelo por precio de plata; no
voy a ofrecer yo a Yave, mi Dios,
holocaustos que no me cuesten nada.»
Y compró David la era y los bueyes
en cincuenta sidos de plata; 25 alzó
allí el altar a Yave, y ofreció holo¬
caustos y sacrificios pacíficos. Así
se aplacó Yave con su pueblo, y cesó
la plaga en Israel.
INTRODUCCION A LOS LIBROS DE LOS REYES
pORMAN estos dos libros una sola obra, dividida, como la anterior, según
la división introducida en las versiones. Abarcan toda la historia de Israel
bajo la monarquía, durante tinos cuatro siglos, que terminan en 587 con la
cautividad babilónica .
Se divide la obra en tres partes: La primera nos cuenta la historia de Sa¬
lomón, que reinó cuarenta anos sobre las doce tribus. (I Reg. 2-XI.) La se¬
gunda comprende la historia paralela de los dos reinos en que a la muerte de
Salomón se dividió Israel, sus relaciones casi siempre hostiles, hasta la des¬
aparición del reino de Samaria, en 721, en que el pueblo fué llevado a Asiria
(I Reg. XII-22; Reg. XVII), y sustituido en la tierra por otras naciones
orientales. La última parte cuenta la historia de Judá, ya sólo desde la caída
y cautividad de Samaria, hasta su propia ruina , en 587. El autor es descono¬
cido. La época de la composición está próxima al cautiverio. El plan de la
primera parte es semejante al de los libros de Samuel, y asimismo la crono¬
logía. En el resto tiene parecido con los Jueces. Sirve de marco a los sinceros
historiadores un esquema sobre la conducta religiosa de los reyes, tomado de
las Crónicas de ambos reinos, que expresamente cita el autor. El juicio sobre
los reyes de Israel o Samaria es constantemente el mismo, desfavorable, y por
esto las dinastías se suceden unas a otras en medio de guerras civiles y regicidios.
En Judá se distinguen algunos reyes piadosos, si bien los bruscos cambios en
la vida religiosa del pueblo nos hacen ver la gran influencia del paganismo
de las naciones vecinas o invasoras, A siria y Caldca. A pesar de esto, Dios
mantiene la promesa de la perpetuidad de la dinastía davídica, hasta el fin.
Los profetas, sobre tqdo Elias y Elíseo en el reino del Norte, ocupan una parte
importante en la historia del pueblo.
332
REYES I, 1
La cronología de las partes segunda y tercera , basada en los años de cada
reinadoy es más detallada , aunque de difícil armonización, a cansa de la deficiente
conservación del texto o de los diferentes cómputos. Los documentos cuneiformes
nos dan aquí gran luz , tanto en la parte histórica como en la cronológica •
Cf. Intr. hist .
REYES I
(Vul. III Reg.)
Abisacj
1 1 Era ya viejo el rey David,
1 entrado en años, y por más que
le cubrían con ropas, no podía entrar
en calor. 2 Dijéronle entonces sus
servidores: «Que busquen para mi
señor, el rey, una joven virgen, que
le cuide y le sirva; durmiendo en su
seno, el rey mi señor entrará en
calor.» 3 . Buscaron por toda la tierra
de Israel una joven hermosa, y halla¬
ron a Abisag, sunamita, y la tra¬
jeron al rey. 4 Era esta joven muy
hermosa, y cuidaba al rey y le servía,
pero el rey no la conoció.
Pretensiones de Adonías al (roño.
5 Adonías, hijo de Jaguit, había
levantado sus pensamientos y decía:
«Yo reinaré.» Se había hecho con
carros y caballos, y cincuenta hom¬
bres que corrieran delante de el;
6 y su padre nunca se lo había repro-
* rhado, diciéndole: «¿Por qué haces
eso?» Era, además, Adonías de her¬
mosa presencia, y había nacido des¬
pués de Absalón. 7 Se entendía con
Joab, hijo de Sarvia, y con Abiatar,
sacerdote, que se hicieron partida¬
rios suyos; 8 pero el sacerdote Sadoc,
Banaias, hijo de Jovada, Natán,
profeta, Scmcí, Reí y los valientes de
David, no le seguían.
9 Inmoló Adonías ovejas, bueyes y
becerros eebados, junto a la piedra
de Zojelet, que está al lado de En
Rogel, e invitó a todos sus hermanos,
los hijos del rey, y a todos los hom¬
bres de Judá que estaban al servicio
del rey; 10 piro no invitó a Natán,
profeta, ni a Banaias, ni a los va¬
lientes, ni a Salomón, su hermano.
11 Entonces dijo Natán a Betsabé,
madre de Salomón: «¿No sabes que
Adonías, hijo de Jaguit, pretende
reinar, sin que nuestro señor David
lo sepa? 12 Ven, pues, y sigue ahora
mi consejo, para que salves tu vida
y la de tu hijo Salomón. 13 Ve y
entra al rey David, y dile: ¡Oh rey,
mi señor! ¿No has jurado tú a tu
sierva, diciendo: Salomón, tu hijo
reinará después de mí, él se sentará
sobre mi trono? ¿Cómo, pues, reina
Adonías?» 14 Y mientras tú hablas
con el rey, entraré yo detrás y con¬
firmaré tus palabras.»
15 Betsabé fué a la cámara del
rey. Estaba ya muy viejo, y le servía
Abisag, la sunamita. 16 Inclinóse y
prosternóse ante el rey, que le pre¬
guntó: «¿Qué quieres?» 17 Ella le
respondió: «¡Oh señorl Tú has jurado
a tu sierva por Yave, diciendo: Salo¬
món, tu hijo, reinará después de mí,
él se sentará sobre iu¡ trono; 18 y he
aquí que Adonías se ha hecho rey,
sin que tú sepas nada. 19 Ha inmolado
bueyes, becerros cebados y ovejas,
en gran número, y ha invitado a
Abiatar, sacerdote, a Joab, jefe del
ejército, pero no ha invitado a Salo¬
món, tu siervo. 20 En tanto, los
ojos de todo Israel están puestos
en ti, ¡oh rey!, mi señor, esperando
que tú des a eonocer quién es el que
se ha de sentar sobre el trono del
rey, mi señor, después de él; 21 pues
de lo contrario, cuando el rey mi
señor se duerma con sus padres,
mi hijo Salomón y yo seremos teni¬
dos por culpables.»
22 Mientras todavía estaba ella
hablando con el rey, llegó Natán,
profeta. 23 Aminciáronselo a David,
diciendo: «Natán, profeta, está ahí.»
Entró a la presencia del rey, y se
prosternó ante él, rostro a tierra,
24 v dijo: «¡Oh rey, mi señorl ¿Has
dicho tú: Adonías reinará después
de mí, y se sentará sobre mi trono?
REYES I, 2
333
25 porque hoy ha bajado, y ha inmo¬
lado bueyes, becerros cebados y ove¬
jas en gran número, y ha invitado
a todos los hijos del rey y a los jefes
del ejército, y al sacerdote Abiatar,
que están comiendo y bebiendo con
él, y han dicho: ¡Viva Adonías, reyl
26 Pero ni me ha invitado a mí, tu
siervo, ni al sacerdote Sadoc, ni a
Banaias, hijo de Joyada, ni a Salo¬
món, tu siervo. 27 ¿Se ha hecho esto
por voluntad del rey mi señor, sin
dar a saber a tus siervos quién es el
que se ha de sentar en el trono del
rey, mi señor, después de él?»
26 El rey David respondió: «Que
venga Betsabé.» Entró ella y se puso
ante el rev, 29 y el rey hizo este jura¬
mento: «Vive Yave, que libró mi
alma de toda angustia, 30 que así como
he jurado por Yave, Dios de Israel,
diciendo: Salomón, tu hijo, reinará
después de mí, y se sentará en mi
trono en lugar mío, ahora mismo lo
haré.» 31 Betsabé se inclinó rostro a
tierra, prosternándose ante el rey,
y dijo: «Viva por siempre mi señor,
el rey David.» 32 Luego dijo el rey:
«Que vengan Sadoc, sacerdote; Natán,
profeta, y Banaias, hijo de Joyada.»
Cuando estuvieron éstos en presencia
del rey, 33 el rey les dijo: «Tomad con
vosotros a los servidores de vuestro
señor, montad a Salomón sobre mi
muía, y bajadle a Guijón. 34 Allí el
sacerdote Sadoc y Natán, profeta,
le ungirán rey de Israel, y tocaréis
las trompetas, gritando: ¡Viva el rey
Salomónl 35 Después volveréis a subir
tras él, y se sentará en mi trono,
para que reine en mi lugar; pues a él
le instituyo jefe de Israel y de Judá.»
36 Banaias, hijo de Joyada, respondió
al rey: «Amén. Hágalo así Yave, el
Dios de mi señor, el rey, 37 y como
estuvo Yave con el rey, mi señor,
esté igualmente con Salomón, y alce
su trono sobre el trono de mi señor,
el rey David.»
Unción dé Salomón.
30 Bajó el sacerdote Sadoc, con
Natán, profeta, Banaias, hijo de Jo¬
yada, los cereteos y los peleteos; y
montando a Salomón sobre la muía
de David, le llevaron a Guijón: 39 y
tomando Sadoc, sacerdote, el cuerno
de óleo del tabernáculo, ungió a Salo¬
món, al son de las trompetas, y gritó
todo el pueblo: «¡Viva Salomón, reyl»
40 Después subió con él todo el pue¬
blo, tocando las flautas y haciendo
gran fiesta,, y parecía retemblar la
tierra con sus aclamaciones.
41 Oyólo Adonías, así como sus
invitados, cuando terminaba su ban¬
quete; y Joab, al oír el sonido de las
trompetas, dijo: «¿Por qué con tanto
estrépito se alborota la ciudad?»
42 Todavía estaba él hablando, cuando
llegó Jonatán, hijo del sacerdote
Abiatar. Díjole Adonías: «Acércate,
que tú eres un valiente, y de seguro
traerás buenas nuevas. 43 Respon¬
dió Jonatán a Adonías: 44 «De cierto
que nuestro señor el rey David ha
hecho rey a Salomón. Ha hecho que
montado en la muía del rey, fueran
con él Sadoc, sacerdote; Natán, pro¬
feta; Banaias, hijo de Joyada; los
cereteos y peleteos; 45 y Sadoc,
sacerdote, y Natán, profeta, le han
ungido rey en Guijón, y de allí han
subido con grandes muestras de jú¬
bilo, y toda la ciudad está en con¬
moción; ése es el estrépito que habéis
oído. 46 Además, Salomón se ha sen¬
tado en el trono real, 47 y los servi¬
dores del rey han ido a felicitar ál
rey David, diciendo: «Que haga tu
Dios el nombre de Salomón más
grande que el tuyo, y eleve su trono
sobre tu trono.» 48 El rey mismo se
prosternó en su lecho, y habló así:
«Bendito Yave, Dios de Israel, que
ha hecho sentarse hoy sobre mi trono
un sucesor, viéndolo mis ojos.»
49 Todos los convidados de Ado¬
nías se llenaron de miedo, y levan¬
tándose, fuéronse cada uno por su
lado. 60 Adonías, temiendo de Salo¬
món, se levantó y fué a cogerse de
los cuernos del altar.
51 Vinieron a decir a Salomón:
«Adonías tiene miedo del rey Salo¬
món, y ha ido a cogerse de los cuernos
del altar, diciendo: Que el rey Salomón
me jure hoy que no hará morir por
la espada a su siervo.» 52 Salomón
respondió: «Si él se porta lealmente,
ni uno de sus cabelllos caerá a tierra;
pero si algo malo trama, morirá.»
53 Mandó, pues, Salomón gentes que
le hicieron bajar del altar, y Adonías
vino a postrarse ante el rey Salomón,
que le dijo: «Vete a tu casa.»
Ultimas instrucciones de David
a Salomón.
2 1 Llegaron los días de la muerte
para David, y dió sus instruccio¬
nes a Salomón, su hijo, diciéndole
334
REYES I, 2
2 «Yo me voy por el camino de todos;
esfuérzate, pues, y sé hombre. (i) * 3 Sé
fiel a Yave, tu Dios, marchando
por sus caminos, guardando sus man¬
damientos, sus leyes y sus preceptos
y testimonios, como están escritos
en la ley de Moisés, para que seas
afortunado en cuanto hicieres y don¬
dequiera que vayas; 4 de manera que
cumpla Yave su palabra, la que a
mí me ha dado, diciendo: Si tus
hijos siguen su camino ante mí en
verdad y con todo su corazón y toda
su alma, no te faltará jamás un des¬
cendiente sobre el trono de Israel.
3 Bien sabes también tú mismo lo
que me ha hecho Joab, hijo de Sarvia;
10 que hizo con los dos jefes del
ejército de Israel, Abner, hijo de
Xer, y Amasa, hijo de Jeter, que
los mató, derramando en la paz la
sangre de la guerra, y manchando con
la sangre de la guerra el cinturón
que ceñía sus lomos y los zapatos
que calzaban sus pies. 6 Haz, pues,
con él, conforme a tu sabiduría, y no
dejes que sus cabellos blancos bajen
en paz a la morada de los muertos.
7 Trata con benevolencia a los hijos
de Barzilai, el galadita, y sean de
los invitados a tu mesa, pues hicie¬
ron así bien conmigo, cuando yo
iba huyendo de Absalón, tu hermano.
8 Ahí está contigo también Seineí,
hijo de Gcra, benjaminita, que pro¬
firió contra mí violentas maldiciones,
el día <fue iba yo a Majanaim. Cuando
luego me salió al encuentro al Jordán,
yo le juré por Yave, diciendo: Xo
te haré morir a espada. 9 Pero ahora
no le dejes impune, pues como sabio
que eres, sabes cómo lias de tratarle,
y liarás que con sangre bajen sus
canas al 'sepulcro.»
10 Durmióse David con sus padres,
y fué sepultado en la ciudad de David.
11 El tiempo que reinó David sobre
Israel, fué de cuarenta años; siete
años reinó en Hebrón y treinta y tres
en su Jerusalén. 12 Sentóse Salomón
en el trono de David, su padre, y
su reino quedó muy firme.
13 Adonías, hijo de Hagit, fué en
busca de Betsabé, madre de Salomón.
Ella le dijo: «¿Vienes de paz?» Y él
respondió: «De paz», 14 y añadió:
«Quisiera decirte una palabra.» «Ha¬
bla»—le dijo ella—. 15 Y él dijo: «Tú
sabes que el reino era mío, y que todo
Israel había puesto en mí sus ojos
para hacerme rey; poro el reino ha
sido traspasado, y dado a mi her¬
mano, porque Yave se lo había
destinado. 16 Una sola cosa te pido
ahora; no me la niegues.» Ella res¬
pondió: «Di.» 17 Y él prosiguió:
«Te pido que digas a Salomón, porque
él no te lo negará, que me dé por
mujer a Abisag, la sunamita.» 18 Bet¬
sabé sijo: «Bien, yo hablaré por ti
al rey.» 19 Betsabé fué a hablar a
Salomón por Adonías, y el rey se
levantó para salir a su encuentro, se
prosternó ante ella, y sentándose
sobre su trono, hizo poner otro para
la madre del rey, y la sentó a su
derecha.
20 Ella le dijo entonces: «Tengo
una cosita que pedirte; no me la
niegues.» Y el rey la dijo: «Pide,
madre mía, que vo no te negaré nada.»
21 Ella dijo: «Que des por mujer a
Adonías, tu hermano Abisag, la su-
namita.» 22 El rey Salomón preguntó
a su madre: «¿Por qué pides tú para
Adonías a Abisag, la sunamita? Pide
ya el reino para él, pues que es mi
hermano mayor, y tiene con él a
Abiatar, sacerdote, y a Joab, hijo
de Sarvia.» 23 Y juró por Yave, di¬
ciendo: «Así me haga Yave y así
me añada, si no ha sido pronunciada
contra su vida esta palabra de Ado¬
nías (1). 24 Ahora, pues, vive
Yave, que me ha confirmado y me
ha establecido sobre el trono de
David, mi padre, y me ha edificado
casa, según su promesa, que liov
mismo morirá Adonías.»
25 El rey Salomón mandó a Banaias,
hijo de Joyada, que le hirió, y Ado¬
nías murió. 26 Luego dijo el rey al
sacerdote Abiatar: «Vete a tus tierras
de Anatot. Tú merecías la muerte,
pero yo no quiero hacerte morir
ahora, por haber llevado el arca del
Señor, Yave, delante de David, mi
padre, y porque participaste en los
trabajos de mi padre.» 27 Echó, pues,
Salomón a Abiatar, para que no
fuese sacerdote de Yave, cumplién¬
dose así la palabra que había pro¬
nunciado Yave contra la casa de
Helí, en Silo.
28 Llegaron estas noticias a Joab,
que había seguido el partido dé Ado¬
nías y no había seguido el de Salomón,
V se refugió en el tabernáculo de
Yave, cogiéndose a los cuernos del
(i) La petición de Adonías, de que se le
diera por mujer la que había sido mujer de
su padre, parece incluir aspiraciones al irono;
así al menos la inlerpretó Salomón.
REYES I, 3
33o
ni lar. 29 Dijeron a Salomón que Joab
se había refugiado en el tabernáculo
de Ya ve, y estaba junto al altar;
y Salomón mandó a Banaias, hijo
de Jovada, diciendo: «Ve y hiérele.»
30 Llegado al tabernáculo de Yave,
Banaias dijo a Joab: «Así habla el
rey; sal.» Pero él respondió: «No,
quiero morir aquí.» Banaias, llevo
al rey esta respuesta, diciendo: Esto
lie dicho a Joab, y esto me ha con¬
testado.» 31 El rey dijo a Banaias:
«Haz como él dice: hiérele y sepúl¬
tale, y quita de sobre mí y de sobre
la casa de mi padre la sangre ino¬
cente que Joab ha derramado. 32 Haga
caer Yave esa sangre sobre su cabeza,
pues mató a dos hombres más rectos
y mejores que él, dándoles la muerte
con la espada, sin que nada supiera
nú padre David: a Abner, hijo de Ner,
jefe del ejército de Israel, y Amasa,
hijo de Jcter, jefe del ejército de
Judá. 33 Su sangre caerá sobre la
cabeza de Joab y sobre la de sus
descendientes, por siempre, mientras
que sobre David y su descendencia,
sobre su casa y su trono, dará siem¬
pre Yave su paz.»
, 34 Subió entonces Banaias, hijo
de Joyada, y le hirió, matándole (1),
y Joab fué sepultado en su sepulcro
en el desierto. 36 Puso el rey en su
lugar, por jefe del ejército, a Banaias,
hijo de Joyada, y al sacerdote Sadoc
en el lugar de Abiatar.
36 Hizo el rey llamar a Semeí, y le
dijo: «Hazte una casa en Jerusalén
y habita en ella, sin salir ni entrar
para nada. El día en que salgas y
pases el torrente de Cedrón, 37 sabe
que con toda certeza morirás; sea
tu sangre sobre tu cabeza.» 38 Semeí
respondió al rey: «La orden es buena.
Como lo dice mi señor el rey, así hará
tu siervo.»
Semeí estuvo mucho tiempo en
Jerusalén; 39 pero al cabo de tres años,
dos siervos de Semeí huyeron a
refugiarse junto a Aquis, hijo de
Maca, rey de Get. Le dijeron a Semeí:
«Tus siervos están en Get»; 40 y
levantándose, montó en su asno y
se fué a Get, a Aquis, en busca de
sus siervos, y de vuelta, se los trajo
con él. 41 Informaron a Salomón de
que Semeí había ido de Jerusalén
a Get y estaba ya de vuelta; 42 y
mandando llamar a Semeí, le dijo:
«¿No te conjuré yo, por Yave, y no
(i) Es el cumplimiento de la ley. Exod. 21.14.
te advertí que el día en que salieras
acá o allá sería el de tu muerte?
Y me dijiste tú: La orden es buena
y la obedeceré. 43 ¿Por qué, pues, no
has guardado el juramento de Yave,
y la orden que yo te di?» 44 Y siguió
diciendo el rey a Semeí: «Bien sabes
tú, tu corazón lo sabe muy bien,
todo el mal que hiciste a David,
mi padre. Yave hace recaer tu maldad
sobre tu cabeza, 45 mientras que el
rey Salomón será bendecido, y el
trono de David afirmado por siempre
ante Yave.»
46 Dio el rey orden a Banaias, hijo
de Joyada, que salió e hirió a Semeí,
y Semeí murió. El reino se afirmó
en las manos de Salomón.
Casamiento de Salomón
* 1 Emparentó Salomón con el
3 Faraón, rey de Egipto, tomando
a una hija del Faraón por mujer.
Trájola a la ciudad de David, hasta
acabar de edificar su casa, la casa
de Yave, y las murallas de Jerusalén
en derredor. 2 El pueblo sacrificaba
en los altos (1), porque no había
sido hasta entonces edificada casa
a Yave. 3 * Salomón amaba a Yave
y marchaba según las órdenes de
David, su padre, pero sacrificaba y
quemaba perfumes en los altos.
4 Fué el rey a sacrificar a Gabaón,
que era uno de los principales altos.
Mil holocaustos ofrecía Salomón en
aquel altar. 5 Yave se le apareció
en Gabaón durante la noche, en
sueños, y dijo Dios a Salomón: «Píde¬
me lo que quieras que te dé.» 6 Salo¬
món respondió: «Tú hiciste gran mise¬
ricordia a David, mi padre, conforme
marchaba él en tu presencia en la
fidelidad, en la justicia y en la recti¬
tud de corazón ante ti; le has guar¬
dado esta misericordia, dándole un
hijo que se sentara sobre su trono,
como lo está hoy. 7 Ahora, pues, ¡oh
Yavel, mi Dios, que has hecho reinar
a tu siervo en el lugár de David,
(1) El Deuteronomio insiste mucho en que
no se ha de sacrificar más que en el lugar ele¬
gido por Dios; el tabernáculo, primero, y des¬
pués, el templo de Jerusalén. Sin embargo,
esta ley no parece haberse cumplido siempre,
aun en el tiempo de los reyes más piadosos.
Se nos dice muchas veces que seguía sacrifi¬
cándose en los altos. Sólo en tiempo de Josias
se cumplió rigurosamente.
336
REYES I, 4
mi padre, no siendo yo más que un
mocito, que no sabe por dónde ha
de entrar y por dónde ha de salir,
8 y que está tu siervo en medio del
pueblo que tú te elegiste, un pueblo
grande, que por su muchedumbre
no puede contarse ni numerarse,
9 da a tu siervo un corazón prudente,
para juzgar a.tu pueblo y poder dis¬
cernir entre lo bueno y lo malo;
porque ¿quién, si no, podrá gobernar
a un pueblo tan grande?»
10 Agradó a Yave que Salomón le
hiciera esta petición; 11 y Dios le dijo:
«Por haberme pedido esto, y no
haber pedido para ti, ni vida larga,
ni muchas riquezas, ni la muerte
de tus enemigos, sino haberme pedido
entendimiento para hacer justicia,
12 yo te concedo lo que me has pedido,
V te doy un corazón sabio c inteli¬
gente, tal como antes de ti no ha
habido otro, ni lo haya en adelante
después de ti. 13 Y aún te añado
10 que no has pedido; riquezas y glo¬
ria, tales que no habrá en tus días
rey alguno como tú; 14 y si andas
por mis caminos, guardando mis leyes
y mis mandamientos, como lo hizo
David, tu padre, prolongaré tus días.»
16 Despertóse Salomón de su sueño,
y de vuelta a Jerusalén, se presentó
ante el arca de la alianza de Yave, y
ofreció holocaustos y sacrificios euca-
rísticos, v dió un banquete a todos
sus servidores.
16 Vinieron por entonces al rey, y
se presentaron ante él, dos mujeres
de mala vida. 17 Dijo una de ellas.
«Escucha, mi señor: Yo moraba con
esta mujer en la misma casa, y allí
di a luz un niño. 18 A los tres días
dió también ella a luz un niño. Habi¬
tábamos juntas, y ningún extraño
había entrado en la casa, no había
allí más que las dos. 19 El hijo de
esta mujer murió una noche, por
haberse ella acostado sobre él; 20 y
ella, levantándose en medio de la
noche, me quitó de mi lado a mi
hijo, mientras tu sierva dormía, y
púsolo a su lado, dejando al mío a
su hijo muerto. 21 Cuando yo me
levanté por la mañana, para dar el
pecho a mi hijo, lialléle muerto; mas
mirándole atentamente durante la
mañana, vi que no era mi hijo, el
que había yo parido.»
22 La otra mujer dijo: «No, mi hijo
es el que vive, es el tuyo el que ha
muerto.» Y la primera replicaba: «No,
tu hijo es el muerto, y el mío el vivo.»
Y así disputaban en presencia del rey.
23 Tomó entonces el rey la palabra:
«La una dice: Mi hijo es el que vive,
el tuyo ha muerto; y la otra dice:
No, es el tuyo el que ha muerto,
y el mío vive»; 24 y añadió: «Traedme
una espada.» Trajeron al rey la
espada, 25 y él dijo: «Partid por el
medio al niño vivo, y dad la mitad
de él a la una, y la otra mitad a
la otra.»
26 Entonces la mujer, cuyo era el
niño vivo, dijo al rey, pues se le
conmovían todas las entrañas por
su hijo: «iOh, señor rey, dale a ésa
el niño, pero vivo, que no le inaten.»
Mientras que la otra decía: «Ni para
mí, ni para ti, que le partan.» 27 En¬
tonces dijo el rey: «Dad a la primera
el niño vivo, sin matarle; ella es ^su
madre.» 28 Todo Israel supo la sen¬
tencia que el rey había pronunciado,
y todos temieron al rey, viendo que
había en él una sabiduría divina
para hacer justicia.
Altos funcionarlos de Salomón.
\ 1 Reinaba Salomón sobre IsracL
* 2 Los jefes que tenía a su servicio
eran: Azarías, hijo de Sadoc, su pri¬
mer ministro; 3 Elijoret y Ajias,
hijos de Sisa, eran los secretarios;
Josafat, hijo de Ajilud, cronista;
4 Banal as, hijo de Joyada, mandaba
el ejército; Sadoc y Abiatar eran sacer¬
dotes; 5 Azarías, hijo de Natán, super¬
intendente; Zabud, hijo de Natán,
era el consejero íntimo del rey.
6 Ajisar, mayordomo del palacio;
Adoniram, hijo de Abdar, el prefecto
de los tributos.
7 Tenía Salomón sobre todo Israel
doce intendentes, que proveían al
rey y a su casa, cada uno durante
un mes del año. 8 Sus nombres
eran: Ben Har, en la montaña de
Efraím; 9 Ben Decar, en Minees, en
Salcbin, en Bctsamcs, y el Elón de
Betanán; 10 Ben Jesct, en Arubot;
éste tenía también Soco y toda la
región de Jefer; 11 Ben Abiuadad,
que tenía todas las alturas de Dor,
estaba casado con Taíet, hija de
Salomón; 12 Baña, hijo de Ajilud,
tenía Tanac y Mageddo y todo Betsán,
ue está cerca de Sartana, por debajo
ezrael, desde Betsán hasta Abel-
mejula y más allá de Jocineán;
13 Ben Gabcr, en Ramot Galad, tenía
los burdos de Jair, hijo de Manasés,
REYES I, 5
337
en Galad, sesenta grandes ciudades
muradas y con cerrojos de bronce;
14 Ajinodab, hijo de Ido, en Maja-
naiin: 15 Ajimas, en Neftalí, también
casado con una hija de Salomón,
de nombre Bascmat; 16 Baña, hijo
de Jusi, en Aser Alot; 17 Josafat,
hijo de Farua, en Isacar; 18 Scmeí,
hijo de Ela, en Benjamín; 19 Gebar,
hijo de Urí, en la región de Galad,
la tierra de Seón, rey de los amorreos
, y de Og, rey de Basán; para esta
i región había un solo intendente.
20 Judá e Israel eran numerosos como
las arenas que hay en la orilla del
mar, y comían, bebían y se alegra¬
ban. 21 Salomón señoreaba sobre todos
los reinos desde el río hasta la tierra
de los filisteos y hasta la frontera
de Egipto; todos le pagaban tributo,
y le estuvieron sometidos todo el
tiempo de su vida.
22 Consumía Salomón cada día
treinta coros de harina común; diez
bueves cebados; 23 veinte bueyes de
pasto y cien carneros, sin contar
los ciervos, las cabras, los búfalos
I y las aves cebadas. 24 Señoreaba
toda la tierra al lado de acó del río,
desde Taita, hasta Gaza y sobre
todos los reyes del lado de acá del
río, y tuvo paz por todos lados en
derredor suyo. 26 Judá e Israel habi¬
taban seguros, cada uno debajo de
su parra y de su higuera, desde Dan
hasta Berseba, durante toda la vida
de Salomón.
26 Tenía Salomón en sus caballerizas
cuarenta mil pesebres, para los caba¬
llos de sus carros y doce mil caballos
de silla. 27 Los intendentes proveían
al rey Salomón y a cuantos se sen¬
taban a su mesa, cada uno un mes,
sin dejar que nada faltara. 28 Hacían
llegar también la cebada y la paja
para los caballos de tiro y de carrera
allí donde se hallaran, cada uno según
las órdenes recibidas.
29 Dió Dios a Salomón sabiduría
y un gran entendimiento y anchura
de corazón, como la arena que está
a orillas del mar. 30 La sabiduría de
Salomón sobrepasaba la de todos los
hijos del oriente y la sabiduría toda
del E 0 ipto. 31 Filé más sabio que
hombre alguno; más que Etán, el
ezraíta; más que Ernán, Calcol y
Dorda, hijos de Alajol, y su fama se
extendió por todos los pueblos en
derredor. 32 Profirió tres mil pará¬
bolas, y sus cantos fueron mil cinco;
33 disertó acerca de los árboles, desde
el cedro del Líbano hasta el hisopo
que nace en el muro, y acerca de los
animales, de las aves, de los reptiles
y los peces. 34 De todos los pueblos
venían para oír la sabiduría de Salo¬
món, de parte de todos los reyes de
la tierra, a los que-había llegado la
fama de su sabiduría.
Alianza de Salomón con Iliram,
rey de Tiro.
Zy 1 Hiram, rey de Tiro, mandó
sus embajadores a Salomón, cuan¬
do supo que había sido ungido rey
en lugar de su padre, pues siempre
había sido amigo de David. 2 Salomón
dijo a Hiram: 3 «Tú sabes que David,
mi padre, no pudo hacer casa para
Yave, su Dios, por las guerras que
tuvo en torno, hasta que Yave los
puso bajo la planta de sus pies. 4 Ahora
Yave, mi Dios, me ha dado la paz
por todas partes; no tengo enemigos
ni querellas, 5 y quiero edificar a
Yave, mi Dios, una casa, como se lo
manifestó Yave a mi padre, diciendo:
«Tu hijo, el que pondré yo en tu lugar
sobre tu trono, edificará casa a mi
nombre.» 6 Manda, pues, cortar para
mí cedros en el Líbano; mis siervos
se unirán a los tuyos, y yo te daré
lo que tú me pidas para el salario
de los tuyos, pues bien sabes que lio
hay entre nosotros quien sepa labrar
la madera como los sidonios.»
7 Alegróse mucho Hiram cuando
oyó las palabras de Salomón, y dijo:
«Bendito Yave, que ha dado a David
un hijo sabio, para ese gran pueblo.»
8 Y mandó a Salomón esta respuesta:
«He oído lo que me has mandado a
decir. Haré lo que me pides, en cuanto
a la madera de cedros y cipreses.
9 Mis siervos los bajarán del Líbano
al mar, y yo los haré llegar en balsas
hasta el lugar que tú me digas. Allí
se desatarán, y tú los tomarás, y
cumplirás mi deseo proveyendo de
víveres a mi casa.»
10 Hiram facilitó a Salomón cuanta
madera de cedro y de ciprés quiso
éste; 11 y Salomón daba a Hiram
veinte mil coros de trigo para el
mantenimiento de su casa, y veinte
coros de aceite de olivas molidas.
Esto es lo que cada año entregaba
Salomón a Hiram. 12 Yave dió a
Salomón la sabiduría, como se lo
había prometido, y hubo entre Hiram
y Salomón paz, e hicieron una alianza.
22
328
REYES I, 6
18 Salomón hizo en todo Israel una
leva de treinta mil hombres para el
trabajo, 14 que enviaba al Líbano.
Diez mil por mes alternativamente,
estando un mes en el Líbano y dos
en sus casas. El prefecto de estos
trabajadores obligados era Adoni-
ram. 15 Tenía además Salomón setenta
mil hombres dedicados al transporte,
y ochenta mil cortadores en el monte,
46 sin contar los principales jefes
que había puesto Salomón al frente
de las obras, en número de tres mil
trescientos, que mandaban a los
grupos de trabajadores. 17 Mandó el
rey traer grandes piedras, escogidas,
para los cimientos de la casa, y los
carpinteros 18 y canteros de Salomón
y los de Hirain cortaban y labraban
ía madera y la cantería para la casa.
Edificación del templo.
1 El año cuatrocientos ochenta,
después de la salida de los hijos
de Israel de Egipto, el cuarto año
del reinado de Salomón sobre Israel,
el mes de Ziv, que es el segundo mes,
comenzó a edifiear la casa de Yave.
2 Tenia la casa que Salomón edificó
a Yave sesenta codos de largo, veinte
de ancho v treinta de alto.
19 Dispuso dentro, en lo más inte¬
rior de la casa, el santuario para el
arca de la alianza de Yave, 16 1> re¬
servando este espacio para el san¬
tuario, el santísimo. 17 Los cuarenta
codos de delante eran el largo de la
casa, es decir, del templo. 20 a El
santuario tenía veinte codos de largo,
veinte codos de ancho y veinte de
alto. 3 El vestíbulo, delante del tem¬
plo, de la casa, era veinte codos de
largo, el ancho de la casa, y diez
de profundidad, por delante de la
casa. 4 Hizo en la casa ventanas enre¬
jadas. 5 Edificó también en derredor
de ía casa tres órdenes de habita¬
ciones, que rodeaban los muros de
la casa, el templo y el santuario, en
tres pisos. 6 El inferior era de cinco
codos de ancho, el de en medio de
seis codos de ancho, y el tercero de
siete codos, pues había hecho retallos
en el muro, por fuera, para no tener
que empotrar en los muros.
7 Cuando se construyó la casa,
liízose de piedras ya labradas, de
modo que durante la edificación no
se oyó allí el golpe del martillo, ni
el del pico, ni de ningún otro instru¬
mento de hierro. 8 La puerta de
entrada a las habitaciones del piso
inferior estaba al costado derecho
de la casa, y por un caracol se subía al
del medio, y de éste al tercero.
9 Cuando hubo acabado de edifiear
la casa, recubrió las paredes por
dentro con tablas de cedro,' desde el
suelo hasta el techo. 10 A cada uno
de los pisos de habitaciones que ro¬
deaban la casa les dió cinco codos
de altura, y los unió a la casa con
vigas de cedro. 15 Revistió Salomón
los muros de la casa, al interior,
con planchas de cedro, desde el
suelo hasta el techo, revistiendo así
de madera todo el interior; y el suelo
lo revistió de planchas de ciprés.
16 a Revistió también de planchas
de cedro los veinte codos del fondo
de la casa, desde el suelo, todo lo
alto de los muros. 18 El revestimiento
interior de cedro iba tallado con enta¬
lladuras de flores abiertas y en botón,
y todo era cedro, sin que se viera
nada de piedra.
29 Hizo esculpir todo en torno de
la casa en los muros, por dentro y
por fuera, querubines, palmas y guir¬
naldas de flores. 21 . Recubrió luego
de oro fino el interior de la casa, e
hizo se colgara de anillos de oro el
velo, delante del santuario, que recu¬
brió también de oro puro. 20 b Hizo
para delante del santuario un altar
de madera de cedro, y lo recubrió
de oro puro. 22 Toda la casa la recu¬
brió de oro puro, de arriba abajo,
y recubrió también de oro todo el
altar, que estaba ante el santuario.
30 También recubrió de oro el piso
de la casa, lo mismo en el espacio
interior que en el exterior.
23 a Hizo en el santuario dos queru¬
bines de madera de olivo. 26 La altura
del uno era de diez codos, 23 b e
igualmente de diez codos la del otro.
24 Cinco codos era el largo de una
de las alas del querubín, y vinco
el de la otra, haciendo en todo diez
codos, desde la punta de un ala
hasta la punta de la otra. 25 El si¬
gnado querubín tenía también diez
codos. La medida y la forma eran
las mismas para ambos querubines.
27 Puso los querubines en medio de
la casa, en el espacio interior. Te¬
nían las alas desplegadas, y la punta
del ala del primero tocaba a uno
de los muros, y la punta del ala del
segundo al otro muro, tocándose una
a otra las otras dos alas en el medio
REYES I, 7
330
de la casa. 28 También cubrió de oro
los querubines. 31 A la entrada del
santuario hizo una puerta de dos
hojas, de madera de olivo, y el dintel
y las jambas eran de cinco esquinas.
32 Las dos hojas eran de madera
de olivo, y talladas con entalladuras
de querubines, palmas y botones de
flores; y todo, querubines, palmas y
botones* de flores, cubierto de lámi¬
nas de oro. 33 Hizo igualmente para
las puertas de entrada del templo
postes de madera de olivo, cuadra¬
dos, y dos hojas de madera de ciprés.
31 Ambas puertas eran de madera
de ciprés, de dos hojas giratorias la
una, y de dos hojas giratorias la
otra. 35 Hizo esculpir en ellas queru¬
bines, palmas y botones de flor, y
todo lo recubrió de láminas de oro.
36 Hizo también el atrio interior, de
tres órdenes de piedras labradas, y
uno de vigas de cedro.
11 Entonces dirigió Ya ve la pala¬
bra a Salomón, diciendo: 12 «Tú estás
edificando esta casa. Si sigues mis
leyes, y pones por obra mis manda¬
mientos, y guardas y observas todos
mis preceptos, yo cumpliré contigo mi
palabra, la promesa que hice a David,
tu padre, 13 y habitaré en medio de
los hijos de Israel, y no abandonaré
a mi pueblo, Israel.» 14 Así, pues,
edificó Salomón la casa y la terminó.
37 El año cuarto, el mes de Ziv,
quedaron puestos los cimientos de
la casa de Ya ve; 38 y el año undé¬
cimo, el mes de Bul, que es el octavo
mes, estaba terminada en todas sus
partes y don todo lo necesario. La
construyó en el espacio de siete años.
Construcción del palacio de
Salomón.
•
3 1 También edificó Salomón su
casa, durando trece años la edi¬
ficación, hasta que estuvo completa¬
mente terminada. 2 Construyó la casa
«Bosque del Líbano», de cien codos
de largo, cincuenta codos de ancho
y treinta codos de alto, sobre tres
filas de columnas de cedro y capi¬
teles de cedro sobre las columnas.
3 Estaba cubierta de tablones de
cedro, arriba, sobre arquitrabes que
se apoyaban en las cuarenta y cinco
columnas, quince columnas en cada hi¬
lera, 4 pues había tres naves, y en cada
una de ellas ventanas que se correspon¬
dían unas enfrente de otras. 5 Todas las
puertas y ventanas eran cuadradas, y
en las tres naves se correspondían unas
a otras. 6 Hizo además un pórtico
de columnas de cincuenta codos de
largo y treinta de ancho, y delante
de éste, otro pórtico con columnas
y techo. 7 Hizo asimismo el salón
del trono, donde juzgaba, el pórtico
de la justicia, cubriéndolo de cedro
desde el suelo hasta el techo. 8 Del
mismo modo fue construida la casa
donde había de habitar, en otro patio,
detrás del pórtico. Hizo también otra
casa habitación, de obra semejante
a la del pórtico, para la hija del Fa¬
raón, que había tomado por mujer.
9 Para todas estas construcciones
se emplearon grandes piedras, que
habían sido cortadas con la sierra,
a la medida, por el lado de dentro
y el de fuera, y esto desde los cimien¬
tos hasta las cornisas, y asimismo
en el exterior, hasta el gran atrio.
10 Los cimientos eran de excelentes
y muy grandes piedras de diez y de
ocho codos. 11 De ahí arriba se em¬
plearon también excelentes piedras
cortadas a la medida, y -madera
de cedro. 12 En el gran atrio había
todo en torno tres órdenes de piedras
labradas, y uno de vigas de cedro.
Lo mismo* que en el atrio interior
de la casa de Yave, así también en el
atrio de la casa.
Utensilios para el templo.
13 Trajo Salomón de Tiro a Hiram,
hijo de una viuda de la tribu de
Neftalí y de padre natural de Tiro,
que trabajaba el bronce. 14 Estaba
Hiram lleno de sabiduría, de enten¬
dimiento y de conocimiento, para
hacer toda suerte de obras de bronce;
y vino al rey Salomón, y fue quien
hizo para él toda la obra. 15 Fundió
dos columnas de bronce. Tenía cada
una dieciocho codos de alto, y un
hilo de doce codos era el que podía
rodear a cada una de las columnas.
16 No eran macizas, sino huecas:
el grueso de sus paredes era de cuatro
dedos. Fundió capiteles de bronce
para encima de las columnas, de
cinco codos de alto el uno, y cinco
codos de alto el otro. 17 Hizo para
los capiteles de encima de las colum¬
nas reticulados y trenzados, de tren¬
zas a modo de cadenas, uno para
cada capitel. 18 ab Hizo g añadas
todo en derredor del reticulado y el
340
REYES I, 7
trenzado de los capiteles en dos filas.
2 °b Había doscientas granadas en las
filas que rodeaban un capitel, 18 c y
las mismas en las que rodeaban el
otro. 19 b Eran en todo cuatrocientas
granadas. 19 a Los capiteles eran por
arriba de forma de flor de loto...
20 a Erigió las columnas en el pórtico
del templo. 21 Alzó la primera al lado
de la derecha, y la llamó Jaquin,
luego la del lado de la izquierda, y la
llamó Boaz. 22 Encima de las colum¬
nas había una flor de loto. Así ter¬
minó la obra de las columnas.
23 Hizo asimismo un mar de fun¬
dición, de diez codos del uno al otro
lado, redondo, y de cinco codos de
alto, y ceñíalo en derredor un cordón
de treinta codos. 24 Por debajo del
borde llevaba todo en derredor colo-
quíntidas, diez por cada codo, dis¬
puestas en dos órdenes, y fundidas al
mismo tiempo que el mar. 23 Estaba
asentado sobre doce bueyes, de los
cuales, tres miraban al norte, tres al
poniente, tres al mediodía y tres al
naciente. Sobre éstos se apoyaba el
mar, y la parte posterior de sus
cuerpos quedaba por dentro. 26 Tenía
un palmo de grueso, y su labio estaba
en forma de cáliz, como una flor de
loto. Hacía dos mil bat.
27 Hizo también diez basas de
bronce. Cada una tenía cuatro codos
de largo, cuatro codos de ancho y
tres de alto. 28 He aquí cómo eran:
Estaban hechas de tableros, ence¬
rrados dentro de sus marcos y unidos.
29 En los tableros, dentro de los mar¬
cos, había leones, bueyes y queru¬
bines, y en los marcos, lo mismo por
encima que por debajo de los leones
y bueyes, había adornos en relieve.
90 Cada basa tenía cuatro ruedas de
bronce con sus ejes de bronce, y en
las cuatro esquinas había repisas de
fundición, sobre las cuales iba la
fuente, y que sobresalían de los fes¬
tones. 31 El coronamiento de las basas
tenía en lo interior un hueco, con
una prolongación de un codo hacia
arriba; este hueco era redondo, de la
misma hechura del remate y de medio
codo de altura, y también esculpido,
pero los tableros eran cuadrados, no
redondos. 32 Las cuatro ruedas esta¬
ban debajo de los tableros, y los
ejes de las ruedas, fijos en la basa.
Tenía cada rueda codo y medio de
altura, 33 y estaban hechas como las
de un carro; sus ejes, llantas, rayos |
y cubos, todo era fundido; 34 y en
las cuatro esquinas de cada basa
había cuatro repisas, que hacían un
mismo cuerpo con la basa. 35 La
parte superior de la basa terminaba
en un cilindro de medio codo de altu¬
ra, cuyos apoyos y entables eran una
sola pieza. 36 Esculpió en los tableros
y en los marcos querubines, leones y
palmas, en todos los espacios vacíos
y molduras en derredor. 37 Así fué
como hizo las diez basas; la fundición,
la medida y la forma eran las mismas
para todas.
38 Hizo también diez fuentes de
bronce, cada una de cuarenta bat
de cabida, y de cuatro codos cada
una, para asentarlas en las diez
basas; 39 y puso cinco basas al lado
derecho de la casa y cinco al lado
izquierdo, y el mar de bronce lo puso
al lado derecho, al sudeste.
40 Hizo también Hiram los ceni¬
ceros, las tenazas y las copas. Así
terminó Hiram toda la obra de bronce,
que Salomón le encargó para la casa
de Yave; 41 dos columnas, con sus
capiteles para encima de las colum¬
nas; sus reticulados y trenzados para
los capiteles; 42 las cuatrocientas gra¬
nadas para los reticulados V trenza¬
dos; dos filas de granadas para cada
una en derredor de los capiteles;
43 las diez basas y las diez fuentes
para poner sobre estas basas; 44 el
mar y los doce bueyes que iban
debajo de él; 45 los ceniceros, las
tenazas y las copas. Todos estos uten¬
silios que el rey Salomón mandó
hacer a Hiram para la casa de Yave
eran de bronce bruñido. 46 Hízolos
fundir el reyen las llanuras del Jordán,
de suelo arcilloso, entre Sucot y
Sartán. 47 Salomón no inquirió el
peso de bronce de estos utensilios,
por su gran cantidad. 48 Salomón
hizo, además, todos los otros uten¬
silios para la casa de Yave: el altar
de oro, la mesa de oro, sobre la cual
se ponían los panes de la proposición;
49 los candelabros de oro macizo,
cinco a la derecha y cinco a la iz¬
quierda del santuario, con sus flores,
sus lámparas y sus despabiladeras
de oro; 60 las fuentes, los cuchillos,
las copas, las tazas y los braseros
de oro macizo; los goznes de oro para
la puerta del interior de la casa,
a la entrada del santísimo, y para la
puerta de entrada del templo.
61 Así se acabó toda la obra que
hizo el rey Salomón para la casa
de Yave. Después tomó el dinero, el
REYES I, 8
341
oro y los utensilios que David, su
padre, había consagrado, y los puso
en el tesoro de la casa de'Yave.
Dedicación del templo*
$ 1 Entonces convocó Salomón a los
! ancianos de Israel, a todos los
cabezas de las tribus y a los príncipes
] de las familias de los hijos de Israel,
¡ para trasladar el arca de la alianza
de Yave, de la ciudad de David, que
es Sión. 2 Reuniéronse con el rey
Salomón todos los varones de Israel
en el mes de Etanim, que es el sép-
I timo mes, en el día solemne de la
I fiesta; 3 y llegados* todos los ancianos
de Israel, llevaron los sacerdotes el
arca. 4 Llevaban el arca de Yave,
el tabernáculo de la reunión y todos
los utensilios sagrados del taber¬
náculo. Los sacerdotes y los levitas
los llevaban. 5 El rey Salomón y toda
la asamblea de Israel, convocada por
I él, iban delante del arca. Sacrifica¬
ron ovejas y bueyes en número in¬
contable por su muchedumbre. 6 * Los
sacerdotes pusieron el arca de la
alianza de Yave en su sitio, en el san¬
tuario de la casa, en el lugar santí¬
simo, bajo las alas de los querubines;
7 pues los querubines tenían las alas
extendidas sobre el lugar del arca
y la cubrían por encima, el arca y sus
barras. 8 Se había dado a las barras
una longitud suficiente para que sus
extremidades se viesen desde el lugar
santo, que está delante del santuario,
pero sin que pudieran verse desde
fuera, y así quedaron hastp el día
de hoy. 9 * No había en el arca nin¬
guna otra cosa más que las dos ta¬
blas de piedra, que Moisés depositó
en ella en Horeb, cuando hizo Yave
alianza con los hijos de Israel, a su
salida de Egipto.
10 En cuanto salieron los. sacer¬
dotes del santuario, la nube llenó
la casa de Yave, 11 * sin que pudieran
permanecer allí los sacerdotes para
el servicio, por causa de la nube,
pues la gloria de Yave llenaba la
casa.
12 Entonces dijo Salomón: «Yave
ha dicho que habitaría en la oscuri¬
dad. 13 Yo he edificado una casa para
que sea tu morada, el lugar de tu
habitación para siempre.»
14 Volvióse el rey y bendijo a toda
la asamblea de Israel, mientras toda
la asamblea de Israel se tenía en pie,
16 y dijo: «Bendito Yave, Dios de
Israel, que con su misma boca habló
a David, mi padre, y ha cumplido
con su mano lo que había prometido,
diciendo: 16 «Desde el día en que yo
saqué de Egipto a mi pueblo, Israel,
no he elegido ciudad de entre todas
las tribus de Israel, para que en ella
se me edificase una casa donde resi¬
diera mi nombre, aunque elegí a
David para que reinase sobre mi
pueblo, Israel.» 17 David, mi padre,
tuvo en su corazón edificar una casa
al nombre de Yave, Dios de Israel;
18 pero Yave dijo a David, mi padre:
«Tú tenías en tu corazón el deseo de
edificar una casa a mi nombre; has
hecho bien en tener esa voluntad,
19 pero no edificarás tú la casa; tu
hijo, salido de tus entrañas, edificará
casa a mi nombre.» 20 Yave ha cum¬
plido la palabra que dió. Yo me he
levantado en el lugar de David, mi
padre, y me siento sobre el trono de
Israel, como se lo había anunciado
Yave, y he edificado la casa al nombre
de Yave, Dios de Israel. 21 He dis¬
puesto un lugar para el arca de la
alianza de Yave, de la alianza que
hizo con nuestros padres al sacarlos
de la tierra de Egipto.»
22 Púsose Salomón ante el altar de
Yave, en presencia de toda la asam¬
blea de Israel; y tendiendo sus manos
al cielo, 23 dijo (1): «Yave, Dios de
Israel: No hay Dios semejante a ti,
ni en lo alto en los cielos, ni abajo
sobre la tierra. Tú guardas la alianza
y la misericordia con tus siervos,
los que de todo corazón andan en tu
presencia. 24 Así has mantenido tu
palabra a tu siervo David, mi padre,
y lo que por tu boca dijiste lo has
cumplido hoy con tu mano. 25 Ahora,
pues, ¡oh Yave!, Dios de Israel,
guarda la promesa que a David mi
padre hiciste, .diciendo: No faltará
de ti varón delante de mí, que se
siente en el trono de Israel, siempre
que tus hijos sigan mis caminos, y
(i) Es de notar, en la oración de Salomón,
ei claro concepto de la inmensidad de Dios.
Ya más que considerar el templo como la
morada de Dios, se le da por lugar donde Dios
ha querido que se invoque su nombre; y le
pide Salomón que ponga en él sus ojos desde
los cielos y oiga las plegarias que desde él se
le dirigen. Se nota igualmente el concepto
universalista de Ja religión de Yave, pidiendo
que oiga Dios al extranjero que venga a orar
en aquel lugar, incorporándose así, en cierno
modo, al pueblo de Israel.
312
REYES I, 8
anden delante de mí como has andado
tú. 26 Cúmplase ahora, ¡oh Yave!, la
palabra que a David, tu siervo, mi
padre, dijiste. 27 Pero, en verdad, ¿mo¬
rará Dios sobre la tierra? Los cielos,
y los cielos de los cielos, no son capa¬
ces de contenerte. ¡Cuánto menos
esta casa que yo he edificado! 28 Mas
con todo, atiende a la plegaria de
tu siervo, íoh Yave, Dios míol, y oye
el clamor y la oración que ante ti hace
hoy tu siervo. 29 Que estén abiertos
tus ojos noche y día sobre este lugar,
del que has dicho: «En él estará ini
nombre», y oye la oración que tu
siervo haga en este lugar. 30 Oye,
pues, la oración de tu siervo y la de
tu pueblo Israel; cuando oren en este
lugar, óyela tú también desde el
lugar de tu morada de los cielos, y
oyendo, perdona.
31 «Cuando pecare alguno contra
su prójimo, y haciéndole jurar, le
tomen juramento delante de tu altar
en esta casa, 32 oye tú desde los cielos,
y obra, juzgando a tus siervos, con¬
denando al impío, haciendo recaer
su maldad sobre su cabeza, y jus¬
tificando al justo, para retribuirle
según su justicia. 33 Cuando tu
pueblo Israel cayere ante sus ene¬
migos, por haber pecado contra ti,
y vueltos a ti confiesen tu nombre y
oren, y te rueguen y te supliquen en
esta casa, 34 óyelos tú en los ciclos,
V perdona el pecado de tu pueblo,
Israel, y restitúyclos a la tierra que
diste a sus padres.
36 «Cuando se cierre el cielo y no
llueva, por haber ellos pecado contra
ti, y te ruegen en este lugar, invo¬
cando tu nombre, convertidos del
pecado por haberlos tú afligido, 36 oye
tú en los cielos, y perdona el pecado
de tus siervos y de tu pueblo Israel,
enseñándoles el recto camino por
donde han de ir, V dando las lluvias
a su tierra, la que por heredad diste
a tu pueblo. 37 Cuando haya en la
tierra hambre o pestilencia; o tizón,
añublo, langosta o pulgón invadan
la tierra; y cuando el enemigo asedie
a tu pueblo en su tierra, en sus ciu¬
dades; cuando haya enfermedades y
plagas de cualquier ciase; 38 si cada
uno, si todo tu pueblo, Israel, reco¬
nociendo la llaga de su corazón y al¬
zando las manos hacia este lugar, te
hiciere oraciones y súplicas, 39 óyelas
desde los cielos, desde el lugar de tu
morada, y perdona. Obra con cada
uno según sus caminos, y según
ellos retribuyeles, tú que escudriñas
el corazón de todos los hijos de los
hombres, 40 y ellos te te’meráji du¬
rante todo el tiempo que habiten
en la tierra que diste a nuestros
padres.
41 «Cuando el extranjero, el que
no es de tu pueblo Israel, venga de
tierra lejana, por la fama de tu
nombre, 42 porque se sabrá que tu
nombre es grande, fuerte tu mano y
tendido tu brazo; cuando venga a
a orar a ti en esta casa, 43 óyele
desde los cielos, desde el lugar de tu
morada, y otorga a ese extranjero
lo que pida, para que todos los pue¬
blos de la tierra conozcan tu nombre,
para temerte como tu pueblo, Israel,
y sepan que tu nombre es invocado
en esta casa que yo he edificado.
44 «Cuando salga el pueblo para
combatir a sus enemigos por el
camino que tú les señalares, si diri¬
gen a Yave sus plegarias, vueltos
sus ojos a la ciudad que tú has ele¬
gido y a la cusa que yo he edificado
a tu nombre, 45 oye desde los cielos
sus oraciones y súplicas, y hazle
justicia. 46 Si hubieren pecado contra
ti, pues no hay hombre que no peque,
y estuvieres tú airado contra ellos,
y los entregares al enemigo, para
que los cautive V los lleve a tierra
enemiga, lejana o cercana; 47 si ellos
vuelven en sí en la tierra de su
cautividad, y dicen: Hemos pecado,
hemos hecho el mal, hemos cometido
impiedad, 48 y se convierten a ti
de todo su corazón y de toda su
alma, en la tierra de los enemigos
que los cautivaron, y oran a ti, hacia
su tierra, la que diste a sus padres,
y hacia la ciudad que elegiste y la
casa que yo he edificado a tu nombre,
49 oye en los ciclos, en la habitación
de tu morada, su oración y su súplica,
y hazles justicia.
so «Perdona, pues, a tu pueblo,
que ha pecado contra ti, todas las
infracciones con que contra ti se
rebelaron, y haz que hagan con ellos
misericordia los que los hubieran lle¬
vado cautivos; 61 porque son tu
pueblo y tu heredad, que tú sacaste
de Egipto, de en medio del horno
del hierro. 52 Que estén abiertos tus
ojos a las oraciones de tu siervo y a
la plegaria de tu pueblo, Israel,
para oírlos en todo aquello en que te
invoquen, 63 pues que tú los sepa¬
raste para ti, por heredad tuya, de
entre todos los pueblos de la tierra,
REYES I. 9
343
como lo dijiste por medio de Moisés,
tu siervo, cuando sacaste de Egipto
a nuestros padres, joh Señor, Yavel»
54 Cuando hubo acabado Salomón
de hacer esta oración y súplica,
levantóse de delante del altar de
Yave, donde estaba arrodillado; y con
las manos tendidas al cielo, 55 puesto
en pie, bendijo a toda la asamblea
de Israel, diciendo: 56 «Bendito Yave,
que ha dado el reposo a su pueblo,
conforme a lo que él había dicho;
ninguna de las promesas hechas por
medio de Moisés, su siervo, ha fallado;
57 que Yave, nuestro Dios, sea con
nosotros, como lo fué con nuestros
padres; que no nos deje ni nos aban¬
done, 58 sino que incline nuestros
corazones hacia él, para que mar¬
chemos por todos sus caminos y
sigamos sus mandamientos, sus leyes
y sus mandatos, los que él prescribió
a nuestros padres. 69 Que éstas mis
palabras y el objeto de mis súplicas
estén delante de Yave, día y noche
presentes a Yave, nuestro Dios, para
que defienda la causa de su siervo y
la de su pueblo, Israel, en todo tiempo;
60 para que todos los pueblos de la
tierra sepan que Yave es Dios, y no
hay otro. 61 Que vuestro corazón
sea todo para Yave, nuestro Dios,
como lo es hoy, para seguir sus leyes
y guardar sus mandamientos.»
62 El rey y todo Israel ofrecieron
-sacrificios a Yave. 63 Salomón inmoló
veintidós mil bueyes y cien mil ovejas
en sacrificios eucarísticos que ofreció
a Yave. Así hizo el rey, y con él todos
los hijos de Israel, la dedicación del
templo. 64 Aquel día consagró el
rey el atrio que está delante de la
casa de Yave, pues ofreció allí holo¬
caustos y ofrendas y los sebos de
los sacrificios eucarísticos, porque el
altar de bronce que hay delante de
Yave era demasiado pequeño para
contener los holocaustos, las ofren¬
das y los sebos de los sacrificios euca¬
rísticos. 65 Celebró entonces la fiesta,
y todo Israel con él. Una gran muche¬
dumbre, venida de todas partes, des¬
de Hamat hasta el torrente de Egipto,
se reunió ante Yave, nuestro Dios,
durante siete días y otros siete días,
es decir, catorce días. 66 El día octavo
despidió al pueblo, y ellos bendijeron
al rey, yéndose cada uno a su morada,
alegre y lleno de gozo el corazón,
por todos los beneficios que Yave
había hecho a David, su siervo, y a
su pueblo, Israel.
Scyunda aparición de Yave
a Salomón.
^ 1 Cuando hubo acabado Salomón
V la casa de Yave, la casa real y
todo cuanto se había propuesto hacer,
2 se apareció Yave por segunda vez
a Salomón, como se le había apare¬
cido en Gabaón, 3 y le dijo: «He oído
tu oración, el ruego que has hecho
ante mí. He santificado esa casa
que has edificado, para poner eu
ella mi nombre para siempre, y en
ella estarán siempre mis ojos y mi
corazón. 4 Si andas en mi presencia,
como anduvo David, tu padre, en
integridad de corazón y en equidad,
haciendo cuanto yo te he mandado
y guardando mis leyes y mandamien¬
tos, 5 yo afirmaré el trono de tu reino
sobre Israel, para siempre, como se
lo prometí a David, tu padre, di¬
ciendo: No faltará de ti varón en el
trono de Israel. 6 Pero si os apartáis
de mí vosotros y vuestros hijos, si
no guardáis mis mandamientos, mis
leyes, las que yo os he prescrito, y os
vais tras dioses ajenos, para servirles
y prosternaros ante ellos, 7 yo exter¬
minaré a Israel de la tierra que le
he dado, y echaré lejos de delante
de mí esta casa, que he consagrado
a mi nombre, e Israel será el sarcasmo
y la burla de todos los pueblos.
8 Y por alta que estuviera esta casa,
cuantos pasen cerca de ella se que¬
darán pasmados, y silbarán. Se dirá:
¿Por qué ha tratado así Yave a esta
tierra y esta casa? 9 Y responderán:
Porque abandonaron a Yave, su Dios,
que sacó de la tierra de Egipto a sus
padres, y se ligaron a otros dioses,
prosternándose ante ellos y sirvién¬
doles. Por eso ha hecho venir Yave
sobre ellos todos estos males.»
Ciudades edificadas por Salomón.
10 Al cabo de veinte años de haber
edificado Salomón la casa de Yave
y la casa real, 11 para las cuales
Hiram, rey de Tiro, había mandado
a Salomón madera de cedro y de
ciprés y cuanto oro quiso, dió Salo¬
món a Hiram veinte ciudades en
tierra de Galilea. 12 Salió Hiram de
Tiro, para ver las ciudades que le
daba Salomón; y no gustándole,
13 dijo: «¿Qué ciudades me has dado,
hermano?» Y las llamó tierras de
Cabul, nombre que tienen todavía
344
REYES I, 10
hoy. 14 Había mandado Hiram a
Salomón ciento veinte talentos de oro.
15 He aquí cómo se reguló el ser¬
vicio personal impuesto por el rey
Salomón a los hombres cuya leva
hizo para edificar la casa de Ya ve
y su propia casa, el terraplén y las
murallas de Jerusalén, y además,
Hasor, Megiddo y Guezer.
16 Había subido el Faraón, rey de
Egipto; y apoderándose de Guezer,
la había incendiado, matando a los
cananeos que habitaban la ciudad.
Después se la dió en dote a su hija,
la mujer de Salomón; 17 y Salomón
edificó a Guezer, Betorón de abajo,
18 Balat y Tamar, en el desierto del
mediodía; 19 todas las ciudades de
almacenes, que le pertenecían, y las
destinadas a los carros y a la caba¬
llería, y todo cuanto quiso Salomón
edificar en Jerusalén, en el Líbano
y en toda la tierra de su dominio.
20 Toda la gente que había que¬
dado de los amorreos, de los gcteos,
de los fereceos, de los jeveos y de
los jebuseos, que no pertenecían al
pueblo de Israel, 21 y sus descen¬
dientes, que habían quedado después
de ellos en la tierra y que los hijos
de Israel no habían podido dar al
anatema, los hizo Salomón escla¬
vos de servicio eomo lo han sido has¬
ta hoy; 22 no empleó Salomón como
tales a los hijos de Israel, que eran sus
hombres de guerra, sus servidores,
sus jefes, sus oficíales y los coman¬
dantes de sus carros y su caballería.
23 Los jefes que Salomón puso al
frente de las obras eran quinientos
cincuenta, encargados de vigilar a
los trabajadores.
24 La hija del Faraón subió de la
ciudad de David a la casa que Salo¬
món le había edificado. Entonces fue
cuando se hizo el terraplén.
25 Tres veces cada año ofrecía
Salomón holocaustos y sacrificios pací¬
ficos sobre el altar que él edificó a
Ya ve, y quemaba perfumes sobre el
que estaba delante de Ya ve. El
acabó toda la casa.
26 Construyó también Salomón na¬
ves en Asion Gaber, que está junto
a Elat, en la costa del Mar Rojo, en
la tierra de Edóm; 27 y mandó Hiram
para estas construcciones a sus sier¬
vos, diestros marineros, eon los sier¬
vos de Salomón, 28 y fueron hasta
Ofir, y trajeron de allí oro, cuatro¬
cientos veinte talentos, que llevaron
al rey Salomón.
La reina de Saba, en
Jerusalén.
10 1 Llegó a la reina de Saba la
fama que para gloria de Yavc
tenía Salomón, y vino para probarle
con enigmas (1). 2 Llegó a Jeru¬
salén con muy numeroso séquito y
eon camellos cargados de aromas,
de oro, en gran cantidad, y de piedras
preciosas. Vino a Salomón, y le
propuso cuanto quiso proponerle; 3 y
a todas sus preguntas respondió Salo¬
món,* sin que hubiera nada que el
rey no pudiera explicarle. 4 La reina
de Saba, al ver la sabiduría de Salo¬
món, la casa que había edificado,
5 los manjares de su mesa y las habi¬
taciones de sus servidores, sus come¬
tidos y los vestidos que vestían, los
de los coperos, y los holocaustos que
se ofrecían en la casa de Y^ave, fuera
de sí, 6 dijo al rev: «Verdad es cuanto
en mi tierra me dijeron de tus cosas
y de tu sabiduría. 7 Yo no lo creía
antes de venir y haberlo visto con
mis propios ojos. Pero cuanto me
dijeron, no es ni la mitad. Tienes
más sabiduría y prosperidad que
la fama que a mí me había llega¬
do. 8 Dichosas tus gentes, dichosos
tus servidores, que están siempre
ante ti, y oyen tu sabiduría. 9 Ben¬
dito Yavc, tu Dios, que te ha hecho
la gracia de ponerte sobre el trono
de Israel. Por el amor que Yavc
tiene siempre a Israel, te ha hecho
su rey, para que hagas derecho y
justicia.» 10 Dió al rey ciento veinte
talentos de oro, una gran cantidad
de aromas y de piedras preciosas.
No se vieron nunca después tantos
aromas, eomo los que la reina de
Saba dió al rey Salomón.
11 Las flotas de Hiram, que traían
el oro de Ofir, trajeron también de
Ofir gran cantidad de madera de
sándalo y de piedras preciosas. 12 Con
la inadera de sándalo hizo el rey las
balaustradas de la casa de Yavc
y de la casa del rey, y arpas y salte¬
rios para los cantores. No vino después
nunca más madera de ésta, y no se
ha vuelto a ver hasta hoy. 13 El rey
Salomón dió a la reina de Saba todo
cuanto ella deseó y le pidió, hacién¬
dole, además, presentes dignos de
(i) Serían probablemente parecidos al que
propuso Sansón. (Juec., 14, 14). Esta especie de
sabiduría la estiman mucho los orientales..
REYES I, 11
315
un rey como Salomón. Después se
volvió ella a su tierra con sus ser¬
vidores.
14 El peso de oro que cada año
llegaba a Salomón era de seiscientos
sesenta y seis talentos de oro, además
del que como tributo recibía de los
grandes mercaderes, de los impuestos,
16 de los traficantes, de los príncipes
de los beduinos y de los intendentes
de la tierra. 16 Hizo también el rey
Salomón doscientos grandes escudos
de oro macizo, para cada uno de los
cuales empleó seiscientos sidos de
oro, 17 y otros trescientos escudos de
oro macizo, para cada uno de los
cuales empleó tres minas de oro,
y los puso en la casa «Bosque del
Líbano». 18 Hizo también el rey un
gran trono de marfil que cubrió con
láminas de oro purísimo. 19 Seis
gradas tenía el trono, y por arriba
cabezas de toros, y tenía dos brazos,
uno a cada lado del asiento, y junto
a los brazos dos leones, 20 y doce leones
en las gradas, uno a cada lado de cada
una de ellas. No se ha hecho nada
semejante para rey alguno. 21 Todas
las copas del rey Salomón eran de
oro, y toda la vajilla de la casa
«Bosque del Líbano» era de oro
macizo. No había nada de plata, no
se hacía caso alguno de ésta en tiem¬
pos de Salomón, 22 porque el rey
tenía en el mar naves de Tarsis
con las de Hiram, y cada tres años
llegaban las naves de Tarsis, tra¬
yendo oro, plata, marfil, monos y
pavones.
23 Fué el rey Salomón más grande
que todos los reyes de la tierra,
por las riquezas y la sabiduría. 24 Todo
el mundo buscaba ver a Salomón,
para oír la sabiduría que había
puesto Yave en su corazón; 25 y
todos le llevaban presentes, objetos
de plata, de oro, vestidos, aromas,
caballos y mulos, y todos los años
era lo mismo. 26 Reunió carros y
caballos. Tenía mil cuatrocientos ca¬
rros y doce mil jinetes, que puso en
las ciudades donde tenía los carros,
y en Jerusalén, cerca del rey. 27 El
rey hizo que en Jerusalén abundara
la plata como las piedras, y ios cedros
fueran tan numerosos como los sicó¬
moros que crecen en el llano. 28 Los
caballos los traía de Egipto, de Coa;
una caravana de comerciantes del rey
los compraba a un precio determi¬
nado; 29 un tiro de carro /venía a
costar, al salir de Egipto, seiscientos
sidos de plata, y un caballo ciento
cincuenta sidos. Traíanlos también
al mismo tiempo para los reyes de
los geteos y los de Siria.
Las mujeres extranjeras.
11 1 El rey Salomón, además de la
1 1 hija del Faraón, amó a muchas
mujeres extranjeras, moabítas, amo¬
nitas, edomitas, sidonias y geteas,
2 de las naciones de que había dicho
Yave a los hijos de Israel: «No entréis
a ellas, ni entren ellas a vosotros,
poraue de seguro arrastrarán vues¬
tros corazones tras sus dioses.» A
éstas, pues, se unió Salomón con
amor. 3 Tuvo setecientas mujeres de
sangre real y trescientas concubinas,
y las mujeres torcieron su corazón.
4 Cuando envejeció Salomón, sus
mujeres arrastraron su corazón hacia
los dioses ajenos; y no era su corazón
enteramente de Yave, su Dios, como
lo había sido el de David, su padre;
5 y se fué Salomón tras de Astarte,
diosa de los sidonios, y tras de Mal-
com, abominación de los amonitas;
6 e hizo Salomón el mal a los ojos
de Yave, y no siguió enteramente
a Yave, como David, su padre.
7 Entonces edificó Salomón, en la
montaña que está frente a Jerusalén,
un excelso a Camos, abominación
de Moab, y a Moloc, abominación
de los hijos de Ammón; 8 y de modo
semejante hizo para todas sus mu¬
jeres extranjeras, que allí quema¬
ban perfumes y sacrificaban a sus
dioses.
9 Irritóse Yave contra Salomón,
porque había apartado su corazón
de Yave, Dios de Israel, que se le
había aparecido dos veces, 10 y le
había mandado cuanto a esto que
no se fuese tras los dioses ajenos;
pero él no siguió lo que Yave le
había mandado. 11 Yave dijo a Salo¬
món: «Pues que así has obrado, y
has roto mi alianza y las leyes que
yo te había prescrito, yo romperé
de sobre ti tu reino y se lo daré a
un siervo tuyo. 12 No lo haré, sin
embargo, en tus días, por amor de
David, tu padre; lo arrancaré de las
manos de tu hijo. 13 Ni le arrancaré
tampoco todo el reino, sino que
dejaré a tu hijo una tribu, por amor
de David, mi siervo, y por amor de
Jerusalén, que yo he elegido.
340
REYES I, 11
Enemigos de Salomón.
14 Suscitó Ya ve a Salomón un
enemigo, Adad, amonita, de la sangre
real de Edoin. 15 Cuando David batió
a Edom, Joab, jefe del ejército, subió
para enterrar a los muertos, y mató
a todos los varones de Edom, 16 que¬
dándose con todo Israel durante seis
meses en Edom, hasta exterminar a
todos los varones. 17 Entonces Adad,
con algunos edomitas, siervos de su
padre, huyó para refugiarse en Egipto,
siendo todavía muchacho. 18 Par¬
tiendo de Madián, se fueron a Parán,
y uniéndose allí a algunos de Parán,
llegaron a Egipto, junto al Faraón,
rey de Egipto. El Faraón dió a
Adad una casa, proveyó a su sub¬
sistencia y le dió tierras. 19 Fué Adad
muy grato al Faraón, que le dió por
mujer Ano, hermana mayor de su
mujer, hermana de la reina Tafnes.
20 La hermana de Tafnes le dió su
hijo Ouenubat, a quien Tafnes educó
en la casa del Faraón, estando en ella
Guenubat como un hijo del Faraón.
21 Cuando supo Adad, en Egipto,
que David se había dormido con sus
padres, y que Joab, jefe del ejército,
había muerto, dijo al Faraón: «Dé¬
jame ir a mi tierra»; 22 y el Faraón
le respondió: «¿Qué te falta cerca
de mí, para que quieras irte a tu
tierra?» Y él contestó: «Nada me
falta, pero déjame ir.» Adad se volvió
a su casa. Este fué el mal que hizo
Adad, que odiaba a Israel, y se hizo
rey de Edom. 23 Suscitó Dios a Salo¬
món otro enemigo, Rezón, hijo de
Elyada, que había huido de su señor
Adadezcr, rey de Soba. 24 Reunió
gente y se hizo jefe de banda, cuando
David derrotó a las tropas arameas.
Fuese entonces a Damasco y se esta¬
bleció allí, y reinó en Damasco,
25 siendo enemigo de Israel todo el
tiempo de la vida de Salomón. Al
misino tiempo que Adad, le hacía
el mal que podía, porque aborrecía
a Tsrael y reinaba en Siria.
26 También Jcroboam, siervo de
Salomón, se alzó contra el rey. Era
hijo de Nabat, efrateo, de Sercda,
siervo de Salomón, y tenía por ma¬
dre a una viuda llamada Serna.
27 He aquí la ocasión de alzarse
contra el rey. Estaba Salomón cons¬
truyendo el terraplén para rellenar
la depresión que había en la ciudad
de David, su padre. 28 Jeroboam
era hombre muy capaz y fuerte; y
habiéndole visto Salomón a la obra,
dió al joven el mando de todas las
gentes de trabajo de la casa de José.
Ají as predice a Jeroboam que
reinará sobre Israel.
29 Por aquel tiempo salió Jeroboam
de Jerusalén y le halló en el camino
el profeta Ajías, de Silo. Iba éste
cubierto con un manto nuevo, y
estaban los dos solos en el campo.
30 Ajías cogió el manto nuevo que
llevaba sobre sí, lo partió en doce
pedazos, 31 y dijo a Jeroboam: «Coge
diez pedazos, porque así habla Yave,
Dios de Israel: Voy a romper el
reino en manos de Salomón, y a
darte a ti diez tribus. 32 El tendrá
una tribu, por amor de David, mi
siervo, y de Jerusalén, que yo he
elegido entre todas las tribus de
Israel. 33 Porque me han abando¬
nado, y se han prosternado aiite
Astartc, diosa de los sidonios, ante
Gamos, dios de Moab, y ante Mal-
com, dios de los hijos de Ammán.
No han marchado por mis caminos,
haciendo lo que es bueno a mis ojos
y guardando mis leyes y manda¬
mientos, como lo hizo David, padre
de Salomón. 84 No quitaré de sus
manos todo el reino, pues mantendré
su reinado todos los días de su vida,
por amor de David, mi siervo, a
quien elegí yo y que guardó mis
mandamientos y mis leves. 35 Pero
quitaré el reino de las manos de su
hijo, y te daré a ti diez tribus, 36 de¬
jando a su hijo una tribu, para que
David, mi siervo, tenga siempre una
lámpara ante mí en Jerusalén, la
ciudad que yo lie elegido para poner
allí mi nombre. 37 A ti te tomaré
yo, dominarás sobre cuanto tu cora¬
zón desea, y serás rey de Israel.
38 Si me obedeces en cuanto yo te
mande y sigues mis caminos, mis
leyes y mandamientos, como lo hizo
David, mi siervo, yo seré contigo y
te edificaré casa estable, como se la
edifiqué a David, y te daré Israel.
39 Humillaré a la descendencia de
David, mas no por siempre.» 40 Salo¬
món procuró dar muerte a Jeroboam,
pero Jeroboam huyó, refugiándose en
Egipto, cerca de Sesac, rey de Egipto,
hasta la muerte de Salomón.
41 Lo demás de los hechos de Salo¬
món, de lo que hizo y de su sabiduría,
REYES I, 12
347
¿no está escrito en el libro de los
hechos de Salomón?
42 Reinó Salomón en Jerusalén
cuarenta años sobre todo Israel,
43 y luego se durmió con sus padres,
y fue sepultado en la ciudad de David,
su padre. Le sucedió Roboam, su
hijo.
División del reino.
j ^ 1 Roboam fue a Siquem, por
* haberse reunido en Siquem todo
Israel para proclamarle rey. 2 Jero-
boam, hijo de Nabat, que había
venido de Egipto, donde moraba por
haber huido lejos de Salomón, reci¬
bió estas noticias, 3 y le mandaron a
llamar. Vinieron Jeroboam y toda la
asamblea de Israel a Roboam, y le
hablaron así:
4 «Tu padre hizo muy pesado nues¬
tro yugo; aligera tú, pues, ahora esta
dura servidumbre, y te serviremos.»
5 El les respondió: «Id, y volved a mí
dentro de tres días.» Fuése el pueblo.
6 El rey Roboam consultó a los an¬
cianos que habían estado cerca de
Salomón, su padre, durante su vida,
diciéndoles: «¿Qué me aconsejáis que
haga con este pueblo?» 7 Y ellos le
dijeron: «Si ahora te rindes a este
pueblo, y le complaces hablándole
blandas palabras, te estará siempre
sujeto.» 8 Pero Roboam no siguió el
consejo de los ancianos, y consultó
a los jóvenes que se habían criado
con él y le rodeaban, 9 diciéndoles:
«¿Qué me aconsejáis que responda
a este pueblo que así me habla?
Aligera el yügo que tu padre nos
impuso.» 10 Y los jóvenes que se
habían criado con él, le dijeron
así: «Habla de este modo al pue¬
blo que te ha dicho: Tu padre
hizo muy pesado su yugo sobre nos¬
otros, aligéralo tú. Háblales así: Mi
dedo meñique es más grueso que los
lomos de mi padre, 11 Ahora, pues,
mi padre os cargó con pesado yugo,
y yo haré vuestro yugo más pesado
todavía. Mi padre os azotó con azo¬
tes, y y° os azotaré con escorpio¬
nes. »
12 Vinieron, pues, Jeroboam y todo
el pueblo, al día tercero, según lo
que había dicho el rey: «Volved,
dentro de tres días»; 13 y el rey res¬
pondió al pueblo duramente, dejando
el consejo que le habían dado los
ancianos,* 14 y le habló así, según el
consejo de los jóvenes: «Mi padre
hizo pesado vuestro yugo, y yo lo
haré más pesado todavía; mi padre
os azotó con azotes y yo os azotaré
con escorpiones.» 15 Desoyó, pues,
el rev al pueblo, porque así lo dis¬
ponía Yave, para cumplir la palabra
que Yave había dicho por medio de
Ajías, de Silo, a Jeroboam, hijo de
Nabat.
18 Entonces todo Israel, viendo que
el rey no le escuchaba, dijo al rey;
«¿Qué tenemos que ver nosotros
con David? ¿Ni qué heredad es la
nuestra con el hijo de Isai? ¡A tus
tiendas, Israel! ¡Provee ahora a tu
casa, David!»
Fuése Israel a sus tiendas, 17 y
Roboam no reinó sobre más hijos
de Israel que los que habitaban en
las ciudades de Judá. 18 Mandó enton¬
ces Roboam a Adoram, que era
prefecto de los tributos; pero éste
íué lapidado por todo Israel, y murió.
Apresuróse Roboam a montar en su
carro, para huir a Jerusalén; 19 y
así se separó Israel de la casa de
David hasta el día de hoy fl).
20 Sabiendo que había vuelto Jero¬
boam, todo Israel le mandó a llamar
a la asamblea, y le hicieron rey de
todo Israel. La tribu de Judá fué la
sola que siguió a la casa de David.
21 Llegado Roboam a Jerusalén, con¬
vocó a toda la casa de Judá y a la
tribu de Benjamín, ciento ochenta
mil hombres de guerra, para hacer
la guerra a la casa de Israel y redu¬
cirla a la obediencia de Roboam,
hijo de Salomón; 22 pero Semeias,
varón de Dios, recibió palabras de
Yave, diciendo: 23 «Habla a Roboam,
hijo de Salomón, rey de Judá, y a
toda la casa de Judá y de Benjamín,
y a todos los del pueblo, diciendo:
24 «He aquí lo que dice Yave: No
subáis a hacer la guerra a vuestros
hermanos, los hijos de Israel. Vuél¬
vase cada uno de vosotros a su casa,
porque de mí ha venido esto»; y ellos,
obedeciendo la palabra de Dios,
se volvieron, según la palabra de
Yave.
(x) Prescindiendo de los divinos designios,
la escisión, tan profunda y definí:iva, que no
tuvo soldadura en la vida de Israel, histórica¬
mente se explica por el concurso de varias
causas. La rivalidad entre Judá y Efrafm, como
causa remota; los gravámenes a que Salomón
sometió al pueblo, como causa inmediata. La
persistencia principalmente se debió a la polí¬
tica de los reyes de Israel.
348
REYES I, 13
Reinado de Jeroboam en Israel.
25 Jeroboam edificó Siquem, en la
montaña de Efraím, y residió alli;
salió después y edificó Penuel. 26 Je-
roboam se dijo en su corazón: «El
reino podría muy bien volver otra
vez a la casa de David. 27 Si este
pueblo sube a Jerusalén para hacer
sus sacrificios en la casa de Yave,
el corazón del pueblo se volverá a
su señor, Roboam, rey de Judá;
me matarán a mí y se volverán a
Roboam, rey de Judá.» 28 Después
de pensarlo, hizo el rey dos becerros
de oro, y dijo al pueblo: «Bastante
tiempo habéis subido a Jerusalén;
ahí tienes a tu dios, el que te sacó
de la tierra de Egipto.» 29 Hizo poner
uno de los becerros en Betel y el
otro en Dan; 30 y esto indujo al
pecado, pues iba el pueblo hasta
Dan para adorar. 31 Edificó también
Jeroboam lugares excelsos, o hizo,
sacerdotes a gentes del pueblo, que*
no eran de los hijos de Leví. 32 Ins¬
tituyó Jeroboam una solemnidad en
el mes octavo, el quince del mes,
conforme a las de Judá, y sacrificó
sobre el altar. Así puso también en
Betel sacerdotes en los altos que
había construido, para que sacrifica¬
sen a los becerros que había hecho;
33 y subió al altar que se había hecho
en Betel, el día quince del octavo
mes, que él a su voluntad eligió.
Instituyó una fiesta para los hijos
de Israel, y subió al altar para que¬
mar perfumes (1).
Un profeta reprende a Jeroboam.
1^ 1 * Llegó de Judá a Betel un
hombre de Dios, por mandato
de Yave, mientras estaba Jeroboam
en el altar para quemar perfumes;
2 y alzando su voz contra el altar,
según la palabra de Yave, gritó:
«¡Altar, altar! Así habla Yave: Nacerá
de la casa de David un hijo, que se
llamará Josías, que inmolará sobre
ti a los sacerdotes de los altos que
(i) Jeroboam erige en estos dos santuarios,
opuestos al santuario nacional, dos becerros
de oro, repitiendo la prevaricación del desierto.
Esta prevaricación persiste durante todo el
tiempo de la vida de Israel y es considerada
por el hagiógrafo como el principal pecado
con que todos los reyes de Israel hicieron pecar
a su pueblo, sin que ninguno se apartara de la
conducta de Jeroboam.
en ti queman perfumes, y sobre ti
quemarán huesos humanos.» 3 * Y dió
entonces mismo lina señal, diciendo:
«Esta es la señal que da Yave: El
altar se quebrará y se derramará la
ceniza que hay en él.»
4 Al oír el rey Jeroboam las pala¬
bras del varón de Dios, lo que había
gritado contra el altar de Betel,
extendió su brazo desde el altar,
diciendo: «Detenedle»; pero la mano
que contra él extendió se quedó
rígida, y no pudo volverla a sí. 5 * El
altar se quebró, y las cenizas que
sobre él había se derramaron, según
la señal que el hombre de Dios había
dado, conforme a la palabra de Yave.
6 Entonces el rey, dirigiéndose al
hombre de Dios, dijo: «Implora a
Yave, tu Dios, y ruégale por mí,
para que pueda volver a mí la mano.»
El hombre de Dios imploró a Yave,
y el rey pudo volver a sí la mano,
que quedó como estaba antes. 7 En¬
tonces dijo el rey al hombre de Dios:
«Vente conmigo a mi casa para tomar
algo, y te haré un presente.» 8 * Pero
el hombre de Dios dijo al rey: «No
iré contigo a tu casa, aunque me
dieras la mitad de tu casa, y no comeré
pan ni beberé agua en este lugar,
9 porque esa orden me ha sido dada
por la palabra de Yave: No comas
pan, ni bebas agua, ni tomes para
tu vuelta el camino por donde vayas.»
10 Fuese, pues, por otro camino,
no tomando para volver el camino
por donde había venido a Betel.
11 Habitaba en Betel un viejo pro¬
feta, cuyos hijos vinieron a contarle
lo que el hombre de Dios había
hecho aquel día en Betel y lo que
había dicho al rey; 12 y su padre les
dijo: «¿l’or qué camino ha ido?»
Indicáronle sus hijos el camino por
donde se volvió el hombre de Dios
venido de Judá; 13 y él les dijo:
«Aparejadme el asno.» Ellos se lo
aparejaron, y él, subiendo en el asno,
14 se fue tras el hombre de Dios;
y una vez que le alcanzó, mientras
estaba sentado bajo una encina, le
preguntó: «¿Ercs ( tú el hombre de
Dios que ha venido de Judá?» El le
respondió: «Yo soy.» 13 Díjolc enton¬
ces el otro: «Ven conmigo a casa,
para tomar algún alimento.» 16 Pero
él respondió: «No puedo_ ir contigo,
ni entrar en tu casa, 17 porque la
palabra de Yave me ha dicho: No
comas pan, ni bebas agua, ni tomes
para la vuelta el camino de la ida.»
REYES I, 14
349
18 Pero él le dijo: «Yo también soy
profeta como tú, y un ángel me ha
hablado de parte de Yave, dicién-
dome: «Tráele contigo a tu casa,
para que coma pan y beba agua.»
Mentía. 19 Volvióse entonces con él,
y en su casa comió pan y bebió agua.
20 Pero mientras estaban sentados a
la mesa, fué palabra de Yave al
profeta que le había hecho volver,
21 que gritó al venido de Judá: «Así
habla Yave: Por haber sido rebelde
al mandato de Yave, y no haber
guardado la orden que Yave, tu
Dios, te había dado, 22 y porque
volviéndote has comido pan y bebido
agua en el lugar de que te había
dicho: No comas pan allí, ni bebas
allí agua, no entrará tu cadáver en la
sepultura de tu padre.»
23 Cuando el profeta que le había
hecho volver acabó de comer pan y
de beber agua, hizo que aparejaran
para el otro su asno, y el hombre
de Dios se fué. 24 Encontró en el
camino un león que le mató, que¬
dando su cadáver tendido en el ca¬
mino; el asno siguió junto a él, y el
león junto al cadáver. 25 Los que
pasaban vieron el cadáver tendido
en el camino, y junto a él el león,
y hablaron de ello en la ciudad donde
moraba el viejo profeta. 26 Cuando
el profeta que le había hecho volver
lo supo, dijo: «Es el hombre de Dios,
que ha sido rebelde a la orden de
Í Yave, y por eso le ha entregado Yave
al león, que le ha destrozado y muer¬
to, conforme a la palabra que Yave
le había dicho.» 27 Después, dirigién¬
dose a sus hijos, dijo: «Aparejadme
un asno.» Aparejáronlo ellos, 28 y
I se fué. Halló el cadáver tendido en
el camino, y el asno y el león que
estaban junto al cadáver. El león ni
había devorado el cadáver ni había
destrozado al asno. 29 El profeta le¬
vantó el cadáver del hombre de Dios,
y poniéndolo sobre el asno, se lo
llevó, y vino con él a la ciudad,
donde le lloró y le sepultó. 30 Puso
su cadáver en la sepultura, y le llo¬
raba, diciendo: «lAy, hermano mío!»
31 Después que le sepultó, dijo a
sus hijos: «Cuando yo muera, me se¬
pultaréis en la sepultura donde está
enterrado el hombre de Dios, ponien¬
do mis huesos junto a los suyos, para
que mis huesos se conserven intactos
junto a los suyos; 32 porque se ha
de cumplir la palabra que de parte
de Yave gritó él contra el altar de
Betel, y contra todos los altares de
la ciudad de Samaría. »
33 A pesar de esto, no se apartó
Jeroboam de su mal camino; creó
nuevos sacerdotes de entre todo el
pueblo para los altos. A cualquiera
que quisiera serlo, le consagraba él
sacerdote de los altos.
34 Esto fué causa de pecado para
la casa de Jeroboam, y por eso fué
exterminada y borrada de sobre la
haz de la tierra.
Ajías predice a Jeroboam su ruina.
1 A 1 Enfermó por entonces Abiya,
* * hijo de Jeroboam; 2 Jeroboam
dijo a su mujer: «Anda, levántate y
disfrázate de modo que nadie sepa
que eres la mujer de Jeroboam, y
vete a Silo. Allí está Ajías, profeta,
el que me anunció que sería rey de
este pueblo. 3 Coge contigo diez panes,
tortas y una vasija de miel, y entra
en su casa, y él te dirá lo que va a
ser del niño.» 4 Hízolo así la mujer de
Jeroboam. Se levantó, fué a Silo, y
entró en la casa de Ajías. Ajías no
veía ya, pues por la vejez se le ha¬
bían quedado fijos los ojos; 5 pero
Yave había dicho a Ajías: «La mujer
de Jeroboam va a venir a consultarte
acerca de su hijo, que está enfermo;
cuando llegue querrá hacerse pasar
por otra.»
6 Cuando oyó Ajías el ruido de sus
pasos, en el momento en que tras-
350
REYES I, 15
ponía la puerta, dijo: «Entra, mujer
de Jeroboam. ¿Por qué te finges
otra? Estoy encargado de anunciarte
cosas muy duras. 7 Ve y dile a Jero¬
boam: Así habla Ya ve, Dios de Is¬
rael: «Yo te alcé de en medio del pue¬
blo, y te hice jefe de mi pueblo,
Israel, 8 rompiendo el reino de la
casa de David y dándotelo a ti. Pero
tú no has sido como mi siervo David,
que guardó mis mandamientos y me
siguió de todo su corazón, no hacien¬
do más que lo recto a mis ojos; 9 an¬
tes hiciste el mal, más que cuantos
han sido antes de ti, haciéndote otros
dioses y fundiendo imágenes para
irritarme, echándome tras de tus es¬
paldas. 10 Por eso voy a hacer venir
el mal sobre la casa de Jeroboam, y
exterminaré a todos cuantos a Jero¬
boam pertenecen, al esclavo y al
libre en Israel, y barreré a la casa
de Jeroboam, como se barren las
basuras, hasta que del todo desapa¬
rezca. 11 El que de la casa de Jero¬
boam muera en la ciudad, será devo¬
rado de los perros, y el que muera
en el campo, será comido por las
aves del cielo. Porque habla Yave.»
12 Y tú álzate y vete a tu casa. En
cuanto tus pies entren en la ciudad,
morirá el niño; 13 todo Israel le llo¬
rará, y será sepultado, pues será el
unicorde la casa de Jeroboam que
será sepultado, por ser el único de la
casa de Jeroboam en que se ha halla¬
do algo de bueno a los ojos de Yave,
Dios de Israel. 14 Yave alzará sobre
Israel un rey, que exterminará en su
dia a la casa de Jeroboam. ¿Y qué
es lo de ahora? 15 Yave sacudirá a
Israel como en el agua se agita una
caña, y arrancará a Israel de esta
buena tierra que dió a sus padres,
y le dispersará al otro lado del rio,
por haberse hecho ídolos, irritando a
Yave. 16 Entregará a Israel por los
pecados que ha cometido Jeroboam,
y los que ha hecho cometer a Is¬
rael. »
17 Levantóse la mujer de Jero¬
boam, y se fué. Llegó a Tirsa, y
cuando tocaba con sus pies el umbral
de la puerta, murió el niño. 18 Se
le enterró, y todo Israel le lloró,
según la palabra que Yave había
dicho por su siervo Ajías, profeta.
19 Lo demás de los hechos de Je¬
roboam, de las guerras que hizo, y
de cómo reinó, todo ello está escrito
en las crónicas de los reves de Israel.
2U Reinó veintidós años," y se durmh
con sus padres. Le sucedió Nadab,
su hijo.
El reino de Judá bajo Roboam.
21 Roboam, hijo de Salomón, reinó
sobre Judá. Tenía cuarenta y un
años cuando comenzó a reinar en
Jerusalén, la ciudad que Yave se
había elegido de entre todas las tribus
de Israel para poner allí su nombre.
Su madre se llamaba Noama, amonita.
22 Roboam hizo el mal a los ojos
de Yave, irritando su celo con los
pecados que cometía, más que cnanto
lo habían hecho antes sus padres.
23 Edificáronse altos, con cipos y
aseras sobre todas las alturas y
bajo todo árbol frondoso. 24 Hasta
consagrados a la prostitución idolá¬
trica hubo en la tierra. Imitaron todas
las abominaciones de las gentes que
Yave había echado delante de los
hijos de Israel.
25 El año quinto del reinado de
Roboam, Scsae, rey de Egipto, subió
contra Jerusalén. 26 Pilló los tesoros
de la casa de Yave y los tesoros de
la casa del rey; todo lo pilló, con
todos los escudos de oro (pie había
hecho Salomón. 27 El rev Roboam
hizo en su lugar escudos de bronce,
y se los entregó a los jefes de la
guardia de la entrada de la casa del
rey. 28 Cuantas veces iba el rey a
la casa de Yave, los llevaban los de
la guardia, y luego los volvían al
cuartel de la guardia.
29 El resto de los hechos de Roboam,
cuanto hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes de
Judá? 30 Siempre hubo guerra entre
Roboam y Jeroboam. 31 Durmióse
Roboam con sus padres, y fue sepul¬
tado en la ciudad de David. Su madre
se llamó Noama, amonita. Le suce¬
dió Abiain, hijo suyo.
Abinni, rey de Judá.
I r 1 El año octavo del reinado de
Jeroboam, hijo de Xabat, co¬
menzó a reinar en Judá Abiam.
3 Reinó tres años en Jerusalén. Su
madre se llamaba Maca, hija de Abi-
salón. 8 l)ióse a todos los pecados
que antes de él había cometido su
liadle, y su corazón no estuvo ente¬
ramente con Yave, como lo había
estado el de David, su padre. 4 Mas
por amor de David, Yave, su Dios,
dió a éste una lámpara en Jerusalén,
REYES I, 15
351
estableciendo a su hijo después de él
y sosteniendo a Jerusalén; 6 porque
David había hecho lo recto a los ojos
de Ya ve, y no se había apartado de
ninguno de sus mandamientos du¬
rante toda su vida, fuera de lo de
lirias, el geteo. 6 Hubo guerra entre
ltoboam y Jeroboam mientras vivió
aquél.
7 El resto de los hechos de Abiam,
lo que hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes de
Judá?
Hubo guerra entre Abiam y Jero-
boan. 8 Abiam se durmió con sus
padres, y fué sepultado en la ciudad de
David. Le sucedió Asa, su hijo (1).
se habían hecho; 18 y hasta despojó
a su madre, Maca, de la dignidad de
reina, porque se había hecho un as -
era abominable; cogió la abomina¬
ción y la quemó en el torrente de
Cedrón. 14 Pero no desaparecieron
todos los altos, aunque el corazón
de Asa estuvo enteramente con Yave
durante toda su vida. 16 Llevó a la
casa de Yave cosas consagradas por
su padre y por él mismo, plata, oro
y utensilios.
16 Hubo guerra entre Asa y Basa,
rey de Israel, durante toda su vida.
17 Basa, rey de Israel, subió contra
Judá, y fortificó Rama para impedir
a Asa, rey de Judá, salir y entrar.
Reinado de Asa en Judá.
9 El año veinte del reinado de Je¬
roboam, comenzó a reinar Asa en
Judá. 10 Reinó cuarenta y un años
en Jerusalén, y su madre se llamaba
Maca, hija de Abisalam.
11 Asa hizo lo recto a los ojos de
Yave, como David, su padre. 12 Arran¬
có de la tierra a los consagrados a la
prostitución idolátrica, e hizo des¬
aparecer los ídolos que sus padres
(i) Tenemos en los vs. i-8 el modelo del
esquema adoptado por el autor en esta segunda
parte, para encuadrar los hechos históricos
de cada uno de los reinados.
18 Asa tomó toda la plata y todo el
oro que habían quedado en el tesoro
de la casa de Yave y en el tesoro
de la casa del rey, y se lo entregó
a sus servidores, que envió a Ben
Adad, hijo de Tabrimón, hijo de
Jezyón, rey de Siria, que residía en
Damasco. El rey Asa le dijo: 19 «Que
haya alianza entre tí y mí, como la
hubo entre mi padre y tu padre.
Te mando este presente de plata y
oro. Rompe tu alianza con Basa, rey de
Israel, para que éste se aleje de mí~ »
20 Ben Adad escuchó a Asa, y
mandó a los jefes de su ejército contra
las ciudades de Israel; y devastó a
Iyón, Dad, Abel, Bet Maca, todo el
352
REYES I, 16
Quinerot, y toda la tierra de Neftalí.
21 Cuando Basa supo ésto, cesó de
fortificar a Rama y se volvió a Tirsa.
22 El rey Asa convocó a todo Judá
sin excepción, y se apoderó de las
piedras y de la madera que Basa em¬
pleaba en las fortificaciones de Rama,
y el rey Asa se sirvió de ellas para for¬
tificar a Gueba de Benjamín y Mispa.
23 El resto de los hechos de Asa,
todas sus hazañas, cuanto hizo, las
ciudades que edificó, ¿no está escrito
en el libro de las crónicas de los
reyes de Judá? Al tiempo de su vejez
estuvo enfermo de los pies.
24 Durmióse Asa con sus padres, y
fué sepultado con sus padres en la
ciudad de David, su padre. Le suce¬
dió Josafat, su hijo.
Reinados de Nadab y Basa en
Israel.
25 Nadab, hijo de Jeroboam, reinó
sobre Israel, comenzó a reinar el se¬
gundo año de Asa, rey de Judá, y reinó
dos años sobre Israel. 26 Hizo lo malo
a los ojos de Yave, y marchó por el
camino de su padre, dándose a todas
las abominaciones que su padre había
hecho cometer a Israel.
27 Basa, hijo de Asiya, de la casa
de Isacar, conspiró contra él, y le
mató en Guibetón, que pertenecía a
los filisteos, mientras Nadab y todo
Israel asediaba a Guibetón. 28 Le
mató el año tercero de Asa, rey de
Judá, y reinó en lugar suyo. 29 Cuando
reinó, destruyó toda la casa de Jero¬
boam, sin dejar escapar a nadie, ma¬
tando a cuanto respiraba, según la
palabra que Yave había dicho por
medio de Ajías, de Silo, su siervo,
30 por los pecados que Jeroboam había
cometido y los que había hecho co¬
meter a Israel, irritando así a Yave,
Dios de Israel.
31 El resto de los hechos de Nadab,
cuanto hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes de
Israel?
32 Hubo guerra entre Asa y Basa
todos los días de su vida.
33 El año tercero de Asa, rey de
Judá, reinó sobre todo Israel en Tirsa
Basa, hijo de Ajiya. Reinó veinti¬
cuatro años. 34 Hizo lo malo a los
ojos de Yave, y marchó por el ca¬
mino de Jeroboam, dándose a los
pecados que Jeroboam había hecho
cometer a Israel.
i f. 1 Recibió Jehú, hijo de Janani,
palabra de Yave contra Basa,
diciendo: 2 «Yo te he levantado del
polvo, y te hice jefe de mi pueblo
Israel; inas por haber tú marchado
por el camino de Jeroboam, y haber
hecho pecar a mi pueblo, Israel, irri¬
tándome con sus pecados, 3 voy yo
a barrer a Basa y a su casa, y liaré
tu casa semejante a la de Jeroboam,
hijo de Nabat. 4 El que de la casa
de Basa muera en la ciudad, será
devorado por los perros; y el que de
los suyos muera en el campo, será
comido por las aves del cielo.»
5 El resto de los hechos de Basa,
cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está
escrito en el libro de las crónicas de
los reyes de Israel?
6 Basa se durmió cou sus padres,
y fué sepultado en Tirsa. Le sucedió
Ela, su hijo.
7 La palabra de Yave había sido
dirigida por medio del profeta Jehú,
hijo de Janani, contra Basa y contra
su casa, no sólo por todo el 'mal que
él había hecho a los ojos de Yave,
irritándole con la obra de sus manos
y haciéndose semejante a la casa de
Jeroboam, sino también por haber
destruido a la casa de Jeroboam.
Reinados de Ela, Zimri y Oinri
en Israel.
8 El año veintiséis de Asa, rey de
Judá, comenzó a reinar sobre Israel
en Tirsa, Ela, hijo de Basa, y reinó
dos años. 9 Conspiró contra él Zimri,
su siervo, jefe (le la mitad de los
carros. Estaba Ela en Tirsa, comiendo
y embriagándose en casa de Arsa, su
mayordomo en Tirsa; 10 y entró
Zimri y le hirió, matándole, el año
veintisiete de Asa, rey de Judá, y
reinó en su lugar. 11 Hecho rey, una
vez que se sentó sobre el trono, 12 des¬
truyó a toda la casa de Basa, sin
dejar que escapara nadie de cuantos
le pertenecían, ni pariente ni amigo.
Destruyó Zimri toda la casa de Basa,
según la palabra que Yave había
dicho contra Basa, por medio de Jehú,
profeta, 13 por todos los pecados que
Basa y Ela, su hijo, habían cometido
y habían hecho cometer a Israel, irri-
tando con sus ídolos a Yave, Dios
de Israel.
14 El resto de los hechos de Ela,
cuanto hizo, ¿no está escrito en el
REYES I, 17
353
libro de lns crónicas de los reyes de
Israel?
15 El año veintisiete de Asa, rey
de Judá, reinó siete días Zimri en
Tirso. 16 Estaba el pueblo acampado
contra Guibetón, que pertenecía a
los filisteos, y supo la noticia: «Zimri
lia conspirado contra el rey, y aun
le ha dado muerte»; y aquel mismo
día todo Israel alzó en el campamento
por rey a Omri, jefe del ejército.
17 Omri, y con él todo Israel, subieron
de Guibetón, y pusieron cerco a Tirso.
18 Cuando Zimri vió que era tomado
lo ciudad, se metió en el palacio real,
y puso fuego a lo casa con él dentro,
y así murió, 19 por los pecados que él
había cometido, haciendo lo nudo a
los ojos de Yovc, V marchando por el
camino de Jeroboam, y dándose a
los pecados que Jeroboam había co¬
metido, para hacer pecar o Israel.
20 El resto de los hechos de Zimri,
la conspiración que tramó, ¿no está
escrito en el libro de las crónicas de
los reyes de Israel?
21 Entonces el pueblo de Israel se
dividió en dos partidos; una mitad
del pueblo quería hacer rey a Tibni,
hijo de Giiinnt, v la otra mitad es¬
taba por Omri. 22 Los partidarios de
Omri vencieron a los partidarios de
Tibni, hijo de Guinat, y Tibni fué
muerlo, y reinó Omri.
23 El año treinta y uno de Asa,
rey de Judó, comenzó a reinar Omri
sobre Israel, y reinódoce años. Reinó
en Tirsa seis años; 24 luego compró
a Semer la montaña de Samaría, por
dos talentos de plata, y edificó sobre
la montaña, dando a la ciudad que
edificó el nombre de Samaría, del
monte de Semer, el dueño del mon¬
te (1). 25 Omri hizo el mal a los
ojos de Ya ve, y obró todavía peor
que los que le habían precedido.
26 Marchó por todos los caminos de
Jeroboam, hijo de Nabat, y se dió a
todos los pecados que Jeroboam había
hecho cometer a Israel, irritando con
sus ídolos a Yave, Dios de Israel.
27 El resto de los hechos de Omri,
Omri es uno de los principales reyes de
Israel, hasta el punto de que, en los monumen¬
tos asirios, Israel es generalmen'e llamado
Bet Omri = la casa de Omri. La edificación
de Samaría es igualmente un suceso importan¬
tísimo en la historia de Israel, que con ello
tiene ya su capital qu? # oponer a la del reino
de Judá. La elección del lugar, por su centra-
lidad y su natural fortaleza, es muestra del
buen ojo politicona i litar de Omri.
cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está
escrito en el libro de las crónicas de
los reyes de Israel? 28 Se durmió
Omri con sus padres, y fué sepultado
en Samaría. Le sucedió Ajab, su hijo.
Reinado de Ajab en Israel.
29 Ajab, hijo de Omri, comenzó a
reinar en Israel el año treinta y
ocho de Asa, rey de Judá, 30 y reinó
sobre Israel en Satnaria veintidós
años.
Ajab, hijo de Omri, hizo el mal a
los ojos de Yave, más que todos
cuantos le habían precedido; 31 y
como si fuese todavía poco para él
darse a los pecados de Jeroboam,
hijo de Nabat, tomó por mujer a
Jezabel, hija de Etbal, rev de Sillón,
y se fué tras Baúl, le sirvió y se pros¬
ternó ante él. 32 Alzó a Baúl un altar
en la casa de Baal que edificó en
Samaría, 33 hízosc además un ascra,
haciendo más que cuantos reves le
precedieron para provocar la ira de
Yave, Dios de Tsrnel (1).
34 En su tiempo, Jiel, de Betel,
reedificó a Jericó; echó los funda¬
mentos, al precio de su primogénito,
Abiram: y puso las pnerlas, al precio
de Segub, sil hijo menor, según la
palabra que Yave había dicho por
medio de Josué, hijo de Nun.
El profeta Elias.
17 1 Elias, tesbita, habitante en
Calad, dijo a Ajab: «Vive Yave,
Dios de Israel, a quien sirvo, que no
habrá en estos años ni rocío ni lluvia,
sino por mi palabra.» 2 Y dirigió Yave
a Elias su palabra, diciendo: 3 «Pár¬
tete de aquí, vete hacia el oriente,
y escóndete junto al torrente de Quc-
rit, que está frente al Jordán. 4 Be¬
berás el agua del torrente, y yo man¬
dare a los cuervos que te den de
comer allí.» 5 * Hizo según la palabra
de Yave, y fué a asentarse junto al
tórrenle de Querit, que está frente
al Jordán. 8 Los cuervos le llevaban
por la mañana pan y carne, y pan y
carne por la tarde, y bebía del agua
(i) Con Ajab se da en Israel una nueva y
protunda invasión de la religión cananea, favo¬
recida por la reina Jezabel, sidonia. Para com¬
batirla manda Dios a Elias, que con razón es
considerado como el principe de los profetas
que se oponen a la corrupción idolátrica.
2?
1
REYES í, 18
del torrente; 7 pero al cabo de cierto <
tiempo se secó el torrente, pues no
había caído lluvia alguna sobre la
tierra.
8 Entonces le dirigió Yave su pala¬
bra, diciendo: 9 «Levántate y vete a
Sarepta, que pertenece a Sidón, y
mora allí. Yo he dado orden a una
mujer viuda para que te mantenga
allí.» 10 Levantóse y fuese a Sarepta.
Al llegar a la entrada de la ciudad,
vi ó a una mujer viuda, que recogía
leña; la llamó, y le dijo: «Vete a
buscarme, por favor, un poco de
agua en un vaso para que beba»; 11 y
ella fué a buscarla. Llamóla de nuevo
cuando iba a traérselo, y le dijo:
«Trácme también, por favor, un bo¬
cado de pan»; 12 pero ella le contestó:
«Vive Yave, tu Dios, que no tengo
nada de pan cocido, y que no me
queda más que un puñado de harina
en la tinaja, y un poco de aceite en
la vasija; precisamente estaba ahora
cogiendo unos trozos de leña, para
ir a preparar esto para mí y para mi
hijo; lo comeremos, y después nos
dejaremos morir.» 13 El le dijo: «No
temas, ve y haz lo que has dicho,
pero prepárame para mí antes una
tortita, y trácmcla, y luego ya harás
para ti y para tu hijo; 14 pues he aquí
10 que dice Yave: Ño faltará la hari¬
na que tienes en la tinaja, ni dismi¬
nuirá el aceite en la vasija, hasta el
día en que Yave haga caer la lluvia
sobre la haz de la tierra.» 15 Fué ella,
e hizo lo que le había dicho Elias, y
durante mucho tiempo tuvieron que
comer, ella y su familia y Elias, 16 sin
que faltase la harina de la tinaja, ni
disminuyese el aceite de la vasija,
según lo que había dicho Yave por
Elias.
17 Después de esto enfermó el hijo
de la mujer, dueña de la casa; y su
enfermedad era tan violenta, que
no podía resollar. 18 La mujer dijo
entonces a Elias: «¿Qué hay cutre ti
y mí, hombre de Dios? ¿Has venido
por ventura a mf casa para traer a
memoria mis pecados y hacer morir
a mi hijo?» 19 El le respondió: «Dame
acá tu hijo.» El le tomó del regazo
de su madre, le subió a la habitación
donde el dormía, y le puso en su cama,
20 e invocó a Yave, diciendo: «¡Oh
Yave, mi Diosl ¿Vas a afligir a la
viuda que en su casa me ha recibido
como huésped, matando a su hijo?»
11 Tendióse tres veces sobre el niño,
invocando a Yave, y diciendo: «¡Yave,
Dios míol Que vuelva, te ruego, el
alma de este niño a entrar en él.»
22 Yave oyó la voz de Elias, y volvió
dentro del niño su alma, y revivió.
23 Tomó entonces al niño.Elias, bajó
y entrególo a su madre diciendo:
«Mira, tu hijo vive.» 24 La mujer dijo
a Elias: «Ahora conozco que eres
hombre de Dios, y que es verdad en
tu boca la palabra de Yave.»
Elias y los profetas de Baal.
JO 1 Pasado mucho tiempo, al ter-
4 cer año, dirigió Yave su palabra
a Elias, diciendo: «Ve, preséntate a
Ajab, que voy a hacer que caiga la
lluvia sobre la haz de la tierra.»
2 Fué, pues, Elias, para presentarse
ante Ajab.
El hambre era grande en Samaría,
3 y Ajab mandó a llamar a Abdías, su
mayordomo. Abdías era muy teme¬
roso de Yave; 4 y cuando Jczabcl
exterminaba a los profetas de Yave,
escondió a cien profetas, de cincuenta
en cincuenta, por cincuenta días en
cavernas, proveyéndoles de pan y de
agua. 6 Ajab dijo a Abdías: «Vete
por la tierra a todas las fuentes de
agua y a todos los torrentes, a ver
si por allí hay alguna hierba para que
podamos conservar con vida a los ca¬
ballos y mulos, y no nos quedemos
sin ganado.» 6 Dividiéronse, pues, la
tierra para recorrerla, y Ajab se fué
solo por un camino, y Abdías se fué
solo por otro camino.
7 Cuando iba Abdías por su ca¬
mino, encontróse con Elias, y como
le reconoció, echóse sobre el rostro,
diciendo: «¿Eres tú, mi señor, Elias?»
8 El le respondió: «Sí, yo soy; vete a
decir a tu señor: Ahí está Elias.»
9 Y Abdías le contestó: «¿Qué pecado
he cometido yo, para que tú me en¬
tregues en manos de Ajab, que segu¬
ramente me hará morir? 10 Vive Yave,
tu Dios, que no hay nación ni reino
a donde no haya mandado mi amo
a buscarte; cuando venían dieiéndole
que no estabas allí, hacía jurar al
I reino y a la nación que no te habían
hallado. 11 ¿Y ahora tú me dices:
Ve a decir a tu amo, ahí está Elias?
12 Además, en cuanto yo te deje, el
, espíritu de \ r avc te llevará yo no sé
dónde, y cuando vaya a informar a
Ajab, éí no te hallará y me matará.
Sin embargo, tu siervo teme a Yave
desde su juventud. 13 ¿No le han dicho
REYES L, 18
36Ó
a mi señor lo que yo hice cuando
Jezahel mataba a los profetas de
Yave? Yo oculté a cien profetas de
Ya ve, de cincuenta en cincuenta, en
cavernas, y los proveí de pan y de
agua. 14 Y ahora me mandas: Ve a
decir a tu amo, ahí está Elias. Me
matará.»
15 Pero Elias le dijo: «Vive Yave
Sebaot, a quien sirvo, que hoy mismo
me presentaré yo delante de Ajab.»
16 Abdías, yendo al encuentro de
Ajab, le informó, y Ajab se volvió
para ir al encuentro de Elias. 17 Ape¬
nas le vi ó Ajab, le dijo: «¿Eres
tú, ruina de Israel?» 18 Y Elias le
respondió: «No soy yo la ruina de
Israel, sino tú y la casa de tu padre,
apartándoos de los mandamientos de
Yave y yéndoos tras los Baales.
19 Anda, convoca a todo Israel al
monte Carmel, y a los cuatrocientos
cincuenta profetas de Baal, y a los
cuatrocientos profetas del asera ,
que comen de la mesa de Jezabel.»
20 Convocó, pues, Ajab a todos los
hijos de Israel y a todos los profetas
al monte Carmel; 21 y acercándose
Ellas a todo el pueblo, le dijo: «¿Hasta
cuándo habéis de estar vosotros clau¬
dicando de un lado y de otro? Si
Yave es Dios, seguidle a él; y si lo
es Baal, id tras él.» El pueblo no
respondió nada.
22 Volvió a decir Elias al pueblo:
«Sólo quedo yo de los profetas de
Yave, mientras que hay cuatrocien¬
tos cincuenta profetas de Baal. 23 Que
traigan bueyes, para que escojan ellos
uno, lo corten en pedazos y lo pongan
sobre la leña, pero sin poner fuego
debajo; yo prepararé otro sobre la
leña, sin poner fuego debajo. 24 Des¬
pués, invocad vosotros el nombre de
vuestros dioses, y yo invocaré el
nombre de Yave. El Dios que res¬
pondiere con el fuego, ése sea Dios»;
y todo el pueblo respondió: «Está
muy bien.»
25 Entonces dijo Elias a los profetas
de Baal: «Escogeos el buey, y haced
vosotros primero, pues que sois los
más, e invocad el nombre de vues¬
tros dioses, pero sin poner fuego
debajo.» 26 Tomaron ellos el buey
que les entregaron, aprestáronlo, y>
estuvieron invocando el nombre de
Baal, desde la mañana hasta el me¬
diodía, diciendo: «Baal, respóndenos.»
Pero no había voz, ni quien respon¬
diese, mientras estaban ellos saltando
en torno del altar que habían hecho.
27 Al mediodía burlábase de ellos
Elias, diciendo: «Gritad bien fuerte;
dios es, pero quizá está entretenido
conversando, o tiene algún negocio,
o está de viaje. Acaso esté dormido,
y así le despertaréis.» 28 Ellos daban
voces y más voces, y se sajaban con
cuchillos y lancetas, según su cos¬
tumbre, hasta chorrear la sangre
sobre ellos. 29 Pasado el mediodía,
siguieron enfurecidos hasta la hora
en que suele hacerse la ofrenda de la
tarde; pero no hubo voz, ni quien
escuchase ni respondiese.
30 Entonces dijo Elias a todo el
pueblo: «Acercaos.» Y todo el pueblo
se acercó a él. Preparó el altar de
Yave, que estaba en ruinas; 31 y
tomando Elias doce piedras, según
I el número de las tribus de los hijos
de Jacob, a quien había dicho Yave:
«Israel será tu nombre», 32 alzó con
ellas un altar al nombre de Yave.
Hizo en derredor una zanja, tan
grande como la superficie en que
I se siembran dos atos de simiente;
33 compuso la leña, cortó el buey en
| pedazos y púsolo sobre la leña.
34 Dijo luego: «Llenad de agua cuatro
cántaros, y echadla sobre el holo-
! causto y sobre la leña.» Después
| dijo: «Haced lo mismo otra vez.»
| Otra vez lo hicieron. Dijo aún: «Ha¬
cedlo por tercera vez». Y por tercera
vez lo hicieron. 35 Corría el agua
todo en derredor del altar, y había
llenado el agua también la zanja.
36 Cuando llegó la hora de ofrecerse
el holocausto, llegóse el profeta Elias,
y dijo: «Yave, Dios de Abraham, de
, Isac y de Israel: Que se sepa hoy que
tú eres Dios de Israel, y que yo soy
tu siervo, que todo esto hago por
mandato tuyo. 37 Respóndeme, Yave,
respóndeme, para que todo este pue-
I blo conozca que tú, joh Yave!, eres
Dios, y que tú conviertes a ti su
i corazón.» 38 Bajó entonces fuego de
Yave, que consumió el holocausto
| y la leña, las piedras y el polvo, y
aun lamió las aguas que había en la
zanja. 39 Viendo esto el pueblo, caye¬
ron todos sobre sus rostros, y dije¬
ron: «¡Yave es Dios, Yave es Dios!»
I 40 Y díjoles Elias: «Coged a los pro¬
fetas de Baal, sin dejar que escape
ninguno.» Cogiéronlos ellos, y llevó¬
los Elias al torrente Cisón, donde
los degolló.
41 Entonces dijo Elias a Ajab:
I «Sube a comer y a beber, porque ya
•se oye gran ruido de lluvia.» 42 ‘Y
¿5b
REYES 1, 19
subió Ajab a comer y a beber. Elias
subió a la cumbre del Carmel y se
postró en tierra, poniendo el rostro
entre las rodillas; 43 y dijo a su siervo:
«Sube y mira hacia el mar.» Subió
61, miró y dijo: «No se ve nada.»
Elias le dijo: «Vuelve a hacerlo
siete veces.» 44 Y a la sétima vez
dijo el siervo: «Veo una nubccilla,
como la palma de la mano de un
hombre, que sube del mar.» El 1c
dijo: «Ve y dile a Ajab: «Unce, y
baja, no te lo impida luego la lluvia.»
45 Y en esto se cubrió el cielo de nu¬
bes, sopló el viento, y cavó gran lluvia.
Subió Ajab y vino a Jezracl.
46 Eué sobre Elias la mano de Yave,
que ciñó sus lomos, y vino corriendo
a Jezracl delante de Ajab.
Va Elias a Horel), huyendo de
♦lezabel.
| q 1 Ajab hizo saber a Jczabcl lo
■ ' que había hecho Elias, y cómo
había pasado a cuchillo a todos los
pi olet as; 2 y. Jezabel mandó a Elias
un mensajero, para decirle: «Así me
hagan los dioses y asi me añadan,
si mañana a estas horas no estás
tú como uno de ellos.» 3 Huyó, pues,
Elias, para salvar su vida, y llegó a
Berscba, que está en Judá; y dejando
allí a su siervo, 4 * siguió él por el
desierto un dia de camino, y sentóse
bajo una mata de retama: deseó
morirse, y dijo: «jBasta, Yavel Lleva
ya mi alma, que no soy mejor que
mis padres.» s Y echándose bajo la
planta de retama, se quedó dormido.»
Y lie aquí que un ángel le tocó, di-
ciéndole: «Levántate y come.» 0 Miró
él, y vio a su cabecera una torta cocida
y una vasija de agua. Comió y bebió,
y luego volvió a acostarse; 7 pero el
ángel de Yave vino por segunda vez,
y 1c tocó, diciendo: «Levántate y
come, porque te queda todavía mu¬
cho camino.»
8 Levantóse, pues, comió y bebió,
y anduvo con la fuerza de aquella
comida cuarenta días y cuarenta
noches, hasta el monte de Dios,
Horeh. 9 Allí metióse en una cueva,
donde pasó la noche, y le dirigió
Yave su palabra, diciendo: «¿Qué
haces aquí, Elias?» 10 El respondió:
«He sentido vivo celo por Yave Sc-
baot; porque los hijos de Israel han
roto tu alianza, han derribado tus
altares, y han pasado a cuchillo a
tus profetas, de los que sólo he que¬
dado yo, y me están buscando para
quitarme la vida.» 11 Díjole Yave:
«Sal afuera y ponte en el monte ante
Yave.» Y he aquí que pasó Yave, y
delante de él un viento fuerte y pode¬
roso que rompía los montes y que¬
braba las peñas; pero no estaba Yave
en el viento. Y vino tras el viento un
terremoto; pero no estaba Yave en
el terremoto. 12 Vino tras el terremoto
un fuego, pero no estaba \ r ave en
el fuego. Tras el fuego vino un ligero
blando susurro. 13 Cuando lo oyó
lías, cubrióse el rostro con su manto,
y saliendo, se puso en pie a la entrada
de la caverna, y oyó una voz que le
dirigía estas palabras: «¿Qué haces
aqui, Elias?» 14 Y él respondió: «He
sentido vivo celo por Yave Sebaot,
poique los hijos de Israel han roto
tu alianza, lian derribado tus altares
y han pasado a cuchillo a tus pro¬
fetas, de los que sólo quedo yo, y me
buscan para quitarme la vida.»
15 Dijole entonces Yave: «Vete,
vuélvete por tu camino, por el de¬
sierto de Damasco; y cuando llegues,
unge a Jazael por rey de Siria, 16 y
a Jclui, hijo de Ninisi, le unges por
rey de Israel. A Elíseo, hijo de Salat,
de Abclmeula, le ungirás, para que
sea profeta en lugar tuyo. 17 Al que
escapare de la espada de Jczucl, le
matará Jclui; y al que escapare de
la espada de Jclui, le matará Elíseo.
18 Voy a dejar con vida en Israel a
siete mil, cuyas rodillas no se han
doblado ante Baal, y cuyos labios no
le han besado.»
19 Partió de allí y halló a Elíseo,
hijo de Safat, que estaba arando
con doce yuntas, una de las cuales
era la suya; y pasando Elias junto
a él, echóle su manto (1); 20 y él,
dejando los bueyes, se vino corriendo
tras Elias y le dijo: «Déjame ir a
abrazar a mi padre y a mi madre,
y te seguiré.» Elias le respondió: «Ve,
y vuelve, pues ya ves lo que lie hecho
contigo.» 21 Alejóse de Elias, y cuando
volvió cogió un par de bueyes, y los
ofreció en sacrificio; con el yugo y
el arado de los bueyes coció la carne,
c invitó a comer al pueblo; y levan¬
tándose, siguió a Elias y se puso a
su servicio.
(i) Como la invasión religiosa del culto
de Baal se prolongaba. Ellas elige y se prepara
un sucesor, que continuará su lucha contra
ella, mediante prodigios y milagros que carac¬
terizan la misión de estos dos profetas
REYES I. 20
357
Victorias de Ajab sobre lleiiadad,
i*ey de Siria.
¿)A 1 Bcn Adad, rey de Siria, re-
—" unió todo su ejército. Tenía
consigo treinta y dos reyes vasallos,
caballos y carros. Subió y puso
sitio a Samaría, 2 y mandó a la ciudad
mensajeros, que dijesen a Ajab, rey
de Israel: 3 «Así habla Ben Adad:
Tu plata y tu oro son míos, mías
tus mujeres y los más hermosos de
tus hijos.» 4 El rey de Israel respondió:
«Rey, mi señor, yo soy tuyo, y tuyo
es, como tú dices, todo lo que yo
tengo.» 6 Volvieron los mensajeros,
y dijeron: «Así habla Ben Adad:
Yo te he mandado a decir: Entré¬
game tu plata y tu oro, tus mujeres
y tus hijos. 6 Mañana, pues, a estas
horas, yo mandaré a ti mis servi¬
dores, para que pongan su mano
sobre cuanto de precioso tienes, y
me lo traigan.»
7 El rey de Israel convocó a todos
los ancianos de Israel, y les dijo:
«Oíd bien, y entended que este hom¬
bre nos quiere mal; porque él me ha
pedido mis mujeres y mis hijos, mi
plata y mi oro, y yo no se los he
rehusado.» 8 Todos los ancianos del
pueblo dijeron a Acab: «No le oigas y
niégate a ello.» 9 Y él les dijo a
los mensajeros de Bcn Adad: «Decid
a vuestro señor, el rey: Y r o haré
todo lo que has mandado a decir
a tu siervo la primera vez, pero
esto otro no puedo hacerlo.» Los
mensajeros se fueron, y le llevaron
la respuesta. 10 Ben Adad mandó
a decir a Ajab: «Que esto me hagan
los dioses y esto me añadan, si el
polvo de Samaría basta para llenar
el hueco de la mano del pueblo todo
que me sigue.» 11 Y el rey de Israel,
respondió: «Decidle que no ha de
alabarse el que se ciñe, como el que
se desciñe.» 12 Cuando Ben Adad
recibió esta respuesta, estaba be¬
biendo en su tienda con los reyes
vasallos, y dijo a sus servidores:
«Preparaos.» E hicieron sus prepa¬
rativos contra la ciudad.
13 Acercóse a Ajab, rey de Israel,
un profeta, y le dijo: «Así habla \"ave,
Dios de Israel: ¿Ves toda esa mu¬
chedumbre? Voy a entregarla en
tus manos, y así sabrás que yo soy
Yave.» 14 Ajab preguntó: «¿Por mano
de quién?» Y él respondió: «Así dice
Yave: Por mano de los- servidores de
los jefes de provincia.» Ajab pre¬
guntó más: «¿Quién comenzará el
combate?» Y él respondió: «Tú mis¬
mo.» 16 Entonces Ajab revistó a
los servidores de los jefes de pro¬
vincia, en todo doscientos treinta
y dos. Luego revistó a todo el pueblo,
a todos los hijos de Israel, que fueron
siete mil.
18 Hicieron una salida al mediodía,
mientras Ben Adad estaba bebiendo
y embriagándose en las tiendas con
los treinta y dos vasallos, sus auxi¬
liares. 17 Salieron los primeros los
servidores de los jefes de provincia.
Ben Adad fué informado, y le dije¬
ron: «Los de Samaría han hecho una
salida.» 18 Y él respondió: «Si han
salido de paz, traédmelos vivos, y si
han salido en guerra, traédmelos
vivos.»
49 Una vez que los servidores de
los jefes de provincia salieron de la
ciudad, 20 cada uno de ellos mató
a su hombre, y los sirios emprendie¬
ron la fuga. Israel los persiguió.
Ben Adad, rey de Siria, se salvó
en un caballo con algunos de la
caballería. 21 El rey de Israel salió
y destrozó a la caballería y a los
carros, haciendo en los sirios gran
estrago.
22 Entonces se acercó al rey de
Israel el profeta, y le dijo: «Ve y
fortifícate, y mira lo que debes hacer,
porque el rey de Siria volverá contra
ti ; a la vuelta del año.» 23 Los servi¬
dores del rey de Siria dijeron a éste:
«Su dios es un dios de monte, por eso
nos han vencido; pero si peleamos
con ellos en el llano los venceremos.
24 Haz, pues, así: Quita a los reyes
auxiliares sus mandos, y pon jefes
en lugar de ellos, 25 y hazte un ejér¬
cito semejante al que has perdido,
con otros tantos caballos y otros tan¬
tos carros. Después daremos la batalla
en el llano, y se verá si no los ven¬
cemos.» El rey les dió oídos, e hizo
así. 26 Pasado el año, Ben Adad
reunió a los sirios y vino a Afee, a
dar la batalla a Israel. 27 Reunié¬
ronse también los hijos de Israel, y
aprovisionándose, saliéronles al en¬
cuentro. Asentaron su campo frente
a ellos, como dos rebañitos de cabras,
mientras que los sirios llenaban la
tierra.
28 Un hombre de Dios se acercó
al rey de Israel, y le dijo: «Así habla
Yave: Porque los sirios han dicho:
Yave es un dios de monte, y no de
llano, entregaré en tus manos toda
REYES I, 21
o.)6
esa muchedumbre, y así sabréis que
yo soy Yave.» 29 Siete días estuvieron
acampando los unos frente a los
otros. El séptimo día se trabó el
combate; y los hijos de Israel hicie¬
ron a los sirios cien mil muertos de
la infantería, en un día. 30 El resto
huyó a la ciudad de Afee, y las mura¬
llas se les caían encima a los veinti¬
siete mil hombres que quedaban.
También Ben Adad se refugió en
la ciudad, y andaba de cámara en
cámara. 31 Sus servidores le dijeron:
«Nosotros hemos oído que los reyes
de la casa de Israel son reyes mise¬
ricordiosos; vamos a vestirnos sacos
sobre nuestros lomos, y a ponernos
sogas al cuello, y a ir así al rey de
Israel, a ver si te deja la vida.»
32 Vistiéronse sacos sobre los lomos,
y pusiéronse sogas al cuello, y se
fueron al rey de Israel, y le dijeron:
Tu siervo Ben Adad dice: «Déjame
la vida.» Ajab respondió: «¿Vive to¬
davía? Es mi hermano.» 33 Tuvieron
esto los hombres por.buen agüero, y se
apresuraron a tomarle por la palabra,
diciendo: «Ben Adad es tu hermano.»
Y él dijo: «Id, y traédmelo.» Vino*
a él Ben Adad, y Ajab le hizo subir
a su carro. 34 Ben Adad le dijo:
«Yo te devolveré las ciudades que
mi padre tomó al tuyo, y tendrás
en Damasco calles para ti, como las
tuvo mi padre cu Samaría.» Y yo,
repuso Ajab, te dejaré ir libre, hecha
esta alianza.» Hizo, pues, alianza
con él, y le dejó ir.
35 Uno de los profetas dijo a un su
compañero, por mandato de Yave:
«Hiéreme, te lo ruego»; pero éste
se negó a herirle. 36 Entonces le dijo
el otro: «Por no haber obedecido la
voz de Yave, en cuanto me dejes,
te herirá un león»; y cuando se alejó,
encontróse con un león, que le hirió.
37 Encontró el otro a otro hombre,
y le dijo: «Hiéreme, te lo ruego»;
y éste le dió un golpe, y le hirió.
38 Fué a ponerse el profeta en el
camino del rey, y se disfrazó, cu¬
briéndose el rostro con un velo.
3 ‘ Cuando pasaba el rey, le gritó di¬
ciendo: «Tu siervo estaba entre las
tropas, y apartándose uno, me en¬
tregó a un hombre, diciendo: Guarda
a este hombre. Si llega a faltar res¬
ponderás de su vida con la tuya,
o con un talento de plata. 40 Mien¬
tras tu siervo andaba de una parte
para otra, el hombre desapareció.»
El rey de Israel le dijo: «Tú mismo
¡ te juzgas, ésa es tu sentencia.» 41 Qui-
i tóse entonces el profeta el velo de
sobre los ojos, y vió el rey que era
un profeta. 42 Éste le dijo entonces:
«Así dice Yave: Por haber dejado
ir de tus manos al que yo había
dado al anatema, tu vida responderá
de la suya, y tu pueblo de su pueblo.»
43 Fuése el rey para su casa, triste
e irritado, y llegó a Samaría.
1.a viña de IVabot.
OI 1 Después de esto, Nabot, de
^ 1 Jczrael, tenía en Jezrael una
viña, junto al palacio de Ajab, rey de
Samaría; 2 y Ajab dijo a Nabot:
«Cédeme tu viña, para hacer un
huerto para legumbres, pues está
muy cerca de mi casa. Yo te daré
otra viña mejor, y si esto no te con¬
viene, te daré en dinero su valor.»
3 Pero Nabot le respondió: «Guár¬
deme Yave de cederte la heredad
de mis padres.» 4 Volvióse Ajab a
su casa, entristecido c irritado por
la respuesta que le había dado Nabot
de .Tczrael: «No te cederé la heredad
de mis padres.» Acostóse en su lecho,
vuelto el rostro, y lio quiso comer.
Jczabcl, su mujer, vino a él y le dijo:
«¿Por qué estás triste y no quieres
comer?» 6 El le respondió: «He ha¬
blado a Nabot, de Jezrael, y le he
dicho: «Cédeme tu viña en venta,
y si no quieres, yo te daré otra viña
en su lugar. Pero él me ha contes¬
tado: No te daré mi viña.» 7 Enton¬
ces Jezabel, su mujer, le dijo: «¿Y
eres tú el rey de Israel? Levántate,
come, y que se alegre tu corazón.
Yo te haré con la viña de Nabot
de Jezrael.»
8 Escribió ella unas cartas en nom¬
bre de Ajab, sellólas con el sello de
éste, y se las mandó a los ancianos
y a los magistrados que habitaban
con Nabot en su ciudad. 9 He aquí
lo que escribió en las cartas: «Pro¬
mulgad un ayuno, y traed a Nabot
delante del pueblo, 10 y poned ante él
a dos malvados que depongan contra
él, diciendo: Tú has maldecido a Dios
y al rey; y sacadle luego y lapidadle
hasta que muera.»
11 Las gentes de la ciudad de Nabot,
ancianos y magistrados que habita¬
ban en la ciudad, hicieron como Jeza¬
bel les decía, según las cartas que les
mandó. 12 Promulgaron un ayuno,
trajeron a Nabot ante el pueblo,
REYES I, 22
359
13 y dos malvados vinieron a ponerse
ante él, y depusieron así contra Nabot
delante del pueblo: «Nabot ha mal¬
decido a Dios y al rey.» Luego le
sacaron fuera de la ciudad y le lapi¬
daron, y murió. 14 Mandaron a decir
a Jezabel: «Nabot ha sido lapidado
y muerto.» 15 Cuando Jezabel supo
que Nabot había sido lapidado y
muerto, dijo a Ajab: «Levántate,
y ve a posesionarte de la viña de
Nabot de Jezrael, que se negó a
cedértela por su precio, porque Nabot
no vive ya, ha muerto.» 16 Ajab, al
oír que Nabot había muerto, se
levantó para bajar a la viña de Nabot
de Jezrael y tomar posesión de ella.
17 Entonces fué la palabra de Yave
a Elias, tesbita, diciendo: 18 «Leván¬
tate, y baja ante Ajab, rey de Israel,
a Samaría. Está en la viña de Nabot,
a donde ha bajado para posesionarse
de ella. 19 Dile: Así habla Yave:
¿No eres tú un asesino y un ladrón?
Y le dirás: Así habla Yave: En el
lugar mismo donde han lamido los
perros la sangre de Nabot, lamerán
los perros tu propia sangre.» 20 Ajab
dijo a Elias: «¿Me has hallado, ene¬
migo mío?>i Y Elias le respondió:
«Te he hallado. Porque tú te has
vendido para hacer el mal a los ojos
de Yave, 21 yo haré venir el mal
sobre ti, yo te barreré, yo extermi¬
naré a cuantos pertenecen a Ajab,
esclavo y libre en Israel, 22 y haré
tu casa semejante a la de Jeroboam,
hijo de Nabat, y a la casa de Basa,
hijo de Ajiya, porque tú me has pro¬
vocado, y has hecho pecar a Israel.
23 Así habla Yave de Jezabeel: Los
perros comerán a Jezabeel cerca del
muro de Jezrael. 24 El que de la casa
de Ajab muera en la ciudad, será
comido por los perros, y el que muera
en el campo, será comido por las
aves del cielo.»
25 Nadie hubo que como Ajab se
vendiera para hacer el mal a los
ojos de Yave. Jezabel, su mujer,
le incitaba a ello. 26 Obró de manera
enteramente abominable, yéndose tras
los ídolos, como lo hacían los amo-
rreos, que arrojó Yave de delante
de los hijos de Israel.
27 Cuando hubo oído Ajab las
palabras de Elias, rasgó sus vesti¬
duras, se vistió de saco y ayunó;
dormía con saco y caminaba humi¬
llado; 28 y Yave dirigió a Elias, tes-
bita, su palabra, diciendo: 29 «¿Has
visto cómo se humilla Ajab ante mí?
Porque se ha humillado ante mí, yo
no haré venir el mal durante su vida:
durante la vida de su hijo haré yo
venir el mal sobre su casa.»
Alianza de Ajab con Josaíal.
Otf) 1 Tres años pasaron, sin que hu-
biera guerra entre Siria e Israel.
2 Al tercer año, Josafat, rey de Judá,
bajó a ver al rey de Israel. 3 El rey
de Israel dijo a sus servidores: «¿No
sabéis que Ramot Galad es nuestra?
Y nosotros nada hacemos para tomár¬
sela al rey de Siria.» 4 Y dijo a Josa¬
fat: «¿Quiéres venir conmigo, para
atacar a Ramot Galad?» Josafat res¬
pondió al rey de Israel: «Iremos: yo
como tú, mi pueblo como tu pueblo,
y mis caballos como tus caballos. *
5 Luego dijo Josafat al rey de Israel:
«Consulta, te ruego, la palabra de
Yave.
6 El rey de Israel reunió a los pro¬
fetas, en número de unos cuatrocien¬
tos, y les preguntó: «¿Iré a atacar a
Ramot Galad, o he de desistir de
ello?»? Y ellos le respondieron: «Sube,
que el Señor la entregará en manos
del rey.» 7 Pero Josafat preguntó:
«¿No hay aquí ningún profeta de
Yave, para que podamos consultarle?»
8 El rey de Israel respondió a Josafat:
«Queda todavía aquí un hombre, por
quien podríamos consultar a Yave,
pero yo le aborrezco, porque no me
profetiza bien alguno; nunca me pro¬
fetiza más que mal; es Miqueas, hijo
de Jimia»; y Josafat dijo: «No hable
así el rey.» 9 Entonces el rey de Israel
llamó a un eunuco, y le dijo: «Trae
luego a Miqueas, hijo de Jimia.»
*° Estaban el rey de Israel y Josafat.
rey de Judá, sentados, cada uno en
su trono, vestidos de sus reales ves¬
tiduras en'la plaza, cerca de la en¬
trada de la puerta de Samaría, y
todos los profetas estaban delante
de ellos profetizando. 11 Sedecías,
hijo de Canana, se había hecho unos
cuernos de hierro, y decía: «Así habla
Yave: Con estos cuernos heriré yo
a los sirios, hasta destruirlos»; 12 y
todos los profetas profetizaban igual¬
mente, diciendo: «Sube a Ramot
Galad y tendrás buen suceso, pues
Yave la pondrá en manos del rey.'
13 El mensajero que había ido
en busca de Miqueas le habló así:
«Todos los profetas a una voz profe¬
tizan el bien al rey: quesea, pues, tu
REYES I, 22
UH)
palabra como la de todos ellos; anun¬
cíale el bien.» (i) * * * * * * * * * * * * 14 Pero Miqueas le
respondió: «Vive Yave, que yo anun¬
ciaré lo que Yave me diga.» 16 Lle¬
gado al rey, díjole éste: «Miqueas,
¿iremos a atacar a Ramot Galad, o
hemos de desistir de ello?» El res¬
pondió: «Sube, tendrás buen éxito,
y Yave la entregará en manos del
rey.» 16 El rey le dijo entonces:
«¿Cuántas veces habré de conjurarte
que no me digas más que la verdad
en nombre de Yave?» 17 Miqueas res¬
pondió: «Yo he visto a todo Israel
disperso por los montes, como ovejas
sin pastor, y Yave me ¿ijo: Son
gentes que no tienen señor, que 'se
vuelva cada uno en paz a su casa.»
18 El rey de Israel dijo a Josafat:
«¿No te lo había dicho yo? No me
profetiza nada bueno, no me pro¬
fetiza más que mal.» 19 Díjole enton¬
ces Miqueas: «Oye, pues, la palabra
de Yave: He visto a Yave sentado
sobre su trono, y rodeado de todo
el ejército de los cielos, que estaba
a su derecha y a su izquierda; 20 y
Yave decía: ¿Quien inducirá a Ajab,
para que suba a Ramot Galad, y
perezca allí? Unos respondieron de
un modo, otros de otro; 21 pero vino
un espíritu a presentarse ante Yave,
V dijo: «Yo, yo le induciré. ¿Cómo?,
preguntó Yave. 22 Y él respondió:
Yo iré, y serc espíritu de mentira
en la boca de todos sus profetas.
Yave le dijo: Sí, tú le inducirás y
saldrás con ello. Ve, pues, y haz
asi. 23 Ahora, pues, he aquí que Yave
lia puesto el espíritu de mentira en
boca de todos tus profetas, y ha
decretado perderte» (1).
24 Llegóse entonces Sedecías, hijo
de Cañan, que golpeó a Miqueas en la
mejilla, diciendo: «¿Por dónde ha
salido de mí el espíritu de Yave, para
hablarte a ti?» 25 Y Miqueas respon¬
dió; «Ya lo sabrás, el día en que vayas
«le cámara en cámara, para escon¬
(i) Este episodio pone de relieve, además
de la necesidad que sentían de consultar a Dios
antes de emprender cualquier empresa, cómo
eran los prontas falsos de Yave, siempre pron¬
tos a lisonjear a los principes y a los pueblos,
y cómo el verdadero profeta de Dios, que sólo
contra tantos, lucha, guiado de la verdad, aun
a riesgo de tener que sufrir la prisión y la
muerte. Es curiosa la representación que *e
nos hace del consejo de Dios, en el que hasta
el espírhu malo toma parte, como en el prólogo
del libro de Job, Dios, que todo lo tiene en sus
manos, se vale hasta de los malos para realizar
us planes de misericordia y justicia.
derte.» 28 El rey de Israel dijo:
«Coge a Miqueas, y llévalo a Ammón,
prefecto de la ciudad, y a Joás,
hijo del rey, 27 y diles: Así dice el
rey de Israel: Poned preso a este
hombre, y mantenedlo con pan escaso
y agua tasada, hasta que yo vuelva
en paz.» 28 Y Miqueas respondió:
«Si tu vuelves en paz, no ha hablado
Yave por medio de mí.» Y añadió:
«Vosotros todos, íoh pueblol, oíd.»
29 Subieron a Ramot Galad el rey
de Israel y Josafat, rey de Judá.
El rey de Israel dijo al de Judá:
«Voy a disfrazarme para ir al combate,
pero tú vístete tus vestiduras.» 30 El
rey de Israel se disfrazó, y fué al
combate. 31 El rey de Siria había
dado a los treinta y dos jefes de sus
carros esta orden: «No ataquéis a
ninguno, ni chico ni grande, sino
sólo al rey de Israel.» 32 Cuando los
jefes de los carros vieron a Josafat
se dijeron: «Seguro que éste es el rey
de Israel», y todos se dirigieron a el
para atacarle. Josafat gritó, 33 y
viendo los jefes de los carros que
no era el rey de Israel, le dejaron.
34 Entonces uno disparó su arco al
azar, e hirió al rey de Israel por entre
las junturas de la armadura, y el
rey dijo a su auriga: «Y r uélvete y
sácame del campo, porque estoy
herido,»
35 El combate fué muy encarnizado
aquel día. El rey estuvo retenido en
su carro frente a los sirios, y por la
tarde murió. La sangre de la herida
corría por dentro de su carro. 38 A
la puesta del sol, se gritó por todo
el campo: «Cada uno a su ciudad,
cada uno a su tierra.»
37 Así murió el rey, que fué llevado
a Samaría, y sepultaron al rey en
Samaría. 38 Cuando lavaron el carro
en el estanque de Samaría, los perros
lamieron la sangre de Ajab, y las ra¬
meras se bañaron en ella, según la
palabra que había dicho Yave.
39 El resto de los hechos de Ajab,
lo que hizo, la casa de marfil que
construyó, las ciudades que edificó,
¿no está escrito en el libro de las
crónicas de los reyes de Israel? 40 Ajab
se durmió con sus padres, y le sucedió
Ocozías, su hijo.
Josafut, rey «le Juila. Oeozías,
rey de Israel.
41 Josafat, hijo de Asa, comenzó
a reinar en Judá el año cuarto de
REYES n, 1
Jbl
Ajab, rey de Israel. 42 Tenia treinta
y cinco anos cuando comenzó a reinar,
y reinó en Jerusalén veinticinco años.
Su madre se llamaba Azaba, hija
de Silji. 43 Marchó por todos los cami¬
nos de Asa, su padre, sin apartarse,
haciendo lo que es recto a los ojos
de Yave. 44 Pero no desaparecieron
los altos, y el pueblo siguió ofreciendo
sacrificios y perfumes en ellos. 46 Jo-
safat estuvo en paz con el rey de
Israel.
46 El resto de los hechos de Josa-
fat, sus gestas y sus guerras, ¿no
está escrito en el libro de las crónicas
de los reyes de Judó? 47 Barrió
también de la tierra el resto de los
consagrados a la prostitución ido¬
látrica, que quedaban del tiempo de
Asa su padre. 48 No había entonces
rey en Edom; un gobernador la
gobernaba. 49 Josafat construyó na¬
ves de Tarsis, para ir a Ofir, en busca
de oro; pero no fueron, porque las
naves se destrozaron en Asion Ga-
ber. 60 Entonces Ocozías, hijo de
Ajab, dijo a Josafat: «¿Quieres que
que vayan mis servidores con los
tuyos en las naves?» Pero Josafat
se negó.
61 Josafat se durmió con sus padres,
y fué sepultado con sus padres en
la ciudad de David, su padre. Le
sucedió Joram, su hijo.
62 Ocozías, hijo de Ajab, comenzó
a reinar sobre Israel en Samaría,
el año diecisiete de Josafat, rey de
Judá, y reinó dos años sobre Israel.
63 Hizo el mal a los ojos de Yave,
y marchó por los caminos de su
padre y los de su madre, y por el
camino de Jeroboam, hijo de Nabal,
que hizo pecar a Israel. 64 Sirvió a
Baal y se prosternó ante él, y .pro¬
vocó a Yave, Dios de Israel, como
lo había hecho su padre.
REYES II
(Vul. IV. Reg.)
1 l 2 3 Después de la muerte de Ajab,
Moab se rebeló contra Israel.
2 Ocozías se cayó por una ventana
del piso superior de su casa en
Samaría, y se hirió; y envió mensa¬
jeros, diciendoles: «Id a consultar a
Baal Zebub, dios de Acarón, para
saber si curaré de esta enfermedad»;
3 pero el ángel de Yave dijo a Elias,
tesbita: «Levántate y sube al en¬
cuentro de los mensajeros del rey
de Samaría, y diles: ¿No hay Dios
en Israel, para que vayáis a con¬
sultar a Baal Zebub, dios de Aca¬
rón? 4 * Por eso, así dice Yave: «No
bajarás del lecho en que has subido,
pues morirás.» Y Elias se fué.
6 Volvieron los mensajeros a Oco¬
zías, y él les preguntó: «¿Cómo os ha¬
béis vuelto?» 6 * Y ellos respondieron:
«Ha salido a nuestro encuentro un
hombre, y nos lia dicho: Id, y vol¬
veos al rey que os ha mandado, y
decidle: Así habla Yave: ¿No hay
Dios en Israel, para que mandes
tú a' consultar a Baal Zebub, dios
de Acarón? Por eso, no bajarás tú
del lecho a que has subido, pues
morirás.»
7 Ocozías les preguntó: «¿Qué
trazas tenía el hombre que ha subido
a vuestro encuentro, y os ha dicho
eso?» 8 * Ellos le respondieron: «Era
un hombre vestido de pieles, y con
un cinturón de cuero a la cintura.»
Ocozías dijo: Es Elias, tesbita.»
9 Mandó contra el un quincuage¬
nario con sus cincuenta hombres.
Subió el jefe a Elias, que estaba sen¬
tado en la cumbre de la montaña, y
le dijo: «Hombre de Dios, el rey dice:
«Baja.» 10 Elias respondió al jcfeYle
los cincuenta: «Si soy hombre de
Dios, que baje fuego del ciclo, y te
abrase a ti y a tus cincuenta hombres.
«Y bajó fuego del ciclo, y le devoró
con sus cincuenta hombres. 11 Oco¬
zías mandó contra él a otro quincua¬
genario con sus cincuenta hombres.
El quincuagenario habló a Elias, y
le dijo: «Hombre de Dios, he aquí
10 que dice el rey: «Baja en seguida.»
12 Elias le respondió: «Si soy hombre
de Dios, que baje fuego del cielo,
y te devore a ti y a tus cincuenta
hombres.» Y bajó del cielo fuego
de Dios que le devoró a él y a sus
cincuenta hombres.
REYES II, 2
13 Mandó de nuevo Ocozías, por
tercera vez, a un quincuagenario con
sus cincuenta hombres. Este tercero
subió, y a su llegada se prosternó
ante Elias suplicándole, y le dijo:
«Hombre de Dios, sea preciosa a
tus ojos mi vida y la vida de mis
cincuenta hombres. 14 Fuego del
cielo ha bajado y ha devorado a los
dos primeros quincuagenarios y a
sus cincuenta hombres; pero ahora
sea a tus ojos preciosa mi vida.»
15 El ángel de Yave dijo a Elias:
«Baja con él. Nada temas de él.»
Elias se levantó, y bajó con él,
para dirigirse al rey; y dijo a éste:
16 «Así habla Yave: Por haber man¬
dado mensajeros para consultar a
Baal Zebub, dios de Acarón, como
si no hubiera en Israel Dios a quien
poder consultar, no bajarás del lecho
a que has subido, pues morirás.»
17 Ocozías murió, según la palabra
de Yave por medio de Elias, y le
sucedió Joram, el año segundo de
Joram, hijo de Josafat, rey de Judá,
pues aquél no tenía hijos.
18 El resto de los hechos de Oco¬
zías, lo que hizo, ¿no está escrito
en el libro de las crónicas de los
reyes de Israel?
Elias, arrebatado al Hielo.
.) 1 Aconteció que cuando quiso
— Yave arrebatar al ciclo a Elias
en un torbellino, salió Elias de Gál-
gala con Elíseo, 2 y dijo a Elíseo:
«Quédate aquí, te ruego, pues Yave
me manda ir a Betel.» Elíseo res¬
pondió: «Vive Yave, y vives tú,
que no te dejaré.» Y bajaron ambos
a Betel. 3 Los hijos de los profetas
que había en Betel salieron al en¬
cuentro de Elíseo, y le dijeron: «¿Sabes
tú que Yave alzará hoy a tu señor
sobre tu cabeza?» El respondió: «Sí
lo sé; callad.» 4 Elias le dijo: «Elíseo,
quédate aquí, te lo ruego, pues Yave
me manda ir a Jerieó.» El le respondió:
«Por la vida de Yave, y por tu vida,
que no te dejaré.» Y llegaron a Jerieó.
8 Los hijos de los profetas que había
en Jerieó se acercaron a Elíseo, y
le dijeron: «¿Sabes tú que hoy va a
elevar Yave a tu señor sobre tu
cabeza?» Y él les respondió: «Sí,
lo sé; callad.» • Elias le dijo: «Qué¬
date aquí, te lo ruego, pues Yave
me manda ir al Jordán.» Y él le res¬
pondió: «Por la vida de Yave, y
por tu vida, que no te dejaré.» Y si- I
guieron ambos su camino.
7 Vinieron cincuenta hombres de
los hijos de los profetas, y se pararon
enfrente, a distancia, y ellos dos si- 1
guieron, parándose a la orilla del
Jordán. 8 Cogió entonces Elias su
manto, lo dobló, y golpeó con él las 1
aguas, que se partieron de un lado ]
y de otro, pasando los dos a pie 1
enjuto. 9 Cuando hubieron pasado,
dijo Elias a Elíseo: «Pídeme lo que I
quieras que haga por ti, antes que
sea apartado de ti.» Y Elíseo le I
dijo: «Que tenga yo dos partes en tu i
espíritu.» 10 Elias le dijo: «Difícil i
cosa lias pedido. Si cuando yo sea I
arrebatado de ti, me vieres, así será; '
si no, no.» Siguieron andando y ha- I
blando, 11 y he aquí que un carro
de fuego con caballos de fuego -
separó a uno de otro, y Elias subía
al cielo en el torbellino. 12 Elíseo
miraba y clamaba: «¡Padre mío,
padre míol ¡Carro de Israel, y auriga j
suyo!» Y no le vió más; y cogiendo
sus vestidos los rasgó en dos trozos,
13 y cogió el manto de Elias, que éste I
había dejado caer. Volvióse después,
y parándose a la orilla del Jordán,
14 eogió el manto que Elias había
dejado caer, y golpeó con él las
aguas, diciendo: «¿Dónde está ahora
Yave, el Dios de Elias?» Y en cuanto
golpeó las aguas, se partieron éstas I
de un lado y de otro, y pasó Elíseo. I
15 Los hijos de los profetas que
había en Jerieó, frente por frente, I
habiéndole visto, dijeron: «El espí- I
ritu de Elias reposa sobre Elíseo.»
Y le salieron al encuentro, y se pros¬
ternaron ante él, rostro a tierra,
16 diciendo: «Hay entre tus siervos I
cincuenta hombres fuertes que,_ si
quieres, irán en busea de tu señor;
quizá el espíritu de Yave le ha lle¬
vado, y le ha echado eontra algún !
monte o algún valle.» El les respon¬
dió: «No, no los mandéis.» 17 Pero
ellos le importunaron, hasta que por
fin dijo; «Mandadlos.» Mandaron ellos I
a los cincuenta, que estuvieron du¬
rante tres días buscando a Elias, pero
no le hallaron. 18 Cuando estuvieron I
de vuelta, Elíseo, que continuaba en
Jerieó, les dijo: «¿No os decía yo
que no fuerais?»
19 Las gentes de la ciudad dijeron
a Elíseo: «El sitio de la ciudad es
bueno, como lo ve mi señor, pero las
aguas son malas, y la tierra estéril.»
20 El les dijo: «Traedme un plato
REYES II, 3
363
nuevo, y poned sal en él.» Trajé-
ronselo ellos, 31 y yendo a la fuente
de las aguas, echó en ellas la sal,
diciendo: «Así dice Yave: Yo saneo
estas aguas, y no saldrá de ellas en
adelante ni muerte ni esterilidad»;
22 y las aguas quedaron saneadas
hasta el día de hoy, como lo había
dicho Elíseo.
23 De allí subió a Betel; y según iba
por la pendiente, salieron de la ciudad
unos muchachos, y se burlaban de él,
dicicudole: «¡Calvo, calvol ¡Sube, cal¬
vo 1» 24 Volvióse él a mirarlos, y los
maldijo en nombre de Yave, y sa¬
liendo del bosque dos osos, destro¬
zaron a cuarenta y dos de los mu¬
chachos.
25 De allí subió al monte Carmel
desde donde se volvió a Samaría.
Joram, rey de Israel.
O 1 Joram, hijo de Ajab, comenzó
^ a reinar sobre Israel en Samaría,
el año dieciocho de Josafat, rey de
Judá, y reinó doce años. 2 Hizo el
mal a los ojos de Yave, no tanto,
sin embargo, como su padre y su
madre. Derribó las estatuas de Baal,
que había hecho su padre, 3 pero se
dió a los pecados con que Jeroboam,
hijo de Nabat, había hecho pecar a
Israel, y no se apartó de ellos.
4 Mesa, rey de Moab, tenía muchos
ganados, y pagaba al rey de Israel
un tributo de cien mil corderos y
cien mil carneros con su lana. 5 A
la muerte de Ajab, el rey de Moab
se rebeló contra el rey de Israel.
6 Entonces el rey Joram salió de
Samaría, y reunió a todo Israel, y
se puso en marcha, 7 mandando a
decir a Josafat, rey de Judá: «El
rey de Moab se ha rebelado contra
mí. ¿Quieres venir conmigo, para
atacar a Moab?» Josafat respondió:
«Iré, yo como tú; mi pueblo como
tu pueblo, y mis caballos como tus
caballos.» 8 Y preguntó: «¿Por qué
camino subiremos?» Y Joram dijo:
«Por el camino del desierto de Edom.»
9 Partieron el rey de Israel, el rey
de Judá y el rey de Edom; y después
de siete días de marcha, faltó el agua
para el ejército y para las bestias
de carga que le seguían. 10 Entonces
el rey de Israel dijo: «¡Ayl Yave ha
reunido a tres reyes, para entre¬
garlos en manos de Moab.» 11 Pero
Josafat dijo: «¿No hay aquí ningún
profeta de Yave, por quien podamos
consultar a Yave?» Uno de los ser¬
vidores del rey de Israel dijo: «Sí,
aquí está Elíseo, hijo de Safat, que
es el que daba aguamanos a Elias.»
12 Josafat dijo: «La palabra de Yave
es con él.» El rey de Israel, Josafat y
el rey de Edom, bajaron en busca
suya. 13 Elisco dijo al rey de Israel:
«¿Qué tengo yo que ver contigo?
Ve a los profetas de tu padre y de
tu madre.» El rey de Israel le dijo:
«No, es que ha reunido Yave tres
reyes para entregarlos en manos de
Moab.» 14 Elíseo dijo: «Vive Yave
Sebaot, a quien sirvo, que si no fuera
por respeto a Josafat, rey de Judá,
a ti ni te atendería ni te miraría
siquiera. 15 Traedme, pues, un tañe¬
dor de arpa.»
Mientras el arpista tocaba el arpa,
fué sobre Elíseo la mano de Yave,
16 y dijo: «Así habla Yave: Id, y
haced en el valle muchas zanjas.
17 Porque así dice Yave: No veréis
viento, ni veréis lluvia, y el valle
se llenará de agua, y beberéis vosotros,
vuestros ganados y vuestras bestias
de carga. 18 Pero todo esto es poca
cosa a los ojos de Yave. Yave entre¬
gará a Moab en vuestras manos;
19 tomaréis todas las plazas fuertes
y todas las ciudades de importan¬
cia, talaréis todos los árboles fruta¬
les y cegaréis todos los manantiales
de agua, destruiréis con piedras toda
la tierra fértil.» 20 Por la mañana, a
la hora de la presentación de la
ofrenda, vino el agua de la parte de
Edom, y la tierra toda se llenó de
agua.
21 Entretanto los moabitas, sa¬
biendo que subían los reyes a ata¬
carlos, reunieron a cuantos estaban
en edad de empuñar las armas, y se
se pusieron en la frontera. 22 Al levan¬
tarse por la mañana, al brillar el
sol sobre las aguas, a los de Moab
les parecieron las aguas desde lejos
como si fueran sangre; 23 y se dijeron:
«Es sangre de espada; los reyes se
han vuelto uno contra otro, y unos
a otros se han matado. Hala, pues,
Moab, a Ja presa.» 24 Mas cuando lle¬
garon al campo de Israel, alzá¬
ronse los israelitas, y destrozaron a
los de Moab, que se pusieron en
huida delante de ellos. Siguieron en
la fuga hiriendo a los de Moab, 25 y
asolaron sus ciudades, y en todas las
tierras fértiles echó cada uno su
piedra, llenándolas de ellas; cegaron
REYES II, 4
Ib4
los manantiales de aguas y talaron
los árboles frutales. Sólo quedó Quir
Jareset, que rodearon los honde¬
ros, arrojando sobre ella sus tiros.
26 Viendo el rey de Moab que lle¬
vaba lo peor en la batalla, hizo una
salida con setecientos hombres de
guerra, para ver de desbaratar al
rey de Edom. No pudo conseguirlo;
27 y entonces, tomando a su primogé¬
nito, al que había de reinar después
de él, le ofreció en holocausto sobre
la muralla. Hubo entonces gran cólera
en Israel, que retirándose de allí,
se volvió a su tierra.
Los prodigios de Elíseo*
1 1 Una mujer de las de los hijos
de los profetas, clamó a Elíseo,
diciendo: «Tu siervo, mi marido, ha
muerto y bien sabes tú que mi marido
era temeroso de Yare; ahora un
acreedor ha venido para cogerme a
mis dos hijos y hacerlos esclavos.»
2 Elíseo le dijo: «¿Qué puedo yo
hacer por ti? Dime: ¿Que tienes en
tu casa?» Ella le respondió: «Tu
sierva no tiene en casa absolutamente
nada más que una vasija de aceite.»
8 El le dijo: «Vete a pedir fuera a
todos los vecinos vasijas vacías, y
no pidas pocas. 4 Cuando vuelvas
a casa, cierra la puerta tras de ti
y tras de tus hijos, y eclui en todas
esas vasijas el aceite, poniéndolas
aparte, conforme vayan llenándose.»
5 Entonces ella se alejó, cerró la
puerta tras de si y de sus hijos; y
éstos fueron presentándole las vasi¬
jas, y ella las llenaba. 6 Cuando estu¬
vieron llenas todas las vasijas, dijo
a su hijo: «Dame otra vasija»; pero
él la respondió: «Ya no hay más.»
Estacionóse entonces el aceite, 7 y
ella fué a dar cuenta al hombre de
Dios, que le dijo: «Vete a vender el
aceite y paga la deuda; y de lo que
te quede, vive tú y tus hijos.»
8 Pasaba un día Elíseo por Sunam.
Había allí una mujer distinguida,
que insistentemente le invitó a comer,
y siempre que por allí pasaba iba
a comer a su casa. 9 Ella elijo a su
marido: «Yo sé que este hombre,
que viene siempre a comer a nuestra
casa, es un santo hombre de Dios.
10 Vamos a prepararle en lo alto una
habitación con paredes, y a ponerle
allí una cama, una mesa, una silla
y un candclero, para que él pucda¡
retirarse a ella, euando venga a
nuestra casa.» 11 Habiendo vuelto
Elíseo a Sunam, se retiró a la habi¬
tación alta, y se acostó. 12 Dijo a su
siervo Guejazi: «Llama a esa suna-
mita.» Llamóla Guejazi, y ella se
presentó a él. 13 Elíseo dijo a Guejazi:
Dilc: «Tú nos has mostrado toda esta
solicitud por nosotros y este esmero;
¿qué quieres que haga por ti? ¿Ne¬
cesitas que hable por ti al rey o al
jefe del ejército?» Y ella respondió:
«Yo habito en medio de mi pueblo.»
14 Y él dijo: «¿Qué haremos, pues,
por ella?» Y Guejazi respondió: «Mira,
no tiene hijos, y su marido es viejo.»
16 Entonces dijo Eliseo: «Llámala.»
La llamó, y ella se paró a la puerta.
16 El le dijo: «El año que viene, por
este tiempo, abrazarás a tu hijo.»
«No, por favor, hombre de Dios,
no engañes a tu sierva.» 17 La mujer
quedó encinta, y al año siguiente,
como se lo anunciara Eliseo, por
aquel mismo tiempo dió, a luz un
hijo. 18 Creció el niño, y un día fué
a donde estaba su padre con los
segadores, 19 y dijo a su padre:
«jAy, mi cabeza; ay, mi eabezal»
El padre dijo a un criado: 20 «Llévalo
a su madre.» El criado lo cogió y se
lo llevó a su madre. El niño estuvo
sobre las rodillas de su madre hasta
el mediodía, y luego murió. 21 Ella
subió, le acostó en el lecho del hom¬
bre de Dios, cerró la puerta y se fué.
22 Llamó a su marido y le dijo:
«Mándame, te ruego, un criado y
lina asna, que quiero ir en seguida al
hombre de Dios, y luego volveré.»
23 El le dijo: «¿Para qué quieres ir
a verle hoy? No es ni novilunio ni
sábado.» Ella respondió: «Está bien.»
24 Hizo enalbardar la borrica, y dijo
al criado: «Cógela y anda, y no te
detengas para que monte, más que
cuando yo te lo diga.»
25 Partió, pues, y llegó al hombre de
Dios en el monte Carmel. Cuando el
hombre de Dios la vió de lejos, dijo a
su criado Guejazi: «Allí esta la sunami-
ta. 26 Vete corriendo a recibirla, y pre¬
gúntale si está bien ella y su marido
y su hijo.» Y ella contestó: «Sí, bien.»
27 Llegó luego al hombre de Dios en
el monte, y cogiéndose de sus pies,
llegó Guejazi para desasiría, pero
el hombre de Dios le dijo: «Déjala,
que su alma está angustiada, y Ya ve
me lo ha ocultado y no me lo ha
revelado.» 28 Ella le dijo: «¿Pedí yo
a mi señor un lujo? ¿No te dije ya
REYES II, 5
365
que no me engañaras?» 29 Entonces
dijo él a Guejazi: «Cíñete los lomos,
toma en tu mano mi bordón, y si
a alguno encuentras, no le saludes
siquiera, y si alguno te saluda, no le
respondas, y pon mí bordón sobre
la cara del niño.» 30 La madre del
niño le dijo: «Por .la vida de Yave y
la tuya, que no te dejaré.» 31 Levan¬
tóse entonces él y la siguió.
Guejazi había" llegado antes que
ellos, y había puesto el bordón sobre
el rostro del niño, pero este no tenía
voz ni sentido: así que se había
vuelto para decírselo a Elíseo, y se
lo manifestó, diciendo: «El niño no
despierta.» 32 Llegado Elíseo a la
casa, el niño estaba tendido, muerto,
en la cama. 33 Entró entonces él,
cerró la puerta tras los dos, y oró a
Yave. 34 Subió a la cama y se acostó
sobre el niño, poniendo su boca
sobre la boca del niño, sus ojos sobre
los del niño y sus manos sobre las
manos del niño, y se tendió sobre él.
La carne del niño se recalentó,
35 y Elíseo se alejó, yendo y viniendo
por la habitación, y luego volvió
a subirse en la cama, y se tendió
sobre el niño. El niño estornudó
siete veces y abrió los ojos. 36 Llamó
entonces Eliseo a Guejazi, y le dijo:
«Llama a esa sunamita.» Llamóla
Guejazi, y ella vino a Eliseo. que
le dijo: «Toma a tu hijo.» 37 Ella se
echó a sus pies, y se prosternó ante
él rostro a tierra, cogió a su hijo y salió.
38 Eliseo volvióla Gálgala. Había
gran hambre en la región, y estando
los hijos de los profetas sentados
ante él, dijo a su criado: «Coge la
olla grande, y pon a cocer un potaje
para los hijos"de los profetas.» 39 Salió
uno de ellos al campo, para coger
hierbas, y encontró una vid silvestre,
y cogió de ella coloquintidas, h *sta
llenar su vestido. Cuando estuvo
de vuelta, las cortó en pedazos en la
olla donde estaba el potaje, pues él
no las conocía. 40 Sirvióse la comida
a aquellos hombres; pero en cuanto
hubieron probado el potaje, se pusie¬
ron a gritar: «La muerte está en la
olla, hombre de Dios», y no pudieron
comerlo. 41 Eliseo dijo: «Coged ha¬
rina.» El la echó en la olla, y dijo:
«Servid a esas gentes, que coman.»
Y ya no había en la olla nada de malo.
42 Llegó de Bal Salisa un hombre a
traer al hombre de Dios el pan de las
primicias, veinte panes de cebada,
y espigas nuevas en un saco. Eliseo
dijo: «Da a esas gentes que coman.»
43 Su criado le contestó: «¿Cómo voy
a poder dar a cien personas?» Pero
Eliseo le repitió: «Da a esas gentes
que coman. Así dice Yave: Comerán
y sobrará.» 44 Puso entonces los panes
ante ellos, comieron y quedaron
sobras, según la palabra de Yave.
1 Namán, jefe del ejército del
rey de Siria, gozaba el favor de
su señor, y era tenido en mucha
estima, pues por medio de él había
salvado Yave a Siria. Pero este
hombre, robusto y valiente, era le¬
proso. 2 Habían salido los sirios, por
escuadras, v habían cautivado a una
jovcncita de tierra de Israel, que
estaba al servicio de la mujer de
Namán; 3 y elijo un día a su señora:
«Oh, si mi señor estuviese cerca de
un profeta que hay en Samaría,
el profeta le curaiía de su lepra.»
4 Fué ella a su señor, y le dijo:» Esto
y esto ha dicho una jovcncita de
tierra de Israel»; 6 y el rey de Siria
dijo: «Pues anda, vete a la tierra de
Israel, y yo mandaré una carta al
rey de Israel.» Partió él, .llevando
diez talentos de plata, seis mil sidos
de oro, diez vestidos nuevos, 6 y una
carta para el rey de Israel, en que
se decía: «Cuando recibas esta carta,
sabrás que te mando a mi servidor,
Namán, para que le cures de la lepra.»
7 Leída la carta, el rey de Israel
rasgó sus vestiduras, y dijo: «¿Soy
yo acaso Dios, para dar la vida
o la muerte, que así se dirige a mí,
para que yo cure a un hombre de su
lepra? Sabed, pues, y ved, que me
busca querella.» 8 Cuando supo Eliseo
que el rey de Israel había rasgado
sus vestiduras, mandó a decir al
rey: «¿Por qué has rasgado tus ves¬
tiduras? Hazle venir a mí, y sabrá
que hay en Israel un profeta.»
9 Vino Namán con sus caballos y
su carro, y se detuvo a la puerta de
la casa de Eliseo. 10 Eliseo le mandó
a decir por un mensajero: -«Ve, y
lávate siete veces en el Jordán, y tu
carne sanará y quedarás puro.» 11 Eno¬
jóse Namán, y se fué, diciendo:
«jCómol Yo esperaba que saldría él
en persona, se presentaría a mí, invo¬
caría el nombre de Yave, su Dios,
me tocaría, y curaría así al leproso.
12 Los ríos de Damasco, el Abana y
el Parpar, ¿no son mucho mejores
que todas las aguas de Israel? ¿No
podía yo lavarme allí, y quedar
REYES II, 6
3H6
limpio?» Y se iba muy enojado.
13 Pero sus siervos se acercaron a
él para hablarle, y le dijeron: «Padre
mío: Si el profeta te hubiera mandado
algo muy difícil, ¿no lo hubieras
hecho? ¿Cuanto más no debes hacer
lo que ha dicho: Lávate y quedarás
limpio?» 14 Bajó él entonces y se
lavó siete veces en el Jordán, según
la orden del hombre de Dios; y su
carne quedó como la carne de un
niño, quedó limpio.
15 Volvió Namán al hombre de Dios
con todo su séquito, y cuando llegó
se presentó a él diciendo: «Ahora
conozco que no hay en toda la tierra
Dios, sino en Israel. Dígnate aceptar
un presente de parte de tu siervo.»
16 Elíseo respondió: «Vive Yavc. a
quien sirvo, qne no aceptaré.» Namán
insistió, pero él senegó. 17 Entonces
Namán le dijo: «Pues te niegas, per¬
mite que den a tu siervo tierra de ésta,
la carga de dos mulos, pues en ade¬
lante no ofrecerá tu siervo sacrificio
ni holocausto a otros dioses, sino a
Yave (1). 18 Yave perdonará a tu
siervo, que cuando mi señor entre
en el templo de Rimón para adorar,
y se apoye en mi mano, me prosterne
yo también en el templo de Rimón.
Perdone Yave a tu siervo, si me pros¬
terno en el templo de Rimón.» 19 Elí¬
seo le dijo: «Vete en paz.»
Cuando Namán hubo dejado a Elí¬
seo y estaba ya a cierta distancia,
20 Gucjazi, el criado del hombre de
Dios, Elíseo, dijo para sí: «Mi señor
ha tratado-demasiado bien a Namán,
ese sirio, no queriendo aceptar de él
lo que traía: Vive Yave, que voy a
correr tras él, a ver si me da algo.»
21 Y Gucjazi echó a correr tras Namán.
Viéndole Namán correr tras él, bajó
de su carro para ir a su encuentro,
y le preguntó: «¿Hay novedad?»; 22 y
el respondió: «No, todo está bien;
pero me manda mi señor, para de¬
cirte: Acaban de llegar a mi casa
dos jóvenes de la montaña de Efraím,
de los-hijos de los profetas; haz el
favor de darme para ellos un talento
de plata y dos vestidos nuevos.»
23 Namán dijo: «Toma dos talentos»,
y los metió en dos sacos, y le dió
dos vestidos, haciendo que sus cria¬
(i) Quizá movido de la idea, tan general¬
mente extendida entre los pueblos antiguos, de
considerar a un Dios como ligado a su tierra,
quiere Namán llevar tierra de Palestina, para
sobre ella adorar a Yave, Dios de la Palestina.
dos se los llevasen a Guejazi. 24 Lle¬
gado a la altura, tomólos Guejazi de
sus manos y los metió en casa, des¬
pidiendo a aquellas gentes, que se
fueron. 25 Luego fué a presentarse a
su señor, que le dijo: «¿De dónde
vienes, Guejazi?» El le respondió:
«Tu siervo no ha ido a ninguna
parte.» 26 Pero Eliseo le dijo: «¿Es¬
taba yo ausente en espíritu cuando
el hombre se bajó de su carro para
salirte al encuentro? ¿Es tiempo éste
de tomar dinero y vestidos, y luego
olivares, viñas, ovejas y bueyes, sier¬
vos y siervas? 27 La lepra de Namán
se te pegará a ti y a tu descendencia,
para siempre.» Y Gucjazi salió de la
presencia de Elíseo, blanco de lepra
como la nieve.
6 1 Los hijos de los profetas dije¬
ron a Eliseo: «El lugar en que
moramos contigo nos es demasiado
estrecho. (i) 2 Vamos a ir al Jordán, y
tomaremos de allí una viga cada
uno, para hacernos una habitación.»
Eliseo les respondió: «Id.» 3 Uno de
ellos le dijo: «Ven tú también con
nosotros.» El dijo: «Iré»; 4 y partió
con ellos. Llegados al Jordán, corta¬
ron los árboles; 5 y mientras uno es¬
taba cortándolos, el hierro fué a caer
en las aguas. Se puso a clamar: «¡Ah,
mi señorl Era prestado.» 6 Y el hom¬
bre de Dios le preguntó: «¿Dónde ha
caído?» El le indicó el lugar; y Eliseo,
cortando un trozo de madera, lo arro¬
jó al mismo lugar y el hierro sobre¬
nadó. 7 Entonces le dijo: «Cóge'o»;
y él tendió la mano y lo cogió.
8 El rey de Siria estaba en guerra
con Israel; y en un consejo que tuvo
con sus servidores, dijo: «En tal lugar
acamparemos.» 9 El hombre de Dios
mandó a decir al rey de Israel:
«Guárdate de ir a tal lugar, porque
los sirios bajarán allá.» 10 El rey de
Israel mandó gentes al lugar que el
hombre de Dios había señalado, para
que estuvieran al acecho, y esto su¬
cedió, no una ni dos veces solamente.
11 El rey de Siria se inquietó con esto,
y preguntó a sus servidores: «¿No me
diréis vosotros, quién de los nuestros
es del rey de Israel?» 12 Uno de los
servidores le dijo: «Nadie, oh rey,
mi señor. Es Eliseo, el profeta que
hay en Israel, que lleva al rey de
Israel las palabras que tú pronuncias
en tu misma alcoba.» 13 El rey le
dijo: «Id, y ved dónde está, y yo le
i liaré prender.» Vinieron, pues, a de-
REYES II, 7
di >7
cirlc: «Está en Dotana.» 14 Mandó él
entonces caballos y carros, una gran
tropa, que llegaron de noche y cer¬
caron la ciudad.
15 El siervo del hombre de Dios
se levantó muy de mañana, y vio
que la ciudad estaba cercada por una
tropa con caballos y carros, y dijo al
hombre de Dios: «¡Ah, mi señor!,
¿qué haremos?» 16 El le respondió:
«Nada temas, que los que están con
nosotros son más que los que están
con ellos.» 17 Eliseo oró, y dijo: «¡Oh
Yavel Abrele los ojos para que vea.»
Y Yavc abrió los ojos del siervo, y
vió éste la montaña llena de caballos
y carros de fuego, que rodeaban a
Elíseo.
18 Los sirios bajaron al valle en
busca de Eliseo, y éste dirigió enton¬
ces a Yave está súplica: «Dígnate
herir de ceguera a esta gente.» Y Yave
los hirió de ceguera, conforme a la
súplica de Eliseo. 19 Eliseo les dijo:
«No es éste el camino, ni éstá la
ciudad. Seguidme y yo os llevaré a
donde está el hombre a quien buscáis»;
y los condujo a Samaría. 20 Entrados
en Samaría, dijo Eliseo: «¡Oh Y r avel
Abre los ojos de esta gente para que
vea»; y Yave les abrió los ojos, y
vieron que estaban en medio de Sa¬
maría.
21 El rey de Israel, viéndolos, pre¬
guntó a Eliseo: «¿Los hiero, padre
mío?» 22 Y Eliseo respondió: «No los
hieras. ¿Hieres tú acaso a los que con
tu espada y tu arco haces prisioneros?
Dales pan y agua, para que coman
y beban, y que se vayan luego a su
señor.» 23 El rey de Israel hizo que
les sirvieran una gran comida, y ellos
comieron y bebieron, y luego los des¬
pidió, para que se fueran a su señor.
Las tropas sirias no volvieron más a
la tierra de Israel.
24 Después de esto, Ben Adad, rey
de Siria, reunió todo su ejército, y
subiendo, puso cerco a Samaria.
25 Hubo en Samaria mucha hambre,
y de tal modo la apretaron, que un
jomer de mosto valía ochenta sidos
de plata, y el cuarto de un cab de
harina fina cinco sidos de plata (1).
26 Pasando el rey por la muralla, le
gritó una mujer: «¡Sálvame, oh rey,
(i) Aunque en el texto y en las versiones
antiguas hallamos «una cabeza de asno y un
cuarto de cab de palomina», traducimos con
algunos autores modernos como hemos hecho,
por parecemos enteramente inverosímil lo que
dice el texto.
mi señorl» 27 Y el rey le respondió:
«Si Yave no te salva, ¿cómo voy a
salvarte yo? ¿Con algo de la era, o
con algo del lagar?» 28 Preguntóle
luego el rey: «¿Qué le pasa?» Y ella
respondió: «Esta mujer me dijo: Trae
a tu hijo, y lo comeremos hoy, y
mañana comeremos el mío. 29 Coci¬
mos, pues, mi lujo y lo comimos, y
al día siguiente yo le dije: Trac a
tu hijo, para que lo comamos, pero
ella lia escondido a su hijo.» 30 Cuan¬
do oyó el rey las palabras de esta
mujer, rasgó sus vestiduras, mien¬
tras iba por la muralla, y la gente vió
que por dentro estaba vestido de saco.
31 El rey dijo: «Que esto me haga
Yave y esto me añada, si la cabeza
de Eliseo, hijo de Safat, quedare
hoy sobre sus hombros.» 32 Estando,
pues, Eliseo sentado en casa, rodeado
de los ancianos que se sentaban con
él, mandó el rey a uno delante de él,
y antes que el mensajero llegara, dijo
Eliseo a los ancianos: «¿No veis cómo
ese hijo de asesino manda a que me
quiten la cabeza? Oíd: Cuando llegue
el mensajero, cerrad la puerta y re¬
chazadle con la puerta; ¿no se oye
ya tras él el ruido de los pasos de
su amo?» 33 Todavía estaba hablán¬
doles, cuando ya el rey llegó a él, y
le dijo: «De Yave ciertamente nos
ha venido este mal. ¿Tendré yo toda¬
vía que esperar más de Yave?»
*7 i Entonces dijo Eliseo: «Oíd, la
4 palabra de Y r ave: Así dice Yave:
Mañana a estas horas estará en las
puertas de Samaria el sea de harina
de flor, a un sido, y dos seas de
harina de cebada, a un sido.» 2 El
oficial sobre cuyo brazo se apoyaba
el rey, respondió al hombre de Dios:
«Cuando Yave abra ventanas en los
cielos, sucederá eso. »* Y él le dijo:
«Con tus ojos lo verás, pero no lo
comerás.»
3 Había en la entrada de la puerta
cuatro leprosos, que se decían unos
a otros: «¿Por qué nos vamos a es¬
tar aquí hasta morirnos? 4 Si nos
decidimos a entrar en la ciudad, mo¬
riremos por el hambre que en ella
hay, y si nos quedamos aquí, mori¬
remos igualmente. Vamos a pasarnos
al campamento de los sirios, y si nos
dejan vivir, viviremos, y si nos
matan, moriremos.» 6 Partieron, pues,
al anochecer para el campamento de
los sirios; y cuando llegaron a la en-
I trada del campamento, no había en
3t)8
REYES II, 8
él nadie. 6 El Señor había hecho oír
en el campamento de los sirios estré¬
pito de carros y estrépito de caballos,
el estrépito de un gran ejército, y
se habían dicho unos a otros: «Es el
rey de Israel, que ha tomado a sueldo
contra nosotros a los reyes de los
geteos y a los reyes de los egipcios,
y viene a atacarnos.» 7 Y se levan¬
taron, y al anochecer, se pusieron
en fuga, abandonando sus tiendas,
sus caballos y sus asnos, el campa¬
mento tal cual estaba, y huyeron
para salvar la vida.
8 Los leprosos, llegados al campa¬
mento, penetraron en una tienda, co¬
mieron y bebieron, y se llevaron de
allí plata, oro y vestidos, que fueron
a esconder. Volvieron y penetraron
en otra tienda, y se llevaron cosas,
que fueron a esconder. 9 Después se
dijeron uno a otro: «No está bien lo
que hacemos. Este día es un dia de
buena nueva, y si nosotros nos esta¬
mos callados y esperamos la luz del
dia, nos sucederá mal. Venid, pues,
y vayamos a dar cuenta a la casa del
rey.» 10 Partieron a la ciudad e hi¬
cieron este relato: «Hemos entrado
en el campamento de los sirios, y
allí no había nadie, ni se -oye voz
alguna de hombre; no hay más que
caballos atados, asnos atados y las
tiendas intactas.»
11 Los centinelas de la puerta die¬
ron voces, y transmitieron este relato
al interior de la casa del rcv. 12 El
rey se levantó de noche, y dijo a sus
servidores: «Voy a deciros lo que pre¬
tenden los sirios: Como saben que
estamos hambrientos, se han salido
del campamento para esconderse en
los campos, diciéndose: Cuando sal¬
gan de la ciudad, los cogeremos vivos
y enlramnos en la ciudad.» 13 Uno
de los servidores del rey dijo: «Que
cojan cinco de los caballos que toda¬
vía quedan en la ciudad—porque tam¬
bién a ellos les sucede lo que a la
muchedumbre, también son ellos como
la muchedumbre de Israel, que ha
perecido—y mandemos a ver.» 14 Co¬
gieron, pues, dos carros con sus ca¬
ballos; y el rey mandó gente que
siguiera tras los sirios, diciendo: «Id
y ved.»
15 Fueron tras ellos hasta el Jordán;
V todo el- camino estaba sembrado
de vestidos V objetos, que en su pre¬
cipitación hablan tirado los sirios.
Volvieron los mensajeros, y dieron
cuenta al rey. 16 Salió el pueblo, y
saqueó el campamento de los sirios,
y se puso el sea de flor de harina a
un sielo, y a un sido los dos seas de
harina de cebada, según lo que había
dicho Yave.
17 El rey había entregado la cus¬
todia de la puerta al oficial sobre
cuyo brazo se apoyaba el día antes,
pero éste fué atropellado por el pueblo
a la puerta, y murió según la palabra
que habla pronunciado el hombre de
Dios, cuando el rey bajó a él. 18 El
hombre de Dios había dicho al rey:
«Mañana a estas horas estarán a sielo
los dos seas de harina de cebada, y
a sido el sea de flor de harina; 19 y el
oficial había respondido al hombre de
Dios: «Cuando Yave abra ventanas
en los ciclos, veremos eso.» Y Eli-
sco le había dicho: «Con tus ojos lo
verás, pero no lo comerás.» 20 Fué
en verdad lo que sucedió, pues el pue¬
blo le atropelló a la puerta, y murió.
8 1 Elíseo dijo a la mujer a cuyo
hijo había resucitado; «Levántate,
y vete, tú y tu casa, y mora donde
puedas, porque Yave llama al ham¬
bre, y vendrá sobre la tierra por siete
años.» 2 Levantóse la mujer, c hizo
lo que le decía el hombre de Dios,
y se fué ella y su casa, y habitó
siete años en tierra de filisteos. 3 Al
cabo de siete años, volvió la mujer
de la tierra de los filisteos, y fué a
implorar al rey por su casa y su
campo. 4 Estaba el rey hablando con
Guejazi, servidor del hombre de Dios,
y le decía: «Anda, y cuéntame todas
esas grandes cosas que ha hecho Elí¬
seo», 6 y mientras estaba contando al
rey cómo Elisco había vuelto a la
vida a un muerto, llegó la mujer
cuyo hijo había resucitado Elíseo,
para implorar al rey por su casa y
su campo; y dijo Guejazi; «Olí, mi
señor, ésa es la mujer, y ése es su
hijo, que Elisco resueitó.» * Preguntó
el rey a la mujer, y ella le hizo el
relato; el rey le di ó un eunuco a
quien dijo: «Haz que le sea devuelto
a esta mujer todo lo que le pertenece,
con todos los frutos de su campo,
desde el día en que dejó la tierra hasta
hoy.»
7 Fué Elisco a Damasco. Estaba
enfermo Ben Adad, rey de Siiia, y
le avisaron, diciendo: «Está aquí el
hombre de Dios.» 8 El rey dijo a
Jazacl: «Toma contigo un presente
y vete a ver al hombre de Dios, y
consulta por mi a Yave si curaré de
REYES II. 9
esta enfermedad.» 9 Fué Jazael al hom¬
bre de Dios, llevando consigo un pre¬
sente, todo lo mejor que había en
Damasco, la carga de cuarenta came¬
llos. Llegado, se presentó a él, y le
dijo: «Tu hijo Ben Adad, rey de
Siria, me manda a ti para pregun¬
tarte: ¿Curaré de esta enfermedad?»
10 Elisco le respondió: «Ve y dile:
No curarás, pues Yave me ha reve¬
lado que morirás.» 11 El hombre de
Dios puso sus ojos sobre Jazael 12 y
los fijó en él, hasta hacerle enroje¬
cer; luego se puso a llorar. El le
preguntó: «¿Por qué llora mi señor?»
Y Eliseo le respondió: «Porque sé el
mal que vas a hacer a los hijos de
Israel; incendiarás sus ciudades fuér-
tcs, pasarás a cuchillo a sus mance¬
bos, estrellarás a sus niños, y abrirás
el seno a sus preñadas.» 13 Y Jazael
dijo: «¿Pues qué es tu siervo, este
perro, para hacer tan grandes cosas?»
Y Eliseo respondió: «Yave me ha re¬
velado que serás rey de Siria.» 14 Ja¬
zael dejó a Eliseo y volvió a su señor,
que le preguntó: «¿Qué te ha dicho
Eliseo?» Y él respondió: «Me lia dicho:
Curarás.» 15 Al dia siguiente, cogió
Jazael una manta, la empapó en agua
y la puso sobre el rostro del rey, que
murió. Jazael le sucedió.
Jornin y Ocozías, royes do Jmlú.
16 El año quinto de Joram, hijo de
Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar
Joram, hijo de Josafat, rey de Judá.
17 Treinta y dos años tenía cuando
comenzó a reinar, y reinó ocho años
en Jcrusalén. 18 Marchó por los ca¬
minos de los reyes de Israel, como
había hecho la casa de Ajab, pues
tuvo por mujer a una hija de Ajab,
e hizo el mal a los ojos de Yave.
19 Pero Yave no quiso destruir a
Judá, por amor de David, su siervo,
según la promesa que le había hecho,
de darle siempre una lámpara entre
sus hijos. 20 En su tiempo se rebeló
Edom contra el dominio de Judá, y
se dió un rey. 21 Joram marchó a
Jair con todos sus carros. Una noche
arriesgó combate con los edomitas,
que le tenían cercado, y le derrota¬
ron juntamente con los jefes de los
carros, y el pueblo huyó a sus tien-
tiendas. 22 La rebelión de Edom con¬
tra el dominio de Judá dura hasta
hoy. Entonces se rebeló también
Lobna.
23 El resto de los hechos de Joram,
Jti9
cuanto hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes de
Judá?
24 Joram se durmió con sus padres,
y fué sepultado con sus padres en la
ciudad de David. Le sucedió su hijo
Ocozías,
24 El año doce de Joram, hijo de
Ajab, rey de Israel, comenzó a reinar
en Judá Ocozías, hijo de Joram, rey
de Judá. 26 Tenía Ócozías veintidós
años cuando comenzó a reinar, y
reinó un año en Jcrusalén. Su madre
se llamaba Atalía, hija de Omri, rey
de Israel. 27 Marchó por los cami¬
nos de la casa de Ajab, e hizo el mal
a los ojos de Yave, como la casa de
Ajab, con la que estaba emparentado.
28 Acompañó a Joram, hijo de Ajab,
en la guerra contra Jazael, rey de
Siria, a Ramot Calad. Los sirios hi¬
rieron a Joram, 29 y el rey Joram se
volvió, para hacerse curar en Jezrael
de las heridas que los sirios le habían
hecho en Rama, cuando combatía
contra Jazael, rey de Siria. Ocozías,
hijo de Joram, rey de Judá, bajó a
Jezrael para ver a Joram, hijo de
Ajab, que estaba allí herido.
Los reyes de Israel y de Judá,
asesinados por J eh u.
9 1 Eliseo, profeta, llamó a uno de
los hijos de los profetas y le dijo:
«Cíñete los lomos, toma esta redoma
de óleo, y vete a Ramot Calad.
2 Cuando llegues, busca a Jehú, hijo
de Josafat, hijo de Nimsi. Le haces
que se levante de entre sus compa¬
ñeros, y le llevas aparte, a una cá¬
mara retirada; 3 y tomando la redoma
de óleo, lo derramas sobre su cabeza,
diciéndole: «Así habla Yave: Yo te
unjo por rey de Israel. Abres luego
la puerta, y huyes sin detenerte.»
4 El joven servidor del profeta partió
para Ramot Calad; 6 y cuando llegó,
estaban los jefes del ejército reuni¬
dos, y dijo: «Jefe, tengo que decirte
una cosa.» Jehú, le preguntó: «¿A
quién de nosotros?» El respondió:
«A ti, oh jefe.» 6 Levantóse Jehú
y entró, y el joven derramó sobre su
cabeza la redoma de óleo, diciéndole:
«Así habla Yave, Dios de Israel: Yo
te unjo rey de Israel, del pucb'o de
Yave. 7 Tú herirás a la casa de Ajab,
tu señor, y vengarás en Jezabel la
sangre de mis siervos, los profetas, y
la sangre de todos los siervos de
Yave. 8 Toda la casa de Ajab pere-
24
REYES IR 9
37U
cerá; yo exterminaré a todos cuantos
pertenecen a Ajab, al esclavo y al
libre en Israel, 8 y haré la casa de
Ajab semejante a la casa de Jero-
boam, hijo de Nabat, y a la casa de
Basa, hijo de Ajiya. 10 Los perros
comerán a Jezabel en el campo de
Jezrael, y no habrá nadie que la dé
sepultura.»
11 Después el hombre abrió la puer¬
ta y huyó.
Cuando salió Jcliú para reunirse
eon los servidores de su señor, le
dijeron éstos: «¿Va todo bien? ¿Por
qué ha venido a ti ese loco?» Jehú
respondió: «Seguramente conocéis al
hombre y sabéis lo que me ha dicho.»
12 Ellos respondieron: «No es verdad.
Explícanos lo que ha dicho.» El en¬
tonces dijo: «Esto y esto es lo que
me ha dicho: Así habla Yave: Yo
te unjo por rey de Israel.» 13 En se¬
guida tomaron todos sus ropas y las
pusieron debajo de él en las gradas,
y haciendo sonar las trompetas, gri¬
taron: «jJehú, reyl» 14 Así conspiró
Jehú, hijo de Josafat, hijo de Nimsi,
contra Joram.
Joram defendía eon todo Israel a
Ramot Galad contra Jazael, rey de
Siria; 15 pero el rey Joram había
tenido que volverse, para curarse en
Jezrael de las heridas que los sirios
le habían hecho, cuando combatía
contra Jazael, rey de Siria. Jehú
dijo: «Pues que lo queréis, sea, pero
que no salga de la ciudad nadie que
pueda llevar la noticia a Jezrael.»
16 Jehú subió a su carro y partió para
Jezrael, pues Joram estaba allí he¬
rido, y Ocozías, rey de Judá, había
bajado a verle. 17 El centinela que
estaba en la torre de Jezrael, vió
venir a la tropa de Jehú, y dio la
noticia: «Veo venir una tropa.» Jo¬
ram dijo: «blanda que salga a su
encuentro uno de a caballo, para
saber si es de paz.» 18 Salió el jinete,
se presentó a Jehú, y preguntó: «Así
habla el rey: ¿Es la paz.?» Jehú res¬
pondió: «¿Qué te importa a ti la paz?
Vuélvete detrás de mí.» El centinela
dio luego el aviso, diciendo: «El men¬
sajero lia llegado hasta ellos, pero
no vuelve.» 18 Entonces se mandó otro
a caballo, que llegado a ellos y pre¬
guntó: «Así habla el rey: ¿Hay paz?»
Y Jehú contestó: «¿Qué te importa
a ti la paz? Vuélvete detrás de mí.»
20 El centinela volvió a decir: «Tam¬
bién éste ha llegado a ellos, y no
vuelve; mas al parecer, por la mar¬
cha, el que viene es Jehú, hijo de *
Nimsi, porque viene con mucho ím¬
petu.» 21 Entonces Joram dijo: «En¬
gancha», y enganchado que fue su
carro, salió Joram, rey de Israel, y j
Oeozías, rey de Judá, cada uno en
su carro. Salieron al encuentro de
Jehú, a quien hallaron en la heredad j
de Nabot, de Jezrael. 22 En cuanto vió
Joram a Jehú, le preguntó: «¿Hay I
paz, Jehú?» Y éste respondió: «¿Qué 1
paz, mientras duren las prostitucio¬
nes de Jezabel, tu madre, y sus
muchas hechicerías?» 23 Entonces 1
Joram, volviendo grupas, huyó y
dijo a Ocozías: «(Traición, Ocozíasl» I
24 Pero Jehú tendió su arco, c hirió
a Joram entre las espaldas, saliéndole I
la flecha por el corazón, y Joram
cayó en su carro. 25 Jehú dijo a su *
oficial, Bidear: «Cógele, y tírale en I
el campo de Nabot de Jezrael, pues I
acuérdate de que cuando yo y tú I
íbamos juntos a caballo detrás de
Ajab, su padre, Yave pronunció con- I
tía él la sentencia diciendo: 26 Yo he
visto ayer la sangre de Nabot y de
sus hijos, dice Yave, y yo te daré I
tu merecido en esa misma heredad.
Cógele, pues, y tírale a ese campo
según la palabra de Yave.»
27 Ocozías, rey de Judá, que vió
esto, huyó por el camino de la casa
del jardín, pero Jehú le persiguió,
diciendo: «Heridle también a él en \
el carro.» Y le hirieron en la subida
de Gur, cerca de Jiblcam; él siguió 1
hasta Mageddo, pero allí murió. 28 Sus
servidores le trasladaron en un carro j
a Jerusalén, y le sepultaron en la j
sepultura de sus padres, en la ciudad I
de David. 29 Ocozías había comenzado
a reinar el año once de Joram, hijo
de Ajab.
30 jehú entró en Jezrael. Sabiéndolo
Jezabel, se pintó los ojos, se pcinb’
y se puso en mirar a una ventana. I
81 Al pasar Jehú por la puerta le I
gritó: «¿Le salió bien la cosa a Ziniri, I
asesino de su señor?» 32 El alzó el
rostro hacia la ventana, y preguntó:
«¿Quién eres tú para que quieras
contender conmigo?» Entonces mi- j
raron por la ventana dos o tres eunu¬
cos, 33 y él mandó: «Echadla abajo»;
y ellos la echaron, y su sangre salpicó
los muros y los caballos. Jehú la pi¬
soteó con sus pies, 84 y después entró, J
comió, bebió, y dijo: «Id a ver a esa k
maldita, y enterradla, que al fin es í
hija de rey.» 35 Fueron para enterrar¬
la, pero no hallaron de ella más que
REYES II. 10
371
el cráneo, los pies y las palmas de
las manos. 36 Volvieron a dar cuenta
a Jehú, que dijo: «Es la amenaza que
había hecho Ya ve por su siervo Elias,
tesbita, diciendo: Los perros comerán
la carne de Jezabel en el campo de
Jezrael, 87 y el cadáver de Jezabel
será como estiércol sobre la superfi¬
cie del campo, en el campo de Jezrael,
de modo que nadie podrá decir: Esta
es Jezabel.»
.lehii, rey de Israel.
|A 1 Había en Samaría setenta
hijos de Ajab. Jehú escribió
cartas, que mandó a Samaría, a los
jefes de Jezrael, a los ancianos, y a
los ayos de los hijos de Ajab. En ellas
decía: 2 «En cuanto recibáis esta
carta, pues que tenéis con vosotros a
los hijos de vuestro señor, y además
carros y caballos, una ciudad forti¬
ficada y armas, 3 ved cuál de los hijos
de vuestro señor queréis mejor y os
conviene poner en el trono de su
padre, y combatid por la casa de
vuestro señor.» 4 Ellos se llenaron de
miedo, y se dijeron: «Dos reyes no
han podido resistirle, ¿cómo vamos a
resistirle nosotros?» 5 Y el jefe de
la ciudad, los ané anos y los ayos de
los niños, mandaron a decir a Jeliú:
«Nosotros somos servidores tuyos, y
haremos cuanto tú nos digas. No ele¬
giremos a ninguno por rey. Haz tú
lo que bien te parezca.» 6 Entonces
les escribió Jehú una segunda carta,
en que les decía: «Obedecedme, y
tomad las cabezas de esos hombres,
hijos de vuestro señor, y venid a
mí mañana a estas horas a Jezrael.»
Los setenta hijos del rey estaban en
las casas de los grandes de la ciudad,
que los educaban. 7 Cuando éstos
recibieron la carta, cogieron a los
hijos del rey, los degollaron a los
setenta, pusieron sus cabezas en ca¬
nastillas, y se las mandaron a
Jehú, a Jezrael. 8 Vino uno a infor¬
marle, diciendo: «Han traído las ca¬
bezas de los lujos del rey»; y él dijo:
«Ponedlas en dos montones a la en¬
trada de la puerta, hasta mañana.»
9 Por la mañana salió, y presentán¬
dose ante el pueblo todo, dijo: «Vos¬
otros sois justos. Yo he conspirado
contra mi señor, y le he dado muerte.
Pero ¿quién ha matado a todo^
éstos? 10 Sabed, pues, que no caerá
por tierra ni una de las palabras que
Yave ha pronunciado contra la casa
de Ajab. Yave cumple lo que declaró
por medio de su siervo Elias.» 11 Y
Jehú mató a todos cuantos de la
casa de Ajab quedaban en Jezrael, a
todos sus parientes, a sus familias
y a sus sacerdotes, sin dejar escapar
a uno solo.
12 Después se levantó para ir a
Samaría; y llegado a un albergue
de pastores que había en el cami¬
no, 13 encontró a los hermanos
de Ocozías, rey de Judá, y les pre¬
guntó: «¿quiénes sois vosotros?» Y
ellos le dijeron: «Somos los hermanos
de Ocozías, que hemos venido a salu¬
dar a los hijos del rey y a los hijos
de la reina.» 14 Jehú dijo: «Cogedlos
vivos.» Cogiéronlos vivos, y los de¬
gollaron en número de cuarenta y dos,
en la cisterna del albergue. Jeíiú no
dejó escapar ni a uno solo.
15 Partido de allí, encontró a Jona-
dab, hijo de Recab, que venía a su
encuentro, le saludó y le dijo: «¿Es
sincero conmigo tu corazón, como lo
es el mío contigo?» Y Jonadab le
respondió: «Sincero.» «Si es así—repli¬
có Jehú— dame la mano.» Jonadab
le dió la mano, y Jehú le hizo subir
a su carro junto a él, 16 y dijo: «Ven
conmigo, y verás mi celo por Yave.»
Llevóle, pues, en su carro; 17 y cuando
llegó a Samaría, mató a cuantos de
Ajab quedaban en Samaría, exter¬
minándolos del todo, según la pala¬
bra que Yave había dicho a Elias.
18 Después reunió a todo el pueblo,
y le dijo: «Ajab sirvió poco a Baal;
Jehú le servirá más. 19 Llamad, pues,
a mí a todos los profetas de Báal,
a todos los sacerdotes, sin que quede
ni uno solo, porque quiero ofrecer
a Baal un gran sacrificio. El que falte
no vivirá.» Jehú obraba arteramente,
para exterminar a los servidores de
Baal. 20 Dijo, pues: «Promulgad una
fiesta en honor de Baal.» Promul¬
gáronla, 21 enviando mensajeros por
todo Israel, y llegaron todos los
servidores de Baal, sin que ni uno
dejara de venir, y entraron en la
casa de Baal, que se llenó de bote en
bote. 22 Jehú dijo al que estaba al
cuidado del vestuario: «Saca vesti¬
duras para todos los siervos de Baal.»
El las sacó, 23 y entró Jehú con Jo¬
nadab en la casa de Baal, y dijo
a los servidores de Baal: «Mirad, y
ved si por acaso hay aquí entre vos¬
otros algún servidor de Yave; a
ver si todos son sólo servidores de
372
REYES II, 11
Baal.» 24 Y entraron para ofrecer
sacrificios y holocaustos.
Jehú había apostado fuera a ochenta
hombres, diciéndoles: «Cualquiera que
dejare escapar a alguno de estos
que yo pongo en vuestras manos,
me responderá de su vida con la
suya.» 25 Cuando hubieron acabado
de ofrecer los sacrificios y holocaus¬
tos, Jehú dijo a los de su guardia
y a los oficiales: «Entrad y matadlos,
sin que ni uno quede.» Los de la
guardia, y los oficiales pasáronlos a
todos a cuchillo, y echaron por tierra
los aseras. Penetraron luego en el
santísimo del templo de Baal, 26 sa¬
caron fuera los aseras del templo
de Baal, y los quemaron. 27 Destro¬
zaron los cipos de Baal, y derribando
el templo, hicieron de él una cloaca, que
todavía subsiste hoy. 28 Así exterminó
Jehú a Baal de en medio de Israel.
29 Con todo, no se apartó Jehú de
los pecados con que Jeroboam, hijo
de Nahat, hizo pecar a Israel, y dejó
en pie los becerros de oro que había
en Betel y Dan.
30 Ya ve dijo a Jehú: «Por haber
hecho lo que es recto a mis ojos,
haciendo desaparecer a la casa de
Ajab, conforme a mi voluntad, tns
hijos se sentarán en el trono de Israel
hasta la cuarta generación.
31 Pero Jehú no se cuidó de andar
con todo su corazón en la ley de
Ya ve, Dios de Israel, ni se apartó
de los pecados con que Jeroboam
había hecho pecar a Israel.
32 En aquellos días comenzó Ya ve
a cercenar el territorio de Israel,
33 desde el Jordán, a oriente, toda la
tierra de Calad, de Cad, de Rubén
y de Manasés, desde Aroer, que está
junto al torrente del Anión, hasta
Galad y Basán.
34 El resto de los hechos de Jehú,
cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está
escrito en el libro de las crónicas
de los reyes de Israel? 35 Jehú se
durmió con sus padres, v filé sepul¬
tado en Samaría. Le sucedió Jo a caz,
86 Había reinado Jehú veintiocho
años sobre Israel en Samaría.
A talla, reina de Judá.
\\ 1 Atalfa fl), madre de Oco-
zías, viendo que había muerto
su hijo, levantóse y exterminó a toda
(i) El golpe de Estado de la impía AtaJía,
sidonia, eslá a punto de extinguir la dinastía
la descendencia real. 2 Pero Josaba,
hija del rey Joram y hermana de
Ocozías, cogió a Joás* hijo de Oco-
zías, y le sacó furtivamente de entre
los hijos del rev, cuando los estaban
asesinando, ocultándole de Ataiía, a
él y a su nodriza, en la cámara dor¬
mitorio, y así pudo aquél escapar a
la muerte. 3 Seis años estuvo oculto
con Josaba en la casa de Yave, y
entre tanto reinó Ataiía en la tierra.
4 El año séptimo, Joyada mandó a
llamar a los jefes de las centenas, de
los ccrctcos y de la guardia, y los in¬
trodujo en la casa de Yave. Hizo liga
con ellos, juramentándolos en la
casa de Yave, y les mostró el hijo
del rev, 6 dándoles esta orden: «He
aquí lo que habéis de hacer: La
guardia del palacio real la hacéis
por tercios: Uno en el palacio, otro
en la puerta de Sur, 6 y otro en la
puerta trasera del cuartel de la guar¬
dia; 7 pero el sábado sois dos tercios
los que salís del palacio real, para
hacer la guardia en la casa de Yave.
8 Ese día rodearéis al rev por todas
partes, todos con las armas en la
mano, y mataréis a cualquiera que
pretenda penetrar en las filas. Esta¬
réis junto al rey, donde quiera que
vaya.»
• Cumplieron los jefes de las cen¬
tenas las órdenes que les había dado
el sacerdote Joyada. 10 Tomó cada
uno sus gentes, las que hacían el
servicio el sábado, y se fueron al
sacerdote Joyada. Este entregó a los
jefes de las centurias las lanzas y
los escudos del rev David, que se
hallaban en la casa de Yave; 11 y
cuando los soldados de la guardia,
todos con las armas en la mano,
desplegaron desde el lado sur ni
Indo norte, entre el altar y el templo,
13 sacó al rey, púsole la diadema y los
brazaletes, y le ungió. Todos enton¬
ces* palmotearon y gritaron: «jViva
el revi»
13 Cuando oyó Ataiía el estrépito
del pueblo, se vino a donde estaba
la gente reunida en la casa de Yave,
14 y miró. Y estaba el rey sobre el
estrado, según costumbre, y cerca
de él los jefes y las trompetas, y todo
el pueblo daba muestras de gran
júbilo, mientras sonaban las trom¬
petas. Alalia rasgó sus vestiduras y
davídica; pero Dios cumple la promesa hecha »
David, preservando al niño [oís, en el cual es
bien pronto restaurada la dinastía.
REYES II, 12
373
clamó: «iTraición!» 15 Entonces el
sacerdote Joyada dió orden a los
jefes de las centurias, que estaban
a la cabeza de las tropas: «Sacadla
de las filas, y matad a quienquiera
que la siga.» Pues el sacerdote habla
dicho: «Que no la maten en la casa
de Yavc.» 16 Hiriéronla sitio, y cuando
llegó al palacio real, por la puerta
de los caballos, allí la mataron.
17 Joyada intervino en la alianza
que con Ya ve hicieron el rey y el
pueblo, de ser el pueblo de Yave.
18 Todo el pueblo pendró en el
templo de Baal y lo demolió, des¬
truyendo del todo su altar y sus esta¬
tuas; y al sacerdote de Baal, Matón,
le dieron muerte delante del altar.
10 Después, dejando una guardia en
el templo de Yavc, tomó a los jefes
de los eercteos y a los guardias y a
todo el pueblo, y llevaron al rey
desde el templo de Yavc al palacio
real, donde entró por la puerta de
la guardia. Sentóse allí sobre el trono
real, 20 y todo el pueblo estaba lleno
de alegría, v la ciudad se quedó
tranquila. Alalia había sido muerta
en el palacio real. 21 Tenia Joás siete
años cuando comenzó a reinar.
Reinado de Joás.
i 9 1 Comenzó a reinar Joás el
séptimo año de Jehú, y reinó
cuarenta años en Jerusalén. Su madre
se llamaba Sibia, de Berseba. 2 Hizo
Joás lo que era recto a los ojos de
Yave, todo el tiempo que le dirigió
el sacerdote Joyada; 3 pero no des¬
aparecieron los altos, y seguía el
pueblo sacrificando y quemando per¬
fumes en ellos. 4 Joás dijo a los sacer¬
dotes: «Todo el dinero que como
ofrenda sagrada ha entrado en el
templo de Yave, el dinero del rescate
de personas según estimación, y el
que voluntariamente se ofrece a la
casa de Yavc, 6 tómenlo los sacer¬
dotes, y empléenlo en reparar la
casa de Yave, en todo lo que nece¬
site reparación.» 6 Pero sucedió que
el año veintitrés del reinado de Joás,
los sacerdotes no habían hecho las
reparaciones necesarias en la casa.
7 I.lamó entonces el rey al’saccrdote
Joyada y a los otros sacerdotes, y les
dijo: «¿Por qué no habéis reparado lo
que había que reparar en la casa? En
adelante no seréis vosotros los que
dispongáis del dinero del pueblo,
sino que lo entregaréis, para que se
haga la reparación de la casa.» 8 Los
sacerdotes asintieron a no ser ellos
los que recogieran el dinero del pue¬
blo para hacer las reparaciones de
la casa. 9 Entonces el sacerdote Jo¬
yada tomó un cofre, hizo en su tapa
un agujero, y le puso al lado del altar,
a la derecha, en el paso para la en¬
trada en la casa de Yavc. Los sacer¬
dotes de guardia metían allí todo
el dinero que se traía a la casa de
Yave; 10 y cuando se veía que en el
cofre había bastante dinero, subía
el secretario del rey con el gran sacer¬
dote, y contaban el dinero que había
en la casa de Yave. 11 Iban entre¬
gando a los encargados de las obras
de reparación lo necesario para pagar
a los carpinteros y demás obreros,
que trabaiaban en la casa de Yave
12 a los albañiles y a los canteros, para
el pago de las maderas y el tallado
de las piedras necesarias para las
reparaciones. 13 Pero con todo lo
que entraba en la casa de Yavc, no
hubo para hacer ni fuentes de plata,
ni cuchillos, ni copas, ni trompetas;
en suma, nada de oro, ni de plata,
14 sino que hubo que emplearlo lodo
en pagar a los encargados de las
obras de reparación de la casa. 15 No
se tomaban cuentas a ios que recibían
el dinero para entregarlo a los que
hacían las obras, porque eran perso¬
nas de fidelidad 16 El dinero por el
delito y el dinero por los pecados
no entraba en la casa de Yavc,
porque era de los sacerdotes.
17 Entonces subió Jazael, rey de
Siria, y atacó a Get y la tomó.
Jazael tenia el designio de subir
contra Jerusalén. 18 Joás, rey de
Judá, tomó todas tas cosas consa¬
gradas, lo que habían consagrado
Josalat, Joram y Ocozias, sus padres,
reyes de Judá, y lo que él mismo
había consagrado, y todo el oro que
habla en el tesoro de la casa de Yave,
y en el del real palacio, y enviólo
todo a Jazael, rey de Siria, que desis¬
tió de subir contra Jerusalén. 19 El
resto de los hechos de Joás, cuanto
hizo, ¿no está escrito en el libro de
las crónicas de los reyes de Judá?
20 Sus servidores conspiraron con¬
tra él, y rebelándose, le mataron,
cuando bajaba a la casa del terra¬
plén. 21 Josasar, hijo de Simal, y
Josabab, hijo de Somer, sus siervos,
le hirieron, y murió. Fué sepultado
con sus padres en la ciudad de David,
y le sucedió Amasias, su hijo.
374
REYES II, 13-14
Joacaz y Joás, reyes de Israel.
1 *l> 1 El año veintitrés de Joás,
hijo de Ocozías, rey de Judá,
comenzó a reinar Joacaz, hijo de
Jehú, en Samaría, y reinó diecisiete
años.
2 Hizo el mal a los ojos de Ya ve,
y siguió los pecados de Jeroboam,
hijo de Nabat, con que hizo pecar
a Israel, y no se apartó de ellos.
3 Encendióse el furor de Ya ve contra
Israel, y los entregó en manos de
Jazael, rey de Siria, y en manos de
Ben Adad, hijo de Jazael, todo el
tiempo que estos reyes vivieron.
4 Joacaz imploró a Ya ve, y Yave le
oyó, pues vió la opresión en que los
reyes de Siria tenían a Israel. 5 De¬
paró a Israel un libertador, que los
sacó de las manos de los sirios, y
habitaron en sus tiendas como antes;
6 pero no se apartaron de los pecados
de la casa de Jeroboam, que había
hecho pecar a Israel, sino que se
dieron a ellos y aun un asera
quedaba en medio de Samaría. 7 De
todo el ejército que tenía Joacaz no
le dejó Yave más que cincuenta caba¬
lleros, diez carros y diez mil infantes,
porque el rey de Siria los había
aniquilado, como si los redujera a
polvo.
8 El resto de los hechos de Joacaz,
cuanto hizo, sus hazañas, ¿no está
escrito en el libro de las crónicas
de los reyes de Judá?
9 Joacaz se durmió con sus padres,
y fue sepultado cu Sainaría. Le suce¬
dió Joás, su hijo.
10 El año treinta y siete de Joás,
rey de Judá, comenzó a reinar Joás,
hijo de Joacaz, en Israel, en Samaría,
y reinó dieciséis años. 11 Hizo el mal
a los ojos de Yave, y no se apartó
de ninguno de los pecados de Jero¬
boam, hijo de Nabat, que había
hecho pecar a Israel, sino que se dió
a éslos como él.
12 El resto de los hechos de Joás,
cuanto hizo, sus hazañas, y la guerra
eonlra Amasias, rey de Judá, ¿no
está escrito en el libro de las crónicas
de los reyes de Israel?
13 Joás se durmió con sus padres,
y le sucedió Jeroboam. Joás filé
sepultado en Samaría con los reyes
de Israel.
14 Enfermó Elíseo de la enfermedad
de que murió; y Joás, rey de Israel,
bajó a verle, lloró sobre él, y dijo:
«iPadre mío, padre míol jCarro de
Israel y su auriga!» 15 Elíseo le dijo:
«Toma tu arco y unas flechas.» El
tornó el arco y flechas. 16 Luego dijo
Elíseo al rey de Israel: «Pon tus manos
en el arco,» Y él las puso, y puso
Elíseo las suyas sobre las del rey.
17 Luego añadió: «Abre la ventana
que da al oriente.» Abrióla, y Elíseo
le dijo: «Dispara»; y disparó. Eliseo
exclamó: «Es una flecha de liberación
de Yave; de liberación contra Siria.
Tú batirás a los sirios, en Afee,
hasta exterminarlos.» 18 Elíseo le
dijo nuevamente: «Coge las flechas.»
El las tomó, y Elíseo le mandó:
«Hiere la tierra», y el rev la hirió
tres veces, y se detuvo. 19 Él hombre
de Dios se irritó contra él, y le dijo:
«Debieras haber herido cinco o seis
veces, y entonces hubieras llegado a
batir a los sirios hasta la extermi¬
nación; ahora sólo tres veces los
batirás.
20 Elíseo murió, y fué sepultado.
Por entonces hacían incursión en la
tierra, un año y otro, las tropas de
Moab; 21 y sucedió que, mientras
estaban unos sepultando a un muerto,
vieron de pronto venir una de estas
tropas, y arrojaron al muerto en el
sepulcro de Elíseo; y en cuanto el
muerto llegó a tocar los huesos de
Elíseo, resucitó y se puso en nic.
22 Jazael, rey de Siria afligió a
Israel lodo el tiempo de la vida de
Joacaz, 23 pero Yave tuvo miseri¬
cordia de ellos y los miró, por amor
de su alianza con Abraham, Isac y
Jacob, y no quiso destruirlos del
todo, y hasta el presente no los ha
arrojado de anlc sí.
24 Murió Jazael, rey de Siria, y le*
sucedió su hijo Ben Adad. 25 Joás,
nijo de Joacaz, reconquistó de manos
de Ben Adad, hijo de Jazael, las
ciudades conquistadas por Jazael a
Joacaz, su padre, durante la guerra.
Joás batió tres veces a los sirios, y
recobró las ciudades de Israel.
Amasias, rey de Judá. Jeroboam,
rey de Israel.
H 1 El año segundo de Joás, hijo
de Joacaz, rey de Israel, co¬
menzó a reinar Amasias, hijo de Joás,
rey de Judá. 2 Tenía veinticinco años
cuando comenzó a reinar, y reinó
veintinueve años en Jerusalén. Su
madre se llamaba Joadán, de Jeru¬
salén. 8 Hizo lo recto a los ojos de
REYES II. 15
375
Yave, no, sin embargo, como David,
su padre. Obró enteramente como ha¬
bía obrado Joás, su padre. 4 No des¬
aparecieron ios altos, y el pueblo
siguió ofreciendo sacrificios y per¬
fumes en ellos. 6 Cuando hubo afir¬
mado en sus manos el reino, castigó
a los servidores que habían matado
al rey su padre; 6 pero no hizo morir
a los hijos de los asesinos, según lo
que está escrito en el libro de la ley
de Moisés, donde manda Yave: «No
se hará morir a los padres por los
hijos, ni se hará morir a los hijos
por los padres; sino que se hará morir
a cada uno por su pecado.»
7 Batió a diez mil edomitas en el
valle de la sal. Conquistó en la guerra
Scla, y la llamó Joctel, nombre que
conserva hoy todavía.
8 Entonces mandó Amasías men¬
sajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo
de Jeliú, rey de Israel, para decirle:
«Ven, que nos veamos las caras.»
9 Joás, rey de Israel, hizo decir a
Amasias: «El cardo del Líbano mandó
a decir al cedro del Líbano: Dame tu
hija por mujer para mi hijo. Las
fieras del Líbano pasaron y piso¬
tearon el cardo. 10 Tú has batido a
los edomitas, y tu corazón se ha
envanecido. Goza tu gloria y qué¬
date en casa. ¿Para qué meterte en
una empresa desafortunada, que será
tu ruina y la de Judá?» 11 Pero Ama¬
sias no íc escuchó, y Joás, rey de
Israel, subió, y se vieron las caras él
y Amasias, rey de Judá, en Bet-
sames, que está en Judá. 12 Judá fué
batido por Israel, y cada uno huyó
a su tienda. 13 Joás, rey de Israel,
cogió prisionero en Betsames a Ama¬
sias, rey de Judá, hijo de Joás, hijo
de Ocozías, y vino a Jerusalén e hizo
una brecha de cuatrocientos codos
en la muralla de Jerusalén, desde la
puerta de Efraím hasta la puerta de
la esquina. 14 Se apoderó de todo el
oro y plata, y de los vasos que había
en la casa de Yave y en el tesoro del
palacio real, y tomando rehenes, re¬
tornó con ellos a Samaría.
15 El resto de los hechos de Joás,
cuanto hizo, sus hazañas y la guerra
que hizo a Amasias, rey de Judá, ¿no
está escrito en el libro de los crónicas
de los reyes de Israel?
16 Joás se durmió con sus padres,
y fué sepultado en Samaria con los
reyes de Israel. Le sucedió Jeroboam,
su hijo.
17 Amasias, hijo de Joás, rey de
Judá, vivió quince años después de
la muerte de Joás, hijo de Joacaz,
rey de Israel.
18 El resto de los hechos de Amasias,
¿no está escrito en el libro de las
crónicas de los reyes de Judá?
19 Se tramó contra él una conjura¬
ción en Jerusalén, y huyó a Luquis,
pero le persiguieron hasta Luquis,
y allí le dieron muerte. 20 Le trajeron
en caballos, y fué sepultado en Jeru¬
salén con sus padres, en la ciudad
de David. 21 Todo el pueblo de Judá
tomó a Azarias, hijo de Amasias,
y le puso sobre el trono, a la edad de
dieciséis años, cu lugar de Amasias,
su padre. 22 Azarias reedificó a Elat
y la restituyó al dominio de Judá,
después de dormirse el rey con sus
padres.
23 El año quince de Amasias, hijo
de Joás, rey de Judá, comenzó a
reinar en Samaria Jeroboam, hijo
de Joás, rey de Israel, y reinó cua¬
renta y un años.
24 Hizo el mal a los ojos de Yave.
No se apartó de ninguno de los pe¬
cados de Jeroboam, hijo de Nabat,
que había hecho pecar a Israel.
26 Recobró el territorio de Israel,
desde la entrada de Amat hasta el
mar del Araba, según la palabra que
había dicho Yave, Dios de Israel,
por medio de su siervo Jonás, profeta,
hijo de Amitai, de Gat Efcr. 26 Por¬
que había visto Yave la aflicción de
Israel, a la que todos, esclavos y
libres, habían sido reducidos, sin que
i hubiera quien pudiera socorrer a
Israel. 27 No había resuelto Yave
todavía raer el nombre de Israel de
debajo del cielo, y le libró por medio
de Jeroboam, hijo de Joás.
28 El resto de los hechos de Jero¬
boam, cuanto hizo, sus hazañas en
la guerra, y cómo restituyó al domi¬
nio de Israel Damasco y Amat, ¿no
está escrito, en el libro de las crónicas
de los reyes de Israel? 29 Jeroboam
se durmió con sus padres, los reyes
de Israel, y le sucedió Zacarías,
su hijo.
Azarias, rey de Judá.
^ r 1 El año veintisiete de Jeroboam,
¿ rey de Israel, comenzó a reinar
Azarias, hijo de Amasias, rey de
Judá. 2 Tenía dieciséis años cuando
comenzó a reinar, y reinó cincuenta
y dos años en Jerusalén. Su madre
se llamaba Jolía, de Jerusalér.
REYES II, 15
J76
8 Hizo lo que es recto a los oios de
Ya\e, enteramente como lo había
heeho Amasias, su padre, 4 pero los
altos no desaparecieron, y el pueblo
seguía ofreciendo sacrificios y per¬
fumes en ellos. 5 Yave hirió al rey,
que estuvo leproso hasta el día de
su muerte, y moraba en una habita¬
ción ais'ada. Joatán, su hijo, estaba
a la cabeza del palacio y juzgaba al
pueblo.
6 El resto de los hechos de Azarías,
cuanto hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes
de Judá?
7 Azarías se durmió con sus padres,
y fué sepultado con sus padres en la
ciudad de David. Le sucedió Joatán,
su hijo.
Zacarías, Sel ti ni, Manajem, Po-
eajyn y Peen], reyes ile Israel.
8 El año treinta y ocho de Azarías,
rey de Judá, comenzó a reinar sobre
Israel en Samaría, Zacarías, hijo de
Jeroboam, y reinó seis meses. 8 Hizo
lo que era malo a los ojos de Yave,
como lo habían hecho sus padres,
y uo se apartó de los pecados de
Jeroboam, hijo de Nabat, que había
hecho pecar a Isiacl. 10 Selum, hijo
de Jabcs, conspiró contra el, y le
hirió delante del pueblo, dándole
muerte. El le sucedió.
11 El resto de los hechos de Zaca¬
rías, escrito está en el libro de las
crónicas de los reyes de Israel.
12 Así se cumplió lo que Yave había
declarado a Jehú, diciendo: «Tus
hijos se sentarán en el trono de Israel,
hasta la cuarta generación, o
13 Selum, hijo de Jabcs, comenzó
a reinar el año treinta y nueve de
Ozías (Azarías), rey de Judá, y
reinó un mes en Samaría. 14 Manajem,
hijo de Gadi, subió de Tirsa a Suma¬
ria, hirió a Selum, hijo de Jabcs,
matándole, y le sucedió.
15 El resto de los hechos de Selum,
y la conspiración que tramó, está
escrito en el libro de las crónicas de
los reyes de Israel.
16 Entonces Manajem castigó a
Tifsnj y cuanto en ella había, con su
territorio, desde Tirsa, porque no
había querido abrirle sus puertas,
y abrió el vientre de todas las mujeres
encintas.
17 El año treinta y nueve de Aza¬
rías, rey de Judá, comenzó a reinar
en Israel Manajem, hijo de Gadi,
y reinó diez años en Samaría.
18 Hizo lo malo a los ojos de Yave,
y no se apartó, mientras vivió, de
los pecados de Jeroboam, hijo de
Nabat, que había hecho pecar a
Israel. 19 Ful, rey de Asiría, vino a
Israel, y Manajem le dió a Ful mil
talentos de plata, para que le ayu¬
dase a consolidar el reino en sus
manos. 20 Manajem, para obtener
esta cantidad, hizo una derrama sobre
todos los que en Israel eran ricos,
imponiendo a cada uno cincuenta
sidos de plata, para dárselos al rey
de Asiria. El rey de Asiria se volvió,
y por entonces no se quedó en la
tierra.
21 El resto de los hechos de Manajem,
cuanto hizo, ¿no eslá eserto en el
libro de las crónicas de los reyes de
Israel? 22 Manajem se durmió con
sus padres, y le sucedió Pecajya,
su hijo.
23 El año cincuenta de Azarías,
rev de Judá, comenzó a reinar en
Israel, en Samaría, Pccajya, hijo de
Manajem, y reino dos años. 24 Hizo
lo malo a los ojos de Yave, y no se
apartó de los pecados de Jeroboam,
hijo de Nabat, que hizo pecar a
Israel. 25 Pecaj, hijo de Romelía,
su oficial, conspiró contra él, y le
hirió en Samaría, en el palacio del
rev, en unión de Argob, y Ario, y de
cincuenta hombres de entre los hijos
de Galad, que le seguían. Así dió
muerte a rccajva. y le sucedió.
26 El resto de los hechos de Pccajya,
cuanto hizo, escrito está en el libro
de las crónicas de los reyes de Israel.
27 El año cincuenta y dos de Aza¬
rías, rey de Judá comenzó a reinar
en Israel, en Samaría, Pecaj, hijo
de Romelía, y reinó veinte años.
28 Hizo lo malo a los ojos de Yave,
y no se apartó de los pecados de
Jeroboam, hijo de Nabat, que había
hecho pecar a Israel. 99 En tiempo de
Pecaj. rey de Israel, Teglat Falasar,
lev de Asiría, vino y tomó Yvon,
Abel Bet Maca, Janoaj, Quedes y
Gasor, Galad y la Galilea, todo el
territorio de Neftalí, y llevó a sus
habitantes cautivos a Asiría. 30 Oseas,
lujo de Ela, conspiró contra Pecaj,
hijo de Romelía, .y le hirió, dándole
muerte, y sucediéndolc el año veinte
de Joatán, hijo de Ozías (Azarías).
81 El resto de los hechos de Pecaj,.
cuanto hizo, escrito está en el libro
de las crónicas de los reyes de Israel.
REYES II, 16, 17
MI
32 El año segundo de Peeaj, hijo
de Romelía, rey de Israel, comenzó
a reinar Joatán, hijo de Ozías (Aza-
rías), rey de Judá. 33 Tenía veinti¬
cinco años cuando comenzó a reinar,
y reinó dieciséis años en Jerusalén.
Su madre se llamaba Jerusa, hija
de Sadoc. 34 Hizo lo recto a los ojos
de Ya ve, enteramente como lo había
hecho Ozías, (Azarías) su padre;
35 pero no desaparecieron los altos,
y el pueblo seguía ofreciendo sacri¬
ficios y perfumes en ellos. Joatán
edificó la puerta superior de la casa
de Yave. 36 El resto de los hechos
de Joatán, cuanto hizo, ¿no está
escrito en el libro de las crónicas de
los reyes de Judá? 37 En este tiempo
comenzó a mandar Yave contra Judá
a Rasin, rey de Siria, y a Pccaj,
hijo de Romelía.
38 Joatán se durmió con sus padres,
y fue sepultado con ellos en la ciudad
de David, su padre. Le sucedió Ajaz,
su hijo.
Ajaz, rey de Judá.
] 1 El año diecisiete de Peeaj,
hijo de Romelía, comenzó a
reinar Ajaz, hijo de Joatán, rey de
Judá; 2 tenía Ajaz veinte años cuan¬
do comenzó a reinar, y reinó dieciséis
años en Jerusalén. No hizo lo recto
a los ojos de Yave, su Dios, como lo
había hecho David, su padre. 3 Mar¬
chó por el camino de los reyes de
Israel, y hasta hizo pasar a su hijo
por el fuego, según las abominaciones
de las gentes que Yave había expul¬
sado ante los hijos de Israel. 4 Ofre¬
cía sacrificios y perfumes en los
altos, en los.collados, y bajo cualquier
árbol frondoso.
6 Entonces Rasín, rey de Siria, y
Pecaj, hijo de Romelía, rey de Israel,
subieron contra Jerusalén para ata¬
carla, y sitiaron a Ajaz, pero no
pudieron vencerle. 6 En el mismo
tiempo Rasín, rey de Siria, sometió
a Elat al dominio de los sirios, expul¬
sando de ella a los judíos, y los sirios
se establecieron en Elat, y allí habi¬
tan hasta el día de hoy.
7 Ajaz mandó mensajeros a Teglat
Ealasar, rey de Asiria, para decirle:
«Tu siervo soy, y tu hijo. Sube y
líbrame de las manos del rey de Siria
y de las del rey de Israel, que se
alzan contra mí.» 8 Ajaz cogió la
plata y el oro que había en la casa
de Yave V en el tesoro del palacio
del rey, y se lo mandó en presente
al rey de Asiria. 9 El rey de Asiría
le dió oídos, y subió contra Damasco,
la tomó, y llevó a sus habitantes
cautivos a Quir, y dió muerte a
Rasín.
10 El rey Ajaz fué a Damasco, para
ver a TegJafalasar, rey de Asiria, y
habiendo visto el altar que había en
Damasco, mandó luego al sacerdote
Urias el modelo y la forma exacta del
altar. 11 El sacerdote Urias construyó
uno, ajustándose al modelo enviado
de Damasco por el rey Ajaz, aca¬
bándole antes de que Ajaz volviese
de Damasco. 12 Llegado de Damasco,
vió el rey el altar, y acercándose,
subió a él; 13 hizo quemar en él su
ofrenda y su holocausto, y libó en
él sus libaciones y derramó en él la
sangre de sus sacrificios eucarísticos.
14 Quitó de ante la casa el altar de
bronce que había ante Yave, para
que no estuviese entre el nuevo altar
y la casa de Yave, y le puso cerca
del nuevo altar, hacia el norte.
16 El rey Ajaz dió al sacerdote
Urias esta orden: «Quema en el gran
altar el holocausto de la mañana y
la ofrenda de la tarde, el holocausto
del rey y su ofrenda, el holocausto
de todo el pueblo y sus ofrendas;
derrama en él sus libaciones y la
sangre de todos los holocaustos y
todos los sacrificios. Del altar de
bronce ya dispondré yo.» 16 El sacer¬
dote Urias hizo en todo cohforme a
lo que el rey Ajaz le había mandado,
17 y el rey Ajaz rompió los tableros de
las basas, y quitó las fuentes que
había sobre ellas. Quitó el mar de
encima de los toros de bronce, que
estaban debajo, y le colocó sobre
un solado de piedra; 18 y para agra¬
dar al rey de Asiria, mudó de la
casa de Yave el pórtico del sábado,
que se había construido en ella, y
la entrada exterior del rey.
19 El resto de los hechos de Ajaz,
cuanto hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes de
Judá?
20 Ajaz se durmió con sus padres,
y fué sepultado con ellos en la ciudad
de David. Le sucedió Ezequías, su
hijo.
Oseas, último rey de Israel.
17 1 El año doce de Ajaz, rey de
Judá, comenzó a reinar en Israel,
en Samaría, Oseas, y reinó seis años.
378
REYES II. 17
1 Hizo lo malo a los ojos de Yave,
aunque no tanto como los reyes de
Israel que le precedieron. 3 Subió
contra él Samanasar, rey de Asiria,
y Oseas se le- sometió y le pagó tri¬
buto; 4 pero el rey de Asiria descu¬
brió luego una conspiración que tra¬
maba Oseas, que había mandado em¬
bajadores a So, rey de Egipto, y
había dejado de pagar el tributo
anual al rey de Asiria, y el rey de
Asiría le hizo encarcelar y encadenar |
en una prisión. 5 Recorrió el rey de 1
Asíria todo el territorio, y subió contra |
Samaría, que tuvo asediada durante
tres años. 6 El año noveno de Oseas, ¡
el rey de Asiria tomó a Samaría, y
llevó cautivos a sus habitantes a Asi¬
ria, haciéndoles habitar en Calae, y
Jabor, junto al río Gozán, y en las
ciudades de la Media. 7 Los hijos de
Israel habían pecado contra Yave,
su Dios, que los había sacado de la j
tierra de Egipto, de bajo el dominio i
del Faraón, rey de Egipto, temiendo
a dioses ajenos. 8 Siguieron las cos¬
tumbres de las gentes que Yave había,
expulsado ante los hijos de Israel, y
las que habían introducido los reyesi
de Israel. 9 Los hijos de Israel hicie¬
ron contra Yave ocultamente cosas
detestables, edificaron altos en todas
sus ciudades, desde la torre de ata¬
laya hasta la ciudad murada. 10 Se
alzaron cipos y aseras en todo co-1
liado alto y bajo todo árbol frondoso,
11 y quemaron perfumes en todos los 1
altos como las gentes que Yave había i
expulsado ante ellos, e hicieron mal-j
dades con las que irritaron a Yave. i
12 Sirvieron a los ídolos, de quienes I
había dicho Yave: «No haréis tal.»
13 Yave advertía a Israel y a Judá
por todos sus profetas, por todos sus
videntes, y Ies decía: «Convertios de
vuestros perversos caminos, y guar¬
dad mis leves y mis mandamientos,
siguiendo fielmente la ley que yo
prescribí a vuestros padres y os lie ¡
inculcado por medio de mis profetas.»
14 Pero ellos no le escucharon, y en¬
durecieron su cerviz, como lo habían
hecho sus padres, que no creyeron,
en Yave, su Dios. 15 Rechazaron sus
leyes y la alianza que había hecho
con sus padres, y las amonestaciones
que les había hecho. Se fueron tras
las vanidades, y cayeron así ellos
mismos en la vanidad, como los pue¬
blos que los rodeaban, y a quienes
Yave les había prohibido imitar.
16 Traspasaron todos los mandamien¬
tos de Yave, su Dios, y se hicieron
imágenes fundidas, dos becerros, as -
eras, y se postraron ante todo el
ejército de los.cíelos, y sirvieron a
Baal. 17 Hicieron pasar por el fuego
a sus hijos y a sus hijas, se dieron
a la adivinación y a los encantamien¬
tos, y se entregaron a cuanto era malo
a los ojos de Yave, para irritarle.
18 Por eso Yave se irritó fuertemente
contra Israel, y le arrojó de su pre¬
sencia, y no quedó más que la tribu
de Judá. 19 Pero tampoco Judá
guardó los mandamientos de Yave,
su Dios, y ha imitado las costumbres
de Israel. 20 Por eso arrojó Yave de
sí a toda la descendencia de Israel,
la ha humillado, y la entregó en manos
de salteadores, hasta arrojarla de su
presencia. 21 Israel se separó de la
casa de David y se dió por rey a
Jeroboam, hijo de Nabat, que los
apartó de Yave, e hizo cometer a
Israel un gran pecado. 22 Los hijos
de Israel se dieron a todos los peca¬
dos de Jeroboam, que él comenzó,
y no se apartaron de ellos 23 hasta que
Yave arrojó a Israel lejos de su pre¬
sencia, como lo había anunciado por
todos sus siervos los profetas. E Is¬
rael ha sido llevado cautivo lejos de
su tierra, a Asiría, donde ha quedado
hasta el día de hoy (t).
24 El rey de Asiria mandó gentes de
Babilonia, de Cuta, de A va, de Amat
y de Scfarvaim, y las estableció en
las ciudades de Sainaría, en lugar de
los hijos de Israel. Se posesionaron
de Samaría y habitaron en sus ciu¬
dades. 25 Cuando comenzaron a habi¬
tar allí, no temían a Yave, y Yave
mandó contra ellos leones, que los
devoraron. 26 Dijeron, pues, al rey
de Asiria: «Las gentes que tú has
trasladado, para establecerlas en las
ciudades de Sainaría, no conocen el
modo de servir al Dios de aquella
tierra, y éste ha mandado contra
ellas leones, que los devoran, porque
no saben el modo de servir al dios de
(i) Es la definitiva destrucción y desapa¬
rición del reino del norte. Las causas de esta
ruina fueron muchas. La principal de todas,
la corrupción religiosa. No dejaron de influir
también poderosamente las constantes revueltas
políticas, acompañadas muchas veces de regi¬
cidios y cambios de dinas las. La persistencia
de esta desaparición se explica ror Ja pagnniza-
ción de la inmensa mayoría del pueblo, que se
diluyó luego entre los pueblos a que fue llevado
, cautivo. Los pocos que se conservaron fieles se
incorporaron después a Judá.
REYES 11, 18
379
la tierra.» 27 El rey de Asiria dió esta
orden: «Mandad que vaya allá uno
de los sacerdotes que de allí habéis
traído en cautividad, que vaya a
establecerse allí y les enseñe el modo
de servir al dios de aquella tierra.» (1)
28 Vino, pues, a establecerse en
Betel un sacerdote de los que habían
sido llevados cautivos de Samaría, y
les enseñó cómo habían de servir a
Yave. 29 Pero las gentes aquéllas se
hicieron cada una sus dioses en las
ciudades que habitaban, y los pusie¬
ron en los altos edificados por los
samaritanos. 30 Las gentes de Babi¬
lonia se hicieron su Sucot Benot, las
de Cuta, su Nargal, 31 las de Amat sus
Nibjab y Tartac, y las de Sefarvaim
pasaban a sus hijos por el fuego, en
honor de Adramelec y Anamelec,
dioses de Sefarvaim. 32 También ser¬
vían a Yave, y se dieron sacerdotes
de los altos de entre todo el pueblo;
estos sacerdotes ofrecían por ellos
sacrificios en los templos de los altos.
33 Así que, temían a Y"ave, y le ser¬
vían al mismo tiempo que a sus
dioses, según la costumbre de las
gentes' de que provenían. 34 Todavía
hoy siguen haciendo como hicieron
al principio. Ni temen a Yave, ni se
conforman con sus leyes y manda¬
mientos, dados por Yave a los hijos
de Jacob, a quien dió el nombre de
Israel.
35 Yave había hecho alianza con
ellos y les había dado este mandato:
«No temeréis a otros dioses, ni os
prosternaréis ante ellos, ni los servi¬
réis, ni les ofreceréis sacrificios. 36 Te¬
meréis a Yave, que os ha sacado de
la tierra de Egipto, con gran poder
y brazo tendido. Sólo ante él os pros¬
ternaréis, y sólo a él ofreceréis sacri¬
ficios. 37 Guardaréis y pondréis por
obra las leyes y mandamientos, los
estatutos y decretos que él ha escrito
para vosotros, y no serviréis a otros
dioses. 38 No olvidaréis la alianza que
yo he hecho con vosotros, y no teme¬
réis a otros dioses, 39 sino que teme¬
réis a Yave, vuestro Dios, y él os
librará de las manos de todos vues¬
tros enemigos.» 40 Ellos no le han
(i) Estas casi universales transmigraciones
eran pirte de la política de los reyes de Asiria.
Los nuevos colonos se creen obligados a adorar
al Dios de la tierra, pero al mismo tiempo siguen
dando culto a sus dioses, originando esa incon¬
cebible mezcla cultural religiosa que caracterizó
a los samaritanos y los hizo tan odiosos a los
judíos. S. Juan 4. 9
obedecido, y siguen sus antiguas cos¬
tumbres; 41 estas gentes temen a Yave,
y sirven a sus ídolos, y sus hijos y
los hijos de sus hijos han seguido
haciendo siempre hasta hoy, como
hicieron sus padres.
Ezequíns, rey de Judá.
1 O 1 El año tercero de Oseas, hijo
10 de Ela, rey de Israel, comenzó
a reinar Ezequías, hijo de Ajaz, rey
de Judá. 2 Tenía veinticinco años
cuando comenzó a reinar, y reinó
veintinueve años en Jerusalén. Su
madre se llamaba Abi, hija de Za¬
carías. 3 Hizo lo que es recto a los
ojos de Yave, enteramente como lo
había hecho. Da vid, su padre. 4 * Hizo
desaparecer los altos, rompió los ci¬
pos, derribó los aseras , y destrozó la
serpiente de bronce que había hecho
Moisés, porque los hijos de Israel
hasta entonces habían quemado in¬
cienso ante ella, dándole el nombre
de Nejustan (1).
6 Puso su confianza en Yave, Dios
de Israel; y de todos los reyes de
Judá que le sucedieron o le prece¬
dieron, no hubo ninguno semejante
a él. 6 Se allegó a Yave y no se
apartó de él, y guardó todos losl
mandamientos que Yave había pres¬
crito a Moisés. 7 Yave fué con Eze¬
quías, que salió bien en todas sus
empresas. Se rebeló contra el rey de
Asiria, y no le estuvo sujeto. 8 Batió a
los filisteos, hasta Gaza, y devastó
su tierra, desde las torres de atalaya
hasta las ciudades fuertes.
9 El año cuarto del rey Ezequías,
que era el año séptimo de Oseas,
hijo de Ela, rey de Israel, Salmana-
sar, rey de Asiria, subió contra Sa¬
maría y la asedió. 10 La tomó al cabo
de tres años, el año sexto de Eze¬
quías, que era el año noveno de
Óseas, rey de Israel; entonces fué
tomada Samaría. 11 El rey de Asiria
llevó cautivo a Israel a Asiria, y los
estableció en Cala, en Cabor, junto
al río Gozan, y en las ciudades de
Media, 12 porque no habían escu¬
chado la voz de Yave, su Dios, y
(1) La actuación de Ezequías nos muestra
en compendio la enorme corrupción religiosa
a que había llegado el reino de Judá. Su obra
queda enteramente anulada por su hijo y sucesor,
Manases, que todavía aumentó la corrupción,
lo cual prueba cuán arraigada estaba en el
pueblo la idolatría.
REYES II, 18
habían roto su alianza, y no habían
obedecido y puesto por obra todo lo
que Yave había mandado a Moisés,
su siervo.
Invasión de SenaC|uerib.
13 El año catorce del rey Ezequías,
Senaquerib, rey de Asiria, subió
contra todas las ciudades fuertes de
Judá y se apoderó de ellas. 14 Ezc-
quías, rey de Judá, mandó decir al
rey de Asiria, a Raquis: «He pecado.
Déjame, y haré todo lo que me im¬
pongas.» El rey de Asiria impuso a
Ezequías, rey de Judá, trescientos
talentos de plata y treinta talentos
de oro. 15 Ezequías entregó toda la
plata que había en la casa de Yave
y en el tesoro del palacio real. 16 Filé
entonces cuando Ezequías destruyó
las puertas del templo de Y r avc y íos
d nteles que el mismo Ezequías, rey de
Judá, había cubierto láminas de oro,
para entregárselas al rey de Asiria.
Sitio (le .Jcrusalén.
17 El rey de Asiria mandó desde
Raquis a Ezequías, al generalísimo,
al mayordomo mayor y al copcro
mayor, con un fuerte ejército a Jc-
rusalén. Pusiéronse en marcha, y
cuando se acercaron a Jcrusalén, hi¬
cieron alto en el acueducto del es¬
tanque superior, en el camino del
campo del batanero, 18 y preguntaron
por el rey. Vino entonces Elyaquín,
hijo de Hcleías, mayordomo del rey,
con Sohna, el secretario, y Joaj, hijo
de Asaf, cronista; 19 y el copcro ma¬
yor les habló, diciendo: «Decid a
Ezequías: Así habla el rey grande, el
rey de Asiria: 20 ¿Qué confianza es
esa que manifiestas? ¿Crees tú que
las meras palabras son prudencia y
fuerza para la guerra? ¿En quién
realmente confías, para querer rebe¬
larte contra mí? 21 ¿Confías en Egipto,
en la caña rota, que pincha y lucre
la mano de quienquiera que en ella
se apoya? As! les sucede con el Fa¬
raón, rey de Egipto, a cuantos con¬
fían en él. 22 Y si me decís: Confiamos
en Yave, nuestro Dios, ¿no ha he¬
cho desaparecer Ezequías sus altos
y sus altares, diciendo a Judá y a
Jcrusalén: Ante este altar de Jeru-
salén habéis de ofrecer? 23 Haz, pues,
un convenio con mi señor, el rey de
Asiria, y yo te daré dos mil caballos,
si estás en condiciones para proveer¬
los de caballeros. 24 ¿Cómo podrás
resistir ni a un solo jefe de los meno¬
res entre los siervos de mi señor?
¿Confías en que Egipto te mandará
carros y caballeros? 25 Y además:
¿ha sido sin la voluntad de Y r ave
cómo he subido yo a este lugar, para
destruirlo? Es Yave quien me ha
dicho: Sube contra esa tierra, y des¬
truyela. »
26 Elyaquín, hijo de Helcías, Sobna
y Joaj, dijeron al copcro mayor:
«Habla a tus siervos en arameo, que
lo entendemos; no nos hables en judío
delante de todo el pueblo que está
en las murallas.» 27 Entonces el co¬
pcro mayor respondió: «¿Acaso es a
tu señor* y a ti a quienes mi señor
me ha mandado decir estas palabras,
y no más bien a la gente que hay en
ia muralla, para comerse sus propios
excrementos y beberse su propia
orina?» 28 Entonces se acercó el co¬
pcro mayor, y gritó en alta voz, en
judío: «Escuchad la palabra del rey
grande, del rey de Asiría: 29 Así habla
el rev de Asiria: No os dejéis engañar
de Ézcquías, que no podrá libraros
de mi mano, 30 Que no os haga con¬
fiar tampoco Ezequías en Y T avc, di¬
ciendo: Y'avc nos librará, y esta ciudad
no será entregada en manos del rey
de Asiria. 31 No deis oídos a Ezequías,
porque así habla el rey de Asiria:
Haced paces conmigo, rendios a mí,
V cada uno de vosotros comerá de
su viña y de su higuera, y beberá
el agua de su cisterna, 32 hasta que
yo venga y os lleve a otra tierra
como la vuestra, a una tierra de trigo
y de vino, tierra de pan y de viñas,
de olivos, de aceite y de miel; y allí
viviréis y no moriréis. No escuchéis
a Ezequías; no hace más que enga¬
ñaros cuando dice: Yave nos librará.
33 ¿Han librado los dioses de los pue¬
blos a su tierra del poder del rey
de Asiria? 34 ¿Dónde esláu los dioses
de Emat y de Arfad? ¿Dónde los
dioses de Scfarvaim, Ana y A va?
¿Dónde están los dioses de la tierra
de Samaría? ¿Han librado a Samaría
de mi poder? 36 ¿Qué dios de éstos
ha librado a su tierra de mi poder,
pará que pueda Yave librar de mí
mano a Jcrusalén?»
36 El pueblo estuvo callado, y no
dijo una sola palabra, porque el rey
había dado esta orden: «No les res¬
pondáis.» 87 Elyaquín, hijo de Hel
REYES II, 19
cías, mayordomo del palacio, Sobna,
secretario, y Joaj, hijo de Asaf, cro¬
nista, vinieron a Ezcquías, rasgadas
las vestiduras, y le refirieron las pa¬
labras que el copero mayor había
dicho.
Jerusalcn, libertada, y el ejército
de Senaquerib, destruido.
1 Q 1 Cuando Ezequías lo oyó, rasgó
1 sus vestiduras, se cubrió de
saco, y fué a la casa de Yave. 2 Mandó
a Elyaquín, mayordomo del palacio
del rey,' a Sobna, secretario, y a los
sacerdotes más ancianos, cubiertos
de saco, al profeta Isaías, hijo de
Amos, 3 para que le dijeran: «A<d
habla Ezcquias: Hoy es día de an¬
gustia, de castigo y de oprobio, como
si los hijos estuvieran para salir del
seno de sus madres, y no hubiera
fuerza para el alumbramiento. 4 ¿No
habrá oído Dios las palabras del co¬
pero mayor, que el rey de Asiria, su
señor, lia mandado para insultar al
Dios vivo, y dejará Yave, tu Dios,
de castigar las palabras que ha oído?
Haz, pues, subir a él una plegaria,
por el resto que aún queda.»
6 Los servidores del rey Ezequías
fueron a Isaías, 6 e Isaías les dijo:
«He aquí lo que diréis a vuestro señor:
Así habla Yave: No te asusten las
palabras que has oído, y con las que
los servidores del rey de Asiria me
han ultrajado. 7 Yo voy a poner
sobre él un espíritu tal, que al oír
una noticia que recibirá, se volverá
luego a su tierra, y allí, en su tierra,
yo le haré morir a espada.» 8 El co¬
pero mayor se retiró, y se vio con el
rey de Asiría, que estaba atacando
a liobna. pues se le dijo que se había
retirado de Laquis. 8 Diéronle noti¬
cia de Taraca, rey de Etiopía, di¬
ciendo: «Se ha puesto en marcha para
atacarte.»
El rey de Asiria mandó entonces
de nuevo mensajeros a Ezequías, di¬
ciendo: 10 «Hablad así a Ezcquías,
rey de Judá: Que tu Dios, en quien
confías, no te engañe, diciendo: Je-
rnsalcn no será entregada en manos
del rey de Asiria. 11 Bien sabéis lo
que los reyes de Asiria han hecho
con todos los pueblos, y cómo los
han destruido; ¿y vas a librarte tú?
12 Los dioses de los pueblos que mis
padres han destruido, ¿los libraron
en Oozán, Harán, Retser, y libraron
a los hijos de Edén, que habitan en
Telasar? 13 ¿Dónde están el rey de
Jamat, el rey de Arfad y el rey de
la ciudad de Sefarvaím, de Hena y
de Iva?»
14 Ezequías tomó las cartas de mano
de los mensajeros y las leyó. Luego
subió a la casa de Yave, y las des¬
plegó ante Yave, 15 a quien hizo esta
plegaría: «Yave, Dios de Israel, que
te sientas sobre los querubines: Tú
que eres el solo Dios de todos los
reinos de la tierra; tú, que has hecho
los cielos y la tierra, oh Yave, 16 in¬
clina tu oído y escucha. Abre, ¡oh
Yavel, tus ojos y mira. Oye las pala¬
bras que Senaquerib ha mandado a
decir, para insultar al Dios vivo.
17 Es verdad, ¡oh Yavel, que los reyes
de Asiria han destruido pueblos y
asolado tierras, 18 y que han quema¬
do sus dioses; pero ésos no eran dioses,
eran obra de la mano del hombre,
leño y piedra; y ellos los aniquilaron.
19 Líbranos, pues, Yave, Dios nues¬
tro, líbranos de la mano de Senaque¬
rib, y que todos los reinos de la tie¬
rra sepan que sólo tú eres Dios, ¡olí
Y a vel»
20 Entonces Isaías, hijo de Amos,
mandó a decir a Ezequías: «Así
habla Yave, Dios de Israel: He escu¬
chado la plegaria que tú me lias di¬
rigido a causa de Senaquerib, rey de
Asiria. 21 He aquí la palabra que
Yave ha pronunciado contra él:
El te desprecia y se burla de ti,
virgen hija de Sión,
Detrás de ti él mueve la cabeza,
hija de Jerusalén.
22 ¿A quién has insultado y ultra¬
jado tú? ¿Contra quién has alzado
tu voz?
¿Contra quién alzaste tus ojos?
¡Contra el Santo de Israelí
23 Por tus mensajeros has ultrajado
al Señor y has pensado:
Con el poder de mis carros subo
yo a las altas montañas, a las cimas
del Líbano,
Derribo los altos cedros, los selec¬
tos cipreses,
Penetro en los más remotos luga
res, en los más espesos bosques.
24 Yo alumbro las aguas extranje¬
ras, para refrescarme con ellas,
Y con la planta de mi pie seco
todos los ríos de Egipto.
26 ¿No lo has oído tú? Desde mucho
ha, lo he preparado yo;
Desde muy antiguo lo he planeado
yo, y ahora lo realizo;
REYES II. 20
362
Que sirva para reducir a monto¬
nes de ruinas las ciudades fortificadas,
26 Sean sus habitantes reducidos a
la impotencia, aterrorizados y con¬
fusos,
Como la hierba de los campos, como
la hierba tierna,
Como las hierbas de los tejados,
como el pasto quemado por el viento
solano.
27 Yo sé muy bien cuándo te le¬
vantas y cuándo te sientas, y cuándo
vienes y cuándo vas.
28 Porque te has enfurecido contra
mí, y han llegado a mis oídos tus
bravatas,
Por eso yo pondré mí anillo en tus
narices, y mi freno en tus labios,
Y te haré volver por el camino que
has traído.
29 Y he aquí lo que te servirá de
señal:
Este año se comerá lo que retoñe,
y el año que viene lo que de sí
brote.
Pero al tercer año sembrarás, y
cosecharás, plantaréis viñas y come¬
réis su fruto,
30 Pues el resto de la casa de Judá
que se salve y quede, echará raíces
por debajo, y dará frutos por arriba.
31 Porque" saldrá de Jerusalén un
resto, y de la montaña de Sión los
escapados,
Y el celo de Yave hará esto.
32 Por eso, así dice Yave del rey
de Asiria:
No entrará él en esta dudad, ni
meterá en clía una flecha,
Ni la acordonará con escudos, ni
alzará contra ella empalizadas.
33 Se volverá por el camino por
donde ha venido. No entrará en esta
ciudad. Palabra de Yave.
34 Yo protegeré esta ciudad, y la
salvaré por amor de mí, y por amor
de David, mi siervo.»
35 Aquella misma noche salió el
ángel de Yave, e hirió en el campa¬
mento de los asirlos a ciento oehen-
tay cinco mil hombres, y al levan¬
tarse por la mañana, todo eran
muertos.
38 Entonces Senaquerib, rey de Asi¬
ría, levantó el campo y partió; se
volvió y se quedó en Nínive. 37 Mien¬
tras estaba prosternado en el tempío
de Nisroe, su dios, Adramelec, su
hijo, y Sarasar, le hirieron con la
espada, y huyeron a la tierra de
Ararat. Su hijo Asaradón reinó en
su lugar.
Enfermedad de Exequias.
9(] 1 Por entonces enfermó de muer-
te Ezequías, y el profeta Isaías,
hijo de Amós, vino a él y le dijo:
«Así dice Yave: Dispón de tu casa,
porque vas a morir y no vivirás más.»
2 Ezequías volvió su rostro contra la
pared, y oró a Yave, diciendo:
3 «fOh Yaveí Ten en cuenta que he
andado ante ti fielmente y con cora¬
zón íntegro, y que he hecho lo que
es bueno a tus ojos.» Y Ezequías
lloraba con gran llanto.
4 Isaías había salido, pero antes
que llegase al atrio de en medio, reci¬
bió palabra de Yave, que le dijo:
5 «Vuelve a Ezequías, jefe de mi pue¬
blo, y dile: He escuchado tu oración
y he visto tus lágrimas. Te curaré.
Dentro de tres días subirás a la casa
de Yave. 6 Te añadiré otros quince
años a tus días, y te libraré a ti y
a esta ciudad de la mano del rey de
Asiria, y protegeré a esta ciudad por
amor de mí, y por amor de David,
mi siervo.»
7 Isaías dijo: «Tomad una masa de
higos.» Tomáronla, y se la pusieron
sobre la úíccra, y Ezequías sanó.
8 Ezequías había preguntado a
Isaías: «¿En qué señal conoceré yo
que Yave me curará, y que al tercer
día subiré a la casa de Yave?» 9 Isaías
le respondió: «He aquí la señal por
la que conocerás que Yave cumplirá
la palabra que ha pronunciado: La
sombra avanzará diez grados o retro¬
cederá diez grados.» 10 Y Ezequías
dijo: «Poca cosa es que avance diez
grados; no así que retroceda diez
grados.» 11 Entonces Isaías, profeta,
invocó a Yave, que hizo retroceder
diez grados la sombra en el reloj
de Ajaz.
12 Por este tiempo Merodae Bala-
dán, hijo de Baladán, rey de Babi¬
lonia, mandó una carta y un pre¬
sente a Ezequías, pues había tenido
noticia de su enfermedad. 13 Eze¬
quías dió audiencia a los mensajeros,
y les enseñó todos sus tesoros, la
plata, el oro, los aromas y el aceite
refinado, el arsenal, y todo cuanto de
precioso había en el tesoro. Nada
hubo que Ezequías no les enseñara,
en la casa y en todas sus depen¬
dencias.
14 Isaías, profeta, vino luego a
Ezequías y le dijo: «¿Qué han dicho
esas gentes que han venido a ti?»
Ezequías contestó: «Vienen de tierra
REYES II, 21
lejana, de Babilonia.» 15 Isaías añadió:
«¿Que es lo que han visto de tu casa?»
Ezequías respondió: «Han visto todo
cuanto hay en la casa, les he ense¬
ñado todo mi tesoro, sin dejar nada.»
18 Entonces Isaías le dijo a Eze¬
quías: «Escucha la palabra de Yave:
17 Tiempo vendrá, en que será lle¬
vado a Babilonia todo cuanto hay
en esta casa, todo cuanto atesoraron
tus padres hasta hoy, sin quedar
nada. 18 Y de los hijos que de ti
saldrán, de los engendrados por ti,
tomarán para hacer de ellos eunucos
del palacio del rey de Babilonia.»
19 Ezequías respondió a Isaías: «Buena
es la palabra de Yave que has pro¬
nunciado.» Pensando: «Con tal que
durante mi vida haya paz y segu¬
ridad... »
20 El resto de los hechos de Eze¬
quías, todas sus hazañas, cómo hizo
el estanque y el acueducto y trajo
las aguas a la ciudad, ¿no está escrito
en el libro de las crónicas de los reyes
de Judá? 21 Ezequías se durmió
con sus padres, y le sucedió Manasés,
su hijo.
Manases, rey de Judá.
1 Doce años tenía Manasés
^ * cuando comenzó a reinar, y
reinó cincuenta años en Jerusalén.
Su madre se llamaba Jasiba. 2 Hizo
el mal a-los ojos de Yave, según todas
las abominaciones de las gentes que
Yave había arrojado ante los hijos
de Israel. 3 Reedificó los altos, que
Ezequías su padre había destruido,
alzó altares a Baal, levantó un
asera , como había hecho Ajaz, rey
de Israel, y se prosternó ante todo
el ejército de los cielos, y le sirvió.
4 Alzó altares en la casa de Yave,
de la que Yave había dicho: «Pondré
mijnombre en Jerusalén.» 5 Alzó alta¬
res a todo el ejército de los cielos en los
dos atrios de la casa de Yave. 6 Hizo
pasar a su hijo por el fuego; se dió
a la observación de las nubes y de
las serpientes, para obtener pronós¬
ticos, e instituyó evocadores de los
espíritus y adivinadores del porve¬
nir. Hizo enteramente lo que es malo
a los ojos de Yave, para irritarle.
7 También alzó en la casa de Yave
el ascra y en la casa de que Yave
había dicho a David y a Salomón,
su hijo: «En esta casa, en Jerusalén,
que he elegido entre todas las tribus
de Israel, yo pondré para siempre
mi nombre. 8 No haré errar más el
pie de Israel fuera de la tierra que
yo le he dado, siempre que ellos
cuiden de poner por obra los manda¬
mientos y las leyes que yo he pres-.
crito a mi siervo Moisés.» 9 Pero
ellos no obedecieron, y Manasés fue
causa de que se descarriaran e hicie¬
ran el mal, más todavía que las gen¬
tes que Yave había destruido ante
los hijos de Israel.
10 Entonces Yave habló por medio
de sus profetas, diciendo: 11 «Por
haber cometido Manasés todas esas
abominaciones, por haber obrado peor
que antes de él obraron los amorreos,
por haber hecho pecar a Judá con
sus ídolos, 12 he aquí lo que dice
Yave, Dios de Israel: Voy a echar
sobre Jerusalén y sobre Judá males,
que a quien los oyere le retiñirán
los oídos. 13 Yo echaré sobre Jerusa¬
lén la cuerda de Samaria, y la plo¬
mada de la casa de Ajab, y fregaré
a Jerusalén como se friega un plato,
volviéndolo de un lado y de otro.
14 Abandonaré el resto de mi heredad,
y se lo entregaré a sus enemigos;
y serán la presa y el botín de todos
sus enemigos, 15 por haber hecho lo
malo a mis ojos y haberme irritado,
desde el día en que sus padres salie¬
ron de Egipto hasta hoy.»
18 Derramó también Manasés mu¬
cha sangre inocente, hasta llenar a
Jerusalén de un cabo al otro, sobre
los pecados que él cometió y que
hizo cometer a Judá, haciendo el
mal a los ojos de Yave.
17 El resto de los hechos de Mana¬
sés, cuanto hizo, los pecados a que
se entregó, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes
de Judá?
18 Manasés se durmió con sus
padres, y fue sepultado en el jardín
de su casa, en el jardín de Uza. Le
sucedió Ammón, su hijo.
Amnión, rey de Judá.
19 Veintidós años tenía Ammón
cuando comenzó a reinar, y reinó
dos años en Jerusalén. Su* madre
se llamaba Mesalemet, hija de Jarus,
de Jotba.
20 Hizo el mal a los ojos de Yave,
como lo había hecho Manasés, su
padre, 21 y siguió en todo el camino
que había seguido su padre. Sirvió
384
REYES II, 22
a los ídolos a que había servido su
padre y se prosternó ante ellos,
22 apartándose de Yave, Dios de sus
padres, y no siguiendo sus caminos.
23 Los servidores de Ammón cons¬
piraron contra él y mataron al rey
en su casa; 24 pero el pueblo castigó a
todos los que habían conspirado
contra el rey Ammón, y puso por rey
a Josías, su hijo, en lugar suyo.
25 El resto de los hechos de Ammón,
lo que hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes
de Judá?
26 Fue sepultado en su sepulcro
en el jardín de Uzá, y le sucedió
Josías, su hijo.
Josías, rey <le Judá.
22 1 0°h° años tenía Josías cuando
comenzó a reinar, y reinó treinta
y un años en Jerusalén. Su madre
se llamaba Jedida, hija de Adaya,
de Boscat.
2 Hizo lo que es recto a los ojos
de Yave, y siguió en todo el camino
de David, su padre, sin apartarse
ni a la derecha ni a la izquierda.
3 El año dieciocho del reinado de
Josías, mandó el rey a la casa de
Yave a Safán, secretario, hijo de
Asalía, hijo de Mesulam, dieiéndole:
4 «Sube a Helcías, sumo sacerdote,
y que reúna el dinero que haya en
la casa de Yave y que han recaudado
del pueblo los guardias de la puerta,
5 y lo entregue a los encargados de
hacer las obras en la casa de Yave,
empleándolo en pagar a los que tra¬
bajan en las obras de reparación
de la casa de Yave, * a los carpin¬
teros, a los maestros y albañiles,
y en pagar la madera y las piedras
talladas para la reparación de la
casa. 7 Tero que no se Ies exijan
cuentas del dinero que se les entregue,
por ser gente de probidad.»
Ilalhi/qo del libro de la ley.
8 Entonces Helcías, el sumo sacer¬
dote, dijo a Safán, secretario: «He
encontrado en el templo de Yave el
libro de la ley.» Helcías dió el libro
a Safán, y Safán, escriba, lo leyó;
• V fué luego a dar cuenta al rey,
y le dijo: «Tus siervos han reunido
el dinero que había en el templo,
v se lo han entregado a los encar¬
gados de hacer las obras en la casa
de Yave.» 10 Y añadió: «El sacerdote
Releías me ha entregado este libro»;
y lo leyó delante del rey.
11 Cuando oyó el rey las palabras
del libro de la ley, rasgó sus vesti¬
duras, 12 y dió esta orden al sacer¬
dote Helcías, a Ajicam, hijo de
Safan, a Acbor, hijo de Miqueas,
a Safán, secretario, y a Asava, mi¬
nistró del rey: 13 «Td a consultar
por mí a Yave, respecto de las pala¬
bras del libro que se ha encontrado,
porque seguro que es grande la cólera
de Yave contra mí, contra el pueblo
y contra Judá, por las palabras del
libro que se ha encontrado, pues
grande es la cólera de Yave que se
ha encendido contra nosotros, por
no haber obedecido nuestros padres
las palabras de este libro, y no liaber
puesto por obra cuanto en él se
nos manda» (1).
14 El sacerdote Helcías, Ajicam,
Acbor, Safán y Asaya fueron a la
profHisa Jolda, mujer de Salum,
hijo de Ticra, hijo de Jarjam, guar¬
darropa, que moraba en Jerusalén,
en el otro barrio de la ciudad. Una
vez que la hablaron, 15 les dijo ella:
«Así habla Yave, Dios de Israel:
Decid al que a mí os ha enviado:
18 Así dice Yave: Yo voy a hacer
venir sobre este lugar y sus habitan¬
tes los males de ciue habla este libro,
que el rey de Judá ha leído; 17 porque
me han "dejado y han quemado per¬
fumes a otros dioses, irritándome
con la obra de sus manos, y mi cólera
se ha encendido contra este lugar,
y no se apagará; 18 pero diréis al rey
de Judá, que os envía para consul¬
tar a Yave: Así dice Yave, Dios de
Israel, acerca de las palabras de este
libro, que tú has oído: 19 Por haberse
conmovido tu corazón y haberte
humillado ante Yave, al oír lo que
yo he anunciado contra este lugar
y contra sus habitantes, que serán
objeto de espanto y de execración;
por haber rasgado tus vestiduras y
liaber llorado ante mí, yo también
te he oído a ti, dice Yave, 20 y por
eso yo te recogeré a tus padres y
(i) Discuten los autores si lo hallado fué el
Pentateuco, el Deuteronomio o una parte de
éste. Sea de ello lo que quiera, la sorpresa y
gran conmoción que en el rey y en el pueblo
produce el hallazgo, muestran claramente hasta
qué punto hablan dado al olvido la ley de Dios
La reforma de Josías parece enteramente ajus¬
tada al Deuteronomio.
REYES ií, 23
385
serás sepultado en paz, y no verán
tus ojos todos los males que yo haré
venir sobre este lugar.» Ellos llevaron
al rey esta respuesta.
1 El rey Josías hizo reunir
¿O junto a él a todos los ancianos ¡
de Judá y de Jerusalén, 2 y subió
luego con todos los hombres de Judá
y todos los habitantes de Jerusalén,
ios sacerdotes, los profetas, y todo
el pueblo, desde el más pequeño
hasta el más grande; y leyó delante
de ellos todas las palabras del libro
de la alianza que se había encontrado
en la casa de Yave. Estaba el rey
junto a la columna en su estrado;
2 y puesto en pie, hizo alianza con
Yave, de seguir a Yave y guardar
sus mandamientos, sus preceptos y í
sus leyes, con todo su corazón y toda
su alma, poniendo por obra las pala¬
bras de esta alianza escritas en el
libro. Todo el pueblo confirmó esta
alianza.
Destrucción de la idolatría.
4 El rey mandó al sumo sacerdote,
Helcías, a los sacerdotes de segundo
orden y a los que hacían la guardia
a la puerta, que sacaran del templo ¡
de Yave todos los enseres que habían
sido hechos para Baal, para el as-
era y para toda la milicia del cielo,
y los quemó fuera de Jerusalén, en
el valle de Cedrón, e hizo llevar las
cenizas a Betel. 5 Expulsó a los sacer¬
dotes de los ídolos, puestos por los
reyes de Judá para quemar perfumes ;
en los altos, en las ciudades de Judá
y en los alrededores de Jerusalén;
a los que ofrecían perfumes a Baal,
al sol, a la luna, a Venus y a toda
la miliea de los cielos. 6 Sacó el
asera fuera de Jerusalén, al valle
de Cedrón, y lo quemó allí, reducién¬
dolo a ceniza, que hizo arrojar a la
sepultura común del pueblo. 7 De¬
rribó los lugares de prostitución ido¬
látrica del templo de Yave, donde las
mujeres tejían para el asera. 8 Hizo
venir de las ciudades de Judá a todos
los sacerdotes, profanó los altos donde
los sacerdotes quemaban perfumes,
desde Gueba hasta Berseba; derribó
los altos de los sátiros, que había
delante de la puerta del gobernador
Josué, a mano izquierda de la puerta
de la ciudad. 9 Los sacerdotes de los
altos no subieron al altar de Yave en
Jerusalén, pero comían panes ácimos
con sus hermanos. 10 El rey profanó
el Tofct del valle de los hijos de
Hinón, para que nadie hiciera pasar
a sus hijos por el fuego en honor de
Moloc. 11 Hizo desaparecer de la
entrada de la casa de Yave los caba¬
llos que los reyes de Judá habían
dedicado al sol, cerca de la habi¬
tación del camarero Natanmelec en el
Farvarím. Quemó los carros del sol,
12 demolió los altares que había en
la terraza de la cámara alta de Ajaz,
que habían alzado los reves de Judá,
y los altares que había hecho Mana-
sés en los dos atrios de la casa de
Yave; y después de destrozarlos y
quitarlos de allí, arrojó el polvo al
valle de Cedrón. 13 Profanó el rey
los altos que había al oriente de
Jerusalén, al mediodía del monte de
los olivos, que Salomón, rey de Israel,
había erigido a Astarte, la abomi¬
nación de los sidonios, a Camos, la
abominación de los moabitas, y a
Melcom, la abominación de los amo¬
nitas. 14 Destrozó los cipos, derribó
los aseras , y llenó los lugares donde
estaban de huesos humanos. 15 De¬
rribó también el altar de Betel, el alto
que había hecho .Jeroboam, hijo de
Nabat, que había hecho pecar a
Israel; destrozó sus piedras y las
redujo a polvo, y quemó el asera.
16 Cuando Josías se volvía de allí,
vió los sepulcros que había en la
montaña, y mandó sacar de ellos los
huesos y los quemó sobre el altar,
profanándolo, conforme a la palabra
de Yave, pronunciada por el hombre
de Dios, que había anunciado esto
cuando estaba Jeroboam ante el altar.
17 Al volverse, puso sus ojos sobre el
sepulcro del hombre de Dios que
había anunciado esto, y preguntó:
«¿Qué es aquello que veo allí?» Los
habitantes de la ciudad le respon¬
dieron: «Es el sepulcro del hombre de
Dios, que vino de Judá, y anunció
estas cosas que tú has hecho con el
altar de Betel.» 18 Entonces dijo él:
«Dejadle en paz. Que nadie remueva
sus huesos.» Así se conservaron in¬
tactos sus huesos, juntos con los del
profeta que procedía de Samaria.
19 Josías hizo también desaparecer
todos los templos de los altos de las
ciudades de Samaria, que habían
hecho los reyes de Israel para irritar
a Yave; hizo con ellos enteramente
como había hecho con Betel. 20 Tn-
25
REYES II, 24
-hSÜ
molo sobre los altares a todos los
sacerdotes de los altos que había allí,
y quemó huesos humanos en el sitio
donde habían sido elevados. Después
se volvió a Jorusalén.
Celebración de la pascua.
21 Luego mandó Josías a todo el
pueblo: «Celebrad la pascua en honor
de Yavc, vuestro Dios, como está
escrito en el libro de esta alianza.»
22 Ninguna pascua semejante a esta
se había celebrado desde el tiempo
en que los jueces juzgaban a Israel,
ni durante todo el tiempo de los
reyes de Israel y de los reyes de «Tuda.
23 El año dieciocho del reinado de
Josías se celebró esta pascua en
honor de Yave, en Jorusalén.
24 Además, hizo Josías desapare¬
cer a los evocadores de los espíritus
y a los adivinos, los terajim , los ídolos
y todas las abominaciones que se
veían en la tierra de Judá y en Jeru-
salcn, para poner por obra las pala¬
bras de la ley, eseritas en el libro
que el sacerdote Hclcías había en¬
contrado en la casa de Yave. 25 Antes
de Josías no hubo rey que como él
volviera a Yave con todo su corazón
y con toda su alma y con todas sus
fuerzas, conforme a toda la ley de
Moisés; y después de él no la ha
habido tampoco semejante. 26 Pero
con todo, no desistió Yave del ardor
de su gran cólera, encendida contra
Judá, por todo lo que había h?cho
Manasés para irritarle. 27 Yave dijo:
«Quitaré también de mi presencia
a Judá, como lo he hecho con Israel,
y rechazare a esta ciudad de Jeru-
salén, que yo había elegido, y la casa
de que yo dije: Allí estará mi nom¬
bre. »
28 El resto de los hechos de Josías,
cuanto hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes de
Judá?
29 En su tiempo el Faraón Nccao,
rey de Egipto, subió contra el rev
de Asiria, hacia el río Eufrates. El
rey Josías le salió al paso, y el Faraón
le mató en el Mageddo, en cuanto le
vio. 30 Sus servidores le llevaron
muerto en el carro, trayéndolo de
Mageddo a Jerusaién, y le sepultaron
en su sepulcro. El pueblo tomó a
Joacaz, hijo de Josías, y le ungió
cy en lugar de su padre.
Joacaz, Joaquim y Joaquín,
reyes de Judá.
31 Veintitrés años tenía Joacaz
cuando comenzó a reinar, y reinó
tres meses cu Jerusaién. Su madre
se llamaba Jamital, hija de Jeremías,
de Lobna. 32 Hizo el mal a los ojos
de Yave, enteramente como lo habían
hecho sus padres. 33 El Faraón Nceao
le encadenó en Ribla, en tierra de Ha-
mat, y le destronó, c impuso a las
gentes de la tierra una contribución
de cicñ talentos de plata y un talento
de oro.
34 El Faraón Nceao puso por rey
a Elyaquín, hijo de Josías, en lugar
de Josías, su padre, y le mudó el
nombre, poniéndole el de Joaquim.
Cogió a Joacaz y lo llevó a Egipto,
donde murió. 35 Joaquim entregó
al Faraón la plata v el oro; mas para
reunir este dinero, según la imposi¬
ción del Faraón, hubo de sacarlo al
pueblo, determinando lo que cada
mu» había de dar; y exigió al pueblo la
plata y el oro que tenía que entregar
al Faraón Necao.
36 Veinticinco años tenía Joaquim
cuando comenzó a reinar, y reinó
once años en Jerusaién. Su madre
se llamaba Sebuda, hija de Pcdava,
de Ruma. 37 Hizo el mal a los ojos
de Yave, enteramente como lo habían
hecho sus padres.
94 1 En su tiempo, Nabucodonosor,
rey de Babilonia, se puso en
campaña. Joaquim le habla estado
sujeto durante tres años, pi i ro luego
se volvió y se rebeló contra él. 2 En¬
tonces mandó Yave contra Joaquim
tropas caldcas, tropas de los sirios,
tropas de los moabitas y de los amo¬
mitas; las envió contra Judá para
destruirle, según la palabra que Yave
habla pronunciado por sus siervos,
los profetas. 3 No sucedió esto, sino
por orden de Yave, que quería
arrojar a Judá de su presencia, a
causa de ios pecados cometidos por
Manases, 4 y de la sangre inocente
derramada por Manasés, que había
llenado a Jerusaién. No quiso Yave
perdonar.
6 El resto de los hechos de Joaquim,
cnanto hizo, ¿no está escrito en el
libro de las crónicas de los reyes
de Judá?
c Joaquim se durmió con sus pa¬
dres, y le sucedió Joaquín, su hijo.
' 7 El rey de Egipto no salió ya más
3*7
REYES II, 25
de su tierra, porque el rey de Babi¬
lonia se había apoderado de enanto
era del rey de Egipto, desde el torrente
de Egipto hasta el Eufrates.
8 Dieciocho años tenía Joaquín
cuando eomenzó a reinar, y reinó tres
meses en Jerusalén. Su madre se
llamaba Ncjusta, hija de Elnatán,
de Jerusalén. 9 Hizo el nial a los
ojos de Yave, enteramente como lo
había hceho su padre.
10 En esté tiempo subieron contra
Jerusalén los servidores de Nabueo-
donosor, rey de Babilonia, y la ciu¬
dad fue asediada. 11 Nabueodonosor,
rey de Babilonia, llegó a la ciudad
mientras sus servidores la asediaban.
12 Entonces Joaquín, rey de Judá,
salió al rey de Babilonia con su madre,
sus servidores, sus jefes y sus eunu¬
cos. El rey de Babilonia le prendió
el octavo año de su reinado. 13 Sacó
de allí todos los tesoros del templo
de Yave y los tesoros del palacio
real; rompió todos los utensilios que
Salomón, rey de Israel, había hecho
para el templo de Yave, conforme
a lo que Yave había anunciado.
14 Llevó cautiva a toda Jerusalén,
a todos los jefes y a todos los hom¬
bres de importancia, en número de
diez mil, con todos los carpinteros
y herreros, no dejando más que a la
gente pobre de la tierra. 15 Deportó
a Joaquín a Babilonia, y llevó cau¬
tivos, de Jerusalén a Babilonia, a
la madre del rey, a las mujeres del
rey, a sus eunucos, a los grandes
de la tierra; 16 a todos los hombres de
armas, en número de siete mil, y a
los earpienteros y herreros, en nú¬
mero de mil. A todos los hombres
de valer, aptos para la guerra, el
rey de Babilonia los llevó cautivos
a Babilonia. 17 El rey de Babilonia
puso por rey, en lugar de Joaquín,
a Matanya, su tío, mudándole el
nombre en el de Sedeeías.
Sedeeías, último rey de Jiidá.
Asedio, toma y destrucción de
Jerusalén.
18 Veintiún años tenía Sedeeías
cuando eomenzó a reinar, y reinó
once años en Jerusalén. Su madre
se llamaba Jamital, hija de Jeremías,
de Lobna.
19 Hizo el mal a los ojos de Yave,
enteramente como lo había hecho
Joaquín. 20 Por la cólera de Yave
contra Jerusalén y contra Judá, que
Yave quería arrojar de su presencia.
Sedeeías se rebeló contra el rey de.
Babilonia.
OT 1 El año noveno del reinado de
Sedeeías, el día diez del mes
décimo, Nabueodonosor, rey de Ba¬
bilonia, vino con todo su ejército
contra Jerusalén, acampó ante ella,
y levantaron contra ella ingenios
en derredor. 2 La ciudad estuvo
cercada hasta el año undécimo del
reinado de Sedeeías. 3 El día nueve
del cuarto mes del año undécimo de
Sedeeías, era grande el hambre en
la eiudad, y no había ya pan para
la gente del pueblo. 4 Entonces
abrieron brecha en la eiudad, y toda
la gente de guerra huyó de noche
por el camino de la puerta entre los
dos muros, ecrea del jardín del rey,
mientras los caldeos tenían cereada
la ciudad. Los huidos tomaron el
camino del Araba; 5 pero el ejército
de los caldeos persiguió al rey y le
dió alcance en ios llanos de Jerieó,
y todo su ejército se dispersó, deján¬
dole. 6 Apresaron al rey y le llevaron
al rey de Babilonia, a Ribla, y le
sentenciaron. 7 Los hijos de Sedeeías
fueron degollados en su presencia;
a Sedeeías le sacaron los ojos, y
eargado de cadenas de bronce, le
llevaron a Babilonia.
8 El día séptimo del quinto mes—era
el año diecinueve del reinado de Nabu¬
eodonosor en Babilonia—Nebuzardán,
jefe de la guardia, servidor del rey
de Babilonia, entró .en Jerusalén,
9 quemó el templo de Yave, el pala¬
cio real y tojas las casas de Jeru¬
salén de alguna importancia. 10 Todo
el ejéreito de los caldeos, que estaba
con el jefe de la guardia, demolió
las murallas que rodeaban a Jerusalén.
11 Nebuzardán, jefe de la guardia,
llevó cautivos a los que habían que¬
dado en la eiudad, de los que se rin¬
dieron al rey de Babilonia, y al resto
de la gente, 12 fuera de algunos pobres
que dejó como viñadores y labra¬
dores.
13 Los caldeos rompieron las colum¬
nas de bronce que había en la casa
de Yave, los vasos, el mar de bronce,
que había en la casa de Yave, y se
llevaron eV bronce a Babilonia. 14 Co¬
gieron los eeniecros, las tenazas, las
palas, los cuchillos, las tazas y todos
los utensilios de bronce, con que se
hacía el servicio. 15 El jefe de la
REYES II. 25
:*ss
guardia cogió también los braseros
y las copas y todo cuanto era de
oro y cuanto era de plata. 16 Las dos
columnas, el mar, las basas que Salo¬
món había hecho para la casa de
Ya ve; todos los utensilios de bronce
tenían un peso incalculable. 17 La
altura de una columna era de dieciocho
codos, y tenía encima un capitel de
bronce de tres codos de altura, y en
derredor del capitel había trenzados
y granadas, todo de bronce; y lo
mismo la otra columna.
lá El jefe de la guardia cogió a
Sarayas, el sumo sacerdote, a Sofo-
nías, el segundo sacerdote, y a los
tres guardias del atrio; 19 y de la
ciudad a un eunuco, que tenía a sus
órdenes la gente de guerra, a cinco
hombres de los consejeros del rey,
que fueron encontrados en la ciudad,
al secretario del jefe del ejército
encargado del alistamiento, y a sesenta
más del pueblo, que se hallaban en
la ciudad. 20 Nebuzardán, jefe de la
guardia, los cogió y los llevó a Ribla,
al rey de Babilonia. 21 El rey de
Babilonia les dió muerte en Ribla,
en tierra de Hamat.
Así fué llevado cautivo Judá lejos
de su tierra (1). 22 Nabueodonosor
puso el resto del pueblo que quedaba
en la tierra bajo el gobierno dcGo-
(i) La causa de la ruina y la cautividad es
la corrupción religiosa. Los reyes ue Babilonia
siguieron la política de los de Asiría. AI fin
vino la piometida restauración, en la cual no
participó sino un corto número de los cautivos,
quedando otros muchos en medio de los pueblos
paganos.
dolías, hijo de Ajicán, hijo de Safán.
23 Cuando los jefes de las tropas su¬
pieron, ellos y sus hombres, que Go-
dolías había sido puesto por el rey
! de Babilonia como gobernador del
territorio, vinieron a Godolías a Masfa,
Ismael, hijo de Xetanía, Jojanán,
hijo de Careaj, Seraca, hijo de Tan-
jumet, de Neftoa, y Jozanía, hijo
de un maeatco, con sus gentes. 24 Go¬
dolías les juró a ellos y a sus hom¬
bres, dieiéndolcs: «No temáis nada de
parte de los caldeos; quedaos en la
tierra, servid al rey de Babilonia, y
os irá bien.» 25 Pero el séptimo mes,
Ismael, hijo de Xetanía, hijo de Eli-
j sama, de sangre real, vino acompa¬
ñado de diez hombres, e hirieron mor¬
talmente a Godolías, así como a los
judíos y caldeos que estaban con el
en Masía. 26 Entonces todo el pueblo,
pequeños y grandes, los jefes y sus
tropas, se levantaron y se fueron a
I Egipto, por temor que tenían de los
I caldeos.
27 El año treinta y siete de la cauti¬
vidad de Joaquín, rey de Judá, el
día veintisiete del duodécimo mes,
Evil Merodac, rey de Babilonia, el
año primero de su reinado, alzó la
cabeza de Joaquín, rey de Judá, y
le sacó de la prisión. 28 Le habló con
benevolencia, y puso su trono por
encima de los tronos de los reyes que
con él estaban en Babilonia. 29 Le
hizo quitar sus vestidos de preso, y
ya siempre comió a su mesa todo el
tiempo de su vida. 30 El rey proveyó
. constantemente a su mantenimiento
todo el tiempo de su vida.
CRÓNICAS I
INTRODUCCION A LOS LIBROS DE LAS CRONICAS
O PARALIPOMENOS
T OS libros precedentes vienen a ser una historia seguida, desde el princi-
pió del mundo, hasta la cautividad babilónica. Los Paralipómenos , con
Esdras y Nehemias , contienen una historia paralela de la precedente, hecha con
criterio distmto. Los dos de los Paralipómenos formaban én el texto hebreo
un solo libro, que luego se dividió en dos, tomada de las versiones la división .
El nombre hebreo equivale a Crónicas, Anales. El de Paralipómenos les viene
del griego, y vale tanto como cosas preteridas, omitidas, porque los traductores
creyeron erróneamente que el fin del autor había sido consignar las cosas omi¬
tidas de los libros de Samuel y de los Reyes. Siendo tan clara la repetición de
cosas, tomadas, según todas las apariencias, de aquellos libros, es manifiesto
el error del nombre y su fundamento. Es, sin embargo, el nombre admitido.
Los Paralipómenos contienen una historia de Israel, narrada desde el punto
de vista del templo y del culto legítimo. El género de su composición es de com¬
pilación de documentos, retocados con adiciones aclaratorias, supresiones, correc¬
ciones, para amoldarlos mejor a su propósito, aunque con alguna divergencia,
para cuya explicación habrá que recurrir a la doctrina de la reciente Encíclica
de Pío XII acerca de los géneros literarios. El autor cita cuidadosamente
sus fuentes. Los títulos de éstas llegan a catorce, aunque tal vez se reduzcan
todas a una o dos obras generales de la historia de Israel.
Se dividen en cuatro partes: la primera (I. Par. I-IX), que se extiende
hasta David, está formada por listas genealógicas tomadas de los libros pre¬
cedentes y de otros documentos particulares. Las listas, a veces repetidas y
discordantes, muestran que tales documentos son más bien empadronamientos
de las tribus o familias, realizados en distintas épocas, y que reflejan el estado
392
CRÓNICAS I, l
de las mismas en cada una. La segunda parte (X-XXIX), omitido Saúl ,
abarca la historia de David , como fundador del reino y del nuevo tabernáculo
de Jerusalén, y preparador de todo lo necesario para la construcción del templo.
Omite los pecados del rey. La tercera parte (II Par. I-IX) nos cuenta la eje¬
cución de la gran obra preparada por David y realizada por Salomón. También
guarda silencio sobre las caldas de éste. La cuarta parte (X-XXXVI) nos
refiere la historia de Judá hasta el decreto de Ciro , que permitió la restaura¬
ción del templo . Insiste en la historia de aquellos reyes que en diversas épocas
más intervinieron en la reforma religiosa.
Para resolver ciertas dificultades históricas que algunos oponen, a causa de
varios documentos que se citan y de sucesos que se narran , el lector tendrá una
solución general en la Introducción núm. 15.
El autor de la obra es desconocido f aunque muchos la atribuyen a Esdras.
La época de su composición f a juzgar por las genealogías de Zorobabel , que
nos dan las versiones antiguas , no sería anterior al siglo iv, en la época griega.
CRONICAS I
(■cnralopta».
I 1 Adán, Set, Enos, 2 Cainán, Ma-
1 laleel, Jared, 3 Janoe, Metusela,
Lamee, 4 Noé: Sem, Cam y Jafet.
5 Hijos de Jafet: Gomer, Magog, i
Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras.
6 Hijos de Gomer: Asquenas, Difat
y Togorma. 7 Hijos de Javán: Elisa,
Tarsisa, Quitim y Rodaaim.
8 Hijos de Cam: Misraim, Put y Ca-
nán. 9 Hijos de Cus: Saba, Javila,
Sabta, Raema, Sabteea. Hijos de
Raema: Seba y Dadán.
10 Cus engendró a Nimrod; éste co¬
menzó a ser potente sobre la tierra.
II Misraim engendró a los Ludim,
los Anamim, los Leabim, los Naftu-
jim, 12 los Patrusim y los Caslujim,
de los que salieron los Pelistim y los
Caftorim. 13 Canán engendró a Sidón,
su primogénito, 14 y a Jet, a los
Jebuseos, los 2 \morreos, los Guergue-
seos, 16 los Jeveos, los Arqueos, los
Sim os, 16 los Arvadeos, los Semareos
y los Jámateos.
17 Hijos de Sem: Elam, Asur, Ar-
faesad, Lud y Aram; Us, Jul, Gueter
y Mesce. 18 Arfaesad engendró a Salaj
y Salaj engendró a Eber. 19 A Eber
le nacieron dos hijos, el nombre del
uno Peleg, porque en su tiempo se
dividió la tierra, y el nombre de su
hermano, Joetán. 20 Joetán engendró
a Almodad, Selef, Jasarinavet, Jeraj,
21 Adoram, L T zal, Diela, 22 Eval, Abi
mael, Seba, 23 Ofir, Abila y Jobab.
Todos éstos son hijos de Joetán.
Los diez patriarcas desde Sem
a Abraham.
24 Sem, Arfaesad, Selaj, 26 Eber,
Peleg, Reu, 26 Sarug, Najor, Teraj,
27 Abram que es Abraham.
Descendientes <le Abraham.
28 Hijos de Abraham: Isae e Ismael.
29 Su posteridad:
Nabot, primogénito de Ismael,
Quedar, Adbeel, Mibsam, 30 Misma,
Duina, Masa, Jadad, Toma, Jetur,
Nafis y Quedma. Estos son los hijos
de Ismael.
31 Hijos de Quetura, concubina de
Abraham: Tuvo a Zimram, a Mccsam,
a Medán, a Madián, a Jisbac y a
Suaj. 32 Hijos de Joesam: Seba y
Dadán. 33 Hijos de Madián: Efa, Efer,
Janoe, Abida y Elda. Estos son todos
los hijos de Quetura.
34 Abraham engendró a Isae. Hijos
de Isae: Esaú e Israel.
36 Hijos de Esaú: El i faz, Reuel,
Jeús, Jelam y Coré. 86 Hijos de Elifaz:
Tcinán, Ornar, Sefi, Guctam, Quenaz,
Tnnna y Amalee. 37 Hijos de Reuel:
CRÓNICAS I. 2
3‘>:í
Najat, Zeraj, Samma y Miza. 38 Hijos
de Seir: Lotán, Sobal, Sibeón, Ana,
Disón, Eser y Disan. 39 Hijos de Lo¬
tán: Jori y Omán. Hermana de
Lotán, Timna. 40 Hijos de Sobal:
Abian, Manajat, Ebal, Sefi y Onam.
Hijos de Sibeón: Aya y Ana. Hijo de
Ana: 41 Disón. Hijos de Disón: Jam-
ram, Esbam, Jitram y Queram. 42 Hi¬
jos de Eser: Bilán, Zaván y Jacán.
Hijos de Disán: Uz y Arán.
43 He aquí los reyes que reinaron
en la tierra de Edom antes que reina¬
se rey alguno sobre los hijos de Israel:
Bela, hijo de Beor; el nombre de su
ciudad fue Dinaba. 44 Murió Bela y
le sucedió Jobab, hijo de Zeraj, de
Bosra. 45 Murió Jobab, y le sucedió
Jusam, de la tierra de los Temanitas.
46 Murió Jusam y le sucedió Adad, hijo
de Bedad. Este es el que destrozó a
Madián en los campos de Moab. El
nombre de su ciudad fué Avit. 47 Mu¬
rió Adad y le sucedió Samla, de Mas-
reca. 48 Murió Samla y le sucedió
Saúl, de Rejobot del río. 49 Murió
Saúl y le sucedió Baal-Jonán, hijo
de Acbor. 50 Murió Baal-Jonán y le
sucedió Hadad. El nombre de su ciu¬
dad fué Pahi, y el nombre de su
mujer Metabeel, hija de Matred, hija
de Mezahab. 51 Murió Hadad.
Los jefes de Edom fueron: el jefe
Timna, el jefe Alya, el jefe Jetet,
52 el jefe Olibama, el jefe Ela, el
jefe Pinon, 53 el jefe Quenaz, el jefe
Teman, el jefe Mibsar, 54 el jefe
Magdiel y el jefe Iram. Estos son los
jefes de Edom.
Los doce hijos de Jacob y los
descendientes de Jndá.
*) 1 He aquí los hijos de Israel:
“ Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isa¬
car, Zabulón, 2 Dan, José, Benjamín,
Neftalí, Gad y Aser.
3 Hijos de Judá: Er, Onán y Sela;
estos tres le nacieron de la hija de
Sua, la cananea. El primogénito de
Judá fué malo*a los ojos de Yave,
que le hizo morir. 4 Tamar, nuera
de Judá, le dió Fares y Zeraj. En todo,
los hijos de Judá, cinco.
5 Hijos de Fares: Hesrón y Jamul.
6 Hijos de Zeraj: Zimri, Hetán,
Hernán, Calcol y Dara. En todo,
cinco. 7 Hijo de Carmi: Acar, que
conturbó a Israel cuando fué infiel
acerca de las cosas dadas al anatema.
8 Hijo de Etán: Azaría.
9 Hijos que le nacieron a Esrón;
Jerajmeel, Ram y Quelubai. 10 Ram
engendró a Aminadab. Aminadab en¬
gendró a Nacsón, príncipe de los
hijos de Judá; 11 Nacsón engendró
a Salma; Salma engendró a Booz;
12 Booz engendró a Obed; Obed en¬
gendró a Isaí, 13 Isaí engendró a
Eliab, su primogénito, a Abinadab,
su segundo; a Simea el tercero; 14 a
Netaneel, el cuarto; a Radai, el quinto;
15 a Osen, el sexto, y a David, el
séptimo. 16 Sus hermanas fueron Sar-
via y Abigail.
Hijos de Sarvia: Abisai, Joab y
Azael; tres. 17 Abigail parió a Amasa
| El padre de Amasa fué Jeter, ismae¬
lita.
18 Caleb, hijo de Esrón, tuvo hijos
de Azuba, su mujer, y de Jeriot.
Los hijos que tuvo de Azuba fueron:
Jeser, Sobab y Ardón. 19 Murió Azuba
y Caleb tomó a Efrat, que le parió
a Jur. 20 Jur engendró a Uri, y t_Jri
engendró a Betsael. 21 Luego entró
Esrón a la hija de Maquir, padre de
1 Galad, cuando tenía sesenta años, y
ella le parió a Segub. 22 Segub en¬
gendró a Jair, que tuvo veintitrés
ciudades en la tierra de Galad. 23 Los
Guesureos y los Sirios les tomaron
los burgos de Jair, con Quenat, y
las ciudades de su dependencia: se¬
senta ciudades. Todos éstos eran
hijos de Maquir, padre de Galad.
24 Después de la muerte de Esrón
vino Caleb a Efrata; Abiya, mujer
de Esrón, le parió a Asjur, padre de
i Tecoa.
25 Los hijos de Jerajmeel, primor
génito de Esrón, fueron: Ram, el
primogénito, Buna, Orén y Otsén,
nacidos de Ajiya. 26 Jerajmeel tuvo
otra mujer llamada Atara, que fué
madre de Onam. 27 Los hijos de
Ram, primogénito de Jerajmeel, fue¬
ron: Maas, Jamín y Equer. 28 Los
hijos de Onam fueron: Samai y Jada.
Hijos de Samai: Nadab y Abisur.
29 El nombre de la mujer de Abisur
era Abijad y le parió a Ajbán y Molid.
30 Hijos de Nadab: Seled y Apaim.
Seled murió sin hijos. 31 Hijo de
Apaim, Iseí. Hijo de Iseí: Sesán.
Hijo de Sesán, Ajlai. 32 Hijos de Jada,
hermano de Samai: Jeter y Jonatán.
Jeter murió sin hijos. 33 Hijos de
Jonatán: Pelet y Zasa. Estos son los
hijos de Jerajmeel. 34 Sesán no tuvo
hijos, pero sí hijas. 35 Sesán tenía un
esclavo egipcio llamado Jarja, y Sesán
dió su hija por mujer a Jarja, su
CRÓNICAS I, 3, 4
.m
esclavo, a quien le parió ella a Atai.
36 Atai engendró a Natán; Natán
engendró a Zabad; 37 Zabad engendró
a Efal; Efal engendró a Obcd; 38 Obed
engendró a Jehú; Jeliú engendró a
Azarías; 39 Azarías engendró a Jales;
Jales engendró a Elasa; 40 Elasa en¬
gendró a Sismai; Sismai engendró a
Salum; 41 Salum engendró a Jeeamya;
Jecamya engendró a Elisama.
42 Hijos de Caleb, hermano de Je-
rajmeel: Mesa, su primogénito, que
fue padre de Zif, y los hijos de Ma-
resa, padre de Hebrón. 43 Hijos de
Hebrón: Core, Tapuaj, Rcquen y
Sama. 44 Sama engendró a Rajam,
padre de Jorqueam. Requcn engen¬
dró a Samai. 45 Hijo de Samai: Aaón;
y Maón, padre de Betsu. 46 Efa, con¬
cubina de Caleb, parió a Jarán, Mosa
y Gazez. Jarán engendró a Gazez.
47 Hijos de Jodaim: Beguem, Jotán,
Guesam, Pelet, Efa y Saaf. 48 Maaca,
concubina de Caleb, parió a Seber y
Tircana. 49 También parió a Saaz,
padre de Madmana, y a Seba, padre
de Majbena y padre de Guibea. Hija
de Caleb fué Acsa.
60 Estos fueron hijos de Caleb:
Sobal, hijo de Jur, primogénito de
Efrata, y Sobal, padre de Quiryat-
Jearim; 61 Salma, padre de Betlejem;
Jaret, padre de Bet-Gadcr.
62 Los hijos de Sobal, padre de
Quiryat-Jearim, fueron: Aroe, Jasi
el inenajita. 63 Las familias de Quiryat-
Jearim fueron: los Jeturianos, los
Púnanos, los Sumacianos y los Mis-
reenos; de estas familias salieron los
Soreacianos y los Estatolianos. 64 Hi¬
jos de Salma: Betlejem y los Neto-
paeianos, Astoret, Bet-Joab, Jasi,
los manajtcos, los sorenos, 65 y las
familias de escribas que habitan en
Jabcs; los Tireaeianos, los Simeacia-
nos y los Sueacianos. Estos son los
Quencos, descendientes de Jamat,
padre de la casa de Recab.
Los descendientes de David.
3 1 He aquí los hijos de David que
le nacieron en Hebrón: el primo¬
génito, Amnón, de Ajinoám, de Jez-
rael; el segundo Daniel, de Abigail,
de Carmel; 2 el tercero Absalón, de
Maaca, hija de Talmai, rey de Gesur;
el cuarto Adoniya, hijo de Agit; 3 el
uuinto Sefatya, de Abita]; el sexto
Jitream, de Egla, su mujer. 4 Estos
seis le nacieron en Hebrón. Reinó
allí siete años y seis meses, y en
Jerusalén treinta y tres años.
5 He aquí los que le nacieron en
Jerusalén: Simea, Sobab, Natán y
Salomón, cuatro de Betsabé, hija de
Ammiel; 6 Jibjar, Elisama, Elifelet,
7 Noga, Nefeg, Jafia, 8 Elisama,
Elyada y Elifelet: nueve. 9 Todos es¬
tos fueron hijos de David, y además
los hijos de las concubinas.. Tamar
fué su hermana. 10 Hijos de Salomón:
Boboam; Abiya, su hijo; Asa, su hijo;
Josafat, su hijo; 11 Joram, su hijo;
Oeocias, su hijo; Joás, su hijo; 12 Ama¬
sias, su hijo; Azarías, su hijo, Jotán,
su hijo; 13 Ajaz, su hijo; Ezequías, su
hijo; Manasés, su hijo: 14 Anión, su
lujo; Josías, su hijo. 15 H.jos de
Josías: el primogénito, Jojanán; el
segundo, Joaquím; el tercero. Sede-
cías; el cuarto, Salum. 16 Hijos de
Joaquim: Jeconías, su hijo; Sedecías,
su hijo; 17 Hijos de Jeconías: Asir,
cuyo hijo fué Salatiel, 18 Malqniram,
Redaya, Senasar, Jeconías, Hosama
y Nedabia. 19 Hijos de Pedaya: Zoro-
babel y Simei. Hijos c)c Zorobabel:
Mesulam y Hananía; Selomit, su her¬
mana; 20 y Hasaba, Ohel, Bcrcqiiía,
Jasadía, Jusab, Jesed, cinco. 21 Hijos
de Jananía: Pelatia y Jisava; los hijos
de Refaya, los hijos deArnan, los
hijos de Abdías, los hijos de Seeanía.
22 Hijos de Seeanía: Semaeya. Hijos
de Semaeya: Jatus, Jigueai, Bariaj,
Nearia y Safat, seis. 23 Hijos de Nca-
ria: Elyoenai, Ezequías y Azricam,
tres. 24 Hijos de Elyoenai: Jodavía,
Elyosib, Pelaya, Aeub, Jojanán, De
laya y Anani, siete.
Descendientes de Jud&.
1 Hijos de Judá: Peres, Jesrón,
* Carmi, Jur y Sobal. 2 Reaya, hijo
de Sobal, engendró a Jajat; Jajat
engendró a Ajuntai y Lahad. Estas
son las familias de los Sareatitas.
3 He aquí los descendientes del padre
de Etam: Jezrael, Jlsma y Jidbas.
El nombre de su hermana era Hasel-
poni. 4 Penuel fué padre de Guedor,
y Ezer padre de Jusa. Estos son los
hijos de Jur, primogénito de Efrata,
padre de Bcthlejeni.
6 Asjur, padre de Tecoa, tuvo dos
mujeres:. Jelea y Naara. * Naara le
parió a Ajuzam, Jefer, Temeni y
Ajastari; éstos son los hijos de Naara.
7 Hijos de Elea: Keret, Jesojar y
Etnán.
CRÓNICAS I, 6
395
9 Cos engendró a Annut y Aso-
bebn y las familias de Ajarjel, hijo
de Arum. 9 Jaebcs fué más ilustre que
sus hermanos. Su madre le dió el
nombre de Jacbes, diciendo: «Porque
le he parido con dolor.» 10 Jaebcs
invocó al Dios de Israel, diciendo:
«Si me bendices y ensanchas mis tér¬
minos y está conmigo tu mano y me
preservas de mal de modo que yo
no padezca...» Y Dios le dió lo que
le había pedido.
11 Quelub, hermano de Suja, en¬
gendró a Maquir, que fué padre de
Están. 12 Estén engendró la casa de
Rafa, Paseaj y Tejina, padre de la
ciudad de Najas. Fstos son los hom¬
bres de Peca. 13 Hijos de Quenaz:
Otoniel y Scrai. Hijo de Otoniel:
Jatat. 14 Mconatai engendró a Ofra.
Sarvia engendró a Joab, padre del
valle de las herrerías, pues eran
herreros.
15 Hijos de Caleb, hijo de Jefone:
Iru, Ela y Naán; y el hijo de Ela,
Quenaz.
16 Hijos de Heleleel: Zif. Zifa,
Tirya y Asarel.
17 Hijos de Esdras: Jeter, Mered,
Efer y Jalóm. La mujer de Mered
parió a Miriam, Samai V Jisbaj,
padre de Esternón. 18 Su mujer, Odia,
ario a Jered, padre de Guedor, a
eber, padre de Soco, y a Jecutiel,
padre de Zanoaj. Estos son los hijos
de Pitia, hija de Haraón, que Mered
tomó por mujer. 19 Hijos de la mujer
de Odias, hermana de Najam: el
padre de Queila, el Garmita, y Es¬
ternón, el Macateo.
20 Hijos de Simón: Ammón, Pina,
Bcn-Janán y Tiloa. Hijos de Jisei:
Zojet y Ben-Zojet.
21 Hijos de Sela, hijo de Judá: Er,
padre de Leca; Laeda, padre de Ma-
resa; V las familias de la casa donde
se trabaja el lino, la casa de Arseba,
22 y Joaquim y los hombres de Coze-
ba, V Joas v Sarat, que dominaron
en Moab y Jasubí Lejem. Estas son
casas antiguas. 23 Estos eran alfare¬
ros y habitaban en plantaciones y
parques, cerca del-rey, y trabajaban
para él.
Descendientes de Simeón.
24 Hijos de Simeón: Nemuel, Jamín,
Jarib., Zeraj y Saúl. Hijos de Saúl:
25 Salum, Mibsam, su hijo; Misma, su
hijo. 26 Hijos de Misma: Hamuel, su
hijo; Zacur, su hijo: Simei, su hijo.
27 Simei tuvo dieciséis hijos y seis
hijas. Sus hermanos no tuvieron mu¬
chos hijos y sus familias no se mul¬
tiplicaron tanto como las de los hijos
de Judá. 28 Habitaban en Berseba,
en Molada, en Jasar, en Sual, 29 en
Bila, en Esen, en Tolad, 30 en Batucl,
en Jorma, en Siccleg, 31 en Bct-Mar-
jabot, en Jasar, en Susim, en Bet-
Birei y en Saaraim. Estas fueron sus
ciudades hasta el reino de David, y
sus pueblos. 32 Tenían también Etam,
Ain, Rimmón, Toquen y Asán, cinco
ciudades, 33 y todos los pueblos en
derredor de estas ciudades, hasta
Baal. Estas son sus habitaciones y
sus genealogías.
34 Mesebab, Jamlec; Josa, hijo de
Amasia; 35 Joel, Jehú, hijo de Josibia;
hijo de Scraya, hijo de Ariel; 36 Elyoe-
nai, Jacoba, Jesojaia, Asaya, Adiel,
Jesimiel, Benaya, 37 Ziza, hijo de
Sifci, hijo de Aon, hijo de Jedaya,
hijo de Simri, hijo de Semaya. 38 Estos,
por sus nombres, eran príncipes en
sus familias, y sus casas paternas
tomaron gran incremento. 39 Fueron
del lado de Guedor, hasta el oriente
del valle, en busca de pastos para sus
ganados. 40 Hallaron hierba y buenos
pastos y una región vasta, tranquila
y apacible; los que antes la habitaron
descendían de Cam. 41 Estos, descritos
por sus nombres, vinieron en tiempo
de Ezequías, rey de Judá, y atacaron
sus tiendas y las habitaciones que allí
hallaron, y los destruyeron hasta hoy,
habitando en su lugar, por haber allí
pastos para sus ganados. 42 También
quinientos de ellos, de los hijos de
Simeón, se fueron al monte de Seir,
llevando por jefes a Pelatia, Nearias,
Rofaias y Oziel, hijos de Isi; 43 y
derrotaron a las reliquias que habían
quedado de Amalee, y habitaron allí
hasta hoy.
Descendientes de Rubén.
HL 1 Hijofc de Rubén, primogénito de
Israel. Era el primogénito; mas
por haber manchado el lecho de su
padre, el derecho de primogenitura
fué dado a los hijos de José, hijo de
Israel, y no fué contado en las genea¬
logías como primogénito. 2 Judá fué
en verdad poderoso entre sus herma¬
nos, y el príncipe de ellos, pero el
derecho de primogenitura fué de José.
3 Hijos de Rubén, primogénito de
CRÓNICAS I, 6
:wg
Israel: Janoc, Palu, Hesrón y Carmi.
4 Hijos de Joel: Semeia, su hijo,
Gog, su hijo; Simai, su hijo; 5 Mical
su hijo; Reaya, su hijo: Baal, su hijo.
6 y Bcera, su hijo, que llevó cautivo a
Asiria Teglat-Falasar, rey de Asiria;
era príncipe de los rubenitas. 7 Herma¬
nos de Berám, según sus familias, ta-
como fueron registrados en las genea¬
logías según sus generaciones: el prime¬
ro Jeíel; Zaearírs; 8 Bela, hijo de Azaz,
hijo de Sema, hijo de Joel. Nela ha¬
bitó en Aroer, hasta Nebo y Baal,
Meon; 9 al oriente habitaba hasta la
entrada del desierto, desde el río
Eufrates, pues tenía muchos ganados
en la tierra de Galad. 10 En. tiempo
de Saúl hicieron la guerra a los Aga-
reos, que cayeron en su poder, y ha¬
bitaron en sus tiendas en todo el
lado oriental de Galad.
Descendientes de Gad.
11 Enfrente de ellos habitaban los
hijos de Gad, en la tierra de Basán,
hasta Salea. 12 Joel, el primero; Safán,
el segundo: Jaenai y Safat, en Basán.
13 Sus hermanos, según las casas de
sus padres: Micael, Mesulam, Seba,
Joraim, Jaccan, Zia y Eber; siete.
14 He aquí los hijos de Abigail, hijo
de Jurí, hijo de Jaroaj, hijo de Galad,
hijo de IMicael, hijo de Jcsisai, hijo
de Jajdo, hijo de Buz; 15 Ají hijo de
Abdicl, hijo de Guni, era el jefe de
las casas de sus padres. 16 Habitaban
en Galad, en Basán y en las ciudades
de su dependencia, y en los ejidos de
Sarón, hasta sus límites. 17 Fueron
registrados todos en las genealogías
en tiempo de Jotam, rey de Judá,
y en tiempos de Jcroboam, rey de
Israel.
18 Los hijos de Rubén y de Gad y
de la media tribu de Manasés eran
valerosos, llevaban escudo y espada
y eran diestros en la gueira, en nú¬
mero de cuarenta y cuatro mil sete¬
cientos sesenta, aptos para la guerra;
19 Hicieron la guerra a los Agareos,
a Jetur, a Nafis, y a Nodab. 20 Fueron
ayudados contra ellos, y los Adareos
y cuantos estaban con ellos cayeron
en sus manos, pues durante la lucha
clamaron a Dios, que los oyó por
haber confiado en el. 21 Tomaron sus
ganados, cincuenta mil camellos, dos¬
cientas cincuenta mil ovejas, dos mil
asnos y cien mil personas, 22 pues
hubo muchos muertos, porque el com¬
bate venía de Dios. Se establecieron
en su lugar, hasta el tiempo en que
fueron llevados a la cautividad.
Descendientes de la media tribu
de Manasés.
23 Los hijos de la media tribu de
Manasés habitaban la región desde
Basán hasta Baal Hermón, y Sanir,
y la montaña de Hermón. Eran nu¬
merosos. 24 He aquí los jefes de las
casas de sus padres: Efer, Jisui, Elici,
Azriel, Jeremías, Jodavía y Jajdiel,
hombres valerosos, gente de fama,
jefes de las casas de sus padres.
24 Pero pecaron contra el Dios de
sus padres y se prostituyeron tras
los dioses de las gentes de la tierra,
que Dios había destruido ante ellos;
25 y el Dios de Israel incitó contra
ellos el espíritu de Pul, rey de Asiria,
V el espíritu de Teglat-Falasar, rey
de Asiria; y Teglat-Falasar llevó cau¬
tivos a rubenitas, gaditas y a la
media tribu de Manasés, y los con¬
dujo a Calaj, Jabor, Jara y al río
Gozán, donde habitan hasta hoy.
Descendientes de Leví.
A 1 Hijos de Leví: Gersón, Caat
y Merari. 2 Hijos de Caat: Ain-
ram, Jitscar, Hebrón y Uziel. 3 Hijos
de Amram: Arón, Moisés y María.
Hijos de Arón: Nadab, Abíú, Elcazar
e Itamar. 4 Eleazar engendró a Fines;
Fines engendró a Abisúa; 5 Abisúa
engendró a Buquí; Buíjuí engendró
a Uzi; 6 Uzi engendro a Zerajya;
Zcrajya engendró a Merajot; 7 Mcra-
jot engendró a Amaría; Amaría en¬
gendró a Ajitub; 8 Ajitub engendró
a Sadoc; Sadoc engendró a Ajimas;
9 Ajimas engendró a Azaría; Azaría
engendró a Jojanán; 10 Jojanán en¬
gendró a Azarías, que ejerció el
sacerdocio en la casa que Salomón
y edificó en Jerusalén; 11 Azarías en¬
gendró a Amarías; 12 Amarías en¬
gendró a Ajitub; Ajitub engendró a
Sadoc; Sadoc engendró a Saluin;
13 Salum engendró a Hclcías; Hel-
! cías engendró a Azarías; 14 Azarías
engendró a Scraia; Scraia engendró
a Jeosadac; 15 Jeosadac fué a la
cautividad, cuando Yavc trasladó a
Judá y a Jerusalén por mano de
Nabucodonosor.
1 16 Hijos de Leví: Gersón, Caat y
CRÓNICAS I, 6
397
Merari. 17 He aquí los nombres de
los hijos de Gersón: Lihni y Simei.
18 Hijos de Caat: Amram, Jitscar,
Hebrón y Uziel. 19 Hijos de Merari:
Majli y Musí. Estas son las familias
de Leví, según sus padres.
20 De Gersón: Libni, su hijo; Jajat,
su hijo; Zimma, su hijo; 21 Joaj,
su hijo; Ido, su hijo; Zeraj, su hijo;
Jeatrai, su hijo; 22 Hijos de Caat:
Aminadab, su hijo; Core, su hijo;
Asir, su hijo; 23 Elcana, su hijo;
Ebvasaf, su hijo; Asir, su hijo;
24 Tajat, su hijo; Oriel, su hijo;
Ozías, su hijo; Saúl, su hijo. 25 Hijos
de Elcana: Amasa! y Ajimot; Elcana,
su hijo; 26 Elcana Sofaim, su hijo;
Najat, su hijo; 27 Eliab, su hijo
Jcrojam, su hijo; Elcana, su hijo;
28 y los hijos de Samuel, el primo¬
génito, Joel, y el segundo, Abiya.
29 Hijos de Merari: Majli; Libni, su
hijo; Simei, su hijo; Uza, su hijo;
30 Simca, su hijo; Jaguiya, su hijo;
Asuya, su hijo.
31 He aquí los que puso David
para dirigir el canto en la casa
de Yave, después que el arca tuvo
un lugar de reposo. 32 Servían de can¬
tores ante el tabernáculo, ante la
tienda de la reunión, hasta que Salo¬
món edificó la casa de Yave en Jeru-
salén, en la que hicieron su servicio
según las reglas que les fueron pres¬
critas. 33 He aquí los que asistían
con sus hijos: De entre los hijos de
Caat, Hernán, cantor, hijo de Joel,
hijo de Samuel, 34 hijo de Elcana,
hijo de Jerojam, hijo de Eliel, hijo
de Toaj, 35 hijo de Suf, hijo de
Elcana, hijo de Majat, hijo de Ama¬
sa!, 36 hijo de Elcana, hijo de Joel,
hijo de Azaría, hijo de Sofonía,
37 hijo de Tajat, hijo de Asir, hijo
de Ebiasaf, hijo de Core, 38 hijo
de Jitsear, hijo de Caat, hijo de
Lcví, hijo de Israel. 39 Su hermano
Asaf estaba a su derecha: Asaf,
hijo de Baraquías, hijo de Sima,
40 hijo de Micael, hijo de Basías,
hijo de Malaquías, 41 hijo de Aramci,
hijo de Zeraj, hijo de Adaya, 42 hijo
de Etán, hijo de Zima, hijo de Simei,
43 hijo de Jojat, hijo de Gersón,
hijo de Leví. 44 Además, los hijos
de Merari estaban a su izquierda:
Etán, hijo de Cusí, hijo de Abdi,
hijo de Maluc, 45 hijo de Asabías,
hijo de Amasias, hijo de Helcías,
46 hijo de Amasaí, hijo de Bani,
hijo de Semer, 47 hijo de Majalí, hijo
de Musí, hijo de Merari, hijo /le Leví.
I 48 Sus hermanos los levitas fueron
puestos a todo el ministerio del
tabernáculo de la casa de Dios.
49 Arón y sus hijos eran los que ofre-
i cían los sacrificios en el altar de los
holocaustos y el incienso en el altar
de los perfumes, cumpliendo estos
servicios en el lugar santísimo y
haciendo la expiación por Israel,
según cuanto había mandado Moisés,
siervo de. Dios.
50 He aquí los hijos de Arón:
Elcazar, su hijo; Fines, su hijo;
Abisúa, su hijo; 51 Buqui, su hijo;
Uzi, su hijo; Zerajya, su hijo; 52 Me-
rajot, su hijo; Amaría, su hijo; Ajitub,
su hijo; 53 Sadoc, su hijo; Ajima,
su hijo.
64 He aquí sus habitaciones según
sus términos y los límites que les
fueron señalados: a los hijos de Arón,
de la familia de los caatitas, que
fueron los primeros señalados por la
suerte, 55 se les dió Hebrón, en la
tierra de Judá, y sus contornos;
56 pero el territorio de la ciudad y
sus pueblos fueron atribuidos a Caleb,
hijo de Jefonc. 57 A los hijos de Arón
se les dieron: la ciudad de refugio de
Judá, Hebrón y Lobna con sus con¬
tornos; Asán, con sus contornos;
58 Jeter y Estemo, con sus contor¬
nos; Jelón y sus contornos; Davir
y sus contornos; 59 Asán y sus con¬
tornos; Bctsames y sus contornos.
60 De la tierra de Benjamín, Gucba,
con sus contornos, y Anatot, con
sus contornos. Todas sus ciudades
fueron trece, según sus linajes.
61 A los otros hijos de Caat dió
la suerte diez ciudades de familias
de la tribu de Efraím, de la tribu
de Dan y de la media tribu de Mana-
sés. 62 Los hijos de Gersón, según
sus familias, tuvieron trece ciuda¬
des de la tribu de Isacar, de la tribu
de Aser, de la tribu de Neftalí y
de la tribu de Manasés en Basán.
63 Los hijos de Merari, según sus
familias, tuvieron por suerte doce
ciudades de la tribu de Rubén, de
la tribu de Gad y de la tribu de Za¬
bulón.
64 Los hijos de Israel dieron a los
levitas estas ciudades y sus con¬
tornos. 65 Diérónles por suerte de la
tribu de los hijos de Judá, de la tribu
de los hijos de Simeón, y de la tribu
de los hijos de Benjamín, las ciudades
que designaron con sus nombres.
66 Para las otras familias de los hijos
de Caat, las ciudades de su terri-
CRÓNICAS I, 7
.'m
torio fueron de la tribu de Efraím.
67 Les dieron la ciudad de refugio,
Siquem, y sus contornos en la mon¬
taña de Efraím: Guezer y sus con¬
tornos: 68 Jocmcam y sus contornos;
Betorón y sus contornos; 69 Avalón
V sus contornos: Gat Rimón y sus
contornos; 70 v de la Tñcdia tribu de
Manases, Aner y sus contornos: Bi-
bam y sus contornos, para las otras
farnilias de los hijos de Caat.
71 Se dió a los hijos de Gersón:
de las familias de la media tribu
de Manases, Golán en Basán y sus
contornos; Astarot y sus contornos;
72 de la tribu de fsacar, Quedes y
sus contornos; Dobrat y sus con¬
tornos; 73 Ramot y sus contornos,
y Ancm y sus contornos; 74 de la
tribu de Áscr, Masal y sus contornos;
Abdón y sus contornos; 75 Jacot y
sus contornos; y Rejal) y sus con¬
tornos; 76 y de la tribu de Neftalí:
Quedes de Galilea y sus contornos;
Jammón y sus contornos, y Quirya-
taim y sus contornos.
77 Él resto de los levitas, a los
hijos de Merari, se les dieron: de la
tribu de Zabulón, Rimono y sus
contornos y Tabor y sus contornos;
78 y del otro lado del Jordán, frente
a Jericó, al oriente del Jordán: de
la tribu de Rubén, Betser, en el
desierto, y sus contornos; Jasa y sus
contornos; 79 Quedeinot y sus con¬
tornos; Mefat y sus contornos: 80 ’y
de la tribu de Gad, Ramot de Calad
V sus contornos, y Jazer y sus con¬
tornos.
Descendientes de Isncnr,
7 1 Hijos de Isacar: Tola, Túa,
L Jasnb v Simrom, cuatro. 2 Hjjos
de Tola: Uzi, Rcfayo, Jcriel, Jajmai,
Jibsan y Samuel, jefes de las casas
de sus padres, de Tola, hombres
valerosos en sus generaciones. Su
número al tiempo de David, era de
veintidós mil seiscientos. 3 Hijo de
Uzi: Jizraya. Hijos de Jizraya: Mi-
cael, Abdías, Joel, Jisya, en todo
cinco jefes. 4 Tenían según sus gene¬
raciones, según las casas de sus pa¬
dres, treinta y seis mil hombres
armados para la guerra, pues eran
muchas sus mujeres e hijos. 6 Sus
hermanos de todas las familias de
1 sacar, hombres valerosos, hacían
un total de ochenta V siete mil,
registrados en las genealogías.
Descendientes de Benjamín.
* Hijos de Benjamín: Bela, Bequer
v Jediael, tres. 7 Hijos de Bela:
Ésbón, Uziel, Jerimot e Irir, cinco
jefes de las casas de sus padres,
hombres valerosos, registrados en las
genealogías, en número de veintidós
mil treinta y cuatro. 8 Hijos de Be¬
quer: Zemira, Joós, Eliezcr, Elyoenai,
Omri, Jcrcmot, Abiva, Anatot y
Alamet, todos hijos de Bequer, 9 regis¬
trados en las genealogías según sus
generaciones, como jefes de las casas
de sus padres, hombres valerosos, en
número de veinte mil doscientos.
10 Hijo de Jediael: Bilán. Hijos de
Bilán: Jehús, Benjamín, Ehud, Que-
nana, Zetán, Tarsis y Ajisajar, 11 todos
hijos de Jediael, jefes de las casas
de sus padres, hombres valerosos en
número de diecisiete mil doscientos,
en estado de tomar las armas para
ir a la guerra.
12 Los Supim y los Jnpim fueron
hijos de Ira; y los Jusim, hijos de
Ajer.
13 Hijos de Neftalí: Jajasicl, Guni,
Jcrcr y Salum, hijos de Bila.
Descendientes de Manasés.
14 Hijos de Manases: Asriel, que
le dió su concubina siria, que parió
también a Maquir, padre de Galad.
16 Maquir tomó una mujer de los
Jupim y Supim. La hermana se
llamaba Manca. El nombre de su
segundo hijo fué Selofjad. Sclofjad
tuvo hijas. 16 Maaca, mujer de Ma¬
quir, parió un hijo y le llamó Peres;
su hermano se llamó Seres, 17 y
fueron sus hijos Ulam y Rcqucm.
Hijo de Ulam: Bcdán. Estos son los
lujos de Galad, hijo de Maquir, hijo
de Manases. 18 Su hermana Hamo-
lcquct parió a Tsjod, a Abiczer y a
Majla. 19 Los hijos de Scniida fueron:
Ajiam, Siquem, Liqji y Aniam.
Descendientes de Efraím.
20 Hijos de Efraím: Sutclnj, Bercd,
su hijo: Tajar, su hijo; Eleada, su
hijo; Tajnt, su hijo; 21 Zabad, su
hijo; Sntclaj, su hijo; Ezer y Elcad.
Los hombres de Gat naturales del
territorio los mataron cuando baja¬
ban para recoger sus ganados.
22 Efraím, sil padre, hizo mucho tiem-
CRÓNICAS I, 8
po duelo por ellos, y sus hermanos
vinieron a consolarle. 23 Después entró
a su mujer, que concibió y parió un
hijo, llamándole Bcria, porque su
casa estaba en la desgracia.
24 Tuvo por hija a Sera, que edi¬
ficó a Betorón, el bajo y el alto, y a
Uzensera. 25 Reaj, su hijo, y Reset;
Telaj, su hijo; Taján, su hijo; 26 Lae-
dán, su hijo; Amihud, su hijo; Eli-
saina, su hijo; 27 Nun, su hijo; Josué,
su hijo.
28 Tenían por posesión y habitación
Betel y las ciudades de su depen¬
dencia; al oriente, Narón; al occi¬
dente, Guezer y las ciudades de su
dependencia; Siqucm y las ciudades
de su dependencia, hasta Gaza y las
ciudades de su dependencia. 29 Los
hijos de Manasés poseían Bet-Sean
y las ciudades de su dependencia.
Tanac y las ciudades de su depen¬
dencia, Megiddo y las ciudades de su
dependencia, Dor y las ciudades de
su dependencia. Én estas ciudades
habitaron los hijos de José, hijo de
Israel.
Descendientes de Ascr.
30 Hijos de Aser: Jimna, Jisva,
Jisvi, y Beria, y Scraj su hermana.
31 Hijos de Beria: Jcber y Malquiel.
Malquicl fué padre de Birzavit, 32 y
Jeber engendró a Jaflet, Somcr, Jotán
y a Súa, su hermana. 33 Hijos de
Jaflet: Pasae, Bimal y Ascvat. Estos
son los hijos de Jaflet. 34 Hijos de
Somcr: Ají, Roega, Juba y Arani.
35 Hijos de Elem, su hermano: Sofaj,
Jimna, Seles y Amal, 36 Hijos de
Sofaj: Suaj, Jarncfer, Sual, Beri,
Jimra, 37 Beser, Hod, Samma, Silsa,
Jitrán y Beera. 38 Hijos de Jeter:
Jefone, Pispa y Ara. 39 Hijos de Ula:
Araj, Janlel y Risva. 40 Todos estos
hijos de Aser, jefes de las casas de
sus padres, hombres selectos y vale¬
rosos, jefes de príncipes, registrados
en número de veintiséis mil hombres
en estado de tomar las armas para
la guerra.
Descendientes de Benjamín.
8 1 Benjamín engendró a Bela, su
primogénito; Asbel, el segundo;
Ajraj, el tercero; 2 Noja, el cuarto,
y Rafa, el quinto. 3 Hijos de Bela:
Adar, Güera, Abihud, 4 Abisúa, Na-
mán, Ajoaj, 6 Güera, Scfufán y
Juram. 8 He aquí los hijos de Ejud,
que eran jefes de familias entre los
habitantes de Gueba, y fueron a
Manajat: 7 Ñaman, Ajías y Güera.
Este los condujo y engendró a Uza
y Ajud.
8 Sajaraín engendró hijos en la
tierra de Moab, después de haber
dejado a Jusim y a Bar a, que eran
sus mujeres. 9 Tuvo de Jodes, su
mujer: h Jobab, Sibia, Mesa, Malcam,
10 Jcus, Seqiiya y Mirma. Estos son
sus hijos, jefes ¡ele familia. 14 Tuvo
de Jusim: Abilub y Elpaal. 12 H.jos
de Elpaal: Heber, Misan y S^med,
que edificó Ono, Lod y las ciudades
de su dependencia. 43 Beria y Sema,
que eran jefes de familia entre los
habitantes de Ayalón, hicieron huir
a los habitantes de Get.
14 Ajio, Snsac, Jcrcmot, 15 Zeba-
días, Arad, Heder, 16 Micael, Jispa y
Joja, hijos de Beerías. 17 Zebadías,
Mcsulam, Jizgui, Jeber, 48 Jismerai,
Jizlia y Jobab, hijos de Elpaal.
49 Jaquim, Zicri, Zabdi, 20 Elyoenai,
Silitai, Eliel, 24 Adaia, Baraya, Sema-
rat, hijos de Semcí. 22 Jispáu, Eber,
Eliel, 23 Adón, Zicri, Janán, 24 Jana-
nía, Hetam, Anatotías, 25 Jifdaías
y Penicl, hijos de Sasac. 26 Samserai,
Sejarías, Atalía, Atolia, 27 Jarsias,
Elias, Zicri, hijos de Jerojam.
28 Estos eran jefes de familias
según sus linajes. Habitaban en Jeru-
salén.
29 El padre de Gabaón habitaba
en Gabaón. El nombre de su mujer
fué Maaea, 30 Abdón su hijo primo¬
génito: después Sur, Quis, Baal, Na-
dab, 31 Guedor, Ajia y Zequer.
32 Alielot engendró a Simea. Estos
habitaron también con sus hermanos
en Jerusalén. 33 Ner engendró a
Quis; Quis engendró a Saúl; Saúl
engendró a Jonatán, Malquisua, Abi-
nadab y Esbal. 34 Hijo de Jonatán
fué Meribaal, y Meribaal engendró
a Mica. 35 Hijos de Mica: Pitón, Me-
lec, Tarea y Ajaz. 36 Ajaz engendró
a Joada; Joada engendró a Alcmet,
Azmavet y Zimri; Zimri engendró a
Mosa, 37 y Musa engendró a Bina;
Rafa, su hijo; Eleasa, su hijo; Asel,
su lujo; 38 Asel tuvo seis hijos: Arri-
cam, Bocru, Ismael, Searías, Oba-
días y Jonán. Estos fueron hijos de
Asel. 39 Los hijos de Esce, su hermano;
Uián, su primogénito; Jehú, el se¬
gundo; Elifelet, el tercero. 40 Los
hijos de Uián eran fuertes y Valero.
CRÓNICAS I, 9
Oí)
sos, diestros arqueros. Tuvieron mu- I
chos hijos y nietos, ciento cincuenta.
Habitantes de Jerusalén a la vuelta
de la eautividad.
1 Todo Israel está registrado en
' las genealogías e inscrito en el
libro de los reyes de Israel.
Judá fue por sus infidelidades lle¬
vado cautivo a Babilonia. 2 Los
primeros habitantes que entraron en
sus posesiones, en sus ciudades, eran
israelitas, sacerdotes, levitas y neti-
ncos. 3 En Jerusalén habitaron hijos
de Judá, hijos de Benjamín e hijos
de Efraím y Manases. De los hijos
de Peres, hijo de Judá: 4 Utai, hijo
de Amiud, hijo de Omri; hijo de Imri,
hijo de Bani. 5 De los silonitas: Asaya,
el primogénito, y sus hijos. 6 De los
hijos de Zerej: Jchuel y sus hermanos,
seiscientos noventa. 7 De los hijos
de Benjamín: Salu, hijo de H4esulan,
hijo de Jodavía, hijo de Asenúa;
8 Jibnca, hijo de Jerojam; Ela, hijo
de Uzi, hijo de Micri; Mesulam, hijo
de Scfatya, hijo de Reuel, hijo de
Jibniya; 9 y sus hermanos, según sus
generaciones, novecientos cincuenta
y seis. Todos éstos eran jefes de fami¬
lias en las casas de sus padres.
10 Sacerdotes: Jedaya, Jeoyarib;
Jaquim, 11 Azaría, hijo de Hclcías,
hijo de Mesulan, hijo de Sadoe, hijo
de Merayot, hijo de Ajitub, jefe de
la casa de Dios; 12 Adaya, hijo de
Jerojam, hijo de Pasjur, hijo de
jNlalquiya; Maesai, hijo de Adiel, hijo
de Jajzerat, hijo de Mesulam, hijo
de Mesilamit, hijo de Iminer, 13 y
sus hermanos, jefes de las casas de
sus padres, mil setecientos sesenta
hombres vigorosos, ocupados en el
servicio de la casa de Dios.
14 De los levitas: Scmeya, hijo de
Jasub, hijo de Arricam, hijo de Ja-
sabía, de los hijos de Mcrari: 15 Bac-
bacar, Jercs, Galal, Matania, hijo
de Miqucas, hijo de Zicri, hijo de
Asaf; 16 Abdías, hijo de Scmeya,
hijo de O alai, hijo de Jedutum: Bere-
quías, hijo de Asa, hijo de Elcana,
que habitó en los poblados de Neto-
pat. 17 Y los porteros: Salum, Acub,
Taíinón, Ajmán y sus hermanos;
Salum era el jefe, y hasta ahora
está a la puerta del rey, a oriente.
18 Estos son los porteros de entre
los levitas. 19 Salum, hijo de Core,
hijo de Ebiasaf, hijo de Coraj, y sus
hermanos de la casa de su padre.
Los coreítas tenían a su cargo la
guardia de la entrada de la tienda;
sus padres habían hecho la guardia
de la entrada al campo de Yave,
20 y Fines, hijo de Eleazar, fué antes
su jefe. Y Yave estuvo con él. 21 Za¬
carías, hijo de Meselemía, era por¬
tero de la entrada de la tienda de la
reunión. 22 Eran, en todo, ciento
doce elegidos para porteros de la
entrada, y registrados en las genea¬
logías según sus ciudades. David y
Samuel, el vidente, los habían nom¬
brado para sus funciones. 23 Ellos y
sus hijos guardaban las puertas de
la casa de Yave y de la casa de la
tienda. 24 Había porteros a los cuatro
vientos, a oriente y a occidente, a
norte y a mediodía. 25 Sus hei manos,
que habitaban en sus ciudades, tenían
que venir de tiempo en tiempo por
siete días; 26 pero estos cuatro jefes
de los porteros, estos levitas, estaban
siempre en funciones, y tenían además
a su cargo la vigilancia de las cáma¬
ras y de los tesoros de la casa de Dios;
27 pasaban la noche en torno a la
casa de Dios, cuya guarda tenían,
y habían de abrir cada mañana.
28 Algunos levitas estaban al cui¬
dado de los utensilios de servicio,
que recibían por cuenta y entregaban
por cuenta. 29 Otros cuidaban de
todos los utensilios del santuario,
sobre la harina de flor, el vino, el
aceite, el incienso y los aromas.
30 Los hijos de los sacerdotes hacían
la mezcla de los perfumes aromáti¬
cos. 31 Matitiya, uno de los levitas,
i primogénito de Salum, coreíta, se
cuidaba de las tortas fritas en sartén;
32 y algunos de sus hermanos de
entre los caatitas tenían a su cargo
preparar para cada sábado los panes
de la proposición. 33 Estos son los
cantores, jefes de familia de los levi¬
tas, que moraban en las cámaras,
exentos de toda otra función, porque
de día y de noche estaban en la suya.
34 Eran los jefes de familia de los
levitas, jefes según sus generaciones.
Habitaban en Jerusalén.
35 El padre de Gabaón, Jeiel, habi¬
taba en Gabaón, y el nombre de su
mujer era Maaca. 36 Abdón, su hijo,
primogénito; después Sur, Quis, Baal,
Ner, Xadab, 37 Gedor, Ajio, Zacarías
y Miclot. 38 Miclct engendró a Samán.
Estos habitaban también en Jerusa¬
lén junto a sus hermanos, con sus
hermanos. 39 Ner engendró a Quis;
101
CRÓNICAS I. 10. II
Quis engendró a Saúl; Saúl engendró
a Jonatán, Malquisúa, Abínadab y
Esbaal. 40 Hijo de Jonatán: Meribaal;
Meribaal engendró a Mica. 41 Hijos
de Mica: Pitón, Melec y Tajrea.
42 Ajaz engendró a Jaera, Jaera en¬
gendró a Alemet, Azmavct y Zimri;
Zimri engendró a Mosa; 43 Mosa
engendró a Binca; Rafaya, su hijo;
Eleasar, su hijo; Asel, su hijo. 44 Asel
tuvo seis hijos, cuyos nombres son:
Azricam, Bocru, Ismael, Searía, Ab¬
días y Janán. Estos son los hijos
de Asel.
HISTORIA I)E DAVID
Muerte de Saúl.
| A 1 Los filisteos dieron la batalla
*"" a Israel, y los hombres de
Israel huyeron ante los filisteos, y
cayeron muchos muertos en el monte
de Gelboe. 2 Los filisteos persiguieron
a Saúl y a sus hijos, y mataron a
Jonatán, Abinadab y Malquisúa, hijos
de Saúl. 3 El peso de la batalla cargó
sobre Saúl; y viéndose descubierto
por los arqueros, se apoderó de él la
angustia ante sus dardos. 4 Enton¬
ces dijo Saúl a su escudero: «Saca
tu espada y traspásame con ella,
no vengan esos incircuncisos y me
escarnezcan; pero su escudero no
quiso, por temor. Entonces cogió
Saúl su espada, y se echó sobre ella.
5 El escudero de Saúl, viéndole muer¬
to, se echó también sobre su espada,
y murió. 6 Así perecieron Saúl y sus
tres hijos, pereciendo con ellos toda
su casa. 7 Todos los de Israel que
estaban en el valle, viendo que habían
huido los hombres, y que Saúl y sus
hijos eran muertos, dejaron sus ciu¬
dades para ponerse también en fuga,
y los filisteos se apoderaron de ellas.
8 Al día siguiente vinieron los filis¬
teos para despojar a los muertos, y
hallaron a Saúl y a sus hijos caídos
en el monte de Gelboe. 9 Los despoja¬
ron y se llevaron su cabeza y sus
armas, e hicieron pregonar las buenas
noticias por toda la tierra de los
filisteos, # a sus ídolos y al pueblo.
10 Pusieron las armas de Saúl en el
templo de su dios, y colgaron su
cabeza en el templo de Dagón. 11 To¬
dos los de Jabes Galad, al saber lo
que los filisteos habían hecho con
Saúl, 12 se levantaron todos los hom¬
bres útiles, y tomaron el cuerpo de
Saúl y los de sus hijos, y los transpor-
taion a Jabes, y allí los sepultaron
bajo la encina de Jabes, y ayunaron
por siete días.
13 Murió Saúl porque se había
hecho culpable de infidelidad hacia
Yave, cuyas palabras no guardó, y
por haber preguntado y consultado
a los evocadores de los muertos.
14 No obedeció a Yave, y Yave le
hizo morir, y transfirió el reino a
David, hijo de Isaí.
David, rey.
j | 1 Todo Israel se congregó en
* J torno a David en Hebrón, di¬
ciendo: «Mira: tú eres hueso de nues¬
tro hueso y carne de nuestra carne.
2 Ya antes, aun reinando Saúl, eras
tú el que sacabas y volvías a Israel.
Yave, tu Dios, te ha dicho: «Tú apa¬
centarás a mi pueblo, Israel, y tú
serás, el jefe de mi pueblo, Israel.»
3 Así todos los ancianos de Israel
vinieron al rey a Hebrón, y David
hizo eon ellos alianza en Hebrón,
ante Yave. Ungieron a David por rey
de Israel, según la palabra de Yave,
pronunciada por Samuel.
4 Marchó David con todo Israel
contra Jerusalén, que es Jebús. Habi¬
taban allí los jebuseos; 5 y los de Jebús
dijeron a David: «No entrarás tú
aquí.» Pero David se apoderó de la
fortaleza de Sión, que es la ciudad
de David. 6 David había dicho: «El
que primero hiera al jebuseo será
jefe y príncipe.» Y fué el primero en
subir Joab, hijo de Sarvia, y fué
hecho jefe. 7 David se estableció en
la fortaleza, que por esto se llamó
la ciudad de David. 8 Edificó la
ciudad en derredor, desde el terraplén,
y Joab reconstruyó el resto de la
ciudad. 9 David vino a ser de día
en día más grande, y Yave Sebaot
estaba eon él.
Los valientes de David.
10 He aquí los primeros de los va¬
lientes que seguían a David y que
le ayudaron con todo Israel a ase¬
gurar su dominación, y hacerle rey
de Israel según la palabra de Yave.
11 He aquí por sus nombres los va¬
lientes que seguían a David:
26
CRÓNICAS I, 12
WZ
Jasobán, hijo de Jacmoni, jefe de
los treinta. Blandió su lanza contra
trescientos hombres, que derrotó de
una vez.
12 Después de él Eleazar, hijo de
Dodo, ajojita, otro de los tres.
13 Estaba éste con David en Pas
Damiin, donde los filisteos se habían
reunido para la lucha; había allí
una haza llena de cebada, y huyendo
ya el pueblo ante los filisteos, 14 se
puso en medio de la haza y la defen¬
dió, derrotando a los filisteos, y
obrando Yave una gran salvación.
15 Tres de los treinta bajaron a
donde estaba David, a la roca de
la caverna de Odolám, cuando esta¬
ban acampados los filisteos en el
valle de Rcfaím. 16 Estaba David
en la fortaleza y los filisteos tenían
una guarn ción en Betlcjem. 17 Se le
ocurrió a David decir: «:Quién me
diera poder beber agua de la cisterna
que está a la puerta de Betlcjem!»
18 Y entonces los tres, pasando a
través del campamento de los filis¬
teos, cogieron agua de la cisterna
que hay a la puerta de Betlcjem; y
llevándola, se la presentaron a David;
pero David se negó a bebería y la
derramó ante Yave, diciendo: 19 «Lí¬
breme Dios de hacer tal cosa. ¿Voy
a beber yo la sangre de estos hombres,
que a riesgo de su vida han ido allá?»
Porque era ciertamente con riesgo de
la vida como la habían traído, y no
quiso bebería. Esto hicieron los tres
valientes.
20 Abisai, hermano de Joab, era
jefe de los treinta. Blandió su lanza
contra trescientos, que mató, 21 y
tuvo renombre entre los treinta, y
era entre ellos muy considerado, pero
no llegaba a los tres primeros.
22 Banaia, hijo de Joyada, que era
hombre de mucho valor y célebre por
sus hazañas, un día de nieve, bajando
a una cisterna, mató a un Icón.
23 Mató también a un egipcio que
tenía cinco codos de estatura, y cuya
lanza era como un cnjullo de tejedor.
Bajó contra él con un palo y le arran¬
có de la mano la lanza, con la que le
mató. 24 Esto hizo Banaia, hijo de
Joyada, que tuvo gran renombre
entre los treinta. 25 Fué muy consi¬
derado entre los treinta, pero no lle¬
gaba a los tres primeros, David le
puso al frente de su guardia.
26 Los valientes del ejército: Azael,
hermano de Joab; Elcana, hijo de
Dodo, de Betlehem; 27 Samot, de
Haror, y Elcs, pelonita; 28 Ira, hijo
de Iques, tecuita; Abiezer de Anatot;
29 Sibcca, jusatita; llai, ajusita;
30 Maharai, nctofatita; Jcled, hijo de
Baana, netofatita; 31 Itai, hijo de
Ribai, de Gueba, de los hijos de
Benjamín; Banaías, faratonita; 32 Ju-
rai, de los valles de Gas; Abiel, arba-
tita; 33 Azmavct, bajarumita; Eliajba,
salbonita; 34 Jasem, agunila; Jona-
tán, hijo de Sague, de Haror; 35 Aliam,
hijo de Sacar, de Haror, Elifal, hijo
de Ur; 36 Efer, de Mequera; Ajiva,
de Palón; 37 Jesro, del Carmel; Narai,
hijo de Esbaí; 38 Joel, hermano de
Natán; Mihjar, hijo de Hagri; 39 Seleco,
amonita; Xajraí, de Berot, escudero
de Joab, hijo de Sarvia: 40 Ira, de
Jeter; Gareb, de Jetcr; 41 Drías, geteo;
Zabad, hijo de Ajlaí; 42 Adina, hijo
de Sira, rubenita, jefe de los rube-
nitas, y treinta con él; 43 Jonán, hijo
de Manca; Josafat, de Mituí; 44 Ózías,
de Astarot; Sama y Jctiel, hijos de
Jotam, de Haror; 45 Jediael, hijo de
Simrí; Joja, su hermano, fisaíta;
46 Eliel, de Majaviin, Jcribaí y Jo-
savia, hijos de Elnaam; Jitma, moa-
bita, 47 Eliel, Obed y Joasiel, de
Mcsobía.
Guerreros que se unieron a David
ya en tiempos de Saúl.
1 9 1 Estos son los que vinieron a
1 ** unirse a David, en Siceleg, cuan¬
do estaba alejado de Saúl, hijo de
Quis, y fueron parte de los valientes
que le prestaron su ayuda durante
la guerra. 2 Eran arqueros que tira¬
ban piedras lo mismo con la mano
derecha que con la izquierda, y dis¬
paraban flechas con el arco. Eran
de Benjamín, del número de los
hermanos de Saúl. 3 El jefe era Ajie-
zar; Joás, hijo de Sema, de Calibea;
Jeriel y Pelet, hijos de Azmavct;
Beraca; Jchú, de Anatot; 4 Jismaeya,
de Gabaón, valiente entre los treinta
y jefe de los treinta; Jeremías, Jaja-
ziel, Jojanán, Jozabad, de Gueder;
6 Eluzai, Jerimot, Bealia, Sentirías,
Sefatías, de Jarif; * Elcana, Jisjiva,
Azazel, Joczcr y Jcsobeam, eorejitas;
7 Joela y Zebadías, hijos de Jerojam,
de Guedor.
8 También de entre los gaditas
fueron hombres valientes a unirse
a David, en la fortaleza del desierto,
soldados diestros en la guerra, ar¬
mados de escudo y lanza, semejantes a
leones y ligeros como cabras mon teses
CRÓNICAS I, 13
403
9 Ezer, el jefe; Abdías, el segundo;
Eliab, el tercero; 10 Mismana, el cuar¬
to; Jeremías, el quinto; 11 Ataí, el
sexto; Elicl, el séptimo; 12 Jojanán,
el octavo; Elzabad, el noveno; 13 Je¬
remías, el décimo; Maebanai, el un¬
décimo. 14 Eran hijos de Gad, jefes
del ejercito. Uno solo, el menor de
todos, era capaz de atacar a cien
hombres, y el mayor a mil. 15 Estos
fueron los que pasaron el Jordán en
el mes primero, cuando se desborda¬
ba por todas sus márgenes, V pusie¬
ron en fuga a todos los habitantes
de los valles, a oriente y a occidente.
16 Hubo también de entre los hijos
de Benjamín y de Judá. quienes se
unieron a David en la fortaleza.
17 David les salió al encuentro y les
dijo: «Si venís a mí con buenas inten¬
ciones, para ayudarme, mi corazón se
apegará a vosotros; pero si es para
engañarme en provecho de mis ene¬
migos, estando mis manos limpias
de iniquidad, véalo el Dios de nues¬
tros padres y que él os lo demande.»
18 Entonces se revistió del espíritu
Amasaí, uno de los jefes principales,
y dijo: «A ti y a tu pueblo, hijo de
Isaí, paz. Paz a ti y a cuantos te
ayudan, pues te ayuda a ti tu Dios.»
David los recibió, y los hizo jefes
de las tropas.
19 También de los hijos de Manasés
vinieron a unirse a David, cuando
vino con los filisteos a la batalla
contra Saúl, aunque no combatió,
porque los príncipes de los filisteos,
habido consejo, le despidieron di¬
ciendo: «Se pasaría a Saúl con peligro
de nuestras cabezas.» 20 Cuando re¬
tornó a Siceleg, éstos fueron los que
de Manasés se le unieron: Adnas,
Jozabad, Jediael, Micael, Jozabad,
Elital, y Siltaí, jefes de millares de
Manasés. 21 Ayudaron a David a or¬
ganizar las tropas, pues eran todos
hombres valerosos y fueron jefes en
el ejército. 22 De día en día llegaban
gentes a unirse a David, hasta que
vino a tener un gran ejéreito, como un
ejército de Dios.
Guerreros de las doce tribus que
vinieron a Ilebrón para haeer rey
a David.
23 He aquí el número de hombres
de guerra que armados vinieron a Da¬
vid, a Hebrón, para transferirle el rei¬
no de Saúl, según el mandato de Yave:
24 Hijos de Judá, armados de es¬
cudo y lanza, seis mil ochocientos
hombres de guerra. 25 De los hijos de
Simeón, hombres valerosos para la
guerra, siete mil ciento. 26 De los
hijos de Leví, cuatro mil seiscientos;
27 y Joyada, príncipe de Arón, y eon
él tres mil setecientos; y Sadoe, joven
valeroso, eon veintidós de los princi¬
pales de la casa de su padre. 29 De
los hijos de Benjamín, hcrm¿ nos de
Saúl, tres mil, pues hasta entonces
la mayor parte de ellos habían per¬
manecido fieles a la casa de Saúl.
30 De los hijos de Efraím, veinte mil
ochocientos hombres valientes, gen¬
tes de renombre, según las casas de
sus padres. 31 De la media tribu de
Manasés, dieciocho mil, que fueron
nominalmente designados para ir a
proclamar rey a David. 32 De los
hijos de Isacar, doscientos jefes,
hombres inteligentes, sabedores de
lo que había de haeer Israel, y euyo
consejo era respetado por todos. 33 De
Zabulón, cincuenta mil, en estado de
tomar las armas y provistos de toda
clase de armas para el combate, pres¬
tos a librar batalla eon ánimo re¬
suelto. 34 De Neftalí, mil jefes, y
eon ellos treinta y siete mil soldados,
que llevaban escudo y lanza. 35 De
Dan, armados para la guerra, veintio¬
cho mil seiscientos. 36 de Aser, hom¬
bres de guerra prestos para el com¬
bate, cuarenta mil. 37 Y del otro lado
del Jordán, de los rubenitas, gaditas
y de la media tribu de Manasés,
ciento veinte mil armados de todas
armas.
38 Todos estos hombres, gente de
guerra, prestos para el combate, lle¬
garon a Hebrón eon leal corazón
para hacer a David rey de todo Israel,
y todo el resto de Israel estaba igual¬
mente unánime en querer a David por
rey. 39 Estuvieron allí tres días con
David, comiendo y bebiendo, pues sus
hermanos los habían provisto de ví¬
veres, 40 y aun los que habitaban
cerca, hasta Isacar y Zabulón y Nef¬
talí, trajeron en asnos, camellos, mu¬
los y bueyes, pan, harina, masas de
higos y pasas, vino, aceite, bueyes y
ovejas en abundancia, porque Israel
estaba en alegría.
El arca, depositada por David
en la casa de Obededom.
| Q 1 Tuvo David consejo eon los
1 jefes de millares y de centenas,
con todos los príncipes, 2 y dijo a
101
CRÓNICAS I, 14, 15
toda la asamblea de Israel: «Si os
parece bien, y que la cosa viene de
Yave, nuestro Dios, vamos a mandar
a todas partes a nuestros hermanos
que están por todo Israel, a los sacer¬
dotes y a los levitas en las ciudades
que habitan, para que vengan a
reunirse con nosotros 3 y traigamos
el arca de nuestro Dios, pues no nos
hemos cuidado de esto desde el tiem¬
po de Saúl.» 4 Toda la asamblea re¬
solvió hacer así, pues la cosa pareció
conveniente a todo el pueblo.
5 Reunió, pues, David a todo el
pueblo, desde el Sijor de Egipto hasta
el camino de Hamat, para traer de
Cariatíarim el arca de Dios; 6 y subió
David con todo Israel a Baala de
Cariatíarim, que está en Judá, para
trasladar de allí el arca de Dios, ante
la cual se invoca el nombre de Yave,
que se sienta entre los querubines.
7 Pusieron el arca de Dios sobre un
carro nuevo, y la llevaron de la casa
de Abinadab. Conducían el carro Uza
y Ajió. 8 David y todo Israel danza¬
ban ante el arca con todas sus fuer¬
zas y cantaban y tocaban arpas, sal¬
terios y tímpanos, címbalos y trom¬
petas.
9 Cuando llegaron a la era de Cidón,
Uza tendió la mano para coger el
arca, porque los bueyes la ladeabau;
10 se encendió la cólera de Yave
contra Uza, y Yave le hirió por haber
tendido la mano sobre el arca. Uza
murió allí ante Dios. 11 David se
apesadumbró porque había herido
Dios a Uza con tal castigo, y aquel
lugar se llamó hasta hoy Peres Uza.
12 David eutró aquel día en temor, y
dijo: «¿Cómo voy a traer a mí el
arca de Dios?»; 13 y no llevó el arca,
de Dios con él a la ciudad de David
sino que la hizo llevar a la casa de
Obededom, de Get. 14 Allí quedó por
tres meses el arca en la casa de Obe¬
dedom, y Yave bendijo la casa de
Obededom y cuanto le pertenecía.
Victorias de David sobre los
filisteos.
1 A 1 Hiram, rey de Tiro, mandó
embajadores a David y le pro¬
porcionó madera de cedro, canteros
y carpinteros, para que edificaran su
casa. 2 Conoció David que Yave afir¬
maba su dominio sobre Israel, y que
ensalzaba su reino, por amor de Is¬
rael, su pueblo. 3 David lomó enton¬
ces mujeres en Jerusalén, y tuvo
hijos e hijas. 4 Los nombres de los
que le nacieron en Jerusalén son:
Samua, Sibab, Natán, Salomón, 5 Jib-
jar, Elisúa, Elfelet, 6 Noga, Xcfeg,
Jafia, 7 Elisama, Beeliada y Elifelet.
8 Cuando los filisteos supieron que
David había sido ungido rey de todo
Israel, subieron todos en busca suya,
y David, que lo supo, les salió al paso.
9 Llegaron los filisteos y se desparra¬
maron por el valle de Refaim. 10 David
consultó a Dios, preguntando: «¿Su¬
biré contra los filisteos, y los entre¬
garás en mis manos?» Y Yave le
dijo: «Sube, y los entregaré en tus
manos.» 11 Subieron ellos a Baal Pe-
rasim, donde David los derrotó. Luego
dijo: «David ha dispersado por mi
mano a mis enemigos, como rotura
de aguas que se derraman.» Por eso
se dió a aquel lugar el nombre de
Baal Perasiin. 12 Se dejaron allí sus
dioses, que por orden de David fueron
quemados en el fuego. .
13 Los filisteos invadieron de nuevo
el valle, 14 y David consultó de uuevo
a Dios, y Dios le dijo: «No subas
contra ellos. Rodéalos, y échate sobre
ellos desde delante de las balsameras.
15 Cuando entre las balsameras oigas
un estruendo, sal luego y atácalos,
tpie irá Dios delante de ti, para de¬
rrotar el campo de los filisteos.»
16 Hizo David como Dios le mandara,
y derrotó a los filisteos, desde Ga-
’baón hasta Guezer. 17 La fama de
David se extendía por todas aque¬
llas tierras, y puso Yave sobre todas
las gentes el temor de David.
Traslado del arca a Jerusalén.
1 £ 1 David hizo casa para sí en
la ciudad de David, y preparó
un lugar para el arca de Dios, alian¬
do para ella una tienda. 2 Entonces
se dijo: «El arca de Dios no debe
ser transportada sino por los levitas,
porque son los que eligió Yave para
trasladarla y para hacer su servicio
por siempre. 3 Reunió, pues, David
a todo Israel en Jerusalén, para subir
el arca de Yave al lugar que le había
dispuesto. 4 Reunió a los hijos de
Arón y a los levitas. 5 De los hijos
de Caat, a Uriel, el jefe y sus her¬
manos, ciento veinte; 6 de los hijos
de Merari, Asaya, jefe y sus herma¬
nos, doscientos veinte; 7 de los hijos
de Gersón, Joel, jefe y sus hermanos,
CRÓNICAS I, 16
-105
ciento treinta; 8 de los hijos de Eli-
safán, Seineya, jefe y sus hermanos,
doscientos; 9 de los hijos de Hehrón,
Eliel, jefe y sus hermanos, oehenta;
10 de los Lijos de Uziel, Aminadab,
jefe y sus hermanos, ciento doce.
11 David llamó a los sacerdotes Sadoe
y Abiatar, y a los levitas Uriel, Asaya,
Joel, Semeya, Eliel y Aminadab, 12 y
les dijo: «Vosotros sois los jefes de
familias de los levitas; ‘santificaos
vosotros y vuestros hermanos, para
subir el arca de Yave, del Dios de
Israel, al lugar que yo le he prepa¬
rado. 13 Por no estar vosotros allí la
primera vez, Yave, nuestro Dios, nos
! castigó, porque no fuimos a busearle
según la ley.
14 Santificáronse los sacerdotes y
los levitas para subir el area de Yave,
Dios de Israel. 15 Los hijos de los
levitas llevaban el arca de Dios en
hombros, con sus barras, como lo
había ordenado Moisés, según el man¬
dato de Yave. 16 David mandó a los
jefes de los levitas que dispusieran
a sus hermanos los cantores, que hi¬
ciesen resonar los instrumentos mú¬
sicos, arpas, salterios y címbalos, en
señal de regocijo; 17 y los levitas de¬
signaron a Hernán, hijo de Joel, y de
sus hermanos, a Asaf, hijo de Nere-
quia; y de entre los hijos de Merari,
de sus hermanos, a Etán, hijo de
Cusaya; 18 después, eon ellos, sus her-
| manos del segundo orden: Zaearías,
Joaziel, Scmiramot, Jejiel, Uní, Eliab,
Banaias, Maaseyas, Matatías, Elifele,
Miemas, Obededom y Jeiel, porteros.
19 Los catorce, Hernán, Asaf y Etan,
llevaban címbalos de bronee para ha¬
cerlos resonar; 20 Zaearías, Aziel, Se-
íniramot, Jejiel, Uni, Eliab, Maaseyas
y Benaya, llevaban salterios templa¬
dos para las voees altas; 21 y Mata¬
tías, Elifele, Mieneya, Obededom,
Jijiel y Azazías, con eítaras acorda¬
das a la octava; 22 y Quenayas, jefe
de los levitas, dirigía el eanto, pues
tenía mucho conocimiento de él. 23 Be-
requías y Elcana eran los porteros
del area; 24 y Sebanías, Josafat, Na-
tanael, Ainasaí, Zacarías, Benayas y
Eliezer, sacerdotes, toeaban las trom¬
petas delante del area de Dios. Obe¬
dedom y Jijías eran también porteros
del arca.
25 David, pues, los ancianos de Is¬
rael y los jefes de millares, fueron a
traer el arca de la alianza de Yave
desde la casa de Obededom, eon gran
alegría. 26 Los levitas, asistidos de
Dios, llevaban el area de la alianza
de Yave, y se sacrificaron siete novi¬
llos y siete carneros. 27 David iba ves¬
tido de un manto de byso, lo mismo
que todos los levitas que llevaban el
arca, los eantores y Quenanía, jefe
de la músiea entre los eantores. Lle¬
vaba David también sobre sí el efod
de lino.
28 De esta manera llevó todo Israel
el area de la alianza de Yave entre
gritos de júbilo, al son de las bocinas,
las trompetas, los címbalos, los sal¬
terios y las eítaras. 29 Cuando el area
de la alianza de Yave llegó a la eiu-
dad de David, Micol, hija de Saúl,
mirando por una ventana, vio al rey
David saltando y bailando dclan te
del area, y le menospreció en su
corazón.
'í 1 Traída el area de Dios, pusié-
1 v ronla en medio de la tienda que
David había alzado para ella, y ofre¬
cieron ante Dios holocaustos y sacri¬
ficios eucarístieos. 2 * * Cuando hubo
aeabado David de ofrecer los holo¬
caustos y los sacrifitios eucarístieos,
bendijo al pueblo en nombre de Yave,
3 y distribuyó a todo Israel, hom¬
bres y mujeres, a eada uno una por¬
ción de pan, de earne y de uvas
pasas.
4 Puso levitas al servieio del arca
de Yave, para que invoearan, alaba¬
ran y ensalzaran a Yave, Dios de
Israel. 5 * Fueron Asaf, el jefe; Zaea¬
rías, el segundo después de él; Uziel,
Semiramot, Jejiel, Matatías, Eliab,
6 Banaya, Obededom y Jeiel, con
instrumentos músieos, salterios y ar¬
pas, y Asaf era el que haeía sonar los
címbalos. Los sacerdotes Benaya y
Jojaziel toeaban continuamente las
trompetas delante del arca de la
alianza de Dios. 7 Aquel día dió David
a Asaf y a sus hermanos por primera
vez, para eantar las alabanzas de
Yave, este eanto (1):
8 «Alabad a Yave, invocad su
nombre,
Pregonad a los pueblos sus hazañas.
(i) El canto entregado por David a Asaf
y sus hermanos es, con ligeras variantes, el
salmo 106 (Vulg. 105). El verso: «dad gracias
a Yave, que es bueno, y es eterna su miseri¬
cordia», es puesto luego numerosas veces en
boca de los levitas y del pueblo todo, para ala¬
bar y bendecir a Yave.
Los versos 28-33 son mesiánicos, por refe¬
rirse al reinado universal de Yave, que había de
realizar el Mesías.
4U6
CRÓNICAS I, 17
9 Cantadle, cantad salmos en su
honor,
Contad todos sus portentos.
10 Gloriaos en su santo nombre, alé¬
grese el corazón de los que buscan a
Ya ve.
11 Buscad a Yave y fortaleceos,
Buscad siempre su" rostro.
12 Recordad cuántas maravillas ha
obrado,
Sus prodigios, los juicios de su boca,
13 Descendientes de Abraham, su
siervo,
Hijos de Jacob, su elegido.
14 Es Yave nuestro Dios,
Por la tierra toda prevalecen sus
juicios.
15 Fielmente se ha acordado siem¬
pre de su alianza,
De sus promesas para mil gene¬
raciones,
18 De lo que pactó cón Abraham,
De lo que juró a Isac,
17 De lo que firmemente estableció
eon Jacob,
Y con Israel como pacto eterno,
18 Diciendo: A ti te daré la tierra
de Canán
Como porción de vuestra heredad.
19 Eran entonces poco numerosos,
Poco numerososy extranjeros en ella,
20 Iban de una gente a otra gente,
Y de un reino a otro pueblo.
21 Pero no consintió que nadie los
oprimiese,
Y por causa de ellos castigó a
reyes.
22 No toquéis a mis ungidos,
No hagáis mal a mis profetas.
23 Cantad a Yave, habitantes todos
de la tierra,
Pregonad uno y otro día su sal¬
vación,
24 Contad a los pueblos su gloria,
Sus maravillas a los pueblos todos.
26 Porque Yave es grande, digno
de toda alabanza,
Temible sobre todos los dioses.
28 Poique los dioses de las gentes
son ídolos,
Pero Yave es el Hacedor de los
cielos.
27 La gloria y la majestad sean
ante él,
La alabanza y el honor en su san¬
tuario.
28 Dad a Yave, joh familias de los
pueblos!,
Dad a Yave la gloria y la alabanza,
20 Dad gloria al nombre de Yave,
Traed ofrendas, y entrad en sus
atrios.
Adorad a Yave en ornamentos
santos,
30 Temblad ante él todos los de la
tierra.
El afirmó el orbe, y firme está.
31 Alégrense los ciclos y regocíjese
la tierra,
Pregónese entre las gentes: Yave
reina.
32 Truene el mar con cuanto lo llena,
Salte de gozo el campo y cuanto
hay en él,
33 Den gritos de júbilo los árboles
de las selvas,
Al venir Yave, pues viene para
juzgar a la tierra.
34 Dad gracias a Yave, que es
bueno,
Y es eterna su misericordia.
35 Decid: Sálvanos, joh Diosl, salud
nuestra,
Reúnenos y líbranos de las gentes,
Para que" confesemos tu santo
nombre,
Y nos gloriemos alabándote.
38 Bendito Yave, Dios de Israel,
Por eternidad de eternidades.
Y diga todo el pueblo: Amén,
Alabad a Yave.»
37 David dejó allí, delante del arca
de la alianza de Yave, a Asaf y a sus
hermanos, para que constantemente
ministrasen delante del arca, cada
cosa a su tiempo, 38 y a Obedcdoin
y sus hermanos, sesenta y ocho.
39 Estableció al sacerdote Sadoc y
a los sacerdotes sus hermanos ante
el tabernáculo de Yave en la altura
de Gabaón, 40 para que allí ofreciesen
continuamente a Yave holocaustos y
cumpliesen cuanto está escrito en la
ley de Yave, dada por Yave a Israel.
41 Con ellos estaban Hernán y Jedu-
tun y los otros que íiominalmente
habían sido designados para alabar
a Yave: «Porque su misericordia es
eterna.» 42 Estaban Hernán y Jedu-
tun con ellos, y las trompetas y los
címbalos para los que las tocaban,
y los instrumentos para los cantos
en honor de Dios. Los lujos de Jcdu-
tun eran los porteros. *
43 Todo el pueblo se fué luego cada
uno a su casa, y David se volvió a
bendecir a la suya.
Proyecto de David de edificar
el templo.
AH 1 Una vez que David se hubo
* 4 establecido en su casa, dijo a
Natán, profeta: «Yo estoy habitando
CRÓNICAS I, 18
407
en una casa de cedro, mientras que
el arca de la alianza de Yave está
bajo una tienda.» 2 Natán respondió a
David: «Haz lo que tienes en tu co¬
razón, pues Dios está contigo.» 3 Pero
aquella noche fué dirigida a Natán
la palabra de Dios: 4 «Ve, y dile a
David, mi siervo: Así habla Yave:
No serás tú quien a mí me edifique
casa para que more en ella. 6 Nunca,
desde que saqué a Israel hasta hoy,
he habitado en casa, sino que anduve
de una parte a otra en una tienda, y
adondequiera que iba con todo Is¬
rael. 6 ¿Dije yo nunca a ninguno de
I los jueces de Israel, a quienes mandé
apacentar a mi pueblo: Por qué no
me hacéis una casa de cedro? 7 Di,
pues, ahora a mi siervo David: Así
habla Yave Scbaot: Yo te cogí de
la majada, de detrás del ganado,
para que fueras jefe de mi pueblo,
Israel; 8 he estado contigo por donde¬
quiera que tú has andado; he exter¬
minado ante ti a todos tus enemigos,
y he hecho tu nombre semejante al
de los grandes que hay en la tierra;
9 he dado un lugar de habitación a
mi pueblo, Israel, y le estoy plan¬
tando para que se fije y no sea ya
conmovido, ni los hijos de la iniqui¬
dad le destruyan, 10 como antes en
el tiempo en que establecí los jueces
sobre mi pueblo Israel. He humillado
a todos tus enemigos, y te anuncio
que Yave te edificará a ti casa.
11 Cuando se cumplan tus días y
vayas a reunirte con tus padres, yo
alzaré tu descendencia, después de
ti, a uno de entre tus hijos, y yo
afirmaré su reino. 12 El será quien me
. edifique casa, y yo afirmaré para
siempre su trono. 13 Seré padre para
él y él será para mí un hijo, y no
apartaré de él mi gracia, como la
aparté del que te precedió. 14 Le esta¬
bleceré para siempre en mi casa y
en mi reino, y su trono será firme
por toda la eternidad» (1).
15 Natán transmitió a David todas
estas palabras y toda la visión, 16 y el
rey David fué a ponerse ante Yave
y dijo: «¿Quién soy yo, Yave Dios,
y qué es mi casa, para que tú me
¡ hayas traído a donde estoy? 17 Y to¬
davía esto es poco a tus ojos: Hablas
de la casa de tu siervo para tiempo
lejano, y te dignas mirarme como un
(i) La promesa del trono eterno, hecha a
David, es estrictamente mesiánica, y de Cristo
Nuestro Señor la interpreta San Pedro. Act. 2, 30.
hombre de excelencia, 18 |oh Yave,
Dios! ¿Qué más podrá decirte David
de la gloria que concedes a tu siervo?
Tú conoces a tu siervo, joh Yavel
19 Y por amor de tu siervo y conforme
a tu corazón has hecho todas eslas
grandes cosas, revelando todas estas
grandezas, ioh Yavel 20 No hay se¬
mejante a ti, no hay otro Dios como
tú, como con nuestros oídos hemos
oído. 21 ¿Hay sobre la tierra una sola
nación que sea como tu pueblo, Is¬
rael, cuyo Dios fuese a rescatar un
pueblo, para hacerse nombre con tan¬
tos milagros y prodigios, y arrojando
a naciones delante de tu pueblo, al
que redimiste de Egipto? 22 Tú has
hecho de tu pueblo, Israel, tu pueblo
para siempre y tú, joh Yave!, tú
eres su Dios. 23 Ahora, pues, |oh Yave!,
que la palabra que has dicho de tu
siervo y de su casa sea durable por la
eternidad, y cúmplela. 24 Que perdure,
para que tu nombre sea glorificado
por siempre, y se diga: Yave Sebaot,
Dios de Israel, es en verdad un Dios
para Israel. Y que la casa de David,
tu siervo, sea firme ante ti, 25 pues
que tú mismo, Dios mío, has revelado
a tu siervo que le edificarás casa.
Por eso ha osado tu siervo orarte así.
26 Ahora, pues, joh Yavel, tú eres
Dios, y tú has prometido esta gracia
a tu siervo. 27 Bendice, pues, la casa
de tu siervo, para que subsista para
siempre delante de ti. Porque tú,
loh Yavel, la has bendecido, y ben¬
dita será por la eternidad.»
Victorias de David sobre filisteos,
moahitas, sirios y cdomitas.
'i O 1 Después de esto batió David
*** a los filisteos y los humilló,
arrebatándoles de las manos Get y
las ciudades de su dependencia. 2 Ba¬
tió a los moabitas, que quedaron
sujetos a David, pagándole tributo.
3 Batió también David a Haderezer,
rey de Soba, cuando iba éste a esta¬
blecer su dominio sobre el Eufrates.
4 Le tomó David mil carros, siete mil
caballeros y veinte mil infantes; des¬
jarretó a todos sus caballos de tiro,
no conservando más que los de cien
carros. 5 Vinieron los sirios de Da¬
masco en socorro de Haderezer, rey
de Soba, y David derrotó a veinte
mil sirios, 6 puso guarniciones en la
Siria de Damasco, y los sirios queda¬
ron sujetos a David, pagándole tri¬
buto.
CRÓNICAS I. 19
m
Yave protegía a David por donde¬
quiera que iba. 7 Cogió David los
escudos de oro que llevaban los ser¬
vidores de Haderezer, y los llevó a
Jerusalén. 8 También se apoderó de
una gran cantidad de bronce en
Tibcat y en Cun, ciudades de Hade¬
rezer. De él hizo Salomón el mar de
bronce, las columnas y los utensilios
de bronce.
9 Supo Tohú, rey de Hamad, que
David había derrotado a todo el
ejército de Haderezer, rey de Soba;
10 y le mandó como embajador a
Hadoram, su hijo, para saludarle y
felicitarle por haber atacado a Hade¬
rezer, venciéndole, pues Tohú estaba
en guerra con Haderezer. Mandóle
también toda suerte de vasos de oro,
de plata y de bronce, 11 que el rey
David consagró a Yave, con el oro
y la plata que había tomado a todas
las naciones, a Edcm, a Moab, a
los hijos de Ammón, a los filisteos y a
Amalee.
12 Abisai, hijo de Sarvia, batió en
el valle de la sal a dieciocho mil
edomitas, 13 puso guarniciones en
Edom, y todo Edom quedó sometido
a David. Yave protegía a David
por todas partes donde iba.
14 David reinó sobre todo Israel,
haciendo derecho y justicia a todo
el pueblo. 15 Joab, hijo de Sarvia,
era jefe del ejéicito. Josafat, hijo
de Ajilud era cronista, 16 Sadcc,
hijo de Ajitub, y Abimelec, hijo de
Abiatar, eran sacerdotes; Savsa era
secretario; 17 Banaias, hijo de Joyada,
era jefe de los ceretcos y péleteos,
y los hijos de David sus áulicos.
(¿tierra contra los amonitas y sus
aliados.
19 1 Después de esto, murió Najas,
Rey de los hijos de Ammón, suce-
diéndole su hijo. 2 David dijo: «Voy a
mostrar mi benevolencia a Janún, hijo
de Najas, pues su padre se mostró
conmigo benévolo»; y le envió una
embajada para consolarle por la
muerte de su padre. Cuando los en¬
viados de David llegaron a la tierra
de los hijos de Ammón, y se presen¬
taron a Janún para consolarle, 3 los
jefes de los hijos de Ammón dijeron
a Janún: «¿Crees tú que para honrar
a tu padre te manda David conso¬
ladores? ¿No será más bien para
reconocer la ciudad y destruirla y
explorar la tierra, para lo que han
venido a ti sus servidores?» 4 En¬
tonces Janún, cogiendo a los servi¬
dores de David, los rapó y les cortó
los vestidos por el medio hasta las
nalgas, y luego los despachó. 5 David,
que supo lo que a sus hombres había
sucedido, mandó gentes que les sa¬
lieran al encuentro, pues se hallaban
en gran confusión, y les dijeran:
«Quedaos en Jericó hasta que os
crezca la barba, y volved luego.»
6 Los hijos de Ammón vieron que
se habían hecho odiosos a David,
y Janún y los hijos de Ammón man¬
daron mil talentos de plata para
asoldar a los carros y a los caba¬
lleros de los sirios de Mesopotamia y
de los sirios de Maaca y Soba. 7 To¬
maron a sueldo treinta y dos mil
carros y al rey de Maaca y su pueblo,
que vinieron a acampar delante de
Madaba. Los hijos de Ammón se
reunieron en sus ciudades, y salieron
.para combatir. 8 Al recibir David
estas nuevas, mandó contra ellos a
Joab y todo el ejército, hombres
valerosos.
9 Salieron los hijos de Ammón y
se ordenaron en batalla a la entrada
de la ciudad; los reyes que habían
venido tomaron posición aparte en
el campo. 10 Viendo Joab que tenía
contra quién combatir de frente y
a la espalda, escogió de lo más selecto
de Israel un cuerpo que oponer a
los sirios, 11 y el resto del pueblo lo
puso a las órdenes de su hermano
Abisai, para hacer cara a los hijos
de Ammón, 12 diciéndole: «Si los
sirios son más fuertes que yo, vas
tú en socorro mío; y si los hijos de
Ammón son más fuertes que tú, iré
yo en socorro tuyo. 13 Esfuérzate y
esforcémonos por nuestro pueblo y
por las ciudades de nuestro Dios,
y haga Yave lo que bien le parezca.»
14 Avanzó Joab con ios suyos para
atacar a los sirios, que huyeron ante
él; 15 y los hijos de Ammón, cuando
vieron que habían huido los sirios,
se pusieron también en fuga delante
de Abisai, hermano de Joab, y se
encerraron en la ciudad. Joab se
volvió a Jerusalén.
16 Viendo los sirios que habían
sido derrotados por Israel, mandaron
a buscar a los sirios del otro lado
del río, que vinieron al mando de
Sofac, jete del ejéicito de Hade¬
rezer. 17 Súpolo David, y reunió a
todo Israel; y pasando el Jordán,
marchó contra ellos y se preparó a
CRÓNICAS I, 20. 21
109
atacarlos. Ordenóse David en batalla
contra los sirios; 18 y los sirios, des¬
pués de haberse batido con él, se
pusieron en huida delante de Israel,
y David les mató siete mil hombres
de los carros y cuarenta mil infantes.
Mató también a Sofac, jefe del ejér¬
cito. 19 Los hombres de Haderezer,
viéndose derrotados por Israel, con¬
certaron paces con David y se le
sometieron. No volvieron más los
sirios a socorrer a los hijos de Ammón.
1 Al año siguiente, al tiempo
en que suelen los reyes salir
a campaña, Joab, a la cabeza de
un fuerte ejército, fué a talar la
tierra de los hijos de Ammón, y
puso sitio a Raba. David se quedó
en Jerusalén. Joab se apoderó de
Raba, y la destruyó.
2 Quitó David la corona de su rey
de encima de su cabeza, y hallóla
del peso de un talento de oro y
guarnecida de piedras preciosas. Fué
puesta sobre la cabeza de David,
que obtuvo de la ciudad un gran
botín. 3 Sacó de ella a los habitantes
y los puso a serrar con las sierras y a
los trillos y a las hoces. Lo mismo
hizo con todas las ciudades de los
hijos de Ammón. Volvióse luego Da¬
vid con todo el pueblo a Jerusalén.
Victorias contra los filisteos.
4 Después de esto hubo en Guczer
una batalla contra los filisteos. En¬
tonces fué cuando Sibecaí, jusatita,
mató a Sipí, uno de los Refaim. Los
filisteos quedaron humillados. 5 Tam¬
bién hubo otra batalla con los filis¬
teos, en la que Eljanán, hijo de Jair, 1
mató a un hermmo de Goliat, Lajmí,
de Gct, que llevaba una lanza cuya
asta era como un enjullo de tejedor.
6 Hubo otra batalla más en Get,
en la que se halló un hombre de alta
talla, que tenía seis dedos en cada
mano y en cada pie, veinticuatro
en todo, y que descendía también
de Rafa. 7 Retó a Israel, y Jonatán,
hijo de Simea, hermano de David,
le mató. 8 Estos hombres eran hijos
de Rafa, de Get, y perecieron a manos
de David y de sus servidores.
Censo y peste.
*)1 1 Alzóse Satán contra Israel e
— 1 incitó a David a hacer el censo
de Israel. 2 David dijo a Joab y a los
i jefes del ejército: «Id a hacer el
censo de Israel, desde Berseba hasta
Dan, y traédmelo, para que sepa
yo su número.» 3 Joab respondió a
David: «jOjalá hiciera Yave a su
¡ pueblo cien veces más numeroso!
Pero, rey y señor mío: ¿no son todos
| servidores tuyos? ¿Para qué pide
esto mi señor? ¿Para qué hacer una
cosa que será imputada como pecado
a Israel?» 4 El rey persistió en la
orden que había dado a Joab; y
Joab partió y recorrió todo Israel,
y vino luego a Jerusalén. Joab en¬
tregó a David el rollo del censo del
pueblo, 5 y había en todo Israel once
veces cien mil hombres de guerra,
y en Judá cuatrocientos setenta mil.
6 No hizo entre ellos el censo de Lcví
y Benjamín, porque abominaba Joab
la orden del rey. 7 Desagradó la
orden a Dios (1), y castigó a
Israel.
8 Entonces dijo David a Dios:
«He cometido con esto un gran pe¬
cado. Perdona, te ruego, la iniquidad
de tu siervo, pues he obrado como
un insensato.»
9 Yave habló así a Gad, el vidente
de David: 10 «Ve a decir a David:
Así habla Yave: Tres plagas te pro¬
pongo para que elijas una con que
te heriré.» 11 Gad vino a David y
le dijo: «Así habla Yave: 12 - Elige:
o tres años de hambre, o tres años
durante los cuales serás deshecho por
tus enemigos y alcanzado por su
espada, o tres días durante los cuales
la espada de Yave y la pesté estarán
sobre la tierra, y el ángel de Yave
llevará la destrucción a todo el terri¬
torio de Israel. Ve, pues, lo que he
de responder al que me envía.»
13 David respondió a Gad: «En gran
aprieto me veo. Pero caiga yo en
las manos de Yave, cuya misericor¬
dia es inmensa, y no caiga en las
manos de los hombres.»
14 Mandó Yave la peste sobre
Israel, y cayeron setenta mil hombres
de Israel. 15 Dios mandó un ángel
a Jerusalén para destruirla; y cuando
ya estaba destruyéndola, miró Yave
y se arrepintió de aquel mal; 16 y
dijo al ángel destructor: «Basta. Re¬
tira ya tu mano.» El ángel de Yave
estaba junto a la era de Ojrnán*
(i) El censo ordenado por David atrae sobre
Israel la ira del Señor. ¿Por qué? No lo sabemos.
Quizá quiso Dios castigar la vanagloria de parte
de David.
410
CRÓNICAS I, 22
jebuseo, 17 y David alzó los ojos
y vio al ángel entre la tierra y el
cielo, teniendo en su mano des¬
nuda la espada, vuelta contra Jeru-
salén.
Entonces David y los ancianos de
Jerusalén, vestidos de saco, cayeron
sobre sus rostros; 18 y David dijo a
Dios; «¿No soy yo el que he mandado
hacer el censo del pueblo? Yo soy
quien ha pecado y ha hecho el mal:
pero estas ovejas, ¿qué han hecho?
|Yave, Dios mío! Pese tu mano sobre
mí y sobre la casa de mi padre, y no
haya plaga en tu pueblo.» 19 El ángel
de Yave dijo a Gad que hablase a
David, para que subiese a alzar un
altar en la era de Omán, jebuseo,
20 y subió David, cumpliendo la
orden que Gad había dado en nombre
de Yave. 21 Omán, que estaba tri¬
llando el trigo, se volvió y vi ó al
ángel, y se escondió con sus cuatro
hijos.
22 Cuando llegó David cerca de
Ornáu, miró Ornán y vió a David,
y saliendo de la era, se prosternó
ante David, rostro a tierra. 23 David
dijo a Omán; «Cédeme el campo de
tu era, para que yo alce en ella un
altar a Yave; cédemela por su precio
en plata, para que se retire la plaga
de sobre el pueblo.» 24 Ornán res¬
pondió a David: «Tómala, y que mi
señor el rey haga en ella lo que bien
le parezca: mira, te doy los bueyes
para el holocausto, los trillos para
leña, y el trigo para la ofrenda. Todo
te lo doy.» 25 Pero el rey dijo a Ornán:
«No, quiero comprártela por su valor
en plata, pues lio voy a presentar yo
a Yave lo que es tuyo, ni a ofrecerle
un holocausto que no me cuesta nada.»
26 Y dió David a Ornán seiscientos
sidos de oro por el lugar, 27 y edificó
allí un altar a Yave, y le ofreció
holocaustos y sacrificios cucarísticos.
Invocó a Yave, y Yave le respondió
por el fuego que del cielo descendió
sobre el altar del holocausto. 28 En¬
tonces habló Yave al ángel, que volvió
la espada a la vaina.
29 Viendo David que Yave le había
oído en la era de Ornán, jebuseo,
sacrificaba allí, 80 pues el tabernáculo
de Yave, que Moisés había hecho
en el desierto, y el altar de los holo¬
caustos, estaban entonces en la altura
de Gabaón; 31 y David no podía ir
allá a buscar a Yave, pues la espada
del ángel le había llenado de es¬
panto;
OO 1 * Y dijo David: «Esta será la
**** casa de Yave Dios, y aquí
estará el altar de los holocaustos
para Israel» (1).
Preparativos de David para la
construcción del templo.
2 Mandó David que se reuniesen
todos los extranjeros que había en
la tierra de Israel, y encargó a los
canteros que fuesen preparando pie¬
dras talladas para la construcción
de la casa de Dios. 3 Preparó también
hierro en abundancia para la clava¬
zón de las puertas y para las grapas,
y bronce en cantidad imponderable,
V madera de cedro innumerable, 4 pues
los sidonios y los tirios habían traído
a David inaderas de cedro en abun¬
dancia. 5 David se decía: «Mi hijo
Salomón es todavía joven e inexperto,
y la casa que ha de edificarse a
Yave ha de ser, por la grandeza,
por la magnificencia, por la belleza,
reputada en todas las tierras; por eso
quiero hacer preparativos»; y los
hizo antes de su muerte, en abun¬
dancia. 6 David llamó a Salomón,
su hijo, y le dió orden de edificar
una casa a Yave, Dios de Israel.
7 Le dijo: «Hijo mío. Yo tenía el
propósito de edificar un templo al
nombre de Yave, mi Dios; 8 pero
Yave me dijo: Tú has derramado
mucha sangre y has hecho grandes
guerras. No serás tú quien edifique
una casa a mi nombre, porque lias
derramado ante mí mucha sangre
sobre la tierra. 9 He aquí que te
nacerá un hijo, que será hombre de
paz, y a quien daré yo paz, librán¬
dole de todos sus enemigos en derre¬
dor. Su nombre será Salomón, y du¬
rante su vida haré yo venir sobre
Israel la paz y la tranquilidad. 10 Esc
edificará una casa a mi nombre.
Será para mí un hijo, y yo seré
para él un padre, y afirmaré para
siempre el trono de su reino en
Israel. 11 Ahora, pues, hijo mío, que
Yave sea contigo, para que prosperes
y edifiques la casa de Yave, tu Dios,
como el de ti lo ha declarado. 12 Quiera
darte Yave la sabiduría y la intclí-
(i) David, en su celo por la gloria de Yave,
una vez que no pudo edificar el templo, hizo
para él ingentes preparativos, y aun los planos
y proyecios del mismo y de sus uiensilios, que
entregó a Salomón.
CRÓNICAS I, 23,
gencia, para reinar sobre Israel en
la observancia de la ley de Yave,
tu Dios. 13 Prosperarás, si cuidas
de poner por obra los mandamientos
y preceptos que mandó Yave a Moi¬
sés para Israel. Esfuérzate, pues,
ten ánimo, y no temas ni desmayes.
14 Yo eon mis esfuerzos he reunido
para la casa de Yave cien mil talen¬
tos de oro, un millar de millares de
talentos de plata, y una cantidad
imponderable de bronce y de hierro,
en gran abundancia. He aprestado
asimismo madera y piedra, que tú
acrecentarás. 15 Tienes a la mano
un gran número de obreros, de can¬
teros, carpinteros y hombres exper¬
tos en toda clase de obras. 16 El oro,
la plata, el bronce y el hierro son
sin número. Levántate, pues, ponte
a la obra y que Yave sea contigo.»
17 Mandó también David a todos
los principales de Israel que pres¬
tasen su ayuda a Salomón, su hijo.
18 «¿No está eon vosotros Yave,
vuestro Dios, y no os ha dado él
paz de todas partes? El ha puesto en
mis manos a los moradores de la
tierra, y la tierra está sometida
ante Yave y ante su pueblo. 19 Poned,
pues, todo vuestro corazón y vuestro
ánimo en buscar a Yave, vuestro Dios:
levantaos y edificad el santuario de
Yave, Dios, para traer el arca de la
alianza de Yave y los utensilios con¬
sagrados a Dios, a la casa edificada
al rtembre de Yave.»
Los levitas: su número y sus
funciones.
OO 1 Viejo ya David, y harto de
días, hizo a Salomón, su hijo,
rey de Israel. 2 Reunió a todos los
jefes de Israel, a los sacerdotes y a
los levitas. 3 Hízose el censo de los
levitas de treinta anos arriba, y su
número, contado por cabezas uno a
uno, fué de treinta y ocho mil.
4 Y dijo David: «Que de ellos veinti¬
cuatro mil se dediquen a los oficios
de la casa de Yave, seis mil sean jueces
y magistrados, 5 cuatro mil porteros,
y cuatro mil dedicados a alabar a
Yave con los instrumentos que yo
he hecho para ello.»
6 David los distribuyó en órdenes
según los hijos de Leví, Gersón,
Caat y Merari.
7 Hijos de Gersón: Ladán y Simeí.
8 Hijos de Ladán, tres, Jejiel, el
II1
primero, Zetain y Jocl. Hijos de
Simeí, tres: Selomit, Jaziel y Harán.
Estos son los jefes de las familias
de Ladán. 9 Hijos de Simeí: Jajat,
Zina, Jeus y Beria. 10 Estos cuatro
son los hijos de Simeí. 11 Jajat era el
primero y Zinsa el segundo. Jeus y
Bería no tuvieron muchos hijos y
formaron en el censo una sola casa
paterna. 12 Hijos de Caat: Amram,
Jiscar, Hebrón y Usiel, cuatro. 13 Hi¬
jos de Amram: Arón y Moisés. Arón
fué elegido para santificar el santí¬
simo, él y sus hijos perpetuamente,
para ofrecer los perfumes ante Yave,
para hacer su ministerio y bendecir
por siempre su nombre.
14 Los hijos de Moisés, hombre
de Dios, fueron contados en la tribu
de Leví. 15 Los hijos de Moisés
fueron Gersón y Eliezer. 16 Hijo de
Gersón fué Sebuel, primogénito.
17 Hijo de Eliezer fué Rejabía, pri¬
mogénito. Eliezer no tuvo más hijos,
pero los hijos de Rejabía fueron
muchos. 18 Hijo de Jisear fué Selo¬
mit, primogénito. 19 Los hijos de
Hebrón: Jeería, el primero; Amarías,
el segundo; Jejaziel, el tercero, y
Jaeamán, el cuarto. 20 Hijos de
Uziel: Mica, el primero; Jisía, el
segundo. 21 Hijos de Merari: Majlí
y Musí. Hijos de Majlí: Eleazar y
Quis. 22 Murió Eleazar sin hijos, pero
dejó hijas; y los hijos de Quis, sus
hermanos, las tomaron por mujeres.
23 Hijos de Musí: Majlí, Eder y
Jerimot, tres. 24 Estos son los hijos
de Leví, según las familias de sus
padres, cabezas de las casas pater¬
nas, según el censo hecho contando
por cabezas. Estaban dedicados al
ministerio de la casa de Yave desde
los veinte años arriba. 25 Pues David
dijo: «Yave, Dios de Israel, ha dado
el reposo a su pueblo, Israel, y habi¬
tará por siempre en Jerusalén, 26 y
los levitas no tendrán ya que trans¬
portar el tabernáculo y todos los
utensilios de su servicio.» 27 Y así,
conforme a las últimas disposicio¬
nes de David, se hizo el censo de
los hijos de Leví desde los veinte
años para arriba.
28 Puestos a las órdenes de los
hijos de Arón, para el servicio de la
casa de Yave, tenían a su cuidado
los atrios y las cámaras, la limpieza
de todas las cosas santas, y las obras
del servicio de la casa de Yave;
29 los panes de la proposición, la
harina de flor para las ofrendas, las
412
CRÓNICAS I. 24 25
tortas de pan ácimo, las hojue¬
las fritas en sartén y las cocidas,
y todas las medidas de capacidad
y de longitud. 30 Tenían que pre¬
sentarse cada mañana y cada tarde
para alabar y celebrar a Ya ve 31 y
ofrecer continuamente los holocaus¬
tos a Yave los sábados, los novilu¬
nios y las fiestas, según el número
y los ritos prescritos. 32 Daban la
guardia al tabernáculo de la reunión
a las órdenes de los hijos de Arón,
sus hermanos, en el servicio de la
casa de Yave.
Los sacerdotes, distribuidos en
veinticuatro clases.
24 1 He aquí las clases de los hijos
de Arón: Hijos de Arón: Nadab,
Abiú, Eleazar e Itamar. 2 Nadab y
Abiú murieron antes que su padre
y no dejaron hijos. Eleazar c Itamar
cumplieron las funciones saccrdola-
tales. 3 David distribuyó a los hijos
de Arón, a Sadoc, de los hijos de
Eleazar y a Ajimelec, de los hijos
de Itamar, en turnos para el servicio.
4 Hubo entre los hijos de Eleazar
más jefes que entre los hijos de lla¬
mar, y se hizo esta división: Los hijos
de Eleazar tenían dieciséis jefes de
casas paternas y los hijos de Itamar
ocho. 5 Hí/.ose la distribución por
suerte, unos con otros, y fueron
jefes del santuario y jefes de Yave,
tanto los hijos de Eleazar como los
hijos de Itamar.
6 Semeyas, hijo de Natanael, secre¬
tario, de la tribu de Leví, los inscri¬
bió delante del rey y de los prineipes,
delante de vSadoc, sacerdote, y de
Ajimelec, hijo de Abiatar, y de los
jefes de familias de sacerdotes y
levitas, y se iba sacando por suerte
una easa paterna para Eleazar y una
casa paterna para llamar. 7 La pri¬
mera suerte locó a Jojarib; la se¬
gunda a Jidaya; 8 la tercera a Jorim;
la cuarta a Scorim; 9 la quinta a
Malaquías; la sexta a Miamin; 10 la
séptima a Cos; la octava a Aldas;
11 la novena a Jesúa; la décima a
Sccanía; 12 la undécima a Elyasib;
la duodécima a Jacim; 13 la décima-
tercera a Jupa; la décimacuarta a
Jcbab; 14 la décimaquinta a Rilga;
la décimascxta a Imer; 15 la décima-
séptima a Jcrir; la décimaoetava a
Aíses; 18 la décimanona a Detaya;
la vigésima a Jczaquiel; 17 la vigé-
simaprimera a Jaquim; la vigésima-
segunda a Gamul; 18 la vigésimatercera
a Delaya; la vigésimacuarta a Mazía.
19 Así fueron distribuidos para su
ministerio, para que entrasen en la
casa de Yave a las órdenes de Arón,
conforme a los mandatos que les
había dado Yave, Dios de Israel. -
Jefes de las familias de los levitas
20 He aquí los jefes de las otras
familias de los levitas: Subael, de
los hijos de Amram, y Jejdaya, de
los hijos de Subael. 21 De los hijos de
Rejabia el jefe era Jisía. 22 Salemot
era hijo de Isab, y Jojat hijo de
Salemot. 23 El primogénito de Jajat
fué Jeriyán; el segundo Amarías, el
tercero Jajazicl, el cuarto Jacmán.
24 Hijo de Uziél fué Mica, e hijo de
Mica Samir. 26 Jisiya era hermano de
Mica, y Zacarías hijo de Jisiya.
26 Los hijos de Mcrari son: Majlí
y Musí. Uzías tuvo un hijo llamado
Reno. 27 Mcrari tuvo además a
Llzián, Soam, Zacur y Jibrí. 28 Majlí
tuvo un hijo llamado Eleazar, que
no tuvo hijos. 29 Quis tuvo un hijo
llamado Jeramuel. 30 Los hijos de
Musí son: Majlí, Eder y Jerimot.
Estos son los hijos de Leví según
sus familias. 31 También ellos, como
los hijos de Arón, fueron sorteados
ante David, Sadoe, Ajimelec y los
jefes de las casas paternas de sacer¬
dotes y levitas. Todo se hizo por
suerte para distribuir igualmente los
oficios, siendo el jefe de familia
como el menor de sus hermanos.
Los cantores, distribuidos en
veinticuatro clases.
25 1 David y los jefes del ejér¬
cito separaron a los que, de
entre los hijos de Asaf, de Hernán y
de Jedutun, habían de hacer el
oficio de cantores acompañándose del
arpa, del salterio y de los címbalos,
cumpliendo cada uno el oficio a
que se le destinaba en proporción de
su número. 2 De los hijos de Asaf:
Zacur, José, Xatanía y Asúrela, bajo
la dirección de Asaf, cantor del rey.
3 De Jedutun: los hijos de Jedutun,
Godolías, Jeseías, Josabías, Matatías
y Sira, bajo la dirección de su padre
Jedutun, que cantaba con el arpa
para alabar y celebrar a Yave.
CRÓNICAS I, 26
1 De Hernán: sus hijos, Buquías,
Ma tañías, Oziel, Sabuel, Jerimot, Ja-
nanías, Jananí, Eliata, Guedeltí, Ro-
memtiezcr, Jesbacasa, Melotí, Olir
y Majariot. 5 Todos éstos eran hijos
de Hernán, vidente del rey (1), para
cantar las alabanzas de Dios y en¬
salzar su poder, pues Dios había dado
a Hernán catorce hijos y tres hijas.
6 Estos hijos de Asaf, de Jedetun y
de Hernán, fueron puestos bajo la
dirección de sus padres para cantar
en el templo de Yave tocando los
címbalos, las arpas y los salterios,
cumpliendo los ministerios de la casa
de Yave según el orden prescrito por
el rey. 7 El número de ellos, con sus
hermanos hábiles en el arte y que
enseñaban a los otros a cantar las
alabanzas a Yave, era de doscientos
ochenta y ocho. 8 Fueron sorteados
en cada clase sin acepción de per¬
sonas, jóvenes y viejos, hábiles y me¬
nos hábiles.
9 El primero por suerte fué José,
de la casa de Asaf; el segundo Godo-
lías, por él y por sus hijos y herma¬
nos, en número de doce; 10 el tercero
Zacur, y sus hijos y hermanos en
número de doce; 11 el cuarto Jisrí,
con sus hijos y hermanos en número
de doce; 12 el quinto Natanías, con
sus hijos y hermanos en número de
doce; 13 el sexto Buquías, con sus hijos
y hermanos en número de doce: 14 el
séptimo Jisreela, con sus hijos y her¬
manos en número de doce; 15 el oc¬
tavo Jesaya, con sus hijos y herma¬
nos en número de doce; 16 el noveno
Matanías, con sus hijos y hermanos
en ^número de doce; 17 el décimo Se-
meya, con sus hijos y hermanos en
i número de doce; 18 el undécimo Aza-
recl, con sus hijos y hermanos en
i número de doce; 19 el duodécimo
I Asabías, con sus hijos y hermanos
en número de doce; 20 el décimo-
tercero, Sabael, con sus hijos y her¬
manos en número de doce; 21 el dé-
cimocuarto Matatías, con sus hijos
y hermanos en número de doce;
22 el decimoquinto Jeriinot, con sus
hijos y hermanos en número de doce;
23 el décimosexto Jananías, con sus
hijos y hermanos en número de doce;
24 el décimoséptimo Jesbacasa, con
(i) El título de «vidente del Rey», que se
da aquí a Hernán, en 21, 9, a Gad y en II Par.
35 » 15 » a Jedutún, parecen indicar un profeta
áulico, órgano de las divinas revelaciones cerca
de David.
113
1 sus hijos y hermanos en número de
doce; 25 el décimooctavo Jananí, con
sus hijos y hermanos en número de
doce; 26 el décimonono Mclotí, con
| sus hijos y hermanos en número de
doce; 27 el vigésimo Eliata, con sus
, hijos y hermanos en número de doce;
28 el vigésimoprimero Otir, con sus
hijos y hermanos en número de doce;
29 el vigésimosegundo Guedeltí, con
sus hijos y hermanos en número de
doce; 30 el vigésimotercero Majariot,
con sus hijos y hermanos en número
de doce; 31 el vigésimocuarto Romem-
tiezer, con sus hijos y hermanos en
número de doce.
Ordenes de los porteros del
templo.
O/ 1 También fueron distribuidos
los guardas de las puertas.
De los hijos de Core: Meseelemías,
hijo de Core, de los hijos de Asaf.
2 Hijos de Meseelemías: Zacarías, el
primogénito; Jediael, el segundo; Ze-
badías, el tercero; Jataniel, el cuarto;
3 Elam, el quinto; Jeojanán, el sexto;
Elyoenai, el séptimo. 4 Hijos de Obe¬
dedom; -Semeyas, el primogénito; Jo-
zabad, el segundo; Joaj, el tercero;
Sacar, el cuarto; Nctaneel, el quinto;
5 Amiel, el sexto; Isacar, el séptimo;
Peultai, el octavo; pues Dios le había
bendecido. 6 A Semeyas, su hijo, le
nacieron hijos, que prevalecieron en
la casa de su padre y eran hombres
fuertes. 7 Hijos de Semeyas: Otni y
Refael, Obed, Elzabad y sus herma¬
nos, hombres valerosos, Eliu y Sa-
maquías. 8 Todos éstos eran hijos de
Obededom. Ellos, sus hijos y sus her¬
manos, fueron hombres vigorosos y
de mucha fuerza para el servicio;
sesenta y dos de Obededom. 9 Los
hijos y los hermanos de Meselemía,
hombres valientes, eran en número
de dieciocho.
10 De los hijos de Merarí: Josa,
que tuvo por hijos: Simrí, el jefe,
hecho jefe por su padre, a pesar de
no ser el primogénito; 11 Jilquiya, el
segundo; Tebalía, el tercero; Zaca¬
rías, el cuarto. Los hijos y los her¬
manos de Josa eran, en todo, trece.
12 A estos órdenes de porteros, a
los jefes de ellos y a sus hermanos,
fué encomendada la guardia para el
servicio de la casa de Yave. 13 Fue¬
ron sorteados para cada puerta, pe-
tu
CRÓNICAS I, 27
qucños y grandes, según sus casas
paternas.
14 Tocó por suerte a Selcmía el
lado de oriente. Se echó la suerte para
Zacarías, su hijo, que era un pru¬
dente consejero, y le tocó el lado
del norte. 16 A Obededom, con sus
hijos, le tocó el lado del mediodía,
donde estaba también la casa de las
asambleas. 16 A Supín y a Josa les
tocó el lado de occidente, la puerta
que sale al camino de la subida.
Estos cuerpos de guardia se corres¬
pondían unos a otros. 17 La puerta
de oriente estaba guardada por seis
levitas, y la del norte por cuatro,
que se renovaban todos los días.
Había también cuatro por día a la
puerta del mediodía, y otros cuatro
que servían de dos en dos en el lugar
de las asambleas. 18 Había también
cuatro guardas al occidente para la
subida, dos en cada puesto. 19 De este
modo fueron distribuidos los porteros,
que eran todos hijos de Coré y de
Merarí. 20 Ajías tenía la guarda de
los tesoros de la casa de Dios y de
los utensilios sagrados. 21 De entre
los hijos de Laedain, los hijos de
Gersón, descendiente de Lacdam, jefe
de las casas paternas de Laedam, ger-
sonita, eran: Jcjielí y Zctán. 22 Los
hijos de Jcjielí, Zctán y Joel, su her¬
mano, que guardaban los tesoros de
la casa de Ya ve. 23 De entre los amra-
mitas, jiscaritas, hebronitas y uzc-
litas, 24 Scbuel, hijo de Gersón, hijo
de Moisés, era intendente del tesoro.
26 De entre sus hermanos los des¬
cendientes de Eliezcr, cuyo hijo lué
ltejabía, hijo de éste Jesaya, hijo de
éste Joram, hijo de éste Zicrí, hijo
de este Sclomit; 26 Selomit y sus her¬
manos guardaban los tesoros de las
cosas santas que habían sido consa¬
gradas por el rey David, por los
jefes de las casas paternas, los jefes
de millares y de centenas, y los jefes
del ejército, 27 del botín de guerra
y de los despojos para la casa de Ya ve.
28 Todo lo que había sido consagrado
por Samuel, el vidente, por Saúl,
hijo de Quis, por Abncr, hijo de Ner,
por Joab, hijo de Sarvia, todas las
cosas consagradas, estaban bajo la
custodia de Selomit y sus hermanos.
29 De entre los Jisearitas, Quenayas
y sus hermanos ejercieron funciones
exteriores, como magistrados v jue¬
ces en Israel. 30 De entre los hebro¬
nitas, Josabía y sus hermanos, hom¬
bres valientes, mil setecientos, go¬
bernaban a los israelitas del lado de
allá del Jordán, en su parte occiden¬
tal, tanto en lo concerniente al ser¬
vicio de Yave, cuanto en lo concer¬
niente al servicio del rey. 31 Por lo
que hace a los hebronitas, de quienes
era jefe Jeriya, se hicieron el año
cuarenta del reinado de David inves¬
tigaciones en Jazer de Galad,. según
sus genealogías y sus casas paternas;
32 y se halló que los hermanos de
Jeriya, hombres valientes y robus¬
tos, eran dos mil setecientos, jefes
de casas paternas. El rey David los
constituyó sobre los rubenitas, los
gaditas y la media tribu de Manasés,
para lo tocante a Dios y lo tocante al
rey.
Lo 9 |eícs del ejército.
07 1 El número de los hijos de
^ ¿ Israel que entraban en servi¬
cio de tropa para la guardia del rey,
que se relevaba todos los meses del
año según la distribución que de
ellos se había hecho, era de veinti¬
cuatro mil cada vez; cada tropa tenía
sus jefes de casas paternas, sus jefes
de millar y de centena, y sus oficia¬
les al servicio del rey.
2 A la cabeza de la primera divi¬
sión para el primer mes estaba Ja-
sobeam, hijo de Zabdicl; mandaba
una división de veinticuatro mil
hombres. 3 Era de los hijos de Peres
y mandaba a todos los jefes de la
tropa del primer mes.
4 A la cabeza de la división del
segundo mes estaba Dodaí, ajotita:
y tenía bajo él a Mielot, que mandaba
una parte de esta tropa, que era de
veinticuatro mil hombres.
6 El jefe de la tercera división, la
del tercer mes, era Banaias, hijo de
Joyada, sacerdote, y tenía a su
mando veinticuatro mil hombres.
* Este es el Banaias que era el más
valiente.de los treinta, y los supera¬
ba a todos. Su hijo Amisadab era
uno de los jefes de su división.
7 El cuarto jefe, para las tropas
del cuarto mes, era Azncl, hermano
de Joab; y Zabdias, su hijo, fue su
sucesor. El número de sus tropas era
de veinticuatro mil.
8 El quinto jefe para el mes quinto
era Samaot, de Jezer, y su tropa
era de veinticuatro mil.
9 El sexto para el sexto mes era
Jira, hijo de Jques de Tema, y tenía
en su tropa veinticuatro mil hombres.
CRÓNICAS I, 28
4 Ir»
10 El sétimo para el sétimo mes
era Joles, de Faloní, de la tribu de
Efraím; su tropa era de veinticuatro
mil hombres.
11 El oetavo para el octavo mes era
Sibcaí, de Jusat, del linaje de Zarjí,
que tenía bajo él veinticuatro mil
hombres.
12 El noveno para el noveno mes
era Abiezer, de Anatot, de los hijos
de Jeminí, que mandaba veinticuatro
mil hombres.
13 El décimo para el décimo mes
era Alara i, de Netofat, descendiente
de Zarjí, y tenía bajo sí veinticuatro
mil hombres.
14 El undécimo para el undéeimo
mes era Banaias, de Faratón, de la
tribu de Efraím; su tropa era de
veinticuatro mil hombres.
15 El duodécimo para el duodécimo
mes era Joldaí, ele Netofat, descen¬
diente de Otonicl, y su tropa era de
veinticuatro mil hombres.
Los jefes de las doce tribus.
16 Estos eran los jefes en las doce
tribus:
En la de Rubén, Eliezer, hijo de
Zícrí; en la de Simeón, Safatías, hijo
de Aíaaca; 17 en la de Leví, Josabías,
hijo de Carmel; de los aronitas, Sadoc;
18 en la de Judá, Elihu, hermano de
David; en la de Jsaear, Amzi, hijo
de Mieael; 19 en la de Zabulón, Jis-
maías, hijo de Abdías; en la de Nef¬
talí, Jerimot, hijo de Azriel; 20 en la
de Efraím, Oseas, hijo de Azadas;
en la media, tribu de Arañases, Joel,
hijo de Pedaya; 21 en la media tribu
de Manases en Galad, Jidom, hijo
de Zaearías; en la tribu de Benjamín,
Jasiel, hijo de Abner; 22 en la tribu
de Dan, Ezriel, hijo de Jerojam. Estos
eran los príncipes de las ti i bus de Israel.
23 David no quiso contar a los que
estaban por debajo de los veinte años,
poique Yave le había dicho que mul¬
tiplicaría a Israel como las estrellas
del cielo. 24 Joab, hijo de Sarvía,
había comenzado a hacer el censo;
mas no le aeabó, porque esto trajo
la ira sobre Israel, y por eso el nú¬
mero de los que habían sido contados
no está escrito en las crónicas de David.
Otros funcionarios de David.
26 Azmavet, hijo de Adiel, tenía
a su cargo el tesoro del rey; sobre
los almacenes del campo, en las
ciudades, en los pueblos, y en las
torres, estaba Jonatán, hijo de Ozías.
26 Ezri, hijo de Jelub, estaba sobre
los obreros del eampo, que labraban
las tierras; 27 Siineí, de Rama, sobre
las viñas; Sabdí, de Sefam, sobre el
fruto de las viñas en las bodegas;
28 Baal Anam, de Gueber, sobre los
olivares e higuerales, en el llano;
Joás, sobre las provisiones de aceite;
29 Sitraí, de Sarón, sobre el ganado
vacuno, que se apacentaba en Sarón;
Safat, hijo de Adlaí, sobre el ganado
vacuno que se apacentaba en los
valles; 30 Obid, ismaelita, sobre los
camellos; Jejdía, de Aíeronot, sobre
los asnos; 31 Jazis, agareno, sobre las
ovejas. Todos estos eran intendentes
de la hacienda de David.
32 Jonatán, hijo de David, era
consejero, hombre de sentido y de
saber; Jejiel, hijo de Jacmoní, era
mayordomo de los hijos del rey;
33 Ajitofel era consejero del rey;
Jusaí, arguita, era amigo del rey;
34 además de Ajitofel, eran conse¬
jeros Joyada, hijo de Banaias, y
Abiatar. Joab era el jefe supremo del
ejército del rey.
Recomendaciones de David a Sa¬
lomón para la cdificacióu del
templo.
O O 1 David eonvocó a Jerusalén
a todos los jefes de Israel; a
los jefes de las tribus, a los jefes de
las divisiones al servicio del rey, a
los jefes de millares y de centenas,
a los intendentes de la haeienda y de
los ganados del rey, a los hijos del
rey, a los cumíeos y oficiales del pa-
laeio, a todos los hombres de valer;
2 y levantándose en pie, dijo: «Oídme,
hermanos míos y pueblo mío: Yo
tenía el propósito de edificar una casa
de reposo para el arca de la alianza
de Yave, para el eseabel de los pies
de nuestro Dios, y había ya heeho
aprestos para ello; 3 pero me dijo
Dios: Tú no edificarás casa a mi
nombre, porque eres hombre de guerra
y has derramado mucha sangre. 4 Pero
Yave, Dios de Israel, me eligió de
toda la casa de mi padre, para que
perpetuamente fuese rey de Israel,
pues eligió a Judá por caudillo, y de
la casa de Judá, a la familia de mi
padre, y de entre los hijos de mi
padre, se agradó de mí, para haecr-
me rey de todo Israel. 5 De todos mis
hijos, pues me ha dado Yave muchos
416
CRÓNICAS I, 29
hijos, eligió a mi hijo Salomón para I
sentarse en el trono de Yave, sobre
Israel; 6 y me ha dicho: Salomón, tu
hijo, edificará mi casa y mis atrios,
porque yo le he elegido por hijo, y
yo seré padre para él. 7 Yo afirmaré
su reino para siempre, si él se esfuerza (
en poner por obra mis mandamientos
y mis juicios como hoy. 8 Ahora,
pues, ante todo Israel, la congrega¬
ción de Yave, y ante nuestro Dios,
que nos oye, guardad y observad
todos los mandamientos de Yave,
vuestro Dios, para que poseáis la
buena tierra y la dejéis en heredad
a vuestros hijos después de vosotros
a perpetuidad. 9 Y tú, Salomón, hijo
mío, conoce al Dios de tu padre, y
sírvele con corazón perfecto y ánimo
generoso; porque Yave escudriña los
corazones de todos y penetra todos
los designios y todos los pensamien¬
tos. Si tú le buscas, le hallarás; mas
si le dejas, te rechazará para siempre.
10 Mira que Yave te ha elegido para
edificar casa que sea su santuario;
esfuérzate y hazlo.»
11 Entregó David a su hijo la traza
del pórtico y sus dependencias y ofi¬
cinas, de las salas, de las cámaras y
de la casa del propiciatorio. 12 Asi¬
mismo la traza de cuanto él quería
hacer para los atrios de la casa de
Yave, para las cámaras de alrededor,
para los tesoros de la casa de Yave,
y para los tesoros de las cosas consa¬
gradas. 13 Dióle también la distribu¬
ción de los órdenes de los sacerdotes
y los levitas, para todo el ministerio
de la casa de Yave, y de los utensi¬
lios del ministerio de la casa de
Yave; 14 el modelo de los utensilios
de oro, con el peso que cada uno bahía
de tener, y el de los utensilios de
plata, con el peso de ella que había
de tener cada uno de los utensilios
para el servicio. 15 El peso de los
candcleros de oro, el de las lámparas
de oro, con el peso de cada candelero
y de cada lámpara; el peso de los
candcleros de plata y de sus lámparas,
según el uso a que se destinaba cada
candelero. 16 Le dió el peso de oro
para las mesas de los panes de la
proposición, para cada mesa, y la
plata para las mesas de plata. 17 Le
dió el modelo de los tenedores, de
las fuentes, de los cálices de oro puro,
el de las copas de oro, con el peso
de cada copa; 18 el del altar de los
perfumes de oro puro, con su peso
de oro; el modelo del carro y de los
querubines, que tienden sus alas y
cubren el arca de la alianza de Yave.
19 Todo esto, dijo, me ha sido mos¬
trado por la mano de Yave, que me dió
a entender el diseño de todas las obras.»
20 Dijo después David a Salomón,
su hijo: «Esfuérzate y anímate, y
ponte a la obra; no temas ni desma¬
yes, porque Yave Dios, mi Dios, es¬
tará contigo y no te dejará ni te des¬
amparará hasta que acabes toda la
obra para el servicio de la casa de
Yave. 21 Los órdenes de sacerdotes
y levitas, para todo el ministerio de
la casa de Yave, y todos los hombres
de buena voluntad y de habilidad
para toda suerte de obras, y los prin¬
cipes y todo el pueblo, estarán con¬
tigo para ejecutar todas tus órdenes.»
Ofrenda* voluntaria* para el
templo.
1 Después dijo David a toda
** ' la asamblea: «Sólo a Salomón,
mi hijo, ha elegido Dios; es joven y
de corta edad, y es grande la obra,
porque la casa no es para hombres,
sino para Yave Dios. 2 Yo, con todo
mi esfuerzo, he preparado para la
casa de mi Dios, oro para lo de oro,
plata para lo de plata, bronce para
lo de bronce, hierro liara lo de hierro,
madera para lo de madera, y piedras
de ónice y piedras preciosas, y piedras
blancas como el alabastro, y piedras
(le diversos colores, toda suerte de
piedras preciosas y mármol de Sais.
3 Además, en mi devoción para la
casa de Yave, guardo en mi tesoro
particular oro y plata, además del
preparado para la casa del santuario,
que doy para la casa de mi Dios.
4 Tres mil talentos de oro, de oro
de Ofir, y siete mil talentos de plata
fina, para recubrir las paredes de la
casa. 5 Oro, pues, para las cosas de
oro, plata para las cosas de plata.
¿Quién quiere hacer hoy ofrenda a
Yave T»
6 Entonces todos los príncipes de
las familias, los principes de las tribus
de Israel, los jefes de millares y de
centenas y los intendentes de la ha¬
cienda real, ofrecieron voluntariamen¬
te sus ofrendas, 7 dando para el ser¬
vicio de la casa de Dios cinco mil
talentos de oro, diez mil dáricos (1), diez
(i) El dánco era una moneda persa de oro.
común entre los judíos después de la cautividad.
CRÓNICAS I, 29
117
mil talentos de plata, dieciocho mil
talentos de bronce y cinco mil talen¬
tos de hierro. 8 Y todo el que se halló
con piedras preciosas, diólas para el
tesoro de la casa de Yave, entregán¬
doselas a Jejiel, gersonita. 9 Gozóse
el pueblo de haber contribuido vo¬
luntariamente con sns ofrendas, por-
' que con entero corazón se las hacían
a Yave, y el rey 10 David tuvo de
ello gran alegría.
Oración de David.
David bendiio a Yave ante toda
la asamblea, diciendo:
«Bendito tú, joh Yavel, Dios de Is¬
rael, nuestro padre de. siglo en siglo.
11 Tuva es, joh Yave!, la majestad,
el poder, la gloria y la victoria: tuyo
el honor, y tuyo cuanto hav en los
cielos y en la tierra. Tuyo, ¡oh Yave!,
es el reino; tú te alzas soberanamente
sobre todo. 12 Tuyas son las riquezas
y la gloria, tú eres el dueño de todo.
En tu mano está la fuerza y el po¬
derío. Es tu mano la que todo lo
afirma y engrandece. 13 Por eso,
Dios nuestro, nosotros te confesa¬
mos, y alabamos tu santo nombre.
14 Porque, ¿quién soy yo, V quién
es mi pueblo, para que podamos ha¬
certe estas voluntarias ofrendas? Todo
viene de ti, y lo que voluntariamente
te ofrecemos, de ti lo hemos recibido.
15 Somos ante ti extranjeros y adve¬
nedizos, como lo fueron nuestros pa¬
dres. Son como la sombra nuestros
días sobre la tierra, y no dan espera.
16 ¡Oh Yave, Dios nuestrol Toda esta
abundancia, que para edificar la casa
a tu santo nombre te hemos ofrecido,
tuva es, de tu mano la hemos reci¬
bido. 17 Yo sé, Dios mío, que tú es¬
cudrinas el corazón y que amas la
rectitud; por eso te he hecho vo todas
mis ofrendas voluntarias en la recti¬
tud de mi corazón, y veo^ahora con
alegría que todo tu pueblo, que está
aquí, te ofrece voluntariamente sus
dones. 18 Yave, Dios r de'*Abrahanvde
Isac y de Israel, nuestros padres;
conserva para siempre en el corazón
de tu pueblo esta voluntad, y enca¬
mina a ti su corazón. 19 Da asimismo
a mi hijo Salomón corazón perfecto,
para que guarde todos tus manda¬
mientos, tus leyes y tus mandatos,
y que todos los ponga por obra, y te
edifique la casa para la que yo he
hecho aprestos.»
20 Luego dijo David a toda la asam¬
blea: «Bendecid ahora a Yave, vues¬
tro Dios»; y toda la asamblea bendijo
a Yave, Dios de sus padres, y pos¬
trándose, oraron ante Yave y ante
el rey. 21 Sacrificaron víctimas a
Yave, y al día siguiente ofrecieron a
Yave holocaustos, mil becerros, mil
carneros, mil corderos, con sus liba¬
ciones y muchos sacrificios, por todo
Israel; 22 y comieron y bebieron ante
Yave aquel día con gran gozo. Die¬
ron por segunda vez la investidura
del reino a Salomón, hijo de David,
V le ungieron rey ante Yave, y a
Sadoc, sacerdote. 23 Sentóse Salomón
por rey en el trono de Yave, en lugar
de David, su padre; y fué prosperado,
obedeciéndole todo Israel. 24 Todos
los príncipes y grandes, y todos los
hijos del rey David, prestaron home¬
naje al rey Salomón, 25 a quien Yave
engrandeció en extremo a los ojos
de todo Israel, dándole un reinado
glorioso, cual ningún rey lo tuvo
antes de él en Israel.
Muerte de David.
28 Así reinó David, hijo de Isaí,
sobre todo Israel, 27 siendo cuarenta
años el tiempo que reinó sobre Israel;
siete años reinó en Hebrón y treinta
y tres años reinó en Jerusalén.
28 Murió en Suena vejez, lleno de
días, de riquezas y de gloria. Suce¬
dióle Salomón, su hijo.
29 Los hechos del rey David, los
primeros y los postreros, están es¬
critos en el libro de Samuel, vidente,
y en las crónicas de Natán, profeta,
y en las de Gad, vidente, 30 con todo
su reinado, su poder, y los tiempos
que pasaron sobre él y sobre Israel y
sobre los otros reinos de aquellas
tierras.
m
ARTAJERJES
CRONICAS II
Salomón pide y obtiene
la sabiduría.
I 1 2 Salomón, hijo de David, se afir¬
mó en su reino; Yavc, su Dios,
estaba con él y le engrandeció sobre¬
manera.
2 Salomón convocó a todo Israel,
a los jefes de millares y de centenas,
a los jueces, a los príncipes de todo
Israel, a los jefes de las casas pater¬
nas; 3 y fué Salomón con toda la
asamblea al alto de Gabaón, donde
estaba el tabernáculo del testimonio
de Dios, que Moisés, siervo de Yave,
había hecho en el desierto. 4 * El arca
de Dios había sido ya trasladada
por David, de Cariatiarim al lugar
que él la había preparado, pues había
alzado para ella una tienda en Jeru-
salén. 6 Allí estaba también ante el
tabernáculo de Yave el altar de
bronce, que había hecho Besalel, hijo
de Uri, hijo de Jur. 6 Salomón y la
asamblea adoraron a Yave y Salo¬
món ofreció allí en el altar de bronce,
que estaba ante el tabernáculo del
testimonio, mil holocaustos a Yave.
I 7 Durante la noche aparecióse Dios
]a Salomón, y le dijo: «Pide lo que
iquieres que te dé»; 8 * * * y Salomón res¬
pondió a Dios: « r l ú hiciste con David,
mi padre, gran miserici rdia, y a mí
me has hecho reinar en su lugar.
9 Ahora, pues, ¡oh Yavel, cumple
tu palabra a David, mi padre, ya que
me has hecho rey de un pueblo nu¬
meroso como el polvo de la tierra.
10 Dame la sabiduría y el entendi¬
miento, para que yo pueda conducir
a este pueblo; porque ¿quién podrá
gobernar a éste tu gran pueblo?»
II Dios dijo a Salomón: «Pues que
esto es lo que más deseas, y no me
has pedido riquezas, hacienda o glo¬
ria, ni la vida de tus enemigos, ni
muchedumbre de días, sino que me
has pedido la sabiduría y el enten¬
dimiento para gobernar a mi pueblo,
cuyo rey te he hecho, 12 la sabiduría
y el entendimiento te doy; pero te
daré también, además, riquezas, ha¬
cienda y gloria, tales como no las
tuvieron nunca los reyes que te han
precedido, ni las tendrán los que te
sucedan.»
CRÓNICAS II, 2
4 ¿O
13 Tornóse Salomón a Jerusalén del
alto de Gabaón, delante el taber¬
náculo del testimonio, y reinó sobre
Israel.
Carros y caballos de Salomón.
14 Salomón juntó carros y caballe¬
ría; tuvo mil cuatrocientos carros y
doce mil jinetes, que distribuyó entre
las ciudades donde tenía los carros,
y Jerusalén, cerca del rey. 15 Hizo
la plata y el oro en Jerusalén tan
común como las piedras, y los cedros
tan numerosos como los sicómoros,
que se dan con abundancia en los
campos. 16 De Egipto traía Salomón
los caballos. Iban a buscarlos a Egip¬
to, a Coa, mercaderes del rey, que
los compraban allí a un precio de¬
terminado. 17 Un tiro de cuatro ca¬
ballos costaba seiscientos sidos de
plata, y un caballo ciento cincuenta,
y los compraba también para todos
los reyes de jos gcteos y para los de
Siria.
Concierto de Salomón con Iliram.
2 1 Resolvió, pues, Salomón edi¬
ficar una casa al nombre de Yave,
y un palacio real para sí. 2 Destinó
setenta mil hombres para trans¬
portar las cargas, ochenta mil para
los trabajos de las canteras en los
montes, y tres mil seiscientos capa¬
taces para ellos.
3 Mandó también a decir a Hirain,
rey de Tiro: «Lo que hiciste con
David, mi padre, mandándole ma¬
dera de cedro para edificar el pala¬
cio en que habitara, 4 hazlo también
conmigo, para que pueda yo edifi¬
car un templo al nombre de Yave,
ini Dios, y consagrarlo, para quemar
incienso y aromas delante de él,
tener siempre ante él los panes de
la proposición, y ofrecerle holo¬
caustos mañana y tarde, así como
también los sábados, los novilunios
y las otras solemnidades de Yave,
nuestro Dios, por siempre, como él
se lo ha mandado a Israel; 6 pues el
templo que quiero edificar ha de ser
grande, ya que grande es nuestro
Dios, más que todos los dioses;
* ¿y quién se creerá capaz de edifi¬
car una casa digna de él? Si el cielo,
y los cielos de los cielos no bastan
a contenerle, ¿quién soy yo para la
empresa de edificarle una casa? Gra¬
cias que sólo es para quemar el in¬
cienso en su presencia. 7 Envíame,
pues, un hombre hábil, que sepa
trabajar el oro, la plata, el bronce, el
hierro, la púrpura, la escarlata y el
jacinto, que sepa hacer toda suerte
de cincelados, para que dirija a los
maestros que tengo yo en Judá y en
Jerusalén, los cuales previno ya mi
padre. 8 Envíame también maderas
de cedro, de ciprés y de sándalo;
pues yo sé que tus siervos entienden
de cortar los árbolés del Líbano; y
los míos trabajarán con los tuyos,
* para preparar gran cantidad de
madera, pues la casa que yo deseo
construir ha de ser grande y magní¬
fica. 10 Yo daré a los siervos tuyos,
que se ocupen en cortar y derribar
los árboles, veinte mil coros de trigo,
y otros tantos de cebada, veinte mil
bats de vino y veinte mil de aceite.»
11 Hiram rey de Tiro, respondió
en un escrito que dirigió a Salomón: .
«Porque amó Yave a su pueblo, te ]
ha hecho rey de él.» 12 Y decía tam- |
bién: «Bendito Yave, Dios de Israel,
que ha hecho los cielos y la tierra,
y ha dado al rey David un hijo i
sabio, entendido, cuerdo y prudente, I
que edifique casa a Yave y casa real.
13 Yo, pues, te envió un hombre
hábil y entendido, a Hiram, 14 lujo
de una mujer de las hijas de Dan,
pero cuyo padre era de Tiro, que sabe I
trabajar el oro, la plata, el bronce, I
el hierro, la piedra, la madera, la I
púrpura, el jacinto, el lino y la escar- ]
lata, y grabar toda suerte de figuras;
y es ingenioso en inventar cuanto se
necesita para toda clase de obras. I
El trabajará con tus obreros y con I
los de David, mi señor, tu padre.
16 Manda tú, pues, mi señor, a tus
siervos el trigo v la cebada ; el aceite 1
y el vino que has ofrecido. 18 Nosotros I
cortaremos en el Líbano toda la
madera que necesites, y la pondremos
en balsas, para llevarla por mar
hasta Jope, y tú la harás llevar de
allí a Jerusalén.»
17 Salomón hizo el censo de todos
los extranjeros que había en la tierra
de Israel, después del hecho por
David, su padre, y fueron hallados
ciento cincuenta y tres mil seiscien¬
tos. 16 Destinó de ellos setenta mil
para los transportes, y ochenta mil
para las canteras en los montes, y
tres mil seiscientos capataces para
vigilar u los obreros.
CRÓNICAS II, 3, 4
121
Construcción del templo.
3 1 Comenzó, pues, Salomón a edi¬
ficar la casa en Jcrusalén, en
el monte Moría, que había sido mos¬
trado a su padre; en el lugar que
David había dispuesto en la era de
Ornan, jebuseo. 2 Comenzó la edifi¬
cación a dos dias del mes segundo
del año cuarto de su reinado. 3 He
aquí el plano seguido por Salomón
para la construcción de la casa de
Yavc: el largo era de sesenta codos
según la medida antigua, el ancho de
veinte codos. 4 El vestíbulo, que iba
delante, tenía un largo correspon¬
diente al ancho de la casa, de veinte
codos, y su anchura era de diez codos;
lo recubrió interiormente de oro puro.
5 Revistió la parte mayor de la casa
de madera de ciprés, y la recubrió
de láminas de oro puro, haciendo
grabar en ellas palmas y cadenetas
que se enlazaban unas con otras.
6 Hizo el pavimento del templo de
mármoles preciosos y de gran belleza.
Las láminas de oro de que recubrió
los artesonados, las vigas, las pilas¬
tras, los muros y las puertas, eran
de lo más fino. 7 Hizo también cin¬
celar querubines sobre los muros.
8 Hizo también la parte menor,
el santísimo, cuyo largo, que corres¬
pondía a la anchura de la casa, era
de veinte codos, y su ancho igual¬
mente de veinte codos; y lo recubrió
todo de láminas de oro, que venían
a pesar seiscientos talentos. 9 Hizo
también de oro los clavos, cada uno
de los cuales pesaba cincuenta sidos
de oro. También los techos estaban
revestidos de oro. 10 Hizo también
para la casa del santísimo dos que¬
rubines, en figura de jóvenes, cu¬
biertos de oro. 11 El largo de las alas
de los querubines era de veinte
codos, pues era cada una de cinco
codos, y la una tocaba al muro de
la casa y la otra llegaba hasta el ala
del otro querubín; 12 y de igual modo
las del otro querubín, de cinco codos
de largo, tocaba la una al muro y la
otra a la del otro querubín. 13 Las
alas de ambos querubines estaban
desplegadas, y tenían en todo veinte
codos de largo. Estaban en pie y con
los rostros vueltos a la parte exterior
del templo 14 Hizo también el velo,
de jacinto, de púrpura, de escarlata
y de linó, en el cual hizo dibujar
querubines. 15 Hizo además, ante la
puerta del templo, dos columnas de
treinta y cinco codos de altura, con
sus capiteles, cada uno de los cuales
tenía cinco codos de alto. 16 Hizo
también en ellos cadenetas, como las
del santuario, y las puso en los capi¬
teles, y con ellas se enlazaron cien
granadas. 17 Alzó las columnas cu
el vestíbulo del templo, la una
a la derecha y la otra a la izquierda.
A la que estaba a la derecha la llamó
Jaquín, y a la de la izquierda Boaz.
El altar de bronce, el mar de
bronce y otros» utensilios.
4 1 Hizo además el altar de bronce,
de veinte codos de largo y veinte
de ancho y diez de alto. 2 también
hizo un mar de fundición, que tenía
diez codos del uno- al otro borde,
enteramente redondo; su altura era
de cinco codos, y un cordón de treinta
codos lo cenia en derredor. 3 Había
debajo de él figuras de toros, y es¬
taba todo en derredor adornado de
dos filas de figuras de toros, diez
por cada codo, todo en torno, y todo
de la misma fundición. 4 El mar
descansaba sobre doce toros, de los
cuales tres miraban al norte, tres al
occidente, tres al mediodía y tres
al oriente, todos soportando el mar,
y la parte posterior.de los toros es¬
taba oculta debajo del mar. 5 El
grueso de este vaso era de un palmo
y su borde era como el de una copa
o como el de un libro abierto; hacía
tres mil bats. 6 Hizo igualmente diez
fuentes y* puso cinco de ellas a la
derecha y cinco a la izquierda,.para
lavar allí lo que había de ser ofrecido
en holocausto. Los sacerdotes se lava¬
ban en el mar.
7 Hizo diez candeleros de oro,
de la forma que se le había orde¬
nado, y los puso en el templo, cinco
a un lado y cinco al otro. 8 Igual¬
mente diez mesas, y las puso en el
templo, cinco a la derecha y cinco a
la izquierda, y cien tazas de oro.
9 Hizo a más el atrio de los sacerdo¬
tes y el gran atrio, y las puertas del
mismo, que cubrió de bronce. 10 Asen¬
to el mar al lado derecho del templo,
al sudeste. 11 Hizo también Hiram
las calderas, las palas y las tazas,
y acabó toda la obra que el rey había
emprendido hacer en el templo de
Dios, es decir: 12 las dos columnas,
.los entrelazados, los dos capiteles
que las coronaban y entrelazados con
422
CRÓNICAS II, 5, 6
las granadas que los cubrían. 13 Hizo
cuatrocientas granadas y dos retícu¬
las, de modo que* había dos filas de
granadas unidas a cada una de estas
retículas, que cubrían los capiteles
de las columnas. 14 Hizo también
basas, sobre las que asentó las fuen¬
tes, 15 y el mar; los doce toros sobre
los que se asentaban, 16 las calderas,
las palas, los tenedores; todos los
enseres se los hizo Hiram al rey Salo¬
món para la easa de Yavc, del bronce
mejor. 17 Hízolos fundir el rey en
los llanos del Jordán, en tierra arci¬
llosa, entre Sucot y Sercdat. 18 La
muchedumbre de estos utensilios era
grande, y no pudo saberse su peso
de bronce.
19 Hizo, pues, Salomón de oro todos
los utensilios del templo de Yavc,
con el altar y las mesas de los panes
de la proposición. 20 Hizo también
de un oro purísimo los candelcros
con sus lámparas, para que ardieran
delante del oráculo según costumbre;
21 las flores, las lamparillas y las
despabiladeras, todo de oro purí¬
simo. 22 Igualmente las jofainas, las
cucharillas y los incensarios, de oro
puro. Las puertas del templo inte¬
rior, del santísimo, estaban cince¬
ladas, y como las del templo exte¬
rior, eran de oro. Así terminó Salo¬
món todo lo que había determinado
hacer para la casa de Ya ve.
Traslado del oren al santuario.
~ 1 Salomón hizo traer al templo
todo cuanto su padre había con¬
sagrado, y puso el oro, la plata y todos
los vasos en el tesoro de la casa de
Dios. 2 Después convocó a Jcrusa-
lén a todos los ancianos de Israel,
a todos los príncipes de las tribus
y a los jefes de familias de los hijos
de Israel, para trasladar el arca de
la alianza de Ya ve, de la ciudad de
David, que es Sión. 3 Así se reunió
todo Israel en torno del rey el día
de la solemnidad del séptimo mes;
4 y cuando hubieron venido todos
los ancianos de Israel, tomaron los
levitas el arca 6 y la llevaron al tem¬
plo, con el tabernáculo de la reunión
y todos los utensilios del tabernáculo.
Los sacerdotes y los levitas llevaron
todos los vasos del santuario que
había en el tabernáculo. 6 El rey Sa¬
lomón y todo el pueblo, cuantos se
habían reunido, iban delante del,
arca, e Inmolaron carneros y bueyes I
sin número, tanta fué la muchedum¬
bre de las víctimas.
7 Los sacerdotes pusieron el arca
de la alianza de Yave en el lugar para
ella destinado, es decir, en el oráculo
del templo, en el santísimo, bajo las
alas de los querubines; 8 de modo que
los querubines cubrían con sus alas
el lugar en que había sido puesta,
así como las barras; 9 y como las
barras con que había sido trasladada
eran un poco largas, salían las cabezas
de ellas un poco fuera del santuario,
pero no se veían en cuanto uno se
alejaba un poeo de él. Allí ha estado
siempre el arca, hasta hoy.
10 No había en el arca más que las
dos tablas que en ella fueron pues¬
tas por Moisés, en Horeb, cuando
Yave dió su ley a los hijos de Israel,
a su salida de Egipto. 11 Cuando los
sacerdotes salieron del santuario, pues
todos los sacerdotes que allí se en¬
contraban fueron santificados, por
no haberse hecho todavía entonces
entre ellos la distribución de los ser¬
vicios, 12 los levitas cantores, los de
Asaf, de Hernán y Jedetún, con sus
hijos y hermanos, vestidos de lino
fino, 13 hacían resonar los címbalos,
los salterios y las cítaras, puestos al
oriente del altar, con ciento veinte
sacerdotes que tocaban las trompe¬
tas. Todos gl mismo tiempo cantaban
a una, cutre el sonar de las trompe¬
tas, los címbalos y los otros instrumen¬
tos músicos, y alababan y confesaban
a Yave: «¡Alabad a Yavel Porque es
bueno, porque su misericordia es
eterna.»
La casa de Yave se llenó de una
nube; 14 y no pudieron ya estar allí
los sacerdotes, para ministrar, por
causa de la nube, porque la gloria
de Yave licuaba la casa de Dios.
Plegaria do Salomón en la dedi¬
cación del templo.
6 l Entonces dijo Salomón: «Yave
lia dicho que habitaría en la
oscuridad, 2 y yo he edificado una
casa de morada para que él la habite
para siempre.» 3 Luego el rey, vol¬
viéndose a toda la asamblea, la ben¬
dijo, estando toda en pie; 4 y prosi¬
guió (1):
(x) La plegaria de Salomón (véase I Rey. 8)
pone bien de relieve el concepio de la inmen¬
sidad de Dios, a quien no puede contener un
templo, que no es más que un lugar donde se
CRÓNICAS II, 6
423
«Bendito Ya ve, Dios de Israel,
que ha cumplido lo que por su boca
prometió a David, mi padre, diciendo:
• Desde que saqué de Egipto a mi
pueblo, ninguna ciudad elegí de las
tribus de Israel para edificar casa
donde estuviese mi nombre, ni elegí
varón que fuese príncipe de mi pueblo
Israel; 6 pero elijo a Jcrusalén, para
que en ella esté mi nombre, y elijo
a David, para que esté a la cabeza
de mi pueblo, Israel. 7 David, mi
padre, tuvo el propósito de edificar
casa al nombre de Ya ve, Dios de
Israel; 8 pero Yave dijo a David,
mi padre: Bien has hecho en querer
edificar casa a mi nombre; bueno ha
sido este propósito, 9 pero no serás
tú quien edifique la casa, sino tu
hijo, salido de tus entrañas; ése será
quien edificará casa a mi nombre.
10 Yave ha cumplido lo que dijo,
pues me levanté yo en lugar de David,
mi padre, y me he sentado en el
trono de Israel, como Yave había di¬
cho, y he edificado ; casa al nombre de
Yave, Dios de Israel, 11 y he puesto
en ella el arca, en la cual está el pacto
de Yave, concertado con los hijos
de Israel.»
12 Púsose luego Salomón delante
del altar de Yave, en presencia de
toda la asamblea de Israel; y ten¬
diendo sus manos— 13 pues había
hecho un estrado de bronce de cinco
codos de largo, otro tanto de ancho
y tres de alto, que había mandado
poner en medio del templo—y puesto
en pie, arrodillóse luego, vuelto a
toda la muchedumbre; y alzando las
manos al cielo, dijo:
14 «Yave, Dios de Israel: no hay
Dios semejante a ti, ni en el ciclo
ni en la tierra; tú guardas la alian¬
za y la misericordia a tus siervos
que andan débante de ti con todo
su corazón: 18 otorgaste a David,
mi padre, todo cuanto le prometiste,
y has puesto por obra cuanto de
palabra le dijiste, como lo vemos
hoy. 16 Cumple, pues, ahora, Yave,
Dios de Israel, todo cuanto a David,
mi padre, tu siervo, prometiste, di¬
ciendo: No faltará de ti varón de¬
lante de mí, que se siente en el trono
de Israel, siempre que tus hijos guar¬
den sus caminos, andando en mi ley,
invoca su jnombre y se da una especial mani¬
festación de su omnipresencia. Al mismo tiem¬
po se halla en la oración la nota de la univer¬
salidad en potencia de la religión de Israel.
como has andado tú delante de mí.
17 Ahora, pues, ioh Ya Ve, Dios de
Israel!, que se cumpla la palabra
dada a tu siervo David.
18 «¿Pero en verdad habitará Dios
con el hombre en la tierra? Los
ciclos, y los cielos de los ciclos, no
pueden contenerte; jcuanto menos
esta casa que yo he edificado! 19 Pero
atiende, ¡oh Yave, mi Dios!, a la
oración de tu siervo y a su súplica;
oye el clamor y la oración con que
tu siervo ora delante de ti, 20 y que
tus ojos estén siempre abiertos sobre
esta casa día y noche, sobre este
lugar de que has dicho: allí estará mi
nombre; 21 y que oigas la oración
que en este lugar ora tu siervo.
Oye asimismo el ruego de tu siervo
y de tu pueblo Israel, cuando oren
en este lugar; oye tú desde lo alto
de los cielos, desde el lugar de tu
morada; oye y perdona.
22 «Si alguno pecare contra su pró¬
jimo, y él le pidiere que . jure con
juramento, y vinieren a jurar ante
tu altar en esta casa, 23 óyele desde
los cielos, y obra y juzga a tu siervo,
dando su merecido al impío, haciendo
recaer su impiedad sobre su cabeza,
y justifica al justo, retribuyéndole
según su justicia.
24 «Cuando tu pueblo Israel cayere
delante de sus enemigos, por haber
prevaricado contra ti, y convir¬
tiéndose, confesaren tu nombre y
rogaren delante de ti en esta casa,
25 óyelos desde los cielos, y perdona
el pecado de tu pueblo Israel, y
vuélvelos a la tierra que a ellos y a
sus padres les diste.
26 »Si se cerraren los cielos y no
hubiere lluvias, por haber pecado
contra ti, y oraren a ti en este lugar,
y confesaren tu nombre, convirtién¬
dose de sus pecados al afligirlos tú;
27 oye en los ciclos, y perdona el pe¬
cado de tus siervos y de tu pueblo
Israel, y enséñales el buen camino,
para que anden por él, y dales la
lluvia sobre tu tierra, la que por here¬
dad diste a tu pueblo.
28 »Si hubiere hambre en la tierra,
o pestilencia o tizón, o añublo, o
langosta, o pulgón, o el enemigo
los cercare en su tierra, en sus ciu¬
dades, o hubiere otra cualquiera
plaga o enfermedad; 29 si un hombre,
o todo Israel, hace oraciones y súpli¬
cas, y reconociendo su llaga y su
dolor, tendiere sus manos hacia esta
casa; 80 óyele desde los cielos, desde
424
CRÓNICAS II, 7
el lugar de tu morada, y perdona y
da a cada Hiño conforme a sus cami¬
nos, según su corazón; pues sólo tú
conoces el corazón de los hijos de
los hpmbres; 31 para que te teman,
y anden por tus caminos todos los
días de su vida, en la tierra que
diste a nuestros padres.
32 «Cuando el extranjero, que no
es de tu pueblo Israel, venido de
lejanas tierras por la fama de tu
nombre y de tu fuerte mano y tu
tendido brazo, viniere a orar en esta
casa; 33 óyelo tú desde los ciclos,
desde el lugar de tu morada, y haz
lo que con clamores te pida el ex¬
tranjero, para que todos los pueblos
de la tierra conozcan tu nombre y
te teman, como tu pueblo Israel,
V sepan que tu nombre es invocado
sobre esta casa que yo te he edifi¬
cado.
84 «Si saliere tu pueblo a la guerra
contra sus enemigos, por el camino
que les señales, y oraren a ti, hacia
esta ciudad que tú has elegido, hacia
la casa que a til nombre lie edificado;
36 oye tú desde los ciclos su oración,
su ruego, y ampara su derecho.
36 «Si pecaren contra ti—pues no
hay hombre que no peque—, y airado
contra ellos los entregares a sus ene¬
migos, que los lleven cautivos a tierra
enemiga, lejana o cercana, 37 y ellos
volviendo en sí en la tierra a donde
fueren llevados cautivos se convir¬
tieren y oraren a ti en la tierra de
su cautividad, y dijeren: Hemos pe¬
cado, hemos obrado inicua c impía¬
mente; 38 si se convirtieren a ti de
todo corazón y con toda su alma en
la tierra de su cautividad, donde los
hubieren llevado cautivos, y oraren
hacia su tierra, la que diste a sus
padres, hacia la ciudad que tú has
elegido, y hacia esta casa que yo he
edificado a tu nombre; 39 ove tú
desde los ciclos, desde el lugar de
tu morada, su oración v su ruego,
y perdona a tu pueblo que pecó
contra ti. 40 Ten, pues, joh Dios
míol, abiertos tus ojos y atentos
tus oídos a la oración hecha en este
lugar.
41 «¡Oh Yavc, DiosI Levántate, y
ven a tu lugar de reposo, tú y el arca
de tu majestad. Que tus sacerdotes,
Yave Dios, se revistan de salud, y
tus santos gocen de tus bienes.
42 «jYavc, Dios, no rechaces a tu
ungido; acuérdate de tus misericor¬
dias a David, tu siervo. *
7 1 Cuando Salomón acabó de orar,
descendió del cielo fuego que con¬
sumió los holocaustos y las vícti¬
mas, y la gloria de Yave llenó la
casa. 2 No podían los sacerdotes estar
en la casa de Yave, porque la gloria
de Yave llenaba la casa de Yave.
3 Y al ver los hijos de Israel descender
el fuego y la gloria de Yave sobre la
casa, cayeron a tierra sobre sus ros¬
tros en el pavimento, y adoraron y
confesaron a Yave: «Porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.»
4 Entonces el rey y todo el pueblo I
sacrificaron víctimas delante de Yave, I
5 y ofreció el rey Salomón en sacri¬
ficio veintidós mil bueyes y ciento
veinte mil ovejas, y así fue dedicada I
la casa de Dios por el rey y todo el I
pueblo. 6 Los sacerdotes^ asistían en
su ministerio, y los levitas con los
instrumentos de música de Yave,
que había hecho el rey David, para
alabar a Yave, «cuya misericordia
es eterna» y con los que le alaba- I
ba también David. Asimismo los
sacerdotes tocaban trompetas delan¬
te de ellos, y todo el pueblo estaba
en pie.
7 También santificó Salomón el atrio,
que está delante de la casa de Yave,
ofreciendo allí los holocaustos y el sebo
de las víctimas, por ser el altar de bron¬
ce que Salomón había hecho insuficien¬
te para tantos holocaustos, la ofrenda
y el sebo. 8 Hizo Salomón fiesta con
todo Israel por siete días, reunión- I
dose una gran muchedumbre, desde I
la entrada de Hamat hasta el torrente
de Egipto. 9 Al octavo dia celebraron
asamblea santa, pues habían hecho I
la dedicación del altar durante siete 1
días y celebrado por siete días la
solemnidad. 10 A veintitrés del sep- I
timo mes, envió al pueblo a sus I
estancias, alegres y gozosos en su
corazón, por los beneficios que Yave I
había hecho a David, a Salomón y a I
su pueblo, Israel.
Respuesta de Yave a la pleflarin
de Salomón.
11 Acabó, pues, Salomón la casa
de Yave y la casa del rey: y todo
cuanto se había propuesto hacer en
la casa de Yave y en su casa, lo
. consiguió. 12 Entonces se le apareció
Yave durante la noche, y le dijo:
«He oído tu plegaria, y he elegido
este lugar como la casa en que se
me habrán de ofrecer sacrificios,
\25
CRÓNICAS II. 8
13 Cuando yo cierre el cielo y no haya
lluvia, cuando mande yo a la lan¬
gosta devorar la tierra, cuando mande
la peste entre mi pueblo, 14 si mi
pueblo, sobre el que se invoca mi
nombre, se humilla, ruega y me busca
la cara, si se aparta de sus malos ca¬
minos, yo oiré desde los cielos y le
perdonaré su pecado y curaré a la
tierra. 15 Mis ojos estarán siempre
abiertos y atentos mis oídos a la
plegaria hecha en este lugar. 16 Yo
elijo y santifico esta casa, para que
en ella sea invocado mi nombre, y
para morar en ella por siempre, y la
tendré siempre ante mis ojos y en
mi corazón. 17 Y tú, si andas en mi
presencia como anduvo David, tu
padre, haciendo todo cuanto yo he
mandado, y guardas mis leyes y mis
preceptos, 18 yo afirmaré el trono
de tu reino, como se lo prometí a
David, tu padre, diciendo: No fal¬
tará jamás un hijo tuyo que reine
en Israel. 19 Pero, si os volvéis y
dejáis los mandamientos y preceptos
que yo os he prescrito, y os vais a
servir a dioses ajenos, adorándolos,
20 yo os arrancaré de mi tierra, que
os lie dado; y esta casa, que a mi
nombre he santificado, la rechazaré
de ante mí, y será la burla y el escar¬
nio de todas las gentes; 21 y por ilus¬
tre que haya sido, será el espanto
de cuantos cerca de ella pasen, que
dirán: ¿Por qué ha hecho Ya ve
así con esta tierra y esta casa? 22 Y
se responderá: Porque dejaron a Yavc,
Dios de sus padres, que los había
sacado de la tierra de Egipto, y se
adhirieron a dioses ajenos, y los
adoraron y los sirvieron; por eso ha
traído él sobre ellos todos estos males.»
Otras construcciones de Salomón.
8 1 Al cabo de veinte años, en los
que edificó Salomón la casa de
Yavc y su propia casa, 2 reconstruí ó las
ciudades que le había dado Hiram, y
estableció en ellas a los lujos de Israel.
3 Después marchó Salomón contra
Hamat de Soba y la tomó. 4 Edificó
a Tadmor, en el desierto, y todas las
ciudades de municiones en Hamat.
6 Edificó Bcthorón, el alto y el bajo,
ciudades fuertes, amuralladas, con
puertas y barras; 6 Balat y todas las
ciudades de munición que le perte¬
necían, y las ciudades de los carros
y de la caballería, y todo lo que
quiso edificar en Jerusalén, en el
Líbano y en toda la tierra de su
dominio. 7 Todo el pueblo que había
quedado de los getcos, amorreos, fe-
reccos, jeveos y jebuseos, que no
era parte de Israel; 8 sus descendien¬
tes que habían quedado con ellos en
la tierra y no habían exterminado
los hijos de Israel, los hizo servir en
los trabajos, y así se sigue haciendo
hasta hoy. 9 No empicó Salomón
como esclavos para sus trabajos a
ningún hijo de Israel, pues éstos eran
hombres de guerra, jefes, oficiales,
comandantes de los carros y de la
caballería.
10 Los jefes puestos por Salomón
a la cabeza del pueblo y encargados
de la vigilancia eran doscientos cin¬
cuenta.
11 Salomón subió a la hija del Fa¬
raón, de la ciudad de David, a la casa
que para ella había edificado, pues
dijo: «Mi mujer no ha de habitar
en la casa de David, rey de Israel,
porque los lugares en que ha estado
el arca de Yave son sagrados.»
12 Entonces ofreció Salomón a Yave
holocaustos en el altar de Yave, que
había alzado delante del pórtico,
13 ofreciendo lo que para cada día
prescribió Moisés, para los sábados,
los novilunios y las tres solemnidades
del año; la de los ácimos, la de las
semanas y la de los tabernáculos.
14 Estableció en sus funciones, como
las había determinado David, su
padre, a los sacerdotes según su ofi¬
cio, a los levitas según su cargo de
alabar a Yavc, y servir cada día a
los sacerdotes en el ministerio, e igual¬
mente a los porteros asignados a cada
puerta, según sus clases, como lo
había ordenado David, hombre de
Dios. 15 Nada escapó a la ordenación
del rey en cuanto a los sacerdotes y
levitas, ni en cuanto a cosa alguna
tocante a los tesoros. 17 Así fué diri¬
gida toda la obra de Salomón, desde
el día en que se pusieron los cimien¬
tos de la casa de Yave, hasta el día
en que fué terminada. Acabóse, pues,
la casa de Yave.
18 Entonces partió Salomón para
Asion-Gucber, y Elat, a orillas del
mar, en tierra de Edom; pues Hiram,
por medio de sus siervos, le había
enviado navios y marineros diestros,
conocedores del mar. Fueron éstos
con los siervos de Salomón a Ofir,
y trajeron de allí cuatrocientos cin¬
cuenta talentos de oro, que entre¬
garon a Salomón.
42Ó
CRÓNICAS II, 9
La reina de Saba, en Jerusalén.
(| 1 Llegó a la reina de Saba la
* fama de Salomón; y vino a Jeru¬
salén para probarle con enigmas,
acompañada de muy gran séquito de
camellos, cargados de aromas y oro
en abundancia y piedras preciosas.
Vino a Salomón y le dijo cuanto se
le ocurrió, 2 y Salomón respondió a
todas sus preguntas, sin que hubiera
nada que él no pudiera explicarle.
3 La reina de Saba, viendo la sa¬
biduría de Salomón, la casa que
había construido, 4 los manjares de
su mesa, el asiento de sus servidores,
el porte y los vestidos de la servi¬
dumbre, y la subida a la casa de
Ya ve, 5 fuera de sí dijo al rey:
«Verdad es cuanto de tu estado y tu
sabiduría había oído en mi tierra.
6 No lo creía hasta que he venido
y lo he visto con mis ojos; y hallo
ahora que no me habían dicho ni la
mitad de tu grandeza, de tu sabiduría,
pues sobrepujas la fama que a mí
nabía llegado. 7 Dichosas tus gentes,
dichosos tus servidores, que conti¬
nuamente están delante de ti y oyen
tu sabiduría. 8 Bendito Yave, tu
Dios, que te ha hecho la gracia de
ponerte sobre su trono, por rey para
Yave, tu Dios. Por amor de Yave a
su pueblo, y por querer que por
siempre subsista, te ha hecho rey de él,
para que le hagas derecho y justicia.»
9 Dio al rey ciento veinte talentos
de oro, gran cantidad de aromas y
de piedras preciosas, y no hubo
nunca aromas como los que la reina
de Saba dió a Salomón.
10 También los siervos de Hiram
y los de Salomón, que habían traído
el oro de Ofir, trajeron madera de
sóndalo y piedras preciosas. 11 Con
la madera de sándalo hizo el rey las
gradas de la casa de Yave y de la
casa del rey, e hizo también de ella
arpas v salterios para los cantores.
Nunca "en Judá se había visto seme¬
jante.
12 El rey Salomón dió a la reina de
Saba cuanto ella quiso y pidió, más
que lo que ella había traído al rey.
Después volvióse ella a su tierra con
sus siervos.
Ktque7.usi, titnqniíiecncUi y jjloriu
de Sulontóit.
18 El peso del oro.que cada año
llegaba a Salomón era de seiscientos
sesenta talentos de oro, 14 fuera del
que recibía de negociantes y comer¬
ciantes, de todos los reyes de Arabia
y de los gobernadores de la tierra,
que recaudaban oro y plata para
Salomón.
15 Hizo el rey Salomón doscientos
grandes escudos* de oro batido, para
cada uno de los cuales empleó seis¬
cientos sidos de oro; 16 y otros tres- I
cientos escudos de oro batido, para
cada uno de los cuales empleó tres- I
cientos sidos de oro, y los puso en
la casa «Bosque del Líbano». 17 Hizo
un gran trono de marfil, que recu¬
brió de oro puro. Tenia el trono seis
gradas y un dosel de oro. 18 Había I
brazos a uno y otro lado de la silla,
y cerca de los brazos dos leones, I
19 y otros doce Icones sobre las seis
gradas, de una y otra parte. Para
ningún rey se hizo cosa semejante.
20 Todos los vasos del rey Salomón I
eran de oro, y toda la vajilla de la j
casa «Bosque del Líbano» era de I
oro puro. Nada de plata. No se hacía
de ella estima alguna en tiempo de I
Salomón, 21 pues tenía el rey naves i
de Tarsis que navegaban con las de ¡
los siervos de Hiram; y llegaban cada
tres años las naves de Tarsis, tra- I
yendo oro, plata, marfil, monos y
pavos reales. 22 Fué el rey Salomón
más grande que todos los reyes de I
la tierra, por riquezas y por sabi¬
duría. 23 Todos los reyes de la tierra
buscaban ver a Salomón, para oír la
sabiduría que había puesto Dios en
su corazón, 24 y cada uno le traía su
presente, objetos de plata, de oro,
vestidos, armas, aromas, caballos y
mulos. Y así cada año.
26 Tenia Salomón cuatro mil caba¬
llerizas, para sus caballos y sus carros,
y doce mil jinetes, que puso en las 1
ciudades de los carros y cerca de sí
en Jerusalén. 26 Se extendió su do¬
minio sobre todos los reyes, desde
el río hasta la tierra de los filisteos
y hasta las fronteras de Egipto.
27 Hizo que la plata fuera tan eonnin
eomo las piedras, y que los cedros
fuesen tantos como los sicómoros, que
se dan en los campos. 28 Traíanle los
caballos de Egipto y (le todas partes, i
29 El resto de los hechos de Salo¬
món, los primeros y los postreros,
¿no está escrito en los libros de
Natán, profeta, en los de Ajías, siio-
nita, y en las profecías de Ido, vi- 1
dente, contra Jcroboam, hijo de Na-
bat? 30 Reinó Salomón en Jerusalén,
CRÓNICAS II, 10, 11
427
sobre todo Israel, cuarenta años.
81 Se durmió con sus padres, y fué
sepultado en la ciudad de David, su
padre. Le sucedió Roboam, su hijo.
DIVISION DEL HEINO
Itohonin, rey de Judá. Jeroboam,
rey de Israel.
1 Q 1 Fué Roboam a Siquem, donde
se había reunido todo Israel
para proclamarle rey. 2 Súpolo Jero-
boam, que estaba cu Egipto, a donde
había huido por causa del rey Sa¬
lomón, y volvió de Egipto, 3 pues
fueron a llamarle. Vino, pues, Jero-
boam y todo Israel, y hablaron a
Roboam, diciendo: 4 «Tu padre hizo
grave nuestro yugo. Afloja tú, pues,
ahora la dura servidumbre y el pe¬
sado yugo con que tu padre nos
oprimió, y te servil emos.» 6 El les
respondió: «Volved a mí de aquí a
tres días.» El pueblo se fué. 6 Enton¬
ces Roboam pidió consejo a los an¬
cianos que habían servido a Salo¬
món, su padre, mientras vivió, y
díjoles: «¿Qué me aconsejáis vosotros
que responda a este pueblo?» 7 Ellos
le hablaron diciendo: «Si tú hoy te
conduces humanamente con este pue¬
blo, y le complaces, y le das buenas
palabras, ellos te servirán perpetua¬
mente.» 8 Pero el, dejando el consejo
que los ancianos le dieron, lo pidió
a los mancebos que se habían criado
con él y le asistían, 9 diciendo: «¿Qué
aconsejáis vosotros que responda a
este pueblo, que me na hablado di¬
ciendo: Alivia el yugo que tu padre
nos impuso?» 10 Los mancebos que se
habían criado con él le hablaron así:
«Diles a los que te han pedido que
aligeres su yugo: Lo más flaco mío
es más grueso que los lomos de mi
padre. 11 Si mi padre os cargó de pe¬
sado yugo, yo lo agravaré. Mi padre
os castigó con azotes, y yo os azotaré
con escorpiones.»
12 Vino, pues, Jeroboam con todo
el pueblo a Roboam el tercer día,
según lo que mandara el rey, diciendo:
«Volved a mí de aquí a tres días»;
13 y el rey les respondió ásperamente,
pues se apartó el rey Roboam del
consejo de los ancianos, 14 y siguió
el consejo de los jóvenes, diciendo:
«Mi padre agravó vuestro yugo, y
yo lo agravaré más todavía; mi padre
os castigó con azotes, y yo os azotaré
con escorpiones.» 16 No escuchó el
rey al pueblo, porque era cosa de
Dios, para que se cumpliera la pala¬
bra que había dicho Yave por medio
de Ajías, silonita, a Jeroboam, hijo
de Nabat.
16 Viendo todo Israel que no los
había escuchado el rey, respondió el
pueblo al rey, diciendo: «¿Qué tene¬
mos que ver nosotros con David ni
con el hijo de Isaí? \A tus tiendas,
Israelí Mira tú ahora por tu casa,
David.» Y todo Israel se fué a sus
estancias. 17 Reinó Roboam sobre
los hijos de Israel, que habitaban en
las ciudades de Judá. 18 Mandó luego,
el rey Roboam a Adoram, prefecto
de los tributos, pero los hijos de
Israel le lapidaron, y murió. Enton¬
ces se apresuró Roboam a subir a su
carro, y huyó a Jerusalén. 19 Así se
apartó Israel de la casa de David,
hasta hoy.
11 1 Vino Roboam a Jerusalén, y
reunió a la casa de Judá y a
la de Benjamín, ciento ochenta mil
hombres de guerra escogidos, para
combatir contra Israel y reducirle al
dominio de Roboam; 2 pero dirigió
Yave su palabra a Semeyas, hombre
de Dios, diciéndole: 3 «Habla a Ro¬
boam, hijo de Salomón, rey de Judá.
y a todos los de Israel en Judá y
Benjamín, y diles: 4 Así habla Yave:
No subáis a luchar con vuestios her¬
manos; vuélvase cada uno a su casa,
porque soy yo quien ha hecho esto.»
Y ellos, escuchando la palabra de
Yave, se tornaron y no fueron contra
Jeroboam.
Hoboam afirma su reinado.
6 Habitó Roboam en Jerusalén y
edificó y fortificó ciudades en Judá.
6 Fortificó Betlejem, Etán, Tecoa,
7 Betsur, Socó, Adulam, 8 Get, Ma-
resá, Ziv, 9 Adoram, Laquis, Azeca,
10 Sora, Ayalón y Hcbrón, que eran
de Judá, y otras en Benjamín. V Guar¬
neció también las fortalezas, y puso
en ella jefes, y las avitualló de aceite
y vino, 12 las proveyó de armas, es¬
cudos y lanzas, fortificándolas en
gran manera, y Judá y Benjamín le
estuvieron sujetos.
13 Los sacerdotes y levitas de todo
Israel,venían a él de todos sus térmi-
CRÓNICAS II, 12, 13
l‘2S
nos, 14 y dejaban sus heredades y
posesiones, para venirse a Judá (1) y
a Jerusalén, pues Jeroboam y sus
hijos los eehaban del ministerio de
Yave. 15 El se hizo sacerdote para
los altos, para los demonios, y para
los becerros que se había fabricado.
16 Tras de aquéllos vinieron también,
de todas las tribus de Israel, los que
tenían puesto su corazón en seguir a
Yave, Dios de Israel, para poder
sacrificar en Jerusalén a Yave, el
Dios de sus padres. 17 Así se fortale¬
ció el reino de Judá y afirmaron a
Roboam en el reino por tres años,
pues tres años siguieron por el cami¬
no de David y Salomón.
18 Tomó Roboam por mujer a Ma-
jalat, hija de Jerimot, hijo de David,
V a Abigail, hija de Eliab, hijo de
Ísaí, 19 que le parió lujos: Jeus, Sa¬
maría y Zaham. 20 Tomó después
a Maaea, hija de Absalón, que le
parió a Abías, Ataí, Zisa y Selomit.
21 Amó Roboam a Maaea, hija de
Absalón, más que a todas sus mujeres
y concubinas, pues tuvo dieciocho
mujeres y sesenta eoneubinas, y en¬
gendró veintiocho hijos y sesenta
hijas.
22 Puso Roboam a Abías, hijo de
Maaea, por cabeza y príneipe de sus
hermanos, pues quería hacerle rey;
23 y le hizo educar y esparció a sus
otros hijos por todas las tierras de
Judá y Benjamín, y por todas las
eiudades fuertes, dándoles víveres en
abundancia y pidiendo para ellos
muchas mujeres.
Ln idolatría de Roboam, castigada.
12 1 Cuando Roboam se hubo afir¬
mado en el reino y se sintió
fuerte, se apartó de la ley de Yave,
y con él todo Israel. (i) 2 El año quinto
del reinado de Roboam, subió Sesae,
rey de Egipto, contra Jerusalén, por
haberse rebelado contra Yave, 3 con
mil doscientos carros y sesenta mil
jinetes; y el pueblo que eon él venía
de Egipto no tenía número, de lubiin,
suquiyim y eusim. 4 Tomó las ciu¬
dades fuertes de Judá y llegó hasta
Jerusalén. 6 Entonces Semeyas, pro¬
feta, se presentó a Roboam y a los
príncipes de Judá, que estaban reuni¬
dos en Jerusalén por causa de Sesae,
y les dijo: «Así dice Yave: vosotros
me habéis dejado a mí, y por eso
también yo os he dejado a vosotros
en manos" de Sesae.»
6 Los príncipes de Israel y el rey
se humillaron, y dijeron: «Justo es
Yave.» 7 Y viendo Yave que se
habían humillado, dirigió su palabra
a Semeyas, diciendo: «Se han humi¬
llado; no los destruiré, antes los sal¬
varé pronto, y no se derramará mi
ira sobre Jerusalén por medio de
Sesae; 8 pero habrán de servirle, para
que sepan distinguir entre lo que es
servirme a mí, y servirla los reyes de
las gentes.»
9 Subió, pues, Sesae, rey de Egipto,
a Jerusalén, y pilló los tesoros de la
casa de Yave y los de la casa del
rey; todo se lo llevó. Tomó los escu¬
dos de oro que había hecho Salomón,
10 y en vez de ellos hizo el rey Roboam
escudos de bronce, para los jefes de
la guarrlia que custodiaban la entra¬
da de la easa del rey. 11 Cuando iba
el rey a la easa de Yave, tomábanlos
los de la guardia, y los volvían luego
al euartel de la guardia.
12 Como se humilló, apartóse de
él la ira de Yave, por no destruirle
del todo, y las cosas mejoraron en
Judá. 13 Fortalecióse, pues, Roboam,
y reinó en Jerusalén. Cuarenta y un
años tenía Roboam euando comenzó
a reinar, y reinó diecisiete años en
Jerusalén, la ciudad que eligió Yave
entre todas las tribus de Israel, para
poner en ella su nombre. El nombre
de su madre fué Naama, amonita.
14 Hizo el mal, porque no aprestó su
eorazón para buscar a Yave. 16 Los
hechos de Roboam, los primeros y
los postreros, ¿no están escritos en
los libros de Semeyas, profeta, y de
Ido, el vidente, en los registros de
las genealogías? Hubo perpetuamente
guerra entre Roboam y Jeroboam.
16 Durmióse Roboam eon sus padres,
V fué sepultado en la ciudad de David,
y le sucedió Aldas, su hijo.
Reinado de Aldas. Cnerrn contra
Jcrohonin.
13 1 A los dieciocho años del rei¬
nado de Jeroboam, comenzó a
reinar en Judá Abías, 2 y reinó tres
años en Jerusalén. Su madre se lla¬
maba Micaya, luja de Uziel, de Oaba.
(i) La parte todavía sana de Israel se acoge
en su mayoría al reino de Judá, huyendo del
culto ilegítimo e idolátrico dd reino de Israel.
CRÓNICAS II, 14
429
Hubo guerra entre Abías vJeroboam (1)
* Reunió Abías un ejército de hombres
de guerra escogidos y valientes, de
cuatrocientos mil hombres, y Jero-
boam se ordenó en batalla contra él
con ochocientos mil hombres de gue¬
rra escogidos y valerosos. (i) * * 4 Alzóse
Abías en el monte de Semarom, de
las montañas de Efraím, y gritó:
«Oídme, Jeroboam y todo" Israel:
5 ¿No sabéis vosotros que Yave, Dios
de Israel, dió a David el reino sobre
Israel para siempre, a él y a sus hijos
en pacto de sal? 6 Pero Jeroboam,
hijo de Nabat, siervo de Salomón, se
levantó y rebeló contra su señor; 7 y
allegándose a él hombres vanos y
perversos, se sobrepusieron a Roboam,
hijo de Salomón, porque Roboam,
mozo e inexperto, no se defendió con¬
tra ellos. 8 Ahora tratáis vosotros de
triunfar contra el reino de Yave, que
está en manos de los hijos de David,
porque sois muchos. Pero tenéis con
vosotros a los becerros de oro, que
Jeroboam os hizo por dioses. 9 ¿No
habéis arrojado de entre vosotros a
los sacerdotes de Yave, a los hijos
de Arón, y a los levitas, y os habéis
hecho sacerdotes a la manera de las
gentes de la tierra, para que cual¬
quiera pueda consagrarse con un be¬
cerro y siete carneros, y ser así sacer¬
dote de los que no son dioses? 10 Para
nosotros, Yave es nuestro Dios; no
le hemos dejado, y los sacerdotes
ministros de Yave son los hijos de
Arón, y los levitas cumplen sus fun¬
ciones. 11 Queman a Yave. los holo¬
caustos cada mañana y cada tarde
y los perfumes aromáticos; ponen los
panes sobre la mesa limpia, y él
candelero de oro con sus lámparas
cada tarde, para que ardan; porque
nosotros guardamos los mandatos de
Yave, nuestro Dios, mientras que
vosotros los habéis dejado. 12 Dios
está, pues, con nosotros a nuestra
cabeza, y están con nosotros los
sacerdotes con sus trompetas, para
hacerlas resonar contra vosotros. Hijos
de Israel, no hagáis la guerra a Yave,
el Dios de vuestros padres, porque no
os irá bien.»
13 Jeroboam hizo que rodeara una
emboscada, para acometer a los de
(i) El estado de guerra entre Israel y Judá
es casi constante; son pocos los intervalos de
relación pacifica, y éstos no hacen sino con¬
tribuir a que las apostasias de Israel inficionen
; Judá.
Judá por la espalda, atacándolos así
de frente y por la espalda; 14 y cuando
Judá se percató, tenía a Tsrael de
frente y a las espaldas. 15 Clama¬
ron los de Judá a Yave, y los sacer¬
dotes tocaron sus trompetas, dieron
sus gritos, y así como alzaron sus
gritos, Dios desbarató a Jeroboam
y a todo Tsrael delante de Abías,
y de Judá. 16 Huyeron los hijos de
Israel ante Judá, y Dios los entregó
en sus manos; 17 y Abías y sus gentes
hicieron en ellos gran mortandad, ca¬
yendo de Israel quinientos mil hom¬
bres escogidos. 18 Así fueron humi¬
llados entonces los hijos de Israel,
mientras que los de Judá se fortale¬
cieron, porque se apoyaron en Yave,
el Dios de sus padres. 19 Persiguió
Abías a Jeroboam, y le tomó ciuda¬
des: Betel, con las ciudades de su
dependencia, Jesana, con sus depen¬
dencias, y Efrón, con sus depen¬
dencias. 20 No tuvo ya Jeroboam
fuerza en tiempo de Abías; le hirió
Yave, y murió.
21 Abías fue poderoso, tuvo catorce
mujeres y engendró veintidós hijos
y dieciséis hijas. 22 El resto de los
hechos de Abías, lo que hizo y dijo,
está escrupulosamente escrito en el
libro de Ido, profeta.
14
1 Durmióse Abías con sus pa¬
dres, y fué sepultado en la
ciudad de David. Le sucedió Asa,
su hijo, en cuyo tiempo tuvo paz la
tierra durante diez años.
Asa, rey ilo Judá. Victoria contra
Zrruc y lo» etiope».
2 Asa hizo lo que es bueno y recto
a los ojos de Yave, su Dios. 3 Hizo
desaparecer los altares de los cultos
extranjeros (1), y los altos, demolió los
cipos y abatió los aaeras. 4 Mandó
a Judá buscar a Yave, el Dios de sus
padres, y practicar la ley y sus man¬
damientos. 5 Hizo desaparecer de
todas las ciudades de Judá los altos
y los simulacros del sol, y su reinado
fué reinado de paz. 6 Edificó ciuda¬
des fuertes en Judá, pues la tierra
estaba tranquila, y no hubo guerra
(i) La reforma religiosa de Asa hace des¬
aparecer los excelsos que durante tanto tiempo
persistieron ilegítimamente en Judá, pues aun¬
que en ellos se sacrificaba a Yave, eran ente¬
ramente contra la Ley, que mandaba sacrificar
únicamente en e lugar elegido por Dios.
430
CRÓNICAS II, 15
contra él durante aquellos años, pues
Yave le dió paz. 7 Dijo a Judá:
«Edifiquemos estas ciudades y rodeé¬
moslas de murallas, de fuertes y de
torres, con puertas y barras, mien¬
tras no estamos en guerra, porque
hemos buscado a Yave, nuestro Dios,
y por haberle buscado, nos ha dado
el reposo de todas partes.» Edificá¬
ronlas, pues, sin que nadie lo impi¬
diera. 8 Tenía Asa un ejército de tres¬
cientos mil hombres de Judá, arma¬
dos de escudo y lanza, y doscientos
ochenta mil de Benjamín, armados
de escudo, y arqueros, todos hombres
valerosos.
9 Subió contra ellos Zerac, etíope,
con un ejército de mil millares y
trescientos carros, y llegó hasta Ma-
resa. 10 Entonces le salió Asa al
encuentro, y le presentó batalla en
el valle de Sefata, junto a Marcsa.
11 Clamó Asa a Yave, su Dios, di¬
ciendo: «Yave, no hay para ti dife¬
rencia entre socorrer al que tiene
muchas fuerzas o al que tiene pocas.
Ven, pues, en ayuda nuestra, Yave,
nuestro Dios, porque en ti nos apo¬
yamos nosotros, y a combatir en tu
hombre hemos venido contra toda
esta muchedumbre. Yave, tú eres
nuestro Dios, que no sea el hombre
quien triunfe de ti.» 12 Yave deshizo
a los etíopes, ante Asa y ante Judá,
y los etíopes se pusieron en fuga.
13 Asa V la gente que llevaba los per¬
siguieron hasta Oerar y cayeron los
etíopes sin poder salvar su vida, por¬
que fueron destruidos por Yave y
su ejército. 14 Asa y su gente cogie¬
ron gran botín, V batieron todas las
ciudades que había cerca de Oerar,
porque el terror de Yave se había
apoderado de ellos, y saquearon todas
las ciudades, siendo muchos los des¬
pojos. 15 Dieron también contra los
apriscos y establos de los ganados,
llevándose gran cantidad de ovejas
y camellos. Después se volvieron a
Jerusalén.
Celo del rey A^a para destruir
la idolatría.
1,) 1 Fué c! espíritu de Yave sobre
Azarías, hijo de Obcd, 2 y se
presentó Azarías a Asa, y le dijo:
«Oyeme, Asa, y todo Judá y Ben¬
jamín* Yave está con vosotros, cuan¬
do vosolros estáis con-él; si vosotros
le buscáis, le hallaréis; pero si vos¬
otros le abandonáis, él os abandona¬
rá a vosotros. 3 Durante mucho tiem¬
po ha estado Israel sin verdadero
Dios, y sin sacerdote que enseñase su
ley; 4 pero cuando en medio de la
tribulación se volvían a Yave, Dios
de Israel, y le buscaban, siempre le
hallaron. 6 No había en aquellos
tiempos paz, ni para quien entraba,
ni para quien salía, sino muchas
aflicciones sobre todos los moradores
de la tierra; 6 y una gente destruía
a otra gente, y una ciudad a otra
ciudad, porque las conturbaba Dios
con toda suerte de calamidades. 7 Es¬
forzaos, pues, vosotros y no desfallez¬
can vuestras manos, porque merced
hay para vuestra obra.»
8 Cuando oyó Asa las palabras V
la profecía de Azarías, lujo de Obed,
profeta, se sintió fortalecido e hizo
desaparecer las abominaciones de toda
la tierra de Juná y Benjamín, y de las
ciudades que había tomado en la
montaña de Efraím, y restauró el
altar de Yave que estaba delante del
pórtico de Yave. 9 Convocó a todo
Judá y Benjamín, y a los de Efraím.
Manasés y Simeón, que habitaban
entre ellos, pues gran número de
gentes de Israel se unieron a él
cuando vieron que con él estaba Yave,
su Dios; 10 y se reunieron en Jerusa¬
lén el tercer mes del año quince del
reinado de Asa.
11 Aquel día sacrificaron a Yave,
del botín que había traído, setecien¬
tos bueyes y siete mil ovejas, 12 y
juraron jmscar a Yave, el Dios de
sus padres, con todo su corazón y
toda su alma; 13 y que cualquiera
que no buscase a Yave, Dios de Israel,
muriese, fuese grande o pequeño,
hombre o mujer. 14 Este juramento
hicieron a Yave en medio de voces
de júbilo y al son de trompetas y
bocinas. 15 Alegráronse de este jura¬
mento todos los de Judá, porque
de todo corazón lo juraron y de todo
corazón le buscaban; y así le halla¬
ron, y les dió Yave reposo de todas
partes. 16 Aun a Manca, madre del
rey Asa, la depuso él de la dignidad
de reina, porque había hecho un
ídolo y un asera. Abatió el ídolo,
lo redujo a polvo, y lo quemó en
el valle de Cedrón. 17 Vero los altos
no desaparecieron de Israel, a pesar
de que el corazón de Asa fué per¬
fecto todos los días de su vida.
18 Metió en la casa de \avc lo que
había sido consagrado por su padre
CRÓNICAS II. 16, 17
431
y por él mismo, de plata, oro y vasos.
19 No hubo guerra hasta los treinta
y cinco anos del reinado de Asa.
Pecado de Asa. Su muerte.
I , 1 El ano treinta y seis del rei-
I () nado de Asa subió contra Judá
Basa, rey de Israel, y edificó Rama,
para-impedir la entrada y la salida
a los de Asa, rey de Judá. 2 Asa sacó
de los tesoros de la casa de Yave y
de los de la casa del rey la plata y el
oro, y se los mandó con una embajada
al rey de Siria, Bcnadad, que habi¬
taba en Damasco. Hizo que le dije¬
ran: 3 «Hagamos alianza entre los
dos, como la hubo entre mi padre
y tu padre. Te mando esta plata y
este oro. Rompe tu alianza con Basa,
rey de Israel, para que se retire de
mí.» 4 Beuadad escuchó a Asa, y
mandó a los jefes de su ejército
contra las ciudades de Israel, y ba¬
tieron a Iyan, Dan, Abclmain y las
ciudades fuertes de Neftalí. 6 Cuando
lo supo Basa, cesó en la edificación
de Rama, suspendió su obra. 6 En¬
tonces el rey Asa mandó a todo Judá
a llevarse la piedra y la madera que
empicaba Basa cu la edificación de
Rama, y se sirvió de ellas para edi¬
ficar a Gueba y Masía.
7 Entonces Janani, el vidente, fué
a Asa, rey de Judá y le dijo: «Por
haberte apoyado sobre el rey de
Siria, y no sobre Yave, tu Dios, se
te ha escapado de las manos el ejér¬
cito del rey de Siria: 8 ¿No eran un
gran ejército los etíopes y los libios,
con carros y una muchedumbre de
jinetes? Y con todo, Yave los puso
en tus manos, porque te apoyaste
en él. 9 Pues tiende Yave sus ojos
por toda la tierra, para sostener a los
que tienen para con él corazón perfec¬
to. Has obrado en esto insensata¬
mente, y desde ahora tendrás guerra.»
10 Irritóse Asa contra el vidente, y
le puso en prisión porque se encole¬
rizó mucho contra él, y al mismo
tiempo oprimió también Asa a al¬
gunos del pueblo. 11 Los hechos de
Asa, los primeros y los postreros,
están escritos en los libros de los
reves de Judá y de Israel.
12 El año treinta y nueve de su
reinado enfermó Asa de los pies, pa¬
deciendo mucho de ello, pero tam¬
poco en su enfermedad buscó a Yave,
sino a los médicos.
13 Durmióse Asa con sus padres,
muriendo el año cuarenta y uno de
su reinado, 14 y fué sepultado en el
sepulcro que él había hecho para sí,
en la ciudad de David. 16 Se le puso
en un lecho lleno de aromas y per¬
fumes, preparados según el arte de
la perfumería, y se quemó además
en honor suyo una cantidad muy con¬
siderable de ellos.
Josafat, rey dé Judá.
I fj 1 A Asa le sucedió Josafat, su
L hijo. Se fortificó contra Israel
2 y puso guarniciones en todas las
ciudades fuertes de Judá, así como
en las de Efraím, de que Asa, su
padre, se había apoderado.
3 Estuvo Yave con Josafat, por¬
que éste anduvo por los caminos
primeros de David, sil padre, y no
buscó a los baales, 4 sino que se
acogió al Dios de sus padres y siguió
sus mandatos, sin imitar lo que hacía
Israel. 6 Yave afirmó el reino en las
manos de Josafat, a quien traía
presentes todo Judá, y tuvo gran
abundancia de riquezas y mucha
gloria. 6 Su corazón se fortaleció en
los caminos de Yave, e hizo también
desaparecer de Judá los excelsos y los
aseras.
7 El año tercero de su reinado mandó
a sus príncipes Benjail, Abdías, Za¬
carías, Nataniel y Miqueas, por las
ciudades de Judá, para que enseña¬
sen, 8 y con ellos a los levitas Semeyas,
Netanías, Zebadía, Asael, Scmira-
mot, Jonatán, Adonías, Tobías, levi¬
tas, y con ellos a los sacerdotes Eli-
sama y Joram, 9 que enseñaron
por las ciudades de Judá, teniendo
consigo el libro de la ley de Yave,
y recorriendo las ciudades de Judá,
enseñando al pueblo. 10 Cayó el terror
de Yave sobre todos los reinos de las
tierras que había en torno de Judá,
y no osaron hacer la guerra contra
Josafat. 11 Los filisteos traían a
Josafat presentes y tributos de plata.
Traíanle también los árabes ganados,
siete mil setecientos carneros y siete
mil setecientos machos cabríos. 12 Cre¬
cía, pues, Josafat grandemente y
edificó en Judá fortalezas y ciudades
de depósito. 13 Tuvo además muchas
obras en las ciudades de Judá, y
hombres de guerra muy valerosos
en Jerusalén. 14 Este es el número
I de ellos, según las casas paternas:
132
.CRÓNICAS II, lfi.
En Juda, jefes de millares, cuyo jefe
supremo era Adna, y con él trescien¬
tos mil hombres muy esforzados;
15 después de él, el jefe Jojanán, y
con él doscientos ochenta mil; 16 tras
éste, Amasias, hijo de Zicrí, que se
había consagrado voluntariamente a
Yavc, y con él doscientos mil hom¬
bres valientes; 17 de Benjamín: Elia-
da, hombre muy valeroso, y con él
doscientos mil armados de escudo y
arco; 18 después de éste Josabat, y
con él ciento ochenta mil dispuestos
para la guerra. 19 Estos eran los que
hadan el servicio del rey, sin contar los
que el rey había puesto de guarnición
en todas las ciudades fuertes de
Judá.
Expedición de Josaíat, rev de dudó,
y Ajab, rey de Israel, contra los
sirios.
^ q 1 * Tuvo Josafat mucha riqueza
lO y poder, y emparentó con Ajab;
2 y al cabo de algunos años bajó a
ver a Ajab a Samaria (1). Ajab mató
para él y para su séquito gran número
de ovejas y bueyes, y le persuadió
que subiese con él contra Ramot
Galad. 3 Dijo Ajab, rey de Israel, a
Josafat, rey de Judá: «¿Quieres mar¬
char conmigo a Ramot Galad?» Y
éste respondió: «Yo como tú, y mi
pueblo como tu pueblo; iremos con¬
tigo.» 4 * Y dijo Josafat al rey de Is¬
rael: «Pero consulta, te ruego, la
palabra de Yavc.» 6 Juntó entonces
el rey de Israel cuatrocientos profe¬
tas, y les preguntó: «¿Iremos contra
Ramot Galad, o me estaré quieto?»
Ellos le dijeron: «Sube a Ramot
Galad, que Dios la entregará en
manos del rey.» 6 Pero Josafat dijo:
«¿Queda todavía aquí algún pro¬
feta de Ya ve, por quien podamos
preguntarle?» 7 El rey de Israel res¬
pondió a Josafat: «Aún hay aquí un
hombre, por quien podemos pregun¬
tar a Yave; pero yo le aborrezco,
porque nunca me profetiza cosa bue¬
na, sino siempre males. Es Miqueas,
(i) Josafat, a pesar de su piedad y su celo
por continuar la reforma religiosa de su padre.
Asa, inicia las relaciones amistosas entre Israel
y Judá y se alía con Ajab, siendo por ello
reprendido por los profetas Miqueas y Jehú.
Es curiosa la forma literaria en que se nos pre¬
senta la inducción a Acab para que vaya a atacar
a Ramot Galad, donde hallará la muerte.
hijo de Jimia.» V respondió Josafat:
«No diga eso el rey.» 8 Llamó enton¬
ces el rey de Israel a un eunuco, y le
dijo: «Haz que venga luego Mi¬
queas, hijo de Jimia.»
9 El rey de Israel y Josafat, rey
de Judá. estaban sentados cada uno
en su trono y vestidos de sus vesti¬
duras reales, en la plaza que hay a
la entrada de la puerta de Samaria,
y estaban delante de ellos todos los
profetas. 10 Sedecías, hijo de Que-
nana, se había hecho cuernos de hie¬
rro, y decía: «Así dice Yave: Con éstos
acornearás a los sirios hasta destruir¬
los del todo.» 11 Lo misino profeti¬
zaban también todos los profetas,
diciendo: «Sube a Ramot Galad, y
triunfarás, porque Yave la entregará
en manos del rey.»
12 El mensajero que había ido a
buscar a Miqueas, le habló diciendo:
«Mira que todos los profetas a una
profetizan bienes; habla, pues, como
ellos, y anuncia bienes.» 13 Miqueas
respondió: «Vive Yave, que yo anun¬
ciaré lo que Yave me diga.» Llegó,
pues, a la presencia del rey, 14 que
le preguntó: «Miqueas, ¿iremos a
combatir a Ramot Galad, o lie de
estarme quieto?» Y él respondió:
«Subid, que la lograréis y serán en¬
tregados en vuestras manos.» 15 En¬
tonces le dijo el rey: «¿Hasta cuántas
veces tendré que conjurarte, por el
nombre de Yave, que no me digas
sino la verdad?» 16 Y él le contestó:
«He visto a todo Israel disperso por
los montes, como ovejas sin pastor»;
y dijo Yave: «Es que no tienen señor,
que se vuelva cada uno en paz a su
casa.»
17 Y el rey de Israel dijo a Josafat:
«¿No te decía yo que no profetiza
bien, sino mal?» 18 Y dijo entonces él:
«Oíd, pues, la palabra de Yave:
Yo he visto a Yave sentado en su
trono, y a su derecha y a su izquierda
estaba todo el ejército de los cielos»;
19 y Yave dijo: «¿Quién inducirá a
Ajab, rey de Israel, a que suba, para
caer en Ramot Galad?» Y uno decía
una cosa, y otro decía otra; 20 pero
salió un espíritu, que se puso delante
de Yave y dijo: Yo le induciré. Y
Yave le preguntó: ¿Cómo? Y él
dijo: 21 Saldré y me haré espíritu
de mentira en la boca de todos sus
profetas. Y Yave le dijo: Tú le indu¬
cirás; tú saldrás con la tuya; ve, y
haz así. 22 Y ahora ha puesto Yave
el espíritu de mentira en la boca de
CRÓNICAS II. 19, 20
todos éstos, tus profetas, pues ha
decretado Yave el mal contra ti.»
23 Entonces Sedecías, hijo de Que-
nana, se llegó a Miqueas y le dió una
bofetada en la mejilla, diciendo:
«¿Por que camino se ha ido de mí el
espíritu de Yavc, # para hablarte a
tif»> 24 Y Miqueas *le respondió: «Ya
lo verás un día, cuando andes de cá¬
mara en cámara para esconderte.»
25 Entonces el rey de Israel dijo:
«Coged a Miqueas y-llevadlo a Arnún,
gobernador de la ciudad, y a Joás,
hijo del rey, 26 y decid: Esto dice^l
rey. Meted a éste en la cárcel, 4 y
mantenedle con pan de aflicción y
agua de angustia, hasta que yo
vuelva en paz.» 27 Miqueas le dijo:
«Si vuelves tú en paz, no ha hablado
Yave por mí.» Y añadió: «Oíd, pue¬
blo todo, y sed testigos.»
28 Subió, pues, el rey de Israel, y
con él Josafat, rey de Judá a Ramot
Galad; 29 y dijo el rey de Israel a
' Josafat: «Yo me disfrazaré para
entrar en la batalla; tú vístete tus
vestiduras.» Disfrazóse el rey de
Israel y entró asi en la batalla. 30 El
rey de Siria había mandado a los
jefes de los carros que con él tenía,
diciendo: «No ataquéis a ninguno,
ni chico ni grande, sino sólo al rey
de Israel.» 31 Y cuando los jefes de
los carros vieron a Josafat, dijeron:
«Este es el rey de Israel», y le cer¬
caron para combatirle. Entonces cla¬
mó Josafat, y Yave le socorrió apar¬
tándolos Dios de el. 32 Los jefes de
los carros se percataron de que no
era el rey de Israel, y se alejaron de
él. 33 Entonces disparó un hombre su
arco al azar, e hirió al rey de Israel
por entre las junturas de la armadura.
El rey dijo entonces a su auriga:
«Da la vuelta y sácame del campo,
que estoy herido.» 34 El combate fue
encarnizado aquel día y el rey de
Israel estuvo en su carro hasta la
tarde frente a los sirios, muriendo
a la puesta del sol.
1 Josafat, rey de Judá, se volvió
1 J en paz a su casa, a Jerusalén.
2 Salióle al encuentro Jchú, el vi¬
dente, hijo de Jananí, que dijo a
Josafat: «¿Socorres al impío y ayudas
a los que aborrecen a Yave? Por eso
Yave está irritado contra ti. 3 Pero
hay en ti buenas obras, porque has
arrancado de la tierra los aseras ,
y has puesto tu corazón en buscar
a Yave.»
-13.H
Reformas en la administración
de justicia.
4 Habitaba Josafat en Jerusalén;
pero salió a recorrer el reino desde
Berseba hasta la montaña de Efraím,
para traerlos a todos a Yave, el Dios
de sus padres. 6 Puso en la tierra
jueces por todas las ciudades fuer¬
tes de Judá, por todos los lugares,
6 y les dijo: «Mirad lo que hacéis,
porque no juzgáis en lugar de hom¬
bres, sino en lugar de Yave, que está
cerca de vosotros cuando sentenciáis.
7 Sea, pues, sobre vosotros el temor
de Yave, y cuidad de guardarlo;
porque no hay en Yave, nuestro
Dios, iniquidad ni acepción de per¬
sonas, ni recibir cohecho.» 8 Puso
también Josafat en Jerusalén levi¬
tas, sacerdotes y jefes de las fami¬
lias de Israel, para que diesen a los
habitantes el juicio de Yave, y deci¬
diesen las causas. 9 Les dió sus órde¬
nes, diciendo: «Haced en todo con
temor de Yave, fielmente y con cora¬
zón perfecto. 10 En toda causa que
venga a vosotros, de vuestros her¬
manos que habitan en las ciudades,
trátese de causas de sangre, de cues¬
tiones de la ley, de los mandamientos,
ceremonias y preceptos, instruidlos,
para que no pequen contra Yave y
caiga su cólera sobre vosotros y sobre
vuestros hermanos, y así no pecaréis.
11 Amarías, sacerdote, os presidirá
en toda causa tocante a Yave; y
Zebadías, hijo de Ismael, principe
de la casa de Judá, en las causas to¬
cantes al rey; tenéis entre vosotros
a los levitas, que serán vuestros maes¬
tros. Esforzaos, pues, y a la obra,
y que Yave sea con quien bien lo
haga.»
Victoria de Josafat contra moabi-
tas y amonitas.
1 Después de esto, los hijos
de Moab y los hijos de Ammón
y algunos míneos, vinieron en guerra
contra Josafat. 1 2 Dieron noticia a
Josafat, diciendo: «Viene contra ti,
desde q 1 otro lado del mar, una gran
muchedumbre de Edom y están ya
en Jasasón Tamar, que es Engadi.»
3 En su temor, se dispuso Josafat a
buscar a Yave y promulgó un ayuno
para todo Judá. 4 Reuniéronse los
de Judá para clamar a Yave, y
vinieron para buscar a Yave de todas
*8
434
CRÓNICAS II, 20
las ciudades de Judá. 6 Puesto en¬
tonces en pie Josafat, en medio de
la asamblea de Judá en Jerusalcn,
en la casa de Yave¡ delante del atrio
nuevo, 6 dijo: «Yave, Dios de nuestros
padres: ¿No eres tú Dios en los cielos,
y no eres tú quien domina a todos los
reinos de las gentes? ¿No eres tú
quien tiene en su mano la fuerza y
la potencia, a que nadie puede re¬
sistir? 7 ¡Dios nucstrol ¿No arrojaste
tú delante de tu pueblo Israel a los
moradores de esta tierra, y la diste
para siempre a la posteridad de
Abraham que te amaba? 8 Ellos la
habitan, y han edificado a tu nombre
un santuario, diciendo: 9 Si nos sobre¬
viene alguna calamidad, la espada,
el castigo, la peste o el hambre, nos
presentaremos en esta casa delante
de ti, pues tu nombre está en esta
casa, y clamaremos a ti en la tri¬
bulación, y tú nos oirás y nos sal¬
varás. 10 Ahora, pues, he aquí que
los hijos de Ammón y los de Moáb,
y los del monte Seir, a cuyas tierras
no dejaste que fuese Israel cuando
venía de Egipto, sino que se apartase
y no los destruyese, 11 nos pagan
ahora queriendo echarnos de tu he¬
redad, que tú nos diste en posesión.
12 jOh Dios nuestro! ¿No los juzgarás
tú? Porque nosotros no tenemos fuerza
contra tanta muchedumbre coma
contra nosotros viene, y no sabemos
qué hacer; nuestros ojos se vuelven
a ti.»
13 Todo Judá estaba en pie delante
de Yave, con sus niños, sus mujeres
y sus hijos. 14 Estaba allí Jajaziel,
hijo de Zacarías, hijo de Benaya,
hijo de Jeiel, hijo de Matanías, le¬
vita, de los hijos de Asaf, sobre quien
vino el espíritu de Yave en medio de
la asamblea, 16 y dij/>: «Oíd, Judá
todo, y vosotros los moradores de
Jcrusalén, y tú, rey Josafat: Así
dice Yave: No temáis, ni os amedren¬
téis ante tan gran muchedumbre,
porque no es vuestra la guerra, sino
de Dios. 16 Mañana bajaréis contra
ellos; ellos van a subir por la cuesta
de Abis, y los hallaréis al extremo
del valle, frente al desierto de Jeruel.
17 No habrá por qué peleéis en esto
vosotros; paraos, estaos quedos, y
veréis la salvación de Yave con vos¬
otros. jOh Judá y Jcrusalén, no te¬
máis, ni desmayéis; salid mañana
contra ellos, que Yave estará con
vosotrosl»
11 Echóse entonces Josafat rostro
a tierra, y todo Judá y todos los mo¬
radores de Jcrusalén se postraron
ante Yave, adorándole. 19 Los levi¬
tas de los hijos de Caat y de los
hijos de Core se levantaron, para
alabar a Yave, Dios de Israel, con
fuerte y alta voz.
20 Levantáronse por la mañana y
salieron por el desierto de Tecua;
y mientras salían, Josafat, en pie,
dijo: «Oídme, Judá y habitantes de
Jcrusalén. Confiad en Yave, vuestro
Dios, y seréis seguros; creed a sus
profetas y prosperaréis.» 21 Después,
habido consejo con el pueblo, puso
cantores de Yave para alabar la
hermosura de su santuario delante del
ejército:
«Alabad a Yave, porque es eterna
su misericordia.»
22 Y en cuanto comenzaron los
cantos y alabanzas, arrojó Yavt\ dis¬
cordia sobre Aminón, Moab y los del
monte Seir, que habían venido contra
Judá, y se mataron unos a otros.
23 Echáronse los hijos de Ammón y
Moab sobre los moradores del monte
Seir, para destruirlos y exterminar¬
los; y cuando hubieron acabado con
los habitantes del monte Seir, unos
a otros se destruían. 24 Cuando Judá
llegó a la altura desde la cual se des¬
cubre el desierto, y miraron del lado
donde estaba la muchedumbre, no
vieron más que cadáveres por tierra;
ninguno había escapado. 26 Josafat
y su gente fueron a apoderarse de
los despojos, hallando entre los cadá¬
veres muchas riquezas y objetos
preciosos; cogiendo tantos, que no
pudieron llevárselo todo de una vez
y emplearon tres dias en re coger el
botín; tan considerable fue. 26 Al
cuarto día, se reunieron en el valle
de Bcraca, donde alabaron a Yave.
Por eso llamaron a este valle Be-
raea, nombre que lleva todavía hoy.
27 Los hombres de Judá y de Jeru-
salén, eon Josafat a la cabeza, par¬
tieron gozosos para volverse a Jeru¬
salcn, pues Yave los había llenado de
alegría, librándolos de sus enemigos.
28 Entraron en Jcrusalén, en la casa
de Yave, al son de las cítaras, los
salterios y las trompetas. 29 El terror
de Yave se apoderó de todos los reinos
de las otras tierras, cuando supieron
que Yave había combatido contra
los enemigos de Israel. 30 El reinado
de Josafat fué tranquilo y su Dios
le dió la paz en todas partes.
81 Josafat reinó sobre Judá. Tenía
CRÓNICAS II, 21
435
treinta y cinco años cuando comenzó
a reinar, y reinó veinticinco años
en Jerusalén. Su madre se llamaba
Azuba, hija de Silji. 32 Anduvo por
el camino de Asa, su padre, sin apar¬
tarse de él, haciendo lo recto a los
ojos de Yave. 33 Pero los altos no
desaparecieron y el pueblo no tenía
su corazón firmemente apegado al
Dios de sus padres.
34 El resto de los hechos de Josafat,
los primeros y los postreros, están
escritos en la historia de Jehú, hijo
de Jananí, que fué inserta en el libro
de los reyes de Israel. 36 Josafat, rey
de Judá, se alió con el rey de Israel,
Ocozías, que ftié un impío, 36 y se
asoció con él para construir naves
que fueron a Tarsis, haciéndose las
naves en Asion-Gucber. 37 Entonces
Eliezer, hijo de Dodava, de Maresa,
profetizó contra Josafat, diciendo:
«Por haberte asociado con Ocozías,
Yave destruirá tu obra.» Las naves se
destrozaron y no pudieron ir a Tarsis.
21 1 Josafat se durmió con sus
padres, y fué sepultado en la ciu¬
dad de David. Le sucedió Joram, su
hijo.
Joram, rey de Judá.
2 Joram, hijo de Josafat, tuvo por
hermanos a Azarías, Jejicl, Zacarías,
Azarías, Micael y Sefatías, todos
hijos de Josafat, rey de Israel.
3 Habíales hecho su padre grandes
donaciones de plata, oro y objetos
preciosos, con ciudades fuertes en
Judá; pero dejó el reino a Joram,
por ser el primogénito. 2 3 4 Cuando
Joram se posesionó del reino y se
afirmó en él, pasó a cuchillo a todos
sus hermanos y a algunos jefes de
Israel. 5 Tenía Joram treinta y dos
años cuando comenzó a reinar, y
reinó ocho años en Jcrusalen. 6 An¬
duvo por los caminos de los reyes de
Israel; como había hecho la casa de
Ajab, pues tuvo por mujer a una hija
de Ajab, e hizo lo malo a los ojos de
Yave. 7 8 Pero no quiso Yave destruir
la casa de David, por la alianza que
había hecho con David y la promesa
que le hizo de darle siempre una lám¬
para a él y a sus hijos.
8 En su tiempo se rebeló Edom
contra el dominio de Judá, y se dió
un rey'. 9 Marchó Joram con sus jefes
y todos sus carros, y levantándose
de noche derrotó a los de Edom, que
le tenían cercado a él y a los jefes de
sus carros. 10 * * Sin embargo, la rebe¬
lión de Edom contra el dominio de
Judá dura hasta hoy. También se
rebeló contra su dominio Lobna,
porque había dejado a Yave, Dios
de sus padres.
11 Joram se hizo altos en los mon¬
tes de Judá, incitó a los habitantes
de Jerusalén a la prostitución ido¬
látrica (1), e impelió a ella a Judá.
12 Recibió un escrito del profeta Elias,
que decía: «He aquí lo que dice Yave,
Dios de tus padres: «Por no haber
andado por los caminos de Josafat,
tu padre, ni por los de Asa, rey de
Judá, 13 antes bien por los de los
reyes de Israel; por haber hecho
fornicar a Judá y a los moradores de
Jerusalén, como fornica la casa de
Ajab, y por haber dado muerte a tus
hermanos, a la casa de tu padre, que
eran mejores que tú, 14 Yave casti¬
gará a tu pueblo con una plaga muy
grande, y a tus hijos y a tus muje¬
res y a tu hacienda, 15 y a ti con una
violenta enfermedad, con enfermedad
de tus entrañas, que aumentará de
día en día, hasta que las entrañas
se te salgan por la fuerza del mal.»
16 Despertó entonces Yave contra
Joram el espíritu de los filisteos y de
los árabes, que habitan cerca de los
etíopes; 17 los cuales subieron contra
Judá, invadieron la tierra y pillaron
toda la hacienda que hallaron de la
casa del rey, y se llevaron a sus hijos
y a sus mujeres, no quedándole otro
hijo que Joacaz, el menor de todos.
18 Después de esto, le hirió a él Yave
en las entrañas de una enfermedad
incurable, 19 que fué creciendo de
día en día, hasta que al fin del año
segundo se le salieron a Joram las
entrañas, por la violencia del mal.
Murió en medio de los más acerbos
dolores, y su pueblo no quemó per¬
fumes en su honor, como lo había
hecho con sus padres.
20 Treinta y dos años tenía cuando
comenzó a reinar, y reinó ocho años
(i) Al piadoso Josafat le sucede un hija
impío, Joram, que destruye todo cuanto su
padre había hecho por reformar religiosamente
a Judá. Lo mismo ocurre luego al suceder a
E2equías su hijo Manasés, siendo esto muestra
de que las varias reformas religiosas tuvieron
más de externas y políticas que de internas y
religiosas. A Joram le envía el profeta Elias
una carta reprochándole su impía conducta y
anunciándole severos castigos contra él y su
casa.
CRÓNICAS II, 22, 23
en Jerusalén. Se fué sin ser Horado
de nadie, y le sepultaron en la ciudad
de David, pero no en los sepulcros de
los reyes.
Oeozías, rey de Jndn, muere a
manos de Jehú.
22 1 Los habitantes de Jerusalén
proclamaron sucesor de Joram
a Oeozías, el menor de sus hijos,
porque la tropa que había venido
al campo con los árabes había dado
muerte a todos los mayores que él.
Así, Oeozías, hijo de Joram, fué rey
de Judá. (i) 2 * Tenía Oeozías veintidós
años cuando comenzó a reinar, y
reinó un año en Jerusalén. Su madre
se llamaba Atalía, hija de Omrí.
3 Anduvo por los caminos de la casa
de Ajab, pues su madre le aconsejaba
impíamente. 4 * Hizo lo malo a los
ojos de Yave, como la casa de Ajab,
que después de la muerte de su padre
le sirvió de consejero para su perdi¬
ción. 6 Llevado de sus consejos, fué
con Joram, hijo de Ajab, rey' de
Israel, a la guerra contra Jazaeí, rey
de Siria, a Ramot Calad, y los sirios
hirieron a Joram. 6 Volvióse éste a
Jezreel para curar las heridas que
los sirios le habían hecho en Rama,
cuando luchaba contra Jaznel, rey
de Siria. Bajó Oeozías a ver a Jora ni,
hijo de Ajab, a Jezreel, donde esta¬
ba herido; 7 y por voluntad de Dios,
para su ruina, bajó Oeozías a ver a
Joram; pues llegado allí, salió con
Joram al encuentro de Jehú, hijo de
Nimsí, a quien Yave había ungido
para exterminar a la casa de Ajab;
* y mientras Jehú hacía justicia con
la casa de Ajab, dió con los jefes de
Judá y eon los hijos de los herma¬
nos de Oeozías, que estaban al ser¬
vicio de Oeozías, y los mató; 9 buscó
a Oeozías, que fué hallado en Sama¬
ría, donde se había escondido; y le
cogieron y llevaron a Jelni, que le
dió muerte; sepultáronle, porque di¬
jeron: «Es hijo de Josafat, que
buscó a Yave de todo corazón.»
Atalía, reina de Judá.
No quedaba de la casa de Oeozías
persona en edad de reiuar: 10 y Atalía,
madre de Oeozías, viendo que era
muerto su hijo, se alzó y exterminó
a^toda la estirpe real de la casa de
Judá; 11 pero Joscbet, hija del rey,
cogió a Joás, hijo de Oeozías, y le
arrebató de en medio de los hijos" del
rey cuando los mataban, escondién¬
dole a él ya su nodriza en el dormito¬
rio. Así Josebet, hija del rey Joram,
mujer del sacerdote Joyada y her¬
mana de Oeozías, le escondió de Ata-
lía, que no pudo matarle. 12 Seis años
estuvo escondido con ellos en la casa
de Dios, y era en tanto Atalía la que
reinaba en la tierra (1).
(i) La impía Atalía. de origen fenicio, está
a punto de extinguir la dinastía davídica, pero
Dios asegura la sucesión y la transmisión de
las promesas mesiánicas hechas a David, sal¬
vando al niño Joás.
Proclamación do Joás. Muerte de
Atalía.
1 Al sétimo año revistióse Jo-
yada de valor, y se concertó
con los jefes de centenas: Azarías,
hijo de Jerojam, Ismael, hijo de Jo-
janán, Azarías, hijo de Obed, Masaya,
hijo de Adaya, y Elisafat, hijo de
Zicrí. 2 Recorrieron Judá y reunieron
a los levitas de todas las ciudades
de Judá, y a los jefes de las familias
de Israel, que vinieron a Jerusalén;
3 y toda la asamblea hizo alianza con
el rey en la casa de Dios. Joyada
les dijo: «Ahí tenéis al hijo del rey,
que reinará, como lo ha dicho Yave,
de los hijos de David. 4 Mirad lo que
habéis de hacer. El tercio de vosotros,
que el día del sábado entra de ser¬
vicio eon los sacerdotes y levitas,
hará la guardia en los atrios; 6 otro
tercio estará en el palacio del rey,
y el otro en la puerta de Jesod. Todo
el pueblo se reunirá en el atrio de
la casa de Yave. 6 Que no entre ni
salga nadie de la casa de Yave, fuera
de los sacerdotes y levitas que están
de servicio; éstos podrán entrar, por¬
que están consagrados. 7 Todo el
pueblo hará la guardia de Yave, y
los levitas rodearán al rey por todas
partes; cada uno tendrá las armas en
su mano, y quienquiera que entrare
en la casa, morirá. Estaréis con el
rey cuando éste entre y salga.»
8 Los levitas y todo Judá hicieron
todo lo que el sacerdote Joyada había
mandado; y cada uno tomó a los
suyos, los que entraban en servicio
V los que salían de servicio el sábado,
pues el sacerdote Joyada no exeep-
CRÓNICAS II, 24
137
tuó a ninguna de las divisiones. 9 "El
saecrdote Joyada entregó a los jefes
de centenas las lanzas y los escudos,
grandes y pequeños, que provenían
del rcv David y se hallaban en la
casa de Dios. 10 Hizo que rodeasen
al rey, poniendo a todo el pueblo
cada uno con las armas en la mano,
desde el lado dereeho hasta el lado
izquierdo de la casa, junto al altar
y por toda la casa; 11 y adelantando
al hijo del rev, pusieron sobre su
cabeza la diadema v el testimonio,
y le proclamaron rey. Joyadn y sus
hijos le ungieron, y “gritaron: «¡Viva
el revi»
13 Átalía oyó el estrépito del pueblo,
í que corría y aclamaba al rey; vino
a donde estaba el pueblo en la casa
de Yavc, 13 y miró. Estaba el rey
sentado en su estrado, a la entrada,
y los jefes y las trompetas estaban
junto al rey; y todo el pueblo de la
tierra daba muestras de gran ale¬
gría, y sonaban las trompetas, y los
cantores con los instrumentos de mú¬
sica entonaban cánticos de alabanza.
Atalía rasgó sus vestiduras y gritó:
«¡Conspiración, conspiración!» 14 En¬
tonces el sacerdote Jovada, llamando
a los jefes de centena que estaban al
frente de las tropas, les dijo: «Sacadla
de las filas, y a quienquiera que
la siga le matáis.» Pues el sacerdote
dijo: «No la matéis en la casa de
Yave.» 16 Hízosele lugar, y se enca¬
minó al palacio real por la entrada
de la puerta de los caballos, y allí
la mataron. 16 Jovada hizo alianza
entre Yave, el pueblo todo y el rev,
de ser el pueblo de Yave. 17 Después
de esto entró todo el pueblo en el
templo de Baal y lo derribaron, echan¬
do por tierra sus altares, haciendo pe¬
dazos sus imágenes, y mataron de¬
lante del altar a Matan, sacerdote
de Baal (1).
18 Luego ordenó Jovada los oficios
en la casa de Yave, por mano de los
sacerdotes y levitas, según la ordena¬
ción hecha por David en la casa de
Yave, para ofrecer a Yave holocaus¬
tos, como está escrito en la ley de
Moisés, en medio de cantos de jú¬
bilo, conforme a la ordenación de
David. 19 Puso también los porte¬
ros a las puertas de la casa de Yave,
para que por ninguna entrase ningún
(i) El sacerdote Joyada renueva la alianza
de Yave con el pueblo, de ser éste el pueblo
de Yave.
inmundo. 20 Y tomando luego a los
jefes de centena, a los jefes del pue¬
blo y al pueblo todo de la tierra,
llevaron al rey de la casa de Yave;
y llegados al medio de la puerta prin¬
cipal de la casa del rev, sentaron al
rev sobre el trono del reino. 21 Todo
el pueblo de la tierra estaba lleno de
júbilo, y la ciudad se estuvo tranquila.
Atalía había sido muerta a espada.
Joás, rey de Judá.
24 1 Siete años tenía Joás cuando
~ comenzó.a reinar, y reinó cua¬
renta años en Jerusalén. Su madre
se llamaba Sibya, de Berseba.
2 Hizo Joás lo que es recto a los
ojos de Yave, todo el tiempo de vida
del sacerdote Joyada. 3 Joyada tomó
para Joás dos mujeres, y Joás en¬
gendró hijo e hijas.
4 Después de esto vino a Joás el
pensamiento de reparar la casa de
Yave: 5 y reuniendo a los sacerdotes
y levitas, les dijo: «Salid por todas
las ciudades de Judá, v recoged cada
año, de todo Israel, dinero para re¬
parar la casa de vuestro Dios, y poned
en esto gran diligencia.» Pero los
levitas no se dieron prisa; * y lla¬
mando el rey a Joyada, sumo sacer¬
dote, le dijo: «¿Por qué no has cui¬
dado de que los levitas trajesen de
Judá y de Jerusalén el tributo im¬
puesto por Moisés, siervo de Dios, a
toda la congregación de Israel, para
el tabernáculo del testimonio? 7 Pues
la impía Atalía y sus hijos han sa¬
queado la casa de Dios, empleando
para servir a los baales todo lo con¬
sagrado a la casa de Yave.»
8 Mandó entonces el rey que se
hiciera un arca, y la pusieran fuera
a la entrada de la casa de Yave;
9 y se pregonó por Judá y Jerusalén
que trajesen a Yave el tributo que
Moisés, siervo de Dios, había im¬
puesto a Israel en el desierto. 10 Todos
los jefes y el pueblo todo se compla¬
cieron en ello, y traían y echaban en
el arca lo que había de pagarse.
11 En el momento oportuno, cuando
los levitas veían que en el arca había
mucho dinero, que había que entre¬
gar a los intendentes del rey, el se¬
cretario del rey y el comisario del
sumo sacerdote venían a vaeiar el
arca, y luego volvían a ponerla en
su sitio, haciendo así todos los días
y recogiendo^dinero en abundancia.
438
CRÓNICAS II, 25
18 El rey y Joyada se lo entregaban
a los encargados de hacer las obras
en la casa de Yave, para pagar a los
canteros y carpinteros, para la repa¬
ración de la casa de Yave, así como
a los herreros y broncistas para repa¬
rar la casa de Yave.
13 Los oficiales trabajaron e hicie¬
ron las reparaciones necesarias, res¬
tituyendo a su estado la casa de Dios
y consolidándola. 14 Cuando se ter¬
minaron las obras, llevaron al rey y
a Joyada el resto del dinero, y de
él se hicieron utensilios para la casa
de Yave, los utensilios para el ser¬
vicio, para los holocaustos, copas y
otros utensilios de oro y de plata.
Durante toda la vida de Joyada se
ofrecieron continuamente holocaus¬
tos en la casa de Yave.
15 Murió Joyada viejo y harto
de días; tenía al morir ciento treinta
años. 16 Fué sepultado en la ciudad
de David, con los reyes, pues había
hecho mucho bien a Israel, y por Yave
y su casa.
Idolatría y castigos.
17 Después de la muerte de Joyada,
comenzaron los príncipes a adular al
rey, y éste los escuchó, 18 y dejando
la casa de Yave, Dios de sus padres,
sirvieron a los aseras y a los ídolos;
y vino la ira de Dios sobre Judá
y sobre Jcrusalén, porque se habían
hecho culpables. 19 Yave les mandó
pr< fetas para reducirlos a él, pero
no escucharon sus protestaciones.
20 El espíritu de Dios descendió sobre
Zacarías (l), hijo del sacerdote Joyada,
que presentándose ante el pueblo,
dijo: «Así habla Dios: ¿Por qué que¬
brantáis los mandamientos de Yave?
No os vendrá bien por ello, pues si
vosotros dejáis a Yave, Yave os de¬
jará a vosotros." 21 Conjuráronse con¬
tra él, y de orden del rey le lapida¬
ron en el atrio de la casa de Yave.
22 No se acordó el rey Joás del bien
que le había hecho Joyada, padre
de Zacarías, y dió muerte a su hijo.
Zacarías dijo al morir: «Vea Yave,
y él lo requiera.»
23 A la vuelta del año, subió contra
(i) Zacarías, hijo de Joyada, es el profeia
a quien se refiere Cristo Nuestro Señor en
Mt. 23, 35. Según San Jerónimo, en el Evan¬
gelio de los nazarenos se lela hijo de Joyada,
en vez de hijo de Baraqulas, como se dice en
esle lugar.
él el ejército de Siria, que vino a
Judá y Jcrusalén. Mataron de entre
el pueblo a todos los príncipes de él,
y llevaron todos sus despojos al rey
de Damasco. 24 El ejército de Siria
había venido con poca gente; pero
Yave entregó en sus manos un ejér¬
cito muy considerable, porque habían
abandonado a Yave, Dios de sus pa¬
dres. 25 Los sirios hicieron justicia en
Joás; y una vez que se retiraron,
dejándole en gran dolor, conspiraron
contra él sus servidores, para vengar
la sangre de los hijos de Joyada,
sacerdote, y le dieron muerte en su
lecho. Murió, y fué sepultado en la
ciudad de David, mas no en los se¬
pulcros de los reyes. 26 Los que cons¬
piraron contra él fueron Zabud, hijo
de Simat, amonita, „y Jozabad, hijo
de Simrit, moabita.
27 Lo que toca a sus hijos, a las
grandes cargas que hubo de soportar
y a las reparaciones hechas en la casa
de Dios, escrito está en las historias
de los libros de los reyes. Le sucedió
Amasias, su hijo.
Amasías, rey de Judá.
25 1 Veinticinco años tenía Ama- I
sías cuando comenzó a reinar,
y reinó veintinueve años en Jcrusalén.
Su madre se llamaba Joadán, de
Jcrusalén.
2 Hizo lo recto a los ojos de Yave,
pero no con un corazón perfecto del
todo. 3 Luego que se afirmó en el
trono, dió muerte a los siervos que
habían asesinado a su padre, 4 pero
no mató a sus hijos; conforme a lo
que está escrito en la ley, en el I
libro de Moisés, donde manda Yave:
«No morirán los padres por los hijos, I
ni los hijos por los padres, sino que 1
cada uno morirá por su pecado.»
6 Reunió Amasias a Judá y cons- 1
tituyó según las casas paternas, jefes I
de millares y de centenas, por todas I
las ciudades de Judá y Benjamín.
Hizo el censo desde los veinte años
arriba, y fueron hallados trescientos
mil aptos para la guerra, armados
de lanza y escudo. 6 Tomo de Israel
a sueldo cien mil hombres valientes, 1
por cien talentos de plata. 7 Vino a
él un hombre de Dios y le dijo: «¡Oh
reyl Que no vaya contigo el ejercito
de Israel, pues no está Yave con Is¬
rael, con todos esos hijos de Efraím.
8 Si vas con ellos, aunque tú hagas
CRÓNICAS XI, 26
4ay
en el combate esfuerzos de valor,
Dios te hará caer ante el enemigo,
porque tiene Dios poder para levan-
tar y para derribar.» 9 Amasias dijo
entonces al hombre de Dios: «¿Qué
será, pues, de los cien talentos que
he entregado a las tropas de Israel?»
Y el hombre de Dios le respondió:
«Mucho más que eso puede darte
Yavc.» 10 Entonces Amasias apartó
la tropa que había venido de Efraím,
para que se volvieran a sus casas;
ellos se irritaron fuertemene contra
Judá, y se volvieron a sus casas enfu¬
recidos. 11 Amasias se esforzó, y a la
cabeza de su pueblo vino al valle de
la sal, y deshizo a diez mil hombres
de los hijos de Seir. 12 Los hijos de
Judá apresaron vivos a diez mil, y
llevándolos a la cresta de una roca
los despeñaron, y todos se hicieron
pedazos.
13 Los de la tropa que Amasias
había despedido, para 1 que no fuesen
con él a la guerra, se derramaron por
las ciudades de Judá, desde Samaría
hasta Betorón, y mataron a tres mil
personas y tomaron muchos despo¬
jos. 14 Al regresar Amasias, de la de¬
rrota de los edoinitas, trajo también
consigo los dioses de los hijos de Seir,
y se los puso por dioses (1), prosternán¬
dose ante ellos y quemándoles per¬
fumes. 16 Encendióse el furor de Ya ve
contra Amasias, y le mandó un pro¬
feta que le dijo: «¿Por qué has bus¬
cado los dioses de esas gentes, que
no pudieron librar a su pueblo de
tus manos?» 16 Cuando esto le dijo
el profeta, respondió él: «¿Y quién
te ha hecho a ti consejero del rey?
¿Es que quieres que te maten?» El
profeta se retiró, diciendo: «Yo sé
que Dios ha decretado destruirte,
por haber hecho eso y no haber es¬
cuchado mi advertencia.»
17 Amasias, después de haber te¬
nido consejo, mandó a decir a Joás,
hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de
Israel: «Yen, que nos veamos las
caras.» 18 Entonces Joás, rey de Israel,
envió a decir a Amasias, rey de Judá:
«El cardo del Líbano mandó a decir
al cedro del Líbano: da tu hija por
mujer a mi hijo. Pero vinieron las
fieras del Líbano, pisaron y holla¬
ron el cardo. 19 Tú te dices: he derro¬
tado a Edom; y tu corazón se ha en¬
soberbecido. Quédate en tu casa.
(i) Este hecho de Amasias muestra la arrai¬
gada tendencia de los israelitas a la idolatría.
¿Para qué has de meterte en una em¬
presa desgraciada, que será tu ruina
y la ruina de Judá?» 20 Pero Amasias
no le escuchó, porque había resuelto
Dios entregarle en sus manos, por
haber buscado a los dioses de Edom.
21 Subió, pues, Joás, rey de Israel,
y viéronsc las caras él y Amasias,
rey de Judá, en Bctsames, que está
en Judá; 22 y cayó Judá delante de
Israel, y huyeron cada uno a su casa.
23 Joás, rey de Israel, apresó en Bet-
sames a Amasias, rey de Judá, hijo
de Joás, hijo de Joacaz, y le llevó a
Jerusalén, donde abrió una brecha
de cuatrocientos codos, desde la puer¬
ta de Efraím basta la puerta de la
esquina. 24 Tomó el oro y la plata y
todos los vasos sagrados que había
en la casa de Dios al cuidado de Obe-
dedom, y los tesoros del palacio real,
y a los hijos de los príncipes, y se
volvió a Samaría.
26 Amasias, hijo de Joás, rey de
Judá, vivió quince años después de
la muerte de Joás, hijo de Ocozías,
rey de Israel.
26 El resto de los hechos de Ama¬
sias, los primeros y los postreros, ¿no
está escrito en el libro de los reyes
de Judá y de Israel? 27 Después que
Amasias se apartó de Yave, trama¬
ron una conjuración contra él en
Jerusalén; y como huyera a Laquis,
mandaron tras él a Laquis los con¬
jurados, y le mataron allí. 28 Trajé-
ronle en caballos, y le sepultaron con
sus padres en la ciudad de David.
Ozías, rey de Judá.
o/- 1 Todo el pueblo de Judá tomó a
ZÜ Ozías, de edad de dieciséis años,
y le puso por rey en lugar de su padre,
Amasias. 2 Ozías reconstruyó Elat y
la restituyó al dominio de Judá, de¬
piles que el rey se durmió con sus
padres. 3 Dieciséis años tenía Ozías
cuando comenzó a reinar, y reinó
cincuenta y dos años en Jerusalén.
Su madre se llamaba Jecolía, de
Jerusalén. 4 Hizo lo recto a los ojos
de Yave, enteramente como lo había
hecho Amasías, su padre. 6 Se di ó
a buscar a Yave durante la vida de
Zacarías, que le educó en el temor
de Dios; y mientras él buscó a Yave,
Dios le protegió. 6 Tuvo guerra con¬
tra los filisteos, y derribó las mura¬
llas de Get, las de Jabne y las de
Azoto, y reconstruyó ciudades en el
I 10
CRÓNICAS II, 27, 28
territorio de Azoto y en el de los
filisteos. 7 Dios le ayudó contra los
filisteos, contra los árabes, que habi¬
taban en Gur Baal, y contra los
míneos.
8 Los amonitas traían presentes a
Ozías, y su fama se extendió hasta
las fronteras de Egipto, pues llegó
a ser muy poderoso. 9 Alzó en Jcru-
salén torres en la puerta de la es¬
quina, y las fortificó. 10 Construyó
torres en el desierto y excavó muchas
cisternas, porque tenía muchos ga¬
nados en los valles y en el llano, y
labradores y viñadores en la montaña
y en el Carmel, pues era muy aficio¬
nado a la agricultura. 11 Tuvo un
ejército de soldados, que iban a la
guerra por bandas, contadas según
el censo que de ellas hicieron el se¬
cretario Jeiel y el comisario Maseya,
a las órdenes de Jananía, uno de lo
jefes del rey. 12 El número total de
los jefes de casas paternas, de gue¬
rreros valientes, era de dos mil sete¬
cientos, 13 que mandaban un ejército
de trescientos siete mil cinco solda¬
dos, capaces de sostener al rey contra
el enemigo. 14 Ozías proveyó a todo
el ejercito de escudos, lanzas, cáseos,
corazas, arcos y hondas. 15 Construyó
en Jerusalén máquinas inventadas
por un ingeniero, destinadas a las
torres y a los ángulos, para lanzar
flechas y gruesas piedras. Su fama
se extendió lejos, porque supo ayu¬
darse maravillosamente hasta llegar
a ser fuerte. 16 Mas cuando se hubo
fortalecido, se ensoberbeció su cora¬
zón hasta corromperse, y se rebeló
contra Yavc, su Dios, entrando en
el templo de Ya ve para quemar in¬
cienso en el altar de los perfumes.
17 El sacerdote Azarías entró tras él
con ochenta sacerdotes de Yavc, hom¬
bres valerosos, 18 que se opusieron
al rey Ozías, y le dijeron: «Tú, Ozías,
no tienes derecho a ofrecer perfumes
a Yavc. Eso pertenece a los sacer¬
dotes, hijos de Arón, que han sido
consagrados para ello. Sal del san¬
tuario, porque estás prevaricando, y no
te será esto de honor ante Yave, Dios.»
19 Enfurecióse Ozías, que tenía un
incensario en la mano; y en ésta su
ira contra los sacerdotes, brotó la
lepra en su frente, en presencia de los
sacerdotes, en la casa de Yavc, cerca
del altar de los perfumes. 20 El sumo
sacerdote, Azarías, y todos los sacer¬
dotes, pusieron en él sus ojos, vieron
a lepra sobre su frente, y le arroja¬
ron precipitadamente fuera. El mismo
apresuróse a salir, porque le había
herido Yave. 21 El rey Ozías fué le¬
proso hasta el día de su muerte, y
vivió apartado en una casa, excluido
de la casa de Yave. Jotán, su hijo,
estaba al frente de la casa del rey,
y juzgaba al pueblo de la tierra.
22 El resto de los hechos de Ozías,
los primeros y los postreros, fué es¬
crito por Isaías, hijo de Amos, profeta.
23 Ozías se durmió con sus padres,
y fué sepultado en el campo de los
sepulcros, no con los reyes de Israel,
por ser leproso. Le sucedió Jotán,
su hijo.
Jotán, rey de Judá.
1 Veinticinco años tenía Jotán
Z í cuando comenzó a reinar, y
reinó dieciséis años en Jerusalén. Su
madre se llamaba Jerusa, hija de
Sadoc. 2 Hizo lo recto a los ojos de
Yave, enteramente como había hecho
Ozías, su padre, pero no entró como
él en el templo de Yave. Seguía, sin
embargo, la corrupción del pueblo.
8 Jotán construyó la puerta su¬
perior de la casa de Yave, c hizo
bastantes edificaciones sobre los mu¬
ros de Ofel. 4 Edificó ciudades en la
montaña de Judá, y fortalezas y
torres en los bosques. 6 Hizo la
guerra contra el rey de los hijos de
Ammón, y los venció. Los hijos de
Ammón le entregaron aquel año cien
talentos de plata, diez mil coros de
trigo y diez mil de cebada, y siguieron
pagándole el segundo y el tercer año.
6 Jotán llegó a ser poderoso, porque
se afirmó en los caminos de Yave,
su Dios.
7 El resto de los hechos de Jotán,
todas sus guerras, todo cuanto hizo,
está escrito en el libro de los reyes
de Israel y de Judá. 8 Tenía veinti¬
cinco años cuando comenzó a reinar,
y reinó dieciséis años en Jerusalén.
9 Se durmió con sus padres, y fué se¬
pultado en la ciudad de David. Le
sucedió Ajaz, su hijo.
Ajaz, rey de Judá.
q 1 Veinte años tenía Ajaz cuando
Zo comenzó a reinar, y reinó die¬
ciséis años en Jerusalén. No hizo
10 recto a los ojos de Yavc, como lo
hizo David, su padre. 2 Marchó por
los caminos de los reyes de Israel,
y aun se hizo imágenes fundidos de
CRÓNICAS II, 29
111
Baal, 1 * * y quemó perfumes en el valle
de los hijos de Hinón, y pasó a sus
hijos por el fuego, según las abomi¬
naciones de las gentes que Ya ve ha¬
bía arrojado ante los hijos de Israel.
4 Ofrecía sacrificios y perfumes en
los altos, sobre los collados y bajo
todo árbol frondoso. 5 Yave, su Dios,
le entregó en manos del rey de Siria,
y los sirios le derrotaron haciéndole
gran número de prisioneros, que se
llevaron a Damasco. Fué entregado
también en manos del rey de Israel,
que le hizo experimentar una gran
derrota (1). 6 Pecaj, hijo de Romelía,
mató en un solo día, en Judá, a
ciento veinte mil hombres, todos va¬
lientes, porque habían dejado a Yave,
Dios de sus padres. 7 Zierí, guerrero
de Efraím, mató a Maseya, hijo del
rey, a Azrieam, jefe de la easa del
rey, y a Eleana, segundo después del
rey. 8 Los hijos de Israel hicieron
entre sus hermanos doscientos mil
prisioneros, mujeres, hijos e hijas, y
les hicieron mueho botín, que se lle¬
varon a Samaría.
9 Había un profeta de Yave lla¬
mado Obed, que fué al encuentro
del ejército, que volvía a Samaría,
y les dijo: «Yave, Dios de vuestros
padres, en su cólera contra Judá, los
ha entregado en vuestras manos, y
vosotros los habéis matado con furor,
que ha subido hasta el cielo. 10 Ahora
queréis hacer de los hijos de Judá
vuestros esclavos y vuestras esclavas.
Pero vosotros, ¿no sois culpables
contra Yave, vuestro Dios? 11 Oídme,
pues, y devolved esos cautivos que
habéis hecho entre vuestros hermanos,
porque os amenaza la cólera encen¬
dida. de Yave.» 12 Algunos de entre
los jefes de Efraím, Azarías, hijo de
Jojanán, Bercquías, hijo de Bcse-
limot, Écequías, hijo de Salum, y
Amasa, hijo de Adlaí, se opusieron
a los que venían en el ejército, 13 y
les dijeron: «No entréis con esos cau¬
tivos, porque sería añadir pecados
sobre pecados, a los que nosotros
hemos cometido contra Yave. Dema¬
siado culpables somos ya, y la cólera
encendida de Yave está sobre Israel.»
14 Los soldados abandonaron los cau¬
tivos y el botín ante los jefes y ante
toda la asamblea, 16 y los hombres
de que se ha hecho mención tomaron
los cautivos, empleando el botín en
vestir a los desnudos; les dieron ves¬
tidos y calzado, les dieron de comer
y de beber, los ungieron; y montando
en asnos a los que estaban fatigados,
los condujeron a Jericó, la ciudad
de las palmas, a sus hermanos, y
luego se volvieron a Samaría.
16 En aquel tiempo el rey Ajaz
mandó a pedir socorros al rey de
Asiria. 17 Los edomitas volvieron
otra vez y derrotaron a Judá, lle¬
vándose cautivos. 18 Los filisteos
invadieron las ciudades del llano y
del mediodía de Judá, tomaron a
Betsamcs, Avalón, Cucderot, Soco y
las ciudades de su dependencia, Guim-
zo y las ciudades de su dependencia,
V se establecieron en ellas. 19 Así
humillaba Yave a Judá por causa
de Ajaz, rey de Israel, que había
arrojado la disolución en Judá y
pecado contra Yave. 20 Tcglat-Fala-
sar, rey de. Asiria, vino contra él
y le estrechó sin darle respiro.
21 Ajaz despojó la easa de Yave.
la del rey y las de los príncipes, para
hacer un presente al rey de Asiria,
pero no le sirvió de liada. 22 A pesar
de verse en gran aprieto, el rey Ajaz
seguía pecando contra Yave; 23 sa¬
crificaba a los dioses de Damasco,
que le habían herido, diciéndose:
«Puesto que los dioses de los reyes
de Siria los ayudan, voy a sacrifi¬
carles, para que me socorran a mí.»
Pero fueron la ocasión de su ruina,
y de la de todo Israel. 24 Ajaz reunió
los utensilios de la easa de Dios, y
los hizo pedazos; cerró las puertas
de la casa de Yave, se hizo altares
en todos los rincones de Jcrusalén,
26 y levantó altos en todas las ciu¬
dades de Judá, para ofrecer allí
perfumes a otros dioses, irritando así
a Yave, Dios de sus padres.
26 El resto de sus hechos, todos sus
caminos, los primeros y los postre¬
ros, está escrito en el libro de los
reyes de Judá y de Israel.
27 Ajaz se durmió con sus padres,
y fué sepultado en la ciudad de
Jcrusalén, pues no se le sepultó en
los sepulcros de los reyes de Israel.
Le sucedió Ezequías, su hijo.
Ezcquías, rey de Judá.
29 1 Veinticinco años tenía Eze¬
quías cuando comenzó a reinar,
y reinó veintinueve años en Jerusa-
¡én. Su madre se Harreaba Abiva,
(i) Esta guerra de Siria y Efraím contra
Judá, es la que está enlazada con la profecía
d? Isaías sobre el Jimmanuel. Is. 7. n y ss.
442
CRÓNICAS II, 29
hija de Zacarías. * Hizo lo recto a
los ojos de Yave, enteramente como
lo había hecho David, su padre (1).
8 En el primer mes de su reinado,
el mes primero, abrió las puertas
de la casa de Yave y las reparó.
4 Hizo venir a los sacerdotes y levi¬
tas, que reunió en el atrio oriental,
6 y les dijo: «Oídme, levitas: santifi¬
caos y santificad la casa de Yave,
el Dios de vuestros padres, y echad
la impureza fuera del santuario.
6 Porque han pecado nuestros padres,
y han hecho el mal a los ojos de Yave,
nuestro Dios; le han abandonado,
han apartado sus ojos del taber¬
náculo de Yave, y le han vuelto las
espaldas. 7 Hasta" cerraron las puer¬
tas del pórtico, apagaron las lám¬
paras y dejaron de ofrecer a Yave,
Dios de Israel, perfumes y holocaus¬
tos en el santuario. 8 Por eso la cólera
de Yave pesa sobre Judá y sobre
Jerusalén, y los ha entregado a la
confusión, a la desolación y a la burla,
como lo estáis viendo con vuestros
ojos. 9 Ya veis que por eso han caído
nuestros padres por la espada, y
nuestros hijos v nuestras hijas están
en cautividad. *° Yo quiero que haga¬
mos alianza con Yave, Dios de Israel,
para que se aparte de nosotros su
encendida cólera. 11 Ahora, pues,
hijos míos, basta de negligencias,
pues habéis sido elegidos por Yave
para ministrar ante él en su servicio,
para sér sus servidores y ofrecerle
perfumes.»
12 Levatáronse los levitas, Maeat,
hijo de Amasa 1, Joel, hijo de Aza-
rlas, de los hijos de Oaat: y de los
de Merarí, Qnis, hijo de Abdí, Aza-
rías, hijo de Jelalccl; y de los gerso-
nitas, Joaj, hijo de Siinfa; Edén,
hijo de Joaj; 13 V de los hijos de El i t-
safan, Siinrí y Jehiel; v de los hijos
de Asaf, Zacarías y Matanías; 14 y
de los hijos de Hernán, Jejiel y Simeí;
V de los liijos de Jedutun, Semaeya y
Uzicl. 16 Reunieron a sus hermanos;
y después de santificarse ellos, vi¬
nieron a purificar la casa de Yave,
según las órdenes del rey y según
las palabras de Yave. 18 Entraron
los sacerdotes en el interior de la
casa de Yave para purificarla; saca¬
ron todas las impurezas que hallaron
(x) Ezequías fué uno de los más piadosos
reyes de Judá. Sucedió al impío Azaj. Una
más de tantas alternativas de piedad e impiedad
que llevaron a Judá a su ruina.
en el templo de Yave, y las arroja¬
ron al atrio de la casa de Yave,
donde las recibieron los levitas, para
llevarlas fuera, al valle del Cedrón.
17 Comenzaron las purificaciones el
día primero del primer mes; el octavo
día del mismo mes entraron en el
pórtico del templo de Yave, y em¬
plearon ocho días en purificar el
templo; el día dieciséis del mismo
mes acabaron lo que habían comen¬
zado. 18 Fueron luego a la casa del
rey Ezequías, y le dijeron: «Hemos
purificado toda la casa de Yave,
el altar de los holocaustos y todos
sus utensilios, y la meca de los panes
de la proposición y todos sus uten¬
silios, que el rey Ajaz profanó duran¬
te su reinado con sus transgresiones,
y todos están ya ante el altar de
Yave.»
20 El rey Ezequías se levantó bien
de mañana, y reunió a los jefes de
la ciudad, y subió a la casa de Yave.
21 Ofrecieron siete novillos, siete car¬
neros, siete corderos y siete machos
cabrios, en sacrificio expiatorio por
el reino, por el santuario y por Judá.
El rey mandó a los sacerdotes hijos
de Arón que los ofreciesen en el altar
de Yave. 22 Los sacerdotes inmola¬
ron los novillos, recibieron su sangre
y la derramaron en torno del altar;
inmolaron los carneros y derramaron
sn sangre en el alta/; 23 inmolaron
los corderos y derramaron su sangre
en el altar. 23 Presentaron luego los
machos cabríos expiatorios ante el
rey y ante la asamblea, que pusieron
sus manos sobre ellos, 24 y los sacer¬
dotes los inmolaron y derramaron
la sangre al pie del altar, en expia¬
ción por los pecados de todo Israel,
pues por todo Israel había ordenado
el rey el holocausto y el sacrificio
expiatorio.
25 Hizo que los levitas se pusieran
en la casa de Yave con címbalos,
salterios y arpas, según la ordenación
de David, de Oad, vidente del rey,
y de Natán, profeta, porque tal era
la orden de Yave, transmitida por
medio de sus profetas. 28 Los levitas
ocuparon su sitio con los instru¬
mentos de David, V los sacerdotes
el suyo con las trompetas. 27 Eze¬
quías mandó ofrecer el holocausto
sobre el altar; y en cuanto comenzó
el holocausto, comenzó también el
canto de Yave al son de las trompetas
y con el acompañamiento de los
Instrumentos de David,JreyjJde Tsrael,
CRÓNICAS II, 30
443
18 Prosternóse toda la asamblea, se
cantó el canto y se tocaron las trom¬
petas, todo hasta que el holocausto
se terminó. 29 Cuando se hubo aca¬
bado de ofrecer el holocausto, el
rey con toda la asamblea doblaron las
rodillas y se prosternaron. 30 Después
el rey Ezequías y los jefes dijeron
a los levitas que alabasen a Dios con
palabras de David y de Asaf, vidente,
y ellos lo hicieron con gran júbilo,
e inclinándose, adoraron. 31 Luego
dijo Ezequías: «Vosotros habéis lle¬
nado seguramente vuestras manos
para Ya ve. Llegaos, pues, a ofrecer
víctimas y sacrificios eucarísticos en
la casa de Yave.» Y así toda aquella
muchedumbre ofreció hostias, sacri¬
ficios eucarísticos y holocaustos con
gran piedad y liberalidad.
32 Los holocaustos que ofreció la
asamblea fueron setenta novillos, cien
carneros y doscientos corderos. ^Con¬
sagraron también a Yave seiscien¬
tos bueyes y tres mil ovejas. 34 Como
los sacerdotes eran pocos, y no bas¬
taban para desollar las víctimas des¬
tinadas al holocausto, ayudáronlos
sus hermanos los levitas, hasta aca¬
bar y hasta que se hubieron purifi¬
cado los sacerdotes, pues los levitas
se mostraban con corazón dispuesto
a purificarse más que los sacerdotes.
35 Ofreciéronse, pues, muchos holo¬
caustos, muchos sebos y muchos sa¬
crificios eucarísticos, quedando ente¬
ramente restablecido el culto de la
casa de Yave. 36 E¿equías, lo mismo
que todo el pueblo, dieron muestras
de gran júbilo por haber Yave dis¬
puesto al pueblo al restablecimiento,
pues la resolución de hacerlo había*
sido tomada de pronto.
Solemne celebración de la pascua.
OA 1 Mandó el rey Ezequías por
todo Israel y Judá, y escribió
cartas a Efraím y Manasés, para
que viniesen a la casa de Yave a
celebrar la pascua de Yave, Dios de
Israel. 2 Habíase aconsejado ,el rey
de los príncipes y de toda la asam¬
blea en Jerusalén, para celebrar so¬
lemnemente la pascua en el mes
segundo, 3 pues no habían podido
celebrarla antes la otra vez,. por no
haberse santificado muchos sacer¬
dotes yno haberse reunido el pueblo
en Jerusalén. 4 Agradó esto al rey y
a toda la asamblea, 5 y determinaron
de hacer publicar por todo Israel,
desde Berseba hasta Dan, que vinie¬
sen a Jerusalén a celebrar la pascua
de Yave, porque en mucho tiempo
no la habían celebrado al modo pres¬
crito. 6 Fueron, pues, emisarios con
letras de mano del rey y de los prín¬
cipes, por todo Israel y Judá, como
el rey lo había mandado, en que se
decía: «¡Hijos de Israelí: Volveos a
Yave, Dios de Abraham, de fsac y de
Israel, y él se volverá a las reliquias
que os han quedado de las manos de
los reyes de Asiria. 7 No seáis como
vuestros padres y como vuestros her¬
manos, que se rebelaron contra Yave,
Dios de sus padres, por lo que los
entregó él a la desolación, como estáis
viendo. 8 No endurezcáis, pues, ahora
vuestra cerviz, como vuestros padres.
Dad vuestras manos a Yave, y venid
a su santuario, que él ha santificado
para siempre, y servid a Yave, vues¬
tro Dios, y la ira de su furor se apar¬
tará de vosotros. 9 Porque si os vol¬
véis a Yave, vuestros hermanos y
vuestros hijos hallarán misericordia
ante los que los tienen cautivos, y
volverán a esta tierra; pues Yave,
vuestro Dios, es clemente y miseri-
co.d.oso, y no apartará de vosotros
su rostro, si vosotros os volvéis a él.»
10 Fueron, pues, los emisarios de
ciudad en ciudad por tierra de Efraím
y de Manasés, hasta Zabulón, pero
las gentes se reían y se burlaban de
ellos. 11 Con todo, muchos de Aser,
de Manasés y de Zabulón, se humi¬
llaron y vinieron a Jerusalén. 12 Tam¬
bién en Judá la mano de Dios se
dejó sentir sobre ellos, dándoles cora¬
zón pronto y dispuesto a cumplir
el mensaje del rey y de los príncipes,
conforme a la palabra de Yave.
13 Juntóse macha gente en Jerusalén
para celebrar la solemnidad de los
ácimos, en el segundo mes: una gran
muchedumbre. 14 Levantáronse y
quitaron los altares que había en
Jerusalén, también los altares de per¬
fumes, y los echaron al torrente de
Cedrón. 15 Sacrificaron la pascua el
día catorce del mes segundo; y los
sacerdotes y levitas, que llenos de
confusión, se santificaron por fin,
ofrecieron holocaustos en la casa de
Yave. 16 Se dispusieron por sus clases,
según la ordenación y la ley de Moi¬
sés, hombre de Dios. Los sacerdotes
recibían de mano de los levitas la
sangre que había de derramarse;
17 y como muchos del pueblo no se
444
CRÓNICAS IX, 31
habían santificado todavía, los ^levi¬
tas inmolaron la pascua por los que
no habían tenido el cuidado de santi¬
ficarse para Y ave. 18 Una gran parte
del pueolo de Efralm, de Manases, de
Isacar y de Zabulón, que no se había
purificado, comió la pascua sin ajus¬
tarse a lo prescrito; pero Ezequias
rogó por ellos, diciendo: “Quiera Y ave,
que es bueno, perdonar a todos aque¬
llos que de todo corazón buscan
19 al JJios de sus padres, y no les
impute el no estar suficientemente
purificados.» 20 Escucho Yave a Eze-
quias, y perdonó al pueblo. 21 Asi
celebraron los hijos de Israel que
se hallaron en Jcrusalén la solemni¬
dad de los ácimos durante siete dias,
con gran gozo cantando todos los
días las alabanzas de Yave, y tocando
los levitas y los sacerdotes los instru¬
mentos con toda fuerza, a Y T ave.
22 Ezequias habló con bondad a
los levitas que conocían mejor el
culto de Yave, y éstos comieron las
victimas durante los siete dias que
duro la solemnidad, inmolando hostias
pacificas y alabando a Yave, Dios
de sus padres. 23 'iambién la muche¬
dumbre decidió alegremente cele¬
brar la fiesta otros siete dias, hacién¬
dolo con gran regocijo, 24 pues habla
regalado Ezequias al pueblo mil
toros y siete mil ovejas; y también
ios príncipes, por su parte, dieron al
pueblo mil bueyes y diez mil ovejas,
riubo, pues, gran número de sacer¬
dotes que se hablan santificado.
26 Todo el pueblo de Judá estaba
rebosando de alegría, lo misino sacer¬
dotes y levitas, que la muchedumbre
venida de Israel, que los peregrinos
que habían venido de la tierra de
Israel o habitaban en Judá. 26 Fué
grande la solemnidad celebrada en
Jcrusalén, tal cual nunca la hubo
desde los dias de Salomón, hijo de
David, rey de Israel.
27 Levantáronse después los sacer¬
dotes y levitas, y bendijeron al pue¬
blo, y í'ué oída su voz, y llego su
oración al santuario de los cielos.
OI 1 Después de todo esto los de
* Israel que habían venido fueron
por las ciudades de Judá, y destro¬
zaren los cipos, abatieron los osera*
y derribaron del todo los altos y los
altares en todo Judá y Benjamín,
y en Efraím y Manases. Luego todos
los hijos de Israel se volvieron a
sus ciudades, cada uno a su posesión.
2 Ezequias restableció las clases de
los sacerdotes y de los levitas, según
sus divisiones, cada uno según sus
funciones, sacerdotes y levitas, para
los holocaustos y los sacrificios euca-
risticos, para el servicio, para los
cantos y alabanzas, y las puertas de
la casa de Y r ave. 3 El rey dió una
parte de sus bienes para ios holo¬
caustos, para los holocaustos de la
mañana y de la tarde, para los holo¬
caustos de los sábados, de los novi¬
lunios y de las fiestas, como están
prescritos en la ley de Yave. 4 Mandó
al pueblo y a los habitantes de Jeru-
salcn que dieran su porción a ios
sacerdotes y a los levitas, para que
éstos observasen fielmente la ley de
Y'ave.
6 Cuando la cosa se extendió, los
hijos de Israel dieron en abundancia
las primicias del trigo, del mosto, del
aceite, de la miel y de todos los pro¬
ductos del campo, y trajeron también
en abundancia el diezmo de todo.
6 Igualmente los lujos de Israel y
de Judá que habitaban en las ciu¬
dades de Judá, dieron el diezmo
del ganado mayor y inenor y el diezmo
de las cosas santas que eran consa¬
gradas a Yave, su Dios, y de que se
hicieron muchos montones. 7 Comenzó
a hacerse el cúmulo el tercer mes
y se acabó el mes séptimo. 8 Ezequias
y los jefes vinieron a ver los montones
y bendijeron a Yave y a su pueblo,
Israel. * Preguntó Ezequias a los
sacerdotes y a los levitas acerca de
los montones, 10 y el sumo sacerdote
Azarias, de la casa de Sadoc, le res¬
pondió: «Desde que se ha comen¬
zado a traer ofrendas a la casa de
Yave, liemos comido, nos hemos sa¬
ciado, y hemos dejado mucho de
sobra, porque Yave ha bendecido a
su pueblo, y he aquí la gran cantidad
que todavía queda.»
11 Ezequias dió orden de preparar
las cámaras de la casa de Y"ave, y se
prepararon. 12 Lleváronse a ellas fiel¬
mente las ofrendas, el diezmo y las
cosas consagradas. El levita Cana¬
ulas tuvo la intendencia de ellas,
y su hermano Snnel era su segundo.
i3 Jejiel, Azarias, Nujut, Azael, Jeri-
mot, Josabad, Eliel, Jismaqula, Majat
y Benaya estaban empleados bajo
la dirección de Cananias y de su
hermano, Simeí, según las órdenes
del rey Ezequias y las de Azarias,
jefe de la casa de Dios. 14 El levita
Core, hijo de Jinina, portero de la
CRÓNICAS II, 32
II»
puerta de oriente, tenía la intenden¬
cia de las donaciones voluntarias
hechas a Dios, para distribuir lo que
se presentaba a Yave por elevación
y las cosas santísimas. 15 En las ciu¬
dades sacerdotales, Edcn, Minyamín,
Jesua, Semaeya, Amarías y Seca-
mías, estaban a sus órdenes para
hacer fielmente las distribuciones a
sus hermanos, grandes o pequeños,
según lo que les correspondía; 16 a
los varones registrados de tres años
arriba, y a todos los que diariamente
entraban en la casa de Yave, para
hacer su servicio según sus funciones
y según sus divisiones, 17 y a los
sacerdotes registrados según sus casas
paternas, y a los levitas de veinte
años arriba según sus funciones y
según sus divisiones; 18 y a los de toda
la congregación registrados con todos
sus niños, sus mujeres, sus hijos y
sus hijas, porque se consagraban fiel¬
mente al servicio del santuario. 19 Y
para los hijos de Arón, los sacerdotes,
que habitaban en los campos, .en los
suburbios de sus eiudades, había en
cada ciudad hombres nominalmeute
designados para distribuirles sus por¬
ciones a todos los varones de los
sacerdotes y a todos los levitas regis¬
trados.
20 Esto hizo Ezequías en todo
Judá; hizo lo bueno y lo recto y lo
verdadero ante Yave su Dios. Obraba
con toda la rectitud de su corazón,
21 y prosperó en cuanto emprendió,
buscando a su Dios, para el servicio
de la casa de Dios, por la ley y por
los mandamientos.
Invasión de Sonnqucrib, rey de
As» i l ia.
QO 1 Después de estas cosas y de
**** estos actos de fidelidad, vino
Scnaquerib, rey de Asiria, que invadió
Judá y puso sitio a las ciudades
fuertes para apoderarse de ellas.
2 Ezequías, viendo que había venido
Senaquerib y que se proponía atacar
a Jerusalén, 3 tuvo consejo con los
príncipes y los más valerosos de los
oficiales, proponiendo si se cegarían
las fuentes de aguas que había fuera
de la ciudad, 4 diciendo: «¿Por qué
habrán dé hallar los reyes de Asiría,
cuando vengan, provisión de agua?»
Todos tueron de su parecer; y él
entonces reunió una gran muchedum¬
bre, y cegaron todas las fuentes y el
arroyo que corría por en medio del
territorio, para que si venían los
reve^ de Asiria, no hallasen tanta
abundancia de agua.
6 Reparó también con gran cui¬
dado todas las murallas que habían
sido derribadas, alzó en ellas torres y
una antemuralla; reparó el terraplén
en la ciudad de David, e hizo armas
de toda suerte y escudos. 6 Nombró
jefes para mandar al ejército; y
reuniendo luego a todo id mundo en
la plaza de la puerta de la ciudad,
les habló al corazón, diciendo: 7 «Es¬
forzaos y confortaos, no temáis, no
os dé miedo el rey de Asiria y toda
esa muchedumbre que trae, porque
más son los que eon nosotros están,
que los que están con él. 8 El tiene
el brazo de earne; pero eon nosotros
está Yave, nuestro Dios, para ayu¬
darnos y combatir nuestros comba¬
tes.» El pueblo cobró valor con las
palabras de Ezequías, rey de Judá.
9 Después de esto, Senaquerib, rey
de Asiria, que eombatía a Laquis
con todo su poder, mandó emisarios
a Jerusalén para decir a Ezequías,
rey de Judá y a todos los de Judá
que estaban en Jerusalén: 10 «Así
dice Senaquerib, rey de Asiria: ¿En
quién confiáis vosotros para estaros
quietos, eereados en Jerusalén? 11 ¿No
os engaña Ezequías, para entregaros
a la muerte, al hambre, a la sed,
diciendo: Yave, nuestro Dios, nos
librará de la mano del rey de Asiria?
12 ¿No es Ezequías el que ha hecho
desaparecer sus altos y sus altares,
diciendo a Judá y a Jerusalén: Sólo
ante este altar adoraréis y quemaréis
perfumes? 13 ¿No sabéis lo que yo
y mis padres hemos hecho con todos
los pueblos de la tierra? 14 ¿Pudieron
acaso los dioses de esas gentes librar
sus tierras de mis manos? 15 Que no
os engañe, pues, Ezequías; cuando
tal cosa quiera persuadiros, no le
creáis; que si ningún dios de los de
todas esas naciones y reinos pudo
librar a sus pueblos de mis manos y
de las manos de mis padres, ¿cuánto
menos podrá vuestro Dios libraros de
mis manos?» 16 Otras eosas más aña¬
dieron los emisarios contra Yave y
contra Ezequías, su siervo.
17 Escribió, además, cartas en que
blasfemaba de Yave, Dios de Israel
y hablaba contra él, diciendo: «Lo
mismo que los dioses de las gentes
de las tierras no pudieron librar a
sus puobjos de mis manos, tampoco
146
CRÓNICAS II, 33
el Dios de Ezequías librará al suyo
de mis manos.» 18 Y hablaban en
voz muy alta en judío, al pueblo de
Jerusalén que se hallaba en las mura¬
llas, para asustarles y hacerles entrar
en temor, para apoderarse de la
ciudad. 19 Hablaron contra el Dios
de Jerusalén, lo mismo que contra
los dioses de las gentes de la tierra,
obra de manos de hombres.
20 Pero el rey Ezequías y el pro¬
feta Isaías, hijo de Amos, opusieron
sus oraciones a estas blasfemias y
clamaron al cielo; 21 y Yave envió un
ángel, que mató a cuantos fuertes y
valerosos había en el ejército del
rey de los asirios y al jefe que los
mandaba; y Senaquerib se volvió
con afrenta a su tierra, y allí, entrando
en el templo de su dios, hijos suyos,
que de él habían salido, le mataron
a espada.
22 Así libró Yave a Ezequías y a
los moradores de Jerusalén de la
mano de Senaquerib, rey de los asi¬
rios, y de las manos de todos, y les
dió la paz con todos sus reinos.
23 Muchos de éstos aún trajeron a
Jerusalén víctimas para ofrecer allí
sacrificios a Yave y presentes a
Ezequías, rey de Judá, cuya faina
fué luego muy grande entre todas
las naciones.
24 Por aquel entonces cayó enfermo
de muerte Ezequías, y rogó a Yave,
que le escuchó, dándole una señal
de su curación.
25 Pero no correspondió Ezequías
al bien que le había sido hecho, antes
se ensoberbeció su corazón, y se
encendió la ira de Yave contra él y
contra Jndá y Jerusalén. 28 Pero Eze¬
quías, después de haberse engreído
su corazón, se humilló, y se humi¬
llaron con él los moradores de Jeru¬
salén, y no vino sobre ellos la ira de
Yave en los días de Ezequías.
27 Tuvo Ezequías riquezas y gloria
sobremanera, y reunió tesoros de
plata y oro, de piedras preciosas, de
aromas, de escudos y de cuantas
alhajas son de desear. 28 Asimismo
tuvo depósitos para almacenar las
rentas de trigo, vino y aceite, y esta¬
blos para las bestias y apriscos para
sus g mados.
29 Hízosc también ciudades para él,
pues tenía una gran muchedumbre
de rebaños, de ovejas y de toda suerte
de ganado mayor, por haberle dado
Dios mucha hacienda. 30 Este mismo
Ezequías fué el que cubrió lo t s manan¬
tiales de las aguas de Guijón de Arriba,
y condujo las aguas bajo tierra a
occidente de la ciudad de David, y
salió con cuanto emprendió. 31 Dios,
sin embargo, para probarle y para
que descubriese lo que tenía en su
corazón, le dejó en lo de los emba¬
jadores de los príncipes de Babilo¬
nia, que vinieron a él para infor¬
marse del prodigio que había acae¬
cido en la tierra.
32 El resto de los hechos de Eze¬
quías, de todas sus buenas obras,
escrito está en las profecías de Isaías,
profeta, hijo de Amos, y en el libro
de los reyes de Judá y de Israel.
33 Durmióse Ezequías con sus pa¬
dres, y fue sepultado en un lugar
más eminente que los sepulcros de
los reyes, hijos de David; y todo
Judá y Jerusalén celebraron sus fune¬
rales. Le sucedió Manases, su hijo.
.Manases, rey de Judá.
*>*> 1 Doce años tenía Manasés
cuando comenzó a reinar, y
reinó cincuenta y cinco años en Jeru¬
salén. 2 Hizo el mal a los ojos de
Yave, conforme a las abominaciones
de las gentes que Yave había arrojado
ante los hijos de Israel, 3 y volvién¬
dose reedificó los altos que había
derribado Ezequías, su padre; levantó
altares a los baalcs, se hizo ciscras
y adoró a toda la milicia de los cielos
y les sirvió. 4 Alzó también altares
en la casa de Yave, de la que había
dich > Yave: «En Jerusalén estará
mi nombre perpetuamente»; s pero
los alzó en honor de toda la milicia
del cielo, en los dos atrios del templo
de Yave. 6 Pasó a sus hijos por el
fuego en el valle de los hijos de
Hinnón; observaba los sueños y los
augurios, se dió a la magia, teniendo
cerca de sí magos y encantadores,
e hizo mucho mal ante Yave, irri¬
tándole. 7 Puso además un ídolo, una
estatua fundida, en la casa de Dios,
de la que había dicho Yave, hablando
a David y a Salomóu, su hijo: «Esta¬
bleceré para siempre mi nombre en
esta casa y en Jerusalén, que he ele¬
gido entre todas las tribus de Israel,
8 y no removeré el pie de Israel de la
tierra que yo di a vuestros padres,
siempre que ellos guarden y pongan
por obra cuanto yo les he mandado,
toda la ley, mandamientos y pre-
CRÓNICAS II, 34
447
ceptos que les he dado por mano
de Moisés.»
9 Descarrió Manasés a Judá y a
los moradores de Jerusalén, para ha¬
cer peor todavía que las gentes que
Yavc destruyó ante los hijos de Is¬
rael. 10 Habló Yave a Manases y
a su pueblo, pero ellos no le escucha¬
ron: por lo que trajo Yave contra
ellos a los jefes del ejercito del rey
de los asirios, que apresaron a Mana¬
ses, y cargado de grillos y cadenas,
le llevaron a Babilonia. 11 Cuando
se vió en la angustia, oró a Yave,
su Dios, humillándose grandemente
ante el Dios de sus padres. 12 Gimió
y le dirigió instantes súplicas, y fue
atendido, pues oyó su oración y le
volvió a Jerusalén, a su reino. Enton¬
ces conoció Manasés que Yave es
Dios (1).
13 Después de esto reedificó la mu¬
ralla exterior de la ciudad de David,
a occidente de Ouijón, en el valle,
desde la entrada de la puerta del
pescado, continuándola hasta Ofel,
y elevándola considerablemente, y
puso jefes del ejército en todas las
ciudades fuertes de Judá.
14 Hizo desaparecer los dioses aje¬
nos, y quitó de la casa de Yave el
ídolo y todos los altares que había
alzado en el monte de la casa de Yave
de Jerusalén, y los hizo arrojar todos
fuera de la ciudad. 15 Restableció el
altar de Yave, y sobre él ofreció
victimas y sacrificios pacíficos y euca-
rísticos, y mandó a Judá que sirvjese
a Yave. 16 Pero el pueblo seguía
sacrificando en los altos, aunque a
Yave, Dios de Israel.
17 El resto de los hechos de Mana¬
sés, su oración a Dios, y las palabras
de los videntes que le hablaron en
nombre de Yave, Dios de Israel, es¬
crito está en el libro de los reyes de
Israel. 18 También su oración, y cómo
fué oído, y todos sus pecados y pre¬
varicaciones, los lugares donde edi¬
ficó altos y puso nserns e ídolos
antes de humillarse, todo esto está
escrito en la historia de los videntes.
19 Durmióse Manasés con sus padres,
(i) El cautiverio de Manasés, de que no
hace mención el libro de los Reyes, le fué
saludable y en el hizo a Dios una plegaria,
que, como aresrigua este lugar, fué consignada
por escrito. Esta fué quizá la ocasión de que se
escribiera la apócrifa oración de Manasés, que
en muchas ediciones de la Vulgata se pone a
continuación de las Escrituras canónicas, aun¬
que fuera de éstas.
y fué sepultado en el jardín de su
casa. Le sucedió Ammón, su hijo.
Animó», rey de Judá.
20 Veintidós años tenía Ammón
cuando comenzó a reinar, y reinó
dos años en Jerusalén. 21 Hizo el
mal a los ojos de Yave, como lo
había hecho Manasés, su padre, pues
sirvió y sacrificó Ammón a todos los
ídolos que había hecho su padre;
22 pero nunca se humilló delante de
Yave, como se humilló Manasés, su
padre; antes cometió crímenes mucho
más grandes.
23 Conspiraron contra él sus ser¬
vidores; y le mataron en su casa.
24 El pueblo dió muerte a los que
habían matado a Ammón, y puso por
rey en su lugar a Josías, su hijo.
Josías, rey de Judá.
34 1 Ocho años tenía Josías cuan¬
do comenzó a reinar, y reinó
treinta y un años en Jerusalén. 2 Hizo
lo recto a los ojos de Yave, y anduvo
por los caminos de David, su padre,
sin apartarse de ellos ni a la derecha
ni a la izquierda. 3 A los ocho años
de su reinado, siendo aún mozo, co¬
menzó a buscar al Dios de David, su
padre, y a los doce años comenzó
a limpiar a Judá y Jerusalén de altos,
aseras , esculturas e imágenes de
fundición. 4 Derribaron en su presen¬
cia los altares de los baalcs, e hizo
pedazos los ídolos que estaban en
ellos, abatió los aseras y desmenuzó
las esculturas y fundiciones, espar¬
ciendo el polvo sobre las sepulturas
de los que les habían sacrificado.
5 Quemó los huesos de los sacerdotes
de los ídolos sobre sus altares, y limpió
a Judá y a Jerusalén. 6 Igual hizo
en las ciudades de Manasés, Efraím
y Simeón, hasta Neftalí; 7 y después
de haber derribado los altares y los
aseras y de haber roto y desmenu¬
zado las esculturas y destruido todos
los ídolos por la tierra de Israel, se
volvió a Jerusalén.
8 A los dieciocho años de su reina¬
do, después de haber limpiado la
tierra y el templo, mandó a Safán,
hijo de Asalías, y a Maasías, gober¬
nador de la ciudad, y a Joaz, hijo
de Joajaz, cronista, que reparasen la
casa de Yave. 9 Vinieron éstos a
4 48
CRÓNICAS II, 34
Helcías, sumo sacerdote; y recibido
de él el dinero que había sido puesto
en la casa de Yave y el que los levitas
y porteros habían recaudado de Ma-
nasés y Efraím y de todo el resto de
Israel,"así como de todo Judá y Ben¬
jamín y de los habitantes de Jeru¬
salén, io lo entregaron a los encar¬
gados de las obras de reparación del
templo, para restaurarlo y reparar
las ruinas. Estos dieron eí dinero a
los maestros encargados de las obras
de la casa de Yave; 11 los cuales lo
entregaban a los obreros que traba¬
jaban para restaurar y reparar la casa;
a los carpinteros y canteros, para que
comprasen piedra en las canteras y
maderas para las techumbres de los
edificios que habían destruido los
reyes de Judá. 12 Estos hombres se
portaron con probidad en sus traba¬
jos. Estaban bajo la vigilancia de
Jajat y Abdías, levitas, de entre los
hjios de Merari, y de Zacarías y Me-
sulam, de entre los caatitas, todos
ellos hábiles músicos, 13 que vigila¬
ban las obras y dirigían a los obreros
ocupados en los diversos trabajos;
había además otros levitas que ha¬
cían de secretarios, comisarios y por¬
teros.
14 Cuando se sacaba el dinero lle¬
vado a la casa de Yave, Heleías, sacer¬
dote, encontró el libro de la ley de
Yave, dado por mano de Moisés.
16 Entonces Helcías, tomando la pa¬
labra, dijo a Safán, secretario: «He
encontrado el libro de la ley en la
casa de Yave»; y se lo entregó a
Safán. 16 Safán llevó el libro al rey
y le dio cuenta del hallazgo, diciendo:
«Tus siervos han hecho cuanto les
has mandado, 17 reuniendo el dinero
que había en la casa de Yave, y en¬
tregándoselo a los inspectores y a
los obreros.» 18 Y Safán, secretario,
añadió: «El sacerdote Helcías me lia
dado este libro»; y Safán lo leyó
ante el rey. 19 Cuando el rey oyó las
palabras del libro de la ley, rasgó sus
vestiduras 20 y dió esta orden a Hel¬
cías, a Ajieam, hijo de Safán, a
Abdón, hijo de Miquea, a Safán, se¬
cretario, y a Asayn, servidor del rey:
21 «Id a consultar a Yave por mí y
por el resto que queda en Israel y en
Judá, acerca de las palabras de este
libro que se ha encontrado; porque
grande es la cólera de Yave, que se
ha derramado sobre nosotros, por no
haber guardado nuestros padres la
palabra de Yave y no haber puesto
por obra todo lo que en este libro está
escrito.»
22 Heleías y los que con él había
designado el rey fueron a la profetisa
Jolda, mujer de Salum, hijo de To-
queat, hijo de Jasra, guarda d^l ves¬
tuario, que habitaba en Jerusalén,
en el otro barrio de la ciudad Des¬
pués que ellos le manifestaron lo
que tenían que decirle, 23 ella les
respondió: «Así habla Yave, Dios de
Israel: Decid al que a mí os envía:
Así habla Yave: 24 Yo voy a traer
sobre este lugar y sobre sus habitan¬
tes todos los males y maldiciones es¬
critos en el libro que ha sido leído
ante el rey de Judá, 25 porque me
lian abandonado y han ofrecido per¬
fumes a otros dioses, irritándome con
todas las obras de sus manos; mi
cólera se derramará sobre este lugar,
y no se extinguirá. 28 Pero decid al
rey de Judá, que os ha mandado a
consultar a Yave: Así habla Yave,
Dios de Israel, acerca de las palabras
que has oído: 27 Por haberse conmo¬
vido tu corazón y haberte humillado
ante Dios al oír sus palabras contra
este lugar y contra sus habitantes;
orque has rasgado tus vestiduras y
as llorado ante Yave, también yo
lie oído, dice Yave, 28 y tú te reco¬
gerás a tus padres y bajarás en poz
al sepulcro, y no verán tus ojos todas
las desventuras que yo lie de hacer
venir sobre este lugar y sobre sus
habitantes.»
Ellos llevaron al rey esta respuesta.
29 El rey hizo reunir a todos los an¬
cianos cíe Judá y de Jerusalén; 30 y
subió luego a la casa de Yave con
todos los hombres de Judá y los ha¬
bitantes de Jerusalén, los sacerdotes
y los levitas, y todo el pueblo desde
el más grande al más chico, y leyó
delante de todos las palabras del libro
de la alianza que había sido encon¬
trado en la casa de Yave. 31 Estaba
el rey sobre su estrado, y renovó
la alianza ante Yave, obligándose a
seguir a Yave y a guardar sus man¬
damientos, sns preceptos y sus leyes,
con todo el corazón y toda el alma,
poniendo por obra las palabras de la
alianza escritas en el libro. 32 Hizo
entrar en el pacto a todos los que
se hallaban en Judá y Benjamín, y
los moradores de Jerusalén hicieron
según la alianza de Yave, Dios de
sus padres. 33 Josías hizo desapare¬
cer todas las abominaciones de toda
la tierra de los hijos de Israel, y
CRÓNICAS II, 35
449
obligó a todos cuantos se hallaban
en Israel a servir a Yave, su Dios.
Durante toda su vida no se apartó
de Yave, Dios de sus padres.
Solemne celebración de la pascua.
or 1 Josías celebró la pascua en
dd honor de Yave en Jerusalén, y
se inmoló la pascua el día catorce
del primer mes. 2 Estableció a los
sacerdotes en sus funciones y los ani¬
mó al servicio de la casa de Yave.
3 Dijo a los levitas que enseñaban a
Israel y estaban consagrados a Yave:
«Colocada el arca santa en la casa
que edificó Salomón, hijo de David,
rey de Israel, ya no tenéis que tras¬
ladarla en hombros. Servid ahora a
Yave, vuestro Dios, y a su pueblo,
Israel. 4 Aprestaos todos según vues¬
tras casas paternas, según vuestras
divisiones, conforme a la ordenación
escrita por David, rey de Israel, y
de Salomón, su hijo; 3 ocupad vues¬
tros puestos en el santuario según las
diversas casas paternas de vuestros
hermanos, los hijos del pueblo, y
según la clasificación de las casas
paternas de los levitas. 6 Inmolad
la pascua, santificaos, y preparadla
para vuestros hermanos, conformán¬
doos a las palabras de Yave, pronun¬
ciadas por Moisés.» 7 Josías dió a
las gentes del pueblo, a cuantos allí
se hallaban, corderos y cabritos en
número de treinta mil, todo para la
pascua, y tres mil bueyes, todo de
la hacienda del rey. 8 Sus jefes hicie¬
ron voluntariamente un presente al
pueblo, a los sacerdotes y a los levi¬
tas. Helcías, Zacarías y Jejiel, prín¬
cipes de la casa de Dios, dieron a
los sacerdotes para la pascua dos mil
seiscientos corderos y trescientos bue¬
yes. 9 Conaya, Semeya y Natanael,
sus hermanos, Josabía, Jeiel y Joza-
bad, jefes de los levitas, dieron a los
levitas para la pascua cinco mil cor¬
deros y quinientos bueyes.
10 Organizóse el servicio, y los
sacerdotes y levitas ocuparon sus
puestos, según sus divisiones, confor¬
me a la orden del rey. 11 Inmolaron
la pascua; los sacerdotes derramaron
la sangre, que recibían de mano de
los levitas, y los levitas desollaron
las víctimas. 12 Pusieron aparte los
holocaustos, para dárselos a las varias
casas^paternas de las ¡gentes del
pueblo, para que se los ofreciesen a
Yave, como está escrito en el libro
de Moisés. Lo mismo hicieron con
los bueyes. 13 Asaron la pascua al
fuego, como está ordenado, y cocie¬
ron las cosas santas en calderas, cal¬
deros y sartenes, distribuyéndolas
diligentemente al pueblo. 14 Luego
prepararon lo que era para ellos y
para los sacerdotes; pues los sacer¬
dotes, hijos de Arón, estuvieron hasta
la noche ocupados en ofrecer holo¬
caustos y los sebos; por eso los le¬
vitas hubieron de preparar para ellos
y para los sacerdotes, hijos de Arón.
15 Los cantores, hijos de Asaf, esta¬
ban en sus puestos, según las órde¬
nes de David, de Asaf, de Hernán y
de Jedutun, a la vista del rey; y los
porteros, cada uno en su puerta; no
tuvieron que abandonar sus oficios,
porque sus hermanos, los levitas, pre¬
pararon lo que era para ellos.
16 Así se organizó aquel día todo
el servicio de Yave, para celebrar
la pascua y para ofrecer holocaustos
en el altar de Yave, según las órde¬
nes del rey Josías.
17 Los hijos de Israel que se halla¬
ban allí celebraron entonces la pas¬
cua y la fiesta de los ácim s durante
siete días. 18 Ninguna pascua seme¬
jante a ésta se había celebrado en
Israel desde los días de Samuel, pro¬
feta, y ningún rey de Israel había
celebrado una pascua semejante a
ésta que celebraron Josías, los sacer¬
dotes y los levitas, todo Judá e Israel
que allí se hallaban, y los habitantes
de Jcrusalcn. 19 Filé el año dieciocho
del reinado de Josías cuando se ce¬
lebró esta pascua.
29 Después de esto, después de
haber reparado Josías la casa de
Yave, Necao, rey de Egipto, subió
para combatir en Carquemis a orillas
del Eufrates. Josías le salió al paso,
21 y Necao le mandó emisarios que
le dijeran: «¿Qué hay entre tú y yo,
rey de Judá? No es contra ti contra
quien voy yo ahora; es contra una
casa con la que estoy en guerra, y
Dios me ha dicho que me apresure.
No te opongas, pues, a Dios, que está
conmigo, no te destruya.» 22 Pero
Josías no se retiró, y se disfrazó para
I entrar en el combate, sin escuchar
las palabras de Necao, que venían
de la boca de Dios. Avanzó para ata¬
carle en el valle de Megiddo. 23 Los
, arqueros tiraron contra el rey Josías,
y el rey dijo a sus servidores: «Reti-
29
CRÓNICAS II, 36
4W
radme, que estoy gravemente herido.»
24 Los servidores le sacaron de aquel
carro, y le pusieron en otro y le
llevaron a Jerusalén, Murió y fué
sepultado en el sepulcro de sus pa¬
dres. Todo Judá y Jerusalén lloraron
a Josías, 25 particularmente Jeremías,
cuyas lamentaciones a Josías cantan
todavía hoy los cantores y cantoras,
habiendo venido a ser esta costum¬
bre como ley en Israel. Están escritas
entre las lamentaciones.
26 El resto de 1 js hechos de Josías,
todas sus buenas obras conforme a
lo mandado en la lev de Yave, 27 sus
hechos primeros y postreros, escrito
está en el libro de los reyes de Israel
y Judá,
Jonja/, Joaquín» y Joaquín, re *\es
de Judá.
36 1 El pueblo tomó a Joajaz, lujo
de Josías, y le hicieron rey en
lugar de su padre, en Jerusalén.
2 Veintitrés anos tenía Joajaz cuando
comenzó a reinar, y reinó tres meses
en Jerusalén.
3 El rey de Egipto le destituyó en
Jerusalén, y castigó al pueblo con
una contribución de cien talentos de
plata y un talento de oro. (i) * * 4 * El rey
de Egipto puso por rey sobre Judá
a Elyaqunn, hermano de Joajaz, mu¬
dándole el nombre por el de Joaquim.
Nccao coeió a su hermano Joajaz y
se lo llevó a Egipto.
6 Veinticinco años tenía Joaquim
cuando comenzó a reinar y reinó
once años en Jerusalén. Hizo el mal
a los ojos de Yavc, su Dios.
6 Nabucodonosor, rey de Babilonia,
subió contra el y le cargó de cadenas
de bronce para conducirle a Babi¬
lonia. 7 Llevóse Nabucodonosor a Ba¬
bilonia los utensilios de la casa de
Yave, y los puso en su palacio de
Babilonia.
8 El resto de los hechos de Joaquim,
las abominaciones que cometió, y lo
que en él se halló, escrito está en el
libro de los reyes de Israel y de
Judá. Le sucedió Joaquín, su hijo.
9 Ocho años tenía Joaquín cuando
comenzó a reinar, y reinó tres meses
y diez días en Jerusalén. Hizo el
mal a los ojos de Yave. 10 A la vuelta
del ano, mandó el rey Nabucodonosor
que le llevasen a Babilonia, con los
vasos preciosos de la casa de Yave,
y puso en su lugar por rey a Sedecías,
su hermano, sobre Judá y Jerusalén.
11 Veintiún años tenía Sedecías
cuando comenzó a reinar, y reinó
once años en Jerusalén. 12 Hizo el
mal a los ojos de Yave, su Dios, y
no se humilló ante Jeremías, profeta,
que le habló de parte de Yave.
13 Rebelóse asimismo contra Nabuco¬
donosor, al cual había por Dios ju¬
rado fidelidad, y endureció su cerviz
y obstinóse su corazón, y no se
volvió a Yave, el Dios de Tsrael.
14 También todos los príncipes de
los sacerdotes y el pueblo aumenta¬
ron sus prevaricaciones, siguiendo
las abominaciones de las gentes y
contaminando la casa de Yave, que
él había santificado en Jerusalén (1).
16 Yave, Dios de sus padres, les
mandó sus mensajeros constante¬
mente, para amonestarlos, pues que¬
ría perdonar a su pueblo y a su casa.
16 Pero ellos hicieron escarnio de los
mensajeros de Dios, y menosprecia¬
ban sus palabras, burlándose de sus
profetas, hasta que subió la ira de
Dios contra su pueblo, y ya no hubo
remedio. 17 Trajo contra ellos al rey
de los caldeos, que pasó a cuchillo
a sus mancebos en la casa de su san¬
tuario, sin perdonar a mancebo ni a
doncella, a viejo ni encanecido. A to¬
dos los entregó en sus manos.
18 Nabucodonosor llevó a Babilonia
todos los utensilios de la casa de
Dios, grandes y pequeños, los teso¬
ros de la casa de Yave y los del
E alacio del rey y los de sus jefes.
* Quemaron la casa de Dios, demo¬
lieron las murallas de Jerusalén, die¬
ron al fuego todos sus palacios, y des¬
truyeron todos los objetos preciosos.
20 A los que habían escapado a la
espada, llevólos Nabucodonosor cau¬
tivos a Babilonia; y allí le estuvie¬
ron sujetos a él y a sus hijos, hasta
la dominación del reino de Persia,
21 para que se cumpliese la palabra
de Yave, pronunciada por boca de
Jeremías, hasta que la tierra hubo
reposado sus sábados, descansando
todo el tiempo que estuvo devastada,
hasta que se cumplieron los setenta
años.
22 El año primero de Ciro, rey de
Persia, para que se cumpliese la pa-
(i) Esta síntesis de la historia religiosa de
Judá pone de relieve las múltiples y universales
transgresiones y apostasías, causa de la destruc¬
ción del reino y de la dolorosa cautividad de
Babilonia.
CRÓNICAS II, 36
labra de Ya ve pronunciada por boca
de Jeremías, Ya ve suscito el espíritu
de Ciro, rey de Persia, que hizo publi¬
car de viva voz y por escrito, por
todo su reino, este" decreto:
23 «Así habla Ciro, rey de Persia:
Ya ve, el Dios de los cielos, me ha
dado todos los reinos de la tierra, y
me ha mandado edificarle una casa
en Jerusalén, en Judá. ¿Quién de
entre vosotros es de su pueblo? Que
suba, y Yave sea con él.»
INTRODUCCION A LOS LIBROS DE ESDRAS
Y NEHEMIAS
C STOS dos libros son una continuación de los Paralipómenos, cuya tcrmi-
^ nación se repite al principio del de Esdras. También formaron antes un
solo libro, dividido luego en dos, Esdras y Nehemías, en el texto hebreo, I y II de
Esdras en las versiones. Su argumento es la restauración material, religiosa
y moral de la nación, después de la vuelta del cautiverio, en virtud del decreto
de Ciro (538). Empieza por la restauración del altar y la cimentación del
templo, añadiendo una lista de los que volvieron con Zorobabel de Babilonia ,
en número de 42.360 pei'sonas (1-2). La oposición de los samaritanos al ver
rechazada su oferta de colaboración impidió proseguir la obra. Los mismos
obstáculos opusieron después a la restauración de la ciudad y de sus muros
en los reinados de Jerjes I (485-65) y Artajerjes I (465-25) (4). Aprove¬
chando las revueltas del principio del reinado de Darío I (522-485), a ins¬
tancias de los profetas Ageo y Zacarías se acaba el templo, que es dedicado
en 515. (5-6.)
iVo puede caber duda sobre la inversión de estas dos secciones del primer libro.
Lo que resta de él (7-10) cuenta la venida a Jcrusalén del anciano Esdras,
en compañía de seis mil nuevos repatriados y con autorización de un Arta¬
jerjes , ignoramos cuál, para gobernar al pueblo. Llegado a J erusalén el año
séptimo del rey, halla a la ciudad contaminada por los matrimonios con extran¬
jeras, pero los ánimos tan bien dispuestos, que ante las lágrimas del anciano
Esdras, todos se ofrecen a despedirlas. Sigue luego , con otros documentos, la
autobiografía de Nehemías, que llega solo, con poderes de gobernador para
restaurar la ciudad en ruinas, el año veinte de un Artajerjes, que tampoco sabe-
ESDRAS, 1, 2
454
trios cuál sea. Lleva a cabo su obra con gran energía. Levanta y dedica los
muros y pone en orden la vida religiosa y moral del pueblo con ayuda de Esdras,
que figura con el título de escriba (1-16). Nehemías y acabados sus primeros
poderes, retorna al rey; pero vuelve al poco tiempo y encuentra las cosas ya en
desorden, teniendo que desplegar gran energía hasta con los sacerdotes y uno
de los cuales, que estaba casado con una hija del príncipe de los samaritanos y
huye a Samaría (13). No obstante el orden de la narración actual , parece muy
probable que la legación de Nehemías precedió a la de Esdras y y que el libro
de aquél debiera insertarse antes de los capítulos 7-10 de este.
Estos libros están en forma de compilación de diversos documentos. Igno¬
ramos el autor. No es improbable la sentencia de muchos que dicen haber sido
su autor el mismo que el de los Paralipómenos.
ESDRAS
(Vulg. I de Esdras.)
Da Ciro libertad a los judíos para
volver a Jerusalén.
1 El ano primero de Ciro, rey de
Persia (t), para que se cumpliese
la palabra de Yavc por boca de
Jeremías, profeta, excitó Yave el es¬
píritu de Ciro, rey de Persia, que
hizo pregonar de palabra y por es¬
crito por todo su reino: 2 «Así dice
Ciro, rey de Persia: Yavc, Dios de
los ciclos, me ha dado todos los rei¬
nos de la tierra, y me ha inandado
que le edifique casa en Jerusalén,
en Judá. 3 ¿Quién hay entre vosotros
de todo su pueblo? Sea Dios con él y
suba a Jerusalén, que está en Juda,
y edifique la casa a Yavc, Dios de
Israel; él es el Dios, que está en
Jerusalén. 4 Y en todo lugar donde
habiten restos del pueblo de Yavc,
ayúdenles las gentes del lugar con
plata, oro, utensilios y ganados, con
dones voluntarios para la casa de
Yavc, que está en Jerusalén.»
6 Levantáronse entonces los jefes
de las familias de Judá y de Ben¬
jamín, los sacerdotes y levitas, y
todos aquéllos cuyo espíritu despertó
Dios, para subir a edificar la casa de
Dios, que está en Jerusalén. 6 Todos
los que habitaban en derredor suyo
les dieron objetos de plata y oro,
(i) Ciro es el libertador anunciado en Isaías
44, 24-45, 35 - Los persas creyeron ver cierta
analogía religiosa entre ellos y los judíos, y a
partir de la época persa. Dios es frecuentemente
llamado Señor de la tierra y de los cielos, sobre
todo en los documentos que aduce la Escritura. 1
utensilios, ganados y rosas precio¬
sas, a más de los dones voluntarios.
7 El rev Ciro devolvió los utensilios
de la casa de Yavc, que Nabucodono-
sor había llevado de Jerusalén y
puesto cu la casa de sus dioses.
* Ciro, rey de Persia, hizo que los
sacara Mitrídates, tesorero, que se
los entregó a Sesbasar, príncipe de
Judá. 9 He aquí la lista de ellos:
Treinta fuentes de oro; mil fuen¬
tes de plata; veintinueve cuchillos;
10 treinta tazas de oro, cuatrocientas
diez tazas de plata, y otros mil vasos
de segundo orden. 11 Los objetos de
oro y plata eran en número de cinco
mil cuatrocientos. Sesbasar lo llevó
todo de Babilonia a Jerusalén, a la
vuelta de la cautividad.
Las israelitas que volvieron a
Judea con Zorobabcl.
í) 1 Estos son los de la provincia
— que volvieron del destierro, de
los que había llevado cautivos a
Babilonia Nabueodonosor, rey de Ba¬
bilonia, y tornaron a Jerusalén y a
Judá, cada uno a su ciudad. 2 Par¬
tieron con Zorobabcl, Josué, Nehe¬
mías, Serayn, Reclava, Mardoquco,
Bilsán, Mispnr, Bigraí, Rejum y
Baana (1).
Número de los hijos del pueblo de
Israel:
(i) Son pocos los que vuelven. El resto d c
los cautivos queda como disuelto entre las na-
I ciones gentiles, cual se disuelve la sal en el agua
ESDRAS, 2 '
455
8 Hijos de Paros, dos mil ciento
setenta y dos.
4 Hijos de Sefatfas, trescientos se¬
tenta y dos.
6 Hijos de Araj, setecientos se¬
tenta y cinco.
6 Hijos de'Paat Moab, de los hijos
de Josué y de Joab, dos mil ocho¬
cientos doce.
7 Hijos de Elam, mil doscientos
cincuenta v cuatro.
8 Hijos de Zatu, novecientos cua¬
renta y cinco.
9 Hijos de Zacai, setecientos sesenta.
• 10 Hijos de Baní, siscientos cua¬
renta V dos.
11 Hijos de Bebaí, seiscientos vein¬
titrés.
12 Hijos de Asgad, mil doscientos
veintidós.
13 Hijos de Adonicam, seiscientos
sesenta y seis.
14 Hijos de Bigvaí, dos mil cin¬
cuenta y seis.
16 Hijos de Adín, cuatrocientos
cincuenta y cuatro.
16 Hijos de Ater, de Ezequfas,
noventa y ocho.
17 Mijos de Besaí, trescientos vein¬
titrés.
18 Hijos de Jora, ciento doce.
19 Hijos de Jasún, doscientos vein¬
titrés.
20 Hijos de Gibaf, noventa y cinco.
21 Hijos de Betleem, ciento vein¬
titrés.
22 De las gentes de Neftoa, cin¬
cuenta y seis.
23 De las gentes de Anatot, ciento
veintiocho.
24 Hijos de Asmavct, cuarenta y dos.
25 Hijos de Cariatiarim, Qucíira y
Bcerot, setecientos cuarenta y tres.
26 Hijos de Rama y Gucba, seis¬
cientos veintiuno.
27 De las gentes de Mijmas, ciento
veintidós.
28 De las gentes de Betel y Maí,
doscientos veintitrés.
29 Hijos de Ncbo, cincuenta y dos.
30 Hijos de Megbis, ciento cin¬
cuenta y seis.
31 Hijos del otro Elam, mil dos¬
cientos cincuenta y cuatro.
32 Hijos de Jarim, trescientos
veinte.
33 Hijos de Lod, Jadiel y Ono,
setecientos veinticinco.
34 Hijos de Jericó, trescientos cua¬
renta v cinco.
35 Hijos de Senaa, tres mil seis¬
cientos treinta.
38 Sacerdotes:
Hijos de Jedava, de la casa de Jesúa,
novecientos setenta y tres.
37 Hijos de Immer, mil cincuenta
y dos.
38 Hijos de Pasjur, mil doscientos
cuarenta y siete.
39 Hijos de Jarim, mil diecisiete.
. 40 Levitas:
Hijos de Jesúa y de Cadmicl, de
los hijos de Odavías, setenta y cuatro.
41 Cantores:
Hijos de Asaf, ciento veintiocho.
42 Porteros:
Hijos de Salum, hijos de Ater,
hijos de Taimó, hijos de Acub, hijos
de Jctita, hijos de Sobaí, todos
ciento treinta y nueve.
43 Netineos: Hijos de Sija, hijos
de Jasufa, hijos de Tabaot, 44 hijos
de Queros, hijos de Sia, hijos de
Fadón, 45 hijos de Lebana, hijos de
Jagaba, hijos de Acub, 46 hijos de
Jagab, hijos de Sanlaí, hijos de Janón,
47 hijos de Guidcl, hijos de Gajar,
hijos de Reaya, 48 hijos de Resín,
hijos de Necoda, .hijos de Oazam,
49 hijos de Uzra, hijos de Paseaj,
hijos de Besaí, 60 hijos de Asena,
hijos de Meuniin, hijos de Ncfasim,
61 hijos de Bacbuc, hijos de Jacuaj,
hijos de Jarjur, 62 hijos de Baslut,
hijos de Mejida, hijos de Jarsa, 63 hi¬
jos de Barcos, hijos de Sisera, hijos
de Tcjmaj, 64 hijos de Nesiaj, hijos
de Jatifa.
65 Hijos de los siervos de Salo¬
món; hijos de Sotai, hijos de Soferet,
hijos de Peruda, 66 hijos de Jaala,
hijos de Darcón, hijos de Gudel,
67 hijos de Sefatfas, hijos de Jatil,
hijos de Pogueret Asebaim, hijos
de Amí.
68 Todos los netineos e hijos de los
siervos de Salomór, trescientos no¬
venta y dos.
69 Estos son los que subieron de
Tel Mela, Tel Harsa, Querub Addan
e Immer, sin poder dar razón de
su casa paterna y de su estirpe, para
probar que eran de Israel: 60 Hijos
de Delaya, hijos de Tobías, hijos de
Necoda, seiscientos cincuenta y dos.
61 Y de los hijos de los sacerdotes,
hijos de Abaya, hijos de Cos, hijos de
Barzilai, que tomó por mujer a una
de las hijas de Barzilai, Galadita, y
fué llamado con el nombre de ellos;
62 éstos buscaron sus registros genea¬
lógicos, pero no los hallaron y fueron
excluidos del sacerdocio, ® 3 y el
gobernador les prohibió comer las
456
ESDRAS, 3
rosas santas, mientras un sacerdote
no consultase los urim y tum-
mim.
84 La congregación toda entera era
de cuarenta y dos mil trescientas
sesenta personas, 65 sin contar los
siervos y siervas, en número de siete
mil trescientos treinta y siete. Entre
ellos había trescientos cantores y
cantoras. 66 Tenían setecientos treinta
y seis caballos, doscientos cuarenta
y cinco mulos, 67 cuatrocientos treinta
y cinco camellos y seis mil setecien¬
tos veinte asnos.
68 Muchos de los jefes de familias
al llegar a la casa de Ya ve en Jeru¬
salén, hicieron ofrendas voluntarias,
para la casa de Yave, para reedifi¬
carla en el lugar en que había estado.
69 Dieron para el tesoro de la obra
según sus medios, sesenta y un mil
dóricos de oro y cinco mil minas de
plata, y cien túnicas sacerdotales.
70 Los sacerdotes y levitas y las gen¬
tes del pueblo, los cantores, los por¬
teros V los netincos, se establecieron
en sus ciudades. Todo Israel habitó
en sus ciudades.
Restauración del altar y «leí culto.
3 * 1 Llegado el séptimo mes, los
hijos de Israel que estaban ya en
sus ciudades se reunieron como un
solo hombre en Jerusalén. 2 Josué,
hijo de Josadac, con sus hermanos,
los sacerdotes, y Zorobabel, hijo de
Seal tic], con sus hermanos, se levan¬
taron para edificar el altar del Dios
de Israel y ofrecer sobre él holocaus¬
tos, como estó escrito en la ley de
Moisés, hombre de Dios (1). 3 Asen¬
taron el altar sobre sus cimientos,
aunque había que temer de los pue¬
blos vecinos, y ofrecieron en él holo¬
caustos a Yave, el holocausto de la
mañana y el de la tarde. 4 Celebra¬
ron la fiesta de los tabernáculos,
como está escrito, ofrecieron día por
día holocaustos, según el número pres¬
crito para cada día. 5 Después si¬
guieron ofreciendo el holocausto per¬
petuo, los holocaustos de los novi¬
lunios y los de todas las solemni¬
dades consagradas a Yave, y los de
(i) Los primeros cuidados de los repatria¬
dos son para restaurar el altar y los sacrificios
1 egales. La restauración nacional no se concibe
sin la restauración del culto a Yave.
todos aquellos que hacían ofrendas
voluntarias a Yave. 6 Comenzaron a
ofrecer holocaustos a Yave el día
primero del mes, y los ofrecieron
hasta el día séptimo. Todavía, sin
embargo, no se habían puesto los
cimientos de la casa de Yave. 7 Die¬
ron dinero a los canteros y a los car¬
pinteros, y comida, bebida y aceite
a los sidonios y a los tirios, para que
trajesen por inar hasta Jafp maderas
de cedro del Líbano, según había
dispuesto en cuanto a esto Ciro, rey
de Persia (1).
8 El año segundo después de la lle¬
gada a la casa de Yave, a Jerusalén, el
segundo tres, Zorobabel, hijo de Seal-
tiel, Josué, hijo de Joscdcc, eou el resto
de sus hermanos los sacerdotes y los
levitas, y todos los otros que habían
venido de la cautividad, se pusieron
a la obra y encargaron a los levitas
de veinte años arriba la vigilancia
de los trabajos de la casa de Yave.
9 Josué, con sus hijos y sus hermanos,
Cadmicl, con sus hijos, hijos de Judá,
los hijos de Quejad con los hijos y
los hermanos de los levitas, se dis¬
pusieron todos a una a vigilar a
los que trabajaban en la casa de
Dios.
10 Cuando los* obreros pusieron los
cimientos de la casa de Yave, asis¬
tieron los sacerdotes revestidos, con
trompetas, y los levitas, los hijos de
Asaf, con címbalos, para alabar a
Dios, según la ordenación de David,
rey do Israel, 11 y cantaban alabando
y confesando a Yave: «Porque es
bueno, poique os eterna sil miseri¬
cordia para Israel.»
Todo el pueblo lanzaba gritos jubi¬
losos, alabando a Yave, porque se
ponían los cimientos de la casa de
Yave, 12 Muchos de los sacerdotes
y levitas y de los jefes do familias,
ya ancianos, que habían conocido
ia casa primera, lloraban en voz alta,
aP ver poner los cimientos do esta
otra, mientras que los demás gri¬
taban jubilosos, 13 no pndiendo dis¬
tinguirse en el pueblo entre el clamor
de los gritos de alegría y el de los
llantos.
(i) Restaurado el altar y los sacrificios, se
dedican los judíos a la reedificación del f emplo,
que tienen que interrumpir, por la enemiga de
los samaritanos. La terminan empujados por el
profeta Arco, pero bien se ve por éste lo lejos
que el nuevo templo estaba de la magnificencia
del de Salomón.
ESDRAS, 4, 5
457
Interrupción de las obras.
4 1 Cuando los enemigos de Judá
y Benjamín supieron que los
vueltos de la cautividad estaban
reedificando el templo de Va ve, Dios
de Israel, 2 llegáronse a Zorobabel
y a los jefes de familias, y les dijeron:
j «Queremos cooperar con vosotros en
la reconstrucción, poique también
" nosotros buscamos a vuestro Dios,
y a él sacrificamos desde los días de
I Asaradou, rey de Asiria, que aquí
' nos trajo.» 3 ‘ Dijcronlcs Zorobabel,
Josué y los demás jefes de familia
de Israel: «No conviene que juntos
edifiquemos la casa de nuestro Dios;
hjinos de ser nosotros solos quienes
1 la edifiquemos a Yave, Dios de Israel#
pues así lo ha mandado el rey Ciro,
rey de Persia.»
4 Entonces las gentes de aquella
tierra intimidaron al pueblo de Judá,
queriendo impedir la construcción;
V 6 y ganándose con dinero algunos
1 consejeros de la corte, procuraron
hacer fracasar su propósito durante
todo el reinado de Ciro, rey de Persia,
hasta el reinado de Darío, rey de
Persia. 6 En el reinado de Asuero,
al comienzo de él, escribieron una
| acusación contra los moradores de
Judá y de Jerusalén; 7 y en tiempos
de Artajerjes, Birla, Mitridates, Ta-
bcel y el resto de sus colegas escri¬
bieron a Artajcrjes, rey de Persia.
La carta fué traducida al arameo y
. transcrita con caracteres árameos.
8 Rehurn, el gobernador, y Simsaí,
escribieron a Artajcrjes, rey de Per¬
sia, acerca de Jerusalén, esta carta:
9 Kchum, gobernador; Simsaí, se-
I cretario, y el resto de sus colegas:
I los de Din, de Arfarsatac, de Tarpel,
de Afaras, de Erec, de Babilonia,
de Susa, de Deha, de Elam 10 y de
otros pueblos que el grande y glo¬
rioso Asnapar trasladó y estableció
en la ciudad de Samaria y otros luga¬
res del lado de acá del río, etc.
11 He aquí la copia de la carta que
mandaron:
«Tus siervos, las gentes del lado
de acá del río, etc.
12 «Sepa el rey que los judíos, que
de ahí salieron y han llegado entre
nosotros a Jerusalén, están reedifi¬
cando la ciudad rebelde y mala, al¬
zando sus murallas y restaurando los
cimientos. 13 Que sepa, pues, el rey
que si esta ciudad es reedificada y
reconstruidas sus murallas, no paga¬
rán tributo, ni impuesto, ni derecho
de peaje, y que de ello se ha de resentir
el real tesoro. 14 Ahora, pues, como
nosotros comemos la sal del palacio,
y no creemos conveniente que el rey
sea menospreciado, mandamos al rey
esta información; 15 que se investi¬
guen los libros de las historias de
tus padres, y en ellos verás que esta
ciudad es una ciudad rebelde, funesta
para los reyes y sus provincias, y - que
ya de antiguo se movieron en ella
revueltas, habiendo sido por esto
destruida. 16 Hacemos saber al rey,
que si esta ciudad ‘se reedifica y se
levantan sus murallas, perderás con
esto mismo tus posesiones del lado
de acá del río.»
17 Respuesta que mandó el rey a
Rchum, gobernador; a Simsaí, secre¬
tario, y al resto de sus colegas que
habitaban en Samaria y otros luga¬
res del lado acá del río:
«Salud, etc.
18 »La carta que nos habéis enviado
ha sido exactamente leída en mi pre¬
sencia. 19 Di orden de que se hicieran
investigaciones, y ha sido hallado
que ya de antiguo esa ciudad se rebeló
contra los reyes, y que se dió a la
sed ción y a la revuelta. 20 Hubo
eji Jerusalén reyes poderosos, due¬
ños de toda la tierra del lado de allá
del río, a los que se pagaba tributo,
impuesto y derecho de peaje. 21 Por
consiguiente, mando que cesen los
trabajos de esas gentes, para que
esa ciudad no sea reconstruida sin
una autorización mía. 22 No dejéis
de poner en esto gran diligencia,
no sea que el mal aumente con per¬
juicio de los reyes.»
23 En cuanto la copia de esta carta
del rey Artajerjes fué leída ante
Rehurn, Simsaí, secretario, y sus cole¬
gas, fueron éstos apresuradamente a
Jerusalén a los judíos, e hicieron cesar
los trabajos por la violencia y por la
fuerza.
Se reanuda la rccoiustrnreión.
24 Habíanse parado las obras de la
casa de Yave, en Jerusalén, que¬
dando interrumpidas hasta el año
segundo del reinado de Darío, rey
de Persia.
• 1 Ageo, profeta, y Zacarías, hijo
de Ido, profeta, hablaron en nom¬
bre de Dios a los judíos que había
156
ESDRAS, 6
en Judá y en Jerusalén; 2 y enterres
Zorobabeí, hijo de Sealtiel, y Josué,
hijo de Josadac, se levantaron y co¬
menzaron a edificar la casa de Dios
en Jerusalén. Con ellos estaban los
profetas de Dios, que les asistían.
3 Vinieron entonces a ellos Tatnaí,
gobernador del lado de acá del río,
Setar-Boznaí, y sus colegas, y les
dijeron: «¿Quién os ha dado autori¬
zación para edificar esta casa y levan¬
tar estos muros?»; y preguntaron:
«¿Cuáles son los nombres de los que
construyen este edificio?» 4 Enton¬
ces les respondieron, dándoles los
nombres de los que hacían la recons¬
trucción. 5 Pero los ojos de Dios esta¬
ban sobre los ancianos de los judíos,
y se permitió que continuasen las
obras mientras se consultaba al rey
Darío, hasta que se recibiese de él
carta acerca de esto.
6 He aquí copia de la carta, que
al rey Darío mandaron Tatnaí, go¬
bernador del lado de acá del río,
Setar-Boznaí y sus colegas del Afar-
sac, que habitaban del lado acá del
río. 7 Le enviaron una relación en
estos términos:
«Al rey Darío, salud.
8 «Comunicamos al rey que hemos
ido a la provincia de Judá, a la casa
del Dios grande. Está construyéndose
en piedras talladas, y se colocan las
maderas en los muros, y el trabajo
se hace rápidamente y adelanta en
sus inanos. 8 Hemos preguntado a
los ancianos, y les hemos hablado
así: «¿Quién os ha dado autoriza¬
ción para edificar esta casa y levantar
estos muros?» 10 Les liemos pregun¬
tado también los nombres para dár¬
telos a conocer, y liemos puesto por
escrito los nombres de los que están
al frente suyo. 11 He aquí la respuesta
que nos dieron: «Nosotros somos
servidores del Dios de los ciclos y la
tierra, y estamos reconstruyendo la
casa que fué construida muchos años
ha. Un gran rey de Israel la edificó
y la terminó. 12 Pero luego que nues¬
tros padres irritaron al Dios de los
cielos, él los entregó en manos de
Nabncodonosor, rey de Babilonia, el
caldeo, que destruyó esta casa y llevó
cautivo al pueblo a Babilonia. 13 Pero
el año primero del reinado de Ciro,
rey de Babilonia, el rey Ciro dió la
orden de reedificar esta casa de Dios,
14 y el mismo rey Ciro sacó del templo
de Babilonia los utensilios de oro y
plata que Nabucodonosor había sa¬
cado del templo de Jerusalén, lleván¬
dolos al templo de Babilonia, e hizo
que fueran entregados al llamado
Sesbasar, que nombró gobernador,
15 diciéndole: Toma esos utensilios
y ve a llevarlos al templo de Jerusalén,
y que la casa de Dios sea reconstruida
en el lugar mismo en que estaba.
16 Este mismo Sesbasar vino y puso
los cimientos de la casa de Dios en
Jerusalén; desde entonces está recons¬
truyéndose, y no se ha terminado.
17 Ahora, pues, si al rey le parece
conveniente, que se hagan investi¬
gaciones en la casa del tesoro del
rey de Babilonia, para ver si hubo
una orden del rey Ciro, para la recons¬
trucción de esta casa de Dios en Jeru¬
salén, y que el rey nos transmita
luego su voluntad en este asunto.»
Edicto de Darío.
/í 1 Entonces el rey Darío dió orden
u de hacer investigaciones en la
casa de los archivos, donde se depo¬
sitaban los tesoros de Babilonia; 2 y
se halló en Ajmeta, capital de la
provincia de Media, un rollo en que
estaba escrito lo que sigue:
3 «El año primero del rey Ciro,
ha dado el rey Ciro esta orden, res¬
pecto de la casa de Dios en Jerusalén:
Que la casa sea reconstruida para
ser un lugar en que se ofrezcan sacri¬
ficios, y que tenga sólidos funda¬
mentos. Tendrá sesenta codos de alto,
sesenta de ancho 4 y tres hiladas de
piedra tallada y una de madera nueva,
siendo abonado el importe por la
casa del rey. 6 Ademas, los utensilios
de oro y de plata que Nabucodo-
nosor sacó del templo de Jerusalén,
trayéndolos a Babilonia, serán de¬
vueltos y llevados al templo de Jeru¬
salén, al lugar donde estaban, y
depositados en la casa de Dios.
8 «Por tanto, Tatnaí, gobernador
del otro lado del río, Setar-Boznaí y
vuestros colegas de Afarsac, que habi¬
táis al lado de allá del lío, alejaos
de ahí 7 y dejad que prosigan los
trabajos de esa casa de Dios, y que
el gobernador de los judíos y los
ancianos de los judíos la reconstruyan
en el lugar que ocupaba. 8 Esta es
la orden que os doy, acerca de lo
que habéis de hacer respecto de esos
ancianos de los judíos, para la cons¬
trucción de esa casa de Dios. 8 El
costo, tomado de la hacienda del rey,
ESDRAS, 7
J59
proveniente de los tributos de la
parte de allá del río, será íntegramente
pagado a esos hombres, para que
no haya interrupciones. 10 Lo nece¬
sario para los holocaustos al Dios de
los cielos, novillos, carneros, corderos,
trigo, sal, vino y aceite, será entregado,
a petición suya, a los sacerdotes de
Jerusalén, día por día y sin falta,
para que ofrezcan sacrificios de grato
olor al Dios de los cielos, y nieguen
por la vida del rey y la de sus hijos.
11 Y ésta es la orden que doy acerca
de cualquiera que traspasare este
mandato: Se arrancará de su casa
una viga, que se alzará para colgarle
en ella, y su casa será convertida
en un montón de escombros. 12 Que
el Dios que hace residir su nombre
en ese lugar, derribe a todo rey y todo
pueblo que tienda su mano para
traspasar mi mandato, destruyendo
esa casa de Dios en Jerusalén. Yo,
Darío; yo he dado esta orden. Que
sea puntualmente cumplida.®
13 Tatnaí, gobernador de la parte
de acá del río, Setar-Boznaí y sus
colegas, se conformaron puntual¬
mente a esta orden que les mandó el
rey Darío; 14 y los ancianos de los
judíos prosiguieron con buen suceso
la reconstrucción, según las profecías
de Ageo, profeta, y de Zacarías, hijo
de Ido; y terminaron la reconstruc¬
ción, según la orden del Dios de Israel,
y las de Ciro, Darío y Artajerjes,
reyes dePersia. 16 La casa fué ter¬
minada el día tercero del mes de Adar,
del año sexto del reinado de Darío.
Dedicación del femplo y celebra¬
ción de la pascua,
16 Los hijos de Israel, los sacerdotes
y levitas, y los demás que habían
venido de la cautividad, hicieron con
gozo la dedicación de esta casa de
Dios, 17 ofreciendo en la dedicación
de esta casa de Dios cien novillos,
doscientos carneros y cuatrocientos
corderos; y como víctimas expiato¬
rias por todo Israel, doce machos
cabríos, según el número de las tribus
de Israel. 18 Establecieron a los sacer¬
dotes según sus clases y a los levitas
según sus divisiones, para el servicio
de Dios en Jerusalén, como está
escrito en el libro de Moisés.
19 Los hijos de la cautividad cele¬
braron la pascua el día catorce del
mes primero. 20 Los sacerdotes y
los levitas se purificaron todos a una,
y todos estaban puros, e inmolaron
los levitas la pascua, para todos los
hijos de la cautividad, para sus her¬
manos los sacerdotes y para sí mis¬
mos. 21 Los hijos de Israel que habían
vuelto de la transmigración comieron
la pascua, con todos aquellos que se
habían apartado de las inmundicias
de las gentes de aquella tierra, y se
habían unido a ellos para buscar a
Yave, el Dios de Israel. 22 Celebraron
con alegría la fiesta de los panes
ácimos durante siete días, pues los
había regocijado Yave, disponiendo
al rey de Asiria a apoyarlos en la
obra de la casa de Yave, Dios de Israel.
Llegada de Esdras a Jerusalén.
y 1 Después de esto, en el reinado
de Artajerjes, rey de Persia, vino
Esdras, hijo de Ser ay a, hijo de Aza¬
das, hijo de Helcías, 2 hijo de Salum,
hijo de Sadoc, hijo de Ajitub, 3 hijo
de Amarías, hijo de Azadas, hijo
de Merayot, 4 hijo de Zarajías, hijo
de Uzi, hijo de Buqui, 5 hijo de Abisúa,
hijo de Fines, hijo de Eleazar, hijo
de Arón, sumo sacerdote. 6 Venia
de Babilonia, y era un escriba muy
versado en la ley de Moisés, dada
por Yave, Dios de Israel; y como
estaba sobre él la mano de Dios,
el rey le otorgó todo cuanto le pidió.
7 Muchos de los hijos de Israel, de
los sacerdotes y levitas, de los can¬
tores, de los porteros y de los neti-
neos, vinieron también a Jerusalén el
año séptimo del rev Artajerjes. 8 Llegó
Esdras a Jerusalén el mes quinto del
año sétimo del rey, 9 habiendo salido
de Babilonia el día primero del primer
mes, y llegó a Jerusalén el día primero
del quinto mes, estando sobre él la bue¬
na mano de su Dios, 10 porque Esdras
había dispuesto su corazón para poner
por obra la ley de Yave y enseñar
en medio de Israel sus mandamien¬
tos y preceptos.
11 He aquí la copia de la carta entre¬
gada por el rey Artajerjes a Esdras,
sacerdote y escriba, maestro en los
mandamientos y las leyes de Yave
a Israel.
12 «Artajerjes, rey de reyes, a
Esdras, sacerdote y escriba, versado
en la ley del Dios de los cielos, etc.
13 »He dado la orden de dejar
a todos los del pueblo de Israel,
de sus sacerdotes y sus levitas, que
460
ESDRAS, 8
hay en mí reino, que estén dispuestos
a partir contigo a Jerusalén. 14 Tú
eres enviado del rey y de sus siete
consejeros, para inspeccionar a Judá
V Jerusalén, respecto de la ley de
Yave que está entre tus manos,
15 y para llevar allá el oro y la plata
que el rey y sus consejeros han
ofrecido generosamente al Dios de
Israel, cuya casa está en Jerusalén;
16 toda la plata y el oro que puedas
reunir en Babilonia, con las ofren¬
das voluntarias hechas por el pueblo
y los sacerdotes a la casa de Dios en
Jerusalén. 17 Cuidarás de adquirir
con ese dinero novillos, carneros,
corderos y cuanto es necesario para
las ofrendas v las libaciones que ofre¬
cerás sobre el altar de la casa de
vuestro Dios, en Jerusalén, 18 y con
el resto de la plata y el oro harás
lo que mejor te parezca a ti y a tus
hermanos, conforme a la voluntad
de vuestro Dios. 19 Deposita ante el
Dios de Jerusalén los utensilios que
se te entregan para el servicio de
la casa de los tesoros del rey lo que
sea necesario para las otras expen¬
sas que has de hacer para la casa
de tu Dios.
21 »Yo, el rey Artajerjes, doy orden
a todos los tesoreros de la parte
de allá del río, de entregar íntegra¬
mente a Esdras, sacerdote y escriba,
versado en la ley de Dios de los cielos,
todo lo que él os pidiere, 22 hasta
cien talentos de plata, cien coros de
trigo, cien bat* de vino, cien bats
de aceite y sal a discreción. 23 Que
todo cuanto está maqdado por el
Dios de los cielos, se haga puntual¬
mente para la casa del Dios de los
cielos, para que no venga su cólera
sobre nuestro reino, sobre el rey y
sobre sus hijos. 24 Os hacemos saber
que no podrá ser impuesto tributo,
ni gabela, ni derecho de peaje, a
ninguno de los sacerdotes, levitas,
cantores, porteros y netineos, ni a
ningún servidor de esa casa de
Dios.
26 »Y tu, Esdras, según la sabidu¬
ría que tú tienes de Dios, establece
jueces y magistrados, que adminis¬
tren justicia a todo el pueblo del
otro lado del río, a todos los que co¬
nocen la ley de Dios, y haz que la
conozcan aquellos que no la conocen.
20 "Cualquiera que no gualdo pun¬
tualmente la ley de tu Dios y la ley
del rey, será condenado a muerte,
a destierro, a multa o a prisión.»
27 Bendito Yave, Dios de nuestros
padres, que ha dispuesto el corazón
del rey a glorificar así la casa de
Yave en Jerusalén, 28 y que me hizo
objeto de la benevolencia del rey,
de sus consejeros* y de todos sus pode¬
rosos jefes. Fortalecido por la mano
de Yave, mi Dios, que estaba sobre
mí, reuní a los jefes de Israel para
que partieran conmigo.
Los compañeros de Esdras.
$ 1 He aquí los jefes de familias y
las genealogías de los que subie¬
ron conmigo de Babilonia, en el rei¬
nado de Artajerjes.
2 De los hijos de Finccs: Oersón;
de los hijos de 1 turnar, Daniel; de
los hijos de David, Jatus; 3 de los
hijos de Secanías y de los hijos de
Faros, Zacarías, y con él ciento
cincuenta varones registrados; 4 de
los hijos de Pajat IVfoab, Elyocnai,
hijo de Zazajías, y con él doscientos
varones; 5 de los hijos de Sccanía, el
hijo de Jacazicl y con él trescientos
varones; 6 de los hijos de Adin,
Ebcd, hijo de Jonatán, y con él
cincuenta varones; 7 de los hijos de
Elam, Isaías, hijo de Atalía, y con
él setenta varones; 8 de los hijos de
Sefatías, Zebadías, hijo de Micael,
y con él noventa varones; 8 de los
hijos de Joab, Abdías, hijo de Jejiel,
y con él doscientos dieciocho varo-
res; 10 de los hijos de Sclomit, hijo
de Josifía, y con él ciento sesenta
varones; 11 de los hijos de Babaí,
Zacarías, hijo de Bcbaí, y con él
veintiocho varones; 12 de los lujos
de Azgad, Jojanán, hijo de Acatán,
y con él ciento diez varones; 13 de
los hijos de Adouicam, los últimos,
he aquí los nombres: Elifelct, Jcncl
y Scmacya, y con ellos sesenta varo¬
nes; 14 de los hijos de Bigvaí, Ftaí
y Zabud, y con ellos setenta varones.
15 Los reuní cerca del río que corre
hacia Alia va, v acampamos allí tres
días; y habiendo buscado entre el
pueblo y los sacerdotes, no hallé
ninguno de la casa de Leví. 10 En¬
tonces llamé a los jefes Eliezer, Ariel,
Semaeya, Elnatán, Jarib, Natán, Za¬
carías y Mcsulam, y a los doctores
Joyarib y Flnatán, 17 y los mandé
al jefe Ido, que habitaba en Fasifía,
poniendo en «u boca lo que habían
de decir a Ido y a sus hermanos,
ESDRAS, 9
461
los nctineos que había en Casifía,
para que nos mandasen servidores
para la casa de nuestro Dios. 18 Como
estaba con nosotros la buena mano
de nuestro Dios, nos trajeron a Se-
rebía, hombre de sentido, de entre
los hijos de Majlí, hijo de Le vi, hijo
de Israel, y con él sus hijos y sus
hermanos, en número de dieciocho;
19 Jasabía y con él Isaías, de entre
los hijos de Mcrari, sus hermanos y
sus hijos, en número de veinte; 20 y
de entre los netineos, que David y
los jefes habían puesto al servicio
de los levitas, doscientos veinte neti¬
neos, todos designados por sus nom¬
bres.
21 Allí, cerca del río de Ahava, pu¬
bliqué un ayuno de penitencia ante
nuestro Dios, para implorar de él
un feliz viaje para nosotros, para
nuestros hijos y para euanto nos
pertenecía. 22 Me hubiera avergon¬
zado de pedir al rey una escolta y
caballería para protejernos del ene¬
migo durante el camino, pues había¬
mos dicho al rey: «La mano de nues¬
tro Dios está para bien de ellos sobre
cuantos le buscan.» 23 Por eso ayu¬
namos e invocamos a nuestro Dios,
y él nos escuchó.
24 Elegí doce jefes de los sacerdo¬
tes, Serebía, Josabía y diez de sus
hermanos. 26 Pesé delante dé ellos
la plata, el oro y los utensilios, do¬
nados en ofrenda para la casa de
nuestro Dios por el rey, sus conseje¬
ros y sus jefes, y por todos los de
Israel que habían sido hallados, 28 y
puse en sus manos seiscientos cin¬
cuenta talentos de plata, utensilios
de plata por cien talentos, cien talen¬
tos de oro, 27 veinte copas de oro
por valor de mil dóricos, y dos vasos
de un hermoso bronce bruñido, tan
precioso como el oro. 28 Luego les
dije: «Vosotros estáis consagrados a
Yave; estos utensilios son cosas san¬
tas, y esta plata y este oro son
ofrenda voluntaria hecha a Yave,
el Dios de vuestros padres. 29 Velad
y guardadlos, hasta que los peséis
ante los jefes de los sacerdotes y
levitas, y ante los jefes de las fami¬
lias de Israel en Jerusalén, en las
cámaras de la casa de Yave.» 30 Los
sacerdotes y levitas recibieron a peso
la plata, el oro y los utensilios para
llevarlos a Jerusalén, a la casa de
nuestro Dios.
31 Partimos del río de Ahava, para
dirigirnos a Jerusalén, el día doce
del mes primero. La mano de Dios
fué con nosotros, y nos preservó de
ataques de enemigos y de toda em¬
boscada durante el camino. 32 Lle¬
gamos a Jerusalén y descansamos
tres días; 33 al cuarto día pesamos en
la casa de nuestro Dios la plata, el
oro y los utensilios, y lo entregamos
todo a Merimot, hijo de Urías, sacer¬
dote, que tenía consigo a Eleazar,
hijo de Fines, y con ellos los levitas
Josabad, hijo de Josué, y Noadía,
hijo de Biní. 34 Después "de recon¬
tarlo y repesarlo todo, se puso por
escrito el peso total.
35 Los hijos de la cautividad vuel¬
tos del destierro ofrecieron en holo¬
causto al Dios de Israel doce novillos
por todo Israel, noventa y seis car¬
neros, setenta y siete corderos y doce
machos cabríos, como víctimas expia¬
torias, todo en holocausto a Yave.
36 Transmitieron las órdenes del rey
a los sátrapas del rey y a los gober¬
nadores del lado acá del río, y éstos
honraron al pueblo y a la casa de
Dios.
Aflicción de Esdrns por los ma¬
trimonios con mujeres extranje¬
ras, y su plegaria.
Q 1 Después de todo esto se me
" acercaron los jefes, diciendo: «El
pueblo de Israel, los sacerdotes y levi¬
tas, no han estado apartados de las
gentes de esta tierra, e imitan sus
abominaciones, las de los cananeos,
geteos, fereceos, jebuseos* amonitas,
moabitas, egipcios y amorreos; 2 pues
han tomado de entre ellos mujeres
para sí y para sus hijos, y han mez¬
clado su sangre santa con la de las
gentes de esta tierra. Los jefes y ma¬
gistrados han sido los primeros en
cometer este pecado.»
3 Al oír esto, rasgué mis vestiduras,
mi manto, y me arranqué cabellos
de mi cabeza y de mi barba, y me
senté desolado. 4 Juntáronse con¬
migo todos los temerosos de las pala¬
bras del Dios de Israel, por la preva¬
ricación de los hijos de la cautividad.
Yo estuve desolado hasta el sacrifi¬
cio de la tarde; 6 y luego, al tiempo
de la ofrenda de la tarde, me levanté
de mi humillación, y con mis vesti¬
dos y mi manto rasgados, postróme de
rodillas, y tendiendo a Yave mis
manos, ® dije: «jDios míol Estoy con-
ESDRAS, 10
402
fuso y avergonzado, Dios mío, y no
me atrevo a levantar a ti mi rostro,
porque nuestras iniquidades se han
multiplicado por encima de nuestra
cabeza, y nuestros delitos suben hasta
el cielo. 7 Desde los días de nuestros
padres hasta hoy, hemos sido muy
culpables; y por nuestras iniquidades,
nosotros, nuestros reyes y nuestros
sacerdotes, hemos sido entregados a
las manos de los reyes extranjeros,
a la espada, a la cautividad, al sa¬
queo, a la vergüenza que cubre
nuestro rostro. 8 Con todo, Yave,
nuestro Dios, acaba de hacer con
nosotros misericordia, dejándonos un
resto de libertad y dándonos refugio
en su lugar santo, para hacer brillar
nuestros ojos y darnos un poco de
vida en nuestra servidumbre; 9 por¬
que esclavos somos, pero en medio
de nuestra esclavitud, Dios no nos
ha abandonado. Nos ha conciliado
la benevolencia de los reyes de Per-
sia, conservándonos la vida, para
que pudiéramos edificar la casa de
nuestro Dios, levantando sus ruinas
y dándonos un refugio seguro en
Judá y en Jcrusalén. 10 ¿Qué pode¬
mos, pues, decir después de todo esto,
oh Dios nuestro? Pues hemos aban¬
donado tus mandamientos, 11 los que
nos prescribiste por medio de tus
siervos los profetas, diciendo: «La
tierra que vais a poseer es una tierra
manchada por las abominaciones de
los pueblos de esas regiones, que del
uno al otro cabo la han llenado de
sus inmundicias; 12 no deis vuestras
hijas a sus hijos, ni toméis sus hijas
para vuestros hijos, ni os cuidéis
nunca de su prosperidad ni de su
bienestar, y así vendréis a ser fuertes
y comeréis lo mejor de los frutos de
la tierra, y la dejaréis a vuestros
hijos en heredad para siempre. 13 Des¬
pués de todo lo que nos'ha sucedido
por nuestras maldades y grandes pe¬
cados que hemos cometido, porque
tú, Dios nuestro, no nos has casti¬
gado en proporción de nuestras ini¬
quidades, 14 ¿vamos a comenzar de
nuevo a traspasar tus mandamientos
y a emparentar con esos pueblos abo¬
minables? ¿No se ensañaría contra
nosotros tu cólera hasta destruirnos
del todo, sin dejar ni resto ni escape?
15 Yave, Dios de Israel: Tú eres justo,
pues que hemos quedado hoy un
resto de escapados. Henos aquí ante
ti como culpables, sin poder por esto
permanecer en tu presencia. *
Expulsión de las mujeres
extranjeras.
1A 1 * * Mientras que Esdras, llorando
1 - postrado ante la casa de Dios,
hacía esta plegaria y esta confesión,
habíase reunido junto a él una gran
muchedumbre de gentes de Israel,
hombres, mujeres, niños y todos de¬
rramaban abundantes lágrimas.
2 Entonces Secanía, hijo de Jejiel,
de entre los hijos de Elam, tomando
la palabra, dijo a Esdras: «Hemos
pecado contra Dios, tomando muje¬
res extranjeras que pertenecen a
los pueblos de esta tierra, pero Israel
no queda por esto sin esperanza.
3 Hagamos pacto con nuestro Dios,
de echar a todas esas mujeres y a los
nacidos de ellas, según el parecer de
mi señor y de cuantos temen ante
los mandamientos de nuestro Dios,
y que se cumpla la ley. 4 * Levántate,
pues, ya que esto cosa tuya es. Ten
valor, y a la obra» (1).
6 Levantóse Esdras, e hizo jurar
a los jefes de los sacerdotes, a los
de los levitas y a los de todo Israel,
que harían lo que se acababa de
decir, y ellos lo juraron. 6 Después
se retiró Esdras de la casa de Dios,
y fué a la cámara de Jojanán, hijo
de Eliasib, pero no comió allí pan
ni bbbió agua, porque estaba en
gran desolación por el pecado de los
hijos de la cautividad. 7 Se publicó
por Judá y Jerusalén a todos los
hijos de la cautividad, que se reunie¬
sen en Jerusalén, 8 y que si alguno
no se presentaba dentro de los tres
días, conforme al acuerdo de los an¬
cianos, le fuesen confiscados todos
sus bienes, V él excluido de la con¬
gregación de los hijos de la cauti¬
vidad.
9 Todos los hombres de Judá y
Benjamín se reunieron en Jcrusalén
dentro de los tres días. Era el día
veinte del noveno mes, y todo el
pueblo estaba en la plaza de la casa
de Dios temblando, con motivo de
aquel negocio y a causa de la lluvia.
10 Levantóse Esdras, sacerdote, y
dijo: «Habéis prevaricado, tomando
mujeres extrañas, añadiendo preva¬
ricaciones a la inquidad de Israel.
(i) Esta separación o repudio de las muje¬
res extranjeras no es más que el cumplimiento
de la Ley, que prohibía tales matrimonios. Es
de notar, sin embargo, la buena disposición
del pueblo para cumplir la Ley.
ESDRAS, 10
11 Confesad ahora vuestro pecado a
Yave, el Dios de vuestros padres, y
cumplid su voluntad. Apartaos de
los pueblos de esta tierra y de las
mujeres extrañas.» 12 Toda la asam¬
blea respondió a una y en alta voz:
«Hágase así, conforme a tu palabra.»
13 «Pero como el pueblo es muy
numeroso, y está el tiempo de lluvias,
no siendo posible permanecer al des¬
cubierto; y como, además, no es cosa
de un día o dos, por ser muchos los
que de nosotros han pecado en esto,
14 que sean nuestros jefes los que en
lugar de la asamblea toda se queden;
y a todos los que de nuestras ciu¬
dades han tomado mujeres extrañas,
les hagan venir en tiempos determi¬
nados con los ancianos o los jefes de
cada ciudad, hasta que la encendida
cólera de nuestro Dios se aparte de
nosotros en cuanto a este asunto.»
15 Jonatán, hijo de Azael, y Jajzía,
hijo de Tiera, apoyados por Mesulam
y por el levita Sabtaí, fueron los
únicos que se opusieron a este pare¬
cer, 16 al que se adhirieron todos los
hijos de la cautividad. Se eligió a
Esdras, sacerdote, y a algunos de
los jefes de las casas paternas, todos
designados por sus nombres, y éstos
se sentaron para resolver el asunto
el día primero del mes décimo. 17 El
día primero del mes primero aca¬
baron de juzgar a todos los que
habían tomado mujeres extrañas.
18 De entre los sacerdotes fueron
hallados que habían tomado mujeres
extrañas: De los hijos de Josué, hijo
de Josedec, y de sus hermanos: Ha-
seya, Eliezer, Jarib y Guedalía, 19 que
se* comprometieron, dando su mano,
a echar a sus mujeres y a ofrecer un
carnero por su pecado; 20 de los hijos
de lmmer, Jananí y Zebadías; 21 de
los hijos de Jariin, Maseya, Elias,
Semaeía, Jejiel y Ozías; 22 de los
hijos de Pasur, Elyoenai, Maseya,
Ismael, Natanael, Josabad y Eleasar.
23 De entre los levitas,. Josabad,
Simeí, Quelaya, que es Quelita, Pe-
tajya, Judá y Eliezer. 24 De entre los
cantores: Eliasib. De entre los por¬
teros, Salum, Telemv Urí.
25 De entre los hijos de Israel:
De los hijos de Paros; Ramia, Jiziya,
Malquiya, Miyamim, Eleazar, Mal-
quiya y Benaya; 26 de los hijos de
Elam, Matanías, Zacarías, Jejiel,
Abdi, Jeremot y Elias; 27 de los hijos
de Zatui, Elyoenai, Eliasib, Matanía,
Jeremot, Zabad y Aziza; 28 de los
hijos de Bebaí: Jojana, Ananías,
Jabdu y Atlaí; 29 de los hijos de Baní:
Mesulain, Malue. Adaya, Jasub, Seal
y Jerimot; 30 de los hijos de Fajat
Moab, Adía, Quelal, Banaya, Maseya,
Matanía, Besaleel, Biní y Manasés;
31 de los hijos de Jariin: Eliezer,
Jisjiya, Malquiya, Semaeya, Simeón,
32 Benjamín. Malue y Semaría; 33 de
los hijos de Jasum: Matnaí, Matata,
Zabad, Elifelet, Jeremaí, Manasés y
Simeí; 34 de los hijos de Baní: Hadaí,
Amram, Yel, 35 Benaya, Bedia, Que-
luya, 38 Vania, Meremot, Eliasib,
37 Matanías, Matnaí, Jasaí, 38 Baní,
Biní, Selemías, Natán, Adaya, 40 Mac-
nadbaí, Sasaí, Saraí, 41 Azareel, Sc-
lamías y Semarías; 42 Salum, Ama¬
rías y José; 43 hijos de Nebo, Jciel,
Matatías, Zabad, Zebina. Jadar, Joel
y Banaya.
44 Todos éstos habían tomado mu¬
jeres extranjeras y muchos tenían
i ya hijos de ellas.
NEHEMIAS
(Vulg. II de Esdras.)
Plegaria de íYchemins por los hijos
de Israel.
i 1 * Palabras de Nehemías, hijo de
1 Hcleías (1).
En el mes de Casleu del año veinte,
estando yo en Susa, en la capital,
2 llegaron de Judá Jananí y uno de
mis hermanos eon algunos otros.
Yo les pregunté por los judíos que
habían sido libertados, los restos de
la cautividad y por Jerusalén. 3 Ellos
me respondieron: «Los restos de la
cautividad están en la provincia en
gran mal y afrenta. Las murallas de
Jerusalén están en ruinas, y sus puer¬
tas quemadiis por el fuego. 4 * Cuando
oí esto sentéme y lloré, y estuve por
muchos días desolado. Ayuné y oré
ante el Dios de los cielos, 6 dieiendo:
«Ruégote, Ya ve, Dios de los eielos,
Dios grande y terrible, que guardas
(i) Nehemías. que manifiesta sentimientos
de profundo amor a su nación, confiesa los pe¬
cados de ésta y pide a Dios acelere la restau¬
ración. Ocupa en la corte un alto cargo, el de
copero del rey, como luego ocupará Mardoqueo
el de primer ministro.
tu alianza y haces misericordia con
los que te aman y guardan tus man¬
datos: 6 Que esté atento tu oído y
abiertos tus ojos para eseuchar la
oración que tu siervo te dirige ahora
día y noche, por tus siervos, los hijos
de Israel, confesando los pecados de
Israel, nuestros peeados contra ti,
porque yo y la casa de mi padre
liemos pecado, 7 te liemos ofendido,
y no hemos guardado los manda¬
mientos, las leyes y los preceptos
que tú prescribiste a Moisés, tu
siervo. 8 Acuérdate de estas palabras
que tú mandaste deeir a Moisés tu
siervo: Si pecareis, yo os dispersaré
entre los pueblos, 9 pero si os volvéis
a mí y guardáis mis mandamientos
y los ponéis por obra, aunque hubie¬
reis sido desterrados a los confines
de la tierra, de allí os reuniré yo y
os volveré al lugar que he elegido
para hacer residir en él mi nombre.
10 Son tus siervos, son tu pueblo, que
redimiste tú eon tu gran poder y tu
fuerte mano. 11 jOh Yave! Que esté
atento tu oído a la plegaria de
tu siervo y a la de los siervos
30
NEHEMÍAS, 2, 3
III,
tuyos que desean temer tu nom¬
bre. Concede ahora próspero suce¬
so a tu siervo, y haz que halle
yo gracia a los ojos de este hombre»,
pues servía yo entonces de copero
al rey.
Artajcrjcs da permiso a IVeheinías
para ir a reedificar a Jcrusulcn.
cy 1 En el mes de Nisán, del año
^ veinte del rey Artajerjes, estando
ya el vino delante de él, tomé el
vino y se lo ofrecí al rey. Jamás
había yo aparecido triste en su pre¬
sencia, 2 pero aquel día me dijo:
«¿Por qué estás con tan mala cara?
Enfermo no estás; no puede ser,
pues, sino alguna pena de tu corazón.»
Yo entonces me atemoricé sobrema¬
nera, 3 y respondí al rey: «Viva el
rey eternamente: ¿Cómo no va a
estar triste mi rostro, cuando la ciu¬
dad donde están los sepulcros de mis
padres está en ruinas, y quemadas
por el fuego sus puertas?» 4 Y me
dijo el rey; «¿Qué es lo que quieres?»
Yo, rogando al ley de los cielos,
6 respondí al rey: «Si al rey le pare¬
ciera bien, y hallara gracia tu siervo
ante ti, que me mandaras a Judá,
a la ciudad de los sepulcros de mis
padres, para reedificarla.» 6 El rey,
a cuyo lado estaba sentada la reina,
me dijo: «¿Cuánto durará tu viaje?
¿Cuándo estarás de vuelta» Plugo al
rey dejarme partir, y yo le señalé
tiempo. 7 Después dije al rey: «Si al
rey le parece bien, que se me den
cartas para los gobernadores del otro
lado del río, para que me permitan
pasar y entrar en Judá; 8 y otra carta
para Asaf, guardabosques del rey,
para que me facilite maderas y vi¬
guería para las puertas de la ciu-
dadela vecina a la casa, para las
murallas de la ciudad, y para la casa
que yo lie de habitar.» Diómc el rey
estas" cartas, pues la buena mano de
Dios estaba sobre mí.
9 Presénteme a los gobernadores
del otro lado del río, y les entregué
las cartas del rey, que había hecho
que me acompañasen dos jefes del
ejército y alguna gente de a caballo.
lü Cuando lo supieron Sanbalat, joro-
nita, y Tobías, siervo amonita,
disgustóles en extremo que viniese
un hombre para procurar el bien de
los hijos de Israel. 11 Llegué a Jeru-
salén y estuve allí tres días; pasados
los cuales, 12 me levanté de noche
con algunos hombres, sin decir a
nadie lo que Dios me había puesto
en el corazón hacer por Jerusalén.
No llevaba conmigo bestia alguna de
carga, sólo mi propia cabalgadura.
13 Salí de noche por la puerta del
valle, y me dirigí hacia la fuente del
dragón y la puerta de la escombrera,
mirando las murallas de Jerusalén
en ruinas y sus puertas consumidas
por el fuego. 14 Seguí a la puerta
de la fuente y a la esquina del rey,
y no había por allí sitio por donde
pasar la cabalgadura en que iba.
16 Subí, todavía de noche, por' el
torrente, e inspeccioné la muralla.
Luego volví a entrar por la puerta
del valle, estando así de vuelta.
16 Los magistrados no sabían a
dónde había ido, y qué era lo que
había hecho. Hasta entonces no había
dicho nada a los judíos, ni a los
sacerdotes, ni a los jefes, ni a los
magistrados, ni a ninguno de los
que llevaban la dirección de los
negocios. 17 Entonces ya les dije:
«Bien veis el lamentable estado en
que nos hallamos. Jerusalén está
destruida, y sus puertas consumidas
por el fuego. Vamos, pues, a reedifi¬
car las murallas de Jerusalén, y no
estemos más en el oprobio. 18 Les
conté cómo la buena mano de Dios
había estado sobre mí, y las pala¬
bras que el rey me había dirigido;
y entonces dijeron: «jAndando, a edi¬
ficarla!» Y tomaron resueltamente esta
buena determinación.
19 Cuando lo supieron Sanbalat,
joronita; Tobías, siervo amonita, y
Guczem, árabe, se burlaban de nos¬
otros y nos menospreciaron. Nos di¬
jeron: «¿Que es lo que hacéis ahí?
Os rebeláis contra el rey?» 20 Y yo
les di esta respuesta: «El Dios de
los cielos nos liará salir con nuestra
empresa. Nosotros, sus siervos, nos
levantaremos y haremos la edifica¬
ción. Vosotros no tenéis parte ni
derecho ni recuerdos en Jerusalén.»
Hepuración de las murallas de
Jerusalén.
3 1 Eliasib, sumo sacerdote, se le¬
vantó con sus hermanos los sacer¬
dotes, y edificaron la puerta de las
ovejas; la consagraron y pusieron las
puertas, desde la torre de Mea hasta
Da torre de Janancel. 2 A continuación
nehemías,
de Eliasib edificaron los hombres de
Jcricó, y a continuación de éstos
edificó Zaeur, hijo de Imri (1).
3 Los hijos de Sena edificaron la
puerta del pescado y la cubrieron,
pusieron las puertas, los cerrojos y
los goznes. 4 Al lado de ellos trabajó
en las reparaciones Mercmot, hijo
de Urías, hijo de Acus, y al lado de
éstos reconstruyó Mesulam, hijo de
Bercquías, hijo de Mesezabeel; y al
lado de éstos restauró Sadoc, hijo
de Baana. 5 Inmediatos a ellos res¬
tauraron los tecoítas, aunque sus
nobles no doblaron su cerviz al ser¬
vicio de su Señor.
6 Xa puerta vieja la restauraron
Joyada, hijo de Pasea, y Mesulam,
hijo de Besodías; la ensamblaron y
pusieron a las puertas sus cerrojos
y sus goznes. 7 Junto a éstos reedi¬
ficaron Melatfas, gabaonita, y Jadón,
meronotita; y los hombres" de Ga-
baón y Mispa trabajaron a expensas
del gobernador de este lado del río.
8 .Junto a ellos trabajó Uziel, hijo
de Jorayas, de los fundidores, y a
su lado Ananías, de los perfumistas;
continuaron Jerusalén hasta la mu¬
ralla de la plaza. 9 A continuación de
éstos trabajó Refalas, hijo de Hur,
gobernador de la mitad del distrito
de Jerusalén. 10 A continuación tra¬
bajó enfrente de su casa Jedaya, hijo
de Jaromat, y a su lado Jatüs, hijo
de Jesabnía. 11 Otra porción de la
muralla y la torre del horno fué repa¬
rada por Malquiya, hijo de Jarim,
y Jasub, hijo de Pajat Moah. 12 A
continuación de ellos trabajó eon
sus hijos Salum, hijo de Jaloes, jefe
de la otra mitad del distrito de Jeru¬
salén. 13 Janum y los habitantes de
Zanoaj repararon la puerta del valle,
la edificaron, pusieron las puertas,
los cerrojos y los goznes. Hicieron
además mil codos de muralla, hasta
la puerta de la escombrera.
14 Malquiva, hijo de Reeab, jefe del
distrito de Bet Maquerem, reedificó la
puerta de la escombrera, poniendo sus
puertas, sus cerrojos y sus goznes.
15 Salum, hijo de Col José, jefe
del distrito de Mispa, reconstruyó
la puerta de la fuente, la levantó,
la eubrió, puso las puertas eon sus
cerrojos y sus goznes. Construyó ade¬
más el muro de la piscina de Siloé,
(i) Los muros de la ciudad son restaurados
por el pueblo todo en prestación, que diriamos
boy, personal.
4t>7
cerca del jardín del rey, hasta la esca¬
linata que baja a la ciudad de David.
16 Después de él, Nehemías, hijo
de Azbus, jefe de la mitad del dis¬
trito de Bet Sur, trabajó en las repa¬
raciones hasta enfrente de los se¬
pulcros de David, y hasta delante
de la piscina, que había sido artís¬
ticamente construida, v hasta el
cuartel. 17 Después de él trabajaron
los levitas, Rehú, hijo de Baní, y
a su lado trabajaba Josabía, jefe de
la mitad del distrito de Queila.
18 Después de él sus hermanos, Da-
vai, hijo de Enadad, jefe de la otra
mitad del distrito de Queila; 19 y
al lado de éste, Ezer, hijo de Josué,
jefe de Mezta, reparó otra porción
de la muralla frente al arsenal, hacia
el ángulo. 20 Después de él, Barue,
hijo de Zabai, reparó otra porción,
desde el ángulo hasta la entrada de
la casa de Eliasib, sumo sacerdote.
21 Después de él reparó Meremot,
hijo de Uría, hijo de Haeos, otra sec¬
ción, desde la entrada de la casa de
Eliasib hasta el extremo de ella.
22 Después de él trabajaron en la
reparación los sacerdotes de la olla
del Jordán, 23 y después de ellos
Benjamín y Asub, enfrente de sus
casas. Después de estos Azarías, hijo
de Maasia, hijo de Ananía, reparó
lo eereano a su casa. 24 Después de
él Binní, hijo de Henadad, reparó
otra sección, desde la casa de Aza-
ría hasta el ángulo. 25 Paal, hijo de
Uzai, construyó lo de delante del
ángulo y la torre que hay en el sa¬
liente, sobre lo alto del palacio real
en el patio de la prisión. Después
de él trabajó Pedaya, hijo de Paros.
26 Los netineos que habitan el
Ofel trabajaron hasta enfrente de
la puerta de las aguas, a oriente, y
la torre en saliente. 27 Después de
ellos los teeoitas repararon otra por¬
ción, frente a la gran torre en saliente,
hasta el muro del Ofel. 28 A partir
de la puerta de los caballos, los
sacerdotes trabajaron en la repara¬
ción, cada uno frente a su casa.
29 Después de ellos trabajó Sadoe,
hijo de Immer, delante de su casa;
Secanía, guarda de la puerta de
oriente. 30 Después de él reparó Ja-
nanías, hijo de Selemías, otra sección,
y después de éste Mesulam, hijo de
Baraquías, reparó delante de su vi¬
vienda. 31 Después reparó Malquía,
de entre los orífices, hasta la casa
de los netineos v de los comerciantes
468
NEHEMÍAS, 4, 5
lo de frente a la puerta de Mifcad
y hasta la cámara alta del ángulo.
82 Entre la cámara alta del ángulo
y la puerta de las ovejas trabajaron
los orífices y los mercaderes.
Prosiguen los trabajos a pesar
de los obstáculos.
I 1 Cuando supo Sanbalat que está¬
bamos reconstruyendo la muralla,
se enojó mucho y se encolerizó. Bur¬
lábase de los judíos, 2 diciendo ante
sus hermanos V ante los soldados de
Samaria: «¿Para qué trabajan esos
impotentes judíos? ¿Acaso van a de¬
jarles hacer? ¿Van a sacrificar? ¿Van
a terminar? ¿Van a resucitar las pie¬
dras enterradas bajo montones de
escombros, y consumidas por el fue¬
go?» 3 * Y Tobías, el amonita, que
estaba junto a él, decía: «Ya pueden
edificar. Una zorra que contra ella
se lance, derribará su muralla de
piedra» (1).
4 «Escucha, oh Dios nuestro, cuán¬
to nos menosprecian, y haz que sus
insultos recaigan sobre sus cabezas,
y dalos al pillaje en una tierra de
cautiverio. 6 No perdones su iniqui¬
dad, y que no se borre delante de
ti su pecado, porque injurian a los
que están edificando.»
6 Reedificamos, pues, la muralla,
quedando del todo acabada, hasta
la mitad de su altura, y el pueblo
se animó para el trabajo. 7 Pero
Sanbalat, Tobías, los árabes, los
amonitas y los de Azoto, se enfure¬
cieron sobremanera al saber que la
reparación de las murallas avanzaba
y que comenzaban a cerrarse las
brechas, 8 y todos a una se confabu¬
laron para venir a atacar a Jcrusulén
y hacer el daño posible.
9 Nosotros rogamos a nuestro Dios,
V pusimos una guardia que de día y
de noche vigilara, para defendernos
de sus ataques. 10 Sin embargo, Judá
decía: «Ya faltan las fuerzas a los
acarreadores, y el escombro es toda¬
vía mucho; no podremos acabar la
muralla.» 11 Mientras que los enemi¬
gos decían: «Nada sabrán y nada
verán, hasta que lleguemos en medio
de ellos y los matemos, y así haremos
(i) Este episodio origina históricamente la
profunda enemistad entre judíos > samaritanos,
aunque ésta procede principalmente del diverso
origen y del culto híbrido de los samaritanos.
que cesen las obras.» 12 Los judíos
que entre ellos habitaban, vinieron
diez veces para advertirnos, de todos
los lugares de donde venían a nos¬
otros. 13 Por eso puse detrás de las
murallas al pueblo por familias, todos
con sus espadas, sus lanzas y sus
arcos. 14 Fui a ver, y levantándome,
dije a los jefes y a los magistrados
y al resto del pueblo: «jNo los temáisl
Acordaos de Yave, grande y terrible,
y luchad por vuestros hermanos, por
vuestros hijos y vuestras hijas, por
vuestras mujeres y vuestras casas.»
15 Cuando supieron los enemigos
que estábamos apercibidos, frustró
Dios su consejo, y volvimos todos a
continuar la muralla, cada uno en
su trabajo. 16 Desde entonces, la
mitad de los míos trabajaba, y la
otra mitad estaba sobre las armas
con las lanzas, los escudos, los arcos
y las corazas. Los jefes estaban de
irás de toda la casa de Judá. 17 Los
que construían la muralla y los que
cargaban y acarreaban las cargas,
trabajaban con una mano y tenían
un arma en la otra; 18 todos mien¬
tras trabajaban tenían las espadas
ceñidas a sus lomos.
Yo tenía junto a mí al trompeta;
19 y dije a los jefes, a los magistrados
y al resto del pueblo: «La obra es
mucha y extensa, y estamos en la
muralla apartados, lejos unos de
otros; 20 cuando oigáis, pues, la
trompeta, reunios, y nuestro Dios
combatirá por nosotros.» 21 Segui¬
mos, pues, trabajando en la obra,
teniendo la mitad de nosotros la
lanza en la mano, desde el levantarse
de la aurora hasta el salir de las es¬
trellas. 22 Al mismo tiempo dije
también al pueblo: «Que cada uno
con su criado pase la noche en Je'ru-
salén, haciendo así de noche centi¬
nela, y trabajando de día en la obra.»
23 Ni yo, ni mis hermanos, ni mis
mozos, ni la gente de guardia que
me seguía, nos desnudábamos, si no
era para bañarnos.
Quejas del pueblo contra la co¬
dicia de los grandes.
Intervención y desinterés de
Xehemías,
^ 1 Alzáronse entre las gentes del
pueblo y sus mujeres muchas que-
as contra sus hermanos judíos.
Unos decían: «Nosotros, nuestros
NEHEMÍAS, 6
4b 9
híj^s y nuestras hijas, somos muchos
y tendremos que venderlos por trigo,
para poder comer V vivir.» 3 Otros
decían: «Tenemos que empeñar nues¬
tros campos, nuestras viñas y nues¬
tras casas por trigo, a causa del
hambre.» 4 Otros decían: «Hemos te¬
nido que pedir a usura dinero sobre
nuestros campos y nuestras viñas,
para pagar los tributos del rev;
3 nuestra carne es, sin embargo,
como la carne de nuestros hermanos,
y nuestros hijos son como sus hijos;
pero tenemos que sujetar a servidum¬
bre a nuestros hijos y a nuestras
hijas, y algunas de nuestras hijas
10 están va, sin que tengamos con
que rescatarlas, por estar nuestras
tierras y nuestras viñas en poder
de otros» (1).
6 Yo me enojé en gran manera, al
oír estos clamores y estas quejas.
7 Tensando, resolví reprender a los
grandes y a los magistrados, y les
dije: «'Cómo! ¿Prestáis a usura a
vuestros hermanos?» Y reuní una gran
asamblea contra ellos, 8 y dije: «Nos¬
otros, según nuestras facultades, he¬
mos rescatado a nuestros hermanos
los judíos, vendidos a las gentes;
¿y ahora venderíais vosotros mismos
a vuestros hermanos, y éstos serían
vendidos a nosotros?» Callaron, no
teniendo nada que responder; 9 y yo
añadí: «Lo que hacéis no está bien.
¿No marcharéis en el temor de Dios,
para no ser el oprobio de las gentes
enemigas nuestras? 10 También yo,
mis hermanos y mis servidores, les
hemos prestado dinero y trigo. Va¬
mos a perdonarles lo que nos deben.
11 Devolvedles luego sus campos,
sus viñas, sus olivares y sus casas,
y restituidles el uno por ciento del
dinero, del trigo, del vino y del aceite,
que habéis exigido como interés.»
12 Ellos dijeron: «Se los devolveremos
y no les exigiremos nada. Haremos
como tú dices.» Llamé entonces a
los sacerdotes, y delante de ellos les
hice jurar que harían así. 13 Yo sacudí
mi manto diciendo: «Que así sacuda
Dios fuera de esta casa y de sus
bienes, al que no cumpla su palabra;
y que así sea, el que tal haga, sacu¬
dido y vacío.» Y toda la asamblea
(i) Contrasta la avaricia y dureza de cora¬
zón de los .grandes con la generosidad y despren¬
dimiento de Nehemías, que durante todo el
tiempo de su residencia en Judea hizo grandes
expensas en favor del pueblo y para U restau¬
ración.
respondió «Amén», y alabaron a Yave.
El pueblo hizo conforme a esto.
14 Desde el día en que el rey me
puso por gobernador de la tierra de
Judea, del año veinte al año treinta
y dos del rey Artajerjes, durante doce
años, ni yo ni mis hermanos había¬
mos vivido de las rentas del gober¬
nador. 16 Antes de mí, los goberna¬
dores anteriores abrumaban al pue¬
blo tpmando de él pan y vino, por
valor de cuarenta sidos de plata, y
sus servidores mismos oprimían al
pueblo. Yo, por temor de Dios, no
hice así. 16 Antes bien, he trabajado
en la construcción de estas murallas,
I no hemos adquirido campo alguno,
y todos mis servidores a una estaban
a la obra. 17 Tenía a mi mesa ciento
cincuenta hombres, judíos y magis¬
trados, a más de los que a nosotros
venían de los pueblos de enderredor.
18 Cada día se me aderezaba un buey,
seis ovejas escogidas y aves, y cada
diez días vino en abundancia. A pesar
de esto, yo no he reclamado los de¬
rechos de gobernador, porque la ser¬
vidumbre del pueblo era grave.
19 Acuérdate de mí para bien, Dios
mío, y de cuanto yo hice por este pueblo.
Nuevas dificultades.
(y 1 Todavía no había acabado yo
de poner las puertas, cuando San-
balat, Tobías, Ouesem, el árabe, y
los otros enemigos nuestros, supie¬
ron que había reconstruido la mu¬
ralla sin que ya quedara brecha.
2 Entonces Sanbalat y Gucsem man¬
daron a decirme: «Ven, y entrevis¬
témonos en los pueblos del valle de
Ono.» Ellos tenían pensado hacerme
mal. 3 Yo les mandé emisarios, di¬
ciendo: «Estoy ocupado en una gran¬
de obra, y no puedo ir, porque ten¬
dría que interrumpirla para verme
con vosotros.» 4 Por cuatro veces me
pidieron lo mismo, y siempre les di
la misma respuesta. *
6 La quinta vez, me mandó San¬
balat el mismo mensaje por medio
de un servidor suyo, que traja en
la mano una carta abierta. 6 En ella
estaba escrito: «Corre entre las gen¬
tes el rumor de que tú y los judíos
pensáis rebelaros, y con ese fin cons¬
truís las murallas. Tú vas a ser,
según se dice, su rey, 7 y tienes ya
profetas que prediquen de ti por
Jerusalén. diciendo: «Key en Judá».
Esto seguramente llegará a oídos del
170
NEHEMÍAS, 7
rey. Ven, pues, y hablemos.» 8 En¬
tonces yo le mandaré a decir: «No hay
nada de lo que dices, eres tú que lo
inventas.» 9 Pues todos querían asus¬
tarnos, creyendo que así dejaríamos
los trabajos; por eso yo me di a la
obra con más ardor todavía. 10 Fui
luego en secreto a casa de Semayas,
hijo de Delayas, hijo de Metabeel,
que andaba encerrado, y éste me
dijo: «Vamos juntos a la casa de
Dios, al medio del templo; y cerra¬
remos las puertas del templo, porque
van a venir a matarte; esta noche
vendrán a matarte.» 11 Yo le respon¬
dí: «¿Huir un hombre como yo?
¿Un hombre como yo, entrar en el
templo para salvar la vida? No en¬
traré.» 12 Entonces conocí que no
era Dios quien le enviaba,, sino que
me aconsejaba esto porque Sambalat
y Tobías le habían ganado con di¬
nero, 13 y creían que así yo me ate¬
morizaría y seguiría su consejo, come¬
tiendo un pecado, que podrían apro¬
vechar para infamarme y cubrirme
de oprobio.
14 Acuérdate, Dios mío, de Tobías
y de Sambalat y de sus obras. Acuér¬
date también de Noadía la profetisa,
y de los otros profetas que procu¬
raban atemorizarme.
15 La muralla quedó terminada el
día veinticinco del mes de Elul, en
cincuenta y dos días; 16 y cuando to¬
dos nuestros enemigos lo supieron,
todas las gentes que habitaban en
torno nuestro entraron en temor, y
experimentaron una gran humilla¬
ción, teniendo que reconocer que la
obra se había llevado a cabo por la
voluntad de Dios.
17 Había también entonces grandes
de Judá, que frecuentemente dirigían
cartas a Tobías y las recibían de éste,
18 pues muchos de Judá se habían
conjurado con él, por ser yerno de
Secanía, hijo de Arai, y haber tomado
su hijo Jojanán por mujer la hija
de Mesulam, hijo de Baraquías.
19 Hablaban bien de él en mi pre¬
sencia, y le iban a contar lo que yo
decía, y Tobías escribía sus cartas con
el fin de atemorizarme.
Censo de los israelitas que vol¬
vieron a la tierra de Judá eou
Zorohuljcl.
7 1 Cuando estuvo terminada la
muralla y hube puesto las puer¬
tas, hice la revisión de los porteros,
los cantores y los levitas. 2 Di mis
órdenes a Jananí, mí hermano, y a
Jananías, jefe de la ciudadela de
Jerusalén, hombre superior a muchos
por su fidelidad y por su temor de
Dios, 3 y les dije: «Las puertas de
Jerusalén no han de abrirse hasta
que caliente el sol, y se cerrarán,
echando los cerrojos en presencia
vuestra, y los habitantes de Jerusa¬
lén harán la guardia cada uno en su
puesto delante de su casa.» 4 La
ciudad era espaciosa y grande, pero
estaba poco poblada, y había muchas
casas sin reedificar.
6 Mi Dios me puso en el corazón
reunir a los grandes, a ios magistra¬
dos y al pueblo, para hacer el censo.
Hallé un registro genealógico de los
primeros que habían vuelto, y vi
escrito en él lo siguiente: 6 «Éstos
son los hijos de la provincia que su¬
bieron del destierro, los que había
llevado cautivos Nabucodonosor, rey
de Babilonia, y volvieron a Jerusa¬
lén y a Judá cada uno a su ciudad.
7 Partieron con Zorobabel, Josué,
Nehemías, Azarías, Raamías, Naja-
maní, Mardoqueo, Bilsan, Misperet,
Bigbai, Nahum y Banana.
Número de los hombres del pueblo
de Israel:
8 Hijos de Paros, dos mil ciento
setenta y dos.
9 Hijos de Sefatías, trescientos se¬
tenta y dos.
10 Hijos de Ara, seiscientos cincuen¬
ta y dos.
11 Hijos de Pat Moab, de los hijos
de Josué y de Joab, dos mil ocho¬
cientos dieciocho.
12 Hijos de Elam, mil doscientos
cincuenta y cuatro.
13 Hijos de Zatu, ochocientos cua¬
renta y cinco.
14 Hijos de Zacai, setecientos sesenta.
16 Hijos de Biuní, seiscientos cua¬
renta y ocho.
16 Hijos de Berai, seiscientos vein¬
tiocho.
17 Hijos de Asgad, dos mil seiscien¬
tos veintidós.
18 Hijos de Adonicam, seiscientos
sesenta y siete.
19 Hijos de Bigbal, dos mil sesenta
y siete.
20 Hijos de Adín, seiscientos cin¬
cuenta y cinco.
21 Hijos de Ater de Ezcquías, no¬
venta y ocho.
22 Hijos de Yasum, trescientos vein¬
tiocho
NEHEMÍAS, 7
1/1
23 Hijos de Besai, trescientos vein¬
ticuatro.
24 Hijos de Jarif, ciento doce.
26 Hijos de Gabaón, noventa y cinco.
26 Varones de Betlehem y de Ne-
tofa, ciento ochenta y ocho.
27 Varones de Anatot, ciento vein¬
tiocho.
28 Varones de Betazmavet, cua¬
renta y dos.
29 Varones de Cariatiarim, Quejira
y Beerot, setecientos cuarenta y
tres.
30 Varones de Rama y Gabba, seis¬
cientos veintiuno.
31 Varones de Micmas, ciento vein¬
tidós.
32 Varones de Betel y de Jai,
ciento veintitrés.
33 Varones de la otra Nebo, cin¬
cuenta y dos.
34 Hijos de la otra Elam, mil dos¬
cientos cincuenta y cuatro.
36 Hijos de Jarim, trescientos
veinte.
36 Hijos de Jericó, trescientos cua¬
renta y cinco.
37 Hijos de Lod, de Jadid y Ono,
setecientos veintiuno.
38 Hijos de Scnaa, tres mil nove¬
cientos treinta.
39 Sacerdotes: Hijos de Idayas, de
la casa de Josué, novecientos setenta
y tres.
40 Hijos de Immer, mil cincuenta
y dos.
41 Hijos de Pasjur, mil doscientos
cuarenta y siete.
42 Hijos de Jarim, mil diecisiete.
43 Levitas: Hijos de Jesúa, de Cad-
miel, de los hijos de Odebías, setenta
y cuatro.
44 Cantores: Hijos de Asaf, ciento
cuarenta y ocho.
46 Porteros: Hijos de Salum, hijos
de Ater, hijos de Taiman, hijos de
Acub, hijos de Jatita, hijos de Sobai,
ciento treinta y ocho.
46 Netineos: hijos de Sija, hijos de
Jasufa, hijos de Tabaot, 47 hijos de
Queros, hijos de Sia, hijos de Jadón,
48 hijos de Lebana, hijos de Jegaba,
hijos de Salmei, 49 hijos de Janón,
hijos de Guedel, hijos de Gaján,
60 hijós de Rchaya, hijos de Rasín,
hijos de Necoda, 61 hijos de Gasam,
hijos de Uza, hijos de Fasea, 62 hijos
de Besai, # hijos de Mehunim, hijos de
Nefisesim, 63 hijos de Bacbuc, hijos
de Jacufa, hijos de Jarjur, 64 hijos
de Baslit, hijos de Mejidas, hijos de
Jarsa, 66 hijos de Barcos, hijos de
Sisera, hijos de Temaj, 66 hijos de
Nesiaj, hijos de Jatifa.
67 Hijos de los siervos de Salomón:
hijos de Sotai, hijos de Joferet, hijos
de Perida, 68 hijos de Jaala, hijos de
Darcón, hijos de Guidel, 59 hijos de
Sefatías, hijos de Jatil, hijos de Pe-
guerct Asebasim, hijos de Ammón.
60 Todos los netineos e hijos de
los siervos de Salomón, trescientos
noventa y dos.
61 Estos son los que subieron de
Telmelaj, Teljarsa, Querub Addón e
Immer, y no pudieron probar la
casa de sus padres ni su linaje, y si
eran de Israel: 62 hijos de Delaia,
hijos de Tobías, hijos de Necoda,
seiscientos cuarenta y dos. 63 Y de
los sacerdotes, hijos de Abaías, hijos
de Cos, hijos de Barzilai, que tomó
mujer de las hijas de Barzilai, gala-
dila, y se llamó con el nombre de
ellas. 64 Estos buscaron su registro
en las genealogías, y no se halló, y
fueron privados del sacerdocio, 65 y
les mandó el Tirsata que no comiesen
de las cosas santas, hasta que hubie¬
se sacerdote con urim y tvmmim (1).
66 La congregación toda era de
cuarenta y dos mil trescientos se¬
senta, 67 sin contar sus siervos y
siervas, que eran siete mil trescientos
treinta y siete, habiendo entre ellos
doscientos cuarenta y cinco cantores
y cantoras.
68 Sus caballos eran setecientos
treinta y seis; sus mulos doscientos
cuarenta y cinco; 69 sus camellos
cuatrocientos treinta y cinco, y sus
asnos seis mil setecientos veinte:
70 Algunos de los príncipes de las fa¬
milias dieron para las obras. El Tir¬
sata dió para el tesoro mil dóricos de
oro, cincuenta tazones y quinientas
treinta vestiduras sacerdotales; 71 y
de los príncipes de las familias dieron
para el tesoro de la obra veinte mil
dóricos de oro y dos mil doscientas
minas de plata; 72 y lo que dió el resto
del pueblo fueron veinte mil dóricos
de oro, dos mil minas de plata y se¬
senta y siete vestiduras sacerdotales.
73 Habitaron los sacerdotes, los levi¬
tas, los porteros, los cantores, los
netineos y todo Israel, en sus ciuda¬
des. Llegado el séptimo mes, ya es-
(i) Estos sacerdotes, temporalmente exclui¬
dos del ministerio, han de esperar a que un
sacerdote ungido pueda consultar a Yave por
medio de los urim y tummim. El juicio defini¬
tivo ha de ser de Yave.
472
NEHEMÍAS, 8, 9
taban los hijos de Israel en sus ciu¬
dades.
Estiras lee al pueblo el libro de
la ley.
o 1 Llegado el séptimo mes, los
^ hijos de Israel estaban ya en sus
ciudades; y entonces el pueblo, como
un solo hombre, se reunió en la plaza
que hay delante de la puerta de las
aguas, y dijeron a Esdras que lle¬
vase el libro de la ley de Moisés,
dada por Yave. 2 Llevólo Esdras
ante la asamblea, compuesta de hom¬
bres y mujeres, de cuantos eran ca¬
paces de entenderla. Esto era el dia
primero del mes séptimo (1).
3 Esdras estuvo leyendo el libro
desde la mañana hasta la tarde en
la plaza que hay delante de la puerta
de las aguas, y todo el pueblo seguía
con atención la lectura del libro de
la ley. 4 Estaba Esdras, escriba, so¬
bre un estrado de madera, que se
alzó con esta ocasión; y estaban
junto a él, a su derecha, Matatías,
Sema, Anaía, Urías, Helcias, y Ma-
seva, y a su izquierda Pedaya, Micael,
Malquiya, Asum, Jasbadana, Zaca¬
rías y Mesulam. 6 Abrió Esdras el
libro, viéndolo todos, por estar él
más alto que todo el pueblo, y todo
el pueblo estaba atento. 8 Bendijo
entonces Esdras a Yave, Dios grande,
y todo el pueblo, alzando las manos,
respondió: «Amén, Amén»; y pos¬
trándose adoraron a Yave, rostro a
tierra. 7 Josué, Bauí, Sercbías, Janún,
Aeub, ¡Sebtai, Odías, Maasías, Que-
lita, Azarías, Josabad, Janán y Pe-
laya, levitas, imponían silencio al
pueblo, cada uno en su lugar. 8 Leíase
el libro de la ley de Dios clara y dis¬
tintamente, entendiendo el pueblo lo
que se le leía. 9 Nchemías, goberna¬
dor, Esdras, sacerdote y escriba, y
los levitas que hacían al pueblo la
explicación, dijeron a todo el pueblo:
«Hoy es día consagrado a Yave, vues¬
tro Dios; no os entristezcáis ni llo¬
réis», pues todo el pueblo lloraba,
oyendo las palabras de la ley. 10 Y
luego les dijo: «Id, y comed manja¬
res grasos, y bebed licores dulces,
y mandad parte a los que no lian
preparado, pues boy es día consa¬
(i) Esta actuación de Esdras, como doctor
de la Ley, muestra cuán olvidada y, por tanto,
inobservada estaba aquélla entre el pueblo.
grado al Señor; y no os entristezcáis,
porque la alegría de Yave es nuestra
fortaleza.»» 11 Los levitas hacían callar
al pueblo, diciendo: «Callad, que hoy
es dia santo, y no os entristezcáis.»
12 Fuese todo el pueblo a comer y a
beber y a enviar porciones, gozando
de gran alegría, porque había en¬
tendido lo que se le había enseñado.
13 Ei segundo día, los jefes de fa¬
milia de todo el pueblo, sacerdotes
y levitas, se reunieron con Esdras,
escriba, para oír la explicación de
las palabras de la ley; 14 y hallaron
que en la ley que había dado Yave
por mano de Moisés estaba escrito
que los hijos de Israel habitasen en
cabañas en la solemnidad del mes
séptimo; 15 y proclamaron esta publi¬
cación por todas las ciudades y en
Jerusalén, diciendo: «Subid a los
montes, y traed ramas de olivo,
ramas de pino, ramas de arrayán,
ramas de palmera y de todo árbol
frondoso, para hacer las cabañas,
como está mandado.»
18 Salió, pues, el pueblo todo, y
trayéndolas hicieron cabañas, unos
en sus terrados, otros en sus patios
y en los atrios de la casa de Dios,
en la plaza de la puerta de las aguas
y en la plaza de la puerta de Eiraiin;
17 y todos los de la congregación
que" volvieron de la cautividad hi¬
cieron cabañas y habitaron en ellas,
cosa que no hablan hecho los hijos
de Israel desde los días de Josué,
hijo de Nuu, hasta entonces. Hubo
gran alegría. Esdras leyó en el libro
de la ley de Dios, cada día desde
el primero luista el último, celebra¬
ron la solemnidad siete días, y al
octavo tuvieron gran asamblea, según
lo prescrito.
Ayuno y confesión de los pecudos
del pueblo.
Q 1 El día veinticuatro del misino
f mes se reunieron h>s hijos de
Israel en ayuno, vestidos de saco y
cubiertos de polvo. 2 Ya la estirpe de
Israel se había apartado de todos
los extranjeros, y puestos en pie,
confesaron sus pecados y las iniqui¬
dades de sus padres. 3 En. pie, cada
uno en su lugar, se leyó en el libro
de la ley de Yave, su Dios, cuatro
veces en el día, y otras cuatro veces
en el día confesaron y adoraron a
Yave.
NEHEMÍAS, 9
473
Plegaria «Ir los levitas.
4 Luego Josué, Baní, Cadmiel, Se-
hanías, Buní, Serebías, Baní y Que-
naui, se levantaron sobre la grada de
los levitas y clamaron en voz alta a
Va ve, su Dios. 6 Y dijeron los levitas
Josué, Cadmiel, Baní, Jasabanías, Se¬
rebías, Odias, Sebanías y Petajya (1):
«Levantaos, bendecid a Yave, vues¬
tro Dios, por los siglos de los siglos;
y bendito sea su glorioso nombre
sobre toda alabanza y bendieión.
6 Tú, ¡olí Yavel, eres único; tú hiciste
los eielos y los cielos de los eielos y
toda su milieia; la tierra y cnanto
hay en ella; los mares y euanto en
ellos hay; tú das vida a todas las
eosas, y los ejércitos de los cielos te
adoran. 7 Tú eres, ¡oh Yavel. el Dios
que elegiste a Abraham, y le sacaste
de t T r Casdim, y le diste el nombre
de Abraham. 8 Hallaste fiel su eorazón
ante ti, e hiciste con él alianza de
darle la tierra del cananco, del geteo,
del amorreo, del fereceo, del jebuseo
y del guergueseo, de dársela a su
descendencia, y cumpliste tu pala¬
bra, porque eres justo. 9 Tú miraste
la aflicción de nuestros padres en
Egipto, y oíste su clamor en el Mar
Rojo. 10 Tú obraste prodigios y ma¬
ravillas eontra el Faraón, contra sus
siervos y eontra todo el pueblo de
su tierra, porque sabías con cuánta
crueldad los habían tratado, y engran¬
deciste tu nombre como lo es hoy.
11 Tú dividiste el mar ante ellos, y
pasaron por en medio de él a pie
enjuto, y a sus perseguidores los arro¬
jaste a lo profundo, como cae una
piedra en el abismo. 12 Tú en columna
de nube los guiaste de día, y en colum¬
na de fuego de noche, para alumbrar
el camino que habían de seguir.
12 Tú descendiste sobre el monte
Sinaí, y hablaste desde el cielo, y les
diste juicios justos, leyes de verdad
V mandamientos y estatutos de bon¬
dad. 14 Tú les diste a conocer tu santo
sábado, y por Moisés, tu siervo,
les prescribiste mandamientos, pre¬
ceptos y ley. 15 Tú les diste en su
hambre pan del cielo, y en su sed
hiciste que el agua brotara de la
roca. Tú les pusiste en posesión de
(i) Esta plegaria, confesión de los muchos
pecados de Israel, es un resumen de la historia
del pueblo a través de los siglos y testimonio
de la justicia de Dios al castigarle, y de su gran
misericordia al restaurarle.
la tierra, que alzando tu mano pro¬
metiste darles. 18 Pero nuestros pa¬
dres fueron soberbios, y endurecieron
su eerviz y no guardaron tus manda¬
mientos. 17 No quisieron oír, no se
acordaron de las maravillas que tú
habías heeho por ellos; antes, eon
dura eerviz y en rebelión, pensaron
en elegir caudillo para volverse a su
servidumbre.
»Pero tú eres Dios de perdones, cle¬
mente y piadoso, tardo a la ira y de
mucha misericordia, y no los aban¬
donaste. 18 Y cuando se hicieron
un beeerro fundido, y dijeron: He
ahí tu Dios, que te ha sacado de
Fgipto, y cometieron grandes abo¬
minaciones, 19 tú, con todo, por tu
mueha misericordia, no los abando¬
naste en el desierto, y la columna
de nube no se apartó de ellos de día,
para guiarlos por el camino, iii la
columna de fuego de noche, para alum¬
brarlos el camino por donde habían
de ir.
20 »Tú les diste tu buen espíritu,
para enseñarlos, y no retiraste de
su boca el maná, y les diste agua
en su sed. 21 Los sustentaste por
cuarenta años en el desierto y nada
les faltó y no se envejecieron sus
vestidos ni se hincharon sus pies.
22 Tú les diste reinos y pueblos y les
distribuiste sus regiones y poseyeron
la tierra de Seón, la tierra del rey
de Hcsebón, y la tierra de Og, rey
de Basán. 23 Tú multiplicaste sus
hijos como las estrellas del cielo,
v los introdujiste en la tierra de que
dijiste a sus padres que entrarían
■ a poseerla. 24 Vinieron los hijos, y la
poseyeron, y humillaste delante de
ellos a los moradores de la tierra,
ja los cananeos, entregándolos en sus
manos, y a sus reyes, y a los pueblos
de la tierra, para que hicieran con
ellos lo que quisieran. 25 Y tomaron
sus ciudades fuertes y su tierra pin¬
gue, y heredaron casas llenas de
toda suerte de bienes, cisternas he¬
chas, viñas y olivares y muchos árbo¬
les frutales, v comieron y se harta¬
ron v engordaron, y se deleitaron
eon tu gran bondad.
26 «Pero te irritaron, rebelándose
eontra ti, y echaron tu ley a sus es¬
paldas; y mataron a tus profetas,
que los reprendían para convertirlos
a ti, e hicieron grandes abomina¬
ciones.
27 »Los entregaste en manos de sus
enemigos, que los afligieron, y ela-
NEHEMlAS, 10
marón a ti en el tiempo de su aflic¬
ción, y tú desde los cielos los oíste,
y según tus muchas misericordias,
les diste libertadores que los sal¬
vasen de las manos de sus enemigos.
88 «Pero en cuanto quedaban en paz
se volvían, para hacer lo malo a tus
ojos, y los dejaste en manos de sus
enemigos, que los dominaban, y de
nuevo convertidos clamaban otra vez
a ti; y tú desde los ciclos los oías,
y según tus misericordias los libraste
muchas veces. 29 Los amonestaste
para que se volviesen a tu ley; pero
ellos en su soberbia no escucharon
tus mandamientos y pecaron contra
tus juicios—los juicios que si los
sigue el hombre vivirá—, y tuvieron
hombros rebeldes, y endurecieron su
cerviz, y no obedecieron. 30 Los
soportaste largos años amonestán¬
dolos con tu espíritu por medio de
tus profetas: pero ellos no les dieron
oídos, y entonces los entregaste en
manos de pueblos extraños; 31 pero
en tu gran misericordia no los con¬
sumiste del todo ni los abandonaste;
porque eres un dios clemente y mise¬
ricordioso.
83 «Ahora, pues, Dios nuestro, Dios
grande, fuerte, terrible, que guardas
la alianza y la misericordia, no ten¬
gas en poco todas las aflicciones
que nos lian alcanzado a nosotros,
a nuestros reyes, a nuestros prínci¬
pes, a nuestros sacerdotes, a nuestros
profetas, a nuestros padres y a todo
tu pueblo, desde los días de los reyes
de Asiría hasta hoy. 33 Pero tú has
sido justo en todo lo que sobre nos¬
otros ha venido; tú has obrado jus¬
tamente, pues nosotros hemos hecho
el m il, 81 y nuestros reyes, nuestros
príncipes, nuestros sacerdotes y nues¬
tros padres, no pusieron por obra
tu ley y no atendieron a tus manda¬
mientos, a tus testimonios y a tus
protestas: 86 y en su reino, en medio
de los muchos bienes que les conce¬
diste, en la espaciosa y pingüe tierra
que les diste, no te sirvieron, no se
convirtieron de sus malas obras; 38 y
hoy somos siervos en la tierra que
diste a nuestros padres, para que
comiesen sus frutos y sus bienes.
87 Ella multipliea sus productos para
los reves que lias puesto sobre nos¬
otros, por nuestros pecados, para que
nos dominasen y se enseñoreasen de
nuestros cuerpos, de nuestras bestias,
conforme a su voluntad, y estamos
en gran angustia. 88 Por todo esto,
nosotros hacemos hoy una fiel alianza,
y la escribimos, signada por nuestros
príncipes, nuestros levitas y nuestros
sacerdotes.»
Renovación de la alianza.
1 A 1 Los que firmaron con sus
sellos, fueron (1):
Nehemías, el gobernador, hijo de
Acadías; Sedccías, 2 Seraías, Azarías,
Jeremías, 3 Pasjur, Amarías, Malu¬
quios, 4 Jatus, Sebanías, Maluc,
6 Janín, Meremot, Obadías, 8 Daniel,
Guinetón, Barue, 7 Mesnlam, Abías,
Mianaím, 8 Maaeías, Bilguí y Semblas.
Estos, sacerdotes.
9 Levitas: Josué, hijo de Azanías;
Binní, de los hijos de Jenadad; Cad-
miel 10 y sus hermanos; Sebamas,
Odias, Quclita, Pelayas, Jonán, 11 Mi¬
ca, Rejob, Jasabías, 13 Zacu, Sere-
bías, Sebanías, 13 Odias, Baní y
Beninu.
14 Cabezas del pueblo: Faros, Pajat
Moab, Elam, Zatu, Baní. 15 Buní,
Asgab, Rabal, 18 Adonías, Bigvai,
Adín, 17 Ater, Ezcquías, Azur, 18 Odias,
Jasum, Besai, 19 Josir, Abatot, Nc-
bai, 20 Magpías, Mesulam, Jezir,
21 Mesczabccl, Sadoc, Jadúa, 23 Pe-
latías, Janín, Ananías, 23 Hoseas,
Asanías, Jasub, 24 Lojes, Pilja, So-
bec, 25 Rejuim, Jesabna, Maascas,
28 Ajías, Janán, Anán, 27 Maluc,
Jarim, Baana.
28 Y el resto del pueblo, los sacer¬
dotes y los levitas, porteros y can¬
tores, los netineos y todos los que
se habían apartado' de los pueblos
de la región volviendo a la ley de
Dios, sus mujeres, sus hijos V sus
hijas y todos cuantos tenían conoci¬
miento v discreción, 29 se adhirieron
a sus hermanos, sus príncipes, y con¬
vinieron en la protestación y el jura¬
mento de andar en la ley de Dios, que
dió por mano de Moisés, su siervo,
y guardar y cumplir los mandamien¬
tos de Ya ve, nuestro Señor, y sus
juicios y preceptos: 30 de no dar
nuestras*hijas a los pueblos de aquella
tierra, ni tomar sus hijas para nues¬
tros hijos: 31 de no comprar nada
en día de sábado, en día santificado,
de las mercaderías y comestibles que
(i) Se renueva el pacto del Sinai por parte
del pueblo, y la renovación la suscriben y sellan
por éste ochenta y seis enrre sacerdotes, levitas
y grandes
NEHEMÍAS, 11
475
en sábado trajesen a vender los
pueblos de la tierra; de liberar la
tierra el año séptimo y remitir toda
deuda. 32 Impusimos además por ley
la carga de contribuir cada año con
un tercio de sido, para la obra de
la casa de nuestro Dios, 33 para los
panes de la proposición, para la
ofrenda perpetua y para el holo¬
causto continuo, el de los sábados,
el de los novilunios y el de las solem¬
nidades, para las santificaciones y
sacrificios expiatorios por Israel, y
para toda la obra de la casa de nues¬
tro Dios.
34 Echamos también suertes entre
los sacerdotes, los levitas y el pueblo,
sobre la ofrenda de la leña, y para
traerla a la casa de nuestro Dios,
según las casas de nuestros padres,
en tiempos determinados cada año,
para quemarla sobre el altar de Yave,
nuestro Dios, según está prescrito;
35 de traer cada año tas primicias
de nuestra tierra y las primicias de
los frutos de nuestros árboles a la
casa de Yave, así como los primo¬
génitos de nuestros hijos y de nues¬
tras bestias, como está escrito en la
ley de Yave; 86 y de traer los primo¬
génitos de nuestras vacas y de nues¬
tras ovejas a la casa de nuestro Dios,
a los sacerdotes que ministran de la
casa de nuestro Dios; 37 de traer
las primicias de nuestras masas y nues¬
tras ofrendas, y del fruto de todo
árbol, del vino, del aceite, a los sacer¬
dotes, a las cámaras de la casa de
nuestro Dios, y el diezmo de nuestra
tierra a los levitas; y de que reci¬
birían los levitas las décimas de
nuestras labores en todas las ciuda¬
des. 38 De que estaría el sacerdote
hijo de Arón, con los levitas cuando
los levitas recibieran el diezmo, y
que los levitas llevarían el diezmo del
diezmo a la casa de nuestro Dios, a
las cámaras de la casa del tesoro;
39 pues a las cámaras han de llevar
los hijos de Israel y los hijos de Leví
la ofrenda del grano, del vino y del
aceite, y allí han de estar los vasos
del santuario y los sacerdotes que
ministran, los porteros y los cantores,
no abandonando la casa de Dios.
Nueva repartición de l<w habi¬
tante* en el territorio.
M Residían en Jerusalén los prín¬
cipes del pueblo, pero el resto
del pueblo echó suertes para traer
de cada diez uno a Jerusalén, a la
ciudad santa, quedando los otros
nueve en las ciudades. 2 Bendijo el
pueblo a todos los varones que volun¬
tariamente se prestaron a quedarse
en Jerusalén. 3 Estos son los princi¬
pales de la provincia, que habitaron
en Jerusalén. En las ciudades de
Judá habitaba cada uno en su pose¬
sión. De Israel, de los sacerdotes,
levitas, netincos y de los hijos de los
siervos de Salomón, 4 habitaron en
Jerusalén, hijos de Judá e hijos de
Benjamín:
Hijos de Judá: Ataya, hijo de Uzías,
hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo
de Sefatías, hijo de Malaleel, de los hi¬
jos de Fares; 5 Maasías, hijo de Baruc,
hijo de Coljose, hijo de Jayas, hijo de
Adías, hijo de Joyarib, hijo de Zaca¬
rías, hijo de Siloní. 6 Todos los hijos
de Fares que moraron en Jerusalén
fueron cuatrocientos setenta y ocho
hombres fuertes. 7 Hijos de Benjamín:
Salu, hijo de Mesulam, hijo de Joed,
hijo de Peláis, hijo de Colayas, hijo
de Maasías, hijo de Itiel, hijo de
Jesaya; 8 y además de él, Gabai y
Salai, novecientos veintiocho. 9 Joel,
hijo de Zicrí, era su prefecto, y Judas,
hijo de Senua, el segundo en la ciudad.
10 Sacerdotes: Jedayas, hijo de Jo¬
yarib; Jaquim, 11 Serayas, hijo de
Helcías, hijo de Mesulam, hijo de
Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Aji-
tub, príncipe de la casa de Dios,
12 y sus hermanos, ocupados en el
servicio de la casa, ochocientos vein¬
tidós; Adayas, hijo de Jerojam, hijo
de Pelayas, hijo de Amsí, hijo de
Zacarías, hijo de Pasjur, hijo de
Malaquías, 13 y sus hermanos, prín¬
cipes de las familias, doscientos cua¬
renta y dos. Amasai, hijo de Azarael,
hijo de Ajazai, hijo de Mesilemot,
hijo de Immer, 14 y sus hermanos,
hombres de gran vigor, ciento vein¬
tiocho, de los cuales era jefe Zabdiel,
hijo de Guedolim.
15 Levitas: Semayas, hijo de Jasub,
hijo de Azricam, hijo de Jasabías,
hijo de Buní; 16 Sabirai y Jozabad,
de los príncipes entre los levitas,
sobrestantes de la obra exterior de
la casa de Dios; 17 Matanías, hijo
de Mica, hijo de Zabdí, hijo de Asaf,
el primero, el que comenzaba las
alabanzas y la acción de gracias al
tiempo de la oración; Bacbuquías, el
segundo, de entre sus hermanos; y
Abda, hijo de Samua, hijo de Galad,
hijo de Jedetún: 18 Todos los levitas
476
NEHEMÍAS, 12
en la ciudad santa fueron doscientos
ochenta y cuatro. 19 Porteros; Acub¡
Taiman y sus hermanos, guardas de
las puertas, ciento setenta y dos.
20 El resto de Israel, de los sacer¬
dotes y de los levitas, en todas las
ciudades de Judá, cada uno en su
heredad.
21 Los netineos habitaban en Ofel,
y sus jefes eran Sija y Guispa. 22 El
jefe de los levitas en Jerusalt'n era
Uzí, hijo de Bauí, hijo de Jasabías,
hijo de Matanías, hijo de Mica, de
los cantores, hijos de Asaf, en la
casa de Dios, 23 porque habia acerca
de ellos una ordenación especial del
rey, y se les había asignado un sala¬
rio fijo por cada día.
24 Petayas, hijo de Mesezabel, de
los hijos de Zcra, hijo de Judá, era
comisario del rey para todos los ne¬
gocios del pueblo.
25 En cuanto a las aldeas y sus
tierras, algunos de los hijos de Judá
habitaron en (Jariatiarim y sus subur¬
bios, en Dibún y los suyos, y en
Jacabseel y los suyos. 26 En Josuá,
Molada, lietfale, 27 Hasar Sual, Ber-
seba, y en sus aldeas; 28 en Sicclcg y
Mecana y sus aldeas; 29 en Enrimón,
Surca; Jarmut, 30 Zanoaj, Adulam y
sus aldeas; en Laquis y sus tierras
y en Azeca y sus aldeas. Habitaban
desde JBerseba hasta el valle de
Hinnón.
31 Los hijos de Benjamín, desde
Gueba, en Miañas, Aya, Betel y sus
aldeas; 32 en Anutot, Nob, Anania,
33 Jaser, Pama, Guitaim, 34 Jadid,
Seboim, Nabalat, 36 Lod y Ono, en
el valle de* los obreros. 36 Hubo algu¬
nos levitas que se unieron a Benja¬
mín, aunque pertenecían a los repar¬
timientos de Judá.
Enumeración de los sacerdotes
y levitas.
1 1 Estas son los sacerdotes y levi-
~ tas que subieron con Zorobabel,
hijo de Sealticl y con Josué; Sendas,
Jeremías, Esdras, 2 Amarías, Maluc,
Jatus, 3 4 Secanías, Kejuin, Mereinot,
4 Ido, Guincton, Abías, 5 Miainín,
Maasías, Bilga, 6 Seinayas, Joyarib,
Jedayas, 7 8 Saín, Amor, Hehías, Je-
dayas. Éstos eran los príncipes de los
sacerdotes y sus hermanos en los
días de Josué.
8 Levitas; Jesuá, Benuí, Cadmlel,
Serebías, Judá y Matatías, que con
sus hermanos dirigía el canto de las
alabanzas; 9 Babueías y Uni con sus
hermanos, cada cual en su ministerio.
10 Jesuá engendró a Joaquín, Joa¬
quín engendró a Eliasib, Eliasib
engendró a Joyada, 11 Joyada en¬
gendró* a Jonatán, y Jonatán en¬
gendró a Jadúa.
12 En los días de Joaquín, los sacer¬
dotes cabezas de familias eran de
tícrayas, Merayas; de Jeremías, Jana-
nías; 13 de Esdras, Mesulam; de Ama¬
rías, Jojanán; 14 de Mclicu. Jonatán;
de Sebanías, José; 15 de Jarim, Adua;
de Meravot, Elcai; 16 de Ido, Zaca¬
rías; de Guineton, Mesulam; 17 de
Abias, Zicrí; de Miiiiamín y Moadias,
Piltai; 18 de Bilga, bamüa; de be-
mayas, Jonatán; 19 de Jojarib, Mete-
nai; de Idayas, Úzí; 20 de balai, (/alai;
de Amor, Eber; 21 de Heicías, Josa-
bías; de Jedayas, JS’atanael,
22 En los días de Eliasib, Joyada,
Jojanán y Jadua, los levitas jefes
de familias y los sacerdotes fueron
inscritos hasta el reinado de Darío,
persa. 23 Los jefes de familias de los
hijos de Leví se inscribieron en el
libro de los anales hasta el tiempo de
Jonatán, lujo de Eliasib. 24 Eran los
jefes de los levitas, Jasebía, bcrebía,
Josué, hijo de Cadmicl y sus her¬
manos, que cada uno según su rango
cantaban las alabanzas y ensalzaban
el poder de Dios, según la ordenación
prescrita por David, hombre de Dios,
y servían por turno. 25 Matanías,
Beebecías, Obedías, Mesulam, Tai¬
man y Acub, eran los guardas de las
puertas y de los vestíbulos de las
puertas. 26 Estos lo eran en tiempo
de Joaquín, hijo de Josué, hijo de
J osedee, en tiempo de Nclicmías,
gobernador, y de Esdras, sacerdote
y escriba.
Dedicación solemne de las mu¬
rallas tic •Icrusnlén.
27 Para la dedicación del muro de
Jcrusalén fueron llamados los levi¬
tas de todos sus lugares, para venir
a Jcrusalén a celebrar la dedicación
y la fiesta, con alabanzas y cánticos,
címbalos, sallcrios y cítaras; 28 re¬
uniéronse pues los hijos de los can¬
tores lo misn\o los de la campiña
alrededor de Jcrusalén que los de la
hoya de Jeríco, los de las aldeas de
Ñetofati, 29 de Bet Guilgal y de los
campos de Gueba y Azmavct, pues
NEHEMÍAS, 13
477
los levitas se habían edificado aldeas
en los alrededores de Jcrusalén. 30 Pu¬
rificáronse los sacerdotes y levitas y
purificaron al pueblo , las puertas y
el muro.
31 Hice luego subir al muro a los
príncipes de Judá y los dividí en dos
grandes coros que fueron en pro¬
cesión; uno por la mano derecha
sobre el muro hacia la puerta de la
escombrera; 32 tras éste iban Osaías
y la mitad de los príncipes de Judá,
33 Azarías , Ksdras. Mesulam 34 Judá,
Benjamín, Se mayas y Jeremías; 35 y
de los hijos de los sacerdotes, con las
trompetas, Zacarías, hijo de Jonatán,
hijo de Semeyas, hijo de Matanías,
hijo de Mica, hijo de Zacur, hijo de
Asaf, 36 y sus hermanos, Semaya,
Azarael, Milalai, Maaí, Natanael,
Judá, Jonaní, con los instrumentos
músicos de David, hombre de Dios,
y Esdras, escriba, delante de ellos;
37 a la puerta de la fuente subieron
de frente las escaleras de la ciudad
de David, por la subida al palacio
de David y hasta la puerta de las
aguas, al oriente. 38 El segundo coro
iba por la izquierda, y yo en pos de
él con la mitad de los príncipes del
pueblo, sobre el muro, por encima
de la torre del horno, hasta la muralla
de la plaza, 39 y luego por la puerta
de Efraím, la puerta del pescado y
la torre de Jananael, hasta la puerta
de las ovejas, haciendo estación a
la puerta de la vela.
40 Pararon ambos coros en la casa
de Dios, y yo con la mitad de los
magistrados, 41 y los sacerdotes Elia-
cim, Maaseyas, Minyamim, Mica,
Elioenai, Zacarías y Ananías, con
trompetas; 42 y Maaseyas, Semeyas,
Eleazar, Usi, Jojnán, Malquías, Elam
y Ezer. Los cantores cantaban alto,
dirigidos por Jisrajías. 43 Sacrificá¬
ronse aquel día muchas víctimas,
y se hicieron grandes regocijos, por¬
que había dado Dios al pueblo un
gran motivo de alegría. Regocijá¬
ronse también las mujeres y los mu¬
chachos, oyéndose üe lejos el albo¬
rozo de Jerusalén.
Restablecimiento de los diezmos.
44 Por entonces fueron puestos comi¬
sarios de las cámaras de los tesoros,
de las ofrendas, .de las primicias y
de los diezmos, para recibir de los
campos y de las ciudades las porcio¬
nes legales para los sacerdotes y
levitas; porque estaba muy gozoso
Judá de que los sacerdotes y los
levitas estuvieran en sus puestos,
45 observando cuanto concierne al
servicio de Dios y a las purificacio¬
nes, y de que los cantores y porteros
cumpliesen sus funciones según la
ordenación de David y de Salomón,
su hijo; 46 pues desde el tiempo de
David y de Asaf, ya de antiguo había
jefes de cantores y se cantaban cantos
de alabanza y de acción de gracias
en honor de Dios. 47 Todo Israel,
en los días de Zorobabel y en los días
de Nehemías, daba las porciones de
los cantores y de los porteros, cada
cosa en su día. Dábanse a los levitas
las cosas consagradas, y los levitas
daban a los sacerdotes las cosas con¬
sagradas.
Varios abusos corregidos por
IVehemías.
1 Q 1 Leíase un día en el libro de
1,1 Moisés al pueblo, y salió el
lugar en que se mandaba que los
amonitas y los moabitas no entra¬
rían jamás en la congregación de
Dios, 2 por no haber salido a recibir
a los hijos de Israel con el pan y el
agua, antes haber incitado contra
ellos a Balán para que los maldi¬
jera, aunque nuestro Dios volvió la
maldición en bendición. 3 Como oye¬
ron esta ley, luego fué apartado de
Israel todo extranjero.
4 Antes de esto, Eliasib, siendo
superintendente de las cámaras de
la casa de nuestro Dios, y habiendo
emparentado con Tobías, 6 había
cedido a éste una gran cámara, en
la cual se guardaban antes las ofren¬
das, los perfumes, los vasos y el
diezmo del trigo-, del vino y del aceite,
mandado dar a los. levitas, a los
cantores y a los porteros, y la ofrenda
de los sacerdotes. 6 Mas entonces no
estaba yo en Jerusalén; pues fué
el año treinta y dos de Arlajerjcs
cuando me llegué al rey, siendo a los
dos días enviado por el rey. 7 Al
llegar a Jerusalén supe el mal que
había hecho Eliasib, en favor de
Tobías, haciendo para él cámara en
los atrios de la casa dé Dios; 8 y me
dolió en gran manera; y echando
fuera de la cámara todo cuanto per¬
tenecía a Tobías, 9 mandé que’puri-
47K
NEHEMlAS, 13
fícasen la cámara y volviesen a poner
en ella las cosas de la casa de Dios,
las ofrendas y los perfumes. 10 Supe
asimismo que no se habían dado a los
levitas sus porciones, y que los levi¬
tas y cantores habían tenido que
retirarse cada uno a su heredad.
11 Yo reprendí a los magistrados y
dije: «¿Por qué ha estado abandonada
la casa de Dios?» Y reuniendo a los
levitas y cantores, les restituí cada
uno a su puesto. 12 Todo Judá trajo
el diezmo del vino y del aceite a
los almacenes, 13 y puse por inten¬
dentes en ellos a Selemías, sacerdote,
y a Sadoc, escriba; y de los levitas
a Pedayas, y como adjunto, a Janán,
hijo de Zacur, hijo de Matanfas,
que tenían reputación de fieles. Ellos
fueron los encargados de hacer la
distribución a sus hermanos.
14 Acuérdate de mí, joh Diosl, por
todo esto, y no olvides el bien que
hice a la casa de mi Dios, y en orden
a la observancia.
15 Por aquellos días vi en Judá
que algunos pisaban en sus lagares
el sábado, y acarreaban haces, car¬
gaban asnos con vino, con uvas, con
higos y toda suerte de cargas, y los
traían a Jerusalén en día de sábado.
Yo les hice advertencias acerca del
día en que vendían sus mercancías.
16 Había también tirios, que traían
el pescado y toda clase de mercan¬
cías, vendiéndolas a los hijos de
Judá en Jerusalén, el día del sábado.
17 Reprendí a los magistrados de
Judá y les dije: «¿Qué es esto tan
malo que hacéis, profanando así el
día del sábado? 18 ¿No es eso lo que
hicieron vuestros padres, y por eso
trajo nuestro Dios sobre nosotros y
sobre esta ciudad tantos males? ¿Y
vosotros acumuláis ira contra Israel,
profanando el sábado?» 19 Mandé,
pues, que al oscurecer antes del sá¬
bado, cerrasen las puertas de Jeru¬
salén, y que no las abriesen hasta
después del sábado. Puse a las puertas
algunos de mis servidores, para que
en día de sábado no dejasen entrar
carga alguna; 20 y así se quedaron
una y dos veces fuera de Jerusalén
los mercaderes, que vendían toda
suerte de mercancías. 12 Yo les advertí
diciendo: «¿Por qué pasáis la noche
delante de la muralla? Si otra vez lo
hacéis, os mandaré prender.» Y ya
no vinieron más en día de sábado.
22 Entonces mandé a los levitas que
se purificasen y que viniesen a guar¬
dar las puertas, para santificar el
día del sábado. También por eso
acuérdate de mí, Dios mío, y per¬
dóname aegún la muchedumbre de
tu misericordia.
23 Vi asimismo por aquellos días
judíos que habían tomado mujeres
de Azoto, de Ammán y de Moab,
24 cuyos hijos por mitad hablaban
azoteó o la lengua de este o el otro
pueblo, y no sabían hablar judío.
25 Yo los reprendí y los maldije, hasta
golpeé.a algunos y les arranqué los
pelos (1), y los conjuré cu nombre de
Dios, diciendo: «No daréis vuestras
hijas a sus hijos, ni tomaréis sus
hijas para vuestros hijos o para vos¬
otros. 26 ¿No pecó por esto Salomón,
rey de Israel? Aunque no hubo en la
muchedumbre de las gentes rey seme¬
jante a él, que era amado de su Dios,
V fué puesto por él rey sobre todo
Israel, aun a él le hicieron pecar las
mujeres extranjeras. 27 ¿Vamos, pues,
a consentir, sabiéndolo, que vosotros
cometáis ese gran mal, de prevaricar
contra nuestro Dios, tomando mu¬
jeres extranjeras?»
28 Uno de los hijos de Joyada, hijo
de Eliasib, sumo sacerdote, era yerno
de Sanbalat, joronita, y por eso le
arrojé lejos de mí. 29 Acuérdate de
ellos, Dios mío, de los que conta¬
minan el sacerdocio y el pacto del
sacerdocio y de los levitas. 30 Por
eso los limpié de todo lo extranjero,
y puse a sacerdotes y levitas por
clases, cada uno a su obra, 31 y para
la ofrenda de la leña en los tiempos
señalados, y para las primicias.
jAcuérdate de mí, Dios mío, para
bien I
(i) Grande era el celo de Nehemías contra
los transgresores de la Ley. sobre todo contra
los que tomaron mujeres extranjeras, hasta el
punto de arrancarles pelos de la cabeza y de
la barba-
TOBIAS
INTRODUCCION AL LIBRO DE TOBIAS
l ~T O BIAS, o Tobit, es un piadoso israelita del norte de la Palestina , que en
medio de Ij prevaricación general se mantuvo fiel a la ley de Dios, y lle¬
vado luego cautivo a A sirio, perseveró en la misma fidelidad al Señor, mani¬
festada por el ejercicio de las obras de misericordia. Para que más se destacara
su piedad, le probó el Señor con diversos trabajos, entre ellos la pobreza y la
pérdida de la vista. De todas estas pruebas sal ó sic virtud más acrisolada, y
el Señor le premió, colmándole de bendiciones. Se ve claro el propósito de pre¬
sentarnos a Tobías como modelo de piedad israelita.
No hay uniformidad de criterio, aun entre los exégetas católicos , respecto del
género literario en que fué compuesto este hermoso librito, que contiene en forma
narrativa preciosas lecciones de piedad, de paciencia y de obras de misericordia.
Su doctrina tiene g^an semejanza con la expresada en forma poética en el libro
de Job , en cuanto a la prueba a que el uno y el otro son sometidos por Dios , De
la determinación dri género literario empleado por el autor depende principal¬
mente la solución de ciertas dificultadee que el libro ofrece. V. la reciente Encí¬
clica de S. S. Pió XII.
Ignoramos quién haya sido el autor de este libro, que se debe suponer es¬
crito en la época posterior del judaismo. Se discute también en qué lengua, si
en hebreo o arameo, pues el original no se conserva. Las versiones difieren
bastante unas de otras. El texto de la Vulgnt a es d e bido a San Jerónimo. El
santo Do ctor, qu e en cuanto al canon de las Escrituras daba mucha autoridad
a la tradición judía, en su Prólogo Galeato no incluye entre los canónicos a Tobías
lo mismo que cTJiidit. Por eso no los tradujo de su propia iniciativa; mas cedien¬
do a los ruegos de sus amigos Cromado y He lindar o, preparó su versión del
TOBÍAS. 1
\S2
f exto caldeo. Y como esta lengua , que él toma 'por la original del libro , es pare¬
cida a la hebrea , se procuró un judío perito en ambas lenguas y y en el espacio
de un día y lo que el judío le iba traduciendo del caldeo al hebreo , él lo dictaba
a un escribiente , traducido del hebreo al latín. Entre las muchas versiones que
del libro tenemos y gricgas y latinas y aun hebrcas y etc. y la de San Jeróyiimo hace
grupo aparte. Es una abreviación del texto más amplio que nos ofrecen las otras
versiones t sin excluir la antigua latina.
Nuestra versión está hecha sobre la versión griega y representada por el có¬
dice Vatieano y el mismo que publicó Sixto V en su edición de los LXX. (Cfr. y
Intr. y Oral.)
TOBIAS
J 1 Historia de Tobit hijo de Tobiel,
hijo de Manicl, liijo de Adacl,
hijo de Gnbacl, de la familia de Asid,
de la tribu de Neflalí, 2 * * que fue lle¬
vado cautivo en licmpo de Salma-
nasnr, rev de los asirios, y era nalu-
ral de Tisbc, que estó a la derecha
de Cades de Neltalí, en Galilea, por
encima de Haser.
Piedad de Toliil en >u patria.
3 Yo, Tobit (1), caminé por las sendas
de la verdad y de la justicia todos
los días de mi vida, haciendo muchas
limosnas a mis hermanos, los de mi
nación, que conmigo habían sido lle¬
vados a tierra de asirios, a Nínivc.
4 Siendo yo joven, vivía en mi pa¬
tria, en la tierra de Israel. Toda la
tribu de Neftalí, mi padre, se había
apartado del templo de Jerusalcn,
de la ciudad elegida entre todas las
tribus de Israel para ofrecer sacrifi¬
cios, y ser morada del Altísimo santifi¬
cada por todas las generaciones (2).
6 Todas las tribus, que a una habían
apostatado, sacrificaban a Bnal, al
becerro, y asimismo la casa de Nef¬
talí, mi padre. 8 Yo iba, las mós veces
solo, a Jcrusalén, durante las fiestas,
según está mandado a todo Israel
por precepto eterno, y llevaba las
(i) El texto griego que traducimos comienza
la historia poniendo el relato en boca del mismo
Tobías.
ía) La división política del reino de David
llevó consigo la escisión religiosa. Jeroboam ri¬
gió contra el Santuario nacional de Jerusatén
otros dos, los de Betel y Dan, en que colocó
los becerros como imágenes de Dios. Los
israelitas que permanecieron fieles a la Ley
acudían, contra las órdenes del rey, a Jerusalén, |
para cumplir sus obligaciones y devociones re¬
ligiosas.
primicias y los diezmos de los cose¬
chas y las primicias del esquileo, y
los entregaba a los sneerdoles, hijos
de Arón, en el nitor. 7 * El diezmo de
todas los cosos se lo entregaba yo
a los hijos de Le vi que viven en
Jcrusalén, el segundo diezmo lo
vendía y lo gastaba en Jcrusalén
codo ano; 8 y el tercero lo daba a
quienes correspondía, según que me
había recomendado la madre de mi
padre, Débora, pues yo era huérfa¬
no de podre.
9 Hombre ya, tomé por mujer a
Ana, del linaje de nuestro padre, y
de ella tuve a Tobías,
Kn el cautiverio.
10 Cuando fuimos llevados eaut -
vos a Nínivc (í), todos mis hermanos,
los de mi linaje, comían de los man¬
jares de los gentiles; 11 pero yo me abs¬
tenía de comerlos, 12 porque con toda
mi alma me acordaba de D 5 * * os. 13 D ; ó-
mc el Altísimo favor y gracia ante I
Salmonasar, que me hizo su provee¬
dor, 14 y viajando por la Media,
presté a Gabacl, hermano de Cabria,
en Ragcs de Media, diez talentos de
plata.
15 Muerto Salamanasar, le sucedió
Scnaquerib, su hijo. Los caminos se
hicieron inseguros, y ya no pude
volver a la Media.
18 En los días de Salmanasarhacía 1
vo muchas limosnas a mis hermanos,
17 dando pan a los hambrientos y vis¬
tiendo a los desnudos: y m veía muerto
a alguno de mi linaje, arrojado junto
(i) El año 7ai fué tomada Samaría y la
mayor parte de la población del reino llevada
a Nínive en cautiverio.
TOBÍAS, 2, 3 4SJ
a los muros de Nínive, le daba se¬
pultura. 18 Si el rey Senaquerib ma¬
taba a alguno, luego que volvió huido
de Judea, yo en secreto lo enterraba.
En su luror mató a muchos, cuyos
cadáveres buscaba luego él, y no los
hallaba (1).
19 Pero un ninivita hizo saber al
rey que era yo el que los enterraba,
y entonces tuve que ocultarme; y
sabiendo que me buscaba para darme
muerte, temeroso, huí. 20 Fueron sa¬
queados todos mis bienes, no deján¬
dome nada, sino a Ana, mi mujer,
y a Tobías, mi hijo.
21 Pasados cincuenta días, le mata-
roñados de sus hijos, que huyeron a
los montes de Ararat, y le sucedió
Asaradón, su hijo, el cual puso a
Mitcar, el hijo de mi hermano Anael,
al frente de toda la contabilidad ad¬
ministrativa del reino.
22 Mitcar me alcanzó el perdón y
| pude volver a Nínive. Era Mitcar,
¡ mi sobrino, copero, guardasellos, ad¬
ministrador y contador, y Asaradón
le había hecho su primer ministro.
*) 1 Al volver a mi casa, me fueron
~ devueltos Ana, mi mujer, y To¬
bías, mi hijo. Era por la fiesta de
Pentecostés, la fiesta santa de las
siete semanas; y habiéndome sido
preparado un banquete, me recosté
para comer. 2 Al ver tantos manja¬
res (2), dije a mi hijo: Vete, y trae al
primer necesitado que encuentres de
nuestros hermanos, que me recuerde
al Señor; yo espero por ti. 3 Cuando
volvió, dijo: Padre, uno de nuestro
linaje yace en la plaza, estrangulado.
4 En seguida, sin probar bocado, me
lancé a la calle, le tomé y le metí
en una habitación, hasta que se puso
el sol. 5 Vuelto a casa, me lavé y
comí con tristeza, 6 porque me vino
a la memoria la profecía de Amos:
«Vuestras fiestas se convertirán en
duelo, y vuestras alegrías en lamen¬
taciones.»
7 Lloré, y en poniéndose el sol,
(1) En la época de Ezequías, hacia el año 700,
Senaquerib vio su ejército destruido por la
peste en Judea y hubo de retirarse, humillado
por la mano de Dios.
(2) No se sabe cómo adquiriera Tobías en
su cautiverio la posición desahogada que el
relato supone, pero el autor insiste en mos¬
tramos el empleo que de sus bienes hacía ente¬
ramente conforme al Deuteronomio, en que
tanto se inculca el amor al prójimo y el socorro
de los necesitados.
fui a cavar una hoya en que sepul¬
tar el cadáver.
8 Los vecinos se reían de mí, di¬
ciendo: «Aún no ha escarmentado; ya
tuvo que huir, y ahora vuelve a en¬
terrar a los muertos.»
La prueba.
9 Aquella misma noche, cuando aca¬
bé.de darle sepultura, aun antes de
purificarme, me dormí en el atrio
junto al muro, quedando con el ros¬
tro descubierto. 10 No sabía yo que
había pájaros en el muro; y teniendo
los ojos abiertos, los pájaros dejaron
caer en mis ojos su estiércol caliente,
que me produjo en ellos unas man¬
chas blancas, que los médicos no
fueron capaces de curar. Por este
tiempo, Akikar proveía a mi sustento,
hasta que partió para Elimaida. 11 En¬
tonces Ana, mi mujer, se ocupaba de
su casa en trabajos femeniles 12 y lle¬
vaba su labor a los amos. Estos, al
pagarle una vez su salario, le regala¬
ron un cabrito. 13 Cuando volvió a
casa, comenzó el cabrito a balar. Y yo
le dije: «¿De dónde viene ese cabrito?
¿No será robado? Devuélvelo a los
amos, que no es lícito comer cosa
robada.» 14 Ella me contestó: «Es un
regalo que han añadido a mi salario».
Pero yo no la creía, y la instaba a
que lo devolviese a los amos, eno¬
jado contra ella. Mas me replicó:
«¿Dónde están tus limosnas y tus
buenas obras? Ya lo ves ahora» (1).
^ 1 Yo me entristecí y lloré, y con
dolor me puse a orar, diciendo:
3 «Justo eres, Señor, y justas todas
tus obras;
todos tus caminos son misericordia
y verdad;
juzgas siempre según verdad y jus¬
ticia.
3 Muéstrate a mí y para en mí tus
ojos.
No me castigues por mis pecados,
ni por mis ignorancias, ni por las
que mis padres
cometieron contra ti.
4 Porque ellos desoyeron tus pre¬
ceptos,
tú nos has entregado en botín
al cautiverio y a la muerte,
(1) La mujer de Tobías tiene algún parecido
con la de Job; ambas contribuyen a intensificar
la prueba a que Dios somete a sus maridos
TOBÍAS, 4
objeto de escarnio para todas las
naciones,
entre las que hemos sido disper¬
sados.
6 Muchos son tus juicios y verda¬
deros,
para que vayas a tomar venganza
por mis pecados y los de mis padres;
porque ni cumplimos tus preceptos,
ni caminamos sinceramente delante
de ti.
6 Ea, pues, haz conmigo según tu
beneplácito.
Quítame el aliento de vida,
para que muera y me convierta en
polvo;
porque más prefiero morir que
vivir,
pues he oído ultrajes mentirosos,
y una gran tristeza se apodera de mí.
Haz que sea yo libertado de esta
angustia,
Pura ir al eterno lugar.
No apartes tu rostro de mí.»
La prueba de Sara.
7 Aquel mismo día aconteció en
Ecbatana de Media, que Sara, hija
de Ragücl, fue insultada por las es¬
clavas de su padre, 8 porque habien¬
do sido dada en matrimonio a siete
maridos, el maligno demonio Asmo-
dco les había dado muerte antes que
con ella hubieran tenido vida con¬
yugal; y le decían: «¿No estás loca tú,
que ahogas a tus maridos? Siete
has tenido ya, y de ninguno de ellos
has gozado. 9 ¿Por que nos azotas?
Ya que ellos murieron, vete tú con
ellos, y que .no veamos jamás hijo
o hija tuya» 0). • ,
10 Oyéndolas, se entristeció sobre¬
manera, tanto que quería ahorcarse.
Pero decía; Soy la hija única de mi
padre; si tal hiciera, el oprobio vendría
sobre él, V de dolor conduciría su
ancianidad al sepulcro. 11 Y oraba
puesta a la ventana, y decía: «Bendito
eres, Señor Dios mío, y bendito tu
nombre, sai to y excelso por los siglos.
Bendígante todas tus obras para
siempre. 12 Y ahora, Señor, en ti
pongo mis ojos y mi rostro. 13 T.léva¬
me de la tierra, y que no oiga ya más
(r) Como el anciano Tobías, así la joven
Sara es sometida a dura prueba. En ella se ve
cómo el Señor quería acrisolarla para hacerla
digna de la familia a que según los planes divi¬
nos debía unirse, llevándole la alegría y la abun¬
dancia.
tales ultrajes. 14 Tú sabes, Señor,
que yo estoy limpia de todo pecado
con hombre^ 15 y que no he man¬
chado mi nombre ni el nombre de
mi padre en esta tierra de mi cauti¬
verio. Hija única soy de mi padre,
el cual no tiene hijo que pueda here¬
darle, ni pariente próximo con un
hijo, para quien yo deba guardarme
por mujer; ya se me han muerto
siete maridos: ¿de qué me sirve la
vida? Y si no te parece bien quitár¬
mela, mírame y ten piedad de mí,
y que no escuche ya más estos ni¬
trales.»
16 Fué escuchada la oración del
uno y de la otra en la presencia de
Dios. 17 Rafael fué enviado para re¬
mediarlos a los dos, para batir las
cataratas de Tobit y para casar a
Sara, la hija de Regücl, con Tobías,
el hijo de Tobit, V paralizar a Asmo-
deo, el maligno demonio, por cuanto
a Tobías tocaba heredarla. Al tiem¬
po mismo en que se volvía Tobil y
entraba en su casa, bajaba Sara, la
de Ragüel, del piso alto de la suya.
Consejos del padre al hijo.
I 1 En aquel día se acordó Tobit
* de la suma que tenía en poder
de Gabael, en Ragúes de Media; 2 y
se dijo: Yo he pedido mi muerte;
¿por qué, pues, no llamar a Tobías,
mi hijo, y comunicárselo antes de
morir? 3 Llamóle, y le dijo: «Si muero,
hijo mío, me darás sepultura, y te
guardarás de menospreciar a tu ma-,
tire: hónrala siempre, todos los días
de tu vida, obra según su beneplácito
y no le causes tristeza. 4 Acuérdate,
hijo, de los muchos trabajos que ella
pasó por ti cuando le llevaba en su
seno; cuando muera, dale sepultura
a mi lado, en el mismo sepulcro.
6 Acuérdate siempre del Señor, nues¬
tro Dios, y guárdate de pecar; ob¬
serva sus preceptos. Practica la jus¬
ticia todos los días de tu vida, y no
sigas los caminos de la iniquidad.
6 Porque, practicando tú la verdad,
serás feliz en todas tus obras, como
todos los que practican la justicia.
7 Según tus facultades, haz limosna,
y no se te vayan los ojos tras lo que
des. No apartes el rostro de ningún
pobre, y Dios no lo apartará de ti.
* S\ abundares en bienes, haz de ellos
limosna; y si éstos fueren escasos,
según esa tu escasez, no temas hacer
TOBÍ AS, 5
I.V»
limosna. • Con esto atesoras un depó¬
sito para el día de la necesidad,
10 pues la limosna libra de la muerte
V preserva de caer en las tinieblas;
1 1 y es un buen regalo la limosna en
la presencia del Altísimo, para todos
( los que la practican.
12 «Guárdate, hijo, de toda fornica¬
ción, y ante todo, toma esposa del
linaje de tus padres; no tomes mujer
extranjera, que no sea del linaje de
tu padre; que hijos somos de profe¬
tas, Noé, Abraham, Tsac y Jacob,
nuestros antiguos padres. Recuerda,
hijo, que éstos tomaron mujeres de
entre sus hermanos, y fueron bende¬
cidos en hijos, y heredó su descen¬
dencia la tierra. 13 Y ahora, hijo mío,
ama a tus hermanos, 14 y no te enso¬
berbezcas en tu corazón, ni despre¬
cies a los hijos c hijas de tu pueblo,
rehusando tomar de ellas mujer: por¬
que en el orgullo está la perdición y
el desorden, y en la ruindad la penu¬
ria y el hambre, pues la madre del
hambre es la ruindad. No retengas
una noche el salario de un obrero
que trabajare para ti: entrégaselo lue¬
go. Si sirvieres a Dios, él te recom¬
pensará. Atiende, hijo, a todas tus
obras, y muéstrate prudente en tu
conversación. 16 Lo que no quieras
para ti, no lo hagas a nadie. No
bebas vino hasta embriagarte, no
vaya contigo la embriaguez. 16 Da
vestidos al desnudo. Todo cuanto te
sobrare, dalo en limosnas, y no se
te vayan los ojos tras lo que dieres.
17 »Pon tu pan y tu vino en los se¬
pulcros de los justos, y no comas ni
bebas con los pecadores. 18 Sigue el
consejo de los prudentes, y no des¬
precies ningún buen consejo. 19 En
todo tiempo bendice al Señor Dios,
y pídele que tus caminos sean rectos
y todas tus sendas y consejos vayan
bien encaminados; porque no es del
hombre el consejo; sólo el Señor es
quien da todos los bienes, y a quien
quiere le humilla según su voluntad.
Acuérdate, pues, hijo mío, de mis
preceptos, y no se borren de tu
corazón (1).
20 «Has de saber también que tengo
diez talentos en poder de Gabael,
hijo de Gabria, en Ragúes de-Media.
21 No temas, hijo; somos pobres, pero
rico serás si temes a Dios, y te apar¬
(i) Estos consejos son muy propios de
Tobías, varón temeroso de Dios, amante de su
pueblo y fiel observador de la Ley.
tas de todo pecado y haces lo que
le e» grato.»
Preparativos del viaje a Media.
~ 1 Respondió Tobías, diciéndole:
O «Cuanto me has mandado lo cum¬
pliré. 2 ¿Pero cómo voy a poder re¬
cobrar el dinero de Gabael, si no le
conozco?» 3 Dióle su padre el recibo,
y le dijo: «Busca quien te acompañe,
que yo le daré su recompensa, y
ponte en camino para cobrar el di¬
nero antes que yo muera». 4 Fuese
en busca de uno, y se encontró con
Rafael, que era un ángel. 6 No cono¬
ciéndole, le -dijo: ¿Podrías acompa-
pañarme a Ragúes de Media, si es
que conoces el camino? 6 El ángel le
contestó: «Yo iré contigo, que co¬
nozco bien el camino y hasta lie sido
huésped de Gabael, nuestro hermano.»
7 Tobías le contestó: «Espera un poco,
que voy a decírselo a mi padre.»
8 El le respondió: «Vete y lio tardes.»
Se fué y dijo a su padre: «Ya hallé
quien pueda acompañarme.» El le dijo:
«Llámale, que quiero saber de qué tri¬
bu es, y si es de confianza para acom¬
pañarte.» 9 Llamóle, entró y se salu¬
daron. 10 Díjole Tobit: «Dimc, her¬
mano: ¿de qué tribu y familia eres
tú?» Y le contestó: «¿Quieres conocer la
tribu y la familia, o informarte de
la persona que va a acompañar a tu
hijo?» Replicóle Tobit: «Quiero, her¬
mano, conocer tu linaje y tu persona.»
11 «Pues yo soy hijo de Azarías, hijo
de Anauías, grande entre tus her¬
manos.» 12 Respondióle él: «Seas bien
venido, pero no te enojes de que haya
querido saber tu tribu y tu familia.
Por suerte eres hermano mío, de
una buena y noble ascendencia, pues
yo conocía a Anauías y a Jonatán,
hijo de Semeí el grande, de cuando
juntos íbamos a Jerusalén para ado¬
rar, llevando las primicias y los diez¬
mos de las cosechas, que no se des¬
carriaron ellos como nuestros herma¬
nos. De buena raíz eres, hermano.
13 «Pero dime, ¿cuál será el salario
que habré de darte? ¿Bastaría una
dracma por día y el sustento para
,ti y para mi hijo? 14 Y cuando feliz¬
mente volváis, le añadiré algo.» 16 Con¬
vinieron en ello, y dijo a Tobías:
«Prepárate para el camino, y que ten¬
gáis feliz viaje.» Una vez que el hijo
preparó lo necesario para el camino,
díjole su padre: «Parte con éste, y
TOBÍAS, 6, 7
160
Dios, que mora en los cielos, os dé
feliz viaje y un ángel os acompañe.»
Y se pusieron en camino, yendo con
ellos el perro del mozo.
16 Su madre, Ana, se puso a llorar,
diciendo a Tobit: ««¿Por qué habrás
enviado a nuestro hijo? ¿No era el
nuestro báculo, viviendo con nos¬
otros? 17 No tuviéramos nunca ese
dinero, si había de costamos nuestro
hijo. 18 Hasta el presente el Señor
nos dio de qué vivir y vivíamos con-
ientos.» 19 Pero Tobit le dijo: «No di¬
gas eso, mujer. Volverá sano, y tus ojos
lo verán. 20 Porque un ángel bunio
le acompaña, tendrá un viaje feliz
y volverá sano.» 21 Y ella dejó de
llorar (1).
Kn viaje hacia Media.
() 1 Siguieron los caminantes su
viaje, y llegaron al atardecer a
las orillas del río Tigris, donde pa¬
saron la noche. 2 Bajó el muchacho
a bañarse, y salió del río un pez que
(juería devorarle. 3 Pero el ángel le
«lijo: «Cógelo». Cogiólo el joven y lo
sacó a tierra. 4 Díjole el ángel: «Des¬
cuartiza el pez y separa el corazón,
el hígado, con la hiel, y ponlos aparte.»
5 Hizo el muchacho lo que el ángel
le decía, y asando el pez, comieron.
Continuaron su camino y ligaron
cerca de Fcbatana. 6 Dijo el joven
al ángel: «Hermano Azarías, ¿para qué
sirven el corazón y el hígado con la
hiel del pez?» 7 El le respondió: «Sirven
para que si un demonio o un espíritu
le atormenla a uno, quemándolos
ante él ya no vuelva a molestarle.
H Cuanto a la hiel, sirve para ungir
a quien tuviese cataratas, pues con
olla quedará curado.»
9 Así que llegaron a Ecbatana,
10 dijo el ángel al joven: «Hoy, herma¬
no, habremos de pernoctar en casa
de Bagücl, tu pariente, que tiene
una hija llamada Sara. Yo le hablaré
para que te la den por mujer, 11 pues
a ti te toca su herencia, pues tú
eres ya el único de su linaje; la joven
es bella y discreta. 12 Oye, pues, lo
que voy a hacer: Yo hablaré a su
padre, y cuando volvamos de Ra¬
gúes celebraremos la boda; pues yo
(i) Al despedir a los viajeros habíales de¬
seado Tobías la compañía de un ángel; ahora
aparece con más firmeza esa esperanza, aunque
sin saber aún cómo Dios realizaba Sus deseos.
sé que Ragücl no la puede dar a
ningún otro marido, según la ley de
Moisés, o será reo de muerte, porque
antes que a ningún otro te perte¬
nece a tí la herencia» fl).
13 Replicó entonces el joven al
ángel: «Hermano Azarías: He oído
que la doncella fue dada a siete ma¬
ridos, y que todos perecieron en la
cámara nupcial; 14 y yo soy hijo úni¬
co de mi padre, y temo que si me
acerco a ella voy a morir como los
anteriores, porque la ama un demonio
y a ella no le hace ningún daño,.pero
sí a los que se le acercan. Temo ahora
que si muero, llevaré al sepulcro a
mi padre y a mi madre, de dolor por
mí, pues no tienen otro hijo que les
dé sepultura.» 15 Contestóle el ángel:
«¿No te acuerdas de las palabras que
tu padre te inculcó, sobre tomar
mujer de tu propio linaje? Escú¬
chame, pues, hermano: Esa será tu
mujer, y del demonio no te preocu¬
pes, que esta misma noche te será
dada por mujer. 18 Cuando entres
en la cámara nupcial, toma un per¬
fumador y pon en él trozos del cora¬
zón y del hígado del pez, qne hagan
humo; 17 que en cuanto lo huela el
demonio, huirá y no volverá por los
siglos de los siglos. Pero cuando a
ella te acerques, levantaos ambos o
invocad al Dios misericordioso, que
os salvará y tendrá piedad de vos¬
otros. No temáis, que para ti está
destinada desde la eternidad, y tú
la salvarás e irá contigo, V estoy
seguro que tendrás de ella hijos.»
Así que oyó Tobías estas palabras,
sintió grande amor por ella y se le
apegó sit corazón. En esto llegaron
a Ecbatana.
El casamiento de Tobías v Sara.
Y 1 Llegados a casa de Ragücl, les
salió al encuentro Sara, que los
saludó y ellos a ella, y los introdujo.
2 Dijo Ragücl a Edna, su mujer:
«¡Cómo se parece este joven a Tobit,
mi primol» 3 Entonces Rngiiel les pre¬
guntó: «¿De dónde sois, hermanes?»
A lo que ellos contestaron: «De los
hijos de Neftalí, de los cautivos de
Nfnivc.» 4 «¿Conocéis a Tobit, nuestro
hermano?» Respondiéronle: «Sí que le
(i) El ángel lleva la misión de hacer la feli¬
cidad de aquellas dos familias y para ello co¬
mienza con hacer oficio de casamentero
TOBÍAS, 8, 9
conocemos.» «¿Está bien?» 5 «Vive y
está bien,» contestaron ellos. Y To¬
bías añadió: «Es mi padre.» 6 Ragüel,
saltando, se echó a su cuello y le
besó, derramando lágrimas. 7 Ben-
díjolc, diciendo: «Eres hijo de un
varón bueno, bonísimo.» Pero al saber
que Tobit había perdido la vista, se
entristeció hasta derramar lágrimas.
8 Edna, su mujer, y Sara, su hija,
lloraron también; los recibieron cor-
dialmcnte, sacrificaron un carnero y
les ofrecieron un suntuoso banquete.
9 Dijo luego Tobías a Rafael: «Her¬
mano Azarías, habla de aquel asunto
de que en el camino tratamos, y que
se acabe este negocio.» 10 Expuso Aza¬
rías el asunto a Ragüel, que dijo a
Tobías: «Come, bebe y alégrate; en
efecto, a ti te toca recibir a mi hija;
pero antes tengo que advertirte una
cosa: 11 He dado ya mi hija a siete
maridos, pero en entrando a ella, en
la misma noche murieron. Tú ahora
regocíjate.» Mas Tobías contestó: «No
gustaré bocado hasta que no resol¬
váis este negocio y me lo confirméis.»
12 Dijo Ragüel: «Tómala desde ahora,
según la ley, pues tú eres su hermano
y a ti se te debe. Que Dios misericor¬
dioso os colme de felicidades.» 13 Llamó
a Sara, su hija, y cogiéndola de la
mano, la entregó a Tobías por mujer,
diciendo: «Anda, según la ley de Moi¬
sés, tómala y llévala a tu padre.» Y los
bendijo. 14 Llamó a Edna, su mujer,
tomó un rollo, escribió el contrato
matrimonial, lo selló, 15 y luego co¬
menzaron a comer.
16 Llamó después Ragüel a Edna,
su mujer, y le dijo: «Prepara, her¬
mana, otra alcoba, y llévala a ella.»
Hizo Edna lo que le mandaba, y
llevó a su hija a la cámara. Lloraba
Sara, y enjugando la madre las lá¬
grimas de su hija, le decía: 17 «Ten
buen ánimo, hija: el Señor del ciclo
y de la tierra te dará gracia en vez de
esta tu tristeza; ten valor, hija mía.»
Q 1 Cuando hubieron terminado de
comer, llevaron a la alcoba a
Tobías. 2 * El, recordando las palabras
de Rafael, tomó un brasero; y po¬
niendo encima de las brasas el cora¬
zón y el hígado del pez, hizo humo.
3 El demonio, en cuanto olió aquel
humo, huyó al Egipto superior, donde
el ángel le ató. 4 Una vez que que¬
daron los dos solos, se levantó To¬
bías del estrado, y dijo: «Levántate,
hermana, vamos a orar para que el
Señor tenga misericordia de nosotros.»
8 Y eomenzó Tobías, diciendo: «Ben¬
dito eres, Dios de nuestros padres, y
bendito por los siglos tu nombre
santo y glorioso. Bendígante los cie¬
los y todas las criaturas. 6 Tú hiciste
a Adán y le diste por ayuda y auxi¬
lio a Eva, su mujer; de ellos nació
todo el linaje humano. Tú dijiste:
No es bueno que el hombre esté
solo; hagámosle una ayuda semejante
a él. 7 Ahora, pues, Señor, no llevado
de la pasión sensual, sino del amor
de tu ley, recibo a esta mi hermana
por mujer. Ten misericordia de mí
y de ella, y concédenos a ambos lar¬
ga vida.» 8 Ella respondió: «Amen.»
9 Y pasaron ambos dormidos aquella
noche.»
Cuando Ragüel se levantó, se fué
a cavar una sepultura (1), 10 diciendo:
«Seguro que ha muerto éste también.»
11 Vuelto Ragüel a casa, 12 dijo a Edna,
su mujer: «Manda a una de las siervas
que vea si está vivo, para enterrarle
si no, y que nadie se entere.» 13 Abrió
hi sierva la puerta, y vió que ambos
dormían. 14 Salió luego, y les comu¬
nicó que estaba vivo. 15 Entonces
bendijo Ragüel a Dios, diciendo: «Ben¬
dito seas tú, Dios, con toda bendi¬
ción pura y santa, y bendígante tus
santos y todas tus criaturas, y todos
tus ángeles y todos los elegidos; ben¬
dígante por los siglos. 16 Bendito tú,
que me has alegrado, no sucediendo
10 que yo me temía, sino que has
obrado con nosotros según tu gran
misericordia. 17 Bendito seas tú, que
tuviste misericordia de estos dos hijos
únicos; ten de ellos piedad, y con¬
cédeles acabar en bien su vida con
alegría y misericordia.» 18 Y mandó a
sus siervos rellenar la sepultura.
19 Hízoles la fiesta de bodas por espa¬
cio de catorce días (2); 20 pues antes ya
le había instado a que no partieran
hasta terminar los días de la boda.
21 Pasados, le daría la mitad de su
hacienda, y le dejaría irse en paz a
su padre, y el resto lo recibiría cuan¬
do muriesen él y su mujer.
Q 1 Llamó entonces Tobías a Ra¬
fael y le dijo: 2 «Hermano Azarías,
toma contigo un siervo y dos came-
(1) Esta conducta precipitada de Ragüel
pone más de relieve la gracia de Dios en favor
de Tobías.
(2) Las solemnidades nupciales solían durar
siete días, ahora se duplican por lo excepcional
del caso.
TOBÍAS. 10, 11
I.SK
líos, y vete a Ragúes de Media, a
casa de Gabael, y cóbrame el dinero
y tráele a él a la boda; 3 pues Ragüel
me ha pedido con instancia que no
me vaya, 4 y mi padre estará con¬
tando los días, y si ve que tardo
mucho, morirá de pena.»
6 Partió Rafael, y se hospedó en
casa de Gabael, a quien dió su recibo.
Trajo Gabael los talegos sellados, y
se los entregó. 6 Madrugaron, y jun¬
tos vinieron a la boda, bendiciendo
Gabael a Tobías y a su mujer.
Ansiedades de los padres de
Tobías.
I A 1 Entretanto Tobit, su padre,
1 " contaba los dias que podía durar
el viaje; y cuando estos se pasaron y
vió que no volvía su hijo, 2 comenzó
a decir: «Tal vez están retenidos por
la cobranza del dinero, o acaso ha
muerto Gabael y no hay nadie que
se lo entregue.” 3 Y se entristecía so¬
bremanera. 4 Su mujer le decía: «Sin
duda que ha perecido nuestro hijo,
porque tarda mucho.» Y comenzaba a
llorarle, diciendo: 5 «jAy de mi, hijo
míol ¿Por qué te dejé ir, luz de mis
ojos? » (1). 6 Tobit le decía: «Calla, no te
apures, seguro que está bien.» 7 Pero
ella replicaba: «Calla, no pretendas
engañarme, seguro que ha muerto.»
Y todos los días iba al camino por
donde se fue, pasando el día sin tomar
bocado, y la noche llorando sin cesar
a Tobías, su hijo.
La vuelta a sus padres.
8 Cumplidos los catorce días de la
boda, que Ragüel le había rogado que
pasase con ellos, dijo Tobías a Ra¬
güel: «Déjame partir, que mis padres
habrán perdido ya la esperanza de
volver a verme.»
9 Pero su suegro le respondió: «Qué¬
date aquí, y yo enviaré un mensajero
a tu padre para darle noticias de ti.»
10 Mas Tobías insistió: «Déjame ir a
mi padre.» 11 Entrególe luego Ragüel
su mujer, Sara, y la. mitad de la ha¬
cienda, siervos, ganados y dinero;
13 y al despedirlos, los bendijo, di¬
ciendo: «Que el Dios del cielo os dé
feliz viaje, lujos míos, y que vea yo
(i) Como en la partida, la desconfianza de
Ana hace resaltar la fe y confianza de Tobías.
vuestros hijos antes de morir.» 15 Y a
su hija le dijo: «Honra a tus suegros,
que ellos son ahora tus padres, y
tenga yo buenas noticias de ti.» Y la
besó. Edna dijo a Tobías: «Hijo mío,
que el Señor del cielo te dé una vuelta
feliz, y a mi ver a los hijos de Sara,
mi hija, para que me alegre en pre¬
sencia del Señor. Yo te la doy como
en depósito, mi hija es, no le des
mala vida.»
11 1 Al punto se puso Tobías en
camino, bendiciendo a Dios, que
le había dado tan feliz viaje, y bendi
ciendo también a Ragüel y u Edna,
su mujer. Así caminaron hasta llegar
cerca de Nínive. 2 Entonces dijo Ra¬
fael a Tobías: «Bien te acordarás, her¬
mano, de cómo liemos dejado a tu
padre. 3 Vamos a adelantarnos nos¬
otros a tu mujer, para prepararle.
4 Lleva contigo la hiel del pez.» Par¬
tieron ellos, siguiéndolos el perro.
6 Entretanto Ana, sentada, miraba
hacia el camino, para ver si descubría
a su hijo. 6 Cuando creyó verle venir,
dijo al padre: «Mira, viene nuestro
hijo, y con él su compañero.
7 Rafael dijo a Tobías: «Estoy se¬
guro de que tu padre recobrará la
vista. 8 Untale los ojos con la hiel;
al escocerle se frotará, se despren¬
derán las cataratas, y verá.»
9 Ana, corriendo, se arrojó al cuello
de su hijo, diciéndole: «jYa te veo,
hijo míol jAhora ya puedo inorirl»
Y ambos lloraban. 10 Salió Tobit a la
puerta y tropezó; pero el lujo corrió
a él, 11 y cogiéndole, derramó la hiel
sobre sus ojos, diciendo: «¡Animo, pa¬
dre I» 12 En cuanto le escocieron los
ojos, se frotó, 13 y se desprendieron las
escamas. Al ver a su hijo se arrojó a
su cuello, 14 y llorando, dijo: «|Bendito
tú, oh Dios, y bendito sea tu nombre,
y benditos también todos tus santos
ángeles, 16 porque después de azo¬
tarme has tenido misericordia de mí,
y veo a Tobías, mi hijo!»
Entró su hijo contento, y refirió
a su padre todas las maravillas que
le habían sucedido en Media.
16 Salió Tobit a las puertas de Nl-
nive, al encuentro de su nuera, con¬
tento y bendiciendo a Dios. Y cuan¬
tos le veían se maravillaban de verle
andar sin lazarillo. 17 Tobías alababa
delante de ellos a Dios, porque habla
tenido misericordia de él. Así que
llegó Tobit a Sara, su nuera, la ben¬
dijo, diciendo: «Bien venida seas, hija
TOBÍAS, 12, 13
mía. Bendito sea Dios, que te ha
traído entre nosotros, y benditos sean
tus padres.» Fué todo esto motivo de
alegría para sus hermanos en Nínive.
18 Llagaron Akikar y Nasbes, su her¬
mano, 19 y durante siete días se cele¬
braron con regocijo las bodas de
Tobías.
La revelación del ángel.
I ey 1 2 Llamó Tobit a Tobías y le
— dijo: «Mira, hijo mío, el salario
que has de dar a ese hombre que ha
ido contigo, y lo que conviene aña¬
dirle.» 2 «Padre, contestó él, no me pa¬
rece mucho darle la mitad de lo que
he traído; 3 pues me ha vuelto sano,
curó a mi mujer, cobró el dinero, y
a ti también te ha curado.» 4 * Respon¬
dió el anciano: «Todo se lo merece.»
6 Y llamando al ángel, le dijo: «Toma
la mitad de todo lo que habéis traído,
y vete en paz» (1). 6 Entonces, el ángel
llamando a los dos aparte, les dijo:
«Bendecid a Dios y glorificadle, en¬
salzadle, pregonad a todos los vivien¬
tes lo que ha hecho con vosotros,
7 pues bueno es bendecir a Dios y
ensalzar su nombre, pregonando sus
obras. No os canséis de confesarle.
Habéis hecho el bien y nada malo
os pasará. 8 Buena es la oración con
el ayuno, y la limosna con la justicia.
Mejor es poco con la justicia (2) que
mucho con la iniquidad. Mejor es dar
limosna que acumular tesoros; 9 pues
la limosna libra de la muerte y lim¬
pia de todo pecado. Los que practi¬
can la misericordia y la justicia serán
colmados de felicidad, 10 mientras
que los pecadores son enemigos de su
propia dicha. 11 Nada os quiero ocul¬
tar. Ya os lo he dicho: Bueno es guar¬
dar los secretos del rey, pero es glo¬
rioso revelar las obras de Dios.
12 Cuando orabais tú y tu nuera,
Sara, yo presentaba ante el Santo
vuestras oraciones. Cuando enterra¬
bas a los muertos, también yo te
asistía. 13 Cuando sin pereza te levan¬
tabas, y dejabas de comer para ir a
sepultarlos, no se me ocultaba esa
(1) Es grande la generosidad de Tobías
El compañero de su hijo se lo merece todo;
que lleve, pues, siquiera la mitad de lo que
por él adquirieron.
(2) Hermosa perspectiva para los justos,
cuyas oraciones y buenas obras son presentadas
por los ángeles a Dios, que generosamente los
remunera.
buena obra, antes contigo estaba yo.
14 Por eso me envió Dios a curarte
a ti, y a Sara, tu nuera. 16 Yo soy
Rafael, uno de los siete santos ánge¬
les, que presentamos las oraciones de
los justos y tienen entrada ante la
majestad del Santo.»
16 Los dos se quedaron turbados,
y cayeron sobre su rostro, llenos de
temor (1). 17 El les dijo: «No temáis; la
paz sea con vosotros. Bendecid a
Dios siempre; pues no he venido por
mi voluntad, sino por la de Dios,
por lo que a él debéis bendecir siem¬
pre. 18 Todos los días me hacía ver
de vosotros; no comía ni bebía, lo
que vosotros veíais era una aparien¬
cia. 19 Ahora alabad a Dios, que yo
me' subo al que me envió y poned por
escrito todo lo sucedido.»
20 Se levantaron, pero no le vol¬
vieron a ver. 21 Y confesaron las gran¬
dezas y maravillas de Dios y cómo el
ángel se les había aparecido.
Cántico de alabanza.
IO 1 Y Tobit, en un transporte de
* júbilo, escribió una oración, v
dijo (2):
«Bendito sea Dios, que vive por los
siglos,
por todos los siglos permanece su
reino.
2 Porque El azota y se compadece,
lleva al sepulcro y saca de él.
Nadie hay que escape de su mano.
3 Confesadle, hijos de Israel, ante
las naciones,
pites El nos dispersó entre ellas.
4 Pregonad aquí su majestad,
ensalzadle ante todos los vivientes,
que El es nuestro Señor y nuestro
Dios,
El nuestro Padre por los siglos de
los siglos.
5 Nos azota por nuestras iniqui¬
dades,
y luego se compadece, y nos reunirá
de las naciones en que nos ha dis¬
persado.
. (1) Según el sentir tradicional, nadie puede
ver a Dios sin morir y esto se extendía tamb én
a la vista de los ángeles. Por eso padre e hijo
se turban y temen, y el Angel los tranquiliza.
(2) En este cántico resaltan las esperanzas
de todo buen israelita. El Señor en su justicia
castiga los pecados de su pueblo, pero en su
misericordia tendrá piedad de él, le volverá a
la patria y hará resurgir a Jerusalén. centro del
reino mesiánico.
TOBÍAS, 14
l«n
6 Si os convertís a El de todo co¬
razón y con toda vuestra alma,
para practicar la verdad en su pre¬
sencia,
entonces se volverá a vosotros,
y no os ocultará su rostro.
7 Contemplad ahora lo que ha hecho
con nosotros,
dadle gracias a boca llena,
bendecid al Señor de la justicia,
y ensalzad al Rey de los siglos.
8 Yo le confesaré en la tierra de
mi cautiverio
y pregonaré su poder y su majes¬
tad al pueblo pecador.
Convertios, pecadores, y practicad
la justicia delante de El,
quizá tenga misericordia de nos¬
otros.
9 Yo ensalzo a mi Dios, Rey de los
cielos,
mi alma se regocijará en su gran¬
deza.
10 Hablen todos y confiésenle en
Jerusalén.
11 Jerusalén, la ciudad del Santo.
Por las obras de tus hijos te azotará,
pero de nuevo se compadecerá de
los hijos de los justos.
12 Confiesa dignamente al Señor,
y bendice al Rey de los siglos,
para que de nuevo sea en ti
edificado su tabernáculo con ale¬
gría,
para que alegre en ti a los cautivos,
y muestre en ti su amor hacia los
desdichados,
por todas las generaciones y gene¬
raciones.
13 Pueblos numerosos vendrán de
lejos,
al nombre del Señor, nuestro Dios,
trayendo ofrendas en sus manos,
ofrendas para el Rey del cielo.
Las generaciones de las generacio¬
nes exultarán en ti.
14 Malditos todos los que te abo¬
rrecen,
y benditos para siempre todos los
(pie te aman.
15 Alégrate y salta de gozo por los
hijos de los justos,
que serán congregados, y al Señor
de los justos bendecirán.
16 Dichosos los que te aman;
en tu paz se alegrarán.
Dichosos cuantos se entristecieron
por tus azotes,
pues en ti se alegrarán,
contemplando tu gloria
v se regocijarán para siempre.
Bendice, alma mía, al Dios grande
porque Jerusalén con zafiros y es¬
meraldas será reedificada,
con piedras preciosas sus muros,
y con oro puro sus torres y sus al¬
menas.
18 Y las plazas de Jerusalén serán
pavimentadas
de berilo y rubí y piedra de Ofir,
y todas sus calles dirán: [Aleluya,
bendito sea Dios, que te ensalzó,
por todos los siglosl»
Conclusión «le la historia.
J J 1 Terminó Tobit su canto de
alabanza. 2 Era de cincuenta y
ocho años cuando perdió la vista,
que recobró al cabo de ocho años.
Haciendo limosnas, proseguía en te¬
mer al Señor Dios y en darle gracias.
3 Siendo ya muy viejo, llamó a su
hijo y a los hijos de éste, y les habló
así:
«Hijo, yo estoy ya muy viejo, y
para partir de esta vida. Toma a tus
hijos 4 y vete a la Media, pues estoy
persuadido de que cnanto dijo el
profeta Jonás sobre Nínive, se cum¬
plirá y será destruida. En la Media
habrá más paz hasta un determinado
tiempo. Pasado éste, nuestros her¬
manos que moran en la tierra feliz
serán dispersados. Jerusalén quedará
desolada y la casa de Dios entregada
a las llamas, durando la desolación
hasta cierto tiempo; 5 pero otra vez
Dios se compadecerá de ellos y los
volverá a su tierra, y edificarán la
casa, aunque no como la primera,
hasta que se cumplan los tiempos.
Después de esto volverán de la cauti¬
vidad y edificarán a Jerusalén magní¬
ficamente, gloriosamente, como de
ella han dicho los profetas. 6 Todas
las naciones se convertirán de veras
al temor del Señor Dios, y enterra¬
rán sus ídolos. 7 Bendecirán todas
las naciones al Señor, y su pueblo
le dará gracias, y el Señor ensalzará
a su pueblo, y se alegrarán todos los
que aman al Señor Dios en verdad
y en justicia, practicando la miseri¬
cordia hacia sus hermanos.
8 «Vete, pues, hijo mío, de Nínive,
porque enteramente se cumplirá lo
que dijo el profeta Jonás. 9 Pero tú
guarda la ley y los preceptos, sé mi¬
sericordioso y justo, y serás feliz.
10 Dame digna sepultura y a tu madre
después conmigo, y no te quedes más
en Nínive. Hijo mío, mira lo que
TOBÍAS, 14
IÍH
hizo Nadán a Akikar, que le había
criado; cómo le llevó de la luz a las
tinieblas, y cuán mal le pagó. Pero Dios
salvó a Akikar, y aquél recibió su
merecido bajando a las tinieblas.
Por haber practicado la limosna, íué
sacado del lazo de muerte, que le
había puesto, mientras que Nadán
cayó en la trampa y pereció. 11 Ved,
hijos, lo que hace la limosna, y cómo
la justicia es salud.»
Diciendo esto, dió su alma en el
lecho. Tenía ciento cincuenta y ocho
años, y le dieron honrosa sepultura.
12 Cuando murió Ana, la sepultó con
su padre: y partió Tobías con sil I
mujer y todos sus hijos a Ecbatana,
a casa de Ragüel, su suegro. 13 Tuvo
Tobías una buena ancianidad y se¬
pultó a sus suegros honrosamente,
heredando su hacienda y la de To-
bit, su padre (1). 14 Murió en Ecbatana
de Media, a la edad de ciento vein¬
tisiete años. 15 Antes de morir tuvo
noticia de la ruina de Nínive, cuyos
habitantes llevaron cautivos Nabuco-
donosor y Asuero, y se alegró de la
suerte de Nínive, antes de morir.
(i) En Tobías se realiza !a sentencia de ver
a sus hijos hasta la cuarta generación, muriendo
lleno de días.
n 'L1 rn A. Vwii ! '5 ¿’T PLl'RfMA VZB&ADtoh
INTRODUCCION AL LIBRO DE JUDIT
D ECI BE el libro su nombre de la heroína que es el personaje principal de la
obra. El argumento sería un episodio importante de la historia de las naciones
orientales , y principalmente del pueblo israelita. Un rey de Nínive , capital del
imperio asirio y por nombre Nabucodonosor , siente ansias de ser reconocido , no
sólo por soberanoj sino también como dios y y por dios único de todos los pueblos.
Para lograr su propósito empieza por dirigir un mensaje, que es a ¡a vez ulti¬
mátum. Es el mensaje rechazado , y se viene entonces a los medios de fuerza. Lo¬
grada la victoria contra un cierto Arfacsad y rey de Media , el primer general de
los ejércitos asirios y Holofernes y se pone al frente de ciento veinte milinfantes y
doce mil caballos y mas un ejército numeroso de tropas auxiliares que se levan
agregando y con el encargo de someter el resto de las naciones a la obediencia
y culto de Nabucodonosor. Y , en efecto , la expedición y aunque geográficamente
nada clara y procede con gran éxito hasta venir a enfrentarse con Irsael por
el norte de la región de Samarla.
Hacía poco que el pueblo de Dios había vuelto del cautiverio y había res¬
taurado la ciudad de Jerusalen con su santuario y repoblado el resto de la
tierra. La nación samaritana no parece existir. Vive el pueblo tranquilo y bajo
el gobierno del sumo sacerdote .y de un senado de ancianos (gueraria) y muy
confiados en la protección del Señor y por la fiel observancia de su alianza. El
ataque de los asirios se dirige contra la ciudad de Betulia (Bctilina) y que a
pesar de los detalles que se dan en 4 y 4-8 y no se ha logrado identificar. Más de
un mes resiste el asedio de tan poderoso ejército; hasta que Judit sale de la
ciudad y engaña al generalísimo asirio y le da muerte , causando la dispersión
de todas sus fuerzas.
Los exégetas encuentran dificultades para encuadrar los episodios narrados
194
JUDIT, 1
en este libro en la historia general de los pueblos orientales . Algunos los colocan
en tiempos ne Asurbanípal, otros en los de Artajerjes o en los de Epifanes.
Tampoco están del todo conformes r aun los católicos, en determinar el genero
literario de este librito; asunto que debe resolverse en conformidad con la lumi¬
nosa doctrina expresada en la citada Encíclica de Pío XII, Divino Afilante
Spiritu, empezando por resolver el problema critico de la conservación del texto
primitivo.
En la conducta de Judit hay cosas que la moral cristiana no justifica. Santo
Tomás dice de ellas: «Se recomiendan algunos en la Sagrada Escritura, no por
la perfección de su virtud, sino por cierta índole virtuosa , es decir , por ci rio
afecto laudable , los que movía a ejercitar cosas ilícitas. Así es alabada Judit, no
por haber mentido a Holofernes, sino por el afecto que a ello la indujo, es decir,
el amor a su pueblo, por el cual se expuso al peligro .« (Sum . Theol. II, II,
< 7 . 110 a. 3 ad 3).
Del autor del libro nada podemos afirmar, sino que era un judío, conoce¬
dor de las Escrituras, lleno de fe en los destinos de su nación, devoto de la ley ,
que escribió en hebreo o arameo , hacia el fin del judaismo, un siglo o dos antes
de Jesucristo.
Se desconoce el texto original, y las versiones que nos quedan se dividen
en dos grupos. Forman el primero los diversos códices de la versión griega,
la antigua ítala y la versión siríaca, de la griega derivadas. El segundo grupo
lo forma la versión de San Jerónimo, que tenemos en la Vulgata , de la cual
dice el autor en su carta-prólogo: «Al hacer este trabajillo he traducido más bien
sentido de sentido que de la palabra la palabra. He prescindido de las numerosas
divergencias de los códices, dando en latín sólo aquello que del texto caldeo logré
sacar en limpio .» Resulta, pues, que la versión del santo Doctor está hecha de
los textos árameos en la forma que él mismo dice. Para la nuestra hemos to¬
mado por base el texto qrieqo, publicado en la edición que Sixto V hizo de las LXX
(Cfr. Intr. Oral.)
JUDIT
Arfaesad, rey de lÜehalana.
I 1 Era el año duodécimo del rei¬
nado de Nabucodouosor, que
reinó sobre los asirios en la gran ciu¬
dad de Nfnivc, en los días de Aríac-
sad, que reinó sobre los medos en
Ecbatana, 2 a la que rodeó de un
muro construido de piedras labradas,
de tres codos de ancho y seis de largo,
siendo la altura del muro de setenta
codos y de cincuenta su anchura.
3 Levantó también torres en las puer¬
tas, hasta la altura de cien codos,
y el ancho de sus cimientos era de
sesenta codos. 4 Construyó sus puer¬
tas, que se levantaban hasta setenta
codos, siendo su ancho de cuarenta,
para dar paso a sus fuerzas poderosas j
y a la muchedumbre de sus infantes, j
Mensaje de IXabtieodonosor a las
naciones y fj ucrra contra Arfaesad.
6 En aquellos días combatió Na-
bueodonosor contra Arfaesad en la
gran planicie, esto es, en los confines
de Ragáu. 6 Le habían salido al paso
todos los habitantes de la montaña,
todos los ribereños del Eufrates, del
Tigris y del Hidaspes; v en la llanura
de Arioc, el rey de los Elamitas y
muchísimos pueblos se juntaron para
hacer frente a los hijos de Jeleal,
(caldeos). 7 Después mandó sus fuer¬
zas Nabucodouosor, rey de los asirios,
contra Persia, contra todos los habi¬
tantes del Occidente, contra Cilicia,
Damasco, el Líbano y el Antillbano,
j contra cuantos inoran en la cosía del
i mar, 8 contra los del Carmelo, contra
JUDIT, 2
195
Galaad, Galilea la alta, contra la gran i
llanura de Esdrelón, 9 y los moradores '
de Samaría y sus ciudades, contra
el otro laclo del Jordán hasta Jerusa-
lén, Betona, Quelos, Cades, contra el
río de Egipto, Tafnis, Ramcses y toda
la tierra de Guesen, 10 hasta por en¬
cima de Tafnis y de Menfis, y todo
Egipto hasta los confines de Etiopía.
11 Despreciaron todos los moradores
de la tierra el mensaje de Nabucodo-
nosor, rey de los asirios, y se apresta¬
ron para hacerle la guerra, porque no
le temían, pues era a sus ojos como
un hombre cualquiera. 12 Se irritó
grandemente Nabucodonosor contra
todas estas gentes, y juró por su trono
y por su señorío que tomaría venganza
de todos los confines de Cilicia y de
Damasco y de Siria, y que aniquilaría
con su espada a todos los moradores
de Moab, y a los hijos de Ammón y
a toda la Judea y a todos los que
moran en Egipto, hasta los confines
de los dos mares.
11 Había puesto en movimiento sus
fuerzas contra el rey Arfacsad, en el
año diecisiete; le venció en batalla
campal y aniquiló todo el poder de
Arfacsad, toda su caballería y todos
sus carros, 12 y se apoderó de sus ciu¬
dades, llegando hasta Ecbatana, ha¬
ciéndose dueño de sus torres y devas¬
tando sus calles y convirtiendo en
oprobio toda su beileza. 13 Se apoderó
de Arfacsad en las montañas de Ra-
gáu, y le atravesó con sus propias
armas y acabó con él. 14 Vuelto Na¬
bucodonosor a Ninive con todo su
ejército y con todos los que se le
habían unido, muchedumbre incon¬
table de guerreros, descansó allí y
banqueteó con su ejército por espacio
de ciento veinte días.
Guerra contrallas naciones.
1 El año dieciocho, el veintidós del
— primer mes, corrió la voz en el
palacio de Nabucodonosor, rey de
los asirios, de que iba a tomar ven¬
ganza de toda la tierra, como lo
había dicho. 2 Llamó a todos sus ofi¬
ciales y a todos sus grandes, y confirió
coñ ellos sus secretos planes, resol¬
viendo poner en ejecución toda la
maldad que había proferido su boca
contra lá tierra. 3 Fueron de parecer
que se destruyese a cuantos no se
sometieran a los decretos del rey.
4 Terminado el consejo, llamó Nabu¬
codonosor, rey de los asirios, a Holo*
fernes, general de su ejército, que era
el segundo después de él, y le dijo:
6 «Esto ordena el rey grande, el
Señor de toda la tierra: En saliendo
de mi presencia, tomarás contigo
hombres que confíen en sus fuerzas;
de infantes hasta ciento veinte mil,
y caballos con sus jinetes, doce mil;
6 e invadirás toda la tierra del Occi¬
dente, por haber desobedecido la orden
de mi boca. 7 Les intimarás que me
preparen la tierra y el agua, porque
en mi furor saldré contra ellos y cu¬
briré toda la haz de la tierra con los
pies de mis soldados, y se la entre¬
garé al saqueo; H y sus heridos llena¬
rán los barrancos y los torrentes, y el
río se desbordará lleno de sus muertos;
9 y conduciré sus cautivos hasta los
extremos confines de la tierra. 10 Em¬
pezarás por ocupar todo su territorio,
y como se te rendirán, me los reser¬
vas para el día de su castigo. 11 Mas
para los rebeldes no haya perdón,
sean entregados a la muerte, y al
saqueo toda su tierra. 12 Por mi vida
y por la fuerza de mi imperio, que
cuanto dije lo ejecutaré por mi mano.
No dejes de cumplir ni una palabra de
tu señor, antes las ejecutarás exacta¬
mente, según te lo ordeno y sin di¬
lación.»
13 Partió Holofernes de la presen¬
cia de su señor, y tomó consigo a
todos los magnates, generales y capi¬
tanes del ejército asirio; 14 pasó revista
a las tropas escogidas para la guerra,
según le había ordenado su señor,
hasta ciento veinte mil infantes y
doce mil arqueros a caballo, y los
ordenó como se ordena la muche¬
dumbre guerrera. 15 Tomó, además,
camellos, asnos y mulos, para la im¬
pedimenta, en cantidad muy grande;
ovejas, bueyes y cabras, para su apro¬
visionamiento, y vituallas en cantidad
para toda la gente, y asimismo mucho
oro y plata del tesoro del rey.
16 Luego se puso en marcha con
todo su ejército; y adelantándose al
rey Nabucodonosor, cubrió toda la
haz de la tierra, hacia el Occidente,
con sus carros, jinetes e infantes esco¬
gidos, y una abigarrada muchedum¬
bre como la langosta, incontable como
el polvo de la tierra, que se les agregó.
17 Partieron de Ninive, caminando du¬
rante tres días por la llanura de Bec-
telet y asentó su campamento, desde
Bectelet hasta cerca de la montaña,
a la derecha de la Cilicia superior.
49b
JUDIT. 3, 4
18 Y tomando todo su ejercito, sus
infantes, sus jinetes y sus carros,
partió de allí en dirección a la mon¬
taña. 19 Rompió por Put y Lud, de¬
vastó a los hijos de Rarses y a los de
Ismael, que habitan los linderos del
desierto, hacia el mediodía de los
Quelos. 20 Pasó el Eufrates; y atra¬
vesando la Mesopotamia, tomó por
asalto todas las ciudades fuertes del
torrente Abrona, hasta el mar. 21 Se
apoderó de todo el territorio de Cilicia,
derrotando a cuantos se le opusieron,
y llegó hasta los confines de Jafct,
por la parte del mediodía, enfrente
de la Arabía. 22 Cercó a todos los
hijos de Madián, dió al fuego sus tien¬
das y saqueó sus apriscos. 23 Descen¬
dió luego al territorio de Damasco,
en los días de la recolección del trigo,
incendió todos los campos, destruyó
sus rebaños y vacadas, saqueó sus
ciudades, asoló sus campiñas, c hirió
toda su juventud al filo de la es¬
pada. 24 lemor y temblor se apoderó
de toda la costa, de los moradores de
Sidón y de Tiro, y de los habitantes
de Acco. Los # habitantes de Azoto
y Ascalón se*llenaron asimismo de
miedo.
n 1 Y le enviaron mensajeros con
,) propuestas de paz, diciendo: «JMira,
nosotros somos siervos del rev grande
Ñabncodonosor, nos postramos en tu
presencia, para que hagas con nos¬
otros según tu arbitrio (1). 2 Nuestras
majadas y lodos nuestros trigales,
nuestros rebaños y vacadas, y los
apriscos de nuestros ganados, todo
está a tu disposición, dispon de todo
según te plaza. 3 Y nuestras ciudades
con sus moradores, siervos tuyos son;
ven y haz con ellos como bien te pu¬
reza.» 4 Llegados los hombres a Holo-
fernes, le hablaron en esta forma.
6 Descendió él con su ejército a la
costa y puso guarniciones en las ciu¬
dades fuertes, y de ellas enroló en su
ejército gcnle cscog da. 6 Toda la
región le recibió con coronas, danzas
y panderos. 7 Devastó todo su terri¬
torio v taló sus bosques sagrados, y
ordeno destruir todos los dioses de
aquella tierra, para que sólo a Nabu-
codonosor adorasen todas las nacio-
(i) El autor hace resaltar el temor y el ser¬
vilismo de los pueblos gentiles, que a todo se
acomodan en contraposición a Israel, que, con¬
fiado en su Dios, resiste hasta lograr la humi¬
llación del invasor.
nes, y le invocaran como a dios todas
las lenguas y todas las tribus. 8 Lle¬
gado al llano de Esdrelón, cerca de
Dotán, frente a la gran llanura de
Judá, asentó su campo entre Gaba
y Escitópolis, donde permaneció un
mes esperando toda la impedimenta
de su ejército.
Llega la guerra a Judá.
. 1 Así que los hijos de Israel que
-f moraban en Judá oyeron todo
cuanto había hecho a los gentiles Ho-
lofemcs, general en jefe del ejército
de Nabucodonosor, rey de los asirios,
y comí había saqueado todos los
templos y los había destruido, 2 sin¬
tieron grandísimo miedo y se turba¬
ron por Jcrusalén y por el templo del
Señor, su Dios (1); 3 pues recientemente
habían subido de la cautividad, y
hada poco que se había reunido todo
el pueblo de Judea, y el mobiliario y
el altar y la casa habían sido santi¬
ficados después de su profanación.
4 Enviaron, pues, a toda la región de
Sumaria, y sus aldeas, Betorón, BcL
maisi, Jcricó, Joba, Aisora y el valle
de Soluin; 5 y ocuparon todas las cimas
de los montes altos y amurallaron
sus aldeas, y se aprovisionaron de vi¬
tuallas en previsión de la guerra, pues
recientemente habían recogido la co¬
secha de sus campos.
* Escribió Joaquim, que por aque¬
llos días era sumo sacerdote cu Jcru¬
salén, a los moradores de Betulia y
de Bct-Orrcstaim, enfrente de Esdre¬
lón, ante la llanura que está junto a
Doraim, 7 dieicndolcs que resistiesen
en las subidas de la montaña, pues
por ellas era el acceso a Judca, y como
éste era estrecho, sería fácil aún a
sólo dos hombres impedir el paso a
los que llegaban. 8 Ejecutaron los
hijos de Israel las órdenes de Joaquim,
el sumo sacerdote, y de! senado de
todo el pueblo de Israel, que tenía su
asiento en Jcrnsalcn.
9 Todos los hijos ele Israel clamaron
con gran instancia a Dios y se humi¬
llaron con gran fervor; 10 ellos, sus
mujeres y sus hijos, todos los extran¬
jeros o jornaleros, V sus esclavos, vis¬
tiéronse de saco. 11 Todos los israelitas,
(i) También Israel teme, pero no tanto por
sí, cuanto por la Ciudad Santa y el Santuario
de Dios, que acababan de levantar, y por el
culto divino que hada poco habían restaurado.
JUDIT, 5
las mujeres y los niños, lo§ morado¬
res de Jerusalén, se postraron ante
el santuario, cubrieron de ceniza sus
cabezas, mostraron sus sacos ante
el Señor, y revistieron de saco el altar.
12 Todos a una clamaron al Dios de
Israel, pidiéndole con ardor que no
entregase al saqueo sus hijos, ni diese
sus mujeres en botín, ni las ciudades
de su heredad a la destrucción, ni el
santuario a la profanación y el opro¬
bio, regocijando a los gentiles (1).
13 Escuchó el Señor sus clamores
y miró su aflicción. Ayunaba el pue¬
blo todos los días en Judca y en
Jerusalén, ante el santuario del Señor
Omnipotente. 14 Joaquim, sumo sacer¬
dote, y todos los sacerdotes que asis¬
tían en la presencia del Señor y le
servían, ceñían de saco su cintura
al ofrecer el holocausto perpetuo y
los votos y las ofrendas del pueblo,
16 y echaban ceniza sobre sus tiaras, y
clamaban al Señor con todas sus
fuerzas, pidiendo que se dignase visi¬
tar a toda la casa de Israel.
Actitud de Holoícrncs ante la
resistencia de Israel.
5 1 Llegó a noticias de Holofernes,
generalísimo del ejército asirio,
que los hijos de Israel se preparaban
para la guerra; que habían cerrado
las entradas de las montañas, fortifi¬
cando todas las cumbres de los mon¬
tes altos, y colocando barreras en el
llano. 1 2 * Montando en cólera, llamó a
todos los príncipes de Moab, a los
capitanes de Ammán y a todos los
sátrapas de la corte, y les habló en
estos términos (2): «Decidme, hijos de
Canaán, ¿qué pueblo es ése que mora
en las montañas? ¿Qué ciudades ha¬
bitan? ¿Cuál es el número de sus sol¬
dados? ¿En qué está su fuerza y su
poder? ¿A quién tienen por rey y
jefe de su ejército? ¿Por qué desdeñan
venir a mi encuentro, a diferencia de
todos los moradores del Occidente?»
Discurso de Aquior.
3 Le contestó Aquior, jefe de los
hijos de Ammán: «Escuche mi señor
una palabra de boca de tu siervo, y
(1) Ante el peligro que les amenazi, su re¬
curso es a Dios, a quien todos oran haciendo
penitencia.
(2) La actitud del caudillo enemigo se ajusta
a la de su representado y su orgullo al del
soberano que le envía.
te diré la verdad acerca del pueblo
que habita estas montañas próximas
a donde tú estás, que no saldrá men¬
tira de la boca de tu siervo. 4 Este
pueblo es originario de Caldea. 5 Ha¬
bitaron primero en la Mesopotamia;
y por no seguir a los dioses de sus
padres, que vivían en la Caldea, 6 la
abandonaron y dejaron su culto para
adorar al dios del ciclo, el dios
que se les había dado a conocer.
Los padres los arrojaron de la presen¬
cia de sus dioses, y ellos huyeron a
Mesopotamia, donde habitaron mu¬
chos días. 7 Les dijo su dios que sa¬
lieran de sus moradas, y se encami¬
naran a la tierra de Canán, donde
peregrinaron, enriqueciéndose de oro
y plata y muchos rebaños. 8 Bajaron
a Egipto, porque el hambre había
invadido la tierra de Canán, y se
instalaron allí, donde hallaron alimen¬
to, multiplicándose hasta hacerse in¬
contable su número. 9 Pero se le¬
vantó contra ellos un rey de Egipto,
que los oprimió con trabajos de
hacer ladrillos, y los humillaba, con¬
virtiéndolos en esclavos. 10 Clamando
a su dios, hirió éste toda la tierra
de Egipto con plagas, para las cuales
no había cura, hasta que los arro¬
jaron los egipcios de su presencia.
11 Secó su dios el Mar Rojo delante
de ellos, 12 y los encaminó al Sinaí
y a Cadesbarne; y arrojando a todos
ios que moraban en el desierto, 13 ha¬
bitaron en ía tierra de los amorreos,
y con su poder aniquilaron a todos
ios habitantes de Hescbón. Atrave¬
saron luego el Jordán y se posesio¬
naron de la montaña; 14 hicieron huir
delante de ellos a los cananeos, a los
fereceos, a los jebuscos, a los sique-
mitas y a todos los g.iergueseos, y
habitaron en esta tierra mucho tiem¬
po. 15 Todo les fué bien mientras
no pecaron contra su dios, porque
éste, que aborrece la injusticia, estaba
con ellos. 16 Pero cuando se apartaron
del camino que les había señalado,
luego fueron destruidos con muchas
guerras, y llevados cautivos a tierra
extraña, y el templo de su dios con¬
vertido en ruinas, y sus ciudades ocu¬
padas por los enemigos. 17 Ahora, que
se han convertido a su dios, han su¬
bido de la región en donde estuvieron
dispersos, y se apoderaron de Jeru¬
salén donde está su santuario, y se
establecieron en la montaña, que es¬
taba despoblada. 18 Ahora, pues, due¬
ño y señor: ¿Hay escándalo en este
32
JUDIT, 6
448
pueblo? Si hay en él alguna culpa o
pecado contra su dios, entonces su¬
bamos, que los derrotaremos. 19 Pero
si no hubiese en ellos iniquidad, pase
de largo mi señor, porque su dios
los protegerá y será con ellos, y ven¬
dremos a ser objeto de oprobio ante
toda la tierra» (1).
20 Y así que acabó Aquior de pro¬
nunciar estas palabras, todo el pueblo,
que estaba en torno de la tienda,
rompió en murmullos de reprobación.
Los magnates de Holofernes y todos
los moradores de la corte y de la
región de Moab, pidieron que Aquior
fuese descuartizado. 21 Porque nunca
temcremDs, decían, nada de los hijos
de Israel. Es un pueblo sin ejército,
sin fuerza para sostener una lucha
dura. 22 Subamos, pues, y serán pasto
de todo tu ejército, señor Holofernes.
Eruto inmediato del discurro de
Aquior.
6 l En cuanto cesó el tumulto de
las gentes que rodeaban al conse¬
jo, dijo Holofernes, general en jefe
del ejército asirio, a Aquior, y a los
moabitas, en presencia de todo el
pueblo extranjero: «¿Quien eres tú,
Aquior, y vosotros, mercenarios de
Efraím, para profetizar como lo ha¬
béis hecho hoy, diciendo que no lu¬
chemos contra la nación israelita por¬
que la proteje su Dios? (i) 2 ¿Qué dios
hay, si no es Nabncodonosor? 3 Este
ha enviado su ejército y los borrará
de la haz de la tierra, sin que su dios
pueda librarlos; ante vosotros, sier¬
vos de Xabucodonosor, los aplastare¬
mos como a un solo hombre, y no
podrán resistir el empuje de nuestra
caballería. 4 * Con ella inundaremos su
tierra y bañaremos en sangre sus mon¬
tañas y llenaremos de cadáveres sus
valles, y no podrán mantenerse en
pie delante de nosotros, y todos ente¬
ramente perecerán, dice Nabucodo-
nosor, señor de toda la tierra, y sus
palabras no quedarán sin cumpli¬
miento. 6 Pero tú, Aquior, mercenario
de Ammón, que tales discursos has
(i) Este relato de Aquior, además de resu¬
mir la historia de Israel, pone de relieve una
ley que en la historia sagrada hagiógrafos y pro¬
fetas enseñan: que Dios es el refugio de Israel
y que nada tiene éste que temer mientras se
mantenga fiel a Yave.
tenido en. este día de tu insensatez,
no volverás a ver mi rostro hasta
que yo no haya castigado a esa na¬
ción de huidos de -Egipto. 6 Cuando
yo vuelva, atravesará tu cuerpo el
hierro de mi ejército, y la muchedum¬
bre de mis lanceros tu costado, y
caerás bañado en tu sangre. 7 Mis
siervos te llevarán a la montaña, y
te pondrán en una de las ciudades
de la subida, 8 y no perecerás hasta
que con ellos seas aniquilado. 9 Ya
que tan firme esperanza tienes de
que no sean conquistados, no se abata
tu rostro. De cuanto he dicho, ni una
palabra caerá en el vacío.»
10 Luego ordenó Holofernes a los
siervos que estaban a su lado en la
tienda, que tomasen a Aquior y le
llevaran a Betulia, entregándole a los
israelitas. 11 Cogiéronle los siervos de
Holofernes y le condujeron fuera del
campamento, que estaba en el llano,
y le llevaron del llano a la montaña,
a las fuentes que están situadas por
debajo de Betulia. 12 En cuanto los
de la ciudad los vieron, tomaron sus
armas y salieron a la cima del monte.
Los honderos se mantuvieron en sus
puestos y arrojaron piedras sobre los
asirios. 13 Pero ellos, ocultándose en
los repliegues de la montaña, ama¬
rraron a Aquior y le abandonaron a
raíz del monte, volviéndose a su amo.
14 Bajaron de la ciudad los hijos
de Israel, dieron con él y le desata¬
ron, y llevándole a Betulia, le entre¬
garon a los jefes de la c'udad. 15 Eran
éstos en aquellos días Ocias, hijo de
Mica, de la tribu de Simeón, Abris,
hijo de Otoniel, y Carmis, hijo de
Malquiel; 16 los "cuales convocaron
luego a los ancianos de la ciudad.
Todos los jóvenes y las mujeres con¬
currieron también a la asamblea, y
puesto Aquior en medio del pueblo,
le interrogó Ocias acerca lo sucedido.
17 Dióles cuenta él de los discursos
habidos en la sesión de Holofernes,
y de lo que había dicho a los prín¬
cipes asirios, y de las insolencias pro¬
feridas por Holofernes contra los is¬
raelitas. 18 Postrándose en tierra el
pueblo, clamaron a Dios, diciendo:
19 «Señor, Dios del ciclo; mira el or¬
gullo de esos y apiádate de nuestro
linaje humillado, y pon hoy los ojos
en el rostro de tus santificados.»
20 Consolaron a Aquior y le alabaron
grandemente. 21 Ocias le sacó de la
asamblea y le condujo a su casa,
donde le dió un banquete, al que
JUDIT, 7
410
invitó a todos los ancianos (1). Toda
aquella noche estuvieron invocando
el auxilio del Dios de Israel.
I.os asirios, sobre Befuli».
^ 1 * Al día siguiente dió orden Holo-
k ternes a todo su ejército y a las
tropas auxiliares, de prepararse para
atacar a Bctulia, ocupando las subi¬
das de los montes y haciendo ya la
guerra contra los hijos de Tsrael.
2 Entonces se dispusieron todos sus
hombres de armas y la masa de sus
guerreros, en número de ciento se¬
tenta mil infantes y doce mil jinetes,
fuera de la impedimenta y de la mu¬
chedumbre de los hombres que iban
con ella, que era muy grande. 3 * Acam¬
paron en el valle junto a Bctulia,
cerca de la fuente, y se desplegaron
a lo ancho, hasta Dotain, Bclmain,
V a lo largo desde Bctulia hasta Ciar-
nón, que está enfrente de Esdrelón.
4 Cuando los israelitas vieron tanta
muchedumbre, quedaron consterna¬
dos, y unos a otros se dijeron: «Ahora
sí que van a devorar éstos toda la
haz de la tierra, y ni los altos mon¬
tes, ni los valles, ni los collados,
podrán soportar su peso.» 6 Y tomando
cada uno sus armas, encendieron ho¬
gueras sobre las torres y perma¬
necieron guardándolas toda aquella
noche. 6 Al día siguiente, hizo des¬
filar Holofernes toda su caballería a
la vista de los israelitas que estaban
en Betulia; 7 examinó las subidas de
la ciudad y recorrió las fuentes de
sus aguas, apoderándose de ellas y
estableciendo puestos de guardia, para
volverse luego a su gente. 8 Entonces
se acercaron a él los príncipes de
Esaú, los jefes de Moab y los capi¬
tanes de la Corte, diriéndole:
9 «Escuche nuestro señor una pala¬
bra, si quieres que no sufra quebranto
tu ejército. 10 Este pueblo de los
israelitas no confía en sus lanzas,
sino en las alturas de los montes en
que habitan; y en efecto, no es fácil
dominar la§ cimas de sus montes.
11 Ahora bien, señor; no luches contra
ellos como se lucha en batalla cam¬
pal, y evitarás que caiga ni un solo
guerrero. 12 Quédate tú en el cam¬
(i) E! relato de Aquior a los sitiados acre¬
cienta en éstos la fe y confianza en Dios. ¿Cómo
desconfiar ellos cuando un extraño mostraba
tal seguridad?
pamento, y ten en guardia a todo tu
ejército; pero haz que tus siervos se
apoderen de las fuentes de agua que
brotan a raíz del monte, 13 porque
de ella se abastecen todos los mora¬
dores de Bctulia. La sed los matará,
y acabarán por entregarte la ciudad,
mientras que nosotros y nuestro pue¬
blo subimos a las cimas de los montes
próximos y acampamos en ellas, para
guardarlas e impedir que salga de
la ciudad hombre alguno. 14 Así el
hambre los consumirá a ellos, a sus
mujeres y a sus hijos; y antes que
los alcance la espada, quedarán ten¬
didos en las calles de su propia ciu¬
dad, 15 dándoles tú el merecido, por
su malvada conducta de no haber
salido a tu encuentro en son de paz.»
El asedio de Betulia.
18 Fueron bien recibidas por Holo-
fernes y todos sus siervos estas pala¬
bras, y al punto ordenó ejecutar
cuanto se había dicho. 17 Los hijos
de 'Ammón levantaron el campo, y
con ellos cincuenta mil asirios, que
acamparon en el valle y ocuparon
las aguas y los manantiales de agua
de los israelitas. 18 Subieron los hijos
de Esaú y los de Ammón, y acam¬
paron en la montaña frente a Dotain.
Pusieron luego una división hacia el
mediodía, hacia el este, contra Cesebel,
que cae cerca de Huri, sobre el torrente
de Macmar, y el resto del ejército
asirio acampó en el llano, cubriendo
toda la haz de la tierra. Las tiendas y
la impedimenta se extendían en in¬
mensa muchedumbre, con todas sus
gentes, que eran en extremo numero¬
sas. 19 Los hijos de Israel clamaron
al Señor, su Dios, pues perdieron el
ánimo al verse cercados por sus
enemigos, sin posible escape. 20 El
campo de los asirios, su infantería,
sus carros y su caballería, los tuvie¬
ron cercados por espacio de treinta
y cuatro días; de manera que a los
habitantes de Betulia se les agotaron
todas las aguas, 21 quedaron vacías
las cisternas, sin que tuvieran para
beber a saciedad un día, y el agua
se les distribuía con medida. 22 Des¬
mayaban las mujeres y los niños, los
jóvenes desfallecían de sed, y caían
sin fuerza en las calles de la ciudad
y en los pasos de las puertas.
23 Se amotinó todo el pueblo contra
Ocias y contra los jefes de la ciudad,
JUDIT, 8
óOO
jóvenes, mujeres, y niños, y clamaron
a grandes voces contra todos los an¬
cianos, diciendo: 24 «Sea Dios juez
entre nosotros y vosotros, por haber¬
nos sometido a tamaña injusticia, no
proponiendo tratos de paz a los asi¬
rios. 26 Ahora ya no hay para nos¬
otros auxilio, y Dios nos ha entre¬
gado en sus manos, para que ante
ellos caigamos de sed y suframos
completa ruina. 26 Ahora, pues, lla¬
madlos, y entregad la ciudad al sa¬
queo de las gentes de Holoferncs y
de todo su ejército. 27 Más ventajoso
nos será entregarnos a ellos, porque
siquiera, siendo siervos suyos, vivire¬
mos, y no veremos con nuestros ojos
la muerte de nuestros niños, y con¬
sumidas nuestras mujeres y nuestros
hijos. 28 Os conjuramos por el cielo
y la tierra, por nuestro Dios y Señor
de nuestros padres, que nos castiga
según nuestros pecados y según las
transgresiones de nuestros padres,
que desistáis.» 29 Se produjo un gran
llanto en medio de la asamblea, y
todos a una clamaron a grandes vo¬
ces al Señor, Dios (1).
30 Díjolcs Ocias: «Tened ánimo, her¬
manos, esperemos cinco días, en los
cuales volverá sobre nosotros su mi¬
sericordia el Señor, nuestro Dios,
que no nos abandonará hasta el fin.
81 Si pasados estos días no nos vi¬
niera ningún auxilio, vo haré lo que
pedís.» Despidió al pueblo, y se fue
cada uno a su puesto, a los muros
y a las torres de la ciudad, y a las
mujeres y a los niños los mandó a
sus casas. Grande era el abatimiento
que dominaba en la ciudad.
•Judit.
1 Entonces lo supo Judit, hija de
Merari, hijo de Ox, hijo de José,
hijo de Ociel, hijo de Helcías, hijo de
Elín, hijo de Quelcías, hijo de Eliab,
hijo de Natanael, hijo de Sahunicl,
hijo de Saresadai, hijo de Israel.
2 Su marido, Manasés, era de sil
misma tribu y familia, y había muerto
en los días de la siega de la cebada.
3 Hallándose con los atadores de
linces en el campo, cogió una insola¬
ción y cayó en el lecho, y murió en
Betulia, su ciudad. Diéronle sepul¬
to Este incidente, al mismo tiempo que
muestra el aprieto de! pueblo, manifiesla la fe
de Judit y la oportunidad del auxilio divino.
tura en la de sus padres, en el campo
que hay entre Dotaim y Bclamán.
4 Vivía en su casa Judit, guardan¬
do su viudez hacía tres años y cua¬
tro meses. 6 Habíase hecho un cober¬
tizo en el terrado de la casa, y lle¬
vaba saco a la cintura debajo de los
vestidos de su viudez (1). 6 Ayunaba
todos los días, fuera de los sábados,
novilunios, las solemnidades y días
de regocijo de la casa de Israel.
7 Era bella de formas y de muy agra¬
ciada presencia. Su marido, Manasés,
la había dejado oro y plata, siervos
y siervas, ganados y campos, que
ella por sí administraba. 8 Nadie
podía decir de ella una palabra mala,
porque era muy temerosa de Dios.
9 Llegaron a los oídos de Judit
las desatinadas palabras que el pue¬
blo había dirigido al jefe; vió cuán
abatidos estaban por la escasez del
agua, y supo asimismo la respuesta
de Ocías, jurando entregar la ciudad
a los asirios pasados cinco días.
10 Envió a su sierva, la que tenía
puesta sobre todos sus bienes, e hizo
llamar a los ancianos de la ciudad,
Ocias, Cabrín y Carmín, 11 y cuando
llegaron les dijo:
«Escuchadme, príncipes de la ciu¬
dad de Betulia: No es acertado lo
que hoy habéis dicho al pueblo, como
tampoco el juramento que habéis
interpuesto entre Dios y vosotros,
diciendo que entregaríais la ciudad
a vuestros enemigos, si en esos días
no viniere el Señor en vuestro auxi¬
lio. 12 ¿Quiénes sois vosotros para
tentar a Dios, los que estáis consti¬
tuidos en lugar de Dios, en medio de
los hijos de los hombres? 13 ¿Al Dios
Omnipotente pretendéis poner a prue¬
ba? ¿No acabáis de aprender? 14 Si
no podéis sondear la profundidad del
corazón humano, ni comprender sus
pensamientos, ¿cómo vais a escudri¬
ñar a Dios, el Creador de todas las
cosas, a penetrar su mente y com¬
prender sus pensamientos? De nin¬
gún modo, hermanos, irritéis al Señor,
Dios nuestro; 15 que si no quisiere
ayudarnos en los cinco, días, poder
tiene para protegernos en el día que
quisiere, o para destruirnos en pre¬
sencia de nuestros enemigos. 18 No
pretendáis hacer fuerza a los conse-
(i) Judit es el tipo de la piedad israelita,
semejante a aquella viuda que San Lucas nos
muestra sirviendo al Señor en el templo en ora¬
ción y ayuno desde su temprana viudez.
JUDIT, 9
501
jos del Señor Dios nuestro, que no
es Dios como un hombre que se
mueve con amenazas, ni como un
hijo del hombre que se rinde. 17 Por
tanto, esperando la salud, clamemos
a El que nos socorra. Si fuese su bene¬
plácito, oirá nuestra voz. 18 Porque
no hay en nuestra generación, ni se
conoce en nuestros días tribu, ni fa¬
milia, ni región, ni ciudad, que adore
dioses fabricados, como sucedía en
los tiempos antiguos, 19 por causa
de los cuales fueron entregados nues¬
tros padres a la espada y al saqueo
y cayeron con gran estrago delante
de sus enemigos. 20 Pero nosotros
no conocemos otro Dios fuera de él,
por donde esperamos que no nos
desatenderá, ni a nosotros ni a nin¬
guno de nuestro linaje. 21 Conside¬
rad que si nosotros fuéramos toma¬
dos, también Judea será destruida
y nuestro santuario saqueado, y en¬
tonces Dios nos pediría cuenta de su
profanación. 22 Y la matanza de
nuestros hermanos, y el cautiverio de
la tierra y la desolación de nuestra
heredad, la haría el Señor recaer so¬
bre nuestras cabezas en medio de
las naciones a quienes sirviéramos,
siendo escándalo y ludibrio a los ojos
de nuestros dueños. 23 Ni sería nues¬
tra servidumbre para nuestro bien:
antes en nuestra deshonra la volvería
el Señor, Dios nuestro. 24 Y ahora,
hermanos, mostremos a nuestros con¬
ciudadanos que de nosotros pende no
sólo nuestra vista, sino que el san¬
tuario, el templo v el aliar sobre
nosotros se apoyan. 25 Demos gracias
al Señor, nuestro Dios, que nos prue¬
ba, igual que a nuestros padres.
26 Recordad cuanto hizo con Abraham,
cómo probó a Isac, y qué cosas suce¬
dieron a Jacob en IMesopotamia de
Siria, cuando apacentaba las ovejas
de Labán, su tío. 27 Pues así como
a aquéllos no los pasó por el crisol
sino para examinar su corazón, así
también a nosotros nos azota, no
para castigo, sino para amonestación
de los que le servimos» (1).
28 Odas le respondió: «Todo cuanto
lias dicho es salido de un buen co¬
razón, y no hay quien a tus palabras
(i) Este discurso de Judit a los jefes del
pueblo muestra la grandeza de su fe y el alto
concepto que tiene del soberano poder de Dios,
que sin duda cumplirá sus promesas, pero que
es libre para elegir el tiempo y el modo de
cumplirlas. Si tarda es que quiere probarnos,
pero no dejará de venir en nuestro auxilio.
pueda oponer nada. 29 No es hoy
cuando tu sabiduría se descubre;
desde el principio de tus días cono¬
ció el pueblo tu inteligencia y tu
buen corazón. 30 Pero es mucho lo
que el pueblo padece por la sed, y
esto nos obligó a hablar como habla¬
mos, y a hacer el juramento que
no quebrantaremos. 31 Ruega por
nosotros, tú que eres mujer piadosa,
y el Señor enviará lluvia que llene
nuestras cisternas, para que no pe¬
rezcamos.»
32 Díjoles Judit: «Escuchadme: Yo
me propongo realizar una hazaña
que se recordará de generación en
generación entre los hijos de nuestra
raza. 33 Vosotros estaos esta noche
a la puerta: yo saldré con mi sierva,
y en los días que pusisteis por térmi¬
no para entregar la ciudad a vuestros
enemigos, visitará el Señor a Israel
por mi mano. 34 No tratéis de ave¬
riguar mis planes, que no os los ma¬
nifestaré mientras no haya dado re¬
mate a lo que me propongo ejecutar.»
35 Y le contestaron Ocias y los
jefes: «Vete en paz, y que el Señor
vaya delante de ti, para que nos
vengues de nuestros enemigos.» 36 Y
saliendo del cobertizo, se fueron.
Oración de Judit.
9 1 Judit, postrándose rostro a tie¬
rra, echó ceniza sobre su cabeza
y descubrió el cilicio que llevaba
ceñido. Era precisamente la hora
en que se ofrecía en Jerusalén, en
la casa de Dios, el incienso de la
tarde, cuando clamó Judit con gran
voz al Señor, diciendo (1):
2 «Señor, Dios de mi padre Simeón,
en cuya mano pusiste una espada
para tomar venganza de los extran¬
jeros que habían violado a una don¬
cella para su deshonra, poniendo al
descubierto sus muslos para su ver¬
güenza, y profanando su seno para
su oprobio. 3 Contra lo que tú tenías
mandado que se hiciese obraron
ellos, y por eso entregaste sus prín¬
cipes a la muerte, y su lecho, testigo
de sus engaños, lo cubriste de sangre;
(i) La oración se inspira en los mismos
sentimientos antes expresados a los jefes del
pueblo. Algo de extraño tiene la súplica pi¬
diendo eficacia para los medios que se propone
emplear. Véase lo dicho en la introducción,
según la doctrina de Santo Tomás.
JUDIT, 10
502
heriste a los siervos eon sus prínci¬
pes, y a éstos sobre su trono. 4 Diste
sus mujeres en presa y sus hijos al
cautiverio, y todos sus bienes en
reparto a tus hijos predilectos, que
se abrasaban en celo por ti, abomi¬
naban la impureza de la sangre de
aquéllos y te invocaron en su auxi¬
lio. Dios," Dios mío, eseueha a esta
pobre viuda. 5 Tú, en efecto, ejecutas
las hazañas, las antiguas, las siguien¬
tes, las de ahora, las que vendrán
después; tú planeaste lo que estaba
por venir, y sucedía como tú lo habías
decretado,"y se presentaba a ti, dicien¬
do: Heme aquí. Pues todos tus ca¬
minos están dispuestos y previstos
tus juicios. 6 Mira que los asirios
tienen un ejército poderoso, se engríen
de sus caballos y jinetes, se enorgu¬
llecen de la fuerza de sus infantes,
tienen puesta su confianza en sus
broqueles, en sus lanzas, en sus áreos
V en sus hondas y no saben que tú
eres el Señor que decide Jas batallas,
cuyo nombre es Va ve. 7 Quebranta
su fuerza eon tu poder, pulveriza su
fuerza con tu ira; porque han re¬
suelto violar tu santuario, profanar
el tabernáculo en que se posa tu glo¬
rioso nombre, y derribar eon el hierro
los cuernos de tu altar. 8 Pon los
ojos en su soberbia, descarga tu có¬
lera sobre su cabeza, dame a mí,
pobre viuda, fuerza para ejecutar lo
que he premeditado. 9 - Hiere eon la
seducción de mis labios al siervo eon
el príncipe, y al príncipe eon el sier-
vo, y quebranta su orgullo por mano
de una mujer. 10 Que no está tu poder
en la muchedumbre, ni en los valien¬
tes tu fuerza; antes eres tú el Dios
de los humildes, el amparo de los
pequeños, el defensor de los débiles,
el refugio de los desamparados y el
salvador de los que no tienen espe¬
ranza. 11 Sí, sí, Dios de mis padres,
y Dios de la heredad de Israel, Señor
de los cielos y de la tierra, Creador
de las aguas, Rey de toda la creación;
escucha mi plegaria 12 y dame una
palabra seductora, que cause heridas
v cardenales en aquellos que han
resucito crueldades contra tu alianza,
contra tu santa casa, contra el monte
de Sión, contra la casa que es pose¬
sión de tus hijos. 13 Haz que todo tu
pueblo y cada una de sus tribus reco¬
nozca y sepa que tú eres el Dios de
toda fortaleza y poder, y que no hay
otro fuera de ti que proteja al linaje
de Israel.»
Sale Judit para el campo asirio,
'A n 1 ^ na vez ^ uc ees ® elamar
lv" al Dios de Israel y acabó todo
esto, se levantó de su postración,
y llamando a la esclava, bajó a la
casa en que solía morar los sába¬
dos y las festividades. 2 Se quitó el
saco que llevaba ceñido y se des¬
pojó de los vestidos de viudez; bañó
en agua su cuerpo, se ungió con un¬
güentos, aderezó los cabellos de su
cabeza, púsose encima la mitra, se
vistió el traje de fiesta con que se
adornaba cuando vivía su marido
Manasés, calzóse las sandalias, se puso
los brazaletes, ajorcas, anillos y are¬
tes y todas sus joyas, v quedó tan
ataviada, que seducía los ojos de
cuantos hombres la miraban. 3 En¬
tregó a su sierva una bota de vino
y un fraseo de aceite, llenó una al¬
forja de panes de cebada, de tortas
de higos y de panes limpios, en¬
volviéndolo todo en paquetes, y se
lo puso a la esclava a las es¬
paldas.
4 Al salir por la puerta de la ciudad
de Betulia, encontró al prefecto de
la ciudad, Ocias, y a los ancianos
Cabrín y Carmín; 6 los cuales, al verla
y notar su rostro mudado y sus ricos
vestidos, quedaron sobremanera ma¬
ravillados de su belleza, y le dije¬
ron: 6 «Dios, el Dios de nuestros
padres, te dé gracia y lleve al cabo
tus proyectos para gloria de Israel
y exaltación de Jerusalén.* Y adora¬
ron a Dios. 7 Ella les dijo: «Ordenad
que se abran las puertas de la ciudad,
y saldré a realizar lo que eon vos¬
otros he hablado.» Y ordenaron a los
jóvenes que le abriesen las puertas,
como ella había dicho. 8 Hieiéronlo
asi, y Judit salió, seguida de su sier¬
va. La gente de la ciudad la estuvo
mirando, hasta que bajando el monte
atravesó el valle y la perdieron de
vista.
9 Siguiendo la dirección del valle,
caminaron hasta que les salió al
paso una avanzada de los asirios,
10 que la cogieron y le preguntaron:
«¿Quién eres tú y de dónde vienes
y a dónde vas?» A lo que ella con¬
testó: «Soy una hija de los hebreos,
que voy huyendo de su presencia,
porque están "a punto de seros dados
en presa. 11 Voy a presentarme a
Holofernes, general en jefe de vues¬
tro ejército, para comunicarle noti¬
cias verdaderas; quiero lndiearjc el
JUDIT, 11 503
camino por donde puede subir y do¬
minar toda la montaña, sin que pe¬
rezca ni uno solo de sus hombres.»
12 Cuando oyeron tales palabras
y contemplaron su rostro, que les
pareció maravilloso por su extraor¬
dinaria belleza, le dijeron: 13 «Has sal¬
vado tu vida, apresurándote a bajar
a nuestro señor; ve, pues, a su tien¬
da, que de los nuestros te acompa¬
ñarán hasta entregarte a él. 14 Cuan¬
do estés en su presencia, no temas,
comunícale esas noticias y serás bien
tratada.» 15 Escogieron de ellos cien
hombres, que la acompañaron a ella
y a su sierva, conduciéndolas a la
tienda de Holofernes. 16 Corrió por
las tiendas la voz de su venida, y
se juntó un gran concurso en el cam¬
pamento, que la rodeó mientras es¬
tuvo fuera de la tienda de Holofernes,
esperando ser presentada. 17 Todos
se maravillaban de su belleza, y por
ésta, de los hijos de Israel, diciéndose
unos a otros: «¿Quién se atreverá a
despreciar a este pueblo que tales
mujeres tiene? No se debe dejar ni
una sola de éstas, porque las que
quedaren serían capaces de seducir
a toda la tierra.» 18 Salieron los que
hacían la guardia ecrea de Holofer¬
nes y todos sus servidores, y la in¬
trodujeron en la tienda.
19 Hallábase Holofernes descan¬
sando en su lecho, ‘bajo un dosel
tejido de púrpura y oro y cuajado
de esmeraldas y otras piedras pre¬
ciosas. 20 En cuanto se la anunciaron,
salió a la antecámara, precedido de
lámparas de plata. 21 Llegada Judit
a presencia de Holofernes y de sus
servidores, todos se quedaron mara¬
villados de la* belleza de su rostro.
Postróse ante él, pero los servidores
la levantaron.
Judit, ante Holofernes*
1 1 1 * * * * Díjole Holofernes: «Ten buen
1 1 ánimo, mujer, y no te intimi¬
des, que yo nunca hice daño a nadie
que estuviera dispuesto a servir a
Nabucodonosor, rey de toda la tierra.
2 Si ese tu pueblo que habita en la
montaña no me hubiera despreciado,
nunca yo levantara contra ellos mi
lanza, pero ellos lo han querido.
3 Ahora dime por qué has huido de
ellos, viniéndote a nosotros. En ver¬
dad te has salvado. Ten ánimo, que
salva serás esta noche y en lo futuro.
4 Nadie se atreverá a ofenderte, antes
todos te harán bien, como se hace
a los siervos de mi señor, el rey
Nabucodonosor.»
6 Judit le respondió: «Oye las pala¬
bras de tu esclava, y deja que te
hable tu sierva, que no diré a mi
señor esta noche cosa que no sea
verdad. c Si sigues las indicaciones
de tu esclava, seguramente que Dios
acabará por ti el negocio, y no fra¬
casará mi señor en sus empresas.
7 Pues por la vida de Nabucodonosor,
rey de toda la tierra, y por el poder
de quien te ha enviado para reducir
al buen camino a todos los vivientes,
que no sólo' los hombres serán por ti
reducidos a su servidumbre, sino que
aun las mismas fieras del campo y
los ganados y las aves del cielo, por
tu fortaleza vivirán bajo el gobierno
de Nabucodonosor y de toda su casa.
8 En verdad, a nuestros oídos ha
llegado la fama de tu sabiduría y
la de tu gran inteligencia, y por toda
la tierra se ha corrido la noticia de
que tú eres el mejor de todo el reino,
el que más vale por la ciencia y el
más admirable por el arte de la gue¬
rra. 9 Sabemos las palabras que Aquior
habló en tu consejo, y hemos oído
sus dichos, pues las gentes de Be-
tulia se apoderaron de él, y él les
comunicó todo lo que había hablado
en tu presencia. 10 Por esto, dueño
y señor mío, no eches en olvido nin¬
guna de sus palabras, guárdalas en
tu corazón, que son verdaderas. Nunca
nuestro linaje es castigado, ni la es¬
pada prevalece contra ellos, si no
han pecado contra Dios. 11 Ahora,
para que mi señor no sea rechazado
y fracase, ya la muerte se abate sobre
ellos, y se apodera de ellos el pecado
con que han irritado a su Dios (1).
Seguramente que han cometido nn
gran pecado, 12 ya que se les han
agotado las provisiones, el agua es¬
casea, y han resuelto matar sus ga¬
nados y beber su sangre, y comer
cuanto Dios en sus leyes les ordenó
que no comieran, 13 y hasta las pri¬
micias del trigo, los diezmos del
vino y del aceite, que como cosas
santas están reservadas a los sacer¬
dotes que en Jerusalén asisten en
(i) Confirma la sentencia de Aquior, pero
añade que sin duda Israel tiene irritado a su
Dios y no podrá contar con El. En el aprieto
en que se hallan se han atrevido a cometer
graves sacrilegios contra las cosas santas.
JUDIT, 12
>u-i
la presencia de nuestro Dios, a pesar
de que a ninguno del pueblo le es
lícito tocarlo con las manos. 14 Han
enviado mensajeros a Jerusalén, don¬
de también sus moradores han hecho
lo mismo, para que obtengan el per¬
dón del senado; 15 y sucederá que en
cuanto les llegue la noticia lo harán,
y entonces, para ruina suya te serán
entregados. 16 Por lo cual Vo, tu sier¬
vo, sabedora de todas.esas cosas, huí
de ellos, y Dios me envía a ejecutar
en ti una cosa de que se maravillará
toda la tierra, cuando la oyeren.
17 Pues tu sierva es temerosa del
Dios del cielo, a quien día y noche,
sirve. Por ahora me quedaré ac¡uí,
señor mío, y a la noche me iré al
valle a orar a mi Dios; y cuando ellos
hayan cometido esos pecados, él me
lo dirá y yo vendré a comunicártelo.
Tú entonces saldrás con tu ejército,
al que nadie podrá resistir. 18 Yo
misma te guiaré por en medio de
Judea hasta llegar a Jerusalén, y
haré que te sientes en medio de ella,
y los conduzcas como ovejas sin
pastor. Ni un perro ladrará contra ti.
Todo esto me ha sido comunicado
por revelación, y para anunciártelo
he sido yo enviada.»
19 Mucho agradaron semejantes
discursos a Holofcrnes y a todos
sus servidores; y maravillados de su
sabiduría, decían: 20 «De un extremo
a otro de la tierra no hay mujer de
tan hermoso rostro y de tan discre¬
tas palabras.» 21 Contestóle Holofcr-
ncs:«Bicn ha hecho Dios en enviarte
a fortalecer mis manos y perder a
los que desprecian a mi señor. 22
Cuanto a ti, muy hermosa eres y
muy discreta en tus palabras. Si haces
cuanto has dicho, tu Dios será mi
Dios y tendrás un asiento en la casa
del rey Nabucodonosor, y tu fama
se extenderá por toda la tierra.»
K1 banquete «le Holofcrnes.
1 *) 1 Mandó Holofcrnes que la alo-
— jaran en donde guardaba su
vajilla de plata, y dispuso proveerle
la mesa de sus propios manjares y
darle a beber de su vino. 2 * Pero Judit
dijo: «No comeré de tus manjares,
pues podrían ser para mí tropiezo;
comeré de lo que traigo conmigo.»
3 Holofcrnes le contestó: «Y cuando se
agoten las provisiones que traes, ¿de
dónde podremos traer otras semejan¬
tes para darte? Porque no hay entre I
nosotros ninguno de tu nación.» 4 * A lo
que Judit respondió: «Juro por tu
vida, mi señor, que no consumirá tu
sierva las provisiones que consigo
trae, antes que Dios realice por mi
mano lo que tiene resuelto.»
6 La introdujeron los servidores de 1
Holofcrnes en la tienda, y durmió
hasta la medianoche; levantándose
a la vigilia matutina, envió a decir
a Holofcrnes: «Ruego a mi señor or¬
dene que sea permitido a tu sierva ¡
salir a hacer oración.» 6 Y ordenó Ho- I
lofcrncs a los de su guardia que no
la estorbasen. Así permaneció tres {
días en el campamento, saliendo cada
noche al valle de Retulia, para ba¬
ñarse en el agua de la fuente. 7 Cuando
iba, oraba al Señor Dios de Israel I
que dirigiese sus pasos, para exalta- I
eión de los hijos de su pueblo. 8 Luego I
que entraba limpia, permanecía en I
la tienda hasta que le traían la co- I
mida, a la caída de la tarde (1).
9 Al cuarto día dió Holofcrnes un I
banquete sólo a sus servidores, sin 1
invitar a ninguno de sus oficiales. J
10 Y al eunuco Bagoes, que tenía la I
intendencia de todas sus cosas, le
dijo: «Ve y persuade a esa mujer he- I
brea que tienes encomendada, que
venga acá a comer y beber con nos- I
otros. 11 Sería vergonzoso que despi- I
diéramos a tal mujer sin téncr co- I
mcrcio con ella; porque si no la con- I
quistáramos, se iría riendo de nos- I
otros.» Salió Bagoes de la presencia 1
de Holofcrnes, y vino a Judit, di-
ciéiidole: «No vacile esta hermosa sier- I
va en venir a mi señor, para ser hon- I
rada de él y alegrarse bebiendo vino j
con nosotros, haciéndose este día I
como una hija de los asirios, que
asisten en el palacio de Nabueodo- i
nosor.» 12 Judit le contestó: «¿Quién
soy yo para contradecir a mi señor?.
Todo lo que fuere grato a sus ojos I
lo haré con presteza, y será esto mo- I
tivo de alegría para mí, hasta el
fin de mi vida.
13 Al punto se vistió y se atavió I
de todo su aderezo femenil. Su sier¬
va fué v le preparó en el suelo, en- ■
frente de Holofcrnes, las pieles que 1
había recibido de Bagoes, para su 1
(i) Las leyes de sann'dad aplicadas a las
comidas eran muy graves, como vemos en el
Nuevo Testamento. Judit no quiere contami¬
narse y por eso lleva consigo sus manjares y
sale al campo a hacer sus purificaciones, sin
ocultárselo a sus enemigos.
JUDIT, 13
50f>
uso cotidiano, para que sentada en
ellas comiese. 44 Entró Judit y se
sentó. El corazón de Holofernes quedó
prendado de ella, su alma hervía en
deseos de unirse a ella. Desde el día
que la vió estaba aguardando una
ocasión para rendirla. 15 Díjole Holo¬
fernes: «Bebe y alégrate con nosotros.»
16 Y contestó Judit: «Beberé, señor,
que yo tengo este dia por el más
grande de toda mi vida.» 17 Tomó lo
que la sierva le había preparado, y
comió en presencia de Holofernes,
el cual se alegró sobremanera con
ella, y bebió tanto vino, cuanto ja¬
más lo había bebido desde el dia que
nació.
El golpe decisivo.
| 1 Cuando ya se hizo tarde, los
siervos de Holofernes se salie¬
ron aprisa, y Bagoes cerró por fuera
la tienda e hizo a todos retirarse de
allí, y se fueron a sus lechos, pues
estaban rendidos, porque el banquete
había sido largo. 2 Quedó Judit sola
en la tienda, y Holofernes tendido
sobre su lecho, todo él bañado en
vino. Dijo Judit a su sierva que se
quedase fuera de la alcoba, y aguar¬
dara su salida como en los días pa¬
sados, añadiéndole que saldría a su
oración. Lo mismo había dicho a
Bagoes. 3 Habíanse ido ya todos, sin
quedar nadie, ni pequeño ni grande,
en la estancia. Puesta entonces en
pie junto al lecho de Holofernes, dijo
en su corazón: «Señor, Dios todopo¬
deroso. J\íira, en esta hora, la obra
de mis manos, para exaltación de
Jerusalén, pues ésta es la ocasión
de acoger tu heredad y de ejecutar
mis proyectos, para ruina de los ene¬
migos que están sobre nosotros.» 4 Y
acercándose a la columna del lecho
que estaba a la cabeza de Holofernes,
descolgó de ella su alfanje; y llegán¬
dose al lecho, le cogió por los cabellos
de su cabeza, y dijo: «Fortaléceme,
Dios de Israel, en esta hora.» Y con
toda su fuerza le hirió dos veces en
el cuello, cortándole la cabeza. En¬
volvió el cuerpo en las ropas del
lecho, cjuitó de las columnas el dosel,
y cogiéndolo, salió en seguida, en¬
tregando a la sierva la cabeza de
Holofernes, 6 que ésta echó en
la alforja de las provisiones, y
ambas salieron juntas como de cos¬
tumbre.
Atravesado el campamento, ro¬
dearon el valle y subieron al monte
de Betulia, hasta llegar a las puertas
de la ciudad. Gritó de lejos Judit
a los que hacían la guardia sobre las
puertas. «Abridnos, abridnos las puer¬
tas; Dios, nuestro Dios, está con
nosotros, para mostrar una vez más
su fuerza en Israel y su poderío con¬
tra los enemigos, como hoy acaba de
hacerlo.» 6 Y en cuanto los hombres
de la ciudad oyeron su voz, se dieron
prisa en bajar a la puerta, y avisaron
a los ancianos de la ciudad. 7 Todos,
desde el pequeño hasta el grande, con¬
currieron, porque era para ellos in¬
esperada la llegada de Judit. Abrie¬
ron la puerta, las recibieron, y encen¬
diendo fuego para alumbrar, las ro¬
dearon.
Judit, levantando la voz, les dijo:
«Alabad a Dios, alabadle, alabad a
Dios, que no ha apartado su mise¬
ricordia de la casa de Israel, antes por
mi mano ha herido esta noche a
nuestros enemigos.» 9 Y sacando de la
alforja la cabeza, se la mostró, di¬
ciendo: «He aquí la cabeza de Holo¬
fernes, el general en jefe del ejército
asirio, y he aquí el dosel bajo el que
yacía en su embriaguez, aquel a
quien el Señor hirió por la mano de
una mujer. 10 Yo juro por el señor,
que me ha guardado en todos mis
pasos, que mi rostro le sedujo para
perdición suya, pero q e no cometió
contra mí pecado nlgun (1) que pudiera
mancillarme o avergonzarm .» 11 Todo
el pueblo quedó estupefacto; y do¬
blando las rodillas, adoraron a Dios,
diciendo a una voz: «Bendito seas,
Dios nuestro, que has aniquilado
en este día a los enemigos de tu
pueblo.»
12 Ocias le dijo: «Bendita tú, hija,
del Dios Altísimo, sobre todas las
mujeres de la tierra, y bendito el
Señor Dios, que creó los cielos y la
tierra, y te ha dirigido hasta aplastar
la cabeza del jefe de nuestros ene¬
migos. 13 Tus alabanzas estarán siem¬
pre en la boca de cuantos tengan me¬
moria del poder de Dios. 14 Haga él
que esto sea para tu eterna gloria, y
cólmete de todo bien, pues no has
perdonado tu vida por librar a tu
pueblo. En nuestra caída has sido
(i) Ante todo, pone esto por delante que
para realizar su hazaña no ha tenido que envi¬
lecerse entregándose a la liviandad del caudillo
enemigo. Dios la preservó de toda mancha.
:><)(,
JUDIT, 14, 15
su socorro, andando rectamente en
la presencia de nuestro Dios.» Y el
pueblo contestó: «Amén, Amén.»
K1 cjolpe de Judit, descubierto
en el etmipo asirio.
H 1 Y díjoles Judit: «Oídme, her¬
manos: Coged esta cabeza y
colgadla de las murallas. 2 Y en
cuanto amanezca y el sol se derrame
sobre la tierra, tome cada uno sus
armas, y salid todos los hombres
de guerra fuera de la ciudad, con el
jefe al frente, y haréis ademán de
bajar al valle contra los puestos de
guardia de los asirios, pero sin bajar.
3 Ellos, tomando sus armas, se enca¬
minaran a su campo para despertar
a los jefes del ejército asirio, c irán
a la tienda de Holofernes; y al no
hallarle, se apoderará de "ellos el
temor y huirán ante vosotros. 4 Se
unirán a vosotros en la persecución
todos los habitantes de toda la mon¬
taña de Israel, y los desbarataréis
por los caminos. 5 Pero antes de hacer
esto, llamad a Aquior, el ammonita,
para que vea y reconozca la cabeza
del que despreció a la casa de Israel
y nos lo envió como destinado a la
muerte.»
6 Hicieron venir a Aquior de casa
de Ocías. Cuando aquél vio la cabeza
de Holofernes en las manos de un
hombre en medio de la asamblea del
pueblo, cayó sobre su rostro, sin¬
tiéndose desfallecido. 7 Levantáronle,
se arrojó a los pies de Judit, y humi¬
llándose en su presencia, dijo: «Ben¬
dita seas tú en todas las tiendas de
Judá y en todas las naciones. Cuantos
oigan tu nombre quedarán asombra¬
dos. 8 Dimc ahora lo que luis hecho
en estos días.» Y en medio de todo el
pueblo le contó Judit cuanto había
hecho desde el día de su salida hasta
el momento en que les hablaba.
9 Cuando acabó de hablar, prorrum¬
pió el pueblo en grandes aclamaciones
y resonaron en la ciudad los gritos
de alegría.
10 Viendo Aquior lo que el Dios de
Israel había hecho, creyó en él, y se
circuncidó la carne de su prepucio,
y hasta el día de hoy quedó agregado
"a la casa de Israel.
11 En cuanto despertó la aurora,
colgaron del muro la cabeza de Ho-
lofernes; y todos los hombres de Israel
lomaron sus armas, y en escuadrones
salieron a las subidas del monte. 12 As
que los asirios los vieron, dieron avi¬
so a sus oficiales, y éstos a sus jefes
y a sus generales. 13 Llegando a la
tienda de Holofernes, dijeron al que
estaba de guardia: «Di que despierten
en seguida a nuestro Señor, porque
estos esclavos se han atrevido a
bajar contra nosotros en son de guerra
y pretenden aniquilarnos.»
14 Entró Bagoes, y llamó agitando
la cortina de la tienda, pues suponía
él que estaría durmiendo con Judit. I
15 Y como nadie le respondía, corrió
la cortina; y entrando en la alcoba,
le encontró tendido sobre el estrado,
muerto y con la cabeza cortada.
16 Gritó en medio de llantos, lamen¬
tos V fuertes voces, y rasgó sus ves¬
tiduras. 17 Entró luego en la tienda
en que estaba alojada Judit, y no
hallándola, salió corriendo al pueblo
y gritó: 18 «¡Esas esclavas han come¬
tido una traición! Una mujer hebrea
ha echado la confusión en la casa del I
rey Nabucodonosor. Holofernes está
en tierra y sin cabeza.» 19 Cuando los
jefes del ejercito asirio oyeron tales [
palabras, rasgaron sus vestiduras, y *
quedaron consternados, levantándose
en medio del campo gran griterío y I
alboroto.
I'l ejército invasor, deshnrntado.
1 » 1 Llegada la noticia a los que
♦) estaban en las tiendas, quedaron
fuera de sí de lo sucedido, 3 apode¬
rándose de ellos el temor y el espanto,
tanto, que ya no se vio hombre al
lado de su compañero, porque todos
a una se dispersaron, huyendo por
jos caminos del llano y de la monta¬
ña. 3 Los que estaban acampados
en la montaña en torno de Betulia,
se dieron a la fuga; y entonces los
hijos de Israel, todos sus guerreros,
se lanzaron sobre ellos. 4 Envió
Ocias mensajeros a Betmastaím, a
Coba y a toda la montaña de Israel,
que comunicasen lo sucedido, para
que todos se lanzasen sobre los ene¬
migos hasta acabar con ellos. 5 Cuan¬
do esto oyeron los hijos de-Israel,
todos a una se echaron sobre ellos,
y los desbarataron hasta Coba; y
asimismo los que* habían venido de
Jerusalén y de toda la montaña,
porque también a ellos había llegado
la noticia de lo acontecido en el cam¬
po enemigo. Los habitantes de Oa
JUDIT, 16
¿U7
laad y de Galilea les infligieran una
gran derrota, hasta pasar de Damasco
y sus confines. ® Los restantes mora¬
dores de Bctulia cayeron sobre el
campamento de los asirios y lo sa¬
quearon, enriqueciéndose grandemen¬
te. 7 Los hijos de Israel, al volver
de la persecución, se adueñaron de
lo restante; y las aldeas y las alque¬
rías que había en la montaña y en
el llano se apoderaron de mucho botín,
porque era este enormjrmnte grande.
8 Joaquim, sumo sacerdote, y el
senado de los hijos de Israel, que
moraba en Jcrusalén, vinieron para
contemplar los bienes que el Señor
había hecho a Israel, y para ver a
.Tudit y darle la enhorabuena. 9 En
cuanto entraron en su casa, todos
a una la aclamaron, diciendo: «Tú,
orgullo de Jcrusalcn; tú, gloria de
Israel; tú, honra de nuestra nación;
10 por tu mano has hecho todo esto;
tú has realizado esta hazaña en fa¬
vor de Israel. Que se complazca Dios
en ella. Bendita seas tú del Señor
omnipotente, por siempre jamás.» Y
todo el pueblo respondió: «Amén.»
11 Por espacio de treinta días estu¬
vieron saqueando el campamento.
A Judit le dieron la tienda de Holo-
fernes, con toda la argentería, y los
lechos y los cojines y todos los mue¬
bles. Ella enganchó la muía, los cogió
y los cargó en el carro. 12 Todas las
mujeres de Israel se reunieron para
verla y aclamarla, y organizaron dan¬
zas en su honor. 43 Cogió tirsos en sus
manos y se los dio a las mujeres que
iban con ella, todas coronadas de
olivo, y a cuantos las acompañaban.
Delante de todo el pueblo, guiando
la danza de las mujeres iba Judit,
y todos los hombres de Israel la
seguían armados, ceñidas las sienes
con coronas y cantando himnos.
14 Y comenzó Judit este canto de
acción de gracias, y todo Israel a
una respondía (1).
1 1 «Entonad a mi Dios con tím-
1u panos
Cantad a mi Señor con címbalos,
entonadle un salmo nuevo,
ensalzad e invocad su nombre.
2 Porque el Señor es Dios que aca¬
ba con las guerras;
(i) Hermoso canto de victoria que es una
glorificación de Dios, autor de tanto bien.
Las naciones gentiles deben aprender a respetar
al pueblo de Dios.
porque en su campamento, en me*
dio del ejército,
me libró del poder de mis perse¬
guidores.
3 Vino Asur de las montañas-del
Norte,
llegó con las miríadas de su ejército,
cuya muchedumbre obstruía los
valles,
y enva caballería cuhría los collados.
4 Pensó él que abrasaría mis tér¬
minos,
que daría mi juventud a la es¬
pada,
que estrellaría contra el suelo mis
niños de pecho,'
que daría en botín mis jóvenes,
? ue repartiría mis doncellas.
El Señor omnipotente los ani¬
quiló por mano de lina mujer.
6 No cayó su caudillo a manos de
jóvenes,
ni le hirieron tajos de titanes,
ni soherbios gigantes pusieron en
él la mano;
Judit, hija de Merari,
con la hermosura de su rostro le
paralizó.
7 Se despojó del háhito de su
viudez,
para exaltación de los que queda-
ban en Israel.
Se ungió el rostro con perfumes,
8 prendió sus cabellos con la mitra,
se puso la túnica de lino para se¬
ducirle.
9 Sus sandalias arrebataron los ojos
del asirio,
y su belleza cautivó su alma,
y el alfanje segó su garganta.
10 Se estremecieron los persas de
su audacia,
y los medos se pasmaron de su
temeridad.
11 Dieron gritos de júbilo mis hu¬
mildes,
y exultaron mis débiles.
Mas los asirios se estremecieron de
espanto,
alzaron el grito y- se dieron a la fuga.
12 Hijos de madres jóvenes los atra
vesaron,
y como a siervos huidos los hi
rieron,
perecieron de las filas de su señor.
13 Can taré al Señor un cántico nuevo.
Señor, grande eres tú y glorioso,
admirahle en poder, insuperable.
14 A ti te sirve la creación entera,
porque tú dijiste y todo fué hecho;
enviaste tu aliento y él lo vivificó,
y no hay quien resista a tu voz.
JUDIT, 16
:>ob
15 Los montes se agitarán por las
aguas en sus cimientos,
Las rocas se derretirán eomo eera
ante tu rostro.
A ios que te temen te muestras pro¬
picio,
18 porque es poeo para ti el sacrifi¬
cio de suave olor,
y es nada toda la grasa para tus
holocaustos.
Sólo el que teme al Señor es siem¬
pre grande.
17 jAv de las naciones que se le¬
vanten eontra mi pueblo/
El Señor omnipotente los casti¬
gará en el día del juicio,
dando al fuego y a los gusanos sus
carnes,
y gemirán de dolor para siempre.»
18 Llegados a Jerusaléu, adoraron
a Dios; y luego que el pueblo se hubo
purificado, ofrecieron sus holocaustos,
sus votos y sus ofrendas. 20 Ofreció
Judit todos los muebles de Holofernes,
que el pueblo le había regalado, y
el dosel que había cogido de la tien¬
da, y lo dió en ofrenda al Señor.
21 El pueblo pasó tres meses alegre
en Jerusalén, ante el santuario, per¬
maneciendo Judit con ellos.
22 Pasados aquellos días, se volvió
cada uno a su heredad, y Judit
partió para Betulia y moró en su
posesión, y fue por toda su vida
ilustre en toda la tierra. 23 Muchos
la pretendieron, pero ningún varón
la conoció en todos los días de su
vida, desde el día que murió Mana¬
ses, su marido, y se reunió con su
pueblo. 24 Llegó a muy anciana en
la casa de su marido, alcanzando la
edad de ciento cinco años. A la es-
elava le dió la libertad. Murió Judit
en Betulia, V fué sepultada en la
gruta de Manases, su marido. 25 La
lloró la casa de Israel por espacio
de siete días. Antes de morir, repar¬
tió su hacienda con los más próxi¬
mos parientes de su marido, Manasés,
y con los más próximos de su propia
familia. 26 En los días de Judit, y
por mucho tiempo después de su
muerte, no hubo nadie que infundiese
temor a los hijos de Israel.
ESTER
INTRODUCCION AL LIBRO DE ESTER
JOL libró de Ester recibe su nombre de la heroína que es su figura principal.
E* Su argumento es una persecución de que la nación judía fue objeto en el
imperio persa , durante el reinado de Jerjes I (485-465). Consta de dos partes .
La primera, protocanónica , en lengua hebrea , forma el núcleo de la historia.
La narración pone en claro que la causa de la persecución era la nacionalidad
de Israel , sus leyes, sus instituciones, por las que se distingue de los otros
pueblos; pero no aparece en ella el nombre de Dios. Parece manifiesto el pro¬
pósito del autor de callarlo. A esta parte se añaden ciertos complementos deute-
rocanónicos, que sólo se han conservado en griego , y en los que se encarece la
piedad de los protagonistas. Sobre el origen de esta distinción se dan diversas
* xplicaciones, sin que ninguna se acerque siquiera a la certeza.
Respecto de la forma literaria de este libro, deben hacerse las mismas obser¬
vaciones que de los dos que le preceden, y resolverse el problema en conformidad
con la doctrina de S. S. Pío XII.
Para entender el libro, hay que hacerse cargo de la concepción antigua sobre
las relaciones entre las divinidades y los pueblos que las veneraban. Yave es
el Dios de Israel; éste es el único pueblo que le conoce y sirve; las demás nacio¬
nes le ignoran. La causa de Dios en el mundo está, pues, ligada a la causa
de Israel. De aquí nace el alto concepto que de sí tiene Israel; ante él y sus
derechos, las demás naciones no eran nada en la presencia de Dios. Para ha¬
cerse cargo de la narración, tenga ti lector presente que en esta vasta región
del Asia oriental , donde en el curso de los siglos se han sucedido tantos impe¬
rios y religiones y se han acumulado tantas razas , han existido desde muy
antiguo odios profundos , causa de espantosas matanzas , como la que sufrió
ESTER, 1
.*>12
no hace más de veinticinco años la nación cristiana de los armenios de parte
de los musulmanes , con el asentimiento y hasta con la cooperación de las auto¬
ridades turcas. Este hecho quita toda inverosimilitud a la narración de las
matanzas que cuenta el libro de Ester.
ESTER
PARTE DEUTOROCANONICA
Mardoquco. Su sueño.
1 1 El año segundo del reinado del
1 gran Artajei jes (1), el primero de
Xisán, tuvo un sueño Mardoquco,
hijo de Jair, hijo de Scttk (, hijo de
Qnis, de la Iribú de Benjamín; £ judío
que moraba en la ciudad de Susa,
varón ilustre que servía en la corte
del rev. 3 Era de los cautivos que
Xabucodonosor, rey de Babilonia,
había llevado en cautiverio de Jc-
rusalen con Jcconías, rev de Judá.
4 He aquí su sueño: 6 Soñó que oía
voces y tumulto, truenos, terremotos
•y gran alboroto en la tierra; cuando
dos grandes dragones, prestos a aco¬
meterse uno a otro, dieron fuertes
rugidos, 6 y a su voz se prepararon
para la guerra todas las naciones de
la tierra, a fin de combatir contra
la nación de los justos. 7 Fué aquel
día, día de tinieblas, de oscuridad,
de tribulación y de angustia, de
oprobio y de turbación grande sobre
la tierra. 8 Toda la nación justa se
turbó ante el temor de sus males, y
se disponía a perecer. 9 Pero clamaron
a Dios; y a su clamor, una fucntccilla
se hizo un río caudaloso, de muchas
aguas, 10 y apareció una lunibrcrita
que se hizo sol, y fueron ensalzados
los humildes y devoraron a los glo¬
riosos. 11 Mardoquco, levantándose,
luego de haber visto el sueño sobre
lo que Dios se proponía ejecutar, lo
guardó en su corazón, y a toda costa
(i) Las porciones deuierocanónicas, escritas
en griego, fueron traducidas por San Jerónimo
y anacidas al fin del libro a óon.inuación de las
prot ocanónicas. Como esas adiciones se orde¬
nan a declarar distintos puntos de la historia,
hemos optado por introducirlas en los lugares
que según su contenido les corresponden.
quería penetrar su sentido, hasta que
llegó la noche (1).
Conjuración contra el rey denun¬
ciada por Mardoquco.
12 Moraba Mardoquco en el palacio
con Cabala y Tervía, eunucos del
rey, guardas del palacio; 13 y se en¬
teró de sus planes y penetró sus pro¬
yectos, averiguando que trataban de
apoderarse del rey Artajerjes, v los
denunció al rey. 14 Mandó este "inte¬
rrogar a los eunucos, v habiendo
éstos confesado, fueron condenados a
muerte. 15 Para conservar la memoria
de estos sucesos, mandó el rey po¬
nerlos por escrito, y el mismo Mar¬
doquco escribió un relato sobre ellos.
18 Por el servicio prestado, ordenó el
rev dar a Mardoquco un cargo en el
palacio, y le otorgó otras mercedes.
17 Pero Amán, hijo de Amasata, aga-
gita, que gozaba de gran crédito ante
el monarca, buscaba cómo perder a
Mardoquco y a su pueblo, por la de¬
lación de los eunucos del rey.
PARTE PROTOCAXOXICA
Gran festín de Asucro.
I 1 En tiempo de Asucro, el Asucro
1 que reinó desde la India hasta
la Etiopía, sobre ciento veintisiete
provincias, 2 mientras se sentaba so¬
bre su trono real en Susa, la capital,
8 el año tercero de su reinado, dió
un festín a todos sus príncipes y ser¬
vidores (2). Los comandantes del ejér¬
cito de los persas y de los inedos,
los grandes y los jefes de las provin-
(1) Eslc sueño resume todo el contenido
det Vibro.
(2) La descripción de estos festines nos da
una idea de la fastuosidad oriental.
ESTER, 2
513
cias, se reunieron en su preseneia;
4 y él hizo muestra de la espléndida
riqueza de su reino y de la brillante
magnificencia de su grandeza, du¬
rante muchos días, 5 durante ciento
ochenta días. Pasados éstos, el rey
dió a todo el pueblo de Susa, la ea-
pital, desde el más grande hasta el
más pequeño, un festín que duró
siete días, en el atrio de su jardín
del palacio real. 6 Cortinajes blaneos,
verdes v azules, pendían de colum¬
nas de mármol, sujetos eon cordones
de lino y de púrpura a anillos de
plata. Lechos de oro y de plata es
tuban sobre un pavimento de pórfi¬
do, alabastro, mármoles de varios
eolores y nácar. 7 Servíase el vino en
vasos de oro de diversas configura¬
ciones; y se servía eon real abun¬
dancia, gracias a la generosidad del
rey, pero a nadie se le obligaba a
beber, 8 pues había mandado el rey
a todas las gentes de su easa que se
hiciese conforme a la voluntad de
cada cual. 9 También la reina Vasti
dió un festín a las mujeres en el pa¬
lacio real del rey Asuero.
Desobediencia de la reina Vasti
y su desgracia.
10 El día séptimo, alegre por el
vino el corazón del rey, mandó éste
a Mehuman, Buzta, Harbonn, Bigta,
Abagta, Zetar y Careas, los siete
eunucos que servían ante el rey Asue¬
ro, 11 que trajeran a su presencia a
la reina Vasti, con su real eorona,
para mostrar a los pueblos y a los
grandes su belleza, pues era de her¬
mosa figura; 12 pero la reina se negó
a venir con los eunucos, y el rey se
irritó mucho y se encendió en eóiera.
13 Preguntó entonces el rev a los
sabios conocedores del derecho, pues
era éste el modo de tratar los nego¬
cios ante los conocedores de las leyes
y del derecho, 14 de los cuales tenía
junto a sí a Carsena, Setar, Admita,
Tarsis, Mcres, Marseua y Memoran,
siete príncipes de Persia y de Media,
que asistían al rey y oeupaban el
primer rango en su reino, 15 qué
lev habría de apliearse a la reina
Vasti, por no haber hecho lo que el
rey la había mandado por medio de
los eunucos.
16 Memuean respondió ante el rey
y los príncipes: «Ño es sólo al rey a
quien ha ofendido la reina Vasti; es
también a todos los principes y a
todos los pueblos de todas las pro*
vineias del rey Asuero; 17 porque lo
hecho por la reina llegará a conoci¬
miento de todas las mujeres, y será
eausa de que menosprecien a sus ma¬
ridos, pues dirán: El rey Asnero
mandó que llevasen a su preseneia
a la rejna Vasti, y ella no fué; 18 y
desde hoy las princesas de Persia y
de Media que sepan lo que ha heeho
la reina, se lo dirán a todos los jefes
del rey, y de aquí vendrán m ichos
desprecios y mucha cólera. 19 Si al
rey le parece bien, haga publicar e
inscribir entre las leyes de 1 >s persas
y de los ruedos, con prohibición de
traspasarlo, un real decreto mandan¬
do que la reina Vasti no parezca más
delante del rey Asuero, y dé el rey
la dignidad de reina a otra que sea
mejor que ella. 20 El edicto del rey
será conocido en todo sn reino, por
grande que es, y todas las mujeres
honrarán a sus maridos, desde el
más grande hasta el más pequeño.»
21 Aprobó el rey este parecer, e
hizo lo que aconsejaba Memuean,
22 mandando eartas a todas las pro¬
vincias del reino, a cada una según
su eseritura y a cada pueblo según
su lengua, en las que se mandaba
que todo hombre había de ser el
amo en su easa, y que se divulgase
esto entre todos los pueblos.
Ester, reina.
k ) 1 Después de esto, euando ya se
“ calmó la cólera del rey, pensó
en Vasti y en lo que ésta había hecho
y en la decisión que respeeto de ella
se había tomado. 2 Los servidores
del rey le dijeron: «Búsquense para el
rey jóvenes vírgenes y bellas, 3 po¬
niendo el rey en todas las provineias
de su reino comisarios que hagan
reunir a todas las jóvenes vírgenes
y de bella presencia en Susa, la ca¬
pital, en la casa de las mujeres, bajo
la vigilancia de Hegue, ennueo del
rey y guarda de las mujeres, que
les dará lo necesario para ataviarse;
4 y que la joven que más agrade al
rey sea la reina, en lugar de Vasti.»
Aprobó el rey este parecer, y se
hizo así (1).
(i) Todavía en nuestros clásicos vemos cómo
jóvenes hermosas que tuvieron la desgracia de
caer cautivas en poder de los corsarios moros,
eran enviadas como obsequio para el harén del
sultán de Constantinopla.
514
ESTER, 3
4 Había en Susa, Ja capital, un
judío llamado Mardoqueo, hijo de
Jair, hijo de Semef, hijo de Quis,
del linaje de Benjamín, 6 que había
sido deportado de Jerusalén entre
los cautivos llevados con Jeconías,
rey de Judá, por Nabucodonosor,
rey de Babilonia; 7 y había criado
a Hadasa, que es Ester, hija de su
tío, pues no tenía padre ni madre.
La joven era bella de talle y de her¬
mosa presencia, y había sido adop¬
tada por Mardoqueo cuando se que¬
dó sin padre y sin madre. 8 Cuando
se publicó la orden del rey y su edic¬
to, al ser reunidas en Susa, la capi¬
tal, jóvenes en gran número, bajo la
vigilancia de Hegue, fue también
tomada Ester y llevada a la casa
del rey, bajo la vigilancia de Hegue,
guarda de las mujeres. 9 La joven
le agradó y halló gracia a sus ojos,
y él se apresuró a proveerla de todo
lo necesario para su adorno y su
subsistencia, y le dio siete doncellas
escogidas de la casa del rev, y la
aposentó con éstas en el mejor de¬
partamento de la casa de las mujeres.
10 Ester no dió a conocer ni su
pueblo ni su nacimiento, pues Mar¬
doqueo le había prohibido que ha¬
blase de esto. 11 Todos los días iba
y venía Mardoqueo al vestíbulo de la
casa de las mujeres, para saber cómo
estaba Ester y cómo la trataban.
1? Después de haber estado ya doce
meses, conforme a la ley de las mu¬
jeres, ungiéndose seis meses con óleo
y mirra y otros seis con los aromas
y perfumes de uso entre las mujeres,
cuando le llegaba el turno, era lle¬
vada cada joven a la presencia del
rey. 13 Así iba cada una a la pre¬
sencia del rey; y cuando pasaba de
la casa de las mujeres a la casa del
rey, se la dejaba llevar cuanto ella
quería; 14 iba alió por la tarde, y
a la mañana siguiente pasaba a la
segunda casa de las mujeres, bajo la
vigilancia de Saasgaz, eunuco del
rey y guarda de las concubinas. No
volvía va más a la presencia del rey,
a menos que éste la desease y fuese
nominalmcnte llamada.
15 Cuando le llegó el turno para ir
al rey, Ester, hija de Abigail, tío
de Mardoqueo, que la había adoptado
por hija, no pidió nada al que había
sido designado por Hegue, eunuco
del rey y guarda de las mujeres.
Ester bailó gracia a los ojos del rey
v de cuantos la veían. 16 Fué condu¬
cida Ester a la presencia del rey
Asuero, a la casa real, el mes déci¬
mo, que es el mes de Tebet, del año
sétimo de su reinado.
17 El rey amó a Ester más que a to¬
das las otras mujeres, y halló ésta gra¬
cia y favor ante él más que ninguna
otra de las jóvenes. Puso la corona
real sobre su cabeza, y la hizo reina
en lugar de Vasti. 18 El rey dió un
festín a todos sus príncipes y a sus
servidores, un festín en honor de
Ester, y dió alivio a las provincias
e hizo mercedes con real liberalidad.
19 Cuando por segunda vez reunie¬
ron a las jóvenes, estaba Mardoqueo
sentado a la puerta del rey. 20 Ester
no había dado a conocer su naci¬
miento ni su pueblo, porque se lo
había prohibido Mardoqueo, y seguía
cumpliendo las órdenes de 'Mardo¬
queo tan fielmente como cuando es¬
taba bajo su tutela.
21 En aquel mismo tiempo, cuando
Mardoqueo se sentaba a la puerta
del rey, Bigtán y Teres, dos eunucos
del rey, dejándose llevar de un mo¬
vimiento de ira, quisieron poner su
mano sobre el rey Asnero. 22 Mardo¬
queo tuvo conocimiento de ello e
informó a la reina Ester, que se lo
comunicó al rey de parte de Mardo¬
queo. 23 Averiguada la cosa y hallada
cierta, los dos eunucos fueron colga¬
dos de una horca, escribiéndose el
caso en el libro de las crónicas, de¬
lante del rey.
Aman, favorito del rey.
1 Después de esto, el rey Asnero
elevó al poder a Amán, hijo de
Hamedata, agagita, ensalzándole y
poniendo su silla sobre la de todos
los principes que estaban con él.
2 Todos los servidores del rev que
estaban a la puerta del palacio, do¬
blaban ante Amán la rodilla, y se
prosternaban ante él, pues tal era
la orden del rey; pero Mardoqueo
no doblaba sus rodilla* ni se pros¬
ternaba (1), 3 y los servidores del rey
que estaban a la puerta dijeron a
Mardoqueo: ¿Por qué traspasas tú la
orden del rey? 4 V como se lo re¬
pitiesen todos los días v él no les
hiciese caso, se lo comunicaron a
(i) Parece indicar el texto que Mardoqueo
te negaba a tales cortesías por ver en ellas actos
de culto, que sólo a Dios son debidos.
ESTER, 13
5if>
Amán, para ver si Mardoqueo per¬
sistía en su resolución, pues les había
dicho qúe era judío. ® Viendo Amán
que Mardoqueo no doblaba la rodilla
y no se prosternaba ante él, se llenó
de furor, 6 pero teniendo en poco
poner su mano sobre Mardoqueo sola¬
mente, pues ya le habían dicho a
qué pueblo pertenecía Mardoqueo,
quiso destruir a todo * 1 pueblo de
Mardoqueo, a todos cuantos judíos se
hallaban en todo el reino de Asuero.
El decreto de exterminio contra
loa» judíos.
7 El mes primero, que es el mes
de Nisán, del duodécimo año del
rey Asuero, se echó el pvr, es decir,
la suerte, ante Amén, de día en día
y de mes en mes, hasta que salió el
mes duodécimo, que es el mes de Adar.
8 Dijo entonces Amán al rey Asue¬
ro: «Hay en todas las provincias de
tu reino un pueblo, disperso y sepa¬
rado de todos los otros pueblos, que
tiene leyes diferentes de las de todos
los otros y no guarda las leyes del
rey (1). No conviene a los intereses del
rey dejarlos en paz. 9 Si al rey le
parece bien, escríbase orden de ex¬
terminarlos, y yo pesaré diez mil ta¬
lentos de plata en manos de los super¬
intendentes de la hacienda, para que
se ingresen en el tesoro real.» 10 En¬
tonces el rey se quitó de la mano su
anillo y se lo entregó a Amán, hijo
de Amedata, agagita, enemigo de los
judíos, 11 y le dijo: «La plata que
ofreces, sea para ti, y para ti tam¬
bién esc pueblo, pura que hagas con
él lo que bien te parezca.»
12 P'ueron entonces llamados los
secretarios del rey, el día trece del
mes primero, y se escribió todo lo
que ordenaba Amán a los sátrapas
del rey, a los gobernadores de todas
las provincias y a los jefes de todos
los pueblos, a cada provincia según
su escritura y a cada pueblo según
su lengua. Se escribió en nombre del
rey Asuero y se sellaron las cartas
(i) En las partes protocanónicas no aparece
el motivo x religioso, sino el nacional. Son las
leyes peculiares de Israel las que se alegan
como causa de la persecución. La carta que
sigue en griego no menciona tampoco expresa¬
mente el motivo religioso, pero no hay duda
de que envuelta en tantas razones la oposición
de Israel a las demás naciones, está implícita
su religión.
con el anillo del rey. 13 Fueron manda¬
das las cartas por medio de los co¬
rreos a todas las provincias del rey,
ordenando destruir, hacer perecer y
matar a todos los judíos, jóvenes y
viejos, niños y mujeres, en un solo
día, el día trece del duodécimo mes,
que es el mes de Adar, y que sus
bienes fuesen dados al pillaje.
PARTE DEUTEROCANON1CA
1 O 1 La copia de la carta es del
* ^ tenor siguiente:
«Artajerjes, rey grande, a los sá¬
trapas y gobernadores subordinados
de las ciento veintisiete provincias,
desde la Judea hasta Etiopía, orde¬
na lo que sigue: 2 * Aun cuando tenga
el imperio de muchas naciones y
haya subyugado toda la tierra, jamás
he querido engreírme con la con¬
fianza del poder, sino gobernar con
justicia y moderación, asegurando a
mis vasallos una vida perpetuamente
tranquila, y procurando la quietud
y seguridad del reino, hasta los ex¬
tremos confines, para que florezca la
paz, tan deseada de los hombres.
3 «Consultando con mis consejeros
cómo podría llevarse esto a cabo,
uno de ellos, por nombre Amán, dis¬
tinguido por su discreción cerca de
mí, de lealtad bien probada, de fir¬
me fidelidad, que en el palacio real
ocupa la segunda dignidad, 4 me ha
dado a conocer la existencia de un
pueblo que vive mezclado con todas
las tribus de la tierra, odioso por sus
leyes, opuesto a todas las naciones,
que continuamente traspasa los man¬
datos de los reyes e impide que ten¬
gan efecto las medidas de gobierno
por mí intachablemente ordenadas.
6 »He averiguado también que esta
nación vive totalmente aislada, siem¬
pre en abierta oposición con todo el
género humano, y que al tenor de
sus leyes observa un género de vida
extraño, hostil a nuestros intereses,
y comete los más perversos excesos
para impedir el buen orden del reino.
6 «En virtud de esto, os ordeno que
todos los a mí señalados en las cartas
de Amán, a quien he encomendado
este negocio, siendo como es mi se¬
gundo padre, todos con sus mujeres
e hijos sean de raíz exterminados por
la espada de sus enemigos, sin mise¬
ricordia ni piedad, el día catorce del
mes duodécimo de Adar, del presente
ESTER, 4
5it>
año; 7 de suerte que los enemigos de
ayer y de hoy en un solo día des¬
ciendan al •infierno por muerte vio¬
lenta, y para el tiempo venidero sea
nuestro gobierno estable y perfecta¬
mente tranquilo.»
PARTE PROTOCANONICA
14 Las cartas encerraban una copia
de este edicto, que debía publicarse
en cada provincia, invitando a los
pueblos a estar dispuestos para aquel
día. 16 Los correos partieron apresu¬
radamente, según la orden del rey.
El edicto se publicó en Susa, la capi¬
tal; y mientras el rey y Amán bebían,
estaba la ciudad de Susa consternada.
Consternación de los judíos.
I 1 Cuando supo Mardoqueo lo que
* pasaba, rasgó sus vestiduras, se
vistió de saco y se cubrió de ceniza;
luego se fuó al medio de la ciudad,
dando fuertes, dolorosos gemidos, 2 y
llegó hasta la puerta del rev, pues
no era a nadie lícito entrar vestido
de saco. 3 * En todas las provincias,
dondequiera que llegó la orden del
rey y su edicto, hubo entre los judíos
gran desolación, y ayunaron, llora¬
ron y clamaron, acostándose muchos
sobre la ceniza V vestidos de saco.
4 Las doncellas de Ester y sus
eunucos vinieron a decírselo. La reina
se quedó muy atemorizada, y mandó
vestidos a Mardoqueo, para que se
los pusiese, quitándose el saco; pero
él se negó a aceptarlos. 5 Entonces
llamó Ksler a Hatac, uno de los
eunucos (jue había puesto cerca de
ella el rey, y le mandó que fuera a
preguntar a Mardoqueo qué era aque¬
llo y de dónde venía. 6 Fue Hatac a
Mardoqueo, a la plaza de la ciudad,
delante de la puerta del rey; 7 y
Mardoqueo le contó lo que pasaba
y le dió noticia de la suma que
Amán bahía ofrecido entregar al te¬
soro del rey, en pago del exterminio
de los judíos. 8 Dióle también copia
del edicto que había sido publicado
en Susa para exterminarlos, a fin
de que se la enseñase a Ester y. le
diese cuenta de todo, y mandó a
Ester presentarse al rey para pedirle
gracia y rogarle por su pueblo.
PARTE DEUTEROCANONICA
4 rr 1 Le dijo que la mandaba que
1 entrase al rey y le pidiese gracia
para el pueblo: 2 «Acuérdate de los días
de tu abatimiento, cuando eras criada
por mi mano; porque Amán, el pri¬
mero después del rey, ha hablado
contra nosotros para hacernos morir.
8 Invoca al Señor, y habla al rey por
nosotros; líbranos de la muerte.»
PARTE PROTOCANONICA
9 Fué Hatac y comunicó a Ester
lo que le había dicho Mardrquco.
10 Ester encargó a Hatac que fuera a
decir a Mardoqueo: 11 «Todos los ser¬
vidores del rey y todo el pueblo de
las provincias del rey saben que hay
una ley que castiga con pena de
muerte a cualquiera, hombre o mujer,
que entre al rey al atrio interior sin
haber sido llamado; sólo se libra de
la muerte aquél a quien el rey tiende
su cetro de oro; y yo no he sido lla¬
mada por el rey desde hace treinta
días.»
12 Cuando recibió Mardoqueo la
contestación de Ester, 13 mandó que
le respondieran: «No vayas a creer tú
que serás la única en escapar entre
los judíos todos, por estar en la
casa del rey; 11 porque si ahora
callas, y el socorro y la liberación
viniera a los judíos de otra parte,
tú y la casa de tu padre pereceríais.
¿Y quien sabe, si no es precisamente
para un tiempo como este, para lo
que tú has llegado a la realeza?»
15 Ester mandó decir a Mardoqueo:
16 «Ve, y reúne a los judíos todos de
Susa, y ayunad por mi, sin comer ni
beber por tres días, ni de noche, ni
de día. Yo también ayunaré igual¬
mente con mis doncellas, y después
iré al rey, a pesar de la ley; y si lie
de morir, moriré» (I).
17 Mardoqueo se fue, e hizo lo que
Ester le había mandado.
PARTE DEUTEROCAXOXTCA
| *1 8 Y oró al Señor, haciendo me¬
moria de todas sus obras, 9 di¬
ciendo:
(i) Este ayuno no es ayuno de tuto, sino
ayuno que se acompaña a la plegaria para
alcanzar piedad de Dios, aunque de esto nada
diga el texto expresamente. La oración que
sigue en ta parte griega se ajusta bien a este
concepto.
ESTER, 14, 15
¿17
«Señor, Señor, Rey omnipotente, en
cuyo poder se hallan todas las eosas,
a quien nada podrá oponerse si qui¬
sieres salvar a Israel: 10 Tú que has
hecho el cielo y la tierra, y todas las
maravillas que hay bajo los cielos,
11 Tú eres dueño de todo, y nada hay,
Señor, que pueda resistirte. 12 Tú
lo sabes todo; Tú sabes, Señor,
que no por orgullo ni altivez, ni
por vanagloria hice yo esto, de
no adorar al orgulloso Amán; 13 que
de buena gana besaría las huellas
de sus pies por la salud de Israel;
14 que yo hice esto por no poner la
gloria del hombre por encima de la
gloria de Dios; que no adoraré a
nadie fuera de ti, mi Señor, y que
obrando así no lo hago por altivez.
16 Y ahora, Señor mi Dios y mi
Rey, Dios de Abraham, perdona a tu
pueblo, cuando ponen en nosotros los
ojos para nuestra perdición, con el
ansia de destruir tu antigua here¬
dad. 16 No eches en olvido ésta tu
porción, que para ti rescataste de
la tierra de Egipto. 17 Escucha mi
plegaria y muéstrate propicio a tu
heredad; vuelve nuestro duelo en
alegría, para que viviendo cantemos,
Señor, himnos a tu nombre, y no
cierres, Señor, la boca de los que te
alaban.»
18 Y todo Israel clamó eon toda su
fuerza, porque tenían la muerte a
la vista.
1 A 1 2 3 La reina Ester, presa de mor-
* ** tal angustia, acudió al Señor;
2 y despojándose de sus vestidos de
corte, se vistió de angustia y duelo;
y en vez de los ricos perfumes, se
cubrió la cabeza de polvo y ceniza,
humillándose. Todo cuanto solía ella
adornar por placer, lo cubrió ahora
eon sus cabellos.
3 Y oró al Señor, Dios de Israel,
diciendo: «Señor mío, tú que eres
nuestro único Rey, socórreme a mí
desolada, que no tengo ayuda sino
en ti, 4 porque se acerca el peligro.
6 Desde que nací he oído en la tribu
de mi familia que tú, Señor, esco¬
giste a Israel entre todas las naciones,
y a nuestros padres entre todos sus
progenitores, por heredad perpetua,
y que Ies cumpliste cuanto Ies habías
prometido. 8 Ahora nosotros hemos
pecado delante de ti, y tú nos entre¬
gaste en poder de nuestros enemigos,
7 en eastigo de haber adorado a sus
dioses. Justo eres, Señor. 8 Mas ellos
no se contentan eon imponernos dura
servidumbre, y han puesto sus ma¬
nos sobre las manos de sus ídolos,
9 jurando anular las promesas de
tu boea borrar tu heredad, cerrar
la boea, de los que te alaban, ex¬
tinguir la gloria de tu casa y de tu
altar, 10 abrir la boca de los gen¬
tiles para celebrar las proezas de sus
ídolos, y hacer que un rey de carne
sea por esto ensalzado para siempre.
11 No entregues, Señor, tu cetro a
los que nada son, ni se rían de nues¬
tra caída, antes bien haz que sus
eonsejos se vuelvan contra ellos; haz
para todos escarmiento al autor de
esta guerra contra nosotros. 12 Acuér¬
date de nosotros, Señor; date a cono¬
cer en el día de nuestra tribulación,
y fortaléceme, Rey de los dioses,
Dominador de todo poder. 13 Pon en
mis labios palabras apropiadas en
presencia del león, y muda su cora¬
zón en odio al que nos hace la guerra,
para ruina suya *y de sus parciales.
14 Líbrame con tu mano, y ayúdame
a mí, que estoy sola y no tengo sino
a ti, Señor. 15 Tú lo sabes todo, y
sabes por tanto cómo aborrezco la
gloria de los inicuos, y detesto el
lecho de los incircuncisos y de todos
los extraños. 16 Tú conoces que sólo
por necesidad estoy donde estoy;
que detesto las señales de mi gloria
que llevo sobre la cabeza en los día
de mi pública presentación; que las
abomino como paño de menstrua¬
ción, que no las llevo en mis días de
retiro; 17 que no ha participado tu
sierva de la mesa de Amán, ni apre¬
cio los banquetes del rey, ni bebo el
vino de las libaciones; 18 que no ha
tenido tu sierva día alegre desde el
día de su encumbramiento hasta hoy
sino en ti, Señor, Dios de Abraham.
19 jOh Dios sobre todos fuerte, oye la
voz de los desamparados, y líbrame
del poder de los perversos, líbrame a
mí de todo malí»
Intervención de Ester.
1 Z 4 * El día tercero, así que acabó
1 su oración, se despojó de sus
hábitos de penitencia y se vistió de
gala. 6 7 Y así, espléndidamente ade¬
rezada, e invoeando a su Dios y Sal¬
vador, testigo de todas las eosas hu¬
manas, tomó a dos de sus siervas,
8 apoyándose en una de ellas, como
quien no puede de puro delicada sos-
Ó1 b
ESTER, 5, 6
tenerse, 7 mientras la otra la seguía,
llevando la cola de su manto. 8 Apa¬
recía enteramente hermosa, el rostro
sonrosado, alegre y como encendido
de amor, mas el corazón oprimido
por el miedo. 9 Y atravesando todas
las puertas, se detuvo delante del rey.
Hallábase éste sentado en su trono,
vestido con todo el aparato de su
majestad, cubierto de oro y piedras
preciosas, y aparecía en gran manera
terrible. 10 Levantando el rostro ra¬
diante de majestad, en el colmo de
su ira, dirigió su mirada, y al punto
la reina se desmayó, y demudado el
rostro, se dejó caer sobre la sierya
que la acompañaba. 11 Pero mudó
Dios el espíritu del rey en manse¬
dumbre, y asustado, se levantó de
su trono y la puso sobre sus rodillas,
hasta que ella volvió en sí. La con¬
solaba con blandas palabras, 12 di¬
ciendo: «¿Qué és esto, Ester? Yo soy
tu hermano, cobra ánimo. 13 No, no
morirás, que mi mandato es para el
común de las gentes. 14 Acércate.»
16 Y tomando el cetro de oro, la tocó
en el cuello y la besó, diciendo: «Há-
blame.» 16 Ella le dijo: «Te vi, señor,
como a un ángel de Dios, y mi cora¬
zón quedó turbado ante el temor
de tu majestad, 17 pues eres, señor,
admirable, V tu rostro está lleno de
dignidad » (1). 18 Y mientras hablaba,
volvió a caer desmayada. 19 Turbóse
el rey, y toda la servidumbre la
atendía.
PARTE PliOTOCANON1CA
rr 1 Al tercer día, Ester se vistió sus
vestiduras reales y se presentó en
el atrio interior de la casa, delante
del aposento del rey. Estaba éste
sentado en su real trono, en el pala¬
cio real, enfrente de la entrada; 2 y
cuando vió a la reina Ester en pie,
en el atrio, halló ésta gracia a sus
ojos, y tendió sobre ella el rey el
cetro de oro que tenía en su mano,
8 y le dijo: «¿Qué tienes, reina Ester,
V qué es lo que quieres? Aunque
fuera la mitad de mi reino, te sería
otorgada.» 4 Ester respondió: «Si al
rey le complace, que venga hoy el
(i) Los ángeles de Dios que asisten en su
presencia, participan en algo de su majestad,
como Moisés a) bajar del monte venia irra¬
diando claridad. Por esto Ester se turba, al ver
al rey «como un ángel de Dios».
rey, con Amán, a un festín que yo
le he preparado.» 6 El rey dijo: «Id a
llamar a Amán, como lo desea Ester.»
Fué el rey con Amán al festín que
había preparado Esler; y mientras
se bebía el vino, 6 dijo el rey a Ester:
«¿Qué es lo que pides? Todo te será
concedido. ¿Qué deseas? Aunque fue¬
ra la mitad de mi reino, la tendrías.»
7 Ester respondió: «He aquí lo que
pido y lo que deseo: 8 Si he hallado
yo gracia a los ojos del rey, y si
place al rey concederme mi petición
y satisfacer mi deseo, que vuelva el
rey con Amán (1) al banquete que yo
les prepararé, y mañana yo daré la
respuesta al rey según su mandato.»
9 Amán salió aquel día gozoso, y
lleno de contento el corazón; pero
cuando vió a la puerta del rey a
Mardoqueo, que no se levantó ni se
movió a su paso, se llenó de ira
contra Mardoqueo. 10 Supo, sin em¬
bargo, contenerse, y se fué a su
casa. Luego mandó a buscar a sus
amigos y a Zeres, su mujer; 11 y
Amán les habló de la grandeza de
sus riquezas, del número de sus hijos,
de todo cuanto había hecho el rey
para engrandecerle, dándole el pri¬
mer lugar, por encima de los jefes y
los servidores del rey. 12 Y añadió:
«Sólo a mí también ha invitado la
reina Ester al banquete que ha dado
al rey, y me ha invitado además
para mañana en su casa, con el rev.
1 3 p ( > r0 todo esto no es nada para
mí, mientras vea a Mardoqueo, el
judío, sentado a la puerta del rey.»
14 Zeres, su mujer, V todos sus ami¬
gos, le dijeron: «Prepara una horca de
cincuenta codos de alta, y mañana
por la mañana pide al rey que sea
colgado en ella Mardoqueo, y luego
te irás satisfecho al festín con el rey.>
Agradó a Amán el consejo, y mandó
preparar la horca.
Honores concedidos a Mardoqueo
y humillación de Aman.
1 Aquella noche, no pudiendo el
rey conciliar el sueño, hizo que
le llevaran el libro de los anales y
las crónicas; y leyéndolas ante el
rey, 2 hallóse escrito lo que había
revelado Mardoqueo, descubriendo
que Rigtán y Teres, los dos eunucos
(1) La invitación de Amán al banquete
parece tener por fin hacer más grande su ruina
ESTER. 7. 8 51»'
del rey, guardas del atrio, habían
querido llevar su mano sobre el rey
Asuero. 8 El rey preguntó: «¿Qué hono¬
res y distinciones se han concedido
por esto a Mardoqueo?» «Ninguna ha
recibido», respondieron los servidores.
4 Entonces dijo el rey: «¿Quién está
en el atrio?» Amán había venido al
atrio exterior de la casa, para pedir
al rey que mandara colgar a Mar¬
doqueo de la horca que le había pre¬
parado. 5 Los servidores le respon¬
dieron: «Ahí está Amán, en el atrio.»
Y dijo el rey: «Que entre.» 6 Entró
Amán, y el rey le dijo: «¿Qué ha de
hacerse con aquel a quien el rey
quiere honrar?» Amán se dijo a sí
misino: ¿A quién otro ha de querer
honrar el rey? 7 Y contestó: «Para
honrar a quien el rey quiera honrar,
8 habrán de tomarse las vestiduras
reales que se viste el rey, y el caballo
en que el rey cabalga, y la corona
real que ciñe su cabeza, 9 y dar el
vestido, el caballo y la corona a
uno de los más nobles príncipes del
rey, para que vistan a aquél a quien
el rey quiere honrar, y llevándole en
el caballo por la plaza de la ciudad,
vayan pregonando ante él: Así se
hace con el hombre a quien el rey
quiere honrar»
10 El rey dijo a Amán: «Coge luego
el vestido y el caballo, como has
dicho y haz eso con Mardoqueo, el
judío, que se sienta a la puerta del
rey. No omitas nacía de cnanto has
dicho.» 11 Cogió Amán el vestido y
el caballo, vistió a Mardoqueo, y le
paseó a caballo por la plaza de la
ciudad, gritando delante de él: «Así
se hace con el hombre a quien el rey
quiere honrar» (1).
12 Volvióse Mardoqueo a la puerta
del rey, y Amán se fué corriendo a
su casa, desolado y cubierta la cabeza.
13 Contó Amán a Zeres, su mujer, y
a lodos sus amigos todo lo que le
había sucedido; y sus sabios y Zeres,
su mujer, le dijeron: «Si el Mardoqueo
ese, delante del cual has comenzado
a caer, es de la raza de los judíos, no
le vencerás, antes de cierto sucumbi¬
rás ante él.» 14 Y cuando todavía
estaba ella hablando, vinieron los
eunucos del rey y se llevaron apre¬
suradamente a Amán al festín que
Ester había preparado.
(i) Este acto de justicia con Mardoqueo
es el augurio de la calda del orgulloso mi¬
nistro
Amán, acusado por Ester, es
condenado a muel le.
H 1 Fueron el rey y Amán al ban-
4 quete a casa de Ester. 2 El se¬
gundo día dijo el rey a Ester otra
vez, mientras bebía el vino: «¿Cuál
es tu petición, reina Ester? Te será
concedida. ¿Qué es lo que deseas?
Aunque fuera la mitad de mi reino
la tendrías.» 3 La reina Ester respon¬
dió: «Si he hallado gracia a tus ojos,
¡oh reyl, y si el rey lo cree bueno,
concédeme la vida mía: he ahí mi
petición, y salva a mi pueblo: he
ahí mi deseo. 4 Porque estamos ven¬
didos yo y mi pueblo, para ser exter¬
minados, degollados, aniquilados. Si
siquiera fuéramos vendidos por es¬
clavos y siervos, me callaría, aunque
no compensaría el enemigo al rey el
perjuicio que le haría.» 5 Tomó el
rey Asuero la palabra, y dijo a la
reina Ester: «¿Quien es y dónde está el
que eso se propone hacer?» 6 Y Ester le
respondió: «El opresor, el enemigo, es
Amán, ese malvado.» Amán se sobre¬
cogió de terror ante el rey y la reina.
El rey, en su ira, se levantó y se
salió del banquete, para ir al jardín
del palacio, y Amán se quedó para
pedir la gracia de la vida a la reina
Ester, porque veía bien que su pér¬
dida estaba resuelta en el ánimo del rey.
8 Cuando volvió el rey del jardín
del palacio a la sala del banquete,
vió a Amán, que se había precipitado
hacia el lecho sobre el cual estaba
Ester, y dijo: «¡Quél ¿Será que pre¬
tende también hacer violencia a la
reina en mi casa, en el palacio?» En
cuanto salieron estas palabras de la
boca del rey, cubrieron el rostro de
Amán; 9 y Harbona, uno de los
eunucos, dijo en presencia del rey:
«En casa de Amán hay una horca,
alta de cincuenta codos, que Amán
ha preparado para Mardoqueo, el
que habló para bien del rey.» El rey
dijo: «Que cuelguen de ella a Amán.»
10 Y fué colgado Amán de la horca
que él habia preparado para Mar¬
doqueo, y se aplacó la ira del rey (1).
Edicto en favor de los judíos.
O 1 Aquel mismo día, el rey Asuero
** dió a Ester la casa de Amán, el
(i) La horca que Amán había preparado
para Mardoqueo, para él mismo sirvió. La jus¬
ticia de Dios resalta en este detalle.
52U
ESTER, 16
enemigo de los judíos; y Alardoqueo
fue presentado al rey, pues le había
dado a conocer Ester el parentesco
que a él la unía. 2 Quitóse el rey su
anillo, que había retirado a Amán, y
se lo dio a Afardoqueo. Ester, por su
parte, estableció a Alardoqueo en la
casa de Amán. 3 Volvió después a
hablar Ester al rey, y echándose a
sus pies, llorando, le suplicó impidie¬
ra los efectos de la maldad de Amán,
agagita, y la realización de sus pro¬
yectos contra los judíos. 4 El rey
tendió a Ester el cetro de oro, y ésta
se levantó, quedándose en pie de¬
lante del rey, 5 y le dijo: «Si al rey
le parece bien, y si he hallado yo
gracia a sus ojos, que se escriba para
revocar las cartas inspiradas por
Amán, hijo de Hamedatán, agagita,
y escritas por él para exterminar a
los judíos que hay en todas las pro¬
vincias del rey; 8 porque ¿cómo po¬
dría vo ver que el infortunio alcanzara
a mi pueblo? ¿Cómo podría ver el
exterminio de mi raza?»
7 El rey Asucro dijo a la reina
Ester y al judío Alardoqueo: «Yo he
dado a Ester la casa de Ainán, y él
ha sido colgado de la horca por
haber extendido su mano contra los
judíos. 8 Escribid, pues, en favor de
los judíos lo que bien os parezca, en
nombre del rey, y selladlo con el
anillo del rey, porque edicto escrito
en nombre del rey y sellado con el
anillo del rey lio puede ser revocado.»
8 Fueron entonces llamados los
secretarios de re\, el día veintitrés
del mes tercero, que es el mes de
Siván; y se escribió conforme a lo
que fue ordenado por Alardoqueo, a
los judíos, a los sátrapas, a los gober¬
nadores y a los jefes de las ciento
veintisiete provincias, desde la Judea
a la Etiopía, a cada provincia según
su escritura y a cada pueblo según
su lengua, y a los judíos según su
escritura y su lengua. 10 Se escribió
en nombre del rey Asuero, y se selló
con el anillo del rey. Enviáronse las
cartas por correos montados en ca¬
ballos, y en mulos nacidos de asnas.
11 Se daba a los judíos, en cualquiera
ciudad en que estuviesen, permiso
para reunirse y defender su vida, y
de destruir, matar y exterminar a
todos aquellos, con sus niños y mu¬
jeres, de cada pueblo y de cada pro¬
vincia, que tomaran las armas para
atacarlos, y de dar sus bienes al pi¬
llaje; Ta v esto en nn solo día. en
todas las provincias del rey Asuero
el día trece del duodécimo mes, que
es el mes de Adar. 13 Estas cartas
contenían una copia del edicto que
había de publicarse en cada provin¬
cia, e informaban a todos los pueblos
de que los judíos estarían aquel día
prestos a vengarse de sus enemigos.
PARTE DEUTEROCAXONICA
Copia del edicto cu favor de los
judíos.
1 h 1 La copia de la carta es como
1 u sigue:
«Artajerjes, rey grande, a los go¬
bernadores de las regiones de las
ciento veintisiete satrapías desde la
India hasta la Etiopía, y a cuantos
entiendan en nuestros negocios, sa¬
lud. 2 Aludios, después de haber re¬
cibido honores singulares de la extre¬
mada bondad de sus bienhechores,
aspiran a cosas más altas, 3 y no sólo
tratan de oprimir a nuestros súbdi¬
tos, sino que, incapaces de sostener
el peso de su dignidad, conspiran
hasta contra el que se la confirió.
4 Y no sólo destierran de entre los
hombres la gratitud, sino que, hin¬
chados con el fausto de su inespera¬
da prosperidad, procuran escapar a la
justicia vengadora de Dios, perpetuo
testigo de todas las cosas. 6 Con fre¬
cuencia a muchos de los constitui¬
dos en la suprema autoridad, la falaz
adulación de aquellos a quienes en¬
comendaron la dirección de los ne¬
gocios los hace cómplices de sangre
inocente y les causa irremediables
males, 6 engañando con la mentirosa
astucia de su malignidad la noble
sencillez de los soberanos. 7 Esto po¬
demos comprobarlo, no tanto por las
historias antiguas, según dejamos in¬
dicado, cuanto por el examen de su¬
cesos que tenéis a la vista, hechos
impíamente consumados por la peste
de los indignos gobernantes. 8 Por
eso es preciso proveer para lo futuro,
procurando con la paz un reino tran¬
quilo a todos los hombres, 8 reali¬
zando los cambios necesarios, y juz¬
gando siempre con equidad los nego¬
cios que se ofrecieren.
10 «Vosotros sabéis, cómo Amán,
hijo de Amadata, maeedonio, en¬
teramente extraño a la sangre de
ESTER, 8, 9
521
los persas y sobremanera descono¬
cedor de nuestra bondad, por mí aco¬
gido hospitalariamente, 11 alcanzó la
benevolencia que usamos eon todas
las naeiones, en tanto grado, que
fuese apellidado nuestro padre y ve¬
nerado por todos como poseedor de
la segunda dignidad del trono real.
12 E incapaz de llevar el peso de
tanta grandeza, intentó privarme del
reino y de la vida, 13 y eon toda
suerte de maliciosos engaños trató
de perder a mi salvador y bienhechor
constante y a la irreprochable com¬
pañera del reino, Ester, eon toda su
nación. 14 Así pensaba él aislarnos
y pasar a los maeedonios el imperio
de los persas.
15 «Pero, hemos averiguado que
los judíos, entregados a la muerte
por este consumado criminal, no son
malhechores, antes se gobiernan por
leyes santísimas, 16 que son hijos del
altísimo, sumo y viviente Dios, que
conserva el reino en el mejor estado
en favor nuestro, como de nuestros
predecesores (1); 17 por esto haréis bien
en no prestar atención a las cartas
remitidas por Aman, hijo de Ama-
data, por cuanto el autor de ellas
ha sido crucificado a las puertas de
Susa, eon toda su casa, habiéndole
dado sin tardanza su merecido cas¬
tigo el Dios omnipotente.
19 »La copia de esta carta haréis
publicarla en todas partes, para que
sea permitido a los judíos vivir según
sus leyes, 20 y les prestaréis apoyo
para que puedan rechazar a los que
en el día de la tribulación les ata¬
quen, el día treee del mes duodécimo,
de Adar; 21 pues el Dios que todo lo
domina, ha convertido en día de ale¬
gría el que estaba señalado para
ruina de la nación escogida (2).
22 »Vosotros, pues, celebraréis con
todo regocijo, como una de vuestras
festividades, el día señalado, 23 para
que ahora y en lo futuro sea día de
salud para vosotros y para todos los
leales a los persas, y para los que
maquinaban contra vosotros sea de
infausta memoria. 24 Y toda eiudad
o región en general que esto no cum¬
pliere, sea inexorablemente destruida
(1) He aquí el supremo elogio de Israel,
puesto en boca del rey. Sus leyes son santísi¬
mas y ellos hijos del Altísimo, sumo y viviente
Dios y conservador del reino.
( 2 ) Después de anular los edictos primeros,
se manda prestar ayuda a los judíos para re¬
chazar los ataques enemigos.
por el hierro y el fuego, y heeha
inaccesible no sólo a los hombres,
sino también a las fieras y a las aves,
y por siempre odiosa.»
PARTE PROTOCANONICA
8 14 Los correos, montados en ca¬
ballos y mulos, partieron en se¬
guida con toda prisa, según la orden
del rey. El edicto fue publicado tam¬
bién en Susa, la capital. 15 Mardoqueo
salió de la casa del rey, vestido eon
un vestido real azul y blanco, eon
una gran corona y un manto de lino
y de púrpura. 16 Hubo para los ju¬
díos, luz y alegría, gozo y honra.
La ciudad de Susa lanzaba gritos de
regocijo, 17 y en cada provincia y
cada ciudad, por dondequiera que
llegaron la orden del rey y su edicto,
hubo entre los judíos gozo y rego¬
cijo, banquetes y fiestas; y muehas
de las gentes de los pueblos de las
regiones se hieieron judíos, porque se
había apoderado de ellos el temor a
los judíos.
Venganza de los judíos.
Q 1 Al duodécimo mes, que es el
* mes de Adar, el día trece del
mes, el* día en que había de cum¬
plirse el edicto del rey, y en que los
enemigos de los judíos habían pen¬
sado dominarlos, fue lo contrario lo
que sucedió, y los judíos dominaron
a sus enemigos (1). 2 Reuniéronse los
judíos en sus ciudades, en todas las
provincias del rey Asuero, para poner
la mano sobre "todos aquellos que
buscaban su perdición; y nadie pudo
resistirlos, porque el temor de ellos
se había apoderado de todos los
pueblos. 3 Y todos los jefes de las
provincias, los sátrapas y los fun¬
cionarios del rey, apoyaron a los
judíos, por el temor que les inspiraba
Mardoqueo; 4 pues era Mardoqueo
poderoso en la casa del rey, y su fama
se espareió por todas las provincias,
(i) Este capítulo es el más duro de todo el
relato. Parece que los judíos no se limitaron a
defenderse de sus enemigos, como el edicto
anterior decía, sino que pasaron a la ofensiva
y por su mano ejercieron la justicia contra los
que habían tenido el propósito de darles muerte.
Cuanto a las cifras, tal vez ocurre con ellas lo
que con tantas otras de la Escritura, que están
alteradas.
ESTER, 9
^22
porque se hacía de día en día más
poderoso.
6 Los judíos hirieron a espada a
todos sus enemigos, los mataron y
los hicieron perecer, y trataron como
quisieron a los que Ies eran hostiles.
6 En Susa, la capital, mataron los
judíos, haciéndolos perecer, a qui¬
nientos hombres, 7 y degollaron a
Parsandata, Dalfon, Asfata, 8 Po¬
rata, Adalía, Aridata, 9 Parmasta,
Arisai, Aridai y Jezata, 10 los diez
hijos de Amán, hijo de Amedata, el
enemigo de los judíos, pero estos
no se dieron al pillaje.
11 Llegó aquel día a conocimiento
del rey el número de los muertos en
Susa, la capital; 12 y el rey dijo a
Ester: «Los judíos han matado y
hecho perecer en Susa, la capital, a
quinientos hombres y a los diez hijos
de Amán. ¿Qué habrán hecho en el
resto de las provincias del rey? ¿Qué
más pides? ¿Qué más quieres? Se te
concederá, lo tendrás.» 13 Ester res¬
pondió: «Si al rey le parece bien, que
les sea permitido a los judíos de
S sa obrar también mañana con¬
forme al edicto de hoy, y que se
cuelgue en la horca a los diez hijos
de Amán.» 14 El rey mandó que así
se hiciera, y se publicó el edielo en
Susa. 15 Los judíos de Susa se reunie¬
ron de nuevo el día catorce del mes
de Adar, y mataron en Susa a tres¬
cientos hombres, pero tampoco se
dieron al pillaje.
18 Los otros judíos que había en
las provincias del rey se reunieron
y defendieron su vida; y se procura¬
ron reposo, librándose de sus ene¬
migos, y mataron a setenta y cinco
mil, pero no se dieron al pillaje.
17 Esto sucedió el día trece del mes
de Adar. Los judíos se aquietaron el
catorce, haciendo de el un día de
banquetes y regocijo. 18 Los que
había en Susa, que se habían reuni¬
do el trece y el catorce, se aquietaron
el quince, haciendo de el un día de
banquetes y regocijo. 19 Por eso los
judíos del campo, que habitan ciu¬
dades no amuralladas, hacen del día
catorce del mes de Adar un día de
banquete y de fiesta, en que se man¬
dan presentes los unos a los otros.
Ln fiesta de los «purim».
20 Mardoqueo escribió estas cosas
N envió cartas a los judíos de todas
las provincias del rey Asuero, cercanas,
y lejanas, 21 mandándoles celebrar to¬
dos los años el día catorce y el quince
del mes de Adar, 22 como días en que
habían obtenido el reposo, librándose
de sus enemigos, y celebrar el mes
en que su tristeza habíase conver¬
tido en alegría y su desolación en
regocijo; y hacer de estos días, días
de festín y de alegría, en que se
mandan presentes los unos a los otros
y se distribuyen dones a los indi¬
gentes. 23 Los judíos se comprome¬
tieron a hacer lo que ya habían co¬
menzado y les mandaba Mardoqueo;
24 porque Amán, hijo de Hamcdata,
agagita, enemigo de todos los judíos,
había concebido el proyecto de ex¬
terminarlos y había echado el pi/r,
es decir, la suerte, para matarlos y
exterminarlos; 25 pero habiéndose pre¬
sentado Ester al rey, mandó el rey
por escrito hacer recaer sobre la ca¬
beza de Amán el maligno proyecto
que él había hecho contra los judíos,
y le colgó de la horca, a él y a sus
hijos. 26 Por eso se llaman estos días
purim , del nombre de pur (!).
Conforme al contenido de esta
carta, según lo que ellos mismos
habían visto y les había sucedido,
27 los judíos tomaron por ellos, por
su descendencia y por todos aquellos
que a ellos se unieran, la resolución
y el compromiso irrevocable de cele¬
brar cada año estos dos días, al modo
y al tiempo prescritos. 28 Estos días
habían de ser recordados y celebrados
de generación en generación, en cada
familia, en cada provincia y en cada
ciudad; y estos días de purim no
habían de ser jamás abolidos entre
los judíos, ni borrado su recuerdo
entre sus descendientes.
29 La reina Ester, hija de Abigail,
y el judío Mardoqueo, escribieron
con instancia a los judíos, por se¬
gunda vez, para confirmar la cartg
acerca de los purim ; 30 y se manda¬
ron cartas a todos los judíos, a las
ciento veintisiete provincias del rey
Asnero. Contenían palabras de paz
y fidelidad, prescribiendo los días de
purim , al tiempo fijado, 31 como el
judío Mardoqueo y la reina Ester
los habían establecido, para ellos v
para toda su posteridad, con oca-
(i) Esta fiesta de los Purim o de las suertes,
llamada también de Mardoqueo, e^ un testi¬
monio permanente de I» historicidad de este
libro.
ESTER, 1C
sión de su ayuno y sus clamores.
32 Así, la orden de Ester confirmó la
institución de los purim , y esto fue
escrito en el libro.
PARTE DEUTEROCANON1CA
i A 1 Y dijo Mardoqueo: «Del Señor
1 viene esto. 2 Recuerdo, en efecto,
el sueño que aeerca de estos sucesos
tuve, de los cuales ninguno ha que¬
dado sin cumplimiento. 3 La fuente-
cilla que se convirtió en río de mu¬
chas aguas, y la lucecita convertida
en sol (1).
»E1 río es Ester, a quien el rey tomó
por esposa, haciéndola reina. 4 Los
dos dragones éramos yo y Amán;
6 y las naciones son las que se jun¬
taron para acabar con el nombre
judío. 6 Mi pueblo es este mismo
Israel, los que clamaron a Dios y
fueron salvos. Salvó el Señor a su
pueblo, y nos sacó de todos estos
males, haciendo señales y prodigios
grandes, cuales no se vieron entre las
naciones. 7 Por esto estableció dos
suerte*, una para el pueblo de Dios,
y otra para todas las otras naciones.
8 Y estas dos suertes han llegado a
su hora y tiempo, es decir, en el día
del juicio delante de Dios. 9 Y se
(t) Esce párrafo se corresponde con el sueño
referido al principio y nos da el sentido del
libro que Dios sale por la causa de su pueblo,
defendiéndole contra los impíos.
52.H
acordó el Señor de su pueblo, y sa¬
lió por la causa de su heredad. 10 Por
esto serán celebrados por ellos estos
días en el mes de Adar, los días ca¬
torce y quince del mes, con grande
concurso, alegría y exaltación, de¬
lante de Dios, de generación en ge¬
neración para siempre, en el pueblo
de Israel.»
Subscripción.
El año cuarto del reinado de Tolo-
meo y Clcopatra, Dositeo, que se
decía sacerdote y levita, y Tolomeo,
su hijo, trajeron la presente epístola
sobre los Puritn , que dicen ser autén¬
tica, y haber sido traducida por Li-
símaco, el de Tolomeo, vecino de
Jerusaién.
PARTE PROTOCANONICA
1 A 1 El rey Asuero impuso un tri-
buto a la tierra y a las islas del
mar. 2 Todos los hechos concernientes
a su poderío y sus hazañas, y los
pormenores de la grandeza a que
elevó a Mardoqueo, ¿no están conte¬
nidos en el libro de las crónicas de
los reyes de los medos y de los persas?
3 Pues el judío Mardoqueo era el pri¬
mero después del rey Asuero, muy
considerado entre los judíos y amado
de la muchedumbre de sus hermanos;
buscó el bien de su pueblo y habló
para el bien de su raza.
INTRODUCCION AL LIBRO I DE LOS MACABEOS
r) ES DE los dias de Esdras y Nehemías la historia está muda , hasta los
días de Seleuco IV (187-175). Israel, gobernado por un senado que pre¬
sidia el sumo sacerdote , vivió en paz bajo el imperio persa. y criando éste fué
sustituido por el macedónico, pasó automáticamente al dominio de Alejandro
Magno. A la muerte de este se organizó el reino de los Seducidas en Siria y
el de los Tolomeos en Egipto. Palestina, puesta en medio, fué campo de batalla
en las ritualidades de ambos reinos, y hubo de sufrir las consecuencias. El fervor
religioso se fué apagando en muchos israelitas, que, contaminados con el paga¬
nismo griego, quisieron sustituir las instituciones mosaicas por las helénicas.
Eos reyes de Siria vieron con agrado estos propósitos y los hicieron suyos, dando
con esto ocasión a las guerras heroicas de los Macabeos, que casi tuvieron tanto
de cimies como de nacionales. Estas guerras son el argumento de los libros de
los Macabeos, que no son una sola obra dividida en dos libros, sino dos obras
distintas y en gran parte paralelas.
El libro primero, encabezado con un breve resumen histórico, que va desde
Alejandro Magno hasta Antíoco IV Epifanes (1, 1-10), nos cuenta el prin¬
cipio de la persecución religiosa promovida por Antíoco (11-67), la subleva¬
ción de Matatías y de sus hijos (2, 1-70), y el desarrollo de estas luchas bajo
la dirección sucesiva de Judas, apellidado el Macabeo (3, 1-0, 22), de Jona-
tán (0, 23-12, 54), y de Simón (13-16). Abarca un período de cuarenta años
(175-135 a. C.). En ellos, el pueblo, bajo la dirección de esta familia, gracias
a su heroísmo y a la habilidad con que supo aprovecharse de las contiendas
civiles del reino selcucida, alcanzó la independencia y creó una nueva dinastía
lev (tica, la de los Asmoneos, como la Historia denominó a la familia de Ma¬
tatías.
526
MACABEOS I, 1
El libro fué escrito en hebreo , entre los años 104 y 63 a. C ., por un judio
de Palestina , entusiasta de la nueva dinastía , cuyos orígenes parece que se
propone contar. Su cronología tiene por punto de partida la era griega , que
comienza en otoño del 312 , aunque propiamente el punto de partida del autor
es la Pascua precedente. Perdido el original hebreo , que Orígenes y San Jeró¬
nimo conocieron , nos queda una versión griega , de la cual se derivó la antigua
latina , que es la que se contiene en la Vulgata } un tanto corregida.
MACABEOS I
Alejandro Magno.
1 Alejandro, hijo de Filipo, ma-
ecdonio, y el primero que reinó
en Grecia, partiendo del país de Ma-
eedonia venció a Darío, rey de los
persas y de los medos, y reinó en
lugar suyo. 2 Después de esto com¬
batió muchas batallas, expugnó mu¬
chas fortalezas y dió muerte a algu¬
nos reyes de la tierra. 5 Atravesándola
hasta sus confines, se apoderó de los
despojos de muchas naciones, y la
tierra se le rindió. Su corazón se engrió
y se llenó de orgullo. 4 Juntó pode¬
rosos ejércitos, 6 sometió a su impe¬
rio regiones y pueblos, y los sobera¬
nos le pagaron tributo. 6 Después
de todo esto cayó en el lecho y en¬
tendió que se moría. 7 Llamando a
sus oficiales, los nobles que con él
se* habían criado desde la juventud,
dividió aún en vida su reino entre
ellos. 8 Había reinada Alejandro doce
años, cuando le arrebató la muerte.
9 En su lugar entraron a reinar sus
generales; 10 los cuales, en cuanto él
murió, se ciñeron diadema, y sus hijos
después de ellos durante muchos años,
multiplicándose los males en la tierra.
Antíoeo IV.
11 De ellos brotó aquella raíz de
pecado Antíoeo Epifanes, hijo del
rey Antíoeo, que estuvo en liorna como
rehén y se apoderó del reino el año 137
de la era de los griegos. 12 Salieron de
Israel por aquellos días hijos inicuos,
que persuadieron al pueblo, diciéndolc:
«Ea, hagamos alianza con las nacio¬
nes vecinas, pues desde que nos sepa¬
ramos de ellas ñas han sobrevenido
tantos males;» 13 y a muchos les pare¬
cieron bien semejantes discursos.
14 Algunos del pueblo se ofrecieron
a ir al rey, el cual les dió facultad
para seguir las instituciones de los
gentiles. 15 En virtud de esto, levan¬
taron en Jerusalén un gimnasio, con¬
forme a los usos paganos, 18 se resta¬
blecieron los prepucios, abandonaron
la alianza santa, haciendo causa
común con los gentiles, y se vendie¬
ron al mal.
17 Una vez que Antíoeo se conso¬
lidó en el reino, concibió el propósito
de adueñarse de Egipto, a fin de rei¬
nar sobre las dos naciones. 18 Entró en
él con un poderoso ejército, con carros,
elefantes y jinetes, y con una gran
flota, 19 e hizo la guerra a Tolomeo.
rey de Egipto. Atemorizado éste, huyó
ante él, y muchos cayeron heridos.
20 Antíoeo se apoderó de las ciuda¬
des fuertes de Egipto, y volvió car¬
gado de despojos. 21 El año 143,
después de haber vencido a Egipto,
Antíoeo vino contra Israel 22 y subió
a Jerusalén con un poderoso ejército.
23 Entró altivo en el santuario, arre¬
bató el altar de oro, el candelabro de
las luces con todos sus utensilios, la
mesa de la proposición, las tazas de
las libaciones, las copas, los incen¬
sarios, la cortina, las coronas, y arran¬
có todo el decorado de oro que cubría
el templo. 24 Se apoderó asimismo
de la plata, del oro y de los vasos
preciosos, y se llevó los tesoros ocul¬
tos que pudo hallar, y con todo se
volvió a su tierra.
26 Hicieron sus gentes gran ma¬
tanza, y profirieron palabras inso¬
lentes. 26 Un gran duelo se levantó
en Israel y en todos sus hogares;
27 y se lamentaron los príncipes y los
MAC ABEOS I, 1
527
ancianos; las doncellas y los jóvenes
perdieron su vigor, y palideció la be¬
lleza de las mujeres. 28 Todos los
novios entonaron lamentaciones, e
hicieron duelo los que se sentaban
en el lecho nupcial. 29 Se conmovió
la tierra por la consternación de sus
moradores, y toda la casa de Israel
quedó cubierta de confusión.
30 Pasados dos años, envió el rey
al jefe de los tributos a las ciudades
de Judá y a Jcrusalén, con numero¬
sas tropas; 31 y con falsía les habló
palabras de paz, en las que ellos cre¬
yeron. 32 Pero de repente se arrojó
sobre la ciudad, causando en ella gran
estrago y haciendo perecer a muchos
del pueblo de Israel. 33 Saqueó la
ciudad y la incendió y destruyó sus
casas y los muros que la cerca han.
34 Llevaron cautivas a fas mujeres
y a los niños, y se apoderaron de los
ganados. 35 Edificaron en torno a la
ciudad de David un muro alto y
fuerte, y torres también fuertes, con¬
viniéndola en ciudadela. 36 La guar¬
necieron de gentes impías, hombres
malvados que en ella se hicieron
fuertes. 37 La aprovisionaron de
armas y vituallas, y juntando los
despojos de Jcrusalén, los depositaron
en ella, viniendo a ser para la ciu¬
dad un gran lazo.
38 Fue una asechanza para el san¬
tuario, una grave y continua ame¬
naza para Israel. 39 Derramaban san¬
gre inocente en torno del santuario
y lo profanaron. 40 A causa de ellos
huían los moradores de Jcrusalén,
que vino a ser habitación de extra¬
ños. Se hizo extraña a su propia
prole, y sus hijos la abandonaron.
41 Su santuario quedó desolado como
el desierto; sus fiestas se convirtieron
en duelo, sus sábados en oprobio, y
en desprecio su honor. 42 A la medida
de su gloria creció su deshonra, y su
magnificencia se volvió en duelo.
La persecución religiosa.
43 El rey Antíoco publicó un de¬
creto en su reino, de que todos for¬
masen un solo pueblo, dejando cada
uno sus peculiares leyes. 44 Todas las
naciones se avinieron a la disposi¬
ción del rey. 45 Muchos de Israel se
acomodaron a este culto, sacrificando
a los ídolos y profanando el sábado.
46 Por medio de mensajeros, el rey
envió a Jerusalén y a las ciudades
de Judá órdenes escritas, de que
todos siguieran aquellas leyes, aun¬
que extrañas al país; 47 que se supri¬
miesen en el santuario los holocaustos,
el sacrifieio y la libación; 48 que se
profanasen los sábados y las solem¬
nidades; 49 que se contaminase el san¬
tuario y el pueblo santo: 50 que se
edificasen altares y santuarios e ído¬
los, y se sacrificasen puercos y ani¬
males impuros; 61 que dejasen a los
hijos incircuncisos; que manchasen
sus almas con todo genero de im¬
pureza y abominación, de suerte que
diesen al olvido la ley, y mudasen
todas sus instituciones; 52 y que
quien se negase a obrar conforme a
este decreto del rey, fuera condena¬
do a muerte (1).
63 Tal fué el decreto publicado en
todo el reino. En todo Israel instituyó
inspectores, 54 y a las ciudades de
Judá les dió orden de que sacrifica¬
sen cada una por sí, ciudad por ciu¬
dad. 65 Se les unieron muchos del
pueblo, todos los que abandonaron
la ley. Fué el mal que cometieron
en la tierra, 66 obligando a los ver¬
daderos israelitas a ocultarse en todo
género de escondrijos.
57 El día quince del mes de Casleu
del año 145, edificaron sobre el altar
la abominación de la desolación, y
en las ciudades de Judá de todo al¬
rededor edificaron altares; 68 ofre¬
cieron incienso a las puertas de las
casas y en las calles; 59 y los libros
de la lev que hallaban, los rasgaban
y echaban al fuego. 60 A quien se
le hallaba con un libro de la alianza
en su poder y observaba la ley, en
virtud del decreto del rey se le con¬
denaba a muerte.
61 Así hacían a Israel, a cuantos
habitaban en sus ciudades, un ines y
otro mes. 62 El Veinticinco del mes sa¬
crificaron en el ara levantada sobre el
altar de los holocaustos. 63 Las mu¬
jeres que circuncidaban a sus hijos
eran muertas, según el decreto, 64 y
los niños colgados por el cuello. Sa¬
queaban las casas y daban muerte
a quienes se habían circuncidado.
65 Muchos en Israel se mantuvieron
fuertes en su resolución de no comer
cosa impura, prefiriendo morir a con-
(i) Aquí ya tenemos la franca persecución
religiosa. En los sucesos precedentes tal' vez la
persecución no fuera sino lucha política contra
la nación, mas ahora la lucha comienza por el
decreto que trata de imponer la religión helé¬
nica y prohíbe la judia.
526
MACABEOS I, 2
taminarse con los alimentos y pro¬
fanar la santa alianza, y por ello
murieron. 66 Muy grande fue la cólera
que descargó sobre Israel.
1 Por entonces se levantó Mata-
" tías, hijo de Joás, hijo de Simeón,
sacerdote, de los hijos de Joarib, de
Jerusalén, que habitaba en Modín.
2 Tenía cinco hijos: Juan, apellidado
Caddir, (i) * 3 Simón, llamado Tasi; 4 Ju¬
das, apellidado Macabeo; 5 Elenzar,
apellidado Abarán, y Jonatás, ape¬
llidado Apfás. 6 Y viendo las abomi¬
naciones cometidas con Judá y en
Jerusalén, 7 dijo (1):
«¡Ay de mí! ¿Por qué nací yo, para
ver la ruina de mi pueblo, y la ruina
de la ciudad santa, obligados a habi¬
tar aquí, cuando está en poder de
enemigos 8 y su santuario en poder
de extraños? Su pueblo fue tratado
como un infame, 9 sus vasos preciosos
llevados en botín, sus niños muertos
en las plazas, y sus jóvenes caídos
a la espada enemiga. 10 ¿Qué nación
no se ha adueñado de su reino, y no
se ha apoderado de sus despojos?
11 Todo su ornato le fue arrebatado,
y la que era libre fué hecha esclava.
12 y ved cómo nuestro santuario, que
era nuestro honor y nuestra gloria,
está desolado, profanado por las gen¬
tes. 13 ¿Para qué vivir?»
14 Rasgaron Matatías y sus hijos
sus vestiduras, y se vistieron de saco
e hicieron gran duelo. 15 En tanto lle¬
garon a la ciudad de Modín los dele¬
gados del rey, forzando a la a pos¬
tasía mediante la ofrenda del incienso.
18 Muchos israelitas les obedecían,
mientras Matatías y sus hijos se man¬
tuvieron apartados. 17 Los enviados
del rey dirigiéronse a Matatías, y le
dijeron: «Tú eres príncipe e ilustre y
grande en esta ciudad, apoyado por
muchos hijos y parientes; 18 acércate,
pues, el primero, y haz conforme al
decreto del rey, como hacen todas
las naciones, los hombres de Judá
y los que quedaron en Jerusalén.
Y seréis tú y tu casa de los amigos
del rey, y seréis enriquecidos, tú y
tus hijos, de plata y oro y muchas
mercedes.»
19 A lo que contestó Matatías, di-
(i) El anciano sacerdote Matatías es la
encarnación del sentimiento patriótico y reli¬
gioso de Israel, sentimiento que supo infundir
a sus hijos, quienes animados de él luchan
heroicamente hasta obtener la victoria.
ciendo en alta voz: «Aunque todas
las naciones que forman el imperio
abandonen el culto de sus padres y
se sometan a vuestros mandatos, 20 yo
y mis hijos y mis hermanos viviremos
en la alianza de nuestros padres.
21 Líbrenos Dios de abandonar la
ley y sus preceptos. 22 No escuchare¬
mos las órdenes de rey para salimos
de nuestro culto, ni a la derecha ni
a la izquierda.»
23 Apenas había terminado de ha¬
blar en presencia de todos, cuando
se acercó un judio para quemar in¬
cienso en el altar que había en Modín,
según el decreto del rey. 24 Al verlo
Matatías, se indignó hasta estreme¬
cerse; v llevado de justa indignación,
fue corriendo y le degolló sobre el
altar. 26 En el mismo instante mató
al enviado del rey, que obligaba a
sacrificar, y destruyó el altar. 26 Así
mostró su celo por la ley, como
había hecho Fines con Zainbri, el
hijo de Salom (1).
La sublevación.
27 Alzó luego el grito Matatías en
la ciudad, y dijo: «|Todo el que sienta
celo por la lev y sostenga la alianza,
sígame]» 28 Y huyeron él y sus hijos
a los montes, abandonando euanto
tenían en la ciudad. 29 Entonces
muchos que suspiraban por la jus¬
ticia y el juicio bajaron al desierto,
30 para habitar allí, así ellos como
sus hijos, sus mujeres y sus ganados,
pues la persecución había llegado al
colmo. 31 Y así que llegó a noticia de
los enviados del rey y de las fuerzas
que había en Jerusalén, en la ciudad
de David, que aquellos hombres, des¬
obedeciendo el decreto del rey, ha¬
bían bajado para esconderse en el
desierto, V que muchos los habían
seguido, 32 | uc go los sorprendieron;
y acampando enfrente de ellos, se
dispusieron a atacarlos en día de sá¬
bado. 33 Y les decían: «Hasta con lo
hecho hasta aquí. Salid y cumplid
el decreto del r^v, y viviréis.» 34 Ell«*s
contestaron: «No saldremos, ni hare¬
mos lo mandado por el rey, profa¬
nando el sábado.»
(i) Estos acros de Matadas son como la
declaración de guerra contra el rey. Como repre¬
sentante de la nación oprimida, pero que tiene
derecho a la libertad y aspira a conquistarla,
degüella al impío israelita en nombre de la ley
y da muerte al enviado de Antfoco.
MACABEOS I, 3
52V»
36 En seguida los acometieron;
33 y ellos no les respondieron, ni les
lanzaron una piedra, ni taparon sus
escondrijos, 37 diciendo: «Muramos to¬
dos en nuestra inocencia, y el cielo
y la tierra serán testigos de que
injustamente nos hacéis morir.» 38 Y
acometidos en día de sábado, murieron
ellos, sus mujeres, sus hijos v sus ga¬
nados, hasta mil hombres. 39 Cuando
Matatías y sus amigos lo supieron,
se dolieron grandemente, 40 pero di¬
jeron: «Si todos hacemos como nues¬
tros hermanos lian hecho, no comba¬
tiendo contra los gentiles por nuestras
vidas v nuestras leyes, pronto nos
exterminarán de la tierra.» 41 Y loma¬
ron aquel día esta resolución; Todo
hombre, quienquiera que sea, que,
en día de sábado viniere a pelear
contra nosotros, será de nosotros com¬
batido, y no nos dejaremos matar
todos, como nuestros hermanos, en
sus escondrijos (I).
42 Entonces se unió a ellos un gru¬
po de asideos, israelitas valientes,
todos adictos a la ley. 43 Cuan¬
tos buscaban escapar a la perse¬
cución se unían a ellos, acrecentán¬
dose así sus fuerzas, 44 hasta formar
un ejército con el cual hirieron a los
pecadores en su ira y a los impíos
en su furor. Los restantes buscaban
su salud entre los gentiles. 45 Reco¬
rrieron Matatías y sus amigos las
ciudades destruyendo altares, 46 y
obligando a circuncidar a cuantos
niños encontraban incircuncisos en
los confines de Israel. 47 Perseguían
a los rebeldes a la ley, y su fuerza
crecía más cada vez. 48 Defendíanla
ley contra los gentiles y los reyes, y
no se doblegaban ante los pecado¬
res. 49 Acercándose el fin de ios días
de Matatías, dijo este a sus hijos;
«Al presente triunfa, la soberbia y
el castigo, es tiempo de ruina y de
furiosa cólera. 60 Ahora, hijos míos,
mostraos celadores de la ley, y dad
la vida por la alianza de nuestros
mayores. 51 Acordaos de las haza¬
ñas de vuestros padres en sus dias,
y alcanzaréis gran gloría y nom¬
bre eterno. 62 ¿No fue Abraham
hallado fiel en la tentación, y le
(i) Estos que se dejaron matar por no que¬
brantar el sábado eran del partido de los Hasidin
o devotos, que hadan especial profesión de
piedad. Matatías y los suyos, aunque respetan
la conducta de aquellos mártires, no creen que
sea la más prudente ni laque ellos deben seguir,
pues sería dar a los enemigos la victoria.
fue imputado a justicia? 63 En el
tiempo de la tribulación José guar¬
dó la ley, y vino a ser señor de Egip¬
to. 64 Fines, nuestro padre, por su
gran celo recibió la promesa del sacer¬
docio eterno. 66 Josué, por la obser¬
vancia de la ley llegó a ser juez de
Israel. 66 Caleb, por su testimonio
ante el pueblo recibió la heredad de
la tierra. 67 David, por su misericor¬
dia heredó el trono real, por los siglos
de los siglos. 68 Ellas, por su gran celo
de la Ley fué arrebatado al cielo.
69 Ananías, Azarías y Misael, por su
fe, fueron librados del fuego. 60 Da¬
niel en su inocencia fué libertado del
foso de los leones. 61 Recorred de este
modo todas las generaciones, y veréis
cómo ninguno que confía en Dios es
confundido.
62 »No temáis las amenazas de ese
malvado, porque su gloria se volverá
en estiércol y en gusanos. 63 Hoy se
engríe, pero mañana no será hallado,
porque se habrá vuelto al polvo y
se habrán disipado sus planes. 64 Vos¬
otros, hijos míos, cobrad ánimo, com¬
batid varonilmente por la ley, que con
esto vendréis a ser gloriosos.
65 »Yo sé que Simeón, vuestro her¬
mano, es hombre de consejo; oídle
siempre, y sea él vuestro padre.
66 Judas, el Maeabeo, .es fuerte y vi¬
goroso desde su mocedad; que sea el
capitán del ejército y quien dirija
la guerra contra las naciones. 67 Atraed
a vosotros a todos los cumplidores de
la ley, y tomad severa venganza de
los ultrajes a vuestro pueblo. 68 Dad
a los gentiles su merecido, y atended
a la observancia de los preceptos de
la ley.»
69 Y bendiciéndolos, fué a reunirse
con sus padres. 70 Murió el año 146,
y los hijos le sepultaron en el sepul¬
cro de sus padres, en Modín, y todo
Israel hizo por él gran duelo.
Judas Mnc*:ih(*o.
1 Le sucedió Judas, apellidado
Maeabeo, 2 a quien apoyaron sus
hermanos y cuantos liabian seguido
a su padre, y combatían alegremente
los combates de Israel.
3 Y dilató la gloria de mi pueblo,
y como héroe se vistió la coraza,
y se ciñó sus armas para guerrear,
y trabó batallas, protegiendo con
su espada el campamento.
4 Por sus hazañas se asemejó al
león,
34
53U
MACABEOS I, 3
y al cachorro que ruge en busca de
Ja presa.
6 Persiguió en sus escondites a los
impíos,
y entregó a las llamas a los per¬
turbadores de su pueblo.
6 Los impíos se sobrecogieron de
miedo ante él,
los obradores de la iniquidad se
turbaron.
En sus manos llegó a buen término
la salud.
7 Dió en qué entender a muchos
reyes,
y fué el regocijo de Jacob con sus
hazañas.
Por los siglos perdurará su memoria
en bendición.
8 Recorrió las ciudades de Judá
exterminó a los impíos de ellas, y,
y alejó de Israel la ira.
9 Llegó su nombre hasta los confi¬
nes de la tierra,
y reunió a los dispersos.
Sus primeras victorias.
10 Apolonio reunió a las naciones,
y vino de Samaría un gran ejército,
para hacer la guerra contra Israel.
11 Así que lo supo Judas, le salió al
paso, le derrotó y le dió muerte:
cayeron muchos y huyeron los demás.
12 Se apoderó de sus despojos y de la
espada de Apolonio, de la cual se
sirvió, en la guerra todos los días de
su vida.
13 Cuando llegó a oídos de Serón,
jefe del ejército de Siria, que Judas
habla juntado gente y que una muche¬
dumbre de fieles a la ley combatía
a su lado, 14 se dijo: Me haré famoso
y ganaré gloria en el reino, comba¬
tiendo a Judas y a los suyos, que
desprecian los decretos del rey. 16 Y
preparada la segunda expedición, sa¬
lió y subió con poderoso ejército, al
cual se unieron los impíos, para apo¬
yarle y lomar venganza de los fieles
de Israel. 16 Llegaron hasta la subida
de Bclorón, donde les salió al paso
Judas con una pequeña tropa. 17 Esta,
viendo el ejército que venia contra
ellos, dijo a Judas: «¿Cómo podremos
nosotros, tan pocos, luchar contra
tan poderosa muchedumbre, y menos
estando, como estamos hoy, exte¬
nuados por el ayuno 7»
19 Pero Judas les contestó: «Fácil
cosa es a Dios entregar una muche¬
dumbre en manos de pocos, que para
el Dios del cielo no hay diferencia
entre salvar con muchos o con pocos;
19 y no está en la muchedumbre del
ejército la victoria en la guerra: del
cielo viene la fuerza. 20 Estos llegan
contra nosotros llenos de orgullo e
impiedad, para apoderarse de nos¬
otros, de nuestras mujeres e hijos,
y saquearnos, 21 mientras que nos¬
otros luchamos por nuestras vidas y
por nuestras leyes. 22 Dios los aplas¬
tará a nuestros ojos; no tengáis miedo
de ellos» (1).
23 Asi que acabó de hablar, los aco¬
metió con decisión, derrotando cute¬
ramente a Serón y a su ejército.
24 Los persiguió Judas por la bajada
de Betoróu hasta el llano, quedando
en el campo unos ochocientos hom¬
bres, y huyendo los demás a tierra
de los filisteos. 25 Con esto, el espanto
y el miedo a Judas y a sus hermanos
se apoderó de las naciones vecinas.
29 La fama de su nombre llegó hasta
el rey, y en todas las naciones se
contaban sus batallas.
Se preparan más duros combates.
27 El rey Antloco, en teniendo no¬
ticia de estos sucesos, se encendió en
ira, y dió orden de juntar todas las
fuerzas del reino, un ejército podero¬
sísimo. 29 Abrió sus tesoros, y pagó
la soldada a su ejército por un año.
ordenando que estuviesen preparados
para todo evento. 29 Viendo el rey
que sus tesoros hablan quedado
exhaustos, y que los tributos eran
escasos, por las disensiones y las ca¬
lamidades que él habla traído sobre
la tierra, en su empeño de suprimir
las leyes que habían estado en uso
desde los días antiguos, 30 temió no
tener, como otras veces le había su¬
cedido, para los gastos y los donati¬
vos, que s'olla repartir con más larga
mano y mayor prodigalidad que sus
antecesores. 31 En este grave aprieto
resolvió ir a Persia, a cobrar los lii-
butos de las regiones y reunir mucho
dinero.
32 Dejó a Lisias, hombre ilustre y
de linaje real, al frente de los nego¬
cios del reino, desde el Eufrates hasta
los confines de Egipto, 33 y con el
encargo de velar por su hijo Anlíoco,
(x) Estas palabras expresan los sentimiento;,
de los Macabeos e indican la fuente de su fuerza
incontrastable.
531
MACA BEOS I,_4
hasta su vuelta. 84 Puso a su dispo¬
sición la mitad del ejército y los ele¬
fantes, encomendándole la ejecución
de sus planes, y sobre todo lo de
Judea y Jerusalén. 35 Debía enviar
contra ellos el ejército, aplastar y
destruir la fuerza de Israel y las reli¬
quias de Jerusalén, hasta borrar de
la tierra su memoria, 36 e instalar a
los extranjeros en sus confines, dis¬
tribuyéndoles la tierra p° r suerte.
37 La otra mitad del ejército la llevó
consigo el rey, que partió de Antio-
quía, la capital de su reino, el año 147,
y atravesando el Eufrates, se dirigió
hacia las regiones altas.
38 Luego eligió Lisias a Tolomeo,
hijo de Dorimeno, a Nicanor y a
Gorgias, varones valerosos de entre
los amigos del rey; 39 y envió con
ellos cuarenta mil hombres y siete
mil caballos para invadir la Judea y
arrasarla, según el mandato del rey.
40 Partieron con todo un ejército y
vinieron a acampar cerca de Emaús,
en la llanura. 41 Cuando los merca¬
deres de la región tuvieron noticia
de su llegada, tomaron consigo mu¬
chísima plata, oro y siervos, y vi¬
nieron al campamento para comprar
los hijos de Israel por esclavos. Tam¬
bién se agregaron a ellos fuerzas pro¬
cedentes de Siria y de la tierra de
los filisteos (1).
42 Viendo Judas y sus hermanos
que las calamidades se multiplicaban
y que los ejércitos estaban acampa¬
dos en sus confines, y conocedores de
las órdenes dadas por el rey, de des¬
truir y exterminar al pueblo, 43 se
dijeron unos a otros: «Defendamos a
nuestro pueblo contra esos planes de
destrucción, y luchemos por nuestra
nación y por el santuario», 44 y re¬
solvieron disponerse a la guerra, oran¬
do y pidiendo a Dios clemencia y
misericordia.
45 Jerusalén estaba despoblada
como un desierto; no había quien
de sus hijos entrase o saliese. Su
santuario estaba conculcado, y los
hijos de los extranjeros moraban en
la ciudadela. Era ésta albergue de
los gentiles; el gozo de Jacob había
desaparecido, y habían enmudecido
la flauta y la cítara.
46 Sé reunieron en Masía, enfrente
(i) El comercio de esclavos era muy lucra¬
tivo, y como los prisioneros de guerra eran por
derecho común esclavos, los mercaderes vienen
presurosos, esperando hacer un gran negocio.
de Jerusalén, pues en otro tiempo
había sido Masía un lugar de oración
para Israel; 47 y ayunaron aquel día,
se vistieron de saco, pusieron ceniza
sobre sus cabezas, rasgaron sus ves¬
tiduras, 48 y extendieron el libro de
la ley, buscando en él (1) lo que los
gentiles preguntan a las imágenes de
sus ídolos. 49 Trajeron los vestidos
sacerdotales, las primicias y los diez¬
mos, c hicieron venir a nazareos que
habían cumplido los días de su con¬
sagración; 60 y a voces clamaron al
cielo, diciendo: «¿Qué vamos a hacer
con éstos y a dónde vamos a llevar¬
los? 61 Porque tu santuario está ho¬
llado y profanado, tus sacerdotes en
luto y humillación, 52 y ahora los
gentiles se han reunido contra nos¬
otros para destruirnos. Tú sabes las
cuentas que echan sobre nosotros.
63 ¿Cómo podremos hacerles frente,
si tú no nos ayudas?» 64 Y tocaron las
trompetas, y clamaron a grandes
voces.
65 Después de esto instituyó Judas
jefes del pueblo, de millares, cente¬
nas, cincuentenas y decenas, 66 y
dijeron a los que edificaban casas,
a los que habían tomado mujer, a
los que habían plantado una viña,
y a los tímidos, que se volvieran
cada uno a su casa, conforme la pres¬
cripción de la ley, 57 y levantando
el campo, vinieron a ponerse al sur
de Emaús. 68 Dijo Judas a los suyos:
«Preparaos y portaos como valientes,
prontos a luchar mañana temprano
contra estas gentes que se han reuni¬
do contra nosotros, para destruirnos
y destruir el santuario. 69 Mejor es
morir combatiendo, que contemplar
las calamidades de nuestro pueblo y
del santuario. 60 En todo caso, há¬
gase la voluntad del cielo.»
I 1 Gorgias, tomando cinco mil in-
4 fantes y mil jinetes escogidos, le¬
vantó el campo por la noche, 2 con
el propósito de atacar al ejército judío,
y derrotarlo por sorpresa. Llevaban
por guías hombres de la ciudadela.
3 Tuvo de ello noticia Judas, y
con sus valientes movió también el
campo para atacar a los del rey,
(i) Es día de luto y de oración. A falta de
profeta o de sacerdote que consulte al Señor
por los urim y tummim » lo hacen por el texto
de la Ley. Los nazareos terminaban su voto
con un sacrificio que sólo en el templo podía
ofrecerse. Pero el templo estaba profanado y
en poder de los gentiles.
ó 32
MACABEOS I, 4
que estaban junto a Emaús, 4 en
tanto que el grueso del ejército an¬
daba aún disperso, lejos del cam¬
pamento.
6 Llegó Gorgias al campo de Judas
por la noche; y no hallando a nadie,
los buscaba por los montes, diciendo:
«Estos han huido de nosotros.» 6 En
cuanto fue de día apareció Judas en
el llano con tres mil, que no tenían
ni los escudos ni las espadas que
deseaban. 7 Vieron el campamento
de los gentiles, fuerte, atrincherado,
rodeado de la caballería, formado por
hombres diestros en la guerra. 8 Dijo
Judas a los que le acompañaban: «No
temáis esa muchedumbre ni su ím¬
petu os acobarde. 9 Recordad cómo
fueron salvados nuestros padres en
el Mar Rojo, cuando el Faraón los
perseguía con su ejército. 10 Levan¬
temos al cielo nuestra voz, en la espe¬
ranza de que se compadezca de nos¬
otros y, acordándose de la alianza
de nuestros padres, aplaste hoy ante
nuestros ojos este campamento, 11 y
conocerán todas las gentes que hay
quien rescata y salva a Israel.»
12 Alzando íos enemigos sus ojos,
vieron que los venían a atacar, 13 y
salieron del campo para combatirlos.
Los de Judas tocaron las cornetas,
14 y se trabó la lucha, siendo derro¬
tados los gentiles, que luego se die¬
ron a huir por el llano. 15 Fueron
perseguidos hasta Ouezer, los llanos
de Idumea, de Azoto y de Jamnia;
los rezagados cayeron todos al filo
de la espada, quedando en el campo
hasta tres mil de ellos. 16 Volviendo
Judas con su ejército de perseguirlos,
dijo a los suyos: 17 "No codiciéis los
despojos, que tenemos ante nosotros
el peligro, 18 pues Gorgias está con
su ejército en los montes próximos.
Por el momento haced frente a los
enemigos y combatid contra ellos;
después ya podréis tomar los des¬
pojos con seguridad.»
19 Estaba aún Judas diciendo esto,
cuando apareció, saliendo del monte,
una división de Gorgias; 20 la cual,
al ver cómo los suyos habían vuelto
las espaldas y ardía en llamas el
campamento, porque el humo que
>e veía daba bien a entender lo suce¬
dido, 21 se llenó de miedo, y más
viendo al ejército de Judas en el
llano, en orden de batalla. 22 Todos
se dieron a huir hacia la tierra de
los filisteos. 23 Judas entonces se vol¬
vió y recogió el botín del campamento,
donde tomaron mucho oro y plata,
y telas de jacinto y de púrpura ma¬
rina, y grandes riquezas. 24 A su
vuelta elevaban al cielo cánticos y
bendiciones al Señor: «Porque es
bueno, porque es eterna su miseri¬
cordia.» 25 En aquel día obtuvo Israel
una gran victoria.
Nuera victoria.
26 Cuantos extranjeros se salvaron
llegaron a anunciar a Lisias lo su¬
cedido, 27 y éste, al oír las noticias, se
quedó consternado y abatido, porque
las cosas no habían sucedido en Israel
como el rey se lo había ordenado. 28 Al
año siguiente organizó un ejército de
sesenta mil hombres y cinco mil ca¬
ballos, para acabar totalmente con los
judíos. 29 Vino por Idumea y acam¬
pó en Betorón. Para hacerles fren¬
te sólo disponía Judas de diez mil
hombres. 30 A la vista de tan fuerte
ejército, oró, diciendo: «Bendito seas,
Salvador de Israel, que quebrantaste
el ímpetu del gigante por mano de
tu siervo David, y entregaste el cam¬
pamento de los filisteos en poder de
Jonatán, hijo de Saúl, y de su escu¬
dero. 31 Da este campo a manos de
tu pueblo de Israel, y queden aver¬
gonzados su ejército y su caballe¬
ría. 33 Infúndeles miedo, abate la
presuntuosa confianza en su forta¬
leza, y avergüéncense de su derrota.
33 Derrótalos por la espada de los
que te aman, y entonen cánticos de
loor todos los que conocen tu nombre.»
34 Viniendo a las manos, cayeron
del ejército de Lisias cinco mil hom¬
bres. 35 Al ver Lisias la derrota de su
ejército y la audacia del de Judas,
y cómo estaban dispuestos a vivir* o
morir gloriosamente, partió para An-
tioquín y reclutó mercenarios para
acrecentar su ejército, con el propó¬
sito de volver contra Judas.
Restablecimiento del culto.
38 Judas y sus hermanos se dijeron
entonces: «Nuestros enemigos están
derrotados; subamos, pues, y purifi¬
quemos el santuario y restablezcamos
el culto.» 37 Y juntando el ejército,
subieron al monte de Sióu. 38 Al ver
el santuario desolado, profanado el
altar, quemadas las puertas, la hier¬
ba crecida en los atrios como en un
MACABEOS I, 5
533
bosque o en un monte, y las habita-
cioncs destruidas, 39 rasgaron sus
vestiduras y alzaron gran llanto, se
pusieron ceniza sobre la cabeza, 40 se
postraron en tierra, tocaron las trom¬
petas de señales, y clamaron al cielo.
41 Luego ordenó Judas que algunos
tuvieran en jaque a los de la ciuda-
dela, mientras purificaban el santua¬
rio (1). 42 Eligieron sacerdotes irrepro¬
chables, amantes de la ley, 43 los
cuales purificaron el templo y echa¬
ron las piedras del altar idolátrico
en lugar inmundo. 44 Deliberaron qué
harían del altar de los holocaustos,
que había sido profanado, 45 y les
pareció buen consejo destruirlo, por
cuanto los gentiles lo habían profa¬
nado, 46 y depositar las piedras en
el monte del templo, en Jugar con¬
veniente, hasta que viniese un pro¬
feta que diese oráculo sobre ellas.
47 Tomaron luego piedras sin labrar,
conforme prescribe la ley; alzaron
el santuario y el interior del Templo,
purificaron los atrios, 49 hicieron nue¬
vos vasos sagrados, e introdujeron el
candelabro, el altar de los perfumes
y la mesa en el templo. 50 Quemaron
incienso en el altar, encendieron las
lámparas del candelabro que lucían
en el templo, 51 colocaron los panes
sobre la mesa y colgaron las cortinas.
De esta manera dieron fin a la obra.
52 En la mañana del día 25 del
mes noveno, que es el de Casleu, del
año 148, se levantaron de madrugada
53 y ofrecieron el sacrificio prescrito
por la ley en el nuevo altar de los
holocaustos que habían construido.
54 Precisamente en la misma hora
y día en que le habían profana¬
do los gentiles, fué renovado con
cánticos, con cítaras, con arpas y
con címbalos. 65 Todo el pueblo se
postró sobre su rostro, adorando y
elevando sus bendiciones al cielo,
que les había dado tan feliz suceso.
56 Durante ocho días celebraron la
renovación del altar, y con alegría
ofrecieron los holocaustos y sacrifi¬
cios de acción de gracias y alabanza.
57 Adornaron la fachada del templo
con coronas de oro y escudos, y res¬
tauraron las portadas y las cámaras
y les pusieron puertas.
58 Fué muy grande la alegría del
pueblo por haber borrado el oprobio
de los gentiles. 59 Finalmente man¬
daron Judas y sus hermanos y
toda la asamblea de Israel, celebrar
los días de la renovación del altar
a su tiempo, de año en año, por ocho
días, desde el veinticinco del mes de
Casleu, con alegría y regocijo. 60 Por
aquel mismo tiempo levantaron en
torno del monte Sión muros altos y
torres fuertes, para que no pudieran
los gentiles hollarle como habían
hecho antes, 61 pusieron en él una
guarnición que le defendiera. Fortifi¬
caron asimismo a Betsur, para pro¬
tegerla y que el pueblo tuviese una
defensa por el lado de Idumea.
Guerra contra los pueblos vecinos.
Z 1 Cuando las naciones de alre¬
dedor oyeron que el altar había
sido reedificado y restaurado como
antes el santuario, se enfurecieron
sobremanera, 2 y decidieron destruir
a los de la raza de Jacob que vivían
en medio de ellos, comenzando a eje¬
cutar matanzas y destrucciones en el
pueblo (1). 3 Comenzó Judas por hacer
la guerra a los hijos de Esaú, y se
apoderó de Aeraba tañe, en Judea,
desde la cual hostigaban constante¬
mente a Israel. Les infligió una gran
derrota, humillándolos y llevándose
sus despojos. 4 Se acordó de la mal¬
dad de los hijos de Bayán, que ten¬
dían al pueblo lazos y emboscadas
en los caminos. 5 Los obligó a ence¬
rrarse en sus torres, los cercó, y dán¬
dolos al anatema, puso fuego a las
torres, que ardieron con todos los
que en ellas había. 6 Pasó luego a
los hijos de Ammón, y se encontró
con un ejército fuerte y un pueblo
numeroso, y a Timoteo por jefe.
7 Tuvo con ellos muchos encuentros,
hasta que los derrotó y deshizo total¬
mente. 8 Se apoderó de Gazer y
sus aldeas, y s'e volvió luego a Judea.
9 Los gentiles de Galad se conju¬
raron contra los israelitas que mo¬
raban en su territorio, con ei propó¬
sito de aniquilarlos, pero ellos huye¬
ron a la fortaleza de Diatcma. 10 Es¬
cribieron a Judas y a sus hermanos,
(i) Por lo dicho se comprende la impor¬
tancia de este acto de Judas, primer fruto de (i) El eiemplo del rey cundió entre los pue-
sus victorias, purificar el templo de las impu- blos vecinos a Jerusalén, que se dieron iodos
rezas gentílicas y restablecer el culto legítimo a perseguir a los judíos. Judas estaba en su legí-
del Dios verdadero. timo derecho, al defender a sus hermanos.
534
MACABEOS I, 5
dieiéndoles: «Se han juntado contra
nosotros las naciones de nuestro
contorno, que se proponen destruir¬
nos; 11 están dispuestas a venir y
apoderarse de la fortaleza en que nos
hemos refugiado; tienen a Timoteo
por jefe. 12 Ven, pues, y líbranos de
sus inanos, porque muchos de los
nuestros han caído ya, 13 y todos
nuestros hermanos de la región de
Tobi lian sido muertos, y robadas
sus mujeres, sus hijos y sus bienes,
pereciendo allí unos mil hombres.»
14 Estaban leyendo estas cartas,
cuando llegaron, rasgadas las vesti¬
duras, otros mensajeros de Galilea,
16 los cuales comunicaron que se
habían juntado contra ellos gentes de
Toleinaida y de Tiro y de Sidón, y
los gentiles de toda la Galilea, para
aniquilarlos. 16 Cuando Judas V el
pueblo oyeron semejantes noticias,
se reunió una gran asamblea, y deli¬
beraron sourc lo que habían de hacer
por sus hermanos, que se hallaban
en grave aprieto, combatidos por los
gentiles. 17 Dijo Judas a Simón, su
hermano: «Toma gente contigo, y ve
a librar a nuestros hermanos de Ga¬
lilea; yo y mi hermano Jonatán ire¬
mos a Galad.» 18 A José, el de Za¬
carías, y a Azarías los dejó por jefes
del pueblo, con el resto del ejército
para la defensa de Judca, 19 dándo¬
les esta orden: «Quedaos al frente del
pueblo, pero no trabéis lucha con los
gentiles, hasta nuestra vuelta.»
20 Tomó Simón tres mil hombres
para ir a Galilea, y Judas ocho mil
para ir a Galad. 21 Partió Simón para
Galilea, y después de muchos en¬
cuentros con los gentiles, los derrotó
y persiguió hasta las puertas de To-
lcmaida, 22 quedando en el campo
unos tres mil de los gentiles y apo¬
derándose Simón de sus despojos.
23 Tomó luego a los que moraban en
Galilea y en Arbata, con sus muje¬
res, hijos y cuanto tenían, y los trajo
con gran júbilo a Judea.
24 Judas, el Macabeo, y Jonatán,
su hermano, atravesaron el Jordán
y caminaron durante tres días por el
desierto, 26 -encontrándose con los
nabnteos, que los recibieron amiga¬
blemente y les contaron cuanto a
sus hermanos había sucedido en la
región de Galad, 26 y cómo muchos
de ellos se hallaban prisioneros en
Bosora, en Bosor, en Alema, en
Casfor, en Maqued y en Carnaim,
ciudades todas fuertes y grandes;
27 que también en las demás ciuda
des de Galad había prisioneros, y
habían ordenado los enemigos para
el día siguiente atacar las plazas
fuertes, tomarlas y acabar con todos
los judíos en un solo día.
28 Judas, con su ejército, atrave¬
sando el desierto, llegó de improviso
a Bosora, se apoderó de la ciudad,
pasó al filo de la espada a todos los
varones, se adueñó de todos sus
despojos y la puso fuego. 29 Levan¬
tando el campo por la noche, se en¬
caminó hacia la fortaleza de Diatc-
ma. 30 Al amanecer alzó los ojos y
vió una muchedumbre innumerable
con escalas y máquinas de guerra,
dispuesta a atacar y tomar la forta¬
leza. 31 Entendió Judas que el ata¬
que comenzaba y oyó que de la ciudad
subía al cielo un griterío y sonido de
trompetas. 32 Dijo entonces a los de
su ejército: «Luchad hoy por vues¬
tros hermanos.» 33 Y en tres secciones
se dirigieron por la espalda, tocando
las trompetas v clamando a Dios en
oración. 34 Cuando el ejercito de
Timoteo se dió cuenta de que era el
Macabeo, emprendieron la fuga. Les
infligió una gran derrota, quedando
aquel día en el campo hasta ocho
rnil hombres. 35 Luego se volvió
Judas contra Masía, la atacó, adue¬
ñándose de ella, matando a todos
sus hombres, tomando sus despojos
y entregando la ciudad a las llamas.
36 Partiendo de allí, tomó a Casfar,
Maqued y Bosor, con las demás ciu¬
dades de Galad.
37 Después de esto juntó Timoteo
otro ejército y vino a acampar en¬
frente de Kafón, del otro lado del
torrente. 38 Envió Judas a explo¬
rar el campo, y le trajeron estas
noticias: «Se han juntado con Timo¬
teo todos los gentiles de alrededor, y
forman un ejército muy grande.
39 Además, han tomado a sueldo a
los árabes como auxiliares suyos, y
están acampados del otro lado del
torrente, prontos a venir contra ti.»
40 Timoteo había dado estas instruc¬
ciones a sus capitanes: «Si al llegar
Judas al torrente le permitiéramos
pasar hasta nosotros, no le podría¬
mos resistir, porque tiene una fuerza
incontrastable; 44 mas sí por temor
acampara al otro lado del torrente,
iremos contra él y le venceremos.
42 Cuando Judas se acercó al to¬
rrente, detuvo a los intendentes de
ejército y les dió esta orden: «Xo per
MACABEOS I, 6
535
mitáis que se quede nadie en el
campo; que vayan todos a luchar.»
43 Y atravesó el primero contra los
enemigos y todo el pueblo en pos de
él. Fueron deshechos los gentiles,
que tiraron las armas y huyeron al
santuario de Carnaim. 44 Pero los
de Judas se apoderaron de la ciudad
y pusieron fuego al santuario, que
ardió con todos los que en él había.
Así fue abatida Carnaim, sin que
los enemigos pudieran hacer frente
a Judas.
45 Juntó Judas a todos los israeli¬
tas que moraban en Galad, desde el
pequeño hasta el grande, a sus mu¬
jeres e hijos y su hacienda, una mu¬
chedumbre muy grande, para traer¬
los a la tierra de Judá. 46 Al llegar
a Efrón, ciudad grande y muy fuerte
en la entrada de un desfiladero, no
podían desviarse ni a la derecha ni
a la izquierda, sino que habían de
pasar por en medio de ella. 47 Los
de la ciudad se encerraron, y mura¬
ron a cal y canto las puertas. Les
envió Judas un mensaje de paz,
48 diciéndoles: «Permitidnos atrave¬
sar por vuestra tierra, camino de la
nuestra; nadie os molestará, sencilla¬
mente pasaremos a pie.» Pero no qui¬
sieron abrirle.
49 Ordenó Judas entonces pregonar
en todo el campo que hiciesen todos
alto en el sitio en que estaban. 60 Los
hombres de guerra tomaron posicio¬
nes y atacaron la ciudad todo aquel
día y la noche siguiente, hasta que
se rindió. 61 Pasó al filo de la espada
a todos los varones, arrasó la ciudad
y se apoderó de sus despojos, atrave¬
sándola luego por encima de los ca¬
dáveres. 52 Pasado el Jordán, llega¬
ron a la gran llanura de Bctsan.
53 Judas, que mandaba la retaguar¬
dia, iba exhortando al pueblo todo
el camino, hasta llegar a la tierra
de Judá. 54 Con gran gozo y ale¬
gría subieron al monte de Sión, y
ofrecieron holocaustos, por no haber
caído ninguno de ellos y haber vuel¬
to todos en paz.
66 En los días en que Judas y Jo-
natán estaban en Galad, y Simón
en Galilea, frente a Tolemaida, 56 lle¬
garon a oídos de José, el de Za¬
carías, y Azarías, jefes del ejército,
las hazañas y las batallas que lle¬
vaban a cabo; 57 y se dijeron: «Haga¬
mos también nosotros célebre nues¬
tro nombre, peleando contra las na¬
ciones de alrededor.» 68 Y dieron
orden al ejército que con ellos tenían,
de emprender la marcha hacia Jam-
nia. 59 Pero les salió al paso Gorgias
con su gente, 50 que derrotaron a
José y Azarías, persiguiéndolos hasta
los confines de Judea. Dos mil hom¬
bres cayeron aquel día, del pueblo
de Israel. Acaeció este gran desca¬
labro 61 por no haber obedecido a
Judas y a sus hermanos, creyéndose
capaces de grandes hazañas. 62 Pero
no eran ellos de la raza a que fué
dado salvar a Israel. 63 Por lo con¬
trario, el heroico Judas y sus herma¬
nos alcanzaron gran gloria ante Israel
y ante todos los pueblos, a cuyos
oídos llegó su fama, 64 y en medio de
aclamaciones todos los rodeaban.
65 Partieron luego Judas y sus her¬
manos en campaña contra los hijos
de Esaú, hacia el mediodía, y se apo¬
deraron de Hebróu y de sus aldeas,
destruyeron su fortaleza V quemaron
las torres de su recinto. 66 En seguida
se dirigió contra la tierra de los filis¬
teos, atravesando por Maresa. 67 Ca¬
yeron aquel día en la batalla algunos
sacerdotes, que inconsideradamente
salieron a luchar, queriendo dar prue-
ebas de su valentía. 68 Se dirigió
luego hacia Azoto, en tierra de filis¬
teos, y destruyó sus altares, quemó
las estatuas de sus dioses, saqueó
las ciudades, y se volvió a la tierra
de Judá.
Muerte de Antíoco Epiíanes.
r 1 Atravesaba el rey Antíoco las
** regiones altas de Persia, cuando
tuvo noticias de Elimaide, ciudad
célebre por su riqueza de plata y
oro. 2 Había en ella un templo ex¬
traordinariamente rico, en el cual se
guardaban armaduras de oro, cora¬
zas y armas, que había dejado allí
Alejandro, el de Filipo, rey de Ma-
cedonia, el primero que reinó entre
los griegos. 3 Llegado a ella, intentó
apoderarse de la ciudad, pero no
pudo; porque, conocidos sus propó¬
sitos en la ciudad, 4 le resistieron
con las armas, viéndose forzado a re¬
tirarse huyendo, para volverse con
gran pena a Babilonia.
5 En Persia le alcanzó un correo,
que le di ó a saber cómo los ejércitos
enviados a tierra de Judea habían
sido derrotados; que Lisias, había ido
contra ella, 6 con un ejército fuerte,
si los hay, y había huido ante los
53o
MACABEOS I, 6
judíos, que se habían hecho muy
fuertes en armas y soldados, con el
botín grande que habían cogido a los
ejércitos por ellos vencidos; 7 que
habían destruido la abominación le¬
vantada por él sobre el altar de Jeru-
salén, y habían cercado de altos muros
el santuario, como antes estaba, y la
ciudad de Betsur.
8 Cuando recibió estas noticias
quedó aterrado e intensamente con¬
movido, tanto que cayó en el le¬
cho enfermo de tristeza, al ver que
los sucesos no habían correspondido
a sus deseos. 9 Pasó allí muchos días,
porque la tristeza se renovaba sin
cesar, y hasta creyó morir. 10 Ha¬
ciendo llamar a sus amigos, les dijo:
«Huye de mis ojos el sueño, y mi co¬
razón desfallece por la preocupación,
11 pensando en qué tribulación y
tempestad grande me hallo, yo, tan
bueno, tan amado por mi suave go¬
bierno. 12 Pero ahora me acuerdo
de los males que hice en Jcrusalén,
de los utensilios de oro y plata que
de allí tomé, de los habitantes de
Judea que sin causa exterminé.
13 Ahora reconozco que por esto me
han sobrevenido tantas calamidades,
y que de mi gran tristeza moriré en
tierra extraña.» 14 Y llamando a Fe¬
lipe, uno de sus amigos, le instituyó
por regente del reino, 15 entregándole
la diadema, el manto real y el anillo,
y encargándole la tutela y educación
de Antloco, su hijo, hasta ponerlo
en el trono. 16 Murió Antíoco allí
en el año 149. 17 Al saber Lisias la
muerte del rey, entronizó en lugar
del padre a Antíoco, su hijo, a quien
de joven había educado, y le apellidó
Eupátor.
Expedición fie Antíoco Eupátor y
paz con los judio*.
18 Entretanto, los de la ciudadela
tenían a Israel asediado cu el san¬
tuario, molestándoles de continuo (1) y
apoyando la causa de los gentiles.
19 Judas resolvió quitarlos de en
medio, y para ello convocó a todo
el pueblo, para cercarlos en forma.
20 Concentradas las tropas, pusieron
el cerco el año 150, y construyeron
ballestas y máquinas. 21 Pero algu-
(i) Al norte del templo los gentiles habían
levantado una ciudadela, desde la que hosti¬
gaban al pueblo que acudía al templo.
nos de los cercados salieron; y jun¬
tándose con ellos otros de los impíos
de Israel, se dirigieron al rey ’ en
queja, diciendo: ¿«Cuándo será que
hagas justicia y defiendas a nuestros
hermanos? 22 Nosotros con gusto nos
hemos sometido a tu padre y obede¬
cimos sus decretos, viviendo según
sus disposiciones; 23 y ahora los hijos
de nuestro pueblo se han vuelto con¬
tra nosotros, y tienen cercada la ciu-
dadcla. 24 A más de esto, a cuantos
caen en sus manos los matan, y sa¬
quean sus bienes. 25 Y no sólo contra
nosotros han alzado la mano, sino
contra todos los pueblos limítrofes.
26 Ahora mismo están acampados
contra la ciudadela en Jcrusalén, con
el intento de apoderarse de ella, y
han fortificado el templo y la ciu¬
dad de Bel sur, 27 y si no les to¬
mas la delantera, harán cosas ma¬
yores y no podrás dominarlos.»
28 El rey se irritó al oír estas noti¬
cias, y convocó a todos sus amigos,
a los capitanes de su ejército y de
la caballería. 29 Hasta de otros reinos
de las islas del mar le vinieron tro¬
pas mercenarias. 30 Alcanzó el nú¬
mero de sus fuerzas a cien mil hom¬
bres de a pie, veinte mil de caba¬
llería, y treinta y dos elefantes adies¬
trados* para la guerra; 31 todos los
cuales, llegando por la Idumea, acam¬
paron enfrente de Betsur y la com¬
batieron por largo tiempo con má¬
quinas; pero los cercados hicieron
una salida, y luchando valientemente,
les* prendieron fuego.
32 Judas levantó el cerco que tenía
puesto a la ciudadela y vino a acam¬
par junto a Bezcaria, enfrente del
campamento del rey. 33 Este se le¬
vantó de madrugada, y moviendo el
campo a toda prisa, se dirigió por el
camino de Bezcaria. Dispuestas las
fuerzas para la batalla, dió con las
cornetas la señal de atacar. 34 Los
elefantes, a los que hablan emborra¬
chado con zumo de uvas y moras,
para excitarlos a la pelea, 36 fueron
distribuidos por las falanges, colo¬
cando al lado de cada elefante mil
hombres, protegidos con cotas de
malla y con yelmos de bronce en la
cabeza; y a más, quinientos caballos
escogidos 38 precedían a la bestia
dondequiera que iba, y la acompaña¬
ban, sin apartarse de ella. 37 Sobre
éstas iban montadas fuertes torres
de madera, bien protegidas y sujetas
al elefante, y en cada una dos o
MACABEOS I, 7
537
tres hombres valerosos, que comba¬
tían desde las torres, y su indio con¬
ductor. 38 El resto de la caballería
lo colocó a la derecha y a la izquierda,
en bis dos alas del ejército, para
hostigar al enemigo y proteger las
falanges.
39 En cuanto el* sol comenzó a
brillar sobre los escudos de oro y
bronce, brillaron los montes con ellos,
y resplandecían como llamas de fuego.
40 Una parte del ejército del rey se
desplegó en los montes altos, otra
en el llano, y todos iban con paso
seguro y buen orden. 41 Los judíos
quedaron espantados al oír el estruen¬
do de tal muchedumbre, el marchar
de aquella masa y el chocar de sus
armas. Era a la verdad un ejército
extremadamente grande y poderoso.
42 Se acercó Judas con el suyo, se
trabó la lucha, y cayeron del ejér¬
cito del rey seiscientos hombres.
43 Eleazar, hijo de Savarán, vi ó una
de las bestias protegidas con coraza
regia, que superaba a todas las otras;
y pareciéndole que debía de ser la
del rey, 44 se propuso salvar a su
pueblo y hacerse un nombre eterno.
45 Lleno de valor, corrió por en medio
de la falange hacia ella, matando a
derecha y a izquierda, y haciendo
que todos se apartasen de él. 46 Lle¬
gado al elefante, se puso debajo de
él y le hirió. Cayó el elefante encima
de él, y allí mismo murió.
47 Viendo los de Judas la gran
fuerza del rey y el empuje de su
ejército, se retiraron hacia Jerusalén.
48 Los del rey los siguieron, entraron
en Judea, y acamparon contra el
monte de Sión. 49 El rey había hecho
paces con los de Betsur, que salie¬
ron de la ciudad por no tener ya vitua¬
llas para prolongar más la resistencia,
pues era aquel año, año de reposo para
la tierra. Bü Ocupó el rey Betsur, y
puso en ella guarnición para defender¬
la. 51 Durante mucho tiempo estuvo
acampado contra el santuario, y puso
allí ballestas, máquinas y lanzafuegos,
catapultas, escorpiones para lanzar
dardos, y honderos. 62 Los judíos,
por su parte, construyeron máqui¬
nas contra las máquinas enemigas,
y lucharon durante muchos días,
B3 pero escaseaban los víveres en sus
almacenes, por ser el año séptimo,
y los que se habían refugiado en
Judea, huyendo de los gentiles, ha¬
bían consumido los restos de las re¬
servas: 54 y como el hambre se había
apoderado de ellos, dejaron en el
santuario una poca gente, y los de¬
más se dispersaron, yendo cada uno
a su hogar.
85 Supo en esto Lisias que Filipo,
a quien el rey Antíoco, antes de morir,
había encomendado la crianza de su
hijo Antíoco, hasta instalarle en el
trono, 66 había vuelto de Persia y
de Media, y con él las tropas del
rey, y que pretendía apoderarse del
gobierno del reino. 67 Dióse prisa
Lisias entonces a volverse, diciendo
al rey, a los generales del ejército y
a la tropa: «De día en día perdemos
fuerzas, escasean las provisiones, y
la plaza que combatimos es muy
fuerte, y debemos ocuparnos en las
cosas del reino. 58 Tendamos, pues,
la mano a estos hombres, hagamos
las paces eon ellos y con todo su
pueblo; 59 y convengamos en que
vivan según sus leyes, como antes.
Precisamente a causa de esas leyes,
que nosotros hemos pretendido abro¬
gar, se han irritado y han hecho todo
esto.» 60 Fué bien acogida la propuesta
por el rey y los generales; y enviaron
mensajeros de paz a los judíos, que
la aceptaron. 61 El rey y los generales
les juraron, y en virtud de esto salie¬
ron de la fortaleza. 62 Entró el rey
en el monte de Sión, y viendo lo
fuerte del sitio, quebrantó el jura
mentó que había hecho y mandó
destruir el muro que lo cercaba.
63 Luego se apresuró a partir, y vol¬
viéndose a Antioquía, halló a Filipo
dueño de la ciudad, y la atacó, lo¬
grando apoderarse de ella por la
fuerza.
Dáquidc!» y Vleirno. en Judá.
" T 1 El año 151 partió de Roma
‘ Demetrio, hijo de Seleuco, con
unos cuantos hombres, y desembar¬
có en una ciudad marítima, logrando
ser en ella reconocido por rey. 2 Al
entrar en el palacio real de sus padres,
el ejército se apoderó de Antíoco y
de Lisias para entregárselos. 3 Al
saberlo dijo: No quiero ni ver su
cara. 4 Las tropas los mataron, y así
se sentó Demetrio en su trono real.
5 Luego se llegaron a él todos los
malvados e impíos de Israel, con Al-
cimo a la cabeza, que pretendía el
sumo sacerdocio; 6 y-presentaron al
rey muchas acusaciones contra el
pueblo, diciendo: «.Tudas y sus her
536
MACABEOS I, 7
manos han dado muerte a todos tus
amigos, y a nosotros nos han expul¬
sado de nuestra tierra. 7 Te rogamos
envíes una persona de tu confianza,
que vaya y vea todos los estragos que
nos han causado a nosotros y al te¬
rritorio del rey, y que los castigue
a ellos y a cuantos les prestan auxilio.»
8 Eligió el rey a Báquides, uno de
sus amigos, que gobernaba la región
del otro lado del río, hombre grande
en el reino y fiel ál soberano; 9 y le
envió en compañía del impío Alcimo,
a quien instituyó sumo sacerdote,
mandándole que tomase venganza
de los hijos de Israel. 10 Partieron
con un gran ejército; y llegados a la
tierra de Judá, enviaron mensaje¬
ros a Judas y a sus amigos con po-
labras engañosas de paz, 11 a las que
ellos no dieron crédito, porque veian
el gran ejército que traían. 12 Acu¬
dieron a Alcimo y a Báquides muchos
escribas, reclamando justicia; 13 y los
asideos, que son los primeros entre
los hijos de Israel, fueron a pedirles
la paz, 14 porque se decían: «Es un
sacerdote del linaje de Arón el que
ha llegado con las tropas; no nos en¬
gañará.» 15 En efecto, les habló pala¬
bras de paz, y les juró diciendo: «No
os haremos mal, ni a vosotros ni a
vuestros amigos.» 16 Con esto le cre¬
yeron, pero prendió a sesenta de
ellos, y en un solo día los hizo morir,
según lo que está escrito:
17 «Las carnes de tus santos y su
sangre derramaron en torno de Je-
rusa lén, y no había quien los en¬
terrase. »
18 El miedo y el espanto se apoderó
de todo el pueblo, porque se decían:
«No hay verdad ni justicia, pues han
violado los compromisos y juramen¬
tos que habían hecho.»
19 Báquides, partiendo de Jcru-
salén, vino a acampar en Bezcta y
mandó prender a muchos de los que
habían desertado de él, ya algunos-
del pueblo, y los mató, arrojándolos
en una gran cisterna. 20 Puso luego
la tierra en manos de Alcimo, con
tropas para auxiliarle, y se volvió
al rey. 21 Alcimo luchaba por ase¬
gurarse en el pontificado, 22 juntán¬
dose a él todos los perturbadores de
su pueblo, que se apoderaron de Judá
y causaron a Israel muchos daños.
23 Así que vió Judas los grandes males
que Alcimo y los suyos traían sobre
Israel, mayores que los causados por
los gentiles, 24 se pliso c*n campaña,
y recorriendo toda la tierra de Judea,
castigó a los apóstatas, que cesaron
de andar por ella.
25 Alcimo, viendo que Judas y los
suyos se hacían poderosos, y cono¬
ciendo, por otra parte, que él no era
capaz de hacerles frente, se volvió
al rey, acusándolos de muchos crí¬
menes. 26 Envió el rey a Nicanor,
uno de sus capitanes más ilustres y
enemigo jurado de Israel, encargán¬
dole la destrucción del pueblo. 27 Llegó
Nicanor a Jerusalén con un poderoso
ejército, y envió a Judas y a sus
hermanos engañosos mensajes de
amistad, 28 dieicndoles: «No haya
lucha entre nosotros; yo iré a ti con
poca gente, nos veremos y hablare¬
mos como amigos.» 29 Vino, en efecto,
a Judas, y se saludaron amistosa¬
mente; pero los enemigos estaban
dispuestos a prenderle. 30 Mas cono¬
ciendo Judas que venían a él con
engaño, temió, y no quiso volver a
verle más. 31 Nicanor, cuando vió
descubiertos sus planes, salió a com¬
batir contra Judas cerca de Cafar-
salama. 32 El resultado de la lucha
fue que cayesen de las tropas de Ni¬
canor unos cinco mil hombres, hu¬
yendo los demás a la ciudad de
David.
33 Después de estos sucesos subió
Nicanor al monte de Sión, y salieron
del templo los sacerdotes y los ancia¬
nos del pueblo, para saludarle ami¬
gablemente y mostrarle los holocaus¬
tos que se ofrecían por el rey. 34 Pero
él, burlándose de ellos, los escarneció
y profanó los holocaustos con altivez;
y airado, juró, diciendo: «Si Judas
no se me entrega V su ejército no se
me rinde ahora, cuando vuelva vic¬
torioso daré al fuego este templo.»
Y partió lleno de cólera. 36 Salieron
los sacerdotes, y de pie frente al
altar y al templo, clamaron, di¬
ciendo: 37 «Tú, Señor, que luis ele¬
gido esta casa para que en ella fuese
invocado tu nombre y fuese casa de
oración y de plegaria para tu pueblo,
38 toma venganza de este hombre y
de su ejército, y caigan al filo de la
espada. Acuérdate de sus blasfemias,
y no permitas que salga con sus in¬
tentos.»
39 Partió Nicanor de Jerusalén y
asentó su campo en Betoróu, donde
se le agregó un cuerpo de sirios.
40 En tanto, estaba Judas cu Adasa
con tres mil hombres, y orando, dijo:
41 "Señor, cuando los mensajeros del
MACABEOS I, 8
rey de Asiria blasfemaron, un ángel
tuyo vino e hirió a ciento ochenta y
cinco mil de ellos. 42 Aplasta así hoy
a este ejército ante nosotros, y que
al verle castigado por su maldad,
reconozcan todos que fué por haber
amenazado tu santuario.»
43 Los ejércitos vinieron a las ma¬
nos el día trece del mes de Adar, que¬
dando derrotado el de Nicanor y ca¬
yendo él misino* el primero en la
lucha. 44 Cuando el ejército se dió
cuenta de que Nicanor había caído,
arrojó las armas y huyó. 45 Les per¬
siguieron una jornada de camino,
desde Adasa hasta Gazer, tocando
detrás de ellos las cornetas. 46 De
todas las aldeas de Judca próximas
sallan para acosarlos; y luchando con¬
tra ellos, los mataron al filo de la
espada, sin que quedase ni uno solo.
47 Se apoderaron de sus despojos y
de su botín, y cortaron a Nicanor
la cabeza y la mano derecha, que or-
gullosamcnte había alzado contra
Jerusalén. 48 El pueblo se alegró ex¬
traordinariamente, y celebraron aquel
día con gran regocijo, 49 y acorda¬
ron celebrarlo cada año, el mismo día
trece de Adar. 60 Por algún tiempo
gozó de paz la tierra de Judá.
Embajada a Roma.
O 1 Llegó a oídos de Judas la fama
^ de los romanos, de que eran muy
poderosos, (1) se mostraban benévolos
con todos los que se adherían a ellos,
y con quienes a ellos venían harían
alianza y amistad. 2 Le contaron de
sus guerras y de las hazañas que
habían realizado en Galacia, apode¬
rándose de ella y sometiéndola a
tributo; 3 cuanto habían hecho en
España, apoderándose de las minas
de oro y plata que allí hay, y adue¬
ñándose de toda la tierra con su
prudencia y paciencia, 4 * no obstante
estar ese país muy alejado de ellos;
y cómo a los reyes que desde los con¬
fines de la tierra habían ido contra
ellos, los habían derrotado, infligién¬
doles tan gran descalabro, que los
restantes les pagaban tributo cada
año. 6 Y que a Filipo y a Perseo,
(i) Este capítulo comienza con un gran
elogio de los romanos, que poco antes habían
terminado felizmente la segunda guerra púnica,
extendiéndose por Oriente su fama y su domi¬
nación. El escritor sagrado expresa lo que
sobre los romanos había traído a ellos la fama.
reyes de Macedonla, y a los demás
que se levantaron contra ellos, los
habían derrotado en guerra y los
habían subyugado; 8 y a Antíoco el
Grande, rey de Asia, que estuvo en
guerra con ellos, y que tenía ciento
veinte elefantes y caballería y carros
y ejército muy numeroso, le habían
vencido 7 y cogido prisionero, impo¬
niéndole un gran tributo a él y a los
que en el reino le sucedieron, obli¬
gándole a dar rehenes 8 y a ceder la
Jonia, la Mesia y la Lidia, esto es,
sus mejores provincias, que aquéllos
cedieron al rey Eumenes. 9 Los grie¬
gos quisieron ir contra ellos y ani¬
quilarlos; pero en cuanto les fué co¬
nocido el propósito, 10 enviaron con¬
tra ellos un general que los combatió,
cayendo de los griegos muchos en
el campo, siendo llevadas cautivas
las mujeres y los hijos, saqueados los
bienes, subyugada la tierra, destruidas
las fortalezas y reducidos a servidum¬
bre hasta hoy. 11 A los demás reinos
e islas, cuantos se les opusieron, to¬
talmente los subyugaron. 12 Pero a
sus aliados y amigos que en ellos
confían, les guardan fidelidad, y así
habían logrado dominar los reinos
próximos y remotos. Cuantos saben
de su fama, los temen, 13 y cuantos
son por ellos ayudados para reinar,
reinan, y a los que no quieren, los
destituyen, y así han adquirido gran
poder. 14 Entre ellos nadie lleva
diadema, ni viste púrpura, para en¬
greírse con ella. 15 En vez de esto, se
han creado un senado, y cada día
deliberan trescientos veinte senado¬
res, que de continuo miran por el
bien del pueblo y por su buen gobier¬
no. 16 Cada año encomiendan a uno
solo el mando y el dominio de toda
su tierra, y todos obedecen a este
único, sin que haya entre ellos en¬
vidias ni celos.
17 Eligió Judas a Eupolemo, hijo
de Juan, hijo de Acco, y a Jasón,
hijo de Eleazar, y los envió a Roma
para hacer con ellos amistad y alian¬
za, 18 librándose así del yugo del
reino griego, pues veían que los de¬
signios de éste eran someterlos a ser¬
vidumbre. 19 Llegaron a Roma des¬
pués de un largo viaje, entraron en
el senado, y tomando la palabra,
dijeron: 20 «Judas Macabeo, sus her¬
manos y el pueblo de los judíos, nos
envían para hacer con vosotros alian¬
za de paz, y pedir que nos inscribáis
en la lista de vuestros aliados v ami*
540
MACABEOS I, 9
gos.» 21 Estas palabras fueron bien
recibidas. 22 He aquí ahora la copia
de la epístola que escribieron en ta¬
blas de bronce, y que enviaron a
Jerusalén para que les fuese memo¬
rial de alianza y de paz:
23 «Salud a los romanos y al pueblo
judío, por tierra y por mar, para
siempre, y que la espada y el ene¬
migo estén siempre lejos de ellos.
24 Si el pueblo de los romanos fuera
primero atacado, o lo fuese alguno
de sus aliados en todo su imperio,
25 el pueblo de los judíos les prestará
auxilio, según las circunstancias lo
dicten, con plena lealtad. 26 Al ene¬
migo no le dará ni suministrará trigo,
armas, plata, ni naves. Esta es la
voluntad de los romanos, y guarda¬
rán este convenio sin compensación
ninguna. 27 Asimismo, si primero el
pueblo judío es atacado, los roma¬
nos le ayudarán lealmente, según las
circunstancias lo dicten, 28 y al ene¬
migo no le darán ni trigo, ni armas,
ni plata, ni naves. Tal es la volun¬
tad de los romanos. 29 Conforme a
estas condiciones se conciertan los
romanos con el pueblo judío. 30 Si
después de este acuerdo, unos u
otros quisieren añadir o quitar al¬
guna cosa, podrán hacerlo a volun¬
tad, y lo añadido o quitado será va¬
ledero. 31 Cuanto a los daños que
les lia causado el rey Demetrio, ya
liemos escrito a éste, diciendo: ¿Por
qué impones tan pesado yugo sobre
nuestros aliados y socios los judíos?
32 Si vuelven a quejársenos de ti,
les liaremos justicia, haciéndote la
guerra por mar y por tierra.»
I(liquides, otra vez en dude».
Muerte de Judas.
O 1 Cuando Demetrio supo que Ni-
7 eanor y su ejército habían caído
en la batalla, volvió a enviar por se¬
gunda vez a Bá quid es con Alciino a
tierra de Judá, a la cabeza del ala
derecha de su ejército. 2 Tomaron el
camino que llega a Gálgala, y acam¬
paron en Masalot de Arbela, «apode¬
rándose de ella y matando a mu¬
chos.
3 En el mes primero del año 152
asentaron su campo enfrente de Je¬
rusalén; 4 pero veinte mil hombres
de infantería v dos mil caballos se
dirigieron a Bcrca. 6 Entretanto,
Judas había acampado en Laisa con
tres mil hombres escogidos, 6 los
cuales, viendo la muchedumbre del
ejército, temieron sobremanera, hu¬
yendo muchos del campo y no que¬
dando de todos más que ocho¬
cientos.
7 Viendo Judas que el campo había
quedado desierto, y que, sin embargo,
la batalla era inminente, se sintió
aplanado, porque no le quedaba tiem¬
po para volverlos a juntar, 8 y sin¬
tiendo que se le rompía el corazón,
dijo a los que le quedaban: «En, va¬
yamos al encnvgo, a luchar contra él.»
9 Querían disuadirle, diciendo: «No
podremos; mejor nos sería conser¬
var ahora nuestra .vida, y volver
luego con nuestros hermanos; enton¬
ces podremos combatirlos, que ahora
somos muy pocos.» 10 Pero Judas con¬
testó: «Dios me libre de hacer tal
cosa, de huir ante ellos. Si nuestra
hora ha llegado, muramos valerosa¬
mente por nuestros hermanos, y no
empañemos nuestro honor.»
11 En esto, el campo enemigo se
movió, V ellos le hicieron frente. La
caballería se dividió en dos partes;
los honderos y los arqueros del ejér¬
cito, todos hombres valientes, se ade¬
lantaron, ocupando la primera fila.
12 Estaba Báquides en el ala derecha,
e hizo al sonido de las cornetas avan¬
zar la falange, dividida en dos cuer¬
pos. 13 Los de Judas dieron también
la señal, y la tierra tembló al es¬
truendo de los ejércitos. La batalla
fué encarnizada, y duró desde la
mañana hasta la tarde. 14 Vió Judas
que Báquides, con el núcleo más
fuerte de su ejército, estaba en el
ala derecha; y juntando a los más
animosos, 15 se echó con ellos sobre el
enemigo, derrotándolo y persiguién¬
dolos hasta Azoto. 16 Los del ala
izquierda, viendo derrotada y en
huida la derecha, pudieron perseguir
a Judas y a los suyos por la espal¬
da. 17 La lucha se agravó, cayen¬
do muchos de una y otra parte.
18 Cayó también Judas, y los res¬
tantes huyeron. 19 Jonatán y Simón
tomaron a Judas, su hermano, y le
dieron sepultura en el sepulcro de
sus padres, en Modín. 20 Le lloraron,
y todo Israel hizo por él gran duelo,
y por muchos días hicieron luto, di¬
ciendo: 21 «¡Cómo ha caído el valiente,
el salvador de Israelí»
22 Por lo demás, la historia de las
guerras de Judas, sus hazañas, su
MACABEOS I, 9
54 1
magnanimidad, son demasiado gran¬
des para ser escritas (1).
J«matan, sucesor de Judas.
23 Muerto Judas, cobraron ánimo
los apóstatas en todo el territorio de
Israel, y levantaron cabeza los obra¬
dores de la iniquidad. 24 Hubo por
aquellos días un hambre grandísima,
y el pueblo se pasó a ellos. 25 Esco¬
gió entonces Báquides hombres im¬
píos, y los estableció por señores de
la tierra. 26 Buscaban éstos insisten¬
temente el paradero de los amigos
de Judas, y los llevaban a Báquides,
que los castigaba y escarnecía. 27 Fue
ésta una gran tribulación en Israel,
cual no se vio desde el tiempo en que
no había entre ellos profetas. 28 Re¬
uniéronse entonces los amigos de
Judas, y dijeron a Jonatán: 29 «Desde
que murió tu hermano Judas, no
apareció ninguno semejante a él, ca¬
paz de hacer frente a los enemigos,
a Báquides V a los perseguidores de
nuestro pueLl >. 30 Pero te elegimos
en su lugar, para que seas nuestro
jefe y capitán, para que nos lleves a
nuestras batallas.» 31 Aceptó Jonatán
el mando, y ocupó desde entonces el
puesto de Judas, su hermano. 32 Cuan¬
do Báquides tuvo noticia de ello, le
buscó para darle muerte. 33 Mas sa¬
biéndolo Jonatán, su hermano Simón
y sus parciales, huyeron al desierto
de Tecua, y acamparon junto a las
aguas de la cisterna de Asfar. 34 Sú¬
polo Báquides, y en un día de sá¬
bado vino con todo su ejército al
otro lado del Jordán.
35 Envió Jonatán a su hermano
por jefe de una tropa, y rogó a los
nabal eos, sus amigos, les permitie¬
ran dejar a su custodia el bagaje,
que era mucho. 36 Pero salieron de
Madaba los hijos de Jambri, y se
apoderaron de Juan y de cuanto
llevaba, y se volvieron con ello.
37 Llegó después a Jonatán y a
Simón, su hermano, la nueva de que
los hijos de Jambri celebraban una
solemne boda con gran pompa, y
conducían desde Madaba la novia,
hija de uno de los magnates de
(i) Estas palabras nos dan una idea de la
que el autor sagrado tenía del gran héroe de la
libertad nacional. Jonatán, que le sucede, des¬
pués de un desastre, se ve forzado a ir poco a
poco organizando sus fuerzas, para proseguir
la lucha.
Canán. 38 Y acordándose de su her¬
mano Juan, salieron, se ocultaron al
abrigo de un monte, 39 alzaron los
ojos, y vieron una caravana regoci¬
jada y numerosa. Era el novio, que
con sus amigos y hermanos salían
al encuentro de la novia con pande¬
ros, instrumentos músicos y muchas
armas. 40 Lanzándose fuera de su
escondite, los de Jonatán los ataca¬
ron, quedando heridos muchos y hu¬
yendo los restantes al monte, apo¬
derándose los vencedores de todos los
despojos. 41 Las bodas se convirtie¬
ron en llanto, el sonido de la música
en lamentaciones; 42 y tomada ven¬
ganza de la sangre de su hermano,
se volvieron a la ribera pantanosa del
Jordán.
43 Supo el suceso Báquides, y en
día de sábado vino con mucha fuerza
hasta las márgenes del Jordán. 44 Dijo
entonces Jonatán a los suyos: «Ea,
luchemos por nuestra vida. No es
hoy como ayer y anteayer. 45 El pe¬
ligro nos acosa por delante y por
detrás; ahí y allí las aguas del Jordán,
las márgenes pantanosas y el bosque;
no hay escape. 46 Clamad, pues, al
cielo, para que os salve de vuestros
enemigos.» Trabóse la batalla. 47 Alzó
Jonatán la mano para herir a Bá¬
quides, pero éste retrocedió, esqui¬
vando el golpe. 48 Salvaron Jonatán
y los suyos el Jordán, pasando a
nado a la ribera opuesta, pero los
enemigos no atravesaron el Jordán
para perseguirlos.
49 Aquel día cayeron como unos
mil hombres de los de Báquides.
Vuelto éste a Jerusalén, 60 edificó
ciudades fuertes en Judea, la forta¬
leza de Jerieó, la de Emaús, la de
Betorón, la de Betel, la de Tanmata,
la de Faratón y la de Tefón, con
muros altos y puertas y cerrojos,
61 poniendo en ellas guarnición, para
hacer la guerra a Israel. 62 Fortificó
asimismo las ciudades de Betsur y
Guczcr y la eiudadcla, y puso guar¬
niciones y las abasteció de víveres.
63 Tomó luego a los hijos de los prin¬
cipales del país como rehenes, y los
recluyó en la ciudadela de Jerusalén.
64 ~E1 año 153, el mes segundo,
ordenó Alcimo derribar el muro del
atrio interior del santuario, destru-
, yendo la obra de los profetas. Co¬
menzó a ejecutarlo, 65 pero le sobre-
‘ vino un ataque apoplético y queda;
¡ ron suspendidas las obras. Se le cerró
y paralizó la boca, de modo que no
542
MACABEOS I, 10
pudo ya hablar palabra ni disponer
de su casa. Murió Alcimo en medio
de grandes tormentos. 66 Luego que
Báquides vió muerto a AJcimo, se
volvió al rey, y la tierra de Judá
gozó de paz por dos años.
68 Entonces todos los apóstatas
tomaron de común acuerdo esta re¬
solución: «Jonatán y los suyos viven
muy tranquilos y confiados; pues bien,
hagamos venir a Báquides, y en una
noche los prenderemos a todos.» 69 Fué-
ronse a Báquides con este consejo.
60 Y en efecto, se dispuso para venir
con mucha fuerza. En secreto envió
cartas a todos sus parciales de Judca,
para que prendieran a Jonaláu y a
los suyos; lo que no pudieron hacer,
por haber llegado tal designio a co¬
nocimiento de ellos. 61 Lejos de eso,
cogieron ellos presos a unos cincuenta
hombres de la tierra, cabecillas de
aquella conjura y les dieron muerte.
62 Luego Jonatán y Simón, con los
suyos, se retiraron a Betbasi en el
desierto; levantaron sus ruinas y la
fortificaron. 63 Informado Báquides
de esto, reunió toda su gente y avisó
a los de Judca. 64 Vino a acampar
enfrente de Betbasi, y durante mu¬
chos días la atacó con máquinas de
guerra.
65 Jonatán dejó en la ciudad a su
hermano Sjmón, y él salió al campo
con muchos. 68 Atacó a Odomera y
a sus hermanos, y a los hijos de Fa-
siróu cu sus tiendas; y luchando, co¬
menzó a crecer en fuerza. 67 Simón
y los suyos salieron de la ciudad, pu¬
sieron fuego a las máquinas 68 y
atacaron a Báquides, a quien causa¬
ron una gran derrota; le pusieron en
grave aprieto haciendo fracasar su de¬
cisión y su expedición. 69 El se enfure¬
ció contra los impíos que le habían
aconsejado ir a Judca, hizo dar
muerte a muchos de ellos, y resolvió
volverse a su tierra. 70 Así que Jo-
natán tuvo noticia de ello, le envió
embajadores para concertar la paz
y hacerle entrega de los prisioneros.
71 Asintió a ello Báquides y aceptó las
proposiciones, jurando no causarle mal
alguno todos los días de su vida. 72 Hí-
zole entrega de los prisioneros, que
antes había tomado de la tierra de
Judá, y partió para su tierra, no vol¬
viendo inás a los confínes de Judea.
73 Cesó la guerra en Israel, y Jona-
tán estableció su residencia en Maj-
mas, donde comenzó a gobernar al pue¬
blo y exterminar a los Impíos de Tsrael.
Prosperidad de Jonatán con oca¬
sión de la guerra civil siria.
1(] 1 El año 160, Alejandro, hijo
de Antíoco Epifanes, se alzó
en armas y se apoderó de Tolemaida,
siendo bien acogido y reconocido como
rey. 2 Informado de ello el rey De¬
metrio, juntó muchas tropas y salió
a campaña contra él. 3 Al mismo
tiempo eiivió Demetrio a Jonatán
cartas amistosas, 'con promesas de
engrandecimiento, 4 porque se decía:
«Apresurémonos a hacer las paces con
él, antes que las haga con Alejandro
contra nosotros, 6 acordándose de
todos los males que le hemos hecho
a él, a sus hermanos y a su pueblo.»
6 Le dió autoridad para juntar ejér¬
cito, fabricar armas, le prometió que
le contaría entre sus aliados, y le de¬
volvería los rehenes que tenía en la
ciudadela.
7 Vino Jonatán a Jerusalén y leyó
las cartas en presencia del pueblo y
de los que se hallaban en la ciuda¬
dela. 8 Un gran temor se apoderó
de todos cuantos oyeron que el rey
le daba autoridad para juntar ejér¬
cito. 9 Los de la ciudadela le devol¬
vieron los rehenes, que él entregó
luego a los parientes de éstos; 10 y
estableciendo su residencia en Jeru¬
salén, comenzó luego a restaurarla
y renovarla. 11 Mandó a los obreros
construir los muros y rodear el monte
de Sión de un muro de sillares, para
mayor fortaleza, como se hizo. 12 Hu¬
yeron todos los extranjeros que había
en la fortaleza edificada por Báqui-
des, 13 y abandonó cada uno el lugar
en que vivía, para irse a su propia
tierra. 14 Sólo en Betsur quedaron
algunos de los que habían abando¬
nado la ley y los preceptos, porque
les servía de refugio.
16 Pero al saber el rey Alejandro
las promesas que Demetrio había
hecho a Jonatán, y asimismo las
guerras, las hazañas que éste y sus
hermanos habían realizado y los tra¬
bajos que habían pasado, 18 se dijo:
¿Podremos encontrar otro hombre
como éste? Hagámonos su amigo y
aliado. 17 Y le escribió una carta,
cuyo tenor era el siguiente:
48 El rey Alejandro, a nuestro her¬
mano Jonatán, salud. 19 Hemos oído
de ti que eres hombre de valor, y
muy digno de ser amigo nuestro.
20 Hoy te constituimos, pues, sumo
sacerdote de til nación, V te ronce-
MACABEOS I, 10
543
demos el título de amigo del rey
—y le envió un vestido de púrpura y
una corona de oro—para que mires
por nuestros negocios y guardes
nuestra amistad.
21 Vistióse Jonatán la túnica santa
en el mes séptimo del año 160, en
la fiesta de los tabernáculos; alistó
tropas y fabricó armas en gran can¬
tidad.
22 Oído esto por Demetrio, se en¬
tristeció mucho, y dijo: 23 «¿Qué es lo
que hemos hecho, que Alejandro se
nos ha anticipado en hacer amistad
con los judíos, para ganar su apoyo?
24 Les escribiré yo con palabras per¬
suasivas, ofreciéndoles ventajas y
mercedes, para que se hagan auxilia¬
res míos.» 25 Efectivamente, les envió
una carta del tenor siguiente: «El rey
Demetrio, al pueblo de los judíos,
salud. 26 Con gran alegría hemos
sabido que os habéis mantenido fie¬
les a nuestra alianza y habéis perse¬
verado en nuestra amistad, y no os
habéis unido a nuestros enemigos.
27 Perseverad, pues, en vuestra fide
lidad a nosotros, y os recompensare¬
mos con grandes mercedes por lo
que hiciereis en favor nuestro. 28 Os
condonaremos las deudas y os hare¬
mos muchos obsequios. 29 Desde lue¬
go declaro a todos los judíos exentos
de tributos y del impuesto de la sal,
y del tributo de las coronas. 30 El
tercio de la cosecha y la mitad de
la de los árboles frutales, que a mí
me toca percibir, renuncio de hoy
en adelante a percibirlo en la tierra
de Judá y en los tres distritos a ella
anejos, tomados de Samaría y de
Galilea, desde hoy para siempre.
31 Jerusalén será ciudad santa y
exenta, igual que su territorio, de
diezmos y tributos. 32 Renuncio tam¬
bién a la autoridad sobre la eiuda-
dela de Jerusalén, y hago de ella
entrega al sumo sacerdote, que pondrá
allí los hombres que él escogiere, para
su guarnición. 33 Todos los judíos que
hayan sido llevados cautivos de tierra
de Judá a cualquier parte de mi
reino, los doy por libres gratuita¬
mente, y todos quedarán exentos de
tributos, aun de los de ganados.
34 Todas las fiestas, los sábados, las
neomenias, los días señalados y los
tres días que preceden y siguen a las
fiestas, serán días de exención y de
franquicia para todos los judíos de
mi reino. 36 Nadie tendrá autoridad
para intentar contra ellos acción ju¬
dicial, ni molestarlos en cualquier
negocio. 38 De los judíos serán in¬
corporados al ejército del rey hasta
treinta mil hombres, dándoseles el
sueldo como a todas las demás tropas
del rey, 37 y de ellos serán puestos
en las grandes fortalezas del rey, y
asimismo nombrados para los nego¬
cios del reino que exigen confianza.
De ellos serán sus jefes y vivirán
según sus leyes, como lo ha dis¬
puesto el rey en la tierra de Judá.
38 Y los tres distritos tomados a las
regiones de Samaría e incorporados
a Judea, lo serán de modo que for¬
men una sola circunscripción y no
obedezcan a otra autoridad que a la
del sumo sacerdote. 39 De Tolemaida
y su distrito hago obsequio al san¬
tuario de Jerusalén, para sufragar los
gastos del mismo. 40 Doy cada año
quince mil sidos de plata, pagaderos
de los derechos del rey en los luga¬
res que nos pertenecen. 41 Todo el
sobrante que los empleados del fisco
no hayan entregado, como en los
años anteriores, desde ahora lo des¬
tino a las obras del templo. 42 Y los
cinco mil sidos de plata que cada
año percibíamos de los tributos del
templo, también los condonamos, y
se los damos a los sacerdotes que
ejercen las funciones sagradas. 43 Cuan¬
tos se acojan al templo de Jerusalén y
a todo su recinto, deudores de los
impuestos reales o de cualquier otra
deuda, quedarán libres, y también
cuanto tengan en mi reino. 44 Los
gastos para edificar y restaurar el
templo serán pagados de la hacienda
real. 45 Los gastos para la edifica¬
ción de los muros de Jerusalén y las
fortificaciones de su recinto corre¬
rán también por cuenta del rey, y
asimismo la edificación de las mura¬
llas en Judea.»
46 Cuando Jonatán y el pueblo
oyeron estas palabras, no las creye¬
ron ni las aceptaron, acordándose de
los grandes males que había causado
en Israel y cuánto los había atribu¬
lado, 47 y se decidieron en favor de
Alejandro, que les había hecho pro¬
posiciones de paz, y así le prestaron
auxilio todo el tiempo.
48 Reunió el rey Alejandro grandes
fuerzas, y asentó su campo enfrente
del de Demetrio. 49 Trabaron la bata¬
lla los dos reyes, y huyó el ejército de
Demetrio, perseguido por Alejandro,
que quedó vencedor. 60 La batalla
fué encarnizada v duró hasta la
MACABEOS I, 10
V4J
puesta del sol, cayendo en aquel
día el rey Demetrio.
61 Después de esto, Alejandro en¬
vió mensajeros a Tolomeo, rey de Egip¬
to, diciéndole: 62 «Vuelto a mi reino,
he logrado sentarme en el trono de mis
padres y recobrar el gobierno, des¬
pués de derrotar a Demetrio y apo¬
derarme de nuestra tierra. 63 Trabada
batalla con él, fue vencido él y su
ejército, y nos hemos sentado en el
trono de su reino. 54 Hagamos, pues,
alianza; dame tu hija por mujer, y
seré tu yerno, y tanto a ti como a
ella os haré presentes dignos de ti.»
65 El rey Tolomeo le respondió
diciendo: «Dichoso el día en que has
vuelto a la tierra de tus padres y te
sentaste en el trono real. 68 Con gusto
haré lo que me dices. Ven a mi en¬
cuentro a Tolemaida, para que nos
veamos y te íiaga yerno mío, según
deseas.»
67 Partió de Egipto Tolomeo con
su hija Cleopatra, y llegaron a To¬
lemaida el año 162. 68 El rey Ale¬
jandro le salió al encuentro/ Tolo-
meo le dió su hija Cleopatra, y cele-
hraron en Tolemaida las bodas con
gran magnificencia, como de reyes.
59 El rey Alejandro eserihió a Jona-
tán que viniese a su encuentro.
60 Vino con grande pompa a Tole¬
maida, se entrevistó con los dos reyes,
y les hizo obsequios de oro y plata;
también a sus cortesanos hizo mu¬
chos regalos, ganándose con ellos su
favor. 61 Vinieron apóstatas, manda¬
dos de Israel, para acusarle, pero el
rey no los atendió, 82 antes mandó
quitar a Jonatán sus vestidos y ves¬
tirle de púrpura, como se hizo. Le
sentó el rey a su lado, 63 y dijo a sus
grandes: «Salid con él por medio de
la ciudad, y pregonad que nadie se
atreva a acusarle sobre ningún ne¬
gocio y que nadie por ninguna causa
le moleste. 84 Y cuando sus acusa
dores vieron los honores públicos
que se le hacían y le vieron vestido
de púrpura, huyeron todos. 85 Le
honró mucho el rey y le inscribió en
el número de sus primeros amigos,
y le nombró general y gobernador
de provincia. 88 Después de lo cual
volvió Jonatán a Jerusaléu, en paz
y contento.
87 El ano 165 Demetrio, hijo de
Demetrio, vino de Creta a la tierra
de sus padres. 88 En cuanto Alejan- :
dm lo supo, volvió a Antioquía muy
contrariado. 89 Demetrio confirmó !
por gobernador de la Celesíria a Apo-
íonio, que juntó un poderoso ejército,
y vino a acampar en Jamnia, desde
donde envió recado a Jonatán, dicién¬
dole: 70 «¿Vas a ser tú el único que te
levantes contra nosotros, y voy a
ser yo objeto de risa y burla por
causa tuya? ¿Por qué presumes ha»
eerte fuerte en los montes contra
nosotros? 71 Si tanto confías en tus
fuerzas, desciende al llano y mida¬
mos las armas, que conmigo está la
fuerza. 72 Pregunta V sabrás quién
soy yo y quiénes los que me prestan
auxilio, los cuales dicen que no po¬
drás mantenerte a pie firme ante
nosotros, y que por dos veces fueron
vencidos tus padres en esta tierra.
73 No podrás sostener el empuje de
mi caballería y de mi ejército en cam¬
po abierto, donde no hay piedras, ni
guijarros, ni lugar adonde huir.»
74 Cuando Jonatán oyó las brava¬
tas de Apolonio, se llenó de indigna¬
ción; y escogiendo diez mil hombres,
salió de Jerusaléu, llevando consigo
a Simón, su hermano. 75 Acampó
frente a Jope, que le cerró las puer¬
tas, porque había en ella una guar¬
nición de Apolonio. Pero la atacaron
78 y atemorizados los ciudadanos, le
abrieron las puertas, quedando Jo¬
natán dueño de Jope.
77 Así que Apolonio tuvo noticia
del suceso, sacó al campo tres mil
caballos y una poderosa fuerza de
infantería, 78 y siguió el camino de
Azoto, fingiendo pasar de largo frente
a Jope, pero se volvió en seguida a
la llanura, muy confiado en ía nu¬
merosa caballería que tenía. Jona¬
tán salió contra él hacia Azoto, y
se trabó la lucha. 78 Apolonio había
dejado emboscados mil caballos.
80 Supo Jonatán la asechanza que
detrás de sí tenía, v aunque unos y
otros cercaron el campo y estuvieron
lanzando flechas contra el pueblo desde
la mañana hasta la noche, 81 el pue¬
blo se mantuvo firme, según las ór¬
denes de Jonatán, hasta que la ca¬
ballería se fatigó. 82 Luego movió ¡Si
món sus fuerzas y atacó a la falange,
y como la caballería estaba ya ago¬
tada, los derrotaron y pusieron en
fuga. 83 La caballería se dispersó por
la llanura, huyendo hacia Azoto, y
se refugiaron en el templo de Dagón,
su ídolo, para salvarse. 84 Jonatán
prendió fuego a Azoto y a las ciuda¬
des cercanas, se apoderó de sus des¬
pojos, y dió a las llamas el templo
MACABEOS I, 11
545
de Dagón, abrasando a los que en él
se habían refugiado. 85 El número de
los que perecieron por la espada y
por el incendio subió a ocho mil.
86 De allí levantó el campo Jona¬
tán y se vino hacia Ascalón, cuyos
moradores salieron a recibirle con
gran honor. 87 Jonatán se volvió a
Jcrusalén con los suyos, cargados de
despojos. 88 Cuando estos sucesos lle¬
garon a oídos del rey Alejandro, con¬
cedió nuevos honores a Jonatán, 87 le
envió la fíbula de oro, como es cos¬
tumbre darles a los parientes de los
reyes, y le dió Acarón con todos sus
términos en posesión (1).
La traición del suegro contra
el yerno.
11 1 El rey de Egipto juntó gran¬
des fuerzas, como las arenas del
mar, y muchas naves, con el intento
de apoderarse por engaño del reino
de Alejandro y agregarlo a su propio
reino. (i) 2 Con pretextos de paz se en¬
caminó a Siria, abriéndosele las puer¬
tas de las ciudades y saliendo todos
a recibirle, pues era orden de Alejan¬
dro que le saliesen al encuentro, como
a suegro suyo. 3 Así que Tolomeo
entraba en las ciudades, ponía en
ellas guarniciones. 4 Al entrar en
Azoto le enseñaron el templo de
Dagón incendiado, la ciudad y sus
cercanías destruidas, arrojados en el
campo los cadáveres, y al borde de
los caminos los montones de los que
habían caído en la batalla. 5 Contá¬
ronle lo que había hecho Jonatán,
con el «fin de hacérsele odioso, pero
el rey callaba.
6 Vino Jonatán al encuentro del
rey a Jope con gran aparato, se sa¬
ludaron y durmieron allí. 7 Jonatán
le acompañó luego hasta el río lla¬
mado Eleutero, y luego se volvió a
Jcrusalén. 8 El rey Tolomeo se adue¬
ñó de todas las ciudades de la costa
hasta Seleucia del mar, meditando
perversos planes contra Alejandro.
9 Envió embajadores a Demetrio, di-
cicndole: «Ven, hagamos alianza, y te
daré mi hija, la que tiene Alejandro,
y reinarás sobre el reino de tus pa¬
dres. 10 Me pesa haberle dado mi
(i) Si Jonatán no igualó a Judas como gue¬
rrero, sin duda que le aventajó como diplomá¬
tico, sabiendo aprovecharse bien de la guerra
civil que estalló en Siria.
hija, pues ha buscado asesinarme.»
11 Y con calumnias procuraba ha¬
cerle odioso, por codicia de su reino.
12 Al fin le quitó la hija y se la dió a
Demetrio, rompiendo con Alejandro
y haciendo manifiestas sus enemis¬
tades. 13 Entró Tolomeo en Antio-
quía, y se ciño a su cabeza dos dia¬
demas; la de Asia y la de Egipto.
14 Hallábase por aquellos días el
rey Alejandro en Cilicia, por haberse
rebelado los de aquellos lugares,
15 cuando oyó que su suegro venía
contra él en son de guerra. Tolomeo
sacó su ejército y le fué al encuentro
con poderosas fuerzas, y le puso en
huida. 16 Huyó Alejandro a la Ara¬
bia en busca de refugio, mientras
que el rey Tolomeo quedó triunfante.
17 El árabe Zabdiel cortó la cabeza
a Alejandro y se la envió a Tolomeo.
18 Tres días más tarde moría el rey
Tolomeo, y los suyos, que estaban
en las fortalezas, perecían a manos
de los moradores de las mismas.
19 Y así reinó Demetrio el año 167.
Siguen las prosperidades de
Jonulán.
20 Por aquellos días reunió Jona¬
tán a los hombres de Judea, para
tomar la ciudadela de Jcrusalén, con¬
tra la cual construyó muchas má¬
quinas de guerra. 21 Pero algunos de
los impíos, enemigos de su propia
nación, se fueron al rey y le infor¬
maron de cómo Jonatán tenía ase¬
diada la fortaleza. 22 Oído lo cual se
irritó, y viniendo a Tolemaida es¬
cribió a Jonatán que levantase el
cerco de la ciudadela, y viniera a
su encuentro a toda prisa, para con¬
ferir con él en Tolemaida. 23 Reci¬
bido el mensaje, Jonatán ordenó con¬
tinuar el asedio, y se rodeó de algu¬
nos ancianos de Israel y sacerdotes,
y resolvió aventurarse al peligro.
24 Tomando consigo plata, oro, un
vestido y otros muchos presentes,
fué a ver al rey a Tolemaida, hallan¬
do en él buena acogida, 25 no obs¬
tante que algunos impíos de su na¬
ción le acusaban.
26 Hizo el rey según lo que habían
hecho sus antecesores, honrándole en
presencia de todos sus enemigos. 27 Le
confirmó en el sacerdocio y en cuan¬
tos honores tenía de antes, y le hizo
inscribir en el número de sus prime¬
ros amigos. 28 Jonatán solicitó del
35
546
MACABEOS I, 11
rey que hiciese libres de tributos la
Judea y las tres toparquías de Sa¬
maría, prometiéndole en cambio tres¬
cientos talentos. 29 Asintió el rey,
y de todas estas cosas escribió a
Jonatán una carta del tenor si¬
guiente:
30 «El rey Demetrio a Jonatán, su
hermano, y a la nación de los judíos,
salud. 31 Ós enviamos, para que de
ello os informéis, la copia de la carta
que hemos escrito a Lástenes, nues¬
tro pariente, acerca de vosotros:
32 El rey Demetrio a Lástenes, su
padre, salud. 33 Hemos resuelto favo¬
recer a la nación de los judíos, nues¬
tros amigos, que nos han sido fieles.
34 Les confirmamos, pues, la pose¬
sión de los territorios de la Judea
V de los tres distritos de Efraím,
Lydda y Ramataim, que fueron des¬
prendidos de Samaría e incorporados
a Judea. Todos los sacrificadorcs de
Jcrusalén queden exentos del tri¬
buto que el rey percibía antes de
ellos eada año, de los frutos del
campo y de los de los árboles. 36 Igual¬
mente ios restantes tributos que nos
pagaban, de los diezmos, de las
salinas y de las coronas, que nos
pertenecen, desde ahora 36 se los
condonamos todos, y serán anulados
desde ahora para siempre. 37 Así,
pues, haced una copia de este de¬
creto y entregádselo a Jonatán, para
que se deposite en el monte santo y
en lugar visible.»
38 Viendo el rey Demetrio que ha¬
bía llegado a dominar el reino y
nadie se le oponía, disolvió su ejér¬
cito, enviándolo a sus casas, excepto
a las fuerzas extranjeras que había
reclutado de las islas de las gentes.
Esto le atrajo la enemiga de cuantos
habían pertenecido al ejército de sus
padres. 39 Trifón, que había sido antes
de los parciales de Alejandro, cuando
vió que las tropas murmuraban con¬
tra Demetrio, se dirigió al árabe
Emalcue, que criaba a Antíoco, hijo
de Alejandro, niño todavía, 40 apre¬
miándole para que se lo entregase,
a fin de sentarlo en el trono de su
padre. Le comunicó cuanto había
hecho Demetrio, y el descontento de
su ejército contra él, y permaneció
allí bastantes días.
41 Entretanto, envió Jonatán al
rey una súplica para que retirase
la guarnición de la ciudadcla de Je-
rusalén y de las otras fortalezas, por¬
que hostigaban a Israel. 42 Respon¬
dió Demetrio a Jonatán, diciéndole:
«No sólo esto te haré a ti y a tu pue¬
blo, sino que os colmaré de honores,
cuando llegue la ocasión propicia.
43 Por el momento nie harías un gran
favor enviándome algunas tropas
auxiliares, porque mi ejército está
disuelto.» 44 Accedió Jonatán, man¬
dándole a Antioquía tres mil hom¬
bres escogidos, de cuya llegada se
alegró mucho el rey. 45 Amotináronse
contra él los de la ciudad, en número
de ciento veinte mil, pretendiendo
matarle! 46 Se recluyó él en su pala¬
cio, mientras los ciudadanos ocupa¬
ban las calles de la ciudad y comen¬
zaban el asalto.
47 Llamó el rey en su auxilio a los
judíos, que acudieron luego, se dis¬
tribuyeron por la ciudad, 48 mata¬
ron aquel dia hasta cien mil hombres,
incendiaron la ciudad y la saquearon.
Así libraron al rey. 49 Cuando vieron
los de la ciudad que los judíos eran
dueños de ella a su arbitrio, perdie¬
ron el ánimo, y, suplicantes, clamaron
al rey, diciendo: 60 «Perdónanos y haz
que cesen ya los judíos de combatir
contra nosotros y contra la ciudad.»
61 Y depusieron las armas, e hicieron
la paz. Los judíos adquirieron grande
gloria ante el rey y ante todo su
reino, y volvieron a Jcrusalén car¬
gados de botín.
¡Nuevas victorias de «Jonatán.
62 Sentóse Demetrio en su trono y
la tierra calló ante él. 63 No cumplió
el rey lo que había prometido, y se
enajenó a Jonatán, porque además
de no corresponder a los beneficios
que le había hecho, le molestaba
mucho. 64 Después de estos sucesos,
volvió Trifón con el niño Antíoco,
a quien proclamó rey, ciñéndolc la
corona. 66 Luego se juntaron a él
todas las tropas que Demetrio había
licenciado, e hicieron a éste la guerra,
obligándole a huir derrotado. 66 Tri¬
fón se apoderó de los elefantes y
ocupó Antioquía.
67 Antíoeo el joven escribió a Jo¬
natán, diciéndole: «Yo te confirmo en
el sumo sacerdocio y te constituyo
sobre las cuatro ciudades, y serás de
los amigos del rey.» 68 Y le envió va¬
jilla de oro, dándole el derecho de
beber en vaso de oro, de vestir púr¬
pura y llevar la fíbula de oro. * 9 A
Simón, su hermano, le Instituyó ge-
MACABEOS I, 12
547
neral, desde la Escalera de Tiro hasta
los confines de Egipto.
60 Partió Jonatán y recorrió las
ciudades del lado de acá del río, y
se le incorporaron todas las tropas
auxiliares de Siria. 61 Vino a Asca-
lón, y le hicieron los de la ciudad un
recibimiento muy honroso. 61 De allí
pasó a Gaza, que le cerró sus puertas,
pero él la asedió e incendió los arra¬
bales, saqueándolos. 62 Entonces los
de Gaza le pidieron la paz, que les
fue otorgada, dándole en rehenes los
hijos de sus jefes, que envió a Jeru-
salén, y atravesó la tierra hasta lle¬
gar a Damasco. 63 En esto tuvo no¬
ticia Jonatán de que algunos gene¬
rales de Demetrio habían llegado a
Cades de Galilea con grandes fuerzas,
con el propósito de apartarle de toda
intervención en el gobierno. 54 De¬
jando a su hermano Simón en Judá,
les salió al paso. 65 Simón fué contra
Betsur, la combatió muchos días,
teniéndola cercada, 66 hasta que pi¬
dieron la paz, que les otorgó. Los
arrojó de allí, apoderándose de la
ciudad y poniendo guarnición en ella.
67 Entretanto acampó Jonatán con
su ejército junto a las aguas de Ge-
nesaret, y muy de madrugada se
puso en marcha hacia la llanura de
Asor, 68 donde encontró al ejército
extranjero, que había puesto una
emboscada en los montes. Se trabó
la batalla, 69 y los emboscados sa¬
lieron de la celada, 70 y los de Jo¬
natán huyeron, no quedando a su
lado sino Matatías, hijo de Absa-
loin, y Judas hijo de Calfi, capitanes
del ejército. 71 Jonatán entonces rasgó
sus vestiduras, se echó tierra sobre
la cabeza, y oró. 72 Volvió luego a la
lucha contra los enemigos, los derro¬
tó y puso en fuga. 73 Viendo esto los
que de los suyos huían, se volvieron
de nuevo a el, y todos a una los per¬
siguieron hasta Cades, hasta su cam¬
po, donde hizo alto. 74 Cayeron de los
extranjeros en aquel día unos tres
mil hombres. Jonatán se volvió a
Jerusalén.
Embajadas a Roma y Esparta.
1 1 Viendo Jonatán que las cir-
1 ** eunstancias le eran favorables,
escogió algunos hombres y los envió
a Roma, para concertar y renovar la
alianza de amistad con los romanos.
* Y a los espartanos y a otros pue¬
blos envió también cartas sobre lo
mismo.' 3 Partieron para Roma, y
entrando en el Senado, dijeron: «Jo¬
natán, sumo sacerdote, y la nación
de los judíos, nos envían para reno¬
var con vosotros la antigua amistad
y alianza.» 4 Y les fueron entregadas
cartas para las autoridades de cada
lugar, a fin de que pudieran volver
en paz a la tierra de Judá.
5 He aquí la copia de las cartas que
Jonatán escribió a los espartanos:
6 «Jonatán, sumo sacerdote, y el se¬
nado de la nación y los sacerdotes y
todo el pueblo de los judíos, a los de
Esparta, sus hermanos, salud: 7 Ya
antes recibió Onías, sumo sacerdote,
de Ario, vuestro rey, cartas en que
decía que sois nuestros hermanos,
como lo certifica la adjunta copia.
8 Onías acogió con gran honor al
mensajero, y recibió letras en que
claramente se hablaba de alianza
y amistaS. 9 Nosotros, aunque nada
necesitamos, pues tenemos nuestra
confianza en las Escrituras Santas
que poseemos, 10 hemos resuelto en¬
viaros quien renueve con vosotros la
fraternidad y amistad, a fin de no
hacernos extraños a vosotros, pues
han transcurrido ya muchos años
desde vuestra embajada. 11 En todo
este tiempo, en las solemnidades y
en las restantes festividades no hemos
cesado de hacer memoria continua de
vosotros, en los sacrificios que ofre¬
cemos y en nuestras oraciones, pues
es justo y razonable acordarse de los
hermanos. 12 Nos alegramos de vues¬
tra prosperidad. 13 Cuanto a nosotros,
han sido muchas las tribulaciones que
nos han sobrevenido y muchas las
guerras que nos han hecho los reyes
vecinos. 14 No quisimos en ellas mo¬
lestaros ni a los demás aliados y ami¬
gos, 15 porque contamos con la ayu¬
da que nos viene del cielo, y con ella
nos hemos librado de nuestros ene¬
migos, y éstos fueron humillados.
16 Hemos elegido a Numenio, hijo
de Antíoco, y a Antípatro, hijo de
Jasón, a quienes enviamos a los ro¬
manos para renovar la antigua amis¬
tad y alianza, 17 y les hemos dado
el encargo de acercarse a vosotros
y saludaros y entregaros nuestras le¬
tras, para renovar la alianza y fra¬
ternidad. 18 Esperamos que nos con¬
testéis favorablemente.
19 La carta enviada por vosotros era
del tenor siguiente: 20 Ario, rey de
los espartanos, a Onías, sumo sacer-
548
MACABEQS I, 12
dote, salud: 21 Hemos hallado en do¬
cumentos escritos que los espartanos
y los judíos son hermanos, unos y
otros del linaje de Abraham. 22 Desde
que esto supimos, juzgamos que hacéis
bien en darnos cuenta de vuestra
prosperidad. 23 Nosotros a la vez os
correspondemos. Vuestros ganados,
vuestra hacienda, es nuestra, y la
nuestra, vuestra es. Por eso he dado
orden de comunicaros esto.»
24 Tuvo Jonatán noticia de que los
capitanes de Demetrio habían vuelto
contra él con fuerzas mayores que
antes, 25 y salió de Jerusalén a su
encuentro, a la región de Hamat,
porque no quiso darles lugar a que
invadiesen la tierra. 26 Los explora¬
dores enviados a espiar el ejercito
enemigo volvieron con la noticia de
que tenían orden de caer sobre ellos
aquella noche. 27 Así que se puso
el sol, ordenó Jonatán a los suyos
velar y estar sobre las armas, prontos
a entrar en batalla durante la noche,
y puso centinelas alrededor del cam¬
po. 28 Cuando los contrarios se die¬
ron cuenta de que Jonatán y los
suyos estaban preparados para la
lucha, temieron, perdieron el ánimo,
encendieron fuegos en su campa¬
mento, y se retiraron. 29 No lo ad¬
virtieron Jonatán y los suyos hasta
la madrugada, engañados con la vista
de los fuegos encendidos. 30 Los per¬
siguió Jonatán, pero no les dió al¬
cance, porque habían atravesado el
río Eleutero. 31 Entonces se volvió
Jonatán hacia los árabes, llamados
zabadeos, a los que derrotó, tomán¬
doles despojos. 32 Poniéndose de
nuevo en marcha, vino a Damasco,
atravesando todo el territorio.
33 Simón, entretanto, se había
puesto en marcha, llegando hasta
Ascalón y a las próximas fortalezas;
se volvió luego hacia Jope y la tomó,
34 porque había oído que querían
entregar la fortaleza a los parciales
de Demetrio, y puso allí guarnición,
para conservarla en su poder. 35 Vuel¬
to Jonatán, convocó a los ancianos del
pueblo y tomó con ellos la resolu¬
ción de edificar fortalezas en Judea,
36 (le levantar los muros de Jerusa-
Ién, de erigir un muro fuerte entre
la ciudadela y la ciudad, a fin de se¬
parar aquélla de ésta y aislarla, para
que los de allí no pudiesen comprar
ni vender en ésta. 37 Reunidos los
obreros para edificar la ciudad, se
vino al sucio un trozo de la muralla
que da el valle del Este, y lo restau¬
raron, dándole el nombre de Cafe-
nata. 38 Simón edificó también Adi¬
da, en la Sefela, y la fortificó y puso
puertas y cerrojos.
Muerte traidora de Jonatán.
39 Trataba Trifón de apoderarse
del reino de Asia y ceñirse la dia¬
dema, quitando de en medio al rey
Antíoco. 40 Pero temiendo que se le
opusiera Jonatán y le hiciera la gue¬
rra, buscaba un medio de apoderarse
de él y darle muerte. Con este propó¬
sito se puso en camino de Betsán.
41 Salióle al encuentro Jonatán con
cuarenta mil hombres escogidos para
la lucha, v llegó a Betsán. 42 Cuando
Trifón vió que Jonatán venía con
tanta fuerza, temió poner manos en
él, 43 le acogió muy honrosamente,
le presentó a todos sus amigos y le
hizo muchos obsequios, ordenando
a su ejército que le obedeciese como
a él mismo. 44 Dijo luego a Jonatán:
«¿Por qué molestar a .todo el pueblo,
no habiendo guerra entre nosotros?
45 Mándalos a sus casas, dejando
contigo unos cuantos que te acom¬
pañen, y vente conmigo a Tolemaida.
Te la entregaré con las demás forta¬
lezas, y pondré a tus órdenes el resto
del ejército y los oficiales del rey.
Hecho esto, yo ule volveré, que sólo
para eso he venido.»
48 Dióle fe Jonatán e hizo según
le decía, licenciando su ejército, que
se volvió a la tierra de Judá. 47 Sólo
se reservó tres mil hombres, de los
que dejó dos mil en Galilea, lleván¬
dose consigo sólo mil. 48 En cuanto
Jonatán entró en Tolemaida, los
tolemenses cerraron las puertas, le
prendieron a él y a cuantos le acom¬
pañaban y los asesinaron. (1) 49 Luego
Trifón envió su ejército y su caballe¬
ría a la Galilea y a la gran llanura,
para aniquilar a todos los parciales
de Jonatán. ñ0 Supieron que había
sido preso y muerto Jonatán y los
que le acompañaban, y unos a otros
se animaron para salir a campaña
para combatir. 61 Al ver sus perse¬
guidores cuán resueltos estaban a
luchar por su vida, se volvieron.
52 Se fueron sin ser molestados a
(i) Judas murió en el campo de batalla.
Jonatán. víctima de una traición de los sinos?
Simón, víctima de la villanía de un yerno suyo'
MACABEOS I, 13
5 JO
hi tierra de Jada y lloraron-a Jomi-
tá’i y a los suyos, temiendo mucho
por si. Todo Israel hizo gran duelo.
53 Entonces todas las naciones veci¬
nas se propusieron aniquilarlos, di¬
ciéndose: «Ya no tienen caudillo que
los proteja; luchemos, pues, contra
ellos, y borremos su memoria de
(Mitre los hombres.»
Simón sucede a Jonatán.
1 3 1 Oyó Simón que había reunido
Triíoh un poderoso ejército, para
venir contra la tierra de Judá y
aplastarla; 2 y viendo al pueblo lleno
de espanto y de temor, subió a Jeru-
salén y reunió al pueblo. 3 Los alen¬
taba diciendo: «Ya sabéis lo que yo,
mis hermanos y la casa de mi padre,
hemos hecho por las leyes y el san¬
tuario, las guerras y las angustias
que hemos soportado. 4 Por esta
causa, que es la de Israel, dieron la
vida todos mis hermanos, quedando
yo solo. 5 Xo quiera Dios que en esta
hora de tribulación rehuya el peli¬
gro por amor de la vida, que no valgo
yo más que mis hermanos, 6 antes
tomaré la defensa de mi nación y del
santuario, de nuestras mujeres e hijos,
ahora que llevados del odio se han
juntado todas las naciones para aplas¬
tarnos.» 7 Se enardeció el pueblo al
oir estas palabras, 8 y a grandes vo¬
ces respondió, diciendo: «Sé nuestro
caudillo en lugar de Judas y de Jo-
natáu, tu hermano. 9 Combate nues¬
tras batallas; cuanto nos digas lo
liaremos.»
10 Juntando todos los hombres de
guerra, se dió prisa a concluir los
muros de Jerusalén, que quedó for¬
tificada todo en derredor. 11 Envió a
Jouatás, hijo de Abesaloin, con bas¬
tante fuerza a Jope, que echó de allí
a los que la guarnecían, quedándose
en ella. 12 Trifón salió de Toleinaida
con un poderoso ejército, para inva¬
dir la Judea, llevando consigo a Jo-
uatán preso. 13 Simón acampó en
Adida, frente a la llanura.
14 Al eonocer Trifón que habían
nombrado a Simón caudillo en lugar
de su hermano Jonatán, y que estaba
pronto a trabar batalla, le envió men¬
sajeros, 15 diciendo: «Hemos detenido
a tu hermano, a causa de la deuda
que tenía con el tesoro real, por los
cargos que desempeñaba. 16 Envía,
pues, cien talentos de plata y a dos
de sus hijos como rehenes, porque
al ser libertado lio so rebele contra
nosotros, y le dejaremos libre.» 17 Aun¬
que entendía Simón que le hablaban
con engaño, envió el dinero y los
dos niños, por no concitar contra si
la enemiga del pueblo, que podría
decir: 18 «No ha enviado el dinero
y los niños, y por eso pereció Jona-
tán». 19 Así, pues, envió los niños y los
cien talentos; pero Trifón, faltando
a su palabra, no puso en libertad a
Jonatán.
20 Trifón emprendió luego la mar¬
cha para invadir la tierra y devas¬
tarla. Para ello, rodeando, vino a
Adora, pero Simón con su ejército
le salía al encuentro dondequiera
que él iba. 21 Los de la ciudadela en¬
viaron mensajeros a Trifón, rogán¬
dole que se diera prisa a venir en
su socorro por el desierto, y les tra¬
jese víveres. 22 Preparó Trifón toda
su caballería para llegar aquella no¬
che, pero no pudo, a causa de la
mucha nieve que había caído. Llegó
a Calad, 23 y en Bascaina dió muerte
a Jonatán, que fué sepultado allí.
24 Después Trifón dió la vuelta y se
volvió a su tierra.
25 Mandó Simón por los restos de
su hermano Jonatán y les dió sepul¬
tura en Modín, la ciudad de sus
padres. 26 Todo Israel hizo por él
gran duelo y le lloró muchos días.
27 Edificó Simón sobre los sepulcros
de sus padres y hermanos un monu¬
mento de piedras labradas por una
y otra cara, alto y visible desde muy
lejos. 28 Encima levantó siete pirá¬
mides, unas enfrente de otras, dedi¬
cadas a su padre, a su madre y a sus
cuatro hermanos. 29 Lo rodeó de
grandes columnas, y puso en ellas
panoplias para eterna memoria; y
junto a las panoplias, naves esculpi¬
das, que pudieran ser vistas de todos
los que navegaban por el mar. 30 Ese
sepulcro que erigió en Modín perdura
basta el día de hoy. 31 Trifón, que
procedía dolosamente con el joven
rey Antíoco, acabó por darle muerte,
32 se declaró rey en su lugar y se ciñó
la diadema del Asia, trayendo con
esto una gran calamidad sobre la
tierra.
Simón consolida la libertad
nacional.
33 Simón edificó las fortalezas de
Judea, las rodeó de altas torres y
muros fuertes, les puso puertas y
MACASEOS I, 14
550
cerrojos y las proveyó de vituallas.
34 Envió algunos hombres escogidos
a Demetrio, pidiendo que concediera
al país la remisión de los tributos,
por cuanto los actos de Tritón habían
sido actos de saqueo. 36 Contestó el
rey Demetrio a estas peticiones, en¬
viándole letras del tenor siguiente:
36 «El rey Demetrio a Simón, sumo
sacerdote y amigo de los reyes, y a
los ancianos y a la nación judía,
salud: 37 Hemos recibido la corona
de oro y la palma que nos habéis
enviado, y estamos dispuestos a ha¬
cer con vosotros una paz definitiva
y a escribir a los intendentes reales
que os condonen las deudas. 38 Todo
cuanto hemos pactado con vosotros
sea firme, y las fortalezas que habéis
edificado sean vuestras. 39 Os per¬
donamos también las faltas y las
ofensas cometidas hasta este día, y
la corona que debéis, y si algún
tributo se cobraba en Jerusalén, ya
no se cobre. 40 Si algunos de vosotros
estáis dispuestos a alistaros en nues¬
tro ejército, podréis hacerlo, y que
reine entre nosotros la paz.»
41 El ano 170 quedó Israel libre
del yugo de los gentiles, 42 y comen¬
zar olí a encabezarse así los documen¬
tos y contratos: «El año primero de
Simón, gran pontífice, general y cau¬
dillo de los judíos.» 43 En los días
aquellos acampó Simón contra Oue-
zer, y la cercó con sus fuerzas, cons¬
truyó máquinas de asedio y las apro¬
ximó a la ciudad, acometiendo una
de las torres y apoderándose de ella.
44 Invadieron la ciudad los que esta¬
ban en la máquina, produciéndose
en aquélla gran conmoción. 46 Los
de la ciudad subieron a las murallas
con sus mujeres e hijos, rasgadas las
Vestiduras, y a grandes voces clama¬
ban pidiendo a Simón la paz, 48 y le
decían: «Xo obres con nosotros según
merecen nuestras maldades, sino se¬
gún tu misericordia.» 47 Simón se dejó
aplacar y suspendió las hostilidades
contra ellos, pero expulsó a los de
la ciudad, purificó las casas en que
había ídolos, y así hizo su entrada
en ella en medio de cánticos y bendi¬
ciones. 48 Después de limpiarla de
toda impureza, instaló en ella gente
observante de la ley, la fortificó,
y construyó allí para él una morada.
49 Los de la ciudadela de Jerusa¬
lén no podían salir de ella, ni entrar
en la región para comprar o vender,
y pasaban mucha escasez, perecien¬
do de hambre muchos de ellos. 60 Cla¬
maron a Simón en demanda de paz,
y él se la otorgó, echándolos de allí
y limpiando la ciudadela de impu¬
rezas. 61 El día veintitrés del mes se¬
gundo del año 171 entró en ella con
cánticos, palmas y acompañamiento
de cítaras, címbalos y arpas, con
himnos y cánticos, porque había sido
aplastado un gran enemigo de Israel.
52 Estableció que cada año se solem¬
nizara este día con regocijo. 63 For¬
tificó el monte del templo, que está
próximo a la ciudadela, y habitó
allí él con los suyos. 64 Viendo Simón
que Juan, su hijo, era hombre ani¬
moso, le hizo jefe de todas las tropas,
con residencia en Guezer (1).
Prosperidad de Simón.
1J, 1 El año 172 reunió el rey De-
1 ” metrio sus tropas y se puso en ¡
marcha hacia la Media, en busca de
recursos para hacer la guerra a Tri-
fón. 2 Sabido por Arsaccs, rey de
Persia y de Media, que Demetrio -
había invadido su territorio, mandó 1 * *
a su encuentro a uno de sus genera- 1
les, con el encargo de cogerle vivo.
3 Partió éste, y derrotó a Demetrio,
haciéndole prisionero y llevándole a
Afsaces, que le encarceló.
4 Y disfrutó de paz la tierra de I
Judá toda la vida de Simón, que pro¬
curó la prosperidad de su pueblo: I
a todos fuá grato su gobierno, y gozó j
de fama todos los días de su vida, i
6 Y añadió a esta gloria la toma de
Jope para puerto, teniendo asi en¬
trada a las islas del mar. 6 Extendió
los términos de su nación y mantuvo 1
el dominio de su tierra. 7 Redimió
muchos cautivos, se adueñó de Gue- J
zer, de Bctsur y de la ciudadela. I
Quitó de ella las impurezas y no hubo 1
quien le resistiera. 8 Cultivaban en J
paz la tierra, y la tierra daba sus I
cosechas, y los árboles del campo sus 1
frutos. 9 Los ancianos se sentaban en
las plazas, todos hablaban de las I
prosperidades de la tierra, y los jó- 1
venes vestían como traje de honor el
traje de guerra. 10 Abasteció las
ciudades y las puso en estado de
(i) Simón sucede a su hermano, consolida
la próspera situación de Judá y recoge para su
familia los frutos de ramas luchas como había
sostenido, pero al fin acabó traidoramente ase¬
sinado por su yerno.
MACABEOS I, 14
551
defensa. Llegó la fama de su nombre
hasta los extremos confines de la
tierra. 11 Hizo reinar la paz en toda
la tierra, y gozó Israel de gran bienes¬
tar. 12 Cada uno se sentaba bajo su
parra y su higuera, y nada había que
les causara temor. 13 Desapareció de
la tierra el que les haría la guerra,
y en sus días fueron vencidos reyes.
D Dió seguridad a los humildes de
su pueblo, tuvo celo por la ley, y
desterró a todos los-impíos y mal¬
vados. 15 Restauró la gloria del san¬
tuario, y aumentó los vasos sagrados.
24 Después de estos sucesos envió
Simón a Numenio a Roma, para re¬
novar la alianza con los romanos,
mandando por él, eomo presente, un
eseudo de oro de mil minas de peso.
16 Había llegado a Roma y a Es¬
parta la noticia de la muerte de Jo-
natán, de la que se dolieron mucho.
17 Pero al saber que Simón, su her¬
mano, le había sucedido en el sumo
saeerdoeio y que mandaba en la
tierra y en sus ciudades, 18 le escri¬
bieron la renovación de la amistad
y la alianza antes hecha eon Ju¬
das y Jonatán, sus hermanos, en
placas de bronce, 19 que fueron leídas
en Jerusalén en la asamblea del pue¬
blo. He aquí la copia de las letras
enviadas por los espartanos.
20 «Los príneipes y la ciudad de
Esparta, a Simón, sumo sacerdote,
y a los aneianos y a los sacerdotes
y a todo el pueblo de los judíos, sus
hermanos, salud: Los mensajeros que
habéis mandado a nuestro pueblo
nos han dado noticias de vuestra
gloria y honor, y de ello nos alégra¬
nos inmensamente. 23 Hemos regis¬
trado en las deliberaciones del pueblo
lo siguiente: Numenio, hijo de An-
tíoeo, y Antíoco, hijo de Jasón, le¬
gados de los judíos, han llegado a
nosotros para renovar la antigua amis¬
tad. 23 El pueblo resolvió recibir hon¬
rosamente a los mensajeros y depo¬
sitar una eopia de su diseurso entre
los documentos públicos, para que
el pueblo espartano guarde la memo¬
ria de ello. Y hemos enviado una
eopia de esto a Simón, sumo sacerdote.
25 Cuando el pueblo oyó tales cosas,
se dijeron: «¿Qué gracias podemos dar
a Simón y a sus hijos? 26 Porque vale¬
rosamente han eombatido eontra los
enemigos de Israel, tanto él como sus
hermanos y toda su familia, y han
afianzado nuestra libertad.» Y gra¬
baron en placa de bronce, que col¬
garon de columnas en el monte de
Sión, 27 la siguiente escritura: «El día
dieciséis del mes de Elul del año 172,
el año tercero del pontificado de
Simón, príneipe del pueblo de Dios,
28 en la asamblea general de los
sacerdotes V del pueblo, de los prin¬
cipes y aneianos de la nación, se hizo
saber esto: En las muchas guerras
que ha habido en nuestra tierra,
29 Simón, hijo de Matatías, de los
hijos de Jarib, así eomo sus herma¬
nos, se expusieron al peligro e hi¬
rieron frente a los adversarios de su
naeión, por la conservación del san¬
tuario y de la ley, y ganaron grande
gloria para su pueblo. 30 Jonatán los
congregó y fué sacerdote, hasta que
se reunió eon sus padres. 31 Resol¬
vieron entonces los enemigos invadir
la tierra, devastarla y hacerse due¬
ños del santuario; 32 pero se levantó
Simón y salió a la defensa de su
pueblo, y eon grandes expensas suyas
armó a los valientes de su nación
y les pagó la soldada. 33 Fortificó las
eiudades de Judea y a Betsur en sus
confines, donde antes dominaban las
armas de los enemigos. Puso allí
guarnición judía, 34 fortifieó a Jope,
junto al mar, y a Guezer en los con¬
fines de Azoto, en la que antes
habitaban los enemigos, e instaló en
ellas judíos, y los proveyó de cuanto
era neeesario para su defensa. 35 Vien¬
do el pueblo la conducta de Simón
y la gloria que se proponía dar a su
naeión, le hicieron su eaudillo y
sumo sacerdote, en premio de haber
realizado todas estas proezas y de la
justicia y fidelidad que ha guardado
a su pueblo, procurando por todos
los medios el engrandecimiento de
éste. 36 En sus días todo prosperó,
y los gentiles fueron exterminados
de la tierra, y en la misma Jerusalén
los que oeupaban la ciudad de David,
que habían convertido en eiudadela,
de donde haeían salidas, profanando
los alrededores del santuario eon gran
perjuicio de su santidad. 37 Instaló
allí judíos, la fortificó para seguridad
de la tierra y de la eiudad, y dió
mayor altura a las murallas de Jeru¬
salén. 38 Por todo esto el rey Deme¬
trio le eonfirió el sumo sacerdocio,
39 y le inscribió en el número de sus
amigos y le otorgó grandes honores,
40 pues supo que los judíos eran te¬
nidos por los romanos eomo amigos,
aliados y hermanos, y habían sido
acogidos eon honor los legados de
552
MACABEOS I, 15
Simón. 41 Los judíos y sacerdotes
resolvieron instituir a Simón‘por prín¬
cipe y sumo sacerdote por siempre,
mientras no aparezca un profeta digno
de fe, 42 y por su caudillo, que defien¬
da el santuario, instituya inspectores
de obras, gobernadores de la tierra,
capitanes de las tropas y alcaides de
las fortalezas; 43 que cuide de las
cosas sagradas, que sea de todos obe¬
decido, que se inscriban en su nombre
todos los documentos públicos en la
tierra, vista la púrpura y lleve la
fíbula de oro. 44 A nadie será licito,
ya del pueblo, ya de los sacerdotes,
traspasar ninguna de estas disposi¬
ciones ni contravenir lo que por él
fuere ordenado, o convocar en la
tierra asamblea sin su consenti¬
miento, ni vestir la púrpura ni llevar
la fíbula de oro. 45 Él que traspasare
estas disposiciones o violare alguna
de ellas, incurrirá en castigo.»
46 Todo el pueblo aprobó conferir
a Simón estos poderes y honores, y
convino en que él obrase conforme a
ellos. 47 Aceptó Simón, agradecido,
el sumo sacerdocio, y ser caudillo y
jefe de los judíos y de los sacerdotes,
ejerciendo el mando supremo.
48 Mandaron que esto se escribiese
en láminas de bronce y se pusiese en
el atrio del templo en lugar visible,
y que una copia de lo mismo se de¬
positase en el tesoro del templo, a
disposición de Simón y de sus hijos.
Reconocimiento de esta situación
por las naciones extranjeras»
i r 1 Antíoco, hijo del rey Dcme-
• trio, envió desde las islas del
mar cartas a Simón, sumo sacerdote
y jefe de los judíos, y a toda la na¬
ción. 2 Era el contenido de las cartas
del tenor siguiente: «El rey Antíoco
a Simón, sumo sacerdote y jefe de la
nación judia, salud: 3 Como quiera
que hombres malvados se hayan apo¬
derado del reino de nuestros padres,
es mi voluntad recobrarlo y restable¬
cerlo en su forma antigua, para lo
cual he reunido un ejército numeroso
y equipado naves de guerra. 4 Me
propongo desembarcar y perseguir a
los que han arruinado el reino y aso¬
lado sus ciudades. 6 Te ratifico, pues,
todas las exenciones que te han hecho
los reyes mis predecesores, y todas las
mercedes que te han otorgado. ü Te
permito acuñar moneda propia para
tu tierra. 7 Que Jerusalén y su san¬
tuario sean libres; que cuantas armas
has fabricado, y cuantas fortalezas
has levantado y posees, queden en tu
poder; 8 que todas las deudas al te¬
soro real y cuanto en adelante hu¬
biere de percibir el rey te sea por
siempre condonado. 9 Y cuando nos
hubiéremos apoderado del reino, os
honraremos, a ti y a tu nación y
al templo, tan magníficamente, que
vuestra gloria se extenderá por toda
la tierra.»
10 El año 174 Antíoco se puso en
marcha hacia su reino, y todas las
tropas se declararon por él, de suerte
que muy pocas fueron las que le que- i
daron a Trifón. 11 Perseguido por el
rey Antíoco, vino huyendo hasta Dora
del mar. 12 Vió entonces cuántos males
se le venían encima, pues las tropas
le habían abandonado. 13 Acampó
el rev Antíoco contra Dora, con ciento I
veinte mil hombre y ocho mil caba¬
llos. 14 Cercaron la ciudad por mar y por
tierra, y la estrecharon de suerte que
nadie podía salir ni entrar en ella.
15 En esto llegó de Roma Xuincnio |
y los que con él habían ido, trayendo
copia de cartas escritas a los reyes I
y a las naciones, del tenor siguiente: i
«Lucio, cónsul de los romanos, a
Tolomeo, salud: 17 Kan venido a nos¬
otros embajadores de los judíos, alia- j
dos y amigos nuestros, enviados por I
Simón, sumo sacerdote, y por la
nación de los judíos, para renovar la
antigua amistad y alianza, 18 y lian i
sido portadores de un escudo de oro 1
de mil minas de peso. 19 En virtud de
esto nos ha parecido bien escribir a I
reyes y naciones, que no les causen I
ningún mal ni les hagan la guerra, I
ni a sus ciudades ni a su tierra, ni
>resten auxilio a quienes los comba- i
an. 20 Nos pareció igualmente bien j
recibir de ellos el escudo. 21 Si, pues, I
hombres malhechores, huyendo de I
ellos, se refugiaren entre vosotros, I
entregadlos a Simón, sumo sacerdote, 1
para que los castigue según su ley.»
22 lín la misma forma escribieron al I
rey Demetrio, a Atalo, a .Iriarates I
a Arsaees 23 y a todas las naciones: I
a Lanipsaco, a los espartanos, a De- 1
los y a Alindo, a ÍSición, a Caria, a I
Sanios, a Panfilia, a Licia, a ifali
enmaso, a I-todas, a Fasélida, a I
Con, a Sido, a Arados, a Cortina,
a (luido, a Chipre y a Cirene. 21 A'
copia do esas cartas se la enviaran j
a Simón, sumo sacerdote.
MACABEOS I, 16
553
25 Cuino hemos dicho, d rey An-
tíoeo acampó .enfrente de Dora y la
estrechó, y construyó máquinas de
guerra, quedando Tritón cercado, sin
poder entrar ni salir. 26 Simón envió
en ayuda del rey a dos mil hombres
escogidos, y plata y oro y mucho
material de guerra. 27 No quiso él
recibirlos, antes bien revocó cuanto
antes había pactado y rompió con
él. 28 Mandó a Atenobio, lino de sus
amigos, para tratar con él y decirle:
«Vosotros retenéis a Jope y a Guezer
>■ la fortaleza de Jerusaléu, ciudades
de mi reino; 29 habéis devastado sus
territorios y causado grandes daños
a la tierra, y os habéis adueñado de
muchos lugares de mi reino. 30 En¬
tregad luego, pues, las ciudades que
habéis ocupado, y los tributos de
que os habéis apoderado fuera de los
confines de la Judea; 31 de no hacerlo,
pagaréis por ello quinientos talentos
ríe plata, y por los perjuicios causados
y por los tributos de las ciudades per¬
cibidos, otros quinientos talentos; y
si no, iré y os haremos la guerra.»
32 Llegado Atenobio, el amigo del
rey, a Jerusalén, vi ó la magnificencia
de Simón, su vajilla de oro y plata
y la numerosa servidumbre, y quedó
maravillado. Oído el mensaje del
rey, 33 respondió Simón: «No hemos
tomado tierra ajena, ni de bienes
ajenos nos hemos apoderado, sino de
la heredad de nuestros padres, de la
que sin justicia nuestros enemigos
se habían adueñado. 34 Aprovechando
la ocasión, hemos recobrado la here¬
dad de nuestros padres. 35 Cuanto a
Jope y a Guezer, que reclamáis, ha¬
cían a nuestro pueblo y nuestra tierra
grandes daños: por ellas daremos cien
talentos.» Atenobio no le respondió
palabra, 36 pero se volvió furioso al
rey y le comunicó las palabras de
Simón, su magnificencia y todo cuan¬
to había visto. Airóse el rey con gran
ira. 37 Entretanto, Trifón, embarcado
en una nave, huyó a Ortosiada.
38 El rey instituyó a Cendebeo gene¬
ral de la corte, poniendo en su mano
fuerzas de infantería y caballería,
39 con el encargo de acampar enfrente
de Judea, y edificar a Cedrón y for¬
tificar sus puertas, a fin de hostigar
al pueblo de Israel. El rey se fué en
persecución de Trifón.
40 En cuanto Cendebeo llegó a Jam-
nia, comenzó a molestar al pueblo,
invadiendo la Judea, haciendo cauti¬
vos y muertos. Edificó a Cedrón, 41 y
cu ella colocó caballería e infantería,
para hacer incursiones por Judea,
como se lo había ordenado el rey.
(\ 1 Subió Juan de Guezer, y co¬
municó a su padre lo que
Cendebeo estaba haciendo. 2 Llamó
entonces Simón a sus dos hijos ma¬
yores, Judas y Juan, y les dijo:
«Yo y mis hermanos y la casa <le mi
padre liemos combatido por Israel
desde nuestra juventud hasta el pre¬
sente, y nuestros esfuerzos han sido
tan felices, que logramos la libertad
de Israel. 3 Al presente yo estoy ya
viejo; pero vosotros, por la miseri¬
cordia de Dios, estáis en buena edad:
tomad mi puesto y el de mi herma¬
no, y salid a luchar por nuestra
nación, y que la ayuda del cielo sea
con vosotros.
4 Eligieron de la gente de todo el
territorio los hombres más aguerridos
y caballería hasta veinte mil, y par¬
tieron contra Cendebeo, pernoctando
en Modín. 5 Puesta en marcha muy
de mañana hacia la llanura, vieron
un poderoso ejército de infantería
y caballería, que les venía al en¬
cuentro. Sólo un torrente había de
por medio. 6 Se detuvo enfrente
de ellos Juan con sus hombres;
y viendo que los suyos temían atra¬
vesar el torrente, lo hizo él el pri¬
mero; y sus hombres, viéndole, le si¬
guieron. 7 Dividió su gente, colocan¬
do la caballería en medio de los in¬
fantes, porque la caballería de los
contrarios era muy numerosa. 8 Re¬
sonaron las trompetas sagradas, y
Cendebeo y su ejército quedaron
deshechos, cayendo muchos de ellos
y huyendo los restantes a la forta¬
leza. 9 Quedó herido Judas, el herma¬
no de Juan; pero éste persiguió a
los enemigos hasta llegar a Cedrón,
que Cendebeo había fortificado, 10 y
huyeron hasta las torres de Azoto, que
Juan dió al fuego, cayendo de los ene¬
migos hasta tres mil hombres, y se
volvió victorioso-a Judá.
Muerte alevosa de Simón.
11 Tolomeo, hijo de Abubos, coman¬
dante del campo de Jericó, tenía
mucha plata y oro, 12 y era yerno
del sumo sacerdote. 13 Se engrió tanto,
que quiso hacerse dueño de la tierra,
para lo cual resolvió quitar a traición
la vida a Simón y a sus hijos. 14 Vi¬
sitaba Simón las ciudades del terri-
MACABEOS I, 16
551
torio, a fin de proveer a sus nece¬
sidades, y bajó a .Tericó con Mata¬
tías y Judas, sus hijos, el año 177
en el mes undécimo, que es el mes
de Sabat. 15 Los recibió el hijo de
Abubos con perfidia en una forta¬
leza pequeña, llamada Doc, que él
había levantado. Les ofreció un gran
banquete, pero ocultó a siete hombres,
16 que cuando Simón y sus hijos es¬
taban ebrios, a lina señal de Tolomeo
se levantaron, y tomando las armas,
dieron sobre Simón, matándole a él,
a sus hijos y a algunos de su séquito,
17 cometiendo una gran traición y
devolviendo mal por bien.
18 Luego escribió Tolomeo al rey,
para que enviase tropas en su auxi¬
lio, a fin de poner en su mano la
tierra y las ciudades. 19 Envió otras
a Guezer para que se apoderasen de
Juan, y escribió a los oficiales de ésta,
pidiéndoles que se pasasen a él, que
les daría plata y oro y regalos.
20 Mandó otros para que se apodera¬
sen de Jerusnlén y del monte del
templo. 21 Pero alguno se adelantó
a comunicar a Juan, en Guezer,
cómo habían sido muertos su padre
y sus hermanos, y que habían man¬
dado quien le matase a él. 22 Quedó
fuera de sí al oir tales noticias, y
prendiendo a los que venían a él
para darle muerte, los mató, pues
sabía lo que intentaban.
23 Los demás sucesos de Juan, sus
guerras, las hazañas que realizó, los
muros que levantó y sus obras todas,
24 escritas están en los anales de su
pontificado, desde el día en que filé
hecho sumo sacerdote después de su
padre.
II DE LOS MACABEOS
INTRODUCCION AL LIBRO II DE LOS MACABEOS
TfSTE libro no es propiamente un libro segundo , una continuación del pre¬
cedente; es otro libro sobre la misma materia , bastante amplia para poder
ser argumento de muchos libros. Un cierto Jasón de Cirene y desconocido de
nosotros , compuso cinco libros sobre Judas Macabeo; nuestro autor los com¬
pendió en este solo libro en favor de los lectores que no pudieran leer los cinco
de Jasón, Abarca unos quince años, 175-161 a. C. El propósito del autor no
es sólo contar los sucesos históricos, sino, mediante ellos, instruir y edificar a
sus lectores. Escribe en griego, y se sirve de los recursos de la retórica griega
para mejor lograr su intento. El prólogo (2, 20-33) y el epílogo (15, 38-40)
ponen de relieve la gran diferencia que hay entre este libro y todos los otros es¬
critos en lengua semítica. La cronología seguida es la del libro primero, con la
diferencia de que este otro sigue en todo el cómputo oficial, empezando a contar
desde el otoño de 112 a. C.
La obra va precedida de dos a modo de apéndices, que son dos cartas (1, 3-10*)
y 1, 10b-2, 19) dirigidas por los judíos de Jcrusalén a los de Egipto, con el
fin manifiesto de recomendarles la santidad del santuario yerosolimitano, y
apartarlos del templo cismático, que habían levantado en Leontópolis,
MACABEOS II
Carta de los judíos de «Jcrusalén
u los judíos de Egipto,
1 1 «A los hermanos judíos que mo-
1 ran en Egipto, salud: Los her¬
manos judíos de Jcrusalén y de
Judea, paz y felicidad. 2 Que Dios
os bendiga, acordándose de su alian¬
za con Abraham, Isac y Jacob, sus
fieles siervos. 3 Que a todos os dé
corazón dispuesto para venerarle y
cumplir con todo ánimo y buena vo¬
luntad sus preceptos. 4 Que os abra
el corazón para entender su ley y
558
MACABEOS II, 1
sus preceptos, os conceda la paz,
6 oiga vuestras súplicas, se reconcilie
con vosotros y no os abandone en el
tiempo de la desgracia. 6 Esta es
nuestra oración por vosotros.
7 Reinando Demetrio, el año 169,
nosotros, los judíos, os escribimos
cuando nos hallábamos en la gran
tribulación que nos sobrevino desde
que Jasón y los suyos se marcharon
de la tierra santa y del reino. 8 Pues
incendiaron el pórtico del templo y
derramaron mucha sangre inocente.
Pero suplicamos al Señor, y le ofre¬
cimos sacrificios y flor de harina, y
encendimos las lámparas, y presen¬
tamos los panes. 9 Ahora vosotros
celebrad la fiesta de los tabernáculos
en el mes de Casleu. Dada el año 188.»
Carta a Aristóbulo y a los judíos
de Kcjipto.
10 «Los moradores de Jerusalén y
de Judea, el senado y Judas, a Aris-
tóbulo, maestro del rey Tolomeo, del
linaje de los sacerdotes ungidos, y
a los otros judíos de Egipto, salud y
prosperidad: 11 Librados por Dios de
grandes peligros, le damos muchas
gracias, estando prontos a luchar de
nuevo contra el rey. 12 Pero Dios mis¬
mo ha aniquilado a los que comba¬
tían contra la ciudad santa. 13 Pues
cuando ese caudillo; con el ejér¬
cito que le acompañaba, que pare¬
cía irresistible, llegó a Persia, fue¬
ron heridos en el templo de Nanea,
gracias al engaño de los sacerdotes
de ésta. 14 Antíoeo, acompañado
de sus amigos, vino al lugar como
para desposarse con ella y tomar en
virtud de tal desposorio y a título de
dote sus tesoros. 15 Los sacerdotes de
Nanea le habían hecho esta propues¬
ta, y él con escasa gente entró en el
recinto del templo. Cerraron aquéllos
•las puertas 16 una vez que Antíoeo
hubo entrado, y abriendo luego una
abertura disimulada en el techo, a
pedradas aplastaron al caudillo y a
sus acompañantes, los descuartizaron,
les cortaron las cabezas y las tiraron
fuera. 17 Por esto bendito sea Dios,
? ue así ha castigado a los impíos.
8 Estando, pues, para hacer la puri¬
ficación del templo en el mes de
Casleu, hemos creído deber nuestro
manifestároslo, para que también
vosotros celebréis la fiesta de los
Tabernáculos y del fuego que se en¬
cendió cuando Nehemfas, después de
edificar el templo y el altar, ofreció
sacrificios. 19 Pues al ser nuestros
padres llevado.s a Persia, los sacer¬
dotes piadosos que había entonces,
ocultamente tomaron del fuego del
altar, y ló escondieron en un hueco,
a manera de pozo seco, en el cual lo
depositaron, tan en seguro que el
sitio quedó de todos ignorado. 20 Trans¬
curridos muchos años, Nehemías, que
había sido enviado por el rey de
Persia, mandó a los nietos de los
sacerdotes que lo habían ocultado,
a buscar el fuego, y según ellos con¬
taron, no hallaron fuego, sino un
agua espesa, 21 de la cual les mandó
que sacasen. Cuando las víctimas es¬
taban dispuestas en el altar, ordenó
Nehemías a los sacerdotes que con
el agua rociasen la leña y lo que
encima de ella había. 22 Cumplido
esto y pasado un poco de tiempo,
salió el sol, que antes estaba nubla¬
do, y se encendió un gran fuego, que¬
dando todos maravillados. 23 Y mien¬
tras oraban los sacerdotes y todos los
presentes, empezando Jonatán y res¬
pondiendo los restantes, 24 hasta
Nehemías, se consumía el sacrificio.
La oración era ésta: Señor, Señor Dios,
creador de todas las cosas, temible,
justo, misericordioso y rey único
bondadoso, 25 único liberal, único
justo, omnipotente y eterno, que
libras a Israel de todo mal, que ele¬
giste a nuestros padres y los santi¬
ficaste; 26 acepta este sacrificio por
todo tu pueblo de Israel, protege tu
heredad y santifícala. 27 Congrega a
nuestros dispersos, vuelve la libertad
a los que viven en servidumbre entre
las naciones, pon los ojos en estos
despreciados y abominados, conozcan
las naciones que tú eres nuestro Dios.
28 Aflige a los que nos oprimen y con
insolencia nos ultrajan. 29 Trasplanta
tu pueblo a tu lugar santo, según dijo
Moisés.
30 Los sacerdotes entretanto can¬
taban himnos. 31 Cuando el sacrificio
se hubo consumido, mandó Nehemías
derramar el agua restante sobre gran¬
des piedras; 32 y en cuanto lo hicieron,
de la luz del altar se encendió una
llama que las consumió.
33 Cuando esto se hizo notorio, y
contaron al rey de Persia que en el
lugar donde los sacerdotes llevados
cautivos habían ocultado el fuego,
apareció agua, con la cual los que
acompañaban a Nehemías habían
^ACABEOS II. 2
559
encendido ei sacrificio, 34 después de
hechas averiguaciones, hizo cercar el
sitio y lo declaró sagrado. 35 Aquel
día fue día de felicitaciones, en que
el rey repartió y recibió ricos pre¬
sentes. 36 Los de Nehemías llamaron
a aquel sitio Neftar, que quiere decir
purificación, pero muchos le llaman
Xeftai.
. 1 Se halla en antiguos documen-
¿ tos, que el profeta Jeremias, al
mandar a los deportados tomar del
fuego antes referido, les entregó un
ejemplar de la ley 2 y les recomendó
que no diesen al olvido los preceptos
del Señor, ni se pervirtiesen a la vista
de los ídolos dé oro y de plata y sus
adornos. 3 Muchas cosas como éstas
les dijo, exhortándolos a no apartarse
jamás del amor de la Ley. 4 También
en documentos está escrito que el
profeta, por revelación divina, man¬
dó que le siguiesen con el tabernáculo
y el arca, y salió hasta el monte donde
había subido Moisés para ver desde
allí la heredad de Dios. 6 Llegado a
él, Jeremías halló una gruta a modo
de estancia, en la cual introdujo el
tabernáculo, el arca y el altar de
los perfumes, murando en seguida la
entrada. 6 Algunos de los que le
acompañaban vinieron luego, para
poner señales en el camino, a fin de
poder hallarlo después. 7 Mas así que
Jeremías lo supo, ios reprendió, di-
ciéndoles: Este lugar quedará des¬
conocido, hasta que Dios vuelva a
congregar a su pueblo y tenga de él
misericordia. 8 Entonces dará a co¬
nocer el paradero de estas cosas, apa¬
recerá su gloria, y asimismo la nube,
como se manifestó al tiempo de Moi¬
sés, y cuando Salomón pidió que el
templo fuese gloriosamente santifi¬
cado. 9 También alii se cuenta cómo
el rey sabio ofreció el sacrificio de la
dedicación y terminación del templo;
10 y que así como cuando Moisés oró a(
Señor descendió fuego del cielo que con¬
sumió el sacrificio, así también, oran¬
do Salomón, descendió fuego y consu¬
mió el holocausto. 11 Y dijo Moisés:
Por no haber sido comido el sacrificio
por el pecado, fué consumido por ei
fuego. 12 También Salomón celebró
la fiesta por ocho días.
13 Esto mismo se refiere en los es¬
critos y memorias de Nehemías; y
se dice, además, que había reunido
una biblioteca y puesto en ella los i
libros de los reyes, los de los profetas y t
los de David y las cartas de los rey¿s
sobre las ofrendas. 14 Así también
Judas reunió todos los libros disper¬
sos por la guerra que hubimos de
sufrir, que ahora se hallan en nuestro
poder. 15 Si de ellos tuviereis, pues,
necesidad, mandadnos quienes os los
lleven.
16 Estando nosotros para cele¬
brar la fiesta de la purificación, os
escribimos estas letras: Haréis muy
bien en solemnizar estos días. 17 Dios,
que ha librado a su pueblo, nos ha
devuelto a todos la heredad, el reino,
el sacerdocio y el santuario, 18 como
lo prometió en la ley. Esperamos,
pues, de Dios, que pronto tendrá mi¬
sericordia de nosotros y nos congre¬
gará en el lugar santo, de entre todas
las naciones que existen bajo el cielo,
19 pues nos ha librado ya de grandes
calamidades y ha purificado el san¬
tuario» (1).
Prefacio.
20 La historia de Judas el Maca-
beo y de sus hermanos, la purifica¬
ción del gran templo y la dedicación
del altar, 21 las guerras de Antíoco
Epifanes y de su hijo Eupátor, 22
las apariciones celestes a los que glo¬
riosamente combatían por el judais¬
mo, para que, aun siendo pocos, re¬
cobrasen toda la tierra y pusieran
en fuga muchedumbres de bárbaros,
23 y recuperasen el templo famoso en
toda la tierra, y librasen la ciudad,
y restableciesen las leyes que estaban
a punto de quedar abolidas, siéndoles
el Señor propicio con toda bondad,
24 fué narrada por Jasón de Cirene
en cinco libros, que nosotros nos
proponemos compendiar en un solo
volumen. 25 Porque, considerando el
número excesivo de los libros, y la
dificultad que hallan, por la muche¬
dumbre de las cosas, los que quieren
aplicarse a conocer las historias,
26 hemos pensado proporcionar solaz
del alma a los aficionados a leer, y
dar a los estudiosos facilidad para
aprender las cosas de memoria; en
una palabra, alguna utilidad a todos
aquellos que tomen este libro en sus
manos. 27 Mas para nosotros este tra¬
bajo que liemos' emprendido no ha
(i) Adviértase que el autor sagrado recoge
estas cartas en su libro, pero sin dar juicio de
la verdad de cuanto contienen.
500
MACABEOS II, 3
sido cosa fácil, sino de mucho tra¬
bajo, sudores v desvelos. 28 Como el
que prepara uu festín, buscando com¬
placer a otros, se echa encima upa
pesada carga, así nosotros, para me¬
recer la gratitud de muchos, hemos
tomado con gusto este trabajo. 29 De¬
jando al historiador el oficio de narrar
detalladamente las cosas, nos hemos
esforzado por seguir las normas de la
condensación. 30 Pues así como el
arquitecto que se propone levantar
una casa nueva, ha de pensar en el
conjunto de la construcción; mien¬
tras que el decorador y el pintor sólo
tienen que cuidarse de lo que toca a
la ornamentación, asi creo yo que
nos sucede a nosotros. 31 Investigar
la materia histórica, examinarla en
todos sus aspectos y detalles; eso
compete al narrador de la historia;
32 pero procurar el compendio de la
narración, sin llegar a agotar el
asunto toca al compilador, 83 y con
esto comenzamos nuestra narración,
después de haberhos extendido tanto
en el prefacio. Sería una simpleza
mostrarse difusos antes* de entrar en
materia, para luego ser breves en
ésta.
La preservación del tesoro del
templo.
3 1 Hallándose la ciudad en com¬
pleta paz, observándose exacta¬
mente las leyes, por la piedad del
sumo sacerdote Onfas (1) y su odio a
toda maldad, 1 2 sucedía cpie hasta
los mismos reyes honraban el san¬
tuario y lo enriquecían con magní¬
ficos dones. 3 Y así, ¡ácleuco, rey de
Asia, concedió de sus propias rentas
todos los gastos necesarios para el
servicio de los sacrificios. 4 Pero un
cierto Simón, de la tribu de Benja¬
mín, constituido inspector del templo,
se enemistó con el sumo sacerdote,
con motivo de la fiscalización del
mercado de la ciudad. 6 No pudiendo
vencer la resistencia de Onías, se fué
a Apolonio, hijo de Trascas, que por
aquel tiempo era general de la Cele-
siria y Fenicia, 6 y le hizo saber
(i) Este Pontífice Onías, de quien el autor
hace tan magnífico elogio, es probablemente el
jefe ungido a que se refiere Daniel 9, 26, y cuya
muerte señala el término de las sesenta y dos
semanas de años y el principio de la última
semana, que es de grandes calamidades para
el pueblo.
cómo el tesoro de Jerusalcn estaba
lleno de riquezas indecibles, v que
la cantidad de dinero que allí había
era incalculable, y no se destinaba
al sostenimiento de los sacrificios,
pudiendo el rey apoderarse de ello.
7 Apolonio se fué luego a ver al
rey y le di ó cuenta de los tesoros refe¬
ridos. Este eligió a Heliodoro, su mi¬
nistro de hacienda, a quien envió con
órdenes de apoderarse de las riquezas.
8 En seguida se puso en viaje Helio-
doro, con el pretexto de visitar las
ciudades de Celesiria y Fenicia, pero
en realidad, para ejecutar el propó¬
sito del rey. 9 Llegado a Jerusalén,
fué recibido cordialmente por la ciu¬
dad y el sumo sacerdote, a quien
dió luego cuenta de lo que le había
sido comunicado, y del motivo de su
venida, preguntando si lo que se
les había dicho se ajustaba a la
verdad.
10 El sumo sacerdote le hizo ver
que se trataba de depósitos para el
socorro de viudas y huérfanos, 11 de una
cantidad que pertenecía a Hircano,
hijo de Tobías, hombre de muy buena
posición, contra lo que calumniosa¬
mente había denunciado el impío
Simón; (1) y que, en fin, la síuma de
todo el dinero era de cuatrocientos
talentos de plata y doscientos de oro,
12 siendo del todo imposible cometer
tal injusticia contra los que habían
confiado en la santidad del lugar y
en la majestad del templo, honrado
en toda la tierra. 13 Pero Heliodoro,
en virtud de las órdenes del rey,
contestó que aquellos tesoros habían
de ser necesariamente entregados al
tesoro real. 14 Señalado día, se pre¬
paró a entrar, dispuesto a apoderarse
de tales riquezas, lo que produjo no
pequeña conmoción en toda la ciudad.
15 Los sacerdotes, vestidos de sus
túnicas sagradas, se arrojaron ante
el altar; clamaban al ciclo, invocando
al que había dado ley sobre los depó¬
sitos, de que les fueran guardados in¬
tactos a quienes los depositaron.
lfí Nadie podía mirar el rostro del
sumo sacerdote sin quedar traspa¬
sado, porque su aspecto y su color
demudado mostraban la angustia de
su alma. 17 El temor que se reflejaba
en aquel varón, y el temblor de su
cuerpo, revelaban a quien le miraba
(1) El templo era como un banco en que,
cual en lugar seguro, depositaban algunos par¬
ticulares sus capitales.
MACABEOS II, 4
561
la honda pena de su corazón. 18 Los
ciudadanos salían en tropel de sus
casas, para acudir a la pública roga¬
tiva en favor del lugar santo, que
estaba a punto de ser profanado.
19 Las mujeres, ceñidos los pechos de
saeo, llenaban las calles; y las don¬
cellas recogidas, concurrían unas a
las puertas del templo, otras sobre
los muros, algunas miraban furtiva¬
mente por las ventanas, 20 y todos,
tendidas las manos al cielo, oraban.
21 Era para mover a compasión,
ver la confusa muchedumbre pos¬
trada en tierra, y la ansiedad del
sumo sacerdote, lleno de angustia.
22 Todos invocaban al Dios omnipo¬
tente, pidiendo que los depósitos
fuesen con plena seguridad conser¬
vados intactos a los depositantes.
23 Heliodoro, por su parte, dispuesto
a consumar su propósito, estaba ya
acompañado de su escolta junto al
gazofilacio, 24 cuando el Señor de
los espíritus y rey del absoluto poder,
hizo de él gran muestra a cuantos se
habían atrevido a entrar en él. Heri¬
dos a la vista del poder de Dios,
quedaron impotentes y' atemorizados.
25 Se les apareció un jinete terrible.
Montaba un caballo adornado de ri¬
quísimo caparazón, que, acometiendo
impetuosamente a Heliodoro, le aco¬
ceó con las patas traseras. El que le
montaba iba armado de armadura
de oro. 26 Aparecieron también dos
jóvenes fuertes, llenos de majestad,
magníficamente vestidos, los cuales,
colocándose uno a cada lado de Helio-
doro, le azotaban sin cesar t descar¬
gando sobre él fuertes golpes. 27 Al
instante Heliodoro, caído en el suelo
y envuelto en tenebrosa oscuridad,
fue recogido y puesto en una litera.
28 Y el que hacía poco, con mucho
acompañamiento y con segura escolta,
entraba en el gazofilacio, era ahora
llevado, incapaz de auxiliarse a sí
mismo, habiendo experimentado ma¬
nifiestamente el poder de Dios; 29 y
por la divina virtud, yacía mudo,
privado de toda esperanza de salud.
30 Losjudíos, por su parte, bendecían
al Señor, que había defendido el
honor de su casa. Y el templo, poco
antes lleno de terror y de turbación,
ahora rebosaba de alegría y regocijo,
gracias a la intervención dél Señor
omnipotente.
31 Pronto acudieron algunos de los
de Heliodoro, suplicando a Onías que
invocase al Altísimo, para que hi¬
ciese gracia de la vida al que se
hallaba en el último extremo. 32 Y
temiendo el sumo sacerdote que el
rey llegase a imaginarse que los judíos
habían cometido algún crimen con¬
tra Heliodoro, ofreció un sacrificio
por la salud de éste. 33 Mientras el
sumo sacerdote ofrecía el sacrificio
de propiciación, los mismos jóvenes
se aparecieron de nuevo a Heliodoro,
con las mismas vestiduras de antes;
y acercándose a él, le dijeron: «Da
muchas gracias a Onías, el sumo sacer¬
dote, pues a él le debes que el Señor
te haya dejado la vida. 34 Tú, pues,
castigado • por Dios, confiesa ante
todos su gran poder.» Dicho esto,
desaparecieron.
35 Heliodoro, después de ofrecer
un sacrificio al Señor y de hacer
grandes votos a quien le había con¬
cedido la vida, se despidió amiga¬
blemente de Onías y se volvió con
sus tropas al rey, 36 dando público
testimonio de las obras del Dios altí¬
simo que con sus ojos había visto.
37 Interrogado por el rey sobre quién
sería el más apto para enviarlo a
Jerusalén, dijo: 38 «Si tienes algún ene¬
migo, o alguien que conspire contra
tu reino, mándalo allá, que bien
castigado vendrá, si es que salva la
vida; porque sin duda que hay en
aquel lugar una fuerza divina. 39 El
mismo que en los cielos habita tiene
sus ojos puestos sobre aquel lugar
para defenderlo, y hiere'de muerte a
los que a él se llegan con malos pro¬
pósitos.» 40 Tal fué el episodio de
Heliodoro y de la preservación de
gazofilacio.
Onlas, calumniado, destituido y
asesinado.
A 1 Simón, el delator del tesoro y
* de la patria, hablaba mal de
Onías, afirmando ser él quien había
maltratado a Heliodoro, y el autor
de todo el mal. 2 Al bienhechor de la
ciudad, al defensor de sus ciudadanos,
al celador de las leyes, se atrevía a
llamarlo traidor al reino. 3 Tan ade¬
lante fué esta enemistad, que hasta
llegaron a cometerse homicidios por
parte de algunos parciales de Simón;
4 tanto que Onías, considerando lo
peligroso de estas rivalidades y la
furia de Apolonio, general de la Cele-
siria y Fenicia, en favorecer la maldad
de Simón, se fué a ver al rey, 5 no
36
562
MACABEOS II, 4
como acusador de sus conciudadanos,
sino mirando al interés común y
particular de toda la nación; 6 pues
veía que, sin la intervención del rey,
era imposible lograr la paz en el
gobierno y que Simón no cesaría en
su locura.
7 Muerto Seleuco y apoderado del
reino Antioco, por sobrenombre Epi-
íanes, Jasón, hermano de Onías, co¬
menzó a ambicionar el sumo sacer¬
docio; 8 y en una audiencia prometió
al rey trescientos sesenta talentos de
plata, ochenta talentos más de otras
rentas, 9 y sobre éstos, ciento cincuen¬
ta más, si se le autorizaba, para ins¬
talar un gimnasio y una mancebía (1)
y se concedía a los de Jerusalén la
ciudadanía antioquena. 10 Accedió
el rey; y Jasón, obtenido el poder,
luego se dió a introducir las costum¬
bres griegas entre sus conciudadanos.
11 Abolió los privilegios otorgados a
los judíos por el favor de los reyes
gracias a las gestiones de Juan, padre
de Eupolcmo, el que desempeñó la
embajada para obtener la amistad
y alianza de los romanos; contra los
derechos ciudadanos introducía cos¬
tumbres impías, 12 y hasta bajo la
misma acrópolis se atrevió a erigir
el gimnasio, obligando a educar allí
a los jóvenes más nobles (2).
12 Así cundió cu alto grado el hele¬
nismo y progresó la introducción de
costumbres extranjeras, por la des¬
almada actitud del impío, más que
sumo sacerdote, Jasón. 14 Los sacer¬
dotes ya no se preocupaban del ser¬
vicio del altar, antes mostrando poca
estima del templo y descuidando los
sacrificios, se apresuraban a tomar
parte en los prohibidos ejercicios de
la palestra, en cuanto eran invitados
a lanzar el disco. 16 Desdeñando los
honores patrios, estimaban en mucho
las distinciones griegas. 16 Por lo cual
vino sobre ellos la gran calamidad,
de que aquellos mismos a quienes
envidiaban y a quienes en todo que¬
rían imitar, se volviesen luego contra
ellos, y fuesen sus enemigos y opre¬
sores. 17 No es cosa de poco ni que
se hace impunemente violar las leyes
(1) Mancebía en el sentido clásico, de ju¬
ventud o mocedad, y aquí, de lugar para la
educación de la juventud en las cosiumbres
he’énicas. Algo semejante al gimnasio.
(2) Casos como el de Jasón los vemos con ,
alguna frecuencia en esla hisioria. Nos dan a
conocer a qué extremo había descendido la
moral en muchos primates de Judá.
divinas, como lo mostrará el tiempo
venidero.
18 Al celebrarse en Tiro los juegos
quinquenales con asistencia del rey,
19 el malvado Jasón envió de Jerusa¬
lén espectadores, ciudadanos de An-
tioquía, portadores de trescientas
dracmas para el sacrificio de Hércu¬
les. Pero los que las llevaban pidieron
que no se empleasen en los sacrificios
porque no convenía, sino que se
destinasen a otras expensas. 20 Y así
aquella cantidad que iba enviada,
según la voluntad del donante, para
el sacrificio de Hércules, por deseo de
los portadores fue destinada a la
construcción de trirremes.
21 Habiendo sido enviado a Egipto
Apolonio, de Menesteo, con motivo
de la entronización del rey Tolomco
Filoinétor, vino a saber Antioco que
aquel soberano era enemigo de su
reino, y se propuso prevenirse contra
él. Llegado a Jope, subió a Jerusalén,
22 donde Jasón y la ciudad le hicieron
un magnífico recibimiento, y entró
en medio de antorchas y aclamacio¬
nes. Condujo luego de allí sus tropas
a Fenicia.
23 Pasados tres años, envió Jasón
a Mcnelao, hermano del antes men¬
cionado Simón, para llevar dinero al
rey y para gestionar ciertos asuntos
importantes; 24 pero, ganada la gracia
del rey, Mcnelao le adulaba, dándose
aires de hombre influyente, con lo
que obtuvo para sí eí sumo sacer¬
docio, ofreciendo trescientos talentos
más que Jasón. 25 Y así, con las cre¬
denciales del rey, se vino aquel hom¬
bre que no tenía nada que le hiciera
digno del sacerdocio, sino instintos
de tirano cruel y sentimientos de fiera
salvaje. 26 Jasón, que había suplan¬
tado a su hermano, fue a su vez su¬
plantado por otro y forzado a huir
a la tierra de Ammán. 27 Mas como
Mcnelao, una vez posesionado del
poder, no cumpliese las promesas he¬
chas al rey, 28 a pesar de las redama¬
ciones de Sóstrates, alcaide de la
acrópolis, a quien pertenecía la exac¬
ción de. los tributos, ambos fueron
llamados por el rey. 29 Mcnelao hubo
de dimitir el sumo sacerdocio en
favor de su hermano Lisímaco, y
Sóstrates fue nombrado gobernador
de Chipre.
30 Entretanto, los tarsenses y los
malotas se rebelaron, por haber sido
dados en regalo a Antioquida, concu¬
bina del rey. 31 A toda prisa partió
563
MACABEOS II, 5
éste para aquietarlos, dejando encar¬
gado del gobierno a Andrónico, uno
de sus dignatarios. 32 Menelao, juz¬
gando la ocasión propicia, arrebató
ciertos objetos del templo, que regaló
a Andrónico; otros logró venderlos
en Tiro y en las ciudades vecinas.
33 Criando de esto supo con certeza
Onías, que se hallaba retirado en su
lugar de asilo, junto a Dafne, cerca
de Antioquía, le reprendió. 34 Por
lo cual Menelao, llamando aparte a
Andrónico, le pidió que matase a
Onías; y aquel, yendo a verle, con
dolo, dándole ,1a" mano y haciendo
juramento, persuadió a Ónías (aun¬
que no dejaba de serle sospechoso),
a que saliese de su asilo, y al instante
le mató, sin respeto alguno de la justicia
35 Fue esto motivo de que, no sólo
los judíos, sino también muchos de
las otras naciones, se indignaran y
llevasen muy mal la inicua muerte
de tal varón. 36 Vuelto de Cilicia el
rey, se le presentaron los judíos de
Antioquía y muchos de los griegos,
que asimismo aborrecían la maldad,
para hablarle de la muerte injusta
de Onías. 37 Cordialmente se entris¬
teció Antíoro, y movido de compasión
derramó lágrimas, recordando la dis¬
creción y gran modestia de Onías;
38 e indignado, al instante despojó a
Andrónico del manto de púrpura e
hizo que, desgarrados los vestidos,
le pasearan por toda la ciudad, hasta
el sitio mismo en que había impía¬
mente asesinado a Onías. Allí fue
ejecutado aquel criminal, dándole el
Señor su merecido.
39 Muchos fueron los robos sacri¬
legos cometidos en Jerusalén por Lisf-
maco. aconsejado de Menelao; tanto,
que, difundida la fama, se amotinó
el pueblo contra Lisímaco, pero cuan¬
do ya muchos objetos de oro habían
desaparecido. 40 Excitada la muche¬
dumbre e inflamada en cólera, se
reunieron hasta unos tres mil hom¬
bres y comenzaron a obrar desafora¬
damente. Era su jefe un cierto Tirano,
no menos avanzado en años que en
crueldades. 41 Cuando se dieron cuenta
de que Lisímaco los atacaba, cogieron
unos piedras, otros estacas v algun-
nos hasta la ceniza que tenían a
mano, y confusamente las arrojaban
contra los que rodeaban a Lisímaco.
42 Fueron heridos muchos de ellos,
algunos derribados y todos ahuyen¬
tados; el mismo sacrilego quedó muer¬
to junto al gazofilacio.
43 A propósito de estos hechos se
entabló un juicio contra Menelao.
44 Habiendo venido el rey a Tiro,
tres varones enviados por el senado
propusieron ante él la causa. 45 Me¬
nelao, viéndose ya perdido, prometió
mucho dinero a Tolomeo, hijo de
Dorimcnes, si le ganaba al rey. 46 Y en
efecto, llevándole aparte hacia un
peristilo, como para tomar el fresco,
hizo mudar de sentencia al rey, 47 que
absolvió de todos sus crímenes a
Menelao, autor de toda la maldad,
y condenó a muerte a aquellos des¬
dichados, que, si ante los escitas
hubieran tenido que defender su causa,
habrían sido dados por inocentes.
48 Sin tardanza fueron al injusto cas¬
tigo los que habían tomado la de¬
fensa de la ciudad, del pueblo y de
los vasos sagrados. 49 Pero hasta los
tirios, horrorizados de la maldad, les
hicieron magníficos funerales. 50 En¬
tretanto, Menelao permanecía en el
poder, por la avaricia de los gober¬
nantes, y progresaba en maldad, con¬
vertido en feroz perseguidor de sus
conciudadanos.
Las crueldades de Antíoco.
£ 1 Por este tiempo preparó An-
tíoco su segunda expedición contra
Egipto; 2 y por espacio de casi cua¬
renta días, por toda la ciudad apa¬
recieron en el aire carreras de jinetes
vestidos con túnicas doradas, arma¬
dos de lanzas, a semejanza de cohor¬
tes, 3 y escuadrones de caballos en
orden de batalla, ataques y cargas de
una y otra parte, movimiento de escu¬
dos, "multitud de lanzas, espadas des¬
envainadas, lanzamiento de dardos,
brillar de armaduras de oro y corazas
de todo género. 4 Por lo cual, todos
rogaban que tales apariciones fuesen
buen presagio.
5 Difundido el rumor de que Antíoco
había muerto, tomó Jasón no menos
de mil hombres y atacó de improviso
a la ciudad. Aunque los moradores
corrieron a los muros, la ciudad fué
tomada, y Menelao se refugió en la
acrópolis. 6 Jasón hizo sin piedad
gran matanza en -sus conciudadanos,
no teniendo en cuenta que una feliz
jornada contra sus conciudadanos es
el mayor infortunio; pensando, por
lo contrario, que alcanzaba trofeos
de los enemigos y no de los conna¬
cionales. 7 Mas no por eso logró
564
MACABEOS II, 6
adueñarse del poder, y al fin recibió
el oprobio como premio de su trai¬
ción, teniendo que huir de nuevo a
Ja tierra de Ammón. 8 El fin de su
perversa vida fuá éste: que, acosado
por Arelas, rey de los árabes, huyendo
de ciudad en ciudad, de todos per¬
seguido, detestado como renegado de
su ley, execrado como verdugo de su
patria y de sus conciudadanos, fué
empujado hasta Egipto; 9 y el que a
tantos había desterrado de la patria,
vino a morir en tierra extraña, hu¬
yendo a Lacedcmonia con la espe¬
ranza de lograr un refugio en gracia
del parentesco; 10 y el que a tantos
había dejado sin sepultura, murió
sin ser por nadie llorado, y privado
de sepultura, más aún deí sepulcro
familiar.
11 Llegados a noticia del rey estos
sucesos, sospechó que la Judea quería
rebelarse; y así, al volver de Egipto,
hecho una furia, se apoderó de la
ciudad por la fuerza de las armas
12 y ordenó a los soldados herir sin
piedad a los que les salieran al en¬
cuentro, y degollar a los que subiesen
sobre las casas. 13 Asi fueron muertos
jóvenes y viejos, desaparecieron hom¬
bres y mujeres y niños, y fueron
degollados doncellas y niños de pecho.
14 En tres dias enteros que duró,
perecieron ochenta mil personas; cua¬
renta mil cayerón asesinadas y otras
tantas fueron vendidas por esclavas.
16 Xo satisfecho con esto, se atrevió
a entrar en el templo, el más santo
de toda la tierra, siendo su guia el
traidor a la religión y a la patria,
Menelao. 16 Con sus impuras manos
tomó los vasos sagrados, y arrebató
los dones que por otros reyes habían
sido ofrecidos para realzar la gloria
y la dignidad del lugar, entregándolos
a manos impuras.
17 Llena el alma de orgullo, Antíoco
no veía que, por los pecados de los
moradores de la ciudad, el Señor se
había por breve tiempo irritado, y
que por esto había ocurrido aquel
desprecio hacia el lugar. 18 Si no
hubiese sido por estar ellos cargados
de tantos pecados, igual que Helio-
doro, el enviado del rey Scleuco
para apoderarse del tesoro, hubiera
éste sentido, cu cuanto allí puso el
pie, reprimida su audacia por los
azotes. 19 Tero no eligió el Señor la
nación por el lugar, sino el lugar
por la nación; 20 por lo cual, aquél
lia tenido que participar de la des¬
dicha del pueblo, así como después
participó en los beneficios del Señor,
y abandonado a la cólera del Omni¬
potente, de nuevo ha sido restaurado
con gran gloria, en la reconciliación
del altísimo Señor.
21 En suma, que Antíoco, habiendo
arrebatado del templo mil ochocien¬
tos talentos, a toda prisa se retiró
a Antioquía, pensando en su orgullo
que podría navegar por la tierra y
andar por el mar, para vanagloria
de su espíritu. 22 Todavía dejó pre¬
fectos que afligieron a la nación;
en Jerusalén, a un tal Filipo, frigio
de nación, más cruel que el mismo
que lo había puesto; y en Oarizin, a
Andrónico; a los cuales hay que
añadir Menelao, que a todos excedió
en maldad contra sus conciudadanos,
23 y era el que péores sentimientos
tenía hacia sus compatriotas.
24 Más tarde envió todavía Antíoco
al abominable Apolonio, con un ejér¬
cito de veintidós mil hombres, con
órdenes de degollar a todos los adul¬
tos y vender a las mujeres y a las
jóvenes. 26 Llegó éste a Jerusalén
simulando paz, y hasta el día santo
del sábado se estuvo quieto. Entonces,
mientras los judíos estaban en fiesta,
dió órdenes a sus soldados de hacer
ejercicios, 26 y mató a todos cuantos
salieron a contemplarlos, e invadiendo
luego la ciudad, (lió muerte a una
gran muchedumbre. 27 Pero Judas
Macabeo, con otros nueve, se retiró
al desierto, y con los suyos vivía a
la manera de las fieras en los montes,
alimentándose de hierbas, por no
contaminarse.
La persecución religiosa.
6 1 Xo mucho tiempo después mandó
el rey a un anciano ateniense
para que obligara a los judíos a dejar
la religión de sus padres, prohibién¬
doles vivir según las leyes de Dios;
2 con orden de que profanara el
templo de Jerusalén y lo dedicara
a Júpiter Olímpico, y el de Garizín,
según la condición de los moradores
del lugar, a Júpiter Hospitalario.
3 Grave e insoportable era para la
muchedumbre el progreso de la mal¬
dad; 4 porque el templo era teatro
de libertinajes y orgías de los gentiles,
que fcc solazaban allí con las mere¬
trices, y en los atrios sagrados tenían
comercio con las mujeres, llenándolo
MACABEOS II, 6
505
todo de inmundicias. ' 5 El altar
mismo estaba lleno de cosas inde¬
centes, execradas por la ley. 6 No
se observaban los sábados, ni se
guardaban las fiestas patrias, ni si¬
quiera podía uno declararse judío.
? Al contrario, con inexorable vio¬
lencia eran arrastrados a celebrar
cada mes el natalicio del rey y a
participar en los sacrificios; y cuando
se celebraban las fiestas de Dionisio,
eran forzados los judíos a tomar parle
en las procesiones, coronados de hiedra.
8 Por sugestión de los tolemenses,
se publicó un edicto en las ciudades
griegas inmediatas, para obrar de
igual modo con los judíos, obligán¬
dolos a participar en los sacrificios
9 y condenando a muerte a los que
no" consintiesen en acomodarse a las
costumbres gentílicas. Era de ver
qué excesos de desolación tuvieron
entonces lugar. 10 Dos mujeres fueron
delatadas por haber circuncidado a
sus hijos; y con los niños colgados de
los pechos, las pasearon pública¬
mente por la ciudad, y luego las
precipitaron de las murallas. 11 Otros
que se habían reunido en próximas
cavernas, para celebrar ocultos el
día séptimo, denunciados a Filipo,
fueron entregados a las llamas. Ni
pensaron en defenderse, por el sumo
respeto hacia el día santo.
12 Por esto ruego a aquéllos (1) a
cuyas manos venga a parar este
libro, que no se escandalicen de estos
desdichados sucesos, ni piensen que
para ruina y no para corrección de
nuestro linaje sucedieron tales cosas.
13 Que no dejar mucho tiempo impu¬
nes a los pecadores, sino aplicarles
luego el castigo, es gran beneficio.
14 El Señor aguanta con paciencia a
las otras naciones, para castigarlas
cuando han llenado la medida de
sus iniquidades. 15 Mas no obra así
con nosotros, que sólo cuando haya¬
mos llegado al colmo de nuestros
pecados, ejerza la venganza. 16 Nun¬
ca apartará su misericordia de nos-;
otros; y corrigiendo a su pueblo
con la adversidad, no le abandona.
17 Sólo para memoria hemos dicho
esto. Ahora prosigamos nuestra na¬
rración.
(i) Es de notar esta observación del autor.
¿Cómo consentía Dios tales profanaciones de
su santuario y taJes iniquidades contra su pue-,
blo? Para corregir y purificar a éste y hacerle
digno de mayor misericordia.
Muerte de Eleazar.
18 A Eleazar, uno de los primeros
doctores, varón de avanzada edad y
de venerable presencia, abriéndole la
boca querían forzarle a comer carne
ríe puerco. 19 Pero él, prefiriendo una
muerte gloriosa a una afrentosa vida,
iba de su propia voluntad al suplicio,
20 y la escupía, como han de hacer los
que tienen valor para rechazar de
sí cuanto no es lícito comer por
amor a la vida (1). 21 Los que presi¬
dían el inicuo sacrificio, por la amistad
que de antiguo tenían con aquel va¬
rón, tomándole aparte, le exhortaban
a traer cosas de las permitidas, pre¬
paradas por él, para simular que ha¬
bía comido las sacrificadas, según
mandato del rey. Haciendo así, se
libraría de la muerte; y por la anti¬
gua amistad, hacían eon él este acto
de humanidad. 23 Pero él, elevándose
a más altas consideraciones, dignas
de su edad, de la nobleza de su ve¬
jez, de su bien ganada y respetable
canicie, y de la ejemplar vida que des¬
de niño había llevado, digna en todo
de las leyes santas establecidas por
Dios, respondió diciendo que cuanto
antes le enviasen al Ades; 24 que era
indigno de su ancianidad simular, no
fuese que pudieran luego decir los jó¬
venes que Eleazar, a sus noventa años,
se había paganizado eon los extran¬
jeros.
25 «Mi simulación», dijo, «por amor
de esta corta y perecedera vida, los
induciría a errar, echando sobre mi
vejez una afrenta y un oprobio;
26 pues aunque al presente lograra
librarme de los castigos humanos, a
las manos del Omnipotente no esca¬
paré ni en vida ni en muerte. 27 Por
lo cual animosamente entregaré la
vida y me mostraré digno de mi an¬
cianidad, 28 dejando a los jóvenes un
ejemplo noble, para morir valiente y
generosamente por nuestras vene¬
rables y santas leyes.» Diciendo esto,
tomó el camino del suplicio, 29 con¬
ducido por aquellos mismos que poco
antes se mostraban humanos para
con él, pero que ahora, enfurecidos
a causa de las palabras proferidas,
le azotaban, teniéndole por insensato.
30 Estando para morir de los azotes,
exhaló un gemido y dijo: «El Señor
santísimo ve bien que pudiendo librar-
(i) Hermoso cuadro, el de la pasión de este
mártir de la ley antigua.
566
MACABEOS II, 7
me de la muerte, doy mi cuerpo a los
crueles azotes; pero mi alma los
sufre gozosa por el temor de Dios.»
31 Así acabó la vida, dejando con
su muerte, no sólo a los jóvenes,
sino a todos los de su nación, un
ejemplo de nobleza y una memoria
de virtud.
Martirio de Jos siete hermanos
con su madre.
T 1 Es muy digno de memoria lo
* oeurrido a siete hermanos, (1) que
con su madre fueron presos, y a
quienes el rey quería forzar a comer
carnes de puerco prohibidas, y por
negarse a comerlas fueron azotados
con zurriagos y nervios de toro. 2 Uno
de ellos, tomando la palabra, habló
así: «¿A qué preguntas? ¿Qué quieres
saber de nosotros? Estamos prontos
a morir, antes que traspasar las pa
trias leyes.» 3 Irritado el rey, ordenó
poner al fuego sartenes V calderos.
Cuando comenzaron a hervir, 4 * * dió
orden de cortar la lengua al que había
hablado, y de arrancarle el cuero de
la cabeza, a modo de los escitas, y
cortarle manos y pies, a la vista
de los otros hermanos y de su madre.
5 Mutilado de todos sus miembros,
mandó el rey acercarlo al fuego, y
vivo aún, frcirlo en la sartén. Mien¬
tras el vapor de ésta llegaba bastante
a lo lejos, los otros, con la madre, se
exhortaban a morir generosamente,
6 diciendo: «El Señor Dios nuestro nos
mira y tendrá compasión de nosotros,
como lo dice Moisés en el cántico
de protesta contra Israel: Tendrá pie¬
dad de sus siervos.
7 Muerto de esta manera el pri¬
mero, tomaron al segundo, para ator¬
mentarle. Y arrancado el cuero cabe¬
lludo, le preguntaron si estaba dis¬
puesto a comer, antes (le ser ator¬
mentado en su cuerpo, miembro por
miembro. 8 El en su propia lengua,
respondió: «jNob» Por lo cual, en se¬
guida se le dió el mismo tormento
que al primero. 9 Estando para exha¬
lar el postrer aliento, dijo: «Tú, cri¬
minal, nos privas de la vida presente;
pero el Rey del universo nos resuci¬
(i) Este capitulo, en que tan alta se revela
la fidelidad a la ley por parte de los jóvenes
Macabeos y de su madre, es el presagio de
tamos martirios como en la historia de la Iglesia
sufrieron los fieles de Cristo. Es de notar la
viva fe en la resurrección, que tanto los alienta.
tará, a los que morimos por sus leyes,
a una vida eterna.»
10 Después el tercero fué expuesto
a los insultos; y mandándole sacar
la lengua, luego al punto la sacó, f
11 y animosamente extendió las ma¬
nos, diciendo: «Del cielo tenemos estos "
miembros, que por amor de mis leyes i
yo desdeño, esperando recibirlos otra
vez de El.» 12 Tanto el rey como los ,
que con él estaban se maravillaron del <
animoso joven, que en nada tenía
los tormentos.
13 Muerto éste, sometieron al cuarto j
a las mismas torturas; 14 y estando j
para morir, dijo así: «Más vale morir I
a manos de los hombres, poniendo
en Dios la esperanza de ser de nuevo I
resucitado por El. Pero tú no resuci-
citarás para la vida.» 15 En seguida
trajeron al quinto, que mientras le I
atormentaban, puestos los ojos en el
rey, 16 le (lija: «Tú, aunque mortal,
por tener poder sobre los hombres, I
haces lo que quieres; pero no pienses
que nuestro linaje haya sido aban¬
donado de Dios. 17 Aguarda un poco, j
y experimentarás su gran poder, y I
verás cómo te atormentará a ti y a
tu descendencia.»
18 Después trajeron al sexto, que
estando ya para morir dijo: «No te
forjes ilusiones; por nuestras culpas
padecemos esto; por haber pecado
contra nuestro Dios han sucedido
entre nosotros cosas tan tremendas, j
19 Pero tú, no creas que habrás de 1
quedar impune, por haber osado lu- 1
char contra Dios.»
20 Admirable sobre toda pondera- 1
eión y digna de eterna memoria se j
mostró la madre, que viendo morir j
en un solo día a sus siete hijos, lo
soportaba animosa, por la esperanza i
que tenía en Dios; 21 y en su patria J
lengua los exhortaba, llena de ge-1
nerosos sentimientos; y dando fuerza
varonil a sus palabras de mujer, 22 les 1
decía: «Yo no sé cómo habéis apare *
cido en mi seno, no os lie dado yo
el aliento de vida ni compuse vucs- 1
tros miembros. 23 El creador del uní- 1
verso, autor del nacimiento del hom¬
bre y hacedor de las cosas todas, ése
misericordiosamente os devolverá la
vida, si ahora por amor de sus santas
leyes la despreciáis.»
24 Antíoco, a posar de creer que
se burlaba de él y de sospechar que
con sus palabras le insultaba, todavía
al más joven que quedaba, no sólo
de palabra le exhortaba sino que
567
MACABEOS II, 8
hasta con juramento le prometía, sí
dejaba las leves patrias, enriquecerle
y hacerle dichoso, tenerle por amigo
y darle un honroso empleo. 25 Al as
como el joven n<* le prestase atenc’ón
alguna, llamó el rey a la madre y la
mandó que diese al niño consejos
saluda bles. 28 (Jumo insistiese él mucho
en ello, prometióle ella persuadirle: 27 e
inclinándose hacia el niño, burlándose
del cruel tirano, en lengua patria le
dijo así: «Hijo, ten compasión de mí,
que por nueve meses te llevé en mi
seno, que por tres años te amamanté,
que te crié, te eduqué y te alimenté
hasta ahora. 28 Ruégote, hijo, que
mires al cielo y a la tierra, y veas
cuanto hay en ellos, y entiendas que
de la nada lo hizo todo Dios, y todo
el humano linaje ha venido de igual
modo. 29 No temas a este verdugo,
antes muéstrate digno de tus her¬
manos, y recibe la muerte, para que
en el día de la misericordia me seas
devuelto con ellos.»
30 Estando aún explicándole esto,
dijo el joven: «¿Qué esperas? No obe¬
dezco el decreto del rey, sino los
mandamientos de la ley dada a
nuestros padres por Moisés. 31 Tú,
inventor de toda maldad contra los
hebreos, no escaparás de las manos
de Dios. 32 Nosotros por nuestros pe¬
cados padecemos; 33 y si nuestro
Señor, que es el Dios vivo, se irrita
por un inomento para nuestra correc¬
ción, de nuevo se reconciliará con sus
siervos; 34 pero tú, impío, el más
criminal de todos los hombres, no
te engrías neciamente, y, orgulloso y
vanamente confiado te enciendas con¬
tra sus siervos; 35 no estás aún libre
del juicio del Dios omnipotente, que
todo lo ve. 36 Mis hermanos,, después
de soportado un breve tormento, han
entrado en la alianza de la vida eter¬
na; pero tú pagarás en el juicio divino
las justas penas de tu soberbia. 37 Yo,
como mis hermanos, entrego mi cuer¬
po y mi vida por las leyes patrias,
pidiendo a Dios que pronto se mues¬
tre propicio a su pueblo, y que tú,
a fuerza de torturas y azotes, confie¬
ses que sólo El es Dios. 38 Eli mí y
en mis hermanos se aplacará la cóle¬
ra del Omnipotente, que con encen¬
dida justicia vino a caer sobre toda
nuestra raza.»
39 Furioso, el rey se ensañó contra
éste más cruelmente que contra los
otros, llevando muy a mal la burla
que de él hacían. 40 Así murió limpio.
de toda contaminación, enteramente
confiado en el Señor. 41 La últiiná
en morir filé la madre. 42 Y esto baste,
a propósito de los sacrificios y de
los martirios extraordinarios.
Primeras victorias de Judas Ma¬
ca heo.
« Entretanto, Judas Macabeo y los
suyos, entrando secretamente en
las aldeas, invitaban a sus parientes
y a los que habían permanecido fie¬
les al judaismo, y se los incorporaban,
llegando a juntar hasta seis mil
hombres; 2 e invocaban al Señor,
para que mirase por su pueblo, de
todos conculcado, tuviese piedad del
templo, profanado por impíos, 3 se
compadeciese de la ciudad, devas¬
tada y casi enteramente arrasada,
escuchase los torrentes de sangre que
a El clamaban, 4 se acordase de la
inicua muerte de niños inocentes, y
de las blasfemias proferidas contra su
nombre, y mostrase su ira contra los
malvados.
6 Puesto el Macabeo al frente de
su tropa, se hizo irresistible a los
gentiles, volviendo el Señor su, cólera
en misericordia. 6 Llegando de im¬
proviso a las ciudades y aldeas, las
incendiaba; y ocupando las posiciones
convenientes, triunfaba y ponía en
huida a no pocos enemigos. 7 Sobre
todo aprovechaba la noche, como más
acomodada para tales incursiones, y
por todas partes se difundía la fama
de su valor.
8 Viendo Filipo cuánto había pro¬
gresado aquél en poco tiempo, y cómo
iban creciendo sus éxitos, escribió a
Tolomeo, general de la Celesiria y
Fenicia, para que viniese en apoyo
de los negocios del rey. 9 Este llamó
al instante a Nicanor, hijo de Patro-
clo, uno de sus más fieles, y le mandó
a Judea, poniendo bajo "su mando
no menos de veinte mil hombres de
todas las naciones, con el encargo
de destruir todo el linaje de los judíos.
También se le agregó Corgias, gene¬
ral muy experimentado en las cosas
de la guerra. 10 Se proponía Nicanor
proporcionar al rey, de la venta de
los judíos cautivos, dos mil talentos,
que debía a los romanos como tri¬
buto, 11 y así envió a las ciudades de
la costa invitaciones, para que vi¬
niesen a comprar esclavos judíos,
MACABEOS II, 8
568
prometiendo darles nóvenla esclavos
por talento. No presentía la venganza
que el Omnipotente iba a descargar
sobre él.
12 En. cuanto llegó a ordos de Judas
que Nicanor se había puesto en mar¬
cha, informó a los suyos de la venida
de aquel ejército. 13 Unos, acobarda¬
dos y sin fe en la venganza divina,
se dieron a la huida, yéndose a otros
lugares. 14 Otros vendían cuanto les
quedaba, rogando al Señor librase a
los que habían sido vendidos por el
impío Nicanor, antes de venir a las
manos, 15 si no por ellos, siquiera
por la alianza hecha con sus padres,
y por su venerando y excelso nombre,
que ellos llevaban.
16 Juntando el Macabeo su gente,
en número de seis mil, los exhortó,
a no acobardarse ante el enemigo,
ni tener miedo de la muchedumbre
de los gentiles que injustamente
venían contra ellos; sino combatir
valientemente, 17 teniendo ante los
ojos el ultraje inferido por aquellos
al lugar santo, la opresión de la ciu¬
dad escarnecida y la disolución de
las instituciones patrias. 18 Ellos,
decía, vienen confiados en sus armas
y en su valor; nosotros ponemos la
confianza eu el Dios omnipotente,
(pie puede con un solo ademán derri¬
bar a los que vienen contra nosotros
y al mundo entero. 19 Y trajo a la
memoria las ayudas prestadas a sus
padres, lo de Senaquerib, eu que
ciento ochenta y cinco mil hombres
perecieron, 20 y la batalla dada en
Babilonia contra los Cálalas, en la
que, entrando en lucha ocho mil
judíos y cuatro mil macedón ios, y
hallándose en grave aprieto, los ocho
mil derrotaron a un ejército decien¬
to veinte mil, gracias al auxilio del
ciclo, logrando de aquella victoria
grandes' ventajas. 21 Con estos dis¬
cursos los alentó, y estaban prontos
a morir por las leyes y por la pa¬
tria.
22 Dividiendo su ejército en cuatro
cuerpos, puso al frente de tres de
ellos a sus hermanos Simón, Juan y
.lonatáu, asignando a cada uno mil
quinientos hombres. 23 A Eleazar le
mandó leer el libro sagrado; dióles
por santo V seña: «Auxilio de Dios»; y
tomando a su mando el primer cuer¬
po, cargó sobre Nicanor. 24 Gracias
a la ayuda del Omnipotente, mataron
más de nueve mil hombres, destro¬
zando la mayor parte del ejército de
Nicanor y obligando a los restantes
a huir. 26 Se apoderaron, además, de
todo el dinero de los que habían ve¬
nido con el propósito de comprarlos.
Después, habiéndolos perseguido largo
trecho, 26 se volvieron, obligados por
la hora, pues era víspera del sábado,
y por eso no continuaron la perse¬
cución.
27 Recogidas las armas de los ene¬
migos y los despojos, celebraron el
sábado, bendiciendo de todo corazón
al Señor y dándole gracias por haber¬
los en aquel día librado, haciéndoles
experimentar la primicia de su mise¬
ricordia. 28 Pasado el sábado, repar¬
tieron el botín con los que habían
sufrido persecución, con las viudas
y los huérfanos; el resto se lo dis¬
tribuyeron entre ellos y sus hijos.
29 Acabado esto, todos a una hicie¬
ron oración, pidiendo al Señor mise¬
ricordioso se reconciliase plenamente
con sus siervos.
30 En combates con las trocas de
Timoteo y Báquides mataron más
de veinte mil de ellos, y valientemente
se apoderaron de altas fortalezas, y se
hicieron dueños de muchos despojos,
compartiéndolos con los perseguidos,
Tos huérfanos, las viudas y los ancia¬
nos. 31 Las armas, recogidas cuida¬
dosamente, las depositaron en sitios
convenientes; y el resto de los des¬
pojos lo llevaron a Jerusalén. 32 Al
filarca de los que venían con Timoteo,
le quitaron la vida por ser hombre
impiísimo, que había afligido mucho
a los judíos.
33 Mientras celebraban sus victo¬
rias en la capital de la patria, los
que habían incendiado las puertas sa¬
gradas, Calístencs y otros más, se
refugiaron en una casita, a la que
aquéllos pusieron fuego, recibiendo así
éstos el merecido de su impiedad. 34 Y
el muy criminal Nicanor, que había
traído a miles de mercaderes para la
venta de los judíos, 36 con la ayuda
de Dios quedó humillado por los que
despreció; y despojado de sus ricas
vestiduras, a través de los campos,
como esclavo fugitivo, llegó solo a
Antioquía, hondamente acongojado
por la pérdida de su ejército. 36 Y el
que había tomado a su cargo reunir
de la venta de los judíos en Jerusa-
lén el tributo para los romanos, se
hacía pregonero de que los judíos
I tenían un Dios que luchaba por ellos
i y los hacía invulnerables, porque se¬
guían las leyes dadas por él.
MACABEOS II, 9
5G9
Fin de Antíoco Epifancs.
Q 1 xVcaeció por aquel tiempo que
J Antíoco hubo de retirarse en des¬
orden de Persia. 2 Había entrado en
Persépolis, con el propósito de sa¬
quear el templo, y apoderarse de la
ciudad. Pero, alborotada la muche¬
dumbre, corrió a las armas, obligán¬
dole a huir; y, puesto en fuga por los
naturales, hubo de emprender una
retirada vergonzosa. (1) 3 Hallándose
cerca de Ecbatana, recibió noticia de
las derrotas sufridas por Nicanor y
Timoteo; 4 y encendido en cólera,
meditaba vengar en los judíos la in¬
juria de los que le habían puesto en
fuga. Con esto, dio orden al conductor
de su coche de avanzar sin interrup¬
ción, apresurando la marcha, cuando
se cernía ya sobre él el juicio divino.
Pues en su orgullo había dicho; «En
cuanto llegue allí haré de Jerusalén
un cementerio de judíos.»
5 Pero el Señor Dios de Israel, que
todo lo ve, le hirió con una llaga
incurable e invisible. Apenas había
terminado de hablar, se apoderaron
de él intolerable dolor de entrañas
y agudos tormentos interiores; y muy
justamente, puesto que había ator¬
mentado con muchas y extrañas tor¬
turas las entrañas de otros. 6 Mas no
por eso desistió de su fiereza; lleno de
orgullo y respirando fuego contra los
judíos, dió orden de acelerar la mar¬
cha. Mas sucedió que en medio del
ímpetu con que el coche se movía,
cayó de él Antíoco, y con tan desgra¬
ciada caída, que todos los miembros
de su cuerpo quedaron magullados.
7 El que con sobrehumana arrogancia
se imaginaba dominar sobre las olas
del mar, y pensaba pesar en una
balanza la altura de los montes, aho¬
ra, caído en tierra, era llevado en una
litera, poniendo de manifiesto ante
todos el poder de Dios, 8 hasta el
punto de manar gusanos el cuerpo
del impío, y vivo aún, entre atroces
dolores, caérsele las carnes a pedazos,
apestando con su hedor al ejército.
9 V al que poco antes parecía coger
el ciclo con'.sus manos, nadie ahora
(x) Tres relatos . hallarnos en estos libros
de los Macabeos de la muerte del gran tirano
Antíoco IV. Todos ellos convienen en que
murió miserablemente en su expedición a las
provincias del Extremo Oriente, aunque en los
detalles haya ligeras divergencias.
le quería llevar, por la intolerable
fetidez.
10 Herido así, comenzó a deponer
su excesivo orgullo 11 y a entrar dentro
de sí mismo, azotado por Dios con
punzantes dolores. 12 No pudiendo él
mismo soportar su hedor, dijo: «Justo
es someterse a Dios, y que el mortal
no pretenda en su orgullo igualarse
a El.» 13 Y oraba el malvado aí Señor,
de quien no había de alcanzar mise¬
ricordia, y decía 14 que la ciudad
santa, a la que antes a toda prisa
quería llegar para arrasarla y conver¬
tirla en un cementerio, la reedificaría
y declararía libre; 15 que a los judíos,
a quienes antes no tenía por dignos
de sepultura, y cuyos hijos había de
arrojar en pasto a las fieras, los igua¬
laría en todo con los atenienses; 16 que
el templo santo, por él saqueado, lo
enriquecería de los más preciosos
dones y devolvería multiplicados to¬
dos los vasos sagrados; que los gas¬
tos tocantes a los sacrificios, de sus
propias rentas los suministraría; 17 fi¬
nalmente, que él mismo se haría ju¬
dío, y recorrería toda la tierra habi¬
tada para pregonar el poder de Dios.
18 Mas como en ningún modo ce¬
saban sus tormentos, porque el justo
juicio de Dios había descargado sobre
él, desesperanzado de su salud, es¬
cribió a los judíos una carta en forma
de súplica, del tenor siguiente: 19 «A
los honrados ciudadanos judíos, mucha
salud, dicha y bienestar, el rey y
general Antíoco. 20 Puesta en el
cielo mi esperanza, me alegraría mucho
de que gocéis de mucha salud, vo¬
sotros y vuestros hijos, y de que
todos vuestros negocios os salgan a
deseo. 21 Cuanto a mi, postrado sin
fuerzas en el lecho, recuerdo las prue¬
bas de honor y benevolencia que
con amor me habéis dado.Volviendo
de Persia, he caído en una enferme¬
dad muy molesta, y he creído con¬
veniente pensar en la seguridad co¬
mún; 22 no desesperando de mi es¬
tado, antes confiando mucho que
saldré de mi enfermedad; 23 y tenien¬
do en cuenta que también mi padre,
al partir en campaña hacia las altas
provincias, designó sucesor, 24 a fin
de que, si algo inesperado le ocurría
o le llegaban noticias desagradables,
no se inquietasen sus súbditos, sa¬
biendo a quién pertenecía el go¬
bierno. 25 Pensando, además, que los
principes limítrofes y vecinos del
reino acechan la ocasión en espera de
570
MACABEOS II, 10
los sucesos, lie designarlo por rey a
mi hijo Antíoco, a quien muchas
veces ya, recorriendo las satrapías su¬
periores, recomendé a muchos de vos¬
otros, y a él misino 1c he escrito Ja
carta que va a continuación. 26 Así,
pues, yo os pido y ruego que, tenien¬
do en cuenta el bien común y privado,
conservéis vuestra lealtad hacia mí
y hacia mi hijo, 27 persuadido de que,
siguiendo con blandura y humani¬
dad mis intenciones, se entenderá
con vosotros.» 28 Así aquel ho¬
micida v blasfemo, presa de horri¬
bles sufrimientos, acabó su vida en
tierra extranjera, sobre los montes,
con una muerte miserable, como la
que él a tantos había dado. 29 Trans¬
portó su cuerpo Fil'po, sn hermano
de leche, que, temiendo a Antioco, el
hijo, huyó luego a Egipto, a Tolo-
meo Filométor.
r La restauración del culto.
10 1 El Macabco y los suyos, con
la ayuda del Señor, lograron ocu¬
par el templo y la ciudad. 2 Des¬
truyeron las aras alzadas por los ex¬
tranjeros en las plazas y los santua¬
rios. 3 Después ele dos años de inte¬
rrupción, purificado el templo, eri¬
gieron otro altar, y eon fuego sacado
de pedernales, ofrecieron sacrificios;
encendieron de nuevo las lucos, que¬
maron el incienso y presentaron los
panes de la proposición. 4 Hecho esto,
rogaban al Señor, postrados en tierra,
que no volvieran a caer en semejan¬
tes males, sino que si volvían a pecar
alguna vez, El mismo los corrigiese
con blandura y no los entregase a
los blasfemos y bárbaros gentiles. 5 El
mismo día en que el templo había
sido por los extranjeros profanado, ese
mismo fué purificado, el día veinti¬
cinco del mes de Casleu. 6 Con gran
regocijo celebraron por ocho días la
fiesta, al modo de la fiesta de los
tabernáculos, recordando cómo poco
tiempo hacía, hubieron de pasar la
fiesta de los tabernáculos en los mon¬
tes y en las cavernas, a modo de
fieras. 7 l o lo cual, llevando tirsos,
ramos verdes y palmas, cantaban
himnos al que los había favorecido
hasta purificar su templo. 8 \ por
común acuerdo, dieron decreto a
toda la nación judía de celebrar cada
año las mismas fiestas.
Derrota de Gorgias y de
Timoteo.
9 Tal fué el fin de Antíoco, apelli¬
dado Epifaues. 10 Ahora contaremos
los sucesos de Antíoco Eupátor, hijo
del impío, compendiando las cala¬
mitosas guerras. 11 Así que se hizo
cargo del reino, puso al frente del
gobierno a un cierto Lisias, general
en jefe de la Celesiria y la Fenicia.
12 Toioineo, llamado Macrón, que se
había distinguido por su amor a la
justicia en el trato con los judíos,
reparando las iniquidades que con
ellos se habían cometido, procuraba
tratarlos amigablemente. 13 Mas por
esto fué denunciado por los cortesa¬
nos ante Eupátor, y a cada instante
tenía que oír que le tachaban de trai¬
dor; pues habiendo dejado Chipre,
que Filométor le había confiado, se
había pasado al bando de Antíoco Epi-
fanes. Desesperado, viendo que no
podía desempeñar honrosamente su
cargo, se envenenó.
14 Por entonces Gorgias, nombrado
general de aquellas provincias, man¬
tenía tropas mercenarias y con fre¬
cuencia hostigaba a los judíos. 15 Al
mismo tiempo que él, los idumeos,
dueños de fortalezas * bien situadas,
molestaban a los judíos, y acogiendo
a los huidos de Jcrusalcn, procuraban
fomentar la guerra. 16 Las tropas del
Macabco, después de haeer oración
y pedir a Dios que viniese en su ayu¬
da, acometieron las fortalezas de los
idumeos; 17 y atacándolas con vigor,
se hicieron dueños de las plazas, re¬
chazaron a cuantos sobre los muros
combatían, degollaron a cuantos ca¬
yeron en sus manos, y dieron muerte
a no menos de veinte mil hombres.
18 Habiéndose refugiado unos nue¬
ve mil en dos torres muy fuertes y
bien abastecidas para resistir un largo
asedio, 19 el Macabco dejó para man¬
tener el cerco a Simón, a José y a
Zaqueo, con bastante gente, y él se
dedicó a luchar donde más urgencia
había. 20 Los de Simón, llevados de
la avaricia, se dejaron comprar por
dinero, por algunos de los que en
las torres estaban, recibiendo setenta
mil draemas por dejarlos escapar.
21 Sabido esto por el Macabco, reunió
a los jefes del pueblo y los acusó de
haber, vendido a sus hermanos, de¬
jando huir a sus enemigos, 22 y como
a traidores los hizo matar, apoderán¬
dose luego de las dos torres. ag Diú
MACABEOS * II, 11
5 71
feliz término a esta empresa, matan¬
do a más de veinte mil en las dos
fortalezas.
24 Timoteo, el que antes había sido
veneido por los judíos, juntó nume¬
rosa fuerza mercenaria; y reunida la
caballería de Asia en buen número,
vino eon el propósito de hacer la
Judea presa de guerra. 25 Al acercar¬
se, las tropas del Maeabeo se volvie¬
ron a Dios en la oraeión; y eubierta
de polvo la cabeza y ceñidos de saco
los lomos, 26 se postraron al pie del
altar, rogando a Dios se les mos¬
trase propicio y hostil a sus ene¬
migos, oponiéndose a los adversarios
según las promesas de la ley. 27 Ter¬
minada la oración, empuñaron las
armas, salieron de la ciudad, e hicie¬
ron alto cuando estuvieron cerca de
sus enemigos.
28 Antes que del todo amaneciera,
vinieron a las manos; los unos tenían
como prenda de feliz éxito y de vic¬
toria, a más de su valor, el recurso
a su Dios; los otros iban al combate
llevados de su pasión. 29 En lo más
duro de la pelea se les aparecieron
en el eielo a los adversarios cinco va¬
rones resplandecientes, montados en
eaballos con frenos de oro, que po¬
niéndose a la cabeza de los judíos
30 y tomando en medio dos de ellos
al Maeabeo, le protegían con sus ar¬
mas, le guardaban incólume y lanza¬
ban flechas y rayos contra el enemigo,
que, herido de ceguera y espanto,
caía. 31 Mataron veinte mil quinien¬
tos, y de los jinetes seiscientos. 32 El
mismo Timoteo huyó a >a fortaleza
llamada Guezer, plaza muy guarne¬
cida, donde mandaba Quereas.
33 Las fuerzas del Maeabeo, llenas
de ardor, ataearon durante euatro
días la fortaleza. 34 Los de dentro,
confiados en la fuerza del sitio, los
ultrajaban sin cesar y proferían pala¬
bras impías y jactanciosas eontra los
asediantes. 35 Pero al amanecer el
quinto día, veinte jóvenes de los que
seguían al Maeabeo, encendidos sus
ánimos por las blasfemias, se lanza¬
ron valerosamente a la muralla y
la escalaron con ánimo viril, matando
a euantos se aproximaban. 36 Y otros
tras ellos la escalaron igualmente en
medio del desorden de los asediados,
y poniendo fuego a las torres y a las
puertas, encendieron hogueras en que
quemaron vivos a los blasfemos.
37 Franeas las puertas, penetró el
resto del ejéreito, se apoderó de la
ciudad, dando muerte a Timoteo,
que se había escondido en una cis¬
terna, a su hermano Quereas y a
Apolofanes. 38 Realizada esta hazaña,
eon himnos y alabanzas bendeeian al
Señor, que tan .grandes eosas hacía
por Israel, dándoles tan gran vic¬
toria.
IVucva expedición de Lisias. Paz
con los judíos*
1 4 1 Muy poeo tiempo después,
I Lisias, tutor del rey, pariente
suyo y regente del reino, muy apesa¬
dumbrado por lo sueedido, 2 juntó
alrededor de ochenta mil hombres y
toda la caballería, y vino eontra los
judíos, pensando hacer de la ciudad
una población griega, 3 someter el
templo a tributo eomo los santuarios
gentiles, y hacer el sumo sacerdocio
vendible y anual, 4 sin tener para nada
en cuenta el poder de Dios, y muy
pagado de los millares de sus infantes
y caballos y de sus ochenta elefantes.
6 Entrando en Judea, se acercó a
Betsur, plaza fuerte situada en un
desfiladero y distante de Jerusalén
unos ciento cincuenta estadios, y la
atacó. 6 Asi que los del Maeabeo
supieron que Lisias estaba atacando
la fortaleza, a una con la muchedum¬
bre rogaban al Señor, entre llantos y
gemidos, que enviase un buen ángel
para salvar a Israel. 7 El mismo
Maeabeo, tomando sus armas ade¬
lantaba a los demás para ir en socorro
de sus hermanos; 8 v mientras eon
igual valor todos marchaban llenos
de ardimiento, cerca todavía de Jeru¬
salén, se les apareeió en cabeza un
jinete vestido de blaneo, armado de
armadura de oro y vibrando.la lanza.
9 lodos a una bendijeron a Dios
misericordioso y se enardecieron, sin¬
tiéndose prontos, no sólo a atacar
a los hombres y a los elefantes, sino
a penetrar por muros de hierro.
10 Mareliaban en orden de batalla,
fiados en aquel auxiliar celestial,
señal de la misericordia del Señor
haeia ellos, 11 y eomo leones se lan¬
zaron sobre los enemigos, dejando
fuera de combate onee mil infantes y
mil seiscientos jinetes, 12 y haeiendo
huir a los demás. La mayor parte
de los que se salvaron quedaron des¬
nudos y heridos, y el mismo Lisias
se puso en salvo, huyendo vergonzo¬
samente. 18 Como no eareeía de dis-
572
MACABEOS 11,12
creció», echando sobre* sí misino la
culpa de la sufrida derrota, y enten¬
diendo que los hebreos eran inven¬
cibles, por tener de su parte al Dios
todopoderoso, les envió mensajeros
14 proponiéndoles la reconciliación en
condiciones justas, y prometiendo
persuadir al rey de la necesidad de
hacérselos amigos. 15 Aceptó el Ma-
cabeo las proposiciones de Lisias,
mirando al interés público; y en
efecto, todo cuanto el Macabeo pro¬
puso por escrito a Lisias, acerca de
las peticiones de los judíos, filé otor¬
gado por el rey. 10 La carta de Li¬
sias a los judíos eradel tenor siguiente:
_ «Lisias, al pueblo judío, salud:
17 Juan y Abesalom, vuestros men¬
sajeros, me han entregado una comu¬
nicación suplicando respuesta a los
puntos en ella contenidos. 18 Cuanto
era preciso proponer al rey, se lo
hice saber, y él ha otorgado cuanto
le pareció aceptable. 19 Por tanto,
si tenéis vosotros la misma buena
voluntad hacia el reino, yo en ade¬
lante procuraré favorecer vuestra cau¬
sa. 20 En cuanto a los detalles, he
(laclo encargo a vuestros mensajeros
y a los míos de (pie os los comuni¬
quen de palabra. 21 Pasadlo bien.
Año 1 18, a veinticuatro del mes
de Xántico.»
22 La carta del rey decía así:
«El rey Antíoco, a su hermano
Lisias, salud: 23 Trasladado a los
dioses nuestro padre, y queriendo
(pie los súbditos de nuestro reino
vivan sin perturbaciones, atentos jl
sus propios intereses, 24 hemos sabido
que los judíos se niegan a adoptar
las costumbres helénicas, como quería
nuestro padre, y prefieren conservar
sus propias instituciones, y poi esto
piden les sea otorgado vivir según
sus leyes. 25 Queriendo, pues, que
esa nación viva tranquila, hemos
resuelto que su templo les sea resti¬
tuido v vivan según las costumbres
de sus mayores. 26 Harás bien, piles,
en comunicarles esto, y concertar
con ellos la paz, para que, sabiendo
nuestra voluntad, vivan contentos, y
alegremente atiendan a sus propios ne¬
gocios.»
27 La carta del rey a los judíos es
como sigue:
«El rey Antíoco, al senado de los
judíos y a los demás judíos, salud:
28 Si gozáis de salud me* alegrare
de ello; nosotros estamos bien. 29 Me-
nelao nos comunica que deseáis vol
ver a juntaros con los vuestros, 30 y
a los que lo hagan hasta el treinta
del mes de Xántico, les concedemos la
paz y la seguridad; 31 y concedemos
que los judíos puedan usar de sus
comidas y de sus leyes como antes,
y nadie sea en modo alguno moles¬
tado por los errores anteriores. 32 He
mandado a JUenclao que os confirme
en estas seguridades. 33 Pasadlo bien.
El año 148, el día quince del mes
: de Xántico.»
34 También los romanos les envia¬
ron una carta, que decía así (1):
«Quinto Memmio y Tito Alaulio,
legados de los romanos, al pueblo
de los judíos, salud: 35 Lo que Lisias,
pariente del rey, os ha otorgado,
nosotros lo aprobamos. 36 Cuanto a
lo que él ha creído deber someter
al rey, enviad luego alguno con ins¬
trucciones precisas, a fin de que
nosotros le apoyemos según vuestra
conveniencia. Nosotros nos dirigimos
a Antioquía. 37 Por tanto, daos prisa
V enviad a algunos que nos informen
de vuestros deseos. 38 Pasadlo bien.
El quince del mes de Xántico del
año 118.»
Diversas victorias de Judas contra
los pueblos veciuos.
10 Concluido este, tratado, partió
Lisias al rey, y los judíos se
entregaron a las labores del campo.
2 Pero de los jefes que quedaron en
la región, Timoteo y Apolonio el de
Gcnneo, y Jerónimo y Demofón, y
a más de éstos Nicanor, gobernador
de Chipre, no les permitían gozar
de sosiego y de paz. 3 Por otra parte,
los de Jope cometieron un enorme
crimen. Invitaron a los judíos que
entre ellos moraban, con sus mujeres
c hijos, a subir en barcas dispuestas
por ellos, como si no hubiera ene¬
mistad alguna 4 y obrasen conforme
al común acuerdo de la ciudad. Acep¬
taron como deseosos de la paz y no
sospechando nada malo; pero llegados
a alta mar, fueron echados al fondo no
menos de doscientas personas.
6 Cuando Judas llegó a saber la
crueldad cometida contra los de su
nación, dió luego orden a su gente;
e invocando a Dios, justo juez, 6 vino
(i) Tenemos aquí una mueslra de la diplo¬
macia romana y del modo en que Judas y sus
hermanos supieron aprovechar la alianza con
Roma en favor de su pueblo.
MACABEOS II, 12
573
ron Ira los asesinos de sus hermanos,
y de noche puso fuego al puerto,
quemó las naves y mató a cuantos
allí se habían refugiado. 7 Habién¬
dole cerrado la plaza, se retiró, pero
ron el propósito de volver de nuevo
y exterminar de, raíz a toda la pobla¬
ción de Jope. 8 Informado de que
los de Jamnia se proponían hacer
otro tanto con los judíos allí domici¬
liados, 9 cayó de noche sobre ellos e
incendió el puerto y quemó las naves,
de modo que la claridad del fuego
se veía desde Jerusalén, a distancia
de doscientos cuarenta estadios.
10 A nueve estadios de allí, euando
se dirigía contra Timoteo, le salieron
al encuentro no menos de cinco mil
árabes y quinientos jinetes. 11 Em¬
peñada la lucha, con la ayuda de
Dios los de Judas salieron vencedo¬
res; y los árabes nómadas, vencidos,
pidieron la paz a Judas, comprome¬
tiéndose a darles ganado y ayudarles
en todo. 12 Judas, convencido de que
en mucho le podían ser útiles, hizo
paces con ellos; y dadas las manos,
concluida ésta, se retiraron a sus
tiendas.
13 Atacó también una ciudad fuerte,
rodeada de foso y murallas altas,
poblada por gentes de todas las na¬
ciones, que se llamaba Caspín. 14 Los
de dentro, confiados en la fortaleza
de los muros y en el abastecimiento
de víveres, insultaban groseramente
a los de Israel y les lanzaban afrentas
y dicterios. 15 Los de Judas, invo¬
cando al gran Señor del universo,
que en tiempos de Josué, sin arietes
ni máquinas de guerra había derri¬
bado los muros de Jericó, atacaron
con fiereza las murallas. 16 Tomada
por la voluntad de Dios la ciudad,
hicieron en ella atroz carnicería, hasta
parecer como lleno de la sangre que
a él había afluido un vecino estanque,
de dos estadios de ancho.
17 Después de una marcha de sete¬
cientos cincuenta estadios llegaron a
Caraca, a los judíos llamados tubien-
ses. 18 No pudieron, entonces apoderar¬
se de Timoteo, porque sin emprender
nada, se había ido de aquella región,
dejando en cierto lug^ir una muy
fuerte guarnición. 19 Pero Dositeo y
Sosípatro, generales del Macabeo,
marcharon contra ella, y mataron a
más de diez mil de los que Timoteo
había dejado en guarnición.
20 El Macabeo organizó su ejército
por cohortes, puso a aquellos dos al
frente de ellas, y partió en busca de
Timoteo, que tenía a sus órdenes
ciento veinte mil infantes y mil qui¬
nientos jinetes. 21 Así que este supo
la llegada de Judas, envió las mu¬
jeres y los niños y toda la impedi¬
menta a un lugar llamado Camión,
que era muy fuerte y de difícil acceso,
a causa de lo montuoso y quebrado
del terreno.
22 Al aparecer la primera cohorte de
Judas, se apoderó de los enemigos el
pánico. Una aparición del que todo
lo ve íes infundió tal miedo, que se
dieron todos a la fuga, cada uno por
su lado, de suerte que unos a otros
se molestaban y con las puntas de
las espadas se herían. 23 Judas persi¬
guió con encarnizamiento a aquellos
criminales, matando hasta treinta mil
hombres. 24 El mismo Timoteo, caído
en manos de Dositeo y Sosípatro,
instaba mucho que le dejasen libre,
pues que tenía en su poder a muchos
de los padres y hermanos de judíos,
que no lo pasarían bien si él moría.
25 Dada su palabra con muchas segu¬
ridades de que los restituiría incólu¬
mes, le dieron libertad por amor de
los hermanos.
26 Partió Judas contra Camión y
contra el santuario de Atargates,
donde dió muerte a veinticinco mil
hombres. 27 Después de esta derrota y
matanza, emprendió Judas la marcha
hacia Efrón, ciudad fuerte, donde
moraba una muchedumbre de diver¬
sas naciones. Jóvenes robustos, orde¬
nados ante los muros, luchaban ani¬
mosamente, y dentro había mucha
provisión de máquinas de guerra y
de proyectiles. 28 Pero los judíos,
invocando al Omnipotente, que con
su poder aplasta las fuerzas enemigas,
se apoderaron de la ciudad y mataron
a veinticinco mil de los que estaban
dentro. 29 Partiendo de allí, atacaron
Escitópolis, que dista de Jerusalén
seiscientos estadios. 30 Pero ante el
testimonio • de los judíos que allí
moraban, de que los escitopolitanos
habían sido benévolos con ellos, y en
los días de su infortunio les habían
guardado muchas deferencias, 31 les
dieron las gracias, exhortándolos a
continuar siendo benévolos con los
de su linaje; y se vinieron a Jerusa¬
lén, próxima ya la fiesta de las Sema¬
nas o Pentecostés.
32 Después de la fiesta, marchó
contra Gorgias, general de los Idu-
meos. 33 Salió con tres mil hombres
574
MACABEOS II, 13
de a pie y trescientos de a caballo;
34 y trabada la batalla, fueron pocos
los judíos que cayeron. 35 Un cierto
Dositeo, bacenorense, jinete bravo,
agarró a Gorgias por la clámide, y
tiraba de él vigorosamente, queriendo
cogerle vivo; pero vino sobre él un
jinete tracio que le derribó el hombro,
y así pudo Gorgias huir a Maresa.
36 Los soldados de Esdras hallábanse
fatigados de la larga lucha; pero Judas
invocó al Señor, para que se mostrase
sn auxiliar y caudillo en la batalla.
37 Entonó en lengua patria un canto
de guerra, y cayendo de improviso
sobre los de Gorgias, los puso en
derrota. 38 Retrajo Judas su ejército
y lo condujo a Odolam. Llegado el
día séptimo, purificados según la
costumbre, celebraron allí el sábado.
39 Al día siguiente, como era nece¬
sario, vinieron los de Judas para reco¬
ger los cadáveres de los caídos, y
con sus parientes depositarlos en los
sepulcros de familia. 40 Entonces, bajo
las túnicas de los caídos, encontraron
objetos consagrados a los ídolos de
Jamnia, de los prohibidos por la
ley a los judíos; siendo a todos
manifiesto que por aquello habían
caído. 41 Tocios bendijeron al Señor,
justo juez, que descubre las cosas
ocultas. 42 Volvieron a la oración,
rogando que el pecado cometido les
fuese totalmente perdonado; y el
noble Judas exhortó a la tropa a
conservarse limpios de pecado, te¬
niendo a la vista el suceso de los
que habían caído, 43 y mandó hacer
una colecta en las filas, recogiendo
hasta dos mil dracmas, que envió
a Jerusalén, para ofrecer sacrificios
por el pecado; obra digna y noble,
inspirada en la esperanza de la resu¬
rrección; 44 pues si no hubiera espe¬
rado que los muertos resucitarían,
superfino y vano era orar por ellos.
45 Hías creía que a los muertos piado¬
samente les está reservada una mag¬
nífica recompensa. 46 Obra santa y
piadosa es orar por los muertos. Por
eso hizo que fuesen expiados los
muertos, para que fuesen absueltos
de los pecados.
Vuelve IJsias otra vez contra
Jinlca, y hace la paz con los
judíos.
| O 1 El año 149 supieron los de
1 Judas que Antíoco Eupátor
venia contra Jadea con gran muche¬
dumbre de tropas, 2 y con él Lisias, sn
tutor y regente del reino. Mandaba
cada uno un ejército griego de ciento
diez mil infantes, cinco mil tres¬
cientos jinetes, veintidós elefantes v
trescientos carros armados de hoces.
3 A ellos se había juntado Mcnclao,
que con grande astucia exhortaba a
Antíoco, no llevado de la solicitud
por la patria, sino esperando ser
restituido en el poder. 4 Pero el
Rey de reyes excitó la cólera de
Antíoco contra aquel criminal; pues
com 3 Lisias hiciera ver al rey que
aquél había sido la causa de todos los
disturbios, ordenó fuese conducido a
Berea y muerto allí, al estilo del lugar.
5 Había allí una torre como de cin¬
cuenta codos de alto, rodeada por
todas partes de cenizas ardientes y
coronada por una máquina giratoria,
6 con la cual arrojaban a las cenizas
al ladrón, sacrilego, o al autor de
algún otro crimen horrendo. 7 De
tal muerte había de acabar el impío
Mcnekio, sin lograr el honor de la
sepultura. 8 Muy justo era que quien
tantos pecados cometiera contra el
altar, cuyo fuego y cenizas son santos,
en cenizas recibiera la muerte.
9 Iba el rey animado de sentimientos
feroces, dispuesto a mostrarse mas
duro con los judíos que lo había sido
su padre. 10 Informado de ello Judas,
mandó a su gente invocar dia y
noche al Señor, para que como siem¬
pre, ahora los ayudase, cuando el
pueblo, que apenas había comenzado
a respirar 11 estaba a punto de quedar
sin ley, sin patria y sin templo, y
sometido a la tiranía de las naciones
blasfemas. 12 Cuando todos a una
hubieron rogado al Señor misericor¬
dioso con lágrimas y ayunos y con
postraciones durante tres días con¬
tinuos, Judas los animó y ordenó
que se preparasen; 13 y después de
consultar a los ancianos, resolvió em¬
prender la marcha antes que el ejér¬
cito del rey entrase cu Jadea y se
hiciesen dueños de la ciudad; po¬
niendo la cosa en las manos del Señor,
14 encomendando al Creador del uni¬
verso el resultado de la batalla, y
exhortando a los suyos a luchar ani¬
mosamente hasta morir por las leyes,
por el templo, por la ciudad, por la
patria y sus instituciones.
Ordenó su ejército en batalla junto
a Modín. 15 Dió a los suyos el santo
y seña: «De Dios es la victoria»; y con
lia flor de sus soldados, acometió de
MACABEOS II, 14
575
noche el campamento del rey, ma¬
tando hasta dos mil hombres y el
mayor de los elefantes con la tropa
que llevaba encima. 16 Luego se reti¬
raron victoriosos, dejando el campa¬
mento lleno de pánico y de perturba¬
ción. 17 Al ser de día, todo estaba
acabado, gracias a la ayuda del Señor,
que le había socorrido. 18 El rey,
vista la audacia de los judíos, inten¬
taba adueñarse por astucia de las
plazas. 19 Llevó su ejército contra
Bctsur, plaza fuerte de los judíos,
pero se veía rechazado y derrotado
y cada vez menos fuerte.
20 Judas proveía de vituallas a los
de dentro. 21 Un cierto Rodoco, del
ejército judío, descubrió al enemigo
los secretos de la defensa. Filé bus¬
cado, cogido y encarcelado. 22 Por
segunda vez el rey entró en tratos
con los de Bctsur, y hechas las paces,
se retiró. 23 Atacó a Judas, mas fue
vencido. Pero informado de que Filipo,
quien había quedado por regente
del reino, se había sublevado en An-
tioquía, quedó consternado. Luego
pidió la paz a los judíos, jurándoles
atender sus justas peticiones; y re¬
conciliado con ellos, ofreció sacrifi¬
cios, honró el templo y ofreció dones.
24 Al Macabeo le acogió muy bien,
y le hizo general y gobernador, desde
Tolemaida hasta la región de los
Guerrenios. 25 Pero al llegar a To¬
lemaida, sus habitantes llevaron muy
a mal los conciertos, e indignados,
querían romper lo estipulado. 26 Su¬
bió entonces Lisias a la tribuna, se
esforzó por defender la causa, logrando
aplacarlos, y se volvió a Antioquía.
Tal fue el suceso de la* venida y
retirada del rey.
La paz con Nicanor.
14 1 Al cabo de tres años supieron
los de Judas que Demetrio,
hijo de Seleuco, había desembar¬
cado en Trípoli con poderoso ejér¬
cito y flota, 2 y se había hecho dueño
de la tierra, dando muerte a Antíoco
y a Lisias, su tutor. 3 Cierto Alcimo,
que había sido antes sumo sacerdote
y que en los tiempos de la confusión
se había voluntariamente contami¬
nado, considerando que no había
para él otro modo de salvación y de
acceso al altar santo, 4 se vino al
rey Demetrio el año 151, trayéndole
una corona de oro, una palma y unos
ramos de olivo, que se creían proce¬
dentes del templo. Aquel día no pidió
nada. 6 Pero aprovechando la ocasión
propicia a su demencia, de haber
sido llamado a consejo por Demetrio,
para preguntarle cuáles eran las dis¬
posiciones y designios de los judíos,
respondió: 8 «El partido de los judíos
que llaman asideos, cuyo jefe es
Judas Macabeo, fomenta las guerras
y las sediciones, v no consiente que
el reino goce de paz; 7 por lo cual yo,
despojado de la dignidad paterna,
quiero decir del sumo sacerdocio, he
venido ahora aquí, 8 mirando con
toda lealtad por los intereses del rey
y buscando también los de mis con¬
ciudadanos, pues, por la temeridad
de aquéllos, toda nuestra nación se
halla en ruinas. 9 Date cuenta, pues,
ioh rey!, de estas cosas; mira por
nuestra tierra y nuestra raza opri¬
mida, llevado de tu desinteresado
amor hacia todos. 10 Mientras judas
esté con vida, no podrá el Estado
gozar de paz.»
11 Dicho esto, al punto los restantes
amigos, que se hallaban indispuestos
contra Judas, inflamaron más el
ánimo de Demetrio, 12 logrando que
éste llamase luego a Nicanor, coman¬
dante anteriormente del cuerpo de
elefantes, y le nombró general de
Judea, 13 dándole orden de acabar
con Judas, dispersar a todos los suyos
e instalar a Alcimo por sutno sacer¬
dote del santísimo templo. 14 En
seguida los gentiles, que por temor
de Judas habían huido de la Judea,
se agregaron como rebaño a Nicanor,
pensando que el infortunio y cala¬
midad de los judíos sería su ventura.
16 Al saber los judíos la venida de
Nicanor y la invasión de los gentiles,
se cubrieron de polvo, orando al que
eligió a su pueblo para siempre y
protegió en todo tiempo con mani¬
fiestos prodigios su heredad. 16 A
las órdenes de su jefe, se pusieron
luego en marcha, y se vino a dar la
batalla junto a la aldea de Dcsau.
17 Simón, hermano de Judas, había ve¬
nido a las manos con Nicanor, pero
desconcertado un momento por la re¬
pentina llegada de enemigos, sufrió un
revés. 18 A pesar de lo cual. Nica¬
nor, que sabía el valor de los judíos y
cuán animosamente combatían por la
patria, temía encomendar a las armas
la resolución. 19 Por eso envió a Posi-
donio, Teodoto y Matatías a proponer
MACABEOS II, 14
570
conciertos de paz. 20 Después de un
largo examen de las condiciones, y
de haberlo comunicado al general y
a la muchedumbre, de común acuerdo
convinieron hacer conciertos de paz.
21 Señalaron el día en que los dos
jefes se reunirían solos, y pusieron
dos sillas, una frente a otra. 22 Judas,
sin embargo, había apostado hom¬
bres en lugares convenientes, dis¬
puestos a intervenir, si los enemigos
cometían alguna perfidia. Así tuvie¬
ron el amigable coloquio.
23 En adelante, Nicanor moró en
Jerusalén, sin cometer injusticia, y
hasta disolvió las tropas que a manera
de rebaños se le habían juntado.
24 A Judas le tenía siempre a su lado,
pues sentía hacia el cordial afecto.
25 Le exhortaba a que se casase y
criara hijos. Y en efecto, se casó,
y viviendo tranquilamente, disfru¬
taba de la vida. 26 Pero Alcimo, al
ver la buena inteligencia de ambos
y los pactos concertados, se vino a
Demetrio, acusando a Nicanor de
traidora deserción contra el reino,
puesto que le había dado por sucesor
a Judas, enemigo del reino. 27 El
rey se enojó, e inducido por las calum¬
nias de aquel malvado, escribió a
Nicanor, diciéndole cuánto le habían
desagradado los conciertos hechos, y
ordenándole que le enviase cuanto
antes preso al Macabeo a Antioquia.
28 Cuando recibió estas órdenes, Ni¬
canor quedó confuso V sintió gra¬
vemente tener (pie anular lo concer¬
tado. sin haber recibido daño alguno
de tal varón. 29 Mas no siendo posible
oponerse al rey, aguardó una ocasión
propicia para "ejecutar sus mandatos.
Ruptura de relaciones.
30 Observando de su parte el Ma¬
cabro que Nicanor se conducía con
él más fríamente, y que sus relaciones
no eran tan amigables como de cos¬
tumbre, pensó (pie tal conducta era
mal indicio; y asi, reunió a muchos
de los suyos y comenzó a guardarse
de Nicanor. 31 Dándose éste cuenta
de cuán hábilmente había sido ven¬
cido por Judas, llegó al augustísimo
y santo templo, en el momento mismo
en (pie los sacerdotes ofrecían los
acostumbrados sacrificios, y les mandó
(pie le entregaran a Judas. 32 Ase¬
gurando ellos con juramento que
ignoraban dónde estaba, extendió su
diestra hacia el templo, 33 y juró así:
«Si no me entregáis a Judas preso,
arrasaré este templo de Dios, des¬
truiré el altar y elevaré aquí un mag¬
nífico templo a Baeo.» 31 Los sacer¬
dotes tendieron las manos al cielo,
e invocando al que siempre se había
mostrado defensor de nuestro pueblo,
dijeron: 35 «Tú, Señor de todas las
cosas, que de nada necesitas, has
tenido a bien establecer este templo
de tu morada en medio de nosotros.
36 Preserva, pues, santísimo Señor,
por siempre limpia esta casa, que
hace poco ha sido purificada.»
El caso de Radas.
37 Un cierto Hacías, de los ancia¬
nos de Jerusalén, fue denunciado a
Nicanor eximo amante de la ciudad,
donde gozaba de muy buena fama,
V por su bondad era apellidado padre
de los judíos. 38 En efecto, en los
tiempos anteriores había evitado todo
contacto con los gentiles y había
atraído sobre sí la acusación de ju¬
daismo, exponiendo por ello su cuerpo
V su vida. 39 Deseando Nicanor dar
muestra de sil mala voluntad hacia
los judíos, mandó más de cincuenta
soldados a prenderle, 40 pues creía
inferir, prendiendo a éste, un golpe
a todos los judíos. 41 Estaba la tropa
a punto de apoderarse de la torre
de su casa, forzando la puerta de
entrada y dada ya la orden de pren¬
derle fuego. Racías, estando para
ser apresado, se echó sobre su espada,
42 prefiriendo morir noblemente, antes
que caer en manos de criminales y
recibir ultrajes indignos de su no¬
bleza. 43 Mas como a causa de la pre¬
cipitación no hubiera acertado a ma¬
tarse, y la tropa invadiera ya la casa,
resueltamente corrió al muro y vi¬
rilmente se arrojó encima de la
tropa. 41 En viéndole se retiraron,
y vino a caer en medio del espacio
libre. 45 Aún respiraba; v enardecido
su ánimo, se levantó, y mientras a
torrentes le corría la sangre de las
graves heridas, atravesó a la carrera
por entre la muchedumbre, hasta
erguirse sobre una roca escarpada.
46 Allí, totalmente exangüe, se arran¬
có las entrañas con ambas manos v
las arrojó contra la tropa, invocando
al ¡Señor de la vida \ del espíritu,
MACAMEOS II, 15
577
que de nuevo se las devolviera.
Y de esta manera acabó (1).
Derrota de Xicanor.
ir 1 Informado Nicanor de que
* ^ Judas andaba por los lugares de
Samaría, pensó atacarle con entera
seguridad en el día de sábado. 2 Los
judíos que a la fuerza le seguían le
dijeron: «No pretendas aniquilarlos
tan salvaje y bárbaramente; respeta
el día que desde el principio ha sido
declarado santo por el que todo lo
ve.» 3 A lo que aquel malvado
contestó, si había Soberano en el
cielo que hubiera ordenado solem¬
nizar el día del sábado. 4 * * Y como ellos
le respondiesen: Sí, hay un Señor,
Dios vivo, Soberano del cielo, que
ha ordenado celebrar el día séptimo;
5 pues yo, contestó él, digo que hay
un soberano en la tierra, que manda
tomar las armas y cumplir lo que
conviene al rey. Con todo, no pudo
llevar a cabo su malvado propósito.
6 Mientras Nicanor, en su insen¬
sato orgullo, pensaba levantar con
Judas y los suyos un monumental
trofeo, 7 éste, puesta siempre su con¬
fianza en el socorro del Señor, 8 ex¬
hortaba a los suyos a no temer el
ataque de los paganos; antes bien,
recordando los auxilios que en tiem¬
pos anteriores les habían venido del
cielo, esperasen también ahora del
Todopoderoso la victoria. 9 Y los
alentaba, proponiéndoles testimonios
de la ley y de los profetas y recor¬
dándoles los combates que habían
sostenido, dándoles con esto mucho
ánimo. 10 Después de haber levan¬
tado sus espíritus, les puso de mani¬
fiesto la falta de fe de los gentiles y
la transgresión de sus juramentos;
11 animando a todos, no tanto con
la seguridad de sus escudos y lanzas,
cuanto con la confianza de sus alen¬
tadoras palabras. Sobre todo, los
alegró con la relación de un sueño
digno de toda fe. 12 He aquí el sueño
que había tenido: Onías, que había
sido sumo sacerdote, hombre bueno
y bondadoso, de venerable aspecto,
(1) Al decir de Santo Tomás, el autor sa¬
grado pondera este acto, más de soberbia que
de fortaleza, por el sentimiento del amor a la
patria y a la Ley, que le movía a evitar caer
vivo en poder de los gentiles y recibir de ellos
la muerte. La verdadera fortaleza es la del an¬
ciano Eleazar, que por la misma causa sufrió
la muerte a manos de los gentiles.
de suaves modales, de distinguido
lenguaje, que desde su niñez se había
ejercitado en toda virtud, tendía sus
manos, orando por toda la comuni¬
dad de los judíos. 13 Apareciósele
también otro varón, que se desta¬
caba por la blancura de sus cabellos
y por su gloriosa dignidad, nimbado
de admirable y magnífica majestad.
14 Onías dijo: «Este es el amador de
sus hermanos, que ora mucho por
el pueblo y por la ciudad santa:
Jeremías, profeta de Dios.» 15 Y
tendía Jeremías su diestra, y entre¬
gaba a Judas una espada de oro, di-
ciéndole: 16 «Toma esta espada santa,
don de Dios, con la cual triunfarás
de los enemigos.»
17 Alentados con estas nobles pala¬
bras de Judas, capaces de vigorizar
y exaltar hasta el heroísmo las almas
de los jóvenes, resolvieron no atrin¬
cherarse en el campo, sino arrojarse
valientemente sobre el enemigo, y
luchando con todo valor decidir la
cosa, puesto que se hallaban en peli¬
gro la ciudad, la religión y el templo;
18 pues la solicitud que por las mujeres,
los hijos, los hermanos y parientes
tenían, era menor que la que sentían
por el templo santo, la más grande
y primera de todas las cosas.
19 No era pequeña la ansiedad de
los que en la ciudad habían quedado,
inquietos como se hallaban por la
lucha de fuera. 20 Guando todos espe¬
raban el futuro desenlace, y los ene¬
migos se acercaban dispuestos en
orden de batalla, y los elefantes colo¬
cados en lugares oportunos, y la
caballería en las alas, 21 al ver el
Macabeo la muchedumbre que se
acercaba, el variado aparato de las
armas, la fuerza de los elefantes apos¬
tados en lugares convenientes; levan¬
tando las manos al cielo, invocó al
Señor, hacedor de prodigios. Sabía
que no por la fuerza de las armas se
alcanza la victoria, sino que Dios la
otorga a los que juzga dignos de ella.
22 La invocación fué como sigue:
«Tú, Señor, que enviaste un ángel
bajo Ezequías, rey de Judá, que
mató del ejército de Senaquerib a
ciento ochenta y cinco mil hombres,
23 envía ahora, Señor de los cielos,
delante de nosotros un ángel bueno,
que infunda a éstos temor y temblor.
24 Con la fuerza de tu brazo sean
quebrantados los que llegan blas¬
femando contra tu pueblo santo.» Y
con esto terminó.
37
578
MACABEOS II, 15
26 Los de Nicanor avanzaban al
son de las cornetas y de los cantos
guerreros; 26 en tanto que los de
Judas llegaron a chocar con los ene¬
migos en medio de súplicas y ora¬
ciones. 27 Y mientras luchaban con
las manos, oraban en su corazón a
Dios; y así, magníficamente fortale¬
cidos por una aparición de Dios,
derribaron por tierra no menos de
treinta y cinco mil hombres. 28 Ter¬
minada la lucha y entregados a la
alegría, hallaron que, revestido de
sus armas, estaba Nicanor entre los
muertos. 29 Se produjo un gran clamor
y alborozo, bendiciendo al Señor en
la lengua patria. 30 Judas, que en
cuerpo y alma estaba todo él atento
a la defensa de sus conciudadanos,
y había guardado la generosidad de
la juventud para sus connacionales,
ordenó cortar á Nicanor la lengua
y el brazo hasta el hombro y llevarlos
a Jerusalén. 31 Llegado allí, convocó
a los conciudadanos y sacerdotes; y
puesto en pie ante el altar, mandó
venir a los de la ciudadela, 32 mostró
a todos la cabeza del impío Nicanor
y la mano que el blasfemo había
tendido insolente contra la santa
casa del Todopoderoso. 33 Mandó picar
en menudos trozos la lengua, echarlos
a las aves, y suspender enfrente del
templo la mano, como recompensa a su
insensatez. 34 Y todos, levantando los
ojos al cielo, bendecían al Señor, di¬
ciendo: ««Bendito el que ha conservado
puro este lugar.» 35 La cabeza de
Nicanor se colgó de la ciudadela,
visible a todos, como señal manifiesta
del auxilio divino; 36 y por público
decreto se mandó no dejar pasar este
día sin solemnizarlo, 37 y que se
celebrase el trece del mes duodécimo,
que en lengua siríaca se llama Adar,
un día antes del día de Mardoqueo.
Epílogo.
38 Tal fué la historia de Nicanor.
Y como desde aquellos días la ciudad
ha estado en posesión de los hebreos,
daré aquí fin a mi narración. 39 Si
está bien y como conviene a la narra¬
ción histórica, eso quisiera yo; pero
si imperfecta y mediocre, perdóne¬
seme. 40 Como el beber vino puro o
sola agua no es grato, mientras que
el vino mezclado con agua es agra¬
dable y gustoso; así también la dis¬
posición del relato siempre uniforme
no agrada a los oídos del lector.
Y con esto damos fin a la obra.
LIBROS PROFÉTICOS
INTRODUCCION A LOS LIBROS PROFETICOS
1. Fa en la introducción general hemos hablado del carisma de la pro¬
fecía otorgado a los autores sagrados. Necesitamos ampliar lo dicho allí en
esta introducción a los libros proféticos
Tres son los nombres que principalmente se dan en la Sagrada Escritura
a estos hombres de Dios; los de robe y jozeh, que significan videntes, y el más
común de nabi, que traducimos por proteta. La etimología de este último nombre
es discutida, pero su sentido ordinario resulta bien claro de las palabras de
Dios a Moisés cuando se excusaba con su tartamudez: «Mira, yo te hecho un
Dios para el Faraón, y Arón, tu hermano, será tu profita. Tú le dirás todo
lo que yo te mandare, y Arón, tu hermano, hablará al Faraón para que deje
partir de su tierra a los hijos de Israel » (Ex. 7, 1 ss.). Nabi, pues, quiere decir
el que habla en nombre de otro. Es la significación de la palabra griega profeta.
Es, pues, profeta el encargado por especial misión divina de hablar al 7 meblo
en nombre de su Dios.
2 . Con estos sus enviados se proponía el Señor satisfacer dos necesidades
del pueblo, de muy desigual importancia. Los antiguos no se atrevían a empren¬
der negocio alguno, privado o público, sin antes consultar la voluntad de sus
dioses. Israel padecía de la misma enfermedad. Pues para impedir que acu¬
diesen a los oráculos gentiles o a los adivinos, los proveyó el Señor de profetas,
a quienes acudiesen (Dcut. 18, 11) y dio al sumo sacerdote los urim y tummim
(Ex. 28, 30). Recordemos a Saúl, yendo a consultar a Samuel sobre las polli¬
nas perdidas (I Sam. 9, 6 , 11); al rey Jeroboam , que, teniendo a su hijo en¬
fermo, manda a su mujer a consultar al profeta Ajías sobre el desenlace de
la enfermedad (I Reg. 14, 1 ss.); y más todavía el caso de Ococías, que en seme¬
jante caso envió mensajeros a consultar a Baal Zebub, dios de Accarón, para
saber si curaría de aquella enfermedad; a los cuales salió Elias, al encuentro,
por orden de Dios, y les dijo: «¿Es que no hay Dios en Israel, para que vayáis
a consultar a Baal Zebub, dios de Accarón .?» (Reg. 1, 2, ss.). David tenía su
profeta, por quien consultaba al Señor sobre los negocios públicos (II :Sam. 7,
1, ss.); y los otros reyes no emprendían cosa grave sin hacer lo mismo.
(Cfr. I. Reg. 22, 5 ss.; Jer. 38, 14, ss.)
Pero no era ésta la misión principal de los profetas. Otra tenían, ligada
al destino de Israel. El Señor los había escogido para preparar los caminos
del Mesías y la salud del mundo. Los patriarcas eran instruidos por Dios sobre
la conducta que debían seguir para responder a la misión divina. Moisés fué
llamado a organizar la vida religiosa y social del pueblo sobre las bases del
monoteísmo y de las promesas mesiánicas hechas a los patriarcas. Por esto
fué el más grande de los profetas de Israel, según Santo Tomás (Sum. Teol., II,
ti, g. 174 a 4). A Moisés le sucedieron otros profetas , encangados de explicar
582
LIBROS PROFÉTIOOS
la Ley, inculcar su observancia, combatir las transgresiones, llamar al pueblo
a penitencia mediante amenazas y promesas. Entre éstas se destaca siempre
la promesa del Mcsias y de su obra salvadora. Esta es la misión principal de
profetismo de Israel, por lo que se distingue del de todos los pueblos antiguos 1
3. Como abundaban en Israel estos ministros auténticos de la palabra'
divina, así abundaban también sus re7nedos y falsificaciones, los falsos pro¬
fetas, que se decían enviados de Dios y daban como palabra de Dios los sueños
de su imaginación. Su norma era halagar al pueblo y a los príncipes, prome¬
tiéndoles fácil prosperidad con que los confinnaban en sus extravíos. (Cfr. II.
Reg. 22 y Jer. 28.) Eran los principales adversarios de los verdaderos pro¬
fetas, como fueron luego los escribas los adversarios de Jesucristo.
4. La profecía es un carisma divino, no un arte adquirido por el estudio.
S¿7i embargo, los profetas 7 iecesitan de ordinario una formacióri que los pre¬
pare para mejor desempeñar la misión que Dios les confiere. Adquieren esta
formación en el seno de la familia y en las asociaciones de hombres piadosos,
llamadas escuelas ele profetas, al parecer fundadas por Samuel (I Sam. 10,
5, 10 s.; 19, 20), y restauradas por Elíseo (11 Reg. 2, 3, ss.); en la lectura
de la Ley y de los profetas anteriores, C7i ti trato con hombres doctos, en la me¬
ditación, en las luchas de cada día. Todo esto lo venia a completar y confirmar
con su sello divino la iluminación profética. Recae ésta en la inteligencia, única
facultad de conocer que es capaz de percibir la verdad divina; pero esta verdad
suele presentárseles a los profetas envuelta en multitud de imágenes o símbolos,
que son una nota característica del profetismo de Israel. Como ejemplo bastará
citar las visiones de la vocación etc los tres grandes profetas, Isaías (6), Je¬
remías (1) y Ezequiel (1-3). A estos cuadros simbólicos se añaden las accio¬
nes, también simbólicas, que dan al 7ninistcrio de los profetas un carácter ente¬
ramente dramático. En este pinito se distinguen sobre todo Jeremías (16, ss.;
18, 1, ss.) y Eziquiel (3, 22, ss.), (12, 1 ss.); Cfr. Act. (21, 10, 11).
ó. Los eiiscursos de los ptofiias, tal como nos han llegado, en su mayoría
tstán escritos en verso, y a reces en estrofas artificiosamente eompia stas y son
frecuentemente modelos, no solo de elocuencia, sino de la poesía hebrea y uni¬
versal. El caso de Jeremías (36) 7ios muestra cómo los profetas dirigían al
pueblo la palabra en (l templo, en las plazas, en las puertas de las ciudades,
en su propia casa, dondequiera que podían. Luego, con frecuencia escribían
esos versos y los < ntregaban al pueblo, que los aprendía feícUniente, fos recitaba
y cantaba, continuando así el ministerio del profeta. Daniel es de los muy pocos
profe tas que ha publicado sus vaticinios sólo por escrito. Sin duda de esta divul¬
gación de los oráculos /moféticos proviene la falta de orden cronológico que en casi
todos se siente; y no sólo del desorden cronológico de los diversos oráculos, sino
hasta del desorden en \m 07 'ácnlo mismo, que viene a ser una de las dificultades
más graves en el estudio de los profetas. Los expositores se esfuerzan por reducir¬
los a su verdadero orden; pero no teniendo a su disposiciÓ7i más medios que el
texto actual de los oráculos mismos, ni más criterio que el orde7i lógico de las
ideas, el ritmo de los versos y la artificiosa constitución de las estrofas, fio
siempre pueden alcanzar a restituirlos a su ordc7i primitivo.
6. ¿Cómo probaban los profetas la verdad de su misión? Moisés, el
primero de los profetas de Israel, necesitó señales con que 7nostrar al pueblo
ser enviado de Dios (Ex. 3, 11-6, 9); pero los que a Moisés siguieron, con la
misión de 7 nantcner al pueblo en la observancia de la Ley o de reducirle a ella,
no tenían necesidad de taLs pruebas. Su vida ajustada a la Ley, su celo por
la causa de Dios, la fortaleza con que bichaban contra los pecados del pueblo
y reprendían las iniquidades de reyes, prÍ7icipes y sacerdotes, eran para los
creyentes pmeba bastante de que Dios los enviaba. Si Elias y Elíseo pasaron
a la historia como glandes taumaturgos, de Isaías sólo se nos cuenta un m>logro,
LIBROS PROFÉTICOS
583
de Jeremías y Ezequirl ninguno , como tampoco se cuenta ninguno del Bautista,
el postrero de los profetas. Si al leer hoy sus disextrsos no puede menos de sent : rs
en ellos el espíritu de Dios, mucho más lo sentirían los coetáneos, que los oían
y eran testigos de su vida.
7. La actividad de los profetas se desarrolló en íntima conexión con la
vida religiosa , moral y hasta política del piteólo israelita. Por esto importa
mucho, para entenderlos , conocer el ambiente histórico en que ejercían su mi¬
nisterio. Materia de sus reprensiones son las idolatrías del pueblo, las injus¬
ticias de los jueces, la opresión de parte de los poderosos y la conculcación de
la ley divina por parte de todos. La política demasiado humana de los gober¬
nantes, que por su falta de fe en Dios acudían a alianzas peligrosas para la
vida religiosa del pueblo, ofrece también a algune>s profetas, eomo Isaías y
Jeremías, materia de duros reproches.
La figura que Israel hace en la historia antigua no puede ser más humilde ,
no obstante su grandeza en el otden religioso. Ateniéndose a la época en que
florecieron los profetas escritores, desde el siglo vm hasta el iv antes de
Jesucristo, Israel vivió en vasallaje o bajo la dominación de los extranjeros,
primero de la Asiria, luego de Babilonia y después de Persia. Fué Teglatfa-
lasar III y llamado también Pul y el que y después de ampliar su imperio por
Oriente y pensó en dominar las regiones de Occidente. Los reyes amenazados
trataron de unir sus fuerzas para oponerse al invasor. El rey de Judá y Ajaz y
no asintió a tales planes. Para obtener la cooperación de Judá y el rey de Siria y
Rasín y y el de Samaría, Facea y declararon la guerra a Ajaz (734), con el
propósito de sustituirle por un cierto Tabel y que se avendría a los planes de
los confederados. (Cfr. Is. 7 y 1-11.) Ajaz acudió en demanda de socorro a
Teglatfalasar, el cual atacó luego el reino de Damasco, que pronto quedó con¬
vertido en una provincia más del reino asirio. (732 Cfr. II Reg. 16 y 1-9.)
Luego se dirige contra Samaria y a cuyo rey y Facea, destronó, poniendo en su
lugar a Oseas (732) y llevándose muchos cautivos a Nínive (Is. 7, 1-11).
Judá quedó también sometido al vasallaje de Asiria durante el reinado
todo de Ajaz. No se pasaron muchos años y y el amor de la libenad movió a
los reinos occidentales a nueva tentativa. Parece que Samarla era el centro
de la misma. Salmanasar IV, sucesor de Teglatfalasar III , trató de reprimir
aquellos conatos de independencia, sujetando a Samaría. Fué Sargón y su su¬
cesor y el que en 721, y después de dos años de asedio, tomó a Samaría, llevó
cautiva la mayor parte de la población y puso fin al reino de Israel (II Reg. 17).
Era una dura lección para Judá y que se mantuvo quieto y aun por el año 711 y
en que Azoto se sublevó, siendo cercada y tomada y duramente castigada por el
mismo Sargón. (Is. 20, 1.)
Pero en los últimos años del siglo vm, otra vez los pueblos quisieron probar
fortuna. Senaquerib había sucedido a su padre; el Egipto ofrecía su apoyo
a los rebeldes y y la Caldca y siempre en abierta lucha contra Nínive, entraba
también en la coalición. (II Reg. 39.) Parece que Ezequías, hijo y sucesor de
Ajaz y sentía simpatía por los sublevados y y si no se alzó en armas, alentó a
los confederados y les prestó su ayuda. Por esto y cuando Senaquerib vino a
sofocar aquellos conatos de libertad y entró por las ciudades de Judá, muchas
de las cuales tomó y saqueó (II Reg. 36-37). A los egipcios y que vinieron
en socorro de los confederados y los derrotó en Altacu (Eltequeh) y en la tribu
de Dan. Tras de dos legaciones a Ezequías para que entregara a Jerusalén y
la asedió y pero no pudo tomarla. Una grave peste que se declaró en su ejército
le obligó a retirarse a Nínive y sin que volviera a parecer por Palestina en los
veinte años que aún reinó hasta ser asesinado por sus hijos (681).
Sin embargo, los asirios, dueños de Damasco y de Samaría, continuaban
ejerciendo su hi gemonia sobre los pueblos de Cautín, No sabemos que los suce-
584
LIBROS PROFÉTÍCOS
sores de Senaquerib, Asaradón y Asurbanípal, que elevaron el imperio atirió
al apogeo de su grandeza, tuvieran que intervenir con las armas. Los pueblos
entendieron que les era mejor soportar el yugo asirio pagando tributo a los
reyes de Ninive, que exponerse a las guerras y (jeportaciones que aquellos usa¬
ban. Sólo el libro de las Crónicas nos cuenta que Manases, hijo y sucesor de
Ezcquías, había sido llevado cautivo a Babilonia, de donde volvió para ocupsr
otra vez el trono. Su delito no debía de ser muy grave, cuando fue dado por
libre y continuó reinando (II Par. 33, 11-13). Probablemente tuvo lugar esto
alrededor del año 6Ó0, en que Asurbanipal luchaba contra su hermano Sama-
sumuquin, gobernador de Babilonia, hasta tomar la ciudad y sujetar la Caldca,
que había hecho causa común con el rebelde. Muerto este rey (625), que llegó
a apoderarse de Egipto, la Asiría decayó rápidamente; Ninive fue tomada
por los medos y caldeos en 612, y amupte su ejercito continuó luchando por
la conservación del imperio, éste, pocos años después, desapareció, dejando en
pos de sí la memoria de su espíritu guerrero,.de su ferocidad y de su sistema
de deportaciones, que los caldeos imitaron luego.
S. Una señal de cuán habituados estaban los pueblos de Palestina
al yugo asirio pudiera ser la conducta de Josias. Como el Faraón Necao se
dirigiese con un ejército hacia la Siria, para lograr alguna parte de los des¬
pojos del reino ninivita, Josias quiso cortarle el paso. En una desgraciada ba¬
talla, que se dió en Megido, quedó gravemente herido y vino a Jerusalcn a
morir en 608 (II Peg. 23, 29, s.). Derrotado en Carqucmis por el principe
Nabucodonasor, no logró Necao sus propósitos; pero ele vuelta a su tierra pasó
por Jerusalén, y hallando el trono de Josias ocupado desde hacia tres meses
por Joaeaz, su hijo, destituyó a éste y puso en su lugar a Joaquim, llevando
a su hermano a Egipto (Ib. 44, 31-35). Después de la retirada del Faraón,
Judá pudo creerse independiente, hasta que en 604 Nabucodonosor se presentó
en Palestina e impuso su vasallaje a todos los reyes de la región. Pero entonces
volvió a renovarse la antigua historia. Con la esperanza de la ayuda egipcia,
los reyes de Siria y Canáu se confederaron, para sacudir el yugo caldeo. En 596
se presentó Xabucodonosor con su ejército, y la coalición se deshizo. Joaquim
había ya muerto, Joaquín o Jcconías, su hijo y sucesor, no se atrevió a afrontar
los peligros de la guerra, y cuando los caldeos se presentaron ante Jerusalén,
le8 salió al encuentro en son de paz. N abucodonosor le prcmlió, para llevárselo
a Babilonia con una buena parte de lo más selecto del pueblo, y puso en el
trono a un tercer hijo de Josias, Matanías, a quien mudó el nombre por el de
Sedccías, exigiéndole juramento de fidelidad (II Peg. 24, 1-20).
Pronto Nabucodonosor se dió cuenta de que no podía estar seguro de la
lealtad de Judá, y Scdecías hubo de ir a Babilonia para sincerarse. Al fin,
en 589 acabó Sidecías por declararse en abierta rebeldía. Los caldeos llegaron
y pusieron cerco a Jcrusalén, tomándola al cabo de año y medio de asedio, en
julio de 587. El templo fue incendiado, los muros y los palacios de Jerusalcn,
arrasados. A Sedéelas le condenó a perder los ojos, después de haber contem¬
plado la matanza de sus hijos y de sus cortesanos. Lo principal y más granado
de la nación, en todos los órdenes, fué deportado a Caldea, quedando en Judá
el pueblo humilde bajo el gobierno de Godolías (II Peg. 25; II Par. 36, 17 ss.,
y Jer. 52).
9. No fué larga la duración del segundo imperio caldeo. A Nabucodo-
nosor sucedieron como relámpagos tres reyes de su dinastía. El cuarto fué
Nabonides, hijo de una sacerdotisa de Harrán, cuyo principal empeño fué
reformar la religión caldca. Con esto se malquistó con los sacerdotes y el pueblo,
que con gusto dieron acogida al ejército persa, mandado por Gubaru, caldeo.
En 539 entró éste en Babilonia, defendida por el príncipe Belsarasar, que
fué muerto. Poco* días después , Ciro hacía su entrada en la ciudad y era
585
LIBROS PROFÉTICOS
reconocido rey de Babilonia. Su /trímera medida fue ordenar la restitución
de los dioses a sus antiguos santuarios y de donde la superstición de N abonides
los Había sacado , y autorizar a todos los pueblos deportados para que volviesen
a su tierra.
En estas medidas quedaron incluidos los judíos, a quienes restituyó los
vasos sagrados y tomados del templo por Nábucodonosor , y dió permiso para
volver a Judá y levantar el templo. No todos los deportados se resolvieron a
emprender el viaje de vuelta. Y los que por entonces o más tarde lo hicieron ,
sólo pudieron levantar el 'altar y echar los cimientos del templo , impedidos de
proseguirlo por los pueblos circunvecinos, sobre todo por los samaritanos f cuya
cooperación en la obra del santuario los judíos no habían querido aceptar. Sólo
en los comienzos del reinado de Darío (521) y aprovechando las turbulencias
originadas por el cambio de monarca y dinastía y pudieron acabar aquéllos la
obra. Pero la ciudad continuaba en ruinas y hasta que Nehemías pidió y ob-
tuvo del rey Artajerjes autoridad de gobernador , con el fin de levantaf los muros
de Jerusalén. Los que volvieron del cautiverio vivieron en su tierra y gozando
de la amplia libertad que los persas les otorgaban y sobre todo a causa de la afi¬
nidad que creían hallar entre su religión y la judia; hasta que y caído el imperio
persa a los golpes de maza de Alejandro Magno , la Palestina pasó automá¬
ticamente al dominio de los macedonios. Tal es el cuadro externo en que se
desarrolló la actividad de los profetas. Veamos ahora el cuadro interior.
10. Es el argumento de este cuadro la vida religiosa y moral y cuyo princi¬
pio fundamental era el monoteísmo y la adoración del único Dios de lsrael y
Yare , y la observancia de su Ley. En otros términos y era la fidelidad al pacto
hecho con Dios en el Sinaí y cuyas condiciones se contenían en la Ley. El primer
precepto de ésta era el reconocimiento del solo Dios de lsrael y excluidos todos
los otros dioses; luego venía el ctilto de ese Dios y conforme a las prescripciones
de la Ley y entre las cuales ocupaba lugar importante la exclusión de toda imagen
que fácilmente inducía a la idolatría; en tercer lugar estaban los otros preceptos
de carácter moral y social y que reglan las relaciones de los israelitas unos con
otros. Hasta la vida política había de inspirarse en los mismos principios.
Debía mirar a mantener la independencia de Israel y pero apoyándose en Y ave
y en sus promesas de protección contra los enemigos ; y no buscando alianzas
con las nacione8 y cuyo trato era un peligro para la vida religiosa del pueblo
escogido.
En el reino de Samaria y Jeroboam, su f undador , para mantener a Israel
separado de Jerusalén y de la dinastía davídica y había alzado unos becerros
de oro en Dan y Betel y imágenes de Dios y pero condenados por la Ley y y que
fueron perpetuo escándalo para el pueblo. Este es el pecado que el autor del libro
de los Reyes pone de relieve en el juicio que hace de cada uno de los reyes de
Israel. En estos santuarios se introdujeron y además del sacerdocio ilegitimo y
pues no era de la tribu de Lcví y muchas corruptelas idolátricas. Además y desde
el reinado de Ajab y bajo la influencia de la reina Jezabel y fenicia y los cultos
fenicios invadieron el reino, no obstante los esfuerzos de lis profetas Elías y
Elíseo y otros más. La idolatría era siempre fuente de inmoralidad en todos
los aspectos de la vida , y de ello nos dan testimonio los discursos de los pro¬
fetas. Por este camino y Samaría fué de mal en peor y hasta que cayó sobre ella
el castigo definitivo por medio de Sargón y que destruyó la ciudad, llevó cautil a,
la mayor parte de su pueblo y trajo de Oriente otros pobladores y que ocuparon
el lugar de los deportados. De la mezcla de estos elementos con los que de Israel
habían quedado en la tierra y resultaron los samaritanos de la historia posterior,
pueblo aborrecido de los judíos. (II Reg. 17 , 24 ss.; I Exod. 4, 1-11; Jn. 4,
9-11.)
11. Cuanto a Judá y parece que en los reinados de Ozías y Joatán im-
586
LIBROS PROFÉTICOS
peró el culto de Yavt; pero era más bien un culto i.eterno, sin el sentimiento
íntimo de la piedad ni las obras de justicia exigidas por la Ley. De ello tene¬
mos la prueba en el primer discurso de Isaías (Is. I, 2 sigs.). Pero en el rei¬
nado siguiente f de A faz, se dejaron sentir las influencias asirías, y en pos de
ellas las cananeas (II Reg. 16, 10-11; II Par. 28). Todas fueron extirpadas
por Ezequias, que desde el principio de su reinado se esforzó por borrar
las idolatrías que se habían introducido, especialmente en la época de su padre
(II Reg. 18, 1-11; II Par. 29-31). Procuró, además, atraer a los restos de
Israel, que los asirios habían dejado en Samaría (II Par. 30). Borró hasta
los santuarios de los altos, porque, si bien dedicados a Yave y hasta entonces
tolerados, eran contrarios a la ley deutcronómica.
Cuán arraigadas estaban las tendencias idolátricas en el pueblo, nos lo
demuestra el hecho de que, a la muerte del santo rey Ezequias, toda su obra de
reforma quedó anulada, y los males se agravaron en el reinado de su hijo Ma¬
nases y de su nieto Anión, ambos adoradores fervorosos de los ídolos y prac¬
ticantes de todas las abominaciones gentílicas, sin excluir el sacrificio de los
niños por el fuego (II Reg. 21; II Par. 33). El espíritu yavista renace de
nuevo con Josias (627), el cual, al conocer el Dcuteronomio, hallado en sus
días en el templo por Helcías, emprendió una reforma radical, según las pres¬
cripciones del mismo código. Pero estas reformas eran sólo oficiales y externas,
y por eso, en cuanto faltó Josias y se sentaron en el trono sus hijos y nietos,
que no tenían su espíritu religioso, volvió a aparecer la idolatría en todas sus
formas. De ello tenemos dos testimonios: los de Jeremías y Ezcquiel. Con la
idolatría cundió la inmoralidad, tanto en los gobernantes como en los gober¬
nados. Para fomentar todo esto estaban los falsos profetas, que pretendían
hablar en nombre de los dioses o de Yave. Deseando aeabar de una vez con
todas estas lacras de su pueblo, Dios decidió el destierro de los de Israel a Asiria
y de los de Judá a Caldea. Bajo la violencia del azote renació la fe en los que
habían de formar el resto escogido de que tanto hablan los profetas; los de núes
quedaron anegados en el mar de las naciones gentílicas.
12. No son Israel y Judá los únicos pueblos a quienes hablan los en¬
viados de Dios; se dirigen también a los pueblos vecinos y aun a las naciones
remotas, para anunciarles los juicios del Señor. No es de suponer que tales
discursos llegasen a los reyes ni a los pueblos extraños, fuera de casos extraor¬
dinarios, como el de Jonás y el de los embajadores llegados a J erusalcn en
tiempos de Jeremías (27, 2-11). P asi hemos de creer que, al proferirlos, pen¬
saban en su propio pueblo, para mostrarle que la justeiia de Dios alcanzaba
a todas las naeiones. Pues la prosperidad material de esos pueblos g( ntilieos,
na obstante sus idolatrías y peeados, constituía una tentación para Israel,
que no entendía por qué Dios se mostraba tan severo con sil pueblo y dejaba
en paz y hasta prósperas a tuiciones que ni siquiera le conocían. A veces
miran a consolar al pueblo con el anuncio de los castigos de aquellos reinos
que los habían maltratado injustamente, y aun el de aquillos que, habiendo
sido Instrumentos de la cólera de Dios, se habían engreído con su poder y
extremado en sus rigores, y no se habían reconocido ministros de la justicia
del Señen.
13. Los profetas que nos han transmitido por escrito sus vaticinios no
empiezan hasta el siglo vm a. C., en la época en que los asirios invaden la
Palestina, constituyendo un grave peligro, no sólo para la libertad de Israel,
sino también para su vida religiosa y moral. Su orden cronológico es el si¬
guiente:
LIBROS PROFETICOS
587
EPOCA ASIRIA (742-612)
a) Amos y Oseas.
b) Isaías y Miqueas.
c) Nahwn.
EPOCA BABILONICA (612 539)
a) Jeremías con Baruc.
b) Habacuc y Sofonías.
c) Ezequiel y Daniel.
EPOCA PERSA (539-333)
a) Ageo y Zacarías.
b) M alaquias.
De época incierta qxiedan Abdías, Joel y Jonás. Por la extensión de sus va-
icinios los dividieron ya los judíos en profetas mayores , Isaías , Jeremías ,
Ezequiel y Daniel , aunque éste en la Biblia hebrea figura entre los hagiógrafos }
y los otros doce, que formaban un solo libro , y se llamaban profetas menores.
INTRODUCCION AL PROFETA ISAIAS
1 . IsaidSy el primero de los projetas mayores y nos cuenta en el capitulo 6
su vocación al ministerio profético y que tuvo lugar el año en que murió el rey
Ozías. Desempeñó su mis'ón durante los tres siguientes reinados , de Joatán y
Ajaz y Ezcquias (l y 1). No tenemos , en. el extenso libro de los vaticinios de
Isaías y ninguno que haga expresa mención de Joatán y aunque bien se pueden
atribuir a su tiempo los primeros capítulos , 1 a 5. De la época de Ajaz es y
sin duda y el libro del Emmanuel, 7 a 12 f y de la de Ezequias los capítulos 36 a 39.
Gomo la cronología de estos reyes es algo incierta y y el libro del profita contiene
pocos datos cronológicos , no podernos jijar con certeza el tiempo del comienzo
ni del fin de su ministerio. Sólo podemos asegurar que empezó antes del 734 y
año de la guerra siro(jraimita contra Ajaz (7 y 1). La tradición judía asegura
que murió asesinado por el rey Manascs y bien entrado ya el siglo VII y y y por
consiguiente f cuando el prefíta era ya muy anciano.
2. Al llamarle el Señor a projitizar y le confiere una gravísima misión:
Reducir al pueblo de Judá a la obediencia y y previendo que no habrían de
escucharle , anunciarle que su endurecimiento en la maldad había de atraer¬
le el castigo de Dios a hasta que las ciudades queden devastadas y sin ha-
bitanteSy la tierra saqueada y desierta^ y que la soledad sea grande en
toda la tierra » (6, 11). A esto se ajustan las conminaciones de los primeros
capítulos , en que reprende al pueblo por su falsa piedad , su inmoralidad y
su soberbia . Lo mismo hace después contra Ajaz y por su incredulidad con oca¬
sión de la guerra siroefraimita (734) y en los capítulos 7 a 12 y aunque todas
estas conminaciones vayan seguidas de las más hermosas promesas mesiá-
nicas (l y 24 sigs.; 2 y 2 sigs8 y 23-9 y 6; ll y 1 sigs.). En los capítulos 36 a 39
le vemos intervenir en los graves negocios que suscitaba la invasión de Sena -
querib (701), alentando a Ezequias y vaticinando la salud de Jerusalén y la
590
ISAÍAS
ruina del invasor, y más tarde la curación de Ezequías. Aunque no conste ex¬
presamente,, ni por los escritos del profeta, ni por los libros históricos, no pode¬
mos dudar de que Isaías haya tenido gran parte en la reforma religiosa lle¬
vada a cabo por Ezcquías.
3. Con qué espíritu y elocuencia haya cumplido Isaías su misión, nos
lo dicen stts oráculos, tan densos de pensamiento, de tan elevada y vehemente
expresión, tan variados por los temas que trata. Basta para convencerse de
esto leer el py'imer discurso, en que reprende al pueblo por su ingratitud hacia
Dios (1, 2-27); las amenazas contra Asur (10, 5-19); el oráculo contra Tiro (23);
las conminaciones contra Efraim (28); la réplica a los embajadores asirios
(37, 22-35), y sus muchos vaticinios mesiánicos, por los cuales mereció ser
llamado el profita evangelista .
4. Igual que los libros de los otros profetas, el de Isaías no tiene unidad
de plan; en él se destacan ciertos grupos, como los vaticinios del Emmanuel
(7-12), los oráculos contra las naciones (13-23), el apocalipsis (24-27), los
capítulos históricoproféticos relativos a la invasión asiría (36-38), y final¬
mente, la última parte, dedicada a la restauración.
Es propio y singular de algunos capítulos de Isaías (13, 1-14, 23; 21, 1-10)
y especialmente de toda la segunda parte (40-66) que el profeta aparezca como
viviendo y moviéndose en época muy posterior a la suya, en la que inmediata- I
mente precede a la vuelta de la cautividad. En esto se distinguen los capítulos
citados y toda la segunda parte del resto de la obra y del modo orduiario de prc- i
sentar sus profecías los otros profetas.
En este hecho singular pretenden apoyarse algunos para negar a Isaías la
paternidad de esas partes, pero la C. P. Bíblica declara que ni ésta ni otras
razones de índole principalmente literaria que aducen esos críticos son suficien¬
tes para negar su autenticidad.
He aquí sus respuestas: III. Si los profetas que anuncian cosas futuras se
han de dirigir siempre a sus coetáneos, a aquellos que las pudieran entender, I
y por tanto, si la segunda parte de Isaías (XL-LXVI), en que el profeta
no habla a los judíos, sus contemporáneos, sino a los que lloraban en el des¬
tierro, como presente entre ellos, no puede ser de Isaías, desde mucho tiempo
rnuerto, sino de un autor desconocido, que vivía entre los desterrados. La
respuesta es negativa. IV. Si el argumento tomado de la lengua y el es¬
tilo es de tal peso que fuerce a un perito de la lengua hebrea a admitir
pluralidad de autores en el libro de Isaías. La respuesta es también negativa.
V. Si todos los argumentos aducidos, tomados en globo, son suficientes para
probar que el libro de Isaías no es sólo del profeta, sino de dos o más autores.
La respuesta es siempre negativa.
El texto del libro de Isaías es quizá el que parece haber sufrido más tras¬
locaciones, parece como si en él hubiera habido un terremoto. Hubiéramos que- I
rido restituirle al orden que nos parece fué el pritnitivo, mas para no produ- 1
cir confusiones en el lector le dejamos en el que actualmente tiene en el Uxto.
ISAIAS, 1
5y i
ISAIAS
\ anidad del culto exterior sin la
santidad interior.
| 1 * * * * Visión que Isaías, hijo de Amos,
tuvo aeeroa de Judá y Jerusalén,
en tiempos de Ozías, Joatam, Ajaz y
Ezequías, reyes de Judá (1).
2 ¡Oíd, cielos; escucha, tierra! ¡Que
habla Yavel Yo he eriado hijos y los
he engrandecido, y ellos se han rebe¬
lado eontra mí.
3 Conoce el buey a su dueño, y el
asno el pesebre de su amo; pero Israel
no entiende, mi pueblo no tiene cono¬
cimiento.
4 ¡Oh gente peeadora, pueblo car¬
gado de iniquidad, raza malvada,
hijos desnaturalizados! Se han apar¬
tado de Yave, han renegado del Santo
de Israel, le han vuelto las espaldas.
5 ¿A qué castigaros todavía, si
todavía os habréis de rebelar? Toda
la cabeza está' enferma; el corazón,
todo malo. 6 Desde la planta de los
pies hasta la cabeza, no hay en él
nada sano. Heridas, hinchazones, lla¬
gas podridas, ni euradas, ni venda¬
das, ni suavizadas con aceite.
7 Vuestra tierra está devastada,
vuestras eiudades quemadas; a vues^
tros ojos los extranjeros devoran
vuestra tierra, asolada eon asolación
de enemigos.
8 Ha quedado Sióti como una ea-
baña de viña, eomo ehoza de melo¬
nar, como ciudad asolada.
9 Si Yave Sebaot no nos hubiera
dejado un resto, seríamos ya como
Sodoma, nos asemejaríamos a Go-
morra.
10 Oíd la palabra de Yave, prín¬
cipes de Soodoina. Escucha la doctrina
de nuestro Dios, pueblo de Gomorra.
11 ¿A mí qué la muchedumbre de
vuestros sacrificios?, dice Yave. Harto
estoy de holocaustos de carneros,
(i) Este primer oráculo del profeta es uno de
sus más elocuentes discursos, en que reprende la
falsa devoción de Judá y nos declara a la vez
cuál es la religión que a Dios agrada, la au** sea
reflejo de su santidad.
del sebo de vuestros bueyes eebados,
no quiero sangre de toros ni de ovejas
ni de machos cabríos. 12 ¿Quién os
pide esto a vosotros, cuando venís
a presentaros ante mí, hollando mis
atrios?
13 No me traigáis más vanas ofren¬
das. El incienso me es abominable,
neomenias, sábados, fiestas solemnes;
las fiestas con crimen me son inso¬
portables. 14 Detesto vuestras neo¬
menias y vuestras festividades me
son pesadas, estoy cansado de sopor¬
tarlas.
15 Cuando alzáis vuestras manos,
yo cierro mis ojos; cuando hacéis
vuestras muehas plegarias, no es-
cueho. Vuestras manos están llenas
de sangre. 16 Lavaos, limpiaos, quitad
de ante mis ojos la iniquidad de
vuestras aceiones. Dejad de hacer el
mal. 17 Aprended a hacer el bien,
buscad lo justo, restituid al agra¬
viado, haced justicia al huérfano,
amparad a la viuda.
Invitación a la conversión,
18 Venid y entendámonos, dice
Yave: Aunque vuestros pecados fue¬
sen como la grana, quedarían como
la nieve. Aunque fuesen rojos como
la púrpura, vendrán a ser como lana
blanca.
19 Si vosotros queréis, si sois dóei-
les, comeréis los bienes de la tierra.
20 Si no queréis y os rebeláis, seréis
devorados por la espada. Lo dice la
boea de Yave.
21 ¿Cómo te has prostituido, eiudad
fiel, llena de justieia? Antes habitaba
en ella la justicia, ahora el homicidio.
22 Tu plata se ha tornado eseoria,
tu vino puro se ha aguado. 23 Tus
príneipes son prevaricadores, com¬
pañeros de bandidos. Todos aman las
dádivas y van tras los presentes, no
hacen justieia al huérfano, ni tiene
a ellos aceeso la eausa de la viuda.
24 Por eso diee el Señor, Yave Se¬
baot, el Fuerte de Israel: Voy a tomar
592
ISAÍAS, 2; 3
venganza de mis enemigos, voy a
pedir satisfacción a mis adversarios.
Castigo de los pecadores; salva»
eiúo do uií rosto.
25 Y tenderé mi mano sobre ti, y
purificare en la hornaza tus escorias,
y separaré el metal impuro. 20 Y
restituiré tus jueces como eran antes
y a tus consejeros-como-al principio.
Y te llamarán entonces ciudad de
justicia, ciudad fiel. 27 Y Sión será
redimida por la rectitud, y los con¬
versos de ella, por la justicia.
28 Los rebeldes, los pecadores, todos
a una serán quebrantados; los deser¬
tores de Yave serán aniquilados.
29 Entonces se avergonzarán de los
terebintos que tanto estiman, y de
los bosques en que se deleitan, 30 y
serán como terebinto despojado de
su follaje, y como jardín que carece
de agua. 31 Y su poderío será como
estopa y su obra como centella, y
arderán ambos juntamente, sin que
nadie pueda apagar el fuego.
Gloria del Israel mesiánieu.
2 1 * Lo que vió Isaías, hijo de Amós,
acerca de Judá y Jcrusalén.
2 Pero sucederá a lo postrero de
los tiempos (I), que el monte de la casa
de Yave será confirmado por cabeza
de los montes, y será ensalzado sobre
los collados, y correrán a él todas las
gentes, 3 y vendrán muchedumbres
de pueblos, diciendo: Venid, subamos
al monte de Yave, a la casa dej Dios
de Jacob, y él nos enseñará sus
caminos, y nosotros iremos por sus
sendas, porque de Sión ha de salir
la ley y de Jerusalén la palabra de
Yave. 4 * * El juzgará a las gentes y
dictará sus leyes a numerosos pue¬
blos, y de sus espadas harán rejas de
arado, y de sus lanzas, hoces. No
alzarán la espada gente contra gente,
ni se ejercitarán en la guerra. * Venid,
(i) Justifica la transposición de este hermoso
oráculo mesiánico la regla general que veremos
observada en nuestro profeta y en los demás, de
dar las esperanzas mesiánicas después de las
amenazas y los castigos. Jerusalén es constituida
foco de luz. centro de la religión divina, y las
naciones atraídas hacia ella, corren deseosas de
disfrutar de tanta dicha en la paz de Yave. que ^
será el Rey y Juez de todos.
;oh casa de Jacobí, y caminemos a
la luz de Yave.
6 Pues ciertamente has rechazado
a tu pueblo, a la casa de Jacob,
por estar llena de adivinos y hechi¬
ceros, como los filisteos, y haber
pactado con los extranjeros. 7 Su
tierra está llena de plata y de oro,
sus tesoros no tienen fin," llena de
caballos y carros sin número. 8 * Está
su tierra llena de ídolos, se prosternan
ante la obra de sus manos, ante lo
que sus dedos fabricaron.
* Todo hombre será derribado,
todo mortal humillado, no los per¬
donarás. 10 Meteos en los escondrijos
de las peñas, escondeos en el polvo,
ante la presencia aterradora de Yave,
ante el fulgor de su majestad, cuando
venga a castigar a la tierra. 11 Enton¬
ces serán abatidas las altivas frentes
de los hombres, será humillada la
soberbia humana, y sólo Yave será
exaltado aquel día. 12 Porque llegará
el día de Yave Scbaot, sobre todos
los altivos y soberbios, sobre cuantos
se ensalzan, para humillarlos; 13 sobre,
los altos y erguidos cedros del Líbano,
sobre las' robustas encinas de Basán,
1J sobre los montes soberbios y sobre
los altos collados, 15 sobre las a.tas
torres y sobre las fuertes murallas,
16 sobre las naves de Tarsis y sobre
todo lo bello a los ojos, 17 y será
abatida la altivez del hombre, y la
soberbia humana humillada, 18 y sólo
Yave se exaltará aquel día, y des¬
aparecerán todos los ídolos.
19 Meteos en los escondrijos de las
peñas, escondeos en el polvo, ante
la presencia aterradora de Yave, ante
el fulgor de su majestad, cuando
venga a castigar a la tierra. 20 Aquel
día arrojará el hombre entre topos
y murciélagos, sus ídolos de plata y
sus ídolos de oro, que se hizo para
adorarlos, 21 y se meterá en las
hendiduras de las peñas y en las
cavernas de las rocas, ante la pre¬
sencia aterradora de Yave y ante el
fulgor de su majestad, cuando venga
a castigar a la tierfa. 22 Cesad de apo¬
yaros sobre el hombre, cuya vida es
un soplo. ¿Qué estima podéis tener
de él?
Cabtigo de Judá.
'3 1 Jorque he aquí que el Señor
Yave Scbaot quitará a Jerusalén
y a Judá todo apoyo y soslén, el
ISAÍAS, i, 5
sostén del pan y el sostén del agua,
2 el guerrero, el hombre de armas, el
juez, el profeta, el adivino y el an¬
ciano, 3 el jefe de cincuenta, el grande
y el consejero, el mago y el hechicero.
4 Y les dará mozos por príncipes, y
reinará sobre ellos el capricho, 5 y
las gentes se revolverán los unos
contra los otros, cada uno contra su
vecino, y el mozo se alzará contra el
anciano, y el villano contra el noble.
6 Y se echarán unos sobre otros, sobfe
su vecino, diciéndole: Tienes un manto
en la casa de tu padre; ven y sé
nuestro jefe, y toma en tus manos
esta ruina. 7 Y el otro aquel día les
responderá: No soy médico yo, y en
mi casa no hay ni pan ni vestido,
no quiero ser jefe del pueblo.
8 Sí, Jerusalén está al borde de la
ruina, y caerá Judá, porque sus pala¬
bras y sus obras todas son contra
Yave, para irritar los ojos de su
majestad. 9 Sus frentes dan testimo¬
nio contra ellos, pues llevan como
Sodoma sus pecados a la vista, no
los disimulan. ¡Ay de ellos, que se
acarrean su propia ruina!
10 Bienaventurado el justo, porque
habrá bien, comerá el fruto de sus
obras . 11 ¡Ay del impío!, porque habrá
mal, recibirá el pago de las obras de
sus manos.
12 Mi pueblo está oprimido por
caprichosos, y se han apoderado de
él exactores. Pueblo mío, los que te
guían te descarrían, han torcido el
camino por que ibas.
13 Yave está en pie para acusar,
se alza para juzgar a los pueblos.
14 Yave vendrá a juicio contra los
ancianos y los jefes de su pueblo,
porque habéis devorado la viña, y
los despojos del pobre llenan vues¬
tras casas. 15 Porque habéis aplas¬
tado a mi pueblo, y habéis macha¬
cado el rostro de los pobres, dice el
Señor, Yave Sebaot.
16 Dice Yave: Ya que tan orgullosas
son las hijas de Sión, que van con la
cabeza erguida y mirando con des¬
vergüenza, pisando como si bailaran,
y haciendo sonar las ajorcas de sus
pies, 17 el Señor afeitará la cabeza
de las hijas de Sión, y decalvará
Yave sus frentes. 18 Aquel día quitará
el Señor todos sus atavíos, 19 ajorcas,
redecillas y lunetas, collares, pen¬
dientes, brazaletes, 20 cofias, cadeni¬
llas, cinturones, pomos de olor y
amuletos, 21 anillos, arillos,. 22 ves- (
tidos preciosos, túnicas, mantos, bol-
503
sitos, 23 espejos, velos, tiaras y man¬
tillas. 24 Y en vez de perfumes, habrá
hediondez; y en vez de cinturón, un
cordel; y en vez de trenzas, calvicie;
y en vez de vestido suntuoso, saco;
y'-en vez de hermosura, vergüenza.
25 Y los hombres caerán a la espada
y sus fuertes en la batalla. 26 Sus
puertas se entristecerán y gemirán,
y ella se sentará en tierra, desolada.
Gloria de! resto salvado.
^ 1 En aquel dia, siete mujeres
echarán mano a un hombre, di¬
ciendo: Comeremos de nuestro pan,
nos vestiremos con nuestras ropas,
pero que podamos llevar tu nombre,
quita nuestro oprobio. 2 En aquel
día será el renuevo de Yave gloria y
ornato (1), y el fruto de la tierra,
grandeza y honra de los que de Israel
quedaren. 3 Y los restos de Sión y los
sobrevivientes de Jerusalén serán
llamados santos, y todos los hombres
inscritos entre los naturales de Jeru-
'salén, 4 cuando lave el . Señor la
inmundicia de los hijos de Sión, y
limpie en Jerusalén las manchas de
sangre, al viento de la justicia, al
viento de la devastación; 5 cuando
venga Yave sobre todo el monté de
Sión, y^ sobre los lugares de sus asam¬
bleas, en nube’y humo de día, y en
resplandor de fuego y llama de noche;
y habrá protección sobre toda gloria,
6 y tabernáculo para proteger con¬
tra el calor del día, y para refugio
y abrigo contra el turbión y el agua¬
cero.
La parábola da la viña.
5 1 Voy a cantar a mi amado el
canto de la viña de sus ¿mores:
Tenía mi amado una viña en un
fértil recuesto. 2 La cavó, la descantó
y la plantó de vides selectas. Edificó
en medio de ella una torre, e hizo
en ella un lagar, esperando que le
daría uvas, pero le dió agrazones.
3 Ahora, pues, vecinos de Jerusalén,
juzgad entre mí y mi viña. 4 ¿Qué
más podía yo hacer por mi viña que
(i) Después de vaticinar la devastación es¬
pantosa de Judá y Jerusalén, en castigo de sus
injusticias y de su orgullo, acaba prometiendo
días gloriosos de restauración para el pequeño
resto, que recibirá la gracia del Señor después
de haber escapado de la justicia vengadora.
38
594
ISAIAS, 6
no le hiciera? ¿Cómo, esperando que
diese uvas, dió agrazones?
6 Voy, pues, a deciros ahora lo que
haré de mi viña: Destruiré su alba-
rrada, y será ramoneada. Derribaré
su cerca, y será hollada. 6 Quedará
desierta, no será podada ni cavada,
crecerán en ella los cardos y las
zarzas, y aun mandaré a las nubes
que no lluevan sobre ella. 7 Pues bien,
la viña de Yave Scbaot es la casa
de Israel, y los hombres de Judá son
su amado plantío. Esperaba de ellos
juicio, pero sólo hubo sangre ver¬
tida; justicia, pero sólo rebeliones.
Amenazas eonlra los perversos*
8 ¡Ay de los que añaden casas a
casas, de los que juntan campos y
campos, hasta acabar el término,
siendo los únicos propietarios en me¬
dio de la tierral 9 A mis oídos ha
llegado de parte de Yave Sebaot,
que las muchas casas serán asoladas;
las grandes y magníficas quedarán
sin moradores. 10 Y diez yugadas de.
viña sólo producirán un bal , y un
jomcr de simiente sólo dará un (ja.
11 ¡Ay de los que se levantan con
el alba, para seguir la embriaguez,
y se quedan por la noche hasta que
el vino los enciende, 12 en cuyos
banquetes hay arpas, cítaras, pan¬
deros, flautas y mucho vino, y no
reparan en las obras de Yave, ni ven
las obras de sus manos. 13 Por eso
mi pueblo será llevado cautivo, sin
que se dé cuenta, y sus grandes serán
consumidos por el hambre, y su
vulgo se secará de sed. 14 Por eso el
sepulcro ensanchará su seno, y abrirá
su boca sin medida. 15 Y el hombre
será humillado, y abatidos los varo¬
nes, y bajados los ojos altivos. 16 Y
Yave Sebaot ensalzado en el juicio,
y el Dios Santo santificado en la
justicia. 17 Ovejas pacerán allí como
en su pastizal y extranjeros devora¬
rán las destruidas posesiones de los
ricos.
18 ¡Ay de los que se arrastran el
castigo con cuerdas de vanidad, y
las penas del pecado como con co¬
yundas de carrol 19 ¡Ay de los que
dicen: Que venga pronto, que se dé
prisa, que veamos la obra de sus
manos, que venga, pues, y de una
vez acabe su plan el Santo de Israel,
y lo veamos nosotrosl
20 ¡Ay de los que al mal llaman
bien, que de la luz hacen tinieblas
y de las tinieblas luz, y dan lo amargo
por dulce y lo dulce por amargo!
21 ¡Ay de los que son sabios a sus
ojos, y son prudentes delante de sí
mismos! 22 ¡Ay de los que son valientes
para beber vino, y fuertes para mez¬
clar licores; 23 de los que por cohecho
dan por justo al impío, y quitan al
justo su justicia!
24 Por eso, como la lengua del fue¬
go devora el rastrojo, y como se con¬
sume en la llama la hierba seca, su
raíz se tornará podredumbre, y su
flor será arrebatada como el polvo.
Porque han rechazado la ley de Yave
Sebaot, y han despreciado la palabra
del Santo de Israel. 25 Por eso se ha
eneendido la cólera de Yave contra
su pueblo, y ha tendido contra él su
mano, y le ha herido; y tiemblan los
montes, y yacen los cadáveres en
medio de los caminos, como estiércol.
Mas con todo esto no se ha aplacado
la cólera, su mano queda tendida.
26 Alzará pendón a gente leja¬
na, y llamará silbando a los del cabo
de la tierra, que vendrán pronto y
velozmente. 27 No hay entre ellos
eansado ni vacilante, ni dormido ni
soinnoliento, 28 no se quitan de sus
lomos el cinturón, ni se desatan la
correa de los zapatos. Sus flechas son
agudas, y tensos sus arcos. Los cas-
eos de sus caballos son de pedernal,
y las ruedas de sus carros un torbe¬
llino, 29 su bramido es de león; ruge
como cachorro de león, gruñe y arre¬
bata la presa, y se la lleva, sin que
nadie pueda quitársela. 30 Habrá aquel
día un bramar contra ellos, como
bramido del mar, mirará a la tierra
y no habrá sino tiniebla y angustia,
se oscurecerá la luz en los cielos.
Vocación de Isaías al ministerio
profélico.
1 El año de la muerte del rey
Ozías vi al Señor sentado sobre
un trono alto y sublime, y sus hal¬
das henchían el templo (1). 2 Había
(i) Este capítulo nos cuenta la vocación de
Isaías, el mismo año en que murió el rey Ozias,
fecha que no podemos fijar. Yave se revela a su
profeta como el Dios de la santidad, que, por
lo mismo, la exige de su pueblo. «Sed santos, que
yo soy santo, Yave, vuesiro Dios», se repite mu¬
chas veces en el Levítico. Precisamente porque
el pueblo no la tiene ni parece estar dispuesto a
procurársela, por esio el Señor le amenaza con
ISAÍAS, 7
5Ú5
ante él serafines, que cada uno tenía
seis alas; con dos se cubrían el rostro,
con dos se cubrían los pies, 3 y con
las otras dos volaban, y los unos a los
otros se gritaban y se respondían:
¡Santo, Santo, Santo, Yave Sebaotl
¡Está la tierra toda llena de su gloria!
4 A estas voces temblaron las puer¬
tas en sus quicios, 5 y la casa se llenó
de humo. Yo me dije: «¡Ay de mí,
perdido soy!, pues siendo un hombre
de impuros labios, que habita en
medio de un pueblo de labios impu¬
ros, he visto con mis ojos al Rey,
Yave Sebaot.» 6 Pero uno de los sera¬
fines voló hacia mí, teniendo en sus
manos un carbón encendido, que
con las tenazas tomó del altar, 7 y
tocando con él mi boca, dijo: Mira,
esto ha tocado tus labios, tu culpa ha
sido quitada y borrado tu pecado.
8 Y oí la voz del Señor, que decía:
«¿A quién enviaré, y quién irá de
nuestra parte?» Y yo le dije: Heme
aquí, envíame a mí. 9 Y él me dijo:
Ve y di a ese pueblo: Oíd y no enten¬
dáis, 10 ved y no conozcáis. Endurece
el corazón de ese pueblo, tapa sus
oídos, cierra sus ojos. Que no vea
con sus ojos ni oiga con sus oídos,
ni entienda su corazón, y no sea
curado de nuevo. 11 Y yo dije: ¿Hasta
cuándo, Señor? Y él respondió: Hasta
que las ciudades queden asoladas y
sin habitantes, y las casas sin mora¬
dores, y la tierra hecha un desierto.
12 Hasta que Yave arroje lejos a los
hombres, y sea grande la desolación
en la tierra. 13 Si quedare un décimo,
será también para el fuego, como la
encina o el terebinto cuyo tronco se
abate.
Isaías y Ajaz.
n 1 Sucedió en tiempo de Ajaz (1),
* hijo de Joatam, hijo de Ozías,
rey de Judá, que Rasín, rey de Siria,
y Pecaj, rey de Israel, subieron
contra Jerusalén para combatirla,
una completa devastación. Los versículos 9 y io
deben mirarse como una figura de permisión. El
Señor, como hastiado de su pueblo, envía a un
profeta a endurecer al pueblo en el mal, no por¬
que sea éste su intento al enviar a Isaías, sino
porque va a ser el resultado del ministerio de
éste, a causa de las malas disposiciones del
pueblo.
(i) Los capítulos 7 a 12 forman el llamado
Libro del Emmanuel , en el cual la amable figura
del Niño aparece enlazada con la invasión asiria,
que amenaza a Judá y que traerá la devasta¬
ción tantas veces anunciada.
pero no pudieron tomarla. 2 Y tuvo
noticia la casa de David de que Siria
y Efraím se habían confederado, y
tembló su corazón y el corazón del
pueblo, como tiemblan los árboles
del monte a impulsos del viento.
3 Entonces dijo Yave a Isaías:
Sal luego al encuentro de Ajaz, tú y
tu hijo Sear-Jasub, al cabo del acue¬
ducto de la piscina superior, 4 camino
del campo del batanero, y dile: Ponte
en guardia, está tranquilo, no temas
nada y ten firme corazón ante esos
dos cabos de tizones humeantes, el
furor de Rasín, el sirio, y del hijo de
Romelia. 5 Ya que la Siria ha resuelto
tu ruina, con Efraím y el hijo de
Romelia, diciendo: 6 Marchemos con¬
tra Judá, apoderémonos de él, ense¬
ñoreémonos de él y démosle por rey
el hijo de Tabcl.
7 He aquí lo que dice el Señor,
Yave: Eso no se logrará, ni será así,
8 porque la cabeza de Siria es Da¬
masco, y la cabeza de Damasco,
Rasín, 9 y la cabeza de Efraím es
Samaría, y la cabeza de Samaría
el hijo de Romelia. Y si no tuviereis
fe, no permaneceréis.
10 Y dijo además Isaías a Ajaz:
11 Pide a Yave, tu Dios, una señal, o
de abajo en lo profundo, o de arriba
en lo alto. 12 Y contestó Ajaz: No la
pediré, no quiero tentar a Yave.
13 Entonces dijo Isaías: Oye, pues,
casa de David. ¿Os es poco todavía
molestar a los hombres, que molestáis
también a mi Dios? 14 El Señor
mismo os dará por eso la señal:
He aquí que la Virgen grávida está
dando a luz un hijo y le llama Emma¬
nuel (1). 15 Y se alimentará de leche
y miel, hasta que sepa desechar lo
malo y elegir lo bueno. 16 Pues antes
que el niño sepa desechar lo malo y
elegir lo bueno, la tierra por la cual
temes de esos dos reyes será devastada.
17 Hará venir Yave sobre ti, sobre
tu pueblo y sobre la casa de tu padre,
(i) Las dificultades de este vaticinio han
sido sentidas desde antiguo, por la unión con
que aparece ligado a la devastación asiria. Para
darnos cuenta del lenguaje del profeta, habremos
de suponer que habría tenido de Dios una muy
alta revelación de Emmanuel, la cual le dejó tan
impresionado, que no podía apartar el pensa¬
miento de ella. Así, al anunciar la inminencia
de la invasión asiria, toma por señal el mismo
Niño, que si entonces naciera, antes de llegar a los
años de la discreción, no tendría para alimen¬
tarse más que leche y miel. Estas abundarán
mucho, porque toda la tierra devastada será
pastizal para los ganados.
ISAÍAS, 8
59(i
días cuales nunca vinieron desde que
Efraím se separó de Judá. 18 Y en
esos días silbará Yave a la mosca
que está en los cabos del río de Egipto,
y a la abeja que está en la tierra de
Asiría, 19 y vendrán y se abatirán
en masa sobre valles y torrentes,
y sobre los huecos de las rocas y
sobre los zarzales y sobre los mato¬
rrales todos. 20 En esos días afeitará
el Señor con navaja alquilada del
lado de allá del río, y rasurará las
cabezas, los pelos del cuerpo, y qui¬
tará la barba.
21 En aquel día tendrá uno una
vaca y dos ovejas, 22 y por la gran
cantidad de leche que darán, co¬
merá mantequilla, pues de mante¬
quilla y miel se alimentarán todos
los que quedaren en la tierra. 23 Y
el lugar donde había mil viñas por
valor de mil sidos de plata, 24 se cu¬
brirá de cardos y de zarzas. Y se
entrará allá con arco y saetas, pues
toda la tierra será espinas y cardos.
25 Y a los montes que se cavaban y
escardaban no se irá ya, por temor
de las espinas y los cardos, quedarán
para pasto de bueyes y para ser pi¬
soteados por el ganado.
La destrucción de Samaría y de
Damasco, *
8 1 Díjoine Yave: Toma una tabla
grande, y escribe en ella 2 con
grandes caracteres: A Maher-solal-
jas-baz. Y tómame dos testigos fieles,
Urías, el sacerdote, y Zacarías, hijo
de Jaberequías. 3 Ác^rquéme a la
profetisa, que concibió y parió un
hijo, y Yave me dijo: Llámale Maher-
solal-jas-baz, 4 porque antes que el
niño sepa decir «padre mío, madre
mía», las riquezas de Damasco y el
botín de Samaría serán llevados por
el rey do Asiria.
ha invasión de «luda por los
«sirios.
6 Y me habló de nuevo Yave, y
me dijo: 6 Por haber despreciado este
pueblo las aguas de Siloé, que corren
mansamente, y haber temblado ante
Rasín y el hijo de Romelia, 7 va a
traer contra él el Señor aguas de
ríos caudalosos e impetuosos; al rey
de Asiria, con todo su poder, que
saltará todos sus diques y se desbor¬
dará por todas las riberas, 8 y lle¬
gando hasta Judá, 1 c inundará y le
cubrirá, llegándole el agua hasta el
cuello. Y tendiendo sus brazos, cu¬
brirá toda la tierra, ;oh Emmanuell
9 Aprended, pueblos, que seréis
quebrantados; oíd, todos vosotros, los
de lejanas tierras. Armaos, que vais
a ser quebrantados; apercibios, que
seréis quebrantados. 10 Trazad planes,
que serán deshechos; haced proyec¬
tos, que no se lograrán. Porque está
Dios con nosotros.
11 Así me ha hablado Yave, mien¬
tras se apoderaba de mí su mano,
y me advertía que no siguiese el ca¬
mino de este pueblo. Me dijo: 12 No lla¬
méis conjuración a lo que este pueblo
llama conjuración. No tengáis miedo
ni temor de lo que él teme, 18 a Yave
Sebaot habéis de santificar, de él
habéis de temer, de él tened miedo.
14 El será piedra de escándalo y pie¬
dra de tropiezo para las dos casas
de Israel, lazo y red para los habi¬
tantes de Jerusalén. 16 Y muchos de
ellos tropezarán, caerán, y serán que¬
brantados, y se enredarán en el lazo
y quedarán cogidos.
16 Guardare el testimonio, sellaré
esta enseñanza para mis discípulos,
17 y esperaré a Yave, que oculta su
rostro a la casa de Jacob. En él es¬
peraré. 18 Henos aquí a mí y a mis
dos hijos, que me dió Yave, como
señales y presagios en Israel, de parte
de Yave Sebaot, que mora en el
monte de Sión. 19 Y todavía os dirán
sin embargo: Consultad a los evoca¬
dores y a los adivinos, que murmu¬
ran y susurran: ¿No debe un pueblo
consultar a sus dioses y a sus muer¬
tos, 20 sobre la suerte de los vivos,
para conocimiento y testimonio? Se¬
guramente eso es lo que os dirán.
Noche sin aurora, 21 tribulación y
hambre invadirán la tierra, y enfu¬
recidos por el hambre maldecirán a
su rey y a su Dios. 22 Alzarán sus
ojos «arriba, luego mirarán a la tie¬
rra, pero sólo angustia y tinieblas,
oscuridad v tribulación. Mas se pasará
la noche, 23 y no habrá ya tinieblas
para el puebío que andaba en angus¬
tia (1).
(i) Conquistada Damasco (732). Teglatfa-
lasar devastó e! norte del reino de Samaría, de¬
vastación que el profeta nos pinta como una tor¬
menta, a la que sucederá la luz, que traerá el ma¬
ravilloso vástago de David, a quien nos retrata
con manifiestos rasgos divinos. Los verslcu-
I los 5, 26-30 que nes describen la invasión con
I la imagen de una tormenta podrían ser la
introducción a este vaticinio.
ISAÍAS, 9, 10
597
Como al principio cubrió de opro¬
bio a la tierra de Zabulón y a la
tierra de Neftalí, a lo último lle¬
nará de gloria el camino del mar y
la otra ribera del Jordán, la Galilea
de las gentes.
Después del castigo, Israel será
liberado por el Rey Mesías.
Q 1 El pueblo que andaba en ti¬
nieblas vió una luz grande; sobre
los que habitaban en la tierra de
sombras de muerte resplandeció una
brillante luz. 2 Multiplicaste la ale¬
gría, has hecho grande el júbilo, y
se gozan ante ti, como se gozan los
que recogen la mies, como se alegran
los que se reparten la presa. 3 Rompis¬
te el yugo que pesaba sobre ellos,
el dogal que oprimía su cuello, la
vara del exactor, como en el día de
Madián. 4 Y han sido echados al
fuego, y devorados por las llamas,
los zapatos jactanciosos del guerrero
y el manto manchado de sangre.
5 Porque nos ha nacido un niño, nos
ha sido dado un hijo, que tiene sobre
su hombro la soberanía, y que se
llamará Maravilloso consejero, Dios
fuerte. Padre sempiterno, Príncipe
de la paz, 6 para dilatar el imperio
y para una paz ilimitada, sobre el
trono de David y sobre su reino,
para afirmarlo y consolidarlo en el
derecho y la justicia, desde ahora
para siempre jamás. El celo de Yave
Sebaot hará esto.
El castigo de los perversos.
7 El Señor ha mandado palabra
para Jacob, que ha caído en Israel,
8 y llegará a conocimiento de todo
el pueblo, de Efraíin y de los habi¬
tantes de Samaría. Los que en su
soberbia y en su dureza de corazón
se decían: 9 Han caído los ladrillos,
pero edificaremos con sillares; han
sido cortados los sicómoros, pero en
su lugar pondremos cedros. 10 11 12 Yave
fortalecerá contra ellos a sus ene¬
migos, al ejército de sus enemigos.
11 La Siria al este, y los filisteos al
oeste, que a boca llena devorarán a
Israel. Ni con todo esto se aplacará
su ira, antes erguirá todavía tendida
su mano.
12 Pero el pueblo no se ha vuelto
al que le hería, no ha buscado a Yave
Sebaot; 13 y Yave cortará de Israel
la cabeza y la cola, el ramo y la caña
en un mismo día. 14 Los ancianos, los
grandes: he ahí la cabeza; el profeta,
doctor de mentiras: he ahí la cola.
16 Porque los que guían al pueblo se
descarrían, y los guiados van per¬
didos. 16 Por eso el Señor no se com¬
place en sus mancebos, ni tiene pie¬
dad de sus huérfanos y sus viudas.
Porque todos son impíos y malvados,
y toda boca dice despropósitos. Ni
con esto se aplaca su ira, antes se¬
guirá todavía tendida su mano.
17 Porque la iniquidad se ha en¬
cendido como fuego, que devora car¬
dos y zarzas, y consume la maleza
del bosque, subiendo el humo en
remolinos. 18 Por el furor de Yave
Sebaot se abrasará la tierra, y el
pueblo será presa del fuego. 19 Des¬
pedazan a derecha, y se quedan con
hambre; devoran a izquierda, y no
se sacian. 20 Cada cual devora a su
prójimo, y nadie se apiada de su
hermano. ~ Manases, contra Efraím,
Efraím contra Manasés, y ambos a
dos contra Judá. Ni con todo esto se
aplaca su ira, antes seguirá todavía
tendida su mano.
1 () 1 y de los que dan leyes ini¬
cuas y prescripciones tiránicas,
2 para apartar del tribunal a los po¬
bres, y conculcar el derecho de los
desvalidos, para despojar a las viu¬
das, y robar a los huérfanos. 3 ¿Qúé
haréis el día de la visitación, del
huracán que viene de lejos? ¿A quién
os acogeréis, para que os proteja?
¿Qué será de vuestros tesoros? 4 De
no ir curvados entre los cautivos,
habrán caído entre los muertos. Ni
con todo esto se aplaca la .ira de
Yave, antes seguirá todavía tendida
su mano.
El reino de Asiría será destruido.
5 ¡Ay de ti, Asur, vara de mi có¬
lera, bastón de mi furor! 6 Yo le mandé
contra una gente impía, le envié
contra el pueblo objeto de mi furor,
para que saquease e hiciera de él su
botín, y le pisase como se pisa el
polvo de las calles, 7 pero él no tuvo
los mismos designios, no eran éstos
los pénsamientos de su corazón. Su
deseo era desarraigar, exterminar pue¬
blos en gran número. 8 Porque él
dice: Reyes son todos mis príncipes.
598
ISAÍAS, 11
9 ¿No ha sido esa la suerte de Calno,
la de Carquemis, la de Ibamot, no
ha sido la de Arpad y la de Samaría,
la misma de Damasco? 10 Así se apode¬
ró mi mano de reinos de ídolos, más en
número que los de Jerusalén y Sa¬
maría. 11 ¿No podré hacer con Jeru¬
salén y sus ídolos lo que hice con
Samaría y los suyos? 12 Pero sucederá,
que cuando el Señor haya realizado
toda su obra sobre el monte de Sión
y Jerusalén, castigará el Señor al rey
de Asiria, por el orgullo de su co¬
razón y sus insolentes palabras. 13 El
diee: Con la fuerza de mi brazo he
hecho eso, con mi sabiduría y mi
prudencia, y borré las fronteras de
los pueblos, y saqueé sus tesoros, y,
todopoderoso, derribé a los que se
sentaban en los tronos. 14 Mi mano
ha cogido la riqueza de los pueblos,
como se eoge un nido; como quien se
apodera de huevos abandonados, me
he apoderado yo de la tierra toda.
Y nadie sacudió las alas, ni abrió el
pico, ni dió un chillido. 15 ¿Se enso¬
berbece el hacha contra el que la ma¬
neja, la sierra contra el que la mue¬
ve? Como si la vara dirigiera al que
la levanta, o el bastón al que lo
lleva. 16 Mas por eso el Señor, Yave
Sebaot, herirá de flaqueza ese cuerpo
tan robusto. Y debajo de su gloria
encenderá un fuego, eomo fuego de
incendio. 17 Y la luz de Israel se
convertirá en fuego, y su Santo en
llama, para quemar y devorar en
un solo día sus cardos y sus espinas.
18 Y la hermosura de su bosque y
de su vergel quedará del todo des¬
truida, 19 y los árboles que de su selva
queden serán tan pocos, que un niño
podrá contarlos.
Israel será liberado.
20 En aquel día el resto de Israel y los
sobrevivientes de la casa de Jacob no
se apoyarán ya sobre el que los hirió,
sino que se apoyarán con fidelidad en
Yave, el Santo de Israel. 21 Volverá un
resto, un resto de Jacob, al Dios fuerte.
22 Porque aunque fué tu pueblo,
Israel, tan numeroso como las are¬
nas del mar, sólo un resto volverá.
Decretada está la destrucción, que
acarreará la justicia, 23 y este decreto
de destrucción lo ejecutará el Señor,
Yave Sebaot, en toda la tierra. Por
eso diee el Señor, Yave Sebaot;
24 Pueblo mío, que habitas en Sión,
no temas que Asur te hiera con la
vara y alce contra ti su bastón, como
el Egipto. 25 Dentro de poco tiempo,
dentro de muy poco, mi cólera lle¬
gará al fin, y mi furor los destruirá.
26 Yave Sebaot alzará contra ellos
el azote, eomo cuando hirió a Madián
en la roca de Horcb, y el mar con
su báculo, como lo levantó un día con¬
tra Egipto; 27 y en ese día se quitará
su peso de sobre tus espaldas y su
yugo de sobre tu cuello.
Inminencia de la invasión.
28 Ya avanza del lado de Rimón,
ha llegado a Ayot; pasa por Magrón,
y deja en Miqmas su impedimenta.
29 Han pasado el desfiladero, y du¬
rante la noche han acampado en
Gucba. 30 Rama está temblando,
Gaba de Saúl está en fuga; lanza
gritos, hija de Galim, escucha, Lais,
respóndele, Anatot. 31 Madmcna huye,
los habitantes de Gabim han esca¬
pado. 32 Hoy todavía hace alto en
Nob, y alza su mano contra el monte
de la hija de Sión, contra el monte
de Jerusalén.
83 He aquí que Yave Sebaot des¬
gajará con fuerza las ramas, las ci¬
meras serán cortadas, y las altas
abatidas. 34 La madera del bosque
será cortada a hiervo, y echados a
tierra los cedros del Líbano.
El reino del Alesins, reino de paz
y universal.
11 1 Y brotará una vara del tronco
de Jcsé, y retoñará de sus ralees
un vástago (1). 2 Sobre el que repo¬
sará el espíritu de Yave, espíritu de
sabiduría y de inteligencia, espíritu
de consejo y de fortaleza, espíritu
de entendimiento y de temor de Yave.
8 Y pronunciará sus decretos en el
(i) Otra vez, después de describirnos la in¬
vasión del asirio y la gloria y poder de éste, se¬
mejantes a un soberbio bosque, que, sin em¬
bargo, será destruido, lo contrapone al humilde
renuevo del tronco de Jesé, sobre quien descan¬
sará el espíritu de Yave y que traerá la paz, no
sólo a los restos de Judá, sino a todas las nacio¬
nes que le buscarán. Este Espíritu se manifes¬
tará en formas varias que la Teología llama
dones del Espíritu Santo, que se hallan en
Cristo de un modo eminente, de otro nipdo
en sus fieles.
isaías ; 12, 13
599
temor de Yave. No juzgará por la
vista de ojos, ni argüirá por oídas
de oídos, 4 sino que juzgará en jus¬
ticia al pobre, y en equidad a los
humildes de la tierra. Y herirá al
tirano con los decretos de su boca,
y con su aliento matará al impío.
6 La justicia será el cinturón de sus
lomos, y la fidelidad el ceñidor de
su cintura. 6 Habitará el lobo con el
cordero, y el leopardo se acostará
con el cabrito, y comerán juntos el
becerro y el león, y un niño pequeño
los llevará. 7 La vaca pacerá con
la osa, y sus crías se echarán juntas,
y el león, como el buey, comerá paja.
8 El niño de teta jugará junto a la
hura del áspid, y el recién destetado
meterá la mano en la caverna del
basilisco. 9 No habrá más ya daño
ni destrucción en todo mi monte
santo, porque estará llena la tierra
del conocimiento de Yave, como lle¬
nan las aguas el mar.
10 En aquel día el renuevo de la,
raíz de Jesé se alzará como estandarte
para los pueblos. Y le buscarán las
gentes, y será gloriosa su morada.
11 En aquel día, de nuevo la mano
del Señor redimirá al resto de su
pueblo, a lo que reste de Asur y de
Egipto, de Patros, de Cus, de Elam,
de Senaar, de Hamat y de las islas
del mar. 12 Alzará su estandarte para
las naciones, y reunirá a los disper¬
sos de Israel, y juntará a los disper¬
sos de Judá, de los cuatro confines
de la tierra; y ya Judá no será más
enemigo de Efraím. 13 Y cesará la
envidia de Efraím, y serán destrui¬
dos los enemigos de Judá. Y no en¬
vidiará ya más Efraím a Judá, y
Judá no será más enemigo de Efraím.
14 Y se lanzarán contra la costa de
los filisteos a occidente, y juntos sa¬
quearán a los hijos de oriente; Edom
y Moab les servirán, y los hijos de
Ammán les estarán sujetos. 16 Y se¬
cará Yave la lengua de mar de Egipto
y levantará con fortaleza su mano
sobre el río, y herirá sus siete brazos,
que podrán pasarse a seco. 16 Y abrirá
camino a los restos de, su pueblo,
a los que quedarán de Asur, como lo
abrió para Israel el día de su salida
de Egipto.
Cántico de liberación.
|0 1 Y aquel día dirás: Yo te ala-
** bo, Yave, porque te irritaste
contra mí, pero se aplacó tu cólera,
y me has consolado. 2 Este es el Dios
de mi salvación, en él confío, y nada
temo, porque mi fuerza y mi canto
es Yave, él ha sido para mí la salud.
3 Sacaréis con alegría el agua de las
fuentes de la salud, y diréis aquel
día: 4 Alabad a Yave, cantad a su
nombre, pregonad sus obras en medio
de los pueblos, proclamad que su
nombre es sublime. 5 Cantad á 1 Yave,
que hace cosas grandes, que lo sepa
la tierra toda. 6 Cantad, jubilad, mo¬
radores de Sión, porque grande es
en medio de vosotros el Santo 'de
Israel.
Oráculo contra Babilonia.
I o 1 Oráculo sobre Babilonia, que
* vió Isaías, hijo de Amós (1).
2 Alzad bandera sobre lo alto de
un monte desnudo, gritadles, haced¬
les señas con las manos, para que
entren por las puertas de los prínci¬
pes. 3 Yo mando a mi ejército con¬
sagrado para la guerra, y llamo a
mis valientes para ejecutar mi ira,
a los que triunfan para mi gloria.
4 Murmullo de muchedumbres en los
montes, ruido de muchas gentes, de
reinos, de gentes reunidas. Yave Se-
baot revista al ejército que va a
combatir. 5 Viene de tierra lejana,
de los confines de los cielos, Yave,
con los instrumentos de su furor,
para asolar la tierra toda.
6 Lamentaos, que se acerca el día
de Yave, que vendrá como azote del
Todopoderoso, 7 y desfallecerán todos
los brazos, y se helarán todos los
corazones de los hombres. 8 Se llena¬
rán de terror y de angustia, y de
dolor se retorcerán como parturienta.
Se mirarán con estupor unos a otros,
y se encenderán en llama sus rostros.
9 Lamentaos, porque se acerca el
día de Yave, y cruel, con cólera y
furor ardiente, para hacer de la
tierra un desierto, y exterminar a
los pecadores. 10 Las estrellas del
ciclo y sus luceros no darán su luz,
y el sol se oscurecerá en naciendo,
y la luna no hará brillar sus luz.
II Yo castigaré al mundo por su crí-
(i) Este oráculo contra Babilonia es un mo¬
delo de los discursos contra las naciones. La jus¬
ticia de Yave a todos alcanza. Las naciones pode¬
rosas son instrumento de su cólera; pero como
al obrar se dejan llevar de su orgullo, habrán de
caer bajo la justicia divina. Dios lo anuncia para
consuelo de los oprimidos.
1,00 ISAIAS, 14
menes, y a los malvados por sus ini¬
quidades. Yo haré cesar la insolen¬
cia de los soberbios, v abatiré la al¬
tivez de los opresores. 12 Yo haré
que sean los hombres más escasos
que el oro fino, más que el oro de
Ofir. 13 Yo haré estremecer a los
cielos, y temblará la tierra en su
lugar, ante la indignación de Yave
Sebaot, el día del furor de su ira.
14 Entonces, como cierva asustada,
como ovejas sin pastor, se irá cada
uno a su pueblo, huirá cada uno a
su tierra. 15 Cuantos fueren habidos
serán degollados, cuantos fueren co¬
gidos caerán a la espada. 16 Sus hijos
serán estrellados a sus ojos, sus casas
incendiadas, sus mujeres violadas.
17 Yo despertaré contra ellos a los
inedos, que no se cuidan de la plata
ni codician el oro. 18 Y los arcos...
aplastarán a los mancebos, y no harán
gracia al fruto del vientre, ni tendrán
sus ojos piedad de los niños. 10 En¬
tonces JJabilonia, la flor de los reinos,
ornamento de la soberbia de los cal¬
deos, será como Sodoma y Gomorra,
las que destruyó Dios. 20 Xo volverá
ya jamás a ser habitada ni poblada
en los siglos venideros. No alzará allí
el árabe su tienda, ni se apacentarán
allí ganados. 21 Morarán allí las fie¬
ras, y los buhos llenarán sns casas.
Habitarán allí los avestruces, y harán
allí los sátiros sus danzas. 22 En sus
palacios aullarán los chacales, y los
lobos en sus casas de recreo. Está
para llegar su tiempo, no se alarga¬
rán mucho sus días.
Promesa de liberación, y canto
triuufuL
14 ! Yave se apiadará de Jacob,
todavía escogerá a Israel, y los
establecerá en su tierra. A ellos se
unirán extranjeros, se unirán a la
casa de Jacob. 2 las tomarán los
pueblos, y los llevarán a su lugar,
y la casa de Israel los tendrá por
siervos y siervas en la tierra de Yave.
Cautivarán a los que los habían cau¬
tivado, y dominarán a los que los
dominaron. 3 Entonces, el día en que
Yave te dará el reposo de tus fatigas,
de tus penas y de la dura servidum¬
bre a que estuviste sometido, 4 can¬
tarás este canto conlra el rey de Ba¬
bilonia, y dirás:
¿Cómo se acabó el opresor, y pasó
la vejación? 5 Rompió Yave la vara
de los impíos, el cetro de los tiranos.
6 El que castigaba a los pueblos con
furor, sin cansarse de fustigar, el que
en su cólera subyugaba a las nacio¬
nes bajo un yugo cruel. 7 Toda la
tierra está eii paz, toda en reposo
y en cantos de alegría. 8 Hasta los
cipreses se alegraron de tu ruina, con
los cedros del Líbano. Desde que tú
quedaste inmóvil nadie sube ya a
abatirnos. 9 El sepulcro mismo se
conmueve en sus profundidades, para
salir a recibirte, y despierta a las
sombras de los grandes de la tierra,
y hace dejar sus tronos a todos los
reyes del orbe.
10 Y todos a voces te dicen: ¿Tam¬
bién tú, también tú te debilitaste
como nosotros, y has venido a ser
uno de tantos? 11 Ha bajado al se¬
pulcro tu gloria al son de arpas; los
gusanos serán tu lecho, y gusanos
serán tu cobertura. 12 ¿Cómo caíste
del cielo, lucero brillante, hijo de
la aurora? Echado por tierra el do¬
minador de las naciones. 13 Tú, que
decías en tu corazón: Subiré a los
cielos; en lo alio, sobre las estrellas
de Dios, elevaré mi trono. Me insta¬
laré en el monte santo, en las profun¬
didades del aquilón. 14 Subiré sobre
la cumbre de las nubes y seré igual
al Altísimo. 15 Al sepulcro es a donde
has bajado, a las profundidades del
abismo.
16 Para verte mejor, se detienen y
te contemplan, diciéndose: ¿Es éste
el que hacía temblar a la tierra, el
que trastornaba los reinos, 17 el que
hacía del mundo un desierto, devas¬
taba las ciudades y no liberaba a sus
cautivos? 18 Todos los reyes de las
naciones reposan con honor, cada
uno en su morada; 19 pero tú has sido
arrojado a tu sepulcro, como un
vil tronco, como un despojo de muerto
a la espada, que se tira en un montón
de piedras, como cadáver que se pi¬
sotea con los pies. 20 Tú no tendrás
con ellos sepultura, porque mataste
a tu pueblo, Xo se hablará ya jamás
de la raza del impío.
21 Aparejaos para la matanza de
los hijos, por la impiedad del padre.
No se levanten para conquistar la
tierra y llenar el mundo de ruinas.
22 Yo me alzaré contra ellos, dice
Yave Sebaot, yo aniquilaré a Babi¬
lonia, y raeré su nombre y sus restos,
su raza y su germen, dice Yave.
23 Yo la liaré hura de erizos y fan¬
gosa charca, y la barreré con la es-
ISAÍAS, 15, 16
601
coba de "la destrucción, dice Yave
Sebaot.
Oráculo contra Asiria.
24 Yave Sebaot lo ha jurado, di¬
ciendo: Sí, lo que yo he decidido lle¬
gará, lo que yo he resuelto se cum¬
plirá. 25 Yo romperé al asirio en mi
tierra, y se les quitará de encima
su yugo, y arrojarán su carga de sobre
sus espaldas, 26 he ahí la resolución
tomada contra toda la Asiría, he ahí
la mano tendida contra todos los
pueblos. 27 Yave Sebaot ha tomado
esta resolución, ¿quién se le opondrá?
Tendida está sp mano, ¿quién la
apartará?
Oráculo contra la Filistea.
28 El año de la muerte del rey Ajaz
se dió este oráeulo: 29 No te alegres
tú, Filistea toda, por haberse roto la
vara que te hería, porque de la raza
de la serpiente nacerá un basilisco,
y su fruto será un dragón volador.
30 Los hijos de los pobres se apacen¬
tarán en mis pastos, y los humildes
dormirán seguros. Yo haré morir de
hambre a tu raza, y destruiré lo que
de ti queda. 31 Gime, ¡oh puerta! grita,
% ¡oh ciudad!, cae desfa.lecida la Filistea
toda. Viene del aquilón una huma¬
reda, viene el enemigo en apretados
haces, 32 ¿y qué se responderá a los
mensajeros de las naciones? Yave
fundó a Sión, y a ella se acogerán
los desvalidos de su pueblo.
Oráculo contra Moab.
1 ^ 1 * Oráculo sobre Moab.
Ved, atacado de noche, Ar-Moab
está en ruinas; atacado durante la
noche, está en ruinas Quir-Moab.
2 La gente de Dibón ha subido a los
altos para llorar, y Moab se lamenta
por Nebo y por Madaba. Todas las
cabezas están rasuradas, todas las
barbas afeitadas. 3 Salen por las calles
vestidos de saco, por los terrados,
por las plazas; todos se lamentan,
todos lloran.
4 Hesebón y Eleale lanzan gritos,
cuyos ecos se oyen hasta Jahas. Moab
siente desfallecer sus riñones, y su
alma desmaya. 5 Salen gritos del co¬
razón de Moab, sus huidos llegan a
Segor, a Eglat-Silisiya. Suben llo¬
rando la cuesta de Luhit, van dando
gritos de angustia por el camino de
Horonaim.
6 Se han secado las aguas de Nim-
zim, se ha secado el heno, se ha mar¬
chitado la hierba, todo verdor ha
desaparecido. 7 Llévense sus bienes
y sus provisiones al otro lado del
torrente de los sauces. 8 El llanto
rodea las fronteras de Moab, los la¬
mentos llegan hasta Eglaim, y hasta
Becr-Eliza los alaridos. 9 Porque las
aguas de Dimón están llenas de san¬
gre, y todavía mandaré sobre Dimón
nuevos males. Un león para los es¬
capados de Moab, y para los sobre¬
vivientes de la tierra.
1 Enviad la hija del Señor de
^ la tierra desde las rocas del
desierto al monte de Sión (1).
2 Gomo aves que espantadas huyen
de su nido, así van las hijas de Moab
por los vados del Arnón. 3 Resuelve,
decide, haz sombra como de noche
en pleno mediodía, para ocultar a
los desterrados; no entregues a los
fugitivos. 4 Esconde dentro de ti a
los desterrados de Moab, protégelos
del devastador, hasta que acabe la
invasión, cese la destrucción, y deje
la tierra el invasor.
5 El trono se afirmará por la cle¬
mencia; y sobre ese trono se sentará
siempre, en la tienda de David, un
juez celoso de la justicia, y sabio en
discernir el derecho. 6 Bien sabemos
lo soberbio que es Moab, el orgulloso,
su arrogancia, su orgullo, su insolen¬
cia, su palabrería. 7 -Por-eso, lamén¬
tese Moab ’ por . Moab, , sean todo'la¬
mentos; suspiren profundamente con¬
movidos por las tortas de uvas pasas
de Quir-Hareset; 8 las naciones han
pisoteado la viña de Sibma, cuyas
ramas se extendían hasta Jazer, cuyos
sarmientos llegaban hasta muy lejos,
y pasaban el mar. 9 Por eso uno mis
llantos a los llantos de Jazer por la
viña de Sibma, y os riego con mis
lágrimas, Hesebón y Eleale, sobre
cuyos frutos y cosechas estallaba el
grito del lagarero. 10 Ya no hay gozo
(i) No todos los vaticinios sobre las naciones
extranjeras son amenazas. Los capítulos 15 y 16
tratan de una invasión de Moab, sin duda por
los asirios. El profeta muestra la benevolencia
de Jerusalén hacia los invadidos descendientes
de Lot, y manda que envíen la población moabita
a Sión, donde encontrarán un refugio contra el
invasor.
002
ISAÍAS, 17, 18
y alegría en tus vergeles, ya no hay
cantos ni gritos de júbilo en las viñas,
ya no se pisa el vino en los lagares,
ya cesaron los gritos del lagarero.
41 Por eso mis entrañas vibran como
un arpa por Moab, y mi corazón por
Quir-Hares.
12 Verán a Moab subir con fatiga
a sus altos, y entrar en sus santuarios
para pedir y no obtener nada. 13 Esta
es la palabra que sobre Moab pro¬
nunció Yave en otro tiempo; 14 y
ahora dice esto Yave: Dentro de tres
años, como son los años del jornalero,
será abatida la soberbia de Moab,
con toda su gran arrogancia, y que¬
dará de ella bien poco, casi nada.
Orúenlo sobre Damasco.
17 1 Oráculo sobre Damasco (1).
Ved a Damasco, borrada del
número de las ciudades. No es más
qtie un montón de ruinas. 2 Sus ciu¬
dades, desiertas para siempre, sirven
de majada a los ganados. Allí duer¬
men sin que nadie los espante. 3 Ya
no hay ayuda para Efraím, ya no
existe el reino de Damasco. Y del
resto de Aram y de su gloria, será
lo que de la gloria de los hijos de
Israel, dice Yave Scbaot. 4 Será en
aquel tiempo atenuada la gloria de
Jacob, y enflaquecerá su bien nutri¬
do cuerpo. 5 Como cuando el segador
siega la mies, y coge las espigas con
su mano; 6 * como cuando se espiga
en el valle de Refaím; como cuando
se hace el rebusco después de cose¬
chada la aceituna; dos o tres granos
en la cima de la copa, cuatro o cinco
en las ramas del árbol, dice Yave,
Dios ele Israel.
7 Aquel día se volverá el hombre a
su Hacedor, sus ojos mirarán al Santo
de Israel. 8 No mirará a los altares
de las obras de sus manos, no se vol¬
verá a los que hicieron sus dedos,
a los ascras, ni a las imágenes del
sol. 9 Aquel día serán tus ciudades
fortificadas, como las ciudades fuer¬
tes de los amorreos y los je veos;
10 abandonadas al acercarse los hijos
de Israel, serán tierra devastada.
Porque te olvidaste del Dios de tu
(i) Oráculo contra Damasco, subyugada por
los asirios, de quienes no la pudieron librar sus
ídolos. Isaías, lleno el espíritu de los tiempos
mesiánicos, ve el día en que también Damasco
reconocerá al Señor y se volverá al Santo de
Israel.
salud, y no te acordaste del que era
tu fortaleza. Para eso plantaste los
jardines de Adonis, y pusiste en ellos
los pámpanos de un dios extraño.
11 El día mismo en que los plantabas
los veías crecer, y al día siguiente
todas las plantas tenían flores; pero
la cosecha ha sido nula para el día
de la angustia, y el dolor es irreme¬
diable.
12 ¡Ahí Ruido de muchedumbres
innumerables, como el estruendo del
mar; tumulto de naciones, como el
estrépito de aguas copiosísimas.
13 Los amenaza él, y huyen lejos,
ahuyentados como el tamo de los
limpiadores, arrebatado del viento,
como el polvo arrebatado por hura¬
canado torbellino. 14 A la hora de la
tarde será el espanto, y a la mañana
habrán desaparecido. Esa será la
suerte de los que nos aplastan, la
suerte de los que nos saquean.
Oráculo sobre Etiopía.
1 Q 1 ¡Ay de la tierra del zumbido de
1 9 alas, de tras los ríos de Cus! 2 La
que envía mensajeros por el mar, en
naves de juncos sobre las aguas. Id vo¬
lando, mensajeros, al pueblo de eleva¬
da talla y piel brillante, a la nación
temible y lejana, 3 a la nación fuerte
y conquistadora, cuya tierra está
surcada de ríos. Todos vosotros, los
moradores del mundo, los habitantes
de la tierra, cuando sobre el monte
se alce la bandera, mirad. Cuando
oigáis sonar la trompeta, escuchad.
4 Porque he aquí lo que me ha dicho
Yave (1):
Yo miro tranquilo mi morada,
como calienta sereno un sol brillante,
como nube de rocío en el calor de la
vendimia. 5 Porque antes de la ven¬
dimia, cuando hayan caído las flores,
y los frutos se hayan hecho maduros
racimos, se podarán los sarmientos
con la podadera, y aun serán qui¬
tadas, arrancadas las cepas. 6 Y se
dejarán a merced de los buitres de
los montes y de las bestias del llano.
(i) Otro oráculo contra los etíopes, que domi¬
naban en Egipto y eran la esperanza de muchos
israelitas contra Asiria. Senaqucrib los venció
en Altacu, obligándolos a volverse a su tierra,
donde más tarde los perseguirían los asirios.
También aquí el profeta entrevé el día feliz en
que este pueblo vendrá a ofrecer sus dones a
Yave en su monte de Sión, lo que es anunciar
los tiempos mesiánicos.
ISAÍAS, 19
603
Allí pasarán los buitres el verano,
y las bestias del llano el invierno.
7 En aquel tiempo traerán ofren¬
das a Yave Sebaot, del pueblo de
alta talla y piel brillante, del pueblo
temible, lejano, de la nación fuerte
y conquistadora, cuya tierra está
surcada de ríos, a la morada del
nombre de Yave Sebaot, al monte
de Sión.
Oráculo sobre Ej/ipto.
JO 1 * Oráculo sobre Egipto (1).
2 Ved cómo Yave, montado
sobre ligera nube, llega al Egipto.
Ante él tiemblan todos los dioses de
Egipto, y el corazón del Egipto se
queda helado de espanto. 3 Yo ar¬
maré a egipcios contra egipcios, y
lucharán hermanos contra hermanos,
amigos contra amigos, ciudad contra
ciudad, reino contra reino. Y el
Egipto perderá su espíritu, y se con¬
fundirán sus consejos, preguntarán
a sus ídolos y a sus magos, a sus evo¬
cadores y adivinos.
4 Yo entregaré al Egipto en manos
de un dominador cruel; un rey duro
se adueñará de ellos, dice el Señor,
Yave Sebaot. 6 Las aguas del mar
se agotarán, y el río se consumirá,
se secará. 6 Los canales se estancarán,
los canales del Egipto bajarán y se
secarán; juncos y cañas se doblarán.
7 Los prados del Nilo, a las riberas
del río, cuanto el Nilo hace crecer,
se secará, caerá, morirá. 8 Gemirán y
se lamentarán los pescadores, cuantos
echan en el Nilo sus anzuelos y cuan¬
tos tienden sus redes en las aguas
estarán desesperados.
9 Los que trabajan el lino estarán
consternados; peinadoras e hilado¬
ras, desconcertadas. 10 Los tejedores,
afligidos, y todos los obreros en la
mayor desolación.
11 Los príncipes de Zoán son del
todo locos; el consejo de los conse¬
jeros de Faraón es consejo necio.
¿Cómo decís al Faraón: Somos hijos
de sabios, hijos de los antiguos reyes?
12 ¿Dónde están, pues, tus sabios?
Dígante ahora y hágante saber lo
(i) El tema es la invasión de Egipto por los
asirios, como en el vaticinio anterior; pero aquí
el pensamiento mesiánico está más desarrollado.
Egipto acudirá a rendir culto a Yave, y las dos
naciones enemigas. Asiria y Egipto, harán las
paces, siendo Israel la mediadora, y todos tres
recibirán las bendiciones del Señor.
que Yave Sebaot ha determinado
sobre Egipto. 13 Los príncipes de
Zoán son del todo locos, los prín¬
cipes de Nof van errados, los jefes
de familias engañan a Egipto. 14 Yave
ha derramado sobre ellos un espí¬
ritu de vértigo, y descarrían al Egipto
en cuanto hace, como desatina el
borracho en su borrachera.
15 No le saldrá bien al Egipto cosa
alguna, haga cabeza o haga cola,
haga palma o haga junco. 18 Aquel
día serán los egipcios como mujeres,
se aterrarán y temblarán ante la
mano de Yave Sebaot, tendida contra
ellos. 17 Entonces la tierra de Judá
será para el Egipto motivo de es¬
panto, y quienquiera le oiga nombrar,
se asombrará de los designios de
Yave Sebaot acerca de él. 22 Pues
Yave castigará al Egipto, hiriendo
y sanando, y se convertirán a Yave,
que se dejará mover a compasión,
y lo curará. 21 Yave hará que los
egipcios le conozcan, y el Egipto
conocerá aquel día a Yave, y le ofre¬
cerán sacrificios y oblaciones, y harán
votos a Yave, y los cumplirán.
18 En aquel día habrá en tierra de
Egipto cinco ciudades que hablarán
la lengua de Canán, y jurarán por
Yave Sebaot, y de ellas una se lla¬
mará la Ciudad del Sol. 19 Aquel
día habrá en tierra de Egipto altar
para Yave, y en sus fronteras estelas
de Yave. 20 Esto será para Yave
Sebaot señal y testimonio en la
tierra de Egipto, y cuando clamen a
Yave en sus tribulaciones, Yave les
mandará un salvador, un vengador
que los librará. 23 Y aquel día habrá
camino de Egipto a Asiria, y el
asirio irá a Egipto, y el egipcio a
Asiria. Y egipcios y asirios servirán
a Yave. 24 Aquel día Israel será'Terce-
ro con el Egipto y la Asiria, como
bendición en medio de la tierra.
25 Bendición de Yave Sebaot, que
dice: Bendito mi pueblo de Egipto;
Asiria, obra de mis manos; e Israel,
mi heredad.
Oráculo sobre Kfjipto y Etiopía.
9Q 1 El año en que el Tartán vino
a Azoto (1), mandado por
Sargón, rey de Asiría y combatió a
(i) En 711, Azoto se levantó contra Asiria,
confiada en el auxilio del Egipto. El ejército de
Asiria la sometió, haciéndola sufrir un duro cas-
ISAÍAS, 21, 22
í)0 4
Azoto y la tomó, 2 habló Yave por
Isalas, "hijo de Amós, diciendo: Ye,
quítate de los lomos el saco y des¬
cálzate los pies. Hízolo así Isaías,
andando desnudo y descalzo; 3 y dijo
Yave: Como anduvo Isaías, mi siervo,
desnudo y descalzo tres años, señal
y pronóstico sobre Egipto y sobre
Etiopia, 4 asi llevará el rey de Asiria
la cautividad de Egipto y la trans¬
migración de Etiopia, de mozos y
viejos, desnudos y descalzos, al aire
las nalgas, vergüenza de Egipto. 5 Y
los que contaban con Etiopia y se
enorgullecían de Egipto quedarán
consternados y confusos; 6 y los
moradores de esta tierra dirán: Mirad
a los que eran nuestra esperanza, a
los que pensábamos acogernos para
que nos sirvieran de refugio y pro¬
tección contra el rey de Asiria. ¿Cómo
escaparemos nosotros?
Oráculo sobre Babilonia.
21 1 Oráculo sobre el desierto
del mar.
Como del mediodía el huracán des¬
encadenado, viene también esto del
desierto, de la tierra espantosa. 2 Me
ha sido mostrada una terrible visión:
saqueadores saqueando: asoladorcs
asolando. Lánzate, Elam. Asediad,
medos, sin piedad. 3 Mis entrañas
se han llenado de angustia, y soy
presa de dolores como de parturienta,
Aturdido, ya no oigo; espantado, ya
no veo. 4 Pasmóse mi corazón, el
Ierror me invadió, la plácida noche
me llena de espanto*.
5 Han puesto la mesa, han ten¬
dido el mantel, comen, beben. ¡Arriba
príncipes! ¡A engrasar el cscudol
6 Porque ved lo que me ha dicho el
Señor: Ve, pon uno en atalaya que
comunique lo que vea. 7 Si ve un
tropel de caballos, de dos en dos, un
tropel de asnos, un tropel de came¬
llos, 6 que mire atentamente, muy
atentamente, y que grite: Ya los veo.
Asi estoy yo. Señor, en atalaya, sin
cesar todo el día, y me quedo en mi
puesto toda la noche.
9 Llegan tropeles de gentes, caba¬
llos de dos en dos, se alza una voz,
tigo, con gran confusión de quienes les habían
promeñdo ayuda. El Señor manda a su profeia
que vaya desceñido y descalzo por las calles de
Jerusalén, para dar a entender a los compatriotas
que en Egipto ponían su confianza cuán frágil
era el bastón en que querían apoyarse.
y dice: .Cayó! ¿Babilonia ha caído!
Todas las imágenes de sus dioses
yacen por tierra destrozadas. 10 ¡Oh
pueblo mío! pisado, trillado como la
mies, yo te comunico de parte de
Yave Sebaot, Dios de Israel, lo que vi.
Ornenlo sobre Edom.
11 Oráculo sobre Edom.
Danme voces desde Seir: Vigilante,
¿qué hay de la noche? Vigilante,
¿qué hay de la noche? 12 El vigilante
responde: Viene la mañana, viene
también la noche. Preguntad, si que¬
réis, volved a preguntar.
Oráculo sobre la Arabia.
13 Oráculo sobre Arabia.
Pasad la noche en un monte del
desierto, corazones de Dcdán. 14 A
los que tengan sed, llevadles agua:
habitantes de la tierra de Tema, dad
pan a los fugitivos. 15 Porque van
huyendo de la espada, ante la espada
desenvainada, ante los tensos arcos,
ante los horrores de la guerra. 16 Pues
lie aqui lo que me lia dicho el Señor:
Dentro de un año, como 17 año de
jornalero, se acabará toda la gloria
de Cedar. Quedarán muy pocos de
los valientes arqueros de, Cedar. Lo
dice Yave, Dios de Israel.
Oráculo sobre Jerusalén.
22 1 Oráculo sobre el valle de la
** Visión.
2 ¿Qué tienes para subirte asi toda
a los terrados, ciudad turbulenta,
llena de tumulto, ciudad de alborotos?
Tus heridos no son heridos a la es¬
pada, no han muerto en el combate.
8 Tus jefes han huido todos a la vez,
han sido apresados sin la defensa del
arco. 'Lodos tus guerreros lian sido
cogidos en masa, huían lejos, muy
lejos.
4 Por eso digo: Apartaos de mi,
dejadme verter amargas lágrimas, no
me importunéis con vuestros consue¬
los, por la ruina de mi pueblo.
5 Porque es día de alboroto, <lc angus¬
tia y de confusión, de parte de Yave
Sebaot. En el valle de la Visión
derrumbamiento tic murallas, grite¬
río cu la montaña.
6 Elam ha cogido su aljaba, Aram
ISAÍAS, 23
605
ha montado a caballo, Quir ha sacado
el escudo. 7 Tus hermosos valles
están llenos de carros, acampan los
jinetes a sus puertas. 8 Cayó el velo
que cubría a Judó, y en tal día miras
a los arsenales de la casa del bosque,
9 y examinas las numerosas brechas
abiertas en la ciudad de David, y
recoges las aguas del estanque infe¬
rior. 10 Cuentas las casas de Jeru-
salén, y derribáis para fortalecer las
murallas. 11 Y hacéis foso entre los
dos muros, con las aguas de la pis¬
cina vieja; pero no miráis al que ha
dispuesto estas cosas, no veis al que
de mucho ha las preparó.
12 El Señor, Yave Sebaot, os invita
en ese día a llorar, a gemir, a rasurar
la cabeza, a ceñir el saco. 13 Pero
en vez de eso hay júbilo y alegría,
matanza * de bueyes y de ovejas,
comilonas y borracheras. Dicen: Co¬
mamos y bebamos, que mañana mori¬
remos. 14 Yave Sebaot me lo ha reve¬
lado: Este pecado no os será perdo¬
nado hasta la muerte, dice Yave
Sebaot.
15 Así dice Yave Sebaot: Ve a ese
cortesano, a Sobna, mayordomo del
palacio (1). 16 ¿Qué tienes tú aquí
o a quién tienes tú aquí, para labrarte
aquí sepulcro? Se está labrando se¬
pulcro en la altura, se talla una
morada en la roca. 17 Pero Yave te
lanzará con fuerte golpe, te echará
a rodar con ímpetu, como una bola
a tierra extensa, donde morirás. 18 Allí
morirás, allí tendrás tu glorioso se- .
pulcro, ¡oh vergüenza de la casa de
tu seííorl 19 Yo te echaré de tu puesto,
Yave te arrancará de tu lugar.
20 Aquel día llamaré yo a mi siervo
Elyaquim, hijo de He,cías, 21 y le
revestiré de tu túnica, y le ceñiré
con. tu cinturón, y pondré en sus
manos el poder. El será un padre
para los habitantes de Jerusalén y
para la casa de Judá. 22 Pondré sobre
su hombro la llave de la -casa de
David; abrirá y nadie cerrará, ce¬
rrará y nadie abrirá. 23 Le hincaré
como clavo en lugar firme, y será
honrosa silla de la casa de su padre.
24 Será el sostén de todfa la gloria de
la casa de su padre, de hijos y nietos,
de todos los utensilios, de vasos y
(i) Este fragmento es una invectiva contra
el prefecto del palacio, Sobna, que debía de opo¬
nerse a la acción del profeta. Este le anuncia su
caída y la sustitución por otro, Eliacín, que ten¬
drá una conducta muy otra de la de Sobna.
fuentes. 25 Aquel día, dice Yave Se¬
baot, el clavo que estuvo hincado en
lugar firme será arrancado, y caerá
roto, y el peso que de él pendía se
perderá, pues así lo dice Yave.
Oráculo sobre Tiro.
k ) 1 Oráculo sobre Tiro (1).
Gemid, naves de Tarsis. Vues¬
tro puerto está destruido. A la vuelta
de la tierra de Quitim les dieron la
noticia. 2 Los habitantes de la cos¬
ta del mar están estupefactos. El
mercader fenicio que atraviesa los
mares 3 * cuyos mensajeros van sobre
la muchedumbre de las aguas, cuya
cosecha era el trigo de Sijor, cuya
ganancia la feria de los pueblos.
4 Avergüénzate, Sidón, pues el mar
te dice, te dice la fortaleza del mar:
No has sido madre, no has parido,
no has criado hijos, no has educado
hijas. 5 Cuando el Egipto sepa la
noticia, temblarán, al conocer la
caída de Tiro.
6 Pasaos a Tarsis, lamentaos, mora¬
dores de la costa. 7 ¿Es ésta vues¬
tra ciudad alegre, la de antiguo
origen, que iba con sus pasos a leja¬
nas regiones? 8 ¿Quién decretó tal
cosa contra Tiro, la coronada, cuyos
mercaderes eran príncipes, cuyos ne¬
gociantes eran grandes de la tierra?
9 Yave Sebaot lo decretó, para abolir
la soberbia orgullosa, para humillar
del todo a los grandes de la tierra.
10 Pasa a tu tierra, hija de Tarsis,
que tu puerto no existe ya. 11 Yave
tendió su mano sobre el mar, e hizo
temblar a los reinos, y ordenó la
destrucción de las fortalezas de Canán.
12 Dijo: No te regocijes, Fenicia,
virgen deshonrada. Levántate y vete
a la tierra de Quitim, que ni aun allí
habrá reposo para ti. 13 Mira la tierra
de los caldeos, que ha entregado él a
fieras salvajes; alzaron sus torres,
(r) La grande y rica ciudad comercial de
Tiro es objeto de muchos vaticinios proféticos.
En los conatos de liberación emprendidos por
los principes de Canán y Siria, Tiro tenía una
parte principal y, por lo mismo, tuvo que sufrir
los ataques asirios. Pero lo más interesante del
oráculo es su conclusión. Lleno de la idea mesiá-
nica el ánimo del profeta, anuncia para des¬
pués de una generación, setenta aiíos, la res¬
tauración de Tiro, que volverá a su tráfico, y
entonces todas las ganancias adquiridas en el
comercio y profanadas con el culto de los ídolos
serán consagradas al Señor para alimentar y
vestir a quienes le sirven.
606
ISAÍAS, 24, 25
edificaron sus palacios, pero él los
convirtió en ruinas.
14 Gemid, naves de Tarsis, que
vuestro puerto ha dejado de existir.
15 Sucederá aquel día, que Tiro que¬
dará en olvido setenta años, los años
de la vida de un rey; y al cabo de
setenta años será Tiro como dice el
canto de la cortesana: 16 Coge la
cítara, y recorre la ciudad, ramera
olvidada; toca lo mejor que sepas,
y canta bien alto, a ver si se acuerdan
de ti.
17 Y al cabo de setenta años, visi¬
tará Yave a Tiro, y ésta recibirá de
nuevo su merced, y se prostituirá a
todos los reinos del mundo, sobre la su¬
perficie de la tierra; 18 pero su merced
y sus ganancias serán consagradas a
Yave; no serán guardadas ni atesora¬
das, sino que serán para los que habitan
ante Yave, para nutrirlos abundan¬
temente y vestirlos espléndidamente.
Devastación universal.
*)J, 1 He aquí que Yave devasta la
tierra, la convierte en un de¬
sierto (1). Trastorna la superficie
de la tierra y dispersa a sus habi¬
tantes, 2 lo mismo al pueblo que al
sacerdote, al siervo y a su amo, a
la criada y a su señora, al que compra
y al que vende, al que presta y al
que toma prestado, al acreedor y al
deudor.
3 La tierra será devastada, entre¬
gada al pillaje; lo decretó Yave.
4 La tierra está desolada, marchita,
el mundo perece, languidece, perece
el cielo con la tierra. 5 * * La tierra está
profanada por sus moradores, que
traspasaron la ley, falsearon el dere¬
cho, rompieron la alianza eterna.
6 Por eso, la maldición consume la
tierra, y sus moradores llevan sobre
sí las penas de sus crímenes. Por eso
los moradores de la tierra son consu¬
midos y reducidos a corto número.
7 Y se pierde el vino, y enferma la
vid, y suspiran cuantos antes se
regocijaban. 8 Y ha cesado la alegría
(i) Este capítulo y los tres siguientes for¬
man un verdadero apocalipsis, y como todas las
obras de este género, ésta es oscura. El profeta
se desliga cuanto puede del medio ambiente his¬
tórico que le rodea, y se traslada con su espíritu i
a tiempos futuros y cercanos del fin de las cosas,
para pintarnos la manifestación de la justicia I
de Dios contra la impiedad y su misericordia >
para con los justos.
de los panderos, y se acabó el estre¬
pitoso regocijo y el alegre sonar del
arpa. 9 Ya no beben el vino entre
cantares, y las bebidas son amajgas
al que las bebe. 10 Y están las ciuda¬
des desiertas, en ruinas, cerradas las
casas, sin que nadie entre en ellas.
11 Laméntanse por las calles: Ya no
hay vino, cesó todo gozo, desterróse
de la tierra la alegría. 12 La ciudad
ha quedado en soledad y las puertas,
abatidas, en ruinas. 13 porque está
la tierra, están los pueblos, como
cuando se sacude el olivo, como
cuando se hace el rebusco después
de la vendimia.
14 Alzan sus voces, lanzan gritos de
alegría desde las orillas del mar,
cantan la majestad de Yave. 15 Glo¬
rifican a Yave en las islas, en las
islas del mar, el nombre -de Yave,
Dios de Israel. 16 Oyese cantar desde
los confines de la tierra: ¡Gloria al
Justo! Pero yo en mi tristeza digo:
¡Ay de los impíosl
17 Terror, hoya, red, sobre ti, ha¬
bitante de la tierra; 18 el que esca¬
pe al terror, caerá en la hoya; el que
escape a la hoya, se enredará en la
red. Abrense las cataratas en lo alto,
y tiemblan los fundamentos de la
tierra. 19 La tierra se rompe con
estrépito, retiembla, salta en pedazos.
20 Tiembla como un ebrio, vacila como
una choza, pesan sobre ella sus peca¬
dos, y caerá para no volver a levan¬
tarse' 21 Entonces, aquel día, visitará
Yave la milicia de los cielos en la
altura, y abajo a los reyes de la
tierra. 22 Y serán encerrados, presos
en la mazmorra, quedarán encarce¬
lados en la prisión, y después de
muchos días serán visitados. 23 La
luna se enrojecerá, el sol palidecerá,
cuando Yave Sebaot será proclamado
rey. Y sobre el monte de Sión, en
Jeritsalén, resplandecerá su gloria
ante sus ancianos.
Gloria de los elegidos.
1 Yave, tú eres mi Dios; yo te
ensalzaré, y alabaré tu nombre,
porque has cumplido designios mara¬
villosos, de mucho ha verdaderos con
verdad. 2 Porque hiciste de la ciudad
un montón de piedras; de la ciudad
fuerte una ruina. Ya la ciudadcla de
los impíos no es ciudad, y no será
jamás reedificada. 3 * Por eso te ala¬
bará un pueblo fuerte, y te temerá la
ISAÍAS, 26
607
ciudad de las naciones poderosas.
4 Porque eres tú el refugio del débil,
el refugio del pobre en la aflicción,
amparo contra la tempestad, sombra
contra el calor. Pues el aliento de
los poderosos es como una borrasca
de invierno, 5 como calor sobre tierra
seca; humillarás el orgullo de los
impíos; 6 como el calor a la sombra
de una nube, se extinguirá el canto
triunfal de los poderosos.
6 Y preparará Yave Sebaot a
todos los pueblos, sobre este mon¬
te, un festín de suculentos man¬
jares (1), un festín de vinos genero¬
sos, de manjares grasos y tiernos, de
vinos selectos y clarificados; 7 y
sobre este monte hará desaparecer el
velo que vela a todos los pueblos, la
cortina que cubre a todas las nacio¬
nes. 8 Y destruirá a la muerte para
siempre, y enjugará el Señor, Yave,
las lágrimas de todos los rostros,
y alejará el oprobio de su pueblo
lejos de toda la tierra. Lo dice Yave.
Cántico de los redimidos.
9 Y se dirá en aquel día: He aquí
nuestro Dios, hemos esperado en él
que nos salvaría. Ahí está Yave, a
quien esperábamos; gocémonos y ale¬
grémonos de su salud. 10 Porque la
mano de Yave se posará sobre este
monte, y Moab será pulverizado,
como se pulveriza la paja en el mula¬
dar, 11 allí tenderá sus brazos, como
los tiende el nadador para nadar; pero
Yave abatirá su soberbia y los esfuer¬
zos de sus manos, 12 sus manos fuer¬
tes y soberbias; los destruirá, los derri¬
bará, los echará a tierra, en el polvo.
26 1 En aquel día cantarán este
cántico en la tierra de Judá:
Tenemos una ciudad fuerte, por
muro y antemuro nos da él la salva¬
ción. 2 Abrid las puertas, que entre
el pueblo justo y fiel, 3 esperanza
inquebrantable, conservarás la paz
y reinará en ti la confianza. 4 Con¬
fiad siempre en Yave, pues Yave es
(i) Los sacrificios pacíficos eran ocasión de
alegres festines en el recinto del santuario, a los
cuales el Deuteronomio exhorta a invitar a los
pobres y levitas; el Señor anuncia aquí que dará
en Sión un gran banquete a todos los pueblos,
a quienes, para mayor solaz, protegerá contra
los ardores con una nube, como la que en el de¬
sierto protegía a Israel.
la roca eterna. 6 El destruye a los
que habitan en las alturas, él derriba
a la ciudad soberbia. 6 El la derriba
y la humilla hasta la tierra, y es
hollada por pies, por los pies de los
pobres y los débiles.
¡ 7 La senda de los justos es
recta, derecho es el camino que tú
‘ abres al justo. 8 Nosotros te espe-
i ramos en el sendero de tus juicios.
! ¡Oh Yavel Tu nombre, tu memoria,
¡ es el deseo de mi alma. 9 Deséate
mi alma por la noche, y mi espíritu
te busca dentro de mí, pues cuando
aparezcan sobre la tierra tus juicios,
aprenderán los hombres la justicia.
10 Si al impío se le hace gracia, no
aprende la justicia, y en la tierra del
bien él hace el mal. Desaparezca
de la tierra el impío; que no vea la
majestad de Yave.
11 Alzada está tu mano, ¡oh Yavel;
no lo han visto, pero ya verán, con-
í fundidos, tu celo por tu pueblo, y
el fuego devorará a tus enemigos.
| 12 Depáranos la paz, ¡oh Yavel,
j pues que cuanto hacemos, eres tú
quien para nosotros lo haces. 13 Yave,
Dios nuestro; otros señores, que no
tú, se enseñorearon de nosotros. Pero
gracias a ti, sólo tu nombre invoca¬
remos. 14 Los muertos no revivirán,
no resucitarán las sombras, tú los
castigaste y destruiste, tú borraste
su nombre.
15 Multiplica al pueblo, ¡oh Yavel,
multiplica al pueblo, muéstrate glo¬
rioso, extiende los confines de la
tierra. 16 En la aflicción, ¡oh Yavel,
te hemos buscado, hemos clamado
en la angustia, cuando tu castigo nos
hería. 17 Como la mujer encinta
cuando llega el parto, se retuerce y
grita en sus dolores, así estábamos
nosotros lejos de ti, ¡oh Yavel 18 Con¬
cebimos, y en dolores de parto pari¬
mos viento; no dimos salud a la
tierra y no nacieron habitantes. 19 Re¬
vivirán tus muertos, resucitarán sus
cadáveres (1). Alzaos y cantad, los
que yacéis en el polvo, pues tu rocío
es rocío de luz, y renacerán las som¬
bras del seno de la tierra.
20 Anda, pueblo mío. Entra en tu
casa y cierra las puertas tras de ti;
ocúltate por un poco, mientras pasa
la cólera. 21 Porque va a salir Yave
(i) Este pasaje habla de la resurrección del
pueblo; pero no es fácil decidir si es la resurrec¬
ción nacional de que habla Ezequiel (37) o la
individual de Daniel (2, 2).
608
ISAIAS. 27, 28
de su inorada, para castigar la ini¬
quidad de los moradores de la tierra.
Y la tierra dará a ver la sangre que
ha bebido, no encubrirá más sus
muertos.
OT 1 Aquel día castigará Yave.con
su espada pesada, grande y
poderosa, al Leviatán, a la serpiente
huidiza, al Leviatán, la serpiente
tortuosa, y matará al dragón que
está en el mar.
2 Aquel día se dirá: Cantad a la
viña hermosa; yo, Yave, la guardo.
3 Yo la riego a todas horas, para que
no caiga su follaje; 4 yo la guardo día
y noche, sin enojo. Que salen cardos
y zarzas, yo les haré la guerra y los
quemaré todos, 6 a no ser que se
pongan bajo mi protección, y hagan
la paz conmigo, hagan conmigo la
paz.
6 Vendrá día en que Jacob echará
raíces, e Israel echará flores y retoños,
y llenará la tierra con su fruto. 7 ¿Le
hirió acaso Yave, como hirió a los
que le herían? ¿Le mató, como mató
a los que le mataban? 8 Le castigó
arrojándole al destierro, echándole
con su soplo impetuoso, como viento
solano. 9 Aquí se expió el crimen de
Jacob, y he aquí el fruto del perdón
de su pecado. Desmenuzó Yave las
piedras de sus altares como piedras
calizas, y los aseras y las estelas
del sol no volverán a levantarse.
10 Sí, la ciudad fuerte fue asolada,
ha quedado desierta, abandonada
como un desierto. Allí pacen los
bueyes, allí duermen, allí ramonean.
11 Cuando las ramas están secas, se
rompen, vienen las mujeres y les
prenden fuego. Es un pueblo sin
conocimiento; por eso el que le hizo
no tuvo piedad de él, el que le formó
no se compadeció de él. 12 Entonces
hará Yave la cosecha de sus frutos,
desde el curso del río hasta el torrente
de Egipto, y vosotros seréis recogidos
uno a uno, hijos de Israel. 13 Entonces
se tocará la gran trompeta, y vendrán
los dispersos en la tierra de Asur y
los fugitivos en Egipto, y se pros¬
ternarán ante Yave en el monte
santo de Jerusalén.
•Inicio contra Samaría y contra
•Jerusalén.
28 1 ¡Ay de la corona soberbia de
los bebedores de Efraíni, de 1.a
flor marchita de la hermosura de su
gloria, que se alza sobre la cima en
el fértil valle de los que se atracan
de vinol (1). 2 He aquí que Yave
manda a un fuerte y poderoso, como
turbonada de granizo, como huracán
devastador, como chaparrón impe¬
tuoso de aguas torrenciales, que todo
lo inundan y derriban. 3 Será piso¬
teada la corona soberbia de los be¬
bedores de Efraím, y la flor mar¬
chita de la hermosura de su gloria,
4 que se alza sobre la cima en el
fértil valle de los que se atracan de
vino. Será como breva tempranera,
que se adelanta a la cosecha, y en
viéndola, se coge y se come.
6 En aquel día" Yave Sebaot será
corona de gloria y diadema de her¬
mosura para las reliquias de su pue¬
blo. 6 Espíritu de justicia para el
que anda en justicia, y de fortaleza
para el que haya de rechazar el asal¬
to de las murallas. 7 También ellos
se tambalean por el vino, y se enton¬
tecen con las bebidas. Sacerdotes y
profetas vacilan, embriagados por
los licores inebriantes; se ahogan en
el vino, y se aturden con las bebidas
fuertes, y yerran en la visión, y tro¬
piezan en el juicio. 8 Las mesas están
todas llenas de vómitos e inmundi¬
cias, no hay lugar para más.
9 ¿A quién se le va a enseñar la
sabiduría? ¿A quién se van a dar lec¬
ciones de la doctrina? ¿A los recién
destetados? ¿A los que apenas han
sido arrancados de los pechos? 10 ¿Va¬
mos a balbucear constantemente:
sav lasav , sav lasav, sav lasav, ze.r
sam , z°r mw? (2). 11 Pues bien,
sí, balbuceando, como quien tarta¬
mudea en una lengua extranjera,
será como se enseñe a este pue¬
blo.
12 Habíales dicho: Aquí está el
reposo, dad reposo para el fatigado,
aquí está el descanso; 13 pero no han
querido obedecer, y ahora Yave les
dirá: sav lasav , sav lasav, sav lasav,
zer sam , z n r sam . Y así, al andar,
(1) El comienzo de este capitulo va dirigido
contra Samaría antes de su ruina (721). y sin
duda no es más que un breve fragmento de un
oráculo más exienso.
(2) Estas palabras, que se repiten en el ver¬
sículo 13, no tienen sentido alguno; son un reme¬
do del balbuceo de los niños en las escuelas. El
profela dice que hablará asi a los impíos, que
no quieren escuchar, para que no entiendan la
palabra del Señor que los podría librar. Se
reproduce en otra forma el pensamiento
de 6. 9.
ISAÍAS, 29
609
caerán de espaldas, y serán quebran¬
tados y cogidos en el lazo.
14 Oíd, pues, burlones, la palabra
de Yave; oídla, maestros del pueblo
de Jcrnsalén. 15 Vosotros decís: He¬
mos hecho pacto con la muerte, nos
hemos concertado con el sepulcro;
el azote desencadenado pasará sin lle¬
gar a nosotros: nos hemos hecho de la
mentira abrigo, de la perfidia re¬
fugio.
16 Por eso dice el Señor, Yave:
Yo lie puesto en Sión por funda¬
mento una piedra, piedra probada,
piedra angular, de precio, sólidamente
asentada. El que cu ella se apoye,
no titubeará. 17 Y de la justicia haré
regla, y del derecho haré nivel. La
granizada echará abajo el abrigo de
la mentira, y las aguas torrenciales
se llevarán "el refugio de perfidia.
18 Vuestro pacto con la muerte que¬
dará roto, y vuestra convención con
el Seol, anulada. 19 Cuando el azote
desencadenado pase, os aplastará;
siempre que pase, os llegará. Y pasa¬
rá todas las mañanas, pasará de día
y de noche, y su espantoso terror
os servirá de lección. 20 La cama será
corta para poder estirarse, y la manta
demasiado eslrecluí para "poder en¬
volverse. 21 Porque se alzará Yave,
como en el monte de Perasim, y ru¬
girá de cólera, como en el valle de
Gabaón, para realizar su obra, obra
extraordinaria, para hacer sn labor,
labor inaudita. 22 No os burléis, pues,
no se aprieten todavía más vuestras
ataduras, pues decretada está la des¬
trucción para la tierra toda; yo se
lo he oído a Yave Sebaot.
23 Atended, oid mi voz, escuchad,
oíd mis palabras. 24 ¿Acaso está siem¬
pre el labrador arando, cavando o
rastrillando? 23 Después de allanar
la superficie, ¿no siembra la neguilla
o esparce el comino, o echa el trigo
en líneas, o la cebada en su sitio y
la avena en el suyo? 26 Su Dios los
instruye, y les enseña cómo han de
hacer. 27 Ni tampoco se trilla la ne¬
guilla con el trillo, ni se hace pasar
sobre el comino la rueda de la ca¬
rreta, sino que la neguilla se bate
con un palo, y el comino se bate con
la vara. 28 Y el trigo, ¿se muele acaso
en la era? No; es pisado sin cesar,
se hace pasar sobre él la rueda del
carro, pero no se muele. 29 También
esto lo enseña Yave Sebaot, cuyos
consejos son admirables, y cuya
sabiduría es muy grande.
Cnsticjo de Jerusalén.
90 1 ¡Ay de Ariel, ay de Ariel, la
" ciudad en que habitó DavidI
Añadid a un año otro año, hasta que
se complete el ciclo de las fiestas.
2 Luego yo atacaré a Ariel, y habrá
llantos y" gemidos. 3 Serás para mí
un verdadero Ariel. Como te asedió
David, te asediaré yo; te rodearé de
una circunvalación, y alzaré baluar¬
tes contra ti. 4 Y serás derribada,
vendrá a tierra tu palabra, y tus
ahogados sonidos saldrán • del polvo,
y saldrá de la tierra tu voz como la
de un fantasma, y del polvo tu pala¬
bra como un murmullo. 5 Pero la
muchedumbre de tus enemigos será
como fino polvo, la turba de tus
dominadores como paja que vuela.
Y vendrá esto de repente, en un mo¬
mento, porque te socorrerá Yave
Sebaot, 6 con truenos, estruendo y
gran ruido, con huracán, tempestad
y llama de fuego devorador. 7 Será
como un sueño, como visión noctur¬
na, la muchedumbre de las gentes
que combaten a Ariel, que la atacan
y embisten sil fortaleza, y la estre¬
chan de cerca. 8 Como el hambriento
sueña que come, y se levanta con el
estómago vacío, como sueña que
bebe el sediento, y se levanta luego
agotado y desfallecido, lo mismo su¬
cederá a la muchedumbre de gentes
que atacan el monte de Sión.
9 Espantaos, asombraos, ofuscaos,
cegad. Embriagaos, pero no de vino;
bamboleaos, pero no de embriaguez,
10 porque derrama Yave sobre vos¬
otros un espíritu de letargo, y cierra
vuestros ojos, y vela vuestras ca¬
bezas. 11 Toda revelación es para
vosotros como libro sellado; se le da
a leer a quien sabe leer, diciéndole:
Lee esto, y responde: No puedo, el
libro está sellado. 12 O se da el libro
a quien no sabe leer, diciéndole: Lee
esto, y responde: No sé leer.
13 El Señor dice: Pues que este
pueblo se me acerca sólo de palabra,
y me honra sólo con los labios, mien¬
tras que su corazón está lejos de
mí, puesto que su temor de mí no
es más que nn mandamiento humano
aprendido de memoria, 14 voy a hacer
nuevamente con este pueblo extraor¬
dinarios prodigios, ante los que fallará
la ciencia de los sabios, y será confun¬
dida la prudencia de los prudentes.
15 ¡Ay de los que se esconden de
Yave, queriendo encubrir sus pen-
39
CÍO
ISAÍAS, 30
samlcntos, y para sus obras buscan
las tinieblas! De los que dicen: ¿Quién
ros ve? ; Quién nos conoce? 18 ¡Qué
perversidad! Tener por barro al al¬
farero, decir a su hacedor la obra:
No iré bas hecho tú; y el vaso a
quien lo hizo: No sabes nada.
17 SI, de aquí a muy poco, el
Líbano seré un vergel, v el vergel
será un bosque. 18 Entonces oirán
los sordos las palabras del libro, y
los ciegos verán sin sombras ni ti¬
nieblas. VJ Se regocijarán en Yave
los humillados, y aun los más pobres
se gozarán en el Sanio de Israel.
20 Porque se acabó la violencia, tuvo
fin el escarnio, y fueron aniquilados
los que se van tras la iniquidad;
21 los que por una palabra conde¬
naban a uno; los que ponían ase¬
chanzas contra quien en la puerta
los vencía; los que por nn nada' ne¬
gaban al juslo su derecho.
22 Per eso el (’ue redimió a Abraham,
Yave, dice a la casa de Jacob: Ya
no será confundido Jacob, ya no
palidecerá su rostro. 2J Porque sus
¡lijos verán mi obra en medio de ellos,
y santilicnrán mi nombre. Y prego¬
narán sanio al Santo de Jacob, y
temerán al Dios de Israel. 24 Y los
de alma descarriada aprenderán la
sabiduría, y los que murmuraban
aprenderán la doctrina.
30 1 ;Av de los liijos rebeldes, dice
^ ave, que proyectan sin tener¬
me en cuenta a n.l. que hacen pactos
contra mí, añadiendo pecados a pe¬
cados! (i) 2 Toman el camino de Egipto
sin haberme consultado (1), para
pedir el auxilio del Faraón, para po¬
nerse a su sombra. 3 Pero el apoyo
del Faraón será vuestra vergüenza,
y el amparo de Fgiplo será vuestra
eenfusión. 4 * pues cuando estén tus
principes en Zoán, y lleguen tus em¬
bajadores a Mares, 6 todos quedarán
burlados por el pueblo (pie de nada
les servirá, ni podrá socorrerlos y
ayudarlos, mas será su vergüenza y
su ignominia.
6 Aparejan las bestias de carga
para ir al mediodía, a través de una
región desierta y desolada, de donde
(i) Desde este versículo hasta el fin del
capüulo 32. tenemos una serie de discursos er
que el profeta combate las vanas esperanzas de
muchos israelitas en la ayuda de Egipto para lu¬
char centra los asirios. No faltan las promesa*
de salud al lado de las amenazas; verbigra¬
cia: 29. 5-8; 17-24; 30. 18-29; 32 » 15-20.
salen el león y In leona, la víbora y
el dragón volador. Llevan a lomo
de los asnos sus riquezas, y sobre la
giba de los camellos sus tesoros, para
un pueblo que de nada sirve. 7 Por¬
que el socorro de Egipto no es más
que vanidad, nada; y por eso le llamo:
La soberbia adormilada.
8 Ye, pues, y escribe esta visión
en una tableta, consígnala en un
libro, para que sea en los tiempos
venideros perpetuo y eterno testi¬
monio. 9 Porque este pueblo es un
pueblo rebelde, son hijos fementidos,
que no quieren escuchar la ley de
Yave. 10 Que dicen a los videntes:
No veis, y a los profclns: No nos
habláis más que de castigos, decid¬
nos cosas halagüeñas, profetizadnos
mentiras, 11 apartaos (leí camino, qui¬
taos del sendero, dejad de poner a
nuestra vista al Santo de Israel.
12 Por eso, lie aquí lo que el Santo
de Israel dice: Ya que rechazáis la
palabra, y confiáis en falsedades c
iniquidades, y en ellas os apoyáis,
13 sen ese vuestro pecado para vos¬
otros grieta en pared ruinosa, como
joroba en alto muro, cuyo derrumba¬
miento llega de repente, en un ins¬
tante, y se rompe, como sin piedad
se rompe una vasija de barro, 14 basta
110 quedar siquiera un tejón para lle¬
var brasas al brasero, o para sacar
agua de la cisterna.
15 Porque ved lo que dice el Señor,
Yave, el Santo de Israel: En la con¬
versión y la quietud está vuestra
salvación, y la quietud y la confianza
serán vuestra fuerza; 16 pero vos¬
otros 110 habéis querido obedecer, y
habéis dicho: No, huiremos en caba¬
llos. Lien, bufd. Muiremos c .11 caba¬
llos veloces. 17 Muiréis mil amenaza¬
dos por cinco, basta quedar como un
mástil sobre la cumbre de un monte,
o como bandera sobre su cima.
48 Por eso os está esperando Yave,
para haceros gracia; por eso se le¬
vanta, para tener misericordia de
vosotros, (pie es Yave Dios juslo, y
cuantos se le acogen son bienaventu¬
rados.
19 Sí, pueblo de Sión, habitantes
de Jcrusalén, ya no llorarás más.
El te liará gracia cuando le invoques;
en oyendo tus clamores, te respon¬
derá, 20 cuando te baya dado a
comer el Señor el pan de la angustia
y a beber el agua tasada. Ya no se
ocultarán tus maestros, sino que con
tus ojos los verás, 21 y oirás con tus
Gil
ISAÍAS, 31. 32
oídos la voz que te dirA: Esc es el
camino, anda por el; si te apartas
a la derecha o a la izquierda. 22 Ten¬
dréis entonces como inmundicia la
plata que cubre vuestros ídolos, y
el oro que decora vuestras imágenes.
Y las tiraréis como cosa inmunda,
diciendo: Lejos de aquí. 23 Entonces
te dará él la lluvia para la simiente
que siembres en la tierra, y el pan
que la tierra producirá será suculen¬
to y nutritivo. 24 Entonces pacerán
tus ganados en pastos pingües, y los
bueyes y los asnos que labran la
tierra comerán forraje salado, apa¬
leado y bieldado. 25 ' Entonces en
todo monte alto y en todo collado
sublime habrá arroyos y corrientes
de agua, al tiempo de la gran matanza,
de la caída de las torres. 26 Será en¬
tonces la luz de la luna como la luz
del sol, y la luz del sol siete veces
mayor, al tiempo en que curará Yave
la herida de su pueblo y sanará las
llagas de sus azotes.
27 He aquí el nombre de Yave, que
viene de lejos. Arde su cólera, es un
incendio violento. Sus labios respiran
furor, su lengua es como fuego devo¬
rados 28 Su aliento es como torrente
desbordado que sube hasta el cuello,
para acribar a las naciones en la
criba de la destrucción, y poner un
bozal de engaño a las mandíbulas
de los pueblos. 23 Entonces vosotros
cantaréis como en noche de fiesta,
tendréis alegre el corazón como
quien marcha al son de la Lauta,
para ir al monte de Yave, a la roca
de Israel. 30 Y hará oír Yave su voz
majestuosa, y mostrará su brazo
amenazador, en el ardor de su ira,
en medio de fuego devorador, en tem¬
pestad, en aguacero y en granizo.
31 A la voz de Yave temblará Asur,,
y será herido con el palo. 32 Cada
golpe del palo vengador que Yave
descargue sobre él, se dará al son
de tambores y arpas y entre danzas.
33 Está desde hace mucho tiempo
preparado un Tofet, destinado a Ale¬
tee. Preparado, hondo y ancho, en
que no falta paja y leña, que el
soplo de Yave va a encender como
torrente de azufre.
é > 4 1 lAv de los que bajan a Egipto
ó I en busca de socorro, y confian
en los caballos, y en la muchedum¬
bre de carros y de los caballeros, pero
no miran al Santo de Israel y no
buscan a Yavel 2 Poqrue él es diestro
en traer los males, y no retira su
palabra. Y se levantará contra la
casa de los malvados, contra el so¬
corro a los que obran la iniquidad.
3 El egipcio es un hombre, no es un
dios, y sus caballos son carne, no son
espíritu. Y en tendiendo Yave su
mano, caerá el protector y caerá el
protegido, ambos juntamente pere¬
cerán. 4 Porque ved lo que me lia
dicho Yave: Como león que ruge, o
como cachorro de león que se arroja
sobre la presa, contra el cual se reñiré
toda la turba de paslores, pero no se
acobarda ante sus gritos ni se turba
ante su número, asi Yave Scbaot
se lanzará a la lucha en el monte de
Sión, en su collado, 5 y huirán los
enemigos como aves que levantan el
vuelo. Así protegerá Yave Scbaot
a Jcrusalcn, protegiendo, librando,
preservando, salvando.
6 Volveos, hijos de Israel, a aquél
de quien tan profundo abismo os
separa. 7 Entonces cada cual tirará
sus ídolos de plata y sus ídolos de
oro, que vosotros mismos os hicisteis,
con vuestras manos pecadoras. 8 Asur
caerá a la espada, que no es espada
de hombre, herido por espada que
no es de un mortal. Huirá ante la
espada, y sus jóvenes guerreros serán
cautivados; 9 y de miedo caerá su
fortaleza, y sus jefes, espantados,
abandonarán sus banderas. Así dice
Yave, que tiene su fuego en Sión y
su horno en Jerusalcn.
oq 1 He aquí que reinará un rey
OZ en justicia, y gobernarán go¬
bernadores en juicio. 2 Cada uno
será como abrigo contra el huracán,
como refugio contra la tempestad,
como corriente de agua en tierra seca,
como la sombra de una gran roca
para tierra calurosa. 3 No se ofus¬
carán los ojos de los que ven, y esta¬
rán atentos los oídos de los que oyen.
4 Los fatuos juzgarán acertadamente,
y la lengua tartamuda hablará claro
y expedito. 5 No se llamará ya noble
ál loco, ni magnánimo al bellaco.
6 El insensato dice insensateces, y
su corazón maquina la maldad; co¬
meter iniquidades, escarnecer a Yave,
dejar al hambriento con su hambre,
y quitar al sediento la bebida. 7 Las
armas del malvado son perniciosas,
traza planes malignos, para perder
'al desvalido con palabras mentiro¬
sas, aunque sea justa la caqsa del
pobre; 8 mientras que el bueno tiene
612
ISAÍAS, 33, 34
nobles designios, y en sus nobles de¬
signios persevera.
9 Mujeres descuidadas, oíd mi voz;
mujeres confiadas, escuchad mis pa¬
labras. 10 Dentro de un año y unos
días habréis de temblar, ¡oh confia-
dasl. porque no habrá vendimia ni
cosecha. 11 Temblad, descuidadas; es¬
tremeceos, confiadas; despojaos, des¬
nudaos, ceñid de saco vuestros lomos.
12 Se dan golpes de pecho, llorando
por los hermosos campos y las férti¬
les viñas. 13 En la tierra de mi pueblo
no hay más que cardos y espinas;
y aun* en todas las casas de placer
de la ciudad alegre. 14 Los pakuios
están desiertos, desierta la ciudad
ruidosa, torres y fortalezas devasta¬
das, para siempre convertidas en
cuevas, lugar de descanso para los
asnos salvajes, y de pasto para los
ganados.
15 Mientras no sea derramado sobre
nosotros un espíritu de lo alto, y el
desierto se torne en vergel, y el vergel
venga a ser selva, 16 y el derecho mo¬
re en el desierto y la justicia en el
vergel. 17 Y la paz será obra de la
justicia; y el fruto de la justicia, el
reposo y la seguridad para siempre.
18 Mi pueblo habitará en morada de
paz, en habitación de seguridad, en
asilo de reposo; 19 y la selva caerá
a los golpes del granizo, y la ciudad
será del todo abatida. 20 Venturosos
vosotros, los que sembráis a la orilla
de las aguas, y no atáis al buey ni
al asno.
Liberación de Jerusalén.
33 ? |Ay de ti, devastador, que no
* * has sido devastado! ¡Ay de ti, sa¬
queador, que no has sido saquea¬
do! (1). Cuando acabes de devastar,
serás tú devastado; cuando acabes
de saquear, serás tú saqueado.
2 Ten, ¡oh Yavel, piedad de nosotros,
que en ti hemos confiado. Sé tú
nuestro brazo cada día, nuestro so¬
corro al tiempo de la tribulación.
3 A la voz de trueno, huyen los pue¬
blos; cuando te alzas tú, las nacio¬
nes se dispersan. 4 Se recoge el botín,
(i) Este oráculo fué pronunciado hacia 701.
en la época de la invasión de Senaquerib, cuya
derrota predice con la salud de Jerusalén. Esta
salud da pie al profeta para anunciar los tiem¬
pos mesiánicos.
como cuando se recogen las langostas,
y se precipitan sobre él. como sobre
ios campos la langosta. 5 Yave es
grande, se sienta en los ciclos y llena
a Sión de rectitud y de justicia.
6 La seguridad de aquellos días será
tesoro de ventura; serán su riqueza:
Sabiduría, entendimiento y temor de
Yave.
7 Ved: Los de Ariel lanzan gri¬
tos, y los mensajeros de paz llo¬
ran amargamente. 8 Las calles están
desiertas, no hay quien pase por los
caminos; él ha roto la alianza, ha
aborrecido a las ciudades, no hace
cuenta de nadie. 9 La tierra está
en luto, entristecida; el Líbano con¬
fuso, desfallecido: Sarón es como un
desierto, Basán y el Carmelo han
perdido su follaje.
10 Voy a levantarme, dice Yave,
voy a alzarme, voy a subir. 11 Habéis
concebido heno y pariréis paja, y
vuestro soplo será fuego que os de¬
vorará. 12 Los pueblos serán reduci¬
dos a cenizas, como zarzas cortadas
y consumidas por el fuego. 13 Vosotros,
Íos que habitáis lejos, oíd lo que ya
hago, y los que estáis cerca, conoced
mi poder. 14 Los pecadores en Sión
se espantarán, y temblarán los im¬
píos. ¿Quién de nosotros podrá morar
en el fuego devorador? ¿Quién habi¬
tar en las eternas llamas?
15 HI hombre justo en sus caminos
y recto en sus palabras, que no quiere
ganancias fruto de la violencia, y
cuya mano rechaza el presente co¬
rruptor; el que cierra sus oídos a
proposiciones sanguinarias, y se tapa
los ojos para no ver el mal, 16 ése
habitará en las alturas y tendrá su
refugio en firmes rocas, tendrá pan
y no le faltará el agua.
17 Tus ojos verán al rey en su mag¬
nificencia, y verán la tierra que se
extiende hasta muy lejos. 18 Tu cora¬
zón recordará los días de terror:
¿Dónde está el exactor? ¿Dónde el
pesador? ¿Qué fué de los que conta¬
ban las reses? 19 A esa gente espan¬
table, de lengua oscura, que tú no-
entiendes, que tartamudea pala¬
bras imposibles de descifrar, no la
verás ya más. 20 Mira a Sión, la ciu¬
dad de nuestras festividades; vean
tus ojos a Jerusalén, morada de
quietud, tienda bien fija, cuyos cla¬
vos no serán arrancados, ni rota
cuerda alguna. 21 Aquí está Yave
para nosotros en su gloria, es para
nosotros río y anchos arroyos, por
ISAÍAS, 35
613
donde no irán barcas de remos, ni
Pasará ningún poderoso navio.
22 Ya ve es nuestro juez, Ya ve es
nuestro jefe, Yave es nuestro rey,
él nos salva. 23 Tus cuerdas se aflo¬
jaron, ya no sostienen el mástil, ya
no tienden las velas. 24 Entonces la
presa que se repartirá será muy
grande; hasta los cojos tomarán parte:
en el saqueo. 25 Nadie dirá: Estoy
enfermo, pues el pueblo obtendrá el
perdón de sus iniquidades.
Juicio contra las gentes.
34 1 Acercaos, pueblos y oíd; es¬
cuchad. naciones; oiga la tierra
y cuantos la llenan, el mundo y
cuanto en el se produce. 2 Porque está
irritado Yave contra todas las na¬
ciones, airado contra todo el ejercito
de ellas. 3 Las destina al matadero,
las entrega al exterminio y sus muer¬
tos quedarán tirados. Exhalarán los
cadáveres un hedor fétido, y por los
montes correrá en arroyos su sangre,
4 La milicia de los ciclos se disuelve,;
se enrollan los cielos como se enrolla
un libro; y todo su ejército caerá como
caen las hojas de la vid, como caen
las hojas de la higuera. 5 Mi espada
se embriagará en los cielos, y va a
caer sobre Edom, sobre el pueblo
que he destinado al exterminio, para
castigarle. 6 La espada de Yave cho¬
rrea sangre, y está cubierta de grasa;
de la sangre de los corderos y los
machos cabríos, de la grasa de los
riñones de los carneros; porque hace
Yave un sacrificio en Bosra, y gran
carnicería en la tierra de Edom.
7 Caen con ellos los búfalos, y los
bueyes con los toros. Su tierra está
borracha de su sangre, y su suelo
cubierto de grasa. 8 Es para Yave
un día de venganza, un año de des¬
quite para la causa de Sión.
9 Los torrentes de Edom se conver¬
tirán en pez, y su polvo en azufre,
y será su tierra como pez que arde.
10 No se apagará ni de día ni de
noche, nunca se extinguirá, subirá
su humo perpetuamente. Será aso¬
lada para generaciones y generacio¬
nes, y nadie pasará más por ella.
11 Se adueñarán de ella el pelícano y
el mochuelo, la habitarán la lechuza
y el cuervo. Echará sobre ella las
cuerdas de la confusión y el nivel
del vacío, y habitarán en ella los sá ¬
tiros... sus cubiles. 12 Allí ya no habrá
reino, y desaparecerán " todos sus
grandes. 13 En sus palacios crecerán
las zarzas, en sus fortalezas las orti¬
gas y los cardos, y serán morada de
chacales y refugio de avestruces.
14 Perros y gatos salvajes se reunirán
allí, y se juntarán allí los sátiros.
Allí tendrá su morada el fantasma
nocturno, y hallará su lugar de re¬
poso. 15 Allí hará su nido la serpien¬
te, y pondrá sus huevos, los incubará
y los sacará. Allí se reunirán los bui¬
tres, y se encontrarán los unos con
los otros.
16 Buscad en el libro de Yave, y
veréis que no falta ni uno, porque lo
ha mandado la boca de Yave, y su
soplo los ha reunido. 17 El mismo ha
echado suertes entre ellos, y con su
mano echó las cuerdas de la distri¬
bución de la tierra; y la poseerán
por siempre, y la habitarán de ge¬
neración en generación.
Liberación y gloria de Israel.
1 Alegraránse el desierto y la
' tierra árida, se regocijará la sole¬
dad y florecerá como un narciso. 2 Flo¬
recerá y exultará con júbilo y cantos
de triunfo; le será dada la gloria del
Líbano, la hermosura del Carmelo y
del Sarón. Se verá la gloria de Yave
y la magnificencia de nuestro Dios.
3 Fortaleced las manos débiles, y
corroborad las rodillas vacilantes.
4 Decid a los de apocado corazón:
Valor, no temáis, he ahí a nuestro
Dios. Viene la venganza, viene la
retribución de Dios, viene él mismo,
y él os salvará. 5 Entonces se abrirán
los ojos de los ciegos, se abrirán los
oídos de los bordos. 6 Entonces sal¬
tará el cojo como un ciervo, y la
lengua de los mudos cantará gozosa.
Brotarán aguas en el desierto, y co¬
rrerán arroyos por 1a soledad. 7 La
tierra seca se convertirá en estanque,
y el suelo árido en fuentes. Lo que
fué morada y cubil de chacales, se
cubrirá de cañas y de juncos, 8 y
habrá allí camino ancho, que llama¬
rán la vía santa; nada impuro pasa¬
rá por él. El mismo guiará al cami¬
nante, y los simples no se descarria¬
rán. 9 No habrá allí leones, ni fiera
alguna pondrá los pies allí. Por ella
marcharán los libertados, y volve¬
rán los rescatados de Yave. 10 Ven¬
drán a Sión, cantando cantos triun-
ISAÍAS, 36
614
fales; alegría eterna coronará sus
fuentes. Los llenará el gozo y la ale¬
gría, y huirán la tristeza y los llantos.
La invasión asiría. Primera ten-
tafiva <lc Scnaqucrilj para rendir
a Jera salen.
1 El año catorce del reinado de
dü Ezequías (1), Senaqucrib, rey
de Asiria, se puso en marcha contra
todas las ciudades fuertes de Judá,
y se apoderó de ellas. (i) 2 Envió el rey
de Asiria a Rabsaces, con imponen¬
tes fuerzas, de Laquis a Jcrusalén,
al rey Ezequías. Tomó aquél posición
cerca del acueducto de la piscina
superior, en el camino del campo del
batanero. 3 Entonces Elyaquim, hijo
de Helcías, prefecto del palacio, fué
con Sobna, el secretario y Joás, hijo
de Asaf, el canciller, a Rabsaces,
que les dijo; 4 * He aquí la palabra del
rey grande, del rey de Asiria: ¿De
dónde te viene esa tu confianza?
6 ¿Crees que palabras vanas pueden
servir de consejo y de fuerza para la
guerra? ¿En que pones, pues, tu con¬
fianza para rebelarte contra mí? 6 ¿Es
que cuentas con el Egipto, y lias
tomado por apoyo a esa cana rota,
(pie horada y hiere la mano que sobre
ella se apoya? Porque eso es el Faraón,
rey de Egipto, para todos cuando
con él cuentan. 7 Y si me decís:
Es en Yavc, nuestro Dios, en quien
ponemos nuestra confianza: ¿No ha
sido el mismo Ezequías quien ha
hecho desaparecer los altos y los
altares, diciendo a Judá y a Jeru-
salén: No os postréis ante ese altar?
8 Haz, pues, convenio con mi señor
el rey de Asiria. Yo te daré mis
caballos, si tú eres capaz de aprontar
otros tantos jinetes que los monten.
9 ¿Serías tú capaz de rechazar a uno
solo de los menores servidores de
mi Señor? Pero cuentas con que el
Egipto te va a suministrar caballos y
gentes. 10 Sin embargo, ha oído bien
Yavc cómo he invadido yo esta
tierra para devastarla. Yavc me
ha dicho: Invade la tierra y de¬
vástala.
11 Entonces Elyaquim, Sobna y
(i) Los capítulos 36 a 39 son de las página 3
más inteiesames de la historia de Jerusalén»
torradas de II Reg. 18, 13-20, 21, en que se
destaca la figura del profeta. En ella sobresale
el discurso de Isaías contra el orgullo de los asi¬
rios. cuya derrota anuncia.
Joás dijeron a Rabsaces: Habla a
tus siervos en arameo, pues le enten¬
demos, no nos hables en judío, que
lo oiga la gente que hay en las
murallas. 12 Rabsaces respondió: ¿Aca¬
so a tu señor y a ti me ha mandado
mi Señor dirigir estas palabras? ¿No
son más bien para la gente sentada
en las murallas, que con vosotros
habrán de comerse sus excrementos y
beberse sus orines? 13 Avanzó en¬
tonces Rabsaces, y gritó fuertemente
en lengua judía:
14 He aquí lo que dice el rey grande,
el rey de Asiria: Que no os engañe
Ezequías. 15 Mirad que él no podrá
libraros. Que no os haga confiar en
Yavc, diciendo: Yavc seguramente nos
librará, no caerá esta ciudad en
poder del rey de Asiria. 16 No escu¬
chéis a Ezequías; he aquí lo que dice
el rey de Asiria: Haced paces con¬
migo, rendios, y cada cual comerá
el fruto de su viña y de su higuera,
y beberá el agua de su cisterna,
17 hasta que venga yo a llevaros a
una tierra como la vuestra, tierra de
trigo y de vino, tierra de cereales y
de viñas. 18 Que no os embauque
Ezequías, diciendo: Yavc nos librará.
¿Acaso los dioses de los pueblos libra¬
ron cada uno a su tierra de las
manos del rey de Asiria? 19 ¿Dónde
están los dioses de Hamad y de
Arpad? ¿Dónde los dioses de Sc-
farvaim?
¿Dónde los dioses de la tierra de
Samaría? ¿Libraron a Samaría de
mis manos? 20 ¿Cuál de Iqs dioses de
estas tierras pudo librar la suya de
mis manos, para que vaya a poder
librar de mis manos a Jcrusalén?
21 Ellos se callaron, y no dijeron
nada, porque el rey había dado esta
orden: No les respondáis. 22 Elyaquim,
hijo de 1 leídas, prefecto del palacio,
Sobna. secretario, y Joás, hijo de
Asaf, canciller, rasgaron sus vesti¬
duras, se tornaron a Ezequías, y
le refirieron las palabras de Rab¬
saces.
Ezequías consulta a Yave por
Isaías.
» En oyendo el rey Ezequías
¿ aquello, rasgó sus vestiduras, se
vistió de saco, y entró en el templo
de Yave, * y envió a Elyaquim. pre¬
fecto del palacio, a Sobna, secretario,
y a los más ancianos de los sacerdotes,
ISAÍAS, 37
6t5
vestidos de saco, a Isafas, .hijo de
Amos, profeta, que le dijeran: 8 He
aquí lo que dice Ezequías: El día
de hoy es día de angustia, de castigo
y de oprobio. El hijo ha llegado a
término, pero no hay fuerza para
darlo a luz. 4 A ver si Yave, tu Dios,
ha oído las palabras de Rabsaees,
mandado por el rey de Asiria, su
señor, para insultar al Dios vivo, y le
castiga Yave, tu Dios, por las pala¬
bras que él ha oído. Dirígele una
súplica por este resto que subsiste
todavía.
5 Los servidores del rey Ezequías
fueron a Isaías, e Isaías les dijo:
6 Decid a vuestro señor esto: He
aquí la palabra de Yave: No te
asuste el discurso que acabas de oír,
en el que los servidores del rey de
Asiria me han ultrajado. 7 Yo voy a
poner en él un espíritu tal, que en
recibiendo eierta noticia se volverá a
su tierra, y allí le haré caer al filo
de la espada.
Seimqiierih intima de nuevo la
rendición.
8 Volvióse Rabsaees, y halló al
rey de Asiria asediando a Libna,
pues supo que había dejado Laquis.
9 Supo entonces el rey de Asiria que
Taraca, rey de Etiopía, se había
puesto en marcha contra él, y mandó
otra vez sus mensajeros a Ezequías
con esta orden: 10 Decid a Ezequías,
rey de Judá: Que no te engañe tu
Dios, en quien has puesto la confianza,
diciendo: Jerusalén no será entre¬
gada en mano del rey de Asiria.
11 ¿No sabes cómo los reyes de Asiria
han destruido a todos los pueblos?
¿Y vas a salvarte tú? 12 ¿Salvaron
sus dioses a los pueblos que destru¬
yeron mis padres, a Gosán y Harrán,
á Resef y a los hijos de Edén, que
están en Telasar? 13 ¿Dónde están
el rey de Hamat, el rey de Arpad,
y el rey de la ciudad de Sefarvaim,
de Hena y de Iva?
Plefjsiria de Ezequías y respuesta
de Yave.
14 Ezequías recibió la carta de la
mano de los mensajeros; y luego de
leerla, subió al templo de Yave;
15 y desplegándola ante Yave, le
dirigió esta plegaria: 1ÍJ ¡Oh Yave!
Tú eres el solo Dios de todos los reinos
de la tierra. Tú has hecho los cielos
y la tierra. 17 Inclina tus oídos, ¡oh
Yave!, y oye. Abre, ¡oh Yave!, tus
ojos y mira. Oye todas estas palabras
que me dirige Senaquerib, nara escar¬
necer al Dios vivo. 18 Es verdad,
¡oh Yave!, que los reyes de Asiria
han destruido a todos los pueblos y
sus tierras, 19 que arrojaron al fuego
a sus dioses, que no eran dioses, sino
obra de la mano de los hombres, leño
y piedra, y los destruyeron. 20 Líbra¬
nos, pues, Yave, Dios nuestro, de sus
manos, V que aprendan todos los
reinos de la tierra que tú eres Yave,
el único.
21 Entonces Isaías, hijo de Amós,
mandó a decir a Ezequías: He aquí
lo que dice Yave, Dios de Israel:
Por la plegaria que tú me has dirigido
por lo de Senaquerib, rey de Asiria,
22 he aquí la sentencia que Yave pro¬
nuncia contra él: Te despreeia, se
burla de ti, virgen, hija de Sión,
yergue detrás de ti su cabeza, hija
de Jerusalén. 23 ¿A quién has ultra¬
jado y escarnecido? ¿Contra quién
has alzado tu voz, y has dirigido
tus soberbias miradas? ¿Contra el
Santo de Israel? 24 Por medio de tus
esclavos has ultrajado al Señor, y
has dicho: Con mis numerosos carros
he subido, he subido a las crestas
de las montañas, a las cumbres del
Líbano, y he cortado los sublimes
cedros y los más hermosos eipreses.
He llegado a las más altas cimas, y
los más espesos bosques. 25 He alum¬
brado y bebido aguas extranjeras.
He secado eon mis pies los canales
de Egipto.
26 Pues oye: Ha mucho tiempo ya
que yo preparaba esto; lo resolví muy
de antiguo y ahora lo cumplo. Tú
habrás de hacer montones de ruinas
de ciudades fuertes, 27 cuyos habi¬
tantes estarán sin fuerza, espantados
y confusos. Serán como la hierba de
los campos, verdura tierna; serán
como el musgo que nace en los teja¬
dos, abrasado por el viento solano.
28 Yo sé cuándo te levantas y cuándo
te sientas, y conozco todas tus an¬
danzas. 29 Tu furor contra mí, tu
insolencia, han llegado a mis oídos.
Yo te pondré mi aro en la nariz, y
mi freno en tus labios, y haré que
te vuelvas por el camino por donde
viniste. 30 He aquí la señal para ti:
Este año se comerá lo que produzcan
los granos caídos,* y al siguiente lo
616
ISAÍAS, 38
que de sí produzca la tierra sin sem¬
brarse, pero al tercer año sembraréis
y cosecharéis, plantaréis viñas y
comeréis su fruto. 31 El resto que
queda de la casa de Judá echará
raíces por debajo, y llevará frutos
en lo alto. 32 Porque saldrá de Jeru-
salcn un resto, y sobrevivientes del
monte de Sión; el celo de Yavc Sc-
baot hará esto.
33 He aquí, pues, lo que dice Yave
del rev de Asiria: No entrará él en
esta ciudad, ni arrojará en ella una
flecha: no marchará contra ella em¬
brazando el escudo ni la rodeará de
trincheras. 34 Por el camino que trajo
se tornará. No entrará en esta ciudad,
dice Yavc. 33 Yo defenderé esta ciu¬
dad, yo la libraré por amor de mí y
de mi siervo David.
La liberación.
39 Vino el ángel de Yavc, e hirió
en el campo de los asirios a ciento
ochenta y cinco mil hombres, y a la
mañana, al despertar, no se veían
más que cadáveres. 37 Entonces Se-
naquerib, rey de Asiria, levantó el
campo y se tornó, quedando en Ni-
nive: 38 v mientras oraba en el templo
de Ncsroc, sus hijos Adramclec y
Sarcscc le mataron a espada, y huye¬
ron a la tierra de Ararat. Le "sucedió
su hijo Asaradón.
Enfermedad de Exequias.
1 Por entonces enfermó Ezc-
quías de enfermedad mortal;
V el profeta Isaías, hijo de Amós,
vino a verle, y le dijo: (i) 2 Dispon de tu
casa, porque vas a morir, no curarás.
Ezequías se volvió cara a la pared
e hizo a Yavc esta plegaria: 3 ;Oh
Yavc!, acuérdate de que he andado
fielmente delante de ti de todo cora¬
zón, y que he hecho lo que te era
grato. 4 * Y se puso a sollozar. La
palabra de Yave fué dirigida a Isaías,
diciéndole: 6 He oído a Ezequías:
dile: Asi habla Yavc, el Dios de tu
padre David: He oído tu oración y
he visto tus lágrimas. Voy a añadir
a tu vida quince años más. 6 De la
mano del rev de Asiria yo te libraré
a ti v a esta ciudad; yo protegeré a
esta ciudad. 22 Y preguntó Ezequías:
¿Qué señal tendré yo de que volveré
a subir al templo de Yave? 7 He
aquí la señal de Yave, de que hará
Yave lo que ha dicho: 8 * * Haré retro¬
ceder la sombra en el reloj de Ajaz
tantos grados cuantos en él ha avan¬
zado, diez grados. Y en el cuadrante
retrocedió la sombra los diez grados
que había avanzado.
21 Isaías mandó traer una cataplas¬
ma de higos, e hizo que se la pusieran
en la llaga, V Ezequías sanó.
Cántico de acción de gracias de
Exequias.
9 Escrito de Ezequías, rev de Judá,
de cuando enfermó y curó de su
enfermedad (1):
10 Yo dije: A la mitad de mis días
voy a bajar a las puertas del sepulcro,
privado del resto de mis años. 11 Dije:
Ya no veré más a Yave en la tierra
de los vivientes; ya no veré hombre
vivo de entre los moradores del mun¬
do. 13 Mi morada es arrancada, lle¬
vada lejos de mí, como tienda de
pastores. Como tejedor corta el hilo
de mi vida, y le separa de su trama.
13 Día y noche me consume, grito
hasta la mañana, pues como león
mue'c todos mis huesos. 14 Chillo
como golondrina y gimo como paloma.
Mis ojos se consumen mirando a lo
alto. ;Oh Yavc, mira mi angustia y
confórtame! 15 ¿Qué voy a decir yo?
Me ha dicho él, y ha hecho; a pesar
de mi mal, acabaré el curso de mis
años. 16 Por eso, ;oh Señor!, voy a
gozar todavía de la vida, por eso
respiro aún, me has curado y me
dejas vivir. 17 Mi mal se ha tornado
en bien, y has preservado mi alma
del hoyo de la corrupción, y has
echado"tras de ti todos mis pecados.
18 Porque no puede alabarte el se¬
pulcro, no puede celebrarte la muerte,
ni pueden los que descienden a la
fosa esperar en ti, en tu fidelidad.
19 Los vivos, los vivos son los que
pueden alabarte, como yo te alabo
hoy, y de padres a hijos pregonar
(i) Este cántico de Ezequías no se halla
en II Rcg., de donde eslá lomada la secnón.
Es notable porque nos da a conocer los instes
salimientos de los israelitas anle la muerle, a
causa de la oscuridad en que vivían sobre los
futuros destinos del hombre. No sólo no cono Jan
los resplandores de la futura resurrección de
Jesucristo, sino que desconocían aún las pro¬
mesas del libro de la Sabiduría. Una viva fe
en Dios que da a cada uno según sus obras,
los consolaba; pero esta fe era oscura.
ISAÍAS, 39, 40
61 ?
lu fidelidad. 2u Que nos salve Yave,
y cantaremos al arpa todos los días
de nuestra vida, ante el templo de
Yave.
Embajada de Merodaebaladán y
predicción del cautiverio.
1 Por entonces Merodacbala-
dán, hijo de Baladán, rey de
Babilonia, mandó a Ezequías un
mensaje y un presente, pues había
tenido noticia de su enfermedad y de
su curación. 2 Ezequías se alegró de
ello, y enseñó a los embajadores su
tesoro, la plata, el oro, los perfumes y
ungüentos preciosos, su arsenal, y
todo cuanto había en sus almacenes.
No hubo nada, ni en el palacio, ni
en sus dependencias, que no les ense¬
ñase Ezequías. 3 El profeta Isaías
fué a ver a Ezequías, y le preguntó:
¿Qué han dicho esas gentes, y de
dónde vienen? 4 Ezequías respondió:
Han venido de lejos a verme, de Ba¬
bilonia. ¿Y qué es lo que de tu pala¬
cio han visto?, preguntó. Y Ezequías
respondió: Han visto cuanto en mi
palacio hay; no ha quedado nada de
cuanto hay en mis almacenes que
no les haya enseñado.
5 Entonces dijo Isaías a Ezequías:
Oye la palabra de Yave Sebaot:
6 Tiempo vendrá en que todo cuanto
hay en este palacio, y cuanto re¬
unieron tus padres hasta el día de
hoy, será llevado a Babilonia; nada
quedará, dice Yave. 7 Y tus hijos,
tus propios hijos, los engendrados
por ti serán llevados y tomados por
eunucos para el palacio del rey de
Babilonia. 8 Y Ezequías dijo a Isaías:
Buena es la palabra de Yave que
me anuncias. Así, pensaba él, habrá
por lo menos paz y seguridad durante
mi vida.
Gloria de lave en la liberación de
su pueblo.
4Q 1 Consolad, consolad a mi pue¬
blo (1), dice vuestro Dios;
animad a Jerusalén, y gritadle 2 que
se acabó su servidumbre, y han sido
expiados sus pecados, y que ha reci¬
bido de la mano ds Yave el doble
por todos sus crírrenes.
3 Una voz grita: Abrid camino a
Yave en el desierto, allanad en la
soledad el camino de vuestro Dios.
4 Que se rellenen todos los valles, y
. se rebajen todos los montes y colla¬
dos; que se allanen las cuestas y se
nivelen los declives. 5 Porque se va
a mostrar la gloria de Yave, y la
verá toda carne a una.
Ha hablado la boca de Yave. 6 Una
voz dice: Grita. Y le responden:
¿Qué he de gritar? Toda carne es
como hierba, y toda su gloria como
flor del campo. 7 Sécase la hierba,
marchítase la flor, cuando sobre ellas
pasa el soplo de Yave. 8 Sécase la
hierba, marchítase la flor, pero la
palabra de nuestro Dios permanece
por siempre.
9 Subid a un alto monte, y anun¬
ciad a Sión la buena nueva. Alzad
con fuerza la voz, y llevad la buena
nueva a Jerusalén. Alzadla, no temáis
nada, decid a las ciudades de Judá:
He aquí a nuestro Dios. 10 He aquí
al Señor, Yave, que viene con for¬
taleza. Su brazo dominará. Ved que
viene con él su salario, y va delante
de él su fruto. 11 El apacentará a su
rebaño como pastor, él le reunirá
con su brazo. El llevará en su seno
a los corderos, y cuidará a las ovejas
paridas.
12 ¿Quién midió las aguas con el
hueco de su mano, y a palmos los
cielos, y al tercio de cfa el polvo de
la tierra, y pesó en la romana las
montañas, o en la balanza los colla¬
dos? 13 ¿Quién ha sondeado el espí¬
ritu de Yave, y le aconsejó? 14 ¿Con
quién deliberó él para recibir ins¬
trucciones, y que le enseñase el ca¬
mino de la justicia? ¿Quién le enseñó
la sabiduría y le dió a conocer el
camino del entendimiento? 15 Son
las naciones como gota de agua en el
caldero, como un grano de polvo en
la balanza. Las islas pesan lo que el
polvillo que se lleva el viento 16 El
Líbano no basta para leña, ni sus
animales para el holocausto. 17 Todos
los pueblos son delante de él como
nada, son ante él nada y vanidad.
Vanidad de los ídolos.
(i) Por el comienzo de esta parte segunda de
ibro de Isaías, el Eclesiástico dice de este pro¬
feta que contempló el fin de los tiempos y con¬
soló a los que lloraban a Sión. (Eccl. 48.27.)
18 ¿Qué, pues, compararéis con
Dios, qué imagen haréis que se le
asemeje? 19 El ídolo es fundido o
ISAÍA S. 41
esculpido, el orfebre le reviste de
oro y le adorna con cadenillas de
plata (1).
20 Para hacer a la imagen una pea*
na, toman madera incorruptible, y
buscan un buen obrero que fije el
ídolo, para que no se caiga.
21 ¿No lo sabéis? ¿No os lo habéis
aprendido? ¿No os lo han dicho
desde el principio, desde que se
fundó la tierra? 23 Está él sentado
sobre el orbe de la tierra, cuyos habi¬
tantes son ante él como langostas.
El tiende los cielos como ligera tela,
los despliega como una tienda de
morada. 23 El torna en nada a los pode¬
rosos, y en vanidad a los jueces de
la tierra. 24 Apenas plantados, apenas
sembrados, apenas ha echado su
tronco raíces en la tierra, sopla sobre
ellos, y se secan, y como pajuela los
arrastra el huracán.
25 ¿A quién, pues, que me iguale
me asemejaréis?, dice el Santo. 26 Al¬
zad a los cielos vuestros ojos, y mirad.
¿Quién los creó? El que hace marchar
su bien contado ejército, y a cada
uno llama por su nombre, y ninguno
falta, tal es su inmenso poder y su
gran fuerza. 27 ¿Cómo dices tú, Jacob,
cómo murmuras tú, Israel: Yave no
ve lo que sucede, Yave no se da
cuenta de la justicia de mi causa?
28 ¿No sabes tú, no has aprendido,
que Yave es Dios eterno, que creó
los confines de la tierra, que ni se
fatiga ni se cansa, y que su sabiduría
no hay quien la alcance? 20 El da
el vigor al hombre fatigado, y multi¬
plica las fuerzas del débil; 30 se cansan
los jóvenes, se fatigan, y los guerreros
llegan a flaquear; 31 pero los que ocn-
fian en Yave renuevan sus fuerzas,
y echan alas como de águila, y vuelan
velozmente sin cansarse, y corren sin
fatigarse.
Yuve ttust'ifn un lilierfmlor,
. f 1 Oídme, islas en silencio, reno-
4 1 vad, ¡oh pueblosl, vuestras fuer¬
zas; acercaos y hablad, entremos en
juicio juntamente. 2 ¿Quién le ha
suscitado del lado de levante, y en
su justicia le llamó para seguirle?
¿Quién puso en sus manos los pueblos
y le entregó los reyes? Su espada los
ti) Los vs. 6-7 del capítulo 41, que están
allí fuera de contexto, encajan aquí perfectamen-
,e. y deberían traspasarse a este lugar.
reduce a polvo, y su arco los dispersa
como brizna de paja. 3 Los persigue,
y va tranquilamente por caminos
que no había pisado nunca. 4 * ¿Quién
hace esto, quién lo cumple? El que
desde el principio llamó a las gene¬
raciones. Yo, Yave, que era al prin¬
cipio, y soy el mismo siempre, y será
en los últimos tiempos. 6 Las islas
le ven, y tiemblan, y se espantan los
confines de la tierra. Se reúnen y
juntos vienen al juicio (1).
6 Uno a otro se ayudan, uno a
otro se dicen: \ Animo! 7 El escultor
anima al orfebre, y el que. bate el
oro al forjador, diciendo: Bien está
esa soldadura. Y la afirma con clavos
para que no se caiga.
Promesa de liberación.
8 Pero tú, Israel, eres mi siervo;
yo te elegí, Jacob, progenie de
Abraham, mi siervo. B Yo te traeré
de los confines de la tierra, y te
llamaré de las regiones lejanas, di-
ciéndote: Tú eres mi siervo, yo te
elegí y 110 te rechazaré. 10 No temas
nada," que yo estoy contigo; no des¬
mayes, que yo soy tu Dios. Yo te
fortaleceré, yo vendré en tu ayuda,
y con la mano de mi justicia té sos¬
tendré. 11 Confundidos serán y cubier¬
tos de ignominia todos los que te per¬
siguen. Serán reducidos a la nada,
aniquilados, los que contienden con¬
tigo. 12 Buscarás, y no hallarás a los
que te aborrecen, serán reducidos a
la nada los que te combaten. 13 Por¬
que yo, Yave, tu Dios, fortaleceré
tu diestra; y yo te digo: Nada temas,
yo voy en tu ayuda. 14 Nada temas
gusanillo de Jacob, coquito de Israel;
15 Yo te haré como agudo rastrillo,
nuevo y armado de dientes. Irás,
trillarás y pulverizarás los montes,
y desliarás en menuda paja los colla¬
dos. 10 Los bieldarás, y el viento los
aventará, y el huracán los disper¬
sará. Y te regocijarás en Yave, y te
glorificarás en el Santo de Israel.
17 Los pobres, los menesterosos,
buscan el agua y no la hallan; su
lengua está seca por la sed; pero yo,
Yave, los oiré; el Dios de Israel, yo,
110 los abandonaré. 18 Yo, Yave,
(1) Los vs. ai-29, parece que deben pre¬
ceder a 8-20, por ser la continuación del após-
trofe a las naciones cuyos dioses no lian podido
¡prever la venida del libertador suscitado por
Dios.
ISAÍAS, 42
tí 19
haré brotar manantiales en las altu¬
ras peladas, y fuentes en los valles.
Tornaré el desierto en estanque, y la
tierra seca en corrientes de aguas.
19 Yo plantaré en el desierto cedros y
acacias, mirtos y olivos en la soledad,
cipreses, olmos y alerces juntamente.
20 Para que todos vean y comprendan,
y todos consideren y entiendan que
es la mano de Yave la que hace eso,
y el Santo de Israel el que lo crea.
21 Venid y alegad vuestro derecho,
presentad las pruebas, dice el Dios
de Jacob: 22 Que se acerquen y nos
anuncien lo que está por venir. ¿Qué
predicciones hicisteis en lo pasado?
Decidlo, para que las tengamos en
cuenta y reconozcamos que se cum¬
plieron.' 23 Y si no, anunciad lo por¬
venir, decid lo que más tarde ha de
suceder, para que sepamos así que
sois dioses. Veamos: bien o mal,
haced algo para que podamos me¬
dirnos. 24 ¡Bahl No sois nada, y
vuestra obra es nada, abominable
quien os elige.
25 Yo lo he suscitado del septentrión,
y ya llega, llamado por su nombre
del lado de levante. Pisa a los prín¬
cipes como se pisa el polvo, y como
el alfarero pisa el barro con sus pies.
26 ¿Quién antes le anunció y nos le
dió a conocer de antemano, para que
digamos: Justamente? Nadie le anum
ció. nadie habló de él, nadie os oyó
una palabra. 27 Yo el primero le anun¬
cié a Sión, y di a Jerusalén la buena
nueva. 28 Miro, y no se halla entre
ellos un profeta; les pregunto: ¿De
dónde viene?, y no saben responder.
29 ¡Bah! Todos son nada, y su obra es
nada, y sus ídolos viento y vanidad.
42 (1) 1 He aquí a mi siervo, a
quien sostengo yo, mi elegido,
en quien se complace mi alma. He
puesto mi espíritu sobre él, y él
dará la ley a las naciones; (i) 2 no gri¬
tará, no hablará recio, no alzará su
voz en las plazas; 3 no romperá la
caña cascada, ni apagará la mecha
humeante. 4 * Expondrá fielmente la
ley, sin cansarse ni desmayar, hasta
que establezca la ley en la tierra;
(i) Los versos 1-9 del capítulo 42 son el
comienzo del poema del siervo de Yave, y de¬
berían unirse a los otros fragmentos del mismo
que en el estado actual del texto aparecen des¬
perdigados en varios lugares. Quizá es ésta la
mejor prueba de que el descuido de los copistas
alteró el orden primitivo, pues la unidad del
poema es evidente.
las islas están esperando su doctrina.
5 Así dice Dios, Yave, que creó
los cielos y los tendió, y formó la
tierra y sus frutos, que da a los que
la habitan el aliento, el soplo de
vida a los que por ella andan. 6 Yo,
Yave, te he llamado en la justicia,
y te he tomado de la mano. Yo te
he formado, y te he puesto por alianza
para mi pueblo, y para luz de las
gentes, 7 para abrir los ojos de los
ciegos, para sacar de la cárcel a los
presos, del fondo del calabozo a los
que moran en tinieblas. 8 Soy yo,
Yave es mi nombre, que no doy mi
gloria a ningún otro, ni a los ídolos
el honor que me es debido. 9 Han lle¬
gado las cosas predichas, y anuncio
otras nuevas, antes de que sucedan
las doy a conocer.
Canto triunfal en honor de Yave.
10 Cantad a Yave un cántico
nuevo. Lleguen sus loores a los ex¬
tremos de la tierra. Estremézcase el
mar y cuanto en él se contiene, las
islas con sus habitantes. 11 Alce su
voz el desierto, y las ciudades y las
aldeas que habita Cedar. Lancen gritos
de júbilo los habitantes de Sela, y
entonen sus cánticos en lo alto de
los montes. 12 Que den gloria a Yave,
que canten sus alabanzas en las islas.
13 Avanza Yave como un gigante,
como guerrero se excita en su ardor.
Lanza su grito, un potente grito de
guerra, y muestra su fuerza contra
sus enemigos.
Israel será vengado y liberado.
14 Mucho tiempo callé, estuve en
silencio, me contuve; como mujer
en parto, gemía, suspiraba y jadeaba.
15 Pero ahora devastaré los montes
y los collados, y secaré todo verdor.
Haré islas las corrientes de aguas, y
secaré los lagos. 16 Llevaré a los ciegos
por un camino ignorado, los condu¬
ciré por senderos desconocidos. Ante
ellos tornaré en luz las tinieblas, y
en llano los escarpados. Todo esto lo
haré ya, lo cumpliré, sin que nada
falte. 17 Retrocederán cubiertos de
ignominia los que confían en los
ídolos, los que dicen a sus imágenes
fundidas: Vosotros sois nuestrog dioses.
18 Oíd, sordos; mirad, ciegos, y ved.
19 ¿Quién es el ciego, sino mi siervo?
620
ISAÍAS, 43
¿Quién el sordo, sino el mensajero
que yo envié? ¿Quién el ciego, sino
mi amigo, el sordo, sino él, el siervo
de Yave? 20 Muchas cosas has visto,
sin poner en ellas atención; abiertos
tenías los oídos, pero no oíste. 21 Ha¬
bíase complacido Yave en su jus¬
ticia, en hacer grande y magnífica
la Ley; 22 y he ahí a este pueblo
saqueado y hollado, en cavernas,
en cárceles; dados al pillaje, sin que
nadie los libre; despojados, sin que
nadie diga: Restituid. 23 ¿Quién de
vosotros dará oído a estas cosas?
¿Quién atento las escuchará para lo
por venir? 24 ¿Quién entregó .Jacob
a los saqueadores, Israel a los despoja¬
dores? ¿No fué Yave, contra quien he¬
mos pecado, cuyos caminos no quisi¬
mos seguir, cuya Ley no obedecimos?
25 ¿Quién derramó sobre él el fuego
de su ira, con los furores de la guerra?
Rodeados de llamas, no comprendie¬
ron, quemados, no hicieron caso.
43 1 Ahora, pues, así dice Yave,
" que te creó, Jacob, que te
formó, Israel. Nada temas, yo te he
rescatado, yo te llamé por tu nom¬
bre, y tú me perteneces. 2 Si atra¬
viesas entre aguas, yo seré contigo,
y no te sumergirán las olas. Si pasas
por el fuego, no te quemarás, las
llamas no te consumirán. 3 Porque
yo soy Yave, tu Dios, el Santo de
Israel, tu salvador. Yo doy al Egipto
por rescate tuyo, doy por ti a Etiopía
y Scba. 4 Porque eres a mis ojos
de muy gran estima, de gran precio,
y te amo, y entrego por ti reinos y
pueblos a cambio de tu vida. 5 Nada
temas, que yo estoy contigo; yo traeré
tu descendencia del oriente, y los
reuniré del occidente. 6 Diré al sep¬
tentrión: Devuélvelos, y al mediodía:
No los retengas. Retraed a mis hijos
de las regiones lejanas, y a mis hijas
de los confines de la tierra, 7 a todos
cuantos llevan mi nombre, que yo
los creé y forme para mi gloria.
8 Dejad que vuelva el pueblo ciego,
que ya tiene ojos; el pueblo sordo,
que ya tiene oídos.
9 Los pueblos se reúnen todos, y
se congregan las naciones. ¿Quién de
entre ellos anuncia tales cosas, quién
aduce antiguas predicciones? Que pre¬
senten sus pruebas, para justificarse,
y oyéndolas, se diga: Verdad. 10 Vos¬
otros sois mis pruebas, dice Yave,
mi siervo a quien yo elegí, para que
aprendáis y me creáis y comprendáis
que soy yo solo. Antes de mí no
había dios alguno, y ninguno habrá
después de mí. 11 Soy yo, yo que soy
Yave, y fuera de mí no hay salva¬
ción. 12 Soy yo el que anuncio, el
que salvo, el que hablo, y no hay
otro entre vosotros, dice Yave. Vos¬
otros sois mis testigos. 13 Yo soy Dios
desde la eternidad, y lo soy por siem¬
pre jamás. Nadie puede librar a na¬
die de mis manos; lo que hago yo,
¿quién lo estorbará?
Salida de Hahilonia.
14 Así habla Yave, vuestro reden¬
tor, el Santo de Israel: Por vosotros
mandé yo contra Babilonia, y rompí
los cerrojos de vuestra cárcel, v los
caldeos fueron atados con cuerdas.
¿Qué fué de sus gritos de alegría?
15 Yo soy Yave, vuestro Santo, el
creador de Israel, vuestro rey. 16 Así
habla Yave, el que abre caminos en
el mar, v senderos en la muchedum¬
bre de las aguas. 17 El que hace avan¬
zar a carros y caballos, y a los ejér¬
citos de fuertes guerreros, o los echa
por tierra juntamente, sin que vuel¬
van a levantarse, extinguidos como
mecha que se apaga.
18 No os acordéis más de lo de
otras veces, no hagáis atención a lo
pasado; 19 que voy a hacer una obra
nueva, que ya está comenzando: ¿no
la veis? Voy a abrir un camino en
el desierto, y a llevar ríos a la sole¬
dad; 20 V me alabarán las bestias del
campo, los chacales y los avestruces.
Voy a poner agua en el desierto, y
torrentes en las tierras áridas, 21 para
abrevar a mi pueblo, a mi elegido,
al pueblo que hice para mí, que
cantará mis loores.
La liberación es pura misericordia
de Yave.
22 Pero tú, ¡oh Jacob!, no me invo¬
caste; no te fatigaste en buscarme,
Israel; 23 no me ofreciste ovejas en
holocausto, no me honraste con tus
sacrificios; yo no te abrumé con ofren¬
das ni te importuné por el incienso.
24 No compraste aromas de precio
para mí, ni me saciaste con la gro¬
sura de tus sacrificios, sino que me
atormentaste con tus pecados, y me
apenaste con tus iniquidades. Soy
yo, quien por amor de mí borro tus
ISAÍAS, 44
621
pecados, y no me acuerdo más de
tus rebeldías. 26 Hazme recordar,
entremos en juicio, habla tú para
justificarte. 27 Pecó tu primer padre,
y tus guías se rebelaron contra mí,
y tus príncipes profanaron mi san¬
tuario. 28 Por eso di Jacob al ana¬
tema, y a Israel al oprobio.
Efusión del espíritu de Vare y
conversión de las gentes,
44 1 °y e ’ P ues > I 0 * 1 Jacob!, mi
siervo, Israel, a quien elegí yo.
Así habla Yave, que te ha hecho,
formándote en el seno materno, y
te ha socorrido. 2 Nada temas, siervo
mío, Jacob, el Jesurún, a quien yo
elegí, porque yo derramaré aguas en
el desierto, arroyos en lo seco, 3 y
derramaré mi espíritu sobre ti, y mi
bendición sobre tus descendientes,
4 que crecerán como la hierba, como
prados junto a los ríos. 5 Este dirá:
Yo soy de Yave; aquel tomará el
nombre de Jacob; y el otro escribirá
en su mano: De Yave, y querrá ser
conocido con el nombre de Israel.
Vanidad de los Idolos.
6 Así habla Yave, el rey de Israel,
su redentor, Yave Sebaot: Yo soy
el primero y el último, y no hay
otro Dios fuera de mí. 6 7 ¿Quién como
yo? Que venga, y hable, que anuncie
y se compare conmigo. ¿Quién desde
el principio anunció lo por venir?
Que nos prediga lo que ha de su¬
ceder. 8 9 No os atemoricéis, no temáis
nada. ¿No lo anuncié yo antes ya y
lo predije? Vosotros sois testigos. No
hay Dios alguno fuera de mí, ni otra
roca que yo; no la conozco.
9 Todos los hacedores de ídolos son
nada, y sus vanas hechuras no sirven
de nada. Y son testigos ellos mismos,
no ven nada, no saben nada, para
vergüenza suya. 10 Si un dios se hace,
si se funde, bien claro es que de nada
sirve. 11 Mirad, todos sus devotos
serán confundidos: los que los hacen
son hombres. Que se junten, que ven¬
gan todos; todos temblarán, cubier¬
tos de vergüenza. 12 Uno forja en
la fragua su obra y aguza el cincel,
y hace la imagen a golpe de martillo,
poniendo toda su fuerza. Tiene ham¬
bre, y está agotado; no bebe, está
desfallecido. 13 * Otro que trabaja en
madera, toma sus medidas eon la
cuerda, y hace sus señales con al¬
magre. Maneja el cepillo y marca
con el compás. Hace así una seme¬
janza de hombre, de un hombre
bello, para que habite en una casa.
14 d) Pláutanse cedros que hace
crecer la lluvia; o) se deja que se
hagan grandes en el bosque; b) se
escogen luego el roble y la encina,
a) y se cortan los cedros. 15 Sirven
luego de lena para el fuego, para
calentarse, también para cocer el pan.
Y además se hacen con ellos dioses,
ante los cuales se prosternan, ídolos
que adoran. 16 Ha quemado el fuego
la mitad de la leña, para asar la
carne y saciarse comiendo el asado.
Caliéntase luego, diciendo: Me ca¬
liento, siento la lumbre, 17 y con el
resto se hace un dios, un ídolo que
adora, postrándose ante él, y a quien
suplica, diciendo: Tú eres mi dios,
sálvame. 18 Pero ellos no saben, no
distinguen; porque están cerrados
sus ojos y no ven, está cerrado su
corazón y no entienden. 19 No refle¬
xionan, son demasiado simples e ig¬
norantes, para decir: He quemado la
mitad de la madera, sobre sus brasas
he cocido el pan, he asado la carne
y me la lie comido; lo que con el
resto haga será un ídolo execrable,
y me prosternare ante un tronco de
madera. 20 * Se alimenta de ceniza, y
su corazón engañado le extravía.
Y no salva su alma diciéndose: ¿No es
pura mentira lo que tengo en la mano?
Sólo Yave es grande.
21 Ten en la memoria estas cosas,
Jacob; mira Israel, que tú eres mi
siervo, yo te he formado. Tú estás
para servirme, Israel, y yo no te
abandonaré. 22 Yo he disipado como
nube tus pecados, como niebla tus
iniquidades. Vuelve a mí, que yo te
he rescatado. 23 Cantad, cielos, la
obra de Yave; resonad, profundida¬
des de la tierra; saltad de júbilo»
montañas; cantad todos, árboles de
la selva; que Yave ha rescatado a
Jacob y ha mostrado su gloria a Israel.
24 Así dice Yave, tu redentor, el
que en el seno te formó. Yo soy
Yave, el que lo ha hecho todo: yo,
yo solo desplegué los cielos y af.rmé
la tierra. ¿Quién me ayudó? 23 Yo
deshago las señales mentirosas de
, los adivinos, y a éstos los enloquezco.
G22
ISAIAS, 46
Yo obligo a los sabios a retroceder,
y torno en locura sú sabiduría; 26 pero
mantengo las palabras dadas a mis
siervos, y cumplo los designios reve¬
lados a mis mensajeros. Yo digo a
Jcrusaíén: Serás habitada; y a las
ciudades de Judá: Seréis reedificadas,
yo levantare sus ruinas. 27 Yo digo
al abismo: Sécate, y deseco sus aguas.
28 Yo digo a Giro: Tú eres mi pastor,
y él hará lo que yo quiera. Yo digo
a Jcrusalén que será reedificada, y
que su templo será reconstruido.
Ciro, el libertador de Israel.
4O 1 * Así dice Yave a su ungido,
Ciro (1), a quien tomó de la
mano, para derribar ante él las na¬
ciones, para desceñir la cintura de
los reyes, para abrir ante él las puer¬
tas, y dejarle libres las entradas.
2 Yo iré delante de ti, y te allanaré
los caminos montuosos/Yo romperé
las puertas de bronce, y arrancaré
los cerrojos de hierro; 3 yo te entre¬
garé los tesoros escondidos, y las ri¬
quezas enterradas, para que sepas
que yo soy Yave, el Dios de Israel,
que te llamó por tu nombre. 4 Por
amor de ini siervo Jacob, por amor
de Israel, mi elegido, te he llamado
por tu nombre, y te lie ceñido, aun¬
que tú no me conoces, 5 * soy yo,
Yave, no es ningún otro. Fuera de
mí no hay Dios. 0 Yo te ciño, aunque
tú no me conoces, para (pie sepa el
levante y el poniente que no hay
ninguno fuera de mí. 7 Yo soy Yave,
no hay ningún otro. Yo he hecho la
luz y las tinieblas, yo doy la paz,
yo traigo el mal, soy yo. Yave, quien
hace todo esto. 8 * Destilad, ciclos, arri¬
ba el rocío; lloved, nubes, la justicia;
ábrase la tierra, y produzca el fruto
de la salvación, y* germine la justicia.
Soy yo, Yave, quien crea esto.
Inutilidad de toda oposición.
9 jAy del que contiende con su Ha¬
cedor! Es el tiesto de los tiestos de
(i) Desde el capitulo 41 el profeta habla de
Ciro, aunque sin mencionarle por su nombre.
Esta unción es su destino para ejecutar los pla¬
nes divinos sobre los pueblos y sobre Israel.
Ciro es el ministro de la justicia divina contra
Babilonia y de la misericordia a favor de Israel.
Una y otra cosa son una prueba de que Yave es
verdadero Dios, y los dioses que no pueden
hacer tales cosas, no son nada.
la tierra. ¿Dice acaso el barro al
alfarero: ¿Qué es lo que haces? ¿Dí-
celc la obra: ¿Eres un torpe? 10 ¡Ay
del que al padre dice: Por qué en¬
gendraste, o dice a la mujer: Por
qué pariste! 11 Así dice Yave, el Santo
de Israel, que te formó. ¿Os atre¬
veríais vosotros a pedirme cuenta de
mis propósitos, a darme lecciones
acerca la obra de mis manos? 12 Yo
hice la tierra y creé sobre ella al
hombre; mis manos desplegaron los
ciclos, y yo mando a todo su ejér¬
cito. 13 Y yo le suscité para justicia,
y allano todos sus caminos. El reedi¬
ficará mi ciudad, y libertará a mis
desterrados, no por dinero ni por
dones, dice Yave Sebaot.
La conversión de las flentes.
14 Así habla Yave: Los trabajado¬
res de Egipto, los mercaderes de Etio¬
pía, los sabeos de elevada estatura,
pasarán a ti, y serán tuyos, y te se¬
guirán y te servirán esposados, en¬
corvados, suplicantes: Sólo tú tienes
un Dios, no hay ningún otro, no hay
ningún otro Dios. 15 En verdad que
tienes contigo un Dios escondido, el
Dios de Israel, salvador. 16 Todos los
hacedores de ídolos están cubiertos
de confusión y de ignominia, vense
todos juntos llenos de vergüenza.
17 Israel es salvado de Yave con
salvación eterna, ni vergüenza ni con¬
fusión por los siglos .para él.
19 Sí, así habla Yave, el que creó
los ciclos, el Dios que formó la tierra,
la hizo y la afirmó. No la creó en
vano,, la formó para que fuese habi¬
tada. Soy yo, Yave, y ningún otro.
10 No lie hablado yo en secreto, en
un oscuro rincón de la tierra. No he
dicho yo a la progenie de Jacob:
Buscadme en vano. Soy yo, Yave,
cuya palabra es verdadera y cuya
predicción es segura.
20 Reunios, venid, acercaos junta¬
mente, los sobrevivientes de las na¬
ciones. No tienen entendimiento los
que llevan un ídolo de madera y
ruegan a un dios incapaz de salvar.
21 Hablad, exponed, consultaos unos
a otros: ¿Quién predijo estas cosas
desde mucho ha, mucho tiempo antes
las anunció? ¿No soy yo, Yave, el
único, y nadie más que yo? 22 No hay
Dios justo y salvador fuera de mí;
volveos a mí y seréis salvas, naciones
todas de la tierra. 23 Porque yo soy
ISAÍAS, 4t>, 47
(>•¿3
Dios, y no hay otro; por mí lo juro,
sale la verdad de mi boca y es irre¬
vocable mi palabra. Doblaráse ante
mí toda rodilla, y por mí jurará toda
lengua. 24 De mí dirán: Cierlamente
sólo en Yave hay justicia y fuerza.
A él vendrán cubiertos de ignominia
todos cuantos se agitan contra él.
25 En Yave será justificada y glori¬
ficada toda la progenie de Israel.
Caída de Iok ¡dalos.
(1) 1 Postrado Bel, caído Nebo,
sus simulacros son puestos sobre
bestias de carga, cargados y llevados
con trabajo. 2 Todos son humillados,
todos abatidos juntamente, no pu¬
dieron preservar esta carga, antes
ellos mismos fueron llevados cautivos.
3 Oídme, casa de Jacob, y vos¬
otros todos, restos de la casa de
Israel, llevados desde el seno, y carga
mía desde el nacimiento. 4 Yo"mismo
hasta la vejez, hasta las canas os
soportaré; como ya hice, yo me en¬
cargo de sosteneros y preservaros.
5 ¿A quién queréis compararme? ¿Con
quién medirme? ¿A quién me haréis
semejante, igual? 6 Aquéllos sacan el
oro de la bolsa, pesan la plata en la
balanza, pagan al orfebre, y mandan
que les haga un dios; luego se postran
y le adoran, 7 le cargan sobre sus
hombros, le llevan, le sostienen, le
ponen en su lugar, y allí se esta; no
se mueve de su sitio; claman a él,
pero no responde ni libra de la tri¬
bulación.
8 Acordaos de esto y tenedlo en cuen¬
ta; 9 acordaos de los tiempos pasados,
desde el principio. Si, yo soy Dios,
yo, y no hay ningún otro; yo soy
Dios, y no tengo igual. 10 Yo anuncio
desde el principio lo por venir, y de
antemano lo que no se ha hecho.
Yo digo: Mis designios se realizan, y
cumplo toda mi voluntad. 11 Yo lla¬
mo del levante al ave de presa, de
lejana tierra al hombre de mi con¬
sejo. Como lo he dicho, así lo haré;
lo lie dispuesto, y lo cumpliré.
12 Oídme, hombres de duro cora¬
zón, que estáis lejos de la justicia.
13 Yo haré que se os acerque mi justi¬
cia, ya no está lejos, y no tardará mi
salvación. Yo pondré en Sión la salud
y mi gloria en Israel.
(i) El contexto de este capitulo seria mucho
más perfecto haciendo inversiones qje dejaran
el texto en este orden: 3-7; 1-2; 8-13.
Cuido de llabilmiia.
\n 1 Desciende y siéntate en el
* ‘ polvo, virgen hija de Babilonia.
No más trono. Siéntate en la tierra,
hija de los caldeos. Ya no te llama¬
rán jamás la delicada, la voluptuosa.
2 Coge la muela y ve a moler la ha¬
rina; quítate el velo, descalza tus
pies, descubre tus piernas, y pasa
los ríos. 3 Descubierta será tu des¬
nudez, se verán tus vergüenzas. 4 Yo
tomaré venganza implacable, dice
nuestro redentor, Yave Scbaot es
su nombre, el Santo de Israel. 5 Sién¬
tale en silencio, súmete en tinicbla,
hija de los caldeos; ya nunca más
te llamarán la reina de las reinas.
6 Estaba yo airado contra mi pue¬
blo, y dejé profanar mi heredad, y la
entregué en tus manos. Tú no tuviste
piedad, e hiciste pesar tu yugo aun
sobre los ancianos. 7 Tú decías: Yo
seré siempre, por siempre la reina,
y no reflexionaste, no pensaste en
iu fin. 8 Escucha, pues, esto, volup¬
tuosa, que te sientes tan segura, que
dices en tu corazón: Yo, y nadie
más que yo; no enviudaré ni me veré
sin hijos." 9 Ambas cosas te vendrán
de repente, en un mismo día: la falta
de hijos y la viudez te abrumarán
a un tiempo, a pesar de tus nume¬
rosos agüeros y de tus muchos en¬
cantamientos. 10 Tú catabas fiada en
tu maldad y te decías: No ve nadie.
Tu sabiduría y tu ciencia te enga¬
ñaron, y te decías en tu corazón; Yo,
y no más que yo. 11 Pero va a caer
sobre ti un mal que no podrás conju¬
rar, y te abrumara una ruina que
110 podrás remediar; caerá de repente
sobre ti, sin que preveas sus golpes.
12 Acude ahora a tus encantamientos,
a las muchas hechicerías con que te
fatigas desde la niñez. Quizá puedan
servirte, quizá puedan hacerte terri¬
ble. 13 ¿Estás cansada de tanto con¬
sultar? Que vengan ahora, que te
salven, los que hacen la carta del
ciclo y observan las estrellas, y hacen
la cuenta de los meses, de lo que ha
de venir sobre ti. 14 Helos ahi como
briznas de paja, que serán consumi¬
das por el fuego. No podrán escapar
de los abrazos de las llamas; brasas,
mas no para calentarse a ellas, ni
hoguera para sentarse ante ella. lj Eso
serán entonces para ti aquellos por
quienes desde la niñez te afanaste,
tus magos. Cada cual echará por su
camino, y no habrá quien te salve.
624
ISAIAS, 48, 49
Israel sale de Babilonia por pura
gracia.
io 1 Oíd esto, casa de Jacob, los
que lleváis el nombre de Israel,
los salidos de las entrañas de Judá.
Vosotros, ios que juráis por el nom¬
bre de Yavc y alaliáis al Dios de Is¬
rael, pero sin verdad y sin justicia;
2 aunque lleváis el nombre déla ciu¬
dad santa, y os apoyáis sobre el Dios
de Israel, cuyo nombre es Yave
Scbaot. 3 Lo que ha pasado, ya ha
tiempo lo predije, de mi boca salió.
Yo lo hice oír, y de improviso obró,
y todo se ha cumplido. 4 Porque
bien se que eres duro, y es tu cerviz
una barra de hierro, y que tienes
una frcnlc de bronce. 6 Yo te pre¬
dije esto hace tiempo, antes de que
sucediera te lo di a saber. Para que
no dijeras: Lo ha hecho mi ídolo,
mi estatua, mi bronce lo mandó.
6 Ya lo has oído, míralo todo: ¿por
qué no predecís también vosotros?
Yo te he dado a conocer ahora cosas
nuevas, cosas ocultas, que tú no
sabias. 7 Se crean ahora, no en tiem¬
pos pasados; antes de hoy nada
hablas oído de ellas, para que no di¬
jeras: Ya lo sabía yo. 8 No, nada
habías oído, nada conocías, nada en
mucho tiempo llegó a tus oídos.
Porque sé que eres infiel, y tu nom¬
bre es: rebelde, desde que naciste.
8 Yo por la honra de mi nombre
contengo mi ira, por amor de mi
gloria te doy largas, y no llego a
exterminarle. 10 Mira, le pasé por el
fuego del crisol, y no había plata;
te lie pasado por la hornaza de la
aflicción. 11 lis por mí, por amor de
mi lo hago, porque no quiero que mi
nombre sea escarnecido, y mi gloria
a nadie se la doy.
12 Oyeme, Jacob, y tú Israel, que
yo te llamo, soy vo, yo, el primero,
y yo soy el último. u Mi mano hizo
la tierra, mi diestra desplegó los cic¬
los, y los llamé y luego parecieron.
14 Reunios todos y oíd, ¿quien de
caire ellos anunció eslas cosas? Aquel
a quien Yavc ama, cumplirá su vo¬
luntad contra Babilonia, y conlra
la raza de los caldeos. 16 Vo, yo le
he hablado, yo le lie llamado, yo le
guío y prospero sus caminos. 16 Acer¬
caos a mí y oíd esto: Desde el prin¬
cipio no os lie hablado en las som¬
bras; cuando la cosa se hacia, allí
estaba yo. Y ahora yo, Yavc, soy
quien le envía con su espíritu.
17 Así habla Yave, tu redentor, el
Santo de Israel: Yo soy Yave, tu
Dios, que para tu bién te enseña y
te pone en el camino que has de
seguir. 18 ¡Ah!, si atendieras a mis
leyes, tu paz sería como un río, y
tu justicia como las olas del mar.
19 Tu descendencia sería como los
granos de arena; los frutos de tus
entrañas, como el polvo. Y nada
horraría, nada raería tu nombre de
delante de mí. 20 Salid de Babilo¬
nia, huid de entre los caldeos con
cantos de alegría; anunciad, pregonad
la buena nueva, que llegue hasta los
confines de la tierra. Decid: Rescata
Yavc a su siervo Jacob. 21 No ten¬
drán sed en el desierto por el cual
los guía; hará que broten para ellos
aguas de la roca, abrirá la peña y
brotarán las aguas. 23 Pero no
hay paz para ios malvados, dice
Yavc.
JO 1 ;Oídmc, islasl ¡Atended, puc-
~ * blos lejanos! Yave me llamó des¬
de antes de mi nacimiento, desde el
seno de mi madre me llamó por mi
nombre (1). 2 Kl hizo mi boca como
cortante espada, él me guarda a
la sombra de su mano, hizo de mí
aguda saeta, y me guardó en su
aljaba. 4 Yo me dije: Por demás he
trabajado, en vano y para nada con¬
sumí mis fuerzas, pero mi causa está
en manos de Yave, ini recompensa
en las manos de mi Dios. 5 u Y ahora"
dice Yavc, el que desde mi nacimiento
me formó para siervo suyo, para
traer a él a Jacob, para congregarle
Israel, 3 él me lia dicho: Tn eres mi
siervo, en ti seré glorificado. 6 t> Yavc
me ha dado osle honor, y él, mi Dios,
será mi fuerza. 6 Díjomc: Poco es
para mí ser lú mi siervo, para resta¬
blecer las tribus de Jacob, y recon¬
ducir a los salvados de Israel. Yo
te hago luz de las gentes, para llevar
mi salvación hasta los confines de
la tierra. 7 Así dice Yavc, el redentor,
el Santo de Israel, al menospreciado
y abominado de las gen les, al escla¬
vizado por los tiranos. Veráutc los
reyes, y se levantarán de sus sitiales
los príncipes, y se prosternarán, por
obra de Yavc, que es fiel, del Santo
de Israel, que te lia elegido.
(i) El trozo 1-7 es otro fragmento del poema
del siervo de Yave, que está aquí fuera de su
lugar.
ISAIAS, 50
625
La liberación.
8 Así habla Yave: Al tiempo de
la gracia te escuché, el día de la
salvación vine en tu ayuda. Yo te
formé y te puse, por alianza de mi
pueblo, para restablecer la tierra y
repartirle las heredades devastadas.
9 Para decir a los presos: Salid; y a
los que moran en tinieblas: Venid a
la luz.' En todos los caminos serán
apacentados, habrá pastos en todas
las laderas. 10 No padecerán hambre
ni sed, calor ni viento solano que los
aflija. Porque los guiará el que de
ellos se ha compadecido, y los lle¬
vará a aguas manantiales. 11 Yo tor¬
naré todos los montes en caminos, y
estarán preparadas las vías. 12 Vie¬
nen de lejos: Estos, del norte y del
poniente; aquéllos, de la tierra de
Sinim.
Restauración do Sión.
13 Cantad, cielos; tierra, salta de
gozo; montes, que resuenen vuestros
cánticos, porque ha consolado Yave
a su pueblo, ha tenido compasión de
sus males. 14 Sión decía: Yave me ha
abandonado, el Señor se ha olvidado
de mí. ¿Puede la mujer olvidarse
del fruto de su vientre, no compade¬
cerse del hijo de sus entrañas? 15 Y
aunque ella se olvidara, yo no te
olvidaría. 16 Mira, te tengo grabada
en mis manos, tus muros están siem¬
pre delante de mí. 17 Ya vienen apri¬
sa los que levantarán tus ruinas, y
tus asoladores huyen lejos de ti.
18 Echa en torno de ti los ojos y
mira, todos se reúnen para venir a ti.
Por mi vida, dice Yave, que te reves¬
tirás de ellos como de ornamento, y
te ceñirás de ellos como novia. 19 Por¬
que tu tierra devastada, arruinada,
desierta, será ahora estrecha para la
muchedumbre de tus habitantes, y
S 2 alejarán los que te devoraban.
2J Esos hijos de la madre que se
quedó sin ellos, dirán a tus oídos:
La tierra es demasiado estrecha para
mí, hazme lugar para que habite en
ella. 21 Y tú dirás en tu corazón:
¿Quién, pues, me ha parido a éstos?
Yo había perdido mis hijos y quedé
estéril, desterrada, repudiada. ¿A
éstos quién los ha criado? Yo estaba
sola. ¿De dónde vienen éstos?
22 Así habla el Señor, Yave: Yo
penderé mi mano a las gentes, y al¬
zaré mi bandera a las naciones, y
traerán en brazos a tus hijos, y en
hombros a tus hijas. 23 Reyes serán
tus ayos, y reinas tus nodrizas; pos¬
trados ante ti, rostro a tierra, la¬
merán el polvo de tus pies. Y reco¬
nocerás que yo soy Yave, y que
el que en mí confía no es con¬
fundido.
25 a) Así habla Yave: 24 ¿Se le quita
al guerrero su botín? ¿Le escapa al
poderoso su presa? 25 b) Pues yo arre¬
bataré al guerrero su botín, y al po¬
deroso le arrancaré su presa, y de¬
fenderé tu causa y salvaré a tus
hijos. 26 Y a los que te despojaron
les haré comer sus propias carnes, y se
embriagarán de su sangre como de
vino dulce. Y reconocerá toda carne
que yo soy Yave, tu salvador, tu
redentor, el Fuerte de Jacob.
pa 1 Así dice Yave: ¿Dónde está
el libelo de repudio de vuestra
madre, por el cual la haya repudiado
yo? ¿Ó cuál es aquél de mis acree¬
dores a quien os haya vendido yo?
Por vuestros crímenes fuisteis ven¬
didos, y por vuestros pecados fué
repudiada vuestra madre. 2 Porque
cuando yo venía no hallaba a nadie,
y cuando llamaba nadie me respon¬
día. ¿Habráse acortado mi brazo para
salvar, o no tendré ya fuerza para
librar? Con sólo mi amenaza seco
yo el mar, y torno en desierto los
ríos, hasta secarse sus peces y morir
de sed por falta de agua. 3 Yo revisto
los cielos de un velo de sombras, y
los cubro como de saco (1).
4 a) El Señor, Yave, me ha dado
lengua de discípulo, para sostener a
los abatidos. 6 a ) El Señor, Yave, me
ha abierto los oídos 4 b) para que
aprenda la palabra. 4 c) Cada mañana
despierta mis oídos, para que oiga
como discípulo, 6 b) y yo no me resisto,
no me echo atrás. 8 He dado mis
espaldas a los que me herían, y mis
mejillas a los que me arrancaban la
barba. Y no escondí mi rostro ante
las injurias y los esputos. 7 El Señor,
Yave, me ha socorrido, y por eso no
cedí ante la ignominia, e hice mi
rostro como de pedernal, sabiendo
que no seria confundido. 8 Cerca está
mi defensor. ¿Quién quiere contender
conmigo? Comparezcamos juntos.
¿Quién es mi adversario? Que se
(i) Los versículos 4-11 son otro fragmento
del poema del siervo de Yave.
40
fi26
ISAÍAS 51. 52
ponga frente a mí. * Si, el Señor,
Yave, me asiste. ¿Quién me conde¬
nará? Todos ellos caerán en pedazos,
como vestido viejo, la polilla los
consumirá. 10 Quien de vosotros tema
a Yave, oiga la voz de su siervo. El
que ande en tinieblas, privado de luz,
que confíe en el nombre de Yave, y se
apoye sobre su Dios. 11 Los que estáis
encendiendo nn fuego, y preparando
saetas encendidas, id a las llamas de
vuestro fuego y sobre las saetas que
encendéis. De mi mano os llagará
esto, y seréis atormentados en un
lecho de dolor.
Exhortación a los israelitas fieles.
yl 1 Oídme, vosotros, los que se-
** guís la justicia y buscáis a
Yave. Considerad la roca de que habéis
sido tallados, la cantera de que ha¬
béis sido sacados. 2 Mirad a Abraham,
vuestro padre, y a Sara, que os parió
en dolores. Sólo a él le elegí yo, y
le bendije y le multipliqué. 3 De cier¬
to Yave consolará a Sión, consolará
todas sus ruinas y tornará su desierto
en vergel, y su soledad en paraíso
'de Yave, donde habrá gozo y ale¬
gría y cantos de alabanza.
4 Atended, pueblos, a mi voz; pres¬
tadme oído, naciones. Que de mí
viene la doctrina, y mi ley será la
luz de los pueblos. 5 Mi justicia se
acerca, ya viene mi salvación, y mi
brazo liará justicia a los pueblos.
A mí me esperan las islas y aguar¬
dan mi poder. 6 Alzad los ojos al
ciclo, y mirad la tierra a vuestros
pies. Pasarán los ciclos como humo,
se envejecerá como un vestido la
tierra, y morirán como las moscas
sus habitantes. Pero mi salvación
durará por la eternidad, y mi justicia
no tendrá fin.
7 Oídme, vosotros, los que conocéis
la justicia, tú, pueblo, en cuyo co¬
razón está mi Ley. No temas las afren¬
tas de los hombres, no te asusten
sus ultrajes. 8 Porque como a vesti¬
dura los comerá la polilla, como a
lana los comerán los gusanos. Pero
mi justicia durará por la eternidad,
y mi salvación de generación en ge¬
neración.
9 Alzate, álzate, revístete de forta¬
leza, brazo de Yave. Levántate, como
en los tiempos antiguos, cu los siglos
remotos. ¿No eres tú quien secaste
a Kahab y partiste al dragón? 10 ¿No
eres tú quien secaste el mar, las aguas
del profundo abismo, y tornaste las
profundidades del mar en camino,
para que pasasen los redimidos?
11 Volverán los rescatados de Yave,
volverán a Sión con cantos de triun¬
fo, coronada de gloria eterna su
frente. Se apoderará de ellos el gozo
y la alegría, huirán el llanto y la
tristeza.
12 Soy yo vuestro consolador.
¿Por qué temer tú a un débil
mortal, a un hombre que es como
el heno, 13 olvidándole de tu Ha¬
cedor, que desplegó los ciclos y
fundó la tierra, para estar temiendo
todo el día el furor de tu opresor,
que busca destruirte? 14 ¿Dónde está
el furor del que te oprimía? Bien
pronto sera libertado el cautivo. No
morirá en su cárcel, no le faltará el pan.
15 Yo soy Yave, tu Dios, (pie le¬
vanto el mar y embravezco sus olas,
y cuyo nombre es Yave Sebaot.
16 Yo'pondré cu tu boca ini palabra
y te protegeré con la sombra de mi
mano, desplegando cielos, y fundando
una tierra, y diciendo a Sión: Tú
eres mi pueblo.
17 Despierta, Jcrusalén, despierta,
levántate, tú que has bebido de la
mano de Yave el cáliz de su ira, tú
que has apurado hasta las heces el
cáliz que aturde. 18 No hubo nadie
que la guiara, de todos los hijos que
ella parió; ninguno la sostuvo con su
mano, de cuantos hijos crió. 10 Ca¬
yeron sobre ti estos dos males: ¿Quién
se dolerá de ti? Ruina y azote, hambre
y espada, ¿quién te consolará? 2Ü Tus
hijos yacen desfallecidos en las en¬
crucijadas de las calles, como antílo¬
pes cazados a lazo, ebrios de la ira
de Yave, de los furores de tu Dios.
21 Oye, pues, malaventurada, ebria,
ero no de vino. 22 Así habla tu Señor,
'ave, tu Dios, que pleitea por su
pueblo:
Yo tomaré de tu mano la copa
embriagadora, el cáliz^ de mi ira, y
no lo beberás ya más. 23 Y lo pondré
en la mano de tos tiranos, en la mano
de tus opresores, de los que dicen:
Encórvate para que pasemos por en¬
cima de ti, cuando pisan tu dorso
como se pisa la tierra, como camino
de los que pasan.
1 Levántate, levántate, revís-
t)2 tete de fortaleza, ;oh Sión!, viste
tus vestiduras de fiesta, Jcrusalén,
ciudad santa; que ya no entrará más
ISAÍAS, 53
627
dentro de ti incircunciso ni inmundo.
2 Sacúdete el polvo, levántate, Jeru-
salén cautiva. Desata las ataduras de
tu cuello, cautiva, hija de Sión.
3 Así dice Yave: De balde fuis¬
teis vendidos, y sin precio seréis
rescatados. (i) * * 4 * Pues asf dice Yave:
A Egipto bajó mi pueblo en otro
tiempo, para habitar allí como pere¬
grino, y Asur le cautivó sin razón.
6 ¿Qué he de hacer yo, pues, dice
Yave, ahora que ha sido tomado
gratis mi pueblo? Sus opresores aúllan
y continuamente, dice Yave, es blas¬
femado mi nombre. 6 También mi
pueblo conocerá mi nombre, y que
soy yo quien hace esto.
Alegría de la restauración.
7 ¡Qué hermosos sobre los montes,
los pjes del que te trae la buena
nueva de la paz, del que te trae la
alegre noticia de la salvación, di¬
ciendo a Sión: Reina tu Dios! 8 iVocesl
Tus atalayadores alzan la voz, y
todos a una cantan jubilosos, porque
ven con sus ojos cómo se ha vuelto
Yave hacia Sión.
9 Cantad todas a una vuestros
cantos, ruinas de Jerusalén, que con¬
suela Yave a su pueblo y rescata a
Jerusalén. 10 Yave, el Santo, alza
su brazo a los ojos de todos los pue¬
blos, y los extremos confines de la
tierra ven la salvación de nuestro Dios.
11 Partid, partid, salid de ahí,
no toquéis nada inmundo. Salid, puri¬
ficaos, los que lleváis los utensilios
de Yave. 12 * Pero no salgáis a la des¬
bandada, no partáis como fugitivos,
porque va Yave a vuestro frente, y
vuestra retaguardia es el Dios de
Israel (1).
(i) Esta sección (52.13-53.12), con los va¬
rios fragmentos dispersos que antes hemos ido
indicando, forma un verdadero poema, que es
a la vez el vaticinio más claro de la pasión del
Siervo del Señor, y que podríamos llamar el
profético y primer relato de la Pasión. Los do¬
lores del Siervo, la causa de ellos y los frutos
de la muerte, se hallan descritos con los más
vivos colores. Una cosa, sin embargo, hay que
notar: Que tanto aquí como en los pasajes ante¬
riores, este Siervo aparece como Melquisedec;
sin padre ni genealogía, parece como si no tu¬
viera nada que ver con el glorioso hijo de David
y restaurador de su reino. Por eso se explica que
estos pasajes fueran un enigma para los judíos,
como les fué después escándalo el misterio de la
Cruz.
Poema del Siervo de Yave.
13 He aquí a mi siervo; él prospe¬
rará, será engrandecido y ensalzado,
puesto muy alto. 14 Como de él
se pasmaron muchos, tan desfigurado
estaba su rostro que no parecía ser
de hombre; 15 así se admirarán de
él las gentes, y los reyes cerrarán ante
él su boca, al ver lo que jamás vieron,
al entender lo que jamás habían
oído.
53 1 ¿Quién creerá lo que hemos
oído? ¿A quién fué revelado
el brazo de Yave? 2 Sube ante él como
un retoño, como retoño de raíz en
tierra árida. No hay en él parecer,
no hay hermosura que atraiga las
miradas, no hay en él belleza que
agrade. 3 Despreciado, desecho de
los hombres, varón de dolores, cono¬
cedor de todos los quebrantos, ante
quien se vuelve el rostro, menospre¬
ciado, estimado en nada; 4 pero fué
él, ciertamente, quien tomó sobre sí
nuestras enfermedades y cargó con
nuestros dolores, y nosotros le tuvi¬
mos por castigado y herido por Dios
y humillado.
5 Fué traspasado por nuestras ini¬
quidades, y molido por nuestros peca¬
dos. El castigo salvador pesó sobre él,
y en sus llagas hemos sido curados.
6 Todos nosotros andábamos errantes,
como ovejas, siguiendo cada uno su
camino, y Yave cargó sobre él la
iniquidad de todos nosotros. 7 Mal¬
tratado y afligido, no abrió la boca,
como cordero llevado al matadero,
como oveja muda ante los trasquila¬
dores. 8 Fué arrebatado por un juicio
inicuo, sin que nadie defendiera su
causa, cuando era arrancado de la
tierra de los vivientes y muerto por
las iniquidades de su pueblo. 9 Dis¬
puesta estaba entre los impíos su
sepultura, y fué en la muerte igua¬
lado a los malhechores; a pesar de
110 haber en él maldad, ni haher men¬
tira en su boca. 10 quiso quebrantarle
Yave con padecimientos. Ofreciendo
su vida en sacrificio por el pecado,
tendrá posteridad. Y vivirá largos
años, y en sus manos prosperará la
obra de Yave. 11 Librado de los tor¬
mentos de su alma, verá, y lo que
verá colmará sus deseos. El justo,
mi siervo, justificará a muchos, y
cargará con las iniquidades de ellos.
12 Por eso yo le daré por parte suya
muchedumbres, y recibirá muchedura-
628
ISAÍAS, 54, 55
bres por botín; por haberse entre¬
gado a la muerte, y haber sido eon-
tado entre los pecadores, euando
llevaba sobre sí los pecados de todos
e intercedía por los pecadores.
Gloria de la nueva Sión.
54 O) 1 Regocíjate, estéril, la
sin hijos; entona un canto de
alegría, tú que no conoces los dolores
del parto. Porque los hijos de la
abandonada son más numerosos que
los de la casada, dice Yave.
2 Ensancha el sillo de tu tienda,
extiende las pieles que te cubren; no
las recojas, alarga tus cnerdas y clava
tus clavos; 3 porque te extenderás a
derecha e izquierda, y tu descen¬
dencia poseerá las naciones y pobla¬
rá las ciudades desiertas. 4 Nada
temas, que no serás confundida; no
te avergüences, que no serás afren¬
tada. Te olvidarás de la vergüenza
de la juventud, y perderás el re¬
cuerdo del oprobio de tu viudez.
6 Porque tu marido es tu Hacedor,
que se llama Yave Sebaot, y tn
redentor es el Santo de Israel, y se
llama el Dios del mundo todo.
6 Sí, Yave te llamó como a mujer
abandonada y desolada. La esposa de
la juventud, ¿podrá ser repudiada?
7 Por una hora, por un momento te
abandoné, pero en mi gran amor
vuelvo a llamarte. 8 Desencadenando
mi ira, oculté de ti mi rostro; un
momento me alejé de ti; pero en mi
eterna misericordia me apiadé de ti,
dice Yave, tu redentor.
9 Será esto como al tiempo de
Noé, en que juré que nunca más el
diluvio se echaría sobre la tierra.
Así juro yo ahora no volver a eno¬
jarme eontra ti, no volver a reñirte.
10 Que se muevan los montes, que
tiemblen los collados, no se apartará
más de ti mi misericordia, y mi
alianza de paz será inquebrantable,
dice Yave, que te ama.
11 ¡Pobrecita, azotada por la tem¬
pestad, sin abrigol Voy a edificarte
sobre jaspe, sobre cimientos de zafiro.
(i) Los capítulos 54.1-55. io, y después en
60.1-62.12, forman como un gran poema en que
se describe la gloriosa restauración de Jerusalén,
convenida en centro de las naciones, que se
sienten atraídas a ella por las maravillas que ven
realizadas por Yave. El tema se encuentn con
frecuencia en los profetas, pero en ninguna parte
tratado con la amplitud y el alto lirismo de aquí.
12 Te haré almenas de rubí y puertas
de carbunclo, y toda una muralla
de piedras preciosas. 13 Todos tus
hijos serán adoctrinados por Yave, y
gozarán de mucha paz. 14 Serás
fundada sobre la justicia, y estará
lejos de ti la opresión, que no habrás
de temer, y la angustia, que 110 te
llegará más.
15 Si te atacare alguno, no será de
parte mía, y quien te ataque caerá
ante ti. 16 "Mira, yo he hecho al
herrero, que sopla las brasas del
fuego, y con su trabajo forja un
arma; también yo he hecho al des¬
tructor para destruir. 17 Toda arma
forjada contra ti será inútil, y cual¬
quiera que sea la lengua que contra
ti se querelle, triunfarás tú. Esta es
la porción de los servidores de Yave,
y la justicia que de él les vendrá,
dice Yave.
rr 1 ¡Oh vosotros, lo* sedientos!
venid a las aguas; aun los que
no tenéis dinero. Venid, eomprad
pan y comed; venid, comprad sin
dinero, sin pagar, vino y leche. 2 ¿A
qué gastar vuestro dinero no en pan,
y vuestro trabajo no en hartura?
Escuchadme y comeréis lo mejor, y
os deleitaréis con manjares suculentos.
3 Dadme oídos y venid a mí; escu¬
chadme y vivirá vuestra alma, y
haré con vosotros un pacto sempi¬
terno, el de las firmes misericordias
de David. 4 De él he hecho un testi¬
monio para las gentes, un jefe y
maestro de los pueblos. 5 * Llamarás a
pueblos que te son desconocidos, a
pueblos que no te conocen, por Yave,
tu Dios, por el Santo de Israel, que
te glorificará.
6 Buscad a Yave mientras puede
ser hallado, llamadle en tanto que
está cerca. 7 Deje el impío sus cami¬
nos, y el malvado sus pensamientos,
y vuélvase a Yave, que tendrá de él
misericordia, a nuestro Dios, que es
rico en perdones. 8 Porque no son
mis pensamientos vuestros pensa¬
mientos, ni mis caminos son vuestros
caminos, dice Yave. 9 Cuanto son los
cielos más altos que la tierra, tanto
están mis caminos por encima de los
vuestros, y mis pensamientos por
encima de los vuestros. 10 Como baja
la lluvia y la nieve de lo alto del ciclo,
y no vuelven allá sin haber empapado
y fecundado la tierra y haberla bocho
germinar, dando la * simiente para
sembrar y el pan para comer; 11 así
ISAÍAS, 66, 57
629
la palabra que sale de mi boca no
vuelve a mí vacía, sino que hace
lo que yo quiero y cumple su misión.
12 Sí, partiréis con regocijo, y ca¬
minaréis en paz. Montes y collados
os aclamarán, y todos los árboles del
campo os aplaudirán. 13 En vez de los
espinos, crecerá el ciprés; en vez de
ortigas, crecerá el mirto, y será esto
gloria para Yave, señal eterna, impe¬
recedera.
Vocación de las gentes.
1 Así dice Yave: Guardad el
derecho, obrad la justicia, que
pronto va a venir mi salvación y a
revelarse mi justicia. 1 2 * Bienaventu¬
rado quien esto hiciere: Que guarde
el sábado sin profanarlo y guarde
sus manos de toda obra mala.
3 Que no diga el extranjero allegado
a Yave: Yave me excluye de su
pueblo. Que no diga el eunuco: Yo
soy un árbol seco. 4 Porque así dice
Yave a los eunucos (1), a los que
guardan mis sábados, y eligen lo
que me es grato y son fieles a mi
pueblo: 5 Yo os daré en mi casa,
dentro de mis muros, poder y nombre,
mejor que a hijos e hijas. Yo les
daré un nombre, eterno, que nunca
perecerá. 6 Y a los extranjeros alle¬
gados a Yave para servirle y amar su
nombre, para ser sus servidores, que
guarden el sábado sin profanarlo y
sean fieles a mi pacto, 7 yo los llevaré
al monte de mi santidad, y los re¬
crearé en mi casa de oración. Sus
holocaustos, sus sacrificios, serán gra¬
tos en mi altar, porque mi casa será
llamada casa de oración para todos
los pueblos.
Los malos pastores de Israel.
8 Oráculo del Señor, Yave, que
reúne a los dispersos de Israel: A los
reunidos yo allegaré otros. 9 Bestias del
campo, fieras de la selva, venid todas
a comer. 10 Mis guardianes son ciegos
todos, no entienden nada. Todos son
perros mudos, que no pueden ladrar;
soñolientos, se acuestan, son amigos
(i) La ley deuteronómica (23.2) excluía a los
eunucos de la comunidad de Israel; pero aquí
el Señor declara abrogada esa ley en favor de la
piedad de los eunucos, que por ella podrán al¬
canzar un nombre glorioso en el reino me-
siánico.
de dormir. 11 Son perros voraces, insa¬
ciables, y aun los pastores no entien¬
den; siguen cada uno su camino,
cada cual busca su interés. Dicen:
12 Venid, voy en busca de vino, y
beberemos licores, y mañana será
como hoy día grande, muy grande.
Idolatrías de Israel.
57 1 Percce cl justo y no hay quien
pare mientes; desaparecen los
buenos, y no hay quien entienda que
el justo es recogido ante la aflicción,
2 para entrar en la paz, para que des¬
cansen en sus lechos los que siguen
el camino derecho.
3 Acércaos, pues, vosotros, hijos
de bruja, generación de adúltera y
de prostituta (1)- 4 ¿De quién os
burláis? ¿A quién hacéis muecas y
sacáis la lengua? ¿No sois vosotros
hijos de pecado, raza de mentira,
5 encendidos de concupiscencia bajo
el terebinto y bajo todo árbol fron¬
doso, sacrificando niños en el lecho
de los torrentes, en los huecos de las
peñas?
6 Los pulimentados chinarros del
torrente serán tu parte, he ahí tu
porción. A ellos hiciste tus libaciones
y llevaste ofrendas; ¿no habré de
resentirme yo? 7 Sobre un monte
alto, bien alto, pones tu cama, des¬
pués subes allá para sacrificar. 8 De¬
trás de la puerta y del umbral pones
tu memoria, y lejos de mí, desvergon¬
zadamente te desnudas, subes a la
cama y la ensanchas, y te prostitu¬
yes con aquellos cuyo comercio de¬
seas, compartiendo su lecho.
9 Corres a Moloc con ungüentos,
llenas las manos de perfumes, envías
lejos a tus embajadores, hasta la
profundidad del sepulcro. 10 El largo
viaje te fatiga, pero no dices: Re¬
nuncio a él. Hallas nuevas fuerzas
y no desistes. 11 ¿De quién temes?
¿Qué te asusta, para renegar de mí,
para no acordarte más de mí y no
hacerme caso? No me he callado y
he cerrado los ojos, y tú no me te¬
miste? 12 Ahora voy a pregonar tu
(1) Este pasaje, como casi todo lo que sigue
hasta el fin del libro, se distingue notablemente
de lo que precede. Allí sólo suenan palabras de
triunfo, de alegría, por la vuelta de Israel a la
gracia de su Dios; aquí, en cambio, hallamos lo
que es tan frecuente en los profetas y más en
Isaías: la reprensión de los pecados y las ame¬
nazas de castigos.
630
ISAÍAS, 58, 59
justicia, y tus obras de nada te ser¬
virán. 13 Grita. Que te salven tus
ídolos. A todos los llevará el viento,
un soplo los arrebatará. Pero el que
en mí confía heredará la tierra, y
poseerá mi monte santo.
Promesa de perdón a los
arrepentidos.
14 Y se dirá: Abrid, abrid camino,
allanadlo, quitad los tropiezos del
camino de mi pueblo; 15 porque así
dice el Altísimo, cuya morada es
eterna, cuyo nombre es santo: Yo
habito en ía altura y en la santidad,
pero también con ef contrito y humi¬
llado, para hacer revivir los espíritus
humillados y reanimar los corazones
contritos. 16 Pues yo no quiero estar
siempre contendiendo, ni quiero estar
siempre enojado, porque sucumbiría
ante mí todo espíritu, las almas que
yo he creado.
17 Por su iniquidad, un tiempo yo
le herí en mi ira, y ocultándome, le
castigue sañudo. Él rebelde seguía
por los caminos de su corazón. 18 Sus
caminos los conozco yo, y le sanaré
y le conduciré y le consolaré. 19 Yo
pondré cantos en los labios afligidos.
Salvación al que está lejos y al que
está cerca, dice Ya ve; yo los curaré.
20 Pero los malvados son un mar
proceloso, que no puede aquietarse,
v cuyas olas arrojan cieno y lodo.
21 No hay paz, diec Ya ve, no hay
paz para los impíos.
Los pecados de Israel.
1 Clama a voz en cuello, sin
cesar; alza tu voz como trom¬
peta, y echa en cara a mi pueblo
sus iniquidades, y sus pecados a la
casa de Jacob. 2 Día tras día me bus¬
can, y quieren saber mis caminos,
como si fueran uu pueblo que ama
la justicia, sin apartarse de la ley
de su Dios. Me piden leyes justas, y
pretenden acercarse a Dios. 3 ¿A qué
ayunar, si tú no lo ves? ¿A qué hu¬
millar nuestras almas, si tú no te
das por entendido? Sí, pero en el día
de ayuno os vais tras vuestros ne¬
gocios, y oprimís a todos vuestros
servidores. 4 Ayunáis para mejor,
reñir y disputar, para herir inicua-í
mente con el puño. No ayunéis como,
lo hacéis ahora, si queréis que en lo l
alto se oiga vuestra voz. 6 El ayuno
que me agrada es el día en que
se humilla el hombre. Encorvar la
cabeza como un junco, y acostarse
con saco y en ceniza: ¿A eso llamáis
ayuno, y día agradable a Yave?
El ayuno qrato a Yave.
8 ¿Sabéis qué ayuno quiero yo?,
dice el Señor, Yave: Romper las ata¬
duras de iniquidad, deshacer los ha¬
ces opresores, dejar ir libres a los
oprimidos y quebrantar todo yugo;
7 partir su pan con el hambriento,
albergar al pobre sin abrigo, vestir
al desnudo, y no volver tu rostro
ante tu hermano. 8 Entonces brillará
tu luz como la aurora, y se dejará ver
pronto tu salvación, e irá delante de
ti tu justicia, y detrás de ti la gloria
de Yave. 9 Entonces llamarás, y
Yave te oirá: le invocarás, y el dirá:
Heme aquí.
Cuando quites de ti la opresión,
el gesto amenazador y el hablar al¬
tanero; 10 cuando des de tu pan al
hambriento y sacies el alma del indi¬
gente, brillará tu luz en la oscuridad,
y tus tinieblas serán cual mediodía.
41 Yave será siempre tu pastor, y en
el desierto hartará tu alma y dará
vigor a tus huesos. Serás como huer¬
to regado, como fuente cuyas aguas
no se agotan jamás. 12 Edificarán los
tuyos las desiertas minas, y alzarás
los cimientos primeros; y te llamarán
reparador de las brechas, y restaura¬
dor de las casas en ruinas.
13 Cuando te abstengas de profanar
el sábado y de ocuparte en tus nego¬
cios el dia santo, y hagas del sábado
tus delicias, y lo santifiques, alaban¬
do a Yave, y me honres dejando tus
negocios, el trabajo que te ocupa y
los discursos vanos, 14 entonces será
Yave tu delicia, y llevará tu carro
a las alturas de la tierra. Te haré
gozar de la heredad de Jacob, tu
padre; habla la boca de Yave.
Poder salvador de Yave, mas parn
el que se enmienda.
39 1 No, no se ha acortado la
mano salvadora de Yave, ni
se ha hecho su oído duro para oír.
2 Vuestras iniquidades cavaron un
abismo entre vosotros y vuestro Dios;
vuestros pecados hacen que él oculte
ISAÍAS, 60
631
su rostro para no oíros; 8 porque
vuestras manos están manchadas de
sangre, y vuestros dedos de iniqui¬
dades; vuestros lahios hablan mentira
y vuestra lengua dice maldades. 4 No
hay quien clame por la justicia, nadie
que juzgue con verdad. Confían en
vanidades y hablan vanidades; con¬
ciben maldades y paren crímenes;
6 incuban huevos de áspides, y tejen
telas de arana, y el que come los
huevos muere, y si los rompe sale
un basilisco. 6 Sus telas no sirven
para hacer vestidos, y no pueden
cubrirse con su obra; sus obras son
obras de iniquidad, y llevan en sus
manos la rapiña. 7 Corren tras el mal
sus pies, y se dan prisa a derramar
sangre inocente. Sus pensamientos son
pensamientos de iniquidad, y a su
paso dejan el estrago y la ruina.
8 No conoeen los eaminos de la paz,
no hay en sus sendas justicia; sus
veredas son tortuosas, y quien por
ellas va no conoce la paz.
9 Por eso se alejó de nosotros el
juicio, por eso no nos alcanza la jus¬
ticia. Esperamos luz, y no vemos
más que tinieblas; resplandor, y no
hay más que oscuridad. 10 Vamos
palpando como el ciego a lo Margo
del muro, y andamos a tientas, como
quien no tiene ojos. Tropezamos en
pleno día, como si fuera de noche;
estamos a oscuras, como muertos;
11 gruñimos todos como osos y gemi¬
mos como palomas; esperamos la li¬
beración, pero no viene; la salvación,
pero está lejos de nosotros. 12 Porque
son ante ti muy numerosos nuestros
pecados, y nuestros crímenes dan tes¬
timonio contra nosotros. Presentes
nos están nuestros crímenes, y cono¬
cemos nuestras iniquidades. 13 Rebe¬
larse y renegar de Yave, apostatar
y alejarnos de nuestro Dios; hablar
la perfidia y la violencia; concebir
en el corazón y proferir palabras de
mentira; 14 y se aleja el derecho, y
se ausenta la justicia, y tropieza la
buena fe en las plazas, y no halla lugar
la rectitud. La buena fe ha sido des¬
terrada, y quien evita el mal es roído.
15 Violo Yave, y se indignó, que
ya no hay justicia. 16 Mó que no
había ni un hombre que pudiera
interceder; y se asombró, y se apoyó
en su brazo, y vino en su ayuda su
justicia; 17 y se revistió de la justi¬
cia como de coraza, y puso sobre su
cabeza el casco de la salvación; y se
vistió de vestiduras de venganza, y
se cubrió de celo como de manto.
18 Como son las obras, así será la
retribución; ira contra sus enemigos,
furor contra sus adversarios. 19 Y
temerán desde el poniente el nombre
de Yave, y desde el nacimiento del
sol su majestad; porque vendrá como
torrente impetuoso, empujado por el
soplo de Yave. 20 Mas para Sión ven¬
drá como redentor, para los de Jacob
que se convierten de sus pecados,
dice Yave. 21 He aquí mi alianza
eon ellos, diee Yave: El espíritu mío
que está sobre ti; y las palabras que
yo pongo en tu boca, no faltarán de
ella jamás, ni de la de tu descenden¬
cia, diee Yave, desde ahora, para
siempre.
Gloria de la nueva «Jcrtisuléii.
/ f\ 1 Levántate y resplandece, que
OU ya se alza tu luz, y la gloria
de Yave alborea para ti; 2 mientras
está cubierta de sombras la tierra,
y los pueblos yacen en tinieblas,
sobre ti viene la aurora de Yave, y
en ti se manifiesta su gloria. 3 Las
gentes andarán en tu luz, y los reyes
a la claridad de tu aurora. 4 Alza los
ojos y mira en torno tuyo. Todos se
reúnen y vienen a ti; llegan de lejos
tus hijos, y tus hijas son traídas a
ancas.
5 Cuando esto veas resplandecerás,
y palpitará tu corazón y se ensan¬
chará. Vendrán a ti los tesoros del
mar, llegarán a ti los tesoros de los
pueblos. 6 Te inundarán muchedum¬
bres de camellos, de dromedarios de
Madián y de Efa. Llegarán de Saba
en tropel, trayendo oro, incienso y
pregonando las glorias de Yave. 7 En
ti se reunirán los ganados de Cedar,
y los carneros de Nebayot estarán
a tu disposición. Serán víctimas gra¬
tas sobre mi altar, y yo glorificaré la
casa de mr gloria.
8 ¿Quiénes son aquellos que vienen
volando, como nube, como bandada
de palomas que vuelan a su palomar?
9 Si, se reúnen las aves para mí,
y los navios de Tarsis abren la marcha,
para traer de lejos a tus hijos con
su oro y su plata, para el nombre de
Yave, tu Dios, para el Santo de
Israel que te glorifica.
10 Los extranjeros reedificarán tus
muros, y sus reyes estarán a tu ser¬
vicio, pues si en mi ira te herí, en mi
clemencia he tenido piedad de ti.
632
ISAÍAS, 61, 62
61 Tus puertas estarán abiertas siem¬
pre, no se cerrarán ni de día ni de
noche, para que te traigan los bienes
de las gentes con los reyes al frente;
12 porque las naciones y los reinos
que no te sirvan a ti, perecerán y
serán exterminados.
13 Vendrá a ti la gloria del Líbano,
los cipreses, los olmos y los alerces
juntamente. Para embellecer mi san¬
tuario, para decorar el lugar en que
se asientan mis pies. 14 A ti vendrán
humillados los hijos de los tiranos, y
se postrarán a tus pies todos cuantos
te infamaron. Y te llamarán la ciu¬
dad de Yave, la Sión del Santo de
Israel. 15 De abandonada, odiada y
detestada que eras, yo te haré eterno
prodigio, delicia de los siglos. 16 Ma¬
marás la leche de las gentes, los
pechos de los reyes, y sabrás que
yo, Yave, soy tu salvador, tu reden¬
tor, el Fuerte de Jacob. 17 En vez
de cobre, pondré en ti oro; en vez
de hierro, plata; bronce en vez de
madera y hierro en vez de piedras.
Te daré por magistrado la paz, y
por soberano la justicia. 18 No se
hablará ya de injusticia en tu tierra,
de saqueo y de ruina en tu territorio.
Tus muros los llamarás «salud»», y a
tus puertas, «gloria».
19 Ya no será el sol tu lumbrera,
ni te alumbrará la luz de la luna.
Yave será tu eterna lumbrera, y tu
Dios será tu luz. 2Ü Tu sol no se
pondrá jamás, y tu luna nunca se
eclipsará, porque será Yave tu eterna
luz. Acabáronse los días de tu luto.
21 Tu pueblo será un pueblo de justos,
y poseerá la tierra para siempre.
Renuevos del plantío de Yave, obra
de mis manos, hecha para resplan¬
decer. 22 Del más pequeño de todos
saldrá un millar, del menor una in¬
mensa nación. Yo, Yave, lo he re¬
suelto, y a su tiempo yo lo cumpliré.
/|1 1 El espíritu del Señor, Yave
u 1 descansa sobre mí, pues Yave
me ha ungido. Y me ha enviado
para predicar la buena nueva a los
abatidos, y sanar a los de quebran¬
tado corazón; para anunciar la liber¬
tad a los cautivos y la liberación a los
encarcelados. 2 Para publicar el año
de la remisión de Yave y el día de
la venganza de nuestro Dios. 3 Para
consolar a los tristes y dar a los afli¬
gidos de Sión, en vez de ceniza, una
corona. El óleo del gozo, en vez del
luto, la gloria, en vez de la deses¬
peración. Se les llamará terebintos de
justicia, plantación de Yave para su
gloria. 4 Ellos reedificarán las ruinas
antiguas, y levantarán los asolamien¬
tos del pasado. Restaurarán las ciu¬
dades asoladas, los escombros de mu¬
chas generaciones. 6 Habrá extran¬
jeros para apacentar tus ganados, y
extraños serán tus labradores y viña¬
dores. 6 Y vosotros seréis llamados
sacerdotes de Yave, y nombrados
ministros de nuestro Dios. 7 Comeréis
lo exquisito de las naciones, y os
vestiréis de sus magnificencias. Pues
como tuvieron el doble en cuanto a
vergüenza y confusión, recibirán el
doble también sobre la tierra y
gozarán de eterna gloria.
8 Porque yo, Yave, soy amante del
derecho, y aborrezco el rapaz latro¬
cinio. Por eso les daré fielmente su
recompensa, y haré con ellos una
alianza eterna. 9 Su descendencia será
glorificada en los pueblos, y su pos¬
teridad en medio de las gentes. Y
quien los viere, reconocerá que son la
progenie bendita de Yave.
Agradecimiento a Yave de la Je-
rusalén restaurada.
10 Y yo me gozaré en Yave, y mi
alma saltará de júbilo en mi Dios,
porque me vistió de vestiduras de
salud, y me envolvió en manto de
justicia, como a esposo que se ciñe
la frente con diadema, y como esposa
que se adorna de sus joyas. 11 Porque
como produce la tierra sus gérmenes,
y como hace brotar el huerto sus
semillas, así el Señor, Yave, hará
brotar la justicia y la gloria delante
de las gentes todas.
Ya viene la salvación.
/.*) 1 Por amor de Sión yo no ca-
liaré, y por Jcrusalcn no pararé,
hasta que resplandezca la justicia
como aurora, y la -salvación como
brillante antorcha; 2 y verán las nacio¬
nes tu justicia, y los reyes tu gloria,
y te darán un nombre nuevo, que
te pondrá la boca de Yave.
3 Tú serás en la mano de Yave
corona de gloria, real diadema en
la mano de tu Dios. 4 No te llamarán
ya más la desamparada, ni se lla¬
mará tu tierra desierto, sino que te
llamarán a ti Jcfsi-ba , y a tu tierra
ISAÍAS, 63, 64
633
Beula, porque en ti se complacerá
Yave, y tu tierra tendrá esposo.
6 Como mancebo que se desposa con
una doncella, así el que te edificará
se desposará contigo. Y como la
esposa hace las delicias del esposo,
así harás tú las delicias de tu Dios.
6 Sobre tus murallás, ¡oh Jerusa-
lén!, he puesto centinelas, que no se
callarán ni de día ni de noche. No
ceséis vosotros, los que hacéis que
se acuerde Yave; no os deis descanso
7 y no le deis tregua hasta que resta¬
blezca a Jerusalén para gloria de la
tierra. 8 Jura Yave por su diestra
y por su brazo poderoso no dar
jamás tu trigo para comida de tus
enemigos; que no beberán extraños
tu vino, el fruto de tu trabajo. 9 Los
que hagan la recolección, la comerán,
alabando a Yave; los que hagan la
vendimia, beberán el vino en el atrio
de mi santuario.
10 Entrad, entrad por las puertas;
allanad camino para el pueblo. Abrid,
abrid camino, quitad las piedras y
alzad bandera para los pueblos. 11 Por¬
que Yave proclama a todos los con¬
fines de la tierra: Decid a la hija de
Sión: llega tu salvador, viene con su
recompensa y le precede su retribu¬
ción. 12 Los llamarán pueblo santo,
los rescatados de Yave; y a ti te
llamarán la deseada, la ciudad no
desamparada.
Plegaria pidiendo la liberación.
(33 1 ¿Q uién cs aquél que avanza
enrojecido, con vestidos más
rojos que los de un lagarero, tan
magníficamente vestido, avanzando
en toda la grandeza de su poder?
Soy yo el que habla justicia, el po¬
deroso para salvar. 2 ¿Cómo está,
pues, rojo tu vestido, y tus ropas
como las de los que pisan en el lagar?
3 He pisado en el lagar yo solo, y no
había conmigo nadie de las gentes.
He pisado con furor, he hollado con
ira, y su sangre salpicó mis vesti¬
duras y manchó mis ropas. 4 Porque
estaba en mi corazón el día de la
venganza, y llegaba el día de la re¬
dención. 5 Miré, y no había quien
me ayudara, me maravillé de que no
hubiera quien me apoyase; 6 y sal¬
vóme mi brazo, y me sostuvo mi furor,
y aplasté a los "pueblos en mi ira, y
los pisoteé en mi furor, derramando
en la tierra su sangre.
7 Cantaré las misericordias de Yave»
ensalzaré la gloria de Yave, todo
cuanto ha hecho por nosotros, lleno
de piedad hacia la casa de Israel.
Lo que ha hecho en su misericordia,
en la inmensa muchedumbre de su
piedad.
8 Dijo: Ciertamente son mi pueblo,
son hijos, que no me serán infieles.
Y fué su salvador en todas sus an¬
gustias. 9 No fué un mensajero, un
ángel: su faz misma los salvó, y el
mismo en su amor y su misericordia
los rescató, y constantemente los
sostuvo y los guió en los siglos pasa¬
dos. 10 - Pero ellos se rebelaron, y eno¬
jaron su santo espíritu, y se hizo
su enemigo y combatió contra
ellos.
11 Entonces su pueblo se acordó de
los tiempos, de los tiempos antiguos.
¿Dónde está el que apartó las olas,
el pastor de su rebaño? ¿Dónde está
el que puso en medio de ellos su
santo espíritu? 12 ¿Dónde está el
que llevó de la mano a Moisés con
sil brazo poderoso, el que delante
de ellos dividió las aguas, haciéndose
así un nombre eterno, 13 el que los
condujo por en medio de los abismos,
como a caballo por el desierto, sin
que tropezaran? 14 El espíritu de
Yave los pastoreó, como a la bestia
que se lleva al valle. Así condujiste
tú a tu pueblo, haciéndote un nombre
glorioso.
15 Mira desde los cielos, y ve desde
la morada de tu santidad y de tu
gloria. ¿Dónde está tu celo y tu
fortaleza, la emoción de tus entra¬
ñas, y tus misericordias para con¬
migo? 16 Con todo, tú eres nuestro
padre, Abraham no nos conocerá y
nos desconoce Israel.
17 ¿Por qué, ¡oh Yave!, nos dejas
errar fuera de tus caminos, y endu¬
reces nuestro corazón contra tu te¬
mor? Vuélvete por amor de tus sier¬
vos, de las tribus de tu heredad.
18 ¿Cómo han penetrado los impíos
en tu templo, y nuestros enemigos
han hollado con sus pies tu santuario?
19 Somos desde mucho ha como
pueblo que no te tiene por caudillo,
y que no es llamado por tu nombre.
(34 1 ¡Oh» si rasgaras los cielos y
bajaras, haciendo estremecer los
montes, 2 como fuego abrasador que
quema la leña seca, como fuego que
hace hervir el agual Para mostrar a
1 los enemigos tu nombre, y hacer
634
ISAÍAS, 65
temblar; a los pueblos ante ti, 8 ha¬
ciendo nunca esperados prodigios, de
que no se oyó hablar jamás. Jamás
oyeron oídos, jamás vieron ojos, Dios
que así obrara como obras tú con
los que en ti confían. 4 Tú te ade¬
lantas a los que obran el bien y
tienen presentes sus caminos; pero
estás irritado por nuestros pecados,
y padeceremos hasta que seamos
salvados.
6 Todos nosotros somos impuros,
toda nuestra justicia es como vesti-l
do inmundo. Hemos caído como hojas|
secas, y nuestras iniquidades comoi
viento nos arrastran. 6 Y nadie in¬
voca tu nombre, nadie despierta para
apoyarse en ti. Has apartado tu
rostro de nosotros, y nos has entre¬
gado a nuestras iniquidades.
7 Y con todo, ¡oh Yavel, tú eres
nuestro padre; nosotros somos la ar¬
cilla y tú el alfarero; todos somos
obra de tus manos. 8 ¡Oh Yavel,
no te irrites del todo, no te acuer¬
des siempre de nuestras iniquidades;
ve, mira que somos tu pueblo.
9 Tus ciudades santas están hechas
un desierto, Sión es un desierto, Je-
susalén un lugar asolado. 10 Nuestro
santo y magnifico templo, donde te
alababan nuestros padres, ha sido!
presa del fuego. 11 Toda nuestra glo-|
ria está en ruinas; ¿y a todo estd
vas a mostrarte insensible, vas a
callarte para humillarnos hasta el
extremo?
Itespuesta de Ya ve,
(jfy 1 Yo estaba a la disposición de
los que ño me consultabanj
podía ser hallado por los que no me
buscaban. Yo decía: Heme aquí*
heme aquí, n gente que no Invocaba
mi nombre. 2 Todo el día tendía yo
mis manos a un pueblo rebelde, qn<i
iba por caminos malos, en pos de
sus pensamientos. 3 Un pueblo qu<|
descaradamente y sin cesar me pro*
vocaba a ira, sacrificando en los huer-j
tos y quemando incienso sobre ladri
líos; 4 que va a sentarse en los se
pulcros, y pasa la noche observando
los astros; que come carne de puerco
y en cuyas ollas hay manjares in
mundos;" 6 que dice: (lúdate ahí, nc
te llegues a mí, que te santificarla
Es como humo que sale de mis narl
ces, fuego encendido todo el día.
* Todo esto escrito está dclantr
de mí, y no callaré sin darles su pago,
y retribuirles con medida colmada.
7 Vuestras iniquidades y las iniqui¬
dades de vuestros padres, dice Yave,
que quemaron incienso en los montes
y me ultrajaron en los collados, yo
os las pagaré cumplidamente, como
se merecen.
8 Así dice Yave: Como cuando hay
jugo en un racimo, dicen, no lo eches
a perder, que hay en él bendición,
así haré yo por amor de mis siervos:
no los destruiré del todo, 9 sino que
sacaré de Jacob una progenie, y de
Judá un heredero de mis montes,
y los habitarán mis elegidos, y mo¬
rarán allí mis siervos. 10 Y será Sarón
prado para los carneros, y el valle de
Ajoz dehesa para los bueyes del pue¬
blo que me habrá buscado. 11 Mien¬
tras que vosotros, los que dejáis a
Yave y os olvidáis de mi monte
santo; los que aderezáis mesa para
la diosa fortuna, y llenáis la copa para
libar al destino;* 12 a todos os desti¬
naré ti la espada, todos sucumbiréis
en la matanza; porque cuando os
llamaba no ine respondisteis, y cuan¬
do os hablaba no me escuchasteis.
Hacíais lo que era malo a mis ojos,
y elegíais lo que me desagradaba.
13 Por eso dice el Señor, Yave:
SI, mis siervos comerán, y vosotros
tendréis hambre; mis siervos beberán,
y vosotros tendréis sed; mis siervos
gozarán, y vosotros seréis confun¬
didos; 14 mis siervos cantarán, Heno
de júbilo el corazón, y vosotros gemi¬
réis con el corazón quebrantado, y
gritaréis desesperados; 16 dejaréis
vuestro nombre a mis elegidos como
imprecación: El Señor, Yave, te mate,
y a sus siervos les dará otro nombre.
16 Todo el que en la tierra quiera
bendecirse, se bendecirá en el Dios
fiel. Todo el que en la tierra jure,
jurará por el nombre del Dios ver¬
dadero; y las angustias pasadas se
darán al olvido, y estarán lejos de
mis ojos. 17 Porque voy a crear cie¬
los nuevos y una tierra nueva, y ya
no se recordará lo pasado, y ya no
habrá de ello memoria. 18 Sino que
se gozará en gozo y alegría eterna
de lo que voy a crear yo, porque voy
a crear a Jerusalén alegría, y a su
pueblo gozo.
19 Y será Jerusalén mi alegría, y
inl pueblo mi gozo, y en adelante no
se oirán más en ella llantos ni cla¬
mores. 20 No habrá allí niño que
muera de pocos días, ni viejo que no
ISAÍAS, 66
635
cumpla los suyos. Morir a los eien
años será morir niño, y no llegar a
los cien años será tenido por mal¬
dición. 11 Construirán casas y las
habitarán, plantarán viñas y eome-
rán su fruto. 22 No edificarán para
que habite otro, no plantarán para
que recoja otro. Porque según los
días de los árboles serán los días de
mi pueblo, y mis elegidos disfrutarán
del trabajo de sus manos. 23 No tra¬
bajarán en vano, ni parirán para una
muerte prematura, sino que serán la
progenie bendita de Yave, ellos y
sus descendientes. 24 Antes que ellos
me llamen les responderé yo; todavía
no habrán acabado de hablar y ya
los habré escuchado. 26 El lobo y el
cordero pacerán juntos; el león, como
el buey, comerá paja, y la serpiente
comerá el polvo. No habrá mal ni
aflicción en todo mi monte santo,
dice Yave.
La nueva «fcriisulén, de la que
serán excluidos los malvados.
r r 1 Así dice Yave: El cielo es mi
trono, y la tierra el escabel de
mis pies. ¿Qué casa podríais edifi¬
carme? ¿En qué lugar moraría yo?
2 Todo eso mis manos lo hicieron,
todo es mío, dice Yave. Mis miradas
se posan sobre los humildes, y sobre
los de contrito corazón, que temen
mis palabras. 3 Hay quien me sacrifica
un buey y mata a un hombre; quien
inmola un cordero y desnuca a un
perro; quien presenta su ofrenda y
eome sangre de puerco; quien ofrece
el incienso y se postra ante un ídolo.
4 ¡Ah! Ellos se complacen en sus
caminos y aman sus abominaciones;
pero yo me complaceré en sus males
y traeré sobre ellos los que se temen.
Porque llamé y nadie me respondió,
hable y nadie me escuchó* Hicieron
lo que era malo a mis ojos, y esco¬
gieron lo que a mí me desagrada.
6 Oíd la palabra de Yave, vosotros,
los que teméis mi palabra; ellos,
vuestros hermanos, que os aborre¬
cen y os niegan por cansa de mi
nombre, han dicho: Que haga Yave
muestra de su gloria, y nosotros sere¬
mos testigos de vuestro contento.
Pero han de ser confundidos. 6 Voces,
alborotos en la ciudad, voces que salen
del templo. Es la voz de Yave, que
da a sus enemigos el pago merecido.
7 Antes de ponerse de parto, ha
parido; antes de sentir los dolores,
parió hijos. 8 ¿Quién oyó cosa seme¬
jante? ¿Quién vió nunea tal? ¿Nace
un pueblo en un día? ¿Una naelón
nace toda de una vez? Pues Sión ha
parido a sus hijos antes de sentir
los dolores. 9 ¿Voy a abrir yo el seno
materno para que no nazcan hijos?,
dice Yave. ¿O voy a cerrarlo yo que
soy quien hace nacer?, dice tu Dios.
10 Regocíjate, Jerusalén. Vosotros,
los que la amáis, sea ella vuestra
gloria. Llenaos con ella de alegría,
los que con ella hicisteis duelo.
11 Para mamar hasta saciaros la leche
de sus consolaciones; para mamar
en delicia a los pechos de su gloria.
12 Porque así dice Yave: Voy a derra¬
mar sobre ella la paz como río, y
la gloria de las naciones como to¬
rrente desbordado. Y sus niños serán
llevados a la cadera, y acariciados
sobre las rodillas.
13 Como consuela una madre a su
hijo, así os consolaré yo a vosotros,
y seréis por ella consolados. 14 Cuando
esto veáis, latirán de gozo vuestros
corazones y vuestros' huesos rever¬
decerán como la hierba. La mano
de Yave se dará a conocer a sus
siervos, y su furor a sus enemigos.
16 Porque he aquí que llega Yave
en fuego, y es su carro como torbe¬
llino, para tornar su ira en incendio,
y sus amenazas en llamas de fuego.
16 Porque va a juzgar Yave por el
fuego y por la espada a toda car¬
ne, y caerán muchos a los golpes
de Yave. 17 Los que se santifican y
purifican para ir a los jardines, en
grupo tras uno que va delante, que
comen carne de puerco y manjares
abominables y ratas, todos perecerán.
18 Yo conozco sus obras y sus pensa¬
mientos. Vendré para reunir las na¬
ciones de toda lengua, que vendrán
para ver mi gloria. 19 A ellos les daré
yo una señal, y mandaré a los sobre¬
vivientes, a las naciones, a Tarsis,
a Put, a Lud, a Mosoc y a Ros, a
Tubal y a Javán, y a las islas lejanas,
que no han oído nunca hablar de mi
nombre y no han visto mi gloria, y
ellos pregonarán mi gloria entre las
naciones. 20 Y de todas las naciones
traerán a vuestros hermanos como
ofrenda a Yave, a caballo, en carros,
en literas, en mulos y en dromeda¬
rios, a mi monte santo, a Jerusalén,
dice Yave, como traen los hijos de
Israel sus ofrendas en vasos puros
al templo de Yave. 21 Y yo eligiré
636
ISAÍAS, 66
de entre ellos sacerdotes y levitas,
dice Yave; 22 porque así como sub¬
sistirán ante mí los cielos nuevos y
la tierra nueva, que voy a crear,
dice Yave, así subsistirá vuestra pro¬
genie y vuestro nombre; 23 y de no¬
vilunio en novilunio, de sábado en
sábado, vendrá toda carne a pros¬
ternarse ante mí, dice Yave, 24 y al
salir verán los cadáveres de los que
se rebelaron contra mí, cuyo gusano
nunca morirá, y cuyo fuego no se
apagará, y serán objeto de horror
para toda carne.
INTRODUCCION AL PROFETA JEREMIAS
1. Jeremías es el segando de los profetas mayores, que nos cuenta su vo
cación al principio de su libro. «Yo, «le dice Y ave», te consagré antes de nacido,
y te destiné para ser profeta de las naciones, para que arranques y plantes,
destruyas y ed[fiques. Yo te haré ciudad fuerte, columna de hierro y muro de
bronce, para hacer frente a toda la tierra, a reyes, a príncipes, a sacerdotes y
al pueblo todo.» Esto ya dice bastante de la grave misión encomendada a Jere¬
mías, quien desde el principio aparece ante el Señor tímido y, a su propio
juicio, inepto para tal ministerio (Jer. 1. Cfr. Eclco. 49, 9). Que con la asis¬
tencia divina supo realizar su misión, nos lo dice, fuera de su libro, el elogio
que le consagra Onías en el II Mac. 15, 14.
2. Nació Jeremías en Anatot, ciudad sacerdotal, al oriente de Jerusalén,
en el reinado de Manasés o de Amón. Fue su padre Helcías, sacerdote, que
debió de educar a su hijo en el verdadero espíritu del sacerdocio, al que por su
nacimiento estaba destinado. Todavía joven, recibió el llamamiento de Dios,
el año 13 de Josías, en 626 (25, 3). Cinco años más tarde Josías emprendía
la reforma religiosa (621), y es extraño que no hallase en Jeremías más no¬
ticias de ella que la alusión del capítulo 11. La muerte del piadoso príncipe (608)
fué una pérdida irreparable para la causa de la reforma. Comojodos los buenos,
sintió Jeremías la muerte de Josías, a la que dedicó unas lamentaciones, según
se nos dice en II Par. 25, 25. En los reinados de Joaquim (608-597) y de
Sedecías (598-587), Jeremías tuvo que realizar lo que el Señor le había
dicho en su llamamiento, oponiéndose cual muro de bronce a los vicios
predominantes, la idolatría y la inobservancia de la Ley, que son el tema de
sus discursos, en los que anuncia la destrucción del templo y de la ciudad con
la deportación del pueblo a Babilonia. Sus palabras no eran bien recibidas
ni de los principes ni del pueblo, que oían con más gusto a los malos sacer¬
dotes y a los falsos profetas. No es, pues, de extrañar que Jeremías hubiera
638
JEREMÍAS, 1
de beber mucha* veces el amargo cáliz del dolor. lnsultos } oprobios, cárceles,
acusaciones de traicióíi a la patria, asechanzas contra su inda, todo lo hubo
de soportar, y en tanto grado, que a veces el dolor le fuerza a levantar sus ojos
a Dio8 en son de queja y hasta a maldecir el día de su nacimiento con un tono
que supera en fuerza al de Job, en 15, 10-20; 17, 12-18; 18, 18-23, 20, 28, 38.
Con razón es mirado Jeremías como tipo del Redentor, aunque no ciertamente
por el modo con que sobrellevó sus penalidades. De el no se puede decir lo que
del Siervo de Yave escribía Isaías: «Enmudeció como un cordero ante el que
lo trasquila y no abrió su boca » (ls. 53, 7). Jeremías se queja amargamente
a Dio8 y pide que le vengue, puesto que su causa es la misma causa de Dios.
3. Nunca con más razón se dijo que el amor es causa de dolor. El corazón
tierno y sensible del profeta, lleno de amor hacia su pueblo, se sentía excitado
por las abominaciones de Judá y por los castigos con que Dios le amenazaba;
y ante esta vista Jeremías se conmueve intensamente, hasta poner en sus labios
palabras tan elocuentes, imágenes tan vivas y tan variadas, sentimientos tan
tiernos, que su elocuencia supera a la del mismo Isaías. Dios le obligó a
desempeñar la triste misión de vaticinar la ruina total de Judá y de presen¬
ciar con sus ojos el cumplimiento de sus vaticinios; pero también le dió el con¬
suelo de pronosticar la futura restauración mesiánica, unida, a sus cjos, como
es ordinario en los profetas, con la vuelta de los deportados a la patria. Por
esto no es de maravillar que sus palabras, antes tan desagradables en los oídos
de Judá, fueran luego las más consoladoras. En el II Mac. 15, 14 se nos cuenta
la visión de Judas el Macabeo, en la que se le aparecen el santo pontífice Onias
y nuestro profeta. El primero hace la presentación del segundo en estos tér¬
minos: «Este es el amigo de sus hermanos, que ora mucho por el pueblo y pm
la ciudad santa, Jeremías, el profeta de Dios.* Destruida Jerusalcn y asesi¬
nado Oodolias, el gobernador dejado por los caldeos en Judá, Jeremías fué
conducido a Egipto por los que allá huyeron. Su corazón sintió honda amar¬
gura al ver a sus hermanos entregarse a la idolatría egipcia, sin hacer caso
de la dura lección que acababan de recibir. Desde este momento no tenemos
noticia del profeta, ni sabemos si murió a orillas del Nilo, si volvió a Judá
o se dirigió a Caldea, para cooperar a la obra de Ezequiel, consolando a los
deportados.
4. El libro de Jeremías nos ofrece un capitulo, el 36, sumamente inte¬
resante y único en la literatura profética, sobre la redacción de la mayor parte
de su8 oráculos, que por mandato divino dictó el profeta a su secretario Ranee
(36, 11; 18, 27-32). El texto hebreo de los oráculos de Jeremías, comparado
con la versión griiga de los L.XX, presenta gran cantidad de adiciones. Los
críticos discuten sobre su origen y su valor, y sus sentencias están lejos de ser
unánimes. Hay quien da preferencia al texto mesorétieo y quien prefiere el texto
más corto de los LXX. Según otros no se puede adoptar una solución general,
sino estudiar cada caso por separado. Tampoco el orden de los oráculos es el
mismo en el texto hebreo y en la versión de los LXX. Desde el capítulo 25 hasta
el 52, en que se hallan los vaticinios contra las naciones, el orden es muy dife¬
rente. La razón es, sin duda, que los oráculos se conservaron primero sepa¬
rados, y al reunir los no se les dió en todas partes el mismo orden.
JEREMIAS
+ 1 Profecías de Jeremías, hijo de
I Heieias, del linaje de los sacer¬
dotes que habitaban en Anatot, tie¬
rra de Benjamín; 3 a quien llegó la
palabra de Yave en tiempo de Joslas,
hijo de Anión, rey de Judó, eí año
tercero de su reinado, 3 y después
en tiempo de Joaquim, hijo de Josías,
JEREMÍAS, 2
639
rey de Judá, hasta el fin del año
undécimo de Sedecías, hijo de Jo-
sías, rey de Judá, hasta el quinto
mes de fa transmigración de Jerusalén.
Vocación y misión del profeta»
4 Llegóme la palabra de Yave, que
decía: 5 Antes que te formara yo en
las maternas entrañas te conocí; antes
que tú salieses del seno materno te
consagré (1) y te designé para pro¬
feta de pueblos. 6 Dije yo entonces:
¡Ah, Señor, Yave! No se hablar. Soy
todavía un niño. 7 Y me dijo Yave:
No digas: soy todavía un niño, pues
si vas', irás a donde te envió yo, y
si hablas, dirás lo que te mande yo.
8 No los temas, que yo estaré conti¬
go para protegerte. Palabra de Yave.
9 Tendió Yave su mano, y tocando
con ella mi boca, me dijo: 10 Mira
que pongo en tu boca mis palabras.
Hoy te doy poder sobre pueblos y
reinos, de arrancar, arruinar y asolar,
de levantar, edificar y plantar.
Dos» visiones.
11 Y me llegó palabra de Yave,
que me decía: ¿Qué ves, Jeremías?
Yo le conteste: Veo una vara de al-
I mendro. 12 Y me dijo: Bien ves, Je¬
remías, pues yo velaré sobre mis pa¬
labras para cumplirlas. 13 De nuevo
me llegó palabra de Yave, que decía:
¿Qué ves. Jeremías? Yo contesté:
Í Vco una olla al fuego, y de cara al
septentrión (2). 14 Y me dijo Yave:
Del septentrión vendrá el incendio
que ha de abrasar a todos los mora¬
dores de esta tierra; 15 pues voy a
convocar a las tribus y reinos del sep¬
tentrión, pálabra de Yave, para que
vengan a poner cada uno su pabellón
junto a las puertas de Jerusalén, en
torno de sus muros, y contra todas
las ciudades de Judá. 16 Entonces
pronunciaré contra ellos mis senten-
(1) No parece que esta palaba signifique
una santificación propiamente dicha, como su¬
ponen algunos, por la infusión de la gracia san¬
tificante. Es más bien una vocación a la misión
profedea, que también llamamos en castellano
«consagración».
(2) La olla vista por Jeremías es símbolo de
los furores que estaban para venir sobre Jerusa¬
lén y todo Judá, por la guerra de invasión y
devastación que iban a hacerles los reinos del
Norte, sometidos a la hegemonía de Nabucodo-
nosor, rey de Babilonia.
cías, por todas las maldades que co¬
metieron, dejándome a mí, para ir
a libar a dioses extraños y a adorar
la obra de sus manos.
Confirmación en la misión.
17 Tú, pues, ciñe tus lomos, yér¬
guete, y diles todo cuanto yo te
mandaré. No te quiebres anto ellos,
ño sea que yo a su vista te quebran¬
te a ti. 18 Desde hoy te hago como
ciudad fortificada, como férrea co¬
lumna y muro de bronce, para la
tierra toda, para los reyes de Judá
y sus grandes, para los sacerdotes
y para todo su pueblo. 19 Ellos te
combatirán, pero no te podrán, por¬
que yo estaré contigo para protegerte.
Palabra de Yave.
Las apostarías de Israel.
1 Vínome la palabra de Yave,
diciéndome: 1 2 Anda, y clama con
fuerte voz a los oídos de Jerusalén:
He aquí lo que dice Yave:
Me acuerdo de tu fidelidad al tiem¬
po de tu adolescencia; de tu amor
hacia mí, cuando te desposé conmigo;
de. tu seguirme a través del desierto,
tierra donde no se siembra. 3 Era
entonces Israel lo santo de Yave, la
primicia de sus frutos. Quien de ella
comía pecaba, y caía sobre él la des¬
gracia. Palabra de Yave.
4 Oye las palabras de Yave, casa
de Israel; oye sus recriminaciones,
casa de Jacob. 6 Así dice Yave:
¿Qué tacha hallaron en mí vuestros
padres, para apartarse de mí, irse
en pos de la vanidad de los ídolos
para'hacerse tan vanos como ellos?
6 No se preguntaban: ¿Dónde está
ahora Yave, el que nos sacó de la
tierra de Egipto; el qüc nos condujo
a través del desierto, tierra de are¬
nales y barrancos, tierra árida y
tenebrosa, tierra por donde no tran¬
sita nadie, y donde nadie habita?
7 Yo os traje a la tierra del Car¬
melo, para que comierais sus ricos
frutos. Y en cuanto en ella entras¬
teis, contaminasteis mi tierra, e hi¬
cisteis abominable mi heredad. 8 Tam¬
poco los sacerdotes se preguntaron:
/Dónde está ahora Yave? Siendo
ellos los maestros de la Ley, me des¬
conocieron, y los que eran pastores
me fueron infieles. También los pro-
640
JEREMÍAS. 2
fetas se hicieron .profetas de Baal,
y el pueblo se fué tras los que de nada
valen. 1 2 3 * * * * * 9 * Por eso entro hoy en juicio
con vosotros, dignos hijos de vues¬
tros padres. Palabra de Yave.
10 Id hasta las islas de los quititas,
y ved; mandad a Cedar, c informaos
bien; a ver si jamás sucedió cosa
como ésta. 11 ¿Hubo jamás pueblo
alguno, que cambiase de dios, con
no ser dioses ésos? Pues mi pueblo
ha cambiado su gloria (1), por lo
que de nada vale.
12 Pasmaos, cielos, de esto. Pás¬
mate también tú, tierra. Palabra
de Yave. 13 Ya que es un doble cri¬
men, el que ha cometido mi pueblo:
Dejarme a mí, fuente de aguas vivas,
para excavarse cisternas, cisternas
agrietadas, incapaces de retener el agua.
14 ¿Es por ventura Israel un siervo,
un hijo de esclavos? ¿Cómo, pues,
ha venido a ser presa sobre la cual
rugen leones con fuerte rugido? lft Han
hecho de su tierra un desierto, han
quemado y despoblado sus ciudades.
16 Hasta íos habitantes de Memfisc y
Tafnis se duelen de ti y te compa¬
decen. 17 Todo esto, ¿no lo ha traído
sobre ti el haberte apartado de Yave,
tu Dios?
18 Y ahora, ¿qué es lo que buscas
camino de Egipto? ¿Jocher las aguas
del Sijor? (2). ¿Qué es lo que buscas
camino de Asiria? ¿Beber las aguas
del Eufrates? 19 Sírvante de castigo
tus perversidades, y de escarmiento
tus apostasfas. Reconoce y advierte
cuán malo y amargo es para ti
haberte apartado de S F avc, tu Dios,
y haber perdido mi temor. Palabra
de Yave.
ni culto de llnnl.
20 ¡Cuán de antiguo ya quebran¬
taste tu yugo, rompiste tus coyundas
y dijiste: No te serviré! Y solare todo
collado alto, y bajo todo árbol fron¬
doso, te prostituiste (3). 21 Yo te
(1) La gloria de Israel, es Yave, su Dios,
lorpemenie cambiada por la nada de los Idolos.
V. Deul. io, 21; Sal. 106, 20.
(2) Uno de los principales brazos del Nito.
(3) El pacto enire Dios y el pueblo tiene, en
el esúto profélico, cieno carácier de pació ma-
írimonial, y su quebrantamiento por la idolatría
es no sólo una fornicación, sino un verdadero
adulterio. El cubo idolátrico tenia principJmen-
le lugar, además de en los templos edificados en
honor de los Ídolos, en las aburas de los collados
y bajo los árboles,
planté de la vid más generosa, toda
de selectos plantones. ¿Cómo, pues,
te me has vuelto vil degenerada, y
te me has hecho viña ajena?
22 Por mucho que te laves con nitro,
por mucha lejía que emplees, siempre
verán mis ojos la suciedad de tu
depravación. Palabra del Señor,
Yave. 23 Y podrás, acaso, decir:
No estoy manchada, no me he ido
en pos de los Baalcs. Repara en lo
que hacías en el valle; reconoce tu
culpa.
24 La camella joven, de ligeros pies,
corre de un lado para otro. ¿Quién
templará su codicia? El que la busque
no tendrá que fatigarse, la hallará
fácilmente en el tiempo del celo.
25 Da descanso a tus pies descalzos,
respiro a tus sedientas fauces. Pero
tú dices: No, es en vano. Amo lo
extranjero, y tras ello me voy.
Profunda degradación.
26 Como queda confundido el ladrón
al verse descubierto, así serán con¬
fundidos los hijos de Israel. Ellos,
sus reyes, sus grandes, sus sacerdotes
y sus profetas, 27 que dicen a un leño:
Tú eres mi padre; y a una piedra:
Tú me diste la vida! Pero al tiempo
de la angustia me invocan: ¡Alzate y
sálvanosl 28 ¿Dónde están ahora tus
dioses, los que tú mismo te fabri¬
caste? Que se aleen ellos y te salven
ahora: pues tantos son tus dioses,
¡oh Judá!, cuantas tus ciudades; y
cuantas son las puertas de Jerusa-
lén, tantos son los altares de Raal.
29 ¿Qué podéis alegar contra mí?
¿Cómo podréis contender conmigo?
Todos vosotros habéis pecado, todos
os habéis rebelado contra mí. Pala¬
bra de Yave. 30 En vano os lie cas¬
tigado en vuestros hijos; 110 habéis
querido aprender. La espada ha devo¬
rado a vuestros profetas como devora
el león. No habéis tenido temor de
mis palabras.
31 ¿Por ventura soy yo para Israel
un desierto o una tierra tenebrosa,
para (pie digan: No pasaremos por
él, 110 iremos en pos de li? 32 ¿Se
olvida por ventura la doncella de sus
galas, y de su ceñidor la esposa?
Pues mi pueblo se ha olvidado de mí,
ya desde días sin cuento.
33 ¿Por qué tan mañosamente te
preparas los caminos, para captarte
su amor? Por eso liaré yo que en
JEREMÍAS, 3
6'11
ellos te acompañe la desdicha. 36 ¿Por
qué tanto mudar de caminos? Egipto
tp burlará, como te burló Asiria.
37 También de ahí saldrás con las
manos en la cabeza, pues el Señor
hará fallar tus planes, y no se te
lograrán.
34 Hay en tus manos manchas san¬
grientas de pobres inocentes, no de
sorprendidos en conato de robo.
35 Y dices: Soy inocente, su cólera
se ha apartado va de mí. ¡Ahí Ya te
juzgaré yo por decir: No he pecado.
Pecado y penitencia.
Q 1 Cuando un hombre despide a
la mujer, o ella se aparta de él,
si viniere a ser de otro hombre, ¿se
volverá el primero otra vez a ella?
¿No se considera tal mujer como
enteramente y por siempre man¬
chada? Tú, pues, que con tantos
amadores fornicaste: ¿podrás volver
a mí? Palabra de Yave. 2 Pon tus
ojos en los collados, a ver en cuál
de ellos no te entregaste. Andabas por
los caminos en acecho de ellos, como
acecha el árabe en el desierto. Con¬
taminaste la tierra con tus perver¬
sidades y fornicaciones. 3 Faltó la
lluvia, no hubo aguas tempranas;
pero tú tenías una frente de bronce,
no querías volver en ti.
4 Desde poco acá me invocas, di¬
ciendo: ¡Padre míol Tú eres mi esposo;
y dices: ¿Va a durar por siempre
su cólera? ¿La mantendrá hasta el
fin? 5 Pero mientras esto dices, sigues
cometiendo maldades, y las llevas
hasta el colmo.
6 Y me dijo el Señor en Liempo del
rey Josías: ¿Has visto lo que ha hecho
Israel? ¿Has visto sus apostasías?
Se fué por todo monte alto, y bajo
todo árbol frondoso, para fornicar
allí. 7 Yo le dije: Con todo, y con
haber perpetrado tantos crímenes,
vuélvete a mí. Pero no se volvió.
8 Vió esto su pérfida hermana,
Judá; vió que por tantas fornicacio¬
nes y apostasías despedí a Israel,
dándole el libelo de repudio. Pero
ella, sin temor alguno, igualó la per¬
fidia de su hermana, y se fué, y
apostató también. 9 Y contaminó la
tierra con sus fornicaciones, y adul¬
teró con la piedra y con el leño;
0 v tampoco la pérfida hermana,
Judá, se volvió a mí de corazón,
sino mentidamente.' Palabra de
Yave. 11 Y me dijo Yave: La apos-
tasía de Judá ha hecho buena la de
Israel.
12 Anda y grita así hacia el sep¬
tentrión: Vuelve, apóstata Israel, pa¬
labra de Yave, que quiero dejar de
mostrarte rostro airado, porque soy
misericordioso, palabra de Yave,
que no es eterna mi cólera, 13 siempre
que reconozcas tu maldad al pecar
contra Yave tu Dios, dispersando tus
caminos hacia los extraños, bajo todo
árbol frondoso, y desoyendo mi voz.
Palabra de Yave.
14 Volved, hijos apóstatas. Pala¬
bra de Yave. Yo soy vuestro dueño
y vo os tomaré, uno de una ciudad,
dos de una familia, y os traeré de
nuevo a Sión. 15 Yo os daré pastores
según mi corazón, que os apacen¬
tarán sabiamente: 16 Y cuando yo
os .haré crecer v multiplicaros en la
tierra en aquellos días, palabra de
Yave, no dirán ya: ¡Ah! El arca de
la alianza de Yave. No se acordarán
ya de ella, se les irá de la memoria,
la olvidarán, y no la echarán de
menos ni harán otra. 17 Entonces
será llamada Jerusalén trono de
Yave, y en el nombre de Yave ven¬
drán a ella todas las gentes, y Jeru¬
salén no volverá ya más a irse tras
los malos deseos de su corazón.
18 Entonces vendrán juntamente la
casa de Judá y la de Israel de la
tierra del septentrión a la tierra
que di en heredad a vuestros padres.
19 Yo me pregunté: ¿Cómo voy a
contarte entre mis hijos, y a darte
una tierra escogida, una magnífica
heredad, preciosa entre las preciosas
de todas las gentes? Y me contestaba:
Llamándome tú padre, y no volviendo
a apartarte de mí. 20 Sin embargo,
como la infiel a su marido, así has
sido tú infiel a mí, casa de Israel.
Palabra de Yave.
21 Se oyen por los montes los llantos
y las súplicas de los hijos de Israel,
por haber pervertido su camino y
haberse olvidado dfe Yave, su Dios.
22 Convertios, hijos rebeldes, V os
perdonaré vuestras apostasías. Sí, ya
vienen a ti, pues tú eres Yave, nues¬
tro Dios. 23 Ciertamente sólo mentira
nos ha venido de los altos, sólo ruido
de los montes. Verdaderamente en
Yave, nuestro Dios, está la salvación
de Israel.
24 Baal ha devorado los bienes de
nuestros padres desde nuestra infan¬
cia. Sus rebaños, sus ganados, sus
41
642
JEREMÍAS, 4
hijos y sus hijas. 26 Habremos, pues,
de acostarnos en nuestro oprobio, y
habrá de cubrirnos nuestra vergüenza.
Porque hemos pecado contra Ya ve,
nuestro Dios, nosotros y nuestros
padres, desde nuestra mocedad hasta
el día de hoy, y hemos desoído la
palabra de Yave, nuestro Dios.
4 1 Si te conviertes, Israel palabra
” de Yave, volverás a mí. Si qui¬
tas de delante de mí tus abominacio¬
nes, no serás rechazado. 2 Si juras por
la vida de Yave, con verdad, con
derecho y con justicia, serán en él
bendecidos los pueblos, y en el se
gloriarán.
3 Así dice, pues, Yave a los hombres
de Judá y de Jerusalén: Roturad
vuestro campo, y no sembréis en
cardizales. 4 Circuncidaos para Yave.
Circuncidad vuestros corazones, varo¬
nes de Judá y habitantes de Jerusa¬
lén. No sea que se derrame como
fuego mi ira, y se encienda, sin que
haya quien pueda apagarla, por la
maldad de vuestras obras.
Inminente eastiíjo.
5 Notificádselo a Judá y a Jerusa¬
lén; haceos oír, clamad, tocad las
trompetas, por la tierra; gritad con
toda fuerza y decid: Congregaos y
refugiémonos en las ciudades amura¬
lladas; 6 llevad las banderas a Sión,
huid apresuradamente; porque voy
a hacer venir del septentrión el
azote, una gran desventura. 7 El
león ha salido de su cubil; el devora-
dor de pueblos está en marcha; ha
salido de su tierra, para devastar la
tuya y destruir tus ciudades, hasta
no dejar en ellas un morador. 8 Ves¬
tios, pues, de saco, llorad y lamentaos:
No se ha apartado, no, de nosotros la
ira encendida de Yave.
9 Y sucederá entonces, palabra de
Yave que desfallecerá el corazón
del rey y el de los magnates; se cons¬
ternarán los sacerdotes, se pasmarán
los profetas. 10 y exclamarán: ¡Ah,
Señor, Yavcl Así han sido torpemente
engañados este pueblo y Jerusalén,
diciéodoscles: Paz, tendréis paz; y
ahora es la espada la que se nos
entra hasta el alma?
11 Entonces se le dirá a este pueblo
y a Jerusalén: Un viento cálido
sopla de las dunas del desierto, sobre
los caminos de la hija de mi pueblo;
viento, no de limpia, ni de abaleo.
12 Es un viento impetuoso que yo
mandaré; ahora voy también yo a
pronunciar sentencia contra ellos.
13 Ya sube como denso nublado; sus
carros son como el torbellino; sus
caballos, más veloces que las águilas.
;Ay de nosotros, estamos perdidos!
14 ^Limpia de maldades tu corazón,
Jerusalén, para que puedas ser salva.
¿Hasta cuándo guardarás en tu pecho
tus culpables pensamientos?
15 Ya viene de Dan el aviso del
fuego, llega el funesto mensaje del
monte de Efraím. 16 Hacedlo saber al
pueblo, transmitidlo a Jerusalén:
Viene el enemigo, ya llegan las van¬
guardias; vienen de lejanas tierras;
lanzan sus gritos de guerra contra
Judá; 17 la rodean como guardias
rurales, por haberse ella rebelado
contra mí. Palabra de Yave. 18 Esto
es lo que te han traído tus extravíos
y tus malas obras; tu maldad es la
que ha hecho que el dolor y la amar¬
gura hieran tu corazón. 19 |Av mis
entrañas, ay mis cntrañasl Desfa¬
llezco, se me rompe el corazón, lo
traspasa el dolor, no puedo callar.
Ya oigo los clarines de guerra, el
estrepito de la batalla. 20 Ya anuncian
desastre sobre desastre. Toda la
tierra devastada. De repente inva¬
dieron mis tiendas, en un instante
mis tcntorios. 21 ¿Hasta cuándo habré
de ver sus banderas y oír el sonar
de sus clarines?
22 jAhl Aíi pueblo está loco, me ha
desconocido. Son necios, no ven;
sabios para el mal, ignorantes para
el bien.
23 Miré a la tierra, y todo era vacío
y confusión; a los ciclos, y todo eran
tinieblas. 24 Miré a los montes, y
todos temblaban, todos los collados
se conmovían. 25 Miré, y no se veía
un hombre, y las aves del ciclo habían
huido todas. 26 Miré, y el Carmelo
era un desierto, todas sus ciudades
eran ruinas, ante Yave, ante el furor
de su cólera. 27 Pues así dice Yave:
Toda la tierra será un desierto, con¬
sumaré la destrucción, llorará la tierra
y se entenebrecerán los cielos. 28 Yo
Ío anuncié, yo lo he resuelto, y no
me arrepentiré ni desistiré de ello.
29 jAhl El vocerío de la caballería,
los sacterosl Han quedado deshabi¬
tadas las ‘ciudades, se encerraron en
las cavernas, penetraron en las selvas
y escalaron las montañas; todas las
ciudades fueron abandonadas, sin que
JEREMÍAS, 5
en ellas quedara un hombre. 30 Y tú,
la desolada, ¿qué harás ahora? ¿Te
vestirás de púrpura? ¿Te adornarás
con tus joyas de oro? ¿Te rasgarás los
ojos con los afeites? En vano te aci¬
calarás. Te desprecian tus amantes,
te persiguen de muerte.
31 Oigo gritos como de mujer en
parto, alaridos como por la muerte
del primogénito. Es la hija de Sión,
que grita y se retuerce las manos,
i Ay, ay de mil jMi alma desfallece
ante los asesinos!
Maldad imperdonable.
5 1 Recorred las calles de Jerusalén;
ved e informaos; buscad por sus
plazas, a ver si halláis un varón, uno
solo, que obre según justicia, que
guarde fidelidad, y la perdonaré.
2 Cuando juran por la vida de Yave,
juran en falso. 3 ¿No es la fidelidad,
joh Yavel, lo que buscan tus ojos?
Los has castigado y no se han dolido,
los has corregido con azotes y plagas,
pero no han querido escarmentar;
tienen la cara más dura que una pie¬
dra; no quieren convertirse.
4 Yo me decía: Quizá es sólo la
gente baja e ignorante, que desco¬
noce los caminos de Yave, los pre¬
ceptos de su Dios. 6 Voy a dirigirme
a los grandes, y les hablaré; éstos ya
conocerán los caminos de Yave, los
mandatos de su Dios. Pero han sido
éstos, todos a una, los primeros en
quebrar el yugo y en romper las
coyundas. 6 Por eso los devorará el
león de la selva, los asaltará de noche
el lobo del desierto, y el tigre ron¬
dará en torno a sus ciudades. Cuantos
salgan de ellas serán despedazados,
porque son muchas sus maldades y
grandes* sus apostasías.
7 ¿Cómo podré perdonarte? Tus
hijos se han apartado de mí y juran
por aquello que no es Dios. 8 Yo los
harté, y ellos se dieron a adulterar,
y se van en tropel a la casa de la pros¬
tituta. Sementales bien gordos y las¬
civos, relinchan todos ante la mujer
de su prójimo. 9 ¿No habré de pe¬
dirles cuenta de todo esto?, diceYave.
De un pueblo como éste, ¿no habré
yo de tomar venganza? 10 Escalad
sus bancales y arrasadlos. No deis
paz a la mano. Arrancad sus sar¬
mientos, pues no son de Yave. 11 Se
ha rebelado contra mí la casa de
Israel. Palabra de Yave.
043
12 Renegaron de Yave, y dijeron:
No está aquí. No vendrá sobre nos¬
otros ningún mal. No veremos ni
guerra ni hambre. 13 Los profetas son
puro flato, y no han tenido oráculo.
Todo eso les sobrevendrá a ellos.
14 Por eso dice Yave, Dios Sebaot:
Porque habéis dicho todo eso, mis
palabras serán en vuestra boca fuego,
y este pueblo cual montón de leña.
Seréis abrasados.
15 Contra vosotros, casa de Israel,
yo voy a traer de lejos un pueblo,
palabra de Yave, un pueblo fuerte,
un pueblo de antiguo abolengo, un
pueblo de lengua extraña, cuyas pala¬
bras no entenderéis. 16 Su aljaba es
como sepulcro abierto, todos ellos
valerosos; 17 y devorará tus cosechas
y tu pan, a tus hijos y a tus hijas.
Devorará tus rebaños y tus ganados,
tus viñas y tus higueras, y asolará
tus ciudades muradas, en que tanto
confías. 18 Pero tampoco entonces
os consumiré del todo. Palabra de
Yave.
19 Y cuando te pregunten: ¿Por
qué ha hecho Yave, nuestro Dios,
todo esto con nosotros?, les dirás:
Como os apartasteis vosotros de Yave,
y servisteis a dioses extraños en
vuestra propia tierra, así habréis de
estar sometidos a extranjeros en
tierra de éstos, no vuestra. 20 Predica
esto a la casa de Jacob, pregónalo
en los oídos de Judá, y di: 21 Oíd,
pueblo necio e insensato: Tenéis ojos
y no veis, tenéis oídos y no oís.
22 No me temeréis a mí, palabra de
Yave, no temblaréis ante mí, que
de arenas he hecho muro para el mar,
muro perpetuo que no podrá tras¬
pasar, que aunque se enfurezca no
podrá saltarlo, y por mucho que
embravezca sus olas no podrá atra¬
vesarlo?
23 Pero este pueblo tiene un corazón
rebelde y contumaz; se rebelaron y
desertaron, 24 y no se dijeron:. Tema¬
mos a Yave nuestró Dios porque nos
da a su tiempo las lluvias temporales
y tempranas, y con ellas fecunda los
campos que nos dan la cosecha.
25 Vuestras maldades han trastor¬
nado todo esto, vuestros pecados os
han robado el bienestar.
Los ricos.
2 ® Hay en mí pueblo ricos que se
han enriquecido con el fraude, ten-
644
JEREMIAS, 6
diendo sus redes para cazar hombres.
27 Como se Uena de pájaros la vesta,
así está llena su casa de rapiñas.
28 Así se han engrandecido, así se
han enriquecido, así engordaron y se
cebaron; y aun cuando hacían mal,
no eran castigados; no se ampara¬
ba el derecho del huérfano, V no se
hacía justicia a los pobres. 29 ¿No
habré yo de pedirles cuenta de todo
esto?, dice Yave. De un pueblo como
éste, ¿no habré yo de tomar ven¬
ganza?
Profetas y sacerdotes.
30 Una cosa horrenda y abominable
ha acontecido en esta tierra. 31 Los
profetas profetizaban mentiras, los
sacerdotes iban con ellos del brazo,
y el pueblo gustaba de esto. ¿Qué
cosas, pues, habrán de acontecer al
fin?
La guerra contra Jerusalén.
6 1 Buscad refugio fuera de Jeru¬
salén, hijos de Benjamín; tocad
las trompetas en Teeua, y poned la
bandera en Betquerén, que es del
septentrión de donde amenaza el in¬
fortunio y la gran ruina. 2 ¿Es que
ha venido a ser la hija de bión un
prado delicioso? 3 Acuden a ella pas¬
tores con sus rebaños, clavan en
derredor suyo las tiendas, cada uno
apacienta allí su manada. 4 Mueven
guerra contra ella. (Arriba, la asalta¬
remos al medíodíal |Ay de nosotros,
que ya cae el día, que ya se tienden
las sombras de la nochel 6 (Arribal
(Vamos a asaltarla por la noche, aso¬
lemos sus palaciosl
6 Porque así dice Yave Sebaot:
Cortad sus árboles, y haced de ellos
empalizadas contra Jerusalén. (Ay
de la ciudad frívolal Dentro de ella
todo es injusticia y violencia. Como
mana el agua en los pozos, así mana
en ella la iniquidad. No se oye en
ella más que de injusticia y violencia,
a mi vista hay siempre vejación y
estrago. 8 Enmiéndate, Jerusalén,
antes que del todo me liarte de ti y
te convierta en ruinas, en tierra de
soledad.
Amenazas del profeta.
9 Así dice Yave Sebaot: Haz cui¬
dadoso rebusco, como en las viñas,
de los restos de Israel; mueve tu
mano como el vendimiador entre los
sarmientos. 10 ¿A quién hablaré?
¿A quién amonestaré, que me oiga?
Tienen oídos incircuncisos, no pueden
oír nada. La palabra de Yave es
para ellos objeto de escarnio, no
sienten deseo alguno de ella.
11 Yo estaba enteramente lleno de
la cólera de Yave. En vano me esfor¬
zaba por contenerla. Derramarla sobre
los niños, que juegan por las calles.
Sobre toda la juventud. Serán lleva¬
dos eaulivos hombres y mujeres, los
viejos, los adultos; 12 y las casas
pasarán a manos de extraños, los
campos y las mujeres a poder de los
conquistadores, cuando yo extienda
mi mano sobre los moradores de esta
tierra. Palabra de Yave. 13 Pues
todos, desde los pequeños a los gran¬
des, todos están llenos de rapiñas,
y todos, profetas y sacerdotes, todos
llenos de fraudes. 14 Pretenden curar
el mal de mi pueblo como cosa leve,
y dicen, (paz, paz!, cuando no ha de
haber paz. 16 Serán confundidos, por
haber obrado abominablemehte. Y
no se avergüenzan, ni conocen la
vergüenza. Por eso eacrán ellos tam¬
bién en la común caída. Al tiempo
de la cuenta, caerán. Palabra de
Yave.
16 Así dice el Señor: Haced alto en
el camino y ved: Preguntad por
las sendas de antes. ¿Es ésta la
senda buena? Pues seguidla, y ha¬
llaréis la paz para vuestras almas.
Pero dijeron: No queremos ir por
ella. 17 Yo os había dado atala¬
yadores. Atención a la voz de
la trompeta. Pero ellos dijeron: No
queremos oírla. 18 Por eso, oíd,
pueblos; 19 oye también tú, tierra,
lo que ha de venir sobre ellos.
Yo mandaré males sobre este pue¬
blo, el fruto de sus malas obras;
porque no atendieron a mis palabras
y despreciaron mi ley. Por eso,
así dice Yave: Yo pondré tropiezos a
este pueblo, y en ellos tropezará.
Padres e hijos, vecinos y prójimos,
todos a una perecerán. 20 ¿A mí qué
el incienso de baba, y las cañas aro¬
máticas de tierras lejanas? Vuestros
holocaustos no me son gratos, vues¬
tros sacrificios no me deleitan.
101 enemigo.
22 Así dice Yave: Mira, viene de la
tierra del septentrión un pueblo, gran
muchedumbre viene del extremo de
JEREMÍAS, 7
0*45
la tierra. 23 Empuña el arco y el
venablo, es cruel y despiadado; su
estrépito, cuando cabalga sobre sus
caballos, es como el del mar enfure¬
cido; viene armado para la guerra
contra ti, hija de Sión.
24 Ya oímos el estruendo. Se nos
caen los brazos, nos oprime la angus¬
tia, dolores como de mujer en parto.
25 No salgáis al campo, no andéis pol¬
ios caminos; por todas partes nos
sale' al encuentro la espada del ene¬
migo y el espanto. 26 Vístete de saco,
pueblo mío. Revuélcate en la ceniza.
Llora, como se llora la muerte del
primogénito. Llora amargamente, por¬
que de repente vendrá sobre nosotros
el invasor.
Jeremías, fiel contraste.
27 Te lie hecho fiel contraste de mi
pueblo, probador de su oro, para
examinar y probar su valor. 28 Todos
ellos están fuertemente adulterados,
y llevan plomo, bronce y hierro;
todos son moneda falsa. 29 Se en¬
ciende el fuego, se hace soplar el fue¬
lle, pero lo fundido no es sino plomo.
En vano fundió el orífice; no hay
nada de oro; trabajo perdido, dinero
tirado. 30 También los tirará a ellos
Y ave.
La vana confianza en el templo.
*7 1 Palabra de Yave que llegó a
k Jeremías, diciéndole: 2 Ponte a
la puerta del templo de Yavc, y pro¬
nuncia allí estas palabras; di: Oíd la
palabra de Yave, gentes todas de
Judá, que entráis por estas puertas
para adorar a Yave. 3 Así dice Yave
Sebaot, Dios de Israel: Enderezad
vuestros caminos y enmendad vues¬
tras obras, y yo permaneceré con
vosotros en este lugar.
4 No pongáis vuestra confianza en
vanas palabras, diciendo: jOh, el
templo de Yavel ¡Oh, el templo de
Yave! Este es el templo de Yave!
5 Pues si de verdad enderezáis vues¬
tros caminos y enmendáis vuestras
obras; si de verdad hacéis justicia a
los litigantes; 6 si no oprimís al pere¬
grino, al huérfano y a la viuda; si
no vertéis en este lugar sangre ino¬
cente; si no os vais tras dioses extraños
para vuestro mal, 7 entonces yo per¬
maneceré con vosotros en este lugar,
en la tierra que di a vuestros padres
por los siglos de los siglos.
8 Mirad que os engañáis a vos¬
otros mismos, confiando en palabras
vanas, que de nada os servirán.
9 jPues qué! Robar, matar, adulterar,
perjurar, adorar a Baal, e irse tras
dioses ajenos que no conocíais; 10 y
venir luego a poneros en mi presen¬
cia en este lugar, en que se invoca
mi nombre, diciéndoos: Ya estamos
salvos, 11 para luego volver a cometer
todas esas iniquidades! ¿Veis, pues,
en esta casa, en que se invoca mi
nombre, una cueva de bandidos?
Pues mirad, también yo la veo así.
Palabra de Yave.
12 Id, id a Silo, que fué al princi¬
pio lugar de mi morada, y ved lo
que hice con él, por las iniquidades
de mi pueblo Israel. 13 Pues ahora,
por todas esas vuestras iniquidades,
palabra de Yave, y porque os amo¬
nesté a tiempo repetidas veces, y no
me escuchasteis, os llamé y no me
respondisteis; 14 haré de esta casa a
mí dedicada, en que confiáis vosotros,
y de esta tierra que di a vuestros
padres, lo que hice de Silo; 15 y os
arrojaré de mi presencia, como arrojé
a vuestros hermanos, a toda la pro¬
genie de Efraím.
16 Y tú, no me ruegues ya por este
pueblo, no hagas por ellos súplicas
ni oraciones, no me porfíes, porque
no -te oiré. 17 ¿Por ventura no ves
10 que ellos hacen en las ciudades de
Judá y en las plazas de Jerusalén?
18 Los hijos amontonan la leña, los
padres la prenden fuego, y las muje¬
res amasan la harina, para hacer las
tortas de la reina del cielo y libar
a los dioses extraños, para darme
pesadumbre. 19 ¿Pero es a mí, por
ventura, a quien la dan? Palabra
de Yave. ¿No es más bien para su
daño? 20 Por tanto, así dice el Señor,
Yave; El furor de mi ira se derra¬
mará sobre este lugar, sobre hombres
y animales, sobre arboledas y cam¬
pos y sobre los frutos de la tierra, y
arderá y no se extinguirá.
Obediencia, no sacrificios.
21 Así dice Yave Sebaot, Dios de
Israel: Aumentad el número de vues¬
tros sacrificios y comed la carne de
las víctimas. 22 Cuando yo saqué de
Egipto a vuestros padres, no fué de
holocaustos y sacrificios de lo que
JEREMÍAS, 8
Ies hablé, ni lo que les mandé; 33 sino
que les ordené: Oíd ini voz y seré
vuestro Dios, y vosotros seréis mi
pueblo; y seguid los caminos que yo
os inando y os irá bien, 24 Pero ellos
no me escucharon, no me dieron
oídos, y siguieron su consejo en la
dureza de su mal corazón, y se pu¬
sieron detrás, no delante de mí.
25 Desde el día en que vuestros
padres salieron de Egipto hasta hoy,
les he enviado mis siervos, los pro¬
fetas, día tras día; 26 pero no me es¬
cucharon, no me prestaron oído, y
endurecieron su cerviz, y obraron
peor que sus padres. 27 Cuando les
digas todo esto, lio te escucharán,
y los llamarás y no te responderán.
28 Diles, pues: Sois gente que no oye
la palabra de Yave, su Dios; gente
sin enmienda, de cuyos labios ha
desaparecido la verdad. 29 Córtate
la hermosa cabellera y tírala, y en¬
tona por los montes tus lamentacio¬
nes, pues ha echado de sí el Señor
y repudiado a la generación que pro¬
vocó su ira.
30 Hicieron los hijos de Judá sus
maldades ante mis ojos. Palabra de
Yave. Llevaron sus abominaciones
a la casa a mí dedicada, para profa¬
narla. 31 Y se hicieron altos, el To-
fet (1), que está en el valle de Ben-
jinón, para quemar allí sus hijos y
sus hijas, cosa que ni yo les mandé
ni pasó siquiera por mi pensamiento.
32 Por eso vienen días palabra de
Yave, en que no se le llamará ya
Tofct, ni valle de Jinón, sino valle
de la mortandad; y tantos serán los
sepultados cji Tofet, que no habrá
ya lugar para más; 33 y los cadáveres
de este pueblo serán pasto de las
aves del cielo y de las bestias de la
tierra, sin quq haya quien las espante.
34 Y haré que deje de oírse en las
ciudades de Judá y en las plazas de
Jerusalén el son de los cantos de
alegría y regocijo, los cantos del
esposo y de la esposa, y no habrá
más que desolación en esta tierra.
(i) Tofct era probablemente un pequeño
montículo, a la entrada del valle de Jinón o de
Benjinón, que había ido formándose con la acu¬
mulación de las cenizas que quedaban de cada
sacrificio allí ofrecido a Baal. El valle de Jinón
está muy próximo a Jerusalén. a su extremo me¬
ridional. y era allí donde los idólatras de Israel,
contaminados por el impío e inhumano culto de
los cananeos, sacrificaban a sus primogénitos en
honor de Baal o de Moloc, para obtener de éstos
numerosa prole.
Ituina y desolación.
8 1 Entonces, palabra de Yave,
sacarán de sus sepulcros los hue¬
sos de los reyes de Judá, los de los
príncipes, los de los sacerdotes, los
de los profetas, y los de los habitantes
de Jerusalén; 2 y los esparcirán al sol,
a la luna y a toda la milicia celeste,
que ellos amaron y a que sirvieron,
tras de la cual se fueron y que con¬
sultaron y adoraron; nadie los reco¬
gerá ni los sepultará, servirán de es¬
tiércol a la tierra. 3 * * Cuantos restos
de esta mala generación sobrevivan,
preferirán la muerte a la vida en
los lugares a que yo los arrojaré.
Palabra de Yave Sebaot.
Contumacia.
4 Diles: Así dice Yave: ¿For ven¬
tura quien cae no hace por levan¬
tarse? ¿Quién se va no vuelve? 6 * ¿De
dónde, pues, la pertinaz aversión de
este pueblo, de Jerusalén, la após¬
tata? Tan fuertemente se ha abrazado
a la mentira, que del todo rehúsa con¬
vertirse. 6 Yo estoy atento y escu¬
cho; no hay quien hable con verdad,
nadie a quien le remuerdan sus mal¬
dades y se pregunte: ¿Qué es lo que
he hecho? Todos corren desenfre¬
nadamente su carrera, como caballo
lanzado a la batalla.
FaLa confianza cu la Ley.
7 En el cielo, la cigüeña, la tórtola,
la golondrina y el vencejo conocen
los tiempos de sus migraciones; pero
mi pueblo no conoce los juicios de
Yave. 8 ¿Cómo os decís: Tenemos la
sabiduría, la Ley de Yave? La con¬
virtieron en mentira las mentirosas
plumas de vuestros escribas. 9 Han
sido confundidos los sabios, avergon¬
zados, cogidos. Arrojaron de sí la pala¬
bra de Yave. ¿Qué sabiduría les que¬
da? 10 Por eso daré sus mujeres a ex¬
traños, sus campos a los conquistado¬
res; porque desde el pequeño al grande,
todos se llenaron de rapiñas, desde
el profeta al sacerdote, todos, todos,
se dieron al fraude; 11 y curaban
las llagas de mi pueblo como cosa de
nada, diciendo «paz, paz»*, cuando
no había paz, 12 Serán confundidos
porque hicieron abominaciones. No
se avergonzaron. No conocen siquiera
JEREMÍAS, 9
617
la vergüenza. Por eso caerán con los
demás caídos, al tiempo de la cuenta
caerán. 13 Dice Yave: Los reuniré a
todos. Palabra de Yave. No quedará
racimo en la viña, ni higo en la hi¬
guera.
Ruina sin esperanza.
14 ¿Por qué nos estamos sentados?
Reunios y vayamos a las ciudades
amuralladas, a perecer allí, pues Yave
nuestro Dios nos va a destruir; nos
ha dado a beber agua de adormideras,
por haber pecado contra él. 15 ¡Espe¬
rar la paz, y no haber bien alguno!
¡Esperar la curación, y todo pavor!
16 Ya se oye desde Dan el relinchar
de sus caballos. Al estruendo de su
caballería de guerra, tiembla la tierra
toda. Ya viene a devorar la tierra y
cuanto hay en ella, la ciudad y cuan¬
tos la habitan. 17 Voy a mandar
contra vosotros serpientes y víboras,
contra las que no hay conjuro posi¬
ble, y os morderán. Palabra de Yave.
18 Mi mal es sin remedio. Mi cora¬
zón está angustiado. 19 Oigo gritos
de angustia de la hija de mi pueblo,
desde lejana tierra. ¿No estaba por
ventura Yave en Sión? No estaba
en ella su rey? ¿Por qué, pues, pro¬
vocaron mi ira con sus ídolos, con
dioses extraños? 20 Pasó el verano, se
acabó el otoño, y no hemos sido sal¬
vados. 21 Estoy quebrantado por el
quebranto de la hija de mi pueblo;
estoy cubierto de luto, se ha apode¬
rado de mí el espanto. 22 ¿Por ven¬
tura no había bálsamo, en Galad,
y no había médicos allí? ¿Cómo, pues,
no fué vendada la herida de la hija
de mi pueblo?
Dolor del profeta por la ruina
del pueblo.
9 1 ¡Quien me diera que mi cabeza
se hiciera agua, y mis ojos fuen¬
tes de lágrimas, para llorar día y
noche las llagas de la hija de mi
pueblo! 2 Ojalá tuviera en el desierto
un albergue de caminantes, y deja¬
ría a mi pueblo y me iría lejos de
ellos, pues todos son adúlteros, opre¬
sores, pérfidos, y sus lenguas son
saetas. 3 Nada de fidelidad, sólo el
fraude predomina en la tierra. Amon¬
tonan iniquidad sobre iniquidad, y a
mí me desprecian. Palabra de Yave.
4 Recelan uno del otro, y nadie confía
en nadie; pues todos engañan siem¬
pre, todos se difaman unos a otros,
unos a otros se engañan. 5 No hay
en ellos palabra de verdad. Tan ave¬
zadas están sus lenguas a la men¬
tira, que no pueden ya sino mentir.
6 Amontonan violencia sobre violen¬
cia, engaño sobre engaño, y no quieren
conocerme. 7 Palabra de Yave. Por
eso, así dice Yave Sebaot: Voy a
pasarlos por el crisol, ¿pues qué otra
cosa voy a hacer con la hija de mi
pueblo? 8 Sus lenguas son saetas mor¬
tíferas, las palabras de su boca son
dolo; dan la paz a su prójimo, y lle¬
van la insidia en su corazón. 9 ¿No
habré de pediros cuentas por todo
esto? Palabra de Yave. De un
pueblo como éste, ¿no habré de tomar
yo cumplida venganza?
10 Yo lloraré y gemiré por los mon¬
tes, haré lamentaciones por los pas¬
tizales del desierto, desolados por
no haber quien pase por ellos ni oírse
en ellos el balar de los rebaños. Desde
las aves del cielo hasta las bestias
de la tierra, todos huyeron, todos se
fueron. 11 Y de Jerusalén haré un
montón de ruinas, cubil de dragones;
y de las ciudades de Judá, desola¬
ción, donde no habitará nadie.
12 ¿Quién será el hombre sabio que
entienda esto, al cual pueda diri¬
girse la palabra de la boca de Yave,
y haga conocer la causa por que
perece la tierra, que será convertida
en un desierto por donde no habrá
quien pase?
13 Y dijo Yave; Porque han que¬
brantado la ley que yo les di, y no
han escuchado mi voz ni procedieron
según ella; 14 sino que, según la per¬
tinacia de su corazón, se fueron tras
los Baales, que les enseñaron sus
padres; 15 por eso, así dice Yave
Sebaot, Dios de Israel: Yo, hartaré
a este pueblo de ajenjo, y le daré
a beber agua de adormideras, 16 y
los esparciré por entre gentes que
ellos no conocieron, ni ellos ni sus
padres, y haré que los persiga la es¬
pada hasta consumirlos.
De la ruina, la conversión.
17 Así dice Yave Sebaot: Atended,
llamad a las plañideras; que vengan,
buscad a las más hábiles en su oficio;
18 que se apresuren, que corran y
hagan sobre vosotros sus lamenta
648
JEREMÍAS, 10
ciones; caiga de vuestros ojos el llanto I
y manen lágrimas vuestros párpados;
49 porque de Sión vienen voces y
lamentos. ¡Qué desolación, qué ver¬
güenza! Nos echan de nuestras tie¬
rras, nos arrojan de nuestras casas.
20 Porque, oíd, mujeres, la palabra
de Yave, y perciban vuestros oídos
las palabras de su boca, para que en¬
señéis a vuestras hijas a lamentarse,
y se lo enseñen ellas unas a otras.
21 Se entra la muerte por nuestras
ventanas y penetra en nuestras mo¬
radas, para acabar con nuestros niños
en las calles y con nuestros mance¬
bos en las plazas. 22 Los cadáveres
de los hombres quedan como estiér¬
col sobre el campo, como queda tras
el segador el manojo, sin haber quien
lo recoja.
23 Así dice Yave: Que no se gloríe
el sabio de su sabiduría: que no se
gloríe el fuerte de su fortaleza; que
no se gloríe el rico de su riqueza.
24 El que se gloríe, gloríese en esto:
En obrar el bien y conocerme a mí,
conocer que yo soy Yave, que hago
misericordia, derecho y justicia sobre
la tierra; pues en esto es en lo que
yo me complazco. Palabra de Yave.
25 Vienen días, dice el Señor, en
que yo pediré cuenta a todos, cir¬
cuncisos e incircuncisos. 28 A Egipto,
a Judá, a Edom, a los hijos de
Ammón, a Moab y a los que se rapan
las sienes y habitan el desierto; pues
todos esos pueblos son incircuncisos,
pero todo Israel es incircunciso de
corazón.
Consejos a los desterrados.
| 0 Oíd, casa de Israel, lo que os
dice Yave: 2 Así dice Yave: Nó
os acostumbréis a los caminos de las
gentes. No temáis de los fenómenos
celestes que a ellos les producen
terror; 3 pues el culto de esos pueblos
es el culto a la nada, leños cortados
en el bosque, labrados luego con el
buril por mano del escultor. 4 Se de¬
coran con plata y oro, y se sujetan
a martillazos con clavos, para que
no se caigan. 6 Son como espantajos
en melonar, y no hablan. Hay que
llevarlos, porque ellos no andan. No
les tengáis miedo, pues no pueden
haceros mal ni bien alguno.
8 No hay ninguno semejante a ti,
;oh Yave! Tú eres grande, \\ grande
\ poderoso es lu nombre. 7 Quién
no te temerá, rev de los pueblos?
Pues a ti se te debe el temor, y no
hay entre todos los sabios de las
gentes, y en todos sus reinos, nadie
como tú, 8 Todos a una no son sino
suma estupidez y necedad; su enten¬
dimiento pura nada; no son más que
un madero; 9 plata laminada, venida
de Tarsis, oro de Ofir, obra de es¬
cultor y de orfebre, vestida de púr¬
pura y jacinto, todo es obra de artí¬
fices.
10 Pero Yave es el Dios verdadero,
el Dios vivo y rey eterno. Si él se
aíra, tiembla la tierra, y todos los
pueblos son impotentes ante su có¬
lera. 11 Así, pues, habéis de decirles:
Desaparezcan de la tierra y de de¬
bajo de los cielos los dioses que no
han hecho ni los cielos ni la tierra.
12 El con su poder ha hecho la tierra,
con su sabiduría cimentó el orbe, y
con su inteligencia tendió los cielos.
13 A su voz se congregan las aguas
en el cielo. El hace subir las nubes
desde los confines de la tiefra, hace
brillar el rayo entre la lluvia, y saca
los vientos de sus escondrijos. 14 Em¬
brutecióse el hombre sin conocimien¬
to; los orífices se cubrieron de igno¬
minia haciendo sus ídolos, pues no
funden sino vanidades, que no tie¬
nen vida, 16 nada, obra ridicula. El
día de la cuenta perecerán. 18 No es
ésta la herencia de Jacob, Israel es
su pueblo.
17 Daos prisa a reunir y liar el
hato, moradores de esta tierra; 18 pues
así dice Yave: Voy a lanzar de una
vez a los moradores de esta tierra,
como se lanza la piedra con la honda,
reuniéndolos, para que todos sean
hallados.
19 ¡Ay de mí! ¡Qué destrucción la
mía! Mi mal no tiene remedio; es
terrible mi mal, es insufrible. 20 Mis
tiendas devastadas, todas las cuerdas
rotas, mis camas saqueadas. No habra
quien pueda ya levantar la tienda,
quien pueda ya tender las lonas.
21 Fueron unos insensatos los pas¬
tores, y no buscaron a Yave; por
eso no prosperaron, y todos sus reba¬
ños han sido dispersados. 22 Oye,
viene ya la noticia, viene gran albo¬
roto de la tierra del septentrión, para
hacer de las ciudades de Judá un de¬
sierto, guarida de chacales.
23 Señor, bien sé que no está en
mano del hombre trazarse su camino,
ni puede nadie fijar su paso por él
con equidad. 24 Pero corrígeme, olí
JEREMIAS, 11 C> l<>
¡Señor, con suavidad, no con ira, no
del todo me destruyas.
25 Derrama tu furor más bien sobre
las gentes que te desconocen, y sobre
los pueblos que no invocan tu nombre,
que han devorado a Jacob, le han
consumido, y han devastado sus
campos.
Exhortación a la guarda del pacto
de Yave.
11 1 Palabra que dirigió Yave a
* * Jeremías, diciendo: 2 Oíd las
palabras de esta alianza, y comuni¬
cádselas a los varones de Judá y a
los moradores de Jerusalén. 3 Decidles:
Así habla Yave, Dios de Israel: Mal¬
dito el varón que desoiga las palabras
de esta alianza, 4 * que di a vuestros
padres al tiempo de sacarlos de la
tierra de Egipto, del horno de hierro,
diciendo: Oíd mi voz, y obrad según
todo lo que os mando, y seréis mi
pueblo, y yo seré vuestro Dios; 6 para
que yo cumpla mi juramento a vues¬
tros padres, de darles una tierra que
mana leche y miel, como es el día de
hoy. Yo respondí, diciendo: Así sea,
Señor.
6 Y me dijo Yave: Anuncia todas
estas palabras en las ciudades de
Judá y en las plazas de Jerusalén,
diciendo: Escuchad las palabras de
esta alianza y cumplidlas. 7 Pues con
insistencia he amonestado a vuestros
padres, desde cuando salieron de la
tierra de Egipto hasta hoy, y con
toda diligencia los amonesté: Escu¬
chad mi voz. 8 * Pero ellos no me es¬
cucharon, no me dieron oídos, y se
fueron todos en pos de los malos
deseos de su corazón; y les recordé
todas las palabras de esta alianza
que les mandé cumplir, pero no las
cumplieron.
9 Y me dijo Yave: Se han confabu¬
lado los varones de Judá y los mora¬
dores de Jerusalén. 10 Han vuelto a
las iniquidades de sus primeros padres,
que rehusaron cumplir mis manda¬
tos, y se han ido tras dioses ajenos
para servirles. La casa de Israel y
la de Judá han roto el pacto que hice
con sus padres. 11 Por eso así dice
Yave: Yo traeré sobre ellos males de
que no podrán librarse, y clamarán
a mí, y no los oiré; 12 y clamarán a
los dioses a quienes ellos sacrifican,
y no podrán salvarlos en el tiempo
de la tribulación. 13 Cuantas son tus
ciudades, tantos fueron tus dioses,
Judá; y cuantas son las calles de
Jerusalén, tantos fueron los altares
de ignominia, alzados para ofrecer
incienso a Baal. 14 Y tú, no me su¬
pliques por este pueblo y no hagas
por él oración, porque no oiré cuando
ellos clamen a mí, al tiempo de la
aflicción.
15 ¿Qué tienes que hacer en mi
casa tú, cubierto de iniquidad? ¿Crees
por ventura que los sacrificios y las
carnes santificadas de las víctimas
pueden evitarte el castigo? ¿Crees
que te servirán de protección, cuan¬
do venga sobre ti la gran tribulación,
cuando con gran estrépito se* acerque
la angustia?
16 Olivo siempre verde y hermoso
te quiso Yave, pero ha pegado a tu
copa fuego, que abrasó tu ramaje.
17 Yave Scbaot, que te plantó, ha
decretado la desgracia contra ti, por
los crímenes de la casa de Israel y
de la casa de Judá, que han come¬
tido para irritarme, ofreciendo in¬
cienso a Baal.
Conjuración de los de Anatol
contra el profeta.
18 a) Y Yave Sebaot me dió a co¬
nocer esto (1):
[12] 6 Mira que también tus her¬
manos, los de la £asa de tu padre,
los de Anatot, son pérfidos y traido¬
res, y a espaldas tuyas todos a una
te maldicen. No te fíes de ellos,
cuando por delante te hablan con
benevolencia. 18 6) Entonces vi con
claridad su proceder conmigo. 19 Es¬
taba yo entre ellos como inocente
cordero, que sin saberlo era llevado
a la muerte, pues habian tramado
una conjura contra mí, diciéndose:
Vamos a darle veneno en el pan (2),
le raeremos de la tierra de los vivos,
y no se hará más memoria de su
nombre.
20 a ¡Oh Yave Sebaot, juez justo, que
(1) Parece indudable que ha habido trasloca¬
ción en las partes del relato de la conjuración de
los de Anatot, sus conciudadanos, contra Jere¬
mías. Por eso ios ponemos en el orden que pare¬
cen exigir.
(2) El texto en este lugar parece indudable¬
mente alterado. La interpretación de la Vulgata
parece inadmisible. No está dentro de los límites
de estas notas explicativas dar cuenta de las ra¬
zones que nos mueven a dar como más probable
la que proponemos. De todos modos, es bien
claro que se trata de un criminal proyecto para
suprimir al profeta sin que éste pudiera darse
cuenta.
<>5u JEREMÍAS, 12, 13
escudriñas los riñones y el corazónl
(12) 3 Tú, ¡oh Señor!, me conoees,
tú me ves, tú penetras los sentimien¬
tos de mi eorazón para contigo. Reúne¬
los como rebaño destinado a la ma¬
tanza, conságralos para el día de la
mortandad. 20 b Que vea yo en ellos tu
venganza, pues a ti te" he confiado
mi causa. 21 Por eso, así dice Yave de
los hombres de Anatot, que buscan
tu muerte, diciendo: No profetices
en nombre de Yave, si no quieres
morir a nuestras manos. 22 Por eso
así dice Yave Sebaot: Yo les voy
a pedir cuenta. Los fuertes morirán
al filo de la espada, sus hijos y sus
hijas morirán por hambre. 23 No que¬
dará superviviente, porque yo traeré
la desdicha sobre los de Anatot,
cuando les pida cuentas.
Quejas del profeta.
| •) 1 Muy justo eres tú, Yave, para
1 ~ que yo vaya a contender con¬
tigo; pero déjame decirte sólo una
cosa: ¿Por qué es próspero el camino
de los impíos, y son afortunados los
perdidos y los" malvados? 2 Tú los
plantas y ellos echan raíces, crecen
y fructifican; te tienen a ti en la
boca, pero está muy lejos de ti su
corazón. 4 Pues se dicen: No ve
nuestras sendas. ¿Hasta cuándo pa¬
decerá la tierra, se secarán las hier¬
bas del campo, por la maldad de
los que habitan en ella, y perecerán
bestias y aves? Dicen: No ve nuestros
caminos. 6 Si corriendo con gente de
a pie te vencieron, ¿cómo te vas a
atrever con los de a eaballo? Si en
tierra abierta no te sientes seguro,
¿qué será en los boscajes del Jordán?
Los impíos serán castigados.
7 He desamparado mi casa, he
abandonado mi heredad. He entre¬
gado lo que más amaba, en manos
de sus enemigos. 8 Fué mi heredad
para mí león en la selva, lanza contra
mí sus rugidos; por eso la aborrecí.
9 Ha venido a ser mi heredad una
fiera rapaz, en torno a la cual rondan
otras fieras. Venid, juntaos, fieras
todas del campo. Venid a devorarla.
10 Muchos pastores han entrado a
saco en mi viña, y pisotearon mi he¬
redad, han convertido mis deleitosos
campos en desolado desierto. 11 Hi¬
cieron de ella campo de desolación,
v está ante mí triste v asolada.
Toda la tierra es desolación, por no
haber quien recapacite en su corazón.
12 Por todos los pastizales del de¬
sierto irrumpieron los invasores, y la
espada de Yave devora la tierra de
un extremo al otro, sin dar paz a ser
viviente. 13 Sembraron trigo, y han
reeogido cardos; trabajaron en vano;
heredaron y no les aprovechó, no
les salió la euénta; esperaban frutos,
y el fruto fué la cólera de Yave.
14 Así dice Yave, de todos los malos
vecinos que asaltan la heredad que
yo di en herencia a mi pueblo, Israel:
Yo los arrojaré de sus tierras, y
arrancaré a Judá de sus garras; 16 y
después de haberlos arrojado, tendré
misericordia de ellos, y los haré volver
cada uno a su propiedad, cada uno
a su tierra; 16 y cuando ellos hayan
aprendido el camino de mi pueblo,
y juren en mi nombre, «Vive Yave»,
como ellos enseñaron a mi pueblo a
jurar en el nombre de Raal, habitarán
prósperamente en medio de mi pue¬
blo. 17 Pero si no obedecen, los arran¬
caré enteramente, y perecerán. Pala¬
bra de Yave.
La faja podrida.
1 1 Díjome Yave (1): Ve y
* cómprate una faja de lino, y
faja con ella tus lomos, y procura
que no toque el agua. 2 Y adquirí la
faja, como me mandó Yave, y ine la
puse sobre los lomos; 3 y me habló
Yave por segunda vez, diciéndome:
4 Coge la faja que adquiriste y te
pusiste, vete al Eufrates, y escóndela
en una hendidura de la piedra. 6 Fui,
pues, y la escondí junto al Eufrates,
según lo mandó Yave.
6 Y al eabo de muchos días me
(i) Interpretar este pasaje como acción sim¬
bólica, que por orden de Dios ejecutara el pro¬
feta, presenta graves dificultades. Quizá debe
mejor tomarse como una parábola en forma de
diálogo entre Dios y el profeta. El simbolismo
es claro. La prenda de que se trata no tiene co¬
rrespondiente exacto en nuestra indumentaria.
Se ponía a raíz de la carne, y cubría, ciñéndola
al mismo tiempo, la cintura hasta medio muslo.
Lo principal, en la significación parabólica, es
la íntima unión entre la prenda y quien la vestía,
ceñida a raíz de la carne. Es símbolo del pueblo
elegido, íntimamente unido a Dios. El quitár¬
sela, y dejar que se pudriera a orillas del Eufra¬
tes. es símbolo de la destrucción del pueblo y
de la gran humillación a que había de verse re¬
ducido en medio de los pueblos de la Mesopo-
tamia.
JEREMÍAS, 14
bf>t
dijo Yave: Anda, vete al Eufrates, y
recoge la faja que te mandé esconder
allí. 7 Fui, pues, al Eufrates, y bus¬
qué la faja, y la saqué del lugar en
que la había escondido, pero estaba
podrida, no servía ya para nada.
8 Y me habló el Señor, diciéndome:
9 Así dice Yave: Así haré yo que se
pudra la mucha soberbia de Judá, el
gran orgullo de Jerusalén. 10 Este
pueblo malvado, que rehúsa escuchar
mis palabras, y en la depravación
de su corazón se va tras dioses ajenos
para servirles y ofrecerles incienso,
será como esa faja podrida, que no
sirve ya para nada. 11 Como se adhiere
la faja a los lomos del hombre, así
quise yo que se adhiriese a mí toda
la casa de Israel y toda la casa de
Judá palabra de Yave, para que
ellos fuesen mi pueblo, mi honra,
mi prez, mi gloria; pero ellos no me
escucharon.
Las tinajas rotas.
12 Vete, y diles esto: Así dice Yave,
Dios de Israel: Las tinajas se llenan
de vino. Y te dirán: ¿Acaso no sabe¬
mos muy bien que las tinajas se
llenan de vino? 13 Pero tú les dirás:
Así dice Yave: Pues así llenaré yo
de embriaguez a todos los habitantes
de esta tierra, a los reyes que se
sientan en el trono de David, a los
sacerdotes, a los profetas, y a todos
los moradores de Jerusalén; 14 y se
romperán, chocando unos contra
otros, padres contra hijos a la vez.
Palabra de Yave. No tendré de
ella compasión ni clemencia, ni mise¬
ricordia en su destrucción.
15 Escuchad, dadme oídos, no os
envanezcáis, que es Yave quien os
habla. 16 Dad gloria a Yave, vuestro
Dios, antes de que se haga oscuro,
y tropiecen vuestros pies por los
montes en tinieblas, y en vez de la
luz que esperáis vosotros, nos dé
sombras de muerte y densas tinieblas.
17 Y si no escucháis, lloraré en secreto
tu soberbia, lloraré sin consuelo, y
mis ojos derramarán abundantes lá¬
grimas, por la dispersión del rebaño
de Yave.
18 Di al rey y a la reina: Humiilaos,
sentaos en el suelo, porque está para
caer de vuestras cabezas la corona de
vuestra gloria. 19 Las ciudades del
sur están cercadas, y nadie escapará.
Todo Judá será apresado, todos sin
excepción. 10 Alza tus ojos y mira,
Jerusalén. Vienen del septentrión.
¿Dónde está la grey que te fué dada,
tu espléndido rebaño? 21 ¿Qué dirás
cuando te golpeen la cabeza tus
amantes, aquellos que acostumbrabas
a tratar como muy queridos amigos?
¿No te dolerás con dolores como de
parto? 22 Y si te preguntas en tu
corazón: ¿Por qué me sucede todo
eso? Por la muchedumbre de tus
maldades alzaron tus faldas, y mal¬
trataron tus talones.
25 Es tu recompensa, es la porción
que yo te señalo, por haberme des¬
preciado y haber puesto tu esperanza
en la vanidad de los ídolos. 26 Tam¬
bién yo te alzaré las faldas, hasta
taparte con ellas la cara, y se verán
tus vergüenzas. 27 A mi cara pusiste
tú tus adulterios, tus relinchos, tus
execrables fornicaciones. Sobre los
collados del campo tuve que ver yo
tus torpezas (1). ¡Ay de ti, Jeru¬
salén, si no te limpiasl ¿Hasta cuándo
dilatarás tu conversión? 23 ¿Mudará
por ventura su tez un etíope, o el
tigre su rayada piel? Así podréis
vosotros obrar el bien, tan avezados
como estáis al mal. 24 Yo los disper¬
saré, como la paja que vuela al viento
del desierto.
La gran sequía.
14 1 Llegó la palabra de Yave a
Jeremías, con ocasión de la
sequía. 2 Llora Judá, y sus ciudades
están tristes, e inclinadas hacia la
tierra las cabezas, y crece el grito
de Jerusalén. 3 Los pudientes de
ella mandaron a sus zagales por agua;
fueron éstos a los pozos, pero no
hallaron agua, y se volvieron con
los cántaros vacíos, tristes, afligidos
y cubiertas las cabezas. 4 Los agri¬
cultores se afligen y cubren sus cabe¬
zas, porque los campos están este-
nuados, por falta de lluvia sobre la
tierra. 5 Aun las ciervas en el campo
paren y abandonan la cría, por la
falta de pastos. 6 Los asnos salvajes
están sobre las colinas peladas, aspi¬
rando el aire con la lengua fuera,
(i) Todas estas imágenes nos parecen a nos¬
otros demasiado crudas, acostumbrados como
estamos al uso de eufemismos; pero hay que
tener en cuenta que los orientales son mucho
más realistas que nosotros, y que este realismo
Se refleja en sus literaturas.
JEREMIAS, 15
65 2
como chacales, y hundidos los ojos
por la falta de hierba fresca.
7 Aunque nuestras maldades claman
contra nosotros, hazlo, joh Yave!,
por la gloria de tu nombre. Grandes
son nuestras rebeldías. Hemos pe¬
cado contra ti. 8 Tú eres la esperanza
de Israel, su salvador en el tiempo
de la tribulación. 9 ¿Cómo vas a ser
cual extranjero en tu tierra, como
viajero que sólo pasa en ella una
noche? ¿Cómo vas a parecer como
hombre azorado, como quien es inca¬
paz de salvar? Pues tú, joh Yave!,
habitas en medio de nosotros, y tu
nombre es por nosotros invocado.
jNo nos abandones!
10 Esto dice Yave de este pueblo:
Así se acostumbraron a vagar de
un lado para otro; no daban paz a
sus pies. Pero Yave no les tiene
amor alguno; ahora se acordará de
sus maldades, y les pedirá cuenta de
sus pecados. 11 Y me dijo Yave:
No ruegues por este pueblo, para que
le socorra. 12 Cuando ayunen, no
escucharé sus clamores, y cuando
ofrezcan holocaustos y oblaciones, no
los aceptaré, sino que los consumiré
por la espada, con el hambre y con
la peste.
13 Y yo dije: jAh, Señor, Yavel
Mira que los profetas les dicen: No
veréis la espada, no vendrá el hambre.
Paz entera os daré en este lugar.
14 Pero Yave me dijo: Mentidamente
profetizan los profetas en mi nombre;
yo no los lie enviado, no los he man¬
dado, no les he hablado. 18 Falsas vi¬
siones, agüeros, vanidades y engaños
de su corazón, es lo que les profetizan
en mi nombre, sin haberlos yo en¬
viado, diciendo: No habrá en esta
tierra espada ni hambre.
A la espada y por hambre perecerán
esos profetas. 16 Y las gentes ante
quienes ellos profetizaron, serán arro¬
jadas a las calles de Jerusalén, muer¬
tos por hambre y por espada, y no
habrá quien les de sepultura, ellos,
sus mujeres, sus hijos y sus hijas,
y haré caer sobre ellos su maldad.
i? Diles, pues, así: Derramen mis
ojos lágrimas de noche y de día sin
cesar, pues la hija de mi pueblo ha
sido quebrantada con gran quebranto,
herida de gravísima plaga.
18 Si salgo al campo, veo doquier
muertos por la espada; si entro en
la ciudad, muertos por el hambre.
Profetas y sacerdotes errantes por
os campos, sin llegar a entender.
19 ¿Acaso has rechazado del todo a (
Judá? ¿Detesta tu alma a Sión? ¿Cómo
nos hieres de muerte, y mientras
esperábamos paz, todo son infortu¬
nios, y a la hora del alivio sólo se
presenta la angustia?
20 Reconocemos, joh Yavel, nues¬
tra maldad, y las de nuestros padres.
Hemos pecado contra ti. 21 Por la
gloria de tu nombre, no nos recha¬
ces, no desprecies el .trono de tu
grandeza (1). Acuérdate, no rom¬
pas tu alianza con nosotros. 22 ¿Hay
por ventura entre los ídolos de las
gentes quien pueda hacer llover? ¿O
pueden de sí los cielos dar la lluvia?
¿No eres sólo tú? jOh Yave, Dios nues-
trol En ti esperamos, pues tú tienes
poder para hacer todo eso.
1 k 1 Pero Yave me dijo: Aunque se
1 me pusieran delante Moisés y
Samuel, no los escucharía. Quita
este pueblo de mi presencia, que se
vayan. 2 * Y si te preguntan: ¿A dónde
hemos de ir? Respóndeles: Así dice
Yave: El que a la mortandad, a la
mortandad; el que a la espada, a la
espada; el que al hambre, al hambre;
el que al cautiverio, al cautiverio.
3 Yo les daré por regidores cuatro
deudos (2) Palabra de Yave. La
espada para matar; los perros para
arrastrarlos; las aves del cielo y las
fieras del campo, para devorarlos y
consumirlos. 4 Y los haré el asombro
de todas las regiones de la tierra, a
causa de Manasés, hijo de Ezcquías,
rey de Judá, por lo que hizo en Jcru-
salén.
Los horrores de la guerri».
8 ¿Quién, pues, va a compadecerse
de ti, oh Jerusalén? ¿Quién se dolerá
de ti? ¿Quién se saldrá del camino
para preguntar por ti, y saludarte?
8 Tú me abandonaste a mí, palabra
de Yave, me volviste la espalda;
y yo voy a extender contra ti mi
mano, y te ahntiré sin duelo. 7 Y los
aventaré con el bieldo a todas las
puertas de la tierra; ®c y sus restos
los entregaré a la espada de sus ene¬
migos. 7 b Dejaré sin hijos a mi
(1) El trono de la grandeza, de la gloria del
Señor, es Jerusalén. por estar en ella su templo.
(2) Cuatro deudos o parientes, por ir casi
siempre unidos, guerra, hambre, peste y mor¬
tandad.
JEREMÍAS, 16
653
pueblo, y le destruiré por su impeni-
teneia. 1 * * * * * * 8 * * Serán más numerosas sus
viudas que las arenas del mar. Lan¬
zaré eontra su juventud el ladrón
diurno, y haré que caiga de repente
sobre ellos el terror y la angustia.
9 ab Ajóse de tristeza la que había
sido madre de siete hijos, desfalleció;
púsose para ella el sol, euando aún
era de día, quedó abatida y eonfusa.
Lamentos del profeta.
10 |Ay de Jní! Madre mía, ¿cuál me
engendraste? Soy objeto de querella
y de eontienda para todos. A nadie
presté, nadie me prestó, y, sin em¬
bargo, todos me maldieen. 11 En
verdad, joh Yave!, ¿soy culpable?
En el tiempo del infortunio y de la
angustia, ¿no te rogaba por el bien
de los que me odian? 12 Por ellos
rompí el hierro y el bronce (1).
16 Tú lo sabes bien, joh Yavet Ten
cuenta de mí, mira por mí, y vén¬
game de mis perseguidores. No con¬
tengas tu ira; mira que por ti soporto
oprobios, de parte de los que despre¬
cian tu palabra.
18 Cuando llegaban a mí tus pala¬
bras, eran mi manjar; el gozo y la
alegría de mi eorazón, el s.er tenido
por cosa tuya, joh Yave, Dios Se-
baotl 17 Nunca me senté entre los
que se divertían, para gozarme con
ellos. La aceión de tu mano sobre mí
me obligaba a sentarme en soledad,
pues llenaba mi alma de tu ira.
18 ¿Ha de ser perpetua mi aflicción,
ineurable mi herida? jAyl ¿Vas a ser
(i) Este pasaje es de los más difíciles de in¬
terpretar en Jeremías. El texto parece, induda¬
blemente, alterado, y las conjeturas de restitu-r
ción y las consiguientes interpretaciones son
muchas. Adoptamos la que nos parece más pro¬
bable, y ésta se refleja en la traducción. Se la¬
menta el profeta de haber nacido para ser objeto
de las maldiciones de todos, y pregunta a Dios
si no es verdad que él, insistentemente y ponien¬
do cuantos medios estaban a su alcance, rom¬
piendo, o haciendo por romper, el hierro y el
bronce, no le pidió por el bien de los que le
odian. Los versículos 13 y 14 parecen una in¬
terpolación, por eso los omitimos. El 13 es casi
ininteligible: «¿Va a romper el hierro el hierro
del norte y el bronce?» El 14: «Yo entregaré
gratis tus bienes y tus tesoros al pillaje, por
todos tus pecados y sobre todo tu territorio»,
se refiere a la invasión, pero no se ve fácilmente
de qué otro lugar ha venido aquí y dónde
habría de ponerse. Quizá en 17, 3, donde hay
algo muy semejante.
para mí arroyo falaz, eon euyas
aguas no se puede eontar? (1).
19 Por eso, así dice Yave: Si vuelves
a tu eonfianza en mi, yo te devolveré
la mía, y seguirás a mi servicio.
Si sabes distinguir lo precioso de lo
vil, seguirás siendo mi boea; todos se
volverán a ti, no serás tú quien te
vuelvas a ellos, 20 y te haré para este
pueblo inconmovible muro de bronce.
Ellos combatirán eontra ti; pero no
podrán veneerte, porque yo estaré
eontigo para salvarte y protegerte,
palabra de Yave, 21 y te libraré de
las manos de los malvados y de los
violentos.
Jeremías, figura de la caída del
pueblo.
16 1 Llegóme la palabra de Yave,
diciéndome: 2 No has de tomar
mujer, y no tendrás hijos ni hijas en
esta tierra; 3 porque así diee Yave de
los hijos y las hijas nacidas en esta
tierra, de las madres que los paren y
de los padres que los engendran aquí:
4 Morirán de epidemias, y nadie los
llorará ni los sepultará; servirán de
estiéreol sobre la haz de la tierra;
serán devorados por la espada y por
el hambre, y sus cadáveres serán pasto
de las aves del cielo y de las fieras.
6 Así, pues, dice Yave: No entres
en una casa en eonvite de luto, ni
vayas a llorar a los muertos, ni te
lamentes por ellos, pues he quitado
a este pueblo mi paz, palabra de
Yave, la benignidad y la miseri¬
cordia. 6 Y morirán grandes y pe¬
queños en esta tierra; no se los sepul¬
tará, ni se los llorará, ni nadie se
herirá el rostro, ni se afeitará la
eabeza por ellos; 7 y nadie les partirá
el pan del duelo, para consolar a
uno por el muerto, ni- se dará a nadie
la eopa para consolarle por la muerte
del padre o de la madre. 8 No entres
tampoco en casa donde haya ban-
(1) En estas quejas de Jeremías hay ciertas
dificultades de crítica y de interpretación. El
sentido general más probable parece ser así: Se
lamenta el profeta de que, por ser f'el a su mi¬
sión, ha tenido que profetizar siempre desven¬
turas. y no ha gozado de un momento de alegría,
fuera de la de ser siervo fiel de Yave; y pregunta
¿Va a ser siempre así? A seguida el Señor le
reprende por su desconfianza y pusilanimidad,
y le anuncia que, si quiere seguir siendo su pro¬
feta, su boca, vuelva a su primera fortaleza y
confianza en Yave.
R54
JEREMÍAS, 17
quete, para sentarte a comer y a
beber con ellos; 9 pues así dice Yave
Sebaot, Dios de Israel; Voy a hacer
cesar en este lugar, a vuestros ojos
y en vuestros días, el canto del gozo
y de la alegría, y el canto del esposo
y de la esposa.
10 Y cuando anuncies a este pueblo
todo esto, y te digan: ¿Por qué nos
anuncia Yave todos esos males tan
grandes? ¿Cuáles son nuestras mal¬
dades, y cuáles los pecados que hemos
cometido contra Yave, nuestro Dios?
11 Les responderás; Porque ya vuestros
padres me abandonaron, palabra de
Yave, para irse tras los dioses ajenos,
para servirles y adorarlos, dejándome
a mí y quebrantando mi ley; 12 pero
vosotros habéis obrado peor todavía
que vuestros padres, y os vais cada
cual tras los malos deseos de vuestro
mal corazón, sin escucharme a mí.
13 Por eso os arrojaré fuera de esta
tierra, a una tierra que no conocéis
ni conocieron vuestros padres, y allí
serviréis día y noche a dioses extra¬
ños, y no tendré compasión de vos¬
otros.
14 Por eso vendrá tiempo, palabra
de Yave, en que no se dirá ya; «Vive
Yave, que sacó a los hijos de Israel
de la tierra de Egipto»; 16 sino: «Vive
Yave, que sacó a los hijos de Israel
de la tierra del aquilón y de las
otras en que los dispersó», cuando yo
los haga volver a sil tierra, a la que
di a sus padres. 16 Yo voy a mandar
muchos pescadores, palabra de Yave,
que los pescarán; y después muchos
cazadores, que los cazarán por los
montes todos, por todos los collados
y por las cavernas de las rocas.
17 Porque están a mi vista todos sus
malos caminos, no se me esconden,
y sus maldades no están ocultas a
mis ojos. 18 Yo les pagaré al doble
sus iniquidades y pecados, por haber
profanado mi tierra con la carroña
de sus ídolos y haber llenado mi here¬
dad de abominaciones.
La salud, por la confianza de Yave.
19 lYave, mi fuerza, mi fortaleza,
mi refugio al tiempo de la tribula¬
ción! A ti vendrán los pueblos, desde
los confines de la tierra, y dirán:
Sólo mentira fué la herencia de nues¬
tros padres, vanidad sin provecho
alguno.
20 Si es el hombre el que se hace
los dioses, entonces no son dioses.
21 Por eso, esta vez les voy a dar a
conocer, les voy a hacer ver la fuerza
de mi brazo, y sabrán que mi nombre
es Yave.
La culpa de Judá.
17 1 El pecado de Judá está es¬
crito con estilo férreo; a punta
de diamante se ba grabado en la
tabla de su corazón; 2 en los cuernos
de sus altares, en sus aseras , en sus
cipos, en los montes, en los collados
del llano. 3 Tus riquezas, todos tus
tesoros, los daré al pillaje en tus
confines; te obligaré a abandonar la
heredad que te di, 4 y te haré esclava
de tus enemigos en tierra para ti
desconocida, pues habéis encendido
el fuego de mi ira, que arderá por
siempre.
6 Así dice Yave; Maldito el hombre
que en el hombre pone su confianza,
y de la carne hace su apoyo, y aleja
su corazón de Yave. 0 Será como
desnudo arbusto en el desierto; que
aunque le venga algún bien, no lo
siente, y vive en las arideces del
desierto,' en tierra salitrosa e inha¬
bitable. 7 Bienaventurado el varón
que confía en Yave y en él pone su
confianza. 8 Es como árbol plantado
a la vera de las aguas, que echa sus
raíces hacia la corriente y no teme
la venida del calor, conserva su follaje
verde, en año de sequía no la siente,
y no deja de dar fruto.
9 Tortuoso es el corazón, impene¬
trable para el hombre. ¿Quién puede
conocerle? 10 Yo, Yave, que penetro
los corazones y pruebo los riñones,
para retribuir a cada uno según sus
caminos, según el fruto de sus obras.
11 Perdiz que empolla huevos aje¬
nos, es el que injustamente allega
riquezas; a la mitad de sus días
tendrá que dejarlas, y su fin será
el de un necio.
12 Trono de gloria es desde el priu
cipio nuestro santo templo. 13 Yave
es la esperanza de Israel; todos los
que le abandonan serán confundidos.
Los que te dejan se cubrirán de ver¬
güenza, porque dejaron a la fuente
de aguas vivas, a Yave.
14 Sáname, joh Yavel, y seré sano;
sálvame y seré salvo, pues tú eres
mi esperanza. 15 Ellos me dicen:
¿Dónde está la palabra de Yave?
Que se cumpla. 16 Pero yo no he ido
tras de ti a incitarte a' su castigo;
nunca he deseado el día de la cala
JEREMÍAS, 18
05. r >
mldad. Tú sabes que lo que ha salido
de mis labios fué lo que tú quisiste.
17 No ine hagas temblar. Protégeme
el día de la tribulación. 18 * Sean con¬
fundidos mis perseguidores, no yo.
Sean ellos los que tiemblen, no yo.
Haz venir sobre ellos el día de la
ira. Tritúralos con doble tritura¬
ción (1).
El camino de salvación.
19 Así me dijo Yave: Ve a ponerte
ante la Puerta del Pueblo, por la
que entran y salen los reyes de Judá,
y ante todas las otras puertas de
Jerusalén; 20 y di: Oíd la palabra de
Yave, vosotros, reyes de Judá, y todo
Judá y todos los habitantes de Jerusa¬
lén, que pasáis por estas puertas: 21 Así
dice Yave: Guardaos, por vuestra
vida, de llevar cargas en día de sá¬
bado y de introducirlas por las puertas
de Jerusalén. 22 No saquéis tampoco
cargas de vuestras casas en día de
sábado, ni hagáis labor alguna; santi¬
ficad así el día del sábado, como se
lo mandé a vuestros padres. 23 Ellos,
sin embargo, no me oyeron, no me
dieron oídos, sino que endurecieron
su cerviz, sin obedecerme y sin corre¬
girse.
24 Si me obedecéis vosotros, pala¬
bra de Yave, y dejáis de introducir
I cargas por las puertas de esta ciudad
en día de sábado, y santificáis ese
día no haciendo en él labor alguna,
25 Seguirán entrando por las puertas
de esta ciudad los reyes, los que se
sientan sobre el trono de David,
montados en sus carros y caballos
(i) Estas imprecaciones del profeta contra
los que encarnizadamente le perseguían, así como
las contenidas en 18, 21-23 y en otros lugares
del A. T., como, por ejemplo, el Sal. 109, no
son expresión del deseo de una venganza perso¬
nal, sino más bien del deseo de que Dios casti¬
gue con castigos temporales a los enemigos del
profeta, que son al mismo tiempo los enemigos
de Dios; a veces más que imprecaciones son
profecías. Para explicarse tales imprecaciones, es
muy de tener en cuenta el carácter hiperbólico
de la literatura poética de estos pueblos, y que
muchas veces se trata de fórmulas usuales y como
troqueladas del lenguaje. Estos pueblos, tan rea¬
listas, difícilmente distinguían en sus maldicio¬
nes entre el pecado y el pecador, y al maldecir
a aquél, maldicen éste. Finalmente, y sobre todo,
se ha de tener en cuenta que están estas impre¬
caciones dentro del marco del A. T., ley de pre¬
mios y de castigos temporales, ley de justicia,
que llega hasta incluir la pena del talión, y no
podemos aplicarles el criterio de la ley nueva,
ley de gracia y de misericordia, ley de caridad.
ellos, sus grandes, los hombres de
Judá y los habitantes de Jerusalén,
y esta ciudad estará siempre habitada.
26 Y de las ciudades de Judá y de
los contornos de Jerusalén, de la
tierra de Benjamín, del llano, de la
montaña y del mediodía, vendrán
con holocaustos, víctimas, oblaciones,
incienso y sacrificios eucarísticos, y
los ofrecerán en el templo de Yave.
27 Pero si no me obedecéis en santi¬
ficar el día del sábado, y en no llevar
cargas en él y no introducirlas por
las puertas de Jerusalén, entonces
encenderé yo en sus puertas un fuego
que devorará los palacios de Jeru¬
salén, y que no se apagará.
En la casa del alfarero,
1 & 1 Palabra que de Yave llegó a
Jeremías: 2 Levántate, y baja
a la casa de un alfarero, y allí te
haré oír mis palabras. 3 Bajé, pues,
a la casa del alfarero, y hallé a éste
trabajando a la rueda. 4 * Cuando se le
estropeaba entre las manos la vasija
que estaba haciendo, iba, y con el
mismo barro hacía otra cualquiera,
la que se le antojaba.
6 Y me vino palabra de Yave,
diciendo: 6 ¿Acaso no puedo yo
hacer de vosotros, casa de Israel,
como hace el alfarero? Palabra de
Yave. Como está el barro en la mano
del alfarero, así estáis vosotros en
mi mano, casa de Israel. 7 * De pronto
decido yo arrancar, destruir y hacer
perecer a un pueblo o un reino;
8 pero si este pueblo se convierte,
arrepentido de las maldades por las
que yo le amenazaba, también yo
me arrepiento del mal que había
determinado hacerle. 9 Igualmente
resuelvo yo de pronto edificar y plan¬
tar a un pueblo o un reino; 10 * pero
si este pueblo obra mal ante mis ojos
y no escucha mi voz, me arrepiento
del bien que había determinado ha¬
cerle.
La contumacia traerá el supremo
castigo.
11 Di ahora a los hombres de Judá
y a los habitantes de Jerusalén: Así
habla Y r ave: Yo estoy trazando y
planeando planes contra vosotros.
Convertios cada uno de vuestros
malos caminos, mejoradlos y mejo¬
rad vuestras obras. 12 * * * * * Pero ellos dicen:
Es en vano, seguiremos haciendo
(>5ü
JEREMÍAS, 19
nuestra gana, y cada cual hará el
mal que maquine su mal corazón.
13 Por eso, así dice Yave: Pregun¬
tad a los pueblos. ¿Quién oyó cosas
semejantes? Muy horrible crimen es
el que ha cometido la virgen de
Jerusalén. 14 ¿Por ventura se aleja
de las rocas la tierra, o del Líbano
la nieve, o se agotan las aguas del
Sijor, frescas y corrientes? 16 Pues
mi pueblo se ha alejado de mí, se
salió del eainino antiguo. Por eso
han adorado a la vanidad, y los haré
yo ir de tropiezo en tropiezo por sus
senderos, no por camino llano; 16 y
haré de su tierra un lugar de horror,
objeto de eterna burla. Cuantos pasen
por ella se asombrarán y moverán
su cabeza. 17 Como viento solano,
los dispersaré ante el enemigo. La
espalda, no el rostro, les daré yo el
día de la angustia.
Imprecación del profeta.
18 Ellos dijeron: Venid, vamos a
tomar una resolución contra Jere¬
mías, pues tienen todavía la Ley los
sacerdotes, el consejo los sabios y
la visión los profetas. Venid, vamos
a hacerle morir por la lengua, vamos
a acecharle en todas sus palabras.
10 Atiéndeme, ¡oh Yavel, oye la voz
de mi querella. 20 ¿Se paga por ventura
bien con mal, para que traten de
cogerme en una trampa? Acuérdate
de que te he hablado en favor suyo
para apartar de ellos tu indignación.
21 Da, pues, sus hijos al hambre,
y entrégalos al poder de la espada;
quédense sus mujeres sin hijos y
viudas, y mueran sus maridos de
peste, y sus mancebos traspasados
por la espada de la guerra. 22 ¡Salgan
gritos de sus casas, cuando de re¬
pente hagas venir sobre ellos el
salteador; pues han cavado una tram¬
pa donde cogerme, y tendieron a mis
pies lazos ocultos. 23 Pero tú, ¡olí
Yavel, conoces todas sus maquina¬
ciones, para llevarme a la muerte.
No les perdones su iniquidad, no
borres su pecado de ante tus ojos;
caigan ante ti en el día de tu ira,
castígalos.
Hotura simbólica.
19 1 Así dice Yave: Ve y cóm¬
prate una orza de barro y lleva
con ligo a algunos de los ancianos del
pueblo y de los sacerdotes, 2 hasta la
entrada del valle de Benjinón, de¬
lante de la puerta de la alfarería, y
pronuncia allí las palabras que yo
te diré:
3 Les dirás, pues: Oíd la palabra
de Yave, reyes de Judá y habitantes
de Jerusalén: Así dice Yave Sebaot,
Dios de Israel: Yo traeré sobre este
lugar males tales, que a cuantos los
oigan les retiñirán los oídos, 4 por
haberme dejado a mí y haber ena¬
jenado este lugar, adorando en él
dioses ajenos, que no conocían ni
ellos ni sus padres ni los reyes de
Judá, llenando este lugar de sangre
de inocentes 6 y edificándose en él
el alto de Baal, donde quemaban con
el fuego a sus hijos, como holocaustos
a Baal, cosa que ni yo había mandado
ni me había venido a la mente.
6 Por eso vendrá tiempo, palabra
de Yave, en que no se llamará ya
este lugar Tofet y valle de Benjinón,
sino valle de la mortandad.
7 En este lugar frustraré yo los
planes de Judá y de Jerusalén, y a
sus moradores los haré caer a espada
ante el enemigo, y los entregaré
en poder de éste, en manos de los
que los persiguen de muerte, y daré
sus cadáveres en pasto a las aves
del ciclo y a las fieras de la tierra.
8 Y haré de esta ciudad el espanto y
la burla, de modo que cuantos pasen
se espanten y se burlen de su des¬
trucción. 9 Les haré comer la carne
de sus hijos y de sus hijas, y se come¬
rán unos a otros en las angustias
del asedio y del hambre a que los
reducirán sus enemigos, los que los
persiguen de muerte.
10 Y romperás la orza a la vista
de los que te acompañan, 11 y les
dirás: Esto dice Yave ¡Scbaot: Así
romperé yo a este pueblo y a esta
ciudad, como se rompe un cacharro
de alfarero, que no puede volver a
componerse. 12 Así haré yo con este
lugar y con sus habitantes, palabra
de Y r avc, y haré de esta ciudad un
Tofet. 13 Las casas de Jerusalén y
los palacios de los reyes de Judá
quedarán inmundos como el suelo de
Tofet; todas las casas en cuyos terra¬
dos hicieron oblaciones a toda la
milicia celeste y libaron a los dioses
extraños.
14 Y se volvió Jeremías de la puerta
a donde le había mandado Yave
para que profetizara, y se detuvo
en el atrio del 'Jcinplo, y dijo a todo
el pueblo: l& Así dice Yave ¡Scbaot,
JEREMÍAS, 20
Dios de Israel: Yo traeré, contra
esta ciudad y contra todas las ciu¬
dades que de ella dependen, todos
los males con que los he amenazado,
por haber endurecido su cerviz y
no haber escuchado mis palabras.
Martirio de! profeta.
•)() 1 Y Pasjur, hijo de Imer, sacer-
dote, que era prefecto del Tem¬
plo, oyó a Jeremías pronunciar estas
palabras; 2 y mandó azotar a Jere¬
mías, profeta, y ponerle en el cepo
que hay en la puerta superior de
Benjamín, junto al Templo. 3 Cuando
a la mañana siguiente sacó Pasjur
a Jeremías del cepo, le dijo éste:
No. te llama Yave Pasjur, sino Nagor,
terror por doquier. 4 * Pues asi dice
Yave: Yo te traeré el terror a ti
y a todos tus deudos y amigos.
Caerán a la espada del enemigo, a
tus propios ojos, y entregaré a todo
Judá en manos del rey de Babilonia,
a donde los llevará cautivos y los
hará morir a espada; 6 * y daré todos
los bienes de esta ciudad, todas sus
ganancias, todas sus preciosidades y
todos los tesoros de los reyes de Judá,
en mano de sus enemigos, que los
saquearán, se apoderarán de ellos y
se los llevarán a Babilonia. 6 Y tú,
Pasjur, con todos cuantos habitan
en tu casa, iréis a la cautividad, y
allí moriréis y allí seréis sepultados,
tú y todos tus amigos, a quienes
profetizaste mentiras.
Estado de ánimo del proieta.
7 Tú me sedujiste, joh Yave!, y
yo me dejé seducir (1). Tú eras
(i) El profeta repite aquí, pero con mucha
más vehemencia, la angustiosa queja de 15, 19
y siguientes. Las imágenes y las palabras son
aquí más atrevidas. El profeta se dirige a Dios
con una libertad de expresión que casi podría¬
mos tachar de irreverente: «Tú me sedujiste,
eras el más fuerte y me venciste. Yo rehuía acep¬
tar la misión que me encomendabas; pero tú me
prometiste hacerme tan fuerte como un muro
de bronce; y ahora me veo hecho la burla, la
irrisión, el oprobio de todos. Me has engañado.*
Amarga, muy amarga es, ciertamente, la queja;
pero muy disculpable en el triste estado de
ánimo en que debía hallarse. Acababa de ser
azotado, preso y encepado, por anunciar lo que
el Señor le mandara. ¿No estaba todo esto muy
lejos de lo que de las promesas de protección
habría cabido esperar?
el más fuerte, y fui vencido. Ahora
soy todo el día la irrisión, la burla
de todo el mundo. 8 Siempre que. les
hablo tengo que gritarles: ¡Ruina,
devastación! Y todo el día la pala¬
bra de Yave es oprobio y vergüenza
para mí. 9 * Y aunque me dije: No
pensaré más en ello, no volveré a
hablar en su nombre: es dentro de
mí como fuego abrasador, que siento
dentro de mis huesos, que no puedo
contener y no puedo soportar.
10 Oigo muchas maldiciones, v por
todas partes me amenazan: ¡Dela¬
tadle, delatémosle! Aun los que eran
mis amigos, me espían para ver si
doy un paso en falso: A ver si le
engañamos y triunfaremos, nos ven¬
garemos de él. 11 * Pero Yave es para
mí como un fuerte guerrero; por eso
mis enemigos caerán vencidos, V
serán enteramente confundidos en su
insipiencia con perpetua ignominia,
que nunca se olvidará.
12 ¡Oh Yave Sebaot, tú que pruebas
al justo y penetras dentro del corazón
y de los riñones! Que vea yo tu
venganza contra ellos, pues a ti te
he encomendado mi causa. 13 * * ¡Cantad
a Yave, alabad a Yave! Porque él
libra el alma del pobre de la mano
de los malvados.
14 ¡Maldito sea el día en que nací,
el día en que me parió mi madre!
15 Maldito el hombre que alegre
anunció a mi padre: «Un niño, tienes
un hijo», llenándole de gozo. 16 Sea
ese día como las ciudades que des¬
truye Yave sin compasión, donde por
la mañana se oyen gritos y al medio¬
día llantos. 17 ¿Por qué no me mató
en el seno de mi madre, y hubiera
sido mi madre mi sepulcro, y yo
preñez eterna de sus entrañas? 18 ¿Por
qué salí del vientre de mi madre,
para no ver más que trabajo y dolor y
acabar mis días en la afrenta? (1).
(1) Estas maldiciones son supremos gritos
de angustia, en que prorrumpe el profeta, tran¬
sida el alma por la inmensa amargura que le
produce su dura misión. Quisiera no haber vi¬
vido. Es de una valentía y una belleza insupe¬
rable la expresión: «Hubiera sido mi madre mi
sepulcro, y yo preñez eterna de sus entrañas.*
Al leer estas maldiciones, vienen luego a la
memoria las de Job, 3, 1-16. ¿Serán las unas
imitación de las otras? No lo sabemos. En el
caso de serlo, ¿quién imitó a quien? A juicio de
muchos criticos, el libro de Job es posterior al
de Jeremías, y desde luego las maldiciones de
éste superan en nervio y energía a las de aquél,
mas difusas y desleídas, y por lo general el mo¬
delo supera siempre a la imitación.
43
_ JEREMÍAS, 21, 22
La destrucción del reino.
(y* 1 Palabra que llegó de Yave a
— * Jeremías, cuando el rey Sede-
cías le mandó a Pasjur, hijo de Mala-
quías, y a Scíonías, sacerdote, hijo
de Mahasías, para que le dijeran:
2 Consulta a Yave acerca de nosotros,
pues Nabucodonosor, el rey de Babi¬
lonia, nos hace la guerra. Quizá haga
Yave con nosotros según su maravi¬
lloso poder, y tenga que retirarse.
3 Jeremías* les respondió: 4 Así
diréis a Sedccías: Esto es lo que dice
Yave, Dios de Israel: Yo liare volver
contra vosotros, que confiáis en las
armas, las armas mismas con las que
lucháis fuera de las murallas contra
el rey de Babilonia y los caldeos que
van a asediaros, y las amontonaré
dentro de esta ciudad. 6 Y yo, yo
mismo, lucharé contra vosotros con
mano fuerte, con poderoso brazo, con
ira, cólera e indignación grandes.
6 Y heriré a los moradores de esta
ciudad, hombres y animales. Morirán
de una gran peste. 7 Y después de
esto, palabra de Yave, a Sedccías,
rey de Judá, y a sus servidores y
al pueblo, a cuantos en la ciudad
se salven de la peste, de la espada y
del hambre, los pondré en manos de
Nabucodonosor, rey de Babilonia,
que los pasará a filo de espada sin
compasión, sin piedad, sin miseri¬
cordia.
8 Y a este pueblo le dirás: Así
habla Yave: Mirad, os doy a elegir
entre el camino de la vida y el de la
muerte. 9 Los que se queden dentro
de esta ciudad, morirán por la espada,
por el hambre y por la peste; los
que se salgan y se entreguen a los
caldeos que os cercan, vivirán, ten¬
drán por botín la vida salva. 10 Por¬
que yo vuelvo mi rostro a esta ciudad
para mal, no para bien, palabra de
Yave, y la haré caer en manos de
Nabucodonosor, rey de Babilonia,
que la dará al fuego.
11 Y a la corte del rey de Judá,
dilc: Oíd la palabra de Yave, 12 casa
de David: Así dice Yave: Haced
siempre justicia, librad al oprimido
de las manos del opresor, no sea que
brote como fuego mí ira, y se en¬
cienda, sin que haya quien la apague,
{ >or la maldad de vuestras obras.
3 A ti me dirijo, habitante de las
colinas que se alzan en el llano, pala¬
bra de Yave, que decís: ¿Quién
podrá expugnarnos? ¿Quién podrá
penetrar en nuestras guaridas? 14 Yo
os daré la paga de vuestras obras,
palabra de Yave, y prenderé fuego
en derredor de vucsíra colmena, v la
abrasaré del todo.
Amonestación a la familia real.
1 Así dice Yave: Baja al pala-
— — ció del rey de Judá, y pro¬
nuncia allí estas palabras: Dirás:
2 Oye la palabra de Yave, rey de
Judá, que te sientas en el trono de
David, tú, tus servidores y tu pueblo,
los que entráis por estas puertas.
3 Así dice Yave: Haced derecho y
justicia, librad al oprimido de la
mano del opresor; y no vejéis al
extranjero, al huérfano y a la viuda,
no los maltratéis, y no derraméis en
este lugar sangre inocente. 4 Si fiel¬
mente cumplís estos mandatos, segui¬
rán entrando por las puertas de este
palacio reyes que se sienten en el
trono de David, montados en carros
y caballos, ellos, sus servidores y su
pueblo. 6 Pero si no obedecéis estos
mandatos, por mí mismo lo juro,
palabra de Yave, que este palacio
será un montón de ruinas.
6 Pues así dice Yave del palacio
del rey de Judá: Eres para mí como
el monte de Balad, como la cumbre
del Líbano. ;Pero que! Yo haré de ti
un desierto, tierra inhabitada. 7 Yo
juntaré contra ti, como para una
obra santa, asaltadores, todos arma¬
dos de sus armas, y destrozarán tus
magníficos artesonados de cedro, y
los arrojarán al fuego; 8 y pasarán
muclias gentes ante esta ciudad, y
se dirán unos a otros. ¿Por qué ha
tratado así Yave a esta gran ciudad?
9 Y dirán: Porque rompieron la
alianza de Yave, su Dios, y adoraron
dioses ajenos y les sirvieron.
10 No lloréis por el muerto ni os
lamentéis por él: Llorad y gemid por
el que se va, porque no volverá a ver
ya más la tierra en que nació. 11 Por¬
que así dice Yave de Salina, hijo de
Josías, rey de Judá, que sucedió a
su padre Josías y filé llevado de este
lugar: No volverá ya más, 12 morirá
en el lugar a que ha sido llevado;
allí morirá y no volverá a ver ya
más esta tierra.
Contra el rey «Joaquíni*
13 ¡Ay del que edifica su casa con
la injusticia, sus salones con la lili-
JEREMÍAS, 23
650
quidad, haciendo trabajar a su pró¬
jimo sin pagarle, sin darle el salario
de su trabajol 14 El que dice: Voy a
hacerme un gran palacio, con espa¬
ciosas salas de rasgadas ventanas,
pisos y techos de cedro pintado en
vivos colores. 15 ¿Reinas, acaso, para
rivalizar en obras de cedro? ¿No
comía y bebía tu padre, y, hacía
derecho y justicia? Y le fue bien.
16 Hacía justicia al pobre y al des¬
valido. Esto es conocerme, palabra
de Ya ve.
17 Pero tú no tienes ojos más que
para oprimir y hacer violencia. 18 Por
eso, así dice Ya ve de Joaquim, hijo
de Josías, rey de Judá: No te lamen¬
tarán: «lAy, hermano; ay, hermano!»'
No te lamentarán: «jAy, mi Señor;
ay, Majestad!» 19 Sepultura de asno
será la tuya, cogido y tirado lejos de
las puertas de Jerusalén.
Contra la ciudad y contra Jcconías,
40 Sube al Líbano y grita, alza tu
voz en Basán y clama desde lo alto
del Abarim; pues todos tus amadores
han sido destruidos. 21 Te amonesté
en el tiempo de la seguridad, y dijiste:
No obedeceré. Este ha sido tu pro¬
ceder, desde tu mocedad; no escuchas
mi voz. 22 A todos tus pastores los
arrastrará el viento, y tus amadores
serán llevados cautivos. Entonces te
confundirás, y te avergonzarás de
todas tus maldades.
23 Tú que te asientas en el Líbano
y anidas en los cedros, ¡cómo gemi¬
rás cuando te sobrevengan temblores
y dolores como de parto! 24 Por mi
vida, palabra de Ya ve, que si fuera
Jeconías, hijo de Joaquim, rey de
Judá, el anillo de mi mano derecha,
lo arrancaría de ella. 25 Yo te entre¬
garé en las manos de los que buscan
tu vida, en las manos de aquellos a
quienes temes, en manos de Nabuco-
donosor, rey de Babel, y de los caldeos.
26 Y te arrojaré a ti y a la madre
que te parió, a tierra extraña, en que
no nacisteis, y allí moriréis. 27 Pero
a esta tierra, a que con todo el anhelo
de su alma querrán volver, a ésa no
volverán.
28 ¿Es, pues, este hombre, este Jeco¬
nías, un mueble inútil y despreciable,
un mueble que nadie estima? ¿Por
qué han sido así rechazados él y su
progenie, y arrojados a tierra de ellos
desconocida? a ® ¡Tierra, tierra, tierra!
Oye la palabra de Yave: 30 Así dice
Yave: Inscribid a ese hombre: «Esté¬
ril», pues no logrará descendiente
que se siente en el trono de David y
reine sobre Judá.
Contra los pastores de Israel.
23 1 ¡Ay de los pastores que dis¬
persan y destrozan el rebaño de
mi pastizal! Palabra de Yave. 2 Por
eso, así dice Yave, Dios de Israel,
de los pastores que apacientan a mi
pueblo: Vosotros habéis dispersado
mi grey, la habéis descarriado y no
habéis cuidado de ella; yo me cuidaré
de pediros cuenta de vuestra mala
conducta. Palabra de Yave.
Promesa de restauración
3 Yo, yo mismo, reuniré los.restos
de mi grey, de todas las tierras en
que los he dispersado, y los volveré
a sus prados, V crecerán y se multi¬
plicarán. 4 Y les daré pastores que
de verdad los apacienten, y ya no
habrán de temer más, ni angustiarse
ni afligirse. Palabra de Yave. 6 He
aquí que vienen días, palabra de
Yave, en que yo suscitaré a David
un vástago de" justicia, que como
verdadero rey, reinará prudentemente
y hará derecho y justicia en la tierra.
8 En sus días será salvado Judá, e
Israel habitará en paz, y el nombre
con que le llamarán será éste: «Yave
Zidquenu»: Yave, nuestra justi¬
cia (1).
7 Por eso vendrán días, palabra
de Yave, en que no se dirá ya:
«Vive Yave, que sacó de la tierra de
Egipto a los hijos de Israel»; sino
más bien: «Vive Yave, que sacó y
condujo al linaje de Israel de la
tierra del aquilón y de todas las otras
(i) El nombre pudiera también traducirse
* «Yave, nuestra salvación.» Es uno de tantos nom¬
bres propios compuestos, en que uno de los ele¬
mentos es el nombre de Yave. En 33, 16 se da
este mismo nombre a la Jerusalén de la restau¬
ración. Quizá hay en él una alusión al nombre
de Sederías, de significación semejante: «Mi jus¬
ticia es Yave.» Del solo nombre no puede, como
algunos pretenden, deducirse una indicación pro-
fética de la naturaleza divina del Mesí as res¬
taurador.
660
JEREMÍAS, 23
a que los arrojó, y los hizo habitar
en su propia tierra.»
Contra los profetas.
9 A los profetas: Se me parte el
corazón dentro del pecho, tiemblan
todos mis miembros, y estoy por
Yave y por su santa palabra como
un ebrio, como un harto de vino.
10 La tierra está llena de adúlteros.
Por eso está maldita, por eso está
triste, y están secos los prados y los
pastizales. Todos corren tras la Vnal-
dad, su fuerza es la injusticia. 11 Aun
los profetas mismos y los sacerdotes
«on unos impíos; hasta en mi casa
misma he tenido que soportar sus
Í >erversidades. Palabra de Yave.
2 Por eso sus caminos se les van a
volver resbaladero en medio de tinie¬
blas. Serán empujados por él y caerán,
pues voy a hacer venir sobre ellos
males el día de la cuenta. Palabra
de Yave.
13 En los profetas de Samaría vi
yo la insensatez. Profetizaban en
nombre de Baal, y descarriaron a
mi pueblo, a Israel. 14 Pero en los
profetas de Jerusalén he visto algo
horrendo, adulterio y mentira, y dar
su brazo a los perversos para que
nadie se convirtiera de su maldad.
Todos ellos han venido a serme como
Sodoma, y sus habitantes como Go-
morra.
15 Por eso, así dice Yave Scbaot
de los profetas: Yo les daré a comer
ajenjo, y les daré a beber veneno,
porque de los profetas de Jerusalén
lia salido la impiedad, que se ha
extendido por toda la tierra. 16 Así
dice Yave Scbaot: No escuchéis lo
que os profetizan los profetas: Os
engañan. Lo que os dicen son visio¬
nes suyas, no procede de la boca de
Yave. 17 Dicen y repiten a los que
se burlan de la palabra de Yave:
«Paz, tendréis paz»; y a todos los
que van tras los malos deseos de su
corazón, les dicen: «No vendrá sobre
vosotros ningún mal.» 18 ¿Quién asis¬
tió a consejo con Yave, y vio y oyó
sus palabras? ¿Quién se las ovo para
comunicarlas? 19 He aquí que viene
el torbellino de la ira de Yave, y
una tormenta furiosa descargará sobre
la cabeza de los impíos. 20 No retro
cederá la ira de Yave, mientras no
se hayan ejecutado y cumplido sus
designios. Al fin de los tiempos los
comprenderéis.
21 Yo no enviaba a los profetas,
y ellos corrían. No les hablaba, y
ellos profetizaban. 22 Si han asistido
a mi consejo, que hagan oír mis
palabras al pueblo, y le conviertan
de su mal camino y de sus perversas
obras. 23 ¿Soy yo, por ventura, Dios
sólo de cerca? Palabra de Yave.
¿No lo soy también de lejos? 24 Por
mucho que uno se oculte en escon¬
drijos, ¿no le veré yo? Palabra de
Yave. ¿No llepo yo los cielos y la
tierra? Palabra de Yave.
25 Yo he oído lo que decían los
profetas, que en mi nombre profeti¬
zaban mentiras, y decían: «He tenido
un sueño, he tenido un sueño.»
26 ¿Hasta cuándo ha de haber en
mi pueblo profetas que profetizan
mentira, profetas de sus desvarios,
27 que bacen que mi pueblo se olvide
de mí por sus sueños, que unos a
otros se van contando, como me
olvidaron sus padres por Baal?
28 El profeta que tenga un sueño,
que lo cuente como sueño; el que
reciba palabra mía, que pregone fiel¬
mente mi palabra. ¿Cómo igualar el
grano y la paja? Palabra de Yave.
29 ¿No es mi palabra como fuego,
palabra de Yave, que quema, como
martillo que tritura la roca? 30 Por
eso, con verdad estoy contra los pro¬
fetas, palabra de Yave, que se roban
unos a otros la palabra de Yave.
81 Contra los profetas, palabra de
Yave, que gastan sus lenguas pro¬
nunciando: «Oráculo» 32 Contra los
profetas que sueñan mentiras, pala¬
bra de Yave, y contándolas, des¬
carrían a mi pueblo con sus men¬
tiras y sus jactancias, siendo así que
yo no los he enviado, no les lie dado
misión alguna y no lian hecho a este
pueblo bien alguno. Palabra de Yave.
33 Cuando este pueblo o un profeta
o un sacerdote te preguntare: ¿Cuál
es la carga de Yave?, les responderás:
Vosotros sois la carga, y yo os tiraré
de mí. Palabra de Yave.
34 Y al profeta, al sacerdote o al
hombre del pueblo, que en adelante
diga: «Carga de Yave», yo le pediré
cuenta a él y a su casa. 36 Así habéis
de deciros unos a otros: ¿Qué lia
respondido Yave? ¿Qué dice Yave?
36 No se mentará ya la carga de Yave,
porque para cada cual la carga será
su propia palabra, y vosotros habéis
pervertido la palabra del Dios vivo,
Yave Scbaot, nuestro Dios.
37 Así habéis de preguntar ni pro-
JEREMÍAS, 24, 25
661
feta: ¿Qué te ha respondido Yave?
¿Qué te ha anunciado Yavé? 88 Y si
decís: «Carga de Yave», entonces así
dice Yave: Por haber dicho esa pala¬
bra: «Carga de Yave», mientras que yo
os lo había prohibido decir, 39 por
eso ciertamente yo me descargaré de
vosotros; 40 y a vosotros y a la ciudad
que a vosotros y a vuestros padres
di, os arrojaré de mi presencia, y de
vosotros haré eterno oprobio, eterna
vergüenza, que no se olvidarán jamás.
Los higos simbólicos.
24 1 Mostróme Yave dos cestos de
higos delante del templo: Fué
después de haber llevado cautivos
Nabucodonosor, rey de Babilonia, a
Jeconías, hijo de Joaquim, rey de
Judá, a los principales de Judá, y a los
herreros y carpinteros de Jerusalén,
a Babilonia. 2 Uno de los cestos tenía
higos muy buenos, como brevas, pero
el otro tenía higos muy malos, tan
malos, que de malos no podían
comerse. 8 Me dijo Yave: ¿Qué es lo
que ves, Jeremías? Yo le respondí:
Higos. Los buenos son muy buenos,
pero los malos, muy malos, tan malos,
que de malos no pueden comerse.
4 Y me dijo Yave:
6 Así dice Yave Dios de Israel:
Como a esos higos buenos, así miraré
yo a los cautivos de Judá, que para
su bien he arrojado de esta tierra a
la tierra de los caldeos. 6 Pondré
sobre ellos mis ojos para bien, y los
haré volver a esta tierra, los edificaré
y no los destruiré, los plantaré y no
los arrancaré, 7 y les daré un corazón
capaz de conocerme, de saber que
yo soy Yave; y ellos serán mi pueblo,
y yo seré su Dios, pues se converti¬
rán a mí de todo corazón.
8 Y de los higos malos, que de
malos no pueden comerse, de éstos
dice Yave: Así haré yo de Sedeólas,
rey de Judá, y de sus grandes y del
resto de los de Jerusalén, que que¬
daron en esta tierra, y de los refu¬
giados en la tierra de Egipto. 9 Los
haré el vejamen, la execración de
todos los reinos de la tierra, el opro¬
bio, la fábula, la irrisión, la maldi¬
ción en todos aquellos lugares a que
los arrojaré; 10 y mandaré contra
ellos la espada, el hambre y la peste,
hasta que desaparezcan de la tierra
que les di a ellos y a sus padres.
Anuncio de la cautividad.
25 1 Palabra de Yave, que acerca
^ del pueblo todo de Judá llegó
a Jeremías el año cuarto de Joaquim,
hijo de Josfas, rey de Judá (es el
primero de Nabucodonosor, rey de
Babilonia), 2 y que pronunció el pro¬
feta Jeremías a todo el pueblo de
Judá y a todos los habitantes de
Jerusaíén, diciendo: 3 Desde el año
trece de Josfas, hijo de Amón, rev
de Judá, hasta el día de hoy, vein¬
titrés años ya, he recibido la pala¬
bra de Yave, y os la he predicado
reiteradamente, y no habéis escu¬
chado. 4 Os envió también Yave,
todos sus siervos, los profetas, una
y otra vez, y tampoco escuchasteis,
no les disteis oídos.
6 Os decía: Dejad vuestros malos
caminos y vuestras malas obras y
habitaréis la tierra que Yave os dió a
vosotros y a vuestros padres por
eternidad de eternidades. 6 No os
vayáis tras los dioses ajenos para
servirles y adorarlos. No provoquéis
mi cólera con las obras de vuestras
manos y no vendrá el mal sobre
vosotros. 7 Pero no me escuchasteis,
palabra de Yave, provocándome
con las obras de vuestras manos
para vuestro mal.
8 Por eso, así dice Yave, Sebaot:
Porque no habéis escuchado* mis pa¬
labras, 9 yo convocaré a todas las
tribus del aquilón, palabra de Yave,
y a Nabucodonosor, rey de Babilo¬
nia, mi siervo, y los haré venir contra
esta tierra v contra sus habitantes y
contra todos los pueblos que la ro¬
dean, y los destruiré, y haré de ellos
horror, burla y oprobio eterno. 10 Y
haré desaparecer de ellos los cantos
de alegría, las voces de gozo, el
canto del esposo y el canto de la
esposa, el ruido de la muela y el res¬
plandor de las antorchas. 11 Y toda
esta tierra será desierto y desolación,
y servirán estos pueblos al rey de
Babilonia setenta años. 12 Y al cabo
de setenta años, yo pediré cuentas
al rey de Babilonia y a su pueblo,
palabra de Yave, de sus maldades,
a la tierra de los caldeos, y la con¬
vertiré en eterno desierto. 13 Y cum¬
pliré contra esta tierra todo lo que
contra ella anuncié, todo lo que está
escrito en este libro, lo que profetizó
Jeremías contra los pueblos. 14 Por¬
que también ellos serán sojuzgados
por otros pueblos grandes y por reyes
JEREMÍAS, 26
662
poderosos, y yo les retribuiré según
su merecido, según las obras de sus
manos.
El cáliz de la ira de Yave.
15 Así me dijo Yave, Dios de Israel:
Toma de mi mano este cáliz, y ház¬
selo beber a todos los pueblos a los
que yo te he enviado. 16 Que beban,
que se tambaleen, que enloquezcan,
ante la espada que yo arrojaré en
medio de ellos. 17 Y tomé el cáliz
de la mano de Yave, y lo di a beber
a todos los pueblos contra los cuales
me envió Yave. 18 A Jcrusalén y a
todas las otras ciudades de Judá, a
sus reyes, a sus príncipes, para hacer
de ellos desierto, estupor, burla y
maldición, como es hoy. 19 Al Faraón,
rey de Egipto, a sus servidores, a sus
príncipes, a todo su pueblo y a todos
sus advenedizos; 20 a todos los reyes
de la tierra de Us y a todos los reyes
de la tierra de los filisteos, a Asca-
lón, a Gaza, a Acarón y al resto de
Azoto; 21 a Edom, a Moab y a los
hijos de Ammón; 22 a todos los reyes
de Tiro, a todos los reyes de Sidón
y a los reyes de las islas que están
pasado el mar. 23 A Dedón, a Tema,
a Buz, a todos los que se rapan las
sienes; 24 a todos los reyes de Arabia
que habitan el desierto; 25 a todos
los reyes de Zimri, a todos los reyes
de Elam y a todos los reyes de Media.
26 A todos los reyes del norte, próxi¬
mos y lejanos, y a todos los reinos de
la tierra, que habitan la superficie de
ella. Y el último en beber será el
rey Sesac.
27 Y les dirás: Así dice Yave Se-
baot, Dios de Israel: Bebed, embria¬
gaos, vomitad y caed para no le¬
vantaros más, ante la espada que
yo echaré entre vosotros. 28 Y si
rehusaren tomar de tu mano el cáliz
y beber de él, les dirás: Así dice
Yave Sebaot: Tendréis que beber;
29 porque si yo, al desatar el mal,
he comenzado por la ciudad en que
se invocaba mi nombre, ¿ibais a
quedar vosotros impunes? No que¬
daréis, no, pues que llamaré a la
espada contra todos los moradores
de la tierra. Palabra de Yave.
30 Y tú anúnciales todo esto, y
diles: Ruge Yave desde lo alto; desde
su santa morada alza su voz, ruge
fuertemente contra sus pastizales, (
lanza el grito de los lagareros contra
todos los moradores de la tierra.
31 Llegará su estrépito hasta los con¬
fines de la tierra; porque juzgará
Yave a las gentes y será juicio éste
contra toda carne. Los malvados, los
daré al filo de la espada. Palabra
de Yave.
32 Así dice Yave Sebaot: He aquí
que el mal pasará de pueblo en pue¬
blo, un tortísimo huracán se desen¬
cadenará desde los extremos de la
tierra, 33 y yacerán los heridos por
Yave en ese día del uno al otro cabo
de la tierra. No serán llorados, no
serán recogidos, no serán sepultados.
Quedarán como estiércol sobre la haz
de la tierra.
34 Llorad a gritos, pastores. Clamad
y encenizaos, jefes de la grey, porque
llega el día de vuestra matanza, de
vuestra destrucción, y caeréis como
piezas selectas. 35 No escaparán los
pastores, no habrá salvación para
los mayorales de la grey. 38 Gritos de
espanto de los pastores, clamores de
los mayorales de la grey, porque ha
talado Yave sus pastizales, 37 han
sido devastadas sus tranquilas pra¬
deras, ante el furor de la ira de
Yave. 38 Ha salido como sale el león
de su cubil, y ha sido devastada su
tierra, al golpe de la espada destruc¬
tora, ante el furor de su ira.
Quieren condenar a Jeremías a
muerte.
26 1 principio del reinado de
Joaquim, hijo de Josías, rey de
Judá, llegó a Jeremías esta palabra
de Yave: 2 Así dice Yave: Ve a po¬
nerte en el atrio del templo, y habla
allí a las gentes de todas las ciuda¬
des de Judá, que vienen a adorar
en él, todo lo que yo te he mandado
decirles, sin omitir nada. 3 A ver si
te escuchan, y se convierten cada
uno de su mal camino, y me arre¬
piento yo del mal que por sus malas
obras había determinado hacerles.
4 Diles: Así dice Yave: Si no me obe¬
decéis, cumpliendo la ley que yo os
he dado, 6 y escuchando las palabras
de mis siervos los profetas, que yo
os he enviado y que habéis desoído,
8 yo haré de esta casa lo que hice de
Silo, y de esta ciudad haré la mal¬
dición de todos los pueblos de la
tierra.
7 Y los sacerdotes, los profetas y
todo el pueblo oyeron a Jeremías
603
JEREMÍAS, 27
decir estas palabras en el templo;
8 y cuando acabó Jeremías de hablar
todo lo que Ya ve le ordenara decir al
pueblo, los sacerdotes y los profetas
le cogieron, gritando: jVas a morirl
9 ¿Por qué profetizas en nombre de
Ya ve, diciendo: Como Silo será esta
casa, y esta ciudad quedará asolada
y sin moradores? Y se reunió en tor¬
no a Jeremías todo el pueblo que
había en el templo. (i) * * * * * * * * 10 * Y en sabiendo
esto los magistrados de Judá, su¬
bieron del palacio del rey al templo,
y se pusieron a la entrada de la
puerta nueva del templo.
11 Los sacerdotes y los profetas
hablaron a los magistrados de Judá
y a todo el pueblo, diciendo: Reo de
muerte es este hombre*, por haber
profetizado contra esta ciudad lo que
vosotros mismos habéis oído. 12 Y
dijo Jeremías a los magistrdos y a
todo el pueblo: Yave me lia man¬
dado profetizar contra este templo
y contra esta ciudad todo lo que
habéis oído. 13 Ahora bien, enmendad
vuestros caminos y vuestras obras,
escuchad la voz de Yave, vuestro
Dios, y se arrepentirá Yave del mal
que había determinado haceros. 14 En
cuanto a mí, en vuestras manos estoy,
haced conmigo lo que bien os pa¬
rezca. 18 Pero sabed que si me ma¬
táis, será sangre inocente que echa¬
réis sobre vosotros, sobre esta ciudad
y sobre sus habitantes, porque en
verdad he sido enviado a vosotros
por Yave para deciros todo esto.
16 Y dijeron los magistrados y todo
el pueblo a los sacerdotes y a los
profetas: No es reo de muerte este
hombre por habernos hablado en
nombre de Yave, nuestro Dios. 17 Y
alzándose algunos de los ancianos de
la tierra, dijeron a todo el pueblo
allí congregado: 18 Miqueas de Mo-
rasti profetizó en tiempo de Eze-
quías, rey de Judá, y habló a todo
el pueblo diciendo: Así dice Yave
Sebaot: Sión será arada como campo
de labor, Jerusalén será un montón
de ruinas, y el monte del templo será
una selva. * 9 ¿Le hicieron acaso matar,
Ezequías, rey de Judá, y todo el
pueblo de Judá? ¿No temieron más
bien a Yave, y le aplacaron, y volvió
Yave sobre el mal con que los ame¬
nazó? ¿Vamos a echar nosotros sobre
nuestra alma un crimen tan grande?
20 Y hubo también un hombre de los
que profetizaban en nombre de Yave,
Urías, hijo de Semaya, de Cariatia-
rim, que profetizó contra esta ciudad
y esta tierra, lo mismo que Jeremías.
21 Al oír el rey Joaquim, sus guardias
y sns ministros, lo que decía, quiso
el rey matarlo, y sabiéndolo Urías,
temió y huyó a Egipto; 22 pero el rey
Joaquim mandó a Egipto emisarios,
a Elnatán, hijo de Acobor, y a otros
que le acompañaron a Egipto; 23 y
sacando a Urías de Egipto, lo con¬
dujeron al rey Joaquim, que le hizo
matar a espada, arrojando su cuerpo
a la fosa común.
24 En favor de Jeremías intervenía
Ajicam, hijo de Safán, para evitar
que fuese entregado en manos del
pueblo para matarle.
El yugo extranjero.
1 El año cuarto del reinado de
" ¿ Sedecías, hijo de Josías, rey
de Judá, llegó a Jeremías esta palabra
de Yave: 2 Así me dijo Yave: Hazte
con una coyunda y un yugo (1),
y póntelos al cuello; 3 y manda a decir
al rey de Edom, al rey de Moab, al
rey de los hijos de Aininón, al rey
de Tiro y al rey de Sidón, por los
embajadores que han venido a tratar
con Sedecías, rey de Judá, a Je¬
rusalén:
4 Que digan a sus señores: Así dice
Yave Sebaot, Dios de Israel; esto
habéis de decir a vuestros señores:
5 Yo, con mi gran poder y la fuerza
de mi brazo, he hecho la tierra; Yo
he hecho al hombre y a los animales
que hay sobre la haz de la tierra,
y la doy a quien quiero. 6 Ahora he
dado todas estas tierras al poder de
mi siervo Nabucodonosor, rey de
Babilonia; aun las bestias del campo
las he puesto a su servicio; 7 y habrán
de estarle sometidas todas las na¬
ciones, a él, a su hijo y al hijo de
su hijo, hasta que venga .el tiempo
también para su tierra, y la sojuz¬
guen pueblos poderosos y reyes
grandes.
(i) El yugo de esta acción simbólica no es
en modo alguno el yugo doble, de uso corriente
entre nosotros, para uncir una pareja. Sería un
yugo simple, para un solo animal, y sencillísimo,
como el que todavía se usa en aquellos países,
que consistía en dos ligeros palos que encajan
por el extremo superior en un travesaño y por el
inferior se sujetan con una cuerda al cuello del
animal. De otro modo no hubiera sido fácil ni a
Jeremías llevarlo sobre su cuello ni a Ananías
romperlo.
JEREMIAS, 28
(Ui4
8 Al pueblo y al reino que no
quiera someterse a Nabucodonosor,
rey de Babilonia, y no dé su cuello
al yugo del rey de Babilonia, le visi¬
taré yo con espada, hambre y peste,
palabra de Yave, hasta someter¬
los a su poder. 9 No escuchéis, pues,
a vuestros profetas, a vuestros adi¬
vinos, a vuestros soñadores, a vues¬
tros astrólogos *y a vuestros encan¬
tadores, que os dicen: No os veréis
sometidos al rey de Babel; 10 porque
es mentira lo que os profetizan, para
que seáis echados de vuestra tierra
y yo os disperse y perezcáis. 11 Al
pueblo que dé su cuello al yugo del
rey de Babel y se le someta, le deja¬
ré en su tierra, palabra de Yave,
y la cultivará y habitará en ella.
12 Y a Sedéelas, rey de Judá, le
hablé de todo esto, diciéndole: l)ad
vuestro cuello al yugo del rey de
Babel, someteos a él y a su pueblo,
y viviréis. 13 ¿Para qué morir tú
y tu pueblo de espada, hambre y
peste, eoino amenaza Yave al pueblo
que no se someta al rey de Babel?
14 Y no escuchéis a los profetas que
os dicen: «No os veréis sometidos al
rey de Babel», pues lo que os profe¬
tizan es mentira. 15 No los he en¬
viado yo, palabra de Yave, aunque
ellos mentirosamente profeticen en
mi nombre, y serán causa de que yo
os disperse y perezcáis vosotros y
los profetas que os profetizan.
16 Y a los sacerdotes y a todo
este pueblo, les hablé, diciendo: Así
dice Yave: No escuchéis lo que os
profetizan vuestros profetas, diciendo:
«Los vasos del templo van a venir
de Babel ahora en seguida.» Porque
os profetizan mentira. 17 No los escu¬
chéis; someteos al rey de Babel, y
viviréis, porque esta ciudad ha de
venir a ser un desierto. 18 Si en
verdad son profetas, si está en ellos
la palabra de Yave, que intercedan
con Yave Sebaot, para que los vasos
que todavía quedan en el tefnplo y
en el palacio del rey de Judá y en
Jerusalén no sean también llevados
a Babel.
19 Porque así dice Yave Sebaot,
acerca de las columnas, del mar de
bronce, de los basamentos y de los
demás utensilios que todavía quedan
en esta ciudad, 20 y no han sido lie- ¡
vados por Nabucodonosor a Babel,
al llevar cautivos de Jerusalén a Babel
a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de
Judá, y a todos los notables de Judá
y de Jerusalén. 21 Pues así dice Yave
Sebaot, Dios de Israel, de los uten¬
silios que todavía quedan en el tem¬
plo, en el palacio del rey de Judá
y en Jerusalén. 22 A Babel serán lle¬
vados, y allí estarán hasta el día en
que yo iré, palabra de Yave, a bus¬
carlos y devolverlos a este lugar.
Audacia de Armnías.
•)R 1 En aquel mismo año, al eo-
mienzo del reinado de Sede-
cías, en el quinto mes, Ananías, hijo
de Azur, profeta, de Gabaón, me dijo
en el templo, delante de los sacer¬
dotes y de todo el pueblo: 2 Así dice
Yave Sebaot, Dios de Israel: He roto
el yugo del rey de Babel. 3 Al cabo
de dos años haré volver a este lugar
todos los utensilios del templo, que
de aquí se llevó Nabucodonosor, rey
de Babel, transportándoles a Babel;
4 y a Jeconías, hijo de Joaquim, rey
de Judá, y a todos los cautivos de
Judá llevados a Babel, los traeré a
este lugar, palabra de Yave. Porque
he roto el yugo del rey de Babel.
5 Y dijo Jeremías, profeta, al pro¬
feta Ananías, delante de los sacer¬
dotes y de todo el pueblo que estaba
en el templo: 6 Así sea, hágalo Yave:
Que cumpla Yave tu promesa, ha¬
ciendo volver de Babel aquí los uten¬
silios del templo y a todos los cau¬
tivos. 7 Pero oye lo que delante de
todo el pueblo voy a decirte. 8 Los
profetas que de antiguo antes de mí
y antes de ti fueron, profetizaron a
pueblos poderosos y a grandes reinos
la espada, el hambre y la peste.
9 El profeta que profetiza paz, por
el cumplimiento de su profecía habrá
de ser tenido por profeta, y se sabrá
que en verdad le envió Yave.
10 Cogió el profeta Ananías el yugo
del cuello de Jeremías, profeta, y lo
rompió, 11 diciendo delante de todo
el pueblo: Esto dice Y T ave: Así rom¬
peré yo dentro de dos años el yugo
de Nabucodonosor, rey de Babel, de
sobre el cuello de todos los pueblos;
y el profeta Jeremías se fué su
camino.
12 Después que Ananías, profeta,
había roto el yugo de sobre el cuello
del profeta Jeremías, tuvo éste pa¬
labra de Yave, diciéndole: 13 Ve y
dile a Ananías: Así dice Yave: Has
roto un yugo de madera. En su lugar
vo haré un yugo de hierro; 14 pues
JEREMÍAS, 29
865
así dice Yave Sebaot, Dios de Israel:
Yugo de hierro pondré yo sobre la
cerviz de todos estos pueblos, y los
haré servir a Nabucodonosor, rey de
Babel, y le servirán; aun los mismos
animales del campo se los he dado a él.
15 Y dijo el profeta Jeremías a
Ananías, profeta: Oyeme una pala¬
bra, Ananías: No te ha enviado a ti
Yave, y tú estás dando a este pueblo
falsas esperanzas; 16 por eso, así dice
Yave: Yo te voy a quitar de sobre
la haz de la tierra; este mismo año
morirás, por haber predicado la re¬
belión contra Yave. 17 Y murió el
profeta Ananías en ese mismo año,
en el séptimo mes.
La cautividad será larga.
29 1 He aquí el texto de la carta
que desde Jerusalén envió Je¬
remías a los ancianos de la cautivi¬
dad, a los sacerdotes y a los profe¬
tas y a todo el resto del pueblo, que
de Jerusalén había llevado Nabuco¬
donosor a Babel, 2 después de haber
salido Jeconías, el rey, la reina, los
eunucos, los notables de Judá y de
Jerusalén, los herreros y los carpin¬
teros; 3 por mano de Elasa, hijo de
Safán y de Gamarías, hijo de Elcías,
a quienes mandó Sedecías, rey de
Judá, a Babel a Nabucodonosor, rey
de Babel. Decía:
4 Así dice Yave Sebaot, Dios de
Israel, a todos los cautivos que yo
he desterrado de Jerusalén a Babel.
5 Construid casas y habitadlas; plan¬
tad huertos y comed sus frutos.
6 Casaos y engendrad hijos e hijas.
Dad mujeres a vuestros hijos y ma¬
ridos a vuestras hijas, y tengan hijos
e hijas; multiplicaos ahí, en vez de
disminuir. 7 Laborad por el bien de
la ciudad a que os he desterrado, y
rogad por ella a Yave, pues su bien
será vuestro bien. Porque así dice
Yave Sebaot, Dios de Israel: 8 No
os dejéis engañar por vuestros pro¬
fetas, que habitan con vosotros, y
por vuestros adivinos. No escuchéis
sus sueños. 9 Mienten cuando os pro¬
fetizan en mi nombre. Yo no los he
enviado. Palabra de Yave.
10 Pues así dice Yave: Cuando se
cumplan los setenta años de Babel,
yo os visitaré, y cumpliré la pro¬
mesa de traeros a este lugar. 11 Yo
conozco mis designios para con vos¬
otros, palabra de Yave, designios
de paz y no de aflicción, de daros
término y esperanza. 12 Llamadme,
pedidme, y yo os escucharé; buscad¬
me, y me hallaréis. 13 Sí, cuando me
busquéis de todo corazón, 14 yo me
mostraré a vosotros, palabra de
Yave; y trocaré vuestra suerte, y
os reuniré de entre todos los pueblos
y de todos los lugares a que os arrojé,
palabra de Yave, y os haré volver a
este lugar de que os eché.
15 Como vosotros decís: Yave nos
ha suscitado profetas en Babel. 16 Por
eso os dice Yave, del rey que se
sienta sobre el trono de David y
de todo el pueblo que mora en esta
ciudad, vuestros hermanos, que no
han sido llevados con vosotros a la
cautividad. 17 Así dice Yave Sebaot:
Yo mandaré contra ellos la espada,
el hambre y la peste, y serán como
los higos malos, que de malos no
pueden comerse; 18 y los perseguiré
con la espada, el hambre y la peste,
y los haré el escarnio de todos los
reinos de la tierra; maldición, es¬
panto, ludibrio y oprobio entre todos
los pueblos a los que los arrojaré,
19 por no haber escuchado mis pala¬
bras, palabra de Yave, que reite¬
radamente les anuncié por mis sier¬
vos, los profetas, a quienes yo envié
y no los escucharon. Palabra de
Yave.
20 Vosotros, pues, todos los cauti¬
vos que yo he llevado de Jerusalén
a Babel, oíd la palabra de Yave:
21 Así dice Yave Sebaot, Dios de Is¬
rael, a Acab, hijo de Colaya, y a
Sedecías, hijo de Masaya, que menti¬
rosamente os profetizan en mi nom¬
bre: Yo los entregaré en manos de
Nabucodonosor, rey de Babel, que
los ajusticiará ante vuestros ojos,
22 y quedará de ellos, entre los cau¬
tivos de Judá que están en Babel,
la maldición: Haga contigo Yave
como con Sedecías y Acab, a quienes
asó al fuego el rey de Babel, 23 por
haber hecho iniquidades en Israel,
haber adulterado con las mujeres de
sus prójimos, y haber hablado men¬
tirosamente en mi nombre, sin que
yo los mandara. Yo lo sé y lo ates¬
tiguo. Palabra de Yave.
Contra Semeías.
24 Y a Semevas, el Nejlamita, dile:
Así dice Yave Sebaot, Dios de Israel:
25 Por cuanto tú has mandado en tu
JEREMÍAS, 30
nombre una carta a todo el pueblo
de Jerusalén y a Sofonías, hijo de
Masaya, sacerdote, y a todos los
sacerdotes, diciéndoles: 26 Yave te
ha hecho sacerdote en lugar de Jo-
vada, para que como prefecto vigi¬
les en el templo de Yave a todo fa¬
nático que quiera hacer el profeta, y
le hagas encadenar y poner en el
cepo. 27 ¿Cómo, pues, no has casti¬
gado a Jeremías, el de Anatot, que
anda profetizando entre vosotros?
28 Hasta el punto de habernos escrito
a Babel, diciendo: Eso será largo.
Construid casas v habitadlas, plantad
huertos y comed sus frutos.
29 El sacerdote Sofonías leyó al
profeta Jeremías esta carta; 30 y
Yave habló a Jeremías, diciéndole:
31 Manda a decir a todos los cauti¬
vos: Esto dice Yave sobre Semeyas
el Nejlamita: 32 Por haberos profe¬
tizado Semeyas sin que yo le haya
enviado, y haberos hecho concebir
falsas esperanzas; por eso, dice Yave:
Yo castigaré a Semeyas el Nejlamita
y a su descendencia. No tendrá
descendiente que habite entre este
pueblo y vea el bien que yo haré a
mi pueblo, palabra de Yave, por
haber predicado la rebeldía contra
Yave.
Castigo y perdón.
30 1 Llegó a Jeremías palabra de
Yave, diciendo: 2 Así dice Yave,
Dios de Israel: Escribe en un libro
todo cnanto yo te diga. 3 Porque
viene tiempo, palabra de Yave, en
que trocaré la suerte de mi pueblo,
Israel y Judá, y los haré volver a
la tierra que di ,a sus padres en po¬
sesión. 4 He aquí lo que dice Yave
sobre Israel y Judá: 6 Pues así dice
Yave:
Oímos gritos de dolor, de espanto,
no de paz. 6 Preguntad y ved. ¿Es
que paren los hombres? ¿Cómo, si
no, los veo a todos con las manos en
los lomos, como en parto, demudados
y amarillos todos los rostros? 7 ¡Ahí
Es el día grande. No hay nada igual
a él. Tiempo de angustia para Jacob,
pero de él le vendrá la salvación.
8 Y sucederá que en ese día, palabra
de Yave Scbaot, quebraré el yugo
de sobre su cuello, y romperé sus
coyundas; 9 V ya lio serán más sier¬
vos de extranjeros, sino que servirán
a Yave, su Dios, y a David, su rey,
que vo les suscitaré.
10 Y tú, siervo mío, Jacob, no
temas, palabra de Yave; no tiem¬
bles, Israel, porque voy a libertarte
de esta tierra lejana, y a tus hijos
de la tierra de su cautividad. Jacob
tornará, y vivirá tranquilo y seguro,
sin que nadie le perturbe. 11 No
temas, no, Jacob, siervo mío, porque
yo estaré contigo, palabra de Yave,
para salvarte. Yo llevaré la ruina
a todos los pueblos entre los que te
dispersé; pero a ti no te arruinaré,
sino que te castigaré con moderación.
Impune no quedarás.
Herida y curación.
12 Así, pues, dice Yave: Era incu¬
rable tu herida; tu mal, sin remedio;
13 nadie se cuidó de curar tu úlcera;
no había remedio para curarte; 14 to¬
dos tus amadores te han olvidado;
ni preguntan por ti; pues yo herí
como hiere un enemigo, con cruel
castigo, por tus grandes maldades,
por la muchedumbre de tus pecados.
15 ¿A qué gritas por tu herida? ¿Es
incurable tu mal? Por tus grandes
maldades, por tus muchos pecados,
te he tratado así. 18 Pero todos los
que te devoraron serán devorados, y
tus enemigos irán todos al destierro.
Tus saqueadores serán saqueados, y
tus expoliadores serán expoliados.
17 Voy a curar tu llaga, voy a
sanar tus heridas, Sión, la que no
tiene quien se cuide de ella. 18 Así
dice Yave: He aquí que voy a resta¬
blecer los tabernáculos de Jacob, y
me compadeceré de sus tiendas, y se
reedificará la ciudad sobre su colina,
y el palacio en su lugar anterior.
19 Y saldrán de ellos cantos de ala¬
banza y voces de alegría; y los multi¬
plicaré, y no serán disminuidos; los
engrandeceré, y no serán empeque¬
ñecidos; 20 y serán sus hijos como
fueron primero, y su congregación
estará firme ante mí, y castigaré a
todos sus opresores. 21 Y su jefe saldrá
de su seno, de en medio de ella saldrá,
y yo le liaré venir, y él se acercará
a mí; ¿pues quién, si no, sería el
que expusiera su vida acercándose
a mí? Palabra de Yave. 22 Y vos¬
otros seréis mi pueblo, y yo seré
vuestro Dios.
La tempestad y la calina.
23 He ahí ya la tempestad de
Va ve, el furor del torbellino se desata
JEREMÍAS. 31 M7
y descargará sobre la cabeza de los
malvados. 24 No se calmará el ardor
de la ira de Yave, hasta ejecutar y
cumplir sus designios. Vosotros los
conoceréis al fin de los tiempos.
O'l 1 Por entonces, palabra de
^ * Yave seré el Dios de todas las
tribus de Israel, y ellos serán mi
pueblo. 2 Así dice Yave: Halló gracia
en el desierto el pueblo reliquia de
la espada, para ir a su lugar de reposo
Israel. 3 * * Desde lejos se hizo ver
de él Yave. Con amor eterno te
amé, por eso te he mantenido mi
favor.
4 Yo te restauraré, y serás restau¬
rada, virgen de Israel. 6 Todavía
volverás a adornarte con tus tím¬
panos, y saldrás en alegres danzas.
Todavía volverás a plantar viñas en
las alturas de Samaría, y los que las
planten las gozarán. 6 * * * Porque viene
tiempo en que los atalayas clamarán
en el monte de Efraím: Venid y suba¬
mos a Sión, a Yave, nuestro Dios.
7 Pues así dice Yave: Regocijaos y
dad parabienes a Jacob, gritad loores
a la primera de las naciones; can¬
tadla, alabadla, y decid: Yave ha
salvado a su pueblo, a los restos
de Israel.
8 Yo os voy a hacer volver de la
tierra d el aquilón, y os reuniré de
los extremos de la tierra, a todos
juntamente, el ciego y el cojo, la
embarazada y la recién parida. ¡Qué
gran muchedumbre la que vuelvel
9 Mira; Salieron entre llantos, yo los
hago volver consolados; yo los guío
a las corrientes de aguas por caminos
llanos, para que no tropiecen, pues
yo soy el padre de Israel, Efraím
es mi primogénito.
10 Oíd, pueblos, la palabra de Yave,
dadla a conocer a las lejanas islas,
y decid: El que dispersó a Israel le
congrega de nuevo, y le protege como
el pastor protege a su rebaño. 11 Yave
ha libertado a Jacob, le ha salvado
de la mano de sus opresores. 12 * Vienen
dando gritos de gozo por las alturas
de Sión, a gozar de los bienes de Yave,
el trigo, el vino, el aceite, los cor¬
deros y los terneros, y será su alma
como jardín regado, y no volverá
a padecer sequía.
13 Entonces la virgen danzará ale¬
gre en el coro; jóvenes y viejos, todos
juntos, trocaré en júbilo su tristeza,
los consolaré y convertiré su pena en
alegría. 14 * Saciaré a los sacerdotes de
la grosura de las víctimas, y hartaré
a mi pueblo de mis bienes. Palabra
de Yave.
Dolor y consuelo.
16 Así dice Yave: Se oyen lamentos
en Rama, amargo llanto: Es Raquel
que llora a sus hijos, y rehúsa con¬
solarse de su pérdida. 16 Así dice
Yave: Cese tu voz de gemir, tus ojos
de llorar. Tendrán remedio tus penas.
Palabra de. Yave. 17 * Tienes toda¬
vía una esperanza. Palabra de Yave.
Volverán de la tierra enemiga, vol¬
verán los hijos a su patria.
18 Oigo a Efraím lamentarse: Tú
ine has castigado, y yo he aprendido.
Yo era como toro indómito; conviér¬
teme, y yo me convertiré, pues tú
eres Yave, mi Dios. Después de mi
defección, me he arrepentido; 19 * * * des¬
pués que me has hecho volver a cono¬
cimiento, he azotado mis carnes.
Estoy confuso y avergonzado, llevo
sobre mí el oprobio de mi mocedad.
20 ¿No es Efraím mi hijo predilecto,
mi niño mimado? Porque cuantas
veces hablo de él, no dejo ya de recor¬
darle; se conmueven mis entrañas,
y no puedo menos de compadecerme
de él. Palabra de Yave.
21 Ponte hitos, alza jalones, pon
toda la atención en el camino; ya
antes le recorriste. Vuelve, virgen
de Israel, retorna a tus ciudades.
22 ¿Hasta cuándo has de andar titu¬
beando, hija descarriada? Pues hará
Dios una cosa nueva en la tierra.
La mujer rodeará al varón (1).
• 23 Así dice Yave Sebaot, Dios de
(i) Todo este poema es de carácter mesiá-
nico. La esperanza de la restauración, la segu¬
ridad de la misma, la paz y tranquilidad en me¬
dio de la cual ha de realizarse, y el esplendor y
la gloria que de ella ha de revertir al pueblo
restaurado y a la nueva Jerusalén, son las líneas
con que Jeremías traza el poético cuadro. El
verso a que esta nota se refiere, el 22, tiene tam¬
bién. como parte del poema, carácter mesiánico;
no, sin embargo, el estrictamente mesiánico que
San Jerónimo y muchos con él le atribuyen, in¬
terpretando que la mujer es la madre del Mesías,
éste el varón y la acción de rodear la concepción
virginal de Jesús en el seno de María. Para in¬
terpretar así, es necesario hacer violencia al tex¬
to. Estas palabras ponen de relieve la paz, segu¬
ridad y tranquilidad que han de presidir la res¬
tauración y la vuelta de los restos de Israel, tales
que no harán necesaria la protección de los hom¬
bres para evitar o rechazar irrupciones enemigas,
y permitirá que las mujeres lleven en medio a
1 os hombres mientras caminan hacia la patria
JEREMÍAS, 32
f> 68
Israel: Todavía se dirán estas pala¬
bras en la tierra de Judá y en sus
ciudades, cuando yo haga volver a
los que volverán: Bendígate Va ve, sede
de la justicia, monte de la santidad.
24 Y habitarán en ella Judá y todas
sus ciudades juntamente, los agri¬
cultores y los pastores de rebaños.
25 Porque yo saciaré a todos los desfa¬
llecidos y hartaré a todos los decaídos.
26 Por esto, al despertar y ver, me
fué dulce mi sueño.
ftestaurucfón.
27 Ved que vienen días, palabra
de Yave, en que yo sembraré la casa
de Israel y la casa de Judá, de
simiente de hombres y de simiente
de animales; 28 y lo mismo que velé
sobre ellos para arrancar y destruir,
para arruinar, devastar y desolar,
así velaré también sobre ellos para
edificar y plantar. Palabra de Yave.
29 En esos dias no se dirá ya más:
Nuestros padres comieron agraces, y
los hijos sufrimos la dentera. 30 Sino
que cada uno morirá por su propia
iniquidad; quien coma el agraz, ese
sufrirá la dentera.
31 Vienen días, palabra de Yave
en que yo haré una alianza nue¬
va (1) con la casa de Israel y la
casa de Judá; 32 no como la alianza
(pie hice con sus padres, cuando
tomándolos de la mano, los saqué
de la tierra de Egipto; ellos quebran¬
taron mi alianza y yo los rechacé.
Palabra de Yave. 33 Esta será la
alianza que yo haré con la casa de
Israel en aquellos días, palabra de
Yave: Yo pondré mi ley en ellos y
la escribiré en su corazón, y seré
su Dios y ellos serán mi pueblo.
34 No tendrán ya que enseñarse unos
a otros, ni exhortarse unos a otros,
diciendo: Conoced a Yave, sino que
todos me conocerán desde los peque¬
ños a los grandes, palabra de Yave;
porque Ies perdonaré sus maldades
y no me acordaré más de sus pecados.
36 Así dice Yave: Yo he puesto
al sol para que luzca de día; he puesto
la luna y las estrellas, para que luzcan
(i) Esta denominación de mueva alianza*,
nuevo testamento, empleada por primera vez por
Jeremías y reiterada después por San Pablo
(Hebr., 8, 8-13), ha prevalecido para designar
el conjunto de libros inspirados en que se con¬
tiene la realización de esta profecía: el Evangelio
y los escritos apostólicos
de noche; el que conturba el mar y
hace bramar sus olas, tiene por nom¬
bre Yave Sebaot. 36 ¿Se romperán
estas leyes ante mí? Palabra de
Yave. Entonces cesará la descen¬
dencia de Israel de ser ante mí un
pueblo por siempre. 37 Así dice \ r ave:
Si pueden medirse arriba los ciclos,
y descubrirse abajo los fundamentos
de la tierra, entonces repudiaré yo
a toda la descendencia de Israel,
por todo cuanto han hecho. Palabra
de Yave.
38 Vienen días, palabra de Yave,
en que será edificada para Yave la
ciudad, desde la torre de Hanamel,
hasta la puerta del ángulo. 39 Y serán
de nuevo echadas las cuerdas para
medir enfrente hasta la colina de
Gareb, y dando vuelta después hacia
Goa, 40 todo el valle de los cadá¬
veres y de la ceniza, y todos los cam¬
pos, hasta el torrente de Cedrón,
hasta la esquina de la puerta de los
caballos, hacia oriente, serán con¬
sagrados a Yave, y no serán ya jamás
destruidos y devastados.
La compru del campo.
*¿9 1 * * Palabra que recibió Jeremías
de Yave, el año décimo de
Sedccías, rey de Judá, que fué el
año dieciocho de Nabucodonosor.
2 Entonces el ejército del rey de
Babel cercaba a Jerusalén, y el pro¬
feta Jeremías estaba encerrado en el
atrio de la guardia del palacio del
rey de Judá; 8 pues Sedéelas, el rey
de Judá, le había encarcelado, di-
ciéndolc: ¿Por que profetizas, ase¬
gurando que Yave dice que entregará
la ciudad en manos del rev de Babel,
(juc la tomará, 4 * y Sedccías, rey de
Judá, no escapará a las manos délos
Caldeos, sino que caerá en manos
del rey de Babel, y hablará con el
boca a boca, y sus ojos verán sus
ojos, 6 y llevará a Sedccías a Babel
y allí estará hasta que le visite,
palabra de Yave, y si hacéis la
guerra a los caldeos nada consegui¬
réis ?
6 Y recibió Jeremías palabra de
Yave, cliciéudole: 7 Mira: Hanamel,
hijo dé Selum, til lío, vendrá a
decirte: Cómprame el campo que
tengo en Anatot, pues a ti te corres¬
ponde adquirirlo por razón de paren¬
tesco. 8 Vino, pues, Hanamel, el hijo
de mi tío, a verme según lo que me
JEREMÍAS, 32
GG9
había dicho Yave, al’ atrio de la
guardia, y me dijo: Cómprame el
campo de Anatot, en tierra de Ben¬
jamín, pues te corresponde la heren¬
cia y la posesión por razón de paren¬
tesco. Entendí, pues, que era voluntad
de Yave, 9 y compre el campo a Ha-
ivamel, mi primo, de Anatot, pagán¬
dole diecisiete siclos de plata. 10 Hice
el contrato por escrito, lo sellé, tomé
testigos, y pesé la plata en la balanza,
11 y recibí el contrato de venta
sellado, y el acta de las estipulaciones
abierta; 12 y se lo entregué todo a
Baruc, hijo de Ncrías, hijo de Masías,
en presencia de Hanamel, mi primo,
y de los testigos que habían firmado
el contrato y de todos los judíos
que se hallaban en el_ atrio de la
guardia. 13 Y delante de todos di
a Baruc esta orden: 14 Así dice
Yave Sebaot, Dios de Israel: Toma
esos documentos, ese contrato de
venta, el sellado y el abierto, y
mételos en un tubo de barro cocido,
para que puedan conservarse largo
tiempo. 15 Porque así dice Yave
Sebaot, Dios de Israel: Todavía se
comprarán en esta tierra casas, cam¬
pos y viñas.
Oración del profeta.
16 Después de haber entregado el
contrato de' venta a Baruc, hijo de
Nerías, hice a Yave esta oración:
17 ]Ah, Señor, Yavel Tú has hcch'o
los cielos y la tierra con el gran poder
de tu brazo; nada es imposible para
ti. 18 Tú eres quien haces gracia a
millares, y quien retribuye un día
a los hijos la iniquidad de sus padres;
el Dios grande, el fuerte, cuyo nom¬
bre es Yave Sebaot; 19 grande en el
consejo, poderoso en la obra, cuyos
ojos están abiertos para ver todos
los caminos de los hombres, y dar
a cada uno según su camino y según
el fruto de sus obras; 20 el que ha
hecho maravillas y portentos en la
tierra de Egipto, y después, hasta
el día de hoy, en Israel y en todos
los hombres, y te has hecho un
nombre como lo es en el día de hoy;
21 y sacaste a Israel, tu pueblo, de
la tierra de Egipto, en medio de
maravillas y portentos, con mano
fuerte y brazo tendido y en medio
de gran pavor; 22 y les diste esta
tierra; prometiste a sus padres darles
una tierra que mana leche y miel;
23 y entrados en ella, la poseyeron;
pero no escucharon tu voz y no cum¬
plieron tu ley, y no hicieron lo que
les mandaste hacer, e hiciste que
vinieran sobre ellos todos estos males.
24 He aquí que se alzan contra la
ciudad ingenios para tomarla; y la
ciudad será presa de los caldeos que
la combaten con la espada, el hambre
y la peste; y como tú anunciaste,
así ha sucedido, bien lo ves tú.
25 Y ahora, cuando la ciudad va a
caer en manos de los caldeos, me
dices, ¡oh Señor, Yavel: «Compra el
campo y toma testigos.»
Respuesta de Yave al profeta.
26 Y recibió Jeremías palabra de
Yave, diciéndole: 27 Mira, yo soy
Yave, Dios de todos los vivientes:
¿Hay algo imposible para mí? 28 Por
eso, así dice Yave: Yo entregaré esta
ciudad en manos de los caldeos y
en manos de Nabucodonosor, rey
de Babel, que la tomará. 29 Los
caldeos que atacan la ciudad entra¬
rán en ella, y le pegarán fuego y la
quemarán; quemarán las casas en
cuyos terrados quemaban incienso a
Baal y ofrecían libaciones a los dioses
extraños, para irritarme; 30 pues lo
mismo los hijos de Israel que los de
Judá, no hacen más que el mal a
mis ojos, desde su juventud; sí, los
hijos de Israel no hacen más que
irritarme con las obras de sus manos.
Palabra de Yave.
31 Objeto de ira y de furor ha sido
siempre para mí esta ciudad, desde
el día en que fue edificada hasta
hoy, para que la haga desaparecer
de delante de mí, 32 por tanto mal
como los hijos de Israel y los hijos
de Judá han hecho para irritarme,
ellos, sus reyes, sus grandes, sus
sacerdotes, sus profetas, las gentes
de Judá y los habitantes de Jerusalén.
33 Ellos me han vuelto la espalda,
en vez de darme la cara; yo los he
amonestado constantemente, pero
ellos no han aprovechado la lección.
34 Han llevado sus abominaciones
hasta la casa en que se invoca mi
nombre, profanándola; 35 se han al¬
zado el santuario de Baal en el valle
de Benjinón, para pasar por el fuego
a sus hijos y a sus hijas, en honor de
Moloc, cosa que yo nunca les mandé
y en que nunca soñé. ¡Cometer abo-
r. 7o
JEREMÍAS, 33
minaciones semejantes y hacerse Judá
reo de tal crimen.
36 Por eso, así dice ahora Yave,
Dios de Israel, de esa ciudad de la
que vosotros decís: Ha sido entre¬
gada en manos del rey de Babel
por la espada, por el hambre y por
la peste. 37 Yo los reuniré de todos
los lugares en que los dispersé en mi
cólera, en mi indignación y en mi
furor. Yo los volveré a este lugar,
para que en él habiten seguros.
38 Ellos serán mi pueblo, y yo seré
su Dios. 39 Yo les daré un solo cora¬
zón, un solo camino, para que siempre
me teman, y siempre les yaya bien,
a ellos y a sus hijos después de ellos.
40 Y haré con ellos una alianza eterna,
de no dejar nunca de hacerles bien;
y pondré mi temor en su corazón,
para que no se aparten de mí; 41 y
me gozaré en ellos, al hacerles bien,
y los plantaré firmemente en esta
tierra, con todo mi corazón y toda
mi alma.
42 Porque así dice Yave: Como he
traído sobre este pueblo todos estos
tan grandes males, así traeré sobre
ellos todo este bien que digo de ellos;
43 y habrá todavía posesores en esta
tierra, que vosotros decís desierta
por no quedar en ella hombre ni
bestia, y haber sido entregada en
mano de los caldeos. 44 Se compra¬
rán campos, dando por ellos el precio
en plata; se liarán contratos escritos,
se sellarán, y se aducirán testigos
en tierra de Benjamín, en los alre¬
dedores de Jerusalén, en las ciudades
de Judá, en las de la montaña y en
las del llano y en las del mediodía,
porque yo trocaré su suerte. Palabra
de Yave.
Itcstauración.
cadáveres de los hombres que yo
herí en mi furor y mi indignación,
volviendo atrás mi rostro a esta
ciudad por tantas maldades suyas.
6 Pero mira, yo los sanaré, yo los
curaré y les abriré tesoros de paz y
seguridad; 7 yo haré volver a los
cautivos de Judá y a los de Israel,
y los restableceré como al principio,
y los limpiaré de todas las iniquida¬
des que contra mí cometieron; 8 y
les perdonaré todos sus pecados y
todas sus rebeliones contra mí; 9 y
será para mí gloria, alegría, alabanza
y gozo entre todos los pueblos de la
tierra, que verán todo el bien que
yo les haré, y que se asombrarán
y admirarán de tanto bien y de tanta
paz como yo les daré.
10 Así dice Yave: Todavía en estos
lugares de que vosotros decís: Son
un desierto sin hombres y sin bestias;
en las ciudades de Judá y en las
calles de Jerusalén, desiertas, sin
hombres V sin bestias, 11 se oirán
voces de júbilo y voces de alegría,
los cantos del esposo y los cantos de
la esposa; voces que cantarán: «Ala¬
bad a Yave Sebaot, porque es bueno,
porque es eterna su misericordia»;
y de los que llevan al templo sus
oblaciones; porque yo restauraré esta
tierra a su antiguo estado. Palabra
de Yave.
12 Así dice Yave Sebaot: Todavía
habrá en estos lugares, desiertos sin
hombres ni bestias, y en todas sus
ciudades, pastizales donde los pasto¬
res apacentarán sus rebaños; 13 en
las ciudades de la montaña, en las
del llano y en las del mediodía, en
la tierra de Benjamín y en torno a
Jerusalén, y en las ciudades de Judá,
todavía pasará el ganado bajo la
inano del que lo cuenta. Palabra
de Yave.
OO 1 Kué dirigida la palabra de
Yave a Jeremías, por segunda
vez, mientras estaba preso en el atrio
de la guardia, diciéndole: 2 Así dice
Yave, el que ha hecho la tierra y la
ha formado y afirmado; Yave es su
nombre.
3 Llámame y yo te responderé, y
te comunicaré cosas grandes y ocul¬
tas que tú no conoces; 4 pues así
dice Yave, Dios de Israel, de las
casas de esta ciudad y de los palacios
del rey de Judá, destruidos al servir
de baluartes y troneras para resistir
a los caldeos, 6 llenándose con los
Hcino eterno y perpetuo
sacerdocio.
14 He aquí que vienen días, pala¬
bra de Yave, en que yo cumpliré
la buena palabra que he pronunciado
sobre la casa de Israel y sobre la
casa de Judá. 15 En esos días y en
ese tiempo, yo suscitaré a David un
renuevo de justicia, que hará derecho
y justicia sobre la tierra. lfl En esos
días será salvado Judá, y Jerusalén
habitará en paz, y se la llamará:
«Yave, justicia nuestra. • 17 Porque
JEREMÍAS, 34
«71
así dice Yave: No faltará a David
un varón que se 'siente sobre el
trono de Israel. 18 Y a los sacerdotes
levitas no faltará tampoco varón
que me ofrezca holocausto, y queme
la ofrenda y sacrifique todos los días.
19 Y recibió Jeremías palabra de
Yave, diciendo: 20 Así dice Yave:
Si rompéis mi pacto con el día y mi
pacto con la noche, para que no sea
día y noche a su tiempo, 21 entonces
se romperá mi pacto con David,
mi siervo, para que no haya hijo
suyo que se siente sobre su trono,
y mi pacto con los levitas sacerdotes,
mis ministros. 22 Como no pueden
contarse las milicias celestes ni las
arenas del mar, así multiplicaré yo
la descendencia de David, mi siervo,
y a los levitas, mis ministros.
23 Y recibió Jeremías palabra de
Yave, diciendo: 24 ¿No ves lo que
dicen estas gentes? «Las dos familias
que Yave eligió, las dos las ha repu¬
diado ; y desprecian a mi pueblo
por no ser ya a sus ojos un pueblo.
25 Así dice Yave: Si no he hecho yo
pacto con el día y con la noche, ni
he dado leyes a los cielos y a la tierra,
26 entonces repudiaré yo la descen¬
dencia de Jacob y de David, mi
siervo, y no tomaré de ella jefes para
la progenie de Abraham, de Isac y
de Jacob.
La suerte de Sederías.
34 1 Palabra de Yave, que recibió
Jeremías, mientras Nabucodo-
nosor, rey de Babilonia, con todo su
ejército y todos los reinos de la tierra
sometidos a su dominación y todos sus
pueblos, atacaba a Jerusalén y a
todas sus ciudades. 2 * Así dice Yave,
Dios de Israel: Ve a Sedecías, rey
de Judá, y dile: Así dice Yave:
Mira que voy a entregar esta ciudad
a Nabucodonosor, que le pegará fuego;
3 y tú no escaparás a sus manos, sino
que serás hecho prisionero y le serás
entregado, y le verás con tus propios
ojos y te hablará cara a cara, y serás
llevado a Babel, 4 Oye, pues, joh Se-
decíasl, rey de Judá, lo que dice
Yave: Esto es lo que te dice a ti:
No morirás a la espada; 5 * * morirás
en paz, y como se quemaron perfu¬
mes en los funerales de tus padres,
los reyes que te han precedido, así
se quemarán también en los tuyos,
y se te harán lamentaciones: «jAy,
Señorl», pues soy yo quien lo digo,
yo, Yave.
6 El profeta Jeremías dijo todo esto
a Sedecías, rey de Judá, en Jerusalén.
7 El ejército del rey de Babel estaba
entonces atacando a Jerusalén y a
las otras ciudades de Judá que no se
habían rendido, a Laquis y Azeca,
que aun resistían entre las ciudades
amuralladas de Judá.
Quebrantamiento de la ley de
la servidumbre.
8 Palabra de Yave, que recibió
Jeremías después de haber hecho
el rey Sedecías un convenio con el
pueblo todo de Jerusalén, 9 de que
se publicase la liberación de los
esclavos hebreos, hombres y muje¬
res, y de que no fuera retenido como
esclavo ningún judío por un hermano
suyo (1). 10 Todos los grandes y
todo el pueblo, que habían aceptado
este convenio, consintieron en liber¬
tar cada uno a sus esclavos y escla¬
vas, y no retenerlos en la esclavitud;
consintieron y los libertaron; 11 pero
se arrepintieron luego, y reclamaron
a los esclavos y esclavas que habían
liberado, y los obligaron a ser de
nuevo esclavos y esclavas. 12 Recibió,
pues, Jeremías palabra de Yave,
diciéndole:
13 Así dice Yave, Dios de Israel:
Yo hice con vuestros padres un pacto,
al tiempo que los saqué de Egipto,
de la casa de la esclavitud, dicién-
doles: 14 Al llegar el año séptimo,
cada uno dará libertad al hermano
hebreo que se le haya vendido; te
servirá durante seis años, pero luego
le liberarás; mas vuestros padres no
me obedecieron, no me dieron oídos.
16 Vosotros hoy os habéis convertido,
y habéis hecho bien a mis ojos, pro¬
clamando la liberación de vuestros
hermanos, y habéis hecho ese pacto
en mi presencia, en la casa en que
se invoca mi nombre: 16 luego os
habéis vuelto atrás, habéis profa¬
nado mi nombre, y habéis vuelto a
retraer cada uno a sus siervos y
siervas que habíais liberado, redii-
(i) Los israelitas que no podían pagar sus
deudas se vendían como esclavos a ios acreedo¬
res, o les vendían a éstos sus hijos; pero esta es¬
clavitud no era perpetua; habla de cesar, según
la ley, pasados seis años, estando los dueños
obligados a dar libertad a estos siervos al año
séptimo.fV. Ex. 2i, a; Deut. 15, 12.)
672
JEREMIAS, 35
riéndolos de nuevo a la servidumbre
y haciéndolos vuestros esclavos y
esclavas. 17 Por eso, así dice Yave:
Vosotros no me habéis escuchado,
proclamando cada uno la libertad
de su prójimo; pues yo os proclamo
la liberación, palabra de Yave, para
la espada, para la peste, para el
hambre, y haré de vosotros el veja¬
men de todos los reinos de la tierra.
18 Y haré de los que han quebrantado
mi pacto y no han guardado la
palabra con que ante mí se ligaron,
como becerro partido por en medio,
para pasar entre ambas partes. 19 Los
grandes de Judá, los grandes de
Jcrusalén, los eunucos, los sacer¬
dotes y todo el pueblo de esta tierra,
pasarán por entre las partes del
becerro; 20 y los entregaré en manos
de sus enemigos, en las manos de
los que de muerte los persiguen; y
sus cadáveres serán pasto de las
aves del cielo y de las bestias de la
tierra; 21 y a Scdccías, rey de Judá,
y a sus príncipes, los entregaré en
manos de sus enemigos, en manos
de los que de muerte los persiguen,
en manos del ejército del rey de
Babel, que se ha retirado. 22 Yo les
daré la orden, palabra de Yave, y
les haré volver a esta ciudad; y la
combatirán, la tomarán y la incen¬
diarán, y haré de las ciudades de
Judá un desierto, pues no habrá
quien las habite.
La fidelidad de los reeabitas a
sus leyes.
^ 1 Pfllnbra ti 110 Jeremías recibió
' ' de Yave en tiempo de Joaquim,
hijo de Sedccías, rey de Judá: 2 Anda
V vete a la casa de los rccabitas.
Háblales y tráelos al templo, llévalos
a una de las cámaras, y dales a beber
vino. 3 Yo tomé a Jezonías, hijo de
Jeremías, hijo de Habsanías, a sus
hermanos y a todos sus hijos, y a
toda la familia de los rccabitas; 4 y
los introduje en el templo, en la
cámara de los hijos de Janán, hijo
de Jcgdclías, hombre de Dios, que
está junto a la cámara de los grandes,
debajo de la de Maasías, hijo de
Selúm, el guarda del vestíbulo; 6 y
puse ante los rccabitas copas y vasos
llenos de vino, diciéndoics: Bebed.
0 Pero ellos me contestaron: No
bebemos vino, pues Jonadah, hijo
de Recab (1), nuestro padre, nos
mandó: No bebáis vino jamás, ni
vosotros ni vuestros hijos, 7 ni cons¬
truyáis casas, ni hagáis siembras,
ni plantéis ni poseáis viñas; sino que
habitaréis en tiendas todo el tiempo
de vuestra vida, para que viváis
muchos días sobre la tierra en la
que sois peregrinos. 8 Nosotros hemos
obedecido la voz de Jonadab, hijo
de Recab, nuestro padre, en cuanto
nos mandó, de no beber vino en
los días de nuestra vida, ni nosotros
ni nuestras mujeres ni nuestros hijos
ni nuestras hijas, 9 y de no edificar
casas de habitación; y no tenemos
viñas ni campos de sembradura,
10 sino que habitamos en tiendas,
como nos lo mandó Jonadab, nues¬
tro padre. 11 Pero cuando Nabuco-
donosor, rey de Babel, subió a nues¬
tra tierra, nos dijimos: Vamos a refu¬
giarnos en Jcrusalén, para escapar
al ejército de los caldeos y al ejér¬
cito de Arain, y nos vinimos a habitar
en Jcrusalén.
La intidelidad de los judíos.
12 Y dirigió Yave la palabra a
Jeremías, diciendo: 13 Así dice Yave
Sebaot, Dios de Israel: Ve, V diles a
los hombres de Judá y a íos habi¬
tantes de Jcrusalén: ¿Ño aprenderéis
a obedecer mis palabrasT Palabra
de Yave. 14 Las palabras de Jona¬
dab, hijo de Recab, son obedecidas;
mandó a sus hijos no beber vino,
y no lo han bebido hasta hoy, cum¬
pliendo el mandato de su padre; y
yo os be hablado tantas y tantas
veces, y no me habéis obedecido.
15 Os he enviado una y otra vez mis
siervos, los profetas, para deciros:
Convertios de vuestros malos cami¬
nos, enmendad vuestras obras, y no
os vayáis tras los dioses ajenos para
darles culto, y habitaréis la tierra
que yo os he dado a vosotros y a
vuestros padres; pero no me habéis
dado oídos, no me habéis obedecido.
16 Los rccabitas han obedecido lo
que les mandó su padre, pero este
pueblo no me ha obedecido a mí.
17 Por eso, así dice Yave Sebaot,
Dios de Israel: Yo haré venir sobre
Judá y sobre todos los habitantes
de Jcrusalén todos los males con
que los he amenazado, pues les he
(j) V. II. Rtt;. io. i5*»ps. y I. Par., a. 5 V
JEREMÍAS, 36
673
hablado y no me han oído, los he
llamado y no me han respondido.
18 p ero a ] a casa d e los recabitas
les dijo Jeremías: Esto dice Ya ve
Sebaot, Dios de Israel: Por haber
obedecido el mandato de Jonadab,
vuestro padre, cumpliendo cuanto os
mandó, 19 por eso, así dice Yave
Sebaot, Dios de Israel: No dejará de
haber siempre ante mi presencia un
varón de la estirpe de Jonadab, hijo
de Recab, que me sirva.
factura ante el pueblo y los gran¬
eles del libro de las proíeclas
de Jeremías.
36 1 El año quinto de Joaquim,
hijo de Josías, rey de Judá,
recibió Jeremías' palabra de Yave,
diciéndole: 2 Toma un volumen (1)
y escribe en él todo cuanto yo te he
dicho contra Jernsalén y contra Judá
y contra todas las gentes, desde el
día en que te hablé en tiempo de
Josías, hasta hoy; (i) * 3 * a ver si oyendo
la casa de Judá todos los males que
yo pienso traer sobre ella, se convierte
cada uno de sus malísimos caminos,
y yo les perdonaré sus iniquidades y
sus pecados.
4 Llamó, pues, Jeremías a Baruc,
hijo de Nerías, y escribió éste en
un volumen, dictándole Jeremías,
todas las palabras que Yave le había
dicho. 5 * Y le dijo Jeremías a Baruc: Yo
estoy impedido de ir al templo (2);
6 vete, pues, tú, y en el libro que a mi
dictado has escrito, lee las palabras
de Yave, oyendo el pueblo en el
templo en un día de ayuno, y oyendo
todos los que vienen de todo Judá
y de sus ciudades; 7 * * * * a ver si acaso
sus oraciones llegan a la presencia
(i) A la letra, «un rollo de libro». Esto signi¬
fica también, por su etimología, la palabra «vo¬
lumen»; un trozo mayor o menor de la materia
sobre que se escribía, que se arrollaba luego, y
así se conservaba. La materia no era ya la pie¬
dra, ni la tableta de barro, como antes, ni era
todavía el pergamino, como después, sino hojas
de papiro provenientes principalmente de Egipto,
y que se unían unas a otras en la cantidad ne¬
cesaria.
(a) Impedido, probablemente, por una pro¬
hibición de la policía del templo de presentarse
en él, después del episodio que se cuenta en el
capítulo 26, cuando Jeremías estuvo a punto de
ser muerto por el pueblo. La opinión de que el
impedimento fuera la prisión no parece proba¬
ble, pues entonces hubiera sido imposible que
Jeremías se escondiera. V. 26.
de Yave, y se convierten cada uno
de sus pésimos caminos, porque gran¬
de es el furor y la indignación con
que amenaza Yave a este pueblo.
8 Hizo, pues, Baruc, hijo de Nerías,
lo que había mandado Jeremías, v
leyó en el templo algo del volumen
de las palabras de Yave.
9 Sucedió, pues, el año quinto de
Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá,
en el mes noveno, que se promulgó
un ayuno a todo el pueblo de Jeru-
salén V a todos cuantos venían a
Jerusalén de las ciudades de Judá;
10 y levó Baruc del volumen de los
sermones de Jeremías, en el templo,
en la cámara de Gamarías, hijo de
Safán, escriba, en el vestíbulo supe¬
rior, a la entrada de la puerta nueva
del Templo, oyendo todo el pueblo.
11 Y habiendo oído Miqueas, hijo
de Gamarías, hijo de Safán, las pala¬
bras de Yave, del libro, 12 bajó al
palacio del rey, a la cámara del
escriba donde se hallaban todos los
grandes; Elisama, escriba; Dalaías,
hijo de Semeía, y Elnatán, hijo de
Ajobor, y Gamarías, hijo de Safán,
y Sedecías, hijo de A 11 aulas, y todos
los grandes; 13 * y les comunicó Miqueas
todo lo que había oído leer a Baruc
del volumen ante el pueblo.
14 Mandaron, pues, todos los gran¬
des a Judí, hijo de Natanías, hijo
de Selemías, hijo de Cusí, para decir
a Baruc: Ven, y trae el volumen en
que has leído al pueblo. Tomó, pues,
Baruc el volumen, y vino con él a
ellos, 15 que le dijeron: Siéntate y
léenos eso a nosotros; y se lo leyó
Baruc. 16 Cuando oyeron, pues, todo
aquello, mostráronse unos a otros
atónitos, y dijeron a Baruc: Tenemos
que comunicar esto al rey; 17 y le
dijeron: Indícanos cómo has escrito
tú todo esto. 18 Baruc les dijo: El
me dictaba, como si me leyese, y yo
lo escribía con tinta en el volumen.
19 Y dijeron los grandes a Baruc:
Ve y escóndete, y que se esconda
también Jeremías, sin que sepa nadie
dónde estáis.
Lectura ante el rey.
20 Ellos se fueron al rey, al atrio,
dejando el volumen en la cámara
de Elisama, escriba, y dijeron al rey
lo que pasaba. 21 Mandó el rey a
Judí que llevara el volumen, y éste
lo lomó de la cámara de Elisama,
43
674
JEREMÍAS, 37
escriba, y lo leyó en presencia del
rey, en las habitaciones del rey, yen
presencia de todos los grandes q Ue
estaban junto a él. 22 Estaba el rey
en las habitaciones de invierno, era
el noveno mes (1), y tenía delante
de sí un brasero encendido; 23 y
según iba leyendo Judí tres o cuatro
columnas del volumen, lo iba rasgan¬
do el rey con el cuchillo del escriba y
lo arrojaba al fuego del brasero, hasta
que lo quemó todo.
24 No temieron ni rasgaron sus
vestiduras, ni el rey ni sus corte¬
sanos que oyeron todas aquellas
palabras. 25 Sin embargo, Elnatán,
Dala fas y Gomarías, rogaron al rey
que no quemara el volumen, pero
éste no los oyó; 26 y mandó el rey a
Jeremiel, hijo de Amelec, y a Saraías,
hijo de Ezriel, y a Selemías, hijo
de Abdul, que apresaran a Baruc,
escriba, y a Jeremías, profeta, pero
Yave los ocultó.
27 Después que el rey quemó
el volumen de los sermones de Jere¬
mías, que había escrito Baruc al
dictado de aquél, recibió Jeremías
palabra de Yave, que le dijo: 28 Toma
de nuevo otro volumen, y escribe
en él todos los sermones anteriores
que había en el primero, que quemó
Joaquim, rey de Judá; 29 y a Joa-
quim, rey de Judá, le dirás: Así dice
Yave: Tú has quemado aquel volumen,
diciendo: ¿Por qué has escrito eso,
anunciando que vendrá el rey de
Babel y devastará esta tierra, no
dejando en ella hombre ni jumento T
30 Pues así dice Yave contra Joaquim,
rey de Judá: No tendrá descendiente
que le suceda en el trono de David,
y su cadáver será arrojado al calor
del día y al frío de la noche; 31 y le
pediré cuenta, a él y a su descenden¬
cia y a sus siervos, de sus iniqui¬
dades, y traeré sobre ellos y sobre
los habitantes de Jerusalén y sobre
los hombres de Judá todos los males
que les he anunciado y ellos no han
querido oír.
32 Tomó, pues. Jeremías otro volu¬
men, y se lo dió a Baruc, hijo de
Ncrías, escriba, el cual escribió de
boca de Jeremías todos los sermones
(i) Eí mes noveno, según el cómputo babi¬
lónico, que es el seguido por Jeremías y Ezequie!,
comprendía los últimos días de noviembre y la
mayor parte de los de diciembre, pues comen¬
zaba el año por el mes de Nisan, aproximada¬
mente el de abril.
que quemó Joaquim, rey de Judá,
y se añadieron todavía otros muchos
como aquéllos.
Consulta de Sedeólas y respuesta
de Jeremías.
*)7 1 Reinó Sedecías, hijo de Josías,
* en lugar de Jeconías, hijo de
Joaquim. Fué Nabucodonosor, rey
de Babel, quien le hizo rey de la
tierra de Judá. (i) 2 Y no obedecieron
él y sus siervos y el pueblo de la
tierra lo que había mandado Yave,
por medio de Jeremías, profeta; 3 v
envió el rey Sedecías a Jucal, hijo
de Selemías, y a Sofonías, hijo de
Maasías, sacerdote, a Jeremías, pro¬
feta, diciéndole: Ruega por nosotros
a Yave, nuestro Dios. 4 * Jeremías
andaba libremente entre el pueblo,
pues todavía no le habían encar¬
celado. Salió entonces de Egipto el
ejército del Faraón: y al saber la
nueva los caldeos que asediaban a
Jerusalén, se retiraron.
6 Y recibió Jeremías palabra de
Yave, diciéndole: 6 Así dice Yave,
Dios de Israel: Decid al rey de Judá
que os ha mandado a preguntarme:
Ese ejército del Faraón que ha venido
en socorro vuestro, se habrá de volver
a su tierra de Egipto; 7 y volverán
los caldeos a combatir esta ciudad,
y la tomarán y la incendiarán. 8 Así
dice Yave: No os engañéis a vosotros
mismos, diciéndoos: Se irán los caldeos
y nos dejarán en paz; porque no
se irán. 9 Pero aunque destrozarais
a todo el ejército caldeo que lucha
contra vosotros, y no quedasen de
él más que algunos heridos, ésos
saldrían de sus tiendas y pegarían
fuego a esta ciudad.
Encarcelamiento de Jeremías.
10 Cuando se había retirado de
Jerusalén el ejército caldeo, por la
venida del ejército del Faraón, 11 salía
Jeremías de Jerusalén, para ir a
tierra de Benjamín, a hacer una
partición en medio de su pueblo;
12 pero al llegar a la puerta de Ben¬
jamín, el jefe de la guardia, llamado
Jerías, hijo de Selemías, hijo de
Ananfas, apresó a Jeremías, diciendo:
Tú te vas a pasar a los caldeos.
13 Jeremías respondió: Mentira, no
voy a pasarme a los caldeos. Pero no
JEREMÍAS, 38
675
escuchó Jerías a Jeremías, y arres¬
tándole; le condujo a los jefes, 14 que
airados contra Jeremías, le hicieron
azotar y encerrar en la cárcel que
había en la casa de Jonatán, escriba,
de la cual habían hecho prisión.
15 Y entró Jeremías, y fué metido
en una cisterna abovedada y estuvo
allí mucho tiempo. 16 Mandó a bus¬
carle el rey Sedecías, y le preguntó
en secreto, en el palacio: ¿Hay pala¬
bra de Yave? 17 Sí, la hay, contestó
Jeremías: Serás entregado en manos
del rey de Babel. Y dijo Jeremías al
rey Sedecías: ¿Qué pecado he come¬
tido yo contra ti, contra tus corte¬
sanos y contra tu pueblo, para que
me hayáis metido en la cárcel?
18 ¿Dónde están ahora vuestros pro¬
fetas, que os profetizaban diciendo:
No vendrá el rey de Babel contra
vosotros y contra esta tierra? 19 Oye¬
me, pues, ioh rey!, mi señor, te lo
ruego; acoge mi súplica y no me
vuelvas a la prisión de la casa de
Jonatán, escriba, porque me moriré
allí.
20 Mandó, pues, el rey Sedecías
que fuese llevado al vestíbulo de la
guardia, y se le diese cada día una
torta de pan de la calle de los hor¬
neros, mientras no faltase del todo
el pan en la ciudad. Así quedó Jere¬
mías en el vestíbulo de la guardia.
«Jeremías, en peliqro de muerte.
1 Oyeron Safaías, hijo de Marán;
Guedelías, hijo de Pasjur; Jucal,
hijo de Selemías, y Pasjur, hijo de
Melquías, que Jeremías decía delante
de todo el pueblo: 2 Así dice Yave:
Todos cuantos se queden en esta
ciudad morirán de espada, de hambre
y de peste; el que huya a los caldeos
vivirá y tendrá la vida por botín.
3 Así dice Yave: Con toda certeza
esta ciudad caerá en manos del ejér¬
cito del rey de Babel, que la tomará.
4 Y dijeron los grandes al rey:
Hay que matar a ese hombre, por¬
que con eso hace flaquear las manos
de los guerreros que quedan en la
ciudad, y las de todo el pueblo,
diciéndoles cosas tales. Ese hombre
no busca el bien de este pueblo,
sino su mal. 5 Díjoles el rey Sede-
cías: En vuestras manos está, pues
no puede el rey nada contra vosotros.
6 Cogieron, pues, a Jeremías, y le
metieron en la cisterna de Melquías,
hijo del rey, que está en el vestíbulo
de la cárcel, bajándole con cuerdas a
la cisterna, en la que no había agua,
pero sí lodo, y quedó Jeremías metido
en el lodo.
7 Oyó Abdemelec, etíope, eunuco
de la casa real, que habían metido
a Jeremías en la cisterna. El rey
estaba entonces en la puerta de Ben¬
jamín. 8 Salió Abdemelec del palacio,
y fué a decir al rey: 9 Señor, rey, han
hecho mal esos hombres tratando así
a Jeremías, profeta, metiéndole en
la cisterna, para que muera allí de
hambre, pues no hay ya pan en la
ciudad.
10 Mandó el rey a Abdemelec, el
etíope, diciéndole: Toma contigo tres
hombres, y saca de la cisterna a
Jeremías, antes que muera. 11 To¬
mando, pues, consigo Abdemelec los
hombres, se dirigió al ropero del
palacio, y cogió de allí unos cuantos
vestidos usados y ropas viejas, que
con cuerdas hizo llegar a Jeremías
en la cisterna. 12 Y dijo Abdemelec
a Jeremías: Ponte estos trapos y
ropas viejas debajo de los sobacos,
sobre las cuerdas; hízolo así Jeremías,
Lltirno coloquio de Jeremías
con el rey.
13 y sacaron con las cuerdas a Jere¬
mías de la cisterna; y quedó Jeremías
en el vestíbulo de la cárcel.
14 El rey Sedecías mandó a buscar
a Jeremías, le hizo llevar a la ter¬
cera puerta del templo, y allí le dijo:
Voy a preguntarte una cosa; no me
ocultes nada. 15 Dijo Jeremías a
Sedecías: Y si te la digo me harás
matar, y si te doy un consejo no lo
seguirás, ¿no es así? 16 Hizo, pues,
en secreto el rey Sedecías a Jeremías
este juramento: Vive Yave, que nos
ha dado la vida a nosotros, que no
te daré muerte, y que no te entre¬
garé a esos que de muerte te persiguen.
17 Dijo entonces Jeremías a Sede-
cías: Así dice Yave Sebaot, Dios de
Israel: Si sales y vas a entregarte
a los generales del rey de Babel,
salvarás tu vida, y esta ciudad no
será dada a las llamas; te salvarás
tú y tu familia; 18 pero si no sales a
entregarte a los jefes del rey de Babel,
caerá esta ciudad en manos de los
caldeos, que la incendiarán, y tú no
escaparás a sus inanos. 19 Y dijo el
rey Sedecías a Jeremías: Temo que
JEREMÍAS, 39
()7(i
me entreguen a los judíos que se han
pasado a los caldeos, y aquéllos me
insulten.
20 Contestóle Jeremías: No te entre¬
garán. Oye lo que te digo de parte
de Yave, y te saldrá bien y vivirás.
21 Y si no quieres salir, mira lo que
me ha mostrado Yave. 22 Todas las
mujeres que han quedado en el
palacio serán llevadas a los jefes de
los caldeos, y serán ellas las que te
dirán: Te han engañado, te lian
abandonado tus mejores amigos: Cuan¬
do se hundieron en el lodo tus pies,
te han vuelto la espalda. 23 Y todas
tus mujeres y tus hijos serán llevados
a los caldeos, y no escaparás a sus
manos, sino que serás entregado al
rey de Babel, y harás que sea incen¬
diada esta ciudad.
24 Dijo, pues, el rey Sederías a
Jeremías: Que nadie sepa nada de
esto, y no morirás. 25 Si saben los
grandes que he hablado contigo, y
vienen a decirte: Cuéntanos lo que
has dicho al rey, no nos ocultes nada,
si no te mataremos, y dinos lo que
el rey te ha dicho a ti; 26 Ies respon¬
derás: He suplicado al rey que no
me haga volver a la casa de Jonatán,
pues moriría allí.
27 Vinieron, en efecto, los grandes
a Jeremías, y le preguntaron; y él
les dijo lo que el rey le había man¬
dado decir, y le dejaron, pues nada
se había sabido. 28 Quedó Jeremías
en el vestíbulo de la guardia hasta
el día en que fué tomada Jeru-
salén.
¡fuerte de Sedeólas* y del pueblo.
OQ 1 Y sucedió que fué tomada
* Jerusalén. El año noveno de
Sederías, rey de Judá, en el décimo
mes, vino Nabucodonosor, rey de
Babel, con todo su ejército a Jeru-
salén, y la sitió; 2 y el año undécimo
de Sederías, el cuarto mes, se abrió
brecha; 3 y penetraron en la ciudad
todos los jefes del rey de Babel, y
ocuparon la puerta media: Nebusa¬
radán, jefe de la guardia real; Nebu-
sasbán, jefe de los sarisim; Nergal-
sareser; jefe de los maguir, y todos
los otros jefes del rey de Babel.
4 Al verlos, Sederías, rey de Judá,
todos sus hombres de guerra,
uyeron, saliendo de noche de la
ciudad por el camino del jardín real,
por la puerta de entre los dos muros,
y se dirigieron hacia el Araba. 5 El
ejército de los caldeos los persiguió,
y alcanzó a Sedecías en los llanos
bajos de Jericó, llevándole preso a
Nabucodonosor, rey de Babel, que
estaba en Ribla, en la tierra de Amat.
El rey de Babilonia pronunció contra
él su sentencia. 6 Hizo matar en
Ribla a los hijos de Sedecías, a la
vista de éste; dió muerte a todos los
nobles de Judá, 7 e hizo sacar los
ojos a Sedecías y le cargó de cadenas,
para llevarle a Babel. 8 Los caldeos
prendieron fuego al palacio real y
a las otras casas, y arrasaron las
murallas de Jerusalén. 9 El resto de
los habitantes que había quedado
en la ciudad, los huidos que se habían
pasado a los caldeos, y todo el resto
del pueblo, los deportó a Babel
Nebusaradán, jefe de la guardia.
10 A los pobres del pueblo, que no
tenían nada, los dejó Nebusaradán,
jefe de la guardia en la tierra de
Judá, y les dió viñas y campos de
labor.
Jeremías, en libertad.
11 Nabucodonosor, rey de Babel,
había dado orden a Nebusaradán,
jefe de su guardia, respecto de Jere¬
mías, diciéndole: 12 Cógele y mira
por él, y no le hagas mal alguno,
fiaz con él según sus deseos. 13 Y
Nebusaradán, jefe de la guardia,
Nebnsasbán, jefe de los sarisim, Xer-
galsareser, jefe de los maguir, y todos
los otros jefes del rey de Babel,
14 mandaron sacar a Jeremías del
vestíbulo de la guardia, y se lo enco¬
mendaron a Godolías, hijo de Aji-
cain, hijo de Safán, para que le
llevase a su casa, y quedó habitando
en medio del pueblo.
16 Jeremías había recibido palabra
de Yave, mientras estaba preso en
el vestíbulo de la guardia, diciéndole:
16 Ve y di a Abdemclec, el etíope:
Así dice Yave Sebaot, Dios de Israel:
Yo cumpliré mis palabras sobre esta
ciudad, para su mal, no para bien:
esto sucederá a tus propios ojos un
día. 17 Entonces yo te libraré, pala¬
bra de Yave, y no serás entregado
en inanos de los hombres a quienes
temes. 18 Yo te salvaré, y no caerás
a espada y será salva tu vida, porque
confiaste en mí. Palabra de Yave.
077
JEREMÍAS, 40, 41
Godolías, gobernador de la tierra.
40 1 Palabra de Yave que recibió
Jeremías después que Nebu-
saradán, jefe de la guardia, le dejó
ir de Rama, donde le halló carga¬
do de cadenas en medio de los
cautivos de Jerusalén y de Judá,
que iban deportados a Babel. 2 El
jefe de la guardia real dijo a Jere¬
mías: Yave, tu Dios, había amena¬
zado con males a este lugar; 3 y los
ha traído sobre él, como lo anunció,
porque habéis pecado contra Yave y
no habéis escuchado su voz; por eso
os ha sucedido esto. 4 Mira, yo te
quito hoy las cadenas de las manos;
si quieres venir conmigo a Babel,
ven, que yo miraré por ti; pero si te
desagrada venir conmigo a Babel,
déjalo; tienes la tierra toda a tu
disposición. 5 Si prefieres quedarte,
vete a Godolías, hijo de Ajicam, hijo
de Safan, a quien ha hecho el rey
gobernador de las ciudades de Judá,
y habita con él en medio del pueblo,
o vete donde tú mejor quieras. Dióle
también el jefe de la guardia provi¬
siones, le hizo regalos y le despidió.
6 Vino, pues, Jeremías a Godolías,
hijo de Ajicam, que residía en Masfat,
y habitó con él en medio del pueblo
que había quedado en la tierra.
7 Cuando los jefes de tropas que
se habían dispersado por las varias
regiones supieron, ellos y sus tropas,
que el rey de Babilonia había hecho
gobernador de la tierra a Godolías,
hijo de Ajicam, encomendándole los
hombres, mujeres y niños y los
pobres de la tierra que no habían
sido deportados a Babel, 8 vinieron
a Godolías, en Masfat, Ismael, hijo de
Natanías; Joanán, hijo de Jonatán,
hijo de Carea; Sareas, deTanjumet; los
hijos de Esfi, de Netofa y Jezonías,
hijo de un macatita, ellos y sus hom
bres; 9 y los conjuró Godolías, hijo de
Ajicam, hijo de Safán,a ellos y a sus
compañeros: «No temáis servir a los
caldeos, habitad en la tierra, servid al
rey de Babel, y os reportará bien.
10 Yo me quedo en Masfat, para reci¬
bir las órdenes que de los caldeos nos
vengan; pero vosotros haced la vendi¬
mia, recoged las mieses y el aceite, y
guardadlos, y quedaos en las ciudades
que habitáis. *
11 También todos los judíos que
estaban en Moab, entre los hijos de
Ammón, en Idumea y en todas las
otras regiones, al oír que el rey de
Babel habla dejado un les lo de
Judá, y que les había dado por
gobernador a Godolías, hijo de Aji¬
cam, hijo de Safán, 12 volvieron de
todas las regiones en que se habían
dispersado, y vinieron a la tierra de
Judá, a Godolías, en Masfat, y cogie¬
ron vino y mieses en gran abundancia.
13 p er h vinieron a Godolías, en
Masfat, Joanán, hijo de Carea, y
todos los jefes del ejército que se
habían dispersado por el campo,
14 y le dijeron: ¿Sabes que Baalis,
rey"de los hijos de Ammón, ha man¬
dado a Ismael, hijo de Natanías,
para darte muerte? No lo creyó Go¬
dolías, hijo de Ajicam. 15 Y Joanán,
hijo de Carea, llevó aparte a Godo-
lías, y le dijo: Yo iré y mataré a
Ismael, hijo de Natanías, sin que
nadie lo sepa; no te mate él a ti, y se
dispersen todos los judíos que se han
reunido en torno tuyo, y perezcan
los restos de Judá. 19 Y le contestó
Godolías, hijo de Ajicam: No hagas
eso, pues lo que dices de Ismael es
falso.
Asesinato de Godolías.
41 1 Y sucedió que en el último
mes vino Ismael, hijo de Nata-
nías, hijo de Elisama, de sangre real,
de los magnates de la corte, con otros
diez, a Godolías, hijo de Ajicam,
en Masfat, y comieron juntos en
Masfat. 2 Y se levantó Ismael, hijo
de Natanías, y con él los diez que
la acompañaban, y con la espada
dieron muerte a Godolías, hijo de
Ajicam, hijo de Safán, al que había
puesto de gobernador de la tierra
el rey de Babel; 3 y mataron también
a muchos de los judíos que acompa¬
ñaban a Godolías en Masfat, y de
los hombres de guerra caldeos que
con él estaban.
4 Al segundo día de haber muerto
a Godolías, sin que nadie lo supiera
todavía, 5 vinieron unos hombres
de Siquem, de Silo y de Samaría,
ochenta en número, rasurada la barba,
rasgadas las vestiduras e incisas las
carnes, que traían en sus manos
oblaciones e incienso para ofrecerlos
en el templo. 6 Salióles al encuentro
Ismael, hijo de Natanías, de Masfat:
Iban llorando, y al llegar a ellos les
dijo: Venid a ver a Godolías, hijo
de Ajicam. 7 Cuando estuvieron en
medio de la ciudad, los mató Ismael
con los que le acompañaban, arro-
JEREMIAS, 42
<>78
jándolos a la cisterna. * Hubo entre
ellos diez que dijeron a Ismael: No
nos mates, que tenemos en el campo
escondida gran cantidad de trigo,
de cebada, de aeeite y de miel. Dejó¬
los, y no los mató con los demás.
9 La cisterna en que arrojó Ismael
todos los cadáveres de los hombres a
quienes mató, es una gran cisterna
que hizo construir el rey Asa, cuando
se defendía de Basa, rey de Israel.
Esta es la que llenó de cadáveres
Ismael, hijo de Natanías. 10 Llevóse
consigo Ismael a todo el resto del
pueblo que se hallaba en Masía,
al cual había dado Nebusaradán,
jefe de la guardia real, por goberna¬
dor a Godolias, hijo de Ajicam;
Ismael, hijo de Natanías, se los llevó
cautivos, y se encaminó hacia la
tierra de los hijos de Aminón.
11 Joanán, hijo de Carea, y los
jefes de tropas que con él estaban,
supieron todo el nial que había hecho
Ismael, hijo de Natanías; 12 y to¬
mando todos sus hombres, salieron en
persecución de Ismael, hijo de Nata-
nías, y le alcazaron cerca del gran
lago de Gabaón. 13 Todo el pueblo
que estaba con Ismael se alegró
al ver a Joanán, hijo de Carea, y los
jefes de tropas que le acompañaban;
14 y todo el pueblo que Ismael llevaba
de Masíat, dió la vuelta, y se fué
con Joanán. 16 Ismael, hijo de Nata-
nías, con otros ocho huyó delante
de Joanán, y se refugió entre los
hijos de Arrimón.
16 Tomaron, pues, Joanán, hijo
de Carea, y todos los jefes de tropas
que le acompañaban, a todo el resto
del pueblo que Ismael, hijo de Nata-
nías, había llevado de Masfat, des¬
pués de matar a Godolias, hijo de
Ajicam; hombres y mujeres, niños y
eunucos que había traído de Gabaón,
17 y se volvieron, deteniéndose en
el albergue de Camaún, cerca de
Betlem, para desde allí dirigirse a
Egipto, 18 huyendo de los caldeos,
a quienes temían, por haber matado
Ismael, hijo de Natanías, a Godolias,
hijo de Ajicam, puesto por el rey
de Babel como gobernador del país.
CoiiMilla a Jeremías sobre la
buida a l'qipto.
1 Todos los jefes de las tropas,
Joanán, hijo de Carea, Azarías,
hijo de Maasías, y todo el pueblo,
chicos y grandes, se aeerearon a Jere¬
mías 2 y le dijeron: Aeepta nuestro
ruego, y pide por nosotros a Yave,
tu Dios, por todos estos restos, pues
de muchos hemos quedado pocos,
como tú ves. 3 Que Yave, tu Dios,
nos dé a conocer el camino que de¬
bemos seguir y lo que liemos de hacer.
4 El profeta Jeremías les dijo:
Os oigo, y pediré por vosotros a
Yave, vuestro Dios, según vuestros
deseos. Todo cuanto me responda
Yave os lo comunicaré, sin ocultaros
nada. 5 Y ellos dijeron a Jeremías:
Sea Yave contra nosotros testigo
verdadero y fiel, si no hiciéremos en
todo según la palabra que' Yave te
mande para nosotros. 6 Bueno o malo,
seguiremos el mandato de Yave,
nuestro Dios, a quien te enviamos,
para que nos suceda bien obedeciendo
la voz de Yave, nuestro Dios.
7 Pasados diez días recibió Jere¬
mías palabra de Yave; 8 y llamó a
Joanán, hijo de Carea, y a todos los
jefes de tropas que con él estaban,
y a todo el pueblo, eliicos y grandes;
9 y les dijo: Así dice Yave, Dios de
Israel, a quien me habéis mandado
para presentarle vuestros ruegos: 10 Si
os quedáis tranquilos en esta tierra,
yo os edificaré y no os destruiré, os
plantaré y no os arrancaré, pues me
pesa ya del mal que os he hecho.
11 No os dé miedo el rey de Babel,
a quien teméis; no temáis de él,
dice Yave, pues yo estoy con vos¬
otros para salvaros y libraros de sus
manos. 12 Yo os haré hallar gracia
ante él, y él os la hará y os dejará
en vuestra tierra. 13 Pero si decís:
No queremos seguir en esta tierra,
y no escucháis la voz de Yave,
vuestro Dios, 14 diciendo: Nos iremos
a la tierra de Egipto, donde no vere¬
mos ya la guerra ni oiremos el sonido
de la trompeta, y no habrá falta de
pan, allí habitaremos; 16 entonces,
restos de Judá, escuchad la palabra
de Yave:
Así dice Yave Sehaot, Dios de
Israel: Si volvéis vuestros ojos a
Egipto, para iros allá y habitar en
él, 16 la espada que teméis os alcan¬
zará sobre la tierra de Egipto, el
hambre que receláis os sobrevendrá
en Egipto y os hará morir allí. 17 Y
todos cuantos vuelvan el rostro hacia
Egipto, para ir a habitar allí, morirán
de espada, de hambre y de peste,
ni uno solo escapará ni se librará
del nial que yo haré venir sobre ellos;
JEREMÍAS, 43, 44
679
18 porque asi dice Yave Sebaot, Dios
de Israel: Lo mismo que ha estallado
mi cólera y mi furor contra los habi¬
tantes de nerusalén, así estallará
mi furor contra vosotros, si os vais
a Egipto; y seréis objeto de execra¬
ción, de horror, de maldición y de
oprobio, y no veréis más a esta tierra.
19 He aquí la palabra de Yave para
vosotros, restos de Judá: No vayáis
a Egipto. Sabed que yo os lo advierto
hoy solemnemente.
Os engañáis a vosotros mismos.
Me habéis mandado a Yave, nuestro
Dios, diciéndome: Intercede por nos¬
otros cerca de Yave, nuestro Dios:
Todo lo que diga Yave nuestro Dios
comunícanoslo, y nosotros lo hare¬
mos. 21 Yo os lo hago saber hoy, y
vosotros no escucháis la voz de Yave
vuestro Dios, lo que me ha encargado
deciros. 22 Sabed, pues, que certísi-
m amente moriréis de espada, de ham¬
bre y de peste, en el lugar a donde os
queréis ir a habitar.
voz de Yave, y llegaron a Taf-
nis.
8 Y recibió Jeremías palabra de
Yave en Tafnis, diciéndole: 9 Toma
con tu mano unas piedras grandes,
y mételas en el empedrado, junto a
la puerta del FaTaón en Tafnis, en
presencia de los judíos. 10 Y diles:
Así dice Yave Sebaot, Dios de Israel:
Yo mandaré a buscar a Nabucodo-
nosor, rey de Babel, ini siervo, que
asentará su trono sobre estas piedras
que acabo de colocar, y extenderá
sobre ellas su tapiz. 11 Vendrá y
batirá la tierra de Egipto; los que a
la muerte, a la muerte; los que al
cautiverio, al cautiverio; los que a la
espada, a la espada. 12 Y pegará fuego
a los templos de Egipto, y los abra¬
sará; y despiojará la tierra de Egipto,
como despioja el pastor su zamarra,
y saldrá de aquí en paz. 13 Y romperá
los obeliscos de Heliópolis en Egipto,
y quemará los templos de Egipto.
Huida a Egipto contra la voluntad
del proíela.
«o 1 Sucedió, pues, que cuando
Jeremías acabó de hablar a
todo el pueblo las palabras de Yave,
su Dios, todo cuanto Yave, su Dios,
le había encargado decirles, 2 Aza-
rías, hijo de Maasías; Joanán, hijo
de Carea, y todos los hombres sober¬
bios, dijeron a Jeremías: Es mentira
lo que dices: No te ha enviadoYave,
nuestro Dios, para decirnos: No va¬
yáis a habitar en Egipto. 3 Es Baruc,
hijo de Nerías, que te incita contra
nosotros, para entregarnos a los cal¬
deos, para que nos den muerte o nos
deporten a Babel.
4 De este modo Joanán, hijo de
Carea, todos los jefes y todo el pueblo,
desoyeron la orden de Yave, de que¬
darse en la tierra de Judá. 5 Y Joanán,
hijo de Carea, y todos los jefes de
tropas, tomaron a los restos de Judá
que habían vuelto de las regiones
todas en que se habían dispersado,
para habitar en la tierra de Judá;
6 los hombres, las mujeres, los niños,
las hijas del rey y todos cuantos
Nebusaradán, jefe de la guardia real,
había dejado con Godolías, hijo de
Ajicam, hijo de Safán; y a Jeremías,
profeta, y a Baruc, hijo de Nerías;
7 y entraron en Egipto, desoyendo la
Idolatría y su castigo.
« I 1 Palabras que dirigió Jeremías
“*** a todos los judíos que habita¬
ban en tierra de Egipto, en Migdol,
Tafnis, Memfis y en la región de
Patros. 2 Así dice Yave Sebaot,
Dios de Israel: Vosotros habéis visto
todos los males que yo he traído
sobre Jerusalén y sobre todas las
ciudades de Judá, desiertas hoy, sin
que nadie las habite, 3 por las ini¬
quidades que cometieron, provo¬
cando mi ira y yéndose a sacrificar y
a dar culto a los dioses ajenos, que
no conocían ni ellos ni sus padres.
4 Yo os mandé repetidamente a mis
siervos, los profetas, diciéndoos: No
hagáis esas abominaciones que de¬
testo. 5 Y no obedecieron ni me dieron
oídos, convirtiéndose de sus maldades
y dejando de ofrecer incienso a los
dioses ajenos. 6 Y estalló mi cólera,
y se encendió mi furor sobre las ciu¬
dades de Judá y en las plazas de
Jerusalén, convertidas en desierto y
devastación, como están hoy.
7 Ahora, pues, así dice Yave Se¬
baot, Dios de Israel: ¿Por qué come¬
téis contra vosotros mismos ese gran
mal, de hacer que perezcan hombres
y mujeres, niños y mamones, de en
medio de Judá, sin que quede resto
alguno de vosotros, 8 provocándome
con las obras de vuestras manos,
JEREMÍAS, 44
e.<so
ofreciendo incienso a los dioses ajenos
en la tierra de Egipto, a que habéis
venido a habitar, y desaparezcáis y
seáis maldición y oprobio de todas
las gentes?
9 ¿Habéis por ventura olvidado las
iniquidades de vuestros padres, de
los reyes de Judá, de sus mujeres;
las vuestras y las de vuestras muje¬
res, las cometidas en la tierra de
Judá y en las calles de Jerusalén?
10 ]No se han arrepentido todavía
hoyl No han tenido temor ni han
seguido la ley de Yave y mis pre¬
ceptos, los que os di a vosotros y a
vuestros padres.
11 Por tanto, así dice Yave Sebaot,
Dios de Israel: Yo volveré a vosotros
mi rostro para mal, y exterminaré
a todo Judá; 12 y tomaré a los restos
de Judá que volvieron su roslro a
Egipto para venir y habitar en él,
y perecerán todos en tierra de Egipto;
caerán por la espada, morirán de
hambre, desde el más pequeño hasta
el más grande; morirán de espada o
de hambre, y serán execración, asom¬
bro, maldición y oprobio. 13 Yo
ajustaré cuentas a los que habitan
en tierra de Egipto, como se las
ajusté a los de Jerusalén, por la
espada, por el hambre y por la peste.
14 No habrá fugitivos ni supervi¬
vientes de los restos de Juád venidos
a habitar en Egipto, que vuelvan a
la tierra de Judá, objeto de las ansias
de su alma, a la que querrían volver
para habitar, si no es algún fugitivo.
16 Entonces todos los hombres,
sabedores de que sus mujeres ofre¬
cían incienso a los dioses ajenos, y
todas las mujeres, reunidas en gran
asamblea, y todos los del pueblo
que habitaban en Egipto, en la región
de Patros, respondieron a Jeremías:
16 No te eseuciiaremos en lo que nos
dices en nombre de Yave, 17 sino que
persistiremos en hacer todo cuanto
nos’venga en boca, quemando in¬
cienso a la reina del cielo y ofre¬
ciendo libaciones, como antes liemos
hecho e hicieron nuestros padres,
nuestros reyes y nuestros magnates,
en las ciudades de Judá y en las
plazas de Jerusalén, viéndonos enton¬
ces hartos de pan y felices, sin expe¬
rimentar la desdicha; 18 mientras
desde que dejamos de quemar in¬
cienso a la reina del cielo y ofrecerle
libaciones, carecemos de todo y nos
consume la espada y el hambre.
19 Y si nosotros quemamos incienso
a la reina del cielo y la ofrecemos
libaciones, ¿es acaso sin nuestros
maridos como hacemos las tortas,
para ofrecérselas a su imagen y
hacerle las libaciones?
20 Y dijo Jeremías a todo el pue¬
blo, a los hombres v a las mujeres,
a todos los que así le habían respon¬
dido: 21 jQuél El incienso que en las
ciudades de Judá y en las plazas de
Jerusalén quemásteis vosotros, vues¬
tros padres y vuestros reyes, vuestros
magnates y todo el pueblo, ¿no lo
ha recordado Yave y no lo ha tenido
presente? 22 No podía ya soportar
Yave la malicia de vuestras perver¬
sidades y vuestras abominaciones, y
por eso vuestra tierra ha sido con¬
vertida en un desierto inhabitado,
hecha horror y maldición, como está
hoy. 23 Por haber adorado a los ídolos,
pecando contra Yave, sin oír su voz
ni seguir su ley, sus preceptos y sus
amonestaciones, por eso han venido
sobre vosotros todos esos males que
hoy padecéis.
24 Dijo, pues, Jeremías a todo el
pueblo y a todas las mujeres: Oíd
la palabra de Yave, todos los de
Judá que habitáis en tierra de Egipto:
26 Así dice Yave Sebaot, Dios de
Israel: Vosotros y vuestras mujeres
lo decís con vuestra boca, y lo haréis
con vuestras manos; decís: Cumpli¬
remos los votos que hemos hecho
de quemar incienso a la reina del
cielo y ofrecerle libaciones. Cierta¬
mente los cumpliréis; ciertamente los
pondréis por obra.
26 Oíd, pues, la palabra de Yave,
todos los de Judá que habitáis en
Egipto: Yo me juro por mi gran
nombro, palabra de Yave, que no
será ya más pronunciado mi nombre
por boca de ningún hombre de Judá,
diciendo: (Vive Yave!, en toda la
tierra de Egipto. 27 Yo velaré sobre
ellos para mal, no para bien, y todos
los varones de Judá que habitan en
tierra de Egipto serán consumidos
por la espada y por el hambre, hasta
que perezcan del todo; 28 V los que
escapen a la espada, volverán de la
tierra de Egipto a la tierra de Judá
muy pocos en número; y los restos de
Judá que han entrado en tierra de
Egipto sabrán qué palabra es la que
se cumple, si la mía o la suya. 56 Y
he aquí la señal, palabra de Yave, de
que yo os pediré cuentas en este
lugar v de que se realizará mi palabra
colilla Vosotros para Nuestro nial.
JEREMÍAS, 45, 46
681
30 Así dice Yave: Yo entregaré al
Faraón Hofra, rey de Egipto, en
manos de sus enemigos, en manos
de los que de muerte le persiguen,
como entregué a Sedecías, rey de
Judá, en manos de Nabucodonosor,
rey de Babel, su enemigo, que de
muerte le perseguía.
Palabras del Señor a llame.
4 ^1 1 Palabras que dijo Jeremías,
profeta, a Baruc, hijo de Herías,
cuando escribía estas cosas en un
volumen al dictado de Jeremías, el
año cuarto de Joaquim, hijo de Josías,
rey de Judá. 2 Así dice Yave, Dios de
Israel, a ti, Baruc: 3 Tú dices: \Ay
mísero de mí, que Y r ave no hace más
que añadir dolor a mi dolorl Me
canso de gemir y no hallo reposo.
4 Así dice Yave: Dile esto: He aquí
que lo que yo había edificado lo
destruyo, lo que había plantado lo
arranco. 5 ¡Y tú pides para ti grandes
cosas! No las pidas, pues mientras
vo hago venir males sobre toda carne,
le dejo a ti salva la vida donde quiera
que vas.
(iontra el Efjipto.
Ih 1 Palabras de Yave a Jeremías
contra las gentes; 2 a Egipto,
contra el ejército del Faraón Necao,
rey de Egipto, que estaba en Car-
camis, junto al río Eufrates, al que
derrotó Nabucodonosor, rey de Babel,
el cuarto añó de Joaquim, hijo de
Josías, rey de Judá.
3 Preparad escudo y broquel, mar¬
chad a la guerra, aparejad los caba¬
llos. 4 A montar, caballeros; el casco
en la cabeza, limpiad las lanzas, ceñid
la loriga.
5 ¿Qué veo? Vacilan, vuelven la
espalda. Muertos los más valientes,
huyen veloces, sin mirar atrás. Terror
por doquier. Palabra de Yave.
6 No escapará el más veloz, no se
librará el más fuerte. Al norte, a
orillas del Eufrates, cayeron derro¬
tados.
7 ¿Quién es ése que avanza como
un río, cuyas aguas rugen como to¬
rrente? 8 Es Egipto, que sube como
el Nilo, cuyas aguas rugen como
torrente, que dice: Inundaré la
tierra, devastaré las ciudades con
sus moradores. 9 Adelante la caba¬
llería. Avancen los carros. Marchad,
valientes. Cus y Put, el escudo al
brazo; Ludim y Naftuim, los que
empuñan y pisan el arco. 10 Pero es
el día de Yave, Dios de los ejércitos,
día de venganza contra sus enemi¬
gos. La espada devorará, se hartará,
se saciará de su sangre. Día de gran
sacrificio a Yave. Dios de los ejér¬
citos, en tierras del norte, junto al
río Eufrates.
11 Sube a Calad en busca de bál¬
samo, virgen hija de Egipto. En
vano multiplicarás los remedios, no
hay cura para ti. 12 Oyeron las gentes
tu ignominia, y tus alaridos llenaron
la tierra. Tropezó el fuerte con el
fuerte, y ambos juntamente cayeron.
13 Palabras que dijo Yave a Jere¬
mías, profeta, sobre la venida de
Nabucodonosor, rey de Babel, a
Egipto, para batirlo: 14 Anunciadlo
al Egipto, publicadlo en Migdol, pro¬
paladlo en Memfis y Tafnis; decid:
¡Arriba, preparaos!, porque la espada
va a devorarlo todo en torno vuestro.
15 ¿Cómo huye Apis?Tu toro ha sido
abatido, porque Yave lo derribó.
16 Dícense unos a otros: ¡Ea! Vol¬
vámonos a nuestros pueblos, a la
tierra en que nacimos, ante la espada
destructora.
17 Al Faraón, rey de Egipto,
llamadle «ruido a destiempo ». 18 Vivo
yo, dice el rey, Yave Sebaot es su
nombre.. Como el Tabor entre los
montes y el Carmelo junto al mar,
así de fijo vendrá. 19 Lía el hato,
hija de Egipto, pues Memfis se con¬
vertirá en un desierto devastado e
inhabitado. 20 Es el Egipto una her¬
mosa novilla; del norte ha venido el
tábano a picarla.
21 Sus mercenarios eran como toros
cebados; pero también ellos volvieron
la espalda, huyeron todos, y no resis¬
tieron cuando les llegó el. día de la
destrucción, el día del castigo. 22 Su
voz es como silbido de serpiente en
fuga, pues vienen con gran poderío,
y los atacan con sus hachas, como
leñadores de la selva. 23 Arrasan
su bosque, palabra de Yave, pues
son innumerables, más que las lan¬
gostas; no pueden contarse. 24 Ha
•sido confundida la hija de Egipto,
entregada en manos del pueblo del
norte.
25 Dice Yave Sebaot, Dios de Israel:
Yo voy a castigar a Ainón de No,
V al Faraón que en él confía. 26 Y
los entregaré en manos de los que
JEREMÍAS, 47, 48
(¡82
los persiguen de muerte, en manos
de Nabucodonosor, rey de Babel, y
en manos de sus súbditos, y después
de esto el Egipto volverá a ser habi¬
tado como antes. Palabra de Yave.
27 Pero tú, siervo mío, Jacob, no
temas; no temas, Israel. Yo te liber¬
taré en la tierra lejana, y libraré a
tu descendencia del país del destierro,
y Jacob volverá a vivir tranquilo,
seguro y sin temor. 28 No temas, no,
siervo mío, Jacob, palabra de Yave,
que yo estoy contigo, y destruiré a
todos los pueblos en que te he dis¬
persado; pero a ti no te destruiré,
sino que te castigaré según merezcas;
no te dejaré impune.
Contra los filisteos.
47 1 Palabra que dirigió Yave a
Jeremías sobre los filisteos,
antes que el Faraón tomara a Gaza.
2 Así dice Yave:
Mirad, las aguas suben del norte,
son como torrente desbordado; inun¬
dan la tierra en toda su amplitud,
la ciudad y sus moradores. Lanzan
gritos los hombres, y claman todos
los habitantes de la tierra, 3 al estré¬
pito del galopar de sus caballos, al
estruendo de los carros, al retumbar
de sus ruedas. Los padres no cuidan
de sus hijos, cáenseles los brazos.
4 Es que llega el día, el día de la
ruina de los filisteos; de arrancar a
Tiro y a Sidón cuantos aliados les
quedan todavía. Es Yave que des¬
truye a los filisteos, a los retoños
de las islas de Caftor. 6 Gaza se ha
rasurado la cabeza, Ascalón está des¬
greñada, los retoños de Enac se
hieren sin piedad.
6 [Oh espada de Yave! ¿Hasta
cuándo no querrás cesar? Vuelve a la
vaina, descansa, reposa. 7 ¿Cómo va
a cesar, si es Yave quien la manda?
Contra Ascalón y contra la región
marítima la mandó.
Contra IWnal».
4 !; 1 Así dice Yave Sebaot, Dios de
Israel: |Ay de Ncbo! Está devas¬
tada. Confundida y conquistada está
(ariataím; 2 confundida y conster¬
nada Pisga; huyó la gloria de Moab.
En Hcsebón se trama su mal: [Ea!,
borrémosla de entre los pueblos. Tam¬
bién tú, Dimón, sucumbirás. La
espada se vuelve contra ti.
8 Oíd: Gritos en Horonaím. Devas¬
tación, ruina inmensa. 4 Moab está
destrozado. Los alaridos se oyen hasta
en Segor. 6 Por la subida de Luit
suben llantos, por la bajada de Horo¬
naím bajan gritos de angustia. 6 Huid,
salvaos, corred como onagros. 7 Por
haber puesto tu confianza en tus
fortalezas y en tus tesoros, también
tú serás tomada. Irá Camos al des¬
tierro, y con él sus sacerdotes y sus
magnates. 8 Entrará el conquistador
en todas las ciudades, ninguna se
salvará. El valle será arrasado, el
llano devastado, como lo ha dicho
Yave. 8 Alzad a Moab un sepulcro,
pues ha sido enteramente destruido.
Sus ciudades se convertirán en de¬
sierto, sin que haya quien las habite.
10 [Maldito el que ejecute negligen¬
temente la obra de Yave, maldito
quien retraiga la espada de la sangre!
11 Tranquilo estuvo Moab desde su
adolescencia; reposado sobre sus he¬
ces, no había sido trasegado de tinaja
en tinaja, llevado al destierro. Por
eso conservó su gusto y, 110 se disipó
su aroma; 12 pero ahora viene tiempo,
dice Yave, en que yo le mandaré
trasegadores que le trasegarán, que
vaciarán las tinajas y las romperán.
13 Y será confundido Moab por Camos,
como lo fué la casa de Israel por
Betel, su esperanza. 14 ¿Cómo decíais:
Somos valientes, hombres fuertes para
la lucha? 16 El devastador de Moab
sube contra él, la flor de su juventud
baja para la matanza. Palabra del
Rey, Yave Sebaot su nombre.
16 Ya se acerca la ruina de Moab,
su mal corre velozmente. 17 Lloradle
todos sus vecinos, todos los que por
su fama le conocéis. Decid: ¿Cómo
así ha sido roto el cetro poderoso,
el báculo glorioso? 18 Desciende de
tu magnificencia y siéntate en el
cieno, hija de Dibón, que ya sube
contra ti el devastador de Moab,
que arrasará tus fortalezas. 18 Sal
al camino y atalaya, habitante de
Aroer; pregunta a los huidos, a los
que se han salvado, ¿qué pasó?
20 Avergonzado está Moab: ha sido
derrotado. Clamad, gritad, anun¬
ciadlo en el Arnón: Moab ha sido
devastado. 21 Se ha cumplido el cas¬
tigo contra los moradores del Helón,
contra Jasa, contra Mefat 22 y contra
Dibón, contra Xebo, contra Betai-
blataím; 23 contra Cariataím, contra
JEREMÍAS, 49
6 83
Betgamul, contra Betmaón, 24 contra
Cariot, contra Bosra, contra todas
las ciudades de Moab, cercanas y
lejanas. 25 El poder de Moab ha sido
abatido, roto ha sido su brazo.
Palabra de Yave.
26 Emborrachadle, pues se alzó
contra Yave; que vomite, y sea tam¬
bién el objeto de burla. 27 ¿No te
burlabas de Israel, como de ladrón
cogido, y hablabas de él moviendo
burlonamente la cabeza? 28 Abando¬
nad vuestras ciudades, habitantes de
Moab, y refugiaros en las cuevas.
Sed como la paloma bravia, que
anida en los agujeros de las rocas.
29 Conocida es la soberbia de Moab,
el soberbio; su orgullo, su altanería,
su arrogancia, la altivez de su corazón.
30 Yo conozco bien su jactancia, pala¬
bra de Yave, sus vanas bravatas,
sus fútiles obras. 31 Por eso gimo por
Moab, me lamento por Moab todo,
y lloro a las gentes de Quirheres.
32 Lloro contigo más que Jazer por
la vida de Sabama. Tus ramas atra¬
vesaron el mar y se extendieron
hasta Jazer. Sobre tu cosecha y tu
vendimia se arrojó el devastador.
33 Huyeron de los vergeles de Moab
el regocijo y la alegría. Yo he vaciado
el vino de tus tinajas, no pisará
ya más el lagarero. No serán ya
cantos los cantos del lagar. 34 Los
alaridos llegan de Hesebón, llegan
hasta Eleale. Se extiende su rumor
hasta Jasa, desde Segor hasta Horo-
naím y Eglatselisa. Sí, aun los rega¬
díos de Nimri se secarán.
35 Yo haré desaparecer de Moab,
palabra de Yave, a los que suben a
sus alturas a ofrecer incienso a sus
dioses. 36 Por eso mi corazón suspira
como una fronda por Moab; por las
gentes de Quirheres suspira como
una flauta, por la pérdida de cuantos
bienes habían adquirido.
87 Toda cabeza ha sido rapada, toda
barba rasurada. Hay cilicios en todas
las manos y sacos en todas las espal¬
das. 38 Sobre todos los terrados de
Moab y en todas sus plazas hay
llantos, porque he roto a Moab, como
se rompe un cacharro enojoso. Pala¬
bra de Yave.
39 ¿Cómo volvió Moab lleno de
espanto las espaldas, gritando? ¿Cómo
dió al yugo la cerviz vergonzosa¬
mente? Es objeto de burla y de
irrisión para cuantos le rodean. 40 Por
eso dice Yave: Sí, viene volando
como el águila, y extiende sobre
Moab sus alas. 41 Sus ciudades serán
tomadas, asaltadas sus fortalezas; y
entonces el corazón de los guerreros
de Moab será como el de mujer en
parto. 42 Y dejará Moab de ser una
nación, por haberse alzado contra
Yave.
43 Terror, hoya y red contra vos¬
otros, moradores de Moab, palabra
de Yave. 44 El que escape al terror,
caerá en la hoya; el que se libre de
la hoya, será cogido en la red. Yo
haré venir todo esto contra Moab,
el día de su castigo. Palabra de
Yave. 45 Se detienen a la sombra
de Hesebón, extenuados por la fuga.
Pero suben de Hesebón las llamas,
sale el fuego de los palacios de Sijor,
que devora las sienes de Moab, la
coronilla de los jactanciosos.
46 ¡Ay de ti, Moabl Acabaste,
pueblo de Camos. Tus hijos y tus
hijas son llevados cautivos. Pero al
fin de los días yo haré volver a los
cautivos de Moab. Palabra de Yave.
Hasta aquí el juicio de Moab.
Contra Aimnfm.
JO 1 A los hijos de Ammón, así
* * dice Yave: ¿Por ventura no
tiene hijos Israel ? ¿No tiene heredero ?
¿Por qué, pues, Melcom ha heredado
a Gad y ocupa sus ciudades? 2 Por
eso viene tiempo, palabra de Yave
en que yo haré oír a Rabatamón los
gritos de guerra. Quedará convertido
en un montón de ruinas, sus ciudades
serán quemadas. Y poseerá Israel lo
de sus poseedores. Palabra de Yave.
3 ¡Grita, Hesebón! Ha sido devas¬
tada Hai. Gritad, hijas de Rabat
ceñios cilicios, llorad, corred de uno
a otro lado por los apriscos, porque
Melcom será llevado cautivo, y con
él sus sacerdotes y sus magnates.
4 ¿Por qué te glorias de tus valles?
Muy fértiles son, hija rebelde, y
confías en tu riqueza, y dices: ¿Quién
vendrá contra mí? 5 Yo traeré sobre
ti el terror de cuantos te rodean,
palabra de Yave, y os dispersaréis
cada uno por su lado, y no habrá
quien reúna a los huidos. 6 Y después
de esto yo haré volver la cautividad
de los hijos de Ammón. Palabra de
Yave.
Contra Edoin.
7 A Edom, así dice Yave Sebaot:
¿No hay sabiduría en Temán ? ¿Huyó
JEREMÍAS, 49
b8 A
de sus hijos el consejo? ¿Se ha des¬
vanecido su prudencia? Huid, vol¬
ved las espaldas, buscad refugios pro¬
fundos, habitantes de Dedán, porque
se acerca la ruina de Esaú, el tiempo
de su castigo. 9 Cuando vengan contra
ti los viñadores, no te dejarán un
racimo. Cuando de noche te asalten
los ladrones, se llevarán cuanto les
convenga. 10 Soy yo quien despoja
a Esaú, vo descubriré sus escondites,
no podrá ocultarse. Su pueblo sera
destruido, sus hermanos y sus vecinos
dejarán de ser.
11 Deja a tus huérfanos, que yo los
haré vivir, que cuenten conmigo tus
viudas. 12 Porque así dice Yave:
Los que no hubieran debido beber el
cáliz, han tenido que beberlo, ¿y vas
a quedar tú impune? Xo quedarás,
no, lo beberás. 13 Porque he jurado
por mí mismo, palabra de \ ave;
soledad, objeto de horror y de opro¬
bio será Bosra, y sus ciudades ruinas
por siempre.
14 He recibido de Yave una noticia,
ha sido enviado un heraldo por los
pueblos: Reunios y marchad contra
él, alzaos para hacerle la guerra.
15 Yo te haré pequeño entre los pue¬
blos, desprecio de los hombres. 16 Te
ha engañado tu arrogancia, la alta¬
nería de tu corazón. Habitas en los
linéeos de las rocas, v escalas las
crestas de los montes. Aunque pongas
tan alto como el águila tu nido, de
allí te haré bajar. Palabra de Yave.
17 Edom vendrá a ser objeto de
horror, el viandante se quedará estu¬
pefacto. Y contemplará sus ruinas
silbando burlonamente. 18 Destruido
como Sodoma y (3omorra, con sus
ciudades vecinas, dice Yave. Xo habrá
quien la habite, ni hijo de hombre
que la cultive. 19 Como un león subirá
desde los boscajes del Jordán a los
pastos siempre verdes. En un mo¬
mento los arrojaré de ellos, y esta¬
bleceré allí a quien me plazca. ¿Pues
quién como vo? ¿Quién podra po¬
nerme plazos? ¿Quién es el pastor
que me liará frente?
30 Oíd, pues, los designios de ^ ave
contra Edom, los planes que traza
contra Teman. En verdad que serán
conducidos por lo más ruin del re¬
baño, v a su vista se espantarán sus
pastizales. 21 Temblará la tierra al
fragor de su ruina, y se oirán sus
alaridos en el mar Rojo. 22 Como
águila subirá, volará, y extenderá sus
alas sobre Bosra; y el corazón de sus
guerreros será entonces como el cora¬
zón de mujer en parto.
Contra Damasco.
23 Contra Damasco: Amat y Arfad
están cubiertas de vergüenza. Les na
llegado una mala nueva, se contur¬
baron, v se agitan como se agita el
mar, v~ no hallan descanso.
24 Damasco, acobardada, se dis¬
pone a la fuga; es presa del terror,
siente angustias v dolores como de
parturienta. 25 ¿Cómo ha quedado
desierta la ciudad gloriosa, la ciudad
de la alegría? 26 Por eso caerá en sus
plazas su juventud, y todos sus hom¬
ares de guerra perecerán en aquel
día. Palabra de Yave Sebaot. 27 \ o
pegaré fuego a los muros de Damasco,
que consumirá los palacios de Bc-
nadad.
Contra los árabes.
— Contra Cedar y el reino de Jasor,
que destruvó Xabucodonosor, rey de
Rabel, así dice Yave: Levantaos,
marchad contra Cedar y devastad a
los hijos del oriente. 29 Y se apode¬
rarán de sus tiendas y de sus ganados,
de sus tapices, de todos sus utensilios,
de sus camellos, y esparcirán el
terror en torno suyo.
30 Huid, escapad a toda prisa,
buscad escondidos refugios, habi¬
tantes de Jasor. Palabra de \ ave.
Porque Xabucodonosor, rey de Babel,
ha trazado contra vosotros sus pla¬
nes y está haciendo proyectos contra
vosotros.
31 Alzaos, marchad contra una
gente tranquila y confiada, palabra
de Yave, que no tiene puertas m
cerrojos y habita aislada. " beian
el bolín sus camellos y la presa sus
ganados. Yo dispersaré a todos los
vientos a esos sienes rapadas, y de
todos sus confines haré venir sobre
ellos la ruina. Palabra de i ave.
33 Y se convertirá Jasor en guarida
de dragones, y quedará por siempre
desierta. Xo morará en ella nadie,
ni la habitará hijo de hombre.
Contrn Khmi.
31 Palabra de Yave a Jeremías,
profeta, acerca de Elani, que le fue
dirigida al comienzo <1**1 reinado de
Sedeeias, rey de Juila:
JEREMIAS, 60
6 85
35 Así dice Yave Sebaot: Yo rom¬
peré el arco de Elam, el fundamento
de su fuerza. 36 Yo desencadenaré
contra Elam los cuatro vientos de
los cuatro confines del cielo. A todos
estos vientos los dispersaré, y no
habrá nación que no vea llegar a
ella a los fugitivos de Elam. 37 Yo
haré temblar a Elam, ante sus ene¬
migos, ante los que buscan su vida.
Yo haré venir sobre ellos el mal, el
furor de mi cólera. Palabra de Yave.
Yo mandaré en su persecución la
espada hasta destruirlos. 38 Yo pondré
mi trono sobre Elam, y haré perecer
al rey y a sus grandes. Palabra de
Yave. 39 Pero al fin de los días
haré volver a los cautivos de Elam.
Palabra de Yave.
Contra Babel.
50 1 Palabras que dirigió Yave a
Jeremías, profeta, acerca de
Babel y de la tierra de los caldeos:
2 Anunciadlo a las gentes, pregonadlo,
alzad bandera, publicadlo, no lo ca¬
lléis: Cayó Babel, lleno de vergüenza
está Bel, vencido está Marduc, con¬
fundidos sus ídolos, abatidos sus
dioses (1).
3 Del septentrión avanza contra
ella un pueblo que hará de su tierra
soledad en que no habitará nadie;
hombres y ganados huyeron, des¬
aparecieron. 4 Entonces, en aquellos
días, vendrán los hijos de Israel, y
con ellos los hijos de Judá. Seguirán
su camiuo llorando, y buscarán a
Yave, su Dios. 5 Preguntarán por el
camino de Sión, y se volverán hacia
ella sus rostros: «Vamos y liguémonos
con Yave, con pacto eterno que no
se olvide jamás. »
6 Rebaño descarriado ha venido
a ser mi pueblo. Sus pastores le en¬
gañaron, y le hicieron vagar por los
montes. Anduvieron de monte en
collado, se olvidaron del aprisco.
7 Cuantos los hallaron los devoraban,
V se decían sus enemigos. No hay
delito en ello, porque han pecado
contra Yave, sede de la justicia.
Contra Yave, firme esperanza de sus
padres.
(i) Bel era el dios nacional de la antigua Nip-
puar; Marduc, el de la antigua Babel. Cuando
ésta logró la hegemonía política. Marduc vino
a ser el principal dios tutelar de Babilonia, y Bel
fue llamado Bel-Marduc, y así Jeremías les llama
Bel y Marduc.
8 Huid del recinto de Babel, de la
tierra de los caldeos. Sed como cabes¬
tros a la cabeza del ganado, 9 porque
voy a suscitar y a lanzar contra Babel
un gran conglomerado de muchas
gentes del norte, que la asediarán y
la tomarán. Sus saetas, como de gue¬
rreros adiestrados, no errarán el
blanco. 10 Y será dada la Caldea al
pillaje, y se hartarán los conquista¬
dores de sus despojos. Palabra de
Yave.
11 Alegraos ahora, regocijaos, des¬
pojadores de mi heredad. Saltad como
novilla sobre la hierba, relinchad como
sementales. 12 Grande será la confu¬
sión de vuestra madre, grande la
vergüenza de la que os engendró.
Será la última de las naciones, un
desierto, soledad, sequedad. 13 La
ira de Yave la dejará deshabitada,
la convertirá en soledad; cuantos
pasen por Babel se espantarán, y sil¬
barán contra ella su total destrucción.
14 Aprestaos contra Babel y sus
contornos cuantos tendéis el arco.
Combatidla, no escatiméis las saetas,
porque pecó contra Yave. 15 Lanzad
de todas partes contra ella el grito
de guerra; en todas partes se rinde.
Cayeron sus torres, han sido arrasa¬
dos sus muros. Es la venganza de
Yave. Vengaos de ellos, haced con
ella lo que ella hizo (1). 16 Disper¬
sad de Babel a los sembradores y a
los que siegan al tiempo de la cosecha.
Ante la espada devastadora, cada
.uno se volverá a su pueblo, cada
uno huirá a su tierra.
17 Israel es un rebaño disperso,
leones le dispersaron. Primero le
devoró el rey de Asur; luego Nabuco-
donosor, rey de Babel, le rompió
los huesos. 18 Por eso, así dice Yave
Sebaot, Dios de Israel: Yo castigaré
al rey de Babel, y su tierra como
castigué al rey de Asur. 19 Y traeré a
Israel a sus pastizales, y se apacen¬
tará en el Carmelo y en Basán, y se
saciará en el monte de Efraím y en
Galad. 20 Entonces, en aquellos días,
se buscará la iniquidad de Israel y
no se hallará, el pecado de Judá y
no parecerá, porque yo seré propicio
a los que queden.
21 Sube, joh espadal, contra la
tierra de Merotaím, y contra los habi¬
tantes de Pecod. Espada, acuchilla
(i) Es el logro del anhelo expresado por e
autor del Sal. 137, «dichoso quien te dé tu pago,
el que a nosotros nos diste tú*.
686
JEREMÍAS, 51
y mata tras ellos, palabra de Yave,
y haz cuanto yo te he mandado.
22 Estruendo de guerra en la tierra,
inmensa ruina. 23 ¿Cómo has sido
roto en pedazos, martillo de toda la
tierra? ¿Cómo has venido a ser
Babel, horror de las gentes? 24 Soy
yo quien te ha tendido la red, y sin
darte cuenta quedaste presa en ella.
No lo dudes. Babel; estás cogida, has
sido apresada, porque provocaste a
Yave. 26 Yave abrió sus arsenales,
ha sacado las armas de su cólera.
Porque tenía un quehacer Yave Se-
baot en la tierra de los caldeos.
28 Venid de los últimos confines contra
ella, abrid sus graneros, haced de
ella montones como de gavillas, y
destruid, que no quede nada. 27 Matad
todos sus toros, que vayan al mata¬
dero. ]Ay de cllosl Les llegó su día,
el día de su castigo.
28 Rumor de tumulto de los fugi¬
tivos, de los que escapan de la tierra
de Babel. Anunciad en Sión la ven¬
ganza de Yave, nuestro Dios, la
venganza de su templo. 29 Convocad
contra Babel a cuantos tienden el
arco; cercadla, que no escape nadie,
dadle su merecido. Haced con ella
como ella hizo. Pues se irguió contra
Yave, contra el Santo de Israel.
30 Por eso caerá en sus plazas su
juventud, y todos sus hombres de
guerra perecerán aquel día.
31 Heme aquí contra ti, insolente,
palabra del Señor, Dios Scbaot,
palabra de Yave; ha llegado tu día,
el día de tu castigo. 32 Vacila la inso¬
lente. Caerá, y nadie podrá ya levan¬
tarla. Yo pegaré fuego a sus ciudades,
que las consumirá con todos sus
alrededores.
33 Así dice Yave Sebaot: Los hijos
de Israel viven en la opresión, y con
ellos los hijos de Judá. Cuantos los
hicieron esclavos los retienen y rehú¬
san soltarlos; 34 Pero su libertador
es fuerte, se llama Yave Scbaot,
él sabrá defender su causa, conmo¬
viendo la tierra, para dar reposo a
la tierra y confusión a los habitantes
de Babel.
36 ]Espada contra los caldcosl
Palabra de Yave, y contra los mora¬
dores de Babel, contra sus grandes
y contra sus sabios. 38 Espada contra
sus mentirosos adivinos, que serán
tenidos por necios. Espada contra
sus hombres de guerra, que se llena¬
rán de pavor. 37 Espada contra sus
caballos y contra sus carros, y contra
todo el pueblo, contra sus habitan¬
tes, que se harán como mujeres.
Espada contra sus tesoros, que serán
saqueados. 38 Espada contra sus
aguas, que se secarán, porque es
tierra de .ídolos y se vuelven locos
con sus terrizos. 39 Por eso se con¬
vertirá en cubil de dragones y cha¬
cales, en morada de avestruces Y no
será más habitada y poblada por
siglos, ni reedificada por genera¬
ciones y generaciones. 40 Como des¬
truyó Yave a Sodoma y a Gomorra y
las ciudades vecinas, no habitará
hombre en ella, ni morará en ella
hijo de hombre.
41 Ya viene del norte un pueblo,
un pueblo grande con muchos reyes.
Se alza desde los confines de la tierra.
42 Empuñan el arco y el venablo,
son crueles y sin piedad. Su estré¬
pito es como el mugido del mar;
montan caballos, vienen con todos
los pertrechos de guerra contra ti,
hija de Babel. 43 El rey de Babel ha
recibido la noticia, se le han caído
los brazos, es presa de la angustia
y de dolores como mujer en parto.
44 Vedle, se lanza como Icón que
sube de los boscajes del Jordán a
los pastos siempre verdes. En uu
momento quedan desiertos, y esta¬
blezco allí a quien me place. ¿Pues
quién como yo? ¿Quién me resistirá?
¿Quién es el pastor que podrá opo¬
nérseme? 46 Oíd, pues, los designios
de Yave contra Babel, sus planes
contra la Caldea. Irán conducidos
por lo más ruin del rebaño, y a su
vista los pastizales se asombrarán.
48 Al rumor de la conquista de Babel
temblará la tierra, sus ecos reper¬
cutirán en las naciones.
1 1 Así dice Yave: Yo voy a sus-
* citar contra Babel y contra los
habitantes de la Caldea el espíritu
destructor; 2 y mandaré contra Babel
bieldadorcs que la bielden, que liarán
evacuar su tierra, y vendrán de todas
partes contra ella el día de su mise¬
ria. 3 No deje, pues, el arquero su
arco de la inano, ni se desciña la
malla. No perdonéis a su juventud,
exterminad todo su ejército. 4 Que
caigan muertos sobre la tierra de
Caldea, traspasados en sus plazas.
Pues ese pueblo está lleno de iniqui¬
dades ante el Santo de Israel. 6 No
son ya Israel ni Judá ex viudas de
su Dios, de Yave Sebaot.
8 Huid de Babel, salve cada uno
JEREMÍAS, 51
687
su vida, no perezcáis por su ini¬
quidad. Es el tiempo de la venganza
de Yave; va a darle su merecido.
7 Era Babel como cáliz de oro en
manos de Yave. Sirvió para embria¬
gar a toda la tierra; los pueblos bebie¬
ron de su vino y enloquecieron (1).
8 De repente Babel ha caído y se ha
roto; gemid por ella. Id en busca de
bálsamo para su herida, a ver si
sana. 9 Hemos querido curarla, pero
no se ha curado; dejémosla. Vámonos
cada uno a nuestra tierra, porque
sube su maldad hasta los cielos y
se eleva hasta las nubes.
10 Yave ha hecho justicia a nues¬
tra causa; venid, anunciemos en Sión
la obra de Yave, nuestro Dios. 11 Afi¬
lad las saetas, llenad las aljabas,
Yave ha excitado el espíritu del rey
de los medos. Tiene contra Babel un
proyecto: destruirla. Es la venganza
de Yave, la venganza de su templo.
12 Alzad las banderas sobre los
muros de Babel, estrechad el cerco,
poned centinelas y disponed embos¬
cadas; porque hará Yave como lo
pensó, todo cuanto ha dicho contra
los habitantes de Babel. 13 Tú que
te sientas entre grandes canales, rica
de tesoros, ha venido tu fin, la me¬
dida a que cortar el hilo de tu vida.
14 Por sí mismo lo juró Yave Sebaot:
Te inundaré de hombres, más en
número que las langostas, que lan¬
zarán contra ti sus gritos de triunfo.
15 El con su poder ha hecho la
tierra, con su sabiduría cimentó el
orbe, y con su inteligencia tendió
los cielos. 16 A su voz se congregan
las aguas del cielo, él hace subir
las nubes desde los confines de la
tierra; hace brillar el rayo entre la
lluvia, y saca los vientos de sus es¬
condrijos.
17 Embrutecióse el hombre sin
conocimiento; los orífices se cubrie¬
ron de ignominia, haciendo sus ídolos,
pues no funden sino vanidades, que .
no tienen vida, 18 nada, obra ridicula.
El día de la cuenta perecerán.
19 No es como ésta la herencia de
Jacob, sino el creador de todas las
cosas; su nombre es Yave Sebaot,
e Israel es su pueblo. 20 Tú me ser¬
viste de maza de guerra. En ti y por
(r) Babel, como instrumento de la ira de
Dios, desoló y oprimió a muchos pueblos, dán¬
doles a beber el cáliz de la ira del Señor; pero
también para ella ha llegado la hora, y a su vez
ha de beberlo.
ti aplaste pueblos; en ti y por t
destruí reinos; 21 en ti y por ti aplasté
al caballo y al caballero; en ti y
por ti aplasté al carro y al conductor;
22 en ti y por ti aplasté a hombres y
mujeres; en ti y por ti aplasté a
viejos y niños; en ti y por ti aplasté
a mozos y doncellas; 23 en ti y por ti
aplasté al pastor y a su rebaño;
en ti y por ti aplasté al labrador y a
su yunta; en ti y por ti aplasté a
gobernantes y jueces.
24 Pero yo devolveré a Babel y a
todos los habitantes de la Caldea
todo el mal que a vuestros ojos hicie¬
ron ellos a Sión. 25 Heme aquí contra
ti, monte de destrucción, palabra
de Yave, que destruyó toda la tierra.
Yo extenderé mi mano sobre ti y
te haré rodar desde lo alto de las
rocas, y haré de ti mi horno encendido.
26 No se sacará más de ti una piedra an¬
gular ni una piedra de cimiento. Sersá
siempre ruina. Palabra de Yave.
27 Alzad bandera en la tierra,
tocad las trompetas en los pueblos,
santificad para la guerra contra ella
a las gentes, convocad contra ella
los reinos de Azarat, de Menni y de
Ascenez. Nombrad contra ella jefes,
lanzad contra ella los caballos, como
espesa nube de langostas. 28 Santi¬
ficad para la guerra contra ella a
las naciones, a los reyes de Media,
a sus jefes, a todos sus gobernantes y
a todo el pueblo de su jurisdicción.
29 La tierra toda tiembla y se
estremece, porque va a cumplirse el
designio de Yave contra Babel, de
hacer de ella un desierto inhabitable.
30 Los guerreros de Babel no luchan
ya en campo abierto, se han ence¬
rrado en las fortalezas. Han perdido
su valor, se han vuelto mujeres.
31 Se ve correr a los correos uno
tras otro, uno tras otro a los mensa¬
jeros, para anunciar al rey de Babel
que su ciudad está tomada del uno
al otro extremo. Sus casas están
ardiendo, sus puertas han sido rotas.
32 Los vados ocupados, los cañave¬
rales están ardiendo, y los hombres
de guerra abatidos.
33 Porque así dice Yave Sebaot,
Dios de Israel: La hija de Babel es
•como una era cuando se apisona
para la trilla; bien pronto le llegará
el tiempo de la recolección. 34 El
rey de Babel me devoró, me consu¬
mió, me dejó como vaso vacío. Me
tragó como dragón, y llenó su vien¬
tre de mis bocados más suculentos.
JEREMÍAS, 52
35 Sean sobre Babel mis carnes des¬
trozadas, dirá Siún. Caíga mi sangre
sobre los habitantes de la Caldca,
dirá Jerusalén. 36 Por eso así dice
Yave: Yo tomaré por mi cuenta tu
causa; yo te vengaré, yo secaré su
mar y cegaré sus manantiales; 37 y se
convertirá Babel en un montón de
ruinas, en cubil de dragones, objeto
de horror y de sarcasmo.
38 Todos a una rugen como leones,
gruñen como cachorros de leona.
39 En su fiebre yo les prepararé la
bebida, los embriagaré para que des¬
fallezcan y duerman el sueño eterno,
de que no despertarán. Palabra de
Yave. 40 Yo los llevaré al matadero,
como corderos, como carneros y
chivos. 41 ¿Cómo ha sido cogido
Sesac? ¿Cómo ha sido conquistada
la gloria de toda la tierra? ¿Cómo ha
venido a ser Babel objeto de horror
entre los pueblos?
42 Ha subido el mar contra Babel,
la ha sumergido bajo el cúmulo de
sus olas. 43 Sus ciudades han sido
devastadas; tierra árida y desierta,
que nadie habitará, por la que nadie
transitará. 44 Yo me ensañaré contra
Bel en Babel. Yo le liaré vomitar
por la boca cuanto engulló. Ya no
concurrirán más a él las gentes.
Caerán también las murallas de Babel.
46 Sal de ella, pueblo mío. Salve cada
cual su vida, ante el furor de la cólera
de Yave.
46 No os turbéis ni temáis por lós
rumores que se esparcirán por la
tierra. Un año correrá un rumor y el
otro otro, dominará en la tierra la
opresión, un tirano contra otro tirano.
47 Por eso vienen días en que yo
me ensañaré contra los ídolos de
Babel, y toda la tierra se cubrirá
de vergüenza, y sus muertos que¬
darán sobre ella. 48 Y ciclos y tierra
y cuanto liay en ellos aplaudirán
lo sucedido a Babel. Del norte ven¬
drán sus devastadores. Palabra de
Yave.) 49 Por los muertos de Israel
caerá Babel, como por Babel cayeron
los muertos de toda la tierra. 60 Los
que hayáis podido escapar a la espada,
partid, no os detengáis. En la tierra
lejana acordaos de Yave, que vuelva
Jerusalén a vuestra memoria.
61 Estamos llenos de vergüenza,
hemos sido ultrajados, nuestro rostro
se cubre de confusión. Entraron ex¬
tranjeros en el santuario del templo
de Yave. 62 Por eso vienen días,
palabra de Yave, en que yo des¬
truiré sus ídolos, y por toda su tierra
se oirá el gemir de los heridos.
53 Aunque se alzase Babel hasta el
cielo, e hiciera inaccesibles por lo
altas sus murallas, vendrán contra
ella devastadores traídos por mí.
Palabra de Yave.
64 Oyeuse los alaridos de Babel,
ruina grande en la tierra de los cal¬
deos. Porque devasta Yave a Babel
y pone fin a su gran jactancia; y
mugen sus olas como aguas desbor¬
dadas, retumban con estruendo,
66 porque ha venido contra ella el
devastador. Son apresados sus gue¬
rreros, rotos sus arcos, porque es
Yave, Dios de retribuciones, y les
dará su merecido.
67 Y emborracharé a sus grandes,
a sus sabios, a sus jefes, a sus magis¬
trados, a sus guerreros, y dormirán
un sueño eterno, del que no desper¬
tarán. Palabra del Bey, Sebaot su
nombre. 68 Así dice Yave Sebaot:
La ancha muralla de Babel será
enteramente arrasada, sus altas puer¬
tas quemadas; trabajaron en vano
tantas gentes, para el fuego.
69 Misión que encomendó Jeremías,
profeta, a Saraía, hijo de Nerías,
hijo de Masaía, al ir éste a Babilonia
con el rey Sedecías, el cuarto año
de su reinado. Saraía era entonces
gran intendente. 60 Escribió Jeremías
en un volumen todo el mal que había
de venir contra Babel, cuanto había
escrito contra Babilonia. 61 Y dijo
Jeremías a Saraía: Cuando llegues a
Babel, lee en voz alta todo esto;
62 y dirás: Yave, tú has hablado de
destruir este lugar, sin que haya ni
hombre ni ganado que lo habite,
hecho perpetua soledad. 63 Cuando
hayas acabado de leerlo, le atarás
una piedra y lo arrojarás en medio
del Eufrates, 64 diciendo: Así se
sumergirá Babel, sin alzarse ya más
del estrago y la destrucción que yo
traeré sobre ella. Hasta aquí las
palabras de Jeremías.
Cumplimiento «le la profecía de
Jeremías contra •Jerusalén.
•r 4 v 1 A la edad de veintiún años
comenzó a reinar Sedecías, y
reinó once años en Jerusalén. Su
madre fué Amital, hija de Jeremías,
de Lobna. 2 Hizo mal a los ojos de
Yave, como lo había hecho Joaquim,
2 encendiendo la cólera de Yave
JEREMÍAS, 52
OSO
contra Jerusalén y contra Judá, hasta
hacer que los arrojase de su presencia.
Sedecías se rebeló contra el rey de
Babel. 4 Y sucedió que el año nono
de su reinado, el décimo mes, el
diez del mes, vino Nabucodonosor,
rey de Babel, con todo su ejército
contra Jerusalén; la cercó, levantó
bastidas contra ella en derredor; 6 y
estuvo sitiada la ciudad hasta el
año undécimo del rey Sedecías. 6 El
mes cuarto, a nueve del mes, se
apoderó el hambre de la ciudad, y
no había en ella ya nada que comer.
7 Abrieron brecha en los muros, y
todos los hombres de guerra huyeron,
saliendo de la ciudad de noche, por
el camino de la puerta entre ambos
muros, que está junto a los jardines
reales, mientras los caldeos rodeaban
la ciudad. Tomaron el camino que
conduce al Araba. 8 El ejército caldeo
persiguió al rey, dándole alcance en
las llanuras bajas de Jericó, y todas
sus tropas le abandonaron y se dis¬
persaron. 9 Cogieron al rey, y le
llevaron ante el rey de Babel, en
Ribla, en la tierra de Hamat, donde
le juzgó. 10 El rey de Babel hizo
degollar a los hijos de Sedecías a la
vista de éste, e igualmente a los
grandes de Judá, en Ribla. 11 A
Sedecías le hizo sacar los ojos y le
cargó de cadenas de bronce, para
conducirle a Babel, donde le tuvo
encarcelado hasta el día de su muerte.
12 El quinto mes, el día diez del mes,
que es el año décimonono de Nabu-
codonosor, rey de Babel, vino Nebu-
saradán, jefe de la guardia real,
ministro del rey de Babel, a Jeru¬
salén, 13 y puso fuego al templo y al
palacio del rey y a todas las casas
de Jerusalén, quemando principal¬
mente todas las casas grandes; 14 y
el ejército de los caldeos que estaba
con el jefe de la guardia arrasó toda
la muralla que rodeaba a Jerusalén.
16 Los pobres del pueblo y del resto
del vulgo que habían quedado en la
ciudad, los prófugos que se habían
pasado al rey de Babel, y el resto
de los artesanos, los llevó Nebusa-
radán, jefe de la guardia, 16 dejando
sólo de los pobres de la tierra, viña¬
dores y labradores. 17 Rompieron
también las columnas de bronce que
había en el templo, las basas y el
inar de bronce del templo, y se lle¬
varon todo el bronce a Babel. 18 Co¬
gieron los calderos, las palas, los
cuchillos, las copas, las cucharas y
todos los utensilios del culto. 1M Igual¬
mente tomó el jefe de la guardia los
pilones, los braseros, las copas, las
calderas, los candelabros, las cucha¬
ras y los platos; todo cuanto era de
oro, por oro, o de plata, por plata;
20 las dos columnas, el mar de bronce
y los doce toros de bronce y las basas
que había hecho el rey Salomón para
‘ el templo, de un peso incalculable.
21 Las columnas eran de dieciocho
codos de altura cada una, doce de
anchura, y tenían cuatro dedos de
grueso, pues eran huecas por dentro.
22 Tenía cada columna su capitel de
bronce, de cinco codos de alto; todo
en torno de los capiteles había un
entretejido con granadas, todo de
bronce. Lo mismo la otra columna.
23 Eran noventa y seis las granadas
pendientes, ciento entre todas, sobre
el entretejido en derredor. 24 Y se
llevó el jefe de la guardia a Saraía,
sumo sacerdote, y a Sofonías el
segpndo, y a los tres prefectos del
vestíbulo. 25 De la ciudad llevó a un
eunuco intendente de las gentes de
guerra, a siete de los consejeros
íntimos del rey, que estaban en la
ciudad, al secretario del jefe del
ejército, encargado de la recluta, y
sesenta más del pueblo, que se halla¬
ban en la ciudad. 26 Y los llevó Nebu-
saradán, jefe de la guardia, ante el
rey de Babel, en Ribla; 27 y el rey
de Babel los hizo matar en Ribla,
en tierra de Emat, y Judá fué depor¬
tado de su tierra. 28 Estos son los
que deportó Nabucodonosor: El año
séptimo de su reinado, tres mil vein¬
titrés judíos; 29 el año dieciocho, ocho¬
cientos treinta y dos almas; 30 el
año veintitrés de Nabucodonosor
deportó Nebusaradán, jefe de la
guardia, setecientas cuarenta y cinco
almas; entre todos, pues, cuatro mil
seiscientas almas. 31 Y sucedió que
en el año treinta y siete de la depor¬
tación de Joaquim, rey de Judá, en
el duodécimo mes, el día veinticinco
de él, Evilmerodac, rey de Babel,
el año del comienzo de su reinado,
hizo gracia a Joaquim, rey de Judá,
y le sacó de la prisión. 32 Le habló
benévolamente, y puso su silla sobre
las de los otros reyes que estaban
con él en Babel. 33 Dejó sus vestidos
de preso y comió ya siempre a la
mesa del rey, por todos los días de
su vida. 34 Todo cuanto necesitaba
para su mantenimiento se lo dio
día por día hasta el de su muerte
44
INTRODUCCION A LAS LAMENTACIONES
DE JEREMIAS
N O (8 el texto hebreo , sino la versión griega , la que atribuye estos cantos a
Jeremías , y en ese testimonio se debe fundar principalmente la tradición
que señala a Jeremías como autor de ellos. Son las Lamentaciones cuatro cantos
alfabéticos , seguidos de una oración , cuyo tema es la soledad y ruina de Jeru-
8alén destruida por los caldeos. Tales composiciones eran usuales en Oriente ,
y sabemos que Jeremías dedicó unas lamentaciones a la muerte de Josías. Sti
ministerio pro fótico en los últimos años de Judá t el amor intenso que hacia
su pueblo sentía y lo mucho que trabajó por apartar de él las amenazas divinas ,
hacen de Jeremías el más apto cantor de las penas de Judá y le señalan como
autor de estos tiernos cantos. Muchos críticos , sin embargo } no se dejan con¬
vencer por estas razones , y alegan otras } no decisivas , en contra de tal
atribución. Todo esto ni pone en duda la inspiración divina , ni aminora el
mérito literario de estas endechas } que tan solemnemente resuenan en las igle¬
sias cristianas en los días de la Semana Santa , para llorar la ruina espiritual
de Israel.
LAMENTACIONES
I 1 2 3 4 Alcf: ¿Cómo se sienta en soledad
la ciudad populosa, es como viu¬
da la grande entre las naciones, la
señora de provincias ha sido hecha
tributaria ?
2 Bet.—Llora amargamente en la
noche, y corre el llanto por sus meji¬
llas. No tiene entre todos sus ama¬
dores quien la consuele. La fallaron
todos sus amigos, y se le volvieron
enemigos.
3 Guímel.—Emigró Judá a causa
de la aflicción y de la gran servi¬
dumbre. Mora entre las gentes sin
hallar reposo. Todos sus persegui¬
dores la dieron alcance y la estre¬
charon.
4 Dálct.—Los caminos de Sión están
en luto, por no haber quien venga a
las solemnidades. Todas sus puertas
por los suelos; sus sacerdotes gi¬
miendo; sus vírgenes escuálidas, y
ella llena de amargura.
6 He.-—Prevalecieron sus enemigos
y prosperaron los que la aborrecían,
pues la afligió Ya ve por la muche¬
dumbre de sus rebeldías. Sus niños
fueron a la cautividad delante del
enemigo.
® Yau.—Perdió la hija de Sión toda
su gloria. Sus príncipes fueron como
ciervos que no hallan pastos, y huye¬
ron sin fuerzas ante el perseguidor.
7 Zain.—Cuando cayó su pueblo en
manos del enemigo, sin que nadie
le ayudase, en los días de su aflicción
y de su vivir errante, acordóse Jeru»
salón de todos los bienes que de
LAMENTACIONES, 2
691
antiguo tuvo. Miráronla sus ene¬
migos, y se burlaron de su caída.
8 Jet.—Muchos son los pecados de
Jerusalén; por eso fue objeto de
aversión. Cuantos antes la honraron
la desprecian, viendo su desnudez,
y ella misma suspira y vuelve su
rostro.
9 Tet.—Su inmundicia manchaba
sus vestiduras, y no se cuidaba de
su fin; y cayó de modo sorprendente,
sin que nadie la consolara. Mira,
¡oh Yavel, mi aflicción, mira la arro¬
gancia del enemigo.
10 Yod.—Echó mano el enemigo a
todo lo precioso; vió penetrar en su
santuario a las gentes, de las cuales
mandaste que no entrasen en tu
congregación.
11 Caf.—Todo su pueblo va suspi¬
rando en busca de pan. Han dado
cuanto tenían de precioso para man¬
tener la vida. Mira, [oh Yavel, y
ve cuán abatida estoy.
12 Lámed.—¡Oh vosotros, cuantos
por aquí pasáis: Mirad, y ved si hay
dolor comparable a mi dolor, al dolor
con que yo soy atormentadal Afli¬
gióme Yave en el día de su ardiente
cólera.
13 Mem .-¿-Mandó desde lo alto
contra mí un fuego que consume mis
I huesos; tendió a mis pies una red,
y me hizo caer hacia atrás, y me
arrojó en la desolación, consumida
sin cesar por la tristeza.
14 Nun.—Ató con sus manos el
yugo de mis iniquidades. Entrete¬
jidas, me fueron puestas sobre la
cerviz, y me entregó Yave en manos
a que no puedo resistirme.
■ 15 Sámec.—Echó a tierra Yave a
todos mis guerreros en medio de
mí. Reunió contra mí un ejército,
para exterminar a mis mancebos.
Como en lagar ha pisado el Señor a
la virgen, hija de Judá.
16 Ayin.—Por eso lloro y manan
lágrimas mis ojos, y se alejó de mí
todo consuelo que aliviase mi alma.
Mis hijos han sido destruidos al
triunfar el enemigo.
17 Pe.—Tiende Sión sus manos,
pero nadie la consuela. Dió Yave
contra Jacob órdenes a los enemigos
que le rodeaban, y Jerusalén fue
para ellos objeto de abominación.
18 Sade.—Justo es Yave, pues yo
fui rebelde a sus mandatos. Oíd,
! pueblos todos, y ved mi dolor. Mis
: doncellas y mis mancebos han ido
al cautiverio.
19 Qof.—Llamé a voces a mis
amigos, pero me engañaron. Mis sacer¬
dotes y mis ancianos perecieron en
la ciudad, buscando comida con que
sostener sus vidas.
20 Res.—Mira, joh Yave!, mi an¬
gustia. Mis entrañas rugen, mi cora¬
zón se revuelve dentro de mí, por
haber sido rebelde. Fuera hizo estra¬
gos la espada; dentro, la mortandad.
21 Sin.—Oyen mis gemidos, y nadie
me consuela; todos mis enemigos
han sabido mi desgracia, y todos se
alegran de lo que has hecho. Haz
venir el anunciado día, y que sean
como yo.
22 Tau.—Que se ponga a tus ojos
toda su maldad, y trátalos como me
has tratado a mí por mis rebeldías,
porque son muchos mis suspiros y
está muy dolorido mi corazón.
2 1 Alef.—¿Cómo oscureció el Señor
en su ira a la hija de Sión, pre¬
cipitó del cielo a la tierra la magni¬
ficencia de Israel, y no se acordó del
escabel de sus pies el día de su ira?
2 Bet.—Destruyó el Señor sin pie¬
dad todas las moradas de Jacob;
derribó en su furor las fortalezas de
la hija de Judá, echólas por tierra,
y deslució el reino y a sus príncipes.
3 Guímel.—Abatió en el furor de
su ira toda la potencia de Israel,
retiró de él su diestra frente al ene¬
migo, y encendió en Jacob ardorosas
llamas, que de todos lados le devoran.
4 Dálet.—Tendió contra él su arco,
cual enemigo; afirmó hostilmente su
diestra, y destruyó cuanto era agra¬
dable a la vida, y derramó como
fuego su ira, sobre la tienda de la
hija de Sión.
5 He.—Ha obrado el Señor como
enemigo; ha devorado a Israel, des¬
truyó todos sus palacios, derribó sus
fortalezas, y llenó a la hija de Judá
de llantos y gemidos.
6 Vau.—Devastada como se devasta
una tienda, destruyó el hogar de
sus asambleas, hizo cesar en Sión
las festividades y los sábados, y en
su violenta cólera rechazó al rey y
al sacerdote.
7 Zain.—Desdeñó el Señor su altar,
menospreció su santuario, y entregó
a manos del enemigo los muros de
sus palacios. Resonaron los gritos en
la casa de Yave, como en día de fiesta.
8 Jet.—Resolvió Yave destruir los
muros de la hija de Sión; echó las
cuerdas, y no retiró su mano hasta
692
LAMENTACIONES, 3
destruirla, sumergiendo en el luto
antemuros y muros, que gimen todos
juntamente.
9 Tet.—Sus puertas fueron echadas
a tierra; destruyó, quebrantó los
cerrojos, su rey y sus príncipes están
entre las gentes; no hay ley, y tampo¬
co sus profetas reciben de Ya ve visión.
10 Yod.—Los ancianos de la hija
de Sión se sientan en tierra, mudos,
vestidos de saco, cubierta la cabeza,
y las vírgenes de Jcrusalén inclinan
a tierra sus cabezas.
11 Caf.—Mis ojos están consumidos
por las lágrimas, mis entrañas hier¬
ven, derrámase en tierra mi hígado,
ante el desastre de la hija de mi
pueblo, al ver desfallecer a los niños, aun
los de pecho, en las calles de la ciudad.
12 Lámed.—Decían a sus madres;
¿Dónde está el trigo y el vino? Y
caían como heridos en las calles,
dando el alma en el regazo de sus
madres.
13 Mein.—¿Qué te diré yo? A
quien te compararé, hija de Jcrusalén?
¿Quién hallar semejante a ti, para
poder consolarte, virgen hija de Sión?
Tu quebranto es grande como el
mar, ¿Quién podrá curarte?
14 Nuil.—Tus profetas te anuncia¬
ron visiones vanas y mentirosas; no
pusieron al desnudo tus iniquidades,
para evitar así tu cautiverio, sino
que te anunciaron grandezas vanas
y falaces.
15 Sámec.—Cuantos pasan baten
palmas por ti, silban y menean la
cabeza contra la hija de Jcrusalén:
¿lis ésta la ciudad que decían del todo
hermosa, la delicia de toda la tierra ?
16 Pe.—Todos tus enemigos abren
la boca contra ti, silban y dentellean
contra ti, y dicen: La liemos devorado,
es el día "que esperábamos, ya llegó,
ya lo vimos.
17 Ayin.—Ha realizado Ya ve en ti
lo que había decretado; ha cum¬
plido la palabra que de antiguo dio,
ha destruido sin piedad; te ha hecho
el gozo de tus enemigos, ha robuste¬
cido a los que le aborrecían.
18 Sade. -Claman al Señor sus cora¬
zones, pero nada. ¡Oh muralla de la
hija de Sión, derrama día y noche
lágrimas a torrentes, no te des
reposo, no descansen las niñas de
tus ojos!
19 Qof. —Levántate y gime al co¬
mienzo de las vigilias do la noche:
derrama como agua tu corazón en
la presencia del Señor; alza a él tus
manos por la vida de tus pequeñuelos.
20 Res.—Mira, ¡oh Yavel, y consi¬
dera a quién has tratado asi. ¿Está
bien que las madres hayan de comer
el fruto de sus entrañas, los niños
que amamantan? ¿Que de sacerdotes
y profetas se haga cruel matanza en
el santuario del Señor?
21 Sin.—Niños y viejos yacen por
tierra en las calles. Mis doncellas y
mis mancebos cayeron al filo de la
espada. Has matado en el día de tu
ira, has degollado sin piedad.
22 Tau.—Llamaste como a solem¬
nidad de todas partes el terror contra
mí; no hubo en el día de la cólera
de Yave quien escapase ni quedase
con vida. Aquellos que yo crié y
mantuve, los acabó el enemigo.
1 Alef.—Yo soy hombre que ha
visto la miseria, bajo el látigo
de su furor. 2 Alef.—Llevóme y me
metió en tinieblas, sin luz alguna.
3 Alef.—Todo el día vuelve y revuelve
su mano contra mí.
4 Bet.—Ha hecho envejecer mi
carne y mi piel, ha quebrantado mis
huesos. 6 Bet.—Ha levantado contra
mí un muro, me ha cercado de veneno
y de dolor. 6 Bet.—Me hace habitar
en tinieblas, como los ya de mucho
tiempo muertos.
7 Guímel.—Me cercó por todos
lados sin dejarme salida; me puso
pesadas cadenas. 8 Guímel.-—Y aun¬
que clamo y voceo, no se hace acce¬
sible a mi oración. 9 Guímel.—Cerró
mis caminos con sillares de piedra,
torció todos mis senderos.
10 Dálet.—Fué para mí como oso
en acecho, como león en escondrijo.
11 Dálet.—Me hizo caer en embosca¬
das, me despedazó, me asoló. 12 Dá¬
let.-—Tendió su arco, y me puso por,
blanco de sus saetas.
13 He.—Clavó en mis lomos las
flechas de su aljaba. 14 He.—Soy el
escarnio de los pueblos todos, su
cantinela de todo el día. 15 He.—-Me
hartó de amarguras, me embriagó
de ajenjo.
16 Van.—Rompióme los dientes con
una piedra, cubrióme de ceniza.
17 Vau.—Me robó la paz, ya no gozo
de bien alguno. 18 Vau.—Así que me
digo: Se acabaron mis fuerzas, ya
para mí no hay esperanza en Yave.
19 Zain.—Cuando pienso en mi
miseria y en mi aflicción, en oí ajenjo
y en el veneno. 20 Zain.— Cuando me
acuerdo, se abate mi alma dentro
LAMENTACIONES, 4
de mí. 21 Zain.—Quiero traer a la me¬
moria lo que puede darme esperanza.
22 Jet.—No se ha agotado la mise¬
ricordia de Yave, no ha llegado al
límite su compasión. 23 Jet.—Se
rénuevan cada día. ¡Oh! Es muy
grande tu fidelidad. 24 Jet.—Yave
es mi parte, dice mi alma, por eso
quiero esperar en él.
25 Tet.—Es bueno Yave para los
que en él esperan, para el alma que
le busca. 26 Tet.—Y es bien esperar,
callando, el socorro de Yave. 27 Tet.—
Bueno es al hombre soportar el yugo
desde la mocedad.
28 Yod.—Sentarse en soledad y
en silencio, porque es Yave quien lo
dispone; 29 Yod.—Poner su boca en
el polvo, y no perder toda esperanza.
30 Yod.—Dar la mejilla al que la
hiere, hartarse de oprobios.
31 Caf.—Porque el Señor no desecha
para siempre. 32 Caf.—Sino que des¬
pués de afligir, se compadece según
su gran misericordia. 33 Caf.—Porque
no aflige por gusto, ni de grado acon¬
goja a los hijos de los hombres.
34 Lámed.—Aplastar con los pies
a los cautivos todos, 35 Lámed.—vio¬
lar la justicia y la humanidad a los
ojos del Altísimo. 36 Lámed.—hacer
tuerto a uno en su causa, ¿no ha de
verlo el Señor ?
37 Mem.—¿Quién podrá decir que
una cosa sucede sin que la disponga
el Señor? 38 Mem.—¿No es de la
voluntad del Altísimo de donde pro¬
ceden los males y los bienes? 39 Mem.
¿Por qué, pues, ha de lamentarse
el viviente? Laméntese más bien cada
uno de sus pecados.
40 Nun.—Escudriñemos nuestros
caminos, examinémoslos, y convir¬
támonos al Altísimo. 41 Nun.—Alce¬
mos nuestro corazón y nuestras ma¬
nos a Dios, que está en los cielos.
42 Nun.—Hemos pecado, hemos sido
rebeldes, y no nos perdonaste.
43 Sámee.—Desencadenaste tu ira
y nos perseguiste, mataste sin piedad.
44 Sámec.—Te has cubierto de una
nube, para que no llegue a ti la ple¬
garia. 45 Sámcc.—Y nos hiciste opro¬
bio y escarnio en medio de los pueblos.
46 Ayin.—Abren contra nosotros su
boca todos cuantos nos odian. 47 Ayin.
Nuestra parte es el terror y la fosa,
el saqueo y la ruina. 48 Ayin.—Corren
de mis ojos ríos de agua por la ruina
do la hija de mi pueblo.
19 Pe. Mis ojos derramarán lágri¬
mas sin descanso, sin cesar. 50 Pe.--
Hasta que Yave mire y vea desde lo
alto de los cielos. 61 Pe.—Mis ojos
contristan mi alma por. todas las
hijas de mi ciudad.
52 Sade.—-Me dieron caza como a
un ave, los que sin causa me aborre¬
cen. 35 Sade.—Quisieran acabar del
todo mi vida en una fosa, arrojando
piedras sobre mí. 64 Sade.—Suben
las aguas por encima de mi cabeza,
y me dije: Muerto soy.
55 Qof.—Invoqué tu nombre, ¡oh
Yavel, desde lo hondo de la fosa.
56 Qof.—Y oíste mi voz, no cerraste
tus oídos a mis suspiros y mis gritos.
57 Qof.—Cuando te invoqué, te acer¬
caste y me dijiste: No temas.
68 Res.—Tú, Señor, defenderás la
causa de mi alma, rescatarás mi vida.
59 Res.—-Tú ves, ¡oh Yável, cuánto me
atormentan. Hazme justicia. 60 Res.—
Tú ves todos sus rencores, todas sus
maquinaciones contra mí.
61 Sin.—Tú, ¡oh Yavel, ves todos sus
ultrajes, todas sus tramas contra
mí. 62 Sin.—Las palabras de mis ene¬
migos y los proyectos que para mi
mal trazan todo el día. 63 Sin.—Tú
ves cuándo se sientan, cuándo se
levantan, y cómo soy su contienda.
64 Tau.—Tú les darás, ¡oh Yave!,
su merecido, según las obras de sus
manos. 65 Tau.—Tú los darás al
endurecimiento de sus corazones, a
tu maldición contra ellos. 66 Tau.—
Tú los perseguirás en tu ira, y los
exterminarás de debajo de los cielos,
¡oh Yavel
4 1 Alef.—¿Cómo se ennegreció el
' oro, cómo el oro fino perdió su
brillo? Están las piedras del san¬
tuario esparcidas por los rincones de
todas las calles.
2 Bet.—Los hijos de Sión, preciados
y estimados como oro puro, son teni¬
dos por vasijas de barro, obra de las
manos del alfarero.
3 Guímel.—Aun las mismas hem¬
bras del chacal dan la teta y amaman¬
tan a sus crías. Pero la hija de mi
pueblo se ha hecho tan cruel como los
avestruces del desierto.
4 Dálet.—La lengua de los niños
de teta se pega de sed al paladar;
los pequeñuelos piden pan, y no hay
quien se lo dé.
5 He.—Los que se nutrían de man¬
jares delicados perecen por las calles:
los que se criaron vistiendo púrpura
se abrazan a los estercoleros.
6 Valí.- -El castigo de la luja de
694
LAMENTACIONES, 5
mi pueblo es más grande que el de
Sodoma; destruida en un instante,
sin que nadie pusiera en ella la mano.
7 Zain.—Eran sus príncipes más
resplandecientes que la nieve, más
blancos que la leche, más rubicundos
que el coral, más bellos que el zafiro.
8 Jet.—Y están más negros que
la negrura, no hay quien los conozca
por las calles. Está su piel pegada a
los huesos, seca como un palo.
9 Tef.—Los muertos a la espada son
más dichosos que los que mueren de
hambre, que mueren poco a poco
extenuados por falta de los frutos de
la tierra.
10 Yod.—Las mujeres, a pesar de
su ternura, cocieron a sus hijos, y se
alimentaron de ellos, en medio “del
quebranto de lh hija de mi pueblo.
11 Caf.—Apuró Yavc sus furores,
derramó su abrasada ira, y encendió
contra la hija de Sión el fuego que
consume sus cimientos.
12 Lámed.—Nunca creyeron los
reyes de la tierra, ni cuantos habitan
el mundo, que entraría el enemigo,
el adversario, por las puertas de
Jcrusalén.
13 Mein.—Por los pecados de sus
profetas, por las iniquidades de sus
sacerdotes, que derramaron en medio
de ella sangre de justos.
14 Nuri.—Erraban como ciegos por
las calles, manchados de sangre, no
se podía tocar sus vestiduras.
15 Sámec.—Apartaos, inmundos, les
gritaban; alejaos, alejaos, no nos
toquéis. Están en fuga, errando de
acá para allá, dicen las gentes: No
estén ya más aquí.
16 Ayin.—Yavc los dispersó en su
ira, y no vuelve a ellos su mirada.
No hubo respeto para el sacerdote,
ni piedad para el anciano.
17 Pe.—Se consumían nuestros ojos,
esperando vanamente el socorro. Iban
esperanzadas nuestras miradas hacia
un pueblo que no pudo librarnos.
18 Sadc.—Espiaban nuestros pasos,
para impedirnos pasar por las calles;
nuestro fin se acercaba, se cumplían
nuestros días, y llegó nuestro fin.
19 Qof.—Eran nuestros enemigos
más veloces que las águilas del ciclo,
y nos perseguían por los montes,
y nos ponían celadas en el desierto.
20 Res.— El que era nuestro aliento,
el ungido de Yave, fué cogido en
su trampa; aquel de quien decíamos:
A su sombra viviremos entre las
naciones.
21 Sin.—Alégrate, y tripudia, hija
de Edom, que habitas la tierra de Us.
Ya te llegará a ti el cáliz, y te embo¬
rracharás hasta vomitar.
22 Tau.—Hija de Sión, tu iniquidad
está expiada, ya no volverá a arro¬
jarte al cautiverio. Hija de Edom,
él castigará tu iniquidad, y pondrá
tus pecados al descubierto.
5 1 Acuérdate, ¡oh Yave!, de lo
que nos ha sobrevenido, mira y
ve nuestro oprobio. 2 Nuestra here¬
dad lia pasado a manos extrañas,
nuestras casas a poder de descono¬
cidos. 3 Somos como huérfanos, sin
padre, y nuestras madres son como
viudas.
4 Bebemos nuestra agua a precio
de dinero, y tenemos que comprar
nuestra leña. 6 Somos perseguidos,
llevamos yugo sobre la cerviz, esta¬
mos agotados, no hay para nosotros
descanso. 6 Tendimos la mano al
Egipto y a la Asiria, para saciarnos
de pan. 7 Pecaron nuestros padres,
mas murieron, y llevamos sobre nos¬
otros la pena de sus iniquidades.
8 Somos dominados por esclavos,
y no hay quien nos libre de sus manos.
9 Con peligro de la vida, vamos en
busca de nuestro pan, ante la espada
del desierto. 10 Nuestra piel quema
como un horno, por el ardor del
hambre.
11 Violaron a las mujeres en Sión,
a las vírgenes en las ciudades de Judá.
12 Colgaron de las manos a los prín¬
cipes, y no respetaron la persona de
los ancianos. 13 Los mancebos son
puestos a la muela, y los niños se
tambalean bajo la carga de leña.
14 Ya no van los ancianos a la puerta,
ya no cantan los jóvenes.
15 Huyó de nuestros corazones la
alegría, nuestras danzas se han tor-
ado en luto. 16 Cayó de nuestran
cabeza la corona. ¡Ay de nosotros, que
pccamosl 17 Se angustia nuestro cora¬
zón, se nublan nuestros ojos, 18 poi¬
que el monte de Sión está asolado,
y por él se pascan las raposas.
19 Tú, ¡oh Ynvel, reinas por siem¬
pre, y tu trono permanece por gene¬
raciones y generaciones. 20 ¿Nos olvi¬
darás para siempre, nos abandonarás
por largo tiempo? 21 Conviértenos a
ti, ¡oh Yave!, y nos convertiremos.
Danos todavía días como los antiguos.
22 ¿Nos vas a rechazar enteramente?
¿Te irritarás contra nosotros hasta
el extremo?
INTRODUCCION AL LIBRO DE BARUC
& libro de Baruc no está comprendido en el canon judío , ni es admitido
por los protestantes, que siguen en esto el canon judío. Pero la Iglesia
cristiana lo recibió de los Apóstoles con la Biblia griega, y a eso nos hemos
de atener. Baruc, hijo de Nerías , que figura como autor de este librito, nos
es conocido como fiel discípulo y secretario de Jeremías . Pertenecía a una fami¬
lia noble de Jerusalén , cuyos miembros tomaban parte en los consejos de los
reyes. Aunque no parece haber duda sobre la composición del libro en lengua
hebrea , hoy sólo se conserva la traducción griega de los LXX. Una de las ver¬
siones siríacas parece provenir también del original hebreo. La versión que
tenemos en la Vulgata viene de la ítala , y reproduce el texto griego.
El libro habría sido escrito en Babilonia el año quinto de la cautividad (583),
y publicado allí entre los cautivos , para exhortarlos a penitencia y retraerlos
del culto de los ídolos. Lleva como apéndice una carta de Jeremías a los depor¬
tados, que es una verdadera sátira contra el culto de los ídolos. Podemos con¬
siderar esta carta como una ampliación de la que leemos en el profeta (c. 29),
y que fué enviada a los cautivos de la primera deportación (598).
B A R U C
1 1 Discursos del libro escrito por
Baruc, hijo de Nerías, hijo de
Masías, hijo de Sedecías, hijo de
Asadías, hijo de Heleías, en Babi¬
lonia. 2 El año quinto, el día séptimo
del mes quinto, al tiempo en que los
caldeos tomaron Jerusalén y la incen¬
diaron, 3 4 * leyó Baruc los discuros de
este libro a Jeconías, hijo de Joaquim,
rey de Judá, y a todo el pueblo, que
venía a oír la lectura del libro,
4 y a los magnates y a los hijos de los
reyes y a los ancianos y, en fin, a
todo el pueblo, desde el pequeño
hasta el grande, a todos los que habi¬
taban en Babilonia, a orillas del
río Lud.
6 Lloraron y ayunaron y oraron
ante el Señor; 6 * y recogiendo dinero
según las posibilidades de cada uno,
7 lo enviaron a Jerusalén a Joaquim,
hijo de Heleías, hijo de Salán, sacer¬
dote, y a los demás sacerdotes y
todo eí pueblo que se hallaba con
ellos en Jerusalén. 8 Cuando tomó
los utensilios de la casa del Señor,
que habían sido robados del templo,
para volverlos al país de Judá, el
día diez de Siván, los vasos de plata
que había hecho Sedecías, hijo de
Josías, rey de Judá, 9 después que
Nabucodonosor, rey de Babilonia,
trasladó a Jerusalén a Jeconías y a
los príncipes y a los prisioneros, y a
los magnates y al pueblo de la tierra,
y los llevó de Jerusalén a Babilonia,
10 dijeron:
Ahí os envío dinero, para que con
BARUC, 2
íiüti
él compréis holocaustos y víctimas
por el pecado, e incienso para que
hagáis las oblaciones y las ofrezcáis
en el altar del Señor, nuestro Dios,
11 y oréis por la vida <Je Nabucodo-
nosor, rey de Babilonia, y por la
vida de Baltasar, su hijo, para que
sean sus días sobre la tierra como los
días del ciclo, 12 y nos dé el Señor
fortaleza e ilumine nuestros ojos, y
vivamos bajo la sombra de Nabuco-
donosor, rey de Babilonia, y bajo la
sombra de Baltasar, su hijo, y les
sirvamos por muchos días, y halle¬
mos gracia en su presencia. 13 Orad
por nosotros al Señor, nuestro Dios,
porque hemos pecado contra el Señor,
nuestro Dios, y la cólera del Señor y
su furor no se apartó de nosotros hasta
el presente. 14 Leeréis este libro, que
os enviamos para que lo deis a cono¬
cer cu la casa del Señor, en el día
de fiesta y en los días oportunos.
15 Y diréis: Del Señor, nuestro
Dios, es la justicia; nuestra la con¬
fusión y el sonrojo, como se muestra
hoy en todo varón de Judá y en los
moradores de Jcrusalén, 16 y en
nuestros reyes y en nuestros prín-
eipes, y en nuestros sacerdotes, y
en nuestros profetas, y en nuestros
padres; 17 porque pecamos en pre¬
sencia del Señor, 18 y no le obede¬
cimos ni escuchamos la voz del Señor,
nuestro Dios, ni caminamos por los
preceptos del Señor, que él nos dio.
19 Desde el día en que sacó a nuestros
padres de la tierra de Egipto hasta
hoy, liemos sido desobedientes al
Señor, nuestro Dios, y nada hicimos
por oír su voz. 20 Y así se apegó a
nosotros el infortunio y la maldición
que el Señor intimó por Moisés, su
siervo, el día que sacó a nuestros
padres de Egipto, para darles la
tierra que mana leche y miel, como
aparece en este día. 21 No escuchamos
la voz del Señor, nuestro Dios, con¬
forme a todas las palabras de los
profetas que nos envió, 22 y nos
fuimos cada uno según el pensamiento
de su corazón malvado, sirviendo a
los dioses extraños y cometiendo mal¬
dades a los ojos del Señor, nuestro
Dios.
6 ) 1 Cumplió el Señor la palabra que
había dado contra nosotros y
contra nuestros gobernantes que re¬
gían a Israel, contra nuestros reyes,
contra nuestros príncipes y contra
todo varón de Israel y de .Inda,
2 de traer sobre ellos grandes niales
cuales no había hecho debajo de todo
el ciclo, como fueron hechos en
Jerusalén, según lo que está escrito
en la ley de Moisés; 3 que comería¬
mos las carnes de nuestros hijos y de
nuestras hijas, 4 y los entregaría a
poder de todos los reinos nuestros
vecinos, para escarnio y espanto de
todos los pueblos circunvecinos, entre
los cuales le dispersó el Señor. 5 Fui¬
mos abatidos en vez de ser ensalza¬
dos, por haber pecado contra el Señor,
nuestro Dios, desoyendo su voz.
6 Del Señor, nuestro Dios, es la
justicia, nuestra y de nuestros padres
la confusión y el sonrojo, como se ve
al presente. 7 Los males que el Señor
anunció contra nosotros, todos nos
han sobrevenido. 8 Y no aplacamos
el rostro del Señor convirtiéndonos
de los pensamientos de nuestro cora¬
zón perverso. 9 Veló el Señor sobre
el castigo y los trajo sobre nosotros,
porque el Señor es justo en cuanto
ha echado sobre nosotros. 10 Pero
nosotros no oímos su voz, caminando
en los preceptos del Señor, que puso
delante de nosotros.
11 Y ahora, Señor, Dios de Israel,
que sacaste a tu pueblo de la tierra
de Egipto, con mano fuerte, con
señales y prodigios, con poder grande
y brazo tendido, y te adquiriste un
nombre, como se ve al presente:
12 Hemos pecado, liemos cometido
impiedades e injusticia, Señor, Dios
nuestro, contra todos tus justos pre¬
ceptos. 13 Apártese tu ira de nosotros,
pues liemos quedado reducidos a
poco en medio de las naciones en
que nos ha dispersado.
14 Escucha, Señor, nuestra oración
y nuestra plegaria, por amor de ti,
líbranos y danos gracia en presencia
de los que nos han traído al destierro,
15 para que toda la tierra conozca
que tú eres el Señor, Dios nuestro,
que tu nombre es invocado sobre
Israel y sobre su linaje. 16 Señor,
mira desde tu santa casa y piensa en
nosotros; inclina, Señor, tu oído y
escucha. 17 Abre tus ojos y mira
que no proclaman la gloria y la
justicia del Señor los muertos, que
están en el Ades, cuyo espíritu aban¬
donó sus entrañas. 18 Sólo el alma
entristecida por la grandeza de los
males que padece, que camina en¬
corvada y débil, apagados los ojos,
y el alma hambrienta, pueden. Señor,
pregonar tu gloria y tu justicia.
BARUC, 3
19 Que no apoyados en la justicia
de nuestros padres y de nuestros
reves derramamos nuestros ruegos
delante de tu rostro, Señor Dios
nuestro; 20 porque tú has derra¬
mado tu ira y tu cólera sobre nos¬
otros, según tenías anunciado por
tus siervos, los profetas.
21 Así dijo el Señor: Inclinad vues¬
tros hombros para servir al rey de
Babilonia, y seguiréis habitando en
la tierra que yo di a vuestros padres;
22 pero si no escucháis la voz del
Señor, sirviendo al rey de Babilonia,
23 haré cesar en las ciudades de Judá
y en las calles de Jerusalén la voz
del gozo y la voz de la alegría, la
voz del esposo y la voz de la esposa,
y toda la tierra se convertirá en un
desierto sin moradores. 24 Y nos¬
otros no escuchamos til voz, sirviendo
al rey de Babilonia, y tú cumpliste
las palabras que habías dado por
tus siervos, los profetas, de que
echarías fuera de sus sepulcros los
huesos de nuestros reyes y de nues¬
tros padres. 26 Y, en efecto, han
sido arrojados al calor del día y al
hielo de la noche. Han muerto en
medio de atroces males, del hambre,
de la espada y de la peste; 26 y la
casa en que era invocado tu nombre la
has puesto como hoy se halla, a
causa de la maldad de la casa de
Israel y de la casa de Judá.
27 Has obrado, Señor, con nos¬
otros, según toda tu bondad y toda
tu gran misericordia, 28 conforme
hablaste por boca de Moisés, tu
siervo, en el día en que le ordenaste
escribir tu ley, en presencia de los
hijos de Israel, diciendo: 29 Si no
escuchareis mi voz, estad seguros
que esta grande y numerosa muche¬
dumbre se volverá pequeña en medio
de las naciones entre las cuales os
dispersaré, 30 pues yo sé que no me
oiréis, porque este pueblo es de dura
cerviz. Pero volverán en sí en el
país de su destierro, 31 y conocerán
que yo soy el Señor, su Dios, y les
daré un corazón que entienda y
linos oídos que escuchen, 32 y me
alabarán en la tierra de su cauti¬
verio y se acordarán de mi nombre,
33 y ablandarán su dura cerviz y
dejarán sus máximas perversas, acor¬
dándose del camino de sus padres,
que pecaron contra el Señor; 34 y
yo los volveré a la tierra que juré
dar en posesión a sus padres, a
Abrahain, Isac y Jacob, para que la
(h»7
poseyesen y los multiplicaré y no
serán disminuidos; 35 y estableceré
con ellos mi alianza eterna, de ser
su Dios y de ser ellos mi pueblo; y
no moveré más a mi pueblo de Israel
de la tierra que le he dado.
*> 1 Señor Todopoderoso, Dios de
'' Israel: el alma angustiada y el
espíritu abatido claman a ti: 2 Oye,
Señor, y ten piedad; porque hemos
pecado contra ti, 3 porque tú te
sientas en tu trono para siempre,
pero nosotros perecemos sin retorno,
para siempre. 4 Señor Todopoderoso,
Dios de Israel; oye la oración de los
muertos de Israel v de los hijos de
los que pecaron contra ti, que no
oyeron la voz de su Dios, y por
eso la miseria se apegó a ellos. 5 Xo
te acuerdes de las iniquidades de
nuestros padres; acuérdate más bien
en esta hora de tu diestra y de tu
nombre; 6 porque tú eres el Señor
Dios nuestro, a quien alabaremos,
Señor, 7 que por esto has infundido
tu temor en nuestros corazones, para
que invoquemos tu nombre y te
alabemos en nuestro destierro; porque
hemos alejado de nuestro corazón
toda la iniquidad de nuestros padres,
que pecaron contra ti. 8 Henos aquí
a nosotros hoy en nuestro destierro,
donde nos has dispersado para opro¬
bio, castigo y pena, según las iniqui¬
dades de nuestros padres, que se
apartaron del Señor, nuestro Dios.
9 Oye, Israel, los preceptos de vida,
aplicad los oídos para aprender la
prudencia. 10 ¿Qué es esto, Israel?
¿Por qué estás en tierra enemiga,
11 languideces en tierra extraña?
Te has contaminado con los muertos,
has sido contado con los que descen¬
dieron al Ades. 12 Has abandonado
la fuente de la sabiduría. 13 Si hubie¬
ras caminado por la senda de Dios,
habitarías en perpetua paz.
14 Aprende dónde está la prudencia,
dónde la fortaleza, dónde la inteli¬
gencia, para que a la vez conozcas
dónde están la longevidad v la dicha,
dónde la luz de los ojos y la paz.
15 ¿Quién halló la inorada de la sabi¬
duría? ¿Quién encontró sus tesoros?
16 ¿Dónde están los príncipes de las
naciones y los domadores de las
fieras de la tierra? 17 «Los que se
divierten con las aves del cielo, los
que amontonan la plata y el oro
en que confían los hombres, que
nunca dicen «basta » en su avaricia?
698
BARUC, 4
18 ¿Dónde están los que funden
con fatiga la plata, con tantas ope¬
raciones que casi son innumerables?
19 Han desaparecido, han bajado al
Ades, y otros surgieron en su lugar.
20 Los jóvenes que vieron la luz
y habitaron sobre la tierra, tam¬
poco conocieron el camino de la
ciencia 21 ni dieron con sus senderos,
sus hijos no lograron adueñarse de
ella están muy alejados de sus ca¬
minos.
22 No oyeron de ella en Canán, ni
en Temán fue vista. 23 Los hijos de
Agor conocen la ciencia humana;
los mercaderes de Madián y de Rema,
los fabulistas y los que se afanan
por adquirir prudencia e inteligencia,
lio conocieron el camino de la sabi¬
duría ni dieron con sus sendas.
24 ¡Oh Israel, cuán grande es la
casa de Dios, y cuán vasto su do¬
minio! 25 Ks muy grande y no tiene
término, alto e inmenso. 26 Allí nacie¬
ron los gigantes, los famosos desde la
antigüedad, que eran de alta estatura,
diestros en la guerra. 27 Pero no eligió
Dios a éstos ni les dió a conocer el
camino de la sabiduría, 28 y así pe¬
recieron por falta de prudencia, pere¬
cieron a causa de su necedad.
29 ¿Quién subió al cielo y se apo¬
deró de ella, y la hizo descender de
las nubes? 30 ¿Quién atravesó los
mares y la descubrió y la trajo, con
preferencia al oro más puro? 31 No
hay quien conozca sus caminos ni
quien tenga noticia de sus senderos;
32 pero el que sabe todas las cosas,
la conoce, y con su inteligencia la des¬
cubre.
El que cimentó la tierra para siem¬
pre y la pobló de cuadrúpedos; 33 el
que manda a la luz, que luego se
pone en marcha, la llama él. y ella
le obedece temblando. 34 Los astros
brillan en sus atalayas y en ello se
complacen. 36 Los llama y contestan:
Henos aquí. Lucen alegremente en
honor del que los hizo.
36 Este es nuestro Dios, ninguno
otro cuenta a su lado para nada.
37 El conoce todos los caminos de la
ciencia, y se la concedió a Jacob,
su siervo, y a Israel, su ainado.
38 Hizo, además, que se dejara ver
en la tierra, y conversara con los
hombres.
4 1 Es el libro de los mandamientos
de Dios, y la ley perdurable para
siempre. Todos los que la guarden
alcanzarán la vida, los que la aban¬
donen caerán en la muerte. 2 Vuél¬
vete a ella, Jacob, y abrázala, camina
al resplandor • de su luz. 3 No des a
otros tu gloria, ni tu dignidad a una
nación extraña. 4 Somos bienaven¬
turados, Israel, porque conocemos lo
que a Dios place.
6 Cobra aliento, pueblo mío, cuyo
nombre de gloria es Israel. 6 Fuisteis
vendidos a las naciones, mas no para
ruina. Porque habéis irritado a Dios,
fuisteis entregados a los enemigos.
7 Habéis irritado al que os hizo,
sacrificando a los demonios y a no
Dios. 8 Os olvidasteis de quien os
engendró, el Dios eterno, trajisteis
la tristeza sobre la que os crió, Jeru-
salén, 9 que vió venir sobre vosotros
la cólera de Dios, y dijo:
Oíd, naciones vecinas de Sión:
Dios ha echado sobre mí un gran duelo.
10 Vi el cautiverio de mis hijos y mis
hijas, que el Eterno trajo sobre ellos.
11 Con alegría los había criado, pero
los despedí con llanto y duelo. 12 Na¬
die se alegre de verme viuda y aban¬
donada de todos. Quedé desierta por
los pecados de mis hijos, porque se
apartaron de la ley de Dios 13 y des¬
preciaron sus mandamientos, y no
anduvieron por los caminos de los
preceptos divinos ni marcharon por
las sendas de la doctrina ajustada a
su justicia.
14 Venid, pueblos vecinos de Sión,
y acordaos del cautiverio de mis
hijos y mis hijas, que trajo sobre ellos
el Eterno. 15 Trajo contra ellos una
nación lejana, una nación insolente,
de lengua extraña, que no respe¬
taron al anciano, ni se compadecie¬
ron del niño, 16 y se llevaron el con¬
suelo de la viuda, dejándola sola,
sin sus hijos. 17 ¿Pues qué socorro
podría daros yo? ¿Cómo podría vo
socorreros? 18 Sea el que trajo este
infortunio quien os libre del poder
de vuestros enemigos.
19 Id, hijos míos, id, que yo me
quedo sola, abandonada, 20 despojada
de la túnica de la alegría, vestida del
saco de la plegaria. Siempre, mien¬
tras me dure la vida, estaré clamando
al Señor. 21 Y vosotros, hijos míos,
valor, clamad también al Señor, y
él os librará de la dominación de los
enemigos.
22 Yo espero del Eterno vuestra
redención, del Santo me vendrá la
alegría, por la misericordia del Eterno,
nuestro Salvador, que pronto vendrá
BARUC, 5, 6
699
sobre nosotros. 23 Con llantos y con
duelo os despido, con alegría y con
gozo eterno me seréis devueltos por
Dios. 24 Pues como ahora ven los
pueblos vecinos de Sión vuestro cau¬
tiverio, así os verán pronto redimi¬
dos por Dios, con redención esplén¬
dida y gloriosa del Eterno.
25 Soportad, hijos míos, con pa¬
ciencia la cólera que sobre vosotros
viene de parte de Dios. El enemigo
os persigue, mas pronto verás su
perdición y pondrás el pie sobre su
cuello.
26 Van mis delicadas hijas cami¬
nando por ásperos caminos, van arras¬
tradas como rebaño robado por los
enemigos. 27 Tened ánimo, hijas mías,
clamad a Dios, que ya se acordará
de vosotras quien os hizo ir. 28 Pues
como os inclinásteis a apartaros de
Dios, así, convertidas, le buscaréis
con multiplicado ardor; 29 pues el
que trajo sobre vosotras el castigo,
os traerá con la redención la eterna
alegría.
30 Ten ánimo, Jerusalén. El que
te dió su nombre te consolará.
31 ¡Desdichados los que te maltra¬
taron y se alegraron de tu caída!
32 ¡Desgraciadas las ciudades en que
tus hijos estuvieron esclavizados, des¬
dichada Ja que os tuvo cautivos!
33 Pues así como se alegró en tu ruina
y se regocijó en tu caída, así habrá
de entristecerse de su propia soledad.
34 Yo la privaré de la alegría de sus
muchedumbres, y su orgullo se con¬
vertirá en duelo, 35 pues el Eterno
mandará sobre ella el fuego por largos
días, y por mucho tiempo será habi¬
tación de demonios.
36 Mira hacia el oriente, Jerusalén,
y contempla la alegría que te viene
de Dios. 37 Mira que llegan tus hijos,
aquellos de quienes tuviste que des¬
pedirte. Llegan congregados desde el
oriente y el occidente, por la palabra
del Santo, llenos de alegría por la
gloria de Dios.
O 1 Despójate, Jerusalén, de tu
saco de duelo y aflicción; vístete
para siempre los ornamentos de la
gloria que te viene de Dios; 2 envuél¬
vete en el manto de la justicia que
Dios te envía; ponte en la cabeza la
mitra de gloria del Eterno, 3 que
Dios hará ver tu gloria a toda nación
debajo del cielo. 4 Te llamará por
siempre: Paz de la justicia y Gloria
de la piedad.
fi Levántate, Jerusalén, ponte en
lo alto; mira hacia oriente y contem¬
pla a tus hijos, reunidos desde el
ocaso del Sol hasta su orto, por la
palabra del Santo, regocijados por
haberse acordado Dios de ellos. 6 De
ti partieron a pie, arrastrados por
los enemigos, pero Dios te los de¬
vuelve, traídos con honor, como
hijos de reyes. 7 Porque Dios dis¬
puso humillar todo monte alto y
todo collado eterno, rellenar los valles
hasta igualar la tierra, para que cami¬
nase Israel con seguridad para gloria
de Dios. 8 Los bosques y todo árbol
aromático darán sombra a Israel
por disposición divina. 9 Sí, Dios
mismo traerá a Israel lleno de alegría,
a la luz de su gloria, con la miseri¬
cordia y la justicia que de él vienen.
Ó Copia de la epístola que remitió
Jeremías a los que habían sido
llevados cautivos a Babilonia por
Nabucodonosor, rey de los babilo¬
nios, a fin de comunicarles lo que
Dios le había ordenado.
1 Por los pecados que habéis come¬
tido contra Dios, fuisteis llevados
cautivos a Babilonia por Nabucodo-
nosor, rey de los babilonios. 2 Llega¬
dos, permaneceréis ahí muchos años,
un' tiempo largo, hasta siete genera¬
ciones, pasadas las cuales os sacaré
de ahí en paz. 3 Ahora bien, en Babi¬
lonia veréis dioses de plata, de oro
y de madera, llevados a hombros,
que infunden temor a los gentiles.
4 Cuanto a vosotros, guardaos de
asemejaros a los extraños, y que el
temor de tales dioses no se apodere
de vosotros, 6 al ver la multitud api¬
ñada delante y detrás de ellos, ado¬
rándolos. Vosotros decid en vuestro
corazón: A ti, Señor, se ha de adorar.
6 Mi ángel está con vosotros y es
quien vela por vuestras almas.
7 Esos dioses los hace un artista,
los cubre de oro y plata, pero son
mentira, no pueden hablar. 8 Como
para doncella amiga de aderezarse,
toman el oro 9 y fabrican coronas,
que colocan en la cabeza de sus
dioses. Y tal vez acontece que los
sacerdotes roban a los dioses el oro
y la plata, y la empican para ador¬
narse ellos, 10 y aun para regalárselos
a las meretrices que moran bajo
su techo. Como a hombres, visten
a los dioses de plata sus vestidos, y
a los dioses de oro y de madera,
11 pero no podrán evitar la herrumbre
700
BARUC, 6
ni la carcoma, vestidos con sus trajes
de púrpura. 12 Hay que limpiarlos
el rostro, para quitarles el polvo
que se levanta en su templo y en
abundancia se deposita sobre ellos.
13 Tienen un cetro como el juez de
un distrito, mas no pueden quitar
la vida a quien los ofende. 14 Tienen
asimismo un puñal o un hacha en
su diestra, pero no se defenderán del
enemigo ni del ladrón. Por lo que se
pone de manifiesto que no son dioses.
Xo los temáis, pues.
15 Así como un vaso que un hombre
tiene, si se quiebra no es ya de uti¬
lidad, 16 así son sus dioses. Coloca¬
dos en sus templos, los ojos se les
llenan de polvo, levantado por los
pies de los que allí entran. 17 Y así
como al criminal que ofendió al rey,
o al condenado a muerte, se le cierran
las puertas de la prisión, así los sacer¬
dotes aseguran sus templos con puer¬
tas, con cerrojos y con palancas,
para que no sean robados por los
ladrones. 18 Encienden lámparas para
ellos, y en mayor número que para
sí mismos, pero Los dioses no pueden
ver ninguna. 19 Son como las vigas
del templo, de las cuales se dice
que les carcomen el corazón los gusa¬
nos que nacen de la tierra, y devoran
así sus vestidos sin que ellos lo advier¬
tan. 20 5Su rostro se ennegrece por el
humo del templo. 21 Sobre su cuerpo
y sobre su eabeza se arrojan las lechu¬
zas, las golondrinas y otras aves, y
aun los gatos. 22 Por donde conoce¬
réis que no son dioses. Xo los temáis,
pues.
23 El oro que los cubre para su or¬
nato se empaña, y si no se lo limpian,
no brilla; ni aun cuando fueron fun¬
didos sintieron nada. 24 Fueron com¬
prados a este o al otro precio, y no
hay en ellos ni un soplo de vida.
25 Xo teniendo pies, tienen que ser
llevados en hombros, mostrando con
esto a los hombres su ignominia, para
confusión de los que los sirven.
26 Si alguna vez caen en tierra, no se
levantan por sí mismos, y una vez
puestos en pie no pueden endere¬
zarse; y como a los muertos, asi les
ponen delante las ofrendas. 27 Los
sacerdotes, vendiendo las víctimas
sacrificadas, se aprovechan de ellas.
Y asimismo sus mujeres ponen en
sal una porción de ellas, y no clan
nada al pobre ni al débil. 28 Son
manoseados por mujeres impuras por
el parto o la menstruación. Cono¬
ciendo, pues, por todo eso, que no
son dioses, no debéis temerlos.
29 ¿Cómo, pues, llamarlos dioses?
Pues hasta las mujeres mismas pre¬
sentan sus ofrendas a semejantes
dioses de plata, de oro y de madera;
30 y en sus templos los sacerdotes
están sentados, rasgadas las túnicas,
rapadas la cabeza y la barba, y des¬
cubierta la cabeza, 31 y aúllan y
gritan delante de ellos, como ch
una cena fúnebre. 32 De sus vestidos
roban los sacerdotes para vestir a sus
mujeres y a sus hijas. Hágaseles nial
o hágaseles bien, ellos no pueden co¬
rresponder. 33 Xo pueden ni poner
ni quitar, 34 ni pueden dar riqueza
ni dinero ni una pieza de cobre.
Si alguno les hace un voto y no lo
cumple, no lo redaman. 35 Xi libran
al hombre de la muerte, ni arrancan
al débil de las manos del fuerte.
36 Xo son capaces de restituir la
vista al ciego, ui de librar al hombre
que se llalla en necesidad. 37 Xo pue¬
den compadecerse de la viuda ni
hacer bien al huérfano. 38 Son seme¬
jantes a las piedras arrancadas del
monte. Son dioses de madera, dora¬
dos y plateados, y serán confundidos
los que los sirven, 39 ¿Cómo, pues,
vamos a creer y decir que son dioses?
40 Los mismos caldeos los deshon¬
ran. Cuando ven a un muelo que no
puede hablar, lo conducen a Bel
pidiéndole que le dé el habla, siendo
como es el dios, incapaz de oírlos.
41 Y sabiendo esto no piensan en de¬
jarlos, porque no tienen cono» ¡miento.
42 Y las mujeres, ceñidas de cordones,
se sientan en los caminos quemando
salvado; 43 y cuando alguna de ellas,
arrastrada, se la lleva un transeúnte
y duerme con ella, injuria a las veci¬
nas por no haber merecido esc honor
óe que le rompieran el cordón.
44 Todo lo que con estos dioses se
hace es un embuste. ¿Cómo, pues,
vamos a creer y decir que son dioses?
45 ifan sido fabricados por los artis¬
tas y orfebres y no podrán ser sino
lo que quieran los artistas. 46 Los
mismos que los fabrican no viven
largo tiempo: ¿Cómo va a vivir lo
que ellos fabrican? 47 ifan dejado
para los venideros la mentira y el
oprobio. 48 Porque cuando sobre
ellos viene la guerra o la calamidad,
deliberan entre si los sacerdotes
dónde podrán ocultarse con ellos.
49 ¿Cómo, pues, no comprenden que
no son dioses los que ni a sí mismos
BARUC., 6
70 1
se libran de la guerra ni de las cala¬
midades? 60 Luego $e ve que siendo
de madera, dorados y plateados,
son un embuste para todas las nacio¬
nes y los reyes, y quedará mani¬
fiesto que no son dioses, sino obras
humanas, y que no hay en ellos
nada divino.
61 ¿Quién, pues, no conocerá que
no son dioses? 62 No podrán jamás
hacer un rey en la región, ni dar a
los hombres la lluvia. 63 Su propia
causa no podrán defenderla, ni pro¬
tegerse contra la injusticia, por su
impotencia. 64 Son como las cornejas,
que vuelan entre el cielo y la tierra.
Y si alguna vez prende el fuego en
los templos de estos dioses de madera
dorada o plateada, sus sacerdotes se
salvan con la huida, pero ellos se
quemarán como vigas en medio de
las llamas. 66 Ni a un rey ni a los ene¬
migos resistirán. 56 ¿Cómo, pues,
admitir o pensar que son dioses?
Ni de ladrones ni de salteadores
se salvarán estos dioses de madera,
plateados y dorados. 57 Cualquiera
más fuerte les arrebatará el oro y la
plata y el vestido de que están
cubiertos, V se marcharán, sin que
los dioses puedan auxiliarse. 68 De
suerte que mejor es un rey, que puede
hacer ostentación de su poder, o un
vaso cualquiera en una casa, del
cual se sirve su dueño, que estos
dioses falsos. Y hasta la puerta de
una casa protege las cosas que hay
en ella mejor que estos falsos dioses,
y una columna de madera en un
palacio real vale más que ellos.
59 Y no digamos del sol, de la luna
y de las estrellas, que alumbran,
puestas para utilidad de los hombres.
60 Y asimismo el relámpago, cuando
brilla, se hace ver bien; y el viento
sopla en toda la tierra; 61 y las nubes,
cuando Dios las ordena pasar por
encima de ella, cumplen el mandato;
62 y el fuego, enviado de arriba para
consumir los montes y las selvas,
hace lo que le es mandado. Sus dioses,
ni por la belleza ni por la potencia,
son a estas cosas comparables. 63 No
debe, pues, creerse ni decirse que
son dioses, no siendo capaces de
hacer justicia ni de hacer bien a los
hombres. 64 Conociendo, pues, que
no son dioses, no los temáis.
66 Son incapaces de maldecir o
bendecir a los reyes. 66 Ni pueden
dar en el cielo señales a las naciones,
ni pueden, como el Sol, alumbrar,
ni iluminar como la luna. 67 Las fieras
mismas saben más que ellos, porque
huyendo a su madriguera, pueden sal¬
varse a sí mismas. 68 No se ve, pues,
por modo alguno que sean dioses;
por tanto, no los temáis.
69 Así como en el melonar nada
guarda el espantajo, así sus dioses
de madera, dorados y plateados.
70 Más se parecen a un espino en un
huerto, sobre el cual todos los pájaros
se posan. Son también, estos dioses
de madera dorados y plateados, seme¬
jantes a un muerto, arrojado al sepul¬
cro tenebroso. 71 Por la púrpura y el
lino, que sobre ellos se envejece,
conocerás que no son dioses. Y ellos
mismos serán más tarde consumidos,
viniendo a ser el oprobio de la tierra.
72 Mejor es, pues, el hombre justo ;
que no tiene ídolos, porque está
muy lejos de temer d oprobio.
INTRODUCCION Al PROFETA EZEQUIEL
L' ZEQU1EL, hijo de Buzi, sacerdote, formaba parte de los deportados con
Jcconias en 598. Su vida, por tanto, se había pasado en el ejercicio del
ministerio sacerdotal, en Jcrusalén. Nabucodonosor instaló a los cautivos a
orillas del río Quebar, uno de los muchos canales que, derivados del Eufrates,
servían para regar la Caldea. Tel-Abib era la localidad en que habitaba el
profeta cuando comenzó a profetizar. Allí tenía su casa y donde vivía con su
mujer, «las delicias de sus ojos » (24, 16). No parece que tuviera hijos. A pesar
del castigo, los deportados no habían entrado por los caminos de la penitencia;
continuaban entregados a la idolatría, ilusionados por los falsos profítas que
entre ellos había, eon la esperanza de volver pronto a la patria. La carta de
Jeremías disuadiéndoles de ello no habla hecho ninguna mella en sus cora¬
zones (Jer. 29, 1 sigs.).
El año quinto del cautiverio (594), Ezequiel fui llamado por Dios al mi¬
nisterio profctico del modo más solemne. Con aquella misteriosa visión que se
nos describe en los capítulos 1 a 3, Dios quiso dar a entender a los cautivos
que no sólo en Judá y en (l templo moraba Yare, sino también en la Caldea,
en medio de ellos, y que allí inspiraba a un profeta para que en nombre suyo
les hablase. Y, efectivamente, Ezequiel comenzó su misión, con un estilo lleno
de símbolos, a modo de parábolas, y mezclado de acciones también simbólicas,
que son la nota característica en las vaticinios de nuestro profeta. En éstos in¬
siste sobre todo en las prevaricaciones idolátricas de Israel y Judá, que a veces
describe hasta con crudeza. La primera parte de su libro (1-24) tiende a con-
vene r a sus oyentes, la casa rebelde, del castigo irrevocable de Jerusalén, cuyos
pecados describe para justificar la conducta de Dios hacia ella. Son notables
sobre esto los capítulos 16 y 23. Cuando la sentencia del Señor se ha cumplido,
entonces Ezequiel muda de tono y habla ya del retorno, de la penitencia, de la
misericordia del Señor , de la restauración mesiánica (33-39). Tiene también
EZEQUIEL, 1
7U3
su sección de vaticinio contra las naciones gentílicas (25-32), entre los cuales
se destacan los de Tiro (26, 1; 28, 19) y Egipto (29 a 32). Es notable la últi¬
ma sección del profeta (40-48), en que nos describe en forma verdaderamente
geométrica la restauración de Israel después del cautiverio. El templo, la ciu¬
dad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina, repartida por igual entre las
doce tribus. Es claro que esto no responde a la realidad histórica. Es uno de
tantos símbolos, una descripción que ha de interpretarse a modo de parábola,
cuyo sentido es el mismo que esté profeta y los otros nos ofrecen en forma mas
llana.
Ignoramos la fecha de la muerte de Ezequiel, que debió de ocurrir en Caldea
después de 570. Con su misión contribuyo a renovar el espíritu religioso entre
los deportados. Gracias a él, cuando sonó la hora de Dios, no faltaron millares
de israelitas que, curados de sus antiguas idolatrías, volviesen a Judá, dis¬
puestos a secundar los planes de Dios, preparando la llegada del Mesías y de
su salud.
Ha debido de ser el mismo profeta quien coleccionó sus vaticinios, que por
eso se hallan en mejor orden que tos de los profetas anteriores.
EZEQUIEL
Visión de Ja <j loria de Dios.
i (i) * 3 a Fué dirigida la palabra de
* Yave a Ezequiel, hijo de Buzi,
sacerdote, en tierra de los caldeos,
junto alrío Quebar, ^ por unos trein¬
ta años. 2 * El año quinto de nuestra
cautividad, J b el día cinco del mes
cuarto, estando yo entre los cautivos
en las riberas del río Quebar, se
abrieron los cielos y tuve visión de
Dios, 3 b y fue sobre mí la mano de
Yave.
4 Miré, y vi venir del septentrión
un nublado impetuoso, una nube
densa, en torno de la cual resplan¬
decía un remolino de fuego, que en
medio brillaba como bronce en igni¬
ción. 6 En el centro de ella había
semejanza de cuatro seres vivien¬
tes (1), cuyo aspecto era éste:
Tenían semblante de hombre, 6 pero
cada uno tenía cuatro aspectos y
cada uno cuatro alas. 7 Sus pies eran
derechos y la planta de sus pies era
como la planta del toro. Brillaban
corño bronce en ignición. 8 Por de¬
(i) La imagen de estos seres» que para real¬
zar la majestad de Dios nos presenta el profeta
en esta visión, es imitación de los Karibu, que
los asvrios y babilonios colocaban como guardia¬
nes a las puertas de sus palacios y templos. En
ella se reúnen los cuatro reyes del reino animal:
El hombre, el león, el toro y el águila.
bajo de las alas, a los cuatro lados,
salían brazos de hombre; todos cuatro
tenían el mismo semblante y las
mismas alas, 9 que se tocaban las del
uno con las del otro. Al moverse
no se volvían para atrás, sino que
cada uno iba cara adelante. 10 Su
semblante era éste: De hombre, por
delante, los cuatro; de león a la de¬
recha los cuatro, de toro a la iz¬
quierda los cuatro, y de águila por
EZEQUJEL, 2
7<D
detrás los cuatro (1). 11 Sus alas
estaban desplegadas hacia lo alto,
dos se tocaban la del uno con la del
otro y dos de cada uno cubrían su
cuerpo.
12 Todos marchaban de frente, a
donde les impelía el espíritu, sin
volverse para atrás. 13 Había entre
los vivientes fuego como de brasas
encendidas cual antorchas, que dis¬
curría por entre ellos, centelleaba y
salían de él rayos. 14 Y los vivientes
se movían en todas direcciones seme¬
jantes al rayo. 15 Mirando a los
vivientes, descubrí junto a cada uno
a los cuatro lados, una rueda que
tocaba a la tierra. 16 Las ruedas pare¬
cían de turquesa, eran todas iguales
y cada una dispuesta como si hu¬
biese una rueda dentro de otra rueda.
17 Marchaban hacia los cuatro lados
yendo y no se volvían al caminar.
* 8 Mirando, vi que sus llantas esta¬
ban todo alrededor llenas de ojos.
19 Al ir los vivientes, giraban junto a
ellos las ruedas, y al levantarse los
vivientes sobre la tierra, se levan¬
taban las ruedas. 20 Hacia donde los
impelía el espíritu a marchar, mar¬
chaban; y las ruedas se alzaban a la
vez con ellos, porque tenían las ruedas
espíritu de vida. 21 Cuando iban ellos,
iban las ruedas; cuando ellos se pa¬
raban, se paraban ellas, y cuando se
alzaban de la tierra, se alzaban,
porque había en las ruedas espíritu
de vida.
22 Sobre las cabezas de los vivientes
había una semejanza de firmamento,
como de portentoso cristal, tendido
por encima de susc abezas, 23 y por de¬
bajo del firmamento estaban ten¬
didas sus alas, que se tocaban dos
a dos, la del uno con la del otro,
mientras las otras dos de cada uno
cubrían su cuerpo. 24 Oía el ruido
de las alas, como ruido de río cauda¬
loso, como ruido de truenos, cuando
marchaban, como el estruendo de un
campamento; cuando se detenían
plegaban las alas.
25 Y una voz hendió el firmamento
que estaba sobre sus cabezas 26 Sobre
el firmamento que estaba sobre sus
cabezas había una apariencia de piedra
de zafiro a modo de trono, y sobre la
(i) El arle mesopotámico nos ofrece la ex¬
plicación de este pasaje con las estaluas de sus
Karibu, seres divinos con cabeza y a veces manos
de hombre, alas de águila, cuerpo de toro y cola
y patas dr le^n. (Véase el grabado.)
semejanza de trono, en lo alto, una
figura semejante a un hombre que
se erguía sobre él (1); 27 y lo que
de él parecía, de cintura arriba, era
como el fulgor de un metal resplan¬
deciente, y de cintura abajo, como el
resplandor del fuego, y todo en derre¬
dor suyo resplandecía. 28 El esplendor
que le rodeaba todo en torno era
como el del arco que aparece en las
nubes en día de lluvia. Esta era la
apariencia de la imagen de la gloria
de Yavc. A tal vista yo caí rostro a
tierra, pero oí la voz de uno que
me hablaba.
Voeaeión del profeta.
¿ 1 Y me dijo: Hijo de hombre,
ponte en pie, que voy a ha¬
blarte. 2 * Y en hablándome, entró
dentro de mí el espíritu, que me puso
en pie, y escuché al que me hablaba.
3 Me dijo: Hijo de hombre, yo te
mando a los hijos de Israel, al pueblo
rebelde, que se ha rebelado contra
mí; ellos y sus padres pecaron contra
mí hasta el día de hoy. 4 * Son gente
de cara dura y de corazón empeder¬
nido esos a quienes te mando. Dilcs:
Así dice el Señor, Y a ve. 6 Acaso te
escuchen. Y si no te escucharen, pues
son gente rebelde, al menos cono¬
cerán que hay entre ellos profeta.
6 Tú, hijo de hombre, no los temas
ni tengas miedo a sus palabras, aun¬
que te sean cardos y zarzas y habites
en medio de escorpiones. No tenias
sus palabras, no tengas miedo de su
cara, porque son gente rebelde. 7 Dilcs
lo que yo te diga, óigante o no te
(x) Estos versos nos presentan envuelta en
misterioso simbolismo una imagen de Yavc. Pa¬
recen eslar inspirados en la imagen del dios Asur,
vestido de luz v rodeado del arco iris. (Véase el
grabado.)
EZEQUIEL, 3, 4
705
oigan, porque son muy rebeldes.
8 Tú, hijo de hombre, escucha lo que
yo te digo, no seas tú también re¬
belde, como la casa de los rebeldes.
Abre la boca y come lo que te pre¬
sento. 9 Miré y vi que se tendía hacia
mí una mano que tenía un rollo.
Lo desenvolvió ante mí y vi que esta¬
ba escrito por delante y por detrás, y
lo que en él estaba escrito eran lamen¬
taciones, elegías y guayes.
3 1 Y me dijo: Hijo de hombre,
come eso que tienes delante:
come ese rollo, y habla luego a la
casa de Israel. 2 Yo abrí la boca, e
hízome él comer el rollo, 3 diciendo:
Hijo de hombre, llena tu vientre e
hinche tus entrañas de este rollo que
te presento. Yo lo comí y me supo
a mieles. 4 Luego me dijo: Hijo de
hombre: Ve, llégate a la casa de
Israel y háblales mis palabras. 5 Mira
que no eres enviado a un pueblo de
habla abstrusa y extraña. 6 No es a
pueblos de lengua abstrusa y ex¬
traña, cuyas palabras no entiendes.
jAh!, si a ésos te enviara, seguramente
te escucharían. 7 La casa de Israel,
por lo contrario, no querrá oírte,
porque no quieren oírme a mí, porque
toda la casa de Israel tiene frente
altanera y corazón contumaz. 8 Pero
yo te doy un rostro tan firme como
el de ellos, y una frente dura cuanto
las frentes suyas, 9 tan dura como el
diamante, más que el pedernal. No
los temas ni te atemorices ante ellos,
porque son casa de rebeldes.
10 Díjome también: Hijo de hom¬
bre, todas las palabras que yo te
diga, recógelas en tu corazón y dales
atento oído; 11 y ve luego, y llégate
a los deportados, a los hijos de tu
pueblo, y_ háblales diciéndoles: Así
dice el Señor, Yave, óigante o no te
oigan. 12 Entonces me arrebató el
espíritu, y oí tras de mí un estruendo
de fuerte terremoto, al elevarse la
gloria de Yave de su lugar; 13 y oí
el rumor de las alas de los cuatro
seres, que daban la una contra la
otra, y el ruido de las ruedas, ruido
de gran terremoto. 14 Entonces me
alzó el espíritu y me arrebató. Yo
andaba amargado y malhumorado en
mi alma; pero fué sobre mí la mano
de Yave, que me confortó.
15 Llegué así a los deportados de
Telabib, que habitan en la ribera
del río Quebar, a la región donde
moran, y estuve entre ellos atónito
durante siete días. 18 Al cabo de los
siete días me fué dirigida la palabra
de Yave: 17 Hijo de hombre, yo te
he dado por atalaya a la casa de
Israel. Tú oirás las palabras de mi
boca, y de mi parte los amonestarás.
18 Si yo digo al malvado: qVas a
morirl», y tú no le amonestares y no
le hablares para retraer al malvado
de sus perversos caminos para que
viva, él, el malvado, morirá en su
iniquidad, pero yo te demandaré a
ti su sangre. 19 Mas si, habiendo tú
amonestado al malvado no se con¬
vierte él de su maldad y de sus per¬
versos caminos, él morirá en su
iniquidad, pero tú habrás salvado tu
alma. 20 Y si se apartare el justo de
su justicia, cometiendo maldad, y
pusiere yo una trampa delante de él,
él morirá. De no haberle amonestado
tú, morirá en su pecado y no se recor¬
darán las obras buenas que hubiere
hecho, pero yo te demandaré a ti su
sangre. 21 Pero si tú amonestaste al
justo, para que no pecara y dejare
de pecar, vivirá el, porque fué amones¬
tado, y tú habrás salva tu alma (1).
El profeta, cautivo en su casa.
22 Fué allí de nuevo sobre mí la
mano de Yave, que me dijo: Leván¬
tate, vete al campo y allí te hablaré.
23 Levantéme y salí al campo, y vi
que estaba allí la gloria de Yave,
como la gloria que había visto en
la ribera del Quebar, y caí rostro a
tierra; 24 pero entró en mí el espíritu,
y me puso en pie y me habló Yave,
diciéndome: Ve y enciérrate en tu
casa. 25 Tú, hijo de hombre, verás
que echan cuerdas sobre ti, y te
atan con ellas, y ya no podrás
salir a ellos. 26 Y haré que se te pegue
la lengua al paladar y quedarás
mudo, y no serás ya para ellos un
censor, porque es casa de rebeldes,
27 y cuando yo te hable, abriré tu
boca, y entonces les dirás: Así habla
el Señor, Yave, el que oiga, oiga,
y el que no quiera oír, no oiga, por¬
que es casa de rebeldes.
El plano de .Jcrusalén asediada.
J, 1 Tú, hijo de hombre, toma una
tableta de arcilla, y púntela de-
(i) Estas palabras del Señor indican la grave
responsabilidad que implicaba para el profeta
su ministerio.
45
700
EZEQUIEL, 5
lante. Traza en la tableta el plano
(fe una ciudad, Jerusalén. 1 2 Pon
contra ella cerco, alza contra ella
torres, levanta un vallado, asienta
campamento delante de ella, y pon
contra ella arietes en derredor. 3 Toma
luego una plancha de hierro, y ponía
como muro de hierro entre ti y la
ciudad, y dirige a ella tus miradas.
El cerco será estrecho, y lo estre¬
charás cada vez más. Es señal para
la casa de Israel.
K1 profeta, cardado con las iniqui¬
dades de Israel y de Juila.
4 Echate después sobre tu lado
izquierdo, y pon sobre él las mal¬
dades de la casa de Israel. Tan¬
tos días corno sobre él yazcas,
expiarás en ti la iniquidad suya;
5 los años de su expiación te los
computo a ti por días, ciento no¬
venta días expiarás las iniquida¬
des de la casa. de Israel. 6 Acaba¬
dos éstos, te echarás del lado de¬
recho, para expiar a su vez las ini¬
quidades de la casa de Judá por
cuarenta días, computándote cada
día por un año (1).
7 Dirigirás tus miradas hacia el
muro de Jerusalén, tendiendo el brazo
y profetizando contra ella. 8 Yo te
ataré con cuerdas, para que no pue¬
das volverte de un lado al otro,
mientras no se cumplan los días de
tu atadura.
I J pan, lasado o ¡iiimiiulo.
9 Coge también trigo, cebada,
habas, lentejas, mijo y avena, y
ponlo todo en una sola vasija (2),
y haz de ello tu alimento durante
los días que estés echado de éste o
del otro lado. 10 Lo (pie para comer
tomes será de veinte sielos de peso
por día, que es lo que comerás de
un día al otro. 11 También el agua
la beberás medida, un sexto de hin,
que te servirá de bebida de un día
al otro. 12 Comerás pan de cebada,
(1) Ya se deja entender que estas palabras
no implican un mandato que el profeta debe eje¬
cutar. pues no seria posible sin un milagro. Es
una parábola para significar con aproximación
la duración del cautiverio.
(2) Otra imagen nueva y extraña para decla¬
rar el hambre que Jerusalén pasará durante su
asedio por los caldeos.
que cocerás en el rescoldo de excre¬
mentos humanos y a la vista de
esas gentes. 13 Y me dijo Yave: Así
comerán los hijos de Israel su pan
inmundo, en medio de las gentes a
las cuales los arrojare yo.
14 ¡Ah, Señor, Yave!, exclamé yo;
mi alma no se ha contaminado nunca
desde mi adolescencia hasta hoy;
no comí mortecino ni despedazado,
y jamás entró en mi boca carne
inmunda. 15 El me respondió: Mira,
te concedo que en vez de estiércol
humano tomes estiércol de los bue¬
yes, para cocer en él tu pan. 16 Y
añadió: Hijo de hombre, yo voy a
quebrantar a Jerusalén el sustento
del pan; comerán el pan por peso y
con angustia, y beberán el agua
tasada y con afán; 17 para que fal¬
tándoles el pan y el agua, desfallezcan
los unos con los otros y se consuman
en su iniquidad.
I.a dcpopiilavMÓit «le Judá \
Jerusalén.
1 Hijo de hombre, coge una cs-
pada afilada y empléala como
navaja de barbero, para raerte cabe¬
llos y barba (1). Toma luego una
balanza justa, y reparte el pelo. 2 Un
tercio lo quemarás al fuego en medio
de la ciudad, mientras se cumplen
los días del asedio; otro tercio lo
golpearás con la espada en derredor
de ella, y el otro tercio lo esparci¬
rás al viento, y yo lo perseguiré
con la espada desnuda. 3 Toma tam¬
bién de ellos unos pocos, por cuenta,
y átalos a la orla de tu manto. 4 Toma
otros pocos, y los echas en medio del
fuego, que se quemen. De allí saldrá
el fuego para toda la casa de Israel.
6 Así dice el Señor, Yave: Esta es
Jerusalén. Yo la había puesto en
medio de las gentes y de las tierras
que están en derredor suyo. 6 Ella
se rebeló contra mis mandatos, mal¬
vada, más que las gentes, y contra
mis leyes, más que las tierras que
están en torno suyo, despreciando
mis manda ni ien tos y mis leyes y
no andando por ellos. 7 Por tanto,
así dice Yave: Por ser más rebelde
que las gentes que os rodean, y no
haber seguido mis mandamientos y
(i) Nueva imagen de los estragos que ven¬
drán sobre Jerusalén, de cuya población sólo
quedará una pequeña porción.
EZEQUIEI, G, 7
70/
no haber obrado .según mis leyes,
y hasta ni siquiera haber hecho según
las costumbres de las gentes que están
en torno vuestro; 8 por eso, así dice
el Señor, Yave; Heme aquí contra ti
a mi vez, para hacer justicia en ti,
a la vista de las gentes, 9 y haré en ti
lo que no hice jamás y como jamás
volveré a hacer, por causa de todas
tus abominaciones. 10 Por eso, dentro
de ti se eomerán los padres a sus
hijos, y los hijos se comerán a sus
padres; cumpliré en ti mis juicios,
y lo que de ti reste lo esparciré a
todos los vientos.
11 Por mi vida, dice el Señor, Yave,
ya que tú has profanado mi santuario
con todas tus fornicaciones y con
todas tus abominaciones, yo tam¬
bién te abatiré a ti, sin que perdone
mi ojo, sin misericordia. 12 Una ter¬
cera parte de ti morirá dentro de
pestilencia y de hambre; otra ter¬
cera parte caerá en derredor tuyo a
•la espada, y la otra tercera parte la
esparciré a todos los vientos e iré
tras ella con la espada desenvainada.
13 Cumpliré mi furor y saciaré en
ellos mi ira, y tomaré satisfacción,
y sabrán que yo, Yave, he hablado
en mi indignación, cuando desfogue
en ellos mi furor. 14 Te tornaré en
desierto y en oprobio de las gentes
que están en derredor tuyo, a los
ojos de todos; 15 y serás el oprobio
y el escarnio, el espanto y el escar¬
miento de las gentes que están en
derredor de ti, cuando en medio de
ti haga yo justicia con furor e indig¬
nación, con terrible ira. Yo, Yave,
lo he dicho.
Devastaeión de la tierra.
16 Cuando dispare yo contra ellos
las perniciosas saetas del hambre,
que los llevarán a la destrucción,
que lanzaré yo para destruirlos, y
acreciente vuestra hambre y os quite
todo sustento de pan; 17 cuando lance
contra vosotros el hambre y las bes¬
tias feroces que te dejarán sin hijos,
y pasen por tus calles la pestilencia
y el estrago, y haga caer sobre ti la
espada. Yo, Yave, he hablado.
(} 1 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 2 Hijo de hombre,
vuelve el rostro a los montes de
Israel y profetiza contra ellos. 3 Di:
Oíd, montes de Israel, la palabra del
Señor, Yave. Así dice el Señor,
Yave, a los montes, a los collados,
a los torresntes y a los valles.
Voy a traer contra vosotros la
espada, y destruiré todos vuestros
altos. 4 Vuestros altares serán devas¬
tados, y destrozados vuestros cipos
solares, y haré caer vuestros muertos
ante vuestros ídolos. 5 Yo pondré los
cadáveres de los hijos de Israel de¬
lante de sus ídolos y dispersaré vues¬
tros huesos en derredor de vuestros
altares. 6 Dondequiera habitéis serán
arruinadas vuestras ciudades V de¬
vastados vuestros altos. Vuestros alta¬
res serán arruinados, y abandonados
vuestros ídolos, destrozados, desapa¬
recerán. Serán rotos vuestros cipos
al sol y aniquiladas vuestras obras.
7 Caerán en medio de vosotros los
muertos, y sabréis que yo soy Yave.
8 Mas dejaré de vosotros entre las
gentes unos restos que escaparán a
la espada, euando sean dispersados
por el mundo. 9 Vuestros dispersos
se acordarán de mí en las naciones
en que estarán en cautiverio, porque
yo quebrantaré su corazón forni¬
cario, que se apartó de mí, y sus
ojos que fornicaron tras los ídolos.
Y tendrán horror de sí mismos por
las iniquidades que cometieron y por
todas sus fornicaciones. 10 Sabrán en¬
tonces que yo soy Yave. No en vano
he dicho que había de escarmentarlos.
11 Así dice el Señor, Yave: Hiere
con la mano y hiere con el pie, di¬
ciendo: ¡Ah! Después de tantas horri¬
bles abominaciones, caerá la casa
de Israel a espada, de hambre y de
peste. 12 El que esté lejos morirá
de peste, el que esté cerca caerá a
la espada, y el que quedare y esté
asediado, morirá de hambre. Des¬
fogaré mi ira; 13 y reconoceréis que
yo soy Yave, cuando yazcan sus
muertos junto a sus ídolos, en derre¬
dor de sus altares; en todo alto collado
y en la cima de todos los montes;
bajo todo árbol frondoso y bajo
toda encina copuda, allí donde ofre¬
cían perfumes de grato aroma a todos
sus ídolos; 14 yo tenderé contra ellos
mi mano y tornaré la tierra desolada
y solitaria, más que el desierto de
Dibla, donde quiera que habiten;
y sabrán que yo soy Yave.
Castigo de las idolatrías.
Y 1 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 2 Mira, hijo de
hombre, así habla Yave: Es el fin
7U8
EZEQUIEL, 8
para la tierra de Israel, viene el fin
sobre los cuatro confines de la tierra.
3 Llega para ti el fin, y desencade¬
naré mi ira contra ti y te pagaré
según tus obras, y echaré sobre ti
todas tus abominaciones. 4 No se
apiadará de ti mi ojo, no tendré com¬
pasión, echaré tus obras sobre ti y
en tu seno tus abominaciones y
sabréis que yo soy Yave.
6 Porque así dice el Señor, Yave:
Desdicha tras desdicha, ya viene;
6 llega el fin, está amenazándote el
fin, ya está ahí. 7 Ya te llega la corona,
habitante de la tierra; ya viene el
tiempo, ya llega el día del alboroto,
pero no de alegría, en los montes.
8 Ahora en seguida voy a derramar
sobre ti mi ira y satisfaré en ti mi
furor, juzgándote según tus obras y
echando sobre ti todas tus fornica¬
ciones. 9 No se apiadará mi ojo, no
tendré compasión, sino que echaré
sobre ti tus obras, y pondré en tu
seno tus abominaciones y sabrás que
yo, Yave, os hiero.
10 He ahí el día, ya viene, ya llega
tu suerte, ya florece el cetro, ya brotó
la soberbia. 11 Viene la destrucción
para el cetro impío; nada quedará de
ellos, nada de su soberbia, nada de
su estrépito, nada de su esplendor.
12 Llega el tiempo, viene el día; que
no se alegre el que compra ni se
entristezca el que vende, que sobre
todos vendrá la ira. 13 Quien venda
no recobrará lo vendido por más que
viva, porque la visión sobre todos
ellos no se revocará, y por sus impie¬
dades, ninguno vivirá.
Conversión y salvación de los res¬
tos, después del tremendo easticjo.
14 Tocan las trompetas, apréstase
todo, pero todos se agachan, están
sin fuerzas, porque se desencadena
mi ira contra toda la muchedumbre.
16 Fuera, la espada, dentro, la peste
y el hambre, quien esté en el campo
morirá a la espada, quien esté dentro
de la ciudad será devorado por el
hambre y por la peste. 16 Quien de
ellos escape huirá a los montes, y
gemirán todos como gime la paloma,
cada uno por su propia iniquidad.
17 Todas las manos están debilitadas,
y todas las rodillas se mojan en agua.
18 Cíñense de saco y cóbrense de i
terror, en todos los rostros se ve la
confusión y todas las cabezas están
rapadas.
10 Tiran en las calles su plata,
y su oro se torna en horror; no los
salvará su plata ni su oro el día
de la ira de Yave. No saciarán su
hambre y no llenarán su vientre con
ellos, porque les fueron incentivo
para el pecado. 20 Estaban muy orgu¬
llosos de su brillante belleza, y con
ellos fabricaron sus abominables simu¬
lacros, se hicieron sus ídolos. 21 Por
eso los haré yo para ellos abomina¬
ción y los daré al saqueo de manos
extrañas y en botín a los impíos de
la tierra, para que la contaminen.
22 Apartaré de ellos mi rostro y
será profanado mi tesoro, entrarán
allí los invasores y lo profanarán:
23 de ellos harán cadenas, porque está
la tierra llena de sangre y la ciudad
llena de violencias. 24 Traeré allá
lo más feroz de las gentes, para que
se apoderen de sus casas; acabaré
el orgullo de los poderosos, y serán
profanados sus santuarios.
26 Viene la ruina; pedirán paz y
no habrá paz; 26 vendrá angustia
sobre angustia, y al anuncio de una
seguirá el de otra. Faltará la visión
a sus profetas, los sacerdotes desco¬
nocerán la ley y los ancianos el
consejo. 27 El rey se enlutará y los
príncipes estarán desolados, y tem¬
blarán las manos de todo el pueblo.
Yo los trataré según sus caminos,
y los juzgaré según su merecido, y
sabrán que yo soy Yave.
La gloria de Yave abandona el
templo.
1 El año sexto, el día cinco del
u sexto mes, me hallaba vo en mi
casa, y estaban delante de mí los
ancianos de Judá, y allí se posó
sobre mí la mano del Señor, Yave.
Miré, 2 y vi una figura al parecer de
fuego. De lo que aparecía, de cin¬
tura arriba era fuego, y de cintura
abajo era como un esplendor lumi¬
noso, como bronce brillante. 3 Tendió
una a modo de mano, y me cogió por
los pelos de la cabeza. El espíritu
me levantó enlre la tierra y el cielo,
y en visión divina me llevó a Jeru-
salén (1), a la entrada de la puerta
del atrio interior, del lado del sep¬
tentrión, donde estaba puesto el ídolo
(i) Dios conduce en espíritu al profeta al
templo de Jerusalén, para hacerle ver las abomi¬
naciones idolátricas que allí se cometen.
EZEQUIEL, 9
Tíi')
que provoca el celo. 4 V allí estaba
la gloria del Dios de Israel, semejailte
a la de la visión que tuve en el campo.
ta idolatría, en el templo mismo.
5 Y me dijo: Hijo de hombre,
alza tus ojos hacia el lado del sep¬
tentrión. Y alzando mis ojos al lado
del septentrión, vi al norte de la
puerta el altar del ídolo del celo,
a la entrada misma, y me dijo:
6 Hijo de. hombre, ¿ves lo que hacen
éstos? ¿Ves las grandes abomina¬
ciones que la casa de Israel hace
aquí mismo, para alejarme de mi
santuario? Pero date la vuelta, y
verás abominaciones todavía más
grandes. 7 Y me llevó a la entrada
del atrio, y mirando, vi un agujero
en la pared. 8 Y me dijo: Hijo de
hombre, horada en la pared. Horadé
en la pared, y apareció una puerta.
9 Entra, me dijo, y mira las pésimas
abominaciones que éstos hacen. 10 En¬
tré, miré, y vi toda suerte de imá¬
genes de reptiles y bestias abomina¬
bles y todos los ídolos de la casa de
Israel pintados en la pared en derre¬
dor. 11 Y setenta hombres de los
ancianos de la casa de Israel, entre
ellos Jezonías, hijo de Safán, estaban
en pie ante ellos, cada uno con su
incensario en la mano, de los que
subía una nube de incienso. 12 Y
me dijo: Hijo de hombre: ¿Has visto
10 que hacen los ancianos de Israel
en secreto, cada uno en su cámara,
llena de imágenes? Pues se dicen:
Yave no nos ve; se ha alejado de la
tierra. 13 Y me dijo: Pues verás abo¬
minaciones todavía mayores que éstos
hacen.
14 Me condujo a la entrada de la
puerta de la casa de Yave, del lado
norte y estaban allí dos mujeres
sentadas llorando a Tammuz; 15 y
me dijo: ¿Has visto hijo de hombre?
Pues todavía verás abominaciones
mucho más grandes que ésta. 16 Y
me llevó al atrio interior de la casa
de Yave; y allí, a la misma entrada
del santuario de Yave, entre el ves¬
tíbulo y el altar, había unos veinti¬
cinco hombres, de espaldas al san¬
tuario de Yave y cara al oriente,
que hacia el oriente se postraban.
17 Y me dijo: Hijo de hombre, ¿has
visto? ¿Será cosa ligera para la casa
de Judá hacer las abominaciones que
en este lugar se hacen, que han lle¬
nado la tierra de violencias para
irritarme, y hasta se llevan la zemo -
ra (1) a sus narices? 18 Pues también
yo obraré con furor, no se apiadará
mi ojo y no tendré compasión, y
cuando griten a mis oídos en voz alta,
no los escucharé.
Los mensajeros de la destrucción.
Q 1 Y clamó en mis oídos con fuerte
voz: {Acercaos, los que habéis
de castigar a la ciudad, cada uno
con su instrumento de destrucción
en la mano! 2 Y llegaron seis hombres
por el camino de la puerta superior
del lado del septentrión, cada uno
con su instrumento destructor en la
mano. Había en medio de ellos un
hombre vestido de lino, que traía a
la cintura un tintero de escriba; y
entrados, fueron a ponerse junto al
altar de bronce.
3 La gloria del Dios de Israel se
alzó de sobre el querubín sobre el
que estaba, hacia el umbral de la
casa, y llamando al hombre vestido
de lino que llevaba el tintero de
escriba, 4 le dijo Yave: Pasa por en
medio de la ciudad, por en medio de
Jerusalcn, y pon por señal un Tau
en la frente (2) de los que se duelen
de todas las abominaciones que en
medio de ella se cometen. 5 Y a los
otros les dijo: Pasad en pos de él
por la ciudad y herid. Xo perdone
vuestro ojo ni tengáis compasión;
6 viejos, mancebos y doncellas, niños
y mujeres, matad hasta exterminarlos,
pero no os lleguéis a ninguno de los
que llevan el Tan. Comenzad por
mi santuario. Comenzaron, pues, por
los ancianos que estaban delante del
templo. 7 Y les dijo: Profanad tam¬
bién el santuario, henchid de muertos
los atrios. Salid. Salieron, y se pu¬
sieron a matar por la ciudad.
8 Mientras ellos herían, quedóme
yo solo y postrándome rostro a
tierra, grité: ¡Oh, Señor, Yavel ¿Vas
a exterminar cuanto queda de la
casa de Israel, arrojando tu furor
sobre Jerusalén? 9 Y me dijo: La
(1) La palabra zemora significa un ramito
o ramillete, mas no sabemos de qué, y por eso
hemos creído mejor transcribirla que traducirla.
Los textos asirios sugieren ciertas raíces de vir¬
tud mágica, que creían daban vida al que las olía.
(2) La señal puesta en la frente marcaba a
los piadosos que se dolían de las idolatrías del
pueblo y los señalaba para la preservación.
EZEQÜIEL, 10, 11
iniquidad do la oasa do Israel y do
Judá es muy grande. La tierra está
cubierta de sangre, la ciudad llena
de injusticia, pues se han dicho:
Ya ve se ha alejado do la l ierra y no
ve nada. 10 Asi, pues, haré yo, no
perdonará mi ojo, no tendré compa¬
sión, haré recaer sus obras sobro sus
cabezas. 11 Y el hombro vestido de
lino, con el tintero de escriba a la
cintura, vino a hacer relación: He
hecho lo (pie mandaste.
Xnova descripción de la cjloria
de IJios.
1 |j 1 Y miré, y vi encima del fir-
1 ^ inamento que oslaba sobre las
cabezas de los querubines una como
piedra de zafiro que apareóla sobre
ellos como a semejanza de trono;
2 y habló Ya ve al hombre vestido de
lino, y le dijo: Ve por entre las ruedas
de debajo de los querubines, y llena
tus manos de las brasas encendidas
(pie hay entre los querubines, y
échalas sobre la ciudad; v él lué a
vista mía. 3 Los querubines se habían
parado al lado derecho de la casa
cuando el hombre fué, y una nube
había llenado el atrio interior. 4 La
gloiia de Ya ve se alzó sobre el queru¬
bín al umbral de la casa y ésta se
Penó de la nube, y el atrio se llenó
del esplendor de la gloria de Yavc;
5 y el rumor ríe las alas do los queru¬
bines so ola hasta el atrio exterior,
semejante a la voz de Dios omnipo¬
tente cuando habla.
6 Y como dió la orden al hombre
vestido de lino, «coge del fuego de
entro las ruedas do en medio de los
querubines », entró él y paróse entre
las ruedas; 7 y uno de los querubines
tendió la mano al fuego que entre
ellos habla, y tomó de él y lo puso
en las palmas del que estaba vestido
de lino, que lo lomó y salió.
8 Mostróse entonces en los queru¬
bines una forma de mano de hombre
bajo sus alas. 9 Miré, y vi cuatro
ruedas junto a los querubines, una
rueda ni lado de uno y otra al lado
de otro querubín. A la vista parecían
las ruedas como de turquesa, 10 y
en cnanto a su forma, las cuatro
eran iguales, como rueda dentro de
rueda. 11 Cuando se movían iban a
sus cuatro lados, y no se volvían j
atrás al marchar. 12 Todo el cuerpo
de los querubines, dorso, manos y
alas, y las ruedas, estaban todo en
derredor llenos de ojos, y todos
cuatro tenían cada uno su rueda. 13 A
las ruedas, como yo lo oí, las llamaban
torbellino. 14 Cada uno tenia cuatro
aspectos; el primero de querubín, el
segundo de hombre, el tercero de león,
y el cuarto de águila. 15 Levantáronse
los querubines. Eran los mismos seres
vivientes que bahía visto junto al
lío Quebar. 16 Al moverse los queru¬
bines, se movían las ruedas a su
lado, y cuando los querubines alza¬
ban las alas para levantarse de tierra,
las ruedas, a su vez, no se apartaban
de su lado; 17 cuando aquéllos se para¬
ban, se paraban éstas, y cuando se alza¬
ban aquéllos se alzaban éstas con ellos,
pues habla en ellas espíritu de vida.
18 La gloria de Yavc se quitó de
sobre el umbral de la casa y se puso
sobre los querubines; 19 y los queru¬
bines, saliendo fuera, tendieron las
alas, se alzaron de tierra a vista mía,
y con ellos se alzaron las ruedas (1).
Paráronse a la entrada de la puerta
oriental de la casa do Yavc, y la
gloria del Dios de Israel estaba arriba
sobre ellos. 20 Eran los mismos seres
que habla visto bajo el Dios de Israel
junto al río Quebar, y supe que se
llamaban querubines. 21 Cada uno
tenía cuatro aspectos y cada uno
cuatro alas y una semejanza de mano
de hombre bajo las alas. 22 La seme¬
janza de sus rostros era la de los
que vi junto al rio Quebar. Cada uno
iba de frente a si.
Casticjo de los joles del pueblo.
1 1 1 Me elevó el espíritu y me llevó
1 a la puerta oriental de la casa,
la que mira a levante; y vi que había
a la puerta veinticinco hombres, entre
los cuales Jazanlas, hijo de Asur,
y Pellín, hijo de Bannnyn, jefes del
pueblo. 2 Y Yavc me dijo: Hijo de
hombre, éslos son los hombres que
maquinan perversidades y dan en la
ciudad perversos consejos: 3 y dicen:
¿Xo se han reconstruido bien pronto
las casas de la ciudad ? Ella será la olla,
nosotros la carne. 4 Por tanto, profetiza
contra ellos, profetiza, hijo de hombre.
5 Y vino sobre mi el espíritu de
(i) La gloria de Y.ive. o sea E! mismo, que
moraba en el lemplo, lo abandona, para que el
lcmplo sea entregado a la destrucción de los
caldeos.
EZEQUIEL, 12
7 I I
Yave y me dijo: Di: Así habla Yave:
Vosotros habéis dicho eso, casa de
Israel, y yo sé muy bién lo que
pensáis. 6 Habéis multiplicado los
muertos en esta ciudad, habéis lle¬
nado sus calles de cadáveres. 7 Por
tanto, así dice Yave: Vuestros muer¬
tos, los que habéis dejado tendidos
en medio de ella, ésos son la carne
y ella es la olla, pero yo os he de
sacar de ella.
* Vosotros tenéis miedo a la espa¬
da, y vo haré venir la espada sobre
vosotros, dice el Señor, Yave. 9 Yo
os sacaré de en medio de ella y os
entregaré en manos de los extranje¬
ros, y haré justicia en vosotros. 10 Pe¬
receréis a la espada, en los términos
de Israel, os juzgaré y sabréis que
yo soy Yave. 11 No será ella para
vosotros la olla, ni seréis vosotros en
ella la carne; en los términos de Is¬
rael os juzgaré, 12 y sabréis que yo
soy Yave, cuyos mandamientos no
habéis seguido, cuyas leyes no ha¬
béis practicado, sino que habéis obra¬
do siguiendo las costumbres de las
gentes que os rodean.
13 Apenas había profetizado, cayó
muerto Peltía, hijo de Banayas, y yo
inc eché rostro a tierra y grité con
todas mis fuerzas: ¡Ah Señor, Yave!
¿Vas a acabar del todo con lo que
queda de Israel? 14 Me fué dirigida
palabra de. Yave, diciendo: 15 Hijo
de hombre, tus hermanos, tus her¬
manos, los de tu parentela, la casa
de Israel toda entera, son los que
dicen a los habitantes de Jerusalén:
Alejaos de Yave, tenemos la tierra
en posesión. 16 Diles, por tanto: Así
habla el Señor, Yave: Los lie alejado
hacia las gentes, los he dispersado en
tierras extranjeras, pero yo seré para
ellos santuario, por el poco de tiempo
que estarán en las tierras a que han
emigrado (1).
17 Diles, pues: Así habla el Señor,
Yave: Yo os recogeré de entre las
genios, y os reuniré de entre las tie¬
rras a que habéis sido dispersados,
y os daré la tierra de Israel. 18 Y en¬
trarán en ella, y quitarán de ella
lodos sus ídolos y sus abominaciones.
19 Y les daré otro corazón, y pondré
en ellos un espíritu nuevo, quitaré
(r) Hermosas palabras las de este verso. Los
desterrados carecen de templo; pero Dios mismo
será su templo: Dios no los abandona en su des¬
tierro, hasta rcconJucirlos a la patria, mudado
su espíritu.
de su cuerpo su corazón de piedra, y
les daré un corazón de carne, 20 para
que sigan mis mandamientos y ob¬
serven y practiquen mis leyes, y sean
mi pueblo y sea yo su Dios. 21 Pero
a los que se complacen en sus ídolos,
en sus abominaciones, yo les echaré
sus obras sobre la cabeza, dice el
Señor, Yave.
22 Los querubines desplegaron sus
alas, y les siguieron las ruedas: v la
gloria de Yave estaba sobre ellos:
23 y la gloria de Yave se alzó de en
medio de la ciudad, y se posó sobre
el monte que está al oriente de la
ciudad. 24 Me tomó el espíritu, y me
llevó a Caldea entre los cautivos, en
visión del espíritu de Dios, y desapa¬
reció la visión que había tenido.
25 Yo dije a los cautivos todo lo que
Yave me había mostrado.
La íujju del rey.
1 *) 1 Fuéme dirigida la palabra
1 ** de Yave, diciendo: 2 Hijo de
hombre: Habitas en medio de gente
rebelde, que tiene ojos para ver y
no ven, oídos para oír y no oyen,
porque son gente rebelde. 3 Tú, hijo
de hombre, dispon tus trebejos de
emigración (1), y sal de día a la
vista de ellos. Parte a presencia suya
del lugar en que estás, para otro
lugar, a ver si reconocen que son
gente rebelde. 4 Saca tus trebejos,
como trebejos de camino, de día, a
sus ojos, y parte por la tarde a pre¬
sencia suya, como parten los deste¬
rrados. 5 A sus ojos horadas la pared
y sales por ella, llevando a sus ojos
tus trebejos, y te los echas al hombro,
y sales al oscurecer, cubierto el rostro
y sin mirar a la tierra, pues quiero
que seas pronóstico para la casa de
Israel.
7 Yo hice lo que se me mandaba,
y salí de día con mis trebejos, como
trebejos de emigración; horadé con
mis manos la pared y los saqué al
oscurecer, y me los eché al hombro
a presencia suya. 8 Por la mañana
me fué dirigida la palabra de Yave,
diciendo: 9 Hijo de hombre, no te ha
dicho la casa de Israel, esta casa de
rebeldes: ¿Qué es lo que haces?
10 Pues diles: Así habla el Señor,
(i) El profeta recibe esta orden de preparar
sus bártulos y partir, simbolizando la partida de
Judá y su rey para el destierro.
712
EZEQUIEL, 1?»
Yave: Este oráculo es para el prínci¬
pe que está en Jerusalén y para toda
la casa de Israel que allí se halla.
11 Diles: Yo soy para vosotros una
señal: lo que yo hago, eso harán ellos,
irán al destierro, al cautiverio.
12 El principe que entre ellos está
se echará al hombro su bagaje en la
oscuridad y partirá. Se horadará la
muralla para que salga, y se cubrirá
el rostro para no ver la tierra. 13 Yo
le tenderé mis redes, y será cogido
en mis mallas, y le llevarán a Babi¬
lonia, a la tierra de los caldeos, pero
no la verá, y allí morirá. 14 Y a
cuantos estén a su lado para servirle,
a cuantos le acompañen los esparciré
a todos los vientos y desenvainaré
contra ellos mi espada. 15 Y sabrán
que yo soy Yave. cuando los dise¬
mine entre las gentes y los derrame
sobre la tierra. 16 Pero haré que de
ellos quede un corto número, de la
espada, del hambre v de la pesti¬
lencia. Para que cuenten todas sus
abominaciones entre las gentes a las
que llegaren y sepan que yo soy Yave.
17 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 18 Hijo de hombre,
come tu pan con temor y bebe tu
agua con anhelo y angustia, 19 V di
al pueblo de la tierra: Así habla el
Señor, Yave, de los moradores de
Jerusalén y de la tierra de Israel:
( omerán su pan con temor, y con
espanto beberán su agua, porque su
tierra será despojada de todo, por la
maldad de cuantos la habitan. 20 Y
serán asoladas las ciudades que ha¬
bitan, y sabrán que yo soy Yave.
III onstiíjo se aceren.
21 Fucme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 22 Hijo de hombre,
¿qué refrán es ése que corre por la
tierra de Israel, diciendo: pasan' los
días y no se cumple la visión? (1).
23 Diles, por tanto: Así habla el Señor,
Yave: Yo haré que desaparezca ese
refrán, y no lo repetirán en Israel.
24 Diles, por lo contrario: Ya se acerca
el día y se cumplirá toda visión. Xo
habrá ya más en adelante visiones
(i) Interesante para entender cómo ola el
pueblo las palabras del profeta. No negaban su
veracidad, sabiendoque eran profetas de Dios;
pero creían al ver pasar los días sin que las vi¬
siones se cumplieran, que no eran más que ame¬
nazas. que no se realizarían, o quedarían para
edades remotas.
engañosas ni adivinaciones lisonje¬
ras en la casa de Israel. 26 Porque
yo, Yave, digo: Se cumplirá la pala¬
bra que yo pronuncie y no se dila¬
tará. Antes en vuestros días, joh casa
de rebeldesl, diré mi palabra y la
cumpliré. Palabra de Yave.
28 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 27 Hijo de hombre,
mira cómo dice la casa de Israel:
Las visiones que éste ve no son para
pronto, profetiza para muy lejanos
días. 28 Diles, por tanto: Así habla
el Señor, Yave: Xo se dilatará ya
más. Se cumplirá toda palabra que
yo hable, dice el Señor, Yave.
Contra los falsos profetas.
1 o 1 Fuéme dirigida la palabra de
'' Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, profetiza contra los profetas de Is¬
rael (1) que profetizan: y di a esos
que profetizan a capricho suyo: oíd
la palabra de Yave. 3 Así dice el
Señor, Yave: íAv de los profetas in¬
sensatos que andan en su propio ca¬
pricho, sin haber visto nadal 4 Fue¬
ron, Israel, tus profetas como zorras
del desierto. 5 Xo habéis subido a las
brechas, no habéis amurallado la casa
de Israel, para que resistiera en el
combate el día de Yave. 6 Vieron
vanidad v adivinación mentirosa.
Dicen: «Ha dicho Yave», y no los
envió Yave, y hacen esperar que se
cumplirán sus palabras. 7 ¿Xo habéis
visto visiones vanas? ¿Xo habéis
anunciado adivinaciones mentirosas,
diciendo «ha dicho Yave», no habién¬
dolo dicho yo?
8 Por tanto, así dice el Señor,
Yave: Por haber hablado vosotros
vanidad y haber visto mentiras, por
tanto, aquí estoy yo contra vosotros,
(fice el Señor, Yave. 9 Y será mi
mano contra los profetas que ven va¬
nidad y adivinan mentira. No for¬
marán en la asamblea de mi pueblo,
ni serán inscritos en el libro de la
Icasa de Israel, ni volverán a la tierra
Ide Israel, y saliréis que vo soy el
Señor, Yave.
10 Por tanto, por haber engañado
a mi pueblo, diciendo: «Paz», no ha¬
biendo paz; y mientras alzaba yo
(i) En Babilonia también vivían, entre los
desterrados, profetas que profetizaban según su
imaginación y afirmaban la preservación de Je¬
rusalén y la vuelta de ellos a la patria
EZEQUIEL, 14
713
una pared, tilos la jarreaban con
barro, 11 di a esos jarreadores con
barro que se caerá, que vendrán agua¬
ceros, y mandaré granizadas que la
derribarán y viento impetuoso que
la deshará. 12 ¿Y cuando caiga la pa¬
red, no os dirán: Dónde está la emba¬
rradura con que la cubristeis?
13 Por tanto, así dice el Señor, Yave:
Yo en ini furor desencadenaré la tem¬
pestad, y vendrá en mi ira un agua¬
cero impetuoso, y caerá furioso el
granizo para destruir. 14 Y derribaré
la pared que vosotros embarrasteis,
la echaré a tierra V quedarán al des¬
cubierto sus cimientos. Caerá ella, y
vosotros pereceréis en medio de sus
escombros, y sabréis que yo soy Yave.
15 Yo saciaré mi furor contra la pared
y contra los que la recubrieron de
barro; y os diré: Ya no hay pared,
y se acabaron los que la jarreaban,
16 los profetas de Israel que profeti¬
zan a Jerusalén y tienen para ella
visiones de paz, no habiendo paz,
dice el Señor, Yave. 17 Y tú, hijo
de hombre, pon tus ojos en las hijas
de tu pueblo que profetizan a capri¬
cho suyo, y profetiza contra ellas.
18 Di, así habla el Señor, Yave: ¡Ay
de las que se hacen cintajos para
todas las articulaciones de las manos,
y lazos para toda clase de gentes,
para cazar las almas! ¿Creéis que ca¬
zando las almas de mi pueblo man¬
tendréis las vuestras? 19 Vosotras,
por dos puñados de cebada o dos pe¬
dazos de pan, me deshonráis ante mi
pueblo, predicando la muerte de
quien no ha.de morir y prometiendo
la vida a quien no vivirá, y enga¬
ñando así a mi pueblo, que se cree
las mentiras.
20 Por tanto, así dice el Señor, Yave:
Heme aquí contra esos vuestros cin¬
tajos, con que cazáis las almas; yo
los arrancaré de vuestros brazos y
dejaré volar libres a las almas que
con ellos cazáis. 21 Yo arranearé
también vuestros lazos y libraré de
vuestras manos a ini- pueblo. No os
servirán ya más de red en vuestras
manos y sabréis que yo soy Yave.
22 Por haber entristecido con vuestras
mentiras el corazón del justo, cuando
yo no quería entristecerle, y haber
confortado las manos del impío para
que no se volviese de su mal camino
y viviese, 23 ya no tendréis más vanas
visiones, ni pronunciaréis más orácu¬
los. Libraré de vuestras manos a
mi pueblo, y sabréis que yo soy Yave.
Exhortación a la conversión.
14 1 Vinieron a mí algunos de los
ancianos de Israel y se senta¬
ron delante de mí (1); 2 y me fué di¬
rigida la palabra de Yave, diciendo:
3 Hijo de hombre, estas gentes llevan
sus ídolos dentro de su corazón, y
miran con sus ojos el escándalo de
su iniquidad. ¿Voy a dejarme con¬
sultar por ellos? 4 Háblales, por tanto,
y diles: Así habla el Señor, Yave:
A todos los de la casa de Israel, que
llevando sus ídolos en su corazón y
mirando con sus ojos el escándalo de
su iniquidad, vinieren al profeta, les
responderé yo, Yave, hablándoles de
la muchedumbre de sus ídolos, 6 para
agarrar a la casa de Israel por su
propio corazón, ya que por sus ídolos
se aparta de mí.
6 Di, por tanto, a la casa de Israel:
Así habla el Señor, Yave: convertios
y apartaos de vuestros ídolos, y
apartad la vista de vuestras abomi¬
naciones; 7 porque a quienquiera de
la casa de Israel que de mí se apar¬
tare para poner en su corazón sus
ídolos y sus ojos en el escándalo de
su iniquidad, y viniere al profeta
para preguntarle, le responderé yo,
Yave, por mí mismo, 8 y pondré ini
rostro contra él, y le haré portento
y fábula, y le arranearé de mi pueblo
de Israel, y sabréis que yo soy Yave;
9 y si el profeta, seducido, dice algu¬
na cosa, seré yo, Yave, quien le habré
seducido y tenderé sobre él mi mano,
y le exterminaré de en medio de mi
pueblo Israel. 10 Y llevarán sobre sí
su maldad; según la maldad de quien
pregunta, así será la maldad de quien
responde. 11 Para que no yerre más
la casa de Israel lejos de mí, ni se
contamine eon todas sus abomina¬
ciones, y sean mi pueblo y yo sea su
Dios, dice el Señor, Yave:
Inutilidad de la intercesión.
12 Fuéme dirigida palabra de Yave,
diciendo: 13 Hijo de hombre: Cuan¬
do por haberse rebelado pérfida¬
mente contra mí la tierra, tienda yo
mi brazo contra ella, y la quebrante
el sustento del pan y mande sobre
(i) Estos ancianos, que rinden culto a los
ídolos, Vienen a consultar a Dios por su profeta.
La respuesta que reciben es la que más nece¬
sitan.
‘1 i
EZEQUIEL, 15, 16
ella el hambre, y extermine en ella
hombres y animales, 14 aunque hu¬
bieran estado en ella estos tres varo¬
nes, Xoé, Daniel y Job, ellos por su
justicia hubieran salvado su vida,
dice el Señor, Yave. 15 Y si invadiera
esa tierra con bestias feroces para
que la desolaran, sin que nadie por
miedo a las fieras la atravesara, 16 si
hubieran estado en ella esos tres va¬
rones, por mi vida, dice Yave, no
hubieran salvado a sus hijos ni a
sus hijas; ellos solos habrían esca¬
pado, y la tierra habría sido deso¬
lada. 17 Y si mando contra ella la
espada, y digo: espada, recorre la
tierra y extermina hombres y ani¬
males; 18 aunque en medio <ie ella
estuvieran aquellos tres varones, por
mi vida, dice Yave, que no salva¬
rían a sus hijos y a sus hijas; ellos
solos escaparían. 19 O si mandare
sobre esa tierra la peste contra ella
dentro de su sangre, derramando mi
ira para exterminar hombres y bes¬
tias, 20 aunque en medio de ella estu¬
vieran Xoé, Daniel y Job, por mi
vida, dice Yave, no salvarían un hijo
ni una hija; por su propia justicia
escaparían ellos, y salvarían la propia
vida.
21 Pues así diee el Señor, Yave:
¡Cuánto más, cuando desencadene yo
contra Jerusalén esos cuatro azotes
juntamente, la espada, el hambre,
las bestias feroces y la peste, para
exterminar en ella hombres y ani¬
males! 22 Y sin embargo, quedarán
en ella algunos restos, hijos e hijas
que escaparán y saldrán fuera, y
vendrán con vosotros y veréis su
conducta y sus obras, y comprende¬
réis el mal que yo voy a hacer a
Jerusalén, y todo lo que voy a hacer
contra ella. 23 Do comprenderéis
cuando veáis su conducta y sus obras,
y reconoceréis que no sin razón hago
yo cuanto hago, diee el Señor, Yave.
Israel, MSiniticnflo inútil.
1 E 1 Fuéme dirigida la palabra de
■ '' Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, ¿qué tiene más el palo de la
viña que otro palo? ¿Qué es el sar¬
miento en lie todas las maderas de
la selva? 3 ¿Sacarán de él madera
pala hacer obra alguna? ¿Harán de
i da estacas para colgar cualquier
cosa? 4 * Echase al luego para que
se consuma, de cabo a cabo es con¬
sumido, y arde también el medio:
¿servirá para nada más? 6 Cuando
estaba entero no servía para hacer
de él obra alguna. ¡Cuánto menos
servirá después de quemado, después
que filé presa del fuego!
6 Por tanto, asi dice el Señor,
Yave: Como es el palo de la vid
entre las maderas de la selva, leña
que yo echo al fuego, asi echaré a
él a los habitantes de Jerusalén.
7 Volveré contra ellos mi rostro, es¬
caparon del fuego y el fuego los de¬
vorará, y sabréis que yo soy Yave,
cuando volviere contra ellos mi ros¬
tro, 8 y tornaré la tierra en desierto
por cuantos prevaricaron, dice el Se¬
ñor, Yave.
Horrible imjralitinl de Israel.
1 /* 1 Fuéme dirigida la palabra de
1 Yave, diciendo (1): 2 Hijo de
hombre, echa en cara a Jerusalén sus
abominaciones, 3 y di: Esto dice el i
Señor, Yave, a Jerusalén: Eres por
tu tierra y por tu origen unacananea,
tu padre un amorreo, tu madre una
getea; 4 a tu nacimiento, el día que
naciste, nadie te cortó el ombligo,
no fuiste lavada en el agua para
limpiarte, no fuiste frotada con sal 1
ni fajada; 6 nadie hubo que pusiera
en ti sus ojos, para hacerte algo de
esto compadecido de ti, sino que con
horror fuiste tirada al campo el día ¡
en que naciste. 6 Pasé yo cerca (le ti
y te vi sucia en tus sangres, y te j
dije: ¡Vive, vive!, te dije en tus
sangres.
7 Te hice crecer a decenas de mi¬
llares, como la hierba del campo. I
Creciste y te hieiste grande y llegaste I
a la flor de la juventud; te crecieron
los pechos y te salió el pelo; pero
estabas desnuda y llena de vergüenza.
8 Pasé yo junto a ti y le miré. Era tu
tiempo, el Menino del amor, y tendí i
sobre ti mi manto, cubrí tu desnudez, I
me ligué a ti con juramento e hice I
alianza contigo, dice el Señor, Yave,
y luiste mía. 9 Te lavé con agua, le I
quité de encima la sangre, le ungí
con óleo, te vestí (le recamado, te
calcé de piel de tejón, te ceñí de lino I
(i) Este largo capítulo es una narración pa¬
rabólica del mas vivo realismo, en que nos pinta
la historia religiosa de Israel, siempre infiel a su
Dios y amante de los Ídolos. A pesar de todo,
acaba prometiendo la reanudación de la antigua
alianza.
EZEQUIEL, 16
715
fino y te cubrí de seda. 11 Te atavié
con joyas, puse pulseras en tus bra¬
zos y collares cu tu cuello, 12 arillo
en tus narices, zarcillos en tus ore¬
jas, y espléndida diadema en tu ca¬
beza.' 13 Estabas adornada de oro y
cíe plata, vestida de lino y seda en
recamado; comías flor de harina de
trigo, miel y aceite, te hiciste cada
vez más hermosa y llegaste hasta
reinar.
14 Extendióse entre las gentes la
fama de tu hermosura, porque era
acabada la hermosura que yo puse
en ti, dice el Señor, Yavc. 15 Pero
te envaneciste de tu hermosúra y de
tu nombradla, te diste a putañear,
ofreciendo tu desnudez a cuantos pa¬
saban, entregándote a ellos. 16 To¬
maste tus vestidos, y te hiciste altos
Coloreados para prostituirte en ellos.
17 Tomaste las espléndidas joyas que
yo te había dado, mi plata y mi oro,
y te hiciste simulacros de hombres,
fornicando con ellos. 18 Cogiste las
telas recamadas y los cubriste con
ellas, y les ofreciste mi óleo y mis
aromas. 19 También el pan que yo
te diera, la flor de harina de trigo
y el aceite y la miel con que te man¬
tenía, se los ofreciste en ofrenda de
suave olor. Eso hiciste, dice el Señor,
Yavc.
20 Y a más de esto, tomaste a tus
hijos y a tus hijas, los que habías
engendrado para mí, y se los sacrifi¬
caste para que les sirvieran de co¬
mida. Te parecían poco tus prostitu¬
ciones, 21 y sacrificaste a mis hijos
haciéndolos pasar por el fuego. 22 Y al
cometer todas esas tus fornicaciones
V prostituciones, no te acordaste del
tiempo de tu mocedad, cuando esta¬
bas desnuda en tu vergüenza y te
revolvías en tus sangres; 23 antes al
contrario, después de tantas malda¬
des, ¡ay de ti!, dice Yave, 24 te hi¬
ciste en cada plaza un lupanar, 25 y en
cada calle un prostíbulo, mancillando
tu hermosura, entregándote a cuantos
pasaban y multiplicando tus prosti¬
tuciones.
26 Te prostituiste a los hijos de
Egipto, tus vecinos de gordos cuer¬
pos, multiplicando tus fornicaciones
para irritarme. 27 Por eso tendí yo
a ti mi mano y te quité parte de la
dote, y te entregué al capricho de tus
enemigas, las hijas de los filisteos,
que te aborrecen y se avergüenzan
de tu desenfreno. 28 Xo harta toda¬
vía, le prostituiste también a los
hijos de Asur, fornicaste con ellos sin
hartarte todavía. 29 Multiplicaste tus
prostituciones desde la tierra de
Canán hasta la Caldea, y ni con todo
esto te saciaste.
30 ¿Cómo sanar tu corazón, dice el
Señor, Yave, cuando has hecho todo
esto, como desvergonzada ramera
dueña de sí, 31 haciéndote prostíbulos
en todas las encrucijadas y lupanares
en todas las plazas? Y ni siquiera
eres comparable a las rameras, que
reciben el precio de su prostitución.
32 Tú eres la adúltera, que en vez de
su marido acoge a los extraños. 33 A la
meretriz se le paga su merced, pero
tú hacías mercedes a tus amantes
y les hacías regalos para que de todas
partes entrasen a ti para tus forni¬
caciones. 34 Ha sucedido contigo en
tus fornicaciones lo contrario de las
otras rameras, pues no te buscaban,
y pagando tú en voz de recibir paga,
fuiste al contrario de las otras.
Castigo de tanta ingratitud.
35 Por tanto, oye, ¡oh ramera!, la
palabra de Yave: 36 Así dice el Señor,
Yave: Por haber descubierto tus ver¬
güenzas y haber mostrado tu desnu¬
dez a tus amantes en tus fornicacio¬
nes y a todos tus abominables ídolos,
y por la sangre de tus hijos que les
ofreciste; 37 por eso reuniré yo a
todos tus amantes, a cuantos reci¬
biste placentera; y además de los
que amaste, traeré también a los que
aborreciste, y los juntaré contra ti
en derredor y les descubriré tus ver¬
güenzas y contemplarán todas tus tor¬
pezas. 38 Te entregaré a sus manos,
y ellos desharán tu lecho y derribarán
tus prostíbulos, te desnudarán de tus
vestidos y te arrebatarán todos los
ornamentos de tu hermosura, y te
dejarán desnuda, en cueros. 40 Y harán
venir contra ti a las muchedumbres
y té lapidarán con piedras, y te atra¬
vesarán con la espada; 41 y pegarán
fuego a tus casas, y harán en ti jus¬
ticia a ojos de muchas mujeres, y
haré que ceses de putañear y no hagas
ya más regalos. 42 Saciaré en ti mi
ira, y se apartará de ti mi celo.
43 Por cuanto no te acordaste de los
días de tu mocedad, y me provocaste
a ira con todas esas cosas, por eso yo
también echaré tus caminos sobre tu
cabeza, dice el Señor, Yave, y cuín-
716
EZEQUIEL, 17
pliré mis designios contra todas tus
abominaciones.
44 Mira que no habrá proverbista
que no te aplique este proverbio:
«Cual la madre, tal la hija.» 46 Sí,
eres hija de madre que aborreció a
su marido y a sus hijos. Y eres
también hermana de tus hermanas,
que aborrecieron a sus maridos y a
sus hijos. Vuestra madre fué una
getea, y vuestro padre un amorreo.
46 Tu hermana mayor es Samaría,
con sus hijas, que habita a la iz¬
quierda tuya, y tu hermana menor
es Sodoma, con sus hijas, que habita
a tu derecha. 47 Y ni aun seguiste
sólo sus caminos, ni imitaste sólo
sus abominaciones; como si esto fuera
muy poco para ti, te corrompiste
más que ellas en todas tus sendas.
48 Por mi vida, dice el Señor, Yavc,
que tu hermana Sodoma con sus
hijas, no hizo lo que tú con tus
hijas hiciste. 49 Mira cuál fué la ini¬
quidad de Sodoma, tu hermana; Tuvo
gran soberbia, hartura de pan y mu¬
cha ociosidad. No dió la mano al
pobre, al desvalido; 60 se ensoberbe¬
cieron e hicieron lo que a mis ojos
es abominable, v cuando lo vi, las
quité del medio. 61 Samaría no pecó
ni la mitad de lo que has pecado tú.
Tú multiplicaste tus fornicaciones
mucho más que ellas, hasta el punto
de hacer justas a tus hermanas con
todas las abominaciones que tú has
cometido. 62 Lleva, pues, sobre ti tu
vituperio, tú que has ahogado por
la causa de tus hermanas con las abo¬
minaciones que más que a ellas te
han hecho abominable, viniendo a
ser justas ellas, comparadas contigo.
Se confundida, v soporta tu vitupe¬
rio también tú, pues que has venido
a justiticar a tus hermanas.
63 Pero vo mudaré la suerte suya,
la suerte de Sodoma y de sus hijas,
la suerte de Samaría y de sus hijas,
y con la de ellas mudaré también la
tuya, 64 para que soportes tu confu¬
sión y tu vituperio por todo cuanto
hiciste y les sirvas a ellas de consuelo.
56 Tu hermana Sodonia, con sus hijas,
volverán a su anterior estado, vol¬
verán también a él Samaría con sus
hijas, y tú también y tus hijas vol¬
veréis a vuestro estado primero. 66 Ni
el nombre siquiera de tu hermana
Sodoma se oía en tu boca, al tiempo
de tu orgullo, 67 antes de que fuera
descubierta tu perversidad. Así tam¬
bién eres tú ahora oprobio para las
hijas de Aram y para las hijas de
los filisteos que te rodean, que donde¬
quiera te desprecian. 68 Lleva sobre
ti tu perversidad y tus abominacio¬
nes, dice Ya ve.
Misericordia y rehabilitación.
69 Porque así habla el Señor, Yave:
¿Voy a hacer yo contigo lo que con¬
migo hiciste tú, menospreciando el
juramento y rompiendo el pacto?
60 No, yo nic acordaré de la alianza
que contigo hice al tiempo de tu mo¬
cedad y confirmaré contigo una alian¬
za eterna. 61 Y tú te acordarás de tus
obras V te avergonzarás cuando reci¬
bas a tus hermanas mayores y me¬
nores, que yo te daré por hijas, mas
no ya por el pacto hecho contigo.
62 Yo renovaré mi alianza contigo,
y sabrás que yo soy Yave, 63 para
que te acuerdes y sientas vergüenza,
y nunca más de vergüenza te atrevas
abrir la boca, cuando te habré perdona¬
do cuanto hiciste, dice el Señor, Yave.
Humillación y resurgimiento de
la casa de David.
I T 1 Fuéme dirigida la palabra de
* Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, propon un enigma y compon
una parábola de la casa de Israel (1).
3 Di: Así habla el Señor, Yave:
La gran águila de grandes alas y
de largas plumas, toda cubierta do
espléndido plumaje de colores varios,
vino al Líbano y cogió el cogollo
del cedro; 4 y arrancó el principal
de sus renuevos y le llevó a tierra de
mercaderes, y le puso en una ciudad
de comerciantes. 6 Escogió luego un
sembradío de la tierra y le puso en
campo selecto para la plantación.
Le puso cerca de aguas abundantes,
para que estuviese copiosamente re¬
gado. 6 Echó brotes y se hizo una
vid frondosa, pero de poca altura,
para que dirigiese hacia el águila
sus ramas y le estuvieran sometidas
sus raíces. Hizose vid y echó sar¬
mientos y extendió sus ramas.
7 Pero había otra gran águila de
(i) Esla parábola nos representa al rey de
Caldea, que viene a Jerusafén a trasladar a Ba¬
bilonia al rey Jeconías (el cedro del Líbano), de¬
jando en Jerusalén a Sederías por rey de Juda
(el cogollo del cedro)
EZEQUIEL, 18
717
grandes alas y espeso plumaje, y la
vid dirigió hacia ésta sus raíces, y
tendió hacia’ ella sus sarmientos,
desde la era en que la plantó, para
que estuviera bien regada. 8 Había
sido plantada en tierra buena y cerca
de abundantes aguas, para que echase
ramas y llevase frutos y se hiciese
una vid Vigorosa.
9 Di: Así habla el Señor, Yave:
¿Prosperará? El águila primera no
arrancará sus raíces, no la despojará,
dejándola que se seque y se sequen
todas las hojas que echó? Sin gran
esfuerzo, sin necesidad de mucha
gente, la arrancará de raíz. 10 Había
sido plantada, ¿prosperará? ¿No se
secará del todo apenas la toque el
viento solano? En la era de su verdor
se secará.
11 Y me fué dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 12 Anda, di a la
casa rebelde: ¿No habéis entendido
lo que esto significa? Di: El rey de
Babilonia vino a Jerusalén, cogió al
rey y a sus príncipes y los deportó,
llevándolos consigo a Babilonia. 13 To¬
mó a uno de la real estirpe, e hizo
con él un pacto tomándole juramento.
Llevóse a los poderosos de la tierra,
14 para que el ramo fuese modesto
y no se rebelase, y guardase y mantu¬
viese el pacto hecho con él. 15 Pero
aquél se rebeló y mandó embajadores
al Egipto, para que le diese caballos
y mucha gente.'¿Prosperará? ¿Esca¬
pará el que tales cosas hizo? Rompió
el pacto, ¿escapará?
16 Por mi vida, dice el Señor,
Yave, que en la tierra de quien le
había puesto en el trono, cuyo jura¬
mento menospreció y cuya alianza
rompió, allí morirá, en Babilonia.
17 Y el Faraón no le socorrerá con
gran ejército y muchas fuerzas en la
lucha, cuando se levanten terraplenes
y se construyan torres para destruc¬
ción de muchas vidas. 18 Menospreció
el juramento, rompió el pacto, dió
su mano, y luego hizo cosas tales;
no escapará. 19 Por tanto, así habla
el Señor, Yave: Por mi vida, que yo
echaré sobre su cabeza mi juramento
que él menospreció, y mi pacto que
él rompió, 20 y le tenderé mi red, y
quedará preso en mi lazo. Le depor¬
taré a Babilonia, y allí le juzgaré
por la infidelidad cometida contra
mí. 21 Todos los fugitivos de sus tropas
caerán a la espada, y los que queden
serán dispersados a todos los vientos,
y sabréis que yo, Yave, he hablado.
Promesa del Rey Mesías.
22 Así dice el Señor, Yave: También
yo tomaré del cogollo del cedro
sublime; del principal de sus renuevos
cortaré un tallo, 23 y lo plantaré sobre
el monte alto y sublime, en el alto
monte de Sión le plantaré; y echará
ramas y dará fruto, haciéndose un
magnífico cedro, y se acogerán a él
todas las aves de toda pluma, y habi¬
tarán a la sombra de sus ramas;
24 y conocerán todos los árboles de
la selva que yo soy Yave, y humillé
al árbol sublime, y levanté el árbol
bajo, sequé el árbol verde, e hice
reverdecer el árbol seco. Yo, Yave,
he hablado y yo lo cumpliré.
La justificación de Dios.
IR 1 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo (1): 2 ¿Qué
andáis vosotros repitiendo este pro¬
verbio en la tierra de Israel y decís:
Los padres comieron los agraces y
los dientes de los hijos tienen la
dentera? 3 Por mi vida, dice Yave,
que nunca más diréis ese refrán en
Israel. 4 * Mías son las almas todas;
lo mismo la del padre que la del hijo
mías son, y el alma que pecare, ésa
perecerá.
5 El que sea justo y haga juicio y
justicia, 6 no banquetee por los mon¬
tes y no alce sus ojos a los ídolos de
la casa de Israel; no manche a la
mujer de su prójimo, y no se llegue
a la menstruada; 7 y no oprima a
nadie y devuelva al deudor su prenda,
no robe y dé pan al hambriento y
vestido al desnudo; 8 no dé a logro,
ni reciba a usura, retraiga su mano
del mal y haga juicio de verdad
entre hombre y hombre; 9 camine en
mis mandatos y guarde mis leyes
obrando rectamente, ése es justo,
vivirá, dice Yave. 10 Pero si engendró
un hijo ladrón, vertedor de sangre o
(i) Este capítulo es importantísimo en la his¬
toria de la revelación del A. T. Con él queda
rota aquella cadena que ligaba a padres con hijos:
La ley de la responsabilidad social es una ley
natural. Los hijos heredan no sólo el nombre,
los bienes y la gloria de los padres, sino también
las enfermedades, la miseria, etc. Igual se diga
de los pueblos. Esta ley la unlversalizaba la opi¬
nión del pueblo; el profeta la reduce a sus justos
límites. Ante Dios, cada uno será juzgado según
sus obras, buenas o malas, sin consideración a
la conducta de los padres.
718
EZEQUIEL. 19
que haga alguna de esas otras cosas,
y no imitando a sus padres, coma por
los montes, manche a la mujer de su
prójimo, 12 oprima al pobre y al
desvalido, robe, no devuelva la prenda,
alce los ojos a los ídolos y haga abo¬
minaciones, dé a logro y reciba usura,
¿vivirá éste? No vivirá, recaerá su
sangre sobre él.
14 Pero si éste engendró un hijo
que, viendo todos los pecados de
su padre, no los imita, 15 ni come por
los montes, ni alza sus ojos a los
ídolos de Israel, ni mancha a la
mujer de su prójimo, 16 ni oprime
a nadie, ni retiene la prenda, ni roba,
da su pan al hambriento y viste al
desnudo, 17 contiene su mano de la
iniquidad, no recibe usura ni interés
y cumple mis preceptos, éste no
'morirá por la iniquidad de su padre,
vivirá. 18 Su padre que agravió y
despojó a su hermano y no obró
el bien en medio de su pueblo, ese
morirá por su iniquidad.
18 Y si dijéreis: ¿Por qué no ha de
pagar el hijo la iniquidad del padre?
Pues porque el hijo hizo juicio y jus¬
ticia y guardó mis mandamientos y
los puso por obra, y de cierto vivirá.
20 Él alma que pecare, ésa morirá;
el hijo no llevará sobre sí la iniquidad
del padre, ni el padre la del hijo;
la justicia del justo será sobre él,
y sobre él será la iniquidad del
malvado. 21 Y si el malvado se retrae
de su maldad y guarda lodos mis
mandamientos, y hace lo que es recto
y justo, vivirá y no morirá. 22 Todos
los pecados que cometió no le serán
recordados, y en la justicia que obró
vivirá.
23 ¿Quiero yo acaso la muerte del
impío?, dice el Señor, Yave. ¿No va
a vivir si se aparta de su mal camino?
24 Pero si el justo se apartare de su
justicia e hiciere maldad conforme a
todas las abominaciones que hace el
impío, ¿va a vivir? Todas las justi¬
cias que hizo no le serán recordadas;
por sus rebeliones con que se rebeló,
por sus pecados que cometió, por ellos
morirá.
25 Y si dijereis: No es derecho el
camino del Señor; escucha, casa de
Israel: ¿Que no es derecho mí ca¬
mino? ¿No son más bien los vuestros
los torcidos? 26 Si el justo se aparta
de su justicia para obrar la maldad,
y por eso muere, muere por la ini¬
quidad que cometió. 27 Y si el mal¬
vado se aparta de su iniquidad que
cometió y hace lo que es recto y justo,
hará vivir su propia alma 28 Abrió
los ojos y se apartó de los pecados
cometidos, y vivirá y no morirá.
29 Y dice la casa de Israel: ¡No son
derechos los caminos del Señor! ¿Que
no son derechos mis caminos, casa
de Israel? ¿No son más bien los vues¬
tros los torcidos?
30 Yo, pues, os juzgaré a cada uno
según sus caminos, ¡oh casa de Israel!,
dice el Señor, Yave. Volveos y con¬
vertios de vuestros pecados, y :isí
no serán la causa de vuestra ruina.
31 Arrojad de sobre vosotros todas las
iniquidades que cometéis, y haceos
un corazón nuevo y un espíritu
nuevo. ¿Por qué habéis de querer
morir, casa de Israel? 32 Que no
ulero yo la muerte del que muere,
onvertios v vivid.
Kl(‘j|íii de los últimos reyes
de duda.
1 1 Cauta una elegía de los prín¬
cipes de Israel, y di: 2 ¿Qué
fué su madre? l'na leona que se
echaba entre los leones. Agazapados
cu medio de jóvenes leones crió a
sus cachorros. 3 Levantó a uno da
sus cachorros, que llegó a ser león,
y aprendió a coger la presa y devo¬
rar hombres. 4 Oyeron hablar de él
las gentes,*y cogiéronle en sus trampas,
v con gritos le llevaron a la tierra de
Egipto. 5 Y viendo ella, después de
esperar mucho tiempo, que se desva¬
necía su esperanza, tomó a otro de
sus cachorros y le puso en lugar del
leoncillo. 6 Se echaba entre leones
y vino a ser también león, y aprendió
a arrebatar la presa y a devorar
hombres. 7 Rugiente en su altanería,
devastó ciudades, y la tierra y cuan¬
tos en ella estaban se espantaban al
oir el rugido del león. 8 Dieron sobre
él las gentes de las regiones del
contorno, tendieron redes contra él
y le cazaron en su hambre. 9 Ence¬
rráronle en una jaula, y, encadenado,
le llevaron a Habilonia, para que no
se oyeran más sus rugidos en los
montes de Israel.
10 Tu madre fué como una vid
plantada cerca de las aguas, vigorosa,
¡de fruto y de follaje, por la abun¬
dancia de las aguas. 11 Echó robustos
sarmientos, propios para cetros de
dominador. Su tronco se alzaba por
encima de los arbustos que la rodea-
EZEQUIEL, 20
71»)
han, vistosa por su altura y por sus
numerosos sarmientos. 12 Pero fué
arrancada con furor y echada a tierra,
y el viento solano la secó, quemó
sus frutos. Secáronse sus robustos
sarmientos y fueron echados al fuego,
13 y ahora está plantada en el de¬
sierto, en tierra seca y árida; 14 y ha
salido de uno de sus sarmientos un
fuego que ha consumido su fruto,
y no queda ya en ella rama alguna
fuerte, ni un solo cetro de dominio.
Elegía es ésta y de elegía servirá.
Infidelidad del pueblo y fidelidad
de Dios.
•H) 1 El año séptimo, el quinto mes,
el día diez del mes (í), vinieron
algunos de los ancianos de Israel a
consultar a Ya ve, y se sentaron de¬
lante de mí. 2 Y lile fué dirigida la
palabra de Ya ve, diciendo: 3 Hijo
de hombre, habla a los ancianos de
Israel y diles: Así dice el Señor,
Ya ve: ¿Vosotros venís a consultarme?
Por mi vida, que yo no os responderé,
dice el Señor, Ya ve. 4 ¿Quieres juzgar
a éstos, hijo de hombre? ¿Quiéres
juzgarlos? Hazles saber las abomi¬
naciones de sus padres, 5 Diles: Así
habla el Señor, Yave: El día en que
yo elegí a Israel y alcé mi mano
jurando a la posteridad de Jacob, y
me mostré a ellos en la tierra de
Egipto, y alcé a ellos mi mano diciendo:
Yo, Yave, soy vuestro Dios; 6 aquel
día alcé mi mano jurando sacarlos
de la tierra de Egipto a la tierra
que yo les había destinado, que mana
leche y miel, y es la más hermosa
de las tierras. 7 Y les dije: Quite
cada uno de sus ojos los ídolos, y no
os contaminéis con los .ídolos de
Egipto. Yo, Yave, soy vuestro Dios.
8 Pero ellos se rebelaron contra mí,
y no quisieron darme oídos, ni qui¬
taron de sus ojos los ídolos de Egipto;
y dije que derramaría sobre ellos
mi ira y desfogada mi enojo sobre
ellos en la tierra de Egipto.
9 Mas, por la gloria de mi nombre,
para que no fuese infamado a los
ojos de las gentes en medio de las
cuales estaba, a cuya vista me había
dado a conocer como quien los había
(i) Otra vez el profeta hace una síntesis de la
historia israelita, para terminar con el juicio in¬
minente, al que seguirá la restauración. Después
de la justicia, la misericordia de Yave.
de sacar de la tierra (le Egipto,
10 los saqué de la tierra de Egipto
y los conduje por el desierto; 11 les
di mis leyes y mis mandamientos y
les hice saber mis disposiciones, que
son la vida para quien las cumple.
12 Diles también mis sábados, para
que fuesen señal entre mí y ellos,
para que supiesen que yo soy Yave,
que los santifico.
13 Pero rebelóse contra mí la casa
de Israel en el desierto, no anduvieron
en mis preceptos, y no guardaron
ni cumplieron mis ordenaciones, que
son la vida para quien las cumple, y
profanaron mis sábados. Entonces
dije que volcaría sobre ellos mi furor,
y en mi ira los exterminaría en el
desierto. 14 Pero retraje mi mano,
por el honor de mi nombre, para que
no fuese profanando a los ojos de
las gentes, a cuya vista los había
sacado. 15 Alcé mi mano en el de¬
sierto, jurándoles no llevarlos a la
tierra que les había dado, que mana
leche y miel, la más hermosa de
todas las tierras, 16 porque habían
despreciado mis ordenaciones, y no
habían seguido mis leyes, y habían
profanado mis sábados, yéndose su
corazón tras sus ídolos.
17 Con todo, mis ojos los miraron
piadosamente para no destruirlos, y
no los exterminé en el desierto.
18 Pero dije en el desierto a sus hijos:
No sigáis las costumbres de vuestros
padres, no sigáis sus caminos ni os
contaminéis con sus ídolos; 19 yo
soy Yave, vuestro Dios; andad en mis
ordenaciones, guardad mis manda¬
mientos y ponedlos por obra; 20 san¬
tificad inis sábados, y sean señal
entre mi y vosotros, para que sepáis
que yo soy Yave, vuestro Dios.
21 Pero los hijos se rebelaron contra
mí, no anduvieron en mis ordena¬
ciones, ni guardaron mis mandamien¬
tos poniéndolos por obra, los que
son la vida para quien ios cumple;
profanaron mis sábados, y dije en¬
tonces que derramaría 'sobre ellos mi
ira, para satisfacer en ellos mi enojo
en el desierto. 22 Mas retraje mi mano
por el honor de mi nombre, para que
no se infamase a los ojos de las gentes
a cuya vista los saqué. 23 También
alcé mi mano en el desierto, jurán¬
doles que los esparciría entre las
gentes y los aventaría por las tierras;
24 porque no pusieron por obra mis
mandamientos V desecharon nns or¬
denaciones y profanaron mis sába-
720
EZQEUIEL, 21
dos, y se les fueron los ojos tras los
ídolos de sus padres. 26 Por eso les
di yo también a ellos ordenaciones
no buenas y decretos que no son de
vida, 26 y los contaminé en sus ofren¬
das, cuando pasaban a sus hijos por
el fuego, a todo primogénito, para deso¬
larlos y hacerles saber que yo soy Ya ve.
27 Por tanto, hijo de hombre, habla
a la casa de Israel y diles: Así habla
el Señor, Yave: Hasta esta injuria
me hicieron vuestros padres, entre
las infidelidades que cometieron con¬
tra mí. 28 Yo los conduje a la tierra
que alzando mi mano había jurado
darles, y ellos, mirando a todo alto
collado y a todo árbol frondoso, sacri¬
ficaron allí sus víctimas y presen¬
taron sus irritantes ofrendas, y pu¬
sieron suaves aromas y derramaron
sus libaciones. 29 Yo les dije: ¿Qué
es ese alto, el Bama, a donde vos¬
otros vais? Y Bama se llama hasta hoy.
Castigo.
30 Di, pues, a la casa de Israel:
Así habla el Señor, Yave: iQuél
Os contamináis vosotros a la manera
de vuestros padres, putañeáis con
sus ídolos, 31 y ofreciendo vuestras
ofrendas y pasando a vuestros hijos
por el fuego, fornicáis con vuestros
ídolos hasta el día de hoy; ¿voy a
responderos yo, casa de Israel? Por
mi vida, dice Yave, que no os res¬
ponderé. 32 Y no será lo que vosotros
pensáis. Porque vosotros os decís:
¡Seremos como las gentes, como las
naciones de la tierra, sirviendo al
leño y a la piedra. 33 Por mi vida,
dice el Señor, Yave, que con puño
fuerte, con brazo tendido y en efu¬
sión de ira, he de reinar sobre vos¬
otros. 34 Yo os lie de sacar de en
medio de las gentes, y os recogeré
de en medio de las tierras a que
con puño fuerte, con brazo tendido
y en efusión de ira os desparramaré;
3 6 y os llevaré al inhabitable desierto,
y allí cara a cara os juzgaré; 36 como
juzgué a vuestros padres en el de¬
sierto de la tierra de Egipto, así os
juzgaré a vosotros, dice el Señor,
Yave. 37 Y os haré pasar bajo el
cayado, y os conduciré con disci¬
plina de alianza. 38 Separaré de vos¬
otros a los rebeldes, a los que se
apartaron de mí, y los sacaré de la
tierra en que moran, y no entrarán
en la tierra de Israel, y sabréis que
yo soy Y T ave.
Misericordia y restauración.
89 Y vosotros, los de la casa de
Israel—así dice el Señor, Yave—
andad cada uno tras sus ídolos y
servidles. Pero ¡ahí Ya me daréis
oídos luego, y dejaréis de profanar
mi santo nombre con vuestras ofren¬
das y vuestros ídolos. 40 Pues en mi
santo monte, en el alto monte de
Israel, dice el Señor, Yave, allí me
servirá toda la casa de Israel, toda
ella en la tierra, y allí me complaceré
en ellos y demandaré vuestras ofren¬
das y el don de vuestras primicias
y todo cuanto me consagréis. 41 Me
agradaré de vosotros como de un
suave aroma, cuando os saque de
en medio de las gentes y os reúna
de las tierras a que fuisteis disper¬
sados, y me santificaré en vosotros
a los ojos de las gentes, 42 y sabréis
que yo soy Y^aVe, cuando os con¬
duzca a la tierra de Israel, a la
tierra que alzando la mano juré dar
a vuestros padres. 43 Allí os vendrán a
la memoria vuestras obras y todos
los pecados con que os contami¬
nasteis, y sentiréis vergüenza de vos¬
otros mismos, por las maldades que
cometisteis. 44 Entonces sabréis que
yo soy Yave, cuando haga con vos¬
otros conforme al honor de mi nom¬
bre, no según vuestros malos caminos,
ni según vuestras perversas obras,
casa de Israel, dice el Señor, Y T ave.
La catástrofe.
Oj 1 Fuéme dirigida la palabra de
— 4 Y r ave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, vuélvete de cara hacia Temán
y derrama la palabra sobre el medio¬
día. Profetiza contra el bosque de las
llanuras del Negucb, y di al bosque
del Ncgueb: 3 Oye la palabra de \ T ave:
Así dice el Señor, Yave: Voy a
encender en ti un fuego que devorará
todos los árboles, los verdes y Jos
secos. Ño se apagarán las abrasadoras
llamas hasta no quemar todo rastro,
de mediodía al septentrión; 4 y verá
toda carne que soy yo, Yave, quien
lo encendió. No se apagará.
6 Dije yo: ¡Oh Señor, Yavcl Mira
que éstos me dicen: ¿No es éste un
trovador de parábolas? 6 \ r me fué
dirigida la palabra de Yave, diciendo:
7 Hijjo de hombre, vuélvete de cara
a Jerusalén y derrama til palabra
sobre sus santuarios/ Profetiza contra
EZEQUIEL, 21
721
la tierra de Israel, y 8 di a la tierra
de Israel: Heme aquí contra ti; voy
a desenvainar mi espada y a exter¬
minar en ti al justo y al impío.
9 Pues para eso saldrá mi espada de
la vaina contra toda carne, desde el
mediodía hasta el septentrión; 10 Y
sabrá toda carne que yo soy Yave,
que he desenvainado mi espada y no
volverá a la vaina.
11 Y tú, hijo de hombre, gime, gime
con quebranto, gime a la vista suya;
12 Y cuando te digan: ¿por qué gimes?
Diles: Por una noticia, que cuando
llegue se encogerán los corazones
todos, todas las manos se caerán,
tondas las almas se consternarán y
todas las rodillas se irán en agua.
Y ya viene, y ya se cumple, dice el
Señor, Yave.
13 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 14 Hijo de hombre,
profetiza y di: Así habla el Señor,
Yave: Di: {La espada, la espada!
Viene afilada y bruñida. 16 Afilada
para degollar, bruñida para fulgurar
como el rayo, contra los príncipes
de mi hijo, que no hace caso de la vara.
16 La he hecho bruñir para entre¬
garla, hícela afilar y bruñir para
ponerla en manos del degollador.
17 Grita y gime, hijo de hombre,
porque vienen sobre mi pueblo, sobre
todos los príncipes de Israel. Caen a
la espada, juntamente con mi pueblo;
hiere, pues, tus muslos. 18 Para
prueba es. ¿Y si no hace caso de ella,
como no lo hizo de la vara? No será
así, dice el Señor, Yave. 19 Tú, pues,
hijo de hombre, profetiza batiendo
una palma contra otra. Se duplicará
la espada, se triplicará; es la espada
de la matanza, la espada de la gran
matanza que los amenaza. 20 Para
que se encojan los corazones y se
multiplique el estrago, he puesto a
todas sus puertas el espanto de la
espada. {Ah! Bruñida ha sido para
fulgurar, afilada para degollar. 21 Taja
a derecha, raja a izquierda, donde
quiera que te vuelvas, 22 y también
batiré yo palmas, y desfogaré mi ira,
dice Yave.
íYabucodonosor contra Jerusalén
y Ammán.
23 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 24 lú, hijo de hombre,
traza dos caminos para la espada del
rey de Babilonia, que salgan ambos
de la misma tierra, y pon una señal
al comienzo de cada camnio, que
indique la ciudad a donde va. 26 Traza
un camino por donde vaya la espada
a Rabat, de los hijos de Ammón, y
otro por donde vaya a Judá, a la
ciudad fuerte de Jerusalén. 26 Porque
el rey de Babilonia se ha parado en el
cruce de donde parten los dos cami¬
nos, para consultar augurando por
el lanzamiento de las flechas, por la
pregunta a los terafim , por el examen
de las entrañas. 27 El augurio ha
señalado la derecha, Jerusalén, para
dar la orden de ataque, lanzar los
gritos de guerra, alzar arietes contra
sus puertas, levantar terraplén y
hacer vallado. 28 Para ellos, éstos
son presagios vanos, pues ha habido
juramentos solemnes; pero él se acuer¬
da de su iniquidad y serán cogidos
en el lazo.
29 Por tanto, así dice el Señor,
Yave: Por haber traído a la memoria
vuestra iniquidad, poniendo al des¬
cubierto vuestras traiciones y de
manifiesto vuestros pecados en todas
vuestras acciones, puesto que os jac¬
táis, seréis entregados a su mano.
30 Y tú, profano, impío príncipe de
Israel, llegó tu día, el término del
tiempo de la iniquidad. 31 Así dice
Yave: {Fuera tiara, fuera corona!
Eso no será más. Será ensalzado lo
humilde y humillado lo alto. 32 {Ruina,
ruina! a ruina las reduciré!, y no
serán más, mientras no venga aquel
a quien de derecho pertenecen, y a él
se las daré.
33 Y r tú, hijo de hombre, profetiza
y di: Así habla el Señor, Y r ave, de
los hijos de Ammón y de su oprobio:
Di, pues: {Espada! Desenvainada está
la espada para degollar, bruñida para
consumir, para fulgurar. 34 Te pro¬
fetizan vanidad, te adivinan men¬
tiras para hacerla caer sobre el cuello
de los más inmundos de los impíos.
Llegó su día en el tiempo de la
consumación de la iniquidad. 36 ¿La
volveré a la vaina? Yo te juzgaré
en la tierra donde te criaste, en la
tierra donde has vivido. 36 Derra¬
maré sobre ti mi furor, soplaré contra
ti el fuego de mi ira, y te entregaré
en manos de hombres despiadados,
artífices de la destrucción. 37 Serás
pasto del fuego, se empapará la
tierra de tu sangre, y se perderá tu
memoria, porque yo, Y T ave, lo
digo.
46
722 EZEQTJIEL, 22, 23
Los crímenes de Jerusalén.
*)0 1 Fucmc dirigida la palabra
— de Ya ve, diciendo: 2 Y tú, hijo
de hombre, ¿no juzgarás a la ciudad
sanguinaria, echándola en cara todas
sus abominaciones? 3 Di pues: Así habla
el Señor, Yave: ]Ay de la ciudad derra¬
madora de sangre en medio de sí!
Para que venga su hora y para su
su ruina, se ha hecho ídolos para
contaminarse. 4 Por haberte hecho
culpable de la sangre que has derra¬
mado y haberte contaminado con
los ídolos que te hiciste, has apresu¬
rado tu día, has llegado al término
de tus años. Por eso te haré yo opro¬
bio de las gentes, ludibrio de la tierra
toda. 5 Cercanos y lejanos se burlarán
de ti, famosa por tus abominaciones,
grande por tu corrupción.
6 He ahí a los príncipes de Israel,
(pie cada uno a la medida de su poder
se ocupan en derramar sangre. 7 En
ti desprecian al padre y a la madre,
maltratan al extranjero y oprimen
al huérfano y a la viuda. 8 Menospre¬
cias mis santuarios v profanas mis
sábados. 9 Hay en ti calumniadores
para derramar sangre, quienes comen
por los montes, quienes hacen tor¬
pezas. 10 En ti se descubre la des¬
nudez del padre, y se hace violencia
a la mujer durante el menstruo.
11 Todos adulteran con la mujer de
su prójimo, contaminan incestuosa¬
mente a la nuera y fuerzan a la
hermana, a la hija de su padre. 12 Hay
en ti quien recibe dones para derra¬
mar sangre, exiges usura o intereses,
despojas con violencia al prójimo y
a mí inc olvidas, dice el Señor, Yave.
13 Yo lie batido palmas ante tu ava¬
ricia y ante la sangre derramada
en medio de ti. 14 ¿Resistirá tu cora¬
zón, tendrán fuerza tus manos en los
días que vo te preparo? Yo, Yave,
he hablado y lo haré. 16 Yo te espar¬
ciré entre las gentes y te aventaré
por las tierras, y haré desaparecer
tu inmundicia de en medio de ti,
16 y serás a tus ojos ignominia entre
las gentes, y sabrás (pie yo soy Yave.
17 Fuémc dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 18 Hijo de hombre,
la casa de Israel se me ha tornado
en escoria, todos son en el crisol
bronce, cobre, estaño, hierro, plomo,
escorias de la plata. 19 Tor tanto, así
habla el Señor, Yave: Por cuanto
vosotros os habéis vuelto escorias,
yo os reuniré en medio de Jerusalén.
20 Como quien reúne en la hornaza
plata, bronce, hierro, plomo y estaño,
y sopla el fuego para fundirlos, así
os reuniré yo en mi furor y en mi
ira, y os echaré a la hornaza para fun¬
diros. 21 Yo os reuniré, y soplaré
contra vosotros el fuego de mi furor
y seréis fundidos en medio de Jcru-
salén. 22 Como se funde la plata
en el crisol, así seréis fundidos vos¬
otros en medio de ella, y sabréis (pie
soy yo Yave, que derramo mi furor
sobre vosotros.
Los crímenes de los principes,
sacerdotes y profetas.
23 Fuémc dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 24 Hijo de hombre,
diles: Eres una tierra no bañada desde
lo alto, no rociada por la lluvia, al
tiempo de la canícula. 25 Dentro de
ella se conjuran los príncipes; como
ruge el león V despedaza la presa,
así devoran ellos las almas; se apo¬
deran de los tesoros y riquezas y
multiplican en medio de ella las
viudas. 26 Sus sacerdotes han vio¬
lado mi ley y han profanado mis
cosas santas; no hacen diferencia
entre lo santo y lo profano, ni ense¬
ñan a distinguir entre lo mundo y lo
inmundo; eierrau los ojos a las vio¬
laciones de mis sábados, y yo soy
profanado en medio de ellos; 27 sus
príncipes son como lobos que despe¬
dazan la presa, derramando sangre,
destruyendo las almas, para dar pá¬
bulo a su avaricia. 28 Sus profetas
revocan con barro suelto, profeti¬
zándoles vanidad y prediciendo men¬
tiras, y dicen: Así habla el Señor,
Yave, sin que Yave haya hablado.
29 Y el pueblo de la tierra oprime,
roba, hace violencia al desvalido y
al menesteroso, y al extranjero le
veja contra derecho. 30 También de
entre ellos busqué yo quien levantase
muro y se pusiese a la brecha frente
a mí en favor de la tierra, para que
vo no la devastase, y no le hallé.
31 Por tanto, derramaré sobre ellos
mi ira y los consumiré con el fuego
de mi furor y les echaré sobre la
cabeza sus obras, dice el Señor, Yave.
I.os pecados de Mamaria > do
*Jcrii>nlén, \ mi custnjo.
.)*> 1 Fuémc dirigida la palabra de
— Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, había dos mujeres, hijas de la
EZEQUIEL 23
723
misma madre (1). 3 Se prostituyeron
en Egipto al tiempo de su mocedad;
allí fueron estrujados sus pechos y
manoseado su seno virginal. 4 Lla¬
mábanse Oola la mayor, y su her¬
mana Ooliba. Fueron mías y parieron
hijos e hijas. 6 Oola me fue infiel,
y se enloqueció por sus amantes, sus
vecinos, los asirios. 6 Iban vestidos
de púrpura violeta, eran jefes y ofi¬
ciales, todos jóvenes, codiciables y
que montaban caballos. 7 Se prosti¬
tuyó a ellos, la flor de los hijos de
Asur, y se contaminó con todos los
ídolos * de aquellos de quienes se
enamoró. 8 Tampoeo dejó sus pros¬
tituciones con el Egipto, porque eran
los que se habían acostado con ella
en su moeedad, y habían manoseado
su seno juvenil y derramado sobre
ella sus impurezas. 9 Yo por eso la
entregué en manos de sus amantes,
en manos de los hijos de Asiria, de
quienes estaba enamorada. 10 Ellos
descubrieron sus vergüenzas, le cogie¬
ron sus hijos y sus hijas, y a ella la
hicieron perecer a la espada. Vino a
ser famosa entre las mujeres por la
justicia que en ella se hizo.
11 Viendo esto Ooliba, su hermana,
fué más estragada que ella en su
pasión, y sus prostituciones sobre¬
pasaron a las de su hermana. 12 Encen¬
dióse en amor por los hijos de Asur,
jefes y oficiales, nobles vestidos mag¬
níficamente, caballeros en sus caba¬
llos, jóvenes todos y codiciables. 13 Yo
vi que se había contaminado, que
ambas habían seguido el mismo ca¬
mino; 14 Pero ésta fué más lejos que
la otra en sus fornicaciones; vió
hombres pintados en pared, figuras de
caldeos trazadas con minio, 15 ceñi¬
dos sus lomos de sus cinturones, y
tiaras de varios colores a la eabeza,
todos con apariencia de jefes, figuras
de hijos de Babilonia, de la Caldea,
su patria. 16 Y en viéndolos se en¬
cendió en amor por ellos y mandó
embajadores a Caldea, 17 y entraron
a ella los hijos de Babilonia, al lecho
de sus amores, y la mancharon con
sus inmundicias y ella se contaminó
con ellos hasta hartar su deseo. 18 Hizo
patentes sus fornicaciones y des¬
cubrió su ignominia, y yo me asqueé
de ella, como me había asqueado
de su hermana. 19 Mas todavía aere-
íi) Nueva alegoría de la historia de Samaría
y Judá, narrada con el realismo que es propio
de H?equiel.
ccntó sus fornicaciones, trayendo a
su memoria los días de su mocedad,
euando había fornicario en la tierra
de Egipto. 20 Y ardió en lujuria
por aquellos lujuriosos, que tienen
carne de burro y flujo de garañones.
21 Y renovaste las fornicaciones de
tu moeedad, euando los egipcios estru¬
jaban tus pechos y manoseaban tu
seno juvenil.
22 Por eso, Ooliba, así dice el Señor,
Yave: Yo suscitaré contra ti a tus
amantes, aquellos de que hartaste
tus deseos, y los haré venir eontra
ti en derredor. 23 Los hijos de Babi¬
lonia y todos los caldeos, los de Pegod,
los de Soa, los de Coa y con ellos
todos los hijos de Asur; mozos guapos,
jefes y capitanes todos, nobles y
notables todos a caballo. 24 Y vendrán
contra ti con estrépito de carros y
ruedas, eon escudos, paveses y capa¬
cetes, se ordenarán en batalla de
todas partes contra ti. Yo les he
entregado a ellos tu juicio, y te juz¬
garán según sus leyes. 25 Desenca¬
denaré mi celo contra ti y te tratarán
con furor. Te eortarán la nariz y las
orejas, y tu prole caerá a la espada.
Llevaránse a todos tus hijos y tus
hijas, y tu progenie será consumida
por el fuego. 26 Te desnudarán de tus
vestidos, y te arrebatarán todos los
ornamentos de tu hermosura. 27 Yo
haré que cese tu lujuria y tus prosti¬
tuciones con el Egipto, y no alces ya
más los ojos a ellos, y no te acuerdes
más del Egipto.
28 Porque así dice el Señor, Ya ve:
Te entrego en las manos de aquellos
a quienes llegaste a aborrecer, de
quienes se hartaron tus deseos. 29 Y te
tratarán con odio, se apoderarán de
todo el fruto de tu trabajo, y te
dejarán desnuda y en eueros, y se
descubrirán las vergüenzas de tus
prostituciones. Tu lujuria y tus for¬
nicaciones 30 son causa de todo esto.
Por haber putañeado con las gentes
v haberte contaminado eon sus ídolos.
31 Has seguido los eaminos de tu
hermana, y pondré en tus manos el
cáliz suyo.
32 Así habla el Señor, Yave: Bebe¬
rás el cáliz de tu hermana, hondo y
ancho, de gran eapacidad. 33 Te
embriagarás y sentirás baseas incon¬
tenibles; es el cáliz que entontece y
emborracha, el cáliz de tu hermana
Samaría. 34 Lo beberás hasta las
heces, lo morderás, lo romperás con
los dientes, y con sus fragmentos le
724
EZEQUIEL, 24
rasgarás el seno, porque yo he ha¬
blado, dice el Señor, Yave. 35 Puesto
que me dejaste y me echaste a tus
espaldas, también yo echaré sobre ti
tu lujuria y tus prostituciones.
36 Díjome Yave: Hijo de‘hombre,
¿no juzgarás tú a Oola y a Ooliba?
¿No les echarás en cara sus abomi¬
naciones? 37 Diéronse al adulterio y
mancharon de sangre sus manos.
Adulteraron con sus ídolos, y aun
los hijos que me parieron los pasaron
por el fuego, para que les sirviesen a
ellos de comida. 38 Hasta eso hicie¬
ron, contaminando también mi san¬
tuario y profanando mis sábados,
39 pues luego de sacrificar sus hijos a
sus ídolos, entraban el mismo día
en mi santuario, contaminándolo. Eso
hicieron con mi casa. 40 Y aun han
hecho venir de lejos hombres a los
que enviaron mensajeros, y al venir
ellos te lavaste, te pintaste los ojos
y te ataviaste con tus joyas, 41 y
echada en suntuoso estrado, te pu¬
siste a la mesa que aderezaste para
ellos, poniendo en ella mis perfumes y
mi óleo, 42 entre el rumor clamoroso
de los cantos. Ellos, a su vez, traían
mirra y bálsamo, venidos de Saba
del desierto; y ponían manillas en
sus manos y coronas en sus cabezas;
43 Y dije de la envejecida en adulterios:
Ahora se consumarán los adulterios
de ellos y ella. 44 Pues venían ellos
como quien viene a la ramera; así vinie¬
ron a Óola y a Ooliba, las depravadas.
46 Pero hombres rectos te juzgarán
según la ley de las adúlteras y las
sanguinarias, porque adúlteras son,
y manchadas de sangre están sus
manos. 46 Pues así dice el Señor,
Yave: Trae turbas contra ellas, y
sean entregadas al maltrato y la
rapiña; 47 y las turbas las apedrearán
con piedras y las acuchillarán con
sus cuchillos, matarán a sus hijos
y a sus hijas, y prenderán fuego a
sus casas; 48 Y haré cesar en la tierra
la depravación, y escarmentarán las
mujeres, y no imitarán vuestras tor¬
pezas. 49 Y harán recaer sobre vos¬
otras vuestras obscenidades y paga¬
réis los pecados de vuestras idolatrías
y sabréis que yo soy Yave.
El asedio ile Jerusalén, y sus
nnqust ias,
1 El año nono, el mes décimo,
+** el día décimo del mes, me
fué dirigida la palabra de Yave, di¬
ciendo: 1 2 Hijo de hombre, consigna
por escrito la fecha de este día, de
este día mismo. En este día el rey
de Babilonia se ha echado sobre Jeru-
salén. 3 Compon una parábola para
la casa de los rebeldes y diles: Así
habla el Señor, Yave:
Pon la caldera, ponía y echa en
ella agua; 4 echa en ella sus trozos,
todos los trozos selectos, la pierna
y la espalda, lo mejor de todo. 5 Pon
debajo la leña y que cueza, que se
cuezan hasta los huesos. (1) ^Por¬
que así dice el Señor, Yave: 6 * b ¡Ay de
la ciudad sanguinaria! 6c Tírala trozo
a trozo, sin echar suertes sobre ella.
7 Porque tiene dentro la sangre de
los suyos; la ha derramado sobre una
piedra lisa, no la derramó sobre la
tierra, para cubrirla con ella, 8 para
provocar la ira y traer sobre sí la
venganza. También derramaré yo su
sangre sobre una piedra lisa, sin que
pueda cubrirse.
9 b ¡Ay de la ciudad sanguinaria!
6 c \Ay de la caldera herrumbrosa cuya
herrumbre no ha sido quitada! ®c Tam¬
bién yo aumentaré la hoguera. 10 Aña¬
de leña, atiza el fuego, que se cueza
la carne v se evapore el caldo, que se
quemen los huesos. 11 Déjala vacía
sobre las brasas; que se queme y se
liquide el cobre, se funda con su
suciedad y se consuma su herrumbre.
12 En vano me fatigué, no desapare¬
ció su herrumbre; sólo con el fuego
podrá quitarse.
13 Es execrable tu suciedad. Yo he
querido limpiarte, pero no te lim¬
piaste; no quedarás purificada de tu
suciedad hasta que no derrame yo
mi fuego sobre ti. 14 Yo, Yave, digo:
Vendré, lo haré, no me volveré atrás,
no tendré piedad, no me arrepentiré.
Según tus caminos y tus obras, así
serás juzgada, dice el Señor, Yave.
15 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 16 Hijo de hombre
voy a quitarte de repente lo que hace
tus delicias (2), pero no te lamen-
(1) Esle vaticinio fué pronunciado en Babi¬
lonia el día mismo en que los caldeos establecie¬
ron el asedio contra Jerusalén. El juicio de Dios
contra la ciudad está vivamente expresado por
la olla en que se cuece la víctima, dividida en
pedazos.
(2) Interesante acción simbólica de la con¬
ducta de Dios, El profeta acaba de perder a su
mujer, «las delicias de su alma»; pero Dios le
manda que no la llore. También él va a perder
a su esposa. Jerusalén. con su santuario, y no
hará duelo por ellos.
EZEQUIEL, 25
725
tes ni llores, no derrames una lágrima.
17 Suspira en silencio, sin llevar luto
por el muerto; ponte el turbante
en la cabeza y calza tus pies, no te
cubras el rostro, ni comas el pan del
duelo.
18 Yo había estado hablando al
pueblo por la mañana, v a la tarde
murió mi mujer. A la mañana si¬
guiente hice lo que me había sido
mandado, 19 y la gente me decía:
¿No nos explicarás lo que significa
eso que tú haces? 20 Yo les respondí:
Yave me ha hablado, diciendo: 21 Di
a la casa de Israel: Así habla el Señor,
Yave: Mirad, yo voy a profanar mi
santuario, gloria de vuestra fuerza,
delicia de vuestros ojos v regalo de
vuestra alma; vuestros hijos y vues¬
tras hijas caerán a la espada, 22 y
entonces haréis vosotros lo que ahora
hago yo. No os cubriréis el rostro,
ni comeréis el pan del duelo; 23 lle¬
varéis en vuestra cabeza los turban¬
tes y calzaréis vuestros pies; no os
iamentaréis ni lloraréis, sino que os
consumiréis en vuestra iniquidad y
gemiréis unos con otros. 24 Ezequiel
será para vosotros una señal; cuan¬
do esto llegue, haréis vosotros lo
que él hace ahora, y sabréis que yo
soy Yave. 25 Y tú, hijo de hombre,
el día en que yo les arrebatare a ellos
su fortaleza, el orgullo de su gloria,
la delicia de sus ojos, el gozo de sus
almas, sus hijos v sus hijas, 26 vendrá
a ti un huido, para darte lá noticia;
27 y aquel día se abrirá tu boca a la
llegada del fugitivo, y hablarás, no
estarás ya mudo, y serás señal para
ellos, y sabrán que yo soy Yave.
Oráculo contra Ammón.
1 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: (i) 2 Hijo de hom¬
bre, tiende tu vista hacia Anunón y
profetiza contra él (1). 3 * Di a los
hijos de Ammón: Oíd la palabra del
Señor, Yave. Así habla el Señor,
Yave: Pues que tú dijiste «Bien»,
cuando era profanado mi santuario
y la tierra de Israel era asolada, y
ilevada la casa de Judá al cautiverio,
4 por eso yo te entregaré en poder
de los hijos de oriente, que pondrán
(i) Aquí comienzan los oráculos contra las
naciones vecinas. Los más importantes de ellos
son los que aluden a Tiro (26-28) y a Egipto
( 29 - 32 ).
en ti su campamento y alzarán en ti
sus tiendas, y comerán tus cosechas
y beberán tu leche. 5 Y liaré de Raba
pastizal de camellos, y de las ciudades
de Ammón rediles de ovejas. Y sabréis
que yo soy Yave.
6 Porque así habla el Señor, Yave:
Pues que batiste palmas y pateaste
con los pies, y te regocijaste en el
alma con desprecio para la tierra de
Israel, 7 por eso, heme aquí, tenderé
mi mano contra ti, y te daré en presa
a las gentes, y te extirparé de entre
los pueblos de la tierra, y te haré
desaparecer del número de ellos. Te
exterminaré, y sabrás que yo soy
Yave.
Oráculo contra Moab.
8 Así dice Yave: Puesto que Moab
ha dicho: lOhl La casa de Judá es
entre los pueblos uno de ’ tantos.
9 Por eso yo abriré el flanco de Moab,
desde las ciudades fronterizas, gloria
de la región, Bet Jerimot y Baal
Meón, hasta Quiriataím. 10 Doy su
tierra a los hijos de oriente, para que
no sean contados más entre los
pueblos. 11 También haré justicia en
Moab.
Oráculo contra Kdom.
12 Así dice el Señor, Yave: Por
el compartimiento de Edom, que
tomó venganza de la casa de Judá,
y se manchó sobremanera vengán¬
dose de ellos, 13 por eso, así dice el
Señor, Yave: También yo tenderé mi
mano contra Edom, y exterminaré
hombres y bestias, y lo reduciré a
ruinas, desde Temán, y hasta Dedán
caerán a la espada. 14 Y .pondré la
venganza contra Edom en manos de
mi pueblo Israel, que tratará a Edom
conforme al furor de mi ira, y sabrán
que yo soy Yave y que es mía la
venganza. Así dice el Señor, Yave.
Oráculo contra Filistea.
16 Así habla el Señor, Yave: Por
haber obrado vengativamente los filis¬
teos, y haberse vengado con el odio
en el alma, exterminando con odio
secular; 16 por eso, así dice el Señor,
Yave: Yo tenderé mi mano contra los
filisteos, y exterminaré a los cereteos.
72 G
EZEQUIEL, 26, 27
Haré perecer hasta los restos de los
habitantes de las orillas del mar.
17 Haré en ellos grandes venganzas,
con furor los castigaré, y sabrán que
yo soy Ya ve, cuando haga en ellos
mi venganza.
Oráculo contra Fenicia.
1 ^ año undécimo, el día pri-
mero del mes, me fué dirigida
la palabra de Yave, diciendo: 2 Hijo
de hombre; Por haber dicho Tiro de
Jerusalén, «Bien», lia sido rota la
barrera de los pueblos; vendrán a mí,
yo me llenare y ella se quedará de¬
sierta, 3 por eso, así dice el Señor,
Yave: Heme aquí contra ti, Tiro.
Yo liaré subir contra ti pueblos nu¬
merosos, como hace subir el mar sus
olas; 4 y destruirán las murallas de
Tiro y abatirán sus torres. Y barreré
de ella hasta el polvo y liaré de ella
una desnuda roca. 5 Será en medio del
mar lugar donde se tenderán las redes,
porque yo he hablado, dice el Señor,
Yave. Será presa de las gentes 6 y
sus hijas, las que están en el campo,
serán pasadas a cuchillo, y sabrán
que yo soy Yave.
7 Porque así habla el Señor, Yave:
Yo enviare desde el septentrión, contra
Tiro, a Xabucodonosor, rey de Babi¬
lonia, rey de reyes, con carros, caba¬
llos y jinetes y gran muchedumbre
de pueblo. 8 Pasará al filo de la espada
a tus hijas del campo, pondrá contra
ti cerco, levantará baluartes y alzará
escudos. 9 Pondrá contra ti arietes,
derrumbará tus murallas, y con sus
ingenios echará por el suelo tus
torres.
10 La polvareda que alzarán sus
caballos te cubrirá; y al estrépito
de sus caballeros, sus carros y sus
ruedas, retemblarán tus muros, cuan¬
do entre él por tus puertas como se
entra en ciudad conquistada. 11 Con
los cascos de sus caballos hollará
todas tus calles, y pasará a tu pueblo
al filo de la espada, v caerán a tierra
las columnas de tu fuerza.
13 Darán al saqueo todas tus rique¬
zas, al pillaje todas tus mercancías.
Demolerán tus murallas y derribarán
tus magníficos palacios; hasta las
piedras, las maderas y el escombro,
lo arrojarán al mar. 13 ifaré cesar el
estrépito de tus cantares, no se oirá
más el sonido de las cítaras. 14 Te
lomaré desnudo escollo, apto para
tender en él las redes, y no serás
jamás reconstruida, porque yo, Yave,
he hablado, dice el Señor, Yave.
16 Así ha hablado el Señor, Yave,
de Tiro: Al fragor de tu caída, al
gritar de tus heridos, a la matanza
que en ti harán, temblarán las islas.
16 Todos los príncipes del mar bajarán
Ule sus tronos, se despojarán de sus
mantos y de sus recamadas vesti¬
duras, se vestirán de espanto y se
sentarán en tierra. Temblarán a cada
momento, y estarán consternados
ante ti. 17 Te cantarán una elegía, y
te dirán: ¡Cómol ¿Destruida tú, la
poblada por los que recorrían los
mares, la ciudad tan celebrada, tan
poderosa en el mar? ¿Destruida con
sus habitantes, los que eran el espanto
de todos los que la rodeaban? 18 Estre-
mcceránse las islas el día de tu caída,
se espantarán de tu fin las islas del
mar.
19 Pues así dice el Señor, Yave:
Cuando yo le torne en ciudad desierta,
como las ciudades deshabitadas; cuan¬
do haga yo subir el abismo contra ti,
v te cubra la inmensidad de las aguas,
20 le haré bajar con los que cayeron
en la Tosa, con los pueblos de otros
tiempos, y te pondré en las profun¬
didades de la tierra, en las eternas
soledades, junto a los que bajaron a
la fosa; y no serás habitada jamás,
\ daré tu gloria a las tierras de los
vivientes. 21 Te reduciré a la nada,
no serás ya más. Te buscarán y
nunca ya más te hallarán, dice el
Señor, Yave.
(tontm Tiro.
‘27 Kuéme dirigida la palabra de
“ 4 Yave, diciendo: 2 Tú, hijo de
hombre, haz a Tiro una elegía. 3 Di
a 'Piro: ¡Oh tú, la que te asientas a la
orilla del mar, la que comercias con
los pueblos de numerosas islas! Así
habla el Señor, Yave: Tiro, tú te
decías: Yo soy de perfecta hermosura.
4 Mis dominios están cu el corazón
de los mares, los que te edificaron te
hicieron perfectamente hermosa, 5 de
ciprcscs de Sumir hicieron todas tus
tillas; de cedros del Líbano, tus más
tiles; 6 tus remos, de encinas de Basan;
tus bancos, de boj incrustado de
marfil, traído de las islas de Quitini.
7 De lino recamado del Egipto
eran tus velas y lus toldos; de jacinto
y púrpura de las islas ele Elisa tus
EZEQUIEL, 28
pabellones. 8 Los habitantes de Sidón
y de Arvad eran tus remeros, y ios
más expertos entre ti, ¡oh Tiro!,
tus pilotos. 0 Ancianos de Guebal
con sus más hábiles obreros calafa¬
teaban tus junturas. Todas las naves
del mar, con sus navegantes, estaban
dentro de ti para cambiar sus mer¬
cancías.
10 De Persia, de Put y de Lud,
eran los soldados de tu ejército, tus
hombres de guerra. Suspendían en
medio de ti escudos y yelmos, dán¬
dote esplendor. 11 Hijos de Arvad
y de Helec guarnecían tus murallas,
y los Gamadim tus torres; todos en
torno en tus murallas colgaban sus
escudos, coronando tu belleza.
12 Los de Tarsis traficaban con¬
tigo en gran abundancia de produc¬
tos de toda suerte. En plata, hierro,
estaño y plomo te pagaban tus mer¬
cancías. 13 Javán, Tubal y Mosoc,
comerciaban también contigo y cam¬
biaban tus mercaderías por esclavos
y objetos de bronce. 14 Los de la casa
de Togorma pagaban tus mercancías
con caballos de tiro y de carrera y
mulos. 15 Los hijos de Dcdán trafi¬
caban contigo; el comercio de nume¬
rosas islas estaba en tus manos y te
pagaban con dientes de marfil y con
ébano. 16 Aram cambiaba contigo
sus muchos productos, y te pagaba
con malaquita, púrpura, recamados,
lino, coral y rubíes.
17 Contigo comerciaban Judá y la
tierra de Israel, y te daban como pre¬
cio el trigo de Minit, perfumes, miel,
aceite y bálsamo. 18 Traficaba contigo
Damasco, pagándote con sus muchos
productos y sus bienes de toda suerte,
vino de Helbón y lana de Sahar.
19 Los de Vedán y Jayín de Uzal te
pagaban con hierro elaborado, casia
y caña aromática. 20 Dan traficaba
contigo en sillas de cuero para mon¬
turas.
21 La Arabia y los príncipes de Ccdar
eran tus proveedores, y comerciaban
con corderos, carneros y machos ca¬
bríos. 22 Los mercaderes de Seba y
de Ragma comerciaban contigo, cam¬
biaban tus mercancías por los más
exquisitos aromas, piedras precio¬
sas y oro. 23 Harrán, Cañe y Edén,
Asur y Quilmad, traficaban contigo.
24 Negociaban contigo en muchas co¬
sas, vestidos preciosos, mantos de ja¬
cinto recamado, tapices tejidos en
varios colores, fuertes y retorcidas
cuerdas, en tu mercado. 25 Las naves
de Tarsis eran las caravanas que te
traían tus mercancías. Así llegaste a
ser opulenta y muy gloriosa en el
seno de los mares, 26 En el seno de
las profundas aguas, a donde te con¬
ducían tus remeros, pero el viento
solano te precipitará al seno del
mar.
27 Tus riquezas, tus mercancías, tu
tráfico, tus marineros, pilotos y cala¬
fates, los mercaderes de tu tráfico,
todos los guerreros que en ti hay,
con toda la muchedumbre que te
llena, caerán en el corazón del mar
el día de tu ruina. 28 Al estrépito de
los gritos de tus marineros temblarán
las playas. 29 Bajarán de tus naves
cuantos manejan el remo, y todos,
marineros y pilotos del mar, se que¬
darán en tierra. 30 Alzarán a ti sus
clamores y darán amargos gritos; echa¬
rán polvo sobre sus cabezas y se re¬
volcarán en la tierra. 31 Se raerán
por ti los cabellos en torno, y se ves¬
tirán de saco; te llorarán en la amar¬
gura de su alma con amarga aflicción;
32 te lamentarán con elegías y dirán
de ti: ¿Quién babía que fuera como
Tiro, ahora silenciosa en medio del
mar?
33 Con las mercancías que tú saca¬
bas de los mares, saciabas a numero-
ros pueblos; con la muchedumbre de
tus riquezas y de tu comercio enrique¬
cías a los reyes de la tierra; 34 y yaces
ahora sepultada en el mar, en lo
profundo de las aguas, y conligo ca¬
yeron tu tráfico y toda tu gran mu¬
chedumbre. 35 Quedáronse atónitos
sobre ti los habitantes de las islas,
y los reyes de ellas están temblando
de espanto, demudado el rostro.
36 Los mercaderes de los pueblos sil¬
ban contra ti; has sido aniquilada, ya
no serás más.
Contra el rey <le Tiro.
1 Fuéme dirigida la palabra de
Yavc, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, di al príncipe de Tiro: Así habla
el Señor, Yavc: Por cuanto se enso¬
berbeció tu corazón y dijiste: «Soy
un dios, habito en el corazón de los
mares en la morada de Dios», y siendo
tú un hombre, no un dios, igualaste
tu corazón al corazón de Dios, 3 cre¬
yéndote más sabio que Daniel, que
ningún secreto se te ocultaba; 4 que
con tu sabiduría y tu prudencia creas¬
te tu poderío, y acumulaste el oro
EZEQUIEL, 29
728
y la plata en tus tesoros, 5 y con tu
gran sabiduría y tu comercio acre
centaste tu poder, y en tu potencia
se ensoberbeció tu corazón;
6 , Por eso, así dice el Señor, Yave:
Pues que hiciste tu corazón igual al
corazón de Dios, 7 yo traeré contra
ti a los extranjeros, a los más feroces
de los pueblos, que desenvainarán la
espada contra la belleza de tu arte
y profanarán tus esplandores. 8 Te
harán bajar a la huesa, y morirás
con la muerte de los que mueren en
medio de los mares. 9 ¿Dirás va ante
tu matador: Yo soy un dios? Hombre
eres, no eres dios, en las manos de
tu matador. 10 Morirás la muerte de
los incircuncisos, a manos de extran¬
jeros, porque he hablado yo, dice el
Señor, Yave.
Elegía del rey de Tiro.
11 Fuéme dirigida la palabra de
Yave diciendo: '2 Hijo de hombre,
canta una elegía al príncipe de Tiro,
y di le: Así habla el Señor, Yave: Eras
el sello de la perfección, lleno de sa¬
biduría y acabado en belleza. 13 Habi¬
tabas en el Edén, en el jardín de
Dios, vestido de todas las preciosi¬
dades. El rubí, el topacio, el dia¬
mante, el crisólito, la piedra de ónice,
el berilo, el zafiro, el carbunclo y la
esmeralda y el oro te cubrían; tus
tambores y tus flautas estuvieron a
tu servicio, dispuestos para el día
en que fuiste hecho rey.
14 Eras un querubín protector, de
alas desplegadas. Yo te puse en el
monte santo de Dios, y andabas en
medio de los hijos de Dios. 16 Fuiste
perfecto en tus caminos, desde que
fuiste creado hasta el día en que fué
hallada en ti la iniquidad. 16 Por la
muchedumbre de tus contrataciones,
se llenaron tus estancias de violencia;
y pecaste, y te arrojé del monte
santo y te eché de entre los hijos de
Dios, joh querubín protectorl
17 Ensoberbecióse tu corazón de tu
hermosura, y se corrompió tu sabi¬
duría, y a pesar de tu esplendor, por
tus muchos y grandes delitos yo te
eché por tierra, y te doy en espec¬
táculo a los reyes, 18 por la muche¬
dumbre de tus* iniquidades. Por la
injusticia de tu comercio profanaste
tus santuarios; y yo haré salir de en
medio de ti un fuego devorador, y
te reduciré a cenizas en medio de la
tierra, a los ojos de cuantos te miran.
19 Todos cuantos de entre los pueblos
te conocen se asombrarán de ti. Serás
el espanto de todos, y dejarás de exis¬
tir para siempre.
Contra Sidón.
20 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 21 Hijo de hombre,
vuélvete de cara a Sidón y profetiza
contra ella. 22 Di: Así habla el Señor,
Yave: Heme aquí contra ti, Sidón.
Yo seré glorificado en medio de ti,
y sabrán que yo soy Yave, cuando la
juzgue y manifieste en medio de ella
mi santidad. 23 Mandaré a ella la
peste, y la sangre a sus calles, y cae¬
rán en ella los muertos a la espada
que todo en torno la rodearán, y
sabrán que yo soy Yave, 24 Y no será
ya para la casa de Israel un aguijón
punzante, un espino desgarrador en
medio de cuantos la rodean y la
aborrecen.
25 Así dice el Señor, Yave: Cuando
reúna yo a la casa de Israel de en
medio de todos los pueblos en (pie
se dispersó, yo me glorificaré ante
las gentes, y habitarán en la tierra
que di a mi siervo Jacob; 26 habita¬
rán en ella seguros, y construirán en
ella casas y plantarán viñas; habi¬
tarán en seguridad cuando haga yo
justicia en todos aquellos que en
torno a ella la aborrecen, y sabrán
que yo, Yave, soy su Dios.
OltACVLOS COXTHA EGIPTO
Primor oráculo.
9Q 1 El año décimo, el décimo mes,
~ J a doce del mes, fuéme dirigida
la palabra de Yave, diciendo: 2 Hijo
de hombre, vuelve tu rostro hacia
el Faraón, rey de Egipto, y profetiza
contra el Egipto entero; 3 habla y di:
Así dice el Señor, Yave: iHeme aquí
contra ti, oh Faraón, rey de Egiptol
Cocodrilo gigantesco, echado en medio
de tus ríos, te dijiste: Míos son los
ríos, yo mismo los lie excavado.
4 Yo pondré un aro en tus quijadas,
y te sacaré de cu medio de tus ríos,
con todos los peces que hay en ellos,
pegados a tus escamas, 6 y te arro¬
jaré al desierto a ti y a todos los
EZEQUIEL, 30
720
peces de tus ríos; y caerás en la su¬
perficie de los campos, y no serás
recogido ni levantado; v te daré en
pasto a las fieras de la tierra y a las
aves del cielo, 6 y todos los habitan¬
tes del Egipto sabrán que yo soy
Ya ve, por haber sido tú báculo de
caña para la casa de Israel, 7 que te
rompiste cuando te cogieron en la
mano, traspasando sus flancos. Cuan¬
do en ti se apoyaron te quebraste,
deslomándolos enteramente.
8 Por eso, así dice el Señor, Yave:
Yo haré venir la espada sobre ti, y
exterminaré hombres y bestias en
medio de ti; 9 y la tierra de Egipto
se tornará en soledad y desierto, y
sabrán que yo soy Yave, por haber
dicho; Míos son los ríos, yo los he
hecho. 10 Por eso, heme aquí contra
ti y contra tus ríos; yo haré del
Egipto desierto y soledad, desde
Migdol hasta Siene, hasta las fronte¬
ras de Etiopía. 11 No pasará por él
pie de hombre, ni pie de animal pasa¬
rá por allí, y quedará por cuarenta
años deshabitado. 12 Yo haré del
Egipto una tierra desierta entre las
desiertas, y serán sus ciudades de¬
siertas entre las ciudades desiertas
durante cuarenta años; y diseminaré
a los egipcios entre las naciones y
los dispersaré en varias tierras.
13 Así dice el Señor, Yave: Al cabo
de cuarenta años reuniré al Egipto de
entre los pueblos a que le había dis¬
persado; 14 y mudaré la suerte del
Egipto y le llevaré a la tierra de
Patros, a la tierra de sus orígenes,
y allí formará un modesto reino!
15 será el más humilde de los reinos,
y no volverá a alzarse sobre las na¬
ciones. Le disminuiré para que no
pueda enseñorearse de las gentes.
18 No será ya este reino para Israel
apoyo de confianza, sugestión de ini¬
quidad, a la cual se vuelva, y sabrán
que yo soy Yave.
Segundo oráculo.
17 El año veintisiete, el primer mes,
en el primer día del mes, me fué diri¬
gida la palabra de Yave, diciendo:
48 Hijo de hombre, el rey Nabucodono-
sor, rey de Babilonia, ha hecho pres¬
tar a su ejército un largo servicio
contra Tiro. Encalveciéronse todas las
cabezas, todos los hombres quedaron
rapados, y no hubo ni para él ni para
su ejército paga de Tiro por el ser¬
vicio prestado contra ella. 19 Por
tanto, así dice el Señor, Yave: Doy
a Nabucodonosor, rey de Babilonia,
la tierra de Egipto; él tomará sus ri¬
quezas y cogerá sus despojos. Pillará
su botín, y esto será la paga para su
ejército. 20 En pago del servicio pres¬
tado contra Tiro, yo le doy el Egipto,
porque fué para mí para quien tra¬
bajaron, dice el Señor, Yave. 21 En
ese día yo haré nacer el cuerno de la
casa de Israel. Y abriré en medio
de ellos tu boca, y sabrán que yo
soy Yave.
Torcer oráculo.
OA 1 Fuéme dirigida la palabra de
OU Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, profetiza y di: Así habla el Señor,
Yave: 3 Vociferad: ¡Desdichado día!;
porque viene, se acerca, el día de
Yave. Día tenebroso. Llega la hora
de las gentes. 4 Veifdrá la espada
sobre el Egipto y la angustia sobre la
Etiopía, cuando caigan los muertos
en Egipto y sean apresadas sus mu¬
chedumbres y destruidos sus cimien¬
tos.
5 La Etiopía, las gentes de Put y
de Lud, toda suerte de pueblos, las
gentes de Cub y las tierras aliadas,
caerán con ellos a la espada. 6 Así
dice Yave: Caerán los apoyos del
Egipto, se desvanecerá la altivez de
su poderío. Desde Migdol hasta Siene
caerán a la espada, dice el Señor,
Yave. 7 Quedará desolado entre las
tierras desoladas, y sus ciudades con
las ciudades en ruina. 8 Se sabrá en¬
tonces que yo soy Yave, cuando
pegue fuego al Egipto y quebrante
todos sus apoyos. 9 Aquel día partirán
mensajeros de mi parte, que irán a
esparcir el terror en la confiada Etio¬
pía, y serán presa de la angustia,
cuando le venga al Egipto su día,
que se acerca.
10 Así dice el Señor, Yave: Haré
cesar el tumultuar del Egipto, por
mano de Nabucodonosor, rey de Ba¬
bilonia. 11 El y sus gentes, los vale¬
rosos entre los pueblos, serán llevados
a devastar la tierra, y desenvainará
su espada contra el Egipto, y llena¬
rán de muertos su tierra; 12 y secaré
sus ríos, venderé esa tierra y cuanto
tiene a gentes feroces, y devastaré su
tierra y cuanto en ella hay, por mano
de extranjeros: yo, Yave, lo digo.
13 Así dice el Señor, Yave; Des-
EZEQÜIEL, 31
7,‘in
truirc sus ídolos, haré desaparecer los
dioses falsos de Mcmfis, y no se al¬
zará ya príncipe alguno en la tierra
de Egipto. 14 Echaré el terror sobre
la tierra de Egipto; devastaré a Pa¬
iros, pegaré fuego a Tanis, haré jus¬
ticia en Tebas; 15 derramaré mi ira
sobre Pelusio, el baluarte del Egipto, y
exterminaré a la muchedumbre de
Tebas. 16 Pondré fuego al Egipto,
Sin se dolerá sobremanera, se abrirá
brecha en Tebas, y Memfis será con¬
quistado por los enemigos en pleno
día.
17 Las juventudes de Tebas y de
Rubastis caerán a la espada, y sus
mujeres irán al cautiverio. 18 En Taf-
nis se oscurecerá el día cuando des¬
broce los cetros de Egipto y aniquile
el orgullo de sus fuertes. Quedará
envuelto en tinieblas y sus hijas serán
llevadas cautivas. 19 Haré justicia en
Egipto, y sabrá que yo soy Ya ve.
talarlo oráculo.
20 El año undécimo, el primer mes,
el día siete del*mes, me fué dirigida
la palabra de Yave, diciendo: 21 Hijo
de hombre, yo he roto el brazo del
Faraón, rey de Egipto, y no ha sido
vendado ni fajado, ni entablillado
para soldar la rotura y que pueda
manejar la espada. 22 Por tanto, así
dice el Señor, Yave: Heme aquí contra
el Faraón, rey de Egipto. Yo le rom¬
peré los brazos, el sano y el quebrado,
y haré que la espada se le caiga de
la mano; 23 y diseminaré a los egip¬
cios entre las gentes, y los aventaré
por las tierras; 24 y fortaleceré los
brazos del rey de Babilonia, y pondré
mi espada en su mano; pero quebraré
los brazos del Faraón, que delante
de aquel gemirá con gemidos de heri¬
do de muerte. 25 Fortaleceré los bra¬
zos del rey de Babilonia, y se caerán
los brazos del Faraón, y sabrán que
yo soy Yave, cuando ponga mi es¬
pada en mano del rey de Babilonia,
y la esgrima él contra la tierra de
Egipto. 26 Esparciré a los egipcios
entre las gentes y los aventaré por
las tierras, y sabrán que yo soy Yave:
(Juiuto oráculo. 1.a roída de Asur,
íijjtiru de la de Kqipto.
1 1 2 El año undécimo, el tercer
1 mes, el primero del mes, fuéme
dirigida la palabra de Yave, diciendo.
2 i fijo de hombre, di al Faraón, rey
de Egipto, y a su pueblo: ¿A quién
te igualaste en tu grandeza? 3 Era
Asur cedro del Líbano, soberbio de
su fronda y de sublime altura, que
mecía su copa entre las nubes. 4 Las
aguas le hicieron crecer, el abismo le
encumbró; corrían ríos cerca del lu¬
gar en que estaba plantado, y man¬
daba sus influencias a todos los árboles
del campo. 6 Por eso se encumbró
sobre todos los árboles del campo,
y se multiplicaron sus ramas y su
fronda se extendió, por la abundan¬
cia de aguas que le hacían crecer.
6 Anidaban en sus ramas todas las
aves del cielo y parían bajo sus copas
todas las bestias del campo, y eran
muchos los pueblos que habitaban a
su sombra. 7 Era hermoso por su
grandeza, por la extensión de sus
ramas, por tener sus raíces metidas
en abundantes aguas. 8 No le sobre¬
pujaban los cedros del jardín de Dios;
no se le asemejaban en la fronda los
cipreses; no eran los. plátanos como
una de sus ramas; ningún árbol del
jardín de Dios le igualaba en hermo¬
sura. 9 Yo le había hecho hermoso
y frondoso, y todos los árboles del
Edén le miraban con envidia.
10 Por eso, así dice el Señor, Yave,
Ya que por ser encumbrado en al¬
tura, alzando tu cima hasta las nubes,
se embriagó su corazón de la propia
alteza, 11 le he dado yo en las manos
del héroe de las gentes, que le tra¬
tará según su maldad. Le he desecha¬
do. 12 Extranjeros, los más feroces
de los pueblos, le abatieron; cayeron
sus ramas por los montes y por todos
los valles, quedó destrozada su fronda
por todas las pendientes de la tierra,
y esquivando su sombra, todos los
pueblos de la tierra le abandonaron.
13 Posáronse sobre sus restos todas
las aves del cielo y en sus ramas hi¬
cieron sus yacijas todas las bestias
del campo: 14 para que no se exalten
en su altura los árboles todos de junto
a bis aguas, V no lancen su cima
hasta las nubes, y no confíen en su
altura cuantos son regados por las
aguas, porque lodos están destinados
a morir, a ir a la morada subterránea,
entre los hijos de. los hombres que
bajan a la fosa.
15 Asi dice el Señor, Yave: El día
en que bajó al sepulcro, enluté el
abismo, retuve el curso de los ríos
y se estancaron las aguas caudalosas;
entristecí al Líbano por él, v se seca
ron lodos los árboles del campo. 16 Pon
EZEQUIEL, 32
el fragor de su ruina luce temblar a
las gentes. Cuando le hice bajar al
sepulcro entre aquellos que bajan a
la fosa, se consolaron en la morada
subterránea todos los árboles del
Edén, y los más hermosos y selectos
del ¿abano, todos regados por las
aguas. 17 También bajarán ellos al
sepulcro con él, hacia los muertos a
la espada, los que fueron su brazo
y se acogieron a su sombra en medio
de las gentes.
18 ¿A quién te asemejas tú por
gloria y por grandeza entre los árbo-
els del Edén? Pues también tú serás
llevado con los árboles del Edén a
la morada subterránea. Yacerás entre
los incircuncisos, con los traspasados
por la espada. Eso será del Faraón y
de toda su gente, dice el Señor, Yave.
Elegía de la ruina de Egipto.
32 1 nño duodécimo, el duodé-
w cimo mes, el día primero del
mes, me fué dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 2 Hijo de hombre,
canta una elegía al Faraón, rey de
Egipto, y di: Eras como el león de
las gentes, eras como él cocodrilo de
los mares: con tus narices hacías her¬
vir las aguas, y enturbiabas con tus
patas los canales. 3 Así dice el Señor,
Yave: Yo te tenderé mi red con una
turba de pueblos que te subirán en
mi esparavel, 4 y te echaré en tierra
seca, y te dejaré en medio del campo.
Haré venir sobre ti todas las aves
del cielo, y saciaré de ti a todas Jas
bestias de la tierra. 5 Esparciré tus
carnes* por los montes y llenará de
tu carroña los valles. 6 Regaré con tu
sangre la tierra por donde nadas, la
regaré. Regaré con ella hasta los
montes y de ella se cubrirán los ca¬
nales.
7 Al apagar tu luz, velaré los cielos
y oscureceré las estrellas. Cubriré
de nubes el sol y la luna no resplan¬
decerá; 8 todos los astros que brillan
en los cielos se vestirán de luto por
ti, y se extenderán las tinieblas sobre
la tierra, dice el Señor, Yave. 9 Lle¬
naré de horror el corazón de muchos
pueblos, cuando lleve al cautiverio
a los tuyos, a tierras que no conocen;
10 dejaré por ti atónitos a muchos
pueblos, y a sus reyes que temerán
por sí, cuando comience a volar a su
vista contra ti mi espada, al tiempo
de tu ruina.
731
u Porque así dice el Señor, Yave:
La espada del rey de Babilonia te
alcanzará; 12 exterminará a tu pueblo
con la espada de los fuertes, todos
valerosos entre los valerosos, que
destruirán la soberbia del Egipto y
todas sus muchedumbres serán des¬
hechas. 13 Destruiré todos tus ganados
de sobre las muchas aguas, que no
enturbiará ya más pie de hombre ni
pezuña de bestia.
14 Entonces correrán limpias sus
aguas, y sus canales se deslizarán
como el aceite, dice el Señor, Yave.
15 Cuando tornaré en desierto la tie¬
rra de Egipto, y asolaré cuanto la
llena. Cuando heriré a todos cuantos
la habitan, que sabrán que yo soy
Yave. 16 Esta es la elegía que can¬
tarán: la cantarán las hijas de las
gentes, la cantarán del Egipto y de
todas sus muchedumbres, dice el
Señor, Yave.
Otra elegía a Egipto.
17 El año duodécimo, el quince del
mes, fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 18 Hijo de hombre,
compon un canto lúgubre a la mu¬
chedumbre del Egipto. Precipítale a
él y las hijas de las gentes fuertes, a
lo profundo de la tierra, con los que
bajan a la fosa. 19 b 2 °a Baja, y
yace entre los incircuncisos, cae en¬
tre los muertos a la espada. 2 °b La
espada ha sido ya entregada; traedlo
a él y a toda su pompa. 21 a En el
sepulcro se dirigirán a él los fuertes
entre los fuertes, diciéndole a él y a
sus auxiliadores: 19 a ¿En qué nos
superas tú a nosotros? 21 b Baja a
la fosa, y yace entre los incircuncisos,
entre los muertos a la espada.
22 Allí está Asur con todos sus ejér¬
citos, cuyos sepulcros están en torno
de él. 23 Están sepultados en lo pro¬
fundo de la fosa rodeándote en torno,
todos traspasados por la espada, los
que sembraban el terror en la tierra
ele los vivos.
24 Allí Elam, con todas sus mesna¬
das en torno de .su sepulcro; todos
muertos a la espada cayeron, y baja¬
ron incircuncisos a lo profundo de la
fosa. Los que esparcieron el terror
en la tierra de los vivos trajeron su
ignominia a lo profundo del abismo.
25 En medio de los muertos pusieron
t su lecho para él y sus muchedumbres.
Sus sepulcros le rodean, todos lucir-
EZEQUIEL, 33
732
cuncisos, muertos a la espada. Sem¬
braron el espanto en la tierra de los
vivos, pero vinieron con su ignominia
a unirse con los que bajan al se¬
pulcro y yacen en medio de los
muertos.
26 Allí Mosoc y Túbal, con todos
sus ejércitos, cuyos sepulcros les
rodean; todos incircuncisos, muertos
a la espada, los que aterrorizaban a
la tierra de los vivos. 27 No yacen
entre los héroes que cayeron entre
los incircuncisos y bajaron a la mo¬
rada de los muertos con sus armas
de guerra, la espada bajo sus cabezas
y el escudo sobre sus huesos, con haber
sido el terror de los valientes en la
tierra de los vivos. 28 También tú
serás quebrantado entre los incircun¬
cisos y yacerás con los muertos a la
espada.
29 Allí está Edom, sus reyes y sus
príncipes todos, que a pesar de su
valor yacen entre los muertos a la
espada, y duermen con los incircun¬
cisos, con los que bajaron a la fosa.
30 Allí están todos los príncipes del
septentrión y todos los Sidonios, que
con su ignominia descendieron a los
muertos, a pesar del terror que ins¬
piraba sil valor. Incircuncisos se acos¬
taron con los muertos a la espada, y
comparten su ignominia con los que
bajan a la fosa.
31 El Faraón los verá y se consolará
de sus muchedumbres, de los suyos,
muertos a la espada y de todo su
ejército, dice el Señor, Ya ve. 32 Por¬
que yo sembraré mi terror en la tierra
de los vivos y se acostarán en medio
de los incircuncisos, con los muertos
a la espada, el Faraón y todas sus
muchedumbres, dice el Señor, Yave.
El profeta, atalaya del pueblo.
33 1 Fuéine dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, habla a los hijos de tu pueblo y
diles: Si hiciere yo venir la espada
sobre una tierra, y la gente de la
tierra toma un hombre de su terri¬
torio y lo pone por atalaya, y éste,
viendo venir la espada sobre la
tierra, toca la bocina para dar al
pueblo la alarma. 4 Si el que oye el
sonido de la bocina no se apercibe 1
y llegando la espada Le hiere, su
sangre será sobre su cabeza. 5 Oyó
el sonido de la bocina y no se aper¬
cibió, su sangre será sobre él. Si se
hubiese apercibido, habría salwdo su
vida. 6 Mas si el atalaya, por lo con¬
trario, viendo llegar "la espada no
toca la bocina para que la gente se
aperciba, y llegando la espada hiere
a alguno de ellos, éste quedará preso
en su propia iniquidad, pero yo
demandaré su sangre al atalaya.
7 Mira, pues, ¡oh hijo de hombrel:
Yo te he puesto por atalaya de la
casa de Israel. Cuando oigas de mi
boca la palabra, apercíbelos de parte
mía. 8 Si yo digo al impío: ]Impío,
vas a morir! Si tú no hablas al impío
para apercibirle de su mal camino,
el impío morirá por su iniquidad,
pero de su sangre te pediré yo cuenta
a ti. 9 Pero si tú apercibiste al impío
de su camino para que se apartase
de él, y él no se apartó, él morirá por
su iniquidad, pero tú habrás salva¬
do tu alma.
1.a salud por la penitencia.
10 Di, ¡olí hijo de hombrel, a la
casa de Israel: Vosotros decís: Lle¬
vamos sobre nosotros nuestros peca¬
dos y nuestras rebeliones, y por eso
nos vamos consumiendo: ¿cómo vamos
a vivir? 11 Diles: Por mi vida, dice
el Señor, Yave, que yo no me gozo
en la muerte del impío, sino en que
él se retraiga de su camino y viva.
Volveos, volveos de vuestros malos
caminos: ¿Por qué os empeñáis en
morir, casa de Israel?
12 Hijo de hombre, di también a
los hijos de tu pueblo: La justicia
del justo no le salvará el día en que
pecare, y la impiedad del impío no
le será estorbo el día en (pie se con¬
vierta de su iniquidad, como no
vivirá el justo por su justicia el día
en que pecare. 13 Diciendo yo al justo:
De cierto vivirás: Si él, fiado en sil
justicia, comete maldad, no serán
traídas a la memoria todas sus justi¬
cias, sino que por la iniquidad que
cometió morirá. 14 Y diciendo yo al
impio: De cierto morirás: Si él se
convirtiere de su pecado, e hiciere
juicio y justicia; 15 «si devolviere la
prenda, restituyere lo robado v cami¬
nare por los mandatos de vida, no
haciendo iniquidad, ciertamente vi¬
virá, no morirá. 16 No se recordará
ninguno de los pecados que cometió;
hizo juicio y justicia, y de cierto vi¬
virá.
17 Y dirán los hijos de tu pueblo*
EZEQUIEL, 34
733
No es recta la vía del Señor. ¡Las
suyas no son rectasl 18 Si el justo se
aparta de su justicia y hace iniquidad,
morirá por ésta, 19 y si el impío se
aparta de su iniquidad y hace juicio
y justicia, por esto vivirá. 20 Y decís:
No es recta la via del Señor. Yo os
juzgaré, ;oh casa de Israelí, a cada
uno conforme a sus caminos.
21 El año duodécimo de nuestro
cautiverio, el mes décimo, a cinco
del mes, vino a mí un escapado de
Jerusalén, diciendo: La ciudad ha
sido tomada. 22 La tarde anterior,
antes que llegase el fugitivo, había
sido sobre mí la mano de Yave, que
abrió mi boca a la llegada del fugi¬
tivo, a la mañana; abrióse mi boca
y en lo sucesivo ya no estuvo mudo.
23 Y me fué dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 24 Hijo de hombre,
los que en la tierra de Israel moran,
en aquellas ruinas andan diciendo:
Abraham era él solo, y poseyó la
tierra, pues nosotros somos muchos,
poseeremos la tierra. 26 Diles, pues: Así
habla el Señor, Yave: Vosotros ban¬
queteáis por los montes, alzáis los
ojos a vuestros ídolos, derramáis la
sangre; ¿y vais a poseer la tierra?
26 Vosotros os apoyáis sobre vuestras
espadas, hacéis abominaciones, y cada
cual contamina a la mujer de su
prójimo, ¿y vais a poseer la tierra?
27 Diles así: Esto .dice el Señor, Yave:
Por mi vida, que los que moran entre
las ruinas perecerán a la espada, y
los que están en campo abierto los
daré en pasto a las fieras, y los que
en las rocas y en las cuevas, morirán
de peste. 20 Y desolaré la tierra
hasta destruir su soberbia y su for¬
taleza, y los montes de Israel serán
asolados sin que haya quien por ellos
pase; 29 y sabrán que yo soy Yave,
cuando convierta la tierra en un
desierto por todas las abominaciones
que han cometido.
30 Y tú, hijo de hombre, mira que
los hijos de tu pueblo se burlan de ti
junto a las paredes y a las puertas
de sus casas, y hablan los unos con
los otros, cada uno a su prójimo,
diciendo: ¡Ea, vamos a oír qué pala¬
bra sale de Yave! 31 Y vienen a ti
como a las asambleas, y se sientan
delante de ti los de mi pueblo, para
escuchar tus palabras, pero *uego
no las ponen por obra; y mientras
me halagan con su boca, se va su
corazón tras su avaricia. 32 Eres
para ellos cantor gracioso, de hermosa
voz y maestro en el canto; oyen tus
palabras, pero de ponerlas por obra,
nada. 33 Mas cuando ello viniere,
y viene ya, sabrán que hubo entre
líos un profeta.
Los malos pastores.
Q J 1 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, profetiza contra los pastores de
Israel. Profetiza diciéndoles: Así habla
el Señor, Yave: ¡Ay de los pastores
de Israel que se apacientan a sí
mismos! ¿Los pastores no son para
apacentar el rebaño? 3 Pero vosotros
coméis su grosura, os vestís de su
lana, matáis lo que engorda, no apa¬
centasteis a las ovejas. 4 * No confor¬
tasteis a las flacas, no curásteis a las
enfermas, no vendasteis a las heridas,
no redujisteis a las descarriadas, no
buscasteis a las perdidas, sino que
las dominabais con violencia y con
dureza. 6 Y así andan perdidas mis
ovejas, por falta de pastor, siendo
presa de todas las fieras del campo.
6 Anaan errantes por montes y colla¬
dos, derramadas por toda la haz oe
la tierra, sin que haya quien las busque
y las congregue.
7 Oíd, pues, pastores de Israel, la
palabra de Yave. 8 Por mi vida, dice
Yave, que pues mi rebaño ha sido
depredado, y han sido presa mis ove¬
jas de todas las fieras del campo por
falta de pastor, pues no iban mis
pastores en pos de mi rebaño, sino
que le abandonaron, apacentándose
a sí mismos, no a mi grey; 9 oíd, por
tanto, ¡oh pastores!, la palabra de Yave:
10 Así habla el Señor, Yave: Heme
aquí contra los pastores, para reque¬
rir de su mano mis ovejas. No les
dejaré ya rebaño que apacienten, no
serán más pastores que a sí mismos se
apacienten. Les arrancaré de la boca
mis ovejas, no serán ya más pasto
suyo. 11 Porque así dice el Señor,
Yave: Yo mismo iré a buscar a mis
ovejas y las reuniré (1).
El pastor fiel.
12 Como recuenta el pastor a sus
ovejas el día en que la tormenta
(i) Este capítulo, escrito después de la ruina
definitiva de Judá, está dedicado a levantar el
ánimo de los cautivos con la esperanza de la
, restauración, enlazada con la promesa me-
siánica.
EZEQUIEL, 35
731
dispersa a la grey, asi recontaré yo
mis ovejas, y las pondré en salvo en
todos los lugares en que fueron dis¬
persadas el día del nublado y las tinie¬
blas; 13 > las retraeré de en medio de
las gentes, V las reuniré de todas las
tierras, y las llevare a su tierra y las
apacentaré sobre los montes de Israel,
y en los valles de todas las regiones
del país. 14 Las apacentaré en pastos
pingües y tendrán su ovil en las
más altas cimas de Israel. Allí ten¬
drán cómoda majada y pingües pastos
en los montes de Israel.
15 Yo mismo apacentaré a mis ove¬
jas, y yo mismo las llevaré a la ma¬
jada, dice el Señor, Yavc. 16 Buscaré
la oveja perdida, traeré la amontada,
vendaré la perniquebrada, v curaré
la enferma; y mataré las gordas y
robustas, las apacentaré con justicia.
17 Y tú, rebaño mío, así dice el Señor,
Yave: Yo mismo juzgaré entre oveja
y oveja, entre carneros y machos
cabríos. 18 ¿No os bastaba a vos¬
otros apacentaros de lo mejor de los
pastos, que pisoteabais además con
vuestras pezuñas el resto del pasto?
Beber el agua clara y no enturbiar
con vuestras pisadas la que queda?
19 ¿Ovejas mías van a tener que
comer lo que vosotros hollasteis con
los pies y beber lo que con ellos entur¬
biasteis?
20 Por eso, así dice el Señor, Yavc:
Yo juzgaré cnlrc la oveja gorda y la
oveja flaca; 21 Y como empujáis
con el flanco y las espaldas v acor¬
neáis con los cuernos a las débiles,
hasta que las echáis y las lineéis
descarriar, 22 yo protegeré a mis
ovejas para que no se descarríen, y
juzgaré entre oveja y oveja.
Pastor único, el nuevo Ihniil.
23 Suscitaré para ellas un pastor úni¬
co, que las apacentará. Mi siervo Da¬
vid, él las apacentará, él será su pas¬
tor. 21 Yo, Yavc, seré su Dios, y mi
siervo David será príncipe de ellas.
Yo, Yavc, lo he dicho.
25 Haré con' ellas alianza de paz,
haré desaparecer de la tierra las
fieras, y andarán tranquilas por el
desierto, y se reposarán en la selva.
2(i Haré de ellas y de los alrededores
de mi collado una bendición. Man¬
daré a su tiempo las lluvias, lluvias
de bendición. 27 Darán sus frutos los |
árboles del campo, y la tierra los suyos.
Habitarán en su tierra en seguridad
y sabrán que vo soy Yave, cuando
rompa las coyundas de su yugo y las
arranque de ias manos de íos que las
esclavizaron.
28 No serán ya más presa de las
gentes, no las devorarán las fieras
del campo, sino que habitarán en
seguridad sin que nadie las espante.
29 Les suscitará una prole de renom¬
bre; no los consumirá ya más el
hambre, ni serán más el escarnio
de las gentes. 30 Conocerán entonces
que yo, Yavc, soy su Dios, y estoy
con ellos, y que ellos, la casa de
Israel, son mi pueblo, dice el Señor,
Yavc. 31 Rebaño mío, vosotros sois
las ovejas de mi grey y yo soy vues¬
tro Dios, dice el Señor, Yavc.
Oráculo contra Pdom.
J)5 1 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 2 Hijo de hom¬
bre, vuelve tu rostro hacia el monte
Seir, y profetiza contra él. 3 Di le:
A. sí habla el Señor, Yave: Heme
aquí contra ti, ¡oh monte Seir! Tam¬
bién sobre ti tenderé mi mano, 4 y
te tornaré en desierto, reduciendo a
ruinas tus ciudades. Serás asolado y
sabrás (pie yo soy Yave. 0 Porque
en tu secular enemiga contra Israel
pasaste a sus hijas a la espada el
día fatal de las desventuras, cuando
llegó a su término la iniquidad. 6 Por
mi vida, dice el Señor, Yave, te
daré a la sangre y la sangre te per¬
seguirá, por haber perseguido a san- ,
gre, la sangre te perseguirá, 7 y haré
del monte Seir desierto y soledad,
sin que haya quien por él vaya ni
venga; 8 y henchiré de muertos tus
colinas; en tus montes y en tus valles,
en el lecho de todos tus torrentes,
yacerán los muertos a la espada.
9 Te reduciré a eterna soledad. No
serán ya habitadas tus ciudades, y
sabrás que yo soy Yavc, 10 pues que
te dijiste: Míos serán ambos pueblos
y ambas lierras, nosotros las posee¬
remos, aunque allí esté Yave.
11 Por mi vida, dice el Señor, Yavc,
que te trataré conforme a tu ira y al
furor con que en tu odio los trataron.
12 Y sabrás que yo soy Yave, cuando
te juzgue. He oído todas las injurias
que proferiste contra los montes de
Israel, diciendo: jDestruídosl Nos los
dan para que los devoremos. 13 Y os
insolentasteis de boca contra mí y
EZEQU1EL, 36
73í>
multiplicasteis, oyéndolas yo, vues¬
tras palabras contra mí.
14 Así dice el Señor, Yave: Alegrán¬
dose la tierra toda, a ti te tornaré en
desierto. 15 Como te gozaste en la
desolación de la heredad de la casa
de Israel, asimismo haré yo contigo;
os tornáréis en desierto, ¡oh montes
de Seirl, y con vosotros Iduinea toda
entera, y se sabrá que yo soy Yave.»
Tu vuelta de Israel a su tierra
por pura misericordia de Dios.
1 Y ahora, hijo de hombre, pro¬
fetiza a los montes de Israel y
di: Oíd, montes de Israel, la palabra
de Yave (1): 2 Así habla el Señor,
Yavc: Pues que el enemigo dijo de
vosotros: ;Ea! Son ruinas perpetuas,
se nos dan en posesión a nosotros.
3 Habla y di: Así habla el Señor, Yave:
Por eso, porque os asolaron y tra¬
garon de todas partes, dándoos por
heredad a las gentes y haciéndoos
objeto de habladurías y de escarnios,
4 Por eso, joh montes de Israel!,
oíd la palabra de Yave: Así dice el
Señor, Yave, a los montes y a los
collados, a los lechos de los torrentes
y a los valles, a las ruinas desoladas
y a las ciudades desiertas, que fueron
ia presa y el sarcasmo de los que de
los pueblos circunvecinos quedaban.
5 Por eso, así habla el Señor, Yave:
Sí, en mi celo y en mi furor hablé
contra los escapados de los pueblos,
y contra la Idumea toda entera, que
se apropiaron mi tierra, con el corazón
todo alegre y con el desprecio en el
alma, para despoblarla y depredarla.
6 Por eso, profetiza a la tierra de
Israel, y di a los montes y a los colla¬
dos, a los lechos de los torrentes y
los valles: Así habla el Señor, Yave:
Heme aquí, en mi celo y en mi furor
lo digo: Ya que habéis soportado el
escarnio de las gentes, 7 así habla el
Señor, Yave: Alzo mi mano y juro
que las gentes que os rodean sopor¬
tarán vuestro escarnio, 8 y vosotros,
montes de Israel, germinaréis, daréis
ramas y frutos a mi pueblo Israel;
que va a volver. 9 Porque heme aquí,
(i) Otro capítulo como el pasado, en el cual
son muy de notar los versos 25-27, que anuncian
la efusión del espíritu divino sobre el pueblo de
Dios, tan maravillosamente cumplida el día de
Pentecostés.
a vosotros, a vosotros me vuelvo.
Todavía seréis labrados y sembrados,
10 multiplicaréis en vosotros a los
hombres, la casa de Israel toda entera,
y serán repobladas las ciudades y
reconstruidas las ruinas.
11 Multiplicaré en vosotros a los
hombres y se multiplicarán los gana¬
dos, y estaréis poblados como anti¬
guamente, y más todavía que al
principia, y sabréis que yo soy Yave.
12 Haré volver a vosotros a los hom¬
bres, mi pueblo, Israel, que os posee¬
rán y les seréis en heredad y no vol¬
veréis a devorarlos. 13 Así dice Yave:
Pues que andan diciendo de ti: Eres
una tierra que devora a los hombres
V mata a sus hijos, 14 no devorarás
ya más a los hombres, no matarás
ya más a tus hijos, dice el Señor,
Yave; 15 y nunca más te haré oír
los insultos de las gentes, ni tendrás
que soportar los escarnios de los pue¬
blos, y no quedarán los tuyos priva¬
dos de hijos, dice el Señor, Yave.
16 Fucme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 17 Hijo de hombre,
cuando moró en su tierra la casa de
Israel, la contaminaron con sus malas
obras y sus pecados. Su obrar ante
mí fué como la inmundicia de la
menstruada. 18 Por eso descargué yo
mi ira sobre ellos, por la sangre que
derramaban en la tierra y por los
ídolos con que la contaminaron.
19 Y los he dispersado entre las gen¬
tes y han sido esparcidos por todas
las tierras, juzgándolos conforme a
sus caminos y a sus obras; 20 y lle¬
gados a las gentes a donde fueron,
éstas profanaron mi santo nombre,
diciendo de ellos: ¡Estos son el pue¬
blo de Yave; han sido echados de su
tierra! 21 Pero he tenido lástima de
ellos, al ver mi santo nombre pro¬
fanado, por causa de la casa de Israel,
entre las gentes a las que han sido
llevados.
22 Di, pues, a la casa de Israel: así
habla el Señor, Yave: No lo hago
por vosotros, casa de Israel, sino
más bien por el honor de mi nombre,
profanado por causa vuestra entre
las gentes a que habéis ido. 23 Yo
santificaré mi nombre grande, pro¬
fanado entre las gentes a causa de
vosotros en medio de ellas, y sabrán
las gentes que yo soy Yave, dice el
Señor, Yave, cuando yo me santi¬
ficare en vosotros a sus ojos. 24 Yo
os tomaré de entre las gentes y os
reuniré de todas las lierras y os
736
EZEQUIEL, 37
conduciré a vuestra tierra; 26 Y os
aspergeré con aguas puras y os puri¬
ficaré de todas vuestras impurezas,
de todas vuestras idolatrías.
26 Os daré un corazón nuevo y
pondré en vosotros un espíritu nuevo.
Os arrancaré ese corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne. 27 Pon¬
dré dentro de vosotros mi espíritu,
y os haré ir por mis mandamientos
y observar mis preceptos y ponerlos
por obra. 28 Entonces habitaréis la
tierra que yo di a vuestros padres,
y seréis mi pueblo, y yo seré vuestro
Dios. 29 Os libraré de todas vuestras
impurezas, y llamaré al trigo, y lo
inultipMcaré, y no tendréis hambre.
30 Multiplicaré los frutos de los árbo¬
les y el de los campos, para que
nunca más os escarnezcan las gentes
porque padezcáis hambre.
31 Vosotros, por vuestra parte, os
acordaréis de vuestros malos cami¬
nos, de vuestras obras, que no fueron
buenas, y sentiréis vergüenza de vos¬
otros mismos por vuestras iniqui¬
dades y vuestras abominaciones. 32 No
lo hago por vosotros, dice el Señor,
Yave; sabedlo, confundios y aver¬
gonzaos de vuestras obras, joh casa
de Israelí
Prosperidad del nuevo reino.
33 Así habla el Señor, Yave: El
día en que os habré purificado de
todas vuestras iniquidades, repoblaré
las ciudades y reconstruiré las ruinas.
84 La tierra desolada en que el cami¬
nante no ve más que desolación,
volverá a ser labrada, 35 y se dirá:
Aquella tierra inculta se ha conver¬
tido en jardín del Edén; las ciudades
arruinadas, asoladas y desiertas están
fortificadas y pobladas, 30 y los pue¬
blos que en torno vuestro han sido
dejados, sabrán que yo, Yave, he
reedificado vuestras derribadas ruinas
y lie repoblado de árboles la tierra
devastada. Yo, Yave, lo he dicho,
y lo haré.
37 Así dice el Señor, Yave: Aun
esto más me dejaré yo inducir a
hacer por la casa oe Israel: Multi¬
plicaré los hombres como se multi¬
plican los rebaños; 38 a modo de
ovejas consagradas, de ovejas de Jeru
salón en sus solemnidades, así serán
las ciudades arruinadas, llenas de
rebaños humanos, y sabrán que yo soy
Va ve.
Los huesos secos.
QT 1 * Fué sobre mí la mano de
k Yave, y llevóme Yave fuera
y me puso en medio de un campo
que estaba lleno de huesos (1).
2 Hízome pasar por cerca de ellos
todo en derredor, y vi que eran sobre¬
manera numerosos sobre la haz del
campo, y enteramente secos. 3 Y
me dijo: Hijo de hombre, ¿revivirán
estos huesos? Y yo respondí: Señor,
Yave, tú lo sabes. 4 Y él me dijo:
Hijo de hombre, profetiza a estos
huesos y diles: Huesos secos, oíd la
palabra de Yave. 6 Así dice el Señor,
Yave, a estos huesos: Yo voy a hacer
entrar en vosotros el espíritu, y vivi¬
réis; 6 y pondré sobre vosotros ner¬
vios, y os cubriré de carne, y extende¬
ré sobre vosotros piel, y os infundiré
espíritu, y viviréis, y sabréis que]yo
soy Yave.
7 Entonces profeticé yo como se
me mandaba; y a mi profetizar se
oyó un ruido, y hubo un agitarse y
un acercarse huesos a huesos. 8 Miré,
y vi que vinieron nervios sobre ellos,
y creció la carne y los cubrió la piel,
pero no había en ellos espíritu. 9 Dí-
jome entonces: Profetiza al espíritu,
profetiza, hijo de hombre, y di al
espíritu: Así habla el Señor, Yave:
Ven, ;oh espíritu!, de los cuatro vien¬
tos, y sopla sobre estos huesos muer¬
tos, y vivirán. 10 Profeticé yo como
se me mandaba, y entró en ellos el :
espíritu, y revivieron y se pusieron
en pie, un ejército grande en ex¬
tremo.
11 Díjome entonces: Hijo de hom¬
bre, ^sos huesos son la entera casa
de Israel. Andan diciendo: Se han
secado nuestros huesos, ha fallado
nuestra esperanza, estamos perdi¬
dos.
12 p or eso> profetiza y diles: Así ha¬
bla el Señor, Yave: Yo abriré vuestros
sepulcros y os sacaré de vuestras
sepulturas, pueblo mío, y os llevaré
a la tierra de Israel; 13 y sabréis que
yo soy Yave, cuando abra vuestros
sepulcros y os saque de vuestras
sepulturas, pueblo mío, 14 y ponga
en vosotros mi espíritu y viváis, y
os dé el reposo en vuestra tierra;
y sabréis que yo, Yave, lo dije y lo
hice, dice Yave.
(i) Esta estupenda visión de Ezequiel repre¬
senta la resurrección nacional de Israel y a la
vez la edad mesiánica.
EZEQUIEL, 38
737
I ii sólo reino bajo el eetro únieo
del nuevo David.
15 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo: 16 Hijo de hombre,
toma un palo y escribe en él: «Judá y
los hijos ce Israel que le están unidos.»
Toma luego otro, y escribe en él:
«José, el báculo de Efraím y de
toda la casa de Israel que le está
unida.» 17 Júntalos luego el uno con
el otro, para que sean uno solo, y
uno solo hagan en tu mano.
18 Y cuando te pregunten los
hijos de Israel: ¿No nos enseñarás
qué es eso?
19 Diles, así habla el Señor, Yave:
Mirad, yo tomaré el báculo de José,
que está en manos de Efraím y de
las tribus de Israel que le están uni¬
das, y lo pondré sobre el báculo de
Judá, haciendo un solo báculo, y
será uno solo en mi mano.
20 Que estén a sus ojos los palos
en que eseribas, y diles: 21 Así dice
el Señor, Yave: Mirad, yo tomaré a
los hijos delsrael de entre las gen¬
tes a que han ido, juntándolos de
todas partes, y los traeré a su tie¬
rra.
22 Y haré de ellos en la tierra, en
los montes de Israel, un solo pue¬
blo, y todos tendrán un solo rey;
nunca más serán dos naciones, nun¬
ca más estarán divididas en dos
reinos. 23 Nunca más se contamina¬
rán con sus ídolos, con sus abo¬
minaciones y con todas sus rebe¬
liones; los libraré de todas las re¬
beliones eon que pecaron, y los
purificaré y serán mi pueblo y yo
seré su Dios. 24 Mi siervo David será
su rey, y tendrán todos un solo pastor,
y caminarán por las sendas de mis
mandamientos y' guardarán mis pre¬
ceptos, poniéndolos por obra. 26 Y
habitarán la tierra que yo di a mi
siervo Jacob, en que habitaron vues¬
tros padres. Ellos la habitarán y
los hijos de sus hijos por los siglos,
y por los siglos será su príncipe David,
mi siervo. 26 Estableceré eon ellos
un pacto de paz que será pacto
eterno; los asentaré, los acrecentaré
y pondré mi santuario en medio de
ellos por los siglos. 27 Pondré en
medio de ellos mi morada, y yo seré
su Dios y ellos serán mi pueblo.
28 Y sabrán las gentes que yo, Yave,
santifico a Israel, cuando esté mi san¬
tuario en medio de ellos por los
siglos.
Go(| y Ylaf|Ofj.
O O 1 Fuéme dirigida la palabra de
Yave, diciendo (1): 2 Hijo de
hombre, vuelve tu rostro a Gog, a
la tierra de Magog, al príncipe de
Ros, de Mosoc y de Túbal, y profe¬
tiza contra él, 3 y di: Así habla
el Señor, Yave: Heme aquí contra
ti, príncipe de Ros, de Mosoc, y de
Túbal; 4 yó te atraeré y pondré
freno en tus mandíbulas; y te saearé
a ti y a todos los ejércitos, caballos
y jinetes, de todo en todo equipados.
Muy gran muchedumbre con rodelas
y escudos, todos con espada. 5 Persia,
Etiopía y Put eon ellos, todos con
escudo y yelmo. 6 * Gomer y todas sus
mesnadas, la casa de Togorma; los
extremos confines septentrionales y
todas sus hordas, pueblos innume¬
rables contigo.
La invasión.
7 Prepárate, apréstate, tú y toda
la innumerable muchedumbre reunioa
en torno tuyo. Sé su jefe. 8 De aquí
a muehos días, te será dada la orden.
Al cabo de años vendrás a la tierra
salvada de la espada, recogida de
entre muchos pueblos, a los montes de
Israel, que habían estado reducidos
a eternas ruinas. Ha sido sacada de
entre las gentes y habita confiada¬
mente. 9 Tú la invadirás, llegando
allí como un torbellino; como tor¬
menta que envolverá la tierra serás
tú, eon todos tus ejércitos y los in¬
numerables pueblos que están eon-
tigo.
10 Así dice el Señor, Yave: En
aquellos días se alzarán en tu cora
zón pensamientos y concebirás mal¬
vados designios. 11 Te dirás: Voy a
subir contra una tierra indefensa,
iré contra gentes tranquilas que habi¬
tan confiadamente, todas sin mura¬
llas, sin puertas ni cerrojos, 12 a
robar, a saquear, a poner tus manos
sobre ruinas repobladas. Sobre un
(i) Los dos capítulos que siguen tienen un
carácter escatológico. Israel mora tranquilo en su
tierra, sin temor de enemigos. De las regiones
del aquilón llega una invasión feroz de puebles
desconocidos, los cuales, atraídos por la facilidad
déla presaqueles ofrece Israel,recién restaurado,
pretenden acabar con él. Pero el Señor interviene
en defensa de su pueblo, y echa la discordia sobre
los invasores, que unos a otros se destrozan.
47
738
EZEQUIEL. 39
pueblo reunido de entre las gentes,
que tiene ganados y propiedades y
habita en el ombligo de la tierra.
13 Seba y Dedán, los mercaderes de
Tarsis y todos sus leones, te dirán:
¿Vienes en busca de botín? ¿Has
reunido toda esa muchedumbre para
saquear, en busca de plata y de oro,
para coger ganados y riquezas, para
hacer gran botín?
14 Por tanto, profetiza, hijo de
hombre, y di a Gog: Así dice el
Señor, Yavc: En aquel tiempo, cuando
mi pueblo Israel habite confiadamente
¿no lo sabrás tú? 15 Y vendrás desde
tus moradas, desde las extremas re¬
giones del septentrión, tú y contigo
numerosos pueblos, todos a caballo,
una inmensa muchedumbre, un ejér¬
cito poderoso, 16 avanzará contra mi
pueblo, Israel, como nublado que va
a cubrir la tierra. Al cabo de los días
yo te haré marchar contra mi tierra,
para que me conozcan los pueblos,
cuando a sus ojos, en ti, joh Gog!,
seré santificado.
La destrucción del invasor.
17 Así habla el Señor, Yavc: ¿No
eres tú aquél de quien hablé yo en
tiempos pasados, por medio de mis
siervos, los profetas de Israel, que
desde años profetizaron entonces que
yo te traería contra ellos? 18 En aquel
día, cuando marchará Gog contra la
tierra de Israel, dice el Señor, Ya ve,
subirá la ira a mis narices; 19 y en
mi celo, en el incendio de mi furor,
juro que habrá aquel día gran tem¬
blor en la tierra de Israel. 20 Y tem¬
blarán ante mí los peces del mar y
las aves del cielo, los animales del
campo y todos los reptiles que se
arrastran por la tierra, v los hombres
que hay en la tierra. Y los montes
se desmoronarán y caerán las rocas,
y todos los muros se vendrán al suelo.
21 Y llamaré contra él la espada
por todos sus montes, dice el Señor,
Yavc; y la espada de cada uno será
contra su hermano. 22 Y liaré justicia
en él con la poste y con la sangre,
y lloveré contra él y contra los nu¬
merosos pueblos que le acompañan
lluvia torrencial, piedras de granizo,
fuego y azufre; 23 y me magnificaré
y haré muestra de mi santidad, y me
daré a conocer a pueblos numerosos,
que sabrán que yo soy Yavc.
‘IO 1 Tú, pues, hijo de hombre,
profetiza contra Gog y di: Así
habla el Señor, Yave: Heme aquí
contra ti, ]oh Gog!, príncipe de Ros,
de Mosoc y de Tú bal, 2 yo te atraeré,
yo te guiaré V te haré' subir de los
extremos confines del septentrión, y
te llevaré a los montes de Israel;
3 y romperé en tu mano izquierda el
arco y haré caer de tu diestra las
saetas. 4 Caerás en los montes de
Israel con todos los ejércitos y todos
los pueblos que contigo estén. Te des¬
tino para pasto de las aves rapaces
de todo plumaje, de las fieras del cam¬
po. 6 Serás abatido sobre la haz del
campo, porque lo digo yo, dice el
Señor, Yave.
6 Y encenderé en Magog un fuego,
y en las islas que habitan confiada¬
mente, y sabrán que yo soy Yave.
7 Haré notorio m i santo nombre en
medio de mi pueblo Israel; no dejaré
más que sea profanado mi santo nom¬
bre, y sabrán las gentes que yo soy
Yave, el Santo en Israel. 8 Y llegarán
estas cosas, vendrán, dice el Señor,
Yave. Es el día de que he hablado yo.
9 Y saldrán fuera los habitantes de
las ciudades de Israel, y darán al
fuego y quemarán armas, escudos y
paveses, arcos y flechas, mazas y
lanzas, y harán lumbre con ellas por
siete años. 10 No tendrán que traer
leña del campo, ni cortarla en los
montes. Harán el fuego con las ar¬
mas, y espoliarán a sus espoliadores
y depredarán a sus depredadores,
dice el Señor, Yave.
11 Aquel día daré yo a Gog un
lugar de sepultura cu Israel; el valle
de los Abarim, a oriente del mar,
allí será sepultado Gog con todas sus
muchedumbres, y se llamará el valle
de Amon Gog. 12 Le dará sepultura
la casa de Israel, para purificar la
tierra, y estará sepultándolos durante
siete meses. 13 Los sepultará todo el
pueblo de la tierra, v quedará fa¬
moso para ellos el día en que yo seré
glorificado, dice el señor, Yave. 14 De¬
signarán nombres que vayan por
la tierra continuamente, reconocién¬
dola, para dar sepultura a los inva¬
sores, enterrando a los que queden
sobre la haz de la tierra; la recorre¬
rán buscando por espacio de siete
meses; 15 y cuando al recorrerla vean
osamentas humanas, tendrán alzada
junto a ellas una señal, hasta que los
enterradores las sepulten en el valle
de Amon Gog. 16 Y Amona, será
EZEQUIEL, 40
739
el nombre de una ciudad. Así purifi¬
carán la tierra.
17 Y tú, hijo de hombre, así habla
el Señor, Yave: Di a las aves de
toda especie y a todas las bestias
del campo: Reunios y venid. Juntaos
en todas partes, para comer las víc¬
timas que yo inmolo para vosotras,
sacrificio inmenso, sobre los montes
de Israel. Comeréis las carnes y be¬
beréis la sangre; (i) * * * * * * * * * * * * * * * * 18 comeréis carne de
héroes, beberéis sangre de príncipes
de la tierra. Carneros, corderos, ma¬
chos cabríos y toros, gordos como los
de Basán. 19 Comeréis la gordura
basta saciaros; beberéis sangre hasta
embriagaros, de las víctimas que para
vosotras inmolaré. 20 Os saturaréis a
mi mesa de caballos y jinetes, de
héroes y guerreros de toda suerte,
dice el Señor, Yavc. 21 Haré ante
las gentes muestra de mi gloria, y
todas verán las justicias que yo hago
y los castigos con que hiere mi
mano.
22 La casa de Israel sabrá para en
adelante que yo soy Yave, su Dios.
23 Y las gentes conocerán que por sus
iniquidades fué llevada la casa de
Israel al cautiverio, porque se había
rebelado contra mí y yo escondí de
ella mi rostro, y la entregué en ma¬
nos de sus enemigos para que todos
juntos cayesen a la espada, 24 tra¬
tándolos según sus inmundicias y sus
transgresiones y escondiendo de ellos
mi rostro.
Porvenir pacífico y glorioso de
Israel. »
25 Por tanto, dice el Señor, Yave:
Ahora voy a volver la cautividad de
Jacob, y tendré misericordia de toda
la casa de Israel, velando por mi santo
nombre. 26 Y ellos olvidarán los opro¬
bios sufridos y sus rebeldías contra
mí, cuando habiten seguros en su
suelo sin que nadie los perturbe;
27 Cuando los saque de entre las
gentes y los reúna de las tierras de
sus enemigos, y me santifique a [os
ojos de las gentes; 28 y sabrán que yo
soy Yave, su Dios, lo mismo cuando
los llevé al cautiverio entre las gentes
que cuando los reuní en su tierra.
Ño dejaré allí ni uno solo, 29 ni les
esconderé mi rostro, porque habré
deiramado mi espíritu sobre la casa
de Israel.
El nuevo templo.
4 A 1 El año veinticinco de nuestro
cautiverio (1), al comienzo
del año, el diez del mes, el año ca¬
torce de la toma de la ciudad, aquel
día mismo fué sobre mí la mano de
Yave, que me condujo 2 en visión
divina a la tierra de Israel, y me puso
sobre un monte altísimo, sobre el
cual había, al mediodía, como una
edificación de ciudad. 3 Llevóme allá,
y un varón de aspecto como de bron¬
ce bruñido, que tenía en su mano
una cuerda de lino y una caña de
medir, estaba en pie a la puerta.
4 Díjome aquel varón: Hijo de hom¬
bre, mira con tus ojos y atiende con
tus oídos y pon tu atención a lo que
yo te vaya mostrando, pues para que
te lo haga ver has sido traído, y para
que se lo cuentes todo a la casa de
Israel. 5 Mira, pues, ahí la muralla
exterior, que rodea la casa por todas
partes.
La caña de medir que aquel varón
tenía en la mano era de seis codos,
de codo y coto cada uno. Midió
con ella el espesor del muro y era
de una caña, y su altura, era de
una caña. 6 Vino luego a la puerta
que mira hacia el oriente, subió sus
siete gradas, y midió su umbral, de
una caña de profundidad. 7 Las cá¬
maras tenían cada una una caña de
largo y una caña de ancho, y había
entre cámara y cámara cinco codos,
8 y el umbral de la puerta por dentro,
junto al vestíbulo, de una caña.
9 Midió el vestíbulo de la puerta, de
ocho codos, y sus pilastras, de dos
codos;, el vestíbulo de la puerta es¬
taba a la parte de dentro. 10 Tenía
la puerta oriental tres cámaras de
(i) Los nueve últimos capítulos de Ezequiel
(40. 1-48. 35) forman una perfecta unidad. En
ellos se traza la restauración en forma un tanto
geométrica, reflejada en el grabado con que ilus¬
tramos la descripción. Empieza por describirnos
el templo con los detalles de un arquitecto, aun¬
que sin planos. La gloria del Señor vuelve a él;
es decir, Yave vuelve a tomar posesión de su
morada y a reanudar las relaciones de amistad
con su pueblo. Los sacerdotes y levitas organi¬
zan el culto, que se celebra conforme a todas las
exigencias del ceremonial. Luego se divide la
tierra entre las tribus, el príncipe, los levitas y
sacerdotes. Estos últimos reciben su heredad en
torno del santuario, como para guardar mejor su
santidad. Las tribus son instaladas todas en la
Tierra de Yave (Jos. 22, 9-29); esto es, del
lado acá del Jordán. El nombre de la ciudad será
«Yave mora allí*. Por sí solo dice bastante sobre
la nueva situación de Israel.
740
EZEQUIEL, 40
un lado y tres del otro, todas de la
misma medida, y de una misma me¬
dida también a una y otra parte las
pilastras.
11 Midió la anchura del vano de la
puerta, de diez codos, y la longitud
del portal, aruba, de trece codos.
12 Había delante de las cámaras un
espacio, de un lado y del otro., de
un codo, y cada cámara tenía seis
17 Llevóme luego al atrio exterior,
en el cual había cámaras, y estaba
solado todo en derredor; treinta cá¬
maras había alrededor del atrio. 18 El
solado a los lados de las puertas co¬
rrespondía a la anchura de ellas
mismas, el solado interior. 19 Midió
el espacio entre la fachada de la
puerta por debajo, hasta la delante¬
ra de la puerta interior por arriba,
OESTE
ESTE
codos de un lado y seis del otro.
13 Midió la puerta desde el techo de
una cámara hasta el techo de la de
enfrente, veinticinco codos de an¬
chura, puerta contra puerta. 14 Midió
el atrio, veinte codos, que daba frente
a la puerta y la rodeaba por todas
partes. 16 Y desde la delantera de la
puerta cincuenta codos. 16 La puerta
tenía todo en derredor ventanas aspi-
lleradas, que hacia el exterior se es¬
trechaban y estaban en las cámaras ,
y en sus pilastras, y lo mismo había
también ventanas que daban al in¬
terior del atrio en derredor, y en cada
uno de los postes había palmas.
cien codos hacia el oriente. 20 Midió
el lugar y el ancho de la puerta que
da al norte, al atrio exterior; 21 sus
cámaras, tres a un lado, tres al otro;
las pilastras y el vestíbulo eran de
las mismas dimensiones que las de
la puerta primera, cincuenta codos
de largo y veinticinco codos de ancho.
22 Sus ventanas, su vestíbulo, sus
palmas, tenían las mismas dimensio¬
nes que las de la puerta que da al
oriente. Se subía a ella por siete
gradas y delante de ella estaba el
atrio. 23 Frente por frente de éste
había en el atrio interior una puerta
que estaba también frente por frente
EZEQUIEL, 41
741
de la puerta oriental. Midió la dis¬
tancia entre puerta y puerta, cien
codos.
24 Llevóme después al lado del me¬
diodía, donde estaba la puerta que
da al mediodía; y medidas las pilas¬
tras y el vestíbulo, tuvieron las mis¬
mas dimensiones que las otras. 25 Ha¬
bía en torno de ella y del vestíbulo
ventanas iguales a las otras, cincuenta
codos de largo y veinticinco codos de
ancho. 26 Las gradas de subida a la
puerta eran siete, y delante de ellas
estaba el vestíbulo. Había a cada
lado palmas en los postes. 27 Había
también puerta hacia el mediodía en
el atrio interior, y entre puerta y
puerta midió cien codos. 28 Llevóme
por la puerta del mediodía al atrio
interior, y midió la puerta del medio -1
día, y tenía las mismas dimensiones; |
29 sus cámaras, sus pilastras y el
vestíbulo, de las mismas dimensiones.
La puerta y su vestíbulo tenían ven¬
tanas en derredor y cincuenta codos
largo y veinticinco ancho. 30 (1) 31 El
vestíbulo daba al atrio exterior, en
sus postes había palmas, y las gra¬
das de subida eran ocho. 32 Llevóme
luego al atrio interior por el camino
de oriente, y midió la puerta, de las
acostumbradas dimensiones. 33 Las
cámaras, las pilastras y el vestíbulo,
de las mismas dimensiones, con ven¬
tanas en ellas, y en el vestíbulo cin¬
cuenta codos de largo y veinticinco
de ancho. 35 Su vestíbulo daba al
atrio exterior, en los postes a uno y
otro lado había palmas, y las gradas
de subida eran ocho.
37 Llevóme luego a la puerta del
septentrión y midió, hallhndo las di¬
mensiones de las otras, 36 para cá¬
maras, pilastras y vestíbulo, y en
torno las ventanas, cincuenta codos
de largo y veinticinco codos de ancho.
37 Sus postes daban al atrio exterior
y había en ellos palmas, y las gradas
de subida eran ocho.
38 Había también allí una cámara
que se abría hacia los postes de las
puertas, donde se habían de lavar los
holocaustos. 39 En el vestíbulo de la
puerta había a cada lado dos mesas,
en las que se había de degollar el
(i) El versículo 30 parece una interpola¬
ción. Dice: «Había en él salientes todo en
tomo, veinte codos a lo largo y veinte a lo
ancho.» Como se ve, rompe la simetría de la
descripción, pues en ninguna otra parte se
habla de estos salientes.
holocausto para el sacrificio expia¬
torio y para el sacrificio por el pe¬
cado. 40 En el lado exterior, al norte
de quien subía por la entrada de la
puerta, había otras dos mesas, y
otras dos al otro lado, cerca del ves¬
tíbulo de la puerta. 41 Había, pues,
a cada lado de la puerta cuatro mesas
de una parte y cuatro de otra, ocho
mesas, en las que se hacía .la inmo¬
lación. 42 Había, además, otras cua¬
tro mesas para los holocaüstos, de
piedra tallada, codo y medio de lar¬
gas, codo y medio de anchas y un
codo de altas, sobre las cuales se
ponían los instrumentos con que se
inmolaban los holocaustos y los otros
sacrificios. 43 Tenían las mesas en
derredor un reborde alto de un codo,
sobre ellas se ponía la carne de las
víctimas.
44 Fuera de la puerta interior, en
el atrio interior, había dos cámaras;
una al lado de la puerta del norte,
y que se abría hacia el mediodía;
otra al lado de la puerta del medio¬
día, que se abría hacia el norte.
46 Y me dijo: Esta cámara que se
abre hacia el mediodía es para los
sacerdotes que hacen la guardia del
templo, 46 y la que mira al norte
es la de los sacerdotes que hacen la
guardia del altar. Son los hijos de
Sadoc, que entre los hijos de Leví
se acercan a Yave, para servirle.
47 Midió el atrio, cien codos de ancho
y cien codos de largo, cuadrado, y
en él, delante de la casa, estaba el
altar. 48 Llevóme al vestíbulo de la
casa; midió cada uno de los postes,
cinco codos el de una parte, cinco
codos el de la otra. 49 Tenía el ves¬
tíbulo veinte codos de largo y doce
codos de ancho, y se subía a él por
diez gradas. Había junto a los postes
columnas, una a un lado y otra al
otro.
41 1 Me introdujo en el templo, mi¬
dió los postes, anchos seis codos
de un lado y seis codos del otro, tal era
la anchura de las pilastras. 2 El vano
de la puerta era de diez codos, y los
lados de la puerta cinco codos a
una parte y cinco codos a la otra.
Midió también el largo, y eran cua¬
renta codos, y el ancho, y eran veinte
codos. 3 Pasó luego al interior y midió
cada pilar de la puerta, dos codos,
y la puerta misma, seis codos, y la
anchura de la entrada, siete codos.
4 Midió también el largo, y eran cua-
742
EZEQUIEL, 42
renta codos y el ancho, y eran vein¬
te codos; y me dijo: éste es el santí¬
simo.
6 Midió luego el grueso del muro
de la casa, seis codos, y la anchura
de las cámaras laterales, cuatro codos,
todo en torno de la casa. 6 Las cámaras
laterales estaban sobrepuestas unas
a otras, treinta en cada uno de los
tres pisos. Había retallos en el muro
de la casa en derredor, para que en
ellos se apoyasen las vigas de las
cámaras sin entrar en el muro. 7 Había
mayor anchura en las cámaras hacia
arriba de piso en piso, porque los
retallos de la casa iban de piso en
piso todo en derredor de la casa, y
así al subir dejaba el muro mayor
anchura. Del piso inferior se podía
subir al de en medio y de éste al
superior.
8 Vi que la casa todo en torno es¬
taba sobre una elevación. Los ci¬
mientos de las cámaras laterales eran
de una caña entera, seis codos hacia
el ángulo. 9 La anchura del muro
exterior del edificio lateral era de
cinco codos, igual al espacio de
las cámaras de dentro. 10 De las cá¬
maras a la casa había una anchura
de veinte codos por todos lados, en
derredor de la casa. 11 Las puertas
de las cámaras, una del lado del
norte y otra del lado del mediodía,
daban a un espacio vacío que rodeaba
toda la casa, cinco codos de ancho.
12 Una construcción separada que
había frente al espacio vacío, al lado
de occidente, tenía setenta codos de
ancho. El muro del edificio tenía
cinco codos de grueso todo en derre¬
dor, y su largo era de noventa
codos.
13 Luego midió la casa, largo, cien
codos; el espacio vacío, las edifica¬
ciones y los muros, cien codos; 14 la
anchura de la delantera de la casa
con espacio vacío, cien codos. 16 Midió
la anchura de la edificación frente al
espacio vacío, hacia atrás, y los por¬
tales de uno y otro lado, cien codos.
El templo interior y los vestíbulos
del atrio, 18 el umbral, las ventanas
aspilleradas, los portales todo en
torno. Los tres pisos, estaban todos
en derredor cubiertos de tablas de
madera desde el suelo hasta las ven¬
tanas, y las ventanas tenían cor¬
tinas.
17 Lo de encima de las puertas,
en el interior de la casa y en el ex¬
terior, las paredes de lo interior y
de lo exterior, estaban cubiertas de
tapices, 18 adornados con querubines
y palmas. Había una palma entre
querubín y querubín, 19 y cada que¬
rubín tenía dos aspectos, aspecto de
hombre hacia una palma y aspecto
de león hacia la otra, y así en torno
de la casa. 20 Desde el suelo hasta la
altura de las puertas había queru¬
bines y palmas grabados por todos
los muros de la casa.
21 Los pilares del templo eran cua- |
drangulares, y enfrente del santísimo
había una cosa que parecía 22 un altar
de madera, tres codos de alto, dos
codos de largo y dos codos de ancho,
y tenía sus cuernos, sus pies y sus
costados de madera. Y me dijo: Es
la mesa que está delante de Ya ve.
23 Había dos puertas, la del santo y
la del santísimo. 24 Cada puerta tenía
dos hojas que se plegaban en dos
partes, dos partes para una hoja y
dos para la otra. 25 En las puertas
había grabados querubines y palmas,
como en las paredes y en la fachada
del atrio al exterior; había un portal
de madera, 26 y había ventanas aspi¬
lleradas y palmas a cada lado en las
paredes laterales del vestíbulo, en las
cámaras laterales de la casa y en los
cornisamentos.
10 1 Sacóme al atrio exterior, al
lado del septentrión, y me llevó
al departamento que está frente al
muro del norte. 2 Era de un frente
de cien codos de largo al lado norte
y tenía cincuenta codos de ancho, ,
3 dando al espacio vacío de veinte
codos del atrio interior y al enlosado I
del atrio exterior, terraza contra te- |
rraza en tres pisos. 4 Delante de las
cámaras había un corredor de diez
codos de ancho y cien codos de largo; j
sus puertas daban al norte. 6 Las
cámaras superiores, como las terra¬
zas, quitaban espacio, eran más es¬
trechas que las inferiores y las |
intermedias del edificio, 6 pues los
pisos eran tres, pero sin columnas
como las columnas de los atrios. Por I
eso las superiores eran más estrechas 1
que las de abajo y las de en medio.
7 El muro exterior de fuera, delante
de las cámaras, que daba al atrio ex- I
terior frente a las cámaras, tenía cin- 11
cuenta codos de largo, 8 pues el largo *,
de las cámaras del lado del atrio
exterior era de cincuenta codos, pero
del lado del templo, de cíen co¬
dos.
EZEQUIEL, 43
743
9 Más abajó de las cámaras había
una entrada que daba al oriente,
para el que venía del atrio exterior,
al comienzo del muro del atrio. 10 Del
lado del mediodía, frente al espacio
vacío y al muro de cintura había
cámaras; 11 delante de ellas un corre¬
dor como el de las cámaras que dan
al norte, su largo y su ancho eran
los mismos, y también las varias sali¬
das y toda su disposición. Como las
puertas de las primeras, 12 eran las
puertas de las cámaras que daban al
mediodía, y había unas puertas al
comienzo del corredor, en el muro
correspondiente para quien venía del
oriente.
13 Díjome: Las cámaras del norte
y las cámaras del mediodía que dan
al espacio vacío son las cámaras del
santuario, donde los sacerdotes que
se acercan a Yave comerán las cosas
santísimas, es decir, las oblaciones
y las víctimas por el pecado y por el
delito, pues este lugar es santo.
14 Cuando los sacerdotes entraren no
saldrán del lugar santo al atrio exte¬
rior, sino que dejarán allí las vesti¬
duras con que ministran, pues son
santas; y vestidos de otras, se acer¬
carán así a lo destinado al pue¬
blo.
15 Cuando hubo acabado de medir
la fábrica interior, sacóme fuera por
la puerta que da al oriente y midió
el perímetro. 16 Midió el lado de
oriente con la caña de medir, qui¬
nientos codos; se volvió 17 y midió
el lado del norte, quinientos codos
de la caña de medir. 18 Midió el lado
del mediodía, quinientos codos de
la caña de medir. 19 Se volvió al lado
de occidente y midió quinientos codos
de la caña de medir. 20 Midió el muro
de cintura a los cuatro vientos; tenía
quinientos codos de largo y quinien¬
tos codos de ancho, y separaba el
santuario del lugar profano.
La gloria de Dios en el nuevo
templo.
1 Llevóme luego de nuevo a la
puerta que da al oriente, 2 y
vi la gloria del Dios de Israel venir
del oriente. Se oía un estrépito como
el estrépito de caudalosas aguas, y
la tierra resplandecía del resplandor
de la gloria. 3 El aspecto de lo que
veía era como el que vi cuando vine
a destruir la ciudad, y en todos los
aspectos como los de la visión que vi
cerca del río Quebar. Caí rostro a
tierra, 4 mientras la gloria de Yave
penetró en la casa por la puerta de la
fachada que da al oriente. 5 El espí¬
ritu me levantó y me llevó al atrio
interior, y vi la gloria de Yave llenar
la casa, 6 y oí que alguno me hablaba
desde dentro de la casa, mientras el
varón aquél estaba en pie junto a
mí, 7 me decía:
Hijo de hombre, este es el lugar de
mi trono, el escabel de las plantas de
mis pies, donde habitaré para siem¬
pre en medio de los hijos de Israel.
La casa de Israel no profanará ya
más mi santo nombre, ni ella ni sus
reyes, con sus abominaciones y con
homicidios de jefes en medio de ella
y con sus altos; 8 pusieron su umbral
junto a mi umbral y sus postes junto
a mis postes, y pared sólo por medio,
contaminaron mi santo nombre con
las abominaciones que cometieron.
Por eso en mi furor los consumí.
9 Pero ahora arrojarán lejos de mí
sus fornicaciones y sus homicidios
de jefes, y yo habitaré en medio de
ellos para siempre.
El altar de los holocaustos.
10 Y tú, hijo de hombre, describe a
la casa de Israel, este templo, su
traza, su diseño. 11 Si se avergüenzan
de lo que han hecho, muéstrales la
traza y el diseño de esta casa, sus sa¬
lidas y sus entradas y toda su dispo¬
sición, sus ritos y sus leyes, y ponlo
por escrito ante sus ojos, para que
guarden todos sus ritos y sus reglas
y los pongan por obra. 12 Esta es la
ley de la casa: Sobre la cumbre del
monte, todo en derredor, su término
será santísimo. Tal es la ley de la
casa. 13 He aquí las medidas del altar,
en codos de a codo y coto el codo.
El canal, de un codo de alto y un
codo de ancho, y el reborde que lleva
en torno, un palmo. 14 Tal es el zó¬
calo del altar. Desde el canal sobre
el suelo al plano inferior, dos codos,
y la anchura de su vuelo, un codo.
Del plano inferior al plano superior,
cuatro codos, y la anchura de un
codo. 15 El Ariel tenía cuatro codos,
y del Ariel arriba los cuatro cuernos.
18 El Ariel tenía doce codos de ancho
y doce codos de largo, formando un
cuadrado perfecto. 17 El cuadro tenía
catorce codos de largo y catorce de
744
EZEQU1EL, 44
ancho a los cuatro lados, y en torno
de él había una cornisa de medio
codo y el canal de un codo todo en
derredor; sus gradas estaban al lado
oriental.
Su iiiiiu<jiii*nc*K>ii.
18 Díjoine: Hijo de hombre, así
habla el Señor, Ya ve: Estas son las
leyes del altar, para cuando sea cons¬
truido para ofrecer en él holocaustos
y derramar la sangre de ellos. 19 A
los sacerdotes, levitas de la posteri¬
dad de Sadoc, que serán los que a
mí se han de acercar para servirme,
dice el Señor, Ya ve, les darás un
novillo para el sacrificio por el pe¬
cado. 20 Tomarás de su sangre y
untarás con ella los cuatro cuernos
y los cuatro ángulos del cuadro y el
borde todo en torno. Así harás la
expiación y la propiciación del altar.
21 Tomarás luego el novillo del sacri¬
ficio por el pecado, que quemarás
en el lugar de la casa designado
fuera del santuario. 22 Al día siguiente
ofrecerás por el pecado un macho
cabrío sin defecto, y expiarás <d altar
como lo hiciste con el novillo. 23 Cum¬
plido que hayas el rito expiatorio,
ofrecerás un novillo sin defecto y
un carnero de la grey, sin defecto.
24 Los ofrecerás a Yave, los sacer¬
dotes derramarán sobre ellos la sal,
y los ofrecerán a Yavc en holocausto.
28 Por siete días sacrificarás por el
pecado un macho cabrio por día;
ofrecerás además un novillo y un
carnero de la grey, sin defecto. 20 Por
siete días se liará la propiciación
del altar, se purificará y se consa¬
grará. 27 Pasados estos días, del día
octavo en adelante, los sacerdotes
ofrecerán en el altar vuestros holo¬
caustos y vuestros sacrificios cuca-
rísticos, y vo os seré propicio, dice
el Señor, Yave.
Las nuevas leyes del eulto.
il 1 Llevóme luego de nuevo a la
puerta de fuera del santuario
que daba al oriente, pero la puerta
estaba cerrada; 2 y me dijo Yave*
Esta puerta lia de estar cerrada, no
se abrirá, ni entrará por ella hombre
alguno, porque ha entrado por ella
Yave, Dios de Israel; por tanto, ha
de quedar cerrada. 3 Por lo que hace
al príncipe, por ser el príncipe, podrá
sentarse en ella para comer el pan en
la presencia de Yave; entrará por el
camino del vestíbulo de la puerta
y por el mismo saldrá.
4 Llevóme hacia la puerta del
norte por delante de la casa, y miré
V vi que la gloria de Yave llenaba
ia casa de Yave, y me postré rostro
a tierra. 6 Yave me dijo: Hijo de
hombre, pon atención, mira con tus
ojos, y oye con tus oídos todo lo que
yo voy a hablar contigo, sobre todas
las ordenaciones de la casa de Yave
y todas sus leyes; pon atención a
todas las entradas de la casa y a
todas las salidas del santuario; 6 y
di a los rebeldes, a la casa de Is¬
rael:
Así dice el Señor, Yave; Basta ya
de abominaciones, ¡olí casa de Israelí
7 De traer extranjero ni incircun¬
cisos de corazón c incircuncisos dé
carne, para que entren en mi san¬
tuario, contaminen mi casa, mien¬
tras vosotros me ofrecéis mi pan, el
sebo y la sangre, quebrantando así
mi alianza con todas vuestras abo¬
minaciones, 8 y no guardando lo
establecido acerca de mis cosas santas,
antes poniéndolos como ministros de
mi culto en mi santuario, en lugar
vuestro. 9 Así dice el Señor, Yave:
Ningún extranjero incircunciso de
corazón c incircunciso de carne, de
cuantos están en medio de Israel,
entrará en mi santuario. 10 Los levi¬
tas, que se apartaron de mí cuando
Israel se alejó de mí, yéndose tras sus
ídolos, llevarán su iniquidad. 11 Ellos
servirán en mi santuario de guardias
de las puertas de la casa y de guar¬
dias de la casa misma; ellos degollarán
los holocaustos y las víctimas del
pueblo, y estarán ante él para ser¬
virle. 12 Por haber servido a sus
ídolos y haber sido para la casa de
Israel tropiezo de iniquidad, alzo mi
mano, dice el Señor, Yave, y juro
que llevarán sobre sí su iniquidad;
13 que no se acercarán a mí para ser¬
virme en las funciones sacerdotales
y para tocar mis cosas santas en el
santísimo, sino que llevarán sobre sí
la vergüenza y la pena de las abomi¬
naciones que cometieron. 14 Los dejo
reducidos a hacer solamente la guar¬
dia de la casa y su servicio en lo que
en ella haya de hacerse.
15 Los sacerdotes levitas hijos de
Sadoc, que guardaron el ordena¬
miento de mi santuario, cuando se
EZEQUIEL, 46
745
apartaron de mí los hijos de Israel,
serán mis allegados para ministros
ante mí y ofrecerme la grosura y la
sangre, dice el Señor, Yave. 16 Esos
entrarán en mi santuario y se llega¬
rán a mi mesa, guardando mi orde¬
namiento. 17 Cuando entren por las
puertas del atrio interior, se vestirán
vestiduras de lino, no llevarán sobre
sí lana cuando ministren en las
puertas del atrio interior y dentro de
la casa. 18 Llevarán tiaras de lino
sobre sus cabezas, y calzones de lino
a sus lomos, y no se ceñirán para no
sudar. -Pero cuando hayan de salir
al atrio exterior, al pueblo, se qui¬
tarán las vestiduras con que se hace
el servicio, y dejándolas en las cámaras
del santuario, se vestirán otros ves¬
tidos, para no santificar al pueblo
con sus vestiduras. 20 No se raparán
la cabeza ni dejarán crecer sus cabe¬
llos, sino que se los cortarán moti¬
lando sus cabezas.
21 Ningún sacerdote beberá vino
cuando haya de entrar en el atrio
interior. 22 No tomarán por mujer
ni viuda ni repudiada, sino virgen
de la casa de Israel o viuda de sacer¬
dote. 23 Enseñarán a mi pueblo a
distinguir entre lo santo y lo profano,
y a discernir entre lo puro y lo im¬
puro. 24 Juzgarán los pleitos con¬
forme a mis leyes y guardarán mis
leyes y mis preceptos en cuanto a
todas mis solemnidades, y santifi¬
carán mis sábados. 25 No entrarán
a muerto alguno para no contami¬
narse; sólo por el padre o la madre,
el hijo o la hija, el hermano o la
hermana que no haya tenido marido,
se contaminarán. 26 Después de su
purificación, contarán siete días, 27 y
el día en que entren en el santuario
en el atrio interior para ministrar
en el santuario, ofrecerán su expia¬
ción, dice el Señor, Yave.
29 Eli cuanto a su heredad, su
herédad seré yo, no Ies daréis pose¬
sión en Israel, pues su posesión seré
yo. 29 Se alimentarán de las ofrendas,
de los sacrificios por el pecado y de
los sacrificios por el delito, y será
para ellos cuanto en Israel sea dado
al anatema. 30 Las primicias de todos
los primeros frutos de toda suerte,
y todas las ofrendas de toda suerte,
de cuanto ofreciereis, serán para los
sacerdotes, y daréis también a los
sacerdotes las primicias de vuestras
masas, para que en vuestras casas
repose la bendición. 31 No comerán
mortecino alguno ni desgarrado, sea
ave, sea bestia.
IVueva distribución de la tierra.
J, Z 1 Cuando distribuyáis por suerte
* la tierra para poseerla, reser¬
varéis una suerte a Yave, que le
consagraréis en la tierra, de veinti¬
cinco mil codos de largo y diez mil
de ancho, que en todo su término
en derredor será santa. 2 De ella será
para el santuario un cuadro de qui¬
nientos por quinientos codos, que
tendrá en torno un espacio libre de
cincuenta codos. 3 De esa extensión
la medirás, de un largo de veinti¬
cinco mil codos y un .ancho de diez
mil, y en ella quedará el santuario,
el santísimo. 4 Esta porción santa de
la tierra será para los sacerdotes que
se acerquen a ministrar a Yave y
servirá para sus casas y como un
lugar santo para el santuario. 8 Asi¬
mismo veinticinco mil de largo y
diez mil de ancho, para los levitas
que hacen el servicio de la casa, v
en ella tendrán ciudad de habitación.
6 Para propiedad de la ciudad desti¬
naréis cinco mil codos de ancho y
veinticinco mil de largo, paralela¬
mente a la porción santa reser¬
vada.
7 El príncipe tendrá su parte,
lindando de ambos lados con la parte
del santuario y la parte de la ciudad,
ante la parte del santuario y la parte
de la ciudad del lado occidental,
hacia occidente, y del lado oriental
hacia oriente, y de una longitud igual
a una de las partes, desde la frontera
occidental a la oriental. 8 Esta será
su propiedad, su posesión en Israel,
y así mis príncipes no oprimirán
nunca más a mi pueblo, y dejarán
la tierra a la casa de Israel por sus
tribus. 9 Así dice el Señor, Yave:
lBasta, príncipes de Israel! Dejad
la violencia y la rapiña. Haced juicio
y justicia, no haya de parte vuestra
exacciones sobre mi pueblo, dice e
Señor, Yave.
¡[Muevas ofrendas y primicias.
10 Sean justas vuestras balanzas,
justo vuestro e/a, justo vuestro bat.
11 El e/a y el bat serán de la misma
medida, el bat la décima parte del
jomer , y una décima parte del jomer
746
EZEQUIEL, 46
el efa. Uno y otro corresponderán al
jomer. 12 El aiclo , veinte güeras. Los
cinco sidos habrán de ser cinco,
los diez, diez, y cincuenta sidos la
mina. 13 La ofrenda que reservaréis
será ésta: un sexto de efa por jomer
de trigo, y un sexto de efa por jomer
de cebada. 14 Y la ley para el aceite,
para el bat de aceite, ésta: la décima
parte de un bat por jomer . Diez
bata son el jomer f pues diez bata
llenan el jomer.
15 De las reses, una por manada
de doscientas, de las gordas de Israel
para el sacrificio, para el holocausto,
para el sacrificio pacífico y para el
expiatorio, dice el Señor, Yave.
16 Todo el pueblo de la tierra liará
esta oblación al príncipe de Israel,
17 y cuenta del príncipe será dar el
holocausto, la ofrenda y la libación
en las fiestas, en los novilunios, los
sábados y en todas las solemnidades
de la casa de Israel, y él ofrecerá el
sacrificio expiatorio, la ofrenda, el
holocausto y el sacrificio eucarístico,
para expiar la casa de Israel.
18 Así dice el Señor, Yave: El día
primero del primer mes tomarás un
novillo sin defecto y harás la expia¬
ción del santuario. 19 El sacerdote
tomará de la sangre de la víctima
expiatoria, y la pondrá sobre los
postes de la casa y sobre los cuatro
ángulos del cuadro del altar, y sobre
los postes de las puertas del atrio
interior. 20 Y así harás también el
mes séptimo para los que pecan por
ignorancia o por error, y así purifi¬
caréis la casa. 21 El día catorce del
primer mes tendréis la pascua. La
fiesta durará siete días y se comerá
durante ellos pan ácimo. 22 Esc día
ofrecerá el príncipe, por sí y por todo
el pueblo de la tierra, un novillo
en sacrificio expiatorio; 23 y durante
los siete días de la fiesta ofrecerá
en holocausto a Yave siete toros y
siete carneros sin defecto, cada uno
de los siete días, y un macho cabrío
en sacrificio expiatorio cada día.
24 Añadirá la ofrenda de un e/o por
toro, un efa por carnero y un hin
de aceite por efa. 25 El día quince
del séptimo mes, en la solemnidad,
ofrecerá durante siete días los mismos
sacrificios expiatorios y la misma
ofrenda con su aceite.
40 1 Así dice el Señor, Yave: La I
puerta del atrio interior del
lado de oriente estará cerrada los
siete días de trabajo, pero se abrirá
el día del sábado y en los novilunios.
2 El príncipe entrará por el camino
del vestíbulo de la puerta exterior,
y se estará junto a los postes de la
puerta; los sacerdotes ofrecerán sus
holocaustos y sus sacrificios eucarís-
ticos, y él se prosternará en el umbral
de la puerta, luego saldrá, y la puerta
no se cerrará antes de la tarde. 31 El
pueblo de la tierra se prosternará
ante Yave a la entrada de esta puerta,
los sábados y los novilunios.
4 El holocausto que el príncipe
ofrecerá a Yave los sábados será de
seis corderos sin defecto y un carnero
sin defecto; 6 y su ofrenda, de un
efa por el carnero y de lo que él
quiera por los corderos, con un hin
de aceite por efa. 6 En los novilu¬
nios ofrecerá un novillo sin defecto, seis
corderos y un carnero sin defecto;
7 y su ofrenda será de un efa por el
novillo, un efa por el carnero, y lo
que él quisiere por los corderos, y
un hin de aceite por efa. 8 Cuando
el príncipe entre, entrará por el ca¬
mino del vestíbulo de la puerta, y
por el mismo camino saldrá. 9 Pero
cuando el pueblo de la tierra se
presente ante Yave en las solemni¬
dades, el que entre por la puerta
del norte para prosternarse, saldrá
por la puerta del mediodía, y el que
entre por la puerta del mediodía
saldrá por la puerta del norte; no
se saldrá por la puerta por donde se
entró, sino que se saldrá por la opues¬
ta. 10 El príncipe entrará con ellos
cuando entren y saldrá con ellos cuan¬
do salgan.
11 En las fiestas y en las solemni¬
dades la ofrenda será de un efa por
el toro, un efa por el carnero, y lo
que él quisiere por los corderos, con
un hin de aceite por efa. 12 Si el prín¬
cipe ofreciere a Yave un holocausto
voluntario o un sacrificio eucarís-
tieo voluntario, se le abrirá la puerta
del lado de oriente, y ofrecerá su
holocausto y su sacrificio eucarístico,
lo mismo que en los sábados, y
luego saldrá, y cuando haya salido
se cerrará la puerta. 13 Ofrecerás cada
día en holocausto a Yave un cordero
primal sin defecto, todas las mañanas;
14 y todas las mañanas añadirás la
ofrenda, un sexto de efa y un tercio
de hin de aceite para amasar la
harina. Esta es la ofrenda a Yave,
ley perpetua, para siempre. 16 Se
ofrecerá todas las mañanas el cor-
EZEQUIEL, 47
747
dero v la ofrenda con el aceite,
cc m holocausto perpetuo.
16 Así dice el Señor, Ya ve: Si el
príncipe hiciere a uno de sus hijos
un don, tomado de su heredad, e]
don pertenecerá al hijo y será pro¬
piedad suya como heredad. 17 Pero
si el don tomado de su heredad lo
hace a uno de sus servidores, le
pertenecerá a éste hasta el año de la
remisión; luego volverá al príncipe,
y su heredad será de sus hijos. 18 No
podrá tomar el príncipe nada de las
heredades del pueblo, despojándolos
de su posesión. De lo suyo heredará
a sus hijos, para que mi pueblo no
salga de la heredad de cada
uno.
19 Metióme luego por la entrada
que está al lado de la puerta, en las
cámaras santas destinadas a los sacer¬
dotes, hacia el norte, y vi que había
un lugar en el fondo, del lado de occi¬
dente; 20 y me dijo: Ese es el lugar
donde los sacerdotes harán cocer la
carne de los sacrificios por el pecado
y de expiación, y donde se cocerán
ias ofrendas, para no llevarlas al
atrio exterior, santificando al pue¬
blo. 21 Llevóme luego al atrio exterior,
y me hizo pasar por los cuatro ángu¬
los del atrio, y vi que a cada ángulo
del atrio había un patio de cuarenta
codos de largo y treinta de ancho,
todos cuatro de las mismas medidas
en los cuatro ángulos; 23 y en todos
ellos había en torno una pared, y
abajo fogones alrededor de las pare¬
des; 24 y me dijo: Estas son las cocinas
donde los servidores de la casa
cocerán el sacrificio del pueblo.
El torrente que sale del nuevo
templo.
4 f T 1 Llevóme luego otra vez a
* ^ la entrada de la casa, y vi que
debajo del umbral de la casa al oriente
brotaban aguas, pues la fachada de
la casa estaba al oriente, y las aguas
descendían debajo del lado derecho
de la casa, del mediodía del altar.
2 Me llevó por el camino de la puerta
septentrional, y me hizo dar la vuelta
por fuera, hasta el exterior de la
puerta oriental, y vi que las aguas
salían del lado derecho. 3 Al salir
hacia oriente llevaba aquel varón en
la mano un cordelillo, y midió mil
codos, y me hizo atravesar las aguas;
llegaban hasta los tobillos. 4 Midió
otros mil y me hizo atravesar las
aguas; llegaban hasta las rodillas.
Midió otros mil y me hizo atravesar
las aguas, llegaban hasta la cintura.
5 Midió otros mil, y era ya un río
que me era imposible atravesar, por¬
que las aguas habían crecido de ma¬
nera que no se podía pasar más que
a nado.
6 Di jome: ¿Has visto, hijo de hom¬
bre? Luego me liizo volver siguiendo
la orilla del río. 7 Y entonces vi que
de una y otra parte había en las
riberas muchos árboles; 8 y me dijo:
Hijo de hombre; estas aguas salen a
la región oriental, bajan al Araba
y desembocan en el mar, en aquellas
aguas pútridas; y éstas se sanearán.
9 Y todos los vivientes que nadan en
las aguas, por dondequiera que en¬
tren estos dos ríos, vivirán; y el
pescado será allí abundantísimo, por¬
que al llegar estas aguas, las aguas del
mar se sanearán y tendrán vida hasta
donde llegue el río. 10 Junto a sus
orillas estarán los pescadores, y desde
Engadi hasta En Eglaim será un
tendedero de redes, y por sus espe¬
cies será el pescado tan numeroso
como los del mar grande. 11 Sus
charcas y sus lagunas no se sanearán,
serán dejadas para salinas. 12 En las
riberas del río al uno y al otro lado
se alzarán árboles frutales de toda
especie, cuyas hojas no caerán y
cuyo fruto no faltará. Todos los
meses madurarán sus frutos, por
salir sus aguas del santuario; y serán
comestibles, y sus hojas medici¬
nales.
Las nuevas fronteras de la nueva
tierra.
13 Así dice el Señor, Yave: Estas
son las fronteras de la tierra que
distribuiréis a las doce tribus de
Israel, a José una parte doble; 14 cada
uno de vosotros tendrá su parte
igual que la de los otros, de lo que
yo, alzando mi mano, juré dar a
vuestros padres, y ésta será la tierra
de vuestra heredad. 15 Estas, pues,
serán las fronteras: Del lado del norte,
desde el mar grande, camino de
Hetlón, viniendo de Sedad, 16 Ibamat,
Berota, Sabarim, que está en la
frontera de Haurán. 17 Así la fron¬
tera del mar hasta Haser Enón,
dejando al norte el territorio de Da¬
masco y al norte el territorio de
748
EZEQU1EL, 47
Hamat. Esta es la frontera septen¬
trional. 18 Del lado de oriente, la
frontera entre el Haurán, Damasco,
Oalad y la tierra de Israel, será el
Jordán; mediréis desde el confín hasta
el mar oriental. Esta es la frontera
lYueva distribución de la tierra
entre las tribus*
21 Partiréis esta tierra entre vos¬
otros, según las tribus de Israel,
23 y echaréis suertes sobre ella para
DAN
ASER
NEFTALI
MAMASES
EFRAIM
RUBEO
JUPA
poíoom de \os
•
PORCION DEL
LEVITAS
PORCION DEL
eoncion de lo»
Principe
SACERDOTES
PRIMOPE
ciudad
q|ciodad
BEMJAMin
SIMEON
ISACAR
ZABULON
GAO
Distribución de la tierra .
oriental. 19 Del lado del mediodía,
al mediodía, desde Tamar hasta las
aguas de Meribot Cades, en la direc¬
ción del torrente hasta el mar grande.
Esta es la frontera meridional, la
del mediodía. 20 Del lado de occidente
la frontera será el mar grande, desde
el límite hasta frente a Hamat. Esta
es la frontera occidental.
heredad vuestra y los extranjeros
que entre vosotros peregrinan y entre
vosotros lian engendrado hijos, pues
los tendréis como naturales entre los
hijos de Israel y entrarán en suerte
eon vosotros para heredarse éntrelas
tribus de Israel. 23 En la tribu en que
peregrinare el extranjero, en ella le
daréis su heredad, dice el Señor, Yave.
EZEQUIEL, 48
749
jo 1 Estos son los nombres de las
tribus, partiendo de la fron¬
tera septentrional a lo largo del
camino de Hetlón que lleva a Hamat,
basta Haser Enón, dejando al norte
la frontera oriental y el mar. Dan,
una parte. 2 Junto a Dan, del lado
de oriente hasta las orillas del mar,
Aser, una parte. 8 Junto a Aser, del
lado de oriente hasta las orillas del
mar, Neftalí, una parte. 4 Junto a
Neftalí, del lado de oriente hasta el
mar, Maliases, una parte. 6 Junto a
Manases, del lado de oriente hasta
el mar, Efraím, una parte. 6 Junto
a Efraím, del lado de oriente hasta
las riberas del mar, Rubén, una parte.
7 Junto a Rubén, del lado de oriente,
hasta las riberas del mar, Judá, una
parte. 8 Junto a Judá, del lado de
oriente hasta las orillas del mar,
estará la porción que reservaréis de
veinticinco mil codos de ancho, y
larga cuanto cada una de las partes
de oriente a occidente, y en medio
de ella estará el santuario.
8 La porción que reservaréis para
Yave tendrá veinticinco mil codos de
largo y diez mil codos de ancho.
10 Esta porción pertenecerá a los
sacerdotes y será santa, veinticinco
mil codos al norte, diez mil codos de
anchura al occidente, diez mil de
anchura al oriente, y veinticinco mil
de longitud al mediodía, y en medio
de ella estará el santuario de Yave.
11 Pertenecerá a los sacerdotes con¬
sagrados, a los hijos de Sadoc que
hicieron el servicio en mi santuario,
y no se descarriaron como se desca¬
rriaron los levitas, cuando se desca¬
rriaron los hijos de Israel. 12 Les per¬
tenecerá como porción santísima reser¬
vada de la porción de tierra que se
reserva, al lado de la de los le¬
vitas.
13 Los levitas tendrán, paralela¬
mente al límite de los sacerdotes,
veinticinco mil codos de largo y diez
mil de ancho, veinticinco mil en toda
la longitud y diez mil en la anchura.
14 No podrán vender ni permutar
nada, ni exportar las primicias de la
tierra, porque están consagradas a
Yave. 16 Los cinco mil codos restan¬
tes, en la anchura de los veinticinco
mil, serán profanos, para la ciudad,
para las casas y los alrededores; la
ciudad estará en medio. 16 Estas
serán sus medidas: a la parte del
norte cuatro mil quinientos codos
y cuatro mil quinientos codos a la
parte del mediodía; a la parte de
oriente cuatro mil quinientos codos,
y cuatro mil quinientos codos a la
parte de occidente. 17 El contorno
de la ciudad será al norte de doscien¬
tos cincuenta codos y de doscientos
cincuenta al mediodía; al oriente de
doscientos cincuenta codos y de dos¬
cientos cincuenta al occidente.
18 Lo que queda de longitud delante
de la porción santa, diez mil codos al
oriente y diez mil al occidente, los
que quedan, serán para que de su
producto se mantengan los que tra¬
bajan para la ciudad. 19 La labrarán
los operarios de la ciudad, tomados
de entre todo Israel. 20 La parte reser¬
vada tendrá en conjunto veinticinco
mil codos por veinticinco mil; y para
propiedad de la ciudad tomaréis la
cuarta parte de porción consagrada.
21 De lo que queda a ambos lados de
la porción santa y de la propiedad
de la ciudad, a lo largo de los veinti¬
cinco mil codos de la porción santa
hasta el oriente, y a occidente a lo
largo de los veinticinco mil codos hacia
la frontera occidental paralelamente
a las partes, será para el príncipe.
Eso será lo del príncipe; así la porción
santa y el santuario estarán en medio.
22 De este modo la parte del príncipe
será la comprendida desde la porción
de los levitas y la porción de la ciu¬
dad, entre el límite de Judá y el
límite de Benjamín.
23 He aquí las otras tribus: Desde
oriente hasta la orilla del mar, Ben¬
jamín, una parte, 24 Al lado de Ben¬
jamín, desde oriente a las orillas
del mar, Simeón, una parte. 26 Al
lado de Simeón, desde oriente hasta
el mar, Isacar, una parte. 26 Al lado
de Isacar, desde oriente hasta el
mar, Zabulón, una parte. 27 Al lado
de Zabulón, desde oriente hasta el
mar, Gad, una parte. 28 Al lado de
Gad, al lado meridional, hacia el
mediodía, correrá la frontera desde
Tamar hasta las aguas de Maribat
Cades, a lo largo del torrente hasta
el mar grande. 29 Tal es la tierra que
partiréis en heredad a las tribus de
Israel, y tales sus partes, dice el
Señor, Yave.
30 Estas serán las salidas de la
ciudad: Al lado del norte medirá
cuatro mil quinientos codos. 31 Las
puertas de la ciudad tendrán los
nombres de las tribus de Israel.
Tendrá al norte tres puertas; una la
puerta de Rubén, otra la puerta de
750
EZEQUIEL, 48
Judá y la otra la puerta de Leví.
32 AJ lado oriental cuatro mil qui¬
nientos codos y tres puertas; una la
puerta de José, otra la puerta de
Benjamín y la otra la puerta de Dan.
33 Del lado del mediodía medirá
cuatro mil quinientos codos y tendrá
tres puertas, la puerta de Simeón,
una; la puerta de Isacar, una; la
puerta de Zabulón, una. 34 Del lado
de occidente cuatro mi) quinientos
codos y tres puertas; la puerta de
Gad, una; la puerta de Aser, una;
la puerta de Neftalí, una. 35 El perí¬
metro dieciocho mil codos, y el
nombre de la ciudad será desde aquel
día «Yave Samma» (1).
(i) El nombre significa: «Yave allí», Yave en
ella.
INTRODUCCION AL PROFETA DANIEL
V)E todos los p>ajelas f es Daniel el más misterioso. Está su libio oorno en -
vuelto en misterios; no ciertamente doctrinales, aunque de éstos algunos
tiene, sino históricos. Son estas dificultades de las que dice Pío XII en su encí¬
clica Divino afilante Spiritu, que no han sido resueltas todavía y esperan su
solución de la asidua y mancomunada labor de los estudiosos. Hablando el pro¬
feta Ezequiel del estado de la causa de Judá ante la justicia de Dios, dice
que aunque intercedieran por él Noé, Daniel y Job, no podrían alcanzarle perdón
con sus plegarias (il, 14, 20). Tales palabras parecden indicar que Daniel
era un personaje antiguo, célebre por su justicia, comparable a Noé y a Job.
En 28,3 , el mismo profeta Ezequiel nos lo presenta como ya famoso por su
sabiduría. Arguyendo al príncipe de Tiro, que presume de sabio, le dice:
¿Eres acaso tú más sabio que DanielEn el libro que lleva su nombre se nos
cuenta cómo después del año tercero de Joaquim (605), en una deportación
anterior a las dos que conocemos, de 598 y 587, fue escogido con otros tres jó¬
venes hebreos para ser educado en el palacio real de Babilonia y entrar luego
al servicio del rey (1, 1-11 sigs.). Mas ya antes de esto, según el capítulo 12,
el«jovencito > Daniel había salvado la vida de la inocente Susana y hecho con¬
denar a sus acusadores.
Introducido en el palacio real, el joven Daniel, gracias a su inteligencia
y don de profecía, se ganó la confianza de Nabucodonosor y llegó a ocupar
altos cargos en el gobierno de Caldea. Y así continuó al pasar ésta a los medos
y persas (539), pues Darío el Mcdo le colocó a la cabeza de los Sátrapas gober¬
nadores de las provincias (6, 1 sigs.). Esta confianza la conservó también bajo
el sucesor de Darío, Ciro el Persa (6, 28). Su alta posición, la religión que
profesaba y el celo por demostrar la inanidad de los dioses caldeos, le atrajo
enemigos que pusieron en peligro su vida. Pero todo sirvió para gloria de Dios
y de la religión del pueblo israelita. Del Hn de Daniel nada sabemos.
752
DANIEL. 1
Por razón de La materia el libro consta de dos partes, una histórica y pro-
fética la otra . Abarca la primera los seis primeros capítulos, y los dos últi¬
mos, que forman un apéndice. Contiene uná visión profética, la de la estatua,
cuyo recuerdo retrajo Daniel a la memoria de X abucodonosor, dándole al mismo
tiempo su interpretación (2, 31-45). La parte profética comprende los capí¬
tulos 7 a 12, con cuatro visiones. Tienen de singular que todas abarcan el
?nismo cuadro histórico y lo terminan en La persecución de Antioco IV.
El libro se ha conservado en tres lenguas: La aramca (2, 4-7, 28), La griega
(3, 24-9), inserta en la sección aramca, y el apéndice (12-14). El resto está
escrito en hebreo . Las partes hebrea y aramca entran en el canon judío de las
Escrituras; la parte griega es reconocida por la Iglesia, que con la versión de
los LXX la recibió de los Apóstoles como parte de las Escrituras divinas. Los
judíos no cuentan a Daniel entre los profetas, sino entre los hagiógrafos.
Esperamos que la investigación perseverante de los sabios, bajo la direc¬
ción de la Iglesia, acabe de poner en claro Las dificultades que envuelven el
libro de Daniel. Entretanto, es para nosotros suficiente que el valor de sus va¬
ticinios tnesiánicos y de todas sus enseñanzas doctrinales no disminuye en nada
aunque se halle oscurecida su parte histórica por algunas dificultades cuya solu¬
ción al presente yio entrevemos.
DANIEL
Introducción.
1 1 El año tercero del reinado de
Joaquirn, rey de Judá, Xabuco-
donosor, rey de Babilonia, fué contra
Jerusalén y la asedió. 2 Y entregó el
Señor en sus manos a Joaquirn, rey
de Judá, y parte de los vasos de la
casa de Dios, y los trajo a la tierra
de Senaar, a la casa de su dios, y
metió los vasos en la casa de) tesoro
de su dios. 3 Dijo el rey a Aspcnaz,
jefe de sus eunucos, que trajese de
los hijos de Israel, acl linaje real y
del de los príncipes, cuatro mozos
en los que no hubiera tacha, de buen
parecer, de sabiduría, de entendi¬
miento y educados, capaces de servir
en el palacio del rey, y a quienes se
instruyese en las letras y la lengua
de los caldeos. 6 Asignóles el rey para
cada día una porción de los manjares
de su mesa, del vino que él bebía,
y mandó que los criasen durante tres
años, al cabo de los cuales entrasen
a servir al rey.
® Fueron de ellos, de entre los hi¬
jos de Judá, Daniel, Ananlas, Misae) y
Azarías, 7 a los cuales el jefe de los *
eunucos puso por nombre: a Daniel,
Baltasar, a Ananlas, Sídraj, a Misad,:
Misaj, y a Azarías, Abcd-Nego. 8 Se* 4
propuso Daniel en su corazón no
contaminarse con la porción de la
comida del rey ni con el vino que él
bebía, y rogó al jefe de los eunu¬
cos que no le obligara a conta¬
minarse. 9 Hizo Dios que hallase Da¬
niel gracia y favor ante el jefe de los
eunucos; 10 y el jefe de los eunucos
dijo a Daniel: Tengo miedo de mi
señor, el rey, que ha determinado lo
que habéis de comer y beber, porque
si viere vuestros rostros más maci¬
lentos que los de los mozos de vues¬
tra edad, condenaríais mi cabeza ante
el rey.
11 Dijo entonces Daniel a Malasar,
a' quien el jefe de los eunucos habla
puesto para velar sobre Daniel, Ana-
nías, Misad y Azarías: 12 Prueba a
tus siervos por diez días, y que nos
den a comer legumbres y agua a
beber; 13 y compara luego nuestros
rostros con los de los mozos que
comen los manjares del rey, y haz
después con tus siervos según veas.
14 Concedióles lo que 1 q pedían y los
probó por diez días, 15 al cabo de
los cuales tenían mejor aspecto y
estaban más metidos en carnes que
los mozos que comían los manjares
del rey. 18 Malasar se llevaba sus
manjares y su vino y les daba le¬
gumbres.
DANIEL, 2
753
Daniel en la corte del rey.
17 Otorgó Dios a los cuatro mance¬
bos sabiduría y entendimiento en
todas las letras y ciencias, y Daniel
interpretaba toda visión o suceso.
18 Pasados los días al cabo de los
cuales había mandado el rey que se
los llevasen, el jefe de los eunucos se
los presentó a Nabucodonosor. 19 El
rey habló con ellos, y entre todos los
mozos no había ninguno como Daniel,
Ananías, Misad y Azanas, y fueron
puestos al servicio del rey. 20 En
cuantas cosas de sabiduría y enten¬
dimiento el rey les preguntó, hallólos
diez veces superiores a todos los ma¬
gos y astrólogos que había en su
reino. 21 Así estuvo Daniel hasta el
año primero del rey Ciro.
La visión do la estatua.
: E1 año segundo del reinado de
Nabucodonosor (1), tuvo Nabuco¬
donosor unos sueños, y turbóse su espí¬
ritu, sin que pudiera dormir. (i) 2 * * * Hizo
llamar el rey a magos y astrólogos,
encantadores y caldeos, para que ex¬
plicasen al rey sus sueñes. Vinieron,
pues, y se presentaron ante el rey.
8 El rey les dijo: He tenido un sueño
y estoy agitado porque no sé ya cuál
fue. 21 Entonces hablaron los caldeos
al rey en lengua aramea: Vivas para
siempre, ¡oh rcyl Di a tus siervos el
sueño y te daremos su interpretación.
6 Respondió el rey diciendo a los
caldeos: La cosa se me ha ido, y si
no me mostráis el sueño y su in¬
terpretación seréis hechos trozos y
vuestras casas convertidas en mula¬
dares, 6 * mientras que si me decís el
sueño y su interpretación, recibiréis
de mí dones y mercedes y mucha
honra; decidme, pues, el sueño y su
interprctación.
7 Respondiéronle, diciendo por se¬
gunda vez: Diga el rey a sus siervos
su sueño, y le daremos su interpreta¬
ción. 8 El rey respondió, diciendo: Veo
claro que ponéis dilaciones, porque
(i) Como en Egipto, así también en Caldea
habia sacerdotes que tenían por oficio interpre¬
tar los sueños, en los que creían recibir comuni¬
cación de los dioses. En el presente caso. Dios
se vale de los sueños, como hacía con sus profe¬
tas (Núm. 12,6), para mostrar la inanidad de la
ciencia adivinatoria de los caldeos y la verdad de
las revelaciones otorgadas por El a sus verdade¬
ros profetas.
veis que la cosa se me ha ido. 9 Si
no me decís el sueño, caerá sobre
todos vosotros la misma sentencia.
De cierto que pretendéis prepararos
para decirme falsedades y mentiras
mientras pasa el tiempo. Decid, pues,
el sueño y conoceré que sois capaces
de darme su interpretación. 10 Los
caldeos respondieron al rey, dicién-
dole: No hay hombre sobre la tierra
que pueda decir lo que el rey preten¬
de; jamás tampoco rey alguno, por
grande y poderoso que fuese, exigió
cosa semejante de mago, astrólogo o
caldeo. Lo que pide el rey es impo¬
sible, y no hay nadie que al rey pue¬
da decírselo, a no ser los dioses, que
no moran entre los hombres. 12 El
rey, con ira y gran furor, mandó ma¬
tar a todos los sabios de Babilonia.
13 Publicóse la orden, y ya iban a
ser llevados a la muerte los sabios,
y buscaban también a Daniel y a
sus compañeros para matarlos. 14 Ha¬
bló entonces Daniel avisada y pru¬
dentemente a Arioj, capitán*de la
guardia del rey: 15 ¿Por qué esta
orden del rey se publica tan apresu¬
radamente? Entonces explicó Arioj
la cosa a Daniel; 16 y Daniel, entrando
al rey, le pidió que le diese tiempo,
y daría al rey la declaración. 17 Fuése
luego Daniel a su casa y comunicó
la cosa a Ananías, Misael y Azarías,
sus compañeros, 18 instándoles a pedir
al Dios de los cielos que les revelase
aquel misterio, para que no hiciese
perecer a Daniel y a sus compañeros
con el resto de los sabios de Babilonia.
Develación de Daniel de la visión.
19 Entonces el misterio fué reve¬
lado a Daniel en visión nocturna, por
lo cual Daniel bendijo al Dios de los
cielos, 20 diciendo:
Bendito sea el nombre de Dios, de
siglos en siglos, porque suya es la
sabiduría y la fuerza. 21 El es quien
ordena los tiempos y las circunstan¬
cias, pone reyes y quita reyes, da la
sabiduría a los sabios y la ciencia a
los entendidos. 22 El revela lo profundo
y lo oculto, conoce lo que está en
tinieblas y con él mora la luz. 23 A ti,
Dios de mis padres, te confieso y te
alabo, que me has dado sabiduría y
fortaleza, y me has dado a conocer
lo que te hemos pedido, y nos has
revelado el secreto del rey.
24 Después de esto fué Daniel a
4 »
754
DANIEL, 2
Arioj, a quien había mandado el rey
matar a los sabios de Babilonia, y le
dijo así: No mates a los sabios de
Babilonia; llévame a la presencia del
rey, que yo daré al rey la explicación.
25 Llevó entonces Arioj prestamente
a Daniel a la presencia del rey, y
díjole así: He hallado a uno de los
deportados de «Judá que dará al rey
la explicación. 26 Respondió el rey
diciendo a Daniel, a quien llamaban
Baltasar: ¿Podrás tú declararme el
sueño que vi y su interpretación?
27 Daniel respondió delante del rey,
diciendo: Lo que pide el rey es un
misterio que ni sabios ni astrólogos,
ni magos ni adivinos son capaces de
descubrir al rey; 28 pero hay en los
ciclos un Dios que revela lo secreto,
y que ha dado a conocer al rey Nabu-
codonosor lo que sucederá en el correr
de los ticmpcrs. He aquí tu suvño y
la visión que has tenido en tu lecho:
K1 sueño y su interpretación.
29 En tu lecho, joh reyl, te vinieron
p cnsamientos de lo que vendrá des¬
pués de este tiempo, y el que revela
los secretos te di ó a conocer lo que
sucederá. 30 Si este misterio me ha
sido revelado, lio es porque haya en
mí una sabiduría superior a la de
todos los vivientes, sino para que yo
dé a conocer al rey la explicación y
llegues a entender los pensamientos
de tu corazón.
31 Tú, joh reyl, mirabas y estabas
viendo una gran estatua. Era muy
grande la estatua, y de un brillo
extraordinario. Estaba en pie ante
ti, y su aspecto era terrible. 32 La
cabeza de la estatua era de oro puro,
su pecho y sus brazos de plata, su
vientre y sus caderas de bronce,
33 sus piernas de hierro y sus pies
parte de hierro, parte de barro. 34 Tú
estuviste mirando, hasta que una pie¬
dra desprendida, no lanzada por inano,
hirió a la estatua en los pies de hierro
y barro, destrozándola. 36 Entonces
el hierro, el barro, el bronce, la plata
y el oro, se desmenuzaron juntamente,
y fueron como tamo de las eras en
verano, se los llevó el viento, sin que
de ellos quedara traza alguna; mien¬
tras que la piedra que había herido
a la estatua se hizo una gran mon¬
taña, que llenó toda la tierra.
36 lie ahí el sueño. Daremos tam¬
bién al rey su interpretación. 37 Tú,
loh reyl, eres rey de reyes, porque
el Dios de los cielos te ha dado el
imperio, el poder, la fuerza y la
gloria. 38 El ha puesto en tus manos,
dondequiera que habitasen, a los hi¬
jos de los hombres, a las bestias de
los campos, a las aves del cielo, y
te ha dado el dominio de todo; tú
eres la cabeza de oro. 39 Después de
ti surgirá otro reino, menor que el
tuyo, y luego un tercero que será de
bronce y dominará sobre toda la
tierra. 40 Habrá un cuarto reino
fuerte como el hierro, como todo lo
rompe y destroza el hierro, así él lo
romperá todo, como el hierro que todo
lo hace pedazos.
41 Lo que viste de los pies y los
dedos, parte de barro de alfarero,
parte de hierro, es que este reino
será dividido, pero tendrá en sí algo
de la fortaleza del hierro, aunque viste
el hierro mezclado con el barro.
42 Y el ser los dedos parte de hierro
parte de barro, es que este reino será
en parte fuerte y en parte frágil.
43 Viste el hierro mezclado con barro
porque se mezclarán por alianzas hu¬
manas, pero no se pegarán unos con
otros, como no se pegan el hierro y
el barro.
44 En tiempo de esos reyes el Dios
de los ciclos suscitará un reino que
no será destruido jamás, y que no
pasará a poder de otro pueblo; des¬
truirá y desmenuzará a todos esos
reinos, mas él permanecerá por siem¬
pre. 43 Eso es lo que significa la pie¬
dra que viste desprenderse del monte
sin ayuda de mano, que desmenuzó el
hierro, el bronce, el barro, la plata
y el oro. El Dios grande ha dado a
conocer al rey lo que ha de suceder
después. El sueño es verdadero y
cierta su interpretación (1).
Daniel, Jefe de los sabios caldeos.
46 Entonces el rey Nabucodonosor
cayó sobre su rostro y se prosternó
(i) Esta visión représenla los cualro imperios
que desde el caldeo se sucedieron en Oriente: el
caldeo, el persa, el macedonio y el seléucida o
sirio. No han fallado intérprcles que han querido
ver en esle üllimo el imperio romano, llevados
de la idea de que bajo este imperio habla apa¬
recido el Mesías. Pero Daniel no es una excep¬
ción entre los profetas, que ven el reino me-
siánico al término de su horizonte histórico. Los
oíros valicinios de Daniel y la historia de los Ma-
cabeos confirman esta idea.
DANIEL, 3
755
ante Daniel, y mandó que le ofrecie¬
sen sacrificios y perfumes. 27 Dirigió
el rey la palabra a Daniel y le dijo:
En verdad que vuestro Dios es el
Dios de los dioses y el Señor de los
reyes, y que revela los secretos, pues
que tú has podido descubrir este mis¬
terio. 48 Eli seguida el rey engrande¬
ció a Daniel y le dió muchos y gran¬
des dones y le hizo jefe supremo de
todos los sabios de Babilonia. 49 Da¬
niel rogó al rey que diese la inten¬
dencia de la provincia de Babilonia
a Sidraj, Misaj y Abed-Nego. Daniel
estaba en la corte del rey.
La estatua erigida por
Nabucodonosor.
O : Hizo el rey Nabucodonosor una
^ estatua de oro, alta de sesenta
codos, y seis codos de ancha. Alzóla
en el llano de Dura, de la provincia
de Babilonia; (i) 2 * * * y mandó el rey reunir
a todos los sátrapas, prefectos, bajás,
oidores, tesoreros, magistrados, jue¬
ces, y a todos los gobernadores de las
provincias, para que viniesen a la
dedicación de la estatua que había
alzado el rey Nabucodonosor (1).
3 Reuniéronse, pues, los jefes, pre¬
fectos, bajás, oidores, tesoreros, ma¬
gistrados, jueces y todos los gober¬
nadores de las provincias, para la
dedicación de la estatua alzada por
el rey Nabucodonosor, y se pusieron
ante la estatua que Nabucodonosor
había alzado.
Orden de adorar la estatua.
4 Un pregonero clamaba ^n voz
alta: Ved lo que se os ordena, pueblos,
naciones y hombres de toda lengua.
5 En cuanto oigáis el sonido de las
bocinas, las cítaras, las arpas, los
salterios, las gaitas y toda suerte de
instrumentos, adorad postrados la es¬
tatua de oro que ha alzado el rey
Nabucodonosor. 6 Todo aquel que no
adore postrándose al instante será
echado en un horno encendido. 7 Por
(i) La adoración de la estatua del rey, im¬
puesta a todos sus súbditos, pone de relieve la
condena de los tres jóvenes que se niegan a
adorarla, llevados de su fidelidad a la ley y a
su Dios.
tanto, los pueblos todos, en oyendo
el sonido de las bocinas, las arpas,
los salterios, las gaitas y de los ins¬
trumentos músicos de toda suerte,
todos los pueblos, naciones y hombres
de toda lengua, se prosternarán y
adorarán la estatua de oro alzada
por el rey Nabucodonosor.
Los tres jóvenes hebreos se nie¬
gan a adorar y son denunciados
al rey.
8 Con ocasión de esto vinieron en¬
tonces algunos caldeos y denuncia
ron a los judíos. 9 Hablaron al rev
Nabucodonosor, diciendo: ¡Vivas por
siempre, oh reyl 10 Tú, ¡oh reyl, has
dado una ley, por la cual todo hom¬
bre, en oyendo el son de las bocinas,
las cítaras, las arpas, los salterios,
las gaitas y toda suerte de instrumen¬
tos músicos, ha de adorar postrado
la estatua de oro, 11 y que quien no
se postre y adore será arrojado a
un horno encendido. 12 Pues hay unos
hombres, judíos, a quienes has enco¬
mendado tú la dirección de los nego¬
cios de la provincia de Babilonia,
Sidraj, Misaj y Abed-Nego, que sin
tenerte en cuenta para nada, ¡oh reyl,
no sirven a tus dioses y no adoran la
estatua que has alzado.
^ 13 Irritado y furioso entonces Nabu¬
codonosor, dió orden de que trajesen
a Sidraj, Misaj y Abed-Nego. Traídos
éstos a la presencia del rey, Nabuco¬
donosor les habló, diciendo: ¿De pro¬
pósito, Sidraj, Misaj y Abed-Nego,
no servís a mis dioses y no adoráis
la estatua de oro que yo he alzado?
16 Ahora, pues, aprestaos, y en oyen¬
do el sonido de las bocinas, las cítaras,
las arpas, los salterios, las gaitas y
de toda suerte de instrumentos mú¬
sicos, postraos y adorad la estatua
que yo he hecho; y si no la adoráis,
al instante seréis arrojados a un
horno encendido. ¿Y quién será el
dios que os libre de mis manos?
16 Sidraj, Misaj y Abed-Nego res¬
pondieron al rey diciendo: Nabuco¬
donosor, no tienes por qué esperar
más nuestra respuesta en esto; 17 pues
nuestro Dios, al que servimos, puede
librarnos del horno encendido, y. nos
librará de tu mano. 18 Y si no qui¬
siere, sabe ¡oh reyl, que no adora¬
remos a tus dioses ni nos .postrare¬
mos ante la estatua que has alzado.
756
DANIEL, 3
Los tres mancebos son arrojados
a un horno encendido*
19 Lleno entonces de ira Nabucodo-
nosor, demudado el rostro contra
Sidraj, Misaj y Abed-Nego, habló
mandando que se encendiese el horno
siete veces otro tanto de lo que en¬
cenderse solía; 20 y mandó a hombres
muy robustos de su ejército que ata¬
sen a Sidraj, Misaj y Abcd-Nego y
los echasen al horno de fuego ardiente.
21 Entonces estos varones, atados,
con sus bragas, sus túnicas, sus man¬
tos y sus otros vestidos, fueron arro¬
jados en medio del horno encendido.
22 V como la orden del rey era apre¬
miante y había mandado encender
el horno tanto, las llamas abrasaron
a los que habían echado en el a
Sidraj, Misaj y Abcd-Nego; 23 y los
tres varones, Sidraj, Misaj y Abcd-
Nego, cayeron atados en medio del
horno ardiente.
PARTE DEUTEKOCANONICA
(Gr. 3, 21-90).
La oración de los tres mancebos.
24 sSc paseaban en medio de las
llama , alabando a Dios y bendi¬
ciendo al Señor. 25 Azarías, puesto
en pie, oró de esta manera, y abrien¬
do sus labios en medio del fuego, dijo:
26 Bendito seas Señor, Dios de
nuestros padres. Digno de alabanza
y glorioso es tu nombre, 27 porque eres
justo en cnanto has hecho con nos¬
otros y todas tus obras son verdad,
y rectos tus caminos y justos todos
tus juicios; 28 Y has juzgado con jus¬
ticia en todos tus juicios, en todo lo
que has traído sobre nosotros, y sobre
la dudad santa, la de nuestros padres,
Jcrusalén; pues con juicio justo has
traído todos estos males a causa de
nuestros pecados.
29 Porque liemos pecado y come¬
tido iniquidad, apartándonos de ti,
y en todo hemos delinquido; 80 y no
hemos obedecido tus preceptos, no
los liemos guardado ni cumplido, se¬
gún nos habías ordenado para que
fuéramos felices, 31 y cuantos males
has traído sobre nosotros, y cuanto
has hecho con nosotros, con justo
juicio lo has hecho.
32 Nos entregaste en poder de
enemigos injustos e incircuncisos
apóstatas, y a un rey el más inicuo
y perverso de toda la tierra, 33 y aliora
no podemos abrir nuestra boca. La
vergüenza y el oprobio han caído
sobre tus siervos y sobre los que te
veneran. 34 Por tu nombre, no nos
deseches para siempre, no anules tu
alianza, 35 no apartes tu misericordia
de nosotros; por Abraham, tu amado,
por Isac, tu siervo, v por Israel, tu
santo, 38 a quienes prometiste mul¬
tiplicar su descendencia como las
estrellas del ciclo, como las arenas
que hay en las orillas del mar.
37 Porque, Señor, hemos sido em¬
pequeñecidos más que todas las na¬
ciones, y estamos lioy humillados en
toda la" tierra a causa de nuestros
pecados. 38 Al presente no tenemos
príncipes ni profeta ni jefe ni holo¬
causto ni sacrificio ni ofrenda ni in¬
cienso 39 ni lugar en que ofrecer las
primicias delante de ti y hallar mise¬
ricordia. Pero con el alma contrita
y el espíritu humillado hallemos aco¬
gida.
40 Como los holocaustos de los car¬
neros y de los toros, como las miría¬
das de los gruesos corderos, así sea
hoy nuestro sacrificio delante de t¡, a
fin de aplacar tu rostro, pues no serán
confundidos los que en ti confían.
41 Ahora nosotros de todo corazón
te seguimos y te tememos y busca¬
mos tu rostro. 42 No nos confundas,
antes obra con nosotros según tu
bondad y según la grandeza de tu
misericordia.
43 Líbranos en virtud de tu pro¬
digioso poder, y da gloria, Señor, a
tu nombre, 44 queden avergonzados
los que maltratan a tus siervos, y
queden confundidos de su tiranía y
su fuerza sea deshecha. 45 Y conoz¬
can que tú, Señor, eres el único Dios,
glorioso sobre toda la tierra.
46 Los ministros del rey, que los
habían metido, no cesaban de avivar
el horno con betún, estopa, pez y
sarmientos, 47 hasta levantarse las
llamas cuarenta y nueve codos por
encima del homo; y las llamas,
irrumpiendo, abrasaron a cuantos
caldeos estaban alrededor del horno;
49 pero el ángel del Señor había des¬
cendido al horno con Azarías v sus
compañeros, v apartaba del horno
las llamas de* fuego V hacía que el
interior del horno estuviera como si
en él soplara un viento fresco; y el
fuego no los tocaba absolutamente
DANIEL, 3
757
ni los afligía ni les causaba molestia.
51 Entonces los tres a una voz alaba¬
ron y glorificaron y bendijeron a Dios
en el horno, diciendo:
Cántico de loa tres mancebos.
62 Bendito seas. Señor, Dios de
nuestros padres, digno de alabanza,
y ensalzado por los siglos. Bendito
tu nombre santo y glorioso, muy
digno de alabanza y muy ensalzado
por todos los siglos. 53 Bendito en el
templo santo de tu gloria, digno de
ser cantado y glorificado por los
siglos.’
64 Bendito tú, que penetras los
abismos, digno de alabanza y ensal¬
zado por los siglos. Bendito tú, que
estás sentado sobre los querubines,
digno de alabanza, ensalzado por los
siglos. 65 Bendito en tu trono real,
digno de ser cantado y celebrado por
los siglos. 66 Bendito tú en el firma¬
mento de los cielos, digno de ser
cantado y glorificado por los siglos.
67 Bendecid al Señor, todas las
obras del Señor, cantadle y ensal¬
zadle por los siglos. 68 Bendecid al
Señor, ángeles del Señor, cantadle y
ensalzadle por los siglos. 69 Bendecid,
cielos, al Señor, cantadle y ensal¬
zadle por los siglos. 60 Bendecid al
Señor, aguas todas que estáis sobre
los cielos, cantadle y ensalzadle por
los siglos.
61 Bendiga al Señor todo el ejército
del Señor, cantadle y ensalzadle por
los siglos. 62 Bendecid, sol y luna, al
Señor, cantadle y ensalzadle por los
siglos. 63 Bendecid, astros del cielo,
al Señor, cantadle y ensalzadle por
los siglos. 64 Bendecid, lluvias y rocío,
al Señor, cantadle y ensalzadle por
los siglos. 65 Bendecid, todos los vien¬
tos, al Señor, cantadle y ensalzadle
por los siglos.
66 Bendecid, fuego, calor, al Señor,
cantadle y ensalzadle por los siglos.
87 Bendecid, fríos y heladas, al Señor,
cantadle y ensalzadle por los siglos.
68 Bendecid, rocío y escarcha, al Señor,
cantadle y ensalzadle por los siglos.
69 Bendecid, frío y fresco, al Señor,
cantadle y ensalzadle por los siglos.
70 Bendecid, hielos y nieves, al Señor,
cantadle y ensalzadle por los siglos.
71 Bendecid, noche y día, al Señor,
cantadle y ensalzadle por los siglos.
72 Bendecid, luz y tinieblas, al Señor,
cantadle y ensalzadle por los siglos.
73 Bendecid, relámpagos y nubes, al
Señor, cantadle y ensalzadle por los
siglos. 74 Bendiga la tierra al Señor,
cántele y ensálcele por los siglos.
75 Bendecid, montes y collados, al
Señor, cantadle y ensalzadle por los
siglos.
76 Bendecid al Señor, cuanto brota
en la tierra, cantadle y ensalzadle por
los siglos. 77 Bendecid, mares y ríos, al
Señor, cantadle y ensalzadle por los
siglos. 78 Bendecid, fuentes, al Señor,
cantadle y ensalzadle por los siglos.
79 Bendecid al Señor, monstruos de
las aguas y cuanto en las aguas se
mueve, cantadle y ensalzadle por los
siglos. 80 Bendecid, todas las aves
del cielo, al Señor, cantadle y ensal¬
zadle por los siglos. 81 Bendecid todas
las bestias y ganados al Señor, can¬
tadle y ensalzadle por los siglos.
82 Bendecid, hijos de los hombres,
al Señor, cantadle y ensalzadle por
los siglos. 83 Bendice, Israel, al Señor,
cántale y ensálzale por los siglos.
84 Bendecid, sacerdotes del Señor, al
Señor, cantadle y ensalzadle por los
siglos. 85 Bendecid, siervos del Señor,
al Señor, cantadle y ensalzadle por
los siglos. 86 Bendecid, espíritus y
almas de los justos, al Señor, cantadle
y ensalzadle por los siglos. 87 Bende¬
cid, santos y humildes de corazón, al
Señor, cantadle y ensalzadle por los
siglos.
88 Bendecid, Ananías, Azarías y
Misael, al Señor, cantadle y ensal¬
zadle por los siglos, porque nos sacó
del infierno, y del poder de la muerte
nos salvó, y de en medio del horno
encendido ños libró, salvándonos del
en medio del fuego. 89 Dad gracias a
Señor, porque es bondadoso, porque
es eterna su misericordia. 90 Bende¬
cid todos los piadosos al Señor de
los dioses, cantadle y dadle gracias
porque es eterna su misericordia.
PARTE PROTOCANONICA
IYabucodonosor glorifica a Dios*
24 Espantado entonces el rey Nabu-
codonosor, se levantó precipitada¬
mente, y dirigiéndose a sus consejeros,
les dijo: ¿No hemos arrojado al fuego
tres hombres? Ellos le respondieron:
¡Cierto, oh reyl 25 Y el rey repuso;
1 Pues bien, yo veo allí cuatro" hombres
1 sueltos, que se pasean por en medio
758
DANIEL, 4
del fuego sin daño alguno, y el cuarto
de ellos parece un dios. 26 Acercóse
entonces Nabucodonosor a la entrada
del horno encendido, y hablando, dijo:
Sidraj, Misaj y Abed-Nego, siervos
del Dios supremo, salid y venid.
Entonces salieron de en medio del
fuego Sidraj, Misaj y Abed-Nego;
27 y juntándose los jefes, los prefec¬
tos, los bajás y los consejeros del
reino, vieron que el fuego no había
tenido poder alguno sobre los cuerpos
de aquellos varones, y ni siquiera se
habían quemado los cabellos de sus
cabezas, que sus ropas estaban intac¬
tas y ni siquiera olían a chamuscadas.
28 Tomó entonces la palabra Nabu¬
codonosor, y dijo: Bendito sea el
Dios de Sidraj, Slisaj y Abed-Nego,
que ha mandado su ángel y ha librado
a sus siervos que confiaron en él y
no cumplieron la orden del rey y
entregaron sus cuerpos antes que
servir y adorar a dios alguno fuera
de su Dios. 29 He aquí ahora lo que
dispongo: Todo hombro, cualquiera
que sea el pueblo, la nación o la
lengua a que pertenezca, que hable
mal del Dios de Sidraj, Misaj y
Abed-Nego, será hecho trizas, y su
casa convertida en muladar, porque
no hay dios alguno que como él
pueda librar (1). 1 * 3 4 * * * * Luego el rey
engrandeció a Sidraj, Misaj y Abed-
Nego en la provincia de Babilona.
La visión del árbol, interpretada
por Daniel.
1 1 Nabucodonosor, rey, a todos
~ los pueblos, naciones y hombres
de toda lengua, que habitan en toda
la tierra: Paz abundante. 2 Me ha
parecido bien daros a conocer las
señales y prodigios que el Dios su¬
premo ha hecho conmigo. 3 ¡Cuán
grandes han sido sus señales! ¡Cuán
potentes sus prodigiosl-Su reino es
reino eterno y su dominación per¬
dura de generaciones en generaciones.
4 Yo, Nabucodonosor, vivía tran¬
quilo en mi casa, feliz en mi palacio;
® y tuve un sueño que me espantó,
y los pensamientos que me perse¬
guían cu mi lecho y las visiones de
mi espíritu me llenaron de espanto.
(i) La perseverancia acaba en gloria de la
nación y de la religión judía, dando el rey un
decreto que impone a todos sus pueblos el res¬
peto a la religión de Israel.
8 Hice que vinieran ante mí todos
los sabios de Babilonia, para que me
diesen la interpretación del sueño.
7 Vinieron, pues, los magos, los astró¬
logos, los caldeos y los adivinos, y
les expuse el sueño, pero nunca
pudieron darme la interpretación;
8 hasta que vino ante mí Daniel,
cuyo nombre es Baltasar, del nombre
de mi dios, y en el cual reside el
espíritu de los dioses santos. Expli-
quéle mi sueño, diciéndble: 9 Baltasar,
tú, jefe de los magos, que tienes en ti,
yo lo sé, el espíritu de los dioses
santos, y a quien ningún misterio
se oculta, dame la explicación de las
visiones que en sueño he tenido.
10 He aquí las visiones de mi espí¬
ritu (1) mientras estaba en mi lecho.
Miraba yo, y vi en medio de la tierra
un árbol alto sobremanera. 11 El I
árbol había crecido y se había hecho
muy fuerte, y su cima tocaba en los j
cielos, y se le veía desde los confines I
de toda la tierra. 12 Era de hermosa
copa y de abundantes frutos, y había
en él mantenimiento para todos. Las
bestias del campo se resguardaban a
su sombra, y en sus ramas anidaban
las aves del cielo, y todos los vivien¬
tes se alimentaban de él.
13 Eli las visiones de mi espíritu
en mi lecho vi que bajaba del cielo
uno de esos que velan y son santos;
14 y gritando fuertemente, dijo: Aba¬
tid el árbol y cortad sus ramas, j
sacudid su follaje y diseminad los |
frutos, que huyan de debajo de él
las bestias, y las aves del cielo de sus
ramas; 16 pero dejad en la tierra el
tronco con sus raíces, y atadle con .
cadenas de hierro y de bronce, y
quédese así entre las hierbas del
campo, que le empape el rocío, y
tenga por parte suya, como las bes¬
tias, la hierba de la tierra. 18 Quíte- j
sele su corazón de hombre, y désele
un corazón de bestia, y pasen sobre
él siete tiempos. 17 Esta sentencia es
decreto de los que velan, es resolu- I
ción de los santos, para que sepan
los vivientes que el Altísimo es dueño I
del reino de los hombres y lo da o
quien le place, y puede poner sobre
él al más bajo de los hombres.
18 Este es el sueño que tuve yo, el |
(i) Véase lo dicho en 2, i, sobre los sueños.
Este anuncia la locura del rey. que, en su de¬
mencia, se tendría por bestia. Digno castigo
de su orgullo por haber creído igualarse con
Dios.
DANIEL, 5
759
rey Nabucodonosor. Tú, Baltasar, da
la interpretación, ya que ninguno
de los sabios de mi reino ha podido
dármela; tú puedes darla, porque tie¬
nes en ti el espíritu de los dioses santos.
19 Entonces Daniel, llamado Bal¬
tasar, se quedó por algún tiempo estu¬
pefacto y turbado por sus pensa¬
mientos. Díjole el rey: Baltasar, que
no te turbe el sueño y su interpre¬
tación; y Baltasar respondo: Mi
señor, que el sueño sea para tus ene¬
migos y la interpretación para tus
adversarios. 20 El árbol que viste
que se había hecho grande y fuerte,
que con su cima tocaba a los cielos,
y que se veía desde toda la tierra,
21 de hermosa copa y de tan abun¬
dante fruto que había en él alimento
para todos, y bajo el cual se resguar¬
daban las bestias del campo y en
cuyas ramas anidaban las aves del
cielo, 22 eres tú, ioh reyl, que has venido
a ser grande y fuerte, y cuya gran¬
deza se ha acrecentado y ha llegado
hasta los cielos y cuya dominación
se extiende hasta los confines de la
tierra. 23 Vi ó el rey bajar de los cielos
a uno de esos que velan y son santos,
y decir: Abatid el árbol, y destruidle,
pero dejad en la tierra el tronco
con las raíces, y atadle con cadenas
de hierro y de bronce entre la hierba
del campo, que le empape el rocío
del cielo y tenga su parte con las
bestias del campo, hasta que sobre
él pasen siete tiempos.
24 He aquí, joh reyl, la interpreta¬
ción y el decreto del Altísimo, que se
cumplirá en mi señor, el rey. 25 Te
arrojarán de en medio de los hom¬
bres, y morarás entre las bestias del
campo, y te darán a comer hierba
como a los bueyes; te empapará el
rodo del cielo, y pasarán sobre ti
siete tiempos, hasta que sepas que
el Altísimo es el dueño del reino de
los hombres y se lo da a quien le
place. 26 Lo de dejar el tronco donde
se hallan las raíces del árbol, signi¬
fica que tu reino te quedará cuando
reconozcas que el que domina está
en los cielos. 27 Por tanto, loh reyl,
sírvete aceptar mi consejo; redime tus
pecados con justicia y tus iniquidades
con misericordias a los pobres, y
quizá se prolongará tu dicha.
Locura de A'abueodonosor.
28 Todo esto tuvo cumplimiento
en Nabucodonosor, rey. 20 Al cabo
de doce meses, mientras se paseaba
en su palacio de Babilonia, 30 se puso
a hablar, y dijo: ¿No es ésta Babi¬
lonia, la grande, que yo por el poder
de mi fuerza y la gloria de mi mag¬
nificencia he edificado para resi¬
dencia real? 31 Todavía estaba la
palabra en su boca, cuando bajó del
cielo una voz: 32 Sabe, loh rey Nabuco¬
donosor!, que te va a ser quitado el
reino. Te arrojarán de en medio de
los hombres, morarás con las bestias
del campo, y te darán a comer hierba
como a los bueyes, y pasarán sobre
ti siete tiempos, hasta que sepas que
el Altísimo es el dueño del reino de
los hombres y se lo da a quien le
place. 33 Al momento se cumplió en
Nabucodonosor la palabra; fué arro¬
jado de en medio de los hombres, y
comió hierba como los bueyes, y su
cuerpo se empapó del rocío del cielo,
hasta que llegaron a creeerle los
cabellos como plumas de águila y
las uñas como las de las aves de
rapiña.
Curación.
34 Al cabo del tiempo señalado, yo,
Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo
y recobré la razón. Yo bendigo al
Altísimo, alabo y glorifico al que
domina con eterno dominio, y cuyo
reino perdura de generaciones en
generaciones. 35 A sus ojos todos los
habitantes de la tierra son nada,
y con el ejército de los cielos y con
los habitantes de la tierra hace según
su voluntad, sin que nadie pueda
resistirse a su mano y decirle: ¿Qué
es lo que haces? 36 Recobré entonces
la razón y me fueron devueltas la
gloria de mi reino, mi magnificencia
y mi grandeza, y me llamaron mis
consejeros y mis grandes, y fui res¬
tablecido en mi reino, y todavía se
acrecentó más mi poderío; 37 y ahora
yo, Nabucodonosor, alabo, ensalzo y
glorifico al rey del cielo, cuyas obras
todas son verdad, cuyos caminos
todos justos, y que puede humillar
a los que andan en soberbia.
El festín de Baltasar.
5 1 El rey Baltasar (1) dió un gran
banquete a mil de sus príncipes,
y con ellos estaba bebiendo su vino.
(i) El contenido de este capítulo muestra la
santidad del templo y el respeto en que debían ser
tenidos los vasos sagrados. Como profanador de
ellos, el príncipe caldeo recibe su merecido castigo
760
DANIEL, 5
2 Excitado por el vino, mandó Balta¬
sar que ie llevasen los vasos de oro
y plata que Nabucodonosor, su padre,
había eogido del templo de Jerusa-
lén, para que se sirviesen de ellos
para beber el rey y sus príncipes,
sus mujeres y sus concubinas. 3 Se
trajeron, pues, los vasos de oro que
habían sido arrebatados al templo
de la casa de Dios, de Jcrusalén, y
con ellos bebieron el rey y sus prín¬
cipes, sus mujeres y sus concubinas.
4 Bebían el vino y alababan a sus
dioses de oro y plata, de hierro y de
bronce, de leño y de piedra.
La escritura misteriosa cu
la pared.
6 En aquellos momentos aparecie¬
ron los dedos de una inano de hombre,
que escribían delante del camlelcro,
en el revoco de la pared del palacio
real, viendo el rey el extremo de la
mano que escribía. 6 Mudó entonces
el rey el color y sus pensamientos
le turbaron; se relajaron los músculos
de sus lomos, y sus rodillas daban
una contra otra. 7 Gritó el rey en voz
muy fuerte que llamasen a los magofc,
caldeos y adivinos, y hablándoles,
dijo: El que descifre esa escritura y
me la interprete, será vestido de
púrpura, llevará collar de oro al
cuello y será el tercero en el gobierno
del reino. 8 Entraron todos los sabios
del rey, pero ninguno pudo descifrar
la escritura ni dar al rey su interpre¬
tación. 9 Turbóse sobremanera el
rey Baltasar, mudó de color y se
consternaron sus príncipes.
10 La reina, llevada del clamoreo
del rev y de los príncipes, entró en la
sala del banquete, y tomando la
palabra, dijo: Vive por siempre,
¡oh revi, que no te turben tus pensa¬
mientos ni se demude tu rostro;
11 que hay en tu reino un hombre
que 'tiene en sí el espíritu de los
santos dioses, y ya en los tiempos de
tu padre, el rey, fué hallada en él
una sabiduría semejante a la sabi¬
duría de los dioses, a quien el rey
Nabucodonosor, tu padre, el rey,
hizo jefe de magos, astrólogos, cal¬
deos y adivinos, 12 porque se halló
en él, en Daniel, llamado Baltasar
por el rey, un espíritu superior de
ciencia e inteligencia, la facultad de
interpretar los sueños, de explicar j
os enigmas, de resolver las dudas. '
Llama, pues, a Daniel, y él te dará
la interpretación.
Daniel interpreta la escritura.
13 Fué, pues, introducido Daniel
a la presencia del rey; y tomando
el rey la palabra, dijo a Daniel:
¿Eres tú Daniel, de los hijos de Judá,
que el rey, mi padre, trajo de Jcru¬
salén? 14 Me lian dicho de ti que tienes
en ti el espíritu de los dioses, y que
hay en ti luz y entendimiento y gran
sabiduría. 15 Ahora acaban de traerme
sabios y astrólogos para leer esta
escritura y darme su interpretación,
pero ninguno ha podido explicarme
la cosa. 16 He oído de ti que puedes
resolver las dudas y aclarar las oscu¬
ridades. Si me lees esa escritura y
me das su interpretación, serás ves¬
tido de púrpura, llevarás al euello
collar de oro y serás el tercero en el
reino.
17 Respondió entonces Daniel, di¬
ciendo al rey: Sean para ti tus dones,
loh rey!, y haz a otro tus mercedes.
Yo leeré al rey lo escrito y le daré
la interpretación. 18 El Dios Altísimo,
loh reyl, dió a Nabucodonosor, tu
padre, el reino, la grandeza, la gloria
y la magnificencia. 19 Por la grandeza
que le dió, temblaban ante él y le
temían todos los pueblos, naciones
y lenguas: Mataba a quien quería
y a quien quería daba la vida; engran¬
decía a quien quería v a quien quería le
humillaba. 20 Alas cuando su corazón
se ensoberbeció y su espíritu se
endureció altivo, fué depuesto del
troiio de su reino y despojado de su
gloria. 21 Fué arrojado de entre los
¡lijos de los hombres, se hizo seme¬
jante a las bestias y moró con los
asnos salvajes. Diéronle a comer
hierba, como a los bueyes, y se em¬
papó su cuerpo del rocío del cielo,
hasta que conoció que el Altísimo
es el dueño del reino de los hombres
y pone sobre él a quien le place.
22 Y tú, Baltasar, hijo suyo, sa¬
biendo eslo, no has humillado tu
corazón. 23 Te has alzado contra el
Señor de los ciclos, lian traído ante
ti los vasos de su casa y os habéis
servido de ellos para beber el vino
tú y tus grandes, tus mujeres y tus
concubinas; has alabado a dioses de
plata y de oro, de bronce y de hierro,
de leño y de piedra, que ni ven, ni
entienden, y no has dado gloria al
DANIEL, 6
761
Dios que tiene en sus manos tu vida
y es el dueño de todos tus caminos.
24 Por eso ha mandado él esa mano
que ha trazado esa escritura. 26 La
escritura es: Mene , mene , iequel , ufar -
¿m(l) 26 yésta es su interpretación:
Mene , ha contado Dios tu reino y le
ha puesto fin; 27 tequel , has sido pesado
en la balanza y hallado falto de peso;
28 ufarsin y ha sido roto tu reino y dado
a los medos y persas.
29 Mandó entonces Baltasar ves¬
tirle de púrpura, poner a su euello
el collar de oro, y pregonar de él
que era el tereero en el reino.
La realización.
30 Aquella misma noehe fué muerto
Baltasar, rey de los v caldeos, 31 y
Darío, rey de Media, sea poderó del
reino a los sesenta y dos años.
Insidias de los cortesanos de
Darlo contra Daniel.
() 1 Resolvió Darío constituir en su
reino ciento veinte sátrapas que
gobernasen el reino, 2 y sobre ellos
tres presidentes de los cuales uno
fué Daniel, a quien diesen cuenta
los sátrapas, para que no fuese per¬
judicado el rey. 3 Era Daniel superior
a sátrapas y presidentes, porque había
en él más espíritu, y el rey pensó
en ponerle sobre todo el reino. 4 * En¬
tonces presidentes y sátrapas bus¬
caron ocasión de acusar a Daniel
en lo tocante a la administración
del reino, mas no hallaron ninguna
eosa por que denunciarle, pues era
fiel y no se veía en él falta ni negli¬
gencia.
5 Dijeron entonces aquellos hom¬
bres: Ño hallaremos en Daniel eosa
de que acusarle, si no es por la ley
de su Dios (2). 6 Vinieron, pues,
presidentes y sátrapas a la presencia
del rey, y le dijeron así: Vive por
siempre, rey Darío, 7 todos los prín¬
cipes de tu reino, presidentes, sátra¬
pas, magistrados y júeees, lian acor¬
dado en consejo que se promulgue
(1) La traducción de estas palabras es: Con¬
tado: Una mina, un cielo y dos medias minas. La
interpretación la da el texto a continuación.
(2) En este capítulo tenemos un episodio de la
vida de Daniel semejante al del capítulo 3, y
que termina, como aquél, con la glorificación del
Dios de Israel.
y confirme un real edicto, mandando
que cualquiera que en el espacio de
treinta días hiciere petición alguna
a dios 11 hombre, fuera de ti, ¡oh reyl,
sea arrojado al foso de los leones.
8 Confirma, pues, ¡oh reyl, el edicto,
y fírmalo para que no pueda ser
revocado conforme a la irrevocable
ley de Media y de Persia. 9 Firmó,
pues, el rey Darío el edicto y la pro¬
hibición.
Daniel no cumple el edicto
del rey.
10 Cuando supo Daniel que había
sido firmado el edicto, entróse en
su casa, y abiertas las ventanas de
su cámara que daban hacia la ciudad
de Jerusalén, hincábase de rodillas
tres veees al día y oraba, confe¬
sando a su Dios, como solía hacerlo
antes. 11 Entonces apresuráronse a
venir aquellos hombres, y hallaron
a Daniel orando y rogando a su
Dios. 12 Llegáronse luego al rey y le
hablaron acerca del real edicto: ¿No
has firmado tú un edicto mandando
que cualquiera que en el espacio de
treinta días hiciese petición a dios
u hombre, sino a ti, ¡oh reyl, sea
arrojado al foso de los leones? Res¬
pondió el rey, diciendo: Así es, según
la ley de Media y Persia, que no
puede revocarse. 13 Entonees respon¬
dieron ellos diciendo al rey: Pues
Daniel, de los hijos de la cautividad
de los judíos,* no teniendo cuenta de
ti, ioh rey!, ni del edicto firmado,
tres veces al día haee su oración.
14 Al rey, cuando esto oyó, pesóle
sobremanera, y se propuso salvar
a Daniel, y hasta la puesta del
sol estuvo haciendo esfuerzos por li¬
brarle.
15 Pero aquellos hombres se reunie¬
ron ante el rey y le dijeron: Has de
saber, ¡oh reyl, que es ley de Media y
de Persia que edicto u ordenanza
que el rey firma es irrevocable.
Daniel arrojado al foso de los
leones.
16 Mandó entonees el rey que trajeran
a Daniel y le arrojaran al foso de los
leones. Y hablando el rey a Daniel,
le dijo: Quiera salvarte tu Dios a
quien perseverante sirves. 17 Trajeron
una piedra que. pusieron sobre la
762
DANIEL, 7
boca del foso, y la selló el rey con su
anillo y con los anillos de sus grandes,
para que en nada pudiera mudarse
la situación de Daniel.
18 Fuése luego el rey a su palacio,
y se acostó en ayunas, no se tocaron
ante él instrumentos de música, y
huyó de sus ojos el sueño. 19 Levan¬
tóse, pues, muy de mañana, y se fue
apresuradamente al foso de los leones;
20 y acercándose al foso de los leones,
llamó con tristes voces a Daniel, y
hablando el rey a Daniel, decía:
Daniel, siervo del Dios vivo, el Dios
tuyo a quien perseverante sirves, ¿ha
podido librarte de los leones? 21 En¬
tonces dijo Daniel al rey: Vive por
siempre, ¡oh rey! 22 Mi Dios ha enviado
su ángel, que ha cerrado la boca
de los leones para que no me hiciesen
mal, porque delante de él ha sido
hallada en mí justicia, y aun delante
de ti, ¡oh rey!, nada lie hecho de malo.
23 Púsose entonces muy contento el
rey, y mandó que sacasen del foso
a Daniel. Daniel filé sacado del foso
y no hallaron en él herida alguna,
porque había tenido confianza en su
Dios. 24 Mandó el rey que los hom¬
bres que habían acusado a Daniel
fueran traídos y arrojados al foso
de los leones, ellos, sus hijos y sus
mujeres, y antes que llegasen al
fondo del foso, los leones los cogieron
y quebrantaron todos sus huesos.
Darío da jjloria a I>ios.
26 Entonces el rey Darío escribió
a todos los pueblos, naciones y len¬
guas que habitan en toda la tierra:
Paz mucha. 26 Mando que en toda
la extensión de mi reino teman todos
y tiemblen ante la presencia del Dios
de Daniel, porque é! es el Dios vivo,
y eternamente subsiste su reino, que
no será jamás destruido, y su domi¬
nación, que perdurará hasta el fin.
27 El libra y salva, y obra señales y
portentos en los cielos y en la tierra.
El ha librado a Daniel del poder
de los leones. 28 Daniel prosperó
durante el reinado de Darío y durante
el reinado de Ciro, persa.
Visión de las cuatro bestias.
n 1 El año primero de Baltasar, rey
v de Persia, tuvo Daniel un sueno
y vió visiones de su.espíritu mientras
estaba en su lecho. En seguida escri¬
bió el sueño contando lo principal
de él.
2 Comenzó Daniel diciendo: Yo
miraba durante mi visión nocturna,
y vi irrumpir en el mar grande los
cuatro vientos del cielo, y salir del
mar cuatro grandes bestias, diferen¬
tes una de otra (1). 4 La primera
bestia era como león con alas de
águila. Yo estuve mirando hasta que
le fueron arrancadas las alas y fué
levantado de la tierra, poniéndose
sobre dos pies a modo de hombre,
y le fué dado corazón de hombre.
8 Y he aquí que una segunda bestia
semejante a un oso, y que tenía en
su boca entre los dientes tres cos¬
tillas, se estaba a un lado y le dijeron:
levántate a comer mucha carne. 6 Se¬
guí mirando después de esto; y he
aquí otra tercera semejante a un
leopardo, con cuatro alas en sus
espaldas y cuatro cabezas, y le fué
dado el dominio. 7 Seguía yo mirando
en la visión nocturna, y vi la cuarta
bestia, terrible, espantosa, sobre¬
manera fuerte, con grandes dientes
oe hierro y garras de bronce. Devoraba
y trituraba, y las sobras las macha¬
caba con los pies. Era muy diferente
de todas las bestias anteriores, y
tenía diez cuernos.
8 Estando yo contemplando los
cuernos, vi que salía de entre ellos
otro cuerno pequeño, y le fueron
arrancados tres de los primeros, y este
otro tenía ojos‘como de hombre y
una boca que hablaba con gran arro¬
gancia.
El anciano de días y el juicio.
9 Estuve mirando hasta que fue¬
ron puestos tronos, y vi a un an¬
ciano de muchos días, cuyas vesti¬
duras eran blancas como la nieve
y los cabellos de su cabeza como lana
blanca. Su trono llameaba como lla¬
mas de fuego y las ruedas eran fuego
ardiente. 10 Un río de fuego procedía
y salía de delante de él, y le servían
millares de millares, y le asistían
millones de millones. Sentóse el tri¬
bunal, y fueron abiertos los libros.
(i) Estas cuatro fieras tienen la misma sig¬
nificación que las diversas partes de la estatua
vista por Nabucodonosor, y no hay duda deque
la cuarta sea el reino de Siria, y este cuerno que
dice grandes blasfemias, Antloco IV. el gran
perseguidor de los judíos.
DANIEL, 8
763
11 Yo seguía mirando a la bestia
a causa de las grandes arrogancias
que hablaba su cuerno, y la estuve
mirando hasta que la mataron, y su
cuerpo fue destrozado y arrojado al
fuego para que se quemase. 12 A las
otras bestias se les había quitado
el dominio, pero les había sido pro¬
longada la vida por cierto tiempo.
El hijo del hombre.
13 Seguía yo mirando en la visión
nocturna; y vi venir en las nubes del
cielo a un como hijo de hombre,
que se llegó al anciano de muchos
días y fué presentado a éste (1).
14 Fuéle dado el señorío, la gloria y el
imperio, y todos los pueblos, naciones
y lenguas le sirvieron, y su dominio
es dominio eterno que no acabará
nunca, y su imperio, imperio que
nunca desaparecerá.
15 Turbéme sobremanera, yo, Da¬
niel, en mi cuerpo, y las visiones de
mi mente me asombraron. 16 Llegué-
me a uno de los asistentes y le rogué
que me dijera la verdad acerca de
todo esto. Hablóme él y me declaró
la interpretación: 17 Esas grandes
bestias, cuatro, son cuatro reyes que
se alzarán en la tierra. 18 Después
recibirán el reino los santos del Altí¬
simo y lo retendrán por siglos, por los
siglos de los siglos. 19 Sentí entonces
el deseo de informarme más exac¬
tamente acerca de la bestia cuarta,
tan diferente de todas las otras,
sobremanera espantosa, de los dientes
de hierro y las garras de bronce,
que devoraba y trituraba y hollaba
las sobras con sus pies, 20 así como
también acerca de los diez cuernos
que tenía en la cabeza, y de aquel
otro que le había salido y ante el
cual se le habían caído tres, y que
tenía ojos y boca que decía grandes
arrogancias, y parecía más grande
que todos los otros. 21 Vi yo que este
cuerno hacía guerra a los santos y
los vencía, 22 hasta que vino el an¬
ciano de muchos días y se hizo justi¬
cia a los santos del Altísimo y llegó
el tiempo en que los santos se apode¬
raron duraderamente del reino.
(i) Este personaje, semejante a un hijo de
hombre, es el rey Mesías, a quien será conferido
todo poder. Jesucristo hace alusión a este pasaje
ante el Sumo Sacerdote (Mt., 26, 64). Que este
reino sige el sirio, no prueba que le haya de
suceder inmediatamente. Es la misma ley que
observamos en todos los profetas.
El cuarto reino.
23 Díjome así: La cuarta bestia es
un cuarto reino sobre la tierra, que
se distinguirá de todos los otros reinos
y devorará la tierra toda y la hollará
y la triturará. 24 Los diez cuernos
son diez reyes que en aquel reino se
alzarán, y tras ellos se alzará otro
que diferirá de los primeros, y derri¬
bará a tres de estos reyes. 26 Hablará
palabras arrogantes contra el Altísimo,
y quebrantará a los santos del Altí¬
simo, y pretenderá mudarlos tiempos
y la ley. Aquéllos serán entregados
a su poder por un tiempo, tiempos,
y medio tiempo. 26 Pero se sentará
el tribunal y le arrebatarán el domi¬
nio, hasta destruirle y arruinarle del
todo, 27 dándole el reino, el dominio
y la majestad de todos los reinos
de debajo del cielo, al pueblo de los
santos del Altísimo, cuyo reino será
eterno y le servirán y obedecerán
todos los señoríos.
28 Aquí acabó la plática. Yo Daniel,
anduve sobremanera turbado por mis
pensamientos, demudado el color, y
guardé todo esto en mi corazón.
La visión del carnero y el macho
cabrio.
8 1 El año tercero del reinado de
Baltasar, yo, Daniel, tuve una
visión a más de la que había tenido
anteriormente, 2 y estando en la
visión, parecióme hallarme en Susa,
la capital en la provincia de Elam,
y estar durante la visión cerca del
río Ulai (1). 3 Alcé los ojos, y miré,
y vi un carnero que estaba delante
del río. Tenía dos cuernos, y aunque
ambos eran altos, el uno era más alto
que el otro, habiendo crecido más
después del otro. 4 Vi al carnero
acornear a poniente, a norte y medio¬
día, sin que bestia alguna pudiera
resistirle, y sin que nadie pudiera
librarse de él. Hacía cuanto quería y
se engrandeció. 6 Pero en esto vino
un macho cabrío sin tocar la tierra
con sus pies y con un gran cuerno
entre los ojos. 6 Llegó al carnero de
os dos cuernos que había visto de-
(1) Los versos 2-8 nos presentan las luchas
del imperio persa con el macedónico y la división
de éste a la muerte de Alejandro Magno. Los
versos 9-25 narran la aparición de Antíoco IV,
que lucha contra el Oriente, el Occidente y con¬
tra Dios, persiguiendo a su religión y a su pueblo
764
DANIEL, 9
lante del rio, y corrió contra él con
la furia de su fortaleza. (i) * * * * * 7 * * Vi que le
acometía, rompiéndole ambos cuer¬
nos, sin que el carnero tuviera fuerza
para resistirle, y echándole por tierra
le pisoteó, sin que nadie pudiera
librar al carnero.
8 El macho cabrío llegó a ser muy
potente, pero cuando lo fué, se le
rompió el gran cuerno, y en su lugar
le salieron cuatro cuernos, uno a
cada uno de los vientos del ciclo.
9 Del uno de ellos salió un cuerno
pequeño, que creció mucho hacia el
mediodía y el oriente y hacia la
tierra gloriosa; 10 engrandecióse hasta
llegar al ejército de los cielos, y echó
a tierra estrellas y las holló. 11 Aun
contra el príncipe del ejército se
irguió y le quitó el sacrificio perpetuo,
y destruyó su santuario. 12 Convocó
impíamente ejércitos contra el sacri¬
ficio perpetuo, echó ‘por tierra la
verdad, hizo con buen éxito lo que
quiso. 13 Entonces oí hablar a uno
de los santos, respondiendo a otro
santo que le preguntaba: ¿Hasta
cuándo va a durar esta visión del
sacrificio perpetuo y de la asoladora
prevaricación del llamar tropas, >
del santuario y del ejército de los
cielos quebrantados? 14 * * * Entonces dijo:
Hasta dos mil trescientos, tarde y
mañana. Luego será restablecido el
gran santuario.
15 Mientras yo, Daniel, contemplaba
la visión y buscaba su explicación,
púsose ante mi un como hombre;
10 y ol una voz de hombre que de
en medio del Ulai gritaba y decía:
Gabriel, explícale a éste la visión.
17 Vino éste luego cerca de donde
estaba yo, y al acercarse me sobre¬
cogí y cal sobre mi rostro. El me dijo:
Atiende, hijo de hombre, que la vi¬
sión es del fin de los tiempos. 18 Al
hablarme cal entontecido sobre el
rostro; pero él me tocó y me hizo
estar en pie, 19 * y me dijo: Voy a ense¬
ñarte lo que sucederá al fin del
tiempo de la ira, pues tendrá fin ese
tiempo.
La explicación.
20 El carnero de dos cuernos que
has visto son los reyes de Media y
de Persia; 21 el macho cabrio es el
rey de Javán, y el gran cuerno de
entre sus ojos es el rey primero; 22 el
romperse y salir en su lugar otros
cuernos, cuatro reyes que se alzarán
en la nación, mas no de tanta fuerza
como aquél. 23 Al final de su domi¬
nación, cuando se completen las pre¬
varicaciones, levantaráse un rey im¬
pudente e intrigante; 24 su poder cre¬
cerá, no por su propia fuerza, y pro¬
ducirá grandes ruinas y tendrá éxitos,
y destruirá a poderosos y al pueblo
de los santos. 25 Por sus prosperida¬
des y por el éxito de sus intrigas se
llenará de arrogancia su corazón, y
liará perecer a muchos que vivían
apaciblemente y se levantará contra
el Príncipe de los príncipes, pero será
destruido sin que intervenga mano
alguna. 26 La visión de tardes y ma¬
ñanas es verdadera, guárdala en tu
corazón porque es para mucho tiempo.
27 Yo, Daniel, quedé quebrantado,
y estuve enfermo algunos días, y
cuando convalecí, me ocupé en los
asuntos del rey. Estaba asombrado
de la visión, pero nadie la supo.
Profecía «le las setenta semanas.
1 El año primero de Darlo, hijo
de Asuero, de la nación de los
medas, que vino a ser rey del reino
de los caldeos, 2 el año primero de
su reinado, yo, Daniel, estaba estu¬
diando en los libros el número de los
setenta años que habían de cumplirse
sobre las ruinas de Jerusalén, con¬
forme al número de años de que dijo
Ya ve a Jeremías, profeta (1). 3 Vol-
(i) Este vaticinio es el más conocido de Da¬
niel. Su punto de partida es el vaticinio de los
setenta años de Jeremias. Pero estos setenta años
se convierten aquí en setenta semanas de años
o sea en setenta años sabáticos (Lev., 25 )» Y su
término es la justicia sempiterna, el cumpli¬
miento de las profecías y la unción del santí¬
simo. Esas setenta semanas se dividen en cuatro
grupos: el primero de siete semanas, que com¬
prende los que van desde la cautividad hasta la
liberación (587-539). El cristo que señala el
término de este período debe de ser Ciro
(Is., 45, 1). El segundo período, de sesenta y
dos semanas, llena el largo espacio que va
desde la vuelta del cautiverio con las luchas
por la reedificación del templo y de la ciudad,
contadas en Esdras y Nchemíus, hasta la muer¬
te de un ungido, el cual no es otro que el Pon¬
tífice Onías, cuya muerte, acaecida en 171, es
narrada en el II Mac., 4. 30-42). Queda una
semana, que será de persecución, la cual el in¬
térprete divide en dos mitades con la supre¬
sión del sacrificio perpetuo realizada por An-
tioco IV en 168, y que duró tres años. La
salud mesiánica vendrá después; pero tampoco
inmediatamente después, como acaece en los
DANIEL, 9
765
vi mi rostro al Señor, Dios, buscán¬
dole en oración y plegaria, en ayuno,
saco y ceniza; 4 y oré a Yavc, mi
Dios, y le hice esta confesión:
Oración j confesión de Daniel.
Señor, Dios grande y temible, que
guardas la alianza y la misericordia
con los que te aman y cumplen tus
mandamientos: 5 Hemos pecado, lie¬
mos obrado la iniquidad, liemos sido
perversos y rebeldes, nos liemos apar¬
tado de tus mandamientos y tus jui¬
cios; 6 no liemos hecho caso a tus
siervos, los profetas, que en tu nom¬
bre hablaron a nuestros reyes, a
nuestros príncipes, a nuestros padres
y a todo el pueblo de la tierra.
7 Tuya es, Señor, la justicia, y nues¬
tra la vergüenza en el rostro, que
llevan hoy todos los hombres de Judá,
los moradores de Jerusalén, todos los
de Israel, los de cerca y los de lejos,
en todas las tierras a que los arro¬
jaste por las rebeliones con que contra
ti se rebelaron. 8 Oh Yavc, nuestra
es la vergüenza en el rostro de nues¬
tros reyes, de nuestros príncipes, de
nuestros padres, porque contra ti pe¬
camos. 9 Pero es de Ya ve, nuestro
Dios, el tener misericordia y el per¬
donar, aunque nos hayamos rebelado
contra él. 10 No obedecimos la voz
de Yave, nuestro Dios, andando en
sus leyes,' que por inano de sus profe¬
tas puso delante de nosotros; 11 y todo
Israel traspasó tu ley, alejándose para
no oír tu voz. Por eso vino sobre
nosotros la maldición y el juramento
escrito en la ley de Moisés, siervo
de Dios; por haber pecado contra El.
12 El ha cumplido su palabra, la que
dijo de nosotros y de los jefes que
nos gobiernan, trayendo sobre nos¬
otros males tan grandes como no los
hubo nunca debajo del cielo, cual
fué el hecho en Jerusalén. 13 Vino
todo este mal sobre nosotros como
está escrito en la ley de Moisés, y
no hemos implorado a Yavc, nuestro
Dios, con virtiéndonos de nuestras ini¬
quidades, y haciendo verdad. 14 Por
eso veló Yave sobre este mal, y lo
trajo sobre nosotros, porque justo es
demás profetas. El número de los años de cada
grupo no se ajusta matemáticamente a los años
de la historia; pero téngase en cuenta que
Daniel es un profeta, no un historiador, y aun
en estos últimos cabrían tales aproximaciones.
Yave, nuestro Dios, en todas cuantas
obras hace; pues no obedecimos su voz.
16 Ahora, pues, Señor, Dios nues¬
tro, que sacaste a tu pueblo de la
tierra de Egipto con mano poderosa,
y te hiciste nombre cual lo tienes hoy:
hemos pecado, hemos obrado impía¬
mente; 16 pero, Señor, según tu gran
misericordia, aparta tu ira y tu furor
de tu ciudad de Jerusalén, de tu
monte santo, pues por nuestros pe¬
cados y las iniquidades de nuestros
padres, Jerusalén y tu pueblo son el
oprobio de cuantos nos rodean. 17 Oye,
pues, Dios nuestro, la oración de tu
siervo, oye sus plegarias, y por amor
de ti, Señor, haz brillar tu faz sobre
tu santuario devastado. 18 Oye, Dios
mío, y escucha. Abre los ojos y mira
nuestras ruinas, mira la ciudad sobre
la que se invoca tu nombre, pues no
por nuestras justicias te presentamos
nuestras súplicas, sino por tus gran¬
des misericordias. 19 ¡Escucha, Señor!
¡Señor, perdona! ¡Atiende, Señor, y
obra, no tardes, por amor de ti,
Dios mío, ya que es invocado tu
nombre sobre tu ciudad y sobre tu
pueblo!
La respuesta de Dios por medio
del ángel Gabriel.
20 Todavía estaba yo hablando, ro¬
gando, confesando mi pecado y el
pecado de mi pueblo, Israel, y pre¬
sentando mis súplicas a Yave por el
monte santo de mi Dios; 21 todavía
estaba hablando en mi oración, y
aquel varón, Gabriel, a quien antes
vi en la visión, volando rápidamente
se llegó a mí como a la hora del
sacrificio de la tarde. 22 Me enseñó,
hablando conmigo, y me dijo: Daniel,
vengo ahora para hacerte entender.-
23 Cuando comenzaste tu plegaria fué
dada la orden, y vengo para dártela £
conocer, porque eres el predilecto. Oye,
pues, el decreto y entiende la visión:
24 Setenta semanas están prefini¬
das sobre tu pueblo y sobre tu ciu¬
dad santa, para acabar las transgre¬
siones y dar fin al pecado, para ex¬
piar la iniquidad y traer la justicia
eterna, para sellar la visión y la
profecía y ungir al santísimo.
25 Sabe, pues, y entiende que desde
la salida del edicto de restauración
y edificación de Jerusalén, hasta un
ungido príncipe, habrá siete semanas
y sesenta y dos semanas, y en tiein-
766
DANIEL, 10, 11
pos de angustia se reedificarán plazas
y muros. 26 Al cabo de las sesenta
y dos semanas, será muerto un ungi¬
do, aunque nada haya contra él. El
pueblo de un jefe que vendrá, des¬
truirá la ciudad y el santuario, pero
su fin llegará como una inundación,
las devastaciones durarán hasta el
fin de la guerra; 27 hará pacto con
muchos en una semana, y a la mitad
de ella hará cesar el sacrificio y la
oblación y poner en el pináculo una
abominación devastadora, hásta que
la consumación decretada venga sobre
el devastador.
Luchas del pueblo de Dios y su
liberación.
10 1 El año tercero de Ciro, rey
de Persia, fue hecha a Daniel,
llamado Baltasar, una revelación.
Esta revelación es verdadera y anun¬
cia una gran calamidad. Puso aten¬
ción a la revelación, y tuvo la inte¬
ligencia de la visión (1). 1 2 Por
aquellos días yo, Daniel, estuve en
duelo tres semanas. 3 No comí man¬
jar delicado ni entró carne ni vino
en mi boca ni me ungí, hasta que no
pasaron las tres semanas. 4 * El día
veinticuatro del primer mes hallába¬
me a las orillas del gran río, el Jidde-
quel. 6 Alcé los ojos y miré, viendo
a un varón vestido de lino y con un
cinturón de oro de Ufaz. 6 Su cuerpo
era como de crisólito, su rostro res¬
plandecía como el relámpago, sus
ojos eran como brasas de fuego, sus
brazos y sus pies parecían de bronce
bruñido, y el sonido de su voz era
como el rumor de las muchedumbres.
7 Yo, Daniel, sólo yo vi la visión;
los que conmigo estaban no vieron
nada, pero se sobrecogieron de gran
terror y huyeron a esconderse.
8 Quedéme yo solo, y vi esta gran
visión. No quedaron en mí fuerzas,
se demudó el color de mi rostro,
quedé desencajado y perdí todo mi
vigor. 0 Oí el sonido de sus palabras,
y en oyendo el sonido de sus palabras,
caí aturdido, rostro a tierra. 10 Pero
(i) Esta última visión de Daniel abarca los
tres capítulos io a 12, de los cuales el primero
habla de las luchas entre Persia y Macedonia;
el segundo, de las luchas entre Siria y Egipto;
prosigue con las invasiones de Antíoco contra la
Judea, y acaba con un trozo netamente escato-
lógico, en que se habla de la resurrección de los
muertos y del fin de las cosas.
me tocó una mano, sacudiendo mis
rodillas y mis manos, 11 y me dijo;
Daniel, varón predilecto, está aten¬
to a las palabras que voy a decirte
y ponte en pie en el lugar en que
estás, pues he sido enviado a ti. Una
vez que me habló, páseme en pie
temblando. 12 Díjomc: Nada temas,
Daniel, pues desde el primer día en
que diste tu corazón a entender y a
humillarte en la presencia de tu Dios,
fueron oídas tus palabras, y por ellas
he venido yo a ti; 13 pero el príncipe
del reino de Persia se me opuso vein¬
tiún días, mas Miguel, uno de los
príncipes supremos, vino en mi ayuda,
y yo me quedé allí junto a los reyes
de Persia (1). 14 Vengo ahora para
darte a conocer lo que sucederá a tu
pueblo en los tiempos a venir, pues a
estos tiempos se refiere la visión.
15 Mientras me decía estas pala¬
bras, estaba yo con los ojos puestos
en la tierra y mudo; 16 cuando he
aquí que uno que parecía un hijo
de hombre tocó mis labios, abrí la
boca y hablé, diciendo al que delante
de mí estaba; Mi Señor, la visión me
ha llenado de espanto y lie perdido
todo vigor. 17 ¿Cómo va a poder el
siervo de mi Señor hablar a mi
Señor? Me faltan las fuerzas y no
tengo aliento. 18 Entonces el que
parecía hijo de hombre me tocó de
nuevo y 111 c confortó. 19 Luego me
dijo; Nada temas, varón predilecto,
sea contigo la paz. 1 Animo, valorl
Y en hablándome recobré mis fuer¬
zas, y dije; Hable mi Señor, pues tú
me has fortalecido. 20 El me dijo;
¿Sabes para qué he venido yo a ti?
Porque tengo que volverme luego a
luchar con el príncipe de los persas,
y cu saliendo yo vendrá el príncipe
de Javán. 21 Pero yo te daré a cono¬
cer lo que está escrito en el libro de
la verdad. Nadie me ayuda contra
ellos, si no es Miguel, vuestro Príncipe.
Las luchas ruin» J^iria y l'qipto.
1 El año primero de Darío,
medo, yo estuve allí para ani¬
marle y sostenerle. 2 Y ahora voy a
darte a saber la verdad. Habrá toda-
(1) Los ángeles de los dos reinos, que de¬
fienden cada uno el que tienen encomendado,
luchan como luchan los reinos mismos. Miguel,
el ángel tutelar de Israel, interviene, por cuanto
esas luchas no son extrañas a los intereses del
pueblo de Dios.
DANIEL, 11
767
vía tres reyes en Persia (1), y el
cuarto acumulará más riquezas que
los otros; cuando por sus riquezas
sea poderoso, se levantará contra el
reino de Javán. 1 2 3 Pero se alzará un
rey valeroso que dominará con gran
poder y hará cuanto quiera (2). 4 * * Y
cuando esté en la altura se romperá
su reino y será dividido hacia los
cuatro vientos; no será de sus des¬
cendientes ni ya tan poderoso como
fué, pues será dividido y pasará a
otros distintos de ellos,
6 El rey del mediodía vendrá, se
hará fuerte, pero uno de sus jefes
será más fuerte que él y dominará
siendo potente su dominación (3).
6 Al cabo de algunos años se aliarán,
y la hija del rey del mediodía vendrá
al rey del norte para restablecerla
concordia, pero no conservará ella
la fuerza de brazo, ni permane¬
cerá él ni su brazo; ella será entre¬
gada con los que la trajeron, con su
padre y con el que entonces había
sido su sostén. 7 Un retoño de sus
raíces se alzará en su lugar, y vendrá
con ejército y entrará en las plazas
fuertes del rey del norte, dispondrá
de ellas y se hará poderoso. 8 Aun a
sus dioses, sus imágenes fundidas, y
sus objetos preciosos de plata y oro,
los cogerá y se los llevará a Egipto.
Estará luego algunos años alejado del
rey del norte, 9 y éste marchará contra
el rey del mediodía y se volverá a
su tierra.
10 Sus hijos saldrán a campaña y
reunirán una muy grande muchedum¬
bre de tropas; uno de ellos avanzará
y se derramará como un torrente, se
desbordará, pero se volverá, y lle¬
vará las hostilidades hasta las forta¬
lezas del rey del mediodía. 11 El rey
del mediodía se enfurecerá, y saliendo,
atacará, al rey del norte; levantará
una gran muchedumbre y las tropas
del rey del norte serán puestas en sus
manos. 12 Esta muchedumbre se enso¬
berbecerá y el corazón del rey se
(1) Estos tres reyes son Ciro, Cambises y
Darío I; el cuarto es Jerjes, que invadió la Gre¬
cia. Se omiten otros seis reyes, hasta Darío II,
el vencido por Alejandro.
(2) Este rey fuerte es Alejandro Magno, cuyo
imperio, después de su muerte y al cabo de
grandes luchas, acabó por dividirse en cuatro
reinos: Egipto, Siria, Asia Menor y Macedonia.
(3) Este trozo, hasta el verso 40, nos pre¬
senta las relaciones entre Egipto (el rey del Aus¬
tro) y Siria (el rey del Norte). Los primeros
son Tolomeo Lagos (323-285) y Seleuco Nica-
tor (323*280), fundadores de estos reinos.
hinchará, derribará a muchos milla¬
res, pero no triunfará, 13 porque el
rey del norte volverá con una muche¬
dumbre más numerosa que la primera,
y al cabo de algún tiempo, de unos
años, marchará con un gran ejército
y muchas riquezas. 14 Entonces se al¬
zarán muchos contra el rey del me¬
diodía, y hombres .violentos de tu
pueblo se rebelarán para cumplir la
visión, y sucumbirán. 15 El rey del
norte avanzará y alzará baluartes y
se apoderará de ciudades fuertes. Los
ejércitos del mediodía no resistirán,
faltos de fuerza para resistir. 16 El
que avanza contra él hará -lo que
quiera y nadie podrá resistirle, y se
quedará en lo mejor de la tierra, ex¬
terminando cuanto caiga en su mano.
17 Querrá hacer lo que con el rey
del mediodía, que le dará su hija
por mujer con la intención de llevarle
a la ruina, pero no sucederá esto y la
cosa no le saldrá como quería. 18 Vol¬
verá sus ojos del lado de las islas, y
tomará muchas, pero un jefe pondrá
fin al oprobio que sobre ellas quiso
echar y el oprobio recaerá sobre él.
19 Acogeráse luego a las fortalezas de
su tierra, pero se tambaleará y caerá
y no se le hallará más.
La persecución contra el pueblo
de Judá.
20 El que le sucederá mandará a
lo mejor de la tierra un exactor, pero
en pocos días será quebrantado y
no por ira ni por guerra. 21 Un hom¬
bre despreciable ocupará su puesto,
sin estar revestido de la dignidad real.
Aparecerá rodeado de paz y se apo¬
derará del reino por la intriga. 22 Las
tropas, que se derramarán como un
torrente quedarán sumergidas ante él
y aniquiladas, así como también un
jefe de la alianza. 23 Después de ha¬
berse concertado con él, usará de
engaños, se pondrá en marcha y con
poca gente vencerá. 24 Entrará en el
suelo de la paz, en los lugares más
fértiles de la provincia, y hará lo
que no hicieron sus padres ni los
padres -de sus padres. Repartirá el
botín, los despojos y las riquezas, y
traerá designios contra las fortale¬
zas, todo esto durante algún tiempo.
25 Al frente de un gran ejército em¬
pleará su fuerza y su ardor contra el
rey del mediodía. El rey del medio¬
día se empeñará en la guerra con un
768
DANIEL, 12
ejército poderoso y muy numeroso,
pero no le resistirá, porque se le hará
traición. 28 Los que comen su pan le
quebrantarán y su ejército será des¬
truido, cayendo muchos muertos.
27 Los dos reyes meditarán en su
corazón hacerse mal, y sentados a la
misma mesa se hablarán falazmente,
mas no les servirá de nada, porque
llegará el fin al tiempo señalado.
28 Volverá a su tierra con grandes
riquezas, y será en su corazón hostil
a la alianza santa, y obrará contra
ella; luego se volverá a su tierra (1).
29 Al tiempo determinado marchará
de nuevo contra el mediodía, pero
esta última vez no sucederán las cosas
como en los tiempos anteriores; 30 ven¬
drán contra él naves de Quittim, y,
descorazonado, retrocederá. Luego,
furioso contra la alianza santa, no
se quedará inactivo, y volverá a con¬
certarse con los que abandonaron
la alianza santa. 31 A su orden se
presentarán tropas que profanarán el
santuario y la fortaleza, y harán cesar
el sacrificio perpetuo y alzarán la abo¬
minación desoladora (2). 82 Sedu¬
cirá con sus halagos a los traidores a
la alianza santa; pero el pueblo que
conoce a su Dios obrará con firmeza,
33 y los sabios de entre ellos instrui¬
rán a la muchedumbre. Caerán de
entre ellos por un tiempo a la espada,
al fuego, al cautiverio y al pillaje, 34 y
mientras sucumben tendrán poco
socorro y muchos se unirán a
ellos hipócritamente. 36 Sucumbirán
también algunos de los prudentes
para que sean depurado^, purificados
y blanqueados, hasta que llegue el
fin, que no llegará sino al tiempo de¬
terminado.
86 El rey hará lo que quiera, se en¬
soberbecerá y se gloriará por encima
de todos los dioses, y dirá cosas increí¬
bles contra el Dios de los dioses.
Prosperará hasta que llegue la ira a
su consumación, porque 1) que está
decretado se cumplirá. 37 No respe¬
tará ni aun al dios de sus padres,
ni a la divinidad que es la delicia de
las mujeres; no respetará dios alguno,
porque se glorificará a sí mismo por
encima de todos. 38 Honrará, sí, en
su pedestal, al dios Mauzim, dios que
no conocieron sus padres; le honrará
(1) Este rey es Antfoco IV, que, a costa de
os judíos, se desquitará de sus reveses militares
de Egipto.
(2) Otra vez se vuelve contra Jcrusalén, dan¬
do lugar a la sublevación de los macabeos.
con oro y plata, con piedras preciosas
y cosas de gran valor. 30 Con ese dios
extraño combatirá las plazas fuertes,
y colmará de honores a los que le
reconozcan, y los hará dominar sobre
muchos, distribuyéndoles tierras en
merced.
40 Al tiempo del fin, el rey del
mediodía chocará con él, y el rey del
norte caerá sobre él como una tem¬
pestad, con carros y jinetes y nume¬
rosas naves; avanzará por las tierras,
se derramará como un torrente y se
desbordará. 41 Entrarán en la más
hermosa de las tierras, y sucumbirán
muchos, pero Edom, *Moab y los
principales de los hijos de Ammón
se librarán de sus manos. 42 Exten¬
derá su mano sobre muchas tierras,
y no escapará la de Egipto; 43 se
adueñará de tesoros de oro y plata
v de todas las preciosidades del
Egipto; libios y etíopes le seguirán.
44 Pero nuevas venidas del oriente y
del norte le asustarán y partirá muy
enfurecido, con ánimo de exterminar
a muchos. 45 Alzará la tienda de su
palacio entre los mares y el monte
glorioso y santo. Mas luego llegará su
fin sin que nadie pueda socorrerle (1).
Triunfo del pueblo elegido.
1 *) 1 Entonces se alzará Miguel, el
1 ~ gran príncipe, el defensor de
los hijos de tu pueblo, y será un tiem¬
po de angustia, tal como no lo hubo
desde que existen las naciones hasta
ese día. Entonces se salvarán los que
de tu pueblo estén escritos en el
libro (2). 2 Las muchedumbres de
los que duermen en el polvo de la
tierra se despertarán, unos para eter¬
na vida, otros para eterna vergüenza
y confusión. 3 Los que fueron inteli¬
gentes brillarán con esplendor de
cielo, y los que enseñaron la justi¬
cia a la muchedumbre resplandecerán
por siempre, eternamente, como las es¬
trellas. 4 Tú, Daniel, ten en secreto
estas palabras, y sella el libro hasta el
tiempo del fin. Muchos entonces le lec-
(1) ir, 40-45. La explicación más razonable
de estos oscuro versículos, 40 a 45. es que el
profeta salta desde Antioco, el gran perseguidor,
a! Aitticristo, que nos pinta con colores tomados
de la historia de Antioco.
(2) Con esto llegamos al fin de las cosas, las
postreras luchas que terminan con la resurrección
final, el triunfo definitivo de todos los siervos
de Dios y el castigo de los impíos.
DANIEL, 13
769
rán y se acrecentará su conocimiento,
6 Yo, Daniel, miré y vi a dos
hombres que estaban en pie, el uno'
al lado de acá del río, el otro del
lado de allá; 6 y uno de ellos dijo al
varón vestido de lino, que estaba so¬
bre las aguas del río: ¿Cuándo será
el fin y sucederán esas promesas?
7 Y oí decir al varón vestido de lino
que estaba sobre las aguas del río,
y que alzando al cielo su derecha y
su izquierda, juró por el que eterna¬
mente vive que eso será dentro de
un tiempo, de tiempos y de la mitad
de un tiempo, y que todo esto se
cumplirá cuando la fuerza del pue¬
blo de los santos estuviera entera¬
mente quebrantada. 8 Yo vi, pero no
entendiendo, pregunté: Mi Señor,
¿cómo será el fin de estas cosas? 9 Y
él respondió: Anda, Daniel, que esas
cosas están cerradas y selladas basta
el tiempo del fin.. 10 Muchos serán
purificados, emblanquecidos y depu¬
rados; los impíos seguirán el mal y
ninguno de los malvados entenderá,
pero los que tienen entendimiento
comprenderán. 11 Después del tiem¬
po de la cesación del sacrificio per¬
petuo y del alzar la abominación deso¬
ladora, habrá mil doscientos noventa
días. 12 Bienaventurado el que espere
y llegue a mil trescientos treinta y
cinco días. 13 Y tú caminarás a tu fin
y descansarás, y te levantarás al
fin de los días.
PARTE DEUTEROCANONICA
(Gr. 13, 14.) (1)
Historia de Susana.
JO 1 Moraba en Babilonia un varón
* ^ cuyo nombre era Joaquín. 2 * Ha¬
bía tomado por mujer a una llamada
Susana, hija de Helcías, muy hermosa
y temerosa de Dios; 3 pues sus padres,
que eran justos, la habían educado
según la ley de Moisés. 4 Era Joa¬
quín muy rico, y tenía contiguo a su
casa un jardín frutal. Concurrían a
su casa los judíos por ser él el más
ilustre de todos.
(i) Este capítulo, que nos presenta la comu¬
nidad judía gozando de amplia autonomía, hasta
imponer penas capitales, nos muestra un hermo¬
so ejemplo de castidad conyugal, que la Iglesia
recuerda^con frecuencia en su liturgia.
6 Aquel año habían sido designa¬
dos jueces dos ancianos de esos
de quienes dijo el Señor: Salió la
iniquidad de Babilonia, de los ancia¬
nos constituidos en jueces, que pare¬
cían gobernar al pueblo. 6 Frecuen¬
taban éstos la casa de Joaquín y a
ellos venían cuantos tenían algún plei¬
to. 7 Hacia el mediodía, cuando el
pueblo se había retirado, entraba Su¬
sana en el jardín de su marido para
solazarse, 8 y viéndola cada día los
dos ancianos entrar y solazarse, sin¬
tieron por ella una pasión vehemente.
9 Y pervertido su juicio, no miraban
al cielo ni se acordaban de los juicios
de Dios.
10 Ambos estaban heridos de amor
por Susana, pero no se lo habían
comunicado entre sí, 11 porque sen¬
tían vergüenza de confesarse uno a
otro su pasión y el deseo que tenían
de unirse a ella, y a porfía buscaban
cada día ocasión de verla. 13 Y así
se dijeron el uno al otro: Vamos a
casa, que ya es la hora de comer.
Y salieron cada uno por su lado;
14 pero dando la vuelta, vinieron a
juntarse ambos en el mismo sitio.
Preguntándose la causa, se declara¬
ron su pasión, y en común espiaron
el momento que pudieran hallarla
sola.
15 Mientras esperaban ellos la opor¬
tunidad, entró Susana en el jardín,
como de costumbre, acompañada
sólo de dos doncellas, para bañarse,
porque hacía mucho calor. 16 Nadie
había allí, fuera de los dos ancianos
que la observaban. 17 Y dijo a las
doncellas: Traedme el. aceite y los
ungüentos y cerrad las puertas, que
quiero bañarme. 16 Hicieron ellas lo
que se las mandaba, y cerrando las
puertas del jardín se salieron por un
postigo para traer lo que se les había
mandado, pero no vieron a los ancia¬
nos, que estaban escondidos.
19 En cuanto salieron las doncellas,
se levantaron éstos y se acercaron a
Susana, 20 diciéndole: Las puertas
están cerradas, nadie nos ve, y nos¬
otros ardemos en pasión por ti; con¬
siente, pues, y entrégate a nosotros;
21 de lo contrario, daremos testimonio
contra ti de que estabas con un jo¬
ven, y que por eso despediste a las
doncellas. 22 Rompió a llorar Susana,
y dijo: Por todas partes me siento
en angustia; porque si hago lo que
me proponéis, vendrá sobre mí la
muerte, y si me niego, no escaparé
49
770
DANIEL, 13
de vuestras manos. 23 Más prefiero
caer inculpable en vuestras manos
a pecar contra el Señor.
24 Y levantando ella la voz, la
levantaron también los dos ancianos
contra ella. 25 Corrió uno de los dos
a abrir las puertas del jardín. 28 Ape¬
nas oyeron los gritos los que estaban
en casa, se precipitaron a entrar
por el postigo en el jardín, para ver
lo que pasaba; 27 Y luego los ancia¬
nos se explicaron, quedando los sier¬
vos grandemente confundidos, por¬
que jamás semejante cosa se había
dicho de Susana.
28 Al siguiente día todo el pueblo
concurrió a la casa de su marido
Joaquín, y vinieron asimismo los dos
ancianos, llenos de perversos pensa¬
mientos contra Susana, a quien pre¬
tendían hacer morir. Ante el pueblo
todo, dijeron: 29 Enviad por Susana,
hija de Helcías, y mujer de Joaquín.
Y enviaron por ella. 30 Llegó Susana
y con ella sus padres, hijos y todos
sus parientes. 31 Era Susana muy
delicada y bella. 32 Iba cubierta, y
aquellos malvados mandaron que se
descubriese, para saciarse con la
vista de su belleza. 33 Lloraban entre¬
tanto los suyos y todos cuantos la
veían.
34 Levantáronse los dos ancianos
en medio del pueblo, pusieron sus
manos sobre la cabeza de Susana,
35 que llorando miraba al cielo, lleno
su corazón de confianza en el Señor.
36 Los ancianos dijeron: Mientras nos
pascábamos solos por el jardín, entró
ésta con dos siervas, y cerrando las
puertas del jardín despidió a las sier¬
vas. 37 En seguida se acercó un joven
que estaba escondido en el jardín y
se acostó con ella. 38 Y hallándonos
nosotros en un ángulo del huerto,
vimos la maldad y corrimos a ellos
V los vimos que estaban pecando,
39 pero no pudimos detener al joven,
por ser más fuerte que nosotros, y
abriendo las puertas se escapó.
40 Pero cogimos ú ésta, y pre¬
guntándola quién fuese el joven, no
quiso decídnoslo. De esto damos
nosotros testimonio. 41 Y la asam¬
blea, como se trataba de ancianos
del pueblo y por añadidura jueces,
los creyó y la condenaron a muerte.
42 Levantó entonces Susand la voz,
y dijo: |Dios eterno, conocedor de¡todo
lo oculto, que ves las cosas todas an¬
tes que sucedan! 43 Tú sabes que han
declarado falsamente contra mí. Tú
sabes que muero sin haber hecho nada
de cuanto éstos han inventado contra
mí. 44 Oyó el Señor su voz; 45 y mien¬
tras era llevada a la muerte, despertó
Dios el espíritu santo de un jovencito,
llamado Daniel, 46 que con voz fuerte
gritó: Yo soy inocente de la sangre
de ésa. 47 Y todo el pueblo se volvió
a él, diciéndole: ¿Qué significan esas
palabras que has proferido? 48 Y él,
puesto en medio de ellos, dijo: ¿Tan
insensatos sois, hijos de Israel, que
sin inquirir ni poner en claro la
verdad, condenáis a esa hija de Israel? *'
49 Volved al tribunal, porque éstos
han testificado falsamente contra ella.
50 Y todo el pueblo a gran prisa
se volvió. Los ancianos le dijeron:
Ven, siéntate en medio de nosotros,
porque el Señor te ha dado el honor
de la ancianidad. 51 Díjoles Daniel:
Separadlos uno de otro, que los
quiero interrogar. 62 Así que los hu¬
bieron separado uno de otro, llamó a
uno de ellos y le dijo: Viejo enveje¬
cido en la 'maldad, ahora vienen
sobre ti las maldades que tantas
veces hiciste 63 juzgando injustamente,
condenando a los inocentes y absol¬
viendo a los culpables, cuando Dios
dice: No mataras al inocente y al
justo. 54 Vamos a ver, si viste a ésta,
¿bajo qué árbol los viste acariciarse?
El contestó: Bajo un lentisco. 56 Re¬
plicó Daniel: Muy bien, has mentido
contra tu propia cabeza, pues ya el
ángel de Dios lia recibido de él orden
de partirte por medio. 66 Y hacién- I
dolé retirar, mandó traer al otro y
le dijo: Raza de Canán y no de Judá, i
la belleza te sedujo y la pasión per¬
virtió tu corazón. 57 Así hacíais a
las hijas de Israel, y ellas de miedo
se os rendían, pero esta hija de Judá ¡
no consintió en vuestra iniquidad.
68 Ahora, pues, ¿bajo qué árbol los
habéis sorprendido acariciándose uno
a otro? Contestó él: Bajo una encina.
59 Díjole Daniel: Muy bien, has men¬
tido también tú contra tu propia
cabeza, pues el ángel de Dios tiene
pronta ya la espada para rajarte t
por el medio, para aniquilaros.
80 Y toda la asamblea levantó la !
voz bendiciendo a Dios, que salva a
los que en él esperan. 81 Y se alzaron 1
contra los dos viejos a quienes Daniel
había convencido por su propia decla¬
ración de haber falsamente testi- I
ficado; 82 y obrando según la ley de
Moisés, les hicieron como ellos mismos
habían maquinado contra su prójimo.
DANIEL, 14
771
Diéronles muerte y se salvó en aquel
día la sangre inocente. 63 Helcías y
su mujer alabaron a Dios por la
salvación de su hija, y con ellos
Joaquín, su marido, y todos sus pa¬
rientes, porque no fué hallada en
ella torpeza. 64 Y desde aquel día
en adelante, Daniel se hizo famoso
en el pueblo.
Historia de Bel y el dragón.
| I 1 Reunióse Astiages con sus
1 padres, sucediéndole en el reino
Ciro, el persa (1). 2 * Era Daniel
uno de los comensales del rey y el
más honrado de todos sus amigos.
3 Tenían los babilonios un ídolo lla¬
mado Bel, que cotidianamente con¬
sumía doce artabas de flor de harina,
cuarenta ovejas y seis metretas de
vino. 4 * El rey le veneraba e iba cada
día a adorarle; pero Daniel adoraba
a su Dios. Díjole el rey: ¿Por qué
no adoras a Bel? 6 A lo que Daniel
respondió: Porque yo no adoro ídolos
hechos por manos de hombres, sino
al Dios vivo, hacedor del cielo y la
tierra y soberano de toda carne.
6 El rey le replicó: ¿Crees que Bel no
es un dios vivo? ¿No ves cuánto
come y bebe cada día? 7 Le contestó
Daniel, riendo: No se deje engañar
el rey: éste, que por dentro sólo es
barro y por fuera sólo bronce, no
ha comido jamás.
8 Encolerizado el rey, llamó a los
sacerdotes y les dijo: Si no me decís
quién consume todas esas provisiones,
moriréis; 9 pero si me hacéis ver que
es Bel quien las consume, morirá
Daniel, por haber blasfemado contra
Bel. Contestó Daniel al rey: Hágase
según tu palabra. 10 Setenta eran los
sacerdotes de Bel, fuera de sus muje¬
res e hijos. Vino 'el rey con Daniel
al templo de Bel, 11 y le dijeron los
sacerdotes: Nosotros saldremos fuera
y tú, rey, pondrás los alimentos y el
vino mezclados, y cerrarás la puerta
y la sellarás con tu anillo; 12 y si al
venir por la mañana no hallamos
que los alimentos han sido consumidos
por Bel, moriremos; en caso contra¬
rio, Daniel nos habrá calumniado.
13 Estaban ellos muy confiados,
(i) 14, i. Este capitulo contiene dos episo¬
dios de la historia de Daniel, que son dos prue¬
bas irónicamente escritas de la inanidad de los
dioses gentílicos, en las que tanto insiste la lite¬
ratura bíblica posterior a la cautividad.
porque debajo de la mesa habían
hecho una entrada secreta, por la
cual se introducían siempre para con¬
sumir las provisiones. 14 Pero así
que salieron ellos y el rey colocó las
provisiones, ordenó Daniel a sus
siervos que trajeran ceniza, y en pre¬
sencia del rey solo la extendieron
por todo el pavimento del templo.
Después salieron y cerraron la puerta;
luego de sellada con el sello real, se
retiraron. 16 Por la noche vinieron
como de costumbre los sacerdotes
con sus mujeres e hijos, y comieron
y bebieron todas las provisiones.
18 Madrugó el rey muy de mañana
y Daniel con él; 17 y dijo: Daniel,
¿están intactos los sellós? Daniel
contestó: Intactos, rey. 18 Abrió luego
las puertas y miró el rey la mesa,
y dijo en alta voz: Grande eres, Bel,
y no hay en ti engaño alguno. 19 Se
sonrió Daniel, y deteniendo al rey,
para que no entrase dentro, le dijo:
Mira al pavimento, y ve de quién
son estas pisadas. 20 Respondióle el
rey: Veo pisadas de hombres, de
mujeres y de niños. E irritado el rey,
21 hizo prender a los sacerdotes, a
sus mujeres e hijos, que le mostraron
la puerta secreta por la que entraban
a consumir lo que se colocaba sobre
la mesa, 22 y los mandó matar.
Después entregó Bel a Daniel, que
lo destruyó, así como su templo.
23 Había también un gran dragón
muy venerado de los babilonios.
24 Dijo el rey a Daniel: jNo dirás
de éste que es hecho de bronce!
Mira que está vivo y que come y
bebe; de éste no podrás decir que no
es dios vivo. Adórale, pues. 26 A lo
que Daniel contestó: Al Señor, mi
Dios, adoraré, porque él sólo es Dios
vivo. 26 Si, tú, rey, me lo permites,
yo mataré a este dragón sin espada
ni palo. Respondióle el rey: En tu
poder está. 27 Y tomando Daniel
pez, grasa y pelos, lo hirvió todo
junto e hizo unas bolas que luego
dió al dragón, el cual las comió,
reventando con ellas. Y dijo: Mirad
lo que venerabais. 28 Cuando esto
oyeron los babilonios, se irritaron
sobremanera, y se amotinaron contra
el rey, diciendo: El rey se ha hecho
judío. Ha derribado a Bel, ha matado
al dragón y ha degollado a sus sacer¬
dotes. 29 Y llegándose al rey le dijeron:
Entréganos a Daniel; si no, te mata¬
remos a ti y a tu casa. 30 Y viéndose
el rey muy acosado, les entregó a
772
DANIEL, 14
Daniel a la fuerza, 31 y le arrojaron
al foso de los leones.
Daniel otra vez eii el foso de los
leones.
82 Había allí siete leones, y allí
estuvo Daniel siete días. Daban a
los leones cada día dos esclavos y dos
ovejas. Pero durante aquellos días
no les dieron nada, para que devo¬
rasen a Daniel. 33 Vivía entonces en
Judea el profeta Habacuc, el cual,
cocida la comida y mojado el pan en
la cazuela, se iba al campo para
llevarlo a los segadores. 34 Pero el
ángel del Señor dijo a Habacuc:
Lleva la comida que tienes preparada
á Daniel, que está en Babilonia en
el foso de los leones. 36 Y contestó
Habacuc: Señor, nunca he visto a
Babilonia y no sé qué es el foso de
los leones. 36 Y tomándole el ángel
del Señor por la coronilla, por los
cabellos de su cabeza, le llevó a
Babilonia, encima del foso, con la
velocidad del espíritu. 37 Y gritó
Habacuc, diciendo: ¡Daniel, Daniell,
toma la comida que Dios te envía.
36 Y contestó Daniel: ¡En verdad,
¡oh DiosI, te has acordado de mí,
pues no abandonas a los que te amaní
39 Y levantándose, comió, y al ins¬
tante el ángel de Dios restituyó a
Habacuc a su lugar.
El rey da fjíorin a Dios.
40 Al día siguiente vino el rey a
llorar a Daniel, y llegando al foso,
miró y vi ó a Daniel sentado. 41 En¬
tonces, levantando la voz, dijo: ¡Gran¬
de eres, Señor, Dios de Daniel, y no
hay olro fuera de til 42 Y le sacó del
foso y arrojó en él a los causantes
de su condena, que al instante, en su
presencia, fueron devorados. 43 En¬
tonces el rey dijo: Teman todos los
moradores de la tierra al Dios de
Daniel, porque es el verdadero salva¬
dor, que hace milagros y maravillas
en la tierra; y libró a Daniel del foso
de los leones. (Vulgata.)
i
OSEAS
4
.
INTRODUCCION AL LIBRO DE OSEAS
P ROFETIZO Oseas, hijo de Berí, en los reinados de Jeroboam II, rey de
Israel, y Ozías y Jotám, reyes de Judá, cuando el peligro asirio estaba
lejos, y el Egipto, dividido entonces, no tenía fuerza. Ejerció el ministerio en
el reino del Norte, del cual parece era originario. Hallábase el reino muy flore¬
ciente y poderoso, gracias a las conquistas que al Norte y al Sur había reali¬
zado Jeroboam //. Por esto dominaba el lujo y la relajación de costumbres,
la avaricia y el cohecho en los gobernantes, la violencia en los poderosos. En los
santuarios de Betel y Dan, se daba culto a Y ave, pero en forma poco ajus¬
tada a la ley. Tampoco escaseaban los que francamente se entregaban a la
superstición y al culto de los ídolos. En los vaticinios de Oseas llaman la^.aten-
ción los primer os capítulos, que deben tomarse como símbolos, a modo de pará¬
bolas, aunque no falten quienes los toman como episodios históricos de la vida
del profeta.
OSEAS
La mujer prostituta y sus hijos,
símbolo de Israel.
I 1 * Palabra de Yave, dirigida a
Oseas, hijo de Berí, en tiempos,
de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías,
reyes de Judá, y en tiempos de Jero¬
boam, hijo de Joaz, rey de Israel.
2 Comienzo del hablar de Yave en
Oseas. Dijo Yave a Oseas; Ve, toma
por mujer una prostituta (1) y
(i) Es frecuente en la Escritura la imagen
del matrimonio para expresar las relaciones de
ten hijos de prostitución, pues que
se prostituye la tierra apartándose
de Yave. 3 Fué, pues, y tomó por
mujer a Gomer, hija de Diblaim, la
Yave e Israel. Aquí se dice al profeta que
se case con una ramera, añadiendo que los
hijos en ella engendrados serán tenidos por lo
que merecen atendiendo a la madre. La mujer
representa aquí la nación infiel a Dios por sus
idolatrías, y los hijos son los israelitas, que Dios
no quiere mirar por suyos.
Lo contrario ocurre después, cuando la na¬
ción se vuelve a Dios por la penitencia y Dios
la recibe como esposa.
776
OSEAS, 2
cual concibió y le parió un hijo;
4 y le dijo Yave: Ponle por nombre
Jezreel, porque de aquí a poco visi¬
taré yo las matanzas de Jezreel sobre
la casa de Jehú y pondré fin al reino
de la casa de Israel. 6 Aquel día
romperé yo el arco de Israel en el
valle de Jezreel.
6 Concibió ella de nuevo y parió
una hija; y Yave dijo a Oseas: Dale
el nombre de Lo-Rujma, porque ya
no me compadeceré de la casa de
Israel, no la perdonaré más. 8 Luego
de destetar a Lo-Rujma, volvió a
concebir y parió un hijo; 9 y dijo
Yave: Llámale Lo-Ammi, porque vos¬
otros no sois ya mi pueblo, y yo
no soy ya vuestro Dios.
4 Protestad de vuestra madre,
Z protestad, pprque ni ella es mi
mujer ni yo soy su marido. Que aleje
de su rostro sus fornicaciones y de
entre sus pechos sus prostituciones;
6 no sea que yo la despoje, y, desnuda,
la ponga como el día en que nació
y la convierta en un desierto, en
tierra árida, y la haga morir de sed.
6 Y no tendré piedad de sus hijos,
porque son hijos de prostitución. 7 Su
madre se prostituyó, la que los con¬
cibió se deshonró, y dijo: Ale iré
tras de mis amantes, que ellos me
dan mi pan y mi agua, mi lana y mi
lino, mi aceite y mi bebida.
8 Por eso voy yo a cercar su camino
con zarzas y a alzar un muro para
que no pueda hallar ya sus sendas.
9 Irá en seguimiento de sus amantes,
pero no los alcanzará, los buscará
mas no los hallará, y se dirá: Voy a
volverme con mi primer marido,
pues mejor me iba entonces que me
va ahora. 10 No ha querido reconocer
que era yo quien le daba el trigo, el
mosto y el aceite; y el oro que yo pró¬
digamente le di fué consagrado a Baal.
11 Por eso voy a recobrar mi trigo
a su tiempo y mi mosto a su sazón,
y me tomaré mi lana y mi lino, que
habían de cubrir su desnudez, 12 y
voy a descubrir sus vergüenzas a
los ojos de sus amantes. Nadie la
librará de mi mano. 13 Haré cesar
todas sus alegrías, sus fiestas, sus
novilunios, sus~sábados y todas sus
solemnidades. 14 Talaré sus viñas y
sus higuerales, de los que decía: Es
el salario que mis amantes me dan.
La reduciré a un matorral y la
devorarán las bestias del campo.
16 La castigaré por los días en que
incensaba a los Baales y adornán¬
dose con sus anillos y sus collares, se
iba con sus amantes y me olvidaba
a mí, dice Yave.
Promesas de redención.
16 Así la atraeré, y la llevaré al
desierto y la hablaré al corazón;
17 y fuera ya de allí, yo le daré sus
viñas y el valle de Acor como puerta
de esperanza; y allí cantará como
cantaba en los días de su juventud,
como en los días en que subió de la
tierra de Egipto. 18 Entonces, dice
Yave, me llamará «mi marido», no
me llamará Baali. 19 Quitaré de su
boca los nombres de los Baales,
para que no vuelva nunca a mencio¬
narlos por sus nombres. 20 En aquel
día haré en favor de ellos concierto
con las bestias del campo, con las
aves del ciclo y con los reptiles de
la tierra, y quebraré en la tierra
arco, espada y guerra, y haré que
reposen seguros. 21 Seré tu esposo
para siempre, y te desposaré con¬
migo en justicia, en juicio, en mise¬
ricordias y en piedades, 22 y yo seré
tu esposo en fidelidad, y recono¬
cerás a Yave.
23 En aquel día yo seré propicio,
dice Yave, seré propicio a los ciclos,
y los cielos serán propicios a la
tierra; 24 la tierra propicia al trigo,
al mosto y al aceite, y éstos propicios
a Jezreel. 26 Yo sembraré en la tierra
para mí, y me compadeceré de Lo-Ruj¬
ma, y diré a Lo-Ammi: Tú eres mi pue¬
blo, v él me responderá: Tú mi Dios.
m 7 Y tendré misericordia de la
casa de Judá, y los salvaré en Yave,
Dios; no los salvaré con arco, ni con
espada, ni con guerra, ni con caballos
V jinetes. [2] 1 Será la muchedumbre
de los hijos de Israel como las arenas
del mar, que son sin medida y sin
número; y en el lugar mismo en que
se les dijo: Vosotros no sois mi
pueblo, se dirá de ellos: Los hijos del
Dios vivo. 2 Los hijos de Judá y los
hijos de Israel se juntarán en uno y
se darán un jefe único, y se desbor¬
darán de la tierra, pues será grande
el día de Jezreel. 3 Llamad, pues, a
vuestro hermano Aimni; a vuestra
hermana Rujma. (1)
(i) Estas trasposiciones de! versículo 7 del
capítulo 1 y de los versículos 1-3 del capítulo 3
parecen exigidos por el contexto. Sabido es
que el texto ha sufrido traslocaciones en su
transmisión.
OSEAS, 3, 4, 5
777
1 Díjome Yave: Ve otra vez y
ama a una mujer amante de otro
y adúltera; ámala como ama Yave
a los hijos de Israel, a pesar de que
se van tras otros dioses y se deleitan
en las tortas de pasas. 2 La compré
por quince sidos de plata, un jomer
de cebada y un letec de vino. 3 Díjele:
Has de estar reservada para mí mu¬
cho tiempo; no te prostituyas, no te
entregues a hombre alguno, también
yo me reservaré para ti; 4 porque
mucho tiempo han de estar los hijos
de Israel sin rey, sin jefe, sin sacri¬
ficio y sin cipos, sin efod y sin tera-
fim. 5 Luego volverán los hijos de
Israel, y buscarán a Yave, su Dios,
y a David, su rey, y se apresurarán
a venir temerosos a Yave y a sus
bienes al fin de los días.
Reproches por los pecados.
4 1 Oíd la palabra de Yave, hijos
de Israel, que va a querellarse
Yave contra los habitantes de la
tierra, porque no hay en la tierra
verdad ni misericordia ni conoci¬
miento de Dios. 2 Perjuran, mienten,
matan, roban, adulteran, oprimen, y
las sangres se suceden a las sangres.
3 Por eso está en luto la tierra y des¬
fallecen cuantos en ella moran, aun
las bestias salvajes y las aves del
cielo, y hasta los peces del mar pere¬
cen. 4 Pero nadie protesta, nadie re¬
prende.
También contra vosotros me que¬
rello, ¡oh, sacerdotesl 5 Tropezarás en
pleno día, y contigo tropezará tam¬
bién el profeta, y la noche será seme¬
janza de tu día. 6 Perece mi pueblo
por falta de conocimiento; por haber
rechazado tú el conocimiento, te
rechazaré yo a ti del sacerdocio a
mi servicio; por haber olvidado tú
las enseñanzas de tu Dios, yo me
olvidaré de tus hijos. 7 Cuantos son
ellos, tantos fueron sus pecados contra
mí. Trocaron mi gloria por la igno¬
minia. 8 Se alimentan de los pecados
de mi pueblo y codician sus iniqui¬
dades.
0 Pero lo que del pueblo será, eso
será también del sacerdote. Yo le
visitaré según sus caminos y les
retribuiré según sus obras. 10 Comerán
y no se saciarán, fornicarán y no se
multiplicarán, porque se obstinaron
en alejarse de Yave. 11 Fornicación,
vino y mosto quitan el juicio. 12 Mi
pueblo pregunta a sus leños, y su
palo le hace revelaciones, porque el
espíritu de fornicación le ha desca¬
rriado, y fornicaron alejándose de
su Dios. 13 Ofrecen sacrificios en las
cimas de los montes, y en los colla¬
dos queman sus ofrendas bajo las
encinas, bajo los álamos, bajo los
terebintos de grata sombra. Por eso
fornicarán vuestras hijas y adul¬
terarán vuestras nueras; 14 y no cas¬
tigaré las fornicaciones de vuestras
hijas ni los adulterios de vuestras
nueras, porque ellos mismos se van
aparte con rameras y sacrifican con
prostitutas, y el pueblo, por no en¬
tender, perecerá.
15 Si tú, Israel, te prostituyes, que
al menos no lo haga Judá, No vayáis
a Guilgal, no subáis a Betaven para
jurar por la vida de Yave. 16 Porque
como vaca cerril, es cerril Israel;
por eso en adelante le apacentará
Yave como a oveja en lugar amplio.
17 Efraím está atado a los ídolos,
déjale. 18 Se les ha subido el vino a
la cabeza, se han dado a la fornica¬
ción, a la gloria de Yave han prefe¬
rido la ignominia. 19 Arrebatarále el
viento en sus alas, y se avergonza¬
rán de sus sacrifictos.
Contra los sacerdotes y los
príncipes.
^ 1 ¡Oíd esto, sacerdotes! ¡Escucha,
casa de Israelí ¡Atiende, casa del
rey! Que es contra vosotros la que¬
rella, pues habéis venido a ser lazo
para la atalaya, red tendida en el
Tabor. 2 Los perseguidores llevaron
la perversidad hasta el extremo,
pero yo seré vara para todos ellos.
3 Yo conozco bien a Efraím, e Israel
no me es desconocido. Sí, Efraím,
te has prostituido, se ha contaminado
Israel.
4 No dirigen sus obras a la conver¬
sión hacia su Dios; se ha adueñado
de ellos un espíritu de fornicación,
desconocen a Yave. 5 La arrogancia
le sale a Israel a la cara, pero trope¬
zarán Israel y Efraím en su iniquidad,
y con ellos tropezará también Judá.
6 Con sus ovejas y sus bueyes irán
en busca de Yave, pero no le hallarán,
porque Yave se ha retirado de ellos.
7 Han hecho traición a Yave engen¬
drando hijos extraños, y un extraño
los devorará a ellos y a sus campos.
8 ¡Tocad la bocina en Gueba!
778
OSEAS, 6, 7
¡Tocad la trompeta en Ramal ¡Dad
la alarma a Betavenl ¡El terror,
Benjamínl 9 Efraím será campo de
devastación el día del castigo; lo
que anuncio yo a Israel es cosa
cierta. 10 Los príncipes de Judá se
han hecho como los que mudan los
linderos, y yo derramaré sobre ellos
mi ira como un torrente. 11 Efraím
maltrata y oprime a quien le re¬
prende, porque le exhorta a seguir
la regla. 12 Yo seré, pues, la polilla
de Efraím y la carcoma de Judá.
13 Efraím ve su debilidad y ve Judá
su llaga, y Efraím se vuelve a Asur
y Judá manda embajadores al rey
grande, pero no podrá él curaros
ni sanar vuestra llaga. 14 Porque yo
seré como león para Efraím y como
león para la casa de Judá. Yo, yo
cogeré tu presa y me iré, yo la arre¬
bataré y nadie me la arrancará.
16 Me iré, mas volveré a mi lugar
cuando reconozcan su pecado y bus¬
quen mi rostro. En su angustia ya
ine buscarán.
I'nl*n conversión.
() 1 Venid y volvamos a Yavc; él
desgarró, él nos curará; él hirió,
él nos vendará.. 2 El nos dará vida a
los dos días, y al tercero nos levantará
y viviremos ante él. 3 Conoceremos,
nos esforzaremos por conocer a Yave.
Como una aurora está aparejada su
aparición, vendrá como una lluvia,
como lluvia temprana que riega la
tierra. 4 ¿Qué voy a hacerte a ti,
Efraím? ¿Qué voy a hacerte a ti,
Judá? La piedad vuestra es como
nube de mañana, como rocío matu¬
tino, pasajero. 6 Por eso yo los lie
tajado por medio de los profetas y
los maté por las palabras de mi boca,
y mis juicios fueron luz de aurora,
6 pues prefiero la misericordia al
sacrificio y el conocimiento de Dios
al holocausto.
7 Pero ellos en su hipocresía violaron
la alianza establecida, rebelándose
contra mí. 8 Galad, ciudad de malhe¬
chores de sangrientas huellas. 9 Tú,
cuya fuerza son los bandidos, ¿si
asesinaras a esa banda de sacerdotes
a lo largo del camino de Siquem,
que son una banda de criminales?
10 Espantoso es lo que he visto en
Betel. Allí adultera Efraím. Allí se
contamina Israel. 11 Pero en ti, ¡olí
Judál, injertaré yo una rama cuando
restaure a mi pueblo [7] 4 b cuando
sane a Israel.
La iniquidad de los reyes y los
j|ra ndes.
*a Se han revelado la iniquidad
k de Efraím y la perversidad de
Samaria; obran fraudulentamente.
Entra dentro el ladrón y fuera hace
sus correrías el bandido, 2 sin que
allí nadie deje nada. Yo tengo pre¬
sente su malicia, sus obras las rodean
y están patentes ante mí. 3 Regoci¬
jaban al rey con sus malicias y con
sus mentiras a los príncipes, 4 mien¬
tras que todos respiraban furor como
horno a punto de abrasar la hornada.
Cesa el hornero de enrojar mientras
se amasa y fermenta lo amasado.
6 Ya el día mismo de «nuestro rey»
comienzan a encenderse los prín¬
cipes, con el vino mezclado que beben
en compañía de bandidos, 6 prestos en
su emboscada como horno. Su furor
ha descansado durante la noche, pero
a la mañana se encendió como ar¬
diente fuego. 7 Todos se encendieron
como liorno y devoraron a sus gober¬
nantes. Todos sus reyes sucumbieron,
pero nadie de entre ellos recurrió a mí.
8 Efraím se aceita de las gentes,
es como torta a que no se dió vuelta.
9 Los extraños devoran su sustancia
sin que él se dé cuenta; ya tiene
canas sin que él lo haya advertido;
10 a Israel le sale a la cara su arro¬
gancia; no se vuelven a Yave, su
Dios, a pesar de todas estas cosas.
11 Efraím es como paloma tonta, sin
juicio; acuden al Egipto, llaman a la
Asiria, 12 pero cuando van, yo les
tiendo mi red, y caen en ella como las
aves del cielo. Yo los castigaré con¬
forme a lo decretado contra sus mal¬
dades.
13 ¡Ay de ellos, por haberse apar¬
tado de mil Ruina sobre ellos, por
haberse rebelado contra mi. Yo los
salvaba, y ellos me mentían. 14 No
me invocan de corazón. Gritan, sí,
sobre sus almohadillas, pero es por
el trigo y por el mosto, y por ellos se
hacen incisiones. Son rebeldes contra
mí. 16 Mientras yo los ceñía y los
fortalecía, ellos maquinaban mal¬
dades contra mí. 16 Se vuelven hacia
los que de nada sirven, se han con¬
vertido en arco engañoso. Los prín¬
cipes perecerán a la espada por sus
insolentes bravatas.
OSEAS, 8, 9, 10
779
El oastifjo.
« Emboca la trompeta. Como
buitre se abate contra la heredad
de Yave, por haber quebrantado mi
alianza y haber prevaricado contra
mi ley. 2 Claman a mí: «jDios mío!»
Pero te conozco, Israel. 3 Israel ha
rechazado el bien, y el enemigo le
perseguirá. 4 Se dieron reyes, pero
no de elegidos por mí; constituyeron
príncipes, pero desconocidos para mí;
de su oro y su plata se hicieron ídolos,
mas para ser perdición. 6 Yo rechazo
tus becerros, Samaría. Mi furor se
ha encendido contra ellos, son inca¬
paces de purificarse. 6 Porque de
Israel son; son obra de artífice, no
son Dios, y serán llevados cautivos
el-día de la cólera de Yave, los bece¬
rros de Samada.
7 Siembran vientos y recogerán
tempestades, sin espiga de trigo que
pueda dar harina; y si se dieren, las
devorará el extranjero. 8 Devorado
será Israel; es ya entre las naciones
como cosa que no cuenta, 9 por haberse
entregado a Asur ellos mismos. El
asno salvaje busca estar solo, pero
a Efraím le ha perdido el amor.
10 Aunque están destinados a la dis¬
persión entre las gentes, por ahora
los dejo reunidos, para que sufran
algún tiempo la carga del rey y de
los príncipes.
11 Efraím ha multiplicado sus alta¬
res para pecar, sólo para pecar le lian
servido. 12 Escribí para él las pala¬
bras de mi ley, pero las tienen por pa¬
labras de un extraño. 13 Inmolan y
ofrecen víctimas y comen sus carnes,
pero Yave no se agrada de ellas.
Ahora se acordarán de sus iniquidades
y castigaré sus pecados. Volverán a la
servidumbre del Egipto, y comerán
inmundicias en Asiria. 14 Israel se
olvidó de su Hacedor, y construyó
palacios, Judá multiplicó sus ciuda¬
des fuertes, pero yo daré sus ciudades
al fuego, que devorará sus palacios.
O 1 No te goces, Israel, no te rego-
- cijes como las gentes, porque
has fornicado lejos de tu Dios. Fuiste
en busca del salario por toda era
de trigo. 2 Pero la era y el lagar los
desconocerán y el vino los negará.
3 No quedarán en la tierra de Yave;
Efraím volverá a Egipto y en Asiria
comerán manjares inmundos. 4 No
harán a Yave libaciones de vino ni
le presentarán sus víctimas; su pan
será pan de duelo entre las gentes,
cuantos lo coman se contaminarán,
no será para ellos su pan, no entrará
en la casa de Yave. 5 ¿Qué haréis
el día de fiesta, el día de la solem¬
nidad de Yave? 6 Porque habrán de
abandonar la tierra devastada y el
Egipto los reunirá. Memfis será el
lugar de la cita. Sus preciosidades
de plata las conquistarán las ortigas,
el cardo invadirá sus moradas.
7 Viene el día del castigo. Clama,
Israel: «Es un insensato el profeta,
presa del delirio el hombre del espí¬
ritu.» A la enormidad de tus ini¬
quidades se añade la enormidad de
la persecución. 8 El centinela de
Efraím en unión con su Dios, el pro¬
feta, halla en todos sus caminos el
lazo del cazador y la persecución
en la casa de su Dios. 9 Llevaron al
extremo su perversidad, como en los
días de Gueba. El se acordará de su
iniquidad y castigará sus pecados.
10 Como uvas en el desierto hallé a
Israel, como brevas en la higuera vi
a vuestros padres, y llegados a Baal-
Poor se dieron a la infamia y se hicie¬
ron abominables como lo que amaron.
11 Se volará como pájaro la gloria
de Efraím, y no habrá ya ni parto ni
maternidad ni embarazo. 12 Si crían
hijos, yo los despojaré de ellos, sin
dejar a nadie, y ¡ay de ellos también
cuando yo me aleje! 13 Como cría la
cierva sus pequeñuelos para ser caza¬
dos, así criará Efraím sus hijos para
la matanza. 14 Dales, |oh Yave! ¿Qué
les has de dar? Dales entrañas esté¬
riles y pechos enjutos. 16 Toda su
perversidad se ve en Guigal, allí los
aborrecí. Por la perversidad de .sus
obras los arrojaré de mi casa, no
los amaré ya. Todos sus príncipes
son rebeldes. 16 Efraím está herido,
su raíz está seca, no dará frutos; y
si los diere, yo daré a la muerte los
tesoros de su seno. 17 Los ha rechazado
mi Dios, por no haber escuchado, e
irán errantes entre las gentes.
Su inminencia. Destrucción de los
altares y devastación del reino.
a ri 1 Israel es una viña frondosa
J U que da abundante fruto; pero
a medida de la abundancia de su
tierra, hizo abundar sus altares, y a
medida de la riqueza de su tierra
hizo más ricos sus cipos. 2 Su corazón
es mendaz y ahora pagarán sus cul¬
pas; él quebrantará sus altares y de-
780
OSEAS, 11, 12
molerá sus cipos. 3 Que si dicen:
"¿No tenemos un rey?» Sí, pero si
no tenemos a Yave, ¿qué puede hacer
por nosotros el rey? 4 Prónunciar
vanas palabras, jurar en falso, con¬
traer alianzas; pero el castigo florecerá
como ajenjo en los surcos del campo.
5 Las gentes de Samaría están lle¬
nas de temor por el becerro de Beta-
vén; su pueblo está en duelo, la tropa
de sus sacerdotes se lamenta por él,
por haber emigrado sus riquezas lejos
de él. 6 El mismo será llevado a
Asiria como presente para el rey
grande. Efraím cosechará la ver¬
güenza de Israel, sólo confusión sa¬
cará de sus consejos. 7 Se acabó
Samaría. Su rey es como espuma sobre
la superficie de las aguas. 8 Destruidos
serán los altos de la impiedad, el pe¬
cado de Israel. Las zarzas y las malas
hierbas treparán a sus altares. Dirán
a los montes: «Cubridnos», y a los
collados: «Caed sobre nosotros.»
9 Tú, oh Israel, has pecado desde
los días de Gucba. Allí tomaron posi¬
ciones. ¿No les va a alcanzar la guerra
en Gucba a los hijos de la iniquidad?
10 Yo irc a castigarlos, los pueblos se
reunirán contra ellos por un común
compromiso a causa de su doble
crimen. 11 Efraím es una novilla bien
tratada, hecha a pisar la era; pero
yo domaré con el yugo el vigor de su
cerviz, yo unciré a Efraím; Israel tirará
del arado, Jacob tendrá que rastrillar.
12 Sembrad en justicia, cosechad
en misericordia, roturad el erial, bus¬
cad a Yave mientras viene él a en¬
señaros la justicia. 13 Habéis sembrado
la perversidad y habéis cosechado la
iniquidad, y habéis comido el fruto
de la mentira. Porque confiaste en
tus carros y en la muchedumbre de
tus guerreros, 14 se dará la alarma en
todas tus ciudades y todas tus forta¬
lezas serán destruidas. Como destruyó
a Salman Bet Arbcl en el día del
combate, siendo en ella aplastados
la madre y los hijos, 15 así será de ti,
casa de Israel, por la enormidad de
vuestras maldades. Muy de mañana
se verá consumada la ruina del rey
de Israel.
Amor <le Dios por Israel e injjra-
titnd del pueblo. Después de eas-
tifjodo, Dios se apiadará de él.
J | 1 Cuando Israel era un niño
yo le amé; yo desde Egipto
llamé a mi hijo. 2 Cuando más los
llamas, más se apartan. Ofrecen sa¬
crificios a los Baales y ofrendas hu¬
smeantes a los ídolos. 3 Yo enseñé a
andar a Efraím, le llevé en brazos,
pero no reconoció mis desvelos por
curarle. 4 Los até con ataduras hu¬
manas, con ataduras de amor, fui
para él como quien alza una criatura
hasta tocar a sus mejillas, y me ba¬
jaba hasta él para darle de comer.
8 Pero se volverá al Egipto, y Asiria
será su rey, porque rehusó conver¬
tirse. 6 Caerá sobre sus ciudades la
espada que exterminará a sus hijos,
y se nutrirán de sus consejos. 7 Los
de mi pueblo serán colgados junto
a sus ciudades a los ojos de los que
suban a ellas, y no habrá quien los
descuelgue.
8 jA lo que voy a reducirte, Efrahnl
iVoy a entregarte, Israelí ¿A qué te
reduciré? ¿A lo de Adama? ¿Cómo te
pondré? ¿Como a Seboím? Mi cora¬
zón se revuelve dentro de mí, se con¬
mueven mis entrañas. 9 No desen¬
cadenaré todo el furor de mi ira, no
destruiré del todo a Efraím, porque
yo soy Dios, no soy un hombre
santo en medio de ti, y no me com¬
plazco en destruir. 10 Irán en pos de
Yave, que rugirá como un león, y
vendrán del Egipto como pájaros y
de Asiria como palomas, y los esta¬
bleceré en sus casas, dice Yave.
1 ^ 1 Efraím me envuelve en la
~ mentira y la casa' de Israel en
el fraude. Judá es un testigo infiel
a Dios y fiel a los que le engañan.
3 Efraím se apacienta de viento y
sigue al huracán. Está siempre mul¬
tiplicando la falsedad y la frivolidad.
Hace alianza con la Asiria y lleva su
aceite a Egipto. 3 Yave se querellará
contra Efraím, tratará a Jacob según
lo que merece, y se vengará de él
según sus obras.
4 En el seno suplantó a su herma¬
no y en su edad madura luchó con
Dios. 5 Luchó con el ángel y le
venció, lloró y le suplicó. En Betel
le hallaré allí nos hablará. 6 Yave
Scbaot, Yave es su nombre. 7 Tú a
tu Dios retornarás. Guarda la mise¬
ricordia y la justicia, V pon siempre
en Dios tu esperanza.
8 Mercader de peso falso v amigo
del fraude, 9 Efraím dice: Pero me
he enriquecido, lie llegado a la opu¬
lencia. Mas todas tus ganancias no
bastarán para pagar tus culpas y tus
iniquidades. 10 Yo soy Yave, tu Dios,
OSEAS, 13, 14
781
desde la tierra de Egipto; yo te traeré
todavía a habitar en tus tiendas
como en los días de fiesta. 11 Yo hablé
por los profetas, yo multipliqué la
visión, y por los profetas te anuncié
la ruina. 12 Madre de la vanidad es
Galad, V vanidad se han hecho ellos.
Sacrifican sus bueyes en Guilgal. Ma¬
janos de piedra serán sus altares
sobre los surcos del campo.
13 Jacob huyó a la tierra de Aram;
Israel sirvió por una mujer, y por
una mujer apacentó los ganados.
14 Yave sacó a Israel de Egipto por
mano de un profeta, y por un profeta
fué guardado. 16 Efraím ha provocado
la ira. El le imputará sus sangrientas
crueldades. Su Señor echará sobre él
los ultrajes que le ha hecho.
Condenación definitiva.
19 1 Es Efraím como Datán, el
I ^ que siendo príncipe en Israel,
se hizo culpable contra su Señor, y
murió. 2 Ahora pecan más; de su plata
se hacen obras fundidas, ídolos de
su invención, obra de las manos del
artífice. Llaman dioses a eso y les
ofrecen sacrificios. ¡El hombre dando
besos a beccrrosl 3 Por eso serán como
nube que se levanta al nacer del
día, como pas'ajero rocío matinal, como
paja arrebatada por viento huracana¬
do, como el humo de la chimenea.
4 Pero yo soy Yave, tu Dios desde
la tierra de Egipto, y no has de re¬
conocer a dios alguno sino a mí;
fuera de mí no hay salvador. 6 Yó fuí
tu pastor en el desierto, en la tierra
abrasada. 6 Se hartaron en sus pastos,
y hartos se ensoberbecieron y por eso
me olvidaron. 7 Y serc para ellos como
Icón, como pantera agazapada en el
camino acecharé. 8 Me echaré sobre
ellos como osa a quien le arrebatan
las crías, despedazare como león sus
corazones, los devoraré como león,
como fiera los haré pedazos.
9 Te traigo la ruina, oh Israel, y
¿quién podrá socorrerte? 10 ¿Dónde
está tu rey para salvarte en tus ciu¬
dades? ¿Dónde tus jueces, de quienes
dijiste: Dame rey y danos príncipes?
II Té di rey en mi furor, y en mi ira
te lo quito. 12 La iniquidad de Efraím
está hacinada, su pecado está reser-,
vado. Vendrán sobre él dolores de
parto, pero será el parto de hijo necio,
que no sabrá ponerse al tiempo opor¬
tuno a la abertura del seno. 14 ¿Los
entregaré al poder del sepulcro? ¿Los
rescataré de la muerte? ¿Dónde están,
oh muerte, tus plagas? ¿Dónde está,
oh sepulcro, tu azote? No veo a mis
ojos arrepentimiento. 15 Crezca mu¬
cho en sus juncales, que el soplo de
Yave soplará del desierto y secará
su fuente y su manantial, y todo
cuanto tiene de precioso será sa¬
queado.
Promesa de salvación
^ a 1 Viene sobre Samaría el cas-
1 i tigo, porque se rebeló contra su
Dios. Caerán a la espada sus hijos,
serán estrellados, será abierto el vien¬
tre de sus encintas. 2 Vuelve Israel,
vuelve a Yave, tu Dios, porque caes
por tus iniquidades. 3 Buscad la pa¬
labra y volved a Yave, diciendo:
Perdona toda iniquidad y acepta lo
bueno. Que podamos pagar con el
rendimiento de nuestros rediles. 4 No
nos salvará Asiría, no montaremos a
caballo; nunca más llamaremos dio¬
ses nuestros a las obras de nuestras
manos. ¡Oh tú, que tienes piedad del
huérfanol
6 Yo curaré su rebeldía y los ama¬
ré de corazón, pues se habrá aparta¬
do de ellos mi cólera. 6 Yo seré como
rocío para Israel, y florecerá como el
lirio y extenderá sus raíces como el
álamo. 7 Crecerán sus ramas, y será
su copa como la del olivo, y su aro¬
ma como el del incienso. 8 Volverán
a habitar a su sombra creciendo como
el trigo, pujando como la vid, y su
fama será como la del vino del Lí¬
bano. 9 ¿Qué tendrá que ver ya
Efraím con los ídolos? Yo que le
afligí, le haré dichoso. Por mí, que
soy como ciprés, siempre verde, reco¬
gerá él sus frutos. 10 ¿Quién es sabio
para entender estas cosas, prudente
para conocerlas? Pues son del todo
rectos los caminos de Yave, por ellos
van los justos, pero los malvados
perecerán.
782
AMÓS, 1
INTRODUCCION AL LIBRO DE AMOS
( RON OLOGI CAMENTE es Amós el primero délos profetas escritores.
Profetizó en el reinado de Jeroboam II, rey de Israel , poco antes que Oseas .
Por su origen era de Judá, natural de Tecua, al Sur de Belén , donde se ocupaba
en el oficio de pastor . De él le sacó el Señor para mandarle a pronunciar sus
juicios sobre Israel , en el santuario de Betel , juicios que se extienden también
a Judá y a los pueblos pequeños de alrededor. Contrasta grandemente su
origen , y la educación que su profesión supone, con la elocuencia de sus
oráculos, nada inferior a la de otros muchos profetas. Es que la sabiduría, como
dice San Agustín, anidaba en su pecho, y ella le hacía elocuente.
AMOS
Contra Siria.
] 1 Palabras de Amós, de los pas¬
tores de Tecua, de la visión que
tuvo sobre Israel en los días de Ozías,
rey de Judá, y en los días de Jero¬
boam, hijo de Joás, rey de Israel,
dos años antes del terremoto.
2 Dijo: Desde Sión rugirá Yave y des¬
de Jcrusalén liará oír su voz, y estarán
en duelo los pastizales de los pastores y
secaráse la eima del Carmelo. 3 Así
dice Yave: Por tres peeados de Da¬
masco y por cuatro, no revocaré yo
nada; por haber trillado a Calad eon
trillos de hierro, 4 Yo pondré fuego
a la casa de Hazael, que consumirá
los palacios de Benadad. 6 Yo que¬
braré las barras de Damasco y exter¬
minaré a cuantos habitan el valle
de Aven y al que tiene el cetro de
Ben Edén, y el pueblo de Aram emi¬
grará a Quir, dice Yave.
Contrit la Filisteo.
8 Asi habla Yave: Por tres pecados
de Gaza y por cuatro, no revocaré yo
nada. Por haber deportado muche¬
dumbres enteras de cautivos para
entregárselas a Edom, 7 yo pondré
fuego al recinto de Caza, que devo¬
rará sus edificios, 8 y exterminaré a
cuantos habitan en Azoto y al que
tiene el cetro de Ascalón. Volveré mi
mano contra Acarón y perecerán las
reliquias de los filisteos, dice Yave.
Contrn Tiro.
9 Así habla Yave: Por tres pecados
de Tiro y por cuatro, no revocaré yo
nada. Por haber entregado a Edom
muchedumbres enteras de cautivos,
sin acordarse de la alianza fraternal,
10 Yo pondré fuego al recinto de Tiro,
que devorará sus edificios.
Contra Ihlom.
11 Así habla Yave: Por tres peca¬
dos de Edom y por cuatro, no revo¬
caré yo nada. Por haber perseguido
a la espada a su hermano, ahogando
la piedad, durando siempre su cólera
y obstinándose hasta el fin en su
rabia, 12 Yo pondré fuego en Tcmáu,
que devorará los edificios de Bosra.
Contrn Ammán.
13 Así habla Yave: Por tres pecados
de los hijos de Aminón y por cuatro,
no revocaré yo nada. Por haber abier¬
to cu canal a las encintas de Galad,
para extender su territorio, 14 Yo en¬
cenderé fuego en el recinto de llabba,
que devorará sus edificios entre los
AMÓS, 2, 3
783'
clamores el día del combate, en medio
de la tempestad el día de la tormenta,
16 y su rey irá al cautiverio, y con él
sus príncipes todos juntos, dice Yave.
Contra Moab.
1 Así habla Yave: Por tres pe-
cados de Moab y por cuatro no
revocaré yo nada. Por haber quema¬
do los huesos del rey de Edom hasta
calcinarlos, 2 Yo pondré fuego en
Moab que devorará los edificios de
Queriyot, y Moab hallará la muerte
en medio del estruendo, entre los
clamores y entre los sonidos de la
trompeta. 3 Y extirparé de él a su
rey y con él haré morir a todos sus
príncipes, dice Yave.
Contra Jmlá.
4 Así habla Yave: Por tres pecados de
Judá y por cuatro, no revocaré yo
nada. Por haber menospreciado la ley
de Yave y no haber guardado sus man¬
damientos, descarriándose por las men¬
tiras tras los cuales se fueron sus
padres, 5 Yo pondré fuego a Judá,
que devorará los edificios de Jerusalén.
Contra Israel.
6 Así habla Yave: Por tres pecados
de Israel y por cuatro, no revocaré
yo nada. Por haber vendido al justo
por dinero y al pobre por un par
de sandalias; 7 aplastan a los desva¬
lidos contra el polvo de la tierra en
las encrucijadas del camino; rechazan
a los pobres, y entran hijo y padre
a la misma nuera, profanando mi
santo nombre. 8 Sobre las ropas to¬
madas en prenda se echan junto a
un altar cualquiera, y beben el vino
de los multados en la casa de su
Dios.
9 Yo exterminé ante ellos a los
amorreos, altos como cedros del Lí¬
bano y fuertes como encinas, destruí
su fruto arriba, y abajo sus raíces.
10 Yo os saqué de la tierra de Egipto,
y durante cuarenta años os conduje
por el desierto, para que ocuparais
la tierra de los amorreos. 11 Yo suscité
profetas de entre vuestros hijos y
nazareos de entre vuestros mancebos;
¿no es así, hijos de Israelí, dice
Yave; 12 y vosotros hicisteis beber
vino a los nazareos, y a los profetas
les mandasteis, diciendo: no profeti¬
céis. 13 Pues mirad: Yo pondré es¬
torbos a vuestros pies y os tambalea¬
réis como se tambalea el carro sobre¬
cargado de haces; 14 y el ágil será
incapaz de huir, y al fuerte no le
servirá de nada su fuerza, y el gue¬
rrero no escapará con vida; 15 el
arquero no resistirá, el de ágiles pies
no escapará, el jinete no se salvará,
16 y el más valiente de los valientes
huirá desnudo aquel día, dice Yave.
Crímenes «le Isrnel.
1 Oíd lo que de vosotros dice
Yave, hijos de Israel, de todo el
pueblo que yo saqué de la tierra de
Egipto: Dice: 2 Sólo a vosotros conocí
yo entre los pueblos todos de la
tierra; por eso haré en vosotros jus¬
ticia de todas vuestras iniquidades.
3 ¿Podrán ir juntos dos sin estar de
acuerdo? 4 ¿Rugirá el león en el
bosque no habiendo presa? ¿Dejará
oír su rugido el leoncillo en su cubil
sin haber despojos? 6 ¿Se echará el
ave a tierra en la red, si no hubiere
cebo? ¿Desaparecerá de la tierra el
cebo sin haberse cazado algo? 6 ¿To¬
carán la trompeta en la ciudad, sin
que se alarme el pueblo? ¿Habrá en
la ciudad calamidad cuyo autor no
sea Yave? 7 Porque no hace nada el
Señor, Yave, sin revelar su desig¬
nio a sus. siervos, los profetas. 8 Ru¬
giendo el león, ¿quién no temerá?
Hablando el Señor, Yave, ¿quién no
profetizará?
9 Echad pregón en los palacios de
Azoto y en los palacios de Egipto,
diciendo: Reunios en los montes de
Samaría para ver las grandes opre¬
siones que hay en ella y las violen¬
cias que allí se cometen. 10 No saben
obrar rectamente, dice Yave, ateso¬
rando en sus palacios rapiñas y des¬
pojos.
Cnsticjo.
11 Por eso el Señor, Yave, dice
así: Rodeará la tierra por todas par¬
tes el enemigo, que te robará tus
fuerzas y saqueará tus palacios. 12 Así
dice Yave: Como salva el pastor de
las fauces del león un par de pies o
la punta de. una oreja, así escaparán
los hijos de Israel. Vosotros, los que
784
AMÓS, 4. 5
en Ascalón os sentáis en la esquina
del diván y en Damasco sobre el
tapiz, 13 escuchad y dad testimonio
contra la casa de Jacob, dice el Señor,
Yave Sebaot. 14 Porque el día que
haga yo justicia sobre Israel por sus
trasgresiones, 15 derribaré las casas
de invierno sobre las casas de vera¬
no, y serán destruidos los palacios
marfileños y desaparecerán muchas
casas,- dice Yave.
Eujo y desenfreno de las mujeres.
*4 1 Oíd estas palabras, vacas de
Basán, que moráis en la monta¬
ña de Samaría, vosotras que oprimís
a los débiles y maltratáis a los po¬
bres y decís a vuestros señores: Trae,
que bebamos. Ved lo que el Señor,
Yave, jura por su santidad: Vienen
sobre vosotras días en que os levan¬
tarán con bicheros y a vuestros des¬
cendientes con arpones, 3 y saldréis
por las brechas, cada una frente a sí,
y seréis empujadas hacia el Hormón,
dice Yave. 4 Id a Betel, a prevaricar,
a Guilgal a multiplicar vuestras pre¬
varicaciones. Ofreced vuestros sacri¬
ficios matinales y cada tercer año
vuestros diezmos; 6 pregonad fuera
el sacrificio de alabanza, pregonad
los sacrificios voluntarios^ pregonad¬
los, pues que así lo queréis, hijos de
Israel, dice Yave.
Ceyueru del pueblo.
6 Sin embargo, yo os he hecho estar
a diente limpio en vuestras ciudades,
y a falta de pan en todos vuestros lu¬
gares, pero no os habéis vuelto a mí,
dice Yave.
7 También os negué la lluvia desde
tres meses antes de la siega, lloví en
una ciudad, no lloví en otra, llovió
en una parte y en otra no llovió y
se secó. 8 Y venían dos o tres eiu-
dades a una ciudad para beber el
agua, sin poder saciarse, y con todo
no os convertisteis a mí, dice Yave.
0 Os herí con añublo y con tizón,
devasté vuestras huertas y vuestras
viñas, la langosta devoró vuestras
higueras y vuestros olivos, pero no
os convertisteis a mí, dice Yave. 10 Os
castigué con plagas a modo de las
de Egipto, maté a vuestros mancebos
a la espada, di al cautiverio vuestros
caballos, y en mi furor abrasé con
el fuego vuestros campos, pero no'os
convertisteis a mí, dice Yave.
11 Os trastorné como cuando tras¬
torné a Sodoma y Gomorra, fuisteis
como tizón sacado del fuego, pero no
os convertisteis a mí, dice Yave.
12 Por tanto, mira lo que voy a ha¬
certe^ Israel, mira lo que te haré.
Apréstate a comparecer ante tu Dios,
Israel, 13 que es el que formó los
montes y creó los vientos, y pone al
desnudo" ante el hombre los pensa¬
mientos de éste; el que del alba hace
tinieblas y marcha por las alturas
de la tierra; Yave, Dios Sebaot es
su nombre.
[5] 8 (1) El hizo las pléyades y el
Orion, él torna las tinieblas en auro¬
ra y del día hace noche oscura. El
llama a las aguas del mar y las de¬
rrama sobre la haz de la tierra, Yave
es su nombre. 9 El hace resplandecer
la salud para el desventurado y trae
sobre la fortaleza la ruina.
Exhortación a la ^conversión.
1 Escuchad esto, es la lamenta¬
ción que yo hago sobre vosotros,
casa de Israel. 2 Cayó la virgen de
Israel, no podrá ya más levantarse.
Yace en tierra abandonada, no ha¬
brá quien la levante. 3 Porque así
dice el Señor, Yave: La ciudad que
entre en campaña con mil guerreros,
se quedará con ciento; la que entre
con cien, se quedará con diez en la
casa de Israel. 4 Así, pues, dice Yave
a la casa de Israel: Buscadme y vi¬
viréis: 6 No busquéis a Betel ni
vayáis a Guilgal ni paséis a Berscba,
porque Guilgal será llevada al cau¬
tiverio, y Betel será destruida. , 6 Bus-
ead a Yave y vivid, no abrase a la
casa de José con un fuego devora-
dor, sin que tenga Betel quien lo
apague.
7 Tornan el juicio en ajenjo y echan
por tierra la justicia. 10 En las puer¬
tas detestan al censor y aborrecen
al que habla rectamente. 11 Pues
porque pisáis con vuestros pies al
pobre y le exigís la carga del trigo,
las casas que de piedras talladas os
habéis construido no las habitaréis;
de las deliciosas viñas que os habéis
plantado, no beberéis el vino. 12 Por-
(í) Los versículos 8 y 9 del capítulo 5 los
insertamos aquí, pues donde hoy se hallan
bien se ve que están fuera de su lugar.
AMÓS, 6, 7
785
que yo sé lo muchas que son vues¬
tras prevaricaciones y cuán grandes
son vuestros pecados, opresores del
justo, que hacéis extorsiones y en
las puertas hacéis perder al pobre su
causa. 13 Por eso el hombre prudente
tiene que callarse ahora, porque es
tiempo malo.
14 Buscad el bien y no el mal, para
que viváis y así Yave Sebaot será con
vosotros, como lo decís. 15 Aborreced
el mal y amad el bien y haced jus¬
ticia en las puertas, y quizá Yave,-
Dios Sebaot, tenga piedad del resto
de José. 16 Por tanto, así dice Yave
Sebaot, el Señor: Habrá llantos en
todas las plazas y en todas las calles
clamarán: ¡Ay, ay!, y llamarán al la¬
brador para que se duela y se lamente
en las filas de las plañideras. 17 Y
habrá llantos en todas las viñas, por¬
que pasaré yo por en medio de vos¬
otros, dice Yave. 18 ¡Ay de aquellos
que desean el, día de Yavel ¿Qué
será de vosotros? El día de Yave es
día de tinieblas, no de luz. 19 Es
como quien huyendo del león, diera
en el oso; como quien al refugiarse
en casa y poner su mano sobre la
pared fuera mordido por la serpien¬
te. 20 ¿No es tinieblas el día de Yave
y no luz, y oscuridad sin resplandor?
21 Yo odio y aborrezco vuestras
asambleas, y no me complazco en
vuestras congregaciones. 22 Y si me
ofrecéis holocaustos y me presentáis
vuestros dones, no los recibiré, ni
pondré mis ojos en los pacíficos de
vuestras cebadas víctimas. 23 Aleja
de mí el ruido de tus cantos, que no
escucharé el sonar de tus cítaras.
24 Como agua impetuosa se preci¬
pitará el juicio; como torrente que no
se seca, la justicia. 26 ¿Me ofrecisteis
sacrificios y presentes en el desierto
en cuarenta años, casa de Israel?
26 Ya os llevaréis a Saccut vuestro rey,
y al astro de vuestro dios Queram , (1)
vuestros ídolos, los que os habéis
fabricado; 27 y yo os deportaré más
allá de Damasco, dice Yave, cuyo
nombre es Dios Sebaot.
A 1 ¡Ay de los descuidados de Siónl
^ ¡Ay de los confiados de Samarial
Atended a las más antiguas de las
naciones e id a ellas, casa de Israel.
2 Id a Calne, pasad a Hamat, la
grande, bajad a Get de los filisteos.
¿Son ellos de mejor condición que
(z) Probablemente nombres de dioses asirios.
estos reinos o está el territorio de
éstos mejor que el vuestro? 3 Preten¬
déis lejano el día de la calamidad,
agarrándoos al presente en un per¬
nicioso descuido. 4 Ved cómo se tien¬
den en marfileños divanes e indolentes
se tumban en sus lechos. Comen cor¬
deros escogidos del rebaño y terneros
criados en el establo. 5 Bailan al son
de la cítara e inventan, como David,
instrumentos músicos. 6 Gustan del
vino generoso y se ungen con óleo
fino y no sienten preocupación algu¬
na por la ruina de José. 7 Por eso
irán ahora al cautiverio, a la cabeza
de los deportados, y desaparecerá ese
hatajo de disolutos, 8 dice Yave, Dios
Sebaot.
Por su vida ha jurado el Señor,
Yave: Yo abomino la soberbia de
Jacob, detesto sus palacios y entre¬
garé la ciudad con todo cuanto en¬
cierra; 9 de tal modo que si de una
casa no quedaren más que diez hom¬
bres, morirán. 10 Quedará un corto
número de escapados para llevarse
de la casa los huesos, y el uno dirá
al otro que está en el fondo de la
casa: ¿Queda alguno más?, y él res¬
ponderá: Ninguno. Y el otro le dirá:
¡Calla, no hay que pronunciar el
nombre de Yavel 11 Porque va a dar
Yave la orden y en las casas grandes
abrirá brechas y grietas en las pe¬
queñas.
12 ¿Galopan los caballos por las
rocas? ¿Se ara con bueyes el mar?
Pues vosotros hacéis del juicio ve¬
neno, y del fruto de la justicia ajenjo.
13 Os envanecéis por lo de lo Debar
y decís: ¿No hemos tomado con
nuestra fuerza a Carnaim? 14 Pero
yo voy a suscitar contra vosotros,
oh casa de Israel—dice Yave, Dios
Sebaot—, un pueblo que os oprimirá
desde la entrada de Hamat hasta el
torrente de los sauces.
Certeza e inminencia del castigo.
H 1 El señor me di ó a ver esto:
L El criaba langostas al tiempo en
que comenzaba a crecer el heno que
venía después de la siega del rey,
2 e iban a acabar de devorar las
hierbas tardías y el verdor de la
tierra. Yo dije: ¡Oh, Señor, Yave,
ten piedadl ¿Cómo se va a sostener
Jacob, estando tan débil? 3 Y Yave
se arrepintió y dijo: No será así,
dice Yave. 4 Hízome también ver
»
30
786
AMÓS, 8, 9
esto el Señor, Yave: El Señor, Yave,
se aprestaba a castigar con fuego
que había de devorar el gran abismo
e iba a consumir la heredad. 6 Yo
dije: ¡Olí, Señor, Yave! Detente.
¿Cómo se va a sostener Jacob es¬
tando tan débil? 6 Yave se arrepintió
y dijo: Tampoco será esto, dice
Yave.
7 También me dió a ver esto: Es¬
taba Yave cerca de un muro de
plomo, y tenía plomo en su mano.
8 Yave me preguntó: ¿Qué es lo que
ves, Amós? Yo respondí: Plomo. Y el
Señor dijo: Pues mira, yo voy a arro¬
jar plomo sobre mi pueblo, Israel. Ya
no le perdonaré más tiempo. 9 Los
altos de Isac serán devastados, y
destruidos los santuarios de Israel.
Yo me alzaré con la espada contra
la casa de Jeroboam. 10 Amasias,
sacerdote de Betel, mandó a decir a
Jeroboam. Amós está conspirando
contra ti en medio de la casa de
Israel. La tierra no puede ya sopor¬
tar sus palabras. 11 Porque Amós va
diciendo: Jeroboam morirá a la es¬
pada c Israel irá al cautiverio, lejos
de su tierra.
12 Y Amasias dijo a Amós: Vidente,
ve y escapa a la tierra de Judá, y
come allí tu pan, haciendo el pro¬
feta. 13 Pero guárdate de volver a
profetizar contra Betel, mira que
éste es un santuario del rey y una
casa real. 14 Amós respondió a Ama¬
sias, diciendo: Yo no soy profeta
ni hijo de profeta; soy boyero y
hábil en preparar los higos de sicó¬
moro. 15 Yave me tomó de detrás
del ganado, y me dijo: Ve a profeti¬
zar a mi pueblo Israel. 16 Escucha,
pues, ahora la palabra de Yave:
Tú me dices: no profetices contra
Israel, ni hagas predicciones contra
la casa de Isac. 17 Por eso dice Yave:
Tu mujer será deshonrada en la
ciudad, tus hijos caerán a la espada,
tu tierra será repartida a cordel, tú
morirás en una tierra contaminada,
e Israel irá al cautiverio lejos de su
tierra.
1 El Señor, Yave, me dió a ver
esto: Era un cestillo de fruta
madura; 2 y me dijo: ¿Qué es lo que
ves, Amós? Yo le respondí: Un ces¬
tillo de fruta madura. Y Yave me
dijo: Madura está ya la suerte de mi
pueblo Israel; no le perdonaré ya
más tiempo. 3 Los artesonados de
los palacios aullarán aquel día, dice
el Seiior, Yave. Serán muchos los
cadáveres y serán en silencio arro¬
jados en cualquier lugar.
4 Escuchad esto los que aplas¬
táis al pobre y querríais exterminar
de la tierra a los infelices, 5 diciendo:
¿Cuándo pasará el novilunio, que
vendamos el trigo, y el sábado que
abramos los graneros, achicaremos
el efa y agrandaremos el sido, y fal¬
searemos fraudulentamente los pe¬
sos? 6 Compraremos por dinero a los
débiles y a los pobres por un par de
sandalias, y venderemos las aechadu¬
ras del trigo. 7 Yave ha jurado por la
gloria de Jacob: No olvidaré yo nunca
estas cosas. 8 ¿No se ha de estremecer
por eso la tierra? En duelo quedarán
cuantos la habitan. Alzaráse toda
ella como el Nilo, temblará y se
abajará como el río de Egipto.
9 Aquel día, dice el Señor, Yave,
haré que se ponga el sol al mediodía
y en pleno día tenderé tinieblas sobre
la tierra. 10 Tornaré en duelo vues¬
tras solemnidades y en llanto vues¬
tros cantos; haré que todos cubran
de sacos sus riñones y se rapen las
cabezas. Será duelo como el duelo
por el unigénito, y su remate será
día de desesperación.
11 Vienen días, dice Yave, en que
mandaré yo sobre la tierra hambre
y sed, no hambre de pan ni sed de
agua, sino de oír la palabra de Yave,
12 y errarán de mar a mar y del
norte al oriente en busca de la pala¬
bra, y no la hallarán. 13 Aquel día
las hermosas doncellas y los mance¬
bos desfallecerán de sed. 14 Los que
juran por el pecado de Samaría y
dicen: «Vive tu Dios, Dan» y «Vive
tu protector, Berscba», sucumbirán
para no levantarse jamás.
Q 1 Vi al Señor que estaba junto al
1 altar, y me dijo: Rompe los capi¬
teles, que se hunda el techo y caiga
sobre las cabezas de todos, y a los
que queden yo los mataré a espada.
Nadie se salvará huyendo, nadie
podrá escapar. 2 Aunque bajasen
hasta el infierno, de allí los sacaría
mi mano; aunque subiesen hasta los
cielos, de allí los bajaría. 3 Aunque se
escondan en la cumbre del Carmelo,
allí los buscaré y los cogeré; aunque
se ocultaran a mis ojos en el fondo
del mar, allí mandaría yo a ln ser¬
piente para que los mordiera. 4 Cuando
vayan cautivos ante sus enemigos,
daré a la espada la orden de exter-
MIQUEAS, 1
787
minarlos, y tendré puestos sobre ellos
mis ojos para mal, no para bien.
6 El Señor, Yave Sebaot, toca la
tierra y ésta se funde, y lloran todos
sus habitantes; la levanta toda entera
como el Nilo, y la abaja como el río
de Egipto. 6 Él edificó en los cielos
su morada, y la fundó sobre la bóveda
de la tierra. El llama a las aguas del
mar y las derrama sobre la haz de
la tierra, su nombre es Yave.
7 Hijos de Israel, ¿no sois para mí,
dice Yave, como hijos de etíopes?
¿No hice yo subir de la tierra de
Egipto a los hijos de Israel y a los
filisteos de Caftor y a los árameos de
Quir? 8 Ved que los ojos del Señor,
Yave, están puestos sobre el reino
pecador, y que yo los borraré de la
haz de la tierra. Pero no destruiré
del todo a la casa de Jacob, dice
Yave. 9 Yo daré la orden, y zaran¬
dearé a la casa de Israel entre las
gentes todas, como se zarandea con
la criba; no caerá toda en masa sobre
la tierra. 10 A la espada perecerán
todos los pecadores de mi pueblo,
que dicen: «No nos alcanzará la
desdicha, no se nos acercará el
mal.»
Promesa de restauración.
11 Aquel día yo levantaré el tugu¬
rio de David "(1) caído, repararé
sus brechas, alzaré sus ruinas, y le
reedificaré como en los días antiguos,
12 para que conquisten los restos de
Edom y los de todas las naciones
sobre las cuales sea invocado mi
nombre, dice Yave, que cumplirá
todo esto. 13 Vienen días, dice Yave,
en que sin interrupción seguirá al
que ara el que siega, al que vendi¬
mia el que siembra. Los montes
destilarán mosto y correrá de todos
los collados. 14 Yo reconduciré a los
cautivos de mi pueblo Israel, reedifi¬
carán sus ciudades devastadas y las
habitarán; plantarán viñas y beberán
su vino, harán huertos y comerán sus
frutos. 16 Los plantaré en su tierra y
no serán ya más arrancados de la tierra
que yo les he dado, diceYave, tu Dios.
(i) Después de tantas amenazas, el profeta
termina con una promesa dulce, la restauración
de la tienda de David, es decir, de su reino, y
la dominación sobre los pueblos vecinos. Seme¬
jante promesa implica la promesa del Mesías y
de su reino, como lo interpreta el Apóstol San¬
tiago en Act., 15. 16,
INTRODUCCION AL LIBRO DE MIQUEAS
J^STE Miqueas es distinto del Miqueas hijo de Jemla, que vivió un siglo
antes, reinando Ajah en Samaría, y Josafat en Jerusalén (1 Reg . 22, 8.
y siguientes). Fue natural de Morasti, aldeita de la región de Hebrón, y pro¬
fetizó en los reinados de Jotán , Ajaz y Ezequias (1, 1). Es, pues, contem¬
poráneo de Isaías y de las invasiones asirias sobre Samaría y Judá. Sus vati¬
cinios se dirigen contra ambos reinos, reprendiendo especialmente los abusos
de los ricos y conminándoles con el castigo por medio de los asirios, al que
seguirá la salud mesiánica . En estos vaticinios mesiánicos debemos señalar
dos pasajes: el concurso de las naciones a Jerusalén en busca de la salud
(4,1 sigs.) que a la letra se lee en Is . 2, 2 sigs ., y el origen betlemltico del
Mesías (5,1 sigs.), que cita San Mateo en su evangelio (2, 6).
MIQUEAS
Contra Israel y Judá. Samaría y sobre Jerusalén. 2 ¡Escu¬
chad, cielosl ¡Atiende, tú, oh tierra, con
1 1 Palabra de Yave que fué diri- todo cuanto en ella se contiene!
gida a Miqueas, de Morastí, en Que el Señor, Yave, va a litigar
días de Jotán, Ajaz y Ezequias, con vosotros; el Señor, desde su
reyes de Judá, lo que vió sobre santo templo, 3 pues ved que Yave
788
MIQUEAS, 2, 3
va a salir de su morada, va a des¬
cender y a hollar las cumbres de la
tierra; 4 y a su paso se fundirán los
montes y se derretirán los valles,
como al fuego se derrite la cera,
como aguas que se precipitan por
un despeñadero.
ñ Todo por la prevaricación de
Jacob, todo por los pecados de la
casa de Israel. ¿Cuál es la prevari¬
cación de Jacob? ¿No es Samaría?
¿Cuáles son los excelsos de Judá?
¿No es Jerusalén? 8 Pues yo haré a
Samaria majano en heredad de tierra
de viñas, V espareiré sus piedras por
el valle, y pondré al desnudo sus
cimientos; 7 y todas sus esculturas
serán abatidas, todas sus mercedes
serán abrasadas por el fuego, todos
sus ídolos serán arruinados; porque
son mercedes de prostitución, y en
salario de prostitución se convertirán.
8 Por eso gimo yo y me lamento,
y voy descalzo y desnudo, y aúllo
como los chacales y gimo como aves¬
truz; 9 porque su desastre es irreme¬
diable y ha invadido a Judá, lle¬
gando hasta la puerta de mi pueblo,
hasta Jerusalén. 10 No vayáis a pre¬
gonarlo en Get ni a llorarlo a Acó.
Revolcaos en el polvo en Ofra. 11 Os
han traicionado los de Safir, las ciu¬
dades de la vergüenza. No salieron
a campaña los habitantes de Sidón.
La casa vecina os traicionó, os negó
su apoyo. 12 Los habitantes de Marot
esperan sacar bien de haber descen¬
dido de Yavc el mal a la puerta
de Jerusalén.
13 Aparejad los carros, habitantes
de Laquis. Que es el comienzo de la
expiación de la hija de Sión. En ti
se han reproducido las prevarica¬
ciones de Israel. 14 Por eso habrás
de aprontar la dote de Moresct Get
v las casas de Acrib serán arroyo
engañoso para los reyes de Israel.
16 Por eso os traeré yo a vosotros el
señor, moradores de Maresa, y la
gloria de Israel emigrará a Adulam.
16 Motílate y ráete, por los hijos
queridos, ensancha tu calvicie como
la del buitre, porque fueron depor¬
tados lejos de ti.
Los ricos,
1 jAy de los que en sus lechos ma-
“ quinan la iniquidad, y se prepa¬
ran a ejecutar en amaneciendo, por-;
que tienen en sus manos el poderl!
2 Codician las heredades y las roban:
las casas, y se apoderan de ellas, y
\iolan el derecho del dueño y el de
la casa, el del amo y el de la heredad.
8 Por tanto, así dice Yave: Mirad,
yo estoy maquinando contra esta
casa un mal de que no podréis librar
vuestros cuellos, y no andaréis ya
erguidos, porque vendrá el tiempo
de la desventura. 4 Entonces se os
dirá una sátira y se cantará de vos¬
otros una elegía:
«Ya lo había dicho Yave: es com¬
pleta nuestra ruina. Ha mudado la
suerte de su pueblo. iCómo arrebata
para no devolver, y reparte nuestros
campos!»
6 Ya no habrá quien a. la suerte
distribuya las heredades en la con¬
gregación de Yave. 8 jNo claméisl
Que claméis que no claméis, por
esto no evitaréis el oprobio. 7 ¿No
se dice la casa de Jacob: «Se ha acor¬
tado la magnanimidad de Yave;
dónde están sus obras»?
¿Mis palabras no están plenas de
bondad para los que siguen el ca¬
mino recto? 8 Pero vosotros ayudáis
al enemigo contra mi pueblo. Delante
de Salmanasar arrebatáis el botín
de guerra a los que confiados van
su camino. 9 Arrojáis a las mujeres
de mi pueblo de su querido hogar,
y arrebatáis para siempre a sus hijos
mi gloria. 10 Levantaos y echad a
andar, que no es tiempo de holganza.
Por su inmundicia será atormentado
con terrible tormento.
11 No profetiza falsamente el hom¬
bre inspirado. Yo te profetizo el
vino y la bebida embriagante de
que rebosará este pueblo. 12 Yo te
reuniré, Jacob, todo entero; yo re¬
uniré los restos de Israel, yo le con¬
gregaré como en el peligro se con¬
gregan las ovejas, como rebaño en
medio de la angustia, y llenos de
espanto huirán ante el desastre.
13 Irá delante de ellos el que rompe
la marcha; se abrirán una salida y la
atravesarán y saldrán por ella, y
delante de ellos irá su rey.
Los falsos profetas.
*> 1 Yo, yo digo: Oíd, príncipes de
Jacob, cabezas de la casa de
Israel: ¿No os toca a vosotros cono¬
cer el derecho? 2 Aborrecen el bien
y aman el mal; desuellan, arrancan
la carne de sobre los huesos, y luego
MIQUEAS, 4, 5
789
de haberse comido la carne de mi
pueblo y de haberle arrancado la
piel, y haberle roto los huesos y
haberle descuartizado como carne
para la olla o carne para el caldero,
4 claman a Yave; pero Yave no
los oirá, ocultará de ellos entonces
su rostro, por la malicia que en
todas sus obras pusieron.
5 Así habla Yave contra los pro¬
fetas que descarrían a mi pueblo,
que mientras muerden con sus dien¬
tes, claman: «Paz», y al que no les
da que comer le hacen la guerra.
6 Por eso la visión se os hará noche y
la adivinación tinieblas, y se pondrá
para los profetas el sol y el día se
les oscurecerá. 7 Los videntes serán
cubiertos de vergüenza, y de con¬
fusión los adivinos, y se cubrirán
todos el rostro, pues Dios no dará
ya respuesta.
8 Yo, empero, estoy lleno de la
fuerza del Espíritu de Yave y de
autoridad y fortaleza, para denun¬
ciar a Jacob sus prevaricaciones y
sus pecados a Israel. 9 Oíd, pues,
cabezas de la casa de Jacob y jefes
de la casa de Israel, que aborrecéis
lo justo y torcéis el derecho, 10 que
edificáis a Sión con sangres y a
Jerusalén con crímenes. 11 Sus jueces
sentencian por cohecho, sus sacer¬
dotes enseñan por salario, sus pro¬
fetas profetizan por dinero, y se
apoyan sobre Yave, diciendo: (¿No
está entre nosotros Yave? No nos
sobrevendrá la desventura» 12 Por
eso, por vosotros, será Sión arada
como un campo, y Jerusalén será
un montón de ruinas, y el monte
del templo será un breñal.
Promesa de restauración y de paz.
± 1 Pero al fin de los tiempos el
” monte de la casa de Yave se
alzará a la cabeza de los montes, se
elevará sobre los collados, y los
pueblos correrán a él (1); 2 y
(i) Este hermoso vaticinio mesiánico lo lee¬
mos también en Isaías, 2, 2, contemporáneo de
Miqueas. No es fácil averiguar con certidumbre
a cuál de los dos pertenece o si ambos lo tomaron
de un tercer profeta. Lo cierto es que fué escrito
bajo la inspiración divina y que encierra uno de
los más bellos anuncios de la vocación de las
gentes y de la atracción que sobre ellas ejerce la
Iglesia.
vendrán numerosos pueblos, diciendo:
Venid, subamos al monte de Yave,
a la casa del Dios de Jacob, que nos
enseñe sus caminos para que mar¬
chemos por sus sendas, pues de Sión
saldrá la ley y de Jerusalén la pala¬
bra de Yave. 3 Y juzgará a muchos
pueblos y ejercerá la justicia hasta
muy lejos con naciones poderosas,
y de sus espadas harán azadas y de
sus lanzas hoces; no alzará la espada
gente contra gente, ni se ejercitarán
ya para la guerra. 4 Sentaráse cada
uno bajo su parra y bajo su higuera,
y nadie les aterrorizará, porque lo
dice la boca de Yave. 6 Pues los pue¬
blos marchan cada uno en el nombre
de sus dioses, pero nosotros marcha¬
remos siempre eternamente en el
nombre de Yave, nuestro Dios.
0 En aquel día, dice Yave, yo
recogeré a la coja y traeré a la des¬
carriada a quien yo castigué; 7 y a
la coja le daré descendencia, y a la
descarriada la haré un pueblo pode¬
roso, y Yave reinará sobre ellos en
el monte de Sión desde ahora para
siempre. 8 Y tú, torre del rebaño,
fortaleza de la hija de Sión, volverá
a ti tu antiguo poderío, y la realeza
que es propia de la hija de Jerusalén.
9 ¿Por qué, pues, tantos clamores?
¿No hay rey en ti o te falta tu con¬
sejero, que te dueles como con dolo¬
res de mujer en parto? 10 Te dueles y
gimes, hija de Sión, como mujer en
parto, porque vas a salir ahora de
la ciudad, y morarás en los campos y
llegarás hasta Babilonia, pero allí
serás liberada, allí te redimirá Yave
del poder de tus enemigos.
11 Ahora se han juntado contra ti
muchas gentes y dicen: Que sea pro¬
fanada y logren verlo nuestros ojos
en Sión. 12 Pero no conocen los pen¬
samientos de Yave, no penetran sus
designios. El los juntará como se jun¬
tan en la era las gavillas. 13 Alzate y
trilla, hija de Sión; que yo haré tu
cuerno cuerno de hierro, y tus zapatos
zapatos de bronce, y aplastarás a mu¬
chos pueblos, y consagrarás a Yave sus
despojos, y sus riquezas al Señor de
la tierra.
El rey pacífico
^ 14 Rodéate ahora de muros, Bet-
^ Gader. Nos cercan, hieren con
la clava las mandíbulas de las tribus
790
MIQUEAS, 6
de Israel. 1 Pero tú Belén de Efrata,
pequeño para ser contado enstre lo
millares de Judá, de ti me saldrá
quien señoreará en Israel, cuyos orí¬
genes serán de antiguo, de los días
de remota antigüedad (1). 2 El los
entregará hasta el tiempo en que la
que ha de parir parirá, y el resto de
sus hermanos volverá a los hijos de
Israel, 3 y estará firme y apacentará
con la fortaleza de Yave y con la
majestad del nombre de Yave, su
Dios, y habrá seguridad, porque su
prestigio se extenderá hasta los con¬
fines de la tierra.
4 Y así será la paz: Cuando invada
Asiir nuestra tierra para hollar nues¬
tros palacios, le opondremos siete
pastores y ocho hombres principales;
6 y regirán la tierra de Asur con la
espada y la tierra de Nemrod con la
espada desnuda. El nos librará de
Asur, cuando venga contra nuestra
tierra para hollar nuestro territorio.
6 Y el resto de Jacob será en medio
de los pueblos como rocío de Yave,
como lluvia sobre la hierba, que no
tienen que esperar de nadie ni nece¬
sitan nada de los hombres. 7 * Será
el resto de Jacob entre las naciones,
en medio de numerosos pueblos, como
león en medio de las bestias del campo,
como joven león en medio de rebaño
que arrebata la presa, sin que haya
quien se la arranque.
8 Se alzará tu mano sobre tus ene¬
migos, y todos tus contrarios serán
exterminados. 9 Aquel día, dice Yave,
quitaré de en medio de ti tus caba¬
llos y destruiré tus carros, 10 y aba¬
tiré las ciudades de tu tierra, y
arruinaré todas tus fortalezas. 11 Y te
quitaré de las manos tus hechice¬
rías y no habrá más en ti agüeros;
12 y destruiré tus esculturas y tus
cipos en medio de ti, y nunca más
te postrarás ante la obra de tus
manos; 13 y arrancaré de en medio
de ti tus aseras y derribaré tus
árboles, 14 y haré con ira y furor
venganza en las gentes que no qui¬
sieron escuchar.
(i) Este oráculo anuncia los orígenes betle-
míticos del futuro libertador de Israel. Pudiera
esto entenderse de dos modos: o del origen bet-
lemítico del Mesías, como hijo de David, o de que
él mismo habría de nacer en Belén. El Señor
quiso que el vaticinio se cumpliese del segundo
modo, acaso para poner más de relieve el pri¬
mero. San Mateo lo cita en 2, 6.
Querella de Yave contra Israel y
Jernsalén.
6 1 Oíd, pues, lo que dice Yave:
¡Levántate! ¡Queréllate contra los
montes y que oigan tu voz los colla¬
dos! 2 Oíd, montes, y vosotros, cimien¬
tos inconmovibles" de la tierra, la
querella de Yave. Porque tieue Yave
querella con su pueblo y va a alter¬
car con Israel.
3 ¿Qué te he hecho yo, pueblo mío?
¿En qué te he molestado? Respón¬
deme. 4 * Porque yo fui quien te sacó
de la tierra de Egipto, y te redimí
de la casa de la servidumbre, y te
mandé para que te guiaran a Moisés,
Arón y María. 6 Acuérdate, pueblo
mío, de qué fué lo que pedía Balac,
rey de Moab, y qué lo que le res¬
pondió Balán, hijo de Beor, de Sitim
a Guilgal, para que conozcas la rec¬
titud de Yave.
6 ¿Con qué me presentaré yo ante
Yave y me postraré ante el Dios de
lo alto? ¿Vendré a él con holocaustos,
con becerros primales? 7 ¿Se agra¬
dará Yave de los miles de carneros
y de las miríadas de arroyos de aceite?
¿Daré mis primogénitos por mis pre¬
varicaciones y el fruto de mis entra¬
ñas por los pecados de mi alma?
8 ¡Oh hombre! Bien te ha sido
declarado lo que es bueno y'lo que
de ti pide Yave: hacer justicia, amar
el bien, humillarte en la presencia de
tu Dios. 9 La voz de Yave interpela
a la ciudad. Sabiduría es temer tu
nombre. Oye tribu, oye asamblea de
la ciudad: 10 ¿Voy a perder yo de
vista la casa del impío, los tesoros
de la iniquidad y el detestable efa
escaso? 11 Voy a perdonar yo a pesar
de las balanzas falsas y de las bolsas
de pesos fraudulentos?
12 Por haberse llenado sus ricachos
de iniquidades y haber engañado a
sus habitantes con palabras menti¬
rosas, llevando en su boca una lengua
mendaz; 13 por eso me he puesto
yo también a herirte v devastarte
a causa de tus pecados. * 4 Comerás y
no te saciarás, y el hambre te roerá
las entrañas; apartarás, pero no lo
librarás, y lo que librares yo lo daré
a la espada. 16 Sembrarás y no cose¬
charás, pisarás la aceituna, pero no
te ungirás con su óleo; la uva, pero
no beberás su vino.
14 Has seguido los mandatos de
Omri y todas las obras de la casa de
Ajab, y lias andado según sus con-
MIQUEAS, 7
791
sejos, para que yo te entregue a la
devastación y dé tus habitantes al
escarnio. Llevaréis, pues, sobre vos¬
otros el oprobio de mi pueblo.
7 1 jAy de mí, que he venido a ser
como quien va a coger después
de hecho el rebusco que sigue a la
vendimial No hay racimo que pueda
comer, anhelando yo los frutos pri¬
meros. 2 Han desaparecido de la
tierra los justos, no hay ninguno
recto entre los hombres, todos ace¬
chan la sangre, todos tienden redes
a su prójimo. 3 Todas las manos están
prontas a hacer diestramente el mal;
el príncipe hace extorsión, el juez
juzga por cohecho, y el grande sen¬
tencia a su capricho, 4 y pisan al
justo como a rama de zarza que sale
derecha del seto. Es el día anun¬
ciado por tus atalayas, viene tu
castigo, ahora vendrá tu ruina.
5 .No os fiéis del amigo, no creáis al
compañero, guarda las confidencias
de tu boca de la que duerme en tu
seno. 6 El hijo deshonra al padre,
la hija se alza contra la madre, la
nuera contra la suegra, y los enemi¬
gos de cualquiera son sus mismos
domésticos. u b Aquel día no habrá
ley; 12 llegará a ti desde Asiria al
Egipto y desde el Egipto al río, del
uno al otro mar, del uno al otro monte,
13 y la tierra será devastada a causa
de sus habitantes, por sus obras.
Esperanza de restauración.
7 Mas yo esperaré en Ya ve, espe¬
raré en el Dios de mi salvación, y
INTRODUCCION AL
mi Dios me oirá. 8 No te regocijes,
pues, de mí, enemiga mía. Si caí,
me levantaré; si en tinieblas estoy,
Yave será mi luz. 9 Habré de soportar
la ira de Yave, porque pequé contra
él, pero hasta que él tome en sus
manos mi causa y me haga justicia.
10 Lo verá mi enemiga y se cubrirá
de vergüenza, ella que me decía:
¿Dónde está Yave, tu Dios? Mis ojos
lo han de ver. Ahora será ella piso¬
teada como el polvo de las calles.
11 a Es el día de reedificar tus
oviles. 14 Apacienta con tu cayado a
tu pueblo, el rebaño de tu heredad.
A los que están aislados, establécelos
en medio del Carmelo. Que se apacien¬
ten en Basán y en Galad, como en
los pasados tiempos. 16 Muéstranos
tus prodigios como al tiempo en
que nos sacaste de Egipto. 16 Lo
verán las gentes, y se avergonzarán
de toda su prepotencia, pondrán en
la boca su dedo y ensordecerán sus
oídos. 17 Lamerán el polvo como la
serpiente, como los reptiles de la
tierra saldrán espantados de sus es¬
condrijos, y despavoridos se volverán
a Yave, nuestro Dios, y se sobreco¬
gerán de temor ante ti.
18 ¿Qué Dios como tú, que perdo¬
nas la maldad y olvidas el pecado
del resto de tu heredad? No persiste
por siempre en su enojo, porque ama
la misericordia. 19 El volverá a tener
piedad de nosotros, conculcará nues¬
tras iniquidades y arrojará a lo
hondo del mar nuestros pecados.
20 Tú serás fiel a Jacob y propicio a
Abraham, como a nuestros padres se lo
prometiste desde tiempos antiguos.
LIBRO DE NAHUM
J\J O sabemos de Nahum sino lo que nos dice su libro , que era natural de Elcos t
que , según San Jerónimo , estaba en Galilea , y más 'probablemente , según
otros, en Judea. Vaticinó el castigo y la ruina de Nínive en el reinado de
Josías (638-608) y y por tantOj algunos años antes de que esta tuviera lugar.
NAHUM
Yave, Dios vcnqador, marcha
contra IVinive.
\ 1 Oráculo sobre Nínive. Libro de
la visión de Nahum, de Elcos.
3 Alef.—Yave es un Dios celoso
y vengador; es vengador Yave y
pronto a la ira; Yave se venga de
sus enemigos y es inflexible para sus
adversarios. 3 Yave es paciente y
grande en poderío y no deja a nadie
impune. Bet.—Marcha en el torbe-
NAHUM, 2, 5
792
llino y la tempestad, y las nubes son
el polvo de sus pies. 4 Guímel.—Ame¬
naza a los mares y los seca, y agota
los ríos todos.
Dálet.—El Basán y el Carmelo des¬
fallecen, y se marchita el verdor del
Líbano. 6 He.—Tiemblan los montes
ante él, y se disuelven los collados.
Vau.—Se agita en tumulto la tierra
y el mundo, sus habitantes todos.
6 Zain.—¿Quien podrá permanecer
ante su ira? ¿Quién arrostrar el ardor
de su eólcra? Jet.—Su furor se di¬
funde como fuego. Y ante él se que¬
brantan las rocas. 7 Tet.—Es bueno
Ya ve para los que en él esperan,
es seguro refugio el día de la angustia.
Yod.—Conoce Ya ve a los que a él
se acogen, 8 y los protege cuando
arrecia la tormenta. Caf.—Destruye
enteramente a los que se le resisten,
a sus enemigos, y los lanza a las ti¬
nieblas. 9 ¿Qué maquinas contra Ya ve?
El destruye enteramente. Lámed.—No
tiene que levantarse por segunda
vez contra el enemigo, 10 b Del todo
los devora, como a paja seca.
11 Mein.—De ti salió quien ma¬
quinó contra mí perversidades, quien
trazó contra mí malvados designios.
12 ac Nun.—Palabra de Ya ve, Señor
del Cielo. Yo te humillaré de suerte'
que no tenga que humillarte otra
vez. 10 a 12 b Sámec.—Se erizan como
zarzal enredado, y como él serán
cortados y perecerán.
13 Ayin.—Yo voy n quebrantar
tu cetro, yo romperé tus cadenas.
Pe.— 14 c Yo extirparé de en medio
de ti las imágenes talladas, y del tem¬
plo de tus dioses los ídolos fundidos.
14 ab Sadc.—De ti ha mandado Yave:
No quedará ni memoria de tu nombre.
14 d Qof.—Haré tu sepulcro lugar igno¬
minioso. 12 d El azote será enteramen¬
te destruido.
•)
— 1 Res.—lEl mensajero de pazl
Mira, allí en los montes. Celebra,
Judá, tus festividades, cumple tus
votos, que no volverán a ensañarse
contra ti. 3 Sin.—Ha restaurado Yave
la viña de Jacob, ha restablecido la
gloria de Israel. Tau.—En torno de
lo que le arrebataron los saqueadores
que devastaron sus cepas.
lai ruina de IVínive.
2 Un destructor se ha puesto en
marcha contra ti; guarda la plaza
fuerte, escruta el camino, cíñete los
lomos, concentra todo tu poder. 4 El
escudo de sus guerreros está pintado
de rojo, sus soldados visten púrpura;
sus earros son como hachas encendi¬
das; al atacar sus caballos son un tor¬
bellino, 6 a través de los campos. Sus
carros con estruendo ruedan por las
plazas, brillan como antorchas y se
lanzan como el relámpago. 6 Los
principes se disponen a huir, van
tropezando por los caminos, corren
a los muros, preparan las defensas,
7 abren las puertas de las aguas, el
palacio está sumido en el terror;
8 la diosa Zib es desnudada y sacada
a la luz, sus servidoras lloran y gimen
como palomas y se dan golpes de
pecho.
9 Nínive parece un estanque de
aguas, pero de aguas que se van.
jAlto, altol Pero ninguno vuelve.
10 jSaqucad la plata, saquead el orol
No tienen fin los tesoros, es una ri¬
queza inmensa de toda suerte, de
preciosidades. 11 Saqueo, pillaje, de¬
vastación. Corazones llenos de es¬
panto, rodillas temblorosas, riñones
doloridos, rostros demudados.
12 ¿Dónde está el cubil de leones,
la que era guarida de cachorros de
león, a donde llevaba el león a sus
cachorros, donde nadie podía per¬
turbarlos? 13 Arrebataban sus leo¬
nes, y llenaban la caverna de presas
y su cubil de despojos. 14 Heme aqui
contra ti, dice Yave Sebaot. Yo con¬
vertiré en humo tus carros. La espada
devorará a tus cachorros, yo raeré
de la tierra tus rapiñas. No se oirá
ya más la voz de tus embaja¬
dores.
I.os crímenes ilc IVínive
1 iAy de ti, ciudad sanguinaria,
toda llena de mentira y de vio¬
lencia y de inexhaustas rapiñnsl
2 Restallido de látigo, estruendoso
rodar de ruedas, galopar de caballos
y rebotar de carros; 3 jinetes enhies¬
tos, espadas relampagueantes, lanzas
fulgurantes. Muchedumbre de heri¬
dos, montones de cadáveres, cadá¬
veres sin fin, por doquier se tropieza
con cadáveres. 4 Por las numerosas
fornicaciones de la ramera de encan¬
tadores atractivos, maestra en bru¬
jerías, que con sus fornicaciones sedu¬
cía a los pueblos y con sus hechicerías
engañaba a las naciones.
6 Heme aquí contra tí, dice Yave
HABACUC, 1
793
Sebaot. Yo te desnudaré, alzando
hasta la cara tus vestidos, yo descu¬
briré a los pueblos tu desnudez, yo
mostraré a los reinos tus vergüenzas.
6 Yo arrojaré sobre ti todas tus in¬
mundicias, yo te cubriré de ignominia
y te daré en espectáculo. 7 Cuantos
te vean se apartarán de ti, diciendo:
¡Destruida Nínive! ¿Quién se compa¬
decerá de ella? ¿Dónde te buscaré
consoladores? 8 ¿Eres tú mejor que
No Amón, la que se sentaba entre
ríos, la rodeada de aguas, cuya mu¬
ralla eran las aguas, y tenía las aguas
por baluarte? 9 Su fuerza era la Etio¬
pía y el Egipto, no tenía fin. Put
y la Libia eran sus mercenarios;
10 y con todo, se fue, se fué al cauti-.
verio y al destierro, y sus hijos fue¬
ron estrellados en las encrucijadas de
todas sus calles, y su nobles fueron
echados a suertes, y sus grandes
fueron cargados de cadenas.
11 También tú, también tú beberás
la embriaguez y serás objeto de es¬
carnio. También tú irás en busca de
un refugio contra el enemigo. 12 Todas
tus plazas fuertes son higueras con
brevas, que al sacudirse caen en la
boca de quien las come. 13 Mira: Tu
pueblo, todos son mujeres. Las puer¬
tas se abren de par en par al enemigo
en toda tu tierra. El fuego devora
las barras de tus puertas. 14 Abasté¬
cete de agua para el asedio; fortifica
tus plazas, pisa el barro, amasa la
arcilla y coge el molde de los ladri¬
llos. 15 Allí te devorará el fuego, allí
te exterminará la espada, te devo¬
rará como devora la langosta. Hazte
langosta por la voracidad, hazte lan¬
gosta por la multiplicación. 16 Mutti-
plicaste tus mercaderes más que las
estrellas del cielo. La langosta se
deslarva y se va. 17 Tus funcionarios
son como langostas, y tus escribas
como enjambre de langostas que en
día de frío se amontonan en un va¬
llado; sale el sol y se van, sin que
pueda conocerse el lugar donde estu¬
vieron.
18 Tus pastores, rey de Asur, están
dormidos; tus grandes tumbados, y
tu pueblo se dispersa por los montes,
sin que haya quien le congregue.
19 Tu ruina no tiene remedio; espan¬
toso es tu desastre. Cuantos lo oigan
batirán palmas contra ti porque,
¿sobre quién no pesó sin tregua tu
maldad?
INTRODUCCION AL LIBRO DE HABACUC
N ADA sabemos de Habacuc } fuera de lo que nos dice su libro. Este consta
de dos capítulos y un canto y que es el tercero. En ambas partes nos presenta
a los caldeos como instrumentos de la cólera divina para castigo de Juda; pero
éste f a su tiempo , recaerá sobre ellos mismos , por no haberse dado cuenta de
los juicios de Dios y haber atribuido a sus ídolos los triunfos alcanzados.
HABACUC
El juicio de Yave sobre las nacio¬
nes por medio de los caldeos.
. 1 Oráculo que vió Habacuc, pro-
1 feta. 5 Mirad a las naciones, ved
y espantaos, pues se va a cumplir
en vuestros días una obra, que si
os la contaran, no la creeríais.
6 Voy a suscitar a los caldeos, pue¬
blo feroz y arrebatado, que marchará
por las anchuras de la tierra, para
conquistar moradas ajenas. 7 Es te¬
rrible y temible, y su derecho y su
elación sólo de él emanan. 8 Sus caba¬
llos son más ligeros que el tigre, más
fogosos que el lobo nocturno. Sus
jinetes son iracundos; vienen de lejos,
volando como el buitre, con prisa
de devorar. 9 Todos vienen a la presa;
delante de ellos va el terror y amon¬
tona cautivos como las arenas. 10 Se
burla de los reyes, y se mofa de los
príncipes; se ríe de las plazas fuertes;
alza un terraplén y las toma; 11 luego,
el huracán muda en dirección, y pasa.
Yo voy a exponer mi querella a Dios.
794
HABACUC. 2, 3
¿(Jomo es que triunfa la violeueia
v la ¡njustiehi?
2 ¿Hasta cuándo, oh Yave, supli¬
caré sin que me oigas, clamaré a ti
contra la violencia, sin que mandes
tu salvación? 8 ¿Por qué me haces
ver la iniquidad, y soportar la vista
de la aflicción, y ver ante mí la
opresión y la crueldad, y se producen
pleitos y contiendas? 4 Por eso se
embota la ley y es conculcado el de¬
recho, pues el impío asedia al justo,
y el derecho se tuerce. 12 ¿No eres
tú desde muy antiguo Yave, mi Dios,
mi Santo? No dejarás tú, oh Yave,
perecer al que estableciste para la
justicia y fundaste sobre roca para
ejecutar el derecho. 13 Muy limpio
de ojos eres tú para contemplar el
mal, y no puedes soportar la vista
de la opresión: ¿Por qué, pues, so¬
portas a los malvados, y callas mien¬
tras el impío devora al que es más
justo que él, como si hicieras a los
hombres semejantes a los peces del
mar, o a los reptiles de la tierra,
que no tienen dueño? 16 El lo pesca
todo con su anzuelo, lo apresa en
sus mallas, lo barre con sus redes, y
triunfa y se regocija; 16 y ofrece sacri¬
ficios a sus mallas y ofrendas humean¬
tes a sus redes, pues por ellas acre¬
cienta su provisión y es pingüe su
comida. 17 Cada vez que sube, vacía
su red, y lio cesa la matanza de los
pueblos sin piedad alguna.
Itespiicstn de Dios.
1 Yo inc estaré en pie en mi
— puesto, en pie sobre el muro, y
quedaré observando a ver qué me
dice, y qué responde a mi querella.
2 Y Yave me respondió, diciendo:
Escribe la visión y grábala en tablas,
de modo que pueda leerse de corrido.
3 Porque la visión es para un tiempo
fijado, y ciertamente ha de realizarse
sin falta y sin tardanza, espérala, que
ciertamente llegará, no faltará.
4 Mira: El de alma soberbia perece,
mas el justo por su fidelidad vivirá.
4 iCuánto más habrá de perecer el
bandido, el orgulloso, que ensancha
su codicia como el infierno, y es in¬
saciable como la muerte y se apo¬
dera de todas las naciones y amon¬
tona todos los pueblos! 7 ¿No habrán
de alzar todos éstos contra él sátiras,
burlqs y proverbios? Le dirán: jAy
del que amontona lo ajeno, y acre¬
cienta sin cesar el peso de la deuda!
7 ¿No se alzarán de repente tus acree¬
dores, no se levantarán tus exactores
y serás presa de ellos? 8 Tú has des¬
pojado a muchas gentes, y ellas te
despojarán a ti por tus matanzas de
hombres, tus violencias contra la
tierra, la ciudad y cuantos la habitan.
9 jAy del que codicioso enriquece
injustamente su casa, y quiere poner
muy en alto su nido, para escapar
al infortunio. 10 Con tu proceder has
hecho segura la vergüenza de tu casa,
asolaste muchos pueblos y debes tu
vida; 11 porque chilla en el muro la
piedra, y la responde en el enmade¬
rado la viga. 12 jAy del que edifica
con sangre la ciudad, y la cimenta
sobre la iniquidad! 13 ¿No es de Yave
Scbaot: Que los pueblos trabajan
para el fuego y las gentes se fatigan
por la vanidad? 14 Pero llenaráse la
tierra de la gloria de Yave, como
llenan las aguas el mar. M
15 jAy del que da a beber al próji¬
mo su cáliz emponzoñado hasta em¬
briagarle, para descubrir su desnudez!
18 Bebe tú a tu vez a saciedad la
vergüenza, en lugar de la honra, hasta
emborracharte. A ti se te dará el
cáliz de la diestra de Yave, y en vez
de la gloria, tu vergüenza. 17 Porque
han de caer sobre ti las rapiñas del
Líbano, y la destrucción de los ani¬
males te será motivo de terror, y las
matanzas de hombres y el asola¬
miento de la tierra y de las ciudades
y de cuantos las habitaban.
19 {Ay del que dice al leño: Des¬
pierta, y a la piedra: Levántate! Esos
no enseñan sino a enmudecer. Están
cubiertos de oro y de plata, pero
no hay en ellos hálito de vida. 18 ¿De
qué sirve la escultura que su autor
esculpió, de qué la imagen fundida
y el oráculo mendaz, para que el
que la hizo ponga en ella su con¬
fianza, por haberse fabricado vanida¬
des mudas? 20 Yave inora en su santo
palacio. {Calla ante él, oh tierra toda!
IMefjuríu y cunto triunfal del
profeta.
1 Plegaria de llabacuc, profeta
•> sobre los sigyonot.
2 Yo te oí anunciarlo, {oh Yave!,
y me llené de espanto ante tus
designios. Dales vida, {oh Yave!,
cu el transcurso de los anos, uiaui-
SOFONÍAS, 1
795
fiéstalos en medio de los tiempos, y en
la ira acuérdate de hacer miseri¬
cordia.
3 Llega Dios de Temán, viene el
Santo del monte de Farán. Sela. Su
majestad cubre los cielos, y la tierra
se llena de su gloria. 4 Hay un res¬
plandor de luz, de sus lados salen
rayos, y vela con él la majestad de
su poder. 6 Delante de él va la mor¬
tandad, y a su zaga va el azote. 6 A]
levantarse él hace temblar a la tierra,
y su mirada conmueve las naciones.
Los montes eternos se resquebrajan,
y se abajan los eternos collados, sus
antiguos caminos.
7 En pago de la iniquidad llenaste
de terror las tiendas de Cusán, y
temblaron las tiendas de la tierra de
Madián. 8 ¿Acaso se enciende tu ira
contra los ríos, o es contra los mares
tu furor, cuando subes sobre tus ca¬
ballos y sobre tus carros de victoria?
9 Aparece al desnudo tu arco y llenas
de saetas tu aljaba, Sela, y hiendes
con torrentes la tierra. 10 A tu vista
tiemblan las montañas e irrumpen
diluvios de aguas; alza su voz el
abismo y levanta sus manos a lo
alto, 11 el sol y la luna se quedan
en sus moradas, y para alumbrar
vuelan tus saetas y fulgura tu lanza.
12 En tu ira huellas las naciones,
y en tu furor trillas a los pueblos.
13 Saliste a campaña para salvar a tu
pueblo para la salvación de tu ungido,
abatiendo la cúspide de la casa del
impío, desnudando sus cimientos has¬
ta la roca, Sela. 14 Horadaste con tu
cayado la cabeza del Faraón; 16 te
metiste con tqs caballos en el mar,
en el hervidero de montañas de agua,
que como torbellino avanzaban exul¬
tantes para dispersarnos, para devo¬
rar ocultamente al desvalido.
16 Yo oí, y se estremecieron mis en-
¡ trañas, al estruendo me faltó la pa¬
labra; se reblandecieron mis huesos
y mis pasos se hicieron vacilantes.
Tranquilo esperaré el día de la an¬
gustia, que ha de venir del pueblo
que ha de oprimirnos.
17 Que no dé sus yemas la higuera,
que no den sus frutos las vides, que
falte la cosecha del olivo y no
den mantenimiento los campos; que
desaparezcan del redil las ovejas,
no haya bueyes en los establos,
18 yo siempre me alegraré en Yave
y me gozaré en el Dios de mi salva¬
ción. 19 Que es Yave mi Señor, mi
fortaleza, que me da pies coma de
ciervo, y me hace correr por las alturas.
I Al maestro del canto. A las cuerdas.
INTRODUCCION AL LIBRO DE SOFONIAS
S O PONIAS parece , según el epígrafe de su libro (1 , 1), descendiente del
rey Ezequías. Vaticinó en los días de Josías , hijo de Amón (678-608),
antes de la caída del imperio asirio (612). Anunció el juicio de Dios sobre
Judá y las naciones , sin excluir a Nínive , que será convertida en soledad , en
desierto , en guarida de fieras (2 , 13 sigs.). Termina anunciando la cesación
del cautiverio y la restauración mesiánica , en que participarán todos los
pueblos.
SOFONIAS
El día de Yave.
1 1 2 Palabra de Yave dirigida a So-
fonías, hijo de Cusí, hijo de Gue-
dalías, hijo de Amarías, hijo de Eze¬
quías, en los días de Josías, hijo de
Amón, rey de Judá.
2 Yo haré perecer cuanto hay sobre
la haz de la tierra, dice Yave. 3 Haré
perecer hombres y animales, las aves
del cielo y los peces del mar. Yo
haré tropezar a los impíos y exter¬
minaré a los hombres de sobre la haz
de la tierra, dice Yave. 4 Yo tenderé
mi mano sobre Judá y sobre todos
los moradores de Jerusalén, y exter¬
minaré de este lugar los restos de
Baal, y el nombre mismo de los arús-
796
SOFONlAS, 2
pices de entre los sacerdotes, y a los
que en los terrados se postran ante
la milicia de los cielos, y a los que
postrándose ante Yave juran por
Milcom, 6 y a los que se apartan de
Yave vno le buscan ni se acuerdan de él.
7 ¡Silencio en la presencia del Señor,
Yavcl Porque se acerca el día de Yave.
Porque ha preparado ^Yave un ban¬
quete, y ha prevenido'ya a sus invi¬
tados. 8 Y sucederá en el día del
banquete de Yave, que haré yo jus¬
ticia en los príncipes y en la casa
del rey, y en todos los que se visten
vestiduras extranjeras. 9 Y liare aquel
día justicia en los que corretean por
las calles e hinchen las casas de sus
señores de rapiñas y de fraudes.
10 Y se alzarán aquel día, dice Yave,
gran gritería desde la puerta del pesca¬
do y gran clamor desde la ciudad nue¬
va y gran estruendo desde las colinas.
11 Lamentaos, moradores de la
Muela, porque todo vuestro pueblo
de mercaderes ha sido destruido, han
sido exterminados todos los que
traían las cargas de plata. 12 Sucederá
aquel día que escudriñaré yo a Jeru-
salén con linternas, y haré justicia
en los que se sientan sobre sus heces,
diciéndose en su corazón: No hace
Yave ni bien ni mal. 13 Su opulencia
será dada al pillaje y asoladas, sus
casas. Levantarán casas y no las ha¬
bitarán, plantarán viñas y no bebe¬
rán su vino. 14 Se acerca, se acerca
el gran día de Yave, viene presuroso;
el estruendo del día de Yave es ho¬
rrible, hasta los más fuertes lanzan
gritos de angustia. 16 Día de ira es
aquél, día de angustia, de congoja,
día de ruina y asolamiento, día de ti-
nivbla y de oscuridad, día de sombras
y densos nublados, 16 día de trompeta
y alarma en las ciudades fuertes y
en las altas torres.
17 Yo aterraré a los hombres, que
andarán como ciegos; por haber pe¬
cado contra Yave, su sangre será de¬
rramada como se derrama el polvo y
tirados sus cadáveres como estiércol.
18 No podrá su plata ni su oro librarlos
el día de la ira de Yave, pues toda la
tierra será consumida por el fuego
de su furor y consumará la ruina, la
pérdida apresurada de todos los mo¬
radores de la tierra.
Exhortación u la penitencia.
%) 1 Ajustaos a la regla y arreglaos,
— pueblo rebelde, 2 antes que la
cólera os pulverice como tamo, antes
que caiga sobre vosotros el ardor de
la ira de Yave, antes que llegue sobre
vosotros el día de la ira de Yave.
3 Buscad a Yave los humildes de la
tierra; cumplid su ley, practicad la
justicia, buscad la mansedumbre, y
quizá quedaréis al abrigo el día de
la ira de Yave.
Sobre los filisteos.
4 Porque Gaza será abandonada, y
Ascalón asolada, Azoto saqueada en
pleno día, y Acarón extirpada. 6 ¡Ay
de los habitantes de la costa del mar,
del pueblo de los -ceretcosl La pa¬
labra de Yave se alza contra vos¬
otros. Canán, tierra de filisteos, yo
te destruiré hasta no dejar en ti habi¬
tante. 6 Y Qucrct se convertirá en
pastizales de pastores y rediles para
las ovejas. 7 La región será para el
resto de Judá, allí apacentará. Dor¬
mirán por la noche en las casas de
Ascalón, porque los visitará Yave,
su Dios, y los restaurará.
Sobre iVIoal) y Ammán.
8 Yo he oído los ultrajes de Moab
y los denuestos de los hijos de Ammón,
que afrentaron a mi pueblo y se en¬
grandecieron con su territorio. 9 Y
por ini vida, dice Yave Sebaot, el
Dios de Israel, que Moab será como
Sodoma y los hijos de Ammón como
Goinorra, ortigales, mina de sal y
campo de eterna devastación. El
resto de mi pueblo los saqueará, y los
sobrevivientes de mi pueblo los he¬
redarán. 10 Este será el pago de su
soberbia, por haber ultrajado a mi
pueblo y haberse insolentado contra
el pueblo de Yave Sebaot. 11 Yave
será terrible contra ellos y destruirá
a todos los dioses de la tierra; y todos,
cada uno desde su lugar y todos los
de las islas de las gentes, le ado¬
rarán.
Sobre líi Etiopía v la Asiría.
12 También vosotros, los cusitas ;
seréis destruidos por mi espada. 13 \
tenderá su mano hacía el aquilón y
destruirá a Asur y hará de Níníve
un campo de devastación, árido como
desierto. 14 En medio de él dor-
SOFONÍAS, 3
797
mirán los rebaños y todos los ani¬
males de los pantanos, el pelícano y
el alcaraván harán su morada en
sus capiteles. En los huecos canta
un murmullo; en los atrios, desola¬
ción; los artesonados de cedro, arran¬
cados. 15 Hela aquí, la ciudad sober¬
bia y llena de confianza en sí misma,
que se decía: «Yo y nadie más que
yo.» jCómo ha sido devastada y
hecha guarida de bestiasl Cuantos
pasen cerca de ella silbarán y move¬
rán sus manos.
Sobre Jerusalén.
O 1 |Ay de la rebelde, de la conta-
^ minada, de la ciudad opresoral
2 No quiso escuchar, no se dejó ense¬
ñar, no quiso acercarse a su Dios.
Sus príncipes son rugientes leones,
sus jueces lobos nocturnos, que no
dejan hueso que roer a la mañana.
4 Sus profetas son hombres vanos y
pérfidos, sus sacerdotes profanan las
cosas santas y falsean la ley. 6 Yave
es justo en medio de ella, no hace él
iniquidad; todas las mañanas esta¬
blece su juicio para alumbrar, no
falta nunca y no hay en él iniquidad.
6 Yo he exterminado a los sober¬
bios y he asolado sus torres y devas¬
tado sus caminos, sin que haya quien
pase por ellos, y sus ciudades fueron
saqueadas y no queda en ellas mo¬
rador. 7 Me dije: De cierto me teme¬
rás y te corregirás; no dejará de ad¬
vertir los castigos con que yo la he
castigado; pero se dió a corromper
más y más sus caminos. 8 Por eso,
dice Yave, esperadme, para el día
en que me levantaré para juzgaros.
Porque es mi propósito reunir a las
gentes y juntar a los reinos, para
derramar sobre ellos mi ira, porque
la tierra toda será consumida por el
ardor de mi cólera.
La restauración.
9 Entonces devolveré yo a los pue¬
blos labios limpios, para invocar todos
el nombre de Yave y servirle de común
acuerdo. 10 Mis adoradores, mi dis¬
persión, me traerá ofrendas desde
más allá de Cus. 11 Entonces no te
avergonzarás ya de las rebeliones con
que te rebelaste contra mí, porque
yo quitaré de en medio de ti a tus
fanfarrones jactanciosos y no te
ensoberbecerás por mi monte santo.
12 Dejaré en medio de ti como resto
un pueblo humilde y modesto, que
esperará en el nombre de Yave.
13 El resto de Israel no hará iniqui¬
dad, no dirá mentira, no tendrá en
su boca lengua mendaz, y se apacen¬
tarán y dormirán sin que haya nadie
que los espante.
14 ¡Canta, hija de Siónl Da voces
jubilosas, Israelí Regocíjate con todo
el corazón, hija de Jerusalénl 15 Que
Yave ha revocado los decretos dados
contra ti y rechazado a tu enemigo.
El rey de Israel, Yave, está en medio
de ti. No verás más el infortunio.
, 16 Aquel día se dirá a Jerusalén: No
temas, Sión. Que no se caigan tus
manos, 17 que está en medio de ti
Yave, como poderoso salvador; se
goza en ti con transportes de alegría,
te ama con delirio. 18 a ¡Ay de los que
pretendan afrentartel (1).
19 a Aquel día arruinaré yo entera¬
mente a tus opresores, 18b y destrui¬
ré del todo a los que te oprimieron.
19 b Y salvaré a la coja y recogeré a
la descarriada y las haré objeto de
alabanzas, y su confusión la haré
gloria de la tierra toda, 20 al tiempo
en que yo os colmaré de bienes, al
tiempo en que yo os reuniré. Porque
yo os haré objeto de gloria y alabanza
entre todos los pueblos de la tie¬
rra, cuando a vuestros ojos haré
retornar a vuestros cautivos, dice
Yave.
(i) El día del Señor, que el profeta anuncia,
será un juicio sobre todas las naciones que reci¬
birán su castigo, mientras que Israel, purificado
por el cautiverio, se convertirá a Yave, que le
recibirá. Entonces Sión cantará alegre, tanto más
que ve el castigo de cuantos le maltrataron.
INTRODUCCION AL LIBRO DE JOEL
JIJADA nos dice la Escritura de Joel y hijo de Patuel f del cual sólo sabemos
* lo que se halla en sus oráculos . La sentencia más 'probable es que vivió
en Judá t después de la vuelta de la cautividad . Su vaticinio es escatológico .
Empieza por describirnos una asoladora invasión de langosta que había devas-
798
JOEL, 1, 2
lado el territorio hasta hacer que faltase la oblación en el templo. Tales invasio¬
nes no son raras en Palestina, sobre todo en Judea. En la orilla oriental del
mar Muerto se ineuba de continuo la langosta , y si las circunstancias le son
favorables se multiplica, y salvando el mar, invade la Judea. Los estragos de
tal invasión sirven de base al profeta para describir los del «día d l Señor?,
que vendrá sobre Israel y sobre todas las naciones , dia de justicia y día tam¬
bién de misetecordia mesiánica, por la efusión del espíritu divino en Israel.
(Vid. Act. 2, 17 sigs.)
JOEL
La terrible pluqu de lumjo^tu
devasta la tierra.
1 1 Palabra de Yave, llegada a Jocl,
hijo de Petuel.
2 Oíd esto, viejos. Escuchad, habi¬
tantes todos de esta tierra, a ver
si sucedió en vuestros días cosa
semejante. 8 Contádselo a vuestros
hijos, y que se lo cuenten éstos
a sus hijos, y sus hijos a la ge¬
neración venidera. 4 * Lo que dejó
el garam, lo devoró el arbe ; lo que
dejó el arbe, lo devoró el jclec ; lo que
dejó el jelec , lo devoró el jasil (1).
8 Despertaos, borrachos, y llorad;
gemid los bebedores de vino; que os
han quitado el vino de la boca. 6 Ha
invadido mi tierra un pueblo fuerte,
innumerable. Sus dientes son dientes
de león, sus mandíbulas mandíbulas
de leona. Ha devastado mis viñas,
ha roto mis higueras, las descortezó,
las derribó, dejándolas del todo blan¬
cas. 8 Laméntate como la doncella
que viste saco por el prometido de
su juventud. 9 Ha cesado la ofrenda
y la libación en la casa de Yave. Los
sacerdotes, ministros de Yave, están
en duelo. 10 Los campos devastados,
la tierra en luto, porque el trigo está
seco, destruido el vino, perdido el
aceite.
11 Confundios, labradores, gritad,
viñadores, por el trigo y la cebada,
porque no hay cosecha. 12 La viña está
en la confusión, la higuera enferma;
el granado, la palmera, el manzano
y todos los árboles del campo, secos.
La alegría ha huido avergonzada de
entre los hombres. 13 Ceñios y lamen¬
taos, sacerdotes. Llorad, ministros del
(i) Son cuatro nombres con que se deno¬
minan o cuatro especies de langosta o cuatro
diversos estados de ella en su desarrollo. No
teniendo en nuestra lengua nombres corres¬
pondientes, no hacemos más que trascribir los
hebreos.
altar. Venid, pasad la noche cubiertos
de saco, ministros de mi Dios. Porque
las ofrendas y libaciones han desapa¬
recido de la casa de vuestro Dios.
14 Promulgad ayuno, pregonad asam¬
blea santa, congregad a los ancia¬
nos y a todo el pueblo de la tierra en
la casa de Yave, vuestro Dios, y
clamad a Yave. 15 jAy, aquel día, el
día de Yave se acerca! Vendrá como
asolación del Todopoderoso. 16 ¿No
ha desaparecido de vuestros ojos todo
manténí miento? ¿No ha huido la casa
de nuestro Dios toda alegría? 17 La
simiente se pudre debajo de los te¬
rrones; los graneros están vacíos, los
alfolíes destruidos, y ya no hay nada
de trigo.
18 jCómo mugen las bestiasl Los
hatos de bueyes andan locos por no
tener pastos, y perecen los rebaños.
19 jOh Yave, a ti clamol Que el fuego
ha consumido los prados del llaqo,
y las llamas han abrasado todos los
árboles del campo. 20 Las bestias
salvajes se vuelven a ti también ávi¬
das, porque se lian secado las corrien¬
tes de aguas, y el fuego ha devorado
los prados del llano.
Exliortiicitm ¿i la penitencia.
1 Tocad la trompeta en Sión, dad
~ en mi monte santo la voz de
alarma. Tiemblen los habitantes todos
de la tierra, que se acerca el día de
Yave. Ya está cerca. 2 Día de tinie¬
blas y oscuridad día de nublados v
sombras. Se extiende sobre los mon¬
tes como la luz del alba, muchedum¬
bre inmensa, fuerte, como desde los
siglos no se vi ó ni se verá después
jamás por generaciones de generacio¬
nes. 3 Delante de ellos el fuego va
consumiendo y detrás la llama abra¬
sa. Aunque delante de ellos fuera
la tierra un paraíso de Edén, detrás
JOEL, 2
799
se convierte en desolado desierto,
nada queda.
4 Parecen caballos, y como caballos
se precipitan. 5 Como ruido de carros
que botaran por las cimas de los
montes, como el crepitar de las ar¬
dientes llamas, que devoran la pajá.
Son un pueblo fuerte en orden de
batalla. 8 Ante ellos las gentes se
llenan de zozobra, todos los rostros
se demudan. 7 Corren como guerreros,
asaltan los muros como soldados,
marchan cada uno por su senda y no
confunden los caminos; 8 ni aprieta
ninguno a su vecino, va cada uno en
su pelotón, y aun atravesando por
entre las armas no se hieren. 9 Asaltan
la ciudad, corren por las murallas,
escalan las casas, y entran por las
ventanas como ladrones. 10 Ante ellos
tiembla la tierra, se conmueve el ciclo,
se oscurecen el sol y la luna y las
estrellas extinguen su brillo.
11 Ya ve hace resonar su voz ante
sus ejércitos. Su campamento es in¬
menso y fuerte para ejecutar sus
órdenes. Grande es el día de Yave,
sobremanera terrible; ¿quién lo podrá
sufrir? 12 Por eso, pues, ahora, dice
Yave, convertios a mí, de todo co¬
razón, en ayuno, en llanto y en ge¬
mido. 13 Rasgad vuestros corazones,
no vuestras vestiduras, y convertios
a Yave, vuestro Dios, que es clemente
y misericordioso, tardo a la ira,
grande en misericordias y se arre¬
piente de castigar. 14 ¿Quién sabe si
mudando de consejo no se arrepen¬
tirá, y dejará tras sí bendición para
ofrenda y libación a vuestro Dios?
15 Tocad la trompeta en Sión, pro¬
mulgad ayuno, pregonad asamblea.
18 Reunid al pueblo, ordenad congre¬
gación, convocad a los ancianos,
reunid a los niños, aun los que cuel¬
gan de los pechos. Que deje el esposo
su cámara y su tálamo la esposa.
17 Entre el pórtico y el altar lloren
los sacerdotes, ministros de Yave,
diciendo: ;Ten piedad de tu pueblo,
oh Yave, y no des al oprobio a tu
heredad, para que se enseñoreen de
ella las gentes! ¿Por qué han de po¬
der decir las gentes: Dónde está su
Dios?
El perdón.
18 Entonces Yave, encendido en
celo por su tierra, perdonó a su pueblo,
19 y respondiéndole dijo: Os mando
el trigo, el mosto y el aceite, y os
saciaréis, no os haré ya más el opro¬
bio de las gentes. 20 Alejaré de vos¬
otros al norteño y le echaré a tierra
desierta y árida, poniendo sus van¬
guardias hacia el mar oriental y su
retaguardia hacia el mar occidental,
y subirá su hedor, y exhalará hedion¬
dez, pues hace Yave grandes cosas.
Líi prosperidad.
21 No temas, tierra; alégrate y
gózate, porque son muy grandes cosas
las que hace Yave. 22 No temáis,
animales del campo, que reverde¬
cerán los pastos del desierto y darán
fruto los árboles del campo, y la
higuera y la vid los suyos. 23 Alegraos
y gozaos también, hijos de Sión, en
Yave vuestro Dios, que os dará la
lluvia a su tiempo y hará descender
sobre vosotros la temprana y la
tardía de otras veces. 24 Y rebosarán
de trigo las eras y de vino y aceite
los lagares. 25 Y os restituiré lo que
comieron el garam , el arbe , el jelec
y el jasil, mi gran ejército, que mandé
contra vosotros. 28 Y comeréis hasta
la saciedad y alabaréis el nombre de
Yave, vuestro Dios, que hizo con
vosotros maravillas, y jamás será
confundido mi pueblo. 27 Y sabréis
que en medio de Israel estoy yo,
y que yo soy Yave, vuestro Dios,
y no hay otro, y jamás será mi pueblo
confundido.
l a efusión del espíritu de Yave.
28 Y después de esto derramaré mi
espíritu sobre toda carne, y pro¬
fetizarán vuestros hijos y vuestras
hijas, y vuestros ancianos tendrán
sueños, y vuestros mozos verán visio¬
nes. 29 Y aun sobre vuestros siervos
y siervas derramaré mi espíritu en
aquellos días; 30 y haré prodigios en
el cielo, y pondré en la tierra sangre
y fuego y columnas de humo. 31 Y se
cubrirá de tinieblas el sol y de sangre
la luna, antes que venga el día grande
y terrible de Yave. 32 Y todo el que
invocare el nombre de Yave será
salvo, porque en el monte de Sión
y en Jerusalén estará el resto de los
salvados, como lo ha dicho Yave,
y lo mismo será de los escapados
llamados por Yave.
800
JEEL, 3
El inicio de las «jeutcs todas. I
*1 1 Porque mirad, en esos días
cumpliré yo la restauración de
Judá y de Jerusalén, 2 y reuniré a
todas las gentes y los llevaré al valle
de Josafat, y discutiré con ellos la
causa de mi pueblo y de mi heredad,
Israel, que ellos dispersaron entre las
naciones, repartiéndose mi tierra,
3 echando suerte sobre mi pueblo,
dando un mozo por una prostituta
y una doncella por vino que se be¬
bían. 4 Y vosotros también. ¿Qué
sois vosotros para mí, Tiro y Sidón,
y todos los términos de la Filistea?
¿Es que queréis vengaros de mí?
Pues en cuanto vosotros hagáis algo
contra mí, yo haré recaer vuestra
acción sobre vuestra cabeza. 5 Vos¬
otros, que os llevásteis mi plata y
mi oro, y metisteis mis tesoros en
vuestros palacios; 6 que vendisteis
los hijos de Judá y los hijos de Jeru¬
salén a los hijos de los griegos, para
que los llevasen lejos de su tierra,
7 veréis que yo los levantaré del lugar
para donde los vendisteis y haré
recaer vuestra acción sobre vuestra
cabeza; 8 y venderé vuestros hijos
y vuestras hijas a los hijos de Judá,
para quejellos los vendan a los sabeos,
nación apartada, dice Ya ve.
l.ti escena.
9 Pregonad esto entre las gentes,
proclamad la guerra, despertad a
los valientes, vengan, llégucnse todos
los hombres de’ guerra. 10 Forjad
espadas de vuestros azadones, lanzas
de vuestras hoces; diga el flaco:
«Yo soy fuerte.» 11 Juntaos y venid,
gentes todas de en derredor, y con¬
gregaos; haz bajar allá, ioh Yave!,
a tus guerreros. 12 Que se alcen las
gentes y marchen al valle de Josafat,
porque allí me sentaré yo a ‘juzgar
a todos los pueblos de en derredor.
13 Meted la hoz que está ya‘madura
la mies. Venid, pisad, que está lleno
el lagar y se desbordan las cubas,
porque es mucha su maldad.
14 Muchedumbres, muchedumbres
en el valle del juicio, porque se acerca
el día de Yave en el valle del juicio.
15 El sol y la luna se oscurecen y las
estrellas pierden su brillo.
Scjfiiridad y prosperidad del
pueblo de Dios.
16 Ruge Yave desde Sión y hace oír
su voz desde Jerusalén; los ciclos y la
tierra se conmueven, pero Yave será
un refugio para su pueblo y una forta¬
leza para los hijos de Israel. 17 Sabréis
que yo soy Yave, vuestro Dios,
moradores de mi monte santo; santa
será Jerusalén, y no pasarán por ella
los extraños.
18 En aquellos días destilarán mosto
los montes, leche los collados, y co¬
rrerán las aguas por todas las torren¬
teras de Judá y saldrá de la casa de
Yave una fuente que regará el valle
de Sittim. 19 Será destruido el Egipto,
Edom será un desolado desierto, por
el cruel trato dado a los hijos de
Judá, derramando en su tierra sangre
inocente. 20 Judá será por siempre
habitado, y Jerusalén por genera¬
ciones y generaciones. 21 Yo vengaré
su sangre, no la dejaré impune y
Yave morará en Sión.
INTRODUCCION AL LIBRO DE JOÑAS
P L libro de Joñas se distingue de los de otros profetas, por contarnos la Kis-
loria del profeta una persona distinta de él. De Jonás se cuenta en
II Reg. 14, 25 que vaticinó las conquistas de Jeroboam II, pero nada más sabe¬
mos de su ministerio. Ninive se debatía entonces en guerras intestinas, a las
que puso fin un hombre enérgico, elevado al trono desde humilde origen, Teglat-
falasar III (745). El tema fundamental del relato es claro: Poner de relieve
la misericordia de Dios para con los pecadores arrepentidos, aun cuando sean
extraños a su pueblo. Lo que no querían entender los judíos en la predicación
de Jesús. Sobre la naturaleza del relato, ya los antiguos disputaban y se daban
sentencias diversas, sin que los modernos hayan venido a un acuerdo.
Algunos consideran el libro como una parábola. Mas la opinión que pode¬
mos llamar tradicional en la Iglesia defiende la historicidad de la narración.
JOÑAS
La orden de ir a IVínive.
i 1 Llegó a Jonás, hijo de Amitai,
* palabra de Yave, diciendo: 2 Leván¬
tate y ve a Ninive, la ciudad grande,
y anúnciales que su maldad ha subido
ante mí.
Desobediencia y fuga del profeta.
3 Levantóse Jonás (1), para huir
(i) Según la sentencia más probable Tarsís
estaba en la provincia de Huelva, y en ella los
fenicios tenían instalados puestos de tráfico.
lejos de Yave, a Tarsis; bajó a Jope
y halló un barco que estaba para ir
a Tarsis; pagó el pasaje y entró en
él, para irse con ellos a Tarsis, lejos
de Yave.
La tormenta en el mar.
4 Yave levantó en el mar un
violento huracán, y fué tal la tor¬
menta en el mar, que creyeron se
rompería la nave. 6 Llenos de mie¬
do, los marineros invocaban cada
uno a su dios, y echaron al mar lo
5 1
802
JONÁS, 2, 8
que llevaban en la nave, para alige¬
rarla de ello.
Jonás, que había bajado al fondo
de la nave, se había acostado y
dormía profundamente. 6 Llegóse a él
el patrón del barco y le dijo: ¿Qué
estás ahí tú durmiendo? Levántate
y clama a tu dios. Quizá se cuidará
Dios de nosotros y no pereceremos.
7 Dijéronse unos a otros: Vamos a
echar suertes (1) a ver por qrién nos
viene este inal. Echaron suertes, y
la suerte cayó sobre Jonás. 8 Dijé-
ronle: A ver de dónde vienes, cuál
es tu tierra y de que pueblo eres.
8 El les respondió: Yo soy hebreo y
sirvo a Yavc, Dios de los cielos, que
hizo los mares y la tierra.
10 Aquellos hombres se atemori¬
zaron sobremanera, y le dijeron: ¿Por
qué has hecho cst< ? Pues sabían
que iba huyendo de Yavc, porque él
se 1) había declarado. 11 Dijéronlc:
¿Que vamos a hacer contigo para
que el mar se nos aquiete? Porque el
mar iba embraveciéndose cada vez
más. 12 El .les respondió: Cogedme
y echadme al mar, y el mar se os
aquietará, pues bien sé yo que esta
gran tormenta os ha sobrevenido
por mi.
Jonás es arrojndo ni mnr.
13 Aquellos hombres hicieron por
volver la nave a tierra, mas no pu¬
dieron, pues el mnr cada vez más se
embravecía. 14 Entonces clamaron a
Yavc, diciendo: (2) jOh Yavcl Que no
perezcamos nosotros por la vida de
este hombre, y no nos imputes sangre
inocente, pues tú, ¡oh Yavcl, has
hecho como te plugo. 15 Y cogiendo
a Jonás le echaron al mar, y el mar
se aquietó en sil furia. 16 Temie¬
ron aquellos hombres a Yavc, y le
ofrecieron sacrificios y le hicieron
votos.
(í) La suerte era en la antigüedad uno de
los modos de conocer la voluntad divina o
de dar con la verdad.
(2) Los marineros son sin duda fenicios
y por tanto gentiles, pero aun admniendo
muchos dioses, no niegan al Dios de los he¬
breos y conciben como cosa razonable que
pueda estar irritado éste contra uno de sus
adoradores. Arrojándole al inar se aplacará,
y hará cesar la tormenta.
Jonás, en el vientre del cetáceo.
9 1 Yave había dispuesto (1) un pez
muy grande para que tragase a Jo¬
nás, y Jonás estuvo en el vientre del
pez por tres días y tres noches. 2 Des¬
de el vientre del pez dirigió Jonás su
plegaria a Yave, su Dios, diciendo:
3 Clamé a Yave en mi angustia v
él me ovó; desde el seno clamé y tú
me oíste, 4 echástcmc a lo profundo,
al seno de los mares; envolviéronme
las corrientes; todas tus ondas y tus
olas pasaron sobre mí.
Oración.
6 Y dije: Arrojado soy de delante
de tus ojos, pero todavía podré con¬
templar til santo templo. 6 Las aguas
me estrecharon hasta el alma, envol¬
viéndome el abismo, las algas se
enredaron a mi cabeza. 7 Había ba¬
jado ya a las bocas del sepulcro, la
región cuyos cerrojos son barras
eternas: pero tú, Yavc, mi Dios,
salvaste mi alma (leí sepulcro. 8 Cuan¬
do desfallecía mi alma me acordé
de Yave, y mi súplica llegó a su
santo templo.
8 ¡Cómo se sustraen a su miseri¬
cordia, los que siguen a las menti¬
rosas vanidades! 10 Pero yo te ofre¬
ceré a ti victimas acompañadas de
alabanzas, cumpliré mis votos. De
Yavc es la salvación.
Uhrrneión.
11 Dió Yavc orden al pez, y éste
vomitó a Jonás en la playa.
Predicación de «lonas en Xinive.
O 1 Llegó por segunda vez a Jonás
la palabra de Yave, diciendo:
3 Levántate y ve a Níuivc, la ciudad
grande, y pregona en ella lo que yo
te diré: 3 Levantóse Jonás y fuésc a
Nínivc, según la orden de Yave.
Era Níuivc una ciudad grande sobre¬
manera, de tres días (2) de camino.
(1) Qué pez sea éste y cómo pudo vivir
en él Jonás por espacio de tres días y pronun¬
ciar el salmo que sigue es una de las graves difi¬
cultades del libro, a que aludimos en la in¬
troducción.
(2) «Tres días de camino» significa que Jonás
los necesitaba para hacer oír su mensaie en
todos los barrios de la gran ciudad.
JONÁS, 4
m
4 Y comenzó Jonás a penetrar en la
ciudad camino de un día, y prego¬
naba diciendo: De aqirí a cuarenta
días será destruida Nínivc. 6 Las
gentes de Nínivc creyeron a Dios y
pregonaron ayuno, y se vistieron
saco desde el más grande al más
pequeño (1).
Penitencia de los ninivitas.
6 Llegó la cosa al rey de Nínivc,
y levantándose de su trono, se des¬
nudó sus vestiduras, se vistió de
saco v se sentó sobre el polvo, 7 e
hizo pregonar en Nínlve una orden
del rey y de sus príncipes, diciendo:
Hombres y animales, bueyes.y ové-
jas, no probarán bocado, no comerán
nada ni beberán agua. 8 Cúbranse
de saco hombres y animales, y clamen
a Dios fuertemente, y conviértase
cada uno de su mal camino, de la
rapiña de sus manos. 9 ¡Quién sabe
si se volverá Dios, y se arrepentirá
del furor de su ira, y no pereccremcs!
Perdón.
10 Yió Dios lo que hicieron, convir¬
tiéndose de su mal camino; y arre¬
pintiéndose del mal que les dijo
había de hacerles, no lo hizo.
Despecho de Jonás y reprensión
de Dios.
4 1 Apesadumbróse sobremanera Jo¬
nás; se enojó (2), 2 y oró a Yave,
diciendo: ¡Cómo, Yave! ¿No es lo
que ya me decía yo estando en mi
tierra? Por eso, precaviéndome, quise
huir a Tarsis, pues sabía que tú eres
Dios elemente y piadoso, tardo a la
ira, de gran misericordia, y que te
arrepientes del mal. 3 Ahora, pues,
Yave, mátame, te ruego, porque
mejor me es la muerte que la vida.
4 Díjolc Yave: ¿Te parece que haces
bien con enojarte tanto?
6 Salióse Jonás de la ciudad y se
sentó al. lado oriental de ésta, y
haciéndose un chozo metióse en él
a la sombra, hasta ver lo que era
de la ciudad. 6 Dispuso Yave Dios
un ricino, que creció hasta por encima
de Jonás, y haciendo sombra sobre
su cabeza, le defendía del calor.
Jonás se alegró mucho por el ricino.
7 Pero dispuso Dios un gusano que
a la mañana siguiente atacó al ricino,
y éste se secó. 8 Al salir el sol mandó
Dios un recio viento solano, y el sol
hirió en la cabeza a Jonás, que" angus¬
tiado se deseaba la muerte, dicien¬
do: ¡Mejor sería para mí morir que
vivir!
9 Entonces dijo Yave a Jonás:
¿Tanto enojarte por el ricino? Y él
respondió: Sí, mucho me enojo, hasta
la muerte. 10 Y Yave le dijo: ¡Ah!
Tú tienes lástima del ricino, en el
cual no trabajaste pasa hacerle crecer,
que en el espacio de una noche nació
y en el de otra noche pereció; 11 ¿y no
voy a tener yo piedad de Nínivc, la
gran ciudad, donde hay más de
ciento veinte mil almas que no dis¬
tinguen su mano derecha de li iz¬
quierda, y numerosos animales? (1)
(1) Como los marineros fenicios, así las tintos de los de su profeta. Bien sabemos que
gentes de Ninive creyeron el mensaje de Dios, el evangelio que la misericordia de Dios, tan
o sea, la amenaza con que el Dios de Jonás les pregonada en el An;iguo Testamento, era, sin
amenaza y procuran evitarlo aplacando a Dios, empargo, la que menos entendían los fariseos.
(2) Esta pesadumbre de Jonás pone más (1) En estas palabras finales está toda la
de relieve los sentimientos de Dios, tan dis- enseñanza del libro encerrada.
INTRODUCCION AL LIBRO DE ABDIAS
JbjADA sabemos de Abdías. Su oráculo , el escrito más corto del Antiguo Tes¬
tamento , es una amenaza contra los idumeos , en castigo del mal que habían
cometido contra sus hermanos , los hijos de Judá , en alguna calamidad sufrida
por Jerusalcn. A juzgar por otros lugares (Lam. 4 , 21; Ez. 25 , 12 sig3.;
35 y 1 sigsSal. 137 , 7), el profeta alude a la conducta habida por los hijos
de Esaú en los días de la invasión de Caldea. Edom sufrirá el castigo de su
maldad , mientras que Israel volverá triunfante y ocupará todo el territorio de-
Caiván.
SO I ABDÍAS
ABDIAS
Crímenes de Edom y su ruina.
I Visión de Abdías: Así dice de
Edom, Yave. Hemos oído de parte
de Yave un rumor, y ha sido enviado
un mensajero a los pueblos. ¡Arriba!
Alcémonos en guerra contra él. 2 Mira,
te he hecho pequeño entre las gentes,
eres sobremanera despreciable. 3 Tu
orgullo y tu corazón te engañan. Quien
habita en las cavernas de las rocas y
cuya morada son las alturas, se dice a
sí mismo: ¿Quién será capaz de echar¬
me a tierra? 4 Pues aunque te subas
tanto como el águila y pongas en las
estrellas tu nido, yo te derribaré, dice
Yave. 6 Si vinieran a ti de noche
ladrones, ¿no se llevarían sólo aquello
que quisieran? Si vinieran vendimia¬
dores a vendimiarte, ¿no dejarían
rebusco? 6 ¡Cómo has sido sa¬
queado!
¡Cómo está Esaú de hollado y de
rebuscados sus escondrijos, hasta la
frontera! 7 Todos tus aliados te han
traicionado. Te cercaron, te derro¬
taron los que gozaban tu amistad.
Los que estaban en paz contigo
pusieron trampas a tus pies. No hay
en él cnlenoimieiito. s ¿No haré yo
aquel día—dice Yave—desaparecer
de Edom los sabios y del monte de
Esaú la prudencia? 0 Tus guerreros
¡oh Temán! se sobrecogerán de terror
para que todos sean exterminados
en las montañas de Esaú. Por los
estragos, 10 por las matanzas hechas
contra tu hermano Jacob, te eubirrá
la vergüenza y serás exterminado
para siempre.
II El día en que, estando tú allí
presente, saqueaban los extranjeros
sus riquezas, penetraban por sus
puertas y echaban la suerte sobre
Jerusalén, fuiste también tú uno de
tantos. 12 No contemples el día de
tu hermano el día de su desastre. No
te goces de los hijos de Judá el día
de su perdición. No profieras arro¬
gancias el día de la tribulación.
13 No entres por las puertas de mi
pueblo el día de su ruina, ni te estés
contemplando también su desgracia
el día de su desastre. No tiendas la
mano sobre sus riquezas el día de I
su ruina. 14 No te pongas en la encru¬
cijada para matar a los fugitivos. No I
entregues sus huidos el día de la
tribulación.
15 Porque se acerca el día de Yave |
para todos los pueblos. Como hi¬
ciste, así te harán a ti; tu merecido |
caerá sobre tu cabeza. 16 Como bebis- I
teis vosotros, los de mi monte santo, i
así beberán sin remedio todas las I
gentes. Beberán, se sorberán, y I
serán como si no hubieran sido. I
17 Pero en el monte de Sión habrá '
una porción salvada, y será santa, I
y la casa de Jacob se apoderará I
de los que le despojaron. 18 La casa
de Jacob será el fuego, la casa de
José será la llama, y la casa de I
Esaú será la paja. Le encenderán
éstos y los devorarán y no quedará
sobreviviente de la casa de Esaú, I
porque lo dice Yave. 19 Ocuparán
al mediodía la montaña de Esaú, 1
y la tierra baja los filisteos, y Efraím
el llano de Samaría, y Benjamín,
Galad. 20 Y los cautivos ahora
en espera, los hijos de Israel, la
Cananea hasta Sarepta; y los cautivos
de Jerusalén, que están en Seíarad,
las ciudades del mediodía. 21 Y subi- i
rán salvadores al monte de Sión
para regir la montaña de Esaú, y el
imperio será de Yave.
INTRODUCCION AL LIBRO DE AGEO
JsJADA sabemos del origen de Ageo. Su libro contiene cuatro breves oráculos
fechados en el segundo año de Darlo (520), y dirigidos a los moradores
de Jerusalén, vueltos del cautiverio, que hasta entonces no hablan podido edi¬
ficar el templo . El profeta los exhorta a emprender la obra y anuncia la gloria
del segundo templo , que será mayor que la del primero, por la venida de los
tiempos mesiánicos y en que las naciones concurrirán a Jerusalén cargados
de ricas ofreridas.
AGEO, 1, 2
80 ;Y
AGEO
1 1 En el año segundo del rey Darío,
el mes sexto, el día primero del
mes, fue palabra de Yave, por mano
de Ageo, profeta, a Zorobahel, hijo
de Scaltiel, gobernador de Judá, y a
Josué, hijo de Jeosadac, sumo sacer¬
dote, diciendo: 2 Así habla Yave
Sebaot: Este pueblo dice: No lia
venido aún el tiempo, el tiempo de
reedificar la casa de Yave.
3 Fué, pues, palabra de Yave,
por mano del profeta Ageo, diciendo:
4 ¿Ha venido para vosotros el tiempo,
el tiempo de morar vosotros en casas
artesonadas, mientras está en ruinas
esta casa? (1) 5 * * Pues así dice Yave Se-
baot: Pensad bien en vuestra suerte
R Sembráis mucho y encerráis poco;
coméis y no os saciáis; bebéis y no
os hartáis; os vestís y no os calentáis,
y el que anda a jornal echa su salario
en bolso roto.
7 Así dice Yave: Pensad bien en
vuestra suerte. 8 Subid al monte, y
traed maderas y reconstruid la casa,
y yo hallaré en ella mi gozo y mi
gloria, dice Yave. 9 * Esperabais mucho
y habéis hallado poco; almacenabais
y yo he soplado en ello. ¿Por qué,
dice Yave Sebaot? Por estar mi casa
en ruinas, mientras que todos os
apresurabais a haceros la vuestra.
10 Por eso retuvieron los cielos sobre
vosotros la lluvia y no dió sus frutos
la tierra; 11 y llamé yo la sequía
sobre esta tierra y sobre los montes
y sobre el trigo, y sobre el vino y
sobre el aceite, y sobre cuanto pro¬
duce la tierra, y sobre los hombres y
sobre las bestias, y sobre todo tra¬
bajo de vuestras manos.
Atiende el pueblo la exhortación
del profeta.
12 Oyó Zorobabel, hijo de Sealtiel,
y Josué, hijo de Jeosadac, sumo
sacerdote, y todo el pueblo la voz
de Yave, su Dios, y las palabras de
Ageo, profeta, conforme a la misión
que Yave, su Dios, le había enco-
(i) Desalentados por las dificultades, ha¬
bían desistido de la obra del templo: por esto
mismo el Señor Ies retiraba sus bendiciones.
mondado para ellos, y temió el pueblo
ante Yave. 13 Entonces Ageo, el
enviado de Yave, habló por mandato
de Yave al pueblo, diciendo: Yo soy
con vosotros, dice Yave. 14 Y des¬
pertó Yave el espíritu de Zorobabel,
hijo de Sealtiel, gobernador de Judá,
y el espíritu de Josué, hijo de Jeo¬
sadac, sumo sacerdote, y el espíritu
de todo el pueblo, y vinieron y se
pusieron a la obra de la casa de Yave
Sebaot, su Dios. 15 El día 24 del mes
sexto, del segundo año del rey Darío.
La gloria del nuevo templo.
9 1 El séptimo, a los veintiuno, fué
** palabra de Yave por mano del
profeta a Ageo, diciendo: 2 Habla
ahora a Zorobabel, hijo de Sealtiel,
gobernador de Judá,' y a Josué, hijo
de Jeosadac, sumo sacerdote, y al
resto del pueblo, y diles: 3 ¿Quién
queda de vosotros que viera esta casa
en su primera gloria, y cuál la veis
ahora? ¿No es en verdad a vuestros
ojos como nada? 4 Pues anímate,
Zorobabel, dice Yave, anímate tú
también, Josué, hijo de Jeosadac,
sumo sacerdote, y cobra ánimo, pue¬
blo todo de la tierra, dice Yave, y
a la obra, porque yo soy con vosotros,
dice Yave Sebaot. 5 Conforme a la
alianza que con vosotros hice a vues¬
tra salida de Egipto, estará en medio
de vosotros mi espíritu, no temáis.
6 Porque así dice Yave Sebaot: (1) De
aquí a poco yo haré aún temblar los
cielos y la tierra, los mares y lo seco,
7 y haré temblar a las gentes todas
y vendrán las preciosidades de todas
las g'entes, y henchiré de gloria esta
casa, dice Yave Sebaot. 8 Mía es la
plata, mío es el oro, dice Yave Se¬
baot. 9 La. gloria de esta postrera
(i) Era posible que el año 530 hubiera en
Jerusalén quien hubiera visto en pie el primer
templo destruido en 587. La nueva obra era
pobre comparada con la antigua, pero será
más gloriosa, pues será el centro de peregri¬
nación de todas las gentes en los dias mesiáni-
cos. Es claro que no se deben tomar a la letra
estas palabras del profeta, sino en sentido figu¬
rado, en cuanto anuncia la- vocación de todas
las gentes a formar parte del pueblo de Dios.
806
ZACARÍAS, 1
casa será más grande que la de la
primera, dice Yave Sebaot, y en este
lugar daré yo la paz, dice Yave Sebaot*
10 A veinticuatro del noveno, del
segundo año de Darío, fue palabra
de Yave por mano del profeta Ageo,
diciendo: 11 Así dice Yave Sebaot:
Pregunta esto a los sacerdotes: Si
uno lleva en las haldas de su vestido
carnes sagradas, y con sus haldas
toca pan, manjares cocidos, vino,
aceite o un alimento cualquiera, ¿que¬
dará esto santificado? Los sacerdotes
respondieron diciendo: No. 13 Y dijo
Ageo: Y si un inmundo por un cadá¬
ver tocare alguna cosa de éstas,
¿serían inmundas? Y respondieron
los sacerdotes, diciendo: Inmundas
serán. 14 Y replicó Ageo, diciendo:
Pues así era este pueblo y esta gente
delante de mí, dice Yave, y así toda
la obra de sus manos y cuanto
ofrecían era inmundo.
15 Poned, pues, vuestra atención
ahora, desde este día en adelante y
para atrás, antes del día en que en
esta casa pusisteis una piedra sobre
otra. 16 Antes venían al montón de
veinte y había diez, venían al lagar
para sacar cincuenta del lagar y
había veinte. 17 Os hería con el viento
solano y con tizón y con granizo
en toda obra de vuestras manos,
mas no os volvíais a mí, dice Yave.
18 Poned vuestra atención desde este
día y antes desde el veinticuatro del
noveno en adelante, desde que ha
sido cimentado el templo de Yave.
19 ¿No está aún la simiente en los
graneros? Ni la vid, ni la higuera, ni
el granado, ni el olivo, han florecido
todavía, pero desde este día en ade¬
lante daré yo bendición.
Promesa de protección a Zoro-
babel.
20 Fué por segunda vez palabra de
Yave a Ageo, a los veinticuatro
del mismo mes, diciendo: 21 Habla a
Zorobabcl, gobernador de Judá, y
dile: Yo conmoveré los cielos y la
tierra, 22 y trastornaré los tronos de
los reinos, y destruiré la fuerza del
reino de las gentes, y volcaré el
carro y a los que en él suben, y se
vendrán abajo ios caballos y los que
en ellos cabalgan, los unos por la
espada de los otros. 23 Aquel día,
dice Yave Sebaot, yo te tomaré a ti,
Zorobabel, hijo de Scaltiel, mi siervo,
dice Yave, y te haré como anillo de
sello, porque yo te he elegido, dice
Yave Sebaot.
INTRODUCCION AL LIBRO DE ZACARIAS
7 ACARIAS, hijo de Baraquías , es contemporáneo de Ageo , y como él tra¬
bajó en promover la obra del templo. Su primer oráculo lleva la fecha del
segundo año de Darío , el mes octavo (520). Los seis primeros capítulos tratan
de la restauración de Jerusalén y del templo , mezclando con esto promesas
rnesiánicas. Siguen las respuestas a ciertas consultas dirigidas al profda sobre
el duelo que por la ruina de Jerusalén venían guardando (7,8). Termina en
los capítulos 9-14 con diversos vaticinios , en parte mesiátiicos y en parte de
amenaza contra Judá y las naciones. En ellos no aparece, como en los prece¬
dentes, la relación con los tiempos de la restauración , y algunos tienen un ea-
rácter apocalíptico.
ZA CARIAS
Introducción.
1 1 El octavo mes del año segundo
de Darío, llegó palabra de Yave
a Zacarías, hijo de Baraquías, hijo
de Ido, profeta, diciendo: 2 Yave se
Irritó fuertemente contra vuestros
padres.
1 Exhortación n la penitencia.
3 Diles, pues: Así dice Yave
Sebaot, Volveos a mí, dice Yave
Sebaot, y yo me volveré a vosotros,
dice Yave Sebaot. 4 No seáis como
vuestros padres, a quienes vocearon
los primeros profetas, diciendo: jAsí
ZACARIAS, 2
807
dice Yave Sebaot: Convertios de
vuestros malos caminos y de vues¬
tras malas obras! Pero ellos no aten¬
dieron, no me escucharon, dice Yave
Sebaot. 5 Vuestros padres, ¿dónde
están? ¿Y los profetas, viven siempre?
6 Pero mis palabras y mis mandatos,
lo que mandé yo a mis siervos, los
profetas, ¿no alcanzaron acaso a vues¬
tros padres? Por eso se convirtieron, y
dijeron: Ha hecho Yave Sebaot con
nosotros tal como según nuestros
caminos decretó tratarnos.
7 A veinticuatro del mes undécimo,
que es el mes de Sebat, del año se¬
gundo de Darío, fué palabra de Yave
a Zacarías, profeta, hijo de Bara-
quías, hijo de Ido, diciendo:
\ isión tic* los caballos y lo*
caballeros.
8 Vi de noche a un varón que cabalga¬
ba en un caballo alazán oscuro, y estaba
entre los montes situados a poniente;
detrás de él había caballos negros,
bayos y blancos (1). 9 Yo entonces
pregunté: ¿Qué son éstos, mi Señor?
Y el ángel que hablaba conmigo
me dijo: Vov a darte a conocer quie¬
nes son éstos; 10 pero el que estaba entre
los montes tomó la palabra y dijo:
Estos son los que Yave ha mandado
a recorrer la tierra. 11 Luego hablaron
ellos al ángel de Yave que estaba en
los montes a poniente, y le dijeron:
Hemos recorrido la tierra, y toda
está quieta y tranquila.
12 Y habló el ángel de Yave, di¬
ciendo: iOh Yave Sebaot 1 ¿Hasta
cuándo no vas a tener piedad de
Jerusalcñ y de las ciudades de Judá,
contra las' que estás irritado desde
hace setenta años? 13 Y Yave dirigió
al ángel que conmigo hablaba pala¬
bras blandas, palabras consoladoras.
14 El ángel que hablaba conmigo
me dijo: Clama diciendo: Así dice
Yave Sebaot: Siento grande amor
hacia Jerusalén y. hacia Sión, 15 y
estoy muy airado contra las naciones
que están tranquilas; porque yo es¬
taba un poco airado, pero ellas agra¬
varon el mal. 16 Por tanto, así dice
Yave: Yo me he vuelto misericor¬
dioso hacia Jerusalén y mi casa
será allí reedificada, dice Yave Se-
(i) Esta primera visión de los caballos signi¬
fica que el Señor está dispuesto a realizar en se¬
guida la restauración de Jerusalén.
baot, y sobre Jerusalén se tenderá.i
las cuerdas. 17 Clama también di¬
ciendo: Así dice Yave Sebaot: Aún
rebosarán mis ciudades de abun¬
dancia de bienes, y Yave consolará
a Sión y elegirá a jerusalén.
La visión de los cuatro cuerno*
y los cuatro carpinteros.
O 1 Luego alcé mis ojos y miré, y
** vi cuatro cuernos (1); 2 * y pre-:
gunté al ángel que hablaba conmigo ;
¿Y éstos qué son? Y él me respondió..
Estos son los cuernos que disper
saron a Judá, Israel y Jerusalén].
3 Mostróme luego Yave cuatro car
pinteros, 4 y yo pregunté: ¿Qu é
van a hacer éstos? Y me respondió,
diciendo: Aquéllos son los cuernos
que dispersaron a Judá de modo tal
que no pudo ya levantar cabeza, y
éstos vienen para rodear a aquéllos
y destruir los cuernos de las gentes
que alzaron el cuerno sobre la tierra
de Judá para dispersarla.
5 Alcé de nuevo los ojos, miré, y
vi a un varón que tenía en la mano
una cuerda de medir, 6 y le pregunté:
¿A dónde vas? Y él me respondió:
A medir a Jerusalén, para ver cuánta
es su anchura y cuánta su longi¬
tud (2). 7 Apareció el ángel que
hablaba conmigo, y vi que venía a
su encuentro otro ángel, 8 que le
dijo: ¡Corre 1 Di a ese joven: Sin mu¬
rallas será habitada Jerusalén, tal
será en ella la muchedumbre de
hombres y animales. 9 Y yo seré para
ella, dice Yave, muro de fuego en
derredor, y seré su gloria en medio
de ella.
10 ¡Arriba, arriba! Huid de la
tierra del aquilón, dice Yave, pues a
los cuatro vientos del cielo os aventé,
dice Yave. 11 fArriba, Sión! La que
habitas en Babilonia, escápate. 12 Por¬
que así dice Yave Sebaot: Después
de la aflicción, él me ha enviado a las
gentes que os despojaron, porque el
que os toca a vosotros toca a la
niña de sus ojos; 13 y yo alzo mi mano
contra ellos y serán presa de los que
tuvieron por' esclavos, y sabréis que
Yave Sebaot me ha enviado.
(1) Los cuernos son las naciones que maltra¬
taron a Judá. y los obreros son los instrumentos
de la justicia divina contra ellos.
(2) La visión anuncia la restauración de la
ciudad de Jerusalén, de la cual será Yave muro
y defensa, habitando en medio de ella.
808
ZACARÍAS, 3, 4
14 Jubila y regocíjate, hija de Sión,
porque llegaré y habitaré en medio
de ti, dice Ya ve. 15 Aquel día se
unirán a Ya ve muchas gentes que
serán mi pueblo, y yo habitaré en
medio de ti, y sabrás que Yave
Sebaot me ha enviado a ti. 16 Yave
poseerá a Judá, su heredad, en la
tierra santa, y será Jerusalén su
elegida. 17 Calle toda carne ante Yave,
que se ha alzado de su santa morada.
Cuarta visión. El sumo sacer¬
dote Josué, acusado por el diablo
y defendido por Yave.
3 1 Y me hizo ver a Josué, el sumo
sacerdote, que estaba en pie
delante del ángel de Yave y tenía a
su diestra a Satán, que le"acusaba.
2 Y Yave dijo a Satán: iQue Yave te
reprima, oh Satán, que Yave te
reprima, pues él ha elegido a Jcru-
salénl ¿No es por ventura ése un
tizón que acaba de ser arrebatado a
la hoguera? 8 Porque estaba Josué
vestido de vestiduras inmundas, y
así en pie delante del ángel (1).
4 a Este habló mandando a los que
estaban delante de él: Quitadle las
vestiduras inmundas, y vestidle las
vestiduras de ceremonia, 5 y poned
sobre su cabeza una tiara pura. Ellos
pusieron la tiara sobre su cabeza y
le vistieron de las vestiduras de cere¬
monia; y el ángel de Yave, puesto en
pie, 4 b le dijo: Mira, he quitado de
ti tu iniquidad y te he vestido de las
vestiduras de ceremonia.
6 El ángel de Yave conjuró a
Josué, diciendo: Así habla Yave
Sebaot: 7 Si andas por mis caminos
y eres fiel a mi ministerio, adminis¬
trarás también tú mi casa y guardarás
mis atrios, y yo te daré puesto entre
éstos que están aquí. 8 Escucha, pues,
Josué, sumo sacerdote, tú y tus com¬
pañeros que se sientan delante de ti.
Sois varones de presagio. He aquí
que vo hago venir a mi siervo Ger¬
men. 9 Y la piedra que yo he puesto
ante Josué, una sola piedra con
siete caras, la esculpiré yo mismo,
yo misino liaré en ella su" escultura,
dice Yave Sebaot; y aquel mismo
día quitaré de la tierra la iniquidad.
(i) El sacerdocio había contribuido mucho
a la pérdida de Judá. Ahora nos muestra al Pon¬
tífice con ornamentos puros, signo de la pureza
del sacerdocio mismo.
10 Aquel día, dice Yave Sebaot,
convidaréis cada uno a su vecino
bajo la parra v bajo la higuera.
Quinta visión. El candelabro.
4 6b He aquí la palabra de Yave a
Zorobabel. Dice: No con ejér¬
cito, no con fuerza, sino por mi espí¬
ritu, dice Yave Sebaot. 7 ¿Qué eres
tú, montaña grande? Allánate ante
Zorobabel. El pondrá la piedra de
remate en medio de aclamaciones:
iQné hermosa es, qué herniosa es!
8 Y me llegó palabra de Yave, di¬
ciendo: 9 Las manos de Zorobabel ci¬
mentaron esta casa y sus manos la
acabarán, y sabrás que Yave Sebaot
me ha enviado a vosotros. 10 a Porque
los que han despreciado el día de
las cosas modestas, verán gozosos en
las manos de Zorobabel la piedra
reservada ( 1).
1 El ángel que hablaba conmigo,
vino y me despertó, como a hombre
que despierta de su sueño; 2 * y me
dijo: ¿Qué ves? Yo le respondí: Miro
y veo un candelcro, todo de oro,
con nn vaso encima y sus siete lám¬
paras, y siete tubos desde las lámparas
al vaso que está encima; 8 y a su lado
dos ramos de olivo, el uno a la de¬
recha del vaso y el otro a la izquierda;
4 y proseguí diciendo al ángel que
hablaba conmigo: ¿Qué es esto, mi
Señor? 6 Y él entonces me habló, res¬
pondiendo: ¿No sabes lo que es eso?
Y yo le dije: No, mi señor. 6 a Enton¬
ces él me habló, diciendo: 10 i> Esos
siete son los ojos de Yave, que obser¬
van la tierra en toda su redondez.
11 Y yo proseguí, diciendo: Y esos
dos olivos a derecha c izquierda del
candelabro, ¿qué son? 12 Y tomando
por segunda vez la palabra, pregunte:
¿Qué son esos dos ramos de olivo que
están cerca de los dos tubos por donde
baja el aceite? * 13 El me respondió,
diciendo: ¿No sabes lo que son ésos?
Y y respondí: No, mi señor. 14 Y él
(i) Ames sacerdotes y reyes se habían conju¬
rado para la pérdida de Judá; ahora Josué. Sumo
Sacerdote, y Zorobabel, príncipe de la dinastía
davídica, y que ejercía el cargo de gobernador,
eslán unidos y concordes para realizar la obra
de la restauración. El pensamiento de este ca¬
pitulo parece quedar oscuro no haciendo la
inversión de i-6‘ y6"-io\ Tal fué seguramente
el orden original del texto sagrado alterado
por algún accidente-
ZACARÍAS, 6, 6, 7
SDíl
mi* dijo: Son los dos hijos del oleo
que están delante del Señor de toda
la tierra.
Sexta visión. El rollo volando.
5 1 Yo alce de nuevo mis ojos, y vi
en visión un rollo volando (1).
2 Preguntóme él: ¿Qué ves? Y res¬
pondí: Veo un rollo de veinte codos
de largo y diez de ancho, que vuela.
3 El entonces me dijo: Eso es la mal¬
dición, que sale sobre la haz de la
tierra, porque conforme a ella todo
ladrón será arrojado de aquí y con¬
forme a ella todo perjuro será arro¬
jado de aquí. 4 Yo la he desencade¬
nado, dice Ya ve Sebaot, y caerá
sobre la casa del ladrón y sobre la
casa del que en falso jura por mi
nombre, y permanecerá en medio
de su casa hasta consumir maderas y
piedras.
5 Apareció el ángel que hablaba
conmigo y me dijo: Alza tus ojos y
mira qué es lo que se aparece. 6 Yo
dije: ¿Qué es? Y él me respondió:
Es un efa que aparece; y añadió: es
su iniquidad en toda su tierra. 7 Y vi
que se alzaba una tapadera de plomo,
y en medio del efa estaba sentada
una mujer. 9 Y él me dijo: Ahí tienes
su iniquidad; y la echó en medio del
efa y tapó su boca con la tapadera de
plomo. 9 Yo alcé los ojos y vi aparecer
dos mujeres. Soplaba un viento en
sus alas, que eran como alas de ci¬
güeña, y alzaron el efa entre la tierra
y el cielo. 10 Yo dije al ángel que
hablaba conmigo: ¿A dónde llevan
el e/a? 11 Y él me respondió: A
hacerle casa en la tierra de Senaar
y Acad, donde la establecerán.
Octava visión. Los cuatro carros.
1 De nuevo alcé los ojos, y mi¬
rando una visión, vi cuatro carros
que salían de entre dos montes, y
los dos montes eran de bronce (2).
(1) Las dos visiones de este capítulo signi¬
fican: la del volumen, los decretos de la justicia
divina contra la tierra de Judá; la del e/a, las
iniquidades del pueblo por las que es trasplan¬
tado a Caldea.
(2) Las cuatro cuadrigas, que significan los
vientos, son los ministros de la justicia divina
en los cuatro ángulos de la tierra. Los que van
hacia la tierra del Norte son los que ejecutarán
las divinas venganzas contra Babilonia
2 El primer carro tenía caballos alaza¬
nes oscuros, el segundo carro caba¬
llos negros, 3 el tercer carro caballos
blancos, y el cuarto caballos bayos,
todos muy veloces. 4 Entonces, ha¬
blando al ángel que conmigo ha¬
blaba, dije: Y éstos ¿qué son, mi
Señor? 6 El ángel respondió, dicién-
doine: Esos son los cuatro vientos
del cielo, que vienen a presentarse
al Señor de toda la tierra. 6 El de
los caballos negros va al norte, el de
los blancos al levante, y el de los
bayos al mediodía. 7 Salieron, pues,
los veloces, queriendo pártir para
recorrer la tierra, y él dijo: Id, reco¬
rred la tierra. Y ellos recorrieron la
tierra. 8 Me llamó y me habló, di¬
ciendo: Los que van hacia el norte
han calmado mi alma en la tierra
del aquilón.
Acción simbólica. La coronación
del sumo sacerdote.
9 Llegóme palabra de Ya ve, di¬
ciendo: 10 Toma de los cautivos repa¬
triados, de Hariin y de Tobías y de
Jedaya, y vete luego a casa de Josías,
hijo de Seíanías. 11 Toma de .ellos
plata y oro, y haz una corona y
ponía ante Josué, hijo de Jeosadac,
sumo sacerdote; 12 y dile: Así habla
Yave Sebaot, diciendo: He aquí que
el varón cuyo nombre es Germen,
y del cual se producirá germinación,
13 él edificará el templo de Yave, se
revestirá de majestad, se sentará y
dominará en su trono, y el sacerdote
se sentará en su solio y habrá entre
ambos consejo de paz. 14 La corona
servirá a Harim, Tobías y Jedaya
de memoria en el templo de Yave.
15 Hombres de muy lejos vendrán
a trabajar en la construcción- del
templo de Yave, y sabréis que Yave
Sebaot me ha enviado a vosotros:
Sucederá esto si escucháis la voz de
Yave, vuestro Dios.
Prccjuiita de Sarasar y respuesta
de Yave acerca de los» ayunos.
7 1 Sucedió que el año cuarto del
rey Darío, llegó palabra de Yave
a Zacarías, el día cuarto del noveno
mes, que es el mes de Casleu. 1 2 La
casa de Israel envió a Sarasar, ofi¬
cial del rey, con sus hombres, para
implorar el favor de Yave 3 y hablai
S1U
ZACARÍAS. 8
con los sacerdotes de la casa de Ya ve
Sebaot y a los profetas, dicíéndoles:
¿He de afligirme yo el quinto mes y
guardar la abstinencia como de tan¬
tos años lo he hecho?
4 Y llegó palabra de Yave Sebaot,
diciendo: 5 Habla a todo el pueblo de
la tierra y a todos los sacerdotes,
diciendo: Cuando hace setenta años
ayunasteis el quinto y el séptimo mes,
¿ayunasteis para mí? 6 Y cuando
coméis y bebéis,* ¿coméis y bebéis
para vosotros? 7 ¿No son las palabras
que proclamó Yave por mano de
los profetas primeros, cuando Jeru-
salén estaba habitada y tranquila,
y habitadas las ciudades de en derre¬
dor suyo y la eampiña?
8 Y fué palabra de Yave a Zaca¬
rías, diciendo: 9 Así habla y dice
Yave Sebaot: Juzgad conforme a
verdad, practicad la benevolencia y
la misericordia hacia vuestro pró¬
jimo; 10 no oprimáis a la viuda, al
huérfano, al extranjero y al pobre;
no maquinéis el mal en vuestros
corazones ei uno contra el otro.
11 Pero no quisieron atender, y se
hicieron hombres rebeldes y endure¬
cieron sus oídos para no oír. 12 Se
hicieron un corazón duro como el
diamante, para no escuchar las ense¬
ñanzas y las palabras que Yave Se¬
baot les mandaba por medio de los
profetas primeros, y estalló la gran
indignación de Yave Sebaot; 13 y
y sucedió que así como él los llamaba
y ellos no quisieron oírle, llamaron
luego ellos y él no los oyó, dice Yave
Sebaot, 14 y los dispersé entre todas
las gentes que ellos no conocían, y
tras ellos quedó la tierra devastada,
hasta no haber quien fuese ni viniese
y tomaron en desierto la tierra delei¬
tosa.
Aiuór de Vavc por el pueblo y
prometan de unlml.
O 1 Y fué palabra de Yave Sebaot,
diciendo: 2 Así habla Yave Sebaot:
Yo siento por Sión un amor extre¬
mado y nu extremado celo. 3 Así
habla Yave Sebaot: Yo me he vuelto
hacía Sión y habitaré en Jerusalén,
y Jerusalén será llamada la ciudad
fiel, y el monte de Yave Sebaot, el
monte santo. 4 Así dice Yave Sebaot:
Aún se sentarán en las plazas de
Jerusalén viejos y viejas, que por los
muchos años llevarán en la mano su
báeulo. 5 Y las ealles de la ciudad
estarán llenas de muehaehos y mu¬
chachas, .que jugarán en ellas. 8 Así
dice Yave Sebaot: Si esto es difícil
a los ojos del resto de su pueblo en
estos días, ¿lo será también a los
ojos de Yave?, diee Yave Sebaot.
7 Así habla Yave Sebaot: Yo sal¬
varé a mi pueblo de la tierra de
levante y de la tierra de poniente,
8 y los traeré y habitarán en Jerusalén,
y ellos serán mi pueblo y yo seré
su Dios en verdad y en justicia.
9 Así habla Yave Sebaot: Esfuér¬
cense vuestras manos, vosotros los
que en estos días oís las palabras de
los profetas del tiempo en que fué
cimentada la casa de Yave, para que
el templo sea reconstruido; 10 porque
antes de ese tiempo no había ni
para pagar a los hombres ni para
pagar por las bestias, ni paz alguna
para el que entraba o salía, a causa
del enemigo. Yo había lanzado a los
hombres unos contra otros. 11 Pero
ahora yo no soy ya lo que era en
otro tiempo, para el resto de este
pueblo. 12 Son la simiente de la paz.
La vid dará su fruto y dará la tierra
su rendimiento y el cielo su rocío,
V yo pondré al resto de este pueblo
en posesión de todo esto. 13 Y así
cómo fuisteis la maldición de las
gentes, joh casa de Judá y casa de
Israelí, así yo os salvaré y seréis
bendición.
No temáis y que se esfuercen vues¬
tros brazos; 14 Porque así dice Yave
Sebaot: Como pensé en haceros mal
cuando vuestros padres me provo¬
caron a ira, dice Yave Sebaot, y no
me arrepentí, 18 así volviéndome, he
pensado en hacer bien a la casa de
Judá y a Jerusalén en estos días;
uo temáis. 16 He aquí lo que vosotros
habéis de hacer: Hablar cada eual
verdad a su prójimo, juzgar en vues¬
tras puertas juicios de salud, 17 no
maquinar nadie en su corazón el
mal de su prójimo, ni jurar en falso,
porque todas estas cosas me son
abominables, dice Yave.
18 Fuéme dirigida palabra de Yave
Sebaot, diciendo: 19 Así dice Yave
Sebaot: El ayuno del cuarto y el
ayuno del quinto y el ayuno del
séptimo y ei ayuno del décimo, se
tornarán para la casa de Judá en
gozo y regocijo y en festivas solem¬
nidades: Amad, pues, la paz y la
verdad.
ZACARÍAS, 9, 10
Sil
La vocación de las {/entes.
f0 Así dice Yave Sebaot: Aún
vendrán pueblos y moradores de
muchas ciudades, 21 y los morado¬
res de la una irán a ios moradores
de la otra, y les dirán: Vamos a implo¬
rar el favor de Yave, y a buscar a
Yave Sebaot; yo también voy. 22 Y
vendrán muchos pueblos y fuertes
naciones a Jerusalén a buscar a
Yave Sebaot y a implorar el favor
de Yave; 23 Así dice Yave Sebaot:
En aquellos días diez hombres de
todas las lenguas de las gentes coge¬
rán de la falda a un judío, dicién-
dole: Nos vamos con vosotros, por¬
que hemos oído que con vosotros
está Dios.
Destrucción de los enemigos.
() 1 Oráculo. Palabra de Yave.
2 En la tierra de Hadrac y de
Damasco será su morada, porque de
Yave son las ciudades de Aram y
todas las tribus de Israel. 2 Hamar
será también comprendida en el terri¬
torio de éste, así como Tiro y Sidón,
que son tan sabias. 3 Bien que Tiro
se alzó baluartes y amontonó la
plata como polvo y el oro como el
polvo de las calles, 4 el Señor la
conquistará, y aplastará en el mar
su fortaleza y quedará consumida
por el fuego. 5 Al ver esto se aterrará
Ascalón, Gaza estará en extremado
dolor, lo mismo que Ascalón, porque
sus esperanzas fallaron.
No habrá ya rey en Gaza, y Acarón
no será ya habitada. En Azoto
habitará el extranjero 7 c y Acarón
tendrá la suerte del jebuseo; 6 b Yo
abatiré la soberbia de los filisteos,
7 ab y les quitaré de la boca sus san¬
gres y de entre los dientes sus abo¬
minaciones, y serán también un
resto perteneciente a nuestro Dios,
y como una familia de Judá. 8 Yo
pondré en mi casa guarnición de
yentes y vinientes y no marchará ya
opresor alguno contra ellos, porque
ahora velaré yo con mis ojos.
El Rey manso y pacífico.
8 Alégrate con alegría grande, hija
de Sión. Salta de júbilo, hija de Jeru¬
salén. Mira que viene a ti tu rey.
Justo y salvador, humilde, montado
en un asno, en un pollino hijo de
asna (1). 10 j Extirpará los carros
de guerra de Efraím y los caballos
en Jerusalén, y será roto el arco de
guerra y promulgará a las gentes
la paz, y será de mar a mar su seño¬
ría, y desde el río hasta los confines
de la tierra.
11 Mas cuanto a ti, por la sang<re
será consagrada tu alianza. Yo he
sacado a tus cautivos del baño.
12 Tus cautivos han vuelto a la for¬
taleza llenos de esperanzas, y yo te
restituiré hoy la gloria al duplo.
13 Porque he tendido para mí el arco
de Efraím y blandiré a tus hijos,
joh Sión!, contra tus hijos, ¡oh Javán!,
y me serviré de ellos como de espada
de héroe. 14 Y se hará ver sobre ellos
Yave, y lanzará sus dardos como
rayos y sonará el Señor Yave la
trompeta y marchará como los tor¬
bellinos del austro. 15 Yave Sebaot
los protegerá y las piedras de la
honda devorarán la carne y beberán
la sangre como se bebe el vino;
quedarán llenas como vaso de liba¬
ción y como cuerno de altar; 16 y
los salvará Yave Sebaot aquel día.
Mi pueblo es como rebaño que por
falta de custodia se dispersó por mi
tierra. 17 ¡Qué ricos son! ¡Qué hermosos
son, el trigo que nutre a los mance¬
bos y el vino que nutre a las doncellas!
10 1 Pedid a Yave la lluvia a su
tiempo, que es Yave el Hace¬
dor de cuanto se mueve y el que
dispensa la lluvia abundante y a
cada uno la verdura de los campos,
2 porque los terafím dieron vanos
oráculos y los adivinos tuvieron
mentirosas visiones, y no son más
que sueños vacíos lo que dicen V
consuelos vanos los que prodigan.
3 Por eso se encendió mi cólera
contra los pastores, y castigué a los
machos cabríos: pero Yave Sebaot
visitará su rebaño, la casa de Judá,
y hará de él como su caballo de vic¬
toria en el combate: 4 y a su orden
saldrá la tropa, y los gastadores y
los jefes y todos juntos se pondrán
en campaña. 5 Serán como héroes
(i) Después de anunciar el castigo de los
puetlos vecinos de Judá, can la que éste que¬
dará libre de sus opresores, nos habla de la apa¬
rición de un rey pacífico, que conver.irá en ins¬
trumentos de paz todos los instrumentos de gue¬
rra: Jesucristo, para más llamar la atención de
los judíos sobre el vaticinio mesiánico, quiso
cumplirlo materialmente el día de Ramos.
X12
ZACARÍAS, 11
que pisan el lodo de los campos en
ei combate; combatirán, porque eon
ellos está Yave, y derrotarán a los
que cabalgan sobre caballos.
6 Yo fortaleceré a la casa de Judá
y salvaré a la casa de José, y los
estableceré, porque los amo, y será
como cuando no los había rechazado;
porque yo, Yave, soy su Dios y los
escuchare. 7 Los de Efraím serán
como héroes y su corazón estará
alegre como se alegran con el vino;
sus hijos lo verán y se gozarán y su
corazón se regocijará en Yave. 8 Yo
les silbaré y los reuniré, porque los
he rescatado y se multiplicarán sin
cesar; 9 y aunque dispersos entre las
gentes, lejos se acordarán de mí v
vivirán así como sus hijos, y vol¬
verán. 10 Yo los reconduciré * de la
tierra de Egipto y los reuniré de
Asur y los traeré a la tierra de Oalad
y del Líbano, y no les bastará. 11 Tan
estrechos estarán, que pasarán el mar
y en el mar herirán las olas y secarán
las profundidades de los ríos, y será
abatida la soberbia de Asur,~ y el
Egipto perderá sn cetro. 12 Yo los
fortaleceré en Yave y ellos marcha¬
rán en su nombre, dice Yave.
n 1 Abre, Líbano, tus puertas,
que el fuego devora tus cedros.
Gime, ciprés, porque ha caído el
cedro, porque son abatidos los pode¬
rosos, 2 Gemid, encinas de Basáu,
porque es destruido el bosque impe¬
netrable (1).
3 Oycnsc lamentos de pastores por
la ruina de sus riquezas: rugidos de
leones, por la ruina de la gloria del
Jordán. 4 Así dice Yave, mi Dios:
Sé pastor del rebaño para el matadero;
5 que el comprador mate impune¬
mente y el vendedor diga: ]Bendito
Yave, que me ha enriquecido!, sin
que los pastores tengan piedad; 6 por¬
que no tendré yo piedad de los mora¬
dores de la tierra, dice Yave; porque
yo mismo entregaré a las gentes,
(i) Este capítulo parece una inirada retros¬
pectiva a la historia de Judá. Yave, que como
Dios de Israel es su pastor rtiayoral, se había
escogido tres pastores, que no habían respon¬
dido al encargo recibido, como tampoco el
rebaño indócil, Yave declara que está cansado
de su oficio; quiere dejar ir al rebaño por el
camino que desee, y pide su salario. Le ofrecen
jo sidos, que él arroja con despecho de verse
apreciado en tan vil precio. Los evangelistas
aplican el trato a la venta de Jesús por Judas.
cada uno en manos de su pastor y
en las manos de su vendedor, y éstos
oprimirán la tierra y yo no la libraré
de sus manos.
7 Híceme, pues, pastor del rebaño
de la matanza, para los compradores
del rebaño; y tomé dos cayados,
dando al uno por nombre «benevo¬
lencia» y al otro «reunión», y me
puse a apacentar el rebaño. 8 En un
mes hice matar a los tres pastores.
Entonces tomé aversión al rebaño,
que también por su parte estaba
cansado de mí, 9 y dije: no os apa¬
centaré ya más: la que muera, que
muera; la que se pierda, que se
pierda, y las que queden, que se
coman linas a otras.
10 Tomé luego mi cayado «bene¬
volencia» y lo rompí, para deshacer
el pacto que había concertado con
todos los pueblos; 11 y quedó des¬
hecho en ese día, y los mercaderes
del rebaño, que me tenían a sueldo,
conocieron que aquello era cosa de
Yave. 13 Yo les dije: Si queréis,
dadme mi salario, y si no, dejadlo.
Y me pesaron mi' salario, treinta
monedas de plata. 13 Y Yave me dijo:
Tira al alfarero el rumboso precio
en que te han apreciado. Y tomando
las treinta monedas de plata, se las
tiré al alfarero en su alfarería.
14 Rompí luego el otro cayado
«reunión», 'para romper la herman¬
dad entre Judá e Israel. 15 Y Yave
me dijo: Hazte también el pastor
insensato, porque voy a poner vo
en la tierra un pastor (pie no se cui¬
dará de que desaparezcan y no bus¬
cará a las descarriadas ni curará a
las heridas ni alimentará a las fuertes,
pero se comerá a las gordas v les
romperá las uñas.
18 ¡Ay del pastor inútil, que aban¬
dona al rebaño! Hiera la espada sn
brazo y su ojo derecho, y que se
seque del todo su brazo y quede
ciego su ojo derecho (1).
[13] 7 Alzate, espada, contra el
pastor, contra el hombre de mi com¬
pañía, dice Yave Sebaot. J Ti ere al
pastor y que se disperso el rebaño,
y yo volveré mi mano sobre los pe¬
queños. 8 V en toda la tierra, dice
Yave, serán exterminados los dos
lereios y perecerán, pero será pre¬
servado un tercio. 9 Y yo pondré
(i) Incluimos aquí los versículos 7-9 del
capítulo 1 3, por p.ucccr este su fugar y esi.u
fuera de contexto donde en el lexio se hallan.
ZACARIAS, 12, 13, 14
813
al fuego este tercio, y le fundiré
como se funde la plata, y le acriso¬
laré como se acrisola el oro, e invo¬
cará mi nombre y yo le escucharé.
Yo diré: Este es mi pueblo, y él
dirá: Ya ve es mi Dios.
Jerusalén, cáliz de vértigo para
los pueblos,
iO 1 Oráculo. Palabras de Yave sobre
Israel (1). Palabra de Yave,
que tiende los cielos, funda la tierra
y la forma el aliento del hombre
dentro de él.
2 He aquí que voy a hacer de
Jerusalén un cáliz de vértigo para
todos los pueblos de en derredor.
También para Judá habrá angustia
que estrechará a Jerusalén. 3 Aquel
día será Jerusalén piedra pesada para
todos los pueblos, y cuantos con ella
carguen se harán cortaduras, y se
reunirán contra ella todas las gentes
de la tierra. 4 Aquel día, dice Yave,
yo heriré de terror a los caballos y
de locura a los jinetes; abriré los
ojos sobre la casa de Judá, y a todos
los caballos de las gentes los heriré
de ceguera. 5 Entonces se dirán los
jefes de Judá: La fuerza de los habi¬
tantes de Jerusalén está en Yave
Sebaot, su Dios.
6 Aquel día haré de los jefes de
Judá como brasero encendido en
medio de la leña, y como antorcha
ardiendo en medio de los haces, que
consumirá a diestro y siniestro a
todos los pueblos de en derredor, y
Jerusalén será de nuevo habitada en
su lugar, en Jerusalén; 7 y salvará
Yave primero las tiendas de Judá,
para que no se enorgullezcan contra
Judá la casa de David y los habitan¬
tes de Jerusalén. 8 Aquel día alzará
Yave un baluarte en torno de los
moradores de Jerusalén, y la casa
de David será como Dios, como el
ángel de Yave ante ellos.
(i) Es éste un capítulo oscuro, en parte por
falta de contexto en el conjunto de los cuatro
vaticinios, y en parte por el lenguaje especial. En
el versículo 9 y sig.. Dios promete derramar espí¬
ritu de gracia y oración sobre la casa de David
y los habitantes de Jerusalén, para que miren al
que han traspasado y le lloren como se llora la
muerte de un hijo único. Las palabras del pro¬
feta traen a la mente a Jesucristo camino del
Calvario, llorado por las mujeres de Jerusalén y
compadecido por cuantos le reconocieron como
su Redentor.
9 Aquel día me pondré yo a destruir
a todas las gentes que vinieron contra
Jerusalén, 10 y derramaré sobre la
casa de David y sobre los moradores
de Jerusalén un espíritu de gracia y
de oración, y alzarán sus ojos a mí;
y a aquel a quien traspasaron le
llorarán como se llora al unigénito,
y se lamentarán por él como se la¬
menta por el primogénito. 11 Habrá
aquel día gran llanto en Jerusalén,
como el llanto de Rimón en el valle
de Migrón. 12 Se lamentará la tierra,
linaje por linaje; el linaje de la casa
de David aparte y sus mujeres aparte;
el linaje de la casa de Natán aparte
y sus mujeres aparte; 13 el linaje
de la casa de Leví aparte y sus muje¬
res aparte; el linaje de Semei aparte
y sus mujeres aparte; 14 y todos los
otros linajes cada uno aparte y sus
mujeres aparte.
1 Q 1 Aquel día habrá una fuente
1 abierta para la casa de David,
y para los habitantes de Jerusalén
para la purificación del pecado y de
la inmundicia; 2 y aquel día, dice
Yave, extirparé de la tierra los nom¬
bres de los ídolos, que no serán más
recordados, y haré desaparecer a los
profetas y el espíritu impuro. 3 Y
cuando alguno se ponga a profetizar,
le dirán su padre y su madre, los
que le engendraron: No vivirás, por¬
que has hablado, mentira en nombre
de Yave; y el padre y la madre, los
que le engendraron, le traspasarán
cuando se ponga a hablar a lo pro¬
feta.
4 Aquel día se avergonzarán de
sus visiones de cuando profetizaban
todos los profetas y no se vestirán
más el manto peludo para mentir.
5 Un tal dirá: Yo no soy profeta, soy
labrador del campo y un labrador
me asoldó desde mi mocedad. 6 Y
le dirán: Pues entonces, ¿qué heri¬
das son ésas que llevas en las manos?
Y él responderá: Son heridas que
me hicieron en la casa de amigos
míos.
Juicio de las gentes y santifica¬
ción de Jerusalén.
i A 1 Mira, viene el día de Yave,
1 y en medio de ti se repartirán
tus despojos. 2 Porque yo reuniré
a todas las gentes en batalla contra
Jerusalén, y será tomada la ciudad
814
ZACARÍAS, 14
y saqueadas las casas y violadas las
mujeres, y la mitad de la ciudad irá
al cautiverio, pero el resto del pueblo
no será exterminado. 3 Luego se
pondrá en campaña Ya ve y combatirá
a esas naciones como se combate
el día de la batalla, al tiempo de la
guerra. 4 Afirmaránse aquel día sus
pies sobre el monte de los olivos,
que está frente a Jcrusalén, al lado
de levante; y el monte de los olivos
se partirá por en medio, de levante
a poniente, con un gran valle; y la
mitad del monte se echará al norte
y la otra mitad al mediodía, 6 y
huiréis por el valle de mis montes,
porque el valle de los montes llegará
hasta el lugar donde yo os salvare.
Huiréis como huisteis cuando el terre¬
moto de los tiempos de Ozías, rey
de Judá, y vendrá entonces Ya ve,
mi Dios, y eon él todos sus santos.
6 En aquel día no se distinguirá
el brillo de las piedras preciosas.
7 Será único ese día, conocido de
Yavc. No habrá va día y noche, de
noche habrá clara luz. 8 En esc día
manarán de Jcrusalén aguas vivas,
la mitad hacia el mar de occidente,
lo mismo en verano que en invierno.
9 Y reinará Yavc sobre la tierra
toda y Yavc será único, y único
su nombre. 10 Y la tierra toda se
convertirá en llano, desde Cucha
hasta Rimón del sur, y Jcrusalén ,
será enaltecida y habitada en su
lugar, desde la puerta de Benjamín
hasta el lugar de la antigua puerta,
la puerta de las torrecillas, y desde
la torre de Hananel hasta los lagares
del rey. 11 Y morarán en ella, y ya
nunca más será anatema y morarán
en seguridad.
^ 12 He aquí la plaga con que herirá
Ya ve a todos los pueblos que com¬
batieron a Jcrusalén: Sus carnes se
corromperán mientras están en pie,
se consumirán en las cuencas sus
ojos, y su lengua se les deshará en
la boca. 13 Habrá aquel día de parte
de Yave gran perturbación entre
ellos, y cogerá cada uno de la mano
a su vecino, y le dará a este la suya.
11 Y Judá estará aquel día en gran
festín, y se reunirán allí las riquezas
de todas las gentes de en derredor,
oro, plata y vestidos en grandísima
abundancia. 15 Y parecida a ésta
será la plaga que herirá a caballos,
mulos, camellos y asnos y a todas
las bestias que hubiere en aquellos
campos.
16 Y todos cuantos quedaren de las
gentes que vinieron contra Jerusa-
lén, sub.rán cada año a adorar al
Rey, Yave Sebaot, y a celebrar la
fiesta de los tabernáculos (1).
17 Y aquellos que de las gentes de la
tierra no vengan a Jerusalén a adorar
al Rey, Yavc Sebaot, no vendrá
sobre ellos la lluvia.
18 Y si la gente de Egipto no sube
y no viene, sobre ella se abatirá
la plaga con que herirá Yave a las
gentes que no suban a celebrar la
fiesta de los tabernáculos. 19 Tal será
la expiación de Egipto y la expiación
de todas las gentes que no suban a
celebrar la fiesta de los tabernáculos.
20 En aquellos días escribirán en
sartenes y ollas: «Consagrado a Yave»;
y las ollas de la casa de Yave serán
como vasos de aspersión delante
del altar. 21 Toda olla en Judá y en
Jcrusalén estará consagrada a Yavc
Sebaot, y cuantos sacrifiquen vendrán
y las tomarán y cocerán en-ellas, y
no habrá aquel día más mercader
en la casa de Yave Sebaot.
(i) Este capítulo tiene un carlc’er escatoíá-
gico y, por tamo, oscuro. Las n iciones se reúnen
Para luchar contra Jerusalén; pera el Señor la
defiende y las naciones quedan aniquiladas. Los
restos se convertirán a Dios y vendrán a Jeru-
salén a celebrar las fiesras del Señor. Jesusalén
qjedari hecha centro de la religión verdadera
INTRODUCCION AL LIBRO DE MALAQUIAS
f//F/0 Malaquias bástanle después de los dos profetas anteriores, cuando
el templo estaba ya reedifícalo y lis sacerdotes habían caído de s't primer
fervor , pues ofrecían víctimas v¡les t muestra del poco aprecio que hacían de Dios
y de su culto. De cslo t sobre lodo f les reprende el profeta , tomando de aquí oca -
MALAQUÍAS. 1 2
815
sión para vaticinar el reino mesiánico con el nuevo sacrificio qut a Dios se
ofrecerá , no sólo en Jervsalen, sino en todas partes y pues en todas será conocido
y ensalzado el nombre del Señor (2, 11). Las últimas palabras de Malaquías
anuncian la venida de Elias, como pregonero del día del Señor (1, 5). El Sal¬
vador nos dice que semejante vaticinio se cumplió en el Bautista (Mt. 17> 10
sigs; cfr. Le. 1 , 17).
MALAQUIAS
Kl amor de Dios a su * puebla.
1 1 Oráculo. Palabra de Yave a
Israel por medio de Malaquías.
2 Yo es he amado, dice Yave. Y vos¬
otros decís: ¿En qué nos has amadr ?
¿Esaú no es hermano de Jacob?,
dice Yave. Y yo he amado a Jacob,
3 mientras que he detestado a Esaú
y he hecho de sus montañas campo
de devastación y de su heredad pas¬
tizales de desierto (1). 4 * Y si
Edom dice: Hemos sido aplastados,
pero nos reconstruiremes las ruinas;
así dice Yave Sebaot: Ellos recons¬
truirán, pero yo destruiré. Y les
llamarán tierra de impiedad y pueblo
contra el que se initó para siempre
Yave. 6 Vuestros ojos lo verán y
diréis: Es grande Yave, aun más
allá de su territorio.
6 El hijo honra a su padre, y el sier¬
vo teme a su señor. Pues si yo soy
padre, ¿dónde está mi honra? Si
yo soy Señor, ¿dónde está mi tcm >r?,
dice Yave Sebaot a vosotros, sacer¬
dotes, que menospreciáis mi nombre.
Y decís: ¿En qué menospreciamos tu
nombre? 7 Ofrecéis en mi altar pan
inmundo y decís: ¿En qué lo hemos
hecho inmundo? En decir: La mesa
de YaVc es despreciable. 8 Y ofrecer
en sacrificio lo ciego, ¿no es malo?
Y ofrecer lo cojo o lo enfermo, ¿no es
malo? Anda, haz presente de ello
a tu gobernador, a ver si se complace
en él y le será grato, dice Yave
Sebaot.
0 Buscad, pues, el favor de Dios
para que él os sea propicio. Eso es
(i) Estas palabras sobre el amor de Jacob y
el odio de Esau son una clara alusión a la bendi¬
ción de lsac sobre los hijos. En ella mostró Dios
que la heredad mesiánica y, en general, la gracia
divina, no depende de la carne o de la sangre,
sino de la libre elección de Dios.
lo que vosotros hacéis; ¿le seréis,
pues, gratos?, dice Yave Sebaot.
10 jOh, si alguno de vosotros cerrara
las puertas y no cnccndiérais en vano
el fuego en mi altar! No tengo en
vosotros complacencia alguna, dice
Yave Sebaot, no me son gratas las
ofrendas de vuestras manos.
El sacriiioio <1«» la nueva ley.
11 Desde el orto del sol hasta el
ocaso es grande mi nombre entre
las gentes y en todo lugar se ofrece
a mi nombre un sacrificio humeante
y una oblación pura, porque grande
es mi nombre entre las gentes, dice
Yave Sebaot (1). 12 Pero vosotros
lo profanáis, diciendo: jLa mesa de
Yave es inmunda, y despreciable lo
que de ella proviene! 13 Y aun decís:
¡Oh, qué fastidio!, y la despreciáis y
ofrecéis lo mutilado, lo cojo, lo en¬
fermo, lo ofrecéis en sacrificio. ¿Voy
a complacerme yo en el de vuestras
manos? 14 jMaldito el fraudulento,
que teniendo en el rebaño machos y
habiendo hecho un voto, sacrifica
al Señor lo estropeado! Porque yo
soy rey grande, dice Yave Sebaot,
y mi nombre es temible entre las
gentes.
Conmiiutrmn :i los sacerdote.
^2 1 Para vosotros, pues, jol\ sacer¬
dotes!, este decreto: 2 * Si vosotros
no escucháis y decidís de corazón
(i) Los sacerdotes leviticos tienen en poca
estima el culto divino. En caságo, Dios les anun¬
cia la pérdida de su privilegio y del prí/ilegio
de Jerjsalén. Vendrá dia en que en toio lugnr
se ofrecerá al Señor un sacrificio puro, el de Je¬
sucristo, renovado en toda la redondez de la
tierra.
«ltí
MALAQUlAS, 3
dar gloria a mi nombre, dice Yave
Sebaot, yo mandaré sobre vosotros
la maldición, y haré maldición de
vuestra bendición, y aun la he hecho
ya maldición, porque vosotros no os
decidís de corazón. 3 Por eso yo os
quebrantaré el brazo, y os echaré
al rostro la inmundicia, la basura
de vuestras solemnidades, y seréis
echados donde se echa ella.
4 Y sabréis que yo he dado este
decreto, para que sea real mi pacto
con Leví, dice Yave Sebaot. 5 Mi
pacto con él fué, «vida» y «paz»
y se las di; «temor», y él me temió,
y ante mi nombre se llenaba de temor.
6 Tuvo en su boca doctrina de verdad,
y no había iniquidad en sus labios;
anduvo conmigo en integridad y rec¬
titud, y apartó del mal' a muchos;
7 pues los labios del sacerdote han
de {guardar la sabiduría y de su boca
ha de salir la doctrina, porque es un
enviado de Yave Sebaot. 8 Pero
vosotros os habéis apartado del ca¬
mino, y habéis hecho tropezar a
muchos en la ley, y habéis pervertido
el pacto de Leví, dice Yave Se¬
baot.
9 Por tanto, también yo os he
hecho a vosotros despreciables y viles
para todo el pueblo a la medida en
que vosotros no habéis seguido mis
caminos, ni habéis tenido en cuenta
la ley. 10 ¿No tenemos todos un padre?
¿No nos lia criado a todos un Dios?
¿Por qué, pues, obrar pérfidamente
unos con otros, quebrantar el pacto
de nuestros padres?
Abominaciones del pueblo.
11 Perdido está Judá, y en Israel
y en Jerusalén se comete la abomi¬
nación, pues Judá profana las cosas
consagradas a Yave, lo que él ama,
casándose con hijas de un dios ex¬
traño. 12 Quiera Yave, a quien tal
hace, privarle de testigo y defensor
en las tiendas de Jacob, y de quien
haga por él ofrenda de sacrificio a
Yave Sebaot.
13 Y ved otra cosa más que hacéis.
Dañáis el altar de Yave de lágrimas,
llantos y gemidos, porque no atiende
a la ofrenda y no acepta de vuestras
manos nada grato; 14 y preguntáis:
¿Por qué? Porque Yave toma la
defensa de la esposa de tu juventud,
a la que has sido desleal, siendo ella
tu compañera y la esposa de tu alianza
matrimonial. 15 ¡Pues quél ¿No los
hizo él para ser uno solo, que tiene
su carne y su vida? Y este único ¿para
qué? Para una posteridad para Dios.
Cuidad, pues, de vuestra vida, y no
seas'infiel a la esposa de tu juventud.
16 El que por aversión repudia,
dice Yave, Dios de . Israel, se cubre
de injusticia por encima de sus ves¬
tidos, dice Yave Sebaot. Cuidad,
pues, de vuestra vida y no seáis
desleales. 17 Sois pesados a Yave con
vuestras palabras. Decís: ¿En qué
le somos pesados? En decir: El que
hace el mal es grato a Yave, y en
ellos se complace. Si no, ¿dónde está
el Dios justo?
El ángel precursor.
O 1 Pues he aquí que voy a enviar
a mi mensajero, que preparará
el camino delante de mí, y luego
en seguida vendrá a su templo el
Señor a quien buscáis, y el ángel
de la alianza que deseáis (1).
Ved que viene, dice Yave Sebaot, 2 y
¿quién podrá soportar el día de su
venida? ¿Quién podrá mantenerse
firme cuando aparezca? Porque será
como fuego fundido y como lejía de
batanero, 3 y se pondrá a fundir y
depurar la plata y a purgar a los
hijos de Leví, y Tos depurará como
se depura el oro y la plata, para que
ofrezcan a Yave sacrificio de justicia.
4 Y entonces agradará a Yave el
sacrificio de Judá y de Jerusalén,
como en los días pasados y como en
los años antiguos. 6 Y vendré con
vosotros a juicio, y seré juez pronto
contra los hechiceros y contra los
adúlteros, y contra los perjuros, y
contra los que oprimen al jornalero
y a la viuda y al huérfano, y agravian
al extranjero, sin temor de mí, dice
Yave Sebaot.
6 Porque yo, Yave, no me he mu¬
dado, y vosotros, hijos de Jacob,
no habéis cesado. 7 Desde los días
de vuestros padres os habéis apar¬
tado de mis leyes; no las habéis guar¬
dado. Volveos vosotros a mí y vo
(i) En la salida de Egipto y viaie por el
desierto. Dios mandó ante Israel a un ángel para
que le condujese: aquí un ángel precederá como
heraldo la venida del Señor, que vendrá a su
templo a hacer juicio en sus sacerdotes y puri¬
ficarlos, pasándolos por el crisol. Entonces sus
sacrificios le serán gratos. Los evangelistas apli¬
can el pasaje al Precursor.
MALAQUÍAS, 3
SI 7
me volveré a vosotros, dice Ya ve
Sebaot. Pero vosotros decís: ¿En
qué hemos de volvernos? (i) * * * * * * 8 ¿Puede el
hombre robar a Dios? Pues vosotros
me estáis robando, y decís: ¿En qué
te robamos? ¡En los diezmos y las
primicias! 9 * Malditos seréis de mal-:
dición; porque vosotros me estáis
robando; el pueblo todo me roba.
10 Traed íntegramente los diezmos al
alfolí, para que haya alimentos en
mi casa, y probadme en esto, dice
Ya ve Sebaot, a ver si no abro yo
luego las puertas del cielo y no de¬
rramo sobre vosotros la bendición,
aún jnás de lo justo; 11 e impediré
que la langosta os aflija devorando
los frutos de la tierra, y las viñas de
los campos no os serán estériles,
dice Yave Sebaot. 12 Todas las gentes
os llamarán dichosos, porque seréis
una tierra de delicias, dice Yave
Sebaot (1).
13 Vuestras palabras contra mí son
insoportables, dice Yave. Y decís:
¿Qué hemos hablado contra ti? 14 De¬
cís: Por demás es servir a Dios:
¿Qué aprovecha servirle y guardar
su ley y afligirnos en presencia de
Yave Sebaot? 15 Bien dichosos son
los soberbios, y son prosperados los
impíos, y aunque tientan a Dios,
escapan. 16 He ahí lo que unos a
otros se dicen, los que temen a Yave.
Y r ave lo ha oído, ha puesto atención
y se ha presentado ante él un escrito
en favor de los que temen a Yave
e invocan su nombre. 17 Serán ellos
para mí, dice Yave Sebaot, el día
en que yo me ponga a hacer, pose¬
sión propia, y me llenaré de indul¬
gencia hacia ellos, como indulgente
es uno para el hijo que le sirve.
18 Entonces mudaréis de parecer,
"v echaréis de ver la diferencia entre
el justo y el malvado, entre el que
sirve a Dios y el que no le sirve.
I El día de Yave.
¿ •
, 19 Porque ved que viene el día, ar¬
diente como horno, y serán entonces
los soberbios y. los obradores de la
maldad la paja, y el día que \iene
le prenderá fuego, dice Yave Sebaot,
sin dejar ni raíz ¿ti rama. 20 Mas para
vosotros, los que teméis mi nombre,
se alzará un sol de justicia, que traerá
en sus alas la salvación, y saldréis
y saltaréis como terneros que salen
del establo; 21 y pisotearéis a los mal¬
vados, que serán como polvo bajo la
planta de vuestros pies, el día en
en que yo me pondré a hacer, dice
Yave Sebaot.
^Elías, heraldo del gran día de
Yave.
22 Acordaos de la ley de Moisés,
mi siervo, a quien di yo en Horeb
preceptos y mandatos para todo
Israel (1). 23 Ved que yo mandaré
a Elias, el profeta, antes que venga
el día de Yave, grande y terrible.
24 El convertirá el corazón de los
padres a los hijos y el corazón de los
hijos a los padres, no venga yo a dar
la tierra toda al anatema.
(i) Estos Versículos no parecen tener cone¬
xión con los que preceden, y faltando el contex¬
to» no pueden menos de ser oscuros. Se anun¬
cia el día del Señor, día grande y terrible; es
decir, el día del juicio divino, que no quiere
decir que sea el juicio último. Elias, el represen¬
tante de los profetas, vendrá como heraldo a pre¬
parar el pueblo para tan gran suceso por medio
de la reconciliación de las familias, con que éstas
evitarán ser dadas al anatema. El ángel aplica
estas palabras ai Precursor, cuando anuncia al
padre el nacimiento del niño (Luc. i, 17).
(1) Después de predecir el castigo de los im¬
píos, anuncia el profeta la salud mesiánica.
52
i * i
INTRODUCCION GENERAL A LOS LIBROS
SAPIENCIALES
TENEMOS que empezar por explicar lo que es la sabiduría para los
hebreos. No es, como para Aristóteles, la ciencia de las últimas causas,
sino cierta agudeza y prontitud de ingenio para hallar una salida en casos
apurados. Tal era la sabiduría de la mujer de Tecua (II Sam, 14, 2 ss.),
de la mujer de Abel (Ibid., 20, 16 ss,) y la de Salomón (I Rcg. 3, 12 ss.).
Análoga a esta es la agudeza para hallar sólución a los enigmas y acertijos
de que tanto gustaban los orientales. Vcase en Juec. 14, 10 ss. el enigma de
Sansón a los filisteos, y en I Reg. 10, 3 ss. los de Salomón y la reina de Saba.
Extiéndese esta sabiduría a la observación de la naturaleza, de los ins¬
tintos de los animales, del obrar del hombre, para sacar de todo esto enseñanzas
útiles a la dirección de la vida humana; pues Dios al crear las cosas había derra¬
mado en ellas los tesoros de su sabiduría. Pero más que en la naturaleza, depo¬
sitó Dios su sabiduría en la ley, que al decir de Moisés viene a ser para los
israelitas Iq sabiduría y la inteligencia, que los haga célebres entre todos los
pueblos (Deut. 4, 6 ss.). Apoyados en este doble principio , los sabios de Israel
se levantan al conocimiento de aquella Sabiduría que asistió a Dios en la crea¬
ción del mundo y que se derramó en las cosas creadas, sobre todo en el hombre.
Otra forma más modesta de sabiduría era el ingenio artístico para ejecutar
obras de orfebrería, para componer poesías y para cantarlas con acompaña¬
miento de instrumentos.
Todas estas manifestaciones de la sabiduría, así como podían ser naturales
o adquiridas, así también pueden ser infundidas por Dios, como se dice de
José, Salomón y Daniel.
Conforme a esto, los sabios de Israel nos han dejado libros como el de Job,
el Ecpsiastés y la Sabiduría, en que se debate el grave problema del proceder
de Dios con los justos y los impíos. En el Salterio nos han Pgado una riquísima
colección de cantos, los cuales, en artística forma, exponen los misterios de Dios
reflejados en lo naturaleza, su providencia con Israel, la que guarda con los
justos y los malvados, etc. En los Proverbios y el Eclesiástico los sabios de
Israel nos han dejado el fruto de sus meditaciones, que nos enseñan a gober¬
narnos según la voluntad de Dios. Finalmente, el Cantar de los Cantares es
obra de sabiduría por su exquisita forma poética y por su pensamiento, que es
la idea mes ¡única, contenida en los profetas y expuesta en una serie de cantos
que giran en torno de una imagen también profética, la del matrimonio, apli¬
cada a las relaciones de Dios con su pueblo.
Como de lo dicho se colige, el principio de la sabiduría de Israel, más que
su ingenio, es la revelación divina. Por eso hemos colocado los libros sapien¬
ciales después de los profetas. A la luz de las enseñanzas de éstos meditaban
los sabios sobre la naturaleza y sobre la vida de los hombres, y de aquí se levan¬
taban a escudriñar los misterios de la sabiduría divina . A esta consideración,
q te pudiéramos llamar teológica, de la not /.raleza creada y de la Providencia y
Misterios Divinos, basada en la L y y los Profetas y en la historia de Israel, se
anadia en los sabios que escribieron los libros sagrados la iluminaceón del Espí-
82<
LIBROS SAPIENCIALES
ritu Santo, que al mismo tiempo que elevaba su mente, daba valor divino a sns
enseñanzas.
Decíamos que el arte de la poesía era una de las manifestaciones de la sabidu¬
ría hebrea. Porque es de saber que existe en la Biblia hebrea un arte poético. San
Jerónimo y algunos antiguos asimilaron el verso hebreo al griego y al latino. Era,
sin duda, una equivocación. Pero los esfuerzos hasta ahora realizados para definir
la naturaleza del verso hebreo sólo han dado de sí una multitud de opiniones, que
muestran en su misma multitud la dificultad del asunto y la imposibilidad
de llegar hasta ahora a conclusiones ciertas. Una cosa es clara: que además de
ese artificio poético, el ritmo tónico, hay en la poesía hebrea un ritmo lógico, del
pensamiento, que se ha llamado paralelismo de los miembros. A una línea o verso
se añade otro que expresa el ?nismo pensamiento (paralelismo sinónimo), o
un pensamiento que desarrolla y completa el primero (paralelismo sintético),
o un pensamiento contrapuesto al primero (paralelismo antitético). Véanse
los siguiente8 ejemplos:
No prevalecerán los impíos en el juicio
Ni los pecadores en la Congregación de los justos (Sal. 1, Ó).
Bienaventurado el varón que no anda en consejo de impíos
Ni camina por las sendas de los pecadores
Ni se sienta en compañía de malvados (Sal. 1, 1).
Siéntate a mi diestra,
En tanto que pongo a tns enemigos
Por escabel de tus pies (Sal. 110, 1).
Extenderá Yave desde Sión tu poderoso cetro:
«Domina en medio de tus enemigos» (Sal. 110, 2).
Una respuesta blanda calma la ira,
Una respuesta áspera la enciende.
La boca del sabio hace amable la sabiduría,
La del necio sólo profiere sandeces (Prov. 15, 1, 2).
Estos versos paralelos se agrupan con frecuencia formando estrofas. El
numero de los versos de cada estrofa puede variar hasta en un mismo poema.
La distinción de las estrofas supone, por lo general, tm nuevo aspecto del tema
que el poema desarrolla. Mas este principio no suele ser en la práctica twrma
segura para distinguir las estrofas. Lo es el alfabetismo de algunos salmos
(9-10; 111, 112), de las Lamentaciones, del cántico de Habacuc, etc., o algún
refrán, verso o estrofa intercalada, que al fin de cada estrofa se repite, verbi¬
gracia, salmos 42-43, y el signo sela, que se halla con frecuencia en los salmos,
aunque muchas veces fuera de lugar. Nótase también, a veces, la asonancia de
las palabras y la repetición regular de ciertos vocablos o expresiones, y otros
artificios literarios que muestran el ingenio de los poetas y su propósito dt
embellecer con ellos sus poemas.
E8 muy digno de notar que no son sólo los libros sapienciales los que están
escritos en forma métrica; son numerosísimas las partes de otros libros, sobretodo
los proféticos, que nos ofrecen la misma forma y emplean idéntico lenguaje.
Isaías habla casi siempre en verso; en Jeremías y Ezcquiel abunda también la
forma poética; y los oráculos de Joel, Nahurn y Habacuc son modelos mara¬
villosos de poesía. La literatura eclesiástica nos ofrece un ejemplo análogo,
que conviene advertir. San Efrem, en su lengua siríaca, compuso infinidad
de sermones y tratados en forma poética, que luego enseñaba al pueblo para
que los cantase. Eor este medio le adoctrinaba en los dogmas de la fe y en las
normas de la vida cristianu. De igual modo los profitas componían en verso
sus oráculos para que mejor corriesen entre el pueblo.
INTRODUCCION AL LIBRO DE JOB
E discute en el libro de Job una cuestión que hallamos muchas veces plan -
teada, o por lo menos indicada , en el Antiguo Testamento, y que es el
tormento de todos los ingenios de la literatura sagrada precristiana: el pro¬
blema del infortunio del justo. La Escritura repite muchas veces, como un axio¬
ma, que Dios da a cada uno según sus obras. Todos aceptamos este principio,
que es de elemental justicia, como la cosa más natural, porque responde ente¬
ramente a los sentimientos de equidad impresos en el corazón del hombre. Pero
cuando se miran las cosas de tejas abajo, parece que tal principio flaquea no
pocas veces, pites se ven justos en la miseria e impíos en la prosperidad. Y al
flaquear el principio, es como si la misma justicia divina se tambalease, vi¬
niendo a poner a dura prueba la fe de los creyentes en Dios.
Los Salmos nos ofrecen con frecuencia el cuadro desgarrador que se desarro¬
lla en el corazón de los fieles; y es, a nuestro juicio, la mejor prueba de su gran
fe, el verlos sobreponerse a esta tentación en medio de la oscuridad en que vivían
respecto a las sanciones en la vida futura. Ni es este problema sólo del pueblo
hebreo. La literatura caldea nos presenta una lamentación del justo, que ex¬
presa ante sus dioses sentimientos análogos a los del salmista. El autor de
nuestro libro quiso estudiar el problema con toda la amplitud que el estado de
la revelación en su tiempo le permitía; y para ello acudió a este personaje, Job,
que, a juzgar por la mención de Ezequiel (14, 14), había pasado a la poste¬
ridad como modelo de justicia y de paciencia.
El libro consta de tres partes: un prólogo y un epílogo en prosa, y el cuerpo
de la obra en verso. El prólogo nos da a conocer las pruebas a que Job fue some¬
tido por Dios y los motivos por que a. ellas le somete.
Sigue luego la disputa. Tres amigos de Job, al saber las calamidades que
822
JOB, 1
de repente hablan caldo sobre él , vienen a visitarle y a condolerse con su amigo.
Al verle sentado en la ceniza, rayéndose con un tejón, la estupefacción se apo¬
dera de ellos , y por espacio de siete dias y siete noches se están mirando sin
hablar palabra. Al fin prorrumpe Job en un monólogo en que expresa la gran¬
deza de su dolor. Sus palabras parecen una amplificación de las que en caso
análogo profirió Jeremías (20, 14 ss.). Esta queja de Job es la señal de ataque
por parte de los amigos. Los que habían venido a consolarle se convierten en
acusadores, aunque con la sana intención de reducirle a penitencia. No tienen
prueba alguna concreta de la culpabilidad de Job, pero les basta verle de aquel
modo herido de Dios. Era ésta una prueba que no admitía réplica, a menos
de negar la justicia divina. Por espacio de once capítulos van los tres amigos
repitiendo en variadas formas el mismo argumento , y Job respondiendo a
cada uno. No contentos con esto, vuelven todavía a la carga y consumen un
segundo turno, respondiendo Job a cada réplica. Todavía insisten con una
duplica los amigos. Job les responde. Antes de esta respuesta se intercala un
elogio de la sabiduría que parece desprenderse del resto, pues no sabemos
siquiera en boca de quién se pone.
Los tres amigos desisten por fin de acusar a Job, al vpr cómo él persiste
en declararse justo. Entonces aparece un cuarto acusador , que % irritado , ataca
a Job y a los tres amigos. Empieza fn un tono ampuloso , exponiendo la doc >
trina de que los castigos impuestos por Dios tienen un valor educativo. Es la
nueva idea que nos aporta Eliú—asi se llama el nuevo orador—en los cuatro dis¬
cursos que pronuncia , sin que el acusado profiera una palabra de respuesta.
Finalmente, del seno de la tempestad , como en otro tiempo en el Sinaí, se apa¬
rece el Señor , que hace oír su voz.
El lector creería que viene como maestro soberano a definir la cuestión , po¬
niendo en claro el valor de los argumentos con tanta insistencia repetidos. Pero
no es así; porque el Señor , dirigiéndose a Job , intenta aplanarle con la des¬
cripción de las obras en que se descubre la grandeza de su poder y de su sabi¬
duría , para que Job entienda que los juicios de Dios son inescrutables. Y así
termina el cuerpo de la obra. En el epilogo Dios se muestra irritado contra los
tres amigos, por no haber hablado según verdad , como su siervo Job, y les
manda ofrecer un sacrificio de siete toros y siete carneros y que Job ore por
ellos. Y termina el epílogo diciendo que Job recibió la salud , y los bienes que
antes poseía se le duplicaron; que vivió ciento cuarenta años y murió harto
de días.
Del autor del libro nada podemos decir, sino que era un altísimo poeta.
De su época, algo nos indica la comparación con Jeremías y con algunos Salmos
en que se expone el mismo problema. El libro de Job seria posterior a esos otros
escritos; del tiempo, por tanto , de la cautividad o inmediatnnente posterior
a ella.
JOB
Job, varón recto y Justo.
| 1 Hubo en tierra de Hus un varón
llamado Job, hombre recto y
justo, temeroso de Dios, y apartado
del mal. 2 Naciéronle siete hijos y
tres hijas; 3 y era su hacienda de
siete mil ovejas, tres mil camellos,
quinientas yuntas de hueves, qui¬
nientas asnas, y siervos en gran nú¬
mero, siendo aquel varón grande
entre todos los orientales.
4 Acostumbraban sus hijos a tener
banquetes en sus casas, cada uno en
su día, invitando a sus tres hermanas
a comer y beber con ellos; 5 y cuando
JOB. 2
823
se completaba la rueda de los días
de convite, iba Job y los purificaba,
y levantándose de madrugada, ofre¬
cía por ellos holocaustos según su
número; pues decía Job: No sea que
hayan peeado mis hijos y se hayan
apartado de Dios en su eorazón.
Así hacía siempre.
Job, probado por in adversidad.
6 Vinieron un día los hijos de Dios
a presentarse delante de Ya ve, y
Vino también entre ellos Satán, 7 a
quien preguntó Yave: ¿De dónde
vienes? Respondió Satán: Vengo de
dar una vuelta a la tierra y pasearme
por ella. 8 Y dijo Yave a Satán: ¿Y has
reparado en mi siervo Job, que no
lo hay eomo él en la tierra, varón
íntegro y justo, temeroso de Dios y
apartado del mal? 9 Respondió Satán
a Yave: ¿Acaso teme Job a Dios de
balde? 10 ¿No le lias rodeado de un
vallado protector a él, a su casa y a
todo euanto tiene? Has bendecido el
trabajo de sus manos y ha crecido
así su hacienda sobre la tierra. 11 Pero
anda, extiende tu mano y tóeale en
lo suyo, a ver si no te vuelve la es¬
palda. 12 Entonces dijo Yave a Satán:
Mira, todo euanto tiene lo dejo en tu
mano, pero a él no le toques. Y salió
Satán de la preseneia de Yave.
13 Estaban un día sus hijos y sus
hijas comiendo y bebiendo vino en
la casa de su hermano primogénito;
14 y llegó a Job un mensajero que le
dijo: Estaban arando los bueyes y
paeían cerca de ellos las asnas, 15 y
de repente se echaron sobre ellos los
sabeos y los cogieron, V a los siervos los
hirieron a filo de espada. Yo solo he
podido escapar para darte la notieia.
16 Todavía estaba éste hablando,
euandoTIegó otro, que dijo: Ha caído
del cielo fuego de Dios que abrasó
a las ovejas y a los mozos, consu¬
miéndolos. Sólo he escapado yo para
darte la noticia. 17 Todavía estaba
éste hablando, cuando vino otro,
que dijo: Los caldeos, divididos en
tres tropeles, han dado sobre los
camellos, apoderándose de ellos, V a
los siervos los hirieron a filo de espada.
Yo solo he podido escapar para traerte
la noticia. 18 Mientras hablaba éste,
todavía llegó otro, que dijo: Estaban
tus hijos y tus hijas comiendo y be¬
biendo vino en la casa de su hermano,
el primogénito, 19 y vino del otro
lado del desierto un torbellino que
conmovió las euatro esquinas de la
easa, que eayó sobre los jóvenes y
todos han muerto. Yo solo he esca¬
pado para darte la notieia.
Fidelidad de Job.
20 Levantóse entonees Job, rasgó
sus vestiduras,^rasuró su eabeza, y
echándose en tierra adoró, dieiendo:
21 Desnudo salí del vientre de mi
madre, y desnudo tornaré allá. Yave
me lo dió, Yave me lo ha quitado (1).
jSea bendito el nombre de Yavel
22 En todo esto no pecó Job ni atri¬
buyó a Dios insipiencia.
Alayore* pruebas.
O 1 Vinieron otro día los hijos de
^ Dios a presentarse ante Yave, y
vino también Satán entre ellos, pre¬
sentándose ante Yave, 2 y dijo Yave
a Satán: ¿De dónde vienes? Res¬
pondió Satán a Yave: Vengo de dar
una vuelta por la tierra y pasearme
por ella. 3 Y dijo Yave a Satán: ¿Y has
reparado en mi siervo Job, que no
hay como él en la tierra, varón ínte¬
gro y justo, temeroso de Dios y apar¬
tado del mal, y que aún persevera
en su perfección, a pesar de que tú
me incitaste contra él para (pie en
vano le afligiese? 4 Respondióle Satán
a Yave: jPiel por piell Cuanto el
hombre tiene lo dará gustoso por su
vida. 5 Pero anda, extiende tu mano
y tócale en su huesó y en su earne,
a ver. si no te vuelve la espalda.
6 Yave dijo entonces a Satán: Ahí le
tienes; en tu mano le pongo, pero
guarda su vida.
7 Salió Satán de la presencia de
Yave, e hirió a Job (2) eon una ulcera¬
ción maligna, desde la planta de los
pies hasta la eoronilla de la eabeza.
8 Rascábase eon un tejón y estaba
sentado sobre ceniza. 9 Díjole enton¬
ees su mujer: ¿Aún sigues tú aferrado
(1) Admirable expresión de la fe de Job
y de su conformidad con la voluntad divina
cuando en un instante se ve despojado de sus
bienes y de sus hijos.
(2) El texto no permite concretar la enfer¬
medad de Job; lo que sí nos pone bien de
manifiesto es la paciencia y la plena confor¬
midad con el querer de Dios. La mujer viene
aquí como auxiliar de Satanás para aumentar
el dolor de Job.
<S2 I
JOB, 3, 4
a tu integridad? 10 ¡Maldice a Dios y
muérete! El la respondió: Has ha¬
blado como habla cualquier mujer
necia. ¿No recibimos de Dios los
bienes? ¿Por qué no vamos a recibir
también los males? En todo esto no
pecó Job con sus labios.
Vienen a consolar a Job tres
de sus amigos.
11 Tres amigos de Job, Elifaz,
temanita, Bildad, súbita, y Sofar,
namatita, cuando supieron todas las
desgracias que le habían sobrevenido,
vinieron cada uno de su lugar, pues
habían convenido en juntarse para
condolerse y consolarle. 12 Va de
lejos alzaron sus ojos y no le recono¬
cieron; y se pusieron a llorar a voz
en grito, rasgando cada uno sus ves¬
tiduras y esparciendo al aire polvo
sobre sus cabezas. 13 Estuvieron con
él sentados en tierra por espacio
de siete días y siete noches, y ninguno
habló palabra, viendo cuiín grande
era su dolor.
Lamentos de Job.
O 1 Después de esto abrió Job su
** boca para maldecir el día de su
nacimiento, 2 v tomando la palabra,
dijo (1):
3 Perezca el día en que nací,
v la noche en que se dijo: Ha sido
[concebido un niño.
4 Conviértase esc día en tinicbla,
no se cuide de é? Dios desde el ciclo,
no resplandezca sobre él un rayo de
[luz.
5 Apodérense de él oscuridad y som-
[bras de muerte.
Encobe sobre él negra nube,
llénelo de terrores la negrura del
[día.
6 Hagan presa de aquella noche las
[tinieblas,
desaparezca del ano,
no sea contada en los meses.
9 Háganse tinieblas las estrellas de
[su crepúsculo.
Que en vano espere la luz y no le
[venga,
y no vea los parpadeos de la aurora.
(i) Este monólogo de Job es una expresión
de la grandeza de los dolores que padece, y
a que la naturaleza se resiste, no obstante la
resignación de la voluntad.
7 Sea noche de soledad,
no haya en ella regocijos.
8 Maldíganla los que saben maldecir
[al dia,
los que saben despertar al cocodrilo,
10 por no haber cerrado las puertas del
[seno materno,
y no haber sustraído a mis ojos
[tanta miseria.
11 ¿Por qué no expiré en el seno de
[mi madre?
¿Por qué no perecí al salir de sus
[entrañas?
12 ¿Por qué hallé rodillas que me rcci-
[bierou
y pechos 'que me amamantaron?
13 Pues ahora, muerto, descansaría,
[dormiría y reposaría,
14 con los reyes y los grandes de la
[tierra,
que se construyen mausoleos,
48 con los príncipes ricos en oro
y que llenan de plata sds moradas.
16 O ni hubiera existido, como aborto
[secreto,
o como los que, concebidos, no 11c-
[garon a ver la luz.
17 Allí no perturban ya los impíos con
[sus perversidades,
allí descansan los que codiciosos se
[afanaron,
18 allí están en paz los esclavos,
allí no oyen ya la voz del capataz,
19 allí son iguales grandes y pequeños,
y el esclavo no está sometido al amo.
20 ¿Por qué dar la luz al desdichado,
dar la vida al de amargado corazón;
21 a los que esperan la muerte y no
[Jes llega,
y la buscan más que se busca un
[tesoro;
22 los que saltarían de júbilo,
y se llenarían de alegría si hallasen la
[huida;
23 al hombre que no sabe por dónde ir,
a quien le cierra Dios toda salida?
24 Son los suspiros mi comida,
y mis rugidos se derraman como aguas.
26 I.o que temo, eso es lo que me llega,
lo que me atemoriza,, eso es lo que
[me coge.
26 No tengo tranquilidad, paz, ni
[descanso,
se ha adueñado de mí la turbación.
ltcprochcs de Elifaz.
4 Tomó la palabra Elifaz, temanita
[y dijo:
2 Te enfadará que te hablemos.
Pero ¿quién es capaz de contener la
[palabra?
JOB, 5
825
3 Tú antes enseñaste a muchos,
confortaste muchas manos débiles.
4 Con tu palabra sostuviste a los va¬
cilantes
y fortaleciste rodillas que se doblaban.
5 ¿Y ahora que ha venido sobre ti,
[decaes?
Cuando te ha tocado, ¿te turbas?
6 ¿No es ya el temor de Dios tu con¬
fianza?
¿No es la rectitud de tus caminos la
[esperanza tuya?
7 Recuerda bien: ¿Qué inocente fué
[jamás destruido?
¿Qué justos fueron jamás extermi¬
nados? (1)
8 Por lo que siempre vi, los que aran
[la iniquidad
Y siembran la injusticia, son los que
[cosechan sus frutos.
9 Un soplo de Dios los destruye,
el huracán de su cólera los abate.
10 Los rugidos del león, los bramidos
[del rugiente,
los dientes de los cachorros de león son
[quebrantados.
11 Perece el león falto de presa.
Y se dispersan los cachorros de la
[leona.
Aparición nocturna.
12 Llegóme calladamente un hablar,
mis orejas percibieron sólo un mur-
[mullo,
13 Al tiempo en que agitan el alma las
[visiones nocturnas,
cuando duermen los hombres profun¬
do sueño.
14 Apoderóse de mí el terror y el es-
[panto,
temblaron todos mis huesos,
16 un viento azotó mi rostro,
un torbellino hizo estremecer todo mi
[cuerpo.
Allí estaba, ante mis ojos, pero no le
(conocía.
16 Estaba ante mí un fantasma,
y oí una voz que blandamente miir-
[ muraba:
17 ¿Hay algún mortal que pueda te¬
jérselas con Dios?
¿Se tendrá nadie por inocente ante
[su Hacedor?
(i) Aquí está contenida toda la argumen¬
tación de Elifaz contra Job. Nunca vimos perecer
un ¡nocente; ni un impío que no recogiera el
fruto de sus obras. Aprovéchese Job del castigo
para volverse a Dios y se verá colmado de bienes.
18 Mira: aun a sus ministros no se con¬
fía,
aun en sus ángeles halla tacha.
19 ¡Cuánto más en los que habitan mo¬
fadas de barro
y del polvo traen su origen!
Que son aplastados como un gusano,
20 Son acabados de la noch*' a la ma-
[ñana,
desaparecen para siempre sin darse
[cuenta nadie;
21 se rompe el hilo de su vida,
y mueren sin saberse cómo.
5 1 Ya puedes gritar: ¿quién ha de
[oírte?
Del Santo: ¿a quién vas apelar?
2 Al insensato le mata su ira,
al loco su despecho.
3 Vi al necio echar raíces,
Mas de repente expiró en su inorada,
en un momento se marchitó su loza-
[nía.
4 No prosperan sus hijos,
y en el juicio son condenados sin de¬
fensa
5 Devora el hambriento sus cosechas,
y aun entre las espinas las recogen,
y el sediento chupa su jugo.
6 Que no brota de la tierra la des¬
ventura,*
ni es el suelo el que produce el infor-
[tunio:
7 Es el hombre quien lo produce,
•como del fuego vuelan las chispas.
La justicia de Dio9.
8 Yo que tú me volvería a Dios,
y en sus manos pondría mi causa.
9 El que hace cosas tan grandes e in¬
fondables,
maravillas sin fin;
10 que derrama la lluvia sobre la tierra,
y manda las aguas sobre los campos.
i 1 El ensalza a los humildes,
alivia al afligido y le prospera.
12 Aventa las tramas del astuto,
para que no hagan sus manos cosa
[conducente.
13 Coge a los sabios en sus propias redes
y frustra los designios del malvado.
u De día tropiezan con tinieblas,
y van a tientas en pleno día, como si
[fuera de noche.
15 Así protege al desamparado contra
[su rabia.
y salva al mísero de sus potentes
[garras.
10 y sostiene la esperanza del desdi-
[cliado.
1 y tiene que cerrar su boca la iniquidad,
JOB, 6
82<i
l-a felicidad está en Dios.
17 ¡Dichoso el hombre a quien castiga
[Diosl
No desdeñes, pues, el castigo del Om-
f nipotente.
18 El es el que hace la herida, él quien
[la venda,
él quien hiere y quien cura con su
[mano.
19 Seis veces te sacará de la tribulación,
y a la séptima no te alcanzará el mal.
20 En tiempos de hambre te salvará de
[la muerte,
en tiempo de guerra de los golpes de
[la espada.
21 Te preservará del azote de las lcn-
[guas,
no temerás la desventura si viniere,
22 te reirás de la devastación y del
[hambre,
no temerás a las fieras salvajes.
23 Harás alianza con las piedras del
[campo
y paces con las bestias de la selva.
24 Probarás las delicias de tu tienda,
nada echarás de menos al visitar tus
[apriscos.
26 Verás multiplicarse tu prole
y serán tus rebaños como la hierba
[de los campos.
26 Bajarás al sepulcro en madurez,
como a su tiempo se recogen los haces.
27 Esto es lo que yo he observado.
[Así es;
así lo liemos oído: sábelo tú para
[tu bien.
Hcspucsta de Job u l'lifaz.
() 1 Entonces tomó Job la palabra
(y dijo (1):
2 ¡Ohl Si mis quejas pudieran pesarse,
Y a un tiempo se pusiera mi desdicha
[en la balanza,
3 luego ésta pesaría más que las arenas
[del mar.
Por eso han sido destemplados mis
[ lamentos,
4 pues se han clavado en mí todas las
[saetas del Omnipotente,
y me ha dado a beber su veneno,
y los terrores de Dios combaten con-
[tra mí.
(i) Job replica ponderando la grandeza de
sus dolores y mostrando que con razón se queja;
luego se vuelve a Dios, maravillándose de que
El, tan grande, se la haya querido tomar con
un ser tan pobre y que pronto desaparecerá
del mundo.
6 ¿Rebuzna el onagro junto a la hierba?
¿Muge el buey ante su pesebre?
8 ¿Gusta lo insípido, sin sal?
¿Sabe bien el caldo de malvas?
7 Por eso mi alma se niega a tomarlo.
¿Va a ser esa repugnante comida el
[remedio de mi mal?
8 ¡Oh, si se cumpliesen mis deseos
y colmase Dios mis esperanzas,
9 y pluguiera a Dios destruirme,
y extendiera su mano libertadora para
[triturarme!
10 Ese sería luego mi consuelo;
saltaría en medio de mi amargura, si
[me acabara,
por no haber moderado mis palabras
[al Santo.
11 ¿Cuál es mi fortaleza, para esperar
[todavía?
¿Cuál mi fin, para llevarlo en pa-
[ ciencia?
12 ¿Es mi fortaleza la de las piedras
o es de bronce mi carne?
13 No hay en mí ayuda alguna,
todo socorro me ha sido negado.
14 ¿Es amistad desalentar al amigo,
para apartarle del temor de Dios?
15 Mis hermanos me han engañado
[ como arroyo seco,
cual corriente que desaparece en el
[valle.
16 Antes se enturbiaban por el hielo
y sobre ellos se acumulaba la nieve;
17 pero apenas viene el calor, se secan,
a los primeros calores desaparecen,
18 se pierden las trazas de su curso,
se evaporan y mueren.
19 Búseanlos las caravanas de Tccua,
los mercaderes de Saba suspiraban
[por ellos;
20 pero llegados a ellos, se quedan
[confusos,
y quedan frustradas sus esperanzas.
21 Eso sois ahora vosotros para mí,
habéis visto mi angustia y teméis por
[vosotros.
22 ¿Os he pedido yo alguna cosa?
¿Os he pedido algo de vuestra ba-
[eienda?
23 ¿Os he dicho: libradme de la mano
[del opresor,
libradme de las manos de los tiranos?
24 Enseñadme vosotros y yo me ca¬
llaré;
si he errado, hacédmelo ver.
25 ¿Cómo pueden ofender palabras lie-
[ñas de rectitud,
y qué prueba vuestra alegación?
26 Creéis que son prueba las pala-
[bras,
pero las palabras del desesperado, ¿no
[son como viento?
JOB, 7, 8
827
27 Os encolerizáis contra un huérfano,
v caváis la fosa a vuestro amigo.
Miradme, por favor,
pues no puedo mentiros en vuestra
[cara.
29 Reflexionad, por favor, y desapa¬
rezca la injusticia.
Reparad y triunfará mi rectitud.
30 ¿Hay en mi lengua iniquidad,
y no distingue mi boca la maldad?
"7 1 ¿No es milicia la vida del hombre
[sobre la tierra,
y sqii como los de un jornalero sus
[días?
2 Como el siervo anhelando la sombra,
como el jornalero esperando su salario,
3 así he pasado yo meses llenos de
[desencanto,
y me han tocado noches llenas de
[dolor.
4 Me acuesto, y digo: ¿Cuándo me le¬
vantaré?
Y se me hace interminable la noche,
y no hago más que dar vueltas de la
[noche a la mañana.
6 Mi carne está cubierta de gusanos y
[de escamas terrosas,
mi piel se arruga y se deshace;
6 mis días corrieron más rápidos que
[la lanzadera,
pasaron sin dejar esperanza.
7 Acuérdate de que mi vida es un soplo,
mis ojos no verán más la felicidad.
8 No me verán niás ojos de hombre.
Tú me buscarás con los tuyos y ya
[no seré.
9 Como se deshace una nube y se va,
así el que baja al sepulcro no sube más,
10 no vuelve más a su casa,
no le reconoce ya su morada.
11 Por eso no reprimiré mi boca,
hablaré en la angustia de mi alma,
me quejaré de la amargura de mi vida.
12 ¿Soy yo el mar o un monstruo ma-
[rino,
para que me hayas rodeado de una
[guardia?
13 Cuando me digo: En mi casa hallaré
[consuelo,
el lecho aliviará mis dolores,
14 tú me aterras con sueños,
y me espantas con visiones.
15 Por eso preferiría ser ahogado,
preferiría la muerte a estos tormentos.
16 Me consumo, no seré eterno.
Déjame, que mi vida es un soplo.
1T ¿Qué es el hombre para que en
[tanto le tengas,
y pongas en él tu atención,
18 para que le visites cada día
y a cada momento le pruebes?
19 ¿Hasta cuándo no apartarás de mí
[tu mirada,
sin dejarme siquiera tragar la saliva?
20 Si pequé, ¿qué daño te inferí con
[esto,
oh protector de los hombres?
¿Por qué me haces blanco tuyo,
cuando ni a mí mismo puedo sopor¬
tarme?
21 ¿Por que no perdonar mi pecado
y borrar ini culpa?
Pues pronto me dormiré en el polvo,
y si me buscas, ya no me hallarás.
Discurso de Daldad.
O 1 * Tomó la palabra Baldad, suhita,
¡ ° diciendo (1):
2 ¿Hasta cuándo vas a hablar así,
y serán tus palabras cual viento im¬
petuoso?
3 ¿Puede Dios juzgar injustamente?
¿Puede el Omnipotente pervertir la
[justicia?
¡ 4 Si pecaron tus hijos contra él,
él hizo ya recaer sobre su cabeza el
[pecado.
6 Pero tú, si diligentemente le buscas
e imploras al Omnipotente
6 y vives en limpieza y rectitud,
luego se volverá él a ti
y prosperará la morada de tu justicia,
7 y tu anterior fortuna será pequeña,
comparada con la grandeza de la se¬
cunda.
8 Pregunta, si no, a las generaciones
[precedentes;
' atiende a la sabiduría de los padres.
9 Nosotros somos de ayer y no sabe-
[mos nada,
porque son una sombra nuestros días
[sobre la tierra.
10 Pero ellos te enseñarán, ellos te ha-
[ blarán
I con palabras llenas de cordura.
11 ¿Puede crecer el papiro fuera de
[las lagunas?
¿Puede el junco prosperar donde no
[hay agua?
12 Verde aún, sin que mano le toque,
se seca antes que cualquier otra hierba.
13 Tal es la suerte de los que se ol-
[vidan de Dios.
La esperanza del impío se desvanecerá,
14 Serálc arrancada su esperanza.
Es tela de araña su confianza.
(i) Baldad empieza, como su amigo, pon¬
derando la justicia de Dios y asegurando que
Job obtendrá misericordia si arrepentido se
volviere a EL
-S28
JOB, 9
15 Se apoya en una casa que se arruina,
en casa que no liene consistencia.
16 Por lleno de jugo que estuviera a
[la faz del sol,
extendiendo sus retoños en el huerto
17 y sus raíces entre las piedras,
metiéndolas hasta la roca,
18 en cuanto se le arranea de su sitio
éste le renegará: «Nunca te vi;»
19 Esta es la buena suerte que le espera,
y brotarán otros en su lugar.
20 Así, pues, Dios no reehaza al justo
ni da la mano al malvado.
21 Aún llenará tu boca de sonrisas
y de júbilo tus labios..
22 Cubriránsc de confusión tus ene-
[migos,
y no subsistirá la tienda de los malos.
Respuesta de Job.
9 1 Respondió Job, diciendo (1):
2 Sé muy bien que es así.
¿Cómo pretenderá el hombre tener
[razón contra Dios?
3 Si quisiera eontender con él,
de mil cargos no podría responder
[a uno.
4 El es sapientísimo y potentísimo,
¿quién se le opondrá? ¿Saldría ileso?
8 El descuaja los montes de improviso,
y en su ira los trastorna.
6 El sacude la tierra en su sitio,
estrcméccnse sus columnas.
7 El manda al sol, y el sol no brilla,
él guarda bajo sello las estrellas.
8 El solo tiende los ciclos
y camina sobre las crestas del mar.
9 El creó la Osa, el Orión y las Plé¬
yades,
V las cámaras del cielo austral.
40 El obra cosas grandes e incompren¬
sibles
V maravillas sin cuento.
il Pasa ante mí y yo no le veo;
se aleja de mí y no lo advierto.
12 Si coge una presa, ¿quién se la
[arrebatará?
¿Quién podrá decirle: ¿Qué es lo que
[haces?
13 La eólera de Dios no hay quien la
[retenga,
bajo él se encorvan los más soberbios.
14 jCuánto menos podría yo respon¬
derle,
y rebuscar razones contra él!
(i) A esto replica Job ponderando lo ines¬
crutable de los juicios de Dios, y negando esa
realización aquí en la tierra, de su justicia, que
sus ^miges ponderan.
16 Aun teniendo tazón, no podría res
[ponderle,
y habría de implorar misericordia para
[mi causa.
16 Aunque le hablara yo y él me res-
[ pondiese,
no osaría creer que había oído mi voz.
17 El que tempestuoso me acomete
y multiplica sin motivo mis heridas,
18 Que ni respirar me deja
y me harta de amarguras.
49 Si quisiera recurrir a la fuerza, el
[fuerte es él.
Si al juicio, ¿quién podrá emplazarle?
20 Aunque ereyera tener razón,‘mis
[palabras me condenarían;
aunque me creyera inocente, él pro-
[baría mi culpabilidad.
21 Si me creyera inocente, es que no me
[conocería a mí mismo,
y yo misino tendría que renunciar a
[mi justificación.
22 Esta es la verdad, por eso lo digo:
que consume al inocente y al cul¬
pable.
23 Cuando de repente una plaga los
[mata,
él se ríe del tormento de los inocentes.
24 La tierra es entregada a las manos
[de los impíos,
y él tapa el rostro de los jueces de ella.
Que si no es él, ¿quién va a ser?
26 Mis días pasaron más veloces que
[ un correo;
huyeron sin gustar la felicidad,
26 volaron como lancha de papiro,
como águila que se lanza sobre la
[ presa.
27 Si me dijere: Voy a olvidar mis ge-
[midos,
voy a alegrar mi rostro, a regocijarme:
28 temo todos mis dolores,
conozco que tú no me perdonas.
29 Yo soy ciertamente tenido por cul¬
pable.
¿A qué fatigarme en vano?
30 Aunque me lavase con agua de
[nieve
y purificase mis manos con lejía,
31 todavía me hundirías en el lodo
v mis vestidos me aborrecerían.
No es él un hombre como soy yo;
[no puedo decirle:
Vamos los dos a juicio.
33 No hay entre nosotros árbitro
que entre los dos pueda interpo¬
nerse.
34 Que retire su vara de sobre mí,
que no me espante su terror.
3& l> puesto que no es así, yo conmigo
[mismo
3& .i hablaré sin temor.
JOB, 10, 11
829
Ifj 1 Estoy hastiado de mi vida,
1 ^ voy a dar libre curso a mis
[quejas,
a hablar en la amargura de mi corazón.
2 Quiero decir a Dios: )No me con-
[denesl
Dame a saber por qué me afliges así.
3 ¿Es decoroso para ti oprimirme,
desdeñar la obra de tus manos
y favorecer los designios de los per¬
versos?
4 ¿Tienes tú acaso ojos de carne,
y miras como mira el hombre?
6 ¿Son tus días los de un mortal,
«on tus años los años del hombre,
6 para que tengas que inquirir mi
[culpa
y andar rebuscando mi pecado,
7 cuando sabes que no puedo escapar
[de ti,
y nadie puede sacarme de tus manos?
8 Tus manos me hicieron y me for-
[maron,
y de repente vas a aniquilarme?
9 Acuérdate de que me modelaste
[como al barro,
¿y vas a tornarme al polvo?
10 ¿No me exprimiste como leche,
no me cuajaste como queso?
11 Me revestiste de piel y de carne,
y con huesos y músculos me consoli¬
daste.
12 Me diste vida y me favoreciste,
y tu protección me conservó.
43 ¿Y me guardabas esto en tu co¬
razón ?
Bien veo que esto entraba en tus de¬
signios.
14 Si peco, tú me ves
y no me dejarás impune.
15 Si prevarico, ¡ay de mil
Si soy inocente, no podré alzar mi
[cabeza,
harto de amargura y colmo de mi-
[ serias.
16 Y si la alzo me cazarás como Icón,
y volverás a mostrarte terrible con-
[tra mí.
17 Renovarás tus pruebas contra mí
acrecentarás conmigo tus iras,
como tropas de refresco.
18 ¿Por qué me sacaste del vientre de
[mi madre?
Muriera yo, sin que ojos me vieran.
19 Fuera como si nunca hubierá exis¬
tido,
llevado del vientre al sepulcro.
20 ¿No son cortos los días de la vida?
Déme, pues, tregua; aparte de mí su
[ mano,
21 y déjeme ver un poco de alegría
antes que me vaya, para no volver,
22 a la región de las tinieblas y de las
[sombras de muerte,
tierra de espantosa confusión, tinie¬
blas de noche oscura.
Discurso de Solar.
1^1 1 Comenzó a hablar Sofar, na-
1 1 matita, y dijo (1):
2 Porque sean muchas las palabras,
[¿no van a tener respuesta?
¿Va a ser el hombre verboso quien
[por eso tenga razón?
3 ¿Tus declamaciones van a hacer
[callar a los hombres?
¿Vas a burlarte sin que nadie te con-
[funda?
4 Tú dices: Mi doctrina es la verdadera,
y te crees limpio en su presencia.
6 ¡Ojalá hablara Dios
y abriera sus labios contra ti,
6 para descubrirte los secretos de la
[sabiduría,
y verías que Dios te ha condonado
buena parte de tus culpas.
7 ¿Crees tú poder sondear a Dios,
llegar al fondo de su omnipotencia?
8 Es más alto que los cielos. ¿Qué
[harás?
Es más profundo que el abismo. ¿Qué
[entenderás?
9 Es más extenso que la tierra,
más ancho que el mar.
10 Cuando acomete, aprisiona y cita a
[juicio,
¿quién podrá contrarrestarle?
11 El conoce a los perversos,
Ve la iniquidad donde nadie podría
[sospecharla.
12 Así el necio se hace discreto,
y el estúpido onagro se humaniza.
13 Si tú dispusieras tu corazón
V alzaras a él tus manos,
* 4 si limpiaras tus manos, si hay en
[ellas iniquidad,
y no dieras acogida en tu tienda a
[la maldad,
16 alzarías tu cabeza de la ignominia,
te sentirías seguro y nada temerías,
18 te olvidarías entonces del dolor,
o si de él te acordaras, sería como
[de agua que pasó.
17 Sería esplendente tu vida como el
[mediodía,
y tus tinieblas como la mañana.
18 Vivirías seguro de lo que te espe¬
jaba,
y mirando en torno te acostarías
[tranquilo.
(i) Sofar reprende la que reputa palabrería
de Job e insiste en el argumento de los otros.
830
JOB, 12, 13
19 Mientras durmieras nadie te tur-
[ baria,
y muchos, al contrario, buscarían tu
[rostro.
20 Pero los ojos del malvado se con¬
sumirán,
no habrá para él escape alguno,
y su esperanza será el último suspiro.
Respuesta de Job a Sofar.
1 1 Respondió Job, diciendo (1):
1 ~ 2 Cierto que sois vosotros la
[humanidad toda,
y con vosotros va a morir todo el saber.
3 También tengo yo, como vosotros,
[algún seso,
y no cedo ante vosotros.
Esas cosas, ¿quién las ignora?
4 Ludibrio de sus amigos, yo que
[clamo a Dios para que me oiga;
ludibrio el justo, el recto.
6 Desprecio al desgraciado. Así piensa
[el dichoso.
Desprecio a aquel cuyos pies están
[para resbalar.
8 Paz gozan las tiendas de los devas¬
tadores,
y están seguros los que provocan a
[ Dios,
como si todo lo hubiera puesto Dios
[en sus manos.
7 Pregunta a las bestias, y ellas te
[enseñarán;
a las aves del aire, y te lo dirán;
8 A los reptiles de la tierra, y te
[instruirán,
y te lo harán saber los peces del mar.
• ¿Quién no ve que todo eso lo hace
[la mano de Dios,
de Dios, que es el dueño de todo
[viviente
10 y de la vida de todos los hombres?
Se ha hecho la oreja para oír,
11 como el paladar para gustar.
Está en las canas el saber
12 y en la ancianidad la sensatez.
Pero en él están la sabiduría y el
(poder,
13 suyo es el consejo, suya la pru¬
dencia.
Lo que él destruye no puede recons¬
truirse,
14 lo que él aprisiona nadie lo liberta;
si retiene las aguas, todo se sfcca;
15 si les da suelta, devastan la tierra.
De él viene el poder y la fortuna;
(i) Irónicamente desecha Job los argumentos
de sus amigos, que pretenden hacerse abogados
de Dios, que no los necesita.
18 él es el señor del engañado y del
[en ganador;
él despoja de consejo al consejero;
17 él entontece a ios jueces;
el quebranta la autoridad de los reves;
18 b él ciñe una cuerda a su cintura;
19 ‘ él despoja al sacerdote de su gloria;
19 b él abate a los poderosos;
20 él quita a los elocuentes la palabra
v priva del consejo a los ancianos;
21 él arroja sobre los grandes el dcs-
[prccio
l8 a y desciñe la cintura de los fuertes;
22 éi descubre lo más oculto en las ti-
[ nieblas
y saca a la luz lo más recóndito;
23 él descarría a los pueblos y los abate
él destruye a las naciones y las
[abandona;
24 él quita el sentido a los gobernantes
y los hace errar en un desierto sin
[caminos,
palpando en las tinieblas sin luz,
25 Y hace que como beodos se ex¬
travíen.
Todo esto lo ven mis ojos.
I O 1 Lo ha oído mi oído y lo cntcn-
° [dió.
Lo que vosotros sabéis, lo sé yo
[ también;
2 no soy menos que vosotros.
Pero yo quisiera hablar con el Om-
[nipotentc
3 y quisiera presentarle mis dudas,
pues vosotros sois fabricantes de in-
[ útiles remedios,
4 sois médicos que nada curáis.
6 Si al menos os callarais,
os sería contado como acto de pru¬
dencia.
6 Oíd, pues, os ruego, mi querella,
atended las razones de mi dtfensa.
7 ¿Queréis para justificar a Dios usar
[de falsedad
y defenderle con mentiras?
8 ¿Queréis mostraros como parciales
[suyos
y ser los abogados de su causa?
9 Sería bueno que él os sondease.
¿Creéis poder engañarle como se en-
[gaña a un hombre?
10 El ciertamente os reprendería con
[severidad,
por más que pretendáis aparecer par¬
ciales suyos.
11 Su majestad, ¿no os aterrará,
no os llenará de espanto?
12 Vuestros apotegmas son verdades
[de polvo,
vuestras defensas son defensas de
[barro.
JOB, 14, 15
8:11
13 Callad, y dejadme que hable yo,
y venga sobre mí lo que viniere.
14 Aunque llevara mi carne entre mis
[dientes
y tuviera mi vida en las palmas de
[mis manos,
15 aunque él me matara, no me do¬
lería,
y defenderé ante él mi conducta,
u y él vendrá a ser mi justificador,
pues no hay impío que sostenga su
[presencia.
17 Oid atentamente mis palabras,
fijad vuestra atención en mi razona-
[miento.
18 jEal. Pronta está mi defensa.
Persuadido estoy de que seré absuclto.
19 ¿Quién pretende litigar conmigo?
Porque, si resignado callara, moriría.
20 Asegúrame de dos cosas,
y no esquivare tu presencia:
21 Que alejarás de mí tu mano,
v que tu indignación no me aterrará.
22 Entonces pregúntame, y yo te res-
[pondere,
o hablaré yo y tú me replicarás.-
23 ¿Cuáles son mis delitos y maldades?
Dame a conocer mi iniquidad y mis
[pecados.
24 ¿Por qué esconderme tu rostro,
y tenerme por enemigo tuyo?
25 ¿A una hoja que arrebata el viento
[infundirás terror,
a una paja seca perseguirás,
26 dictando contra mí sentencias de
[amargura,
imputándome las faltas de mi mo-
[cedad?
27 Pones en el cepo mis pies,
acechas todos mis pasos,
señalas las huellas de mis pies.
28 Me deshago como leño carcomido,
como vestido que roe la polilla.
14 1 El hombre, nacido de mujer,
vive corto tiempo y lleno de
[miserias,
2 brota como una flor y se marchita,
huye como sombra y no subsiste.
3 ¿Y a un tal le persigues con abiertos
[ojos
y le citas a tu tribunal?
4 ¿Quién podrá sacar pureza de lo
[impuro?
Nadie.
6 Pues que tienes contados sus días
y definido el número de sus meses
y le pusiste un término que no podrá
[traspasar;
6 aparta de él tu mirada y déjale,
hasta que como el jornalero termine
[su jornada.
7 Porque todavía para el árbol hay
[esperanza;
cortado, reverdece
y echa renuevos y retoños,
8 aunque haya envejecido su raíz
y haya muerto en el suelo su tronco,
9 En sintiendo el agua, rebrota
v echa follaje, como planta nueva.
i° Pero el hombre en muriendo se
[acabó.
En expirando, ¿que es de él?
11 Agótanse las aguas en el lago,
sécase un río y se consume,
12 así el hombre, una vez que se
[acuesta no se levanta más.
Cuanto duren los cielos no se des¬
pertará,
no se despierta de su sueño.
13 ¡Ohl Si me escondieras en el sepulcro
y allí me ocultaras hasta que se apla-
[case tu ira.
fijando un término para volver a acor-
parte de mí.
14 Si muerto el hombre reviviera,
esperaría que pasara el tiempo de mi
[milicia,
hasta que me llegara la hora del re¬
levo.
15 Llamaríasme entonces, y yo te res¬
pondería,
y te mostrarías propicio a la obra de
[tus manos.
16 Entonces seguirías, sí, mis pasos,
pero no atenderías tanto a mis pe-
[cados.
17 Los encerrarías como en un saco,
y borrarías mi iniquidad.
18 Pero jayl que el monte se deshace
[en pedazos
y se remueve de su lugar la roca,
49 Y el agua corroe las piedras
y se lleva la inundación los terrones,
y por modo semejante destruyes la
[ esperanza del hombre;
20 le destruyes de una vez y él se va;
desfiguras su rostro y le alejas.
21 Tengan honores sus hijos, él no lo
[sabe;
sean despreciados, él no tiene noticia;
22 sólo siente los dolores de su carne,
sólo sobre sí llora su alma.
Segundo discurso de Elifn/..
1 ¿X 1 Entonces replicó Elifaz, tema-
pita, diciendo:
2 ¿Es de sabios responder con vanos
[razonamientos,
tener el pecho lleno de viento,
3 defenderse con palabras inútiles
y con razones inconsistentes?
832
JOB, 16
4 Pero es más: tú destruyes la piedad
y socavas la plegaria que a Dios se
[hace.
5 Tu misma boca revela tu impiedad,
y hablas el lenguaje de los malvados.
6 Es tu boca, no soy yo, quien te
[condena;
son tus labios los que atestiguan con-
[tra ti. I
7 ¿Eres tú por ventura el primer na-
[cido?
¿Viniste al mundo antes que los mon-
[ tes?
8 ¿Fuiste admitido a consejo con Dios,
y te has apropiado toda la sabiduría?
9 ¿Qué sabes tú que nosotros no se-
[parnos?
¿Qué entiendes tú que no entendamos
- [nosotros?
10 También hay entre nosotros an-.
[eianos encanecidos,
de más edad aún que tu padre.
11 ¿Tienes en poco los consuelos de Dios
y las blandas palabras que te diri-
[gimos?
12 ¿A dónde te arrastra tu corazón
y por qué centellean tus ojos?
13 Vuélveste sañudo contra Dios
y salen de tu boca dicterios contra él.
1 4 ¿Qué es el hombre para creerse
[puro,
para decirse inocente el nacido de
[mujer?
15 Si ni sus santos gozan de su con¬
fianza,
y los mismos cielos rio son bastante
[puros a sus ojos,
18 ¡cuánto menos este ser odioso y
[corrompido,
el hombre, que se bebe como agua la
[impiedad!
17 Escúchame, que quiero enseñarte,
te diré lo que sé por experiencia,
18 lo que enseñaron los sabios,
lo que no les ocultaron sus padres,
19 aquellos que poseyeron su tierra,
sin que por ella pasara el extranjero.
20 Mientras vive, el impío es ator-
[ mentado,
Por los pocos años que se le dan al
[opresor. .
21 Suenan siempre en sus oídos gritos
[de espanto,
en tiempo de paz se ve asaltado por
[el devastador.
22 No espera poder sustraerse a las
[tinieblas,
siempre espera el golpe de la espada.
23 Vaca errante en busca de pan, aun
J teniéndolo;
o y vecino
[el día tenebroso.
24 Le aterra la angustia, le asalta la
[tribulación,
como a rey atacado por sorpresa,
25 porque extendió su mano contra
[ Dios
y se hizo fuerte contra el Omnipo-
[tente,
26 y corrió contra él con erguida cerviz,
' en espesura de puntas de escudos;
27 Y cubrió su rostro de gordura
y de grosura sus lomos.
28 Por eso habitará ciudades derri¬
badas
y casas inhabitadas,
destinadas a ser montón de ruinas.
29 No prosperará, ni se mantendrá su
[opulencia,
ni echará raíces en la tierra.
30 No escapará a las tinieblas.
Sus renuevos los devorará la llama,
su fruto caerá a impulsos del viento.
31 No se fíe a una engañosa vanidad,
pues se le tornará en tormenta,
32 y a destiempo será cortado su ra-
[ ni aje
y sus ramas no reverdecerán.
33 Será despojado, como de las uvas la
[vid, aun en agraz,
y como el olivo dejará caer sus flores.
34 La prole de los impíos será estéril,
y el fuego devorará la casa del so-
[borno.
35 Concibe maldad y engendra des¬
ventura,
y nutre en su seno el desengaño.
Itcspucstn de Job a Elifnz.
i 1 Respondió Job, diciendo:
2 He oído ya muchos discursos
[ semejantes.
Duros consoladores sois todos vos¬
otros.
3 ¿Tendrán termino los vanos dis-
[cursos?
¿Qué es lo que a responder así te
[incita?
4 También podría yo hablar como
[vosotros,
si vosotros estuvierais en mi lugar.
Podría hilvanar palabras con que
[deslumbraros
y mover mi cabeza sobre vosotros.
5 Os alentaría con palabras,
y un movimiento de compasión cerra-
iría mis labios.
8 Pero ¿qué hacer? Si hablo, no por
[eso cesa mi dolor.
Si callo, ¡qué se ha de apartar de mí!
7 Pero ahora estoy abrumado;
has destruido toda mi familia
JOB 17, )t
833
8 Y me has aferrado.
Se ha levantado contra mí y atestigua
[contra mí.
9 Su furor me hace trizas,
se ha encarnizado contra mí.
Rechina contra mí sus dientes,
y alza torvos sus ojos contra mí
40 Abren su boca contra mí,
abofetean con afrenta mis mejillas,
todos a una se lanzan contra mí.
11 Dios me ha entregado a los impíos,
me ha arrojado en manos de los per-
[ versos.
12 Feliz era vo, y él me arruinó,
me cogió por el cuello y me estrelló.
13 Púsome por blanco de sus saetas,
Me cercan sus arqueros,
me traspasa los riñones sin piedad,
derrama mis entrañas.
14 Me hace herida sobre herida
y me acomete como fuerte guerrero.
45 He cosido un saco sobre mi piel,
he revuelto mi frente en la ceniza;
16 está mi rostro hinchado por el llanto
V cubre mis ojos denso velo,
47 aunque no hubo en mis manos in¬
justicia
y fue limpia mi oración.
48 ¡No cubras, oh tierra, mi sangre,
no cese mi clamor!
19 Ahora, pues, en los cielos está mi
[testigo,
allá arriba está mi fiador.
20 Aunque me escarnecen mis amigos,
Las lágrimas de mis ojos imploran a
[Dios,
21 Para que sentencie en favor del
[hombre contra Dios,
como pide el hombre sentencia favo¬
rable a su amigo,
22 pues pocos son los años que me
[restan,
y el camino por donde voy no tiene
[ vuelta.
17 1 Mi vida se acaba,
1 extínguense mis días,
sólo me queda el sepulcro.
2 ¡Si al menos no tuviera escarnece-
[dores junto a mí.
Pero mis ojos tienen que contemplar
[su obstinación,
3 Dame, |oh Dio?!, seguro cerca de ti!
que entonces,¿quién podrá apretarme?
4 Has cerrado su mente al conoci-
[ miento,
pero no dejarás que prevalezcan.
8 Invita uno a sus amigos a la presa,
mientras desfallecen los ojos de sus
[hijos.
6 Me ha hecho la fábula de las gentes,
soy para todos objeto de mofa.
7 Mis ojos languidecieron de tristeza,
y mis miembros son todos como una
[sombra.
8 Y alégranse de ello los buenos,
y los inocentes se alzan contra el per¬
verso,
9 pero el justo persevera en su camino,
y quien tiene limpias las manos se
[af.rma siempre más.
10 Pero, en fin, volved todos, volved,
que no hallaré entre vosotros un solo
[discreto.
11 Pasaron mis días, se desvanecieron
[ mis proyectos,
las prendas de mi corazón.
12 La noche me la convierten en día
y de las tinieblas me prometen próxi-
[ma luz.
13 ¿Qué puedo esperar? El sepulcro
[será mi morada,
en las tinieblas dispondré mi lecho.
14 Diré a la podredumbre: ¡Tú eres mi
[ padre!
Y a los gusanos: ¡Mi madre y mis
[hermanosl
15 ¿Dónde está mi esperanza?
Mi fortuna ¿quién la verá?
16 ¿Van a bajar detrás de mí al se-
[pulcro?
vamos a caer juntos en el polvo?
Segundo discurso de Baldad.
1 o 1 Replicó Baldad, suhita, di-
10 [ciendo:
2 ¿Cuándo pondrás fin a los vanos
[discursos?
Reflexiona primero y luego habla¬
remos.
3 ¿Por qué nos tomas como bestias
y pasamos a tus ojos por estúpidos?
4 Tú, que en tu furor te desgarras a ti
[ mismo,
¿crees acaso que sin ti quedará despo¬
blada la tierra
y lanzarás de su lugar las rocas?
6 Sí, se apagará la luz de los perversos,
no brillará la llama de su hogar.
6 Apagaráse la luz en su tienda,
se extinguirá su lámpara.
7 El cepo impedirá sus pasos vigorosos
y su propio consejo le precipitará.
8 Se enredarán en red sus pies
y caminará sobre una trampa;
9 un lazo le atará los tobillos,
se le enredará fuertemente,
10 se le ocultará en la tierra,
y la trampa estará en su misma senda.
41 De todas partes le asaltarán te¬
rrores,
le seguirán, pisando sus talones.
53
JOB. 19
13 Su opulencia se tornará en hambre
y la perdición le acompañará.
13 La enfermedad roerá su piel,
y devorará sus miembros el primo¬
génito de la muerte.
14 Será arrancado del apoyo de su
[tienda
y le bajarán al rey de los terrores.
15 Otros, no él, habitarán su tienda,
lloverá azufre sobre su morada.
16 Secaránse sus raíces por debajo,
Cortaránle por arriba sus ramas.
17 Desaparecerá de la tierra su re¬
cuerdo,
no tendrá ya nombre en la región.
18 Le lanzarán de la luz a las tinieblas,
1c exterminarán del mundo.
19 No tendrá familia ni parentela en
[el pueblo,
ni sobreviviente en su tierra.
20 De su caída se espantarán los úl¬
timos
y se horrorizarán los primeros.
21 Esa es la suerte del malvado,
El destino del que desconoce a Dios.
Respuesta de Job a Bagdad.
I Q 1 Respondió Job, diciendo:
1/2 ¿Hasta cuándo afligiréis mi
[alma
y me majaréis con vanos discursos?
3 Ya me habéis afrentado diez veces
y me maltratáis sin avergonzaros.
4 Aun siendo verdad que yo haya
[errado,
sobre mí recaería mi yerro.
5 ¿A qué alzaros contra mí,
aduciendo como prueba mis torturas?
6 Sabed, pues, que Dios me ha opri-
[mido,
y que me ha envuelto en sus redes.
7 Grito contra la opresión, y no ob-
[tengo respuesta;
pido justicia, y no la hay para mí;
8 ha cerrado mis caminos, y no tengo
[salida,
y ha llenado de tinieblas mis senderos.
9 Me ha despojado de mi gloria,
Arrancó de mi cabeza la corona.
10 Me ha demolido del todo, y perezco;
descuajó como árbol mi esperanza.
II Encendióse contra mí su cólera,
y me contó entre sus enemigos.
42 Vinieron contra mí todas sus milicias,
se han atrincherado en mi camino,
y han acampado en torno de mi
[tienda.
18 Alejáronse de mí mis hermanos,
y. mis amigos se me han hecho ex-
11ranos.
14 desaparecieron mis vecinos y co^
[nocidos,
me ha olvidado hasta la gente de mi
[casa.
15 Mis criados me reputan por extraño,
soy a sus ojos un forastero.
16 Llamo a mi siervo, y no me res¬
ponde,
y tengo que suplicarle con mi boca.
47 Hízose mi aliento repugnante a mi
[mujer,
y yo fétido a los hijos de mi madre.
18 Hasta los niños me desdeñan
y me insultan, si intento levantarme.
49 Me han aborrecido todos mis confi¬
dentes,
los más caros amigos se vuelven
[contra mí.
20 Péganse a mi piel mis huesos des¬
carnados,
y apenas si conservo la piel junto a
[mis dientes.
24 Apiadaos, apiadaos de mí, siquiera
[vosotros, mis amigos,
porque me ha herido la mano de
[Dios.
22 ¿Por qué, como Dios, me perseguís
[vosotros también,
y no os hartáis de mis carnes?
23 jQuién me diera que se escribiesen
[mis palabras
y se consignaran en un libro (1),
24 que con punzón de hierro se gra¬
basen sobre el plomo,
o en la piedra se esculpiesen para
[siemprel
25 Porque yo lo sé: mi Redentor
[vive,
y él se erguirá como fiador sobre el
[polvo;
26 y después que mi piel se desprenda
[de mi carne,
en mi carne contemplaré a Dios.
27 |Yo le veré, veránle mis ojos, no
[otrol
Abrásanse en mi seno mis entra¬
bas.
28 Si decís: ¡Olí, si pudiéramos escru¬
tarle,
en él hallaríamos la raíz de la cosal
29 Temed la espada,
pues la espada es la vengadora de la
[iniquidad,
y sabed que hay un juez.
(i) Este deseo de Job de ver grabadas sus
palabras indican claro que va a decir algo
muy importante. Lo que sigue está oscuro y
es objeto de diversas interpretaciones. La tra¬
ducción bien conocida de la Vulgata expresa
la esperanza de la resurrección; la nuestra, sin
estar tan clara, todavía parece reducirse al
mismo pensamiento.
JOB, 20, 21
8M5
Réplica de Solar.
1 Tomó Sofar, namatita, la pa-
[labra, y dijo:
2 Por eso me hacen responder mis
[pensamientos
que se agitan dentro de mí.
3 Te he oído mi ignominiosa reprensión,
y la indignación me impulsa a res¬
ponder según mi saber.
4 ¿No sabes ya de siempre,
desde que vive el hombre sobre la
[tierra,
6 que es breve el tiempo de los mal¬
eados
y dura un instante la alegría de los
[perversos?
6 Si hasta el cielo subiere su arrogancia
y tocare en las nubes su cabeza,
7 Cual un fantasma, desaparece para
[siempre;
y los que le vieron dirán: ¿Dónde está?
8 Desaparecerá como un sueño y no
[le hallarán,
huirá como visión nocturna.
8 Los ojos que le vieron no le verán
[más,
su morada no le percibirá ya más.
11 Sus huesos, llenos aún de juvenil
[vigor,
bajarán con él al polvo del sepulcro.
12 Aunque él dulcificara la maldad
y la ocultara bajo su lengua,
13 La saboreará antes de tragarla,
reteniéndola en su paladar;
14 se corromperá en su vientre aquel
[manjar,
hiel de víboras se volverá en sus en-
[trañas.
16 Devoró riquezas, pero las vomitará,
de su vientre se las sacará Dios.
16 Chupa veneno de áspides,
y lengua de áspid le matará.
17 No gozará a la vista de los arro¬
gúelos, de los ríos,
de ríos de leche y de miel.
18 Devolverá el trabajo ajeno, que no
[podrá tragar.
Cual prestada su riqueza, tendrá que
[restituirla,
19 pues oprimió violentamente a los
[pobres,
robó casas que no construyó.
10 Sus hijos tendrán querepararcl daño,
sus propias manos restituirán su ri-
[queza,
20 pues no conoció hartura en su
[avaricia,
no salvará lo que tanto codició.
21 Nada escapaba a su voracidad,
por eso su bienestar no fue du¬
dable.
22 En el colmo de la abundancia todo
[le es poco,
y le sobrevienen desventuras de toda
[suerte.
23 Mandará Dios contra él la llama
[de su furor,
hará llover sobre él sus saetas.
24 Si escapa a las armas de hierro,
le traspasará el dardo de bronce.
25 Disparó la saeta que le traspasa y
[sale por su espalda,
cual rayo de sus entrañas.
26 Toda suerte de tinieblas le están
[reservadas;
le abrasará fuego no encendido por
[ hombre,
y será destrozado cuanto de su tienda
[quedare.
27 Revelará el cielo su impiedad
y la tierra se alzará contra él.
28 Desaparecerá de su casa toda su
[riqueza,
arrasada será en el día del furor.
29 Esta es la suerte que al perverso
[reserva Dios,
ésta es la parte que el Omnipotente le
[adjudica.
Respuesta de Job a Soínr,
01 1 Respondió Job, diciendo:
~ 2 Escuchad atentamente mis pa¬
labras,
dadme siquiera este consuelo.
3 Tolerad que hable,
y cuando haya terminado, burlaos.
4 ¿Es de un hombre de quien yo me
[quejo?
¿Por qué no habré de impacientarme?
6 Volved a mí vuestros ojos y espan¬
taos,
poned el dedo sobre vuestros labios.
6 Yo, sólo de pensarlo me horrorizo
y tiemblan todas mis carnes.
7 ¿Cómo es que viven los impíos,
se prolongan sus días y se aseguran
[en su poder?
8 Su prole persiste con ellos a su pre-
[ scncia,
y tienen ante sus ojos a sus retoños.
9 Sus casas son paz, no hay en ellas
[temor,
no cae sobre ellos la vara de Dios.
10 Sus toros fecundan y no langui¬
decen,
y sus vacas paren y no abortan.
11 Sacan fuera a sus pequeños cual
[rebaño,
y sus niños saltan de contento;
12 bailan al son del tambor y de la
[cítara,
y.saltan al son de la flauta.
83ü
JOB, 22
13 Pasan sus días placenteramente,
y tranquilamente bajan al sepulcro
[en un momento.
14 Y eso que decían a Dios: Apártate
[lejos de nosotros,
no queremos saber de tus caminos.
15 ¿Qué es el Omnipotente para que
[le sirvamos,
y qué provecho sacamos de rogarle?
16 Ya veis cómo gozan fortuna.
Lejos de mí aprobar el consejo de los
[malvados.
17 ¿Pero cuántas veces se apaga la
[lámpara de los malos,
los coge la merecida desventura
y los castiga en su furoi ?
48 ¿Son como paja arrastrada por el
[viento,
y como tamo que se lleva el torbe¬
llino?
19 Que Dios reserva el castigo para
[sus hijos...
Déle a él mismo su merecido, que lo
[sienta él,
20 que vean sus propios ojos su ruina,
y beba el furor del Omnipotente.
24 ¿Qué le importa a él de su casa
[ para después de el,
cuando fuere cortado el número de
[sus días?
22 ¿Quién es el que puede enseñar a
[Dios sabiduría,
a él, que juzga a los más altos?
23 Mucre éste en plena prosperidad,
cuando todo florecía y estaba en se¬
guridad,
24 cuando estaban sus lomos cubiertos
[de grosura
y bien regada la medula de sus huesos.
26 Muere aquel en medio de la amar¬
gura de su alma,
sin haber gozado de bien alguno.
26 Y con todo, juntamente yacerán
[en el sepulcro,
y a uno y otro los recubren los gu¬
ísanos.
27 Bien adivino vuestros pensamientos
y los improperios que contra mí nía*
[quináis.
28 Vosotros decís: ¿Dónde está la casa
[del opresor,
qué fué de la tienda en que moraban
[los perversos?
29 ¿Por qué no se lo preguntáis a los
[caminantes?
No podéis desconocer la respuesta
[que darán.
30 Que en el din de la ira se salva el
[ malvado,
y es sustraído al furor en sa día.
81 ¿Quién le echa en cara su mala
[conducta?
¿Quién le da su merecido por sus
[maldades?
32 Es llevado con acompañamiento al
[sepulcro,
y es honrado en su túmulo;
33 le son leves los terrones del valle,
arrastra a los hombres tras de sí,
y va delante de él gente sin número.
34 ¿A qué, pues, me dais tan vanos
[consuelos,
si en vuestras respuestas no hay más
[que falacia?
Héplica de Elifaz.
22 1 Volvió a tomar la palabra Eli-
[faz, tcmanita, y dijo:
2 ¿Qué favor puede el hombre hacer a
[ Dios?
Sólo a sí mismo aprovecha su sensatez.
3 ¿Qué le importa a Dios que tú seas
[justo?
¿Gana algo con que sean limpios tus
[ caminos?
4 ¿Será por tu piedad por lo que él
[te castiga
y entra en juicio contigo?
5 ¿No es más bien por tus muchas
[ culpas,
por tus pecados sin número?
6 Exigiste injustamente prenda a tus
[hermanos,
despojaste de sus ropas al harapiento,
7 no diste de beber al sediento,
al hambriento le negaste el pan.
8 Y de quien tiene mano fuerte, suya
[es la tierra;
el que se hace temer, ése se adueña
[ de ella.
9 Despediste a la viuda con las manos
[vacías
y rompiste los brazos al huérfano.
10 Por eso te hallas preso en lazns
y te sorprende de improviso el terror;
11 te rodean las tinieblas y no ves,
y te inundan aguas desbordadas.
42 ¿Xo está Dios en lo alto de los
[cielos?
Mira las estrellas: iQuc altas!
13 Y tú dirías: ¿Qué sabe Dios?
¿Puede juzgar a través de las nubes?
14 Las nubes le cubren como velo y
[no ve;
se pasca por la bóveda de los ciclos.
15 ¿Quieres seguir el antiguo sendero
por donde caminaron los impíos,
16 que fueron arrancados antes de
[ tiempo
y una inundación arrancó sus ci-
[ míen tos?
JOB, 23, 24
837
17 Oue decían a Dios: Apártate de
[nosotros,
¿qué puede hacernos el Omnipotente?
18 Mientras llenaban sus casas de ri¬
quezas.
Lejos de mí el consejo de los impíos.
19 Los justos se alegraron,
los inocentes se rieron,
20 al ver aniquilada su fortuna,
y sus residuos devorados por el
[fuego.
81 Reconcilíate con él y tendrás paz,
y de ello te vendrá bien.
22 Recibe la ley de su boca,
pon sus preceptos en tu corazón.
23 Si humillándote te vuelves al Om-
[ nipotente
y alejas de tu casa la iniquidad,
24 tendrás el oro como polvo
y como chinarros del torrente el Ofir;
25 será el Omnipotente tu tesoro
V plata refinada para ti;
26 hallarás en el Omnipotente tus de¬
licias,
alzarás tu rostro hacia él,
27 El escuchará tus ruegos,
y tú le cumplirás tus votos.
28 Harás proyectos y te saldrán bien,
y brillará la luz en tu camino.
29 Si te humillaren, en seguida podrás
[deeir: «¡Exaltación!»
Pues a los de bajos ojos salva Dios.
30 Libertará al que es inocente,
pero en la pureza de sus manos.
Respuesta de Job.
OQ 1 Job respondió, diciendo:
2 Cierto que son hoy acerbas
[mis quejas,
pero es más pesada mi carga que mis
[ gemidos.
3 ¡Oh, si supiese cómo hallarle,
cómo llegar hasta su mismo trono,
4 expondría ante él mi causa,
tendría la boca llena de razones.
5 Sabría lo que me respondería,
oiría lo que me diría.
6 ¿Contendería conmigo alegando su
[gran poder?
Seguro que no: Me atendería.
7 Así el justo podría disputar con él,
y mi juez para siempre me absolvería.
8 Pero si voy al oriente, no está allí;
si a occidente, no le veo.
9 Si le busco al norte, no le hallo;
si al mediodía, no le descubro.
10 Mas ya que él conoce mis caminos,
que me escudriñe y me acrisole como
[el oro.
11 Por sus huellas marchó siempre mi pie,
sus caminos seguí sin apartarme,
12 no me desvié de los mandatos de
[sus labios,
he guardado las palabras de su boca.
13 Pero cuando él decide una cosa,
[¿quién podrá disuadirle?
Lo que quiere es lo que hace.
14 Así cumple hoy en mí sus designios,
y todavía mucho más tiene él de seme¬
jante en su pensamiento.
15 Por eso me estremezco ante él,
le contemplo, y tiemblo ante él.
16 El fuerte me quita toda mi fuerza,
el Omnipotente me aterra,
17 más que las tinieblas que me en¬
suelven,
más que la oscuridad que cubre mi
[rostro.
1 ¿Por qué el Omnipotente no
[se reserva sus tiempos,
para no dejar a los que le conocen
[en la ignorancia de su día?
2 Unos invaden los términos ajenos,
roban los ganados y los llevan a sus
[pastizales;
3 se llevan el asno del huérfano
y toman en prenda el buey de la
[viuda;
4 arrojan al pobre de su campo,
y obligan a esconderse a los humildes
[ campesinos,
y se llevan en prenda al hijo del pobre.
5 Otros se van al desierto, como asnos
[salvajes;
el desierto es suyo, es el pan de sus hijos.
6 Siempre en acecho, siegan los campos
[de otros
y vendimian las viñas del rico.
7 Pasan desnudos las noches, sin ropa,
sin más abrigo en medio del frío.
8 Se mojan con los aguaceros en los
[montes,
sin más asilo que las rocas.
9 Arrancan de los pechos al niño
[ huérfano,
10 Desnudan al harapiento,
hacen llevar sobre sí sus haces al
[hambriento,
11 moler sus aceitunas y pisar sus uvas
[al sediento.
De la ciudad salen gritos de mori¬
bundos;
12 Pide a voces venganza el alma de
[los vejados,
y Dios no atiende a estos clamores.
13 Hay quienes aborrecen la luz,
y no ven los caminos,
V no siguen sus trazas.
i4 ab Antes del día se levanta el ase¬
sino,
para matar al desvalido y al nece¬
sitado .
JOB, 25, 26, 27
8.J8
14 < De noche anda ei salteador,
15 Espera la oscuridad el ojo del adúl¬
tero,
diciendo: Nadie me verá.
Y se cubre el rostro con una máscara.
16 en las tinieblas asaltan las casas,
los días los pasan encerrados,
no quieren cuentas con la luz.
17 Para ellos el alba es sombra de
[muerte,
el aclarar del día los aterra mortal-
[mente.
18 Huyen veloces como curso de aguas;
es maldita su posesión sobre la tierra,
no se pisa el fruto de sus viñas.
19 Como la sequedad y el calor funden
[la nieve,
así a los malvados el sepulcro.
20 Le olvida el seno materno,
ni se menciona siquiera su nombre.
Arrancado es dé cuajo como el
[árbol,
21 por haber maltratado a la estéril
[que no tiene hijos
y haber hecho mal a la viuda.
22 Pero el que con su fuerza derriba
[al poderoso,
se alza, y ya lio cuenta para nada
[su vida.
23 Déjale apoyarse en su seguridad,
pero tiene sus ojos en todos sus caminos.
24 Están un tiempo en auge, y luego
[desaparecen,
perecen como hierba que se siega,
son segados como espigas.
25 ¿No es así? ¿Quién me desmentirá
y reducirá mis discursos a la nada? (1)
Réplica de Dildad.
25 1 Y r olvió a decir Bildad, suhita:
2 Suyos son el poder y la ma¬
jestad,
y él mantiene la paz en sus alturas.
3 ¿Tienen número sus ejércitos?
¿Sobre quién lio resplandece su luz?
4 ¿Cómo, pues, justificarse el hombre
[ante él,
cómo ser puro el nacido de mujer?
6 La luna misma no brilla,
ni resplandecen bastante las estrellas
[a sus ojos.
8 jCuánto menos el hombre, un gusa-
[ nillo,
el hijo de Adán, un vil insecto!
(i) Parece indudable la trastocación del
trozo 18-24, que. lejos de convenir a la res¬
puesta de Job, no es más que una confirma¬
ción de la tesis de uno de sus amigos, y per¬
tenece probablemente a la réplica de Sofar, que
en el texto según está no aparece.
26 1 Respondió Job, diciendo:
2 iQué gran ayuda la que das al
[flaco,
qué socorro traes al brazo desmayado!
3 ¡Qué bien has aconsejado al ignorante,
qué profundo saber has manifestado!
4 ¿A quién has dirigido tus palabras?
¿Qué espíritu es el que ha hablado por
[tu boca?
5 Hasta los muertos tiemblan de-
[bajo de la tierra,
los mares y cuanto en ellos mora.
6 El mismo abismo está ante él des¬
anido,
sin velos el sepulcro.
7 El tendió el septentrión sobre la
[nada,
él colgó la tierra sobre el vacío.
8 Encierra las aguas en las nubes,
y las nubes no se rasgan a su peso.
9 El roba a la vista su trono,
cubriéndose de nubes.
10 Trazó en derredor de los mares un
[círculo,
hasta el confín entre la luz y las ti-
[nieblas.
11 Las columnas del cielo tiemblan
y se estremecen a una amenaza suya.
12 El con su pujanza conmueve los
[mares
y con su poder doma al monstruo.
43 A su soplo centellean los cielos,
y su mano dirige la serpiente tortuosa.
Y todo esto no es, sin embargo, más
[que la orla de sus obras,
Es un leve susurro de su palabra;
que el estallido de trueno de su poder,
[¿quién podría oírlo?
07 1 Tomó de nuevo Job la palabra,
** k y en forma de sentencia dijo:
2 ¡Por Dios vivo, que me rehúsa jus-
[ticia,
por el Omnipotente, que me lia col¬
imado de amargura!
3 Que mientras en mí quede un soplo
[de vida,
y el hálito de Dios aliente en mis nu¬
trices,
4 jamás mis labios proferirán una in¬
justicia,
jamás mi lengua dirá una mentira.
* Lejos de mí daros la razón;
mientras yo viva no dejaré que me
[arranquen mi inocencia.
6 Mantendré con firmeza mi justicia v
[no la negare,
no me arguye mi conciencia por uno
[solo de mis días.
7 Sea á mi adversario a quien le falte
[la razón,
sea mi enemigo como el reo condenado.
JOB, 28
s:w
8 ¿En qué podrá confiar el impío cuan-
[do muera,
cuando Dios le arranque la vida?
9 ¿Escuchará Dios sus gritos
cuando le llegue la desventura?
10 ¿Podrá complacerse en el Omni-
[ potente,
podrá jamás invocar a Dios?
11 Os mostraré la maño de Dios,
Xo os celaré los designios del Omni-
[potente.
12 Vosotros mismos podéis verlo.
¿Por qué, pues, perderos en vanas ilu¬
siones?
Réplica de Sofar (1).
13 He aquí la suerte a que destina
[Dios al hombre culpable,
la porción que del Omnipotente re-
[cibe el impío:
14 Si tiene muchos hijos, destíñanse
[a la espada,
su prole no se hartará de pan.
15 A los sobrevivientes los sepultará la
[pestilencia,
sus viudas no los llorarán.
16 Aunque acumule la plata como si
[fuese tierra,
aunque a montones tenga los ves¬
tidos,
17 los prepara él, pero se los vestirá el
[justo,
y su plata irá a manos del inocente.
18 Hizo su casa, pero viene a serle
[como nido,
como cabaña de guarda.
19 Se acuesta rico, pero será por últi-
[ma vez,
En un instante dejará de existir.
20 Vendrá sobre él el terror como di¬
luvio,
en la noche le arrastra el torbellino.
21 Le arrebata el viento solano y se
[lo lleva,
y le arranca lejos de su lugar.
22 Le asaetea Dios sin piedad,
y vanamente se esforzará para esca¬
lpar a su mano.
23 Batirán palmas contra él,
y en su mismo lugar le silbarán.
(i) Parece que los discursos de los tres ami¬
gos habrían de cerrarse con una réplica de
Sofar, que siguiera a las de los otros dos, pero
ésta no va indicada en el texto con la ordinaria
frase introductoria. Es, por tanto, probable
que debería reconstituirse con los trozos 24,
18-24 y 27. 14-23, obteniéndose, así la simetría
de las panes que se da en las primeras inter¬
venciones; de lo contrario resultarían puestas
en boca de Job afirmaciones que son las mismí¬
simas de los amigos que con él discuten.
La Sabiduría.
1 Tiene la plata sus veneros (1),
y el oro lugar en que se acrisola.
2 Sácase el hierro de la tierra,
y de la roca fundida sale el bronce.
3 El hombre alumbra las tinieblas
y escudriña en lo profundo,
las rocas en densa oscuridad.
4 Abre pozos lejos de lo habitado.
No bajan por su pie,
se suspenden, no como hombres.
5 La tierra, que produce el pan,
está por debajo como fuego;
6 sus rocas son la morada del zafiro,
y sus terrones contienen oro.
7 Por caminos desconocidos de las
[águilas,
impenetrables al ojo del azor,
8 110 pisados por las fieras,
inaccesibles al león.
9 Mete su mano en el pedernal
y subvierte los montes.
10 Horada las rocas
y descubren sus ojos en ellas lo pre¬
cioso.
11 Detiene las filtraciones de las aguas
y saca a luz los tesoros.
42 Pero la sabiduría, ¿dónde hallarla,
y dónde está el entendimiento?
13 No conoce el hombre el camino,
ni se halla en la tierra de los mortales.
14 El abismo dice: No está en mí.
Y el mar: Dentro de mí no se halla.
15 No se compra con el oro más fino,
ni se pesa la plata para comprarla
16 No se pone en balanza con el oro
[de Ofir,
ni con el precioso berilo, ni el zafiro.
17 No se equipara al oro ni al cristal,
ni se cambia por vasos de oro puro.
18 No cuentan a su lado corales y
[cristales;
vale más que las perlas.
19 No puede a ella compararse el to-
[ pació de Etiopía,
no entra en balanza con el oro más
[ puro.
20 ¿De dónde, pues, viene la sabiduría,
dónde hallar la inteligencia?
21 Se oculta a los ojos de todos los
[mortales,
y aun a los de las aves del cielo está
[ velada.
22 El infierno y la muerte dicen:
Sólo hemos oído su fama.
(1) El texto no indica quién pronuncia estas
palabras en elogio de la Sabiduría. Al crear
Dios el mundo, la difundió en la creación, por
eso Dios la conoce, pero los hombres no alcan¬
zan a conocer sus secretos,
840
JOB, 29, 30
23 Dios es el que conoce sus caminos,
él sabe su morada;
24 porque con su mirada abarca los
[confines de la tierra,
y ve cuanto hay bajo la bóveda del
[cielo.
25 Cuando dió su peso al viento
y dispuso las aguas con medida,
26 cuando dió la ley a la lluvia
y camino al rayo,
27 entonces la vió y la midió,
la fundó y la conoció a fondo;
28 y dijo al hombre: El temor de Dios,
[ésa es la sabiduría;
apartarse del mal, ésa es la inteli-
[gencia.
Itcspuesta de Job.
9Q 1 Volvió a tomar Job la palabra,
[y dijo:
¡Oh! ¡Si volviera a ser como en los
[ pasados tiempos,
como en los días en que Dios me pro¬
tegía!
Cuando resplandecía su luz sobre mi
[cabeza,
>' a su resplandor marchaba en las
[tinieblas.
4 A lo que fui en mis días otoñales,
cuando protegía mi morada,
5 cuando el Omnipotente era conmigo
y tenía en torno mío a mis hijos;
6 cuando me lavaba cu leche los pies
y me daba la piedra arroyos de aceite;
7 cuando iba a las puertas de la ciudad
y se alzaba en la plaza mi silla,
b y les jóvenes al verme se escondían
y los viejos se alzaban en pie,
9 y los grandes contenían la palabra
y ponían el dedo sobre sus labios,
i° y callaba la voz de los caudillos,
y se pegaba su lengua al paladar.
1 1 El oído (pie me escuchaba me 11a-
[ ni aba feliz,
y los ojos (pie me veían se declaraban
[en mi favor.
12 porque libraba al pobre que cla-
[ maba,
y al huérfano que no tenía valedor.
4,3 Caía sobre mí la bendición del que
[estaba liara caer,
y el corazón de la viuda se colmaba
[ de gozo.
14 Vestíame de justicia y ella me ro-
[deaba como vestido,
me era mi equidad como túnica y
[turbante.
15 Yo era ojos para el ciego,
era para el cojo pies,
10 era el padre de los pobres,
y estudiaba la causa aun del deseo-
[ nocido.
17 Quebrantaba los dientes del so¬
berbio,
y de sus dientes le arrancaba la presa.
18 Decíame yo: Moriré viejo,
prolongáronse mis días como los de
[ la palmera:
19 extenderánse mis raíces hasta las
[ aguas,
y caerá de noche sobre mis ramas el
[rocío.
20 Renovarásc conmigo mi gloria,
y mi arco se fortalecerá en mis manos.
21 Para escucharme me esperaban (1),
y callaban hasta oír mi opinión.
22 Nadie replicaba a mis palabras,
suavemente penetraba en ellos mi
[ discurso.
23 Esperábanme como se espera la
[ lluvia,
y abrían su boca como a la lluvia
[ temprana.
24 Si les sonreía, no acertaban a expli-
[ cárselo,
y acogían con ansia la luz de mi
[rostro.
25 Cuando acudía a sus reuniones me
[ sentaba a la cabeza;
moraba entre ellos como un rey entre
[ sus huestes,
como consuelo de los afligidos;
1 Y ahora se burlan de mí los
»)() [ más mozos que yo,
a cuyos padres me hubiera yo dcs-
[ denudo de contar
entre los perros de mis ganados.
2 Aun el vigor de sus brazos
¿de (iué podría servirme?
No tienen fuerza alguna.
3 Flacos por la miseria y por el hambre,
roen el desierto, oscura tierra, árida
[y desolada,
4 recogiendo bledos entre las rcta-
[mas,
y se alimentan con raíces de retama.
5 Arrojados de en medio de los hom-
[bres,
perseguidos a gritos como ladrones,
habitan en lo escarpado de los to-
[rrentes,
en cuevas y entre rocas,
7 rugiendo entre la maleza
y reuniéndose entre la enramada.
(i) Los versículos 21-25 están en perfecto
contexto después de 1-11, miertras que los ver¬
sículos 12-20 .dan la razón del espeto con que
era tratado Job y de sus halagüeñas esperanzas
para los futuro.
JOB, 31
841
8 Gente innoble, pueblo sin nombre,
pisoteados más que la misma tierra.
9 ¡Y de esos soy yo objeto de burla
y les sirvo de canciónl
10 Abominan de mí, me esquivan,
y hasta se atreven a escupirme a la
[cara.
11 Perdido todo respeto, me insultan,
rompen todo freno en mi presencia.
12 A mi derecha se alza el populacho
y prepara los caminos para perderme.
43 Destruven mis sendas, procuran mi
[ruina,
y nadie los contiene.
44 Irrumpen contra mí como por ancha
[ brecha,
surgen de bajo las ruinas.
15 Han arremetido contra mí terrores,
se fue como viento mi prosperidad,
pasó cual una nube mi ventura,
16 y ahora se derrite mi vida dentro
[de mí,
y me agarran días de aflicción.
47 La noche me taladra los huesos,
y no descansan los que me roen.
48 Me envuelven como vestido con
[fuerza,
me ciñen como la orla de mi túnica.
19 Hame arrojado al fango
y he venido a ser como el polvo y la
[ceniza.
20 ¡Clamo a ti y tú no me respondes,
insisto y no me haces casol
21 Te lias tornado para mí en despia-
[ dado enemigo,
con toda tu fuerza me persigues;
22 me alzas en alto, me haces cabalgar
[sobre el viento,
y fuertemente me sacudes.
23 Bien sé que me llevas a la muerte, I
al lugar de reunión de todos los mor-
[ tales. '
24 Sin embargo, yo no alcé la mano
[ contra el pobre, ¡
le salvé en su angustioso gritar.
25 ¿No lloraba yo todos los días con
[ el afligido? I
¿No se llenaba de tristeza mi alma |
[ por el pobre?
26 Y cuando esperaba el bien, vínome
[el mal;
cuando esperaba la luz, vino la oscu¬
ridad.
27 Mis entrañas se agitan sin descanso,
han venido sobre mí días de aflic¬
ción.
28 Ando en torno enlutado, sin con-
[suclo,
v me pongo a gritar entre la turba.
29 He venido a tener por hermanos a
[los chacales.
y por compañeros a los avestruces,
30 Ennegrecida se va desprendiendo
[ mi piel,
y mis huesos queman por el ardor.
81 Hase trocado en duelo mi cítara,
y mi flauta en lamentos.
31 1 Había hecho pacto con mis ojos
de no mirar a virgen.
2 ¿Pues qué porción me reservaría Dios
[ desde lo alto,
y qué heredad el Omnipotente desde
[las alturas?
3 ¿No es la perdición la que espera al
[inicuo,
y el infortunio a los obradores de la
[maldad?
4 ¿No está él mirando mis caminos
y contando todos mis pasos?
5 Ni anduve con engaños
ni corrieron hacia el fraude mis pies,
6 péseme Dios en balanza justa,
y Dios reconocerá mi inocencia.
7 Si se apartaron mis pasos de tus
[sendas
y tras mis ojos se fué mi corazón,
o se pegó algo a mis manos,
8 siembre yo y coseche otro,
y sean arrancadas mis plantaciones.
9 Si mi corazón se dejó seducir por
[mujer
y estuve en acecho a la puerta de mi
[prójimo,
10 muela para otro mi mujer,
y sea entregada a ajenos brazos;
11 pues maldad grande es ésta,
es un grave crimen,
12 fuego que devora hasta la des¬
trucción,
y consumiría toda mi hacienda.
13 Si desdeñé el derecho de mi siervo
y el de mi sierva, cuando se quejaron
[de mí,
14 ¿qué haría cuando se alzara Dios
[para juzgar,
cuando me pidiera cuentas, qué res¬
pondería?
15 El que me hizo a mí en el materno
[seno, ¿no le hizo también a él?
¿No fué él mismo el que al uno y al otro
[nos formó en el vientre?
16 Si negué al huérfano su satisfacción
y defraudé la esperanza de la viuda,
17 si comí solo mi bocado
sin dar de comer de él al huérfano;
* 8 antes desde mi infancia le atendía
[como padre,
y desde el seno materno le protegía;
19 Si vi al miserable sin vestido,
v al pobre sin ropas,
20 y no me bendijeron sus carnes,
y se calentaron con el vellón de mis
[ovejas;
JOB, 32
8 42
21 si aleé mi mano con Ira el inocente,
por verme superior a él en la puerta,
22 despréndase mi hombro de la espalda
y arránquese del hombro mi brazo.
23 Tiles temía el castigo de Dios,
yuo habría podidoresistir a su majestad.
24 Si puse en el dinero mi confianza,
y dije al oro: Tú eres mi esperanza;
25 si me gocé en mis muchos bienes,
y en que mi mano mucho atesoraba;
26 Si mirando al sol cuando brillaba,
y a la luna al caminar resplandeciente,
27 se engañó en secreto mi corazón,
y les mandé con la mano el beso de
[mi boca,
28 que es también gravísimo delito,
pues habría negado a Dios que está
[en lo alto;
29 si me alegré del mal de mi enemigo,
y me gocé en que le sobreviniera la
[desgracia,
30 pues no di mi lengua ai pecado,
ni conjuré al sepulcro contra su vida;
31 si no decían las gentes de mi tienda:
; Dónde hallar quien de su mesa no se
[sacie?
32 Antes bien no se quedaba fuera el
[extranjero,
y abría mí puerta ai viandante;
33 Si encubrí como hombre mi pecado,
ocultando en mi seno la maldad,
34 pues habría temido de la muche-
[dnmbre,
me habría aterrado el desprecio de las
[gentes,
V mudo me habría estado sin salir de
[casa.
36 ¡Oh, si hubiera quien me escuchase!
¡Ahí va mi firmal Respóndame el To¬
dopoderoso.
Ahí está el libelo de acusación escrito
[por el adversaria.
36 Ciertamente yo le llevaré sobre mis
[hombros,
me lo ceñiré como corona,
37 le daré a conocer el número de mis
[pasos,
y me acercaré a él como un príncipe.
" 38 si clamó la tierra contra mí,
si a una lloraban sus surcos;
39 si comí mi sustancia sin pagarla,
sí afligí el ánimo de los que la cultivaban;
40 názcanme cardos en vez de trigo
y cizaña en vez de cebada (lj.
Intervcnclón“de Eliú.
1 Dejaron aquellos tres hombres
de replicar a Job, viendo que él
(i) Los vs. 38-40 están sin duda trastocados.
Debieran leerse a continuación del v. 32.
se obstinaba en declararse inocente
a sus ojos; 1 2 pero Eliú, hijo de Bera-
quel, buzita, de la tribu de Ram, se
encendió en cólera contra Job, porque
se declaraba justo ante Dios. 3 Tam¬
bién contra los tres amigos ardió su
cólera, porque 110 tenían qué respon¬
der a Job, y a pesar de eso le conde¬
naban. 4 * Había esperado Eliú, mien¬
tras hablaban con Job, porque ellos
eran más entrados en días qtie él;
5 mas al ver que no había respuesta
en la boca de aquellos tres hombres,
se encendió su cólera (1). 6 Habló,
pues, Eliú, hijo de Beraqueí, buzita,
y dijo:
Yo soy joven todavía, y vosotros an-
[ cíanos;
por eso dudaba, temeroso,
en exponer mi pensamiento.
7 Pensaba que hablaría la ancianidad
y que los' muchos años mostrarían la
[sabiduría;
8 pero ésta es en el hombre una ins¬
piración,
es el soplo del Todopoderoso el que
[la enseña.
9 No son los ancianos los sabios,
no siempre los viejos tienen el enten-
[dimiento.
10 Por eso me atrevo a decir; Oídme,
y daré yo también mi parecer.
11 Ya veis, he estado esperando vues¬
tros discursos
y escuchando vuestras razones;
12 mientras tuvisteis algo que decir
estuve atento.
Pero ya no hay quien pueda conven-
[eer a Job,
110 hay entre vosotros quien responda
[a sus razones.
13 No digáis: Nosotros le hemos hecho
[ ver la sabiduría,
convénzale Dios, no hombre alguno.
14 A mí nada me ha dicho,
y yo no voy a responderle con vuos-
[ tros argumentos.
16 Están desconcertados, 110 respon¬
den ya,
les falta la palabra.
16 Comenzaré yo, pues, ya que no
[hablan ellos
y se están ahí sin responder.
17 Diré yo también lo mío,
también yo expondré mi parecer.
18 Me siento lleno de cosas que decir
(1) Este pequeño prólogo nos presenta a
Eliú y los motivos de su ingerencia en el
debate. El argumento nuevo que aporta es
el valor educativo del,dolor, que justifica la
conducta de Dios y es motivo para que Job
guarde silencio.
JOB, 33, 34
8P1
v me insta el espíritu que hay dentro
[de mí.
19 Mirad, mi interior está como vino
[encerrado,
como un odre nuevo pronto a estallar.
20 Hablaré, pues, para desahogarme,
y abriré mis labios para responder.
21 No haré acepción de personas,
llamaré a cada uno por su nombre,
22 no me andaré con circunloquios,
y me soportará por un poco mi Ha-
[ cedor.
Reproches u Job.
O O 1 Oye, pues, ¡oh Job!, mis pala-
' [bras,
y presta atención a mis discursos.
2 Mira, soy yo, abro la boca,
es mi lengua la que se mueve en mi
[paladar.
3 Mi corazón me dicta palabras sabias,
y mis labios hablarán con franqueza.
& Respóndeme, si puedes,
Disponte a la defensa y póntcme de-
fiante.
6 También yo, como tú, soy de Dios,
también yo fui formado del barro.
4 El espíritu de Dios me creó,
el soplo del Todopoderoso me da vida.
7 Mira, nada tienes que temer de mi,
no te abrumará mi majestad.
8 Dijiste, pues, ante mí,
yo escuché bien el sonido de tus pa¬
labras:
9 «Puro soy, sin pecado,
limpio estoy, no hay culpa en mí,
10 y con todo El halla pretextos contra
[ uií,
y me toma por enemigo suyo.
11 Pone mis pies en el cepo
y espía todos mis pasos.»
12 Mira, en esto no tienes razón.
Yo te respondo que Dios es más grande
[que el hombre.
13 ¿A qué quejarte contra El,
de que no dé razón de todo lo que hace?
14 Habla Dios de un modo, habla de
[otro,
pero el hombre no le entiende.
15 En sueños o en visión nocturna,
cuando desciende el sueño sobre los
[hombres,
cuando duermen en el lecho,
16 entonces abre sus oídos
y le aterra con sus reproches,
17 para retraerle del mal
y precaverle contra la soberbia,
’ 8 para salvar su vida de la corrupción
y librarla de un fin desastrado.
i 9 Es también corregido con dolores en
[su lecho,
con dolor continuo de sus huesos,
20 cuando tiene asco del pan
y hasta del manjar más exquisito,
21 y se consume su carne hasta des¬
aparecer,
y aparecen los huesos, que antes no se
[veían;
22 está su vida próxima al sepulcro,
su alma a los espasmos de la muerte;
23 pero si para él hay un intercesor,
un ángel entre mil,
que haga ver al hombre su deber,
24 tenga piedad de él y diga:
«Líbrale del sepulcro,
halle satisfacción de sus'pecados»,
25 reverdecerá su carne más que en su
[juventud,
volverá a los días de la adolescencia.
26 Suplicará a Dios y éste le acogerá,
le dará benigno su esplendente rostro,
V volverá al hombre a su ventura.
27 El entonces, dirigiéndose a los hom-
[bres, les dirá:
«Había pecado, había violado la jus¬
ticia,
y Dios no me retribuyó según mis
[obras.
28 He salvado mi vida del sepulcro,
y vuelvo a ver la lu¿.
29 Mira, todo esto lo hace Dios,
dos y aun tres veces con el hombre,
30 para retraer su alma de la tumba,
para alumbrarle con la luz de la vida.
31 Atiende, Job, escúchame.
Calla mientras hablo yo;
32 O si tienes que replicar, respóndeme;
habla, que yo deseo que te justifiques.
33 Si no, haz por escucharme;
calla, y te enseñaré sabiduría.
Segundo discurso de Eliú.
Ql 1 Prosiguió Eliú hablando así*
u * 2 Oíd, hombres sabios, mis pala¬
bras.
Prestadme, hombres doctos, vuestro
[oído,
3 pues el oído discierne las palabras,
como prueba los manjares el paladar.
4 Discutamos la causa,
veamos entre nosotros dónde está lo
[justo.
5 Puesto que Job dice: «Yo soy mó¬
tente,
pero Dios me niega mi derecho,
6 y contra mi derecho padezco,
y es mi llaga atroz sin culpa mía»:
7 ¿Quién jamás como Job, que se bebe
[ los insultos como agua,
y se va en la compañía de los obra-
[ dores de maldad,
JOB, 35
SI I
8 por los caminos de los hombres per-
f versos?
Puesto que ha dicho: «No aprovecha
[al hombre
9 estar a bien con Dios.»
Oídme, sesudos varones:
10 jLcjos de Dios la maldad!
{Lejos del Todopoderoso la injusticial
11 El retribuye al hombre según sus
(obras,
según sn conducta le trata.
12 No, cierto, no es injusto Dios,
no tuerce el Todopoderoso la justicia.
13 ¿Quién le dió la tierra para que la
[gobernara?
¿Quién ha hecho el universo lodo?
14 Si El a sí solo atendiera
y retrajera a sí su soplo y su aliento,
16 en un instante moriría toda carne
y el hombre se tornaría polvo.
16 Si entiendes, oye esto
y escucha el sonido de mis palabras.
11 ¿Podrá gobernar un enemigo del
[derecho?
¿Y quieres tú condenar al justo su-
[premo,
18 al que puede decir a un rey «mal-
[vado*
V «criminal» a un soberano?
19 Al que no mira a la cara a los po-
[derosos
y no prefiere el rico al pobre,
porque todos son hechura suya?
20 Mueren de improviso en el corazón
[de la noche,
son sacudidos los poderosos y desapa¬
recen.
El valiente se va sin poder hacer uso
[de su fuerza,
21 pues El tiene su mirada sobre el obrar
[de cada uno
y cuenta todos sus pasos.
22 No hay oscuridad, no hay densa
[ tiniebla,
donde puedan esconderse los malhe-
[ chores.
25 Conoecdor de sus acciones todas,
los derriba en una noche y quedan
[aplastados.
23 Fija plazo al hombre
para presentarse al tribunal de Dios.
24 Quebranta al fuerle sin andar en
[averiguaciones,
y pone a otro en su lugar.
28 Los destroza como reos,
los hiere como perversos,
27 porque se alejaron de El
y no quisieron saber de sus caminos.
28 En cuanto llegó a El el clamor del
[oprimido,
en cuanto se hizo oír el lamento de los
[ desvalidos.
29 Si El calla, ¿quién podrá condenar?
Si El esconde su rostro, ¿quién ya le
[verá?
El cela sobre las naciones y sobre los
[individuos,
30 para que no campe el impío por sus
[respetos,
para que no sufra el pueblo vejaciones;
31 puesto que si acaso dice a Dios:
«He pagado mi culpa, no pecaré más,
32 enséñame Tú lo que yo no sé,
he hecho el mal, no lo haré más»,
33 ¿eastigará El según tu consejo?
Te dirá: Juzga tú en lugar mío?
Di tú lo que sepas.
34 Háblenme los sensatos,
atiéndanme los prudentes.
36 No habló Job cuerdamente,
fueron imprudentes sus discursos.
36 ¿No será Job probado a fondo
por sus respuestas, propias de un
[impío,
37 pues a su pecado añade la rebelión,
Bate palmas contra nosotros,
y multiplica sus quejas contra Dios?
Tercer discurso de Eli A.
35 1 Volvió a tomar Eliú la pala-
[bra, y dijo:
2 ¿Te parece haber pensado justamente
al decir: «Tengo razón contra Dios»,
3 y diciendo: «¿De qué me sirve,
qué ventaja he tenido por no haber
[pecado? »
4 Voy a responderte,
y a responder contigo a tus amigos.
5 Contempla el cielo, mira,
mira cuánto más alta que tú es esa
[ bóveda.
fi Si pecas tú, ¿qué mal le haces?
Si multiplicas tus pecados, ¿que per¬
juicio le causas?
7 V con ser justo, ¿que le das?
¿Qué recibe El de tumano?
8 A un hombre como tú perjudica tu
[ mal obrar,
a un hijo de hombre aprovecha tu jus-
[tieia.
9 Gritan por la gravedad de la opre-
[sión,
piden socorro contra la tiranía de los
[ poderosos;
10 pero nadie dice: «¿Dónde está el
[ Dios (pie me creó,
(pie da en la noche cantares de júbilo,
11 que nos da inteligencia mayor que
[a las bestias de la tierra
y nos hace sabios más (pie a las aves
[ de* cielo? -
JOB, 36, 37
845
1 2 Y, claro, por mucho que griten, El no
[responde,
viendo la soberbia de los malvados.
13 Un vano gritar, cierto, no lo escucha
[Dios,
el Todopoderoso no lo atiende,
14 menos todavía cuando tú dices que
[no lo ve.
Ante El está la causa, espera en El. .
15 Al decir, pues, que no es su ira la
[que castiga,
que no atiende gran cosa a la iniqui-
[dad,
16 abrió Job vanamente su boca
y multiplicó insensatamente las pa¬
labras.
Cuarto discurso de Eliú.
1 C° n tinuó Eliú, diciendo.
2 Espera un poco V te enseñaré,
todavía hay más razones en favor de
[Dios.
3 Sacaré de lejos mi saber
y vindicaré la justicia de mi Hacedor.
4 Cierto, no son falaces mis razones,
te habla un perfecto conocedor.
6 Mira: Dics es poderoso,
y el poderoso de verdad no desprecia
[a nadie.
6 No deja florecer al impío
y hace justicia al desvalido;
7 No aparta sus ojos del justo,
y al fin los sienta en tronos con los
[reyes,
y son exaltados;
8 y encadenados, oprimidos en los
[lazos de la miseria,
El les hará reconocer sus obras,
9 sus pecados, porque se ensoberbe¬
cieron.
Abrirá sus oídos a la corrección,
10 y los exhorta a que se aparten del
[mal.
Si le oyen, si se le someten,
11 terminarán felizmente sus días
y sus años transcurrirán en la dicha.
1 2 Pero si le desoyen, acabarán mala-
aliente
y morirán cuando menos lo esperaban.
13 Les de corazón protervo se aíran
y no claman a Dios cuando los enca¬
dena;
14 por eso se extingue su vida en la
[juventud
y acaba en la adolescencia.
16 Por lo contrario, salva al justo pa¬
tríente, por sus padecimientos,
y ccn la tribulación abre sus oídos.
16 También a ti te sacará de las fauces
[de la angustia
a lugar holgado, sin estrecheces,
a mesa llena de selectos manjares.
17 Pero si sigues los senderos del impío,
la culpa y la pena te corresponderán.
18 No te lleve, pues, la ira al arrebato,
v no te deprima la cuantía del rescate.
49 ¿Puede acaso sacarte de la angustia
[tu clamor
V todos tus vigorosos esfuerzos?
20 No anheles, pues, tanto la noche de
[la muerte,
oue va arrebatando a unos tras otros.
21 Guárdate de dejarte llevar a la ini¬
quidad,
aunque fuera la miseria quien te lle-
[vara.
22 Mira: Dios es sublime en su poder.
¿Quién como El terrible?
23 ¿Quién jamás le dió normas de con¬
ducta?
¿Quién jamás pudo decirle: Has hecho
[mal?
24 Acuérdate de que debes ensalzar
[sus obras,
de tantos hombres celebradas.
25 Todos los hombres las contemplan
y se deleitan en ellas.
26 Mira: Es Dios tan grande que no le
[conocemos.
El número de sus años no es investí-
[gable.
27 El hace subir las gotas de agua
v descender en lluvia sus vapores.
28 Destilan las nubes,
y llueve sobre el hombre en abun¬
dancia.
29 ¿Quién será capaz de conocer las
[extensiones de las nubes,
los fragores de su pabellón?
30 El extiende en derredor suyo su luz,
y la hace llegar hasta las profundida¬
des de los mares.
31 Pues con esto alimenta a los pue-
[blos,
y con eso da pan a los mortales.
32 Se arma las manos de fulgores
y les manda herir al enemigo,
33 y con su fragor anuncia
el celo de su ira contra la iniquidad.
Q7 1 Esto hace saltar mi corazón,
u L y le llena de espanto,
2 Oíd, oíd el estallido de su voz,
El estampido que sale de su boca,
3 se extiende por todos los ámbitos del
[cielo,
y llega su fulgor hasta los confines de
[la tierra.
4 Y después de él resuena el trueno.
Brama con voz majestuosa,
y nada puede retener el rayo
tLLi.do se e>e la vez de su majestad.
846
JOB, 38
5 Truena Dios maravillosamente con
[su voz.
Hace cosas grandes que no compren-
[demos.
6 El dice a la nieve: Baja a la tierra,
y a las lluvias copiosas: Abundad.
7 Es ante ellas impotente el hombre,
para que todos reconozcan que es
[obra de El.
8 Las fieras se meten en su cubil
y se quedan en sus guaridas.
® Del austro viene el huracán,
viene del septentrión el frío.
10 Al soplo de Dios se forma el hielo
11 y se contrae la extensión de las
[aguas.
El carga de agua las nubes.
12 Y distiende la nube de su luz
que va todo en torno,
donde la lleva la voluntad del go¬
bernante
para hacer lo que le mande El;
13 ya para castigar como azote,
ya para regar la tierra,
para favorecer con ella al hombre.
14 Atiende a esto, Job,
y detente a considerar las maravillas
[de Dios.
15 ¿Sabes tú los designios de Dios
[sobre ellos?
¿Sabes por qué hace brillar el relám-
[pago en sus nubes?
16 ¿Conoces el equilibrio de las nubes
[en el aire,
los prodigios del que todo lo sabe?
17 ¿Sabes por qué se calientan tus ves¬
tidos
cuando el viento solano abochorna la
[tierra?
16 ¿Extenderás tú con él el firma-
[mento,
terso como fundido espejo?
18 Enséñanos lo que hemos de decirle,
pues nosotros no sabemos, envueltos
[en tinieblas.
20 ¿Quién irá a darle cuenta si había¬
te yo?
¿Podrá decirle nadie: «Me veo avasa¬
llado«?
21 A veces no se puede ver la luz que
[resplandece en el cielo.
De pronto pasa el viento y barre las
[nubes;
22 viene del aquilón áureo resplan-
[ dor,
y se viste Dios de terrible majestad.
23 Grande es su poder, grande es su
[juicio,
mucha su justicia, no oprime a na-
[die.
24 Por eso han de temerle los hombres,
y no mira El al que se cree sabio.
Intervención de Dios.
QQ 1 Entonces dirigió Dios a Job
su palabra, de en medio de un
torbellino, diciendo (1):
2 ¿Quién es éste que empaña mi pro¬
cidencia
con imprudentes discursos?
3 Cíñete como varón tus lomos.
Voy a preguntarte, respóndeme tú.
4 ¿Dónde estabas al fundar yo la
[tierra?
Dímelo, si tanto sabes.
5 ¿Quién determinó, si lo sabes, sus
[dimensiones?
¿Quién tendió sobre ella la regla?
6 ¿Sobre qué descansan sus cimientos,
o quién asentó su piedra angular,
7 entre las aclamaciones de los astros
[ matutinos
y los aplausos de todos los hijos de
[Dios?
6 ¿Quién cerró con puertas el mar
cuando impetuoso salía del seno,
9 dándole yo las nubes por mantillas,
y denso nublado por pañales,
10 dándole yo la ley
y poniéndole puertas y cerrojos?
11 diciéndolc: De aquí no pasarás,
ahí se romperá la soberbia de tus olas.
12 ¿Acaso has mandado tú en tu vida
[a la mañana
y lias enseñado su lugar a la aurora,
13 para que ocupe los extremos de la
[tierra
y eche fuera a los malhechores,
14 modelándose entonces la tierra como
[el barro bajo el sello,
y apareciendo vestida,
45 privando a los malvados de su luz
y rompiendo el brazo de los soberbios?
16 ?Has bajado tú hasta las fuentes del
[mar,
te has paseado por las profundidades
[del abismo?
17 ¿Se te lian abierto las puertas de la
[muerte?
¿has visto las puertas de la fúnebre ti
[niebla?
18 ¿Abarcas la inmensidad de la tierra?
Dilo, si sabes todo esto.
19 ¿Cuál es el camino para las moradas
[de la luz?
y las tinieblas, ¿dónde habitan?
20 Tú sabrás conducirlas a sus domi-
[nios
(i) Dios aparece al fin, y dirigiéndose a
Job iraia de aplanarle prescnlándole la gran¬
deza de su sabiduría, revelada en la creación.
Es magnifica la descripción del caballo, del
hipopótamo y del cocodrilo.
JOB, 39
8*17
y tornarlas a los senderos de su morada.
21 ¡Seguro lo sabrás, pues ya habías
[nacido
y era ya entonces grande el número
[de tus días!
22 ¿Has ido a los escondrijos de la
[ nieve?
¿Has entrado .gn. los almacenes del
[granizo
23 que guardo yo para los tiempos de
[la desdicha,
para el día de la guerra y de la ba¬
talla?
24 ¿Cuál es el camino por donde se
[difunde la niebla?
¿Por dónde se echa sobre la tierra el
[viento solano?
25 ¿Quién abre el camino a la inunda¬
ción
y sus sendas al rayo tonante,
26 para hacer llover sobre tierra de¬
sierta,
sobre desiertos inhabitados por el
[hombre,
27 para empapar las áridas llanuras
y hacer brotar la verde hierba?
28 ¿Tiene padre la lluvia?
¿Quién engendra a las gotas del rocío?
29 ¿De qué seno sale el hielo?,
y la escarcha del cielo, ¿quién la ha
[engendrado?
30 Se endurecen las aguas como pie-
[dra,
y se congela la superficie del abismo.
31 ¿Has atado tú los lazos de las Plé¬
yades,
o puedes soltar las ataduras del Orion?
32 ¿Eres tú quien a su tiempo hace salir
[las constelaciones
y quien guía a la Osa con sus hijos?
33 ¿Has enseñado tú a los cielos su ley
y determinado su influjo sobre la
[tierra?
34 ¿Alzas tu voz hasta las nubes,
para que te cubran de copiosas aguas?
36 ¿Mandas tú a los relámpagos y van
[ellos,
diciéndote: Henos aquí?
36 ¿Quién puso sabiduría en las cosas
[ocultas,
y en las claras, quién puso inteli¬
gencia?
37 ¿Quién dispone las nubes con cuenta
[y número,
y quién derrama los odres de los cielos
38 cuando se hace una masa el polvo,
y se pegan unos a otros los terrones?
39 ¿Eres tú quien proporciona su
[presa al león
y sacia el alma de los leoncillos,
40 cuando están agazapados en sus
[cubiles
o se ponen en acecho en la espesura?
41 ¿Quién prepara su alimento al
[cuervo,
cuando sus polluelos gritan a Dios
y riñen por falta de comida?
QQ 1 ¿Sabes tú el tiempo en que
[paren las gamuzas?
¿Asististe al parto de la cierva?
2 ¿Contaste los meses de su preñez,
o conoces el tiempo de su parto?
3 Se encorvan, echan su cría,
poniendo fin a sus dolores.
4 Se hacen grandes sus crías, crecen en
[el campo,
salen, y no vuelven más a ellas.
6 ¿Quién da libertad al asno salvaje?
¿Quién rompe las ataduras al onagro,
6 al que por casa di el desierto,
por guarida las estériles estepas?
7 Se ríe del estrépito de las ciudades,
y no oye las voces del arriero;
8 vaga por los montes al pasto,
y se va tras de toda hierba verde.
9 ¿Consentirá el búfalo en servirte
y en pasar la noche a tu pesebre?
10 ¿Podrás atarle al yugo con tus co¬
yundas
y hacerle arar los surcos delante de ti?
11 ¿Contarás con él por su gran fuerza
y le encomendarás tus labores?
12 ¿Le fiarás la recogida de tu grano
y el amontonamiento de tus mieses
[en la era?
13 Agítase bulliciosa el ala del avestruz,
pero ¿es acaso también pluma piadosa
[y voladora?
14 Abandona sus huevos a la tierra
y los deja que se calienten en la arena,
15 Sin pensar que un pie puede rom¬
perlos,
puede aplastarlos un animal salvaje.
16 Es cruel con sus hijos cómo si no
[fueran suyos,
y no se cuida de que sea vana su fa-
[tiga,
17 porque le negó Dios la sabiduría,
y no le dió parte en la inteligencia;
18 pero a la llegada del cazador puede
[desafiarle,
y se ríe del caballo y del jinete.
19 ¿Puedes tú dar al caballo la fuerza,
llenar su cuello de relinchos?
20 ¿Le enseñas tú a saltar como la lan¬
gosta,
a resoplar fiera y terriblemente?
21 Hiere la tierra su casco, lánzase
[audaz,
sale al encuentro de las armas,
22 Ríese del miedo, no se empavorece,
no retrocede ante la espada;
848
JOB, 40, 41
23 cruje sol re él la aljaba,
la llama de la lanza y la saeta;
24 con estrépito y resoplido sorbe la
[tierra,
y no se detiene al sonido del clarín.
25 Cuando suena la trompeta, dice:
[¡Susl
Y huele de lejos la batalla,
el clamor de los jefes y el tumulto.
26 ¿Se alza a lo alto el azor por tu sa¬
biduría,
tendiendo sus alas hacia el mediodía?
27 ¿Se remonta por orden tuya el
[águila,
y hace su nido en las alturas?
28 Habita en las rocas y allí pasa la
[noche,
en la cresta de las rocas, en lo más
[abrupto.
29 Acecha desde allí la presa
que de muy lejos descubren sus ojos.
30 Sorben la sangre sus polluelos,
y donde hubiere muertas, allí está ella.
40 1 Y continuando Yave en respon¬
der a Job, dijo:
2 ¿Querrá el censor contender todavía
[con el Omnipotente?
El que pretende enmendar la plana a
[Dios, responda.
Hcspucsta de Job.
3 Y Job respondió a Yave, diciendo:
4 iCuán pequeño soy! ¿Qué voy a res¬
ponder?
Pondré mi mano sobre mi boca.
6 Una vez hablé, no hablaré más.
Dos veces, no añadiré palabra.
Prosigue Yave.
6 Siguió Yave replicando a Job desde
[el torbellino, y dijo:
7 Ciñe tu cintura, cual varón,
Yo te preguntaré, enséñame tú.
8 ¿Aún pretenderás menoscabar mi
[justicia?
¿Me condenarás a mí para justificarle
[tú?
9 ¿Tienes los brazos tú como los de JJios
y puedes tronar con voz semejante a
[la suya?
10 Revístete, pues, de gloria y majes¬
tad,
cúbrete de magnificencia y esplendor,
11 distiibuyc a toirentes tu ira,
y humilla al soberbio sólo con mirarle.
^ 2 Mira al orgulloso y abátele,
y aplasta a los malvados.
13 Ocúltalos a todos en el polvo,
y cubre su faz de eternas tinieblas.
44 Yo entonces también te alabaré,
V diré que tu diestra es capaz de
(vencer.
16 Mira al hipopótamo, creado por mí,
[como lo fuiste tú,
que se apacienta de hierba, como el
[buey.
16 Mírale; su fuerza está en sus
[lomos,
y su vigor en los músculos de su
[vientre.
17 Endereza su cola como un cedro,
los nervios de sus costillas se entre¬
lazan.
18 Sus huesos son como tubís de
[bronce,
son como palancas de hierro.
19 Es obra maestra de Dios,
a él le entregó la espada su Hacedor.
20 Los montes le ofrecen sus pro¬
ductos,
mientras retozan allí todas las bestias
[del campo.
21 Echase debajo de los lotos,
en medio de los juncos del pantano;
22 los arbustos de la orilla le dan
[sombra,
le rodean las mimbreras del torrente.
23 Crezca el río, é! no se espanta,
Está seguro aunque le llegue un Jor-
[dán al hocico.
24 ¿Le cogerán a sus ojos?
¿Taladrará nadie con el anillo su nariz?
25 ¿Puedes tú coger con anzuelo al
[cocodrilo
y atarle una cuerda a la lengua?
26 ¿Le meterás un junco por la nariz,
o atravesarás con el anillo sus man¬
díbulas?
27 ¿Te dirigirá ruegos suplicantes,
o te lisonjeará con palabras?
28 ¿Hará pacto contigo,
lo tomarás a tu servicio?
29 ¿Jugarás con él como con un pájaro,
o le atarás para juguete de tus unios?
30 ¿Le cogerán los pescadores en sus
[redes,
se lo repartirán los mercaderes?
31 ¿Cubrirás tú de flechas su piel
y le hundirás el arpón en la cabeza?
32 Ponle encima la mano,
te quedará recuerdo de la riña y no
[ volverás.
44 2 Nadie se atreve a provocarle,
ni puede siquiera estar a pie
[firme delante de él.
1 Si alguno se atreviere, le engañó su
[ilusión,
a su solo vista quedará aterrado.
JOB, 42
8-19
* ¿Quién jamás le asaltó y quedó
[salvo?
No lo hay debajo del ciclo.
4 No callaré la forma de sus micm-
[bros,
no' tiene igual en la fuerza;
6 ¿Quién jamás le despojó de su man-
[to,
quién exploró la doble fila de sus
[dientes,
6 le abrió las puertas de la boca?
El círculo de sus dientes infunde
[terror;
7 Su dorso está armado de laminas de
[escudos,
compactas y cerradas como nn sello;
8 únese la una a la otra sin dejar res¬
quicio,
y unidas entre sí no se separan.
9 Sus estornudos son llamaradas,
sus ojos son como los párpadeos de la
[aurora;
10 de su boca sale fuego,
centellas de fuego;
11 sale de sus narices humo,
como de olla al fuego, hirvicnte.
12 Su aliento enciende los carbones,
saltan llamas de su boca;
13 en su cuello está su fuerza,
y ante él tiemblan de horror.
14 Las papadas de su carne son duras,
apretadas contra él;
15 aunque le fulminaran con rayos
[no se movería.
Su corazón es duro como el pedernal,
16 duro como la piedra inferior de la
[muela.
Si se alza tiemblan los valientes,
17 y de terror no saben por dónde tirar.
La espada que le ataca se rompe,
18 No resisten la lanza ni el dardo:
para él el hierro es como paja,
19 y el bronce cual madera carcomida.
El hijo del arco no le hace huir,
20 Las piedras de la honda son para
[él estopas,
la maza le es como paja,
21 y se burla del vibrar del venablo.
Debajo lleva agudos tejos,
22 que arrastra como un trillo sobre el
[cieno.
Hace hervir el abismo como olla
23 y espumar como vasija de un-
[güentos.
Deja en pos de sí blanco su ca¬
tín ino,
24 Como si fuera una cana cabe¬
llera.
No hay en la tierra semejante a él,
25 Hecho para no tener miedo.
26 Todo lo ve desde arriba,
es el rey de todos los feroces.
Respuesta de Job.
¿19 1 Respondió Job, diciendo (1):
** 1 2 * * * * * Sé que lo puedes todo,
y que no hay nada que te cohiba.
3 «¿Quién es éste que imprudente-
[mente empaña mi providencia?»
Cierto que proferí lo que no sabía,
cosas difíciles para mí, que no conocía.
4 «Escucha y hablaré yo,
yo te preguntaré, enséñame tú.»
5 Sólo de oídas te conocía;
mas ahora te han visto mis mismos
[ojas.
0 Por todo me retracto y hago peni-
[ tcncia,
entre el polvo y la ceniza.
Epíiogo.
7 Después de haber hablado Yave
a Job estas palabras, dijo Yave a
Elifaz, temanita: Se ha encendido mi
ira contra ti y contra tus dos compa¬
ñeros, porque no hablasteis de mí
rectamente, como mi siervo Job. 8 Así,
pues, tomad siete becerros y siete
carneros, e id a mi siervo Job y ofre¬
ced por vosotros sacrificio; y Job, mi
siervo, rogará por vosotros, y en aten*-
ción a él no os haré mal, pues no ha¬
blasteis de mí rectamente, como mi
siervo Job. 9 * Vinieron, pues, Elifaz,
temanita, Bildad, súbita, y Sofar,
namatita, c hicieron lo que les man¬
dara Yave, y Yave atendió a los rue¬
gos de Job (2).
10 Yave restableció a Job en su
estado después de haber él rogado por
sus amigos, y acrecentó Yave hasta el
duplo todo cuanto antes poseyera.
11 Vinieron a él todos sus hermanos y
hermanas y todos sus anteriores cono¬
cidos, y comieron con él en su casa,
se condolieron y le consolaron por
todo el mal que sobre él hiciera venir
Yave, y le regalaron cada uno una
moneda y un anilla de oro. 12 Yave
bendijo las postrimerías de Job más
que sus principios, y llegó a poseer
(1) Job responde humilde, confesando su
imprudencia.
(2) El desenlace sorprende un poco. Cuan¬
do creíamos que los amigos de Job recibirían
ui elogio de Dio?, sucede al revés: es Job el
.elogíalo y ellos son declarados en falta, nece¬
sitan Jo de la intercesión del acusado para al¬
canzar perdón de Dios. Al fin viene a cumplirse
la sentencia de que Dios colma de bendiciones
a los que le temen.
%
54
N50
JOB, 42
Job catorce mil ovejas, seis uui ca¬
mellos, mil yuntas de bueyes y mil
asnas. 13 Tuvo siete hijos y tres bijas;
14 a la primera 1c puso por nombre
Ycmima, a la segunda Quesia, y a la
tercera Querenapuc. 15 No había en
toda aquella tierra mujeres más her¬
mosas que las hijas de Job, y su padre
los dió herencia entre sus hermanos.
16 Vivió Job después de esto ciento
cuarenta años y vió a sus hijos y a
los hijos *de sus hijos, hasta la cuarta
generación, 17 y murió Job anciano y
colmado de días.
SALMOS
INTRODUCCION AL LIBRO DE LOS SALMOS
El título que este libro lleva en el texto masorético significa en general cantos,
himnos, salmos, loas, etc. El libro está dividido en cinco. El 'primero contiene
los Salmos 1-41. El segundo, los Salmos 42-72. El tercero, los Salmos 73-89. El
cuarto, los Salmos 90-106, y el quinto, los Salmos 107-150.
Probablemente estos cinco libros son otras tantas colecciones de Salmos,
hechas en distintas cpocas y por distintos autores, como lo prueba el terminar
cada una de ellas con una doxología final, y principalmente la nota que se halla
al fin del segando libro, Sal. 72. *Aquí terminan los Salmos de David, hijo
de Jesé»\ pues a pesar de ella, son no pocos los Salmos de David que con¬
tienen los libros siguientes, y que le atribuyen las inscripciones. Se confirma este
modo de ver, por hallarse en los varios libros repetidos, con más o menos ligeras
variantes, algunos Salmos. Así, por ejemplo: 14 = 53, y el estar algunos de ellos
compuestos de partes de otros, como por ejemplo: el Salmo 69, que es parte del 39 vs.
14-18; el 107, compuesto de fragmentos del 56, vs. 8-12 y del 59 vs. 7-14. Sólo
pueden explicarse estos hechos, suponiendo que al tiempo en que fue hecha lo
colección general, gozaban ya de tal prestigio las varias colecciones particu¬
lares, que el autor de aquélla las aceptó cuales eran, sin atreverse a suprimir
nada en ellas.
Se confirma esto mismo por el uso sistemático que en los distintos libros
se hace de los nombres divinos Y ave y Elohim. En el libro primero aparece
generalmente el nombre de Yave;-en el segundo , generalmente el nombre de
Elohim; en el tercero, casi tanto el de Y ave como el de Elohim; en el cuarto , exclu¬
sivamente, y en el quinto exclusivamente o casi exclusivamente el de Yave.
El libro de los Salmos o Salterio, suele llamarse Salterio de David, y así
lo llamó el Concilio Tridentino; pero esto no quiere decir que sea David el único
854
SALMOS
autor de todo él, sino que es el principal autor, pues son muchos los Salmos
que él compuso, y se le considera como el más eximio de los salmistas de Israel:
«Egregias psaltes Israel » (II Reg. 23, 1). Las inscripciones atribuyen a I
Moisés uno, el 90; a David, sesenta y cuatro; a Salomón, uno, el 72, según la in¬
terpretación que de la inscripción hacen muchos intérpretes, que, sin embargo,
no nos parece la más probable; a Asaf, levita, doce; a los coreitas o hijos de Coré,
doce; a Etán, uno, el 89. Los restantes, cincuenta y nueve, son anónimos —« huér¬
fanos » los llaman los judíos —; la inscripción, si la llevan, no indica el autor.
El autor de la colección general, según todas las probabilidades, parece haber
sido Esdras.
La época en que fueron escritos los Salmos abarca un largo periodo, que
va desde los comienzos de la monarquía, siglo xi a. C., hasta después de la
cautividad babilónica, siglo v a. C.; sin que podamos con certeza señalar fechas
más recientes para algunos, como creen ciertos intérpretes, y mucho menos
todavía decir que algunos de éstos sean del tiempo de los Macábeos.
Las inscripciones que preceden a muchos Salmos, aunque no pueda afir¬
marse que sean de los autores, son, sin embargo, antiquísimas, muy anteriores
al tiempo en que fné hecha la versión de los LXX, como lo prueba el hecho de
que muchas de ellas ya eran ininteligibles para los autores de esta versión. Son,
por tanto, muy respetables, aunque no tengan siempre autoridad decisiva, pues
no se sabe si son del autor inspirado. Son indicaciones respecto del autor, las más;
respecto del género de la composición; respecto de la melodía a cuyo tenor había
de cantarse el salmo; y en fin, dan a veces los instrumentos músicos con que
el canto había de acompañarse, la tesitura de las voces y el cantor que había
de dirigirlo o personalmente cantarlo. Por desgracia se perdió entre los judíos
la tradición de casi todo cuanto concernía al canto litúrgico, y hoy muchas de
estas indicaciones son, para nosotros, o enteramente indescifrables o sólo muy
problemáticamente conjeturables. Las que se refieren al género de la composición
distinguen varias clases de Salmos; mas , por qué son llamados niizmor, unos,
otros higgayon, otros mictam, otros sir, otros masquil, no podemos hoy colegirlo.
Las que indican la melodía, suelen repetir la primera o primeras palabras
de un canto ya conocido, probablemente popular; así por ejemplo: Mut-labbcn,
Ajclct-Saar, etc. Indicadoras de los instrumentos hallamos neguinot, instru¬
mentos de cuerda; nejilot, instrumentos de aire, etc. Referentes a la tesitura,
hallamos seminit, a la octava; alamot, a voces blancas, voces de doncella, etc.
Finalmente se repite muchas veces «para el director del canto, para Jedutún »,
etc., que parecen indicar quién había de cantarlo, o quién había de dirigirlo.
Todas estas indicaciones, si nos fueran ciertamente conocidas, tendrían para
nosotros un valor artístico muy estimable, pero no el valor histórico que tienen
las que se refieren al autor del Salmo o a las circunstancias históricas en que
fui compuesto.
Además del autor, indican varias inscripciones las circunstancias histó¬
ricas en que el Salmo fué compuesto. Así, por ejemplo, el 7 lleva la inscripción:
«Sigayon de David, que cantó a Y ave con ocasión de lo de Cus, benjaminita.»
El 18: «Al maestro del coro, salmo de David, siervo de Yave, que dijo las pa¬
labras de este canto, cuando le libró Y ave de todos sus enemigos y de la mano
de Saúln, etc.
La autoridad de estas inscripciones históricas es, como hemos dicho, muy j
grande, por su gran antigüedad; no es, sin embargo, del todo decisiva. Como 1
norma en cuanto a esto, debemos seguir las respuestas dadas por la Comisión
Bíblica Pontificia en 1 de mayo de 1910 a las siguientes preguntas:
1. Las denominaciones «Salmos de David*, «Himnos de David*, *Libro
de los Salmos de David*, «Salterio de David», usadas en las antiguas colee
dones y aun por los mismos Concilios, para designar el libro de ciento cincuenta 1
SALMOS
855
salmos del Antiguo Testamento, y la opinión de muchos Padres y Doctores,
que atribuyeron a David todos los Salmos sin excepción, ¿tienen tanto peso que
hayamos de tener a David por el autor único de todo el Salterio?
U. —- Negativa.
II. De la concordia del texto hebreo y el texto griego de la Alejandrina
y las otras versiones antiguas, ¿puede justamente deducirse que las inscrip
'ñones de los Salmos puestas en cabeza del texto hebreo son más antiguas que
la versión de los LXX t y que por tanto proceden, si no directamente de los
autores mismos de los Salmos, por lo menos, de una antigua tradición judía?
R.—A firmativa.
III. Las indicadas inscripciones, testigos de la tradición judía , cuando
ninguna razón grave se opone a su autenticidad, ¿pueden prudentemente ser
puestas en duda?
R. — Negativa.
IV. En atención a los múltiples testimonios de la Sagrada Escritura
acerca del natural ingenio de David, ilustrado por el carisma del Espíritu Santo
en la, composición de los poemas religiosos, las instituciones por él f undadas
relativas al canto litúrgico de los Salmos, dadas las atribuciones que de Salmos
se le hacen t sea en el Antiguo Testamento, sea en el Nuevo y de tanto tiempo
ha puestas a la cabeza de los Salmos, añadido el consentimiento de los judios }
de los Padres y Doctores de la Iglesia, ¿puede prudentemente negarse que el
autor principal de los poemas del Salterio es David?; o, por lo contrario, ¿es
permisible afirmar que sólo algunos de estos poemas deben atribuirse al real
salmista?
. R.—Negativa a ambas partes.
V. ¿Puede en particular negarse el origen davidico de los Salmos y que
en las citas del Antiguo o del Nuevo Testamento claramente se atribuyen a
David , entre los cuales se deben principalmente señalar el 2 f «Quare fremue-
runt gemes>; el 15, «Conserva me Domine»; el 17 f «Diligan te, Domine, forti-
tudo mea»; el 31, «Beati quorum remissae sunt iniquitates »; el 68, «Salvum
me facy Deus», y el 109 y «Dixit Dominus Domino meo»?
R •— Negativa.
VI. ¿Puede admitirse la opinión de los que piensan que entre los Salmos
hay algunosy bien de David } bien de otros autores, que por razones litúrgicas
y musicales, por la negligencia de los escribas o por otras causas desconocidas,
han sido, o divididos en varios o reunidos en uno solo; o que algunos otros, por
ejemplo, el «Miserere mei, Deus », para adaptarlos mejor a las circunstancias
históricas o a las solemnidades del pueblo judio, han sido ligeramente reto¬
cados, o modificados por la susto'acción o la adición de algún que otro versículo,
sm perjuicio, sin embargo, de la inspiración del texto sagrado todo entero?
R.—Afirmativa a ambas partes.
Vil. ¿Puede sostenerse corno probable la opinión de aquellos escritores
modernos que, apoyándose únicamente en indicios internos o en una inter¬
pretación inexacta del texto sagrado , se esfuerzan en demostrar que muchos
Salmos han sido compuestos en la época de Esdras y Nehemías, y aun en el
tiempo de los Macabros?
R. — Negativa.
VIII. ¿Hay que reconocer, por los múltiples testimonios de los Libros
Santos del Nuevo Testamento, por el unánime consentimiento de los Padres
y par la misma confesión de los escritores de raza judía, que hay muchos Salmos
proféticos y mesiánicos que predicen el advenimiento, el reino, el sacerdocio,
la pasión, la muerte y la resurrección del futuro libertador? Y, por consiguiente,
¿ha de rechazarse en absoluto la opinión de aquellos que, desnaturalizando el
carácter profético y mes iónico de los Salmos, restringen estos oráculos acerca
SALMOS
85b
del Cristo a predicciones meramente concernientes al porvenir del pueblo
elegido?
R.—Afirmativa a ambas partes.
No sabemos qué criterio siguieron los colectores al hacer las colecciones;
quizá fueron reuniéndolos según los fueren escribiendo o hallando, pues ni
se sigue un orden lógico ni el cronológico; ledo lo más hallamos un par
de grupos que parecen haberse hecho según el uso litúrgico de ciertos Salmos.
Ya San Agustín y otros Padres se lamentaban de este desorden. Sería, sin em¬
bargo, muy aventurado querer introducir en ellos un orden cualquiera, a no
ser que se dejara intacta la numeración, pues de lo contrario sería un enorme
embrollo verificar tantas citas como de ellos se han hecho a través de tantos
siglos y en tantas y tantas obras. La numeración no es la misma en todos los
Códices hebreos, y mucho menos en las diversas versiones.
La Vulgata sigue en esto a los LXX. El 9 de la Vulgata son el 9 y 10 en
hebreo, y por eso a partir de 10 la numeración de la Vulgata y el hebreo se
separan, siendo siempre en una unidad inferior la numeración de la Vulgata
a la del hebreo. Vulg. 10-112, Hbr. 11-113. El 113 de la Vulgata es en he¬
breo el 114 y 115, mientras que el 114 y el 115 de la Vulgata son el 116 en
el hebreo, continuando, por tanto, la numeración de aquélla en una unidad in¬
ferior a la de éste, desde el 114-115 Vulg. 116 Hcbr. hasta el 145 Vulg. 146 Hebr.
El 146 y 147 de la Vulgata son el 147 del hebreo; por tanto, se iguala ya la
numeracicn c?i ¿a una y el otro hasta el fin del Salterio.
Cada uno de los libros lleva al fin una doxologia, que viene a equivaler a
una suscripción, y el conjunto del Salterio termina con el Sal. 150, que, más
que Salmo, es propiamente la doxologia final de todo el Salterio.
Es tan vario el argumento de los Salmos y tan complejo el de muchos de
ellos, que viene a ser muy difícil agruparlos en clases. Sin embargo, ya los
Padres los dividieron en dogmáticos, morales, históricos y proféticos; pero son
muchos, indudablemente, los que a la vez habrían de incluirse en varias o en
todas estas categorías. Hay dos grupos de Salmos, los de Aleluya y los Gra¬
duales, que originó el uso litúrgico. Los primeros, 113-119, se cantaban en
los novilunios, en la fiesta de la Pascua y en las de Pentecostés, de los Taber¬
náculos y la Dedicación. En la fiesta de la Pascua se cantaban primero en
el templo, al inmolar el cordero, y se repelían luego a la larde en las casas,
después de comida la Pascua. Los Graduales, 120-134, los cantaban por el
camino los que de toda la tierra subían a Jerusalén a celebrar las tres grandes
festividades de la Pascua, Pentecostés y los Tabernáculos. (Is. 30, 29; Gal. 1,
17-18). Son los dos grupos que netamente se distinguen en la colección general.
No forman grupo aparte, sino que se hallan diseminados en las varias colec¬
ciones, otros Salmos que se distinguen también netamente de los otros, unos
por el argumento, los Salmos mcsiánicos y los imprecatorios, otros por el arti¬
ficio poético, los alfabéticos. Los Salmos mcsiánicos son salmos proféticos,
en los que se anuncia «/a venida, el reino, el sacerdocio, la pasión, la muerte
y la resurrección del Mesías ». Pueden también considerarse mcsiánicos aque¬
llos que se refieren al reino de Dios, ya que es el Mesías el que ha de inaugurar
este reino. El mesianismo de un Salmo puede constarnos, o con toda certeza,
o con una mayor o menor probabilidad. Son ciertamente mcsiánicos aquellos
que del Mesías o de su reino fueron interpretados por Cristo Nuestro Señor
o los Apóstoles en el Nuevo Testamento. Igualmente aquellos que unánime¬
mente interpretaron los Padres como mcsiánicos. Son, por lo contrario, sólo
7nás o 7ncnos probablancnte 77icsiánicos aquellos que por la materia, el cotitexío
o la analogía con otros ciertamc7itc ynesiánicos, puedc7i cottio tales interpretarse.
En esto, sin C7nbargo, deberá proceder el intérprete con gran meticulosidad
y soberidad.
SALMOS
857
Un Salmo podrá ser mesiánico, o en su sentido literal histórico, o en su
sentido literal evangélico, o en sentido típico, ya que éstos son en general los
sentidos de toda divina escritura. Véase acerca de esto lo dicho en la Introducción
general acerca de los sentidos de la Sagrada Escritura.
No pocas veces sucede que, al cantar el salmista la bienaventuranza del justo,
o al lamentarse de sus aflicciones y angustias, eleva su mente la divina ins¬
piración, y más que dirigirse a un justo particular o al justo en general, se
dirige al Justo por excelencia, el Mesías. Igualmente, al lamentarse de las per¬
secuciones, ultrajes, afrentas } etc., con que se ve afligido, más que a sí mismo,
por efecto también de la inspiración divina, se refiere al Mesías paciente y
atribulado.
Es frecuente en la poesía, sobre todo en la lírica, que el poeta se revista,
o revista a la persona a quien canta, de una vaga personalidad, que trasciende
la realidad de la misma, y acumule sobre ella, no sólo notas reales de otras,
sino también notas ideales a que su mente se eleva. Así , por ejemplo, nuestro
Gabriel y Galán, al cantar al «ima», ve en ella, no sólo las cualidades de la
esposa muerta, de quien generalmente se cree, quizá sin razón, que es la per¬
sona cantada en el poema, sino las de otras amas a quienes conoció, y quizá
las de una ama ideal, que sólo en su mente tuvo vida. Esto mismo sucede en la
lírica sagrada; y por eso sería desacertado querer interpretar muchos Salmos
que llevan una inscripción histórica, encerrándose dentro de las circunstancias
históricas a que se refiere la inscripción. El poeta, aunque compusiera sus
Salmos en las circunstancias históricas que la inscripción menciona, rompe
generalmente ese marco, y elevándose muy por encima de él, expresa pensa¬
mientos y sentimientos que no caben dentro del mismo.
A esto parece aludir San Juan de la Cruz, cuando, en el prólogo de su « Cán¬
tico Espiritual », nos dice que estas canciones fueron compuestas: «En amor de
abundante inteligencia mística », y que «los dichos de amor es mejor declararlos
en su anchura, para que cada uno se aproveche según su modo y el caudal de
su espíritu, que no abreviarlos a un sentido, a que no se acomode todo paladar ».
Si además tenemos en cuenta, como hemos indicado, la ilustración divina de
la mente del salmista y el ambiente mesiánico de que está rodeado, se verá la
justeza de estas observaciones acerca del mesianismo de muchos Salmos.
Hay algunos Salmos, pocos, más bien, por lo general, partes de Salmo, que
contienen tremendas imprecaciones. Modelo de esto es el Salmo 109. Si hacemos
aquí especial mención de ellos, es por la especial dificultad que presentan, fun¬
dada en lo tremendo de las imprecaciones, que chocan fuertemente con nuestra
mentalidad cristiana. Ha de tenerse en cuenta que muchas veces no se sabe a
ciencia cierta si damos con verdaderas imprecaciones o con predicciones de
los males que Dios arrojará sobre los impíos; pero aun siendo así, parece que no
puede negarse que muchas veces son verdaderas y tremendas imprecaciones
las que el salmista lanza contra los enemigos, los impíos. La dificultad se
resuelve teniendo en cuenta que los orientales son mucho más realistas que nos¬
otros, y este realismo se refleja en sus literaturas. No distinguen fácilmente
entre el mal y el malhechor, entre el pecado y el pecador; y al maldecir y exe¬
crar el pecado, maldicen y execran al pecador y arrojan sobre él las maldicio¬
nes e imprecaciones que arrojan sobre el pecado. Hemos también ie conside¬
rar que los salmistas, sea que hablen en nombre de todo el pueblo de Dios, o en
nombre de los justoe, o de si mismos, se esnsideran como los representantes de
la causa de Dios y así, al pedir el castigo para sus enemigos, lo piden para los
enemigos de Dios mismo, a fin de reprimir la soberbia de los impíos y levantar
el ánimo de los fieles , que padecen tentación al ver la prepotencia de los malva¬
dos. De esto tenemos un vivo ejemplo con las imprecacionee de Jeremías (11,
18-12, 4). Y siempre , en último término, se ha de atender a que el marco del
SALMOS
KñX
Antiguo Testamento dista mucho del del Nuevo Testamento en la perfección
del amor a los enemigos. En esto, como en tantas otras cosas, pretender medir
el Antiguo Testamento con el rasero del Nuevo nos llevarla a no pocos absurdos.
Los llamados Salmos alfabéticos son aquellos en que cada estrofa, cada
verso o cada miembro de verso comienza en hebreo con una de las letras del
alfabeto hebreo, según su orden. Es, por tanto, la forma literaria la que los
distingue. Asi, comienzan por una misma letra todos y cada uno de los versos
de cada estrofa o grupo de ocho versos en el 119; todos y cada uno de los versos
en el 25, 34 y 145; cada uno de los grupos de dos versos en el 9 y 10 y 37; cada
verso en el 111, 112.
Ciñéndonos más al argumento de cada Salmo, podríamos dividirlos en ocho
clases: 1. a Unos cantan la gloria de Dios, reflejada en la creación y goberna¬
ción del Universo. 2. a Otros la especial providencia de Dios, reflejada en la
historia del pueblo de Israel. 3. a Otros, la gloria de Dios en su tabernáculo
de Jerusalén. 4. a Otros, la lucha entre el bien y el mal, y la justicia de Dios
que da a cada uno según su merecido. 5. a Otros, exaltan la confianza del justo
en la divina protección. 6. a Otros son acciones de gracias por los beneficios
recibidos. 7. a Otros, confesión de los pecados y humilde arrepentimiento.
SA Otros, en fin, cantal i alguno de los divinos atributos, la gloria, el poder,
la justicia, la sabiduría, etc., de Dios, manifestada en su ley.
En la contemplación de la naturaleza no proceden los salmistas a modo
de filósofos, que del efecto se elevan a la contemplación de la causa, ni a modo
de naturalistas, que quieren conocer la intima naturaleza de las cosas creadas,
sino a modo de profetas, que por divina ilustración, ya inmediata, ya mediata,
saben muy bien que es Dios el autor de todas ellas, y las miran como el
común de los ho?nbres, según aparecen a los sentidos. Por lo primero ven refle¬
jados en las cosas los divinos atributos, el poder, la gloria, la majestad, la sabi¬
duría, la bondad de Dios, etc. Por lo segundo, tienen de los fenómenos natu¬
rales la concepción común a los hombres de su tiempo; no se detienen, sin
embargo, en una concepción vulgar, sino que la llenan de sublime poesía
metáforas de incomparable belleza. Los ciclos son la morada de Dios; la
tierra, el escabel de sus pies; su carro son las nubes; stis caballos, los vientos;
el trueno, es su voz; los rayos, sus saetas, etc., etc.
La forma de los Salmos es esencialmente poética. Son verdaderos poemas
que tienden a elevar el corazón a Dios, fuente inagotable de toda belleza. De estos
bellísimos poemas, algunos son didácticos, otros son épicos, o por lo menos tie¬
nen algo de tales; pero la inmensa mayoría son líricos: odas, elegías, cantos, etc.,
en que los salmistas revisten sus pensamientos de las más bellas imágenes y
metáforas, y prorrumpen en gritos, de dolor a veces, de indignación otras, de
execración otras, las más de júbilo, de exaltación, de triunfo, que con frecuen¬
cia nos hacen sentir el escalofrío de lo sublime. La elocución no es tampoco la
de la prosa. Ya los acentuadores se sirvieron para acentuar este libro, el de
Job y los Proverbios, de un sistema especial, que se llama acentuación poética,
con el cual pretendieron fijar la cantilena solemne con que en las reuniones
litúrgicas se cantaban estos libros. Por desgracia se ha dejado perder la tra¬
dición acerca del valor musical de estos acentos, que tatito hubiera podido ser¬
virnos para conocer la linca melódica de la poesía hebrea, y sólo se ha conser¬
vado la tradición del valor prosódico y sintáctico de estos acetUos. La más simple
unidad poética es en la poesía hebrea el verso, que consta por lo general de
dos o tres miembros o esticos, y los versos se van muchas veces sucediendo uni¬
dos, hasta formar una estrofa, y las estrofas se suceden unas a otras, hasta
constituir el poema. Los versos presentan un ritmo tónico, eti algo semejante al
de nuestros versos castellanos, en virtud del cual se van agrupando las pala
hras en varias combinaciones de silabas tónicas y átonas, aunque no sujetas
SALMOS
859
a un número determinado en cada verso, como en nuestra poética. Esto hace
(pie el número de silabas no sea siempre igual en todos los versos; sin embargo,
suelen ofrecer los versos en un poema determinado el mismo número de acentos
y una extensión poco más o menos igual, aunque no pocas veces el defectuoso
estado del texto u otras causas desconocidas hagan fallar esta regla. Cuanto
de más quisiéramos decir acerca de la estructura poética de los poemas hebreos,
seria, hoy por hoy, bastante aventurado.
Claro está que toda esta estructura rítmica desaparece al traducirse los
poemas hebreos a otra lengua, y que, por tanto, sólo en hebreo puede gustarse
el placer estético de esta poesía, como sucede con la poesía de cualquier lengua.
Sin embargo, tiene la poesía hebrea un artificio poético, que aun traducida
conserva, y puede en otra lengua cualquiera gustarse como en la lengua original.
Es el ritmo, no de las sílabas, sino del pensamiento, un ritmo lógico, común¬
mente llamado paralelismo de las sentencias. Viene a ser un fluctuar, un ba¬
lancearse del alma entre pensamientos paralelos, bien con un paralelismo de
semejanza, paralelismo sinónimo, bien con un paralelismo de composición,
paralelismo sintético, bien con un paralelismo de contraposición, de contraste,
paralelismo antitético. Los dos primeros dan a la poesía hebrea un claroscuro
tan suave en el desarrollo del pensamiento, que es un verdadero encanto; el
tercero, poniendo junto a las luces fuertes sombras, le da por el contraste un
acentuado relieve.
De entre los libros de la Sagrada Escritura es el de los Salmos uno de los
más leídos y estimados. Los judíos los sabían de memoria y los cantaban con
frecuencia. En la primitiva Iglesia cristiana sucedía otro tanto. San Cipriano,
San Basilio, San Jerónimo, etc., nos ofrecen testimonios de la universal difu¬
sión de los Salmos entre los fieles de su tiempo, que llegaba hasta el punto de
cantarse los Salmos por los ocupados en las faenas agrícolas; no digamos los
monjes, una de cuyas principales obligaciones era aprenderlos todos de me¬
moria . Quizá la principal razón por que no fué recibida en la Vulgata la
versión de los Salmos hecha por San Jerónimo del texto hebreo, fué la gran
difusión de la versión antigua entre el pueblo fiel, que se habría visto per¬
turbado por una tal traducción.
Si, en general, los libros poéticos hebreos son como la flor de toda la divina
revelación del Antiguo Testamento, mucho más lo son los Salmos. Debería ser
este libro el devocionario de los devocionarios, pues por el hecho mismo de ser
inspirado por Dios, podemos decir que son el devocionario que nos ha dado el
mismo Dios. Tienen los Salmos una fuerza singular para excitar en nosotros
los más elevados pensamientos, los más piadosos sentimientos. Son como fra¬
gante jardín, en que no falta ninguna de las flores de las virtudes, y abundan
los más exquisitos frutos de virtud, piedad y devoción.
Entre las versiones de los Salmos, lo mismo que de todas las Escrituras
del Antiguo Testamento, la más antigua es la Alejandrina o de los LXX.
Es, por lo general , demasiado servil. De ella procede la antigua latina o ítala,
que participa, por tanto x de su principal defecto. De ésta hizo San Jerónimo
una primera revisión o corrección, ajustándola al texto griego de los LXX,
y es tradicionalmente conocida con el nombre de Psálterium Romanum.
Después hizo una nueva revisión, según el texto hexaplar de Orígenes, gene¬
ralmente conocida con el nombre de Psálterium Gallicanum, que, fuera de una
pequeña parte, es la que figura actualmente en las ediciones de la Vulgata y
en los Breviarios. Finalmente, hizo el Satito Doctor una versión directa del texto
hebreo al latín, que, a pesar de algunos lunares, es mucho mejor que ninguna
de las anteriores y sobremanera estimable.
860
SALMOS
LOS SALMOS
LIBRO PIUAIERO
1
Las dos sendas: La del justo y la del
impío.
1 Bienaventurado el varón (1) |
que no anda en consejo de impíos, j
ni camina por las sendas de los peca¬
dores (2) | ni se sienta en com¬
pañía de malvados.
2 Antes tiene en la ley de Yavc su
complacencia, | y a ella día y noche
atiende.
3 Será como árbol que se planta
a la vera del arroyo, | que a su tiempo
da sus frutos, | cuyas hojas no se
marchitan. | Cuanto emprenda tendrá
buen suceso.
4 No así los impíos, | sino como
paja que arrebata el viento.
® No prevalecerán (3) los impíos
en el juicio, | ni los pecadores en la
congregación de los justos.
6 Porque conoce Ya ve el camino
de los justos ( 4 ), | pero la senda
de los pecadores acaba mal.
o
Rebelión de las gentes contra Yave y
contra su ungido, y exaltación de este.
1 ¿Por qué se amotinan las gen¬
tes, | y trazan las naciones planes
vanos?
(1) Este salmo no lleva inscripción que indi¬
que el autor. Es el primero de ios «huérfanos*.
Nos representa la lucha de los justos y de los
impíos en el mundo y a Yave que la contem¬
pla como juez desde los cielos para dar a cada
uno su merecido.
(2) La palabra /et significa hombre desequi¬
librado, más con desequilibrio moral que inte¬
lectual Es lo opuesto a jicam. satio, y se usa
muchas veces como sinónimo de resa. implo.
(3) Prevalecer en el juicio es ganar el pleito,
a causa; no prevalecer es ser condenado.
(4) Conocer el Señor el camino de los justos
2 Se reúnen los reyes de la tierra | y
a una se confabulan los príncipes, *|
contra Yave y contra su ungi-
do (1).
3 «Rompamos sus coyundas, | lejos
de nosotros arrojemos sus atadu¬
ras. »
4 El que mora en los ciclos se ríe, |
Yave se burla de ellos.
6 A su tiempo les hablará en su
ira | y los consternará en su fu¬
ror.
6 Y yo, yo por él he sido consti¬
tuido rey | sobre Sión, su monte
santo.
7 Voy a promulgar su decreto: |
Yave me ha dicho:
8 «Tú eres mi hijo, hoy te he en¬
gendrado yo. | Pídeme y haré de
las gentes tu heredad, | te daré en
posesión los confines de la tierra.
9 Podrás regirlos con cetro de
hierro, | romperlos como vasija de
alfarero.»
10 Ahora, pues, ¡oh reyes!, obrad
prudentemente. | Dejaos" persuadir,
rectores todos de la tierra.
11 Servad a Yave con temor | ser¬
vidle con temblor.
12 No se aíre y caigáis en la rui¬
na, | pues se inflama de pronto sil ira. |
¡Venturosos los que a él se aco¬
gen! (2).
es mirarlos con solícita benevolencia y guiarlos
por buen camino.
(1) Este salmo es el primero de los mesiáni-
cos. Nos representa el sal mita, que según Mateo
(4-25) es David, a las naciones conjura Jas contra
el Señor y su Cristo. El ungido de Yave es en¬
tronizado en Sión como Rey universal, y amo¬
nestados los pueblos a que prudentemente se le
sometan. La entronización de que aquí se habla
se realizó en la resurrección de Cristo, según la
exégesis de San Pablo (H:ch. 13, 33 )
(2) Es dificilísima y nuy aventurada la in¬
te pretación de las palabras nate:u-bar, que un
co nentudor llama crux interpretum. De todas las
interpretaciones hasta hoy propuestas y segui¬
das, ninguna satisface plenamente. Damos la que
más probable nos parece.
SALMOS
861
3 y 4
Oración de un justo perseguido.
1 Salmo de David, al huir de Ab¬
salón, su hijo (1).
2 ¡Oh Yavel ¡Cómo se han multi¬
plicado mis enemigos! | ¡Cuántos son
los que se alzan contra mí!
3 Cuántos los que de mi vida
dicen: | «No tiene ya en Dios sal¬
vación» (Sela) (2).
4 Pero tú, ¡oh Yave!, eres escudo
en torno mío (3), | mi gloria,
el que me hace erguir la cabeza.
6 Clamaba con mi voz a Yave, | y
él me oyó desde su monte santo.
(Sela.)
6 A veces me acostaba y me
dormía, | y despertaba incólume por¬
que Yave me defendía.
7 No temo a los muchos millares
del pueblo | que en derredor se vuelven
contra mí.
8 ¡Alzate, Yave! ¡Sálvame, Dios
mío! | Tú hieres en la mejilla a todos
mis enemigos, | tú le rompes los
dientes al impío.
9 Tuya es, ¡oh Yave!, la victo¬
ria. | Venga sobre tu pueblo tu ben¬
dición.
4 1 2 3 Al maestro del coro. A la
flauta. Salmo de David.
2 ¡Oyeme, pues te invoco, Dios de
mi justicial | Tú en la angustia me
salvas. | Ten piedad de mí y oye
mi súplica.
3 ¿Hasta cuándo los grandes ha¬
béis de ser insensatos? | ¿Por que
amáis la vanidad y seguís la mentira?
(Sela.)
4 Pues sabed que Dios distingue
al que le es grato, | que me oye Yave
cuando le invoco.
(1) Aunque distintos en el texto, los salmos 3
y 4 son uno solo. Muchas razones persuaden de
esto. Por lo contrario, no se ñas alcanza la razón
de que el salmo haya sido dividido en dos.
(2) La significación de la palabra Sela no la
conocemos con certeza. Lo más probable parece
que es un término que indicaba algo pertene¬
ciente a la música litúrgica, o respecto de la al¬
ternancia de los coros o de interludios de los
instrumentos, o de mayor fuerza que ai canto
hatía de darse. Quizá con ella se distinguen las
estrofas; pero en este caso habría que reconocer
que muchas veces no está puesta en el lugar
dtlic o.
(3) Algunos de los antiguos escudos estaban
hechos de tal modo que rodeaban ei cuerpo.
6 Temblad, y no pequéis. | Medi¬
tad esto en vuestras alcobas y pen¬
sad. (Sela.)
6 Sacrificad sacrificios de justicia | y
esperad en Yave.
7 Son muchos los que dicen: «¿Quién
va a favorecerle?» | Alza, ¡oh Yave!,
sobre nosotros tu serena faz.
8 Tú pones en mi corazón una ale¬
gría mayor que la del tiempo | de
copiosa cosecha de trigo, vino y
aceite.
9 En paz me duermo, luego en
cuanto me acuesto, | porque tú,
¡ 0 I 1 Yave!, a mi, desolado, me das
seguridad.
5
Deprecación de un justo.
1 Al maestro del coro. A la flauta.
Salmo de David.
2 Escucha mis palabras, ¡oh Yave!, |
oye mis gemidos.
3 Atiende a las voces de mi sú¬
plica, | Rqy mío y Dios mío, cuando
te suplico.
4 Ya de mañana te hago oír mi
voz, | temprano me pongo ante ti,
esperándote,
5 Pues no eres Dios tú que se
agrade del impío, | no goza de tu
amistad el perverso.
6 No puede el insolente estar ante
tus ojos, | odias a todos los obra¬
dores de la maldad.
7 Das a la perdición al menti¬
roso. | Al sanguinario, al fraudulento,
los abomina Yave.
8 Mas yo, fiado en la muchedumbre
de tu piedad, | entro confiado en tu
morada | y me prosterno ante tu
santo templo.
9 Condúceme, ioh Yave!, por el
buen camino de tu temor, | y en tu
justicia, a causa de mis enemigos,
10 Y allana ante mí tus caminos. |
No hay en la boca de ésos since¬
ridad, | henchido está su pecho de
malicia, | un abierto sepulcro es su
garganta, | bruñen con el dolo sus
lenguas.
11 ¡Castígalos, oh Dios, malogra sus
consejosl | Por sus muchos crímenes,
recházalos, | ya que se rebelan
contra ti.
12 Alégrense cuantos a ti se aco¬
gen, | alégrense por siempre. | Que
gocen de tu protección | y puedan
SALMOS
862
en ti regocijarse cuantos te aman.
13 Pues al justo, ¡oh Yavel, tú
le bendices | y le rodeas de tu bene¬
volencia | como de escudo protector.
(i
Deprecación de un justo enfermo.
1 Al maestro del coro. A la cuerda.
Sobre la octava. Salmo de David.
2 ;Oh Yavel No me castigues en
tu ira ( 1 ), no me aflijas en tu
indignación.
3 Ten misericordia de mí, joh Yavel,
pues que soy débil. | Sáname, Yave.
Tiemblan todos mis huesos,
4 Está mi alma toda conturbada. |
Y tú, ¡oh Yavel, ¿hasta cuándo?
6 Vuélvete, ioh Yavel, y libra
ini alma, | sálvame por tu piedad.
6 Pues en la muerte no se hace
ya memoria de ti, | en el sepulcro,
¿quién te alabará?
7 Consumido estoy a fuerza de
gemir, | todas las noches inundo mi
lecho | y con mis lágrimas humedezco
mi estrado.
8 Ya están casi ciegos mis ojos
por la tristeza, | envejecieron en
medio de tantos como me son hos¬
tiles.
9 Apartaos de mí todos los obra¬
dores de maldad, | pues lia oído
Yave la voz de mis llantos.
10 Ha escuchado Yave mis ora¬
ciones, | ha acogido mi deprecación.
11 Confundidos sean y vehemen¬
temente perturbados | todos mis ene¬
migos. | Apártense, sean luego, luego,
confundidos.
7
Deprecación del justo calumniado.
1 Endecha de David, que cantó a
Yave cuando lo de Cus, benjaminita.
2 Yave, mi Dios, a ti me acojo, | sál¬
vame de cuantos me persiguen,
líbrame,
3 No sea que como león me arre-
<i) El argumento de este salmo lo hemos de
ver repetido en otros muchos. Los salmistas, al¬
mas justas, acaso profetas, como Jeremías, y, por
tanto, representantes de la causa de Dios en la
tierra, se ven hechos el blanco de las iras y per¬
secuciones del mundo, es decir, de los que no
sienten la causa de Dios, por dejarse llevar de los
vicios y de la idolatría. En esta situación, piden
a Dios que defienda en ellos su propia causa. '
bate alguno el alma | y me desgarre,
sin que haya quien me libre.
4 Yave, mi Dios: si hice yo eso, | si
hay crimen en mis manos,
6 Si pagué con mal a quien estaba
en paz conmigo, | si aun al enemigo
le despojé sin razón;
6 Persiga el enemigo mi alma, | al¬
cáncela y échela por tierra | y
arrastre ini gloria por el polvo.
7 Alzate, ¡oh Yave!, en tu ira, | yér¬
guete contra la rabia de mis enemi¬
gos,! y hazme la justicia que tú man¬
daste.
8 Rodéate del consejo de las nacio¬
nes | y siéntate en alto sobre él.
9 Es Yave quien juzga a los pue¬
blos. | Defiende mi causa, ¡oh Yavel
según la justicia y la inocencia que
hay en mí.
10 Acabe de una vez la malicia
de los impíos, | y confirma al justo.
11 Dios, justo, escudriña el cora¬
zón y los riñones. | Mi escudo es
Dios, que salva a los rectos de corazón.
12 Todos los días los amenaza el
Todopoderoso con su ira; | si no se
convierten, afila su espada,
13 Tiende su arco v apunta;
14 Apareja las saetas mortíferas, |
saetas que él enciende.
16 El que concibió maldad, se
preñó de iniquidad | y pare el fraude.
16 El que cava y ahonda la cis¬
terna, | caerá en la hoya que él
mismo hizo.
17 Recaerá sobre su cabeza su
maldad, | y su crimen sobre su misma
frente.
18 Yo alabaré a Yave, por su justi¬
cia, | y cantaré el nombre del Señor
Altísimo.
II
Bondad de Dios al someter al hombre
toda la creación.
1 Al maestro del coro. En la Gotea.
Salmo de David.
2 ¡Oh Yave, Señor nuestro, cuán
magnífico es tu nombre | en toda la
tierra! | jCómo cantan los altos cielos
su majestad!
3 Las bocas mismas de los niños, |
Tales salmos adquieren un sentido mesíánico,
considerando al futuro Mesías como principal
representante de esa causa de Dios, por la cual
sufrió persecución y hasta la muerte misma.
Vienen a ser estos salmos como preludios de los
vaticinios de Isaías sobre el siervo de Yave,
que muere por la salud del mundo.
SALMOS
863
de los que maman, | son ya fuerte
argumento contra tus adversarios |
para reducir al silencio al enemigo
y al perseguidor.
4 Cuando contemplo los cielos,
obra de tus manos ( 1 ), | la luna
y las estrellas, que tú has establecido:
6 ¿Qué es el hombre, para que de
él te acuerdes, | ni el hijo del hombre
para que tú le visites
6 Y le hayas hecho poco menos que
un dios?
Le has coronado de gloria y de
honor,
7 Le diste el señorío sobre las
obras de tus manos, | todo lo has
puesto debajo de sus pies.
8 Las ovejas, los bueyes, todo
juntamente, | y todas las bestias
del campo,
9 Las aves del cielo, los peces del
mar, | todo cuanto corre por los
senderos del mar.
10 jOh Yave, Señor nuestro, | cuán
magnífico es tu nombre en toda la
tierral
9
Dios, juez supremo, que juzga y castiga
a las geutes y a los impíos de su pueblo,
1 Al maestro del coro. Al Alut-
labben. Salmo de David (2).
2 Alef: Quiero, ¡oh Yavel, darte
gracias con todo mi corazón, | cantar
tus maravillas,
3 Alegrarme y regocijarme en ti | y
cantar salmos a tu nombre, ¡oh Altí¬
simo!,
4 Bet. Por haber retrocedido ante
mí mis enemigos, | por haber caído
y perecido de ante tu faz;
6 Por haber tú defendido mi causa
y mi derecho, | sentándote en tu
trono, justo juez.
(i) Es este salmo un comentario poético del
relato de la creación del hombre. (Gén. r. 26.)
Elevando el salmista su pensamiento hasta el
hombre por excelencia, que es Jesucristo, y en
quien el salmo se realiza de un modo más alto
y perfecto, el salmo puede considerarse como
mesiánico.
|2) Los salmos 9 y 10 del original hebreo han
sido erradamente divididos en dos por copistas y
traductores. Que son realmente uno solo, lo
prueba la sucesión de los caracteres alfabéticos
hebreos, en su orden en ambos salmos, pues
éste es el primer salmo alfabético. De aquí arran¬
ca la divergencia en la numeración de los salmos
entre el texto hebreo, de una parte, y griego y el
latino de otra, como advertimos en la Introduc¬
ción al Salterio.
6 Guímel. Reprimiste a las gentes,
hiciste perecer al impío,
7 Borrando por siempre jamás su
nombre. | Aniquilaste al enemigo,
perpetuas ruinas, | y con ellos des¬
apareció el nombre de las ciudades
que con ellos destruiste.
8 He. Asiéntase Yave en su trono,
firme por toda la eternidad. | Esta¬
blemente fundó su trono para juzgar,
9 Para regir justamente el orbe
de la tierra, | para gobernar con
equidad.
10 Vau. Para que sea Yave el
asilo del oprimido, | asilo al tiempo
de la calamidad;
11 Para que confíen en él cuantos
conocen su nombre | pues no aban¬
donas, joh Yavel, a los que te buscan.
12 Zain. Cantad a Yave, que mora
en Sión. | Contad a los pueblos sus
grandes portentos,
13 Pues acordóse, vengador, de la
sangre de aquéllos derramada, | y no
se olvida de los clamores de los opri¬
midos.
14 Jet. Acordóse Yave de mí; | me
vió reducido por mis enemigos a la
angustia, #
15 Y me sacó de las puertas de la
muerte, | para poder cantar tus ala¬
banzas en las puertas de la hija
de Sión | y regocijarme por tu sal¬
vador auxilio.
16 Tet. Cayeron las gentes en la
hoya que ellos mismos excavaron. |
Enredáronse sus pies en la red que
oculta tendieron.
17 Mostróse Yave, dió su juicio, | y
quedó preso el impío en la obra misma
de sus manos. (Higgayón. Sela.)
18 Yod. Caerán los impíos en el
sepulcro, | las gentes que no se acuer¬
dan de Dios.
19 Alzate, íoh Yavel, no prevalezca
el hombre, [ sean juzgadas ante ti
todas las gentes,
20 Caf. Que no ha de ser dado el
pobre a perpetuo olvido, | no ha de
ser por siempre fallida la esperanza
del mísero,
21 ¡Oh Yave! Arroja sobre ellos el
terror, | sepan las gentes que son
hombres.
10 1 Lámed. ¿Por qué, \oh Yave!,
te mantienes tan alejado | y te escon¬
des al tiempo de la calamidad,
2 Y por la soberbia del impío son
consumidos los infelices | y cogidos
en los lazos que les tiende?
864
SALMOS
3 Mein. Oloríase el malvado en la
ambición de su alma, | y el avaro
se aparta de Yave con desprecio;
4 Y dice el soberbio en su fatuidad:
«¡No atiende! | No hay Dios.» Estos
son sus pensamientos.
5 Nun. Siempre son perversos sus
caminos, | son para el tus juicios muy
lejanos en la altura.
6 A cuantos se le oponen pretende
apartarlos con su soplo, | y se dice
en su corazón: «¡No hay quien me
mueva, | siempre seré feliz, jamás
infortunado!»
7 Pe. Su boca está llena de fraude
y de usura; | lleva bajo su lengua la
vejación y la opresión.
8 Siéntase al acecho en las al¬
deas, | en sus guaridas, para devorar
al inocente.
9 Ayin. Acechan al pobre sus ojos, |
le insidian en lo escondido, como
león en la enramada, | para cogerle,
para coger al miserable | y enredarle
en sus redes.
10 Sade. Le espía v se arroja sobre
él, | y caen los infelices en sus garras;
11 Y dice en su corazón: «¡No se
acuerda Dios, | lyi escondido su
rostro, no ve nodal»
12 Qof. ¡Alzate, álzate, Yave! | Alza,
¡oh Diosl, tu mano,
13 No te olvides de los desvalidos. |
¿Cómo puede el impío despreciar a
Dios, y decir en su corazón, que
no averiguas?
14 Resch. Tú lo has visto, porque
miras las penas y los trabajos, | para
retribuir con tu mano. | A ti se te
confía el miserable, | tú eres el auxi¬
lio del huérfano.
15 Sin. Quebranta el brazo del
implo, | castiga la impiedad del mal¬
vado, | que no pueda más ser hallada.
16 Es Yave rey por los siglos eter¬
nos, | las gentes fueron borradas
de su tierra.
17 Tau. Tú, ¡oh Yave!, oyes las
preces del humilde, | fortaleces su
corazón, le das oídos,
18 Y defiendes el derecho del huér¬
fano y del oprimido, | para que no
se atreva a ensoberbecerse el hombre
en la tierra.
II. (Vulg. 10.)
Absoluta confianza del justo en el Señor.
1 Al maestro del coro. De David. |
Yo confío en Yave. | ¿Cómo, ¡mes,
me decís: «Vuélate, pájaro, a tu
mentí ? •>
2 Tienden los impías su arco, |
ajustan a la cuerda sus saetas, | para
asaetear en lo oculto a los rectos de
corazón.
3 Si los fundamentos se destruyen, |
¿qué podrá hacer el justo?
4 Está Yave en su santo palacio. |
Tiene Yave en los ciclos su trono. | Ven
sus ojos, | y sus párpados escudriñan
a los hijos de los hombres
5 Y aprueban al justo, | pero abo¬
rrece su alma al impío | y al que
ama la violencia.
6 Lloverá sobre los impíos carbones
encendidos, | fuego y azufre, y hura¬
canado torbellino será la parte de su
cáliz.
7 Porque justo es Yave y ama lo
justo, | y los rectos verán su benigna
faz.
12 . (Vulg. 11.)
Deprecación contra los impíos,
1 Al maestro del coro. A la octava.
Salmo de David.
2 Salva tú, ¡oh Yavcl, porque ya
no hay piadosos, | ya no hay fieles
entre ios hijos de los hombres ( 1 ).
3 Engáñansc los unos a los otros, |
hablan con labios fraudulentos y con
doblado corazón.
4 Extermine Yave todo labio frau¬
dulento, | toda lengua jactanciosa,
5 De esos que dicen: «Con nuestra
lengua dominaremos, | nuestros labios
son nuestros: | ¿Quién es nuestro
dueño?»
6 Por la opresión de los pobres, | por
los gemidos de los menesterosos,
7 Ahora mismo me levantaré, dice
Yave, | y les daré la salud por que
suspiran.
7 Las palabras de Yave son pala¬
bras limpias, | son plata acrisolada en
el crisol, | siete veces purgada de
tierra.
8 Poséanse en torno los impíos, |
prevalecen insolentes sobre los hijos
de los hombres;
? Pero tú, ¡olí Yavel, los guarda¬
rás, | tú eternamente los preservarás
de esta generación.
(i) Anee 1 ) general prevaricación, el sal¬
mista, como Elias (1 Rcg. 19. 10), se cree solo
en el mundo y únuo representante de la causa
de Dios.
SALMOS
865
13. (Vulg. 12.)
El Justo, en peligro, Implora el auxilio
de Dios.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David.
2 ¿Hasta cuándo, por fin, te olvi¬
darás, Yave, de mí? | ¿Hasta cuándo
esconderás de mí tu rostro? (1).
3 ¿Hasta cuándo mandarás dolo¬
res sobre mi alma | y penas de con¬
tinuo sobre mi corazón? | ¿Hasta
cuándo mis enemigos triunfarán de
mí?
4 ¡Mírame ya, óyeme, Yave, Dios
míol | Alumbra mis ojos, que no me
duerma en la muerte.
6 Que no pueda decir mi enemigo:
«Le vencí.» | Que mis enemigos se
regocijarían si yo cayese,
6 Después de haber esperado en
tu piedad. | Que se alegre mi corazón
con tu socorro, | que pueda cantar
a Yave: «Bien me proveyó.»
14. (Vulg. 13.)
Seguridad del justo en el castigo de los
impíos.
1 Al maestro del coro. De David.
Dice en su corazón el necio: «No
hay Dios.» | Todos obran torpemente,
no hay quien haga el bien (2).
2 Mira Yave desde lo alto .de los
cielos a los hijos de los hombres, | para
ver si hay entre ellos algún cuerdo
que busque a Dios.
8 Todos van descarriados, todos a
una se han corrompido, | no hay
quien haga el bien, no hay uno solo.
4 ¿Se han vuelto del todo locos los
obradores de la iniquidad, | que devo¬
ran a mi pueblo como se come el
pan, | sin acordarse de Dios para
nada?
6 Ya temblarán con terror a su
tiempo, 1 porque está Dios con la
generación de los justos.
6 Queréis frustrar los consejos del
desvalido, | pero es Yave su seguro j
refugio.
7 Venga ya de Dios la salvación
(1) En la lucha que sostiene contra la im¬
piedad, se cree el salmista a punto de sucumbir
y ver sucumbir con él la causa de Dios, y clama
al Señor en demanda de socorro.
(2) Más que ateos teóricos, son los impíos
ateos prácticos, que viven como si Dios no
contemplara su vida malvada.
de Israel, | y mudando Yave la
suerte de su pueblo, | jubile Jacob
y alégrese Israel.
15. (Vulg. 14.)
Condiciones de pureza del que ha de
estar ante el Señor.
1 Salmo de David (1).
¡Oh Yavel ¿Quién es el que podrá
habitar en tu tabernáculo, | residir
en tu monte santo?
2 El que anda en integridad y obra
la justicia, | el que en su corazón
habla verdad;
3 El que con su lengua no detrae, | el
que no hace-mal a su prójimo, | ni
a su cercano infiere injuria;
4 El que a sus ojos se menosprecia
y s3 humilla, | y honra a los teme¬
rosos de Yave; | el que, aun jurando
en daño suyo, no se muda;
6 El que no da a usura sus dine¬
ros | y no adm-te cohecho para con¬
denar al inocente. | Al que tal hace,
nadie jamás le hará vacilar.
16. (Vulg. 15.)
El justo espera en el Señor, aun para
después de su muerte.
1 Mictam de David (2).
Guárdame, Yave, que a ti me
confío.
2 Yo digo a Yave: Mi señor eres
tú, | no hay bien para mí fuera de ti.
3 Los santos que en la tierra están,
son de mí muy honrados, | en ellos
tengo todas mis delicias.
4 Multiplican sus ídolos los que.
se van tras los dioses ajenos. | No
libaré yo sus sangrientas libaciones, |
no mancharé mis labios con sus
nombres.
5 Yave es la parte de mi heredad
y de mi cáliz, | él es quien me sos¬
tiene mi heredad.
6 Cayeron para mí las cuerdas
(1) Hermoso salmo, que nos declara cómo
la santidad de vida es la condición para poder
acercarse al Dios santo.
(2) El salmista, tomando la persona del Me¬
sías, ora al Señor y expresa su firme confianza
de que le librará del poder de la muerte y le
hará conocer los caminos de la vida eterna. Los
apóstoles lo citan como vaticinio de la resurrec¬
ción del Mesías (Mt. 2, 25 ss.; 13, 35.).
55
866
SALMOS
en lo más selecto, | y es excelente a
mis ojos mi heredad.
7 Bendigo a Yave, que es quien
me adoctrina. | Aun de noche me
incitan a ello mis entrañas.
8 Siempre tengo ante mi a Yave. |
Si él está a mi diestra, nunca res¬
balaré.
9 Por eso se alegra mi corazón y
jubila mi alma, | y aun mi carne se
siente segura.
10 Que no dejarás tú mi alma en
el sepulcro, | no dejarás que tu santo
experimente la corrupción.
11 Tú me enseñarás el camino de
la vida, | la hartura de tus bienes
junto a ti, | las eternas delicias de
junto a tu diestra.
17 . (Vulg. 16.)
Confianza del justo en el Juicio del Señor.
1 Oración. De David.
Oye, Yave, mi justa causa, | atiende
a mi súplica, | escucha mi oración,
no de labios dolosos ( 1 ).
2 Proceda de ante ti mi juicio, |
vean tus ojos lo justo. | Si escudri¬
ñas mi corazón, y de noche me visi¬
tas y examinas, | no hallarás que
yo haya pensado cosa que no pueda
proferirse.
4 En las obras humanas he guar¬
dado los caminos de la divina ley, |
conforme a las palabras de tus labios,
6 Y mis pies, sin titubear, se man¬
tuvieron firmes.
6 Te invoco, porque sé, joh DiosI,
que tú me oyes. | Inclina tus oídos
hacia mi y oye mis palabras.
7 Ostenta tu magnífica piedad, |
tú que salvas del enemigo a los que
a ti se acogen.
8 Guárdame como a la niña de
tus ojos, | escóndeme bajo la sombra
de tus alas,
0 Ante los malos que pretenden
oprimirme, | ante mis enemigos, que
furiosos me rodean.
10 Cierran su duro corazón, | y
hablan jactanciosamente con su boca.
11 Ya me cercan sus pasos | y clavan
en mí sus ojos para echarme por tierra.
12 Parecen Icones que se disponen
a devorar la presa, | cachorros de
león que acechan en la madriguera.
(i) El salir isla se nos presenta rodeado de
impíos, que pretenden acabar con él, y recurre
a Dios pidiendo auxilio.
13 Alzate, Yave, sal a su encuentro,
derríbalos; | con tu espada salva mi
alma del impío, J de esos que ya han
vivido demasiado,
14 Que tienen su vientre ahito de
tus bienes, | que de ellos hartan a sus
hijos, | y para sus siervos dejan
las sobras.
15 Vea yo en justicia tu faz | y
sácieme, vigilante, de tu gloria.
1 «. (Vulg. 17.)
[^5 Canto triunfal de David.
1 Para el maestro del coro. Del
siervo de Dios David, que dirigió
a Yave las palabras de este canto,
cuando le hubo librado Dios de las
manos de todos sus enemigos, y de
la mano de Saúl ( 1 ).
2 Dijo, pues:
lYo te amo a ti, Yave, fortaleza
mí al
3 Yave, mi roca, mi cindadela,
mi refugio, | mi Dios, mi roca, a
quien me acojo, | mi escudo, cuerno
de mi salud, mi asilo.
4 Alabándole, invoco a Yave | y
quedo a salvo de mis enemigos.
6 Ya con estrépito me rodeaban
las olas de la muerte, | ya me aterro¬
rizaban los terrores del Averno,
6 Ya me aprisionaban las ataduras
del sepulcro, | ya me habían cogido
los lazos de la muerte;
7 Y en mi angustia invocaba a
Yave | c imploraba el auxilio de
mi Dios. | El oyó mi voz desde sus
palacios, | mi clamor .a él llegó a
sus oídos.
8 Conmovióse V tembló la tierra, |
vacilaron los fundamentos de los
montes, | se estremecieron ante el
Señor airado.
0 Subía de sus narices el humo de
su ira, | y de su boca fuego abrasa¬
dor, | carbones por él encendidos.
10 Abajó los cielos, y descendió. |
Negra oscuridad tenía a sus pies.
11 Subió sobre los querubines y
voló, | voló sobre las alas de los
vientos.
(i) Este salmo se lee también en II. Sam. aa.
Como lo dice el título, fué compuesto por el
Real Profeta cuando ya se vió libre de todos sus
enemigos. Es digna de notarse en él la forma en
que Dios se aoarece. envuelto en una tempestad.
La descripción de la teof.mla es enteramente de
estilo apocalíptico, y de ella han tomado no po¬
cos elementos descriptivos los autores poset-
riores.
SALMOS
867
12 Puso en derredor suyo tinieblas
por velo, | se cubrió con ealígine
acuosa y densas nubes.
13 Ante su resplandor las nubes se
deshicieron | en granizo y centellas
de fuego.
14 Tronó Yave desde los cielos, | el
Altísimo hizo resonar su voz, | gra¬
nizo y centellas de fuego.
16 Lanzó sus saetas y los desba¬
rató, | fulminó sus muehos rayos y
los eonsternó.
16 Y aparecieron arroyos de aguas, |
y quedaron al descubierto los fun¬
damentos del orbe, | ante la ira incre-
padora de Yave, | al resplandor del
huracán de su furor.
17 Y extendió desde lo alto su
mano, y me cogió, | me sacó de la
muchedumbre de las aguas.
18 Me arraneó de mi feroz ene¬
migo, | de los que me aborrecían
y eran más fuertes que yo.
19 Querían asaltarme en día para
mí fatal, | pero fué Yave mi fortaleza.
20 Y me puso en seguro, salván¬
dome, | porque se agradó de mí.
21 Remunerábame Yave mi jus¬
ticia, | conforme a la pureza de mis
manos me pagaba,
22 Pues yo había seguido los eami-
nos de Yave, | y no me había impía¬
mente apartado de mi Dios.
23 Tenía ante mis ojos todos sus
mandatos | y no rehuía sus leyes,
24 Sino que con el fui íntegro, | y
me guardé de la iniquidad.
25 Y me retribuyó Yave conforme
a mi justicia, | y según la limpieza
de mis manos a sus ojos.
26 Con el piadoso muéstraste pia¬
doso, | íntegro con el íntegro,
27 Iñmpio con el limpio, | y sagaz
con el perverso astuto.
28 Tú salvas al humilde, | pero
humillas al soberbio.
29 Y tú eres quien hace lucir mi
lámpara, ioh Yavel | Tú, mi Dios,
que iluminas mis tinieblas.
30 Cierto que, fiado en ti, soy capaz
de romper ejércitos, | fiado en mi
Dios, asalto las murallas.
31 Son perfectos los caminos de
Dios, | acrisolada es la palabra de
Yave. | El es el escudo de cuantos a
él se acogen.
32 ¿Qué Dios hay fuera de Yave? |
¿Qué Dios fuera de nuestro Dios,
33 El Dios fuerte, que me ciñó de
fortaleza | y prosperó mis eaminos,
34 Que me dió pies eomo de ciervo |
y me puso sobre las alturas.
35 Que adiestró mis manos para
el combate | y mis brazos para tender
el arco de bronee?
30 Tú me entregaste tu salvador
eseudo, | tu diestra me fortaleció,
y tu solicitud me engrandeció.
37 Me haeías correr a largos pasos, )
sin que se eansaran mis pies.
38 Perseguía a mis enemigos y
los alcanzaba, | y no me volvía sin
haberlos desbaratado.
39 Los machacaba, sin que pudie¬
ran resurgir; | caían bajo mis pies.
40 Me ceñiste de fortaleza para la
guerra, | sometiste a los que se alza¬
ban contra mí.
41 Obligaste a mis enemigos a darme
las espaldas,
42 Y redujiste al silencio a cuantos
me odiaban. | Vociferaban, pero no
tenían quien les respondiese; | a Yave,
pero él no los oía,
43 Y los dispersaba eomo el polvo
lo dispersa el viento, | y como al
barro de las plazas los pulverizaba.
44 Me librabas de las sediciones del
pueblo | y me pusiste a la cabeza
de las gentes.
45 Pueblos que no eonoeía me
servían, | obedecíanme con diligente
oído.
48 Los extraños se retiraban ante
mí, palidecían. | Por eso te doy gra¬
cias, ioh Yave!, entre las gentes, | y
cantaré salmos en tu honor,
47 Viva Yave, y bendito sea su
nombre, | sea ensalzado el nombre
de mi salvador.
48 El es el fuerte, el que me otorga
la venganza, | el que me somete
los pueblos,
49 El que me libra de mis enemi¬
gos, | el que me hace superar a los
que se alzan contra mí.
60 El que me libra del hombre vio¬
lento,
51 El que da grandes victorias a
su rey, | el que hace misericordia
a su ungido, David, | y a su descen¬
dencia por la eternidad.
19. (Vulg. 18.)
Los cielos cantan la gloria del Señor,
cuya ley es perfectísima.
1 Al maestro del eoro. Salmo de
David (1).
(i) Este salmo consta evidentemente de dos
partes. La primera habla de los cielos; la segunda.
868
SALMOS
5 Los cielos dan cuenta de la gloria
de Dios | y el firmamento anuncia la
obra de sus manos.
3 El día habla al día | y la noche
comunica sus pensamientos a la
noche.
4 No hay discursos ni palabras, |
no es audible su voz.
6 Pero su pregón sale por la tierra
toda, | y sus palabras llegan a los
confines del orbe de la tierra. | Puso
en ellos una tienda para el sol;
6 Que semejante al esposo que sale
de su tálamo, | se- lanza alegre a
recorrer cual gigante su camino.
7 Sale de un extremo, | y llega en
su curso a los últimos confines, | y
nada se sustrae a su calor.
8 La ley de Yave es perfecta, res¬
taura el alma. | El testimonio de
Yave es fiel, hace sabio al rudo.
9 Los preceptos de Yave son rectos,
alegran el corazón. | Los mandatos
de Yave son limpios, iluminan los
ojos.
10 El temor de Yave es puro, per¬
manece por siempre. | Los juicios
de Yave son verdad, del todo justos,
11 Más estimables que el oro acri¬
solado, | más dulces que la miel,
que el contenido del panal.
12 También a tu siervo le alum¬
bran, | y en guardarlos halla gran
merced.
13 ¿Quien será capaz de conocer
los deslices? | Absuélveme de los
que se me ocultan.
14 Retrae también a tu siervo de
los movimientos de soberbia, | que
no se adueñen de mí; entonces seré
perfecto, libre de todo crimen.
16 Séunte gratas las palabras de
mi boca | y los pensamientos de mi
corazón. | lYave, tú eres mi roca
y mi redentor!
20. (Vulg. 19.)
Deprecación por el rey que va a la guerra.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David.
2 Oigate Yave en el día del con¬
de la ley. La misma traducción deja ver cla¬
ramente la diferencia de metro entre una y otra
parte. Disputan los autores si se trata de dos
salmos unidos en uno, o de uno solo dividido en
dos partes. Parece, sin embargo, lo más proba¬
ble esto ultimo, y que en él la primera parte es
como el elemento de comparación para la se¬
gunda.
flicto; | protéjate el nombre del Dios
de Jacob ( 1 ).
3 Envíete su auxilio desde su san¬
tuario, | sosténgate desde Sión.
4 Acuérdese de todas tus obla¬
ciones, | v séale grato tu holocausto.
(Sela.)
6 Llene los deseos de tu corazón, |
todos los anhelos de tu alma.
6 Que podamos cantar tu victoria | v
triunfar en el nombre de Dios. \
Acceda Yave a cuanto le pidas.
7 Ahora ya sé que da Yave la
victoria a su ungido, | que le escucha
desde lo alto de sus santos cielos, | y le
socorre con la fuerza salvadora de
su diestra.
8 Estos en sus carros, aquéllos en
sus caballos; | pero nosotros, en el
nombre de Yave, nuestro Dios, somos
fuertes.
9 Ellos vacilaron y cayeron, | pero
nosotros nos alzamos y nos erguimos.
10 Da, ¡oh Yavel, al rey la victoria. |
Oyenos el día en que te invocamos.
21 . (Vulg. 20.)
Canto de gradas por las victorias del rey.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David.
2 En tu poder, |oh Yavel, se goza
el rey (2). | iCuán jubiloso está
de tu socorrol
3 Le diste cuanto su corazón de¬
seaba, | no le negaste los deseos de
sus labios;
4 Más bien te le adelantaste con
faustas bendiciones | y pusiste en
su cabeza la diadema de oro.
6 Te pidió vida, | y se la diste
larga, eterna.
6 Por tu protección es magnífica
su gloria, | y amontonaste sobre él
honras y honores.
7 Le has bendecido con eterna
bendición, | y le das a gozarla alegría
de tu rostro,
(1) Los salmistas nos presentan a Dios
morando en el templo y reinando desde allí
sobre su pueblo; por esto piJcn que proteja
al rey desde Sión y le dé la victoria.
(2) Es uno de los muchos salmos en que se
habla del Rey. El rey de Israel es un rey teocrá¬
tico, instituido por Dios y encargado de una
misión divina, y sujeto de las promesas mesiá-
nicas hechas a David y a su descendencia; por
esto es fácil ver en estos salmos un sentido más
alto que el histórico, en que el autor se eleva
hasta «el hijo de David* por excelencia.
SALMOS siío
8 Porque en Ya ve conlía el rey, | y
por el favor del Altísimo permaneee
inconmovible.
9 Caiga tu mano sobre todos tus
enemigos. | Alcance .tu diestra a
cuantos te aborrecen.
10 Ponlos como en horno de fuego. |
Al tiempo en que te mostrarás, | Yave
los consumirá en su ira, | el fuego
los abrasará.
11 Borrarás ‘de la tierra su pro¬
genie, [ su descendencia, de entre
los hijos de los hombres.
12 Si algo malo trazan eontra ti, ¡ si
maquinan el engaño, de nada les
valdrá:
13 Los pondrás en fuga | apuntando
tu tenso arco contra su pecho.
14 ¡Ensálzate Yave en tu forta¬
leza! | Que podamos en himnos y
salmos cantar tu poderío.
22. (Vulg. 21 .)
Quejas del justo perseguido y acción de
gracias por la liberación.
1 Al maestro del coro. Sobre la
cierva de la aurora. Salmo de David.
2 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué
me has desamparado? ( 1 ). | Lejos
están de la salvación mis rugidos.
3 ¡Dios mío!, clamo de día, y no
me respondes; | de noelie, y no hallo
remedio.
4 Con todo, tú eres el Santo, | tú
habitas entre las alabanzas de Israel.
5 En ti esperaron nuestros pa¬
dres, [ esperaron, y tú los libraste;!
6 A ti clamaron, y fueron sal¬
vados; | en ti eonfiaron, y no fueron i
confundidos.
7 Verdad que yo soy ya un gusano,
no un hombre, | el oprobio de los
hombres y el desprecio del pueblo.
8 Búrlanse de mí euantos me ven, |
abren los labios y mueven la cabeza.
9 «Se eneomendó a Yave—dieen—,
líbrele él, | sálvele él, pues que le es
grato.»
(i) Lo que del salmo 6 dejamos dicho tiene
especialísima aplicación a este salmo, en que los '
padecimientos del salmista son más atroces, y la
paciencia con que los sufre perfecta, sin una pa¬
labra en que pida el castigo de sus perseguidores.
Es el que más de cerca preludia al «Siervo de
Yave*, del que se diferencia, sin embargo, en que
aquí no muere, y en que el resultado de su sal¬
vación es la alegría de los justos por verle salvo, y
triunfante en él la causa de Dios, que es tam¬
bién la de ellos mismos, mientras que en el
Siervo de Yave, su muerte por los pecados de j
todos es la redención del mundo.
10 Y en verdad, tú eres mi espe¬
ranza, ya desde el útero; | mi seguro
refugio, ya desde el seno de mi
madre.
11 Ya desde el útero fui entregado
a ti, | ya desde que eolgaba de los
pechos de mi madre, tú eres mi Dios.
12 No te estés apartado de mí, | por¬
que se acerca el peligro | y a nadie
tengo que me soeorra.
13 Rodéanme toros en gran nú¬
mero, | cércanme novillos de Basán.
14 Abren sus bocas contra mí, | cual
león rapaz y rugiente.
15 Me derramo como agua, | todos
mis huesos están dislocados. | Mi
corazón es como cera | que se derrite
dentro de mis entrañas.
16 Seeo está como un tejón mi
paladar, | mi lengua está pegada a
las fauces, | y ya me echan al po!vo
de la muerte.
17 Me rodean como perros, | me
cerca una turba de malvados, | han
taladrado mis manos y mis pies,
18 Puedo contar todos mis huesos. |
Y ellos ine miran, me contemplan.
19 Se han repartido mis vestidos | y
eehan suertes sobre mi túniea.
20 Tú, pues, ¡oh Yave!, no retrases
tu socorro, | apresúrate a venir en
mi auxilio.
21 Libra mi alma de la espada. | A
mí, desolado, líbrame del poder de
los perros,
22 Sálvame de la boca del león, | sál¬
vame de los euernos de los búfalos.
23 Que pueda yo hablar de tu
nombre ’a mis hermanos, | y ensal¬
zarte en medio de la congregación.
24 ¡Los que teméis a Yave, ala¬
badle! | ¡Descendencia toda de Jacob,
glorificadle! [ ¡Reverenciadle todos
los descendientes de Israel!
25 Porque no desdeñó, ni despre¬
ció la miseria del mísero, | ni apartó
de él su rostro, | antes oyó al que
imploraba su socorro.
26 Por tu favor resonarán mis
himnos en la numerosa congrega¬
ción, | y cumpliré mis votos ante los.
que te temen.
27 Comerán los pobres y se sacia¬
rán, | y alabarán a Yave los que le
temen. | Y vivirá su corazón por
toda la eternidad.
28 Se acordarán, y se convertirán
a él todos los eonfines de la tierra, | le
adorarán todas las familias de las
gentes,
39 Porque de Yave es el reino, | y él
dominará a las gentes.
SALMOS
30 Todos los grandes de la tierra
se curvarán ante ti. | Los que al
polvo cayeron no pueden levantarse.
31 Mi posteridad te servirá, y
hablará de Yave a las generaciones
venideras;
32 Y predicarán tu justicia j al
pueblo que ha de nacer, | por haber
hecho esto Yave.
23. (Vulg. 22.)
Dios, pastor del justo.
1 Salino de David.
Yave es mi pastor y nada me falta.
2 El me pone en verdes pastos | y
me lleva a frescas aguas. (1)
3 Recrea mi alma | y me guía por
las rectas sendas, | por amor de su
nombre.
4 Aunque hubiera de pasar | por
un valle oscuro y tenebroso, | no
temería mal alguno, ¡ porque tú
estás conmigo. | Tu clava, y tu cayado
son mi consuelo.
5 Tú pones ante mí una mesa, | en¬
frente de mis enemigos. | Has derra¬
mado profusamente el óleo sobre mi
cabeza, y mi cáliz rebosa.
6 Sólo bondad y benevolencia me
acompañan | todos los días de mi
vida, | y estaré en la casa de Yave | por
muy largos años.
24. (Vulg. 23.)
Canto procesional.
1 Salmo de David.
De Yave es la tierra y cnanto la
llena, | el orbe de la tierra y cuantos
le habitan;
2 Pues él es quien la fundó sobre
los mares, | y sobre las olas la esta¬
bleció. (1)
3 ¿Quien subirá al monte de Yave, |
y se estará en su lugar santo?
4 El de limpias manos y puro
corazón, | el que no lleva su alma
al fraude | y no jura con mentira,
6 Esc alcanza de Yave bendición | y
justicia de Dios, su salvador.
6 Esa es la raza de los que le buscan |
(i) Siendo la vida pastoril tan frecuente en
Israel, es natura! que los profetas y salmistas
den a Dios el nombre de Pastor del pueblo,
o de los fieles de él. Además, los rectores del
pueblo son llamados sus pastores, y, por tanto,
Vave es su Pastor supremo.
(a) Imágenes poéticas para expresar lo ma¬
ravilloso de la estabilidad de la tierra.
de los que buscan el rostro del Dios
de Jacob. (Sela.)
7 Alzad, joh puertasl, vuestras
frentes, | alzaos más, ioh antiguas
entradas!, | que va a entrar el rey
de la gloria. ( 1 )
8 ¿Quién es esc rey de la gloria? | Es
Yave, el fuerte, el poderoso.
9 Alzad, joh puertasl, vuestras
frentes, | alzaos más, ¡oh antiguas
entradasl | Que va d entrar el rey
de la gloria.
10 ¿Quién es ese rey de la gloria? |
Yave Sebaot | él es el rey de la gloria.
(Sela.)
23. (Vulg. 24.)
Confianza del justo en el Señor.
1 De David.
2 Alcf. A ti, Yave, mi Dios, alzo
mi alma, | Bct. en ti confío, no sea
confundido.
3 Cuímcl. No se gocen de mí mis
enemigos. | No, quien espera en ti
no es confundido: | Confundido el
que en balde se rebela contra ti.
4 Dálet. Muéstrame, ¡oh Yave!, tus
caminos, | adiéstrame en tus sendas.
6 He. Guíame en tu verdad y
enséñame, | porque tú eres mi Dios,
mi salvador, | Van ( 2 ) y en ti
espero siempre.
6 Zain. Acuérdate, joh Yave!, de
tus misericordias, | de tus gracias,
que son imperecederas,
7 Jet. No te acuerdes de los peen-
dos de mi mocedad y de mis faltas;|
acuérdate de mí conforme a tu mise¬
ricordia, | y según tu bondad, ¡oh
Yave!
8 Tet. Bueno y recto es Yave, | por
eso señala a los errados el camino,
9 Yod. Y guía a los humildes por
la justicia, | y adoctrina a los mansos
en sus sendas.
10 Caf. Todas las sendas de Yave
son misericordia y verdad, | para los
que guardan el pacto y sus manda¬
mientos.
11 Lámcd. l’or la gloria de tu
nombre, joh Yave!, | perdona mis
culpas, por grandes que son (3).
12 Mcm. ¿Quién es el hombre
(1) Son las puertas de los atrios del templo,
que debía atravesar la procesión.
(2) Falta en el texto el verso correspondiente
al Vau.
(3) Las causis que mueven a Dios a per¬
donar y tener misericordia no son extraías a
El; es, en suma, la gloria de su nombre.
SALMOS
871
temeroso de Dios? | El le enseñará
el camino que ha de seguir.
13 Nun. Vive feliz, y su descenden¬
cia poseerá la tierra.
14 Sámec. Yave descubre sus secre¬
tos a los que le temen, | a los que
observan su alianza.
15 Ayin. Mis ojos siempre están en
Yave, | porque él es quien saca mis
pies de la red.
16 Pe. Vuélvete a mí y de mí ten
piedad, | que estoy solo y afligido.
17 Sade. Ensancha mi angustiado
corazón | y sácame de mis estre¬
churas.
18 Qof. Mira mi pena, mi mise¬
ria, | y perdona todos mis pecados.
19 Res. Mira cuán numerosos son
mis enemigos; | me odian con un odio
feroz.
20 Sin. Guarda mi vida y sálvame, |
que no tenga que confundirme de
haber acudido a ti.
21 Tau. No me abandonen la inte¬
gridad y la rectitud, | pues que en
ti espero.
22 Libra, joh Dios!, a Israel | de
todas sus tribulaciones.
26. (Vulg. 25.)
Oración confiada del justo.
1 De David.
Hazme justicia, joh Yave!, porque
he andado en integridad, | he con¬
fiado en Yave sin vacilar. (1)
2 Ponme a prueba, ioh Yave!, y
examíname, | acrisola mis entrañas
y mi corazón.
3 Porque tengo siempre a mis ojos
tus misericordias | y ando en tu
verdad.
4 No me siento con los hombres
falaces, | no me acompaño de los
fingidos.
5 Aborrezco el consorcio de los ma¬
lignos | y no me siento con los impíos.
6 Yo lavaré mis manos en la ino¬
cencia | y andaré en derredor de tu
altar, ¡oh Yave!,
7 Haciendo resonar cantos de ala¬
banza | y ensalzando todos tus pro¬
digios.
8 lOh Yave!, yo amo la morada
de tu casa, | el lugar en que se asienta
tu majestad.
(i) El salmista nos representa a un justo,
cuidadoso de servir al Señor, y que por esto
vive en lucha con los impíos. Por esto pide a
Dios que salga por su causa.
9 No juntes con los pecadores mi
alma, | ni mi vida con los sangui¬
narios,
10 Cuyas manos están llenas de
maldad, | cuyas diestras están llenas
de sobornos.
11 Yo, por lo contrario, marcharé
en mi integridad, | rescátame, joh
Yave!, y ten misericordia de mí.
12 Ya están mis pies en tierra fir¬
me, I cantaré en la congregación a
Yave.
27. (Vulg. 26.)
Confianza del justo en medio del peligro.
1 De David.
Yave es mi luz y mi salud, | ¿a
quién temer? | Yave es el baluarte
de mi vida, | ¿ante quién temblar?
2 Cuando los malignos me asaltan |
para devorar mis carnes, | son ellos,
mis adversarios y enemigos, | los que
vacilan y caen.
3 Aunque acampase contra mí un
ejército, | no temería mi corazón; |
aunque se me diere la batalla, | tam¬
bién estaría entonces tranquilo.
4 Una cosa pido a Yave, y esa
procuro: | habitar en la casa de
Yave | todos los días de mi vida, | para
gozar del encanto de Yave | y visitar
su santuario; ( 1 )
5 Pues él me pondrá a seguro en
su tienda | el día de la desventura, |
me tendrá a cubierto en su pabe¬
llón, | me pondrá en alto sobre su
roca.
6 Alzaré luego mi cabeza sobre mis
enemigos, | y ofreceré en su tienda
sacrificios de júbilo, | cantando y
ensalzando a Yave.
7 Oye, ¡oh Yave!, el clamor con
que te invoco, | ten de mí piedad y
escúchame. *
8 De tu parte me dice el corazón:
«Buscad mi rostro», | y yo, Yave,
tu rostro buscaré.
9 No me escondas tu rostro, | no
rechaces con ira a tu siervo. | Sé mi
socorro, no me rechaces ni me aban¬
dones, | !oh Dios, mi salvador!
10 Aunque me abandonaron mi
padre y mi madre, | Yave me recogerá.
11 Muéstrame, joh Yave!, tus ca-
(i) Este versículo nos muestra cuánta parte
ocupaba el templo de Jerusalén en la vida reli¬
giosa de Israel. Los justos, llenos de fe en la
presencia de Yave en su templo, no tienen
otro placer que asistir a él y a las solemnidades
de su culto.
872
SALMOS
minos, | guíame por la recta senda, |
por causa de mis enemigos.
12 No me entregues a la rabia de
mis adversarios, | que se alzan contra
rní falsos testigos, | y gente que res¬
pira crueldad.
13 ¡Ay, si no creyera que he de
gozar de la bondad de Yave | en la
tierra de los vivos!
14 Espera en Ya ve, esfuérzate y
ten gran valor. | ¡Sí, espera en Yave!
28. (Vulg. 27.)
Oración del rey.
1 De David.
A ti clamo, ¡oh Yave, mi roca! | No
te desentiendas de mí, | pues deján¬
dome tú, vendría a ser | como los
que bajan al sepulcro.
2 Oye la voz de mi súplica cuando
te invoco, | cuando alzo mis manos
hacia tu santo templo.
3 No me arrebates juntamente con
los malvados, | con los obradores de la
iniquidad, | los que hablan paz a
su prójimo, | mientras está su cora¬
zón lleno de maldad.
4 Trátalos conforme a sus obras,
conforme a la malicia de sus accio¬
nes; | retribúyclcs conforme a la obra
de sus manos, | dales su merecido ( 1 ).
6 Porque no atienden a las obras
de Yave, | u la obra de sus manos. |
¡Derríbalos y no los edifiques!
6 ¡Bendito sea Yave, | que oyó la
voz de mis súplieasl
7 Yave es mi fortaleza, es mi es¬
cudo, | en él confía mi corazón. | huí
socorrido y mí corazón salta de
gozo, | y le alabaré con mis cantos.
8 Es Yave la fortaleza de su pue¬
blo, | es el salvador escudo de su ungido.
9 ¡Salva a tu pueblo, | bendice tu
heredad, | sé su pastor \ condúcelos
por siempre.
28. (Vulg. 28.)
La gloria de Yave en la tempestad.
1 De David (2).
(1) Esta súplica del salmista pidiendo que
Dios ejerza su justicia con los enemigos de su
pueblo, nos pone de manifiesto uno de los
aspectos de los salmos imprecativos. Véase la
introducción.
(2) Bellísimo salmo en que se revela Vave
en medio de la tempestad como Rey eterno, que
desde el rielo bendice a su pueblo y le colma
de paz.
Dad a Yave, hijos de Dios, | dad
a Yave la gloria y el poder.
2 Dad a Yave la gloria debida a su
nombre, | postraos ante Yave con
sacras vestiduras.
3 ¡La voz de Yave sobre las aguas! |
Truena el Dios de la majestad, | Yave,
sobre la inmensidad de las aguas.
4 Es poderosa la voz de Yave; | la
voz de Yave es majestuosa;
6 La Voz de Yave rompe los ce¬
dros, | troncha Yave los cedros del
Líbano
6 Y hace saltar al Líbano como un
ternero, | y al Sarión como un ter¬
nero de búfalo.
7 La voz de Yave hace estallar
llamas de fuego;
8 La voz de Yave sacude el de¬
sierto, | sacude Yave el desierto de
Cades.
9 La voz de Yave retuerce las
1 encinas, | despoja las selvas, | y en
¡su templo todo dice; «¡Glorial»
10 Siéntase Yave sobre aguas di-
| luviales, | siéntase como rey eterno.
11 Yave dará fortaleza a su pueblo, |
1 Yave bendecirá a su pueblo con la
paz.
80. (Vulg. 29.)
Acción de gracias después de una enfer¬
medad grave.
1 Canto para la consagración del
templo. Salmo de David.
2 Quiero ensalzarte, ¡oh Yavcl, por-
l que me lias puesto en salvo | y no
has alegrado a mis enemigos en mi
daño ( 1 ).
3 Yave, mi Dios, clamé a ti | y tú
me sanaste.
4 ¡Oh Yave, has sacado mi alma
del sepulcro, | me has llamado a la
vida de entre los que bajan a la
fosal
6 Cantad a Yave vosotros, sus
santos, | y ensalzad la memoria de
su santidad;
8 Porque un instante dura su có¬
lera, | y su benevolencia es de por
vida. | Alberga la tardo llantos, | mas
a la mañana viene la alegría.
(1) La enfermedad, como cualquier otro
nial que puede venir sobre el hombre, es una
señal de la cólera de Dios. Oyendo el Señor la
oración del salmista. Dios no sólo le libró de
aquel mal, sino también de los escarnios de
los impíos, que se alebraban de verle humillado
por Dios.
SALMOS
873
7 Vo dije en mi fortuna: | no seré
jamás conmovido,
8 pues tú, ¡oh Yavel, por tu bene-
volencia | me asegurabas honor y po¬
derío. | Apenas escondiste tu rostro,
fui conturbado.
9 Pero clamé a ti, ¡oh Yavel, | pedí
piedad a mi Dios:
10 ¿Que provecho hay en mi muer¬
te, | en que yo descienda a la tumba? |
¿Te alabará el polvo? ¿Cántará tus
misericordias?
11 Escuchóme Yave y tuvo piedad
de mi. |. Vino Yave en mi socorro.
12 Y mudaste en júbilo mi luto, | y
desataste mi saco | y me ceñiste de
gloria.
13 ¡Por eso te cantaré y no callaré, |
y te alabare, Yave, Dios mío, por la
eternidad I
31. (Vulg. 30.)
Plegaria de un angustiado y acción de
gracias por la liberación.
1 Al director del canto. Salmo de
David.
2 En ti, ¡oh Yave!, confío. | No sea
yo nunca confundido, | líbrame en
tu justicia ( 1 );
3 Inclina a mí tus oídos, | apresúrate
a librarme, | sé para mí roca inex¬
pugnable, | ciudadela de mi salva¬
ción.
4 Tú serás ciertamente mi roca, mi
ciudadela; | por el honor de tu nom¬
bre,
5 Tú me guiarás y me conducirás, |
y me sacarás de la red que me han
tendido, | porque tú eres mi forta¬
leza.
6 En tus manos encomiendo mi
alma. | Tú me has rescatado, ¡oh
Yavel, tú me salvarás, Dios de
Verdad.
7 Yo aborrezco a los seguidores de
los vanos ídolos | y sólo espero en
Yave.
8 Me alegraré y me gozaré en tu
misericordia, | pues has visto mi aflic¬
ción | y conoces las angustias de
mi alma.
9 Tú me librarás de las manos del
(i) Recordemos a Job acusado por sus
amigos; con más razón el salmista puede temer
su confusión ante las acusaciones y los escar¬
nios de sus enemigos por verle afligido y como
herido por la mano de Dios.
enemigo, | pondrás mis pies en
anchura.
10 ¡Ten piedad de mí, oh Yave, |
porque estoy en tribulación! | La
tristeza consume mis ojos | mi alma
y mis entrañas.
11 Sí, mi vida se gasta en el dolor | y
mis años en los gemidos. | Mi vigor
enflaquece por la tribulación, | y se
consumen mis huesos.
12 Soy el oprobio de todos mis
perseguidores, | objeto de terror para
mis vecinos, | y de espanto para
cuantos me conocen. | Todos los que
me ven huyen de mí.
13 Como muerto he sido borrado
de todos los corazones, | y parezco
una vasija perdida.
14 Oigo el murmurar de los que me
rodean. | Espanto por todas partes, |
cuando a una se confabulan con¬
tra mí | y traman arrebatarme la
vida.
15 Pero yo confío en ti, ¡oh Yavel |
Yo digo: Tú eres mi Dios,
16 En tus manos están mis días. |
Líbrame de la mano de mis enemi¬
gos, | líbrame de mis perseguidores.
17 Haz resplandecer tu faz, sobre
tu siervo, | y sálvame en tu miseri¬
cordia.
18 Yave, que no sea yo confundi¬
do, | pues que te invoco. | Confun¬
didos sean los malvados, | y que mu¬
dos bajen al sepulcro;
19 Que callen para siempre, | los
labios mentirosos, | que soberbios y
despectivos, | lanzan insolencias con¬
tra el justo.
20 ¡Qué grande es, oh Yave, la
misericordia, | que guardas tú para
los que te temen, | y que a la vista
de todos haces | a los que en ti con¬
fian.
21 Tú haces de tu presencia' su de¬
fensa, | contra la crueldad de los
hombres, | y como en un tabernáculo
los pones a cubierto | d'e los azotes
de las lenguas.
22 ¡Bendito sea Yave, que en mí
hace admirable su misericordia | como
ciudad fortificada!
23 Yo en mi turbación había ya
dicho: | He sido arrojado de ante tus
ojos. | Pero no, tú has oído mi voz
suplicante, | cuando a ti clamé.
24 Amad a Yave, vosotros todos,
sus santos, | que es fiel Yave, | y
paga con usura a los soberbios.
25 Esforzaos todos cuantos esperáis
en Yave, |. y robusteced vuestro
corazón.
SALMOS
87 1
32. (Vulg. 31.)
Confesión de los pecados y acción de
gracias por el perdón.
1 De David. Masquil.
¡Bienaventurado aquel a quien ha
sido perdonado el pecado, | a quien
le ha sido remitida su iniquidad! ( 1 )
2 ¡Bienaventurado aquel a quien
no imputa Yave la iniquidad, | y en
cuya alma no hay mentira!
3 Mientras callé, consumíanse mis
huesos, | con mi gemir durante todo
el día,
4 Pues día y noche tu mano pe¬
saba sobre mí, | y tornóse mi verdor
en sequedades de estío. (Sela.)
6 Pero te confesé mi pecado | y
descubrí mi iniquidad. | Dije: «Con¬
fesaré a Yave mi pecado», | y tú per¬
donaste mi iniquidad. (Sela.)
* Invóquentc, pues, todos al tiem¬
po propicio, | y no llegará a ellos la
inundación de las copiosas aguas.
7 Tú eres mi asilo, tú me preservas
de la adversidad | y me rodeas de
cantos de liberación. (Sela.)
8 «Yo te liaré saber y te enseñaré
el camino que debes seguir; | seré tu
consejero, y estarán mis ojos sobre ti.
9 No seas sin entendimiento, como
el caballo y como el mulo, | a los
que pones brida y freno, porque si
no, no se acercan a ti.»
10 Muchos son los dolores del im¬
pío, | pero la misericordia ceñirá al
que espera en Yave.
11 ¡Alegraos en Yave, regocijaos,
oh justos! | Saltad de gozo todos
los rectos de corazón.
33. (Vulg. 32.)
Alabanza del poder y la providencia
del Señor.
1 ¡Alegraos, justos, en Yave! | Bien
está a los rectos la alabanza.
2 Cantad a Yave con la cítara, |
ensalzadle con el harpa de diez cuer¬
das y el salterio.
3 Cantadle un canto nuevo, | y
tañed bien a una con júbilo la lira.
4 Porque es recta la palabra de
(i) No dice bienaveniurado quien logró
exrur sus pecados a fuerza de sacrificios, sino
quien obtuvo la misericordia del Señor y que
echara tn olvido sus pecados, San Pablo cita
este pasaje en Rom. 4, 7.
Yave | y toda su obra es obra de
verdad.
6 El ama la justicia y el derecho, | y
de la misericordia de Yave está llena
la tierra.
6 Por la palabra de Yave fueron
hechos los cielos, | y todo su ejército
por el aliento de su boca.
7 El reúne como en odre las aguas
del mar, | y hace de los abismos como
estanques.
8 Tema a Yave toda la tierra, | té¬
manle todos los habitantes del uni¬
verso;
9 Porque dijo él, y fué hecho; |
mandó, y así fué.
10 Anula Yave el consejo de las
gentes | y frustra las maquinaciones
de los pueblos;
11 Pero el consejo de Yave perma¬
nece por la eternidad; | los designios
de su corazón, por todas las genera¬
ciones.
12 ¡Venturoso el pueblo cuyo Dios
es Yave, 1 el pueblo que él elegió por
heredad! ( 1 )
13 Mira Yave desde los cielos, | y ve
a todos los hijos de los hombres.
14 Desde la morada en que se asien¬
ta, | ve a todos los habitantes de la
tierra.
16 Es él quien ha hecho todos los
corazones | y conoce a fondo todas
sus obras.
16 No es la muchedumbre de los
ejércitos la que salva al rey, | ni se
salva el fuerte por su gran ro¬
bustez.
17 Vano es para la salvación el
caballo, | su gran vigor no librará al
jinete.
18 Están los ojos de Yave sobre
los que le temen, | sobre los que es¬
peran en su misericordia,
19 Para salvar sus almas de la
muerte, | para nutrirlas en tiempo de
hambre.
20 Nuestra alma confía en Yave, |
él es nuestro auxilio y nuestro es¬
cudo.
21 En él se regocija nuestro cora¬
zón, | en su santo nombre está nues¬
tra confianza.
22 Sea, ¡oh Yave!, sobre nosotros
tu misericordia, | como esperamos
en ti.
(1) Por encima de todos los bienes de
que se pueden gloriar las naciones., está éste,
que era propio de Israel» que era d pueblo de
Dios, d pueblo que El había escogido por su
heredad.
SALMOS
875
34. (Vulg. 33.)
Alabanzas de Dios, protector del justo
1 De David. Cuando se fingió loco
ante Abimelec, que le echó de sí,
pudiendo así escapar.
2 Alef. Yo bendeciré siempre a
Yave, | su alabanza estará siempre
en mi boca. ( 1 )
3 Bet. En Yave se gloriará mi alma,
lo oirán los justos y se alegrarán.
4 Guímel. jCantad conmigo la gran¬
deza de Yavel | Ensalcemos siempre
su santo nombrel
6 Dálet. Yo he buscado a Yave, y
él me ha escuchado, | librándome de
todos mis terrores.
6 He. Volveos todos a él y seréis
alumbrados, | y no cubrirá el oprobio
vuestros rostros.
7 Zain ( 2 ). Mira el desvalido a
Yave, y él le oye | y le salva de todas
sus angustias.
8 Jet. Acampa el ángel de Yave | en
derredor de los que le temen, | y los
salva del peligro.
9 Tet. Gustad y ved cuán bueno
es Yave. | !Bienaventurado el hombre
que se acoge a éll
10 Yod. Temed a Yave vosotros, los
santos, | pues nada falta a los que le
temen.
11 Caf. Empobrecen los ricos, y en
la penuria pasan hambre; | pero a
los que buscan a Yave no les falta
bien alguno.
12 Lámed. Venid, hijos, escuchad¬
me, y os enseñaré el temor de
Yave.
13 Mem. ¿Quién es el hombre que
ama la vida, | y desea ver días fe¬
lices?
14 Nun. Pues preserva del mal tu
lengua, | y tus labios de las pala¬
bras mentirosas.
15 Sámec. Aléjate del mal y haz el
bien, | busca y persigue la paz.
17 Pe. La faz de Yave contra los
que hacen el mal, para borrar de
la tierra su memoria.
16 Ayin. Los ojos de Yave están
sobre los justos, | y sus oídos están
atentos a sus clamores.
18 Sade. Claman, Yave los oye, | y
los libra de toda¿ sus angustias.
(1) Los justos oirán las bendiciones que de
Dios recibe el salmista y se alegrarán por ello,
como, al contrario, se entristecerán de verle
abatido y como desamparado del Señor.
(2) Falta en el texto el verso correspondiente
al Vau.
19 Qof. Está Yave vecino a los que
tienen el corazón contrito, | y salva
a los afligidos de espíritu.
20 Res. Muchas pueden ser las aflic¬
ciones del justo, | pero de todas le
libra Yave.
21 Sin. Toma a su cuidado todos sus
huesos, | y ni uno solo de ellos será
roto.
22 Tau. La desgracia matará al
impío, | y los que aborrecen al justo
serán destruidos.
23 Yave redime el alma de sus
siervos, | y cuantos en él confían no
serán destruidos.
35. (Vulg. 34.)
Plegarla del justo contra sus
perseguidores.
1 De David.
Oponte, ioh Yavel, a cuantos a mí
se oponen (1), | combate a los que
a mí me combaten.
2 Echa mano al escudo y a la
adarga, | y álzate en ayuda mía.
3 Saca la lanza y cierra contra mis
enemigos, | di a mi alma: «Yo soy
tu salvación.»
4 Sean confundidos y avergonza¬
dos los que ponen asechanzas a mi
vida; | sean puestos en fuga y cu¬
biertos de ignominia | los que maqui¬
nan mi ruina (2).
5 Sean como paja al viento, | persí¬
galos el ángel de Yave,
6 Sea su camino tiniebla y resba¬
ladero, | y el ángel de Yave los acose.
7 Porque sin causa me tendieron
la red en una trampa, | sin razón ca¬
varon una fosa contra mí.
8 Cójalos inesperadamente la ruina, |
y enrédense en la red misma que ten¬
dieron, | y caigan en ella quebran¬
tados.
9 Entonces se alegrará mi alma en
Yave, | y se gozará en su salvación.
10 Todos mis huesos dirán: «¡Quien
semejante a ti, oh Yave, | que libras
al desvalido de quien es más fueíte
que él, | al pobre y al afligido, de
quien le despoja!
11 Alzáronse contra mí testigos fal¬
sos, | para demandarme lo que no
sabía. »
(1) Este salmo desarrolla el mismo pensa¬
miento que el 6.
(2) Libre el justo de la opresián de los im¬
píos, éstos quedarán confundidos, el justo ale¬
gre y la causa de Dios triunfante.
87 fi
SALMOS
14 Volviéronme mal por bien, | para
abatir mi alma.
13 Cuando ellos estuvieron enfer¬
mos yo me vestí de saco, | afligiendo
con el ayuno mi alma, | y repetía
en mi pecho las plegarias.
14 Me porté con ellos como con un
pariente o un hermano; | como si
llevase luto por mi madre, me enlu¬
taba y me humillaba;
16 Pero ellos se alegran de mi mal •
y se confabulan; se confabulan contra
mí | para herirme a traición y des¬
trozarme sin descanso.
16 Se burlan de mí, de mí hacen
mofa, | y rechinan sus dientes con¬
tra mí.
17 ¿Hasta cuándo, joh Yave!, esta¬
rás viendo esto? | Arranca mi alma
de su tormento, | mi túnica de las
garras del león.
18 Te alabaré en medio de la asam¬
blea, | te ensalzaré en medio de un
pueblo numeroso.
19 i Ah! No triunfen contra mí | los
que sin causa son enemigos míos. | No
guiñen el ojo los que injustamente
me aborrecen.
20 No hablen de paz y urdan tra¬
mas | contra los pacíficos de la tierra.
21 Abren sus bocas contra mí, di¬
ciendo: | «jAh, ah! Lo vieron por fin
nuestros ojos!»
22 ¿No lo ves, olí Yave? jNo calles! |
¡Dios mío, no te alejes de mí!
23 ¡Despierta, álzate en favor mío, |
Señor mío, Dios mío, en mi defensa!
24 ¡Hazme justicia según tu justi¬
cia, Señor mío, Dios míol | |Quc no
triunfen contra mí!
25 Que no puedan decir en su co¬
razón: «Lo conseguimos.» | Que no
digan: «Le liemos devorado.»
26 Sean confundidos y avergonza¬
dos, | cuantos se gozan en mi mal. |
Sean cubiertos de vergüenza y con¬
fusión | los que orgidiosamente se
alzan contra mí.
27 Y alégrense y salten de júbilo
los que están en favor de mi ino¬
cencia, | y digan siempre: ¡Ensalzado
sea Yave, que dio la paz a su siervo!
28 Mi lengua todos los días | cantará
tu justicia y tus alabanzas.
:*«. (Vulg. 35.)
Bondad de Dios y maldad del Impío.
1 Al maestro del coro. De David,,
siervo de Yave.
2 Dícele al impío la impiedad:
«Dentro, bien dentro de mi cora¬
zón, o | No hay ante sus ojos temor
de Dios.
3 Lisonjéase de que a su parecer | no
será hallada y castigada su culpa.
4 Las palabras de su boca son in¬
justicia y fraude, | no se cuida de
ser cuerdo y obrar el bien.
5 En su lecho maquina iniquida¬
des | y emprende caminos no buenos; |
no se aparta del mal.
6 Se levanta hasta los cielos, ¡oh
Yave!, tu misericordia, | y hasta las
nubes tu verdad.
7 Tu justicia es como los montes de
Dios. | Tus juicios son un insondable
abismo. | Tú, ¡oh Yave!, eonservas a
hombres y animales.
8 ¡Cuán magnífica es tu misericor¬
dia! | Ampárense los hombres a la
sombra de tus alas.
9 Sácianse de la abundancia de tu
casa, I y los abrevas en el torrente
de tus delicias;
10 Porgue en ti está la fuente de
la vida, I V en tu luz vemos la luz.
11 Extiende tu misericordia a los
que te conocen, | y tu justicia a los
rectos de corazón.
12 No me pise el pie del soberbio, | no
me eche fuera la mano del impío.
13 Sí, caerán los obradores de la ini¬
quidad, | serán abatidos y no podrán
más levantarse.
37. (Vulg. 30.)
La providencia divina, cuanto al Justo
y al Impío.
1 De David.
Alef. No te impacientes por los
malvados (1), | no envidies a los
que hacen el mal;
2 Porque presto serán segados como
heno, | y como la hierba tierna se
secarán.
3 13ct. Tú confía en Yave y obra el
bien, I y hábil aras en la tierra y
serás apacentado en la verdad.
(i) BI problema de la existencia del mal en
el mundo y las razones del gobierno divino,
bajo el cual se ve con frecuencia padecer a los
buenos y prosperar a los malos, inquietaba gran¬
demente a los autores del A. T., a quienes aun
no habla sido revelado el misterio de la eruz
y de la Resurrección de Cristo. Asi, por ejemplo,
el verso :8 expresa abiertamente la aprobación
d»vina a la conducta de los justos y lo cierno
de su recompensa.
SALMOS
877
4 Haz de Yave tus delicias, | y él
te dará lo que tu corazón desea.
5 Guímel. Encomienda a Yave tus
caminos, | en él espera, y él obrará;
6 El hará resplandecer como la luz
tu justicia, | y tu derecho como la
luz del mediodía.
7 Dálet. Aquiétate en Yave y es¬
pera en él; | no te impacientes por la
prosperidad de otros, | de los que
obran la maldad.
8 He. Depon el enojo y deja la
cólera, | no te excites, no te dejes
llevar al pecado.
9 Porque los malvados serán exter¬
minados, | pero los que esperan en
Yave poseerán la tierra.
10 Vau. Sí, un poco todavía, y el
impío ya no será; | le buscarás en
su lugar y ya no le hallarás.
11 Los mansos poseerán la tierra, |
V gozarán de gran paz.
12 Zain. Maquina el impío contra
el justo | y rechina sus dientes
contra él.
13 Pero Yave se ríe de él, | porque
ve que su día se acerca.
14 Jet. Desenvainaron los malva¬
dos su espada, tendieron el arco, |
para destruir al pobre y al menes¬
teroso, | para asesinar a los que van
por el camino recto.
15 Su espada se hundirá en su
propio corazón, | y se quebranta¬
rán sus arcos.
16 Tet. Mejor le es al justo lo poco |
que la opulencia de muchos impíos;
17 Porque los brazos del impío
serán rotos, | mientras que Yave
sostiene al justo.
18 Yod. Conoce Yave los días del
justo | y su posesión será eterna.
19 No serán confundidos, al tiempo
malo, | y serán saciados en el día
del hambre.
20 Caf. Cierto, los impíos pere¬
cerán, | y los enemigos de Dios,
como la lozanía de los prados; | pe¬
recerán, se desvanecerán como el
humo.
21 Lámed. Pide prestado el impío
y no puede pagar, | el justo se com¬
padece y da.
22 Sí, los benditos de Dios here¬
darán la tierra, | los malditos de él
serán exterminados.
23 Mem. Yave ordena los pasos del
hombre, | guía y sostiene al que va
por buen camino.
24 Si cayere, no yacerá postrado, |
porque Yave le tiende su mano.
26 Nun. Fui mozo y ya soy viejo, | y
jamás vi abandonado al justo | ni a
su prole mendigar el pan.
26 Siempre se compadece y presta, |
y es bendecida su descendencia.
27 Sámec. Apártate del mal y haz
el bien, ( y vivirás para siempre;
28 Porque ama Yave la rectitud | y
no desampara a sus santos. | Los im¬
píos serán borrados para siempre, |
v la prole del impío será exterminada.
29 Los justos poseerán la tierra, y será
eterna en ella su morada.
30 Ayin. La bocad el justo habla
sabiduría, ] y su lengua profiere
palabras de rectitud.
81 Pe. Lleva en el corazón la ley de
su Dios, | y no vacilan sus pasos.
32 Sade. El malvado espía al jus¬
to, | y busca modo de arrebatarle
la vida,
33 Pero Yave no se lo entrega
en sus manos, | y no permite que
sea condenado en el juicio.
34 Qof. Confía en Yave y sigue
su camino, | y él te ensalzará para
que poseas la tierra, | y gozarás a
la vista del exterminio de los impíos.
35 Res. He visto al impío alta¬
mente ensalzado, | y extenderse como
árbol vigoroso.
36 Pero pasé de nuevo, y ya no
era, | le busqué y no le hallé.
37 Sin. Considera al recto y mira
al justo, | y verás que al fin es feliz.
38 Los impíos, por lo contrario,
serán exterminados; | la posteridad
de los malvados será tronchada.
39 Tau. De Yave viene la salva¬
ción de los justos, | es su refugio al
tiempo de la adversidad,
40 Yave los socorre y los libra
del impío, | porque se acogieron a él.
38. (Vulg. 37.)
Oración de un pecador arrepentido.
1 Salmo de David. Para memoria.
2 No me castigues, Yave, en tu
furor, | no me corrijas en tu ira.
3 Que tus saetas han penetrado
en mí, | y pesa gravemente sobre mí
tu mano.
4 Nada hay sano en mi carne a
causa de tu ira; | no hallan paz mis
huesos, a causa de mi pecado (1).
(i) El salmista padece una enfermedad, que
todos miran como castigo de sus pecados. De
aquí que venga a ser el blanco del desprecio y
de la persecución, contra la cual clama a Yave
para que salga por su causa, que es la de Dios.
878
SALMOS
6 Pasan por encima de mi cabeza
mis iniquidades, | pesan sobre mí
como pesada carga.
6 Hedionda podre supuran mis
llagas, | a causa de mi locura.
7 Voy encorvado y en gran manera
humillado, | todo el día en luto;
8 Porque están mis huesos abra¬
sados, | y no hay en mi carne parte
sana.
8 Estoy desfallecido y sobremanera
acabado, | y la conmoción de mi
corazón me hace rugir, con rugido
de leona.
10 Mis deseos, joh Yave!, ante ti
están, | y no se te ocultan mis gemidos.
11 Está lleno de congoja mi cora¬
zón, me faltan las fuerzas, | y aun
la misma luz de mis ojos me aban¬
dona.
12 Mis amigos y mis compañeros
se alejan por mis llagas, j y mis
vecinos se quedan lejos y me insultan.
13 Tiéndenme lazos los que buscan
mi vida, | y inc amenazan los que
desean mi ruina. | Todo el día están
maquinando engaños.
14 Yo hago que no oigo, como
sordo, | y como mudo no abro la
boca.
15 Soy como hombre que no siente, |
y en cuya boca no hay respuesta,
16 Porque es en ti, ¡oh Yavel, en
quien confío, | y serás tú quien
por mí respondas, ¡Yave, Dios mío!
17 Pero digo: «Que no puedan
gozarse en mi mal I los que aplau¬
dían cuando resbalaba mi pie.»
18 Mira que estoy para caer, | tengo
siempre a mis ojos mi maldad.
19 Confieso ini culpa, y que peno
por mi pecado. [ Pero viven y son
fuertes mis enemigos,
20 Y se multiplican los que injus¬
tamente me odian; | y los que me
vuelven mal por bien
21 Me hostigan, por seguir y hacer
el bien.
22 No me abandones, ¡oh Yavel, |
no te estés alejado de mí, ¡Dios míol
23 ¡Corre en mi auxiliol | ¡Señor
mío, mi saludl
39. (Vulg. 38.)
Deprecación del justo atribulado.
1 Al maestro del coro. A Idutun.
Salmo de David.
2 Yo me dije: Atenderé a mis I
caminos, | para no pecar con mi i
lengua; | pondré un freno a mi boca, |
mientras tenga al impío frente a mí.
3 Quedé silencioso, mudo, callé
aún el bien; | pero mi dolor se exa¬
cerbaba (1),
4 Me ardía el corazón dentro del
pecho, | se encendía el fuego en mi
meditación, | y prorrumpí con mi
lengua:
5 «Dame a conocer, ¡oh Yave!,
mi fin, | y cuál sea la medida de mis
días; | que sepa cuán caduco soy.
G Has reducido a un palmo mis
días, | y mi existencia delante de ti
es la nada; | no dura más que un
soplo todo hombre. (Sela.)
7 Muévese el hombre cual un fan¬
tasma, | por un soplo solamente se
agita. | Amontona sin saber para
quién.
8 ¿Qué podría yo entonces esperar,
oh Yave? | Pero está en ti mi es¬
peranza.
0 Líbrame de todas mis iniqui¬
dades, | no me hagas el escarnio
del malvado.
10 Enmudezco, no abro mi boca, |
porque sé que tú lo haces.
11 Desvía de mí tu azote, | que
el rigor de tu inano me consume.
12 Tú vengas con castigos la ini¬
quidad del hombre | y destruyes
su soberbia como la polilla. (Sela.)
13 Oye, ¡oh Yavel, ini plegaria; | da
oídos a mis clamores, | no seas insen¬
sible a mis lágrimas. | Porque yo
no soy más que un peregrino para ti, |
un advenedizo, cómo todos mis padres.
14 Déjame que me reconforte un
poco, | antes que me vaya y ya no
sea.
40. (Vulg. 39.)
Acción de gracias por el auxilio recibido
y petición de nuevo auxilio.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David.
2 Confiadamente esperé a Yave, | y
él se inclinó y escuchó mi clamor,
3 Y ine sacó de una hoya do
ruina, | del fango cenagoso, | y afirmó
mis pies sobre piedra | e hizo se¬
guros mis pasos.
4 Puso en mi boca un cántico
(i) Como Job sentido en la ceniza, así el
salmista, oprimido por la tribulación que Dios
le envíi y que le convierte en escarnio de sus
enemigos, que son los de Dios, enmudece,
hasta que por fin prorrumpe en quejas al Señor.
SALMOS
87y
nuevo, | una alabanza a nuestro Dios. |
Muchos verán esto y temerán, | y es¬
perarán en Ya ve.
6 Bienaventurado el hombre cuya
esperanza es el nombre de Yave, |
y no se vuelve a los soberbios ni a
los mentirosos. | Tú, ¡oh Yave, Dios
míol,
6 Has multiplicado tus maravillad |
y tus trazas en favor nuestro. | Yo
quisiera contarlas, hablar de ellas, |
pero sobrepasan todo número.
7 No deseas tú el sacrificio y la
ofrenda (1), | pero me has dado
oído abierto. | No buscas el holo¬
causto y el sacrificio expiatorio.
8 Y me dije: «Heme aquí.» | En el
rollo de la ley se escribió para mí | que
haga yo tu voluntad.
8 ¡Oh Yavel Yo quiero cumplir tu
voluntad, | y dentro de mi corazón
está tu ley.
10 He proclamado tu justicia a
numerosa asamblea; | no cerré mis
labios; tú, ¡oh Yavel, lo sabes.
11 No he tenido encerrada en mi
corazón tu justicia. | He anunciado
tu verdad y tu redención. | No celé
tu misericordia y tu fidelidad | a la
numerosa asamblea.
12 No apartes de mí, ¡oh Yave!, tu
misericordia. | Tu piedad y tu jus¬
ticia | me guardarán eternamente;
13 Porque me rodean males sin
número, | se me echan encima mis
iniquidades, | y no puedo levantar
la vista. | Superan en número a los
cabellos de mi cabeza, | y por- eso
desfallece mi corazón.
14 Agrádete librarme, ¡oh Yave! |
Corre, ¡oh Yavel, en mi ayuda.
15 Sean confundidos y avergon¬
zados | los que buscan arrebatarme
la vida. | Sean puestos en fuga y
cubiertos de ignominia | aquellos que
se alegran de mi mal.
16 Consumidos sean por su afrenta |
los que me gritan: ¡Ah, ahí | Salten
de gozo y alégrense en ti
17 Todos aquellos que te buscan; |
los que aman la salud que de ti
procede | exclamen siempre: «¡Ensal¬
zado sea Yavel»
(i) Contiene este salmo un pensamiento in¬
teresantísimo, que es el tema del primer sermón
de Isaías (i, 2) contra la falsa piedad de Judá.
El sacrificio que Dios desea no es el de los bece¬
rros, sino el de la voluntad, con la perfecta ooe-
diencia a su ley. Esto se realizó plenísimamente
en Cristo, que hasta el fin cumplió la voluntad
del Padre, y en este aspecto el salmo es me-
siánico.
18 Cuanto a mí, pobre y menes¬
teroso, | Yave cuidará de mí. | Tú
eres mi socorro y mi libertador. | ¡Dios
mío, no tardesl
41. (Vulg. 40.)
Oración de un enfermo grave.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David (1).
2 Bienaventurado el que piensa
en el pobre: | en el día malo, Yave le
librará,
3 Le protegerá Yave y le dará
vida. | Será bienaventurado sobre la
tierra, | pues no le entregará al
odio de sus enemigos.
4 Le sostendrá Yave en el lecho
de la enfermedad. | En la enferme-
medad tú le aliviarás.
6 Yo digo: ¡Oh Yave, ten piedad
de mil | Sana mi alma, que pequé
contra ti.
6 Mis enemigos lanzan impreca¬
ciones contra mí, diciendo: | «¿Cuándo
se morirá éste, y será borrado su
nombre?»
7 Si vienen a verme hablan menti¬
rosamente, | acumulan en su cora¬
zón malos deseos, | y cuando salen
fuera, hablan.
8 Reunidos, murmuran contra mí
los que me odian, | y descuentan mi
ruina:
9 «Un mal terrible se ha apode¬
rado de él, 1 se acostó para no levan¬
tarse ya mas.»
10 Aun el que tenía paz conmigo, |
aquel a quien yo me confiaba y
comía mi pan, ] alzó contra mí su
calcañal.
11 Pero tú, ¡oh Yave!, ten piedad
de mí | haz que me levante, | y en¬
tonces les daré su merecido.
12 En esto conoceré que me amas, |
en que 110 triunfe mi enemigo con¬
tra mí.
13 Tú manténme incólume, | y
consérvame por siempre en tu pre¬
sencia.
14 ¡Bendito Yave, Dios de Israel,
por los siglos de los siglos! | Amén,
amén.
(1) Este salmo es parecido al 38. También
la ocasión de él es una enfermedad del salmista.
El versículo 14 es la doxología con que termina
el libro primero del Salterio.
880
SALMOS
LIBRO SEGUNDO
42. 43. (Vulg. 41, 42.) (1)
Ardientes deseos del desterrado de ver
nuevamente el santuario.
1 Al maestro del coro. Masquil
de los hijos de Coré.
2 Como anhela el ciervo las co¬
rrientes aguas, | así te anhela a ti
mi alma, i oh Dios!
3 Mi alma está sedienta de Dios,
del Dios vivo. | ¿Cuándo vendré y
pareceré delante de Dios?
4 Mis lágrimas son dia y noche
mi pan, | mientras continuamente
me dicen: | «¿Dónde está tu Dios?»
6 jAy! Cómo estalla en mi corazón
el recuerdo | de cuando en medio
de la muchedumbre, | iba en pro¬
cesión a la casa de Dios, | entre voces
de júbilo y alabanza | del pueblo
en fiesta!
6 ¿.Por qué te abates y alma mía y \ ¿Por
qué te turbas dentro de mil | Espera
en Dios y que aún le alabaré. | j El es la
alegría de mi ros tro , él es mi Dios\
7 Abatida está mi alma, Dios mío. |
Siempre estoy acordándome de ti,
desde la tierra del Jordán, | de las
cumbres del Hermón y del monte
Meser.
8 Vn remolino llama al otro remo¬
lino. | Con el rumor de tus cascadas, |
todas tus ondas y tus olas pasan
sobre mí.
9 De día dispensa Dios su gracia, |
de noche me acompaña su cán¬
tico, | una oración al Dios de mi vida.
10 Digo a Dios: «¡Oh roca mía!
¿Por qué te has olvidado de mí? |
¿Por qué he de andar en luto bajo
la opresión del enemigo?
11 Mientras quebrantan mis huesos |
mis opresores, y se burlan de mí | di-
eiéndoiue continuamente: «¿Dónde
está tu Dios?»
12 ¿Por qué te abates y alma mia y \
¿Por qué te turbas dentro de mil \ Espe¬
ra en Dios, que aún le alabaré. \
j El es la alegría de mi rostro y él es
mi Dios\
(i) Aunque distintos en el texto, son un sal¬
mo único. Basta, para convencerse de ello, aten¬
der a la estrofa intercalar, que en uno y otro es la
misma, ti salmo es una bellísima explosión de
los suspiros y anhelos oel salmista por el templo,
en que siente la presencia de su Dios y en El
se goza.
1 Júzgame, ¡oh Yavel, y apoya
mi causa, | líbrame de esta gente
malvada, | de estos inicuos traidores.
2 Pues que eres tú mi refugio,
¿por qué me rechazas? | ¿Por qué
he de andar en luto bajo la opresión
del enemigo?
3 Manda tu luz y tu verdad. Ellas
me guiarán | y me acompañarán a
tu monte santo, | a tus tabernáculos.
4 ¡Oh, si pudiera acercarme al altar
de Dios, | al Dios de mi alegría y de
mi gozo, | y cantarle a la cítara! ¡Oh
Dios, Dios mío!
5 ¿Por qué te abates , alma mia , | ¿Por
qué te turbas dentro de mil | Espera
en Dios y que aún le alabaré. | j El es
la alegría de mi rostro , él es mi Dios I
44. (Vulg. 43.)
Lamentación por el estado de opresión
en que se halla el pueblo.
1 Al maestro del coro. Masquil, de
los hijos de Coré.
2 Con nuestros oídos, ¡oh Dios!,
hemos oído, | nos contaron nuestros
padres | la obra que tú hiciste en
sus días, | en los tiempos anti¬
guos (1).
3 Tú, con tu mano, echaste a las
gentes y los plantaste a ellos. | Afli¬
giste a pueblos y los arrojaste, y a
ellos los hiciste germinar.
4 No se apoderaron de la tierra
por su espada, I ni les dió su brazo
la victoria. | Fue tu diestra, tu brazo,
la luz de tu rostro, | porque te com¬
placiste en ellos.
6 Tú. ¡olí Dios!, eres mi rey, | tú das
victorias a Jacob;
6 Contigo batiremos a nuestros ene¬
migos, | en tu nombre pisotearemos
a nuestros adversarios.
7 Pues no confío en mi arco, | no
me dará mi espada la victoria.
8 Eres tú quien nos darás la vic¬
toria sobre nuestros enemigos, | el
que confundirás a cuantos nos odian.
9 Y nosotros nos gloriaremos siem¬
pre en Ya ve | y eternamente canta¬
remos su nombre. (Sela.)
10 Pero ahora nos lias abandonado, |
nos has hecho caer en la ignominia.
(i) El salmista pone de relieve el contraste
entre las inaravi.ias oídas a los padres y las
realidades presente», tal vez los estragos cau¬
sados por la invasión asiria en la época de
Ezcqulas (II Rcg. iR, 13 ss.).
SALMOS
881
11 No sales ya en nuestros ejér¬
citos, | nos has hecho huir ante el
enemigo,
12 Y los que nos aborrecían se
enriquecieron con la presa. | Nos has
hecho como ovejas destinadas al
matadero,
13 Y nos has dispersado entre las
gentes. | Has vendido de balde a tu
pueblo,
14 No subiste mucho su precio. | Nos
has hecho el oprobio de nuestros
vecinos,
16 El ludibrio y la mofa de cuantos
nos rodean. | Nos has hecho la fábula
de las gentes,
16 Todas al vernos yerguen su
cabeza. | Mi ignominia está delante
de mí todo el día;
17 Cubre mi rostro la vergüenza, |
ante los insultos y los ultrajes | del
enemigo, del vengativo.
18 Todo esto ha venido sobre nos¬
otros, y no te hemos olvidado | ni
hemos roto tu pacto.
19 No se ha rebelado nuestro cora¬
zón, | no se salieron de tus caminos
nuestros pasos,
20 Para que tú nos aplastes en la
guarida de los chacales | y nos cubras
de sombras de muerte.
21 Si hubiéramos olvidado el nom¬
bre de nuestro Dios, | si hubiéramos
tendido nuestras manos a los dioses
extraños,
22 ¿No había dq saberlo Dios, | que
conoce los secretos del corazón?
23 Antes por tu causa nos entregan
a la muerte cada día, | y somos
tenidos por ovejas para el matadero.
24 jDespiertal ¿Cómo es que estás
dormido, Yave? | ¡Despierta, no nos
dejes del todol
25 ¿Por qué escondes tu rostro, |
olvidado de nuestra aflicción, de
nuestra opresión?
26 Está nuestra alma postrada en
el polvo, | está nuestro cuerpo pegado
a la tierra.
27 ¡Levántate y ayúdanos! | ¡Res¬
cátanos por el honor de tu nombre!
45. (Vulg. 44.)
Canto nupcial.
1 Al maestro del coro. A los lirios.
Masquil de los hijos de Coré. Canto
de amor (1).
(i) El mesianismo de este salmo consta cier¬
tamente» por la interpretación que de él hace San
2 Bullendo está en mi corazón un
bello canto, | que al rey voy a cantar. |
Sea mi lengua como el cálamo de
veloz escriba.
3 Eres el más hermoso de los hijos
de los hombres. | En tus labios se
ha derramado la gracia, | y te ha
bendecido Dios con eterna bendición.
4 Cíñete la espada sobre tu ro¬
busto muslo, ¡oh héroe!, | tus galas
y preseas,
5 Y marcha, cabalga sobre la
verdad y la justicia. | Enséñete tu
diestra maravillosas hazañas.
6 Agudas son tus saetas, ante ti
caen los pueblos, | van derechas al
corazón de los enemigos del rey.
7 Tu trono, ¡oh Dios!, es por los
siglos eterno, | y cetro de equidad
es el cetro de tu reino.
8 Amas la justicia y aborreces la
iniquidad; | por eso Dios, tu Dios,
te ha ungido | con el óleo de la ale¬
gría, más que a tus compañeros.
9 Mirra, áloe, casia, exhalan tus
vestidos, | y el sonido de los instru¬
mentos de cuerda te alegra en tus
marfileñas estancias.
10 Hijas de reyes figuran en tu
corte, | y a tu diestra está la reina,
oro de Ofir.
11 Oye, hija, mira, dame tu oído. |
Olvídate de tu pueblo y de la casa
de tu padre,
12 Y deja que se prende el rey de tu
hermosura. | Pues que él es tu" señor,
sírvele a él.
13 La hija de Tiro con dones, | los
ricos del pueblo, buscarán tu favor.
14 Enteramente gloriosa es dentro
la hija del rey; | su vestido es tejido
de oro de diversos colores.
15 Por sobre recamados tapices es
llevada al rey; | detrás de ella las
vírgenes, sus amigas, son introdu¬
cidas a ti.
16 Acompañadas de músicas y jú¬
bilo, | entran en el real palacio.
17 A tus padres sucederán tus hijos, |
los constituirás príncipes por toda
la tierra.
18 Yo quisiera hacer tu nombre
celebrado por generaciones y gene¬
raciones. | ¡Alábente, pues, los pue¬
blos por los siglos eternos!
Pablo (Heb., i, 8). De la persona del rey, cuyo
epitalamio canta, el autor inspirado se eleva a la
contemplación del Rey Mesías, cuya gloria ve
reflejarse en aquél. Tiene cierta semejanza con
el Cantar de los Cantares en que es un canto
de bodas.
56
882
SALMOS
40. (Vulg. 45.)
Dios, protector de su pueblo.
1 Al maestro del coro. De los hijos
de Coré. Para voces altas. Cántico.
2 Dios es nuestro amparo y nuestra
fortaleza, | nuestro pronto auxilio
en las tribulaciones.
3 Por eso no hemos de temer
aunque tiemble la tierra, | aunque
caigan los montes al seno del mar,
4 Y bramen y espumen sus olas, | y
tiemblen sacudidos los montes. | Y ave
Sebaot está con nosotros (1), | el
Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.)
5 Un río con sus brazos alegra la
ciudad de Dios, | el santuario de la
tienda del Altísimo.
6 En medio de ella está Ya ve;
no será conmovida, | Dios la soco¬
rrerá desde el clarear de la mañana.
7 Túrbanse las naciones, vacilan
los reinos, | da él su voz, se derrite
la tierra.
8 Y ave Sebaot está con nosotros , | el
Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.)
9 Venid y ved las obras de Yave, |
los prodigios que ha dejado él sobre
la tierra.
10 El es quien hace cesar la guerra |
hasta los confines de la tierra. |E1 rom¬
pe el arco, troncha la lanza, | y hace
arder los escudos en el fuego.
11 «Aquietaos y reconoced que yo
soy Dios, | poderoso entre las gentes,
poderoso sobre la tierra.»
12 Yave Sebaot está con nosotros y | el
Dios de Jacob es nuestra roca. (Sela.)
47. (Vulg. 46.)
Venida de las gentes al reino de Dios.
1 Al maestro del coro. De los hijos
de Coré. Salmo.
2 ¡Olí pueblos todos, batid palmasl |
Aclamad a Dios con voces jubilosas,
3 Porque es Yave, el Altísimo,
(i) Falta después de la primera estrofa el
versículo intercalar, que se repite luego en los
versículos 8 y 12, es decir, al fin de la segunda
y la tercera estrofas. Por eso lo suplimos al fin
de la primera. Se canta en él el triunfo del pue¬
blo de Israel, debido a la asistencia de Yave, a
quien, por consiguiente, lo atribuye el salmista.
De aquí se eleva el salmista a la proclamación
de Yave Rey universal, reconocido y acatado por
todos los pueblos. Tiene, pues, un sentido cier¬
tamente mesiánico: el reinado universal de Yave,
realizado en el Mesías, Cristo Jesús.
terrible, | el gran rey de toda la
tierra (1).
4 El nos sujetará los pueblos, | él
pondrá las gentes bajo nuestros pies.
5 El ha elegido para sí nuestra
heredad, | la hermosura de Jacob,
su amado. (Sela.)
8 Sube Dios entre voces de júbilo, |
Yave entre el resonar de las trom¬
petas.
7 ¡Cantad a Yave, cantadle! | ¡Can¬
tad a nuestro rey, cantadle!
8 Porque es Yave el rey de toda
la tierra, | cantadle con maestría.
9 Es Dios el rey de las naciones, |
que se asienta sobre su santo trono.
10 Los príncipes de los pueblos
se reunirán bajo el Dios de Abra-
ham; | pues de Dios son los grandes
de la tierra, | de Dios, que a todo
sobrepuja.
48. (Vulg. 47.)
Canto a la liberación de Jerusalén.
1 Cántico (2). Salmo de los hijos
de Coré.
2 Grande es Yave y muy glorioso, |
en la ciudad de Yave, en su monte
santo.
3 El monte de Sión, delicia de
toda la tierra, | se yergue bello al
lado del aquilón | de la ciudad del
gran rey.
4 Dios en sus palacios | es conocido
refugio.
6 Habíanse aliado los reyes, | ha¬
bíanse unido;
6 Pero en cuanto la vieron, que¬
dáronse espantados | y aterrados se
dieron a la fuga.
7 Apoderóse de ellos el terror, | una
angustia como de mujer en parto,
8 Como al viento solano, | que hace
pedazos las naves de Tarsis.
9 Lo hemos oído, | lo hemos visto |
en la ciudad de Yave Sebaot, | en la
ciudad de nuestro Dios. | Dios la hará
subsistir siempre. (Sela.)
10 Acordáinonos, Dios, de tus favo¬
res, | aquí en tu templo.
(1) Esta invitación a todos los pueblos para
que alaben a Yave, Rey de tola la tierra, es
una manifestación del mesiinismo. Véase en
Rom. 15, 10 s.
(2) Es un canto de triunfo. Parece responder
a la derrota de Senaquenb, debida únicamente
al poder de Dios, sin la intervención de las ar¬
mas de Judá, según se narra en 11 Reg. 19»
35 ss.
SALMOS
883
11 [Oh DiosI Cual es tu nombre, | así
es tu gloria en los confines de la
tierra. | Tu diestra está llena de
bondad.
12 Alégrese el monte de Sión, | salten
de júbilo las ciudades de Judá, |
por tus juicios, joh Yavel
13 Rocorred Sión, dad vuelta a
ella; | contad sus torres,
14 Poned atención a sus murallas, |
enumerad sus palacios, | para poder
contárselo a las generaciones veni¬
deras.
15 Porque éste es Dios y será
siempre nuestro Dios. | El nos re¬
girá siempre.
49. (Vulg. 48.)
Todo hombre es mortal, pero el justo
tiene firme esperanza de inmortalidad.
1 Al maestro del coro. Salmo de
los hijos de Coré (1).
2 [Oíd, oíd, oh pueblos todosl | Es¬
cuchad todos vosotros, habitadores
del mundo,
3 [Plebeyos y nohles, | ricos y
pobresl
4 Mi boca proferirá sabias pala¬
bras, | y palabras de sensatez serán
las de mi corazón.
5 Tenderé mis oídos al proverbio, | y
al arpa expondré mi sentencia.
6 «¿Por qué temer yo el día de la
desventura, | cuando la perfidia me
pise los talones,
7 La perfidia de los que confían
en su hacienda | y se glorian de la
abundancia de sus riquezas?»
8 Nadie puede rescatar al hombre
de la muerte, | nadie puede dar a
Dios su precio;
9 Pues muy elevado es el precio
del rescate de la vida, | y no se
llegará jamás a él,
10 Para que pueda uno vivir por
siempre, | sin ver el sepulcro.
11 [Sí, le verán! Mueren los sabios, |
desaparecen el necio y el estulto, | de¬
jan a otros sus haciendas.
12 Pensaban que duraría su casa
por la eternidad, | que subsistiría
perpetuamente su morada, | y ponían
sus nombres a sus tierras.
13 Pero el hombre, aun puesto en
suma dignidad, no dura, | es seme¬
jante a los animales, perecedero.
14 Tal es su camino, su locura; | y
con todo, los que vienen detrás | si¬
guen sus mismas máximas. (Sela.)
16 Como rebaños son echados en el
sepulcro, | devóralos la muerte. | A la
mañana, dominan sobre los justos, |
mientras el abismo abre sus fauces, j
y consumirá su lozanía.
18 Pero Dios rescatará mi alma del
poder del abismo, | porque me elevará
a sí. (Sela.)
17 No te impacientes, pues, si ves
a uno enriquecerse, | y si acrecienta
la gloria de su casa;
18 Porque a su muerte nada se
llevará consigo | ni le seguirá su gloria.
19 Aunque en su vida se congra¬
tulase | y se alabase de pasarlo bien,
20 Tendrá que irse a la morada de
sus padres, | para no ver ya jamás
la luz.
. 21 Pues el hombre aun puesto en
dignidad, no dura, | es semejante a
los animales, perecedero.
50. (Vulg. 49.)
El culto aceptable a Dios.
1 Salmo de Asaf.
El Dios soberano, Yave, habla, |
convoca a la tierra de levante a po¬
niente.
2 Muéstrase en Sión, perfección
de la hermosura.
3 Viene nuestro Dios y no en si¬
lencie. | Le precede ardiente fuego, | le
rodea furiosa tempestad.
4 Llama arriba a los cielos y abajo
a la tierra, | para hacer justicia a
su pueblo.
6 «Reunid a mis santos, | los que
sellaron mi alianza con el sacrificio.»
6 Y los cielos promulgan su jui¬
cio, | porque es Dios el juez. (Sela.)
7 «¡Oye, pueblo mío, que te hablo
yo, | que te amonesto yo, oh Israelí |
Yo soy Dios, tu Dios.
8 No te reprendo por tus sacrifi¬
cios (1) | ni por tus holocaustos,
que están siempre ante mí.
9 No quiero yo tomar becerros de
tu casa, | ni de tus apriscos machos
cabríos;
(i) En este salmo, cuyo tema es la sentencia
de muerte que pesa sobre todos los hombres, es
muy de notar la seguridad que en el v. 16 expresa
el salmista, de ser por Dios librado de la muerte.
(i) Este salmo desarrolla un tema semejante
al del 40. No son los sacrificios de los toros los
que a Dios agradan, sino el sacrificio de alabanza
I y el cumplimiento de la divina ley.
884
SALMOS
10 Porque mías son todas las bestias
de los bosques, | y los millones de
animales de los montes,
11 Y en mi mano están todas las
aves de los montes | y todos los
animales del campo.
12 Si tuviera hambre, no te lo
diría a ti, | porque mío es el mundo
y cuanto lo llena.
13 ¿Como yo acaso la carne de tus
Loros, | bebo yo acaso la sangre de
tus carneros?
14 Ofrece a Dios sacrificios de ala¬
banza | y cumple tus votos al Altísimo,
15 E invócame en el día de la an¬
gustia; | yo te libraré y tú cantarás
mi gloria. (Sela.)
18 Pero al impío, dícele Dios: |
jCómol ¿Te atreves tú a hablar de
mis mandamientos, | a tomar en tu
boca mi. alianza,
17 Teniendo luego en aborrecimien¬
to mis enseñanzas | y echándote a
las espaldas mis palabras?
18 Si ves a un ladrón, corres a
unirte a él | y tienes tu parte con el
adúltero.
19 Pones el mal en tu boca | y
urde tu lengua el engaño.
20 Sentado difamas a tu prójimo | y
esparces la calumnia contra el hijo
de tu madre.
21 Esto lo he visto yo, y porque
callaba, | creiste que de cierto era
yo como tú. | Yo quisiera corregirte,
poniendo esto ante tus ojos.
22 Entended, pues, los que os ol¬
vidáis de Dios, | no sea que os des¬
troce, sin que haya quien os libre.
23 El que me ofrece sacrificios de
alabanza, ése me honra: I el que or¬
dena sus caminos, | a ese le mos¬
traré yo la ¿alud de Dios.
51. (Vulg. 50.)
Confesión de los pecados y súplica de
perdón.
1 y (i) 2 Al maestro del coro. Salmo
de David (1), cuando *fué a él el
profeta Natán, después de lo de Betsabé.
3 ¡Apiádate de mí, oh Dios, según tus
piedadesl | Según la muchedumbre de
tu misericordia, | borra mi iniquidad.
(i) Verdadero acto de penitencia, que brotó
del corazón y de los labios de David, cuando
Natán le reprendió por su pecado. Los ver¬
sículos 20 y siguiente son una adición, hecha
después de la cautividad, para adaptar el salmo
al estado del pueblo y a sus necesidades de en¬
tonces.
4 Lávame de mi iniquidad | y lim¬
píame de mi pecado,
5 Pues reconozco mis culpas, | y
mi pecado está siempre ante mí.
6 Contra ti, sólo contra ti he pe¬
cado, | he hecho lo malo a tus ojos, |
para que sea reconocida la justicia
de tus palabras | y seas vencedor en
el juicio.
7 Ya en maldad fui formado | y en
pecado me concibió mi madre.
8 ¡Oh tú, que amas la sinceridad
del corazón, | descúbreme los secretos
de tu sabiduríal
9 Aspérgeme con hisopo y seré
puro, | lávame y emblanqueceré más
que la nieve.
19 Dame a sentir el gozo y la ale¬
gría, | y saltarán de gozo los huesos
que liumillaste.
11 Aparta tu faz de mis pecados | y
borra todas mis iniquidades.
12 Crea en mí, ¡oh DiosI, un cora¬
zón puro, | renueva dentro de mí un
espíritu recto.
13 No me arrojes de tu presencia, |
y no quites de mí tu santo espíritu.
14 Devuélveme el gozo de tu sal¬
vación | y sosténgame un espíritu
generoso.
15 Yo enseñaré a los malos tus ca¬
minos | y los pecadores se conver¬
tirán a ti.
18 Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios de mi salvaciónl, | y cantará mi
lengua tu justicia.
17 Abre tú, Señor, mis labios, | y
cantará mi boca tus alabanzas.
18 Porque no es sacrificio lo que
tú quieres, | si no, te lo ofrecería. | No
quieres tampoco holocaustos.
19 El sacrificio grato a Dios es un
corazón contrito. | Tú, ¡oh Diosl, no
desdeñas un corazón contrito y hu¬
millado.
20 Sé benévolo en tu buena volun¬
tad hacia Sión. | Edifica los muros
de Jerusalén.
21 Entonces te agradarás de los
sacrificios de justicia, | de las obla¬
ciones y holocaustos. | Entonces
pondrán becerros en tu altar.
52. (Vulg. 51.)
Oración contra un enemigo jactancioso.
1 y 2 Al maestro del coro, Masquil
de David (1), cuando Doeg, idu-
(r) En este salmo son de notar los versícu¬
los ro y siguiente, en que el salmista expresa la
SALMOS
885
meo, fué a informar a Saúl, diciéndole:
David ha venido a casa de Abimelec.
3 ¿Por qué te glorias en tu maldad,
oh poderoso? | La misericordia de
Dios dura siempre.
4 Tu lengua medita la maldad; | es
como afilada navaja, artífice de en¬
gaños.
5 Amas el mal y no el bien, | la
mentira, y no la verdad. (Sela.)
6 No tienes más que palabras per¬
niciosas, | lengua engañosa.
7 Por eso el Dios fuerte te des¬
truirá del todo, | te abatirá y te
arrancará de tu morada, | te desarrai¬
gará de la tierra de los vivos.
(Sela.)
8 Verán esto los justos, y temerán |
y se reirán de él:
9 «He ahí el que no temía a Dios |
por su fortaleza, | y confiaba en sus
muchas riquezas | y se hacía fuerte
en su maldad.»
10 Mas yo estaré en la casa de
Dios | como fructífero olivo, | siempre
confiado en la misericordia de Dios.
11 Siempre te alabaré por lo que
has hecho, | y esperaré en tu nom¬
bre, | porque eres benigno con tus
santos.
53. (Vulg. 52.)
Castigo de los enemigos de Israel.
1 Al maestro del coro. A las flautas.
Masquil de David.
2 Dice el necio en su corazón: «No
hay Dios.» | Están corrompidos, co¬
meten abominables maldades, | no
hay quien haga el bien (1).
3 Mira Dios desde los cielos a los
hijos de los hombres, | para ver si
hay algún cuerdo que busque a
Dios.
4 Todos se han descarriado, todos
se han corrompido; | no hay quien
haga el bien, | no hay ni uno solo.
5 ¡Ahí Ya lo verán | los que obran
la iniquidad, | y devoran a mi pueblo
como se come el pan, | y no invocan
a Dios.
6 Ved: Tiemblan de miedo | donde
seguridad de poder alabar eternamente al Se¬
ñor, su fe en una dichosa inmortalidad.
(i) La corrupción es universal entre los
grandes, que devoran al pueblo, sin acordarse
de que hay un Dios que juzgará a unos y a
otros, cuando de Sión derramará la salud sobre
su pueblo y lo librará de la esclavitud que
padece. Tiempos mesiánicos.
no hay qué temer. | Pero Dios espar¬
cirá los huesos del que te asedia, | y
tú los cubrirás de ignominia, porque
Dios los rechazó.
7 ¿Quién traerá de Sión la salud
para Israel? | Cuando librará Dios de
la esclavitud a su. pueblo, | saltará
de gozo Jacob y se regocijará Israel.
54* (Vulg. 53.)
Oración contra los enemigos.
1 y 1 2 Al maestro del coro. A las
cuerdas. Masquil de David, cuando
vinieron los de Zif a decir a Saúl:
Mira quQ David está escondido entre
nosotros.
3 Sálvame, ¡oh Dios!, por el honor
de tu nombre, | defiéndeme con tu
poder (1).
4 Oye, ¡oh Dios!, mi oración, | da
oídos a las palabras de mi boca.
5 Porque los extraños se han le¬
vantado contra mí; | poderosos que
no tienen a Dios ante sus ojos, |
ponen asechanzas a mi vida. (Sela.)
6 Pero es Dios quien me defiende, |
es el Señor, el sostén de mi vida.
7 El volverá el mal contra mis ene¬
migos. | ¡Por tu verdad, extermí¬
nalos!
8 Yo te ofreceré voluntario sacrifi¬
cio, | cantaré, ¡oh Yavel, tu nombre,
porque propicio,
9 Me libró de toda angustia, j y
pudieron ver mis ojos la ruina de
inis enemigos.
55. (Vulg. 54.)
Oración contra los enemigos.
1 Al maestro del coro. A las cuerdas.
Masquil de David.
2 Da oídos, ¡oh Dios!, a mi ora¬
ción, | no te escondas a mi súplica.
3 Atiéndeme y respóndeme, | pues
lloro y gimo en mi oración.
4 Estoy aturdido ante los gritos
del enemigo, | ante la presión del
malvado; ¡ pues me echan encima
el infortunio | y me.persiguen con
furor (2).
(1) El honor de su nombre obliga a Dios a
salir por aquellos que forman su pueblo; de
otro modo, le declararían impotente los impíos.
Es idea frecuente en los profetas.
(2) Estos enemigos son los domésticos, son
los prepotentes que oprimen al pueblo y contra
los cuales tanto declaman los profetas.
886
SALMOS
6 Me tiembla el corazón dentro del
pecho, | asáltanme terrores de muerte.
6 Me invade el terror y el temblor, |
me envuelve el espanto,
7 Y me hace exclamar: | «¡Quién
me diera alas como de palomal»
8 Volaría a un lugar de reposo, |
huiría lejos y morarla en el desier¬
to. (Sela.)
9 Apresuraríame a salvarme | del
viento impetuoso, de la tempestad.
10 Confunde, Señor, divide sus
lenguas; | porque veo en la ciudad
la violencia y la discordia,
11 Que día y noche giran en torno
a sus murallas, | y en medio de ella
la iniquidad y la maldad.
12 Dentro de ella la insidia'; | de sus
plazas no se apartan nunca | la men¬
tira y el fraude.
13 No, no es un enemigo quien me
afrenta; | eso lo soportaría. | No es
uno de los que me aborrecen | el que
se insolenta contra mí; | me ocultaría
de él.
14 Eres tú, un otro yo, | mi amigo,
mi íntimo.
15 Ibamos ambos juntos en dulce
compañía, | a la casa de Dios entre
las gentes.
16 ¡Sorpréndalos la muertel Des¬
ciendan vivos al sepulcro, | porque
no hay sino maldad en sus inoradas,
en su corazón.
17 Yo, al contrario, invocaré a
Dios, | y Yave me salvará.
18 A la tarde, a la mañana, al
mediodía, | le rogaré y gemiré, | y
él oirá mi voz.
19 Y ine sacará sano y salvo, | de
la guerra que me hacen, | aunque son
muchos contra mí.
20 Dios oye, y él les responderá, | él,
ue permanece desde la eternidad.
Sela.) | Porque ellos no se enmien¬
dan, no temen a Dios;
21 Tienden sus manos | contra los
cjiie con ellos están en paz; | violan
el pacto.
22 Es blanda su boca más que la
manteca, | pero llevan la guerra en
el corazón. | Son sus palabras suaves,
más que el aceite, | pero son cu¬
chillos.
23 Echa sobre Yave el cuidado de
ti, y él te sostendrá, | pues no per¬
mitirá jamás que el justo vacile.
24 Tú, ¡oh Dios!, arrojarás a ésos | a
lo profundo del abismo. | Hombres
sanguinarios y dolosos, | no llegarán
a la mitad de sus días. | Mas yo con¬
fiaré en ti.
56. (Vulg. 55.)
Firme confianza en Dios, en medio de
los peligros.
1 Al maestro del coro. Sobre «La
paloma muda de los lejanos terebin¬
tos. i Mietam de David cuando los
filisteos le acogieron en Get.
2 Ten misericordia de mí, joh Dios!,
porque me persiguen, | me oprimen
y me combaten constantemente (1).
3 Sin cesar me persiguen mis ene¬
migos; | y son muchos, en verdad,
los que me combaten.
4 ¡Oh Altísimo! Cuando hay que
temer | sólo en ti confío.
5 Con el favor de Dios haré triun¬
far mi causa, | en Dios me confío
y nada temo. | ¿Qué podrá hacer el
hombre contra mí?
6 Todos los días pretenden mi mal, |
todos sus pensamientos son en daño
mío.
7 Se conjuran, están al acecho, | es¬
pían mis pasos | y esperan arrebatar¬
me la vida.
8 Pésales, ¡oh Dios!, a la medida
de su iniquidad, | tú que abates a
los pueblos en tu cólera.
9 Ten cuenta de mi vida errante, |
pon mis lágrimas en tu redoma. | ¿No
están escritas en tu libro?
10 Cuando yo te invoque | volverán
la espalda mis enemigos,
11 Y en esto sabré que está Dios
conmigo.
12 Con el favor de Dios haré triun¬
far mi causa, | en Dios me confío
y nada temo. | ¿Qué podrá el hombre
contra mí?
13 Yo te debo, ¡oh Dios!, tus ofren¬
das votivas, | y te ofreceré sacrificios
encarísticos,
14 Porque tú me arrancas a la
muerte | y arrancas mis pies de falsos
pasos, | para que pueda andar en la
presencia de Dios, | en la luz de
la vida.
57. (Vulg. 56.)
Oración confiada, en el peligro.
1 Al maestro del canto. Sobre: «No
destruyas.» Mietam de David, cuando
huyó delante de Saúl en la caverna.
(i) Tampoco aquí se trata de otros ene¬
migos que de los domésticos, de los cuales
el salmista confía verse libre por el favor de
Dios.
SALMOS
887
2 ¡Ten misericordia de mí, oh Diosl ]
Ten misericordia de mí, | porque a ti
he confiado mi alma, | y me ampararé
a la sombra de tus alas, | mientras
pasa la angustia.
3 Yo invocaré al Dios Altísimo, | al
Dios que siempre me favorece,
4 Y él mandará desde los cielos
quien me socorra | y confunda al
enemigo que me acosa.* (Sela.) | Man¬
dará Dios su misericordia y su verdad.
5 Estoy en medio de leones; | yazgo
entre hombres encendidos en furor, |
cuyos dientes son lanzas y saetas, ¡
cuya lengua es tajante espada.
6 Alzate, ¡oh Dios!, allá en lo alto
de los cielos, | haz esplender en toda
la tierra tu gloria.
7 Tendieron una red a mis pies, |
para que sucumbiera. | Cavaron ante
mí una fosa, | y fueron ellos los que
cayeron en ella. (Sela.)
8 Pronto está mi corazón, está mi
corazón dispuesto | a cantarte y en¬
tonar salmos.
9 ¡Despierta, gloria mía, despierta,
salterio y cítara, | y despertemos a
la auroral
10 Te alabaré entre los pueblos,
¡oh SeñorI | Te cantaré salmos entre
las naciones (Ti,
11 Porque sobrepasa a los cielos tu
misericordia | y a las nubes tu verdad.
12 Alzate, ¡oh Diosl, allá en lo alto
de los cielos, | haz esplender en toda
la tierra tu gloria.
58. (Vulg. 57.)
Increpación contra los jueces injustos.
1 Al maestro del coro. Sobre: «No
destruyas.» Mictam de David.
2 ¿Hacéis justicia en verdad, oh
príncipes? | ¿Juzgáis rectamente a
los hombres (2)?
3 No. A sabiendas obráis la iniqui¬
dad. | Vuestras manos hacen que en
la tierra domine la injusticia.
4 Estos inicuos se han desviado
desde el seno de su madre; | estos
mentirosos se han extraviado desde
que nacieron.
5 Tienen veneno semejante al ve-
(1) Este será un modo de pregonar la gloria
de Dios, preparando el reconocimiento de Dios
de parte de los gentiles y los tiempos mesiánicos.
(2) Otra calamidad de Israel contra la cual
gritan los profetas y que el salmista pide a
Dios que le haga desaparecer de la tierra,
afianzando con esto la fe de los justos.
neno de las serpientes; | son áspides
sordos, que cierran su oído
6 Para no oír la voz del encanta¬
dor, | por hábil que el encantador sea.
7 Quiébrales, ¡oh Dios!, los dientes
en la boca. | Rompe, ¡oh Yave!, las
quijadas de estos leoncillos.
8 Desaparezcan como agua que se
va; | que no puedan lanzar más que
dardos despuntados.
9 Sean como el caracol que se des¬
hace en baba, | como aborto de mujer,
que no vean el sol.
10 Antes que vuestras calderas
sientan el fuego de las espinas, | es¬
pinas y fuego se los llevará el tor¬
bellino.
11 Gozará el justo al ver el casti¬
go, | y bañará sus pies en la sangre
del impío.
12 Y dirá cada uno: «¡Hay un pre¬
mio para el justo, | hay un Dios que
hace justicia al mundol»
59. (Vulg. 58.)
Oración contra los enemigos.
1 Al maestro del coro. Sobre: «No
destruyas.» Mictam de David cuando
mandó Saúl vigilar la casa para ma¬
tarle.
2 Líbrame de mis enemigos, ¡Dios
míol, | defiéndeme de los que se
alzan contra mí.
3 Líbrame de los que obran la ini¬
quidad, | sálvame de los hombres
sanguinarios;
4 Porque ya ves que ponen ase¬
chanzas a mi vida | y se conjuran
contra mí los poderosos,
5 Sin crimen ni pecado de parte
mía, ¡oh Yave!, | sin culpa mía corren
y se preparan.
6 ¡Despierta, ven y mira, | oh Yave
Sebaot, Dios de Israelí | Despierta
para castigar a todas las gentes, | no
perdones a ninguno | de los que obran
pérfidamente. (Sela.)
7 Vuelven por la tarde ladrando
como perros, | y dan vueltas en
torno a la ciudad (1).
8 Abren su boca y llevan la espada
en sus labios. | «¿Quién oye?», dicen.
9 Pero tú, ¡oh Yavel, te ríes de
ellos, | haces burla de todas las
gentes.
(i) En las ciudades orientales, los perros,
animales inmundos, vagan libres en torno a
las ciudades, haciendo la limpieza de las mismas.
888
SALMOS
10 A ti recurro contra su fuerza, |
porque Dios es mi refugio.
11 Dios, piadoso conmigo, me pre¬
servará con su favor, | y ine hará
mirar triunfante a mis enemigos.
12 No te olvides de ellos, no sea
que maten a mi pueblo. | Hazlos errar
en su fuerza y abátelos, | ¡oh Yavc,
escudo nuestro!'
13 Pecado es en su boca toda pala¬
bra de sus labios. | Queden presos en
su soberbia, | en las maldiciones y
mentiras que profieren.
14 Acábalos en tu furor, acábalos
y dejen de ser, | y sepan que hay un
Dios que domina en Jacob, | hasta
los confines de la tierra.
15 Vuelven por la tarde, ladrando
como perros | y dau vueltas en torno
a la ciudad.
16 Van en busca de su comida, | pero
no se saciarán, y gritarán.
17 Mas yo cantaré tu poder, | y de
mañana alabaré tu misericordia, | por¬
que fuiste mi refugio | y mi amparo
en el día de la angustia.
18 A ti, fortaleza mía, te cantaré
salmos, | porque eres, ¡oh Diosl, mi
refugio, | y el Dios conmigo mise¬
ricordioso.
00. (Vulg. 59.)
Petición de la victoria después
de derrotas.
1 Al maestro del coro. Sobre: «Los
lirios del testimonio.» Mictam de
David. Para ser aprendido. Cuando
hizo guerra a Aram Naharaim y a
Aram de Soba, y se volvió Joab y
derrotó en el valle de la sal a doce
mil edomitas.
3 Tú, ¡oh Diosl, nos rechazaste y
nos derrotaste, | te airaste y nos
pusiste en fuga.
4 Hiciste temblar nuestra tierra y
la quebraste. | Sana sus quiebras,
porque vacila.
6 Hiciste ver a tu pueblo cosas
duras, | nos diste a beber el vino del
vértigo;
6 Pero lias dado bandera a los que
te temen, | para que se recojan ante
el arco. (Sola.)
7 Para que sean liberados tus di¬
lectos, | danos pues la victoria con
tu diestra, óyenos.
3 Dijo Dios por su santidad: «Yo
triunfaré, | dividiré a Siquem y me¬
diré el valle de Socot (1).
9 Mío es Oalad, mío es Manases, | y
Efraím es el yelmo de mi cabeza,
Judá mi cetro’
10 Moab es la bacía para lavarme, |
sobre Edom echo el cuidado de cal¬
zarme, | y sobre ti, Filisteo, cantaré
yo victoria.»
11 ¿Quién me conducirá a la ciudad
fortificada? | ¿Quién me llevará a
Edom?
12 ¿No has de ser tú, ¡oh Dios!, que
nos has rechazado, | tú que no sales
ya con nuestros ejércitos?
13 Danos auxilio contra nuestros
enemigos, | porque vano es el auxi¬
lio del hombre.
14 Con Dios haremos proezas | v él
aplastará a nuestros enemigos.
Cl. (Vulg. 60.)
Oración después del triunfo.
1 Al maestro del coro. Sobre las
cuerdas. Salmo de David.
2 Oye, ¡oh Diosl, mi clamor, | atien¬
de a mi oración.
3 Desde cl cabo de la tierra clamo
a ti | con angustiado corazón. | Poiime
en una roca inaccesible (2),
4 Pues tú eres mi refugio, | la torre
fuerte frente al enemigo.
6 Habite yo para siempre en tu
tabernáculo, I me acogeré al amparo
de tus alas. (Sola.)
6 Tú, ¡oh Dios!, has escuchado mis
deseos, | y me diste por heredad los
que temen tu nombre.
7 Añadirás días a los días del
rey (3), | y sus años serán los de
las primeras generaciones.
8 ¡Siéntese siempre a la presencia
de Dios, | y guárdenle la misericordia
y la clemencia;
9 Así podré cantar siempre tu
nombre, | cumpliendo mis votos
cada día.
(1) Después de una derrota sufrida por su
pueblo, Yave resuelve salir por el honor de
su santidad y dar a su pueblo completo desquite.
(2) El salmista, desde la frontera de la tierra
clama a Yave y expresa sus deseos de habitar
en el templo, al amparo de Dios.
(3) La insistencia que el salmista pone en la
larga vida del rey nos trae a la mente la idea mc-
siánica de que hablamos en la nota a los sal¬
mos 21 y 45‘
SALMOS
88.)
62. (Vulg. 61.)
Sólo en Dios hay que esperar.
1 Al maestro del coro. A Idutun.
Salmo de David.
2 Sólo en Dios se aquieta mi alma. |
El me socorre,
3 El solo es mi roca y mi salva¬
ción, | mi refugio. No vacilaré nunca.
4 ¿Hasta cuándo habéis de ensa¬
ñaros contra un hombre, | golpeando
todos como contra pared inclinada, |
csmo contra muro ruinoso?
B Sólo buscan derribarle. | Se de¬
leitan con la mentira, | bendicen con
su boca y maldicen en su corazón.
(Sela.) | En Dios sólo tranquilamente
espera, alma mía.
6 Sólo en Dios aquiétate, | porque
sólo de él viene lo que espero.
7 El solo es mi roca y mi salvación, |
mi refugio. No vacilaré nunca.
8 De Dios viene mi protección y mi
gloria, | Dios es mi fuerte roca, mi
asilo.
9 ¡Oh pueblo, confía siempre en
éll | Derramad ante él vuestros cora¬
zones I que Dios es nuestro asilo.
(Sela.)
10 Vanos son los hijos de los hom¬
bres, vanos los grandes. | Todos jun¬
tos, puestos en balanza, | pesan menos
que nada.
11 No confiéis en la violencia, ni
en la rapiña os gloriéis. | Si abundan
las riquezas, no apeguéis a ellas vues¬
tro corazón.
12 Una cosa ha hablado Dios, y
dos le oí yo: | Que sólo en Dios
está el poder.
13 Y en ti, ¡oh Señorl, está la mise¬
ricordia, | pues das a cada uno según
sus obras (1).
«3. (Vulg. 62.)
Oración de David, fugitivo en el desierto.
1 Salmo de David. Cuando estaba
en el desierto de Judá (2).
2 Dios, mi Dios, a ti te busco solí¬
cito, | sedienta de ti está mi alma,
(i) En medio de la lucha intestina que se
desarrolla en Israel, el salmista pone en Dios
su confianza; en El está el poder y la miseri¬
cordia; El dará a cada uno según sus obras.
(a) Hermosa plegaria del salmista que sus¬
pira por Dios y su misericordia' para verse
libre de sus enemigos.
mi carne te desea, | como tierra ári¬
da, sedienta, sin aguas.
3 Cómo te contemplaba en tu san¬
tuario, | ponderando tu grandeza y
tu gloria,
4 Porque es tu misericordia mejor
que la vida, y te alababan mis labios.
5 Así te bendeciré toda mi vida, | y
en tu nombre alzaré mis manos.
6 Mi alma se saciará de medula
y de grosura, | y mi boca te can¬
tará con labios jubilosos.
7 Aun en mi lecho me acuerdo de
ti; | en ti pienso en las vigilias,
8 Pues tú eres mi asilo, | y salto
de gozo a la sombra de tus alas.
9 Mi alma está apegada a ti | y tu
diestra me sostiene;
10 Pero los que tienden asechan¬
zas a mi vida | bajarán a lo pro¬
fundo de la tierra.
11 Serán dados a la espada, | serán
pasto de chacales,
12 Y el rey se gloriará en Dios, | se
gloriarán los que juran en él, | mien¬
tras que la boca de los mentirosos
se cerrará.
04. (Vulg. 63.)
Los consejos del impío, frustrados por
Dios.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David.
2 Oye, ¡oh Dios!, la voz de mi ple¬
garia, | defiende mi vida del terrible
enemigo (1).
3 Protégeme de la conjuración de
los malvados, | de la conspiración de
los malignos,
4 Que afilan como espada su len¬
gua | y lanzan como flechas sus
amargas palabras,
6 Para asaetear desde sus guaridas
al justo, | y de improviso le asaetean
sin temor.
6 Obstínanse en sus malvados
designios, | se conciertan para ten¬
derle ocultos lazos, diciendo: «¿Quién
los descubrirá?»
7 Apuran criminales proyectos, |
ponen por obra lo que proyectaron, | y
todos tienen un corazón negro.
8 Pero dispara Dios contra ellos
su saeta, | y luego son heridos.
(i) El salmista se ve acusado por sus ene¬
migos; pero Dios viene en su auxilio, y con
sus saetas acaba con los malvados, alegrando
el corazón de los justos.
890
SALMOS
9 Su lengua se vuelve contra ellos, |
y cuantos los vean moverán su ca¬
beza y se espantarán,
10 Y proclamarán la obra de
Dios | y pensarán en lo que él hace.
11 Mientras que el justo se rego¬
cijará en Yave, | y le glorificarán
todos los rectos de corazón.
65. (Vulg. 64.)
Acción de gracias por una abundante
cosecha.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David. Cántico.
2 A ti, ¡oh Dios!, se te debe sumi¬
sión, | la alabanza en Sión. | A ti el
cumplimiento de los votos;
3 A ti, que escuchas las plegarias, | a
ti recurran todos los hombres.
4 Si prevalecen contra mí las mal¬
dades, | tú perdonas nuestras culpas.
6 ¡Bienaventurado aquel a quien
eliges tú, | para estar cerca de ti, |
habitar en tus atrios | y saciarse
de la dicha de tu casa, | de la santi¬
dad de tu templo!
6 Tú nos hablas con estupendos
prodigios, | ¡oh Dios de nuestra sal¬
vación!, | esperanza de todas las
gentes de la tierra, | de los más
alejados confines.
7 Ceñido de poder, | das firmeza a
los montes,
8 Aplacas el furor de los mares,
el furor (le sus olas, | el tumulto de
los pueblos.
9 Temen tus prodigios aun los
más remotos habitantes; | tú ale¬
gras las regiones de la luz matutina
y vespertina;
10 Tú visitas la tierra y la colmas, |
y en mil maneras la enriqueces. | Con
grandes ríos y abundantes aguas |
preparas sus trigos (1).
11 La dispones, regando sus surcos, |
humedeciendo sus terrones, | tem¬
perándola con la lluvia y bendi¬
ciendo sus gérmenes.
13 Coronas la añada con toda suerte
de bienes | y tu carro destila la abun¬
dancia.
13 La derramas sobre los pasti¬
zales del desierto, | y los collados se
ciñen de alegría.
(l) Desde el templo, en que mora contento
cerca de su Dios, el salmista contempla las
bendiciones del Señor sobre la tierra y le da
gracias por ellas.
14 Místense los campos de rebaños
de ovejas | y los valles se cubren
de mieses, | y todos cantan y saltan
de júblio.
66. (Vulg. 65.)
Acción de gracias por una liberación.
1 Al maestro del coro. Cántico.
¡Cantad a Dios, oh tierra toda (1).
2 Canta la gloria de su nombre, |
dale la gloria de la alabanza! *
3 Di a Dios: ¡Cuán admirables son I
tus obrasl | A la grandeza de tu |
poder tienen que ceder tus enemigos.
4 Póstrese toda la tierra y entone
salmos, I cante salmos a tu nombre.
(Scla.)
6 Venid y ved las obras de Dios; | I
cosas magníficas ha hecho en favor
del hombre.
6 El secó el mar; por el río pasaron 9
a pie enjuto. | Y se gozaron en el.
7 El con su poder domina por la
eternidad. | Sus ojos observan a las
gentes, | a los rebeldes, para que
no se ensoberbezcan. (Sela.)
8 Bendecid, ¡oh pueblos!, a nuestro
Dios, | haced oír las voces de sus ala¬
banzas.
9 El ha conservado nuestra vida I
V no ha dejado que vacilaran nues¬
tros pies.
10 Tú, ¡oh Dios!, nos has probado, | I
nos has examinado como se exa¬
mina la plata.
11 Nos metiste en red, | pusiste
tu pie en nuestros lomos,
13 Hiciste cabalgar hombres sobre
nuestras cabezas. | Pasamos por el
fuego y por el agua, | pero al fin
nos pusiste en refrigerio.
13 Entraré en tu casa con holo¬
causto, | te cumpliré mis votos,
14 Los que pronunciaron mis la¬
bios | v profirió mi boca en mi an¬
gustia.
16 Te ofreceré pingüe holoeausto
con perfume de carneros, | te sacri¬
ficaré bueyes V machos. (Sela.)
16 Vosotros todos, cuantos teméis
a Dios, venid y escuchad, | y os
contaré cuánto ha hecho por mí.
17 Le invocaré con mi boca, | le
cantaré himnos con mi lengua.
(i) La invitación que el salmista hace a todas
las naciones para que alaben a Dios, es una ex¬
presión del pensamiento mesiánico, del reino
universal de Dios, que se ha manifestado en
la salud de su puebio.
SALMOS
891
18 Si yo hubiera tenido iniquidad
en mi corazón,_ | no me hubiera
escuchado el Señor.
10 Tero me oyó Dios, | y atendió
a la voz de mi corazón.
20 ¡Bendito sea Dios, | que no
desechó mi oración ni me negó su
misericordia!
67. (Vulg. 66.)
Conozcan a Dios todos los pueblos.
1 Al maestro del coro. A las cuerdas.
Salmo. Cántico.
2 Apiádese Dios de nosotros y
bendíganos, |. haga resplandecer su
faz sobre nosotros. (Sela.)
3 Para que se reconozcan en la
tierra tus caminos | y los pueblos
todos conozcan tu salvación (1).
4 Dente gloria, ¡oh Dios!, los pue¬
blos, | dente gloria los pueblos todos.
6 Alégrense las naciones y salten
de gozo, | porque tú gobiernas a los
pueblos con equidad, | y riges a las
naciones de la tierra. (Sela.)
6 Dente gloria, joh Dios!, los pue¬
blos, | dente gloria los pueblos todos.
7 Da la tierra sus frutos. | Bendí¬
cenos, Dios, nuestro Dios.
8 Bendíganos Dios, | y témanle
todos los confines de la tierra.
68. (Vulg. 67.)
" Canto triunfal.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David. Cántico.
2 jAlzase Diosl Desaparezcan sus
enemigos, | huyan a su vista todos
los que le odian (2).
3 Haz que se desvanezcan, como se
desvanece el humo; | como al fuego
se funde la cera, perezcan los impíos
ante la presencia de Dios.
4 ¡Alégrense, por lo contrario, los
(1) Véase la nota al salmo precedente.
(2) La especial forma poética de este bellí¬
simo salmo ha sido causa de su defectuosa con¬
servación y de la dificultad que hoy tenemos para
entenderle. Es un canto triunfal, que idealiza la
venida de Israel, guiado por su Dios, hasta to¬
mar posesión del monte de Sión, donde se edifi¬
có su santuario; y termina con una invitación a
todos los reinos para alabar a Dios. En la resti¬
tución del texto, indudablemente deformado,
hemos seguido las conjeturas que más probables
nos parecen, aunque no puedan darse por seguras.
justos, | gócense y salten de júbilo
ante Dios!
6 Cantad a Dios, ensalzad su nom¬
bre, | preparadle el camino al que
atraviesa el desierto.
6 Yave es su nombre; saltad de
júbilo ante él. | El padre de los huér¬
fanos, el defensor de las viudas, | es
Dios en su santo tabernáculo;
7 Dios, que da casa a los desampa¬
rados, | que pone en libertad a los
cautivos. | Sólo los rebeldes se que¬
darán en seco.
8 ¡Oh Diosl Cuando ibas a la cabeza
de tu pueblo, | cuando avanzabas
por el desierto. (Sela),
9 Tembló la tierra y se deshacían
los cielos ante ti; | aun el Sinaí, ante
Dios, el Dios de Israel.
10 Tú llovías, ¡oh Dios!, una lluvia
de dones | sobre tu heredad, | y
cuando ésta desfallecía, tú la re¬
creabas.
11 Tus animales se posaron en ella. |
Tú preparabas tus bienes a los me¬
nesterosos, | cumplía el Señor lo
que había prometido.
12 Venían en tropel los portadores
de buenas nuevas: | «Huyen los
reyes de los ejércitos, huyen.
13 Aun la mujer casera | participa
en el botín.»
14 ¿Os vais a estar vosotros dor¬
midos entre los oviles? | Alas de
paloma en plata y en amarillo oro,
16 Y sobre ellas, piedras precio¬
sas | que brillan como la nieve en
el Selmón.
16 Monte de Dios es el monte de
Basán; | monte rico en cumbres, el
monte de Basán.
17 ¿Mas por qué miráis con malos
ojos, vosotros, montes encumbra¬
dos, | al monte que eligió Dios para
morada suya, | en el que por siempre
habitará Yave?
18 Los carros de Dios son millares
y millares de millares; | viene entre
ellos Yave, del Sinaí a su santuario.
19 Subiste a lo alto, apresaste cau¬
tivos, | recibiendo presentes aun de
los rebeldes, | y allí estás ahora,
joh Yave Diosl
20 Bendito sea todos los días Yave, |
por lo que cada día nos da. | Dios es
nuestra salvación. (Sela.)
21 Dios es Dios nuestro, para sal¬
varnos, | y es Yave quien tiene en
su mano las salidas de la muerte.
22 Pues Dios rompe la cabeza a
sus enemigos, | y el cuero cabelludo
del que persiste en su maldad.
SALMOS
892
23 Dios había dicho: Te haré volver
de Basán, | te sacaría aun del fondo
de los mares,
24 Para que puedas enrojecer tus
pies en la sangre, | y la lengua de
tus perros en la sangre de tus ene¬
migos.
25 Aparece tu cortejo, joh Yavel-, |
el cortejo de mi Dios, del rey, en
el santuario.
26 Preceden los cantores, siguen los
músicos, | en medio los coros de
vírgenes con címbalos.
27 Bendecid a Dios en nuestras
asambleas, | a Yave, vosotros rau¬
dales de la fuente de Israel.
28 Allí está Benjamín, el más
joven, a la cabeza; | allí los príncipes
de Judá, en muchedumbre; | allí
los príncipes de Zabulón, los de
Neftalí.
29 Sea Dios quien mande tus ejér¬
citos. | Confirma, ¡oh Señorl, lo
que en favor nuestro has hecho.
30 Por tu templo, por Jerusalén,
31 Increpa a los ejércitos de los
conquistadores | que con ímpetu
invaden la tierra, | y confunde a
los pueblos que se deleitan en hacer
la guerra. | Ofrézcante los reyes dones
de plata; | desfilen los pueblos que
vienen con sus presentes.
32 Vienen príncipes del Egipto, | y
Etiopía se apresura a presentar sus
manos a Dios.
33 Keinos todos de la tierra, can¬
tad a Dios, | entauad salmos a Yave.
(¡Sela.)
34 Al que cabalga sobre los cielos
de los cielos eternos, | al que hace
oír su voz, su voz potente.
36 Dad a Dios el poder. | Resplan¬
dece su gloria sobre Israel | y su
majestad en los cielos.
36 Eres terrible, ¡oh Diosl, en tu
santuario. | Es el Dios de Israel, | el
que da a su pueblo fuerza y poderío. |
¡Bendito sea Dios!
<Ȓ>. (Yulg. G8.)
Oración del pueblo vejado.
1 Al maestro del coro. Sobre «Los
lirios». De David.
2 Sálvame, ¡oh Diosl, porque ame¬
nazan ya mi vida las aguas;
8 Húndome en el profundo cieno,
donde no puedo hacer pie; | me su¬
merjo en el abismo y me ahogo eu la
hondura.
4 Cansado estoy de clamar, iia
enronquecido mi garganta | y desfa¬
llecen mis ojos en espera de mi Dios.
5 Son más que los cabellos de mi
cabeza los que sin causa me aborre¬
cen; | se han hecho fuertes y quieren
destruirme sin razón, | y tengo que
pagar lo que nunca tomé.
6 Tú, ¡olí Diosl, conoces mi estul¬
ticia, | no se te ocultan mis pe¬
cados.
7 No sean por mi causa confundi¬
dos los que en ti esperan, ¡olí Yave
Sebaotl | No sean por mí confundí*]
dos los que te buscan, ¡oh Dios de
Israelí
8 Mira que por ti sufro afrentas |
y cubre mi rostro la vergüenza.
9 He venido a ser extraño para
mis hermanos, | extraño para los
hijos de mi madre.
10 Porque me consume el celo de
tu casa, ¡ los denuestos de los que
te vituperan caen sobre mí.
11 Lloro y ayuno, | y de esto toman
pretexto para insultarme.
12 Me cubro de saco, y he venido a
ser la fábula para ellos.
18 Hablan contra mí los que se
sientan en las puertas; | soy la can¬
tilena de los bebedores que se em¬
borrachan.
14 Yo por eso oro a ti, ¡oh Yave!
Sea en tiempo oportuno, | ¡oh Dios!,
por la muchedumbre de tu miseri¬
cordia. | Por la verdad de lu salud,
óyeme,
15 Sácame del lodo, no me sumerja; |
líbrame de los que me aborrecen,
de lo profundo de las aguas;
16 No me anegue el ímpetu de las
aguas, | no me trague la hondura, |
no cierre el pozo su boca sobre mí. i
17 Oyeme, Yave, que es benigna
tu misericordia. | Mírame según la
muchedumbre de tus piedades.
18 No escondas a tu siervo tu
rostro, | porque estoy en angustia; |
apresúrate a oírme.
19 Acércate a mi alma y redímela, |
líbrame por causa de mis enemigos. 1
20 Tú conoces el oprobio, el vitu¬
perio, la afrenta qúc se me hace. |
Fodos mis enemigos los tienes a tu
visla.
21 El oprobio me destroza el cora¬
zón y desfallezco. | Esperé que alguien
se compadeciese de mí, y no hubo
nadie; , alguien que me consolase,
\ no lo hallé.
22 Diéronme a comer hiel, ( y en
mi sed me dieron a beber vinagre.
SALMOS
8U.J
23 Sea para ellos su mesa lazo,
y su prosperidad red (1).
24 Oscurézcanse sus ojos y no
vean, y que sus lomos vacilen siempre .
26 Derrama sobre ellos tu ira,
alcáncelos el furor de tu cólera.
26 Asoladas sean sus moradas, y
no haya quien habite sus tiendas,
27 Porque persiguieron al que tú
habías herido, y acrecentaron el dolor
del que tú llagaste.
28 Añade esta iniquidad a sus ini¬
quidades, y no tengan parte en tu
justicia.
29 Sean borrados del libro de la
vida y no sean escritos con los justos.
30 En verdad que estoy afligido
y dolorido. Sosténgame, foh Diosl,
tu ayuda,
31 Y cantaré cantos al nombre de
Dios y le ensalzaré con himnos de
alabanza,
32 Más gratos a Dios que un becerro,
más que becerro que echa los cuer¬
nos y las uñas.
33 Lo verán los afligidos y se con¬
solarán, y se fortalecerá el corazón
de los que buscan a Dios.
34 Porque oye Yave a los afligi¬
dos > no desdeña a sus prisioneros.
35 Alábenle los cielos y la tierra,
los mares y cuanto en ellos se mueve,
36 Pues salvará Dios a Sión y
reedificará las ciudades de Judá, y
habitarán allí y las poseerán,
37 Y serán la heredad de la des¬
cendencia de sus siervos, y morarán
en ella los que aman su nombre,
70. (Vulg. 69.)
Instante petición de socorro.
1 Al maestro del coro. De David.
Para memoria.
2 iVen, oh Dios, a librarmel ¡Apre¬
súrate, oh Dios, a socorrermel (2)
3 Sean confundidos y avergonza¬
dos los que buscan mi vida, | puestos
en huida y cubiertos de ignominia
los que se alegran de mi mal.
(1) Es uno de los salmos en que las impreca¬
ciones son más fuertes. Para explicárselas, vea el
lector lo dicho en la introducción, y tenga presen¬
te que, viviendo los salmistas en oscuridad acerca
del modo de realizarse las sanciones divinas en
la otra vida, creían que la justicia de Dios había
de tener cabal cumplimiento en ésta.
(2) El salmista, a punto de sucumbir, cla¬
ma a su Dios en demanda de auxilio, lo que
9 erá motivo de alegría para los justos.
4 Sean consumidos por la afrenta
los que me gritan: jAh, ah, ahí
6 Alégrense y regocíjense en ti
cuantos te buscan, y los que aman
tu salvación exclamen: | «Glorificado
sea Dios.»
6 Yo soy un pobre menesteroso, j
I Socórreme, oh Diosl Tú eres mi
ayuda y mi libertador. | íOh Yave,
no te detengasl
71. (Vulg. 70.)
Oración de un justo en su ancianidad.
1 • En ti, Yave, he esperado no
sea nunca confundido.
2 En tu justicia líbrame y sálvame,
dame oídos y socórreme.
3 Sé para mí roca de refugio donde
pueda ampararme. | Tú has resuelto
mi salvación, | porque eres mi ba¬
luarte y mi fortaleza.
4 Sálvame, Dios mío, de las manos
del malvado, | de las manos del per¬
verso y del violento,
6 Porque tú, i oh Yave!, eres mi
esperanza, desde mi infancia;
6 Desde que comencé a existir
fuiste mi apoyo. | Tú me sacaste de
las entrañas de mi madre. | Yo
siempre te alabaré.
7 He sido para muchos un asom¬
bro, | porque tú siempre fuiste mi se¬
guro asilo.
8 Llénese mi boca de tus alaban¬
zas, | de tu gloria continuamente.
9 No me rechaces al tiempo de la
vejez; | cuando ya me faltan las fuer¬
zas, no me abandones.
10 Porque hablan contra mí mis
enemigos | y los que me espían se
conjuran contra mí,
11 Diciendo: «Dios le ha dejado,
perseguidle y cogedle, que no habrá
quien le libre» (1).
12 i Oh Dios, no te alejes de mí! |
Acude presto, Dios mío, en mi so¬
corro.
13 Sean confundidos y extermina¬
dos mis enemigos. | Cúbranse de
vergüenza y de ignominia los que
buscan mi mal.
14 Yo siempre esperaré, y a tus
alabanzas añadiré nuevas alabanzas.
(1) El anciano, que había vivido fiel a Dios
y seguro bajo su amparo, ahora se siente más
acosado-de sus enemigos, que sin duda se alien¬
tan al verle viejo y desfallecido. Pero él confia
en Dios, que le dará nuevo motivo de alabanza.
SALMOS
894
15 Todos los días proclamará mi
boca tu justicia y tus prodigios, | aun¬
que no conozca su número.
16 Para no entrar en todas las
maravillas de Yave, | recordaré ahora
sólo tu justicia.
17 Tú, joh Diosl, me adoctrinaste
desde mi juventud, | y hasta ahora
he pregonado tus grandezas.
18 No me abandones, pues, loh
Diosl, en la vejez y en la canicie. |
Que pueda yo manifestar tu po¬
derío a esta generación,
19 Y tus proezas a la venidera, y
tu justicia, loh Diosl, tan excelsa. | Por¬
que tú haces grandes cosas: | ¿Quién,
¡olí Diosl, como tú?
20 Tú me has hecho probar muchas
angustias y tribulaciones; | pero de
nuevo me darás lo vida | y de nue¬
vo ine sacarás de los abismos de la
tierra,
21 Y acrecentarás mi grandeza y
volverás a consolarme.
23 Y yo alabaré, jDios míol, al so¬
nido del arpa, tu fidelidad.
23 Te cantarán mis labios ento¬
nando salmos, joh Santo de Israelí |
Y mi alma, por ti rescatada,
24 Mi lengua ensalzará tu justicia
todo el día, | por haber confundido
y avergonzado | a los que buscaban
ini mal.
72. (Vulg. 71.)
El rey Mesías.
1 Para Salomón (1). Da, loh
Diosl, al rey tu justicia, | y tus
juicios al hijo del rey,
2 Para que juzgue a tu pueblo con
justicia | V a tus oprimidos con juicio.
3 Germinen los montes la paz del
pueblo, | y los collados la justicia.
4 Haga justicia a los oprimidos
del pueblo, | defienda a los hijos del
menesteroso | y quebrante a los
opresores.
6 Viva mientras perdure el sol,
mientras permanezca la luna, de
generación en generación.
* Caiga como lluvia sobre el prado
segado, | como lluvia que penetra
en la tierra.
7 Florezca en sus días la justicia,
y haya mucha paz mientras dure
la luna.
8 Dominará de mar a mar, desde
el río hasta los cabos de la tierra.
9 Ante él se inclinarán los habi¬
tantes del desierto, y sus enemigos
morderán el polvo.
10 Los reyes de Tarsis y de las
islas le ofrecerán sus dones, y los
reyes de Seba y de Saba le pagarán
tributo.
11 Postraránse ante él todos los
reyes y le servirán todos los pueblos,
12 Torquc protegerá al desvalido
que le implora y al oprimido que no
tiene quien le ayude.
13 Tendrá misericordia del pobre
y del menesteroso, y defenderá la
vida de los pobres.
14 Rescatará su vida de la opre¬
sión y de la violencia, | y será pre¬
ciosa su sangre a sus ojos,
15 Y hará que viva, y le dará
parte del oro de Seba; | y ellos ele¬
varán de continuo preces por él,
y todo el día le bendecirán.
16 Habrá abundancia de trigo, así
en el llano como en la cima de los
montes. | Ondularán las mieses como
el Líbano, | y florecerán las ciudades
como la hierba de la tierra.
17 Será eterno su nombre, durará
mientras dure el sol, | y le bende¬
cirán todas las gentes, todas las
naciones le aclamarán bienaventurado.
Doxología final del libro segundo.
18 Sea bendito el nombre de Yave ,
Dios de Israel, \ el único que hace
maravillas,
19 Y bendito sea por siempre su
ghrioso nombre , | y llénese de su
gloria toda la tierra. Amén, amén. \
Aquí acaban las preces de David,
hijo de Jesé.
(i) El titulo del salmo es ambiguo, ya que
puede interpretarse que Salomón es el autor, o
es la persona a quien el salmo se dedica. Pare¬
ce esto último lo más probable. Según esta hipó¬
tesis, el salmo, que es mesiánico, debe explicarse
a tenor de la promesa mesiánica, que leemos
en II. Sam. 7-75 ss. El rey e hijo de rey es el
heredero de la gloriosa promesa, qje transmitía
a sus herederos hasta l egar aquél para quien
el trono eierno eslá reservado. (Gen. 49 ‘io-)
KHUtO TKItCKRO
73. (Vulg. 72.)
Vanidad de la dicha del Impío.
1 Salmo de Asaf.
jOh, cuán bueno es Dios para los
buenos, | para los limpios de corazón!
SALMOS
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* Estaban ya deslizándose mis
pies, | casi me había extraviado,
3 Porque miré con envidia a los
impíos, I viendo la prosperidad de
los malos (1).
4 Pues no hay para ellos dolores, |
su vientre está sano y pingüe.
6 No tienen parte en las humanas
aflicciones, | y no son atribulados
como los otros hombres.
6 Por eso la soberbia los ciñe como
collar, y les cubre la iniquidad como
vestido.
7 Sus ojos se les saltan de puro
gordos, y dejan traslucir los malos
deseos de su corazón.
8 Motejan, y hablan malignamente
de oprimir; | hablan altaneramente,
9 Ponen su boca en el cielo, | y su
lengua atruena la tierra.
10 Por eso seduce a mi pueblo su
palabrería, | y se sorben a boca
llena esas aguas, y dicen:
11 «¿Lo sabe acaso Dios, | lo conoce
el Altísimo?
12 Esos son unos impíos, | y con
todo, a mansalva amontonan grandes
riquezas.
13 En vano, pues, he conservado
limpio mi corazón | y he lavado mis
manos en la inocencia,
14 Y fui flagelado de continuo, | y
cada mañana con una nueva pena.»
15 Pero si yo dijere: «¡Quién pu¬
diera hablar así!» | Renegaría de la
comunidad de tus hijos.
16 Páseme a pensar para poder
entender esto, | pues era ciertamente
cosa ardua a mis ojos;
17 Hasta que penetré en el secreto
de Dios | y puse atención a las pos¬
trimerías de ésos.
18 Ciertamente los pones tú en
resbaladeros | y los precipitas en la
ruina.
19 ¡Oh, cómo en un punto son
asolados! | Acaban y son consumidos
espantosamente.
20 Son como sueño de que se des¬
pierta. | Y tú, Señor, cuando des¬
pertares, despreciarás su apariencia.
21 Si sé exacerbaba ini corazón y me
atormentaban mis pensamientos,
(i) El tema de este salmo es el problema que
plantea la prosperidad de los Impíos y el infor¬
tunio de los justos, que en otros muchos
salmos y escritos del A. T. se desarrolla; pero
aquí se vislumbra una solución más clara que
en otros. En los versos 23 ss. deja entrever el
salmista la recompensa del justo en la vida futu¬
ra, al lado del Señor. Se preludia la doctrina
consoladora del libro de la Sabiduría.
21 Es porque era un necio y no
sabia nada; | era para ti como un
bruto animal.
23 Pero no, yo estaré siempre a tu
lado, | pues tú me has tomado de
la diestra,
24 Me gobiernas con tu consejo | y al
fin me acogerás en gloria.
25 ¿A quién tengo yo en los cielos? |
Fuera de tinada deseo sobre la tierra.
26 Perezca mi carne y mi corazón
y el vigor de mi alma, | pero mi por¬
ción es Dios por siempre.
27 Porque los que se alejan de' ti |
perecerán, sin duda. Arruinas a cuan¬
tos te son infieles;
28 Pero mi bien es estar apegado a
Dios, tengo en Yave Dios mi espe¬
ranza, | para poder anunciar tus
grandezas.
74. (Vulg. 73.)
La desolación del templo destruido. •
1 Masquil de Asaf.
¿Por qué, loh Dios!, nos has recha¬
zado del todo? | ¿Por qué arde tu
furor contra las ovejas de tu pas¬
tizal? (1)
2 Acuérdate de tu comunidad,
aquella que desde el priniepio hi¬
ciste tuya, | la que redimiste para
hacerla tu trihu propia, | del monte
de Sión, en que pusiste tu morada.
3 Recorre con tus pies estas com¬
pletas ruinas. | El enemigo lo des¬
truyó todo en el santuario (2).
4 Rugían tus enemigos en el lugar
de tn asamblea, | y pusieron allí
por enseñas sus enseñas.
6 Parecían como gente que alza
el hacha | en medio de tupido bosque,
6 Y hasta los cincelados los des¬
truyeron | con el hacha y el martillo.
7 Prendieron fuego a tu santuario |
y profanaron, arrasándola, la morada
de tu nombre.
8 Se decían: «Destruyámoslos a
todos, | incendiemos todas las sina¬
gogas de Dios en la tierra,»
9 Ya no vemos señales prodi¬
giosas a favor nuestro; | ya no hay
ningún profeta, | ni nadie entre nos¬
otros que sepa hasta cuándo,
(1) En la lucha entablada en el mundo enntra
el mal y el bien. Dios está como juez para dar
la victoria a los justos y quebrantar el poder
de los malvados.
(2) El salmista llora la profanación y la ruina
del santuario por un enemigo que blasfema el
nombre del Señor,
896
SALMOS
10 Hasta cuándo, ¡oh Dios!, insul¬
tará el adversario, | y sin cesar
blasfemará tu nombre el enemigo.
11 ¿Por qué retraes tu mano, tu
diestra? | Sácala de tu seno y acaba
con ellos.
12 Pues Dios es ya de antiguo mi
rey, | el que obra salvaciones en la
tierra.
13 Con tu poder tú dividiste el mar, |
y rompiste sobre las aguas las cabe¬
zas de las fieras.
14 Tú aplastaste la cabeza del
Leviatán | y le hiciste pasto de los
pueblos del desierto.
15 Tú hiciste brotar fuentes y to¬
rrentes, | y secaste ríos caudalosos.
16 Tuyo es el día, tuya la noche. |
Tú estableciste la luna y el sol,
17 Tú mareaste los límites a la
tierra, | tú fijaste- el verano y el
invierno.
18 Acuérdate de esto: Que el ene¬
migo blasfema de Yave, | y un pueblo
insensato ultraja tu nombre.
19 No entregues a las fieras el alma
de los que te confiesan, | y no tengas
por tanto tiempo en olvido a tus
desvalidos.
20 Mira a tu alianza. | Está la
desdichada tierra toda llena de vio¬
lencias.
21 Que no se vea confuso el afli¬
gido, | y el pobre y el menesteroso
alaben tu nombre.
22 Alzate, oh Dios, y defiende tu
causa. | Acuérdate de los ultrajes
que continuamente te hace el insen¬
sato.
23 No olvides los gritos de tus ene¬
migos, | el tumulto siempre creciente
de los que se alzan contra ti.
75. (Vulg. 74.)
Dios, juez de los enemigos de su pueblo.
1 Al maestro del coro. A las cuerdas.
Salmo de Asaf. Cántico.
2 Dárnoste gracias, ¡oh Diosl, dá¬
rnoste gracias, | invocamos tu nom¬
bre y ensalzamos tus grandes mara¬
villas.
3 Cuando me tome yo el tiempo
oportuno, | juzgaré justamente.
4 Aunque se disolviese la tierra
con todos sus habitantes, | yo soli¬
dificaría sus columnas. (Sela.)
5 Digo a los soberbios: No os enso¬
berbezcáis, j y a los impíos: No irgáis
vuestra cabeza.
8 No levantéis en alto vuestras fren"
tes, | no habléis con erguida cerviz.
7 Ciertamente ni de oriente, ni de
occidente, | ni del desierto vendrá
la salvación.
8 Pero es Dios quien juzga, | y a
unos humilla y ensalza a otros.
9 Pues tiene Dios en su mano el
cáliz | del espumoso vino, lleno de
mixtura, | y lo derrrama sobre unos
y otros. | Y beberán, beberán hasta
las heces | todos los impíos de la
tierra.
10 Mientras que yo siempre can¬
taré | y entonaré salmos al Dios de
Jacob.
11 Yo quebrantaré toda la fuerza de
los impíos, | y se acrecentará el
poder de los justos.
76. (Vulg. 75.)
Canto triunfal después de la victoria.
1 Al maestro del coro. A las cuer¬
das. Salmo de Asaf. Cántico.
2 Glorioso es Dios en Judá, grande
es su nombre en Israel.
3 Tiene en Salem su tabernáculo
y su morada en Sión.
4 Allí rompe los rayos del arco,
el escudo, la espada y todo aparato
bélico. (Sela.)
5 Es grande y glorioso, majestuoso,
más que los montes de la caza.
6 Los fuertes guerreros fueron allí
despojados, durmieron su sueño, | y
no hicieron uso de sus inanos los
hombres fuertes (1).
7 A tu amenaza, ¡olí Dios de Jacob!,
quedáronse pasmados carros y ca¬
ballos.
8 ¡Eres terrible tú, terrfblcl | ¿Quién
puede estar ante ti cuando te aíras?
9 Das desde los ciclos tu sentencia,
y la tierra se estremece y calla,
10 Cuando se levanta Dios para
hacer justicia, para salvar a los opri¬
midos de la tierra. (Sela.)
11 Aun el furor del hombre sirve
a tu gloria, y los salvados del furor
te alabarán.
12 Haced votos a Yave, vuestro
Dios, y cumplidlos. | Cuantos están
en derredor traigan dones al terrible.
13 Pues él corta el soberbio respiro
(i) El salmo canta la gran derrota de Scna-
querib, rey de Asiria, y de ella se levanta a
cantar el reinado universal de Dios, lo cual tiene
ya un carácter mesiánico
SALMOS
S97
de los príncipes, | y es terrible a los
reyes de la tierra.
77. (Vulg. 76.)
Los antiguos portentos, consuelo dd
pueblo ^perseguido.
1 Al maestro del coro. Para Idu-
tun. Salmo de Asaf.
2 Yo alzo mi voz a Dios'y clamo, |
alzo mi voz a Dios y el me escucha.
3 En el día de mi tribulación busqué
a Yavc, | y se alzaban a él mis
manos sin descanso por la noche, | y
rehusaba mi alma todo consuelo.
4 Se acuerda mi alma de Dios y
gime, | medito y se angustia mi
corazón. (Scla.)
5 No me dejas pegar los ojos, | y
me siento turbado y sin palabras.
9 Pienso en los días antiguos, | en
los años lejanos.
7 Pensaba angustiosamente por la
noche, | reflexionaba en mi corazón, |
e inquiría en mi alma:
8 «¿Acaso el Señor nos rechazará
por los siglos I y no nos será ya
nunca favorable?
9 ¿Cesó ya para siempre su pie¬
dad, | se acabó lo que prometió para
generaciones de generaciones?
10 ¿Se ha olvidado ya Dios de hacer
clemencia, | V cerró airado su mise¬
ricordia? (Scía.)
11 Me digo: «Mi enfermedad es
ésta: | Que se ha mudado la diestra
del Allísimo.» | Me acuerdo de las
obras de Dios,
12 Ttccucrdo tus ' antiguas mara¬
villas, | considero tus grandes hechos,
13 Y reflexiono sobre tus hazañas, j
lOh Dios, santos son tus caminosl
14 ¿Qué Dios es grande como nues¬
tro Dios?
15 Tú eres el Dios que obras pro¬
digios. | Tú mostraste tu poder entre
las gentes,
18 Y con tu brazo rescataste a tu
pueblo, | los hijos de Jacob y de
José. (Sela.)
17 Viérontc las aguas, ¡oh Dios!, |
vicrontc las aguas y se turbaron, | y
temblaron aun los mismos abismos.
18 Arrojaron las nubes torrentes de
aguas, | y dieron los nublados su
voz, | y volaron tus saetas.
19 Estalló tu trueno cu el torbe¬
llino, | alumbraron los rayos el orbe, |
y, sacudida, tembló la tierra.
20 Fué el mar tu camino | y tu sen¬
da la inmensidad de las aguas, | aun¬
que no dejabas huellas en él.
21 Condujiste próvido a tu grey, a
tu pueblo, | por mano de Moisés y
de Arón.
78. (Vulg. 77.)
La historia de los padres, enseñanza
para los hijos.
1 Mosquil. De Asaf.
Atiende, pueblo mío, a mi doc¬
trina. | Dad vuestros oídos a las
palabras de mi boca.
2 Abriré mi boca a las sentencias, |
y evocaré las enseñanzas de los tiem¬
pos antiguos,
3 Lo que hemos oído y sabemos, | lo
que nos contaron nuestros padres (t).
4 No lo encubriremos a sus hijos, |
contando a las generaciones posterio¬
res | las glorias de Dios, y su gran
poderío y los prodigios que ha
obrado,
5 Cómo dió una norma a Jacob | y
estableció una ley en Israel. | Co no
mandó a nuestros padres | enseñar
estas cosas a sus hijos;
8 Para que las conociese la gene¬
ración venidera, | y los hijos que
habían de nacer | se las contasen a
sus propios hijos;
7 Para que éstos pusieran en Dios
su confianza | y no olvidasen las
obras del Omnipotente | y guardasen
sus mandatos,
8 Y no se hiciesen como sus pa¬
dres, j gente contumaz y rebelde, | de
corazón indócil | y de espíritu infiel
a su Dios.
9 Los hijos de Efraím, muy dies¬
tros arqueros, | vuelven la espalda
el día del combate:
10 No mantuvieron su alianza con
Dios, | y rehusaron seguir su ley;
11 Dieron al olvido sus obras | y las
maravillas que a sus ojos había
obrado.
12 Ante sus padres había obrado
maravillas, | en la tierra de Egipto,
en la región de Tanis.
13 Dividió el mar para darles paso, |
y paró las aguas como si fuera con
un dique.
(i) El salmo nos cuenta la historia de ísrael,
vista a la luz proféiiea; ilustrado por la cual, el
poeta ve los sucesos guiados por la mino del
Señor, que lleva a Israel hacia la realización de
sus altos destinos mesiánicos.
57
898
SALMOS
14 Los guiaba de día en la nube, | y
durante toda la noche con un res¬
plandor de fuego.
16 Hendió las rocas en el desierto
y los proveyó de agua. | Como de
raudales inexhauribles,
16 Hizo salir arroyos de la piedra, |
hizo correr las aguas como río.
17 Y con todo, volvieron a pecar
contra él | y a rebelarse contra el
Altísimo en el desierto.
18 Tentaron a Dios en su cora¬
zón, | y pidieron comida a su gusto.
19 Hablaron contra Dios, diciendo: |
«¿Podrá acaso Dios poner mesa en
el desierto?
20 Ha herido la peña y brotaron
las aguas, | y corrieron como un to¬
rrente; | ¿pero podrá también darnos
pan | y preparar en el desierto carne
a su pueblo?»
21 Oyólo Ya ve y se indignó, | y se
encendió su furor contra Jacob | y
subió su ira contra Israel,
22 Porque no creían en Dios | y no
tenían confianza en su protección.
23 Había ya dado orden a sus nu¬
bes, | había abierto las puertas del
cielo,
24 Y llovió sobre ellos el maná,
para que comieran, | dándoles un
trigo de los cielos.
28 Comió el hombre pan de ánge¬
les, | y les dió comida hasta lá sa¬
ciedad.
26 Hizo soplar en el cielo el viento
solano, | y con su poder hizo soplar
el austro,
27 Y caer como polvo sobre ellos
la carne, | como arenas del mar aves
aladas,
28 Hízolas caer dentro del campa¬
mento mismo, | en derredor de las
tiendas de éste;
29 Y comieron, y se hartaron del
todo, | y así Ies dió lo que ansiaban.
80 Pero apenas habían acabado de
saeiar su avidez, | todavía tenían
en su boca la comida,
31 Y montó Dios en cólera contra
ellos, | e hirió de muerte a los más
robustos, | y abatió a la flor de Israel.
82 Con todo, volvieron a pecar | y
no dieron crédito a sus maravillas;
33 Y consumió vanamente sus días |
y sus años con calamidades.
34 Cuando los hería de muerte le
buscaban, | se convertían, y se vol¬
vían a Dios.
86 Se acordaban de que era Dios
su roca, | y el Todopoderoso, el
Altísimo, su redentor.
38 Pero le engañaban con su boca |
y con su lengua le mentían,
37 Mas su corazón no era sincero
para él | y no eran fieles a su alianza.
38 Pero es misericordioso, y perdo¬
naba la iniquidad | y no los exter¬
minó; antes refrenó muchas veces su
ira, I y no dejó que se desfogara toda
su colera.
89 Se acordó de que eran de carne, |
un soplo que pasa y ya no vuelve.
40 iCuántas veces se rebelaron en
el desierto, j y le contristaron en la
soledad 1
41 Siguieron tentando a Dios | y
enojaron al Santo de Israel.
42 No se acordaban de su gran
poder, | ni del día en que los liberó
de la opresión;
43 Ni de cómo obró en Egipto sus
prodigios, | y sus portentos en la
región de Tanis,
44 Mudando sus aguas en sangre |
para que no pudiesen beber en sus
canales;
46 Mandando contra ellos tábanos
que los devorasen, | y ranas que los
infestasen;
48 Dando sus cosechas al pulgón | y
sus frutos a la langosta;
47 Devastando con el granizo sus
viñas, | y sus higuerales a la piedra;
48 Dando al pedrisco sus gana¬
dos, jy al rayo sus rebaños.
49 Derramó sobre ellos su tremenda
cólera, ¡ la ira, el furor, la angustia, |
como un tropel de malignos espíritus.
60 Dió rienda suelta a su enojo, I no
sustrajo su vida a la muerte, | dio su
vida en presa a la peste,
61 Y mató a todos los primogénitos
de Egipto, | a los primogénitos de
las tiendas de Caín.
62 Pero sacó a su pueblo como un
rebaño, | y los condujo como grey
por el desierto;
63 Y los guió seguros y sin temor, |
mientras se tragaba el mar a sus
enemigos.
64 Los llevó hasta sus santas fron¬
teras, | a los montes que conquistó
su diestra.
66 Arrojó ante ellos a naciones, |
dividió en partes su tierra en here¬
dad, | e hizo habitar en las tiendas
de aquéllos a las tribus de Israel.
66 Y todavía volvieron a tentar y
provocar a Dios, al Altísimo, y no
guardaron sus mandatos.
67 Volviéndole las espaldas, pre¬
varicando como sus padres, | y falla¬
ron como engañoso arco.
SALMOS
899
68 Le irritaron con sus altos, | y le
provocaron con sus esculturas.
69 Sintió Dios toda su cólera al
verlo, I y rechazó enteramente a
Israel;
60 Y ¿ejó el tabernáculo de Silo, | la
tienda que fué su morada entre los
hombres.
61 Dió a la esclavitud su fuerza, | y
a manos del enemigo su gloria.
62 Condenó a su pueblo a la es¬
pada I y se enfureció contra su he¬
redad.
63 Devoró el fuego a sus jóvenes, | y
no fué cantado a sus vírgenes el canto
nupcial.
64 Sus sacerdotes perecieron a la
espada | y no los lloraron sus viudas.
65 Mas despertóse entonces el Señor,
como quien duerme, | como el valiente
excitado por el vino; ^
66 E hirió a sus enemigos en la
espalda, | cubriéndolos de eterna
ignominia.
67 Pero ya rechazó a la tienda de
José | y no eligió a la tribu de Efraím,
68 Sino que eligió a la tribu de
Judá, | el monte de Sión, monte de
su predilección.
69 Edificó su santuario con alturas
de cielo, | y firme como la tierra, que
cimentó por los siglos.
70 Y eligió a David, su siervo, | y
le tomó de las majadas de ovejas;
71 De tras de las ovejas de cría le
tomó, | para que apacentase a Jacob,
su pueblo, a Israel, su heredad; | y él,
con corazón recto, las apacentó
72 Y los condujo con el valor de
sus manos.
79. (Vulg. 78.)
Oración pidiendo la restauración de las
ruinas y el castigo de los enemigos.
1 Salmo de Asaf.
lOh Diosl Han invadido las gentes
tu heredad, | han profanado tu santo
templo (1), | y han reducido a
Jerusalén a un montón de escombros.
2 Dieron los cuerpos de tus siervos
por pasto a las aves del cielo, | y la
carne de tus santos a las bestias de
la tierra;
3 Derramaron como agua su san¬
gre en los alrededores de Jeru¬
salén, | sin que hubiese quien les
diera sepultura.
4 Somos el escarnio de nuestros
vecinos, | la irrisión y el ludibrio de
los que nos rodean.
6 ¿Hasta cuándo, oh Yave? | ¿Ha¬
brás de estar airado para siempre? |
¿Arderá siempre como fuego tu furor?
6 Derrama tu ira sobre las gentes
que no te conocen, | sobre los reinos
que no invocan tu nombre,
7 Porque han devorado a Jacob, |
han asolado sus moradas.
8 No recuerdes para nuestro mal
las iniquidades antiguas. | Sálgannos
al encuentro tus misericordias, | por¬
que estamos muy abatidos.
9 Socórrenos, [oh Dios, salvador
nuestro! | Socórrenos por el honor de
tu nombre, | socórrenos y perdona
nuestros pecados, por tu nombre.
10 ¿Por qué han de poder decir las
gentes: «Dónde está su Dios»? | Sea
notoria a las gentes y a los ojos
nuestros | la venganza de la sangre
que de tus siervos derramaron.
11 Llegue a tu presencia el gemido
de los cautivos^ | Con el poder efe tu
brazo salva a los condenados a muerte.
12 Haz recaer sobre la cabeza de
nuestros enemigos el séptuplo | de
la afrenta con que quieren afrentarte,
joh Yavel
13 Y nosotros, tu pueblo, grey de
tus pastizales, | te cantaremos eter¬
namente, | y cantaremos tus alaban¬
zas por generaciones y generaciones.
80. (Vulg. 79.)
Oración por el pueblo perseguido.
1 Al maestro del coro. Sobre «Los
lirios del testimonio. Salmo de Asaf.
2 ¡Oh pastor de Israel, escucha! ¡ Tú
que conduces a José como un rebaño,
que te sientas sobre los querubines,
muéstrate,
3 Ante Efraím, Benjamín y Mana-
sés, | despierta tu poder y sálvanos.
4 ¡Oh Dios, restáuranos, baz es¬
plender tu rostro y seremos salvos.
6 ¡Oh Yave, Dios Sebaott ¿Hasta
cuándo | seguirás desdeñando la ora¬
ción de tu pueblo?
6 Les das a comer pan de lágrimas, |
les haces beber sus lágrimas en abun¬
dancia;
7 Nos has hecho objeto de contien¬
da para nuestros vecinos, | y nuestros
enemigos se burlan de nosotros (1).
(i) De esc.! salmo pudiera decirse lo que he- (i) La situación nacional que el salmo supone
mos dicho del 74. podría ser la de la época de Nehemias, si no la
yuu
SALMOS
8 Dios Sebaot, restáuranos, | haz
esplender tu rostro y seremos salvos.
9 Tu trajiste de Egipto una vid, |
arrojaste a las gentes y la trasplan¬
taste aquí.
10 Le pusiste en derredor una alba-
rrada, | y extendió sus raíces y llenó
la tierra.
11 Cubriéronse los montes de su
sombra, | y sus sarmientos llegaron
a ser como los altos cedros.
12 Extendió sus ramas hasta el
mar, | V hasta el río sus vástagos.
13 ¿Por <¡ué has derribado su al-
barrada, | y la vendimian cuantos
pasan por el camino?
14 La devastan los jabalíes del
monte | y pastan en ella las bestias
del campo.
15 Dios Sebaot, vuélvete ya. | Mira
desde los ciclos y contempla
16 Y defiende esta viña, | la planta
que plantó tu diestra, | el renuevo
que tú hiciste fuerte.
17 Está abrasada por el fuego, aso¬
lada. | Perece por el enojo de tu
faz;
18 Sea tu mano sobre el varón de
tu diestra, | sobre el hombre a quien
para ti corroboraste,
19 Y no nos apartaremos más de ti |
Danos la vida c invocaremos tu
nombre.
20 Yavc, Dios Sebaot, restáuranos, |
haz esplender tu faz sobre nosotros
y seremos salvos.
81 . (Vulg. 80.)
Exhortación a celebrar dignamente
la Pascua.
1 Al maestro del coro. Sobre «La
Gctca.» De Asaf.
2 Saltad de júbilo en honor de
Dios, nuestra fuerza. | Aclamad al
Dios de Jacob.
3 Entonad un canto, tocad los
címbalos, | la dulce cítara y el arpa.
4 Haced resonar este mes las trom¬
petas, I en el plenilunio, en nuestra
fiesta, (l)
6 Porque ésta es ley de Israel, | pre¬
cepto del Dios de Jacob,
6 Dada por él como rito a José, |
de los Macabeos. Judá se ve cercado de enemigo*,
y todo en él necesitado de restauración.
(i) Este verso y los que siguen indican cla¬
ramente que se trata de la Pascua, la fiesta
más alegre, pues era la conmemoración de la
libertad de Israel.
cuando salió contra la tierra de Egip¬
to. | Oyó entonces lo que nunca
había oído:
7 «Ya voy a quitarle la carga de
sobre el hombro, | ya sus manos ce¬
sarán de cargar con los cestos.
8 Me llamaste en la tribulación y
te saqué, | y te hablé oculto entre los
truenos. | Te probé en las aguas de
Mcriba.
9 Ove, pueblo mío, que quiero amo¬
nestarte. | ]Oh Israel, ojalá me es¬
cucharas!
10 No haya en ti dios ajeno, | no
adores a ningún dios extranjero.
11 Yo soy Yave, tu Dios, | que te
saqué de la tierra de Egipto. | En¬
sancha tu boca y yo te la llenaré.»
12 Pero no me obedeció mi pueblo, |
no cumplió Israel lo que le mandé,
13 Y los abandoné a su obstinado
corazón, | que siguieran sus consejos.
14 ¡Oh, si mi pueblo me oyera, | si
marchara Israel por mis caminos,
15 Presto humillaría yo a sus ene¬
migos, | y volvería a extender mi
mano contra sus adversarios.
16 Sucumbirían ante ellos los que
aborrecen a Dios, | y desaparecerían
para siempre.
17 Los mantendría de la flor del trigo
y de miel salida de la piedra los
saciaría.
02. (Vulg. 81.)
Increpación contra los jueces injustos.
1 Salmo de Asaf.
Está Dios en el consejo de los
dioses, | en medio de los dioses juzga.
2 ¿Hasta cuándo juzgaréis injusta¬
mente, | haciendo con los impíos
acepción de personas? fScla.)
3 Haced justicia al huérfano y al
pobre, | tratad justamente al desvalido
y al menesteroso.
4 Librad al pobre y al necesitado, |
sacadle de las garras de los impíos.
6 Pero no saben ni entienden, andan
en tinieblas, | vacilan los cimientos
todos de la tierra.
6 Yo dije: «Sois dioses, | sois hijos
del Altísimo.
7 Pero moriréis como hombres, |
caeréis como el último de los afli¬
gidos.» (1)
(i) Los jueces son a veces llamados dioses,
como aquí, e hijos de Dios. Mas no por esto
se sustraen a la muerte ni dejarán de ser juz¬
gados con el mis estricto juicio.
SALMOS
uoi
8 iLevántate, oh Dios! Juzga la
tierra, | pues tuyas han de ser todas
las gentes.
83 . (Vulg. 82.)
Deprecación contra los enemigos, aliados
contra Israel.
1 Cántico. Salmo de Asaf. (1)
2 No reposes, ¡oh DiosI | No enmu¬
dezcas, no te aquietes.
3 Mira que bravean tus enemi¬
gos, | y alzan la cabeza los que te
aborrecen.
4 Tienden asechanzas a tu pue¬
blo, | y se conjuran contra tus pro¬
tegidos.
6 Dicen: «Ea, borrémoslos del nú¬
mero de las naciones, | no haya más
memoria del nombre de Israel.»
6 Todos a una se han confabulado, |
se haii ligado estrechamente con¬
tra ti,
7 Las tiendas de. Edom, los ismae¬
litas, | Moab y los agarenos,
8 Gebal y Ammón y Amalee, | los
filisteos con los habitantes de Tiro.
9 También se ha unido a ellos Asur, |
dando su apoyo a los hijos de Lot.
(Sela.)
10 Hazles como hiciste a Madián, |
a Sisara, a Jabín en el torrente de
Cisón,
11 Que perecieron en Endor, | y
vinieron a ser estiércol de la tierra.
12 Haz a éstos y a sus jefes como
a Oreb y Zeb | y como a Zebe y
Salmana, a todos sus príncipes,
13 Que dijeron: Apoderémonos de
las tierras de Dios.
14 Hazlos, Dios mío, como polvo
que arrastra el torbellino, | como pa¬
juela al viento:
16 Como abrasa el fuego la selva, |
como quema la llama los montes;
16 Persíguelos así con tu tormen¬
ta, | atérralos con tu huracán.
17 Cubre su rostro de ignominia, |
y busquen tu nombre, ¡oh Yavel
18 Sean para siempre confundidos
y aterrados; | sean llenos de ver¬
güenza y perezcan,
19 Y reconozcan que tu nombre
es Yave, | y que sólo tú eres el
Altísimo sobre toda la tierra.
(i) El poeta ve a su pueblo estrechado y
perseguido por todos los pueblos circunvecinos
y pide a Dios le libre y le vengue de ellos, ha¬
ciéndoles reconocer el sumo poderío de Yave
sobre toda la tierra.
«4. (Vulg. 83.)
Anhelo de la presencia de Dios en el
templo.
1 Al maestro del coro. Sobre «La
Getea.» Salmo de los hijos de Coré.
2 ¡Cuán amables son tus moradas,
oh Yave Sebaotl
3 Anhela mi alma y ardientemente
desea los atrios de Yave (1). | Salta
de júbilo mi corazón y mi carne por
el Dios vivo.
4 Halla una casa el pájaro, | y la
golondrina un nido donde poner sus
polluelos, | cerca de tus altares, ¡oh
Yave Sebaot, | rey mío y Dios
mío!
6 Bienaventurados los que moran
en tu casa, ■ | y continuamente te
alaban. (Sela.)
6 Bienaventurado el hombre que
tiene en ti su fortaleza | y anhela
frecuentar tus subidas.
7 Aun pasando por el valle de
Baca, | se le hace todo fuentes, | como
cubierto de las bendiciones de la
lluvia temprana,
8 Y siguen cada vez más animo¬
sos | para ir a Dios, a Sión.
9 Oye mi oración, ¡oh Yave, Dios
Sebaotl ¡ Atiéndela, Dios de Jacob.
(Sela.)
10 Pon tus ojos en nuestro defen¬
sor, joh Dios! | Y mira el rostro de
tu ung ido.
11 Porque más que mil vale un día
en tus atrios, | y prefiero estar a la
puerta de la casa de mi Dios, a morar
en las tiendas de la iniquidad.
12 Porque sol y escudo es Yave,
Dios, | y da Yave la gracia y la
gloria, | y no niega sus bienes a los
que caminan en la inocencia.
13 ¡Oh Yave Sebaotl ¡Bienaventu¬
rado el hombre que en ti confía!
85 . (Vulg. 84.)
Oración pidiendo la salud del pueblo.
1 Al maestro del coro. Salmo de los
hijos de Coré.
2 Has sido benévolo con tu tierra,
¡oh Yave! | Has mejorado la suerte
de Jacob.
(i) En este salmo se expresa muy al vivo la
devoción de los buenos israelitas hacia el templo
de Jerusalén, y lo que éste significaba en la vida
religiosa de Israel.
SALMOS
902
3 Has perdonado la iniquidad de tu
pueblo | y has ocultado su pecado
todo.
4 Has apartado tu furor | y has ale¬
jado el ardor de tu cólera.
5 Vuélvete a nosotros, Dios, nues¬
tra salvación, | y haz cesar tu ira
contra nosotros (1).
6 ¿Vas a estar siempre irritado con¬
tra nosotros | y vas a prolongar tu
cólera de generación a generación?
7 ¿No vas a devolvernos la vida, |
para que tu pueblo pueda gozarse
en ti?
6 Haznos ver, ¡oh Yavet, tus pie¬
dades, | y danos tu ayuda salvadora.
9 Yo bien sé lo que dirá Dios; | que
sus palabras serán palabras de paz |
para su pueblo y para sus santos | y
para cuantos se vuelven a él.
10 Sí, su salvación está cercana a
los que le temen, | y bien pronto
habitará la gloria en "nuestra tierra.
11 Se han encontrado la benevolen¬
cia y la fidelidad, | se han dado
abrazo la justicia y la paz.
12 Brota de la tierra la fidelidad, | y
mira la justicia desde lo alto de los
cielos.
13 Sí, Yave nos otorgará sus bie¬
nes | y la tierra dará sus frutos.
14 Va delante de su faz la justicia, |
y la paz sigue sus pasos.
«ti. (Vulg. 85.)
Petición del auxilio de Dios.
1 Oración. De David.
Inclina, Yavc, tus oídos y óye¬
me, | porque estoy afligido y soy
un menesteroso.
2 Guarda mi alma, pues que soy
tu devoto; | salva, mi Dios, a tu
siervo, que en ti confía.
3 Ten misericordia de mí, ¡olí Yave! |
Pues te invoco todo el día.
4 Alegra el alma de tu siervo. | por¬
que a ti alzo mi alma,
6 Pues tú eres indulgente y pia¬
doso, | y de gran misericordia para
los que te invocan.
6 Escucha, ¡oh Yave!, mi oración, |
(i) Celebra el salmista la vuelta del cautive¬
rio y la restauración nacional. Pero ésta iba muy
lentamente, no se ajustaba a las hermosas pro¬
mesas contenidas en los oráculos de Isalas, Je¬
remías y Ezequiel. Por eso pide que llegue esa
plena restauración, en la cual va ya implicada, lo
mismo que en las aludidas profecías, la promesa
mesiánica.
y atiende a la voz de mis plegarias.
7 En el día de la angustia te llamo, |
porque sé que tú me oyes.
8 No hay en los dioses semejante
a ti, | y nada hay que iguale tus
obras (1).
9 Todas las gentes que tú hiciste, ¡
vengan, ¡oh Yavel, a postrarse ante
ti ¡ y honren tu nombre;
10 Pues que tú eres grande y obras
maravillas, | tú eres el solo Dios.
11 Enséñame, ¡oh Yavel, tus ca¬
minos, para que ande yo en tu ver¬
dad, | y lleva mi corazón únicamente
a reverenciar tu nombre.
12 Pueda yo darte gracias, Yave,
mi Dios, con todo mi corazón, | y
glorificar tu nombre por la eternidad,
13 Por tu gran misericordia para
conmigo, | por haber sacado mi alma
del profundo Averno.
14 ¡Oh Dios! Gentes soberbias se
alzan contra mí, | una turba feroz
busca mi alma, | y no te ponen
delante de sí.
15 Pero tú, ¡oh Yave!, eres Dios
misericordioso y clemente, | magná¬
nimo y de gran piedad y fidelidad.
16 Mírame y ten piedad de mí, | for¬
talece a tu siervo | y salva al hijo
de tu esclava.
17 Haz conmigo muestra de ti para
bien, | y viéndola confúndanse los
que me odian. | Vean que tú eres
Yave, | que me socorres y me con¬
suelas.
87 . (Vulg. 8(3.)
Oración de un afligido.
1 Salmo de los hijos de Coré.
Cántico (2).
Fundación suya sobre los altos
montes,
2 Ama Dios las puertas de Sión,
más que todas las tiendas de Jacob.
3 Muy gloriosas cosas se han dicho
de ti, ciudad de Dios. (Sela.) | Con¬
taré a Rabal) y a Babilonia entre
los (pie me conocen;
(1) En el versículo 9 se augura la venida de
Las naciones todas a honrar a Dios en su templo,
lo que implica francamente la idea mesiánica.
(2) Bellísimo salmo mesiánico. Jcrusalén ven¬
drá a ser la ciudad en que todas las naciones go¬
zarán de los derechos de ciudadania, como si en
ella hubieran nacido. Preludia la doctrina de
San Pablo, de que en Cristo no hay judío ni
griego, bárbaro ni escita, porque todos somos
uno en Cristo. (Col. 3. 11 ss.)
SALMOS
90 :*
4 La Filistea, Tiro y el pueblo de
los etiopes, allí nacieron;
5 Y de Sión dirán: «Este y el otro
allí han nacido | y es el Altísimo
mismo el que la fundó.»
6 Inscribirá Yave en el libro de
los pueblos: éste nació allí. (Sela.)
7 Y cantarán saltando de júbilo:
«En ti están mis fuentes todas.»
88. (Vulg. 87.)
Oración de un afligido.
1 Al maestro del coro. Cántico de
los hijos de Coré. Sobre Mahalat. Para
cantar. Masquil de Ernán, ezraíta.
2 ¡Oh Yave, Dios de mi salvación! |
Día y noche clamo a ti (1).
3 Llegue mi oración a tu presen¬
cia, I inclina tu oído a mi clamor.
4 Harta de males está mi alma, | y
mi vida al borde del sepulcro.
5 Ya me cuentan entre los que
bajan a la fosa; | soy ya hombre sin
fuerzas,
6 Abandonado entre los muertos, |
o como los traspasados que moran
en el sepulcro, | de quienes ya no
te acuerdas, | y que fueron arran¬
cados a tus manos.
7 Hasme puesto en lo profundo de
la hoya, | entre las tinieblas del
abismo.
8 Pesa tu ira sobre mí | y has
desencadenado contra mí todos tus
furores. (Sela.)
9 Has alejado de mí a mis cono¬
cidos, | me has hecho para ellos abo¬
minable. | Estoy encerrado y no
tengo salida.
10 Mis ojos languidecen por la
aflicción. | Te invoco, ¡oh Yave!, todo
el día y | tiendo mis manos hacia ti.
11 ¿Harás tú ya prodigio alguno
para los muertos? | ¿Se levantarán
los muertos para alabarte? (Sela.)
12 ¿Cantará nadie en el sepulcro
tus piedades, | ni en el Averno tu
fidelidad?
13 ¿Será conocido prodigio alguno
tuyo en las tinieblas | ni tu justicia
en la tierra del olvido?
14 A ti clamo, pues, |oh Yave! | y mis
plegarias van a ti desde la mañana.
1¿ ¿Por qué, ¡oh Yave!, me recha¬
zas, | y me escondes tu rostro?
(i) El poeta, profundamente afligido y con¬
tristado, pide a Dios humildemente le libre de
tamas penas y le salve la vida.
16 Soy un mísero afligido desde
mi mocedad, | siempre en espanto,
lleno de terrores.
17 Derrámanse sobre mí tus furo¬
res | y me oprimen tus espantos.
18 Continuamente me invaden como
aguas, | y todas a una me sumergen.
19 Has alejado de mí amigos y
compañeros, | y son mis parientes
las tinieblas.
8!). (Vulg. 88.)
Quejas por el abatimiento del rey, a
pesar de las promesas hechas a David.
1 Masquil de Etán, ezraíta (1).
2 Quiero siempre cantar las mise¬
ricordias de Yave | y dar por mi
boca a conocer | a las generaciones
todas tu fidelidad;
3 Y decir: «Tu misericordia es
eterna, | y tu fidelidad la apoyas
en los mismos cielos.»
4 «He hecho alianza con mi ele¬
gido, | he jurado a David, diciendo:
5 Haré durar por siempre tu prole, j
y estableceré tu trono por las gene¬
raciones.» (Sela.)
6 Los cielos cantan tus maravillas,
¡oh Yave!, | y cantan tu fidelidad
en la asamblea de los santos.
7 ¿Quién sobre las nubes semejante
al Señor? | ¿Quién semejante a Yave
entre los hijos de los dioses?
8 Es terrible Dios en la congre¬
gación de los santos, | es formidable
más que cuantos le rodean. | Yave,
Dios Sebaot, ¿quién que te iguale?
9 Tú eres poderoso, ¡oh Yave!, |
ceñido de tu fidelidad. | Tú dominas
la soberbia del mar.
10 Cuando se embravecen sus olas |
tú las contienes. | Tú quebrantaste
a Rahab como a un vencido ene¬
migo,
11 Y con tu fuerte brazo dispersas
a tus enemigos.
12 Tuyos son los cielos, tuya la
tierra, | el orbe de la tierra y cuanto
lo llena; tú lo formaste,
13 Tú creaste el aquilón y el austro. |
El Tabor y el Hermón saltan al oír
tu nombre.
(i) Salmo de inspiración enteramente me-
siánica, basada en la alianza de Dios con Israel
y en la promesa divina hecha a David. Lo uno
y lo otro son motivos para esperar de Dios una
mejor suerte para Israel que la que entonces
tenía, y para pedir al Señor que se acuerde de
sus palabras y las cumpla cuanto antes.
SALMOS
904
14 Tú tienes un brazo lleno de
vigor, | fuerte es tu mano, amenaza¬
dora tu diestra.
15 La justicia y el juicio son el
asiento de tu trono, | la misericordia
y la fidelidad tus heraldos.
16 Bienaventurado el pueblo que
sabe cantarte, loh Yavel | Andará
siempre a la luz de tu faz,
17 Gozará siempre de la alegría
de tu nombre, | y se alegrarán en
tu justicia.
18 Tú eres nuestra gloria y nuestra
fuerza, | y por tu benevolencia se
acrecienta nuestro poderío,
19 Pues Yave es nuestro defensor, |
el santo de Israel.
20 Tú en tiempos hablaste en
visión, | y dijiste a tus predilec¬
tos: | «He dado mi ayuda a un va¬
liente, | he alzado en la nación a
un valeroso. | He hallado a David,
mi siervo.
21 Le he ungido con mi óleo con¬
sagrado.
22 Mi mano le sostendrá con firme
apoyo | V mi brazo le hará fuerte.
23 No le vencerá enemigo, | no le
abatirá inicuo.
24 Destruiré ante él a sus enemi¬
ga, | y quebrantaré a los que le
aborrecen.
25 Serán con él mi verdad y ini
misericordia, | y en mi nombre se
alzará su poder.
26 Pondré su mano sobre el mar |
y su diestra cu los ríos.
27 El me invocará, diciendo: «Tú
eres mi padre, | mi Dios, la roca de
mi salvación.»
28 Y yo le haré mi primogénito, |
el más excelso de los reyes de la tierra.
29 Yo guardaré eternamente eon
él mi misericordia, | y ini alianza
con él no será rota.
30 Haré subsistir por siempre su
descendencia, | y sil trono, mien¬
tras subsistan los cielos.
31 Y si traspasan sus hijos mi ley |
y no siguieren mis mandatos;
32 Si violaren mis preceptos, | v no
hicieren caso de mis mandamientos,
33 Yo castigaré con la vara sus
rchclioncs | y eon azotes sus pecados,
34 Pero no apartaré de él mi
piedad | ni faltaré a mi fidelidad.
36 No quebrantaré mi alianza | y no
retractaré cuanto ha salido de mis
labios.
36 Una cosa he jurado por mi san¬
tidad, | y no romperé la fe a David.
37 Su descendencia durará eter ¬
namente, | y su trono durará ante
mí cuanto el sol,
38 Cuanto la luna: durará eterna¬
mente, | cuanto durarán los altos
cielos.» (Sela.)
39 Pero eon todo, has rechazado,
has alejado a tu ungido, | te has
indignado contra él.
40 Has roto la alianza con tu
siervo, | has profanado y echado a
tierra su diadema.
41 Has arruinado todas sus mura¬
llas, | has reducido a escombros sus
fortalezas.
42 Cuantos pasan por el camino le
saquean, | es el oprobio de sus vecinos.
43 Has robustecido la diestra de
sus enemigos, | has alegrado a todos
sus adversarios.
44 Has embotado el filo de su
espada | y no le has socorrido en el
combate.
46 Le has despojado de su majes¬
tad | y has echado por tierra su
trono.
48 Has acortado los días de su
juventud | y le has cubierto de opro¬
bio. (Sela.)
47 ¿Hasta cuándo, íoh Yavel, esta¬
rás escondido? | ¿Ha de arder por
siempre tu ira como fuego?
48 Acuérdate, Señor, de cuán breve
es esta vida | y de cuán para poco
hiciste a todos los mortales.
49 ¿Quién es el hombre que viva
y no haya de ver la muerte? | ¿Quién
puede sustraerse al poder del se¬
pulcro? (Sela.)
60 ¿Dónde están tus antiguas pie¬
dades, joh Yavel, | las que por tu
verdad juraste a David?
61 Acuérdate, íoh Yavel, del opro¬
bio de tu siervo, | y cómo llevo yo
en mi seno las afrentas de muchos
pueblos,
62 Las que arrojan tus enemigos, loh
Yavel, | sobre los pasos de tuungido.
Doxología final del libro.
63 Bendito sea Yave por la eter¬
nidad. Amén, amén.
LIHIIO CUANTO
90. (Vulg. 89.)
Deprecación de misericordia.
1 Oración de Moisés, varón de Dios
SALMOS
905
Vave, tu ere* refugio, | lo has sido
para nosotros en todo tiempo (1).
2 Antes que los montes fuesen | y
fuesen paridos la tierra y el orbe, | eres
tú desde la eternidad hasta la eter¬
nidad.
3 No reduzcas al polvo a hombre¬
cillos, | diciéndoles: aVolved, hijos
de la tierra.»
4 Mil años son a tus ojos como el
día de ayer, | que ya pasó, como una
vigilia de la noche.
6 Los arrebatas y se duermen. | A
la mañana como hierba verde,
6 A la mañana florece y verdea, |
a la tarde se marchita y se seca.
7 Consúmenos tu ira | y nos con¬
turba tu indignación.
8 Has puesto nuestros pecados en¬
frente de ti, | nuestros pecados secre¬
tos a la luz de tu faz,
9 Y todos nuestros días transcurren
bajo tu ira, | y acabamos nuestros
años como un suspiro.
10 Los días de nuestros años,
setenta años, | y ochenta en los más
robustos.
11 Pero también la robustez es
apariencia, un nada, | porque se
corta en un instante y volamos. |
¿,Quiéu pesa en lo justo la severi¬
dad de tu ira | y tu indignación, en
lo que debes ser temido?
12 Enséñanos, pues, a contar nues¬
tros días, | para que adquiramos un
corazón sabio.
13 Vuélvete, ¡oh Ya ve!, ya por fin, |
y ten compasión de tus siervos.
14 Sácianos pronto de tu gracia, |
para que jubilemos y nos alegremos
todos los días de nuestra vida.
16 Alégranos por tantos días como
nos humillaste, | por tantos años
como probamos la aflicción.
16 Véase tu obra sobre tus siervos | y
tu grandeza sobre sus hijos.
17 Sea sobre nosotros la suavidad
de Yave, nuestro Dios, | y dirige
la obra de nuestras manos.
91. (Vulg. 90.)
Canto a la providencia de Dios sobre
el justo.
1 El que habita bajo la protección
(i) El poeta lamenta la brevedad y miseria
de la vida y pide a Dios luz para por ella co¬
nocer la grandeza divina, ante la cual somos
un día que ya pasó: nada.
del Altísimo, | y mora a la sombra
del Todopoderoso (1).
2 Diga a Dios: aTú eres mi refugio
y mi roca, | mi Dios, en quien confío.»
3 Y él te librará de la red del
cazador, | de la peste exterminadora;
4 Te cubrirá con. sus plumas, |
hallarás seguro bajo sus alas, | y su
fidelidad te será escudo y adarga.
5 No tendrás que temer los espan¬
tos nocturnos, | ni las saetas que
vuelan de día,
6 Ni la pestilencia que vaga en las
tinieblas, | ni la mortandad que
devasta en pleno día.
7 Caerán a tu lado mil, | caerán a
tu derecha diez mil: | a ti no llegará,
8 Con tus mismos ojos mirarás | y
verás el castigo de los impíos.
9 Teniendo a Yave por refugio
tuyo, | al Altísimo por fortaleza
tuya,
10 No te llegará la plaga | ni se
acercará el mal a tu tienda,
11 Pues te cometerá a sus ángeles |
para que te guarden en todos tus
caminos,
12 Y ellos te llevarán en sus ma¬
nos, | para que no tropieces en las
piedras.
13 Pisarás sobre áspides y víbo¬
ras, | y hollarás al león y al dragón.
14 «Porque me amó, yo le salvaré; |
yo le defenderé, porque confesó mi
nombre.
15 Me invocará él y yo le oiré, | esta¬
ré con él en la tribulación, | le sacare
y le honraré.
16 Le saciaré de días | y le daré
a ver mi salvación.»
92. (Vulg. 91.)
Alabanza de la providencia divina.
1 Salmo. Cántico. Para el día del
sábado (2).
2 Justo es alabar a Yave | y cantar
tu nombre, Altísimo;
3 Alabar de mañana tu piedad, | y de
noche tu fidelidad.
4 Tócame a mí pulsar el deca-
cordio y el salterio, | y el arpa con
suave melodía,
(1) Hermoso canto a la benigna providencia
de Dios sobre los justos, a quienes salva de
todos los peligros, por muchos que sean los
que le rodeen, y a quienes pone bajo la pro¬
tección de sus ángeles.
(2) De este salmo puede decirse algo seme¬
jante a lo dicho del anterior.
9u6
SALMOS
5 Pues me has alegrado, ¡olí Yavel,
con tus obras, | y me gozo en las
obras de tus manos.
6 ¡Qué magníficas son tus obras,
¡oh Yavel | Cuán profundos son tus
pensamientos,
9 Y cuán excelso tú por la eter¬
nidad, ¡oh Yavel
7 No conoce esto el hombre necio, |
no entiende esto el insipiente:
8 Que germinan los impíos como
la hierba, | y florecen tantos que
obran la maldad, | para ser destrui¬
dos por la eternidad.
10 Pues tus enemigos, íoh Yavel,
tus enemigos perecerán | y serán
disipados todos los que obran el
mal.
11 Mientras se acrecienta sobrema¬
nera mi fuerza como la del unicor¬
nio. | Estoy lleno de verde aceite
como savia,
12 Y miraré desde arriba a mis
enemigos, | y oirá mi oído cosas
gratas contra los malvados que se
alzan contra mí.
13 Florecerá el justo como la pal¬
ma, | crecerá como el cedro del
Líbano,
14 Plantado en la casa de Yavc, |
florecerá en los atrios de nuestro
Dios.
15 Crecerán, aun en la senectud, |
sanos y vigorosos.
16 Para anunciar: «iRecto es Yave,
mi roca, | no hay en él iniquidad!»
»3. (Vnlg. 92.)
Grandeza del dominio de Dios en la
creación (l).
1 ¡Reina Yavel Se vistió de ma¬
jestad, | vistióse de poder Yave y
se ciñó. | Estable es el mundo,
inconmovible;
2 Firme tu trono desde el prin¬
cipio; | desde la eternidad eres tú.
3 Alzan los ríos, íoh Yavel, | alzan
los ríos su voz, | alzan los ríos su
estrépito.
4 Más fuertes son los bramidos
del mar; | pero más grande que los
furores del mar eres tú, | más mag¬
nífico en las alturas, loh Yavel
6 Tus testimonios son firmísimos, |
conviene a tu casa la santidad, ¡oh
Yavel | Por los siglos de los siglos.
ti) Breve pero magnífico canto a la gran¬
deza de Dios, que inmtnsamcnle supera a lo
mas grande de la creación.
íi'i. (Vulg. 93.)
invocación a Dios, que castiga a los
Impíos y protege a los justos (1).
1 ¡Dios de las venganzas, Yave, |
Dios de las venganzas, muéstrate!
2 Alzate, juez de la tierra, | da a
los soberbios su merecido'.
3 ¿Hasta cuándo los impíos, loh
Yavel, | hasta cuándo los impíos
tri unfarán,
4 Hablarán proterva y jactancio¬
samente | los que obran la iniquidad?
6 Aplastan a tu pueblo, | oprimen
a tu heredad.
6 Dan muerte a la viuda y al
huérfano,
7 Y se dicen: «No ve Yave, | no
sabe el Dios de Jacob.»
8 Entended, necios del pueblo. | Y
vosotros, fatuos, ¿cuándo seréis cuer¬
dos?
9 El que hizo el oído, ¿no va a oír? |
El que formó el ojo, ¿no va a ver?
10 El que educa a los pueblos,
¿no va a reprender él que da al
hombre la sabiduría?
11 Conoce Yave los pensamientos
de los hombres, | cuán vanos son.
12 Bienaventurado el hombre a
quien tú educas, ¡oh Yavel, al que
das sabiduría con tu ley,
13 Para que esté tranquilo en los
días de aflicción, [ en tanto que se
cava para el impío la fosa.
14 No abandona Yave a su pueblo. |
No desampara su heredad.
16 Volverán a la justicia los jui¬
cios, | y la seguirán todos los rectos
de corazón.
16 ¿Quién se levantará por mí
contra los malvados? | ¿Quién estará
conmigo contra los obradores de la
iniquidad?
17 Si Yave no me hubiera ayu¬
dado, | ya. habitaría mi alma en el
sepulcro.
18 Apenas decía yo: «Vacilan mis
pies», | tu gracia, loh Yavel, me
sostenía,
19 Y en las grandes angustias de
mi corazón | alegraban tus consue¬
los mi alma.
20 ¿Puede acaso ser aliado tuyo
el trono de la iniquidad? | ¿Puede'la
tiranía sofocar al derecho,
(i) En vano pretenden los impíos tranqui¬
lizarse queriendo persuadirse de que Dios no
ve sus malas obras. Las ve y las castigará,
mientras que al justo nunca le abandonará.
SALMOS
007
21 Los que se echan sobre la vida
del justo | y condenan la sangre
inocente?
22 Pero Yave es refugio para mí, |
es la roca de mi salvación.
23 El arrojará sobre ellos su misma
perversidad, | y con su misma malicia
los aniquilará. | Los aniquilará Yave,
nuestro Dios.
95. (Vulg. 94.)
Exhortación a la alabanza y obediencia
de Dios (i).
1 iVenid, cantemos jubilosamente a
Yavel | {Cantemos gozosos a la roca
de nuestra salvaciónl
2 Lleguémonos a él con alabanzas, |
aclamémosle con cánticos.
3 Porque grande es Yave, [ rcv
grande sobre todos los dioses.
4 Porque tiene en sus manos las
profundidades de la tierra, | y suyas
son también las cumbres de los
montes.
5 Suyo es el mar, pues él lo hizo; |
suya la tierra, formada por sus ma¬
nos.
6 Venid, postrémonos en tierra
ante él, ] doblemos nuestra rodilla
ante Yave, nuestro Hacedor.
7 Porque él es nuestro Dios, y
nosotros el pueblo que él apacienta, |
y el rebaño que él guía. | No tengáis
que oír hoy de él estas palabras:
8 «No endurezcáis vuestro corazón
como en Meriba, | como el día de
Masa en el desierto,
9 Donde me tentaron vuestros pa¬
dres, | me probaron, a pesar de haber
visto mis obras.
10 Cuarenta años anduve desabrido
de aquella generación, | y tuve que
decirme: «Estos son gente de tor¬
cido corazón,
11 Que desconoce mis caminos | y
les juré en mi ira que no entrarían
en mi reposo.»
90. (Vulg. 95.)
Alabanza del Señor, único Dios.
1 Cantad a Yave un cántico nue¬
vo, | cantad a Yave la tierra toda.
(i) Invita el poeta a todos los fieles de Yave
a postrarse ante él y prestarle obediencia cum¬
pliendo sus leyes y a no rebelarse contra él.
2 Cantad a Yave y bendecid su
nombre, | anunciad de día en día
su salvación.
3 Cantad su gloria entre las gentes, |
en todos los pueblos sus maravillas,
4 Porque grande es Yave y digno
de toda alabanza, | terrible sobre
todos los dioses.
6 Porque todos los dioses de los
pueblos son vanos ídolos, | pero
Yave hizo los cielos.
6 A él, pues, la magnificencia y la
alabanza; | a él en su santuario la
fortaleza y la gloria.
7 Dad a Yave, ¡oh familias de los
pueblos, dad a Yave la gloria y el
poderío (1)..
8 Dad a Yave el honor debido a
su nombre, | tomad ofrendas y ve¬
nid a sus atrios.
9 Inclinaos ante Yave en la hermo¬
sura de su santuario, | tema ante
él toda la tierra.
10 Decid entre las gentes: «¡Reina
Yavel» | Decid también: «El afirmó
el orbe y no se conmueve, | él go¬
bierna con equidad a los pueblos.»
11 Alégrense los cielos, regocíjese
!a tierra, | truene el mar y cuanto
en él se contiene.
12 Salte (fe júbilo el campo y todo
cuanto hay en él, [ y salten junta¬
mente los árboles de la selva,
13 Ante la presencia de Dios, que
viene, | que viene a regir la tierra. |
El regirá al mundo con equidad | y a
los pueblos con justicia.
97. (Vulg. 96.)
Gloria de la venida de Dios a juzgar.
1 ¡Dios reina! Gócese la tierra, | alé¬
grense sus muchas islas (2).
2 Hay en torno de él nube y calí¬
gine, [ la justicia y el juicio son las
bases de su trono.
3 Precédele fuego, | que abrasa
en derredor a todos sus enemigos.
4 Sus rayos alumbran el mundo, |
tiembla la tierra al verle.
5 Derrítcnse como cera los montes
ante Yave, | ante el Señor de toda
la tierra.
(i) La invitación a los pueblos todos a venir
a adorar a Dios implica la universalidad del reino
de Dios, reconocido por todas las naciones, y
por tanto, el reino mesiánico.
(3) Canta el reino de Dios sobre Israel,
precedido del juicio sobre los que adoran a los
ídolos. Canto indudablemente mesiánico.
908
SALMOS
0 Anunciad, cielos, su justicia, | y
todos los pueblos vean su gloria.
7 Confundidos serán todos los que
adoran sus simulacros, | los que se
glorían de sus ídolos.
8 Caerán ante él todos los dioses. |
Oyó Sión y se regocijó, | regocijá¬
ronse las ciudades de Judá | por tus
juicios.
9 Porque tú eres Ya ve, el Altí¬
simo, sobre toda la tierra, | inmensa¬
mente ensalzado sobre todos los
dioses.
10 Aborreced el mal los que amáis
a Yave, que él defiende la vida de
sus santos | y los libra de la mano
de los impíos.
11 Ya alumbra la luz para el justo |
y la alegría para los rectos de corazón.
12 Alegraos en Yave, ¡oh justos!, |
y honrad su santo nombre.
98. (Vulg. 97.)
Canto de alabanza a Dios después de
la victoria.
1 Salmo. Cantad a Yave un cán¬
tico nuevo, | porque él ha hecho
cosas maravillosas, | su diestra y
su santo brazo han vencido (1).
2 Ha mostrado Yave la salvación
que de él viene | y ha revelado su
justicia a ojos de las gentes.
3 Se ha acordado de su benigni¬
dad | y de su fidelidad a la casa de
Israel.
4 Todas las naciones de la tierra |
vieron la victoria de nuestro Dios, j
Saltad de júbilo ante Yave, habi¬
tantes todos de la tierra. | A él las
voces, los cantos y los salinos.
8 Cantad a Yave con la cítara, | con
la cítara y con voces de canto,
6 Con las trompetas y los sones
de la bocina. | Saltad de júbilo
ante el rey, ante Yave.
7 Salte de júbilo el mar y cuanto
él contiene, | el mundo y todos sus
habitantes.
8 Batan palmas los ríos, | regocí¬
jense todos los montes,
9 Delante de Yave, que viene a
juzgar a la tierra, | y juzgará al
mundo con justicia | y a los pueblos
con equidad.
(i) Una victoria del pueblo sirve de ocasión
al poeta para dirigir a las naciones todas una
invitación para que vengan a cantar a Yave,
reconociendo su poderío y su fidelidad a l.vs
promesas hechas a su pueblo.
99. (Vulg. 98.)
Gloria del Señor en su santo monte.
l ’]Dios reina! lTeinan los pueblos! I
Se asienta sobre los querubines,
tiemble la tierra (1).
2 Grande es Dios en Sión, excelso
sobre todos los pueblos.
3 Alabado sea tu grande y terrible
nombre. Es santo.
4 Alabad el poderío 1 2 del rey que
aína la justicia. | Tú estableciste las
normas de la rectitud, | tú hiciste
en Jacob juicio y justicia.
5 Ensalzad a Yave, nuestro Dios, | y
postraos ante el escabel de sus pies:
es santo.
8 Moisés y Arón están entre sus
sacerdotes. | Samuel, con los que in¬
vocan su nombre. | Invocaban a
Yave y él los oía.
7 Les hablaba en columna de nube, |
y guardaron sus testimonios y la
iev que les dió.
8 ¡Oh Yave, Dios nuestrol Tú los
oías | y fuiste con ellos indulgente, |
aunque castigaste sus pecados.
9 Ensalzad a Yave, nuestro Dios, |
y postraos ante su monte santo, | por¬
que santo es Yave, nuestro Dios.
100. (Vulg. 99.)
Acción de gracias.
1 Salmo. Para dar gracias. | Cantad
a Yave en toda la tierra (2),
2 Servid a Yave con júbilo, | venid
gozosos a su presencia.
3 Sabed que Yave es Dios, | que
lé nos hizo y suyos somos, | su pueblo
y la grey de su pastizal.
4 Entrad por sus puertas, dándole
gracias, | en sus atrios, alabándole. |
Dadle gracias y bendecid su nombre.
5 Porque bueno es Yave, | es
eterna su piedad, | y perpetua por
todas las generaciones su fidelidad.
101 . (Vulg. 100.)
Normas de vida de un príncipe bueno.
1 Salmo de David.
Quiero cantarte misericordia y jus-
(1) Yave, Rey justo, reina soberanamente
en Sión, en medio de sus santos. A él vendrán
los pueblos todos de la tierra.
(2) La suma bondad de Dios, Hacedor de
todo y pastor de su pueblo, hace que se le
luyan de dar incesantes gracias.
SALMOS
909
ticia, | quiero cantarte a ti, Joh Yavel,
2 Y entender el camino de la rec¬
titud. | Cuando vienes a mí, | ando
yo en integridad de corazón en mi
casa.
3 No pongo mis ojos en cosa in¬
justa; | aborrezco cometer injus¬
ticia, | no se me pegará.
4 Lejos de mí estará el corazón
perverso, | desconoceré la maldad.
5 Reduciré al silencio al que en
secreto detrae a su prójimo; | no
toleraré al de altivos ojos y corazón
soberbio.
6 Pondré mis ojos en los fieles
de la tierra, para tenerlos conmigo; |
Los que andan por el camino de la
rectitud serán mis ministros.
7 No habitará en mi casa el que
cometa fraude, | el que habla men¬
tirosamente no permanecerá ante mí.
8 De mañana haré perecer a todos
los impíos de la tierra (1) | y ex¬
terminaré en la ciudad de Yave | a
todos los obradores de la iniquidad.
102 . (Vulg. 101.)
Plegaria de un afligido que desfallece
y se lamenta.
1 Plegaria de un afligido, que
desfallece y se lamenta ante Yave.
2 Escucha, joh Yavel, mi oración, |
y llegue a ti mi clamor.
8 No escondas de mí tu rostro,
mientras estoy en aflicción, | inclina
tus oídos a mí cuando te invoco. |
¡Apresúrate, óyemel
4 Pues se desvanecen como humo
mis días, | y se tuestan mis huesos
como en horno.
5 Está seco mi corazón y consumido
como heno, | y me olvido de comer
mi pan.
6 Por la vehemencia del gemir, | se
pegan mis huesos a la piel,
7 Y he venido a ser como pelícano
del desierto, | soy como buho entre
las ruinas.
8 No duermo y sollozo, | como pá¬
jaro solitario sobre el tejado.
9 Continuamente se burlan de mí
(i) El salmo nos presenta un soberano ínte¬
gro,'justiciero, que, consciente de sus deberes,
se propone combatir la impiedad hasta hacerla
desaparecer de la tierra. Por la mañana juzga¬
ban los tribunales, condenando a los crimi¬
nales. Parece la imagen de Ezequias o Josías
¡levando a cabo la reforma religiosa. A esta
juz se ha de entender el versículo 8.
mis enemigos, | y se enfurecen contra
mí y execran mi nombre.
10 Porque cómo el pan como si
comiera ceniza, | y mi bebida se
mezcla con lágrimas,
11 Por tu indignación y tu ira, | por¬
que me cogiste y me lanzaste.
12 Mis días son como sombra que
se alarga, | y me he secado como
hierba.
13 Y con todo, joh Yave!, tú te
sientas en tu trono, | y tu memoria
permanece por generaciones y gene¬
raciones.
14 Tú te alzarás y tendrás miseri¬
cordia de Sión, | porque tiempo es
ya de que le seas propicio; | viene ya
su tiempo.
15 Porque aman tus siervos sus
piedras, | y se compadecen de su
polvo.
16 Entonces temerán todas las gen¬
tes el nombre de Yave, | y todos los
reves de la tierra tu gloria.
17 Cuando reedifique Yave a Sión, |
cuando aparezca en su gloria.
18 Y convirtiéndose a la oración de
los despojados, | no desprecie su
oración.
19 Esto lo escribirá la generación
posterior, y un pueblo nuevo alabará
a Yave.
20 Por haber echado Yave su mi¬
rada desde su excelsa santa mora¬
da, | y haber mirado desde los cielos
a la tierra.
21 Escuchando el gemir de los cau¬
tivos | y librando a los destinados a
la muerte.
22 Para que sea cantado en Sión el
nombre de^ Yave | y sus alabanzas
en Jerusalén.
23 Cuando se reunirán todos los
pueblos | y todos los reinos para ser¬
vir a Yave (1).
24 A medio camino quebrantó mis
fuerzas, | abrevió .mis días.
25 Yo clamo: ¡Dios miol, | no me
lleves a la mitad de mis días, | tú,
cuyos años son por generaciones y
generaciones.
26 Desde el principio fundaste la
(i) El mesianismo de este salmo es claro. Se
nos presenta el salmista agobiado de miserias;
mas no son las suyas personales las que limenta,
sino las tfel pueblo, a juzgar por la firme espe¬
ranza que muestra de que Dios haga ostenta ión
de su misericordia con Sión, con lo cual teme¬
rán y reverenciarán a Yave las naciones y los
reyes reunidos todos en uno. Esto anuncia el
reino universal del Señor, y, por tanto, el me-
siánico.
910
SALMOS
tierra, | y obra de tus manos es el
cielo;
27 Pero estos perecerán, y tú per¬
manecerás | mientras todo envejece
como un vestido.
28 Los mudarás como se muda un
amito, | pero tú siempre el mismo, y
tus días no tienen fin.
29 Habiten los hijos de tus siervos
allí, | y permanezca ante ti su pos¬
teridad.
103. (Vulg. 102.)
Alabanza de la providencia de Dios.
1 De David. ¡Bendice, alma mía, a
Yave, | bendiga todo mi ser su santo
nombre! (1).
2 ¡Bendice, alma mía, a Yave, | y
no olvides ninguno de sus favores!
3 El perdona tus pecados, | él sana
todas tus enfermedades.
4 El rescata tu vida del sepulcro |
y derrama sobre tu cabeza gracia y
misericordia.
6 El sacia tu boca de todo bien, | y
renueva tu juventud como la del
águila.
* Hace Yave justicia | y juicio a
todos los oprimidos.
7 Dió a conocer a Moisés sus ca¬
minos, | y sus obras a los hijos de
Tsrael.
8 Es Yave piadoso y benigno, |
tardo a la ira, es clementísimo.'
9 No está siempre acusando | y no
se aíra para siempre.
10 No nos castiga a la medida de
nuestros pecados, | no nos paga con¬
forme a nuestras iniquidades.
11 Sino que cuanto sobre la tierra
se alzan los ciclos, | tanto se eleva su
misericordia sobre los que le temen.
12 Cuan lejos está el oriente del
occidente, | tanto aleja de nosotros
nuestras culpas.
13 Cuan benigno es un padre para
con sus hijos, | tan benigno es Dios
para con los que le temen.
14 Pues él conoce bien de qué hemos
sido hechos, | sabe que no somos
más que lodo.
16 Los días del hombre son como
la hierba; | como flor del campo así
florece,
(i) Invita el poeta a los ángeles y a todas
las obras de la creación a alabar a Dios por
tantos favores como a todos y principalmente a
su pueblo ha hecho, dando muestra de su infi¬
nita bondad y misericordia.
18 Pero sopla sobre ella el viento,
y ya no es más, | ni se sabe ya si¬
quiera dónde estuvo.
17 Pero la justicia de Yave es eter¬
na para los que le temen; | y pasa
su misericordia a los hijos de los
hijos,
18 Para los que son fieles a su
alianza | y tienen presentes sus man¬
damientos, para ponerlos por obra.
19 Ha establecido Yave en los cielos
su trono, | y su reino lo abarca todo.
20 Bendecid a Yave, vosotros, sus
ángeles, | que sois poderosos y cum¬
plís sus órdenes, | prontos a la voz
de su palabra.
21 Bendecid a Yave, vosotras todas,
sus milicias, | que le servís y obede¬
céis su voluntad.
22 Bendecid a Yave, todas sus
obras, | en cualquier lugar de su
imperio. | ¡Bendice, alma mía, a Yavel.
104 . (Vulg. 103.)
Gloria de Dios en la creación.
1 ¡Bendice, alma mía, a Yavel |
Yave, Dios mío, tú eres grande, | estás
rodeado de esplendor y majestad (1).
2 Revístese de la luz como de un
manto, | y como una tienda tendió
los cielos.
3 Alza sus moradas sobre las
aguas, | hace de las nubes su carro, |
y vuela sobre las plumas de los
vientos.
4 Tiene por mensajeros a los vieu-
tos, | y por ministros llamas de
fuego.
6 El fundó a la tierra sobre sus
bases, | para que nunca después va¬
cilara.
6 La cubriste (le los mares como
vestido, | y las aguas cubrieron los
montes.
7 A tu increpación huyeron, | al
sonido de tu voz se precipitaron,
8 Y se alzaron los montes y se aba¬
jaron los valles | hasta el lugar que
les habías señalado.
9 Pusístclcs un límite que no tras
pasarán. | No volverán a cubrir la
tierra.
10 Hace brotar en los valles los
(i) La gloria de Dios es inmensa, se refleja
en todas las obras de sus manos y resplandece
en su admirable providencia. Nunca serán sufi¬
cientes nuestras acciones de gracias y nuestras
alabanzas.
SALMOS
911
manantiales | que corren luego entre
los montes.
11 Allí beben todos los animales del
campo, | allí matan su sed los asnos
salvajes.
12 Allí cerca se posan las aves del
cielo, | que cantan entre la fronda.
13 De sus moradas manda las aguas
sobre los montes, | y del fruto de sus
obras se sacia la tierra.
14 El hace nacer la hierba para los
animales | y el trigo para el uso del
hombre, | para que saque éste de la
tierra el pan,
15 Y el vino que alegTa el corazón
del hombre, | y el aceite que hace
lucir su rostro, | y el pan que sustenta
la vida del hombre.
16 Sacia también a los altos árbo¬
les, | a los cedros del Líbano que
plantó,
17 En los cuales anidan las aves; | y
los cipreses, domicilio de la cigüeña;
18 Los altos montes para las ga¬
muzas, | las peñas para madrigueras
del damán.
19 Tú hiciste la luna para los tiem¬
pos | y el sol que conoce su ocaso.
20 Tú tiendes las tinieblas y se
hace noche, | y en ella corretean todas
las bestias salvajes.
21 Rugen los leoncillos por la presa, |
pidiendo así a Dios su alimento.
22 Sale el sol, y todos se retiran | y
se acurrucan en sus cuevas.
23 Y sale el hombre a sus labores, |
a sus haciendas, hasta la tarde.
24 iCuántas son tus obras, oh Yave, |
y cuán sabiamente ordenadas! | Está
llena la tierra de tus beneficios.
25 Allá el mar, grande, inmenso, |
donde vagan sin número animales pe¬
queños y grandes, | por donde van
las naves.
26 Y ese Leviatán que hiciste por
que allí retozase.
27 Y todos esperan de ti | que les
des el alimento a su tiempo.
28 Tú se lo das y ellos lo toman. |
Abres tu mano y sácianse de todo bien.
29 Si tú escondes tu rostro se
turban; | si les quitas el espíritu,
mueren | y vuelven al polvo.
30 Si mandas tu espíritu se recrían, |
y así renuevas la faz de la tierra.
31 Sea eterna la gloria de Yave | y
gócese Yave en sus obras.
32 Mira a la tierra, y tiembla; | toca
a los montes, y humean.
33 Yo cantaré toda mi vida a Yave, |
entonaré salmos a mi Dios mientras
viva.
34 Séale grato mi canto, | y yo me
gozaré en Yave.
35 Desaparezcan de la tierra los
pecadores, | y dejen de ser los im¬
píos. | ¡Bendice, alma mía, a Yave!
Aleluya.
105 . .(Vulg. 104.)
Fidelidad de Dios a la alianza.
1 Alabad a Yave, invocad su nom¬
bre, | dad a conocer entre los pueblos
sus obras. (1)
2 Cantadle y entonadle salmos, |
celebrad sus maravillas.
3 Gloriaos en su santo nombre. |
Alégrese el corazón de los que bus¬
can a Yave.
4 Buscad a Yave y fortaleceos, |
buscad siempre su rostro.
5 Recordad las maravillas que ha
obrado, | sus prodigios y las senten¬
cias de su boca,
6 Vosotros, descendencia de Abra-
ham, su siervo, | hijos de Jacob, su
elegido.
7 El es Yave, nuestro Dios, | y sus
juicios prevalecen en toda la tierra.
8 Fielmente guardó siempre su
alianza, | y la promesa hecha a miles
de generaciones,
9 El pacto hecho con Abraham, | y
que con juramento prometió a Isac,
10 Y confirmó a Jacob como ley
firme, | y a Israel como alianza
eterna.
11 Diciendo: «Yo te daré la tierra
de Canán, | como porción de vuestra
heredad.»
12 Aunque fueran pocos entonces, |
casi como nada, y peregrinos,
13 Pasaron de una a otra nación, |
y de un reino a otro pueblo,
14 No dejó que nadie los oprimiese, |
y castigó por ellos a reyes.
16 «No toquéis a mis ungidos, | no
hagáis mal a mis profetas.»
16 Llevó el hambre sobre aquella
tierra, ¡ hizo que faltara todo man¬
tenimiento,
17 Y mandó delante de ellos a un
varón, | a José, vendido como es¬
clavo.
18 Fueron puestos en el cepo sus
pies, | y fué encadenado con hierros,
(i) La suma fidelidad de Dios a su alianza
con Israel, mostrada sobre todo en la libera¬
ción de la servidumbre egipcia y en el darle
la tierra prometida, debe ser motivo para que
su pueblo incesantemente le alabe y le bendiga
912
SALMOS
19 Hasta que se realizó su presa¬
gio | v le acreditó la palabra de Dios.
20 Mandó el rey que le soltasen; | le
dominador de pueblos le dejó en
libertad
21 Y le hizo señor de su casa | y
príncipe de todo su dominio,
22 Para que con su ejemplo ense¬
ñase a los príncipes. | y enseñase
sabiduría a los ancianos.
23 Y vino Israel a Egipto, | habitó
Jacob en la tierra de Cam.
24 Y multiplicó grandemente su
pueblo, | e hizo que fuesen demasiado
fuertes para sus enemigos.
26 Que se volviese el ánimo de éstos
para odiar a su pueblo, | y para vejar
dolosamente a sus siervos.
28 Mandó a Moisés, su siervo, | y a
Arón, su elegido,
27 E hizo por medio de ellos sus
prodigios, | y sus portentos en la
tierra de Cam.
29 Convirtió en sangre sus aguas, | y
mató sus peces.
30 Hormigueó de ranas la tierra, |
aun dentro de la casa de su rey.
31 Mandó y vinieron los tábanos | y
los mosquitos a todas sus regiones.
34 Les mandó granizo en vez de
lluvia, | y llamas de fuego sobre su
tierra.
33 Y abatió sus viñas y sus higue¬
ras, | y destrozó los árboles de su
territorio.
34 A una señal suya vino la lan¬
gosta, | y el pulgón en gran número,
36 Que royó toda la hierba de sus
tierras | y devoró todos los frutos
del campo.
28 Mandó a las tinieblas y las ti¬
nieblas vinieron. | Pero todavía se
resistían a sus órdenes;
36 Y entonces hirió a todos los pri¬
mogénitos en su tierra, | las primi¬
cias genitales de su robustez;
37 Y sacólos con plata y oro, | y
no había entre sus tribus un en Tormo.
38 Alegróse Egipto de que salie¬
ran, | porque se había apoderado de
él su terror.
39 Les tendió como cubierta una
nube | y un fuego para alumbrarlos
en la noche.
40 A su petición hizo venir las co¬
dornices | y los sació de pan del
cielo.
41 Hendió la roca y brotaron de
ella las aghas, | que corrieron como
un río por el desierto.
42 Toraue se acordó de su santa
promesa | y de Abrahain, su siervo.
43 Así sacó a su pueblo gozoso | y
a sus elegidos, llenos de alegría;
44 Y les asignó las tierras de las
gentes, | y se posesionaron de las
haciendas de los pueblos;
45 Para que pusiesen por obra sus
mandamientos, | cumpliesen sus pre¬
ceptos | y guardasen sus leyes. íAle-
luyal
106 . (Vulg. 105.)
Confesión de las rebeldías de Israel.
1 lAlcluyal Dad gracias a Yave,
porque es bueno, | porque es eterna
su misericordia. (1)
2 ¿Quién podrá contar todo lo que
poderosamente hizo, | darle toda la
alabanza que merece?
3 Bienaventurados los que guardan
su ley, | los que siempre obran la
justicia.
4 Acuérdate de mí, íoh Yavel, en
tu hcnevolencia hacia tu pueblo; |
visítame con tu socorro,
6 Para que pueda ver la buena
suerte de tus elegidos, | y me alegre
en el gozo de tu gente | y me regocije
con tu heredad.
6 Hemos pecado, como nuestros
padres; | hemos sido malos y per¬
versos.
7 Nuestros padres en Egipto | no
quisieron entender tus maravillas, |
no pusieron mente en la muchedum¬
bre de tus favores, | y se rebelaron
contra el Altísimo junto al Mar Rojo.
8 Con todo, él los salvó, por el
honor de su nombre, | para hacer
muestra de su poder.
9 Gritó al Mar Rojo, y éste se secó, |
y los hizo pasar entre las olas como
por tierra seca.
10 El los salvó de las manos de los
que los aborrecían, | y los sustrajo
al poder del enemigo.
11 Y las aguas sumergieron a sus
enemigos, | no escapando ni uno solo.
12 Entonces dieron fe a sus pala¬
bras | y cantaron sus alabanzas;
13 Pero bien pronto se olvidaron
de sus obras | y no esperaron el cum¬
plimiento de sus designios.
14 Dejáronse llevar de su concu¬
piscencia en el desierto, | y tentaron
a Dios en la soledad.
(i) Las continuas rebeldías del pueblo
contra su Dios, humildemente confesadas, han
de ser para el pueblo motivo de alabarle y
bendecirle por su gran misericordia para con él
SALMOS
15 Y él les díó lo que ardientemente I
deseaban, | pero mandó la podre-,
dumbre a sus entrañas.
18 Envidiaron a Moisés en el cam¬
pamento, | y a Arón, el santo de
Ya ve.
17 Y se abrió la tierra, y se tragó
a Datán | y cubrió a los secuaces de
Abirón.
18 Y el fuego devoró a los rebel¬
des | y las llamas consumieron a los
impíos.
19 Se hicieron un becerro en Horeb, |
y adoraron un simulacro fundido,
20 Trocando su gloria por la ima¬
gen de un buey que coiné hierba.
21 Se olvidaron de Dios, su sal¬
vador, | que tan grandes cosas había
hecho en Egipto,
22 Las maravillas en la tierra dé
Cam, los portentos junto al Mar Rojo.
23 Y ya hubiera decretado exter¬
minarlos, | si Moisés, su elegido, no
se hubiera puesto en la brecha para
resistirle, | para desviar su indig¬
nación del exterminio.
24 Despreciaron una tierra delei¬
table, | no tuvieron confianza en sus
palabras,
25 Y murmuraron en sus tiendas | y
desobedecieron a Dios.
28 Por eso alzó el su mano contra
ellos, | jurando que los postraría en
el desierto,
27 Y arrojaría a sus descendientes
entre las gentes, | y los dispersaría
por las tierras.
28 Aun se dieron al culto de Raal-
fogor, | y comieron los sacrificios de
dioses muertos,
29 Provocándole a ira con sus
obras, | y se desarrolló entre ellos
una mortandad.
80 Levantóse Fines e hizo justicia, |
y la plaga cesó.
31 Y le fue contado, esto a justi¬
cia, | de generación en generación
para siempre.
32 Le irritaron también en las aguas
de Mcriba, | y fue castigado Moisés
por culpa de ellos,
33 Porque turbaron su espíritu, | y
profirió con sus labios palabras im¬
prudentes.
34 No destruyeron a los pueblos, |
como se lo había mandado Yave,
36 Antes se mezclaron con las
gentes | y adoptaron sus costumbres,
36 Y dieron culto a sus ídolos, | que
fueron su ruina.
37 Sacrificaron los propios hijos y
^as propias hijas a los demonios;
VU3
88 Derramaron sangre inocente, 1 la
sangre de sus hijos y sus hijas, I sa¬
crificándolos a los ídolos de Canán, |
y quedó aquella tierra contaminada
por la sangre.
39 Contamináronse así con sus
obras | y se prostituyeron con sus
acciones,
40 Por lo cual se encendió la ira de
Yave contra su pueblo | y abominó
de su heredad;
41 Y los entregó al poder de las
gentes | y quedaron sometidos a los
que los odiaban;
42 Y fueron vejados por sus ene¬
migos | y doblegados bajo su mano.
43 Muchas veces los libraba, | pero
ellos se obstinaban en sus rebeliones |
y eran humillados por sus iniquidades.
44 Mas él vió sus tribulaciones | y
oyó sus lamentos,
45 Y se acordó de su alianza con
ellos j y su mucha misericordia le
inclino a la piedad.
48 Y los hizo objeto de sus pie¬
dades | en presencia de cuantos los
tenían en cautiverio.
47 ¡Sálvanos, Yave, Dios nuestro,
y reúnenos de entre las gentes, | para
que podamos cantar tu santo nom¬
bre | y gloriarnos en tus alabanzas!
Doxología final del libro.
48 Bendito sea Yave, Dios de Is¬
rael, de eternidades en eternidades, |
y diga todo el pueblo: Amén. ¡Aleluya!
LIBRO QUINTO
107 . (Vulg. 106.)
Benignidad de la providencia divina.
1 «¡Alabad a Yave, porque es
bueno, | porque es eterna su mise¬
ricordia! »
2 Digan así los que han sido liber¬
tados por Yave, | cuando los libró
de la angustia
3 Y los reunió de entre las tierras |
del oriente y del occidente, del aqui¬
lón y del austro (1).
(i) Este salmo, que nos describe como pa¬
sado el cautiverio babilónico, termina pintándo¬
nos la restauración con colores claramente me-
siánicos, cosa frecuente en los profetas que des-
1 arrollan el mismo tema.
58
*114
SALMOS
4 Erraban por desiertos, | no halla¬
ban camino para ciudad habitada.
5 Hambrientos y sedientos, | des¬
fallecía la fuerza de su alma;
6 Y clamaron a Yave en su peli¬
gro, | y los libró de sus angustias.
7 Y los llevó por camino derecho, |
para que pudieran llegar a ciudad
habitada.
8 Den gracias a Yave por su
piedad | y por los maravillosos favo¬
res que hace a los hijos de los hombres.
9 Porque sació al hambriento, | y al
famélico le llenó de sus bienes.
10 Sentábanse en tinieblas y en
sombras de muerte, | cautivos en
miseria y hierros,
11 Porque se habían rebelado con¬
tra los mandamientos de Dios | y
habían despreciado los consejos del
Altísimo.
12 Su corazón estaba abatido por
el infortunio; | estaban deprimidos,
sin tener quien los socorriese;
13 Y clamaron a Yave en su peli¬
gro, | y los libró de sus angustias.
14 Y los sacó de las tinieblas y de
las sombras de muerte, | y rompió
sus cadenas.
16 Den gracias a Yave por su
piedad | y por los maravillosos fa¬
vores que hace a los hijos de los
hombres.
16 Por haber roto puertas de bron¬
ce | y haber desmenuzado barras de
hierro.
17 Locos, por su mala conducta | y
por sus maldades estaban enfer¬
mos.
18 Toda comida les producía náu¬
seas | y estaban ya a las puertas de
la muerte;
19 Y clamaron a Yave en su pe¬
ligro, | y los libró de sus angustias.
20 Mandó su palabra y los sanó | y
los sacó de la perdición.
21 Den gracias a Yave por su
piedad | y por los maravillosos favo¬
res que hace a los hijos de los
hombres,
22 Y ofrézcanle sacrificios de ala¬
banza, | y llenos de júbilo publiquen
sus obras.
23 Surcaban el mar en la nave, | para
hacer su negocio en la inmensidad de
las aguas;
24 También éstos vieron las obras
de Yave ] y sus maravillas en el
piélago.
26 El dijo al huracán que sopla¬
ra | y levantó las olas del mar.
26 Subían hasta los cielos y bajaban
hasta los abismos. | Su alma fluc¬
tuaba entre angustias,
27 Rodaban y vacilaban como
ebrios, | y toda su pericia no servía
de nada.
28 Y clamaron a Yave en su peli¬
gro | y los libró de sus angustias.
29 Tornó el huracán en céfiro, | y las
olas se calmaron.
30 Alegráronse porque se habían
encalmado, | y los guió al deseado
puerto.
31 Den gracias a Yave por su pie¬
dad | y por los maravillosos favores
que hace a los hombres.
32 Y alábenle en la asamblea del
pueblo, | y glorifíquenie en el consejo
de los ancianos.
33 El torna desiertas, regiones rega¬
das por ríos, | y las llenas de fuentes
las hace tierra árida.
34 Hace de la tierra fértil un salo¬
bral, | por la maldad de sus habi¬
tantes.
36 Torna el desierto en lago | y la
tierra seca en manantiales de aguas.
36 Hace habitar allí a los hambrien¬
tos, | y fundan allí ciudad de morada.
37 Siembran campos y plantan
viñas | que dan frutos abundantes.
88 Los bendice y se multiplican, | y
sus ganados no disminuyen nunca.
39 Y si vienen a ser pocos y opri¬
midos, | por el peso del infortunio y
las fatigas,
40 El, que puede arrojar el oprobio'
sobre los príncipes | y los hace errar
por fuera de camino,
41 Salva a los pobres de la mise¬
ria, | y multiplica como rebaños sus
familias.
42 Ven esto los justos y se rego¬
cijan, | y los malvados tienen que
cerrar su boca.
43 Todo el que es sabio considere
esto | y ponga atención en los favo¬
res de Yave.
IOH. (Vulg. 107.)
Petición del auxilio divino contra los
enemigos.
1 Cántico. Salmo de David íl).
2 Pronto está mi corazón, ¡olí
(i) Invoca el salmista la fidelidad de Dios
en el cumplimiento de sus promesas para pe¬
dirle que libre al pueblo de sus enemigos. Los
versículos 8-14 son igualmente los 8-14 del
salmo 60. y los versículos 2-7 los d-ta del 57.
SALMOS
915
Diosl | Quiero cantar y entonar sal¬
mos, | pronta está mi alma.
3 Despertad, salterio y cítara, | y
hagamos despertar a la aurora.
4 Quiero alabarte entre los pueblos,
loh Yave!, | y cantarte salmos entre
las naciones.
5 Cantar que es más grande que
los cielos tu misericordia, | y que
llega hasta las estrellas tu fidelidad.
6 Alzate sobre los cielos, ¡oh Diosl, | y
resplandezca en toda la tierra tu gloria.
7 Para que sean libertados tus
elegidos, | da el auxilio de tu diestra
y óyenos.
8 Habló Dios por su santidad: «Yo
triunfaré, | dividiré a Siquem y me¬
diré a Socot.
9 Mío es Galad, mío Manasés, |
Efraím es el yelmo de mi cabeza, ¡
Judá mi cetro;
10 Moab la bacía para lavarme; | a
Edom le confió mi calzado; | de la
filistea me alegraré.
11 ¿Quién me guiará a la ciudad
fortificada, | quién me llevará hasta
la Idumea?
12 ¿No eres por ventura tú, ¡oh
Diosl, que nos has rechazado, ¡ y no
sales ya, joh Diosl, con nuestros
ejércitos?
13 Danos tu auxilio contra el ene¬
migo,. | porque vana es la salud que
viene del hombre.
14 Con Dios haremos proezas, | y él
quebrantará a nuestros enemigos.
109. (Vulg. 108.)
Oración imprecativa contra el enemigo.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David.
Dios de mi alabanza, no calles,
2 Porque la boca del impío y del
doloso se abren contra mí. | Me
hablan con perfidia,
3 Rodéanme de palabras de odio, |
y me combaten sin causa.
4 En pago de mi amor me mal¬
tratan, | y yo no hago más que
orar.
5 Me vuelven mal por bien | y odio
por amor.
6 Pon sobre él a un impío,| y esté
a su diestra el acusador.
7 Cuando es juzgado, sea conde¬
nado (1), | y sea ineficaz su
oración.
(i) De todos los salmos imprecatorios, es
qui?á éste el que con más extensión y vehemen-
8 Sean cortos sus días | y sucédale
otro.
9 Sean huérfanos sus hijos | y su
mujer viuda.
10 Vaguen errantes sus hijos y men¬
diguen, | busquen en su devastada
casa.
11 Arrebate el acreedor cuanto tie¬
ne, | y roben extraños cuanto ad¬
quirió con su trabajo.
12 No tenga nadie que le favorez¬
ca, | ni quien tenga compasión de
sus huérfanos.
13 Sea dada su posteridad al exter¬
minio, | bórrese su nombre en una
generación.
14 Venga en memoria ante Yave la
culpa de sus padres, | y no sea olvi¬
dado el pecado de su madre.
15 Estén siempre presentes a Yave |
y extirpe de la tierra su memoria,
16 Porque no se acordó de hacer
misericordia, | sino que persiguió al
mísero y al desvalido | y al afligido
de alma, para llevarle a la muerte.
17 Amó la maldición, venga sobre
él; | no quiso la bendición, apártese
de él.
18 Vístase la maldición como ves¬
tido suyo, | penetre como agua en
sus entrañas | y como aceite en sus
huesos.
19 Sea el vestido de que se cubra |
y el cinto con que siempre se ciña.
20 Esta será la merced de los que
me persiguen por permisión de Yave, |
y de los que imprecan males contra
mi alma.
21 Pero tú, ¡oh Yavel, Señor, pro¬
tégeme por el honor de tu nombre, |
defiéndeme tú, según la bondad de
tu misericordia,
22 Pues soy un mísero desvalido | y
mi corazón está herido en mi pecho.
23 Voy desapareciendo como som¬
bra que se alarga, | soy sacudido
como la langosta;
24 Mis rodillas están debilitadas
por el ayuno, | y mi carne, enflaque¬
cida, desfallece.
25 Soy el oprobio de ellos, | me
miran y mueven la cabeza.
cía expresa los sentimientos del salmista contra
sus enemigos. Las palabras no pueden menos de
chocar con nuestra mentalidad cristiana. Ya en
otros salmos hemos dado la explicación que nos
parece más probable. Si el salmista puede con¬
siderarse como tipo del siervo paciente de Yave,
es en cuanto paciente, no en el modo de padecer
y sufrir, ni tampoco en cuanto a los frutos de la
pasión del siervo de Yave, que servirá para hacer
triunfar la fidelidad del Señor a sus promesas.
916
SALMOS
28 Ven en mi socorro, Yave, Dios
mío, | sálvame por tu piedad.
27 Conozcan que está en esto tu
mano, | que eres tú, Yave, quien lo
ha hecho.
28 Maldicen ellos, pero tú bendeci¬
rás; | ellos se levantaron, pero serán
confundidos | y tu siervo se alegrará.
29 Se vestirán de ignominia los que
me juzgan, | y serán cubiertos como
de palio por la vergüenza.
30 Yo ensalzaré grandemente a
Yave con mi boca | y le alabare en
medio de la muchedumbre,
31 Porque se pone a la derecha del
pobre | y le salva de los que le sen¬
tencian a muerte.
110. (Vulg. 109.)
El Mesías, rey y sacerdote eterno, según
el orden de Melquisedec.
Salmo de David.
1 Oráculo de Yave a ti, mi Se¬
ñor (1): | «Siéntate a mi diestra, |
en tanto que pongo a tus enemi¬
gos | por escabel de tus pies.»
2 Extenderá Yave desde Sión tu
poderoso cetro: «Domina en medio
de tus enemigos.»
3 Tu pueblo se te ofrecerá espon¬
táneamente el día de tu esfuerzo, en
ornato consagrado. | Serán para ti
tus jóvenes guerreros, como rocío del
seno de la aurora.»
4 Ha jurado Yave y no se arre¬
pentirá: «Tú eres sacerdote eterno,
según el orden de Melquisedec.»
6 Yave estará a til diestra, que¬
brantando reyes el día de su ira.
* Juzgará a las naciones, llenando
(i) Este salmo tiene cierta semejanza
con el 2. Los judíos lo entendían del Me¬
sías, y la objeción que Cristo Nuestro Se¬
ñor presenta a los judíos en su controversia
con ellos no tiende a contradecir esa creencia,
sino a mostrar que el Mesías es algo más que
hijo de David (Mr., 22, 42 y ss.). Los apóstoles
citan varias veces los versos 1 y 4 para mostrar
la exaltación de Jesucristo y su sacerdocio (I.
Cor., 15, 25; Heb., 1, 13; 10, 13: 5, 6; 7, 17),
Los textos griego y hebreo difieren mucho en
el verso 3. Según el griego, la escena del prin¬
cipio tendría lugar en el cielo, entre los esplen¬
dores de la corte celestial; según el texto hebreo,
en Jerusalín. donde Dios reina en su templo, y
su ungido al lado de El. El pueblo le recibe con
gusto v se oone a sus órdenes para emprender
la guerra contra los adversarios, que quedan des¬
hechos.
la región de cadáveres. | Aplastará
cabezas en vasto campo.
7 «Beberá del torrente y por eso
erguirá la cabeza.»
111. (Vulg. 110.)
Grandeza de las otras de Dios.
lAlcluval
* Alef: Quiero alabar a Yave con
todo mi corazón, ] Bet: en la con¬
gregación, en la gran asamblea de
los santos.
2 Gufmcl: Grandes son las obras
de Yave, | Dálct: muy dignas de
meditarse por todos cuantos en ellas
se deleitan. (1)
3 Hr. Su obra es gloria y magnifi¬
cencia, | Vau: y su misericordia es
eterna por los siglos.
4 Zain: Hizo memorables sus mara¬
villas. | Jet: Yave es misericordioso
y clemente.
6 Tct: Dió de comer a los que le
temen, | Yod: acordándose siempre
de su alianza.
• Caf: Mostró a su pueblo el pode¬
río de sus obras, | Lámcd: dándole
la posesión de las gentes.
7 Mcm: Fidelidad y justicia son
las obras de sus manos: | Nun: son
firmes todos sus preceptos,
8 Sámec: establecidos por los siglos,
por la eternidad, | Ayin: obra de
fidelidad y rectitud.
9 Pe: Rescató a sn pueblo, | Sade:
ratificó por la eternidad su alianza. |
Qof: Su nombre es santo y terrible.
10 Res: El principio de la sabiduría
es temer a Yave. | Sin: Los que esto
hacen tienen buen entendimiento; |
Tau: su alabanza permanece por los
siglos.
112. (Vulg. 111.)
Bienandanza del justo.
1 Aleluya 1 (2)
1 Alef: Bienaventurado el varón que
teme a Yave | Bct: y se deleita en
gran manera en sus mandamientos.
2 Guimcl: Su descendencia será po¬
li) Los portentos hechos por Yave en favor
de su pueblo han de ser coas antemente recor¬
dados y agradecidos por sus fieles.
(2) Canta el poeta la bienaventuranza del
justo y la benigna providencia de Dios sobre ¿I.
SALMOS
917
derosa sobre la tierra, | Dálet: y la
generación de los rectos le bendecirá.
8 He: Hay en su casa haciendas y
riquezas, | Vau: y su benevolencia
permanecerá por siglos.
4 Zain: En las tinieblas resplan¬
dece la luz para los rectos. ] Jet: Es
misericordioso, clemente y justo.
6 Tet: Le va bien al varón que da
y presta. | Yod: Mantiene su estado
por la justicia.
8 Caí: Ciertamente no caerá para
siempre. | Lámed: El justo será en
eterna memoria.
7 Mem: No temerá la mala nueva. |
Nun: Su corazón estará firme, con¬
fiado en Yave.
8 Sámec: Constante será su corazón,
impávido, | Ayin: en tanto que ve
la suerte de sus enemigos.
9 Pe: Da y distribuye a los po¬
bres. | Sade: Su beneficencia perma¬
nece por los siglos, | Qof: su poder
se exaltará gloriosamente.
10 Res: Verá esto el impío y se
llenará de despecho, | Sin: rechinará
los dientes y se repudrirá. I Tau: Los
deseos del impío se frustaran.
113 . (Vulg. 112.)
Benignidad de Dios con los humildes.
1 jAleluyal (2). | Alabad, siervos
de Yave, | alabad el nombre de
Yave.
3 Sea bendito el nombre de Yave,
ahora y por los siglos eternos.
3 Sea alabado el nombre de Yave,
desde donde sale el sol hasta donde
se pone.
4 Excelso sobre todas las gentes
es Yave. | Su gloria es más alta que
los cielos.
6 ¿Quién semejante a Yave, nues¬
tro Dios, | que tan alto se sienta,
8 Que mira de arriba abajo | en
los cielos y en la tierra
7 Que levanta del polvo al pobre |
y alza del estiércol al desvalido,
8 Dándole asiento entre los prín¬
cipes, | entre los príncipes de su pueblo
9 Que hace a la estéril, sin familia, |
sentarse gozosa madre de hijos?
lAleluya!
(i) Este salmo es el primero de los del grupo
de Alel (113-118), que se cantaban durante las
solemnidades anuales en el templo, yen las ca¬
sas después del banquete pascual, corno acción
de gracias.
114, 115. (Vulg. 113.) (1).
El Señor es el Dios único, protector
de Israel.
1 Al salir de Egipto Israel, | la casa
de José del pueblo extranjero,
2 Hízose de Judá su santuario, | de
Israel su imperio.
3 Vió el mar y huyó, | el Jordán
se echó para atrás.
4 Saltaron los montes como carne¬
ros | y los collados como corderos.
6 ¿Qué tienes, oh mar, que huyes, |
tú, Jordán, que te echas atrás?
6 Vosotros, montes, que saltáis
como carneros, | vosotros, collados,
como corderos.
7 A la venida de Yave tiembla, joh
tierral, | a la venida del Dios de
Jacob,
8 Que puede hacer de la piedra
lago de aguas, | de la roca fuente de
aguas.
1 No por nosotros, Joh Yave!, no
por nosotros, | hazlo por la gloria de
tu nombre, | por tu misericordia y
tu fidelidad.
2 ¿Por qué han de decir las gen¬
tes: | «Dónde está su Dios»,
3 Estando nuestro Dios en los cie¬
los | y pudiendo hacer cuanto quiere?
4 Sus ídolos son plata y oro, | obra,
de la mano de los hombres;
6 Tienen boca y no hablan, | ojos
y no ven,
6 Orejas y no oyen; 1 tienen narices
y no huelen,
7 Sus manos no palpan, sus pies
no andan, | no sale de su garganta
un murmullo.
8 Semejantes a ellos sean los que
los hacen | y todos los que en ellos
confían.
9 La casa de Israel confía en Yave, |
que es su protector y su defensor.
10 La casa de Arón confía en Yave, |
que es su protector y su defensor.
11 Los que temen a Yave confían
en Yave, I que es su protector y su
defensor.
12 Acuérdase Yave de nosotros | y
nos bendice; | bendice a la casa de
(1) Estos dos salmos, bien distintos por el
tema, en el texto griego y en la Vulgata forman
uno solo. Cantan los prodigios hechos por
Dios en favor de su pueblo y pide el salmista
que siga bendiciéndole, pues no es El impo¬
tente como los ídolos de las gentes.
918
SALMOS
Israel, | bendice a la casa de Arón,
13 Bendice a los que temen a Ya ve, ¡
pequeños y grandes.
14 Acrézcaos Yave a vosotros, | a
vosotros y a vuestros hijos.
15 Benditos seáis de Yave, | que
hizo el cielo y la tierra.
16 Los cielos son cielos para Yave, |
La tierra se la dió a los hijos de los
hombres.
17 No son los muertos los que
pueden alabar a Yave, | ni cuantos
bajaron al silencio.
18 Pero nosotros sí, alabaremos a
Yave, | ahora y por toda la eter¬
nidad. lAleluval
116 . (Vulg. 114, 115.) (1).
Acción de gracias por haber sido pre¬
servado de la muerte.
1 Le amo porque oye Yave la voz
de mis súplicas
2 E inclina a mí sus oídos cuando
le invoco.
3 Prendido me habían los lazos de
la muerte, | habíanme sorprendido las
ansiedades del sepulcro. | Todo era
angustia y afán para mí,
4 E invoque el nombre de Yave: |
“Salva, ¡oh Yavel, mi alma.
5 Yave es misericordioso y justo; |
sí, nuestro Dios es piadoso.
6 Protege Yave a los desvalidos. |
Yo era un mísero y él me socorrió.
7 Vuelve, alma mía, a tu quietud,
porque Yave fué generoso contigo.
8 Tú libraste mi alma de la muer¬
te, | mis ojos de las lágrimas, | mis
pies de la vacilación;
8 Y andaré en la presencia de
Yave, | en la tierra de los vivientes.
10 Lleno estaba de confianza, aun
cuando decía: | «Estoy en demasía
afligido.»
11 Habíame dicho en mi abati¬
miento: | «Todos los hombres son
engañosos.»
12 ¿Qué podré yo dar a Yave | por
todos los beneficios que me ha hecho?
13 Tomaré el cáliz de la salud, | e
invocaré el nombre de Yave.
14 Cumpliré los votos que lie hecho
a Dios | y ensalzaré el nombre de
(i) Este salmo se halla, sin razón, dividido
en dos en las versiones griega y latina. Da
gracias a Dios el salmista por haberle librado
de un próximo peligro de muerte.
Yave; | en la presencia de todo el
pueblo cumpliré mis votos.
15 Es cosa preciosa a los ojos de
Yave | la muerte de sus justos.
16 ¡Oh Yave! Siervo tuyo soy, |
siervo tuyo e hijo de una esclava
tuya. ( Tú rompiste mis cadenas.
* 7 Te ofreceré sacrificio de ala¬
banza | v ensalzaré el nombre de
Yave.
18 Cumpliré mis votos hechos a
Dios, | en la presencia de todo su
pueblo.
19 En los atrios de la casa de
Yave, | en medio de ti, Jerusalén. |
¡Aleluyal
117. (Vulg. 116.)
Invitación a las gentes para que alaben
al Señor.
1 Alabad a Yave las gentes todas, |
alabadle todos los pueblos (1).
2 Porque claramente se ha mani¬
festado sobre nosotros su piedad, | y
su fidelidad permanece por la eter¬
nidad. | lAleluval
ll«, (Vulg. 117.)
Canto triunfal.
1 Alabad a Yave, porque es bueno,
porque es eterna su misericordia (2).
2 Diga Israel que es bueno, | que
es eterna su misericordia.
3 Diga la casa de Arón que es
bueno, | que es eterna su miseri¬
cordia.
4 Digan los que temen a Yave que
es bueno, | que es eterna su miseri¬
cordia.
6 En la angustia invoqué a Yave, |
y me oyó Yave poniéndome en salvo.
* Está por mí Yave: ¿Que puedo
temer, | qué podrán hacerme los
hombres?
7 Está Yave por mí como socorro
(1) Este breve salmo es mesiánico, en cuanto
invita a las naciones todas a alabar a Yave,
por la clara manifeslación de piedad y fidelidad
cumpliendo las promesas mesiánicas.
(2) El poeta, librado por Dios de graves
peligro*;, canta c! poder y la miscncordia de
Dios para con él, y muestra firme confianza
en su protección.
SALMOS
919
mío: | Despreciaré, pues, a lodos los
que me odian.
8 Mejor es confiar en Yavc | que
confiar en los hombres.
9 Mejor acogerse a Ya ve | que fiar
en los príncipes.
10 Todas las gentes me cercaban, |
y confiado en el nombre de Yave,
iuego las derrotaba.
11 Me rodeaban, me cercaban, | y
confiado en el nombre de Yave las
derrotaba.
12 Me rodeaban como abejas, | ar¬
dían como fuego en las espinas, | y
confiado en el nombre de Yave las
derrotaba.
^ Fui fuertemente empujado para
que cayera, | pero fue Yave mi au¬
xilio.
14 Yave es mi fortaleza y a él le
canto salmos. | El estuvo conmigo
para darme la victoria.
15 Resuenan en las tiendas de los
justos | voces de júbilo y de vic¬
toria:
16 «jLa diestra de Yave ha hecho
proezas, | la diestra de Yave ha
mostrado su pujanza, | la diestra de
Yave ha hecho proezas!»
17 No moriré, viviré, | para poder
cantar las obras de Yave.
18 Castigóme, castigóme Yave, |
pero no me dejó morir.
19 Abridme las puertas de la jus¬
ticia, | y entraré por ellas para dar
gracias a Yave.
20 Es la puerta de Yave, | entran
por ella los justos.
21 Te doy gracias, joh Yave!, por¬
que me oíste | y estuviste por mí para
la victoria.
22 La piedra que rechazaron los
constructores | ha sido puesta por
piedra angular.
23 Obra de Yave es esto, | admira¬
ble a nuestros ojos.
24 Este es el día que hizo Yave: |
Alegrémonos y jubilemos en él.
25 ;Oh Yave! Danos, danos victo¬
rias, | danos, ¡oh Yave!, prosperi¬
dades.
26 Bendito quien venga en el nom¬
bre de Yave. | Nosotros os bendeci¬
mos desde la casa de Yave.
27 Yave es Dios, él nos mandó su
luz. | Entretejed guirnaldas en la
la fronda | y traedlas a los cuernos
del altar.
28 Tú eres mi Dios. Yo te alabaré, |
mi Dios, yo te ensalzaré.
29 Alabad a Yave, porque es bueno, 11
porque es eterna su misericordia.
II». (Vulg. 118’)
Alef. (1).
Excelencias de la ley del Señor.
1 Bienaventurados aquellos que
andan en camino inmaculado, | que
andan en la ley de Yave.
2 Bienaventurados los que guar¬
dan sus mandatos | y con todo su
corazón le buscan,
3 Los que no cometieron iniquidad
alguna | y marcharon por sus ca¬
minos.
4 Tú mandaste que tus manda¬
mientos | diligentemente se cum¬
plieran.
6 Ojalá sean firmes mis caminos, |
en la guarda de tus preceptos.
6 Entonces no seré confundido, |
cuando atienda a todos tus manda¬
mientos.
7 Te confesaré con rectitud de co¬
razón, | acostumbrándome a tus jus¬
tísimos decretos.
8 Guardaré tus mandamientos. | No
me dejes jamás.
Bet.
9 ¿Cómo mantendrá el. joven !a
limpieza de sus caminos? | Guar¬
dando tus palabras.
10 Yo te he buscado con todo el
corazón. | No permitas que me aparte
yo de tus preceptos.
11 He escondido en mi corazón tus
palabras | para no pecar nunca con¬
tra ti.
12 ¡Bendito seas, oh Yave! | Ensé¬
ñame tus preceptos.
13 Con mis labios he pregonado |
todos los decretos de tu boca.
14 Me he alegrado por el camino
de tus amonestaciones | más que por
todas las riquezas.
15 Quiero meditar tus preceptos, |
considerar atentamente tus caminos.
(i) Este saii.io, el más largo de todo el sal¬
terio, canta las excelencias de la divina ley. Es
alfabético, y cada estrofa consta de ocho versos,
que comienzan con la letra que a cada uno co¬
rresponde según el orden del alfabeto hebreo.
En cada uno de los ocho versos de la estrofa se
menciona la ley divina designada con una palabra
distinta: Ley, mandamientos, juicios, estatutos,
etcétera. Tal vez en su origen el orden de todos
estos distintos nombres fuera el mismo en todas
las estrofas; pero hoy no sucede así, seguramente
por los inevitables descuidos de los copistas.
SALMOS
U2U
18 Me deleitaré en tus estatutos, |
no me olvidaré de tu palabra.
OuímeL
17 Concede a tu siervo | vivir guar¬
dando tus preceptos.
18 Abre mis ojos, | para que pueda
ver las maravillas de tu ley.
19 Soy peregrino en la tierra, | no
me encubras tus mandamientos.
20 Consúmese mi alma | por el
deseo constante de tus decretos.
21 Tú increpas a los soberbios, | y
son malditos cuantos se desvían de
tus mandamientos.
22 Aparta de mí el oprobio y el
desprecio, | pues he guardado tus
mandamientos.
23 Aunque se sentaron los príncipes
en consejo y hablaron contra mí, | tu
siervo meditaba tus estatutos.
24 También tus amonestaciones son
mis delicias, | mis consejeras.
Dálet^
26 Pegada al polvo está mi alma. |
Conserva mi vida según tu palabra.
26 Te expuse mis necesidades y me
escuchaste. | Enséñame tus preceptos.
27 Haz que entienda los caminos
de tus mandamientos | y pueda me¬
ditar sobre tus maravillas.
28 Va mi alma encorvada por la
tristeza. | Júzgame tú según tu pa¬
labra.
29 Apártame del camino de la men¬
tira | y dame clemente tus ense¬
ñanzas.
30 Elegí el camino de la verdad, |
hice míos tus decretos.
31 Estoy adherido a tus manda¬
mientos, íoh Yavel | No permitas que
sea confundido.
82 Correré por el camino de tus
mandamientos | y tú ensancharás mi
corazón.
He.
83 Instrúycme, íoh Yavel, en el
camino de tus mandatos, | para que
del todo los cumpla.
34 Dame entendimiento, para que
guarde tu ley | y la cumpla con todo
el corazón.
36 Haz que vaya por la senda de
tus mandamientos, | que es mi de¬
leito.
34 Inclina mi corazón a tus con¬
sejos, | no a la avaricia.
87 Aparta mis ojos de la vista de
la vanidad | y dame la vida de tus
caminos.
38 Cumple a tu siervo tu palabra, |
la que a quienes te temen prometiste.
89 Aparta de mí el oprobio que
temo, | porque tus decretos son para
bien.
40 Mira que he anhelado tus pre¬
ceptos, | y guarda mi vida en tu
justicia.
Vau.
41 Venga, pues, sobre mí tu pie¬
dad, íoh Yavel, | tu salud según tu
palabra;
42 Para que a quienes me increpan
pueda responderles | que he espe¬
rado en tu palabra.
43 No quites jamás de mi boca las
palabras de verdad, | pues espero
tus decretos.
44 Que guarde siempre tu ley | por
todos los siglos.
46 Que marche en holgura, | por¬
que he buscado tus preceptos.
46 De tus mandamientos hablaré
aun ante los reyes, | no me aver¬
gonzaré.
47 Me deleitaré en tus manda¬
mientos, | que es lo que amo.
48 Alzaré mis manos a tus man¬
damientos, que amo, | y meditaré en
tus decretos.
Z ain.
49 Acuérdate de la palabra dada
a tu siervo, | en la cual me hiciste
esperar.
60 Este es mi consuelo en mi aflic¬
ción: | que tu palabra me dió la
vida.
61 Mucho se empeñan los petulan¬
tes en descarriarme, | pero yo no me
aparto de tu ley.
62 Me acuerdo de tus juicios de
tiempo antiguo, | joh Yavel, y me
consuelo.
63 Ardo al ver que los impíos 1 se
apartan de tu ley.
64 Fueron mis cantos tus estatu¬
tos, | en la casa de mi peregrina¬
ción.
66 De noche me acuerdo de tu
nombre, íoh Yavel, | y guardo tu
ley.
6fl Esta lia sido mi suerte: | Guardar
tus preceptos.
SALMOS
921
Jet .
57 Mi porción, joh Yave!, dije, | es
guardar tu palabra.
68 Te pido y te ruego con todo el
corazón | que me seas propicio según
tu palabra. -
69 Miro y remiro mis caminos, | y
hago que marchen mis pies por tus
mandamientos.
60 Me apresuro y no vacilo | en
guardar tus mandatos.
61 Las ligaduras de los impíos me
estrecharon, | pero yo no me olvidé
de tu ley.
82 Me levanto a medianoche, | para
darte gracias por tus justos juicios.
63 Soy amigo de cuantos te temen |
y guardan tus mandamientos.
64 La tierra está llena, joh Yave!,
de tus piedades. | Enséñame tus
mandatos.
Tet.
86 Obraste benignamente con tu
siervo, | loh Yave!, según tu pa¬
labra.
66 Enséñame y dame la dicha de
saber y conocer, | pues que creo en
tus mandamientos.
67 Antes de ser humillado estuve
descarriado, | pero ahora guardo tu
ley.
68 Tú eres bueno y bienhechor: |
enséñame tus estatutos.
89 Sugeríanme falsedades los sober¬
bios, | pero yo guardaré con todo
corazón tus preceptos.
70 Craso está como sebo su cora¬
zón, | pero yo tengo en tu ley todas
mis delicias.
71 Bien me ha estado ser humi¬
llado, | para aprender tus manda¬
mientos.
72 Mi mayor bien es la ley de tu
boca, | mejor que millares de oro y
de plata.
Yod.
73 Tus manos me hicieron y me
formaron. | Dame entendimiento para
saber tus mandamientos.
74 Los que te temen me ven y se
alegran, | porque he esperado en tu 1
palabra.
76 Conozco, joh Yavel, que son jus¬
tísimos tus juicios, | y que clemen¬
temente me afligiste.
76 Consuéleme tu piedad, | según
tu palabra a tu siervo.
77 Venga a mí tu misericordia y
reviviré, | porque tu ley es mi de¬
licia.
78 Confundidos sean los soberbios
que mendazmente me engañaron, |
pero yo meditaré en tus amonesta¬
ciones.
79 Vengan a mí los que te temen, | los
que conocen tus mandatos.
80 Sea íntegro mi corazón en tus
estatutos, | no sea confundido.
Oaf.
81 Deshácese mi alma por el deseo
de tu ayuda. | Espero tu promesa.
82 Consúmense mis ojos por el deseo
de tu palabra, | diciendo: «¿Cuándo
me consolarás?»
83 Porque estoy como odre puesto
al humo, | pero no olvido tus esta¬
tutos.
84 ¿Cuántos serán los días de tu
siervo? | ¿Cuándo harás justicia con
los que me persiguen?
86 Cavaron los soberbios hoyas
para mí, | los que no son según
tu ley.
88 Todos tus mandamientos son
verdad, | pero pérfidamente me per¬
siguen. i Socórreme!
87 Casi me han echado por tierra, |
pero yo no he abandonado tus pre¬
ceptos.
88 Vivifícame según tu misericor¬
dia, | para que guarde las palabras
de tu boca.
Lámed.
89 Tu palabra, [oh Yavel, es eter¬
na, | persiste tanto como el cielo.
90 Es por generaciones y generacio¬
nes tu palabra. | Así formaste la tie¬
rra y perdura.
91 A tu decreto obedecen el día y
la noche, | pues todo te sirve.
92 Si tu ley no fuera mi delicia, | ya
antes habría perecido en mi aflic¬
ción.
93 No me olvidaré jamás de tus
preceptos, | pues con ellos me has
dado la vida.
94 Tuyo soy, sálvame, | pues busco
tus preceptos.
96 Esperan los impíos perderme, | *
pero yo pongo mi atención en tus
avisos.
96 A toda perfección veo fin, | pero
tus mandamientos son amplísimos.
922
SALMOS
Mem.
97 iCuánto amo tu leyl | Es mi
asidua meditación.
98 Tu ley me hace más sabio que
mis enemigos, | porque de cierto es
mía eternamente.
99 Me hace más prudente que cuan¬
tos me enseñan, | si son tus manda¬
mientos mi meditación.
100 Soy más entendido que los an¬
cianos, | si guardo tus preceptos.
101 Retraje mjs pies de todo mal
camino, | para guardar tu palabra.
102 No me he apartado de tus man¬
datos, | porque con ellos me ense¬
ñaste.
103 ¡Cuán dulces son a mi paladar
tus preceptos, | más que la miel para
mi bocal
104 De tus preceptos saco inteli¬
gencia, ¡ por eso detesto toda falsa
senda.
Nvn .
105 Tu palabra es para mis pies,
una lámpara, | la luz de mis pasos.
106 He jurado, y quiero cumplirlo, |
guardar los decretos de tu justicia.
107 Soy sobremanera afligido. | ]Oh
Ya ve, vivifícame según tu palabral
108 Acepta benignamente, joh Yavel,
las oblaciones voluntarias de mi boca, |
y enséñame tus decretos.
109 Mi vida está en constante peli¬
gro, | pero no he dado al olvido tu ley.
110 Me pusieron los impíos una
trampa, | pero no me desvié de tus
precept )S.
111 Son mi heredad para siempre tus
pulabras, | son ciertamente el gozo
de mi corazón.
112 Inclino mi corazón | a cumplir
lus mandamientos, desde ahora para
la eternidad.
Su mee .
113 Detesto la doblez de corazón | y
amo tu ley.
114 Tú eres mi defensa y mi escu¬
do, | y espero tus palabras.
115 Aprended de mí los impíos, | y
dejadme guardar los mandamientos
de mi Dios.
116 Sosténme según tu palabra y
viviré, | y no permitas que vea frus¬
trada mi esperanza.
117 Susténtame para que sea salvo |
v me convierta siempre a lus pre
ceptos.
118 Tú aborreces a cuantos se apar¬
tan de tus mandamientos, | porque
sus pensamientos son pérfidos.
119 Escorias son para ti todos los
impíos de la tierra; | por eso yo amo
tus preceptos.
120 Se estremece mi carne por temor
a ti, | y temo tus juicios.
Ayin.
121 He hecho justicia y derecho, | no
me dejes en manos de mis opresores.
122 Responde por tu siervo para
bien, | no me opriman los soberbios.
123 Consúmense mis ojos por el
deseo de tu socorro | y del edicto
de tu justicia.
124 Haz con tu siervo según tu
piedad, | y enséñame tus decretos.
126 Siervo tuyo soy, dame enten¬
dimiento | para conocer tus manda¬
mientos.
126 Tiempo es de hacer, joh Yavc!, |
pues han violado tu ley.
127 Por eso yo amo tus mandamien¬
tos | más que el oro, el oro purísimo.
128 He procedido rectamente con¬
forme a todos tus preceptos, | y he
odiado todo camino falso.
Pe.
129 Son admirables tus testimonios, |
por eso los guarda mi alma.
130 La explicación de tus palabras |
ilumina y da inteligencia a los rudos.
131 Abro mi boca, y suspiro | de
deseo de tus mandamientos.
132 Vuélvete a mí y seme propicio, |
como haces con los que aman tu
nombre.
133 Dirige mis pasos con tus pa¬
labras, | y no dejes que me domine
iniquidad* alguna.
134 Líbrame de la opresión de los
hombres, | para que pueda guardar
tus preceptos.
136 Muestra tu serena faz a tu
siervo, | y enséñame tus preceptos.
136 Arroyos de aguas caen de mis
ojos, | porque no guardan tu ley.
Sacie.
137 Justo eres, íoh Yave!, | y justos
son tus juicios.
138 Mandaste tus mandamientos con
justicia | y con suma benignidad.
SALMOS
923
139 El celo me consume, | porque
dan al olvido tus palabras mis ene¬
migos.
140 Acendrada del todo es tu pa¬
labra, | y tu siervo la ama.
141 Pequeño y despreciable soy, |
pero no me olvido de tus preceptos.
142 Tu justicia es eterna, | y tu
doctrina es firmísima verdad.
143 Si me hallaren la angustia y la
aflicción, | tus mandamientos son
mis delicias.*
144 Justa norma son por la eter¬
nidad tus preceptos. | Haz que los
entienda y viva.
• Qof .
146 Clamo con todo mi corazón,
óyeme, | ¡oh Yavel, haz que guarde
tus preceptos.
146 Clamo a ti, socórreme, | para
que guarde tus mandamientos.
147 Muy de mañana vengo ya a
implorar tu auxilio | y espero tu
palabra.
148 Se anticipan a las vigilias mis
ojos, | para meditar tus palabras.
149 Oye mi voz según tu miseri¬
cordia, ¡oh Yave!, | y haz que viva
según tus decretos.
150 Acercáronse los que maligna¬
mente me persiguen, | los que se
apartaron de tu ley;
151 Pero cercano estás tú, ¡oh
Yavel, | y todos tus mandamientos
son fidelisimos.
152 Mucho ha que entendí que tus
mandamientos | los fundaste para el
tiempo de la eternidad.
Res.
163 Ve mi aflicción y sácame de
ella, | pues’ que no he olvidado tu
ley.
154 Defiende mi causa y protégeme; |
según tu palabra dame vida.
155 Muy lejos está de los impíos
la salvación, j porque no buscan tus
mandatos.
156 Muy abundantes son tus mise¬
ricordias, | ¡oh Yavel Haz que viva
según tus decretos.
157 Muchos son mis enemigos y
perseguidores, | pero no me aparto
de tus mandamientos.
15 8 y eo a j os re beldes y me recomo, |
porque no guardan tus preceptos.
150 Mira que amo tus leyes, | ¡oh
Yave! Consérvame según tu piedad.
160 La suma de tu palabra es la
verdad, | y todos los decretos de tu
boca son para la eternidad.
Sin.
161 Persiguiéronme sin causa los
príncipes, | pero mi corazón temía
tus palabras.
162 Tan contento estoy con tus
palabras, | como quien halla abun¬
dante presa.
163 Odio y abomino la falsedad | y
amo tu doctrina.
164 Siete veces te alabo en el día, |
por los decretos de tu justicia.
166 Mucha paz tienen los que aman
tu ley; | no hay para ellos tropiezo.
166 He esperado de ti mi salvación,
¡oh Yave!, | y he cumplido tus man¬
damientos.
167 Ha guardado mi alma tus en¬
señanzas | y las amo en extremo.
168 Guardo tus preceptos y tus en¬
señanzas, | porque todos mis cami¬
nos están a tus ojos.
Tan.
160 Llegue mi súplica a tu presen¬
cia, ¡oh Yave!, | y según tu palabra
dame inteligencia.
170 Venga mi deprecación a ti, | y
según tu palabra, sálvame.
171 Mis labios te cantarán alaban¬
zas, | si me enseñas tus leyes.
172 Cantará mi lengua tu fideli¬
dad, | porque justísimos son todos
tus mandamientos.
173 Sea conmigo tu mano para
ayudarme, | pues he elegido tus pre¬
ceptos.
174 Deseo tu salud, ¡oh Yave!, | pues
tu ley es mi deleite.
176 Viva mi alma para alabarte 1 y
denme ayuda tus decretos.
176 Si errare como oveja perdida,
busca a tu siervo, | pues no me he
olvidado de tus mandamientos.
120 . (Vulg. 119.)
Quejas contra los perturbadores de la paz.
Cántico gradual (1).
1 En la angustia clamé a Yave, | y
él me respondió.
(i) Es el primero de los llamados salmos gra¬
duales, que terminan con el 134, grupo de cantos
924
SALMOS
2 Libra, ioh Yavel, mi alma del
labio mendaz, | de la lengua fraudu¬
lenta.
3 ¿Qué se te dará y qué se te aña¬
dirá, oh lengua dolosa?
4 Saetas de un fuerte con carbones
de retama.
6 ¡Ay de mí, peregrino en Mescc, |
que habito en las tiendas de Cedar!
6 Demasiado se ha prolongado mi
destierro | entre los que son enemigos
de la paz.
7 Yo soy todo paz, pero así que
les hablo | ya está la guerra.
121: (Vulg. 120.)
Seguridad del protegido por Dios.
Cántico gradual.
1 Alzo mis ojos a los montes, | de
donde me ha de venir el socorro (1).
2 Mi socorro ha de venirme de
Ya ve, | el Hacedor de los ciclos y
de la tierra.
3 No consentirá que resbalen tus
pies, | no dormirá tu custodio.
4 No dormirá, no dormitará, | el
que guarda a Israel.
6 Y ave es tu custodio, | Yave es
tu protector a tu lado derecho.
6 Por el día no te molestará el
sol, | ni-por la noche la luna.
7 Yave te guardará de todo mal, |
guardará tu vida;
8 Guardará Yave tus salidas y tus
entradas, | ahora y por la eternidad.
122. (Vulg. 121.)
Salutación a Jerusalén.
Cántico gradual. De David.
1 Alegróme de lo que me decían: |
«Vamos a la casa de Yave (2).»
2 Estuvieron nuestros pies | en tus
puertas, ¡oh Jcrusalénl
3 Jerusalcn, edificada como ciu¬
dad | bien unida y compacta,
4 A donde suben las tribus, las
que cantaban los que de todas partes subían a
Jerusalén (ascensiones) para celebrar las varias
festividades del año. Se lamenta el salmista de
su prolongado destierro entre gentes enemigas
de la paz.
(t) Canta el poeta la firme seguriJad de
Israel, a quien protege su Dios.
(q) El poeta, lleno de entusiasmo al con¬
templar a la Jerusalén restaurada, pide para ella
toda suerte de bendiciones.
tribus de Yave, j al rilu de Israel,
para celebrar el nombre de Yave.
6 Allí se alzaron las sillas del jui¬
cio, | las sillas de la casa de David.
8 Rogad por la paz de Jerusalén. |
Vivan en seguridad los que te aman.
7 Reine la seguridad dentro de
tus muros, | la tranquilidad sobre
tus torres.
8 Por amor de mis hermanos y
compañeros, | te deseo la paz.
9 Por amor de la casa de Yave,
nuestro Dios, | te deseo todo bien.
123. (Vulg. 122.)
Ferviente petición del‘ auxilio divino.
Cántico gradual (1).
1 A ti alzo yo mis ojos, | a ti que
habitas en los cielos.
2 Como están atentos los ojos de
los siervos a las manos de sus seño¬
res, | como están atentos los ojos
de la esclava a la mano de su se¬
ñora, | así se alzan nuestros ojos a
Yave, nuestro Dios, | hasta que tenga
misericordia de nosotros.
3 Ten misericordia, ¡oh Yavel, ten
misericordia de nosotros, | porque
estamos del todo hartos de menos¬
precios.
4 Muy harta está nuestra alma | del
escarnio de los presuntuosos \ y del
desprecio de los soberbios.
124 . (Vulg. 123.)
Acción de gracias por el auxilio recibido
Cántico gradual. De David (2).
1 A no haber estado Yave por
nosotros, | diga Israel, •
2 A no haber estado Yave por nos¬
otros, | cuando se alzaron contra
nosotros los hombres,
3 Vivos nos habrían tragado en¬
tonces, | cuando ardía su ira contra
nosotros.
4 Va entonces nos habrían sumer¬
gido las aguas. | Ha pasado sobre
nuestra alma uti torrente,
5 Y nos habrían ahogado las bu¬
llen tes aguas.
(i) Amargado por los oprobios de que el
pueblo es objeto por par.e de los gentiles, pide
el salmista a Dios qje los ha¿a cesar.
ta) El salmista da gracias a Dios por haber
libraJo a su pueblo ctianJo pereda que no
había ya salvad¿n para él.
SALMOS
925
6 Bendito sea Yave, | que no nos
dió por presa de sus dientes.
7 Escapó nuestra alma como una
avecilla al lazo de los cazadores; | rom¬
pióse el lazo y fuimos librados.
8 Nuestro auxilio es el nombre de
Yave, | que hizo los ciclos y la tierra.
125. (Vulg. 124.)
Invocación del auxilio divino sobre Israel.
Cántico gradual (5).
1 Los que confían en Yave son
como el monte de Sión, | que es
inconmovible y permanece por siempre.
2 Está Jcrusalén rodeada de mon¬
tes, | y así rodea Yave a su pueblo, |
ahora y por la eternidad.
3 De cierto no permitirá Yave que
permanezca | el cetro de los impíos
sobre la suerte de los justos, | para
que no tiendan los justos sus manos
a la iniquidad.
4 Haz, |oh Yave!, bien a los bue¬
nos, | a los rectos de corazón;
6 Mas a los que van por caminos
tortuosos, | remuévalos Yave junta¬
mente con los impíos. | |Paz sobre
Israelí
126. (Vulg. 125.)
Petición de la plena restauración.
Cántico gradual.
1 Cuando restauró Yave la suerte
de Sión, | estábamos como quien
sueña (1).
2 Llenóse entonces de risas nuestro
corazón | y de júbilo nuestra boca. |
Decían entonces las gentes:
3 «iMagníficamcutc ha obrado con
éstos Yavel» | Magníficamente, en
verdad, obró Yave con nosotros, | y
nos llenamos de gozo.
4 Restaura, íoh Yavel, nuestra
suerte, | como a los arroyos del
Negueb.
6 Los que en llanto sembraron |
cosechen en júbilo.
6 Van y andan tristes, llorando, | los
efue llevaban la semilla para arro¬
jarla. | iVeugan, vengan alegres, ju¬
bilosos, | trayendo sus haces!
(1) La seguridad de los que en Dios confían
es tan grande como la de Jerusalén por lo fuerte
de su sitio y la protección de Yave
(2) Con grande admiración de Israel, la
restauración está comenzada; el salmista pide
la consumación de la misma.
127 . (Vulg. 126.)
Todo éxito depende de la divina
protección (1).
Cántico gradual. De Salomón.
1 Si Yave no edifica la casa, | en
vano trabajaron los que la cons¬
truían. | Si no guarda Yave la ciu¬
dad, | en vano vigilan sus centinelas.
2 Vano os será madrugar, acostaros
tarde | y que comáis el pan del dolor: |
es Yave el que a sus elegidos da
el pan como en sueños.
3 Don de Yave son los hijos, | es
merced suya el fruto del vientre.
4 Lo que las saetas en la mano
del guerrero, | eso son los hijos de la
flor de los años.
6 |Bienaventurados los que de ellos
tienen llena su aljaba! | No serán
confundidos, | cuando hayan de liti¬
gar en la puerta con su adversario.
128. (Vulg. 127.)
Felicidad del justo.
Cántico gradual.
1 Bienaventurado tú, si temes a
Yave y andas por sus caminos (2).
2 Comiendo lo ganado con el tra¬
bajo de tus manos, | serás feliz y
bienaventurado.
3 Tu mujer será como fructífera
parra | en el interior de tu casa. | Tus
hijos, como renuevos de olivo en de¬
rredor de tu mesa.
4 Así ciertamente será bendecido
el varón | que teme a Yave.
6 Bendígate Yave desde Sión, | y
veas próspera a Jcrusalén todos los
días de tu vida; | y vean los hijos
de tus hijos | la paz sobre Israel.
129. (Vulg. 128.)
Oración contra los enemigos del pueblo.
Cántico gradual.
1 «Mucho me han atribulado desde
mi juventud», | diga Israel (3):
2 «Mucho me han atribulado desde
(1) Sin Dios nada hay seguro; con El todo
lo está.
(2) Felicidad del justo bendecido del Señor.
(3) En nombre de Israel, el salmista declara
haber sufrido mucho de sus enemigos; pero
Dios justo le libró de los malvados.
920
SALMOS
mi adolescencia, | perú 110 prevale¬
cieron contra mi.»
3 Aradores araron sobre mis es¬
paldas, | hicieron largos surcos.
4 Pero es justo Ya ve, | y rompió
las coyundas de los impíos.
5 Sean confundidos y vuélvanse
atrás | todos los que aborrecen a
Sión.
6 Sean cómo la hierba de los teja¬
dos, | que se seca antes de crecer;
7 De que no llena su jnano el
segador, | ni su seno el que recoge
las gavillas;
8 Ni dicen de ella los transeúntes: |
«La bendición de Yave sobre voso¬
tros, | os bendecimos en el nombre
de Yave.»
180 . (Vulg. 129.)
Imploración de la divina misericordia.
Cántico gradual,
1 De lo profundo te invoco, joh
Yavel (1).
2 Oye, Yave, mi voz. | Estén aten¬
tos tus oídos | a la voz de mis sú¬
plicas.
3 Si guardas, joh Yavel, los de¬
litos, | ¿quién, oh Señor, podrá sub¬
sistir?
4 Pero eres indulgente, | para que
seas reverenciado con temor.
6 Yo espero en Yave, | mi alma
espera sus promesas.
6 Espera mi alma a Yave, | más que
el alba los centinelas nocturnos, | el
amanecer los centinelas nocturnos.
7 Confíe Israel en Yave, | porque
de él viene la misericordia | y gene¬
rosa redención.
8 El, pues, redimirá a Israel | de
todas sus iniquidades.
131 . (Vulg. 130.)
Confesión de humildad.
Cántico gradual. De David (2).
1 No se ensoberbece, ioh Yavel, mi
corazón, | ni son altaneros mis ojos. |
No corro detrás de grandezas, | ni tras
de cosas demasiado altas para mí.
(1) De lo profundo de su tribulación clama
el salmista a Dios, seguro de alcanzar la miseri¬
cordia de Yave.
(2) Humillado ante Dios, el salmista confía
en Él e invita a Israeí a la misma confianza.
2 Antes he reprimido mis deseos, |
como niño destetado de la madre. |
Como niño destetado está mi alma.
3 Espera, Joh Israelí, en Yave, |
ahora y para siempre.
132 . (Vulg. 131.)
Canto para la dedicación del templo
de Salomón.
Cántico gradual.
1 Acuérdate, ¡oh Yavel, de David |
y de su gran piedad (1).
2 Cómo juró a Yave | e hizo
voto al Poderoso de Jacob.
3 «No entraré en la morada de mi
casa, | ni subiré al lecho de mi es¬
trado;
4 No daré a mis ojos el sueño, | ni
el dormir a mis párpados;
6 Mientras no halle estancia para
Yave, | y habitación para el Pode¬
roso de Jacob.»
6 He aquí lo que hemos oído en
Efrata, | lo que hemos hallado en
el campo de la selva:
7 «Vamos a su habitación, | ado¬
remos junto al escabel de sus pies.»
8 Levántate Yave, y ven a tu
morada, ¡ tú y el arca de tu ma¬
jestad.
9 Vístanse tus sacerdotes de jus¬
ticia, | y jubilen tus santos.
10 Por amor de David, tu siervo, |
no te apartes de tu ungido.
11 Juró Yave a David verdadera¬
mente, y no se apartará de ello: | «Del
fruto de tus entrañas pondré sobre
tu trono (2).
12 Si guardan tus hijos mi alianza
y las enseñanzas que yo les daré, |
también sus hijos se sentarán sobre
tu trono.»
13 Ciertamente eligió Yave a Sión, |
la adoptó por morada suya.
14 «Esta será por siempre mi man¬
sión, | aquí habitaré, porque la he
deseado.
16 Daré mi bendición a sus provi¬
siones 1 y saciaré de pan a sus pobres.
(1) Recuerda el salmista la piedad de David
al trasladar el arca a Jerusalén, su propósito de
levantar un templo, la promesa que Dios en
pago le hizo de perpetuar su dinastía y la elec¬
ción de Sión para morada de Dios.
(2) El mesianismo de este salmo es claro,
atendiendo a que el tema en él desarrollado es
la promesa de Dios a David. Este sentido me-
siánico resalla mis claramente en los versículos
finales.
SALMOS
927
18 Revestiré de salud a sus sacer¬
dotes | y sus santos se alegrarán
jubilosos.
17 Aquí haré crecer altamente el
cuerno de David, | y prepararé la
lámpara a mi ungido.
18 A sus enemigos los cubriré de
ignominia, I y brillará sobre él mi
diadema.»
133. (Vulg. 132.)
Deleitosa comunión de los santos.
Cántico gradual. De David.
1 Ved cuán bueno y deleitoso es |
habitar en uno los hermanos (1).
2 Es como finísimo óleo sobre la
cabeza, | que desciende sobre la barba,
barba de Arón, | y baja hasta la
orla del vestido.
3 Como el rocío del Hermón, | que
desciende sobre los montes de Sión, |
pues allí envía Yave su bendición | y
vida eterna.
134. (Vulg. 133.)
Acción de gracias para la tarde.
Cántico gradual (2).
1 Mirad, bendecid a Yave, vosotros
todos los siervos de Yave, | los que
de' noche permanecéis en la casa de
Yave, en los atrios de la casa de
Yave, nuestro Dios.
2 Alzad vuestras manos al santua¬
rio | y bendecid a Yave.
3 Desde Sión bendígate Yave, | Ha¬
cedor de cielos y tierra.
135 . (Vulg. 134.)
Canto de acción de gracias.
1 jAleluyal | Alabad el nombre de
Yave, | alabadlo, siervos de Yave (3).
2 Que estáis en la casa de Yave, | en
los atrios de la casa de nuestro Dios.
3 Alabad a Yave, porque es bueno; j
cantad salmos a su nombre, porque
es benigno;
4 Porque eligió Yave para sí a
Jacob, | a Israel por posesión suya.
6 Ciertamente sé que Yave es
grande, | que nuestro Señor está por
encima de todos los dioses.
6 Yave hace cuanto quiere, | en
los cielos, en la tierra, en el mar y
todos los abismos.
7 El trae las nubes desde los confi¬
nes de la tierra; | él hace los relám¬
pagos para la lluvia, | saca el viento
de sus escondrijos.
8 El hirió a los primogénitos de los
egipcios, | lo mismo hombres que
ganados.
9 Mandó señales y portentos sobre
ti, Egipto, | sobre el Faraón y todos
sus súbditos.
10 El hirió a numerosas gentes | y
mató a poderosos reyes.
11 A Seón, rey de los amorreos, | y
a Og, rey de Basán, | y a todos los
reinos de Canán;
12 Y dió sus tierras en heredad |
a Israel, su siervo.
13 lOh Yavel Tu nombre es eter¬
no. | Yave, tu testimonio es por
edades y edades,
14 Porque protege Yave a su pue¬
blo, | y se muestra propicio a sus
siervos.
16 Los simulacros de las gentes son
oro y plata, | obra de las manos de
los hombres.
16 Tienen boca y no hablan, | tienen
Ojos y no ven,
17 Tienen orejas y no oyen, | nari¬
ces, pero no hay aliento alguno en
su boca.
18 Semejantes a ellos sean los que
los hacen | y cuantos en ellos confían.
19 Casa de Israel, bendecid a Yave, |
casa de Arón, bendecid a Yave.
20 Casa de Leví, bendecid a Yave. |
Los que teméis a Yave, bendecid a
Yave.
21 Bendito sea Yave desde Sión, |
el que habita en Jerusalén. ¡Ale¬
luya I
136. (Vulg. 135.)
Canto de acción de gracias.
(1) {Qué grata la sociedad de los que están
hermanados por la piedad y el temor de Dios!
(2) Es este salmo una invitación a los sacer¬
dotes y levitas que pernoctan en el templo
para que bendigan al Señor.
(3) Alabanza a Yave. por las grandes obras
que ha realizado, y ante quien los ídolos son
nada.
1 Alabad a Yave porque es bue¬
no, I R. porque es eterna su miseri¬
cordia (1).
(1) Este salmo es una verdadera letanía. En
ella un coro cantaba el verso primero, y el pue¬
blo respondía: «Porque es eterna su misericor-
928
SALMOS
8 Alabad al Dios de los dioses, | R.
3 Alabad al Señor de los señores, | R.
4 Al, que es el único en hacer
grandes maravillas; | R.
6 Al que hizo sabiamente los cie¬
los, | R.
3 Al que afirmó la tierra sobre las
aguas; | R.
7 Al que hizo los grandes lumina¬
res, | R.
8 El sol, para dominar de día, | R.
• A la luna, para dominar de no¬
che, | R.
10 Al que hirió a los primogénitos
de Egipto, j R.
11 Y sacó a Israel de en medio
de ellos, | R.
12 Con mano fuerte y brazo ten¬
dido, | R.
13 Al que dividió en partes al Mar
Rojo, | R.
14 Y llevó a Israel por en medio
de él, | R.
15 Y sumergió al Faraón y a su
ejército en el Mar Rojo. | R.
16 Al que condujo a su pueblo por
el desierto, | R.
17 Que hirió a grandes reyes, | R.
18 Y mató a reyes poderosos. | R.
19 A Scón, rey de los amorreos, | R.
20 Y a Og, rey de Basán, | R.
21 Cuyas tierras dió en heredad, | R.
22 En heredad a Israel, su siervo. |R.
23 Que en nuestra humillación se
acordó de nosotros, | R.
24 Y nos libró de nuestros enemi¬
gos, | R.
26 Que da pan a toda carne, | R.
28 Alabad al Dios del ciclo, | II.
137. (Vulg. 136.)
El amor de los cautivos por Sión.
1 Junto a los ríos de Babilonia, allí
nos sentábamos I y llorábamos, acor¬
dándonos de Sion (1).
día*, frase que muchas veces hallamos en las Sa¬
gradas Escrituras, puesta en boca de los que ala¬
ban al Señor en el templo. La misericordia es el
atributo divino que más de relieve se pone en
el A. T., a pesar de lo cual, los fariseos lo enten¬
dieron tan poco, que fué necesario que el Señor
les propusiese la parábola del thijo pródigo», y
Ies recordase aquellas palabras: Misericordia
quiero, que no sacrificios (Mt., 9, 13). El es¬
tico de respuesta lo indicamos simplemente
mediante la R.
(1) Otro salmo imprecatorio, compuesto, sin
duda, en Babilonia durante el cautiverio, o, por
lo menos, bajo la impresión producida por el
cautiverio. El salmista expresa maravillosamente
2 De los sauces de sus orillas | col¬
gábamos nuestras cítaras.
3 Allí los que nos tenían cautivos
nos pedían que cantásemos; | los que
nos habían llevado atados, que nos
alegrásemos: «Cantadnos alguno de
! los cánticos de Sión.*
4 ¿Cómo cantar en tierra extran¬
jera los cánticos de Ya ve?
6 Si yo me olvidare de ti, Jerusa-
lén, olvídese de mí mi diestra;
• Péguesc mi lengua al paladar, si
yo no me acordase de ti, | si no pongo
a Jerusalén por encima de cualquier
alegría.
7 Recuerda, joh Yavc!, a los edo-
mitas el día de Jcrusalcn. | Los que
decían: «Arrasadla, arrasadla hasta
los cimientos.»
8 Hija de Babel, destinada a la
devastación: | iBicnavciiturado quien
te dará lo que tú nos diste a nos-
otrosl
9 1 Bienaventurado quien cogerá a
tus niños | y los estrellará contra las
piedras!
133. (Vulg. 137.)
Canto de acción de gracias.
De David.
1 Quiero alabarte, oh Yavcl, con
todo mi corazón, | cantarte salmos
ante los dioses (1).
2 Me prosterno hacia tu santo
templo, | y canto tu nombre, por
tu misericordia y tu fidelidad, | pues
has magnificado tu palabra, sobre
todo nombre.
3 Y cuando te invoqué me oíste, |
y fortaleciste grandemente mi alma.
4 Te alabarán, ¡olí Yavc!, todos los
su entrañable amor a Jerusalén. Recuerda, como
lo hacen también algunos profetas, la alegría con
que los hijos de Edom vieron la ruina de Jeru¬
salén y su templo, y pide para ellos el castigo
divino; pero, sobre todo, su ánimo se vuelve con¬
tra Babilonia, la ciudad devastadora, que por la
luz de las profecías sabe destinada a su vez a la
ruina y a la devastación, y a sus niños cogidos
por los pies y estrellados contra las rocas. cosa
frecuente en estas devastariones antiguas. La
justicia de Dios para con las naciones es, a veces,
en el A. T., sin misericordia; ésta se reserva sólo
para Israel.
(1) Es bastante singular el pensamiento del
salmista, que, habiendo recibido de Dios un be¬
neficio, le da gracia» en sj templo, rodeado de
todos los reyes, que con él a'aban al Señor. Es f o
sólo tiene realización en el Mesías, cuyo rescate
del sepulcro, la Resurrección, fué la salud y e)
triunfo de todo el mundo.
SALMOS
929
reyes de la tierra, | cuando oigan
todas las palabras de tu boca.
6 Cantarán los caminos de Yave. |
«{Grande es, ciertamente, la gloria
de Yave!»
6 Excelso Yave, atiende al humil¬
de, | pero al soberbio le mira desde
lejos.
7 Cuando estoy en medio de la
tribulación, preservas mi vida, | ex¬
tiendes tu mano contra la ira de
mis enemigos, | y tu diestra me salva.
8 Cumpla Yave en mí. | Eterna es,
job Yave!, tu misericordia. | No dejes
sin acabar la obra de tus manos.
139. (Vulg. 138.)
La omnisciencia y omnipresencla divina.
Al maestro del coro. Salmo de
David.
1 jOh Yave!, tú me has examinado
y me conoces, | no se te oculta nada
de mi ser (1).
2 Tú conoces mi sentarme y mi
levantarme, | y de lejos te das cuenta
de todos mis pensamientos.
3 Escudriñas mi andar y mi acos¬
tarme, | tú investigas todos mis
caminos,
4 Pues aún no está la palabra en
mi lengua, | y ya tú, Yave, la sabes
toda.
6 Por detrás y por delante me pro¬
teges, I y pones sobre mí tu mano.
6 Sobremanera admirable es para
mí tanta ciencia, | sublime e incom¬
prensible para mí.
7 ¿Dónde podría alejarme de tu
espíritu? | ¿A dónde huir de tu pre¬
sencia?
8 Si subiere a los cielos, allí estás
tú. | Si bajare a los abismos, allí
estás presente.
9 Si tomando las plumas de la
aurora, | quisiera habitar al extremo
del mar,
10 También allí me cogería tu
mano y me tendría tu diestra.
11 Si dijere: Las tinieblas me ocul¬
tarán, | sea la noche mi luz en torno
mío,
12 Tampoco serían para ti muy
densas las tinieblas, | y la noche lu¬
ciría como el día, | pues tinieblas
y luz son iguales para ti.
(i) El tema de este salmo es la omnisciencia
de Dios, a quien nada se oculta, ni los pensa¬
mientos más recónditos de los hombres.
13 Porque tú formaste mis entra¬
ñas, | tú me tejiste en el seno de mi
madre.
14 Te alabaré por el maravilloso
modo en que me hiciste. | iQué ad¬
mirables son tus obras!
16 Del todo conoces tú mi alma. |
Cuando secretamente era formado, | y
en el misterio me plasmaba,
16 Ya vieron tus ojos mi cuerpo
informe. | Escritos estaban en tu
libro todos mis días, | aun antes de
ser el primero de ellos.
17 iCuán admirables son para mí
tus pensamientos, oh Dios, | qué
ingente el número de ellos!
18 Si quisiera contarlos, son más
que las arenas. | Contaría, contaría
y nunca acabaría.
19 {Oh Dios, si exterminaras a los
impíos, | si alejaras de mí a los
hombres sanguinarios
20 Que impíamente se rebelan con¬
tra ti, | y soberbios se atreven a
alzarse contra ti!
21 ¿Cómo no odiar, joh Yave!, a
los que te odian? | ¿Cómo no aborre¬
cer a los que se levantan contra ti?
22 i Sí, los odio con el más completo
odio | y los tengo por enemigos míos!
23 Escudríñame, loh Dios!, y exa¬
mina mi corazón, | pruébame y exa¬
mina mis pensamientos;
24 Y mira si hay en mí camino para
la ira, | y llévame por las sendas de
Ig eternidad.
140. (Vulg. 139.)
Oración contra los enemigos
maldicientes.
1 Al maestro del coro. Salmo de
David.
2 Líbrame, loh' Yave!, del hombre
malo, | presérvame del hombre mal¬
vado; (1)
3 De los que maquinan el mal en
su corazón, | y todo el día excitan
contiendas.
4 Afilan su lengua como la de la
serpiente, | tienen bajo sus labios el
veneno de la víbora. (Sela.)
6 Defiéndeme, Yave, de las manos
del impío, | protégeme de los hombres
violentos | que ponen tropiezos a mi
paso;
6 Los soberbios que ponen oculta-
(i) El salmista se siente acosado por ene¬
migos y pide a Dios que le libre y vuelva sobre
sus enemigos los males con que le amenazan.
59
930
SALMOS
mente trampas y lazos, | tienden sus
redes junto al camino, | y ponen
cepos para mí. (Sela.)
7 Pero yo digo a Yave: «Tú eres
mi Dios.» | Escucha, joh Yavcl, la
voz de mis súplicas.
8 Yave, Señor, protector y salva¬
dor mío, | tú protegerás mi cabeza
el día del combate.
9 No permitas, Yave, lo que desea
el impío; | no permitas que se logren
sus dolosos consejos ni triunfen. (Sela.)
10 Caiga sobre la cabeza de los
que me cercan | eso mismo con que
ellos me amenazan.
11 Caigan sobre ellos brasas, | caigan
en el fuego, | en el abismo, para no
levantarse más.
12 El hombre lenguaraz no será
estable sobre la tierra. | El hombre
malvado será presa del infortunio,
que le derribará.
13 Pero yo sé que Yave saldrá en
defensa del desvalido, | a la defensa
del pobre.
14 Sólo los justos alabarán tu
nombre, | y los rectos habitarán en
tu presencia.
141. (Vulg. 140.)
Oración en un mortal peligro.
Salmo de David.
1 íOli Yave, te invoco, apresúrate
a socorrerme! | Oye la voz del que
a ti clninnl (1)
2 Séatc mi oración como incienso
ante ti, | y el alzar a ti mis manos
como oblación vespertina.
3 Pon, joh Yavcl, guarda a mi
boca, | guarda a la puerta de mis
labios.
4 No dejes que se incline al mal
mi corazón, | a hacer impiedades
con los hombres malvados, | ni a
comer vo de sus golosinas.
6 Que me castigue el justo, es un
favor. | Que me reprenda, es óleo
sobre mi cabeza, que mi cabeza no
rehúsa. | Incesantemente rogare yo
por ellos en sus aflicciones.
• Incólumes dejé ir a sus jefes
junto a la roca, | y pudieron oír mis
palabras, que eran blandas.
7 Como se hiende y ara la tierra, |
están esparcidos nuestros huesos a la
boca del sepulcro.
8 Pero mis ojos miran a ti, Joh
Yavel | A ti me acojo, | no permitai
que se derrame mi alma.
• Guárdame para que no caiga en
el lazo de los que me dan caza, | en
los armadijos de los que obran el
mal.
10 Caerán los impíos en sus mismas
redes, | mientras que yo escaparé
de ellas.
142. (Vulg. 141.)
Oración en un mortal peligro.
1 Mosquil de David, cuando esta¬
ba en la caverna. Oración.
2 Clamo con mi voz a Yave, | a
Yave ruego con mi voz (1).
3 Derramo ante él mi querella, | ex¬
pongo ante él mi angustia.
4 Ciertamente en mí se acongoja
mi alma, | pero tú conoces todos
mis caminos, | y que en la senda
por donde voy me han escondido
una trampa.
6 Si miro a la derecha, veo que
no hay quien me mire con benevo¬
lencia, | no tengo escape, no hay
quien vuelva por mi vida.
• A ti clamo, joh Yavcl | Digo; Tú
eres mi refugio, mi parte en la tierra
de los vivientes.
7 Atiende a mis lamentos, pues
estoy sobremanera ncrcsilado. | Lí¬
brame de los que me persiguen, pues
son ellos los más fuertes.
8 jOlil Saca mi alma de la cárcel, |
para que pueda alabar tu nombre, j
Me rodearán los justos, | si benigna¬
mente me fueres propicio.
143. (Vulg. 142.)
Humilde oración en un peligro.
Salmo de David.
1 Oye, Yave, mi oración, | y escu¬
cha mi plegaria, según tu fidelidad, |
óyeme en tu justicia (2).
2 No entres en juicio con tu siervo, |
pues ante ti no hay nadie justo.
8 Persigue el enemigo mi alma. | Ya
ha postrado cu tierra mi vida, | y me
ha puesto en las tinieblas, como a
los muertos de mucho ha.
4 Por eso está mi alma acongo¬
jada | y desfallece mi corazón.
(i) Otro semejante a los dos pasados.
(a) También éste se asemeja a los ucs an¬
teriores.
(i) El mismo pensamiento que el anterior.
SALMOS
931
* Me acuerdo de los tiempos an-
I tiguos, | medito en todas tus obras, |
considerando lo hecho por ti;
8 Y alzo a ti mis manos | y mi
alma, como tierra sedienta de ti.
(Sela.)
7 Apresúrate a oírme, joh Yavcl,
que ya desmaya mi alma. [ No me
ocultes tu rostro, pues seria seme¬
jante a los caldos en la fosa.
8 Haz que conozca pronto tu favor,
pues en ti espero. | Dame a saber el
camino por donde ir, porque a ti
alzo mi alma.
• Líbrame de mis enemigos, ¡oh
Yavei, | porque a ti recurro.
10 Enséñame a hacer tu voluntad,
pues eres mi Dios. | Lléveme tu buen
espíritu por camino llano.
11 Por el honor de tu nombre pre-
serva mi vida, | y en tu justicia saca
mi alma del peligro de muerte.
12 Haz con tu piedad que cierren
I su boca mis enemigos, | y que perez¬
can cuantos persiguen mi alma, | pues
soy siervo tuyo.
Acción de gracias por la victoria.
De David.
1 Bendito sea Yave, mi roca, | que
adiestra mis manos a la guerra, | mis
dedos al combate. (1)
2 Es del todo piadoso conmigo, mi
fortaleza, mi asilo y mi refugio, j mi
escudo; en él confío, | él me somete
los pueblos.
3 ¡Oh Yavei ¿Qué es el hombre,
para que de él te cuides? | ¿Qué el
hijo del hombre, para que pienses
en él?
4 Es el hombre semejante a un
soplo, | sus días son como sombra
de uno que pasa.
6 ¡Oh Yavei Abaja tus cielos y des¬
ciende, | toca los montes y humearán;
8 Haz brillar tus rayos y dispér¬
salos; | lanza tus saetas y contúr¬
balos.
7 Tiende tus manos desde lo alto, |
y líbrame de la muchedumbre de
aguas; | de mano de los alienígenas,
8 Cuya boca promete mentirosa-
(i) Es un canto de victoria obtenida con la
ayuda de Dios contra los extranjeros, llenos
de falsía. Es digno de notarse el versículo final,
que contrapone la posesión de muchos bienes
materiales con tener a Yave por Dios.
mente | y cuya diestra es diestra de
perfidia.
• Quiero, ¡oh Dlosl, cantarte un
cántico nuevo, | entonarte un salmo
con el arpa de diez cuerdas.
10 A ti que das la victoria a los
reyes, | que libras a David, tu siervo,
de la espada maligna.
11 Me libró y me salvó de la mano
de los alienígenas, | cuya buca pro¬
mete mentirosamente | y cuya diestra
es diestra de perfidia.
12 Que sean así nuestros hijos, como
plantas | que crecen mucho en su
juventud, | y nuestras hijas como
columnas angulares, | esculpidas como
las de un palacio.
* (i) * 3 Estén nuestros graneros provis¬
tos de todo fruto, | sean nuestras
ovejas mil veces fecundas, a milla¬
res multiplicadas en nuestros campos.
14 Y no haya invasión ni emigra¬
ción ni clamores en nuestras plazas.
15 Bienaventurado el pueblo que
tiene esto. | i Bienaventurado el pue¬
blo cuyo Dios es Yavei
145. (Vulg. 144.)
Majestad y bondad de Dios.
1 Laude. De David (1).
Alef: Quiero ensalzarte, Dios mío,
Rey, | y alabar tu nombre siempre,
por los siglos.
2 Bet: Quiero cantarte todo el día |
y alabar tu nombre siempre, por los
siglos.
3 Guímel: Es grande Yave y digno
de toda alabanza, | su grandeza es
inconcebible.
4 Dálet: Una generación anuncia
tus obras a otra generación, | y alaba
las proezas de tu poder.
5 He: Ensalzan la hermosura de
la gloria de tu majestad, | de tus
maravillosos hechos hablaré.
6 Vau: Cuentan el vigor de tus es¬
tupendos prodigios, | y yo cantaré
tus grandezas.
7 Zain: Reproducen la memoria
de tus inmensas bondades | y se
gozan en tu beneficencia.
8 Jet: Clemente y misericordioso
es Yave, | lento a la ira y de muy
gran piedad.
9 Tet: Es benigno Yave para con
(i) El salmista alaba al Señor, admirable
por su grandeza, misericordia, omnipotencia,
verdad, providencia y justicia.
932
SALMOS
todos, | y su misericordia está en
todas sus criaturas.
10 Yod: Alábente, loh Yavel, todas
tus obras, | bendígante tus santos.
11 Caf: Exalten la gloria de tu
reino | y digan de tu fortaleza.
12 Lámed: Para hacer conocer a
los hijos de los hombres tus hazañas |
y la magnificencia de la gloria de
su reino.
13 Mem: Tu reino es reino por los
siglos de los siglos, | v tu señorío por
generaciones y generaciones.
14 Nun: Es fiel Yave en todas sus
palabras | y piadoso en todas sus
obras.
16 Sámec: Sostiene Yave a los que
caen | y levanta a los humillados.
16 Áyin: Todos los ojos miran ex¬
pectantes a ti, | y tú les das el ali¬
mento conveniente a su tiempo.
17 Pe: Abres tu mano, | y das a
todo viviente la grata saciedad.
18 Sade: Es justo Yave en todos
sus caminos | y misericordioso en
todas sus obras.
19 Qof: Está Yave cerca de cuantos
le invocan, | de cuantos le invocan
de veras.
20 Res: Satisface los deseos de los
que le temen, | oye sus clamores y
los salva.
21 Sin: Guarda Yave a cuantos le
aman | y destruye a los impíos.
22 Tau: Cante mi boca las alaban¬
zas de Yave, | y bendiga toda carne
su santo nombre, por los siglos, para
siempre.
146. (Vulg. 145.)
Sólo en Dios debe ponerse la confianza.
1 jAleluyal | Alaba, alma mía, a
Yave (1).
2 Alabe yo a Yave toda mi vida, |
cante yo a Dios mientras exista.
8 No confiéis en los príncipes, | en
los hijos del hombre, que no salvan.
4 Vuela su alma y torna a su
lugar, | y en ese día perecen todos
sus designios.
6 Bienaventurado aquel cuyo auxi¬
lio es el Dios de Jacob, | cuya espe¬
ranza es Yave, su Dios,
6 Hacedor de cielos y tierra, | del
mar y de cuanto en ellos hay; | que
guarda fe por la eternidad,
7 Da refugio a los afligidos | y da
(i) Sólo Dios es amparo seguro y sólo en
El se debe poner la confianza.
pan a los hambrientos. | Yave libera
a los presos;
8 Yave devuelve la vista a los
ciegos; | Yave yergue a los encor¬
vados; | Yave ama a los justos;
9 Yave protege a los peregrinos, |
sustenta al huérfano y a la viuda, |
pero destruye a los impíos.
10 Reina Yave por la eternidad. |
Tu Dios, ¡oh Siónl, por generaciones
y generaciones. | jAleluyal
147. (Vulg. 146, 147.)
Alabanzas a Dios por la restauración
de Sión.
1 jAleluyal | Alabad a Yave, que
es bueno cantar salmos a nuestro
Dios, | y deleitoso cantar sonoramente
sus alabanzas (1).
2 Reedifica Yave a Jerusalén | y
reúne a los dispersos de Israel.
3 El sana a los de quebrantado
corazón | y cura sus dolores.
4 El cuenta el número de las estre¬
llas | y llama a cada una por su
nombre.
5 Es grande Yave, grande su po¬
derío, | y su inteligencia es inena¬
rrable.
9 Sostiene Yave a los mansos, | y
humilla a los impíos hasta tierra.
7 Cantad a Yave y alabadle. En¬
tonad salmos a nuestro Dios con la
cítara.
8 El es el que cubre el cielo de
nubes, | el que prepara la lluvia para
la tierra. | El que hace que broten
hierba los montes, | para pasto de
los que sirven al hombre.
• El que da al ganado su pasto, | y
a los polluelos del cuervo que cla¬
man.
10 No se agrada de la fortaleza del
caballo, | no se complace en las pier¬
nas del hombre.
11 Le complacen los que le temen, |
los que esperan en su misericordia.
12 Alaba, Jerusalén, a Yave. | Ala¬
ba, Sión, a tu Dios,
13 Por haber hecho firmes las ce¬
rraduras de tus puertas, | y haber
bendecido en ti a tus hijos.
(i) El objeto del salmo aparece en el versícu¬
lo a, y de él resulta que mira a la restauración,
que siguió a la cautividad. Pero no sólo en
esta obra: en otras muchas naturales se revela la
grandeza de su poder.
SALMOS
933
14 El díó la paz a tu territorio, | te
sació de la flor del trigo.
15 El manda su decreto a la tie¬
rra, | y su palabra corre vclocísima-
mente~.
10 El da la nieve como lana, | y
esparce como ceniza la escarcha.
17 El hace caer su hielo como en
pedazos, | ante su frío se congelan
las aguas.
18 Pero manda su palabra y se
liquidan, | hace soplar su viento y
manan aguas.
19 El promulgó su ley a Jacob, |
sus estatutos y decretos a Israel.
20 No hizo tal a gente alguna, | y a
ninguna otra manifestó sus juicios. |
1 Aleluya!
14«.
Gloria de Dios en los cielos y en la tierra.
1 lAleluyal | Alabad a Yave en
los cielos, | alabadle en lo alto (1).
2 Alabadle vosotros, sus ángeles
todos. | Alabadle vosotras, todas sus
milicias.
3 Alabadle, sol y luna. | Alabadle
todas, lucientes estrellas.
4 Alabadle, cielos de los cielos, | y
las aguas de sobre los cielos.
8 El fuego, el granizo, la nieve, la
lluvia, | el viento tempestuoso, que
ejecutan sus mandatos,
5 Alaben el nombre de Yave. | Por¬
que díjolo él y fueron hechos.
6 El lo mandó y fueron creados. |
E hizo que persistan por los siglos. |
Púsoles la ley y no la traspasarán.
7 Alabad a Yave desde la tierra, |
los cetáceos y todos los mares;
9 Los montes y todos los collados, |
los árboles frutales y los cedros todos;
10 Las fieras y todos los gana¬
dos, | los reptiles y las aladas
aves;
. 11 Los reyes de la tierra y los pue¬
blos todos; | los príncipes y los jueces
de la tierra;
12 Los mancebos y las doncellas, |
los viejos y los niños.
13 Alaben el nombre de Yave, | por¬
que sólo su nombre es sublime, | y su
gloria sobrepasa la tierra y los
cielos.
14 El ha elevado a su pueblo a
tan gran poderío. | Alábele toda la
(i) Siendo todas las cosas obra de Dios,
todas deben formar coro para alabarle.
comunidad de sus santos, | los hijos
de Israel con todo el corazón. | ¡Ale¬
luya!
149.
Canto a Dios y a su pueblo, ejecutor
de sus designios.
1 ¡Aleluya! | Cantad a Yave un
cántico nuevo. | Alabadle en la asam¬
blea de los santos (1).
2 Alégrese Israel en su Hacedor, |
alégrense en su Rey los hijos de
Sión.
3 Canten su nombre entre danzas, |
canten salmos con los tímpanos y la
cítara,
4 Porque se complace Yave en su
pueblo | y da su salvación a los
humildes.
5 Regocíjense los piadosos por su
gloria, | cántenle aun en sus lechos.
6 Tengan siempre en su boca las
glorias de Dios, | y en sus manos
la espada de dos filos,
7 Para tomar venganza de las
gentes | y castigar a los pueblos;
8 Para poner en cepo a sus reyes |
y encadenar con hierros a sus prín¬
cipes,
9 Ejecutando en ellos el juicio es¬
crito. | Gloria será ésta para todos sus
santos. ¡Aleluya!
150.
Doxoloqía final del Salterio.
Canto de alabanza.
1 ¡Aleluya! | Alabad a Dios en su
santuario, j alabadle en el firma¬
mento de su majestad.
2 Alabadle por sus hazañas, | ala¬
badle conforme a la muchedumbre de
su grandeza.
3 Alabadle al son de las trompetas, |
alabadle con el Salterio y la cítara.
4 Alabadle con tímpanos y danzas, |
alabadle con las cuerdas y el órgano.
5 Alabadle con címbalos resonan¬
tes, | alabadle con címbalos de jú¬
bilo.
6 Todo cuanto respira alabe a
Yave. ¡Aleluya!
(i) Pero son los santos en quienes resplan¬
dece más la bondad de Dios; deben ser ellos
quienes principalmente le alaben.
INTRODUCCION A LOS PROVERBIOS
IENCIA popular se llama a la encerrada en los proverbios. Era el Oriente
muy fecundo en esta ciencia, y no es de extrañar que abundase también
entre los hebreos. De Salomón se dice, en ponderación de su sabidur(a y que
pronunció 3.000 parábolas, qué son los proverbios expresados, como es fre¬
cuente y en forma figurada o mediante una comparación, v. gr., « quien a buen
árbol se arrima..., etc. El libro de los Proverbios encierra una rica colección
de s°ntencias expresadas en verso, lo más frecuentemente en dísticos antitéticos,
a fin de poner más de relieve, con el contraste, las dos ideas de la máxima. Los
nueve primeros capítulos sirven de introducción al libro y contienen una apre¬
miante invitación a escuchar la sabiduría y el elogio de ésta. Se destaca entre
estos capítulos el octavo, que habla de la sabiduría de Dios, cooperadora suya
en la creación del mundo , por la que se derramó, en las criaturas todas, de donde
los hombres la pueden sacar, aparte de la especial comunicación y familiaridad
que dice tener con ellos. Sigue luego una larga serie de proverbios, que abarca
los capítulos 10 a 22, que se atribuyen a Salomón.-Después otra serie más corta
que lleva el título «Sentencias de los sabios ». Otra serie de proverbios de Salo¬
món, recogida por los sabios de Ezequías, llena los cinco capítulos siguientes.
Lo que resta puede considerarse como apéndice. Las palabras de Agur, hijo
de Jaque; la exhortación de la madre de Lemuel, y el elogio del ama israelita,
que es un hermoso poema alfabético.
El libro se atribuye a Salomón , aunque ya se ve que no es todo del Rey Sabio,
como se atribuye a David el Salterio, por ser el principal de los salmistas.
También , como la del Salterio, la compilación de los Proverbios, puesto que con¬
tiene bastantes cosas posteriores a Salomón, debe de ser posterior a él, acaso de
la época de Ezequías.
936
PROVERBIOS, 1
PROVERBIOS
Título y fin del libro.
I 1 2 3 1 Sentencias de Salomón, hijo de
David, rey de Israel (1).
2 Para aprender sabiduría y ho¬
nestidad, | para entender sensatos
dichos,
3 Alcanzar disciplina y discreción, |
justicia, probidad y rectitud;
4 Para dar prudencia a los inex¬
pertos, | perspicacia y circunspección
a los jóvenes.
6 Oyéndolos, el sabio crecerá en
doctrina | y el entendido adquirirá
destreza,
6 Para entender las sentencias y
los dichos agudos, | las palabras de los
sabios y sus enigmas.
7 El principio de la sabiduría es el
temor de Yave, | y son necios los
que desprecian la sabiduría y la dis¬
ciplina (2).
Las malas compañías.
8 Escucha, hijo mío, las amones¬
taciones de tu padre, | y no desdeñes
las enseñanzas de tu madre;
9 Porque serán corona de gloria
en tu cabeza | y collar en tu cuello.
10 Hijo mío, si los malos pretenden
seducirte, no consientas.
11 Si te dicen: «Ven con nosotros,
pongamos asechanzas a la vida ajena,
tendamos a placer lazos contra e
justo (3);
12 Traguémoslos vivos, como el se¬
pulcro, | enteros, como los que bajan
al sepulcro;
(1) Según indicamos en la introducción,
los Proverbios se dicen de Salomón por ser el
principal autor, como su padre lo fué de los
salmos.
(2) El temor de Dios es el principio de la
sabiduría, que nos encamina hacia Dios, como
disposición subjetiva que prepara el ánimo para
escuchar, entender y aceptar las enseñanzas de
la sabiduría. Consideremos el orgulloso, que
desprecia a Dios y sus enseñanzas y veremos
cuán mal dispuesto está para entender esta
ciencia mora*, que exige para su inteligencia
la pureza del ánimo.
(3) Desde la primera página se nos ofrece
la lucha del malvado y el justo, que tanto apa¬
rece en el Salterio.
13 Tendremos toda suerte de rique"
zas, | henchiremos nuestras casas de
despojos,
14 Tendrás tu parte como todos
nosotros, | no habrá más que una
bolsa para todos.»
16 No te vayas con ellos, hijo mío, |
ten tus pies muy lejos de sus sendas;
16 Porque corren sus pies al mal, | y
se apresuran a derramar sangre.
17 Pues no en vano se tiende la
red | a los ojos de las aladas aves.
18 C 011 ello acechan a la propia vida |
y traman su propio daño.
19 Ahí lleva siempre la rapacidad: |
Es un vicio que acaba por matar al
que lo tiene.
Exhortación de la sabiduría.
20 La sabiduría está clamando fue¬
ra, alza su voz en las plazas, (1)
21 Clama encima de los muros, | en
las entradas de las puertas de la
ciudad, y va diciendo:
22 ¿Hasta cuándo, simples, ama¬
réis la simpleza, | y petulantes os
complaceréis en la petulancia, | y
, aborreceréis, necios, la disciplina?
23 Volveos a mis requerimientos: |
Yo derramaré sobre vosotros mi es¬
píritu | y os daré a saber mis pa¬
labras.
24 Pues os he llamado y no habéis
atendido, | tendí mis brazos y nadie
se dió por entendido.
26 Antes desechasteis todos mis
consejos | y no accedisteis a mis
requerimientos.
26 También yo me reiré de vuestra
ruina | y inc burlaré cuando venga
sobre vosotros el terror.
27 Cuando sobrevenga como hura¬
cán el terror, | y como torbellino os
sorprenda la ruina.
28 Entonces me llamarán y vo no
responderé; | me buscarán, pero 110
me hallarán,
29 Por haber despreciado la sabi¬
duría | y no haber seguido el temor
de Yave,
(1) Hermosa prosopopeya de la Sabiduría
llamando a todos a sí.
PROVERBIOS, 2, 3
937
80 Y no haberse agradado de mis
consejos | y haber menospreciado mis
requerimientos.
81 Comerán el fruto de sus obras | y
se hartarán de sus consejos;
32 Porque ese desvío llevará a los
simples a la muerte. | y la prosperi¬
dad de los necios los perderá.
33 Pero quien me escuche vivirá
tranquilo, | seguro y sin temor de
mal.
Excelencias de la sabiduría.
2 1 Hijo mío, si aceptas mis pala¬
bras | y guardas dentro de ti mis
mandamientos,
2 Dando atento oído a la sabidu¬
ría | e inclinando tu corazón a la
prudencia,
3 Si invocas a la inteligencia | y a
voces llamas a la prudencia;
4 Si la buscas como se busca la
plata, | cual si excavaras un tesoro,
5 Entonces tendrás el temor de
Yave | y hallarás el conocimiento
de Dios.
6 Porque Yave da la sabiduría | y
con su boca derrama ciencia e inte¬
ligencia.
7 Da salud a los justos | y se hace
escudo de los que proceden rectamente.
8 Defiende el camino de la recti¬
tud | y protege las sendas de sus santos.
9 Entenderás entonces justicia y
juicio | y equidad, en suma, buen
camino.
La sabiduría aparta de malas
compañías.
10 Cuando entre en tu corazón la
sabiduría | y sea dulce a tu alma la
ciencia,
11 Te guardará el consejo | y te
preservará la inteligencia
12 Para librarte de los caminos de
los malos, | de los hombres de per¬
versos razonamientos,
13 Que dejado todo buen camino |
van por sendas tenebrosas,
14 Se gozan en hacer el mal | y se
huelgan en la perversidad del vicio,
16 Siguen caminos tortuosos | y se
extravían en sus andanzas.
16 Te preservará de la mujer ajena, |
de la extraña que halaga con sus
palabras,
17 Que deja al compañero de su
mocedad | y se olvida de la alianza
jurada a su Dios.
18 Su casa lleva a la muerte | V sus
caminos a los que murieron;
19 Cuantos entran no vuelven más, |
ni toman las veredas de la vida.
20 Así seguirás, la recta senda | e
irás por el camino de los justos;
21 Pues los justos habitarán la
tierra | y los rectos permanecerán en
ella;
22 Mas los impíos serán arrancados
de la tierra | y los prevaricadores
serán desarraigados.
Frutos de la honestidad.
3 1 Hijo mío, no te olvides de mis
enseñanzas, | conserva mis pre¬
ceptos en tu corazón;
2 Porque te darán vida larga, | lar¬
gos días de vida y prosperidad.
3 Que no te abandonen jamás la
bondad y la fidelidad, | átatelas al
cuello, escríbelas en tu corazón,
4 Y hallarás favor, buena opinión, |
ante Dios y ante los hombres.
6 Confía en Yave de todo cora¬
zón | y no te apoyes en tu prudencia.
6 En todos tus caminos piensa
en él, | y él allanará todas tus sendas.
7 No te tengas por sabio, | teme a
Dios y evita él mal,
8 Que será sanidad para tu carne | y
tuétano para tus huesos.
9 Honra a Dios de tu hacienda, | de
las primicias de tus frutos,
10 Y estarán llenas tus trojes | y
rebosará de mosto tu lagar.
Excelencias de la sabiduría.
11 No desdeñes, hijo mío, las lec¬
ciones de tu Dios; | no te enoje que
te corrija,
12 Porque al que ama le corrige | y
aflige al hijo que le es más caro.
13 Bienaventurado el que alcanza
la sabiduría | y adquiere inteligencia;
14 Porque es su adquisición mejor
que la de la plata, | y es de más
provecho que el oro.
15 Es más preciosa que las perlas, |
y no hay tesoro que la iguale,
16 Lleva en su diestra la longevi¬
dad, | y en su siniestra la riqueza y
los honores.
17 Sus caminos son caminos delei¬
tosos | y son paz todas sus sendas.
18 Es árbol de vida para quien la
consigue, | quien la abraza es bien¬
aventurado.
938
PROVERBIOS, 4
19 Con la sabiduría fundó Yave la
tierra, | con la inteligencia consolidó
los cielos.
20 Con su ciencia hizo brotar las
fuentes | y destilan los cielos el rocío.
Felicidad del justo.
21 Hijo mío, no la pierdas nunca
de vista, | guarda siempre la pru¬
dencia y el consejo,
22 Que serón vida para tu alma | y
gracia para tu cuello.
23 Entonces irás confiado tu ca¬
mino | y no tropezará tu pie.
24 Cuando te acostares no sentirás
temor, | te acostarás y dormirás dulce
sueño.
25 No tendrás temor de repentinos
pavores | ni de la ruina de los impíos
cuando venga.
26 Porque Yave será tu confianza | y
preservará tu pie de quedar preso.
Atenciones debidas al prójimo.
27 No niegues un beneficio al que
lo necesita, | siempre que en tu
poder este el hacérselo;
28 No le digas al prójimo: «Vete y
vuelve, | mañana te lo daré», si es
que lo tienes.
29 No trames mal alguno contra tu
prójimo | mientras él confía en ti.
30 No pleitees con nadie sin razón, |
si no te ha hecho agravio.
31 No envidies al injusto | ni sigas
sus caminos,
32 Porque el perverso es abominado
de Yave, | que sólo tiene sus intimida¬
des para el justo.
33 En la casa del impío está la mal¬
dición de Yave [ que bendice la mora¬
da del justo.
34 Escarnece a los escarnecedores |
y da su gracia a los humildes;
35 Da honra a los sabios | y reserva
la infamia para los necios.
Lección patermal.
,1 1 Oíd, hijos míos, la doctrina de
un padre, | y atended bien para
aprender prudencia,
8 Porque la doctrina que os enseño
es buena; | no desdeñéis, pues, mis
pn cpn <1 n
8 También fui yo hijo pequeñito
de mi padre, | unigénito bajo la mi¬
rada de mi madre;
4 Y él me enseñaba, dlciéndome: |
pon atención a mis palabras,
5 Pon por obra mis mandatos, no
los descuides | ni te apartes de mis
enseñanzas.
7 Sabiduría ante todo, adquiere la
sabiduría, | procúrate a toda costa
inteligencia,
6 Que no te abandonará y te
guardará; | ámala y ella te custo¬
diará.
8 Tenia en gran estima y ella te
ensalzará | y te honrará si la abra¬
zas.
9 Pondrá en tu cabeza una corona
de gracia, | te entregará una esplén¬
dida diadema.
La recta senda.
10 Oye, hijo mío, y recibe mis I
palabras | y se multiplicarán los años I
de tu vida,
11 Que te enseño el camino de la I
sabiduría | y te encamino por el I
recto sendero.
12 Así cuando anduvieres no se I
enredarán tus pasos, | y aun corricn- 1
do no tropezarás.
13 Retén firmemente la disciplina, I
no la dejes, | guárdala, mira que es I
tu vida.
14 No te metas por las sendas del I
implo, | no vayas por el camino de
los malos.
15 Esquívale, no pases por él, | I
tente apartado de él, pasa de lejos. I
16 Esos no duermen tranquilos sí I
no han hecho el mal, | huye de ellos |
el sueño si no han hecho alguna ruina.
17 Comen el pan de la maldad | y
beben el vino de la violencia.
18 Mas la senda de los justos es
como la luz de la aurora, | que va I
en aumento basta ser pleno día.
19 Al contrario, el camino del implo
es la tinicbla | y no ven donde tro- I
piezan.
20 Hijo mío, atiende a mis pala¬
bras, | inclina tu oído a mis razones, 1
21 No se aparten nunca de tus ojos, | <
guárdalas dentro de tu corazón.
22 Que son vida para quien las
acoge | y sanidad para su carne.
23 Guárdalas en tu corazón con toda |
cautela, l porque son manantial de
vida.
84 Lejos de ti toda falsía de la
PROVERBIOS, 5, 6
939
boca | y aparta de ti toda iniquidad
de los labios.
15 Mira siempre de frente con tus
ojos, | vayan tus párpados derechos
ante tí.
26 Mira bien dónde pones el pie, |
y sean reetos todos tus caminos.
27 No te desvíes a la derecha ni a
la izquierda, | y aparta del mal todos
tus pasos.
Huye de las malas mujeres.
nj 1 Hijo mío, atiende a la sabidu-
9 ría, | da oídos a la inteligencia,
2 Para guardar el consejo | y man¬
tener en tus labios la ciencia.
9 Miel destilan los labios de la
mujer extraña | y es su boca más
suave que el aeeite,
4 Pero su fin es más amargo que el
ajenjo, | punzante como espada de
dos filos (1).
5 Van sus pies derechos a la muer¬
te, | llevan sus pasos al sepulcro.
6 No va por el camino de la vida, |
va errando por el camino sin saber
adónde.
7 Oyeme, pues, hijo mío, | y no te
apartes de las razones de mi boca.
8 Tente siempre lejos de su cami¬
no, | y no te acerques a la puerta de
su casa,
fi Para no dar tu honor a los ex¬
traños | y tus años a un cruel;
10 Para que no disfruten extraños
de tu hacienda, | y vayan tus tra¬
bajos a casa de un extraño,
11 Y al fin tengas que llorar | cuan¬
do veas consumidos tu carne y tu
cuerpo,
12 Y hayas de exclamar: [Ay de
mí, que odié la disciplina | y no di
oídos a los que me adoctrinaban!
13 No escuché la voz de los que
me educaban | y no di oídos a los
que me enseñaban.
14 Por poco no he llegado al extre¬
mo de mis males, | en medio del
consejo de la asamblea.
15 Bebe el agua de tu cisterna, | los
raudales de tu pozo.
16 ¿Quieres derramar fuera tus fuen¬
tes, | por las plazas, las aguas de
tu río?
17 Tenias para ti solo, | no para
(r) La ley condenaba a muerte a los adúl¬
teros, y sin duda que, como ocurre hoy en las
tribus del desierto arábigo, esta ley no dejaba
de cumplirse con todo rigor.
que eontigo las beban los extraños.
18 Bendita tu fuente, | y gózate en
la compañera de tu mocedad,
19 Cierva carísima y graciosa ga¬
cela; | embriáguente siempre sus
amores | y recréente siempre sus
caricias.
20 ¿Para qué andar loeo, hijo mío,
tras la extraña, | y abrazar en tu
seno a una extranjera?
21 Los eaminos del hombre están
a los ojos de Yave, | y él ve todos sus
pasos.
22 El impío queda preso en su pro¬
pia iniquidad | y cogido en el lazo
de su culpa.
23 Morirá por falta de disciplina | y
su gran necedad le perderá.
Evitar los empeños.
(y 1 Hijo mío, si saliste fiador por
tu prójimo, | si has estrechado la
mano del extraño,
2 Si te has ligado con tu palabra |
y te has dejado coger por tu boca,
3 Haz esto, hijo mío, para librarte, |
ya que has caído en manos de tu
prójimo: | Ve sin tardanza y asegú¬
rate de tu amigo,
4 No des sueño a tus ojos, | no des
reposo a tus párpados,
& Ponte a salvo como de la mano
del cazador el corzo, | como el pájaro
del lazo del parancero.
La pereza.
6 Ve, oh perezoso, a la hormiga, |
mira sus caminos y hazte sabio.
7 No tiene capitán, | ni rey, ni
señor,
8 Y se prepara en el verano su man¬
tenimiento, | reúne su comida al
tiempo de la mies. | O ve a la abeja,
y aprende cómo trabaja | y produee
rica labor, I que reyes y simples bus¬
can para sí | y todos apetecen, | y
siendo como es pequeña y flaca, | es
por su sabiduría tenida en mucha
estima (1).
9 ¿Hasta cuándo, perezoso, dormi¬
rás, | cuándo despertarás de tu
sueño?
10 Un poco dormitar, un poco ador¬
mecerse, | un poco mano sobre mano
descansando,
(r) Lo que se dice de la abeja no se lee en
el texto hebreo; lo tomamos de los LXX.
940
PROVERBIOS, 7
11 Y sobreviene como caminante la
miseria | y como pordiosero la indi¬
gencia.
El malo.
12 El hombre malo es digno de
desprecio, | anda en mendacidad de
boca,
13 Hace guiños con los ojos, refrie¬
ga los pies, | habla con los dedos,
14 Tiene el corazón lleno de maldad |
y siembra siempre la discordia.
15 Por eso vendrá sobre él de im¬
proviso la ruina, | y será quebrantado
súbitamente y sin remedio.
Cosas odiosas a Dios.
18 Seis cosas aborrece Ya ve, | y
aun siete abomina su alma (1):
17 Ojos altaneros, lengua menti¬
rosa, | manos que derraman la sangre
inocente,
18 Corazón que trama iniquidades, |
pies que corren presurosos al mal,
19 Testigo falso, que difunde ca¬
lumnias | y enciende rencores entre
hermanos.
Iluyc de la mujer disoluta.
20 Guarda, hijo mío, los mandatos
de tu padre, | y no des de lado las
enseñanzas de tu madre.
21 Ten siempre ligado a ellos tu
corazón, | enlázalos a tu cuello,
23 Porque antorcha es el manda¬
miento y luz la disciplina, | y camino
de vida la corrección del que te en¬
seña.
22 Te servirán de guía en tu ca¬
mino | y velarán por ti cuando dur¬
mieres, | y cuando te despiertes te
hablarán;
24 Para que te guarden de la mala
mujer, | de los halagos de la mujer
ajena (2).
25 No codicies su hermosura en tu
corazón, | no te dejes seducir por sus
miradas;
28 Porque si la prostituta busca un
pedazo de pan, | la casada va a la
caza de una vida preciosa.
(1) Hermosa semencia ésta, que muestra
cuánto aborrece el Señor lo que turba la paz,
contra la cual van todos esos vicios.
(2) Es la segunda vez que se habla del
mismo tema. Indicio de un estado moral poco
lisonjero. Y eso a pesar de las duras sanciones
de la ley.
27 ¿Puede alguno llevar fuego en
su regazo | sin quemarse los vestidos?
28 ¿Quién andará sobre brasas | sin
que se le abrasen los pies?
29 Así el que se acerca a la mujer
ajena, | no saldrá indemne quien la
toca.
30 ¿No es tenido en poco el ladrón,
cuando roba | para saciar su hambre,
si la tiene?
31 Y si es cogido tendrá que pagar
el séptuplo, | de toda la hacienda
de su casa?
32 Pero el adúltero es un mente¬
cato, | sólo quien quiere arruinarse
a sí mismo hace tal cosa.
33 Se hallará con palos e ignomi¬
nia | y su afrenta no se borrará
nunca.
34 Porque los celos del bombre le
ponen furioso | y no perdona el día
de la venganza.
35 No se contentará con una in¬
demnización | y 110 aceptará dones
por grandes que sean.
Los hálanos seductores.
y 1 2 Hijo mío, atiende a mis pala¬
bras | y pon dentro de ti mis
enseñanzas.
2 Guarda mis preceptos y vivi¬
rás, | sea mi ley como la niña de tus
ojos.
3 Atatelos al dedo, | escríbelos en
la tabla de tu corazón.
4 Di a la sabiduría: «Tú eres mi
hermana», | y llama a la inteligencia
tu pariente,
6 Para que te preserven de la
mujer ajena, | de la extraña de lúbri¬
cas palabras.
6 Estaba yo un día en mi casa a
la ventana, | mirando a través de las
celosías,
7 Y vi entre los simples un joven, |
entre los mancebos un falto de juicio,
8 Que pasaba por la calle junto a
la esquina | c iba camino de su casa.
9 Era al atardecer, cuando ya os¬
curecía, | al hacerse de noche, en la
tinicbla.
10 Y he aquí que le sale al encuen¬
tro una mujer | con atavío de ramera
y astuto corazón.
11 Era parlanchína y procaz | y sus
pies no sabían estarse en casa;
12 Ahora en la calle, ahora en la
plaza, | acechando por todas las es¬
quinas.
PROVERBIOS, 8
941
13 Cogióle y le abrazó, | y le dijo I
con toda desvergüenza:
14 «Tenía que ofrecer un sacrifi¬
cio, | y hoy he cumplido ya mis
votos;
16 Por eso te he salido al encuen¬
tro, | iba en busca de ti y ahora te
hallo.
16 He ataviado mi lecho con tapi¬
ces, | con telas de hilo recamado de
Egipto,
17 He perfumado mi cámara | con
mirra, áloe y cinamomo.
18 Ven, embriaguémonos de amo¬
res hasta la mañana, | hartémonos
de caricias,
19 Pues mi marido no está en casa, |
ha salido para un largo viaje;
20 Se ha llevado la bolsa | y no vol¬
verá hasta el plenilunio.»
21 Con la suavidad de sus palabras
le rindió | y con sus halagos le se¬
dujo;
22 Y se fué tras ella entontecido, |
como buey que se lleva al mata-,
dero, | como ciervo cogido en el
lazo,
23 Hasta que una flecha le atra¬
viesa el flanco; | o como pájaro que
se precipita en la red, | sin saber que
le va en ello la vida.
24 Oyeme, pues, hijo mío, | y atien¬
de a las palabras de mi boca.
26 No dejes ir tu corazón por sus
caminos, | no yerres por sus sendas,
26 Porque a muchos ha hecho caer
traspasados | y son muchos los muer¬
tos por ella.
27 Su casa es el camino del sepul¬
cro, | que baja a las profundidades
de la muerte.
Invitación de la sabiduría.
O 1 2 ¿No está ahí clamando la sabi-
** duría | y dando voces la inteli¬
gencia?
2 En los altos cabezos, junto a los
caminos, j en los cruces de las vere¬
das se para;
3 En las puertas, en las entradas
de la ciudad, | en los umbrales de
las casas da voces:
4 A vosotros, mortales, clamo, | y
me dirijo a los hijos de los hombres.
6 Entended, oh simples, la cor¬
dura, | y vosotros, necios, entrad
en la discreción.
6 Escuchad, que voy a deciros
nobles palabras | y abriré mi boca
a sentencias de rectitud.
7 Sí, mi boca dice la verdad | pues
aborrezco los labios inicuos.
8 Todos mis dichos son conforme
a la justicia, | nada hay en ellos de
tortuoso y perverso.
9 Todos son rectos para la persona
inteligente, | y razonables para el
que tiene la sabiduría.
10 Recibid mi enseñanza mejor
que la plata, | y la ciencia mejor que
el oro fino,
11 Pues la sabiduría vale más que
las piedras preciosas, | y cuanto hay
de codiciable no puede comparársele.
Excelencias de la sabiduría.
12 Yo, la sabiduría, tengo conmigo
la discreción, | poseo la ciencia y la
cordura.
13 Temer a Dios es aborrecer el
mal; | la soberbia, la arrogancia, el
mal camino, | la boca perversa, las
detesto.
14 Mío es el consejo y la habilidad, |
mía la inteligencia, mía la fuerza.
16 Por mí reinan los reyes | y los
jueces administran la justicia (1).
16 Por mí mandan los príncipes | y
gobiernan los soberanos de la tierra.
17 Amo a los que me aman | y el
que me busca me hallará.
18 Llevo conmigo.el bienestar y la
honra, | sólidas riquezas y justicia.
19 Mi fruto es mejor que el oro
puro, | mi ganancia mejor que la
plata acrisolada.
20 Voy por las sendas de la justi¬
cia, | por los senderos de la equidad,
21 Para hacer heredar ricamente a
los que me aman | y henchir sus
tes oros.
La sabiduría en la creación.
22 Túvome Yave como principio
de sus acciones, | ya antes de sus
obras, desde entonces (2).
(1) Esto puede entenderse de dos maneras:
que de la Sabiduría les viene el poder de reinar
y administrar justicia, o que por ella tienen
aquellas disposiciones de ánimo que son ne¬
cesarias para gobernar y administrar justicia.
Con frecuencia se entiende en el primer sentido,
confundiendo la Sabiduría con la ley eterna y
natural; pero más bien se debe entender en el
segundo sentido, según lo que se dice en el
versículo 14.
(2) Este hermoso trozo nos explica los orí¬
genes de la Sabiduría. Ella existió con Dios
942
PROVERBIOS, 9, 10
18 Desde los más remotos tiempos
fuí constituida, | desde los orígenes,
antes que la tierra fuese.
14 Antes que los abismos fuí engen¬
drada yo, | antes que fuesen las fuen¬
tes de* abundantes aguas;
25 Antes que los montes fuesen ci¬
mentados, | antes que los collados fuí
yo concebida.
26 Antes que hiciese la tierra ni los
campos, | ni el polvo primero de la
tierra.
27 Cuando fundó los cielos, allí es¬
taba yo, | cuando puso una bóveda
sobre la faz del abismo.
28 Cuando daba consistencia al
cielo en lo alto, | cuando daba fuer¬
za a las fuentes del abismo.
29 Cuando fijó sus términos al mar, |
para que las aguas no traspasasen
su mandato. | Cuando echó los ci¬
mientos de la tierra
80 Estaba yo con él como arqui¬
tecto, | siendo siempre su delicia | so¬
lazándome ante él en todo tiempo;
31 Recreándome en el orbe de la
tierra, | y son mis delicias los Hijos
de los hombres.
32 Oídme, pues, hijos míos; | bien¬
aventurado el que sigue mis caminos.
33 Atended al consejo y sed sa¬
bios, | y no lo menospreciéis.
34 Bienaventurado quien me es¬
cucha | y vela a mi puerta cada día |
y es asiduo en el umbral de mis en¬
tradas.
36 Porque el que me halla a mí
halla la vida | y alcanzará el favor
de Ya ve.
88 Y al contrario, el que me pierde,
a sí mismo se daña, | y el que me
odia ama la muerte.
El banquete <le ln sabiduría.
1 La sabiduría se ha edificado su
casa, | ha labrado sus siete co¬
lumnas (1).
antes de todas las cosas, es decir, que es eterna
como Dios (22, 26); tomó parte en la creación
de las cosas como arquitecto de Dios (27-30),
por cuanto Dios, que todo lo hizo con sabiduría,
se guiaba de ésta. Ella se recrea en contemplar
sus obras y sobre todo en comunicarse a los
hijos de los hombres, a fin de hacerlos sabios
e inteligentes. El prólogo de San Juan y otros
pasajes paralelos de San Pablo son explicacio¬
nes plenas de este texto, al hablarnos del Verbo,
por quien todo fué creado y todo subsiste.
(1) El banquete, tantas veces empleado en .
al Escritura como comparación del reino del I
* Mató sus víctimas y mezcló su
vino | y ha aderezado su mesa..
8 Mandó sus doncellas a Invitar |
desde lo más alto de la ciudad.
4 El que es simple venga acá, | al
que no tiene sentido hablo.
5 Venid y comed mi pan | y bebed
mi vino que para vosotros he mez¬
clado.
8 Dejaos de simplezas y vivid | y
andad por la senda de la inteli¬
gencia.
Consejos.
7 El que corrige al petulante se
acarrea afrenta | y el que reprende
al impío se deshonra.
8 No reprendas al petulante, que
te aborrecerá, | reprende al sabio y
te lo agradecerá.
9 Da consejos al sabio y se hará
más sabio todavía; | enseña al justo
y acrecerá su saber.
10 El principio de la sabiduría es
el temor de Yave, | conocer al santo,
eso es inteligencia.
11 Porque por mí se aumentarán
tus días | y se te añadirán años de
vida.
12 Si eres sabio lo serás para ti, | si
eres petulante tú lo pagarás.
La necedad.
18 La señora necedad es alborota¬
dora, | es ignorante, no sabe nada.
14 Se sienta a la puerta de su
casa, | o en una silla en lo más alto
de la ciudad,
15 Para invitar a los que pasan | y
van su camino.
18 El que es simple vanga acá, | al
que no tiene sentido hablo.
17 Son dulces las aguas hurtadas | y
el pan de tapadillo el más sabroso.
18 Y no se dan cuenta de que allí
está la muerte | y sus invitados
van' a lo profundo del averno.
Las sentencias de Salomón.
t () 1 El hijo sabio es la gloria de
su padre, | el hijo necio la tris¬
teza de su madre.
8 No aprovechan las riquezas mal
ciclo, aquí lo es de la comunicación de la sabi¬
duría, que en sustancia no está lejos de coinci¬
dir con aquél.
PROVERBIOS, II
943
adquiridas, | mas la justicia salva
de la muerte.
8 Ya ve no dejará hambrear al
justo, | pero dejará insaciados los
apetitos del malvado.
4 La mano perezosa empobrece, |
la diligente enriquece.
6 El que en estío recoge es hombre
inteligente, | el que duerme al tiempo
de la siega se deshonra.
0 Bendiciones sobre la cabeza del
justo,
7 La memoria del justo será ben¬
decida, | el nombre del impío será
maldito.
8 El hombre sensato acepta el
mandamiento, | pero r\ lenguaraz lo
resiste.
9 El que anda en rectitud va se¬
guro, j el que va por sendas tortuosas
va a la ruina.
10 El que guiña los ojos acarrea
malaventura, | el que mira franca¬
mente sana.
El hablar del justo.
11 Fuente de vida es la boca del
justo, | pero la boca del malvado
encubre la violencia.
12 El odio enciende contiendas, |
mientras que el amor encubre las
faltas.
I 13 En los labios del prudente se
halla la sabiduría; | para las espaldas
del insensato es la vara.
14 El sabio esconde su ciencia, | la
boca del necio anuncia la ruina.
16 La hacienda del rico es su for¬
taleza, | la indigencia del pobre es
su terror.
10 La ganancia del justo es para
vida, | la del impío se le va en sus
vicios. -
17 Va por senda de vida el que
acepta la corrección, | el que no la
acepta va por camino falso.
18 El de labios mendaces encubre
el odio, | el que esparce la difama¬
ción es un necio.
19 En el mucho charlar no falta el
pecado, | el que refrena sus labios
es sabio.
80 Plata acrisolada es la boca del
justo, | el corazón del impío no vale
nada.
81 Los labios del justo nutren a
muchos, | el necio muere por falta
de entendimiento.
La clielia del virtuoso.
28 La bendición de Dios es lo que
enriquece, | nuestro afán no le añade
nada (1).
23 Hacer el mal es para el necio
cosa de juego, | y lo es para el sen¬
sato ser sabio.
24 Sobre el impío vendrá lo que él
se teme, | mas el justo verá colma¬
dos sus deseos.
25 Como pasa el huracán, deja de
ser el impío, | mas el justo perma¬
nece para siempre.
26 Como el vinagre a los dientes y
el humo a los ojos, | así es el haragán
para quien le manda.
27 El temor de Ya ve alarga la
vida, | mas los años del impío serán
abreviados.
28 Se cumplirá la esperanza del
justo, | pero se desvanecerá la del
impío.
29 El camino de Yave es la forta¬
leza del perfecto, | pero es el terror
de los malhechores.
30 El justo no vacilará jamás, | pero
el impío no durará sobre la tierra.
31 En la boca del justo' florece la
sabiduría, | pero la lengua del impío
será cortada.
32 Los labios del justo están llenos
de gracia, | la boca del impío, de
perversidad.
i 1 1 La balanza falsa es abomina-
1 1 ble a Dios, | mas la pesa cabal
le agrada.
2 Detrás de la soberbia viene la
deshonra, | con la modestia va la
sabiduría.
3 La integridad guía al recto, | la
propia malicia es la ruina del pér¬
fido.
4 De nada sirven las riquezas el
día de la ira, | pero la justicia libra
de la muerte.
6 La justicia del justo le allana el
camino, | el malvado cae por su
misma malicia.
6 La justicia del justo le salva, | los
fraudulentos son cogidos en su mismo
pecado.
7 A la muerte del impío perece su
esperanza, | y la confianza del mal¬
vado queda burlada.
(i) No habrá de tomarse esta sentencia
como una invitación a esperarlo todo, mano
sobre mano, de Dios, sino como una expresión
de la inutilidad de nuestros esfuerzos si Dios
no los bendice.
944
PROVERBIOS, 12
8 El justo es librado de la tribula¬
ción, | pero el impío entra en ella
en vez de él.
El bien público.
9 El impío con su boca arruina al
prójimo, | el justo con su sabiduría
le salva.
10 La prosperidad del justo alegra
a la ciudad, | y cuando perece el
impío hace fiesta.
11 La bendición del justo engran¬
dece a la ciudad, | la boca del impío
la abate.
12 El insensato desprecia al pró¬
jimo, | pero el prudente se calla.
13 El chismoso descubre los secre¬
tos, | el hombre fiel lo encubre todo.
14 Donde no hay gobierno va el
pueblo a la ruina, | tener muchos
consejeros le da la salvación.
16 Andará en ansiedad el que sale
fiador de otro, | el que rehuye la fian¬
za vivirá tranquilo.
16 La mujer prudente es alabada, |
y el ánimoso adquirirá riquezas.
Beneficencia.
17 El misericordioso se hace bien
a sí mismo, | el de corazón duro a sí
mismo se perjudica.
18 El impío hace ganancias vanas, |
el que siembra justicia, ése de verdad
gana.
19 El que sige la justicia va a la
vida, | el que va tras el mal corre a
la muerte.
20 Los de corazón malo son abo¬
minables a Yave, | los de perfectos
caminos le son gratos.
21 Más pronto o más tarde no que¬
dará impune el malvado, | pero la
prole del justo escapará.
22 Anillo de oro en jeta de puer¬
co | es la mujer bella pero sin seso.
23 El deseo del justo se logra, | pero
el impío no puede esperar más que ira.
24 Hay quien derrama y siempre
tiene más, | otro que ahorra más
de lo justo y empobrece.
26 El benéfico se sacia, | y quien
largamente da, largamente tendrá.
26 Al que acapara el trigo le mal¬
dice el pueblo, ¡ sobre la cabeza del
que lo vende caen bendiciones.
27 El que hace prontamente el
bien, bienes se atrae, | al que busca
-1 mal le vendrá el mal.
28 El que en sus riquezas confía,
caerá; | los justos reverdecerán como
follaje.
29 El que perturba su casa cogerá
viento, | y el necio será siervo del
sensato.
30 El fruto del justo es árbol de
vida, I y el sabio roba los corazones.
31 Si el justo tiene en la tierra su
paga, | cuánto más el impío y el
pecador.
12 1 El que ama la corrección ama
la sabiduría, | el que odia la
corrección se embrutece.
2 El bueno alcanza el favor de
Yave | que condena al de mala vida.
3 No se afirma el hombre por la
impiedad, | la raíz del justo no será
arrancada.
4 La mujer fuerte es la corona del
marido, la mala es carcoma de sus
huesos.
6 Los pensamientos del justo son
rectitud, | los consejos del impío,
fraude.
6 Las palabras del impío son para
acechar la sangre, | la boca del justo
la salva.
7 Son trastornados los impíos y de¬
jan de ser, | pero la casa del justo
queda en pie.
8 Cada uno es alabado según su
sabiduría, | pero el de perverso co¬
razón es menospreciado.
9 Mejor está el hombre oscuro que
tiene que comer, | que el presuntuoso
que carece de pan.
10 El justo provee a las necesida¬
des de sus bestias, | pero el corazón
del impío es despiadado.
11 El que labra su campo tendrá
pan a saciedad, I pero el que se va
tras los vagabundos es un insensato.
12 El deseo del impío es una red
de males, | la raíz del justo es fruc¬
tífera.
La lengua.
13 El malvado se enreda en peca¬
dos de lengua, | el justo se libra de
ellos.
14 De los frutos de su boca se sacia
el hombre, | y según él trata, así será
tratado.
16 Al necio le parece derecho su
camino, | el sabio atiende a los con¬
sejos de los sabios.
16 El necio luego al punto descubre
su cólera, | el sensato sabe disimular
una afrenta.
PROVERBIOS, 13
9 4 5
17 El que habla verdad declara lo
justo, | pero el testigo falso lo dis¬
fraza.
18 Hay quien al hablar da tantas
estocadas como palabras, | pero la
lengua del sabio cura las heridas.
18 El labio veraz mantiene siembre
la palabra, | la lengua mentirosa sólo
por un momento.
20 El corazón del que maquina el
mal es fraudulento, | alegre el cora¬
zón de los de buenos consejos.
21 Sobre el justo no vendrá la ad¬
versidad, | mas para los impíos todo
serán males.
22 Los labios mentirosos los abo¬
rrece Yave, | se agrada de los que
proceden sinceramente.
23 El cuerdo encubre su sabiduría, |
el corazón del necio pregona su ne¬
cedad.
Laboriosidad.
24 La mano laboriosa señorea, | la
perezosa se hace tributaria.
25 La angustia del corazón depri¬
me al hombre, | y una palabra buena
le conforta.
26 El justo aventaja a su prójimo, |
el camino del impío le lleva a la
ruina.
27 El indolente no asa su pieza, |
pero el diligente tiene copiosa abun¬
dancia.
28 En el camino de la justicia está
la vida, | el camino .tortuoso lleva a
la muerte.
1 1 El hijo sabio ama la correc-
1 ción, | pero el petulante no es¬
cucha la reprensión.
2 Del fruto de su rectitud gozará el
hombre, | el deseo de los desleales
es la prepotencia.
3 El que guarda su boca guarda
su vida, | el que mucho abre sus
labios busca su ruina.
4 Desea el haragán, pero nada; | mas
el alma del diligente se saciará.
6 Odia el justo toda palabra men¬
tirosa, | pero el impío se deshonra y
se avergüenza.
6 La justicia conserva íntegro al
hombre, | el pecado subvierte al pe¬
cador.
Pobreza y riqueza.
7 Hay quien se las da de rico y
no tiene nada, | y quien teniendo
mucho se hace el pobre.
8 El rico con sus riquezas puede
rescatar la vida, | pero el pobre no
tiene con qué rescatarse.
9 La luz del justo brilla espléndida¬
mente, ( pero la lámpara del impío
se extinguirá.
10 La soberbia sólo contiendas oca¬
siona, | pero es sabio quien toma
consejo.
11 Riqueza hecha de prisa se va; |
el que poco a poco allega, crece.
12 Esperanza que se dilata aflige
el corazón, | deseo satisfecho es árbol
de vida.
Docilidad. 1
13 El que menosprecia el mandato
perecerá por ello, | el que lo respeta
será recompensado.
14 La enseñanza del sabio es fuente
de vida, | para huir los lazos de la
muerte (1).
15 La cortesía concilia gracia, | los
modos de los soberbios son ásperos.
16 El cuerdo todo lo hace con
conocimiento, | el necio va derra¬
mando su necedad.
17 Un mal mensajero precipita en
la desgracia, | el mensajero fiel es
un remedio saludable.
18 Miseria y vergüenza para el que
desdeña la corrección, | mas el que
la guarda será honrado.
19 El deseo cumplido es deleite del
alma, | pero apartarse del mal es
abominación para el necio.
20 Ve con los sabios y te harás
sabio; | al que a necios se allega le
alcanzará la desdicha.
El premio de los justos.
21 Al pecador le persigue la des¬
ventura, | pero el justo será bien
retribuido.
22 El hombre de bien será heredado
por los hijos de sus hijos; | la ha¬
cienda del pecador está reservada
para el justo.
23 Lo que rotura el pobre da pan
en abundancia, | mas por la impie¬
dad se disipa la hacienda.
24 Odia a su hijo el que da paz a
la vara, | el que le ama se apresura
a corregirle.
25 El justo tiene pan a saciedad, |
pero el vientre del impío hambreará.
(i) Vida vale tanto como felicidad, y lo con.
trario significa la muerte.
6 o
946
PROVERBIOS. 14, 15
1 i 1 La mujer prudente edifica la
1 ~ casa, | la necia con sus manos
la destruye.
2 El que anda en rectitud teme a
Yave, | el que va por sendas tortuosas
le desprecia.
3 En la boca del necio está la vara
de la soberbia, | mas los labios del
sabio son su guarda.
4 Sin bueyes el granero está vacío; |
por la fuerza del buey hay pan en
abundancia.
6 El testigo fiel no miente, | el
testigo falso profiere mentiras.
6 Busca el petulante la sabiduría,
pero nada; | mas para el prudente es
fácil la sabiduría.
7 Apártate del necio, | en quien
no hallarás labios de ciencia.
8 La ciencia del cuerdo está en
conocer su camino, | al necio le en¬
gaña su necedad.
9 El necio desprecia la expiación, |
entre los justos habita la bendición.
10 El corazón que conoce la amar¬
gura, | en sus alegrías no se enso¬
berbece.
11 La casa del malvado será aso¬
lada, | la tienda del justo florecerá.
12 Hay caminos que nos parecen
derechos, | pero acaban al fin en la
muerte.
13 Aun en la risa hay aflicción de
corazón, | y a la alegría sucede la
congoja.
14 El insensato tendrá el fruto de
sus obras, | y de él gozará también
el hombre bueno.
Prudencia.
16 El simple todo lo cree, | el pru¬
dente pone atención a sus respuestas.
16 El sabio es santo y se aparta del
mal, | el necio se deja llevar a él
fácilmente.
17 El que presto se enoja hará
locuras, | pero el hombre reflexivo
no se impacienta.
18 El necio a su necedad se atiene, |
mientras que el sabio se corona de
sabiduría.
13 Los malos se inclinarán delante
de los buenos, | y los impíos ante la
puerta del justo.
20 Aun a los parientes es odioso
el pobre, | pero el rico tiene muchos
amigos.
21 El que desprecia a su prójimo
peca; | bienaventurado el que tiene
misericordia de los pobres.
13 ¿No yerra el que maquina el
mal? | Pero el que obra el bien
tendrá misericordia y fidelidad.
23 En toda labor hay fruto, | pero
la charlatanería empobrece.
24 La cordura del sabio es su co¬
rona, | la necedad es el collar de los
necios.
25 Salva las vidas el testigo veraz, |
pero el que profiere mentiras es un
asesino.
Itclirjióii j Estado.
20 El temor de Yave es la confianza
del fuerte, | y sus hijos en él hallarán
refugio.
27 El temor de Yave es fuente de
vida, | que aleja de los lazos de la
m uertc.
28 El pueblo numeroso es el or¬
gullo del rey, | en la falta de pueblo
está la ruina del príncipe.
29 Es tardo a la ira el prudente, | el
pronto a la ira hará muchas locuras.
30 El corazón apacible es vida del
cuerpo | y la envidia es la carie de
los huesos.
31 El que maltrata al pobre injuria
a su Hacedor, | el que tiene piedad
del pobre le lloara.
32 El impío es arrastrado en su
maldad, | el justo hallará refugio en
su inocencia.
33 En el corazón del cuerdo reposa
la sabiduría, | y se hace sentir aun
entre necios.
34 La justicia engrandece a la
nación, | el pecado es la decadencia
de los pueblos.
36 Ai ministro inteligente da el
rey su favor, | al inepto, su desprecio.
I>a mansedumbre.
1 * 1 Una respuesta blanda aquieta
** la ira, | una palabra áspera en¬
ciende la cólera.
2 La lengua del sabio hace esti¬
mable la doctrina, | la boca del necio
no dice más que sandeces.
3 Los ojos de Yave están en todas
partes, | observando a ios malos y
a los buenos.
4 La lengua blanda es árbol de
vida, | la áspera hiere el corazón.
6 El insensato desprecia la correc¬
ción paterna, 1 obra prudentemente
el que la atiende.
0 En la casa dei justo reina la
abundancia, | en las rentas del impío
la turbación.
PROVERBIOS, 16
947
7 Los labios del sabio derraman
sabiduría, | el eorazón del necio es
tortuoso.
8 Yave abomina el sacrificio del
impío | y se agrada de la oración del
justo.
9 Aborrece Yave el camino del
impío, | pero ama al que sigue la
justicia.
10 Molesta la corrección al que va
por mal camino, | pero el que aborrece
la corrección morirá.
11 Están delante de Yave el sepul¬
cro y el Averno, | cuanto más los
corazones de los hombres.
12 El petulante no quiere que le
corrijan, | por eso no va con los
sabios.
La felicidad.
13 Corazón alegre haee buena cara, |
pero la pena del corazón abate el
alma.
14 El corazón prudente busca la
sabiduría, | pero la boca del necio
se complace en la necedad.
16 Los días del pobre todos son
tristes, | pero la alegría del corazón
es un perenne banquete.
18 M?jor es poco en el temor de
Yave, | que muchos tesoros en la tur¬
bación.
17 Mejor comer legumbres donde
hay amor, | que comer buey cebado
donde hay odio.
18 El iracundo promueve contien¬
das, | el que tarde se enoja aplaea
las reneillas.
19 El camino del perezoso es seto
de espinas, | el sendero de los rectos
es llano.
20 El hijo sabio es la gloria de su
padre, | el necio la vergüenza de su
madre.
21 Al falto de sentido le agrada la
necedad, | pero el hombre prudente
endereza sus caminos.
22 Frústranse los planes donde no
hay consejo, | pero se logran por el
eonsejo de muchos.
23 Gusta saber qué responder, | y la
palabra dicha a tiempo, ]cuánto bien
hace!
24 El inteligente va hacia arriba
por el camino de la vida, | para
apartarse del sepulcro abajo.
Odiosos y caros a Oios.
26 Asóla Yave la casa del soberbio |
y afirma los linderos de la viuda.
26 Son abominables a Yave los
pensamientos del malo | y le son
gratas las palabras limpias.
27 Perturba su casa el codicioso, |
pero el que aborrece las dádivas vi¬
virá.
28 El eorazón del justo medita la
respuesta, | pero la boca del impío
echa fuera su maldad.
29 Lejos de los impíos está Yave, |
mas oye la oración del justo.
80 Rostro radiante alegra corazo¬
nes, | y una buena nueva conforta
los huesos.
31 Oreja que escucha la corrección
saludable | tendrá su puesto entre
los sabios.
32 El que tiene en poco la correc¬
ción menosprecia su alma, | el que
la escucha adquiere entendimiento.
33 El temor de Yave es enseñanza
de sabiduría, | y a la honra precede
la sumisión.
La providencia.
1 Del hombre es preparar la
a * mente, | pero es Yave quien da
la respuesta de la lengua.
2 Al hombre le parecen buenos todos
sus caminos, | pero es Yave quien
pesa las almas.
8 Encomienda a Yave todos tus
afanes, | y se te lograrán tus pensa¬
mientos.
4 Todo lo ha hecho Yave para sus
fines, | aun al impío para el día malo.
6 Aborrece Yave al de altivo cora¬
zón, | pronto o tarde no quedará sin
castigo.
6 Con misericordia y verdad se re¬
para el pecado, | con el temor de
Yave se aparta el hombre del mal.
7 Cuando los caminos del hombre
son gratos a Yave, | aun a sus mismos
enemigos se los reconcilia.
8 Mejor es poco en justicia | que
muchas rentas en injusticia.
9 Traza el corazón del hombre sus
caminos, | pero es Yave quien di¬
rige sus pasos.
El rey.
10 Un oráculo son los labios del
rey; | no falle, pues, el juicio de su
boca.
11 Peso justo y balanza justa son
de Yave | y obra suya son las pesas
de la bolsa.
948
PROVERBIOS, 17
12 Abominable es que los reyes
hagan impiedad, | pues por la justi¬
cia se afirman los tronos.
13 Agradan al rey los labios vera¬
ces | y ama al que habla rectamente.
14 La cólera del rey es heraldo de
la muerte, | el hombre sabio la
evitará.
15 En la alegría del rostro del rey
está la vida, | su favor es como nube
preñada de lluvia primaveral.
Sabiduría y modestia.
16 Mejor adquirir sabiduría que ad¬
quirir oro, | tener inteligencia vale
más que tener plata.
17 El camino derecho es apartarse
del mal, | guarda su alma el que
guarda su camino.
18 La soberbia es heraldo de la
ruina, | y la altivez de corazón, de
la caída.
19 Mejor es humillar el corazón con
los humildes | que partir con los so¬
berbios los despojos.
20 El que pone atención a la pala¬
bra hallará el bien, | y quien confía
en Yave es bienaventurado.
21 El sabio de corazón es tenido
por sensato. | y la blandura de los
labios hace eficaz la doctrina.
22 Fuente de vida es la sabiduría
para el que la tiene, | y es castigo
del necio la necedad.
«
El don de la palabra.
23 El corazón del sabio hace di¬
serta su boca | y con sus labios ava¬
lora la doctrina.
24 Panal de miel son sus suaves
sentencias, | dulzura del alma y me¬
dicina de los huesos.
25 Hay caminos que al hombre le
parecen derechos, [ pero a su fin
son caminos de muerte.
26 El que trabaja, para sí trabaja, |
y su boca le estimula.
27 El impío se cava la fosa | y hay
en sus labios como llama de fuego.
28 El perverso excita contiendas | y
el chismoso aparta a los amigos.
29 El hombre malo lisonjea a su
prójimo | y le lleva por caminos no
buenos.
30 El que hace guiños con los ojos
maquina engaños, | y el que aprieta
los labios ha hecho ya el mal.
31 Gloriosa corona es la canicie | y
se halla en el camino de la jus¬
ticia.
32 Mejor que el fuerte es el pa¬
ciente, | y el que sabe dominarse vale
más que el que expugna una ciudad.
33 En el seno se echan las suertes, |
pero es Yave quien da la decisión.
Ibxtdnu con o! pró'imo.
I ^r 1 Mejor es un pedazo de pan
* seco en paz | que la casa llena
de carne de víctimas y de contiendas.
2 El siervo inteligente se, impondrá
al hijo deshonroso | y heredará con
los hermanos.
3 El crisol para la plata, la horna¬
za para el oro, | mas los corazones
los prueba Yave.
4 El malo escucha al maldiciente |
y el mentiroso da oídos a la lengua
mordaz.
5 El que insulta al pobre insulta
a su Hacedor, j y el que se goza
del mal ajeno no quedará impune.
6 Corona del anciano son los hijos
y los nietos, | y los hijos honra de
los padres.
7 No está bien al necio la grandilo¬
cuencia, | cuanto menos al príncipe
la mentira.
8 Piedra de encanto es el cohecho
para el que lo recibe, | a. dondequiera
que se vuelva cree tener buen suceso.
9 El que quiere amistad encubre
las faltas, | el que las descubre se
enajena el amigo.
10 Más efecto le hace al sensato un
reproche | que cien azotes al necio.
11 El malvado no busca más que
hacer mal, | mas recibirá un cruel
mensaje.
12 Mejor es dar con una osa a quien
han arrebatado la cría, | que con un
necio en el frenesí de su necedad.
13 El que devuelve mal por bien | no
verá alejarse la desventura de su casa.
14 Comenzar la pendencia es dar
suelta a las aguas, | deja la porfía
antes que se enmarañe.
La justicio.
16 Quien absuelve al reo y quien
condena al inocente, | ambos son
abominables a Yave.
16 ¿De qué le sirve al necio el precio
con que comprar la sabiduría | si no
tiene juicio?
17 El amigo amo en to lo tiempo, |
949
PROVERBIOS, 18, 19
es un hermano para el día de la
desventura.
18 Es necio el que estrecha la mano |
empeñándose por otro.
19 Ama el delito quien ama las
riñas, | el que abre demasiado la
puerta busca su ruina.
20 El de perverso corazón no halla¬
rá bien, | y la lengua mendaz incu¬
rrirá en el mal.
21 El que engendra a un necio para
su mal le engendra, | el padre del
necio no gozará alegría.
22 Corazón alegre hace buen cuer¬
po, | la tristeza seca los huesos.
23 El inicuo acepta dádivas | para
torcer el derecho.
24 El cuerdo tiene ante los ojos la
sabiduría, | los ojos del necio se van
hasta los confines de la tierra.
25 El hijo necio es el tormento de
su padre | y la amargura de la que
le engendró.
26 No está bien multar al que tiene
la razón, | pero menos aún castigar
a gente honrada contra justicia.
Sabiduría práctica.
1 27 Es parco en palabras quien tiene
a sabiduría, | y el hombre sensato
es de sangre fría.
28 Aun el necio, si calla, pasará por
sabio, | y por prudente si cierra sus
labios.
1 Busca pretextos el que se des-
1 ** vía, [ y por cualquier cosa pleitea.
2 Al necio no le agrada la pru¬
dencia, | sino sólo propalar sus nece¬
dades.
8 Con la impiedad viene la des¬
honra, | y con la deshonra la ver¬
güenza.
4 Aguas profundas son las palabras
del hombre, | arroyo surtidor la
fuente de la sabiduría.
6 No está bien tener acepción del
rostro del impío, | para perjudicar
al justo en la sentencia.
Hablar necio.
6 Los labios del necio mueven con¬
tiendas | y su boca provoca litigios.
7 La boca del necio es su ruina | y
sus labios lazo para su vida.
8 Las palabras del chismoso pa¬
recen dulces | y llegan hasta lo más
hondo de las entrañas.
9 El que es negligente en su labor |
es hermano del derrochador.
10 Torre fuerte es el nombre de
Yave, | a ella se acogerá el justo y
estará seguro.
11 La riqueza es para el rico fuerte
ciudadela, | le parece una alta muralla.
12 Antes de la caída se exalta el
corazón del hombre, | y a la gloria
precede la humillación.
13 El que antes de haber escuchado
responde | es tenido por fatuo para
oprobio suyo.
14 El ánimo del hombre le sostiene
en su aflicción, | pero ¿quién sosten¬
drá al ánimo abatido?
15 El corazón del sensato adquiere
sabiduría, | y la oreja del sabio busca
la enseñanza.
Tribunales y pleitos.
16 Las dádivas abren camino al
hombre | y le dan entrada entre 'los
grandes.
17 Parece tener razón el que pri¬
mero presenta su causa, | pero viene
su adversario y le descubre.
18 La suerte pone fin a los pleitos | y
decide entre los grandes.
19 Hermano ofendido es más que
ciudad fuerte, | y el litigio con ellos
es como los cerrojos de una fortaleza.
20 Cada uno llena el vientre de
los frutos de su boca, | y se sacia del
fruto de sus labios.
21 La muerte y la vida están en
poder de la lengua; | cual sea el uso
que de ella hagas, tal será el fruto.
22 El que halla una buena mujer
halla un tesoro, | ha recibido un gran
favor de Yave.
23 El pobre habla suplicante, | el
rico responde duramente.
El verdadero amigo.
24 Hay amigos que sólo son para
hacer compañía, | pero los hay más
afectos que un hermano.
a q 1 Mejor es el pobre que anda
1 * en sencillez de corazón | que el
de labios perversos y fatuo.
2 Ya el carecer de reflexión no es
cosa buena, | pero el que además es
precipitado en su obrar, la yerra.
3 La necedad del hombre tuerce
sus caminos | y luego le echa la culpa
a Yave.
950
PROVERBIOS, 20
4 La riqueza allega muchos ami¬
gos, | pero al pobre sus amigos le
abandonan.
8 Testigo falso no quedará sin cas¬
tigo, | y el que esparce la mentira
no escapará.
6 Al dadivoso le hacen muchos la
rueda, | todos son amigos del muní¬
fico.
7 Al pobre aun sus hermanos le
aborrecen, | [cuánto más le dejarán
los amigosl | El que cultiva dema¬
siadas amistades lo pagará, | como
el que corre tras lo que no está a
su alcance.
El prudente y el necio.
8 El que adquiere inteligencia se
hace bien a sí mismo; | el que guarda
el entendimiento hallará bien.
9 El testigo falso no quedará im¬
pune, | y el que esparce la mentira
perecerá.
10 No están bien al necio los de¬
leites, | cuanto menos a un esclavo
mandar a los príncipes.
11 La cordura del hombre detiene
su cólera, | y es honroso disimular
una ofensa.
12 Rugido de león es la ira del
rey, | y su favor es como rocío sobre
la hierba.
13 El hijo necio es el tormento de
su padre, | y gotera continua la mujer
quisquillosa.
14 Casa y hacienda vienen de los
padres por herencia, | pero una mujer
prudente es don de Yave.
15 La pereza trae el sueño | y el
haragán hambreará.
El temor de Dios.
18 El que guarda la ley a sí mismo
se guarda, | el que menosprecia sus
caminos morirá.
17 A Yave presta el que da al po¬
bre, | él le dará su recompensa.
18 Castiga a tu hijo, que siempre
hay esperanza, | pero no te excites
hasta destruirle.
19 El que mucho se aíra pagará la
pena, | y más aún si guarda rencor.
20 Escucha el consejo y acoge la
corrección, | para que seas sabio en
lo futuro.
21 Muchos proyectos hay en la
mente del hombre, | pero es el con¬
sejo de Yave el que permanece.
28 La misericordia es al hombre
provechosa, | y mejor es ser pobre
que mentiroso.
23 El temor de Yave lleva a la
vida, | el que de él está lleno no será
visitado por la desventura.
Corrección y holgazanería.
24 Mete el perezoso su mano en el
seno, | ni para llevarla a la boca la
sacará.
28 Castiga al petulante y se hará
cuerdo el necio, | reprende al sensato
y ganará en saber.
28 El que maltrata a su padre y
ahuyenta a su madre | es un hijo
infame y deshonroso.
27 No des oídos, hijo mío, al re¬
sentimiento, | que te desviaría de
los dictámenes de la prudencia.
28 El testigo falso se burla de la
justicia | y la boca del impío se
traga la iniquidad.
29 Los castigos son para los petu¬
lantes | y los azotes para las espaldas
de los necios.
OA 1 El vino es petulante y los
licores alborotadores, | el que
por; ellos va haciendo eses no hará
cosa buena.
2 La cólera del rey es el rugido
de un cachorro de león, | el que la
provoca peca contra su vida.
8 Es honor para el hombre esquivar
las contiendas, | el insensato se mete
en ellas.
4 El perezoso no ara en invierno; |
va luego en busca de la cosecha, y
nada.
8 Aguas profundas son los pensa¬
mientos del hombre, | pero el cuerdo
sabe sacarlas fuera.
6 Muchos son los que a porfía se
dan por amigos | pero ¿quién hallará
el amigo fiel?
ncctitud.
7 El justo que anda por caminos
derechos, | bienaventurados sus hijos
después de él.
8 El rey sentado en su trblunal | con
su mirar disipa el mal.
9 ¿Quién puede decir: He limpiado
mi corazón, I estoy limpio de pecado?
10 Peso falso y falsa medida | son
abominables a Yave.
11 Aun el niño da a conocer por
PROVERBIOS, 21
951
sus acciones | si su obra será recta
y justa.
13 El oído que oye y el ojo que ve |
son ambos obra de Yave.
13 No ames el sueño porque no te
empobrezcas, | abre el ojo y tendrás
pan en abundancia.
14 «Malo, malo», dice el que com¬
pra, | mas en apartándose, se alaba.
lá Hay oro, liay piedras precio¬
sas, | los labios del sabio son vaso
precioso.
Buenas y malas adquisiciones.
16 Quítale la ropa al que salió fia¬
dor por un extraño, | y retén la
prenda del que a extraños fió.
17 Es sabroso al hombre el pan
mal adquirido, | pero después se halla
la boca llena de cascajo.
13 Asegura tus designios con el
consejo | y haz la guerra con mucha
reflexión.
19 El chismoso no tiene secretos, | no
te entrometas con el suelto de lengua.
20 El que maldice a su padre o a
su madre | verá extinguirse su lám¬
para en oscuridad tenebrosa.
21 Lo de pronto y aprisa adquiri¬
do | no será después bendecido,
22 No digas: devolveré mal por mal; |
confía en Yave, que él te salvará.
23 Peso falso es abominable a
Yave | y falsa balanza no está
bien.
24 De Yave son los pasos del
hombre. | ¿Qué puede saber el hom¬
bre de sus propios destinos?
25 Lazo es al hombre decir luego:
«consagrado», | y andar después pes¬
quisando sobre el voto.
licy y jjobierno.
26 El rey sabio disipa a los impíos |
y hace tornar sobre ellos la rueda.
27 Candela de Yave es el espíritu
del hombre | que escudriña los es¬
condrijos de las entrañas.
28 Bondad y fidelidad guardan al
rey, | y la clemencia sostiene los
tronos.
29 La fortaleza es la gloria de los
jóvenes; | el armamento de los an¬
cianos, la canicie.
30 Las señales del azote son medi¬
cina contra el mal | y sus llagas
llegan a lo más hondo del corazón.
9^1 1 El corazón del rey es arroyo
de aguas en mano de Yave, | y
él las dirige a donde le place.
2 Al hombre siempre le parecen
buenos sus caminos, | pero es Yave
quien pesa los corazones.
3 Haz justicia y juicio: | es más
grato a Yave que el sacrificio.
4 Ojos altivos, corazón soberbio, |
luz de los impíos, son pecado.
6 Los designios del diligente
prosperan, | mas para el precipitado
todo son pérdidas.
Malicia inútil.
3 Allegar tesoros con lengua men¬
tirosa | es desatentada vanidad y
lazo mortal.
7 La rapiña del impío será su des¬
trucción, | por no haber querido nacer
justicia.
8 El camino del perverso es tor¬
tuoso y desviado, | pero el del justo
es derecho.
0 Mejor es vivir en un rincón del
desván | que en cómoda casa con
mujer quisquillosa.
10 El alma del impío desea hacer
el mal, | no perdona ni a su amigo.
11 Por el castigo del petulante
aprende el inexperto, | el sabio de la
corrección saca ciencia.
12 El justo ve la casa del impío | y
cómo son trastornados por la des¬
ventura.
Caridad y justicia.
13 El que cierra sus oídos al clamor
del pobre, | tampoco cuando él clame
hallará respuesta.
14 El presente en secreto aplaca el
furor |. y el don en el seno la fuerte
ira.
15 Alegra al justo que se haga jus¬
ticia, | pero al malhechor le aterra.
16 El que se aparta del camino de
la sabiduría | vendrá a parar en la
compañía de los muertos.
17 Vendrá a parar en la miseria
el que ama los deleites, | y el que
ama el, vino y los perfumes no se
enriquecerá.
18 El rescate del justo es el impío |
el de los rectos el prevaricador.
19 Mejor es vivir en un desierto | que
con mujer rencillosa e iracunda.
10 Codiciable y pingüe tesoro hay
952
PROVERBIOS, 22, 23
en la casa del justo, | pero el necio
lo disipa.
21 El que hace justicia y miseri¬
cordia | hallará vida y honor.
22 El sabio expugna la ciudad
fuerte | y destruye la fuerza en que
se apoya.
23 El que guarda su boca y su
lengua | se preserva de la angustia.
24 Soberbio y presuntuoso | es el
que obra con orgullosa saña.
25 Los, deseos matan al haragán, |
porque sus manos no quieren tra¬
bajar.
26 Hay quien está siempre codi¬
ciando, | pero el justo da con lar¬
gueza.
27 Abominable es el sacrificio, del
impío, | sobre todo si lo ofrece con
mala intención.
28 El testigo falso perecerá, | el
hombre verdadero mantiene su pa¬
labra.
29 El impío hace cara dura, | pero
el justo conoce los caminos de aquél.
El poder de Dios.
30 No hay sabiduría, no hay cor¬
dura, | no hay consejo contra Yave.
31 Apréstase el caballo para el día
del combate, | pero la victoria es de
Yave.
22 1 Más que las riquezas vale el
buen nombre, | más que la plata
y el oro la buena gracia.
2 El rico y el pobre se encuentran, |
pero al uno y al otro los hizo Yave.
3 El cuerdo ve el peligro y se es¬
conde, | pero el necio sigue adelante
y la paga.
4 Riquezas, honra y vida, | son
premio de la humildad y del temor de
Yave.
6 Espinas y lazos hay en el camino
del impío, | el que guarda su alma
se aleja de él.
6 Instruye al niño en su camino, |
que aún de viejo no se apartará de él.
7 El rico señorea sobre el pobre | y
el que toma prestado es siervo del
que le presta.
8 El que siembra iniquidad cosecha
desventura | y todos sus afanes son
vanos.
9 El hombre generoso es bendecido, |
porque da al pobre de su pan.
10 Arroja al petulante y se acabará
la contienda, j y cesará el pleito y
la afrenta.
11 Ama Yave a los de puro cora¬
zón, | y agrada al rey la gracia en el
decir.
12 Los ojos de Yave protegen al
justo | y trastornan los planes de
los perversos.
13 Dice el perezoso: Fuera hay un
león | que me mataría en medio del
camino.
14 Sima profunda es la boca de
la extraña, | aquel que es odioso a
Yave cae en ella.
15 La necedad se esconde en el
corazón del niño, | la vara de la
corrección la hace salir de él.
16 Oprimir al pobre es para prove¬
cho suyo, | dar al rico es tirarlo.
Sentencias de los sabios.
17 Da oído y escucha las palabras
del sabio, | y aplica tu corazón a la
enseñanza,
18 Pues te será dulce conservarla en
tu pecho | y tenerla pronta en tus
labios.
19 Para que pongas en Yave tu
confianza | te señalo yo hoy sus ca¬
minos.
20 ¿No te he escrito ya ayer | y
anteayer para darte consejo y ense¬
ñanzas?
21 Palabras sinceras para enseñarte
la verdad, | para que sepas responder
a quien te pregunte?
22 No robes al pobre, porque es
pobre, | ni quebrantes en las puertas
al desvalido.
23 Porque Yave defenderá su causa |
y despojará a los que le despojan.
24 No te acompañes del iracundo |
ni te vayas con el colérico,
26 Para que no aprendas sus ma¬
neras | y no pongas lazos a tu vida.
26 No seas de los que dan la mano |
y salen fiadores de un deudor;
27 De otro modo, si no tienes con
qué pagar | te quitarán de debajo de
ti la cama.
28 No traslades los linderos anti¬
guos I que pusieron tus padres.
29 ¿Has visto a uno solícito en sus
cosas?, | pues ante los reyes estará,
no quedará entre la gente oscura.
A la mesa.
23 1 Cuando te sientes a la mesa
de un señor, | mira bien a
quién tienes delante,
PROVERBIOS, 24
953
2 Y pon un cuchillo a tu garganta |
si sientes mucho apetito.
8 No codicies sus manjares delica¬
dos, | porque es pan engañoso.
4 No te empeñes en hacerte rico | y 1
pon coto a tus maquinaciones.
5 Pones en ello tus ojos y desapare-
ce luego, | pues luego toma el vuelo |
como vuela el águila y se remonta
al cielo.
6 No comas con el avaro | ni codicies
sus manjares,
7 Porque él no piensa más que
en sí. | «Come y bebe» te dirá, | pero
su corazón no está contigo.
8 Y vomitarás el bocado que co¬
miste | y habrás perdido tus blandas
palabras.
9 No hables a oídos del necio, | que
despreciará tus sensatas razones.
10 No traslades los antiguos lin¬
deros | ni te metas en la heredad
de los huérfanos,
11 Porque su defensor es el fuerte, |
que sentenciará por ellos contra ti.
Docilidad.
12 Aplica tu corazón a la ense¬
ñanza | y tus oídos a las palabras de
los sabios.
13 No ahorres a tu hijo la correc¬
ción, | que porque le castigues con
la vara, no morirá.
14 Hiriéndole con la vara | librarás
su alma del sepulcro.
15 Hijo mío, si tú fueres sabio, |
también se alegrará mi corazón,
16 Y se alegrarán mis entrañas | si
tus labios hablasen cosas rectas.
17 No envidies a los pecadores, |
antes persevera siempre en el temor
de Ya ve;
18 Porque ciertamente tendrás un
porvenir | y no verás defraudada tu
esperanza.
19 Oyeme, hijo mío, y sé sabio | y
endereza tu corazón por buen camino.
20 No te vayas con los bebedores
de vino | ni con los comedores de
carne,
21 Porque el bebedor y el comilón
empobrecerán | y el sueño hará vestir
vestidos rotos.
22 Escucha a tu padre, al que te
engendró, | y cuando envejeciere tu
madre no la desprecies.
23 Compra verdad y no la vendas, |
sabiduría, enseñanza e inteligencia.
24 Mucho se alegrará el padre del
justo, | y el que engendró a un sabio
se gozará en él.
26 Alégrense, pues, tu padre y tu
madre, | y gócese la que te engendró.
26 Dame, hijo mío, tu corazón | y
pon tus ojos en mis caminos.
27 Sima profunda es la ramera | y
pozo estrecho la extraña.
28 También ella, como el ladrón,
está al acecho | y multiplica entre
los hombres los prevaricadores.
El borracho.
29 ¿A quién los ayes, a quién los
lamentos, | a quién las contiendas, a
quién las quejas, | a quién los palos
por nada, a quién los ojos hinchados?
30 A quien se para mucho ante el
vino | a los que se van en busca de
la mixtura.
31 No mires mucho al vino cuando
rojea | y cuando espuma en el vaso:
32 Entrase suavemente, pero al fin
muerde como sierpe | y pica como
áspid.
33 Y tus ojos verán cosas extrañas |
y hablarás sin concierto;
34 Te parecerá estar acostado en
medio del mar | y estar durmiendo
en la copa de un árbol.
35 «Me han pegado y no me ha
dolido, | me han pisoteado y no lo
he sentido, | cuando me despierte
volveré a buscarlo.»
^ * 1 No tengas envidia del mal-
vado | ni desees ponerte en su
lugar.
2 Porque su corazón maquina la
ruina | y sus labios no hablan más
que para dañar.
3 Con la sabiduría se edifica la
casa I y con la prudencia se afirma,
4 Con la ciencia se hinchen sus
cámaras | de todo lo más preciado y
deleitoso.
5 Hace más el sabio que el valien¬
te, | el hombre de ciencia más que el
fuerte;
6 Porque con estratagemas se hace
la guerra, | y la victoria está en la
muchedumbre de los consejeros.
7 Demasiado sublime es para el
necio la sabiduría, | no abrirá su
boca en las puertas.
8 El que maquina el mal | será
llamado hombre de malos pensa¬
mientos.
9 El pensamiento del necio es el
954
PROVERBIOS, 25
ecado, | y es abominable a los
ombres el petulante.
10 Si eres flojo en el tiempo bueno |
¿qué fuerza tendrás el día de la des¬
ventura?
Deberes para con el prójimo.
11 Libra al que es llevado a la
muerte; | al que está en peligro de
muerte, sálvale.
12 Que si luego dijeres: «No lo
sabían, | ¿no lo sabrá el que pesa
los corazones? | Bien lo sabe el que
vela por tu vida | y dará a cada uno
según su merecido.
13 Come miel, hijo mío, que es
buena, | y el panal es muy dulce al
paladar.
14 Así es, sábelo, la sabiduría para
tu alma; | si la adquieres tendrás
buen porvenir | y tu esperanza no
quedará incumplida.
15 No aceches, ¡oh impíol, la mo¬
rada del justo, | no saquees su casa.
16 Porque el justo, aunque siete
veces caiga, se lcvanla, | pero el impío
sucumbirá en la desventura.
17 No te goces de la ruina de tu
enemigo, | no se alegre tu corazón
al verle sucumbir.
18 No lo vea Dios y se desagrade |
y aparte de sobre él su ira.
19 No te entrometas con los per¬
versos, | no tengas envidia del impío,
20 Porque el impío no tendrá buen
fin | y la lámpara del malvado será
apagada.
21 Teme, hijo mío, a Ya ve y al
rey, | y no te unas a los veleidosos;
22 Porque de improviso viene sobre
ellos la perdición | y el disfavor de
entrambos, ¿quién puede soportarlo?
25 También éstas son sentencias
de los sabios:
No está bien tener acepción de
personas en el juicio.
24 Al que dice al culpable: «Tú tie¬
nes la razón», | le detesta el pueblo
y le maldicen las gentes;
25 Pero al que rectamente juzga,
todo le va bien | y sobre él desciende
fausta bendición.
28 Da un beso en los labios | quien
da una buena respuesta.
27 Dispón tu obra de fuera y pre¬
páratela en el campo, | y luego mé¬
tela en casa.
28 No testifiques de ligero contra
el prójimo; | ¿quieres acaso engaña-
con tus labios?
29 No digas: «Como me ha tratado
a mí le trataré yo a él | y le daré lo
que se merece.»
El perezoso.
30 Pasé junto al campo del pere¬
zoso | y junto a la viña del insen¬
sato,
31 Y todo eran cardos y ortigas
que habían cubierto su haz, | y su
albarrada estaba destruida.
32 A su vista me puse a reflexionar, |
aquello fué para mí una lección.
33 Un poco dormir, un poco cabe¬
cear, | otro poco mano sobre mano,
descansando,
34 Y sobreviene como un cami¬
nante la miseria | y la pobreza como
un pordiosero.
1 También éstas son scntcn-
cias de Salomón, el rey, | co¬
leccionadas por los varones de Eze-
quías, rey de Judá (1).
2 Gloria de Dios es encubrir las
cosas | y honra del rey escudriñarlas.
3 El ciclo por la altura, por lo
profundo el abismo, | y la mente del
rey no hay quien pueda sondearlos.
4 Despoja de escorias a la plata |
y el platero podrá hacer su vaso.
6 Aparta al inicuo del lado del
rey, | y con la justicia se afirmará
su trono.
6 No te alabes en presencia del
rey | y no te sientes en la silla de
los grandes.
7 Pues mejor es que te digan:
«Sube acá» | que tener que ceder tu
puesto a un grande.
Los litigios.
8 Lo que han visto tus ojos | no
lo hagas en seguida objeto de litigio, |
pues ¿qué harás luego, | cuando
venga tu adversario y te ponga en
evidencia?
9 Defiende tu pleito contra tu ad¬
versario, | pero no descubras el se¬
creto de otro,
(i) Estas palabras pueden ser razonable
fundamento de que eslos varones de Ezequlas
fueron los coleccionadores del libro de !oj
Proverbios.
PROVERBIOS, 26
955
10 Porque no pueda infamarte quien
te escucha | sin que tenga remedio
tu deshonra.
11 Fruto de oro en plato de plata |
es la palabra dicha a tiempo.
12 Zarcillo de oro y collar de plata |
es un sabio amonestador para el oído
dócil.
13 Frío de nieve en el calor de la
siega | es el mensajero fiel, para
quien le manda, | que refresca el
ánimo de su señor.
14 Nube y viento sin lluvia | es el
hombre que se jacta de vana libe¬
ralidad.
16 Con longanimidad se aplaca el
príncipe, | y la lengua blanda ablanda
los huesos.
Moderación.
16 Si encuentras miel, come lo su¬
ficiente, | no te hartes y tengas que
vomitarla.
17 Pon rara vez tu pie en la casa
del vecino, | no se harte de ti y te
aborrezca.
18 Maza, espada y aguda saeta, | es
el hombre que en falso testifica contra
su prójimo.
19 Diente quebrado y pie que res¬
bala | es la confianza del impío en
tiempo de la angustia. | El que se
quita la ropa en día de frío...,
20 Echar vinagre sobre una herida |
es cantar canciones al corazón afli¬
gido.
21 Si tu enemigo tiene hambre, dale
de comer, | si tiene sed dale de
beber (1),
22 Pues si echas ascuas sobre su
cabeza | Yave te lo pagará.
23 El viento norte trae lluvia, | y
el rostro airado la lengua detractora.
24 Mejor es estar en un rincón del
desván | que con mujer rencillosa en
casa espaciosa.
26 Agua fresca en la boca del se¬
diento | fes la buena nueva que viene
de lejanas tierras.
26 Fuente turbia y manantial in¬
fecto | es el justo que vacila ante el
impío.
27 No hace bien comer demasiada
miel, | y no es glorioso el buscar la
propia gloria.
28 Ciudad desmantelada y sin mu¬
(i) Sentencia que preludia la doctrina del
Evangelio sobre el perdón de los enemigos, San
Pablo la cita en Rom. 12, 20.
rallas | es el que no tiene dominio
de sí mismo.
Oh 1 Como nieve en el verano y llu-
vía en la siega, | así conviene
al necio la honra.
2 Como pájaro vago y como go¬
londrina que vuela, | es la impreca¬
ción sin motivo; no se cumple.
3 Para el caballo el látigo, la cabe¬
zada para el asno, | la vara para las
espaldas del necio.
4 No respondas al necio según su
necedad, | para no hacerte como él.
6 Responde al necio como merece
su necedad, | para que no se tenga
por sabio.
6 ... daños sufre | el que envía
un mensaje por mano de un necio.
7 Como cojean las piernas del
cojó, | así el proverbio en la boca
del necio.
8 Como quien liga la piedra en la
honda, | así es el que hace honor al
necio.
9 Como rama de espino en mano
de un borracho, | así es el proverbio
en la boca del necio.
10 Como saeta que hiere a cual¬
quiera que pasa, | así el que asalaria
al necio y al borracho.
11 Como perro que vuelve a su
vómito, | es el necio que repite sus
necedades.
12 ¿Has visto a uno que se cree
sabio? | Más puedes esperar del necio
que de él.
El perezoso.
13 Dice el perezoso: «En el camino
hay una fiera, | un león en la plaza.»
14 Las puertas giran en sus quicios, |
y el perezoso en su lecho.
16 El perezoso mete la mano en el
seno, | y se cansa al llevársela a la boca.
16 El perezoso se cree prudente, |
más que siete que sepan responder.
El litigioso.
17 Coger a un perro por las ore¬
jas | es entrometerte en un pleito
que no te importa,
1 18 Como el loco que lanza llamas | y
saetas mortíferas,
19 Tal es el hombre que daña a su
amigo | y dice después: «Lo hice
por broma.»
20 A falta de leña se apaga el
956
PROVERBIOS, 27, 28
fuego, | y donde no hay chismoso
cesa la contienda.
21 Como el carbón para las brasas
y la leña para el fuego, | así es el
chismoso para encender contiendas.
22 Las palabras del chismoso son
bocado suave | que baja hasta el
fondo de las entrañas.
23 Baño de plata sobre vasija de
barro | es la palabra lisonjera para
el corazón del malvado.
24 El que aborrece se enmascara
con los labios, | pero dentro lleva la
traición.
25 Cuando te habla amigablemente
no le creas, | porque siente abomina¬
ciones que lleva dentro del corazón.
26 Con doblez esconde su rencor, |
pero su malicia será descubierta en
la asamblea.
27 El que cava la fosa cae dentro
de ella, | y al que rueda una piedra,
se le viene encima.
28 La lengua mentirosa produce
muchos males | y la boca lisonjera
hace resbalar.
27 1 No te jactes del día de ma-
ñaña, | pues no sabes lo que
dará de sí.
2 Que te alabe el extraño, no tu
boca, | el ajeno, no tus labios.
3 Pesada es la piedra, pesada la
arena, | pero la ira del necio es más
pesada que ambas cosas.
4 Cruel es la ira, furiosa la cólera, |
pero ¿quién podrá parar ante la en¬
vidia?
6 Mejor es una abierta reprensión |
que un amor encubierto.
6 Leales son las heridas hechas por
quien ama, | pero los besos del que
aborrece son engañosos.
7 El harto pisotea la miel, | pero al
hambriento le es dulce lo amargo.
8 Como pajarillo fuera de su nido |
es el hombre fuera de su puesto.
9 El perfume y el incienso alegran
el corazón, | y el consejo y la ciencia
son la delicia del alma.
Auiifjos y vecinos.
10 No dejes al amigo ni al amigo
de tu padre, | y no tendrás que ir a
casa de tu hermano el día de la des¬
ventura. | Mejor es el vecino cercano |
que el hermano lejano.
11 Sé sabio, hijo mío, y compláce¬
me, | para que pueda yo responder
a quien me moteja.
12 El prudente ve el peligro y se
esconde, | el simple sigue adelante y
la paga.
13 Cógele el vestido por haber sa¬
lido fiador de otro, | y retén la prenda
al que fió a un extraño.
14 Al que a voces saluda al vecino
de madrugada, | por maldición se le
cuenta.
15 Ootera incesante en día de llu¬
via | y mujer rencillosa, allá se van.
16 El que quiere contenerla pretende
parar el viento | o recoger el aire con
su diestra.
17 El hierro con el hierro se aguza, |
y el hombre aguza a su prójimo.
18 El que guarda la higuera comerá
su fruto, | y el que atiende a su
señor recibirá de él honores.
19 Como se parece un agua a otra
agua, | así el corazón de un hombre
al de otro.
20 El sepulcro y el averno no se
llenan nunca, | y así el ojo del hombre
no se sacia jamás.
21 Como el crisol para la plata y
la hornaza para el oro, | así es para
el hombre la boca que le alaba.
22 Aunque majes al necio en el
mortero con el pilón de majar trigo, |
no le sacarás su necedad.
Cuidado de la grey.
23 Cuida bien de tu grey | y pon
atención a tus rebaños,
24 Porque no dura siempre la ri¬
queza | y la corona va de generación
en generación.
25 Sale el heno, aparece la ver¬
dura, | siéganse las hierbas de los
montes;
26 Y los corderos te proporcionan
vestidos | y los cabritos el precio de
las labores;
27 Las cabras, leche abundante
para tu comida, | para el mante¬
nimiento de tu cusa | y para el sus¬
tento de tus criados.
28 1 Huye el malvado sin que
nadie le persiga, | mas el justo
va seguro como cachorro de león.
2 Por los delitos de una tierra son
muchos sus gobernantes, | pero con
uno inteligente y prudente, dura largo
tiempo.
3 El perverso que oprime a los
pobres | es un torbellino huracanado
que no da pan.
PROVERBIOS, 29
957
Observancia de la ley.
4 Los que abandonan la ley alaban
al impío, | los que la guardan le
hacen la guerra.
6 Los malvados no conocen la
justicia, | pero el que busca a Yave
lo sabe todo.
6 Mejor es el pobre que anda en
integridad | que el rico de perversos
caminos.
7 El que guarda la ley es hijo
prudente, | el que se acompaña de
glotones es vergüenza de su padre.
8 El que con usura y crecido inte¬
rés aumenta sus caudales, | para los
pobres lo allega (t).
9 Es abominable la oración | de
aquel que se aparta de la ley.
10 El que extravía a los rectos de
la buena senda | caerá en su propia
sima, | pero los perfectos heredarán
el bien.
11 El rico es sabio a sus propios
ojos, | pero el pobre inteligente sabe
sondearle.
12 Cuando prevalecen los justos hay
gran gloria, | pero cuando se alzan
los impíos se esconden los hombres.
13 El que oculta sus pecados no
prosperará, | el que los confiesa y se
enmienda alcanzará misericordia.
14 Bienaventurado el hombre que
persevera en el temor, | pero el de
duro corazón caerá en la desventura. í
16 León rugiente y oso hambriento 1 1
es un mal príncipe a la cabeza de su
pueblo.
16 Un príncipe insensato multiplica
las extorsiones, | pero el que aborrece
la rapiña alarga la vida.
17 El hombre que hace violencia y
derrama sangre | corre al sepulcro
sin que nadie le socorra.
18 El que anda en integridad será
salvo, | el que va por senderos tor¬
tuosos, en alguno caerá.
19 El que labra la tierra tendrá pan
abundante, | el que se va con los
ociosos se hartará de pobreza.
Bondad y equidad.
í
20 El hombre fiel será muy bende¬
cido, | el que de prisa se enriquece
no será sin culpa.
21 No es bueno tener acepción de
personas | y se peca por un pedazo
de pan.
22 El malo se apresura a hacerse
rico | y no ve que le vendrá la po¬
breza.
23 El que reprende hallará después
mayor gracia | que aquel que lisonjea
con la lengua.
24 El que-roba a su padre o a su
madre y dice que no es malo, | es
digno compañero del bandido.
25 El hombre codicioso suscita liti¬
gios, | el que en Dios confía se sacia.
26 El que en sí mismo confía es
un necio, | el que anda en sabiduría
será salvo.
27 El que da al pobre no tendrá
pobreza, | el que aparta de él sus
ojos tendrá muchas maldiciones.
28 Cuando están en auge los impíos
se esconde el hombre, | mas cuando
son destruidos se multiplican los
justos.
29
(i) No es que sea ésta su intención, sino
que Dios por ocultos caminos hace que, privado
de herederos el avaro, vaya su hacienda a parar
a manos de los pobres.
1 El que reprendido endurece
su cerviz, | de repente será
quebrantado sin remedio.
Buen gobierno.
2 Bajo el gobierno de los justos
está contento el pueblo, | cuando
mandan los impíos el pueblo suspira.
3 El que ama la sabiduría alegra
a su padre, | el que frecuenta rameras
pierde su hacienda.
4 El rey con la justicia mantiene
el estado, | pero el venal lo lleva a
la ruina.
6 El que adula a su prójimo | tiende
un lazo a los pies de éste.
6 Bajo los pies del malvado hay
una trampa, | pero el justo canta
alegremente.
7 El justo conoce el derecho de
los humildes, | pero el impío no
entiende nada.
8 Los petulantes sublevan la ciu¬
dad, | los sabios calman la ira.
9 Si un sabio disputa con un necio, ¡
que se enoje, que se ría, no tendrá
reposo.
10 Los hombres sanguinarios odian
al justo, | pero a los justos no se les
da cuidado.
11 El necio desfoga toda su ira, | pero
el sabio acaba por calmarle.
12 El príncipe que da oído a la
mentira | tendrá ministros todos
malos.
958
PROVERBIOS, 30
13 El pobre y el usurero se encuen¬
tran, | y es Yave quien hace brillar
los ojos de entrambos.
14 El rey que hace justicia a los
humildes | hace firme su trono para
siempre.
Educación.
16 La vara y el castigo dan sabi¬
duría, | el muchacho consentido es
la vergüenza de su madre.
10 Con el crecer de los malos crece
la iniquidad, | pero los justos verán
su caída.
17 Corrige a tu hijo y te dará con¬
tento | y hará las delicias de tu
alma.
18 Sin profecía el pueblo va desen¬
frenado, | pero el que guarda la ley,
dichoso ¿1.
19 No con solas palabras se corrige
el esclavo, I porque entiende bien,
pero de obedecer, nada.
20 ¿Has visto a un hombre preci¬
pitado en el hablar? | Más esperanza
que en él hay en el necio.
21 El que acaricia a su siervo como
a un niño, | al fin tendrá que arre¬
pentirse.
Suavidad y humildad.
22 El iracundo levanta contiendas |
y el furioso muchas veces peca.
23 La soberbia trac al hombre la
humillación, | pero el de humilde
corazón es ensalzado.
24 El encubridor del ladrón a si
mismo se odia, | oye el conjuro y no
lo denuncia.
28 El temor del hombre es un lazo, |
pero el que teme a Yave está a
seguro.
28 Muchos son los que buscan el
favor del príncipe, | pero el juicio de
cada cual viene de Yave.
27 El inicuo es horror para el
justo, | y horror para el malvado es
el que obra rectamente.
1 Dichos de Agur, hijo de Jaque,
de Masa (1).
* Dijo aquel varón: Mucho me he
fatigado, joh DiosI, | mucho me he
fatigado, ¡oh Diosl, y he perdido la
esperanza.
8 Torque soy un Ignorante y menos
que hombre, | y no tengo inteligencia
de hombre.
4 No he aprendido la sabiduría, | y
no sé conocer al Santo. | ¿Quién subió
a los cielos y bajó? | ¿Quién encerró
( los vientos en su puño? | ¿Quién ató
las aguas en su manto? | ¿Quién fijó
confines a la tierra? | ¿Cómo se llama?
¿Y cómo se llama su hijo, si lo sabes?
Iai divina palabra.
6 Toda palabra de Dios es acriso¬
lada, | es el escudo de quien en él
confia.
8 No añadas nada a sus cloquios, |
porque no te reprenda y seas hallado
mentiroso.
Iai áurea mediocridad.
7 Dos cosas te pido, | no me las
niegues antes de que muera,
8 Tcnmc lejos de la mentira y del
engaño, | y no me des ni pobreza ni
riquezas. | Dame aquello de que he
menester,
9 No sea que harto te desprecie | y
diga: ¿Quién es Yave?, | o que nece¬
sitado robe | y blasfeme del nombre
de mi Dios.
10 No acuses al siervo ante su
amo, | si no te maldecirá y tú tendrás
que oírle.
Lo peor de lo peor.
11 Hay quien maldice a su padre | y
no bendice a su madre.
12 Hay quien se cree limpio | y no
ha limpiado su inmundicia.
13 Hay quien mira con altanería |
y cuyos párpados son altivos.
14 Hay gentes cuyos dientes son
espadas | para devorar a los pobres
de la tierra, | y de entre los hombres
a los menesterosos.
Los insaciables.
18 Dos hijos tiene la sanguijuela:
Dame, dame. | Tres cosas hay quo
no se hartan | y cuatro que nunca
dicen: «Basta.»
18 El sepulcro, la matriz estéril, I la
tierra, que no se harta de agua, ] y
el fuego, que nunca dice: «Basta.»
17 Al que escarnece a su padre | y
(i) Este nombre de Agur es desconocido.
PROVERBIOS, 31
959
pisotea el respeto de su madre, | cuer¬
vos del valle le saquen los ojos | y
devórenle aguiluchos.
Cuatro maravilla*.
18 Tres cosas me son estupendas |
y la cuarta no la llego a entender:
19 Ei rastro del águila en los aires", |
el rastro de la serpiente sobre la
roca, | el rastro de la nave en medio
del mar, | y el rastro del hombre
en la doncella.
20 Este es el obrar de la mujer
adúltera: | Después de haber comido
se limpia la boca, | y dice; «Nada de
mal he hecho.»
Los insoportables.
21 Tres cosas hay que sublevan a
la tierra I y una cuarta que no puede
sufrirse:
22 Siervo que llegue a dominar, |
necio que se ve harto de pan,
23 Aborrecida que llegue a encon¬
trar marido, | y esclava que hereda
a su señora.
Cosas pequeñas, pero sabias.
24 Cuatro cosas hay pequeñas en
la tierra | que son, sin embargo, más
sabias que los sabios.
25 La hormiga, pueblo nada fuer¬
te, | poro que se prepara su provisión
en el verano;
26 El damán, pueblo nada esfor¬
zado, | que se hace su cubil en las
rocas (1);
27 La langosta, que no tiene rey, | y
sin embargo avanza en escuadrones;
28 El lagarto, que se coge con la
mano, | y sin embargo habita en los
palacios de los reyes.
29 Tres cosas hay de buen andar |
y aun cuatro cjue muy bien se pasean:
30 ab El león, el más fuerte de todos
los animales, | que no retrocede ante
nadie;
8 °c El gallo, que marcha gallardo
entre sus gallinas;
81 ab El macho cabrío, que va de¬
lante de su manada,
(i) El «damán», que la Vulgata traduce por
conejo, es un animal de la fauna de Palestina
que no tiene nombre correspondiente en nues¬
tra lengua.
8l c Y el rey, que va a la cabeza
de su ejército.
82 Si te ensalzaste sin darte cuenta |
o a sabiendas, mano a la boca;
88 Porque batiendo la leche se hace
la manteca, | y oprimiendo la nariz
se hace uno sangre,
84 Y oprimiendo la ira se excita
la riña.
Q1 1 2 Sentencias de Lemuel, rey
1 de Masa, | sentencias que le en¬
señó su madre (1).
El buen príncipe.
2 jQué, hijo miol |Qué, hijo de mis
entrañas! | iQué, hijo de mi alma!
8 No des a las mujeres tu vigor | ni
tus caminos a las que destruyen a
los reyes.
4 No está bien, ]oh Lomuelt, | no
está bien a los reyes beber vino, | ni
para quien gobierna sorber licores.
5 Si no, bebe y se olvida de las
leyes | y pervierte el derecho de los
afligidos.
8 El licor dadlo a los miserables | y
el vino a los afligidos,
7 Que bebiendo olvidan su mise¬
ria | y no se acuerdan más de sus
afanes.
8 Abre tu boca por el mudo | y de¬
fiende al desvalido;
9 Abre tu boca a la sentencia justa, |
y haz justicia al pobre y al mise¬
rable.
Elogio de la mujer fuerte.
10 La mujer fuerte, ¿quién la ha¬
llará? | Vale mucho más que las
perlas (2).
11 En ella confía el corazón de su
marido | y no tiene nunca falta de
nada.
12 Dale siempre gusto, nunca dis¬
gustos, | durante todo el tiempo de
su vida.
13 Ella se procura lana y lino | y
hace las labores con sus manos.
14 Es como la nave del mercader, |
que desde lejos trae su pan.
(1) Hemos de decir lo mismo que de Agun
no sabemos quién sea este rey de Masa.
(2) Este canto a «la mujer fuerte* es el canto
a la matrona, al ama israelita, reina de su casa
y gloria de su marido y de sus hijos.
960
PROVERBIOS, 31
15 Todavía de noche se levanta, | y
prepara a su familia la comida | y la
tarea de sus criados.
18 Ve un campo y lo compra, | y
con el fruto de sus manos planta
una viña.
17 Se ciñe de fortaleza | y esfuerza
sus brazos.
18 Ve alegre que su tráfico va
bien | y ni de noche apaga su lám¬
para.
19 Coge la rueca en sus manos | y
hace bailar el huso.
20 Tiende su mano al miserable |
y alarga la mano al menesteroso.
21 No teme su familia el frío de la
nieve, | porque todos en su casa
tienen vestidos dobles.
22 Ella se hace tapices, | y sus
vestidos son de lino y púrpura.
23 Celebrado es en las puertas su
marido, | cuando se sienta entre los
ancianos del lugar.
24 Hace una hermosa tela y la ven¬
de, | y vende al mercader un ceñidor.
26 Se reviste de fortaleza y de
gracia | y se ríe de lo por venir.
28 La sabiduría abre su boca | y
en su lengua- está la ley de la bondad.
27 Vigila a toda su familia | y no
come su pan de balde.
28 Alzanse sus hijos y Ja aclaman
bienaventurada, | y su marido la
ensalza.
29 «Muchas hijas han hecho proe¬
zas, | pero tú a todas sobrepasas.»
30 Engañosa es la gracia, fugaz la
belleza; | la mujer que teme a Dios,
ésa es de alabar.
31 Dadle los frutos del trabajo de
sus manos | y alábenla sus hechos en
las puertas.
ECLESIASTÉS
61
INTRODUCCION AL ECLESIASTES
C CLESIASTES, en hebreo Cohelet, vale tanto como Predicador que habla
^ a una asamblea. Una tradición judia transmitida por San Jerónimo atri¬
buye este libro a Salomón, que lo habría escrito al fin de su vida, cuando, has¬
tiado de los placeres y convencido de su vanidad, pronunció su famoso « vani¬
dad de vanidades y todo vanidad '». El mismo libro parecía confirmar esta sen¬
tencia, cuando en boca del autor pone estas palabras: «Fo, Cohelet, fui rey de
Israel en Jerusalén » (1, 12). A pesar de todo, los expositores modernos tienen
por cosa averiguada que el autor de este libro no es Salomón, ni ninguno de
su época, sino un sabio israelita, que vivió después de la cautividad, acaso al
fin del judaismo, cuando no se hablaba ya la lengua hebrea o por el gran con¬
tacto con los extranjeros se había llenado de palabras exóticas.
Este punto del autor, en un libro como éste, viene a ser, después de todo,
poco menos que indiferente. Más importante es precisar el argumento que en
su libro desarrolla. Y esto no es cosa fácil de lograr. Veamos de intentarlo.
Nuestros moralistas asientan su ciencia de las costumbres sobre el prin¬
cipio supremo delfín del hombre. Como sea el fin que al hombre se señala, así
serán las normas de su vida. Los antiguos hebreos no se detenían a precisar
ese supremo principio, pero insistían sobre otro a él inmediato: que toda
la vida humana está sometida al juicio de Dios, que da a cada uno según
sus obras. Este principio se repite frecuentemente en la Escritura del Antiguo
Testamento. Pero ¿cuándo y cómo se realiza esta sanción del juicio divino?
La ley apenas nos habla más que de premios y castigos temporales. De aquí que
para algunos sea en la presente vida cuando se realizarán las sanciones divinas
y el hombre conseguirá su fin, que es su felicidad.
Mas, aunque la experiencia ofrezca algunos argumentos a esta tesis, también
ofrece otros muchos en contra de ella. El caso del malvado que prospera y triunfa
964
ECLESIASTÉS, 1
y del justo que es maltratado y perseguido no es infrecuente y produce en quie¬
nes lo contemplan gran impresión. El libro de Job no tiene otro fin que dis¬
cutir este problema. Los amigos del patriarca le acusan de impiedad no por
otra causa, sino porque le ven caído de su antigua prosperidad en el fondo de
la miseria. El patriarca protesta contra tal argumentación, y el Señor, que al
fin se aparece para poner termino al debate, lo hace ponderando la sabiduría de
Dios, que el hombre no es capaz de escudriñar. En algunos salmos se medita
también sobre este mismo tema, y tales meditaciones ponen de relieve la gran¬
deza de la fe de los salmistas, que parecen repetir las palabras de Job: «Aunque
me mate, esperaré en Dios.»
La fe en la supervivencia c inmortalidad del alma y la confianza en la justicia
divina son eomúnminte enseñadas en los libros del Antiguo Testamento , aunque
en ellos aparezca reflejada la opinión contraria, que no comparten los autores
sagrados. Mas cómo había de ser la vida de ultratumba y cuál la manera de rcali
zarsc la justicia divina, eran puntos oscurísimos, que poco a poco fué el Señor
revelando. Ya en algunos salinos se nos deja entrever una esperanza de vida
dichosa cerca de Dios. Mas son la Sabiduría, Daniel y el II de los Macabeos
los que nos hablan claramente de la vida inmortal y dichosa junto al Señor, y aun
de la resurrección de los cuerpos. Doctrina aclarada y afianzada por Nuestro
Señor y los Apóstoles en el Nuevo Testamento.
En aquella oscuridad anterior vivía el Cohclct, que estudia el problema del
fin del hombre con fe en la justicia suprema de Dios, pero sin la luz sobre los
celestiales horizontes que revelaciones posteriores nos descubren; y nada dispuesto
a dejarse convencer por los argumentos de quienes aceptaban la doctrina de que
Dios da en la presente vida a cada uno según sus obras, se apoya, para contrade¬
cirla, en la experiencia, y de sus argumentos deduce esta conclusión: Disfrútanos
de los bienes de Dios, pero sin olvidarnos de su justicia.
A la luz de este principio, y teniendo presente cuán envuelta en tinieblas se
hallaba la doctrina del fin supremo del hombre, nos podremos dar cuenta de las
palabras del Cohclct, que algunos, sin suficiente fundamento, interpretan en
sentido pesimista y materialista.
La lectura de este libro despierta en Las almas el deseo de otras luces más
consoladoras, como son ¿as que nos ofrecen los libros antes citados y más todavía
el Nuevo Testamento. San Pablo, queriendo calificar la miseria de los gentiles,
dice que viven sin esperanza. Al contrario, a los cristianos la esperanza que tienen
en Jesús les hace dulces las tribulaciones y la muerte misma: «Mi vivir es Cristo
y la muerte es para mi una ganancia .»
ECLESIASTES
Vanidad de las cosas humanas. No hay nada nuevo.
1 1 Razones del Cohclct, hijo de 4 Tasa una generación y viene otra,
1 David, rey de Jerusulén. pero la tierra es siempre la misma.
2 Vanidad de vanidades, dijo el 6 Sale el sol, púnese el sol, y corre
Cohclct, vanidad de vanidades, todo con el aíAn de llegar a su lugar, de
es vanidad. 3 /.Qué provecho saca el donde vuelve a nacer. 6 Tira el viento
hombre de todo por cuanto se afana al inediodia, gira el norte, y va
debajo del sol? siempre rodeando de continuo y torna
ECLESIASTÉS, 2
965
de nuevo a sus giros. 7 Los ríos van
todos a la mar y la mar no se llena;
allá de donde vinieron tornan de
nuevo, para volver a correr.
8 Todo trabaja, más de cuanto el
hombre puede decir, y no se sacia
el ojo de ver ni el oído de oír. 9 Lo
que fué, eso ser6. Lo que ya se hizo,
eso es lo que se hará: no se lince nada
nuevo bajo el sol. 10 Una cosa de
que dicen: «Mira esto, esto es nuevo«r,
aun esa fué ya en los siglos ante¬
riores a nosotros, 11 no hay memoria
de lo que precedió, ni de lo que suce¬
derá habrá memoria en los que serán
después (1).
Vanidad de la ciencia.
12 Yo, el Cohelet, he sido rey (2) de
Israel, en Jcrusalén; 13 y me puse cu
el corazón hacer sabiamente investi¬
gaciones V pesquisas sobre todo cuan¬
to hay bajo los cielos. Es una dura
labor dada por Dios a los hijos de
los hombres, para que en ella se
ocupen.
14 Miré todo cuanto se hace bajo
el sol, y vi que todo era vanidad y
apacenlarse de viento. 15 Lo tuerto
no puede enderezarse, y lo falto no
puede completarse.
16 Y dije para mí: Heme aquí en¬
grandecido y crecido en sabiduría,
más que cuantos antes de mi fueron
en Jcrusalén, y hay en mi inente
mucha ciencia y sabiduría. 17 Di, pues,
mi mente a conocer la sabiduría y
a entender la locura y los desvarios,
y vi que también esto es apacentarse
de viento, 18 porque donde hay mucha
ciencia hay mucha molestia, y cre¬
ciendo el saber, crece el dolor (3).
Y anidad de los placeres.
O 1 Dije en mi corazón: «Ea, pro-
^ bemos la alegría, a gozar los pla¬
to El curso uniforme y constante de la
naturaleza contrasta con el de la vida humana,
agitada y que declina siempre hacia su fin.
Esto es triste para ei hombre, cuando en lo alto
no brilla la estrella de la esperanza.
(2) La literatura seudoepigráfica abundaba
entre los judíos, y a Salomón, fuera de este
libro, se le atribuyó también el de la Sabiduría,
y más tarde los Salmos de Salomón no ca¬
nónicos.
( 3 ) No sólo la fatiga de adquirir la ciencia,
sino el dolor que produce una ciencia siempre
imperfecta, que ofrece más dificultades angus¬
tiosas que soluciones tranquilizadoras.
ccrcs.» Tero también esto es vani¬
dad. 2 3 * Dije a la risa: «Eres una loca»,
y a la alegría: «¿De qué sirves?» (1)
3 Me propuse agasajar mi carne
con el vino, mientras daba mi
mente a la sabiduría; y me di a la
locura, hasta llegar a saber qué fuese
para el hombre lo mejor de cuanto
acá abajo se hace durante los conta¬
dos días de su vida.
4 Emprendí grandes obras, me cons¬
truí palacios, me planté viñas, 5 me
hice huertos y j írdincs y planté en
ellos toda suerte de árboics frutales.
6 Me hice estanques para regar de
ellos el bosque donde los árboles
crecían. 7 Compré siervos y siervos,
y tuve mucho i criados; tuve mucho
ganado, vacas y ovejas, más que
cuantos antes de mí hubo en Jeru-
salén, pero conservando mi sabiduría.
8 Amontoné plata y oro, tesoros de
reyes y provincias. Híccmc con can¬
tores y cantoras y con cuanto es
deleite del hombre, y con instrumen¬
tos músicos de tocia suerte. 9 Fui
grande, más que cuantos antes de
mí fueron cu Jcrusalén, pero conser¬
vando mi ciencia. 10 Y de cuanto
mis ojos inc pedían, nada les negué.
No privé a mi corazón de goce algu¬
no, y mi corazón gozaba de toda mi
labor, siendo este el premio de mis
afanes. 11 Entonces mire todo cuanto
habían hecho mis manos y todos los
afanes que al hacerlo tuve, y vi que
todo era vanidad y apacentarse de
viento, y (fue no hay provecho alguno
debajo del sol.
Y anidad de la sabiduría.
12 Me volví a mirar a la sabiduría,
la estulticia y la ignorancia, porque
¿que hombre podrá llegar hasta donde
puede llegar el rey en cuanto se puede
hacer? 13 Y vi que la sabiduría sobre¬
puja a la ignorancia, cuanto la luz
a las tinieblas. 14 El sabio tiene ojos
en la frente, y el inrcio anda en
tinieblas. Conocí también que una
misma es la suerte de ambos.
15 Y dije en mi corazón: «También
yo tendré la misma suerte del necio;
¿por qué, pues, hacerme sabio, qué
provecho sacaré de ello?» Y vi que
también esto es vanidad; 16 porque
del sabio, como del necio, no se hará
(i) Tampoco los placeres fueron bastantes
para dar tranquilidad a su espíritu.
966
ECLESIASTÉS, 3
eterna memoria, sino que todo, pa¬
sado algún tiempo, pronto se olvida.
Muere, pues, el sabio igual que el
necio.
17 Por eso aborrecí la vida, al ver
que cuanto debajo del sol se hace,
todo es vanidad y apacentarse de
viento; 18 y aborrecí todo cuanto
había hecho bajo el sol, porque todo
tendré que dejarlo a quien vendrá
después de mí. 19 ¿Y quién sabe si
ése será sabio o será necio? Y con
todo, dispondrá de todo mi trabajo,
de lo que me costó estudio y fatiga
debajo del sol. También esto es va¬
nidad; 20 y desesperé en mi corazón
de todo el trabajo que he hecho
debajo del sol; 21 porque quien tra¬
bajó con conocimiento, con pericia
v buen suceso, tiene después que
dejárselo todo a quien nada hizo en
ello; también esto es vanidad y mal
grande. 22 Pues ¿qué le queda al
hombre de todo su afanarse y fati¬
garse con que debajo del sol se afanó?
23 Todos sus días son dolor y todo
su trabajar fatiga, y ui aun de noche
descansa su corazón. También esto es
vanidad (1).
24 No hay para el hombre cosa
mejor que comer y beber y gozar de
su trabajo, y vi que esto es don de
Dios. 26 Porque ¿quién puede comer
y beber sino gracias a él? 26 Porque
al que le es grato le da sabiduría,
ciencia y gozo, pero al pecador le da
el trabajo de allegar y amontonar
para dejárselo después a quien Dios
quiera. También esto es vanidad y
apacentarse de viento (2).
y tiempo de morir, tiempo de plantar
y tiempo de arrancar lo plantado;
3 tiempo de herir y tiempo de curar,
tiempo de destruir y tiempo de edi¬
ficar; 4 tiempo de llorar y tiempo de
reír; tiempo de lamentarse y tiempo
de danzar; 6 tiempo de esparcir las
piedras y tiempo de amontonarlas;
tiempo de abrazarse y tiempo de sepa¬
rarse; 6 tiempo de ganar y tiempo de
perder; tiempo de guardar y tiempo
de tirar; 7 tiempo de rasgar y tiempo
de coser; tiempo de callar y tiempo de
hablar; 8 tiempo de amar y tiempo
de aborrecer; tiempo de guerra y tiem¬
po de paz.
Inccrtidiimhrc <le lo por venir.
9 ¿Qué provecho saca el que se
afana, de aquello que hace? 40 Yo
he mirado el trabajo que Dios ha
dado a los hijos de los hombres para
que en él se ocupen. 11 Todo lo hace
él apropiado a su tiempo, y ha
puesto además en su alma la idea de
la perduración, sin que pueda el
hombre descubrir la obra de Dios
desde el principio hasta el fin. 12 Co¬
nocí que no hay para él otro bien
que gozarse y hacer el bien en su
vida, 13 pues el que uno coma, beba
y se goce de su trabajo, es don de
Dios. 14 Conocí que cuanto hace Dios
es permanente y nada se le puede
añadir, nada quitar, y hace así Dios
que se le tema. 15 Lo que es, eso fué
ya, y lo que fué, eso será, v Dios
vuelve a traer lo que ya pasó.
Todo a bu tiempo.
3 1 Todo tiene su tiempo (3), y todo
cuanto se hace debajo del sol
tiene su hora. (i) 2 3 Hay tiempo de nacer
(i) El sabio hace ventaja al necio e igno¬
rante; pero, después de todo, cuanto se afana
en la vida no le da la felicidad, y al fin viene
a morir igual que los otros, sin dejar en pos
de sí otra memoria que los demás mortales.
(a) En este supuesto, la conclusión final es
que lo práctico será disfrutar de los bienes de
la vida, que son don de Dios. En esta última
frase el Cohelet se levanta por encima del
vulgar materialista. Con todo, esto no sacia el
corazón ni basta para hacerlo feliz.
(3) El pensamiento de este trozo (1-15) pa¬
rece ser el mismo de antes. Todo marcha igual,
y en ello el hombre no encuentra la felicidad.
No queda, pues, otra cosa que gozar los bienes |
y «hacer el bien*.
Desórdenes sociales.
16 Otra cosa he visto debajo del
sol: que en el puesto de la justicia
está la injusticia, y en el lugar del
derecho, la iniquidad. 17 Por eso me
dije: Dios juzgará al justo y al in¬
justo, porque hay un tiempo destina¬
do para todo y para toda obra (1).
18 Díjeme también acerca del hom¬
bre: Dios quiere hacerles ver y cono¬
cer que de sí son como bestias (2),
(1) En los tronos, que deben ser asiento de
la justicia, se ve con frecuencia sentada la tira¬
nía y la injusticia. Esto exige la intervención
de Dios como juez supremo, y el Cohelet la
espera.
(2) Para entender este punto oscuro, en que
algunos quieren ver el materialismo del Cohelet,
es preciso colocarse en el punto de vista del
ECLESIASTÉS, 4, 5
967
19 pues la condición de los hijos de
los hombres es la de las bestias, y
la muerte del uno es la muerte de los
otros y no hay más que un hálito
para todos, y no tiene el hombre
ventaja sobre la bestia, pues todo
es vanidad. 20 Unos y otros van al
mismo lugar, todos han salido del
mismo polvo y al polvo vuelven
todos.
21 ¿Quién sabe si el hálito del
hombre sube arriba y el de la bestia
baja abajo, a la tierra?
22 Y vi que no hay para el hombre
nada mejor que gozar de su trabajo,
pues ésa es su parte, ¿y quién le dará
a gozar lo que ha de venir?
4 * 1 Tornóme y vi las violencias que
se hacen debajo del sol, y las
lágrimas de los oprimidos sin tener
quien los consuele, y la fuerza en
mano de los opresores, sin tener aqué¬
llos quien los consuele. 2 Y proclamé
dichosos a los muertos que se fueron,
más dichosos que los vivos que viven
todavía, 3 y más dichosos aún los
que nunca vivieron y no vieron lo
malo que debajo del sol se hace (1).
4 Vi también que todo trabajo y
cuanto de bueno se hace mueve la
envidia del hombre contra su pró¬
jimo. También esto es vanidad y
apacentarse de viento. 6 El necio se
cruza de manos y se come su carne.
6 Más vale una sola mano llena en
reposo, cjue las dos llenas en trabajo
y aflicción de espíritu.
7 Volvíme de nuevo y vi otra vani¬
dad debajo del sol: 8 Un hombre
solo que no tiene sucesor, que no
tiene hijo ni hermano (2), y no cesa
nunca de trabajar ni se hartan sus
ojos de riquezas. ¿Para quién trabajo
yo y me someto a privaciones? Tam¬
bién esto es vanidad y duro tra¬
bajo.
autor. En la incertidumbre sobre cómo Dios
dará a cada uno según sus obras y miradas las
cosas conforme aparecen, no se ve diferencia
entre el fin del hombre y el de la bestia: ambos
acaban en el sepulcro y para ambos acaba el
mundo. Por eso concluye, como atrás, que no
le queda al hombre más que gozar de su tra¬
bajo (versículo 23).
(1) Esta sentencia del Cohelet ante las mi¬
serias que afligen al hombre en esta vida son
la generalización de las expresiones de Jere¬
mías y Job cuando se sentían oprimidos de
dolor.
(2) Hermosa sentencia. Es, en efecto, una
gran miseria la del avaro, que se afana en allegar
riquezas que ni él ni sus hijos han de gozar.
Ventajas de la compañía.
10 Más valen dos que uno solo,
porque logran mejor fruto de su tra¬
bajo. Si uno cae, el otro le levanta;
pero jay del solo, que si cae, no tiene
quien le levante! 11 También si duer¬
men dos juntos, uno a otro se calien¬
tan; pero el solo, ¿cómo podrá ca¬
lentarse? 12 Si uno es agredido serán
dos a defenderse, y la cuerda de tres
hilos no es fácil de romper.
13 Más vale mozo pobre y sabio que
rey viejo y necio, que no sabe escuchar
los consejos. 14 Aquél, aun de la cárcel
podrá salir para subir al trono, aun¬
que nació pobre en su reino; éste,
aun en el trono es un pobre hombre.
15 Vi que todos los que andan y
viven debajo del sol se iban con
aquél, con el mozo que tomó su
puesto (1). 16 No tenía fin la muche¬
dumbre del pueblo que le seguía; sin
embargo, los que vengan detrás tam¬
poco estarán contentos de él, porque
también esto es vanidad y apacen¬
tarse de viento.
Deberes para con Dios.
17 Pon atención a tus pasos al acer¬
carte a la casa de Dios; llegarse dó¬
cilmente vale más que el sacrificio
de los insensatos, que no saben hacer
más que mal.
1 No seas precipitado en tus pala¬
bras, y que tu corazón no se apre¬
sure a proferir una palabra delante
de Dios, que en los cielos está Dios
y tú en la tierra; sean, pues, pocas
tus palabras. 2 Porque de la muche¬
dumbre de las ocupaciones nacen los
sueños, y de la muchedumbre de
palabras, los despropósitos.
3 Si haces voto a Dios 110 te tardes
en cumplirlo, que no hallan favor
los negligentes; lo que prometes, cúm¬
plelo. 4 Mejor es no prometer que
dejar de cumplir lo prometido. 6 No
consientas que tu boca te haga cul¬
pable, y no digas luego ante el sacer¬
dote que fué inadvertencia, pues se
irritaría Dios contra tu palabra y
destruiría las obras de tus manos;
6 pues de la muchedumbre de los
(1) ¿Nació el joven con derecho al trono,
pero se vió privado de él por ser pobre, o nació
968
ECLESIASTÉS, 6, 7
cuidados nacen los sueños y de la
muchedumbre de las palabras los
despropósitos. Teme, pues, a Dios.
Injusticias.
7 Si ves en la región la opresión del
pobre y la violación de la justicia y
del derecho, no te sorprendas, por¬
que por encima del grande hay otro
más grande que vela.
9 El fruto del campo es para todos,
y aun el rey es para el campo. El que
ama el dinero no se ve harto de di¬
nero, y el rjuc ama los tesoros no
saca de ellos provecho alguno; tam¬
bién esto es vanidad.
10 Con la mucha hacienda, muchos
son los que la comen, y ¿qué saca de
ella el amo, inás que verla con sus
ojos? 11 Dulce es el sueno del tra¬
bajador, coma poco, coma mucho;
pero Ja hartura no deja dormir al
rico.
Alanos Inútiles.
12 Hav un trabajoso afán que lie
visto debajo del sol; riquezas guar¬
dadas para mal de su dueño. 13 l’iér-
dcnsc esas riquezas en un mal nego¬
cio, y a los hijos que engendra no
les queda nada en la inano. 11 Como
desnudo salió del seno de su madre,
desnudo se tornará, yéndose como
vino, y nada podrá tomar de sus
fatigas para llevárselo consigo. 15 Tam¬
bién esto es un triste mal, que como
vino así se haya de volver, y nada
pueda llevarse en la mano de cnanto
trabajó; 10 y sobre esto, comer todos
los dias de su vida cu tinieblas, en
afán, dolor y miseria.
El bien.
17 He aquí lo que yo he hallado
de bien: que es bueno comer, beber
y disfrutar, en medio de tantos afanes
con que se afana el hombre debajo
del sol los contados dias (pie Dios le
concede, pues ésta es su parte; 18 y el
que de Dios recibió riquezas y ha¬
cienda y facultad de gozar de ellas,
alegrándose con su parte en medio
de sus afanes, esto también es don
de Dios, 19 no tendrá mucho que
Í icnsar en los días de su vida, porque
)ios le llenó de alegría el corazón.
Deseos insaeíado?».
() 1 2 Hay un mal que yo vi debajo
del sol y que pesa muy grave¬
mente sobre el hombre (1). * Uno a
quien dió Dios riquezas, hacienda y
honra, y a quien nada falta de cuanto
su deseo puede desear, pero a quien
Dios no le deja gozar de todo eso,
sino que lo gozan los extraños. Esta
es vanidad y mal trabajo.. 3 Aunque
tenga cien hijos y viva muchos años,
si no se hartó su alma del bien y ni
siquiera halla sepultura, 4 digo que
mejor que el es el abortivo, que si
en vano vino y oscuramente se va y
cubren su nombre las tinieblas, 5 y ni
vio el sol ni supo nada, todavía inás
quietud goza éste que aquel; 6 y aun¬
que dos veces mil años viviese sin
gustar el bien, ¿no irían todos por el
mismo camino?
7 Todo el trabajo del hombre es
para su boca, y nunca se harta su
alma. ¿Cuál es la ventaja del sabio
sobre el necio? ¿Cuál la del pobre que
sabe andar su camino? 8 Mejor es
tener que perderse en deseos, > tam¬
bién esto es vanidad y apacentarse
de viento.
10 El que es ya tiene nombre, y ya
se sabe que es un hombre y que no
podrá contender con quien es más
fuerte que él. 11 Cierto, muchas pala¬
bras aumentan la vanidad, pero ¿qué
provecho hay para el hombre, 12 y
quién sabe qué es lo mejor para el
hombre en los dias de la vida de su
vanidad, (pie pasa como sombra?
¿Quien dará a saber al hombre lo
que después de él sucederá debajo
del sol?
Lo mejor.
*7 1 Mejor es el buen nombre que
el oloroso ungüento, y mejor el
día de la muerte que el del naci¬
miento (2).
2 Mejor ir a casa en lulo que ir a
casa en fiesta, porque aquel es el
fin de todo hombre y el (pie vive
reflexiona. 3 Mejor es la tristeza que
la risa, porque la tristeza del rostro
es buena para el corazón. 1 El corazón
del sabio está cu la casa en lulo, el
(1) No es la posesión de muchos bienes,
sino el contento y la satisfacción lo que hace
a un hombre dichoso.
(2) Consideradas las miserias y vanidades de
la vida, mejor es la salida de ella que la entrada.
ECLESIASTÉS, 8
y fio
corazón del necio en la casa en placer.
5 Mejor es oír el reproche de un
sabio que escuchar las cantilenas de
los necios: 6 porque cual el chispo¬
rrotear del fuego bajo la caldera, tal
es el aplauso de los necios; y también
esto es vanidad. 7 Porque la opresión
puede hacer enloquecer al sabio, y
las dádivas corrompen el corazón.
8 Mejor es el fin de una cosa que
su principio, y mejor es el de ánimo
calmo que el irascible. 9 Xo te apre¬
sures a enojarle, porque Jaira es pro¬
pia de los necios.
10 Nunca digas: ¿.Por que es que
los tiempos pasados fueron mejores?,
porque nunca preguntarás esto sa¬
biamente (1). 11 Buena es la ciencia con
hacienda, y es una ventaja para los
que ven el sol. 12 Porque escudo es
la ciencia y escudo es la riqueza, pero
excede la sabiduría, que da la vida
al que la tiene.
13 Contempla la obra de Dios, por¬
que ¿quien podrá enderezar lo. que
él torció? 14 En el día del bien goza
del bien, y en el día del mal refle¬
xiona (pie" lo uno y lo otro lo ha
dispuesto Dios, de modo que el hom¬
bre nada sepa de lo por venir.
15 De todo lie visto en mis fugaces
días: un justo que mucre en toda su
justicia, y un impío que eon todas
sus iniquidades campa largo tiempo.
16 No quieras ser demasiado justo
ni demasiado sabio: ¿Para que quie¬
res destruirte? (2) 17 No hagas mucho
mal ni seas insensato: ¿Por qué lias
de querer morir antes de tiempo?
18 Bien te estará esto sin dejar aque¬
llo, que el que teme a Dios Saldrá
con todo.
Valor de la sabiduría.
19 La sabiduría da al sabio una
fuerza superior a diez potentes que
gobiernan la ciudad.
(1) Dijo también nuestro poeta que «cual¬
quier tiempo pasado fué mejor», pero esto
para el que sufre las calamidades del presente
y no ve del pasado sino los bienes.
(2) Bajo una expresión dura es preciso bus¬
car un pensamiento verdadero y que esté en
armonía con la doctrina del Cohelei. Supuesto
que este consejo va dirigido al justo, le inculca
evite la excesiva preocupación, el escrúpulo
por la observancia de la ley, que no deja de
dañar al espíritu. AI revés, el versículo siguiente
se dirige al que lleva una vida despreocupada.
A ése le advierte atender a las consecuencias de
la vida disoluta, siquiera por amor de la vida
mitrna.
20 Cierto, no hay hombre en el
mundo que haga sólo el bien y no
peque.
21 Tampoco apliques tu corazón a
todo lo que se dice, para no tener que
oír a tu siervo decir mal de ti. 22 Sabe
muy bien tu conciencia que tú muchas
veces has hablado mal de otros.
23 Todo esto he querido buscarlo
en la sabiduría, y dije: Quiero ha¬
cerme sabio; pero la sabiduría está
lejos de mi. 24 Lejos se queda lo que
estaba lejos, y profundo lo profundo.
¿Quién lo alcanzará?
La mujer.
25 He rodeado con mi corazón, por
saber c inquirir la sabiduría y la
razón, y por conocer la maldad de
la insensatez y los desvarios del error.
26 Y halle que es la mujer más
amarga que la muerte, y lazo para el
corazón, y sus manos ataduras. El
que agrada a Dios escapará de ella,
mas el pecador en ella quedará preso.
27 Esto hallé, dice el Cohelet, pe¬
sando las cosas una por una para
bailar la razón. 23 Lo qüe busca mi
alma y no lo encuentra: entre mil
halle un hombre, mas mujer entre
todas, ni una hallé (1). 29 Lo que hallé
fué sólo esto: Que Dios hizo recto
al hombre, mas ellos se buscaron
muchas perversiones.
El hombre de bien.
O 1 ¿Quién como el sabio? ¿Quién
^ como el (pie sabe explicar las
cosas? La sabiduría del hombre alum¬
bra el rostro y templa su aspereza.
2 Guarda el mandato del rey como
juramento hecho a Dios. 1 2 3 No te apre¬
sures a alejarte de su presencia ni
persistas en cosa que le desagrade,
porque puede hacer cuanto quiere.
4 Pues la palabra del rey es eficaz,
¿y quién podrá decirle; Que es lo
que haces?
5 El que guarda los mandamientos
no tendrá mal, y la mente sabia co¬
noce el tiempo y el juicio; 6 que para
(1) En los Proverbios hallamos esos juicios
desfavorables de la mujer; ya se deja entender
que tales juicios no tenian en la mente del
j autor la universalidad que sus expresiones
aparentan. Seguramente que el Cohelet no
> incluía a su madre en tales juicios pesimistas.
970
ECLESIASTÉS, 9
toda cosa hay tiempo y juicio, y es
mucho el afán que pesa sobre el
hombre; 7 porque no sabe lo que
vendrá después, ¿y quién podrá de¬
cirle cuándo ha de suceder? 8 No tiene
poder el hombre sobre el espíritu
para retenerle, ni tiene poder sobre
el día de la muerte; y no hay armas
para tal guerra ni podrá la iniquidad
salvar al reo de ella.
La virtud desconocida.
9 Esto he visto poniendo atención
a cuanto sucede bajo el sol, en tiempo
en que el hombre domina sobre el
hombre para su mal. 10 Vi a impíos
recordados (1), mientras que los que
habían hecho el bien se iban del lugar
santo y eran olvidados en la ciudad.
También esto es vanidad. 11 Por¬
que la sentencia contra el mal no se
ejecuta prontamente, y por esto el
corazón de los hijos de los hombres
se llena de deseos de hacer el mal;
12 porque hace el pecador cien veces
el mal y pervive; con todo, yo sé
que los que temen a Dios tendrán el
el bien, los que temen ante su pre¬
sencia, 13 mientras que el impío no
tendrá bien ni prolongará sus días,
que serán como sombra porque no
teme a Dios.
14 Sin embargo, tal vanidad se da
sobre la tierra, que son tratados
justos como conviene a los malvados,
y malvados como conviene a los
justos. Y me digo también que esto
es vanidad. 15 Por eso alabo la ale¬
gría, que el hombre no tiene bien
bajo el sol sino comer, beber y ale¬
grarse, y esto es lo que le queda de
sus trabajos en los días de vida que
le da Dios debajo del sol (2).
Inecrtidumbre del destino.
16 Di, pues, mi corazón a conocer
la sabiduría y a examinar el trabajo
que se hace sobre la tierra, porque
(1) Este versículo expresa un hecho que Job
repite con frecuencia y que en los salmos
ponía a prueba la fe de los justos. Los ver¬
sículos siguientes parecen una solución a la
dificultad. La sentencia divina llegará, sin duda,
aunque parezca a veces tardar.
(2) La consecuencia expuesta en este verso
ya la hemos visto atrás. En estas sentencias,
al parecer epicúreas, siempre brilla el pensa¬
miento de Dios.
hay quien ni de día ni de noche ve
cerrarse sus ojos por el sueño. 17 Exa¬
miné también la obra de Dios, que
no puede el hombre conocer cuanto
se hace debajo del sol, y por mucho
que en buscar se fatigue nada llega
a descubrir; y aun cuando dijere
el sabio que sabe, nada llega a
saber (1).
Q 1 Y poniendo en mi corazón todo
J esto, vi bien que el justo y el sa¬
bio y sus obras están en las manos de
Dios, y ni siquiera sabe el hombre
si es objeto de amor o de odio; todo
está en poder de él (2). 2 * * * Todo a todos
sucede de la misma manera, una
misma es la suerte que corren el
justo y el impío, el puro y el impuro,
el que sacrifica y el que no ofrece
sacrificios, el hombre de bien y el
malhechor, el que jura y el (pie abo¬
rrece el juramento.
Ln muerte.
3 Este mal hay en todo cuanto exis¬
te debajo del sol: que es una misma
la suerte de todos, y que el corazón
de los hijos de los hombres esté
lleno de mal y de enloquecimiento
durante los días de su vida, y luego
a la muerte. ¿Y quién es excep¬
tuado?
4 Mientras uno vive hay esperanza,
que mejor es perro vivo que león
muerto; 6 pues los vivos saben que
han de morir, mas el muerto nada
sabe y ya no espera recompensa,
habiéndose perdido ya su memoria.
6 Amor, odio, envidia, para ellos
ya todo se acabó, no toman ya parte
alguna en lo que sucede bajo el sol.
7 Ve, come alegremente tu pan y
bebe tu vino con alegre corazón, pues
que se agrada Dios en tus buenas
obras. 8 Vístete en todo tiempo de
blancas vestiduras, y no falte el un¬
güento sobre tu cabeza. 9 Goza de la
vida con tu amada compañera, todos
(1) No es csceplicismo, sino expresión un
tamo extremosa de lo limitada que es la ciencia
humana cuando se trata de los grandes pro¬
blemas que tocan al gobierno de la vida. lPobres
de nosotros si no tuviéramos la antorcha de la
revelación l
(2) Todo está en las manos de Dio y no
es fácil por la cotidiana experiencia deducir
las leyes del gobierno divino. Esto es una ten¬
tación para los justos y causa de extravío para
los hombres de poca fe.
ECLESIASTES, 10, 11
971
los días de la fugaz vida que Dios
te da debajo del sol, porque ésa es
tu parte en esta vida entre los tra¬
bajos que padeces debajo del sol.
Cuando puedas hacer bien, hazlo ale¬
gremente, porque no hay en el se¬
pulcro, a donde vas, ni obra ni in¬
dustria, ni ciencia ni sabiduría.
Ineerlidinnbre de la fortuna.
11 Tornéme y vi debajo del sol
que no es de los ágiles el correr, ni
de los valientes el vencer, ni aun de
los sabios el pan, ni de los entendidos
la riqueza, ni aun de los cuerdos el
favor; sino que el tiempo y el acaso
en todo se entremezclan, 12 y que
ni aun su hora conoce el hombre.
Como pez que es cogido en una mala
red y como pájaro que se enreda en
el lazo, así se enredan los hijos de
los hombres en el mal tiempo cuando
de improviso los coge.
13 Otra cosa he visto debajo del
sol, que fué para mí una gran lec¬
ción: Había una ciudad pequeña con
poca gente dentro; vino contra ella
un gran rey y la asedió, levantando
contra ella altas torres; y hubo un
hombrecillo, pobre pero sabio, que
con su sabiduría salvó la ciudad.
Y, sin embargo, de aquel hombre
pobre nadie se acordaba. Entonces
me dije: Más vale la sabiduría que
la fuerza, pero la sabiduría del pobre
es despreciada y sus palabras no son
escuchadas.
El sabio.
17 Las calmas palabras del sabio
sc % hacen oír mejor que los gritos del
que manda a necios. 18 Más vale la
sabiduría que las armas de guerra, y
un yerro destruye mucho bien.
10 1 Una mosca muerta en él es¬
tropea el ungüento del perfu¬
mista, y un poco de locura puede
pesar más que la sabiduría y la
honra.
2 Dirige el sabio su mente a la de¬
recha, 3 y a la izquierda el necio.
Por cualquier camino que el necio
vaya, es siempre necio, y todos dicen:
Es un loco.
4 Cuando un poderoso se enfurezca
contra ti, no le repliques, porque
la mansedumbre impide grandes
males.
El mal gobierno.
6 Un mal que he visto debajo del
sol es el mal que nace del soberano.
6 Es puesto el inepto en muchos
puestos elevados, y los aptos se sien¬
tan abajo. 7 He visto al siervo a
caballo y a príncipes andar a pie
como siervos.
8 El que cava una fosa, dentro
de ella cae; y el que deshace una
pared es mordido de la sierpe. 9 El
que rueda una piedra se hace mal
con ella, y el que parte leña corre
peligro de herirse con ella.
10 Si el filo se embota y no se
aguza hay que poner más esfuerzo,
pero la- sabiduría da el remedio.
11 Si muerde una serpiente no en¬
cantada, de nada valen los conjuros.
12 Las palabras de la boca del sabio
son graciosas, pero al necio sus labios
le causan su ruina. 13 El comienzo
de su hablar es necedad, y su fin
loco desvarío. 14 El necio se deshace
en palabras.
No sabe el hombre lo que será, y
10 que sucederá nadie se lo da a
saber. 15 El trabajo del necio le fati¬
ga, pues no sabe ni por donde ir a
la ciudad.
Templanza y prudencia.
16 ¡Ay de ti, tierra, que tienes por
rey a un niño y cuyos gobernantes
banquetean de mañana! 17 ¡Bienaven¬
turada tú, tierra, que tienes por
rey a un hombre noble y cuyos
gobernantes comen a su tiempo
para refección, mas no para be-
berl
18 Por la negligencia se cae la te¬
chumbre, y por la pereza se dan go¬
teras en la casa.
19 Se hacen para alegrarse los ban¬
quetes, y el vino alegra la vida, y el
dinero sirve para todo.
20 No digas mal del rey ni aun con
el pensamiento; ni digas mal del rico,
ni en tu alcoba; porque los pájaros
llevan la noticia y un alado hará
saber tus palabras.
11 1 Echa tu pan a las aguas, que
después de mucho tiempo lo
hallarás. 2 Da de lo tuyo a siete y aun
a ocho, que no sabes el mal que podrá
venir sobre la tierra.
3 La nube preñada de lluvia la
derramará sobre la tierra, y si el
972
ECLESIASTÉS, 12
árbol cae al mediodía o al norte, allí
quedará.
4 El que al viento mira no sem¬
brará, y el que mira a las nubes no
segará.
5 Como no sabes por qué camino
entra el espíritu en los huesos, dentro
del seno de la mujer encinta, así no
conoces la obra de Dios que todo lo
hace.
6 Siembra bien de manann tu si¬
miente, y a la tarde no dejes reposar
tu mano, que no sabes qué es mejor,
si esto o lo otro, o si ambas cosas
son igualmente buenas.
7 Dulce es la vida y agradable a
los ojos ver el sol. 8 Mas si el hombre
viviere muchos años y en todos ellos
gozase de alegría, piense en los dias
de tinieblas, que serán muchos, y
cuanto sucede es vanidad.
9 Alégrate, mozo, en tu mocedad,
y alégrese tu corazón en los dias de
tu juventud; sigue los impulsos de tu
corazón y los atractivos de tus ojos,
pero ten presente que de todo esto te
pedirá cuenta Dios (1). 10 Echa la tris¬
teza fuera de tu corazón y tente lejos
del dolor, poique mocedad y juven¬
tud son vanidad.
La vejez.
12 1 En los días do la juventud
acuérdate de tu H.iredor; antes
de que vengan los dias males y lle¬
guen los años en que dirás; No tengo
ya contento; 1 2 antes que se oscurez¬
can el sol, la luna y las estrellas, y
vengan las nubes después de la lluvia;
3 cuándo temblarán los guardianes
de la casa y se encorvarán los fuertes
(i) En pocos pasajes a este paralelos se
expresa con más claridad el pensamiento del
Cohelet; goza de la vida, pero no olvides
que Dios te pedirá cuenta del uso que haces
de los bienes que te entregó.
v cesarán de trabajar las muelas, 4 V
se oscurecerán los que miran por las
ventanas, y se cerrarán las puertas
de fuera y se debilitará el ruido del
molino, y se agudizará la voz del
ave V debilitarán la suya todas las
■ bijas del cauto, 6 y habrá temores en
lo alto y tropezones cu el camino, y
; florecerá el almendro y se pondrá pe¬
sada la langosta, y se caerá la alca¬
parra, porque se va el hombre a su
eterna inorada y andan las plañideras
en torno de la plaza; 8 antes que se
rompa el cordón de plata y se quiebre
el platillo de oro y se litiga pedazos el
cántaro junto a ía fuente v se caiga
ítl fondo del pozo la polea, 7 y se torne
el polvo a la tierra que antes era,
y retorne a Dios el espíritu que le
dió (1).
8 Vanidad de vanidades, dijo el
Cohelet, y todo vanidad. 9 El Cohelet,
además de ser sabio, enseñó al pueblo
la sabiduría. Estudió, investigó, y
compuso muchas sentencias. 10 Tro-
curó el Cohelet decir palabras agra¬
dables y escribir rectamente palabras
de ventad (2).
11 Las palabras del sabio son como
aguijones, y como clavos hincados
de (iue cuelgan provisiones, y todas
son dadas por un solo pastor. 12 No
busques, hijo mío, más de esto, que
! el componer libros es cosa sin fin y
el demasiado estudio fatiga al hombre.
13 El resumen del discurso, después
j de oírlo todo, es éste; Teme a Dios y
, guarda sus mandamientos, porque eso
es el hombre todo. 14 Porque Dios
: ha de juzgarlo todo, aun lo oculto,
y toda acción, sea ella buena o mala.
(1) Hermosa, aunque oscura alegoría de
la vejez. La falta de vigor ya no permite pen¬
sar mucho en Dios por eso hay que hacerlo
en la juventud, como edad más vigorosa para
I todo.
(2) Estos versículos parecen indicar que no
han sido escritos por el Cohelet, sino por un
discípulo, que acaso haya sido quien recogió
las semencias del maestro.
CANTAR DE LOS CANTARES
INTRODUCCION AL CANTAR DE LOS CANTARES
C L título del libro no es del autor, sino de los amanuenses, que lo añadieron.
En hebreo es Sir hassirim, que loa LXX traducen literalmente, aisma ais-
maton, el cantar de los cantares, o el cantar por excelencia. Figura siempre
entre los libros sapienciales del Antiguo Testamento , y esto nos indica el camino
para inquirir la naturaleza del mismo.
La sabiduría tiene entre los hebreos un sentido muy amplio (Intr. a los
libros sapienciales). Particularmente viene a nuestro propósito lo que de los
oficios del sabio dice el Eclesiástico: «que aplica su mente y se da a estudiar
la ley del Altísimo, busca la sabiduría de todos los antiguos y consagra sus
ocios a las profecías, guarda en la memoria los relatos de los hombres célebres
y penetra en lo intrincado de las sentencias sutiles, investiga el sentido oculto
de las parábolas y se aplica a inquirir las sentencias enigmáticas » (39, 1-3).
Y a Salomón, el mismo autor le alaba de este modo: ACuán sabio eres desde tu
juventud , desbordando tu inteligencia como un río ! Tu espíritu cubrió la tierra
y la llenaste de sentencias profundas. Tus cánticos, tus proverbios, tus pará¬
bolas y tu8 respuestas, hicieron la admiración del mundo (47, 14-17). Y de
los antiguos padres dice que fueron ilustres, entre otras cosas porque cultivaban
el arte de las melodías y pusieron por escrito las narraciones prof éticas (44, 3).
Sabiduría equivale, pues, entre otras cosas, a ingenio agudo y perspicaz
para entender el sentido de las sentencias enigmáticas, de las parábolas y de
los discursos proféticos. Sobre esto incluye el talento literario, la inspiración
del poeta asociada a la del músico o cantor, el ingenio del prosista en aque¬
llas manifestaciones que revelan más agudeza y que parecen más aptas para cau¬
tivar la atención de loa lectores u oyentes. En este sentido el Cántico es una
composición sapiencial, porque es una obra poética, de profundo sentido y
forma refinada .
976
CANTAR DE LOS CANTARES
Los profetas expresaron bajo diferentes formas las relaciones entre Dios
y su pueblo. Son frecuentes las imágenes del pastor y del rey; pero la del ma¬
trimonio es la más usual, sobre todo en los profetas Oseas y Ezequicl, en los
cuales Y ave es el esposo de Israel y éste la esposa de su Dios; esposa infiel, la
cual, olvidándose de quien la amó y escogió, se deja arrastrar por amores adúl¬
teros hacia los dioses extraños. Según la tradición judía, tal es el tema del Cán¬
tico: los amores de Yave y de su pueblo. A esta sentencia fundamental no8
debemos atener.
Pero admitido este principio , una duda salta a la vista. Los historiadores
sagrados y los profetas están concordes en pintarnos a Israel como infiel a su
esposo y manchada de infinitos adulterios; lo cual no está conforme con el Cán¬
tico, donde la esposa aparece siempre enamorada de su esposo, y además, toda
hermosa o pura. La solución a esta dificultad nos la ofrecen los mismos pro¬
fetas cuando al Israel histórico oponen el Israel de la época mcsiánica, puri¬
ficado de sus pecados y vuelto de todo corazón a su Dios. Las relaciones retas
por el pecado de idolatría se reanudan para siempre. Es preciso, pues, decir
que el Cántico celebra los amores de Yave y de Israel en la edad mcsiánica,
que es el objeto de los deseos de los profetas y justos del Antiguo Testamento.
En torno a esta imagen del matrimonio, usada por los profetas, retine el sabio
todas las promesas contenidas en los escritos pro fóticos.
Este pensamiento lo confirman y desarrollan los Santis Paires, que desde
antiguo han visto y celebrado en el Cántico el amor de Jesucristo y de su Igle¬
sia. La imagen de las bodas se halla en las parábolas evangélicas, en las epís¬
tolas de San Pablo y en el Apocalipsis de San Juan. Bastará en confirmación
de lo dicho citar las hermosas palabras del Apóstol a los efesios: «■ Maridos,
amad a vuestras esposas como Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella a
fin de santificarla, habiéndola lavado en el lavatorio del agua por la palabra,
para hacerla parecer delante de Sí una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga
ni cosa semejante, sino santa e inmaculada... Por esto dejará el varón a su
padre y a su madre y se juntará a su mujer, y serán dos en una carne. Este
misterio es grande, pero yo lo digo mirando a Cristo y a la Iglesia n (ó, 25-32).
Mas en este amor de Cristo por la Iglesia va incluido el amor del Salvador
por cada una de las almas que forman la misma Iglesia, las cuales son todas
esposas de Cristo (II Cor. 11, 2), por cuya salud El se sacrificó y en quienes
vive por la gracia, la fe y la caridad, JT como este vinculo no es el mismo en
todas las almas, antes en cada una se diferencia, síguese que esta condición
de esposas de Cristo no convendrá a todas por igual, sino a cada una tanto
más perfectamente cuanto mayor sea la perfección de esta gracia y de este amor.
De manera que a los santos, por la perfección de su santidad, convendrá más
plenamente el titulo de esposas de Cristo, y sobre todos los santos convendrá
a la que fue llamada por el ángel «Llena de gracia\ Tal es el sentido pleno
del Cántico, según la Escritura y la tradición cxegclica de los Padres.
Las almas místicas gustan mucho del Cántico, pero la exégesis que a veces
hacen de él ha contribuido no poco a desacreditarlo entre los que aspiran a una
exégesis científica, tiin embargo, el fundamento de aquella exegesis es sólido, puesto
que el Cántico tiene por argumento las relaciones de amor entre Jesucristo y las
almas santas. Pero las amplificaciones que hacen alegorizando hasta el extre¬
mo las imágenes del libro, no pasan de una e^óxesis acomodada. La sustancia
de su pensamiento tiene un gran valor como explicación de los misterios de
amor que Dios realiza en las almas. Las imágenes del Cántico son el cañamazo
sobre el cual bordan con hilo de oro la descripción de esos misterios.
Según hemos dicho, el autor del Cántico tomó de los profetas la imagen
del matrimonio y el pensamiento mcsiánico que ella encierra. De ellos tjmó
también otras imágenes con que los profetas celebran las beiuiiciones divinas
CANTAR DE LOS CANTARES
977
de la época mesiánica. Pero, además, tenia ante sus ojos la misma fuente donde
los profetas habían bebido su forma literaria, ya que el pensamiento les
venía de lo alto. Esta fuente era la vida de Israel, el amor conyugal y las solem¬
nidades nupciales con que este mismo amor se manifestaba en su pueblo. Y no
hay que dudar que acudiría a esta fuente en busca de elementos materiales para
desarrollar el tema que se habla propuesto tratar. Por donde no nos parece des¬
acertada la conducta de aquellos autores que estudian el amor y la solemnidad
de las bodas en Israel y en los pueblos vecinos para explicar el carácter literario
del Cántico y el sentido de su simbólico lenguaje. Pero esto no ha de ocupar el
primer plano en la explicación del canto sagrado, que en cuanto a su sentido
reconoce inspiración más alta.
En suma } que el Cántico es un idilio en que se celebran los amores del Mesías
con el Israel de Dios (Gal. 6 , 16), tomando la forma literaria de las costumbres
hebreas y el pensamiento de los vaticinios proféticos. La acción dramática es en
él muy escasa. El valor significativo de las imágenes, aunque no siempre, es
muchas veces alegórico, si bien difícil de di finir.
Es difícil hacer la división de una obra compuesta con gran libertad lite¬
raria. Hay quien cree que se debe admitir la división en siete partes, fundada
primeramente en la duración de las bodas entre los hebreos, que era de siete días,
como aparece por ti Gen. 29, 37, Jces. 14, 12 y Tob. 8, 23. El texto mismo hace
muy razonable la siguiente división: 7. a 1, l-II, 7; 2. a II, 8-1II, 1; 5. a , III, 2-5;
4. a , 111, 6-V, 1; 5. a , 3-VI, 8; 5. a , VI, 9-VI1I, 4, y 7. a , VIH, 5-14.
La tradición judia atribuía este libro a Salomón , y de ello da testimonio
el epígrafe mismo del libro. Los Santos Padres recibieron esto sentencia y la retu¬
vieron como tradición histórica más bien que como punto de fe. En los últimos
tiempos los críticos se inclinan a atribuir el libro a una época más reciente.
Las razones son: primero, la forma del libro, que es ?nás arpficiosa de lo que
parece corresponder a la época primitiva de la literatura hebrea. Luego el len¬
guaje, que es en muchos casos aramaizante, cosa que no puede convenir a la
época de Salomón y sí a la época posterior a la cautividad. Tercero, el mismo
tema del libro, que siendo profético y siendo el autor un sabio y no un profeta,
parece suponer que el libro haya sido escrito después de los profetas. La fecha
precisa no se puede fijar con certeza y menos aún el nombre del autor.
6a
CANTAR DE LOS CANTARES, 1, 2
979
CANTAR DE LOS CANTARES
1 1 2 1 Cantar de los Cantares, de Sa-
* lomón.
El anhelo de la esposa.
2 {Béseme con besos de su bocal |
Son tus amores más suaves que el
vino,
3 Son tus ungüentos suaves al sen¬
tido. | Es tu nombre ungüento derra¬
mado, | por eso te aman las doncellas.
El coro
4 Llévanos tras de ti, corramos (1). |
Introdúceme, joh rey!, en tus cá¬
maras, | y nos gozaremos y regoci¬
jaremos contigo, | y cantaremos tus
amores, más sueves que el vino. | Con
razón eres amado.
La esposa
5 Soy morena, pero hermosa, hijas
de Jerusalén, | como las tiendas de
Cedar, como los pabellones de Sa¬
lomón.
6 No miréis que soy morena, es
que me ha quemado el sol. | Los hi¬
jos de mi madre, airados contra mí,
me pusieron a guardar viñas (2), | no
era mi viña la que guardaba.
7 Dime, tú, amado de mi alma:
¿Dónde pastoreas, dónde sesteas al
mediodía, | detrás de los rebaños de
tus compañeros?
El esposo.
8 Si no lo sabes, {oh la más her¬
mosa de las mujeres!, | sigue las hue-
(1) El coro de doncellas, que forma, en las
solemnidades nupciales, la corte de la Esposa,
que aquí representa a las naciones, pide tener
parte en el amor de la Esposa por el Esposo
como en Is. 2, 2 ss.; Zac. 8, 20 ss. y expresa sus
deseos de tener parte en las bendiciones mesiá-
nicas.
(2) Habla de las aflicciones y trabajos sufri¬
dos en la época anterior, sobre todo en la cauti¬
vidad, en que hubo de servir y trabajar para los
enemigos, como se ve por Dt. 28, 2 5 ss.; Sal. 79;
Is. 62, 8 s.
lias del rebaño | y apacienta tus ca¬
britos cabe los majadas de los pas¬
tores.
9 Al tiro del carro del Faraón (1) |
te comparo, amada mía.
10 ¡Cuán hermosas están tus me¬
jillas entre las guedejas, j tu cuello
con los collaresl
11 Te haremos collares de oro | con
sartas de plata.
La esposa.
12 Mientras reposa el rey en su
lecho, | exhala mi nardo su aroma.
13 Es mi amado para mí bolsita de
mirra | que descansa entre mis pechos.
14 Es mi amado para mí racimito
de alheña | de las viñas de Engadí.
El esposo.
15 ¡Qué hermosa eres, amada mía, |
qué hermosa eres! Tus ojos son pa¬
lomas.
La esposa.
16 ¡Qué hermoso eres, amado mío, |
qué agraciado! | Nuestro pabellón
verdeguea ya;
17 Las vigas de nuestra casa son
de cedro, | nuestros artesonados, de
ciprés.
2 1 Yo soy un narciso de Sarón, |
una azucena de los valles.
El esposo.
2 Como lirio entre los cardos, | es
mi amada entre las doncellas.
La esposa.
3 Como manzano entre los árboles
(1) Parecerá extraña esta manera de ponde¬
rar las gracias de la Esposa; pero los beduinos
del desierto toman la camella como término de
comparación para describir la hermosura de la
novia.
980
CANTAR DE LOS CANTARES, 3
silvestres, | es mi amado entre los
mancebos.
4 A su sombra anhelo sentarme | y
su fruto es dulce a mi paladar.
4 Me ha llevado a la sala del fes¬
tín, | y la bandera que contra mí alzó
es bandera de amor.
6 Confortadme con pasas, | recread¬
me con manzanas, | que desfallezco
de amor.
6 Reposa su izquierda bajo mi ca¬
beza | y con su diestra me abraza
amoroso.
El esposo.
7 Os conjuro, hijas de Jerusalén, j
por las Rácelas v cabras monteses, |
que no despertéis ni inquietéis a la
amada | hasta que ella quiera.
La esposa.
8 jLa voz de mi amadol Vedle que
llega (1), | saltando por los montes, |
triscando por los collados.
9 Es mi amado como la gacela o
el cervatillo. | Vedle que está ya de¬
lante de nuestros muros, | mirando
por las ventanas, | atisbando por
entre las celosías.
10 Oíd qué me dice:
El esposo.
Levántate ya, amada mía (2), | her¬
mosa mía, y ven:
11 Que ya se ha pasado el invierno |
y han cesado las lluvias.
12 Ya han brotado en la tierra las
flores, | ya es llegado el tiempo de
los cantares | y se deja oír en nuestra
tierra el arrullo de la tórtola.
13 Ya ha echado la higuera sus
(i) La Esposa se halla en su propia casa,
con el pensamiento puesto en el Esposo; de re¬
pente le siente venir, y acercarse a la casa, y
atisbar hacia adentro buscando, sin duda, a ía
Esposa.
(a) Este discurso del Esposo contiene una
hermosa descripción de la primavera, que en
Palestina sucede a las lluvias invernales, y que
en Siria era el tiempo en que solían celebrarse
las bodas. Invita a la Esposa a gozar de los en¬
cantos que la Naturaleza ofrece. Todo ello ex¬
presa muy al vivo la alegría de los tiempos me-
siinicos, después de las miserias y tristezas de la
cautividad. No las expresiones poéticas, pero sí
el entusiasmo que domina al autor, parecen bien
inspirados en la segunda parte de Isaías, cuando
anuncia la llegada de la salud mesiánica.
brotes, | ya las viñas en flor esparcen
su aroma. | Levántate, amada mía, |
hermosa inía, y ven.
14 Ven, paloma mía, que anidas en
las hendiduras de las rocas, | en las
grietas de los muros escarpados. |
Dame a ver tu rostro, | dame a oír tu
voz, | que tu voz es suave | y es
amable tu rostro.
La esposa.
15 i Allí Cazadnos las raposas, | las
raposinas pequen i tas, | que destrozan
las viñas, | nuestras viñas en flor.
16 Mi amado es para mí y yo soy
para él. | Pastorea entre azucenas.
17 Antes que refresque el día y se
extiendan las sombras, | ven, tintado
mío, semejante a la gacela, | seme¬
jante al cervatillo, | por los montes
de Bctcr.
3 1 En el lecho, entre sueños, por
la noche, | busqué al amado de
mi alma, | busquéle y no le hallé.
2 Me levanté y recorrí la ciudad, |
las calles y las plazas, | buscando al
amado de mi alma.
3 Busquéle y no le hallé. | Encon¬
tráronme los guardias | que hacen la
ronda en la ciudad: | ¿Habéis visto
al amado de mi alma?
4 En cuanto de ellos me aparté |
hallé al amado de mi alma. | Le así,
ya no le soltare, | hasta entrarle cu
la casa de mi madre, | en la alcoba
de la que me engendró.
El esposo.
6 Os conjuro, bijas de Jerusalén, |
por las gacelas y las cabras monte¬
ses, | que no despertéis ni inquietéis
a mi amada, | hasta que a ella le
.plazca.
Coro.
6 ¿Qué es aquello que sube del
desierto (1), | como columna de
(i) El cambio de escena es evidente. El
coro ve a lo lejos subir del desierto una nube,
que no es de polvo, sino de aromas; luego des¬
cubre la figura de! Amado, que describe bajo
la figura de Salomón, el que recibió primero las
promesas hechas a su padre, con la suntuosidad
y aparato que la historia describe.
CANTAR DE LOS CANTARES, 4
981
truno, | como humo de mirra c in¬
cienso | y de todos los perfumes ex¬
quisitos?
7 Ved: la litera de Salomón, | se¬
senta valientes la rodean, | de entre
los valientes de Israel.
8 Todos esgrimen la espada, | todos
son diestros para el combate. | Todos
llevan la espada ceñida | contra los
peligros de la noche.
9 Hízose el rey Salomón | una litera
de cedro del Líbano.
10 Hizo de plata sus columnas, | de
oro su respaldo; | su asiento de púr¬
pura, recamado, | obra de las bijas
de Jcrusalén.
11 Salid, bijas de Sión (1), | a ver
al rey Salomón | con la corona de
que le coronó su madre | el dia de
sus bodas, | el día de la alegría de
su corazón.
El esposo.
A 1 2 3 jQuó hermosa eres, amada mía, |
~ que hermosa ercsl | Son palomas
tus ojos entre las guedejas (2).
2 Son tus cabellos rebañito de
cabras, | que ondulantes van por los
montes de Calad. | Son tus dientes
cual rebaño de ovejas de esquila, | que
suben del lavadero, | todas con sus
crías mellizos, | sin que haya entre
ellas estériles.
3 Cintillo de grana son tus labios |
y tu hablar es suave. | Son tus meji¬
llas mitades de granada | entre las
guedejas.
4 Es tu cuello cual la torre de
David, | rodeada de coronas murales, |
de la que penden mil escudos, | todos
escudos de valientes.
6 Tus dos pechos son dos mellizos
de gacela (3) | que triscan entre
azucenas.
(1) Es la entrada solemne del rey en Jerusa-
lén. inspirada en la ceremonia de la entronización
de Salomón, que se narra en I R. i. u ss. La
corona, tal vez se toma de la solemnidad de las
bodas, según Is. 6o, io. Todo ello significa la
entrada triunfal del rey Mesías en su ciudad.
(2) Toda esta descripción que sigue expresa
los sentimientos del Esposo al contemplar la
hermosura de su Esposa. Las comparaciones,
por mucho que desdigan de nuestro tempera¬
mento literario, se acomodan muy bien al de los
hijos del Oriente.
(3) Símbolo de la fecundidad (cf. Ez. 16, 7)
y signo de la bendición divina que acompañará
la edad mes iónica, según Dt. 7, 13, ss.; Sal. 112,
9; 1 s. 54, 1 ss.
6 Antes de que refresque el día y
se extiendan las sombras, | iréme al
monte de la mirra, | al collado del
incienso.
7 Eres del todo hermosa, amada
mía, | no hay tacha en ti.
8 Ven del Líbano, esposa, | ven del
Líbano, llega, | ven de la cumbre del
Amana, | de las cumbres del Sanir
y del Hormón. | Guaridas de leones, |
cubiles de panteras.
9 Prendiste mi corazón, hermana,
esposa, | prendiste mi corazón en
una de tus miradas | en una de las
perlas de tu collar.
10 ¡Qué dulces tus caricias, herma¬
na mía, esposa! Dulces más que el
vino son tus amores, | y el olor de
tus ungüentos es más suave que el
de todos los bálsamos.
11 Miel virgen destilan tus labios,
esposa mía (1), | leche y miel bañan
tu lengua, | y es el olor de tus ves¬
tidos el perfume del Líbano.
12 Eres jardín cercado (2), her¬
mana mía, esposa, | eres jardín cer¬
cado, fuente sellada.
13 Es tu plantel un bosquccillo |
de granados y frutales los más ex¬
quisitos; | de alheñas y de nardos,
14 De nardos y azafrán, | canela y
cinamomo, | de mirra y áloe, | y de
todos los más selectos balsámicos.
16 Eres fuente que mana a borbo¬
tones (3), | fuente de aguas vivas |
que descienden del Líbano.
(1) Recuérdese la expresión con que se des¬
cribe la riqueza de Canaán. «la tierra que mana
leche y miel». Ex. 3, 8; Num. 13, 28.
(2) Los frutos que luego describe se hallan
protegidos contra las incursiones de las bestias.
Lo contrario se dice en Is. 5, 5 s. de la viña que
representa a Israel rebelde a su Dios. Algunos
autores quieren corregir el texto, y leer fuente
en vez de jardín. Fuente sellada: Y, por tanto,
que guarda sus aguas puras y frescas. Los en¬
cantos del agua corriente son grandes en Pales¬
tina por la misma escasez de ellas; donde brota
una fuente, allí se forma un pequeño oasis, El
poeta se complace en describirnos el jardín lleno
de árboles y plantas aromáticas que producen
estas aguas de la fuente. Semejante imagen es
muy usual en los Sapienciales para describir los
frutos de la Sabiduría, y el profeta Isalas junta
estas dos imágenes para pintar la riqueza y la
dicha de Israel en la edad mesiánica. (58, 11.)
(3) Son los canales derivados de la fuente
para distribuir el agua por el jardín y regar los
árboles frutales y aromáticos, que significan la
justicia, la santidad y la gracia de Israel en la
edad mesiánica. (Cf. Ectés. 2. 4 ss.; 1 s., 5, 1 ss.
Jcr. 2. 21; Ez. 17, 22 ss.; 20, 41; Ecco. 24. 23 ss.)
Imagen tomada acaso de las fuentes del Jordán,
que brotan al pie del Hormón, y es expresión de
la vida, como en Is. 12, 3 ; Jer. 2, 13; Jn. 4, 14.
082
CANTAR DE LOS CANTARES, 5, 6
La esposa.
19 Levántate, cierzo, ven también
tú, austro. | Oread mi jardín, que
exhale sus aromas, | que viene a mi
huerto el amado, | a comer de sus
frutos exquisitos.
El esposo.
5 1 Voy, voy, a mi jardín, hermana
mía, esposa, | a coger de mi mirra
y de mi bálsamo; | a comer la miel
virgen del panal, | a l)eber de mi
vino y de mi leche. | Venid, amigos
míos, y bebed | y embriagaos, carí¬
simos.
La esposa.
2 Yo duermo, pero mi corazón
vela (1). | Es la voz del amado que
me llama.
El esposo.
Abreme, hermana mía, esposa mía, |
paloma mía, inmaculada mía. | Que
está mi cabeza cubierta de rocío | y
mis cabellos de la escarcha de la
noche.
La esposa.
3 Ya me he quitado la túnica. |
¿Cómo volver a vestirme? | Ya me
he lavado los pies. | ¿Cómo volver
a ensuciarlos?
4 Mi amado mete la mano por el
agujero de la llave (2). | Mis entra¬
ñas se estremecen todas.
6 c Mi alma desfalleció al oírle.
6 Me levanté para abrir a mi aina¬
do, | mis manos destilaban mirra | y
mis dedos impregnaron de exquisita
mirra | el pestillo de la cerradura.
9 Abrí a mi amado (3), | pero mi
(i) Durmiendo, sueña con su Amado, y en
este estado siente que llega a la puerta y llama.
La Esposa le responde en sueños excusándose.
Cf. Le. ii, 6 s. Son juegos del poeta para hallar
una nueva forma de expresar los sentimientos
de mutuo amor de los dos Esposos, que son el
tema de su obra.
(a) Mete la mano por el agujero de la cerra¬
dura para abrir; al ruido despierta la Esposa
asustada por la presencia del Esposo, de que ya
se da mejor cuenta.
(3) Al fin, se levanta para abrirle; pero con
gran pena de su alma nota que era ya ido. Lle¬
vada por el amor, sale en su busca, como en la
escena 3, 2. s. Todo ello tiene un sentido mismo,
que es el amor de la Esposa por el Esposo.
amado se había ido, desapareció. | Le
busqué, mas no le hallé. | Le llamé,
mas no me respondió.
7 Encontráronme los guardias 9 que
rondan la ciudad, | me golpearon, me
hirieron, | me quitaron el velo j los
centinelas de las murallas.
8 Os conjuro, hijas de Jerusalén, |
que si encontráis a mi amado | le
digáis que desfallezco de amor (1).
Coro de doncellas.
9 ¿Y en qué se distingue tu ama¬
do, | ¡ohl la más hermosa de las mu¬
jeres? | ¿En que se distingue tu
amado, | tú, que así nos conjuras?
La esposa.
10 Mi amado es blanco y rubio (2),
se distingue entre millares.
11 Su cabeza es oro puro , | sus rizos
son racimos de dátiles, | negros como
el cuervo.
12 Sus ojos son palomas | posadas
al borde de las aguas, | que se han
bañado en leche | y descansan a la
orilla del arroyo.
13 Sus mejillas son eras de balsa¬
meras | de perfumado aroma, | Sus
labios son dos lirios | y destilan ex¬
quisita mirra.
14 Sus dedos son barras de oro | con
rubíes engastados. | Su pecho es
marfil | cuajado de zafiros.
16 Sus piernas son columnas de
mármol | asentadas sobre basas de
oro puro. | Esbelto como el Líbano, |
gallardo como el cedro.
18 Su garganta es toda suavidad, |
todo él un encanto. | Ese es mi
amado, ése mi esposo, | hijas de Jc-
rusalén.
Coro de doncellas.
6 1 ¿Y a dónde fué tu amado (3), |
olí tú, la más hermosa de las mu¬
jeres? | ¿A dónde fué tu amado, | que
le busquemos contigo?
(1) La Esposa dirige esta súplica a la corte
de sus amigas, a quienes estaba contando el epi¬
sodio de la noche pasada, y que es, en manos
del autor, una ocasión para la nueva descripción
que sigue.
(2) Esta descripción concuerda bastante con
la que nos hace Jer. en Tr. 4, 7 de los príncipes
de Judá.
(3) Esta pregunta de las compañeras de la
Esposa expresa la simpatía que éstas sienten por
ella, la simpatía de las naciones por Israel cuando
la ven hecha objeto de las bendiciones de su Dios
y de su Mesías.
CANTAR DE LOS CANTARES, 7
983
La esposa. |
2 Bajó mi amado a su jardín, | a,
los macizos de balsameras, | para
recrearse entre las flores y coger azu-j
cenas.
3 Yo soy para mi amado y mi amado
para mí, | el que se recrea entre azu¬
cenas.
El esposo.
4 Eres, amada mía, hermosa como
Tirza (1), | bella como Jerusalén, |
terrible cual escuadrón ordenado en
batalla.
6 Aparta ya de mí tus ojos, | que
me matan de amor. | Es tu cabellera
rebañito de cabras | que ondulan al
subir por el monte de Galad.
6 Tus dientes, cual rebaño de ove¬
jas de esquila | que suben del lava¬
dero, | todas con crías gemelas, | sin
que entre ellas haya estéril.
7 Son mitades de granada tus me¬
jillas, | entre las guedejas.
8 Sesenta son las reinas (2), |
ochenta las concubinas, | y las don¬
cellas son sin número.
9 Pero es única mi paloma, mi per¬
fecta; | es la única hija de su madre, |
la predilecta de quien la engendró, j
Viéronla las doncellas y la aclama¬
ron, | y las reinas y las concubinas la
loaron.
Coro de mujeres.
10 ¿Quién es ésta que se alza como
aurora (3), | hermosa cual la luna, |
(1) Aquí aparece de nuevo el Esposo como
atraído por las declaraciones que la Esposa acaba
de hacer. La descripción que sigue, en parte
tomada de las precedentes, expresa la belleza
divina de la Esposa, esto es, de Israel, purificado
por Dios mediante las tribulaciones de la cauti¬
vidad, y hermoseado con la santidad y la justicia
de su Dios, según que los profetas anunciaban
para la época mesiánica.
(2) Este detalle singular de la descripción
está tomado de lo que era un harén real en Persia,
por ejemplo, y lo que era el del mismo Salomón,
según I, R. 11, 4. El pensamiento del poeta es
que la Esposa es entre muchas mujeres la favo¬
rita, la que aventaja a todas en belleza y la que
triunfa del corazón del rey, su esposo. Pero esto
no pertenece más que a la figura, pues el autor
sagrado nos describe las bellezas del Israel de
Dios en comparación de las demás naciones, que
serán admitidas a participar de los amores del
Mesías. El salmo 45, 10 ss. habla ya hecho uso
de esta misma imagen.
(3) En esta sección, el coro, al ver acercarse
a los Esposos, prorrumpe en expresiones de ad¬
espléndida como el sol, | terrible como
escuadrones ordenados?
La esposo.
11 Bajé a la nozaleda, | para ver
cómo verdea el valle, | a ver si bro¬
taba ya la viña | y si florecían los
granados.
12 Sin saber cómo, | vime sentada
en los carros del noble pueblo (1).
Coro general.
n 1 2 3 * 1 ¡Detente, detente, Sulamita, |
¿ detente, detente, que te admi-
remosl
La esposa.
¿Qué queréis admirar en la Sula¬
mita, | ordenadas en dos coros?
Coro general.
2 ¡Qué bellos son tus pies en las
sandalias, | hija de príncipes! | El
contorno de tus caderas es una joya, |
obra de manos del orfebre.
3 Tu seno es ánfora preciosa | en
que no falta el vino mezclado. | Tu
vientre, acerbo de trigo | rodeado de
azucenas.
4 Tus pechos son dos cervatillos |
mellizos de gacela.
6 Tu cuello es torre de marfil, | tus
ojos son dos piscinas de Hesebón, |
junto a la puerta de Bat-Rabim. |
Tu nariz es como la torre del Líba¬
no | que mira frente a Damasco.
6 Tu cabeza es como el Carmelo | y
miración a la belleza de la Esposa; ella les res¬
ponde con algo que parece referirse a la inaugu¬
ración al reino mesiánico; vuelve el coro a tomar
la palabra para entonar un canto a la belleza de la
Esposa; al coro sigue el Esposo con otro canto,
y termina con un éxtasis de amor de la Esposa.
(1) Este v. es sumamente oscuro, por la inco¬
rrección del texto, por lo singular de la imagen
y por lo difícil que es establecer la conexión de
este v. con los que preceden y siguen. Estas pala¬
bras son corregidas y traducidas de muy diversa
manera por los expositores; no nos detendremos
a justificar la traducción, pero sí el sentido, que
comparamos con Is. 43, 5 ss.; 49, 22 s.; 60, 8 s.;
66, 18 ss., y con Bar. 4, 37 ss. Se habla de la
vuelta de Israel de su cautiverio, ayudados de
los mismos gentiles, que lo tienen a gran honor,
maravillados como están de ver las grandezas de
Yave sobre su pueblo, y deseosos de tener parte
en ellas.
984
CANTAR DE LOS CANTARES, 8
tus cabellos son púrpura real | entre¬
tejida en trenzas.
El esposo.
7 ¡Qué hermosa eres, qué hechi¬
cera, | que deliciosa, amada míal
8 Esbelto es tu talle como la pal¬
mera | y son tus senos sus racimos.
0 Yo me dije: Voy a subir a la
palmera | a coger sus racimos. | SI,
sean tus pechos racimos para mí. | El
aliento de tu boca es aroma de
manzanas;
10 Tu boca es vino generoso, | que
se entra suavemente por mi paladar |
y suavemente se desliza entre mis
labios y mis dientes.
La esposa.
11 Yo soy para mi amado | y a mí
se dirigen todos sus anhelos.
12 Ven, amado mío, vámonos al
campo (1); | haremos noche en las
aldeas, madrugaremos para ir a las
viñas, | veremos si brota ya la vid, |
si se entreabren las llores, | si flo¬
recen los granados, | y allí te daré
mis amores.
13 Ya dan su aroma las mandrá-
goras | y abunda cu nuestras puertas
toda suerte de frutos exquisitos. | Los
nuevos, los añejos, que guardo, amado
mío, para ti.
o 1 iQuién me diera que fueses her-
** mano mío, amamantado a los
pechos de mi madre, | para que al
encontrarte te besara | sin que nadie
se burlase de mil (2).
2 Yo te llamaría, y te entrarla en
la casa de ni i madre, | en la alcoba
de la que me engendró, | y te darla
a beber vino adobado | y mosto
de ios granados.
3 Su izquierda descansa bajo mi
cabeza, | y su diestra me abraza
cariñosa.
(1) La Esposa invita al Esposo a salir y ve r
el campo. El sentido alegórico de estos w. no
puede ser más claro. Es la invitación a ver los
frutos propios de la edad mesiánica. los frutos
de la justicia y de la santidad, tantas veces repre¬
sentados por el jardín, los árboles, etc.
(2) Extraño deseo el de la esposa: y sin em¬
bargo, parece ser ¿ste el punto culminante
del mesianismo del poema: ver al Esposo, a
quien sabe tan infinitamente superior a ella,
hecho hombre y participando de su misma
naturaleza.
El esposo.
4 Os conjuro, hijas de Jcrusalén, 1
por las gacelas y las cabras monteses, |
que no despertéis ni inquietéis a mi
amada | hasta que a ella le plazca.
Coro general.
6 ¿Quien es ésta que sube del de¬
sierto (1) | apoyada sobre su amado?
El esposo.
Yo te suscitaré debajo del manza¬
no | allí donde murió tu madre, donde
pereció la que te engendró.
La esposa.
6 Pon me como sello sobre tu co¬
razón, | pónme en til brazo como
sello. | Que es fuerte el amor como
la muerte | y son como el sepulcro
duros los celos. | S 011 sus (lardos saetas
encendidas, | son llamas de Ya ve.
7 No pueden aguas copiosas extin¬
guirlo | 11 i arrastrarlo los ríos. | Si uno
ofreciera por el amor toda su ha¬
cienda, | sería despreciado.
Loa* hermanos.
0 Nuestra hermana es pequeñita, |
no tiene pechos todavía. | ¿Qué ha¬
remos a nuestra hermana, | cuando
se trata de su boda?
9 Si muro, | edificaremos sobre ella
almenas de plata. | Si puerta, le lia¬
remos batientes de cedro.
La esposa.
10 Sí, muro soy, | y torres son mis
pechos. | Pero lie venido a ser a sus
ojos como quien halla 1 n paz.
Los hermanos.
11 Una viña tenía Salomón en I3el-
Hamón (2), | y la entregó a sus
(1) La última sección comienza como la an¬
terior: el coro se dirige a la Esposa, maravillada
de su dicha; sigue luego un diálogo entre los
Esposos; entran Jos hermanos de la Esposa, y
acaban, por fin, los dos Esposos.
(2) Esta viña es la viña de que habla Is. 5,
1 ss.; 27, 2; Sal. 79, 9 ss.; Jcr. 2. 21; 12, 10;
Ez. 15, 1 ss.; plantada por Dios en medio de la
multitud, d* los pueblos.
CANTAR DE LOS CANTARES, 8
985
guardas, | que habían de traerle por
sus frutos | mil sidos de plata.
La esposa.
12 Mi viña la tengo ante mis ojos. |
Para ti, Salomón, sean los mil sidos, |
y doscientos más para los que la
guardan.
El esposo.
13 lOh tú, que habitas en jardi¬
nes (1 >, | —los amigos la esperan—, |
hazme oír tu voz!
(i) El Esposo es el que habla. Las palabras
parece que no están en el orden debido; pero
La esposa.
14 Corre, amado mío (1), | corre
como la gacela o el cervatillo | sobre
los montes de las balsameras.
el sentido no muda. La Esposa es invitada a
cantar para complacer al Esposo y a los compa¬
ñeros de éste, que por segunda vez aparecen
aquí (i, 7). El sentido no parece ser otro que la
simpatía por la Esposa, que hace graciosas todas
sus cosas.
(i) Es el cántico de la Esposa, invitando al
Esposo a llegar ya al monte de los bálsamos, que
será el templo de Jerusalén, donde se ofrecen a
Dios las oblaciones de los perfumes.
Con esto concluye el libro de una manera se¬
mejante a la conclusión del Apocalipsis, 22, 20,
con una súplica por la venida del Mesías. Era
la súplica de los justos en Israel. Mt. 13, 17.
Le. 2, 25 ss
INTRODUCCION AL LIBRO DE LA SABIDURIA
£ N la Biblia griega lleva este libro el título de «Sabiduría de Salomón»,
pero en la Vulgata no tiene más título que «Sabiduríasin la atribución a
Salomón. Y ésta es la sentencia de los Padres San Jerónimo y San Agustín y
de todos los intérpretes modernos, a pesar de que en el capítulo 9 el autor se
no8 presenta como si fuese el Rey Sabio.
El libro fué escrito en griego y su argumento es la sabiduría y que canta,
alabando sus frutos y su origen, su naturaleza y su acción en la historia antigua.
En el fondo , la doctrina coincide con la de los otros libros sapienciales, pero la
forma es griega y y griego también el ambiente intelectual en que el autor vive y se
mueve. Se divide el libro en dos partes: la primera (1-9) es teórica, y nos habla de
la sabiduría de Dios y que conduce a la inmortalidad cerca del Señor, muy distinta
de la otra sabiduría del mundo, verdadera necedad, que conduce a la muerte.
Aquí vemos ya levantado en gran parte el velo que en el Antiguo Testamento
cubre por lo general el misterio de los destinos humanos , revelándonos la vida
del alma, unida a Dios después de la muerte. La verdadera sabiduría es don
de Dio8 y por eso el autor, bajo el nombre de Salomón, se la pide al Señor (9).
La segunda parte (10-19), nos muestra cómo la historia del pueblo hebreo se
desarrolla bajo la acción de la sabiduría divina, mientras que la historia de
Sodoma, Egipto y Canán se desenvuelve en tinieblas, sin el influjo de esta
sabiduría.
Desconocemos quién sea el autor del libro. Lo que podemos afirmar es que
era judío helenista, que conocía muy bien el Egipto, y que allí debió de escribir
su libro, al fin de la edad antigua, sin que podamos precisar si fué en el siglo i
o II antes de la era cristiana. El libro está destinado a los judíos dé la disper¬
sión. No es admitido en el canon judío, sin duda por haber sido escrito en
lengua griega, pues aquél no contiene sino los libros escritos en hebreo. En la
historia del canon cristiano este libro figura entre los deuterocanónicos.
U8S
SABIDURIA, I, 2
LA SABIDURIA DE SALOMON
IVaturaíeza de la Sabiduría.
{ 1 2 Amad la justicia los que gober¬
náis la tierra; | pensad recta¬
mente del Señor | y buscadle con
sencillez de corazón,
2 Porque se deja hallar de los que
no le tientan | y se manifiesta a los
que no desconíian de EL
3 Los pensamientos perversos apar¬
tan de Dios, | V la virtud probada
corrige a los imprudentes;
4 Porque en alma maliciosa no en¬
trará la sabiduría | ni morará en
cuerpo esclavo del pecado;
5 Porque el Santo Espíritu de la
disciplina huye del engaño (1) | y se
aleja de los pensamientos insensatos, |
y al sobrevenir la iniquidad se
aleja.
6 Porque la sabiduría es un espíritu
que ama al hombre, | y no dejará
impune al de blasfemos labios; | por¬
que Dios es testigo de sus pensa¬
mientos, | y veraz observador de su
corazón | y oidor de sus palabras;
7 Porque el Espíritu del Señor llena
la tierra, | y el, que todo lo abarca,
tiene la ciencia de todo.
8 Por esto nadie que hable impie¬
dades quedará oculto, | ni pasará
de largo ante él la justicia vengadora;
0 Porque los pensamientos del impío
serán examinados; | y hasta el Señor
llegará el sonido de sus palabras, |
para castigo de sus iniquidades;
10 Porque su oído celoso lo oye
todo, | y el rumor de las murmura¬
ciones no quedará oculto,
11 Guardaos, pues, de murmura¬
ciones inútiles, | preservaos de la
lengua mal hablada, | porque la len¬
gua mentirosa no quedará impune, J
y la boca embustera da muerte al
alma.
Destino del hombre.
12 No corráis Iras la muerte por
los extravíos de vuestra vida, | ni os
(i) El Espíritu Samo de la disciplina es
el Espíritu de Dios que, ¡nfundido en el alma,
induce a observar la disciplina.
atraigáis la ruina con las obras^dc
vuestras mano?;
13 Porque Dios no hizo la muerte, |
ni se goza en la pérdida de los vi¬
vientes (1),
14 Pues Él creó todas las cosas para
ln existencia | c hizo saludables a
todas sus criaturas, | y no hay en
ellas principio de muerte, | iti el reino
del Ades impera sobre la tierra.
15 Porque la justicia no está so¬
metida a la muirle (2),
10 Pero los impíos la llaman con
sus obras v palabras | y hacen pacto
con ella, f y merecen ser tenidos por
autores suyos.
2 1 Pues se dijeron a sí mismos los
que no razonan, neciamente: |
«Corta y triste es nuestra vida, | y
no hay remedio cuando llega el fin, |
ni se sabe que nadie haya escapado
del Ades.
2 Por acaso hemos venido a la
existencia, | y después de esta vida
seremos como si no hubiéramos sido; |
porque humo es nuestro aliento, | y el
pensamiento una centella del latido
de nuestro corazón.
3 Extinguido éste, el cuerpo se
vuelve ceniza, | y el espíritu se di¬
sipa como tenue aire.
4 «Nuestro nombre caerá en el ol¬
vido con el tiempo, | y nadie tendrá
memoria de nuestras obras; | y pa¬
sará nuestra vida como rastro de
una nube, | y se disipará, como
niebla | que es' herida por los rayos
del sol | y a su calor se desvanece;
6 Pues el paso de una sombra es
nuestra vida, | y sin retorno es nues¬
tro fin, | porque se pone el sello y
ya no hay quien salga.
6 «Venid, pues, y gocemos de lo
presente, | démonos prisa a disfru¬
tar de todo en nuestra juventud.
7 Hartémonos de ricos, generosos
(1) El autor insiste mucho en esta idea
de que Dios, creador de la vida, no hizo la
muerte; ésta fué obra del diablo y lo es de los
hombres que siguen las sugestiones de éste.
(2) La justicia no está sometida a la muerte
del pecado en la presente vida, ni a la muerte
eterna en ta futura.
SABIDURÍA, 3
989
vinos, | y no se nos escape ninguna
flor primaveral.
8 Coronémosnos de rosas antes que
se marchiten; | no haya prado que
no huelle nuestra voluptuosidad.
9 Ninguno de nosotros falte a
nuestras orgías, | quede por doquier
rastro de nuestras liviandades, | por¬
que esta es nuestra porción y nuestra
suerte.
10 rOprimamos al justo desvalido, |
no perdonemos a la viuda | ni respe¬
temos las canas del anciano pro¬
vecto*
11 Sea nucslra fuerza norma de la
justicia,* | pues la debilidad bien se
ve que no sirve para nada.
12 Pongamos garlitos al justo, que
nos fastidia | y se opone a nuestro
modo de obrar, | y nos echa en cara
las infracciones de la ley | y nos
reprocha nuestros extravíos.
13 «Pretende tener la ciencia de
Dios | y llamarse hijo del Señor;
14 Es censor de nuestra conducta;
hasta el verle nos es insoportable.
15 Porque su vida en nada se
parece a la de otros, | y sus sendas
son muy distintas de las nuestras.
16 Nos tiene por escorias, | y se
aparta de nuestras sendas como de
impurezas; | ensalza el fin de los
justos | y se gloría de tener a Dios
por padre.
17 «Veremos si sus palabras son ver¬
daderas, | y cuál es su fin;
18 Porque si el justo es hijo de
Dios, El le acogerá | y le librará de
la^ manos de sus enemigos.
19 Probémosle con ultrajes y tor¬
mentos, | y veamos su resignación | y
probemos su paciencia.
20 Condenémosle a muerte afren¬
tosa, | pues según dice, Dios le pro¬
tegerá (0.»
21 Estos son sus pensamientos; pero
se equivocan, | porque los ciega su
maldad
22 Y desconocen los misteriosos
juicios de Dios, | y ni esperan que los
justos tengan su recompensa, | ni
estiman el glorioso premio de las
almas puras.
23 Porque Dios hizo al hombre
para la inmortalidad | y le hizo a
imagen de su propia naturaleza;
(i) Los versículos que preceden hablan del
justo en general, pero en este versículo parece
que el autor, inspirado, o el Espíritu divino,
que por él hablaba, designa al Justo por
antonomasia y justificador de todos.
14 Mas por la envidia del diablo
entró la muerte en el mundo, | y la
experimentan los que le pertenecen.
Vida y muerte de los justos
y de los impíos.
3 1 Las almas de los justos están
cu las manos de Dios, | y el tor¬
mento no los alcanzará.
2 A los ojos de los necios, parecen
haber muerto, | y su partida es
reputada por desdicha,
3 Y su salida de entre nosotros, por
aniquilamiento; | pero ellos gozan
de paz.
4 Fucs aunque a los ojos de los
hombres fueran atormentados, | su
esperanza está llena de inmortalidad.
6 Después de un ligero castigo serán
colmados de bendiciones, | porque
Dios los probó | y los halló dignos
de sí.
6 Como el oro en el crisol los pro¬
bó, | y los aceptó como sacrificio
de holocausto.
7 Al tiempo de su recompensa bri¬
llarán | y discurrirán como centellas
en cañaveral (1);
8 Juzgarán a las naciones y domi¬
narán sobre los pueblos, | y su Señor
reinará por los siglos.
9 Los que confían en El conocerán
la \irtud, | y los fieles a su amor
permanecerán con El, | porque la
gracia y la misericordia serán la parte
de sus elegidos.
10 Pero los impíos, conforme a sus
pensamientos, tendrán castigo, | pues
despreciaron al justo y se apartaron
del Señor.
11 Porque, desdichado el que des¬
echa la sabiduría y la disciplina; | su
esperanza es vana y sus trabajos in¬
fructuosos | e inútiles sus obras.
12 Sus mujeres son unas insensa¬
tas, | y perversas sus hijas, y su pos¬
teridad maldita.
13 Pero dichosa es la incontaminada,
aun estéril, | que no conoció el lecho
pecaminoso; | tendrá parte en el pre¬
mio de las almas santas.
14 Dichoso también aun el eunuco,
que no ha obrado la maldad con sus
manos | ni ha concebido malos pen-
(i) Daniel dice que los justos brillarán como
las estrellas en el firmamento (12, 3); la imagen
de la Sabiduría parece estar tomada de las es¬
trellas fugaces.
990
SABIDURÍA, 4, 5
samientos contra el Señor, | porque
le será otorgado un especial galardón
por su fidelidad, | y un muy desea¬
ble puesto en el templo del Señor (1).
15 Porque glorioso es el fruto de
los trabajos honrosos, | y la raíz de
la sabiduría es imperecedera.
16 Pero los hijos de las adúlteras
no lograrán madurez, | la descen¬
dencia de un lecho criminal des¬
parecerá;
17 Y aun si alcanzan larga vida,
serán tenidos en nada, | y su ancia¬
nidad será al fin deshonrosa.
18 Y si muriesen prematuramente,
no tendrán esperanza | ni consuelo
en el día del juicio. | El fin del in¬
justo linaje es nefasto.
A 1 2 Mejor es la esterilidad con vir-
” tud, | pues su memoria es inmor¬
tal, | porque es conocida de Dios y
de los hombres;
2 Presente, imitadla; | ausente,
deseadla; | en el siglo venidero triun¬
fará coronada, | después de haber
reportado la victoria en combates
inmaculados.
3 Pero la numerosa prole de los
impíos es sin provecho, | y los tron¬
cos bastardos no echarán hondas
raíces | ni tendrán suelo seguro;
4 Pues aunque sus ramas reverdez¬
can por un tiempo, | no estando
fuertemente fijas, serán sacudidas por
el viento | y por la violencia del ven¬
daba], arrancadas de cuajo.
6 Las ramas serán quebradas antes
de su desarrollo, | su fruto será inútil,
no madurará, | y de nada servirá.
6 Porque los hijos nacidos de unio¬
nes ilegítimas, | serán testigos contra
sus viciosos padres al ser interrogados.
7 Pero el justo, si muriese prema¬
turamente, estará en la paz;
8 Que la honrada vejez no es la de
los muchos años, | ni se mide por el
número de los días.
9 La prudencia es la verdadera ca¬
nicie del hombre, | y la verdaddera
ancianidad es una vida inmaculada.
10 El que se hizo grato a Dios es
amado de él, | y hallado entre los
pecadores, fué trasladado (2).
(1) Isaías (56, 4) promete al eunuco obser¬
vante de la voluntad divina, excluido por la
ley de la asamblea de Israel (Deut. 23, 1), un
nombre glorioso en el reino mesiánico.
(2) Alude a Enoc, de quien se habla en
Gen. 5, 24, el cual, en comparación de los otros
patriarcas, tuvo corta vida, pero aventajada en
perfección.
11 Fué arrebatado, porque la mal¬
dad no pervirtiese su inteligencia | y
el engaño no extraviase su alma;
12 Porque la fascinación del vicio
corrompe el bien, | el vértigo déla pa¬
sión pervierte la mente sana.
13 Llegado en poco tiempo a la
perfección, | vivió una larga vida,
14 Pues su alma era grata al Señor; |
por esto se dió prisa a sacarle de
en medio de la maldad.
15 Los pueblos lo vieron, pero no lo
entendieron | ni sobre ello reflexiona¬
ron, | porque la gracia y la misericor¬
dia es para los elegidos, | y la visi¬
tación para los santos.
16 El justo muerto condena a los
impíos vivos, | y la juventud pronto
acabada condena los muchos años del
impío.
17 Verán el fin del sabio, | sin en¬
tender los designios del Señor sobre
él, | ni por qué le puso en seguridad.
18 Verán y se burlarán, | pero el
Señor se reirá de ellos.
19 Y después de esto caerán sin
honra, | y serán entre los muertos
en el oprobio sempiterno; | porque
los quebrantará, reduciéndolos al si¬
lencio, | y los sacudirá en sus ci¬
mientos | y serán del todo desolados, |
y serán sumergidos en el dolor | y
perecerá su memoria.
20 Y verán llenos de espanto sus
pecados, | y sus crímeues se levan¬
tarán contra ellos, acusándolos.
Ultimo fin de los justos.
^ Entonces estará el justo en gran
e seguridad, | en presencia de quie¬
nes le persiguieron | y menospre¬
ciaron sus trabajos.
2 Y al verlo se turbarán con terri¬
ble espanto, | y quedarán fuera de
sí ante lo inesperado de aquella salud.
3 Arrepentidos, dirán para sí, | gi¬
miendo por la angustia de su espí¬
ritu: | «Este es el que algún tiempo
tomamos a risa | y fué objeto de
nuestro escarnio.
4 Nosotros, insensatos, tuvimos su
vida por locura | y su fin por des¬
honra.
6 jCómo son contados entre los
hijos de Dios, | y tienen su heredad
entre los santos!
6 Luego erramos el camino de la
verdad, 1 y la luz de la justicia no
nos alumbró, | y el sol no salió sobre
nosotros.
SABIDURÍA, 6
001
7 Nos cansamos de andar por las
sendas de la iniquidad y la perdi¬
ción, | y caminamos por desiertos
solitarios, | y el camino del Señor
no lo atinamos.
8 ¿Qué nos aprovechó nuestra so¬
berbia, | y qué ventaja nos trajeron
la riqueza y la jactancia?
9 Pasó como sombra todo aquello, |
y como correo que va por la posta,
10 Como na\e que atraviesa las
agitadas aguas, | sin dejar rastro de
su paso | ni del camino de su quilla
por las olas;
11 O como aves que vuelan por los
aires, | sin dejar señal de su vuelo; |
pues si baten el aire con sus alas | y
lo cortan con la violencia de su ím¬
petu, | y se abren camino con el
movimiento de las alas, | después
ya no se halla señal de su paso;
12 O como flecha que se tira al
blanco, | que aunque hienda el
aire, luego éste se vuelve a cerrar, | y
no se conoce por donde pasó.
13 Así también nosotros, en na¬
ciendo morimos; | sin poder dar mues¬
tra alguna de nuestra virtud, | nos
extinguimos en nuestra maldad.»
14 Sí, la esperanza del impío es
como polvo arrebatado por el viento, |
como ligera espuma deshecha por el
huracán, | como el humo que disipa
el viento, | cual recuerdo del huésped
de un día que pasa de largo.
15 Pero los justos viven para siem¬
pre, | y su recompensa está en el
Señor | y el cuidado de ellos en el
Altísimo.
16 Por esto recibirán un glorioso
reino | y una hermosa corona de
mano del Señor, | que con su diestra
los protege | y los defiende con su
brazo.
17 Se arma de su celo como de
armadura, | y armará a las criaturas
todas para rechazar a sus enemigos;
18 Vestirá por coraza la justicia | y
se pondrá por yelmo el sincero juicio;
19 Embrazará por escudo impene¬
trable la santidad,
20 Y afilará su fuerte cólera cual
espada, | y todo el Universo luchará
con él contra los insensatos.
21 Los dardos de los rayos partirán
bien dirigidos, | y volarán de las
nubes al blanco como de arco
22 Y la ira, como lanzada por una
catapulta, arrojará violentas grani¬
zadas; | y el agua del mar se enfu¬
recerá contra ellos, | y los ríos se
precipitarán con furia.
23 Un soplo poderoso los embes¬
tirá | y los aventará como torbellino. |
La iniquidad desolará toda la tierra, |
y la maldad derribará los tronos de
los poderosos.
La Sabiduría y los reyes.
/: 1 Oíd, pues, reyes, y entended. |
” Aprended, los que domináis los
confines de la tierra.
2 Aplicad el oído los que imperáis
sobre las muchedumbres | y los que
os engreís sobre la multitud de las
naciones (1).
3 Porque el poder os fué dado por
el Señor, | y la soberanía por el Altí¬
simo, | que examinará vuestras obras
y escudriñará vuestros pensamientos;
4 Porque siendo ministros de su
reino, no juzgasteis rectamente | y no
guardasteis la ley, | ni según la vo¬
luntad de Dios caminasteis.
5 Terrible y repentina vendrá sobre
vosotros, | porque de los que mandan
se ha de hacer severo juicio;
6 Pues el pequeño hallará miseri¬
cordia, | pero los poderosos serán
poderosamente atormentados;
7 Pues el Señor de todos no teme
de nadie | ni respetará la grandeza
de ninguno; | porque él ha hecho al
pequeño y al grande, | e igualmente
cuida de todos;
8 Pero a los poderosos amenaza
poderosa inquisición.
9 A vosotros, pues, reyes, se diri¬
gen mis palabras, | para que apren¬
dáis la sabiduría y no pequéis.
10 Pues los que guardaron santa¬
mente las cosas santas serán santifi¬
cados, | y quienes hubieren aprendido
sabrán cómo responder.
11 Ansiad, pues, mis palabras, | de¬
seadlas e instruios.
12 Resplandece sin jamás oscure¬
cerse la sabiduría, | fácilmente se
deja ver de los que la aman | y es
hallada de los que la buscan,
13 Y aun se anticipa a darse a
conocer a los que la desean.
14 El que temprano la busca no
tendrá que fatigarse, | pues a su
puerta la hallará sentada;
15 Pues pensar en ella es prudencia
(i) El origen divino del poder era una idea
muy impresa en el ánimo de los antiguos, pero
deformada para exaltación de los príncipes,
que se creían dioses. Aquí se inculca la idea
verdadera con su consecuencia: la cuenta que
Dios pedirá a los reyes del ejercicio del poder.
992
SABIDURIA. 7
consumada, | y el que vela por ella
pronto se verá sin afanes.
18 Porque ella misma busca por to¬
das partes a los dignos, | y en los cami¬
nos se les muestra benigna, | y en todos
sus pensamientos les sale al encuentro.
17 Tucs su principio es el deseo
sinccrísimo de la instrucción, | y cui¬
dar de la disciplina es ya amarla.
18 Este amor es la guarda de sus
preceptos; | la observancia de las
leves asegura la incorrupción,
19 Y la incorrupción nos acerca a
Dios.
20 Por tanto, el deseo de la sabi¬
duría nos conduce al reino.
21 Si os complacéis, pues, en los
tronos y en los cetros, reyes de los
pueblos, | estimad la sabiduría, para
que reinéis por siempre.
Salomón, enamorado de la
Sabiduría.
22 Yo os contaré qué es la sabi¬
duría y cuál su origen; | y no os
ocultaré sus misterios, | sino que me
remontaré hasta el comienzo de la
creación, | y pondré en claro su cono¬
cimiento | y nada omitiré de la verdad.
23 No Iré con el que de envidia se
consume, | porque la envidia no
tiene nada que ver con la sabiduría.
24 Los muchos sabios son la salud
del mundo, | y un rey prudente la
prosperidad de su pueblo.
25 Asi, pues, aprended mis pala¬
bras y os serán de provecho.
T * 1 Yo soy hombre mortal, seme-
> jante a lodos, | nacido del que
primero fue formado de la tierra, | y
en el seno de mi madre se formó mi
carne,
2 Consolidándose por unos diez
meses | la semilla de un hombre y
el placer del sueño.
3 Y nacido, respiré el aire común |
y caí en la misma tierra que todos, | y
lloré igual que los otros,
* Y ful criado entre pañales y con
cuidados;
6 Porque no hay rey que tenga
otro modo de venir a ser:
6 Una es la entrada de todos en
la vida, c igual es la salida.
7 Por esto oré y me fué dada la
prudencia. | Invoqué al Señor y vino
sobre mi el espíritu de la sabiduría,
8 Y la preferí a los cetros y a los
tronos, | y en comparación con ella
tuve^ en nada la riqueza.
9 No la comparé a las piedras pre¬
ciosas, | porque todo el oro ante ella
es un grano de arena, | y como el
lodo es la plata ante ella.
10 La amé más que a la salud y la
hermosura, | y antepuse a la luz su
posesión, | porque el resplandor que
de ella brota es inextinguible.
11 Todos los bienes me vinieron
juntamente con ella, | y en sus manos
me trajo una riqueza incalculable.
12 Yo me gocé en todos estos bie¬
nes, | porque es la sabiduría quien los
trae, | pero ignoraba que fuese ella
la madre de todos.
13 Sin engaño la aprendí y sin envi¬
dia la comunico, | y a nadie escondo
sus riquezas.
11 Es para los hombres tesoro in¬
agotable, | y los que de él se aprove¬
chan se hacen participantes de la
amistad de Dios, | recomendados a
él por los dones adquiridos con la dis¬
ciplina.
15 Déme Dios hablar según deseo, |
y pensar dignamente de los dones
recibidos, | portille él es el gula de la
sabiduría | y el que corrige a los
sabios.
16 Porque en sus manos estamos
nosotros y nuestras palabras | y toda
la prudciuia y la pericia de nuestras
obras;
17 Porque él nos dió la ciencia ver¬
dadera de las cosas, | y el conocer la
constitución del Universo y la fuerza
de los elementos;
19 El principio, el fin y el medio
de los tiempos; | el curso regular de
los astros y los cambios de las esta¬
ciones;
19 El ciclo de los años y la posición
de las estrellas;
20 La naturalczi de los animales
y los instintos tic las fieras; | la fuerza
de los vientos y los razonamientos
de los hombres; | las diferencias de
las plantas y las virtudes de las
raíces.
21 Todo lo que me estaba oculto
lo conocí a las claras, | porque la
sabiduría, artífice de todo, me lo
enseñó.
Propiedades de !n Sabiduría.
22 Pues en ella hay (t) un espíritu
inteligente, santo, | útiieo y múltiple,
(i) El códice alejandrino dice así: «Es ella
un espíritu*. etc. El texto aceptado implica un
I maliz que no parece indiferente. San Pablo
SABIDURÍA, 8
99
sutil, | «Agil, penetrante, inmaculado, I
cierto, impasible, benévolo, agudo, (
libre, bienhechor,
23 Amante de los hombres, estable,
seguro, | todopoderoso, omniscien¬
te, | cjiic penetra en lodos los espí¬
ritus | inteligente, puro, sutil.
24 Porque la sabiduría es más Agil
que todo cuanto se mueve, | se derra¬
ma a causa de su pureza y lo penetra
todo;
25 Porque es un hálito del poder
divino | y una emanación pura de
la gloria .de Dios Omnipotente, | por
lo cual nada manchado hay en ella.
26 Es el resplandor de la luz eter¬
na, | el espejo sin mancha del actuar
de Dios, | imagen de su bondad (1).
27 Y siendo una, todo lo puede, | y
permaneciendo la misma, todo lo
renueva, | y a través de las edades
se derrama en las almas santas, | ha¬
ciendo amigos de Dios y profetas;
28 Que Dios a nadie ama sino al
que mora con la sabiduría.
29 Es más hermosa que el sol, | su¬
pera a todo el conjunto de las estre¬
llas, | y comparada con la luz, queda
vencedora,
30 Porque a la luz sucede la noche, |
pero la maldad no triunfa de la sa¬
biduría.
Riquezas que reporta la sabiduría.
8 1 Se extiende poderosa del uno
al otro extremo, | y lo gobierna
todo con suavidad.
2 La ame y la busqué desde mi
juventud, | y procuré desposarme
con ella, | enamorado de su belleza.
3 Se manifiesta su excelsa nobleza
por su convivencia con Dios, | y el
Señor de todas las cosas la ama,
4 Porque está en los secretos de
la ciencia de Dios, | y es directora de
sus obras.
6 Si la riqueza es un bien codicia¬
ble en la vida, | ¿qué cosa más rica
que la sabiduría, que todo lo crea?
6 Si la inteligencia es activa, | ¿quién
más que ella, artífice de cuanto
existe?
en I Cor. 12. 4 ss., nos habla de las múltiples
manifestaciones del Espíritu Santo, que parece
una explicación de estos versos 22-24.
(1) Estos dos versos son la revelación más
alta de la Sabiduría de Dios. Aquí ya no se trata
de sus relaciones con el mundo creado, sino
con Dios mismo, de quien es reflejo, esplendor,
imagen. Aquí parece haberse inspirado San
Pablo en Col. 1, 5 ss.. y Hebr. 1, 2 s.
7 Y si amas la justicia, | los frutos
de la sabiduría son las virtudes, | por¬
que ella enseña la templanza y la
prudencia, | la justicia y la forta¬
leza, | has virtudes más provechosas
para ios hombres en la vida.
8 Y si deseas una rica experien¬
cia, | ella conoce lo pasado y entrevé
lo venidero; | conoce las falacias de
los discursos y las soluciones de los
enigmas; | interpreta los signos y los
prodigios, | la sucesión de las esta¬
ciones y los tiempos.
9 Resolví, pues, tomarla para que
conviviera conmigo, | sabiendo que
me sería buena consejera | y consuelo
en mis cuidados y afanes.
10 Y por ella alcanzaré gloria ante
las muchedumbres, | y joven aún,
honor entre los ancianos.
11 En los juicios me mostraré agu¬
do, | y seré admirado ante los pode¬
rosos.
12 Cuando yo calle esperarán, y si
hablo me prestarán atención, | y si
prolongo mis discursos se pondrán
la mano en la boca.
13 Por ella gozare de la inmorta¬
lidad | y dejare a mi descendencia
una memoria eterna.
14 Gobernaré los pueblos y las na¬
ciones me estarán sometidas;
15 Oyendo hablar de mí, temerán
los temibles tiranos, | y me mostraré
entre la muchedumbre bueno y en la
guerra valeroso.
16 Entrando en mi casa, descansaré
en ella, | porque no es amarga su
conversación | ni dolorosa su convi¬
vencia, | sino alegría y gozo.
17 Pensando esto conmigo mismo, |
y meditando en mi corazón | que la
inmortalidad está en la compañía de
la sahidmía, | y que su amistad es
noble deleite, | y los trabajos de sus
manos riqueza inagotable, | y pericia
el trato ele su conversación, | y fama
participar en sus discursos, | corrí
de una parte a otra buscando tomarla
conmigo.
19 Era yo un niño de buen natu¬
ral, | que recibió en suerte un alma
buena.
20 Porque era bueno, vine a un
cuerpo sin mancilla;
21 Pero conociendo que no podía
alcanzarla si Dios no me la daba, | y
que era parte de la prudencia conocer
de quién es don, | me dirigí al Señor
y le supliqué, | diciéndole de lo
íntimo de mi corazón:
63
994
SABIDURÍA, 9, 10
Oración de Salomón para alcan¬
zar la sabiduría.
1 Dios de mis padres y Señor de
7 la misericordia, | que con tu pa¬
labra hiciste todas las cosas (1), -
2 Y en tu sabiduría formaste al
hombre, | para que dominase sobre
tus criaturas | y para regir el mundo
con santidad y justicia | y para ad¬
ministrar justicia con rectitud de
corazón:
4 Dame la sabiduría asistente de
tu trono | y no me excluyas del
número de tus siervos,
6 Porque siervo soy tuyo, soy hijo
de tu siervo, | hombre débil y de
pocos años, [ demasiado pequeño "para
conocer el juicio y las leves.
6 Pues aunque uno sea perfecto
entre los hijos de los hombres, | sin
la sabiduría, que procede de ti, será
estimado en nada.
7 Tú me elegiste para rey de tu
Í jueblo | y juez de tus hijos y tus
lijas.
8 Tú me dijiste que edificase un
templo en tu monte santo | v un
altar en la ciudad de tu inorada, |
según el modelo del santo tabernáculo
que al principio habíais preparado.
9 Contigo está la sabiduría, conoce¬
dora de tus obras, | que te asistió
cuando hacías el mundo, | y que
sabe lo que es grato a tus ojos | y lo
que es recto según tus preceptos.
10 Mándala de tus santos cielos, | y
de tu trono de gloria envíala, | para
que me asista en mis trabajos | y
sepa yo lo que es grato ante ti.
11 Porque ella conoce y entiende
todas las cosas, | y me guiará pruden¬
temente en mis obras, | y ine guardará
en su esplendor;
12 Y mis obras te serán aceptas, | y
regiré a tu pueblo con justicia, | y seré
digno del trono de mi padre.
13 Pues ¿qué hombre podrá cono¬
cer el consejo de Dios, | y quién
podrá atinar con lo que quiere el
Señor?
14 Porque inseguros son los pensa¬
mientos de los mortales, | y nuestros
cálculos muy aventurados;
16 Porque el cuerpo corruptible
agrava el alma, | y la morada terres¬
tre oprime la mente pensativa;
(i) El autor se inspira para esta oración,
que pone en boca de Salomón, en I Reg. 3, 5 ss.,
donde se cuenta la visión divina y la petición
que Salomón hizo de la sabiduría.
18 Pues si apenas adivinamos lo
que en la tierra sucede | y con tra¬
bajo hallamos lo que está en nuestras
manos, | ¿quién rastreará lo que su¬
cede en el cielo?
17 ¿Quién conoció tu consejo, si tú
no le diste sabiduría | y enviaste de
lo alto tu Espíritu Santo?
18 Así es como se han enderezado
los caminos de los que moran sobre
la tierra, | y los hombres aprendie¬
ron lo que a ti es grato, | y por la
sabiduría fueron salvos.
P
La sabiduría, «pifa de los
patriarcas.
+ /\ 1 Ella fué la que guardó al
IU primer hombre, | al que pri¬
meramente formaste pora ser padre
del mundo, | y le salvó en su caída,
2 Y le dió poder para dominar
sobre todas las cosas.
3 Por haberse apartado de ella en
su cólera | el injusto se perdió por
su furor fratricida.
4 Inundó luego la tierra el furor
de éste, | y de nuevo la salvó la
sabiduría, | rigiendo al justo en leño
deleznable.
6 Cuando las naciones en una con¬
cordia inicua fueron confundidas, | co¬
noció al justo y le conservó irrepro¬
chable ante Dios, | y le mantuvo
fuerte contra la ternura paternal por
su hijo.
6 Ella misma salvó de la ruina de
los impíos al justo, I en su huida del
fuego que descendía sobre Penlá-
polis;
7 Y en testimonio de la maldad, |
continúa la tierra desolada, humean¬
te, I y sus árboles dan frutos que 110
maduran, | y una estatua de sal quedó'
cual monumento de un alma des¬
obediente.
8 Pues los que despreciaron la sa¬
biduría, | no sólo sufrieron el daño
de no conocer el bien, | sino que de¬
jaron a los vivientes un monumento
de su insensatez, | para que no caye¬
sen en olvido sus pecados.
9 Pero la sabiduría libró de las
penas a los que la servían.
10 Libró al justo que huía de la
ira fraterna, | le condujo por cami¬
nos rectos, | le mostró el reino de
Dios, | y le dió a conocer las cosas
santas. | Le hizo prosperar en sus
fatigas | y multiplicó el fruto de sus
trabajos;
SABIDURIA, II
yt >5
11 Le asistió contra la avaricia de
quien le oprimía | y le enriqueció.
12 Le preservó de sus enemigos | y le
protegió contra los que le acechaban, |
y le dió el premio de un rudo com¬
bate, | para que aprendiera que la
piedad es más fuerte que todo.
13 No abandonó al justo vendi¬
do | y le salvó del pecado; | descendió
con él al calabozo,
14 Y no le abandonó en la prisión, |
hasta entregarle los poderes del rei¬
no | y el poder sobre sus opresores, |
y descubrió la mentira de sus acusa¬
dores | y le dió una gloria eterna.
Moisés c Israel, guiados por la
sabiduría.
15 Libró de la nación opresora al
pueblo santo, | al pueblo puro.
16 Entró en el alma del servidor de
Dios, | e hizo frente a reyes temibles
con prodigios y señales (1).
17 Dió a los santos la recompensa
de sus trabajos, | guiándolos por un
camino de prodigios, | y fué para ellos
sombra durante el día | y luz de
los astros durante la noche.
18 Les hizo atravesar el mar Rojo |
y los condujo a través de las muchas
aguas.
19 Sumergió a sus enemigos, | y del
profundo abismo arrojó a la playa
sus cadáveres.
20 Por esto los justos, despojados
los impíos, | celebraron, Señor, tu
santo nombre, | y a una alabaron
tu diestra vencedora.
21 Porque la sabiduría abrió la
boca de los mudos | e hizo elocuentes
las lenguas de los niños.
1 1 1 Hizo prosperar sus obras por
1 1 mano de un profeta santo;
3 Atravesaron el desierto inhabita¬
ble | y fijaron sus tiendas en lugares
desiertos;
3 Resistieron a los enemigos y se
vengaron de sus adversarios.
4 Tuvieron sed, y te invocaron | y
les fué dada agua de la dura roca,
y para saciar su sed, de la áspera
piedra.
(i) Se alude aquí a la historia de Moisés
guiado también por la Sabiduría. En esto el
autor se extiende en contamos las justicias de
Dios con los egipcios y sus misericordias con
Israel, el pueblo santo, por ser pueblo elegido
de Dios, más que por su conducta indócil.
Cas ti «jo de los egipcios.
5 Pues por donde fueron castiga¬
dos sus enemigos,
6 Por ahí fueron socorridos los in¬
digentes.
7 En vez de las aguas perennes del
río, | se vieron turbados con sangre
podrida,
8 En castigo del decreto infanti¬
cida. | Dísteles a ellos contra toda
esperanza aguas abundantes,
9 Y mostraste por aquella sed | el
castigo infligido a los adversarios, |
juzgados con ira.
10 Porque aquellos, probados y
corregidos con misericordia, | cono¬
cieron cómo eran atormentados los
impíos con ira.
11 Pues a unos, como padre que
amonesta, los probaste; | pero a los
otros, como rey severo que condena,
los castigaste.
12 Pues ausentes y presentes eran
igualmente atormentados
13 Y heridos por un doble pesar. |
Gimieron por la memoria de lo pasado,
14 Porque al ver que sus propios
tormentos | beneficiaban a* los otros,
conocieron al Señor.
15 Pues aquél que ellos arrojaron
y despreciaron, | le admiraron al fin
de los sucesos, | cuando sintieron una
sed muy diferente de la de los justos,
16 En castigo de los pensamientos
insensatos y estúpidos | con que ex¬
traviados adoraban a reptiles irra¬
cionales y viles brutos, les enviaste
en castigo muchedumbres de animales,
17 Para que conocieran que por
donde uno peca, por ahí es ator¬
mentado.
18 Pues no era difícil a tu mano
omnipotente, | que creó el mundo
de la mateiia informe, | enviarles
muchedumbre de osos o feroces leones,
19 O fieras desconocidas llenas de
furor, creadas nuevamente, | que res¬
pirasen un aliento inflamado, | o que
de sus ojos lanzasen teiriblcs cen¬
tellas,
20 Que no sólo hiriéndolos les po¬
dían causar la mucitc, | sino que
ya sólo con su vista espantable los
podían matar.
21 Pero aun sin esto, por un simple
soplo podrían perecer | perseguidos
por la justicia | y disipados por tu
soplo poderoso; | pero todo lo dis-
¡ pusiste con medida, número y peso,
I 22 Porque el realizar cosas grandes
siempre está en tu mano, | y al poder
996
SABIDURIA, 12
de tu brazo, ¿quién puede resistir?
23 Pues todo el mundo es delante
de ti como un grano de arena en la
balanza, | y como una gota de rocío
de la mañana, que cae sobre la tierra.
24 Pero tienes piedad de todos
porque todo lo puedes, | y disimulas
los pecados de los hombres para
traerlos a penitencia;
25 Pues amas todo cuanto existe, | y
nada aborreces de lo que lias hecho; |
que no por odio hiciste ninguna cosa.
28 ¿Y cómo podría subsistir nada
si tú no quisieras, | o cómo podría
conservarse sin ti?
27 Pero a todos perdonas, porque
son tuyos, Señor, amador de las almas.
Castigo tle los cananeos.
19 1 Porque en todas las cosas está
~ tu espíritu incorruptible,
2 Por lo cual corriges con blandura
a los que caen, | y a’ los que pecan
los amonestas, despertando la me¬
moria de su pecado, | para que libres
de su maLdad, crean, Señor, en ti.
3 Y porque aborrecías a los anti¬
guos habitantes de tu tierra santa,
4 Que practicaban obras detesta¬
bles de magia, ritos impíos,
6 Y eran crueles asesinos de sus
hijos, | que se daban banquetes con
la carne y sangre humanas, | y con
la sangre se iniciaban en infames
orgías.
8 Y a esos padres asesinos de seres
inocentes, I determinaste perderlos
por mano ae nuestros padres (1),
7 Para que recibiese una digna co¬
lonia de hijos de Dios, | esta tierra
ante ti la más estimada de todas.
8 Pero a éstos, como a hombres,
los perdonaste, | y enviaste tábanos
como precursores de tu ejercito, | para
que poco a poco los exterminaran.
9 No porque fueras tú impotente
para someter por las armas los im¬
píos a los justos, | o de una vez des¬
truirlos por fieras feroces o por una
palabra dura;
10 Pero castigándolos poco a poco,
les diste lugar a penitencia, | no igno¬
rando que era el suyo un cetro per¬
verso, f y que era ingénita su mal-
(i) Los hebreos recibieron del Señor la
orden de exterminar a los cananeos como mi¬
nistros de la justicia de Dios, que debía vengar
tales crímenes.
dad | y que jamás se mudaría su
pensamiento.
11 Porque era un cetro maldito
desde su origen, | y no por temor de
nadie, dilataste el castigo de sus
pecados,
12 Pues ¿quién te dirá: Tor^qué
haces esto, | o quién se opondrá a tu
juicio, | o quién te llamará a juicio
por la pérdida de las naciones que
tú hiciste, | o quien vendrá a abogar
contra ti por los hombres impíos?
13 Porque no hay más Dios que tú,
que de todo cuidas, | para mostrar
que no juzgas injustamente.
14 Y no hay rey ni tirano que te
pueda pedir cuenta de tus castigos.
16 Siendo justo, todo lo dispones
con justicia, | y no condenas al que no
merece ser castigado, j pues lo tienes
por indigno de tu poder.
18 Porque tu poder es el principio
de la justicia, | y tu poder soberano
te autoriza para perdonar a locjos.
17 Sólo si no eres creído perfecto
en poder, haces alarde de tu fuerza. |
confundes la audacia de los que dudan
de ella.
18 Pero tú, Señor de la fuerza, juzgas
con benignidad | y con mucha indul¬
gencia nos gobiernas, | pues cuando
quieres tienes el poder en la mano.
Lecciones que de lo dicho
se infieren.
39 Tor tales obras enseñaste a tu
pueblo | que el justo debe ser bue¬
no, | y diste a tus hijos buenas
esperanzas, | de que das tiempo de
penitencia de los pecados.
20 Pero si a los enemigos de tus
hijos y reos de muerte | los casti¬
gaste con tantos miramientos c in¬
dulgencia (1), | dándoles tiempo y es¬
pacio de arrepentirse de su maldad,
21 ¿Con qué circunspección juzgarás
a tus hijos, | cuyos padres recibieron
de ti juramentos y alianza de buenas
promesas?
22 Pues corrigiéndonos a nosotros,
azotas mil veces más a nuestros ene¬
migos, | para que cuando nosotros
juzgamos conozcamos tu bondad | y
al ser juzgados esperemos miseri¬
cordia.
(i) La sentencia dada contra los cananeos
no se cumplió sino lentamente, para dar lugar
al arrepentimiento, lo que significa la bondad
de Dios con aquellos reos de muerte. lCuánto
mis los hijos de Dios tendrán derecho a esperar
mayor misericordia!
SABIDURÍA, 13, 14
997
25 Pues a los Injustos que pasan la
vida en la insensatez | los atormen¬
taste por sus propias abominaciones,
24 Cuando mucho más se extra¬
viaron por los caminos del error, |
teniendo por dioses los más viles
animales, | engañados a manera de
niños insensatos.
25 Y por esto, como a niños sin
juicio, | les enviaste un castigo de
burla;
26 Y los que no se corrigicron con
amonestaciones de burla, | sufrieron
un castigo digno de Dios,
27 Pues fueron castigados por medio
de aquellos mismos | que tenían por
dioses y por ellos mismos azotados, |
al ver que aquel que antes se nega¬
ron a reconocer por Dios era el Dios
verdadero, | que echó sobre ellos la
suprema condenación.
Necedad de los que adoran
las criaturas.
I o 1 Vanos son por naturaleza todos
i O los hombres que carecen del
conocimiento de Dios, | y que por
los bienes que disfrutan no alcanzan
a conocer al que es su fuente, | y
por la consideración de las obras no
conocieron al artífice;
2 Sino que al fuego, al viento, al
aire ligero, | o al círculo de los astros,
o al agua impetuosa, | o a las lum¬
breras del cielo tomaron por dioses
rectores del universo.
3 Pues si seducidos por su hermo¬
sura los tuvieron por dioses, | debie¬
ron reconocer cuánto mejor es el
Señor de ellos, | pues es el autor de
la belleza, quien hizo todas estas
cosas.
4 Y si se admiraron del poder y
de la fuerza, | debieron deducir de
aquí cuánto más poderoso es su
creador;
5 Pues de la grandeza y hermosura
de las criaturas, | por razonamiento
se llega a conocer el Hacedor de éstas.
6 Pero sobre éstos no cae tan gran
reproche, | pues yerran tal vez por
aventura, | buscando realmente a
Dios y queriendo hallarle;
7 Y ocupados en la investigación
de sus obras, I y a la vista de ellas,
se persuaden de la hermosura de lo
que ven.
8 Aunque no son excusables,
• Porque si pueden alcanzar tanta
ciencia, | y son capaces de investi¬
gar el universo, | ¿cómo no conocen
más fácilmente al Señor de él?
El culto de los ídolos.
10 Desdichados los que han puesto
sus esperanzas en los muertos, | cuan¬
tos llaman dioses a las obras de sus
manos, | oro y plata, obra de arte, | e
imágenes de animales, | o una piedra
inútil, obra de una mano antigua.
11 Corta experto leñador un tronco
manejable, | le descorteza diestra¬
mente, | y haciendo uso de su des¬
treza y arte, | fabrica un mueble
útil para las necesidades de la vida;
12 Y los despojos de la obra, | los
consume en preparar su comida y
satisfacer su necesidad;
17 Pero el último resto, que para
nada sirve, | un leño torcido y lleno
de nudos, | lo toma y lo labra en
sus ratos de ocio; | y con su arte
le da una figura, | la semejanza de
un hombre;
14 o dándole la semejanza de un
vil animal, | y pintándole de minio
le da un color rojo, | y cubre de
pintura todas las manchas que hay
en él;
15 Y preparándole una morada
digna, | le coloca en el muro, asegu¬
rándole con clavos, | cuidando bien
que no caiga,
16 Pues sabe que lio puede soste¬
nerse a sí mismo, | siendo una imagen
que necesita de ayuda.
17 Y luego, al dirigirle oraciones
por su hacienda, por sus mujeres y
sus hijos, | no se avergüenza de
hablar con quien carece de alma;
18 De invocar al impotente, pidién¬
dole la salud; | y ruega a lo muerto
por la vida, | y suplica la ayuda de
quien es lo más inútil;
19 Y pide un feliz viaje al que no
puede usar de sus pies, | y ganancias
y empresas y el éxito de sus obras |
y energía, al más incapaz de hacer
nada con sus manos.
'i i 1 Pongamos otro caso. Uno se
1 * propone navegar, | se dispone
a atravesar por las furiosas ondas, |
e invoca a un leño más frágil que la
nave que le lleva;
2 Pues ésta fué inventada por la
codicia del lucro | y fabricada con
sabiduría por un artífice.
3 Pero tu providencia, Padre, la go¬
bierna, | porque tú preparaste un
998
SABIDURIA, 14
camino en el mar | y en las ondas
senda segura,
4 Mostrando que puedes salvar de
todo peligro, | para que cualquiera,
aun sin el conocimiento del arte,
pueda embarcarse.
5 No quieres que las obras de tu
sabiduría estén ociosas. | Por esto los
hombres confian sus vidas a un frágil
leño, | y atravesando las ondas cu
una balsa, llegan a salvo;
6 Y habiendo perecido al princi¬
pio los orgullosos gigantes, | la espe¬
ranza del mundo escapó al peligro
en una balsa, | que gobernada por
tus manos, dejó al mundo semilla de
posteridad.
7 Bendito sea, pues, el leño de (pie
se hace recto uso.
8 Pero el ídolo, obra del hombre,
es maldito, él y quien lo ejecutó. ¡
Este porque lo hizo; aquél, porque
siendo corruptible, es llamado dios.
9 Igualmente son a Dios aborre¬
cibles el implo y su impiedad,
10 Y así serán castigados la obra
y el que la ejecutó.
11 Por esto serán visitados los ído¬
los de las naeiones; | porque las
criaturas de Dios se convirtieron en
abominación, | cu escándalo para las
almas de los hombres | y en lazo para
los pies de los insensatos.
12 Pues el principio de la fornica¬
ción es la invención de los ídolos, | y
su invención es la corrupción de la
vida.
13 No existieron desde el principio, |
ni existirán para siempre;
14 Kué la vanagloria de los hom¬
bres la que los introdujo en el mun¬
do, | y por esto está decidido su pró¬
ximo fin.
La apoteosis humana.
15 Un padre, oprimido por acerbo
dolor, | hace la imagen del hijo que
acaba de serle arrebatado; | y al
hombre, entonces muerto, le honra
ahora como a un dios, | estableciendo
entre sus siervos misterios e inicia¬
ciones.
18 Luvgo con el tiempo se conso¬
lida esta costumbre impla, y es guar¬
dada como ley, | y por los decretos
de los príncipes son veneradas las
estatuas (1).
(i) San Pablo en Rom. i, 25 h. explica
también con su acostumbrado vigor las conse¬
cuencias morales de la idolatría.
17 Y a quienes los hombres no
pueden de presente honrar por estar
lejos, | de lejos se imaginan su sem¬
blante, | y hacen la imagen visible
de un rey venerado, | para adular
al ausente con igual diligencia que si
estuviera presente.
18 Y progresando la superstición,
también a los ignorantes que ni co¬
nocían al rey, | los indujo el deseo
de honrar ai artista.
9 En efecto, éste, queriendo con¬
graciarse eon el soberano, | extremó
el arte para superar la semejanza;
20 Y la muchedumbre, seducida por
la perfección de la obra, | al que
hasta entonces honraba eomo a hom¬
bre le miró como cosa sagrada.
21 Y esto se convirtió en un lazo
para los hombres; | porque los hom¬
bres, queriendo servir a la fortuna
o a la tiranía, | atribuyeron a la piedra
y a los leños el nombre incomunicable.
Consecuencias morales de la
idolatría.
22 Y como si no bastara errar sobre
el conocimiento de Dios, | los hom¬
bres, viviendo en violenta guerra de
ignorancia, | llamaron paz a tan gran¬
des males;
23 Pues celebran iniciaciones infan¬
ticidas, o misterios ocultos, | o desen¬
frenadas orgias de ritos extraños; | y
ya 110 guardan la pureza de su vida 1
ni de su lecho conyugal, | pues unos
a otros se matan con asechanzas, o ¡
con el adulterio se infaman.
2& Y en todo domina la sangre y
el homicidio, el robo y el engaño, | la
corrupción y la infidelidad, la rebe-
lien y el perjurio;
26 La vejación de los buenos, el
olvido de los beneficios, | la conta¬
minación de las almas, los crímenes
contra naturaleza, | la perturbación
de los matrimonios, el adulterio y la
lascivia;
27 Pues el culto de los ídolos abo¬
minables | es principio, causa y fin
de todo mal,
28 Pues en sus regocijos son locos
y en sus profecías embusteros; | viven ¡
en la injusticia y de ligero perjuran,
29 Pues poniendo su confianza en
ídolos sin alma, | juran falsamente
sin temer ningún daño.
80 Pero un doble castigo vendrá
sobre ellos, | porque sintieron mal
de Dios, atendiendo a los ídolos, | y 1
SABIDURÍA, 15, 16
999
Juraron falsamente con menosprecio
de la santidad.
81 Pues no es el poder de los ídolos
por quienes juran, | sino la venganza
sobre los pecadores, | lo que siempre
sigue a la prevaricación de los in¬
justos.
Dicha de los amigos de Dios.
15 \ Pero tú, Dios nuestro, bon¬
dadoso y veraz, | paciente y
que todo lo gobiernas con misericordia;
2 Si pecamos, tuyos somos, conoce¬
mos tu poder, | no queremos pecar,
sabiendo que somos tuyos;
3 Pues el conocerte es la justicia
perfecta, | y conocer tu poder es
raíz de inmortalidad.
4 No nos extravió la invención arti¬
ficiosa de los hombres, | ni el trabajo
estéril de la pintura, | la imagen em¬
borronada con varios colores,
6 Cuya vista atrae el oprobio
sobre los insensatos | que se ena¬
moran de la figura inanimada de
una imagen muerta.
6 Amadores de la maldad, dignos
de tales esperanzas, | son los que los
hacen, como los que los aman y
los que los veneran.
Necedad de los idólatras.
7 Pues un alfarero que amasa fati¬
gosamente el barro, | fabrica todo
género de vasos para nuestro uso, | y
del mismo barro modela | vasos útiles
para servicios limpios | y otros para
usos contrarios; | pero sobre cuál ha
de ser el destino de cada uno, | es
juez el alfarero.
8 Y con un trabajo inútil modela
de la misma masa un dios vano, | que
salido poco antes de la tierra, | vuelve
poco después a aquélla de donde
fué tomado, | al exigírsele la deuda
de una vida prestada.
9 Pero no le da cuidado de que ha
de perecer | ni de que su vida es
corta. | Rivaliza con los orífices y
plateros | e imita a los bronceros, | y
reputa una gloria el hacer figuras
engañosas.
10 Su corazón es ceniza y su espe¬
ranza más vil que la tierra; | su vida
es de menos estima que el barro, I
11 Porque desconoce a quien la
hizo | y al que le infundió la seme- |
Janza de un alma activa | y al que le
dió cierto espíritu vital.
12 Mas para los hombres nuestra
existencia es un pasatiempo, | y la
vida una feria en que hacer ganancias;
13 Pues dicen que es preciso ganar,
aun por malos medios, | y éste sabe
que peca más que todos, | pues de
la misma tierra fabrica vasos frágiles
y estatuas de ídolos.
14 Son en sumo grado insensatos
y desdichados, más que el alma de
un niño, | los enemigos de tu pueblo
que dominan sobre él.
16 Porque reputaron dioses a todos
los ídolos de las naciones, | que no
pueden ver con sus ojos | ni pueden
respirar el aire por sus narices, | ni
oír con sus oídos, | ni tocar con los
dedos de sus manos, | ni andar con
sus inmóviles pies,
16 Pues es el hombre quién los
hizo y quien los modeló; | sólo de pres¬
tado recibieron el aliento de vida, |
pues no hay hombre capaz de mode¬
lar un dios semejante a sí.
17 Siendo mortal, fabrica con sus
manos impías un muerto, | él es mejor
que los objetos que venera, | pues él
goza de vida y aquéllos no.
La zoolatría.
18 Adoran a los animales más odio¬
sos, | pues comparados con los otros,
son los más repugnantes (1);
19 Y nada hay en ellos que los
haga estimables, como en otros ani¬
males en que hay bellas cualidades, |
y hasta fueron excluidos de la apro
bación y de la bendición de Dios.
Castigo de este pecado.
i /: 1 Por esto, mediante ellos fue-
1 ^ ron dignamente castigados por
semejantes criaturas, | y por muche¬
dumbre de bestias fueron atormen¬
tados.
2 En vez de este castigo, colmaste
de beneficios a tu pueblo, | y para
satisfacción de su apetito le diste un
manjar exquisito | y le preparaste
las codornices para alimento,
(i) Esta forma de religión, la más abyecta,
dominaba entre el pueblo egipcio, que empe¬
zaba por representar sus dioses con cabezas de
animales, y por cierto de casi todos los anima¬
les que para los hebreos eran inmundos según
la ley.
1000
SABIDURÍA, 16
8 De suerte que aquéllos, ansiosos
de aiimcnto, | por asco de los anima¬
les enviados contra ellos, | sintieron
aversión al necesario alimento; | mien¬
tras que éstos, pasada una breve
privación, | gustaron un manjar ma¬
ravilloso.
4 Pues convenía que los opresores
sintiesen una necesidad insaciable, | y
a éstos sólo se les diese a conocer el
tormento de los enemigos;
6 Mas cuando sobre éstos vino la
terrible furia de las bestias, | y pere¬
cían por las mordeduras de las tor¬
tuosas serpientes, | tu cólera no duró
hasta el fin;
6 Para su corrección fueron por un
poco turbados, | y tuvieron una señal
de salud | para traerles a la memoria
los preceptos de la ley:
7 Pues el que se volvía a mirarla
no era curado por lo que veía, | sino
por ti, Salvador de todos.
8 Y con esto mostraste a nuestros
enemigos | que tú eras el que salva
de todo mal;
9 Pues a ellos los mataron la vo¬
racidad de las langostas y las picadu¬
ras de las moscas, | sin encontrar
remedio para su mal, | porque mere¬
cían ser por tales medios castigados;
ío p cro sobre tus hijos no vencie¬
ron los dientes de las venenosas ser¬
pientes, | porque tu misericordia los
socorrió y los sanó.
11 Para memoria de tus palabras
eran picados, | aunque pronto fueran
curados, | para que no las echasen
en olvido | y quedasen excluidos de
tus beneficios.
12 Pues ni hierba, ni emplasto los
curó, | sino tu palabra, Señor, que
sana todas las cosas.
13 Que tú tienes el poder de la
vida y de la muerte | y llevas a los
fuertes al Ades y sacas de él.
14 Por su maldad puede el hombre
dar la muerte, | pero no hace que
torne el espíritu que se fué I ni hace
volver al alma ya encerrada en el
Ades (1).
16 Imposible es huir de tu mano;
16 Y los impíos que niegan cono¬
certe, | por el poder de tu brazo son
castigados, | perseguidos con extra¬
ordinarias lluvias, con granizadas y
(i) Nuestro autor, hablando en griego, tra¬
duce por Adts el J col hebreo. El latín traduce
ambos vocablos por infierno, la morada de
los muertos, no precisamente la morada de los
condenados, si el contexto no lo indica.
aguaceros inevitables, | y por el
fuego abrasados.
17 Lo más maravilloso era que en
medio del agua que todo lo extingue, |
el fuego se mostraba más activo; | por¬
que la Naturaleza combate por los
justos,
18 Pues unas veces la llama se
aplacaba, | para que no fuesen con¬
sumidos los animales enviados contra
los impíos, | para que viéndolo, en¬
tendiesen que eran empujados por el
juicio de Dios;
19 Otras veces el fuego se encendía,
contra su naturaleza, en medio del
agua | para destruir los productos
de una tierra impía.
20 En lugar de esto proveiste a tu
pueblo de alimento de ángeles, | y
sin trabajo les enviaste del ciclo pan
preparado, | que teniendo en sí todo
sabor, se amoldaba a todos los gustos;
21 Y ese alimento tuyo mostraba tu
dulzura hacia tus hijos, | ajustándose
al deseo de quien lo cogía, | y se acomo¬
daba al gusto que cada uno quería.
22 La nieve y el hielo soportaban
el fuego sin derretirse, | para que
conociesen que los frutos de los ene¬
migos | los destruye el fuego, encen¬
dido por la tempestad | y que ful¬
gura en medio de la lluvia.
23 Y él, para que de nuevo se ali¬
mentasen los justos, | se olvidaba de
su propia naturaleza.
24 Tucs la creación, sirviéndote a ti,
que la hiciste, | despliega su energía
para atormentar a los malos | y la
mitiga para hacer bien a los que en
ti confían.
25 Por esto, amoldándose a todo, |
servía a tu generosidad universal,
nodriza de todos, | según la voluntad
de los necesitados.
26 Para que aprendan, Señor, tus
amados hijos, | que no tanto la pro¬
ducción de los frutos alimenta al
hombre | cuanto tu palabra que
conserva a los que creen en ti (1).
27 Pues lo que resistió a la acción
del fuego, | al punto se derritió ca¬
lentado por un tenue rayo de sol;
28 Para que a todos sea manifiesto
que es preciso anticiparse al sol | y
salirtc al encuentro, a la aparición de
la luz.
29 Pues la esperanza del ingrato se
derrite como el hielo | y se derrama
como el agua inútil.
(i) Alusión a Deut. 8, 3, palabra que opo¬
ne eJ Salvador al tentador (Mt. 4. 4)
SABIDURÍA, 17, 18
1001
Las tinieblas de Eftipto y la co¬
lumna de íucfjo.
I T 1 Grandes e inescrutables son
1 ¿ tus juicios, | y por esto las
almas en tinieblas se extraviaron.
2 Pues suponiendo los inicuos que
podían dominar sobre la nación san¬
ta, | quedaron presos de las tinieblas
y encadenados por una larga noche, |
encerrados bajo sus techos, excluidos
de tu eterna providencia.
3 Imaginándose poderse ocultar sus
secretos pecados, | bajo el oscuro velo
del olvido, | fueron dispersados, so¬
brecogidos de terrible espanto | y tur¬
bados por espectros.
4 Pues ni el escondrijo que los
protegía los preservaba del terror | y
rumores aterradores les infundían
espanto, | y espectros tristes y de
rostros tétricos se les aparecían;
6 Y ninguna fuerza de fuego era
capaz de dar luz, | ni la llama bri¬
llante de los astros | podía iluminar
aquella horrenda noche.
6 Sólo les aparecía un fuego re¬
pentino y temeroso; | y espantados
de la visión, cuya causa no veían, |
juzgaban más terribles las cosas que
estaban a su vista.
7 Las ilusiones del arte mágica
quedaban por los suelos, | afrentosa
corrección para los que presumían
de sabiduría (1).
8 Pues los que prometían expulsar
los miedos y las turbaciones del alma
enferma, | esos mismos padecían de
un miedo ridículo;
9 Pues aunque nada hubiese que
les pudiera infundir espanto, ¡ ate¬
rrados por el paso de los animales y
el silbido de las serpientes se morían
de miedo, | y ni querían mirar al
aire que por ninguna vía podían
evitar.
10 La maldad es cobarde y da tes¬
timonio contra sí misma, | y siempre
sospecha lo más grave, perturbada
por su conciencia;
11 Pues la causa del temor no es
otra que la renuncia a los auxilios
que proceden de la reflexión,
12 Porque cuanto menor ayuda se
recibe del fondo del alma, | tanto
mayor se cree lo desconocido que
atormenta.
(i) Los egipcios gozaban de gran fama de
sabios y magos; toda esta fama se disipó como
humo ante los prodigios verdaderos hechos por
Dios en favor de su pueblo.
13 Ellos, en medio de una noche
realmente impenetrable | salida del
fondo del insondable Ades, | durmie¬
ron el mismo sueño.
14 Unos eran agitados por prodi¬
giosos fantasmas, | otros desfalle¬
cidos por el abatimiento del ánimo, |
sorprendidos por un repentino e ines¬
perado terror.
15 Luego, si alguno de ellos caía
rendido, quedaba como encerrado en
una cárcel sin cadenas.
16 El labrador o el pastor, | el obrero
ocupado en los trabajos del campo, |
sorprendidos soportaban lo inevitable,
17 Ligados todos por una misma
cadena de tinieblas. | Fuera el viento
que silba, | o el canto suave de los
pájaros entre la espesa enramada, | o
el rumor de las aguas que se preci¬
pitan con violencia,
18 O el estrépito horrísono de las
piedras que se despeñan, | o la ca¬
rrera invisible de animales que reto¬
zan, | o el rugido de las fieras que
espantosamente rugen, | o el eco que
resuena en los hondos valles, | todo
los aterraba y los helaba de espanto.
19 Mientras todo el universo era ilu¬
minado por una brillante luz, | y li¬
bremente se entregaban todos a sus
trabajos,
20 Sólo sobre aquéllos se extendía
una densa noche, | imagen de las
tinieblas que a poco les aguardaban; |
pero ellos se eran para sí mismos
más graves que las tinieblas.
o 1 Mientras que para tus santos
i O brillaba una espléndida luz, |
aquéllos, oyendo sus voces sin ver a
las personas, | las proclamaban feli¬
ces aunque hubieran sufrido,
2 Y aunque maltratados injusta¬
mente, no se habían vengado, antes
daban las gracias | y pedían perdón
de habcilos tenido por enemigos.
3 Y en lugar de las tinieblas encen¬
diste una columna, | que les diste
para su camino, guía desconocido, | un
sol inofensivo para una gloriosa pe¬
regrinación,
4 Pues dignos eran de ser privados
de luz, y encerrados en tinieblas I los
que guardaban en prisión a tus hijos,|
por quienes había de ser dada al
mundo la luz incorruptible de la ley.
6 Y a los que habían resuelto dar
muerte a los hijos de tus santos, | uno
1002
SABIDURÍA, 19
de los cuales fué expuesto y salvado
para castigo de ellos, | les quitaste
la muchedumbre de sus hijos, | y a
una los ahogaste en las impetuosas
aguas.
6 Aquella noche fué de antemano
conocida por nuestros padres; | por¬
que sabiendo con certidumbre a qué
juramentos habían dado fe, tuvieron
más ánimo
7 Y fué esperada por tu pueblo | la
salud de los justos y la perdición
de los enemigos.
8 Pues con lo mismo que casti¬
gaste a los enemigos, | con eso nos
fortificaste llamándonos a ti.
8 En secreto hicieron sus sacrificios
los hijos santos de los buenos, | y
de común acuerdo hicieron este pacto
divino, | de que los santos partici¬
pasen igualmente I de los mismos
bienes y peligros, | cantando antes
las alabanzas de sus padres.
10 Entretanto resonaba el grito dis¬
cordante de los enemigos, | y se oía
el triste llanto por los hijos muertos;
11 Y con igual pena fué castigado
el siervo que el amo, | y la plebe
padecía lo misino que el rey.
12 Y todos a una, con "un solo
género de muerte, | tenían muertos
innumerables, | y no bastaban los
vivos para sepultarlos, | pues en un
instante sus más nobles nacidos fue¬
ron muertos.
13 A causa de sus magias no habían
creído por todos los castigos pasa¬
dos, | pero con la muerte de los pri¬
mogénitos, confesaron que el pueblo
era hijo de Dios.
14 Un profundo silencio lo envol¬
vía todo, | y en el preeiso momento
de la media noche,
16 Tu palabra omnipotente, de los
cielos, de tu trono real, | cual inven¬
cible guerrero se lanzó en medio de
la tierra destinada a la ruina,
16 Llevando por aguda espada tu
decreto irrevocable; | e irguiéndose,
todo lo llenó de muerte, | y cami¬
nando por la tierra, tocaba el cielo.
17 Al instante visiones de sueños |
terriblemente los turbaron, | cayendo
sobre ellos temores inesperados;
18 Y arrojados por tierra aquí y
allí, | manifestaban la causa por que
morían.
18 Las visiones que los turbaron
les habían advertido, | para que al
morir no Ignorasen por qué sufrían
aquellos males.
20 La prueba de la muerte alcanzó
también a los justos, | y en el de¬
sierto se produjo una mortandad en
la muchedumbre; | pero la cólera no
duró mucho tiempo,
21 Porque un varón irreprensible
se apresuró a combatir por el pueblo |
con las armas de su propio minis¬
terio, | la oración y la expiación del
incienso, | y resistió a la cólera y puso
fin al azote, | mostrando que era tu
siervo.
22 Y venció a la muchedumbre, | no
con el poder del cuerpo ni con la
fuerza de las armas, | sino con la
palabra sujetó al que los castigaba, |
recordando los juramentos y la alian¬
za de los padres.
23 Y caídos los muertos a montones
unos sobre otros, | levantándose en
medio aplacó la cólera | y le cortó
el camino hacia los vivos,
24 Pues sobre sus vestiduras lle¬
vaba grabado a todo el pueblo, | los
nombres gloriosos de los padres, gra¬
bados en las cuatro series de piedras, |
y tu gloria sobre la diadema de su
cabeza.
26 A la vista de esto retroeedió con
temor el externiinador, | y dió por
suficiente la manifestación de la có¬
lera divina.
Israel 3* los erppeios ante el
Mar IS o jo.
19 1 Pero sobre los impíos llegó
hasta el colmo la cólera sin
misericordia, | porque Dios sabía de
antemano su porvenir, lo que les iba
a suceder;
2 Que habiéndoles permitido partir 1
y dádolcs prisa para que partiesen, |
luego, arrepentidos, los persiguieron.
3 Aún no habían terminado el luto
y aún | lloraban sobre los sepulcros
de los muertos, | cuando se lanzaron
a otros planes insensatos, | y a los
que suplicantes habían arrojado, los
persiguieron como a fugitivos.
4 Úna merecida fatalidad los arras¬
traba a este fin, | haciéndoles olvidar
los precedentes sucesos, | para que re¬
cibiesen el pleno castigo que faltaba
a sus tormentos.
6 Y mientras que tu pueblo haeía
una travesía maravillosa, | encon¬
traron ellos una extraña muerte;
* Porque toda la creación, en su
propia naturaleza, | recibió de lo alto
una forma nueva, | sirviendo a tus
mandatos | para que tus hijos fuesen
guardados incólumes.
SABIDURÍA, 19
1003
7 La nube daba sombra al campa¬
mento; | de las aguas que antes la
invadían se vió emerger la tierra
seca, | y en el Mar Rojo un camino
sin tropiezos; | y las ondas impetuosas
dieron lugar a un verde campo,
8 Por donde atravesaron en masa,
los que por tu mano eran cubiertos, j
después de haber contemplado pro¬
digios estupendos.
9 Pues como los potros en sus
pastos, | y como los corderos retozo¬
nes, | ellos te alababan a ti, Señor,
que los libraste;
10 Pues se acordaban que aun en
su destierro, | en vez de producir
otros animales, produjo la tierra mos¬
quitos, | y en vez de peces produjo
el río multitud de ranas.
11 Al fin vieron una nueva produc¬
ción de aves, | cuando llevados del
apetito pidieron los placeres de la
comida,
12 Y para su satisfacción salieron
del mar las codornices.
El castigo de los sodomitas.
13 Mientras que sobre los pecado¬
res cayeron los castigos, | de que
fueron indicios los violentos rayos, |
pues justamente padecían por sus
maldades | los que habían practi¬
cado tan detestable inhospitalidad.
14 Porque unos no quisieron reci¬
bir a los desconocidos que llegaban, |
y otros pretendieron esclavizar a los
extranjeros sus bienhechores,
16 Y sobre el castigo entonces reci¬
bido tendrán otro al fin, | por haber
acogido con tan mala voluntad a los
extranjeros.
16 Los egipcios recibieron con fes¬
tivas manifestaciones | a los que
fueron partícipes en sus beneficios, |
mas luego los afligieron imponiéndo¬
les crueles faenas.
17 También fueron heridos de ce¬
guera, | como los que a las puertas
del justo | envueltos en densa ti-
niebla | buscaban la entrada de la
puerta.
18 Y para ejercer en ellos la justi¬
cia se pusieron de acuerdo los ele¬
mentos, | como en el salterio se acuer¬
dan los sonidos | en una inalterable
armonía, | como claramente puede
verse por los sucesos,
19 Pues los animales terrestres se
mudan en acuáticos, | y los que nadan
caminan sobre la tierra.
20 El fuego supera con el agua su
propia virtud, | y el agua se olvida
de su propiedad de extinguirlo.
21 Al contrario, las llamas no ata¬
caron las carnes | de los ligeros ani-
, males que caminan por todas partes, |
ni derritieron aquel alimento celes¬
tial fusible como el rocío; | pues en
todas las cosas, Señor, engrandeces
a tu pueblo y le glorificas, | y no le
has despreciado, antes le asististe en
todo tiempo y lugar.
INTRODUCCION AL ECLESIASTICO
*
JfL Eclesiástico es un libro semejante a los Proverbios y fué escrito en hebreo.
Un nieto del autor , que lo tradujo al griego^ antepuso a su versión un pró¬
logo en que nos habla de su abuelo , Jesús , hijo de Sirac , que habiéndose dado
mucho al estudio de las divinas Escrituras, la Ley y los Profetas y los otros libros y
quiso para utilidad de todos escribir éste y en que dar a conocer los frutos de su
trabajo.
Sólo con alguna aproximación podemos colegir la fecha de la composición
del libro , por el elogio que en él se hace del pontífice Simón , hijo de Onías
(Ó0 y 1-20). La fecha de la versión es la del año 38 de Tolomeo Evergctes. Aun¬
que hay dos de ese mismo nombre , Tolomeo III que reinó de 246 a 221, y To -
lomeo VII y llamado Fiscón y que reino de 170 a 176 y sólo este último puede ser y
pues el primero no reinó más que veinticinco años. La fecha señalada por-el
traductor sería , pues y el año 136.
Divídese el libro en dos partes. La primera tiene gran parecido con los Pro¬
verbios. Canta las excelencias de la Sabiduría t y nos ofrece reglas de conducta
en forma de sentencias. Se diferencia de los Proverbios en que mientras en éstos
las sentencias son por lo general sueltas y sin conexión de unas con otras , en el
Eclesiástico van ligadas , desarrollando un tema. La segunda parte tiene más
parecida con la Sabiduría. En ella se hace el elogio de los antepasados ilus¬
tres de Israel y a quienes precisamente la sabiduría rigió y por eso adquirie¬
ron un nombre eterno.
Para la numeración de los versículos seguimos de ordinario a Vigouroux en su
Biblia Políglota } que por ajustarse a la Vulgata es de mayor comodidad para el
U 80 y si bien difiere de la que traen los nuevos editores de los textos hebreo y
griego y los traductores modernos que hemos podido consultar. Los versos cuyos
número8 van entre corchetes ( )jno se hallan en el texto griego de los LXX.
1006
ECLESIASTICO, 1
ECLESIASTICO DE JESUS, HIJO DE SIRAC
Prólogo del traductor griego.
Grandes y ricos tesoros de instruc¬
ción y sabiduría nos han sido trans¬
mitidos en la Ley, en los Profetas y
en los otros libros que les siguieron,
por los cuales merece Israel grandes
alabanzas. Y no solamente son útiles
a los que leen, sino también a los
indoctos deseosos de aprender, bien
por la palabra, bien por la escritura.
Mi abuelo Jesús, habiéndose dado
mucho a la lección de la Ley, de los
Prefetas y de los otros libros patries,
y habiendo adquirido gran compe¬
tencia, se propuso escribir alguna
cosa de instrucción y doctrina para
quienes desearan aprenderla, y siguién¬
dola aprovechar mucho más, lle¬
vando una vida ajustada a la Ley.
Os exhorto, pues, a leer esto con
benevolencia y aplicación y a tener
indulgencia por aquello en que, a
pesar del esfuerzo puesto en la tra¬
ducción, no liemos legrado dar la
debida expresión a las palabras, pues
las cosas dichas en hebreo no tienen
la misma fuerza cuando se traducen
a otra lengua.
No sólo este libro, sino aun la mis¬
ma Ley y los Profetas y los restantes
libros traducidos, difieren no poco,
comparados con el original.
Llegado a Egipto el año 38 del rei¬
nado de Evcrgetes, y habiendo per¬
manecido allí mucho tiempo, hallé
una diferencia no pequeña en la doc¬
trina. Y así juzgué necesario poner
alguna diligencia y trabajo en tra¬
ducir este libro. En este intervalo de
tiempo trabajé y velé mucho y puse
toda mi suficiencia en llevar a buen
término la traducción de este libro,
para utilidad de los que en el des¬
tierro quieran aprender y estén dis¬
puestos a ajustar a la ley sus cos¬
tumbres.
Elogio de la sabiduría.
| 1 Toda sabiduría viene del Se-
1 ñor, | y con él está siempre.
* Las arenas del mar y las gotas
de la lluvia | y los días del pasado,
¿quién podrá contarlos?
3 La altura de los cielos y la an¬
chura de la tierra, | la profundidad
del abismo, ¿quién podrá medirlos?
4 Antes que todo fué creada la
sabiduría, | y la luz de la inteligen¬
cia existe desde la eternidad (1).
6 La fuente de la sabiduría es la
palabra de Dios en las alturas, | y
sus caminos los mandatos eternos (2).
6 ¿A quién fué dada a conocer la
raíz de la sabiduría | y quién eonoeió
sus secretes?
7 ¿A quién fué manifestada la
ciencia de la sabiduría | y quién en¬
tendió sus planes?
8 Sólo uno es el sabio y el grande¬
mente terrible, | que se sienta sobre
su trono.
9 Es el Señor quien la creó | y la
vi ó y la distribuyo,
10 La derramó sobre todas sus
obras | y sobre toda carne, según
la medida de su liberalidad, | y la
otorgó a los que la aman (3).
El leinor de Dios, principio de
l:i sabiduría.
11 El temor del Señor es gloria y
honor, | prudencia y corona de gozo.
12 El temor del Señor regocija el
corazón, | da prudencia, alegría y
longevidad.
13 Al que teme al Señor le irá bien
en sus postrimerías, | y el día de su
fin hallará gracia.
14 El temor del Señor es honra y
gloria y corona de exaltación.
(1) La expresión «fué creada la sabiduría»
no puede significar venir a la existencia por
creación, sino simplemente existir desde la
eternidad, pues se trata de la sabiduría de
Dios. Es la ¡dea que Prov. 8, 22 expresa di¬
ciendo: El Señor me poseyó antes de todas las
cosas, es decir, desde la eternidad.
(2) La palabra creadora de Dios es la fuente
de la sabiduría derramada en la creación.
(3) Dios derrama su sabiduría sobre el uni¬
verso, particularmente soble el hombre racio¬
nal, y más especialmente, por la gracia, sobre
los que le aman.
ECLESIÁSTICO, 2
1U07
16 El principio de la sabiduría es
temer a Dios, | y se les comunica a
los fieles ya en el seno materno ( 1 ).
16 ‘Hizo de los hombres su morada
para siempre, | y será siempre fiel
a la progenie humana.
( 1? , 18 , 19 ). 20 La plenitud de la sa¬
biduría es temer al Señor; | embriaga
con sus frutos a quien la tiene ( 2 ),
21 Llena sus casas de bienes, | y
de sus frutos hinche sus graneros.
22 El temor del Señor es la corona
de la sabiduría | y hace florecer la
paz y la salud.
23 La una y la otra es don de
Dios | y el Señor la ve y la distri¬
buye.
24 Como lluvia derrama el la cien¬
cia, el conocimiento y la inteligen¬
cia, | y levanta la gloria de los que
le place.
25 La raíz de la sabiduría es temer
al Señor, | y sus ramas la longevidad.
( 26 ). 27 El temor del Señor aleja el
pecado, | y quien con él perservera
aparta la cólera (3).
2 * L 1 violento arrebato no tiene dis¬
culpa, | la cólera furiosa lleva a la
ruina.
20 El hombre magnánimo espera su
tiempo, | pero al fin triunfa.
30 Retiene la palabra hasta que
llega su tiempo, | y los labios de
los fieles celebran su prudencia.
31 En los tesoros de la sabiduría
hay sabias sentencias, | pero la pie¬
dad para con Dios es execrable al
pecador.
( 32 ). 33 ¿Deseas la sabiduría? Guarda
los mandamientos | y el Señor te la
otorgará (4);
34 Pues la sabiduría y la disciplina
son el temor de Dios, | y su compla¬
cencia la fe y la mansedumbre.
( 35 ). 36 No seas rebelde al temor
de Dios, | y no te llegues a El con
corazón doble.
(1) Como disposición del alma para recibir
la sabiduría, el temor del Señor es el principio
de ella.
(2) Los versículos 17-19, que no existen
en la versión griega, se leen así en la Vulgata:
17 «El temor del Señor es la santificación de la
ciencia. 18 Esta santificación guarda el corazón
y lo hace justo, lo llena de alegría y gozo. 19 El
que teme al Señor será feliz, y bendecido en
la hora de su muerte.*
(3) En la Vulgata dice asi el versículo 26:
«La inteligencia y la santificación de la ciencia
se hallan en los tesoros de la sabiduría, pero da
sabiduría es una execración para el pecador.*
(4) En la Vulgata, versículo 32: «El culto de
Dios es una execración para el pecador.*
37 No seas hipócrita delante de los
hombres, | y pon atención a tus pa¬
labras.
38 No te engrías, pues caerás | y
echarás sobre ti la infamia;
39 Y el Señor descubrirá tus secre¬
tos | y te derribará en medio de la
asamblea.
40 Por no haberte dado al temor
del Señor, | y estar tu corazón lleno
de engaño.
Perseverancia en medio de la
tentación.
2 1 Hijo mío, si te das al servicio
de Dios, | prepara tu ánimo a la
tentación.
2 Ten recto corazón y soporta con
paciencia, | y no te impacientes al
tiempo del infortunio.
3 Adhiérete a el y no te separes, |
para que tengas buen éxito en tus
postrimerías.
4 Recibe, todo cuanto El mande
sobre ti | y ten buen ánimo en las
vicisitudes de la prueba,
6 Pues el oro se prueba en el fuego, |
y los hombres gratos a Dios, en el
crisol de la tribulación.
6 Confíate a El y te acogerá, | Ende¬
reza tus caminos y espera en El.
Confianza en el Señor.
7 Los que teméis al Señor, espe¬
rad en su misericordia | y no os des¬
carriéis, pues vendríais a caer.
8 Los que teméis al Señor, confiad
en El | y no quedaréis defraudados de
vuestra recompensa.
9 Los que teméis al Señor, esperad
la dicha, | el gozo eterno y la mise¬
ricordia.
( 10 ). 11 Considerad las generaciones
antiguas y ved: | ¿Quién confió en
el Señor, que fuese confundido (1),
12 O quién perseveró en su temor
y fué abandonado, | o quién le invocó
y se sintió defraudado?
13 Porque piadoso y compasivo es
el Señor, | perdona los pecados y
salva en el tiempo de la tribula¬
ción.
(1) En la Vulgata, versículo 10, se lee:
«Los que teméis al Señor amadle, y vuestros
corazones ser¿n iluminados.»
1008
ECLESIÁSTICO, 3
jAy de los cobardcsl
14 ¡Ay de los corazones tímidos y
de las manos flojas, | y del pecador
que va por doble camínol
15 iAy del corazón cobardel Porque
no tiene fe, | por eso no hallará de¬
fensa.
16 ¡Ay de vosotros, los impacien-
tesl
17 Pues ¿qué haréis cuando el Señor
os visite?
18 Los que teméis al Señor, no des¬
confiéis de sus palabras; | los que le
amáis, seguid sus caminos.
19 Los que teméis al Señor, procu¬
rad agradarle; | los que le amáis,
complaceos en su ley.
20 Los que teméis al Señor, prepa¬
rad el corazón | y humillaos ante El.
( 21 ). 22 Caigamos en las manos del
Señor | y no en las manos de los
hombres (1),
23 Pues cuanta es su grandeza, |
tánta es su misericordia.
Deberes para con los padres.
Q (*). 1 2 Escuchad, hijos míos, que
soy vuestro padre | y obrad de
modo que alcancéis la salud (2).
3 Pues Dios honra al padre en los
hijos, | y confirma en ellos el juicio
de la madre.
4 El que honra al padre expía sus
pecados,
& Y atesora el que honra a su
madre.
6 El que honra a su padre se rego¬
cijará en sus hijos, | y será escu¬
chado en el día de su oración.
7 El que honra a su padre tendrá
larga vida,
8 Y el que obedece al Señor es
consuelo de su madre.
El que teme al Señor honra a su
padre, | y sirve como a señores a los
que le engendraron.
9 De obra y de palabra honra a tu
padre,
10 Para que venga sobre ti su ben¬
dición;
11 Porque la bendición del padre
afianza la casa del hijo, | pero la
(1) La Vulgata: «Los que temen al Señor
guardan sus mandamientos, y aguardarán hasta
que ponga sobre ellos sus ojos.»
(2) La Vulgata: «Los hijos de la sabiduría
forman la congregación de los justos, e hijos
suyos son la obediencia y el amor.»
maldición de la madre la destruye
desde sus cimientos.
12 No te gloríes con la deshonra de
tu padre, | que no es gloria tuya su
deshonra;
13 Porque la gloria del hombre pro¬
cede de la honra de su padre, | y
es infamia de los hijos la madre
deshonrada.
14 Hijo, acoge a tu padre en su
ancianidad, | y no le des pesares en
su vida.
16 Si llega a perder la razón,
muéstrate con él indulgente 1 y no le
afrentes porque estés tú en la pleni¬
tud de tu fuerza; | porque la piedad
con el padre no será echada en olvido,
16 Y en vez del castigo por los
pecados, tendrás prosperidad.
17 En el día de la tribulación el
Señor se acordará de ti, | y como se
derrite el hielo en día templado, así
se derretirán tus pecados.
18 Como un blasfemo es quien
abandona a su padre, | y será maldito
del Señor quien irrita a su madre.
Modestia y misericordia.
19 Hijo mío, pórtate con modes¬
tia, | y serás amado más que el
dadivoso.
20 Cuanto más grande seas, humí¬
llate más, | y hallarás gracia ante
el Señor;
21 Porque grande es el poder del
Señor, | y es glorificado en los hu¬
mildes.
22 Lo que está sobre ti no lo bus¬
ques, | y lo que está sobre tus fuerzas
no lo procures.
23 Atente a lo que está a tus al¬
cances, | y no te inquietes por lo
que no puedes conocer.
24 No te obstines en hacer lo que
no puedes,
25 Pues mucho es ya lo que ante
ti está que podrás entender.
26 A muchos extravió su teme¬
ridad, | y la presunción pervirtió su
pensamiento.
27 El que ama el peligro caerá en
él, | y el corazón duro parará al fin
en la desgracia.
( 28 ). 29 El corazón duro se verá
aplanado, | y el obstinado añadirá
pecados a pecados (1).
(1) La Vulgata: «El corazón que sigue dos
caminos no tendrá éxito; y el corazón depravado
tropezará en ellos.»
ECLESIÁSTICO, 4
1009
80 La desgracia del soberbio no
tiene remedio, | porque arraigó en
él la maldad.
31 El corazón del discreto medita
sentencias, | y da oído atento a la
doctrina del sabio.
( 32 ). 33 El agua apaga la ardiente
llama | y la limosna expía los pe¬
cados (1).
84 El que agradece los beneficios
se prepara otros nuevos, | y en el
día de la calda hallará apoyo.
Deberes para con los pobres.
4 1 Hijo mío, no arrebates al pobre
su sostén, | no vuelvas tus ojos
ante el necesitado.
2 Da al hambriento | y satisfaz al
hombre en su necesidad.
3 No irrites al corazón ya irritado, |
y no difieras socorrer al menesteroso.
4 No desdeñes al suplicante atri¬
bulado, | y no vuelvas el rostro al
pobre;
6 No apartes los ojos del necesi¬
tado, | y no des al hombre ocasión
de maldecirte;
0 Pues si te maldice en la amar¬
gura de su alma, | su Hacedor escu¬
chará su oración.
7 Muéstrate afable con la congre¬
gación, | y humilla tu cabeza al po¬
tentado.
8 Inclina al pobre tu oído, | y con
mansedumbre respóndele palabras
ama bles.
9 Arranca al oprimido del poder
de su opresor, | y no te acobardes
al hacer justicia.
10 Muéstrale padre para los huér¬
fanos, | y cual marido para la madre
de estos,
11 Y serás como hijo del Altísimo |
y más ainado de tu madre.
Las ventajas de la sabiduría.
12 La'sabiduría exalta a sus hijos |
y acoge a los que la buscan.
13 El que la ama, ama la vida, | y
los que madrugan para salir a su
encuentro, serán llenos de alegría.
14 E) que la abraza heredará la
(i) La Vulgata: #E 1 corazón sabio e inteli¬
gente se abstendrá del pecado; y en las obras
de justicia tendrá feliz éxito.»
gloria, | y en su casa entrará la ben¬
dición del Señor.
16 Los que la sirven, sirven al
Santo, | y el Señor ama a los que
la aman.
18 El que la escucha juzgará a
las naciones, | y el que se allega a
ella habitará confiado.
17 Si te confías a ella la tendrás
por heredad, | y tus descendientes la
poseerán;
18 Porque la tentación caminará
con él | y le elegirá entre los pri¬
meros;
19 Traerá sobre él el miedo y el
temor, | en su infancia le azotará, |
hasta que se le confíe | y le pruebe
en sus preceptos.
20 Y de nuevo se volverá a él | y
le alegrará,
21 Y le revelará sus secretos.
22 Pero si se extraviase, le abando¬
nará | y le entregará a la ruina.
La confusión buena y la mala.
23 Espera tu tiempo,
24 Y no tendrás que avergonzarte
de ti mismo;
25 Pues hay una confusión que
es fruto del pecado, | y una confusión
que trac consigo gloria y gracia.
26 No tengas respetos que sean en
perjuicio de tu alma,
27 Y no te avergüences para rui¬
na tuya.
28 No retengas la palabra salva¬
dora | y no ocultes tu sabiduría;
29 Pues en el hablar se da a cono¬
cer la sabiduría, | y la doctrina en
las palabras de la lengua.
30 No hagas contradicción a la
verdad, | y no te avergüences de tu
falta de doctrina.
31 No te avergüences de confesar
tus pecados,
32 Y no nades contra la corriente. |
No te sometas al hombre necio, | y no
tengas acepción por la persona del
poderoso.
83 Lucha por la verdad hasta la
muerte, | y el Señor Dios combatirá
por ti.
84 No seas duro en tus palabras, |
ni perezoso ni remiso en tus obras.
3 ® No seas como león en tu casa, | ni
te muestres caprichoso con tus ser¬
vidores.
88 No sea tu mano abierta para
recibir | y cerrada para dar.
64
íoiu
ECLESIÁSTICO, 5, 6
La falsa seguridad.
^ 1 No te apoyes sobre las riquezas |
f y no digas: «Me basto a mí mismo.»
2 No te apoyes en ti mismo y en
tu fuerza, | para vivir según los
deseos de tu corazón.
3 No digas: «¿Quién me dominará?» |
Porque sin duda te castigará el Señor.
4 No digas: «He pecado, ¿y qué me
ha sucedido?» | Porque el Señor es
paciente.
6 Aun del pecado expiado no vivas
sin temor, | y no añadas pecados a
pecados.
0 Y no digas: «Grande es su miseri¬
cordia, | él perdonará mis muchos
pecados.»
7 Porque aunque es misericordioso,
también castiga, | y su furor caerá
sobre los pecadores.
8 No difieras convertirte al Señor, |
y no lo dejes de un día para otroí
• Porque de repente se desfoga la
ira del Señor, | y en el día de la
venganza perecerás.
10 No te apoyes en las riquezas
mal adquiridas, | porque nada te
aprovecharán en el día de la ira.
.Moderación de la lengua*
11 No te dejes llevar de todo vien¬
to, | y no camines por una senda
cualquiera, | que así es como obra
el pecador de corazón doble.
12 Se firme en tus juicios | y no
tengas más que una palabra.
13 Sé pronto para oír | y lento para
responder.
14 Si tienes inteligencia, respon¬
de; | si no, pon mano a la boca.
15 En el hablar está la gloria o la
deshonra, | y la lengua del hombre
es su ruina.
16 Que nadie te llame chismoso, |
y no tiendas lazos con tu lengua;
17 Porque sobre el ladrón vendrá
la confusión, | y la condenación sobre
el de corazón doble.
18 No ofendas a nadie, ni en mu¬
cho ni en poco,
6 1 Y no te hagas enemigo al amigo; |
pues sobre el malo vendrá la con¬
fusión y el oprobio, | y lo mismo sobre
el pecador de doble corazón.
El orgullo.
* No te engrías en tus pensamien¬
tos, | no seas destrozado como un toro.
3 Si destrozas las hojas, echas a
perder los frutos, | y te quedarás
como árbol seco.
. 4 El alma perversa se pierde a sí
misma | y será el ludibrio de sus
enemigos,
3 La palabra Suave multiplica los
amigos, | la lengua bien hablada es
rica en afabilidad.
Los amigos.
* Si tuvieses muchos amigos, | uno
entre mil sea tu consejero.
7 Si tienes un amigo, ponlc a
prueba, | y no te confies a el tan
fácilmente;
8 Porque hay amigos de ocasión, |
que no son ficícs en el día de la tri¬
bulación.
0 Hay amigo que se torna en cne-
migo, | y que descubrirá para ver¬
güenza luya tus defectos.
10 Hay amigos que sólo son com¬
pañeros de mesa, I y no te serán fie¬
les en el día de la tribulación.
11 En tus días felices será otro tú (
y hablará afablemente a los tuyos;
12 Pero si te viere humillado, se
volverá contra ti | y te ocultará su
rostro.
13 Apártate de tus enemigos 1 y
guárdale de tus amigos.
14 Un amigo fiel es poderoso pro¬
tector; 1 el que le encuentra halla
un tesoro.
16 Nada vale tanto como un amigo
fiel; 1 su precio es incalculable.
16 Un amigo fiel es un remedio sa¬
ludable; | los que temen al Señor lo
encontrarán.
17 El que teme al Señor es fiel a
la amistad, | y como fiel es él, así
lo será su amigo.
Ventajas de la sabiduría.
18 Hijo mío, desde tu mocedad date
al a doctrina, | y hasta tu anciani¬
dad tendrás sabiduría.
12 Allégate a ella como ara y siem¬
bra el labrador, | y esliera buenos
frutos;
20 Porque el trabajo te fatigará un
poco, | pero pronto comerás de sus
frutos.
21 Es muy duro para los indisci¬
plinados, | y el insensato no perma¬
necerá en él;
22 Pesará sobre él como pesada
ECLESIÁSTICO, 7
1011
piedra de prueba, | y no tardará en j
arrojarla de sí;
23 Porque la sabiduría es fiel a <
su nombre, | y es discreta en reve¬
larse.
24 Escucha, hijo mío, y recibe mis
avisos | y no rehuyas mis consejos.
25 Da tus pies a sus cepos | y tu
cuello a su argolla;
26 Dale tu hombro | y no te moles¬
ten sus ataduras.
27 Allégate a ella con toda tu
alma, | y con todas tus fuerzas sigue
sus caminos.
28 Sigue su rastro, búscala, y se te
descubrirá, | y una vez cogida no
la sueltes;
29 Porque al fin hallarás en ella tu
descanso y gozo,
30 Y serán para ti sus cepos de¬
fensa poderosa, | y su argolla una
túnica de gloria.
31 Es ornamento de oro, | y sus
ataduras son cordón de jacinto.
32 Te la vestirás como túnica de
gloria, | y te la ceñirás como corona
de exaltación.
33 Si quisieres, hijo mío, adquirirás
la doctrina, | y si te entregas a ella,
serás avisado.
34 Si con gusto la oyes la tendrás, |
si inclinas a ella tu oído serás sabio.
35 Busca la compañía de los an¬
cianos, | y si hallas algún sabio, allé¬
gate a él. | La conversación acerca
de Dios, escúchala con gusto, | y no
rehuyas las sentencias de la sabi¬
duría.
36 Si vieres a un hombre discreto,
apresúrate a unirte a él, | y frecuen¬
ten tus pies la escalera de su puerta.
87 Medita en los preceptos del
Señor | y ejercítate siempre en sus
mandatos; | él confirmará tu corazón |
y te dará la sabiduría a tu deseo.
Sentencias varias.
7 1 No hagas el mal y no te co¬
gerá.
2 Apártate del injusto y se alejará
de ti.
3 Hijo, no siembres en los surcos
de la injusticia, | y no la cosecharás
al séptuplo.
4 No pidas al Señor un puesto de
gobierno, | ni al rey una silla de
honor.
6 No.te justifiques ante el Señor, | y
no alardees de sabio ante el rey.
6 No busques ser hecho juez, | no
sea que no tengas fuerzas para re¬
primir las iniquidades, | no sea que
te acobardes en presencia del po¬
deroso, | y tropiece en ello tu rectitud.
7 No ofendas a la muchedumbre |
y no te arrojes en medio de ella.
8 No te ates dos veces con el pe¬
cado, | porque ya de la primera vez
no saldrás impune.
9 No seas impaciente en tu ora¬
ción,
10 Ni tardo en hacer limosna.
11 No digas: «Dios mirará mis
muchas ofrendas, | y cuando yo
ofrezca sacrificios al Dios altísimo,
él los aceptará.»
12 No te burles del afligido, ¡ por¬
que hay uno que humilla y ensalza.
13 No levantes falso testimonio a
tu hermano, | ni lo hagas tampoco
a tu amigo.
14 Guárdate de mentir y de añadir
mentiras a mentiras, | que eso no
acaba en bien.
15 No seas hablador en la asamblea
de los ancianos, | ni multipliques en
tu oración las palabras.
16 No aborrezcas la labor por tra¬
bajosa, | ni la agricultura, que es cosa
del Altísimo.
17 No te juntes con los pecadores,
19 Acuérdate de que la cólera no
tarda.
19 Humilla mucho tu alma, | por¬
que el castigo del impío será el fuego
y el gusano.
La vida familiar.
20 No cambies un amigo por di¬
nero, ni un hermano querido por el
oro de Ofir.
21 No te apartes de la mujer dis¬
creta y buena, | porque vale su
gracia más que el oro.
22 No maltrates al siervo que tra¬
baja lealmente, | ni al jornalero que
te entrega su esfuerzo.
23 Ama al siervo inteligente^ | no
le niegues la libertad.
24 ¿Tienes rebaños? Cuida de ellos. |
Pues te son útiles, guárdalos.
25 ¿Tienes hijos? Instrúyelos, | do¬
blega desde la juventud su cuello.
26 ¿Tienes hijas? Vela por su hon¬
ra, | y no les muestres un rostro
demasiado jovial.
27 Casa a tu hija y habrás hecho
un gran bien | dándola a un marido
1 sensato.
1012
ECLESIÁSTICO, 8, 9
28 ¿Tienes mujer? No la detestes, |
dándote a una odiosa rival.
29 De todo corazón honra a tu
padre, | y no olvides los dolores de
tu madre.
30 Acuérdate de que les debes la
vida. | ¿Cómo podrás pagarles lo que
han hecho por ti?
31 Con toda tu alma honra al
Señor | y reverencia a los sacerdotes.
32 Con todas tus fuerzas ama a tu
Hacedor | y no abandones a sus mi¬
nistros.
Honor al sacerdote.
33 Teme al Señor y honra al sacer¬
dote,
34 Y dale a porción que te está
mandada; | las primicias y la ofrenda
por el pecado,
86 La espalda reservada, | el sacri¬
ficio expiatorio | y las primicias con¬
sagradas.
86 Alarga al pobre tu mano, | para
que seas cumplidamente bendecido.
87 Agradece el beneficio ante todos, |
y al muerto no le niegues tus piedades.
88 No te alejes del que llora, | y
llora con quien llora.
39 No seas perezoso en visitar a
los enfermos, | porque por ello serás
amado.
40 En toda tu obra acuérdate de
tus postrimerías, | y no pecarás
jamás.
IVormn de buena sociedad.
$ 1 No disputes con el poderoso, | no
vayas a caer en sus manos.
2 No tengas contiendas con el
rico, | no eche sobre ti todo su peso;
3 Porque el oro puede mucho | y
pervierte el corazón de los reyes.
4 No disputes con el hombre len¬
guaraz, | que sería amontonar leña
sobre el fuego.
6 No bromees con el indisciplina¬
do, | no maldiga a tus progenitores.
8 No ultrajes a quien se aparta
del pecado, I ten en cuenta que todos
somos reos de castigo.
7 No faltes al respeto al anciano, |
que también ellos fueron jóvenes.
8 No te alegres de la muerte de
uno; | acuérdate de que todos mori¬
remos.
9 No desprecies los discursos de los
sabios | y sigue sus máximas,
10 Porque de ellos aprenderás la
doctrina | y a servir bien a los grandes.
11 No desprecies las sentencias de
los ancianos, | que de sus antepasa¬
dos las aprendieron ellos;
12 Porque así aprenderás doctrina |
y sabrás responder al tiempo oportuno.
13 No atices el fuego del pecado, | no
te abrasen sus llamas.
14 No te enfrentes con el inso¬
lente, | no sea que se ponga en ace¬
cho para cogerte por la boca.
16 No prestes a quien puede más
que tú, | y si le prestas dalo por
perdido.
16 No prestes fianzas sobre tus
facultades, | y si diste fianza piensa
cómo pagarás.
17 No tengas litigios con el juez, |
porque por su dignidad juzgarán a
favor de él.
18 No vayas de camino con el te¬
merario, | no pesen sus temeridades
sobre ti; | pues él liará según su ca¬
pricho, | y por su imprudencia pere¬
cerías con él.
19 No te pelees con el iracundo | y
no atravieses con él el desierto, | por¬
que nada es la sangre a sus ojos, j y
te derribará donde no tengas quien
te socorra.
20 Con el necio no tengas consejo, |
porque no podrá callar lo que hayas
dicho.
21 Ante un extraño no hagas cosa
que quieras secreta, | porque no sabes
lo que dará de si.
22 No descubras a cualquiera tu
corazón, | no te arrebate tu bien.
El trato con las mujeres.
9 1 No seas celoso de tu mujer, | no
la vayas a maliciar en daño tuyo.
2 No te dejes dominar de tu mujer, |
no se alce sobre ti.
3 Huye de la cortesana, | no caigas
en sus "lazos.
4 No te entretengas con la canta¬
dora, | no le coja en sus redes.
6 No fijes tu atención en donce¬
lla, | no vayas a incurrir en castigo
por su menoscabo.
6 No te entregues a las meretri¬
ces, | no vengan a perder tu hacienda.
7 No pasees tus ojos por las* calles
de la ciudad | ni andes rondando por
sitios solitarios.
8 Aparta tus ojos de la mujer muy
compuesta | y no fijes la vista en la
hermosura ajena.
ECLESIÁSTICO, 10
1013
• Por la hermosura de la mujer
muchos se extraviaron, | y con eso
se enciende como fuego la pasión.
( 10 , u ). 12 No te sientes nunca junto
a mujer casada, | ni te recuestes eou
ella a la mesa (1),
13 Ni bebas con ella vino en los
banquetes; | no se incline hacia ella
tu corazón | y seas arrastrado a la
perdición.
El trato con los hombres.
14 No abandones al amigo anti¬
guo, | que el nuevo no valdrá lo que él.
15 Vino nuevo, el amigo nuevo, |
cuando envejece es cuando se bebe
con placer.
18 No envidies la gloria del peca¬
dor, | porque no sabes cuál será su
suerte.
17 No te complazcas en el aplauso
de los impíos; | acuérdate que ya
antes del Ades no quedarán impunes.
18 Aléjate del hombre que tiene
poder para matar, | y no tendrás que
temer la muerte. | Si te acercas a él
no cometas falta alguna, | no vaya a
quitarte la vida.
20 Considera que caminas en medio
de lazos | y que te paseas en medio
de redes.
21 Aconseja a tu prójimo según tu
leal entender. | Cuanto te sea posi¬
ble guárdate de tus prójimos | y acon¬
séjate de los sabios.
22 Los justos sean tus comensales, [
y no te gloríes sino en el temor del
Señor.
23 Sea con los discretos tu trato. | y
tu conversación toda según la ley
del Señor.
24 La mano del artífice se alaba por
su obra, | y la sabiduría del príncipe
del pueblo por su palabra.
25 Terrible es en la ciudad el hom¬
bre lenguaraz, | y el precipitado en
hablar se hará aborrecer.
Los gobernantes.
10 l El juez sabio instruye a su
pueblo, | y el gobierno del dis¬
creto es ordenado.
2 Según el príncipe, así son sus
(i) La Vulgata (io): «Toda prostituta es
como basura en el camino, que es pisada de
cuantos pasan, (i i) Muchos, alucinados por la
belleza de una mujer extraña, se hicieron ré-
probos; pues su conversación es como fuego
que quema.»
ministros; | y según el regidor de la
ciudad, así sus moradores.
8 El rey ignorante pierde a su
pueblo, | y la ciudad prospera por
la sensatez de los príncipes.
4 En manos del Señor está el go¬
bierno de la tierra, | y en cada
tiempo pone sobre ella a quien le place.
5 En la mano del Señor está la
fortuna del hombre; | es el quien hace
brillar el rostro del escriba.
El orgullo.
8 No vuelvas a tu prójimo mal por
mal, cualquiera que sea el que él
te haga; | No te dejes llevar de la
soberbia,
7 La soberbia es odiosa al Señor y
a los hombres, | y contra ambos peca
quien comete injusticia.
8 El imperio pasa de unas naciones
a otras | por las injusticias, la ambi¬
ción y la avaricia.
10 Nada tan odioso como el avaro, |
Es capaz de vender su alma.
9 ¿De qué te ensoberbeces, polvo
y ceniza? | Ya en vida vomitas las
entrañas.
11 Una larga enfermedad, el mé¬
dico sonríe;
12 Pero hoy rey, mañana muerto.
13 Al morir el hombre, | su herencia
serán las sabandijas, los bichos y los
gusanos.
14 El principio de la soberbia es
apartarse de Dios | y alejar su cora¬
zón de su Hacedor;
15 Porque el pecado es el depósito
de la soberbia, | y la fuente que le
alimenta mana maldades.
18 Por esto el Señor mandará tremen¬
dos castigos, | y los exterminará de raíz.
17 Los tronos de los soberbios los
derriba el Señor, | y en lugar suyo
asienta a los mansos.
18 El Señor borra las naciones, | las
arranca de raíz, | barre de la tierra
sus reinos.
19 Las alegrías de las naciones des¬
truyó el Señor | y las destruyó hasta
los cimientos.
20 Ya ha destruido y desarraigado
algunas, j y borró de la tierra su
memoria.
( 2i ) 22 n 0 es propia de hombres la
cobardía, | ni la cólera furiosa de los
nacidos de mujer (1).
(i) La Vulgata: «Dios aniquiló la memoria
de los soberbios y conservó la memoria de los
humildes de corazón.»
1014
ECLESIÁSTICO, 11
Ln gloria verdadera.
23 ¿Cuál es la progenie honrada?
La progenie humana. | ¿Cuál es la
progenie honrada? La de los que
temen al Señor. | ¿Cuál es la pro¬
genie infame? La progenie humana. |
¿Cuál es la progenie infame? La de
los que quebrantan los preceptos.
24 Entre sus hermanos es honrado
su jefe, | pero los que le temen son
más que él.
25 Advenedizo o peregrino, rico o
pobre, | su gloria está en el temor
del Señor.
28 No es justo afrentar al discreto, |
ni conviene honrar al hombre prepo¬
tente.
27 El grande, el juez y el poderoso
son honrados, | pero ninguno mejor
que el que teme al Señor.
28 Al siervo sabio le servirán los
libres, | y el varón docto no se queja.
29 No alardees de sabio al hacer
tus obras, | y no te acobardes al
tiempo de la angustia.
3a Mejor es quien trabaja y abunda
en bienes, | que el pretencioso que
carece de pan.
31 Hijo mío, honra tu alma con la
modestia, | y dale el honor de que
es digna.
32 ¿Quién justificará al que peca
contra su alma, | y quién honrará al
que a si misino se deshonra?
33 Hay pobres que son honrados
por su prudencia, | y hay quien sólo
es honrado por su riqueza.
84 Y quien es honrado en la pobre¬
za, leuánto más lo será en la rique-
zal | Y el que es deshonrado en la
riqueza, jcuánto más lo será en la
pobrezal
11 1 La sabiduría yergue la cabeza
1 1 del humilde | y le da asiento
en medio de los magnates.
El juicio según la apariencia.
* No alabes al hermoso por su her¬
mosura, | ni afrente* al feo por su
fealdad.
8 Pequeña entre los volátiles es la
abeja, | pero el fruto de su labor es
riquísimo.
4 No escarnezcas al pobre por sus
harapos, | ni afrentes al que pasa
un día amargo;* | porque las obras
del Señor son inescrutables, | y se¬
cretas sus obras con los hombres.
5 Muchos príncipes acabaron por
sentarse en el suelo, | y quien menos
se pensaba se ciñó la corona.
6 Muchos potentados fueron humi¬
llados, | y su gloria pasó a poder
de otros.
7 Antes de informarte no repren¬
das; | explora primero y luego co¬
rrige.
Antes de oír no respondas, | y no
interrumpas el discurso ajeno.
Moderación en los negoeios.
8 No te metas en lo que no te
importa, | ni te mezcles en contien¬
das de arrogantes.
9 Hijo mío, no te metas en muchos
negocios, | que el que mucho abarca
poco aprieta.
10 Si persiguieres muchas cosas, no
cogerás ninguna, | y por mucho que
corras no escaparás.
11 Hay quien trabaja, se fatiga y
se apresura, | y con todo es siempre
el mismo.
12 Hay quien es débil y pobre, | po¬
bre en fuerzas y sobrado en flaqueza;
13 Pero el Señor le mira con bon¬
dad | y le levanta de su abatimiento, |
y yergue su cabeza | y todos se ad¬
miran de ello.
De Dios vienen la riqueza y la
pobreza.
14 Los bienes y los males, la vida
y la muerte, | la pobreza y la riqueza,
vienen del Señor.
15 Del Señor vienen la ciencia y
el conocimiento de la ley; | el amor
y los caminos del bien obrar vienen
de él.
16 El error y las tinieblas son obras
de los pecadores; | Los que en el mal
se complacen, en el mal envejecen.
17 El don de Dios a los piadosos
es permanente, | y su benevolencia
asegura para siempre su prosperidad.
18 Hay quien se enriquece a fuerza
de afán y de ahorro, | y con esto ya
se cree recompensado;
19 Y se dice; «Hallé el reposo, |
ahora voy a comerme lo mío.»
20 Pero no sabe qué tiempo le
queda, | y si morirá dejando a otros
lo suyo.
21 Sé constante en tu deber y vive
en él, | y envejece en tu profesión.
42 No envidies el buen suceso del
ECLESIÁSTICO, 12, 13
1015
pecador; | confía en el Señor y per¬
severa en tu trabajo.
23 Porque fácil cosa es al Señor |
enriquecer al pobre en un instante.
24 La bendición del Señor es la
recompensa del justo; | en un mo¬
mento hace que florezca su ben¬
dición.
25 No digas: ¿Qué necesito | y qué
necesidad tengo ya de nada? | ¿y
26 No digas: Tengo bastante,
qué calamidad podrá venir sobre mí?
27 La dicha presente hace olvidar
la desdicha, | y la presente desven¬
tura hace olvidar la ventura.
28 Pero es fácil al Señor dar a cada
uno lo que merece | y retribuirle según
sus caminos.
20 La aflicción de una hora hace
olvidar el placer, | y el fin del hom¬
bre descubre lo que el es.
30 Antes de la muerte no alabes
a nadie, | que sólo al fin se conoce
quién es cada uno.
La hospitalidad.
31 No admitas a cualquiera en tu
casa, | que son muchas las asechan¬
zas de la astucia.
32 Como reclamo de perdiz en su
jaula | es el corazón del soberbio, | y
como lobo que acecha la presa;
33 Pues pagando el bien con mal
pone asechanzas, | y a las cosas me¬
jores pone taclla.
34 Una chispa enciende las brasas, |
y el malvado acecha la sangre.
35 Guárdate del astuto que maqui¬
na maldades, | no sea que te eche
una mancha imborrable.
36 Mete en tu casa al extranjero | y
te la revolverá, | y te enajenará el
ánimo de los tuyos.
Beneficencia hacia el bueno.
12 1 Si al bueno le haces mal, ¿a
quien harás bien, | y quién
tendrá que agradecerte un beneficio?
2 Haz bien al justo y tendrás tu
correspondencia, | si no de él, a lo
menos del Altísimo.
3 No será dichoso el que alienta al
impío, | y no hace con ello cosa
buena.
4 Da al justo y no acojas al pe¬
cador.
6 Haz bien al humilde y no favo¬
rezcas al soberbio;
6 Porque Dios aborrece a los peca¬
dores, y a los impíos les liará experi¬
mentar su venganza.
7 No des armas al impío, no te
haga con ellas la guerra. | Hallarás al
tiempo de tu necesidad males dupli¬
cados, | por los bienes que le hu¬
bieres hecho.
Desconfianza del encmifjo.
8 No es en la prosperidad cuando
se conoce al amigo, | ni en la des¬
gracia cuando se oculta el enemigo.
9 En la d eha hasta el enemigo es
amigo, | en La desgracia hasta el
amigo se retirá.
10 No te fíes jamás de tu enemigo. |
pues como el ácido destruye el hierro,
así es su maldad.
11 Aunque a ti acuda y se te mues¬
tre obsequioso. | ponte sobre aviso y
guárdate de él. | Haz con él como
quien limpia un espejo | y verás que
está del todo oxidado.
12 No le pongas junto a ti | no te
derribe y ocupe tu puesto. | No le
sientes a tu derecha, | no sea que te
quite tu silla | y al fin reconozcas
la verdad de mis palabras | y te com¬
punjas al recordar mis advertencias.
13 ¿Quién se compadecerá del en¬
cantador a quien muerde la ser¬
piente | y del que anda con fieras? |
Así del que busca la compañía del
pecador | y se mezcla en sus pecados.
U Mientras tú estés en pie no se
descubrirá; | pero en cayendo tú, te
abandonará.
15 El enemigo te acariciará con sus
labios, | pero en su corazón medita
cómo echarte en la fosa.
16 Derramarán lágrimas sus ojos, |
pero si hallare oportunidad, no se
hartará de sangre.
17 Si la desgracia te alcanza, le
tendrás delante de ti,
18 Y fingiendo socorrerte, te echará
la zancadilla.
19 Moverá la cabeza | y batirá pal¬
mas, | y murmurando mudará muchas
veces el semblante.
Elección de las amistades.
13 1 El que toca la pez se mancha, |
y el que trata con el soberbio se
hace semejante a él.
a No tomes sobre ti peso superior
io ib
ECLESIÁSTICO, 14
a tus fuerzas, | ni trates con los más
poderosos y ricos que tú.
8 ¿Qué le dará el caldero a la
olla? | Chocará con ella y la que¬
brará.
4 El rico hace injusticias y se
gloría de ello; | el pobre recibe una
injusticia y pide excusa.
5 Mientras seas útil se servirá de
ti; | cuando no valgas nada te aban¬
donará.
6 Te despojará y te hablará blan¬
damente, | pero te empobrecerá sin
dolerse.
7 Si le eres necesario, te adulará, |
te sonreirá v te dará esperanzas, | te
hablará bellas palabras y te dirá:
¿Que quieres?
8 Y te confundirá con sus halagos; |
pero hasta dos y tres veces te despo- ■
jará, | y al fin se burlará de ti. | Des¬
pués de esto te verá y se te hará el
desconocido, | y te insultará, mo¬
viendo la cabeza.
( 9 ). 10 Mira no te engañen, | y te
derribe tu necedad (l).
( n ). 12 Si un poderoso te llama a sí,
estáte quieto | y con mayor instancia
te llamará (2).
13 No te acerques tú, no seas re¬
chazado; | pero no te estés demasiado
lejos, para no ser olvidado.
14 No te aventures a intimar con
él, | y no des fe a sus muchas pa¬
labras; | porque con su mucha charla
te pondrá a prueba, | y sonriendo te
sonsacará.
15 Es un infame quien falta a su
palabra | y sin miramientos forja
enredos.
18 Estate atento y guárdate mu¬
cho, porque la desgracia te ronda.
( 17 , 18 ). 19 Todo animal aína a su
semejante, | y el hombre a su pró¬
jimo.
20 Toda carne se une a los de su
especie, | y el hombre a su seme-
jan le.
21 ¿Para qué unir el lobo con el
cordero? | Pues lo mismo es unir al
impío con el justo.
22 ¿Que paz puede haber entre la
hiena y el perro? | Pues asi entre el
rico y el pobre.
23 El asno salvaje es presa del
(i) La Vulgaia: «Humíllate ante Dios y es¬
pera el socorro de su mano.*
(a) La Vulgaia: «No le abatas en tu sabidu¬
ría, no sea que, abalido, te induzcan a hacer
cosas de necio.* Como es un vicio el orgullo,
también lo es el apocamiento, que no es lo
mismo que la humildad.
león en el desierto; | así también
los pobres son pasto de los ricos.
24 Abominable es para el soberbio
la humildad, | lo mismo que el pobre
para el rico.
26 El rico, si vacila, es sostenido
por los amigos; | pero el pobre, si
cae, es rechazado aun por los amigos.
28 Si el rico habla, todos le aplau¬
den; | aunque diga necedades, le dan
la razón.
27 Pero si el pobre habla le insul¬
tarán; | hablará con discreción y na¬
die lo reconocerá.
28 Habla el rico, y todos callan |
y ponen por las nubes su discreción.
29 Pero habla el pobre y dicen:
¿Quien es éste?, | Y si se propasa,
todos se le echan encima.
Uso de ln riqueza.
30 Buena es la riqueza sin pecado, |
y mala la pobreza castigo de la so¬
berbia.
31 El corazón del hombre se refleja
en su rostro | ya para bien, ya para
mal.
32 Rostro alegre es señal de cora¬
zón satisfecho; ) rostro triste, de pre¬
ocupación y afan.
i A 1 Dichoso el varón que no peca
1 ~ con su boca | y no siente el
remordimiento del pecado.
2 Dichoso aquél a quien no conde¬
na su corazón | y no ve defraudada
su esperanza.
3 El hombre tacaño, ¿para qué
quiere la riqueza?, | y al avaro, ¿de
que le sirve el oro?
4 El que se impone privaciones
amontona para otros, | y con sus
bienes otros se darán buena vida.
5 El que para si mismo es malo,
¿para quién será bueno? | Ni él dis- |
fruta de sus tesoros.
0 Nadie más necio que el que para
si mismo es tacaño, | y lleva ya en
eso su castigo.
7 Si hace algún bien, es sin darse
cuenta, | y al fin viene a descubrir
su maldad.
8 Es malo quien mira con envidia, |
el que vuelve su rostro y mira con 1
desdén. J
9 El ojo del codicioso no se sacia
con su parte; | y mientras busca lo
del prójimo, pierde lo suyo.
10 El ojo envidioso mira con en¬
vidia el pan que otro come, | y a su
ECLESIÁSTICO, 15, 16
1017
propia mesa siempre hay alboro¬
tos.
11 Hijo mío, según tus facultades,
hazte bien a ti mismo | y ofrece al
Señor ofrendas dignas.
12 Acuérdate de que en el Ades ya
no hay goce, I de que la muerte no
tarda y no sabes cuando vendrá.
13 Antes de tu muerte haz bien
a tu prójimo, | y según tus posibles
ábrele tu mano y dale.
14 No te prives del bien del día, | y
no dejes pasar la parte de goce que
te toca.
16 Mira que tienes que dejar lo
tuyo para otros, | y tu hacienda se
la distribuirán tus herederos.
16 Da y toma y satisface tus deseos,
17 Que en el Ades no hay que
buscar placer.
18 Como vestido se envejece toda
carne, | porque esta es la ley desde
el principio, que has de morir.
19 Como las hojas verdes de un
árbol frondoso | que unas caen y otras
brotan, | así es la generación de la
carne y de la sangre, | unos mueren
y otros nacen.
20 Toda obra humana se carcome, al
fin se acaba, | y tras ella va el que
la hizo.
V'entajas de la sabiduría.
21 Dichoso el hombre que medita
la sabiduría | y atiende a la inte¬
ligencia,
22 Que estudia en su corazón sus
caminos | e investiga sus secretos.
23 Sale en pos de ella como siguién¬
dole los pasos, | y se pone en acecho
en sus caminos;
24 Mira por sus ventanas | y escu¬
cha a sus puertas;
25 Vigila cerca de sü casa, | y en
sus muros fija las cuerdas de su
tienda; | planta su tabernáculo junto
a ella | y habita en su buena mo¬
rada;
26 Pone su nido entre su follaje | y
mora bajo sus ramas;
27 Se protege allí a su sombra del
calor, | y descansa en sus habita¬
ciones.
15 ! Así hará quien teme al Se-
ñor, | y quien se adhiere a la
ley logrará la sabiduría.
2 Como madre le saldrá al encuen¬
tro, | y como esposa virginal le aco¬
gerá.
3 Le alimentará con el pan de la
inteligencia, | y le dará a beber el
agua de la sabiduría.
4 En ella se apoyará y no vacilará, |
a ella se adherirá y no será con¬
fundido.
6 Le levantará por encima de sus
compañeros, | en la asamblea le
abrirá la boca.
6 Hallará en ella gozo y corona de
alegría, ¡ recibirá en herencia nombre
eterno.
7 Los insensatos no la logran, | ni
la verán los soberbios.
8 Se aleja de la soberbia, | y los
mendaces no se acuerdan de ella.
9 No puedé alabarla el malvado, |
porque Dios no le dió parte en ella;
10 Porque la alabanza ha de estar
en la boca del sabio, ¡ y el que la
posee será maestro en ella.
El pecado no viene de Dios.
11 No digas: «Mi pecado viene de
Dios», | que no hace el lo que detesta.
12 Ni digas que el te empujó al
pecado, | pues no necesita de gente
mala.
13 El Señor aborrece toda abomi¬
nación, | y evita que en ella incu¬
rran los que le temen.
14 Dios hizo el hombre desde el
principio, | y le dejó en manos de
su albedrío.
(15). i6 g{ ^ quieres, puedes guar¬
dar sus mandamientos, | y es de sabios
hacer su voluntad.
17 Ante ti puso el fuego y el agua; | a
lo que tú quieras tenderás la mano.
18 Ante el hombre están la vida y
la muerte; | lo que cada uno quiere
le será dado.
19 Porque grande es la sabiduría
del Señor; | es fuerte, poderoso y
todo lo ve.
20 Sus ojos se posan sobre los que
le temen, | y conoce todas las ebras
del hombre.
21 A ninguno manda obrar impía¬
mente, | a ninguno da permiso para
pecar.
Dios es justo.
1 íx 1 No te agrades de tener mu-
1 u chos hijos inútiles para el bien, |
ni te complazcas en hijos malva¬
dos. | Por muchos que tengas no te
alegres de ello, | si no tienen temor
del Señor.
1018
ECLESIÁSTICO. 17
s No confies en ellos | ni tengas
esperanza en su posteridad;
8 Porque más vale uno bueno que
mil malos,
4 Y más morir sin hijos que tener¬
los impíos.
5 Porque por un solo sensato pros¬
pera una ciudad, | y una tribu de
inicuos la devasta.
6 Mucho de esto he visto con mis
ojos, | y aun cosas más graves oye¬
ron mis oídos.
7 En la asamblea de los pecadores
se encenderá el fuego, | y en la na¬
ción rebelde se inflama la ira.
8 No perdonó a los antiguos gi¬
gantes, | que confiados en su fuerza se
rebelaron;
9 Ni perdonó a los convecinos de
Lot, | que se atrajeron la cólera por
sus abominaciones.
10 No se compadeció del pueblo
destinado a la ruina, | de los que
por sus pecados fueron exterminados.
11 Ni de los seiscientos mil infan¬
tes, | que se dejaron llevar de su
corazón rebelde.
Uno solo que endurezca su cerviz, |
será maravilla si queda impune;
12 Porque hay en él misericordia
y cólera; | aguanta y perdona, | mas
sobre los impíos derrama su ira.
13 Como es grande su misericordia,
así es severo su castigo, | y juzgará
al hombre según sus obras.
14 No escapará el pecador con sus
rapiñas, | ni se frustrará la esperanza
del justo.
15 Recompensa a todos los mise¬
ricordiosos, | y cada uno recibirá
según sus obras.
De Dios nadie se esconde.
16 No digas: «Me esconderé del
Señor: 1 allá en las alturas, ¿quiéu
se acordará de mí?
17 Entre tantos pasaré por desco¬
nocido; | ¿que soy yo en medio de
todos?»
18 Mira, el cielo y los cielos de
los cielos, | el abismo y la tierra,
tiemblan en su presencia.
19 Igualmente los montes y los ci¬
mientos de la tierra | se estremecen
cuando los mira él.
20 Y te dices: ¿Va a mirarme a mí.
21 A conocer todos mis caminos? ¡
Si peco, ¿me verán sus ojos?
22 Si miento a escondidas, ¿lo
sabrá? | ¿Conocerá también mis obras
de justicia? | ¿Qué puedo esperar por
vivir atado por la ley?»
13 Así piensa el insensato.
Dios, creador de todo.
24 Oyeme, hijo mío, y aprende sa¬
biduría, | y pon dentro de tu corazón
mis palabras.
25 Expondré con sensatez mis pen¬
samientos, | ponderadamente mi doc¬
trina.
26 Cuando el Señor desde el prin¬
cipio hizo sus obras, | desde el prin¬
cipio las distinguió,
27 Las ordenó para siempre y les
asignó su oficio, | según su natura¬
leza.
No pasan hambre ni se fatigan, |
y no interrumpen su trabajo.
28 Ninguno molesta al otro,
29 Y jamás desobedecerán sus man¬
datos.
30 Después de esto miró el Señor
a la tierra, | y la llenó de sus bienes.
31 Cubrió de animales de toda espe¬
cie la superficie de la tierra, | y a
ella han de volver.
Dios, creador del hombre.
n 1 El Señor formó al hombre de
la tierra
2 Y de nuevo le hará volver a ella.
3 Le señaló un número contado de
días, | y le dió el dominio sobre ella. |
Le vistió de la fortaleza a él conve¬
niente, | y le hizo según su propia
imagen.
4 Infundió el temor de él en toda
carne, | y sometió a su imperio las
bestias y las aves.
6 Dióle lengua, ojos y oídos | y un
corazón inteligente;
6 Llenóle de ciencia c inteligencia, |
y le dió a conocer el bien y el mal.
7 Le dió ojos, | para que viera la
grandeza de sus obras,
8 Rara que alabara su nombre santo, |
y pregonara la grandeza de sus obras.
9 Y añadióle ciencia, | dándole en
posesión una ley de vida (1).
(i) La Vulgata, 17, 18: «Hacerse bien a si
mismo es hacer obras por las cuales merezca
í las bendiciones del Señor. Estas obras son
aquí los actos de cultos, sacrificios, etc., propor¬
cionados a los bienes que de Dios haya uno
recibido.
ECLESIÁSTICO, 18
1019
10 Estableció con ellos un pacto
eterno | y les enseñó sus juicios.
11 Contemplaron sus ojos la gran¬
deza de su gloria, | y sus oídos oye¬
ron su majestuosa voz, ¡ y les dijo:
«Guardaos de toda iniquidad»,
12 Y les dió mandatos acerca de su
prójimo.
13 El mira siempre sus caminos, | y
nada se esconde a sus ojos.
14 Dió a cada nación un jefe,
15 Pero Israel es la porción del Señor.
16 Todas sus obras están ante él
como está el sol, | y sus ojos están
de continuo sobre sus caminos.
17 Sus injusticias no se le ocultan, |
y todos sus pecados están delante del
Señor.
18 La misericordia del hombre es
como sello ante él, | y tiene cuenta
del beneficio del hombre como de la
propia pupila (1).
19 Luego se alzará para darle su
recompensa, | y echará sobre la cabeza
de cada uno el pago de sus obras.
20 Sin embargo, perdona a los que
se arrepienten, | y consuela a los que
pierden la esperanza.
21 Vuélvete al Señor y deja lo s
pecados,
22 Suplícale y enmienda las ofe nsas
23 Conviértete al Altísimo y apár
tate de la iniquidad, | y aborrece de
corazón todo lo abominable. | En el
Ades, ¿quién alabará al Altísimo
( 24 ) 25 Por los vivos que le tribu
tan alabanzas?
26 El muerto, como el que no existe,
ya no alaba;
27 El vivo y el sano, ese alabará al
Señor.
28 ¡Cuán grande es la misericordia
del Señor | y su piedad para los que
se vuelven a éll
29 Pues no es del todo perfecto el
hombre, | ni es inmortal el hijo del
bombre.
30 ¿Qué más refulgente que el sol? |
Y aun él se eclipsa. | El hombre es
carne y sangre.
31 El sol preside al ejército de los
altos cielos, | pero el hombre es
polvo y ceniza.
1 Q 1 El que vive eternamente crió
1 juntamente todas las cosas. |
Sólo el Señor es justo.
(i) Las obras de misericordia que el hombre
hiciere las guardará Dios cómo se guarda un
sello, como la pupila del ojo. para remunerarlas
a su tiempo.
2 Nadie puede dignamente dar a
conocer sus obras.
8 Y comprender sus grandezas.
4 El poder de su majestad, ¿quién
lo cantará, | y quién podrá enumerar
sus portentos?
5 Nada hay que quitar a su obra,
nada que añadir, | y nadie es capaz
de investigar las maravillas del Señor.
6 Cuando el hombre cree acabar,
entonces comienza, | y cuando se de¬
tiene se ve perplejo.
7 ¿Qué es el hombre y de qué
sirve? | ¿Qué tiene dfe bueno y qué
de malo?
8 El número de los días del hombre,
a más tirar, cien años; | como una
gota de agua en el mar, | como un
grano de arena, así son sus pocos
años a la luz del día de la eternidad.
9 Por eso el Señor es magnánimo
con ellos | y derrama sobre ellos su
misericordia.
10 Ve y conoce que su fin es des¬
venturado,
11 Y por eso multiplica sus pie¬
dades.
12 La misericordia del hombre es
para con su prójimo; | la del Señor,
para con toda carne.
13 Arguye, instruye y enseña, | y
reduce como pastor a su rebaño.
14 Tiene piedad de quien recibe su
enseñanza, | de quien es diligente en
j cumplir sus preceptos.
La buena conversación.
, l& Hijo mío, tus beneficios no los
acompañes de reproches, | ni tus ob-
’ sequíos de palabras amargas,
j 16 El rocío refresca los ardores del
sol, | y así la buena palabra es mejor
que^ el don.
17 Una buena palabra es mejor
que un obsequio, | pero el hombre
benéfico une la una al otro.
18 El necio hace groseros repro¬
ches, | y el don del envidioso hace
I mal a los ojos.
19 Antes de hablar, aprende, | y
antes de la enfermedad, cuídate.
20 Antes del juicio examínate a ti
mismo, | y en la hora de la visita¬
ción hallarás piedad.
21 Antes de enfermar, humíllate, | y
si pecas, conviértete.
22 No dejes de cumplir a su tiempo
tus votos, | no aguardes a la muerte
para ello.
23 Antes de hacer un voto, mírala
1020
ECLESIÁSTICO, 19
bien, I no seas como quien tienta al
Señor (1).
24 Acuérdate de la cólera del día
postrero, [ del día de la venganza,
cuando Dios aparta su rostro.
25 Al tiempo de la abundancia
acuérdate del hambre, | de la po¬
breza y de la necesidad en los días
de la riqueza.
26 Como cambia el tiempo desde
el amanecer hasta la tarde, | asi todo
posa rápidamente ante el Señor.
27 El hombre sabio está siempre
alerta, | y en ci día de la tentación
se guarda (lcl pecado.
28 Del sensato es aprender sabi¬
duría | y alabar a quien la halla.
29 Los que escuchan sabias sen¬
tencias se hacen sabios, | y derraman
como lluvia los proverbios oportunos.
Moderación.
30 No te dejes llevar de tus codi¬
cias, | y cohíbe tus deseos.
31 Si das a tu alma la satisfacción
de tus apetitos | te liarás la burla de
tus enemigos.
32 No te des a la buena vida | ni
te entregues al placer.
33 No te des a comer y beber con
dinero prestado, | cuando nada te
queda en la bolsa.
1 Q 1 * * * * El dado a la embriaguez jamás
1 vive rico; | el que desprecia lo
poco, poco a poco se precipitará.
2 El vino y las mujeres extravian
a los sensatos.
3 El que frecuenta las meretrices se
hará un desvergonzado, | la corrup¬
ción y los gusanos serán su herencia, |
y el procaz va a la ruina.
4 El fácil en creer de ligero | y en
esto peca, a sí mismo se perjudica.
Discreción en creer y cu hablar.
( 6 ). 8 El que se goza en el mal será
condenado, ] y el que lleva chismes
(i) Este versículo admite ser interpretado
en dos sentidos. Primero, el que damos en el
texto: antes de hacer un voto mira cómo lo |
puedes cumplir, y no tientes a Dios con tu in¬
cumplimiento. El otro es el que nos da la
Vulgata: «antes de orar prepara tu alma», sen¬
tido más espiritual y muy querido de nuestros
maestros espirituales.
y cuentos está falto de sentido fl).
7 No esparzas la maledicencia, | y
asi nadie te afrentará.
8 No descubras tu corazón ni al
amigo ni al enemigo, | si puedes
hacerlo sin incurrir en pecado;
9 Porque quien te oyere, se pondrá
en guardia contra ti, | y llegada la
ocasión se te mostrará enemigo.
10 ¿Has oído alguna cosa? Pues
quede sepultado en ti, | y no tengas
miedo, que no te liará reventar.
11 El necio se aflige por una pala¬
bra, | como por la criatura la partu¬
rienta.
12 Como flecha clavada en el muslo, |
asi es la palabra en el seno del necio.
17 1> Amonesta al prójimo antes de
reñirle,
18 a Da lugar al juicio del Altísimo.
13 Habla a tu prójimo, no sea que
no lo* haya hecho, | y si lo hizo, que
no lo repita.
14 Habla a tu amigo, no sea que
no lo haya dicho, | y si lo dijo, que
no lo repita.
15 Habla a tu amigo, que muchas
veces se calumnia,
18 Y no creas de ligero cualquier
cosa, | que muchas veces se desliza
uno, pero sin intención.
17 a Porque ¿quién es el que no
peca con su lengua? | Da lugar a la
ley del Altísimo.
La sabiduría verdadera y la falsa
18 b Toda sabiduría consiste en el
temor de Dios, | y toda sabiduría
está en el cumplimiento de la ley.
19 No es sabiduría la ciencia de
la maldad, | y no hay prudencia en
los consejos de los pecadores.
20 Hay una sabiduría que es exe¬
crable, | y hay necios que ni si¬
quiera saben hacer el mal.
21 Mejor es con poca inteligencia
temer a Dios | que con mucha tras¬
pasar la ley.
22 Hay una sutileza verdadera, pero
que traspasa la justicia,
23 Y que pervierte el derecho para
mostrar el ingenio. | Hay quien va
encorvado y enlutado, | pero en su
Interior está lleno de engaño,
(i) El versículo 5 se lee en el códice griego
alejandrino y en la Vulgata. y es asi: «Quien se
complace en la iniquidad quedará infamado;
quien odia la corrección acorta su vida; quien
aborrece la locuacidad extingue la maldad.»
ECLESIÁSTICO, 20, 21
1021
24 Lleva la cabeza baja y se hace
el sordo, | pero cuando menos lo
piensas se te echa encima.
25 Y aunque no tenga fuerzas
para ello, | en cuanto tenga ocasión
te hará el mal.
20 For su aspecto se descubre el
hombre, | y por su semblante el
prudente.
27 El vestir, el reír y el andar, |
denunrian lo que hay en el.
28 Hay quien reprende importuna¬
mente, | y hay quien calla mostrando
su prudencia.
gos, | no hay gratitud para mis
buenas obras,
18 Los que comen mi pan son malas
lenguas.» jCuántos y cuántas veces se
burlarán de éll
(i9) 20 M c jor es caer en el suelo que
caer por la lengua. | La caída de los
malos llega apresuradamente (1).
21 Es bocado sin sal, una gracia
fuera de tiempo; | está siempre en la
boca de los insensatos.
22 La palabra del necio no es bien
recibida, | porque la dice fue“a de
tiempo.
La discrccióu en hablar.
Sentencias varias.
OA 1 * * Mejor es reprender que guar-
^ 7 dar rencor; | Quien confiesa su
culpo se ahorrará el daño.
2 Como eunuco que pretende des¬
florar a una doncella,
3 Es el que a la fuerza hace la
justicia.
4 Bueno es que el corregido mani¬
fiesta arrepentimiento, | así huirá del
pecado voluntario.
& Hay quien callando se muestra
sabio, | y quien se hace odioso por
su mucho hablar.
6 Hay quien calla porque no tiene
que responder, | y hay quien calla
esperando su vez.
7 El sabio se callo hasta el mo¬
mento oportuno; | el necio no sabe
oguardor su tiempo.
8 El que mucho habla molesta, | y
el que cu hablar no guarda medida
se hoce odioso.
0 Hay éxitos que para el hombre se
convierten en mal, | y hallazgos que
le traen daño.
10 Hay dones que de nada sirven, |
y hay otros cuyos provecho es do¬
ble.
11 A veces la prosperidad origina
la humillación, | y la humillación
hace erguir la cabeza.
12 Hay quien compra muchas cosas
por poco, | y hay quien las paga
siete veces.
13 El discreto en hablar se hace
amable, | pero las gracias del necio
se desprecian.
14 El don del necio no te aprove¬
chará, | porque en vez de un ojo
tiene siete.
16 Da poco y echa en cara mucho,
y lo pregonará a boca llena.
16 Hoy presta y mañana exigirá;
semejante hombre es aborrecible.
17 Dice el necio: «Yo no tengo ami-
23 Hay quien de pobre no puede
pecar, | y no es perturbado en su
reposo.
24 Hay quien por respetos huma¬
nos pierde su alma. | y se da por
perdido ante la mirada de un necio.
25 Hay quien por respeto humano
promete al amigo, | y por una nonada
se le hace enemigo.
26 Es una infamia en el hombre la
mentira, | que se halla siempre en
los labios de los insensatos.
27 Es preferible el ladrón al menti¬
roso, | uno y otro tendrán por here¬
dad la perdición.
28 El fin del embustero es la des¬
honra, | y lleva siempre encima su
deshonor.
Parábolas.
29 El sabio en palabras crecerá en
dignidad, | y el hombre prudente
agradará a los magnates.
30 El que cultiva la tierra aumen¬
tará sus parvas, | y el que agrada a
los grandes, de tuerto hará derecho.
31 Los regalos y los dones ciegan los
ojos de los sabios, | y son como bozal
en la boca para la reprensión.
32 Sabiduría oculta y tesoro escon¬
dido, | ¿de qué sirven la una y el
otro?
33 Mejor es el hombre que esconde
su necedad, | que el hombre que
oculta su sabiduría.
La huida del pecado.
1 Hijo, ¿has pecado? No vuelvas
** a pecar más | y ora por los pe¬
cados anteriores.
(i) La Vulgata: «No sabe distribuir ni lo
que debía reservar ni lo que debía gastar.»
Que gasta sin tino ni discreción.
1022
ECLESIÁSTICO, 22
2 Como de la serpiente, huye del
pecado, | porque si te acercas, te
morderá.
3 Dientes de león son los suyos, |
que dan muerte a los hombres.
4 Toda iniquidad es como espada
de dos filos, | no hay medicina para
su llaga.
6 La violencia y la soberbia aniqui¬
lan la hacienda, | y asi será asolada
la casa del orgulloso.
6 La queja del pobre va de su boca
al oído de Dios, | y el juicio viene
prestamente contra el opresor.
7 El que aborrece la reprensión va
por íos pasos del pecador; | el que
reconoce su yerro se convierte de
corazón.
8 Desde lejos se conoce al lenguaraz
en el hablar; | el discreto encubre
las faltas.
9 El que levanta su casa con los
bienes ajenos, | es como el que amon¬
tona piedras para su sepultura.
10 Montón de estopa es banda de
impíos; | la llama del fuego será su fin.
11 El camino de los pecadores está
enlosado, | pero su fin es la sima
del Ades.
La sabiduría y la necedad.
12 El que guarda la ley es dueño
de sí,
13 Y el fin del temor de Dios es la
sabiduría.
14 No es educado el que no es pru¬
dente;
15 Pero hay una prudencia que aca¬
rrea mucha amargura.
16 La ciencia del sabio crece como
una inundación, | y su consejo es
como una fuente de vida.
17 El corazón del necio es como un
vaso roto, | no retiene la sabiduría.
18 El hombre sabio oirá una pala¬
bra discreta, | la alabará y le añadirá
algo más; | pero la oye el desconten¬
tadizo y mostrará su desagrado, | y
se la echa a las espaldas.
19 La conversación del necio es
como carga en el camino | pero en
los labios del prudente se hallará com¬
placencia.
20 El parecer del prudente es reque¬
rido en la asamblea, | y a lo que
dijere pondrán mucha atención.
21 Como casa, en ruina es la sabi¬
duría para el necio; | y la ciencia, para
el insensato es palabra ininteligible. ¡
22 Grillos en los pies es la disciplina
para el insensato, | y como esposas
en su mano derecha.
28 El necio, cuando ríe, ríe estrepi¬
tosamente, | el discreto apenas sonríe
por lo bajo.
24 Como joya de oro es para el
prudente la disciplina, | como bra¬
zalete en su brazo derecho.
26 Los pies del necio son ligeros
para entrar en las casas, | pero el
varón discreto se recela de entrar.
26 El necio desde la puerta curio¬
sea, | el prudente se detiene fuera.
27 Es una grosería escuchar a las
puertas; | el prudente se avergonzaría
de hacerlo.
28 Los labios de los necios dicen
necedades, | las palabras del pru¬
dente pesan en la balanza.
29 En la boca del necio está su
corazón; | y en su corazón la boca
del sabio.
30 Cuando el impío maldice a su
enemigo, | se maldice a sí mismo.
31 Muestra su alma el murmura¬
dor, | y es aborrecido en la vecindad.
22 1 Se asemeja el perezoso a una
pella de barro, | todos silban
sobre su infamia.
2 Se parece a una bola de estiér¬
col, | quien la coge se sacude las
manos.
F.l hijo mnl educado
3 Es deshonra del padre haber en¬
gendrado un hijo indisciplinado; | una
hija asi le nace para su daño.
4 La hija prudente es un tesoro
para su marido; | la desvergonzada
será fuente de disgustos para el que
la crió.
6 La hija necia confunde a su padre
y a su marido, | y por ambos será
despreciada.
6 La música en el duelo es cuento
fuera de tiempo, | pero lo$ castigos y
la disciplina son siempre oportunos.
I I necio.
7 Como quien compone un cacha¬
rro roto es el que enseña a un necio;
8 Es despertar a un dormilón que
duerme profundo sueño.
9 Es hablar con un dormido el
hablar con un necio, | que al fin aca-
’ hará por decir: ¿Qué pasa?
10 Llora por un muerto, pues ya
ECLESIÁSTICO, 23
1023
se extinguió su luz, | y llora por el
necio, pues se extinguió su inteli¬
gencia.
11 No llores demasiado por un
muerto, pues ha logrado el reposo;
12 La vida del necio es peor que la
muerte.
13 El duelo por un muerto dura
siete días, | pero el duelo del necio
y del impío todos los días de su vida.
14 Con el necio no hables dema¬
siado, | ni vayas con el puerco.
16 Guárdate de ¿1 si quieres evitar
el fastidio, | y no te manchará con
su contacto.
18 Apártate de él y tendrás des¬
canso, | y no tendrás que sufrir de
su necedad.
17 Que es más pesado que el plo¬
mo; | ¿y cómo llamarle, sino necio?
18 La carga de arena, de sal, de
hierro, | son más fáciles de sobre¬
llevar que un necio.
La fortaleza.
19 El maderamen bien ensamblado
de un edificio | no se desencaja por
el terremoto; | así el corazón afir¬
mado en un consejo bien maduro,
20 No vacila en tiempo alguno. ¡ El
corazón que se apoya en un pensa¬
miento sabio, | es como revoque mez¬
clado con arena en muro liso.
21 Una empalizada que no se hinca
bien, | no se sostiene contra la fuerza
del viento.
22 Así el corazón tímido apoyado
en necios pensamientos, | no resiste
al temor.
La amistad.
( 23 ). 24 El que se frota los ojos saca
lágrimas, | y el que se punza el cora¬
zón descubre sus sentimientos.
26 El que tira una piedra a los
pájaros los espanta, | el que afrenta
al amigo rompe la amistad.
20 Si desenvainaste la espada contra
el amigo, | no desesperes, todavía hay
remedio.
27 Si hiciste reproches al amigo, |
no temas, que hay lugar a la recon¬
ciliación. | l’ero ultrajar, revelar un
secreto, traicionar, | son cosas que
espantan a todo amigo.
28 Sé fiel al amigo en su pobreza, |
para que así goces de sus bienes en
la prosperidad.
*• Permanece a su lado en el tiempo
de la tribulación, | para que tengas
parte en su ventura.
80 Antes del fuego sale por la chi¬
menea el humo, | así a la sangre pre¬
ceden los insultos.
21 No me avergonzaré de defender
a mi amigó, | ni me ocultaré de él, |
que si algún mal me sucede por él,
32 A él le echarán todos la culpa.
Oración pidiendo preservación
del mal.
83 ¡Quién pusiera una guarda a mi
boca, | y un sello de circunspección
a mis labios, | para que por ellos no
cayese | y no me perdiera preservan¬
do del mal mi lengua!
1 Señor, Padre, Soberano de mi
-O vida, | no permitas que por ellos
caiga.
2 iQuién me diera que manejases
el azote contra mis pensamientos, | y
contra mi corazón la disciplina de la
sabiduría, | sin compasión a mis
faltas, | para que no incurra en pe¬
cados de lengua,
3 A fin de que no se multipliquen
mis yerros, | y se acrecienten mis pe¬
cados, | y venga a caer ante el ene¬
migo | y éste se regocije al verlo!
4 Señor, Padre, y Dios de mi vida,|
no me abandones a sus sugestiones.
5 No me haga altivo de ojos; |
aparta de mí toda mala inclinación;
6 No se adueñen de mí los placeres
del vientre y de la sensualidad, | y
no me entregues al deseo lascivo.
Disciplina de la lengua.
7 Escuchad, hijos míos, la disci¬
plina de la lengua, | que el que la
guarde no será cogido en falta | y
na será presa de los labios; | que por
los labios es cogido el pecador y
vienen a caer el maldiciente y el
soberbio.
( 8 ). 9 No te habitúes a proferir jura¬
mentos
10 Ni a pronunciar el nombre del
Santo;
11 Pues como el esclavo puesto de
continuo a la tortura | no está libre de
cardenales, | así el que siempre jura
y profiere el nombre de Dios | no se
verá limpio de pecados.
12 El hombre que mucho jura se
1024
ECLESIÁSTICO, 24
llenará de iniquidades, | y el azote
no se apartará de su casa.
13 Si uno peca, el pecado pesará
sobre 61, | y si no tiene cuenta, pe¬
cará doblemente.
14 El que jura en vano no está
exento de culpa, | y su casa estará
llena de penas.
15 Hay modos de hablar que llevan
a la muerte; | lejos estén de la des¬
cendencia de Jacob.
16 Pues todo esto debe estar muy
lejos del varón piadoso, | y así no
se verá enredado en el pecado.
17 No habitúes tu lengua a liber¬
tina indisciplina, | que va acompa¬
ñada del hablar pecaminoso.
18 Acuérdale de tu padre y de tu
madre, | cuando te sientes en medio
de los grandes;
10 No sea que olvidándote de ellos
en su presencia, | vengas a hacer el
necio, y querrías entonces no haber
nacido.
20 El hombre de hablar vitupe¬
rable | no llegará a la sabiduría en
todos sus días.
El adúltero.
21 Dos suertes de hombres multi¬
plican los pecados, | y una tercera
atrae la cólera.
22 El que se abrasa en el fuego de
sus apetitos, | que no se apaga hasta
que del todo le consume;
23 El hombre impúdico consigo
mismo, | que no cesará hasta que su
fuego se extinga;
24 El hombre fornicario a quien
todo pan le es dulce, | y no se cansará
mientras no muera;
25 El hombre infiel al propio lecho
conyugal, | que dice para sí: «¿Quién
me "ve?
26 La oscuridad inc cerca y las pa¬
redes me ocultan, | nadie me ve,
¿qué tengo que temer? | El Altísi¬
mo no se da cuenta de mis pecados.»
27 Sólo teme los ojos de los hombres,
28 Y no sabe que los ojos del Señor |
son mil veces mas claros que el sol, |
y que ven todos los caminos de los
hombres | y penetran hasta los luga¬
res más escondidos.
29 Antes que fueran creadas todas
las cosas ya las conocía él, | y lo mismo
las conoce después de acabadas.
80 Será aquél castigado en las pla¬
zas de la ciudad, | y donde menos
sospecha será cogido.
( 81 ). 82 Así también la mujer que
abandona a su marido, | y de un
extraño le da un heredero;
83 Porque en primer lugar desobe¬
deció a la ley del Altísimo, | y además
pecó contra su marido; | y en tercer
jugar cometió adulterio, | dándole
hijos de varón extraño.
34 Esta será llevada ante la asam¬
blea | y recaerá sobre sus hijos la duda;
35 Sus hijos no echarán raíces | ni
sus ramas darán fruto;
36 Dejará lina memoria de maldi¬
ción, | y su deshonra no se borrará,
37 Y los supervivientes conocerán
que nada hay mejor que el temor del
Señor, | y nada más dulce que ate¬
nerse a sus mandamientos.
Eloqio de la sabiduría.
OI 1 2 La sabiduría se alaba a sí
mismo, | y se gloría en medio
de su pueblo;
2 En la asamblea del Altísimo abre
su boca, | y en presencia de su majes¬
tad se gloría.
( 3 , 4 * ). 6 Yo salí de la boca del
Altísimo (1),
* Y como nube cubrí toda la tierra.
7 Yo habité en las alturas | y mi
trono fué una columna de nube.
8 Sola recorrí el círculo de los cielos, |
y inc paseé por las profundidades
del abismo.
0 En las ondas del mar y en toda
la tierra,
10 En todo pueblo v nación imperé;
11 En todos busqué descansar, |
para establecer en ellos mi morada.
12 Entonces el Criador de todas las
cosas me ordenó, | mi Hacedor fijó
el lugar de mi habitación,
13 Y inc dija: Habita en Jacob | y
establece tu tienda en Israel.
Mora en Israel.
14 Desde el principio y antes de
los siglos (2) me creó, | y hasta el
fin no dejaré de ser. | En el taber-
(1) La Vulgaia: *3 En medio de su pueblo
será ensalzada y admirada en la congregación
plena de los sanios; 4 recibirá alabanzas de la
muchedumbre de los escogidos y será bende¬
cida entre los bendiios.»
(2) La expresión «antes de los siglos*. »anles
de la creación del mundo* y otras tales signifi¬
can desde la eternidad. Sobre la creación de la
sabiduría véase lo dicho en la ñola a 1, 4<
ECLESIÁSTICO, 25
102^
náculo santo, delante de él ministré,
16 Y así tuve en Sión morada
fija y estable, | reposé en la ciudad
de él amada, | y en Jerusalén tuve la
sede de mi imperio.
18 Eché raíces en el pueblo glo¬
rioso, | en la porción del Señor, en
su heredad.
Sus cjruems.
17 Como cedro del Líbano crecí, |
como ciprés de los montes del Hermón.
18 Como palma de Engadi crecí, |
como rosal de Jericó.
10 Como hermoso olivo en la lla¬
nura, | como plátano junto a las aguas.
20 Como la canela y el bálsamo aro¬
mático exhalé mi aroma, | y como la
mirra escogida di suave olor.
21 Y como gálbano, estacte y ala¬
bastrino vaso de perfume, | y como
nube de incienso en el tabernáculo.
22 Como el terebinto extendí mis
ramas, | que son ramas magníficas y
graciosas.
23 Como vid eché hermosos sar¬
mientos, | y mis flores dieron mag¬
níficos y ricos frutos.
24 Yo soy la madre del amor puro, |
del temor, de la ciencia y de la santa
esperanza.
( 25 ). 26 Venid a mí cuantos me de-,
seáis, | y saciaos de mis frutos (1).
27 Porque recordarme es más dulce
que la miel, y poseerme, más que el
panal'de miel.
( 28 ) 29 l os q Ue me CO mcn tendrán
más hambre de mí, | y los que me
beben quedarán de mí sedientos (2).
30 El que me escucha jamás será
confundido, | y los que me sirven |
no pecarán.
1'star en la ley.
(3i). 32 L a alianza de Dios Altísi¬
mo, es todo esto, | la ley que nos dió
Moisés en herencia al pueblo (3).
(33, 34 ). 3& Llena de sabiduría como
de agua el Pisón, | como el Tigris en
los días primaverales (4);
(1) La Vulgata: «En mi está toda la gracia
del camino y de la verdad; en mí toda esperanza
de la vida y de la virtud.*
(2) La Vulgata: «Perdurará mi memoria en
la serie de los siglos.*
(3) La Vulgata: «Los que me honran obten- 1
drán la vida eterna.* i
(4) La Vulgata: «33 Dió a Moisés una ley
formulada en preceptos justos, la herencia de ,
la casa de Jacob, y las promesas de Israel;
88 Llena de inteligencia como de
agua el Eufrates; | y como el Jordán
en los días de la mies, | llena de
doctrina.
37 Rebosa como de agua rebosa el
Nilo, | y como el Gión en los días
de la vendimia (1).
88 El primero no acabó de cono¬
cerla, | ni el último la agotará;
39 Porque su pensamiento es más
profundo que el mar, | y su consejo
más profundo que el grande abismo.
( 40 ). 41 Como canal derivado del
río, | como acueducto que entra en
un jardín.
42 Díjeme: Yo regaré mi jardín, | e
inundaré mis bancales;
43 Y mi canal se hizo un río, | y
mi río se hizo un mar.
44 Más que la aurora quiero que
brille la doctrina, | y la haré resplan¬
decer hasta muy lejos.
( 45 ). 46 Quiero derramar mi doc¬
trina como profecía, | y legarla a las
generaciones remotas (2).
47 Ved que no laboro sólo para
mí, | sino para todos los que buscan
la sabiduría.
Tres cosas q ratas.
25 1 2 3 4 En tres cosas se complace mi
' alma, | hermosas ante el Señor
y ante los hombres:
2 La concordia entre hermanos, la
amistad entre prójimos, | y la armo¬
nía entre mujer y marido.
3 Aborrece mi alma tres suertes de
gentes, | cuya vida me da en rostro:
4 Pobre soberbio, rico embustero, |
y anciano adúltero y necio.
La corona de la ancianidad.
6 Si no cosechaste en la juventud, |
¿cómo lo hallarás en la vejez?
6 ¡Cuán bien sienta a los cabellos
blancos el jmcio, | y a los ancianos el
consejol
34 prometió a David su siervo que de él nacería
un rey fortísimo, que se sentaría en su trono
para siempre.»
(1) Gión igual al Nilo, aunque propiamente
era el Sijor, la rama oriental del Nilo, la pri¬
mera que encontraban los que de Palestina
bajaban a Egipto.
(2) La Vulgata: «Penetraré en las partea
más profundas de la tierra, echaré una mirads
sobre todos los dormidos, e iluminaré a los
que esperan en el Señor.»
65
1026
ECLESIÁSTICO. 26
7 ¡Qué bien dice la sabiduría a los
ancianos, | y la inteligencia y el con¬
sejo a los noblesl
8 La corona de los ancianos es su
rica experiencia, | y el temor del
Señor su gloria.
Cosas laudables.
9 Nueve cosas alabo en mi cora¬
zón, | y la décima la diré con mi
lengua:
10 El varón superviviente en sus
hijos, | el que en vida ve la ruina de
sus enemigos,
11 El que convive con mujer dis¬
creta, | el que no ara con asno y
buey, | el que no peca con su lengua, |
el que no sirve a uno inferior a él,
12 El que halló un buen amigo, | y
el que habla a oídos que le escuchan.
13 jCuán grande es el sabio!, pero
nadie aventaja al que teme al Señor.
14 A todo sobrepuja el temor del
Señor.
15 El que lo tiene, ¿a quién com¬
pararle?
( 16 , 17 ). 18 Prefiero cualquier llaga
a la llaga- del corazón (1),
19 Y cualquier maldad a la maldad
de la mujer.
20 Cualquier miseria a la miseria
de los que se aborrecen,
21 Y cualquier venganza a la ven¬
ganza de enemigo.
22 No hay veneno sobre el veneno
de la serpiente, | y no hay cólera
sobre la cólera de la mujer.
23 Prefiero morar con un león y un
dragón, | a habitar con una niujer
maligna.
Lh mujer mal».
24 La maldad de la mujer demuda
su rostro, | y hace su semblante como
de oso; | su marido, sentado entre
amigos, | sin quererlo solloza amar¬
gamente.
(25) 26 Lig cra es toda maldad com¬
parada con la maldad de la mujer; |
caiga sobre ella la suerte de los pe¬
cadores.
27 Lo que una cuesta arenosa para
(i) Según el códice alejandrino y !a Vulgata:
«16 El temor de Dios es el principio de su
amor, y la fe es el principio de la adhesión
a El. 17 La tristeza del corazón es una llaga
completa, y una suma malicia la malignidad
de la mujer.»
los pies del anciano, | es la mujer
deslenguada para un marido comedido.
28 No te dejes seducir por la her¬
mosura de una mujer, | ni la desees.
29 Esclavitud, ignominia y ver¬
güenza
30 Es la mujer que domina al
marido.
31 Abatimiento del ánimo, tristeza
del rostro | y llaga del corazón es la
mujer malvada.
32 Manos flacas y rodillas débiles |
tiene el marido a quien su mujer no
liare dichoso.
33 Por la mujer tuvo principio el
pecado, | y por causa de ella mori¬
mos todos.
84 No dejes que se te escape el
agua, | ni des autoridad a la mujer
mala.
35 Si no va de tu mano, | sepárala
de ti.
Lu mujer mal» y lu virtuosa.
2 (>
1 Dichoso el marido de una
mujer buena; | el número de
sus días será doblado.
2 La mujer de valer alegra a su
marido, | cuyos años llegarán en paz
a la plenitud.
3 La mujer de valer es una for¬
tuna, los que temen al Señor la
tendrán;
4 Y sea rico, sea pobre, su corazón
será feliz, | y en todo tiempo mos¬
trará rostro alegre.
5 De tres cosas tiene miedo mi co¬
razón, | y de lina cuarta temo mucho:
8 La maledicencia en la ciudad, un
motín de la muchedumbre
7 Y la calumnia; todas tres son
peores que la muerte.
8 Dolor de corazón y duelo, es la
mujer celosa de otra,
Y un azote de lengua para
cuantos viven con ella.
10 Yunta de bueyes inquietos es la
mujer mala, | y el que la toca es ¡
como el que coge un escorpión.
11 Del todo enojosa es la mujer bo¬
rracha, | que no ocultará su ver¬
güenza.
12 La liviandad de la mujer se
muestra en el descaro de su mirada |
y en el pestañear de sus ojos.
18 Sobre la hija Indócil redobla tu
vigilancia, | no sea que hallando oca¬
sión la aproveche.
14 Vigila sin cesar a la descarada, |
y no te maravilles si te la pega.
■
ECLESIÁSTICO, 27
1027
16 Como el viajero sediento, que
abre la boca | para beber de toda
agua que encuentra, | así ella se sienta
en cualquier parte, | y abre su carcaj
a cualquier flecha.
16 La gracia de la mujer es el gozo
de su marido,
17 Y su saber le vigoriza los hue¬
sos.
18 Es un don de Dios la mujer ca¬
llada, | y no tiene precio la dis¬
creta.
19 Gracia sobre gracia es la mujer
honesta,
20 Y no tiene precio la mujer
casta.
21 Como resplandece el sol en los
cielos, | así la belleza de la mujer
buena en su casa.
22 Como lámpara sobre el cande-
lero santo, | es el rostro atrayente
en un cuerpo robusto.
23 Columnas de oro sobre basas de
plata, | son las piernas sobre firmes
talones en la mujer bella.
( 24 ). 26 Hijo mío, guarda sana tu
sangre juvenil, | y no entregues a ex¬
trañas tu vigor (1).
26 Teniendo tú un fértil campo, |
conténtate con sembrar en él (2);
27 Así tus retoños serán tuyos | y
no derramarás tu simiente por do¬
quier.
28 La mujer mercenaria es el
desecho; | la casada es torre de
muerte para quien se le acerca.
29 La mujer impía es el castigo del
indigno; | la piadosa, el premio del
que teme a Dios.
30 La mujer desvergonzada desdeña
la vergüenza; | la honesta tiene ver¬
güenza aun de su marido.
31 La desvergonzada debe ser tra¬
tada como un perro; [ la que tiene
vergüenza teme al Señor.
32 La mujer que honra a su marido
es de todos tenida por sabia; | la que
le desprecia es por todos conocida
por impía.
33 El disputar de la mujer es pasa¬
jero, | es una fiebre ligera.
34 La mujer regañona y ligera de
lengua | es como clarín de enemigo
que incita a la respuesta. ] Pero si
el marido es como ella regañón, | toda
su vida se la pasarán en guerras.
(1) La Vulgata: «Cimientos sólidos sobre
roca firme son los mandamientos de Dios en
«1 corazón de la mujer santa.»
(2) Los versículos 26-34 están tomados del
códice alejandrino y no se hallan en la Vulgata.
Tres rosaN tristes.
85 Dos cosas entristecen mi cora¬
zón | y una tercera excita mi cólera:
36 El rico que se ve reducido a la
miseria, | varón famoso que cae en
el desprecio, | y los varones pru¬
dentes, si son menospreciados.
37 El que de la justicia cae en
pecado, | a quien destina el Señor
a la espada.
38 Difícilmente se libra de culpa
el mercader, | y el tendero no será
sin pecado.
Peligro en los negocios.
07 1 2 Por amor del dinero muchos
** 4 incurren en pecado, | y el que
busca enriquecerse cierra los ojos.
2 En huecos de piedras se fija el
poste, | y entre el comprar y el
vender se hinca el pecado.
( 3 ). 4 Si no te ases fuertemente al
temor de Dios, | pronto será derri¬
bada tu casa.
5 Zarandeando la criba quedan
granzas; | así los defectos del hombre
cuando se le remueve.
Discreción en hablar.
6 El horno prueba los vasos del al¬
farero, | la prueba del hombre es
su conversación.
7 El árbol bien cultivado, se conoce
por sus frutos, | y el corazón del
hombre por la expresión de sus pen¬
samientos.
8 Antes de oírle hablar no alabes
a nadie, | porque la palabra es la
prueba del hombre.
9 Si persigues la justicia, la alcan¬
zarás | y te la vestirás como rica túnica.
10 Las aves se juntan con sus seme¬
jantes, | y la lealtad viene al encuen¬
tro de los leales.
11 El león acecha la presa; | lo
mismo el pecado a los que hacen
injusticia.
12 La conversación, del piadoso es
siempre sabia; | el necio muda como
la luna.
13 Este aguarda la ocasión para
irse con I os insensatos, | aquél per¬
manece siempre con los reflexivos.
14 La conversación de los necios es
detestable, | y su risa resuena en
orgías licenciosas.
1& El lenguaje del blasfemo pone
1028
ECLESIÁSTICO, 28
los pelos de punta, | y cuando riñe
hay que taparse los oídos.
16 La riña entre soberbios trae
sangre, | y sus altercados no pueden
oírse.
17 El que revela secretos pierde la
confianza | y no encontrará un amigo.
18 Ama a tu amigo y muéstrate
fiel con él;
19 Si descubres sus secretos, no
vayas tras él.
20 Como el hombre que dilapida
su hacienda, | es el que pierde la
amistad de su prójimo,
21 Y como quien deja escapar el
ave de su mano, | así el que deja es¬
capar al amigo, no volverá a verle.
22 No le sigas, que está lejos | y
huye como gacela escapada del lazo.
23 Se venda una herida y una in¬
juria se repara,
El cncjailo.
24 Pero revelar un secreto no tiene
remedio.
25 El que hace guiños con los ojos
urde males, | y quien lo ve se aleja
de él.
26 Delante de ti endulzará las pa¬
labras de su boca, | hará que se ad¬
mira de las tuyas, | pero acabará por
mudar de tono | y hallará tachas en
tus palabras.
27 Muchas cosas aboirczco, pero
nada tanto como a éste, | y el Señor
le aborrece también y le maldice.
28 El que tira la piedra a lo alto se
expone a que le caiga en la cabeza, |
y el golpe a traición hiere al traidor.
29 El que cava una hoya caerá en
ella, | y el que tiende una red en
ella quedará cogido.
80 El que hace el mal en él caerá, |
sin que sepa de dónde le viene.
31 Los sarcasmos y ultrajes son
patrimonio de los soberbios, | pero la
venganza los acecha como león.
32 Serán cogidos en el lazo los que
se alegren de la caída del justo, | y
el dolor los consumirá antes de la
muerte.
83 El rencor v la cólera son detes¬
tables, | y el hombre pecador los
guarda en el corazón.
.Moderación de la ira.
2 $ 1 * El que se venga será víctima
de la venganza del Señor, | que
le pedirá exacta cuenta de sus pe¬
cados.
2 Perdona a tu prójimo la inju- ¡
ría, | y tus pecados, a tus ruegos, te
serán perdonados.
3 ¿Guarda el hombre rencor contra
el hombre, | e irá a pedir perdón al
Señor?
4 ¿No tiene misericordia de su se¬
mejante, | y va a suplicar por sus
pecados?
6 Siendo carne, guarda rencor, |
¿Quien va a tener piedad de sus pe¬
cados?
8 Acuérdate de tus postrimerías y
no tengas odio,
7 Y guárdate de la corrupción y de
la muerte y cumple los mandamientos.
8 Acuérdate de la ley, de la alianza
del Altísimo,
9 No aborrezcas a tu prójimo y
perdona las ofensas.
10 Aléjate de contiendas y amino¬
rarás los pecados,
11 Porque «el hombre iracundo en¬
ciende las contiendas.
El hombre pecador siembra la tur¬
bación entre amigos, | y en medio de
los pacíficos arroja la calumnia.
12 A tenor del combustible se en¬
ciende y se alimenta el fuego, | y
según el poder del hombre es su ira; | 1
según su riqueza crece su cólera, | y 5
se enciende según la violencia de la
disputa.
13 Pez y resina avivan el fuego, | y
una riña violenta hace correr la
sangre.
14 Si soplas sobre una brasa, se
enciende, | y si escupes sobre ella,
se apaga; | y ambas cosas proceden
de tu boca.
I.u maledicencia.
16 Maldice al murmurador y al de
lengua doble, | porque han sido la
perdición de muchos que vivían en
paz.
10 La lengua maldiciente ha des¬
terrado a muchos, | y los arrojó de
pueblo en pueblo,
17 Destruye las ciudades fuertes, |
y derriba los palacios de los grandes.
( 18 ). 19 La lengua calumniadora
celia de casa a la mujer fuerte, j y
la priva del fruto de su trabajo (l).
20 El que le da oídos no hallará
reposo, | ni tendrá paz en su casa.
21 El golpe del azote hace carde-1
(i) La Vulgata: «Destruyó los ejércitos de
las naciones, y aniquiló gentes valerosas.»
ECLESIÁSTICO, 29
1029
nales, | el golpe de la lengua, quebranta
huesos.
22 Muchos caen al filo de la es¬
pada, | pero muchos más cayeron
por las lenguas.
23 Feliz el que está a cubierto de
ella, | que no es víctima de su rabia, |
y no tiene que soportar su yugo | ni
se ve preso en sus cadenas.
24 Porque su yugo es yugo de
hierro, | y sus cadenas son cadenas
de bronce.
26 Muerte espantosa es la muerte
queda, | y el Ades es preferible a ella;
26 Pero no tendrá imperio sobre
los piadosos, | y éstos no arderán en
sus llamas.
27 Los que abandonan al Señor
caerán en ella | y los abrasará sin
extinguirse. | Sobre ellos se arrojará
como león, | y como leopardo los
destrozará.
28 Mira de poner a tu heredad
cerca de espinos,
29 Y guarda bien tu plata y tu oro.
Haz para tus palabras balanza
y pesas, | y para tu boca puerta y
cerrojo.
30 Atiende a no ser cogido en
ella, | y no caigas ante quien te
acecha.
La misericordia.
2 <> 1 2 El misericordioso presta a su
“ prójimo, | y el que le sostiene
con su mano, guarda los preceptos.
2 Presta a tu prójimo al tiempo
de su necesidad; | y devuélvele a su
tiempo lo prestado.
3 Manten tu palabra, sé con él
leal, | y hallarás en todo tiempo lo
que necesitas.
4 Para muchos el préstamo es un
hallazgo, | y fastidian a quien los
socorrió,
5 Hasta recibir besan la mano del
prójimo, | y con voz humilde le pon¬
deran sus riquezas,
6 Pero al momento de la devolución
dan largas, | dan vanas excusas y
echan la culpa al tiempo.
7 Si paga, apenas pagará la mitad, |
y tendrás que darlo por hallazgo;
8 Y si no paga te quedarás sin tu
dinero, | y te habrás hecho sin bus¬
carlo un enemigo.
9 Te pagará con maldiciones e in¬
jurias | y en vez de honor devolverá
ultrajes.
10 Muchos por esto se niegan a
prestar, | pues temen ser robados en
tonto,
11 Sin embargo, sé generoso con el
desgraciado, | y no le hagas esperar
la limosna.
12 Por amor de la ley acoge al
pobre, | y en su necesidad no le des¬
pidas de vacío.
13 Por amor del hermano y del
amigo consiente en perder tu di¬
nero, | no dejes que se te enmohezca
bajo una piedra.
14 Hazte un tesoro según los pre¬
ceptos del Altísimo, | y te aprovechará
más que el oro.
16 Encierra la limosna en tus ar¬
cas, | y te librará de toda miseria ( 1 ).
( 16 , 17 )* 18 Más que un fuerte escudo
y una lanza poderosa, | combatirá
por ti contra el enemigo.
La íinii/».
19 El varón bondadoso fia a su
prójimo, | pero el que ha perdido la
vergüenza le deja en la estacada.
20 No olvides el beneficio de tu
fiador, | pues se empeñó por ti.
( 21 ). 22 El malvado derrocha los
bienes de su fiador, | y el ingrato deja
en el brete a quien le salvó ( 2 ).
( 23 ). 24 La fianza ha perdido a mu¬
chos que estaban bien, | y los sacudió
como mar tormentoso.
25 Sacó de su casa a hombres ricos, |
y los hizo peregrinar por tierras ex¬
trañas.
26 El pecador al fiar se verá bur¬
lado, | y persiguiendo ganancias se
enredará en pleitos.
27 Según tu poder socorre a tu
prójimo, | y mira por ti, que no cai¬
gas en necesidad.
La hospitalidad.
28 Lo necesario para la vida son
el agua y el pan, | el vestido y la casa
para abrigo de la desnudez/
29 Más vale vivir pobre bajo un
techo de tablas, | que banquetear en
casa extraña.
30 Conténtate con lo poco o con
(1) Este versículo no puede entenderse en
el sentido propio, sino en el metafórico, en con¬
formidad con el precedente, donde se habla de
atesorar según los preceptos del Altísimo acerca
de la limosna.
(2) La Vulgata: tEl pecador y el impuro
huyen de su fiador.»
1030
ECLESIÁSTICO, 30, 31
lo mucho, | y no tendrás que oír que
te reprochan por forastero.
S1 Triste es tener que andar de
casa en casa; | donde habites como
extraño no osarás abrir la boca.
32 Darás hospedaje y darás de beber
sin que te sea agradecido, | y a
pesar de esto habrás de oír palabras
amargas:
Mira si hay qué.
33 «Entra, forastero; prepara la
mesa. | Mira si hay a mano que
comer.
34 Sal, forastero, haz lugar a otro
más honrado que tú; | tengo que
recibir a mis hermanos y necesito
la casa.»
35 Duras palabras son éstas para
un hombre sentido, | la increpación ‘
del amo de la casa y la injuria del
usurero.
La corrección ele los hijos.
1 El que ama a su hijo tiene
f ^ siempre dispuesto el azote, |
para que ni fin pueda complacerse
en él.
2 El que educa bien a su hijo se
gozará en él, | y podrá gloriarse en
medio de sus conocidos.
8 El que enseña a su hijo será en¬
vidiado de su enemigo, | y ante sus
amigos se regocijará en él.
4 Si mucre su padre, como si no
hubiera muerto, | pues deja en pos
de sí uno igual a él.
3 Durante su vida lo ve y se ale¬
gra, | y al morir no siente pena.
6 Frente a sus enemigos deja un
vengador, | y a sus amigos quien Ies
pague con gratitud.
7 El que mima a su hijo tendrá
luego que vendarle las heridas, | y
a cada grito suyo sentirá que se fe
conmueven las entrañas.
8 El caballo no domado se hace
indócil, | y el hijo abandonado a sí
mismo, testarudo.
8 Halaga a tu hijo y te hará tem¬
blar; | juega con él y "te hará llorar.
10 No te rías con él, no te haga
sufrir, | y al fin rechines los dientes.
11 En su juventud no le des licen¬
cia, | y no disimules sus faltas.
12 Doblega su cuello en la juven¬
tud, | y tunde sus espaldas mientras I
es niño, | no se te vuelva terco y
desobediente.
13 Educa a tu hijo y aplícale al
trabajo, | no vengas a tropezar por
su torpeza.
Sobre la salud.
14 Mejor es pobre sano y fuerte,
que rico enfermo y débil.
13 La salud y el bienestar valen
más que el oro, | y un cuerpo robusto
más que una fortuna.
16 No hay riqueza que valga lo
que la salud del cuerpo, | y no hay
bien como el gozo del corazón.
17 Preferible es la muerte a una
vida amarga, | y el eterno reposo a
un dolor permanente.
18 Manjares exquisitos puestos en
una boca cerrada, | son las ofrendas
a los ídolos.
19 ¿Qué aprovecha al ídolo la ofren¬
da, | pues no lo come ui lo huele?
20 Así es el rico que no puede dis¬
frutar de su riqueza;
21 La ve con sus ojos y suspira, |
como eunuco que abraza a una don¬
cella.
22 No te abandones al afán, | no te
atormentes con cavilaciones.
23 La vida del hombre es el gozo
del corazón, | y la alegría del varón
es su longevidad.
24 Anímate y alegra tu corazón, | y
echa lejos de ti la tristeza;
25 Porque a muchos mataron los
afanes, | y no hay utilidad en ellos.
26 La envidia y la cólera abrevian
los días, | y los cuidados traen vejez
prematura.
27 El sueño de un corazón contento
es mejor que los más deliciosos man¬
jares, | y cuanto come le aprovecha.
La riquezu.
1 1 El desvelarse por la riqueza
9 consume, | y la preocupación
por ella aleja el sueño.
2 Los cuidados de la vida quitan el
sueño, | y más que una enfermedad
impiden dormir.
3 El rico se fatiga por acumular
bienes, | y si descansa es para saciar
sus ansias de placer.
4 Fatígase el pobre por sus nece¬
sidades, j y sí descansa es para verse
cu la indigencia.
3 El que aína el oro no vivirá en
ECLESIÁSTICO, 32
1031
justicia, | y el que persigue el dinero
pecará por conseguirlo.
6 Muchos dieron en la ruina por
amor del oro, | y cayeron en la des¬
gracia.
7 Es el oro un garlito para el necio, |
y el insensato tropieza en él.
8 Venturoso el varón irreprensible, |
que no corre tras el oro.
9 ¿Quien es éste y le alabaremos?, |
porque liizo maravillas en su pueblo.
10 ¿Quien se apegó a el, que tuviera
salud y gloria?
¿Quién pudo prevaricar y no pre¬
varicó, | hacer el mal y no lo hizo?
11 Su dicha se consolidará, | y la
asamblea pregonará sus alabanzas.
Los banquetes.
12 Hijo mío, ¿estás sentado a la
mesa de un grande? | No abras tu
boca,
13 Y no digas: ¡Cuántos manjarcsl
14 Acuérdate de que es malo el ojo
codicioso.
15 ¿Qué hay peor que el ojo codi¬
cioso? | Codicia cuanto ve.
16 No tiendas la mano a cuanto
veas,
17 No tropieces con tu vecino en
el plato. | Ten con tu vecino las
atenciones que para ti deseas.
18 Piensa del prójimo por ti mismo, |
y pon reflexión en cuanto hagas.
19 Come decentemente lo que te
sirvan, | y no comas vorazmente e
incurras en desprecio.
20 Se el primero en dejar de comer
por cortesía, | y no te muestres insa¬
ciable para que no te desprecien.
21 Si te sientas en medio de mu¬
chos, | no extiendas el primero tu
mano.
22 Con poco le basta al hombre
bien criado, | y así no se siente mo¬
lesto en su lecho.
23 Sueño tranquilo es el del estó¬
mago no cargado; | se levantará por
la mañana dueño de sí.
24 Dolor, insomnio, fatiga y retor¬
tijón, | son la parte del intemperante.
25 Si te viste obligado a comer
demasiado, | levántate, paséa y te
sentirás aliviado.
26 Escúchame, hijo mío, y no me
desoigas, | y al fin verás confirma¬
das mis palabras.
27 Sé moderado en todas tus obras, | '
y no vendrá sobre ti la enfermedad.
28 Muchos serán los que alaben al I
espléndido anfitrión | y darán testi¬
monio de su generosidad;
29 Pero murmurarán en la ciudad
del ruin con los invitados, | y darán
testimonio de su tacañería.
30 No te hagas el valiente con el
vino, | porque a muchos perdió la
bebida.
31 La fragua templa la obra del
herrero, | y el vino el corazón de los
arrogantes pcndcnciosos.
32 El vino fortalece | si se bebe
con moderación.
33 ¿Qué vida es la de los que del
todo carecen de vino (l)?
( 34 ). 36 Fué creado para alegría de
los hombres.
36 Alegría del corazón y bie¬
nestar del alma, | es el vino bebido
a tiempo y con sobriedad.
( 37 ). 38 Dolor de cabeza, amargura e
ignominia, | es el vino bebido con
exceso, | en la excitación de una
contienda ( 2 ).
( 39 ). 40 La embriaguez excita la ira
y hace tropezar, | quita las fuerzas y
añade heridas ( 3 ).
41 En una reunión de bebedores no
reproches a nadie, | y no trates con
desdén a uno mientras está ebrio.
42 No le ultrajes | ni le apremies
con reclamaciones.
QO 1 2 3 Si te dan la presidencia del
~ convite, no te engrías; | pórtate
entre los convidados como uno de
tantos.
2 Cuida primero de ellos y luego
siéntate; | cumplido tu oficio, re¬
cuéstate,
3 Para alegrarte con los otros | y ser
alabado por tus buenas disposiciones.
4 Si eres anciano, habla como a tu
edad conviene,
5 Con discreción, y no impidas el
canto.
6 Mientras tocan y cantan no char¬
les, | y no hagas alarde de sabio a
destiempo.
7 Como anillo de oro con rubí en-
(1) La Palestina es país rico en vino, y en
la Escritura se hace mención de él con fre¬
cuencia de varios modos, según el uso que de
él se haga. Aquí se habla del vino que tomado
con moderación alegra el corazón del hombre,
y cuya falta en ciertas ocasiones solemnes trae
consigo tristeza. Por algo el Señor lo multi¬
plicó en las bodas de Caná.
(2) La Vulgata: «La sobriedad es la salud
del cuerpo y del alma.»
(3) La Vulgata; «El vino bebido en exceso
es la amargura del alma,*
1032
E( LESIÁSTICO, 33
gastado, | es la música en el banquete.
8 Como anillo de oro con es¬
meralda engastada, | la melodía de la
música en el festín.
( 9 ). 10 Si eres joven, no hables, si
no te vieres obligado; | sólo cuando
por dos o tres veces fueres pre¬
guntado (1).
( n ). 12 Abrevia el discurso diciendo
mucho en pocas palabras, | y sé como
quien sabiendo, sabe callar (2).
13 En medio de los grandes no te
pavonees, | entre los ancianos no par¬
lotees.
14 Como al trueno precede el re¬
lámpago, | así a la modestia precede
la gracia.
16 Levántate a tiempo y no lo de¬
mores, | vete a tú casa y ocúpate en
lo tuyo.
18 Si quieres, diviértete allí y obra
a tu placer, | pero sin faltar a nadie
con lenguaje insolente.
17 Y después bendice a tu Hace¬
dor, | ya que te regaló con sus bienes.
La ley.
18 El que busca al Señor acepta la
disciplina, | y el que a él acude es
escuchado.
19 El que busca la ley obrará con¬
forme a ella, | pero el hipócrita en
ella tropezará.
20 Quien teme al Señor conocerá
sus juicios, | y sus sentencias le
serán antorcha luminosa.
21 El pecador rehuye la correc¬
ción, | y busca en la ley su capricho.
22 El sabio no oculta su sabiduría, |
el soberbio y el burlón no tienen
guarda de su lengua.
23 No hagas nada sin consejo, | y
después de hecho no tendrás que
arrepentirte.
24 No vayas por camino en que
hay tropiezos, | y no tropieces dos
veces en la misma piedra.
25 No te aventures en camino
desconocido, | y ten cuidado con lo
que pueda suceder.
( 28 ). 27 En todas tus obras guarda
tu alma, | pues en esto está la obser¬
vancia de los preceptos.
28 Quien atiende a la ley guarda su
(1) La Vulgata: «Escucha en silencio, y tu
actitud te ganará la estimación.»
(2) La Vulgata; «Si dos veces fueres pre¬
guntado, sea tu cabeza quien responda», o sea:
responde con un movimiento de cabeza, es
dedr, en breves palabras.
alma, | y quien confía en el Señor
no sufrirá menoscabo.
k >o 1 2 Al que teme al Señor no le
sobrevendrá la desgracia, | y si
es puesto a prueba, el Señor le librará.
2 No es sabio quien no observa la
ley, | y será agitado como nave en
la tormenta.
3 El hombre sensato confía en la
ley, | y la ley es para él fidedigna
como la respuesta de los Urim (1).
K1 necio.
4 Reflexiona antes de responder, y
serás escuchado; I recoge tus pensa¬
mientos y responde.
6 Rueda de carro es el corazón del
necio, | y como eje que gira, su razo¬
namiento.
6 El amigo burlón es como caballo
semental; | relincha, cualquiera que
sea quien le monte.
Diversas condiciones de los
hombres.
7 ¿Por qué un día es distinto de
otro día, | mientras la luz todo el
año procede del sol?
8 Es la sabiduría del Señor la que
los diferencia,
9 Y muda los tiempos y trae las
fiestas.
10 A unos los distinguió y los san¬
tificó, | a otros los puso en el número
de los días comunes. I Todo hombre
viene del polvo, | y de la tierra fue
creado Adan,
11 Pero con su gran sabiduría los
distinguió el Señor, | y les fijó dife¬
rentes destinos,
13 A unos los bendijo y ensalzó, |
los santificó y allegó a sí. | A otros
los maldijo y los humilló, | y los de¬
rribó de su lugar.
13 Como el barro en manos del al¬
farero,
14 Que le señala el destino según su
voluntad, | así son los hombres en
las manos de su Hacedor, I que hace
de ellos según su voluntad.
16 Enfrente del mal está el bien, I
y enfrente de la muerte la vida; | así
enfrente del justo, el pecador.
(i) Los Urim y Tummim era el oráculo
empleado por el sumo sacerdote para consul¬
tar a Dios.
ECLESIÁSTICO, 34
1033
Considera de este modo todas las
obras del Altísimo, | de dos en dos,
una enfrente de la otra.
Kpilotjo del sudor.
16 Y yo, he llegado el último de
todos, | como quien anda al rebusco
después de la vendimia.
17 Has por la bendición del Señor
me aventajé a otros, | y llené como
los vendimiadores mi lagar.
18 Ved que no trabajé para mí
solo, | sino para todos los que buscan
la sabiduría.
19 Oídme, pues, los grandes del
pueblo, | los que presidís la asamblea,
prestadme atención.
I>e ii» ceder los bienes hasta la
muerte.
20 Ni a tu hijo, ni a tu mujer, ni
a tu hermano, ni a tu amigo, | des
poder sobre ti en toda tu vida, | ni
entregues a otro tus bienes, | no sea
que luego tengas que pedirles a ellos.
21 Mientras en ti hay aliento de
vida, | a nadie dejes tu puesto;
22 Porque mejor es que te rueguen
tus hijos, I que no verte en poder
de ellos.
23 En todo lo que haces sé el dueño,
24 No eches manchas en tu honor, j
Al fin de los días de tu vida, | al tiem¬
po de la muerte, distribuye tu he¬
redad.
2& El forraje, el palo y la carga para
el asno; | el pan, la corrección y el
trabajo para el siervo.
El simo.
26 Haz trabajar a tu siervo y ten¬
drás descanso; I déjale sueltas las
manos y buscara la libertad.
27 Como el yugo y las coyundas
hacen doblar el cuello,
28 Así al siervo malévolo el azote
y la tortura. | Hazle trabajar y no
le dejes ocioso,
29 Que la ociosidad enseña muchas
maldades.
30 Imponle el trabajo según lo que
convenga, | y si no obedeciere, mé-1
tele en el cepo. | No te excedas con
nadie, | y no hagas nada sin dis-1
creción.
81 Si tienes un siervo, trátale como
a ti mismo; | es para ti tan necesario
como tú mismo. | Si tienes un siervo,
trátale como a ti mismo, | no te enfu¬
rezcas contra tu propia sangre (1).
32 Si le maltratas y maldiciéndote
huye, | ¿por qué camino le buscarás?
Variedad de los sueños.
^JL 1 Vanas y engañosas son las
esperanzas del insensato, | y los
sueños exaltan a los necios.
2 Como el que quiere coger la
sombra o perseguir al viento, | así es
el que se apoya en sueños.
3 El que sueña es como quien se
pone frente a sí, | frente a su rostro
tiene la imagen del espejo.
4 ¿De fuente impura puede salir
cosa pura, | y de la mentira puede
salir verdad?
6 Cosa vana son la adivinación, los
agüeros y los sueños, | lo que esperas,
eso es lo que sueñas. | A no ser que
los mande el Altísimo a visitarte, | no
hagas caso de los sueños.
7 A muchos extraviaron los sueños, |
y quedaron defraudados los que les
dieron fe.
8 Cumple la ley sin regateos, | que
la sabiduría perfecta está en la boca
fiel.
La experiencia.
9 El hombre instruido sabe muchas
cosas, | y el muy experimentado
puede enseñar.
10 El que no ha sido probado sabe
muy poco, | y el que ha corrido mucho
es rico en experiencia.
( n ). 12 Yo he visto mucho en mis co¬
rrerías | y sé mucho más de lo que
digo (2).
13 Con frecuencia estuve en peligro
de muerte, | pero me salvé gracias a
mi experiencia.
Dios protector de los que le temen.
14 Vivirá el espíritu de los que
temen al Señor,
(1) Este texto es oscuro. La Vulgata lo
aclara un poco, diciendo: «Si tienes un siervo
i fiel», etc.
(2) La Vulgata: «El que no ha sido tentado,
¿qué puede saber? Pero el que una vez fue
engañado se hará cauteloso.»
1034
ECLESIÁSTICO, 36
15 Porque su esperanza se apoya
en quien salva.
18 El que teme al Señor de nada
temerá, | y no se desalienta, porque
él es su esperanza.
17 Dichosa el alma que teme al
Señor.
18 ¿En quién se apoya, quién es su
sostén?
19 Los ojos del Señor están puestos
sobre los que le aman. | Es su fuerte
escudo, su apoyo poderoso, | abrigo
contra el solano, contra el ardor del
mediodía,
20 Guarda contra el tropiezo, auxi¬
lio contra la caída. | El eleva el alma
y alumbra los ojos, | da la salud, la
vida y la bendición.
El culto qrato a Dios.
21 El que sacrifica de lo mal ad¬
quirido hace una oblación irrisoria, |
v no son gratas las oblaciones inicuas.
(22) 23 ^r 0 sc complace el Altísimo
en las ofrendas de los impíos, | ni
por la muchedumbre de los sacrificios
perdona los pecados ( 1 ).
24 Como quien inmola el hijo a la
vista de sus padres, | así el que ofrece
sacrificios de lo robado a los pobres.
25 Su escasez es la vida de los indi¬
gentes, | y quien sc la quita es un
asesino.
26 Mata al prójimo quien le priva
de la subsistencia,
27 Y derrama sangre el que retiene
el salario del jornalero.
28 Si uno edifica y otro destruye, |
¿qué provecho sacan, si no es la fatiga?
29 Si uno ora y otro maldice, | ¿a
cuál de los dos va a escuchar el
Señor?
80 Si uno se lava por un muerto y
vuelve a tocarlo, | ¿qué le aprovecha
su lavatorio?
31 Como si uno ayuna por sus pe¬
cados, I y luego vuelve a cometerlos, |
¿quién oirá su oración, | y que le
aprovechará el haber ayunado?
1 Q uicn °t> scrva la ley» ¿ sc es
el que ofrece ricas ofrendas.
2 El sacrificio saludable es guardar
los preceptos.
( 1 2 3 ). 4 Ser agradecido a Dios es ofre¬
cer flor de harina | y practicar la
(i) La Vulgata: «Sólo el Señor basta a los
que esperan en El en el camino de la verdad
y de la justicia.»
limosna es ofrecer sacrificio de ala¬
banza (1).
6 Se complace al Señor apartándose
del mal, | y se obtiene el perdón
apartándose de la injusticia.
6 No te presentes ante el Señor con
las manos vacías,
7 Porque así te está mandado.
8 La ofrenda del justo hace pingüe
el altar, | y su buen olor llega ante
el Altísimo.
9 El sacrificio del justo es acepto, |
y su memoria de recordación no será
olvidada.
10 Honra al Señor con corazón ge¬
neroso, | y no disminuyas las pri¬
micias de tus manos.
11 Ofrece todos tus dones con
rostro alegre, | y con alegría consagra
los diezmos.
12 Da al Altísimo según lo que él
te da, | y da con ánimo generoso lo
que puedas,
13 Porque el Señor es generoso en
recompensar, | y te pagará al sép¬
tuplo.
14 No pienses en sobornar al Señor,
porque no recibirá tus dones;
16 Y no confíes en sacrificios in¬
justos, | porque justo es el Señor, | y
no hay en él acepción de personas.
16 No toma partido contra el po¬
bre | y escucha la oración del opri¬
mido.
17 Jamás desdeña la súplica del
huérfano, | ni la de la viuda, sí ante
él derraman sus quejas.
18 ¿No corren las lágrimas de la
viuda por sus mejillas, | y su clamor
no sc dirige contra el que las hace
correr?
( 10 ). 20 El que sirve al Señor devo¬
tamente, halla acogida I y su oración
subirá hasta las nubes (2).
Castigo de los opresores de Israel.
21 La oración del humilde traspasa
las nubes, | y no descansa hasta llegar
a Dios, j ni sc retira hasta que el
Altísimo fija en ella su mirada. ] Juz¬
gará el Señor y ejecutará sil fallo,
22 No sc liará esperar, | y sin mise¬
ricordia, | hasta aplastar a los opre¬
sores.
(1) La Vulgata: «Es ofrecer un sacrificio
por las injusticias y orar por los pecados el
apartarse de la injusticia.»
(2) La Vulgata: «De sus mejillas suben hasta
el cielo, y el Señor que las oye no se compla¬
cerá en ellos.»
ECLESIÁSTICO, 36, 37
1035
23 \ hará venganza en las gentes, |
hasta aniquilar al ejército de los pre¬
potentes | y romper el cetro de los
inicuos;
24 Hasta dar al hombre según sus
obras | y remunerarle conforme a sus
intenciones;
25 Hasta defender la causa de su
pueblo | y alegrarlos con su miseri¬
cordia.
26 Hermosa es la misericordia en
el tiempo de la tribulación, | como
las nubes cargadas de agua en tiem¬
po de sequía.
Oración por la restauración
de Israel.
36 1 Ten piedad de nosotros, Señor
Dios del universo, y míranos;
2 Infunde tu temor en todas las
naciones;
3 Levanta tu mano sobre los pue¬
blos extraños | y haz que sientan
tu poder.
4 Como a su vista te santificaste
en nosotros, | así a vista nuestra
santifícate en ellos (1):
5 Para que te conozcan como nos¬
otros te conocemos, | y sepan que
no hay Dios, Señor, fuera de ti.
6 Renueva los antiguos prodigios y
repite los portentos;
7 Glorifica tu mano y tu brazo
derecho;
8 Despierta tu ira y derrama tu
cólera;
9 Destruye al adversario y aplasta
al enemigo;
10 Apresura el tiempo y acuérdate
de tus promesas, | y sean celebradas
tus hazañas.
11 Sea devorado el que intenta es¬
capar al fuego de tu cólera, | y caigan
en la ruina los que maltratan a tu
pueblo.
12 Aplasta las cabezas de los prín¬
cipes enemigos, | que dicen: «No hay
nadie fuera de nosotros.»
13 Congrega a todas las tribus de
Jacob, | y dales su heredad como de
antiguo* | Ten piedad, Señor, del pue¬
blo que lleva tu nombre, | de Israel,
a quien hiciste tu primogénito.
13 Compadécete de tu ciudad santa, |
de Jerusalén, la ciudad de tu morada.
(i) Es un pensamiento frecuente en los
profetas. El Señor, castigando a Israel y man¬
dándolo al cautiverio, salió por su honor ul¬
trajado a la faz de las naciones, ahora pide
que ejerza su justicia en éstas para que Israel
se dé cuenta de ello.
ie Llena a Sión de tu majestad, |
y al templo de tu gloria.
17 Da testimonio a los que hiciste
desde el principio, | y cumple las
promesas hechas en tu nombre.
18 Da su recompensa a los que
esperan en ti, | y sean hallados ver¬
daderos tus profetas. | Escucha, Señor,
la plegaria de los que te invocan,
19 Según la bendición de Arón sobre
tu pueblo; | y conozcan todos los mo¬
radores de la tierra | que tú, Señor,
eres Dios por los siglos (1).
Elección de la mujer. *
20 El estómago recibe todos los
manjares, | pero hay unos manjares
mejores que otros.
21 El paladar distingue los man¬
jares desabridos, y el corazón dis¬
creto las palabras mentirosas.
22 El corazón perverso causa dolor, |
pero el hombre muy probado lo calma.
23 La mujer acepta el marido que
le dan, | habiendo entre ellos unos
mejores que otros.
24 La belleza de la mujer alegra el
rostro al marido, | y aumenta en el
hombre el deseo de poseerla.
25 Si tiene palabras amables y sua¬
ves, | su marido es dichoso.
26 El que tiene una mujer tiene
un gran bien, | ayuda a él conve¬
niente y columna en que apoyarse.
27 Donde no hay valla es depre¬
dada la hacienda, | y donde no hay
mujer anda el hombre gimiendo y
errante.
28 ¿Quién se fía de banda armada, 1
que corre de ciudad en ciudad? | Asi
tampoco del hombre que no tiene ho¬
gar, | y duerme donde le cógela noche.
El verdadero y el falso amigo.
37 1 Todo amigo dice: «Soy tu
amigo»; | pero hay muchos que
no lo son más que de nombre.
2 ¿No es una pena mortal | hacerse
enemigo al amigo?
3 jAy del mal amigol ¿Por qué ha
sido creado, | para llenar la tierra de
engaños?
4 Al tiempo de la alegría es ami-
(i) En Num. 6, 24, se ordena al sacerdote
bendecir al pueblo con esta fórmula: «Que el
Señor os bendiga y os conserve; que haga bri¬
llar sobre vosotros la luz de su rostro y tenga
piedad de vosotros; que él vuelva a vosotros
su rostro y os dé la paz.*
1036
ECLESIÁSTICO, 38
go; | pero al tiempo de la tribuía-
ción se vuelve.
6 El buen amigo lucha al lado de
su amigo, | y embraza el escudo con¬
tra el enemigo.
• No eches en olvido al amigo en
la lucha, | y no le des de lado al
tomar el botín.
I.os hueros \ los malos consejeros.
7 El consejero mantiene su con¬
sejo, | pero hay quien aconseja en
interés propio.
8 No te fíes de consejeros; | Mira
antes de qué necesitan, | no te acon¬
sejen en provecho suyo:
8 No te echen el lazo
10 Y te digan: «Este es el buen
camino», | y se te opongan causando
tu desgracia. I
11 No te aconsejes de quien te en- |
vidia, | ni descubras tus planes a tu
émulo.
12 Con la mujer no trates de su
rival, | ni de la guerra con el tími¬
do, | ni del cambio con el comer-1
cianle, | ni de la venta con el com¬
prador, | ni del agradecimiento con ]
el desagradecido,
13 Ni de la misericordia con el de |
duro corazón, | ni de obra alguna
con el obrero perezoso,
14 Ni del producto cosechado con
el ajustado por año, | ni de ninguna
tarca con el siervo perezoso, | ni te
apoyes en ninguno de ellos para re¬
solver.
15 Trata más bien con el varón
piadoso, | de quien sabes que guarda
los preceptos;
18 Cuyo corazón es semejante al
tuyo | y que te compadecerá si te
ve caído;
17 Y permanece firme en lo que re¬
suelvas | porque ninguno será para
ti más fiel que él.
18 El alma del hombre anuncia
esas cosas, | mejor que siete centi¬
nelas puestos en atalaya.
18 Y en todas ellas ora al Altísi¬
mo, | para que te dirija por la senda
de la verdad.
I :i verdadera y la íal-¿:i sabiduría.
20 El fundamento de toda obra es»
la resolución; | a toda empresa pre¬
ceda el consejo.
21 La raíz de los consejos es el
corazón, | y de él proceden cuatro
ramas; | el bien y el mal, la vida y
la muerte; | y entre ellas decide siem¬
pre la lengua.
22 Hay varón prudente, maestro
de muchos, | pero inútil para sí
mismo.
23 Y hay sabio que con sus palabras
se hace odioso | y es excluido de todo
festín,
24 Porque no recibió del Señor la
gracia.
25 Hay quien es sabio para sí mis¬
mo, | y su sabiduría es en provecho
de su cuerpo.
28 El varón sabio instruye a su
pueblo, | y los frutos de su inteli¬
gencia a ellos aprovechan.
27 El varón sabio es colmado de
bendiciones, | todos cuantos le ven
le felicitan.
28 La vida del hombre se limita a
un escaso número de días, | pero los
días de Israel son innumerables.
28 El varón sabio heredará en su
pueblo el honor, | y su nombre vivirá
por los siglos.
La tciiiphin/.n.
30 Hijo, sobre tu vida consulta a
tu alma, | mira lo que le es dañoso
y no se lo des;
31 Porque no todo conviene a todos, |
ni a todos les gusta todo.
33 No seas insaciable en el festín
suntuoso, | y no te eches sobre los
manjares exquisitos;
33 Porque en los muchos manja¬
res anida la enfermedad, | y la in¬
temperancia lleva hasta el vómito.
84 A muchos acarreó la muerte su
intemperancia, I y el que se abstiene
prolonga su vida.
101 médico.
1 Atiende al médico antes que
lo necesites, | que también él
es hijo del Señor.
2 Pues del Altísimo tiene la ciencia
de curar, | y el rey le hace mercedes.
3 La ciencia del médico le hace
andar erguido, | y es admirado de los
príncipes.
4 El Señor hace brotar de la tierra
los remedios, | y el varón prudente
no los desecha.
6 ¿.No endulzó el agua amarga con
el leño, | para dar a conocer su
poder?
8 El mismo dió a los hombres la
ECLESIÁSTICO. 38
1037
ciencia, | para mostrarse glorioso en
sus maravillas.
7 Con los remedios el médico da
la salud y calma el dolor. | El boti¬
cario hace sus mezclas, | para que la
criatura de Dios no perezca,
8 Y por él se difunde y se conserva
la salud entre los hombres.
9 Hijo mfo, si caes enfermo, no te
impacientes; | ruega al Señor y él
te sanará.
10 Huye del pecado y la parciali¬
dad, I y purifica tu corazón de todo
pecado.
11 Ofrece el incienso y la oblación
de flor de harina; | inmola víctimas
pingües, las mejores que puedas,
12 Y llama al medico; porque el
Señor le creó, | y no le alejes de ti,
pues te es necesario.
13 Hay ocasiones en que acierta;
14 Porque también él oró al Señor, |
para que le dirigiera en procurar el
alivio | y la salud, para prolongar
la vida del enfermo.
15 El que peca en presencia de su
Hacedor, | caerá en manos del médico.
Id culto de los muertos.
16 Hijo mío, llora sobre un muerto, |
haz luto y canta lamentaciones, |
amortájale según su condición, | y no
dejes de darle sepultura.
17 Llora amargo llanto, suspira
ardientemente;
18 Y según la condición del muerto,
haz su duelo, | un día o dos para no
ser puesto en lenguas, | y luego con¬
suélate y da fin a tu tristeza;
19 Porque de la tristeza se origina
la muerte, | y la tristeza del corazón
consume el vigor.
20 Con la sepultura del muerto
debe cesar la tristeza, | pues la vida
afligida hace mal (1).
21 No te acuerdes ya más de él, |
aléjalo de la memoria y piensa en lo
porvenir.
22 No pienses más en él, pues no
hay retorno, | que al muerto no le
aprovecha y a ti te hace daño.
23 Piensa en su destino, pues el
suyo será el tuyo, | el suyo ayer,
mañana el tuyo.
24 Con el descanso del muerto des-
(155) Los orientales son muy extremosos en
sus manifestaciones de duelo; v. gr., Moisés
fue llorado, por espacio de treinta dias (Deut.
34 » 8 ).
canse su memoria, | y consuélate de
su partida.
IH escriba y el artesano.
28 La sabiduría del escriba se acre¬
cienta con el bienestar, | pues el que
no tiene otros quehaceres puede llegar
a ser sabio.
26 ¿Cómo puede ser sabio el que
tiene que manejar el arado, | y pone
su gloria en esgrimir la ahijada, | agui¬
joneando a los bueyes y ocupándose
en sus trabajos, | y siendo su trato
con los hijos de los toros?
27 Pone todo su empeño en tra¬
zar derechos los surcos, | y su des¬
velo en procurar forraje para los no¬
villos.
28 Lo mismo digamos del carpin¬
tero o del albañil, | que trabaja dia
y noche; | de los que graban los se¬
llos | y se aplican a inventar varia¬
das figuras, | y ponen toda su aten¬
ción en reproducir el dibujo, | y se
desvelan por ejecutarlo fielmente.
29 Lo mismo digamos del herrero,
que junto al yunque considera el hie¬
rro bruto, | a quien el calor del fuego
tuesta las carnes, | y que resiste per¬
severante el ardor de la fragua,
30 El ruido del martillo ensordece
sus oídos, | y sus ojos están puestos
en la obra;
31 Su pensamiento está en acabarla
bien, | y su desvelo en sacarla a la
perfección.
32 Lo mismo digamos también del
alfarero, que sentado a su tarea | da
vueltas al torno con los pies, | tiene
siempre la preocupación de su obra |
y de cumplir la tarea fijada;
33 Con sus manos modela la arci¬
lla | y con sus pies ablanda su du¬
reza; | pone su atención en acabar
el vidriado, | y su diligencia en ca¬
lentar el horno.
36 Todos éstos tienen su vida fiada
a sus manos, | y cada uno es sabio
en su arte.
38 Sin ellos no podría edificarse una
ciudad;
37 Pero ellos ni viajan a países ex¬
traños, ni se pasean por las plazas, |
ni se levantan en las asambleas sobre
los otros;
38 Ni se sientan en la silla del juez, |
porque no entienden las ordenanzas
de las leyes; | ni son capaces de in¬
terpretar la justicia y el derecho, | ni
í 038
ECLESIÁSTICO, 39
se cuentan entre los que inventan
parábolas.
39 Son, sí, expertos en sus labores
materiales, | y su pensamiento mira
a las obras de su arte. | Muy de otro
modo que el que aplica su espíritu |
a meditar en la ley del Altísimo.
39 1 Este investiga la sabiduría de
todos los antiguos, | y dedica
sus ocios a la lectura de los profetas.
2 Guarda en la mente las historias
de los hombres famosos; | penetra
en lo intrincado de las parábolas;
3 Investiga el sentido recóndito de
los enigmas | y se ocupa en descifrar
las sentencias oscuras.
4 Sirve en medio de los grandes; |
se presenta ante el príncipe;
5 Recorre tierras extrañas, | para
conocer lo bueno y lo malo de los
hombres.
6 Madruga de mañana, para dirigir
su corazón | al Señor que le creó, |
para orar en presencia del Altísimo.
7 Abre su boca en la oración y
ruega per sus pecados;
8 Y si le place al Señor soberano, |
le llenará del espíritu de inteligencia.
9 Como lluvia derrama las pala¬
bras de sabiduría, | y en la oración
alaba al Señor.
10 Dirige su voluntad y su inteli¬
gencia | a meditarlos misterios de Dios.
11 Publica las enseñanzas de su
doctrina, | y se gloriará en conocer
la ley de la divina alianza.
11 De muchos será alabada su inte¬
ligencia, | y jamás será echado en
olvido.
13 No se borrará su memoria, | y
su nombre vivirá de generación en
generación.
14 Los pueblos cantarán su sabidu¬
ría, | y la asamblea pregonará sus
alabanzas.
15 Mientras viva, su nombre será
más ilustre que mil, | y cuando des¬
canse crecerá más su gloria.
ISoiulail de las obras de Ilios.
18 Después de haber meditado,
quiero exponer mis reflexiones, | pues
como luna llena, estoy lleno de sabi¬
duría.
17 Oídme, hijos piadosos, y flore¬
ceréis | como rosal que crece junto al
arroyo.
18 Derramad suave aroma como in-
íenso,
19 Y echad flores como el lirio, |
exhalad perfume suave y entonad
cánticos de alabanza. | Bendecid al
Señor en todas sus obras
20 Y ensalzad su nombre, | y unios
en la confesión de sus alabanzas, en
cantar con vuestros labios y las arpas. |
Alabadle así con alta voz;
21 Las obras del Señor son todas
muy buenas, | cuanto él quiere es a
su tiempo. | No ha lugar a decir:
«Es peor esto que aquello», | porque
a su tiempo todo es conveniente.
22 A una palabra suya se amonto¬
naron las aguas, | y a una orden
de su boca se formaron los depósitos
de las aguas.
23 A un mandato suyo se realiza
todo lo que él quiere, \ y no hay
quien impida su obra de salud.
24 Las obras de todos los hombres
están delante de él, | y nada se oculta
a sus ojos.
25 De un cabo al otro del mundo se
extiende su mirada, | y nada hay
admirable para él.
26 No ha lugar a decir: «¿Qué es
esto, para qué esto?» | Todas las
cosas fueron creadas para sus fines.
27 Su bendición es como Nilo des¬
bordado,
28 Y como el Eufrates riega la tierra
seca. | Del mismo modo derrama su
ira sobre las naciones
29 Y torna las aguas en salinas. | Sus
caminos para los justos son rectos, |
para los inicuos son tropiezos.
30 Las cosas buenas fueron creadas
desde el principio para los buenos, |
así como las malas para los peca¬
dores (1).
31 Son cosas de toda necesidad para
la vida del hombre | el agua, el fuego,
el hierro, la sal, | el trigo, la miel
y la leche, | el vino, el aceite y el
vestido.
32 Todas estas cosas son buenas
para los piadosos, | mas para los pe¬
cadores se convierten en malas.
33 Hay vientos destinados a la
venganza; | descargan con furia sus
azotes,
34 En el día de la ira despliegan su
poder | y aplacan la cólera del que
los hizo.
35 El fuego y el granizo, el hambre
(i) Dios creó todas las cosas buenas y
para bien del hombre. Los iustos se atienen a
esta norma divina, rricntras que los malos,
usando de ellas nial, las hacen malas para si
mismos.
ECLESIÁSTICO, 40
1039
y la mortandad, | todos estos son
instrumentos de venganza.
38 Las fieras, los escorpiones, las
víboras | y la espada vengadora, son
para exterminio de los impíos.
37 En cumplir los mandatos de
Dios se gozan, | y se hallan prontos
en la tierra para su ministerio; | cuan¬
do llega el día no traspasan el man
dato.
38 Por esto desde el principio me
confirme en este juicio, | y lo medité
y lo consigné por escrito.
39 Las obras del Señor todas son
buenas, | y llegada la hora, todas
cumplen su destino.
40 Y no hay que decir: «Esto es
peor que aquello», | porque a su
tiempo, todas las cosas cumplirán su
fin.
41 Y ahora de todo corazón cantad
con vuestra boca | y bendecid el
nombre del Señor.
Miseria tle la vida humana.
I(| 1 Una penosa tarea se impuso
a todo hombre, | y un pesado
yugo oprime a los hijos de Adán, |
desde el día que salen del seno de
su madre, | basta el día en que
vuelven a la tierra, madre de todos:
2 Los pensamientos y los temores
de su corazón, | y la continua espera
del día de la muerte.
3 Desde el que glorioso se sienta
en el trono, | hasta el humillado en la
tierra y el polvo;
4 Desde el que lleva púrpura y
corona, | hasta el que viste groseras
pieles; | la cólera, la envidia, la tur¬
bación, el temor, | la ansiedad de la
muerte, la ira, y las querellas, | tur¬
ban en sueños nocturnos su corazón,
5 Y en el tiempo del descanso en el
lecho, | los sueños de la noche alte¬
ran su mente.
6 Apenas descansa un poco, casi
nada, | y luego se queda dormitando
como en día de guardia,
. 7 Se siente turbado con las visio¬
nes de su corazón, | como fugitivo
que huye del enemigo. | Cuando des¬
pierta, ~sc ve a salvo | y se admira
de sus terrores.
8 En toda carne, desde el hombre
hasta la bestia, | se da esto; pero
siete veces más a los pecadores | se
les añade:
8 Peste y sangre, fiebre y espada,
discordia, | devastación, ruina y vio¬
lencia, hambre y plagas.
10 Todas estas cosas fueron creadas
por los inicuos, | y por ellos vino el
diluvio.
Los bienes fie los impíos.
11 Todo lo que viene de la tierra, a
la tierra vuelve, | y lo que viene de
las aguas, va al mar.
12 El soborno y la injusticia serán
borrados, | pero la honradez perma¬
nece para siempre.
13 Las riquezas de los malvados se
secarán como torrente, | que muge
cuando al llover entre truenos
14 Crecido arrastra peñascos; | pero
pronto se seca, le viene su fin.
16 La posteridad de los impíos no
echará brotes, | pues las raíces mal¬
vadas están sobre roca escarpada.
16 Como berro que nace a la orilla
de las aguas, | es arrancado antes
que toda otra hierba.
Lo mejor.
17 La beneficencia no es nunca con¬
movida, I y la limosna perdura por
siempre.
18 La vida con vino y licor es
dulce; | pero mejor que con estas dos
cosas, con hallar un tesoro.
19 La educación de los hijos y la
construcción de una ciudad dan fama
duradera, | más todavía tener una mu¬
jer sabia.
20 El vino y la. música alegran el
corazón, | pero sobre ambas cosas
está el amor de la sabiduría.
21 La flauta y el arpa hacen agra¬
dable el canto, | pero sobre ambas
cosas está la lengua blanda.
22 La gracia y la belleza son delicia
de los ojos, | pero sobre ambas cosas
está el verdor del campo.
23 El amigo y el camarada son úti¬
les a su tiempo, | pero sobre ambos
está la mujer prudente para el marido.
24 Los hermanos y parientes para
el tiempo de la tribulación, | pero
más que unos y otros es salvadora la
limosna.
25 El oro y la plata son pie firme, |
pero sobre ambas cosas es estimado
el consejo.
26 Las riquezas y la fuerza levantan
el corazón, | pero sobre ambas cosas
está el temor de Dios.
1040
ECLESIÁSTICO. 41, 42
27 No hay penuria para el que teme
al Señor, | con el no hay necesidad
de buscar apoyos.
28 El temor del Señor es como un
paraíso de bendiciones, | y como bal¬
daquino sobremanera glorioso.
La mendicidad.
29 Hijo mío, no seas mendigo, | me¬
jor es morir que mendigar.
30 El hombre que mira con ansias
a la mesa ajena, | vive una vida que
no se debe tener por vida. | Mancha
su alma con manjares extraños,
31 Que son tormento para el varón
sabio e inteligente.
32 Para el mendigo es dulce la men¬
dicidad, | pero es fuego que le abrasa
las entrañas.
La muerte.
IJ 1 iOh muerte, cuán amarga es tu
* * memoria, | para el hombre que
se siente satisfecho con sus riquezas;
3 Para el hombre a quien todo son¬
ríe y en todo prospera, | y que aún
puede disfrutar de los placercsl
3 iOh muerte, bueno es tu fallo, |
para el indigente y agotado de fuerzas;
4 Para el cargado de años y de
cuidados, | quebrantado de ánimo y
sin cspcranzal
B No temas el fallo de la muerte: |
acuérdate de los que te precedieron
y los que te seguirán, | y que éste es
el juicio del Señor sobre toda carne.
6 ¿Por qué rebelarte contra el lallo
del Altísimo? | Que vivas diez, cien
o mil años,
7 En el Ades no hay disputas sobre
la duración de la vida.
La descendencia de los impíos.
8 Descendencia abominable es la
de los pecadores, | y generación de
necios la que mora en la casa del
impío.
9 La herencia de los hijos de los
pecadores se arruinará, | y lo que
quedará a su linaje es el oprobio.
10 Al padre impío le ultrajan sus
hijos, | porque a causa de él viven
ellos en oprobio.
11 ¡Ay de vosotros, hombres im¬
píos, | que abandonáis la ley del Dios
altísimol
12 Si tenéis prole será para vuestro
daño, | y si engendráis será para
lamentarlo.
13 Cuanto viene de la tierra a la
tierra ha de volver, | así los impíos
van de la maldición a la ruina.
14 El cuerpo del hombre es vani¬
dad; | el buen nombre no será bo¬
rrado.
16 Ten cuidado de tu nombre, que
permanece, | más que de millares de
tesoros.
16 Los días de vida feliz son con¬
tados, | pero los del buen nombre
son innumerables.
17b Sabiduría escondida y tesoro
oculto, j ¿que aprovechan una y otro?
18 Mejor es quien oculta su nece¬
dad, | que quien oculta su sabiduría.
La verdadera y falsa vergüenza.
17 a Observad, hijos míos, la disci¬
plina del pudor;
19 Sed pudorosos conforme a mis
palabras.
20 Pero no es laudable avergonzarse
de todo, | ni todo pudor merece apro¬
bación.
21 Avergonzaos de la fornicación
ante vuestros padres,
22 Y de la mentira ante el juez y
el príncipe; | del fraude ante el amo
y el ama, | y de la traición ante la
asamblea > ante el pueblo.
23 De la injusticia ante el compa¬
ñero y el amigo,
24 Y del robo ante tus convecinos; |
de haber quebrantado un juramento
y un pacto; | de apoyar a la mesa el
codo sobre el pan, | y del vituperio
por las cuentas que haya que dar.
25 De no responder a un saludo, |
de fijar la mirada sobre mujer ajena;
27 De acercarte a su criada y de
apoyarte en su lecho;
26 De apartar el rostro de un pa¬
riente; | de apropiarte dones y ob¬
sequios;
28 De las palabras de ultraje a los
amigos, | y de reprocharles después
de haberles dado algo.
1 De divulgar lo que has oído |
y de revelar secretos. | De estas
cosas lias de avergonzarte con razón, |
y hallarás gracia ante todos los hom¬
bres. | Pero he aquí de qué no te has
de avergonzar | ni tener temor de
hacerlo:
3 De la ley del Altísimo y de su
ECLESIÁSTICO. 43
1041
alianza; | de la condenación pronun¬
ciada contra el impío;
3 De arreglar las cuentas con el
amo y con el compañero, | y de la
partición de una herencia o de una
propiedad;
4 De la justeza en la balanza y en
los pesos, ni de comprobar el peso y
la medida,
6 Ni de comprar poco o mucho, | ni
de ajustar el precio con el vendedor; |
ni de corregir con frecuencia a los
hijos, | ni de azotar hasta la sangre
al siervo rebelde;
6 Ni de sellar la puerta de la casa
donde hay una mala mujer, | ni de
echar la llave donde hay muchas
manos;
7 De marcar lo que deposites, | y
anotar en libro con cuidado lo que
des o recibas;
8 Ni de reprender al insensato y al
necio, | y aun al anciano sospechoso
de liviandad. | Así serás verdadera¬
mente honrado de todos, | y tendrás
la aprobación de todos.
Los cuidados por la hija.
9 Una hija es para el padre un te¬
soro que hay que guardar, | un cui¬
dado que quita el sueño, | porque en
su juventud no sea violada | y no
sea aborrecida después de casada;
10 En su doncellez no sea deshon¬
rada, I y se vea encinta en la casa de
su padre; | que no sea infiel al ma¬
rido, | y bien casada sea estéril.
11 Hijo mío, sobre la hija atrevida
refuerza la vigilancia, | no te haga
escarnio de tus enemigos, | fábula de
la ciudad, objeto de burla entre el
pueblo, | y te avergüence en medio
de la muchedumbre. | Que su habi¬
tación no tenga ventana, | ni en la
alcoba donde por la noche duerme
haya entrada que dé a ella,
12 Que no muestre su belleza a
ninguno, | ni tenga trato íntimo con
mujeres.
13 Porque de los vestidos sale la
polilla, | y de la mujer la maldad
femenil.
14 Mejor es la rudeza del varón que
la mujer zalamera, | y la hija des¬
honrada es el oprobio de los padres.
Las obras <le Dios.
Señor existe todo, | y todo cumple
su voluntad según su ordenación:
18 El sol sale y lo alumbra todo, | y
la gloria del Señor se refleja en todas
sus obras.
17 No pueden los santps enumerar
suficientemente | ni contar todas sus
maravillas. | El Señor fortaleció a
todos sus ejércitos angélicos, | para
asistir delante de su gloria.
18 El investiga el abismo y el co¬
razón del hombre, | y penetra todas
sus reconditeces.
19 Cono.ce lo pasado y lo venidero, |
aun lo más oculto.
20 No hay pensamiento que se le
escape, | ni palabra oculta para él.
21 El ordenó la grandeza de su
sabiduría, | es uno y el mismo desde
la eternidad;
22 Nada tuvo que añadir ni quitar, |
y no necesitó consejo de nadie.
23 iCuán deleitables son todas sus
obrasl | Y es sólo como una chispa
lo que de ellas podemos conocer.
24 Todo vive y permanece para
siempre, | y todo le obedece.
26 Difieren todas unas de otras, | y
no hay nada inútil.
26 Uno contribuye al bien del otro, |
¿quién se saciará de admirar su be¬
lleza?
El sol.
IQ 1 Magnífico es en las alturas el
firmamento, | y es bellísimo el
aspecto de los ciclos.
2 Sale el sol e irradia su calor, |
criatura admirable, obra del Altísimo.
3 Al mediodía abrasa la tierra, | ¿y
quién puede resistir sus ardores?
4 Necesita el artesano soplar el
horno para las obras que requieren
fuego, | pero tres veces más abrasa
el sol los montes. | Sus rayos abrasan
el orbe, | sus resplandores deslum¬
bran los ojos.
6 Grande es el Señor, que le hizo, |
y por cuya virtud acelera el sol su
carrera.
La luna y las estrellas.
6 También la luna brilla siempre a
sus tiempos, | para señalar perpetua¬
mente su sucesión.
16 Voy a traer a la memoria las 7 Por la luna conocemos los días
obras del Señor | y a pregonar lo de fiesta, | y mengua cuando ha lle-
que he visto. | Por la palabra del I gado a su plenitud.
66
1042
ECLESIÁSTICO, 44
8 En la luna nueva, según su nom¬
bre, se renueva, | y en sus varios
cambios crece maravillosamente.
9 Es prenda escogida de los ejércitos
de las alturas, | al resplandecer en el
firmamento de los cielos.
10 Hermosura del cielo es el res¬
plandor de las estrellas, | brillante
adorno de las alturas del Señor.
11 Por la palabra del Santo guar¬
dan su ordenanza, | y no se cansan
de hacer la centinela.
Los fenómenos nieteorolójfieos.
12 Pon la vista en el arco iris y
bendice al que lo hizo. | iQué hermoso
es por su esplcndorl
13 Con su círculo luminoso abarca
el cielo; | le tendieron las manos del
Altísimo.
14 El poder de Dios dirige al rayo |
y hace volar sus saetas justicieras.
15 Para este fin abre el almacén
de sus tesoros | y hace volar como
aves las nubes.
16 Con su poder las condensa | y
desmenuza las pcdrezuclas del gra¬
nizo.
18 A la voz de su trueno retiembla
la tierra,
17 Se estremecen los montes. | A su
orden sopla el viento solano, | el aqui¬
lón y el torbellino.
19 Como turbiones de aves hace
volar la nieve, | que se posa en la
tierra como la langosta,
20 Y con su blancura deslumbra
los ojos, | y de verla caer el corazón
se extasía.
21 Derrama como sal la escarcha, |
que se endurece como puntas de es¬
pino.
22 Hace soplar el viento frío del
norte, | y el agua se endurece y se
convierte en cristal. | Se forma en
los estanques una costra, | que los
cubre como coraza.
23 Devora los montes y abrasa el
desierto, | y como fuego quema todo
verdor.
24 Remedio pronto de estos males
°s una niebla, | el rocío para empa¬
par la tierra seca.
25 Hizo que el mar se hundiera. I
Según su decisión, depositó en el
fondo los abismos | y en medio de
él las Islas.
26 Los que navegan por el mar
cuentan su Inmensidad, f y al oírlos
nos pasmamos.
27 Se ven allí obras de las más
maravillosas y espantables, | mil gé¬
neros de animales y monstruos ma¬
rinos.
28 El Señor da a los navegantes
buen suceso, | y por su palabra tiene
éxito el viaje. | Todo lo ordena su
voluntad.
Las obras «le Dios superan toda
alabanza.
29 Mucho más diría y no acabaría, |
y el resumen de nuestro discurso será:
«El lo es todo.»
30 Si quisiéramos dignamente ala¬
barle, jamás llegaríamos, | porque él
es mucho más grande que todas sus
obras.
31 Es terrible el Señor, muy grande, |
y su poder sobre toda admiración.
32 Cuantos alabáis al Señor, alzad
la voz | cuanto podáis, que está muy
por encima de vuestras alabanzas.
( 33 ). 34 Los que le ensalzáis, cobrad
nuevas fuerzas, | no os rindáis, que
nunca llegaréis al cabo.
35 ¿Quién le vió y puede darle a
conocer, | y quién puede engrande¬
cerle tanto como él es?
38 Lo escondido de él es mucho más
que todo esto, | pues lo que vemos
de sus obras es muy poco.
37 El Señor ha creado todas las
cosas, | y él dió la sabiduría a los
justos.
rioifio de lo> ¡Mitriami^.
ii 1 Alabemos a los varones glo-
44 riosos, | nuestros padres, que
vivieron en el curso de las edades.
2 Grande gloria les confirió el
Señor, | y magnificencia desde el
principio.
3 Ejercieron en sus reinos el se¬
ñorío, | y fueron famosos por su
valor. | Consejeros de gran pruden¬
cia, | que todo lo veían en visiones
proféticas.
4 Con sus consejos guiaron ni pue¬
blo, | y por su sabiduría fueron sus
príncipes.
b Sabios escritores | y autores de
sentencias llenas de doctrina; | Inven¬
tores de melodías musicales | y com¬
positores de poemas y proverbios;
8 Ricos, llenos de gran poder, | que
en sus moradas gozaron pacíficamente
de sus bienes,
ECLESIÁSTICO, 45
1043
7 Fueron honrados entre sus co¬
etáneos | e ilustres en sus días.
8 Muchos de ellos dejaron gran
nombre, | para que se canten sus
alabanzas.
9 También hubo otros de ellos de
quienes no hay memoria, | que pasa¬
ron como si jamás hubieran sido, | y
vinieron a ser como si no hubieran
nacido, | y lo mismo sus hijos en
pos de ellos.
10 Mas los primeros fueron hombres
piadosos, | cuya justicia no cayó en
el olvido.
11 La dicha perdura con su linaje,
12 Y su heredad pasó a los hijos
de sus hijos. | Su linaje se mantiene
fiel a la alianza,
13 Y sus hijos lo fueron por amor
de ellos. | Por siempre permanecerá
su descendencia | y no se borrará su
gloria.
14 Sus cuerpos fueron sepultados
en paz, | y su nombre vive de .gene¬
ración en generación.
15 Los pueblos se hacen lenguas de
su sabiduría, | y la asamblea pregona
sus alabanzas.
Enoc y ÍVoé.
16 Enoc fué grato a Dios y trasla¬
dado, | ejemplo de piedad para las
generaciones venideras.
17 Noé fué hallado enteramente
justo, | y en el tiempo de la cólera
fué ministro de reconciliación.
18 Por él se conservó un resto en la
tierra | cuando ocurrió el diluvio;
19 Y mediante una señal eterna,
Dios hizo con él alianza | de no borrar
con el diluvio la humanidad.
Xbraharn e Isac.
20 Abraham fué padre de multitud
de naciones, | y no hay semejante a
él en la gloria, | que guardó la ley
del Altísimo | y mediante un pacto
vino a unirse con él.
21 En su carne llevó la señal del
pacto, | y en la prueba fué hallado
fiel.
22 Por eso le confirmó con jura¬
mento, I que los pueblos serían ben¬
decidos en su descendencia, | y que
le multiplicaría como el polvo de
la tierra
23 Y como los astros sería levantado
su linaje, | y que los heredaría desde
un mar al otro mar | y desde el río
hasta el cabo de la tierra
24 También a Isac le confirmó,
por Abraham, su padre,
25 El pacto y la bendición de todos
los hombres, | que él hizo descender
sobre la cabeza de Israel.
26 En su bendición le prefirió | y le
asignó la herencia de la tierra, | que
dividió en porciones | y la repartió
entre las doce tribus.
27 E hizo descender de él un varón
piadoso | que halló gracia ante todos
los hombres.
Moisés.
i £ 1 Amado de Dios y de los hom-
~ 1 bres,| Moisés, cuya memoria vive
en bendición, | se hizo en la gloria se¬
mejante a los santos, | y le engrandeció
haciéndole espanto de los enemigos. |
Con su palabra hizo cesar los vanos
prodigios, | y le honró en presencia
de reyes. | Le dió preceptos para su
pueblo | y le hizo ver su gloria.
4 Por su fe y mansedumbre | le
escogió de entre toda carne.
5 Le hizo oír su voz | y le intro¬
dujo en la nube.
6 Cara a cara le dió sus preceptos, ¡
la ley de vida y de sabiduría, | para
enseñar a Jacob su alianza | y sus
juicios a Israel.
Aró n.
7 Elevó a Arón haciéndole santo,
semejante a sí, | hermano de Moisés,
de la tribu de Leví;
8 Y estableció con él una alianza
eterna, | y le dió el sacerdocio del
pueblo. | Le honró con ricos orna¬
mentos,
9 Y le ciñó una túnica espléndida;
le vistió con suntuosa magnificen¬
cia | y le destinó vestidos honrosos,
10 Los calzones, la túnica y el cfod; |
le rodeó de granadas de oro | y de
muchas campanillas en torno,
11 Para que sonasen cuando él an¬
daba, | y se oyera su sonido en el
santuario, | para avisar a los hijos
de su pueblo.
12 Le vistió con vestidos santos,
tejidos de oro, púrpura y jacinto; j
de púrpura roja, obra primorosa, | el
pectoral del juicio, los urim y los
tumim, | hecho de hilo de púrpura
1044
ECLESIÁSTICO. 46
escarlata, obra plumaria de hábil ar¬
tista; | de piedras diversas talladas
como los sellos, I engastadas en oro,
obra de joyero, I para memoria por
la escritura tallada, ¡ según el núme¬
ro de las tribus de Israel.
14 Y le puso una corona de oro
sobre la tiara, | y una diadema con
esta inscripción grabada: «Santidad», |
insignia de honor, obra magnífica, ¡
placer de los ojos, obra de acabada
belleza.
15 Antes de Arón nadie se vistió
jamás ni se vestirá como él,
16 Ningún extranjero la vestirá, sino
sólo sus hijos | y los que descienden
de ellos por siempre.
17 Sus sacrificios serán ofrecidos |
dos veces cada din perpetuamente.
18 Moisés le llenó las manos | y le
ungió con el óleo santo.
19 Y fue esta consagración un pacto
eterno, para él | y para su descen¬
dencia por los días del cielo, | para
servir al Señor en el ejercicio del
sacerdocio | y bendecir en nombre del
Señor a su pueblo.
20 Entre todos los vivientes le es¬
cogió el Señor, | para que le presen¬
tase las ofrendas, | los perfumes y el
buen olor para memoria, | a fin de
hacer la expiación de su pueblo.
21 Y le dio sus preceptos, | y poder
para decidir sobre la ley y el dere¬
cho, | para enseñar sus mandamientos
a Jacob | e instruir en su ley a Is¬
rael.
22 Se levantaron contra él extra¬
ños, j y en el desierto le tuvieron
envidia | los partidarios de Datán y
Abirón, | y la banda de Coré con
furia y cólera.
23 Viólo el Señor y se desagradó de
ellos, | y en el ardor de su cólera los
exterminó;
24 Hizo contra ellos prodigios | y los
consumió con un fuego abrasador;
25 Y aumentó la gloria de Arón 1
asignándole una heredad; | y le dio
en porción las primicias de los frutos
de la tierra,
26 b Y comer los sacrificios del Señor;
26 a Y los panes de la proposición
son su porción,
26 c Que le dió a él y a su descen¬
dencia.
27 Sólo en la tierra no los heredó, |
no tuvieron parte en medio del pue¬
blo, I porque «él será tu porción y tu
heredad».
28 Y Finés, hijo de Eleazar, fué el
Lcrccro en la dignidad, | por haber
mostrado celo por el Dios del Uni
verso,
29 Y por haber resistido en la de¬
fección del pueblo, | con la fortaleza
de su corazón generoso, | haciendo
así la expiación de rsracl.
80 Por esto le fué confirmada por
decreto | una alianza perpetua para
servir en el santuario, | a fin de que él
y su descendencia | tengan el sumo
sacerdocio para siempre.
81 También Dios hizo lina alian¬
za con Dav ? d, | hijo de Jesé, de la
tribu de Judá; | su trono lo hereda
su hijo ante Dios, | como la heredad
de Arón pertenece a el y a su des¬
cendencia. | Bendecid, pues, ?1 Señor,
poique es bueno | y os ha coronado
de gloria; | que derrama la sabiduría
en vuestros corazones, | para juzgar
a su pueblo con justicia, | a fin de
que no desaparezca su bienestar j ni
su gloria de generación en generación.
«1OSIlÓ
1 Fuerte en las batallas fué
Josué, hijo de Nun, | sucesor
de Moisés en la dignidad profética; |
que fué, según su nombre,
2 Grande en la salud de los elegidos
del Señor, | para ejercer la venganza
contra los enemigos que se le opu¬
sieron, | para poner a Israel en po¬
sesión de su heredad.
3 ¿Qué gloria no alcanzó cuando
alzó sus manos, | y extendió su espada
contra las ciudades?
4 ¿Quién le resistió? I Porque él
combatió las batallas del Señor. | ¿No
se detuvo el sol al tender su mano, |
y un solo día fué igual a dos?
6 Invocó al Altísimo Soberano, |
mientras acosaba por todas partes a
los enemigos; | y le respondió el Señor
grande | con piedras de granizo de
gran potencia,
7 Que arrojó contra el pueblo ene¬
migo, | y en la bajada aniquiló a los
adversarios;
8 Para que las naciones conociesen
su anatema, | y que era contra Dios
la guerra que hacían, | y que él obe¬
decía las órdenes del Todopoderoso.
9 Y en los días de Moisés mostró
su misericordia | con Caleb, hijo do
Jefonc, | impidiendo la defección del
pueblo | y reprimiendo la murmura¬
ción de los sediciosos.
10 Sólo estos dos fueron reserva¬
dos | fc dc los seiscientos mil infantes, |
ECLESIÁSTICO. 47
1045
para ser introducidos en la heredad, |
en la tierra que mana leche y miel.
11 Y el Señor di ó a Caleb vigor |
que conservó hasta la vejez, | para
que subiese a lo alto de la tierra; | y
su descendencia obtuvo la heredad,
12 A fin de que viesen todos los
hijos de Israel | que es bueno cami¬
nar en pos del Señor.
13 Y los jueces, cada uno por su
nombre, | los que no pervirtieron su
corazón J y no se apartaron del
Señor, | 14 sea bendita su memoria, |
florezcan sus huesos en la sepultura,
1& Y en sus hijos se renueve su
nombre.
Samuel.
16 Samuel, amado de su Señor | y su
profeta, estableció la monarquía | y
ungió a los príncipes de su pueblo.
17 En la ley del Señor juzgó a la
nación, | y visitó el Señor a Jacob.
18 Por su fidelidad fué interrogado
como vidente, | y reconocido por su
fidelidad como vidente fiel.
19 a E invocó al Señor Todopodero¬
so | cuando los enemigos le acosaban
por todas partes, | con la ofrenda de
un cordero primal.
20 Y tronó del cielo el Señor, | e hizo
oír su voz por medio de un gran
estampido,
21 Y aplastó a los príncipes enemi¬
gos, | a todos los príncipes de los
filisteos;
22 Y antes de la hora del sueño
eterno | pidió testimonio ante el
Señor y su ungido: | «Bienes, ni si¬
quiera unas sandalias | de nadie he
recibido.» | Y nadie pudo acusarle.
23 Y después de su muerte profe- i
tizó, | y anunció al rey su fin, | e hizo
oír saliendo de la tierra su voz pro- i
fótica, | para borrar la iniquidad del
pueblo.
Duy¡<1
i *7 1 Luego se levantó Natán, | que
* profetizó en los días de David.
2 Como se separa el sebo de la
carne de la hostia pacífica, | así fué
separado David de los hijos de Israel.
3 Jugó con leones como con ca¬
britos, 1 y con osos como con cor¬
deros. | ¿No mató en su juventud
al gigante, 1 haciendo cesar el opro¬
bio de Israel?
6 Al levantar la mano con la piedra
en la honda, | abatió la soberbia de
Goliat.
6 Porque invocó al Señor altísimo, |
y este dió fuerza a su diestra, | para
derribar al hombre poderoso en la
guerra, | y ensalzar el cuerno de su
pueblo.
7 Por lo cual le cantaron las don¬
cellas | y le aclamaron con «Diez
mil». | Cuando se ciñó la corona em¬
prendió la guerra
8 Y sujetó a los enemigos de en
derredor; | puso guarniciones entre
los filisteos, | y hasta el día de hoy
quebrantó su poder.
9 En todas sus empresas dió gra¬
cias | al Dios altísimo con himnos
de alabanza.
10 Con todo su corazón amó a su
hacedor | y cada día le alabó con
salmos.
11 Estableció instrumentos que ha¬
bían de tocarse al cantar ante el
altar, | y ordenó el canto de los
salmos acompañado de arpas.
12 Dió gran esplendor a las fiestas, |
y solemnizó las fiestas de todo el
año, | alabando el santo nombre de
Dios | desde el alba, haciendo reso¬
nar desde el alba el santuario.
13 El Señor le perdonó sus pecados, |
y ensalzó para siempre su poder, | le
aseguró una sucesión en el reino, | y
puso su trono sobre Israel.
14 Después de él se levantó un lujo
sabio, | que por su padre gozó de
prosperidad.
Salomón.
15 Salomón que reinó en días de
paz, | y Dios le dió descanso de todas
partes, | para que levantase la casa
a su nombre | y .preparase un san¬
tuario eterno.
16 ¡Cuán sabio fuiste en tu juven¬
tud, | y como un río fuiste lleno de
inteligencia! | Con tu inteligencia
abarcaste la tierra,
17 Y la llenaste de proverbios y
enigmas; ] llegó tu nombre hasta las
remotas islas, | y fuiste amado a
causa de la paz.
18 Por los cánticos, proverbios y
parábolas, | y por las respuestas,
fuiste la admiración de las naciones.
19 En el nombre del Señor Dios, |
que es Dios de Israel,
20 Congregaste el oro como hierr:>, |
y como plomo amontonaste la plata;
21 Pero te diste al amor de las mu-
1046
ECLESIÁSTICO, 48
jeres | y les diste poder sobre tu
cuerpo;
22 Y pusiste mácula en tu gloria |
y deshonraste tu estrado; | y trajiste
la cólera sobre tus hijos j y lamentos
sobre tu linaje,
23 Cuando el pueblo se dividió en
dos, | y de Efraím tuvo origen un
reino rebelde.
24 Pero el Señor no abrogó su pro¬
mesa misericordiosa, | ni dejó de
cumplir ninguna de sus palabras, | ni
borró la descendencia de su elegido, |
ni extirpó el linaje del que fué su
amado;
26 Y dió un resto a Jacob, | y a
David un renuevo salido de él;
26 Y murió Salomón ya anciano,
27 Y dejó en pos de sí un hijo so¬
berbio,
28 Rico en necedad, pobre en inte¬
ligencia; | Roboam, que con su reso¬
lución incitó al pueblo a la rebeldía.
29 Jeroboam, hijo de Xabat, que
pervirtió a Israel ¡ y puso a Efraím
en camino de pecado; | y se multi¬
plicaron mucho sus maldades,
30 Hasta ser expulsado de su
tierra.
31 Y se precipitaron en todo gé¬
nero de maldades, | hasta que vino
sobre ellos la venganza.
Elias y Elíseo.
IQ 1 Como un fuego se levantó
” 1 Elias, | y su palabra era ar¬
diente como antorcha;
2 Y trajo sobre ellos el hambre, | y
en su celo los redujo a pocos.
3 Con la palabra del Señor cerró
los cielos, | y por tres veces hizo
bajar fuego.
4 iCuán glorioso fuiste, Elias, con
tus prodigiosl | ¿Quien podrá gloriarse
de parecerse a ti?
6 Tú que levantaste un muerto del
sepulcro, | y del Ades por la palabra
del Altísimo;
6 Que precipitaste los reyes en la
ruina, | a los ilustres de su estrado;
7 Que oíste en el Sinaí las amena¬
zas de Dios, | y en el Horeb los
juicios vengadores;
8 Que ungiste a los reyes ejecutores
de los castigos, | y a los profetas que
te sucedieron;
9 Que fuiste arrebatado en un tor¬
bellino de fuego, | en un carro tirado
por caballos ígneos,
10 Adscrito y preparado para los
tiempos venideros, | para aplacar la
cólera antes del día del Señor, | para
reducir los corazones de los padres a
los hijos, | y restablecer las tribus
de Jacob.
11 Dichosos los que mueran después
de haberte visto, | pero más feliz tú,
que por siempre vivirás.
12 Cuando Elias desapareció de la
vista en el torbellino, | Elíseo fué
lleno de su espíritu; | duplicó sus
prodigios, | y todas las palabras de
su boca eran un milagro. | En sus
días no tembló ante los príncipes, | ni
mortal ninguno le subyugó.
14 Xada fué para él imposible, | y
en el sepulcro su cadáver profetizó.
16 Vivo hizo prodigios, | y aun
muerto realizó maravillas.
16 Con todo eso no se arrepintió
el pueblo, | ni se apartó de sus pe¬
cados, I hasta que fué arrojado de su
tierra j y dispersado entre las na¬
ciones.
Exequias .
17 Pero quedó Judá, aunque redu¬
cido a poco, | y príncipes en la casa
de David;
18 Y algunos de ellos hicieron lo
que es grato a Dios, | pero otros se
llenaron de iniquidad.
19 Ezcquías fortificó su ciudad, | e
introdujo las aguas de Gihón dentro
de ella. | Con el hierro excavó la
roca | y edificó estanques para las
aguas.
20 En sus días subió Senaquerib, | y
envió a Rabsaces, | que levantó su
mano contra Sión, | y en su soberbia
blasfemó contra Dios.
21 Se estremecieron entonces sus
corazones | y sintieron dolores como
de parto,
22 E invocaron al Señor misericor¬
dioso, | y tendieron hacia él sus
manos; | y al’ instante los oyó el
Santo desde el ciclo
23 Y los libró por mano de Isaías.
24 Hirió el ángel del Señor el campo
de los asirios, | y su derrota se tornó
en desordenada huida,
25 Porque hizo Ezequías lo que es
grato al Señor, | y siguió los pasos de
David, su padre, | los preceptos que
le dió Isaías, profeta, | grande y verí¬
dico en sus oráculos.
26 En sus días hizo retroceder el
sol, | y prolongó la vida del rey.
27 Con grande inspiración vi ó los
tiempos últimos, | y consoló a los
ECLESIÁSTICO, 49, 50
1047
que lloraban en Sión; ¡ hasta el fin
de los tiempos anunció lo futuro, | y
las cosas ocultas antes de que suce¬
dieran.
Josías.
IQ 1 El nombre de Josías es como
■ ’ perfume oloroso, | preparado por
un perfumista.
2 Su memoria es dulce como la
miel a la boca, | y como la música
en el banquete;
3 Pues afligido por los extravíos
del pueblo, | quitó de en medio las
abominaciones de la iniquidad.
4 Fue perfecto ante el Señor su
corazón, | y en los días de la ini¬
quidad afirmó la piedad.
6 Fuera de David, Ezequías y
Josías, | todos los restantes incurrie¬
ron en pecado de negligencia,
6 Porque no siguieron la ley del
Altísimo, | los reyes de Judá, hasta
el último.
7 Y así Dios los entregó en poder
de otros, | y su gloria a un pueblo
necio y extraño,
8 Y dieron al fuego la ciudad san¬
ta, | y convirtieron en desierto los
caminos que a ella llevaban,
l o* profeta*.
9 Según los vaticinios de Jeremías’
a quien maltrataron, | siendo el
profeta consagrado desde el seno de
su madre, | para arrancar, destruir
y arruinar, | para edificar, plantar y
reforzar.
10 Ezequiel vió en visión la gloria, |
que el Señor le mostró sobre el carro
de los querubes,
11 E hizo mención de Job, el pro¬
feta, | que perseveró fiel en los cami¬
nos de la justicia.
12 También los doce profetas; | flo¬
rezcan sus huesos en sus sepulturas, |
porque curaron a Jacob | y le con¬
fortaron con una segunda esperanza.
Xorolmhrl.
13 ¿Cómo engrandeceremos a Zoro-
babel, | que era como un sello en
la mano derecha?
14 Y lo mismo a Jesús, hijo de
Joscdec, | que en sus días reedifi¬
caron el altar, | y erigieron el templo
santo, | destinado a una gloria eterna.
16 También Nehemías, cuya memo¬
ria sea gloriosa, | levantó nuestras
ruinas, | reedificó nuestras casas
arruinadas, \ puso puertas y cerrojos.
18 Pocos en la tierra como Henoc, |
que fué trasladado de la tierra.
17 Y no hubo ningún nacido como
José, | que fué señor de sus herma¬
nos, sustentador de su pueblo,
18 Cuyos huesos fueron cuidadosa¬
mente traídos.
19 También Sem, Set y Enós son
celebrados; | y sobre todos cuantos
han vivido es la gloria de Adán.
Simún.
1 Príncipe de sus hermanos y
OVI gloria d e su pueblo | fué Simón,
hijo de Onías, sumo sacerdote. | En
su vida fué restaurada la Casa, | y en
sus días fué consolidado el templo.
3 En su época fué cavado el es¬
tanque, | depósito semejante al mar
por la cantidad de sus aguas.
2 En sus días fué edificado el muro, | y
torres de refuerzo como en palacio real.
4 Protegió a su pueblo contra los
ladrones, | y aseguró su ciudad contra
los enemigos.
6 jQué majestuoso cuando salía del
santuario, | cuando se adelantaba de
detrás de la cortinal
6 Como la estrella de la mañana
entre nubes, | como la luna llena en
los días del plenilunio;
7 Y como el sol radiante sobre el
templo del Altísimo,
8 Y como el arco iris, que se apa¬
rece en las nubes; | como flor entre
el ramaje en los días primaverales, |
como azucena junto a la corriente de
las aguas; | como las flores del Líbano
en los días de verano,
9 Y como el incienso que arde
sobre la ofrenda; | como vaso de oro
finamente trabajado
10 Y enriquecido con piedras pre¬
ciosas;
11 Como el verde olivo cargado de
fruto, | como ciprés que se alz a hasta
las nubes, | cuando se ponía ^os or¬
namentos de su gloria, | y se vestía
con las ropas suntuosas;
12 Cuando subía al altar majes¬
tuoso, | y hacía resplandecer los
ámbitos del santuario;
13 Cuando recibía de sus hermanos
las porciones de la víctima | y estaba
en pie junto al fuego, | rodeado de
una corona de hijos, | como renuevos
de cedro en el monte Líbano,
14 Y como sauces le rodeaban | todos
los hijos de Arón en su majestad;
16 Que en sus manos tenían las
104 8
ECLESIÁSTICO, 51
ofrendas del Señor, | ante toda la
congregación de Israel, | hasta aca¬
bar el. servicio del altar | y acabar
el sacrificio al Altísimo.
16 Tendía su mano a la libación, | y
ofrecía la sangre de la vid;
17 Y derramaba al pie del altar la
sangre | de olor agradable al Sobe¬
rano Altísimo.
18 Tocaban entonces los hijos de
Arón | las trompetas de metal lami¬
nado, | y levantaban un fuerte so¬
nido, | para avisar que se hallaban
ante el Altísimo.
. 19 Entonces todo el pueblo a una
se apresuraba | a caer rostro a tierra, |
para adorar al Señor Altísimo, | al
Santo de Israel.
20 Y los cantores hacían oír su voz, |
y en el vasto templo resonaba la
dulce melodía;
21 Y clamaba todo el pueblo de la
tierra, | orando ante el Misericor¬
dioso, | hasta acabarse el servicio del
altar, | y terminar el culto prescrito.
22 Entonces Simón, bajando le¬
vantaba sus manos | sobre la congre¬
gación de los hijos de Israel, | para
dar con sus labios la bendición de par¬
te de Dios, | y gloriarse en su nombre.
23 Y de nuevo se postraban en
tierra | para recibir de él la bendición:
24 «Ahora bendecid al Señor, Dios
de Israel, | que hace maravillas en
toda la tierra; | que forma al hombre
en el seno materno, | y le hace según
su voluntad.
25 Concédanos él la sabiduría de
corazón | y haga reinar la paz en
nuestros días.
26 Que su misericordia permanezca
con Simón, | y mantenga firme el
pacto de Fines. | Que no sea roto el
pacto con él | ni con su descendencia
por los días del cielo.»
ICa/.ns odiosas.
27 Dos pueblos me son odiosos, ¡ y
el tercero que ni siquiera es pueblo:
28 Los que moran en la montaña
de Seir, y los filisteos, | y el pueblo
necio que habita en Siqueni.
Kpilojjo.
29 Doctrina sabia y sentencias pru
dentes | consignó en este libro | Aesús,
hijo de Slraj, de Jerusalén, | que
derramó la sabiduría de su corazón.
30 Dichoso el hombre que la me¬
dita; | el que la guarda en su cora¬
zón será sabio,
31 Pues el que así haga triunfará en
todo, | porque el temor del Señor es
su camino.
Oración de Jesús, hijo de Sirae.
"r j 1 Te doy gracias, Señor y rey
mío; | te alabaré, Dios de mi
salud,
2 Y confesaré tu nombre; | porque
has sido mi protector y mi socorro,
3 Y libraste mi cuerpo de la muerte ¡
y mi pie del poder del sepulcro. | Me
libraste de la maledicencia pública, I
del azote de la lengua calumniosa, |
y contra mis adversarios | fuiste mi
socorro.
4 Y me libraste según tu miseri¬
cordia, | del rechinamiento de los
preparados a devorarme,
6 Del poder de los que atentaban
contra mi vida; | de las muchas tri¬
bulaciones que me acosaban,
6 De la asfixia de las llamas que
me envolvían; | y en medio del fuego
no me quemé.
7 Del profundo seno del sepul¬
cro, | de la lengua malvada, de los
discursos embusteros, | de las saetas
de la lengua mentirosa.
8 Estuvo mi alma al borde de la
muerte,
0 Y mi vida próxima al profundo
. sepulcro.
10 Me volví a todas partes y no
hallaba ayuda; -| miré buscando so-
! corro humano, mas en vano;
11 Pero me acordé, Señor, de tu
misericordia, | de tu antigua conducta,
12 De que salvas a los que en ti
esperan | y los libras de todo mal;
13 Y alcé entonces mi voz, | y te ro-
guéa las mismas puertas del sepulcro.
14 Y clamé al Señor Altísimo: |
«Señor, tú eres mi padre, el campeón
de mi salud; | no me abandones en
el día de la tribulación, | en el día
de la ruina y de la devastación.
15 Alabaré continuamente tu nom¬
bre | y en mi acción de gracias te
cantaré.» | Entonces escuchó el Señor
mi oración
16 Y me salvó de la ruina | y me
sacó de todo mal.
17 Por esto te daré gracias y te
alabaré, | y bendeciré el nombre
del Señor:
ECLESIÁSTICO. 51
1049
Letanía.
Alabad al Señor, porque es bue¬
no, | porque es eterna su misericordia,
Alabad al Dios de las alabanzas,
porque es eterna su misericordia
Alabad al Señor, escudo de Israel,
porque es eterna su misericordia.
Alabad al Criador del universo,
porque es eterna su misericordia.
Alabad al libertador de Israel, |
porque es eterna su misericordia.
Alabad al que reúne los dispersos
de Israel, | porque es eterna su mi¬
sericordia.
Alabad al edificador de su ciudad y
su santuario, | porque es eterna su
misericordia.
Alabad al que hizo brotar el cuerno
de la casa de David, | porque es
eterna su misericordia.
Alabad al que eligió a los hijos de
Sadoc para el sacerdocio, | porque
es eterna su misericordia.
Alabad al escudo de Abraham, |
porque es eterna su misericordia.
Alabad a la roca de Isac, | porque
es eterna su misericordia.
Alabad al Fuerte de Jacob, | por¬
que es eterna su misericordia.
Alabad al que eligió a Sión, | por¬
que es eterna su misericordia.
Alabad al Rey de los reyes gran¬
des, | porque es eterna su miseri¬
cordia, | y exaltó el cuerno de su
pueblo, | para gloria de todos sus
fieles, | para los hijos de Israel, el
pueblo que a él se llega. | ¡Aleluya!
Celo del autor por la sabiduría.
18 Siendo yo joven y antes de
extraviarme, | me di a buscar since¬
ramente la sabiduría.
19 En mi oración la pedí, | y hasta
el fin la busqué,
20 Floreció, maduró como racimo, |
y se regocijó en ella mi corazón, | y
caminó mi pie por senda llana, | y des¬
de mi juventud ine abracé a la sabi¬
duría.
21 Apliqué a ella mi oído y la recibí,
22 Y hallé para mí mucha ciencia j
e hice en ella grandes progresos.
23 Me mostré reconocido al que
me enseñó la sabiduría. | Y me pro¬
puse obrar según ella; | me esforcé
por seguir el bien y no me avergon¬
zaré de ello.
25 Mi alma se aficionó a ella | y
nunca le volveré el rostro.
26 Extendí mis manos a ella | y la
hallé en toda su pureza.
27 Jamás por la eternidad me
apartaré de ella.
28 b Alcé mis manos, | y conocí sus
secretos.
28 a Desde el principio adquirí por
ella la inteligencia,
28 c Y poroso no la abandonaré jamás.
29 Mis entrañas se encendían con¬
templándola, | y por eso la adquirí
y la tuve por bella adquisición.
30 El Señor me dió en recompensa
el don de la palabra, | y con ella le
alabaré.
31 Acercaos a mí, los que carecéis de
instrucción, | y frecuentad mi escuela.
32 ¿Hasta cuándo habréis de care¬
cer de este bien, | y vuestras almas
han de tener sed?
33 Yo abro mi boca y hablo, | para
comunicaros de balde la sabiduría.
34 Inclinad a su yugo vuestro cue¬
llo, | y vuestra alma reciba la ins¬
trucción. | Cerca está de quien la
desea, | y el que se entrega a ella la
hallará.
35 Ved con vuestros ojos cuán poco
me he fatigado yo, | y hallé en ella
gran descanso.
36 Oíd mis instrucciones cuanto más
podáis, | y la adquiriréis sin oro ni
plata.
37 Alégrese de mi enseñanza vues¬
tra alma, | y no tendréis que aver¬
gonzaros al oír mi canto.
38 Haced vuestra obra a tiempo | y
en, su día el Señor os dará la recom¬
pensa.
NUEVO TESTAMENTO
INTRODUCCION
AL NUEVO TESTAMENTO
KL NUEVO TESTAMENTO, PLENITUD DEL ANTIGUO
1. La epístola a los Hebreos comienza dándonos en breves y lapidarias
palabras la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. «Habiendo Dios
hablado a nuestros padres en diversas maneras y muchas veces , por medio de los
profttaSy al fin , en nuestros días nos habló por su Hijo , a quien constituyó heredero
de todas las cosas f por quien hizo el mundo ; el cual , siendo el esplendor de su glo-
ria , e imagen de su esencia f y que con el poder de su palabra sostiene todas las
cosas , realizada la purificación de los pecados , está sentado a la diestra de Dios
en las alturas (Hebr. /, 1-3). En el Antiguo Testamento , Dios se sirvió de Ios-
profetas para instruir a su pueblo. Abraham, Moisés , David y Elias , Isaías , etc.y
reciben las comunicaciones divinas, y cada uno en su forma van enseñando al
pueblOy a fin de que le sirvan de norma en la vida que el Señor le tiene trazada
hacia Cristo , objeto supremo de sus esperanzas. Todos estos son , usando de una
palabra de San Pablo , como «ayos» que llevan de la mano a Israel hasta conducirlo
al Maestro suprcmOy de quien recibirán la plenitud de la revelación (Gal. III , 24).
A El, Unigénito del Padre , esplendor de su gloria e imagen de su esencia y por
quien hizo todas las cosas y le estaba reservada la obra de la restauración de las mis-
maSy destruyendo el pecado y la muerte y volviendo las cosas a aquel estado en
que al principio habían sido creadas y hasta entregar después al Padre los poderes
recibidos y que sea Dios todo en todas las cosas (I Cor. XV , 28).
LA PREPARACION DEL MUNDO ANTIGUO EN LOS
PUEBLOS GENTILES
2. Asíy el Nuevo Testamento es la plnitud, el cumplimiento del Antiguo ,
como éste fué la preparación de aquél. Mas la preparación para la realización
de misterios tan sublimes debía por necesidad de ser larga y trabaj sa, ni podía
limitarse a un solo pueblo; debía extenderse a todos: que no se trataba sólo de la
salud de Israely sino de la del género humano. Y para esta preparación era ante
todo preciso que el hombre, caído en el pecado por la soberbia, se convenciese por
propia experiencia de su incapacidad para levantarse de su postración, para
alcanzar la verdad y la vida, para lograr aquella perfección y dicha a que aspiraba
cuando deseó ser como Dios (Gén. 3 f 5). San Pablo llama a estos tiempos siglos
de ignorancia y en los cuales Dios , Padre providente , no dejó de acudir a sus hijos
para que siquiera a tientas le buscasen y se dispusiesen a recibir a Aquel por
1054
NUEVO TESTAMENTO
quien tendrían la resurrección y la inda (In. 11. 2o). De esta preparación corres¬
ponde a Israel la parte principal, y por ello fué de Dios escogido como pueblo
peculiar suyo, dándole la ley y las promesas; pero también tocaba su parte a los
demás pueblos de la tierra, llamados asimismo a gozar de la gracia del Mesías,
pues también son ellos criaturas de Dios (Ex. 19. 5).
Estos pueblos se nos presentan al principio de la Historia aislados, con
sus dioses propios y su culto, sus reyes } su territorio bien limitado , viviendo
siempre con gran recelo de sus vecinos, y las relaciones de unos con otros son más
que nada guerras. Entre estos pueblos hubo quienes se aventajaron en poder y en
ambición de dominar. De aquí nacieron los grandes imperios orientales, que poco
a poco fueron borrando las fronteras y preparando la unidad del mundo antiguo.
Primero el asirio, al cual sucede el babilónico, y a éste el persa. La Biblia conoce
la extensión de este imperio sobre ciento veintisiete provincias, que van desde la
India hasta Etiopía. Otro imperio aparece en Occidente, el macedonio, que
después de absorber las pequeñas repúblicas griegas, se adueña del imperio
persa, con la aspiración de juntar en uno el Oriente y el Occidente y formar con
ambos una grande unidad política informada por la cultura helénica. El ideal
de Alejandro no fué realizado por él ni por sus sucesores; pero todavía se realizó
en buena parte.
Viene } por fin, de las regiones occidentales la fuerza de Roma, que des¬
pués de haber sometido a su imperio los pueblos del extremo occidental de Euro¬
pa y del Norte de Africa, se vuelve hacia el Oriente c incorpora a sus dominios
una gran parte del imperio de Alejandro. De esta suerte quedó constituida una
gran unidad política, que se extendía desde el Eufrates hasta el Océano y desde
el Rin y el Danubio hasta la cordillera del Atlas. Todas estas provineias obede¬
cen ahora a una sola autoridad, habiendo desaparecido las fronteras que antes
las dividtan, y permitiendo a los súbditos de tan vasto imperio recorrer sin estor¬
bo alguno todas las vastas provincias en que mantenían <1 orden las legiones
romanas.
3. Pero no es sólo la unidad política lo que Roma impone, sino también la
unidad cultural. Por encima de la cultura peculiar de cada pueblo y de la que
imponía la dominación romana, se extendía la cultura helénica, la lengua, la
literatura } el arte, la filosofía creada por los griegos, que Alejandro y sus suceso¬
res extendieran por el Oriente, y que las colonias griegas y luego el mismo imperio
romano, vasallo en lo cultural de los griegos, difundieron por las provineias occi¬
dentales, viniendo a constituir otro principio de unidad más fuerte que el primero.
Una parte del helenismo era la religión. Cada pueblo tenía sus dioses; pero
todos sintieron el atractivo del arte y de la mitología griegos, dejándose influir
por ellos, si bien compensándose de este homenaje con la influencia que ellos
mismos ejercieron sobre la religión helénica. Con esto los subditos del imperio
romano salieron de la estrechez de sus concepciones culturales y religiosas que
antes tenían, para adquirir otras más amplias, si no más verdaderas, pero si un
tanto depuradas por la filosofía, y que por su universalidad los preparaba a con¬
cebir una divinidad traseemhnte sobre todos los pueblos y provincias.
EN EL PUEBLO DE ISRAEL
4. Israel había sido llevado cautivo por los asirios a fines del siglo VIII.
Judá, que vivió casi todo el siglo VII sometido al imperio de Nínivc, pasó luego
bajo el dominio de los imperios que se vinieron sucediendo en Oriente hasta la
era cristiana. El Señor, que con tan preciosos bienes había enriquecido a Israel,
NUEVO TESTAMENTO
1055
no quiso otorgarle la perpetuidad de la soberanía política. Los caldeos , que a los
asirios sucedieron , castigaron duramente con el destierro de Judá los anhelos
que éste tenia de independencia. Luego pasaron a formar parte del imperio persa ,
más tarde del macedonio, después del sirio o egipcio , según que la suerte de las
armas favorevla a uno u otro de estos reinos, siempre en lucha. Los locos em¬
peños de introducir en Judea el helenismo dieron lugar a la sublevación macabca y
que terminó en la independencia de la nación bajo los principes de esta heroica
familia y que fundaron en Judea la dinastía asmonea. Pero los hijos de aquellos
valientes y que siempre unidos hablan conquistado la libertad de su patna y no
supieron seguir el ejemplo de sus mayores, antes se dejaron llevar del espíritu de
discordia y dando lugar a que Roma se creyera autorizada a intervenir en los
negocios de Judea para imponer la paz (63 a. de C.).
Los principes asmoneos no aprendieron la lección y dieron lugar a
que un personaje idumeo de grandes ambiciones y halagando a los caudillos de la
guerra civil romana y Marco Antonio y Octavio Augusto y llegara a ceñirse la
corona de Judea y establecer en Jerusalén la dinastía herodiana bajo la alta sobe¬
ranía de Roma (37 a. de C.). Herodes y llamado el Grande, que lo fue por sus cons¬
trucciones y también por sus crímenes y receloso y como suelen serlo todos los tiranos y
cometió innumerables crímenes contra los elementos influyentes de la nación y
contra sus hermanos y esposas y hasta contra sus hijos. Por otra parte y quiso
atraerse los corazones del pueblo embelleciendo a Jerusalén con grandes monu¬
mentos y y sobre todo y con la restauración del templo y del que hizo una verdadera
maravilla, gloria de los creyentes de Israel. A su muerte y acaecida poco después
del nacimiento del Salvador y le sucedieron tres de sus hijos eon el título de tetrar-
cas. En Judea y Samaria y Arquelao; en Galilea y Perea y Herodes Antipas, y en
la Traconítide y Filipo. El primcro y al cabo de ocho años de reinado, fué destituido
por Augusto, que puso en su lugar un procurador romano (6 d. de C.). Tal era
el estado político de Israel al aparecer Jesucristo.
ó. En el aspecto religioso se destaca la Judea con la ciudad santa de Jeru¬
salén y su temph y centro de la vida religiosa de todo Israel. En toda la región
imperaba el culto de Dios y excluidos totalmente los cultos gentilicos. La clase sacer¬
dotal tenía su principal asiento en Jerusalén, donde se hallaban también los
doctores más insignes de la ley y las escuelas más concurridas. Abundaban las
sinagogas, fundadas muchas de ellas por las colonias de la dispersión, que en ellas
tenían como su hogar cuando venían a Jerusalén en peregrirfación. Por encima
de la Judea está Samaría, perpetuo escándalo para los judíos. A causa de su
origen gentílico y de su religión, mezcla de gentilismo y mosaísmo, los samarita-
nos eran aborrecidos de los judíos, que recibían de aquéllos el mismo pago. Un
punto de su contienda tenía por objeto el lugar legítimo del culto, que los judíos
ponían en Jerusalén, mientras que los samaritanos sostenían ser el monte Garizin.
Los peregrinos del Norte de Palestina, cuando iban a Jerusalén, rehuían pasar
por Samaría, situada en medio de la Palestina, prefiriendo hacer un rodeo por
el valle del Jordán o por la región transjordánica hasta Jericó.
La Galilea , que se halla al norte de Samaría, era región montañosa, pero rica.
Sus habitantes eran trabajadores, nobles, aunque rudos , religiosos, aunque por
su mayor contacto con los gentiles, menos escrupulosos que los judíos. El centro
de la región venía a ser el lago de Genesaret, de 20 kilómetros de largo y 10 de
aneho y rico en pescados, y a cuyas orillas se hallan Tiberíades y Cafarnaún,
Magiala, Betsaida, Corozain. De las regiones situadas al este del Jordán, se ha¬
llaban la Traconítide al Norte y la Perea al Sur y regiones ricas también, sobre todo
por sus pastos. La población era mezclada, abundando los gentiles acaso más que
los judíos.
Todas estas regiones, sin excluir la Samaría, vivían en la ansiosa expecta¬
ción del reino de Dios y del Mesías. Y este estado de ánimo daba lugar a <¡ue de
1056
NUEVO TESTAMENTO
vez en cuando se levantasen algunos fanáticos , que se apellidaban mesías, y que
siempre tenían quienes los siguiesen. Pero el Mesías y el reino de Dios no lo
concebían todos igualmente. La variedad de imágenes con que los profetas nes
describen al Mesías y su reino era la causa de que formasen ideas muy distintas
los que se adherían a la letra del texto sagrado. Sobre todo hacían en ellos impresión
los vaticinios que hablan del futuro y glorioso remo de David o de su vástago el
Mesías. Avivaba más estas ideas el ver ocupado el país por los romanos , que,
como dominadores y gentiles, eran de ordinario aborrecidos del pueblo. Por lo
contrario, aquellos vaticinios de carácter más espiritual, como eran los del Siervo
paciente del Señor, y los que hablaban de la renovación moral y de la efusión del
espíritu de Dios, eran peor entendidos , como no fuera por algunas almas escogi¬
das, tales como Zacarías y Simeón, en quienes el Espíritu Santo moraba de asiento.
0. Dominaban en Israel dos sectas principales, la de los fariseos y la de
los saduceos, que venían a ser los directores espirituales de la nación. La primera
era la que tenía más influencia en el pueblo. Se distinguía por su severidad en la
interpretación y en la práctica de la ley, aunque la interpretación fuera excesiva¬
mente material y la práctica puramente externa. Con esta práctica externa de la
ley pretendían alcanzar la justicia; pero una justicia tambiéjn externa, no según
Dios, sino según su propia conciencia y el parecer de los hombres. Cuán arraigada
estuviera en ellos esta idea se echa de ver en la parábola del publicano y el fariseo,
y en el empeño que pone San Pabló en combatir la justicia de las obras, opuesta
a la justicia de la fe, que nos confiere el Espíritu Santo. El Apóstol, que había
pertenecido a la secta, conocía sus ideas y cuán lejos estaban de aquellos altos
principios morales que se hallan en la ley. Con ésta admitían las tradiciones,
en las cuales se apoyaban para interpretarla y completarla. El Salvador reprende
en ellos la falta de sentido moral, la avaricia y la ostentación, la vanagloria y la
hipocresía (Mt. 23). Hasta dónde llegasen estos vicios nos lo muestran las re¬
criminaciones que dirigían a Jesús porque milagrosamente curaba en sábado a
los enfermos.
Por otra partc y los fariseos esperaban el reino de Dios y el reino del Mcsfas y
que impondría al mundo el imperio de la ley mosaica y la hegemonía de Israel.
Admitían el juicio final y la resurrección de los muertos. Aunque muy celosos
de los privilegios de Isra l, todavía sabían acomodarse a las circunstancias y
vivir en paz con los romanos.
Los saduecos formaban la aristocracia y el partido sacerdotal aunque no
faltasen entre los sacerdotes adictos al fariseísmo. Su interpretación y y sobre todo
la práctica de la lcy y era más libre. La severidad la reservaban para las sancio-
nis penales. Se mezclaban mucho con los gentiles y se mostraban muy compla¬
cientes con los romanos dominadorcs y con tal de poder disfrutar de los altos cargos
de la nación. Esto lis quitaba la popularidad de que gozaban los fariesos. Cuanto
a sus doctrinas, admitían la ley, pero rechazaban las tradiciones; negaban la
providencia, la resurrección y la existencia de los espíritus.
Por los Evangelios conocemos, además de los fariseos y saduecos, a los escri¬
bas. La palabra significa el que escribe, o il que sabe escribir. En los tiempos
antiguos se aplicaba a los secretarios y otros funcionarios públicos. Más tarde
se aplicó a los que copiaban y estudiaban la ley; luego vino a ser sinónimo de
doctor de la ley. Era un oficio importante en Israel, y la mayoria de ellos era
adicta al fariseísmo .
7. La Palestina con Jerusalén, y el templo como centro de ella , no era sino
el hogar nacional, porque la inmensa mayoría de la nación se hallaba dispersa
por todas las provincias del imperio romano y aun fuera de las fronteras de éste.
Las deportaciones, ejecutadas por los asirios primero y luego por los caldeos,
acuitaron a las ¡irovincias orientales a muchos hijos de Israel, de los cuales sólo
una pequeña porción volvió a la patria al promulgar Ciro el edicto de líber-
NUEVO TESTAMENTO
1057
tad (539). En los siglos posteriores otros más abandonaron la Palestina , unas
veces forzados , como prisioneros de guerra; otras espontáneamente , buscando
mejores condiciones de vida. Los que de éstos perdieron su fe religiosa y nacional ,
quedaron como el agua de un arroyo que en el mar desemboca , diluidos entre la
masa de los gentiles; pero la mayoría , que se mantuvo fiel a la fe de sus padres ,
formaron colonias, con frecuencia ricas por el comercio y que lograron de los pode¬
res públicos el reconocimiento de su nacionalidad y el respeto de su religión. Todas
las grandes ciudades del imperio tenían colonias numerosas, y todas las vías de
tierra y mar eran recorridas por los judíos, que desde entonces adquirieron el espí¬
ritu comercial que hoy tanto los distingue. La fe religiosa y la ley y que los sepa¬
raba de los gentiles, los unía entre siy y era la sinagoga el centro de cada colonia.
8. Otro detalle importante tenemos que consignar: su proselitismo, que
Jesús mismo consigna en el Evangelio. Sentían los hijos de Israel gran afán
por incorporar a su pueblo multitud de gentiles, aunque no fuera una incorpora¬
ción plena que igualase a los prosélitos con los israelitas; pero aquéllos renun¬
ciaban al gentilismOy reconocían y adoraban al Dios de Israel y creador del cielo
y de la tierra, y guardaban los preceptos fundamentales de la ley. Sólo por la
circuncisión podían adquirir pleno derecho de ciudadanía en Israel (Ex. 12 y
48 8S.); pero los griegos sentían repugnancia hacia este rito. Cuánta influencia
tuvo este proselitismo en la propagación del Evangelio comenzamos a notarlo
en la misma historia evangélica. El centurión, cuya fe tanto alaba el Salvador y
era, sin duda, un prosélito, rico y generoso además, que habla levantado a sus
expensas la sinagoga de Cafarnaún. Otro tanto hemos de decir del centurión
Cornelioy a quien San Pedro admitió en la Iglesia. Pues San Pablo, que buscaba
siempre las grandes ciudades, se dirigió siempre a la sinagoga, donde estaba
seguro de hallar a los de su nación, a quienes se creía obligado a anunciar el reino
de Dios, y con ellos a muchos prosélitos. Estos, con más agrado que los judíos,
escuchaban la palabra de Dios y venían a formar los primeros sillares con que
levantar el edificio de cada iglesia. De esta suerte, Israel venia a completar aquella
preparación de los pueblos gentiles de que antes hablamos y cooperaba, sin darse
de ello cuenta, a la dif usión del Evangelio.
COMO EL EVANGELIO REALIZA LAS PROMESAS MESIANIOAS
9. Por fin aparece en la tierra el Mesías, por quien tan ardientemente sus¬
piraba Israel. Cuál fué el recibimiento que le hicieron bien sabido es de todos.
Sólo algunas almas humildes y llenas del espíritu de Dios recibieron la gracia
de reconocer al Cristo del Señor; los demás, esperando un rey glorioso, que debía
aparecer envuelto en la majestad de Dios, quedaron por entonces privados de
aquella gracia. Cuando le llegó la hora de manifestarse al mundo, comienza Jesús
insistiendo en el terna de su Precursor: «Haced penitencia, porque se acerca el
reino de los cielos .» El reino de Dios era la síntesis de los vaticinios proféticos y
de las esperanzas de Israel.
Pero ¿cómo entendía Jesús ese reino? No hallamos en el Evangelio una
definición de lo que El entendía 'por reino de Dios; pero su modo de presen¬
tarse era ya un argumento claro de que su concepción no se ajustaba a
la que corría entre los doctores de Israel. Por de pronto estaba muy lejos
de enseñar que para tener parte en él bastara pertenecer a la raza de Abraham
y estar circuncidado. La explicación más clara de Jesús está en las bienaventu¬
ranzas. En ellas se promete el reino de los cielos a los pobres de espíritu, a los
mansos, a los que sienten hambre y sed de justicia, a los que lloran las miserias
67
1058
, NUEVO TESTAMENTO
y los pecados del mundo, a los misericordiosos, a los de corazón limpio, a los pací¬
ficos, a los que padecen persecución por la justicia (Alt. 5, 1 ss.). Al contrario, se
amenaza a los ricos, a los que ríen, a los que viven en la hartura, a los que son
bendecidos del mundo (Le. 6, 24 ss.). Todo esto tiene algún parecida con el conte¬
nido de algunos salmos, en que se nos presenta a los justos humillados y abatidos
por los impíos, pero salvados y bendecidos por Dios. Asi declaraba Jesús la natu¬
raleza del reino de Dios, y con esto su dignidad de Rey-Mesias e Hijo de David.
Las parábolas vienen a completar estas enseñanzas del sermón de la Montaña.
10. Los doctores oían esta doctrina, y, no alcanzando su sentido, se pregun¬
taban cuál seria la actitud de Jesús ante la ley. Contestando a sus tácitas pre¬
guntas, les responde Jesús: «No he venido a abrogar la ley y los profetas, sino
a cumplirlos .» Ya hemos indicado cuán esclavos de la letra eran los doctores
de la ley en la interpretación de ésta. Jesús, a través de la letra, busca la inten¬
ción del legislador divino, como ya antes habían empezado a hacer los profetas,
guiados del espíritu de Dios. «Habéis oído lo que fué dicho a vuestros padres: No
matarás; el que matare será reo de pena capital. Mas yo os digo que quien se irrita
contra su hermano será reo de la misma sentencia, e igualmente el que le insultare
llamándole tonto o necio.» Todo mal sentir contra el prójimo queda incluido en la
prohibición de la ley y sancionado con el fuego eterno. «Oísteis lo que fué dicho
a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que quien mire a una
mujer con mal deseo, ya es adúltero en su corazón. Habéis oído lo que fué dicho
a los antiguos: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Mas
yo os digo que no juréis en modo alguno. Sean vuestras palabras: sí, sí, y no, no.
Lo que pasa de ahí procede del mal. Finalmente, habéis oído: Amarás a tu pró¬
jimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos,
haced bien a los que os aborrecen; orad por los que os persiguen y calumnian, para
que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre buenos y
malos, y manda su lluvia sobre justos e injustos. Sed perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto » (Alt. 5, 21 ss.). Tal es la interpretación que Jesús
opone a los directores espirituales del pueblo judío. Para El son esos preceptos
expresión de la voluntad del Padre celestial, de su justicia, de su santidad, de su
amor paternal hacia los hombres, y a la luz de tales atributos interpreta los man¬
damientos de la ley mosaica. Las normas jurídicas externas, eomo las juzgaban
los doctores de Israel, Jesús las declara normas concretas de aquel amor de
Dios sobre todas las cosas y del prójimo como a uno mismo, en que se resumen
la ley y los profetas. Principio sublime, inspirador de las más grandes abnega¬
ciones de los santos.
11. En este mismo principio se inspira la interpretación de los demás pre¬
ceptos religiosos, a los que la ley daba grande importancia, y que los doctores
de Israel lutbían falseado con sus interpretaciones. Particularmente el precepto
sabático y la ley de la limpieza habían venido a convertirse en una carga insopor¬
table para todo israelita que tomara a pecho la exacta observancia de la ley. A
ellos convenía la sentencia contenida en aquella invitación de Jesús: « Venid a mí
todos los que estáis fatigados y cargados, que yo os aliviaré » (Alt. 11, 2S ). El
sábado era para los doctores un día por naturaleza santo, contra el cual ningún
precepto de caridad prevalecía. Las normas que de este principio se derivaban
eran a manera de aros de hierro, que sujetaban la conciencia y la vida toda del
pueblo. Jesús hubo de sostener fieros combates contra las pretensiones de los escri¬
bas. Prueba de ello es aquella cuestión que una vez les propuso: «¿Es lícito en día
de sábado hacer bien, más bien que mal; salvar un alma, más bien que dejarla
perecer?» (Alt. 12, 4). Esta sola pregunta basta para poner de manifiesto la falta
de sentido moral de aquellos que la motivaban. Y todavía se pone esto más de relieve
cuando se oye a Jesús echarles en cara que, mientras condenaban la curación
milagrosa de los enfermos en día de sábado, se autorizaban a sí mismos para
NUEVO TESTAMENTO
1059
sacar una bestia que hubiera caído en un pozo. De ahí la conclusión del Salvador;
«Luego es lícito hacer bien en día de sábado » (Mt. 12 y 12). Oran maravilla es
que tal conclusión necesite ser demostrada a hombres que se tenían por sabios
y hacían profesión de santidad Muy otro era el principio exegético de Jesucristo
enunciado en aquella sentencia: «No fué creado el hombre por el sábado , sino y al
contrario , el sábado fué establecido por amor del hombre » (Me. 2, 27). Los doc¬
tores podían leer bien claro este pensamiento en el Deuteronomio (5, 14 s.).
Igual principio sigue en la interpretación de los preceptos tocantes a la pureza
legaly en cuya observancia los doctores ponían gran parte de su justicia: no
comer y ni aun tocar cosa impura: lavarse las manos y el cuerpo y y esto con fre-
cuenciaypara alejar de sícualquier mancha que pudieran haber contraído , purificar
los vasos y los platos y los asientos y hasta los lechos de su casa. El juicio de Jesús
sobre la conducta de sus contradictores es aquí más severo. Es que encontraba la
doctrina de ellos más alejada de la verdad de Dios. Cuando los fariseos reprendían
a los discípulos de no guardar las tradiciones de los antiguos } no lavándose las
manos antes de comer , les replicaba: «F vosotros, ¿por qué traspasáis los precep¬
tos de Dios por amor de vuestras tradiciones?» Y luego y dirigiéndose a la muche-
dumbre f les decía: «No es lo que entra por la boca lo que mancha al hombre y sino
lo que sale por la boca.» Y explicando luego su pensamiento a los discípulosy que
no habían acabado de entenderle } les decía: «¿No comprendéis que todo lo que de
fuera entra por la boca va al vientre y es luego despedido: mas lo que sale del
corazón } eso sí que mancha al hombre? Porque del corazón proceden los pensa¬
mientos maloSy los homicidios } los adulterios } las fornicaciones , los hurtos f los
falsos testimonios , las blasfemias. Esto sí que mancha al hombre y no el comer con
las manos menos limpias » (Mt. 15 f 1-20; Me. 7 } 1-23).
12. Qué juicio formaba Jesús de los sacrificios y ofrendas y que son los prin¬
cipales actos de la religión y nos lo dicen los dos textos siguientes: «Si al presentar
una ofrenda recordares que tu hermano tiene alguna cosa contra ti y deja tu ofrenda
ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano y y luego vuelve a hacer
tu ofrenda » (Mt. 5, 25 8.). Jesús no reprueba las ofrendasy pero les antepone la
caridad y la paz con el prójimo. Y en esto no es más que el continuador de los pro¬
fetas y del salmista } que decía: «El sacrificio grato a Dios es el corazón contrito »
(Sal. 51 y 19). Tampoco quiere que por los sacrificios se eche en olvido la piedad
hacia los padreSy y de ello arguye duramente a los escribaSy llamándoles hipócritas
y aplicándoles el texto de Isaías (29 , 13): «Este pueblo me honra con los labios y
pero su corazón está lejos de mí » (Mt. 15 , 4).
PerOy sobre todo } nos revela la mente de Jesús acerca de estos actos del culto
el episodio referido por San Lucas (21 y 1 ss.): «Miraba el Maestro cómo los pere¬
grinos ricos echaban sus ofrendas en el tesoro del templo. Entre ellos confundiday
se acerca una pobre viuda , que echó unos céntimos. Jesús llama la atención de los
discípulos y diciéndoles: «Esta viuda ha echado más que todos los otros y porque
éstos hacen ofrenda de lo que les sobra , mientras que ésta ha dado lo que le era
necesario para vivir.» Según esto f no es el don material lo que cuenta ante Dios }
sino la devoción con que se ofrece.
De esta suerte interpretaba Jesús la ley mosaica , dando remate a la obra
empezada por los profetas. Y en su interpretación llega a veces a declarar opuesta
a las intenciones del supremo Legislador ciertas concesiones o indulgencias
hechas posteriormente al pueblo } a causa de su indocilidad para seguir el camino
recto de la justicia. Tal es el caso del repudioy que Jesús declara contrario a la
primera institución divina del matrimonio. Con esto la ley mosaica adquiere un
valor espiritualista y y } reducida a estos principios universalesy se hace adaptable
a todos los pueblos.
13. Es también muy de notar la interpretación de Jesús sobre aquella parte
tan notable de preceptos que tocan a la vida política y social del pueblo israelita.
1060
NUEVO TESTAMENTO
Precisamente fueron éstos los que contribuyeron más poderosamente a exaltar
el nacionalismo del pueblo judio. Jesús se desliga de ellos, considerándolos como
un lastre demasiado pesado para elevar las almas a Dios. En su conducta perso¬
nall, se atiene a las leyes establecidas, y nadie pudo nunca acusarle con razón de
rebelde a la ley y perturbador del orden. Cuando le piden su intervención en
algún pleito, se excusa declarándose incompetente (Le. 12, 14). Los doctores,
queriendo tenderle un lazo, le proponen aquella cuestión torturadora de muchas
conciencias israelitas: ¿Es lícito pagar tributo al César o no es lícito? Negarlo
sería ponerse enfrente de la autoridad romana. Afirmarlo equivalía a negar el
privilegio del pueblo israelita de ser el pueblo de Dios, y los derechos del Señor
como Rey soberano de Israel. Jesús se da cuenta de las intenciones de los que le
preguntan, y les responde con una severidad bien merecida: «¿Por qué me tentáis,
hipócritas? Mostradme una moneda. ¿Cuya es esa imagen y esa inscripción?»
«Del César*, le contestan. «Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que
es de Dios » (Mt. 22, 15 ss.). Con esto viene a desligar los deberes para con Dios
de los deberes para con los poderes humanos. Separación relativa, claro está, ya
que Jesús no desconoce que también estos poderes vienen de Dios y deben ser
ejercidos según la voluntad del Padre celestial. Pero esta distinción basta para
eximir la vida religiosa de los poderes humanos y librarla de las pasiones y con¬
tiendas en que suele desarrollarse la vida política de los pueblos.
14. Toda esta doctrina moral tiene en el Evangelio un origen muy alto,
tan alto como el concepto que Jesús tenia de Dios. Lo primero que notamos en los
Evangelios es que Dios no pierde en los labios de Jesús ninguno de los atributos
que le reconoce el Antiguo Testamento. Es el creador del ciclo y de la tierra, es el
conservador y proveedor de todos los seres, el que «ab acterno » señala a caja ser su
destino, el bueno, el misericordioso, el omnisciente. Pero Jesús nos descubre una
co)idición de Dios que los profetas no habían hecho más que apuntar: Dios es el
Padre celestial de cada uno de los fieles, y bajo este nombre quiere que le invo¬
quemos, que le pidamos, que en El pongamos toda nuestra confianza. Sobre todo,
7 io 8 descubre su misericordia hacia los pecadores, cosa que los doctores de Israel
tenían muy olvidada, no obstante lo mucho que la pregonan los profetas y los
sablistas. El Padre en todo perfecto, ha de ser el modelo que heñios de iynitar: la
voluntad justa, santa y misericordiosa del Padre debe ser la norma perpetua de
nuestra conducta. Y Jesús se muestra en toda su vida el perfecto ejemplar de
cuanto inculcaba a los otros.
15. Pero hablando así de Dios, nuestro Padre, muestra sentirse unido a El
con especialee vínculos. En el trato con sus discípulos di se siempre «vuestro
Padre*; mas hablando de sí mismo nunca tiene otro lenguaje sino «mi Padre*.
Dios es siempre Padre, pero no lo es de igual modo para Jesús que para nosotros.
Las relaciones con el Padre son tan íntimas, que pudo decir en un desahogo de su
corazón con el Padre: «Yo te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pcqtie-
ñuelo8. Bien está, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito .» Y luego añade: «Todo
me ha sido dado por mi Padre. Y iiadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni
quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelarlo » (Le. 10,
21 8.). Admirables sentencias, que nos ponen en las ynanos la llave para abrimos
la inteligencia del prólogo de San Juan, de los misteriosos discursos de Jesús, que
el discípulo amado recogió en su evangelio, y la de las profundas intuiciones
sobre el misterio de Jesús y de su ?nisiÓ7i salvadora, que el inismo SanJuati y Sayi
Pablo nos han dejado consignadas en sus inspirados escritos.
16. Esta universal paternidad divina abre ho7'izo7ites universales al estable -
cimiento de su reino entre los hombres, cual vislumbraban ya los profetas. El
reino de Dios que establece Jesús no admite fronteras, ni geográficas, ni etnoló¬
gicas, ni temporales.
NUEVO TESTAMENTO
106 1
Y al lado de la universalidad del remo de Dios, aparece en todo el Suevo
Testamento su organización interna de forma social, correspondiente a la natu¬
raleza social del hombre. Desde los primeros momentos, Jesús traza las lineas
de esta organización y prepara a los que han de constituir su piedra f undamental
y ser testigos de la vida y doctrina dtl Maestro, y portadores de la gracia que
transforma a los hombres y los hace hijos de Dios mediante el Bautismo y otros
signos externos que llamamos Sacramentos. Son sus Apóstoles, o sea sus envia¬
dos, como El es el enviado del Padre. Y Pedro recibe la prelacia sobre los mismos.
Apenas hay libro en el Nuevo Testamento en que no se hallen claras las lineas
esenciales de esta jerarquizado n, que en los Hechos de Apóstoles y en las Epístolas
aparece transmitiéndose a los obispos, como sucesores de los Apóstoles, de los
cuales reciben, con la imposición de manos, la misión de continuar la obra que
Jesús les encomendara.
17. No se reduce a esto solo la revelación de Jesús sobre el misterio del reino
de Dios. Hablando con los discípulos, les decía: «Si vuestra justicia no fuere
mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los ciclos » (Mt. 5,
20). ¿Qué justicia es esta de que habla Jesús? Entendemos que, desde luego, ha
de tener por normas las que Jesús señala, bien distintas de las que seguían los doc¬
tores y los fariseos. ¿Pero cómo adquirirla? ¿Bastarían los propios esfuerzos?
En el Antiguo Testamento se habla con frecuencia del Espíritu de Dios, que,
infundido en el hombre, le trae la vida, la inteligencia, la santidad, la gracia de
Dios. Por esto rogaba el salmista: «No me rechaces lejos de tu rostro, ni retires
de mí tu Espíritu Santo » (Sal. 51, 13). Pues la efusión de ese Espíritu es lo que
los profetas señalan como característica de los tiempos m es ¿únicos. Esta es la
alianza nueva que, según Jeremías, el Señor hará con Israel, imprimiendo su
ley en sus corazones para que todos le conozcan y amen (Jer. 31, 31-34).
Lo mismo dice Ezequiel, prometiendo que Dios borrará todas las iniquidades
de su pueblo y les infundirá un espíritu nuevo, dándoles, en vez del corazón de
piedra, un corazón de carne para que guarden sus mandamientos y ellos serán
su pueblo y El será su Dios (Ez. 11, 18-20). Según sc'cuenta en el libro de los
Números (11, 26 ss.), alguien, que quiso mostrarse celoso del honor de Moisés,
le fué a decir que dos de los designados por jueces del pueblo y auxiliares suyos,
estaban profetizando. A lo cual respondió el caudillo: «¡Quién me diera que todo
el pueblo profetizase y Dios le diese su Espíritu /» Pues esto que Moisés deseaba
lo anuncia Jocl para los tiempos mesiánicos , en que Dios «derramará su Espíritu
sobre toda carne » y todos profetizarán (2, 28). Esta promesa, según testimonio
de San Pedro, se cumplió el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descen¬
dió sobre los discípulos, que constituían la Iglesia, para no apartarse jamás de
ella. El mismo apóstol decía a los oyentes que le pedían consejo sobre lo que debían
hacer: «Haced penitencia, bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión
de vuestros pecados y recibiréis el Espíritu Santo » (Act. 2 , 38). Esta es la gran
promesa que Jesús nos hace en el Evangelio, el don que al volver al Padre pedirá
para nosotros, el que morando en nuestras almas las purifica, les infunde los sen¬
timientos de los hijos de Dios , nos hace vivir como tales y después de la muerte
nos volverá el cuerpo glorioso, a semejanza del de Jesucristo. Este Espíritu , que
procede del Padre, y por eso se llama Espíritu de Dios, se dice también Espíritu
de Jesús, que lo da a quien quiere . Y aquí se nos declaran dos misterios, el de
nuestra santificación, que es obra del Espíritu Santo, y el de Ja vida íntima de
Dios, resumido en el misterio de la Trinidad.
Tales son, en lineas generales, las enseñanzas del Nuevo Testamento, con que
el Antiguo se completa, consumando su revelación y realizando sus promesas.
Lo que el Señor nos enseña en los cuatro evangelios nos lo declaran ampliamente
los Apóstoles en sus cartas , y la historia de los Actos nos lo muestra actualizado
en fas comienzos de la historia de la Iglesia.
EL TEMPLO EN LOS DIAS DE CRISTO N. S.
Torre Antonia.—2. Foso.—3. Atrio de los gentiles.—4. Cerca.—
Gazophilakyon.—G. Naos.—7. Atrio de los sacerdotes.—8. Altar.—
Atrio de Israel.—10. Puerta de Nicanor.—11. Patio dejas mujeres.—
Pórtico corintio.—13. Dryfaktos.—14. Gazophilakyon.—15. Atrio
exterior de los gentiles.—16. Pórtico de Salomón.-l7 Puente a a Ciu¬
dad Alta.—18. Pórtico Real.—19. Pórtico doble.—20. Pórtico triple.
21. Codos.—22. Puente.
I.
5.
9.
12 .
INTRODUCCION GENERAL A LOS EVANGELIOS
T OS CUATRO EVANGELIOS.—El profeta Ezequiel , en el comienzo de sus
vaticinios, nos describe la gloria de Dios con la imagen de una nube de
fuego, que se mueve tirada por una cuadriga compuesta de\uatro seres misteriosos
y raros. Tiene cada uno cuatro aspectos: de hombre, de león, de toro y de águila.
El espíritu de Dios los impulsa y los lleva a donde quiere.
La tradición patrística ha querido ver en estos animales los símbolos de
los cuatro evangelios, que difunden el nombre glorioso de Jesucristo por toda
la tierra; y Rafael, en un maravilloso cuadro, ha dado forma plástica a esta
imagen, representándonos a Jesucristo en medio de una nube arrastrada por
los cuatro seres misteriosos, el hombre, el león, el toro y el águila. Han sido
también los artistas los que han venido a fijar la tradición exegética de los
Padre8 y atribuyendo a San Mateo el hombre y el león a San Marcos, el toro a
San Lucas y el águila a San Juan, aunque no deja de haber en esto alguna
diversidad.
Inspirándose asimismo en la Escritura, los artistas cristianos suelen re¬
presentarnos al Cordero de Dios sobre un montículo y de donde brotan cuatro
raudales de agua pura como el cristal, y en los cuales vienen a saciar su sed
las inansas ovejas. Imagen viva de los cuatro evangelios, que brotan de los
labios del divino Maestro para saciar a las almas que vienen a El en busca
de la verdad y la vida. Efectivamente, por ellos la palabra de Jesús resuena
en los oídos de todas las generaciones hasta el fin de los siglos. Y estas mismas
generaciones repiten de continuo las palabras de San Pedro: «Señor, ¿adonde
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna
SU ORIGEN LITERARIO.—Como palabras de vida las recogieron en sus
corazones los primeros discípulos del Salvador, y alentados por el Espíritu
Santo, las repetían a los catecúmenos y neófitos de las primeras cristiandades,
procurando conservar no sólo su pensamiento, sino también su expresión y
su colorido. No faltaron desde los primeros días quienes intentaron ponerlas
por escrito, añadiendo a los discursos y parábolas del Señor el relato de los
sucesos, que forman muchas veces el marco de sus palabras, marco necesario
para su inteligencia, y juntamente con éstos, el relato de innumerables pro¬
digios obrados por Jesús, ofreciéndolos a los fieles como pruebas perennes de
su divinidad.
Los tres primeros evangelistas, que conocían esos escritos y sabían cuán
bien se ajustaban a la verdad, los utilizaron para la composición de sus res¬
pectivos evangelios, copiándolos con frecuencia literalmente o modificándolos
conforme al plan que cada uno se proponía al escribir su obra. Además de esto
parece también que alguno o algunos de los evangelistas utilizó para componer su
obra la de los precedentes. Este es un detalle que nosotros entendemos mal por
nuestro afán de imprimir a nuestras 'producciones literarias el sello de nuestra
EVANGELIOS
propia personalidad . No solía ser éste el criterio de los antiguos, que conside¬
raban los libros o escritos como propiedad común, que les era lícito aprovechar
en la forma que más les agradase, y que, en casos cotilo el nuestro, solía ser la
más respetuosa con los documentos escritos.
PLAN DE LOS TRES PRIMEROS EVANGELIOS Y MODO DE
SU COMPOSICION.—Con esto podemos damos cuenta de un fenómeno fácil
de observar a la simple lectura de los evangelios. Que en los tres primeros es
uno el plan general de la historia evangélica: infancia de Jesús, predicación del
Bautista, bautismo de Jesús y su retirada al desierto; predicación en Galilea
durante un lapso de tiempo que no se puede fijar, pero que da la impresión de
ser corto; ida a J erusalén, donde entra el día de Ramos, predica los días siguien¬
tes, celebra la Pascua el jueves y muere el viernes, para resucitar el domingo.
Además de este plan uniforme, que se destaca más si lo comparamos con el de
San Juan, echamos de ver la agrupación también uniforme de varios milagros
y discursos. Esta agrupación, más que a la tradición oral, parece deber atri¬
buirse al empleo de documentos escritos. Sobre todo se nota con sorpresa la
uniformidad con que narran dos o tres autores el mismo discurso o suceso,
con el mismo orden y con palabras idénticas o muy poco diferentes, cosa sin
duda difícil de explicar por la sola tradición oral.
Al contrario, habremos de recurrir a ésta para explicar las diferencias muy
frecuentes que se notón, sea en las modificaciones del plan general, sea en la
agrupación de los sucesos o discursos, sea, finalmente, en el modo de componer
la narración de cada relato. Mas por encima de todo esto se cierne la inteligencia
de los autores sagrados, a quienes el Espíritu Santo inspiraba y guiaba en
la ejecución de su obra, conforme a las miras especiales de cada uno y guardando
su propio temperamento psicológico. De aquí resulta una variedad notable
junto a una más notable unidad, de cuya armonía proviene la admirable be¬
lleza de los evangelios. Muchos después de ellos se han propuesto narrarnos
la vida del Hombre-Dios; pero ninguno consiguió su propósito, siho es en
cuanto se ajustó al texto de los evangelistas. Es que la misión de narrar la his¬
toria del Verbo encarnado estaba reservada a aquellos que gozaban de la ins¬
piración del Espíritu Santo. Jesús mismo había dicho que el Espíritu Santo
daría testimonio de El, y uno de los modos de rendirle ese testimonio fué éste
de inspirar d los evangelistas al contarnos su historia, y luego mover a los
fieles a leer los santos evangelios, iluminando a la vez su mente para que pe¬
netren el sentido de sus palabras. Y aun podemos añadir a esto la acción de
la Iglesia, que de muchos modos pone a nuestro alcance ese texto divino y nos
exhorta a que de continuo lo leamos, lo meditemos y busquemos en él el alimento
nutritivo de nuestra vida cristiana.
INTRODUCCION AL EVANGELIO DE SAN MATEO
tjL AUTOR . —En el orden
JLs actual de los ? evangelios,
que remonta al siglo II, ocupa
el primer lugar el evangelio de
San Mateo . Según San Mar¬
cos y San Lucas, se llamaba
también Leví, y era hijo de
.'í l/eo. Los tres convienen en
decirnos que era publicarlo, es
decir, arrendador de las alca¬
balas en Cafarnaúm, y que se
convirtió y se hizo seguidor de
Jesús al decirle éste: « Sígue¬
me » (Mt. 9, 9-13; Me. 2, 14;
Le. 5, 27). Y en prueba de
que le seguía sin pesar, luego
hizo preparar en su casa un
gran banquete, al que no invitó
sólo al Maestro y a sus discí¬
pulos, sino a los publícanos
compañeros suyos. Todo esto
con gran escándalo de los fari¬
seos, a cuyas murmuraciones
hubo de responder Jesús con
aquella sentencia: «No tienen
necesidad de médico los sanos,
sino los enfermos » y «no vine
a buscar a los justos, sino a
los pecadores».
EL EVANGELI O.—Como
de otros muchos apóstoles, los
evangelistas no nos cuentan de
Lcví cosa alguna. El buen senti¬
do cristiano nos obliga a pen¬
sar que no defraudó las esperanzas y los propósitos del Maestro al llamarle al apos¬
tolado, ^ero ignoramos en qué forma correspondió a ellos. También sabemos
que fué obra suya la composición del primer evangelio, escrito en la lengua
de la Palestina, que era un dialecto arameo , pues lo destinaba a sus compa¬
triotas. Más tarde fué traducido a la lengua griega, no sabemos cuándo ni />or
1Obi)
SAN MATEO, 1
quién. Una cosa podemos asegurar: que La traducción no se hizo esperar muchos
años, y que una vez hecha, el original a rameo quedó olvidado y pereció , quizá
para siempre. La Iglesia ha hecho uso de esta versión griega como si Juera el
propio original de San Mateo.
Escribiendo para judíos convertidos a la nueva fe, o a quienes deseaba con-
vertir, el evangelista les presenta su obra como una prueba de que Jesús de
Nazaret es el Mesías anunciado por los Projetas, cuyos vaticinios se cumplie¬
ron en El. A esto ordena la frecuente citación de los textos projéticos. Otra nota
característica de su composición es la formación de secciones, agrupando cosas
semejantes, sin mirar que hayan sido dichas o hechas en ocasiones diferentes.
Así nos amplifica el sermón de la montaña (5 y 7) con elementos que y a juzgar
por los otros evangelistas, fueron pro?iunciado$ en otros tiempos y y en el capí¬
tulo JO añade a las instrucciones que Jesús dirigió a sus discípulos y al enviar¬
los a predicar por Galilea, lasque sin duda más tarde les dió al enviarlos a pre¬
dicar por el mundo, anuticiándoles las persecuciones por que habían de pasar.
La transición de un suceso a otro se halla indicada frecuentemente con ciertas
expresiones vagas, v. gr. y «en aquellos días y entonces y de allí», ctc. y las cuales y
más que indicación del tiempo o del lugar en que los sucesos ocurrieron y se han
de tomar como expresiones de transición o enlace de los relatos. San Mateo se
cuida más de darnos los discursos del Señor y y en cuanto a los milagros y su
narración se distingue por su laconismo y no atendiendo sino a lo sustancial
del hecho, a lo que basta para expresar su carácter divino.
PLAN DEL PRIMER EV ANGELI O.—Puede reducirse a lo siguiente:
1. Infancia del Salvador (1-2). 2. Predicación del Bautista y manifestación de
Jesús como Mesías e Hijo de Dios (3 y l-4 y 11). 3. Predicación de Jesús en
Galilea (4 y 12-13 y 58). 4. Predicación en los confines de Galilea (14, 1-20, 16).
5. Ministerio de Jesús en Jerusalén (20, 17-25, 46). 6. Pasión y resurrec¬
ción (26-28).
EVANGELIO DE SAN MATEO
Gcnealofjín <lel Salvador.
| 1 2 Genealogía de Jesucristo, hijo
de David (1), hijo de Abraham:
2 Abraham engendró a Isac, Isac a
Jacob, Jacob a Judá (2) y a sus her-
(1) Es un titulo mesiánico, como se ve por
Mt. 20, 30 s., y 2i, 9- La genealogía comienza
en Abraham, padre del pueblo escogido, y el
primero que recibió las promesas mesiánicas.
(Mt. 3. 9.) El texto original repite el verbo «en¬
gendró* después de cada persona de la serie ge¬
nealógica; por ser fácil de suplir, y en atención
a lo que pide el estilo castellano, lo omitimos en
muchos casos.
(2) A diferencia de Abraham e Isac, Jacob
recibió la promesa para todos sus descendientes,
que vinieron a formar luego el pueblo de Dios.
inanos, 3 Judá engendró a Farcs y
a Zara en Tamar (1); Fares engen¬
dró a Esrom, Esrom a Aram, 4 Aram
a Aminadab, Aminadab a Naasón,
Naasón a Salmón, 5 Salmón a Booz
en Rahab; Booz engendró a Obcd
en Rut, Obcd engendró a Jesc, 6 Jcsc
engendró al rey David (2), David a
(1) Las mujeres no entran de ordinario en
la genealogía; pero el evangelista menciona al¬
gunas ya conocidas por la Escritura, por ser
extranjeras y para mostrar cómo el Mesías no
era extraño a los gentiles.
(2) Desde aquí la genealogía sigue la linea
marcada por la sucesión dinástica de la casa de
David, según la promesa que éste había recibido
de Dios, (u Reyes, 7, 12 ss.)
SAN MATEO, 2
1067
Salomón en la mujer de Urías, 7 Sa¬
lomón engendró a Roboam, Roboam
a Abías, Abías a Asa, 8 * Asa a Josafat,
Josafat a Joram, Joram a Ozías (1),
9 Ozías a Joatam, Joatam a Acaz,
Acaz a Ezequías, 10 Ezequías a Ma-
nasés, Manasés a Ainón, Anión a
Josías, 11 Josías a Jeconías y a sus
hermanos en la época de la cautivi¬
dad de Babilonia. 12 Después de la
cautividad de Babilonia, Jeconías en¬
gendró a Salatiel, Salatiel a Zoroba-
bcl, 13 Zorobabel a Abiud, Abiud a
Eliacim, Eliacim a Azor, 14 Azor a
Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a
Eliud, 16 Eliud a Eleazar, Eleazar a
Matón, Matón a Jacob, 16 y Jacob en¬
gendró a José, el esposo de María (2),
de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
17 De manera que las generaciones
desde Abraham hasta David son ca¬
torce, catorce desde David hasta la
cautividad de Babilonia y catorce
desde la cautividad de Babilonia hasta
Cristo (3).
El misterio de la concepción de
Jesús, revelado a José.
18 La concepción de Jesucristo fue
de este modo: Estando desposada
María, su madre, con José, antes de
que conviviesen (4), se halló haber
concebido María del Espíritu Santo.
19 José, su esposo, siendo justo, no
quiso denunciarla y resolvió repu¬
diarla en secreto. 20 Mientras refle¬
xionaba sobre esto, he aquí que se
(1) Según IV Reg. 8. ss., entre estos dos
reyes hubo otros tres, que el evangelista omite,
sin duda para obtener el número de catorce.
(2) José, hijo de David (i, 20), como esposo
de María, es el que transmite a Jesús el titulo
y los derechos de hijo de David.
(3) Como medida mnemotécnica, el evan¬
gelista divide la genealogía en tres períodos, que
corresponden bien a otros tantos de la historia
de Israel. De éstos, el primero abarca unos diez
siglos; el segundo, cuatro, y el tercero, seis. Si
la serie de las personas no está completa en el
segundo período, ya se deja comprender que en
los otros tampoco lo estará. Mas esto importa
poco para la verdad y el fin de la genealogía,,
que es establecer la unión de Jesús con David
y Abraham.
(4) Según la ley mosaica, a las bodas pre¬
cedían los esponsales, los cuales tenían el mismo
valor jurídico que el matrimonio; la solemnidad
de las bodas consistía en la conducción de la
novia a la casa del novio. (Deut. 20, 7.) El
evangelista se propone mostrar aquí la con¬
cepción virginal de Jesús, según el vaticinio del
profeta Isaías, 7, 14 ss.
le apareció en sueños un óngel del
Señor y le dijo: José, hijo de David,
no temas recibir en tu casa a María,
tu esposa, pues lo concebido en ella
es obra del Espíritu Santo. 21 Daró
a luz un hijo a quien pondrós por
nombre Jesús, porque salvaró a su
pueblo de sus pecados. 22 Todo esto
sucedió para que se cumpliese lo
que el Señor había anunciado por el
profeta, que dice:
23 He aquí que la virgen concebiró
y pariró un hijo,
Y le pondrón por nombre Emma-
nuel,
Que quiere decir «Dios con nos¬
otros». 24 Al despertar José de su
sueño, hizo como el óngel del Señor
le había mandado, recibiendo en casa
a su esposa. 25 No la conoció hasta
que dió a luz a su hijo (1), y le puso
por nombre Jesús.
La adoración de los mayos.
2 1 Nacido, pues, Jesús en Belén
de Judó en los días del rey Hero-
des, llegaron del Oriente a Jerusalén
unos magos (2), 2 diciendo: ¿Dónde
estó el rey de los judíos que acaba
de nacer? Porque hemos visto su
estrella (3) en Oriente y venimos
a adorarle. 3 * Al oír esto el rey Hero-
des se turbó, y con él toda Jerusa¬
lén, y reuniendo a todos los príncipes
de los sacerdotes y a los escribas del
pueblo, les preguntó dónde había de
nacer el Mesías. 5 * Ellos contestaron:
(1) La intención del evangelista está en Je¬
sús y en su concepción virginal, sin decir nada
de lo que a su nacimiento siguió. La virginidad
de María después del nacimiento de Jesús tiene
su fundamento en los Evangelios; pero su de¬
mostración clara hay que buscarla en la tradi¬
ción de la Iglesia.
(2) Originarios de la Media, donde consti¬
tuían una clase sacerdotal, hablan adquirido
gran influencia en Babilonia. Se distinguían por
su afición al estudio de la astronomía o, mejor,
astrologla, que era una ciencia adivinatoria ba¬
sada en el principio de que la vida de los hom¬
bres se desarrolla bajo la influencia de los astros.
(3) Por el trato con los judíos, que hablan
difundido por todo el Oriente sus esperanzas
mesiánicas, tenían conocimiento del esperado
Mesías, Rey de los judíos, el cual, como todos
los grandes personajes, debía tener una estrella
que vaticinase su destino. De este prejuicio se
sirvió Dios para conducirlos a la cuna del Sal¬
vador. La naturaleza de esta estrella es muy
misteriosa; no tanto la estrella interior, con que
el Espíritu Santo iluminaba su alma y los guia¬
ba hacia el establo de Belén.
10G8
SAN MATEO, 3
En Belén de Judá, pues así está es¬
crito por el profeta:
0 «Y tú, Belén, tierra de Judá,
no eres ciertamente la más pequeña
entre las principales de Judá,
porque de ti saldrá un jefe
que apacentará a mi pueblo, Is¬
rael (1).»
7 Entonces Herodes, llamando en
secreto a los magos, les interrogó
cuidadosamente sobre el tiempo de
la aparición de la estrella; 8 y envián¬
dolos a Belén les dijo: Id einforma-
ros sobre ese niño, y cuando le en¬
contréis, comunicádmelo, para que
vaya también yo a adorarle. Después
de oír al rey, se fueron, y he aquí
que la estrella, que habían visto en
Oriente, les precedía hasta que, lle¬
gada encima del lugar en que estaba
el niño, se detuvo. 10 Al ver la estrella
sintieron grandísimo gozo. 11 Y en¬
trados en la casa, vieron al niño con
María, su madre, y de hinojos le ado¬
raron, y abriendo sus tesoros le ofre¬
cieron dones, oro, incienso y mirra.
12 Advertidos en sueños de no volver
a Herodes, se tornaron a su tierra por
otro camino.
Huida a Frjipto y matanza de los
niños inocentes.
13 Partido que hubieron, lie aquí
que el ángel del Señor se apareció en
sueños a José y le dijo: Levántate,
toma al niño y a sii madre y huye a
Egipto, y estáte allí hasta que yo te
avise, poVque Herodes buscará al niño
para quitarle la vida. 14 Y levantán¬
dose de noche tomó al niño y a la
madre v partió para Egipto, 15 per¬
maneciendo allí hasta la muerte de
Herodes, a fin de que se cumpliera
lo que había pronunciado el Señor
por su profeta, diciendo: «De Egipto
llamé a mi hijo» (2). 10 Entonces
Herodes, viéndose burlado por los
magos, se irritó sobremanera y man¬
dó matar a todos los niños que ha¬
bía en Belén (3) y en sus términos,
de dos años para abajo, según el
tiempo que con diligencia había in¬
quirido de los magos. 17 Así se cum¬
plió la palabra del profeta Jeremías,
que dice:
(i) Miq. 4, 2.
(a) Os. ii, i.
(3) Como todos los tiranos, Herodes era re¬
celoso. Su historia está llena de crímenes contra
los miembros de su familia. Nada tiene de ex¬
traño el suceso de Belén.
18 «Una voz se oye en Rama,
lamentación y gemido grande:
Raquel que llora a sus hijos,
y rehúsa ser consolada porque no
existen (1).»
Vuelta a Nazaret.
49 Muerto ya Herodes, el ángel del
Señor se apareció en sueños a José en
Egipto, 20 y le dijo: Levántate, toma
al niño y a su madre y vete a la
tierra de Israel, porque son muertos
los que atentaban contra la vida del
niño. 21 Y levantándose tomó al niño
y a su madre, y partió para la tierra
de Israel. 22 Mas habiendo oído que 1
en Judea reinaba Arquelao en lugar de
su padre Herodes (2), temió ir allá,
v advertido en sueños, se retiró a
la región de Galilea, 23 yendo a habitar
en una ciudad llamada Nazaret, para
que se cumpliese lo dicho por los pro¬
fetas, que sería llamado Nazareno (3).
Predicación de Juan en el desierto.
3 1 En aquellos días aparece Juan
el Bautista (4) predicando en el
desierto de Judea, 2 diciendo: «Arre¬
pentios (5), porque el reino de los
cielos está cerca. 3 * 5 Este es aquél de
quien habló el profeta Isaías, cuan¬
do dice:
Voz del que clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
haced rectas sus sendas (6).»
4 Juan iba vestido de pelo de ca¬
mello, llevaba un cinturón de cue¬
ro a la cintura, y se alimentaba
de langostas y miel silvestre. 6 Venían
a él de Jerusaléu y de toda Judea y
de toda la región del Jordán, 0 y
eran por él bautizados en el río Jor-M
dán, y confesaban sus pecados.
(1) Jcr. 31, 15. I
(2) Había sucedido a su padre en la provin¬
cia de Judea; pero a los nueve años fue privado
de su dignidad por el César, a ruegos de los ju¬
díos, que estaban cansados de sus violencias.
(3) Esto es. despreciado, porque lo eran en¬
tre sus paisanos los vecinos de Nazaret (Jn. 1,
46), y lo fueron luego mucho más los discípulos I
de Jesús entre los judíos.
{4) Conforme a la predicción del ángel a su 1
padre, viene Juan en hábito de austero peni¬
tente. llamando al pueblo al arrepentimiento,
para preparar los caminos del Mesías.
(5) Contra lo que se imaginaban los judíos,
el reino de Dios no es un privilegio de clase o
de raza; está condicionado por nuestras dispo¬
siciones morales, de las cuales la fundamental
es el espíritu de penitencia.
(6) ls. 40. 3
SAN MATEO, 4
1069
7 Como viera a muchos saduceos y
fariseos venir a su bautismo, les dijo:
Raza de víboras, ¿quién os enseñó a
huir de la ira que os amenaza?
8 Haced, pues, frutos dignos de pe¬
nitencia, 9 y no os forjéis ilusiones
diciéndoos: Tenemos a Abraham por
padre. Porque yo os digo que Dios
puede hacer de estas piedras hijos
de Abraham. 10 Ya está puesta el
hacha a la raíz de los árboles, y todo
árbol que no dé buen fruto será cor¬
tado y arrojado al fuego. 11 Yo,
cierto, os bautizo en agua (1) para
penitencia: pero en pos de mí viene
otro más fuerte que yo, a quien no
soy digno de quitar las sandalias; él
os bautizará en Espíritu Santo y en
fuego. 12 Tiene ya el bieldo en su
mano y limpiará su era y recogerá
su trigo en el granero, pero quemará
la paja en fuego inextinguible.
Bautismo de Jesús.
13 Vino Jesús de Galilea al Jordán
y se presentó a Juan para ser bauti¬
zado por él. 14 Juan se oponía, di¬
ciendo: Soy yo quien debe ser por ti
bautizado, ¿y vienes tú a mí? 15 Pero
Jesús le respondió: Déjame a mí ahora
hacer, pues conviene que cumplamos
toda justicia (2). Entonces condes¬
cendió. 16 Bautizado Jesús, al ins¬
tante salió del agua. Y he aquí que
vi ó abrírsele los cielos y al Espí¬
ritu de Dios (3) descender como
paloma y venir sobre él, 17 mientras
una voz del cielo decía: Este es mi
hijo muy amado, en quien tengo mis
complacencias (4).
Ln tentación de Jesús.
4 * 1 2 Entonces fué llevado Jesús por
el Espíritu al desierto (5) para
(1) Este bautismo significaba un cambio de
vida en quien lo recibía; pero no producía la
gracia, como el bautismo cristiano, administrado
en nombre de la Santísima Trinidad. (Mt. 28,19,)
(2) Esto es, toda obra de justicia. El bautis¬
mo lo era, y Jesús lo recibe para ejemplo de los
demás y para que los fariseos no pudieran de¬
volverle la reprensión que les haría de no haber
creído en Juan. (Mt. n, 16 ss.; 21, 28 ss.)
(3) Los Padres de la Iglesia han visto aquí
la consagración del agua destinada a lavar los
pecados por el bautismo.
(4) La voz del Padre viene a confirmar la
dignidad que en Jesús había reconocido el Bau¬
tista.
(5) La santidad de Jesús no consentía sino
la tentación externa, por parte del diablo o de
ser tentado del diablo. * Y habiendo
ayunado cuarenta días y cuarenta
noches, al fin tuvo hambre. 3 Y acer¬
cándose el tentador, le dijo: Si eres
hijo de Dios (1), di que estas pie¬
dras se conviertan en pan. 4 5 Pero él
respondió diciendo: Escrito está: «No
sólo de pan vive el hombre, sino de
toda palabra que sale de la boca de
Dios (2).» 6 Llevóle entonces el dia¬
blo a la ciudad santa y poniéndole
sobre el pináculo del templo, 8 le
dijo: Si eres hijo de Dios, échate
de aquí abajo, pues escrito está: «A
sus ángeles encargará que te tomen
en sus manos para que nó tropiece
tu pie contra una piedra (3).» 7 Dí-
jole Jesús: También está escrito: «No
tentarás al Señor tu Dios (4).» 8 De
nuevo le llevó el diablo a un mon¬
te muy alto, y mostrándole todos los
reinos del mundo y la gloria de ellos,
9 le dijo: Todo esto te daré, si de hino¬
jos me adorares. 10 Díjole entonces Je¬
sús: Apártate, Satanás, porque escrito
está: «Al Señor tu Dios adorarás y a
El sólo servirás (5).» 11 Entonces el
diablo le dejó, y llegaron ángeles y le
servían.
Jesús, en Galilea.
12 Habiendo oído que Juan había
sido preso, se retiró a Galilea. 13 Y de¬
jando a Nazaret se fué a morar en
Cafarnaúm (6), ciudad situada a
orillas del mar, en los términos de
Zabulón y Neftalí, 14 para que se
cumpliese lo que anunció el profeta
Isaías, que dice:
15 Tierra de Zabulón y tierra de Nef¬
talí,
camino del mar, al otro lado del
[Jordán,
los hombres. Para sernos ejemplo en todo, quiso
ser tentado, y para vencer en singular combate
al tentador perpetuo de los hombres. (Hebr. 2,
17 s.).
(1) Las tentaciones de Jesús son todas cua¬
les convenían al Mesías. Con ellas d tentador
procura apartar a Jesús del camino que el Padre
le había trazado para realizar la obra mesiánica.
(2) Deut. 8, 33.
(3) Salm. 90, 11 ss.
(4) Deut. 6, 16.
(5) Deut. 6, 13.
(6) Como sitio más céntrico y, por tanto,
más acomodado para difundir la luz de la ver¬
dad anunciáda por el profeta Isaías 8, 23 s. Asi¬
mismo, porque sabía que ningún profeta es bien
recibido en su patria y entre los de su paren¬
tela. (Mt. 13, 57 -)
1070
SAN MATEO, 5
Galilea de los gentilesl
18 El pueblo que habita en tinieblas
vió una gran luz
y para los que habitan en la reglón
[de mortales sombras
una luz se levantó (1).
17 Desde entonces comenzó Jesús
a predicar y a decir: Arrepentios,
porque el reino de Dios se acerca.
Llamamiento de los primeros
discípulos.
18 Caminando, pues, junto al mar
de Galilea, vió a dos hermanos, Simón,
que se llama Pedro, y Andrés, su
hermano, los cuales echaban la red
en el mar, pues eran pescadores;
19 y les dijo: Venid en pos de mí (2)
y os haré pescadores de hombres.
20 Ellos dejaron al instante las redes
y le siguieron. 21 Y pasando más ade¬
lante vió a otros dos hermanos, San¬
tiago el de Zebedeo y Juan, su her¬
mano, que en la barca, con Zebedeo,
su padre, componfan las redes, y lo>
llamó. 22 Ellos, dejando luego la barca
y a su padre, le siguieron.
Predicación de Jesús en Galilea.
23 Recorría toda la Galilea (3),
ensenando en las sinagogas, predi¬
cando el evangelio del reino y cu¬
rando en el pueblo toda enfermedad
y toda dolencia. 24 Extendióse su
fama por toda la Siria y le traían a
todos los que padecían algún mal, los
atacados de diferentes enfermedades
y dolores y los endemoniados, luná¬
ticos, paralíticos, y los curaba. 26 Y
grandes muchedumbres le seguían de
Galilea y de la Dccápolis, y de Jeru-
salén y del otro lado del Jordán.
Las bienaventuranzas.
^ 1 2 3 Viendo a la muchedumbre, subió
a un monte, y cuando se hubo sen -
tado se le acercaron los discípulos;
(1) Is. 9, i ss.
(2) Ya conocían a Jesús, y hasta se habían
adherido a su persona (Jn. 1, 35 ss.); pero ahora
los llama en su seguimiento, cuando se proponía
empezar su misión evange’izadora.
(3) Como respondiendo al vaticinio de
Isaías, nos ofrece aquí el evangelista un cuadro
de conjunto de la predicación de Jesús en Ga¬
lilea.
2 y abriendo su boca les enseñaba, di¬
ciendo (1):
3 Bienaventurados los pobres de es¬
píritu, porque suyo es el reino de
los cielos. 4 * Bienaventurados los man¬
sos, porque poseerán la tierra. 6 Bien¬
aventurados los que lloran, porque se¬
rán consolados. 8 Bienaventurados los
que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán hartos. 7 Bienaventura¬
dos los misericordiosos, porque alcan¬
zarán misericordia. 8 Bienaventurados
los limpios de corazón, porque verán a
Dios. 9 Bienaventurados los pacíficos,
porque serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los que padecen
persecución por la justicia, porque
suyo es el reino de los cielos.
11 Bienaventurados seréis cuando
os insulten y persigan y con mentira
digan contra vosotros todo género
de mal, por mí. 12 Alegraos y regoci¬
jaos, porque grande será cti ios cielos
vuestra recompensa, pues así persi¬
guieron a los profetas que fueron
antes de vosotros.
Misión de los discípulos en l a
tierra.
13 Vosotros sois sal de la tierra;
pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué
se la salará? Para liada aprovecha
ya, sino para tirarla y que la pisen
los hombres.
14 Vosotros sois luz del mundo.
No puede ocultarse una ciudad asen¬
tada sobre un monte; 16 ni se encien¬
de una lámpara y se la pone bajo el
celemín, sino sobre el candelero, para
que alumbre a cuantos hay en la
casa. 18 Así ha de lucir vuestra luz
ante los hombres, para que viendo
vuestras buenas obras, glorifiquen a
vuestro Padre, que está en los cielos.
Misión de Jesús con respecto a la
ley unti(jua.
17 No penséis que he venido a
abrogar la ley y los profetas; 110 he
(1) Aquí comienza el sermón de la montana,
que es un resumen y a modo de programa de la
predicación del Salvador. Los Padres notan el
contraste entre la promulgación de la ley anti¬
gua en el Sinal y esta promulgación de la ley
nueva. Las bienaventuranzas señalan las condi¬
ciones que han de tener los discípulos del evan¬
gelio para entrar en el reino de Dios, el cual,
como dice San Pablo, no consiste en cosas terre¬
nas, sino en la justicia, en la paz y en el gozo
del Espíritu Santo (Rom. 14, 17).
SAN MATEO, 5
1071
venido a abrogarla, sino a consumar¬
la (1). 1 * * * * * * * * * * * * * * * * 18 * Porque en verdad os digo
que antes pasarán el cielo y la tierra
que falte una jota o una tilde de
la ley hasta que todo se cumpla.
19 Si, pues, alguno descuidase uno
de esos preceptos menores v ense¬
ñare así a los hombres, será el menor
en el reino de los cielos; pero el que
practicare y enseñare, éste será gran¬
de en el reino de los cielos. 20 Porque
os digo que si vuestra justicia no su¬
pera a la de los escribas y fariseos, no
entraréis en el reino de "los cielos.
Declaración del quinto precepto.
21 Habéis oído que se dijo a los
antiguos: No matarás, el que matare
será reo de juicio. 22 Pero yo os digo
que todo el que se irrita contra su
hermano será reo de juicio; el que
le dijere: «Raca» será reo ante el
Sanedrín; y el que le dijere «Loco» será
reo de la gehenna de fuego. 23 Si vas,
pues, a presentar una ofrenda ante
el altar, y allí te acuerdas de que
tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja
allí tu ofrenda ante el altar, Ve pri¬
mero a reconciliarte con tu hermano,
y luego vuelve a presentar tu ofrenda.
26 Muéstrate conciliador con tu ad¬
versario mientras vas con él por el
camino, no sea que te entregue al
juez y el juez al alguacil y seas puesto
en prisión. 26 En verdad te digo que
no saldrás de allí hasta que pagues
el último ochavo.
Declaración del sexto precepto.
27 Habéis oído que fué dicho: No
adulterarás. 28 Pero yo os digo que
todo el que mira a una mujer para
desearla, ya adulteró con ella en su
corazón. 29 Si, pues, tu ojo derecho
te escandaliza, sácatelo, y arrójalo
de ti, porque más te conviene que
(i) La ley mosaica, que además de ley mo¬
ral era litúrgica, social y penal, tenía un aspecto
muy jurídico, agravado aún más por los escri¬
bas, que habían hecho de ella la norma férrea,
pero externa, de su vida individual y colectiva.
Jesús la eleva a su perfección poniendo de relie¬
ve el espíritu de caridad, que en ella estaba como
en germen. Conforme a esto, dirá después San
Pablo que toda la ley se resume en este pre¬
cepto: «Amarás al prójimo como a ti mismo».
(Gal. 5. 14.)
perezca uno de tus miembros, que no
que todo tu cuerpo sea arrojado en la
gehenna. 30 Y si tu mano derecha te
escandaliza, córtatela y arrójala de
ti, porque más te conviene que uno
de tus miembros perezca, que no que
todo el cuerpo sea arrojado a la
gehenna. 31 También se ha dicho:
El que repudiare a su mujer déle
libelo de repudio. 32 Pero yo os digo
que quien repudia a su mujer—ex¬
cepto el caso de fornicación—la ex¬
pone al adulterio, y el que se casa
con la repudiada comete adulterio (1).
Declaración del segundo precepto.
33 También habéis oído que fué
dicho a los antiguos: No perjurarás,
antes cumplirás al Señor tus jura¬
mentos. 34 Pero yo os digo que no
juréis de ninguna manera: ni por el
cielo, pues es el trono de Dios, 35 ni
por la tierra, pues es el escabel de sus
pies, ni por Jerusalén, pues es la
ciudad del gran Rey. 36 Ni por tu
cabeza jures tampoco, porque no está
en ti volver uno de tus cabellos blanco
o negro. 37 Sea vuestra palabra: sí, sí;
no, no; todo lo que pasa de esto,
del mal procede.
Declaración de la pena del tal ion.
38 Habéis oído que fué dicho: Ojo
por ojo y diente por diente: 39 Pero
yo os digo, no resistáis al mal, y si
alguno te abofetea en la mejilla de¬
recha, dale también la otra; 40 y al
que quiera litigar contigo para qui¬
tarte la túnica, déjale también el
manto. 41 Y si alguno te requisa para
(1) La indisolubilidad del matrimonio se de¬
muestra por el lenguaje decisivo y tajante de
Jesús en 19, 4 ss.; Me. 10, 5 ss.; Le. 16, 18. A
estos pasajes hay que añadir la terminante de¬
claración de San Pablo: «A los que están unidos
por el matrimonio mando, no yo, sino el Señor:
Que la mujer no se aparte del marido, y si se
separa debe quedar sin casar o reconciliarse con
el marido; y el marido no despida a la mujer».
(I Cor. 7, 10 ss.). La excepción hecha por San
Mateo para el caso de adulterio obedece a esta ra¬
zón: la ley mosaica condenaba a la pena capital
a la adúltera y a su cómplice. Si esta pena se
aplicaba, el matrimonio quedaba disuelto por
muerte de la adúltera. San Mateo, escribiendo
para los hebreos, que vivían bajo la legislación
mosaica, en la parte penal dejada intacta por
Jesucristo, se expresa en el supuesto de su vi¬
gencia y de su aplicación.
1U72
SAN MATEO, 6
una milla, vete con él dos. 42 Da a
quien te pida y no vuelvas la espalda
a quien te pide algo prestado.
El amor de los enemiyos.
43 Habéis oído que fué dicho: Ama¬
rás a tu prójimo y aborrecerás a tu
enemigo. 44 Pero yo os digo: Amad a
vuestros enemigos (1) y orad por
los que os persiguen, 46 para que
seáis hijos de vuestro Padre que está
en les cielos, que hace salir el sol
sobre malos y buenos y llueve sobre
justos e injustos. 46 Pues si amáis
a los que os aman, ¿qué recompensa
tendréis? ¿No hacen esto también los
publícanos? 47 Y si saludáis sola¬
mente a vuestros hermanos, ¿qué ha¬
céis de más? ¿No hacen esto también
los gentiles? 48 Sed, pues, vosotros
perfectos, como perfecto es vuestro
Padre celestial.
Heetitud de intención.
6 1 Estad atentos a no hacer vues¬
tra justicia delante de los hom¬
bres (2) para que os vean; de otra
manera no tendréis recompensa ante
vuestro Padre, que está en los cielos.
Método de practicar la limosna.
2 Cuando hagas, pues, limosna, no
vayas tocando la trompeta delante
de ti como hacen los hipócritas en
las sinagogas y en las calles, para ser
alabados de los hombres; en verdad
os digo que ya recibieron su recom¬
pensa. 3 Cuando des limosna, no sepa
tu izquierda lo que hace la derecha,
4 para que tu limosna sea oculta, y
el Padre, que ve lo oculto, te pre¬
miará.
Método de hucrr oración.
6 Y cuando oréis, no seáis como
los hipócritas, que gustan de orar en
pie en las sinagogas y en los rinco-
(r) Esta es la suma de toda la ley y de los
profetas, como luego declara en el cap. 22.
(2) En esia sección Jesús inculca, contra la
doctrina y práctica de los fariseos, la rectitud
de inlención en nuestras obras, que debemos
hacer para gloria del Padre celestial. (I Cor. 10,
3i.)
nes de las plazas, para ser vistos de
los hombres; en verdad os digo, que
ya recibieron su recompensa. 6 Tú,
cuando ores, entra en tu alcoba y,
cerrada la puerta, ora a tu Padre, que
está en lo secreto; y tu Padre, que
ve en lo escondido, te recompensará.
7 Y orando, no seáis habladores como
los gentiles, que piensan que serán
escuchados por su mucho hablar.
8 No os asemejéis, pues, a ellos, por¬
que vuestro Padre conoce las cosas
de que tenéis necesidad antes que se
las pidáis. 9 Así, pues, habéis de orar
vosotros:
Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre;
10 venga a nos el tu reino, hágase tu
voluntad, así en el ciclo como en la
tierra. 11 El pan nuestro de cada día
dánosle hoy, 12 y perdónanos nuestras
deudas, así como nosotros perdona¬
mos a nuestros deudores; 13 y no nos
pongas en tentación, mas líbranos
de mal.
El perdón de las ofensas.
14 Porque si vosotros perdonareis
a los hombres sus faltas, también os
perdonará a vosotros vuestro Padre
celestial. 15 Pero si no perdonareis a
los hombres las faltas suyas, tam¬
poco vuestro Padre os perdonará
vuestros pecados (1).
Modo de ayunar.
16 Cuando ayunéis no os mostréis
tristes como los hipócritas, que de¬
mudan su rostro para que los hom¬
bres vean que ayunan; en verdad os
digo, ya recibieron su recompensa.
17 Tú, cuando ayunes, unge tu cabe¬
za y lava tu cara, 18 para que no
vean los hombres que ayunas, sino
tu Padre, que está en lo secreto; y tu
Padre, que ve en lo secreto, te re¬
compensará.
lie la solicitud de las coww
Ivmporalot#.
19 No alleguéis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín los consu-
(») Este es el gran principio de la moral
cristiana y úliima consecuencia del precepto del
amor a Dios y al prójimo.
SAN MATEO, 7
H>7:t
men (1), y donde los ladrones per¬
foran y roban. 20 Atesorad tesoros
en el cielo, donde ni la polilla ni el
orín los consumen y donde los la¬
drones no perforan ni roban. 21 Donde
está tu tesoro, allí estará tu cora¬
zón. 22 La lámpara del cuerpo es el
ojo. Si, pues, tu ojo estuviere sano,
todo tu cuerpo estará iluminado;
83 Pero si tu ojo estuviere enfermo,
todo tu cuerpo estará en tinieblas.
Dios y las riquezas.
24 Nadie puede servir a dos señores,
pues o bien aborrecerá al uno y ama¬
rá al otro, o bien se adherirá a uno
y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas.
Abandono en manos de la Pro¬
videncia.
25 Por esto os digo: No os inquietéis
por vuestra vida sobre qué comeréis,
ni por vuestro cuerpo sobre qué ves¬
tiréis. ¿No es la vida más que el ali¬
mento, y el cuerpo más que el ves¬
tido? 26 Mirad cómo las aves del
cielo no siembran ni siegan, ni en¬
cierran en graneros, y vuestro Padre
celestial las alimenta. ¿No valéis vos¬
otros más que ellas? 27 ¿Quién de
vosotros con sus preocupaciones pue¬
de añadir a su estatura un solo codo?
28 Y del vestido, ¿por qué preocu¬
paros? Mirad a los lirios del campo
cómo crecen: no se fatigan ni hilan.
29 Y yo os digo que ni Salomón en
toda su gloria se vistió como uno
de ellos. 30 Pues si a la hierba del
campo, que lioy es y mañana se
arroja al fuego, Dios así la viste, ¿no
hará mucho más con vosotros, hom¬
bres de poca fe? 31 No os preocupéis,
pues, diciendo: ¿Qué comeremos, qué
beberemos o qué vestiremos? 32 Los
gentiles se afanan por todas estas
cosas. Pero bien sabe vuestro Padre
celestial que de todas estas cosas
tenéis necesidad. 33 Buscad, pues,
primero el reino (2) y su justicia,
y todas estas cosas se os darán por
(1) Como viajero hacia la eternidad, debe el
cristiano vivir con los ojos en el cielo, y no tomar
de los bienes terrenos sino cuanto es necesario
para caminar hacia la patria del cielo.
(2) El Padre celestial, que promete y da lo
más, que es la gracia y la gloria, no nos negará
lo menos, que es el sustento corporal.
añadidura. 34 No os inquietéis, pues,
por el mañana: porque el día de
mañana ya tendrá sus propias in¬
quietudes; bástale a cada día su
afán (1).
El juicio sobre los otros.
7 1 No juzguéis y no seréis juzga¬
dos (2); 2 porque con el juicio
con que juzgareis seréis juzgados, y
con la medida con que midiereis se os
medirá. 3 ¿Cómo ves la paja en el
ojo de tu hermano y no ves la viga
en el tuyo? 4 ¿O cómo osas decir a
tu hermano: Deja que te quite la
paja del ojo, teniendo tú una viga
en el tuyo? 5 Hipócrita: quita pri¬
mero la viga de tu ojo. y entonces
verás de quitar la paja del ojo de
tu hermano. 6 No deis las cosas santas
a los perros ni arrojéis vuestras per¬
las a los puercos, no sea que las pi¬
soteen con sus pies y revolviéndose
os destrocen.
Eficacia de la oración.
7 Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá. 8 Por¬
que quien pide recibe, y quien busca
hallará y a quien llama se le abrirá.
9 Pues ¿quién de vosotros es el que,
si su hijo le pide pan, le da una
piedra, 10 o si le pide pescado le da
una serpiente? 11 Si, pues, vosotros,
siendo malos, sabéis dar cosas bue¬
nas a vuestros hijos, jcuánto más
vuestro Padre que está en los cielos
dará cosas buenas a quien se las pidel
\aa ley de la caridad.
12 Por eso cuanto quisiereis que os
hagan a vosotros los hombres, ha¬
cédselo vosotros a ellos, porque esta
es la ley y los profetas.
(1) Obrar de otro modo es tomar las rique¬
zas como fin de la vida, haciéndose reo del pe¬
cado de avaricia. Contra los avaros pronunció
el Señor palabras tan graves como aquéllas: «Hi¬
jos míos, ¡cuán difícil es que entren en el cielo
los que confian en las riquezas! Más fácil será
a un camello pasar por el hondón de una aguja,
que a un rico entrar en el reino de los cielos»,
(Me. io, 24.)
(2) Es decir, no condenéis, pues de juicio
condenatorio se trata aquí. Es otra aplicación
del precepto de la caridad hacia el prójimo.
68
1074
SAN MATEO, 8
Las dos sendas.
13 Entrad por la puerta estrecha (1),
porque ancha es la puerta y espa¬
ciosa es la senda que lleva a la per¬
dición, y muchos los que por ella
entran. i4 ¡Qué estrecha es la puerta
y qué angosta la senda que lleva a la
vida, y cuán pocos los que dan con
ella!
Los falsos profetas.
16 Guardaos de los falsos profe¬
tas (2), que vienen a vosotros con
vestiduras de ovejas, mas por dentro
son lobos rapaces. 16 Por sus frutos
los conoceréis. ¿Por ventura se cogen
racimos de los espinos, o higos de
los abrojos? 17 Así que todo árbol
bueno da buenos frutos, y todo árbol
malo da frutos malos. 18 No puede
árbol bueno dar malos frutos, ni
árbol malo frutos buenos. 19 El árbol
que no da buenos frutos es cortado
y arrojado al fuego. 20 Por los frutos,
pues, los conoceréis.
La verdadera sabiduría.
21 No todo el que dice: ¡Señor,
Señor!, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre, que está en los cielos.
22 Muchos me dirán en aquel día:
¡Señor, Señor!, ¿no profetizamos en
tu nombre y en nombre tuyo arroja¬
mos los demonios, y en tu nombre
obramos muchos milagros? 23 Yo en¬
tonces les diré: Nunca os conocí,
apartaos de mí, obradores de ini¬
quidad. 24 De manera que todo el
que escucha mis palabras y las pone
(1) El camino de la virtud y del cielo es
áspero y exige un esfuerzo constante; en cam¬
bio, el camino del vicio y de la perdición es
ancho y cuesta abajo, por lo cual no hay más
que dejarse ir por él.
(2) Abundaban éstos en la antigua ley, en
frente de los profetas verdaderos que Dios en¬
viaban su pueblo. En tiempo de Jesús hacían
este oficio los escribas y los fariseos, que extra¬
viaban al pueblo con sus falsas doctrinas. En
todos los tiempos abundan los que, vistiéndose
el manto de la verdad, con aparato de sabiduría,
tratan de extraviar a los hombres de la Unica
senda que a Dios lleva. Por los frutos los podre¬
mos conocer. En los días en que nos ha tocado
vivir se descubre por sus frutos de muerte la
calidad de muchas doctrinas, que desde hace
tiempo se predicaban como la expresión de la
más alta sabiduría.
bor obra será como el varón prudente,
pue edifica su casa sobre roca. 26 Cayó
la lluvia, \inieron los torrentes, so¬
plaron los vientos y dieron sobre
aquella casa, pero no cayó, porque
estaba fundada sobre roca. 26 Y
todo el que me escucha estas pala¬
bras y no las pone por obra, será
semejante al necio, que edificó su
casa sobre arena. 27 Cayó la lluvia,
vinieron los torrentes, soplaron los
vientos, y dieron sobre aquella casa,
y cayó, y fué grande su ruina.
Conclusión.
28 Aconteció que, cuando acabó
Jesús estos discursos (1), se maravi¬
llaban las muchedumbres de su doc¬
trina, 29 porque les enseñaba como
quien tiene poder, y no* como sus
doctores.
La curación (le un leproso.
Q 1 Como bajó del monte, le siguie-
u ron muchedumbres numerosas. 2 Y
he aquí qu$ un leproso se le acercó
y se postró ante El, diciendo: Señor,
si quieres, puedes limpiarme. 3 Y ex¬
tendió la mano y le tocó y dijo:
Quiero, sé limpio. Y al instante quedó
limpia su lepra. 4 * Jesús le advirtió:
Mira, no lo digas a nadie, sino ve a
mostrarte al sacerdote y ofrece la
ofrenda que Moisés mandó para que
les sirva de testimonio (2).
El siervo del centurión.
6 Entrado en Cafarnaúm, se le
acercó un centurión (3), suplicán¬
dole, 6 y diciéndolc: Señor, mi siervo
yace en casa paralítico, gravemente
atormentado. 7 El le dijo: Yo iré y
le curaré. 8 Y respondiendo el centu-
(1) Comparando este sermón con el de San
Lucas, se echa de ver que S. Mateo, para hacer
más completo su programa, insertó en él cosas
que el Salvador habla dicho en otras ocasiones.
(2) En el Levítico, 14, 1-32, se describe el
largo ritual a que debía someterse el leproso
que lograba su curación, antes de reintegrarse a
la vida social, de que le habla separado la en¬
fermedad.
(3) Era gentil; pero, sin duda, prosélito de
judaismo. S. Lucas dice que no vino en persona,
sino por sus amigos los judíos, a quienes creía
más autorizados para presentar sus ruegos a
Jesús.
SAN MATEO, 8
1075
ríón, dijo: Señor, no soy digno de
que entres bajo mi techo; di sólo una
palabra y mi siervo será curado.
9 Porque yo soy un subordinado, pero
bajo mí tengo soldados, y digo a
éste: ve, y va; y al otro, ven, y viene,
y a mi esclavo: haz esto, y lo hace.
10 Y oyéndole Jesús, se maravilló y
dijo a los que le seguían: 11 En ver¬
dad os digo que en nadie de Israel
he hallado tanta fe. 11 Os digo, pues,
que del Oriente y del Occidente (1)
vendrán y se sentarán a la mesa con
Abraham, Isac y Jacob en el reino
de los cielos, 12 mientras que los hijos
del reino serán arrojados a las tinie¬
blas exteriores, donde habrá llanto y
crujir de dientes. 13 Y dijo Jesús al
centurión: Ve, hágase contigo según
has creído. Y en aquella hora quedó
curado el siervo (2). 14 Entrando
Jesús en casa de Pedro, vió a la sue¬
gra de éste, que yacía en el lecho,
con fiebre. 15 Y le tomó la mano y
la fiebre la dejó, y se levantó y le
servía.
Curación de muchos.
16 Ya atardecido, le presentaron
muchos endemoniados, y arrejó con
una palabra los espíritus, y a todos
los que se sentían mal (3) los curó,
17 para que se cumpliese el anuncio
del profeta Isaías, que dice: «El tomó
nuestras enfermedades y cargó con
nuestras dolencias» (4).
(1) La salud eterna, simbolizada por el ban¬
quete del cielo, no está vinculada a la raza es¬
cogida; será de dos hombres de buena volun¬
tad» (Le. 2, 14).
(2) Resalta en el relato evangélico la modes¬
tia del centurión, que se creía indigno de recibir
a Jesús bajo su techo, y asimismo la fe en el
poder divino del Salvador. El cuidado que mues¬
tra por el siervo tampoco debía de obedecer a
interés egoísta, sino a verdadero amor por él. Por
todo esto mereció aquel elogio de Jesús, que los
judíos no debieron de oír con mucho agrado.
(3) Los milagros del Salvador tienen un do¬
ble sentido. Nos revelan primeramente su bon¬
dad y misericordia hacia todos los desgraciados;
también son signos de la misión divina que traía
ál mundo en beneficio de las almas. Con las
curaciones corporales pretendía que le acepta¬
sen como médico de las almas, cuyos pecados
venía a perdonar y a sanar sus llagas. Este prin¬
cipio, que sobre todo se hace patente en el
evangelio de San Juan, se puede aplicar, en ar¬
monía con los males que el Señor remedia, a las
diversas especies de milagros.
(4) ls. 43, 4.
Condiciones de los scfliiidorcs
de Jesús.
18 Viendo Jesús grandes muche¬
dumbres alrededor de sí, dispuso par¬
tir a la otra ribera. 19 Y le salió al
encuentro un escriba, que le dijo:
Maestro, te seguiré adondequiera
que vayas. 20 Díjole Jesús: Las rapo¬
sas tienen cuevas, y las aves del
cielo nidos, pero el Hijo del hombre
no tiene donde reclinar la cabeza.
21 Otro de los discípulos le dijo:
Señor, permíteme ir primero a se¬
pultar a mi padre (1). 22 Pero Jesús
le respondió: Sígueme y deja a los
muertos sepultar a sus muertos (2).
La tempestad calmada.
23 Cuando hubo subido a la nave
le siguieron sus discípulos. 24 Y he
aquí que se produjo en el mar una
agitación grande, tal que las olas
cubrían la nave; pero El entretanto
dormía. 25 Y acercándose le desper¬
taron, diciendo: Señor, sálvanos, que
perecemos. 26 El les dijo: ¿Por qué
teméis, hombres de poca fe? Enton¬
ces se levantó, increpó, a los vientos
y al mar y sobrevino una gran cal¬
ma. 27 Los hombres se maravillaban
y decían: ¿Quién es éste, que hasta
ios vientos y el mar le obedecen?
La curación de los endemoniados.
28 Llegado a la otra orilla, a la re¬
gión de los gadarenos, le vinieron al
encuentro, saliendo de los sepulcros,
dos endemoniados (3) tan furiosos,
que nadie podía pasar por aquel ca¬
mino. 29 Y le gritaron, diciendo: ¿Qué
hay entre ti y nosotros, Hijo de
Dios? ¿Has venido aquí a destiempo
para atormentarnos? 30 Había no lejos
de allí una piara de muchos puercos
paciendo (4), 31 y los demonios le
(1) Que, sin duda, no había aún muerto, y
así pide que se le deje atender a su padre en sus
últimos días.
(2) Muertos, aquí, son los que viven en el
mundo entregados a los cuidados de la vida
temporal.
(3) San Marcos y San Lucas hablan de uno
solo, que es, sin duda, el que, de los dos, más
se distinguía y más llamó la atención de los tes¬
tigos o de la tradición posterior, por haberse
convertido a la fe.
(4) El Oriente del Lago estaba poblado por
gentiles, los únicos que podían criar tales ani¬
males, declarados inmundos por la ley mosaica.
1076
SAN MATEO, 9
rogaban, diciendo: Si nos has de echar,
échanos a la piara de puercos. 32 Y
les dijo: Id. Ellos salieron y se fue¬
ron a los puercos, y toda la piara se
lanzó por un precipicio al mar, mu¬
riendo en las aguas. 33 Los porqueros
huyeron, y yendo a la ciudad con¬
taron lo que habla pasado con los
endemoniados. 34 Y he aquí que toda
la ciudad salió al encuentro de Jesús,
y viéndole le rogaron que se retirase
de sus términos (1).
Curación del paralítico.
9 1 2 Subiendo en la barca, hizo la
travesía y vino a su ciudad (2).
2 Le presentaron un paralítico acos¬
tado en un lecho, y viendo Jesús la fe
de aquellos hombres, dijo al paralí¬
tico: Confía, hijo, tus pecados te
son perdonados. 3 Algunos escribas
dijeron dentro de sí mismos: Este
blasfema. 4 * Jesús, conociendo sus
pensamientos, les dijo: ¿Por qué
pensáis mal en vuestros corazones?
3 ¿Qué es más fácil: decir tus pecados
te son perdonados, o decir leván¬
tate y anda? 6 Pues para que veáis
que el Hijo del hombre tiene sobre
la tierra poder de perdonar los peca¬
dos (3), dijo al paralítico: levántate,
toma tu lecho y vete a casa. 7 Y le¬
vantándose, fuese a su casa. 8 Viendo
esto, las muchedumbres quedaron so¬
brecogidas de temor y glorificaron
a Dios de haber dado tal poder a los
hombres.
Vocación de Mateo.
9 Pasando Jesús de allí, vió a un
hombre sentado en el telonio, de
nombre Mateo, y le dijo: Sígueme.
Y él, levantándose, le siguió. 10 Ha¬
llándose, pues, Jesús sentado a la
mesa en la casa de aquél, vinieron
muchos publícanos y pecadores a
sentarse con Jesús y sus discípulos.
(i) Los sucesos que acababan de oír los ha¬
bían puesto en un temor supersticioso, y prefe¬
rían verle lejos.
(a) Cafarnaúm, que habla .constituido en
centro de su actividad apostólica. (4, 13.)
(3) Los milagros de Jesús tienen una fina¬
lidad más alta que la de remediar los males'
físicos: probar su misión divina de salvador de ¡
las almas.
11 Viendo esto, los fariseos decían a
los discípulos: ¿Por qué vuestro maes¬
tro come con publícanos y peca¬
dores? (1). 12 El, que los oyó, dijo:
No tienen los sanos necesidad de mé¬
dico, sino los enfermos. 13 Yd y apren¬
ded qué significa: «Prefiero 1 a mise¬
ricordia al sacrificio.» Porque no he
venido yo a llamar a los justos, sino
a los pecadores.
14 Entonces se llegaron a él los
discípulos de Juan (2), diciendo:
¿Cómo es que, ayunando nosotros v
los fariseos, tus discípulos no ayunan?
15 Y Jesús les contestó: ¿Por ventu¬
ra pueden los compañeros del novio
llorar mientras está el novio con
ellos? Pero vendrán días en que les
será arrebatado el esposo; y entonces
ayunarán. 16 Nadie echa una pieza
de paño no abatanado a un vestido
viejo, porque el remiendo se llevará
algo del vestido y el roto se hará
mayor. 17 Ni se echa el vino nuevo
en cueros viejos; de otro modo se
romperían los cueros, el vino se de¬
rramaría y los cueros se perderían;
sino que se echa el vino nuevo en
cueros nuevos, y así lo uno y lo otro
se conserva.
Curación de la hemorroida, y
resurrección de una niña*
18 Mientras les hablaba, llegó un
jefe (3), y acercándosele se postró
ante él, diciendo: Mi hija a -aba de
morir; ven, pon tu mano sobre ella
y vivirá. 19 Y levantándose Jesús, le
siguió con sus discípulos. 20 En¬
tonces una mujer, que padecía flujo
de sangre hacía doce años se le
acercó por detrás y le tocó la orla
de 1 vestid o f 4), 21 diciendo para sí
misma: Con solo tocar su vestido seré
sana. 23 Jesús se volvió, y viéndola
(1) Para los fariseos, los publícanos eran pú¬
blicos pecadores, con quienes no se podía tratar
sin contaminarse.
(2) Eran gentes que, habiendo recibido el
bautismo de Juan, llevaban una vida de peni¬
tencia, y así se extrañaban de que Jesús y los
suyos no hicieran otro tanto.
(3) Era la sinagoga el centro de la vida reli¬
giosa y social del pueblo, y tenia para su go¬
bierno un consejo de personas respetables.
(4) A causa de la enfermedad, que consti¬
tuía una impureza legal, no se atrevía a pedir
francamente el remedio del mal. (Levítico. 15*
25 ss.)
SAN MATEO, 10
1077
dijo: Hija, ten confianza; tu fe te
ha sanado. Y quedó sana la mujer
desde aquel momento. 23 Cuando
llegó Jesús a la casa del jefe, viendo
a los flautistas y a la muchedumbre
de plañideras, 24 dijo: Retiraos, que
la niña no está muerta: duerme. Y se
reían de El (1). 25 Una voz que la
muchedumbre fué echada fuera, entró,
tomó la mano de la niña y ésta se
levantó. 26 La nueva se divulgó por
toda aquella tierra.
Curación de dos ciegos.
27 Partiendo Jesús de allí, le se¬
guían dos ciegos, dando voces y di¬
ciendo: Ten piedad de nosotros, Hijo
de David. 28 Y cuando hubo entrado
en casa, se le acercaron los ciegos y
les dijo Jesús: ¿Creéis que puedo yo
hacer esto? Respondiéronle: Sí, Señor.
29 Entonces tocó sus ojos, diciendo:
Hágase en vosotros según vuestra fe.
30 Y se abrieron sus ojos, y con tono
severo les advirtió: Mirad que nadie
lo sepa (2). 31 Pero ello^, una vez
fuera, divulgaron la cosa por toda
aquella tierra.
Curación de un mudo.
32 Salidos aquéllos/ le presentaron
un hombre mudo endemoniado, 33 y
arrojado el demonio, habló el mudo
y se maravillaron las turbas, dicien¬
do: Jamás se vió tal en Israel. 34 Pero
los fariseos replicaban: Es por virtud
del príncipe de los demonios como
arroja a los demonios.
Actividad misional.
36 Jesús recorría todas las ciuda¬
des y aldeas, enseñando en sus si¬
nagogas, predicando el evangelio del
reino y curando toda enfermedad, y
toda dolencia. 36 Viendo a la muche¬
dumbre, se enterneció de compasión
por ella, porque estaban fatigados y
decaídos como ovejas sin pastor.
(1) Como gente que tenía por oficio llorar
a los muertos, se ríen de Jesús; sin duda que no
reirían los padres de la niña difunta.
(2) Estos mandatos de Jesús tienen su razón
de ser en el estado de los ánimos, demasiado
excitados en aquel momento con los milagros
; prontos a estallar en manifestaciones que pu¬
dieran comprometer su ministerio. (Jn.6, 15.)
37 Entonces dijo a los discípulos: La
mies es mucha, pero los obreros pocos.
38 Rogad, pues, al dueño de la mies
que envíe obreros a su mies.
Confiere a los doce el poder
de hacer milagros.
1U 1 2 Habiendo llamado Jesús a sus
discípulos, les dió poder sobre
los espíritus impuros para arrojarlos
y para curar toda enfermedad y toda
dolencia (1).
2 Los nombres de los doce Após¬
toles son éstos: el primero Simón,
llamado Pedro, y Andrés, su her¬
mano; Santiago, el de Zebedeo, y
Juan, su hermano; 3 Felipe y Barto¬
lomé, Tomás y Mateo, el publicano;
Santiago, el de Alfeo, y Tadeo; 4 * Si¬
món, el Celador, y Judas Iscariote,
el que le traicionó.
Instrucción a los doce.
5 A estos doce envió Jesús, des¬
pués de haberles instruido en estos
términos: «No toméis el camino de
los gentiles (2) ni entréis en la ciu¬
dad de los samaritanos; 6 id más
bien a las ovejas perdidas de la casa
de Israel. 7 Y en vuestro camino pre¬
dicad diciendo: El reino de Dios se
acerca. 8 Curad a los enfermos, resu¬
citad a los muertos, limpiad a los
leprosos, arrojad los demonios; gratis
lo recibís, dadlo gratis. 9 No llevéis
oro ni plata ni cobre en vuestro cin¬
to, 10 ni alforja para el camino,
ni dos túnicas, ni sandalias, ni bas¬
tón; porque el obrero es acreedor a
su sustento. 11 En cualquiera ciudad
o aldea en que entréis, informaos de
quién hay en ella digno (3), y que¬
daos allí hasta que partáis. 12 Y en¬
trando en la casa, saludad. 13 Y si la
casa fuere digna, sobre ella vendrá
vuestra paz; si no lo fuere, vuestra
paz volverá a vosotros. 14 Y si no
(1) Jesús no sólo tiene poder de hacer mi¬
lagros. sino facultad para conferirlo a otros. Era
ésta una facultad que jamás se había visto en
Israel.
(2) La misión personal de Jesús se dirigía a
los hijos de Israel, por los cuales la salud había
de llegar a los gentiles. (Rcm. 15, 8.)
(3) La misión que llevaban los obligaba a •
mirar dónde se hospedaban, no fuera que la con¬
dición del huésped impidiese el ministerio apos¬
tólico.
078
SAN MATEO, 11
os recibieren o no escucharen vuestras
palabras, saliendo de aquella casa o
de aquella ciudad, sacudid el polvo
de vuestros pies*. 16 En verdad os
digo que más tolerable suerte tendrá
la tierra de Sodoma y Gomorra en
el día del juicio que aquella ciudad.
N ucva instrucción a los apóstoles.
16 He aquí que yo os envío como
ovejas en medio de lobos (1); sed,
pues, prudentes como serpientes y
sencillos como palomas. 17 Guardaos
de los hombres, porque os entregarán
a los sanedrines y en sus sinagogas os
azotarán. 18 Seréis llevados a los go¬
bernadores y reyes por amor de mí,
para dar testimonio ante ellos y los
gentiles. 19 Cuando os entregaren, no
os preocupe cómo o qué hablaréis;
porque se os dará en aquella hora lo
que debéis decir. 20 No seréis vos¬
otros los que habléis, sino el Espíritu
del Padre el que hablará en vosotros.
21 El hermano entregará al hermano a
la muerte, el padre al hijo, y se le¬
vantarán los hijos contra los padres
V les darán muerte. 22 Y seréis abo¬
rrecidos de todos por causa de mi
nombre; el que persevere hasta el
fin, ése será salvo.
23 Cuando os persiguieren en una
ciudad, huid a otra; y si en ésta os
persiguieren, huid a una tercera. En
verdad os digo que no acabaréis las
ciudades de Israel antes de que venga
el Hijo del hombre. 24 No está el
discípulo sobre el maestro, ni el siervo
sobre su amo. 25 Bástale al discípulo
ser como su maestro y al siervo como
su señor. 26 Si al amo le llamaron
Belcebú, ¡cuánto más a sus domés¬
ticos! 28 No los temáis, pues; porque
nada hay oculto que no se venga a
descubrir, ni secreto que no venga a
ser conocido. 27 Lo que yo os digo
en la oscuridad, decidlo a la luz, y
lo que os digo al oído, predicadlo
sobre los terrados. 28 No tengáis mie¬
do a los que matan el cuerpo, que
al alma no la pueden matar; temed
más bien a Aquél que puede perder
(i) Lo que sigue, sin duda, fué dicho por
Jesús mirando a otra misión más lejana y más
larga entre las naciones gentiles. Es, al mismo
tiempo, una profecía de lo que sucederá a los I
apóstoles y a los fieles en los tiempos venideros.
En la historia reciente de la persecución mar-
xista pudiéramos hallar pruebas confirmatorias
de lo que aquí dice el Salvador.
el alma y el cuerpo en la gehenna.
29 ¿No se venden dos pajaritos por
un as? Sin embargo, ni uno de ellos
caerá en tierra sin la voluntad de
vuestro Padre. 30 Cuanto a vosotros,
aun los cabellos todos de vuestra ca¬
beza están contados. 31 No temáis,
pues; ¿no aventajáis vosotros a los
pajaritos? 32 Pues a todo el que me,
confesare delante de los hombres, yo
también le confesaré delante de mi
Padre, que está en los cielos 33 Pero
a todo el que me negare delante de
los hombres, yo le negaré también
delante de mi Padre, que está en los
cielos.
34 No penséis que he venido a
poner paz en la tierra (1); no vine
a poner paz, sino espada. 35 Porque
he venido a separar al hombre de su
padre, y a la hija de su madre, y la
nuera de su suegra, 36 y los enemigos
del hombre serán los de su casa.
37 El que ama al padre y a la madre
más que a mí, no es digno de mí (2),
y el (fue ama al hijo o a la hija más
que a mí, no es digno de mí; 38 y el
que no toma su cruz y sigue en pos
de mí, no es digno de mí. 39 El que
halla su vida la perderá, y el que la
perdiere por amor de mí la hallará.
40 El que os recibe a vosotros, a mí
me recibe, y el que me recibe a mí,
recibe al que me envió. 41 El que re¬
cibe al profeta como profeta, obten¬
drá recompensa de profeta, y el que
recibe al justo como justo, obtendrá
recompensa de justo. 42 Y el que diere
de beber a uno de estos pequeños,
sólo un vaso de agua fresca, en razón
de discípulo, en verdad os digo que
no perderá su recompensa.»
La misión del Bautista.
1 1 1 Aconteció que cuando hubo
Jesús acabado de instruir a sus
discípulos, partió de allí para enseñar
y predicar en sus ciudades. 2 Y ha¬
biendo oído Juan en la cárcel las
obras de Cristo, envió por medio de
sus discípulos, 3 a decirle: «Eres tú
(1) Jesús gusta de semejantes figuras para
imprimir mejor las ideas en la mente de sus
oyentes. Siendo príncipe de la paz, porque nos
trae el amor, lo es también de la guerra, porque
El mismo y los suyos serán para el mundo blanco
de contradicción.
(2) Singular pretensión, que sólo en Dios es
justa, como principio y fin que es del hombre
Es una expresión manifiesta de su divinidad
SAN MATEO, II
1079
el que viene (1), o debemos esperar
a otro? Y respondiendo Jesús, les
dijo: Id y referid a Juan lo que habéis
oído y visto. 6 Los ciegos ven, los
cojos andan, los leprosos quedan lim¬
pios, los sordos oyen, los muertos
resucitan y los pobres son evangeli¬
zados; 6 y bienaventurado aquél que
no se escandalizare en mí.
Elogio (le Juan.
7 Cuando éstos se hubieron ido,
comenzó Jesús a hablar de Juan a
la muchedumbre: ¿Qué habéis ido a
ver al desierto? ¿Una caña agitada
por el viento? 8 ¿Qué habéis ido a
ver? ¿A un hombre vestido afemina¬
damente? Mas los que visten con
molicie están en las moradas de los
reyes. 9 ¿Pues a qué habéis ido?
¿A ver un profeta? Si, yo os digo
que más que a un profeta. 10 Este es
de quien está escrito:
He aquí que yo envió a mi men¬
sajero delante de tu faz,
Que preparará tus caminos delante
de ti (2).
11 En verdad os digo que entre los
nacidos de mujer no ha parecido
uno más grande que Juan el Bau¬
tista. Pero el más pequeño en el
reino de los cielos es mayor que él (3).
12 Desde los días de Juan hasta ahora,
el reino de los cielos sufre violencia
y los esforzados lo arrebatan. 13 Por¬
que todos los profetas y la ley han
profetizado hasta Juan. 14 Y si que¬
réis oírlo, él es Elias, que ha de venir.
15 El que tiene oídos, que oiga.
Juicio sobre la «jeneración
presente.
16 ¿A quién compararé yo esta ge¬
neración? Es semejante a los niños
sentados en la plaza (4), que se gri-
(1) El laconismo de los evangelistas no nos
permite poner en claro el motivo de esta emba¬
jada. Parece lo más probable que obedeciera al
deseo de que sus discípulos oyesen la verdad
de labios del mismo Jesús. Hay quien cree que
obedeció a un pasajero oscurecimiento del cono¬
cimiento que Juan tenia de Jesús como Mesías.
(2) Mal. 3, i.
(3) Después del elogio que precede, la com¬
paración no puede referirse a la dignidad de las
personas, sino de los estados. Juan vive aún en
la antigua alianza, que es la promesa del reino
de Dios; los hijos del reino ya gozan de la pose¬
sión del mismo reino prometido.
(4) Nota característica de la enseñanza po¬
pular de Jesús. La parábola va dirigida a las
tan unos a otros, 17 diciendo: «Os
tocamos la flauta y no bailáis, he¬
mos endechado y no os habéis do¬
lido.» 18 Porque vino Juan, que no
comía ni bebía, y dicen: Está poseído
del demonio. 19 Vino el Hijo del
hombre, que come y bebe, y dicen:
Es un comilón y un bebedor de vino,
amigo de publícanos y pecadores.
Y la Sabiduría se justifica por sus
obras.
Amenaza a las ciudades infieles.
20 Comenzó entonces a increpar a
las ciudades en que había hecho
muchos milagros, porque no habían
hecho penitencia: ;Ay de ti, Corazaín,
ay de ti, Betsaida!, porque, si en
Tiro y en Sidón se hubieran hecho
los milagros hechos en ti, mucho ha
que en saco y ceniza hubieran hecho
penitencia. 22 Así, pues, os digo que
Tiro y Sidón serán tratadas con menos
rigor que vosotros en el día del juicio.
23 Y tú, Cafarnaúm, ¿te levantarás
hasta el cielo? Hasta el infierno serás
precipitada. Porque si en Sodoma se
hubieran hecho los milagros hechos
en ti, hasta hoy subsistirían. 24 Así,
pues, os digo que el país de Sodoma
será tratado con menos rigor que tú
en el día del juicio.
Acción de gracias al Padre.
25 En aquel tiempo tomó Jesús la
palabra y dijo: Yo te alabo. Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque
ocultaste estas cosas a los sabios y
discretos y las revelaste a los peque-
ñuelos (1). 26 Sí, Padre, porque así
te plugo. 27 Todo me ha sido entre¬
gado por mi Padre (2), y nadie
conoce al Hijo sino el Padre, y nadie
conoce al padre sino el Hijo y aquél
a quien el hijo quisiere revelárselo.
28 Venid a mí, todos los que estáis
fatigados y cargados, que yo os ali-
clases directoras de Israel, en quienes fue bien
marcada la oposición contra Jesús, hasta aca¬
bar poniéndole en la cruz.
(1) Maravilloso desahogo de Jesús con su Pa¬
dre acerca de los planes de su providencia. El
reino de los cielos es de los pobres y humildes;
de los que presumen de sabios, la reprobación.
(I Cor. i t 18 ss.)
(2) Estas palabras expresan la íntima comu¬
nión de vida entre el Padre y el Hijo, la consus-
tancialidad de ambos.
10M0
SAN MATEO, 12
viaré. . 29 Tomad sobre vosotros mi
yugo, y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón, y halla¬
réis descanso para vuestras almas,
pues mi yugo es blando y mi earga
ligera.
i^obro la observancia del sábado.
Primera cuestión.
fO 1 Por aquel tiempo iba Jesús,
* ^ un día de sábado por los sem¬
brados; sus discípulos tenían hambre
y comenzaron a arranear espigas y
comérselas. 2 Los fariseos, que lo
echaron de ver, dijéronle: Mira que
tus discípulos hacen lo que no es
lícito hacer en sábado (1). 3 Pero
El les dijo: ¿No habéis leído lo que
hizo David cuando tuvo hambre él
y los que le acompañaban? 4 * ¿Cómo
entró en la casa de Dios, y comieron
los panes de la proposición, que no
les era lícito comer a él y a los suyos,
sino sólo a los sacerdotes? 6 ¿Ni ha¬
béis leído en la ley que el sábado
los sacerdotes en el templo violan el
sábado sin ser culpables? 8 Pues yo
os digo que lo que aquí hay es más
grande que el Templo. 7 Si hubierais
entendido qué significa: Yo prefiero
la misericordia al sacrificio, no con¬
denaríais a inocentes. 8 Porque el
Hijo del hombre es señor del sábado.
Segunda cuestión sobre el sábado.
9 Y pasando de allí vino a la sina¬
goga, 10 donde había un hombre que
tenía seca una mano. Y le pregun¬
taron para poder acusarle: ¿Es lícito,
curar en sábado? 11 El les dijo: ¿Quién
de vosotros, teniendo una oveja,
si cayere en un pozo en día de sá¬
bado, no la coge y la saca? Í2).
12 Pues ¡cuánto más vale un hombre
que una oveja! Lícito es, por tanto,
hacer bien en sábado. 13 Entonces
dijo a aquel hombre: Extiende tu
(1) Este episodio nos muestra hasta qué ex¬
tremo llegaba la superstición de los fariseos en
la interpretación del precepto sabático, pues en
la prohibición de la siega y de la trilla veían con¬
denada la simple acción de frotar unas espigas
y limpiar sus granos para entretener el hambre.
(Exodo 34,21.)
(2) La casuística rabínica sabía atender
a sus intereses. Prohíbe curar en sábado, que es
oficio del médico; pero no salvar una res que
está a punto de perecer.
mano; y la extendió sana como la
otra. 14 Los fariseos, saliendo, se reu¬
nieron en consejo (1) contra El para
ver el modo de perderle.
La mansedumbre del Mesías,
predieba por el profeta.
16 Jesús, teniendo noticia de esto,
se alejó de allí (2). Muchos le si¬
guieron, y los curaba a todos, 16 en¬
cargándoles que no le descubrieran;
17 para que se cumpliera el anuncio
del profeta Isaías, que dice:
18 He aquí mi siervo, a quien elegí;
mi amado, en quien mi alma se
complace. Haré descansar mi espíritu
sobre él, y anunciará el derecho a
las gentes. 19 No disputará ni gritará,
nadie oirá su voz en las plazas. 20 La
caña cascada no la quebrará, y no
apagará la inecha humenate, hasta
hacer triunfar el derecho, 21 y en su
nombre pondrán las naciones su es¬
peranza. (42, 1-4.)
Lu calumnia de los fariseo*.
22 Entonces le trajeron un ende¬
moniado ciego y mudo (3); y le curó,
de suerte que el mudo hablaba v
veía. 23 Y se maravillaron las muche¬
dumbres y decían: ¿No será éste el
Hijo de David? (4). 24 Pero los fari¬
seos, que esto oyeron, dijeron: Este
no echa a los demonios sino por el
poder de Peelcebub, príncipe de los
demonios (5). 26 Penetrando El sus
pensamientos, les dijo: Todo reino
en sí dividido será desolado, y toda
ciudad o casa en sí dividida no sub¬
sistirá. 26 Y si Satanás arroja a Sata-
(1) Esto nos muestra a qué extremo llegaba
la oposición farisea.
(2) Cede ante la violencia de sus enemigos
porque no era llegada su hora. (Jn. 11,5 ss.)
(3) Is. 42- i-4-
(4) La posesión diabólica solía llevar con¬
sigo alguna enfermedad, la cual desaparecía
luego de echados los espíritus por el Señor.
(5) Que quiere decir Mesías. Estas expre¬
siones populares muestran cuán vivas estaban
en aquellos días las esperanzas mesiánicas.
(6) Era Beelzebub el dios de Acarón, a quien
por burla los judíos llamaban Bcelzebul, señor del
estiércol. Los espíritus, aun después de perdida
la gracia por el pecado, conservan su jerarquía,
que tiene por base su perfección natural. Al jete
supremo de esa jerarquía le llamaban Bcelztfcub
Jesús, según ellos, tendría pacto con ésic. y 111
su virtud, los espiiitus infeiiorts le tstarí. n
sujetos.
SAN MATEO, 12
1081
nás, estará dividido contra sí, ¿cómo,
pues, subsistirá su reino? 27 Y si yo
arrojo los demonios con el poder de
Bcelcebub, ¿con qué poder los arro¬
jan vuestros hijos? Por esto serán
ellos vuestros jueces. 28 Mas si yo,
arrojo a los demonios con el espíritu
de Dios, entonces es que ha llegado
a vosotros el reino de Dios. 29 ¿Pues
cómo podrá entrar uno en la casa
de un fuerte y arrebatarle sus ense¬
res, si no logra primero sujetar al
fuerte? Ya entonces podrá saquear
su casa. 30 El que no está conmigo
está contra mí, y el que conmigo no
recoge, desparrama.
La blasfemia contra el Espíritu
Santo.
31 Por esto os digo: TodP pecado
y blasfemia les será perdonado a los
hombres, pero la blasfemia contra el
Espíritu (1) no les será perdonada.
32 Quien hablare contra el Hijo del
hombre será perdonado: pero quien
hablare contra el Espíritu Santo, no
será perdonado, ni en este siglo ni
en el venidero. 33 Si plantáis un árbol
bueno, su fruto será bueno, pero si
plantáis un árbol malo, su fruto será
malo, porque el árbol por los frutos
se conoce. 34 ¡Raza de víborasI ¿Cómo
podéis vosotros decir cosas buenas,
siendo malos? Porque de la abun¬
dancia del corazón habla la boca.
35 El hombre bueno, de su buen te¬
soro saca cosas buenas, pero el hom¬
bre malo de su mal tesoro saca cosas
malas. 36 Y yo os digo que de toda
palabra ociosa que hablaren los hom¬
bres habrán de dar cuenta el día del
juicio. 37 Pues por tus palabras serás
declarado justo, o por tus palabras
serás condenado.
Amenaza contra la generación
actual.
38 Entonces le interrogaron algu¬
nos de los escribas y fariseos, y le
dijeron: Maestro, quisiéramos ver una
señal tuya. 39 El, respondiendo, les
(i) Es el pecado que directa y consciente¬
mente va contra la verdad. Como de ella ha de
venir la salud, el que la impugna se cierra a sí
mismo la puerta de la salvación, y asi resulta su
pecado irremisible.
dijo: La generación mala y adúltera,
busca una señal, y no le será dada
más señal que la de Jonás (1) el
profeta. 40 Porque, como estuvo
Jonás en el vientre de la ballena tres
días y tres noches, así estará el Hijo
del hombre tres días y tres noches
en el seno de la tierra. 41 Los nini-
vitas se levantarán el día del juicio
contra esta generación y la conde¬
narán, porque ellos hicieron peni¬
tencia a la predicación de Jonás, y
hay aquí algo más que Jonás. 42 La
reina del Mediodía se levantará en
juicio contra esta generación y la
condenará, porque vino de los confi¬
nes de la tierra para oír la sabiduría
de Salomón, y aquí hay algo más
que Salomón. 43 Cuando el Espíritu
impuro sale de un hombre, discurre
por lugares áridos, buscando reposo
y no lo halla. 44 Entonces se dice:
Me volveré a mi casa de dopde salí.
Y va v la encuentra vacía, barrida y
compuesta. 45 Entonces va, toma con¬
sigo otros siete espíritus peores que
él, y entrando, habita allí, viniendo
a ser las postrimerías de aquel hom¬
bre peores que sus principios. Así será
de esta generación mala.
Los parientes de Jesús.
46 Mientras El hablaba a la mu¬
chedumbre, su madre y sus herma¬
nos estaban fuera y pretendían ha¬
blarle. 47 Alguien le dijo: Tu madre
y tus hermanos (2) están fuera y
desean hablarte. 48 Y El respondió
y dijo al que le hablaba: ¿Quién es
mi madre y quiénes son mis herma¬
nos? 49 Y extendiendo su mano sobre
los discípulos, dijo: He aquí mi madre
y mis hermanos. Porque quienquiera
que hiciere la voluntad de mi Padre,
que está en los cielos, ése es mi her¬
mano y mi hermana y mi madre.
(1) La última señal que Jesús dará a los ju¬
díos de que es el Mesías será su resurrección.
El que la rechace quedará en peor situación
que antes, porque su resistencia a la verdad le
habrá confirmado más en el mal.
(2) Los parientes, que no creían en El (Jn. 7,5),
antes pensaban que estaba fuera de sí (Me. 3, 21),
vienen para reducirle a casa. Jesús se aprovecha
de la ocasión para poner de relieve el orden
divino sobre el humano. No hemos de atribuir
a la Madre los mismos sentimientos por el
hecho de que acompañara a los parientes. Iban
en busca de su Jesús, y no podía permanecer
indiferente.
1082
SAN MATEO, 13
La parábola del sembrador.
13 1 Aquel día salió Jesús de casa
y se sentó junto al mar. 1 2 Se
le acercaron numerosas muchedum¬
bres, El, subiendo a una barca, se
sentó, quedando la muchedumbre
sobre la playa, 3 y les dijo muchas
cosas en parábolas (1): Salió un
sembrador a sembrar, 4 * y de la si¬
miente parte cayó junto al camino,
V viniendo las aves, la comieron.
5 Otra cayó en sitio pedregoso, donde
no había tierra y luego brotó, porque
la tierra era poco profunda, 6 pero
levantándose el sol la agostó, y como
no tenía raíz, se secó. 7 Otra cayó
entre cardos, y los cardos crecieron
y la ahogaron. 8 Otra cayó sobre tierra
buena y dió buen fruto, una ciento,
otra sesenta, otra treinta. 9 * El que
tenga oídos, que oiga.
Razón de la parábola.
10 Acercándosele los discípulos, le
dijeron: ¿Por qué les hablas en pará¬
bolas? 11 Y les respondió diciendo:
A vosotros os ha sido dado conocer
los misterios del reino de los cielos,
pero a ésos no. 12 Porque al que tiene
se le dará más y abundará; y al que
no tiene, aun aquello que tiene le
será quitado. 13 Por esto les hablo
en parábolas, porque viendo no vean
y oyendo no oigan ni entiendan;
44 y se cumpla en ellos la profecía de
Isaías, que dice:
Cierto oiréis y no entenderéis (2),
veréis y no conoceréis. 16 Porque
se lia endurecido el corazón de este
pueblo, y se han hecho duros de
oídos, y han cerrado sus ojos, para
lio ver con sus ojos y lio oír con sus
oídos, y para no entender cu su eo-
(1) San Mateo, siguiendo su método, reúne
aquí un grupo de parábolas cuyo tema es el
misterio del reino de Dios. No estando el pue¬
blo en condiciones de recibir la verdad desnuda
sobre este misterio, a causa de sus prejuicios
mesiánicos, el Señor le presenta la verdad en
forma velada para que, poco a poco, la vaya
percibiendo. Esto siempre sería mejor que negár¬
sela del todo.
(2) Hasta cinco veces se cita este texto en
los evangelios y en los Hechos, 28, 26. El pro¬
feta fué enviado por Dios a predicar al pueblo
y, cierto, para que su palabra le reportase la
salud; pero a causa de la malicia del pueblo, el
ministerio del profeta le iba a ser ocasión de
mayor mal. Tal ocurría a los judíos por su opo¬
sición a la verdad, que brillaba en la predi<a-
cjóp de Jesús y de los Apóstolas.
razón y convertirse, que yo los cu¬
raría (1). 16 jPero dichosos vuestros
ojos, porque ven, y vuestros oídos,
porque oyen! 17 Pues en verdad os
digo que muchos profetas y justos
desearon ver lo que vosotros veis,
y no lo vieron, y oír lo que vosotros
oís, y no lo oyeron.
Explicación de la parábola.
18 Oíd, pues, vosotros, la parábola
del sembrador. 19 A quien oye la
palabra del reino y no la entiende,
viene el maligno y le arrebata lo
que había sido sembrado en su co¬
razón: esto es lo sembrado junto al
camino. 20 Lo sembrado en terreno
pedregoso es el que oye la palabra
y desde luego la recibe con alegría;
21 pero no tiene raíces en sí mismo,
sino que es voluble, y en cuanto se
levanta una tormenta o persecución
a causa de la palabra, al instante se
escandaliza. 22 Lo sembrado entre
espinas es el que oye la palabra;
pero los cuidados del siglo y la se¬
ducción de las riquezas ahogan la
palabra y queda sin dar fruto. 23 Lo
sembrado en buena tierra es el que
oye la palabra y la entiende, y da fruto,
uno ciento, otro sesenta, otro treinta.
La parábola de la cizaña.
24 Les propuso otra parábola, di¬
ciendo: Es semejante el reino de los
cielos a un hombre que sembró en
su campo semilla buena. 26 Pero
mientras la gente dormía, vino el
enemigo y sembró cizaña entre el
trigo y se fué. 26 Cuando creció la
hierba y dió fruto, entonces apare¬
ció la cizaña. 27 Acercándose los cria¬
dos al amo, le dijeron: Señor: ¿110
has sembrado semilla buena en tu
campo? ¿De dónde viene, pues, que
haya cizaña? 28 Y él les contestó:
Eso es obra de un enemigo. Dijéron-
le: ¿Quieres que vayamos y la arran¬
quemos? 29 Y les dijo: No, no sea que
•al querer arrancar la cizaña, arran¬
quéis con ella el trigo. 30 Dejad que
ambos crezcan hasta la siega; y al
tiempo de la siega diré a los sega¬
dores: Coged primero la cizaña y
atadla en haces para quemarla, y el
trigo recogedlo para encerrarlo en el
granero.
(i) Js 6, o V».
SAN MATEO, 14
lübd
El y runo de mostazo.
81 Otra parábola les propuso, di¬
ciendo: Es semejante el reino de los
cielos a un grano de mostaza que
toma uno y lo siembra en su campo;
32 y con ser la más pequeña de todas
las semillas, cuando ha crecido es
la más grande de todas las hortali¬
zas y llega a hacerse un árbol, de
suerte que las aves del cielo vienen
a anidar en sus ramas.
El fermento.
33 Otra parábola les dijo: Es seme¬
jante el reino de los cielos al fermento,
que una mujer toma y lo pone en
tres medidas de harina hasta que
todo fermenta. 34 Todas estas cosas
dijo Jesús en parábolas a las mu¬
chedumbres, y no les hablaba nada
sin parábolas, 35 para que se cum¬
pliera el anuncio del profeta que dice:
Abriré en parábolas mi boca, de¬
clararé las cosas ocultas desde la
creación (1).
36 Entonces, dejando a la muche¬
dumbre, se vino a casa, y sus discí¬
pulos se acercaron a El, diciéndole;
Explícanos la parábola de la cizaña
del campo. 37 Y respondiendo, dijo:
El que siembra la buena semilla es
el Hijo del hombre; el campo es *1
mundo; la buena semilla son los hijos
del reino; la cizaña son los hijos del
maligno; 39 el enemigo, que la siem¬
bra, es el diablo; la siega es la con¬
sumación del mundo; los segadores
son los ángeles. 40 A la manera, pues,
que se recoge la cizaña y se quema
en el fuego, así será a la consumación
del mundo. 41 Enviará el Hijo del
hombre a sus ángeles y recogerán
de su reino todos los escándalos y a
todos los obradores de iniquidad,
42 y los arrojarán en el horno de
fuego, donde habrá llanto y crujir
de dientes. 43 Entonces los justos
brillarán como el sol en el reino de
su Padre. El que tenga oídos, que oiga.
El tesoro y la perla.
44 Es semejante el reino de los cie¬
los a un tesoro escondido en uu campo,
que quien lo encuentra lo oculta y,
lleno de alegría, va, vende cuanto
tiene, y compra aquel campo. 46 Es
también semejante el reino de los
cielos a un mercader que busca
preciosas perlas, y hallando una de
gran precio, va, vende todo cuanto
tiene y la compra.
La red.
47 Es también semejante el reino
de los cielos a una red barredera, que
se echa en el mar y recoge peces de
toda suerte; 48 y llena, la sacan sobre
la playa, y sentándose recogen ios
peces buenos en canastos, y los malos
los tiran. 49 Así será a la consumación
del mundo: saldrán los ángeles y
separarán a los malos de los justos,
60 y los arrojarán al horno de fuego:
allí habrá llanto y crujir de dientes.
61 ¿Habéis entendido todo esto? Res¬
pondiéronle: Sí. 62 Y les dijo: Así,
todo escriba instruido en la doctrina
del reino de los ciclos es como el
amo de casa, que de su tesoro saca
lo nuevo y lo añejo. 63 Cuando hubo
terminado Jesús estas parábolas, se
alejó de allí, 64 y viniendo a su tierra
les enseñaba en la sinagoga, de ma¬
nera que, admirados, se decían: ¿De
dónde le viene a éste tal sabiduría
y tales prodigios? 55 ¿No es éste el hijo
del carpintero? (1). ¿Su madre no
se llama María y sus hermanos San¬
tiago y José, Simón y Judas? ¿Sus
hermanas no están todas entre nos¬
otros? ¿De dónde, pues, le viene todo
esto? 57 Y se escandalizaban en El.
Jesús les dijo: Sólo en su patria y en
su casa es menospreciado el profeta.
68 Y no hizo allí muchos milagros
por su incredulidad.
Juicio de Herodes sobre Jesús y.
muerte del Bautista,
a 4 1 Por aquel tiempo llegaron a
It 1 Herodes el tetrarca noticias
acerca de Jesús, 2 y dijo a sus servi¬
dores: Ese es Juan el Bautista que
ha resucitado de entre los muertos
y por eso obra en él un poder mila¬
groso (2). 3 Pues Herodes había he-
(1) Jesús pasaba por hijo de José, ya que el
misterio de su concepción virginal estaba aún
velado por el secreto. Los hermanos y hermanas
de que nos hablan con frecuencia los autores sa¬
grados son parientes cercanos, primos carnales
por parte de la Madre o de San José.
(2) Vuelto del otro mundo, vendría investi¬
do de poderes extraordinarios para hacer mila¬
gros. Tal era el juicio de Herodes Antipas y de
otros más (Mt. i6. 14.)
(1) Salm. 7, 2.
1084
SAN MATEO, 14
cho prender a Juan, le había enca¬
denado y puesto en la cárcel por
causa de Herodías, la mujer de Fi-
lipo, su hermano (1). (i) * 3 4 * Pues Juan
le decía: No te es lícito tenerla.
5 Quiso matarle, pero tuvo miedo de
la muchedumbre, que le tenía por
profeta. 6 Al llegar el cumpleaños
de Herodes, bailó la hija de Hero¬
días ante todos, 7 y tanto gustó a He¬
rodes, que con juramento le prometió
darle cuanto le pidiera, y ella, indu¬
cida por su madre: Dame, le dijo,
en una bandeja, la cabeza de Juan el
Bautista. 9 El rey se entristeció, mas
por el juramento hecho y por la pre¬
sencia de los convidados (2), or¬
denó dársela, 10 y mandó degollar
en la cárcel a Juan el Bautista,
11 cuya cabeza fué traída en una
bandeja y dada a la joven, que se
la llevó a su madre. 12 Vinieron sus
discípulos, tomaron el cadáver y lo
sepultaron, yendo luego a anunciár¬
selo a Jesús.
Primera multiplicación de los
panes.
13 A esta noticia Jesús se alejó (3)
de allí en una barca a un lugar de¬
sierto y apartado, y habiéndolo oído
las muchedumbres, le siguieron a pie
desde las ciudades. 14 Al desembar¬
car vi ó una gran muchedumbre y se
compadeció de ella y curó a todos
sus enfermos. 15 Llegada la tarde,
se le acercaron los discípulos, dicíén-
dole: El lugar es desierto y es ya
tarde; despide, pues, a la muche¬
dumbre para que vayan a las aldeas
y se compren alimentos. 16 Jesús les
dijo: No hay por qué se vayan;
dadles vosotros de comer. 17 Pero
ellos le respondieron: No tenemos
aquí sino cinco panes y dos peces.
18 Les dijo: Traedlos acá. 19 Y man¬
dando a la muchedumbre que se sen¬
tara sobre la hierba, tomó los cinco
panes y los dos peces y, alzando los
(i) Este no habla tenido parte en la herencia
paterna, y asi vivía como privado. Su mujer,
ambiciosa de figurar, le dejó para irse con el cu¬
ñado, que gozaba titulo de rey.
(3) Herodes, disoluto y voluble, no habla
pensado que se llegaría a este extremo; pero por
falso respeto a su imprudente juramento y al
juicio de los convidados, cumplió a la fuerza
los deseos de la joven bailarina.
(3) Otra vez cede Jesús a la tormenta, por-
bue aún no era llegada su hora.
ojos al cielo, bendijo y partió los
panes y se los dió a los discípulos, y
éstos a la muchedumbre. 20 Y co¬
mieron todos (1) y se saciaron, y
recogieron de' los fragmentos sobran¬
tes doce cestos llenos, 21 siendo los
que habían comido unos cinco mil
hombres, sin contar las mujeres y los
niños.
Jesús camina sobre las aguas
del lago.
22 Luego obligó a los discípulos a
subir en la barca y precederle a la
otra orilla, mientras El despedía a
la muchedumbre. 23 Una vez que la
despidió, subió a un monte apartado
para orar. Y llegada la noche, estaba
allí solo. 24 La barca estaba ya en
medio del mar, agitada por las olas,
pues el viento le era contrario. En la
cuarta vigilia de la noche vino a
ellos andando sobre el mar. 26 Y en
viéndole ellos andar sobre el mar, se
turbaron y decían: Es una fantasma.
Y de miedo comenzaron a gritar.
27 Pero al instante les habló, diciendo:
Tened confianza, soy yo: no temáis.
28 Tomando Pedro la palabra, dijo:
Señor, si eres tú, mándame ir a ti
sobre las aguas. 29 El dijo: Ven.
Y bajando de la barca, anduvo Pedro
sobre las aguas y vino hacia Jesús.
30 Pero, siendo el viento fuerte, temió
y comenzaba a hundirse y gritó:
Señor, sálvame. 31 Al instante Jesús
le tendió la mano y le cogió, dicién-
dolc: Hombre de poca fe, ¿por qué
has dudado? 32 Y subiendo ellos a la
barca, se calmó el viento. 33 Los que
en ella estaban se postraron ante El,
diciendo: ^ erdaderamente, tú eres
Hijo de Dios.
Curaciones de Jesús cu Cenosaret.
34 Terminada la travesía, vinieron
a la región (2) de Gencsaret. 85 Y re¬
conociéndolo los hombres de aquel
lugar, esparcieron la noticia por toda
(i ) Es la primera multiplicación de los panes
realizada por Jesús. En las catacumbas romanas
se la reproduce con frecuencia como símbolo
de la Eucaristía.
(3) De esta región vino sin duda el nombre
del Lago o Mar, como 1 c llaman los evangelis¬
tas. El nombre designa una llanura muy ponde¬
rada por Flavio Josefo, pero también había
una ciudad del mismo nombre.
SAN MATEO, 16
1U85
aquella comarca y le presentaron
todos ios enfermos, 36 y le suplicaban
que les dejase tocar siquiera la orla
de su vestido, y todos los que la
tocaron quedaron sanos.
Enseñanza sobre la pureza exte¬
rior y la interior.
J ^ 1 Entonces se acercaron a Jesús
1 ^ fariseos y escribas venidos de
Jerusalén, diciendo: 1 2 3 ¿Por qué tus
discípulos traspasan la tradición de
los ancianos? (1). ¿Por qué no se
lavan las manos cuando comen?
3 El respondió y les dijo: ¿Por qué
traspasáis vosotros el precepto de
Dios por amor de vuestras tradicior
nes? 4 5 Pues Dios dijo: Honra a tu pa¬
dre y a tu madre (2), y quien maldije¬
re a su padre o a su madre sea conde¬
nado a muerte (3). 6 Pero vosotros
decís: Si alguno dijere a su padre' o a
su madre: ¡Cuanto de mí pudiere apro¬
vecharte, sea ofrendal 6 Ese no tiene
que honrar con ello a su padre ni
a su madre; y habéis anulado la pa¬
labra de Dios por vuestra tradi¬
ción (4). 7 ¡Hipócritas! Bien profe¬
tizó de vosotros Isaías, cuando dijo:
8 «Este pueblo me honra con los
labios, pero su corazón está lejos de
mí; 9 en vano me rinden culto, las
doctrinas que enseñan son preceptos
humanos (5).»
10 Y llamando a sí a la muche¬
dumbre les dijo: Oíd y entended:
11 No es lo que entra por la boca lo
que hace impuro al hombre; sino lo
que sale dé la boca, eso es lo que al
hombre hace impuro. 12 Entonces se
le acercaron los discípulos y le dije¬
ron: ¿Sabes que los fariseos al oírte
se han escandalizado? 13 Respondió¬
les y dijo: Toda planta que no ha
plantado mi Padre celestial será
arrancada. 14 Dejadlos: Son guías
ciegos; si un ciego guía a otro ciego,
ambos caerán en la hoya. 16 Tomando
(1) Los fariseos daban importancia a la lim¬
pieza legal, anteponiéndola en muchos casos a
la pureza del alma. De esto los reprende Jesús,
enseñándoles a buscar más bien la pureza del
corazón que la del cuerpo.
(2) Ex. 20, 12.
(3) Ex. 21, 17.
(4) Un mal hijo, para ahorrarse los gastos de
socorrer a sus padres, declara ofrecido a Dios
lo que de él pudieran llegar a necesitar. Los es¬
cribas dan por válida esa ofrenda, que ni siquiera
se cumple en obsequio de Dios. Era la mayor
falta de sentido moral que podía darse.
(5) Is. 29. 13-
Pedro la palabra, le dijo: Explícanos
esa parábola. 16 Dijo El: ¿Tampoco
vosotros entendéis? 17 ¿No compren¬
déis que lo que entra por la boca va
al vientre y acaba en el seceso?
18 Pero lo que sale de la boca pro¬
cede del corazón, y eso hace impuro
al hombre. 19 Porque del corazón
provienen malos pensamientos, homi¬
cidios, adulterios, fornicaciones, robos,
falsos testimonios, blasfemias. 20 Esto
es lo que hace impuro al hombre;
pero comer sin lavarse las manos,
eso no hace impuro al hombre.
La mujer eananca.
21 Saliendo de allí Jesús, se retiró
a los términos de Tiro y de Sidón.
22 Y he aquí que una mujer cananea,
procedente de aquellos lugares, co¬
menzó a gritar, diciendo: Ten piedad
de mí, Señor, Hijo de David; mi hija
es malamente atormentada del de¬
monio. 23 Pero El no le contestaba
palabra. Y los discípulos se le acer¬
caron y le rogaron, diciendo: Despí¬
dela, pues viene gritando en pos de
nosotros. 24 El respondió y dijo: No
he sido enviado (1) sino a las ovejas
perdidas de la casa de Israel. 25 Mas
ella, acercándose, se postró ante El,
diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Con¬
testó El y dijo: No es bueno tomar el
pan de los hijos y arrojarlo a los
perrillos. 27 Mas ella dijo: Cierto,
Señor, pero también los perrillos co¬
men de las migajas que caen de la
mesa de sus señores. 28 Entonces
Jesús le dijo: ¡Oh mujer, grande es
tu fe! (2). Hágase contigo como tú
quieres. Y desde aquella hora quedó
curada su hija.
Curaciones junto al inai* de
Galilea.
29 Partiendo de allí, vino Jesús
cerca del mar de Galilea (3), y su-
(1) Concuerda con la instrucción de 10, 5,
y esto muestra que en su viaje a Tiro y Sidón
Jesús iba en busca de los judíos que moraban
fuera de los límites de la Palestina, no a evan¬
gelizar a los gentiles, misión que reservaba a
los Apóstoles para después de su pasión. (In.
12, 20 ss.)
(2) ' Caso semejante al del centurión, que
también mereció un elogio parecido de Je¬
sús. (8, 10 s.)
(3) Por otro nombre. Lago de Genesaret, tan¬
tas veces mencionado en los evangelios como
teatro de la actividad apostólica del Salvador.
106t>
SAN MATEO, 16
hiendo a una montaña, se sentó allí.
30 Y se le acercó una gran muche¬
dumbre, en la que había cojos, man¬
cos, ciegos, mudos y muchos otros
enfermos, y se echaron a sus pies y
los curó. 31 Y la muchedumbre se
maravillaba viendo que hablaban los
mudos, los mancos sanaban, los cojos
andaban y veían los ciegos. Y glori¬
ficaban al Dios de Israel.
Segunda multiplicación'
de los panes.
32 Jesús llamó a Sí a sus discí¬
pulos y dijo: Tengo compasión de
la muchedumbre, porque ha ya tres
días que está conmigo y no tienen
qué comer; no quiero despedirlos en
ayunas, no sea que desfallezcan en
el camino. 33 Los discípulos le con¬
testaron: ¿De dónde vamos a sacar
en el desierto tantos panes como se
necesitan para saciar a tanta muche¬
dumbre? 34 Di joles Jesús: ¿Cuántos
panes tenéis? Ellos contestaron: Sie¬
te y algunos pecccillos. 35 Y man¬
dando a la muchedumbre que se sen¬
tara en tierra, 36 tomó los siete panes
y los peces, y dando gracias los partió
y se los dió a los discípulos, y éstos
a la muchedumbre. 37 Y comieron
todos y se saciaron, y se recogieron
de los pedazos que quedaron siete
espuertas llenas. 38 Los que comieron
eran cuatro mil hombres, sin contar
las mujeres y los niños. 39 Y despi¬
diendo a la muchedumbre, subió a
la barca, y vino a los confines de
Magadán.
La petición de nim señal del eielo.
i 1 Se le acercaron los fariseos
■ y saduccos para tentarle, y le
rogaron que les mostrara una señal
del cielo (1). 1 2 3 El, respondiendo, les
dijo: Por la tarde decís: Buen tiempo,
si el cielo está arrebolado. 8 * Y a la
mañana: Hoy habrá tempestad, si
en el cielo hay arreboles oscuros.
Sabéis oiscernir el aspecto del cielo,
pero no sabéis discernir las señales
de los tiempos nuevos. * * 4 La genera-
(i) En 12, 38, los escribas y fariseos piden a
Jesús que les haga ver un milagro; aquí los fari¬
seos y los saduceos hacen una petición más con¬
creta: un milagro del cielo. La respuesta de Je¬
sús se acomoda a la petición.
ción mala y adúltera busca una
señal, mas no se le dará sino la señal
de Jonás. Y dejándolos, se fué.
La levadura de los fariseos.
5 Yendo los discípulos a la otra
ribera, se olvidaron de llevar pan.
8 Jesús les dijo: Ved bien de guar¬
daros del fermento de los fariseos y
saduceos. 7 Ellos pensaban entre sí y
se decían: Es porque no hemos traído
pan. 8 Conociéndolo Jesús, dijo: ¿Qué
pensamientos son los vuestros, hom¬
bres de poca fe? ¿Que no tenéis pan?
9 Aún no habéis entendido, ni os
acordáis de los cinco panes para los
cinco mil hombres, y cuántas es¬
puertas cogisteis? 10 Ni de los siete
panes para los tres mil hombres,
y cuántos canastos cogisteis? 11 ¿Cómo
no 'habéis entendido que no hablaba
del pan? Guardaos, os digo del fer¬
mento de los fariseos y saduceos.
12 Entonces cayeron en la cuenta de
que no les había dicho que se guar¬
dasen del fermento del pan, sino de
la doctrina de fariseos y saduceos.
La confesión de Pedro.
13 Viniendo Jesús a los términos de
Cesárea de Filipo (1), preguntó a
sus discípulos: ¿Quién dicen los hom¬
bres que es el Hijo del hombre?
14 Ellos contestaron: Unos, que Juan
el Bautista; otros, que Elias; otros,
que Jeremías, u otro de los profetas.
15 Y El les dijo: Y vosotros, ¿quién
decís que soy? (2). 18 Tomando la
palabra Pedro, dijo: Tú eres el Me¬
sías, el Hijo de Dios vivo (3).
17 Y Jesús, respondiendo, dijo: Bien¬
aventurado tú, Simón Baryona, por-
(1) Se halla al pie del Hermón y próxima a
una de las fuentes del Jordán. Su antiguo nom¬
bre era Pancas, hoy Banias, restaurada por el
tretarca Filipo y llamada Cesárea en honor de
César.
(2) Como de un personaje misterioso, las opi¬
niones son diferentes y todas tocan lo maravi¬
lloso. Por su trato más Intimo con el Maestro,
los discípulos tenían razones para juzgar con
más acierto que el vulgo.
(3) Esto es, tú eres el Mesías esperado por
Israel; pero, además, el Hijo de Dios vivo. Lo
primero no implicaba lo segundo, a juicio de
los Isrealitas, los cuales estaban tan lejos de
alcanzar este misterio, que por confesarlo juz¬
garon blasfemo a Jesús y le declararon reo de
muerte. (26. 63 ss.)
SAN MATEO, 17
1087
que no es la carne ni la sangre quien
eso te ha revelado, sino mi Padre
que Testá en los cielos (1). 18 Y yo
te digo a ti que tú eres Pedro (2),
y sobre esta piedra edificaré mi Igle¬
sia, y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella. 19 Yo te
daré las llaves del reino de los cielos,
y cuanto atares en la tierra será
atado en los cielos, y cuanto desata¬
res en la tierra será desatado en los
cielos. 20 Entonces ordenó a los dis¬
cípulos que a nadie dijeran que El
era el Mesías (3).
Primer anuncio de la Pasión.
21 Desde entonces comenzó Jesús
a manifestar a sus discípulos que
tenía que ir a Jcrusalén para sufrir
mucho de parte de los ancianos, los
príncipes de los sacerdotes y los escri¬
bas, y ser muerto, y al tercer día
resucitar. 22 Pedro, tomándole aparte,
comenzó a amonestare diciendo: No
quiera Dios (4), Señor, que esto
suceda. 23 Pero el, volviéndose, dijo
a Pedro: Retírate de mí, Satanás;
tú me sirves de escándalo, porque
no sientes las cosas de Dios, sino las
de los hombres.
Condiciones para seguir a Jesús.
24 Entonces dijo Jesús a sus dis¬
cípulos: El que quiera venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, y tome
(1) El juicio expresado por Pedro en nombre
de los Doce no fué dictado por sentimientos
humanos ni israelitas, sino por el mismo Padre
celestial, que había dado a Pedro el conocimien¬
to de este misterio. Tales palabras nos dan la
norma para entender rectamente la respuesta
de Pedro.
(2) En la lengua hablada por Jesús, que
es el arameo, el juego de palabras es más
claro, porque Pedro es Ceja, piedra o peña.
Tú eres peña, sobre la cual edificaré mi Iglesia.
Estas palabras contienen en suma la misión de
Pedro en la Iglesia y su dignidad de jefe supremo
de la misma. Y como la Iglesia ha de ser per¬
durable, la dignidad de Pedro también lo es.
(3) En atención al falso concepto que el pue¬
blo tenía del Mesías, y mientras los sucesos no
fueran revelando el misterio de Jesús, manda
guardar silencio sobre su persona.
(4) Los discípulos no pueden concebir al
Mesías e Hijo de Dios si no es rodeado de glo¬
ria; el misterio de la cruz no lo entenderán hasta
después de la resurrección del Maestro.
su cruz (1) y sígame. 26 Pues el
que quiera salvar su vida la per¬
derá; y el que pierda su vida por
m«, la hallará. 26 Pues ¿qué aprove¬
chará ganar todo el mundo si se
pierde su alma? ¿O qué podrá dar
el hombre a cambio de su alma?
27 Porque el Hijo del hombre ha de
venir en la gloria de su Padre, con
sus ángeles, y entonces dará a cada
uno según sus obras. 28 En verdad
os digo que hay algunos entre los
presentes que no gustarán la muerte
antes de haber visto al Hijo del
hombre venir en su reino (2).
La transfiguración.
17 1 Seis días después tomó Jesús
1 ¿ a Pedro, a Santiago y a Juan,
su hermano, y los llevó aparte, a un
monte alto, 1 2 y se transfiguró ante
ellos (3); y brilló su rostro como el
sol, y sus vestidos se volvieron blan¬
cos como la luz. 3 Y se les aparecie¬
ron Moisés y Elias hablando con
El (4). 4 Y tomando Pedro la pala¬
bra, dijo a Jesús: Señor, ;qué bien
estamos aquí. Si quieres, haré aquí
tres tiendas, una para ti, una para
Moisés y otra para Elias. 5 * - Aún
estaba él hablando, cuando los cu¬
brió una nube luminosa, y salió de
la nube una voz que decía: Este es
mi Hijo muy amado (5), en quien
tengo mi complacencia; escuchadle.
® Al oírla, los discípulos cayeron
sobre su rostro, sobrecogidos de gran
temor. 7 Y Jesús se acercó, y tocán¬
dolos, dijo: Levantaos, no temáis.
8 Y alzando ellos los ojos, no vieron
a nadie, sino sólo a Jesús. 9 Y al
bajar del monte les mandó Jesús,
(1) Este misterio de la cruz se convierte en
norma general de vida para los discípulos de
Jesús. Todos tendrán que abrazarse con la cruz,
y llevarla hasta morir en ella, como el Salvador.
(2) Este versículo, que se lee también en
Me. 9, 1, y en Le. 9, 27, no está ligado a lo que
precede. La venida de que aquí se habla no es
la última, a juzgar al mundo, sino otra próxima,
a juzgar a Israel, la cual tendrá gran influen¬
cia en el desarrollo déla Iglesia entre los gentiles.
(3) Fué una verdadera glorificación de su
cuerpo, aunque momentánea, para alentar a los
discípulos a sufrir el escándalo de la pasión.
(4) Los representantes de la ley y de los
Profetas, que vienen a dar testimonio de Jesús.
(Apoc. II, 3 ss.)
(5) Como en el bautismo, habla el Padre
para confirmar la fe de los discípulos, según
dice San Pedro. (II Pet. I, 18.)
1088
SAN MATEO, 18
diciendo: No deis a conocer a nadie
esta visión, hasta que el Hijo del
hombre resucite de entre los muertos.
10 Y le preguntaron los discípulos:
¿Cómo, pues, dicen los escribas que
antes ha de venir Elias? (1). 11 El
respondió: Elias en verdad vendrá a
restablecerlo todo. 12 Sin embargo,
yo os digo: Elias ha venido ya, y no
ie reconocieron; antes hicieron con
él lo que quisieron; de la misma ma¬
nera el Hijo del hombre ha de pade¬
cer de parte de ellos. 13 Entonces
entendieron los discípulos que les
hablaba de Juan el Bautista.
Curación del niño endemoniado.
14 Y al llegar a ellos la muche¬
dumbre, se le acercó un hombre,
y doblando la rodilla, 15 le dijo:
Señor, ten piedad de mi hijo, que
está lunático y sufre mucho; porque
con frecuencia cae en el fuego y
muchas veces en el agua; 16 lo pre¬
senté a tus discípulos, mas no pu¬
dieron curarlo (2). 17 Jesús res¬
pondió: ;Oh generación incrédula (3)
y perversa, ¿Hasta cuándo tendré
que estar con vosotros? ¿Hasta cuán¬
do habré de soportaros? Traédmelo
aquí. 18 E increpó al demonio, que
salió, quedando curado el niño desde
aquella hora. 19 Entonces se acer¬
caron los discípulos a Jesús, y aparte
le preguntaron: ¿Cómo es que nos¬
otros no hemos podido curarle? 20 Di-
joles: Por vuestra poca fe; porque en
verdad os digo que, si tuviércis fe,
aunque no fuera más que como un
grano de mostaza, diríais a este
monte: Vete de aquí allá, y se iría,
y nada os sería imposible. 21 Esta
especie no puede ser lanzada sino
por la oración y el ayuno (4).
(1) La desaparición misteriosa de Ellas,
narrada en IV Reyes 2, I ss.. dió origen a mu¬
chas cavilaciones sobre su persona y su destino,
entre otras, que vendría a ungir al Mesías y pre¬
sentarle a Israel. Jesús dice que ese Ellas fué
el Bautista, de quien los escribas ningún caso
hicieron.
( 2 ) Según el relato, se trata de una verda¬
dera posesión diabólica, que llevaba consigo
la epilepsia.
(3) Parece como si el misterio de la transfi¬
guración hiciera sentir más a Jesús las miserias
morales de la generación con quien vivía y de¬
sear más la vuelta al Padre.
(4) Este versículo se halla omitido en mu¬
chos códices y versiones, y se supone proce¬
dente de Mr. 9, 39.
Scrjundo anuncio do la Pasión.
22 Estando reunidos en Galilea,
díjoles Jesús: El Hijo del hombre
lia de ser entregado en inanos de los
hombres, 23 que le matarán, y al
tercer día resucitará. Y se pusieron
muy tristes (1).
El tributo del templo.
24 Entrando en Cafarnaúm, se acer¬
caron a Pedro los perceptores de la
didracma V le dijeron: ¿Vuestro Maes¬
tro no paga la didracma? (2). 25 Y
él respondió: Cierto que sí. Y cuando
iba a entrar en casa, le salió Jesús
al paso, y le. dijo: ¿Qué te parece,
Simón? Los reyes de la tierra, ¿de
quiénes cobían censos o tributos?
¿De sus hijos o de los extraños?
26 Contestó él: De los extraños. Y le
dijo Jesús: Luego los hijos son libres.
27 Mas para que 110 los escandalice¬
mos, vete al mar, echa el anzuelo,
coge el primer pez que pique, ábrele
la boca, y en ella hallarás una csta-
tera; tómala y dala por mí y por ti.
El más fjrando en el reino do
los cirios.
i O 1 E 11 aquel momento se acer-
1 carón los discípulos a Jesús,
diciendo: ¿Quién será el más grande
en el reino de los cielos? (3). 2 Y
llamando a sí a un niño, le puso en
medio de ellos, 3 y dijo: En verdad os
digo, si no os mudareis e hiciereis
como niños, no entraréis en el reino
de los cielos. 4 * Pues el que se humi¬
llare hasta hacerse como un niño
de éstos, ése será el más grande en
el reino de los cielos. 6 Y el que por
mí recibiere a un niño como éste,
a mí me recibe; 6 y al que escandali¬
zare a uno de estos pequeñuelos que
creen en mí, más le valiera que le
colgasen al cuello una piedra de
(1) Los discípulos no se pueden acomodar
a la idea de la pasión. Esta idea no cabla dentro
del cuadro de su concepción mesiánica.
(2) Era el tributo que todo israelita cabeza
de familia debía pagar para sostenimiento del
Templo y de su culto, conforme lo había esta¬
blecido Nehemías. (10, 32.)
(3) La pregunta pudo tener su origen en la
atención que Jesús tuvo antes con Pedro. El
Maestro responde estableciendo la ley funda-
' mental de su reino, que es la humildad.
SAN MATEO. 18
1089
molino de asno y le arrojaran al
fondo del mar. 1 2 3 * * * 7 jAy del mundo por
los cscándalosl Porque no puede me¬
nos de haber escándalos; pero ¡ay de
aquél por quien viniere el escándalo!
Sacrificio que impone el deber de
evitar el escándalo.
8 Si tu mano o tu pie te escanda¬
liza, córtalo (1) y échalo de ti;
mejor te es entrar en la vida manco
o cojo, que con dos manos o dos pies
ser arrojado en el fuego eterno.
9 Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo
y échalo de ti: más te vale entrar
con un solo ojo en la vida, que con
dos ojos ser arrojado en la gehenna
de fuego.
Dignidad de los niños.
10 Mirad que no despreciéis a uno
de estos pequeños, porque en verdad
os digo que sus ángeles ven de con¬
tinuo en el ciclo la faz de mi Padre,
que está en los ciclos. 11 Porque el
Hijo del hombre ha venido a salvar
lo perdido.
La oveja tlesearriada.
12 ¿Qué os parece? Si uno tiene
cien ovejas y se le extravía una,
¿no dejará en el monte las noventa
y nueve e irá en busca de la extra¬
viada? 13 Y si logra hallarla, cierto
que se alegrará por ella más que
por las noventa y nueve que no
se habían extraviado. 14 Así os digo
en verdad que no es voluntad* de
mi Padre que se pierda ni uno sólo
de estos pequeñuclos.
La corrección fraterna.
15 Si pecare tu hermano, ve y
repréndele a solas. Si te escucha,
habrás ganado a tu hermano. 16 Si
no te escucha, toma contigo a uno
o dos, para que por la palabra de
dos o tres testigos sea fallado todo
negocio. 17 Si los desoyere, comuní-
(i) Siendo el escándalo pecado tan grave,
es preciso soportar cualquier sacrificio antes
que cometerlo. La salud del alma, propia o
a[ena, está antes que todas las cosas.
calo a la Iglesia (1); y si a la Igle¬
sia desoye, sea para ti como gentil
o publicano. 18 En verdad os digo,
cuanto atareis en la tierra será atado
en el ciclo, y cuanto desatareis en la
tierra será desatado en el ciclo.
19 Aún más, os digo en verdad que
si dos de vosotros conviniereis sobre
la tierra en pedir algo, os lo otorgará
mi Padre que está en los ciclos. 20 Por¬
que donde están dos o tres congre¬
gados en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos.
El perdón de las ofensas.
21 Entonces se acercó Pedro y le
preguntó: Señor, ¿cuántas veces he
de perdonar a mi hermano si pecare
contra mí? ¿Hasta siete veces? 22 Dí-
jole Jesús: No digo yo hasta siete
veces, sino hasta setenta veces sie¬
te (2). 23 En esto se asemeja el
reino de los ciclos a un rey, que quiso
tomar cuentas a sus siervos. 24 Y al
comenzar a tomarlas se le presentó
uno que le debía diez mil talen¬
tos (3). 25 Como no tenía con qué
pagar, mandó el señor que fuese
vendido él, su mujer y sus hijos,
y todo cuanto tenía, para que pagase
la deuda. 26 Entonces el siervo, ca¬
yendo de hinojos, dijo: Señor, dame
espera y te lo pagaré todo. 27 Com¬
padecido el señor de aquel siervo,
le dejó, condonándole la deuda. 28 En
saliendo de allí, aquel siervo se
encontró con uno de sus compañeros
que le debía cien denarios, y aga¬
rrándole le ahogaba, diciendo: Paga
lo que debes. 29 De hinojos le supli¬
caba su compañero, diciendo: Dame
espera y te pagaré. 30 Pero él no
quiso, y le hizo encerrar en la prisión,
hasta que le pagara la deuda. 31 Vien¬
do esto sus compañeros, se disgus¬
taron mucho, y fueron a contar a su
señor lo que pasaba. 32 Entonces
hízole llamar el señor, y le dijo:
(1) Por segunda vez.aparece la Iglesia en la¬
bios de Jesús como sociedad organizada, y aquí
con poder para juzgar asus hijos.
(2) Esto es, indefinidamente. La parábola
pone bien de relieve la enseñanaza sobre el per¬
dón de las injurias, contenida en la súplica del
Padre nuestro: Perdónanos nuestras deudas...
(3) Es una cantidad fabulosa, que indica lo
que son nuestras ofensas contra Dios compara¬
das con las que nosotros recibimos de nuestros
prójimos, y ante la cual aparece ridiculamente
pequeña la cantidad de cien denarios.
69
í 090
SAN MATEO, 19
Mal siervo, te condoné yo toda tu
deuda, porque me lo suplicaste. ¿No
era, pues, de ley que tuvieses tú
piedad de tu compañero, como la
tuve yo de ti? 34 E irritado, le entregó
a los torturadores hasta que pagase
toda la deuda. 35 Así hará con vos¬
otros mi Padre celestial, si no perdo¬
nare cada uno a su hermano de todo
corazón.
Camino de Jadea.
1 Q 1 Y sucedió que cuando Jesús
■ 7 hubo acabado estos discursos,
se alejó de Galilea (1) y vino a los
términos de Judea, al otro lado del
Jordán. 2 3 4 * Y le siguieron numerosas
muchedumbres, y allí los curaba.
El repudio.
3 Y se le acercaron unos fari¬
seos con propósito de tentarle, y le
preguntaron: ¿Es lícito repudiar a
la mujer por cualquier causa? (2).
4 El respondió: ¿No habéis leído
que al principio el Creador los hizo
varón y hembra? & Y dijo: «For
esto dejará el hombre al padre y a
la madre y se unirá a la mujer y
serán los dos una sola carne (3)».
6 De manera que ya no sean dos,
sino una sola carne. Por tanto, lo
que Dios unió no debe separano el
hombre. 7 Ellos le replicaron: Enton¬
ces, ¿cómo es ciue Moisés ordenó dar
libelo de divorcio al repudiar? 8 Dí-
joles El: Por la dureza de vuestro
corazón os permitió Moisés repudiar
a vuestras mujeres, pero al principio
no fué así. 9 Y yo os digo que quien
repudia a su nlujer (salvo el caso de
adulterio) y se casa con otra, comete
adulterio.
(i) Hasta aquí San Mateónos presenta a Je¬
sús misionando en la Galilea y en los países
cercanos; ahora le conduce a Jerusalén, pasando
por la ribera izquierda del Jordán para repasar
el rio por frente a Jericó.
(a) Supuesto que la Ley autorizaba el di¬
vorcio, los escribas sólo discutían los motivos.
Jesús responde que la indulgencia de la ley
es contraria a la primera institución del marti-
monio, y en consecuencia la declara abrogada.
Sobre el caso de la fornicación, véase la nota
a 5 » 32 -
(3) Gen. 2. 24.
La guarda de la continencia.
10 Dijéronle los discípulos: Si tal
es la condición del hombre y la
mujer, es preferible no casarse' (1).
11 El les contestó: No todos entien¬
den esto, sino aquellos a quienes ha
sido dado. 12 Porque hay eunucos que
nacieron así del vientre de su madre,
y hay eunucos que fueron hechos
por los hombres, y hay eunucos que
a sí mismos se han hecho tales por
amor del reino de los cielos. El que
pueda entender, que entienda.
Imposición de las manos a los
niños.
13 Entonces le fueron presentados
unos niños para que les impusiera
las manos y orara; y como los repren¬
dieran los discípulos, 14 díjoles Jesús:
Dejad a los niños y no les estorbéis
de acercarse a mí, porque de ellos
es el reino de los cielos. 16 Y r habién¬
doles impuesto las manos, se fué
de allí.
Ln respuesta ni joven rico.
18 Y he aquí que se acercó uno y
le dijo: Maestro, ¿qué de bueno haré
yo para alcanzar la vida eterna?
17 El le dijo: ¿Por qué me preguntas
sobre lo bueno?: Uno sólo es bue¬
no (2); si quieres entrar en la vida,
guarda los mandamientos. 18 Díjole
él: ¿Cuáles? Jesús respondió: No
matarás, no adulterarás, no hurta¬
rás, no levantarás falsos testimonios;
19 honra padre y madre, y ama al
prójimo como a ti mismo. 20 Díjole
el joven: Todo eso lo he guardado.
¿Qué me queda aún? 21 Díjole Jesús:
Si quieres ser perfecto, ve, vende
cuanto tienes (3), dalo a los pobres
y tendrás un tesoro en los cielos,
y ven y sígueme. 22 Al oír esto el
joven, se fué triste (4), porque
(1) Jesús responde a los discípulos ponde¬
rando el vaíor del celibato guardado por amor
del reino de los cielos. San Pablo (I Cor. 7, 25 ss.)
declaró este pensamiento del Salvador y redactó
la carta magna del celibato cristiano.
(2) Con esta respuesta levanta Jesús el es¬
píritu a la bondad del Padre, el único que es
sustancialmcnte bueno.
(3) Le invita a seguirle en el apostolado,
para lo cual le propone desprenderse de todo
cuanto le ate a la tierra.
(4) Porque tenía su corazón pegado a sus
muchos bienes. Esto es lo que hace decir a Je-
SAN MATEO, 20
10D1
tenía muchos bienes. 23 Y Jesús dijo
a sus discípulos: En verdad os digo,
que difícilmente entra un rico en el
reino de los cielos. 24 De nuevo os
digo, es más fácil que un camello
entre por el ojo de una aguja que
el que entre un rico en el reino de los
cielos. 25 Oyendo esto, los discípulos
se quedaron estupefactos, y dijeron:
¿Quién, pues, podrá salvarse? 26 Mi¬
rándolos, Jesús les dijo: Para los
hombres es esto imposible, mas para
Dios todo es posible.
La renuncia de los apóstoles y su
premio.
27 Entonces, tomando Pedro la
palabra, le dijo: Nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido:
¿qué tendremos, pues, nosotros? 28 Je¬
sús les dijo: En verdad os digo que
vosotros, los que me habéis seguido,
en la regeneración, cuando el Hijo
del hombre se siente sobre el trono
de su gloria, os sentaréis también
vosotros sobre doce tronos para juzgar
a las doce tribus de Israel. 29 Y todo
el que dejare hermanos o hermanas,
o padre o madre, o hijos o campos,
por amor de mi nombre, recibirá el
céntuplo y heredará la vida eter¬
na (1). 30 Y muchos primeros se¬
rán postreros y los postreros prime
ros (2).
Loe obrero» enviados a la viña.
1 Porque el reino de los cielos
es semejante a un amo de
casa, el cual salió muy de mañana
a ajustar obreros para su viña. * 1 2 * Y
habiendo convenido con ellos en un
denario al día, los envió a su viña.
sus que es difícil entrar un rico en el reino de los
cielos. La avaricia es un obstáculo, no sólo a la
perfección apostólica, sino también a la vida
cristiana.
(1) En premio de la vida que llevan tan des¬
prendida de las cosas terrenas y tan unida a Je¬
sús, tendrán con El parte en la gloria del cielo
y en el gobierno de la Iglesia del mundo.
(2) Varias veces repite el evangelista esta
sentencia, la cual no siempre está ligada con el
contexto. Parece aludir a los escribas y fari¬
seos, que se creían con derecho a ser los pri¬
meros en el reino del cielo. De ellos dice Jesús
que serán precedidos por los publícanos y pe¬
cadores, a quienes tenían en poco y declaraban
malditos de Dios, porque ignoraban la ley.
(Jn. 7, 49.)
8 Salió también a la hora de tercia y
vió a muchos que estaban ociosos en
la plaza. 4 Díjoles: Id también vos¬
otros a mi viña y os daré lo que
fuere justo. 5 Y se fueron. De nuevo
salió hacia la hora de sexta y la
de nona e hizo lo mismo. 6 Y sa¬
liendo cerca de la hora .undécima,
encontró a otros que estaban allí y
les dijo: ¿Cómo estáis aquí sin hacer
labor en todo el día? 7 Dijéronle
ellos: Porque nadie nos ha ajustado.
El les dijo: Id también vosotros a
mi viña. 8 Llegada la tarde, dijo el
señor de la viña a su administrador:
Llama a los obreros y dales su sala¬
rio, empezando por los últimos hasta
llegar a los primeros. 9 Y viniendo
los de la hora undécima, recibieron
un denario. 10 Cuando llegaron los
primeros, pensaron que recibirían
más, pero también ellos recibieron
un denario. 11 Y al cogerlo murmu¬
raban contra el amo, 12 diciendo:
Estos postreros han trabajado sólo
una hora y los has igualado con los
que hemos llevado el peso del día
y el calor. 13 Y él respondió a uno
de ellos, diciéndole: Amigo, no te
hago agravio: ¿no has convenido
conmigo en un denario? 14 Toma lo
tuyo y vete. Yo quiero dar a este
postrero lo mismo que a ti. 15 ¿No
puedo hacer lo que quiero de mis
bienes? ¿O ha de ver con mal ojo,
porque yo sea bueno? 16 Así, los
postreros serán primeros y los pri¬
meros postreros. Porque son muchos
los llamados y pocos los escogi¬
dos (1).
'Tercer anuncio de la Pasión.
17 Subía Jesús a Jerusalén, y to¬
mando aparte a los doce discípulos,
les dijo por el camino: 18 Mirad, su¬
bimos a Jerusalén, y el Hijo del
hombre será entregado a los príncipes
(i) Contra las pretensiones de los fariseos,
que se tenían por más santos y se atribuían por
esto especiales derechos ante Dios, la parábola
nos dice que no hay más derechos que la miseri¬
cordia divina. En Dios no cabe acepción de
personas y quiere que todos sean salvos.
(I Tim. 2, 4.) Las palabras «porque muchos son
los llamados », faltan en muchos códices, y acaso
estén tomadas de 22, 14. En todo caso, tienen
el mismo sentido de la sentencia anterior. Los
muchos llamados son los judíos, sobre todo las
clases directoras, que más presumían de sí y
más tenazmente se opusieron a la obra de Jesús.
1U92
SAN MATEO. 21
de los sacerdotes y a los escribas,
y le condenarán a muerte (1),
19 y le entregarán a los gentiles para
que le escarnezcan, le azoten y le
crucifiquen, pero al tercer día resu¬
citará.
La madre de los hijos de Zcbedco.
20 Entonces se le acercó la madre
de los hijos de Zebcdco con sus hijos,
postrándose, para pedirle una cosa:
21 Díjole El: ¿Qué quieres? Ella le
contestó: Di que estos dos hijos míos
se sienten uno a tu derecha y otro a
tu izquierda en tu reino (2). 22 Y
respondiendo Jesús, le dijo: No sa¬
béis lo que pedís: ¿Podéis beber el
cáliz que yo he de beber? Dijéronle:
Pódemes. 23 El les respondió: Bebe¬
réis mi cáliz, pero sentarse a mi
diestra o a mi siniestra, a mí no me
toca otorgarlo, sino a aquellos para
quienes mi Padre lo ha dispuesto.
24 Y oyéndolo, ios diez se enojaron
contra los dos hermanos. 25 Pero
Jesús, llamándolos a sí, les dijo:
Vosotros sabéis que los príncipes de
las naciones las subyugan, y que
los grandes imperan sobre ellas.
26 No ha de ser así entre vosotros;
al contrario, el que entre vosotros
quiera llegar a ser grande, sea vuestro
servidor, 27 y el que entre vosotros
quiera ser primero, sea vuestro siervo.
28 Como el Hijo del hombre no ha
venido a ser servido, sino a servir y
dar su vida en redención de todos.
('.ii ración de dos cieyos.
29 Al salir de Jericó (3) les seguía
una muchedumbre numerosa. 30 Y
dos ciegts que estaban sentados junto
al camino, oyeron que pasaba Jesús
y comenzaron a gritar, diciendo:
(1) Es la tercera vez que Jesús anuncia a los
discípulos su pasión.
(2) Salomé, como los demás discípulos, no
acababa de entender el misterio de Jesús, y pen¬
saba que ib a a inaugurar su reino temporal en
Jerusaién. Jesús contesta reduciéndolos a la
verdad, que no acabarán de comprender sino
después de la resurrección.
(3) En Jerbo hay que distinguir la ciudad
cananea, restaurada en el siglo ix por Hiel, se¬
gún I Reyes. 16, 34, y la nueva ciudad, levan¬
tada por los últimos reyes para su residencia
de invierno, y en la que vino a morir el rey
Herodes.
jSeñor, ten piedad de nosotros, hijo
de DavidI 31 La multitud les repren¬
día para hacerles callar, pero ellos
gritaban con más fuerza, diciendo:
lSeñor, ten piedad de nosotros, Hijo
de DavidI 32 Se paró Jesús, y llamán¬
dolos, les dijo: ¿Qué queréis? Dijé-
roníe: Señor, que se abran nuestros
ojos. 33 Compadecido Jesús, tocó sus
ojos, y al instante recobraron la
vista, y seguían en pos de El.
Entrada triunfal cu Jerusaién.
* 1 Cuando, próximos ya a Jcru-
i- I salen, llegaron a Betfagé (1),
junto al monte de los Olivos, envió
Jesús a dos discípulos, 2 diciéndolcs:
Id a la aldea que está frente a vos¬
otros y luego encontraréis una borrica
atada y con ella el pollino; soltadlos
y traédmelos. 3 Y si algo os dijeren,
diréis: El Señor los necesita, y al ins¬
tante los dejarán. 4 Esto sucedió para
que se cuinp.icra lo dicho por el Pro¬
feta:
5 «Decid a la hija de Sión: He aquí
que tu rey viene a ti, manso y mon¬
tado sobre un asno, sobre un pollino
hijo de borrica (2).» 4 Fueron los
discípulos e hicieron como les había
mandado Jesús; 7 y trajeron la bo¬
rrica y el pollino, y pusieron sobre
éste los mantos (3) y encima de ellos
montó Jesús. 8 La numerosísima mu¬
chedumbre extendía sus mantos por
el camino, mientras que otros, cor¬
tando ramos de árboles, los echaban
también para alfombrarlo. 9 La mul¬
titud que le precedía y la que le se¬
guía gritaba, diciendo:
«Hosanna (4) ai Hijo de David.
Bendito el que viene en nombre del
Señor; hosanna en las alturas.»
10 Y cuando entró en Jerusaién,
toda la ciudad se conmovió, y decía:
¿Quién es éste? 11 Y la muchedumbre
respondía: Este es Jesús, el profeta
de Nazaret, de Galilea.
(1) Estaba situada en la vertiente oriental
del monte Olívete, por donde pasaba el antiguo
camino de Jericó.
(2) Zac. 9. 9-
(3) El pollino, aún no hecho al trabajo, estaba
con su madre; por eso Jesús manda traer los dos
Con esta entrada solemne en la ciudad quiso
recordar a los escribas el texto del profeta Zaca¬
rías y mostrarles cómo entendía El su misión
mesiánica.
(4) Es una aclamación que significa salad,
salve, viva.
SAN MATEO, 21
1U9J
La purificación del templo.
13 Entró Jesús en el templo de
Dios y arrojó de allí a cuantos ven¬
dían y compraban en el templo (1),
y derribó las mesas de los cambistas
y los asientos de los vendedores de
palomas, 13 diciéndoles: Está escrito:
Mi casa es casa de oración, pero vos¬
otros la habéis convertido en cueva
de ladrones. 14 Y se llegaron a él
ciegos y cojos en el templo y los curó.
16 Y viendo los príncipes de los
sacerdotes y los escribas las maravi¬
llas que hacía, y a los niños que gri¬
taban en el templo y decían: Ho¬
sanna al Hijo de David, se indigna¬
ron 16 y le dijeron: ¿Oyes lo que
estos dicen? Respondióles Jesús: Sí.
¿No habéis leído jamás: «De la boca
de los niños y de los que maman
has hecho salir la alabanza? (2)»
17 Y dejándolos, salió de la ciudad, a
Betania (3),‘conde pasó la noche.
La maldición de la higuera.
18 Y volviendo a la ciudad muy de
mañana, sintió hambre. 19 Y viendo
una higuera cerca del camino, se
fué a ella; pero no halló en ella más
que hojas, y dijo: Que jamás nazca
fruto de ti. Y la higuera se secó al
instante. 20 Viendo esto los discípu¬
los. se maravillaron y dijeron: ¡Cómo
de repente se ha secado la higueral
21 Respondióles Jesús y les dijo: En
verdad os digo que si tuviereis fe (4)
y no dudareis, no sólo haréis lo de la
higuera, sino que si dijereis a este
monte: «Quítate, y échate en el mar»,
se haría. 22 Todo cuanto con fe pi¬
diereis en la oración, lo recibiréis.
Los poderes de Jesús.
23 Entrado en el templo, se le acer¬
caron los príncipes de los sacerdotes
(i) Los santuarios muy concurridos suelen
ser centros comerciales, y las peregrinaciones,
origen de ferias. Tal ocurría en Jerusalén. El
mal estaba en que la tal feria se celebraba en el
recinto sagrado, convirtiendo el santuario en
lugar de tráfico.
(2) Salm. 8, 3.
(3) Se halla algo más distante de Jerusalén
que Betfagé; allí vivía Lázaro con sus herma¬
nas y Simón el leproso, sin duda curado por
Jesús.
(4) Según el rigor de la letra, Jesús hizo este
singular milagro para enseñar a los discípulos
el poder de la fe; mas al leer el texto, no puede
y los ancianos del pueblo mientras
enseñaba, diciendo: ¿Con qué poder
haces tales cosas? ¿Quién te ha dado
tal poder? (1). 24 Respondió Jesús
y les dijo: Voy a haceros también
yo una pregunta, y si me contestáis,
os diré con qué poder hago tales
cosas. 25 El bautismo de Juan, ¿de
dónde procedía? ¿Del cielo o de los
hombres? Ellos comenzaron a pensar
entre sí: Si decimos que del cielo,
nos dirá: ¿Pues por qué no habéis
creído en él? 26 Si decimos que de
los hombres, tememos a la muche¬
dumbre, pues todos tienen a Juan
por profeta. 27 Y respondieron a
Jesús: No sabemos. Díjoles El a su
vez: Pues tampoco os digo yo con
qué poder hago estas cosas.
La parábola de los dos hijos.
28 ¿Qué os parece? Un hombre
tenía dos hijos, y llegándose al ma¬
yor, 1c dijo: Hijo, ve hoy a trabajar
en la viña. 29 El respondió: No quiero.
Pero después se arrepintió y fué.
30 Y llegándose al segundo, le habló
del mismo modo, y él respondió:
Voy, señor; pero no fué. 31 ¿Cuál de
los dos cumplió la voluntad del pa¬
dre? Respondiéronle: El primero. Dí¬
joles Jesús: En verdad os digo que
los publícanos y las meretrices os
precederán en el reino de los cielos.
32 Porque vino Juan a vosotros por
el camino de la justicia, y no habéis
creído en él, mientras que los publí¬
canos y las meretrices creyeron en
él. Pero vosotros, aun viendo esto
110 os habéis arrepentido creyendo,
en él.
Parábola de los viñadores infieles.
33 Oíd otra parábola: Había un
padre de familia que plantó una viña,
la rodeó de una cerca, cavó en ella
un lagar, edificó una torre y la arren¬
dó a unos viñadores, partiéndose
luego a tierras extrañas. 34 Cuando
se acercaba el tiempo de los frutos,
envió a sus criados a los viñadores
para percibir su parte. 35 Pero los
uno menos de recordar la parábola de la higuera
estéril y aplicarla a Israel. (Le. 13, 6 s.)
(1) Le preguntan por los poderes de sumi¬
sión, que eran manifiestos. Por eso Jesús les re-
ponde haciéndoles otra pregunta para poner
más en evidencia su falta de sinceridad
1WM
¡SAN MATEO. 22
vi fiadores cogieron a los siervos, y
a uno le atormentaron, a otro le
mataron, a otro le apredrearon. 86 De
nuevo les envió otros siervos en
mayor número que los primeros, e
hicieron con ellos lo mismo. 37 Final¬
mente les envió a su hijo, diciendo: Si¬
quiera respetarán quedes mi hijo (1).
38 Pero los viñadores, cuando vieron
al hijo se dijeron: Es el heredero; ea,
a matarle, y tendremos su herencia.
39 Y cogiéndole, le sacaron fuera de
la viña y le mataron. 40 Cuando
venga, pues, el señor de la viña,
¿qué hará con esos viñadores? 41 Le
respondieron: Hará perecer de mala
muerte a los malvados, y arrendará
la viña a otros que le entreguen los
frutos a su tiempo. 42 Jesús les res¬
pondió: ¿No habéis leído alguna vez
en las Escrituras:
«La piedra que los edificadores
habían rechazado, ésa fué hecha ca¬
beza de esquina; del Señor viene esto,
y es admirable a nuestros ojos? (2)»
43 Por esto os digo que os será
quitado (3) el reino de Dios y
será entregado a un pueblo que rinda
sus frutos. 44 Y el que cayere sobre
esta piedra se quebrantará, y aquel
sobre quien ella cayere será pulve¬
rizado. 45 Y oyendo los príncipes de
los sacerdotes y los fariseos sus pará¬
bolas, entendieron que de ellos ha¬
blaba. 48 Y queriendo apoderarse de
El, temieron a la muchedumbre, que
le tenía por profeta.
Parábola de los invitados a la
boda.
99 1 Tomó Jesús de nuevo la pa-
labra y les habló en parábo¬
las (4), diciendo: 2 El reino de los
cielos es semejante a un rey, que
preparó el banquete de bodas de su
hijo. 3 Y envió a sus criados para
(1) La parábola tiene perfecta aplicación a la
misión de Jesús entre los judíos.
(2) Salm. 117, 22.
(3) Estas palabras son la clave para la in¬
teligencia de la parábola, que resume toda la
historia de Israel y su fin. sobre el que insiste
más en 23. 33 ' 39 - Véase sobre esto II Parali-
pomenos 36. 14 ss.
(4) Parece evidente que en este relato hay
dos parábolas unidas: la primera, que termina
con la destrucción de los soberbios invitados, y
que tiene el mismo sentido que la de los viña¬
dores (21, 33-44). y la segunda, cuyo tema serian
las disposiciones necesarias para entrar en el
banquete del reino mesiánico.
llamar a los invitados, pero éstos 110
quisieron venir. 4 * De nuevo envió a
otros siervos, ordenándoles: Decid a
los invitados: Mi comida está prepa¬
rada, los becerros y cebones muertos,
todo está pronto, venid a las bodas.
5 Pero ellos, desdeñosos, se fueron,
quién a su campo, quién a su nego¬
cio. 6 * * Los otros, cogiendo a los sier¬
vos, los ultrajaron y íes dieron muerte.
7 El rey, montando en cólera, envió
sus ejércitos, hizo matar a aquellos
asesinos y dió su ciudad a las llamas.
8 Después dijo a sus siervos: El ban¬
quete está dispuesto; pero los invi¬
tados 110 eran dignos. 9 * Id, pues, a
las salidas de los caminos, v a cuan¬
tos encontréis llamadlos a las bodas.
10 Salieron a los caminos los siervos
y reunieron a cuantos encontraron,
malos y buenos, y la sala de bodas
quedó llena de convidados. 11 En¬
trando el rey para ver a los convida¬
dos, vió allí a un hombre que 110
llevaba traje de boda. 12 Y le dijo:
Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin
el vestido de boda? Y él enmudeció.
18 Entonces el rey dijo a sus servi¬
dores: Atadle de pies y manos y arro¬
jadle a las tinieblas exteriores; allí
habrá llanto y crujir de dientes.
14 Porque muchos son los llamados
y pocos los escogidos (1).
La cuestión del tributo al Césur.
15 Entonces se retiraron los fari¬
seos y celebraron consejo sobre cómo
le cogerían en alguna cosa. 16 Y le
enviaron discípulos suyos con liero-
dianos para decirle: Maestro, sabe
mos que eres sincero, y que con ver¬
dad enseñas el camino de Dios, y
que no te da cuidado de nadie y que
110 tienes acepción de personas. 17 Di¬
nos, pues, tu parecer: ¿Es lícito pagar
tributo al César o no? (2). 18 Jesús,
conociendo su malicia, dijo: ¿Por qué
me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme
(1) Esta sentencia, varias veces repetida, de¬
bía de ser un proverbio, que aquí se aplica a las
clases directoras de Israel, pues desecharon el
llamamiento que a ellos primeramente se hizo.
(2) Los fariseos ponían muy alta la dignidad
de Israel como nación santa, cuyo soberano legí¬
timo era sólo Dios; mas, por otra parte, sabían
adaptarse a los tiempos como varones pruden¬
tes. Al hacerle esta pregunta, quieren ponerle
a mal con el pueblo o con la autoridad romana.
Después le acusarán ante Pilato de lo misino
que deseaban que respondiera. (Le. 23. a.)
SAN MATEO, 23
1 i )9á
la moneda del tributo. Ellos le pre¬
sentaron un denario. 20 El les pre¬
guntó: ¿De quién es esa imagen y
esa inscripción? 21 Le contestaron:
Del César. Díjoles entonces: Pues
dad al César lo que es del César y
a Dios lo que es de Dios. 22 Y al
oírle se quedaron maravillados, y de¬
jándole, se fueron.
La resurrección de lus muertos.
23 Aquel día se acercaron a El los
saduceos (1), qué niegan la resu¬
rrección, y le interrogaron: 24 Maes¬
tro, Moisés dice: «Si uno muere sin
tener hijos, el hermano tomará su
mujer para dar descendencia a su
hermano» (2). 25 Había entre nos¬
otros siete hermanos; y habiéndose
casado el primero, murió sin des¬
cendencia y dejó la mujer a su her¬
mano; 26 igualmente el segundo y el
tercero, hasta los siete. 27 Después
de todos murió la mujer. 28 Ahora
bien, en la resurrección, ¿de cuál de
los siete será mujer?, porque los
siete la han tenido (3). 29 Y res¬
pondiendo Jesús, les dijo: Estáis en
un error, y ni conocéis las Escritu¬
ras ni el poder de Dios. 30 Porque
en la resurrección ni se casarán ni se
darán en casamiento, sino que serán
como ángeles en el cielo. 31 Y cuanto
a la resurrección de los muertos, ¿no
habéis leído lo que Dios ha dicho:
32 Yo soy el Dios de Abraham, el
Dios de Isac, y el Dios de Jacob?
Dios no es Dios de muertos, sino de
vivos. 33 Y la muchedumbre, oyén¬
dole, se maravillaba de su doctrina.
El primer mandamiento de la ley.
34 Los fariseos, oyendo que había
hecho enmudecer a los saduceos, se
juntaron en torno de El 35 y le pre¬
guntó uno de ellos, doctor," tentán¬
dole: Maestro, ¿cuál es el manda¬
to Vienen por grupos. Enemigos entre sí,
se unen para acabar con Jesús.
(2) El texto hace referencia al Deuterono-
mio 25, 5. La ley llamada del levirato miraba
a perpetuar las familias por medio de esta ficción*
jurídica.
(3) Es un cuento que debía de correr en las
escuelas, y en el cual encerraban los saduceosi
una objeción, a su parecer insoluble, contra el!
dogma de la resurrección defendido por los fari-j
seos
miento más grande de la ley? 37 El
le dijo: Amarás al Señor, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu mente. * 38 Este
es el más grande y el primer manda¬
miento. 39 El segundo, semejante a
éste es: Amarás al prójimo como a
ti mismo. 40 De estos dos preceptos
penden toda la ley y los profetas.
La cuestión del origen del Mesías.
41 Reunidos los fariseos, les pre¬
guntó Jesús: 42 ¿Qué os parece de
Cristo? ¿De quién es hijo? Dijéronle
ellos: De David. 43 Les replicó: Pues
¿cómo David, en espíritu, le llama
Señor, diciendo (1):
44 «Dijo el Señor a mi Señor: sién¬
tate a mi diestra mientras pongo a tus
enemigos por escabel de tus pies? (2).»
45 Si, pues, David le llama Señor,
¿cómo es hijo suyo? 46 Y nadie podía
responderle palabra, ni se atrevió
nadie desde entonces a preguntar¬
le más.
Los escribas y fariseos, puestos
al desnudo.
23 1 Entonces Jesús habló a las
— * muchedumbres y a sus discí¬
pulos, 2 diciendo: En la cátedra de
Moisés se han sentado los escribas
y los fariseos (3). 3 Haced, pues, y
guardad lo que os digan, pero no los
imitéis en las obras, porque ellos
dicen y no hacen. 4 * Atan pesadas
cargas y las ponen sobre los hom¬
bros de los otros; pero ellos ni con
un dedo quieren moverlas. 6 Todas
sus obras las hacen para ser vistos
de los hombres. Ensanchan sus fi-
lacterias, y alargan los flecos; 6 gus¬
tan de los primeros asientos en los
banquetes y de las primeras sillas
(1) Los fariseos interpretaban el salino 109
como refersnte al Mesías. Jesús pregunta:«¿Cómo
le llama Señor, si es hijo suyo?* Para sacar en
consecuencia que el Mesías era algo más que
hijo para David.
(2) Salm. 109, 1.
(3) Cada sábado los escribas leían al pueblo
la ley mosaica. Aunque venida de tales labios,
debe ser escuchada, porque es la palabra de
Moisés y de Dios. Otra cosa será cuando se trate
de sus propias enseñanzas y de sus ejemplos.
En este capítulo resume Jesús el juicio que tan¬
tas veces había proferido sobre los escribas y los
fariseos, a fin de prevenir al pueblo contra sus
engaños hipócritas
1096
SAN MATEO, 23
en las sinagogas; 7 y de los saludos
en las plazas y de ser llamados por
los hombres Rabbi. 8 Pero vosotros
lio os hagáis llamar Rabbi , porque
uno solo es vuestro maestro, y todos
vosotros sois hermanos. 9 Ni llaméis
padre a nadie sobre la tierra, porque
uno solo es vuestro Padre, el que está
en los cielos. 10 Ni os hagáis llamar
doctores, porque uno solo es vuestro
doctor, Cristo. 11 El más grande de
vosotros sea vuestro servidor. 12 El
que se ensalzare será humillado, y
el que se humillare será ensalzado.
ICecrimuiaeioncs a los escribas y
fariseos.
13 ;Ay de vosotros, escribas y fari¬
seos, hipócritas, que cerráis a los
hombres el reino de los ciclosl Ni
entráis vosotros, ni permitís entrar
a los que querrían entrar. ( 14 ) (1) 15 ¡Ay
de vosotros, escribas y fariseos, hi¬
pócritas, que recorréis mar y tierra
para hacer un solo prosélito, y luego
de hecho, lo hacéis hijo de la gehenna
dos veces más que vosotros! 18 ¡Ay
de vosotros, guías ciegos, que decís:
Si uno jura por el templo, eso
no es nada; pero si jura por el oro
del templo, queda obligado. 17 ¡In¬
sensatos y ciegos! ¿Qué vale más,
el oro o el templo que santifica el
oro? 18 Si alguno jura por el altar,
eso no es nada; pero si jura por la
ofrenda, que está sobre él, ése queda
obligado. Ciegos, ¿qué es más, la
ofrenda o el altar que santifica la
ofrenda? 20 Pues el que jura por el
altar, jura por él y por lo que está
en él. 21 Y el que jura por el templo,
jura por él y por quien lo habita.
22 Y el que jura por el cielo, jura por
el trono de Dios y por el que en él
se sienta. 23 ¡Ay de vosotros, escri¬
bas y fariseos, hipócritas, que diez¬
máis la menta, el anís y el comino,
y no os cuidáis de lo más grave de
la ley; la justicia, la misericordia y
la buena fe. Bien sería hacer aque¬
llo, pero sin omitir esto. 24 Guías cie¬
gos, que coláis un mosquito y os
tragáis un camello. 25 ¡Ay de vos¬
otros, escribas y fariseos hipócritas,
(i) El versículo 14: *Ay de vosotros, escri¬
bas y fariseos, hipócritas, que devoráis las
casas de las viudas y hacéis por aparentar lar¬
gas oraciones. Por eso seréis más rigurosamente
juzgados», parece ser una interpolación prove¬
niente de Marc. 12. 40. y los críticos lo consi- |
deran como extraño al evangelio de San Mateo,
que limpiáis por defuera la copa y eJ
plato, que por dentro están llenos de
rapiñas y codicias. 28 Fariseo ciego,
limpia primero por dentro la copa y el
plato, y también luego por defuera.
27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos,
hipócritas, que os parecéis a sepul¬
cros blanqueados, hermosos por fuera,
mas por dentro llenos de huesos de
muertos y de toda suerte de inmun¬
dicia! 28 Así también vosotros, por
fuera parecéis justos, mas por den¬
tro estáis llenos de hipocresía y de
iniquidad. 29 ¡Ay de vosotros, escri¬
bas y fariseos, hipócritas, que edifi¬
cáis sepulcros a los profetas y ador¬
náis los monumentos de los "justos,
30 y decís: Si hubiéramos vivido nos¬
otros en tiempo de nuestros padres,
no hubiéramos sido cómplices suyos
en la sangre de los profetas. 31 Ya
con esto os dais por hijos de los que
mataron a los profetas íl). 32 Col¬
mad, pues, la medida ac vuestros
padres (2). 33 Serpientes, raza de
víboras, ¿cómo escaparéis al juicio de
la gehenna?
I’l juicio divino.
34 Para esto os envío yo profetas,
sabios y escribas (3), y a unos los
mataréis y los crucificaréis, a otros
los azotaréis en vuestras sinagogas,
y los perseguiréis de ciudad en ciu¬
dad, 38 para que caiga sobre vosotros
toda la sangre inocente derramada
sobre la tierra, desde la sangre del
justo Abel hasta la sangre de Zaca¬
rías hijo de Baraquías, a quien ma¬
tasteis entre el Templo y el altar.
36 En verdad os digo que toda caerá
sobre esta generación (4). 37 ¡Je-
rusalén, Jcrusalén, que matas a los
profetas (5) y apedreas a los que
(O Pues alardeando de tanta veneración por
ellos, no habían hecho caso de Juan ni lo hacían
de Jesús, a quien, además, pretendían matar.
(2) San Esteban desarrolla el mismo pensa¬
miento en su discurso de los Hechos, cap. 7.
acabando con un apóstrofe que le costo la vida:
«Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y
de oídos, siempre resistís al Espíritu Santo.
Cuales fueron vuestros padres, tales sois vosotros.»
(3) Estos profetas, sabios y escribas, son
los Apóstoles y discípulos, a quienes los judíos
tratarían como habían tratado sus padres a
los antiguos profetas, según había anunciado
en 10, 15 «•
(4) La misma amenaza que en 24. 34 . que
es la destrucción de la ciudad de Jerusalén y
su Templo.
(5) Palabras conmovedoras semejantes a las
que refiere San Lucas en 19, 41 ss., y 23. 28
SAN MATEO, 24
1097
W son enviados! jCuántas veces.quise
reunir a tus hijos, a la manera que la
gallina reúne a sus pollos bajo las
alas, y no quisiste! 38 He aquí que
vuestra casa quedará desierta. 39 Por¬
que en verdad os digo que no me
veréis más hasta que digáis: Bendito
el que viene en el nombre del Se¬
ñor (1).
Profecía sobre la destrucción del
templo.
^ j 1 Saliendo Jesús del templo, se
le acercaron sus discípulos y le
mostraban las construcciones (2) del
templo. 2 Y El les dijo: ¿Veis todo
esto? En verdad os digo que no que¬
dará aquí piedra sobre piedra; todo
será destruido. 3 4 Y sentándose en el
monte de los Olivos (3), llegáronse
a El aparte unos discípulos, diciendo:
Dinos cuándo será todo esto, y cuál
la señal de tu venida y de la consu¬
mación del mundo.
Tiempos de angustia.
4 Y Jesús les respondió: Cuidad
que nadie os engañe. 5 Porque ven¬
drán muchos en mi nombre, y dirán:
Yo soy el Mesías (4), y engañarán
a muchos. 6 Oiréis hablar de guerras
y de rumores guerreros; pero no os
turbéis; porque es preciso que esto
suceda, mas no es aún el fin. 7 Se
levantará nación contra nación y reino
contra reino, y habrá hambre y terre¬
motos en diversos lugares; 8 pero
Lodo esto es el comienzo de los do¬
lores.
(1) Esta aclamación del pueblo judío a su
Mesías indica la futura conversión del mismo
anunciada por San Pablo a los Romanos, u,
II ss.
(2) Eran construcciones soberbias las que
en muchos años de trabajo habían levantado
los arquitectos griegos, y Josefo no se cansa de
ponderar su magnificencia. Herodes había que¬
rido con esta obra ganarse la voluntad del pue¬
blo judío y borrar su mancha de advenedizo
y usurpador aunque sin conseguirlo.
(3) El monte de los Olivos, desde el cual se
dominaba la fábrica del templo y la ciudad.
El discurso que sigue abarca dos temas no del
todo distintos, sino entremezclados: la ruina
de Jerusalén y el fin de las cosas, unidos bajo
la razón común de juicio de Dios .
(4) La expectación mesiánica en que vivía
el pueblo por aquella época daba origen a la
aparición de muchos falsos mesías.
La persecución contra
el evangelio.
9 Entonces os entregarán a los tor¬
mentos y os matarán (1), y seréis
aborrecidos de todos los pueblos a
causa de mi nombre. 10 Entonces se
escandalizarán muchos y unos a otros
se harán traición y se aborrecerán;
11 y se levantarán muchos falsos pro¬
fetas que engañarán a muchos, 12 y
por el exceso de la maldad se en¬
friará la caridad de muchos, 13 mas
el que perseverare hasta el fin, ése
será salvo. 14 Será predicado este
evangelio del reino en todo el mun¬
do (2), testimonio para todas las
naciones, y entonces vendrá el fin.
La desolación de Judea.
15 Cuando viereis, pues, la abomi¬
nación de la desolación (3) predi-
cha por el profeta Daniel en el lugar
santo 16 (el que leyere entienda), en¬
tonces los que estén en Judea, huyan
a los montes; 17 el que esté en el te¬
rrado no baje a tomar nada de su
casa, 18 y el que esté en el campo
no vuelva atrás en busca del manto.
19 ¡Ay de las que estuvieren encintas
y de las que críen en aquellos días!
20 Orad para que vuestra huida no
tenga lugar en invierno ni en sábado.
La tribulación suprema.
21 Porque habrá entonces una tan
gran tribulación (4), cual no la
hubo desde el principio del mundo
hasta ahora, ni la habrá, 22 y, si no
se acortasen aquellos días, nadie se
salvaría; mas por amor de los ele¬
gidos se acortarán los días aquellos.
23 Entonces, si alguno os dijere: Aquí
o allí está el Mesías, no le creáis,
24 porque se levantarán falsos mesías
y falsos profetas, y obrarán grandes
(1) Jesús insiste en anunciarlas persecucio
nes de los suyos para que no los cojan de sor¬
presa.
(2) Es una prueba de que el fin de las cosas
no está cercano, puesto que antes de esto el
Evangelio debe llegar a noticia de todos los
pueblos.
(3) Jesús da aquí una señal, que es la profa¬
nación del templo, para que los discípulos
huyan de la eiudad. Efectivamente, según Eu-
sebio de Cesárea, huyeron al otro lado del Jor¬
dán, librándose de las calamidades déla guerra
judía, que acabó con Jerusalén y con el templo.
(4) Una nueva advertencia, semejante a la
de 4-8. pero que mira a tiempos más lejanos.
109*
SAN MATEO, 25
señales y prodigios para inducir a
error, si fuera posible, aun a los
mismos elegidos. 25 Mirad que os lo
digo de antemano. 26 Si os dicen, pues:
Aquí está, en el desierto, no salgáis;
aquí está, en un escondite, no lo
creáis, 27 porque, como el relámpago,
que sale del oriente y brilla hasta el
occidente, así será la venida del Hijo
del hQmbre. 28 Donde está el cadáver
allí se reúnen los buitres.
ba venida del Hijo del hombre.
29 Pero luego, en seguida, después
de la tribulación de aquellos días, se
oscurecerá el sol, y la luna no dará
su luz, y las estrellas caerán del
cielo (1), y las columnas del cielo
se conmoverán. 30 Y entonces apa¬
recerá el estandarte del Hijo del
hombre en el cielo, y se lamentarán
todas las tribus de la tierra y verán
al Hijo dél hombre venir sobre las
nubes del cíelo con gran poder y ma¬
jestad. 81 Y enviará sus ángeles con
poderosa trompeta y reunirán de los
cuatro vientos a los elegidos, desde
un extremo del ciclo hasta el otro.
La parábola de la liifjucru.
32 Aprended de la semejanza de la
higuera (2): cuando sus ramos están
tiernos y brotan las hojas, conocéis
que el estío se acerca; 33 así vosotros
también, cuando veáis todas estas
cosas, entended que está próximo,
a las puertas. 34 En verdad os digo
que no pasará esta generación (3)
antes que todo esto suceda. 35 El cielo
y la tierra pasarán, pero mis palabras
ño pasarán.
liicrrUduiiihrr del juicio.
3 « De aquel día y hora nadie
sabe (4), ni los ángeles del cielo, ni
(1) Todo esto son figuras para anunciar la
grandeza de la majestad con que vendrá el Hijo
del hombre a juzgar al mundo.
( 2 ) Esta parábola alude a las señales indica¬
das en los versículos 15 ss.
(3) Como tantas otras veces, habla aquí Je¬
sús de la generación presente, que le vió, pero
que no quiso recibir su mensaje y que dentro
de pocos días reclamará ante Pilato la sangre
del Justo. Se cumplió este vaticinio el año 70.
cuando Jerusalén fué arrumada por los Romanos.
(4) El contraste entre estas palabras y los ver¬
sículos anteriores prueba que no se habla sino
ue la venida de Jesús al fin de los tiempos. Esta
venida será repentina y para ella habrá que estar
el Hij.o, sino sólo el Padre. 87 Porqu e
como en los días de Noé, así será
a la aparición del Hijo del hombre.
88 En los días que precedieron al
diluvio, comían, bebían, se casaban
y se daban en casamiento, hasta el
día en que entró Noé en el arca;
39 pero ellos no se dieron cuenta hasta
que vino el diluvio y los arrebató
a todos; así será a la venida del Hijo
del hombre. 40 Entonces estarán dos
en el campo, uno será tomado y otro
será dejado. 41 Dos molerán en la
muela, una será tomada y otra será
dejada.
Necesidad de velar.
42 Velad, pues, porqne no sabéis
cuándo llegará vuestro Señor. 43 Pen¬
sad bien que si el padre de familia
supiera en qué vigilia vendría el
ladrón, velaría y no permitiría hora¬
dar su casa. 44 *Por eso vosotros ha¬
béis de estar preparados, porque a la
hora que menos pensáis puede venir
el Hijo del hombre. 45 ¿Quién es,
pues, el siervo fiel y prudente, a
quien constituyó su amo sobre la
servidumbre para darle provisiones
a su tiempo? 48 Dichoso el siervo a
quien, al venir su amo, hallare que
hace así. 47 En verdad os digo, que
le pondrá sobre toda su hacienda.
48 Pero si el mal siervo dijera para
sus adentros: Mi amo tardará, 49 ^ y
comenzare a golpear a sus compañe¬
ros y a comer y beber con borrachos,
50 vendrá el amo el día que menos
lo espera y a hora que 110 sabe, 51 y
le hará azotar y le echará con los
hipócritas: allí habrá llanto y crujir
de dientes.
l'urál>ol:i de lus diez vlrj|i*nt»s.
k) * 1 2 3 4 Entonces el reino de los cielos
será semejante a diez vírgenes
que tomando sus lámparas salieron
siempre preparados. Insiste el Señor sobre su
incertidurnbre, porque sabía cuánta era la curio¬
sidad humana por averiguar la venida de este
día y las ansiedades que podría causar esta cu¬
riosidad. Es un secreto del Padre, el cual ni a
los ángeles ni al mismo Hijo lo ha comunicado
para que lo anuncien a los hombres. No es que
los ángeles, y menos el Hijo, lo ignoren; pero
como mensajeros divinos, encargados de dar a
conocer la voluntad de Dios, lo desconocen ab¬
solutamente. Véase una respuesta semejante
en Act. I, 7: «No os toca a vosotros conocer los
tiempos y momentos, que el Padre se ha reser¬
vado.*
SAN MATEO, 25
1090
al encuentro del esposo. (i) 2 * Cinco de
ellas eran necias y cinco prudentes;
3 las necias, al tomar las lámparas,
no tomaron consigo aceite, 4 mientras
que las prudentes tomaron aceite en
las alcuzas juntamente con sus lám¬
paras. 5 Como el esposo tardaba, se
adormilaron y durmieron. 6 A la
media noche se oyó un clamoreo:
Ahí está el esposo, salid a su en¬
cuentro. 7 Se despertaron entonces
todas las vírgenes y se pusieron a
preparar sus lámparas. 8 Las necias
dijeron a las prudentes: Dadnos acei¬
te del vuestro, porque se nos apa¬
gan las lámparas. 9 Pero las prudentes
respondieron: No, porque podría ser
que no bastase para nosotras y vos¬
otras; id más bien a la tienda y com¬
pradlo. 10 Pero mientras fueron a
comprarlo llegó el esposo, y las que
estaban prontas entraron con él a
las bodas y se cerró la puerta. 11 Lle¬
garon más tarde las otras vírgenes,
diciendo: Señor, señor, ábrenos. 12 Pero
él respondió: En verdad os digo que
no os conozco. 13 Velad, pues que no
sabéis el día ni la hora (1).
Parábola de los talentos.
14 Porque es como uno que al em¬
prender un viaje llama a sus siervos
y les entrega su hacienda, 15 dando
a uno cinco talentos, a otro dos y a
otro uno, a cada cual según su capa¬
cidad, y se va. 16 Luego el que había
recibido cinco talentos se fué y ne¬
goció con ellos y ganó otros cinco.
17 Asimismo el de los dos ganó otros
dos. 18 Pero el que había recibido
uno se fué, hizo un hoyo en la tierra
y escondió el dinero de su amo.
19 Pasado mucho tiempo, vuelve el
amo de aquellos siervos y les toma
cuentas. 20 Y llegando el que había
recibido los cinco talentos, presentó
otros cinco, diciendo: Señor, tú me
has dado cinco talentos, mira, pues,
otros cinco que he ganado. 21 Y su
amo le dice: Muy bien, siervo bueno
y fiel; has sido fiel en lo poco, te
constituiré sobre lo mucho; entra en
el gozo de tu señor. 22 Llegó el de
los dos talentos y dijo: Señor, dos
talentos me has dado, mira otros
dos que gané; 23 Díjole su amo: Muy
(i) Continúa el discurso anterior con estas
parábolas, que refiere San Mateo con el fin
de inculcar más la vigilancia.
bien, siervo bueno y fiel, lias sido
fiel en lo poco, te constituiré sobre
lo mucho; entra en el gozo de tu señor.
24 Se acercó también el que había
recibido un solo talento y dijo: Señor,
tuve en cuenta que eres hombre duro,
que quieres cosechar donde no has
sembrado y recoger donde no has
esparcido, 26 y temiendo, me fui y
escondí tu talento en la tierra: aquí
lo tienes. 26 Respondióle su amo:
Siervo malo y haragán, ¿conque
sabías que yo quiero cosechar donde
no sembré y recoger donde no es¬
parcí? 27 Debías, pues, entregar mi di¬
nero a los banqueros, para que a mi
vuelta recibiese lo mío, con los in¬
tereses. 28 Quitadle el talento y dád¬
selo al que tiene diez; 29 porque al
que tiene se le dará y abundará; pero
a quien no tiene, aun lo que tiene
se le quitará. 30 Y a ese siervo inútil,
echadle a las tinieblas exteriores; allí
habrá llanto y crujir de dientes.
El juicio final.
31 Cuando el Hijo del hombre venga
en su gloria y todos los ángeles con
El (1), se sentará sobre su trono
de gloria, 32 y se reunirán en su pre¬
sencia todas las gentes, y separará a
unos de otros, como el pastor separa
a las ovejas de los cabritos, 33 v pon¬
drá las ovejas a su derecha y los
cabritos a su izquierda. 34 Entonces
dirá el Rey a los que están a su de¬
recha: Venid, benditos de mi Padre,
tomad posesión del reino preparado
para vosotros desde la creación del
mundo. 35 Porque tuve hambre y me
disteis de comer; tuve sed y me" dis¬
teis de beber; peregriné y me aco¬
gisteis; 36 estaba desnudo y me vestís¬
teis; enfermo y me visitasteis; preso
y vinisteis a verme. 37 Y le respon¬
derán los justos: Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento y te alimentamos,
sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuán¬
do te vimos peregrino y te acogimos,
desnudo y te vestimos? 39 ¿Cuándo
te vimos enfermo o en la cárcel y
vinimos a ti? 40 Y el Rey les dirá:
En verdad os digo, que cuantas veces
hicisteis eso a uno de estos mis her-
(i) Con este sublime cuadro de su venida a,
juicio termina Jesús este discurso. Es muy de
notar la norma suprema de su juicio, que es la
caridad del prójimo por amor de El. La caridad,
regla suprema de la vida cristiana, será también
norma del juicio divino al fin de los tiempos.
1 100
SAN MATEO, 26
manos más pequeños, a mí me lo
hicisteis.
41 Y dirá a los de la izquierda:
Apartaos de mí, malditos, al fuego
eterno, preparado para el diablo y
para sus ángeles. 42 Porque tuve
hambre y no me disteis de comer,
tuve sed y no me disteis de beber.
43 Fui peregrino y no me alojasteis;
estuve desnudo y no me vestísteis:
enfermo y en la cárcel y no me visi¬
tasteis. 44 Ellos responderán diciendo;
Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
o sediento, o peregrino, o enfermo,
o en prisión y no te socorrimos?
45 El les contestará diciendo: En ver¬
dad os digo, que cuando dejasteis de
hacer eso con uno de estos pequeñue-
los, conmigo no lo hicisteis. 46 E irán
al suplicio eterno, y los justos a la
vida eterna.
La conspiración de los judíos.
2(i 1 Y aconteció que cuando Jesús
hubo terminado estos discursos,
dijo a sus discípulos: 2 Sabéis que
dentro de dos días es la Pascua, y
el Hijo del hombre será entregado
para que le crucifiquen. 3 Se reunie¬
ron por entonces los príncipes de los
sacerdotes y los ancianos del pue¬
blo (1) en el palacio del Pontífice,
que se llamaba Caifás 4 * y se consul¬
taron sobre cómo apoderarse con en¬
gaño de Jesús para darle muerte.
6 Pero se decían: Que no sea du¬
rante la fiesta, no vaya a alborotarse
el pueblo.
Ln unción en Hctania.
8 Hallándose Jesús en Betania (2),
en casa de Simón el leproso, 7 se llegó
a él una mujer con un frasco de ala¬
bastro lleno de costoso ungüento, y
lo derramó sobre su cabeza, mientras
estaba recostado a la mesa. 8 Al verlo
se enojaron los discípulos y dijeron:
«A qué este derroche? Podría haberse
vendido a gran precio y darlo a los
(i) Desde -Galilea los escribas y fariseos vie¬
nen conspirando contra Jesús; ahora son las
autoridades supremas de la nación las que se
echan sobre si esta gravísima responsabilidad.
2) Según 21 » 17. Jesús contaba allí con hués¬
ped amigo. Este Simón era sin duda un curado
por Jesús, y la muier de la unción era la hermana
de Lázaro, el resucitado, según nos explica
San Juan (12, 13)
pobres. 10 Dándose* Jesús cuenta de
esto, les dijo: ¿Por qué molestáis a
esta mujer? Una buena obra es la
que conmigo ha hecho. 11 Porque
pobres, en todo tiempo los tendréis
con vosotros. 12 Con derramar ella
este ungüento sobre mi cuerpo me
ha ungido para mi sepultura. 13 En
verdad os digo, dondequiera que sea
predicado este evangelio en todo el
mundo, se hablará también de lo
que ha hecho ésta, para memoria
suya.
La traición de Judas.
14 Entonces se fué uno de los doce,
llamado Judas Iscariote, a los prín¬
cipes de los sacerdotes; 15 y les dijo:
¿Qué me dais y yo os lo entrego?
Y se convinieron en treinta piezas
de plata (1). 16 Y desde entonces
buscaba ocasión para entregarlo.
La úllima cena de Jesús.
17 El dia primero Tde los Acimos (2)
se acercaron los discípulos a Jesús y
le dijeron: ¿Dónde quieres eme pre¬
paremos para comer la Pascua?
18 El les dijo: Id a la ciudad, a casa
de fulano y decidle: El Maestro dice:
Mi tiempo* está próximo, quiero ce¬
lebrar en tu casa la Pascua con mis
discípulos. 19 Y los discípulos hicie¬
ron como Jesús les ordenó y prepa¬
raron la Pascua. 20 Llegada la tardo,
se puso a la mesa con los doce Í3),
21 y mientras comían dijo: En vernad
os digo que uno de vosotros me ha
de entregar. 22 Y muy entristecidos,
(1) Para mejor ejecutar sus planes, el Sane¬
drín se ve ayudado por el discípulo traidor, que
en su modo de presentarse, indica claro que va
impulsado por la avaricia. En el Exodo 21, 32, se
fija en treinta sidos la indemnización por un
siervo que hubiera sido muerto por un buey
bravo. Tal debió de ser el principio, que sirvió
para fijar los honorarios de Judas.
(2) La fiesta de la Pascua se llamaba también
de los Acimos, porque en los ocho días que
duraba no se podía comer pan fermentado. El
día solía contarse desde un atardecer a otro,
pero aquí el día primero es el día natural, que
precede al atardecer, porque en él debían reco¬
ger de casa todo el pan fermentado. (Exo¬
do 12, 15.) Se llamaba también Parasceve, pre¬
paración, porque en él habla de prepararse todo
lo necesario para la Pascua.
(3) Se reclinó, se recostó sobre el brazo iz¬
quierdo, porque tal era el modo de comer en
tonces usado.
SAN MATEO, 26
1101
comenzaron a decirle cada uno: ¿Soy
acaso yo, Señor? 28 El respondió: El
que conmigo mete la mano en el
plato, ése me entregará. 24 El Hijo
del hombre sigue su camino, como
de El está escrito; pero ¡desdichado
de aquél por quien el Hijo del hom¬
bre será entregado!; mejor le fuera a
ese no haber nacido. 25 Tomó la pa¬
labra Judas, el que le iba a entregar,
y dijo: ¿Soy acaso yo, Rabbí? Y El
respondió: Tú lo has dicho.
Institución de la Eucaristía.
26 Mientras comían, Jesús tomó
pan, y bendicicndolo, lo partió y
dándoselo a los discípulos, dijo: To¬
mad y comed, éste es mi cuerpo (1).
27 Y tomando un cáliz y dando gra¬
cias, se lo’dió, diciendo: Bebed de
él todos, 28 porque ésta es mi sangre
del Nuevo Testamento, que será de¬
rramada por muchos para remisión
de los pecados. 29 Yo os digo que no
beberé más de este fruto de la vid,
hasta el día en que lo beba con
vosotros nuevo en el reino de mi
Padre (2).
Predicción sobre la conducta de
los discípulos.
30 Y dichos los himnos (3), salie¬
ron camino del monte de los Olivos.
31 Entonces les dijo Jesús: Todos vos¬
otros os escandalizaréis de mí esta
noche, porque escrito está: Heriré al
Pastor y se dispersarán las ovejas de
la manada. (4) 32 Pero después de
resucitado, os precederé a Galilea (5).
33 Tomó Pedro la palabra y le
dijo: Aunque todos se escandali¬
cen de ti, yo jamás me escandali¬
zaré. 34 Respondióle Jesús: En ver¬
dad te digo que esta misma noche,
antes que el gallo cante, me negarás
tres veces. 36 Díjole Pedro: Aunque
tenga que morir contigo, no te ne-
(1) Con esta admirable sencillez nos cuenta
el evangelista la institución del inefable miste¬
rio de la Eucaristía.
(2) Usa aquí Jesús una vez más la imagen del
banquete para representar el reino del cielo.
(3) Las plegarias con que, según el ritual
acostumbrado, debía terminarse la cena pas¬
cual.
(4) Zac. 13, 7.
(5) Para sostener su ánimo durante la pasión,
les anuncia una vez más el triunfo de la resurrec¬
ción.
garé. Y lo mismo dijeron todos los
discípulos.
La oración de Gctscmaní.
36 Entonces vino Jesús con ellos
a un lugar llamado Gctsemaní y les
dijo: Sentaos aquí mientras yo voy
allá a orar. 37 Y tomando a Pedro y
a los hijos de Zebcdeo (1), comenzó
a entristecerse y angustiarse. 38 En¬
tonces les dijo: Triste está mi alma
hasta la muerte (2); quedaos aquí y
velad conmigo. 39 Y yendo un poco
más allá, se postró sobre su rostro,
orando y diciendo: Padre mío, si es
posible, pase de mí este cáliz; sin em¬
bargo, no se llaga como yo quiero,
sino como quieres tú. 40 Y viniendo
a los discípulos, los encontró dormi¬
dos, y dijo a Pedro: De modo que no
habéis podido velar conmigo una
hora. 41 Velad y orad, para que no
caigáis en la tentación; el espíritu
está pronto, pero la carne es flaca.
42 De nuevo, por segunda vez, fué a
orar, diciendo: Padre mío, si esto no
puede pasar sin que yo lo beba, há¬
gase tu voluntad. 43 Y volviendo,
otra vez los encontró dormidos; tenían
los ojos cargados. 44 Y dejándolos,
de nuevo se fué a orar por tercera
vez, diciendo aún las mismas pala¬
bras. 45 Luego vino a los discípulos y
les dijo: Dormid ya y descansad (3),
que ya se acerca la hora y el Hijo
del hombre va a ser entregado en
manos de los pecadores. 46 Levantaos,
vamos; ya llega el que me va a en¬
tregar.
La prisión de Jesús.
47 Aún estaba hablando, cuando
llegó Judas, uno de los doce, y con
él una gran turba, armada de espa¬
das y garrotes, enviada por los prín¬
cipes de los sacerdotes y los ancia¬
nos del pueblo. 48 El que lo iba a
entregar les dió una señal, diciendo:
Aquel a quien yo besare, ése es,
(1) Los mismos que habían sido testigos de
su transfiguración lo serán de su agenía.
(2) Esta frase nos revela toda la realidad de
la naturaleza humana de Jesús, que repugna la
muerte; pero se resigna a ella por cumplir la
voluntad del Padre.
(3) Dichas estas palabras en aquel memento,
tienen un dejo de ironía y contrastan con las
que siguen.
1102
SAN MATEO, 21
prendedle. 49 Y al instante, acercán¬
dose a Jesús, dijo: Salve, Rabbí. Y le
besó. 60 Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué
vienes? Entonces se adelantaron y
pusieron las manos sobre Jesús, apo¬
derándose de El. 51 Uno de los que
estaban con Jesús extendió la mano
y sacando la espada, hirió a un sier¬
vo del Pontífice y le cortó una oreja.
62 Jesús entonces le dijo: Vuelve la
espada a la vaina, pues quien toma
la espada, a espada morirá. 63 ¿O crees
que no puedo yo rogar a mi Padre,
que me enviaría luego doce legiones
de ángeles? 54 ¿Cómo van a cumplirse
las Escrituras (1) de que así con¬
viene que sea? 66 Entonces dijo Jesús
a la turba: ¿Como a ladrón habéis
salido con espadas y garrotes a pren¬
derme? Todos los días me sentaba
en el Templo para enseñar y no me
prendisteis. 66 Pero todo esto sucedió
para que se cumpliesen las Escritu¬
ras de los profetas. Entonces todos
los discípulos le abandonaron y hu¬
yeron.
Jesús ante el Sanedrín.
67 Los que prendieron a Jesús le
llevaron a casa de Caifás (2), el
Pontífice, donde los escribas V los
ancianos se hablan reunido. 68 Pedro
le siguió de lejos hasta el palacio del
Pontífice, y entrando, se sentó con
los servidores para ver en qué pa¬
raba la cosa. 59 Los príncipes de los
sacerdotes y todo el Sanedrín bus¬
caban falsos testimonios contra Jesús
para condenarle a muerte, 60 pero no
los hallaban, aunque se habían pre¬
sentado muchos falsos testigos. Al
fin se presentaron dos, 81 que dije¬
ron: Este ha dicho: Yo puedo des¬
truir el Templo de Dios y en tres
días reedificarlo. 82 Levantándose en¬
tonces el Pontífice, le dijo: ¿Nada
respondes? ¿Qué dices a lo que éstos
testifican contra ti? 63 Pero Jesús
callaba. Y el Pontífice le dijo: Te
conjuro por Dios vivo; di si eres tú
(1) Dios había prcdicho la pasión de su Me¬
sías. Los judíos, obedeciendo libremente a las
inspiraciones de su maldad, cumplen los desig¬
nios de Dios, que miraban a la salud del mundo
por la pasión de su H ijo.
(2) Era entonces el Pontífice, y por tanto la
autoriJad suprema, y el presidente nato del
Sanedrín. Esta sesión, por razón de la hora, era
ilegal, más sirvió, en la intención de sus auto¬
res. para preparar el proceso y ganar tiempo.
el Mesías (1), el Hijo de Dios.
84 Díjole Jesús: Tú lo has dicho.
Y yo os digo que un día veréis al
Hijo del hombre sentado a la diestra
del Padre y venir sobre las nubes del
cielo. 86 Entonces el Pontífice rasgó
sus vestiduras, diciendo: Ha blasfe¬
mado. ¿Qué necesidad tenemos de
más testigos? Acabáis de oír la blas¬
femia. ¿Qué os parece? 68 Ellos res¬
pondieron: Reo es de muerte. 87 En¬
tonces comenzaron a escupirle en el
rostro y a darle de puñetazos (2), y
otros le herían en la cara, 88 diciendo:
Profetiza, Cristo, quién te hirió.
[La negación de Pedro.
89 Entretanto Pedro estaba senta¬
do (3) en el atrio; y se le acercó
una sierva diciendo: Tú también es¬
tabas con Jesús de Galilea. 70 El
negó ante todos, diciendo: No sé lo
que dices. 71 Pero cuando salla hacia
la puerta, le vió otra sierva y dijo
a los circunstantes: También éste es¬
taba con Jesús el Nazareno. 72 Y de
nuevo negó con juramento: No co¬
nozco a ese hombre. 73 Poco después
se llegaron a él los que allí estaban
y le dijeron: Cierto que tú eres de
los suyos, pues tu mismo hablar te
descubre. 74 Entonces comenzó él a
maldecir y a jurar: ;Yo no conozco
a ese hombre! Y al instante cantó el
gallo. 76 Pedro se acordó de lo que
Jesús le había dicho: Antes que cante
el gallo me negarás tres veces, y sa¬
liendo fuera, lloró amargamente.
Jesús, conducido ante Pílalo.
w ¿ 1 Llegada la mañana, todos los
principes de los sacerdotes y los
ancianos del pueblo tuvieron conse¬
jo (4) contra Jesús para quitarle
(1) Esta pregunta, atestiguada por los cua¬
tro evangelistas, prueba que Jesús habla habla¬
do bastante claro de su dignidad mesiánica y
de su filiación divina.
(2) Esto fué sin duda obra de los esbirros en¬
cargados de guardarle, una vez terminada la se¬
sión. Véase Le. 22, 63 s.
(3) Pedro, que siguió al Maestro, entró en
casa del Pontífice para ver en qué paraba la
prisión. En este tiempo ocurrió la triple nega¬
ción predicha por Jesús y narrada por los evan-
gel istas.
(4) Celebraron entonces nueva sesión para
dar valor legal a lo actuado en la sesión de la no¬
che. La actuación de los tribunales empezaba de
madrugada.
SAN MATEO, 27
i uva
la vida; 1 2 3 4 y alado, le llevaron al pro¬
curador Piloto (1).
Fin desastroso de Judas.
3 Viendo entonces Judas, el que
le había entregado, cómo era conde¬
nado, se arrepintió y devolvió las
treinta monedas de plata a los prín¬
cipes de los sacerdotes y ancianos (2),
4 diciendo: He pecado entregando
sangre inocente. Dijeron ellos: ¿A nos¬
otros qué? Viéraslo tú.- 5 Y arrojando
las monedas de plata al Templo, se
retiró, fué y se ahorcó. 6 Los prínci¬
pes de los sacerdotes tomaron las
monedas de plata y dijeron: No es
lícito echarlas al tesoro (3), puesto
que son precio de sangre. 7 Y resolvie¬
ron en consejo comprar con ellas el
campo del alfarero para sepultura de
peregrinos. 8 Por eso aquel campo se
llamó campo de la sangre, hasta el
día de hoy. 9 Entonces se cumplió lo
dicho por el profeta Jeremías:
«Y tomaron treinta piezas de pla¬
ta, el precio en que fué tasado, aquel a
quien pusieron precio los hijos de
Israel, 10 y los dieron por el campo
del alfarero (4).»
Proceso de Jesús ^Yuite ¿^Pilato.
11 Jesús fué presentado ante el
Procurador, que le preguntó: ¿Eres
(1) Roma había reservado a su representante
el derecho de imponer la pena capital. Sin su
aprobación, el fallo del Sanedrín no tenía va¬
lor ninguno. (Jn. 18, 30.)
(2) Los treinta sidos no le trajeron la felici¬
dad que había soñado, y se arrepintió al ver el
sesgo que tomaba el proceso en que había
tenido tanta parte.
(3) Como dinero adquirido mediante un cri¬
men, no podía ser echado en el tesoro del tem¬
plo, y así resuelven emplearlo en beneficio de
los peregrinos que morían en Jerusalén. Este
episodio nos pinta al vivo la hipocresía de los
sacerdotes, que colaban un mosquito y se tra¬
gaban un camello (23, 34). El texto del pro¬
feta citado por el evangelista es de Zac. x, 7 ss.
El Señor, que se había hecho mayoral de pas¬
tores del pueblo judío, representado bajo la
figura de un rebaño, cansado de la indocilidad
de los pastores y de la del rebaño, rompe su
cayado y pide por medio del profeta el salario
que le corresponde. Le pesan treinta sidos de
plata, y el Señor dice al profeta: Echa en el
tesoro del templo ese magnífico precio en que
me han estimado; y el profeta los tomó y los
echó en el tesoro.
(4) Jer. 32, 6 ss.; Zac. ix, 12 ss.
tú el rey de ios judíos? (I). Kes-
pondió Jesús: Tú lo dices. 12 Pero a
las acusaciones hechas por los prín¬
cipes de los -sacerdotes y los ancianos
nada respondía. 13 Díjole entonces
Pilato: ¿No oyes todo lo que dicen
contra ti? 14 Pero El no respondía a
nada, de suerte que el Procurador
se maravilló sobremanera. 15 Era cos¬
tumbre que el Procurador, con oca¬
sión de la fiesta, diese a la muche¬
dumbre la libertad de un preso, el
que pidieran. 16 Había entonces un
preso famoso llamado Barrabás. 17 Es¬
tando, pues, ellos reunidos, les dijo
Pilato: ¿A quién queréis que os suel¬
te, a Barrabás o a Jesús, el llamado
Cristo? 18 Pues sabía él que por envi¬
dia se lo habían entregado (2).
19 Mientras estaba sentado en el
tribunal, envió su mujer a decirle:
No te metas con ese justo (3), pues
he padecido mucho hoy en sueños
por causa de él. 20 Pero los príncipes
de los sacerdotes y los ancianos per¬
suadieron a la muchedumbre que pi¬
diesen a Barrabás e hicieran perecer
a Jesús (4). 21 Tomando la palabra
el Procurador, les dijo: ¿A quién de
los dos queréis que os dé por libre?
Ellos respondieron: A Barrabás. 22 Di-
joles Pilato: Entonces, ¿qué queréis
que haga ■ con Jesús, el llamado
Cristo? Todos dijeron: Que le cruci¬
fiquen. 23 Dijo el Procurador: ¿Y qué
mal ha hecho? Ellos gritaron más,
diciendo: ¡Que le crucifiquen! 24 Vien¬
do, pues, Pilato que nada conseguía,
sino que el tumulto crecía cada vez
más, tomó agua y se lavó las manos
delante de la muchedumbre, diciendo:
Yo soy inocente de esta sangre; vos¬
otros veáis (5). 25 Y todo el pueblo
contestó diciendo: Caiga su sangre
(1) A Pilato, que en sus funciones de gober¬
nador, había tenido que reprimir la sublevación
de algún falso mesías, le presentan a Jesús
como otro tal. Pero el juez, que ccnoce a los
judíos, no se deja engañar y rechaza la acusación.
(2) Aunque veía que por envidiase lo habían
entregado, no quiso desairar a tan graves seño¬
res, y asi recurre a este expediente para poner en
libertad a Jesús.
(3) Este detalle viene a poner más de mani¬
fiesto la inocencia de Jesús y la maldad de sus
acusadores.
(4) El recado de la esposa de Pilato tuvo lu¬
gar entre la propuesta de éste al pueblo y la res¬
puesta del pueblo, que, trabajado por los jefes,
pide la libertad de Barrabás y la muerte de
Jesús.
(5) Con esto creyó cumplir sus deberes de
juez y alejar de sí la responsabilidad que el
sueño de su mujer pudiera traer sobre él.
1104
SAN MATEO, 27
sobre nosotros y sobre nuestros hi¬
jos (1). 26 Entonces dió libertad a
Barrabás; y a Jesús, después de ha¬
berlo hecho azotar, se lo entregó para
que le crucificaran (2).
Jesús, escarnecido por los
soldados.
27 Los soldados del Procurador,
tomando entonces a Jesús, lo condu¬
jeron al pretorio ante toda la cohorte.
28 Y despojándole de sus vestiduras
le echaron encima una clámide de
púrpura, 29 y, tejiendo una corona
de espinas, se la pusieron sobre la
cabeza, y en la mano una caña; y
doblando la rodilla delante de El,
se burlaban (3) de El, diciendo: ¡Sal¬
ve, rey de los judíos! 31 Y escupién¬
dole, lomaban la caña y le herían
con ella en la cabeza. 39 Y después de
haberse divertido con El, le quitaron
la clámide, le pusieron sus vestidos
y le llevaron a crucificar.
La crucifixión.
32 Al salir encontraron a un hom¬
bre de Circne, de nombre Simón, al
cual requirieron para que llevase la
cruz (4). 33 Y llegando al sitio lla¬
mado Cíólgota, que quiere decir el
lugar de la calavera, 34 diéronlc a
beber vino mezclado con hiel (5);
mas en cuanto lo gustó, no quiso
bcberlo. 36 Y así que le crucificaron,
se dividieron sus vestidos echándolos
a suertes, 36 y sentados hacían la
guardia allí. 37 Y sobre su cabeza
(1) El cumplimiento de esta maldición que
el pueblo echa sobre si, era lo que a Jesús con¬
movía hasta hacerle derramar lágiimas. (Le. 19.)
(2) San Juan, que es más detallado, nos dice
que Pilato habia mandado azotar a Jesús por
vía de corrección y para dar alguna satisfacción
a sus enemigos, después de fracasado el primer
expediente üe libertad. (Jn. 19, 1 ss.)
(3) El mLmoS. Juan coloca esta burla luego
de la flagelación, y nos dice que Pilato la quiso
aprovechar para aplacar el ánimo de los judíos,
aunque en v..no. (jn. 19, 4 ss.)
(4) La costumbre dictaba que el reo mismo
llevase el travesano de la cruz (el pie derecho
estaba plantado en el sitio); pero Jesús no podía,
sin duda a causa de la crudeza de la flagelación.
(5) Era un anestésico que embotaba los sen¬
tidos para que el reo sintiese menos los tormen¬
tos; por eso Jesús no lo quiso beber, porque
quería apurar hasta las heces el cáliz del dolor.
pusieron escrita su causa: Este es
Jesús, el Bey de los judíos (1).
38 Entonces fueron crucificados con
él dos bandidos, uno a su derecha y
otro a su izquierda. 39 Los que pasa¬
ban le injuriaban (2), moviendo la
cabeza 40 y diciendo: Tú que ibas a
destruir el templo y a reedificarlo
en tres días, sálvate ahora a ti mismo;
si eres Hijo de Dios, baja de esa cruz.
41 E igualmente los príncipes de
los sacerdotes, con los escribas y an¬
cianos, se burlaban y decían: Salvó
a otros y a sí mismo no se puede
salvar. Si es el rey de Israel, que
baje ahora de la cruz y creeremos
en el. 43 Ha puesto su confianza en
Dios, que El le libre ahora, si es que
le quiere, puesto que ha dicho: Yo
soy el Hijo de Dios. 44 Asimismo los
bandidos que con el estaban crucifi¬
cados (3) le ultrajaban.
La muerte de Jesús.
46 Desde la hora de sexta (4) se
extendieron las tinieblas sobre toda
la tierra hasta la hora de nona.
46 Hacia la hora de nona clamó Jesús
con voz fuerte, diciendo: ¡Eli, Eli,
lemma sabactanif Que quiere decir:
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has desamparado? (5). 47 Algunos
de los que allí estaban, oyéndole,
decían: A Elias llama éste. 48 Y luego,
corriendo, uno de ellos tomó una es¬
ponja, la empapó en vinagre y la
fijó en una caña y le dió a beber (6).
49 Otros decían: Deja, veamos si viene
Elias a salvarle. 60 Jesús, dando de
nuevo un fuerte grito, expiró.
(1) Jesús muere porque se ha declarado Rey
de los judíos, esto es, Mesías.
(2) Para mayor ejemplaridad, los lugares de
suplicio solían estar al lado de los caminos.
Por aquí se ve hasta qué punto hablan logrado
los jefes de la nación inficionar los ánimos del
pueblo centra Jesús.
(3) Este plural genérico no se aplica sino a
uno de los dos, segtn nos lo declara más explíci¬
tamente San Lucas 23, 39 ss.
(4) El día se dividía en cuatro partes igua¬
les, horas, a contar desde el amanecer, ccrno la
noche en cuatro vigilias. La hora de sexta co-
menaba al mediedía.
(5) Estas palabras están tomadas del sal¬
mo 21. Ese desamparo es uno de tantos miste¬
rios como ofrece la psicología del Hombre-Dios
(6) Era agua mezclada con vinagre, que los
soldados encargados de la custodia de los reos
tenían a mano para beber.
SAN MATEO, 28
1 i 05
El duelo por Jesús.
61 La cortina del Templo se rasgó
de arriba abajo (1) en dos partes,
62 la tierra tembló y se rajaron las ro¬
cas, se abrieron los monumentos (2),
y muchos cuerpos de santos, que ha¬
bían muerto resucitaron, 63 y saliendo
de sus sepulcros, vinieron a la ciudad
santa y se aparecieron a muchos.
64 El centurión y los que con él guar¬
daban a Jesús, viendo el terremoto
y cuanto había sucedido, temieron
sobremanera y se decían: Verdadera¬
mente (3), éste era hijo de Dios.
65 Había allí muchas mujeres que
desde lejos le miraban (4), las cua¬
les habían seguido a Jesús desde Ga¬
lilea para servirle; 66 entre ellas
María Magdalena, y María, la madre
de Santiago y José, y la madre de
los hijos de Zebedeo.
Sepultura de Jesús.
67 Llegada la tarde, vino un hom¬
bre rico de Arimatea, de nombre
José, que era discípulo de Jesús.
68 Se presentó a Pilato y le pidió el
cuerpo de Jesús. Pilato entonces or¬
denó (5) que le fuese entregado.
59 Y tomando el cuerpo de Jesús, lo
envolvió en una sábana limpia 60 y lo
depositó en su propio sepulcro, del
todo nuevo, que había sido excavado
en la peña (6), y corriendo una
(1) Esta cortina se hallaba a la puerta del
Santísimo, cuyo secreto quedaba con esto ex¬
puesto a los ojos profanos.
(2) Este hecho nos es transmitido sólo por
San Mateo; su interpretación es difícil, y por
esto objeto de varias opiniones. En el sentido
obvio del lugar esos santos se habrían adelantado
al Señor en la resurrección, lo que no puede
admitirse. Habrá anticipado el evangelista la
resurrección del Señor? Esos que resucitados
salieron de sus sepulcros, volvieron a morir?
Otros tantos misterios. Lo que es indudable
es que esa resurrección, cualquiera y como
quiera que sea, es señal de la victoria de Jesús
sobre la muerte y de la liberación de los que
le esperaban en el seno de Abraham.
(3) Los soldados gentiles confiesan la ino¬
cencia de Jesús, y que, en efecto, decía verdad
en aquello de que le acusaban.
(4) San Lucas (8, 1 ss.) nos indica el oficio
que estas mujeres tenían en compañía de Jesús
y de sus discípulos.
(5) Como cadáver de un reo, estaba en po¬
der del juez, que no lo entregó hasta haberse
certificado de que estaba ya muerto (Me. 15,
44 s.).
(6) El sepulcro en Palestina no era una hoya,
sino una cámara excavada en la peña viva, ro¬
deada en el interior de poyos, sobre los cuales
piedra grande a la puerta del sepul¬
cro, se fué. 41 Estaban allí María
Magdalena y la otra María, sentadas
frente al sepulcro.
La guardia del sepulcro por los
judíos.
62 Al otro día, que era el siguiente
a la Parasceve, fueron los príncipes
de los sacerdotes y los fariseos a
Pilato 63 y le dijeron: Señor, recorda¬
mos que ese impostor, vivo aún, dijo:
Después de tres días resucitaré.
64 Manda, ,pues, guardar el sepul¬
cro (1) hasta el día tercero, no sea
que vengan sus discípulos, le roben
y digan al pueblo: Ha resucitado de
entre los muertos. Y será la última
impostura peor que la primera. 65 Dí-
joles Pilato: Ahí tenéis la guardia, id
y guardadlo como vosotros sabéis.
66 Y ellos fueron y pusieron guardia
al sepulcro, después de haber sellado
la piedra.
La mañana de Pascua.
1 Pasado el sábado, ya para
amanecer el día primero de la
semana (2), vino María Magdalena
con la otra María a ver el sepulcro.
2 Y sobrevino un gran terremoto (3);
pues un ángel del Señor bajó del
cielo y acercándose removió la piedra
del sepulcro y se sentó sobre ella.
3 Era su aspecto como el relámpago,
y su vestidura blanca como la nieve.
4 De miedo de él tembláron los guar¬
dias y se quedaron como muertos.
6 El ángel, dirigiéndose a las muje¬
res, dijo: No temáis vosotras, pues
se depositaban los cadáveres, bien fajados y en¬
vueltos en arcmas. La puerta baja se cubría con
una losa gruesa, que se hacía rodar a un lado
cuando se abría el sepulcro.
(1) Sólo San Mateónos refiere esto; con ello
los judíos vinieron a ser testigos del triunfo de
Jesús y de su propia derrota. Los guardas eran
soldados romanos, que Pilato puso a disposi¬
ción de los sacerdotes.
(2) Aquel año coincidía el sábado con el día
de la Pascua, y por doble motivo no se podía
trabajar nada. En la cuenta de las Marías no
son igualmente completos los evangelistas; una
hay que no falta en ninguno, que es María Mag¬
dalena.
(3) A esto se ordenaba en los planes divinos
la colocación del sello y de la guardia por los
prudentes magistrados judíos, y sucedió, sin
duda, antes de la llegada de las mujeres.
70
I 10G
SAN MATEO, 28
*>é qué buscáis a Jesús el crucificado.
6 No está aquí, ha resucitado, según
lo había dicho. Venid y ved el sitio
donde fué depositado. 1 2 3 * * * 7 * Id luego
y decid a sus discípulos que ha resu¬
citado de entre los muertos, y que os
precederá a Galilea (1); allí le
veréis. Es lo que tenía que deciros.
8 Y partieron ligeras del monumen¬
to, llenas de temor y de gran gozo,
corriendo a comunicarlo a los dis¬
cípulos. 9 * * Y he aquí que Jesús les
salió al encuentro, diciendoles: Dios
os salve. Ellas, acercándose, le cogie¬
ron los pies y se postraron ante El.
10 Díjoles entonces Jesús: No te¬
máis, id y decid a mis hermanos que
vayan a Galilea, y que allí me ve¬
rán (2).
K1 anuncio a los judíos.
11 Mientras ellas iban, algunos de
los guardias vinieron a la ciudad y
comunicaron a los príncipes de los
sacerdotes todo lo sucedido. 12 Reuni¬
dos estos en con scjocon los ancianos,
tomaron bastante dinero y se lo die¬
ron a los soldados, 13 diciéndolcs:
Decid que, viniendo los discípulos de
noche, le robaron, mientras vosotros
(1) Así se lo había dicho Jesús (26, 32), por¬
que allí, más tranquilamente que en Judea, po¬
día completar su instrucción, una vez que por
la resurrección se les habían abierto los ojos.
(2) La forma demasiado compendiosa en que
San Mateo nos cuenta este suceso tan impor¬
tante de la mañana de Pascua, nos autoriza para
interpretarlo a la luz del más detallado relato
de San Juan (20, n ss.), identificando esta
aparición con la concedida a María Magdalena.
estabais dormidos. 14 * Y si llegase la
cosa a oídos del Procurador, nos¬
otros le aplacaremos y estaréis se¬
guros. 16 Y tomando ellos el dinero,
hicieron como se les había dicho.
Esto se divulgó entre los judíos,
hasta el día de hoy.
La aparición del Señor en Galilea.
16 Los once discípulos se fueron a
Galilea (1), al monte que Jesús les
había indicado, 17 V, viéndole, se pos¬
traron; algunos vacilaban (2). 18 Y,
acercándose Jesús, les dijo: Me ha
sido dado todo poder (3) en el cielo
y en la tierra; 19 id, pues, enseñad a
todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, 20 enseñándoles a ob¬
servar todo cuanto yo os he man¬
dado. Yo estaré con vosotros siempre
hasta la consumación del mundo.
(1) San Mateo omite las apariciones del Sal¬
vador en Judea, las cuales tuvieron por objeto
convencer a los discípulos incrédulos de la re¬
surrección del Maestro y ponerlos en camino de
Galilea.
(2) San Juan nos cuenta más en detalle las
dudas de Tomás, a quien, sin duda, alude aquí
San Mateo. (Jn. 20, 24 s.)
(3) San Pablo dice que por las humillacio¬
nes de su pasión, Jesús recibió del Padre el titulo
de Señor, con la plenitud del poder soberano
en el cielo, en la tierra y hasta en los infiernos
(Fil. 2, 6 ss.). En virtud de esos poderes, Jesús
envía a los discípulos a predicar, con la facultad
de perdonar los pecados y divulgar sus ense¬
ñanzas, prometiéndoles para ello su asistencia
hasta la consumación de los siglos. Esto quiere
decir que no habla sólo a los presentes, sino a
todos los que hayan de creer en su palabra por
el ministerio de ellos y ser ministros de su doc¬
trina. (Jn. 17, 20.)
SAN MARCOS
INTRODUCCION AL EVANGELIO DE SAN MARCOS
T A tradición eclesiástica atri-
huye a San Marcos la
composición del segundo evan¬
gelio. Marcos es un personaje
bastante conocido en los escri¬
tos neotestamentarios. El mis¬
mo evangelista nos habla de
un joven que la noche de la
prisión del Señor en Getsemaní
le siguió, envuelto en una sába-
na, y que, hallándose a punto
de. ser cogido por la tropa ju¬
dia, les dejó la sábana y huyó
desnudo en medio de la noche.
Muchos han querido identifi¬
carle con el misino evangelista
que narra el episodio. Cuando ,
a principios del año 44, Pedro
se encontró en medio de la ciu¬
dad de Jerusalén liberado de la
prisión por el ángel, se di¬
rigió a casa de María, madre
de Juan, por sobrenombre
Marcos, donde encontró a mu¬
chos fieles orando por su liber¬
tad (Act. 10, 12). Alrededor
de aquella fecha , Pablo y Ber¬
nabé, que habían sido enviados
a Jerusalén por la Iglesia de
Antioquía con una limosna
para socorro de los hambrien¬
tos fieles de la iglesia madre,
al partir llevaron consigo a
Marcos (Act. 12, 25). Poco
más tarde los mismos após¬
toles emprenden su primera misión para anunciar el Evangelio y toman por
compañero al mismo Marcos, que cobardemente los abandona, volviéndose a
Jerusalén (13, 13). Cuatro años después los mismos Apóstoles se disponen a
realizar su segunda misión, y Bernabé quiere que Juan Marcos los acompañe, a
lo que Pablo se opone, recordando su anterior cobardía. Al fin Pablo se fué con
Silas a la vuelta de Cilicia, y Bernabé, con Marcos se encaminó a Chipre, su
patria (Act. 15, 37 ss.).
11 10
SAN MARCOS
Con los años, Marcos vino a ser un gran ministro del Evangelio y coad¬
jutor de los Apóstoles. Y no hay que decir que esto le reconcilió el afecto de Pablo,
a quien sólo su cobardía habla disgustado. Por esto unos diez o doce años más
tarde le hallamos en Roma a su lado (Col. 4, 10; Filcm. 24). Hacia la misma
época, Pedro, escribiendo desde Roma a los fieles del Ponto, Oalacia, Capa-
docia, Asia y Bitinia, les saluda de parte de Marcos, su hijo en la fe (J Pet.
5, 13). Años más tarde, durante su segunda prisión, Pablo encarga a Timoteo
que traiga consigo a Marcos, que le es de mucha ayuda para el ministerio
(II Tim. 4, 11). Una tradición posterior, recogida por Ensebio en su « His¬
toria Eclesiástica » (11, 9), afirma que fue el evangclizador de Egipto y fun¬
dador de la gloriosa iglesia de Alejandría. San Jerónimo le señala como padre
del monacato egipcio.
EL EV ANGELI O.—La tradición cristiana que, con Papias , remonta a los
últimos años del siglo primero, nos dice que Sati Marcos escribió su evangelio
en Roma, recogiendo en él la predicación de San Pedro: « Marcos, intérprete
de Pedro, puso por escrito cuantas cosas recordaba de lo que Cristo había hecho
y dicho, con exactitud, pero no con orden. No es que él hubiera oido al Señor
o le hubiera seguido; pero, como se ha dicho, siguió después a Pedro, el cual
hacía sus instrucciones según las necesidades de los oyentes, pero no narraba
ordenadamente los discursos del Señor. Por esto Marcos no incurrió en error,
escribiendo algunas cosas conforme las tenia en la memoria; de una cosa tenia
cuidado: de no omitir nada de lo que había oído, o de no fingir cosa falsa.»
Los escritores posteriores confirman en sustancia estas afirmaciones de Papias,
de las cuales sacamos en consecuencia: l.° Que San Marcos tíos ha conservado
la suma de la catcquesis de San Pedro. 2.° Que su evangelio Jué destinado a
los convertidos de la gentilidad. 3.° Que fué escrito en Roma. 4.° Sobre la
fecha precisa no existe la misma certidumbre, pero lo más razonable es supo¬
ner que lo escribió en la fecha en que los apóstoles San Pedro y San Pablo nos
muestran a Marcos en Roma, que seria por los años 60 a 62.
El examen del evangelio nos confinna en estos puntos, v. gr., S, 29 ss., la
confesión de Pedro y la reprensión que luego recibió del Señor (ef. Mt. 16, 17 ss.);
la negación de Pedro conforme a la predicción (14, 30, 66 ss.); la explicación
de los vocablos hebreos y de las costumbres judías, que naturalmente debían
de ser desconocidos de sus lectores, v. gr., 7,3 s., en que declara las tradiciones
judías sobre la pureza; 14, 12, en que declara el rito del día primero de los Aci¬
mos, y 15, 42, donde explica lo que era la parasccvc. Es también San Marcos,
de los cuatro evangelistas, el que emplea más vocablos y construcciones latinas.
El estilo de San Marcos es bastante incorrecto, lo que aun en la versión
castellana se echará de ver; en cambio, abundan en él los rasgos pintorescos.
Para hacerse cargo de esta cualidad, bastará comparar la curación del para¬
lítico, 2, 1-12, con Alt. 9, 1-S; la tempestad calmada, 4, 35-41, con Mt. 8, 18-27 ,
y la curación de la hemorroisa, 5, 21-34, con Mt. 9, 18-26. Es también San
Marcos el que emplea un lenguaje más fuerte para hablar de la humanidad
del Señor, v. gr., 3, 21, la salida de los parientes para recoger a Jesús, porque
le creían fuera de sí; 6, 3, Jesús calificado de carpintero; 6, 5, por que no hace
milagros en Nazarct; 8, 12, su llanto ante la incredulidad de la generación
presente; 10, 18, su afirmación solemne de la bondad de sólo Dios; 13, 32; su
actitud ante la revelación del día del juicio. Todo lo cual se echará bien de ver
com ¡tarando *•stos pasajes con los paralelos de San Alateo y San Lucas.
PLAN DEL EVANGELIO.—San Marcos no nos dice nada de la infan¬
cia de Jesús. El plan de su obra responde bien al que trazaba San Pedro en
casa del centurión Cornelio (Act. 10, 37-42): «Dios ha enviado la palgbra a los
hijos de Israel, anunciándoles la paz por Jesucristo, que es Señor de todos.
Vosotros conocéis lo que ha sucedido en toda fa Jadea, habiendo comenzado
SAN MARCOS. 1
lili
rn Galilea después del bautismo predicado por Juan , cómo Dios ha ungido con el
Espíritu Santo y el poder a Jesús de Nazaret , que iba de lugar en lugar ha¬
ciendo bien y curando a todos aquellos que estaban bajo el imperio del diablo ,
porque Dios estaba con El. Y nosotros somos testigos de todo lo que ha hecho
en el país de los judíos y en Jerusalén. Ellos le dieron muerte , colgándole de
un madero , pero Dios le resucitó al tercer día y permitió que se apareciese , no a
todo el pueblo , sino a los testigos elegidos de antemano por Dios , a nosotros ,
que hemos comido y bebido con El después que hubo resucitado de entre los
muertos . El nos ha ordenado predicar al pueblo y atestiguar que El ha sido
establecido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio
de El , que quien creyere en El recibe por su nombre el perdón de los pecados .»
Conforme a este programa , San Marcos trazó el plan de su evangelio , que es
el siguiente: 1. Título del evangelio en que afirma la divinidad de Jesús
(l t 1). 2. Predicación del Bautista , bautismo de Jesús y su retiro en el de¬
sierto (l t 2-13). 3. Ministerio de Jesús en Galilea (1, 14-9). 4. Ministerio
en Judea y Jerusalén (10-13). ó. Pasión y resurrección (14-16).
SAN MARCOS
La misión de Juan.
I 1 Principio del evangelio de Jesu¬
cristo (1), Hijo de Dios. 2 3 * * Como
está escrito en el profeta Isaías (2):
«He aquí que envío delante de ti
mi ángel que preparará tu camino.
3 Voz de quien grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor, ende¬
rezad sus senderos;»
4 Apareció en el desierto Juan el
Bautista, predicando el bautismo de
penitencia para remisión de los pe¬
cados. 6 Y acudían a él de toda la
región de Judea (3), todos los mo¬
radores de Jerusalén, y se hacían
bautizar por él en el río Jordán, con¬
fesando sus pecados. 6 Llevaba Juan
un vestido de pelos de camello, y un
cinturón de cuero ceñía sus lomos,
y se alimentaba de langostas y miel
silvestre. 7 Y en su predicación les
(1) El objeto de la misión del Bautista es
Jesucristo, Hijo de Dios. Declaración bien ex¬
plícita de que Jesús era el Cristo, el Mesías y
el Hijo de Dios.
(2) Los dos primeros versos son de Mala-
quías (3, 1), los otros son de Isaías (40, 3 s.);
pero ambos aluden al mismo objeto.
(3) Este versículo nos muestra la conmoción
producida por el Bautista al aparecer en el de¬
sierto. Era una visión que traía a la memoria la
persona de Elias, el gran celador del culto de
Dios.
decía: Tras de mí ñeñe uno más
fuerte que yo, ante quien no soy
digno de postrarme para desatar la
correa de sus sandalias. 8 Yo os
bautizo en agüa, pero El os bautizará
en el Espíritu Santo.
3J 101 bautismo de Jesús.
B Y sucedió que en aquellos días
vino Jesús desde Nazaret, en Galilea,
y fué bautizado por Juan en el
Jordán. 10 Y en saliendo del agua
vió los cielos abiertos y el Espíritu,
como paloma, que descendía sobre
El, 11 y se dejó oír de los cielos una
voz: «Tú eres mi Hijo amado, en
quien yo me complazco».
El retiro de Jesús.
12 Y en seguida el Espíritu le em¬
pujó hacia el desierto. 13 Permaneció
en él cuarenta, días tentado por Sa¬
tanás (1), y moraba entre las
fieras (2),pero los ángeles le servían.
(1) Palabra hebrea que significa adversario
de Dios, de Cristo, de sus fieles.
(2) En el desierto, donde no habitan los
hombres, tienen su habitual y libre morada las
fieras.
1 112
SAN MARCOS, 1
5*u predicación.
14 Después que Juan íué preso (1),
vino Jesús a Galilea predicando el
evangelio de Dios, 16 y diciendo:
Cumplido es el tiempo, y el reino de
Dios está cercano; arrepentios y creed
en el evangelio.
Vocación de los primeros
discípulos.
14 Y caminando a lo largo del mar
de Galilea (2), vió a Simón y a
Andrés, hermano de Simón, que
echaban las redes en el mar, pues
eran pescadores. 17 Y Jesús les dijo:
Venid en pos de mí y os haré pesca¬
dores de hombres. 18 Y al instante,
dejando las redes, le siguieron. 18 Y
continuando un poco más allá vió
a Santiago, el de Zebedeo, y a Juan,
su hermano, que estaban también
remendando sus redes en la barca, 20 y
los llamó. Y luego ellos dejando a su
padre Zebedeo en la barca con los
jornaleros, se fueron en pos de El.
En la sinaqotja de Cafarnaiun.
21 Llegaron en Cafarnaúm, y luego,
el día de sábado, entrando en la
sinagoga, enseñaba. 22 Se maravilla¬
ban de su doctrina, pues la ensena¬
ba como quien tiene autoridad (3),
y no como los escribas. 23 Hallábase
en la sinagoga un hombre poseído
de un espíritu impuro (4), que
comenzó a gritar, 24 diciendo: ¿Qué
hay entre ti y nosotros (5), Jesús
Nazareno? ¿Has venido a perdernos?
Te conozco, tú eres el Santo de Dios.
(i) Si atendemos a la superficie de la letra,
habríamos de decir que Jesús no comenzó a
predicar hasta después de la prisión de Juan;
sin duda que no es éste el pensamiento del
evangelista. Recordemos la falta de orden de
que nos habla Papías. Esta ida de Jesús a Ga¬
lilea es la que narra San Juan 4, 1 s.
(3) Véase Mt. 4, 19.
(3) Los escribas no sabían enseñar sino in¬
vocando la autoridad de los maestros antiguos;
Jesús tiene en sí mismo y en la evidencia de la
verdad que enseña la fuerza de imponer sus en¬
señanzas.
(4) Dios es el Santo, el Puro; sus ángeles
participan de su santidad y pureza; al contrario,
los demonios son impuros.
(5) Este espíritu presiente en Jesús un poder
divino, que viene a destruir el suyo. Es el tes¬
timonio que continuamente dan de Jesús los es¬
píritus por boca de los posesos.
26 Y Jesús le mandó:' Cállate y sal
de él. 26 El espíritu impuro, agitán¬
dole violentamente, dió un fuerte
grito y salió de él. 27 Y se quedaron
todos estupefactos, diciéndose unos
a otros: ¿Qué es esto? Una doctrina
nueva y revestida de autoridad, que
mandaba los espíritus impuros y le
obedecen. 28 Y se extendió luego su
fama por doquiera, en todas las re¬
giones limítrofes de Galilea.
Curación de la suejjra de Pedro.
29 Luego, saliendo de la sinagoga,
vinieron a casa de Simón y Andrés,
con Santiago y Juan. 30 La suegra
de Simón estaba acostada con fiebre,
e inmediatamente se lo dijeron. 31 El,
acercándose, la tomó de la mano y
la levantó. La fiebre la dejó, y ella
se puso a servirlos.
Curaciones en la tarde del sábado.
32 Llegado el atardecer, puesto ya
el sol, le llevaron todos los enfermos
y endemoniados, 33 y toda la ciudad
se reunió a la puerta; 34 y curó a
muchos pacientes de diversas enfer¬
medades y echó muchos demonios, v
a éstos no les permitía hablar, porque
le conocían.
Deja a Cafarnaiim secretamente.
35 A la mañana, mucho antes de
amanecer, se levantó, salió y se fué
a un lugar desierto, y allí oraba.
34 Y fué después Simón y los que
con él estaban, 37 y hallado, le dije¬
ron: Todos andan en busca de ti.
38 El les contestó: Vamos a otra
parte, a las aldeas próximas, para
predicar allí, pues para esto he salido.
39 Y se fué a predicar en las sinago¬
gas de toda Galilea, y echaba a los
demonios.
Curación de un leproso.
40 Vino a El un leproso, que su¬
plicando y de rodillas le decía; Si
quieres, puedes limpiarme. 41 Enter¬
necido, extendió la mano, le tocó y
dijo: Quiero, sé limpio. 42 Y al Jus¬
tante desapareció la lepra y quedó
limpio. 43 Despidióle luego con ini-
SAN MARCOS, 2
1113
perio, diciéndole: Mira no digas nada
a nadie; sino vete, muéstrate al sacer¬
dote, y ofrece por tu purificación lo
que Moisés ordenó para testimonio.
4 ° Y en partiendo, comenzó a pre¬
gonar a voces y a divulgar el suceso,
de manera que Jesús ya no podía
entrar públicamente en una ciudad,
sino que se quedaba fuera, en luga¬
res desiertos, y allí venían a El de
todas partes.
Curación de un paralítico.
2 1 Entrado de nuevo, después de
algunos días, en Cafarnaúm, se
supo que estaba en casa, 2 y se jun¬
taron tantos, que ni aun en el pa¬
tio (1) cabían, y El les hablaba.
3 Y vinieron trayéndole un paralí¬
tico, que llevaban entre cuatro. 4 Y
no pudiendo presentárselo a causa
de la muchedumbre, descubrieron el
terrado por donde El estaba (2), y
hecha una abertura, descolgaron la
camilla en q.ue el paralítico estaba
acostado. 6 Viendo Jesús su fe, dijo
al paralítico: Hijo, tus pecados te
son perdonados. 6 Estaban sentados
allí algunos escribas, que pensaban
entre sí: 7 ¿Cómo habla así éste?
Blasfema. ¿Quién puede perdonar pe¬
cados sino Dios? 8 Y luego, cono¬
ciendo Jesús lo que pensaban les
dijo: ¿Por qué pensáis así en vuestros
corazones? 9 ¿Qué es más fácil, decir
al paralítico: Tus pecados te son per¬
donados, o decirle: Levántate, toma
tu camilla y vete? 10 Pues para que
veáis que el Hijo del hombre tiene
poder en la tierra de perdonar los
pecados, se dirige al paralítico. 11 Yo
te digo: Levántate, toma tu camilla
y vete a tu casa. 12 El se levantó,
y tomando luego la camilla, salió a
la vista de todos, de manera que
todos se maravillaron y glorificaban
a Dios diciendo: Jamás hemos visto
cosa tal.
Vocación de Leví y respuesta a
ciertas criticas.
13 Salió de nuevo a la orilla del
mar, y toda la muchedumbre se
llegó a El, y les enseñaba. 14 Al
(1) Las casas tenían delante como un patio
cercado, que servía de desahogo a la casa.
(2) Las casas no tenían tejado, sino terrado
de tierra apisonada. Como no son altas, o tienen
una escalera exterior, la subida al terrado no era
difícil.
pasar vi ó a Leví el de Alfeo (1), sen¬
tado al telonio, y le dijo: Sígueme.
Y levantándose, le siguió. 16 Sucedió
que estando sentado a la mesa en
casa de éste, muchos publícanos y
pecadores estaban recostados con
Jesús y con sus discípulos, que eran
muchos los que le seguían. 16 Los
escribas y fariseos, viendo que comía
con pecadores y publícanos, decían
a sus discípulos: ¿Pero es que come
con publícanos y pecadores? 17 Y
oyéndolo Jesús, les dijo: No tienen
necesidad de médico los sanos, sino
los enfermos; ni he venido a llamar a
los justos, sino a los pecadores.
18 Los discípulos de Juan y los
fariseos ayunaban. Vinieron, pues, y
le dijeron: ¿Por qué, ayunando los
discípulos de Juan y los de los fari¬
seos, tus discípulos no ayunan? 19 Y
Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los
compañeros del esposo ayunar mien¬
tras está con ellos el esposo? Mien¬
tras tienen con ellos al esposo no
pueden ayunar. 20 Días vendrán,
cuando les arrebatarán el esposo, y
entonces ayunarán. 21 Nadie cose un
pedazo de paño sin tundir en un ves¬
tido viejo; pues el remiendo nuevo
se llevaría lo viejo y la rotura se
haría mayor. 22 Ni echa nadie vino
nuevo en cueros viejos; pues el vino
rompería los cueros, y se perderían
vino y cueros; el vino nuevo se echa
en cueros nuevos'.
Defensa de los discípulos sobre
la observancia del sábado.
23 Y aconteció que, caminando El
a través de las mieses en día de sá¬
bado (2), sus discípulos, mientras
iban, comenzaron a arrancar espi¬
gas. 24 Y los fariseos le decían: Mira.
¿Cómo hacen en sábado lo que no
está permitido? 26 Y les dijo: ¿Nunca
habéis leído lo que hizo David cuan¬
do tuvo necesidad, y sintió hambre
él y los suyos? ¿Cómo entró en la
casa de Dios, bajo el pontífice Abia-
tar, y comió los panes de la propo¬
sición, que no es lícito comer sino
a los sacerdotes, y los dió asimismo
a los suyos? 26 El sábado ha sido
hecho para el hombre, y no el hombre
para el sábado. 27 Y dueño es ade¬
más el Hijo del hombre del sábado.
(1) Por aquí conocemos otro nombre de Ma¬
teo y además el de su padre.
(2) Véase Mt. 12. 1.
SAN MARCOS, 3
11 15
Curación en sábado del hombre
de la mano seca.
1 Entró de nuevo en la sinagoga,
donde había un hombre con una
mano seca, 1 2 y le observaban a ver si
le curaba en sábado, para poder acu¬
sarle. 3 Y dijo al hombre de la mano
seca: Levántate y sal al medio. 4 * Y les
preguntó: ¿Es lícito en sábado hacer
bien y no mal, salvar un alma y no
dejarla perecer? (1). 6 Y dirigién¬
doles una mirada airada (2), en¬
tristecido por la dureza de su cora¬
zón, dijo al hombre: Extiende tu
mano. Y la extendió y fuéle resti¬
tuida la mano. 6 * * Y saliendo los fari¬
seos, luego se concertaron con los
herodianos contra El para pren¬
derle.
Predicación a! pueblo y curaciones
numerosas.
7 Se retiró Jesús con sus discípulos
hacia el mar, y una numerosa mu¬
chedumbre de Galilea, de Judea, de
Jerusalén, de Idumea, de Transjor-
dania y de los alrededores de Tiro
y de Sidón, una muchedumbre grande,
oyendo lo que hacía, acudía a El.
9 Y dijo a sus discípulos que le pre¬
parasen una barca, a causa de la
muchedumbre, para que ésta no le
oprimiese; 10 * pues curaba a muchos,
y cuantos padecían algún mal se
echaban sobre El para tocarle (3).
11 Y los espíritus impuros, al verle
se arrojaban ante El y gritaban:
Tú eres el Hijo de Dios. 12 Y con
imperio les mandaba que no le die¬
sen a conocer (4).
(1) En Mt. 12, II, el Señor expone el argu¬
mento usando de otra semejanza para venir a la
misma conclusión.
(2) Aquí tenemos un rasgo de San Marcos
en esta nota de la ira y tristeza de Jesús, a
causa de la perversidad de que dan muestra los
fariseos. .
(3) Porque su fe les decía que sólo en El
podían hallar el remedio de sus males.
(4) No pudiendo alcalizar los espíritus el mis¬
terio divino de Jesús, estas palabras no signifi¬
carían otra cosa que Mesías. Sin duda, no tienen
certeza de que lo sea; pero lo proclaman para
excitar ios entusiasmos del pueblo. Por la misma
razón, Jesús les impone silencio, como lo im¬
pone muchas veces a los curados por El. Mar¬
cos es, de todos los evangelistas, el que más ¡n-
sisté^sobre esta imposición de silencio.
Elección de los Doce.
13 Subió a un monte, y llamando a
los que quiso vinieron a El. 14 Y desig¬
nó a doce para que le acompañaran y
para enviarlos a predicar, con poder
de expulsar a los demonios. 16 A Si¬
món, a quien puso por nombre Pedro,
17 a Santiago el de Zebedeo, y Juan,
hermano de Santiago, a quienes dió
el nombre de Boanergus, esto es,
hijos del trueno, 18 a Andrés y Fe¬
lipe, a Bartolomé y Mateo, a Tomás
y Santiago el de Alfeo, a Tadeo y
Simón el Cananeo, y a Judas Iscario¬
te, el que le entregó.
Diversos juicios sobre Jesús.
Llegados a casa, se volvió a juntar
la muchedumbre, tanto que no po¬
dían ni comer. 21 Y oyendo esto sus
allegados, salieron para llevárselo,
pues decían: Se ha vuelto loco (1).
22 Los escribas, que habían bajado
de Jerusalén, decían: Está poseído
de Beelcebub, y, por .virtud del prín¬
cipe de los demonios echa a los de¬
monios.
Réplica de Jesús a los escribas.
, 23 Llamólos a sí y les dijo en pará¬
bolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar
a Satanás? 24 Si un reino está divi¬
dido contra sí mismo, no puede
durar. 26 Y si una casa está dividida
contra sí misma, no podrá subsistir.
26 Si, pues, Satanás se levanta contra
sí mismo y se divide, no puede sos¬
tenerse, sino que ha llegado su fin.
27 Mas nadie puede entrar en la casa
de un fuerte y saquearla si prime¬
ro no ata al fuerte, y entonces sa¬
queará la casa. 28 En verdad os digo
que todo les será perdonado a los
hombres, los pecados y aun las blas¬
femias que hayan proferido; 29 pero
si alguno blasfemare contra el Espí¬
ritu Santo, no tendrá perdón jamás,
es reo de eterno pecado. 30 Porque
ellos decían: Tiene espíritu impuro.
(1) Otra nota característica de San Marcos.
Los parientes, que hasta ahora no le habían te¬
nido sino por un carpintero, hijo de María y de
José, al ver que se daba a predicar, le creyeron
trastornado, y van en su busca para reducirle a
casa. Véase Mt. 12, 47.
I 116
SAN MARCOS, 4
La verdadera familia de Jesús.
81 Vinieron su madre y sus hermanos,
v desde fuera le mandaron a llamar.
32 Estaba la muchedumbre sentada
en torno de El, y le dijeron: Ahí
fuera están tu madre y tus hermanos,
que te buscan. 33 Y El les respondió:
33 ¿Quién es mi madre y quiénes son
mis hermanos? 34 Y echando una
mirada sobre los que estaban en
derredor suyo, dijo: He aquí mi
madre y mis hermanos. 35 Quien hi¬
ciere la voluntad de Dios, ése es mi
hermano, y mi hermana y mi madre.
La parábola del sembrador.
1 1 * Y de nuevo comenzó a enseñar
” junto al mar. Había en torno a
El una numerosísima muchedumbre,
de manera que tuvo que subir a una
barca en el mar y sentarse; y la mu¬
chedumbre estaba a lo largo del mar,
en la ribera. 2 Y les enseñaba muchas
cosas en parábolas, y les decía 911 sn
enseñanza: 3 * * Escuchad (1): Salió
un sembrador a sembrar. 4 Y sucedió
que al sembrar, una parte cayó
junto al camino, y vinieron las aves
y se la comieron. 6 Otra parte cayó
en terreno pedregoso, donde no había
casi tierra, y al instante brotó por
no ser mucha la tierra; 6 pero en
cuanto salió el sol, se marchitó, y
por no haber echado raíz, se secó.
7 Otra parte cayó entre cardos, y en
creciendo los cardos la ahogaron y
no dió frutos. 8 Otra cayó en tierra
buena, y dió fruto, que subía y cre¬
cía, dando uno trcinla, otro sesenta
y otro ciento. * Y decía: El que tenga
oídos para oír, que oiga.
10 Cuando se quedó solo, le pre¬
guntaron los que estaban en torno
suyo con los Doce acerca de las pará¬
bolas; 11 y El les decía: A vosotros
os ha sido dado conocer el misterio
del reino de Dios, pero a los otros
de fuera todo se les dice en parábolas,
para que:
12 Mirando, miren y no vean (2);
oyendo, oigan y no entiendan,
no sea que se conviertan y sean per¬
donados.
13 Y les dijo: ¿No entendéis esta pa-
(1) Esta llamada de atención nos muestra la
forma familiar de enseñar que tenia Jesús. Véa¬
se Mt. 13. 1.
(a) Véase Mi. 13. M-
rábola? ¿Pues cómo vais a entender
todas las otras? 14 El sembrador siem¬
bra la palabra. 16 Unos están junto al
camino donde se siembra la palabra,
pero en cuanto la oyen, viene Sata¬
nás y arrebata la palabra que en
ellos se había sembrado . 18 Y asimismo
los que reciben la simiente ten terreno
pedregoso son aquellos que al oír la
palabra la reciben desde luego con
alegría, 17 pero no tienen raíces en sí
mismos, sino que son inconstantes, y
en cuanto sobreviene la adversidad
y la persecución por la palabra, al
instante se escandalizan. 18 Otros hay
para quienes la siembra cae entre
espinas; ésos son los que oyen la
palabra, 19 pero sobrevienen los cui¬
dados del siglo, la fascinación de las
riquezas y las demás codicias, y la
ahogan, quedando sin dar fruto. 20 Los
que reciben la siembra en tierra bue¬
na, son los que oyen la palabra, la
reciben y dan fruto, quién treinta,
quién sesenta, quién ciento.
Deber de conocer el misterio
del reino.
21 Y les decía: ¿Acaso se trae la
candela para ponerla bajo un cele¬
mín o bajo la cama? ¿No es para
ponerla sobre el candclcro? Porque
nada hay oculto sino para ser des¬
cubierto, y no hay nada escondido
sino para que venga a la luz. 23 Si
alguno tiene oídos, que oiga. 24 Y les
decía: Prestad atención a lo que
oís: Con la medida con que midiereis
se os medirá y se os añadirá. 25 Pues
al que tiene se le dará, y al que no
tiene, aún lo que tiene le será quitado.
La parábola de la semilla que
ereec.
28 Y decía: El reino de Dios es
como un hombre que arroja la semi¬
lla en la tierra, 27 y ya duerma, ya vele
de noche y de día, la semilla germina
y crece ( 1 ), sin que él sepa cómo.
28 De sí misma da fruto la tierra,
primero la hierba, luego la espiga,
en seguida el trigo que llena la es-
(1) Esta parábola, que es propia de San Mar¬
cos, significa que el reino de Dios seguirá su
desarrollo normal, sin la iniervención espectacu¬
lar y fulgurante de Dios, con que los judíos es¬
peraban que habla de establecerse el reino me*
siánico.
SAN MARCOS. 5
1117
piga; 29 y cuando el fruto está ma¬
duro, se mete la hoz, porque la mies
está en sazón.
El grano de mostaza.
30 Y decía: ¿A qué asemejaremos
el reino de Dios, o de dónde toma¬
remos parábola? Es semejante al
grano de mostaza, que cuando se
siembra es la más pequeña de todas
las semillas de la tierra; 32 pero una
vez sembrado, crece y se hace más
grande que todas las hortalizas, y echa
ramas tan grandes que a su sombra
pueden abrigarse las aves del cielo.
33 Y con muchas parábolas como éstas
les proponía la palabra, según po¬
dían entender, 34 y no les hablaba
sin parábolas; pero a sus discípulos
se las explicaba todas aparte.
La tempestad calmada.
35 En aquel día les dijo, llegada ya
la tarde: Pasemos al otro lado. 36 Y
despidiendo a la muchedumbre, le
llevaron según estaba en la barca,
acompañado de otras barcas. 37 Y se
levantó un fuerte vendaval (1), y
las olas se echaban sobre la barca,
de suerte que ésta estaba ya llena.
38 El estaba en la popa durmiendo
sobre un cabezal. Y le despertaron
y le dijeron: Maestro, ¿no te cuidas
de que estamos ahogándonos? (2).
39 Y despertando, mandó al viento,
y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se
aquietó el viento y se hizo completa
calma. 40 Y les dijo: ¿Por qué sois
tan tímidos? ¿Aún no tenéis fe?
41 Y sobrecogidos de gran temor, se
decían unos a otros: ¿Quién será
éste, que hasta el viento y la mar le
obedecen?
Curación de un poseso.
5 1 Llegaron al otro lado del mar,
a la región de los Gerasenos,
2 y en cuanto salió El de la barca
vino a su encuentro, saliendo de
(i) Es propio de este pequeño lago sufrir
estas repentinas y fuertes tormentas.
(a) Compárese esta' expresión de San Mar¬
cos con la de San Mateo 8, 35. y se verá en
ella la nota propia del estilo de San Marcos.
entre los sepulcros, un hombre po¬
seído de un espíritu impuro, (i) * 3 que
tenía su morada en los sepulcros, y
ni aun eon cadenas le podía nadie
sujetar, 4 * pues muchas veces le ha¬
bían puesto grillos y cadenas y los
había roto. 6 Y continuamente, no¬
che y día, iba entre los monumentos
y por los montes, gritando e hirién¬
dose con las piedras. 6 Viendo desde
lejos a Jesús, corrió y se postró ante
El; 7 y gritando en alta voz, decía:
¿Qué hay entre ti y mí, Jesús, Hijo
del Dios altísimo? Por Dios ( 1 ) te
conjuro que no me atormentes. 8 Pues
El le decía: Sal, espíritu impuro (2),
de ese hombre. 9 * * Y le preguntó: ¿Cuál
es tu nombre? Y le dijo: Legión es
mi nombre, porque somos muchos.
10 Y le suplicaba insistentemente que
no le echase fuera de aquella región.
11 Como hubiera por allí en el monte
una gran piara de puercos paciendo,
12 le suplicaban aquéllos, diciendo:
Envíanos a los puercos para que en¬
tremos en ellos. 13 El se lo permitió.
Y los espíritus impuros salieron y
entraron en los puercos, y la piara,
en número de dos mil, se precipitó
por un acantilado en el mar, y en él
se ahogaron. 14 Los porqueros huye¬
ron y difundieron la noticia por la
ciudad y por los campos; y vinieron
a ver lo que había sucedido. 15 Y lle¬
gándose a Jesús contemplaban al en¬
demoniado sentado, vestido y en su
sano juicio: el que había tenido toda
una legión, y temieron. 16 Y los tes¬
tigos les referían el suceso del ende¬
moniado y de los puercos. 17 Y se
pusieron a rogarle que se alejase de
sus términos. 18 Subido El en la
barca, el endemoniado le suplicaba
que le permitiese acompañarle. 19 Mas
no se lo permitió, antes le dijo: Vete
a tu casa y a los tuyos y cuéntales
cuanto hizo el Señor contigo y cómo
tuvo de ti misericordia. 20 Y él se
fué y comenzó a predicar en la De-
cápolis cuanto le había hecho Jesús,
y todos se maravillaban.
(i) Es singular esta súplica del espíritu, que
habla según el estilo de los hombres.
(a) Jesús parece seguir aquí el estilo de los
exorcistas. Manda al espíritu salir; pero éste,
aunque se siente torturado, no acaba de dejar
a su victima. Le pregunta su nombre, como si
con esto tratara de obligarle más, y el espíritu
se escapa, diciendo que son muchos. Pero en
todo momento se deja sentir el poder de Jesús,
hasta que, al fin, deja el cuerpo del poseso. Véa¬
se Mt. 8, a8.
111 *
SAN MARCOS, 6
Resurrección de la hija de Jairo
y curación de la lieinorroisa.
21 Habiendo Jesús ganado en la
barca la otra ribera, se reunió una
gran muchedumbre, y El estaba junto
al mar. 22 Y llegó uno de los jefes de
la sinagoga llamado Jairo, que en
viéndole, se arrojó a sus pies, 23 e
instantemente le rogaba diciendo: Mi
hija está muriéndose, ven e imponle
las manos, para que sane y viva.
24 Y se fue con él. Y le seguía una
gran muchedumbre que le apretaba.
25 Una mujer, que padecía flujo de
sangre desde hacía doce años 26 y
había sufrido grandemente de mu¬
chos médicos, gastando toda su ha¬
cienda sin provecho alguno, antes iba
de mal en peor, como hubiese oído
lo que se decía de Jesús, vino entre
la muchedumbre por detrás y tocó
su vestido; 28 pues se decía: En to¬
cando siquiera su vestido seré sana.
29 Y ál punto se secó la fuente de la
sangre, y sintió en su cuerpo que
estaba curada de su mal. 30 Y luego
Jesús, sintiendo en sí mismo la vir¬
tud que había salido de El, se volvió
a la multitud y dijo: ¿Quién lia to¬
cado mis vestidos? ( 1 ). 31 Y los
discípulos le contestaron: Ves que la
muchedumbre te aprieta por todas par¬
tes, (2) y dices: ¿Quién me ha toca¬
do? 32 Y echando una mirada en derre¬
dor, para ver a la que lo había hecho,
33 la mujer, llena de temor y temblo¬
rosa, conociendo lo que en ella había
sucedido, se llegó y postrada ante El
declaróle toda la verdad. 34 Y El le
dijo: Hija, tu fe te ha salvado, vete
en paz y sana de tu nial. 35 Aún es¬
taba El hablando cuando llegaron de
casa del jefe de la sinagoga, diciendo:
Tu hija ha muerto; ¿por qué moles¬
tas ya al Mqestro? 36 Pero oyendo
Jesús lo que decían, dijo al jefe de
la sinagoga: No lemas, ten fe. 37 Y no
permitió que nadie le siguiera, más
que Tedro, Santiago y Juan, el her¬
mano de Santiago. 38 Y llegados a
la casa del jefe de la sinagoga, notó
el gran alboroto de las lloronas y
(1) Es de notar esta manera, muy humana,
de expresarse, propia de San Marcos, la cual pa¬
recería indicar que el milagro le había sido arran¬
cado por sorpresa.
(2) He aquí otra expresión que revela la vi¬
veza de San Marcos. Jesús, que unas veces quiere
ocultar sus milagros, otras hace que vengan en
conocimiento del pueblo, conforme a las diver¬
sas circunstancias apreciadas por su prudencia.
plañideras, y entrando les dijo: ¿A qué
ese alboroto y ese llanto? La niña
no ha muerto, duerme. 40 Y se bur¬
laban de El. Pero El, echando todos
fuera, tomó consigo al padre de la
niña, y a la madre y a los que iban
con El, y entró donde la niña estaba;
y tomándole la mano le dijo: Talitha y
quiñi , que quiere decir: Niña, leván¬
tate. 42 Y al instante se levantó la
niña y echó a andar, pues tenía doce
años, y se llenaron de espanto.
43 Recomendóles mucho que nadie
supiera aquello, y mandó que diesen
de comer a la niña.
Jesús, en ¡Vazaret.
Á 1 Salió de allí y vino a su patria,
siguiéndole sus discípulos. 2 Y lle¬
gado el sábado, se puso a enseñar
en la sinagoga; y la muchedumbre
que le oía se maravillaba, diciendo:
¿De dónde le \ienen a éste tales cosas
y qué sabiduría es ésta que le ha sido
dada, y cómo se hacen por su mano
tales milagros? 3 ¿No es acaso el
carpintero, hijo de María ( 1 ) y her¬
mano de Santiago y de José, y de
Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas
no viven aquí entre nosotros? Y se
escandalizaban a causa de El. 4 * * Y
Jesús les decía: Ningún profeta es
tenido en poco sino en su patria y
entre sus parientes y en su familia.
6 Y 110 pudo hacer allí ningún mila¬
gro, fuera de que a algunos enfer¬
mos les impuso las manos y los curó.
6 Y se admiraba de su incredulidad.
La misión de los Apóstoles.
Recorría las aldeas del contorno
enseñando. 7 Y llamando a Sí a los
Doce (2), comenzó a enviarlos de
dos en dos, dándoles poder sobre los
espíritus impuros. 8 Y les encargó
que 110 tomasen (3) para el camino
(1) Entre las piadosas mujeres que con la
Magdalena asistieron a la muerte de Jesús, men¬
ciona San Marcos una María «madre de Santia¬
go el Menor y de José», sin duda cuñada de la
Virgen, ya que lleva su mismo nombre, y no es
probable que fuera hermana suya.
(2) Véase Mt. 10, 1.
(3) La suma de esta instrucción es que
vayan a la ligera, sin bagajes ni nada que de¬
nuncie interés temporal o falta de confianza en
la providencia del Padre celestial, de quien son
SAN MARCOS, 6
1 119
nada más que un bastón, ni pan, ni
alforja, ni dinero en el cinturón,
9 y se calzasen con sandalias, y no
llevasen dos túnicas. 10 Y les decía:
Dondequiera que entrareis en una
casa, quedaos en ella hasta que sal¬
gáis de aquel lugar. 11 Y si un lugar
no os recibe ni os escucha, al salir
de allí sacudid el polvo de vuestros
pies en testimonio contra ellos. 12 Y
partidos, predicaron que se arrepin¬
tiesen, 13 y echaban muchos demo¬
nios, y ungiendo con óleo a muchos
enfermos, los curaban (1).
Juicio de Herodes sobre «Jesús.
14 Llegó esto a oídos del rey Hero¬
des, porque se había hecho célebre su
nombre, y decía: Este es Juan el
Bautista, que ha resucitado de entre
los muertos, y por esto obra en El
el poder de hacer milagros; 15 pero
otros decían: Es Elias; y otros decían
que era un profeta, como uno de los
profetas. 16 Pero Herodes, oyendo
esto, decía: Es Juan, a quien yo de¬
gollé, que ha resucitado. 17 Porque,
en efecto, Herodes se había apode¬
rado de Juan y le había encerrado
en prisión a causa de Herodías, la
mujer de su hermano Filipo, con la
ue se había casado. 18 Pues decía
uan a Herodes: No te es lícito tener
la mujer de tu hermano. 19 Y Hero¬
días estaba enojada contra él y que¬
ría matarle, pero no podía; 20 porque
Herodes sentía respeto por Juan,
conociendo ser hombre justo y santo,
y le amparaba, y, oyéndole, vacilaba
pero le escuchaba con gusto. 21 Llegado
un día oportuno, cuando Herodes en
su cumpleaños ofrecía un banquete
a sus magnates y a los tribunos y a
los principales de Galilea, 22 entró la
hija de Herodías y, danzando, gustó a
Herodes y a los comensales. Y el
rey dijo a la muchacha: Pídeme lo
c¡ue quieras y te lo daré. 23 Y le
juró: Cualquier cosa que me pidas
te la daré, aunque sea la mitad de
mi reino. 24 Y saliendo ella dijo a su
madre: ¿Qué quieres que pida? Y ella
le contestó: La cabeza de Juan el
Bautista. 25 Y entrando luego con
(i) El óleo se cuenta entre los remedios ca¬
seros en Oriente. No leemos que Jesús lo em¬
pleara nunca, ni aun aquí lo emplean los dis¬
cípulos como médicos, sino como taumaturgos,
que al mismo tiempo anuncian la institución del
sacramento de la Extremaunción.
presteza hizo su petición al rey, di¬
ciendo: Quiero que al instante me
des en una bandeja la cabeza de
Juan el Bautista. 26 Y el rey, entris¬
tecido por su juramento y por los
convidados, no quiso desairarla. 27 Y
al instante envió el rey un verdugo,
ordenándole traer la cabeza de Juan.
Aquél se fué y le degolló en la cárcel,
28 trayendo su cabeza en una bande¬
ja, y se la entregó a la muchacha, y
la muchacha se la dió a su madre.
29 Y sus discípulos, que lo supieron,
vinieron y tomaron el cadáver, y le
pusieron en un monumento.
Vuelta de los diseípulos'y primera
multiplicación de los panes.
30 Volvieron los Apóstoles a reunir¬
se con Jesús, y le contaron cuanto
habían hecho y enseñado. 31 Y les
dijo: Venid que nos retiremos a un
lugar desierto y descanséis un poco;
pues eran muchos los que iban y
venían, y ni espacio les dejaban para
comer. 32 Y se fueron en la barca a
un sitio desierto y apartado. 33 Pero
los vieron ir, y muchos supieron
dónde iban, y a pie de todas las ciu¬
dades vinieron a aquel sitio, y se les
adelantaron. 34 Y al desembarcar
vió una gran muchedumbre, y se
compadeció de ellos, porque eran
como ovejas sin pastor, y se puso a
enseñarles largamente. 35 Y siendo
ya hora avanzada, se le acercaron
los discípulos y le dijeron: El sitio
es desierto y avanzada la hora; 36 des¬
pídelos para que vayan a las alque¬
rías y aldeas del contorno y se com¬
pren algo que comer. 37 El respondió
y les dijo: Dadles vosotros d$ comer.
Y le dijeron: ¿Vamos nosotros a com¬
prar doscientos denarios de pan para
darles de comer? 38 Y El les con¬
testó: ¿Cuántos panes tenéis? Id a
ver. Y habiéndose informado, le di¬
jeron: Cinco panes y dos peces.
39 Y les mandó que les hicieran re¬
costarse por grupos sobre la hierba
verde. 40 Y se recostaron por grupos
de ciento y de cincuenta. 41 Y to¬
mando los cinco panes y los dos peces,
alzando los ojos al cielo, bendijo y
partió los panes y se los entregó a
los discípulos para que se los sir¬
vieran, y los dos peces los repartió
entre todos. 42 Y comieron todos y
se hartaron. 43 Y recogieron doce ca¬
nastos llenos de las sobras de los
I 120
SAN MARCOS, 7
panes y de los peces. 44 Y eran los
que comieron de los panes cinco mil
hombres.
♦Jes miando sobre el mar.
46 En seguida mandó a sus discípu¬
los subir a la barca y precederle al
otio lado, frente a Betsaida, mien¬
tras El despedía a la muchedumbre.
46 Y después de haberlos despedido,
se fué a un monte a orar. 47 Y lle¬
gado el anochecer, se hallaba la barca
en medio del mar y El solo en tierra.
48 Y viéndolos fatigados en remar,
porque el viento les era contrario
hacia la cuarta vigilia de la noche
vino a ellos andando sobre el mar,
e hizo ademán de pasar de largo.
49 Pero ellos, así que le vieron andar
sobre el mar, creyeron que era un
fantasma y comenzaron a dar gritos,
60 porque todos le veían y estaban
espantados. Pero El les habló en
seguida y les dijo: Animo, soy yo,
no temáis. 61 Y subió con ellos en
la barca, y el viento se calmó. Y se
quedaron en extremo estupefactos,
62 Pues no se habían dado cuenta
de lo de los panes, sino que su cora¬
zón estaba embotado.
<Iesns, en fírncsai’ot y suh
cercanías.
M Y habiendo hecho la travesía,
llegaron a tierra en Genesaret, y
atracaron. 64 En cuanto salieron de
la barca, le conocieron, 66 y corrieron
de toda aquella región, y comenzaron
a traer en camillas a los enfermos
donde oían que El estaba. 68 Y a
dondequiera que llegaba, en las al¬
deas o cu las ciudades o en las alque¬
rías, colocaban a los enfermos en las
plazas y le rogaban que les permitiera
tocar siquiera la orla de su vestido;
y cuantos le tocaban quedaban sanos.
bns tradiciones rabí nicas.
i 1 Se reunieron en torno de El los
fariseos y algunos escribas veni¬
dos de Jerusalén; 2 los cuales vieron
que algunos de los discípulos comían
pan con las manos impuras, esto es,
sin lavárselas; 3 pues los fariseos y to¬
dos los judíos, si no se lavan cuida¬
dosamente, no comen (1), cumpliendo
la tradición de los antiguos, 4 y de
vuelta de la plaza, si no se aspergen,
no comen, y otras muchas cosas que
han aprendido a guardar por tradi¬
ción: el lavado de las copas, de las
ollas y de las bandejas. 6 Y le pre¬
guntaron los escribas y los fariseos:
¿Por qué tus discípulos no siguen la
tradición de los antiguos, sino que
comen pan con manos impuras? 6 Y El
les dijo: Muy bien profetizó Isaías
de vosotros, hipócritas, según está
escrito:
«Este pueblo me honra con los
labios, pero su corazón está lejos de
mí; pues me dan un culto vano, ense¬
ñando doctrinas que son preceptos
humanos.»
8 Y dejando a un lado el precepto de
Dios, os aferi áis a la tradición humana.
9 Y les decía: En veidad que anu¬
láis el precepto de Dios para esta¬
blecer vuestra tradición. 10 Porque
Moisés ha dicho: Honra a tu padre
y a tu padre, y el que maldiga a su
padre o a su madre es reo de muerte.
11 Pero vosotros decís: Si un hombre
dijere a su padre o a su madre:
Corbán, esto es, ofrenda sea todo lo
que de mí pudiera serte útil, 12 ya
no le permitís hacer nada por su
padre o por su madre, 13 anulando la
palabra de Dios por vuestra tradi¬
ción que se os ha trasmitido, y
hacéis otras muchas cosas por el
estilo.
1.a verdadera pureza.
14 Y llamando de nuevo a la muche¬
dumbre, les decía: Oídme todos y
entended: 16 Nada hay fuera del
hombre, que entrando en él pueda
mancharle; lo que sale del hombre,
eso es lo que mancha al hombre (2).
16 El que tenga oídos para oír, que
oiga. 17 Y cuando se hubo retirado
de la muchedumbre y entrado en
casa, le preguntaron los discípulos
por la parábola. 18 Y El les contestó:
¿Tan faltos estáis vosotros de sen¬
tido? ¿No comprendéis—añadió, de-
(i) San Marcos, que escribía para gentes des¬
conocedoras de las costumbres judias, da aquí
una amplia noticia de las preocupaciones de éstas
por la pureza legal o corporal practicada con
espíritu religioso. Véase Mt. 15, 2 .
(a) La verdadera pureza es la del corazón,
no la del cuerpo o de los muebles y utensilios
domésticos.
SAN MARCOS, 8
1121
clarando puros todos los alimentos—,
que todo lo exterior que entra en el
hombre no puede mancharle, 19 por¬
que no entra en el corazón, sino en
el vientre, y sale al seceso? 20 Decía,
pues: Lo que sale del hombre, eso
es lo que mancha al hombre, 21 por¬
que de dentro, del corazón de los
hombres, proceden los pensamientos
malos, fornicaciones, hurtos, homici¬
dios, 22 adulterios, codicias, maldades,
fraude, impureza, envidia, blasfemia,
altivez, insensatez. 23 Todos estos
males proceden del hombre y man¬
chan al hombre.
La mujer cananca.
24 Y partiendo de allí, se fué hacia
los confines de Tiro. Y entrando en
una casa, no quería ser de nadie
conocido; pero no le fué posible ocul¬
tarse; 25 porque luego, en oyendo
hablar de El, una mujer cuya hijita
tenía un espíritu impuro, entró y
se postró a sus pies. 26 Era gentil,
sirofenicia de nación. Y le rogaba
que echase al demonio de su hija.
27 Y El le decía: Deja primero har¬
tarse a los hijos (1), pues no está
bien tomar el pan de los hijos y
echarlo a los cachorrillos. 28 Y ella
le contestó diciendo: Sí, Señor, pero
los cachorrillos, debajo de la mesa,
comen de las migajas de los hijos.
29 El le dijo: Por lo que has dicho,
vete, el demonio ha salido de tu hija.
30 Y llegada a casa, halló a la niña
echada en la cama y que el demonio
había salido.
Vuelta hacia Galilea.
81 Dejando de nuevo los términos
de Tiro, se fué por Sidón hacia el mar
de Galilea, atravesando los términos
de la Decápolis (2). 32 Y le llevaron
un sordo y tartamudo, rogándole que
le impusiera las manos. 33 Y tomán¬
dole aparte de la muchedumbre, me¬
tióle los dedos en los oídos y escu¬
pió en el dedo y le tocó la lengua,
34 y mirando al cielo, suspiró y dijo:
Epheta (3), que quiere decir, ábrete;
(1) Esto índica que también a los otros, a los
gentiles, les llegarla su hora. Véase Mt. 15, 24*
(2) Era un distrito de diez ciudades situadas
al oriente del lago de Genesaret.
(3) El evangelista nos da aquí, como en otros
lugares, la misma palabra a ramea pronunciada
por Jesús.
86 y se abrieron sus oídos y se le soltó
la lengua, y hablaba expeditamente.
38 Y les encargó que no lo dijesen a
nadie. Pero cuanto más se lo encar¬
gaba, mucho más lo publicaban. 37 Y
sobremanera se admiraban, diciendo:
Todo lo ha hecho bien, a los sordos
hace oír y a los mudos hablar.
Segunda multiplicación
de los panes.
$ 1 En aquellos días, hallándose
otra vez (1) rodeado de una
gran muchedumbre que no tenía
qué comer, llamó a los discípulos y
les dijo: 2 Tengo compasión de la
muchedumbre, porque ya hace tres
días que me siguen y no tienen que
comer; 3 y si los despido en ayunas
para sus casas, desfallecerán en el
camino, y algunos de ellos son de
lejos. 4 Y sus discípulos le respon¬
dieron: ¿Y cómo podría saciárseles
de pan, aquí en el desierto? 5 Y les
preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Di¬
jeron: Siete. 6 Y mandó a la mu¬
chedumbre recostarse sobre la tierra;
y tomando los siete panes, dando
gracias, los partió y los dió a sus
discípulos para que los sirviesen, y
sirvieron a la muchedumbre. 7 Y te¬
nían unos pocos pececillos, y dando
gracias, dijo que los sirviesen tam¬
bién. 8 Y comieron y se saciaron, y
recogieron de los mendrugos que so¬
braron siete cestos. 9 Eran unos cuatro
mil. Y los despidió.
Los fariseos piden un prodigio
del eiclo.
10 Subiendo luego a la barca con sus
discípulos, vino a la región de Dal-
manuta; 11 y salieron los fariseos, que
comenzaron a disputar con El, pi¬
diéndole, para probarle, señales del
cielo. 12 Y exhalando un profundo
suspiro (2), dijo: ¿Por qué esta
(1) Repitiéndose las necesidades, nada tiene
de extraño que Jesús renueve el milagro en cir¬
cunstancias semejantes.
(2) Con estas palabras nos indica San Marcos
uno de los rasgos de la naturaleza humana de
Jesús: el sentimiento que en su alma causaba
la ceguedad de las clases directoras de Israel,
que acabarían por conducir al pueblo a su ruina
total. Cuando Jesús les ofrece tantas y tan evi¬
dentes señales, ellos piden una señal del cielo,
como queriendo imponer la ley a Dios mismo,
único autor de los milagros.
1122
SAN MARCOS. 9
generación pide una señal? En ver¬
dad os digo que no se le dará nin¬
guna. 13 Y dejándolos, subió de nue¬
vo a la barca y se dirigió a la otra
ribera.
La levadura de los fariseos.
14 Se olvidaron de tomar consigo pa¬
nes, y no tenían en la barca sino un
pan. 16 Y les recomendaba, diciendo:
Mirad de guardaros del fermento de
los fariseos y del fermento de Herodes.
16 Y ellos iban discurriendo entre sí,
que no tenían panes. 17 Y conocién¬
dolo El, les dijo: ¿Qué caviláis de que
no tenéis panes? ¿Aún no entendéis
ni caéis en la cuenta? ¿Tenéis vues¬
tro corazón embotado? 18 ¿Teniendo
ojos no veis, y teniendo oídos no
oís? Ya no os acordáis de cuando
paití los cinco panes a los cinco mil
hombres, cuántos cestos llenos de
sobras recogisteis? 19 Dijéronle: Doce.
20 Cuando los siete a los cuatro mil,
¿cuántos cestos llenos de mendrugos
recogisteis? Y le dijeron: Siete. 21 Y
les dijo: ¿Pues aún no caéis en la
cuenta? (1).
Curación de mi ciego.
22 Y llegaron a Betsaida. Y le lle¬
varon un ciego, rogáudole que le
tocara. 23 Y tomando al ciego de la
mano, le sacó fuera de la aldea, y
poniendo saliva en sus ojos e impo¬
niéndole las manos, le preguntó: ¿Ves
alguna cosa? Mirando él dijo: Veo
hombres, algo así como árboles que
andan. 25 Y de nuevo le impuso las
manos sobre los ojos, y al mirar se
sintió curado, y lo veía todo cla¬
ramente. 26 Y le envió a su casa
diciéndolc: Cuidado con entrar en la
aldea.
La confesión de Cesárea.
17 Y se fué Jesús con sus discípulos
a las aldeas de Cesárea de Filipo, y
en el camino les preguntó: ¿Quién
dicen los hombres que soy yo? 28 Y
ellos le respondieron, diciendo: Unos
que Juan Bautista; otros que Elias,
y otros que uno de los profetas.
(i) San Marcos se complace en poner de
relieve la rudeza de los discípulos.
29 El les preguntó: Y vosotros, ¿quién
decís que soy? Respondiendo Pedro,
le dijo: Tú eres el Cristo (1). 30 Y les
encargó que a nadie dijeran esto de El.
Primera predicción de su muerte.
81 Y comenzó a enseñarles cómo
era preciso que el Hijo del hombre
padeciese mucho, y que fuese recha¬
zado por los ancianos y los príncipes
de los sacerdotes y los escribas, y
que fuese muerto, y resucitase des¬
pués de tres días. Y claramente
les hablaba de esto. 32 Pedro, tomán¬
dole aparte, comenzó a reprenderle.
33 Pero El, volviéndose y mirando a
sus discípulos, reprendió a Pedro (2)
y le dijo: Quítate allá, Satán, porque
no sientes según Dios, sino según los
hombres.
Condiciones del seguimiento de
Jesús.
34 Y llamando a la muchedumbre
y a los discípulos, les dijo: Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese
a sí mismo, tome su cruz y sígame.
35 Pues quien quisiere salvar su vida,
la perderá; y quien perdiere la vida
por mí y el evangelio, ése la salvará.
36 ¿Y qué aprovecha al hombre
ganar todo el mundo y perder su
alma? 37 ¿Pues qué dará el hombre a
cambio de su alma? 38 Porque si al¬
guien se avergonzare de mí y de mis
palabras ante esta generación adúl¬
tera y pecadora, también el Hijo del
hombre se avergonzará de él cuando
venga en la gloria del Padre, con
los santos ángeles.
I.» transfiguración.
() 1 Y les decía: En verdad os digo
7 que hay algunos de los aquí pre¬
sentes que no gustarán la muerte
hasta que vean venir en poder el
reino de Dios. 2 Y pasados seis días,
(1) Esto es, el Mesías esperado por Israel;
pero no cual Israel le concebía, sino como Dios
se lo quiso dar, cumpliendo los vaticinios pro¬
fáneos, que los judíos interpretaban en su pro¬
pia honra y glorificación.
(2) San Marcos, que pasa en silencio la elec¬
ción de Pedro, referida por San Mateo, no omite,
en cambio, la reprensión recibida de Jesús. Véa¬
se Mt. 16, aa.
SAN MARCOS, y
1123
tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a
Juan, y los condujo solos a un monte
alto y apartado, y se transfiguró ante
ellos. 1 2 3 Y sus vestidos se volvieron
resplandecientes, muy blancos, como
no los puede blanquear lavandero (1)
sobre la tierra. 4 * Y se les apare¬
cieron Elias y Moisés, que hablaban
con Jesús. 6 * Y tomando Pedro lapa-
labra, dijo a Jesús: Rabbi (2), jqué
bueno es estarnos aquí! Hagamos tres
tiendas, una para ti, una para Moisés
y una para Elias. 6 No sabía lo que
decía, porque estaban espantados.
7 Y se formó una nube que los cubrió
con su sombra, y una voz se dejó
oír desde la nube: Este es mi Hijo
amado, escuchadle. 8 Y luego, mi¬
rando en derredor, no vieron a nadie
con ellos, sino a Jesús solo. 9 Y ba¬
jando del monte, les prohibió contar
a nadie lo que habían visto, hasta
que el Hijo del hombre resucitase de
entre los muertos. 10 Y guardaron
aquella orden, y se preguntaban qué
era aquello de «euando resucitase de
entre los muertos». 11 Y le pregun¬
taron diciendo: ¿Cómo, pues, dicen
los escribas que primero ha de venir
Elias? 12 Y El les dijo: Cierto que
Elias vino primero, para restable¬
cer todas las cosas,* pero ¿cómo está
escrito del Hijo del hombre que pa¬
decerá mucho y será despreciado?
13 Y yo os digo que Elias ha Venido
ya, y que hicieron con él lo que
quisieron, conforme a lo que de él
está escrito.
Curación del epiléptico.
14 Y viniendo a los discípulos, vió
a una gran muchedumbre en torno
suyo y a escribas que con ellos dis¬
putaban. 16 Y luego toda la muche¬
dumbre al verle se quedó sorprendi¬
da, y corriendo hacia El le saludaban.
16 Y les preguntó: ¿Qué disputabais
con ellos? 17 Y le dijo uno de la mu¬
chedumbre: Maestro, te he traído a
mi hijo (3), que tiene un espíritu
mudo,, y dondequiera que se apodera
de él, le derriba y le hace echar
espumarajos y rechinar los dientes,
y se queda rígido; y dije a tus discí-
(1) Rasgo característico del estilo de San
Marcos.
(2) Rabbi, igual que maestro en la lengua
aramea.
(3) Es muy de notar la gráfica pintura que
del poseso nos da el evangelista.
pulos que lo arrojasen, pero no han
podido. 19 Y les contestó, diciendo:
¡Oh generación incrédula! ¿Hasta
cuándo habré de estar con vosotros?
¿Hasta cuándo os tendré que sopor¬
tar? Traédmelo. 20 Y se lo llevaron.
Y en cuanto lo vió, le agitó el espí¬
ritu, y arrojado en tierra se revol¬
caba y echaba espumarajos por la
boca. 21 Y preguntó a su padre:
¿Cuánto tiempo hace que le pasa
esto? El contestó: Desde la infancia.
22 Y muchas veces le arroja en el
fuego y en el agua para hacerle pere¬
cer; pero, si algo puedes, ayúdanos
por compasión hacia nosotros. 23 Dí-
jole Jesús: Si puedes creer (1), todo
es posible al que cree. 24 Y al instante,
gritando, dijo el padre del niño:
¡Creo! Ayuda a mi incredulidad.
25 Y viendo Jesús que se reunía
mucha gente, mandó al espíritu im¬
puro, diciendo: Espíritu mudo y sordo,
yo te lo mando, sal de él y no vuelvas
a entrar más en él. 26 Y dando un
grito y agitándole violentamente, sa¬
lió; y quedó como muerto, de suerte
que muchos decían: Está muerto.
27 Pero Jesús, tomándole de la mano,
lo levantó, y se mantuvo en pie. 28 Y
entrado en casa, a solas le pregunta¬
ban los discípulos: ¿Por qué no hemos
podido echarle nosotros? 29 Y les
contestó: Esta especie no puede ser
expulsada por ningún medio, si no es
por la oración (2).
Segunda predicción de la muerte
de Jesús.
30 Y saliendo de allí, atravesaban
de largo la Galilea (3), queriendo
que no se supiese. 31 Iba enseñando a
sus discípulos, y les decía: El Hijo del
hombre será entregado en manos de
los hombres y le matarán, y muerto,
resucitará al cabo de tres días. 32 Y
(1) Esta sola palabra nos revela la honda
pena que a Jesús causaba la poca fe de aquella
gente, después de tantos prodigios como le
veían hacer.
(2) La oración es el arma poderosa contra
el espíritu impuro; los discípulos se habían ol¬
vidado de ello, empleando el poder que de Je¬
sús habían recibido, sin la conciencia de que era
algo que les venía prestado de arriba.
(3) Quiere hacer esa travesía como de in¬
cógnito, para dedicarse más a los discípulos. A
la instrucción que estos días les daba pertenece
la predicción segunda sobre su próxima muerte.
San Marcos se complace en decir que los discí¬
pulos no entendían.
1124
SAN MARCOS, 10
ellos no entendían estas palabras,
pero temían preguntarle.
Quién es el mayor.
83 Y vinieron a Cafarnaúm. Y es¬
tando en casa les preguntaba: ¿Qué
discutíais en el camino? (1). 34 Y
ellos se callaion, porque en el camino
habían discutido entre sí sobre quien
sería el mayor, 36 Y sentándose, llamó
a los Doce a Sí y les dijo: Si alguno
quiere ser el primero, que sea el últi¬
mo de todos y el servidor de todos.
36 Y tomando un niño, le puso en
medio de ellos, y abrazándole (2) les
dijo: 87 Quien recibe a uno de estos ni¬
ños en mi nombre, a mí me recibe, y
quien me recibe a mí, no es a mí a
quien recibe, sino al que me ha en¬
viado.
La invocación del nombre
de Jesús.
88 Díjole Juan: Maestro, vimos a
uno (3) que en tu nombre echaba
los demonios y no está con nosotros,
y se lo hemos prohibido. 39 Y Jesús
les dijo: No se lo prohibáis, pues nin¬
guno que haga un milagro en mi
nombre hablará luego mal de mí.
40 El que no está contra nosotros,
está con nosotros.
La caridad hacia los discípulos.
41 Pues el que os diere un vaso de
agua (4) en razón de discípulos de
Cristo, os digo en verdad que no per¬
derá su recompensa. 42 Y el que es¬
candalizare a uno de estos peque-
ñuelos que creen, mejor le sería que
le echasen al cuello una muela asnal
(1) En el reino de Jesús, la humildad es la
que impera; quien desee subir, debe humillarse
más que los otros.
(2) Rasgo sublime éste de Jesús abrazando
y bendiciendo a los niños y proponiéndolos como
modelos a los aspirantes al reino de los cielos.
(3) Los judíos usaban de exorcismos para
expulsar los espíritus de los posesos. Viendo a
Jesús dotado de tanto poder contra ellos, invo¬
caban su nombre en esos exorcismos. Véase en
Act. 19, 13 ss. un caso curioso de este mismo
género.
(4) Concepción verdaderamente divina de la
vida humana, cuyas obras quedan así enalteci¬
das; pero manera bien singular de revelar la
grandeza de Cristo, que sublima cuanto toca.
y le arrojasen al mar. 43 Y si tu
mano te escandaliza (1), córtatela;
mejor te será entrar manco en la
vida, que con las dos manos ir a la
gehenna, al fuego inextinguible, don¬
de ni el gusano se acaba ni el fuego
se apaga. 46 Y si tu pie te escanda¬
liza, córtatelo; mejor te es entrar
en la vida cojo, que con los dos pies
ser arrojado en la gehenna, 46 donde
ni el gusano muere ni el fuego se
apaga. 47 Y si tu ojo te escandaliza,
sácatelo; mejor te es entrar tuerto
en el reino de Dios, que con dos
ojos ser arrojado en la gehenna,
48 donde ni el gusano muere ni el
fuego se apaga. 49 Porque todos han
de ser salados al fuego. 60 Buena es
la sal, pero si la sal se hace sosa,
¿con qué se la salará? Tened sal en
vosotros, y vivid en paz unos con
otros.
Camino de J tul en, por la Perca.
1 Y partiendo de allí, vinieron
1(1 a los confines de la Judea y
de la Perea, y de nuevo se le junta¬
ron en el camino muchedumbres, y
les enseñaba.
L;i cuestión del ditorei».
2 Y llegándosele los fariseos, le
preguntaron, tentándole, si es lícito
al marido repudiar a la muier. 1 2 3 El
respondió y les dijo: ¿Que os lia
mandado Moisés? 4 * Contestaron ellos:
Moisés manda escribir el libelo de
repudio y despedirla. 6 Díjoles Jesús:
Por la dureza de vuestro corazón,
os dió Moisés esta ley; 6 pero al prin- 1
cipio de la creación los hizo Dios
varón y hembra; 7 por esto dejará el
hombre a su padre y a su madre, 8 y
serán los dos una carne. De manera i
que no son dos, sino una carne. 9 Lo
que Dios juntó, no lo separe el hom¬
bre. 10 Y vueltos a casa (2) de
nuevo, le preguntaron sobre esto los
discípulos; 11 y les dijo: El que repudia
a su mujer y se casa con otra, come-
(1) La salud del alma está por encima de
todo, y a ella es preciso sacrificar hasta la vida;
en esto se halla la fuerza de una conciencia cris¬
tiana.
(2) La solución del Maestro dejó a los dis¬
cípulos muy impresionados; les parecía dema¬
siado dura. Jesús responde inculcándoles la mis¬
ma idea. Véase Mt. 19, 10.
SAN MARCOS, 10
1125
te adulterio contra aquélla. 12 Y si
la mujer repudia al marido y se casa
con otro, comete adulterio.
Bendice Jesús a los niños.
13 Presentáronle unos niños para
que los tocase (1), pero los discípulos
los reprendían. 14 Viéndolo Jesús, se
enojó y les dijo: Dejad que los niños
vengan a mí, y no los estorbéis,
porque de ellos es el reino de Dios.
15 En verdad os digo, quien no re¬
ciba el reino de Dios como un niño,
no entrará en él. 16 Y abrazándolos,
los bendijo y les impuso las manos.
El peliqro de las riquezas.
17 Salido al camino, corrió a El
uno, que, arrodillándosele, le pregun¬
tó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer
para alcanzar la vida eterna? 18 Y
Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas
bueno? Nadie es bueno, sino sólo
Dios. 19 Ya sabes los mandamientos:
No matarás, no adulterarás, no ro¬
barás, no levantarás falso testimonio,
no harás daño a nadie, honra a tu
padre y a tu madre. 20 Y él le dijo:
Maestro, todo esto lo he guardado
desde mi juventud. 21 Y Jesús, po¬
niendo en él los ojos (2), le amó, y le
dijo: Una sola cosa te falta; vete,
vende cuanto tienes y dalo a los
pobres, y tendrás un tesoro en el
cielo, y ven, sígueme. 22 Ante estas
palabras se anubló su semblante y
fuése triste, porque tenía muchas
haciendas. 23 Y mirando en torno
suyo dijo Jesús a los discípulos:
jCuán difícilmente entrarán en el reino
de Dios los que tienen haciendas!...
24 Los discípulos se quedaron espan¬
tados al oír esta sentencia. Tomando
entonces Jesús de nuevo la palabra,
les dijo: Hijos míos, jcuán difícil es
entrar en el reino de los cielosl 25 Es
más fácil a un camello pasar por el
hondón de una aguja que a un rico
entrar en el reino de Dios. 26 Y más
(1) Creían las madres que. sin duda, el con¬
tacto de un hombre tan santo como Jesús sería
saludable a sus hijitos.»
(2) He aquí una bella observación que nos
transmite el evangelista. Jesús, al ver aquel jo¬
ven, sintió hacia él viva simpatía; era bueno,
pero estaba demasiado apegado a su hacienda.
Gran miseria la de los ricos, no saber correspon¬
der al amor de Dios, que los invita y llama a Sí.
aún se espantaron, y decían entre sí:
Entonces, ¿quién puede salvarse?
27 Y fijando en ellos Jesús su mirada,
dijo: A los hombres sí, es imposible,
más no a Dios, porque a Dios todo le
es posible.
Recompensa de los que todo lo
renuncian por Cristo.
28 Pedro comenzó a decirle: Pues
nosotros hemos dejado todas las cosas
y te hemos seguido. 29 Respondió
Jesús: En verdad os digo que no hay
nadie que, habiendo dejado casa o
hermanos o hermanas o madre o padre
o hijos o campos, por amor de mí y
del Evangelio, 30 no reciba el céntuplo
ahora en este tiempo en casas, her¬
manos, hermanas, madres e hijos y
campos, con persecuciones, y la vida
eterna en el siglo venidero. 31 Y mu¬
chos primeros serán los últimos, y los
últimos los primeros.
Tercera predicción de la muerte.
32 Iban subiendo hacia Jerusalén,
y Jesús iba delante, y ellos iban so¬
brecogidos y le seguían medrosos (1).
Y tomando de nuevo a los Doce,
comenzó a declararles lo que había
de sucederle. 33 Subimos a Jerusa¬
lén, y el Hijo del hombre será entre¬
gado a los príncipes de los sacerdotes
y a los escribas, y le condenarán a
muerte y le entregarán a los gentiles,
34 que se burlarán de El y le escupi¬
rán, y le azotarán y le darán muerte,
y a los tres días resucitará.
Petición de los hijos de Zcbedco.
36 Y se le acercaron Santiago y
Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole:
Maestro, queremos que nos hagas lo
que te vamos a pedir. 36 Díjoles El:
¿Qué queréis que os haga? 37 Ellos
le respondieron: Que nos sentemos el
uno a tu derecha y el otro a tu iz¬
quierda en tu gloria. 38 Jesús les
respondió: jNo sabéis lo que pedís!
¿Podéis beber el cáliz que yo he de
beber y ser bautizados con el bautis-
(1) * Es un rasgo de San Marcos. Jesús cami¬
na delante de los discípulos, absorto en el pen¬
samiento de su pasión, hacia la cual marcha con
paso acelerado.
1126
SAN MARCOS, 11
mo con que yo he de ser bautizado?
39 Le contestaron: Sí que podemos.
Les dijo Jesús: El eáliz que yo he
de beber, lo beberéis, y con el bau¬
tismo con que yo he de ser bautizado,
seréis bautizados vosotros; 40 pero
sentaros a mi diestra o mi siniestra, no
me toea a mi dároslo, sino que es para
aquellos para quienes está preparado.
41 Y los diez, oyendo esto, se eno¬
jaron contra Santiago y Juan. 42 Pero
llamándolos Jesús a Sí, les dijo: Ya
sabéis (1) cómo los que en las na¬
ciones pasan por príncipes, las domi¬
nan con imperio, y sus grandes ejer¬
cen poder sobre ellas. 43 No ha de
ser así entre vosotros; antes si algu¬
no de vosotros quiere ser grande, sea
vuestro servidor; 44 y el que de vos¬
otros quiera ser el primero, sea siervo
de todos; 45 pues tampoco el Hijo del
hombre lia venido a ser servido, sino
a servir y dar su vida para redención
de muchos.
Curación del ciego Martinico.
Y llegaron a Jcricó. Al salir ya
de Jerieó eon sus discípulos y una
crecida muchedumbre, el hijo de
Timco, Martinico un mendigo ciego,
que estaba sentado junto al camino,
oyendo que era Jesús de Nazaret,
comenzó a gritar y decir: ¡Hijo de
David, Jesús, ten piedad de mí!
48 Y muchos le increpaban para que
callase; pero él gritaba mucho más:
¡Hijo de David, ten piedad do mil
49 Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle.
Y llamaron al ciego, dieiéndole: Ani¬
mo, levántate, que te llama. 50 Y él
tiró el manto (2), y saltando se
llegó a Jesús. 51 Y tomando Jesús
la palabra, le dijo: ¿Qué quieres que
te haga? Y el ciego le respondió:
Señor, que vea. &2 Y Jesús le dijo:
Anda, tu fe te ha salvado. Y al ins¬
tante recobró la vista, y le seguía
por el camino.
Entrada triunfal en «Jerusalén.
\ \ * 1 Y cuando se aproximaban a
Jerusalén, a Betl'agé, y a Be-
(1) El ejercicio de la autoridad será en su
reino muy otro de lo que es entre los principes
de la tierra. En este pasaje se inspiró S. Gregorio
para introducir la fórmula protocolaria papal:
Siervo de los siervos de Dios.
(2) Hermoso rasgo éste del ciego y expresión
tania, al Monte de los Olivos (1),
envió a dos de los ¡discípulos 2 3 y les
dijo: Id a la aldea que está enfrente,
y luego que entréis en ella, encontra¬
réis un pollino atado, sobre el que
nadie montó aún; soltadlo y traedlo.
3 Y si alguno os dijere: ¿Por qué haeéis
esto?, decidle: El Señor tiene nece¬
sidad de él; y al instante os lo dejará
traer. 4 Y se fueron y encontraron el
pollino atado a la puerta, fuera en
el camino, y le soltaron. 5 Algunos
de los que allí estaban les dijeron:
¿Por qué desatáis el pollino? 6 Ellos
les contestaron como Jesús les había
dicho, y los dejaron. 7 Llevaron el
pollino a Jesús, y echándole encima
sus vestidos, montó en él. 8 Muchos
extendían sus vestidos sobre el ca¬
mino, otros cortaron follaje de los
árboles. 9 Y los que le precedían y
le seguían gritaban:
¡Hosanna! Bendito el que viene
en el nombre del Señor. 10 Bendito
el reino, que viene, de David nuestro
padre. ¡Hosanna en las alturas!
11 Y entró en Jerusalén, en el
templo, y después de haberlo visto
todo, ya (le tarde, salió para Beta-
nia eon los doce.
L¡i maldición de la higuera.
12 A la mañana siguiente, saliendo
de Bctania, sintió hambre; 13 y vió
una higuera (2), y llegándose a
ella, no encontró sino hojas porque
no era tiempo de higos. 14 Y tomando
la palabra, dijo: Que nunca jamás
coma ya nadie fruto de ti. Los discí¬
pulos le oyeron.
Expulsión de los vendedores.
15 Llegaron a Jerusalén y, entrando
cu el Templo, comenzó a expulsar a los
que allí vendían y compraban (3),
viva de su fe. Echa de si el manto para correr
mejor a tientas hacia Jesús, de quien espera re¬
cibir la vista, y con la vista corporal, la de su
alma.
(1) Singular modo de escribir esta yuxtapo¬
sición de cuatro lugares como puntos de apro¬
ximación. Véase Mr. 21, 1.
(2) San Marcos nota que no era aún el tiempo
de los higos, por donde no era maravilla que no
los tuviese. Esto pone más de relieve el sentido
parabólico de este hecho. Véase Mt. 21, 18 ss.
(3) San Mateo pone este suceso el mismo día
de Ramos. Esto pone de manifiesto el aprecio
que los evangelistas hacen de la cronología. Los
SAN MARCOS. 12
1127
y derribó las mesas de los cambistas
y los asientos de los vendedores de
¡palomas; 16 y no permitía que nadie
transportase fardo alguno por el
Templo. 17 Y los enseñaba y decía:
¿No está escrito: Mi casa será casa
de oración para todas las gentes?
Pero vosotros la habéis convertido
en una cueva de ladrones. 18 Y llegó
todo esto a oídos de los príncipes de
los sacerdotes y de los escribas, y
buscaban cómo perderle, pero Te
temían, pues toda la muchedumbre
estaba maravillada de su doctrina.
19 Y cuando se hizo tarde, salió de la
ciudad.
La hijjuera neca.
20 Pasando de madrugada (1),
vieron que la higuera se había secado
de raíz. 21 Y acordándose Pedro le
dijo: Rabbi, mira, la higuera que
maldijiste se ha secado. 22 Y respon¬
diendo Jesús, le dijo: Tened fe en
Dios. 23 En verdad os digo que si
alguno dijere a este monte: Quítate
y arrójate al mar, y no vacilare en
su corazón, sino que creyere que lo
dicho se ha de hacer, se le hará. 24 Por
esto os digo, todo cuando orando pi¬
diereis, creed que lo recibiréis y se
os dará. 25 Y cuando os pusiereis
en pie para orar, si tenéis alguna cosa
contra alguien perdonadlo primero,
para que vuestro Padre que está en
los cielos os perdone a vosotros vues¬
tros pecados (2). 26 Porque si vos¬
otros no perdonáis, tampoco vuestro
Padre que está en los cielos os per¬
donará vuestras ofensas.
La cuestión sobre los poderes
de Jesús.
27 Llegaron de nuevo a Jerusaléu,
y paseándose El por el templo, se
le acercaron los príncipes de los sacer¬
dotes, los escribas y los ancianos;
28 y le dijeron: ¿Con qué poder haces
hechos son para ellos lo substancial, las circuns¬
tancias de lugar y tiempo las pasan por alto,
como cosas indiferentes.
(1) San Mateo (21-21), que gusta de referir
los hechos sucintamente, dice que la higuera se
secó enseguida.
(2) El perdón de las ofensas, la paz con
nuestros hermanos, es la condición para lograr
la paz con Dios. Grave enseñanza para los ren¬
corosos.
estas cosas, o quién te ha dado
poder para hacerlas? 29 Jesús le con¬
testó: También voy a haceros yo una
pregunta, y si me respondéis, os
diré con qué poder hago estas cosas.
30 El bautismo de Juan ¿era del cielo
o era de los hombres? Respondedme.
31 Y comenzaron a cavilar entre
sí, diciendo: Si decimos del cielo,
dirá: Pues ¿por qué no habéis creído
en él? 32 Pero si decimos de los hom¬
bres, es de temer la muchedumbre,
porque todos tenían a Juan por ver¬
dadero profeta. 33 Y respondiendo
a Jesús, le dijeron: No sabemos.
Y Jesús les dijo: Entonces tampoco
yo os digo con qué poder hago estas
cosas.
La parábola de los viñadores.
I iy * 1 Y comenzó a hablarles en pará-
— bolas: Un hombre plantó una
viña (1) y la cercó de muro, y cavó
un lagar, y edificó una torre, y la
arrendó a unos viñadores, y se partió
lejos. 2 A su tiempo, envió a los viña¬
dores un siervo para percibir de
ellos una parte de los frutos de su
viña. 3 * * Y cogiéndole le azotaron y
le despidieron con las manos vacías.
4 De nuevo les envió otro, y le hirie¬
ron en la cabeza y le ultrajaron.
5 Envió otro, y a éste le dieron
muerte; igualmente a muchos otros,
de los cuales a unos los azotaron y a
otros los mataron. 6 Le quedaba toda¬
vía su hijo amado, y se lo envió
también por último, diciéndose: A
mi hijo le respetarán. 7 Pero aquellos
viñadores se dijeron pára sí: Este es
el heredero. ¡Eal Matémosle y será
nuestra la heredad. 8 Y cogiéndole
le mataron y le echaron fuera de la
viña. 9 ¿Quéhará el dueño de la viña?
¿Vendrá y hará perecer a los viña¬
dores, y dará la viña a otros. 10 ¿Y
no habéis leído esta escritura: La
piedra que desecharon los edifica¬
dores, ésa vino a ser cabeza de es¬
quina; 11 del Señor procede esto y
es admirable a nuestros ojos?
(1) Esta parábola nos resume la historia de
Israel en sus relaciones con Dios. La dureza de
cerviz que Moisés echa en cara a los hebreos en
el desierto, prosigue con la resistencia a los pro¬
fetas y se consuma con la muerte del Mesías,
Hijo de Dios. En castigo les será quitado el
reino, o sea el privilegio de pueblo de Dios,
para darlo a otro que le sea más fiel. Véase Ma¬
teo, 23. 3 *
1128
SAN MARCOS, 12
12 Y buscaban apoderarse de El,
pero temían a la muchedumbre, pues
conocieron que de ellos había sido
dicha la parábola. Y dejándole, se
fueron.
El tributo del Cí'sar.
13 Le enviaron algunos de los fari¬
seos y herodianos para cogerle en
una trampa. 14 Y llegados le dijeron:
Maestro, sabemos que eres sincero,
que no te da cuidado de nadie, pues
no tienes respetos humanos, sino que
enseñas según verdad el camino de
Dios: ¿Es lícito pagar el tributo a
César, o no? ¿Debemos pagar, o no
debemos pagar? (1). 15 El, cono¬
ciendo su hipocresía, les dijo: ¿Por
qué me tentáis? Traedme un dena-
rio para que lo vea. 16 Se lo trajeron,
y les dijo: ¿De quién es esta imagen
y esta inscripción? Ellos le dijeron:
Del César. 17 Y Jesús replicó: Dad,
pues, al César lo que es del César,
y a Dios lo que es de Dios. Y se admi¬
raron de El.
Cuestión de la resurrección.
18 Se le llegaron algunos saduceos,
de los que dicen que no hay resu¬
rrección, y le preguntaban diciendo:
Maestro, Moisés nos ha prescrito que
si el hermano de uno viniere a morir
y dejare la mujer sin hijos, tome el
hermano esa mujer y de sucesión a
su hermano. 20 Eran siete hermanos.
El primero tomó mujer, pero al
morir no dejó descendencia. 21 La
tomó el segundo, y murió sin dejar
sucesión, c igual el tercero, 22 y de los
siete ninguno dejó sucesión. Después
de todos murió la mujer. 23 Cuando en
la resurrección resuciten, ¿de quién
será la mujer? Porque los siete la
tuvieron por mujer (2).
24 Díjolcs Jesús: ¿No está bien
claro que erráis y que desconocéis las
Escrituras V el poder de Dios? 25 Por¬
que, cuando resuciten de entre los
muertos, ni se casarán ni serán dados
en matrimonio, sino que serán como
ángeles de Dios en los cielos. 28 Por
lo que toca a la resurrección de los
muertos, ¿no habéis leído en el libro
de Moisés, en lo de la zarza, cómo
(z) Véase Mt. 22, 16.
(2) Véase Mt. 22, 25.
habló Dios, diciendo: Yo soy el Dios
de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios
de Jacob? 27 No es Dios de muertos,
sino de vivos. Muy errados andáis.
El primer precepto.
28 Y se le acercó uno de los escri¬
bas, que había escuchado la disputa,
que viendo cuán bien había respon¬
dido (1), le preguntó: ¿Cuál es el
primero de todos los mandamientos?
29 Y Jesús contestó: El primero es:
Escucha, Israel, al Señor, vuestro
Dios, el único Señor, 30 y amarás
al Señor tu Dios, con todo tu cora¬
zón, con toda tu alma, con toda
tu mente y con todas tus fuerzas.
31 Y el segundo es éste: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo. Mayor
que éstos no hay mandamiento al¬
guno. 32 Díjole el escriba: Muy bien,
Maestro: con razón has dicho que
El es único y que no hay otro fuera
de El, 33 y que amarle con todo el
corazón, con todo el entendimiento,
y con todas las fuerzas, y amar al
prójimo como a sí mismo es mucho
mejor que todos los holocaustos y
sacrificios. 34 Y viendo Jesús cuán
atinadamente había respondido, le
dijo: No estás lejos tú del reino de
Dios (2). Y nadie se atrevió ya más
a preguntarle.
Origen del Mesías.
36 Tomando Jesús.la palabra, decía,
enseñando en el Templo: ¿Cómo dicen
los escribas que el Mesías es hijo de
David? 36 David mismo lia dicho,
inspirado por cí Espíritu Santo: Dijo
el Señor a mi Señor: Siéntate a mi
diestra, hasta que ponga a tus ene¬
migos debajo de tus pies. 37 El mismo
' (1) Los que hasta aquí se le acercaron venían
con intenciones torcidas; pero este fariseo es, en
parte al menos, una excepción de la regla. Vien¬
do cómo Jesús habla confundido a los saduceos.
se acerca a El para proponerle una cuestión que,
sin duda, debía de agitarse mucho en las escue¬
las, y que a la verdad lo merecía por su trascen¬
dencia. Pero si va con intención de probar la
sabiduría de Jesús (Mt. 22, 35). tío procede con
la mira de perderle, sino de instruirse o de ver
si es confirmada su propia opinión.
(2) Esto muestra claro que este fariseo era
una excepción entre los muchos que de ordinario
nos presentan los evangelistas. La palabra del
Señor es una invitación a seguir por el camino
que llevaba hasta el fin, el reino de Dios.
SAN MARCOS, 13
112‘)
David le llama Señor; ¿de dónde,
pues, viene que sea hijo suyo? Y una
gran muchedumbre le escuchaba con
agrado. 38 En su enseñanza les decía:
Guardaos de los escribas, que gustan
de pasearse con rozagantes túnicas,
de ser saludados en las plazas, 39 y
de ocupar los primeros asientos en
las sinagogas y los primeros puestos
en los banquetes, 40 mientras devoran
las casas de las viudas y simulan
largas oraciones. Estos tendrán un
juicio muy severo. .
El óbolo de la viuda.
41 Y estando sentado enfrente del
gazofilacio, observaba cómo la mul¬
titud iba echando monedas de cobre
en el tesoro, y muchos ricos echaban
mucho. 42 Y llegándose una viuda
pobre echó dos leptos, que haceil un
cuadrante. 43 Y llamando a los dis¬
cípulos les dijo: En verdad os digo
que esta pobre viuda ha echado más
que todos cuantos echan en el te¬
soro (1), 44 pues todos echan de lo
que les sobra, pero ésta de su miseria
ha echado todo cuanto tenía, todo
su sustento.
La magnificencia del templo.
1 1 Y al salir El del templo, di jóle
uno de los discípulos: Maestro,
mira qué piedras y qué construc¬
ciones (2). 2 3 Y Jesús le dijo:
¿Veis estas grandes construcciones?
No quedará aquí piedra sobre piedra
que no sea destruida.
La cuestión del fin.
3 Y habiéndose sentado en el
monte de los Olivos, enfrente del
templo, le preguntaban aparte Pedro
(1) He aquí otra sentencia que pone de ma¬
nifiesto la espiritualidad del Evangelio. Dios no
atiende tanto a lo material de las ofrendas cuanto
a la devoción de quien las hace. Esta devoción
es la que da valor más grande a dos ochavos de
la pobre que a los doblones de los ricos.
(2) En la parte del recinto actual del templo,
que remontaba a la época de Herodes. y sobre que
descansaron los ojos de Jesús y de sus discípu¬
los, se ven aún hoy bloques que miden cinco
metros de longitud, y las columnas monolíticas
se elevan hasta ocho y diez metros de altura.
Habla motivo para admirarse de esto, y más
todavía del arte con que estaban trabajadas.
y Santiago, Juan y Andrés: 4 * Dinos
cuándo será esto (1), y cuál será
la señal de que todo esto va a cum
plirse.
Tiempos de angustia.
6 Y Jesús comenzó a decirles: Mirad
que nadie os induzca a error. 6 * Mu¬
chos vendrán en mi nombre, diciendo:
Yo soy; y extraviarán a muchos (2).
7 Cuando oyereis hablar de guerras
y rumores de guerras, no os turbéis:
Es preciso que esto suceda; pero eso
no es aún el íin. 8 Porque se levantarán
pueblo contra pueblo, y reino contra
reino; habrá terremotos por diversos
lugares; habrá hambres: Ese es el
comienzo de los dolores.
Las persecuciones contra el
Evangelio.
9 Estad alerta (3): Os entrega¬
rán a los sanedrines, y en las sina¬
gogas seréis azotados, y comparece¬
réis ante los gobernadores y los reyes
por amor de mí, para dar testimonio
ante ellos. 10 Y antes habrá de ser
predicado el Evangelio a todas las
naciones. 11 Y cuando os lleven para
ser entregados, no os preocupéis de
lo que habéis de hablar, porque en
aquella hora se os dará qué habléis,
pues no seréis vosotros los que habléis,
sino el Espíritu Santo. 12 Y el her¬
mano entregará a la muerte al her¬
mano, y el padre al hijo, y se levan¬
tarán los hijos contra los padres y
les darán muerte. 13 Y seréis aborre¬
cidos de todos por mi nombre. El que
perseverare hasta el fin, ése será salvo.
Desolación de la Judca
14 Cuando viereis la abominación
de la desolación instalada donde 110
(1) La pregunta abarca dos puntos: cuándo
será la ruina del templo y cuál será la señal
de que eso se va a cumplir. Dan por seguro que
la ruina del templo va ligada a una gran catás¬
trofe.
(2) Primero vendrán falsos mesías, de quie¬
nes se deben guardar; luego, calamidades públi¬
cas. Pero ni aun esto es el fin, sino sólo el co¬
mienzo de los dolores.
(3) Una vez más anuncia las persecuciones
de los judíos y de los infieles contra los suyos.
Pero ni esto será elfin t porque es preciso que el
Evangelio sea predicado a todas las nacione s
Véase Ml 24, 14.
1130
SAN MARCOS, 14
debe—el que lee entienda—, enton¬
ces los que están en Judea huyan a
los montes, 15 el que esté en el terrado
no baje ni entre para tomar cosa
alguna de su casa. 18 Y el que esté
en el campo no vuelva atrás para
recoger su manto. 17 jAy de aquellas
que estén encintas y de las que críen
en aquellos díasl 18 Orad para que
no suceda esto en invierno.
Lu tribulación suprema.
19 Pues serán aquellos días de tri¬
bulación tal como no la hubo desde
el principio de la creación que Dios
creó hasta ahora, ni la habrá. 20 Y
si el Señor no abreviase aquellos
días, nadie sería salvo; pero por
amor de los elegidos, que El eligió,
abreviará esos días. 21 Y entonces,
si alguno os dijere: He aquí o allí al
Mesías, no le creáis. 22 Porque se
levantarán falsos mesías y falsos pro¬
fetas y harán señales y prodigios para
inducir a error, si fuera posible, aun
a los elegidos. 23 Pero vosotros estad
sobre aviso, de antemano os he dicho
todas las cosas.
La vcuzda del Hijo del hombre.
24 Pero en aquellos días, después
de aquella tribulación, se oscurecerá
el sol, y la luna no dará su luz, 25 y
las estrellas se caerán del cielo, y las
columnas de los cielos se conmoverán.
26 Y entonces verán al Hijo del hom¬
bre, viniendo sobre las nubes, con
gran poder y majestad. 27 Y enviará
a sus ángeles, y juntará a sus elegi¬
dos de los cuatro vientos, del extremo
de la tierra hasta el extremo del ciclo.
Parábola de la blyuera.
28 Aprended de la higuera la pará¬
bola (1). Cuando sus ramas están
tiernas y echa hojas, conocéis que el
estío está próximo. 29 Así también
vosotros, cuando veáis suceder estas
cosas, entended que está próximo, a
la puerta. 30 En verdad os digo que
no pasará esta generación antes que
todas estas cosas sucedan. 81 El cielo
(i) La perspectiva se acerca hasta la presente
generación, que verá la ruina del templo y las
calamidades en que irá envuelta.
y la tierra pasarán, pero mis pala
bras no pasarán.
haccrtidumbrc del fin.
32 Cuanto a ese día o a esa hora,
nadie la conoce, ni los ángeies del
cielo, ni el Hijo (1), sino sólo el
Padre. 33 Estad alerta, velad, porque
no sabéis cuándo será el tiempo.
34 Como el hombre que parte de
viaje, al dejar su casa, encargó a sus
siervos a cada uno su obra y al por¬
tero le encargó que velase. 35 Velad,
pues, vosotros, porque no sabéis
cuándo vendrá el amo de la casa, si
por la tarde, si a medianoche, o al
canto del gallo, o a la madrugada,
38 no sea que, viniendo de repente,
os encuentre dormidos. 37 Lo que
a vosotros os digo a todos lo digo,
velad (2).
La conspiración de los judíos.
1 A * 1 Faltaban dos días para la
1 * Pascua y los Acimos, y busca¬
ban los príncipes de los sacerdotes y
los escribas cómo apoderarse de El
con engaño y darle muerte, 2 pero
decían: No en la fiesta, no sea que
se alborote el pueblo.
La unción de UcUinlu.
3 Y hallándose en Bctania, en casa
de Simón el leproso, cuando estaba
recostado a la mesa, vino una mujer
trayendo un vaso de alabastro lleno
de ungüento de nardo auténtico, de
(i) Contrasta este v. con 30 s. Gravísima
resulta la afirmación de que ni el Hijo conoce
el día ni la hora. Esto sólo quiere decir que
siendo el Padre el autor del plan de la salud del
mundo, cuya ejecución se encomendó a Jesús,
así como su revelación a los hombres, este punto
no les ha encomendado revelarlo ni a El ni a los
santos ángeles, que con frecuencia son los men¬
sajeros divinos para dar a conocer a los hombres
la voluntad de Dios. En suma, que ni los ánge¬
ies ni el Hijo conocen este día como mensajeros
del Padre, para comunicarlo a los mortales. Esta
sentencia prueba el valor que tienen tantas reve¬
laciones o conjeturas como corren a veces sobre
el fin del mundo. Véase Jn. 1, 18; Act. 1, 6 s.;
1 Tira. 6, 16.
(a) Como en San Mateo, notamos aquí la
misma intención de inculcar la vigilancia sobre
nosotros mismos, a fin de que el día del Señor
nos halle siempre prevenidos.
SAN MARCOS, 14
1131
f»r¡m valor, y rompiendo el vaso de
alabastro se lo derramó sobre la
cabeza. * 1 2 3 4 Había algunos que indig¬
nados se decían unos a otros: ¿Para
qué se ha hecho este derroche del
ungüento? 5 * Porque pudo venderse
en inás de trescientos denarios y darlo
a los pobres. Y murmuraban de ella.
6 Y Jesús dijo: Dejadla, ¿por qué la
molestáis? Es una buena obra la que
ha hecho conmigo, porque pobres
siempre los tenéis con vosotros, y
cuando queráis podéis hacerles bien;
7 pero a mí no siempre me tenéis.
Ha hecho lo que ha podido, se ha
anticipado a ungir mi cuerpo para la
sepultura. 9 En verdad os digo, don¬
dequiera que se predicare el Evan¬
gelio en todo el mundo, se hablará
de lo que ésta ha hecho, para memo¬
ria de ella.
La traición de Judas.
10 Judas Iscariote, uno de los doce,
se fué a los príncipes de los sacer¬
dotes para entregárselo. 11 Ellos al
oírle, se alegraron y prometieron darle
dinero. Y buscaba ocasión oportuna
para entregarle.
Preparación de la última cena.
12 El primer día délos Acimos (1),
cuando se sacrificaba la Pascua, di já¬
ronle los discípulos: ¿Dónde quieres
que vayamos para preparar la Pascua
y la comas? 13 Y envió a dos de sus
discípulos y les dijo: Id a la ciudad,
y os saldrá al encuentro un hombre
con un cántaro de agua; seguidle,
14 y donde él entrare, dec*d al dueño:
El Maestro dice: ¿Dónde está mi
departamento en que pueda comer
la Pascua con mis discípulos? 15 Y él
os mostrará una sala alta, grande,
alfombrada, pronta. Allí haréis los
preparativos para nosotros. 16 Y sus
discípulos se fueron y vinieron a la
ciudad y hallaron lo que les había
dicho y prepararon la Pascua.
.Anuncio de la traición
17 Llegada la tarde, vino con los
doce, 18 y recostados y comiendo (2),
(1) La tarde de ese día, el 13 de Nisan según
el calendario hebreo, se sacrificaba el cordero
pascual, que se debía comer por la noche, o sea
el 14, que comenzaba a la puesta del sol.
(2) Según la usanza griega, los judíos comían
dijo Jesús: En verdad os digo que uno
de vosotros me entregará; uno que
come conmigo.
19 Comenzaron a entristecerse y a
decirle uno en pos de otro: ¿Soy yo?
20 El les dijo: Uno de los doce, el que
moja conmigo en el plato (1); 21 pues
el Hijo del hombre sigue su camino,
según de El esta escrita; pero jay de
aquel hombre por quien el Hijo del
hombre sera eutregadol Mejor le fuera
a ese hombre no haber nacido.
Institución de la Eucaristía.
22 Y 'mientras comían (2), tomó
pan, y bendiciéndolo lo partió, y se
lo dió, y dijo: Tomad, éste es mi
cuerpo. 23 Y tomando el cáliz, des¬
pués de dar gracias, se lo entregó y
bebieron de él todos. 24 Y les dijo:
Esta es mi sangre, de la alianza, que
es derramada por la muchedumbre.
25 En verdad os digo que ya no beberé
del fruto de la vid hasta aquel día
en que lo beba nuevo en el reino de
Dios.
Tristes predicciones.
Y después de haber dicho los him¬
nos salieron para el monte de los
Olivos. 27 Díjoles Jesús: Todos os
escandalizaréis, porque escrito está:
Heriré al pastor y se dispersarán las
ovejas; 28 pero después de haber
resucitado os precederé a Galilea.
29 Mas Pedro le dijo: Aun cuando
todos se encandalizaren de ti, no yo.
30 Y Jesús le respondió: En verdad
te digo (3) que tú, hoy, esta
recostados en el brazo izquierdo sobre cojines
y alrededor de una mesa baja.
(1) Uno de los actos que, según las costum¬
bres orientales, establecen más estrechas rela¬
ciones entre los hombres, es el acto de comer
juntos. Así que la frase de Jesús resulta una
ponderación de la deslealtad de Judas.
(2) En tres versículos narra San Marcos, así
como los otros evangelistas, la institución del
gran misterio de la Eucaristía. San Pablo, escri¬
biendo a los Corintios (I Cor. 11, 23 ss.), hace,
al relatar la institución, que declara haber reci¬
bido del Señor, algunas reflexiones que nos
muestran mejor el sentido de este misterio. Asi¬
mismo, San Juan ( 6 , 41-59) nos refiere más am¬
pliamente la explicación que Jesús hace a los
judíos de este inefable misterio de su cuerpo
, y su sangre.
(3) Es muy de notar en el relato de San Marcos
I la forma más precisa que la de los otros evange¬
listas: antes que el gallo cante dos veces, tú me
rnegarás tres.
1132
SAN MARCOS, 14
misma noche, antes que el gallo
cante dos veces, me negarás tres.
81 Pero él más y más insistía: Aun¬
que fuera preciso morir contigo,
jamás te negaré.
Ln agonía de Gctscmaní.
Otro tanto decían todos. 33 Y
llegaron a un lugar, cuyo nombre era
Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
Sentaos aquí mientras voy a orar.
33 Y tomando consigo a Pedro, a
Santiago y a Juan, comenzó a sentir
temor y angustia, 34 y les decía:
Triste está mi alma hasta la muerte;
permaneced aquí y velad. 33 Y ade¬
lantándose un poco, cayó en tierra,
y oraba que, si era posible, pasase
de El aquella hora. 36 Y decía: Abba,
Padre, todo te es posible; aleja de
mí este cáliz; mas no sea lo que yo
quiero, sino lo que quieres tú. 37 Y
vino y los encontró dormidos, y dijo
a Pedro: ¿Simón, duermes? ¿No has
podido velar una hora? 38 Velad y
orad para que no entréis en tentación;
el espíritu está pronto, mas la carne
es flaca. 39 Y de nuevo se retiró y
oró haciendo la misma súplica. 40 Y
viniendo otra vez, los encontró dor¬
midos, porque estaban sus ojos pesa¬
dos; y no sabían que responderle.
41 Y llegó por tercera vez y les dijo:
Dormid ya y descansad (1). Basta.
Ha llegado la hora; he aquí que el
Hijo del hombre es entregado en
mano de los pecadores 42 Levantaos;
vamos. Ya se acerca el que me ha
de entregar.
La prisión de Jesús.
43 Y en aquel instante, cuando aún
estaba El hablando, llegó Judas, uno
de los doce, y con él un tropel con
espadas y garrotes, de parte de los
príncipes de los sacerdotes, de los
escribas y de los ancianos (2).
44 Y el traidor les había dado esta
señal, diciendo: A quien besare yo,
(1) Resulta este verso un tanto oscuro por
el cambio de ánimo que supone en Jesús. La
incitación a dormir después de la reprensión pre¬
cedente indica un tanto de ironía, la cual des¬
aparece en las palabras siguientes: «Ha llegado
la hora.»
(2) El evangelista enumera los tres elemen¬
tos que componían el sanedrín, senado o tribu¬
nal supremo de la nación.
ése es; cogedle y conducidle con segu¬
ridad. 45 Y al instante llegó y se le
acercó, diciendo: Rabbi, y le besó.
46 Ellos le echaron mano y se apo¬
deraron de El. 47 Pero uno de los
presentes, sacando la espada, hirió
a un siervo del Pontífice y le cortó
una oreja. 48 Y tomando la palabra
Jesús, les dijo: ¿Como contra ladrón
habéis salido con espadas y garrotes
para prenderme? Todos los días estaba
yo en medio de vosotros en el Templo
enseñando y no me prendisteis; mas
para que se cumplan las Escrituras.
50 Y abandonándole, huyeron todos.
51 Y un cierto joven le seguía en¬
vuelto en una sábana sobre el cuerpo
desnudo, y trataron de apoderarse
de él; 62 mas él, dejando la sábana
en sus manos, huyó desnudo.
Jesús ante el Sanedrín.
53 Condujeron a Jesús al Pontí¬
fice y se juntaron todos los príncipes
de los sacerdotes, los ancianos y los
escribas. 54 Y Pedro le siguió de lejos,
hasta entrar dentro del atrio del
Pontífice y sentado con los servidores
se calentaba a la lumbre. 55 Los prín¬
cipes de los sacerdotes y todo el
Sanedrín buscaban un testimonio
contra Jesús para hacerle morir, y 110
lo encontraban. 56 Porque muchos
testificaban falsamente contra El,
pero no eran acordes sus testimonios.
37 Y algunos se levantaron a testi¬
ficar contra El, y decían: Nosotros
le hemos oído decir: Yo destruiré este
Templo hecho por mano de hombre,
y en tres días levantaré otro, que
no será hecho por manos humanas.
89 Y ni aun así, sobre esto era con¬
corde su testimonio.
60 Y levantándose en medio el
Pontífice preguntó a Jesús, diciendo:
¿No respondes nada? ¿Que es esto
que testifican contra ti? 61 El se
callaba y no respondía palabra. De
nuevo ef Pontífice le preguntó y dijo:
¿Eres tú el Mesías (1), el Hijo del
Bendito? 62 Y Jesús dijo: Yo soy,
y veréis al Hijo del hombre sentado
a la diestra del Poder y venir sobre
las nubes del ciclo. 63 Y el Pontífice,
rasgando sus vestiduras, dijo: ¿Qué
necesidad tenemos ya de testigos?
64 Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué
(1) Que quiere decir el ungido. El Hijo del
Bendito. Por no pronunciar el nombre de Yave,
los judíos usaban de otros como éste.
SAN MARCOS, 15
1133
os parece? Y todos contestaron ser
reo de muerte. 66 Comenzaron a
escupirle, y le cubrían el rostro y le
abofeteaban, diciendo: Profetiza. Y
los criados le daban de bofetadas (1).
La negación de Pedro.
66 Y estando Pedro abajo, en el
atrio, llegó una de las siervas del
Pontífice, 67 y viendo a Pedro a la
lumbre, fijó en él sus ojos, y le
dijo (2): Tú también estabas con
el Nazareno, con Jesús. 68 Y él le
negó, diciendo: Ni sé, ni entiendo
lo que tú dices. Y salió fuera al ves¬
tíbulo, y cantó el gallo. 69 Pero la
sierva, viéndole, comenzó de nuevo
a decir a los presentes: Este es de
ellos. 70 Y él de nuevo negó. Y pasado
un poco, otra vez los presentes decían
a Pedro: Efectivamente, tú eres de
ellos, porque eres galileo. 71 Pero él
se puso a maldecir y a jurar: Yo no
conozco a ese hombre que vosotros
decís. 72 Y al instante, por segunda
vez, cantó el gallo. Y se acordó Pedro
de la palabra que Jesús le había
dicho: Antes que el gallo cante dos
veces, tú me negarás tres, y rompió
a llorar.
Jesús ante Pilatos.
15 1 Y en cuanto amaneció cele¬
braron consejo los príncipes de
los sacerdotes, con los ancianos y
escribas; y todo el Sanedrín, atando
a Jesús, le llevaron y entregaron a
Pilatos. 1 2 Y le preguntó Pilatos:
¿Eres tú el rey de los judíos? Y Jesús
le respondió, diciendo: Tú lo has
dicho. 3 * E insistentemente le acusa¬
ban los príncipes de los sacerdotes.
4 Pilatos de nuevo le interrogó,
diciendo: ¿No respondes nada? Mira
de cuántas cosas te acusan. 5 Pero
Jesús ya no respondió nada, de ma¬
nera que Pilatos se maravilló. 6 Por
la fiesta solía soltárseles un preso,
(1) La sesión terminó con la declaración de
que era reo de muerte. Estos ultrajes son de los
encargados de custodiarle, sin duda los mismos
que le habían preso en Getsemaní.
(2) Curioso detalle, que indica un testigo
más que de vista y muy interesado en conservar
la meínoria de lo sucedido. Lo que sigue se
ajusta a la profecía anterior: Pedro niega tres
veces antes que el gallo cante dos.
el que pedían. 7 Había uno llamado
Barrabás, encarcelado con sedicio¬
sos, que en una sedición (1) había
cometido un homicidio. 8 Y subiendo
la muchedumbre comenzó a pedir lo
que solía otorgárseles (2). 9 Pilato
les preguntó, diciendo: ¿Queréis que
os suelte al rey de los judíos? Pues
conocía que por envidia se lo habían
entregado los príncipes de los sacer¬
dotes. 11 Pero los príncipes de los
sacerdotes excitaban a la muchedum¬
bre para que más bien les soltase
a Barrabás.
12 Y Pilato de nuevo preguntó y
dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga
de este que llamáis rey de los judíos?
13 Y ellos otra vez gritaron: ¡Cruci¬
fícale! 14 Pero Pilato les dijo: ¿Pues
qué mal ha hecho? Y ellos gritaron
más fuerte: ¡Crucifícale! 16 Pilato,
queriendo dar satisfacción a la plebe,
les soltó a Barrabás; y a Jesús,
después de haberle azotado, le entregó
para que le crucificasen.
La flagelación.
16 Los soldados le llevaron dentro
del atrio, esto es, al pretorio, y con¬
vocaron a toda la cohorte, 17 y le
vistieron una púrpura, y le ciñeron
una corona tejida de espinas, 18 y
comenzaron a saludarle: Salve, rey
de los judíos. 19 Y le herían en la
cabeza con una caña, y les escupían,
e hincando la rodilla le hacían reve¬
rencias. 20 Y después de haberse
burlado de El, le quitaron la púrpura
y le vistieron sus propios vestidos.
La crucifixión.
Le sacaron para crucificarle, 21 y
requisaron a un transeúnte, un cierto
(1) El evangelista nos habla aquí de un mo¬
vimiento sedicioso, reciente y conocido, al cual,
por otra parte, no da mucha importancia. Ba¬
rrabás habría tomado parte en él, y por esto
estaría condenado. Eran estos movimientos fre¬
cuentes en Palestina por esta época, y Pilato se
había distinguido por su dureza en reprimir al¬
gunos.
(2) Como era cosa acostumbrada la libertad
del preso, así debía de serlo la hora y el sitio
de hacer la petición. En aquel momento se ha¬
llaban reunidos los sanedritas ante el juez para
acusar a Jesús, y aprovechan la ocasión para
ganar a la plebe y sugerirle que pidan la libertad
de^Barrabás y la muerte de Jesús
1134
SAN MARCOS, 16
Simón de Cirene (1), que venía
del campo, el padre de Alejandro y de
Rufo, para que llevase la cruz.
22 Y le llevaron al lugar del Gólgota,
que quiere decir lugar de la calavera.
23 Y le dieron vino mirrado, pero no
lo tomó. 24 Le crucificaron, y se re¬
partieron sus vestidos, echando suer¬
tes sobre ellos, para saber qué llevaría
cada uno. 25 Era la hora de tercia
cuando le crucificaron. 26 Y el título
de su causa estaba escrito: El rev
de los judíos. 27 Y crucificaron con
El a dos bandidos, uno a la derecha
y otro a la izquierda. 28 Y se cumplió
la escritura que dice: Fué contado
entre malhechores. 29 Y los transeún¬
tes le injuriaban moviendo la cabeza
y diciendo: ¡Ahí, tú que destruías
el templo de Dios y lo edificabas
en tres días, sálvate bajando de esa
cruzl 31 Igualmente los príncipes de
los sacerdotes se mofaban entre sí
con los escribas, diciendo: A otros
salvó, a sí mismo no puede salvarse.
32 ¡El Mesías, el rev de TsraelJ Baje
ahora de la cruz para que lo veamos
y creamos. Y los que estaban con El
crucificados le ultrajaban (2).
33 Y llegada la hora sexta hubo
oscuridad sobre la tierra hasta la
hora de nona. 34 Y a la hora de
nona gritó Jesús con voz fuerte (3):
Eloy ,* Eloy , lamma sabaclantf Que
quiere decir: Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado? 35 Y
algunos de los presentes, oyéndole,
decían: Mirad, llama a Elias. 36 Y
uno corrió, empapó una esponja en
vinagre, la puso cu una caña y se
lo dió a beber, diciendo: Dejad, veamos
si viene Elias a bajarle.
Muerte de Jesú*.
37 Jesús, dando una voz fuerte,
expiró. 38 Y el velo del Templo se
partió en dos partes de arriba abajo.
39 Viendo el centurión, que estaba
(1) Indicio claro de que eran dos fieles bien
conocidos en la comunidad cristiana de Roma.
El Señor pagó, sin duda, largamente a Simón
el servicio que le había prestado.
(2) Señala el evangelista tres grupos de los
que insultan al Señor: los transeúntes (pues de
ordinario, para mayor ejemplaridad. las ejecu¬
ciones solían hacerse cerca de los caminos); tos
sacerdotes, que entre si comentaban el suceso,
y los otros crucificados.
(3) Palabras tomadas del salmo 21, 1, un
poco diversamente transcritas de como las cita
San Mateo,
en frente a El, de qué manera expi¬
raba, dijo: Verdaderamente este hom¬
bre era Hijo de Dios. 40 Había tam¬
bién unas mujeres, que de lejos le
miraban, entre las cuales estaba María
Magdalena, y María la madre de
Santiago el Menor y de José, y Salomé,
las cuales, cuando El estaba en Gali¬
lea, le seguían y le servían, y otras
muchas que habían subido con El
a Jerusalén.
Lti sepultura de Jesús.
Y llegada ya la tarde, porque era
la Parasceve, es decir, la víspera del
sábado, vino José de Arimatea,
miembro ilustre del Sanedrín, el cual
también esperaba el reino de Dios,
que se atrevió a entrar a Pilato y
pedirle el cuerpo de Jesús. 44 Pilato
se maravilló de que ya hubiera
muerto (1), y haciendo llamar al
centurión le preguntó si en verdad
había muerto ya. 45 E informado del
centurión dió el cadáver a José,
46 el cual compró una sábana, lo bajó,
lo envolvió en la sábana y lo depo¬
sitó en un monumento, que estaba
cavado en la peña r y volvió la piedra
sobre la puerta del monumento. 47 Ma¬
ría Magdalena y María la de José
miraban dónde se le ponía.
El sepulcro, vacío.
1(> 1 Pasado el sábado, María Mag¬
dalena, y María la de Santiago,
y Salomé compraron aromas para ir
a ungirle. 2 Y muy de madrugada, el
primer día después del sábado, en
cuanto salió el sol, vinieron al mo¬
numento. 3 Y se decían entre sí:
¿Quién nos removerá la piedra de la
puertd del monumento? 4 * Y mirando,
vieron que la piedra estaba removida,
era muy grande. 6 Y entrando en el
monumento vieron un joven sen¬
tado a la derecha, vestido de una
túnica blanca, y quedaron sobreco¬
gidas de espanto. 6 Y les dijo: Xo
os asustéis. Buscáis a Jesús Nazareno,
el crucificado; lia resucitado, no está
aquí, mirad el sitio en que le pusieron.
7 Pero id a decir a sus discípulos y a
Pedro que os preceden* a Gali-
(1) El suplicio de la cruz añadía a sos horro¬
res el ser muy prolongado, de varios días a veces-
SAN MARCOS, 16
1135
lea (1), allí le veréis, como os
ha dicho. 8 Y saliendo, huían del
monumento (2), porque el temor
y el espanto se habían apoderado
de ellas, y a nadie dijeron nada, tal
era el miedo que tenían.
Aparición a Alaria Alagdalcna.
9 Habiendo resucitado (3) Jesús,
a la mañana del primer día de la
semana se apareció primero a María
Magdalena, de quien había echado
siete demonios. 10 Y ella fue quien
lo anunció a los que habían vivido
con El, que estaban sumidos en la
tristeza y el llanto. 11 Pero oyendo
que vivía y que había sido visto por
ella, no lo creyeron.
Aparición a los once.
14 Al fin se manifestó a los
once (1) estando recostados a la
mesa y les reprendió su incredulidad
y dureza de corazón, por cuanto no
habían creído a los que le habían
visto resucitado de entre los muer¬
tos. 15 Y les dijo: Id por todo el
mundo y predicad el Evangelio a
toda criatura. 16 El que creyere y
fuere bautizado se salvará, mas el
que no creyere se condenará. 17 A
los que creyeren les acompañarán
estas señales: En mi nombre echarán
los demonios, hablarán lenguas nue¬
vas, 18 tomarán en las manos las
serpientes, y si bebieren una pon¬
zoña, no les dañará, pondrán las
manos sobre los enfermos, y éstos
recobrarán la salud.
Aparición a loe discípulos.
13 Después de esto se mostró en
otra forma a dos de ellos, que iban
de camino y se dirigían al campo.
13 Estos, vueltos, dieron la noticia
a los demás; ni aun a éstos creyeron.
(1) A Pedro, como jefe de los discípulos en
ausencia del Maestro. Como en San Mateo, les
da cita para Galilea, donde fué la conversación
más prolongada de los discípulos con Jesús des¬
pués de resucitado éste.
(2) Espantadas por la sorpresa de la visión
y por el mensaje que el ángel les había dado.
Esto prueba lo poco que en la resurrección del
Maestro creían, a pesar de las predicciones de
éste. A nadie dijeron. Se entiende de los extra¬
ños que en el camino encontraban.
(3) Lo que sigue hasta el fin del capítulo es
lo que llaman final de San Marcos, que tiene el
carácter de apéndice, en que se apuntan diver¬
sas apariciones que se leen en los evangelistas
San Lucas y San Juan. Estos primeros versícu-
Fin clcl Evangelio.
19 Y el Señor Jesús, después de
haber hablado con ellos, fué levan¬
tado a los cielos y está sentado a la
diestra de Dios. 20 Ellos se fueron,
predicando por todas partes, coope¬
rando con ellos el Señor y confir-
j mando su palabra con las señales
1 consiguientes (2).
los 9-11 responden a la aparición narrada en
Jn. 20, n-18.
(1) Es lo que leemos en Le. 24, 36-43, y
Jn. 20, 19-23. con las instrucciones de Mt. 28,
16-20.
(2) Brevemente narra la Ascensión del Señor,
que San Lucas cuenta en 24, 50, y más amplia¬
mente en Hech. 1, 3, ss. El Señor cooperaba
a la obra de los discípulos mediante los milagros
y la acción interior de su Espíritu sobre las
almas.
L
INTRODUCCION AL EVANGELIO DE SAN LUCAS
Tf L* AUTOR.—La tradición
hace a nuestro evangelista
gentil de nacimiento , origina¬
rio de Antioquia de Siria , la
primera ciudad griega donde
los fieles comenzaron a multi¬
plicarse y recibieron el nombre
de cristianos. Debió de ser Lu¬
cas uno de estos convertidos , y
no de lo8 menosfervientes , pues¬
to que el Apóstol San Pablo
le asoció a su labor misione¬
ra^ en la que le acompañó has¬
ta el fin . Por los Hechos de
los Apóstoles (16,1) sabemos
que se hallaba en compañía
del Apóstol en Tróade cuando '
por revelación divina se dis¬
ponía a pasar a Macedonia.
Con él y con Silas llegó a
Filipos, donde, sin duda, par¬
ticipó en los trabajos apostó¬
licos y en las penalidades que
hubieron de experimentar en
aquella primera ciudad de Eu¬
ropa. Sin e?nbargo, el historia¬
dor no menciona y cuando habla
de la prisión, más que a Pablo
y a Silas. Otra vez le volve¬
mos a hallar en Macedonia,
cuando San Pablo, en su terce¬
ra misión, volvía de Corinto y
por la costa de Asia se enca¬
minaba a Jcrusalén (año 58).
Fui Lucas uno de los que
acompañaron al Apóstol hasta la Ciudad Santa y no le abandonó en sus años
de prisión en Jervsalén, Cesárea y Roma. Cuando San Pablo escribió las epís¬
tolas a Filemón y a los colosenses (FU. 24; Col. 4, 16), Lucas figura entre
los compañeros y auxiliares del Apóstol en su ministerio: «Os saluda Lucas,
1 a
1138
SAN LUCAS
médico carísimo .» En la segunda epístola a Timoteo, escrita durante la segunda
prisión romana de San Pablo, cuando ya éste daba por consumada su carrera,
se queja de la poca fidelidad de muchos que le abandonaron, pero Lucas se
mantuvo fiel al maestro (4, 11). Las noticias de la tradición sobre los años
posteriores de San Lucas son menos seguras. Se da como cierto que evangelizó
Acaya y Bitinia, donde habría sellado con su sangre la verdad del Evangelio.
SUS OBRAS.—La tradición cristiana está conteste en atribuir a San Lucas
dos obras, el tercer evangelio y los Hechos de Apóstoles. Eusebio de Cesárea
resume sobre este punto la tradición en las siguientes palabras: « Lucas, proce¬
dente de una familia de Antioquía, médico de profesión, fué por largo tiempo
compañero de San Pablo y vivió en continuas relaciones con los otros Após¬
toles. Nos ha dejado una prueba de que había aprendido de ellos el arte de curar
las almas, pues nos ha dado dos libros inspirados por Dios: el Evangelio, que
asegura haber compuesto según las informaciones de aquellos que desde el prin¬
cipio fueron testigos oculares y ministros de la palabra, con quienes afirma
haber tratado íntimamente en otro tiempo, y los Hechos de Apóstoles, que es¬
cribió, no según lo que había oído contar, sino según lo que había visto con sus
ojos.» Se dice que San Pablo acostumbraba hablar del Evangelio de San Lucas
como de una obra propia, pues escribe: «Según mi evangelio >» (Rom. 2, 16;
11 Tim. 2, 8; Hist. Eclcs. 111, 4.) Estas dos obras se distinguen a primera
vista entre los escritos del Nuevo Testamento por sus prólogos, en los cuales
se destaca la persona del autor, sus fuentes de información, y, en fin, por la dedi¬
catoria de los libros a Teófilo, para mostrarle la firmeza de la fe que había
abrazado. A esta primera prueba de ser uno mismo el autor de las dos obras,
se añade la redacción, el lenguaje, el estilo, que corresponde a un crisliano gentil
de nacimiento y griego de cultura.
EL EVANGELIO.—No sabemos a ciencia cierta cuándo eompuso San Lu¬
cas su Evangelio, pero parece lo más probable que fué en Roma, donde hacia el
fin de la primera prisión de San Pablo se hallaba al lado del Apóstol, junta¬
mente con San Marcos. Así lo testifica el mismo Apóstol en la epístola a Filc-
món: TTc saludan... Marcos... Lucas, mis auxiliares .» San Lucas concibe su
obra como la historia de la Buena Nueva, que baja del cielo, es anunciada
en Jerusalcn y en Nazaret, aparece en Belén, y se derrama por el país de Ga¬
lilea, para venir a consumarse en Jerusalcn. El libro de los Hechos nos la pre¬
senta difundiéndose por la Jadea, Samarla hasta Roma y hasta los confmes
de la tierra.
Según nos indica en el prólogo del Evangelio, f ué propósito del autor narrar
la historia con orden, el cual no es siempre el orden cronológico; a veces es el
geográfico, el lógico o el psicológico, trabando siempre los hechos y discursos
de suerte que resulte la historia una. Resalta 'esto en los primeros capítulos,
que contienan la historia de la infancia del Precursor y la de Jesús.
Para escribir sus obras utiliza San Lucas documentos escritos en arameo
o hebreo, que traduce en lengua griega con fidelidad, pero sin el rigorismo lite¬
ral de los otros evangelistas, templando el literalismo y limando las expresio¬
nes que pudieran sonar duras en los oídos griegos. Como gentil y discípulo
del Apóstol de los gentiles, trata de poner más de relieve el aspecto universa¬
lista del Evangelio, lo que se echa de ver en la omisión de ciertas sentencias o
expresiones como éstas: «No iréis por el camino de los gentiles», measo los gen¬
tiles no hacen esto», «íw fui enviado sino a las ovejas que perecieron de la casa
de Israel ». En cambio destaca la inisericordia de Dios o de Jesús, que nuis
podía cautivar el ánimo de sus lectores. Es San Lucas el que nos ha conservado
mayor número de parábolas, las cuales va repartiendo a lo largo de su historia,
como perla8 pieciosas con que enriquecer la obra.
Las fuentes de información las señala él mismo en el prólogo. Son *los que
SAN LUCAS, 1
1139
donde el principio fueron testigos de las cosas y ministros de la palabra ». Se
puede señaUir en muchos puntos la dependencia de San Marcos, lo que prueba
que conoció y utilizó el segundo Evangelio. También es de advertir la insistencia
con que nota que la Virgen María observaba y meditaba cuanto ocurría en
torno del niño Jesús (2, 19, 33, 51), lo cual indica que para esta parte , tan
propia de San Lucas, contó el autor con las verídicas referencias de Marta.
Plan del Evangelio. —En general se ajusta al de los Sinópticos: 1) La
aurora de la salud en la infancia del Salvador (1-2). 2) La investidura de
Jesús como Salvador (3, 1-4, 13). 3) Su manifestación en Galilea (4, 14-9, 50).
4) Sigue una sección propia de San Lucas, en que recoge una gran cantidad
de material evangélico en su mayor parte omitido por los otros evangelistas
(9, 51-18, 30). 5) Viaje a Jerusalén y ministerio en la Ciudad Santa (18, 31-
21, 38). 6) Pasión y resurrección (22-24).
SAN
Prólocjo.
I 1 Puesto que ya muchos (1) han
intentado escribir la historia de
lo sucedido entre nosotros, 2 según
que nos ha sido transmitida por los
que, desde el principio, fueron tes¬
tigos oculares y ministros de la
palabra (2); 3 me ha parecido tam¬
bién a mi, después de informarme
exactamente de todo desde los orí¬
genes, escribirte ordenadamente, óp¬
timo Teófilo (3), 4 * para que conozcas
la firmeza de la doctrina que has
recibido.
Anunciación del Precursor.
5 Hubo en los días de Herodes,
rey de Judea, un sacerdote, de nom¬
bre Zacarías, del turno de Abías (4),
(1) El ejemplo de los que antes de él habían
acometido narrar la historia del Salvador es lo
que alienta al evangelista a una empresa tan atre¬
vida por lo grandiosa.
(2) Estas expresiones designan en primer tér¬
mino a los Apóstoles; pero no sólo a ellos, sino
también a otros testigos y propagadores del Evan¬
gelio, con quienes San Lucas vivió en íntima
familiaridad.
(3) Prueba esto la diligencia del autor y la
seguridad que tenía de sus informaciones. El
autor dedica su obra a Teófilo, es decir, a todo
el que se sienta amado de Dios por su amor a la
verdad. *
(4) Los sacerdotes estaban divididos en vein¬
ticuatro turnos, que se sucedían regularmente
en el servicio del templo cada semana. (I Par. 24,
10,19.)
UC AS
cuya mujer, de la descendencia de
Arón, se llamaba Isabel. 6 Eran
ambos justos en la presencia de Dios,
e irreprensibles caminaban en los
preceptos y observancias del Señor.
7 No tenían hijos, pues Isabel era
estéril, y los dos ya avanzados en
edad.
8 Sucedió, pues, que ejerciendo él
sus funciones sacerdotales delante
de Dios según el orden de su turno,
9 conforme al uso del servicio divino,
le tocó entrar en el santuario del
Señor para ofrecer el incienso (1),
10 y toda la muchedumbre del pueblo
estaba orando fuera durante la hora
de la oblación del incienso (2). 11 Y se
le apareció un ángel del Señor, de
pie a la derecha del altar del incienso.
12 Al verle se turbó Zacarías (3) y
se apoderó de él el temor. 13 Díjole
el ángel: «No temas, Zacarías, porque
tu plegaria ha sido escuchada, e Isa¬
bel, tu mujer, te dará a luz un hijo,
al que pondrás por nombre Juan (4);
14 Será para ti gozo y regocijo, y
muchos se alegrarán en su- naci-
(1) Los sacerdotes se distribuían por suertes
los diversos oficios del templo. Esta vez tocó
a Zacarías ofrecer dentro del santuario el incien¬
so. (Ex. 30, 1 ss. )
(2) Se asociaba con espíritu de oración al
ofrecimiento del incienso, que el sacerdote hacía
en el interior del santuario.
(3) Es natural que toda visión divina pro¬
duzca en el ánimo turbación y temj:, que luego
se convierte en paz y alegría intima.
(4) El deseo de tener sucesión los movía a
orar pidiéndosela a Dios.
1140
SAN LUCAS, 1
miento, 15 porque será grande en la
presencia del Señor. No beberá vino
ni licores (1), y desde el seno de
su madre será lleno del Espíritu
Santo; 16 y a muchos de los hijos de
Israel convertirá al Señor su Dios,
17 y caminará delante del Señor en
'el espíritu y el poder de Elias (2),
para reducir los corazones de los
padres a los hijos, y los rebeldes a
los sentimientos de los justos, a fin
‘de preparar al Señor un pueblo bien
dispuesto.»
18 Y dijo Zacarías al ángel: ¿Y qué
señal tendré de esto? Porque yo
soy ya viejo y mi mujer muy avan¬
zada en edad. 19 Y el ángel le con¬
testó diciendo: «Yo soy Gabriel, que
asisto ante Dios y he sido enviado
para hablarte y comunicarte esta
buena nueva (3). 20 He aquí que
tú estarás mudo y no podrás hablar
hasta el día en que esto se cumpla,
por cuanto no has creído mis pala¬
bras, que se cumplirán a su tiempo.»
21 El pueblo esperaba a Zacarías
y se maravillaba de que se retar¬
dase en el templo. 22 Y cuando salió
no podía hablar, por donde cono¬
cieron que había tenido alguna visión
en el templo. El les hacía señas, pues
se había quedado mudo. 23 Cumplidos
los días de su servicio, volvióse a casa.
25 Y. concibió Isabel, su mujer, que
se ocultó durante cinco meses (4),
diciendo: Así ha hecho conmigo el
Señor, acordando quitar mi oprobio
entre los hombres.
La anunciación de Jesús.
** En el mes sexto fué enviado el
ángel Gabriel de parte de Dios a una
ciudad de Galilea llamada Naza-
ret (5), 27 a una virgen, desposada
(1) Será nazareo todo el tiempo de su vida.
(Núm. 6, i ss.)
(2) El gran celador del honor de Dios y
debelador del cuitó de Baal pasó a la historia
como el modelo del verdadero profeta. (Mal, 3,1.)
(3) Juan será la aurora que anuncia al sol,
Jesús. (Mal. 3, 1.)
(4) Durante este tiempo el misterio de la
concepción de Isabel queda oculto, hasta que
con la venida de María se declara para dar lugar
a la expansión de las dos madres, tan agraciadas
por Dios y llenas de su espíritu.
(5) Pequeña ciudad de Galilea, que tuvo el
alto honor de abrigar en su seno al Verbo encar¬
nado; no es conocida ni en el Antiguo Testa¬
mento ni en las obras de F. Josefo. Señal clara
de su poca importancia.
con un varón de nombre José (1),
de la casa de David; el nombre de la
virgen era María. 28 Y entrando a
ella le dijo: Dios te salve (2), llena
de gracia, el Señor es contigo. 29 Y
ella se turbó (3) al oír estas pala¬
bras y discurría qué podría significar
aquella salutación. 30 Y el ángel le
dijo: No temas, María, porque has
hallado gracia delante de Dios (4).
31 y concebirás en tu seno y darás
a luz un hijo, a quien pondrás por
nombre Jesús. 32 Será grande (5) y
llamado Hijo del Altísimo, y le
dará el Señor el trono de David su
padre, 33 y reinará en la casa de Jacob
por los siglos, y su reim no tendrá fin.
34 Y dijo María al ángel: ¿Cómo
podrá ser esto (G), pues que yo no
conozco varón? 35 Y el ángel le con¬
testó y dijo: El Espíritu Santo (7)
vendrá sobre ti, y la virtud del
Altísimo te cubrirá con su sombra,
y por esto el hijo engendrado será
santo, .será Hijo de Dios. 36 Isabel,
tu pariente (8), también ha con-
(1) Virgen, pero ligada ya a un varón, pues
los esponsales tenían en la ley mosaica la misma
fuerza que el matrimonio, el cual sólo exigía ya
la conducción de la novia a casa del novio.
(Deut. 22, 22 ss.) De la casa de David. El cual,
en virtud de su matrimonio con María, habla
de conferir al hijo de ésta el titulo legal de hijo
de David.
(2) En griego, alégrate, regocíjate, que era el
saludo corriente en griego. Llena de gracia. Es
la traducción que dan las antiguas versiones al
participio griego agraciada, gratificada en sumo
grado. El ángel emplea este participio a modo
de nombre propio, lo que da más expresión a la
frase. La piedad y la teología cristianas han sa¬
cado de aquí todas las grandezas de María. El
Señor es contigo. Te acompaña, te asiste, para
que lleves a cabo los planes que sobre ti tiene
formados. (Ex. 3, 12; Jos. x, 5.)
(3) Esta turbación no la impide reflexionar
sobre la significación del saludo que acaba de oír.
(4) Declaración de la expresión «llena de
gracia*.
(5) Estos dos versículos nos presentan al
niño anunciado como Hijo del Altísimo, desti¬
nado a realizar las promesas mesiánicas, que
Dios habla hecho a su padre David. (II Reg. 7,
14 ss.)
(6) La dificultad de la Virgen no se explica
sino en el supuesto de que los esposos tuvieran
el propósito de vivir en perfecta continencia.
(7) Estas palabras responden a la dificultad
de María; la concepción que se le anuncia no
será obra de varón, sino del Espíritu Santo. Y
por eso «el fruto de tu concepción milagrosa será
santo y llamado Hijo de Dios*. Esto último no
sólo por la manera de la concepción, sino por
otro misterio, que no se declara, pero queda in¬
dicado arriba al llamarle Hijo del Altísimo.
(8) Para informarla plenamente de los planes
SAN LUCAS, 1
1141
cebido un hijo en su vejez, y éste
es ya el mes sexto de la que era
estéril, porque nada hay imposible
para Dios. 38 Y dijo María: He aquí
a la sierva del Señor, hágase en mí
según tu palabra (1). Y se fue de
ella el ángel.
La visitación de Isabel.
39 En aquellos días se puso María
en camino y con presteza se fué a
la montaña, a una ciudad de Judá (2)
40 y entró en casa de Zacarías y
saludó a Isabel (3). 41 Y así que
oyó Isabel el saludo de María saltó
el niño en su seno, e Isabel se llenó
del Espíritu Santo, y clamó con fuer¬
te voz: ¡Bendita tú entre las mu¬
jeres y bendito el fruto de tu vientre!
43 ¿De dónde a mí, que la madre de
mi Señor (4) venga a mí? 44 Porque
apenas sonó la voz de tu salutación
en mis oídos ha saltado de gozo
el niño en mi seno. 45 Dichosa tú
que has creído, porque se cumplirá
lo que se te ha dicho de parte del
Señor. 48 Y dijo María (5):
Mi alma magnifica al Señor,
47 y salta de júbilo mi espíritu en
Dios, mi Salvador,
48 porque ha mirado la humildad de
su sierva,
divinos le comunica la concepción de Isabel y lo
que ella significaba.
(1) Informada de la voluntad de Dios, la
Virgen presta su asentimiento, y en ese instante
se realiza el misterio divino de la encarnación
del Verbo en su seno virginal.
(2) Se halla esta ciudad, hoy Ain Karim,
pocos kilómetros al sur de Jerusalén. Esto nos
explica que María pudiera realizar su viaje con
alguna de las caravanas de peregrinos que de
continuo se dirigían a la Ciudad Santa, bien a
las fiestas o en cumplimiento de sus votos.
(3) Las dos madres, llenas del espíritu .de
Dios, aunque en diverso grado, mutuamente se
felicitan y juntas alaban al Señor, que las quiso
bendecir tan maravillosamente. Pero María lleva
en su seno al Santificador de los hombres, el
cual hace sentir sus efectos en Isabel y en el
fruto de su vientre por una santificación pre¬
matura.
(4) También Isabel estaba informada, sin
duda por revelación divina, del misterio que
María llevaba en su seno.
(5) Este cántico, que está inspirado en los
salmos davídicos y formado de las frases toma¬
das de ellos, expresa los sentimientos de María,
su humildad ante la grandeza de la gracia reci¬
bida, su reconocimiento hacia Dios y la admi¬
rable providencia del Señor, que ensalza a los
humildes y humilla a los soberbios.
y por eso todas las generaciones me
llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mí maravillas
el Poderoso,
y cuyo nombre es santo,
30 Y su misericordia de generación
en generación,
sobre los que le temen.
61 Desplegó el poder de su brazo,
y dispersó a los que se engríen con
los pensamientos de su corazón.
62 Derribó a los potentados de sus
tronos
y ensalzó a los humildes.
83 A los hambrientos llenó de bie¬
nes,
y a los ricos despidió vacíos.
64 Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia.
65 Según lo que había prometido a
nuestros padres,
a Abraham y su descendencia para
siempre.
68 María permaneció con ella como
unos tres meses (1), y se volvió a
su casa.
Nacimiento del Bautista.
67 Le llegó a Isabel el tiempo de
dar a luz y parió un hijo. 58 Y oyendo
sus vecinos y parientes que el Señor
le había mostrado la grandeza de
su misericordia, se congratulaban (2)
con ella. 69 Y al octavo día vinieron a
circuncidar (3) al niño, y querían
llamarle con el nombre de su padre,
Zacarías. 60 Pero tomó la madre la
palabra y dijo: No, se llamará Juan.
61 Y le decían: ¡Si no hay ninguno en
tu parentela que se llame con ese
nombrel 62 Y entonces preguntaron
por señas al padre cómo quería que
se llamase, 63 Y pidiendo unas tabli¬
llas escribió: Juan es su nombre.
(1) Con esto cierra San Lucas este capítulo
de la anunciación y visitación, para pasar al se¬
gundo de los nacimientos, sin cuidarse de infor¬
mamos sóbrela asistencia de María al nacimiento
del Precursor.
(2) Los hijos son la bendición del matrimo¬
nio, y la esterilidad era un oprobio, como una
señal de maldición divina.
(3) La circuncisión es un rito religioso. En
Israel se practicaba a los ocho días de nacido
el niño, que por ella era incorporado al pueblo
de Dios. Sin la circuncisión estaba como ex¬
comulgado y excluido del pueblo de Dios y
de su alianza. (Gén. 17, 10 ss.) Era uso impo¬
ner entonces el nombre.
1142
SAN LUCAS, 2
Y todos se maravillaron (1). 64 Y
se abrió al instante su boca y habló
bendiciendo a Dios.
65 Se apoderó el temor de todos
los_ vecinos (2), y en toda la 'mon¬
taña de Judea se contaban todas
estas cosas, y cuantos las oían pen¬
sativos se decían: ¿Qué irá a ser
este niño? Porque, en efecto, la mano
del Señor estaba con él. 67 Y Zaca¬
rías, su padre, se llenó del Espíritu
Santo V profetizó diciendo (3):
68 Bendito el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su
pueblo,
68 y levantó en favor nuestro un
cuerno de salvación,
en la casa de David, su siervo,
70 como había prometido por la boca
de sus santos profetas desde antiguo,
71 salvándonos de nuestros enemigos
y del poder de todos los que nos
aborrecen,
72 para hacer misericordia con nues¬
tros padres, y acordarse de su alianza
santa,
73 el juramento, que juró a Abraham
nuestro padre darnos,
74 para que, sin temor, libres del po¬
der de los enemigos,
le sirvamos, 75 en santidad y justicia
en su presencia, todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás profeta del Altísimo,
pues tú irás delante del Señor
para prepararle sus caminos,
77 para dar la ciencia de la salud a
su pueblo,
con la remisión de sus pecados,
78 por las entrañas «le misericordia
de nuestro Dios,
en las cuales nos visitará naciendo
de lo alto,
79 para iluminar a los que están
sentados
en tinieblas y sombras de muerte,
para enderezar nuestros pies
por el camino de la paz.
80 El niño crecía v se fortalecía en
espíritu y inoraba en los desiertos
hasta el día de su manifestación a
Israel.
(1) Aunque ignorantes del misterio, las cir¬
cunstancias que rodeaban la concepción y el na¬
cimiento del niño Juan les hadan presentir en
él algo grande.
(2) Es un temor religioso procedente del mis¬
terio que presienten.
(3) El cántico consta de dos partes: una, en
que bendice a Dios porque realizó la obra de
salud sobre su pueblo (vv. 68-75); otra, que va
dirigida al niño, declarando la misión a que está
destinado (vv. 76-79).
^Yacimiento de Jesús.
O 1 Aconteció, pues, en los días
aquellos que salió un edicto de
César Augusto (1) para que se em¬
padronase todo el mundo. 2 3 Fué este
empadronamiento anterior al hecho
siendo gobernador de Siria Cirino Í2).
3 Iban todos a empadronarse (3),
eada uno en su ciudad. 4 Y subió
de Galilea José, de la ciudad de Na-
ret, a Judea, a la ciudad de David,
que se llama de Belén, por ser de la
casa y de la familia de David, 5 para
empadronarse con María su esposa,
que estaba encinta. 6 Y estando
allí, se cumplieron los días de su
parto 7 * y dió a luz a su hijo primo¬
génito (4) y le envolvió en pañales
v le acostó en un pesebre, por no
haber sitio para ellos en el mesón.
8 Había en la región unos pasto¬
res (5) que moraban en el eampo y
estaban velando las vigilias de la
noehe sobre su rebaño. 9 Y se les pre¬
sentó un ángel del Señor, y la gloria
del Señor los envolvió con su luz,
y quedaron sobrecogidos de temor.
10 Díjoles el ángel: No temáis, os
anuncio una gran alegría, que es
(1) Respondía este edicto a las medidas de
gobierno tomadas por Augusto para organizar
la vida del Imperio. Estas medidas se extendían
también a los reinos socios del Imperio, como
era el de Herodes.
(2) Cuando el hijo de Herodes, Arquelao
(Mat. 2. 22) fué destituido por Augusto, y la
Judea incorporada al Imperio romano, Cirino,
legado de Siria, hizo un empadronamiento, que
fué muy mal recibido por los judíos y dió ocasión
a la sublevación de Judas Galileo, de que nos
habla Josefo (Ant. XVIII, 1) y a que alude Ga-
maliel en Act. 5, 37. San Lucas tomó este suceso
como punto de partida para fijar la fecha del
nacimiento del Salvador.
(3) Roma, en este punto, como en otros más,
respetaba las costumbres de las provincias, y los
orientales nunca se creen desarraigados de la
tribu, región o ciudad donde tienen su origen.
Y así, Belén era el solar de todos cuantos se
creían hijos de David, aunque de tiempo atrás
tuvieran su residencia lejos de ella.
(4) Recibe este nombre el hijo primero, «el
que abre el seno materno*, sin mirar a que otros
puedan venir después por los deberes particula¬
res que la Ley le impone. La tradición, que re¬
monta a mediados del siglo 11 con San Justino,
originario de Palestina, dice que nació en una
de las grutas en que abunda el suelo calcáreo de
Belcn, y que los naturales utilizan como abrigo
para sí o para los ganados.
(5) Estos podían ser betlemitas, que en la
estación benigna hacen vida en el campo con
sus ganados, o nómadas, que viven de continuo
bajo tiendas en el desierto que comienza al este
y al sudeste de Belén.
SAN LUCAS, 2
1143
para todo el pueblo: 1 2 3 * * * * * * * 11 os ha na¬
cido hoy un Salvador, que es el
Cristo Señor, en la ciudad de David.
12 Y esto tendréis por señal: encon¬
traréis al niño, envuelto en pañales y
acostado en un pesebre. 13 Y al ins¬
tante se juntó con el ángel una mul¬
titud del ejército celestial que alababa
a Dios, diciendo: 14 aGloria a Dios
en las alturas, y paz en la tierra a
los hombres de buena voluntad.»
16 Y así que los ángeles se fueron
al cielo, se dijeron los pastores unos
a otros: Vamos a Belén a ver esto
que el Señor nos ha anunciado.
18 Y fueron con presteza y encon¬
traron a María, a José y al niño
acostados en un pesebre. 17 Y vién¬
dole hicieron saber lo que se les
había dicho acerca del niño. 18 Y
cuantos lo oían se maravillaban de
lo que les decían los pastores. Y
María guardaba todo esto y lo medi¬
taba (1) en su corazón. 20 Los pas¬
tores se volvieron glorificando y ala¬
bando a Dios por todo lo que habían
oído y visto, según se les había dicho.
Circuncisión del Señor.
21 Cuando se hubieron cumplido
los ocho días para circuncidar al
Niño, le dieron el nombre de Jesús,
impuesto por el ángel antes de ser
concebido en el seno.
Lo presentación en el templo,
22 Y así que se cumplieron los días
de la purificación (2), conforme a
la Ley de Moisés, le llevaron a Jeru-
salén para presentarle al Señor,
23 según está escrito en la Ley del
Señor que ttodo varón primogénito
sea consagrado al Señor», 24 y para
ofrecer en sacrificio, según lo pres¬
crito en la Ley del Señor, un par de
tórtolas o dos pichones.
25 Había en Jerusalén un hombre
llamado Simeón, que era justo y
(1) Por vez primera nota San Lucas cómo
María observaba y meditaba cuanto ocurría en
torno de Jesús.
(2) Engloba aquí San Lucas dos cosas: la pre¬
sentación del Niño en el Templo para cumplir
los deberes que como primogénito le imponía
la Ley (Ex. 13, 2 ss.), y la purificación de la
Madre, prescrita en el Levítico 12, 1 ss.
piadoso y esperaba la consolación de
Israel, y el Espíritu Santo estaba
en él. 26 Y le había sido revelado
por el Espíritu Santo que no vería
la muerte antes de ver al Cristo del
Señor. 27 Movido del Espíritu vino
al templo, y al entrar los padres
con el niño Jesús para cumplir lo
que prescribe la Ley sobre El, Simeón
le tomó en sus brazos (1), y bendi¬
ciendo a Dios, dijo:
29 Ahora, Señor, puedes dejar ir
a tu siervo
en paz según tu palabra;
30 porque han visto mis ojos tu salud,
31 la que has preparado ante la faz
de todos los pueblos,
32 luz para iluminación de las gentes,
y gloria de tu pueblo Israel.
33 Su padre y su madre (2) esta¬
ban maravillados de las cosas que se
decían de El. 34 Y Simeón los bendijo,
y dijo a María su madre (3): Puesto
está para caída y levantamiento de
muchos en Israel, y para blanco de con¬
tradicción; 35 y para que se descubran
los pensamientos de muchos cora¬
zones, una espada atravesará tu alma.
38 Había una profetisa, Ana, hija
de Fanuel, de la tribu de Aser, muy
avanzada en años; casada en los
días de su adolescencia, vivió siete
años con su marido, 37 y permaneció
viuda hasta los ochenta y cuatro.
No se apartaba del templo, sirviendo
con ayunos y oraciones, noche y día.
38 Y como viniese en aquella misma
hora, alabó también a Dios y ha¬
blaba de El (del Niño) a cuantos
esperaban la redención de Jerusa¬
lén. 39 Cumplidas todas las cosas
según la Ley del Señor (4), se vol¬
vieron a Galilea, a la ciudad de
Nazaret.
(1) Es ésta una segunda manifestación del
Niño, que nos muestra cómo en Israel había
almas que vivían en las esperanzas mesiánicas.
El anciano se da por satisfecho con-haber visto
al Salvador, que será la gloria de Israel y la luz
de las naciones.
(2) San José es llamado padre, porque ejerce
los oficios de tal. El y María se maravillan al ver
cómo el Señor les va descubriendo los destinos
de Jesús.
(3) Aun humanamente, la vida del hijo se
considera más íntimamente unida con la de la
madre. Simeón descubre aquí a María un mis¬
terio, la acogida que su Hijo tendrá en Israel
y el dolor que por esto ella habrá de sentir. Aquí
se halla encerrada la cruz de Jesús y de María.
| (4) San Lucas no refiere la venida de los
I Magos ni la huida a Egipto, acaecidos entre la
presentación del templo y la vuelta a Galilea.
l\U
SAN LUCAS, 3
El niño Jesús, en el templo.
40 El Niño crecía y se fortalecía,
lleno de sabiduría, y la gracia de
Dios estaba en El (1). 41 Sus padres
iban cada año a Jerusalén (2) en
la fiesta de la Pascua. 42 Y cuando
era ya de doce años, al subir sus padres
según el rito festivo, 43 al volverse
acabados los días, el niño Jesús se
quedó en Jerusalén, sin que sus padres
lo echasen de ver. 44 Pensando que
estaba en la caravana (3), andu¬
vieron camino de un día. Buscáronle
entre los parientes y conocidos, 45 y
al no hallarlo, se volvieron a Jeru¬
salén en busca suya. 46 Y aconteció
que al cabo de tres días le hallaron
en el templo. (4), sentado en medio
de los doctores, oyéndolos y pregun¬
tándoles. 47 Y cuantos le oían se
maravillaban de su inteligencia y
de sus respuestas.
48 Cuando sus padres le vieron se
maravillaron, y le dijo su madre:
Hijo, ¿por qué nos has hecho así?
Mira que tu padre y yo, apenados,
te andábamos buscando. 49 Y El les
dijo: ¿Y por qué me buscábais? (5).
¿No sabíais que conviene que me
(1) Como en i, 8o nos dijo de Juan, así nos
dice de Jesús, que crecía en estatura y robustez,
y además en sabiduría y gracia, las cuales dis¬
cretamente iba descubriendo a medida que crecía
en edad.
(2) Ordenaba la Ley (Ex. 23, 14 ss.) que los
israelitas se presentasen tres veces al año ante
el Señor, en las tres grandes festividades de Pas¬
cua, Pentecostés y Tabernáculos, para dar gra¬
cias a Dios por los beneficios recibidos. Llegado
a la edad en que pudiera hacer el viaje a pie, el
Niño acompañaba a sus padres.
(3) Para la vuelta se dan cita los del mismo
pueblo o familia; pero la costumbre impone que
las mujeres vayan separadas de los hombres. Los
niños pueden formar grupo aparte o agregarse
a uno cualquiera de los de los mayores. Asi se
explica que el Niño pudiera quedarse en la ciu¬
dad sin que lo echaran de ver sus padres.
(4) Se entiende al tercer día. Jesús aparece
en los atrios del templo, donde los doctores
ponían cátedra y los oyentes, sentados en el sue¬
lo, escuchaban sus lecciones. Jesús está como
uno de tantos escuchando y preguntando; pero
con sus preguntas descubre su maravillosa sabi¬
duría y ciencia precoz con que hace meditar a
los doctores sobre los sentidos de las divinas
Escrituras.
(5) La pérdida de Jesús no fué involuntaria
de su parte. Teniendo plena conciencia de quién
era y de la misión que traía, quiso empezar a
cumplirla. Igual que hará después, ahora busca
cumplir la voluntad de su Padre celestial sin
atender a la de sus padres terrenos. Fué esto
para ellos, sobre todo para la Madre, una dolo-
ocupe en las cosas de mi Padre?
&0 Y ellos no entendieron lo que les
decía. 61 Bajó con ellos, y vino a
Nazaret, y les estaba sujeto, y su
madre conservaba todo esto en su
corazón. 52 Jesús crecía en sabiduría
y edad y gracia ante Dios y ante
los hombres.
Presentación de Juan a Israel.
Q 1 El año quintodécimo del impe-
rio de Tiberio César, siendo gober¬
nador de Judea Pondo Pilato, tetrar-
ca de Galilea Herodes, y Filippo su
hermano tetrarca de Xturea y de la
Traconitide, y Lisania tetrarca de
Abiiena, 2 bajo el pontificado de
Anás y Caifás (1) fué dirigida la pa¬
labra de Dios a Juan, hijo de Zaca¬
rías, en el desierto, 3 y vino por toda
la región del Jordán predicando el
bautismo de penitencia en remisión
de los pecados, 4 5 * * según está escrito
en el libro de los oráculos del pro¬
feta Isaías:
Voz del que grita en el desierto:
Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas.
6 Todo barranco será rellenado,
y todo monte y collado allanado,
y los caminos tortuosos rectificados
y los ásperos igualados.
6 Y toda carne verá la salud de
Dios (2).
Predicación del Bautista.
7 Decía, pues, a las muchedumbres
que venían para ser bautizadas por
él: Raza de víboras (3), ¿quién os
ha enseñado a huir de la ira que
llega? 8 Haced, pues, dignos frutos
de penitencia, y no vengáis dicién-
rosa* prueba; pero también un rayo de luz, que
les va descubriendo el misterio de la vida de
Jesús.
(1) Con esta introducción se propone S. Lu¬
cas colocar su narración en el cuadro general de
la Historia. Tiberio sucedió a Augusto, muerto
el 19 de agosto del año de Roma 767. Pudiera
suceder que, según la cuenta de San Lucas, el
primer año sólo alcanzase hasta elx.° de octubre,
en que comenzaba a contarse el año en Siria.
Esto nos daría el año 780 ó 781 para el principio
de la misión de Juan.
(2) Is. 4. 3-5.
| (3) Expresión dura, pero bien merecida de
i los directores de Israel, tan pagados de su jus-
Jticia exterior y tan sañudos en perseguir a los
verdaderos justos si no les rendían homenaje.
SAN LUCAS, 3
1145
doos: Tenemos por padre a Abraliam.
Porque yo os digo que puede Dios
sacar de estas piedras hijos a Abra-
ham. 9 Ya el hacha está puesta (1)
a la raíz del árbol; todo árbol que no
dé buen fruto será cortado y arrojado
al fuego.
10 Y las muchedumbres le pregun¬
taban: ¿Pues qué hemos de hacer?
11 Y El respondía: El que tiene dos
túnicas, dé una al que no la tiene,
y el que tiene alimentos haga lo.
mismo. 12 Vinieron también los pu¬
blícanos a bautizarse y le decían:
Maestro, ¿qué debemos hacer? 13 Y
les contestaba: No exigir nada fuera
de lo que está tasado (2).
14 Le preguntaban también los
soldados: Y nosotros, ¿qué hemos de
hacer? Y les respondía: No hagáis
extorsión a nadie, ni denunciéis fal¬
samente; contentaos con vuestra sol¬
dada.
15 Hallándose el pueblo en ansiosa
expectación y pensando todos entre
sí de Juan, si sería él el Mesías,
16 Juan respondió a todos, diciendo:
Yo os bautizo en agua, pero llegando
está otro más fuerte que yo, a quien
no soy digno de soltar la correa de
sus sandalias; El os bautizará en
Espíritu Santo y fuego. 17 En su
mano tiene el bieldo (3) para biel¬
dar la era y almacenar el trigo en su
granero, mientras la paja la quemará
con fuego inextinguible.
Prisión de Juan.
18 Muchas veces, haciendo otras
exhortaciones, evangelizaba al pue¬
blo. 19 Pero el tetrarca Herodes (4),
reprendido por él a causa de Herodias,
la mujer de su hermano, y por todas
las maldades que cometía, 20 añadió
ésta a todas las otras, encarcelando
a Juan.
(1) Los profetas anuncian con frecuencia la
inauguración del reino de Dios como un juicio
sobre Israel, como sobre la higuera estéril (13,
6 ss.). Este juicio se halla próximo y será el re¬
sultado de la vida pública de Jesús.
(2) No condena el Bautista la exacción de
los tributos impuestos por la legítima autoridad,
sino las extorsiones injustas de los publícanos,
a que los soldados cooperaban.
(3) Es ésta otra imagen del juicio que hará
en su pueblo recogiendo el grano en sus paneras
y condenando la paja al fuego que no se extin¬
gue. (Mt. 3, 12.)
(4) Con esto da San Lucas por terminada la
misión del Bautista, refiriéndonos su muerte.
Bautismo de Jesús.
21 Aconteció, pues, cuando todo el
pueblo se bautizaba, que, bautizado
Jesús y orando, se abrió el cielo
22 y descendió el Espíritu Santo en
forma corporal, como una paloma,
sobre El, y se dejó oír del cielo una
voz: Tú eres mi Hijo amado, en ti
me complazco.
Genealogía de Jesús.
23 Jesús al empezar tenía unos
treinta años (1), y era, según se
creía, hijo de José, hijo de Hcli,
24 hijo de Matat, hijo de Le vi,
hijo de Melqui, hijo de Janai, hijo
de José, 25 hijo de Matatías, hijo de
Amos, hijo de Naurn, hijo de Esli,
hijo de Nagai, 26 hijo de Maat, hijo
de Matatías, hijo de Semei, hijo
de Josec, hijo de Judá, 27 hijo de
Joanan, hijo de Resa, hijo de Zn-
robabel, hijo de Salaticl, hijo de
Ncri, 28 hijo de Melqui, hijo de Addi,
hijo de Cosam, hijo de Elmadam,
hijo de Er; 29 hijo de Jesús, hijo de
Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,
hijo de Leví, 30 hijo de Simeón, hijo
de Judá, hijo de José, hijo de Jonam,
hijo de Eliacím; 31 hijo de Mclea,
hijo de Menna, hijo de Natan, hijo
de David, 32 hijo de Jesé, hijo de
Obed, hijo de Booz, hijo de Sala,
hijo de Naassón, 33 hijo de Amina-
dab, hijo de Admín, hijo de Arni,
hijo de Esrón, hijo de Fares, hijo
de Judá, 34 hijo de Jacob, hijo de
Isac, hijo de Abraham, hijo de Taré,
hijo de Nacor, 35 hijo de Saruc,
(1) Como ignoramos lo que duró la misión
del Bautista, no podemos precisar por aquí la
edad de Jesús, aparte de que Hcifra es sólo apro¬
ximada, unos treinta años, según se creía . El mis¬
terio de la concepción virginal era desconocido,
y Jesús pasaba fuera de la casita de Nazaret por
hijo de José. La genealogía es aquí, como en
San Mateo, la de San José, pero en orden ascen¬
dente y prolongada hasta Adán, para mostrar
que Jesús no sólo era hijo de Abraham, sino
también de Adán, y Salvador del género huma¬
no, que es criatura de Dios, no menos que el
pueblo de Israel (Rom. 3, 29). La discordancia
de las dos genealogías hasta David es manifiesta.
Varias soluciones se han propuesto para resolver
la dificultad. La más fundada y más sencilla,
es la que considera la de San Mateo como la
genealogía legal y dinástica, que señala la trans¬
misión de los derechos mesiánicos desde David
hasta Jesús, y la de S. Lucas la genealogía natural
que va de padres a hijos desde San José hasta
David.
1146
SAN LUCAS, 4
hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo
de Eber, hijo de Sala, 36 hijo de Cai-
nán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem,
hijo de Noé, hijo de Lamec, 37 hijo
de Matusalá, hijo de Enoc, hijo de
Jared, hijo de Malelel, hijo de Cainán,
38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo
de Adán, hijo de Dios.
La tentación en el desierto.
4 1 Jesús, lleno del Espíritu Santo,
se volvió del Jordán y fué lle¬
vado por el Espíritu al desierto, 1 2 y
tentado allí por el diablo durante
cuarenta días. No comió nada en
aquellos días y, pasados, tuvo ham¬
bre. 3 Díjolc el diablo: Si eres Hijo
de Dios di a esta piedra que se con¬
vierta en pan. 4 Y Jesús le respondió:
Escrito está: No de sólo pan vive
el hombre. 5 * * Y llevándole a una al¬
tura le mostró desde allí en un ins¬
tante todos los reinos del mundo (1),
6 y le dijo: Todo este poder y su glo¬
ria te daré, pues a mí me ha sido en¬
tregado y a quien quiero se lo doy;
7 si, pues, te postras delante de mí,
todo será tuyo. 8 Y Jesús respon¬
diendo, le dijo: Escrito está: Al Se¬
ñor tu Dios adorarás y a El sólo
servirás. 9 Le condujo luego a Jcru-
salén y le colocó sobre el pináculo
del templo, y Ic dijo: Si eres Hijo
de Dios échate de aquí abajo; 10 por¬
que escrito está: A sus ángeles ha
mandado sobre ti que te guarden,
11 y te tomen en las manos para que
no tropiece tu pie contra las piedras.
12 Y respondiendo, di jóle Jesús: Dicho
está: No tentarás al Señor tu Dios.
13 Y acabado todo género de tenta¬
ciones el diablo se retiró de El hasta
el tiempo determinado.
»
Vuelta <le Jesús a <>alilea.
14 Jesús, impulsado por el Espíritu,
se volvió a Galilea, y su fama corrió
por toda la región, 15 y enseñaba
en las sinagogas siendo alabado por
todos.
Jesús, en \nzaret.
16 Vino a Nazaret, donde se había
criado, y entró según su costumbre
el día del sábado en la sinagoga y
(i) San Lucas inviene el orden de San Mateo
*n las dos últimas tentaciones (Mt. 4, 1. 3).
se levantó para hacer la lectura (1).
17 Le entregaron el libro del profeta
Isaías, y desenrollándolo dió con el
pasaje donde está escrito:
18 El Espíritu del Señor está sobre
mí, porque me ungió para evange¬
lizar a los pobres, me envió a predi¬
car a los cautivos la libertad, a los
ciegos la recuperación de la vista,
para poner en libertad a los oprimi¬
dos, 19 para anunciar año de gracia
del Señor (2).
20 Y enrollando el libro se lo de¬
volvió al servidor, y se sentó. Los
ojos de cuantos había en la sinagoga
estaban fijos en El. 21 Y comenzó a
decirles: Hoy se cumple esta escri¬
tura que acabáis de oír. Y todos le
aprobaban (3) y maravillados de las
palabras llenas de gracia, que salían
de su boca, decían: ¿No es éste el
hijo de José? 23 Y El les dijo: Seguro
que me diréis este proverbio: Médico,
cúrate a ti mismo; todo cuanto he¬
mos oído que has hecho en Cafar-
naum (4) hazlo aquí en tu patria.
24 Y El les dijo: En verdad os digo
que ningún profeta es bien recibido
en su patria. 25 Pero en verdad , os
digo también que muchas viudas
había en Israel, en los días de Elias,
cuando se cerró el cielo por tres años
y seis meses y sobrevino una gran
hambre en toda la tierra. 26 y a nin¬
guna de ellas fué enviado Elias, sino
a Sarcpta de Sidón, a una mujer
viuda. 27 Y muchos leprosos había en
Israel en tiempo del profeta Elíseo,
y ninguno de ellos fué curado sino el
sirio Namán.
28 Al oír esto se llenaron de cólera
cuantos estaban en la sinagoga, 29 y
levantándose le arrojaron fuera de
la ciudad y le llevaron a la cima del
monte, sobre el cual está edificada
su ciudad, para precipitarle de allí,
30 pero El, atravesando por medio
de ellos, se fué.
(1) El culto de Jas sinagogas en los sábados
constaba, entre otras cosas, de lecturas bíblicas,
que los doctores explicaban a la asistencia. Cuan- 1
do se hallaba presente algún personaje conspicuo,
se le invitaba a hacer esa explicación (Act. 13, j
14 ss.).
(2) Is. 61. 1. ss.
(3) Como conocían su vida anterior, no po¬
dían menos de dar testimonio favorable de ella. I
(4) Esto parece indicar que Jesús había obra- I
do ya muchos milagros en Cafamaum. San Ma- ,
teo y San Marcos ponen la venida de Jesús a
Nazaret algo más tarde. Acaso San Lucas ade- I
lanta los sucesos y junta en una dos visitas (Mateo,
13, 53 ss.; Me. 6, 1 ss.).
SAN LUCAS. 5
1147
luí la sinagoga de Gafaruuum.
31 Bajó a Cafarnaum, ciudad de Ga¬
lilea (1), y les enseñaba los días de
sábado, 32 y se maravillaban de su
doctrina, porque su palabra iba acom¬
pañada de autoridad. 33 Y había en
la sinagoga un hombre poseído del
espíritu de un demonio impuro que
gritaba a grandes voces: ¡Ahí ¿Qué
hay entre ti y nosotros, Jesús Na¬
zareno? ¿Has venido a perdernos?
Bien sé quién eres, el Santo de Dios.
35 Y Jesús le ordenó, diciendo: Cá¬
llate y sal de él. Y el demonio, arro¬
jando al poseso en medio, salió de
él sin hacerle daño. 36 Y quedaron
todos pasmados, y mutuamente se
hablaban diciendo: ¿Qué palabra es
ésta, que con autoridad y poder im¬
pera a los espíritus impuros y salen?
37 Y por todos los lugares de la co¬
marca se divulgó su fama.
Curación de la suegra
de Pedro.
38 Saliendo de la sinagoga entró
en casa de Simón. La suegra de
Simón estaba con una gran calen¬
tura, y le rogaron por ella. 39 Y acer¬
cándosele mandó a la fiebre, y la
fiebre la dejó. Al instante se levantó
y les servía.
Nuevas curaciones.
40 Puesto el sol, todos cuantos
tenían enfermos de cualquiera en¬
fermedad los llevaban a El, y El,
imponiéndoles las manos, los cu¬
raba. 41 Y los demonios salían tam¬
bién de muchos, gritando y diciendo:
Tú eres el Hijo de Dios. Pero El les
reprendía y no les dejaba hablar,
porque conocían que era El el Mesías.
Jesús sale de Cafarnaum.
42 Llegado el día, salió y se fué a
un lugar desierto; y las muchedum¬
bres le buscaban, y vinieron hasta
El y le retenían para que no se par¬
tiese de ellos. 43 Pero El les dijo:
Es preciso que anuncie también el
reino de Dios en otras ciudades, por¬
que para esto he sido enviado.
44 E iba predicando por las sinago¬
gas de Judea.
(i) Desde este punto, San Lucas sigue su
narración paralela a San Marcos (Me. i, 21 ss.).
La pesca milagrosa.
X 1 Agolpándose sobre El la muche-
9j dumbre para oír la palabra de
Dios, y hallándose junto al lado de
Genesaret, 2 vió dos barcas que es¬
taban al borde del lago, y los pes¬
cadores, que habían bajado de ellas,
estaban lavando las redes. 3 Subió,
pues, a una de las barcas, que era
de Simón, y le rogó que se apartase
un poco de tierra, y sentándose,
desde la barca enseñaba a las muche¬
dumbres. 4 * * Así que cesó de hablar,
dijo a Simón: Boga mar adentro y
echad vuestras redes para la pesca.
5 Simón le contestó y dijo: Maestro,
toda la noche hemos estado traba¬
jando y no hemos pescado nada, mas
por que tú lo dices echaré las redes.
6 Y haciéndolo, cogieron una gran
cantidad de peces, tanto que las
redes se rompían. 7 E hicieron señas
a sus compañeros de la otra barca
para que vinieran a ayudarles. Y vi¬
nieron, y llenaron las dos barcas,
tanto que se hundían. 8 Y viendo esto
Simón Pedro se postró a los pies de
Jesús diciendo:. Señor, apártate de
mí (1), que soy hombre pecador.
9 Pues así él como todos sus com¬
pañeros habían quedado sobrecogidos
de espanto ante la pesca que habían
hecho, 10 e igualmente Santiago y
Juan, hijos de Zebedeo, que eran
socios de Simón. Y dijo Jesús a Si¬
món: No temas, en adelante vas a
ser pescador de hombres (2). 11 Y
atracando a tierra las barcas, lo de¬
jaron todo y le siguieron.
Curación <lc un leproso.
12 Estando El en una ciudad (3),
y viendo a Jesús un hombre cubierto
de lepra, se postró ante El y le su-
(1) Pedro siente en el milagro la grandeza di¬
vina de Jesús y teme por su vida, no creyéndose
bastante puro para estar cerca de El (Jueces, 13,
20 ss.).
(2) Estas palabras dan a la pesca un sentido
más alto que el histórico. Jesús hizo aquel pro¬
digio para que sus discípulos le reconociesen
como Mesías y le siguiesen, proponiéndose aso¬
ciarlos a su misión salvadora. Los primeros evan¬
gelistas narran el llamamiento sin el milagro (Ma¬
teo, 4, 18 ss.; Me. 1, 16 ss.).
(3) Es extraño se presente en poblado, es¬
tando excluidos de toda sociedad por temor del
contagio. Tal vez llevado del deseo de su cura¬
ción, se atrevió a infringir la Ley. Esto mismo
significaría su actitud suplicante.
1148
SAN LUCAS, 6
plicó, diciendo: Señor, si quieres,
puedes limpiarme. 13 Y extendiendo
El la mano, le tocó diciendo: Quiero,
ser limpio. Y luego desapareció la
lepra. 14 Le encargó: No se lo digas
a nadie, sino: Vete y muéstrate al
sacerdote y ofrece por tu limpieza
lo que prescribió Moisés para que les i
sirva de testimonio. 15 Y cada vez !
más se extendía su fama y concurrían
numerosas muchedumbres -para oírle
y ser curados de sus enfermedades.
16 Pero El se retiraba a lugares soli¬
tarios y se daba' a la oración.
Curación de un paralítico.
17 Sucedió un día que mientras en¬
señaba, estaban sentados algunos fa- |
riseos y doctores de la Ley, que ha- j
bían venido de todas las aldeas de j
Galilea, y de Judea, y de Jerusalén; !
y la virtud del Señor estaba en su
mano para curar. 18 Y he aquí que 1
unos hombres que traían en una ca- |
milla un paralítico, buscaban intro¬
ducirle y presentárselo, 19 pero no
encontrando por donde meterlo, a
causa de la muchedumbre, subieron j
al terrado y por el techo le bajaron j
con la camilla y le pusiern en medio, 1
delante de Jesús. 20 Viendo su fe
dijo: Hombre, tus pecados te son
perdonados. 21 Comenzaron a mur- i
murar los escribas y fariseos, diciendo: \
¿Quién es este que así profiere blas- j
femias? ¿Quién puede perdonar los i
pecados ino sólo Dios? 22 Conociendo
Jesús sus pensamientos, respondió y
les dijo: ¿Por qué murmuráis en vues¬
tros corazones? ¿Qué es más fácil,
decir: Tus pecados te son perdona¬
dos, o decir: Levántate y anda?
24 Pues para que veáis que el Hijo
del hombre tiene poder sobre la
tierra para perdonar los pecados—dijo
al paralítico: A ti te hablo, levántate,
toma la camilla y vete a casa. 25 Y al
instante se levantó delante de ellos,
tomó la cama en que yacía y se fue
a casa glorificando a Dios. 28 Queda¬
ron todos fuera de sí y glorificaban a
Dios, y llenos de temor decían: Hoy
hemos visto maravillas.
Vocación de Leví.
27 Después de esto salló y vi ó a
un publicano por nombre Leví sen¬
tado al telonio, y le dijo: Sígueme.
28 Y él dejándolo todo se levantó y le
siguió. 29 Leví le ofreció un gran ban¬
quete en su casa, y asistían gran mul¬
titud de publícanos y otros que ve¬
nían con ellos. 30 Y los fariseos y los
escribas murmuraban hablando con
los discípulos (1): ¿Por qué coméis
y bebéis con publícanos y pecadores?
31 Y respondiendo Jesús, les dijo:
No tienen necesidad de médico los
sanos, sino los enfermos. 32 Y no he
venido yo a llamar a los justos, sino
a los pecadores a penitencia.
Por qué no ayunan los discípulos
de Jesús.
33 Ellos le dijeron: Los discípulos de
Juan ayunan con frecuencia y hacen
oraciones, y asimismo los de los fa¬
riseos; pero tus discípulos comen y
beben. 34 Respondióles Jesús: ¿Podéis
vosotros hacer ayunar a los convida¬
dos a la boda mientras con ellos está
el esposo? 35 Días vendrán en que les
será arrebatado el esposo, entonces
en aquellos días ayunarán. 38 Y les
dijo una parábola: Nadie rasga una
pieza de un vestido nuevo para po¬
nerla a un vestido viejo; de lo con¬
trario romperá el nuevo y el remiendo
tomado del vestido nuevo no ajus¬
tará sobre el viejo. 37 Ni echa nadie
vino nuevo en cueros viejos; de lo
contrario el vino nuevo romperá los
cueros y se derramará, y los cueros
se perderán; 38 sino que el vino nuevo
se ha de echar en cueros nuevos.
39 Y nadie que tenga vino añejo,
quiere el nuevo, porque dice: El
añejo es mejor.
Sobre la observancia del sábado.
6 1 Aconteció que un sábado, atra¬
vesando El por los sembrados, sus
discípulos arrancaban espigas y fro¬
tándolas con las manos las comían, i
2 Algunos de los fariseos dijeron:
¿Cómo hacéis lo que no está permi- |
tido en sábado? 23 Y Jesús les res¬
pondió: ¿No habéis leído lo que hizo
David cuando tuvo hambre, él y sus
acompañantes? ¿Cómo entró en la
casa de Dios y, tomando los panes de
la proposición, comió y dió a los que
(i) En San Lucas se dirige la acusación con¬
tra los discípulos; pero ésta iba de rechazo contra
su Maestro (Mt. 9, n; Me. a, 16).
SAN LUCAS, 6
1149
venían con El, siendo así que no es
lícito comerlos sino sólo a los sacer¬
dotes? Y les dijo: Dueño es del sá¬
bado el Hijo del hombre.
6 En otro sábado, entrando en la
sinagoga, enseñaba; y había allí un
hombre que tenía una mano seca.
7 Y le observaban los escribas y fa¬
riseos para ver si curaría en dia de
sábado, a fin de tener de qué acu¬
sarle. 8 El, que conocía los pensa¬
mientos suyos, dijo al hombre de
la mano seca: Levántate y ponte en
medio. Y él levantándose se quedó
en pie. 9 Díjoles Jesús: Voy haceros
una pregunta sobre si es lícito hacer
bien o hacer mal en sábado, salvar
un alma o perderla. 10 Y dirigiendo
su mirada a todos ellos, le dijo: Ex¬
tiende tu mano. El lo hizo y su mano
quedó sana. 11 Ellos se llenaron de
furor y trataban entre sí qué podrían
hacer contra Jesús.
Elección de los doce.
12 Y aconteció en aquellos días que
salió El hacia la montaña para orar,
y pasó la noche orando a Dios (1).
13 Y cuando llegó el día, llamó a Sí
a los discípulos y escogió a doce de
ellos, a quienes dió el nombre de
apóstoles: Simón, a quien puso tam¬
bién el nombre de Pedro, y Andrés,
su hermano, Santiago y Juan, Fe¬
lipe y Bartolomé, 13 Mateo y Tomás,
Santiago el de Alfeo y Simón llamado
el Celador. 16 Judas de Santiago y
Judas Iscariote, que fué el traidor.
17 Y bajando con ellos del monte se
detuvo en un llano (2), y la muche¬
dumbre de sus discípulos, y una gran
multitud del pueblo de toda la Judea
y de Jerusaléh y del litoral de Tiro
y de Sidón, 18 que habían venido para
oírle y ser curados de sus enferme¬
dades; y los que eran molestados de
los espíritus impuros eran curados.
19 Y toda la multitud buscaba tocar¬
la, porque salía de El una virtud que
sanada a todos.
(1) Es muy de notar la conducta del Señor
contada por San Lucas. Antes de escoger a los
doce pasa la noche en oración ante su Padre,
como si buscara el acierto en la elección que va
a hacer.
(2) Baja del monte y encuentra en una lla¬
nura a la muchedumbre con los enfermos, que
buscan de El la salud. En esta llanura, que bien
puede ser una meseta, como escribe San Mateo,
pone San Lucas el Sermón del Monte. Mt. 5-7.)
Las bienaventuranzas.
20 Y El levantando sus ojos sobre
los discípulos decía: Bienaventurados
los pobres (1), porque vuestro es
el reino de Dios. 21 Bienaventurados
los que ahora padecéis hambre, por¬
que seréis hartos. Bienaventurados
los que ahora lloráis, porque reiréis.
22 Bienaventurados seréis, cuando
aborreciéndoos los hombres, os ex¬
comulguen, y maldigan y proscriban
vuestro nombre por amor del Hijo
del hombre, 23 alegraos en aquel día
y regocijaos, pues vuestra recompensa
será grande en el cielo. Así hicieron
sus padres con les profetas.
Las imprecaciones.
24 Pero jay de vosotros (2), ricos,
porque habéis recibido vuestro con¬
suelo! 25 jAy de vosotros los que
ahora estáis hartos, porque tendréis
hambrel jAy de vosotros los que ahora
reís, porque gemiréis y lloraréis! 26 ¡Ay
de vosotros si todos dijeren bien de
vosotros, porque así hicieron sus pa¬
dres con los falsos profetas!
El amor hacia los enemigos.
27 Pero yo os digo a vosotros que
me escucháis, amad a vuestros ene¬
migos, haced bien a los que os abo¬
rrecen, 28 bendecid a los que os mal¬
dicen y orad por los que os calum¬
nian. 29 Al que te hiere en una me¬
jilla ofrécele la otra, y a quien te
tome el manto no le estorbes tomar
la túnica, 30 da a todo el que te pida,
y no reclames de quien toma lo tuyo.
31 Tratad a los hombres de la manera
en que vosotros queréis ser de ellos
tratados. 32 Si amáis a los que os
aman, ¿qué gracia tendréis? ¿Porqué
los pecadores aman también a quie¬
nes les aman? 34 Y si prestáis a aque-
(1) San Lucas nos da sólo cuatro bienaven¬
turanzas, y en las tres primeras es de notar la
forma más material de su redacción, pues nom¬
bra sólo a «los pobres», mientras San Mateo dice
«los pobres de espíritu»; «los que padecen ham¬
bre», cuando San Mateo dice «hambre de justi¬
cia». No hay duda que San Lucas se debe inter¬
pretar por San Mateo.
(2) A las cuatro bienaventuranzas añade San
Lucas las cuatro amenazas, desconocidas de los
otros evangelistas, que deben explicarse según
el mismo espíritu de las bienaventuranzas.
1150
SAN LUCAS, 7
líos de quienes esperáis recibir, ¿qué
gració tendréis? Los pecadores pres¬
tan a los pecadores para recibir de
ellos igual favor. 35 Pero amad a
vuestros enemigos, haced bien y pres¬
tad sin esperanza de remuneración,
y será grande vuestra recompensa,
y seréis hijos del Altísimo, que es
bondadoso para los ingratos y los
malos. 36 Sed misericordiosos como
vuestro Padre es misericordioso. 87 No
juzguéis y no seréis juzgados; no
condenéis y no seréis condenados; ab¬
solved y seréis absueltos. 38 Dad y
se os dará; una medida buena apre¬
tada, colmada, rebosante será derra¬
mada en vuestro seno. La medida
que para otros usareis, ésa se usará
para vosotros.
Espíritu de benevolencia.
39 Y les dijo también una pará¬
bola: ¿Puede un ciego guiar a otro
ciego? ¿No caerán ambos cu el hoyo?
40 Ningún discípulo está sobre su
maestro; para ser perfecto ha de ser
como su maestro. 41 ¿Por qué ves la
paja en el ojo de tu hermano y no
adviertes la viga en el tuyo? 42 ¿O
cómo puedes decir a tu hermano:
Hermano, déjame quitarte la paja
que tienes en el ojo, cuando tú no
ves la viga que hay en el tuyo?
Hipócrita, quita primero la viga de
tu ojo, y entonces verás de quitar
la paja que hay en el de tu hermano.
43 Porque no hay árbol bueno que dé
fruto malo, ni árbol malo que dé fruto
bueno. 44 Pues cada árbol se conoce por
su fruto; y no se cogen higos de los
espinos, ni de la zarza se vendimian
racimos. 45 El hombre bueno del buen
tesoro de su corazón saca cosas bue¬
nas; y el malo saca cosas malas de
su mal tesoro; pues de la abundancia
del corazón habla la lengua. 46 ¿Por
qué me llamáis: Señor, Señor, y no
hacéis lo que os digo?
Eouclnsión final.
47 Todo el que viene a mí, y oye
inis palabras, y las pone en práctica,
os diré a quien es semejante. 48 Es
semejante al hombre que edifica una
casa, que cava y profundiza y ci¬
menta sobre roca; y sobreviniendo
una inundación, el río va a chocar
contra la casa, pero no puede conmo¬
verla, porque está bien edificada.
49 El que oye y no hace es semejante
al hombre que edifica su casa sobre
tierra, sin cimentar; contra la cual
choca el río, y luego se cae, y viene
a ser grande la ruina de aquella casa.
El centurión de flafnruaiiiii.
T 1 Cuando hubo acabado de pro-
‘ nunciar estos discursos a oídos
del pueblo entró en Cafarnaum 2 Es¬
taba a punto de morir un siervo de
cierto centurión, que le era muy que¬
rido. 3 Este oyendo hablar de Jesús
envió a El algunos ancianos (1) de
los judíos, rogándole que viniese para
salvar de la muerte a su siervo.
4 Estos, llegados a Jesús, le rogaban
con instancia, diciéndolc: Merece que
le hagas esto, 5 porque ama a nuestro
pueblo, y él mismo nos ha edificado
la sinagoga. 6 Y Jesús echó a andar
con ellos. Ya no estaba lejos de la
casa, cuando el centurión envió al¬
gunos amigos, que le dijeron: Señor,
no te molestes, pues no soy digno de
que entres bajo mi techo. 7 Ni yo
me he creído digno de ir a ti. Di sólo
una palabra y mi siervo será sano.
8 Porque también yo soy un hombre
sometido a la autoridad, pero tengo
también soldados bajo mi mando, y
digo a éste: Vete, y va, y al otro: Ven,
y viene, y a mi siervo: Haz esto, y lo
hace. 9 Oyendo esto Jesús se mara¬
villó de éfy, vuelto a la multitud que
le seguía, dijo: Yo os digo que tal fe
como ésta no la he hallado en Israel.
10 Vueltos a casa los enviados encon¬
traron sano al siervo.
La resurrección de iVuiiit.
11 Aconteció tiempo después que
iba a una ciudad llamada Naím, e
iban con El sus discípulos y una gran
muchedumbre. 12 Cuando se acer¬
caba a la puerta de la ciudad vieron
que llevaban un muerto, hijo único
(i) La comparación de este relato con el que
nos da San Mateo (8, 5-13) sirve para entender
mejor el estilo de uno y otro evangelistas. San
Mateo nos da la suma del suceso, y hace ejecu¬
tar al centurión mismo lo que en San Lucas
cumplen otros intermediarios. La intervención
de éstos pone más de relieve la fe y la humildad
del centurión, y explica mejor la admiración de
Jesús.
SAN LUCAS. 7
1151
de su madre, viuda, y una muche¬
dumbre bastante numerosa de la
ciudad la acompañaba. 13 Y viéndola
el Señor se compadeció de ella (1) y
le dijo: No llores. 14 Y acercándose,
tocó el féretro; los que lo llevaban
se detuvieron, y El dijo; Joven, a ti
te hablo, levántate. 16 Y se sentó el
muerto y comenzó a hablar, y El
se lo entregó a su madre. Se apoderó
de todos el temor, y glorificaban a
Dios diciendo: Un gran profeta se ha
levantado entre nosotros, y Dios ha
visitado a su pueblo. 17 Y la fama de
este suceso corrió por toda la Judea
y por todas las regiones vecinas.
El mensaje del Bautista.
18 Los discípulos de Juan dieron
a éste noticia de todas estas cosas y,
llamando Juan a dos de ellos, 19 los
envió al Señor para decirle: ¿Eres tú
el que viene, o esperamos a otro?
20 Llegados a El le dijeron: Juan el
Bautista nos envía a ti, para pre¬
guntarte: ¿Eres tú el que viene, o
esperamos a otro? 21 En aquella mis¬
ma hora curó a muchos de sus enfer¬
medades y males, y de los espíritus
malignos, e hizo gracia de la vista a
muchos ciegos, 22 y tomando la pala¬
bra les dijo: Id y comunicad a Juan
lo que habéis visto y oído: Los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos
quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos resucitan, los pobres son
evangeliza los. 23 Y bienaventurado
es quien no se escandaliza en mí.
El panegírico del Bautista.
24 Cuando se hubieron ido los men¬
sajeros de Juan, comenzó Jesús a
decir a la muchedumbre acerca de él:
¿Qué habéis salido a ver al desierto?
¿Una caña agitada por el viento?
26 ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre
vestido con molicie? Los que visten
suntuosamente y viven regalados es¬
tán en los palacios de los reyes.
26 ¿Qué salisteis, pues, a ver? ¿Un
profeta? Sí, yo os digo, y más que
profeta. 27 Este es aquel de quien
está escrito: He aquí que yo envío
(i) Este milagro, propio de San Lucas, nos
muestra admirablemente la tierna compasión
para con la pobre y desolada viuda y para con
su hijo.
delante de tu faz a mi mensajero,
que preparará tu camino delante
de ti. 28 Yo os digo, no hay entre
los nacidos de mujer ningún profeta
más grande que Juan; pero el más
pequeño en el reino de Dios es mayor
que él.
Actitud de los publícanos v «le los
fariseos aiile la misión de Juan.
29 Todos los que le escucharon, aun
los publícanos, recibieron el bautis¬
mo de Juan, reconociendo la justicia
de Dios; 30 pero los fariseos y los
doctores de la Ley anularon el con¬
sejo divino respecto de ellos no ha¬
ciéndose bautizar por él. 31 ¿A quién,
pues, compararé yo a los hombres
de esta generación, y a quién son
semejantes? 32 Son semejantes a los
niños que, sentados en la plaza, invi¬
tan a los otros, diciendo: Os tocamos
la flauta y no danzáis, os hemos
cantado lamentaciones y no habéis
llorado. 33 Porque vino Juan, el Bau¬
tista, que no comía pan, ni bebía
vino, y decíais: Tiene el demonio.
34 Vino el Hijo del hombre, que come
y bebe, y decís; Es comilón y bebedor
de vino, amigo de publícanos y peca¬
dores. 35 Pero la sabiduría ha sido jus¬
tificada por todos sus hijos.
La pecadora arrepentida.
36 Le invitó un fariseo a comer
con él, y entrando en su casa se puso
a la mesa. 37 Y he aquí que llegó
una mujer pecadora, que había en
la ciudad, la cual sabiendo que es¬
taba a la mesa en casa del fariseo,
con un pomo de alabastro de ungüen¬
to, se puso detrás de El, junto a sus
pies, llorando, y bañaba en lágrimas
sus pies y los enjugaba con los cabe¬
llos de su cabeza, y besaba sus
pies (1) y los ungía con el ungüento.
39 El fariseo que le había invitado,
dijo para sí: Si éste fuera profeta,
conocería quién y cuál es esta mujer
que le toca, porque es una pecadora.
40 Y tomando Jesús la palabra, le
dijo: Simón, tengo una cosa que de¬
cirte: Y él dijo: Maestro, habla. Un
(i) Esta conducta de la pecadora, que re¬
sueltamente entra en la casa y se postra a los
pies de Jesús, contrasta con la actitud de los fa¬
riseos, recriminados en el párrafo anterior.
1152
SAN LUCAS, 8
acreedor tenía dos deudores, el uno le
debía quinientos denarios, el otro
cincuenta. 42 No teniendo ellos con
qué pagar, se lo condonó a ambos.
¿Quién, pues, le amará más? 43 Res¬
pondiendo Simón, dijo: Supongo que
aquel a quien condonó más. Díjole:
Bien has respondido. 44 Y vuelto a
la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta
mujer? Entré en tu casa, y no me
diste agua para lavar los pies; mas
ella ha regado mis pies con sus lá¬
grimas y me los ha enjugado con sus
cabellos. 4& No me diste el ósculo
de paz; pero ella, desde que entré,
no ha cesado de besarme los pies.
46 No ungiste mi cabeza con óleo,
y ésta ha ungido mis pies con ungüen¬
to. 47 Por lo cual te digo que le son
perdonados sus muchos pecados, por¬
que amó mucho (1). Pero a quien
poco se le perdona, poco ama. 48 Y a
ella le dijo: Tus pecados te son per¬
donados. 49 Y comenzaron los con¬
vidados a decir entre sí: ¿Quién es
éste para perdonar los pecados? (2).
50 Y dijo a la mujer: Tu fe te ha sal¬
vado, vete en paz.
Las proveedoras de Jesús.
Q 1 2 Yendo por las ciudades y aldeas
u predicaba y evangelizaba el reino
de Dios. Le acompañaban los doce
2 y algunas mujeres, que habían sido
curadas de espíritus malignos y de
enfermedades, María, llamada Mag¬
dalena, de la cual había echado siete
demonios, 3 * * Juana mujer de Cusa,
administrador de Herodes, y Susana,
y otras varias que le servían con sus
bienes (3).
(1) Expuesto el contraste entre la conducta
de Simón y la observada por la pecadora, declara
Jesús que por esas muestras de amor le fueron
perdonados sus muchos pecados. Pero a quien
poco se le perdona, es una señal de que ama poco,
como serla el caso del fariseo. «La caridad cubre
la muchedumbre de los pecados.» (I Pet. 4 r 8.)
(2) Más atrás (5, 17 ss.) se nos cuenta cómo
Jesús hizo un milagro para probar que poseía
el poder de perdonar los pecados.
<3) Es San Lucas el único que menciona al
lado de los discípulos a las mujeres que seguían
la compañía de Jesús y atendían a sus necesida¬
des materiales. No era esto extraño a las costum¬
bres de los rabinos, si hemos de creer a F. Jo¬
sefa (Ant. XVII, 11). De ambos ejemplos se
autorizaban los Apóstoles, según indica San Pa¬
blo {I Cor. 9, 5). La piedad y la gratitud por la
salud recibida eran la causa que las movía a ejer¬
cer esta obra de misericordia. Una de ellas es
María Magdalena, o de Magdala, ciudad situada
La parábola del sembrador.
4 Reunida una gran muchedumbre
de los que venían a El de cada ciu¬
dad,» dijo en parábola: 6 Salió un
sembrador a sembrar su simiente, y
al sembrar, una parte cayó junto al
camino, y fué pisada, y las aves del
cielo la comieron. 6 Otra cayó sobre
peña, y nacida, se secó por falta de
humedad. 7 Otra cayó en medio de
espinas, y creciendo con ella las espi¬
nas, la ahogaron. 8 * Otra cayó en
tierra buena, y nacida, dió un fruto
céntuplo. Dicho esto, clamó: El que
tenga oídos para oír que oiga.
■tazón de las parábolas.
9 Preguntábanle sus discípulos qué
significaba aquella parábola. 10 * Y El
contestó: A vosotros os ha sido dado
conocer los misterios del reino de
Dios, a los demás sólo en parábolas,
de manera que viendo no vean y
oyendo no entiendan.
Explicación de la parábola del
sembrador.
He aquí la parábola: La semilla es
la palabra de Dios. 12 Los que están
a lo largo del camino son los que
oyen; pero en seguida viene el diablo
y arrebata de su corazón la palabra,
para que no crean y se salven. 13 Los
que están sobre peña son los que,
cuando oyen, reciben con alegría la
palabra; pero no tienen raíces, creen
por algún tiempo y al tiempo de la
tentación sucumben. 14 Lo que cae
entre espinas son aquellos, que oyen¬
do, van, y se ahogan en los cuidados,
la riqueza y los placeres de la vida,
y no llegan a madurez. 15 Lo caído
en buena tierra son aquellos que,
oyendo con corazón generoso y bueno,
retienen la palabra y dan fruto por
la perseverancia.
El misterio del reino debe ser
conocido.
16 Nadie, después de haber encen¬
dido una lámpara, la cubre con un
en la ribera occidental del lago de Genesaret.
No hay motivos para creer que la posesión dia¬
bólica signifique una vida culpable; pero el nú¬
mero siete acaso indique una recalda en el misino
mal. (Mt. 12. 45 -) Esta presentación de la Mag¬
dalena demuestra también que no tiene nada
que ver con la pecadora de 7. 37 ss.
SAN LUCAS, 8
1153
utensilio cualquiera ni la pone debajo
de la cama, sino que la coloca sobre
el candelero para que los que entren
vear. 17 Pues nada liay oculto que
no haya de descubrirse, ni secreto
que no haya de conocerse y salir
a la luz. 18 Mirad, pues, cómo es¬
cucháis, porque al que tiene se le
dará, y al que no tiene, aun lo que
le parece tener, se le quitará.
Los parientes de Jesús.
19 Vino su madre con sus herma¬
nos, y lio lograron acercarse a El a
causa de la muchedumbre. 20 Y le
comunicaron: Tu madre y tus her¬
manos están ahí fuera y desean verte.
21 Y El contestó dictándoles: Mi madre
y mis hermanos son éstos, los que
oyen la palabra de Dios y la ponen
por obra.
La tempestad calmada.
22 Sucedió, pues, un día que subió
con sus discípulos a una barca, y
les dijo: Pasemos a la otra ribera
del lago, y se dieron a la mar.
23 Mientras navegaban se durmió.
Vino sobre el lago una borrasca, y
el agua que entraba los ponía en
peligro. 24 Llegándose a El le des¬
pertaron diciendo: Maestro, Maestro,
que perecemos. Despertó El e in¬
crepó al viento y al oleaje del agua,
que se aquietaron, haciéndose calma.
23 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra
fe? Y llenos de temor se admiraban
y se decían unos a otros: ¿Pero
quién es éste, que manda a los vien¬
tos y al agua y le obedecen?
La curación del endemoniado y
la muerte de la piara.
26 Arribaron a la región de los
gerasenos, que está frente a Galilea,
27 y bajando El a tierra le salió al
encuentro un hombre de la ciudad
poseído de los demonios, que en
mucho tiempo no se había vestido,
ni morado en casa, sino en los sepul¬
cros. 28 Cuando vió a Jesús, gritando
se postró ante El, y en alta voz dijo:
¿Qué hay entre mí y ti, Jesús, Hijo
de Dios Altísimo? Te pido que no
me atormentes. Porque El ordenaba
al espíritu impuro que saliese del
hombre. Pues muchas veces se apo¬
deraba de él, y le ataban con cadenas
y le sujetaban con grillos, pero rom¬
pía las ligaduras y era arrebatado
por el demonio a los desiertos. 30 Pre¬
guntóle Jesús: ¿Cuál es tu nombre?
Contestó él: Legión, porque habían
entrado en él muchos demonios.
31 Y le rogaban que no los mandase
volver al abismo. 32 Había allí una
piara de puercos bastante numerosa
paciendo en el monte, y le rogaron
que les permitiese entrar en ellos.
Y se lo permitió. 33 Y saliendo los
demonios del hombre entraron en
los puercos, y se lanzó la piara por
un precipicio abajo hasta el lago,
y se ahogó.
34 Viendo los pastores lo sucedido
huyeron, y lo anunciaron en la ciudad
y en los campos. 35 Y salieron a ver
lo ocurrido, y vinieron a Jesús, y
encontraron al hombre, de quien ha¬
bían salido los demonios, vestido y
en su pleno juicio y sentado a los pies
de Jesús, de lo que se quedaron espan¬
tados. 38 Los que habían visto cómo
el endemoniado había sido curado
lo contaban, 37 y toda la gente del
territorio de los gerasenos le rogó se
retirase de allí, porque estaban domi¬
nados de un gran temor. El, subiendo
a la barca, se volvió. 38 El hombre,
de quien había echado los demonios
le suplicaba quedarse con El. Pero
El le despidió, diciendo: Vuélvete a
tu casa y refiere lo que te ha hecho
Dios. Y se fué por toda la ciudad
pregonando cuanto le había hecho
Jesús.
La hija de Jairo y la hemorroisa.
40 Cuando Jesús estuvo de vuelta
le recibió la muchedumbre, pues
todos estaban esperándole. 41 Y llegó
un hombre, llamado Jairo, que era
jefe de la sinagoga y, cayendo a los
pies de Jesús, le suplicaba que en¬
trase en su casa, 42 porque tenía una
hija única, de unos doce años, que
estaba a punto de morir. Y mientras
iba, las muchedumbres le ahoga¬
ban. 43 Y una mujer que padecía
flujo de sangre desde hacía doce años,
y que en médicos había gastado toda
su hacienda sin lograr ser de ninguno
curada, 44 se acercó por detrás y tocó
la orla de su vestido, y al instante
cesó el flujo de su sangre.
46 Y dijo Jesús: ¿Quién me ha
73
1154
SAN LUCAS, 9
tocado? Como todos negaban, dijo
Pedro y los de su compañía: Maestro,
las muchedumbres te rodean y te
oprimen. 46 Pero Jesús dijo: Alguno
me ha tocado, porque yo he conocido
que una virtud lia salido de mí.
47 La mujer, viéndose descubierta,
se llegó temblando, y postrándose
ante El, le dijo ante todo el pueblo
por que le había tocado y cómo al
instante había quedado sana. 48 El
le dijo: Hija, tu fe te ha salvado,
vele en paz.
49 Aún estaba hablando, cuando
llegó uno do casa del jefe de la sina¬
goga diciendo: Tu bija ha muerto,
no molestes ya al Maestro. 50 Pero
Jesús que lo oyó, respondió: No teínas,
cree y será sana. 51 Llegado a la
casa, no permitió cpic entrasen con
El más que Pedro, Juan y Santiago y
el padre y la madre de la niña.
62 Todos lloraban y plañían por ella.
Y les dijo El: No lloréis, porque no
está muerta, es que duerme. 63 Y se
burlaban de El, pues sabían muy bien
que estaba muerta. 64 El, tomándola
de la inano, le dijo en alta voz:
Niña, levántate. 65 Y volvió a ella
el espíritu, y al instante se levantó,
V El mandó’que le diesen de comer.
88 Los padres se quedaron estupe¬
factos, pero El les mandó que no
contasen a nadie lo sucedido.
La misión de los Apóstoles.
ty 1 Habiendo convocado a los doce
les dió poder sobre todos los demo¬
nios y de curar enfermedades, 2 v los
envió a predicar el reino de Oíos y a
hacer curaciones. 3 Y les dijo: No
toméis nada (1) para el camino, ni
báculo, ii i alforja, ni pan, ti i dinero,
ni llevéis dos túnicas. 4 Y en cual¬
quier casa en que entréis, quedaos
allf, sin dejarla hasta partir. 5 Cuanto
a los que no quieran recibiros, sa¬
liendo de aquella ciudad, sacudios
el polvo de los pies en testimonio
contra ellos. 6 Y partieron y reco¬
cieron las aldeas anunciando el Evan¬
gelio y curando en todas partes.
Opinión de Ilcrodes sobre Jesús.
7 Tuvo noticias Ilcrodes el tetrarca
de todos estos sucesos, y estaba vaci¬
lante, por cuanto algunos decían
(i) Que pueda en algún modo servir de es¬
torbo a vueslra misión.
que era Juan que había resucitado
de entre los muertos, 8 otros que era
Elias que se había aparecido, y otros
que había resucitado alguno de los
antiguos profetas. 9 Dijo Hcrodcs:
A Juan le degollé yo, ¿quién puede
ser este de quien oigo tales cosas?
Y deseaba verle.
Itcgreso do los disoípulos y íiiul-
tiplicaoión do los punes.
A su vuelta, los Apóstoles le con¬
taron cuanto hablan hecho. 10 Y El,
tomándolos consigo, se retiró a un
lugar apartado hacia una ciudad
llamada Bctsaida. 11 Pero la muche¬
dumbre se dió cuenta y fué en pos
de El. Y habiéndolos recibido, les
hablaba del reino de Dios y curaba
a todos los necesitados. 12 Empezaba
ya a declinar el din, y acercándosele
¡os doce, le dijeron: Despide a la mu¬
chedumbre para que vayan a las
aldeas y alquerías de alrededor,
donde se alberguen y encuentren ali¬
mentos, porque aquí estamos en el
desierto. 13 Y les contestó: Dadles
vosotros de comer. Ellos le dijeron:
No tenemos más que cinco panes y
dos peces; a no ser (pie nosotros vaya¬
mos a comprar provisiones para
todo este pueblo... 14 Porque eran
unos cinco mil hombres. Y dijo a sus
discípulos: Hacedlos recostarse por
grupos como de cincuenta. 15 Y lo
hicieron así, diciciidolcs'quc se recos¬
tasen todos. 16 Y tomando los cinco
panes y los dos peces, alzó los ojos
al cielo, los bendijo y se los (lió a los
discípulos para que ¡os sirviesen a la
muchedumbre. 17 Comieron, se sa¬
ciaron lodos y se recogieron de las
sobras doce cestos de mendrugos.
Ln confesión de IVdro.
18 Y aconteció que orando El a
solas, estallan con El los discípulos,
a los cuales preguntó: ¿Quién dicen
las muchedumbres que soy yo?
19 Respondiendo ellos, le dijeron:
Juan Bautista; otros Ellas, otros que
uno de los antiguos profetas que lia
resucitado. 20 Dijoles El: ¿Y vosotros
quién decís que soy? Respondiendo
Pedro, dijo: El Cristo de Dios. 21 El
les prohibió decir esto a nadie, aña- 1
diendo: Es preciso que el Hijo del
hombre padezca mucho, y que sea
SAN LUCAS, 9
1155
rechazado de los ancianos, y de los
príncipes de los sacerdotes, y de los
escribas, y sea muerto y resucite
al tercer día.
Necesidad de seguir » Jesús.
23 Y decía a todos: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niégucsc a sí
mismo, tome cada día su cruz y
sígame. 24 Porque quien quisiere
salvar su vida, la perderá; pero quien
perdiere su vida por amor de mí,
la salvará. 25 Pues ¿que aprovecha al
hombre ganar todo el mundo si el
se pierde o se condena? 26 Porque
quien se avergonzare de mí y de
mis palabras, de él se avergonzará
el Hijo del hombre cuando venga
en su gloria y en la del Padre y de
los santos ángeles. 27 En verdad os
digo que hay algunos de los que están
aquí que no gustarán la muerte
antes que vean el reino de Dios.
la transfiguración.
28 Y aconteció como unos ocho
días después que, tomando a Pedro,
a Juan y a Santiago, subió a un
monte a orar. 29 Y mientras oraba,
el aspecto de su rostro se transformó,
y sus vestidos se hicieron resplande¬
cientes. 30 Y hablaban con El dos
varones, que eran Moisés y Elias,
que aparecían gloriosos y le hablaban
de su muerte, que había de cumplirse
en Jerusalcn. 32 Pedro y sus com¬
pañeros estaban cargados de sueño;
y al despertar vieron su gloria y a
los dos varones que con El estaban.
33 Y al desaparecer éstos, dijo Pedro
a Jesús: Maestro, que bueno es
estar aquí, hagamos tres cabañas,
una para ti, otra para Moisés y otra
para Elias, sin saber lo que se decía.
34 Mientras esto decía, apareció una
nube que los cubrió, y quedaron
atemorizados al entrar en la nube.
36 Y salió de la nube una voz que
dijo: Este es mi Hijo, mi elegido,
escuchadle. 36 Mientras sonaba la
voz estaba Jesús solo. Ellos callaron,
y por aquellos días no contaron
nada de cuanto habían visto.
Curación del epiléptico endemo¬
niado.
87 Al día siguiente, al bajar del
monte, vino a su encuentro una
numerosa muchedumbre. 38 Y he
aquí que de entre ella comenzó a
gritar un hombre, diciendo: Maestro,
te ruego que eches una mirada sobre
este mi hijo, porque es mi hijo único,
39 y el espíritu le coge, le hace gritar,
le agita haciéndole echar espuma¬
rajos, y a duras penas se retira de
él después de haberle molido. 40 He
suplicado a tus discípulos que lo
echasen, y no han podido. 41 Y Jesús,
respondiendo, dijo: ¡Oh generación
incrédula y pervcrsal ¿Hasta cuándo
habré de estar con vosotros y sopor¬
taros? Tráemelo acá. 42 Y al acer¬
carse, el demonio le echó por tierra
y lo agitó fuertemente. Pero Jesús
increpó al espíritu impuro, y curó
al niño y se lo entregó a su padre.
43 Y todos se maravillaron al ver
la grandeza de Dios.
Profecía de la pasión.
Admirándose todos de cuanto hacía,
dijo El a sus discípulos: 44 Estad
atentos a lo que voy a deciros: El
Hijo del hombre ha de ser entregado
en poder de los hombres. 45 Pero
ellos no sabían lo que significaban
estas palabras, estaban para ellos
veladas, de manera que no las enten¬
dieron, y temían preguntarle sobre
ellas.
Quién será el mayor.
46 Les vino a ellos este pensamiento,
¿quién sería entre ellos el mayor?
47 Y conociendo Jesús los pensa¬
mientos de su corazón, tomó a un
niño, le puso junto a sí, 48 y les dijo:
El que recibiere a este niño en mi
nombre a mi me recibe, y el que me
recibe a mí, recibe al que me envió,
y el menor de entre vosotros, ése
será cJ más grande.
La invocación del nombre de
Jesús por los extraños.
49 Tomando la palabra Juan, dijo:
Maestro, hemos visto a uno echar los
demonios en tu nombre y se lo hemos
estorbado, porque no era de nuestra
compañía. 60 Contestóle Jesús: No se
lo estorbéis, pues el que no está
contra vosotros está con vosotros.
1156
SAN LUCAS, 10
La mala acogida de los sama-
rilanos.
61 Estando para cumplirse los
días de su asunción (lj, se dirigió
resueltamente a Jerusalén, 62 y envió
mensajeros (2) delante de sí, que
en su camino entraron en una aldea
de samaritanos para prepararle al¬
bergue. 64 No fueron recibidos (3),
porque iban a Jerusalén. 64 Viéndolo
los discípulos, Santiago y Juan dije¬
ron: Señor, ¿quieres que digamos
que baje fuego del cielo que los con¬
suma? 55 Y volviéndose, Jesús los
reprendió, 66 y se fueron a otra aldea.
Varias vocaciones.
67 Y siguiendo ellos el camino,
vino uno que le dijo: Te seguirá a
donde quiera que vayas. 68 Jesús
le respondió: Las raposas tienen cue¬
vas, y las aves del cielo nidos; pero
el Hijo del hombre no tiene donde
reclinar la cabeza (4). 58 A otro le
dijo: Sígueme, y respondió: Señor,
déjame ir primero a sepultar a mi
padre. 60 Y El le contestó: Deja a
los muertos sepultar a sus muertos,
y tú vete y anuncia el reino de Dios.
61 Otro le dijo: Te seguiré, Señor,
pero déjame antes despedirme de los
de mi casa. 62 Jesús le dijo: Nadie
que después de haber puesto la mano
sobre el arado mire atrás (5) es
apto para el reino de Dios.
10 1 Después de esto, designó Jesús
a otros setenta y dos y los
envió de dos en dos (6), delante de
(r) En esle punto comienza la cuarta parte
del Evangelio, y por esta frase vemos que San
Lucas encamina al Salvador hacia Jerusalén,
donde ha de morir. Esto nos suministra una in¬
dicación general del lugar y tiempo a que per¬
tenece todo el coniunto de sucesos, que no suelen
llevar indicación alguna geográfica ni cronológica.
(2) Un grupo de discípulos caminaba de¬
lante del grueso de la comitiva, para buscar hos¬
pedaje en los lugares por donde debían pasar.
(3) Las relaciones de los samaritanos y de los
judíos no eran nada amistosas, y más cuando
intervenía un motivo religioso. (In. 4, 9.)
(4) Muéstrale con esto el espíritu de abne¬
gación de que ha de venir animado.
(5) Debe de ser éste un proverbio común, e
indica que quien se da al reino de Dios no debe
mirar a otra cosa.
(6) Se parece esta misión de los setenta y dos
iscipulos, referida sólo por San Lucas, a la mi-
sí, a toda ciudad y lugar adonde El
había de venir, * 2 3 4 5 6 * y les dijo: La mies
es mucha y los obreros pocos; rogad,
pues, al amo que mande obreros a
su mies. 8 Id, que yo os envío como
corderos en medio de lobos. 4 No
llevéis bolsa, ni alforja, ni sanda¬
lias, y a nadie saludéis por el camino.
6 En cualquiera casa que entréis,
decid primero: La paz sea con esta
casa. • Y si hubiere allí un hijo de
la paz, descansará sobre él vuestra
paz; si no, se volverá a vosotros.
7 Permaneced en esa casa, y comed y
bebed lo que os sirvieren, porque el
obrero es digno de su salario. No
vayáis de casa en casa. 8 Y en cual¬
quier ciudad donde entrareis y os
recibieren, comed lo que os fuere
servido y curad a los enfermos que
en ella haya, y decidles: El reino
de Dios está cerca de vosotros.
10 En cualquier ciudad donde en¬
tréis y no os recibieren, salid a las
plazas y decid: Hasta el polvo que
de vuestra ciudad se nos pegó a los
pies os lo sacudimos, pero sabed que
el reino de Dios está cerca. 12 Yo os
digo que aquel día Sodoma (1) será
tratada con menos rigor que esa
ciudad. 13 |Ay de ti, Corazainl jAy de
ti, Bctsaidal (2) Que si en Tiro y en
Sidón hubieran sido hechos los mila¬
gros, que en vosotras se lian liccho,
tiempo ha que en saco y sentados
en ceniza hubieran hecho penitencia.
14 Pero Tiro y Sidón serán tratados
con más blandura que vosotras en
el juicio. 15 Y tú, Cafarnauni, que te
levantas (3) hasta el cielo, hasta
el infierno serás abatida. 16 El que
a vosotros os oye, a mi me oye, y el
que a vosotros os desecha a mí
111 c desecha (4), y el que me desecha
a mi, desecha al que me envió.
sión de los doce, que nos cuenta San Mateo
en 10,1 ss.
(1) En Gén. (18-19) se refieren los pecados
de Sodoma y la justicia que Dios hizo en ella,
quedando como ejemplar de la cólera divina.
(Deut. 29. 23.)
(2) San Mateo (11, 20 ss.) parece colocar este
discurso del Salvador a la vista de las ciudades
situadas a orillas del lago. San Lucas enlaza este
pasaje con los versículos anteriores, en que habla
de la ciudad hipotéticamente incrédula. Si en
Tiro y en Sidón . Ciudades fenicias situadas en
la costa, al norte de Galilea, y que mis de una
vez fueron objeto de las amenazas de los profetas.
(3) La prosperidad material era causa de su
orgullo, que tendrá por castigo el abatimiento.
(4) Hermosa sentencia que muestra el valor
de la misión que los discípulos reciben.
SAN LUCAS, 10
1157
Vuelta de los setenta.
17 Volvieron los setenta y dos
llenos de alegría, diciendo: Señor,
hasta los demonios se nos sometían
en tu nombre (1). 18 Y El les dijo:
Veía yo a Satanás caer del cíelo (2)
como' un rayo. 19 Yo os he dado
poder para "andar sobre serpientes
y escorpiones y sobre toda potencia
enemiga, y nada os dañará. 20 Mas
no os alegréis de que los espíritus
os estén sometidos, alegraos más bien
de que vuestros nombres están escri¬
tos en los cielos.
Ilevclación del Padre a los
pequeños.
21 En aquella hora se sintió inun¬
dado de gozo en el Espíritu Santo y
dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, porque has ocul¬
tado estas cosas a los sabios y pru¬
dentes V las revelaste a los pequeños,
es, Padre, porque tal ha sido tu
beneplácito. 22 Todo me ha sido
entregado por mi Padre, y nadie
conoce quién es el Hijo sino el Padre,
y quién es el Padre sino el Hijo,
y aquel a quien el Hijo quisiere
revelárselo. 23 Y vuelto a los discí¬
pulos, aparte les dijo; Dichosos los
ojos que ven lo que vosotros veis,
24 porque yo os digo que muchos
profetas y reyes quisieron ver lo
que vosotros veis y no lo vieron,
y oír lo que oís, y no lo oyeron.
El mayor precepto.
25 Levantóse un doctor de la Ley
para tentarle, y le dijo: Maestro,
¿qué haré para alcanzar la vida eterna?
26 El le dijo: ¿Qué está escrito en la
Ley? ¿Cómo lees? 27 Le contestó
diciendo: Amarás al Señor tu,
Dios (3), con todo tu corazón, con
(1) Como niños, los discipulos vuelven ale¬
gres de las obras realizadas; Jesús levanta sus
pensamientos a considerar un motivo más alto
de alegría,
(2) La expulsión de los demonios signifi¬
caba una victoria sobre el principe de las ti¬
nieblas y un retroceso de su imperio ante el
reino de Dios, (ii, 20.)
(3) San Mateo (22, 34 ss.) y San Marcos
(12, 28 ss.) proponen la misma cuestión en forma
un poco diferente; mas para venir a la misma
conclusión, que el amor es la suma de toda la
toda tu alma, con todas tus fuerzas
y con toda tu mente, y al prójimo
como a ti mismo. 28 Y le dijo: Bien
has respondido. Haz esto y vivirás.
29 El, queriendo justificarse, pre¬
guntó a Jesús: ¿Y quién es mi pró¬
jimo? (1).
Parábola del samaritano.
30 Tomando Jesús la palabra, dijo:
Bajaba un hombre de Jerusalén a
Jerieó y cayó en poder de ladrones,
que le desnudaron, le cargaron de
azotes, y se fueron dejándole medio
muerto. 31 Por casualidad, bajó un
sacerdote por el mismo camino, y
viéndole, pasó de largo. 32 Asimismo
un levita, pasando por aquel sitio,
le víó también y pasó adelante.
33 Pero un samaritano, que iba de
camino, llegó a él, y viéndole, mo¬
vido a compasión, 34 acercándosele,
le vendó las heridas derramando en
ellas aceite y vino, y haciéndole
montar sobre su propia cabalga¬
dura, le condujo al mesón y cuidó de
él. 35 A la mañana, sacando dos
denarios, se los dió al mesonero y
dijo; Cuida de él, y lo que te cueste,
a la vuelta te lo pagaré. 36 ¿Quién
de estos tres (2) te parece haber
sido .prójimo de aquel que cayó en
poder de ladrones? 37 El contestó;
El que hizo con él misericordia.
Contestóle Jesús: Vete y hazlo tú
mismo.
Marta y Alaría.
38 Yendo de camino, entró en una
aldea, y una mujer, Marta de nom¬
bre, le recibió en su casa. 39 Tenía
ésta una hermana llamada María (3),
Ley. Este principio constituye la diferencia ra¬
dical entre el Evangelio y la Ley, tal como los
doctores la entendían, a modo de norma jurídica
que regula los actos externos de la vida.
(1) Esta instancia es propia de San Lucas,
que con ella introduce la hermosa parábola del
samaritano.
(2) Tal pregunta, a la que luego responde el
«vete y haz tú lo mismo», no responde directa¬
mente a la cuestión arriba propuesta por el es¬
criba, «quien es mi prójimo». Pero, aunque in¬
directa. esta respuesta es bien clara, para que
todos puedan entenderla,
(3) Con este episodio nos traslada el evange-
■ lista a Betania, Aparece claro que esta María
que aquí se nos presenta no tiene nada que ver
ni con la Magdalena ni con la pecadora. San
Lucas nos hace su presentación como si no la
conociéramos.
1158
SAN LUCAS, U
la cual, sentada a los pies del Señor,
escuchaba su palabra. 40 * Marta anda¬
ba afanada en los muchos cuidados
del servicio, y acercándose, dijo:
¿Señor, no te da enfado que mi her¬
mana me deje a mí sola en el ser¬
vicio? Dilc, pues, que me ayude.
41 Respondió el Señor y le dijo:
Marta, Marta, tú te inquietas y te
turbas por muchas cosas; pero pocas
son necesarias, o más bien una sola.
42 María ha escogido la mejor par¬
te (1), que no le será arrebatada.
11
I tará y le dará cuanto necesite. 9 Y os
digo: Pedid y se os dará; buscad y
hallaréis; llamad y se os abrirá;
10 porque quien pide recibe, y quien
busca halla, y al que llama se le
abre. 11 ¿Qué padre entre vosotros,
si el hijo le pide un pan, le dará
una piedra? ¿O si le pide un pez,
le dará en vez del pez una serpiente?
¿O si le pide un huevo le dará un
escorpión? 13 Si vosotros, pues, que
sois malos, sabéis dar cosas buenas
a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre celestial dará el Espíritu San¬
to (1) a los que se lo piden?
Orí y en del poder sobre los
demonios.
14 Estaba expulsando a un demo¬
nio mudo, y así que salió el demonio,
habló el mudo. Y las muchedumbres
se admiraron, 15 pero algunos de
ellos dijeron: Por poder de Bcclzcbul,
príncipe de los demonios, expulsa
éste los demonios; 16 otros, para ten¬
tarle, le pedían una señal del ciclo.
17 Pero El, conociendo sus pensa¬
mientos, les dijo: Todo reino divi¬
dido contra sí mismo será devas¬
tado, y caerá casa sobre casa. 18 Si,
pues, Satanás se halla dividido con¬
tra sí mismo, ¿cómo se mantendrá
su reino? Puesto que decís que por
virtud de Bcclzcbul expulso yo a
los demonios. 19 Si yo expulso a los
demonios por Bcclzcbul, vuestros hijos
¿por quién los expulsan? Tor esto
_ r ellos mismos serán vuestros jueces.
la puerta está ya cerrada, y mis 20 Pero si expulso a los demonios
niños están ya conmigo en la cama, por el dedo de Dios, sin duda que
no puedo levantarme para dártelos, el reino de Dios ha llegado a vos-
8 Yo os digo que, si no se levanta y otros. 21 Cuando un fuerte, bien ar-
sc los da por ser amigo suyo, a lolmado (2), guarda su^ palacio, segu-
menos por la importunidad, se levan-¡ros están sus bienes 22 pero, si llega
uno más fuerte que él, le vencerá,
. , . . le quitará las armas en que confiaba,
(i) La cual no era otra cosa que íl remo de rcparUrá sus despojos. “ El que
Dios, que ella veía en la palabra de Jesús. En la Y *1 _ . A * (i) * 3 1Y1 ( _* rtl
historia de la espiritualidad cristiana, estas dos no está conmigo está contra Ulí, y ti
hermanas representan la vida activa y la vida
contemplativa.
(a) San Mateo inserta la oración dominical
La oración dominical.
1 Acaeció que, hallándose El
orando en cierto lugar, así que
acabó, le dijo uno de los discípulos:
Señor, enséñanos a orar, como tam¬
bién Juan enseñaba a sus discí¬
pulos (2). 2 Y El les dijo: Cuando
oréis, decid: Padre, santificado sea
el tu nombre; venga a nos el tu reino;
3 danos cada día el pan cotidiano;
4 perdónanos nuestras deudas, por¬
que también nosotros perdonamos a
todos nuestros deudores y no nos
pongas en tentación (3).
Parábola del anuyo importuno.
6 Y les dijo (4): Si alguno de vos¬
otros tuviere un amigo y viniese a
él a medianoche, y le dijera: Amigo,
préstame tres panes; 6 pues un amigo
mío ha llegado de viaje y no tengo
qué darle. 7 Y el, respondiendo desde
dentro, le dijese: No me molestes,
en la sección del Sermón del Monte, que dedica
a la oración ( 6 , 5-15); mas parece que la ocasión
de su enseñanza debe de ser ésta. La antigua
tradición coloca este suceso en el Monte de
los Olivos, en la Eleona.
(3) Como las bienaventuranzas, así el padte-
que conmigo no recoge, derrama,
24 Cuando un espíritu impuro sale
de tin hombre (3), recorre los luga-
(1) Es este el don mesiánico. en el cual se
resumen todas las gracias divinas. (Act. 2, 28;
19, 2 ss.)
_ __________ (2) Parábola para mostrar que El. que ex-
nuestro está más abreviado. La Iglesia prefirió pulsa los demonios, es más fuerte que éstos,
desde el principio la forma más completa de San (3) Espíritu impuro, porque induce a acto*
Mateo para la oración litúrgica. de impureza, como se le llama mudo porque
(4) Esta parábola se liga a lo que precede, produce la mudez. La parábola enseña el mal
y con ella trata de enseñar la confianza y la per- de la recaída en el pecado, pintada de un modo
severancia en la oración. muy gráfico.
SAN LUCAS, 11
1159
res Aridos buscando reposo, y no
hallándolo se dice: Volveré a la casa
de donde salí; 25 y viniendo la en¬
cuentra barrida y aderezada. 26 En¬
tonces va y toma otros siete espí¬
ritus peores que él y, entrando,
habitan allí, y vienen a ser las pos¬
trimerías de aquel hombre peores
.que los principios.
Elogio de la madre de Jesús.
27 Mientras El decía estas cosas,
levantó la voz una mujer de entre la
muchedumbre y dijo: Dichoso el
seno que te llevó y los pedios que
mamaste (l). 23 Pero El dijo: Más
bien, dichosos los que oyen ía pala¬
bra de Dios y la guardan.
Juicio severo sobre la presente
generación.
29 Creciendo la muchedumbre, co¬
menzó a decir: Esta generación es
lina generación mala; pide una señal,
y no le será dada otra señal que la
de Jonás. 30 Porque como fué Jonás
señal para los ninivitas, así también
lo será el Hijo del hombre para esta
generación. 31 La reina del Medio¬
día (2) se levantará en el juicio
contra los hombres de esta genera¬
ción y los condenará; porque vino
de los confines de la tierra para oír
la sabiduría de Salomón, y hay aquí
algo más que Salomón. 32 Los nini-
vitas se levantarán en el juicio
contra esta generación y la conde¬
narán, parque hicieron penitencia a
la predicación de Jonás, y hay aquí
más que Jonás.
Líi luz de Cristo, luz del alma.
33 Nadie enciende la lámpara (3)
y la pone en un rincón, ni bajo el
celemín, sino sobre un candclcro, para
que los que entren tengan luz. 34 La
lámpara de tu cuerpo (4) es tu
(1) Curiosa exclamación la de esta mujer,
madre sin duda, que se entusiasma oyendo a
Jesús enseñar. La respuesta del Salvador con¬
cuerda con la de Mt. 12, 50; Me. 3, 35.
(2) Es la reina de Saba, en la Arabia Meridio¬
nal, de que se habla en I Reg. 10, 1 ss.
(3) Esa lámpara es el mismo Jesús, predica¬
dor de la verdad, que lleva a Dios.
(4) Es la misma verdad evangélica, que, de¬
positada en el alma, debe servir de guía para
caminar hacia la consecución de la salud.
ojo; sí tu ojo es puro, todo tu cuerpo
estará iluminado; pero si fuese malo,
también tu cuerpo estará en tinie¬
blas. 35 Cuida, pues, que tu luz no
tenga parte de tinieblas. 38 Porque
si todo tu cuerpo es luminoso, sin
parte alguna tenebrosa, todo él res¬
plandecerá como cuando la lámpara
te ilumina con vivo resplandor.
Reprensión de los fariseos \
doetores.
37 Estaba hablando, y le invitó
un fariseo a comer con él; y fué y
se puso a la mesa. 38 El fariseo se
maravilló de ver que no se había
lavado antes de comer. 30 Y el Señor
le dijo: Mira, vosotros los fariseos
limpiáis la copa y el plato por de
fuera, pero vuestro interior está lleno
de rapiña y maldad. 40 ¡Tnscnsatosl
Acaso el que ha hecho lo de fuera no
ha hecho también lo de dentro?
41 Sin embargo, dad limosna según
vuestras facultades y todo será puro
para vosotros. 42 |Ay de vosotros,
fariseos, que pagáis el diezmo de la
menta, y de la ruda, y de todas las
legumbres, y descuidáis la justicia
y el amor de Dios! Hay que hacer
esto sin omitir aquello. 43 jAy de
vosotros, fariseos, que amáis los
primeros asientos en las sinagogas y
los saludos en las plazas! 44 jAy de
vosotros, que sois sepulturas que no
se ven, que los hombres pisan sin
saberlo 1
45 Tomando la palabra un doctor
de la Ley le dijo: Maestro, hablando
así nos ultrajas también a nosotros.
46 Pero El le dijo: \\y también de
vosotros, doctores de la Ley, que
echáis pesadas cargas sobre los hom¬
bres, y vosotros ni con uno de vues¬
tros dedos las tocáis! 47 jAy de vos¬
otros, que edificáis monumentos a
los profetas, a quienes vuestros pa¬
dres dieron muerte! 48 Vosotros mis¬
mos atestiguáis que consentís en la
obra de vuestros padres; ellos los
mataron; vosotros les edificáis sepul¬
cros. 49 Por esto dice la Sabiduría
de Dios: Yo les envío profetas y
apóstoles, y ellos los matan y per¬
siguen, 60 para que sea pedida cuenta
a esta generación de la sangre de
todos los profetas derramada desde
el principio del mundo, 51 desde la
sangre de Abel hasta la sangre de
Zacarías, asesinado entre el altar y
1160
SAN LUCAS. 12
el santuario; sí, os digo que le será
pedida cuenta a esta generación*
82 jAy de vosotros, doctores de la.
Ley, que os habéis apoderado de la
llave de la ciencia; y ni entráis vos¬
otros ni dejáis entrar! 53 Cuando salió
de allí comenzaron los escribas y fari¬
seos a acosarle terriblemente y a pro¬
ponerle muchas • cuestiones, 64 ar¬
mándole trampas para cogerle por
alguna palabra de su boca.
Advertencia a los discípulos.
i O 1 Entretanto se fue juntando la
I ^ muchedumbre por millares, has¬
ta el punto de pisarse unos a otros,
y comenzó El a decir a sus discí¬
pulos: Ante todo guardaos del fer¬
mento de los fariseos, que es la hipo¬
cresía, 1 2 pues nada hay oculto que
no haya de descubrirse (1), y nada
escondido que no haya de llegar a
saberse. 3 Por esto, todo lo que decís
en las tinieblas (2) será oído en la
luz, y lo que habláis al oído en vues¬
tros aposentos, será pregonado desde
los terrados. 4 * Y a vosotros, mis
amigos, os digo: No temáis a los que
matan el cuerpo y después no tienen
ya más que hacer. 6 Yo os diré a
quién habéis de temer; temed al que,
después de haber dado la muerte,
tiene poder para eel ar en la gclienna.
Sí, yo os digo que temáis a ése.
8 ¿No se venden cinco pájaros por dos
ases? Y, sin embargo, ni uno de ellos
está en olvido ante Dios. 7 Y aun
hasta los cabellos de vuestra cabeza
están contados. No temáis, vosotros
valéis más que muchos pájaros.
8 Yo os digo: a quien me confesare
delante de los hombres, el Hijo del
hombre le confesará delante de los
ángeles de Dios. 9 El que me negare
delante de los hombres, será negado
ante los ángeles de Dios. 10 A quien
dijere una palabra contra el Hijo
del hombre le será perdonado; pero
al que blasfemare contra el Espí¬
ritu Santo no le será perdonado.
II Cuando os lleven a las sinagogas,
ante los magistrados y las autoridades,
(1) La hipocresía de los fariseos vendrá tam¬
bién a la luz.
(2) El misterio del reino de Dios, que 3 ellos
se comunica aparte, a las claras deberán publi¬
carlo y a la luz del día, aunque sea con peligro
de su vida, por la cual no deberán temer, pues
Dios tiene cuenta de ella y la guardará para la
eternidad.
110 os preocupéis de cómo o qué
habéis de responder o decir, 12 por¬
que el Espíritu Santo os enseñará en
aquella hora lo que habéis de decir.
Cuidado con la avaricia.
13 Díjole uno de la muchedumbre;
Maestro, di a mi hermano que parta
conmigo la herencia. 14 El le respon¬
dió: Pero hombre, ¿quién me ha
constituido juez o partidor entre
vosotros? 15 Y les dijo: Mirad de
guardaros de toda avaricia, porque
aunque se tenga mucho no está la vida
en la hacienda. 16 Y les dijo una pa¬
rábola: Había un hombre rico, cuyas
tierras le dieron gran cosecha. 17 Y
él comenzó a pensar dentro de sí,
diciendo: ¿Qué haré, pues no tengo
dónde encerrar mi cosecha? 18 Y dijo:
Ya sé lo que voy a hacer; demoleré
mis graneros y los haré más grandes,
y almacenaré en ellos todo mi grano
y mis bienes, 19 y diré a mi alma:
Alma, tienes muchos bienes almace¬
nados para muchos años, descansa,
come, bebe, regálate. 20 Pero Dios
le dijo: Insensato, esta misma noche
te pedirán el alma, y todo lo que has
acumulado, ¿para quién será? 21 Así
será el que atesora para sí y no es rico
ante Dios (1).
Confianza cmi la Providencia.
22 Y dijo a sus discípulos: Por esto
os digo: No os preocupéis de vuestra
vida pór lo que comeréis, ni de vues¬
tro cuerpo por lo que vestiréis,
23 porque la vida es más que el ali¬
mento, y el cuerpo más que el ves¬
tido. 24 Mirad a los cuervos (2),
que ni hacen sementera ni cosecna,
S ue no tienen ni despensa ni granero v
►ios los alimenta; ¿cuánto más valéis
vosotros que un ave? 25 ¿Quién de
vosotros, a fuerza de cavilar, puede
añadir un codo a su estatura? 28 Si,
pues, no podéis ni lo menos, ¿por
qué preocuparos de lo más? 27 Mi¬
rad los lirios cómo crecen; ni tra¬
bajan, ni hilan, y yo os digo que ni
Salomón en toda su gloria se vistió
(1) En esta parábola muestra la inanidad de
los bienes terrenos ante el valor eterno del alma.
(2) Hermosa página ésta, que nos enseña,
a la luz de las obras naturales, la providencia del
Padre celestial. Confiados en ella, hemos de bus¬
car sin afán el pan de cada día. (Mi. 6 . 25 ss).
SAN LUCASJ^
1161
como uno de ellos. 28 Y si a la hierba,
que hoy está en el campo, y mañana
es arrojada al horno, así la viste
Dios, ¿cuánto más a vosotros, hom¬
bres de poca fe? 29 No andéis buscando
lo que comeréis o lo que beberéis,
no andéis ansiosos, 30 porque todas
estas cosas las buscan las gentes del
mundo, pero vuestro Tadrc sabe que
tenéis de ellas necesidad. 31 Vosotros
buscad su reino (1), y todo eso
se os dará por añadidura. 32 No temas,
rebañito mío (2), porque vuestro
Padre se ha complacido en daros el
reino. 33 Vended vuestros bienes y
dadlos en limosna; haceos bolsas
que no se gastan, un tesoro inagotable
en los cielos (3), a donde ni el
ladrón llega, ni la polilla roe; 34 por¬
que donde está vuestro tesoro, allí
está vuestro corazón.
IVcceeidttd de la vigilancia,
35 Tened ceñidos vuestros lo¬
mos (4) y encendidas las lámparas,
36 y sed como hombres, que esperan
a su amo, de vuelta de las bodas,
para que, al llegar él y llamar, al
instante le abran. 37 Dichosos los
siervos a quienes el amo hallare en
vela; en verdad os digo que se ce¬
ñirá, y los sentará a la mesa, y se
prestará a servirles. 38 Ya llegue a
la segunda vigilia, ya a la tercera,
si los encontrare así, dichosos ellos.
39 Vosotros sabéis bien que si el amo
de casa conociera a qué hora habría
de venir el ladrón, velaría y no dejaría
horadar su casa. 40 Estad, pues,
prontos, porque a la hora que menos
penséis vendrá el Hijo del hombre.
41 Dijo Pedro: Señor, ¿es a nosotros
a quienes dices esta parábola, o a
todos? 42 Y el Señor contestó: ¿Quién
es, pues, el administrador fiel, pru¬
dente, a quien pondrá el amo sobre
su servidumbre para distribuirle la
ración de trigo a su tiempo? 43 Di¬
(1) Este debe ser el objeto de nuestros afa¬
nes; lo demás se nos dará por añadidura.
(2) Expresión consoladora para los discípu¬
los de todos los tiempos, que se ven hechos ob¬
jeto de las persecuciones del mundo.
(3) Nuevo modo de hacer que los bienes te¬
rrenos contribuyan a la felicidad eterna del alma.
(4) Desarrolla en esta sección el mismo tema
que San Mateo nos ofrece en 24, 26 ss., el de la
preparación o vigilancia con que hemos de vivir
para presentamos ante el tribunal de Dios a
darle cuenta de nuestra vida.
dioso ese siervo a quien el amo, al
llegar, le hallare haciendo así. 44 E 11
verdad os digo que le pondrá sobre
todos sus bienes. 45 Pero si ese siervo
dijere en su corazón: Mi amo tarda
en venir, y comenzase a golpear a
los siervos y siervas, a comer, y
beber, y embriagarse, 40 llegará el
amo el día que menos lo espere y a
la hora que no sabe, y le quitará
y le pondrá entre los infieles. 47 Y
ese siervo, que conocía la voluntad
de su amo y no se preparó, y .110
hizo conforme a ella, recibirá muchos
azotes. 48 Pero el que no la conocía
y hace cosas dignas de castigo, re¬
cibirá menos. A quien mucho se da,
mucho se le reclamará, y a quien
mucho se ha entregado mucho se le
pedirá.
Por Jesús, o contra Jesús.
49 Yo he venido a echar fuego (1)
en la tierra, ¿y qué he de querer sino
que se encienda? 30 Tengo que recibir
un bautismo (2), ¡y cómo me siento
constreñido hasta que se cumplal
51 ¿Pensáis que he venido a traer la
paz a la tierra? Os digo que no, sino
la disensión. 62 Porque en adelante
estarán en una casa cinco divididos,
tres contra dos y dos contra tres;
53 se dividirán el padre contra el
hijo, y el hijo contra el padre, y la
madre contra la hija, y la hija contra
la madre, la suegra contra la nuera,
y la nuera contra la suegra.
Las señales del tiempo.
64 Y a la muchedumbre le decía tam¬
bién: Cuando veis levantarse una
nube por el poniente, al instante decís:
Va a llover. Y así es. 5S Y cuando
sentís el viento sur que sopla, decís:
Va a hacer calor. Y así sucede.
56 Hipócritas; sabéis juzgar del as¬
pecto de la tierra y del cielo; ¿pues
cómo no juzgáis de los tiempos pre¬
sentes? 57 ¿Por qué no juzgáis por
vosotros mismos lo que es justo?
68 Cuando vayas, pues, con tu ad¬
versario al magistrado, procura en el
(1) Es el fuego santificador del Espíritu, que
da vida eterna. Por eso desea Jesús que se pro¬
pague.
(2) Singular expresión que muestra cómo
Jesús vivía con ansias de consumar su obra con
el bautismo de sangre, que era su muerte.
1162
SAN LUCAS, 13
camino desembarazarte de él, no (dignado porque había curado en
sea que te entregue al juez (1), y
el juez te ponga en manos del algua¬
cil, y el alguacil te meta en la cárcel.
69 Te digo que no saldrás hasta que
hayas pagado el último ochavo.
Invitación a la penitencia.
| o 1 Por aquel tiempo se presen-
* taron algunos (2), que le
contaron lo de los galileos, cuya san¬
gre había mezclado Pilato con la
de los sacrificios que ofrecían. 1 2 Y
sábado (1), decía a la muche¬
dumbre: Hay seis días en los cuales
se puede trabajar; en esos, venid y
curaos, y no en día de sábado.
15 Respondióle el Señor y dijo:
Hipócritas, ¿cualquiera de vosotros
no suelta del pesebre su buey o sn
asno en sábado y lo lleva a beber?
16 ¿Pues esta hija de Abrnham, a
quien Satanás tenia ligada dieciocho
años ha, no había de ser soltada de
su atadura en din de sábado? 18 Y
diciendo esto confundía a todos sus
adversarios: v la muchedumbre se
respondiéndoles dijo: ¿Pensáis que alegraba de las obras prodigiosas que
esos galileos fueran más pecadores | hacía.
que los otros por haber padecido
todo esto? 3 Yo os digo que no;
y que si no hiciereis penitencia, todos
igualmente pereceréis. 4 Y aquellos
dieciocho sobre los que cayó la torre
de Siloé imitándolos, ¿creéis que eran
más pecadores que todos los otros,
que moraban en Jerusalén? 6 Os digo
que no, y que si no hiciereis pe¬
nitencia, todos igualmente perece
réis. 6 Y dijo esta parábola: Tenía
uno plantada una higuera en su viña,
y vino en busca del fruto y no lo
halló. 7 Dijo entonces al viñador:
Van ya tres años que vengo en busca
del fruto de esta higuera, y no lo
hallo; córtala; ¿por qué ha de ocupar
la tierra en balde? 8 Y le respondió
y dijo: Señor, déjala aún por este
año, que la cave y la abone a ver
9 si da fruto para el año que viene...;
si no, la cortarás.
Una curación en sábado.
10 Enseñaba en una sinagoga un
sábado. 11 Y había allí una mujer,
que tenía un espíritu de enfermedad
hacía dieciocho años, y estaba en¬
corvada, y no podía en modo alguno
enderezarse. 12 Viéndola Jesús la
llamó y le dijo: Mujer, estás curada
de tu enfermedad. 13 Y le impuso las
manos y al instante se enderezó,
y glorificaba a Dios. 14 Y tomando la
palabra el jefe de la sinagoga, in¬
F>1 fjrano de mostaza.
18 Decía, pues: ¿A qué es seme¬
jante el reino de Dios, y a qué
lo compararé? 19 Es semejante a un
grano de mostaza (2), que uno
toma y arroja en sn huerto, y crece
y se convierte en un árbol, y las
aves del cielo anidan en sus ramas.
20 Y de nuevo dijo: ¿A qué compararé
el reino de Dios? 21 Es semejante al
fermento, que una mujer toma y
echa en tres medidas de harina hasta
que fermenta todo (3).
Ua salud de los nonti]es y la re¬
probación de los israelitas.
22 Y recorría las ciudades y las
aldeas, enseñando y siguiendo su
camino hacia Jerusalén. 23 Y le
dijo uno: Señor, ¿son pocos los que
se salvan? El le dijo: 21 Esforzaos a
entrar por la puerta estrecha (1),
(1) Mientras caminamos por la vida tenemos
tiempo para arreglar nuestras cuentas con Dios
por medio de la penitencia.
(2) Vienen a darle la triste nueva, suponiendo
que, como a galileo, le habrá de interesar. Como
siempre, Jesús saca de aquí una lección para
invitar a la penitencia. Ni de este episodio ni
del siguiente se tiene otra noticia.
(1) Un ejemplo más que nos pone de mani¬
fiesto la aberración moral de los doctores judíos
en la interpretación de la Ley. (Me. 2, 23 ss.)
(2) Esta parábola declara ia desproporción
entre los orígenes humanos del reino de Dios, o
sea, la vida humilde de Jesús, su pasión, los co¬
mienzos de la Iglesia, etc., y su maravilloso des¬
arrollo ulterior en la tierra y en el cielo. Lo cual
tiene una aplicación perfecta a la vida de los
Santos, que se apoyan sólo en Dios. (Mt. 13, 3»;
Me. 4, 31.)
(3) Así va el Evangelio y su gracia transfor¬
mando al individuo y la sociedad, callada, pero
eficazmente. (Mt. 13, 33.)
(4) Jesús rehuye responder a la pregunta de
los discípulos; pero enseña lo que debemos hacer
tratándose de negocio tan grave como el de nues¬
tra salvación. Esta exige esfuerzos, y para ase¬
gurarla hay que violentarse, porque una vez ex¬
cluidos del reino de los cielos ya no hay remedia
SAN LUCAS, 14
1163
porque os digo que muchos serán los
que busquen entrar y no podrán, 1
16 una vez que el amo de casa se
levante y cierre la puerta, y quedareis
fuera y llamaréis a la puerta di-i
ciendo: Señor, ábrenos, y os rcspon-|
derá: No sé de dónde sois. 26 Enton¬
ces comenzaréis a decir: Hemos co¬
mido y bebido contigo, y has ense¬
ñado en nuestras plazas. 27 Y él
dirá: Os repito que no sé de dónde
sois. Apartaos de mí todos, obreros
de iniquidad. 28 Allí habrá llanto y
crujir de dientes, cuando viereis a
Abraham, a Isac, y a Jacob y a to¬
dos los profetas en el reino de Dios,
mientras vosotros sois arrojados fuera.
29 Y vendrán de Oriente y de Occi¬
dente, del Septentrión y del Medio¬
día (1), y se sentarán a la mesa
en el reino de Dios. 30 Y los últimos
serán los primeros, y los primeros
serán los últimos.
La astucia de Hcrodcs.
31 En aquella hora se le acercaron
algunos de los fariseos dieiéndole:
Sal y vete de aquí, porque Herodcs
quiere matarte (2). 32 Y El les dijo
Id y decid a esa raposa: Yo expulso
demonios y hago curaciones hoy y
las haré mañana, y al día tercero
consumaré mi obra. 33 Pues he de
andar hoy y mañana, y al día siguien¬
te, porque no puede ser que un pro¬
feta perezca fuera de Jerusalén.
Amenaza contra Jerusalén.
84 jjerusalén, Jerusalén, que matas
a los profetas y apedreas a los que
te son enviadosl ¡Cuántas veces quise
juntar a tus hijos como el ave su
nidada debajo de las alas y no qui¬
siste! 35 Se os deja vuestra casa.
Y os digo que no me veréis hasta que
digáis: ¡Bendito el que viene en el
nombre del Señor! (3).
(1) Anuncio de la vocación de los gentiles
análogo a Mt. 8, ir.
(2) Se trata del verdugo de Juan. Tal vez
Jesús se hallaba próximo a su castillo de Maque-
ronte, situado al este del mar Muerto, donde fue
degollado el Bautista, y los comunicantes sospe¬
chan algún ardid de Herodes contra Jesús. Pero
Jesús no hace caso, porque sabe que no puede
morir sino en Jerusalén.
(3) Jerusalén quedará desolada (rQ, 43 s.);
pero un día llegará en que Israel reconozca y
aclame al Mesías, que ahora desecha. ¿Cuándo?
¿Cómo? Misterio de Dios. (Rom. 11, 25 ss.)
El hidrópico curado cu sábado.
A\ 1 Habiendo entrado en casa
* ■ de uno de los principales fari¬
seos para comer en día, de sábado
le estaban observando. 2 Y había
delante de el un hidrópico. 3 Y toman¬
do Jesús la palabra habló a los doc¬
tores de la Ley y a los fariseos,
diciendo: ¿Es lícito Curar en sábado,
o no? 4 * Ellos guardaron sMencio.
Y asiéndole, le curó y le despidió.
6 Y les dijo: ¿Quién de vosotros,
si su hijo, o su asno, cayere en un
pozo, no le saca al instante, en día
de sábado? 6 Y no podían repli¬
carle (1).
Invitación a la modestia.
7 Decía a los invitados una pará¬
bola, observando cómo escogían para
sí los primeros puestos: 8 Cuando
seas invitado a una boda, no te
sientes en el primer puesto, no sea
que venga otro más honrado que
tú invitado por aquél, 9 y llegando
el que al uno y al otro os invitó, te
diga: Cede a éste el sitio, y entonces
con vergüenza vayas a ocupar el
último puesto. 10 Cuando seas invi¬
tado, ve y siéntate en el postrer
lugar para que, cuando venga el
que te invitó, te diga: Amigo, sube
más arriba. Entonces tendrás gran
honor en presencia de todos los co¬
mensales. 11 Porque el que se ensalza
será humillado, y el que se humilla
será ensalzado.
Sobre la elección de los invitados.
12 Y dijo también al que le había
invitado: Cuando hagas una comida
o una cena, no llames a tus amigos,
ni a tus hermanos, ni a los parientes,
ni a los vecinos ricos, no sea que ellos
a su vez te inviten y tengas ya tu
recompensa. 13 Cuando hagas una
comida, llama a los pobres (2),
a los tullidos, a los cojos y a los ciegos,
14 y tendrás la dicha de que no pue¬
dan pagarte, porque recibirás la re¬
tí) El argumento se apoya en la exégesis ra-
bínica, la cual queda calificada con sólo expo¬
nerla.
(2) Los banquetes de ostentación y camara¬
dería quiere que sean sustituidos por actos de
misericordia, que Dios recompensará en la vida
eterna.
1164
SAN LUCAS, 15
compensa en la resurrección de los
justos.
La parábola de los invitados des¬
corteses.
15 Oyendo esto uno de los invita¬
dos, dijo: Dichoso el que coma pan
cu cí reino de Dios (1). 16 Y El le
contestó: Un hombre hizo un gran
banquete c invitó a muchos. 17 Y a
la hora del banquete envió a su
siervo a decir a los invitados: Venid,
que ya está preparado todo. 19 Y
todos unánimemente comenzaron a
excusarse, el primero dijo: He com¬
prado un campo, y tengo que salir
a verlo; te ruego que me des por
excusado. 19 Otro dijo: He comprado
cinco yuntas de bueyes, y tengo que
ir a probarlas; ruegote que me des
por excusado. 20 Y otro dijo: He
tomado mujer, y no puedo ir. 21 Y
vuelto el siervo comunicó a su amo
estas cosas. Entonces el amo de casa,
irritado, dijo a su siervo: Sal aprisa
a las plazas y calles de la ciudad, y a
los pobres, tullidos, ciegos y cojos
tráelos aquí. 22 Y el siervo 1c dijo:
Señor, está hecho lo que mandaste
y aún queda lugar. 23 Y dijo el amo
al siervo: Sal a los caminos y a los
cercados, y obliga a entrar, a fin
de que se llene mi casa, 24 porque os
digo que ninguno de aquellos que
hablan sido iuvitados gustará mi
cena.
IVeccsidad de la abncfjaeión para
tomar la cruz.
25 Se le juntaron numerosas muche¬
dumbres, y, vuelto a ellas, les decía:
26 Si alguno viene a mí y no aborrece
al padre, a la madre, a la mujer,
a los hijos, a los hermanos, a las her¬
manas y aun su propia vida (2),
no puede ser mi discípulo. 27 El que
no toma su cruz y viene en pos de
mí, no puede ser mi discípulo. 28 Por-
(1) La imagen del banquete para representar
al reino mesiánico era familiar a los judíos. De
aquí la exclamación del comensal, de la cual
Jesús toma pie para proponer otra parábola, con
que muestra la poca estima que se hacia del
banquete, a juzgar por el desprecio de los invi¬
tados.
(2) He aquí una pretensión que sería exce¬
siva, si Jesús no fuera Hijo de Dios, y si el se¬
guirle a £1 no fuera lo más trascendental para
el hpmbre, su salud eterna.
que ¿quién de vosotros, queriendo
edificar una torre, no se sienta pri¬
mero y calcula los gastos, a ver si
tiene para terminarla? 29 No sea que,
echados los cimientos y no pudictulo
acabarla, todos cuantos lo vean se
burlen de el diciendo: Este hombre
comenzó a edificar y no pudo acabar.
31 ¿O que rey saliendo a campaña
para guerrear con otro rey, no con¬
sidera primero y delibera" si puede
hacer frente con diez, mil al que viene
contra el con veinte mil? 32 Si no,
hallándose aún lejos aquel, le envía
una embajada, haciéndole propo¬
siciones de paz. 33 Así, pues, cual¬
quiera de vosotros que no renuncie a
todos sus bienes (1), no puede
ser mi discípulo. 84 Buena es la
sal (2); pero si la sal se vuelve
insípida, ¿con qué se sazonará? 35 Ni
para la tierra es útil, ni aun para el
estercolero; la tiran fuera. El que
tenga oídos para oír, que oiga.
La censura de los fariseos.
15 1 Se acercaban a El todos los
publícanos y pecadores para
oírle. 1 2 3 Y los fariseos y escribas
murmuraban (3), diciendo: Este
acoge a los pecadores y come con
ellos.
La oveja perdida.
3 Y les propuso esta parábola,
diciendo: 4 ¿Quién habrá entre vos¬
otros que teniendo cien ovejas y
habiendo perdido una de ellas no
deje las noventa y nueve en el de¬
sierto y vaya en busca de la perdida
hasta "que la halle? 5 * Y, una vez
hallada, alegre la pone sobre sus
hombros, y vuelto a casa convoca
a los amigos v * vecinos, dicicndolcs:
Alegraos conmigo, porque hallé la
oveja perdida. 7 Yo os digo que en
(1) Que no pospone todos los bienes al se¬
guimiento de Jesús, de manera que prefiera per¬
derlos todos antes que renunciar a la fe y amor
del Salvador. Tal ha sido la conducta de los
mártires en todos los tiempos.
(2) Esta sal son los discípulos para la tierra
(Mt. 5. 13); si perdiesen su virtud para nada
aprovecharían.
(3) Esta es la clave para entender la razón
de las parábolas siguientes, por las cuales Jesús
muestra a estos celadores de la virtud cuánta
es la misericordia de Dios y cómo se alegran
los santos ángeles, buenos conocedores de esta
misen corcha, de la conversión de los pecadores
SAN LUCAS, 16
1165
el cielo será mayor la alegría por un
pecador que haga penitencia que
por noventa y nueve justos, que no
necesitan de penitencia.
La dracma perdida.
8 ¿O qué mujer, teniendo diez
dracmas, si pierde una no enciende
la luz, y barre la casa, y busca cui¬
dadosamente hasta hallarla? 8 Y,
una vez hallada, convoca a las ami¬
gas y vecinas, diciendo: Alegraos
conmigo; porque hallé la dracma
que había perdido. 10 Tal os digo
que será la alegría entre los ángeles
de Dios por un pecador que haga
penitencia.
El hijo pródigo.
11 Y añadió: Un hombre tenía
dos hijos. 12 Y dijo el más joven
de ellos al padre: Padre, dame la
parte de hacienda que me corres¬
ponde. Y les dividió la hacienda.
13 Y pasados pocos días, el más
joven, reuniéndolo todo, partió a
una tierra lejana, y allí disipó toda
su hacienda viviendo disolutamente.
14 Después de haberlo gastado todo
sobrevino una fuerte hambre en
aquella tierra y comenzó a sentir
necesidad. 15 Y se fué y se puso a
servir a uno de los de aquella tierra,
que le mandó a sus campos a apa¬
centar puercos. 16 Deseaba llenar su
estómago de las algarrobas que comían
los puercos, y no le era dado. 17 Y
volviendo en sí, dijo: jCuántos jor¬
naleros de mi padre tienen pan en
abundancia, y yo aquí me muero
de hambrel 18 Me levantaré, e iré
a mi padre, y le diré: Padre, he pe¬
cado contra ti. 19 No soy digno de
ser llamado hijo tuyo; trátame como
a uno de tus jornaleros. 20 Y levan¬
tándose, se vino a su padre. Y cuando
aún estaba lejos viole el padre, y
compadecido corrió a él y se arrojó
a su cuello, y le cubrió de besos.
21 Díjolc el hijo: Padre, he pecado
contra cí cielo y contra ti; y no soy
digno de ser llamado hijo tuyo.
22 Pero el padre dijo a sus criados:
Pronto, traed la túnica más rica,
y vestídsela, poned un anillo en su
mano y unas sandalias en sus pies,
23 y traed un becerro bien cebado y
matadle, y^comamos y alegrémonos,
24 porque éste mi hijo que había
muerto ha vuelto a la vida, se había
perdido y ha sido hallado. Y se
pusieron a celebrar la fiesta.
26 El hijo mayor se hallaba en el
campo, y cuando, de vuelta, se
acercaba a la casa, oyó la música
y los coros; y llamando a uno de los
criados le preguntó qué era aquello.
El le dijo: Ha vuelto tu hermano,
y tu padre ha mandado matar un
becerro cebado, porque ha venido
sano. 28 El se enojó, y no quería
entrar; pero su padre salió y le llamó.
29 El respondió y dijo a su padre:
Hace ya tantos años que te sir¬
vo (1) sin jamás haber traspasado
tus órdenes, y nunca me diste un
cabrito para hacer fiesta con mis
amigos; 30 y al venir este hijo tuyo,
que ha consumido su fortuna con
meretrices, le matas un becerro ce¬
bado. 31 Y él le dijo: Hijo, tú estás
siempre conmigo, y todos mis bienes
tuyos son; 32 mas era preciso hacer
fiesta y alegrarse, porque éste tu
hermano estaba muerto y ha vuelto
a la vida, se había perdido y ha sido
hallado.
El administrador infiel.
16 1 Y decía a los discípulos (2):
Había un hombre rico, que tenía
un mayordomo, que fué acusado de
disiparle la hacienda. 1 2 Y llamándole
le dijo: ¿Qué es lo que oigo de ti?
Da cuenta de tu administración,
porque ya no podrás seguir de ma¬
yordomo. 3 Y se dijo para sí el ma¬
yordomo: ¿Qué haré, pues mi amo
me quita la mayordomía? Cavar no
puedo, mendigar me da vergüenza.
4 Ya sé lo que he de hacer, para que
cuando me destituya de la mayor¬
domía rae reciban en sus casas. 6 Y
llamando a cada uno de los deudores
de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto
debes a mi amo? 6 El dijo: Cien
batos (3) de aceite. Y le dijo:
Toma tu caución, siéntate al instante
(1) Habla como hablaría un esclavo o un jor¬
nalero. no como un hijo que se siente de casa
y que mira como suyo cuanto hay en ella. Muy
otro es el sentir del padre.
(2) Es esta una nueva lección sobre el uso
de las riquezas, las cuales, si no por el modo de
adquirirlas, por el apego que a ellas tienen los
hombres, se pueden bien llamar «riquezas de ini¬
quidad». (12, 33 ss.)
(3) Medida hebrea, equivalente a 38 litros.
1166
SAN LUCAS, 16
y escribe cincuenta. 1 2 3 4 * * 7 * Luego dijo a
otro: ¿Y tú cuánto debes? El dijo:
Cien coros (1) de trigo. Díjole:
Toma tu eaucóin y escribe ochenta,
8 Y el amo alabó al mayordomo infiel
de haber obrado industriosamente,
pues los hijos de este siglo son más
avisados en el trato con los suyos
que los hijos de la luz. 9 Y yo os digo:
Con las riquezas injustas haceos ami¬
gos, para que, cuando éstas falten,
os reciban en los eternos tabernácu¬
los. 10 El que es fiel en lo poco,
también es fiel en lo mucho; y el que
en lo poco es infiel, también es infiel
en lo mucho (2). 11 Si vosotros,
pues, no sois fieles en las riquezas
injustas, ¿quién os confiará las rique¬
zas verdaderas? 12 Y si en lo ajeno
no sois fieles, ¿quien os dará lo vues¬
tro? 13 Ningún criado puede servir
a dos señores (3); porque, o abo¬
rrece al uno y amará al otro, o se
allegará al uno y menospreciará al
otro; no podéis servir a Dios y a las
riquezas.
Hopronsióii (le los fariseos.
14 Oían estas cosas los fariseos,
que son avaros, y se mofaban de El.
15 Y les dijo: Vosotros pretendéis
pasar por justos ante los hombres,
pero Dios conoce vuestros corazones;
poique lo que es para los hombres
estimable es abominable ante Dios.
16 La Ley y los Profetas llegan hasta
Juan (4); desde entonces se anun¬
cia el reino de Dios y todos se esfuer¬
zan por entrar en él. 17 Pero más
fácil es que pasen el ciclo y la tierra,
que el faltar un solo ápice de la Ley.
18 Todo el que repudia a su mujer
y se casa con otra, adultera, y el que
(1) Medida también hebrea, equivalente a 589
litros.
(2) Estas sentencias sobre el uso de los bienes
temporales y de los eternos tienen analogía con
el pensamiento de la parábola; pero no son ex¬
plicación de la misma.
(3) Entre Dios y las riquezas hay una oposi¬
ción irreductible, y no puede caber el amor de
ambos en el corazón humano.
(4) Distingue aquí Jesús la época del Anti¬
guo Testamento, que llega hasta Juan, y la época
del Reino, que empieza con el Bautista. La mi¬
sión que representaban los escribas ha caduca¬
do, y asimismo las promesas terrenas que la Ley
hacía a sus guardadores (Lev. 26, y Deut. 28),
son sustituidas por las eternas, las cuales no
dejarán de cumplirse.
se casa con la repudiada por el ma¬
rido, comete adulterio.
El rico epulón y el pobre Lázaro.
19 Había un hombre rico que vestía
de púrpura y lino, y celebraba cada
día espléndidos banquetes. 20 Y un
pobre, por nombre Lázaro, estaba
echado en su portal, cubierto de
úlceras, 21 y deseaba hartarse de lo
que caía de la mesa del rico; hasta
los perros venían a lamerle las úlce¬
ras. 22 Sucedió, pues, que murió el
pobre, y fué llevado por los ángeles
al seno de Abraham; y murió tam¬
bién el rico y fue sepultado. 23 Y en
el infierno, en medio de los tor¬
mentos, levantó sus ojos y vió a
Abraham desde lejos y a Lázaro
en su seno. 24 Y, gritando, dijo:
Padre Abraham, ten piedad de mí,
V envía a Lázaro para que, con la
punta del dedo mojado en agua,
refresque mi lengua, porque estoy
atormentado en estas llamas. 25 Dijo
Abraham: Hijo, acuérdate de que
recibiste ya tus bienes en vida,
y Lázaro Vecibió males, y ahora el
es aquí consolado y tú eres ator¬
mentado. 26 Además, entre nos¬
otros y vosotros hay un gran abismo,
de manera que los que quieran atra¬
vesar de aquí a vosotros 110 pueden,
ni tampoco pasar de ahí a nos¬
otros (1).
27 Y dijo: Te ruego, padre (2),
que siquiera le envíes a casa de mi
padre, 28 porque tengo cinco her¬
manos, para que les advierta, a fin
de que no vengan también ellos a
este lugar de tormento. 29 Y dijo
Abraham: Tienen a Moisés y a los
Profetas, que los escuchen. 30 Y él
dijo: No, padre Abraham; que si
alguno de los muertos fuese a ellos,
harían penitencia. 31 Y le dijo: Si no
oyen a Moisés y a los Profetas, tam¬
il) Con esta parábola quiere confirmar Jesús
lo dicho sobre el valor de los bienes terrenos.
El rico con toda su hacienda y con los placeres
que ésta le procura, acabó en los ardores del in¬
fierno, donde se ve precisado a pec^r a Lázaro
una gota de agua, que no recibe. En cambio, el
mendigo Lázaro es llevado por los ángeles al
seno de Abraham, es decir, a la santa compañía
de los patriarcas y amigos de Dios.
(2) No se ha de tomar como suena este len¬
guaje del condenado. El Señor se vale de expre¬
siones parabólicas para poner de relieve la ense¬
ñanza de la parábola, que es la dicha anterior¬
mente.
SAN LUCAS, 17
1167
poco se dejarán persuadir si un muerto
resucita.
El escándalo.
* pj 1 Y dijo a sus discípulos: Es
Vi inevitable (1) que haya es¬
cándalos: sin embargo, jay de aquel
por quien vengan! 2 Mejor le fuera
que le atasen a! cuello una rueda de
molino y fuese arrojado al mar,
antes que escandalizar a uno de estos
pequeños. 3 Mirad por vosotros.
El perdón del prójimo.
3 Si peca tu hermano contra ti,
corrígele, y si se arrepiente, perdó¬
nale. 4 Y sí siete .veces al día peca
contra ti, y siete veces se vuelve a
ti diñándote: Me arrepiento, le per¬
donarás.
El poder de la le.
3 Y dijeron los Apóstoles al Señor:
Acrecienta nuestra fe. 6 Dijo el
Señor: Si tuvierais fe tanto como un
grano de mostaza, diréis a este sicó¬
moro: Desarráigate y plántate en el
mar, él os obedecerá.
Siervos inútiles ante el Señor.
7 ¿Quién de vosotros, teniendo un
siervo arando o apacentando el
ganado, al volver él del campo le
dice: Pasa en seguida y siéntate a la
mesa, 8 y no le dice más bien: Prepá¬
rame la cena, cíñete para servirme
hasta que yo coma y beba, y luego
comerás y beberás tú? 9 Deberá gra¬
titud al siervo, porque hizo lo que le
había sido ordenado? 10 Así también
vosotros, cuando hiciereis estas cosas
que os están mandadas, decid: Somos
siervos inútiles (2); lo que tenía¬
mos que hacer, eso lucimos.
(1) Dada la condición humana, no puede
faltar el escándalo entre los hombres; pero esto
no quita la grave responsabilidad del escan¬
daloso.
(2) El texto de la parábola induciría a pensar
que el intento de Jesús es declararnos los sen¬
timientos de Dios; pero más bien quiere mostrar
os que deben tener los discípulos en el servicio
del Señor.
Los diez leprosos.
11 Yendo hacia Jerusaién, atravesó
por entre la Samaría y la Galilea,
12 y entrando en una aldea le vinie¬
ron al encuentro diez leprosos, que
a lo lejos se pararon, 13 y levantando
la voz, decían (1): Jesús, Maestro,
ten piedad de nosotros. 14 Y vién¬
dolos, les dijo: Id y mostraos a los
[ sacerdotes.^ Y en el camino quedaron
limpios. 15 Uno de ellos viéndose
curado, volvió glorificando a Dios a
grandes voces: lG y cayendo a sus
pies, rostro en tierra, le daba gracias.
Y era nn samaritano (2). 17 To¬
mando Jesús la palabra dijo: ¿Acaso
110 lian sido diez los curados? Y los
oíros nueve ¿dónde están? ¿No ha
habido quien volviera a (lar gracias
a Dios sino este extranjero? 19 Y le
dijo: Levántate y vete, tu fe te ha
salvado.
La venida del reino de Dios.
2 ° Preguntado por los fariseos
acerca de cuándo llegaría el reino de
Dios, respondióles y elijo: No llegará
el reino de Dios ostensiblemente.
21 Ni podrá decirse: Helo aquí, o allí,
porque el reino de Dios está dentro
de vosotros (3). 22 Y dijo a los dis¬
cípulos: Llegará tiempo en que desea¬
réis ver un solo día del Hijo del hom¬
bre, y no lo veréis. 2:1 Y os dirán:
Hele allí, o líele aquí. No vayáis
ni le sigáis, 24 porque así como el
rayo relampaguea y fulgura desde
un extremo al otro del cielo, así
será el Hijo del hombre en su día.
25 Pero antes lia de padecer mucho,
y ser reprobado por esta generación.
26 Y como sucedió en los días de
Noé, así será en los días del Hijo
del hombre. 27 Comían y bebían,
los hombres tomaban mujer y las
mujeres marido, hasta el día en que
Noé entró en el arca, y vino el dilu¬
vio y los hizo perecer a todos. 28 Lo
(1) Obedientes a la Ley, que les prohíbe e»
trato con los no contagiados, gritan de lejosl
Jesús responde como en 5, 14, con la diferencia
de que allí curó primero al leproso.
(2) La común miseria lo había unido a los
otros, que serían judíos. Los samaritanos aca¬
taban también la ley de Moisés; pero éste creyó
más sagrado volver a dar gracias a Jesús, que acu¬
dir al cumplimiento del precepto legal.
(3) Viene callado a las almas, que escuchan
con docilidad la voz de Dios.
1168
SAN LUCAS, 18
mismo en los días de Lot: comían y
bebían, compraban y vendían, plan¬
taban y edificaban; 29 pero en cuanto
Lot salió de Sodoma, llovió del cielo
fuego y azufre que los hizo perecer
a todos. 30 Así será el día en que el
Hijo del hombre se revele. 31 Aquel
día, el que esté en el terrado y tenga
en casa sus enseres, no baje a cogerlos;
e igualmente el que esté en el campo
no vuelva atrás. 32 Acordaos de la
mujer de Lot. 33 El que busque
guardar su vida, la perderá, y el que
la perdiere la conservará. 34 Dígoos
que en aquel día estarán dos en una
misma cama, uno será tomado y otro
dejado. 35 Estarán dos moliendo juntas
una será tomada y otra será dejáda.
36 Y tomando la palabra le dijeron:
¿Dónde será, Señor? Y les dijo: Donde
esté el cuerpo, allí se juntarán los
buitres (1).
Parábola del juez inicuo.
iH 1 2 Y les dijo una'parábola (2)
para mostrar que es preciso
orar en todo tiempo y no desfallecer,
2 diciendo: Había en una ciudad un
juez que ni temía a Dios, ni respe¬
taba a los hombres. 3 Y había asi¬
mismo en aquella ciudad una viuda
que vino a el, diciendo: Hazme jus¬
ticia contra mi adversario. 4 * Y por
mucho tiempo no le hizo caso; pero
luego se dijo para sí: Aunque a la
verdad yo no tengo temor a Dios
ni respeto a los hombres, 6 mas,
porque esta viuda me está cargando,
le haré justicia para que no acabe
por molerme. 6 Dijo el Señor: Oíd
lo que dice este juez inicuo. 7 Y Dios
no hará justicia a sus elegidos, que
claman a El día y noebe, aun cuando
los baga esperar"? 8 Yo os digo que
hará justicia prontamente. Pero cuan¬
do venga el Hijo del liombre, ¿encon¬
trará fe en la tierra? (3).
(1) Este versículo, según los códices más au¬
torizados, está tomado de San Mateo 24, 28.
(2) Este relato muestra a las claras la dife¬
rencia entre la parábola y la alegoría. Serla ab¬
surdo decir que el juez inicuo era Dios. La for¬
ma de la aplicación de la parábola está en el ver¬
sículo 7-
(3) No tiene conexión con lo que precede.
El mismo pensamiento en Mt. 24. 12; Me. 13,
32, y II Tes. 2, 3 ss. Se habla del estado del
mundo al fin de los tiempos.
El fariseo y el publieano.
9 Y dijo también esta parábola a
algunos, que confiaban mucho en sí
mismos ^teniéndose por justos (1), y
despreciaban a los demás: 10 Dos
hombres subieron al Templo a orar,
el uno fariseo y el otro publieano.
11 El fariseo, en pie, oraba para sí
de esta manera: O Dios, yo te doy
gracias de que no soy como los de¬
más hombres, rapaces, injustos, adúl¬
teros, ni soy como este publieano.
12 Ayuno dos veces en la semana,
pago el diezmo de todo cuanto poseo.
13 El publieano se quedó allá lejos
y ni se atrevía a levantar los ojos
al cielo y hería su pecho, diciendo:
O Dios, sé propicio conmigo peca¬
dor. 14 Os digo que bajó éste justifi¬
cado a su casa, más bien que aquél.
Porque el que se ensalza será humi¬
llado, y el que se humilla será en¬
salzado.
Los niños vienen a Jesús.
15 Y también le presentaban niños (2)
para que los tocase, pero viéndolo los
discípulos les reprendían. 18 Y Jesús
los llama a sí, diciendo: Dejad que
los niños vengan a mí y no se lo
prohibáis, porque de tales es el reino
de Dios. 17 E 11 verdad os digo, quien
no reciba el reino de Dios como un
niño, no entrará en él.
La abnegación V renuncia tic latín.
18 Y cierto personaje le preguntó,
diciendo: Maestro bueno (3), ¿que
haré para alcanzar la vida eterna?
19 Jesús le respondió: ¿Por qué me
llamas bueno? Nadie es bueno, sino
sólo Dios. 20 Ya sabes los preceptos:
No adulterarás, no matarás, no ro¬
barás, no levantarás falso testimonio,
(1) Hermosa pintura del espíritu fariseo, que
presumiendo de su justicia, despreciaba a los
demás por impuros, asi como del ánimo humilde
de tantos publícanos y pecadores que se acer¬
caban a Jesús en demanda de perdón.
(2) Las madres le ofrecen los niños para que
Ies imponga las manos, no dudando que con esto
descendería sobre ellos la bendición divina. Je¬
sús se complace en bendecirlos, porque los ve
exentos de los prejuicios de sus padres para reci¬
bir el reino de Dios.
(3) El preguntante nota la bondad de Jesús;
pero El levanta su espíritu a la bondad soberana
de Dios.
SAN LUCAS, 19
1169
r
honra padre y madre. 21 Díjole el:
Todos esos preceptos los he guardado
desde la juventud. 22 Oyendo esto
Jesús le dijo: Aún te queda una cosa:
Vende cuanto tienes (1), y dalo a los
pobres, y tendrás un tesoro en el
ciclo, y luego, sígueme. 23 El, oyendo
esto, se puso triste, porque era muy
rico. 24 Viéndolo Jesús, dijo: ¡Qué
difícilmente entran en el reino de
Dios los que tienen riquczasl 25 Por¬
que más fácil es que un camello pase
por el ojo de una aguja que el que
un rico entre en el reino de Dios.
20 Dijeron los que le oían: Enton¬
ces, ¿quien puede salvarse? 27 El res¬
pondió: Lo que es imposible a los
hombres es posible para Dios.
El premio do los Apóstoles.
28 Díjole Pedro: Pues nosotros (2),
dejando todo lo que teníamos, te
hemos seguido. 29 Y El les dijo: En
verdad os digo que ninguno que
haya dejado casa, mujer, hermanos,
padres o hijos por amor del reino
de Dios 30 dejará de recibir mucho
más en este siglo y la vida eterna en
el venidero.
Nuevo vaticinio de la pasión.
81 Tomando aparte a los doce les
dijo: He aquí que subimos a Jeru-
salcn y se cumplirán todas las cosas
escritas del Hijo del hombre por los
profetas, 32 que será entregado a los
gentiles y escarnecido c insultado, y
escupido, 33 y después de haberle
azotado le quitarán la vida, y al ter¬
cer día resucitará. 34 Pero ellos no
entendían nada de esto (3), eran
cosas ininteligibles para ellos, no en¬
tendían lo que les decía.
(1) Jesús nos presenta dos caminos: uno el
de los preceptos, otro el de renunciar a todas las
cosas para seguir a Jesús consagrando su vida
a la predicación del Evangelio como los Apósto¬
les. A ambos es un obstáculo la avaricia.
(2) Le siguieron no sólo con la práctica de la
ley divina, sino con el abandono de todas las
cosas, para Unirse a su compañía. A estos les
promete la mayor abundancia en la tierra por la
mayor satisfacción que causa el goce de los bienes
espirituales y luego la vida eterna en el cielo.
(3) Los evangelistas notan esa falta de inte¬
ligencia en los discípulos siempre que Jesús les
habla de la pasión’.
El cicyo de Jerieó.
36 Y acercándose a Jerieó, estaba
un ciego sentado junto al camino
pidiendo limosna. 36 Oyendo a la
muchedumbre que pasaba, preguntó
qué era aquello. 37 Le contestaron
que era Jesús Nazareno que pasaba.
38 Y el se puso a gritar, diciendo:
Jesús, hijo de David, ten piedad de
mí. 39 Los que iban en cabeza le re¬
prendían para que callase, pero él
gritaba cada vez más fuerte: Hijo
de David, ten piedad de mí. 40 De¬
teniéndose Jesús, mandó que se lo
llevasen, y cuando se le hubo acer¬
cado, le preguntó: 41 ¿Que quieres
que te haga? Dijo el: Señor, que vea.
42 Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha he¬
cho salvo. 43 Y al instante recobró la
vista, y le seguía glorificando a Dios.
Y todo el pueblo que esto vió daba
gloria a Dios.
Zaqueo.
JO 1 2 Y entrando, atravesó Jerieó.
1 J 2 Había allí un hombre llama¬
do Zaqueo, que era jefe de publíca¬
nos y rico. 3 Y hacía por ver a Jesús,
pero a causa de la muchedumbre,
no podía, porque era de poca esta¬
tura. 4 * Y corriendo delante se subió
a un sicomoro para verle, pues había
de pasar por allí. 6 Cuando llegó a
aquel sitio, levantó los ojos Jesús,
y le dijo: Zaqueo, baja pronto, por¬
que hoy he de hospedarme en tu
casa. 0 El bajó a toda prisa (1), y le
recibió con alegría. 7 Y viéndolo, todos
murmuraban de que hubiera entrado
a alojarse en casa de un hombre pe¬
cador. 8 Zaqueo, en pie, dijo al Señor:
Señor, doy la mitad de mis bienes a
los pobres y, si a alguien he defrau¬
dado en algo, le devuelvo el cuádru- '
pío (2). 9 Díjole Jesús: Hoy ha
venido la salud a esta casa, por
cuanto éste es también hijo de
Abraham; 10 pues el Hijo del hom¬
bre ha venido a buscar y salvar lo
que estaba perdido.
Puráboiu de Jas tuinas.
11 Oyendo ellos esto añadió Jesús
(:) Es éste otro ejemplo del espíritu dócil,
que mostraban aquellos publícanos tan despre¬
ciados de los fariseos.
(2) Era la pena que la Ley imponía a los
ladrones. (Ex. 22, 1.)
74
1170
SAN LUCAS, 19
una parábola (1), por cuanto es¬
taba próximo a Jcrusalcn, y les pa¬
recía que el reino ele Dios iba a ma¬
nifestarse luego. 12 Dijo, pues: Un
hombre noble se partió a una región
lejana para rceibir la dignidad real
y volverse; 13 y llamando a diez sier¬
vos suyos les entregó diez minas, y
les dijo: Negociad míen Iras vuelvo.
14 Sus conciudadanos le aborrecían y
enviaron detrás de el una legación,
diciendo: No queremos que éste reine
sobre nosotros. 15 Y sucedió que al
volver el, después de haber recibido
el reino, hizo llamar a aquellos sier¬
vos, a quienes había entregado el
dinero, para saber cómo habían ne¬
gociado. 16 Se presentó el primero
diciendo: Señor, tú mina ha produ¬
cido diez minas. 17 Dijole: Muy bien,
siervo bueno, puesto cjne lias sido
fiel en lo poco, recibirás el gobierno
de diez ciudades. 18 Vino el segundo
que dijo: Señor, tu mina ha produ¬
cido cinco minas. 19 Dijole también
a éste: Y tú recibe el gobierno de
cinco ciudades. 20 Llega otro di¬
ciendo: Señor, allí tienes tu mina,
que tuve guardada en un pañuelo,
21 pues tenía miedo de ti, que eres
hombre severo, que quieres recoger
lo que no pusiste y segar donde no
sembraste. 22 Dijole: Por tu boca
misma te condeno, mal siervo. Sabías
que yo soy hombre severo, que cojo
donde no deposité, y siego donde no
sembré, 23 ¿por qué, pues, no diste
mi dinero al banquero? Y yo, al
volver, lo hubiera recibido con los
intereses. 24 Y dijo a los presentes:
Cogedle a éste la mina y dádsela al
que tiene diez. 25 Y le dijeron: Señor,
tiene ya diez minas. 26 Díjoles: Os
digo que al que tiene se le dará, y
al que no tiene, aun lo que tiene,
le será quitado. 27 Cuanto a esos
mis enemigos, que no quisieron que
yo reinase sobre ellos, traédmelos acá,
y delante de mi degolladlos. 28 Y di¬
ciendo esto, siguió adelante subiendo
hacia Jcrusalcn.
Entrada triunfal en Jernsalén.
29 Al acercarse a Bctfagé y Betania,
en el monte llamado de los Olivos,
(i) Dos temas encierra esta parábola: el pri¬
mero es la cuenta que debemos dar de los bienes
a nosotros encomendados por el Señor, y con¬
cuerda con la de los talentos (Mt. 25» 14 ss.); el
otro es el juicio de los que no quisieron recibir
a Jesús como Rey y Mesías.
envió a dos de sus discípulos, 30 di¬
ciendo: Id a la aldea, que está en¬
frente, y en entrando en ella hallaré's
un pollino atado, que todavía no
ha sido montado por nadie, y des¬
atándole le traéis. 31 Y si alguno os
dijere: ¿Por qué lo soltáis?, diréis así:
El Señor tiene de él necesidad. 32 Fue¬
ron los enviados y lo hallaron asi
como les había dicho. 33 Desalando
ellos el pollino les dijeron sus amos:
¿Por qué desatáis el pollino? 34 Les
respondieron: El Señor tiene necesi¬
dad de él. 35 Y lo llevaron a Jesús, y
echando sus mantos sobre el pollino,
montaron a Jesús.
36 Según El iba, cxlcndían sus ves¬
tidos en el camino. 37 Y cuando ya
se acercaba a la bajada del monte de
los Olivos, comenzó la muchedumbre
de los discípulos a alabar alegres a
Dios, a grandes voces, por-todos los
milagros que habían visto, 32 diciendo:
«Bendito el que viene, el Rey, en el
nombre del Señor; paz en el cielo y
gloria en las alturas.» 59 Y algunos
de los fariseos de entre la muchedum¬
bre le dijeron: Maestro, reprende n
tus discípulos. 40 Y El contestó, y
dijo: Yo os digo que, si ellos callasen,
las piedras gritarían (1).
El llanto sobre ♦Jenisaléu.
41 Y así que esluvo cerca, al ver
la ciudad, lloró sobre ella (2), dicien¬
do: Si al menos boy conocieras tú lo
que hace a la paz tuya! Pero abura
está otadlo a tus ojos. 43 Porque
días vendrán sobre 1¡, y te rodearán
de trincheras tus enemigos, V te cer¬
carán, y te cst i ce liarán por todas
partes, 44 y te abatirán al suelo a ti
y a los hijos que tienes dentro, y no
dejarán en ti piedra sobre piedra,
por no haber conocido el tiempo
de tu visitación.
Expulsión de los vendedores.
45 Y entrando en el templo co¬
menzó a echar a los vendedores,
46 dicicndoles: Escrito está: Será mi
(1) La petición de los fariseos implica una
acusación de imprudencia cuando menos contra
Jesús. Su respuesta afirma la razón con que
claman los reprendidos.
( 2 ) Es conmovedor esle episodio referido por
San Lucas. En medio de las aclamaciones popu¬
lares, Jesús llora al descubrir la Ciudad desde
el Olívete, previendo la cercana ruina como cas¬
tigo de su incredulidad.
SAN LUCAS, 20
1171
casa de oración: pero vosotros laf el amo de la viña? 18 Vendrá, y hará
habéis convertido en cueva de la- 1 perecer a esos viñadores, y dará la
drones. 47 Y enseñaba cada día en el
templo; pero los príncipes de los
sacerdotes, y los escribas, así como
los primates del pueblo, buscaban
perderle, 48 y no sabían qué hacer,
porque el pueblo todo estaba pen¬
diente de El escuchándole.
Orlcjei» de los poderes de Jesús.
viña a otros. Oyendo lo cual dijeron:
No lo quiera Dios. 17 El, fijando en
ellos su mirada, les dijo: ¿Pues qué
significa aquello que está escrito:
La piedra que reprobaron los edifi¬
cadores, ésa ha venido a ser cabecera
de esquina? 18 Todo el que cayere
contra esa piedra se quebrantará, y
aquel sobre quien ella cayere quedará
desmenuzado.
9() 1 Y aconteció uno de aquellos
— días que, enseñando El al pueblo
en el templo y evangelizándolo, se
presentaron los príncipes de los sacer¬
dotes, y los escribas con los ancianos,
2 y le dirigieron la palabra, diciendo:
Dinos Con qué poder haces estas cosas,
o quién te luí dado ese poder. 3 Y to¬
mando la palabra les dijo: También
quiero yo haceros una pregunta; de¬
cidme, pues: 4 ¿El bautismo de Juan
procedía del ciclo o de los hombres?!
5 Ellos comenzaron a cavilar enLre
sí diciéndose: Si decimos: Del cielo,
dirá: ¿Por qué no le habéis creído?
6 Si decimos: De los hombres, todo el
pueblo nos apedreará, porque está
persuadido de que Juan era un pro¬
feta. 7 Y así respondieron que no
sabían de dónde procedía. 8 Y Jesús
les dijo: Pues tampoco os digo yo
con qué poder hago estas cosas.
Parábola de los viñadores.
9 Y comenzó a decir al pueblo esta
parábola: Un hombre plantó una viña
y la arrendó a unos viñadores y se
partió de viaje para largo tiempo.
10 En el tiempo oportuno envió un
siervo a los viñadores para que le
diesen de los frutos de la viña; pero
los viñadores le azotaron, y le despi¬
dieron con las manos vacías. 11 Y vol¬
vióles a enviar otro siervo, y a éste
también le azotaron, le ultrajaron y
le despacharon vacío. 12 Y aun les
envió un tercero, y también a éste le
echaron fuera, después de haberle
herido. 13 Dijo entonces el amo de la
viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo
amado, a lo menos a éste le respe¬
tarán. 14 Pero en viéndole los viña¬
dores, se hablaron unos a otros, di¬
ciendo: Este es el heredero; maté¬
mosle y será nuestra la heredad.
15 Y arrojándole fuera de la viña, le
mataron. ¿Qué hará pues con ellos
El tríbulo al César.
19 Los escribas y príncipes de los
sacerdotes quisieron echarle mano en
aquella hora, porque conocieron que
a ellos iba dirigida aquella parábola;
pero tem ; eron al pueblo. 20 Y que¬
dándose al acecho, enviaron espías
que se presentaron como varones
justos, para cogerle en alg'o, de ma¬
nera que pudieran entregarle a la
autoridad y poder del gobernador.
21 Y le preguntaron, diciendo: Maes¬
tro, sabemos que hablas y enseñas
con rectitud, y no tienes miramientos,
sino que enseñas según verdad los
caminos de Dios. 22 ¿Nos es lícito a
nosotros pagar tributo al César, o
no? 23 Viendo El su falsía, les dijo:
24 Mostradme un denario. ¿De quién
es la efigie y la inscripción que tiene?
Dijeron: Del César. Y El les respon¬
dió: Pues dad al César lo que es del
César, y a Dios lo que es de Dios.
28 Y no pudiendo cogerle por nada
delante del pueblo, y maravillados
de su respuesta, callaron.
La resurrección de los muertos.
27 Se le acercaron algunos saduceos,
que niegan la resurrección, y le pre¬
guntaron, 28 diciendo: Maestro, Moi¬
sés nos ha prescrito que si el hermano
de uno viniere a morir dejando mujer
y sin hijos, su hermano tome la mujer
para dar descendencia a su hermano.
29 Pues había siete hermanos, y el
primero tomó mujer y se murió sin
dejar hijos. 30 También el segando.
31 Y el tercero tomó la mujer, e igual¬
mente los siete no dejaron hijos, y
se murieron. 32 Por fin murió también
la mujer. 33 En la resurrección ¿de
cuál de ellos será mujer? Porque los
siete la tuvieron por mujer. 34 Díjolcs
Jesús; Los hijos de este siglo toman
1172
SAN LUCAS, 21
mujeres y maridos. 35 Pero los juz¬
gados dignos de tener parte en aquel
siglo y en la resurrección de los
muertos, ni tomarán mujeres ni ma¬
ridos, 36 porque ya no pueden morir,
y son semejantes a los ángeles e hijos
de Dios, siendo hijos de la resurrec¬
ción. 37 Pues que han de resucitar
los muertos, el mismo Moisés lo da a
entender en el pasaje de la zarza,
cuando dice: El Señor, Dios de Abra-
ham, Dios de Isac, y Dios de Jacob.
38 Dios no es Dios de muertos, sino
de vivos, porque para El todos vi¬
ven. 39 Tomaron entonces la palabra
algunos escribas, y dijeron: Maes¬
tro, muy bien has dicho. 40 Porque
ya no se atrevían a proponerle nin¬
guna cuestión.
Origen del Mesías.
41 Entonces les dijo El: Y ¿Cómo
dicen que el Mesías es hijo de David?
42 Pues el mismo David dice en el
libro de los salmos:
Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate
a mi diestra, 43 hasta que ponga
a tus enemigos por escabel de tus pies.
44 Pues si David le llama Señor,
¿cómo es hijo suyo? 45 Oyéndole todo
el pueblo, dijo a sus discípulos:
46 Guardaos de los escribas, que
gustan de ir vestidos de largas túni¬
cas, y buscan los saludos en las plazas,
y los primeros asientos en las sina¬
gogas, y los primeros puestos en los
convites, 47 mientras devoran las
casas de las viudas, hacen ostenta¬
ción de largas oraciones. Estos ten¬
drán un juicio más severo.
El óbolo de la viuda.
•> 1 1 Levantando la vista, vió ricos
“ que echaban sus ofrendas en el
gazofilacio, 2 * y vió también a una viu¬
da pobre que echaba dos ochavos,
3 y dijo: En verdad os digo que esta
viuda pobre ha echado más que todos
los oíros, 4 porque los demás echaron
para las ofrendas de Dios de lo que
les sobraba, mientras que ésta echó
de su indigencia todo lo que tenía
para el sustento.
La hermosura del templo,
arruinada.
6 Hablando algunos del templo,
que estaba edificado con hermosas
piedras y adornado de ex votos, dijo:
6 De todo esto que veis, vendrán
días en que no quedará piedra sobre
piedra que no sea destruido. 7 Y le
preguntaron diciendo: Maestro, ¿pues
cuándo sucederá y cuál es la señal
de que estas cosas comiencen a su¬
ceder? (1).
Tiempos de angustia.
8 Y El les dijo: Mirad que no os
dejéis engañar, porque muchos ven¬
drán en mi nombre diciendo: «Soy yo»,
y: «El tiempo está cerca». No los
sigáis. 9 Cuando oyereis hablar de
guerras y revueltas, no os aterréis;
porque es preciso que sucedan estas
cosas primero, pero aún no vendrá
luego el fin. 10 Entonces les decía:
! Se levantará nación contra nación
y reino contra reino, 11 habrá grandes
terremotos, y en diversos lugares
hambres, pestes, espantos y grandes
señales del cielo.
Persecución de los discípulos.
12 Pero antes de todas estas cosas
pondrán sobre vosotros las manos y os
perseguirán, entregándoos a las sina¬
gogas y metiéndoos en prisiones, con¬
duciéndoos ante los reyes y gober¬
nadores por amor de mi nombre.
13 Será para vosotros ocasión de dar
testimonio. 11 Haced propósito de no
preocuparos de vuestra defensa, 15 por¬
que yo os daré un lenguaje y una sa¬
biduría, a la que no podrán resistir
ni contradecir todos vuestros enemi¬
gos. 16 Seréis entregados aun por los
padres, por los hermanos, por los pa¬
rientes y por los amigos, y harán
morir a muchos de vosotros, 17 y se¬
réis aborrecidos de todos a causa de
mi nombre. 1S Pero no se perderá
un solo cabello de vuestra cabeza.
19 Por vuestra paciencia salvaréis
vuestras almas.
La ruina de Jcrttsaléit.
20 Cuando viereis a Jcrusalén cer¬
cada (2) por ejércitos, entended que
se aproxima su desolación. 21 Enton-
(1) Dos punios abarca esla pregunta: cuándo
sucederá y cuales serán las señales.
(2) Con esto concuerdan las palabras de 19»
41 ss.
SAN LUCAS, 22
1173
ces los que estén en Judca huyan a
los montes, los que estén en medio
de la ciudad retírense, quienes en los
campos no entren en ella, 22 porque
días de venganza serán ésos para que
se cumpla todo lo que está escrito.
23 jAy entonces de las encintas y
de las que estén criando en aquellos
días! Porque vendrá una gran cala¬
midad sobre la. tierra y gran cólera
contra este pueblo. 24 Y caerán al
filo de la espada, y serán llevados
cautivos entre las naciones, y Jeru-
salén será hollada por los gentiles,
hasta que se cumplan los tiempos de
las naciones (1).
La venida del Hijo del hombre.
25 Y habrá señales en el sol, en la
lima y en las estrellas, y sobre la
tierra perturbación de las naciones,
aterradas por los bramidos del mar
y la agitación de las olas, 28 exhalando
los hombres sus almas por el terror
y el ansia de lo que viene sobre la
tierra, pues las columnas de los ciclos
se conmoverán. 27 Y entonces verán
al Hijo del hombre venir en una
nube con poder y majestad grandes.
Señales de la proximidad
del reino de Dios.
28 Cuando estas cosas comenzaren
a suceder cobrad ánimo y levantad
vuestras cabezas, porque se acerca
vuestra redención. 29 Y les dijo una
parábola: Ved la higuera y todos los
árboles, 30 cuando echan ya brotes,
viéndolos, conocéis por ellos que se
acerca el verano. 31 Así también vos¬
otros, cuando veáis estas cosas, co¬
noced que está cerca el reino de Dios.
32 En verdad os digo, que no pasará
esta generación antes que todo su¬
ceda. 33 El ciclo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán.
La vigilancia.
34 Estad atentos, no sea que se
emboten vuestros corazones por la
crápula, la embriaguez y las prcocu-
(i) La Ciudad Santa será hollada por los
gentiles, y su pueblo muerto al filo de la espada
o llevado cautivo. Esto durará hasta que se cum¬
pla la edad de las naciones. Para aclarar este
misterio de la suerte de Israel servirán las pala¬
bras de San Pablo sobre la ceguedad de Israel
y su fin, en Rom. n, 25 ss. La misma idea
expresa San_Mateo en 24, 14.
paciones de la vida, y de repente
venga sobre vosotros aquel día 36 como
un lazo; porque vendrá sobre todos
los moradores de la tierra. 36 Velad,
pues, en todo tiempo y orad, para
que podáis evitar todo esto que ha
de venir, y comparecer ante el Hijo
del hombre (1).
37 Y enseñaba durante el día en el
temido, y por la noche salía para
pasarla en el monte llamado de los
Olivos (2). 38 Y todo el pueblo
madrugaba para escucharle en el
templo (3).
La conspiración contra Jesús.
22 1 Estaba cerca la fiesta de los
Acimos, que se llama la Pascua.
2 Y los príncipes de los sacerdotes y
los escribas buscaban cómo quitarle
de enmedio, pero temían al pueblo.
3 Entró Satanás cu Judas, llamado
Iscariote, que era de los doce, 4 y fué
a tratar con los príncipes de los
sacerdotes y los oficiales sobre la ma¬
nera de entregárselo. 5 Ellos se ale¬
graron, y convinieron con él en darle
dinero. 8 Y puestos de acuerdo, bus¬
caba ocasión para entregárselo sin
ruido.
La preparación de la última cena.
7 Llegó pues el día de los Acimos,
en que habían de sacrificar la Pascua,
8 y envió a Pedro y a Juan, diciendo:
Id y preparadnos la Pascua para que
la comamos. e Ellos le dijeron: ¿Dónde
quieres que la preparemos? 10 Dijoles
El: En entrando vosotros en la ciu¬
dad, os saldrá al encuentro un hom¬
bre con un cántaro de agua: seguidle
hasta la casa en que entre, 11 y decid
al amo de la casa: El Maestro te dice:
¿Dónde está la sala en que he de
comer la Pascua con mis discípulos?
12 Y el os mostrará una sala grande,
aderezada; preparad allí. 13 Idos, eu-
(1) Estos versículos contienen en resumen el
tema más ampliamente desarrollado por San Ma¬
teo en 24. 37 ss.
(2) San Lucas nos da aquí una noticia sobre
la actividad de Jesús en estos últimos días de
su vida.
(3) Notas como ésta ponen de relieve la di¬
ferente conducta entre los directores del pueblo
y éste, y, por tanto, la responsabilidad de aqué¬
llos en haber apartado con su influencia al pue¬
blo del camino de la salud, a que Jesús le llamaba.
1174
SAN LUCAS, 22
contraron al que les había dicho, y
prepararon la Pascua.
Institución de la Eucaristía.
14 Y cuando llegó la hora se puso
a la mesa y los Apóstoles con El.
15 Y les dijo: Ardientemente he de¬
seado comer esta Pascua (1) con
vosotros antes de padecer, 16 porque
os digo que no la comeré más hasta
que sea cumplida en el reino de Dios.
17 Y tomando el cáliz, dió gracias, y
dijo: Tomadlo y distribuidlo entre
vosotros; 18 porque os digo, que desde
ahora no beberé del fruto de la vid
hasta que llegue el reino de Dios.
10 Y tomando el pan, dió gracias,
lo partió y se lo dió, diciendo: Este
es mi cuerpo, que se entrega por
vosotros: haced esto en memoria de
mí. 20 Y asimismo el cáliz, después
de haber cenado, diciendo: Este cáliz
es ln nueva alianza en mi sangre,
que es derramada por vosotros. 21 Y
mirad, la mano del que me entrega
está conmigo a la mesa. 22 Porque
el Hijo del hombre va su camino,
según está decretado, pero ¡av de
aquel por quien será entregado! 23 Y
ellos comenzaron a preguntarse unos
a otros sobre quién de ellos sería el
que había de hacer esto (2).
Cuestión de la primacía.
24 Se suscitó entre ellos (3) una
contienda sobre quién de ellos había
de ser tenido por mayor. 25 Y El les
dijo: Los reyes de las naciones im¬
peran sobre ellas y los que ejercen
la autoridad sobre ellas son llamados
Bienechores; 25 pero no será así entre
vosotros; sino que el mayor entre
vosotros será como el menor, y el
que manda como el que sirve. 27 Por¬
que quién es mayor, ¿el que está
sentado a la mesa, o el que sirve?
¿No es el que está sentado a la mesa?
Pues yo estoy en medio de vosotros
(1) Los versículos 15-18, que son propios
de San Lucas, pertenecen a la Pascua judia, cele¬
brada por Jesús antes de anularla con la institu¬
ción de la Pascua cristiana, la Eucaristía.
(2) En este relato se echa de ver la semejanza
de San Lucas con su maestro San Pablo. (I Cor.
11, 23. ss.)
(3) Los primeros evangelistas colocan este
irc.dente en otra ocasión. (Mt. 18, 1; Me. 10,
42.)
como quien sirve. 28 Vosotros sois
los que habéis permanecido conmigo
en mis pruebas, 29 y yo dispongo
del reino en favor vuestro como mi
Padre ha dispuesto de él en favor mío,
5 P para que comáis y bebáis a mi mesa,
en mi reino, y os sentéis sobre tronos
como jueces de las doce tribus de
Israel.
La prueba de Pedro y el vaticinio
de l;i negación.
31 Simón, Simón (1), Satanás os
busca para aecharos, como trigo;
32 pero yo he rogado por ti para que
no desfallezca tu fe, y tú, una vez
convertido, confirma a tus hermanos.
33 Di jóle él: Señor, preparado estoy
para ir contigo, no sólo a la prisión,
sino a la muerte. 34 Y El dijo: Yo te
aseguro, Pedro, que no cantará hoy
el gallo antes que tres veces hayas
negado conocerme.
La gran prueba que se aceren.
35 Y les dijo: Cuando os envié sin
bolsa, sin alforjas, sin sandalias, ¿os
faltó alguna cosa? Dijeron ellos: Nada.
36 Pues ahora el que tenga bolsa, tó¬
mela (2), e igualmente la alforja, y
el que no la tenga, venda su manto
y compre una espada. 37 Porque os
digo que ha de cumplirse en mí esta
escritura: Fué contado entre los mal¬
hechores; porque también lo que a
mí toca llega a su término. 36 Dijé-
ronle ellos: Aquí hay dos espadas.
Respondióles: Es bastante.
La oración en Gctscmauí.
39 Y saliendo se fué, según costum¬
bre, al monte de los Olivos, y lo si-
(1) San Lucas omite, después de la confesión
de San Pedro (7, 20 ss.), el privilegio que el
Señor le confiere del primado; en cambio, nos
ofrece aquí este pasaje, en que anuncia a los dis¬
cípulos la gran prueba a que serán sometidos,
la caída de Pedro, su conversión y el encargo de
confirmar a los otros en la fe. que es en otra
forma la idea de la primacía sobre los demás dis¬
cípulos.
(2) Cuando los envió antes, contaban con la
benevolencia del pueblo para atender a sus nece¬
sidades; ahora las cosas han mudado tanto, que
los Apóstoles no podrán contar sino con la opo¬
sición del pueblo israelita. El lenguaje meta¬
fórico no fué entendido por los discípulos.
SAN LUCAS, 22
1175
guieron también sus discípulos. 40 Lle¬
gado allí, díjoles: Orad para que no
entréis en tentación. 41 Y se apartó
de ellos como un tiro de piedra y,
puesto de rodillas, oraba. 42 diciendo:
Padre, si quieres, aparta de mí este
cáliz; pero no se haga mi voluntad,
sino la tuya. 43 Y se le apareció, un
ángel del ciclo que le confortaba.
44 Y lleno de angustia oraba con más
instancia. Y sudó como gruesas gotas
de sangre (1), que corrían hasta la
tierra. 45 Y levantándose de la ora¬
ción, vino a los discípulos, y los en¬
contró adormilados por la tristeza,
46 y les dijo: ¿Por que dormís? Levan¬
taos y orad para que no entréis en ten¬
tación.
La prisión.
47 Aún estaba El hablando, y he
aquí que llegó una turba, y el llamado
Judas, uno de los doce, los precedía, y
acercándose a Jesús, le besó. 43 Jesús
le dijo: Judas, ¿con un beso entregas
al Hijo del hombre? 49 Y viendo los
que estaban en torno de El lo que
pasaba, le dijeron: Señor, ¿herimos
con la espada? Y uno de ellos hirió
a un siervo (2) del Sumo Sacerdote
y le llevó la oreja derecha. 61 Toman¬
do Jesús la palabra le dijo: Basta ya.
Dejad (31. Y tocando la oreja le
curó. 52 Dijo Jesús a los príncipes de
los sacerdotes, oficiales del templo
y ancianos, que habían venido con¬
tra El: ¿Como contra un ladrón ha¬
béis venido con espadas y garrotes?
63 Estando yo cada día en el templo
con vosotros, no habéis puesto las
manos en mí; pero ésta es vuestra
hora y el poder de las tinieblas (4).
(1) Ninguno de los evangelistas nos pinta
con tan vivos colores la agonía de Jesús. Ante la
representación de su próxima pasión* con todos
sus detalles y con todas las consecuencias desas¬
trosas para Israel, Jesús se aflige y suda gotas
de sangre en tanta abundancia, que corren por
el suelo. El Padre, a quien ora que, si es posible,
le haga gracia de tanto dolor, le envía un ángel,
no para servirle, como en el desierto (Me. i, 13),
sino para confortarle y animarle a cargar con la
cruz. La tradición se sintió a veces tan impre¬
sionada de este fenómeno, que suprimió los ver¬
sículos 43 y siguiente de los códices sagrados.
(2) Y sin aguardar la licencia que pedía, hirió
at siervo cortándole una oreja, que Jesús bonda¬
dosamente curó.
(3) Dejadlos ir hasta el extremo de prender¬
me, pues asi está escrito de mi. (Mt. 26, 54.)
(4) Antes lo habían intentado muchas veces,
y nada hablan podido, porque no era llegada su
hora; al presente es ya llegada, y la de infierno
que los mueve.
La negación <le Pedro.
64 Y apoderándose de El le llevaron
c introdujeron en casa del Sumo
Sacerdote, y Pedro le seguía de lejos.
65 Había fuego encendido en medio
del atrio y estaban sentados y Pedro
se sentó también entre ellos. 50 Y
viéndole una sierva sentado a la
lumbre y fijándose en él, dijo: Este
estaba también con El. 57 El lo negó,
diciendo: No le conozco, mujer. 6S Y
después de poco, le vi ó otro, y dijo:
Tú eres también de ellos. Y Fodro
dijo: Hombre, no soy. 59 Y trans¬
currido como una hora, olio insis¬
tió, diciendo: En verdad que éste
estaba con El, porque es galileo.
co Dijo Pedro: Hombre, no sé lo que
dices. Y al inslanlc, hablando aún
él, cantó el gallo. Y vuelto el
Señor miró a Pedro, y Pedro se aeor-
dó de la palabra deí Señor, cuando
le dijo: Antes que el gallo cante hoy,
me negarás tres veces. 62 Y saliendo
fuera lloró amargamente.
Jesús, escarnecido.
63 Los que le guardaban se burla
ban de El y le maltrataban, 04 y ven¬
dándole, le preguntaban, diciendo:
Profetízanos: ¿quién es el que te
hirió? C5 Y otras muchas injurias pro¬
ferían contra El.
El consejo y la condenación.
60 Y cuando fué de día se reunió
el consejo (1) de los ancianos del
pueblo, y los príncipes de los sacer¬
dotes, y los escribas*, y le conduje¬
ron ante su tribunal, 67 diciendo: Si
tú eres el Mesías, dínoslo. El les dijo:
Si os lo digo, no me creeréis; 68 y si
pregunto, no responderéis; 09 pero el
Hijo del hombre estará sentado desde
ahora a la diestra del poder de Dios.
70 Y todos dijeron: ¿Luego eres tú
el Hijo de Dios? Dijoles: Vosotros
decís, yo soy. 71 Dijeron ellos: ¿Qué
necesidad tenemos ya de testigos?
Porque nosotros mismos lo liemos
oído de su boca.
(1) San Lucas omite la sesión preparatoria
de la noche, de la cual nos hablan los otros evan¬
gelistas, y traslada todo el proceso a la sesión
de la mañana, que los primeros evangelistas no
hacen aiao mencionar. (Ml 27, 1; Me. 15, t .
1176
SAN LUCAS, 23
Acusación auto Pílalo,
a o 1 Y levantándose todos le 11c-
¿O varón a Pilato, 2 3 y comenzaron
a acusarle, diciendo: Hemos encon¬
trado a este que pervierte a nuestro
pueblo, y prohíbe pagar tributo al
Cesar y dice ser El el Mesías rey.
3 Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres
tú el rey de los judíos? El respondió,
y dijo: Tu dices. 4 Pilato dijo a los
príncipes de los sacerdotes y a la
muchedumbre: Ningún delito hallo
en este hombre. 5 * Pero ellos insis¬
tieron, diciendo: Subleva al pueblo
ensenando por toda la Judca, desde
Galilea hasta aquí.
Presentación a licrodes.
6 Oyendo esto Pilato, preguntó si
aquel hombre era galileo, 7 y ente¬
rado de que era de la jurisdicción de
Herodes, lo envió a Herodes (1), que
estaba también en Jerusalcn por
aquellos días. 8 Viendo Heredes a
Jesús se alegró mucho, porque desde
hacía bastante tiempo deseaba verle,
pues había oído hablar de El, y es¬
peraba ver de El que hiciera alguna
señal. 0 Le hizo bastantes preguntas,
pero él no le contestó nada. 10 Esta¬
ban presentes los príncipes de los
sacerdotes y los escribas, que insis¬
tentemente le acusaban. 11 Herodes
con su escolta le despreció (2), y por
burla le vistió una vestidura blanca
y se lo devolvió a Pilato. 12 En aquel
día se hicieron amigos uno del otro,
Herodes y Pilato, pues antes eran
enemigos (3).
Jesús y llaiTubús.
13 Pilato, convocando a los prín¬
cipes de los sacerdotes, a los magis¬
trados y al pueblo, les dijo: 14 Me
habéis traído a este hombre como
alborotador del pueblo, y habiéndole
interrogado yo ante vosotros no hallé
en él delito alguno de los que alegáis
(1) Episodio propio de San Lucas, y que
muestra hasta qué punto la causa resultaba eno¬
josa para Pilato.
(2) Su modo de conducirse entonces no res¬
pondía a lo que de El había oído y a lo que es¬
peraba ver. y no entendiendo los motivos, le des¬
precia teniéndole por fatuo.
(3) No es improbable que la causa de esta
enemistad fuera alguna cuestión de competen¬
cia. Algunos piensan en los galileos muertos por
Pilato en el templo. (13, 4-)
^contra El. 15 Y ni aun Herodes, pues
'nos lo ha vuelto a enviar. Nada, pues,
ha hecho digno de muerte. 16 Le
corregiré, y le soltaré. 17 Tenía que
soltarles uno por la fiesta (1). 18 Pero
todos a una comenzaron a gritar, di¬
ciendo: Quítale, y suéltanos a Barra¬
bás, 19 que había sido encarcelado
por un motín ocurrido en la ciudad
y por un homicidio. 20 De nuevo
Pilato se dirigió a ellos, queriendo
librar a Jesús. 21 Pero ellos gritaban
diciendo: Crucifícale, crucifícale. 22 Por
tercera vez les dijo: ¿Qué mal ha
hecho? Yo no encuentro en El nada
digno de muerte: le corregiré y le
soltaré. 23 Pero ellos a grandes voces
instaban pidiendo que fuese crucifi¬
cado, y sus voces prevalecieron.
24 Decidió, pues, Pilato acceder a
su petición. 25 Soltó al que por el
motín y el homicidio había sido
puesto en la cárcel, según le pedían,
y entregó a Jesús a la voluntad de
ellos.
Camino del Gólejola.
2G Y cuando le llevaban echaron
mano de un cierto Simón de Cirene,
que venía del campo, y le cargaron
con la cruz, para que la llevase en
pos de Jesús. 27 Y le seguía una
gran muchedumbre del pueblo y de
mujeres que se herían y lamentaban
por El. 28 Vuelto a ellas Jesús, dijo:
Hijas de Jcrusalén, no lloréis por
mí, llorad más bien por vosotras
mismas y por vuestros lujos, 29 por¬
que días vendrán en que se dirá:
Dichosas las estériles (2), y los
vientres que no engendraron, y los
pechos que no amamantaron. 30 En¬
tonces dirán a los montes: Caed sobre
nosotros, y a los collados: Ocultadnos,
31 porque si esto se hace en el leño
verde, ¿en el seco qué será? 32 Y con
El llevaban dos malhechores para ser
ejecutados.
Eu crucifixión.
33 Cuando llegaron ni lugar llamado
Calvario, le crucificaron allí, y a los
(1) El v. 17, excesivamente lacónico para in¬
troducir la petición de Barrabás, falta en muchos
códices, y graves expositores lo consideran como
tomado de los otros evangelios.
(2) Este pasaje, propio de San Lucas, se co¬
rresponde con el de 19, 41 ss. Ambos muestran
el extremo dolor de Jesús por la rebeldía de
Israel y sus tristes consecuencias.
SAN LUCAS, 24
1177
dos malhechores, uno a la derecha y
otro a la izquierda. 34 Y Jesús decía:
Padre, perdónalos, porque no saben
lo que hacen (1). Y dividiendo sus
vestidos, echaron suertes sobre ellos.
35 Y el pueblo estaba allí mirando.
Y los príncipes mismos se burlaban,
diciendo: A otros salvó; sálvese a sí
mismo, si es el Mesías de Dios, el
Elegido. 30 Y le escarnecían también
los soldados, que se acercaban a El
ofreciéndole vinagre, 37 y diciendo:
Si eres el rey de los judíos, sálvate a
ti mismo. 38 Había también una ins¬
cripción sobre El: Este es el rey de
los judíos.
Los dos ladrones.
39 Uno de los malhechores crucifi¬
cados le insultaba, diciendo: ¿No eres
tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y
sálvanos a nosotros. 40 Pero el otro,
tomando la palabra, le reprendía, di¬
ciendo (2): ¿Ni tú que estás su¬
friendo el mismo suplicio temes a
Dios? 41 Y nosotros justamente, por¬
que recibimos el digno castigo de
nuestras obras; pero "éste nada malo
ha hecho. 42 Y decía: Jesús, acuérdate
de mí cuando entres en tu reino.
43 Y le dijo: En verdad te digo, hoy
serás conmigo en el paraíso. 44 Y era
ya como la hora de sexta y las ti¬
nieblas cubrieron toda la tierra hasta
la hora de nona, 45 oscureciéndose el,
sol, y el velo del templo se rasgó
por medio. 46 Y Jesús, dando una
gran voz, dijo: Padre, en tus manos
entrego mi espíritu. Y diciendo esto
expiró.
La hora de la verdad.
47 Y viéndolo el centurión (3) glo¬
rificó a Dios, diciendo: Verdadera¬
mente este hombre era justo. 48 Y toda
la muchedumbre que había asistido
(1) Súplica sublime, que confirma toda su
doctrina sobre el amor del prójimo.
(2) San Lucas precisa más la conducta de los
ladrones, y, según él, se han de entender los
otros evangelistas.
(3) El centurión gentil reconoce la inocencia
de Jesús ante los fenómenos naturales; el pueblo
confiesa su culpa, y vuelve a la simpatía que mos¬
traba por Jesús. Pero sus directores vuelven
también a la carga, y acaban por extraviarle de¬
finitivamente y atraer sobre su cabeza el castigo
anunciado y llorado por Jesús.
a aquel espectáculo, viendo lo suce¬
dido, se volvía hiriéndose el pecho.
49 Todos sus conocidos y las mu¬
jeres que le habían seguido de Gali¬
lea estaban a distancia y contem¬
plaban todo esto.
La sepultura.
50 Un varón, de nombre José, que
era miembro del Consejo, hombre
bueno y justo, 51 que 110 había dado
su asentimiento a la resolución y a
los actos de aquéllos, originario de
Arimatea, ciudad de Judea, que es¬
peraba el reino de Dios, 62 se presentó
a Pilato y le pidió el cuerpo de
Jesús. 53 Y bajándole le envolvió en
una sábana y le depositó en un mo¬
numento cavado en la roca, donde
ninguno había sido aún sepultado.
54 Era día de Parasceve, y estaba
para comenzar el sábado. 55 Y las
mujeres, que habían venido con El
de Galilea, le siguieron y vieron el
monumento y cómo fue depositado
su cuerpo. 56 Y a la vuelta prepara¬
ron aromas y mirra. Y durante el
sábado se estuvieron quietas por cau¬
sa del precepto.
El sepulcro, vacío.
24 1 Mas el primer día de la se¬
mana, muy de mañana, vinie¬
ron al monumento trayendo los aro¬
mas que habían preparado, 1 2 y en¬
contraron removida del monumento
la piedra, 3 y entrando no hallaron
el cuerpo del Señor Jesús. 4 Y acon¬
teció que estando ellas perplejas
sobre esto, se les presentaron dos
hombres vestidos con unas vestiduras
deslumbrantes. 5 Mientras ellas se
quedaron aterrorizadas y bajaron la
cabeza hacia el suelo, les dijeron:
¿Por que buscáis entre los muertos
al que vive? 6 No está aquí, ha resu¬
citado. Acordaos cómo os habló es¬
tando aún en Galilea, 7 diciendo que
el Hijo del hombre había de ser
entregado en poder de los hombres
pecadores, y ser crucificado, y resu¬
citar al tercer dia. 8 Y ellas se acor¬
daron de sus palabras, 9 y volviendo
del monumento, comunicaron todas
estas cosas a los once y a todos los
demás. 10 Eran éstas María la Mag¬
dalena, y Juana, y María de^San-
1178
SAN LUCAS, 24
tiago; y las demás (1) que estaban
con ellas, decían estas cosas a los
Apóstoles. (i) * * * * * * * * * 11 A ellos les parecieron
desatinos estos relatos, y no los creye¬
ron. 12 Pero Pedro se levantó y corrió
al monumento, c inclinándose vi ó só¬
lo los lienzos, y se volvió a casa ad¬
mirado de lo ocurrido.
En el camino de Emans.
13 Y lie aquí que, el mismo día,
dos de ellos iban a una aldea, que
dista de Jcrusalén sesenta estadios,
llamada Emaús, 14 y hablaban entre
sí de todos estos acontecimientos.
15 Y mientras iban hablando y razo¬
nando, el mismo Jesús se les acercó
e iba con ellos, 16 pero sus ojos no
podían reconocerle. 17 Y les dijo:
¿Que razonamientos son estos que
vais haciendo entre vosotros mientras
camináis? Y ellos se detuvieron en¬
tristecidos. 18 Y tomando la palabra
uno de ellos, por nombre Cleofás, le
dijo: ¿Eres tú el único forastero en
Jcrusalcn que no conoce los sucesos
en ella ocurridos estos dias? 19 Y les
dijo: ¿Cuáles? Contestáronle: Lo de
Jesús Nazareno, que fué un varón
profeta, poderoso en obras y pala¬
bras ante Dios y ante todo el pueblo:
20 cómo le entregaron los príncipes
de los sacerdotes y los magistrados
para que fuese condenado a muerte
V crucificado. 21 Nosotros esperába¬
mos que sería El quien rescataría a
Israel: mas, con todo esto, van ya
tres días desde que todo esto ha su¬
cedido. 22 Nos asustaron ciertas mu¬
jeres de las nuestras que, yendo de
madrugada al monumento, 23 no en¬
contraron su cuerpo, y vinieron di¬
ciendo que habían tenido una visión
de ángeles que les dijeron qtic vivía.
24 Y algunos de los nuestros se fue¬
ron al monumento, y hallaron las
cosas coma las mujeres decían, pero
a El na le vieron.
25 Y El les dijo: jOh hombres sin
inteligencia y tardos de corazón para
(i) No concuerdan los evangelistas en la enu¬
meración de las mujeres que acudieron al sepul¬
cro la mañana de Pascua. San Lucas menciona
por segunda vez a Juana, que, sin duda, debió
de ser una de sus fuentes de información. Declan
tstas cosas a los Apóstoles. San Lucas es sobre
este pumo algo más explícito que los dos pri¬
meros evangelistas, aunque todavía no nos da la
luz que hallamos en San Juan.
creer todo lo que vaticinaron los pro¬
fetas! 28 No era preciso que el Mesías
padeciese y entrase en su gloria? Y co¬
menzando por Moisés y por todos los
profetas les fué declarando en todas
las escrituras las cosas tocantes a
El. 28 Cuando se acercaron a la aldea
a donde iban, y El fingió seguir ade¬
lante. 29 Y le obligaron diciendo:
Quédate con nosotros, pues el día ya
declina. Y entró para quedarse con
ellos.
30 Puesto a la mesa con ellos, tomó
el pan, lo bendijo y se lo dió partido.
31 Y se les abrieron los ojos y le reco¬
nocieron (1), y desapareció de su
presencia. 32 Se dijeron uno a otro:
¿No ardían nuestros corazones dentro
de nosotros, mientras en el camino
nos hablaba y nos declaraba las Es¬
crituras? 33 Y en el mismo instante
se levantaron, y volvieron a Jcru¬
salén y encontraron reunidos a los
once y a sus compañeros, 34 que les
dijeron: El Señor en verdad ha resu¬
citado y se apareció a Simón. 35 Y ellos
contaron lo que les había pasado en
el camino, y cómo le reconocieron en
la fracción del pan.
Aparición a los once.
38 Mientras esto hablaban, se pre¬
sentó en medio de ellos (2), y les
dijo: La paz sea con vosotros. 37 Ate¬
rrados y llenos de miedo, creían ver
un espíritu. 38 Y El les dijo: ¿Por
qué os turbáis y por qué suben a
vuestro corazón esos pensamientos?
39 Ved mis manos v mis pies, que yo
soy. Palpadme y ved que el espíritu
no tiene carne "ni huesos como véis
que yo tengo. 40 Y diciendo esto les
mostró las manos y los pies. 41 Y no
creyendo aún ellos, en fuerza del gozo
y de la admiración, les dijo: ¿Tenéis
aquí algo que comer? 42 Y le dieron
un trozo de pez asado. 43 Y tomán¬
dolo comió delante de ellos.
(i) Este episodio, propio de San Lucas, nos
muestra claro cuáles eran los sentimientos de los
discípulos sobre el fin de Jesús, cuán difícil era
volverlos al camino de la verdad y cuanta fué su
alegría cuando, al fjn, lograron convencerse
de ella.
(a) Esta aparición debe de ser la de Jn. ao,
19 ss., noobstanie que aquí se habla de los once
como expresando el grupo de los Apóstoles, igual
que antes se decía los doce sin atender a que el
grupo estuviera completo.
SAN LUCAS, 24
1179
Ultimas Instrucciones.
44 Les dijo (1): Esto es lo que yo
os decía estando aún con vosotros:
que era preciso que se cumpliera todo
lo que está escrito en la ley de Moisés
y en los Profetas y en los Salmos de
mí. 45 Entonces les abrió la inteli¬
gencia para que entendiesen las Es¬
crituras, 46 y les dijo: Que así estaba
escrito, que el Mesías padeciese y al
tercer día resucitase de entre los
muertos. 47 Y que se predicase en su
nombre la penitencia para la remi¬
sión de los pecados a todas las na¬
ciones, comenzando por Jerusalén.
(i) En estos versículos resume San Lucas
las instrucciones dadas por Jesús a los discípu¬
los durante los cuarenta días que permaneció
con ellos. Entonces ya estaban en mejores con¬
diciones de entenderle, aunque el Espíritu Santo
debía aún completar esta obra.
48 Vosotros daréis testimonio de esto.
49 Pues yo os enviaré lo prometido por
mi Padre: pero habéis de permanecer
en la ciudad hasta que seáis revesti¬
dos de lo alto.
Ascensión.
60 Los llevó hasta cerca de Bcta-
nia (1), y levantando sus manos
los bendijo, 61 y mientras los bendecía
i se alejaba de ellos, y era llevado al
| ciclo. 52 Ellos se postraron ante El,
y se volvieron a Jerusalén con grande
gozo 63 y estaban de continuo en el
templo bendiciendo a Dios.
(i) Si no tuviéramos los Hechos de los Após¬
toles, diríamos que la ascensión ocurrió el mismo
día de esta aparición. San Lucas, que, sin duda,
tenía ya idea del segundo libro, dejó para él estos
■ últimos sucesos.
INTRODUCCION AL EVANGELIO DE SAN JUAN
CL AUTOR.—Fué Juan, hijo de Ze-
E' bedeo y de Salomé, natural de Ga¬
lilea y de las cercanías del Lago. El
padre era pescador, y como él sus hijos.
El Evangelio indica que Zebedeo era
patrón de la barca y dueño de los apare¬
jos de pesca conque trabajaba, ayudado
decaíganos jornaleros (Me. 1, 20). Esto
prueba que Zebedeo tenía una posición
distinguida entre sus compañeros de
profesión. Juan debe ser contado, junto
con Andrés, hermano , de Pedro, entre
los discípulos del Bautista, y los prime¬
ros que se unieron a Jesús (1, 35 ss.).
Con el salvador volvió de las riberas
del Jordán, donde Juan bautizaba, a
Galilea, y fué testigo del primer mila¬
gro en Cana. Algo más tarde, después
de la pesca milagrosa, fue llamado con
su hermano Santiago y con los otros dos
herinanos, Simón y Andrés, al segui¬
miento de Jesús, para no separarse ya de
El. Formaba parte del grupo de los tres
que solían ser distinguidos por el Maes¬
tro, y hemos de creer que, correspondien¬
do a esta distinción, también él se desta¬
caba por su adhesión al Salvador. Tal
vez hemos de tomar como una señal de
esto la proposición que los dos her¬
manos hicieron a Jesús, cuando le vieron rechazado en una aldea de
samaritanos: «¿Quieres que pidamos que baje fuego del cielo que los
destruya?» A lo que Jesús les replicó: «JY o sabéis de qué espíritu sois h-jos»
(Le. 9, 54 s.). Acaso por esto los llamó Boanerges, que quiere decir k hijos
del trueno » (Me. 3, 17). Esa misma adhesión los llevó, juntamente con
su madre, a hacer al Señor un atrevido ruego: que reservase para ellos los pri¬
meros puestos del reino de Jesús, que creían pronto a inaugurarse en Jeru-
salén. A esto Jesús les respondió: «A"o sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz,
que yo he de beber?» A loque ellos respondieron: «Sí que podemos .» Mi cáliz, les
dijo Jesús, lo beberéis; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca
a mí darlo, sino al Padre, que está en los cielos .» Y no desmintió Juan la pala-
1182
SAN JUAN
bra que dió al Maestro, porque, sí huyó como sus compañeros en Octsemani
la noche de la prisión, luego se presentó en casa del Pontífice Caifas y, valién¬
dose de los conocimientos que allí tenía } obtuvo de la portera la entrada para Pedro.
A la tarde se halló presente, en compañía de María, a la muerte de su Maestro,
el cual, agradeciendo su lealtad, le encomendó el cuidado de su Madre. La
mañana de la rcsurrección f al oír de labios de la Magdalena que el sepulcro es¬
taba vacío, corre con Pedro a comprobarlo, y viendo el sepulcro vacío, creyó en la
resurrección (20, 8).
En los Hechos de los Apóstoles Juan aparece varias veces al lado de Pedro:
en el templo, acudiendo a la oración f y a dar testimonio ante el Sanedrín que
los manda azotar (3-4); en Satnaria, confirmando a los convertidos por el diá¬
cono Felipe (8 f 14). Años más tarde continuaba en Jerusalén, donde le vió
y trató el Apóstol de los gentiles y San Pablo } que le cuenta entre las columnas
de la Iglesia (Gal. 2, 9). La tradición nos refiere que inoró en Efeso, de donde y
en tiempo de Domiciano y habría sido llevado a Roma y y allí echado en una cal¬
dera de aceite hirviendo, de la que salió ileso. Vuelto a Oricnte y fui después
relegado a la desierta isla de Patmos y enfrente del Asia, donde escribió el Apo¬
calipsis. Libre del destierro en tiempo de Nerva y volvió a Efeso y allí murió y
reinando Trajano. Siglos después se mostraba en aquella ciudad su scpulcro y
como se muestran hoy los restos de la casa en que habría vivido con la Virgen
María. En la misma ciudad de Efeso escribió el Evangelio, en una fecha que no
se ftuede precisar, pero que fui ya al fin de su vida.
EL EV ANGELI O.—Que sea Juan el autor del cuarto Evangelio y nos lo dice
él mismo con su empeño en ocultarse. Efectivamente, es este Evangelio el que
con más frecuencia introduce a los Apóstoles hablando o haciendo alguna cosa y
y el autor siempre los llama por sus nombres . Hay uno y sin embargo } que siem¬
pre queda incógnito. Cuando a orillas del Jordán se presentan a Jesús dos
discípulos del Bautista, el autor nos dice que uno de ellos es Andrés, hertnano
de Simón Pedro; el otro no parece tener nombre (l y 10). Durante la última ccna y
cuando Jesús anuncia que uno de los doce le hará traición y Pedro hace señas
al que se recostaba sobre el pecho de Jesús y y que era de El especialmente amado y
y el Maestro accede a su ruego revelándole en secreto el nombre de Judas (13 y 23);
pero tampoco se dice su nombre. Aquella misma noche y preso el Señor y con¬
ducido a casa de Caifas, Simón Pedro le siguc y aunque de lejos, con el otro
discípulo, que y por ser conocido en el Palaeio y pudo entrar y obtener de la
portera que Pedro fuese también admitido (18 y 15 ss.), siu que tampoco se
diga su nombre. A la tarde de aquel mismo día y el discípulo amado de Jesús
se le presenta en el Gólgota en compañía de su Madre. Conmovido el Maestro
de aquella lealtad y encomienda a su fiel, discípulo lo que miís amaba en este
mundo, que era su Madre (19 y 26 ss.), igualmente sin nombrarlo. La ma¬
ñana de Pascua, cuando María Magdalena lleva a los discípulos la noticia
de que el cuerpo de Jesús había desaparecido del scpulcro y el único que
corre con Pedro a comprobar el hecho es el discípulo amado de Jesús
(20 f 2 ss.), siempre sin el nombre. En la misma forma se habla de él
en la última aparición del Salvador a los Apóstoles, que nos es referida por
el cuarto Evangelio (21, 7 ss.). Por exclusión podemos sacar en consecuencia
que este personaje, que ocupa un lugar distinguido entre los doce y que nunca
tiene nombre, no puede ser otro que Juan, el hermano de Santiago c hijo de
Zcbcdco, y esta deducción la vemos confirmada por la tradición cristiana desde
los comienzos del segundo siglo.
Ya se deja entender que en el lugar y en la fecha en que San Juan escribió
no podía destinar su Evangelio sino a las iglesias de la gentilidad que había
en Asia, fundadas por el Apóstol San Pablo. El fin que el autor se propuso
al redactar su obra se halla indicado en 20, 31; uEstas cosas han sido escritas
SAN JUAN
1183
para que creáis que Jesucristo es el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis
la vida por su nombre .» Esta intención general no quita otras particulares, como
la de completar y aclarar el relato de los Sinópticos y la de refutar la herejía
cerintiana.
PLAN DEL EVANGELIO.—Lo primero que advertimos en el cuarto
Evangelio es la diferencia con los Sinópticos cuanto a su contenido. Sólo tiene
de común con ellos la expulsión de los vendedores del Templo (2, 13 ss.), la
primera multiplicación de los panes (6, 1 ss,), la marcha de Jesús sobre las
aguas (6, 16 ss.) t la unción de Betania (12, 1 ss.), la entrada triunfal en Jeru-
salen (12, 12 ss.), y finalmente, la pasión y la resurrección. Pero aun en estos
puntos no existe entre San Juan y los Sinópticos ninguna dependencia litera¬
ria. Convienen en el fondo de los sucesos, mas no en la redacción.
El teatro de la historia, que en los Sinópticos es Galilea, es en San Juan
principalmente la Judea. Jesús va y viene de Galilea a Jcrusalcn y de Jeru-
salen a Galilea, y sus conversaciones y disputas no son con el pueblo, sino con
los doctores. Por eso los temas son más altos, y en vez de las parábolas más o
menos alegorizadas de los Sinópticos, encontramos en San Juan verdaderas
alegorías, como la de la viña (15, 1 ss.) y la del pastor y el redil (10, 1 ss.) .
Por esto los Padres llaman a este Evangelio el Evangelio espiritual. El número
de los milagros referidos se reduce a siete, sin ninguno de aquellos cuadros
generales sobre la actividad taumatúrgica del .Salvador que abundan en los
Sinópticos, fuera de las palabras que se leen en 20, 30 s. sobre la infinidad
de las señales obradas por El y las alusiones a sus obras, señales o milagros, que
a cada paso leemos en sus disputas con los judíos. La mayor parte del Evan¬
gelio la forman discursos, que a veces se apoyan en los milagros mismos, de
los cuales vienen a ser eomo una explicación; v. gr., a la multiplicación del pan,
sigue el discurso sobre el pan de vida (6); la curación del ciego de naci -
miento sirve de base a la declaración de ser El la luz del mundo (0); a la resu¬
rrección de Lázaro va unida la afirmación de ser El la resurrección y la vida (11).
Di VI SI ON DEL EV ANGELI O. — 1) En vez del Evangelio de la infancia,
que San Mateo y San Lucas nos dan, San Juan nos ofrece en el prólogo de su
Evangelio los orígenes eternos del Verbo (1, 1-1S); 2) la mis ón de Jesús en Jtidea
y Galilea (1, 10-12, 50); la pasión y resurrección (13-21). Los viajes entre
las dos regiones, que son el teatro de la actividad del Salvador, se hallan seña¬
lados en los siguientes pasajes: 1, 20; 1, 43; 2, 12 s.; 4, 3; 4, 43; 5, 1; 6, 1;
6, 16 ss.; 7, 1-14; JO, 40; 11, 17 s.; 11, 54; 12, 1; 12, 12.
1184
SAN JUAN, 1
SAN JUAN
Prólogo.
1 1 2 3 4 5 6 7 Al principio era el Verbo (1),
y el Verbo estaba con Dios,
y el Verbo era Dios.
2 Estaba al principio con Dios.
3 Todas las cosas (2) fueron hechas
por El,
y sin El no se hizo nada de cuanto
ha sido hecho.
4 En El estaba la vida (3),
y la vida era la luz de los hombres.
6 Y la luz luce (4) en las tinieblas,
pero las tinieblas no la abrazaron.
6 Hubo un hombre
enviado por Dios,
de nombre Juan.
7 Vino éste a dar testimonio de la luz.
para testificar (5) de ella.
y que todos creyeran por él.
8 No era el la luz,
sino que vino a dar testimonio de
la luz.
8 La luz verdadera (G) era ya
e ilumina a todo hombre,
viniendo a este mundo.
.(i) Cuando Dios creó el cielo y la tierra, exis¬
tía ya el Verbo. Manera de expresar la eternidad
del mismo, igual, aunque menos expresiva, que
la empleada por Jesús en 17, 5, 24 . El Logos, la
Sabiduría eterna de Dios, de Que empiezan a
hablarnos los Proverbios 8, 22 ss., y la Sabidu¬
ría 7, 1 ss., la segunda persona de la Trinidad.
El Verbo estaba en Dios. Expresa esta frase la
íntima unión del Verbo con Dios, de la Sabidu¬
ría de Dios con Dios mismo, del Hijo con el
Padre. Y el Verbo era Dios. Era tan estrecha esta
unión, que ambos comunicaban en la naturaleza
divina, eran consubstanciales el Verbo de Dios
y el Padre.
(2) Porque Dios todo lo creó por su Sabidu¬
ría, que es el Verbo. (Proverbios 8, 30.)
(3) La vida divina, que había de comunicar
a los hombres, por lo que San Pedro le llama
«autor de la vida». (Act. 3, 15.)
(4) Es la luz de la verdad y de la vida, que
Jesús trajo al mundo, que era El mismo (8, 12;
9. 5), como era la vida (n, 25 ; 14 . 6), luce en
medio de las tinieblas del error y del vicio en
que viven los hombres; pero éstos 110 quisieron
darse cuenta.
(5) Tal fué el oficio de Juan respecto del
Verbo encarnado. (Le. 1,16, 67.)
(6) Juan no era la luz, sino un reflejo de la
misma. Como enviado de Dios, su oficio era
dar testimonio de la luz, que era el Verbo, el cual
viene a este mundo para iluminar a todos los
hombres.
10 Estaba en el mundo (1)
y. por El fué hecho el mundo,
pero el mundo no le conoció.
11 Vino a los suyos (2)
pero los suyos no !e recibieron.
12 Mas a cuantos le recibieron,
dióles poder (3) ser hijos de Dios,
a aquellos que creen en su nombre:
13 que no de la sangre (4),
ni de la voluntad carnal,
ni de la voluntad de varón
sino de Dios son nacidos.
14 Y el Verbo se hizo carne (5),
y habitó entre nosotros,
y hemos visto su gloria,
gloria como de Unigénito del Pa¬
dre,
lleno de gracia y de verdad.
15 Juan da testimonio de El cla¬
mando:
Este'es de quien os dije:
«El que viene en pos de mí (G),
ha pasado delante de mí,
porque era primero que yo.
18 Pues de su plenitud (7) recibimos
todos,
gracia sobre gracia.
17 Porque la Ley fué dada por Moisés,
(1) Porque habiendo sido hecho por E!, habla
derramado los tesoros de su sabiduría por todas
las cosas creadas. (Prov. 8. 30; Ed. 1,10; Sab. 13,
1 ss.)
( 2 ) A los israelitas, que eran el pueblo de
Dios y su heredad predilecta. (Ecl. 24, 21 ss.)
Pero su pueblo no le recibió.
(3) Esto es, a cuantos creyeron en El les con¬
firió el nombre y el ser de hijos de Dios. (I,
Jn. 3 . 1 .)
(4) Contrapone al principio de vida, que vie¬
ne de Dios por su Verbo, la causa material de la
generación humana y la voluntad racional, todo
lo humano.
(5) Esto es, hombre que connota la flaqueza
humana en oposición a la gloria divina. Por me¬
dio de su humanidad moró en medio de nos¬
otros, mucho mejor que antes había morado en
medio de Israel por su presencia en el Templo.
(Ex. 25. 8; Ecl. 24, 11.) Vimos su gloria. La gloria
de la divinidad, que se reflejaba en sus obras,
milagros, sabiduría, etc. ■
(6) Juan, como precursor, vino primero; pero
Jesús, como Hijo de Dios, pasó delante de él,
por la misión más excelente que traía. (Heb. 1,
1 s.)
(7) En Cristo, luz y vida, está la plenitud
de la gracia, de la cual todos participamos una
gracia, que va siempre creciendo hasta su última
expansión en la gloria.
SAN JUAN 1
1185
la gracia y la verdad (1) vino por
[Jesucristo.
18 A Dios nadie le vió jamás,
Dios Unigénito, que está en el seno
[del Padre,
esc (2) nos le ha dado a conocer.
Primer testimonio de Juan.
19 Este es el testimonio de Juan,
cuando los judíos desde Jerusalén le
enviaron sacerdotes y levitas (3),
para preguntarle: Tú, ¿quién eres?
20 Y él confesó y no negó, y confesó:
No soy yo el Mesías. 21 Y le pregun¬
taron: Entonces, ¿qué eres? ¿Eres
Elias? Y él dijo: No soy. ¿Eres el
Profeta? Y contestó: No. 22 Dijéronle,
pues: Entonces, ¿quién eres?, para
que podamos dar respuesta a los que
nos han enviado. ¿Qué dices de ti
mismo? 23 Dijo: Yo soy la voz del
que clama en el desierto: «Enderezad
el camino del Señor», según dijo el
profeta Isaías. 24 Los enviados eran
fariseos. 25 Y le preguntaron, di¬
ciendo: Pues entonces, ¿por qué bau¬
tizas, si no eres el Mesías, ni Elias,
ni el Profeta? 26 Juan les contestó,
diciendo: Yo bautizo en agua, pero
en medio de vosotros está uno a
quien vosotros no conocéis, 27 que
viene en pos de mí, a quien no soy
digno de desatar la correa de la san¬
dalia. 28 Esto sucedió en Betania, al
otro lado del Jordán, donde Juan
bautizaba.
Segundo testimonio de Juan.
29 Al día siguiente vió a Jesús que
venía y dijo: He aquí el Cordero de
Dios (4), que quita el pecado del
mundo. 30 Este es aquel de quien
(1) La Ley era la preparación, la promesa,
la figura de la gracia y de la verdad, que nos
trajo Jesucristo. (Heb. io, i ss.)
(2) Ni aun los profetas le vieron; pero el
Unigénito del Padre, que mora en el seno del
Padre, le conoce y ha bajado a darnos noticia
de El.
(3) Habiendo comenzado Juan su misión en
el desierto, las autoridades religiosas de Jerusa¬
lén se creen en el deber de informarse acerca
de la misión del nuevo profeta. La respuesta
de Juan concuerda con lo referido por los Sinóp¬
ticos.
(4) Este nuevo testimonio tuvo lugar después
del bautismo de Jesús, el Cordero de Dios, por
la pureza de su vida, y que, no teniendo pecado,
puede quitar los pecados del mundo entero.
yo dijé: En pos de mí viene un varón,
que ha pasado delante de mí, porque
era primero que yo. 31 Yo no le cono¬
cía; mas para que El fuese manifes¬
tado a Israel he venido yo, y bautizo
en agua. 32 Y Juan dió testimonio di¬
ciendo: Yo he visto al Espíritu des¬
cender del cielo, como paloma, y
posarse sobre El. 33 Yo no le co¬
nocía; pero c.1 que me envió a bauti-
tizar en a^ua 111 c dijo: Sobre quien
vieres descender el Espíritu y perma¬
necer en El ése es el que bau-tiza en
el Espíritu Santo. 34 Y yo vi, y doy
testimonio de que éste es el Hijo
de Dios.
Primeros discípulos de Jesús.
35 Al día siguiente, otra vez esta¬
ban allí Juan y dos de sus discípu¬
los (1), 36 y fijando la vista en
Jesús, que pasaba, dijo: He aquí el
Cordero de Dios. 37 Y los dos discí¬
pulos, que le oyeron, siguieron a Je¬
sús. 38 Vuelto Jesús a ellos, viendo
que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis?
Dijéronle ellos: Rabbi, que quiere
decir Maestro, ¿dónde moras? 39 Les
dijo: Venid y ved. Fueron, pues, y
vieron donde moraba, y permane¬
cieron con El aquel día. Era como la
hora décima. 40 Era Andrés, el her¬
mano de Simón Pedro, lino de los
dos que oyeron a Juan y le siguie¬
ron. 41 Encontró él luego a su her¬
mano Simón, y le dijo: Hemos ha¬
llado al Mesías, que quiere decir el
Cristo. 42 Le condujo a Jesús, que
mirándole dijo: Tú eres Simón, el
hijo de Juan; tú serás llamado Cefas,
que quiere decir Pedro.
43 Al otro día quiso El salir hacia
Galilea, y encontró a Felipe, y le
dijo Jesús: Sígueme. 44 Era Felipe,
de Betsaida, la ciudad de Andrés y
de Pedro. 45 Encontró Felipe a Na-
tanael, y le dijo: Hemos hallado a
aquel de quien escribió Moisés en la
Ley y los Profetas, Jesús hijo de
José, el de Nazaret. 46 Díjole Nata-
nael: ¿De Nazaret puede salir algo
bueno? (2). Díjole Felipe: Ven y
verás. 47 Vió Jesús a Natanael, que
venía hacia El, y dijo de él: He aquí
(1) Eran Andrés y Juan. Para entender este
suceso es preciso hacerse cargo del ambiente
mesiánico que reinaba en torno del Bautista.
(2) Natanael era de Caná, ciudad próxima a
Nazaret, y no es extraño que entre ambas exis¬
tieran celos.
75
1186
SAN JUAN, 2
un verdadero israelita, en quien no
hay dolo. 48 Díjole Natanael: ¿De
dónde me conoces? Contestó Jesús v
le dijo: Antes que Felipe te llamase,
cuando estabas debajo de la higuera,
te vi. 49 Natanael le contestó: Rabbi,
tú eres el Hijo de Dios (1), tú eres
el Rey de Israel. 60 Contestó Jesús,
y le dijo: ¿Porque te he dicho que
te había visto debajo de la higuera
crees? Cosas mayores has de ver (2).
61 Y añadió: En verdad, en verdad
os digo, que veréis abrirse el cielo
y a los ángeles de Dios subiendo y
bajando sobre el Hijo del hombre.
Primer milagro de Jesús.
1 Al tercer día (3) hubo una
— boda en Caná de Galilea, y es¬
taba allí la madre de Jesús. 1 2 3 Fué
invitado también Jesús con sus dis¬
cípulos a la boda. 3 Y no tenían
vino, porque el vino de la boda se
había acabado. En esto dijo la
madre de Jesús a éste: No tienen
vino (4). 4 Díjole Jesús: Mujer,
¿qué nos va a mí y a ti? (5). No
es aún llegada mi hora. 5 6 Dijo la
madre a los servidores: Haced lo
que El os dijere (6).
6 Había allí seis tinajas de pie¬
dra (7) para las purificaciones de
los judíos, en cada una de las cuales
cabían dos o tres metretas. 7 Díjoles
Jesús: Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta el borde. 8 El
(1) La expresión Hijo de Dios, puede tener
diversos sentidos: el justo, el Mesías, el Hijo de
Dios. Aquí parece que debe entenderse Mesías.
(2) Sólo habían oído los testimonios de Juan
y la profecía de Jesús; pronto verán cosas que
les muestren mejor quién es El.
(3) No es claro desde cuándo se ha de con¬
tar, si desde la partida para Galilea (1, 43) o
desde el último discurso.
(4) Es de advertir Ja discreta manera de pe¬
dir el remedio de aquella necesidad en tan so¬
lemne momento.
(5) La trata como en la cruz, lo que no ex¬
presa falta alguna de respeto. La negativa, sin
duda, iría suavizada por el tono de la voz con
que Jesús la pronunció y por la razón alegada
de no ser hora de obrar milgros.
(6) A pesar de la negativa, la Madre confía
que Jesús hallará modo de remediar la necesidad.
Más tarde accederá a los ruegos de la cananea,
no obstante decir que no habla venido sino a las
ovejas de Israel. (Mt. 15, 24.)
(7) En que tenían depositada el agua nece¬
saria para las frecuentes abluciones prescritas
por la costumbre judía. (Me. 7, 3 s.) La medida
o metreta equivalía a unos 40 litros.
les dice: Sacad ahora y llevad al
maestresala. Y se lo llevaron. 9 Luego
que el maestresala probó el agua
convertida en vino—él no sabía de
dónde venía (1), pero lo sabían los
servidores, cjue habían sacado el
agua—, llamó al novio, 10 y le dijo:
Todos sirven primero el viiío bueno,
y cuando están ya bebidos, el peor;
pero tú has guardado hasta ahora
el vino mejor. 11 Este fué el primer
milagro que hizo Jesús en Caná
de Galilea, manifestando su gloria
y creyeron en El sus discípulos (2).
Residencia en Cafarnatun.
13 Después de esto bajó a Cafar-
naum (3), El, su madre, sus her¬
manos y sus discípulos, y permane¬
cieron allí no pocos días.
Expulsión de los vendedores del
Templo.
13 Estaba próxima la Pascua de los
judíos, y subió Jesús a Jcrusalén.
14 Y encontró en el Templo ( 4 )
a los vendedores de bueyes, de ovejas
V de palomas, y a Tos cambistas
sentados; 16 y haciendo de cuerdas
un azote los arrojó a todos del Tem¬
plo, con las ovejas y los bueyes, y
derramó el dinero de los cambistas,
y derribando las mesas; 16 y a los
que vendían palomas les dijo: Quitad
de aquí todo esto y no hagáis de la
casa de mi Padre casa de contra¬
tación. 17 Y se acordaron sus dis¬
cípulos que está escrito: «El celo de
tu casa me consume.» 18 Los judíos
tomaron la palabra y le dijeron:
¿Qué señal das para obrar así? (5).
19 Respondió Jesús, y dijo: Des¬
truid este Templo, y en tres días lo
(1) Por razón de su oficio, debía estar ente¬
rado de los elementos de que disponía, y al en¬
contrarse con la sorpresa de aquel vino no puede
menos de manifestarlo.
(2) Con este primer milagro comenzó Jesús
a manifestar la gloria de su divinidad, que sus
discípulos comenzaron a ver. (1, 14.)
(3) Aun no se trata de la bajada definitiva
de que nos hablan Mt. 4. 14 ss.; Le. 4, 31.
(4) Discútese si es el mismo episodio de que
hablan los Sinópticos, los cuales, por no llevar
a Jesús sino una vez a Jerusalén, se verían preci¬
sados a ponerlo al fin de su carrera apostólica.
(5) Son las autoridades del templo las que
le piden las credenciales de sus poderes para
entrometerse en el orden del mismo.
SAN JUAN, 3
1187
levantaré. 20 Replicaron los judíos:
Cuarenta y seis años se han emplea¬
do (1) en edificar este Templo,
¿y tu lo vas a levantar en tres días?
21 Pero El hablaba del templo de su
cuerpo. 22 Y cuando resucitó de entre
los muertos, se acordaron sus dis¬
cípulos de que había dicho esto, y cre¬
yeron en la Escritura y en la pala¬
bra que Jesús había dicho.
Primeros frutos del ministerio
de Jesús.
23 En el tiempo en que estuvo en
Jerusalén por la fiesta de la Pascua
creyeron muchos en su nombre viendo
los milagros que hacía. 24 Pero Jesús
no se confiaba a ellos, porque los
conocía a todos, 25 y porque no tenía
necesidad de que nadie diese tes¬
timonio del hombre, pues El cono¬
cía lo que en el hombre había.
Visita de IVicodemo.
^ 1 Había un hombre de los fari¬
seos, de nombre Nicodemo, prin-
I cipal entre los judíos, 2 que vino de
noche a Jesús, y le dijo: Rabbi,
! sabemos que has venido como maes¬
tro de parte de Dios, pues nadie
puede hacer esos milagros que tú
haces si Dios no está con él. 3 Res¬
pondió Jesús, y le dijo: En verdad,
en verdad te digo que quien no na¬
ciere de arriba (2) no podrá en¬
trar en el reino de Dios. 4 5 Di jóle
Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre
nacer siendo viejo? ¿Acaso puede
entrar de nuevo en el seno de su
madre y nacer? 6 Respondió Jesús:
En verdad, en verdad te digo que
quien no naciere del agua (3) y
del Espíritu no puede entrar en el
reino de los cielos. 6 Lo que nace de
(1) La obra del templo, que tanta admira¬
ción causaba a los Apóstoles (Me. 13, 1), había
sido comenzada por Heredes el año 18 ó 19
antes de Cristo, y acaso no estuviese totalmente
acabada. (Fl.. Josefo, Antigüedades, XV, 14.)
(2) Este nacimiento espiritual ha de tener
su principio en el cielo, es decir, que deben ser
del cielo los principios que informan esa nueva
vida.
(3) Tal nacimiento tiene su principio espiri¬
tual en la fe; su causa ritual es el bautismo del
agua, por el cual se comunica el Espíritu Santo,
según lo que Juan había ya declarado.
la carne, carne es (1); pero lo
que nace del Espíritu, es espíritu.
7 Y no te maravilles de que te he
dicho: Es preciso nacer de arriba.
8 El viento sopla donde quiere, y
oyes su voz, pero no sabes de dónde
viene, ni a dónde va; así es todo el
nacido del Espíritu.
9 Respondió Nicodemo, y dijo:
¿Cómo puede ser eso? 10 Jesús “res¬
pondió, y dijo: ¿Eres maestro en
Israel (2) y no sabes esto? 11 En
verdad, en verdad te digo que nos¬
otros hablamos de lo que sabemos,
y de lo que hemos visto damos tes¬
timonio; pero vosotros no recibís
nuestro testimonio. 12 Si hablán¬
doos de cosas terrenas (3) no
creéis, ¿cómo creeríais si os hablase
de cosas celestiales? 13 Y nadie sube
al cielo sino el que bajó del cielo, el
Hijo del hombre, que está en el
cielo. 14 Y a la manera en que Moisés
levantó la serpiente en el desier¬
to (4), así es preciso que sea levan¬
tado el Hijo del hombre, 15 para que
todo el que creyere en El tenga la
vida eterna.
16 Porque tanto amó Dios al
mundo (5), que le dió su Unigénito
Hijo, para que todo el que crea en
El no perezca, sino que tenga la
vida eterna; 17 pues Dios no ha en¬
viado a su Hijo al mundo para que
juzgue al mundo (6), sino para
que el mundo sea salvo por El.
18 El que cree en El no es juzgado;
el que no cree, ya está juzgado,
porque no creyó en el nombre del
(1) La vida religiosa de Israel, inspirada en
la interpretación material de la Ley y de las pro¬
mesas mesiánicas, no pasaba de una vida mate¬
rial; pero la que Jesús proponía tenía principios
más altos y divinos.
(2) Motivo había para maravillarse de que
un doctor no entendiese el lenguaje de Jesús, y
esto es una prueba más de cuán materializados
estaban.
(3) La oposición de que habla Jesús entre
las cosas celestiales y las terrenas debe enten¬
derse, de una parte, del nacimiento espiritual,
que de alguna manera es objeto de nuestro cono¬
cimiento experimental, y de otra, su causa mis¬
ma, que es el Espíritu Santo.
(4) Mirando a la serpiente, sanaban los is¬
raelitas picados de las serpientes venenosas; mi¬
rando con fe a Jesucristo levantado en la cruz se
alcanza la salud eterna. Es un segundo aspecto
del tema propuesto.
(5) Estos versículos son reflexiones del evan¬
gelista sobre lo dicho por Jesús acerca de la fe
en su persona.
(6) Juzgar aquí equivale a condenar, y se
opone a salvar.
SAN JUAN, 4
l 1«S
Unigénito Hijo de Dios. 19 Y el
juicio consiste en que vino la luz
al mundo, y los hombres amaron
más las tinieblas (1) que la luz,
porque sus obras eran malas. 20 Por¬
que todo el que obra mal, aborrece
la luz, y no viene a la luz, porque
sus obras no sean reprendidas. 21 Pero
el que obra la verdad, viene a la
luz, para que sus obras sean mani¬
fiestas, pues están hechas en Dios.
Tercer testimonio de Juan.
22 Después de esto vino Jesús con
sus discípulos (2) a la tierra de
Judea, y permaneció allí con ellos y
bautizaba. 23 Juan bautizaba tam¬
bién en Ainón, cerca de Saluin,
donde había mucha agua, y venían a
bautizarse, pues Juan aún no había
sido metido en la cárcel. Se suscitó
una discusión entre los discípulos de
Juan y cierto judío acerca de la
purificación, 26 y vinieron a Juan,
y le dijeron: Rabbi, aquel que estaba
contigo al otro lado del Jordán, de
quien tú diste testimonio, está ahora
bautizando, y todos se van en pos
de El. 27 Juan les respondió, diciendo:
No debe el hombre tomarse nada (3)
si no le fuere dado del cielo. 28 Vos¬
otros mismos sois testigos de que
dije: Yo no soy el Mesías, sino que
he sido enviado ante El. 29 El que
tiene esposa es el esposo; el amigo
del esposo, que le acompaña y le
oye, se alegra grandemente de oír
la voz del esposo. Pues así este mi
gozo es cumplido. 30 Es preciso que
El crezca y yo mengue. 31 El que
viene de arriba está sobre todos (4).
El que procede de la tierra es terreno
V habla de la tierra; el que viene
del cielo, 32 da testimonio de lo que
ha visto y oído, pero su testimonio
nadie lo recibe. 33 Quien recibe su
testimonio pone su sello (5) a
(1) He aquí explicado el misterio de la in¬
credulidad de tantos hombres. Como sus obras
son malas y su alma impura, temen que la luz
descubra lo que son.
(2) De Jerusalén no se dirigió directamente
a Galilea, sino a la región del Jordán, donde Juan
continuaba ejerciendo su misión.
(3) Aquí está el fundamento supremo de la
humildad cristiana, enunciado por San Pablo
en I Cor. 4. 7.
(4) Jesús está sobre todos. Son reflexiones
del evangelista acerca de la declaración de Juan.
(5) El que por la fe recibe el testimonio de
Jesús, recibirá el Espíritu Santo, y con él testi-
I que Dios es veraz. 34 Porque aquel
a quien Dios ha enviado habla pala¬
bras de Dios, pues Dios no le dió el
espíritu con medida. 35 El Pidre
ama al Hijo, y ha puesto en su mano
todas las cosas. 36 El que cree en el
Hijo tiene la vida eterna; el que
rehúsa creer eft el Hijo 110 verá la
vida, sino que está sobre él la cólera
de Dios.
Partida de Jesús para Galilea.
4 1 Así, pues, que supo el Señor
que habían oído los fariseos cómo
Jesús hacía más discípulos y bauti¬
zaba más que Juan, 2 aunque Jesús
mismo no bautizaba, sino sus dis¬
cípulos, 3 4 5 abandonó la Judea, y
partió de nuevo para Galilea (1).
Encuentro con la samaritana.
4 Tenía que pasar por Samaría.
5 Llegó, pues, a 1111 a ciudad de Suma¬
ria llamada Sicar (2), próxima a
la heredad que dió Jacob a José
su hijo. 6 donde estaba la fuente de
Jacob (3). Jesús, pues, fatigado del
camino, se sentó sin más junto la
fuente; era como la hora de sexta.
7 IJegó una mujer de Samaría a
sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de
beber; 8 los discípulos habían ido a
la ciudad a comprar provisiones.
9 Díjole la mujer samaritana: ¿Cómo
tú, siendo judío, 111 c pides de beber
a mí, una samaritana? (4). Porque
ficará que Dios ha cumplido sus promesas, que
se resumen en la donación del Espíritu Santo.
(Jer. 31, 33 s.; Joel 2, 28; Ez. 36, 25 ss.)
(1) Ya comienza la preocupación de los fari¬
seos por la actividad de Jesús. Los discípulos
practicaban el bautismo de agua, como habían
aprendido de Juan; pero no era éste el bautismo
del Espíritu, pues aun no había sido glorificado
Jesús. (7, 39; Act. 1, 5.) Esta partida de la región
del Jordán coincide con la narrada por los Sinóp¬
ticos después de la prisión de Juan. (Mt. 4. 12;
Me. 1, 14.)
(2) La provincia ocupa el centro de la Pa¬
lestina. Sicar se halla situada a la entrada del
valle en que están Siqucm y Naplusa, en medio
de los dos montes Ebal y Garizim. Sobre este
último se hallaba el templo opuesto al de Jeru¬
salén, y centro de la vida religiosa de los sama-
ritanos.
(3) Es un pozo manantial de unos 30 metros
de profundidad, que aun subsiste en medio de
las ruinas de una iglesia cristiana.
(4) La enemistad entre judíos y samaritanos,
de que nos da testimonio San Lucas (9, 53), re¬
monta a la vuelta de la cautividad, como se narra
en los libros de Esdras y Nehemías.
SAN JUAN, 4
1180
no ¿»e tratan judíos y samaritaños.
10 Respondió Jesús, y dijo: Si cono¬
cieras el don de Dios (1) y quién es
el que te dice: Dame de beber, tú le
pedirías a El, y El te daría a ti agua
viva. 11 Ella le dijo: Señor, no tienes
cubo con que sacar el agua, el pozo
es hondo; ¿de dónde, pues, te viene
esa agua viva? Acaso eres tú más
grande que nuestro padre Jacob,
que nos dió este pozo, y de él bebió
él misino, sus hijos y sus rebaños?
13 Respondió Jesús, y le dijo: Quien
bebe de esa agua volverá a tener sed;
14 pero el que beba del agua que yo
le diere no tendrá jamás sed. que el
agua que yo le dé se hará en él una
fuente que salte hasta la vida eterna.
15 Di jóle a El la mujer: Señor,
dame de esa agua, para que no sienta
más sed ni tenga que venir aquí a
buscarla. 16 El le dijo: Vete, llama
a. tu marido y ven acá. 17 Respon¬
dió la mujer, y le dijo: No tengo
marido. Dijole Jesús: Bien dices:
No tengo marido; 18 porque cinco
tuviste, y el que ahora tienes no es
tu marido; en esto has dicho verdad.
19 Dijole la mujer: Señor, veo que tú
eres profeta. 20 Nuestros padres ado¬
raron en este monte (2), y vos¬
otros decís que es Jerusalén el sitio
donde hay que adorar. 21 Jesús le
dijo: Créeme, mujer, que es llegada
la hora en que ni en este monte ni
en Jerusalén adoraréis al Padre.
22 Vosotros adoráis lo que no cono¬
céis, nosotros adoramos lo que cono¬
cemos, porque la salud viene de los
judíos (3); pero luego llega la
hora, y ésta es cuando los verda¬
deros adoradores adorarán al Padre
en espíritu y en verdad, pues tales
son los adoradores que el Padre
busca. 24 Dios es espíritu y los qu ©
le adoran deben adorarle en espí¬
ritu (4) y en verdad. 25 Dijole la
(1) Es la gracia del Espíritu Santo, represen¬
tada con frecuencia por el agua viva que brota
de un manantial. (7, 38 s.)
(2) Era éste uno de los puntos fundamentales
de la división entre judíos y' samaritanos, el
lugar del culto legitimo.
(3) Jesús empieza por declarar que en cuanto
al lugar no está ni con unos ni con otros,
porque el Padre pide un culto en espíritu
y verdad, y, por tanto, no ligado a lo material
del lugar, ni exterior, como el que Jesús repren¬
de en los judíos. (Mt. 15, 8.) Pero en todo caso
la salud vendrá de los judíos, que tienen la Ley
y las promesas mesiánicas. (Rom. 9, 4 s.)
(4) El culto divino debe estar en armonía
con su objeto. Un dios localizado en un lugar.
mujer: Yo sé que el Mesías, el que
se llama Cristo, está para venir, y
que cuando El viniere nos hará
saber todas las cosas (1). 26 Dijole
Jesús: Soy yo, el que contigo ha¬
bla (2).
27 Y en esto llegaron los discípulos,
y se maravillaban (3) de que
hablase con una mujer; nadie, sin
embargo, le dijo: ¿Qué deseas? O
¿qué hablas con ella? 28 Dejó, pues,
su cántaro la mujer, y se fué a la
ciudad, y dijo a los hombres: Venid
a ver a un hombre que me ha dicho
todo cuanto he hecho. ¿No sorá el
Mesías? 30 Salieron de la ciudad y
vinieron a El. ál Entretanto los dis¬
cípulos le rogaban, diciendo: Rabbi,'
come. 32 Díjoles El: Yo tengo una
comida que vosotros no sabéis. 33 Los
discípulos se decían unos a otros:
¿Acaso alguien le ha traído de comer?
34 Jesús les dijo: Mi alimento (4)
es hacer la voluntad del que me envió
y acabar su obra. 35 ¿No decís vos¬
otros, aún cuatro meses (5) y
llegará la mies? Pues bien, yo os
digo: Alzad vuestros ojos y mirad
los campos, que ya están amarillos
para la siega. 36 El que siega recibe
su salario y recoge el fruto para la
vida eterna, para que se alegren
juntamente el sembrador y el sega¬
dor. 37 Porque cu esto es verdadero
el proverbio, que uno es el que siem¬
bra y otro el que siega. 38 Yo os
envío a segar lo que no trabajasteis;
otros lo trabajaron y vosotros os
aprovecháis de su trabajo.
39 Muchos samaritanos de aquella
ciudad creyeron en El jior la palabra
de la mujer, que atestiguaba: «Me
ha dicho todo cuanto he hecho.»
40 Pero así que vinieron a El le roga-
en ese lugar debe ser ádorado; pero Dios, que
está por encima de todos los lugares, no puede
consentir que su culto se estreche a un solo lugar.
Jesús deja aquí entrever la universalidad del
culto divino predicha por Malaquias (1, 10 s.).
(1) Y nada más natural que esperar de él la
solución de este pleito.
(2) Después de las declaraciones del Bautis¬
ta, no nos debe maravillar ésta de Jesús a una
mujer.
(3) Efectivamente, no estaba muy conforme
con las costumbres del país; pero el respeto al
Maestro selló sus labios, y nadie le dijo nada.
(4) Es el alimento de su alma el amor del
Padre y la satisfacción de cumplir su voluntad.
(5) Es un proverbio vulgar (4, 37). La ma¬
durez de la mies es el estado de las almas, mani¬
festado en aquella mujer del cántaro que acababa
de traer a Dios.
1190
SAN JUAN, 5
ron que se quedase con ellos; y per¬
maneció allí dos días. 41 Y muchos
más creyeron al oírle. 42 Y decían
a la mujer: Ya np creemos por tu
palabra, pues nosotros misinos hemos
oído y conocido que éste es verda¬
deramente el Salvador del mundo.
43 Pasados dos días, se partió de allí
para Galilea. 44 El mismo Jesús
declaró que ningún profeta es hon¬
rado en su propia patria (1).
45 Cuando llegó a Galilea, le acogieron
los galileos, que habían visto cuán¬
tas maravillas había hecho en Jeru-
salén durante la fiesta, pues también
ellos habían ido a la fiesta.
I ley reso u Galilea y curación
del hijo de un Cortesano.
46 Llegó, pues, otra vez a Caná de
Galilea, donde había convertido el
agua en vino. Y había allí un corte¬
sano (2), cuyo hijo estaba enfermo
en Caiarnaum. 47 Oyendo que llegaba
Jesús de Judea a Galilea partió a su
encuentro, y le rogó que bajase y
curase a su hijo, porque estaba para
morir. 48 Jesús le dijo: Si no viereis
señales y prodigios (3) no creéis.
49 Di jóle el cortesano: Señor, baja
antes que mi hijo muera. 60 Jesús
le dijo: Yete, tu hijo vive. Creyó el
hombre en la palabra que le dijo
Jesús, y se fué. 51 Y ya bajaba él,
cuando le salieron al encuentro sus
siervos, diciéndole: Tu hijo vive.
52 Preguntóles entonces la hora en
que se había puesto mejor, y le
dijeron: Ayer, a la hora octava le
dejó la fiebre. 83 Conoció, pues, el
padre que aquella misma era la
hora en que Jesús le dijo: Tu hijo
vive, y creyó él y toda su casa.
64 Este fué el segundo milagro que
hizo Jesús viniendo de Judea a
Galilea (4).
(1) La citación de esta sentencia viene de la
contraposición entre la benévola acogida que le
hicieron los samaritanos y la frialdad de sus com¬
patriotas los de Nazaret. (Le. 4- 24.)
(2) Se trata de algún dignatario de la corte
del tetrarca Herodes Antipas, que tenía su resi¬
dencia habitual en Tiberiades.
(3) Se entiende prodigios estupendos, de re¬
lumbrón, como los judíos esperaban de su Me¬
sías. (Le. 17, 20 s.)
(4) Fué el primero el de Caná (2, 11). Y los
nota por cuanto Jesús 110 habla comenzado aun
su misión en Galilea, que es el objeto principal
de la historia sinóptica.
Curación del enfermo de la
piscina.
Z 1 Después de esto se celebraba
una fiesta de los judíos (1), y
subió Jesús a Jerusalén. 2 Hay en
Jerusalén, junto a la puerta probá-
tica, una piscina, llamada en hebreo
Bezata (2), que tiene cinco pór¬
ticos. 3 En éstos yacía una multitud
de enfermos, ciegos, cojos, mancos,
que esperaban el movimiento del
agua. 4 * Porque el ángel del Se¬
ñor (3) descendía de tiempo en
tiempo a la piscina y revolvía el agua,
y el primero que bajaba, después de
la agitación del agua, quedaba sano
de cualquiera enfermedad que pade¬
ciese. 6 Había allí un hombre que
llevaba treinta y ocho años enfermo;
6 Jesús le vió acostado, y conociendo
que llevaba ya mucho tiempo, le
dijo: ¿Quieres ser curado? 7 * Respon¬
dióle el enfermo: Señor, no tengo a
nadie que al moverse el agua (4)
me meta en la piscina, y mientras
yo voy, baja otro untes de iní.
8 Díjole Jesús: Levántate, toma la
camilla y anda. 9 Y al ¡lisiante quedó
el hombre sano, y tomó su camilla
y se fué.
Disensión sobre el sábado.
Era día de sábado, 10 y los judíos
decían al curado: Es sábado. Xo
te es lícito llevar la camilla. 11 Res
(1) Una de las tres señaladas por la Lev
(Le. 2, 41); pero no la Pascua, que serla la del
año segundo. Esta la suele denominar San Juan
por su propio nombre. (2, 23; 6, 4d
(2) La puerta de las ovejas, probática, se ha¬
llaba en el ángulo NE. del Templo, y no lejos
de -esa puerta; pero fuera del recinto sagrado
estaba la piscina, de forma rectangular, rodeada
de cuatro pórticos y dividida en dos partes por
otro pórtico, que hacia el quinto. Se alimentaba
por un manantial de aguas intermitentes y ter¬
males.
(3) Todo este versículo falta en los mejores
códices griegos y es ignorado de los Padres an¬
tiguos, que comentaron a San Juan, San Agustín,
San Crisóstomo y San Cirilo de Alejandría. Al¬
gunos comentaristas modernos lo dan por una
glosa añadida por un copista al Evangelio.
(4) En este lugar habla un manantial de
aguas termales, que sí no curaban todos los ma¬
les aliviarían muchos de ellos. Según el texto el
manantial era intermitente. Sabido es que esta
clase de aguas es más eficaz al brotar del manan¬
tial que después. En el supuesto de la autentici¬
dad del v. 4. habría que admitir tu esas curacio¬
nes una intervención sobrenatural.
SAN JUAN, 5
1191
Ponchóles: El que me ha curado me
ha dicho: Coge tu camilla, y vete.
12 Le preguntaron: ¿Y quién es ese
hombre que te ha dicho: Coge y
vete? 13 El curado no sabía quién
era, porque Jesús se había retirado
de la muchedumbre que había allí.
14 Después de esto, le encontró Jesús
en el templo, y le dijo: Mira que has
sido curado; no vuelvas a pecar (1),
no sea que te suceda algo peor.
15 Fuese el hombre y di i o a los judíos
que era Jesús el que le había curado.
16 Y los judíos perseguían a Jesús,
por haber hecho esto en sábado.
17 Pero El les respondió (2): Mi
Padre sigue obrando todavía, y por
eso obro yo también. 18 Por esto los
judíos buscaban con más ahinco
matarle, porque no sólo quebrantaba
el sábado, sino que decía a Dios su
Padre, haciéndose igual a Dios.
El Hijo obra en unión con el Padre.
19 Respondió, pues, Jesús, y les
decía: En verdad, en verdad os digo
que no puede el Hijo hacer nada
por sí mismo, sino lo que ve hacer
al Padre; porque lo que Este hace
lo hace igualmente el Hijo. 20 Porque
el Padre ama al Hijo, y le muestra
todo lo que El hace, y le mostrará
aún mayores obras que éstas, de
suerte que vosotros quedéis maravi¬
llados. 21 Como el Padre resucita
a los muertos y les da vida, así
también el Hijo a los que quiere
da vida. 22 Aunque el Padre no juzga
a nadie, sino que ha entregado al
Hijo todo el poder (3) de juzgar,
23 para que todos honren al Hijo
como honran al Padre. El que no
honra al Hijo no honra al Padre,
que le envió. 24 En verdad, en verdad
os digo-que el que escucha mi pala¬
bra y cree en el que me envió, tiene
(1) La enfermedad es muchas veces conse¬
cuencia de los vicios, y tal era, sin duda, este
caso.
(2) Para entender esta argumentación de Je¬
sús, debe tenerse en cuenta que los milagros,
como obras sobrenaturales que son, sólo por Dios
pueden ser hechos como causa principal, y como
obras ad extra , deben ser atribuidas a la Trini¬
dad en común; sin embargo, siendo el Padre el
principio de la Trinidad, la primera de las per¬
sonas divinas,; a El se le apropia la iniciativa en
estas obras de la omnipotencia de Dios.
(3) Cuando se habla del Hijo se puede con¬
siderar como Dios y como hombre» y en cuanto
hombre, ha recibido el ministerio de juzgar al
mundo en premio de su pasión. (Fil. 2, 8 ss.)
la vida eterna y 110 es juzgado, porque
pasó de la muerte a la vida. 25 En
verdad, en verdad os digo que llega
la hora, y es ésta, en que los muertos
oirán la voz del Hijo de Dios (1),
y los que la escucharen vivirán.
26 Pues así como el Padre tiene la
vida en sí mismo, así dió también
al Hijo (2) tener vida en sí mismo.
27 Y le dió poder de juzgar (3),
por cuanto El es Hijo del hombre.
28 No os maravilléis de esto, porque
llega la hora en que cuantos están
en los sepulcros oirán su voz, 29 y
saldrán los que han obrado el bien
para la resurrección de la vida, v
los que han obrado el mal para la
resurrección del juicio. 30 Yo no
puedo hacer de mí mismo nada;
según le oigo, juzgo, y mi juicio
es justo, porque no busco mi voluntad,
sino la voluntad del que me envió
El testimonio ilel Padre a favor
del Hijo.
31 Si vo diera testimonio de mí
mismo, mi testimonio no sería verí¬
dico; 32 es otro el que de mí da testi¬
monio (4), y yo sé que es verí¬
dico el testimonio que de mí da.
33 Vosotros habéis mandado a pre¬
guntar a Juan, y el dió testimonio
de la verdad. 34 Pero yo no recibo
testimonio de hombre; mas os digo
esto para que seáis salvos. 35 Aquél
era la lámpara, que arde y alumbra;
y vosotros habéis querido gozar una
hora de su luz; 36 pero yo tengo un
testimonio mayor que el de Juan,
porque las obras que. mi Padre me
dió a hacer, esas obras que yo
hago, dan en favor mío testimonio,
de que el Padre me ha enviado,
37 y el Padre que me ha enviado,
ése da testimonio de mí. Vosotros
(1) Los que ahora están espiritualmente
muertos, escucharán la palabra de Jesús, que es
palabra de vida, y resucitarán a la vida de la
gracia, que es germen de la vida eterna.
(2) Como Hijo encarnado, tiene la plenitud
de la gracia y de la vida, de la cual recibimos
todos. (1, 16.)
(3) El poder de juzgar viene a ser una con¬
secuencia de su poder de comunicar la vida, ya
que, en suma, el juicio versará sobre el modo
como los hombres recibieron y aprovecharon esa
gracia.
(4) Es el Padre, con los milagros que ejecuta
a favor del Hijo encarnado, y para mostrar la
misión divina que le ha dado. La misión de Juan
era señalar a Jesús y dirigir hacia El la atención
del pueblo,
1192
SAN JUAN. 6
no habéis oído jamás su voz, ui —
habéis visto su semblante, 38 ni tenéis
su palabra en vosotros, porque no
habéis creído en Aquel que El ha
enviado. 39 Escudriñad las Escri¬
turas (1), ya que en ellas creéis
tener la vida eterna, pues ellas dan
testimonio de mí; 40 y no queréis
venir a mí para tener la vida. 41 Yo
no recibo gloria de los hombres (2),
42 pero os eonozco y sé que no tenéis
en vosotros el amor de Dios. 43 Yo
he venido en nombre de mi Padre
y vosotros no me recibís; si otro
viniere usurpando mi nombre, le
recibiríais. 44 ¿Cómo podéis creer
vosotros que recibís la gloria unos
de otros y no buscáis la gloria del
Unico? 45 No penséis que vaya yo
a aeusaros ante mi Padre; hay otro
que os acusará, Moisés, en quien
vosotros tenéis puesta la esperanza.
46 Porque, si creyerais en ^Moisés,
creeríais en mí, pues de mí escribió él.
47 Pero si no creéis en sus Escri¬
turas (3), ¿cómo vais a creer en
inis palabras?
Multiplicación de los panes y de
los peces.
6 1 Después de esto, partió Jesús
al otro lado del mar de Galilea,
de Tibcríades, 1 2 3 y le seguía una gran
muchedumbre, porque veían los mi¬
lagros que hacía con los enfermos.
3 Y subió Jesús a un monte y se
sentó con sus discípulos. 4 Estaba
cercana la Pascua, la fiesta de los
judíos. 5 Levantando, pues, los ojos
Jesús, y contemplando la gran muche¬
dumbre que venía a El, dijo a Felipe:
¿Dónde compraremos pan para dar
de comer a éstos? 6 Esto lo decía
para probarle, porque El bien sabía
lo que había de hacer. 7 Contestó
Felipe: Doscientos dolíanos de pan
no bastan para (pie cada uno reciba
(1) Eran éstas la norma de vida para Israel;
pero todas ellas se ordenan al Mesías, a preparar
sus caminos y dar testimonio de El.
(2) Los judíos, jactanciosos de ser los únicos
que conocen y honran a Dios, acusan a Jesús
de este vicio; pero El rechaza esta acusación y la
devuelve contra sus acusadores.
(3) Por los Sinópticos resulta bien claro hasta
qué extremo llegaba la aberración de los judíos
en la interpretación de la Ley. Esto era lo que
los tenia apartados de Moisés y de los Profetas,
y era también la venda que cubría sus ojos para
t]uc no viesen en Jesús al enviado del Padre.
un pedaeito. 8 Díjole uno de sus dis¬
cípulos, Andrés, el hermano de Simón
Pedro: Hay aquí un muchaeho que
tiene cinco panes de eebada y dos
peces; pero esto ¿qué es para tantos?
10 Dijo Jesús: Mandad que se aco¬
moden. Había en aquel sitio mucha
hierba verde. Se acomodaron, pues,
los hombres en número de unos cinco
mil. 11 Tomó entonces Jesús los
panes (1), y, dando gracias, dió
a los que estaban recostados, e igual¬
mente de los peees, cuanto quisieron.
12 Así que se saciaron, dijo a los dis¬
cípulos: Recoged los fragmentos que
han sobrado para que no se pierdan.
13 Los recogieron, pues, y llenaron
doce eestos de fragmentos, que de
los cinco panes de eebada sobraron
a los vuc habían comido. 14 Y los
hombres, viendo el milagro que había
hecho, decían: Verdaderamente éste
es el Profeta (2), que ha de venir
al mundo. 15 Y Jesús, eonoeiendo
que iban a venir para arrebatarle y
hacerle rey, se retiró otra vez al
monte El solo.
Vuelta hacia Caíarnaimi.
16 Llegada la tarde (3), bajaron
sus discípulos al mar, 17 y subiendo
en la harca se dirigían al otro lado
del mar, hacia Cafarnaum. Ya habia
oscurecido y aún no había vuelto a
ellos Jesús, 18 y el inar se había
alborotado por el viento fuerte que
soplaba. 19 Habiendo, pues, nave¬
gado como unos veinticinco o treinta
estadios vieron a Jesús, que caminaba
sobre el mar y se acercaba ya a la
harca, y temieron. 20 Pero El les
dijo: Soy yo, no temáis. 21 Querían
ellos tomarle en la barca; pero al
instante, se halló la barca en la ribera,
a donde se dirigían.
(1) Esta multiplicación de los panes es la
primera que leemos en los Sinópticos, aunque
con algunas variantes. (Mt. 14, 13 ss.; Me. 6.
32 ss.; Le. 9, 10 ss.)
(2) Más de una vez aparece este personaje
en labios judíos. No es fácil saber quién sea.
Puede ser un nombre del Mesías, o aigún pro¬
feta que se creerla anunciado en Deuteronomio 18,
15, que, a modo de Elias, vendría a preparar el
advenimiento del Mesías. En todo caso, este epi¬
sodio nos explica por qué Jesús rehuye ciertas
manifestaciones populares.
(3) Con algunas variantes, también esto se
lee en los Sinópticos.
SAN JUAN, 6
1193
Concurso de los oyentes en busca
de Jesús.
22 Al otro día, la muchedumbre
que estaba al otro lado del mar,
echó de ver que no había sino una
barquilla y que Jesús no había
entrado con sus discípulos en la
barca, sino que los discípulos habían
partido solos; 23 pero llegaron de
Tiberíades barcas cerca del sitio
donde habían comido el pan, después
de haber dado gracias al Señor.
24 Y cuando la muchedumbre vió
que Jesús no estaba allí, ni sus dis¬
cípulos tampoco, subieron en las
barcas y vinieron a Cafarnaum (1)
en busca de Jesús.
Jesús, pan de vida para los que
creen en Él.
25 Habiéndole hallado al otro lado
del mar, le dijeron: Rabbi, ¿cuándo
has venido aquí? 26 Les contestó
Jesús, y dijo: En verdad, en verdad
os digo, vosotros me buscáis, no
porque habéis visto los milagros (2),
sino porque habéis comido los panes
y os habéis saciado; 27 procuraos,
no el alimento perecedero, sino el
alimento que permanece hasta la
vida eterna, el que el Hijo del hom¬
bre os da, porque Dios Padre le ha
sellado con su sello (3). 28 Dijé-
ronle, pues: ¿Qué haremos para hacer
obras de Dios? 29 Respondió Jesús,
y les dijo: La obra de Dios es que
creáis en Aquel, que El ha enviado.
30 Y ellos le dijeron: Pues tú,
¿qué señales haces para que veamos
y creamos? ¿Qué haces? 31 Ya nues¬
tros padres comieron el maná en el
desierto (4), según está escrito:
(1) Fue en esta ciudad, y en su sinagoga,
donde tuvo lugar el discurso que sigue (v. 59),
para cuya inteligencia hemos de observar que
no todos los oyentes ni todos los interlocutores
participan de los mismos sentimientos respecto
de Jesús, aunque sean designados con el mismo
nombre por el evangelista.
(2) Los milagros pueden considerarse como
señales de la misión divina de Jesús, que con
ellos invita a la fe, o como objetos extraordina¬
rios, propios para satisfacer la curiosidad, o como
fuente de provechos materiales.
(3) Este sello son los milagros.
(4) Recordando el maná del desierto, con que
Dios alimentó a Israel por tanto tiempo, les pa¬
recía poca cosa la multiplicación de los panes y
de los peces. Tal vez los que esto dicen no habían
visto el milagro ni participado de él.
Les dió a comer pan del cielo. 32 Dijo-
Ies, pues, Jesús: En verdad, en verdad
os digo: Moisés no os dió pan del
cielo; es mi Padre el que os da el
verdadero pan del cielo; 33 porque el
pan de Dios es el que bajó del cielo
y da la vida al mundo. 34 Dijéronle,
pues, ellos: Señor, danos siempre
ese pan.
35 Les contestó Jesús: Yo soy el
pan de vida (1); el que viene a mí
no tendrá más ya hambre, y el que
cree en mí jamás tendrá sed. 36 Pero
yo os digo que vosotros me habéis
visto y no me creéis. 37 Todo lo que
el Padre me da (2) viene a mí,
y al que viene a mí yo no le echaré
fuera, 38 porque yo he bajado del
cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me envió.
39 Y ésta es la voluntad del que me
envió, que yo no pierda nada de lo
que me ha dado, sino que lo resucite
en el último día. 40 Porque ésta es la
voluntad de mi Padre, que todo el
que ve al Hijo y cree en El, tenga la
vida eterna y yo le resucitaré en el
último día. 41 Murmuraban de El los
judíos, porque había dicho: Yo soy
el pan que bajó del cielo, 42 y decían:
¿No es éste Jesús, el hijo de José,
cuyo padre y madre nosotros cono¬
cemos? (3). ¿Pues cómo dice ahora:
Yo he bajado del cielo?
43 Respondió Jesús, y les dijo:
No murmuréis entre vosotros. 44 Na¬
die puede venir a mí, si el Padre,
que me ha enviado, no le trae, y yo
le resucitaré en el último día. 45 En
los profetas está escrito: Y serán
todos enseñados de Dios (4). Todo
el que oye a mi Padre y recibe su
enseñanza viene a mí. 46 No porque
alguno haya visto al Padre (5),
(1) Jesús, Salvador, objeto de nuestra fe y
amor, es el pan bajado del cielo, el verdadero
maná de las almas.
(2) La fe es don de Dios, y es el Padre quien,
por ella, conduce las almas a su Hijo para que
les dé la vida y las resucite en el último día.
(Rom. 8, 30 ss.)
(3) Para los que le habían conocido en su
vida humilde y de artesano, era este lenguaje
un gran motivo de escándalo, del cual no se li¬
braban sus mismos parientes. (7, 5.)
(4) El texto es de Isaías 54, 13. Esa doctrina
del cielo consiste en hacernos conocer en Jesu¬
cristo al enviado del Padre. Jesús nos instruirá
en los misterios de Dios y nos restfcitará en el
último día.
(5) Es dicho repetido en la Escritura: «Nadie
vió a Dios»; pero San Juan ha dicho ya que el
Unigénito del Padre, ése le ha visto y nos ha
descubierto sus misterios. (1, 18.)
1LJ4
SAN JUAN, 7
sino sólo el que está en Dios, ése
ha visto al Padre. 47 En verdad, en
verdad os digo: El que cree tiene la
vida eterna.
El pan eucarístico.
48 Yo soy el parí de vida; 49 vues¬
tros padres comieron el maná en el
desierto, V murieron. 50 Este es el
pan que baja del cielo, para que el
que lo coma no muera. 61 Yo soy el
pan vivo bajado del cielo; si alguno
come de este pan, vivirá para siempre,
y el pan que yo le daré es mi ca r -
ne (1), vida del mundo.
52 Disputaban entre sí los judíos,
diciendo: ¿Cómo puede éste darnos
a comer su carne? 53 Jesús les dijo:
En verdad, en verdad os digo que
si no coméis la carne del Hijo del
hombre y no bebéis su sangre (2),
no tendréis vida en vosotros. 64 El
que come mi carne y bebe mi sangre
tiene la vida eterna, y yo le resu¬
citaré en el último día. 65 Porque mi
carne es verdadera comida (3) y
mi sangre es verdadera bebida. 66 El
que come mi carne y bebe mi sangre
está en mí y yo en él. 67 Así como
me envió mi Padre (4) vivo, y
vivo yo por mi Padre, así también
el que me come vivirá por mí. 68 Este
es el pan bajado del cielo, no como
el pan que comieron los padres y
murieron; el que come este pan vivirá
para siempre. 69 Esto lo dijo ense¬
ñando en una sinagoga de Cafarmium.
Efecto del sermón en los dis¬
cípulos.
60 Luego de haberle oído, muchos
de sus discípulos dijeron: ¡Qué duras
(1) Hasta aquí el pan del cielo, el pan ver"
dadero, que da la vida eterna y la resurrección,
era Jesús, objeto de la fe y del amor. Se trataba
de una comunión espiritual. Ahora da un paso
más hacia la comunión sacramental. El pan es
su misma carne, su cuerpo, que será entregado
a los dolores y a la muerte para dar vida al
mundo.
(2) Aquí se declara más el misterio, pues ya
no se habla sólo de comer la carne, sino también
de beber la sangre como medio indispensable de
alcanzar la vida eterna y llegar a la resurrección.
(3) Es consecuencia de lo dicho; pero con¬
tribuyó a aumentar el escándalo de sus oyentes.
(4) Es el Padre la fuente de la vida que el
Hijo goza; esta vida del. Hijo, difundiéndose lue¬
go 1 su humanidad, constituye aquella plenitud
ue que todos hemos de recibir. (1. 16.)
son estas palabras! ¿Quién puede
oírlas? 61 Conociendo Jesús que mur¬
muraban de estos sus discípulos, les
dijo: ¿Esto os escandaliza? ¿Pues
qué será al ver (1) al Hijo del hom¬
bre subir allí a donde estaba antes?
63 El espíritu es el que da vida (2),
la carne no aprovecha para nada.
Las palabras, que yo os he hablado,
son espíritu y son vida; 64 pero hay
algunos de vosotros que no creen.
Porque sabía Jesús desde el principio
quiénes eran los que no creían, y
quién era el que le había de entregar.
65 Y decía: Por esto os dije que nadie
puede venir a mí, si no le ha sido
dado de mi Padre. 66 Desde entonces
muchos de sus discípulos se reti¬
raron (3), y ya no le seguían.
67 Entonces dijo Jesús a los doce:
¿Queréis iros vosotros también? 68 Res¬
pondióle Simón Pedro: Señor, ¿a
quién iríamos? Tú tienes palabras
de vida eterna, y nosotros hemos
creído y sabemos que tú eres el
Santo de Dios. 70 Respondióle Jesús:
¿No he elegido yo a los doce? Y uno
de vosotros es un diablo. 71 Hablaba
de Judas Iscariote, porque éste,
uno de los doce, había de entregarle.
Estado de los ánimos en Galilea
y Jertisiilén.
7 1 Después de esto andaba Jesús
por Galilea, pues no quería ir a
Judea, porque los judíos le buscaban
para darle muerte. 2 Estaba cerca la
fiesta de los judíos (4), la de los
Tabernáculos. 3 4 5 Dijéronle sus her¬
manos (5): Sal de aquí y vete a
(1) Esto podría aumentar el escándalo en
quienes persistiesen en ver en El. sólo al hijo
de José; pero sería la solución del misterio para
quienes se resolviesen a ver en El algo más que
eso, y tal era el propósito de Jesús.
(2) La solución está no en la inteligencia gro¬
sera de sus oyentes, sino en la espiritual de los
discípulos fieles.
(3) Asi se va haciendo la selección entre los
oyentes de Jesús, y con la selección el juicio di¬
vino anunciado por los Profetas y por el Bautista.
(4) Era la tercera de las fiestas prescritas por
la Ley; se celebraba a fines del verano, con gran
solemnidad, para dar gracias por los últimos fru¬
tos de la tierra y pedir la lluvia para la próxima
sementera. Era la que más concurso de peregri¬
nos atraía, porque la bonanza del tiempo estival
facilitaba la navegación de los judíos de la Diás-
pora.
(5) Son éstos sus parientes, que podían serlo
en diverso grado, los cuales padecían del mismo
mal de la incredulidad que los nazarenos.
SAN JUAN, 7
1195
Judea para que tus discípulos vean
las obras que haces; nadie hace esas
cosas en secreto, si pretende mani¬
festarse. Puesto que eso haces, mués¬
trate al mundo. 1 2 3 4 5 Pues ni sus her¬
manos creían en El. 6 Jesús les dijo:
Mi tiempo no ha llegado aún, pero
vuestro tiempo está pronto. 7 El
mundo no puede aborreceros a vos¬
otros, pero a mí me aborrece, porque
yo doy testimonio contra él de que
sus obras son malas. 8 Vosotros,
subid a la fiesta; yo no subo a esta
fiesta, porque aún no se ha cumplido
mi tiempo. 9 Habiendo dicho esto,
se qúedó en Galilea.
10 Una vez que sus hermanos su¬
bieron a la fiesta, entonces subió El
también, no manifiestamente, sino
en secreto. 11 Y los judíos le buscaban
en la fiesta y decían: ¿Dónde está
ése? Y había entre las muchedum¬
bres gran cuchicheo acerca de El:
Los unos decían: Es bueno. Pero
otros decían: No, seduce a las masas.
13 Sin embargo, nadie hablaba libre¬
mente de El por temor de los ju¬
díos (1).
La defensa de Jesús aeerea del
quebrantamiento del sábado.
Mediada ya la fiesta, subió Jesús
al templo y enseñaba. 15 Admirá¬
banse los judíos, diciendo: ¿Cómo es
que éste, no habiendo estudiado,
sabe letras? 16 Y Jesús les respondió
y dijo: Mi doctrina no es mía, sino
del que me ha enviado. 17 Quien
quiere hacer la voluntad de El (2),
conocerá si mi doctrina es de Dios
o si es mía. 18 El que de sí mismo
habla busca su propia gloria; pero
el que busca la gloria del que le ha
enviado, ése es veraz y no hay en él
injusticia. 19 ¿No os dió Moisés la
Ley? (3). Y ninguno de vosotros
cumple la Ley. ¿Por qué buscáis
darme muerte? 20 La muchedumbre
respondió: Tú estás poseído del de-
(1) «Judíos» equivale aquí a los que conspi¬
raban contra Jesús. Es ordinario en San Juan
el sentido peyorativo de la palabra.
(2) Las disposiciones morales son fundamen¬
tales para entender toda doctrina que se refiera
al gobierno de la vida humana, mucho más si
esta doctrina es sobrenatural.
(3) La Ley es la expresión de la voluntad de
Dios, y vosotros no la guardáis; por eso no en¬
tendéis mi doctrina.
monio (l), ¿quién busca darte
muerte? 21 Respondió Jesús, y les dijo:
Una obra he hecho, y todos os mara¬
villáis. 22 Moisés os dió la circunci¬
sión—no que proceda de Moisés,
sino de los padres—, y vosotros cir¬
cuncidáis a un hombre en sábado.
23 Si circuncidáis en sábado, para
que no quede incumplida la Ley de
Moisés, ¿por qué os irritáis contra
mí (2) porque he curado del todo
a un hombre en sábado? 24 No juz¬
guéis según las apariencias, juzgad
según justicia.
Oriqen divino del Mesías.
25 Decían, pues, algunos de los
de Jerusalén: ¿No es éste a quien
buscan matar? 26 Y está hablando
libremente y no le dicen nada.
¿Será que de verdad habrán recono¬
cido las autoridades que es el Mesías?
27 Pero de éste sabemos de dónde
viene; mas del Mesías, cuando venga,
nadie sabrá de dónde viene (3).
28 Y Jesús, enseñando en el Templo,
gritó y dijo: Vosotros me conocéis
y sabéis de dónde soy; y yo no he
venido de mí mismo; pero el que me
ha enviado (4) es veraz, aunque
vosotros no le conocéis. 29 Yo le
conozco, porque procedo de El, y El
me ha enviado. 30 Buscaban, pues,
prenderle, pero nadie le ponía las
manos, porque aún no había llegado
su hora.
Desaparición misteriosa de Jesús.
31 Muchos de la muchedumbre cre¬
yeron en El, y decían: El Mesías,
cuando venga, ¿hará más milagros
de los que éste hace? 32 Oyeron los
fariseos a la muchedumbre que cuchi¬
cheaba acerca de El, y enviaron los
príncipes de los sacerdotes y los
(1) Es el demonio quien le sugiere esa manía
persecutoria, que le lleva a pensar tales propó¬
sitos. Así pensaba la muchedumbre, ignorante
de lo que pasaba entre bastidores.
(2) Los judíos, a falta de mejores argumentos
contra Jesús, acuden a sus curaciones en sábado,
como si éstas fueran un crimen.
(3) El Mesías será hijo de David, pero apa¬
recería en el mundo por caminos misteriosos, con
lo que autorizaría más su persona. Así no podrían
decirle: «¿No es éste el hijo de José?*
(4) Jesús contrapone su origen humano a su
misión divina.
1196
SAN JUAN, 8
fariseos alguaciles (1) para que le
prendiesen. 33 Dijo entonces Jesús:
Aún estaré con vosotros nn poco de
tiempo, y me iré al que me ha enviado.
34 Me buscareis y no me hallareis (2),
y a donde yo voy vosotros no podéis
venir. 35 Dijéronse entonces los judíos:
¿A dónde quiere ir éste, que nos¬
otros no le hayamos de hallar?
¿.Acaso quiere irse a la dispersión
de los gentiles y enseñarlos a ellos?
36 ¿Qué es esto que dice: Me busca¬
réis y no me hallaréis, y a donde yo
voy vosotros no podéis venir?
La promesa del anua viva.
37 El último día, el día grande de
la fiesta, se detuvo Jesús y gritó, di¬
ciendo: Si alguno tiene sed (3),
venga a mí y beba. 38 El que cree
en mí, según dice la Escritura, ríos
de agua viva correrán de su seno.
39 Esto dijo del Espíritu, que habían
de recibir los que creyesen en E!,
pues aún no había sido dado el
Espíritu, porque Jesús no había
sido glorificado (4).
Diversos pareceres sobre Jesús.
40 De l-i muchedumbre, algunos que
escuchaban estas palabras, decían:
Verdaderamente que éste es el pro¬
feta. 41 Otros decían: Este es el
Mesías. Pero otros replicaban: ¿Acaso
el Mesías puede venir de Gali¬
lea? (5). 42 ¿No dice la Escritura
que del linaje de David, y de la aldea
de Belén, de donde era David (6)
(1) Viendo que la muchedumbre se volvía
favorable a Jesús, resuelven poner en ejecución
sus propósitos. Esos alguaciles eran la policía
interior del templo.
(2) En los días de angustia que seguirán a
la muerte de Jesús, los judíos buscarán a su Me¬
sías para que los salve; pero éste no responderá
a sus clamores.
(3) Esta exclamación de Jesús parece coinci¬
dir con cierto rito que practicaban el día séptimo
de la fiesta arrojando agua de un lugar alto, como
para imitar la lluvia que pedían a Dios. El evan¬
gelista nos explica su sentido en armonía con las
palabras de 4, 13.
(4) Más tarde dirá Jesús que lo pedirá al
Padre cuando haya vuelto a El (16, 26), y que
El mismo lo enviará. (15, 26.)
(5) Se ve por aquí que los jerosolimitanos
tenían mucho más alta idea de si mismos que
de los galileos.
(6) Así lo dice el profeta Miqueas. (5, 2;
Mt. 2, 4 s.)
lia de venir el Mesías? 43 Y se originó
un desacuerdo en la multitud por su
cansa. 44 Algunos de ellos querían
apoderarse de El, pero nadie le
puso las manos. 45 Volvieron, pues
los alguaciles a los príncipes de los
sacerdotes y fariseos, y éstos les
dijeron: ¿Por qué no le habéis traído?
46 Respondieron los alguaciles: Jamás
hombre alguno habló como éste.
47 Pero los fariseos les replicaron:
¿Es que también vosotros os habéis
dejado engañar? 48 ¿Acaso alguno de
los' magistrados o de los fariseos
ha creído en El? 49 Pero esta gente
ignora la Ley (1) y son unos mal¬
ditos. 50 Les dijo Nicodemo, el que
había ido antes a El, que era uno
de ellos: ¿Acaso nuestra Ley condena
a un hombre antes de oírle y sin
averiguar lo que hizo? 52 Le respon¬
dieron y dijeron: ¿También tú eres
de Galilea? Investiga y verás que
de Galilea no ha salido profeta
alguno. 53 Y se fueron cada uno a
su casa (2).
La mujer adúltera.
$ 1 Se fné Jesús al monte de los
Olivos, 2 pero de mañana otra
ve 7 . volvió al templo (3), y todo
el pueblo venia a El, y sentado los
enseñaba. 3 Los escribas y fariseos
trajeron a una mujer cogida en adul¬
terio y, colocándola en medio, 4 5 le
dijeron: Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida (4) cu ílagrantc delito
de adulterio. ® E 11 la Ley nos ordena
Moisés apedrear a estas tales; tú,
pues, ¿qué dices? 6 Esto decían ten¬
tándole, para tener de qué acusarle.
Jesús, inclinándose hacia abajo, es-
(1) Esta expresión muestra el desprecio que
los fariseos hacían del pueblo rudo y el alto
valor que daban a su ciencia de la Ley.
(2) Esta respuesta dada a la observación pru¬
dente de Nicodemo manifiesta a qué punto lle¬
gaba el apasionamiento de los fariseos contra
Jesús.
(3) Concuerda este comienzo con Le. 21, 38,
y el relato que sigue se parece a uno de los varios
lazos que los directores de Israel tendían a Jesús
con el intento de perderle.
(4) El lazo consistía en esto: la Ley sancio¬
naba con la muerte el adulterio (Lev. 20, 10;
Deut. 22, 22 ss.); pero las costumbres hablan
mudado mucho desde la época de Moisés, y la
pena se había mitigado en la práctica. Los que
preguntan pretenden poner a Jesús enfrente de
la Ley o echar sobre L1 la nota de cruel, lo que
Je coinpiomcterla ante el pueblo.
SAN JUAN, 8
1197
cribía con el dedo en tierra. 1 2 3 4 5 * 7 Como
ellos insistieran en preguntarle, se
levantó y les dijo: El que de vos¬
otros esté sin pecado, arrójele la
piedra el primero. 8 E inclinándose
de nuevo (1), escribía en tierra.
9 Ellos, que le oyeron, fueron salién¬
dose uno a uno comenzando por los
más ancianos, y quedó El solo y la
mujer en medio. 10 Y levantándose
Jesús, le dijo: Mujer, ¿dónde están?
¿Nadie te ha condenado? 11 Dijo ella:
Nadie, Señor. Jesús dijo: Ni yo te
condeno tampoco (2); vete, y en
adelante no peques más.
Jesús, luz del mundo, atestiguado
por el Padre.
12 Otra vez, pues, les habló Jesús
diciendo: Yo soy la luz del mun¬
do (3); el que me sigue no anda en
tinieblas, sino que tendrá luz de vida.
13 Dijéronle, pues, los fariseos: Tú
das testimonio de ti mismo, y tu
testimonio no es verdadero. 14 Res¬
pondió Jesús, y dijo: Aunque yo
dé testimonio de mí mismo, mi
testimonio es verdadero, porque sé
de dónde vengo y a dónde voy,
mientras que vosotros no sabéis de
dónde vengo y a dónde voy. 15 Vos¬
otros juzgáis según la carne; yo no
juzgo a nadie. 16 Y si yo no juzgo,
mi juicio es verdadero (4), porque
no estoy solo, sino yo y el Padre (5)
que me ha enviado. 17 Y en vuestra
(1) Como hombre absorto en sus pensamien¬
tos, escribe en tierra aparentando no darse cuenta
de lo que hace, o más bien escribe algo que, leído
por sus interlocutores, los ahuyenta. Por des¬
gracia, los acusadores no estaban en moralidad
por encima de la acusada, y así se fueron esca¬
bullendo temiendo una rociada mayor.
(2) Sentencia muy conforme con la conducta
de Jesús, que había venido a salvar a los pecado¬
res. no a juzgarlos. Este episodio se halla omitido
en bastantes códices y versiones antiguas, y los
Padres que comentaron a San Juan parecen ig¬
norarlo. De los códices, hay algunos que lo traen
a continuación de Le. 21, 38, o de Jn. 7, 36. Esto
•no significa que no sea auténtico e inspirado, sino
que lo omitieron los copistas por temor de que
fuera ocasión para abusar de la indulgencia del
Salvador.
(3) Esta sentencia acaso fue sugerida a Jesús
por la iluminación que en algunos días de esta
fiesta se hacía en el Templo. (1, 9.)
(4) Porque no he venido a juzgar, sino a sal¬
var. (13, 17.)
(5) Jesús se presenta aquí como Hijo de Dios
y unido con el Padre en cuantas cosas hace éste.
(5, I7-)
Lev está escrito que el testimonio
de dos es verdadero. 18 Yo soy el que
da testimonio de mí mismo, y el
Padre que me ha enviado da testi¬
monio de mí. 19 Pero ellos le decían:
¿Dónde está tu padre? Respondió
Jesús: Ni a mí me conocéis, ni a mi
Padre; si me conocierais a mí, cono¬
cierais también a mi Padre. 20 Estas
palabras las dijo Jesús en el gazofi-
lacio, enseñando en el templo. Y
nadie puso en El las manos, porque
aún no había llegado su hora.
Peligro de los judíos en desco¬
nocer a Jesús.
21 Todavía les dijo: Yo me voy (1),
y me buscaréis, y moriréis en vuestro
pecado; a donde yo voy no podéis
venir vosotros. 22 Y los judíos se
decían: ¿Acaso se va a matar, que
dice: A donde yo voy, no podéis venir
vosotros? 23 Y El les decía: Vosotros
sois de abajo, yo soy de arriba; vos¬
otros sois de este mundo, yo no soy de
este mundo. 24 Os dije que moriríais en
vuestro pecado; porque, si no creyereis,
moriréis en vuestros pecados. 25 Y ellos
le decían: ¿Tú quién eres? Jesús les
dijo: Es enteramente lo que os
estoy diciendo (2). 26 Mucho tengo
que hablar y juzgar de vosotros,
pues el que me ha enviado es veraz,
y yo hablo al mundo lo que le oigo
a El. 27 No comprendieron que El les
hablaba del Padre. 28 Dijo, pues,
Jesús: Cuando levantéis en alto al
Hijo del hombre, entonces conoceréis
que soy yo (3), y no hago nada
de mí mismo, sino que, según me
enseña el Padre, así hablo. 29 Y el
que me envió está conmigo; no me
ha dejado solo, porque yo hago
siempre lo que es de su agrado.
30 Hablando El estas cosas, muchos
creyeron en El.
(1) Alusión a su muerte y a la incredulidad
de los judíos. (7, 33 s.)
(2) La expresión es oscura y da lugar a di¬
versas explicaciones. San Crisóstomo la glosa
así: «Absolutamente no sois dignos de oír mis
palabras ni de aprender quién soy yo.* Sin em¬
bargo, cumple la voluntad del Padre, que le
envió a enseñar.
(3) La resurrección fué el mayor argumento
dado a los judíos sobre la misión divina de Je¬
sús, y el que mejor mostraba que Dios estaba
1 con El.
1198
SAN JUAN, 8
Los judíos no son hijos de Abra-
ham ni de Dios, sino hijos del
diablo.
31 Jesús decía a los judíos que
habían creído en El: Si vosotros
permanecéis en mi palabra, seréis
en verdad discípulos míos, 32 y cono¬
ceréis la verdad, y la verdad os libra¬
rá. 33 Respondiéronle ellos (1):
Somos linaje de Abraham, y de nadie
hemos sido siervos; como dices tú:
¿Seréis libres? 34 Jesús le contestó:
En verdad, en verdad os digo que
todo el que comete pecado es siervo
del pecado. 35 El siervo no permanece
en la casa para siempre; el hijo per¬
manece para siempre. 36 Si, pues, el
Hijo os librare, seréis verdadera¬
mente libres. 37 Sé que vosotros sois
linaje de Abraham; pero buscáis
matarme, porque mi palabra no
ha sido acogida por vosotros. 38 Yo
hablo lo que he visto en el Padre; y
vosotros también hacéis lo que habéis
oído de vuestro padre. 39 Respon¬
dieron y dijéronle: Nuestro padre es
Abraham. Jesús les dijo: Si sois
hijos de Abraham, haced las obras de
Abraham. 40 Pero ahora buscáis qui¬
tarme la vida, a un hombre que os
ha hablado la verdad, que oyó de
Dios; eso Abraham no lo hizo. 41 Vos¬
otros hacéis las obras de vuestro
padre.
Dijéronle ellos: Nosotros lio somos
fruto de fornicación, tenemos por
padre (2) a Dios. 42 Díjoles Jesús:
Si Dios fuera vuestro padre, me ama-
riais a mí; porque he salido y vengo
de Dios, pues yo no he venido de
mí mismo, antes es El quien me ha
enviado. 43 ¿Por qué no entendéis
mi lenguaje? Porque no podéis oír
mi palabra. 44 Vosotros sois nacidos
del diablo, y queréis cumplir los
deseos de vuestro padre. El es homi¬
cida desde el principio y no se man¬
tuvo en la verdad, porque la verdad
no estaba en él. Cuando habla la
mentira, habla de lo suyo propio,
porque él es mentiroso y padre de
la mentira. 46 Pero a mí, porque os
(1) No es fácil que sea a los creyentes a quie¬
nes Jesús dirige estas palabras, sino a otros de
los presentes, que muestran en la prontitud de su
réplica el espiritu que los anima.
(2) Más de una vez Dios se dice padre del
pueblo israelita; pero a los judíos les faltaba el
espíritu de adopción para pronunciar y sentir
la palabra Padre. (Is. 63, 16; Rom. 8, 15.)
digo la verdad, no me creéis. 48 ¿Quién
de vosotros me argüirá de peca¬
do? (1). Si os digo la verdad,
¿por qué no me creéis? 47 El que es
de Dios oye las palabras de Dios;
por eso vosotros no las oís, porque
no sois de Dios. 48 Respondieron los
judíos y le dijeron: ¿No decimos
bien nosotros que eres samarita-
no (2) y tienes el demonio en el
cuerpo? 49 Respondió Jesús: Yo no
tengo demonio, sino que honro a mi
Padre y vosotros me deshonráis a
mí. 60 Yo no busco mi gloria, hay
quien la busque y juzgue. 61 E 11
verdad, en verdad os digo: Si alguno
guardare mi palabra, no verá jamás
la muerte (3).
62 Dijéronle los judíos: Ahora nos
convecemos de que estás endemo¬
niado. Abraham murió, también los
profetas, y tú dices: Quien guardare
mi palabra no gustará la muerte
nunca. 63 ¿Acaso eres tú piayor que
nuestro padre Abraham, que murió?
Y los profetas murieron. ¿Quién pre¬
tendes ser tú? 64 Respondió Jesús:
Si yo tne glorifico 'a mí mismo (4),
mi gloria no es nada; es mi Padre
quien me glorifica, de quien vosotros
decís que es vuestro Dios, 66 y no
le conocéis, pero yo le conozco; y
si dijere que no ~ le conozco sería
semejante a vosotros, embustero; mas
yo le conozco y guardo su palabra.
66 Abraham, vuestro padre, se rego¬
cijó pensando en ver mi día; lo vio
y se alegró. Pero los judíos le dijeron:
¿No tienes aún cincuenta años, y has
visto a Abraham? 68 Respondió Jesús:
En verdad, en verdad os digo: Antes
que Abraham naciese (5), era yo.
69 Entonces tomaron piedras para
arrojárselas; pero Jesús se ocultó y
salió del templo.
(1) Sorprendente desafío éste dirigido a sus
adversarios. Cuanto contra El dicen, todo se
funda en su propia malevolencia.
(2) Era éste el nombre más aborrecible para
un judío; poco menos que el de dominio.
(3) La muerte eterna se entiende (6, 39), cosa
que los judíos, llevados de sus prejuicios, en¬
tienden de la muerte temporal.
(4) La alabanza en boca propia envilece; pero
Jesús, enviado al mundo por su Padre, recibe
de El la gloria por las obras maravillosas que le
concede ejecutar.
(5) La eternidad se expresa ordinariamente
por la anterioridad al mundo (Le. 11, 50; Jn. 17,
24); aquí la declara por la anterioridad al Pa¬
triarca, cosa que los judíos toman por una blas¬
femia.
SAN JUAN, 9
J 199
La curación del ciego de naci¬
miento.
i ) 1 Pasando vió a un hombre ciego
de* nacimiento, 2 y sus discípu¬
los le preguntaron, diciendo: Rab-
bi, ¿quién pecó, éste o sus padres (1),
para que naciera ciego? 3 Contestó
Jesús: Ni pecó éste, ni sus padres;
sino para que se manifiesten en él
las obras de Dios. 4 Es preciso
que yo haga las obras del. que
me envió mientras es de día (2);
venida la noche, ya nadie puede
trabajar. 5 Mientras estoy en el
mundo, soy luz del mundo. 6 Diciendo
esto, escupió en el suelo, hizo con la
saliva un poco de lodo y untó con
el lodo los ojos, 7 y le dijo: Vete y
lávate en la piscina de Siloé, que
quiere decir, enviado . Fue, pues, se
lavó y volvió con vista. 8 Los veci¬
nos y los que antes le veían, pues
era mendigo, decían: ¿No es éste el
que estaba sentado pidiendo limosna?
9 Unos decían que era él; otros de¬
cían: No, se le parece. El decía:
Soy yo. 10 Entonces le decían: ¿Pues
cómo se te han abierto los ojos?
11 Respondió él: Ese hombre llamado
Jesús hizo lodo, me untó los ojos,
y me dijo: Vete a Siloé y lávate;
fui, pues, me lavé, y recobré la vista.
12 Y le dijeron: ¿Dónde está ése?
Contestó: No lo sé.
Discusión sobre el valor del
milagro.
13 Llevando a presencia de los fari¬
seos al antes ciego, 14 pues era sábado
el día en que Jesús hizo lodo y le
abrió los ojos, 15 los fariseos le pre¬
guntaron de nuevo cómo había reco¬
brado la vista. Y él les dijo: Me puso
lodo sobre los ojos, me lavé, y veo.
16 Dijeron entonces algunos de los
fariseos: No puede venir de Dios (3)
este hombre, pues no guarda el
sábado. Otros decían: ¿Y cótno puede
un hombre pecador hacer tales mila¬
gros? Y había desacuerdo entre ellos'
i 17 Otra vez dijeron al ciego: ¿Qué
dices tú de ése que te abrió los ojos?
El contestó: Que es un profeta..
18 No querían creer los judíos (1)
que aquél era ciego y que había
recobrado la vista, hasta que llama¬
ron a sus padres, 19 y les preguntaron,
diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, de
quien vosotros decís que nació ciego?
¿Cómo ahora ve? 20 Respondieron los
padres, y dijeron: Lo que sabemos es
que éste es nuestro hijo y que nació
ciego; 21 ahora, cómo ve no lo sabe¬
mos; quién le abrió los ojos, nos¬
otros no lo sabemos; preguntádselo
a él, edad tiene; que él hable por sí.
22 Esto dijeron sus padres, porque
también temían a los judíos, pues
ya los judíos habían convenido en
que si alguno le confesaba Mesías
fuera excluido (2) de la sina¬
goga. 23 Por esto sus padres dije¬
ron: Edad tiene, preguntadle a él.
24 Llamaron, pues, por segunda vez
al ciego, y le dijeron: Da gloria a
Dios (3); nosotros sabemos que
ese hombre es pecador. 25 A esto
respondió él: Si es pecador, lio lo
sé (4); lo que sé es que, siendo
ciego, ahora veo. 26 Dijéronle tam¬
bién: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió
los ojos? 27 El les respondió: Os lo he
dicho ya, y no habéis escuchado.
¿Para qué queréis oírlo otra vez? ¿Es
que queréis haceros discípulos suyos?
28 Y ellos, insultándole, dijeron: Sé
tú discípulo suyo; nosotros somos dis¬
cípulos de Moisés. 29 Nosotros sabe¬
mos que Dios habló a Moisés; cuanto
a éste, no sabemos de dónde viene.
30 Respondió el hombre, y les dijo:
Es de maravillar (5) que vosotros
no sepáis de dónde viene, habiéndome
abierto a mí los ojos. 31 Sabido es
que Dios no oye a los pecadores;
pero si uno es piadoso y hace su
voluntad, a ése le escucha. 32 Jamás
se oyó decir que nadie haya abierto
los ojos a un ciego de nacimiento.
33 Si éste no fuera de Dios, no podría
(1) Las palabras de Jesús al paralítico debie¬
ron confirmar a los discípulos en la idea corriente
de que todo mai proviene de algún pecado, lo
que en este ciego de nacimiento ofrecía una di¬
ficultad.
(2) Este lenguaje metafórico se inspira, sin
duda, en la condición del ciego privado de luz.
(3) Era una de las acusaciones de los judíos
contra Jesús, aunque no aparezca luego en el
proceso.
(1) La incredulidad de los judíos deja sin
excusa la de todos los incrédulos con la discusión
de este milagro.
(2) Es decir, excomulgado.
(3) Declarando la verdad. (Js. 7, 19.)
(4) Es una discreta manera de excusar la dis¬
cusión con los doctores, que trataban de con¬
vencerle de ser Jesús pecador.
(5) Esto muestra la íntima convicción del
ciego. Por él habla el buen sentido, que va a es¬
trellarse contra la malevolencia de los judíos.
1200
SAN JUAN, 10
hacer nada. 34 Respondieron y dijé-
ronle: Eres todo pecado desde que
naciste (1), ¿y pretendes ense¬
ñarnos? Y le echaron fuera.
La fe y la eeyuera.
35 Oyó Jesús que le habían echado
fuera, y encontrándole, dijo: ¿Crees
tú en el Hijo del hombre? 36 Res¬
pondió él, y dijo: ¿Quién es, Se¬
ñor (2), para que crea en El?
37 Dijole Jesús: Le estás viendo, es el
que habla contigo. 38 Dijo él: Creo,
Señor, y se postró ante El. 39 Jesús
dijo: Yo he venido ¿d mundo pava un
juicio (3), para que los que no ven
vean, y los que ven se vuelvan ciegos.
40 Oyeron esto algunos de los fariseos
que estaban con El, y le dijeron:
¿Conque nosotros somos también
ciegos? 41 Díjoles Jesús: Si fuerais
ciegos no tendríais pecado; pero decís:
Nosotros vemos, y vuestro pecado es
permanente.
El pastor y el rebaño.
10 1 En verdad, en verdad os digo
que el que no entra por la puerta
en el aprisco de las ovejas, sino que
sube por otra parte, ése es ladrón y
salteador. 2 3 4 Pero el que entra por la
puerta, ése es pastor de las ovejas.
3 A éste le abre el portero, y las ovejas
oyen su voz, y llama a sus ovejas
por su nombre, y las saca afuera.
4 Y cuando las ha sacado todas,
va delante de ellas, y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz; 5 pero
no seguirán al extraño, antes huirán
de él porque no conocen la voz de 1
los extraños. 8 Les dijo esta seme¬
janza (4); pero no entendieron qué
(1) En virtud del principio indicado antes por
tos Apóstoles. (9, 2.)
(2) El ciego se muestra en estas palabras to¬
talmente rendido a Jesús, en quien reconoce al
enviado de Dios.
(3) Ese juicio lo realizaba con su enseñanza
y sus obras, dando así ocasión para que se des¬
cubriesen los ocultos sentimientos de muchos,
según lo había anunciado a María el anciano Si¬
meón. (Le. 2, 35.)
(4) Pastores son, en el lenguaje de la Escri¬
tura, los principes, sacerdotes y profetas de Is¬
rael; pastor era el Mesías, y pastor de su pueblo
el mismo Dios (Zac. 10, 2 s.; Ez. 34 » 2 s.) Los
oyentes de Jesús podían entender sus palabras;
lo que no entenderían era el propósito a que las
decía.
era lo que les hablaba. 7 De nuev°
les dijo Jesús: E 11 verdad, en verdad
os digo: Yo soy la puerta de las
ovejas, 8 todos cuantos han venido
eran ladrones y salteadores; pero las
ovejas no los oyeron. 9 Yo soy la
puerta; el que por mí entrare se
salvará, y entrará y saldrá y hallará
pasto. 10 El ladrón no viene sino
para robar, y matar, y destruir; yo
he venido para que tengan vida y la
tengan abundante. 11 Yo soy el buen
pastor, el buen pasto. - da su vida
por sus ovejas. 12 El asalariado, el
que no es pastor, dueño de las ovejas,
ve venir al lobo, y deja las ovejas,
y huye, v el lobo arrebata y dispersa
las ovejas, 13 porque es asalariado y
no se cuida de las ovejas. 14 Yo soy
el buen pastor (1), y conozco a las
mías, y las mías me conocen a mí,
15 conio el Padre me conoce y yo
conozco a mi Padre; y pongo mi
vida por las ovejas. 18 Tengo otras
ovejas (2) que no son de este apris¬
co, y es preciso que yo las traiga,
y oirán mi voz, y habrá un solo
rebaño y un solo pastor.
La muerte de Jesús.
17 Por esto el Padre me ama,
porque yo doy mi vida (3), para
tomarla de nuevo. 18 Nadie me la
quita, soy yo quien la doy de mí
mismo. Tengo poder para darla y
poder para volver a tomarla. Tal es
el mandato que del Padre he recibido.
Pareceres contraídas.
19 Otra vez se suscitó desacuerdo
entre los judíos a propósito de estos
razonamientos. 20 Pues muchos de
ellos decían: Está endemoniado, ha
perdido el juicio; ¿por qué le escu¬
cháis? 21 Otros decían: Estas palabras
no son de un endemoniado, ni el
demonio puede abrir los ojos a los
ciegos.
(1) No sólo es la puerta del redil; es también
el pastor supremo de las almas. (I Pet. 5 . 4 )
(2) Son éstas las naciones de la gentilidad,
que en Le. 13, 29. nos hace entrever sentadas
a la mesa, en el reino de los cielos, en compañía
de los Patriarcas.
(3) Jesús, dueño de su destino, se entrega
a la muerte y recobra la vida según la voluntad
del Padre.
SAN JUAN, 11
1201
Jesús, uuu con su Padre.
22 Se celebraba entonces en Jeru-
salén la dedicación (1); era in¬
vierno, 23 y Jesús se paseaba en el
templo por el pórtico de Salomón.
24 Le rodearon, pues, los judíos y le
decían: ¿Hasta cuándo nos vas a
tener en vilo? (2). Si eres el Mesías,
dínoslo claramente. 25 Respondióles
Jesús: Os lo dije y no lo creéis; las
obras que yo hago en nombre de mi
Padre dan testimonio de mí; 26 pero
vosotros no creéis, porque no sois de
mis ovejas. 27 Mis ovejas oyen mi
voz, y yo las conozco, y ellas me si¬
guen, 28 y yo les doy la vida eterna,
y no perecerán para siempre, y nadie
las arrebatará de mi mano. 29 Lo
que mi Padre me dió es mejor que
todas las cosas, nadie podrá arre¬
batar nada de la mano de mi Padre.
30 Yo y el Padre somos una sola
cosa (3).
31 De nuevo los judíos cogieron pie¬
dras para apedrearle. 32 Jesús les
respondió: Muchas obras os he mos¬
trado de parte de mi Padre, ¿por
cuál de ellas me apedreáis? Respon¬
diéronle los judíos: Por ninguna obra
buena te apedreamos, sino por la
blasfemia, porque tú, siendo hombre,
te haces Dios. 34 Jesús les replicó:
¿No está escrito en vuestra Ley (4):
Yo digo: Dioses sois? 35 Si llama dio¬
ses a aquellos a quienes fue dirigida
la palabra de Dios, y la Escritura no
puede fallar, 36 de aquél, a quien el
Padre santificó y envió al mundo,
decís vosotros: Blasfemas, porque
dije: ¿Soy Hijo de Dios? 37 Si no hago
las obras de mi Padre, no me creáis;
38 pero si las hago, ya que no me creáis
a mí, creed a las obras, para que sepáis
y conozcáis que el Padre está en mí,
(1) En memoria de la restauración del culto
por Judas Macabeo en 165 a. de C., después
de la profanación de Antíoco IV, se instituyó
esta fiesta. (I Mac. 4, 59.)
(2) No nacía esta suspensión de la falta de
claridad en las palabras de Jesús, sino de la re¬
sistencia a las mismas.
(3) Esta sentencia es la declaración de su di¬
vinidad, que tantas veces, en palabras menos
ciaras, ha manifestado; pero lo toman por una
blasfemia, sin hacer caso de los testimonios con
que lo probaba a sus ojos.
(4) No trae estas palabras para atenuar el
sentido de su declaración anterior, sino para de¬
cir a los judios que no deben escandalizarse de
la declaración; antes examinar y ver, según los
testimonios que le rodean, el sentido que puede
tener.
y yo estoy cu el Padre. 39 De nuevo
buscaban "cogerle, pero El se deslizó
de entre sus manos.
Iluídn de Jesús hacia el Jordán.
40 Y partió de nuevo al otro lado
del Jordán (1), al sitio en que Juan
había bautizado la primera vez, y
permaneció allí. 41 Y muchos venían
a El y decían: Juan no hizo milagro
alguno, pero todas cuantas cosas dijo
Juan de éste eran verdaderas. 42 Y
muchos allí creyeron en El.
Yucltu a He taina.
J \ 1 Había un enfermo, Lázaro, de
Betania (2), de la aldea de
María y Marta, su hermana. 2 Era
esta María, la que ungió al Señor con
ungüento y enjugó sus pies con sus
cabellos, cuyo hermano Lázaro es¬
taba enfermo. 3 Enviaron, pues, las
hermanas a decirle: Señor, el que
amas está enfermo. 4 * Oyéndolo Jesús,
dijo: Esta enfermedad no es de muer¬
te, sino para gloria de Dios (3),
para que el Hijo de Dios sea glorifi¬
cado por ella. 6 Jesús amaba a Marta
y a su hermana y a Lázaro. 6 Y aun¬
que oyó que estaba enfermo, perma¬
neció en el lugar en que se hallaba
dos días más; 7 * pasados los cuales
dijo a los discípulos: Vamos otra vez
a Judea.
8 Los discípulos le dijeron: Rabbi,
los judíos te buscan para apedrearte,
¿y de nuevo vas allá? 9 Respondió
Jesús: ¿No son doce las horas del
día? Si alguno camina (4) durante el
día, no tropieza, porque ve la luz de
este mundo; 10 pero, si camina de
noche, tropieza, porque no hay luz
en él. 11 Esto dijo, y después añadió:
Lázaro, nuestro amigo, está dormido,
pero yo voy a despertarle. 12 Dijéronle
(1) Aunque dueño de su vida, según declaró
en el versículo 17, se retira del peligro, porque
no es voluntad del Padre hacer milagros para
defenderse, mientras llega la hora. El sitio seña¬
lado es el mismo de 1,28.
(2) Esta familia ya nos es conocida por Le. 1 o,
39 ss.; pero no la persona de Lázaro. '
(3) Para manifestación de la gloria de Dios
mediante el milagro de la resurrección.
(4) El día, como la noche, se dividía en doce
horas, que eran mayores o menores, según la es¬
tación del año. Si alguno camina. Declara con
esto que no hay peligro ninguno mientras no
sea llegada la hora decretada por el Padre.
1202
SAN JUAN, 11
entonces los discípulos: Señor, si duer¬
me (1), sanará. 13 Hablaba Jesús de
su muerte, y ellos pensaron que ha¬
blaba de sueño. 14 Entonces les dijo
Jesús francamente: Lázaro ha muer¬
to, 15 y me alegro por vosotros de
no haber estado allí, para que creáis;
pero vamos allá. 16 Dijo, pues, Tomás,
llamado Dídiino, a los compañeros:
Vamos también nosotros a morir
con El (2).
Conversaciones con María y
María.
17 Fue, pues, Jesús, y se encontró
con que llevaba cuatro días en el
sepulcro. 18 Estaba Betania cerca
de Jerusalén, como unos quince esta¬
dios (3), 19 y muchos judíos ha¬
bían venido a Marta y a María para
consolarlas por su hermano. 20 Marta,
pues, en cuanto oyó que Jesús lle¬
gaba, le salió al encuentro; pero
María se quedó sentada en casa.
21 Dijo, pues, Marta a Jesús: Señor,
si hubieras estado aquí, no hubiera
muerto mi hermano; 22 pero sé que
cuanto pidas a Dios, Dios te lo otor¬
gará. 23 Díjole Jesús: Resucitará tu
hermano. 24 Marta le dijo: Sé que
resucitará en la resurrección, en el
último día (4). 25 Díjole Jesús: Yo
soy la resurrección y la vida (5), el
que cree en mí, aunque muera vivirá;
26 y todo el que vive y cree en mí,
no moriiá (6) para siempre. ¿Crees
tú esto? 27 Díjole ella: Sí, Señor, yo
creo que tú eres el Mesías, el Hijo
de Dios, que ha venido a este mundo.
28 Diciendo esto, se filé y llamó a
María, su hermana, diciéndole en se¬
creto: El Maestro está ahí y te llama.
29 Cuando oyó esto, se levantó al
instante y se fué a El. 30 Pues aún
no había entrado Jesús en la aldea,
(1) El sueño suele ser buen síntoma en un
enfermo.
(2) Esto muestra la decisión de los dscipulos;
pero también declara cómo veían la situación de
Jerusalén.
(3) Tiene el estadio 185 metros, de donde
resultan unos tres kilómetros.
(4) Hay entre estas palabras y las del ver¬
sículo 21 cierta oposición. Marta tiene gran fe
en el poder de la oración de Jesús; pero no se
atreve a pensar en la resurrección de su hermano,
enterrado hacía ya cuatro días.
(5) De lo último habla San Juan (1, 3); lo
primero lo repite Jesús (6, 40, 43).
(6) Se entiende de muerte eterna, que es lo
opuesto a vida eterna.
sino que se hallaba aún en el sitio
donde le había encontrado Marta.
31 Y los judíos, que estaban con ella
en casa, y consolándola, viendo que
María se levantaba con prisa y salía,
la siguieron pensando que iba al mo¬
numento para llorar allí. 32 Así que
María llegó a donde Jesús estaba,
viéndole, se echó a sus pies (1), di¬
ciendo: Señor, si hubieras estado aquí,
no hubiera muerto mi hermano.
La resurrección tic Lázaro.
33 Viéndola Jesús llorar, y que llora¬
ban también los judíos que venían con
ella, se conmovió hondamente (2),
y se turbó, 34 y dijo: ¿Dónde le habéis
puesto? Dijeron: Señor, ven y ve.
35 Lloró Jesús. 36 Y los judíos decían:
{Cómo le amabül 37 Algunos de ellos
dijeron: ¿No pudo éste, que abrió los
ojos del ciego, hacer que no mu¬
riese? 38 Jesús, otra vez conmovido
en su interior, llegó al monumento,
que era una cueva cubierta con una
piedra. 39 Dijo Jesús: Quitad la
piedra. Díjole Marta, la hermana del
muerto: Señor, ya hiede, pues lleva
cuatro días. 40 Jesús le dijo: ¿No te
he dicho que si crees verás, la glo¬
ria (3) de Dios? 41 Quitaron, pues,
la piedra, y Jesús, alzando los ojos
al cielo, dijo: Padre, te doy gracias
porque me has escuchado; 42 yo sé
que siempre me escuchas, pero por la
muchedumhre que me rodea lo digo,
para que crean (4) que tú me has
enviado. 43 Y diciendo esto gritó con
fuerte voz: Lázaro, sal fuera. 44 Salió
el muerto ligados con fajas pies v
manos y el rostro envuelto en un
sudario (5). Jesús les dijo: Soltadle
y dejadle ir.
(1) Mana se echó a sus pies . Se nota aquí el
distinto temperamento de las dos hermanas, lo
mismo que en Le. 10, 38 ss.
(2) Jesús amaba a Lázaro, y participa de la
emoción de las hermanas hasta derramar lágri¬
mas, como pocos días más tarde las derramará
sobre Jerusalén. No era extraño a los sentimien¬
tos de la amistad.
{3) El milagro estupendo de la resurrección
de un muerto de cuatro días.
(4) Por todos los milagros realizados en el
curso de su ministerio; ahora pide éste que pa¬
rece mayor, en beneficio, más que del muerto
y de las hermanas, de la muchedumbre que lo
presencia, a fin de que crean, pues ésta era la
razón principal de los milagros de Jesús.
(5) Así fué también emoalsamado el cuerpo
de Jesús, ligado con fajas bien empapadas en
aromas para retardar la corrupción.
SAN JUAN, 12
1203
Resolución del Consejo.
45 Muchos de aquellos judíos que
habían venido a Marta y vieron lo
que había hecho, creyeron en El.
46 Pero algunos de ellos se fueron á
los fariseos y les dijeron lo que había
hecho Jesús. 47 Convocaron entonces
los príncipes de los sacerdotes y los
fariseos una reunión (1) y dijeron:
¿Qué hacemos, que este hombre hace
muchos milagros? 48 Si le dejamos así,
todos creerán en El, y vendrán los
romanos V destruirán nuestro lugar
santo y nuestra nación. 49 Uno de
ellos, Caifás, que era Sumo Sacer¬
dote aquel año, les dijo: Vosotros no
sabéis nada; 50 ¿No comprendéis que
conviene que muera un hombre por
todo el pueblo (2), no que perezca
todo el pueblo? 51 Y no dijo esto de
sí mismo, sino que como era Pontí¬
fice aquel año, profetizó que Jesús
había de morir por el pueblo, 52 y no
sólo por el pueblo, sino para reunir
en uno todos los hijos de Dios, que
estaban dispersos. 53 Desde aquel día
tomaron la resolución de matarle.
54 Jesús, pues, ya no andaba en
público entre los judíos; antes se fué
a una ciudad llamada Efrem (3), y
allí moró con los discípulos. 55 Estaba
próxima la Pascua de los judíos, y
muchos subían del campo a Jeru-
salén antes de la Pascua (4) para
purificarse. 56 Buscaban, pues, a Je¬
sús, y unos a otros se decían en el
Templo: ¿Qué os parece? ¿No vendrá
a la fiesta? 57 Pues los príncipes de
los sacerdotes y los fariseos habían
dado órdenes para que si alguno su¬
piese dónde estaba lo indicase, a
fin de echarle mano.
(1) Este milagro, que debía abrirles los ojos,
no hizo sino poner el colmo a su furor.
(2) Porque este hombre los comprometía ante
los romanos, y, quitado de delante, se salvaba la
situación. Pero en estas palabras ve el evange¬
lista un sentido más alto, en que Caifás no pen¬
saba. Dios realizó mediante la muerte de Jesús
la salud del mundo.
(3) Si antes había venido a Judea, aun a
trueque de chocar con los judíos, ahora, termi¬
nada su obra, se retira de nuevo al desierto.
Efrem, o Efrom'en el Antiguo Testamento, se
halla al NE. de Jerusalén, en el límite del de¬
sierto.
(4) La celebración de la Pascua, como la
participación en otros actos del culto, exigía el
estado de pureza legal, que muchos, sobre todo
los que moraban entre gentiles, no tendrían. De
esa pureza hablan Ex. 12, 43 ss.; Num. 9, 13 ss.;
II Par. 30, 2 ss.; Jn. 18, 28.
La unción en Relania.
1 6) 1 2 3 Seis días antes de la Pas-
—' cua (1) vino Jesús a Betania,
donde estaba Lázaro, a quien Jesús
había resucitado de entre los muertos.
2 Y le dispusieron allí una cena; y
Marta servía (2), y Lázaro era de
los que estaban recostados con El.
3 Y María, tomando una libra de
ungüento de nardo legítimo, de gran
valor, ungió los pies de Jesús y los
enjugó con sus cabellos, y la casa se
llenó del olor del ungüento. 4 5 Y Judas
Iscariote (3), uno de los discípulos,
el que había de entregarle, dijo:
5 ¿Por qué este ungüento (4) no se
vendió en trescientos denanos, para
darlo a los pobres? 6 * Esto decía, no
por amor a los pobres, sino porque
era ladrón, y, llevando él la bolsa,
hurtaba de lo que en ella echaban.
7 Pero Jesús dijo: Déjala, lo tenía
guardado (5) para el día de mi se¬
pultura. 8 * Porque pobres siempre los
tenéis con vosotros, pero a mí no me
tenéis siempre.
Concurso de curiosos a Betania.
9 Una gran muchedumbre de judíos
supo que estaba allí, y vinieron, no
sólo por Jesús, sino por ver a Lázaro,
a quien había resucitado de entre los
muertos. 10 Habían resuelto los prínci¬
pes de los sacerdotes matar a Lázaro,
pues por él muchos judíos se iban v
creían en Jesús.
Entrada triunfal en Jerusalén.
11 Al día siguiente, la numerosa
muchedumbre, que había venido a
(1) Fué esto el sábado, víspera de la entrada
en Jerusalén.
(2) Siempre se revela la mujer activa y ha¬
cendosa, en oposición a su hermana, más quieta
y contemplativa.
(3) San Juan limita a Judas lo que San Mateo
atribuye a dos discípulos». Igual peurre con la
conducta de los ladrones entre Mt. 27,44 y Le. 23,
39. San Mateo gusta del plural genérico en vez
del singular.
(4) San Marcos nota que era legítimo (14, 3),
y, por consiguiente, de gran precio. Y lo era en
verdad, pues valia 300 denarios. El denario era
el jornal de un obrero. (Mt. 20, 2.)
(5) La frase de Juan es un tanto oscura; pero
explicada a la luz de Mt. 27, 12, significa que
María, como si presintiera la muerte de su Maes¬
tro, anticipa la unción, que no podrá ejecutar
sobre su cadáver, y satisface así su amor y su
gratitud por la resurrección de Lázaro.
1204
SAN JUAN, 12
la fiesta, habiendo oído que Jesús
llegaba a Jerusalén, 13 tomaron ramos
de palmeras y salieron a su encuen¬
tro gritando: ¡Hosannal Bendito el
que viene en el nombre del Señor,
el Rey de Israel.
14 Y habiendo Jesús encontrado un
pollino, montó sobre él, según está
escrito: 15 No temas, hija de Sión, he
aquí que viene tu rey, montado sobre
un pollino de asna. 16 Esto no lo en¬
tendieron desde luego £1) los dis¬
cípulos, pero cuando fue glorificado
Jesús, entonces se acordaron que de
El estaban escritas estas cosas que
ellos le habían hecho. 17 Y le rendía
testimonio la muchedumbre que es¬
taba con El cuando llamó a Lázaro
del sepulcro y le resucitó de entre
los muertos. 18 Por esto le salió al
encuentro la multitud, porque habían
oído que había hecho este milagro.
19 Entretanto los fariseos se decían
entre sí: Ya veis que no adelantamos
nada, he aquí que todo el mundo se
va en pos de El (2).
Griegos deseosos de ver a Jesús.
20 Había algunos griegos entre los
que habían subido a adorar en la
fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a
Felipe, el de Betsaida de Galilea, y
le rogaron, diciendo (3): Señor, que¬
remos ver a Jesús. 22 Felipe fue y
se lo dijo a Andrés; Andrés y Felipe
vinieron y se lo dijeron a Jesús.
El triunfo de Jesús en su muerte.
23 Y Jesús les contestó diciendo:
Es llegada la hora en que el Hijo del
hombre será glorificado (4). 24 En
verdad, en verdad os digo que, sí el
grano de trigo no cayere en la tierra
y muriere, quedará solo, pero si mu¬
riere llevará mucho fruto. 25 El que
(1) Quiere decir San Juan que los discípulos
cumplieron el vaticinio profético movidos por
instinto divino, pero sin darse cuenta de ello,
(2) Hermosa expresión, que muestra el estado
de ánimo de los judios.
(3) Es una muestra de las disposiciones de
estos prosélitos venidos de la gentilidad, y que
contrasta con la conducta de los directores del
pueblo israelita.
(4) Por la resurrección que seguirá a la muer¬
te, Entonces será llegada la hora de anunciar su
nombre a los gentiles, y el grano de la palabra
evangélica se multiplicará.
ama su alma la pierde (1); pero el
que aborrece su alma en este mundo,
la guardará para la vida eterna. 26 Si
alguno me sirve, que me siga, y donde
yo esté, allí estará también mi ser¬
vidor; si alguno me sirve, mi Padre
le honrará. 27 Ahora mi alma se
siente turbada (2). ¿Y qué diré?
¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Mas,
para esto he venido yo a esta hora!
28 Padre, glorifica tu nombre. Llegó
entonces una voz del cielo: Le he glo¬
rificado y le glorificaré. 29 La muche¬
dumbre que allí estaba y oyó, decía
que había tronado; otros decían: Un
ángel le ha hablado.
30 Jesús respondió v dijo: No por
mí se ha dejado oír esta voz, sino por
vosotros. 31 Ahora es el juicio de este
mundo (3), ahora el príncipe de
este mundo será arrojado fuera, 32 y
yo, si fuere levantado de la tierra,
atraeré a todos a mí. 33 Esto lo decía
indicando de qué muerte había de
morir.
Desconcierto en la muchedumbre.
Y la multitud le contestó: Nosotros
sabemos por la Ley que el Mesías
permanece para siempre: ¿Cómo, pues,
dices tú que el Hijo del hombre ha
de ser levantado? ¿Quién es ese Hijo
del hombre? (4). 35 Díjoles Jesús:
Por poco tiempo aún está la luz en
medio de vosotros (5). Caminad
mientras tenéis luz, para que no os
sorprendan las tinieblas, pues el que
camina en tinieblas no sabe por
dónde va. 36 Mientras tenéis luz,
creed en la luz, para ser hijos de la
luz. 37 Esto dijo Jesús, y partiendo
se ocultó de ellos.
(1) El hecho de la glorificación de Jesús es
convertido en ley general para todos sus segui¬
dores,
(2) Como en Getsemaní, Jesús siente el ho¬
rror de la muerte, que se le acerca, y, movido
de él, hace esta petición al Padre. Pero luego
vuelve sobre si para pedir la glorificación del
Padre y el cumplimiento de su voluntad,
(3) Este juicio se realizará por la victoria de¬
finitiva sobre el diablo, principe de este mundo.
Esta victoria, iniciada en el desierto, continuada
con la expulsión de los espíritus, se consumará
con la muerte y la resurrección.
(4) Los oyentes entienden lo que Jesús quiere
significar con esa exaltación; pero no lo compa¬
ginan con la dignidad del Mesías,
{5) Esa luz es el mismo Jesús, que con su
palabra busca iluminar las almas. Caminar en
la luz es recibir su palabra y vivir según ella.
SAN JUAN, 13
1205
1.a incredulidad judía, prevista
por Jesús.
Aunque había hecho tan grandes
milagros en medio de ellos, no creían
en El (1), 38 para que se cumpliese
la sentencia del profeta Isaías que
dice: «Señor, ¿quién prestó fe a nues¬
tro mensaje?, ¿y el brazo del Señor
a quién ha sido revelado?» 39 Por esto
no pudieron creer, porque también
había dicho Isaías: 40 «El ha cegado
sus ojos y ha endurecido su corazón,
no sea que con sus ojos vean, con su
corazón entiendan, y se conviertan
y los sane.» 41 Esto dijo Isaías, por¬
que vio su gloria y habló de El.
42 Sin embargo, aun muchos de los
jefes creyeron en El; pero por causa
de los fariseos no le confesaban, te¬
miendo ser excluidos de la sinagoga,
43 porque amaban más la gloria de
los hombres que la gloria de Dios.
Necesidad de creer en Jesús.
44 Jesús, gritando, dijo: El que
cree en mí, no cree en mí, sino en el
que me ha enviado, 45 y el que me
ve, ve al que me ha enviado. 46 Yo
he venido como luz al mundo, para
que todo el que cree en mí no per¬
manezca en tinieblas. 47 Si alguno
escucha mis palabras (2) y no las
guarda, yo no le juzgo, porque no he
venido a juzgar al mundo, sino a
salvar al mundo. 48 El que me re¬
chaza y no recibe mis palabras, tiene
ya quien le juzgue (3); la palabra
que yo he hablado, ésa le juzgará
en el último día, 49 porque yo no he
hablado de mí mismo; el Padre mis¬
mo que me ha enviado es quien me
mandó lo que he de decir y hablar.
50 Y yo sé que su precepto es la vida
eterna. Así, pues, las cosas que yo
(i) San Juan, en este lugar, como los Sinóp¬
ticos al narrar las parábolas del reino, se mara¬
villa de la incredulidad de Israel, y buscando
la razón la hallan en el vaticinio de Isaías. Pero
ya se ve que el vaticinio sólo anuncia la incredu¬
lidad, no la causa. Esta nace de la libertad huma¬
na, que resiste a la gracia divina. Por esto los
judíos son responsables.
(a) Este versículo se enlaza con el 41 y si¬
guiente, y se refiere a los que, sintiendo simpa¬
tía por la doctrina de Jesús, no se resolvían a
aceptarla por respetos humanos. Los tales, a sí
mismos se juzgaban.
(3) La palabra misma le juzgará. Así, en otra
ocasión, decía que Moisés, su Ley, daba testimo-
monio de El. (5, 45.)
hablo, las hablo según el Padre me
ha dicho.
Lavatorio de los pies.
O 1 Antes de la fiesta de la Pas-
cua (1), viendo Jesús que lle¬
gaba su hora de pasar de este mundo
al Padre, habiendo amado a los suyos
que estaban en el mundo, al fin ex¬
tremadamente los amó. 2 Y comen¬
zada la cena, como el diablo hubiese
ya puesto en el corazón de Judas
Iscariote, hijo de Simón, el propósito
de entregarle, 3 * con saber que el Padre
había puesto en sus manos todas las
cosas y que había salido de Dios y
a El se volvía, se levantó de la mesa,
se quitó los vestidos, y tomando una
toalla se la ciñó; 5 luego echó agua
en la jofaina, y comenzó a lavar los
pies de los discípulos (2) y a enju¬
gárselos con la toalla que tenía ce¬
ñida.
6 Llegó, pues, a Simón Pedro, que
le dijo: Señor, ¿tú lavarme a mí los
pies? 7 Respondió Jesús y le dijo:
Lo que yo hago, tú no lo sabes ahora,
lo sabrás después (3). 8 Díjole Pe¬
dro: Jamás me lavarás tú los pies.
Le contestó Jesús: Si no te los lavo,
no tendrás parte conmigo. 9 Simón
Pedro le dijo: Señor, entonces no sólo
los pies, sino también las manos y
la cabeza. 10 Jesús le dijo: El que se
ha bañado no necesita lavarse, está
todo limpio; y vosotros estáis limpios,
pero no todos. 11 Porque sabía quién
le había de entregar, y por eso dijo:
No todos estáis limpios. 12 Y cuando
les hubo lavado los pies, y tomado
sus vestidos, y puéstose de nuevo a
la mesa, les dijo: ¿Entendéis lo que
he hecho yo con vosotros? 13 Vosotros
me llamáis Maestro y Señor, y decís
bien, porque lo soy. 14 Si yo, pues,
os he lavado los pies, siendo vuestro
(1) San Juan pone la última cena un día
antes del en que los judíos celebraron la Pascua
en Jerusalén. La razón de este cambio es in¬
cierta; pero no lo es que Jesús celebró la Pascua
legal antes de instituir la nueva Pascua. *
(2) No obstante la alteza de su dignidad, y
que tenía recibido del Padre el poder sobre todas
las cosas, etc., ejecutó aquel acto de humildad
y amor hacia sus discípulos. Era un obsequio
que se prestaba a los huéspedes al llegar a casa
fatigados de caminar a pie y con calzado que pro¬
tegía poco del polvo del camino. (Gen. 24, 32;
43, 24; Le. 7, 44; I Tim. 5, 10.)
(3) Cuando yo os explique la razón de lo que
hago. (13, 12 ss.)
1206
SAN JUAN, 14
Señor y Maestro, también habéis de
lavaros vosotros los pies unos a otros.
15 Porque yo os he dado el ejem¬
plo (1), para que vosotros hagáis
también como vo he hecho. 16 En ver¬
dad, en verdad os digo: No es el siervo
mayor que su señor, ni el enviado
mayor que quien le envía. 17 Si esto
aprendéis, seréis dichosos si lo practi¬
cáis. 18 No lo digo de todos vosotros;
yo sé a quiénes escogí, más lo digo
para que se cumpla la Escritura: El
que come mi pan, levantó contra mí
mi calcañar. 19 Desde ahora os lo digo,
antes de que suceda (2), para que,
cuando suceda creáis que yo soy.
20 En verdad, en verdad os digo que
quien recibe al que yo enviare, a mí
me recibe, y el que me recibe a mí,
recibe a quien me ha enviado.
Anuncio de la traición.
21 Habiendo dicho esto, se turbó
Jesús en su espíritu (3), y demostrán¬
dolo, y dijo: En verdad, en verdad os
digo que uno de vosotros me entrega¬
rá. 22 Se miraban los discípulos unos a
otros, sin saber de quién hablaba.
23 Uno de ellos, el amado de Jesús,
estaba recostado (4) ante el pecho
de Jesús. 24 Simón Pedro le hizo señal,
dicicndole: Pregúntale de quién habla.
25 El que estaba recostado ante el
pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién
es ése? 26 Y Jesús le contestó (5):
Aquel a quien yo mojando le dé un
bocado. \ mojando un bocado lo
tomó y se lo dió a Judas, hijo de
Simón Iscariote. 27 Después del bo¬
cado, en el misino instante, entró en
él Satanás. Jesús le dijo (6): Lo
(i) Jesús había enseñado que la caridad era
!a ley fundamental de su reino, y quiso dejarla
más impresa en la mente de sus dscípulos con
este hecho.
(а) Contrapone a la conducta de los once la
del traidor, anunciándola de antemano para que
no se escandalizasen, viendo que no le había
cogido de sorpresa. (Act. 2, 22.)
(3) La vista del traidor y su suerte le turba,
como antes le había arrancado lágrimas la vista
de Jerusalén. (Le. 19, 41.)
(4) Estaba recostado delante de Jesús, pu-
diendo hablarle en secreto con sólo volver la
cabeza y Jesús a él al oído con sólo inclinarse.
(5) Sin duda en voz baja y sin que los demás
se dieran cuenta. A quien yo diere un bocado. Era
una muestra de afecto que Jesús daba a Judás
al tiempo que servía de señal a Juan.
(б) Las palabras de Jesús a Judas eran am¬
biguas; el traidor resolvió aprovecharlas para salir
a ejecutar sus plañe s.
que has de hacer hazlo pronto. 28 Nin¬
guno de los recostados conoció a qué
propósito decía aquello. 29 Algunos
pensaron que, como Judas tenía la
bolsa, le decía Jesús: Compra lo que
necesitamos para la fiesta, o que diese
algo a los pobres. 30 Y él, tomando
el bocado, se salió luego: era de
noche (1).
Comienza la despedida.
31 Así que salió, dijo Jesús: Ahora
ha sido glorificado el Hijo del hom¬
bre (2), y Dios ha sido glorificado
en El. 32 Si Dios ha sido glorificado
en El, Dios también le glorificará a
‘El, y le glorificará en seguida. 33 Hiji-
tos míos, un poco aún estaré todavía
con vosotros; me buscaréis, y como
dije a los judíos: A donde yo voy
vosotros no podéis venir, también os
lo digo a vosotros ahora. 34 Un pre¬
cepto nuevo os doy: que os améis
los unos, a los otros (3); como yo
os he amado, así también amaos mu¬
tuamente. 35 En esto conocerán todos
que sois mis discípulos, si tenéis ca¬
ridad unos para con otros.
La negación de Pedro.
36 Díjole Simón Pedro: Señor, ¿a
dónde vas? Respondió Jesús: A donde
yo voy, no puedes tú seguirme ahora;
me seguirás más tarde. 37 Pedro le
dijo: Señor, ¿por qué no puedo se¬
guirte ahora? (4). Yo daré por ti
mi vida. 38 Respondió Jesús: ¿Darás
por nií tu vida? E 11 verdad, en verdad
te digo que no cantará el gallo antes
que tres veces me niegues.
Volverán a encontrarse cerca
del Padre.
14
1 No se turbe vuestro cora¬
zón (5); creéis en Dios, creed
(1) En efecto, el banquete pascua! se cele¬
braba después de puesto el sol. El evangelista
nota la hora de la noche como algo extraña para
cumplir ningún mandato.
(2) Con la salida del traidor sintió Jesús un
desahogo en su espíritu; ya podía expansionarse
con los que permanecían fieles. Habla de su
muerte como de una glorificación para no asus¬
tar a los discípulos. El Hijo glorifica al Padre
con su obediencia y el Padre al Hijo con los
prodigios de su pasión y con la resurrección.
(3) Esta es la suma de la ley evangélica.
(4) Pedro presiente que algún grave peligro
amenaza a Jesús, y no quiere abandonarle.
(5) Por lo que os he dicho antes, debéis tener
SAN JUAN, 14
1207
también en mí. 1 2 En la casa de mi
Padre hay muchas moradas; si no
fuera así os lo diría, pero voy a pre¬
pararos el lugar. 3 Y cuando yo me
haya ido, y os haya preparado el
lugar, de nuevo volveré y os tomaré
conmigo, para que, donde yo estoy,
estéis también vosotros. 4 * Pues para
donde yo voy, vosotros conocéis el
camino.
5 Díjole Tomás: No sabemos a
dónde vas; ¿cómo, pues, podemos
saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo
soy el camino (1), la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre sino por
mí. 7 * Si me habéis conocido, conoce¬
réis también a mi Padre (2). Desde
ahora le conocéis y le habéis visto.
9 Felipe le dijo: Señor, muéstranos al
Padre, y nos basta. 9 Jesús le dijo:
Felipe, ¿tanto tiempo ha que estoy
con vosotros, y lio me habéis cono¬
cido? El que me lia visto a mí, ha
visto al Padre; ¿cómo dices tú: Mués¬
tranos al Padre? 10 ¿No crees que yo
estoy en el Padre y el Padre en mí?
Las palabras que yo os digo, no las
hablo de mí mismo; el Padre, que
mora en mí, hace sus obras. 11 Creed¬
me, que yo estoy en el Padre y el
Padre en mí; a lo menos creedlo por
las obras mismas.
Promesas hechas á los discípulos
para la ausencia,
12 En verdad, en verdad os digo
que el que cree en mí, ése hará tam¬
bién las obras que yo hago (3), y las
hará mayores que éstas, porque yo
voy al Padre. 13 Y lo que pidiéreis
en mi nombre eso haré, para que el
Padre sea glorificado en el Hijo; 14 si
me pidiéreis alguna cosa en mi nom¬
bre yo la haré. 15 Si me amáis, guar¬
daréis mis mandamientos; 16 y vo
fe en mí, como la tenéis en Dios, de que no os
olvidaré; antes volveré a buscaros y llevaros
conmigo.
(1) El término es el Padre. Para llegar a El,
es Jesús el camino, por su vida y doctrina; es la
verdad, pór cuanto cumple las promesas divinas
contenidas en la Ley y los Profetas; es la vida,
porque ésta se fraila en El y El la comunica a los
demás, (i, 3; 6, 33; 40.)
(2) Siendo tan estrecha la unión de Jesús con
el Padre, según ha dicho (10, 30), conociéndole
a El conocerían también al Padre.
(3) Como Jesús hace obras divinas por el
Padre, asi quieH creyere en El hará otras seme¬
jantes por su unión con El.
.rogaré al Padre (1), y os daré otro
Abogado que estará con vosotros para
siempre, 17 el Espíritu de verdad, que
el mundo 110 puede recibir, porque
no le ve ni le conoce; vosotros le co¬
nocéis, porque permanece con vos¬
otros y está en vosotros. 18 No os
dejaré "huérfanos; vendré a vosotros.
19 Todavía un poco y el mundo no me
verá; pero vosotros tne veréis (2),
porque yo vivo y vosotros viviréis.
20 En aquel día conoceréis que yo
estoy en mi Padre, y vosotros en mí
y yo en vosotros. 21 El que recibe mis
preceptos y los guarda, ése es el que
me ama; el que me ama a mí será
amado de mi Padre, y yo le amaré
y me manifestaré a él.
22 Díjole Judas, no el Iscariote:
Señor, ¿qué ha sucedido (3) para
que te hayas de manifestar a nos¬
otros y no al mundo? 23 Respondió
Jesús y les dijo: Si alguno me ama,
guardará mi palabra, y mi Padre le
amará, y vendremos a El y en El
haremos morada. 24 El que no me
ama no guarda mis palabras; y la
palabra que oís no es mía, sino del
Padre que me ha enviado. 25 Os he
dicho estas cosas mientras perma¬
nezco entre vosotros; 26 pero el Abo¬
gado, el Espíritu Santo, que el Padre
enviará en mi nombre, ése os lo en¬
señará todo y os traerá a la memoria
todo lo que yo os he dicho.
Despedida y palabras de aliento.
27 La paz os dejo, mi paz os doy
(4); no como el mundo la da, os la
doy yo. No se turbe vuestro corazón,
ni se intimide. 29 Habéis oído lo que
os dije: Me voy y vengo a vosotros. Si
me amaseis, os alegraríais, pues voy
(1) Después de asegurarles que no los aban¬
donará, añade algo más, la venida del Espíritu
Santo, que, como nuevo abogado y defensor. Ies
alcanzará del Padre.
(2) Entenderá esto quien considere cuán real
era la presencia de Jesús entre los Apóstoles des¬
pués de la venida del Espíritu Santo.
(3) No entendiendo la honda razón de lo
dicho, cree que obedecerá a algún privilegio.
Jesús, en su respuesta, prosigue la exposición
del misterio, dejando sin respuesta la pregunta
del discípulo.
(4) La paz es el saludo oriental y el que em¬
pleaba Jesús después de resucitado. Sólo se co¬
noce el valor de esta palabra cuando se ha vivido
mucho tiempo en guerra. Pero sobre todo tiene
valor le paz de Dios, la única que llena el alma.
1208
SAN JUAN, 15
al Padre (1), porque el Padre es ma¬
yor que yo. 29 Y os lo he dicho ahora
antes que suceda, para que cuando
suceda creáis. 30 Ya no hablaré mu¬
chas cosas con vosotros, porque viene
el príncipe de este mundo, que en
mino tiene nada (2); 31 pero convie¬
ne que el mundo conozca que yo amo
al Padre y que, según el mandato que
me dio el Padre, así hago. Levantaos,
vámonos de aquí (3).
La alegoría de la vid.
15 1 Yo soy la vid verdadera (4)
y mi Padre es el viñador. 1 2 Todo
sarmiento que haya en mí, que no
lleve fruto, lo cortará; todo el cjue dé
fruto, lo podará para que de más
fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios por
la palabra que os he hablado; 4 per¬
maneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto
de sí mismo, si no permaneciere en
la vid, tampoco vosotros, si no per¬
maneciereis en mí. 5 Yo soy la vid,
vosotros los sarmientos. El que per¬
manece en mí y yo en él, ése da
mucho fruto, porque sin mí no podéis
hacer nada. 6 * El que no permanece
en mi es echado fuera como el sar¬
miento y se seca, V los amontonan
y los arrojan al fuego para que ardan.
7 Si permanecéis en mí y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo
que quisiéreis y se os dará. 8 * En esto
será glorificado mi Padre, en que
deis mucho fruto y así seréis discí¬
pulos míos.
(1) Porque en el Padre alcanzará la gloria
de su humanidad, y es ésta tan grande, que aun
ir a ella por la pasión es cosa de gran consuelo.
Como lo ha sido siempre para los mártires la
muerte vista a través de la gloria celestial.
(2) En Jesús no tiene derecho alguno, por
cuanto en Jesús no hay pecado. Sin embargo,
por un momento le será dado poder sobre El,
a fin de realizar la obra de Dios. (Le. 22, 53.)
(3) Estas palabras implican una dificultad,
por cuanto el discurso parece continuar sin cam¬
bio alguno. Se proponen diversas soluciones, de
las cuales la más sencilla serla trasladar esas fra¬
ses después de 16, 31, si esto tuviera algún apoyo
en los códices antiguos. Luego seguirla la ora¬
ción sacerdotal, que puede bien suponerse haber
dicho Jesús en pie y en actitud de partir.
(4) Contrapuesta a la vid condenada en Isa¬
ías (5, 1 ss.; Salmo 39, 9 ss.), que es el pueblo
de Israel. El es la vid verdadera, como en 6, 32
se declara el pan verdadero. El sentido de la ale¬
goría es claro para quien entienda cómo Jesús es
tuente de vida para todos.
Los discípulos, elevados a la
categoría de auiiyos.
9 Como el Padre me amó (1), yo
también os he amado; permaneced en
mi amor. 10 Si guardareis mis precep¬
tos, permaneceréis en mi amor, como
yo guardé los preceptos de mi Padre
y permanezco en su amor. 11 Esto os
lo digo para que yo me goce en vos¬
otros, y vuestro gozo sea cumplido.
12 Este es mi precepto, que os améis
unos a otros, como yo os he amado.
13 Nadie tiene amor mayor que este
de dar uno la vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis
lo que os mando. 15 Ya 110 os Hamo
siervos, porque el siervo no sabe lo
que hace su señor; pero os digo ami¬
gos, porque todo lo que oí de mi
Padre os lo he dado a conocer. 16 No
me habéis elegido vosotros a mí, sino
que yo os elegí a vosotros, y os he
destinado para que vayáis v deis
fruto, y vuestro fruto permanezca,
para que cuanto pidiereis al Padre
en mi nombre os lo dé. 17 Esto os
mando, que os améis unos a otros.
Odio del mundo contra Jesús
y los suyo».
18 Si el mundo os aborrece (2),.sa¬
bed que me aborreció a mí primero
que a vosotros. 19 Si fueseis del mun¬
do, el mundo amaría lo suyo; pero
porque 110 sois del mundo, sino que
yo os escogí del mundo, por esto el
mundo os aborrece. 20 Acordaos de
la palabra que yo os dije: No es el
siervo mayor que su señor. Si me per¬
siguieron a mí, también a vosotros os
perseguirán; si guardaren mi palabra,
también guardarán la vuestra. 21 Pero
todas estas cosas haránlas con vos¬
otros por causa de mi nombre, porque
110 conocen al que me ha enviado.
22 Si no hubiera venido y les hubiera
hablado, no tendrían pecado; pero
(1) Es el amor la liga que une a Jesús con el
Padre, a los discípulos entre sí y a éstos con Je¬
sús y con el Padre. Este amor borra las distan¬
cias y establece la igualdad, que es condición
de la amistad.
(2) Como en otros pasajes de los Sinópticos,
Jesús anuncia a los discípulos que serán objeto
de odio de parte del mundo, como El lo es, y
por el mismo motivo, porque representan la
causa de Dios, a quien el mundo no conoce. La
historia confirma de continuo estas palabras de
Jesús.
SAN JUAN, 16
1209
ahora no tienen excusa de su pecado.
23 El que me aborrece a mí, aborrece
también a mi Padre. 24 Si no hubie¬
ra hecho entre ellos obras que nin¬
guno otro hizo, no tendrían pecado;
pero ahora, no sólo han visto, sino
que me aborrecieron a mí y a mi
Padre. 25 Pero es para que se cumpla
la palabra que en la Ley de ellos está
escrita: Me aborrecieron sin motivo.
26 Cuando venga el Abogado, que
yo os enviaré de parte del Padre, el
Espíritu de verdad, que procede del
Padre, él dará testimonio de mí, 27 y
vosotros daréis también testimo¬
nio (1), porque desde el principio
estáis conmigo.
Anuncio de la persecución judía.
1 /I 1 Esto os lo he dicho para que
* no os escandalicéis. 2 Os echa¬
rán de la sinagoga (2); pues llega
la hora en que todo el que os quite
la vida pensará prestrar un servicio
a Dios. 3 Y esto lo harán, porque no
conocieron al Padre ni a mí. 4 5 Pero
yo os he dicho estas cosas para que,
cuando llegue la hora, os acordéis de
ellas, y de que yo os las he dicho; pero
esto no os lo dije desde el principio,
porque estaba con vosotros.
La promesa del Espíritu Santo.
Mas ahora voy al que me ha en¬
viado y nadie de vosotros me pre¬
gunta (3): ¿A dónde vas? 6 Antes,
porque os hablé estas cosas, vuestro
corazón se llenó de tristeza. 7 Pero os
digo la verdad, os conviene que yo
me vaya. Porque si no me fuere, el
Abogado no vendrá a vosotros; pero,
si me fuere, os le enviaré. 8 * Y en vi¬
niendo, éste argüirá al mundo de
pecado (4), y de justicia y de juicio.
(1) Con las obras maravillosas que hará por
medio de los Apóstoles.
(2) Esto ya había comenzado. (9, 22.) Mis
de una vez nos refieren los Sinópticos el anuncio
de estas persecuciones. (Mt. 10, 16 ss.; Me. 13,
9 ss.; Le. 12, n.)
(3) La pregunta se halla en 13. 36; 14, 5, 28,
y Jesús les dice que va al Padre, adonde es tanta
dicha ir, que, aunque sea por la cruz, todavía
es cosa deseable. Pero los Apóstoles persisten
dominados por la tristeza, no considerando el
término de la partida. Por eso Jesús insiste en
10 dicho, para consuelo suyo.
(4) El gran pecado de Israel, rechazar al Me¬
sías y ponerle en la cru?.
9 De pecado, porque no creyeron en
mí; 10 de justicia (1), porque voy
al Padre y no me veréis más; 11 de
juicio (2), porque el príncipe de
este mundo está ya juzgado. 12 Muchas
cosas tengo aún que deciros (3),
mas no podéis llevarlas ahora; 13 pero
cuando viniere aquél, el Espíritu de
verdad, os guiará hacia la verdad
completa, porque no hablará de sí
mismo, sino que hablará lo que oyere
y os comunicará las cosas venideras.
14 El me glorificará, porque tomará
de lo mío, y os lo dará a conocer.
Todo cuanto tiene el Padre es mío;
15 por esto os he dicho que tomará
de lo mío y os lo dará a conocer.
El gozo tras de la tristeza.
16 Todavía un poco, y ya 110 me
veréis (4), y todavía otro poco, y
me veréis. 17 Dijéronse entonces algu¬
nos de los discípulos: ¿Qué es esto
que nos dice: Todavía un poco y no
me veréis, y todavía otro poco y me
veréis? Y: Porque voy al Padre.
18 Decían, pues: ¿Qué es esto que dice
un poco? No sabemos lo que dice.
19 Conoció Jesús que querían pre¬
guntarle: ¿De esto inquirís entre vos¬
otros, porque os he dicho: Todavía
un poco, y no me veréis, y todavía
otro poco, y me veréis? 20 En verdad,
en verdad os digo que lloraréis y os
lamentaréis, y el mundo se alegrará;
vosotros os entristeceréis, pero vues¬
tra tristeza (5) se volverá en gozo.
21 La mujer, cuando pare, siente
tristeza, porque llega su hora; pero
cuando ha dado a luz un hijo, ya
no se acuerda de la tribulación, por
el gozo que tiene de haber venido
al mundo un hombre. 22 Vosotros,
pues, ahora tenéis tristeza; pero de
nuevo os veré, y se alegrará vuestro
corazón, y nadie será capaz de quitaros
(1) Es la de Jesús, que se mostrará en su re¬
surrección y en su vuelta al Padre.
( 2 ) Es el juicio que los judíos habían formado
acerca de Jesús, del cual había sido inspirador
el príncipe del mundo. Satanás.
(3) Pero su capacidad es muy reducida mien¬
tras no venga el Espíritu Santo a ensancharla.
(4) Porque se acerca la hora de la pasión,
pasada la cual vendrá la resurrección, que los
llenará de alegría.
(5) Cuanto mayor fue el dolor y el descon¬
cierto de los discípulos en la muerte del Maestro,
otro tanto será grande su gozo en la resurrección.
Al revés le sucederá al mundo, esto es, a los ju-
dios,
1210
SAN JUAN, 17
vuestra alegría. 23 Y en aquel día
no me preguntaréis nada; en verdad,
en verdad os digo: Cuanto pidiereis
al Padre os lo dará en mi nombre.
24 Hasta ahora no habéis pedido
nada en mi nombre (1); pedid y
recibiréis, para que sea cumplido
vuestro gozo.
Promesa de una revelación más
clara.
35 Esto os lo he dicho en parábolas;
llega la hora en que ya no os hablaré
más en parábolas, antes os hablaré
claramente del Padre. 26 Aquel día
pediréis en mi nombre, y no os digo
que yo rogaré al Padre por vosotros,
pues el mismo Padre os ama, por¬
que vosotros me habéis amado y
creído que vo lie salido de Dios.
28 Salí del Padre y vine al mundo;
de nuevo dejo el inundo y me voy
al Padre. 29 Pijéronlc los discípulos:
Ahora hablas claramente y no dices
parábola alguna. 30 Ahora sabemos
que conoces todas las cosas y que no
necesitas que nadie te pregunte; en
esto creemos que has salido de Dios.
31 Respondióles Jesús: ¿Ahora creéis?
32 He aquí que llega la hora (2), y
ya es llegada, en que os dispersaréis
cada uno por su lado y a mí me deja¬
réis solo; pero no estoy solo, porque
el Padre está conmigo. 33 Esto os lo
he dicho para que tengáis paz en
mí; en el mundo habéis de tener tri¬
bulación; pero confiad, yo he vencido
al mundo (3).
Jesús ora al Padre por sí mismo.
1 n 1 2 3 Esto dijo Jesús, y levantando
* t sus ojos al cielo añadió: Padre,
llegó la hora (4); glorifica a tu
Hijo, para que el Hijo te glorifique,
(1) Cuando vean a Jesús sentado a la diestra
del Padre, pedirán en su nombre, esto es, ale¬
garán su nombre para ser escuchados, cosa que
hasta ahora no hablan hecho. (Act. 4. 20 ss.)
(2) La próxima prueba dirá cuáles son los
quilates de esa fe vuestra.
(3) No sólo por la prueba aludida, por otras
muchas tribulaciones tendrán que pasar en el
mundo; pero tengan confianza, porque El ven¬
ció al mundo y por El también ellos vencerán.
(4) De la que tantas veces habla dicho que
no era aún llegada, la hora de la pasión. Glorifica
a tu Hijo. Por los milagros de la muerte y el de
la resurección, para que, a su vez, el Hijo glon-,
ficado glorifique al Padre, dándole a conocer.
2 según el poder que le diste sobre
toda carne, para que a todos los que
tú le diste, les dé El la vida eterna.
3 Esta es la vida eterna (1) que te
conozcan a ti, único Dios verdadero,
V a tu enviado Jesucristo. 4 Yo te
he glorificado sobre la tierra, lle¬
vando al cabo la obra que me enco¬
mendaste. 5 * Y ahora tú, Padre, glo¬
rifícame cerca de ti mismo con la
gloria que tuve (2), cerca de ti,
antes que el mundo existiese.
Ituecpi por los discípulos.
6 He manifestado tu nombre a los
hombres que me has dado de este
mundo. Tuyos eran, y tú me los diste,
y han guardado tu palabra. 7 Ahora
saben que todo cuanto me diste
viene de ti; 8 porque yo les he comu¬
nicado las palabras que tú me diste,
y ellos las recibieron y conocieron
verdaderamente que yo salí de ti,
y creyeron que tú me has enviado.
9 Yo ruego por ellos (3); no ruego
por el mundo, sino por los que tú
me diste; porque son tuyos, 10 y todo
10 mío es tuyo, y lo tuyo mío, y yo
he sido glorificado en ellos. 11 Y yo
ya 110 estoy en el mundo; pero ellos
están en el mundo, mientras vo voy
a ti. Padre santo, guarda en tu
nombre a éstos, que me has dado,
para que sean uno (4) como nos¬
otros. 12 Cuando yo estaba con ellos,
yo los conservaba en tu nombre a
éstos que me has dado, y los guardé,
y ninguno de ellos pereció, si 110 es
el hijo de la perdición, para que la
Escritura se cumpliese. 13 Pero ahora
yo vengo a ti, y hablo estas cosas
en el mundo para que tengan mi
(1) El conocimiento de Dios Padre y de Je¬
sucristo; pero un conocimiento que engendre
amor, la fe que obra por la caridad. (Gal. 5, 6.)
(2) La gloria, que como a Hijo de Dios le
corresponde, no la perdió, ni la podía perder
jamás siendo inherente a la naturaleza divina;
lo que pide es la gloria de su humanidad, efusión
de la gloria de la divinidad.
(3) Por los que creyeron que Jesús había ve¬
nido del Padre y como de tal habían recibido
sus palabras. Porgue tuyos son. Esos que el Pa¬
dre le dió son también del Padre, porque todo
cuanto tiene el Padre es también del Hijo, y vi¬
ceversa.
(4) Porque la fe y el amor sean uno, a seme¬
janza del Padre y del Hijo; y en esa vida de fe
y de amor será Jesús glorificado. Este es el
principio de la admirable unidad de la Iglesia
Católica.
SAN JUAN, 18
1211
gozo cumplido en sí mismos. 14 Yo
les he dado tu palabra, y el mundo
los aborreció, porque no eran del
mundo, como yo no soy del mundo.
16 No pido que los tomes del mun¬
do (1), sino que los guardes del mal.
16 Ellos no son del mundo, como no
soy del mundo yo. 17 Santifícalos en la
verdad, pues tu palabra es verdad.
18 Como tú me enviaste al mundo,
así yo los envié a ellos al mundo.
19 Y yo por ellos me santifico (2),
para que ellos sean santificados por
la verdad.
Huen» P or todos los creyentes.
. 20 Pero no ruego sólo por éstos,
sino por cuantos crean en mí por su
palabra (3), para que todos sean
uno, como tú, Padre, estás en mí y
vo an ti, para que también ellos sean
¡ en nosotros, y el mundo crea que tú
me lias enviado. 22 Y yo les he dado
a ellos la gloria que tú me diste (4),
a fin de que sean uno como nosotros
somos uno. 23 Yo 'en ellos y tú en
mí, para que sean consumados en la
unidad, y conozca el mundo que tú
me enviaste y amaste a éstos como
tú me amaste. 24 Padre, lo que tú
me lias dado, quiero yo que donde
yo esté, estén ellos también con¬
migo (5), para que vean mi gloria,
que tú me has dado, porque me amaste
antes de la creación del mundo.
26 Padre justo (6), si el mundo
no te ha conocido, yo te conocí, y
éstos conocieron que tú me has en¬
viado, 26 y yo les di a conocer tu
nombre, y se lo haré conocer, para
que el amor con que tú me has amado
esté en ellos y yo en ellos.
(1) Sabiendo que serán objeto de las perse¬
cuciones del mundo, le pide que los defienda.
(2) Ofreciéndose como hostia en obsequio
del Padre y en expiación de los pecados del
mundo, para que los discípulos sean santifi¬
cados, y así preservados del contagio del mundo.
(3) Sino por todos los que por el minis¬
terio de los Apóstoles crean en El; para todos
pide la unión en la fe y el amor, que sea ante
el mundo un argumento de la divinidad de la
Iglesia.
(4) La gloria de los milagros y demás do¬
nes divinos ordenados a fomentar en los fieles
la unión de la fe y el amor del nombre de Dios.
(5) Sentado a la diestra del Padre, allí estén
ellos participando de la gloria del Padre.
(6) Esta justicia del Padre mira a discernir
el mundo, que no le conoció, de los discípulos,
que reconocieron ser el enviado del Padre.
Prisión de Jesús.
i & 1 En diciendo esto salió Jesús
con sus discípulos al otro lado
del torrente Cedrón, donde había
un huerto, en el cual entró con sus
discípulos. 2 Y Judas, el que le había
de traicionar, conocía el sitio, por¬
que muchas veces concurría allí Jesús
con sus discípulos. 3 Judas, pues,
tomando la eohorte, y los alguaciles
de los pontífices y fariseos (1),
vino allí con linternas, y hachas, y
armas. 4 Conociendo, pues, Jesús
todo lo que iba a sucederle, salió,
y les dijo: ¿A quién buscáis? 5 Res¬
pondiéronle: A Jesús Nazareno. El
les dijo: Yo soy. Y Judas el traidor
estaba con ellos. 6 * * Así que les dijo:
Yo soy, retrocedieron (2) y cayeron
en tierra.
7 Otra vez les preguntó: ¿A quién
buscáis? Ellos dijeron: A Jesús Na¬
zareno. Respondió Jesús: Ya os dije
que yo soy; si, pues, me buscáis a
mí, dejad ir -a éstos. 9 Para que se
cumpliese la palabra que había dicho:
De los que me diste no se perdió
ninguno. 40 Y Simón Pedro, que tenía
una espada, la sacó e hirió a un
siervo del Pontífice, cortándole la
oreja derecha (3). Este siervo se
llamaba Maleo. 11 Pero Jesús dijo
a Pedro: Mete la espada en la vaina;
¿el cáliz que me dió mi Padre no lo
be de beber?
Conducción a casa de Anas.
12 La cohorte, pues, y el tribuno,
y los alguaciles de los judíos se apo¬
deraron de Jesús, y le ataron, 13 y
le condujeron primero a Anás (4),
porque era suegro de Caifás, que era
Pontífice aquel año. 14 Era Caifás
(1) Es San Juan el único que menciona
la tropa romana, pedida sin duda por los j'udios
a Pilato para asegurar el golpe contra la posible
resistencia de los partidarios de Jesús. La pa¬
labra cohorte lo mismo puede significar la
cohorte entera que una sección.
(2) Otro detalle propio de San Juan. Jesús
parece haber querido darles una última prueba
de que sólo por su voluntad se les entregaba.
(3) Débia de ser conocido del evangelista, que
nos da a conocer su nombre.
(4) Debe esto entenderse como un acto de
cortesía para con el suegro del Pontífice, que
también jo había sido y conservaba grande auto¬
ridad (l 2 c. 3, 2), y tal vez también en atención
a la gravedad del caso.
1212
SAN JUAN, 18
rl que había aconsejado a los ju¬
díos: «Conviene que un hombre muera
por el pueblo.»
Negación de Pedro.
15 Seguían a Jesús Simón Pedro y
otro discípulo (1). Este discípulo
era conocido del Pontífice, y entró,
al tiempo que Jesús, en el atrio de)
Pontífice, mientras que Pedro se quedó
fuera. Salió, pues, el otro discípulo,
conocido del Pontífice, y habló a la
portera e introdujo a Pedro. 17 Y
dijo la portera a Pedro: ¿Eres tú
acaso de los discípulos de este hom¬
bre? El dijo: No soy. 18 Los siervos
del Pontífice y los alguaciles, habían
preparado un brasero, porque hacía
frío, y se calentaban, y Pedro estaba
también con ellos calentándose.
Jesús ante Caiíás.
19 El Pontífice, pues", preguntó a
Jesús sobre sus discípulos y sobre
su doctrina. 20 Respondióle Jesús:
Yo públicamente he hablado al mun¬
do (2); yo siempre enseñé en las
sinagogas y en el Templo, a donde
concurren todos los judíos, y nada
hablé en secreto. 21 ¿Qué me pregun¬
tas? Pregunta a los que han oído
(jué es lo que yo he hablado; ellos
deben saber lo (pie les dije: 22 Ha¬
biendo dicho esto Jesús, uno de los
alguaciles, que estaba a su lado, le
dió una bofetada, diciendo: ¿Así res¬
pondes al Pontífice? 23 Jesús le con¬
testó: Si be hablado mal, muéstrame
en qué, y si bien, ¿por qué me abofe¬
teas? 24 Anás, Ic envió atado a Cai-
fás (3), el Pontífice.
(1) La intervención de este misterioso dis¬
cípulo es asimismo propia de San Juan, para
quien no debía ser desconocido,
(2) No es buen proceder pedir al reo que
sea acusador de si mismo; los testigos dirán
si ha habido en su conducta alguna culpa.
Termina el interrogatorio sin decir una pala¬
bra de la condenación de Jesús, cosa que su¬
pone el versículo 28..
(3) Todo el relato precedente, y los paralelos
de los Sinópticos, prueban que el interroga¬
torio fue ante Caifas y en su casa, lo que exige
la transposición, propuesta ya por San Cirilo'
de Alejandría, del versículo 24 a continuación del
13. Anás, satisfecho con la deferencia de su yerno,
remitió a éste el preso. Los Sinópticos omiten
este detalle por no haber tomado Anás más par¬
te en el proceso de Jesús.
Negación de Pedro.
26 Entretanto Simón estaba de pie
y calentándose, y le dijeron: ¿No
eres tú también de sus discípulos?
Negó él, y dijo: No soy. 26 Díjole
uno de los siervos del Pontífice, pa¬
riente de aquél, a quien Pedro había
cortado la oreja: ¿No te he visto
yo en el huerto con El? 27 Y de nuevo
Pedro negó, y al instante cantó el
gallo.
Jesús ante Piloto.
28 Y llevaron a Jesús de casa de
Caifás al Pretorio. Era muy de ma¬
ñana (1). Ellos no entraron en el
Pretorio por no contaminarse v poder
comer la Pascua. 29 Salió, pues, Pilato
fuera a ellos, y dijo: ¿Qué acusación
traéis contra este hombre? 30 Ellos
respondieron, diciéndole: Si no fuera
malhechor (2), no te lo traeríamos.
31 Díjoles Pilato: Tomadle vosotros
y juzgarle según vuestra Ley. Le
dijeron entonces los judíos: Es que
a nosotros no nos es permitido (3)
dar muerte a nadie: 32 Para que se
cumpliese la palabra que Jesús había
dicho, significando de qué muer¬
te (4) había de morir,
33 Entró Pilato de nuevo en el
Pretorio, y llamando a Jesús le dijo:
¿Eres tú el,rey de los judíos? 34 Res¬
pondió Jesús: ¿De ti mismo dices
eso, o te lo han dicho otros de mí?
36 Pilato contestó: ¿Soy yo judío
por ventura? Tu nación y los pontí¬
fices te han entregado, ¿que has
hecho? 36 Jesús respondió: Mi reino
no es de este mundo; si de este
mundo fuera mi reino, mis ministros
habrían luchado para que yo no
fuese entregado a los judíos; pero
mi reino no es de aquí. 37 Le dijo
entonces Pilato: ¿Luego tú eres rey?
(1) Los jueces romanos eran muy madru¬
gadores. Y ellos no entraron. El solo contacto
con un pagano impedia comer la Pascua. He
aquí una prueba de que Jesús no la celebró
el día oficial en Jerusalén.
(2) Aquellos graves varones se enojan de la
pregunta, muy natural en el juez, como si éste
estuviera obligado a firmar en blanco la sen¬
tencia que ellos hablan pronunciado.
(3) Roma se habla reservado en el estatuto
de autonomía dado a los judíos el derecho de
la espada, y los judíos no pedían para Jesús
pena más suave que la de muerte.
(4) Los judíos no usaban el suplicio de la
cruz, que Jesús habla predicho para sí (12, 32).
SAN JUAN, 19
1213
Respondió Jesús: Tú dices, que soy
rey. Yo para esto he venido al
mundo, para dar testimonio de la
verdad (1); todo el que es de la
verdad oye mi voz. 38 Pilato le dijo:
¿Y qué es la verdad? Y dicho esto,
de nuevo salió a los judíos, y les dijo:
Yo no hallo en éste ningún crimen.
Expedientes para librarle.
39 Hay entre vosotros costumbre
de que os suelte a uno en la Pas¬
cua (2): ¿Queréis, pues, que os
suelte al rey de los judíos? 40 Enton¬
ces^ de nuevo gritaron, diciendo: jNo,
a éste no, a Barrabás! Era Barrabás
un bandolero.
19 Tomó entonces Pilato a Jesús,
y le hizo azotar. 1 2 3 Y los sol¬
dados, tejiendo una corona de espi¬
nas, se la pusieron en la cabeza, y le
vistieron un manto de púrpura, y
acercándose a El le decían: Salve,
rey de los judíos, y le daban de bofe¬
tadas. 4 Otra vez salió fuera Pilato,
y les dijo (3): Aquí os le traigo,
para que veáis que no hallo en El
ningún crimen. 5 Salió, pues, Jesús
fuera con la corona de espinas y el
manto de púrpura, y Pilato les dijo:
Ahí tenéis al hombre. 6 * Cuando le
vieron los príncipes de los sacerdotes
y sus satélites gritaron, diciendo:
¡Crucifícale, crucifícale! Díjoles Pila¬
to: Tomadle vosotros y crucificadle,
pues yo no hallo crimen en El.
7 Respondieron los judíos: Nosotros
tenemos una Ley, y, según la Ley,
debe morir, porque se ha hecho
Hijo de Dios (4).
(1) Esta respuesta debió de hacer pensar a
Pilato que Jesús era un ideólogo, rey de la
ciencia, y sus vasallos los discípulos que le
seguían. Reyes como éste no hacían competen¬
cia a Roma.
(2) Ya conocemos este expediente de Pi¬
lato y cómo fracasó.
(3) Otro expediente, bien cruel por cierto,
para librar a Jesús y contentar a sus acusadores.
De propia iniciativa, los soldados organizan
aquella sangrienta burla, con la que pretendían
escarnecer a los judíos en su rey, y Pilato
se aprovecha de aquella ocurrencia de sus sol¬
dados para ver de mover a clemencia a los
acusadores de Jesús.
(4) Esto constituía un nuevo embrollo para
Pilato. ¿Qué significaba semejante acusación?
¿Qué alcance político podía tener? Y por tercera
vez vuelve a preguntar a Jesús.
Tercer interrogatorio.
Cuando Pilato oyó estas palabras
temió más, 9 y entrando otra vez
en el Pretorio, dijo a Jesús: ¿De
dónde eres tú? Jesús no le dió res¬
puesta ninguna. 10 Díjole entonces
Pilato: ¿A mí no me contestas?
¿No sabes que tengo poder para
soltarte y para crucificarte? 11 Res¬
pondióle Jesús: No tendrías ningún
poder sobre mí (1) si no te hubiera
sido dado de lo alto; por esto los
que me han entregado a ti tienen
mayor pecado. 12 Desde entonces
Pilato buscaba librarle; pero los
judíos gritaron diciéndole: Si sueltas
a ése, no eres amigo del César; todo
el que se hace rey va contra el César.
La condenación.
13 Cuando oyó Pilato estas pala¬
bras sacó a Jesús fuera, y se sentó
en el tribunal, en el sitio llamado
litóstrotos, en hebreo gabbata. 14 Era
el día de Parasceve, preparación de
la Pascua, alrededor de la hora sexta.
Y dijo a los judíos: Ahí tenéis a
vuestro rey. 15 Gritaron entonces
ellos: ¡Quítalo, quítalo de delante!
¡Crucifícale! Díjoles Pilato: ¿A vues¬
tro rey voy a crucificar? Contesta¬
ron los príncipes de los sacerdotes:
No tenemos más rey que el César.
16 Entonces se lo entregó para que
fuese crucificado (2).
Camino del Calvario.
Tomaron, pues, a Jesús; 17 que
llevando su cruz salió al sitio llama¬
do Calvario, que en hebreo se dice
Gólgota , 18 donde le crucificaron, y
con El a otros dos, uno a cada lado
y Jesús en medio. 19 Escribió Pi¬
lato un título, y lo puso sobre la
cruz; estaba escrito (3): Jesús
(1) Jesús no quiere dejar sin correctivo la
pretensión de Pilato.
(2) Esto era el colmo. Los judíos, cuyas
sublevaciones tantas veces había reprimido Pi¬
lato, pretenden darle lecciones de lealtad al
César. Al fin, cansado de luchar en defensa
de aquel hombre, que para él no era más que
un judío, se lava las manos, queriendo con
esto declinar la responsabilidad de aquella
condena.
(3) El título de Juan es el más extenso y
sin duda la reproducción del texto original,
que los Sinópticos abrevian, dándonos sólo la
causa de la condenación «rey de los judíos».
1214
SAN JUAN, 19
Nazareno , Rey de los Judíos. 20 Muchos
de los judíos leyeron este título, por¬
que estaba cerca de la ciudad el sitio
donde fué crucificado Jesús, y esta¬
ba escrito en hebreo, en latín y en
griego.
21 Dijeron, pues, a Pilato los prín¬
cipes de los sacerdotes de los judíos:
No escribas rey de los judíos, sino
que El lia dicho: Soy rey de los
judíos. 22 Respondió Pilatos: Lo es¬
crito, escrito está. 23 Los soldados,
una vez que hubieron crucificado a
Jesús, tomaron sus vestidos (1),
haciendo cuatro partes, una para cada
soldado, y la túnica. Era la túnica sin
costura, tejida toda desde arriba.
2 * Dijéronse, pues, unos a otros:
No la rasguemos, sino echemos suer¬
tes sobre ella para ver a quién le
toca, a fin de que se cumpliese la
Escritura. «Dividiéronse mis vestidos,
y sobre mi túnica echaron suertes.»
Es lo que hicieron los soldados.
25 Y estaban junto a la cruz de
Jesús, su Madre, y la hermana .de su
Madre, María la de Cleofás y María
Magdalena. 26 Y Jesús, viendo a su
Madre y al discípulo a quien amaba,
que estaba allí, dij<> a la Madre:
Mujer, he allí a tu hijo. 27 Luego
dijo al discípulo: He ahí a tu Madre.
Y desde aquella hora el discípulo la
tuvo en su casa (2).
28 Después de esto, sabiendo Jesús
que todo estaba ya consumado, para
que se cumpliera la Escritura dijo:
Tengo sed (3). 29 Había allí un
vaso lleno de vinagre. Fijaron en un
(1) En pago de sus servicios, la justicia
dejaba a la escuadra encargada de la ejecución
los despojos del reo. Era la túnica. Así solían
llevarla las personas de distinción. La de Jesús,
hijo único, era tal vez una muestra del cariño
de su Madre, si no lo era de la gratitud de
alguna persona beneficiada con sus milagros.
(2) Desde la muerte de San José era Jesús
el cabeza de familia, y tenía a su cargo la
Madre. Al morir no la olvida, y la encomienda
al cuidado de su fiel discípulo. Tal es el sen¬
tido histórico. Mas la piedad cristiana ve aquí
algo más. Por el misterio de la encamación
somos todos elevados en Cristo a la dignidad
de hijos de Dios, siendo Jesús el primogénito
entre muchos hermanos (Rom. 8, 29). La Ma¬
dre de Jesús ve por aquí extendidos sus debe¬
res maternales a todos estos hermanos de su
Primogénito, hijos también del Padre.
(3) Era la pérdida de sangre la causa de
esta sed. Un soldado le socorre con la bebida
que allí tenía para su propio uso, la posea ,
agua mezclada con vinagre. Los evangelistas
no ven en este acto una muestra de crueldad,
sino de misericordia hacia el moribundo.
venablo una esponja empapada en
vinagre y se la acercaron a la boca.
30 Cuando hubo gustado el vinagre,
dijo Jesús: Todo está acabado, e
inclinando la cabeza entregó el
espíritu.
La lanzada
31 Y los judíos, como era el día
| de la Parasceve (1), para que no
quedasen los cuerpos en la cruz el
día de sábado, porque era día grande
el de aquel sábado, rogaron a Pilato
que les rompiesen las piernas V los
quitasen. 32 Vinieron, pues, los sol¬
dados y rompieron las piernas al
primero y al otro que estaban cruci¬
ficados con El; 33 pero llegando a
Jesús, como le vieron ya muerto,
no le rompieron las piernas, 34 sino
que uno de los soldados le atravesó
con su lanza el costado (2), y al
instante salió sangre V agua. 33 El
que lo vió da testimonio, y su testi¬
monio es verdadero (3), y él sabe
que dice verdad, para que vosotros
creáis. 36 Porque esto sucedió para
que se cumpliese la Escritura: «No
romperéis ni uno de sus huesos.»
Y otra Escritura dice también: «Mi¬
rarán al que traspasaron.»
La sepultura.
38 Después de esto rogó a Pilato
José de Arimatea, que era discípulo
de Jesús, aunque secreto por temor
de los judíos, que le permitiese tomar
el cuerpo de Jesús, y Pilatos se lo
permitió. Vino, pues, y tomó su
cuerpo. 39 Y llegó Nicodcino, el
mismo que había venido a El de
noche al principio, y trajo una mezcla
de mirra y áloe, como unas cien
(1) La Ley declara maldito el cadáver del
reo, que contamina la tierra. Por esto se le
debe quitar del palo al ponerse el sol (Deut, 21,
23). Esto debía hacerse con mayor razón en
la víspera del gran día de la Pascua, día sobre
todos santo (Ex. 12, 16). No le rompieron las
piernas. Era este un nuevo suplicio, que apli¬
caban a los esclavos y desertores, pero que
también se aplicaba a otros, para acelerar su
muerte con la mayor pérdida de sangre.
(2) Como estaba ya muerto se ahorraban
el trabajo de romperle las piernas; pero la
crueldad de un soldado le abrió el costado para
asegurarse mejor de su muerte.
(3) El evangelista, presente lo atestigua, y
los Padres no han creído que esto careciese de
nnsteiio, aunque no todos lo expliquen de
igual modo.
1215
SAN JUAN, 20
libras. 40 Tomaron, pues, el cuerpo de
Jesús y lo fajaron con bandas y aro¬
mas, según es costumbre sepultar
entré los judíos. 41 Había cerca del
sitio donde fue crucificado un huerto,
y en el huerto un sepulcro nuevo,
en el cual nadie aún había sido
depositado. 42 Allí, pues, a causa de
la Parasceve de los judíos, por estar
cerca el monumento, pusieron a Je¬
sús (1).
La Magdalena encuentra reino-
vida la piedra.
OA 1 El día primero de la semana,
María Magdalena (2) vino
muy de madrugada, cuando aún era
de 'noche, al monumento, y vio la
piedra quitada del monumento. 2 3 4 5 Co¬
rrió, pues, y vino a Simón Pedro y al
otro discípulo a quien Jesús ama¬
ba (3), y les dijo: Han quitado al
Señor del monumento y no sabemos
dónde le han puesto.
Comprobación por Pedro y Juan.
3 Salió, pues, Pedro y con él otro
discípulo, y fueron al monumento.
4 Ambos corrían, pero el otro dis¬
cípulo corrió más aprisa que Pedro
y llegó primero al monumento, e
inclinándose vió las bandas; sin em¬
bargo, no entró. 6 Llegó, pues, Simón
Pedro después de él, y entró en el
monumento, y vió las fajas allí colo¬
cadas, 7 y el sudario que estaba
sobre su cabeza, no puesto con las
fajas, sino envuelto en un sitio aparte.
8 Entonces entró también el otro
discípulo, que vino primero al monu¬
mento, y vió y creyó; 9 porque aún
no se habían dado cuenta de la Escri¬
tura, según la cual era preciso que
El resucitase de entre los muertos.
10 Y los discípulos se fueron de nuevo
para casa.
(1) La sepultura fue practicada a toda prisa,
porque se acercaba el fin del día, y con él el
comienzo de la Pascua. Sin embargo, la devo¬
ción de los discípulos le tributó aquella muestra
de afecto, cubriendo el cadáver de aromas,
según la costumbre de los judíos.
(2) Los Sinópticos mencionan algunas com¬
pañeras de ésta. San Juan, al omitir sus nom¬
bres, no quiere decir que estuviera sola.
(3) San Lucas, 24, 12, menciona sólo a
Pedro, el cual, seguramente, como antes la
Magdalena, no debía de ir solo. El relato que
sigue es'á hecho por quien fué testigo del su¬
ceso y había conservado la memoria de todos
los detalles de aquella histórica mañana.
Aparición a María Magdalena.
11 María se quedó junto al monu¬
mento (1), fuera, llorando. Mien¬
tras lloraba, se inclinó hacia el monu¬
mento, 12 y vió a dos ángeles vestidos
de blanco (2), sentados, uno a la
cabecera y otro a los pies, de donde
había estado el cuerpo de Jesús. 13 Y
le dijeron: ¿Por qué lloras, mujer? Ella
les dijo: Porque han tomado a mi Se¬
ñor y no se dónde le han puesto. 14 En
diciendo esto se volvió para atrás,
y vió a Jesús que estaba allí (3),
pero no conoció que fuese Jesús.
15 Díjolc Jesús: Mujer, ¿por qué
lloras? ¿A quién buscas? Ella, cre¬
yendo que era el hortelano, le dijo:
Señor, si lo has cogido tú, dime dónde
lo has puesto, y yo lo tomaré. 16 Dí-
jole Jesús: ¡María! Ella, volviéndose,
le dijo en hebreo: ¡Rabboni!, que
quiere decir: Maestro. 17 Jesús le dijo:
No me toques (4), porque aún no
he subido al Padre; pero ve a mis
hermanos y diles: Subo a mi Padre y
a vuestro Padre, a mi Dios y a vues¬
tro Dios. 18 Araría Magdalena vino
a anunciar a los discípulos: He visto
al Señor, y las cosas que le había
dicho.
Primera aparición a los
discípulos.
19 La tarde del primer día de la
semana, estando cerradas las puer¬
tas (5) del lugar donde se hallaban
los discípulos, por temor de los judíos,
vino Jesús y, puesto en medio de
(1) Las compañeras se habían quedado ya
en casa; sólo ella volvió al sepulcro con los
Apóstoles, e idos éstos, ella se queda, como
quien más había sentido la pérdida de su
Maestro.
(2) En figura de jóvenes, que son los pri¬
meros en dar la noticia de Jesús (Le. 24, 4).
(3) Jesús resucitado no estaba sometido a
las leyes físicas; por eso María no le conoce
hasta que Jesús quiso dársele a conocer con
aquella palabra: María.
(4) María, en cuanto conoció al Maestro,
se echó a sus pies y los abrazó (Mt. 28, 9 s.);
Jesús le dice: «No me toques.* La dificultad está
en lo que sigue, que San Crisóstomo glosa:
«No te me acerques como antes, pues no me
hallo en el mismo ser, no he de tratar con
vosotros en la misma forma de antes.» Subo a
mi Padre. Quiere esto decir que Dios no es
Padre ni Dios de igual modo para nosotros
que para El.
(5) El cuerpo glorificado de Jesús, y por la
gloria espiritualizado (I Cor. 15, 44) no está
sometido a las leyes que los demás cuerpos.
1216
¿AN JUAN, 21
ellos, les dijo: La paz sea con vos¬
otros. 20 Y diciendo esto, les mostró
las manos y el costado. Y las discí¬
pulos se alegraron viendo al Señor.
Díjoles aún: La paz sea con vos¬
otros. Como me envió mi Padre (1),
así os envío yo. 22 Y diciendo esto,
sopló y les dijo: Recibid el Espíritu
Santo, a quien perdonareis los peca¬
dos les serán perdonados, a quienes
se los retuviereis les serán retenidos.
Tomás, uno de los doce, llamado
Dídimo, no estaba con ellos cuando
vino Jesús. Dijéronle, pues, los otros
discípulos: Hemos visto al Señor.
25 El les dijo: Si no veo en sus manos
la señal de los clavos (2), y meto
mi dedo én el lugar de los clavos, y
mi mano en su costado, no creeré.
Sefjundn aparición.
26 Pasados ocho días, otra vez
estaban dentro los discípulos, y Tomás
con ellos. Vino Jesús, cerradas las
puertas, y puesto en medio de ellos,
dijo: La paz sea con vosotros. 27 Luego
dijo a Tomás: Alarga acá tu dedo,
y mira mis manos, y tiende tu mano
y métela en mi costado y no seas
incrédulo, sino fiel. 28 Respondió
Tomás, y dijo (3): ¡Señor mío y
Dios mío! 29 Jesús le dijo: Porque
me has visto, has creído; dichosos
los que sin ver creyeron (4).
30 Muchas otras señales hizo Jesús
en presencia de los discípulos que
no están escritas en este libro; 32 v
éstas fueron escritas para que creáis
que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios,
y para que creyendo tengáis vida
en su nombre (5).
(1) Ya se lo había dicho en 18, 18 .—Recibid
el Espíritu. Ya se lo habla prometido en 14, 16;
15, 26 .—A quien perdonareis. Este es un poder
nuevo, que Jesús había ejercido antes, pero
que no había conferido aún a los Apóstoles.
Ahora se lo confiere para que persevere en la
Iglesia hasta el fin de los siglos.
(2) La actitud de Tomás muestra cuáles
eran las disposiciones de los discípulos en
orden a la resurrección.
(3) El discípulo incrédulo de una manera
inequívoca expresa su fe en la divinidad de
Jesús, de la que El tantas veces les habla ha¬
blado.
(4) Estas palabras van dirigidas a cuantos
por la palabra de los discípulos creerán en su
resurrección (17, 20).
(5) San Juan escribe para dar a conocer
a Jesucristo, lo que puede abarcar muchos fines
particulares.
Postrara aparición a los dis¬
cípulos.
1 Después de esto se apareció
* Jesús a los discípulos junto al
mar de Tiberiades (1); y se apa¬
reció así: Estaban juntos Simón Pedro
y Tomás, llamado Dídimo, Natanael,
el de Cana de Galilea y los de Zebe-
deo, y otros dos de sus discípulos.
3 Díjoles Simón Pedro: Voy a pescar.
Los otros le dijeron: Vamos también
nosotros contigo. Salieron y entraron
en la barca, y en aquella noche no
cogieron nada. 1 2 3 4 5 * * Llegada ya la ma¬
ñana, se hallaba Jesús en la playa;
sin embargo, los discípulos no se
dieron cuenta de que era Jesús.
5 Díjoles, pues, Jesús: Muchachos,
¿110 tenéis a la mano nada que
comer? (2). Le respondieron: No.
El les dijo: Echad la red a la derecha
de la barca, y hallaréis. La echaron,
pues, y ya 110 podían arrastrar la
red por la muchedumbre de los peces.
7 Dijo, pues, a Pedro aquel discí¬
pulo a quien amaba Jesús (3):
¡Es el Señorl Así que oyó Simón
Pedro que era el Señor, se ciñó un
zamarrón—pues estaba desnudo—y
se arrojó al mar. 8 Los otros discí¬
pulos vinieron en la barca, porque no
estaban lejos de tierra, sino como
unos doscientos codos, tirando de la
red con los peces. 9 Así que bajaron
a tierra, vieron unas brasas encen¬
didas (4) y un pez puesto sobre
ellas y pan. 10 Díjoles Jesús: Traed
de los peces que habéis cogido ahora.
11 Salió, pues, Pedro y arrastró la
red a tierra, llena de ciento cincuenta
y tres peces grandes (5); y con
ser tantos no se rompió la red.
(1) Jesús, después de convencidos los dis¬
cípulos de su resurrección, los encaminó a
Galilea, y allí, libres del temor de los judíos
(20, 19), se les aparece y los instruye sobre los
misterios del reino de Dios (Act. 1, 3).
(2) Espera la respuesta negativa con la in¬
tención de poder remediar su necesidad.
(3) El discípulo anónimo, al ver la pesca
milagrosa, recuerda sin duda la de otro tiempo,
y esto le lleva a reconocer al Señor .—Pedro
se ciñó. El texto no es claro. Parece que Pedro
se hallaba sin túnica y con sola una zamarra
de cuero o de piel de carnero, buena para el
trabajo del mar, la cual se ciñó, apretando el
cinturón antes de echarse al agua.
(4) Era el desayuno que Jesús les tenía pre¬
parado después de la fatigas de la noche.
(5) Este milagro tiene sin duda el sentido
simbólico que según Le. 5. 10 tuvo la primera
pesca milagrosa.
SAN JUAN, 21
1217
12 Jesús les dijo: Venid y comed.
Ninguno de Jos discípulos se atrevió
a preguntarle: ¿Tú quién eres?, sa¬
biendo que era el Señor. 13 Se acercó
Jesús, tomó el pan y se lo dió, e igual¬
mente el pez. 14 Ésta fué la tercera
vez que Jesús se apareció a los discí¬
pulos (1) después de resucitado
de entre los muertos.
Ea triple cont’csíón de Pedro.
15 Cuando, pues, hubieron comido,
dijo Jesús a Simón Pedro: Simón
(hijo) de Juan, ¿me amas más que
estos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes
que te amo. Díjole: Apacienta mis
ovejas. 16 Por segunda vez le dijo:
Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro
le respondió: Sí, Señor, tú sabes que
te amo. Jesús le dijo; Apacienta mis
ovejas. 17 Por tercera vez le dijo: Si¬
món (hijo) de Juan, ¿me amas? (2)
Pedro se puso triste de que por ter¬
cera vez le preguntase: ¿Me amas?
Y le dijo: Señor, tú lo conoces todo,
tú sabes que te amo. Díjole Jesús:
Apacienta mis ovejas. 18 En verdad,
en verdad te digo: Cuando eras joven,
tú mismo te ceñías e ibas a donde
querías; cuando envejezcas, exten¬
derás tus manos (3), y otro te ce¬
ñirá y te llevará a donde no quieras.
19 Esto lo dijo indicando con qué
muerte había de glorificar a Dios.
Y después de dicho esto, añadió:
Sígueme.
El discípulo timado.
20 Se volvió Pedro y vió que seguía
detrás el discípulo a quien amaba
Jesús (1) y queden la cena se había
recostado en su pecho, y le había
preguntado: Señor, ¿quién es el que
te ha de entregar? 21 Viéndole, pues,
Pedro dijo a Jesús: Señor, ¿y éste, qué?
22 Jesús le dijo: Si yo quisiera (2)
que éste permaneciese hasta que yo
venga, ¿a ti qué? Tú sígueme. 23 Y se
divulgó la voz entre los hermanos
de que aquel discípulo no moriría,
mas no dijo Jesús que no moriría,
sino: Si yo quisiera que éste perma¬
neciese hasta que venga, ¿a ti qué?
24 Este es el discípulo que da tes¬
timonio de esto (3), que lo escribió,
y sabemos que su testimonio es ver¬
dadero.
25 Muchas otras cosas hizo Jesús,
las cuales, si se escribiesen una por
una, creo que este mundo no podría
contener los libros.
(1) La tercera de las narradas por el evange¬
lista, siendo la primera la aparición a los diez
y la segunda a los mismos con Tomás.
(2) En castigo de su presunción había incu¬
rrido en la triple negación de su Maestro,
éste le exige ahora una triple confesión de su
lealtad antes de confirmarle en el oficio de jefe
y cabeza de los Apóstoles y pastor de su rebaño.
(3) Pedro había presumido de ir hasta la
muerte con Jesús y había ido a la negación;
ahora es Jesús quien le anuncia que dará su
vida por El. En efecto, Pedro morirá en la
cruz.
(1) Muchas veces vemos a Pedro íntima¬
mente unido con Juan. En este momento Jesús
parece alejarse. Pedro le sigue y asimismo Juan.
Entonces Pedro se interesa por el amigo y pre¬
gunta cuál será su fin.
(2) Jesús no es afirmativo, sino ^hipotético. *
Si yo dispusiera esto, como podría hacerlo,
¿a ti qué te iba en ello? Como si le dijera: Tú
atiende a lo tuyo y deja lo demás. Y en este
sentido lo interpreta el autor en el versículo 23.
Juan vivió hasta fines del siglo, pero murió.
(3) Termina el Evangelio con una solemne
1 declaración de la verdad del testimonio, que en
|él se da a favor de Jesús.
77
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INTRODUCCION A LOS HECHOS DE APOSTOLES
f OS Hechos o Acto& de
^ Apóstoles son obra de
San Lucas, según dejarnos
consignado en la introduc¬
ción al tercer evangelio, y han
debido de ser escritos en
Roma, poco después del
evangelio y cuando estaba
para ser fallada favorable-
mente la causa de San Pa¬
blo (60-62). No seria in¬
exacto decir que una y otra
obra fueran fruto de los ocios
relativos a que por la prisión
del maestro estaba forzado el
discípulo.
El objeto de esta segunda
obra no es la actividad mi¬
sional de los Apóstoles todos,
como el título pudiera indu¬
cirnos a creer, sino la predi¬
cación del nombre de Jesu¬
cristo en Jerusalén y en Ju-
dea, en Samaría y hasta los
confines de la tierra, según
el programa trazado por Je¬
sús a sus discípulos al des¬
pedirse de ellos el día de su
ascensión. En la ejecución
de este programa, sin duda
que tomaron parte todos los
Apóstoles, a quienes ayuda¬
ron otros muchos discípulos;
pero San L/ucas, tal vez por
carecer de informes acerca de
otros, sólo nos habla de la actividad de San Pedro en Jerusalén y Palestina, y
luego de la de San Pablo, que IVgó preso a Roma. Allí otros le habían precedido
en sembrar la fe en la capital del Imperio y en fundar aquella igl sia , de la que
él mismo hace tan gran elogio en la epístola que a los fiel s de la misma dirigió.
En el desarrollo de este tema San Lucas nos muestra como, s gún la pro¬
mesa de Jesús, el Espíritu Santo, que descendió sobre los ApostoVs y los fieVs el
día de Pentecostés, es el principio de vida y actividad de los discípulos, mu¬
dándolos en otros hombres e impulsándolos a propagar por todas partes el
1220
APÓSTOLES
nombre adorable de Jesús. Por esto , no sin razón San Crisostomo llama a los
Hechos el evangelio del Espíritu Santo. Movidos por El , los discípulos em¬
piezan desde el día de Pentecostés a predicar el cumplimiento de las promesas
mcsiánicas en Jesús de Kazaret , quien después de crucificado por los príncipes
del pueblo , había resucitado y subido al cielo } enviando a los suyos el Espíritu
Santo que les había prometido , asegurándoles que sólo por Jesús podían todos
alcanzar la penitencia y recibir el Espíritu Santo. Su palabra, confirmada
con muchos prodigios y con sobrehumanas virtudes , conmueve a Jcrusalcn ,
la Judea y Samaría , incorporando a la Iglesia «a cuantos estaban de ante¬
mano ordenados a la vida eterna » (13 } 43). Las persecuciones suscitadas por
los judio8 } dispersando a los Apóstoles y a los fieles de la eiudad } sirvieron para
propagar la semilla evangélica por las naciones gentiles. En todo esto San Lucas
sólo hace mención del Apóstol Pcdro f de Juan } su compañero , y de los discí¬
pulos Esteban y Felipe , diáconos.
Uno de los frutos del martirio de San Esteban fué la conversión d(l gran
perseguidor Saulo i transformado por la gracia de Jesús en el gran predicador
de su nombre. San Lucas , olvidados los doce , se dedica a narrar la maravillosa
actividad de este Apóstol , que recibió de Jesucristo la misión de et'angelizar a
los gentiles , y con haber llegado después de los otros , habia y con la gracia de
Dios , trabajado más que todos. Partiendo de Antioquia del Orontes, Sanio ,
llamado Pablo } emprende tres glandes misiones hacia las regiones de Occi-
dcnte f llegando en la segunda a Europa , para terminar luego preso en Jc-
rusalén por las malas artes de los judíos. De Jcrusalcn fué llevado a Cesárea ,
donde permaneció dos años, partiendo luego para Poma, en que aguardó otros
dos a que se diera sentencia en su causa. San Lucas no nos dice expresamente
que su maestro haya sido absuelto y puesto en libertad; pero el modo de acabar
su libro indica esto , y lo confirman las epístolas de lo cautividad.
La narración de San Lucas nos pone en contacto con la vida del pueblo
judío en Jerusalén y en las ciudades de la dispersión, y con lavida de las muchas
ilaciones y ciudades recorridas por el Apóstol, y no es el menor argumento de
la fidelidad del escritor , la que tiene en narrarnos con exactitud las diversas
características de cada región. De este libro deducimos algunos datos cronológicos
que, si bien no del lodo precisos , todavía sirven para suplir la casi completa
falta de cronología del libro. Asi súbanos que la huida de San Pablo a Da¬
masco acaeció entre la muerte de Tiberio (37) y la de Aretas 1 V, rey de los
nabateos (40); que la muerte de nuestro Apóstol Santiago ocurrió poco antes
de la muerte de Herodcs Agripa (44); que la fundación de la iglesia de Co-
rinto por San Pablo tuvo lugar en el proconsulado de Junio (íalión, hermano
de Séneca (31-53).
Como guia de nuestra historia, señalaremos las principales fechas, aunque
no sean del todo ciertas ni siempre precisas.
Pasión de Jesucristo .
Conversión' de San Pablo .
Muerte de Santiago el Mayor.,
Primera misión de San Pablo.
Concilio de Jerusalén .
Segunda misión de San Pablo.
Estancia en Cor i uto .
Tercera misión de San Pablo.
Estancia en Efcso .
Prisión del Apóstol .
Partida para Roma .
Libertad .
30 de la era cristiana.
34-36 .» »
43-44 » » » »
45-4S ') » » »
40 o « »
49-52 » »
51- 52 » i» » »
52- 57 » > » »
53- 56 » » » »
59
62
APÓSTOI.ES. 1
1221
HECHOS DE APOSTOLES
Prólojjo.
I 1 En el primer libro, ¡oh caro
Teófilo! (1), traté de todo lo que
Jesús hizo y enseñó, 2 hasta el día
en que fue levantado al cielo, una vez
que, movido por el Espíritu Santo,
tomó sus disposiciones acerca de los
Apóstoles que se había elegido; 3 a los
cuales, después de su pasión, se dejó
ver en muchas ocasiones, aparecién-
doseles durante cuarenta días y ha¬
blándoles del reino de Dios; 4 y co¬
miendo con ellos (2), les mandó no
apartarse de Jerusalén, sino esperar
la promesa del Padre, que de mí
habéis escuchado; 5 porque Juan bau¬
tizó en agua, pero vosotros, pasados
no muchos días, seréis bautizados en
el Espíritu Santo. 6 Y los reunidos
le preguntaban: Señor, ¿es ahora
cuando vas a restablecer el reino de
Israel? 7 El les dijo: No os toca a
vosotros conocer los tiempos ni los
momentos que el Padre ha fijado en
virtud de su poder soberano; 8 pero
recibiréis la virtud del Espíritu Santo,
que descenderá sobre vosotros, y se¬
réis mis testigos en Jerusalén, en
toda la Judea, en Samaria y hasta
los extremos de la tierra.
la ascensión.
9 Diciendo esto, y viéndolo ellos,
se elevó, y una nube le ocultó a sus
ojos. 10 Y estando mirando al cíelo,
fija la vista en El, que se iba, he aquí
que dos varones con hábitos blancos
se les pusieron delante 11 y les dije¬
ron: Varones galileos, ¿qué estáis mi¬
rando al cielo? Ese Jesús que ha sido
(1) Estas, palabras hacen manifiesta refe¬
rencia al terceí Evangelio, también dedicado a
Teófilo.
(2) Por última vez el Señor come con los
discípulos, aunque ya El no necesitaba de co¬
mida, para darles el último argumento de la
realidad de su resurrección. Cfr. Le. 24, 25 ss.,
44; Jo. 21, 60 ss.; Act. 10, 41. Los discípulos
viven aún con la ilusión del reino temporal; sólo
la luz del Espíritu Santo acabará de corregir sus
prejuicios judaicos y les dará a conocer la verdad
de Dios sobre el Evangelio.
llevado de entre vosotros al cielo,
vendrá así, del modo que le habéis
visto ir al cielo. 12 Entonces se vol¬
vieron del monte llamado Olívete a
Jerusalén, que dista de allí el camino
de un sábado. 13 Y cuando hubie¬
ron llegado, subieron al piso alto,, en
donde permanecían Pedro y Juan;
Santiago y Andrés; Felipe y Tomás;
Bartolomé y Mateo; Santiago de AI-
feo y Simón el Zelotes y Judas de
Santiago. 14 Todos éstos persevera¬
ban unánimes en la oración, con al¬
gunas mujeres, con María, la Madre
de Jesús, y con los hermanos de éste.
líleeción de San Matías.
15 En aquellos días se levantó Pedro
en medio de los hermanos, que eran
en conjunto unas ciento veinte per¬
sonas, y dijo: 16 Hermanos, era pre¬
ciso que se cumpliese la Escritura,
que por boca de David había predi¬
cho el Espíritu Santo acerca de
Judas, que fué guía de los que pren¬
dieron a Jesús; 17 y era contado entre
nosotros, habiendo tenido parte en
este ministerio. 18 Este adquirió un
campo con el precio de su iniquidad,
pero precipitándose, reventó y todas
sus entrañas se derramaron; 19 y fué
público a todos los habitantes de Je¬
rusalén, tanto que el campo se llamó
en su lengua Haceldama, que quiere
decir campo de sangre. 20 Pues está
escrito en el libro de los Salmos:
Quede desierta su morada y no
haya quien habite en ella, otro se
alce con su cargo (1).
21 Ahora, pues, conviene que de
todos los varones que nos han acom¬
pañado todo el tiempo en que vivió
entre nosotros el Señor Jesús, 22 a
partir del bautismo de Juan, hasta
el día en que fué tomado de entre
nosotros, uno de ellos sea testigo con
nosotros (2) de su resurrección. 23 Y
(1) Salms. 79-26 y 109-8.
(2) Señalan estos versículos las condiciones
que han de reunir los Apóstoles, a quienes
Jesús dijo que serían testigos suyos ante las
V1TJ.
APÓSTOLES, 2
fueron presentados dos, José, por
sobrenombre Barsaba, llamado Justo,
y Matías. 24 Y orando dijeron: Tú,
Señor, que conoces les corazones,
muestra a cuál de estes dos escoges
25 para ocupar el lugar de este minis¬
terio y el apostolado de que preva¬
ricó Judas, para irse a su lugar.
26 Y echaron suertes sobre ellos (1),
y cayó la suerte sobre Matías, que
quedó agregado a los doce Apóstoles.
Pentecostés.
•) 1 Cuando llegó el día de Pcnte-
costés (2), estando todos juntos
en un lugar, 2 se produjo de repente
un ruido del ciclo, así como el de
un viento impetuoso (3), que invadió
toda la casa en que residían. 3 Y apa¬
recieron, como divididas, lenguas de
íuego (1), que se posaron sobre cada
uno de ellos, 4 quedando todos llenos
del Espíritu Santo; y comenzaron a
hablar en lenguas extrañas (5), según
que el Espíritu les daba. 5 * Residían
en Jerusalén judíos, varones piadosos,
de cuantas naciones hay bajo el cielo,
6 y habiéndose corrido la voz, se
juntó una muchedumbre que se quedó
confusa al oírlos hablar cada uno en
su propia lengua. 7 Estupefactos de
admiración, decían: Y todos éstos
que hablan, ¿no son galileos? 8 Pues
(1) Para resolver el caso, echan suertes sobre
los dos, después de invocar al Señor para que,
según la sentencia de Prov. 16. 33 . ¿1 dirija las
suertes.
(2) Pentecostés era una de las tres fiestas
nacionales impuestas por la Ley {Ex. 23, 16). Se
celebraba siete semanas después de la Pascua y
marcaba el fin de la recolección, por lo que en ella
se hacía a Dios la ofrenda de los primeros panes.
A este primer sentido la tradición judia añadió
la conmemoración de la promulgación de la
Ley en el Sinaí, y a ésta corresponde la pro¬
mulgación de la Ley nueva, que consiste prin¬
cipalmente en la gracia del Espíritu Santo.
(3) El viento fuerte, como en el Sinaí, para
llamar la atención de los de fuera.
(4) Las llamas de fuego son el signo sensible
del Espíritu Santo, que invisiblemente se comu¬
nica a los fieles, como el fuego del Sinaí era el
signo de Yave que hablaba al pueblo.
(5) Este don de lenguas prometido en
Marc. 16, 17 lo vemos repetido luego en xo, 46;
ii, 16 y explicado por San Pablo en l Cor, 14.
Consiste en alabar a Dios sin tener inteligencia
clara de lo que se dice, sino sólo conciencia de
hablar con Dios bajo la acción del Lspíritu
Santo. Por esto el Apóstol no quiere que los
glosolalos hablen en la iglesia, si no hay quien
interprete sus palabras para común edificación
(1 Cor. 14, 28).
¿cómo nosotros .los oímos cada uno
en nuestra propia lengua, en la que
hemos nacido? 9 ¿Cómo partos, me-
dos, elamitas, los que habitan la
Mesopotamia, la Judea, la Capadocia,
el Ponto y el Asia, 10 la Frigia y
Pamfilia, el Egipto y las partes de
Libia que están contra Cirene, y los
forasteros romanos, 11 judíos ypro-
sélitos, cretenses y árabes, los oímos
hablar en nuestras propias lenguas
las grandezas de Dios? 12 Y todos,
atónitos y fuera de sí, se decían unos
a otros: ¿Qué es esto? 13 * Otros, bur¬
lándose, decían: Están cargados de
mosto.
14 Entonces se levantó Pedro con
los once, y alzando la voz les habló:
Judíos y todos los habitantes de Je-
rusalcn, oíd y prestad atención a
mis palabras. 15 Xo están éstos bo¬
rrachos, como vosotros suponéis (1),
pues no es aún la hora de tercia;
16 esto es lo dicho por el profeta Joel:
17 Y sucederá en los últimos dias,
dice Dios, | que derramaré mi Espí¬
ritu sobre toda carne, | y profetiza¬
rán vuestros hijos v vuestras hijas, |
y vuestros jóvenes verán visiones, j y
vuestros ancianos soñarán sueños;
18 Y sobre mis siervos y sobre mis
siervas | derramaré mi Espíritu en
aquellos días | y profetizarán.
19 Y haré prodigios arriba en el
cielo, | y señales abajo en la tierra |
sangre y fuego y nubes de humo.
20 El sol se tornará tinieblas | y la
luna sangre, | antes que llegue el día
del Señor, grande y manifiesto.
21 Y todo el que invocare el nombre
del Señor se salvará (2).
22 Vosotros, israelitas, escuchad
estas palabras: Jesús de Nazaret,
varón probado por Dios entre vos¬
otros con milagros, prodigios y seúa-
les que Dios hizo por El en medio
de vosotros, como vosotros mismos
sabéis, 23 éste, entregado según los
(1) Pedro empieza explicando el fenómeno
de la glosolalia. que a las muchedumbres tenía
pasmadas, y lo hace con las palabras de Jocl,
que anuncian la efusión del Es píritu Samo para
los tiempos mesiánicos; después presenta a
Jesús de Nazaret aprobado por Dios con tantas
señales y por divino consejo crucificado. Pero su
resurrección, ya predicha por David, prueba
que Dios no le había abandonado. Concluye
dándose a sí y a sus compañeros por testigos
<ie tales verdades y exhortándolos a creer en
el único Salvador dado por Dios y, mediante
esta fe, alcanzar el perdón de los pecados y el
don del Espíritu Santo.
(2) Jo. 3.1-5.
APÓSTOLES. 3
1223
designios de la presciencia de Dios,
le alzasteis en la cruz y le disteis
muerte por mano de los infieles.
24 Pero D os, rotas las ataduras de
la muerte, le resucitó, por cuanto
no era posible que fuera dominado
por ella, 25 pues David dice de El:
Traía yo al Señor siempre delante
de mí, | porque El está a mi derecha,
para que no vacile.
26 Por esto se regocijó mi corazón
y exultó mi lengua, | y hasta mi
carne reposará en la esperanza.
27 Porque no abandonarás en el
Aces mi alma, | ni permitirás que tu
Santo experimente la corrupción.
28 Me has dado a conocer los ca¬
minos de la vida, | y me llenarás de
alegiía con tu presencia (1).
29 Hermanos, séame permitido de¬
ciros con franqueza que David murió
y fue sepultado, y que su sepulcro
se conserva entre nosotros hasta hoy.
30 Pero siendo profeta, y sabiendo que
le había Dios jurado solemnemente que
un fruto de sus entrañas se sentaría
sobre su trono, 31 le vió de ante¬
mano y habló de la resurrección de
Cristo, que no sería abandonado en
el Ades, ni vería su carne la corrup¬
ción. 32 A este Jesús le resucitó Dios,
de lo cual todos nosotros somos tes¬
tigos (2). 33 Exaltado a la diestra de
Dios y recibida del Padre la promesa
del Espíritu Santo, le derramó, según
vosotros veis y oís. 34 Porque no
subió David a los cicles, antes dice:
Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate
a mi diestra
35 Hasta que ponga a tus enemigos
por escabel de tus pies (3).
36 Tenga, pues, por cierto, toda la
casa de Israel que Dios le ha hecho
Señor y Cristo a este Jesús a quien
vosotros habéis crucificado.
37 En oyéndole, se sintieron com¬
pungidos de corazón y dijeron a
Pedro y a los demás Apóstoles: ¿Qué
hemos de hacer, hermanos? 38 Pedro
les contestó: Arrepentios y bautizaos
en el nombre de Jesucristo (4) para
(1) Salm. 16. 8-ii.
(2) Salm. no. 1.
(3) La resurrección de Jesús es su exaltación
a la soberanía que de El estaba profetizada, y en
la cual recibe el título de Señor. Fil. 2. 9-
(4) El Señor declaró en forma categórica
que el bautismo debe administrarse en el nom¬
bre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
(Mt. 28, 19). La frase que encontramos en los
Hechos, del bautismo en el nombre de Jesús,
no puede tener otro sentido que el bautismo
remisión de vuestros pecados, y reci¬
biréis el don del Espíritu Santo.
39 Porque para vosotros es esta pro¬
mesa y para vuestros hijos, y para
todos los de lejos, cuantos llamare
a sí el Señor Dios nuestro. 40 Y con
otras muchas palabras atestiguaba y
los exhortaba diciendo: Salvaos de
esta generación perversa. 41 Ellos,
pues, recibieron su palabra y se bau¬
tizaron, y se convirtieron aquel día
unas tres rail almas. 42 Y persevera¬
ban en oír la enseñanza de los Após¬
toles, y en la unión en la fracción del
pan y en la oración.
43 Se apoderó de todos el temor,
a la yista de los muchos prodigios y
señales que hacían los Apóstoles; 44 y
todos los que creían vivían unidos (1)
teniendo todos sus bienes en común;
45 pues vendían sus posesiones y ha¬
ciendas y las distribuían entre-todos,
según la necesidad de cada uno.
46 Y todos acordes acudían con asi¬
duidad al templo, partían el pan en
las casas y tomaban su alimento con
alegría y sencillez de corazón, 47 ala¬
bando a Dios en medio del general
favor del pueblo. Y cada día el
Señor iba incorporando a los que
habían de ser salvos.
Sermón de Han Pedro en el
templo.
O 1 Pedro y Juan subieron a la
hora de la oración, que era la de
nona. 2 Había un hombre tullido desde
el seno de su madre, que traían y
ponían cada día a la puerta del tem¬
plo, llamada la Hermosa, para pedir
limosna a los que entraban en el
templo. 3 Este, viendo a Pedro y
a Juan que se disponían a entrar
en el templo, extendió la mano pi¬
diendo la limosna. 4 Pedro y Juan,
fijando en él los ojos, le dijeron:
Míranos. 5 El los miraba, esperando
recibir de ellos alguna cosa. 6 Pero
Pedro le dijo: No tengo oro ni plata;
lo que tengo, eso te doy: En nombre
de Jesús, instituido por El, que de El tiene la
virtud de santificar, por contraposición al bau¬
tismo de Juan. Otras veces se dice bautismo en
Jesús, para incorporarse a El.
(1) Esta vida común de los fieles de Jeru-
salén no obedecía a ningún precepto del Señor,
sino al espíritu de caridad, y tal vez a la per¬
suasión en que muchos vivían, traída del judais¬
mo, de que la segunda venida del Salvador
estaba muy cerca.
1224
APÓSTOLES, 4
de Jesucristo Nazareno, anda. 7 Y
tomándole de la diestra, le levantó,
y al punto sus pies y sus talones se
consolidaron; 8 y de un brineo se
puso en pie, y comenzando a andar
entró con ellos en el templo, saltan¬
do y brincando y alabando a Dios.
9 Y todo el pueblo, que le vió andar
V alabar a Dios, 10 reconoció ser el
mismo que se sentaba a pedir li¬
mosna en la puerta Hermosa del
templo, y quedaron llenos de admi¬
ración y espanto por lo sucedido.
11 El cogió a Pedro y a Juan, y todo
el pueblo espantado concurrió a ellos
en el pórtico llamado de Salomón.
12 Visto lo cual por Pedro, habló así
al pueblo:
Varones israelitas, ¿qué os admi¬
ráis de esto o qué nos miráis a nos¬
otros, como si por nuestro poder o
por nuestra virtud hubiéramos hecho
andar a éste? 13 El Dios de Abraham
y de Isac y de Jacob, el Dios de
nuestros padres, ha glorificado a su
siervo Jesús, a quien vosotros entre¬
gasteis y negasteis en presencia de
Pilato, cuando éste juzgaba que le
había de soltar. 14 Vosotros negas¬
teis al Santo y ul Justo y pedisteis
que se os hiciera gracia de un homi¬
cida. 15 Pedisteis la muerte para el
autor de la vida, a quien Dios resu¬
citó de entre los muertos, de lo cual
nosotros somos testigos. 16 Y por la
fe en su nombre, éste, a quien veis
y conocéis, ha sido por su nombre
consolidado, y la fe que de El nos
viene dió a éste la plena salud en
presencia de todos vosotros. 17 Ahora
bien, hermanos, ya sé que por
ignorancia habéis hecho esto, como
también vuestros príncipes. 18 Dios
ha sido asi cumplimentado a lo que
había anunciado por boca de todos
los profetas, la pasión de su Cristo.
19 Arrepentios, pues, y convertios,
para que sean borrados vuestros pe¬
cados, 20 a fin de que lleguen los
tiempos del refrigerio de parte del
Señor y envíe a Jesús, el Cristo, que
os ha sido destinado, a quien fue
preciso que el cielo recibiese, hasta
llegar los tiempos de la restauración
de todas las cosas (1), de que Dios
habló desde antiguo por boca de sus
santos profetas. 22 Dice, en efecto,
Moisés: «Un profeta liará surgir el
(i) San Pedro alude aquí a la secunda
venida del Señor, que los ángeles prometieron
I día de la Ascensión.
Señor Dios de entre vuestros herma¬
nos, cómo yo; vosotros le escucharéis
todo lo que os hablare; 23 toda per¬
sona que no escuchare a ese profeta,
será exterminada de su pueblo» ( 1 ).
24 Y todos los profetas, desde Samuel
y los siguientes, cuantos hablaron,
anunciaron también estos días. 25 Vos¬
otros sois los hijos de los profetas y
de la alianza que Dios estableció con
vuestros padres, cuando dijo a Abra¬
ham: En tu descendencia serán ben¬
decidas todas las familias de la tie¬
rra (2). 26 Dios, resucitando a su sier¬
vo, os lo envía a vosotros primero para
que os bendiga, al convertirse cada uno
de sus maldades.
Los dos Apóstoles» ante
el 'sanedrín.
-4 1 2 Mientras ellos hablaban al pue¬
blo, sobrevinieron los sacerdotes,
el oficial del templo y los saduceos.
2 Indignados de que enseñasen al
pueblo y anunciasen cumplida en
Jesús la resurrección de los muertos,
3 les echaron mano y los metieron en
prisión hasta la mañana, porque era
ya tarde. 4 Pero muchos de los que
habían oido la palabra creyeron, hasta
el número de unos cinco mil.
5 A la mañana se juntaron todos
los príncipes, los ancianos y los es¬
cribas, en Jcrnsalén, 6 y Anás, el
sumo sacerdote, y Caifás y Juan y
Alejandro, todos los que eran del
linaje pontifical; 7 v colocándolos en
medio, les preguntaron: ¿Con (pié
poder o en nombre de quién habéis
hecho esto vosotros? 8 Entonces Pe¬
dro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:
Príncipes del pueblo y ancianos:
9 Ya que somos hoy interrogados
sobre la curación de este inválido,
por quién haya sido curado, 10 sea
a todos vosotros manifiesto y a todo
el pueblo de Israel, que en nombre
de Jesucristo Nazareno, a quien vos¬
otros habéis crucificado, a quien Dios
resucitó de entre los muertos, por El,
éste se halla sano ante vosotros.
11 El es la piedra rechazada por
vosotros los constructores, (pie ha
venido a ser piedra angular. 12 Y en
ningún otro hay salud, pues ningún
otro hombre nos ha sido dado bajo
el cielo, entre los hombres, por el
cual podamos ser salvos.
(1) Dent. 18. 15
( 2 ) Gen. 22 . 16 .
APÓSTOLES, 5
I22f>
u Viendo la libertad de Pedro y
Juan, y considerando que eran hom¬
bres sin letras y plebeyos, se maravi¬
llaban, pues los habían conocido de
que estaban con Jesús; 14 y viendo
por otra parte al curado que estaba
eon ellos, no sabían qué replicar;
15 y mandándoles salir fuera del Con¬
sejo, conferían entre sí, 16 diciendo:
¿Qué haremos a éstos? Porque el
milagro hecho por ellos es manifiesto,
notorio a todos los habitantes de
Jerusalén y no podemos negarlo.
17 Mas para que no se difunda la
cosa en el pueblo, conminémosles
que no hablen a nadie en este nom¬
bre. 18 Y llamándolos, les intimaron
no hablar absolutamente ni enseñar
en el nombre de Jesús. 19 Pero Pedro
y Juan respondieron y dijeron: Juz¬
gad por vosotros mismos si es justo
ante Dios que os obedezcamos a vos¬
otros más que a El; porque nosotros
no podemos dejar de decir lo que
hemos visto y oído. 21 Pero ellos los
despidieron con amenazas, no hallan¬
do motivo para castigarlos, y por
causa del pueblo, porque todos glo¬
rificaban a Dios por el suceso. El
hombre en quien se había realizado
el milagro de la curación pasaba de
los cuarenta años. 23 Los apóstoles,
despedidos, se fueron a los suyos y
les comunicaron cuanto les habían
dicho los pontífices y los ancianos.
24 Ellos, en oyéndoles, a una levan¬
taron la voz a Dios y dijeron: Señor,
tú que hiciste el cielo y la tierra, el
mar y cuanto en ellos hay, 25 que por
boca de David tu siervo dijiste:
¿Por qué braman las gentes | y
los pueblos meditan cosas vanas?
26 Los reyes de la tierra han cons¬
pirado | y los príncipes se han fede¬
rado | contra el Señor y contra su
Cristo (1).
27 En efecto, juntáronse en esta
ciudad contra tu santo siervo Jesús,
a quien ungiste, Herodes y Pondo
Pilato, eon los gentiles y el pueblo
de Israel, para ejecutar cuanto tu
mano y tu Consejo habían decretado
de antemano que sucediese. 29 Y aho¬
ra, Señor, mira sus amenazas, y da
a tus siervos hablar con toda liber¬
tad tu palabra, 30 extendiendo tu
ulano para realizar curaciones, se¬
ñales y prodigios, por el nombre de
tu santo siervo Jesús. 31 Y después
de haber orado, tembló el lugar en
(i) Salm. 2. i s.
que estaban reunidos, y lodos .fueron
llenos del Espíritu Santo y hablaban
la palabra de Dios con libertad.
La vida común entro los fíele:--.
32 La muchedumbre de los que
habían creído tenía un solo corazón
y un alma sola, y ninguno tenía por
propia cosa alguna, antes todo lo
tenían en común. 33 Los Apóstoles
atestiguaban con gran poder la re¬
surrección del Señor Jesús, y todos
los fieles gozaban del favor del pueblo.
34 No había entre ellos indigentes,
pues cuantos eran dueños de hacien¬
das o casas las vendían y llevaban
el precio de lo vendido, 35 y lo depo¬
sitaban a los pies de los Apóstoles,
y a cada uno se le repartía según su-
necesidad. 36 José, el llamado por
los Apóstoles Bernabé, que significa
hijo de la consolación, levita, chiprio¬
ta de naturaleza, que poseía un
campo, lo vendió y llevó el precio,
y lo depositó a los pies de los Apóstoles.
~ 1 Pero cierto hombre llamado
Ananías, eon Safira, su mujer,
vendió un campo 2 y retuvo una parte
del precio, siendo sabedora de ello
también la mujer, y llevó el resto a
depositarlo a los pies de los Após¬
toles. 3 Díjole Pedro: Ananías, ¿por
qué se ha apoderado Satanás de tu
corazón, moviéndote a engañar al
Espíritu Santo, reteniendo una parte
del precio del campo? 4 ¿Acaso sin
venderlo no lo tenías para ti, y ven¬
dido, no quedaba a tu disposición el
precio? ¿Por qué has hecho tal cosa?
No has mentido a los hombres, sino
a Dios. 5 Al oír Ananías estas palabras,
cayó y expiró. Se apoderó de cuan¬
tos lo supieron un temor grande.
6 Luego los jóvenes se levantaron, y
envolviéndolo, lo llevaron y le dieron
sepultura. 7 Pasadas tres horas entró
la mujer, ignorante de lo sucedido, y
Pedro le dirigió la palabra: Dime si
habéis vendido en tanto el campo.
Dijo ella: Sí, en tanto; 9 y Pedro a
ella: ¿Por qué os habéis concertado
en tentar al Espíritu Santo? Mira,
los pies de los que han sepultado a
tu marido están ya a la puerta, y
ésos te llevarán a ti. 10 Cayó al ins¬
tante a sus pies y expiró. Entrando
, los jóvenes, la hallaron muerta y la
sacaron, dándole sepultura con su
marido. 11 Gran temor se apoderó
122t>
APÓSTOLES, 5
de toda la iglesia y de cuantos oían
tales cosas (1).
K1 Sanedrín contra los Apóstoles.
12 Eran muchos los milagros y pro¬
digios que se realizaron en el pueblo
por mano de los Apóstoles. Y estando
todos reunidos en el pórtico de Salo¬
món, 13 nadie de los otros se atrevía
a unirse a ellos, pero el pueblo los
tenía en gran estima. 14 Y crecían
más y más los creyentes, en gran
muchedumbre de hombres y mujeres,
15 hasta el punto de sacar a las calles
los enfermos y ponerlos en los lechos
y camillas para que llegando Pedro,
siquiera su sombra los cubriese; 16 y
la muchedumbre concurría de las ciu¬
dades vecinas a Jerusalén, trayendo
enfermos y atormentados por los es¬
píritus impuros, y todos eran curados.
17 Con esto, levantándose el sumo
sacerdote y todos los suyos de la
secta de los saduceos, llenos de envi¬
dia, 18 echaron mano a los Apóstoles
y los metieron en la cárcel pública.
19 Pero el ángel del Señor les abrió
de noche las puertas de la prisión,
y sacándolos les dijo: 20 Id, estad en
el templo y predicad al pueblo todas
estas palabras de vida. 21 Ellos obe¬
decieron; y entrando al amanecer en
el templo, enseñaban. Entretanto,
el sumo sacerdote y los suyos convo¬
caron el Consejo, es decir todo el
senado de los hijos de Israel, y en¬
viaron a la prisión para que se los
llevasen. 22 Llegados los alguaciles,
no los hallaron en la. prisión. Volvie¬
ron y se lo hicieron saber, 23 diciendo:
La prisión estaba cerrada y bien ase¬
gurada y los guardias en sus puertas;
pero abriendo, no encontramos dentro
a nadie. 24 Cuando el oficial del
templo y los pontífices oyeron tales
palabras, se quedaron sorprendidos,
pensando lo qué liabria sido de ellos.
26 En esto llegó uno que les comu¬
nicó: Los hombres ésos que habéis
metido en la prisión están en el
templo enseñando al pueblo. 26 En-
(i) Este relato es. sin duda, impresionante,
y no es maravilla que lo fuera el hecho para los
fieles que de él fueron testigos. Las palabras I
de Pedro dicen claro que los dos esposos no
estaban obligados a vender su campo ni a
entregar el precio a la comunidad; pero ellos
quisieron pasar por generosos y a la vez que¬
darse una parte del dinero. Esta fu¿ su culpa
y por ella fueron de Dios castigados.
tonccs se fué el oficial con sus algua¬
ciles y los condujo, pero sin hacerles
fuerza, porque temían que el pueblo
los apedrease. 27 Conducidos, los pre¬
sentó en medio del Consejo. Dirigién¬
doles la palabra el sumo sacerdote,
les dijo: 28 Solemnemente os hemos
ordenado que no enseñáseis sobre
este nombre, y he aquí que habéis
llenado a Jerusalén con vuestra ense¬
ñanza y queréis traer sobre nos¬
otros (1) la sangre de ese hombre.
29 Respondiendo Pedro y !os Após¬
toles, dijeron; Es preciso obedecer a
Dios antes que a los hombres. El Dios
de nuestros padres resucitó a Jesús,
a quien vosotros habéis dado muerte
suspendiéndole en un madero. 31 Pues
a ése le ha levantado Dios a su dies¬
tra por Príncipe y Salvador, para
dar a Israel penitencia y remisión
de los pecados. 32 Nosotros somos tes¬
tigos de estos sucesos, y también el
Espíritu Santo que Dios otorgó a
los que le obedecen. Oyendo ellos
esto, rabiaban de ira y trataban de
quitarles de delante. 34 Pero levan¬
tándose en el Consejo nn fariseo, de
nombre Gamaliel, doctor de la ley,
muy estimado (leí pueblo, mandó
echar fuera a los Apóstoles por un
momento y dijo:
35 Varones Israelitas, mirad bien
lo que vais a hacer con estos hombres.
36 Los dias pasados se levantó Téodas,
diciendo que él era alguien, y se le
allegaron eomo unos cuatrocientos
hombres. Este fué muerto y todos
cuantos le seguían se disolvieron,
quedando reducidos a nada. 37 Des¬
pués de esto se levantó Judas el
Galileo, en los días del empadrona¬
miento, y arrastró al pueblo en pos
de sí; mas pereciendo él también,
cuantos le seguían se dispersaron.
38 Y ahora os digo: Dejad a estos
hombres, dejadlos; porque si esto
fuera Consejo y obra de hombres,
se disolverá; pero si viene (le Dios,
no podréis disolverlos, y quizá algún
día os halléis con que habéis hecho
guerra a Dios.
Se dejaron persuadir; 40 e introdu¬
ciendo luego los Apóstoles, después
de azotados, les con minaron que no
hablase.» en el nombre de Jesús y
(i) Se queja el Pontífice de que quieran los
Apostóles echar sobre el pueblo la responsabi¬
lidad de la sangre de Jesús, sin acordarse de
que ellos mismos habían pedido que esa sangre
cayere sobre ellos y sobre sus hijos.
APÓSTOLES, 6, 7
1227
los despidieron. 41 Ellos se fueron
contentos de la presencia del Con¬
sejo, porque habían sido dignos de
padecer ultrajes por el nombre de
Jesús; 42 y en el templo y en las
casas no cesaban todo el día de en¬
señar v anunciar a Cristo Jesús.
La elección de los diáconos.
/ 1 Por aquellos días, habiendo cre-
** cido el número de los discípulos,
se produjo una murmuración de los
helenistas contra los hebreos, porqu*
las viudas de aquéllos eran mal aten¬
didas en ei servicio cotidiano. 21 Los
doce, convocando a la muchedum¬
bre, dijeron: No es razonable que
nosotros abandonemos el ministerio
de la palabra de Dios para servir a
las mesas. 3 Elegid, hermanos, de
entre vosotros a siete varones esti¬
mados de todos (15), llenos de espí¬
ritu de sabiduría, a los que consti¬
tuyamos sobre este ministerio, 4 pues
nosotros debemos atender a la ora¬
ción y al ministerio de la palabra.
5 Fue bien recibida la propuesta por
toda la muchedumbre y eligieron a
Esteban, lleno de fe y del Espíritu
Santo, y a Felipe, a Procoro, a Nica¬
nor, a Timón, a Parmenas y a Nico¬
lás, prosélito antioqueno; 6 los cuales
fueron presentados a los Apóstoles,
quienes, orando, les impusieron las
manos. 7 Y la palabra de Dios fruc¬
tificaba, y se multiplicaba grande¬
mente el número de los discípulos en
Jerusalén, y numerosa muchedumbre
de sacerdotes se sometía a la fe.
San Esteban.
8 Esteban, lleno de gracia y de
virtud, hacía prodigios y señales gran¬
des en el pueblo. 9 Se levantaron al¬
gunos de la sinagoga llamada de los
Libertos, de la de los circnenses, de
la de los alejandrinos y de la de los
de Cilicia y Asia, a disputar con Es¬
teban, 10 sin poder resistir a la sabi-
(i) Conformándose con aquel espíritu de
caridad que los llevaba a la vida común, la
Iglesia había ya nombrado ministros para aten¬
der a las viudas y demás personas necesitadas.
Estos ministros debían de ser de los judíos
palestinos; los helenistas, o judíos de la dis¬
persión, se quejan, y los Apóstoles proveen
nombrando estos siete diáconos o ministros,
para remediar aquella necesidad.
duría y al espíritu (1) con que ha¬
blaba. 11 Entonces sobornaron a al¬
gunos qaie dijesen: Nosotros hemos
oído a este blasfemar contra Moisés
y contra Dios. 12 Con esto, los ancia¬
nos y escribas conmovieron al pue¬
blo y le arrebataron y le llevaron
ante el Sanedrín. 13 Presentaron los
testigos falsos que decían: Este hom¬
bre no cesa de proferir palabras con¬
tra el lugar santo y contra la Ley;
11 y nosotros le hemos oído decir
que ese Jesús de Nazaret destruirá
este lugar y mudará las costumbres
que nos dió Moisés. 16 Fijando los
ojos en él, todos los que estaban sen¬
tados en el Sanedrín vieron su rostro-
como el rostro de un ángel.
1 Díjole el sumo sacerdote: ¿,Es
k así como éstos dicen? 2 El con¬
testó: Hermanos y padres, escu¬
chad (2): El Dios de la gloria se
apareció a nuestro padre Abraham
cuando moraba en Mesopotamia, an¬
tes que habitase en Jarán, 3 y le
dijo: Sal de tu tierra y de tu paren¬
tela y ve a la tierra que yo te mos¬
traré. 4 Entonces salió del país de
los caldeos y habitó en Jarán. De allí,
después de la muerte de su padre,
se trasladó a esta tierra en la cual
vosotros habitáis ahora; 5 y no le
dió en ella heredad, ni aun de un pie
de tierra, mas le prometió dársela en
posesión a él y a su descendencia
después de él, cuando no tenía hijos.
6 Sin embargo, Dios le habló de esta
manera: Habitará tu descendencia en
tierra extranjera y la esclavizarán y
la maltratarán por espacio de cuatro¬
cientos años; 7 pero al pueblo a quien
han de servir le juzgaré yo, dice Dios,
y después de esto saldrán y me ado¬
rarán en este lugar. 8 Luego le otorgó
el pacto de la circuncisión; y así en¬
gendró a Isac, a quien curcuncidó el
día octavo, e Isac a Jacob y Jacob
a los doce patriarcas. 9 Pero los pa¬
triarcas, por envidia de José, le ven-
(1) Lo que aquí se dice de San Esteban
prueba que los diáconos no eran sólo adminis¬
tradores de las cosas temporales, sino también
ministros de la palabra divina.
(2) Es difícil formarse, idea del plan que el
santo diácono desarrolló en su discurso. Va
siguiendo la historia de Israel por sus princi¬
pales etapas, poniendo de relieve la conducta
generosa de Dios y la dureza del pueblo, hasta
parar en aquella explosión del versículo 51;
Duros de cerviz, etc., que fué causa de otra
explosión en el pueblo.
)T>H
APÓSTOLES 7
dieron para Egipto; 10 Mas Dios es¬
taba con él y le sacó de todas sus
tribulaciones y le dió gracia y. sabi¬
duría delante del Faraón, rey de
Egipto, que le constituyó gobernador
del Egipto y de toda su casa. 11 En¬
tonces vino el hambre sobre toda
la tierra de Egipto y de Canán, v
una gran tribulación, de modo que
nuestros padres no encontraban pro¬
visiones; 12 mas oyendo Jacob que
había trigo en Egipto, envió primero
a nuestros padres, 13 y a la segunda
vez José fué reconocido por sus her¬
manos y su linaje dado a conocer al
Faraón. 14 Envió José a buscar a su
padre con toda su familia, en núme¬
ro de setenta y cinco personas; 15 y
descendió Jacob a Egipto, donde mu¬
rieron el y nuestros padres. 16 Y fue¬
ron trasladados a Siquem y deposi¬
tados en el sepulcro que Abraliam
había comprado a precio de plata,
de los hijos de Get en Siquem.
17 Cuando se iba acercando el
tiempo de la promesa hecha por Dios
a Abraham, el pueblo creció y se
multiplicó en Egipto, 18 hasta que
surgió en Egipto otro rey que no
había conocido a José. 19 Usando de
malas artes contra nuestro linaje,
afligió a nuestros padres hasta ha¬
cerlos exponer a sus hijos para que
no viviesen. 20 En aquel tiempo nació
Moisés, hermoso a los ojos de Dios,
que fué alimentado por tres meses
en casa de su padre; 21 y al ser ex¬
puesto, fué recogido por la hija del Fa¬
raón, que le hizo criar como hijo
suyo. 22 Y fué Moisés instruido en
toda la sabiduría de los egipcios y
era poderosa en palabras y obras.
23 Así que cumplió los cuarenta anos,
sintió deseos de visitar a sus herma¬
nos, los hijos de Israel; 24 y viendo
a uno maltratado, le defendió y le
vengó, matando al egipcio que le
maltrataba. 26 Creía él que entende¬
rían sus hermanos que Dios les daba
por. su mano la salud, pero ellos no
lo entendieron. 26 Al día siguiente vio
a otros dos que estaban riñendo, V
procuró reconciliarlos, diciendo: ¿Por
qué, siendo hermanos, os maltratáis
unos a otros? 27 Pero el que maltra¬
taba a su prójimo le rechazó di¬
ciendo: ¿Y quién te ha constituido
príncipe y juez sobre nosotros? 27 Acá- (
so pretendes matarme, como mataste
ayer al egipcio? 29 Al oír esto huyó
Moisés, y moró extranjero en la tierra i
de Madián,enlaqueengendró dos hijos. I
30 Pasados cuarenta años, se le
apareció un ángel en el desierto del
Sinaí, en la llama de una zarza que
ardía. 31 Se maravilló Moisés al ad¬
vertir la visión, y acercándose para
examinarla, le fué dirigida la voz del
Señor: 32 iYo soy el Dios de tus
padres, el Dios de Abraham, de Isac
y de Jacob.» Estremecióse Moisés y
no se atrevía a mirar. 33 Y el Señor
le dijo: «Desata el calzado de tus
pies, porque el lugar en que estás es
tierra santa. 34 He visto la aflicción
de in¡ pueblo, que está en Egipto, y
he oído sus gemidos. Por eso he des¬
cendido para' librarlos; ven, pues,
que te envíe a Egipto.» 35 Pues a
este Moisés a quien ellos negaron di¬
ciendo: ¿Quién te ha constituido
príncipe y juez?, a éste le envió Dios
por príncipe y libertador, por mano
del ángel, que se le apareció en la
zarza. 36 E 1 los sacó, haciendo pro¬
digios y milagros en la tierra de
Egipto, en el Mar Rojo, y en el de¬
sierto, por espacio de cuarenta años.
37 Ese es el Moisés que dijo a los
hijos de Israel: Dios os suscitará de
entre vuestros hermanos un profeta
como yo. 38 Ese es el que estuvo en
medio de la asamblea por el desierto,
con el ángel que en el monte de Sinai
le habló a él y nuestros padres; ese
es el (pie recibió la palabra de vida
para entregárosla a vosotros, y a
quien no quisieron obedecer nues¬
tros padres, antes le rechazaron y
con sus corazones se volvieron a
Egipto, 40 diciendo a Arón: Haznos
dioses que vayan delante de nosotros,
porque ese Moisés que nos sacó de
la tierra de Egipto, no sabernos qué
lia sido de él. 41 Entonces se hicieron
un becerro y ofrecieron sacrificios al
ídolo, y se regocijaron con las obras
de sus manos. 42 Y Dios se apartó
de ellos y los entregó al culto del
ejército celeste, según que está es¬
crito en el libro de los profetas.
¿Acaso me habéis ofrecido victi¬
mas y sacrificios | durante cuarenta
años en el desierto, casa de Israel?
43 Habéis llenado la tienda de Mo¬
loc, | y el astro del dios Heñí fallí, | las
imágenes que vosotros os habéis hecho,
para adorarlas. | Poroso yo os. trans¬
portaré al otro lado de Babilonia.
44 Nuestros padres tuvieron en el
desierto la tienda del testimonio, se
gún lo había dispuesto el (pie ordenó
a Moisés (pie la hiciesen, coníornie al
modelo (pie había visto. 45 Esta tien-
APÓSTOLES, 8
1229
da la recibieron nuestros padres, y la
introdujeron cuando con Josué ocu¬
paron la tierra de las gentes, que
Dios arrojó delante de nuestros pa¬
dres; y así hasta los días de David,
46 que halló gracia en la presencia de
Dios y pidió* hallar habitación para
el Dios de Jacob. 47 Pero fue Salo¬
món quien le edificó una casa. 48 Sin
embargo, no habita el Altísimo en
casas hechas por mano de hombre,
según dice el profeta:
Mi trono es el cielo | y la tierra el
escabel de mis pies; | ¿qué casa me
edificaréis a mí, dice el Señor, | o
cuál será el lugar de mi descanso?
50 Xo es mi mano la que ha hecho
todas las cosas?
51 Duros de cerviz c incircuncisos
de corazón y de oídos, vosotros^siem-
pre habéis resistido al Espíritu Santo.
Como vuestros padres, así también
vosotros. 52 ¿A qué profeta no persi¬
guieron vuestros padres? Dieron muer¬
te a los que anunciaban la venida del
Justo, a quien vosotros habéis ahora
traicionado y crucificado, vosotros,
que recibisteis por ministerio de los
úngeles la ley y no la guardasteis.
54 Al oír estas cosas, se llenaban de
rabia sus corazones y rechinaban los
dientes contra él. 56 El, lleno del
Espíritu Santo, miró al cielo y vió
la gloria de Dios y a Jesús a la dies¬
tra de Dios; 56 y dijo: Estoy viendo
los cielos abiertos V al Hijo del
hombre en pie, a la diestra de Dios.
57 Ellos, gritando a grandes voces,
tapáronse los oídos, y se arrojaron a
una sobre él. 58 Y sacándole fuera de
la ciudad, se dispusieron a apedrear¬
le (1). Los testigos depositaron sus
mantos a los pies de un joven lla¬
mado Saulo; 59 y mientras le apedrea¬
ban, Esteban oraba, diciendo: Señor,
Jesús, recibe mi espíritu. 60 Puesto
de rodillas, gritó con fuerte voz:
Señor, no les imputes este pecado.
Y diciendo estos se durmió.
Sanio aprobaba su muerte.
8 1 Aquel día comenzó una gran
persecución contra la iglesia de
(i) Decir que veía a Jesús a la diestra de
Dios, como participante de la soberanía divina,
era, en los oídos de los judíos, una blasfemia
inaudita. Por eso se tapan los oídos y como a
blasfemo arrebatan al predicador y, sin aguardar
a formarle un proceso regular, le llevan y le
apedrean. La muerte de San Esteban es seme¬
jante a la de Jesús en pedir el perdón para sus
verdugos.
Jerusalén, y todos, fuera de los Após¬
toles, se dispersaron por las regiones
de Judea y Samaria. 2 A Esteban
le recogieron algunos varones pia¬
dosos, e hicieron sobre él gran luto.
3 Por lo contrario, Saulo,devastaba
la Iglesia, y entrando en las casas,
arrastraba a hombres y mujeres y
los hacía encarcelar.
El Evangelio en Sainaría.
4 Los que se habían dispersado
iban por todas partes predicando la
palabra. (i) * * * 5 Felipe bajó a la ciudad de
Samaria y predicaba a Cristo. 6 La
muchedumbre a una oía atentamente
lo que Felipe le decía y admiraba los
milagros que hacía; 7 pues muchos-
espíritus impuros salían gritando a
grandes voces, y muchos paralíticos
y cojos eran curados, 8 lo cual pro¬
dujo gran alegría en aquella ciudad.
9 Pero había allí un hombre llamado
Simón (1), que de tiempo- atrás
venía practicando la magia en la ciu¬
dad y maravillando al pueblo de
Samaria, y diciendo ser él algo grande.
Todos, del mayor al menor, le se¬
guían y decían: Este es gran poder
de Dios; 11 y se adherían a él, porque
durante bastante tiempo los había
embaucado con sus magias. 12 Mas
cuando creyeron a Felipe, que les
anunciaba el reino de Dios y el
nombre de Jesucristo, se bautizaban
hombres y mujeres. 13 El mismo
Simón creyó, y bautizado, se adhirió
a Felipe, y viendo las señales y mi¬
lagros grandes que hacia, estaba
fuera de sí.
14 Cuando los Apóstoles que esta¬
ban en Jerusalén oyeron cómo había
recibido Samaria la palabra de Dios,
enviaron allí a Pedro y a Juan, los
cuales, bajando, oraron sobre ellos
para que recibiesen el Espíritu Santo,
16 pues aún no había venido sobre
ninguno de ellos; sólo habían sido
bautizados en el nombre del Señor
Jesús. 17 Entonces les impusieron las
manos y recibieron el Espíritu Santo.
18 Viendo Simón que por la imposi¬
ción de las manos de los Apóstoles
se comunicaba el Espíritu Santo, les
(i) Felipe era otro de los diáconos. Simón,
que aquí nos es presentado como seductor de
los samaritanos y dado a las artes mágicas, es
bien conocido en la historia de las herejías
primeras que nacieron en’ la Iglesia.
1230
APÓSTOLES, 9
ofreció dinero, 19 diciendo: Dadme a
mí ese poder de imponer las manos,
de modo qne se reciba el Espíritu
Santo. 20 Díjolc Pedro: Sea ese tu
dinero para perdición tuya, pues has
creído que fon dinero se podía com¬
prar el don de Dios. 21 No tienes en
esto parte ni heredad, porque tu co¬
razón no es recto delante de Dios.
22 Arrepiéntete, pues, de ésta tu mal¬
dad, y ruega al Señor que te per¬
done este mal pensamiento de tu
corazón; 23 porque veo que estás
lleno de maldad y envuelto en lazos
de iniquidad. 24 Y Simón respondió
diciendo: Rogad vosotros por mí al
Señor para que no me sobrevenga
nada de eso que habéis dicho. 25 Ellos,
después de haber atestiguado y pre¬
dicado la palabra del Señor, volvie¬
ron a Jcrusalén, evangelizando mu¬
chas aldeas de los samaritauos.
La conversión del eunuco etíope.
28 El ángel del Señor habló a Fe¬
lipe, diciendo: Levántate y vete hacia
el mediodía, por el camino que del
desierto baja de Jerusalén a Gaza.
27 Púsose luego en camino, y se en¬
contró eon un varón etíope, eunu¬
co (1), ministro de Cnndaces, reina
de los Etíopes, intendente de todos
sus tesoros. Había venido a adorar
a Jcrusalén, 28 y se volvía sentado
en su coche, leyendo al profeta Isaías.
29 Dijo el Espíritu a Felipe: Acércate
y llégate a este coche. 30 Aceleró el
paso Felipe; v oyendo que leía al
profeta Isaías, le dijo: ¿Entiendes por
ventura lo que lees? 31 El le eontestó:
¿Cómo voy a entenderlo, si alguno
no me guía? Y rogó a Felipe que su¬
biese y se sentase a su lado. 32 El
pasaje de la Escritura que iba le¬
yendo era éste:
«Como una oveja llevada al mata¬
dero, y como un cordero ante el que
lo trasquila, enmudeció y no abrió
su boca. 33 En su humillación ha sido
consumado su juicio; su generación,
¿quién la contará?, porque en vida
ha sido arrebatado de la tierra» (2).
34 Preguntó el eunuco a Felipe:
Dime de quién dice eso el profeta,
(1) Este versículo, que contiene una clara
confesión de la divinidad de Jesucristo, se lee
de muy varios modos en los Padres y en los
códices antiguos que lo tienen, pues los más
autorizados lo omiten del todo.
(2) Is. 53 . 7 s.
¿de sí mismo o de otro? 36 Y abriendo
Felipe sus labios, comenzando por
esta Escritura, le anunció a Jesús.
36 Y siguiendo su camino, llegaron a
donde había agua, y dijo el eunuco:
Aquí hay agua; ¿qué impide que me
bautices? 37 Y Felipe dijo: Si crees
de todo corazón, bien puedes. Y res¬
pondiendo, dijo: Creo que Jesucristo
es el Hijo de Dios (1). 38 Y mandó
parar el coche y bajaror ambos al
agua, Felipe y el eunueo, y le bautizó.
39 En cuanto subieron del agua el
Espíritu del Señor arrebató a Felipe,
y ya no le vio más el eunuco, que
continuó alegre su camino. 40 Cuanto
a Felipe, se encontró en Azoto, y de
paso evangelizaba todas las ciudades
hasta llegar a Cesárea.
La conversión de Saulo.
^ 1 2 Saulo (2), respirando 'amenazas
de muerte contra los discípulos
del Señor, se llegó al sumo sacerdote,
2 pidiéndole cartas de recomendación
para Damasco, a las sinagogas, a fin
de que si allí hallaba quienes siguie¬
sen este camino, fueran hombres o
mujeres, los llevase atados a Jeru¬
salén. 3 Estando ya cerca de Damasco,
de repente se vi ó rodeado de una luz
del cielo: 4 y cayendo a tierra, oyó
una voz que le decía: Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues? 6 El contestó:
¿Quién eres, Señor? Y el Señor: Yo
soy Jesús (3), a quien tú persigues.
6 Levántate v entra en la ciudad, y
se te dirá lo que has de hacer. 7 Los
hombres que le acompañaban que¬
daron atónitos oyendo la voz, pero
sin ver a nadie. 8 Saulo se levantó
de tierra, y con los ojos abiertos nada
veía. Lleváronle de la mano y le
(1) Este eunuco, prosélito del judaismo, era
ministro de Hacienda de la reina de Etiopia,
cuya capital era Nepata, al sur del Egipto.
El nombre de Candaces era el nombre común,
como los de Tolomeo o Faraón.
(2) Los Hechos nos ofrecen tres relatos de
la conversión de Saulo. Esta, contada por San
Lucas como historiador; la de 22, 4-16, narrada
por Pablo al pueblo, y la de 26, 9-18, contada
el mismo en Cesárea, ante el rey Agripa*
la Jesucristo en persona, que se aparece
al que tiene destinado para ser testigo de su
resurrección, como se habla aparecido antes
a los doce con el mismo fin.
(3) Estas palabras, interpretadas a la luz
de 1 Cor. 15, 8, dicen que es el mismo Jesús
quien se le aparece glorioso, para que Saulo
pueda ser testigo de la resurrección.
APÓSTOLES, 9
1231
introdujeron en Damasco, 9 donde
estuvo tres días sin ver, y sin comer
ni beber.
10 Había en Damasco un discípulo,
de nombre Ananías, a quien dijo
el Señor en visión: ¡Ánaníasl El con¬
testó: Heme aquí, Señor. Y el Señor
a él: Levántate y vete a la calle
llamada Recta, y busca en casa de
Judas a Saulo de Tarso, que está
orando. 12 Y vió Saulo en visión a
un hombre llamado Ananías, que en¬
traba y le imponía las manos para
que recobrase la vista. 13 Y contestó
Ananías: Señor, he oído a muchos de
este hombre cuántos males ha hecho
a tus santos en Jerusalén, 14 y que
viene, aquí con poder de los príncipes
ds los sacerdotes para prender a cuan¬
tos invocan tu nombre. 15 Pero el
Señor le dijo: Ve, porque para mí
es vaso de elección para que lleve mi
nombre ante las naciones y los reyes
y los hijos de Israel. 16 Yo le mos¬
traré cuánto habrá de padecer (l)por
mi nombre.
17 Fue Ananías y entró en la casa,
e imponiéndole las manos, le dijo:
Hermano Saulo, el Señor Jesús, que
se te apareció en el camino que
traías, me ha enviado para que re¬
cobres la vista y seas lleno del Espí¬
ritu Santo. 18 Al punto se le cayeron
de los ojos unas escamas, y recobró
la vista y levantándose fué bauti¬
zado, 19 tomó alimento y se repuso.
Pasó algunos días con los discípulos
de Damasco, y luego se dió a pre¬
dicar en las sinagogas que Jesús es
el Hijo de Dios; 21 y cuantos le oían
quedaban fuera de sí, diciendo: ¿No
es éste el que en Jerusalén perseguía
a cuantos invocaban este nombre, y
que a esto había venido aquí, para
llevarlos atados a los sumos sacer¬
dotes? 22 Pero Saulo cobraba cada
día más fuerzas y confundía a los
judíos de Damasco, demostrando que
éste es el Mesías. 23 Pasados bastantes
días, resolvieron los judíos matarle;
24 pero su resolución fué conocida de
Saulo. Dia y noche guardaban las
puertas (2) para darle muerte; 25 pero
(1) Anuncian estas palabras todo lo que
será la vida de Saulo, el cual tenia por las
más auténticas señales de su apostolado los
sufrimientos por Jesucristo (II Cor. 12, 12),
en que nos ofrece el cuadro de sus trabajos
y penas.
(2) Los judíos, que en Damasco, como en
otras partes, gozaban de grandes privilegios y
contaban, además, con la benevolencia de las
los discípulos, tomándole de noche»
le bajaron por la muralla, descolgán¬
dole en una espuerta. 26 Llegado que
hubo a Jerusalén, quiso unirse a los
discípulos, pero todos le temían (1),
no creyendo que fuese discípulo.
27 Tomóle Bernabé entonces y le
condujo a los Apóstoles, a quienes
contó cómo en el camino había visto
al Señor, que le había hablado, y
cómo en Damasco había predicado
valientemente el nombre de Jesús.
28 Estaba con ellos, yendo y viniendo
dentro de Jerusalén, predicando con
valor el nombre del Señor 29 y ha¬
blando y disputando con los hele¬
nistas, que intentaron quitarle la
vida, 30 pero sabiendo esto los her¬
manos, le llevaron a Cesárea y de
allí le enviaron a Tarso.
Mihujros ele Peden en Lid».
31 Por toda Judea, Galilea y Sa¬
maría, la Iglesia gozaba de paz y
se fortalecía y andaba en el temor
del Señor, llena de los consuelos del
Espíritu Santo. 32v Acaeció que yendo
Pedro por todas partes, vino también
a los santos cjue moraban en Lida.
33 Allí encontró a un hombre llamado
Eneas que estaba paralítico desde
hacía ocho años, echado en una ca¬
milla. 34 Díjole Pedro. Eneas, Jesu¬
cristo te sana; levántate y coge la
camilla. Y al punto se levantó.
35 Visto lo cual, todos los habitantes
de Lida y de Sarona se convirtieron
al Señor/
36 Había en Joppe una discípula
llamada Tabita, que quiere decir Ga¬
cela. Era rica en. buenas obras y en
limosnas. 37 Sucedió, pues, en aque¬
llos días que enfermando murió, y
lavada, la colocaron en el piso alto
de la casa. 38 Está Joppe próximo a
Lida; y sabiendo los discípulos que
se hallaba allí Pedro, le enviaron
dos hombres con este ruego: No tardes
en venir a nosotros. 39 Se levantó
Pedro, se fué con ellos, y luego le
autoridades nabateas, que por aquellos años
mandaban allí, velaban para prender al nuevo
predicador de Jesús, a quien miraban como un
traidor a su nación.
(1) Saulo se ve en esta situación: de una
parte, los judíos le consideran como traidor a la
Ley y a la nación; y de otra, los fieles no se
fian de él, conociéndole como fiero perseguidor;
por eso el Señor le manda ir a donde no conoz-
I can su historia. Y se fué a su patria, Cilicia.
I2.TJ
APÓSTOLES. JO
condujeron a la sala donde estaba
y le rodearon todas las viudas, que
lloraban, mostrando las túnicas y
mantos que en vida les diera Tabita.
40 Pedro los echó a todos fuera, y
puesto de rodillas, oró; luego, vuelto
al cadáver, dijo: Tabita, levántate.
Abrió ella los ojos, y viendo a Pedro,
se sentó. 41 En seguida le dió éste
la mano y la levantó, y llamando a
los santos y viudas, se la presentó
viva. 42 Se hizo esto público por toda
Joppe y muchos creyeron en el Señor.
43 Pedro permaneció bastantes días
en Joppe, en casa de Simón el cur¬
tidor.
b« rom cesión <lol centurión
Conidio.
10 1 Había en Cesárea un hombre
llamado Cornelio (1), centu¬
rión de la cohorte denominada Itá¬
lica; 2 piadoso, temeroso de Dios, como
toda su casa, y que hacía muchas
limosnas al pueblo y oraba a Dios
continuamente. 3 Este, como a la
hora de nona, vi ó claramente en vi¬
sión a un ángel de Dios, que acer¬
cándose a él le decía: Cornelio. 4 El
le miró, y sobrecogido de temor, dijo:
¿Qué quieres. Señor? Y le dijo: Tus
oraciones y limosnas han sido recor¬
dadas ante Dios. 5 Envía, pues, unos
hombres a Joppe, y haz que venga
un cierto Simón, llamado Pedro, 6 (pie
se hospeda en casa de Simón, el cur¬
tidor, cuya casa está junto al mar.
7 En cuanto desapareció el ángel
que le hablaba llamó a dos de sus
domésticos y a un soldado, también
piadoso, de sus asistentes, 8 y con¬
tándoles todo el suceso, los envió a
Joppe. 9 Al día siguiente, mientras
ellos caminaban y se acercaban a la
ciudad, subió Pedro a la terraza para
orar hacia la hora de sexta. 10 Sintió
hambre y deseó comer; y mientras
preparaba la comida, le sobrevino un
éxtasis. 11 Vió el cielo abierto, y que
bajaba algo como un mantel grande,
sostenido por las cuatro puntas y
que descendía sobre la tierra. 12 En
él había todo género de cuadrúpedos,
reptiles de la tierra y aves del cielo.
(i) San Lucas, gentil de nacimiento, se
complace en presentar a personajes como Cor¬
nelio, prosélito del judaismo, piadoso, y de cuya
conversión tomó el Señor ocasión para decla¬
rar a Pedro ser llegada la hora de admitir a
ios gentiles en la Iglesia.
13 Oyó una voz que le decía: Leván¬
tate, Pedro, mata y come. 14 Dijo
l‘edro: No, Señor, que jamás he co¬
mido cosa alguna manchada e im¬
pura. 15 Y de nuevo le dijo la voz:
Lo que Dios ha purificado, no lo
llaines impuro. 16 Sucedió esto por
tres veces, y luego el lienzo fué re¬
cogido al cielo.
17 Estaba Pedro dudoso y pensa¬
tivo sobre lo que sería aquella visión
que había tenido, cuando los hom¬
bres enviados por Cornelio llegaron
a la puerta preguntando por la casa
de Simón; 18 y llamando pregunta¬
ron si se hospedaba allí cierto Simón
llamado Pedro. 19 Meditando Pedro
sobre la visión, le dijo el Espíritu:
20 Ahí están unos hombres que te
buscan. Levántate, pues, baja y vete
con ellos sin vacilar, porque yo los
he enviado. 21 Bajó Pedro y dijo a
los hombres: Yo soy el que buscáis.
¿Qué es lo que traéis? 22 Ellos dije¬
ron: El centurión Cornelio, varón
justo y temeroso de Dios, que en todo
el pueblo de los judíos es muy esti¬
mado, ha recibido de un santo ángel
el mandato de hacerte llevar a su
casa y escuchar tu palabra. 23 Pedro
les invitó a entrar y los hospedó.
AJ día siguiente partió con ellos,
acompañado de algunos hermanos de
Joppe; 24 y al otro día entró en Ce¬
sárea, donde los esperaba Cornelio,
que había invitado a todos sus pa¬
rientes y amigos íntimos. 25 Así que
entró Pedro, Cornelio le salió al en¬
cuentro, y postrándose a sus pies,
le adoró. 26 Pedro le levantó, diciendo:
Levántate, que yo también soy hom¬
bre. 27 Conversando con él, entró y
encontró allí a muchos reunidos,
28 a quienes dijo: Bien sabéis cuán
ilícito es a un hombre judío llegarse
a un extranjero o entrar en su casa,
pero Dios me ha mostrado que a
ningún hombre debía llamar man¬
chado o impuro, 29 por lo cual, sin
vacilar he venido, obedeciendo el
mandato. Decidme, pues, para qué
me habéis llamado.
30 Cornelio contestó: Hace cuatro
días a esta hora de nona, orando yo
en mi casa, vi a un varón vestido de
refulgentes vestiduras, 81 que me dijo:
Cornelio, ha sido escuchada tu ora¬
ción y tus limosnas recordadas de¬
lante de Dios. 32 Envía, pues, a Joppe
y liaz llamar a Simón, llamado Pedro,
que se hospeda en casa de Simón,
el curtidor, junto al mar. 33 Al ins-
APÓSTOLES, 11
taute envié por ti, y tú te has dig¬
nado venir. Ahora, pues, todos nos¬
otros estamos en presencia de Dios,
prontos a escuchar de ti lo ordenado
por el Señor. 34 Tomando entoncas
Pedro la palabra, dijo:
Ahora reconozco que no hay en
Dios acepción de personas, 35 sino
que en toda nación el que teme a
Dios y practica la justicia le es
acepto. 36 El ha enviado su pala¬
bra a los hijos de Israel, anuncián¬
doles la paz d<? Jesucristo, que es el j
Señor de todos. 37 Vosotros sabéis i
lo acontecido en toda Judea, comen- 1
zando por la Galilea, después del
bautismo predicado por Juan; 38 esto
es, cómo a Jesús de Nazavct le ungió
Dios con el Espíritu Santo y con
poder, y cómo pasó haciendo bien yj
curando a todos los oprimidos por el i
diablo, porque Dios estaba con El.!
39 Nosotros somos testigos de todo lo
que hizo en la tierra de los judíos .y I
en Jerusalén, y de cómo le dieron I
muerte, suspendiéndole de un tna-j
dero. 40 Dios le resucitó al tercer día
y le dió manifestarse, no a todo el!
pueblo, sino a los testigos de ante-!
mano elegidos por Dios, a nosotros, |
que comimos y bebimos con El des-,
pués de haber resucitado de entre |
los muertos. 42 Y nos ordenó predi¬
car al pueblo y atestiguar que por
Dios ha sido instituido juez de vivos |
y muertos. 43 De El dan testimonio
todos los profetas, que dicen que por
su nombre cuantos crean recibirán
el perdón de los pecados.
44 Aún estaba Pedro pronunciando
estas palabras, cuando descendió el
Espíritu Santo sobre todos los que
le oían; 45 quedando fuera de sí los
fieles de la circuncisión que habían
venido con Pedro, de que el don del
Espíritu Santo se derramase sobre
los gentiles, 46 porque les oían hablar
en varias lenguas y glorificar a Dios.
Entonces tomó Pedro la palabra:
47 ¿Podrá acaso alguno negar el agua
del bautismo a estos que han recibi¬
do el Espíritu Santo igual que nos- :
otros? 48 Y mandó bautizarlos en ell
nombre de Jesucristo. Le rogaron que
se quedase allí algunos días.
.palabra de Dios. 2 Pero cuando subió
Pedro a Jerusalén disputaban con él
los que eran de la circuncisión, 3 di¬
ciendo: ¿Cómo tú has ido a los incir¬
cuncisos (1) y has comido con ellos?
4 Y comenzó Pedro a contarles por
menudo, diciendo: 5 Estaba yo en la
ciudad de Joppe orando, y vi en éxta¬
sis una visión, algo así como un
mantel grande suspendido por las-
cuatro puntas, que bajaba del ciclo
y llegaba hasta mí; 6 y volviendo a él
íos ojos, vi cuadrúpedos de la tierra,
fieras, reptiles y aves del cielo. 7 Oí
también una voz que me decía: Le¬
vántate, Pedro, mata y come. 8 Pero
yo dije: No, Señor, jamás cosa man¬
chada e impura entró en mi boca.
9 Por segunda vez me habló la voz
del cielo: Lo cjuc Dios ha purificado,
.no lo llames tu impuro. 10 Esto suce¬
dió por tres veces, y luego todo volvió
al ciclo. 11 En aquel instante se pre¬
sentaron tres hombres en la casa en
que estábamos, enviados a mí desde
Cesárea. 12 Al mismo tiempo el Es¬
píritu me dijo que fuese con ellos sin
vacilar. Conmigo vinieron también
estos seis hermanos, y entramos en
la casa de aquel varón, 13 que nos
contó cómo había visto en su casa
al ángel, que presentándosele, dijo,
Envía a Joppe y haz venir a Simón:
llamado Pedro, 14 el cual te hablará
palabras por las cuales serás salvo tú
y tu casa. 15 Y comenzando yo a
hablar, descendió el Espíritu Santo
sobre ellos, igual que al principio
sobre nosotros. 16 Yo me acordé de
la palabra del Señor cuando dijo:
Juan bautizó en el agua, pero vos¬
otros seréis bautizados en el Espí¬
ritu Santo. 17 Si Dios, pues, les había
otorgado igual don que a nosotros,
que creíamos en el Señor Jesucristo,
¿quién era yo para oponerme a Dios?
18 Al oír estas cosas, callaron y glori¬
ficaron a Dios, diciendo: Luego Dios
ha concedido también a los gentiles
la penitencia para la vida.
La notic ia del suceso en Jerusalén c
11 1 Oyeron los Apóstoles y los
1 1 hermanos de Judea que tam¬
bién los gentiles habían recibido la
La predicación fuera de Palestina.
19 Los que con motivo de la perse¬
cución suscitada por lo de Esteban
se habían dispersado, llegaron hasta
Fenicia, Chipre y Antioquía, no prc-
(i) Estas palabras nos muestran cuáles eran
las disposiciones de los judíos, aun convertidos,
hacia los gentiles.
78
\2U
APÓSTOLES, 12
dicando la palabra más que a los
judíos. 20 Pero había entre éstos al¬
gunos hombres de Chipre y de Circne,
que llegando a Antioquía predicaron
también a los griegos, anunciando al
Señor Jesús. 21 La mano del Señor
estaba con ellos, y un gran número
creyó y se convirtió al Señor. 22 Llegó
la noticia de esto a la iglesia de Jc-
rusalén, y enviaron a Antioquía a
Bernabé/ 23 el cual, así que llegó y
vió la gracia de Dios, se alegró, y
exhortaba a todos a perseverar fieles
al Señor; 24 porque era hombre bue¬
no y lleno del Espíritu Santo y de fe,
y se convirtió al Señor numerosa
muchedumbre. 25 Bernabé partió a
Tarso en busca de Saulo, y hallándole,
le condujo a Antioquía, donde por
espacio de un año estuvieron juntos
en la iglesia, c instruyeron a una
muchedumbre numerosa, tanto que
en Antioquía comenzaron los discí¬
pulos a llamarse «cristianos» (1).
27 Por aquellos días bajaron de
Jcrusalén a Antioquía profetas, y
levantándose uno de ellos, por nom¬
bre Agabo, vaticinaba por el Espí¬
ritu una grande hambre (2) que
había de venir sobre toda la tierra,
y que vino bajo Claudio. 29 Los dis¬
cípulos resolvieron enviar socorro a.
los hermanos que habitaban en Ju-
dca, 30 cada uno según sus facul¬
tades, y lo hicieron, enviándoselo a
los ancianos por medio de Bernabé
y Saulo.
í ai persecución de Herodcs
Acjripn.
1 *) 1 Por aquel tiempo, el rey
— Herodcs (3) se apoderó de
algunos de la iglesia para maltra¬
tarlos. 2 Dió muerte a Santiago, her¬
(1) La fundación de la iglesia de Antioquía
de Siria por los fieles dispersos de Jerusalén
es un punto importantísimo y una señal del
progreso de la fe.
(2) Durante el gobierno de Claudio (41 - 53 )*
el Imperio fué afligido con muchas hambres.
A Judea le tocó bajo el gobernador Alejan¬
dro (45-48). Los convertidos de la gentilidad
procuran en Judea socorrer a sus hermanos
en la fe. Luego veremos cómo San Pablo fo¬
mentaba esta práctica y se valia de ella para
borrar los prejuicios de los judíos contra los
gentiles.
(3) Este Herodes, hijo de Aristóbulo y
nieto de Herodes el Grande, recibió el reino
del emperador Cayo Callgula, el año 40, y murió
por la Pascua del 44 -
mano de Juan, por la espada. 3 * * Viendo
que esto era grato a los judíos, llegó
a prender también a Pedro. Era por
los días de los Acimos, y cogiéndole,
le metió en la cárcel, encargando su
guarda a cuatro escuadras de sol¬
dados con el propósito de exhibirle
al pueblo después de la Pascua.
5 E 11 efecto, Pedro era custodiado
en la cárcel; pero la Iglesia oraba
instantemente a Dios por él. 6 La
noche anterior al día en que Herodes
se proponía exhibirle al pueblo, ha¬
llándose Pedro dormido e*ntre dos
soldados, sujeto con dos cadenas y
guardada la puerta de la prisión por
centinelas, 7 - un ángel del Señor se
presentó, y el calabozo quedó ilu¬
minado; y golpeando a Pedro en el
costado, le despertó, diciendo; Lev¿n
tate pronto; y se cayeron las cadenas
de sus manos. 8 El ángel añadió:
Cíñete y cálzate. Y lo hizo así.
Y agrego: Envuélvete en tu manto y
sígueme. 9 Y salió en pos de él.
No sabía Pedro si era realidad lo
que el ángel hacía; más bien le pare¬
cía que fuese una visión.
10 Atravesando la primera y la
segunda guardia, llegaron a la puerta
de hierro que conduce a la ciudad.
La puerta se les abrió por sí misma,
y salieron y avanzaron por una calle,
desapareciendo luego el ángel. 11 En¬
tonces Pedro, vuelto en sí, dijo:
Ahora me doy cuenta de que real¬
mente el Señor ha enviado su ángel
y me ha arrancado de las manos
de Herodes y a toda la expectación
del pueblo judío. 12 Reflexionando,
se fué a la casa de María, la madre
de Juan, por sobrenombre Marcos,
donde estaban muchos reunidos y
orando. 13 Golpeó a la puerta del
vestíbulo y salió una sierva llamada
Rodé, que luego que conoció la voz
de Pedro, fuera de sí de alegría,
sin abrir la puerta, corrió a anunciar
que Pedro estaba ante el vestíbulo.
1 ® Ellos le dijeron: Estás loca. Insis¬
tía ella en que era así; y entonces
dijeron: Será un ángel. 16 Pedro
seguía golpeando, y cuando le abrie¬
ron y le conocieron quedaron estu¬
pefactos. 17 Haciéndoles señal con
la mano de que callasen, les contó
cómo el Señor le había sacado de la
cárcel, y añadió: Contad esto a San¬
tiago y a los hermanos. Y salió,
yéndose a otro lugar.
18 Cuando se hizo de día se pro¬
dujo entre los soldados 110 pequeño
APÓSTOLES, 13
1235
alboroto por lo que habría sido de
Pedro, 19 Herodes le hizo buscar, y
no hallándole, interrogó a los guardias
y los mandó conducir al suplicio.
Luego, bajando de la Judea, residió
en Cesárea. 20 Estaba irritado contra
los tirios y sidonios, que de común
acuerdo se presentaron a él, y habién¬
dose ganado a Blasto, camarero del
rey, le pidieron la reconciliación, por
cuanto su región se abastecía del
territorio del rey. 21 El día señalado,
Herodes, vestido de las vestiduras
reales, se sentó en su estrado y les
dirigió la palabra. 22 Entonces el
pueblo comenzó a gritar: Palabra
de Dios y no de hombre. 23 Al ins¬
tante le hirió el ángel del Señor,
por cuanto no había glorificado a
Dios, y comido de gusanos, expiró.
24 La palabra del Señor más y
más se extendía y se difundía. 25 Ber¬
nabé y Saulo, cumplido su minis¬
terio, volvieron de Jerusalén, lle¬
vando consigo a' Juan, llamado Mar¬
cos.
Pablo y Dernabé, en Chipre.
j O 1 Había en la Iglesia de Antio-
* ** quía profetas y doctores: Ber¬
nabé y Simeón, llamado Niger, Lucio
de Cirene, Manahem, hermano de
leche del Petrarca Herodes, y Saulo.
2 Mientras celebraban la liturgia y
guardaban los ayunos, dijo el Espí¬
ritu Santo (1): Segregadme a Ber¬
nabé y a Saulo para la obra a que
los llamo. 1 2 3 * Entonces, después de
orar y ayunar, les impusieron las
manos y los despidieron.
4 Mandados, pues, por el Espíritu
Santo, bajaron a Seleucia, y de allí
navegaron a Chipre. 5 En Salamina
predicaron la palabra de Dios en
las sinagogas de los judíos, teniendo
a Juan por auxiliar. 6 Luego atrave¬
saron la isla hasta Pafos, y allí en¬
contraron a un mago, falso profeta,
judío, de nombre Barjesus. 7 Hallá¬
base al servicio del precónsul, Sergio
Paulo, varón prudente, que hizo lla¬
mar a Bernabé y a Pablo, deseando
oír la palabra de Dios. 8 Pero Elimas,
(i) Es el Espíritu Santo quien dirige la acti¬
vidad de la Iglesia, y aquí quien ordena la
partida de Saulo y Bernabé para una empresa
lejana. Ante todo íos preparan mediante la im¬
posición de las manos, que será su consagra¬
ción, con la que reciben la plenitud del sacer¬
docio.
-—el mago, que eso significa este
nombre—se le oponía y procuraba
apartar de la fe al procónsul. 9 Mas
Saulo (1), también llamado Pablo,
lleno del Espíritu Santo, clavando en
él los ojos, 10 le dijo: ¡Oh, lleno de
todo engaño y de toda maldad, ni jo
del diablo, enemigo de toda justicial
¿No vas a cesar de torcer los cami¬
nos rectos del Señor? 11 Ahora mismo
la mano del Señor caerá sobre ti
y quedarás ciego, sin ver la luz del
sol por cierto tiempo. Al punto se
apoderó de él la tiniebla y la oscu¬
ridad, y daba vueltas buscando quien
le diera la mano. 12 Al verlo, creyó
el procónsul, maravillado de la obra
del Señor.
Pasan los misioneros al Asia
Menor.
13 De Pafos navegaron Pablo y los
suyos, llegando a Perge de Pamfilia,
y Juan se apartó de ellos y se volvió
a Jerusalén. 14 Ellos, partiendo de
Perge, llegaron a Antioquía de Pisi-
dia, y entrando en la sinagoga en
día de sábado, se sentaron. 15 Hecha
la lectura de la Ley y de los Profetas,
les invitaron los jefes de la "sinagoga,
diciendo: Hermanos, si tenéis alguna
palabra de exhortación al pueblo,
decidla.
16 Entonces se levantó Pablo, y
haciendo señal con la mano, dijo (2):
Varones israelitas y prosélitos, escu¬
chad: 17 El Dios del pueblo de Israel
eligió a nuestros padres y acrecentó
al pueblo durante su estancia en la
tierra de Egipto, y con brazo fuerte
los sacó de ella. 18 Durante unos
cuarenta años los soportó en el de¬
sierto; 19 y destruyendo a siete na¬
ciones de la tierra de Canán se la
dió en heredad 20 al cabo de unos
cuatrocientos cincuenta años. Des¬
pués les dió jueces, hasta el profeta
Samuel. 21 Luego pidieron rey y les
(1) Desde este momento Saulo es llamado
Pablo. Nunca fué mayor que en esa época el
crédito de los magos, caldeos o no caldeos,
aun cerca de las autoridades y de los Césares,
a pesar de estar prohibido por las leyes el ejer¬
cicio de la magia.
(2) San Lucas nos transmite este discurso
del Apóstol, sin duda para darnos un modelo
de la oratoria de San Pablo cuando hablaba a
los judíos, presentándoles su historia como or¬
denada toda ella al Mesías y mostrando en
Jesús de Nazaret el acabamiento de ella.
1236
APÓSTOLES, 13
dio Dios a Saúl, hijo de Cis, de la
tribu de Benjamín, por espacio de
cuarenta años. 22 Rechazado éste,
alzó por rey a David, de quien dió
testimonio, diciendo: He hallado a
David, hijo de Jesé, varón según mi
corazón, que hará en todo mi vo¬
luntad 23 . Del linaje de éste, según su
promesa, suscitó Dios para Israel
un salvador, Jesús, 24 precedido por
Juan, que predicó antes de la llegada
de aquél el bautismo de penitencia
al pueblo de Israel. 25 Cuando Juan
estaba para acabar su carrera, dijo:
«No soy yo el que vosotros pensáis;
viene otro después de mí, a quien
no soy digno de soltar el calzado.
26 Hermanos, hijos de Abraham, y
los que entre vosotros temen a Dios:
a nosotros se nos envía este mensaje
de salud.»
27 Los moradores de Jerusalén y
sus príncipes, rechazándole, dieron
cumplimiento a las palabras de los
profetas que se leen cada sábado:
28 y sin haber hallado ninguna causa
de muerte, le condenaron y pidieron
a Pilato que le quitase la vida.
Y cumplido todo lo que de El estaba
escrito, le bajaron del leño y le depo¬
sitaron en un sepulcro. 30 Pero Dios
le resucitó de entre los muertos;
31 y durante muchos días se apareció
a ios que con El habían subido de
(¿aldea a Jerusalén, que son ahora
sus testigos ante el pueblo. 32 Nos¬
otros os anunciamos el cumplimiento
de la promesa hecha a nuestros pa¬
dres, 33 que Dios cumplió en nos¬
otros, sus hijos, resucitando a Jesús,
según está escrito en el salmo se¬
gundo: «Tú eres mi hijo, yo le en¬
gendré hoy.»(1) 34 Pues le resucitó de
entre los muertos, para no volver a la
corrupción. También dijo: «Yo os
cumpliré las promesas santas y firmes
hechas a David.» (2) 35 Por lo cual, en
otra parte, dice: «No permitirás que tu
Santo vea la corrupción.» (3) 36 Pues
bien, David, habiendo hecho durante
su vida la voluntad de Dios, se dur¬
mió y filé a reunirse con sus padres
y experimentó la corrupción; 37 pero
aquel a quien Dios lia resucitado,
ése no vio la corrupción.
38 Sabed, pues, hermanos, que por
Este se os anuncia la remisión de los
pecados y de todo cuanto por la
ley de Moisés no podíais ser justifi¬
cados. 39 Todo el que en El creyere
será justificado. 40 Mirad, pues, que
no se cumpla en vosotros lo dicho
por los profetas:
41 «Mirad, menospreciadorcs, admi¬
raos y anonadaos, porque voy a
ejecutar en vuestros dias una obra tal
que no la creeríais si os la contaran »(1).
42 A la salida, les rogaron que al
sábado siguiente (2) les volviesen
a hablar de esto. 43 Di suelta la reunión,
muchos de los judíos y prosélitos
siguieron a Pablo y a Bernabé, que
les hablaban para persuadirlos que
permaneciesen en la gracia de Dios.
44 Al sábado siguiente casi toda la
ciudad se juntó para escuchar la pa¬
labra de Dios; 45 pero viendo los
judíos a la muchedumbre, se llena¬
ron de envidia e insultaban y contra¬
decían a Pablo. 46 Mas Pablo y Ber¬
nabé respondían valientemente, di¬
ciendo: A vosotros os habíamos de
hablar primero la palabra de Dios,
mas puesto que la rechazáis y os
juzgáis indignos de la vida eterna,
nos volveremos a los gentiles. 41 Así
nos lo ordenó el Señor:
«Te he hecho luz dé las gentes
para ser su salud hasta los confines de
la tierra.» (3).
48 Oyendo esto los gentiles se ale¬
graban y glorificaban la palabra del
Señor, creyendo cuantos estaban orde¬
nados a la vida eterna. 49 La palabra
del Señor se difundía por toda la
región; 50 pero los judíos concitaron
a las mujeres devotas y principales
y a los primates de la ciudad, pro¬
movieron una persecución contra
Pablo y Bernabé y los arrojaron de
sus términos. 61 Ellos, sacudiendo el
polvo de sus pies contra aquéllos,
se dirigieron a lconio, 52 mientras los
fieles quedaban llenos de alegría y
del Espíritu Santo.
(1) Hab. i. 5. \
(2) Los judíos estaban dispersos por el Im¬
perio y en lodas partes tenían su sinagoga.
San Pablo solía dirigirse a ella, donde encon¬
traba un campo preparado para su siembra,
en los judíos mismos y en los muchos prosélitos
que éstos lograban agregar a la sinagoga. El
resultado solia ser que algunos israelitas se
■ rindieran a la palabra del Apóstol, mientras la
j masa general de ellos se revolvía contra el pre¬
dicador, al ver sus éxitos entre los prosélitos y
j gentiles y al oír la doctrina que Pablo predi-
(1) Salm. 2. 7.
(2) Is. 55 3-
(3) Salm. 16. 10.
caba, de la igualdad de todos en Jesucristo,
1 con la consiguiente supresión de la Ley y de
¡ los privilegios de la nación escogida.
' (3) Is. 49 6.
APÓSTOLES, 14. 15
12:17
Prosigue la misión en Asia liasfa
la vuelta a Antiocpiía.
14 1 Igualmente en Iconio entra¬
ron en la sinagoga de los judíos,
donde hablaron de modo que creyó
una numerosa multitud de judíos y
griegos. 2 * Pero los judíos incrédulos
excitaron y exacerbaron los ánimos
de los gentiles contra los hermanos.
3 Con todo, moraron allí bastante
tiempo, predicando con gran liber¬
tad al Señor, que confirmaba la pala¬
bra de su gracia realizando por su
mano señales y prodigios. 4 Al fin se
dividió la muchedumbre de la ciudad,
y unos estaban por los judíos y otros
por los Apóstoles. 5 * Y como se pro¬
dujese un tumulto de gentiles y
judíos con sus jefes, pretendiendo
ultrajar y apedrear a los Apóstoles,
6 dándose éstos cuenta de ello huye¬
ron a las ciudades de Licaonia,
Listra y Derbe, y a las regiones veci¬
nas, 7 * donde predicaron el Evangelio.
8 En Listra vieron a un hombre
inválido de los pies, paralítico desde
el seno de su madre y que nunca
había podido andar. 9 .Estaba escu¬
chando a Pablo, que fijando en él
los ojos y viendo que tenía» fe para
ser salvo, 10 le dijo en alta voz:
Levántate sobre tus pies. Y él,
dando un salto, echó a andar. 11 * La
muchedumbre, al ver lo que había
hecho Pablo, levantó la voz, di¬
ciendo en licaónico: Dios en forma
humana ha descendido a nosotros.
12 Y aclamaban a Bernabé como
Zeus y a Pablo como Hermes, por¬
que éste era el que llevaba la palabra.
13 El sacerdote del templo de Zeus,
que estaba a la puerta de la ciudad,
trajo toros enguirnaldados, y acom¬
pañado de la muchedumbre quería
ofrecerles un sacrificio. „ ,
14 Cuando esto oyeron los Após¬
toles, Bernabé y Pablo rasgaron sus
vestiduras y arrojándose entre la
muchedumbre, gritaban, diciendo:
¿Qué es lo que hacéis? Nosotros
somos hombres como vosotros, que
os predicamos para convertiros de
estas vanidades al Dios vivo, que
hizo el cielo y la tierra, el mar y
todo cuanto hay en ellos; 16 que en
las pasadas generaciones permitió que
todas las naciones siguieran cada
cual su camino, 17 aunque no las
dejó sin testimonio de Si, haciendo
el bien y dispensando desde el cielo'
las lluvias y las estaciones fructí¬
feras, proveyéndoos de alimento y
alegrando vuestros corazones.
18 Con todo esto, a duras penas
desistió la muchedumbre de .sacrifi¬
carles. 19 Pero judíos venidos de
Antioquía e Iconio sedujeron a las
turbas, que apedrearon a Pablo y le
arrastraron fuera de la ciudad, de¬
jándole por muerto. 20 Rodeado de
los discípulos, se levantó y entró
en la ciudad. Luego salió con Ber¬
nabé, camino de Derbe. 21 Evange¬
lizada aquella ciudad, donde hicieron
muchos discípulos, se volvieron a
Listra, a Iconio y a Antioquía, con¬
firmando a los discípulos y exhor¬
tándolos a permanecer en la fe,
diciéndoles que por muchas tribula¬
ciones nos es preciso entrar en el
reino de Dios. 23 Les constituyeron
presbíteros en cada iglesia, por la
imposición de las manos, orando y
ayunando, y los encomendaron al
Señor, en quien habían creído. 24 Atra¬
vesando la Pisidia, llegaron a Pam-
filia y, habiendo predicado la palabra
en Perge, bajaron a Atalía, y de allí
navegaron basta Antioquía, de donde
habían salido encomendados a la
gracia de Dios, para la obra que ha¬
bían realizado. 27 Llegados, reunieron
la iglesia y contaron (1) cuanto
había hecho Dios con ellos y cómo
había abierto a los gentiles la puerta
de la fe; 28 y moraron con los dis¬
cípulos bastante tiempo.
El problema de la oh lujación
de la Ley.
^ fr 1 Algunos que habían bajado
* de Jerusalén decían a los her¬
manos: Si no os circuncidáis conforme
a la Ley de Moisés, no podéis ser
salvos. 2 Con esto se produjo una
controversia y disputa no pequeña,
levantándose Pablo y Bernabé con¬
tra ellos (2). Al cabo determinaron
que subieran Pablo y Bernabé a
(1) Después de tres años de lucha por la
verdad, vuelven los Apóstoles como triunfa¬
dores. contando sus combates y sus victorias.
(2) Este capítulo es de sumo interés para la
historia de la Iglesia. Conforme a los vaticinios
proféticos. los gentiles han sido admitidos a
la fe. Pero ¿cuáles eran sus relaciones con la
Ley mosaica? Los judíos, aun después de bauti¬
zados, continuaban viviendo según ella, ya que
el Señor no la había derogado y estaban habi¬
tuados a ver en ella la norma de la piedad
hacia Dios. Los elementos venidos del fariseísmo
a la fe eran los más celosos por la conservación
de la Ley. que creían necesaria para la salud
1238
APÓSTOLES, 15
Jerusalén, acompañados de algunos
otros de aquéllos, a los Apóstoles y
presbíteros de Jerusalén, para con-
sullarlos sobre esto. 3 Ellos, despe¬
didos por la Iglesia, atravesaron la
Fenicia y Samaría, contando la con¬
versión de los gentiles y causando
gozo a todos los hermanos. 4 A su
llegada a Jerusalén fueron acogidos
por la Iglesia y por los Apóstoles y
presbíteros, v les contaron cuanto
había hecho por ellos el Señor. 8 Pero
se levantaron algunos de la secta de
los fariseos que habían creído, los
rúales decían: Es preciso que se cir¬
cunciden, y mandarles guardar la
Ley de Moisés.
® Se reunieron los Apóstoles y los
presbíteros para examinar este asunto.
7 Después de una larga deliberación, 1
se levantó Pedro y dijo: Hermanos,
vosotros sabéis cómo, desde mucho
tiempo ha, determinó Dios aquí entre
vosotros que por mi boca oyesen los
gentiles la palabra del Evangelio y
creyesen. 8 Y Dios, que conoce los
corazones, ha testificado en su favor,
dándoles el Espíritu Santo igual que
a nosotros 9 y nc haciendo diferencia
alguna entre ellos y nosotros, puri¬
ficando con la fe sus corazones.
10 Ahora, pues, ¿por qué tentáis a
Dios queriendo imponer sobre el
cuello de los discípulos un yugo que
ni nosotros ni nuestros padres fuimos
capaces de soportar? Por la gracia
del Señor Jesucristo creemos ser
salvos nosotros, lo mismo que ellos.
12 Toda la muchedumbre escuchó en
silencio a Bernabé y a Pablo, que
referían cuantas señales y prodigios
había hecho Dios entre los gentiles
por medio de ellos. 13 Luego que
callaron, tomó Santiago la palabra
y dijo: 14 Hermanos, oídme: Simón
nos ha dicho de qué modo Dios por
primera vez visitó a los gentiles para
consagrarse de ellos un pueblo a su
nombre. 11 Con esto eoncuerdan las pa¬
la bras de los profetas, según estáescri to:
16 «Después de esto volveré | y edi¬
ficaré la tienda de David, que estaba
caída, I y reedificaré sus ruinas ] y
la levantaré,
junto con la fe en Jesucristo. Pablo y Bernabé
protestan contra tal exigencia, y Pedro les da
la razón al- declarar, con la aprobación de la
asamblea, que sólo por Jesucristo podernos
alcanzar la vida eterna. Pero, considerando la
condición de los judíos convertidos y por fo¬
mentar la unión de los fieles todos y de las
Iglesias, se acepta la propuesta de Santiago
17 A fin de que busquen los demás
hombres al Señor, | y todas las nacio¬
nes sobre las cuales fué invocado mi
nombre, | dice el Señor que ejecuta es¬
tas cosas, 18 Conocidas desde anti¬
guo)) (1).
19 Por lo cual es mi pareeer que
no se inquiete a los que de los gen¬
tiles se conviertan a Dios, sino escri¬
birles que se abstengan de las conta¬
minaciones de los ídolos, de la for¬
nicación, de desgarrado y de sangre.
21 Pues Moisés desde antiguo tiene
en cada ciudad quienes lo expliquen
leyéndolo en las sinagogas todos los
sábados.
22 Pareció entonces bien a los Após¬
toles y a los ancianos, con toda la
Iglesia, escoger de entre ellos, para
mandarlos a Antioquía con Pablo y
Bernabé, a Judas, llamado Barsabas,
V a Silas, varones principales entre
ios hermanos, 23 y escribirles por mano
de éstos (2):
«Los Apóstoles y ancianos her¬
manos, a sus hermanos de la genti¬
lidad que moran en Antioquía, Siria
y Cilicia, salud: 24 Habiendo llegado
a nuestros nidos que algunos de
entre nosotros, sin que nosotros les
hubiéramos mandado nada para vos¬
otros, os han turbado con palabras
y han agitado vuestras almas, de
común acuerdo, nos ha parecido en¬
viaros varones escogidos en com¬
pañía de nuestros amados Bernabé
y Pablo, hombres que han expuesto
ia vida por el nombre del Señor
Jesucristo. Enviamos, pues, a Judas
y a Silas para que os refieran de
palabra estas cosas. 28 Porque ha
parecido al Espíritu Santo y a nos¬
otros no imponeros ninguna otra
carga más que estas necesarias: 29 Que
os abstengáis de las carnes inmoladas
a los {dolos, de sangre y desgarro,
y de la fornicación, de lo cual haréis
bien en guardaros. Pasadlo bien.»
30 Los enviados bajaron a Antio¬
quía, y reuniendo a la muehedum-
(1) Am. 9. ii. s.
(2) El decreto abarca tre? pirro»: h foni-
carión, que no obstante ser prohibida por la
ley natural, no era tenida por los gentiles como
falta grave; las carnes inmoladas a los ídolos
que se vendían al publico, y que San Pablo
declarará luego permitidas (I Cor. 7, 1 ss.);
y la carnes no sangradas, que la Ley prohibía
al vedar comer la sangre. Esios dos preceptos,
que eran un obsequio a 1 a Ley mosaica, que¬
daron anulados una vez que la Iglesia de la
gentilidad se desprendió de la Sinagoga.
APÓSTOLES, 16
ti>;w
bre les entregaron la epístola, 31 que,
leída, los llenó de consuelo. 32 Judas
V Silas, que también eran profetas,
con muchos discursos exhortaron, a
los hermanos y los confirmaron. 33 Pa¬
sado allí algún tiempo, fueron des¬
pedidos en paz por los hermanos a
aquellos que los habían enviado.
SecjtiiMlü misión de San Pablo.
34 Pero Silas decidió permanecer
allí, y partió solamente Judas. 35 Pa¬
blo y Bernabé se quedaron en Antio-
quía enseñando y evangelizando con
otros muchos la palabra del Señor.
36 Pasados algunos días, dijo Pablo
a Bernabé: Volvamos a visitar a los
hermanos por todas las ciudades en
que hemos evangelizado la palabra
del Señor, y veamos cómo están.
37 Bernabé quería llevar consigo tam¬
bién a Juan, llamado Marcos; pero
Pablo juzgaba que no debían lle¬
varle, por cuanto los había dejado
desde Pamfilia y no había ido con
ellos a la obra. 39 Se produjo cierto
disentimiento entre ellos, de suerte
que se separaron uno de otro, y
Bernabé, tomando consigo a Marcos,
se embarcó para Chipre, 40 mientras
que Pablo, llevando consigo a Silas,
partió encomendado por los hermanos
a la gracia del Señor. Atravesó la Siria
y la Cilicia, confirmando las iglesias.
1 1 * Llegaron a Derbe y a Listra.
1 u Había allí un discípulo llamado
Timoteo, hijo de una mujer judia
creyente y de padre griego, muy re¬
comendado por los hermanos de
Listra a los de Iconio. 3 4 5 * Quiso Pablo
que se fuera con él, y tomándole, lo
circuncidó a causa de los judíos
que había en aquellos lugares, pues
todos sabían que su padre era griego.
4 Atravesando las ciudades, les comu¬
nicaba los decretos dados por los
Apóstoles y ancianos de Jerusalén,
encargándoles que los guardasen.
5 Las iglesias, pues, se afianzaban en
la fe y crecían en número de día en
día.
y Atravesada la Frigia y el país
de Galacia, el Espíritu Santo les
prohibió predicar en Asia. 7 Llegaron
a Misia e intentaron dirigirse a Bi-
tinia, mas tampoco se lo permitió
el Espíritu de Jesús; 8 9 y así, pasando
de largo por Misia, bajaron a Tróade:
9 Por la noche tuvo Pablo una visión.
Cu varón macedonio se le puso de¬
lante, y rogándole, decía: Pasa a
Macedonia y ayúdanos. 10 Luego
que vi ó la visión, al instante busca¬
ron cómo pasar a Macedonia, seguros
de Dios que los llamaba para evangeli¬
zarlos.
Paiilo, en Europa.
11 Zarpando de Tróade, navega¬
mos derechos a Samotracia (1); el
día siguiente llegamos a Neapolis,
12 de allí a Filipos, que es la primera
ciudad de esta parte de Macedonia,
colonia romana, donde pasamos algu¬
nos días. 13 El sábado salimos fuera
de la puerta, junto al río, donde pen¬
samos que estaba el lugar de la ora¬
ción; y sentados hablábamos con
algunas mujeres que se hallaban re¬
unidas. 14 Cierta mujer llamada Lidia,
temerosa de Dios, purpuraría, de la
ciudad de Tiatira, escuchaba atenta.
El Señor había abierto su corazón
para atender a las cosas que Pablo
decía. 1E Una vez que se bautizó
con toda su casa, nos rogó, diciendo:
Puesto que me habéis juzgado fiel
al Señor, entrad en mi casa y que¬
daos en ella, y nos obligó.
16 Aconteció que yendo nosotros
a la oración, nos salió al encuentro
una sierva que tenía espíritu pitónico,
la cual, adivinando, procuraba a sus
amos grandes ganancias. 17 Ella nos
seguía a Pablo y a nosotros, y gri¬
tando decía: Estos hombres son sier¬
vos del Dios Altísimo y os anuncian
el camino de la salvación. 18 Hizo
esto muchos días. Molestado Pablo,
se volvió y dijo al espíritu: En nom¬
bre de Jesucristb, te mando salir
de ésta, y en el mismo instante salió.
19 Viendo sus amos que había des¬
aparecido la esperanza de su ganan¬
cia, cogieron a Pablo y a Silas y los
llevaron al foro, ante los magistrados;
20 y. presentándoselos a los pretores,
dijeron: Éstos hombres perturban
nuestra ciudad, porque siendo judíos,
predican costumbres que a nosotros
no nos es lícito aceptar ni practicar,
siendo como somos romanos. 22 Y
toda la muchedumbre se levantó
contra ellos, y los pretores mandaron
(i) San PabJo pone en este momento los
pies en Europa, y pasando por el puerto de
Neapolis se dirige a Filipos, colonia romana y
organizada, por tanto, a imagen de Roma.
Aquí funda una iglesia, que fué de él la más
amada, según la epístola que más tarde le
dirigió.
12 í o
APÓSTOLES, 17
que, desnudos, fueran azotados con
varas, 23 y después de hacerles mu¬
chas llagas los metieron en la cárcel,
intimando al carcelero que los guar¬
dase con cuidado. 24 Este, recibido
tal mandato, los metió en el calabozo
y les sujetó bien los pies en el cepo.
25 Hacia medianoche Pablo y Si-
las, puestos en oración, alababan a
Dios, y los presos les oían. 26 De re¬
pente se produjo un gran terremoto,
hasta conmoverse los cimientos de
la cárcel, y al instante se abrieron
las puertas y se soltaron los grillos.
27 Despertó el carcelero, y viendo
abiertas las puertas de la cárcel, sacó
la espada con intención de darse
muerte, creyendo que se hubiesen
escapado los presos. 28 Pero Pablo
gritó en alta voz, diciendo: No te
hagas ningún mal, que todos estamos
aquí; 29 y pidiendo una luz, se preci¬
pitó dentro, arrojándose tembloroso
a los pies de Pablo y de Si las. 30 Luego
los sacó fuera y les dijo: Señores,
¿que debo yo hacer para ser sal- 1
vo? 31 Ellos le dijeron: Cree en el
Señor Jesús, y serás salvo tú y tu
casa. 32 Y le expusieron la palabra j
de Dios a el y a todos los de su casa;
33 y en aquella hora de la noche los
tomó, les lavó las heridas, yen seguida
se bautizó él con todos los suyos.
34 Subiólos a su casa y les puso la
mesa, y se regocijó con toda su Fami¬
lia de haber creído en Dios.
36 Llegado el día, enviaron los
magistrados a los lie toros con esta
orden: Pon en libertad a esos hom¬
bres. 36 El carcelero comunicó a
Pablo cómo los pretores habían man¬
dado soltarlos. 37 Pero Pablo dijo:
Después que a nosotros, ciudadanos
romanos, nos han azotado pública¬
mente sin juzgarnos y nos han metido
en la cárcel, ¿ahora en secreto nos
quieren echar fuera? No será así.
Que vengan ellos y nos saquen.
38 Comunicaron los lictores a los ma¬
gistrados estas palabras, y temieron
al oír que eran romanos. 39 Vinieron
y les presentaron sus excusas, y sa¬
cándolos, les rogaron que se fueran
de la ciudad. 40 Ellos, al salir de la
cárcel, entraron en- casa de Lidia,
y viendo a los hermanos los exhor¬
taron y se fueron.
] 7 1 Pasando por AnTipolis y Apo-
k loma, llegaron a Tesalónica,
donde había una sinagoga de judíos. *
2 Según su costumbre, Pablo entró
en ella, y por Ires sábados discutió
con ellos sobre las Escrituras, 3 ex¬
plicándoselas y probando cómo era
preciso que el Mesías padeciese y
resucitase de entre los muertos, y
que éste era Jesucristo, a quien vo
os anuncio. 4 Algunos de ellos se
dejaron convencer, se incorporaron
a Pablo y a Silas, y asimismo una
gran muchedumbre de prosélitos grie¬
gos y no pocas mujeres principales.
8 Pero los judíos, movidos de envidia,
reunieron algunos hombres malos de
la canalla, promovieron un alboroto
en la ciudad y se presentaron ante la
casa de Jasón buscando a los Após¬
toles, para llevarlos ante el pueblo.
6 Pero no hallándolos, arrestaron a
Jasón y a algunos de los hermanos y
los llevaron ante los politarcas, gri¬
tando: Estos son los que alborotan
la tierra. Al llegar aquí han sido
hospedados por Jasón, 7 y todos
obran contra los decretos del César,
diciendo que hay otro rey, Jesús.
8 Con esto alborotaron a la plebe y
a los politarcas que tales cosas oían;
9 pero habiendo recibido fianza de
Jasón y de los demás, los dejaron ir
libres. 10 Aquella misma noche los
hermanos encaminaron a Pablo y a
Silas para Perca. Así que llegaron,
se fueron a Ja sinagoga de los judíos.
11 Eran éstos más nobles que los
de Tesalónica, y recibieron con toda
avidez la palabra, consultando dia¬
riamente las Escrituras, para ver si
era así como los Apóstoles enseña¬
ban. 12 Muchos de ellos creyeron, y
además mujeres griegas de distin¬
ción y no pocos hombres. 13 Pero en
cuanto supieron los judíos de Tesa¬
lónica que también en Perca era
anunciada por Pablo la palabra de
Dios, vinieron allí y agitaron y albo¬
rotaron a la pleble. 14 Al instante los |
hermanos despidieron a Pablo, ca- I
mino del mar, quedando allí Silas y
Timoteo. 16 Los que conducían a
Pablo le llevaron hasta Atenas, reci¬
biendo de él encargo para Silas y
Timoteo de que se le reuniesen cnanto J
antes.
Pablo, en Atenas.
145 Mientras Pablo los esperaba en
Atenas (l), se consumía su espíritu
(i) Atenas, la ciudad de las artes helénicas,
más que ninguna otra estaba inundada de mo¬
numentos religiosos que afligían el corazón del
APÓSTOLES, 18
121 1
viendo la ciudad llena de ídolos.
17 Disputaba en la sinagoga con los
judíos y los prosélitos, y cada día
en el ágora con los que le salían al
paso. 18 Ciertos filósofos, tanto epi¬
cúreos como estoicos, conferenciaban
con él, y unos decían: ¿Qué es lo
que propala este charlatán? Otros
contestaban: Parece ser predicador
de divinidades extranjeras; porque
anunciaba a Jesús y la resurrección.
19 Y tomándole, le llevaron al Areó-
pago, diciendo: ¿Podemos saber qué
nueva doctrina es ésta que enseñas?
20 Pues eso es muy extraño a nues¬
tros oídos; queremos saber qué quie¬
res decir con esas cosas. 21 Todos los
atenienses y los forasteros allí domi¬
ciliados no se ocupan en otra cosa
que en decir y oír novedades.
22 Puesto eh pie Pablo en medio
del Areópago, dijo: Atenienses, veo
que sois sobremanera religiosos; Apor¬
que al pasar y contemplar los objetos
de vuestro culto, he hallado un altar
en el cual está escrito: Al dios desco¬
nocido (1). Pues ése que sin cono¬
cerle veneráis es el que yo os anuncio.
24 El Dios que hizo el mundo y todas
las cosas que hay en él, ése, siendo
Señor del cielo y de la tierra, no
habita en templos hechos por mano
de hombre, 25 ni por manos humanas
es servido, como si necesitase de
algo, siendo El mismo quien da a
todos la vida, el aliento y todas las
cosas. 26 El hizo de uno todo linaje
humano, para poblar toda la faz de
la tierra. El fijó las estaciones y los
confines de los pueblos, 27 para que
busquen a Dios, y siquiera a tientas
le encuentren, aunque no está lejos
de nosotros, 28 porque en El vivimos
y nos movemos y existimos, como
alguno de vuestros poetas ha dicho:
«porque somos linaje suyo.»
Apóstol. Allí se encontró también con los repre¬
sentantes de la filosofía griega, muy caída en¬
tonces, los estoicos y los epicúreos, con los
cuales disputaba.
(i) Para que ningún dios quedase sin ser
honrado en Atenas, y enojado por esta prete¬
rición los castigase, se había erigido este altar,
San Pablo, considerando que entre tantos dio¬
ses el único desconocido y sin culto era Dios,
toma ocasión de aquí para anunciarlo a los ate¬
nienses. Su discurso se diferencia de los predi¬
cados a los judíos. Aquí empieza predicando al
Dios creador del cielo y de la tierra, conser¬
vador y proveedor de todo, para venir a hablar
del juicio por Jesucristo, resucitado de entre
los muertos.
29 Siendo, pues, linaje de Dios, no
debemos pensar que la divinidad es
semejante al oro o a la plata o a la
piedra, obra del arte y del pensa¬
miento humano. 30 Y Dios, disimu¬
lando los tiempos de la ignorancia,
intima ahora en todas partes a los
hombres que se arrepientan, 31 por
cuanto tiene fijado el día en que juz¬
gará a la tierra con justicia, por medio
de un Hombre a quien ha constituido
juez, acreditándole ante todos por
su resurrección de entre los muertos.
32 Cuando oyeron lo de la resu¬
rrección de los muertos, unos se
echaron a reír, otros dijeron: Te
oiremos sobre esto otra vez. 33 Así
salió Pablo de en medio de ellos.
34 Algunos se adhirieron a él y cre¬
yeron, entre los cuales estaban Dio¬
nisio el Areopagita y una mujer de
nombre Damaris y otros más.
El Evangelio en Corínto.
IR * 1 Después de esto Pablo se
retiró de Atenas y vino a Co-
rinto. 2 Allí encontró a un judío, lla¬
mado Aquila, originario del Ponto,
recientemente llegado de Italia con
Priscila, su mujer, a causa del. de¬
creto de Claudio que ordenaba salir
de Roma a todos los judíos. Pablo se
unió a ellos; 3 * y como era del mismo
oficio que ellos, se quedó en su
casa (1) y trabajaban juntos, pues
eran ambos fabricantes de lonas.
4 Los sábados disputaba en la sina¬
goga, persuadiendo a los judíos y a
los griegos. 5 Mas luego que llegaron
de Macedonia Silas y Timoteo, se
dió del todo a la predicación de la
palabra, testificando a los judíos que
Jesús era el Mesías. 6 Y como éstos
le resistían y blasfemaban, sacu¬
diendo sus vestiduras, les dijo: Caiga
vuestra sangre sobre vuestras cabe¬
zas; limpio soy yo de ella. Desde
ahora me dirigiré a los gentiles.
7 Y partió, yéndose a la casa de un
prosélito de nombre Ticio Justo, que
vivía junto a la sinagoga.
8 Crispo, jefe de la sinagoga, con
toda su casa, creyó en el Señor; y
(i) El año noveno de su imperio, el 49 ó 50,
Claudio había expulsado de Roma a los judíos,
muy al